La Parusia Trabajo de Escatologia
La Parusia Trabajo de Escatologia
La Parusia Trabajo de Escatologia
El ser humano es un ser que vive inserto en la historia, pero no vive encerrado en ella, porque
está llamado a trascenderla, ´por ende es un ser escatológico, esto lo circunscribe en el ámbito
de la espera escatológica cristiana. Y esta se orienta a un acontecimiento finalizador de la
historia en un sentido positivo. El este trabajo tratare los siguientes temas, primero vamos a
comenzar por una definición terminológica, más adelante la parusía en las sagradas escrituras,
y en la historia de la Iglesia.
1- Epistemología de la palabra
Al introducir este término en el Nuevo Testamento se tenía en mente esta imagen del rey que
visita su ciudad. Sin embargo, al pasar del helenismo al cristianismo, el termino adquirió un
matiz especifico; no se refiere a cualquier venida, sino principalmente a la segunda venida o
retorno del Hijo de Dios, al final de los tiempos.
Antiguo Testamento
Los verbos que significan venir adquieren una coloración sacral muy próxima a la del termino
parusía cuando tiene a Yahvé o al Mesías por sujeto. En el A. T el termino parusía es
desconocido. En el judaísmo helenístico los pasajes que podrían citarse en favor de un empleo
técnico del termino son escasos y controvertidos. Aunque el termino proviene del helenismo,
es más importante el fondo veterotestamentario que está preparado por las ideas de un Dios
cercanos, y la espera del día de Yahvé.
El Dios cercano: es la fe en un Dios que se mantiene cerca de los hombres, lo cual era una
característica fundamental en el judaísmo. A la vez qu se ensalsa al señor y se subraya su
majestad y santidad sublime, no se deja de insistir en el hecho de que acompaña a los
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hombres, y en especial al pueblo elegido (Amos 2, 9-11; Os 11, 1). El AT muestra a Dios
siempre atento y cercano al hombre, desde los comienzos. Aun cuando los hombres se alejan
por el pecado Dios los perdona, porque es un Dios fiel a su alianza.
En la historia sagrada se nos presenta la experiencia de un Dios que baja a salvar a su pueblo
y estrecharlo consigo haciendo un pacto. Al tener al Señor cerca, el pueblo de Israel goza de
una grandeza especial, pero esta cercanía se ve afectada por el pecado de los hombres, pero la
cercanía por la alianza es más fuerte que las debilidades en las que pueden caer los hombres.
Incluso en los momentos en que Dios parece alejado del pueblo, en realidad se mantiene
cerca. Esta idea de cercanía divina fundamenta la esperanza de una futura presencia cabal de
Dios en medio del pueblo.
Parece que esta noción poseía al principio connotaciones eminentemente positivas. pero más
tarde el profeta Amos advierte ya en el siglo VIII a. C. que este día es tinieblas y no luz
(Amos 5, 18) día de ira de angustia desolación y devastaciones. Los otros profetas anteriores
al exilio afirmaron que el Día de Yahvé traerá juicio y castigo a los impíos, sin excluir a
miembros de la casa de Israel (Os 4, 1; Mi 1, 3-5). De aquí el Día de Yahvé se percibe con
ambivalencia, por una parte, aquel día encierra promesa de salvación, y por otra también
posee un aspecto terrible. Tal mezcla de notas positivas y negativas se convertirán en una nota
permanente del mensaje bíblico sobre el Día de Yahvé.
En ese contexto cuando llegan los sufrimientos al pueblo, la caída del templo, y la
deportación, se interpreta como la visitación y el juicio de Dios. pero en el momento de
abatimiento nacional con ocasión de la deportación de babilonia los profetas del exilio
profieren un mensaje de consolación. Isaías va a decir que Dios no ha olvidado a su Israel a
pesar de haberlo castigado (49, 15). En sus oráculos aparece el Día de Yahvé con un acento
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puesto en el aspecto positivo. En un futuro Yahvé restablecerá a Israel y castigará a sus
enemigos.
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cosas; el carácter cristológico, la distinción entre dos venidas, es decir, el misterio se
concentra en Cristo, y después de la primera venida, en la Encarnación se espera una segunda
venida.
Para los cristianos del NT, la expresión Día del Señor es la transposición cristológica del Día
de Yahvé (Lc 17, 24; Jn 8, 56) esto es muy significativo por cuanto patentiza irrefutablemente
la continuidad del concepto neotestamentario de parusía con la esperanza escatológica del AT,
y a la vez la novedad, de la esperanza cristiana, centrada ahora en la figura de Cristo. La
parusía se conecta inmediatamente con el fin del mundo, seguido de una nueva creación (Mt
24, 3.27.39; 2Ts 2, 1.8; 2P 3, 4.12) con la Resurrección (1 Ts 4, 15; 1 Co 15, 23).
