La Parusia Trabajo de Escatologia

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Introducción

El ser humano es un ser que vive inserto en la historia, pero no vive encerrado en ella, porque
está llamado a trascenderla, ´por ende es un ser escatológico, esto lo circunscribe en el ámbito
de la espera escatológica cristiana. Y esta se orienta a un acontecimiento finalizador de la
historia en un sentido positivo. El este trabajo tratare los siguientes temas, primero vamos a
comenzar por una definición terminológica, más adelante la parusía en las sagradas escrituras,
y en la historia de la Iglesia.

1- Epistemología de la palabra

El termino parusía procede de la palabra griega, páreime (estar presente o llegar). En su


sentido significaba presencia o venida de personas, cosas o sucesos. En el sentido religioso,
no se empleaba para significar cualquier venida, sino la visita de personajes, realezas o seres
divinos. Es el acto de venir, de un personaje importante trayendo consigo bienes, inaugurando
una nueva era para el pueblo. En el imperio romano cuando aparecía el cesar era saludado
como señor y portador de salvación. Así la visita de cesar en una ciudad romana, marcaba el
comienzo de una nueva era.

Al introducir este término en el Nuevo Testamento se tenía en mente esta imagen del rey que
visita su ciudad. Sin embargo, al pasar del helenismo al cristianismo, el termino adquirió un
matiz especifico; no se refiere a cualquier venida, sino principalmente a la segunda venida o
retorno del Hijo de Dios, al final de los tiempos.

2- LA PARUSIA EN LA SAGRADA ESCRITURA

 Antiguo Testamento

Los verbos que significan venir adquieren una coloración sacral muy próxima a la del termino
parusía cuando tiene a Yahvé o al Mesías por sujeto. En el A. T el termino parusía es
desconocido. En el judaísmo helenístico los pasajes que podrían citarse en favor de un empleo
técnico del termino son escasos y controvertidos. Aunque el termino proviene del helenismo,
es más importante el fondo veterotestamentario que está preparado por las ideas de un Dios
cercanos, y la espera del día de Yahvé.

El Dios cercano: es la fe en un Dios que se mantiene cerca de los hombres, lo cual era una
característica fundamental en el judaísmo. A la vez qu se ensalsa al señor y se subraya su
majestad y santidad sublime, no se deja de insistir en el hecho de que acompaña a los

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hombres, y en especial al pueblo elegido (Amos 2, 9-11; Os 11, 1). El AT muestra a Dios
siempre atento y cercano al hombre, desde los comienzos. Aun cuando los hombres se alejan
por el pecado Dios los perdona, porque es un Dios fiel a su alianza.

En la historia sagrada se nos presenta la experiencia de un Dios que baja a salvar a su pueblo
y estrecharlo consigo haciendo un pacto. Al tener al Señor cerca, el pueblo de Israel goza de
una grandeza especial, pero esta cercanía se ve afectada por el pecado de los hombres, pero la
cercanía por la alianza es más fuerte que las debilidades en las que pueden caer los hombres.
Incluso en los momentos en que Dios parece alejado del pueblo, en realidad se mantiene
cerca. Esta idea de cercanía divina fundamenta la esperanza de una futura presencia cabal de
Dios en medio del pueblo.

De la fe en este Dios cercano surge el día de Yahvé, es decir la espera de la manifestación de


Dios para auxiliar a los hombres. Las vicisitudes que acompañan al pueblo a lo largo de su
historia provocan la nostalgia de una intervención divina como sucedió en el éxodo, para
mejorar la situación. Este anhelo de una visita divina trayendo consigo la salvación se
condensa en la expresión Día de Yahvé. Por el Día de Yahvé se entendía aquel día, en el que
Dios vendrá, e intervendrá en la historia, y juzgará al mundo, pero sobretodo lo renovará
totalmente, creará un nuevo cielo y una nueva tierra, instaurará una comunidad eterna e
intensiva entre él y el hombre.

Parece que esta noción poseía al principio connotaciones eminentemente positivas. pero más
tarde el profeta Amos advierte ya en el siglo VIII a. C. que este día es tinieblas y no luz
(Amos 5, 18) día de ira de angustia desolación y devastaciones. Los otros profetas anteriores
al exilio afirmaron que el Día de Yahvé traerá juicio y castigo a los impíos, sin excluir a
miembros de la casa de Israel (Os 4, 1; Mi 1, 3-5). De aquí el Día de Yahvé se percibe con
ambivalencia, por una parte, aquel día encierra promesa de salvación, y por otra también
posee un aspecto terrible. Tal mezcla de notas positivas y negativas se convertirán en una nota
permanente del mensaje bíblico sobre el Día de Yahvé.

