Taoismo y Anarquismo Un Cruce de Caminos

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Taoísmo y Anarquismo

Un cruce de caminos

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Taoísmo y Anarquismo: Un cruce de caminos
Carlyle Morris

En este texto se realizará una aproximación a dos corrientes de pensamiento cuya


cronología y geografía son muy diferentes y, sin embargo, una parte de sus contenidos,
quizás algunos de los principales, presentan muchos aspectos comunes. Se trata del
anarquismo, teoría social y política de la Edad Contemporánea occidental, y el taoísmo,
corriente filosófica y religiosa de la Antigua China. Aquí, a pesar de las dificultades de la
comparación, se intentará presentar las ideas comunes en ambas partas, en las que la
libertad de todos los seres es acorde a su existencia, sin jerarquías. La forma de entender
el mundo, la política y la educación puede presentar aspectos similares, en la que la acción
en libertad de cada individuo que compone la sociedad es fundamental para la convivencia.
Por ello, quizás conociendo otras fronteras, otras culturas y otras líneas de pensamiento se
pueda avanzar en el desarrollo ideológico e intelectual en ambas corrientes que permita
una mejor comprensión de las dos partes juntas y por separado.

Por norma general taoísmo y anarquismo han estado separados en el discurso


cultural occidental y por ello han sido tratados como corrientes de pensamiento sin ningún
tipo de relación. El taoísmo, debido en gran medida al auge del postmodernismo y el
interés orientalista de las últimas décadas, ha tenido una mayor presencia, tanto en la
investigación académica como en espacios de divulgación y comunicación de masas, dentro
del contexto de veneración exotista hacia las “grandes filosofías orientales”. Por su parte el
anarquismo, por cuestiones sistémicas, suele encuadrar en lugares periféricos del discurso
cultural general e incluso especializado en política, etiquetado muchas veces de manera
negativa. Sin embargo, ambas corrientes presentan, en su vertiente filosófica una serie de
nociones e ideas similares que voy a intentan tratar de presentar aquí. No obstante, veces
resulta algo complicado sistematizar cuestiones generales, con una perspectiva circular y
holística, como tiene el taoísmo, y comparar con un desarrollo más lineal y sistemático
como puede tener el anarquismo. Así que me disculpo de antemano si resulta algo confuso.

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Quizás lo primero que debería hacerse sería dedicar unos instantes a acotar ante
qué nos encontramos. ¿Qué son el taoísmo y el anarquismo? Teniendo en cuenta donde
estamos es posible que no sea necesario realizar esta aclaración en lo que al anarquismo se
refiere, pero siempre es conveniente tener en cuenta los muchos matices existentes entre
diversas corrientes. En líneas generales se puede resumir en un modelo político y filosófico
que considera que la mejor de las sociedades posibles solo puede existir sin la mediación
de ninguna autoridad o sujeto rector, generalmente identificado con el Estado. La forma
de organización social habría de estar condicionada por la colaboración y agregación de sus
propios integrantes tanto a nivel individual, como colectivo, en total libertad. Aunque
bueno, seguro que aquí cada cual tiene su propia perspectiva y sus propios matices en su
percepción de la anarquía, tanto en su teoría, como en su práctica.

Por otro lado, el taoísmo resulta también algo complejo de definir. En primer lugar,
¿es una religión? ¿es una filosofía? ¿es una medicina? ¿es una cosmovisión? Normalmente
se encuadra con las grandes religiones orientales, sin embargo, cabe preguntarse a que nos
referimos cuando hablamos de religión, ¿se trata de una organización o institución
jerarquizada? ¿Se trata de la veneración por los dioses o simplemente la creencia en
espíritus y seres sobrenaturales? ¿Es necesario que exista un corpus ideológico dogmático
y organizado?

Con respecto a este último aspecto, en el taoísmo no se presenta en él un dogma,


pues a pesar de sustentarse su pensamiento en tres obras principales el Tao te ching, el
Chuang Tzi y el Lie Zi, todas ellas se presentan como guías y herramientas de reflexión, no
como imperativos morales. Por otro lado, en el pensamiento taoísta no se reconoce la
existencia de dioses, al menos no entendidos de manera absoluta, a la manera occidental,
en la que existe una jerarquía inmutable y es necesario rendir pleitesía y obediencia. Se
considera que pueden existir numerosos seres espirituales, algunos con poderes
asombrosos, pero cada cual con su propia naturaleza y sin por ello deber rendirse culto. Y,
por otro lado, sus creyentes y practicantes, aunque si respetan la opinión de los grandes
sabios o médicos, no se encuentran normalmente en instituciones jerarquizadas con
obligatoriedad de obediencia. En algunos casos se pueden encontrar organizaciones
monásticas con gran influencia taoísta, pero muchas veces vinculadas también al budismo,
sin entrar en más detalles.