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Señor. El predicado Kyrios especifico de la cristología paulina señala al señor resucitado y
que se presenta en la parusía, hasta el punto que parusía y señor pueden calificarse de
conceptos intercambiables como lo demuestran las formulas parusía del Señor (1Ts 3, 13; 4,
15; 5, 23) la esperanza en el Señor (1Ts 1, 3; 2, 19) el encuentro con el Señor (1Ts 4, 17). En
definitiva, el gran día es de San Pablo el día del retorno del Señor Jesús, no ya en la humildad,
como en la primera venida, sino con carácter mayestático, en gloria y poder, para instalar el
Reino definitivo.
Los términos relacionados con la parusía que encontramos en el nuevo testamento tenemos
los siguientes: ultimo día, venida del Hijo del hombre, segunda venida, el día del Señor,
Epifanía, Apocalipsis, Manifestación, etc. Esta variedad dará lugar a diversas estimaciones
teológicas sobre el hecho. A continuación, definiré algunos de estos términos: Epifanía,
Apocalipsis y Manifestación
Epifania
Apocalipsis
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Manifestación
En cuanto a los signos propios de la parusía, el NT alude a los signos que la precederán, y
estos son: el enfriamiento de la fe (Lc 18, 8) la aparición del anticristo, (2Ts 2, 1ss) la
predicación del Evangelio a todas las naciones (Mt 24, 14) y la conversión de Israel (Rm 11,
25ss).
En cuanto al anuncio del evangelio a todo el mundo y la conversión de los judíos se trata, de
datos susceptible de interpretación histórica. No obstante, en cuanto atañe a la predicación de
la buena nueva a las naciones, es difícil precisar cómo debe entenderse la notificación del
evangelio y el concepto de todas las naciones. La conversión de Israel es objeto de un largo
desarrollo en Rom 11. El pueblo judío continúa siendo pese a la oposición del evangelio el
pueblo elegido, pero Pablo establece una dialéctica, que es remontada por el universalismo
salvífico divino, en el que dice, que todo el género humano ha sido restablecido en cristo y se
consumará en el eschaton, en el que habrá un solo pueblo. es entonces a través de esta óptica
que se va a ir viviendo a lo largo de la Historia de la Iglesia.
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La parusía en la iglesia primitiva hasta el siglo IV
En esta época predomina una visión positiva de la parusía como evento anhelado. La parusía
fue objeto principal de la mirada creyente en los tres primeros siglos cristianos. El sentir
creyente de esta época se caracteriza por una gran nostalgia por el Señor. La mentalidad de los
apóstoles y de los primeros discípulos los llevaba a vivir en una actitud de expectativa. Se
creó un clima real de espera de la inminente venida del señor glorioso, que debería ser de
alegría1
En los escritos de los padres apostólicos se puede notar como el recuerdo de la persona de
Cristo está todavía muy vivo. Parece irreprimible el deseo de ver de nuevo al señor, que había
prometido venir de nuevo. Tan acuciante es el anhelo de la parusía que cristaliza en
expresiones de inminencia: están aquí los últimos días afirma la 1 carta de Clemente, la carta
de Bernabé, san Ignacio de Antioquia en su carta a los efesios, el Pastor de Hermas, san
Ireneo en Adversus Haereses. El fin está cerca hay que apresurarse hacia la conversión y la
santidad. El Pastor de Hermas, advierte que es preciso arrepentirse para poder llegar a formar
parte a tiempo de la casa del Señor.
La nostalgia por el señor se nota no solo en los escritos sino también en las acciones de los
primeros cristianos. Esto da lugar a todo un estilo de vida: desprendimiento, austeridad y
castidad, principalmente serenidad en medio de las persecuciones, y valentía al martirio.
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Ya en este tiempo los padres relacionaban el juicio escatológico con la parusía. Orígenes
señalaba que la parusía de Cristo al final de los tiempos hará que todos los hombres se
conozcan a sí mismo y de este modo tendrá lugar la separación entre buenos y malos.
Este periodo está marcado por la decadencia de la espera del regreso del señor. En la época de
Constantino y más adelante el desmoronamiento del imperio romano, tiene lugar un proceso
de declive del interés e la parusía, a pesar de que ciertos sucesos catastróficos dirigieran
momentáneamente la atención a la idea del fin del mundo.