En ese contexto cuando llegan los sufrimientos al pueblo, la caída del templo, y la
deportación, se interpreta como la visitación y el juicio de Dios. pero en el momento de
abatimiento nacional con ocasión de la deportación de babilonia los profetas del exilio
profieren un mensaje de consolación. Isaías va a decir que Dios no ha olvidado a su Israel a
pesar de haberlo castigado (49, 15). En sus oráculos aparece el Día de Yahvé con un acento

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puesto en el aspecto positivo. En un futuro Yahvé restablecerá a Israel y castigará a sus
enemigos.

E un primer momento esta esperanza se mueve y es pensada en un ámbito dentro de la historia


y terrenal, pero más adelante ya en un segundo momento se abre a un progresivamente a un
horizonte trascendente. Puede decirse que a partir del exilio bajo la guía de los profetas se
desarrolla una esperanza marcada por el anhelo de una futura presencia de Yahvé, y una
presencia duradera, y la conciencia de que la cercanía salvadora de Dios depende de la
fidelidad del pueblo de la alianza. A la vez el anhelo de salvación definitiva adquiere un matiz
de exigencia moral. Los profetas vaticinan no solo una liberación de enemigos exteriores, sino
también del pecado. Incluyen en su predicación sobre la venida de Yahvé, una llamada a la
conversión y a la santidad (Jr. 31, 31-34).

La promesa de salvación no es una confianza ingenua. En los vaticinios de los profetas


postexilico se refuerza cada vez más el nexo entre esperanza en el Día de Yahvé y el mensaje
del juicio (Mi 3,17).

En una segunda línea de la revelación del AT se vincula la salvación futura a un personaje


misterioso; el Mesías o ungido de Yahvé. Esta expectación aparece ya evocada en la
bendición de Jacob a Judá, y en los oráculos de Balam, que aluden al futuro soberano
universal. Su nacimiento lo anuncia el profeta Isaías (7, 14) y su nombre es Emmanuel, ese
nombre apunta a una singular presencia divina en la persona del Mesías.

Hacia el final de la época veterotestamentaria la expectativa de una de la aparición de un


descendiente de David que inaugure un Reino que no perezca y glorioso, encuentran una
expresión acabada. En el libro apocalíptico de Daniel el profeta va a uno como un hijo de
hombre que viene en las nubes del cielo, y que recibe del anciano todo imperio, honor y reino,
de modo que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvan. Este personaje misterioso
aparece con atributos celestiales y viene para restablecer un imperio eterno que no pasara.
Esto servirá como punto de partida para la esperanza del nuevo testamento.

La parusía en el Nuevo Testamento

La revelación neotestamentaria continua la esperanza en una venida salvadora de Dios. El


NT emplea la palabra parusía refiriéndose al lenguaje veterotestamentario sobre la presencia
de Dios que sale de su ocultamiento. Para el NT la parusía coincide con el Día de Yahvé que
se esperaba en el AT. Sin embargo, en la espera del neotestamentaria, hay tres cosas nuevas

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cosas; el carácter cristológico, la distinción entre dos venidas, es decir, el misterio se
concentra en Cristo, y después de la primera venida, en la Encarnación se espera una segunda
venida.

Para los cristianos del NT, la expresión Día del Señor es la transposición cristológica del Día
de Yahvé (Lc 17, 24; Jn 8, 56) esto es muy significativo por cuanto patentiza irrefutablemente
la continuidad del concepto neotestamentario de parusía con la esperanza escatológica del AT,
y a la vez la novedad, de la esperanza cristiana, centrada ahora en la figura de Cristo. La
parusía se conecta inmediatamente con el fin del mundo, seguido de una nueva creación (Mt
24, 3.27.39; 2Ts 2, 1.8; 2P 3, 4.12) con la Resurrección (1 Ts 4, 15; 1 Co 15, 23).