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En este sentido, considero que sí se debe tratar al taoísmo como una religión, ya
que se trata de un conjunto de prácticas y creencias que configuran la forma de entender
el mundo sin una explicación empírica, aunque aquí me voy a centrar en su vertiente
filosófica y dejaré de lado las prácticas médicas y rituales, principalmente chamánicas. Es
fundamental tener en cuenta que nuestra percepción etnocéntrica occidental nos lleva
muchas veces a entender las religiones como instituciones represivas y de dominación,
mientras que en otros contextos la cosa puede ser muy diferente, aunque ese no es el tema
de hoy y será mejor dejarlo a un lado por el momento. En cualquier caso, conviene hacer
un pequeño apunte histórico y aclarar que la mayoría de practicantes médicos y sabios
taoístas vivían apartados de la vida comunitaria general y en ocasiones sus textos registran
las consultas realizadas por nobles confucianos del Imperio, por lo que se hacen algunas
referencias a ellos y las formas de gobierno, con consejos antiautoritarios en su trasfondo.

En cualquier caso, como ya he dicho, aquí me voy a centrar en los aspectos que a
mi manera de ver son más interesantes, los filosóficos, en los que se encuentra la forma de
entender el mundo y también la sociedad de los antiguos taoístas. Sin embargo, aún así su
definición resulta algo compleja, porque, ¿qué es el tao?

El Tao que puede expresarse


no es el Tao permanente.

El nombre que puede nombrarse


no es el nombre permanente.

Sin embargo, la traducción limita en gran medida su comprensión, pues tao es


polisémica y a la vez que puede referirse a la palabra se puede referir al camino. Además,
puede actuar como verbo, sustantivo y adverbio, por lo que en última instancia el “tao que
se puede tao, no es el verdadero tao” o mejor dicho “la palabra pronunciable no es la
palabra verdadera” y “el camino caminable no es el camino verdadero”. Es fundamental
entender que la escritura china se desarrolla de una forma no lineal y en lo que algunos
investigadores consideran una visión y pensamiento circular, en los que la asimilación de
la grafía y su periferia se realiza en su conjunto, dando matices y significados concretos a
cada símbolo.

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Quizás uno de los elementos más importantes en esta comparativa es la
antropología filosófica que se desarrolla en una y otra corriente, pues eso marcará la forma
de entender su relación con la naturaleza, la sociedad y la política. En ambos casos se
aprecia una idea fundamentalmente positiva. En el Tao Te Ching se hace una clara crítica
a la generación desmedida de cultura material y propiedades:

Cuanto más sabe el pueblo,

más productos extraños surgen por doquier.

Cuanto mayor es la cantidad de los objetos preciosos,

más abundan ladrones y bandoleros.

Por eso dice el sabio:

De nada me ocupo y el pueblo se enriquece por sí mismo,

no actúo y el pueblo se reforma por sí mismo,

gusto de la quietud y el pueblo rectifica por sí mismo

Esta idea nos recuerda a la percepción roussoniana del buen salvaje y la noción de
que “todo está bien al salir de las manos del creador de la naturaleza” y aunque se critica
la generación material humana, se enfatiza el carácter positivo del ser humano, que como
ser natural que es, vive siguiendo sus parámetros. Con esto, nos acerca un poco a las críticas
realizadas por Proudhon a la dialéctica de Liebniz, que medía el desarrollo humano en
función de su cultura material.

Algo más adelante se va a tratar la percepción de la naturaleza en el tao, pero antes


conviene hacer una pequeña pausa para ver la percepción de la misma en el anarquismo.
Pues a pesar de esa ruptura de la bondad primigenia, se aspira a su recuperación en un
contexto social, buscando la liberación y la ruptura con la propiedad privada. De tal manera
Malatesta y Emma Goldman argumentaban por separado que el estado natural del ser
humano es la libertad que tiende a la armonía y la felicidad.