Al derrumbarse el Imperio sin que se produzca el fin del mundo ni la venida de Cristo, el
interés por el fin del mundo y sus señales resulta efímero. Se confirmó entonces una falta de
relación entre los desastres históricos y las descripciones apocalípticas de la Biblia. Esto lleva
a matizar el carácter inmanente de la parusía y a profundizar mejor en el sentid de los últimos
tiempos. San Agustín va a minimizar la importancia de la cuestión de fechas proponiendo que
se ponga más énfasis en la vigilancia.
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En este momento continua la decadencia en el interés por la escatología final. Los aspectos
del fin acaparan la atención de los creyentes y la parusía se convierte en un tema secundario y
preocupante. Dos notas que caracteriza esta etapa.
Las razones de este cambio de sensibilidad son complejas. Para Cándido Pozo, la explicación
de este cambio de sensibilidad reside en la nueva mentalidad espiritual que se abre paso como
reacción antiarriana.
Esto está contenido en la liturgia de la misa romana. En ella se cruzan una tradición romana
primitiva y una carolingia, este esquema de oración se dirige a Dios Padre y pone como
intercesor a Cristo, y se prolonga en la unidad del Espíritu Santo, y la unidad del Espíritu
que se produce en nosotros. En el esquema carolingio el termino es la Trinidad cristo queda
incluido en el término, al no estar de nuestra parte se siente su distancia frente a Dios. Hay
que sentirse introducido por la gracia en la familia trinitaria, hijos del Padre hermanos de
Cristo así sentiremos como acontecimiento familiar, que revelara no solo a Cristo sino
nuestra propia realidad el retorno del Señor. La parusía volverá a ser más que un objeto de
temor, un acontecimiento que se desea.
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Todos estos factores combinados desvían la mirada de todo lo referente a un acto divino que
clausurara la historia.
Este olvido se nota también en el magisterio por el hecho de que, desde la Edad Media, hasta
el Vaticano II, solo dos veces aparece en documentos del magisterio: en el Concilio IV de
Letrán y en la profesión de fe del Emperador Miguel Paleólogo, donde se añade: ha de venir
a juzgar a los vivos y los muertos, y ha de dar a cada uno según sus obras, fueren buenas o
malas.
En la época contemporánea, resurge el interés no solo por la escatología sino en particular por
la parusía. En el catolicismo también se produce una renovación, alimentada por el regreso a
las fuentes, que permiten la recuperación de temas fundamentales de esperanza presentes en la
Biblia y en la patrística.
El Vaticano II fue decisivo porque dedico la atención especial al tema de la parusía. Así la
LG, VII, 48 invita a los creyentes a dirigir la mirada más allá de la Iglesia actual, hacia
delante y hacia arriba, a la meta final, para aguardar con esperanza bienaventurada la llegada
de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo. También la GS, 39, recuerda que los
esfuerzos actuales de los hombres están ordenados hacia los nuevos cielos y tierra, que
aparecerán cuando Cristo entregue al Padre el Reino Eterno y universal. El Reino ya está
misteriosamente presente en nuestra tierra, cuando venga el Señor se consumará su
perfección.
Así cabe hablar de una recuperación a lo largo del siglo XX del este tema de la parusía, pero
en estos momentos el reto consistirá en reavivar en los fieles el mismo anhelo de Jesús que
albergaron los primeros cristianos3.
Aquí se trata de ver si la parusía será una revelación de lo ya ahora ocultamente presente o
habrá una cierta novedad inédita hasta entonces.
Según algunos teólogos protestantes la parusía del Señor será la revelación de aquello que es,
de lo ya acontecido. Pues el cumplimiento n puede ser en el fondo otra cosa que el
desvelamiento de aquello que ya es realidad Jesucristo. El carácter revelador de la parusía es
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importante, pero esto no agota el contenido del anuncio neotestamentario de la parusía. No es
lo mismo que ahora puede experimentarse, sino que trae algo nuevo. Parusía no significa
repetición de un suceso pasado sino aumento y desbordamiento definitivo de la presencia de
Cristo que ya es un hecho ahora 4. La esperanza cristiana aguarda del futuro de Cristo no solo
desvelamiento, sino también cumplimiento definitivo, algo que hasta ahora no ha acontecido
todavía. Si no fuera así no podría justificarse el tiempo que media entre la resurrección y el
eschaton, la historia quedaría neutralizada y la escatología se acercaría peligrosamente a la
apocalíptica.