En los Sinópticos solo se encuentra la palabra parusía en Mt 24, 3. 27.37.39; la expresión


propia de los Sinópticos siendo la venida del Hijo del hombre que se encuentra en Mc 13, 26;
14, 62; Mt 10, 23; 16,27; 24, 44; 25, 31; Lc 12, 40; 18, 8. En los escritos joanicos, el termino
parusía aparece en 1Jn 2, 28. El termino es muy utilizado en las cartas paulinas, mientras que
en las pastorales es sustituido por la expresión epifanía. También las cartas católicas
contienen el vocablo sobre todo en Santiago 5, 7.8; 2P 1, 16; 3, 4.12.

Las afirmaciones reales sobre la parusía se encuentran en los Sinópticos en el discurso


escatológico (Mt 24, 1-25. 46; Mc 13, 1-37; Lc 21, 5-36). El evangelista Marcos (13, 24-27)
la describe con los recursos estilísticos que AT emplea para la descripción de las teofanías del
( Dt 30,4; Is 13, 10; 34,4; Zac 2, 10; Dn 7, 13) mientras que en Mateo ( 25 , 31-46) se destaca
claramente la función judicial del Hijo del hombre y en Lucas ( 21, 28) se entiende la parusía
entre otra cosas como el día de la redención completa y de la irrupción definitiva del reinado
de Dios.

Para la interpretación sinóptica de la parusía, esta es finalmente característica la idea de la


proximidad inminente, ligada a la exhortación a la vigilancia constante y a la preparación,
puesto que nadie fuera de Dios conoce el día de dicha parusía. En los Hechos de los
Apóstoles, aunque no aparece la palabra, su realidad constituye uno de los contenidos
esenciales, en el sentido de que la resurrección, ascensión al cielo o exaltación y parusía de
Cristo se contemplan como formando una sola cosa.

El vocablo adquiere una importancia interesante en los escritos paulinos, en conexión de la


cristología del Señor y la expectativa de un regreso inminente. Se convierte en el
acontecimiento salvífico sin más, porque ligadas a ellas van la resurrección de los muertos y
el don del cuerpo glorioso. Pablo ofrece además una descripción apocalíptica de la parusía del

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Señor. El predicado Kyrios especifico de la cristología paulina señala al señor resucitado y
que se presenta en la parusía, hasta el punto que parusía y señor pueden calificarse de
conceptos intercambiables como lo demuestran las formulas parusía del Señor (1Ts 3, 13; 4,
15; 5, 23) la esperanza en el Señor (1Ts 1, 3; 2, 19) el encuentro con el Señor (1Ts 4, 17). En
definitiva, el gran día es de San Pablo el día del retorno del Señor Jesús, no ya en la humildad,
como en la primera venida, sino con carácter mayestático, en gloria y poder, para instalar el
Reino definitivo.

Los términos relacionados con la parusía que encontramos en el nuevo testamento tenemos
los siguientes: ultimo día, venida del Hijo del hombre, segunda venida, el día del Señor,
Epifanía, Apocalipsis, Manifestación, etc. Esta variedad dará lugar a diversas estimaciones
teológicas sobre el hecho. A continuación, definiré algunos de estos términos: Epifanía,
Apocalipsis y Manifestación

Epifania

El termino epiphaneia sustituye en las cartas pastorales al de parousia. Fue usado


frecuentemente por el helenismo para referirse a las manifestaciones de las divinidades
pagana o personajes reales, y su revelación. Luego fue utilizado por el culto imperial y los
emperadores son distinguido con el título epiphanes. Su epiphania puede relacionarse con la
fecha de su nacimiento, la del comienzo de su mandato imperial o con su visita a una de sus
ciudades.

Epifanía se refiere indistintamente a la Encarnación (2Tm 1, 10; Tr 2, 11; 3, 4) y a su venida


final (1Tm 6, 14; 2Tm 4, 1.8; Tt 2, 13). esta bivalencia del termino constituye el antecedente
escrituristicos de la distinción que harán más tarde los padres entre una doble venida del
salvador, a partir de su nacimiento hasta su última manifestación. Los muchos títulos
cristológicos en algunos de los pasajes que emplean esta palabra hace pensar en una
utilización muy polémica. En todo caso, el elemento de expectación gozosa sigue siendo
dominante tanto así que es calificada de feliz esperanza.

Apocalipsis

Es una variante de epifanía. El apocalipsis aparece ya en 1Co 1, 7 como objeto de esperanza


cristiana, como sinónimo del día de nuestro Señor Jesucristo. en el mismo sentido se emplea
el termino en 1p 1, 7.13; 4,13.