Volviendo a este mismo fragmento del Goudian, es importante reparar en el


concepto de “no actuación” (wu wei), pues el sabio no actúa y no desea, ya que la naturaleza
rectifica por si misma. Las actuaciones humanas desequilibran la naturaleza de las cosas,
generando con ello la infelicidad y el malestar. De manera similar se oponía Epicuro a las
“vanas oposiciones” forzadas por el contexto social, pues la desviación del fin natural lleva
a que el individuo no encuentra la felicidad. De este modo, el “no actuar”, no actuar de

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manera opresiva, en concreto, se convierte en la forma de alcanzar la armonía a través de
la libertad de todos los participantes de la sociedad.

Es esta percepción del orden y el equilibrio lo que nos lleva a centrarnos en la


naturaleza de los seres. En la teoría epicúrea el motor central de la vida es la felicidad y la
eliminación del sufrimiento. Así, cada individuo busca la satisfacción y el disfrute propio,
lo que en el taoísmo sería seguir su propio Tao, de modo que, en una naturaleza
equilibrada, ese tao se acorde a la esencia de cada ser y acorde a la naturaleza de todo lo
que le rodea.

Esto se puede apreciar claramente en el Zhuang Zi, pues en parábolas como la de


la utilidad del árbol inútil (Libro I), pues el árbol que no puede ser talado, feo, retorcido y
nudoso, vive más tiempo como árbol, pues esa es su función y naturaleza, y no convertirse
en una herramienta del ser humano. La noción de inutilidad o vacuidad en el modelo
taoísta insiste en la importancia de que no es necesario ser útil, en este caso útil para el
sistema estatista confuciano del Imperio Chino, para que la validez del ser sea completa y
su existencia útil en sí misma como ser natural.

Por otro lado, en el relato del pájaro marino (Libro XVIII), capturado en la corte,
donde se le ofrecían todo tipo de lujos y manjares, pero el ave no comía y no disfrutaba,
hasta llegarle la muerte pues no estaba en su naturaleza como esos alimentos y vivir
enjaulado. Lo que lleva a acordarnos de Bakunin y su defensa de que a todo ser le es
inherente la tendencia a realizarse en la plenitud y libertad de su ser y el humano, como
ser pensante, debe pensarse a sí mismo para conocerse y realizarse.

Este es otro de los puntos comunes que se pueden encontrar entre el taoísmo y
anarquismo, la libertad, pues, así como el faisán enjaulado de Zhuang Zi, no alcanza la
felicidad a pesar de disponer de comida y agua, Goldman defiende que “solo en la libertad
el hombre puede alcanzar su completo desarrollo”. Junto a esto conviene recordar, como
hacía el anarcosindicalismo español a principios del siglo XX, que son dos las aspiraciones
inherentes al ser humano, el pan, entendido como sustento, y la libertad, como capacidad
de decisión. Al fin y al cabo, sólo libre del hambre en paralelo a la libertad sociopolítica se
puede considerar un ser puramente libre.

Esto nos lleva a repensar si en la naturaleza es posible hablar de libertad, pues


vivimos determinados por las circunstancias naturales. Ya el propio Bakunin consideraba
este determinismo natural el único límite aceptable a las libertades humanas, que debían

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ser conocidas y en la medida de lo posible superadas para el bienestar social, evocando en
cierto modo las ideas estoicas de Zenón de Citio. Por otro lado, en el taoísmo se reconoce
un orden natural, la Naturaleza, el Zi Ran que todo lo engloba y por ello tiende al equilibrio
generado por el tao, el camino de todas las cosas.

Si se acepta pues la premisa de que existen una serie de leyes naturales que no son
eludibles, se puede hablar de libertad entendiéndola como una libertad social, aunque al
menos, en el taoísmo, trascienda más allá del ámbito humano, y se incluye en ella a otros
seres. Lo que hace pertinente revisar la crítica de Max Stirner, sobre los diferentes
conceptos de libertad en numerosas dialécticas. En primer lugar, critica a los liberalismos
políticos basados en el Estado, pues nunca podría haber una libertar real sujeto a las
coerciones estatales. Se sustituyen los antiguos señores, por uno único, el Estado,
monopolizador de la autoridad y la sumisión política de todos sus ciudadanos, que, aunque
iguales civilmente, son iguales en la sumisión. Por otro lado, de forma cercana a Proudhon,
critica el estatismo hegeliano y a los modelos “socialistas” de liberalismo, ya que en tienden
a la materialización de la sociedad en una estructura estatal que invisibiliza la diversidad
social en favor de la igualdad hegemónica normativizada verticalmente.

