Ensayo Final Epistemología3
Ensayo Final Epistemología3
Ensayo Final Epistemología3
Cuando leí el Evangelio de Tomás, texto donde Judas Tomás Dídimo (uno de
los discípulos de Cristo) recoge las enseñanzas directas de la palabra de Cristo, y
demás textos cristianos enfocados en la enseñanza de Cristo (Mateo, Lucas,
Evangelio de Judas, etc.), me encontré con algo que me llamó la atención: una
analogía entre las enseñanzas de Cristo y las de los demás avatares espirituales
de la humanidad; asimismo, sus enseñanzas me parecieron estar muy alejadas de
la versión popular promovida por la institución católica. Para entonces ya había
leído a maestros como Buddha y Quetzalcóatl (en la información que recogieron
Sahagún, Olmos, etc., y parte de los huehuetla’tolli y del Códice Florentino), y
como mi vida la traté de dirigir de acuerdo a los preceptos y prácticas de las
doctrinas de este tipo de personajes, por eso fue que encontré relación en las
enseñanzas de Cristo. Cabe mencionar que, si bien cada uno de estos personajes
participaban de un trasfondo cultural propio de la sociedad a la que pertenecían,
también todos participaban en un campo particular: la espiritualidad práctica (a
diferencia de la pseudoespiritualidad religiosa dogmática). Esto explica el por qué
se puede encontrar una analogía entre ellos independientemente de que
pertenezcan a trasfondos culturales distintos y el por qué se puede entender a uno
de estos personajes desde las doctrinas de otro; también explica el por qué un
practicante de la espiritualidad puede entender, al menos en una mayor dimensión
en comparación con los no practicantes, las enseñanzas de estos personajes: “a
Buddha sólo se le comprende meditando”.
Uno de los ejemplos que puedo usar para denotar esto último me causa algo
de conflicto debido a su radicalidad, y puesto que aún no desarrollo una buena
tesis al respecto, me veo limitado a sólo señalar el detalle… Como sociedades
cristianas (desde un cristianismo romano), siempre hemos visto al concepto de
“cielo” como un lugar que está allá arriba de la tierra, un lugar literal que
alcanzaremos conforme sigamos cierta lista de preceptos, pero cuando uno lee a
Cristo desde la experiencia espiritual práctica entiende por "cielo“ a un estado
interno del ser. Esta misma doctrina la encontramos en Buddha cuando habla del
nirvana. Dijo Cristo: “Si aquellos que os guían os dijeren: Ved, el Reino está en el
cielo, entonces las aves del cielo os tomarán la delantera. Y si os dicen: Está en la
mar, entonces los peces os tomarán la delantera. Mas el Reino está dentro de
vosotros y fuera de vosotros. Cuando lleguéis a conoceros a vosotros mismos,
entonces seréis conocidos y caeréis en la cuenta de que sois hijos del Padre
Viviente. Pero si no os conocéis a vosotros mismos, estáis sumidos en la pobreza
y sois la pobreza misma” (Evalngelio de Tomás. 3.). Y dijo: “El reino del Padre se
parece a un comerciante poseedor de mercancías, que encontró una perla. Ese
comerciante era sabio: vendió sus mercancías y compró aquella perla única.
Buscad vosotros también el tesoro imperecedero allí donde no entran ni polillas
para devorarlo ni gusano para destruirlo” (Evangelio de Tomás. 76). En ambos
casos parece obvio el símbolo del “Reino de los cielos” no como un lugar literal
alcanzable por medio del seguimiento de dogmas sino como un estado del ser o
estado espiritual que se puede alcanzar practicando, de acuerdo a la primer cita,
el conocimiento de sí mismos, y, de acuerdo a la segunda cita, la austeridad de
espíritu para quedarse con lo esencial de la vida. Los textos cristianos de las
enseñanzas de Cristo están llenas de este tipo de ideas cuyos símbolos parecen
aludir a otra cosa que no es precisamente un lugar literal en el firmamento sino
estados psicológicos, mentales o, ¿por qué no?, espirituales. Entonces, de
acuerdo con el argumento dado que se resume en el enunciado “a Buddha sólo se
le comprende meditando", quienes practican una vida de acuerdo a los preceptos
y prácticas de estos personajes, naturalmente están más capacitados para
comprender de una mejor manera los símbolos detrás de este tipo de alegorías.
INTERPRETACIÓN DE VESTIGIOS MESOAMERICANOS
Otra de las fuentes con las que sostienen la afirmación de dicha práctica son
algunos murales precolombinos donde se representan “sacrificios humanos”. Pero,
volvamos a lo mismo: si no participamos en el trasfondo cultural de los autores de
la obra o no experimentamos su posición particular, no manejamos los símbolos
plasmados en la obra (en este caso murales); por lo tanto, difícilmente los
interpretemos correctamente. ¿Por qué no pueden ser alegorías religiosas o
representaciones como la del Cristo crucificado en las cruces de las iglesias
católicas? ¿O por qué no pueden ser ejecuciones militares? ¿Por qué es un
sacrificio humano el acto de subir a una pirámide a un delincuente o a un enemigo
capturado y ejecutarlo en nombre de la guerra o de la justicia por medio de un
ritual que le dé dignidad al “sacrificado”… y por qué no es una ejecución militar o
judicial como normalmente se consideraría en cualquier otra cultura del mundo,
por ejemplo cuando los romanos ejecutaban en la cruz a los delincuentes? Si bien
yo no puedo asegurar que dichos murales no representan sacrificios humanos, sí
cuestiono dicha interpretación inmediata.