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Manifestación

Como apocalipsis, el verbo manifestarse (phaneroun) es una variante de epifanía. la


manifestación de cristo implicara una paralela manifestación en gloria de los cristianos (Col 3,
4; 1Jn 2, 28).

En cuanto a los signos propios de la parusía, el NT alude a los signos que la precederán, y
estos son: el enfriamiento de la fe (Lc 18, 8) la aparición del anticristo, (2Ts 2, 1ss) la
predicación del Evangelio a todas las naciones (Mt 24, 14) y la conversión de Israel (Rm 11,
25ss).

El signo de del enfriamiento de la fe es recogido por Lucas al final de la parábola de la viuda


y el juez inicuo. Lucas exhorta la perseverancia en la fidelidad, incluso aunque parezca que la
justicia divina se retrasa demasiado. El signo de la aparición del anticristo aparece en las
cartas de Pablo y de Juan, pero estos dos nos ofrecen versiones diferentes del anticristo. En
segunda de tesalonicenses esta figura es un personaje singular y todavía por venir: Juan en
cambio lo identifica con una colectividad ya presente, en la que se encarna el espíritu de
oposición a Cristo. En el Apocalipsis 13, 1-10 parece describir al anticristo con los rasgos del
imperio romano. Es más probable afirmar que la figura del anticristo sea un símbolo
hipostasiado de los poderes que, a lo largo de la historia se oponen al Reino de Dios.

En cuanto al anuncio del evangelio a todo el mundo y la conversión de los judíos se trata, de
datos susceptible de interpretación histórica. No obstante, en cuanto atañe a la predicación de
la buena nueva a las naciones, es difícil precisar cómo debe entenderse la notificación del
evangelio y el concepto de todas las naciones. La conversión de Israel es objeto de un largo
desarrollo en Rom 11. El pueblo judío continúa siendo pese a la oposición del evangelio el
pueblo elegido, pero Pablo establece una dialéctica, que es remontada por el universalismo
salvífico divino, en el que dice, que todo el género humano ha sido restablecido en cristo y se
consumará en el eschaton, en el que habrá un solo pueblo. es entonces a través de esta óptica
que se va a ir viviendo a lo largo de la Historia de la Iglesia.

3- La parusía en la historia de la Iglesia

La expectativa de la parusía en la Iglesia y su proceso de evolución obedece a circunstancia


exteriores en los diversos periodos históricos, como a la profundización creyente en el
misterio. A continuación, conoceremos las etapas de la parusía a lo largo de la historia de la
Iglesia.

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La parusía en la iglesia primitiva hasta el siglo IV

En esta época predomina una visión positiva de la parusía como evento anhelado. La parusía
fue objeto principal de la mirada creyente en los tres primeros siglos cristianos. El sentir
creyente de esta época se caracteriza por una gran nostalgia por el Señor. La mentalidad de los
apóstoles y de los primeros discípulos los llevaba a vivir en una actitud de expectativa. Se
creó un clima real de espera de la inminente venida del señor glorioso, que debería ser de
alegría1

En los escritos de los padres apostólicos se puede notar como el recuerdo de la persona de
Cristo está todavía muy vivo. Parece irreprimible el deseo de ver de nuevo al señor, que había
prometido venir de nuevo. Tan acuciante es el anhelo de la parusía que cristaliza en
expresiones de inminencia: están aquí los últimos días afirma la 1 carta de Clemente, la carta
de Bernabé, san Ignacio de Antioquia en su carta a los efesios, el Pastor de Hermas, san
Ireneo en Adversus Haereses. El fin está cerca hay que apresurarse hacia la conversión y la
santidad. El Pastor de Hermas, advierte que es preciso arrepentirse para poder llegar a formar
parte a tiempo de la casa del Señor.