Esto lleva a Stirner a plantear un liberalismo “crítico” y “humanista” como la


expresión más compleja del liberalismo y del concepto de libertad. En él se encuentra un
fuerte carácter individualista, bastante acorde a los preceptos taoístas, en los que cada
individuo se debe someter a su propio examen y su conciencia humana le llevará a
preocuparse no solo por su bienestar sino por el del su entorno. Con ello, considera Stirner
que se alcanzaría una “sociedad humanista”, sustentada en la autocrítica que omita los
intereses particulares en pro de los intereses humanos, como una libertad de carácter
solidario. Sin embargo, las lecturas actuales de este autor suelen estar mediadas por
interpretaciones liberales puramente individualistas que obvian la parte social y
colaborativa, en la que, tal y como presenta también el taoísmo, cada individuo no es sino
una parte de un conjunto mayor. Quizás una mejor comprensión de contextos culturales
no occidentales, sean orientales o americanos, pueda llevarnos a comprender mejor la
naturaleza social del ser humano y rechazar la falacia liberal que presenta sociedad e
individuo como antónimos.

En cualquier caso, desde el punto de vista filosófico, el anarquismo expresa que la


libertad es la condición esencial del ser humano, y solo si se alcanza la liberación de la
alienación restrictiva se pueden alcanzar las características ontológicas fundamentales. Se

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trata de una liberación personal que nunca debe pasar por la opresión de los demás,
negando con ello toda autoridad. La misma idea se expresa en el Zhung Zi, pues en la
fábula del hombre que amaba demasiado a los caballos, se muestra como el exceso en su
interacción con ellos, sin entender la falta de correspondencia, acabo por matarlo al intentar
cambiar su comportamiento. Igualmente, en el Tao Te Ching (Goudian, Libro A, LXVI)
se expresa cómo el buen funcionamiento del mundo y la sociedad se sustenta en la no
imposición de una parte sobre las demás sino en la colaboración y el aprendizaje mutuo,
con un sabio que nunca se coloca sobre el resto, sino que transmite sus conocimientos
dejando que permeen en los demás bajo el criterio de cada uno.

Emma Goldman definía el anarquismo como “la filosofía de un nuevo orden social
basado en la libertad sin restricción”. Consideraba todo gobierno innecesario y equívoco,
pues oprime las libertades por medio de la violencia. Defendía que solo por medio de la
toma de conciencia del valor del individuo y sus libertades se podía llegar a alcanzar la
conciencia colectiva que permitiera con ello establecer relaciones sociales e individuales de
intereses convergentes. A pesar de que el individualismo occidental tradicionalmente se ha
centrado más en los beneficios particulares que en los sociales, como ya he dicho se puede
encontrar una doble vertiente social, con puntos convergentes como es el caso del
antiautoritarismo, que tiene una clara huella en muchos textos taoístas.

Quizás el más llamativo de ellos sea la historia de Bole, héroe civilizador chino,
domesticador de los caballos, cuya historia aparece en el Zhuang Zi, que os he pasado y en
ella se cuenta como estos animales vivían felizmente en los campos sin enfrentarse al ser
humano:

“Mas cuando se les echó al cuello la yugueta y se los aparejó con frontiles en
forma de luna, los caballos aprendieron a romper la vara de guardia, a torcer el
cuello para quitarse la yugueta, a resistirse a los enganches del toldo, a escupir el
freno, a tarazar las riendas. Si pues los caballos se tornaron astutos y adoptaron
actitudes hostiles al hombre, el culpable no fue otro sino Bole”

Así mismo traspone en el texto esta idea a cómo la imposición de la autoridad del
Emperador Hexu los hombres, que vivían en armonía y felicidad se lanzaron en la
competencia por ventajas materiales, en lucha entre ellos por aumentar sus propiedades.

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Esta idea similar se puede ver en varios textos del Tao Te Ching, algunos ya los hemos
visto, y en muchos se critica abiertamente el uso de la autoridad para imponer el orden
social.