Juan Ruiz de la Pena, piensa que lo aguardado hasta el final de los tiempos es un conjunto de
sucesos plurales conexos; la parusía, resurrección, juicio, nueva creación. La célula
generadora del entero eschaton es la parusía, a saber: la epifanía de la realeza de Cristo, por
un lado, z la consumación de su obra, por otra. Es decir que la resurrección, el juicio z la
renovación cósmica, ya no son como otros tantos sucesos, sino como dimensiones del único
acontecimiento que es la venida de Cristo en majestad llevando el Reino de Dios a su
plenitud. Así se evidencia que la esperanza cristiana aguarda no algo, sino a alguien, que es
Cristo.
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tres funciones: 1) recordarnos permanente mente la índole ultima de nuestros tiempos; 2)
inquietar nuestra existencia, 3) impedir que la Iglesia se auto comprenda como institución
definitiva z ponen ante sus ojos la provisoriedad inherente a su historicidad. Pues el tiempo
que queda hasta el fin no es un paréntesis de pasividad sino del último esfuerzo.
Haz que resistir al peligro que consistiría en la sustitución de la espera lejana. La pérdida de
sensibilidad escatológica va inexorablemente acompañada de una mengua en la ética
específicamente cristiana. Asimismo, en la medida en que la Iglesia como institución se
despreocupa de su futuro escatológico, crece la preocupación por su futuro intramundano, con
las consiguiente graves limitaciones en el ejercicio de su ministerio.
Cuando Dios interviene en la historia, Dios juzga. Z su intervención tiene siempre una doble
vertiente: salvíficas y judicial28. El aspecto salvífico tiene la prioridad puesto que el juicio de
Dios es fundamentalmente para la salvación. Las victorias de Israel, manifestaciones de la
soberanía de Yahvé pueden así ser llamado juicios: el Yahvé Juez es el auxilio de su pueblo
(cf. Jc 11, 27; 2S 18, 31; Dt 33, 2, etc.). esta concepción del juicio como despliegue de la
potestad regia se conservará en el NT; textos como Mt 25, 31ss; 1Co 15, 24-28 etc., muestran
que el juicio será una victoria definitiva z aplastante de Cristo sobre los poderes hostiles. Se
comprende así que parusía y juicio aparezcan, tanto en el NT como en los símbolos,
indisolublemente unidos. Z la idea de juicio final connota aquí el gozo del triunfo. Cuando la
Iglesia primitiva confesaba su fe en el Cristo Juez lo que resonaba en el fondo de ese artículo
de fe era el mensaje confortable de la gracia vencedora.
Más tarde con la influencia del pensamiento latino, esa actitud esperanzada frente a juicio-
acto de salvación ira cediendo terreno en la medida en que se contempla el juicio como acto
de decisión. El Día del Señor se convirtió en el día de ira. La parusía, absorbida por un juicio
en el que se destaca principalmente el aspecto judicial, no evoca ya la confianza y
certidumbre del triunfo, sino la angustia ante una sentencia incierta. Consecuencia, el gozoso
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maranatha de las primeras liturgias eucarísticas se perdió, y la cristiandad se sumergió en un
moralismo sobrecogido, desprovisto del poderoso aliento que animaba a las comunidades
primitivas. Frente a tales deformaciones, es necesario recuperar la comprensión original del
juicio como intervención decisiva y consumadora de Cristo Salvador.
Conclusión
Al final de este trabajo, tenemos que afirmar que la parusía del Señor ha sido desde los
comienzos del cristianismo un acontecimiento muy anhelado. La fe en la inminencia del día
del Señor se reflejaba en la vida diaria de los cristianos. Dio lugar a toda una vida de
desprendimiento, austeridad y castidad, serenidad en medio de las persecuciones, y valentía
ante el martirio.
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Sin embargo. La fe en la parusía del Señor, como acontecimiento real y finalizador de la
historia, no ha sido vivida con el mismo fervor. Ya desde el reconocimiento del cristianismo
como religión oficial del Imperio romano, empezó el declive de la expectación cristiana en el
día del Señor. Al ponerse demasiado acento en el aspecto judicial del Señor que viene, la
parusía se convirtió desde la Edad Media en un acontecimiento poco anhelado. Habrá que
esperar los comienzos del siglo XX para que la parusía reencuentre en la reflexión teológica
su verdadero significado primitivo. Ahora, la tarea urgente consiste en esforzarse para que la
parusía haga parte en la vivencia cristiana. Para alcanzar este objetivo es fundamental, la
formación de los fieles a través de la catequesis, homilías, etc. Haciendo esto, podemos
integrar en la vida diaria esta espera gozosa de la parusía del Señor que caracterizó tanto la
primitiva comunidad cristiana, y así podemos cantar con ellos: ven Señor
Bibliografía
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