Las expresiones de cercanía de la parusía parecen, más bien expresiones de un anhelo


incontenible; nostalgia vertida expectación. El anhelo del retorno inminente del Señor pronto
se va a tropezar a una dura realidad: la muerte de los mártires. Las muertes de los cristianos,
en la persecución ponían en cuestión su destino, porque todavía el señor no había llegado.
Con respecto a esto la organización de la Iglesia exigía medidas dirigidas al presente y no era
posible quedarse mirando al cielo en espera de la venida de Cristo2. Había que buscar una
alternativa, por consiguiente, hay que esperarle en la comunidad. Cristo viene en la vida
comunitaria de los cristianos, en la predicación de la Iglesia, y en la partición del pan (Lc 24,
13-35). El retorno de Cristo se retrasa a un día lejano, el tiempo intermedio es el tiempo de la
Iglesia. De aquí surge la idea de la salvación operante en la historia, la cual sirve de consuelo
a los creyentes que aguardan la parusía. Esta idea se va a desarrollar en la doctrina de las dos
venidas la cual fue defendida por Justino. La primera venida divina, sin gloria es la
Encarnación, y la segunda, gloriosa, es la parusía, y ocurrirá al final de los tiempos.

La nostalgia por el señor se nota no solo en los escritos sino también en las acciones de los
primeros cristianos. Esto da lugar a todo un estilo de vida: desprendimiento, austeridad y
castidad, principalmente serenidad en medio de las persecuciones, y valentía al martirio.

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Ya en este tiempo los padres relacionaban el juicio escatológico con la parusía. Orígenes
señalaba que la parusía de Cristo al final de los tiempos hará que todos los hombres se
conozcan a sí mismo y de este modo tendrá lugar la separación entre buenos y malos.

Edad patrística después de la paz de Constantino

Este periodo está marcado por la decadencia de la espera del regreso del señor. En la época de
Constantino y más adelante el desmoronamiento del imperio romano, tiene lugar un proceso
de declive del interés e la parusía, a pesar de que ciertos sucesos catastróficos dirigieran
momentáneamente la atención a la idea del fin del mundo.

En esta etapa hubo un cambio en las circunstancias exteriores consecuencia de la paz de


Constantino. Al cesar las persecuciones y consolidarse una situación de paz religiosa, unos
cristianos llegan a sospechar que la victoria del Reino de Dios ya ha llegado de alguna forma.
En este sentido, algunos afirmaban que ya el triunfo de Cristo sobre la tierra se realiza a través
de su reconocimiento por parte del emperador como Rey y Dios.

El tiempo pasaba, pero la parusía no se realizó y se empezó a concebirla como elemento


lejano en comparación con el momento de la muerte. la mirada de los creyentes se traslada
entonces del final universal al final del individuo. A esto san Juan Crisóstomo, decía; el fin de
cada una de nuestras vidas es una imagen de la consumación. Uno no se equivocaría entonces
llamándolo el fin del mundo. (Homiliae in epistulam I ad Thessalonicenses, 9,1.)

Sin embargo, al derrumbar el Imperio Romano, resurgió un interés efímero en la escatología.


Con las invasiones bárbara y el desmoronamiento del imperio romano, resurge
momentáneamente un interés popular por especulaciones de tipo apocalíptico. La
interpretación de señales adquiere mucha importancia para saber si el final está próximo. Pero
en estos procesos se pierde de vista la persona del Salvador que regresa.

Al derrumbarse el Imperio sin que se produzca el fin del mundo ni la venida de Cristo, el
interés por el fin del mundo y sus señales resulta efímero. Se confirmó entonces una falta de
relación entre los desastres históricos y las descripciones apocalípticas de la Biblia. Esto lleva
a matizar el carácter inmanente de la parusía y a profundizar mejor en el sentid de los últimos
tiempos. San Agustín va a minimizar la importancia de la cuestión de fechas proponiendo que
se ponga más énfasis en la vigilancia.

Fin de la era patrística hasta la edad media

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En este momento continua la decadencia en el interés por la escatología final. Los aspectos
del fin acaparan la atención de los creyentes y la parusía se convierte en un tema secundario y
preocupante. Dos notas que caracteriza esta etapa.

- Relegación de la parusía a un segundo plano, exceptuando algunos rebrotes del


milenarismo.
- Cierto desequilibrio en la consideración de la parusía, con mayor fijación en sus
aspectos sombríos y catastróficos.

Las razones de este cambio de sensibilidad son complejas. Para Cándido Pozo, la explicación
de este cambio de sensibilidad reside en la nueva mentalidad espiritual que se abre paso como
reacción antiarriana.