“Cuantas más son las prohibiciones del Cielo,


mayor es el número de gentes que se rebelan”

La imposición genera rebelión, pues toda coerción limita la libre naturaleza de los seres
del mundo. En este caso, Cielo parece referirse al Estado confuciano, de manera concreta,
aunque también podría entenderse de una manera más genérica, a una de las partes de la
Naturaleza o quizás a ambas al mismo tiempo. En cualquier caso, su carácter antiautoritario
no merma, pues se niega toda imposición y autoridad de una parte sobre el todo e incluso
de una parte compuesta por otras, que han de colaborar en equilibrio y libertad.

Esto responde claramente a unos ideales similares a los planteados por el Comunismo
Libertario occidental, pues la propia CNT de 1936, parafraseando a Marx, quien abogaba
por la abolición última del estado, recurría a la fórmula “de cada uno según sus fuerzas y a
cada uno según sus necesidades”. El anarquismo plantea así una armonía social en la que
crezca de forma natural la solidaridad de intereses. Si el individuo es capaz de ver
satisfechas sus necesidades personajes tenderá a la solidaridad, ayudando a satisfacer las de
quienes lo rodean.

Errico Malatesta enfatiza en la necesidad del amor para el bienestar humano y la


convivencia en libertad, en este caso, un amor colectivo, entre los diferentes individuos que
componen la sociedad y por la sociedad en sí misma, de manera que eso lleve a la búsqueda
de la felicidad no solo personal, sino de quienes lo rodean. No se trata de un amor
individual y egoísta, sino de un amor general, solidario. El amor no debe confundirse con
el deseo y mucho menos con la dominación que pudiera derivar de él. Así el sabio taoísta
“no desea” pues genera ambiciones y desequilibrios. Así Lie Zi considera que si la bondad
y el amor, a diferencia del odio, son lo natural en el ser humano, nos acabará por llegar la
felicidad, tanto individual como colectiva.

Quizás llegados a este punto y a modo de corolario se deba también poner la mirada en
las formas de entender la educación, aunque sin entrar en detalles. Las formas de entender
la educación en contextos libertarios, en casos como los falasterios fouriristas y la Escuela
Moderna de Ferrer i Guardia, hasta finalizar en Ivan Illich, podemos encontrar un cambio
de foco, que sitúa a la persona que aprende en el centro como un sujeto activo, en lugar de

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ser simplemente un personaje paciente que recibe los saberes absolutos de una autoridad.
Illich en el carácter ambivalente del aprendizaje a través de espacios desescolarizados,
reconociendo la naturaleza ambivalente del aprendizaje, desde lo practico hasta lo teórico,
desde la actuación hasta la contemplación.

Un camino similar sigue el sabio taoísta, que, si bien suele ser reconocido por sus
saberes, no ha de imponerlos, sino transmitirlos incitando a la participación, a la reflexión
y a la contemplación del mundo y su análisis. Por ello, esta serie de relatos y fábulas que se
han mostrado no buscan constituirse con un corpus unívoco y dogmático, sino como una
serie de pistas y herramientas para que cada cual lo le utilice y aumente en función de su
propia visión del mundo. Ahora es buen momento de decir que, si bien estos tres grandes
textos reciben el nombre del autor al que tradicionalmente se atribuía su autoría, no son
obras individuales, sino colectivas, escritas en tablillas de bambú que se podían separar y
volver a coser, introduciendo nuevos contenidos y dando un nuevo orden a un saber
colectivo transmitido entre generaciones, en la que todos son el sabio y a la vez ninguno.

Por ello, a la hora de abordar todos estos temas, desde la concepción del ser humano,
la sociedad y su educación, puede resultar interesante tener muy en cuenta las ideas
similares que se encuentran fuera de nuestros espacios tradicionales de trabajo. Pues el
contenido filosófico taoísta nos puede ayudar a conocer mejor la teoría pedagógica y el
pensamiento libertario. El carácter político del anarquismo puede ayudar a repensar y
comprender nuestro pasado y el propio surgimiento del taoísmo en su contexto histórico.
Pero, además, ambas partes, sin duda, pueden dar más amplitud a nuestra forma de
entender el mundo y contemplar que han podido existir otras sociedades en las que ya
antes que occidente se pensó en el igualitarismo y el anarquismo, aunque fuera bajo otros
nombres.

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