Mito Pandora
Mito Pandora
Mito Pandora
Así que nuestra historia empieza con el enfado de Zeus. Y es que los hombres,
ayudados por el titán Prometeo, se habían burlado en dos ocasiones del rey del
Olimpo. La primera vez fue durante un lujoso banquete, en el que tenían que
repartirse un suculento buey entre todos: en lugar de hacer dos partes iguales,
Prometeo engañó a Zeus e hizo que toda la carne fuera para los hombres,
mientras que al dios del Olimpo solo le quedaron los huesos. Zeus castigó a la
humanidad sin poder utilizar el fuego, pero Prometeo y los hombres volvieron a
desafiarlo. El titán robó el fuego del Olimpo y se lo devolvió a la humanidad.
Esto no podía quedar así. Había que darles una lección. Zeus pensó en tender
una trampa a los humanos. Se acordó entonces de Epimeteo, el hermano de
Prometeo, que nunca había destacado por su inteligencia. Seguro que a él podía
engañarlo sin dificultad. Raudo y veloz, fue a buscar al titán para ofrecerle un
regalo que no pudiera rechazar.
─ Buenos días, querido Epimeteo ─ le dijo─. Como te veo muy solo, he pensado
en crear a una mujer para que te cases con ella. Así tendrás compañía y podrás
formar una familia.
─¿De verdad? Muchas gracias por pensar en mí, gran Zeus, ¡nada me gustaría
más! ─ respondió Epimeteo.
Si había que crear algo excepcionalmente hermoso, no había nadie mejor que
Hefesto, el dios del fuego y de la forja. Era el mejor artesano de todo el universo.
─ Hefesto, quiero que crees a una mujer ─ le dijo Zeus al llegar a su fragua.
Zeus llevó a Pandora al Olimpo. Allí, en la morada de los dioses inmortales, pidió
que a su protegida le fuesen concedidos los mejores dones.
Zeus hasta entonces se había quedado apartado a la espera de que los demás
dioses terminaran.
─ Pandora, te falta el más importante de todos los dones. El que te convertirá en
una auténtica humana. La curiosidad. Con ella tendrás ganas de aprender cosas,
querrás entender lo que pasa a tu alrededor y te harás preguntas
constantemente.
No había tiempo que perder. Zeus bajó del Olimpo y fue en busca de Epimeteo
para presentarle a su futura esposa. Como había previsto, eran tantos los
encantos de Pandora que Epimeteo se quedó sin palabras al verla.
─ Deseo tanto que seáis felices ─ dijo Zeus dirigiéndose a los jóvenes ─ que os
he traído este regalo.
Y llegó un día en el que Pandora ya no pudo aguantar más. Por mucho que
intentara resistirse, la curiosidad era más fuerte que ella. Así que, aprovechando
que Epimeteo se había quedado dormido después de comer, la joven se acercó
sigilosamente al ánfora. La tomó entre sus brazos, y empezó a girar poco a poco
hasta que…¡la abrió del todo!
Al instante, unas horripilantes sombras salieron de su interior y se dispersaron por
todos los rincones del mundo entre aterradores aullidos. Pandora comprendió
enseguida que había cometido un grave error. Aunque intentó cerrarla tan rápido
como pudo, ya era demasiado tarde. El plan de Zeus había salido como tenía
previsto. El dios había encerrado en aquella ánfora encantada todos los males y
desgracias que hacen infelices a los hombres, sabiendo que Pandora no podría
resistirse a la tentación de abrirla.