Esto está contenido en la liturgia de la misa romana. En ella se cruzan una tradición romana
primitiva y una carolingia, este esquema de oración se dirige a Dios Padre y pone como
intercesor a Cristo, y se prolonga en la unidad del Espíritu Santo, y la unidad del Espíritu
que se produce en nosotros. En el esquema carolingio el termino es la Trinidad cristo queda
incluido en el término, al no estar de nuestra parte se siente su distancia frente a Dios. Hay
que sentirse introducido por la gracia en la familia trinitaria, hijos del Padre hermanos de
Cristo así sentiremos como acontecimiento familiar, que revelara no solo a Cristo sino
nuestra propia realidad el retorno del Señor. La parusía volverá a ser más que un objeto de
temor, un acontecimiento que se desea.

La entrada de progresividad en la mentalidad juridicial latina ha hecho desaparecer la idea de


Cristo como mediador entre Dios y los hombres. Este fenómeno habría hecho mella profunda,
haciendo retroceder el aspecto gozoso de la venida del Señor como acto salvífico culminante,
ante el aspecto judicial y punitivo. El espíritu filiar esperanzado y optimista decaerá en una
época llena de vicisitudes. En esto hubo un proceso global del paso de la esperanza al temor.
Aquí la parusía aparece como algo distante pero que provoca angustia. La mirada creyente
olvida parcialmente la promesa gozosa de salvación contenida en el misterio.

La espera escatológica en la Edad moderna

Esta expectativa escatológica se debilito en muchos sectores de la sociedad a causa de los


sucesos y procesos de la historia: la escisión en el seno de la Iglesia por la Reforma
Protestante (s. XVI) las suspicacias de la razón frente a las verdades reveladas y la fe en un
progreso imparable. Y el crecimiento de una visión secular de la existencia en el siglo XIX.

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Todos estos factores combinados desvían la mirada de todo lo referente a un acto divino que
clausurara la historia.

Este olvido se nota también en el magisterio por el hecho de que, desde la Edad Media, hasta
el Vaticano II, solo dos veces aparece en documentos del magisterio: en el Concilio IV de
Letrán y en la profesión de fe del Emperador Miguel Paleólogo, donde se añade: ha de venir
a juzgar a los vivos y los muertos, y ha de dar a cada uno según sus obras, fueren buenas o
malas.

Parusía en la Edad contemporánea

En la época contemporánea, resurge el interés no solo por la escatología sino en particular por
la parusía. En el catolicismo también se produce una renovación, alimentada por el regreso a
las fuentes, que permiten la recuperación de temas fundamentales de esperanza presentes en la
Biblia y en la patrística.

El Vaticano II fue decisivo porque dedico la atención especial al tema de la parusía. Así la
LG, VII, 48 invita a los creyentes a dirigir la mirada más allá de la Iglesia actual, hacia
delante y hacia arriba, a la meta final, para aguardar con esperanza bienaventurada la llegada
de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo. También la GS, 39, recuerda que los
esfuerzos actuales de los hombres están ordenados hacia los nuevos cielos y tierra, que
aparecerán cuando Cristo entregue al Padre el Reino Eterno y universal. El Reino ya está
misteriosamente presente en nuestra tierra, cuando venga el Señor se consumará su
perfección.

Así cabe hablar de una recuperación a lo largo del siglo XX del este tema de la parusía, pero
en estos momentos el reto consistirá en reavivar en los fieles el mismo anhelo de Jesús que
albergaron los primeros cristianos3.

La interpretación del acontecimiento

Aquí se trata de ver si la parusía será una revelación de lo ya ahora ocultamente presente o
habrá una cierta novedad inédita hasta entonces.

Según algunos teólogos protestantes la parusía del Señor será la revelación de aquello que es,
de lo ya acontecido. Pues el cumplimiento n puede ser en el fondo otra cosa que el
desvelamiento de aquello que ya es realidad Jesucristo. El carácter revelador de la parusía es

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importante, pero esto no agota el contenido del anuncio neotestamentario de la parusía. No es
lo mismo que ahora puede experimentarse, sino que trae algo nuevo. Parusía no significa
repetición de un suceso pasado sino aumento y desbordamiento definitivo de la presencia de
Cristo que ya es un hecho ahora 4. La esperanza cristiana aguarda del futuro de Cristo no solo
desvelamiento, sino también cumplimiento definitivo, algo que hasta ahora no ha acontecido
todavía. Si no fuera así no podría justificarse el tiempo que media entre la resurrección y el
eschaton, la historia quedaría neutralizada y la escatología se acercaría peligrosamente a la
apocalíptica.

