5 en El Gurvich

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Por Melisa Machado

Cinco artistas en el Gurvich

El mundo líquido contemporáneo


(Otras versiones sobre lo creado)

Revisitar la obra de aquél o de aquellos que han precedido en el mundo del arte y
volver a crear sobre esa piedra fundamental, parece ser el propósito de esta muestra.
Reconocer la importancia de las raíces, no ignorar el valor de los maestros y admitir
que de alguna u otra manera casi todo ha sido dicho ya, parece ser el denominador
común de estos diálogos con la obra de José Gurvich.
Con esta idea el profesor, poeta y curador Hugo Achugar, le pidió a cinco artistas
contemporáneos vivos, de diversas edades, que dialogaran con la obra de Gurvich. El
resultado es una muestra ecléctica donde diversos lenguajes (instalación, collage,
fotografía, escultura, dibujo y pintura) se dan la mano para expandir la simbología
cifrada de un gran maestro.
Es así que Jacqueline Lacasa, Yudi Yudoyoko, Guadalupe Ayala, Juan Fielitz y Joaquín
Lalanne despliegan sus propias versiones inspiradas en el mundo de Gurvich, pintor
ceramista, nacido en 1927 y fallecido en 1974, en plena dictadura.

Diversidad contemporánea

Esta tarea de revisitar el pasado y crear en el presente, revela la estrecha relación


humana con Cronos, esa delicada convención establecida de manera más o menos
inconsciente con el pasado, el presente y el futuro. Esa convención admite el Presente
como un estado que mientras está siendo, se está convirtiendo en Pasado y contiene,
en sí mismo, los gérmenes del Porvenir. Delicado pergamino donde se inscribe toda
acción humana.
La mayoría de los artistas que crean a partir de la obra de Gurvich, nacieron luego de
su muerte y algunos, como Yudoyoko o Lalanne, ni siquiera lo hicieron en Uruguay,
aunque han mantenido y mantienen un estrecho cruzamiento entre las culturas de
este país y el de sus orígenes.
De todos ellos, destaca especialmente el trabajo de Yudoyoko, nacido en Indonesia, en
Yakarta, quien ha elegido recrear la obra del maestro titulada “7 siete pecados
capitales” (1967).
Una instalación de 18 dibujos en tinta china, digitalizados y de medidas variables,
reunidas bajo el título “La mente como fuente del caos”, le sirven a Yudi para ahondar
sus ya típicas obsesiones artísticas que ahondan en la sexualidad, la noción de pecado
y la transgresión.
De estas pequeñas obras que conforman un gran puzzle donde se revisitan la gula, la
lujuria, la envidia, la pereza, la ira, la avaricia y la soberbia, algunas aparecen con una
intensa carga simbólica. Reverbera, entre otras, la imagen de un Cristo sentado, solo,
en la mesa de la última cena, bajo el peso de fragmentos de reses que parecen colgar
de techo de una carnicería. Otros parecen viejos grabados de Erotica Universalis, ese
compendio de todos los tiempos del arte erótico desde Ovidio a Rembrandt, pasando
por Aretino y otros.
No falta la muerte, mujer y vestida de rojo, con un seno descubierto y una corona de
calaveras, como la gran diosa Kali de Hugo Longa que se puede ver en la colección
permanente del Mnav. Tampoco faltan en la obra Yudi, los perfiles casi griegos que
supo reinaugurar Carlos Barea, en los 90. Citas varias que enriquecen el trabajo de
Yudoyoko.
A su lado, Lalanne, dibuja y pinta con fuerza centrífuga, siguiendo el modelo circular de
“El mundo de las esferas” (1967) de Gurvich, varios íconos del pop art junto a
animalitos y bustos griegos, con la misma paleta que su predecesor. Una apuesta más
audaz ya que se ubica en un lugar cercano a éste, al utilizar la misma técnica: óleo
sobre tela, casi con los mismo tonos. Audacia que parece ignorar ese dicho de la
sabiduría popular “es difícil crecer bajo la sombra de un gran árbol”.
En la antítesis de la pintura y cercana a la propuesta multimedia, la obra de Lacasa,
“Chinatown Supernova”, juega con la fotografía, el video y el texto, mientras se apoya
en el “Proyecto para monumento IV con puente” de su gran predecesor.
La voz en off de la artista, invita a la reflexión sobre el viaje, la raíz y el regreso,
mientras dice en una suerte de monólogo interior:
“(…) En un recital de Tricky en medio del ruido y de la oscuridad me viene la imagen de
este buen hombre (un taxista) que como mago me dejó en el final o en el principio del
puente, y entonces, un evento recurrente es la historia que relata mi madre sobre
cómo quedó trabado mi brazo en la baranda de la terraza del viejo Aeropuerto
Internacional de Carrasco, tenía una parte de mi familia que cada dos años venía a
vernos, en 1972, cuando Gurvich compone Monumento IV tomando como eje principal
del paisaje al puente de Manhattan, no quiero despedirme de nadie y lloro sin parar,
en 1974 también hice un escándalo pero no me podían despegar de los barrotes, ya
era más grande y en 1976 no me dejaron ir, lo que quería era irme a ese lugar del cual
me había llegado una muñeca afrodescendiente con un aroma a Blossom espectacular
a la que mi abuela le había hecho ropitas varias en crochet (…)”.

Collage y porcelana

Juan Fielitz, fotógrafo y diseñador devenido en hacedor de collages, el más joven de los
cinco artistas convocados, extrae tres arquetipos de la obra de Gurvich, creada en
1972, titulada “Mundo de imágenes”. De allí pergenia tres obras que recrean las dos
figuras parentales, madre y padre, más la casa-dividida-de-la-infancia.
Fielitz, quien surgió hace apenas un año o dos de la escena under del arte
montevideano, (integrando un colectivo de jóvenes artistas llamado Mercado Negro),
nació en 1990, proviene de Carmelo y ha realizado, con éxito, su primera muestra
individual en la Colección Engelman Ost, este mayo pasado. Su característica parece
ser la limpieza con la que trata la imagen, logrando una suerte de abstracción
geométrica que redunda en contenido.
El aporte más logrado y sorprendente, el diálogo más original, quizás sea el de
Guadalupe Ayala, quien con fragmentos de piezas de porcelana que parecen haber
sido extraídos y materializados de la gran pintura inconclusa de Gurvich, “Pareja
Astral” (c. 1968/9), crea una instalación que despliega pedacitos y pedazos de tazas,
teteras y platos, por piso, paredes y balcones del museo. Un hallazgo visual de esta
artista que cualquiera diría ha logrado meterse dentro de la pintura creada en los 60,
para sintetizar y plasmar la fragmentación de la pareja arquetípica: el hombre y la
mujer de todos los tiempos, repartidos en minúsculos pedazos de colorida y partida
porcelana. Otra vez la fragmentación del mundo. Simple y poderosa metáfora del
mundo líquido contemporáneo.

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