Con esto no quiero decir que todo lo que la academia propone respecto a los
antiguos mexicanos sea incorrecto o que la academia no sea capaz de abstraer
correctamente, pero sí señalo que debemos considerar profundamente que
nuestra visión de académicos occidentales puede estar demasiado cargada de
prejuicios con los que podemos estar deformando, malinterpretando y hasta
difamando a los sujetos que estudiamos, y también señalo que nadie está más
capacitado para interpretar correctamente una cultura que quien intenta
inmiscuirse en el trasfondo cultural de quienes estudia, porque he visto a cada
antropólogo o arqueólogo que, por ejemplo, afirman el significado de un concepto
mesoamericano cuando la palabra náhuatl para dicho concepto, es decir, el
nombre propio y original de dicho concepto, niega la afirmación que hace el
arqueólogo o antropólogo, al ser de distinta naturaleza. Como estudiante de
náhuatl clásico he visto muchos casos por el estilo, y en donde el académico
siente la autoridad de estar en lo cierto automáticamente porque tiene un título que
avala que puede interpretar correctamente a los antiguos mexicanos sin ni siquiera
saber su lengua. Respecto a esto de la falta de manejar la lengua del grupo que
se estudia, me llega un razonamiento hermenéutico… Jean Grondin, en su obra
“Introducción a la hermenéutica filosófica”, menciona que los griegos entendían la
palabra “expresar” como “interpretar”. Esto se debe a que veían el discurso
expresado como la traslación de pensamientos a palabras; las palabras eran la
cristalización de los pensamientos y por dicha razón eran una “interpretación” de
éstos. Dice un dicho popular que “a veces las palabras no alcanzan a expresar los
sentimientos”; hay veces en que no se encuentran (o no existen) palabras para
expresar ideas o sentimientos ni siquiera cuando son propios. Esto me lleva a una
reflexión atemorizante respecto al hecho de cuando se intentan traducir palabras
de un idioma a otro: si la expresión (palabra) ya es una interpretación de un
pensamiento o sentimiento interno que bien puede a veces no alcanzar la
dimensión del pensamiento o sentimiento propio, ¡imagínese considerar esta
misma naturaleza para traducir palabras de un idioma a otro!, ¡imagínese lo
complicado que debe ser capturar la esencia de un concepto de una lengua con
una palabra en otra lengua! De ahí la importancia de introducirse en la lengua del
grupo que se estudia para no andar pensando los términos de dicha lengua desde
los conceptos de la lengua propia.
Lo más importante que puedo señalar al respecto: por más académicos que
podamos ser, somos occidentales y nuestra formación académica es occidental, lo
cual significa que manejamos otra simbología ajena a la de los antiguos
mexicanos, lo cual a su vez significa que, si queremos verdaderamente interpretar
bien a los antiguos mexicanos, debemos de cambiar de simbología a la hora de
tratar de entenderlos, y para esto tenemos algunas opciones: aprender náhuatl
(sobre todo el náhuatl clásico) o ponerse a practicar, a experimentar o a vivir
aunque sea un poco en el modelo de los antiguos mexicanos, pues aún se puede
y de muchas maneras, pues queda mucha tradición sobre todo en los campos;
también sirve, incluso, el consumo de plantas sagradas; otro recurso son los
documentos que describen cómo vivía y qué practicaba Ce Acatl Topiltzin
Quetzalcóatl y los maestros y sabios; asimismo, hay muchas prácticas que siguen
vigentes, como el temazcal, prácticas psicofísicas, etc. Aseguro que quien se
atreviera a intentarlo terminaría sorprendiéndose.
CONCLUSIÓN
A mi parecer, aunque es difícil interpretar correctamente el lenguaje religioso de
textos o vestigios que responden a trasfondos culturales ajenos o remotos, es
posible con dos recursos: inmiscuirse en el trasfondo cultural de los sujetos de
estudio o experimentar su posición particular, es decir, practicar lo que
practicaban, vivir de acuerdo a su modelo particular. También, para este asunto,
hay que considerar que no todo lenguaje plasmado es literal, menos el lenguaje
religioso-espiritual, pues éste evoca en forma de alegorías ideas abstractas que
nuestra mentalidad “ilustrada” regida por el materialismo y la literalidad describen
de manera lógica, explícita y literal. Debe considerarse que este principio de
discernir la alegoría de lo literal debía aplicarse en todo intento de interpretación
de lenguaje religioso. Y puesto que aunque algunos textos o vestigios religiosos
provengan de distintos trasfondos culturales, los símbolos que guardan a veces
aluden a los mismos fenómenos: muchas veces las enseñanzas religiosas-
espirituales se basan en el conocimiento del funcionamiento natural de la
psicología humana; esto es lo que le da sentido a la analogía de las enseñanzas
espirituales de distintas doctrinas.
BIBIOGRAFÍA
Zemelman, Hugo. Propuesta metodológica para el estudio de sujetos sociales
Grondin, Jean. Introducción a la Hermenéutica Filosófica
Souroujon, Gaston. La propuesta hermenéutica de Charles Taylor. Una crítica a la
epistemología dominante en la ciencia política