Para comprender en que consiste concretamente la consumación en cuanto portadora de


novedad conviene recordar que el NT presenta la parusía como íntimamente conectada a los
restantes elementos que concurren en el eschaton; resurrección, juicio, nueva creación. Al ser
comprobación de la Resurrección de Cristo y realización de la promesa en ella implicada. La
parusía entraña necesariamente la resurrección de los cristianos. A su vez la resurrección
connota necesariamente una nueva creación, en Rm 8, 19-23, la liberación de la servidumbre
aguada por la creación se articula con nuestra esperanza de resurrección, de rescate de nuestro
cuerpo.

Juan Ruiz de la Pena, piensa que lo aguardado hasta el final de los tiempos es un conjunto de
sucesos plurales conexos; la parusía, resurrección, juicio, nueva creación. La célula
generadora del entero eschaton es la parusía, a saber: la epifanía de la realeza de Cristo, por
un lado, z la consumación de su obra, por otra. Es decir que la resurrección, el juicio z la
renovación cósmica, ya no son como otros tantos sucesos, sino como dimensiones del único
acontecimiento que es la venida de Cristo en majestad llevando el Reino de Dios a su
plenitud. Así se evidencia que la esperanza cristiana aguarda no algo, sino a alguien, que es
Cristo.

El significado de los signos

Los signos de la parusía en el NT no sirven como indicaciones cronológicas como se ve sobre


todo en el caso del anticristo, a quien las cartas joanica identifican entre sus contemporáneos.
Para J. Ratzinger, el Anticristo viene precedido de una larga series de anticristo en los que se
encuentra ya de algún modo presente lo que se anuncia para los últimos días. José Antonio:
los llamados signos de la parusía han de ser interpretado más bien como condiciones previas a
la llegada última de Cristo4. Pero no se sabe cuándo llegara el Señor. Sin embargo, todas las
épocas podrán buscar en sus experiencias la presencia de los signos. Estos signos cumplen

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tres funciones: 1) recordarnos permanente mente la índole ultima de nuestros tiempos; 2)
inquietar nuestra existencia, 3) impedir que la Iglesia se auto comprenda como institución
definitiva z ponen ante sus ojos la provisoriedad inherente a su historicidad. Pues el tiempo
que queda hasta el fin no es un paréntesis de pasividad sino del último esfuerzo.

Haz que resistir al peligro que consistiría en la sustitución de la espera lejana. La pérdida de
sensibilidad escatológica va inexorablemente acompañada de una mengua en la ética
específicamente cristiana. Asimismo, en la medida en que la Iglesia como institución se
despreocupa de su futuro escatológico, crece la preocupación por su futuro intramundano, con
las consiguiente graves limitaciones en el ejercicio de su ministerio.

Los signos de la parusía sirven para discriminar la actitud apocalíptica de la esperanza


escatológica puesto que lejos de proporcionar falsas seguridades, promotoras de un
distanciamiento de las responsabilidades históricas, reactivan y liberan las energías de la
Iglesia y los cristianos en correspondencia con la gravedad de la hora presente.

Los temas relacionados con la parusía son:

1) El juicio como momento de la parusía

Cuando Dios interviene en la historia, Dios juzga. Z su intervención tiene siempre una doble
vertiente: salvíficas y judicial28. El aspecto salvífico tiene la prioridad puesto que el juicio de
Dios es fundamentalmente para la salvación. Las victorias de Israel, manifestaciones de la
soberanía de Yahvé pueden así ser llamado juicios: el Yahvé Juez es el auxilio de su pueblo
(cf. Jc 11, 27; 2S 18, 31; Dt 33, 2, etc.). esta concepción del juicio como despliegue de la
potestad regia se conservará en el NT; textos como Mt 25, 31ss; 1Co 15, 24-28 etc., muestran
que el juicio será una victoria definitiva z aplastante de Cristo sobre los poderes hostiles. Se
comprende así que parusía y juicio aparezcan, tanto en el NT como en los símbolos,
indisolublemente unidos. Z la idea de juicio final connota aquí el gozo del triunfo. Cuando la
Iglesia primitiva confesaba su fe en el Cristo Juez lo que resonaba en el fondo de ese artículo
de fe era el mensaje confortable de la gracia vencedora.

Más tarde con la influencia del pensamiento latino, esa actitud esperanzada frente a juicio-
acto de salvación ira cediendo terreno en la medida en que se contempla el juicio como acto
de decisión. El Día del Señor se convirtió en el día de ira. La parusía, absorbida por un juicio
en el que se destaca principalmente el aspecto judicial, no evoca ya la confianza y
certidumbre del triunfo, sino la angustia ante una sentencia incierta. Consecuencia, el gozoso

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maranatha de las primeras liturgias eucarísticas se perdió, y la cristiandad se sumergió en un
moralismo sobrecogido, desprovisto del poderoso aliento que animaba a las comunidades
primitivas. Frente a tales deformaciones, es necesario recuperar la comprensión original del
juicio como intervención decisiva y consumadora de Cristo Salvador.

2) El juicio como crisis

El juicio comporta también una discriminación. Este en cuanto significa decisión o


discriminación, es algo inmanente a la historia z no lo sobre añadido a ella, desde el exterior,
puede incluso se entendido como auto juicio. En efecto, no es la sentencia divina la que
constituye al hombre en salvado o condenado, la que le emplaza en un estatuto jurídico de
inocente o culpable. Es más bien la actitud del hombre el principio constitutivo de su
situación definitiva. Según Jn 12, 47-48, Cristo no juzga: el juicio se realiza en la no
recepción de la palabra. Por otra parte, en Mt 25, 31ss el juez se limita a publicar que unos
son los benditos porque han reconocido a Cristo en sus hermanos, otros son los malditos por
cuanto se han cerrado al reconocimiento. En ambos casos el juicio es el desvelamiento de la
postura asumida en la historia frente a Cristo y frente al prójimo, sacramento de Cristo.

El juicio-crisis es un proceso jurídico que se está llevando a cabo en la respuesta de la persona


a la responsabilidad histórica. Con todo, este elemento crítico del juicio tiene todavía algo que
ver con la parusía. Que la gloria de cristo ponga en evidencia lo que latía en la opacidad y
ambigüedad de la historia significa también que, a su resplandor, todo ser se encuentra con su
propia verdad; esta manifestación gloriosa hace que se polaricen en torno a Cristo los que son
suyos, y patentiza por ende la no pertenencia de los que le rechazaron. Así pues, el juicio
escatológico, que es primariamente acto de salvación importa secundariamente un aspecto
judicial, por cuanto la Epifanía del señorío de Cristo constituye la publica revelación del
contenido real de la historia z del alcance irreversible de las opciones en ellas operadas.

Conclusión

Al final de este trabajo, tenemos que afirmar que la parusía del Señor ha sido desde los
comienzos del cristianismo un acontecimiento muy anhelado. La fe en la inminencia del día
del Señor se reflejaba en la vida diaria de los cristianos. Dio lugar a toda una vida de
desprendimiento, austeridad y castidad, serenidad en medio de las persecuciones, y valentía
ante el martirio.

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Sin embargo. La fe en la parusía del Señor, como acontecimiento real y finalizador de la
historia, no ha sido vivida con el mismo fervor. Ya desde el reconocimiento del cristianismo
como religión oficial del Imperio romano, empezó el declive de la expectación cristiana en el
día del Señor. Al ponerse demasiado acento en el aspecto judicial del Señor que viene, la
parusía se convirtió desde la Edad Media en un acontecimiento poco anhelado. Habrá que
esperar los comienzos del siglo XX para que la parusía reencuentre en la reflexión teológica
su verdadero significado primitivo. Ahora, la tarea urgente consiste en esforzarse para que la
parusía haga parte en la vivencia cristiana. Para alcanzar este objetivo es fundamental, la
formación de los fieles a través de la catequesis, homilías, etc. Haciendo esto, podemos
integrar en la vida diaria esta espera gozosa de la parusía del Señor que caracterizó tanto la
primitiva comunidad cristiana, y así podemos cantar con ellos: ven Señor

Bibliografía

 ALVIAR José J; Escatología, Eunsa, 2da ed., Pamplona 2007

 Pozo, Cándido; Teología del mas allá, BAC, Madrid, 1975.

 RUIZ DE LA PENA, JUAN: La otra dimensión, Escatología cristiana, EAPSA,

Mensajero, Sal Terrae, Razón y fe, Hechos y dichos, Madrid, 1975.

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la antigüedad cristiana II (J-Z), Sígueme, Salamanca, 2da ed. 1998.

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