Rapunzel y Pulgarcito
Rapunzel y Pulgarcito
Rapunzel y Pulgarcito
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mediante el lenguaje articulado. Pero fue en Europa, a mediados
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del siglo XVII, cuando comenzaron a contarse por escrito de manera
y Pulgarcito
sistemática... y es que los reyes de las cortes europeas se quejaban
de que no hubiera ya quién les contara historias como las que les
m
contaban sus nodrizas cuando eran niños.
Estos dos cuentos de hadas que aquí presentamos, repre-
s
Ra punzel y Pulgarci to
sentan la cota más alta a la que llegó la literatura de hadas. Uno de
e
Leer
ellos, Pulgarcito, posee el refinamiento, la agudeza y la inteligencia GRIMM / PERRAULT
de uno de los grandes genios de la literatura francesa... El otro,
Rapunzel, revela la maestría, la originalidad y la sabiduría de la tradi- I lu st rad o p or
ción oral popular, magistralmente captada por los hermanos Grimm. C ata l i n a S u escú n
y S i lva n a G i r a l do
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y Pulgarcito
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Leer
GRIMM / PERRAULT
Il ust ra d o p o r
C atal i n a S uesc ún
y Si lvan a Gi r al do
* * *
minister i o de
cultura de co lom b i a
Carmen In é s Vá sq u e z
Ministra
mi nister i o de
educació n naci onal
María Victoria Angul o
Ministra
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AUTORES
Grimm / Perrault
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Traducción
Iván Hernández Primera edición, junio 2019
Rapunzel
Editor
I S B N : 978-958-5488-75-5
* 5*
Iván Hernández Material de distribución gratuita.
—Si es cierto lo que me has dicho, dejaré que tomes cuantos rapónchigos
Al caer la noche, se encaramó al muro y saltó al jardín; cogió a las volandas quieras, con una sola condición: deberás darme el niño que dé a luz tu mujer.
un manojo de rapónchigos y se los llevó a su mujer. Ella preparó de inmediato Tendrá todo lo que necesite y yo cuidaré de él como una madre.
una ensalada y se la comió con avidez. Pero le gustaron tanto, que al día El hombre, muerto de miedo, dijo que sí a todo; y cuando su esposa dio
siguiente amaneció con un deseo tres veces mayor. Si el marido quería que a luz una hija, se presentó de inmediato la bruja, puso a la niña el nombre de
su mujer tuviera sosiego, no le quedaba pues otro remedio que saltar de nuevo Rapunzel y se la llevó.
al jardín. Así que a la noche siguiente volvió a trepar el muro, pero cuando Rapunzel era la niña más hermosa del mundo. Cuando cumplió doce
descendía por el otro lado se llevó un susto de muerte, pues se encontró con años, la bruja la encerró en una torre en la mitad del bosque, que no tenía
la bruja cara a cara. puerta ni escalera; tan solo una pequeña ventana en la parte más alta. Cuando
—¿Cómo se te ocurre —dijo ella con expresión furiosa— entrar en mi jardín la bruja quería subir a visitarla, gritaba desde abajo:
y robarme, como un ladrón, mis rapónchigos? Eso me lo pagarás. ¡Rapunzel, Rapunzel!
—Ay, sé buena conmigo —respondió el hombre—, solo una necesidad Suéltame tu pelo.
extrema me ha llevado a hacerlo; mi mujer vio los rapónchigos desde la Rapunzel tenía un magnífico cabello, resplandeciente como el oro.
ventana y sintió unos deseos tan intensos de comerlos, que si no se los Cuando oía la voz de la bruja, se soltaba las trenzas, las ataba en un gancho
hubiera traído habría muerto. de la ventana y los cabellos caían unos veinte metros, hasta llegar al suelo.
Entonces se aplacó la ira de la bruja, y ésta dijo: Entonces la bruja trepaba por ellos.
Uno o dos años después sucedió que el ninguno. Pero el hijo del Rey comenzó a
hijo del Rey cabalgaba por el bosque y acertó hablarle muy amistosamente y le contó que
a pasar cerca de la torre. De pronto oyó un había quedado tan turbado por su canto, que
canto tan dulce y melodioso, que se detuvo a desde entonces no había tenido sosiego, y que
escucharlo. Era Rapunzel, quien entretenía su no había resistido el deseo de verla.
soledad cantando con su hermosa voz. Entonces Rapunzel dejó de tener miedo y
El hijo del Rey quiso ascender al lugar cuando él le preguntó si lo tomaría por esposo,
de donde la voz procedía, pero, aunque y ella vio que él era joven y apuesto, pensó:
buscó la puerta de la torre, no encontró nada. “Él me querrá más que lo que me quiere la
Volvió cabalgando a casa, pero el canto había vieja señora Gothel”; y le respondió que sí,
conmovido de tal forma su corazón, que todos y posó su mano sobre la de él. Y agregó:
los días iba al bosque para escucharlo. Hasta —Me iría gustosa contigo, pero no sé
que un día, hallándose escondido detrás de cómo bajar de aquí. Cuando vuelvas trae una
un árbol, vio que una bruja se acercaba, y que madeja de seda; yo tejeré una escalera con
gritaba: ella; una vez esté lista, bajaré y me llevarás
¡Rapunzel, Rapunzel! en tu caballo.
Suéltame tu pelo. Acordaron que hasta que llegara ese
Rapunzel se soltó las trenzas y la bruja momento, él vendría a visitarla todas las
trepó por ellas. “Si esta es la escalera por la noches, ya que la bruja lo hacía durante el día.
que se sube, mañana probaré fortuna”, se dijo. La hechicera no se enteró de nada, hasta
Al día siguiente, al caer la noche, se llegó cuando en una ocasión a Rapunzel se
hasta la torre y gritó: le escapó decir:
¡Rapunzel, Rapunzel! —¿Cómo es posible, Señora Gothel, que
Suéltame tu pelo. usted me pese más al subirla que el hijo del
Inmediatamente el cabello descendió Rey, quien se trepa en un instante?
y el hijo del Rey trepó por él. En un primer —¡Ah, niña perversa! —gritó la bruja—
momento Rapunzel se asustó mucho al ver ¿Qué te oigo decir? ¡Y yo que creía haberte
entrar un hombre, porque jamás había visto apartado del mundo! ¡Tú me las pagarás!
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Muy satisfecho de lo que había hecho, fue a acostarse al lado de su cumplir sus órdenes, subió dispuesto a ayudarla. No se sorprendió menos
mujer. Tan pronto como Pulgarcito oyó roncar al ogro, levantó a sus hermanos que su mujer al ver el horroroso espectáculo:
y les pidió que se vistieran a toda prisa y lo siguieran. Bajaron despacito al —¡Ay! ¿Qué he hecho? ¡Me las pagarán esos desgraciados, y ahora
jardín y saltaron por encima de las tapias. Corrieron casi toda la noche, siempre mismo!
temblando y sin saber adónde iban. Lanzó enseguida un jarro de agua a la cara de su mujer, y cuando ella
No bien se despertó, el ogro dijo a su mujer: volvió en sí, le dijo:
—Ve arriba y arregla los bribonzuelos que pasaron aquí la noche. —Dadme pronto mis botas de siete leguas. Voy a atraparlos.
La ogresa se asombró mucho de la bondad de su marido, sin sospechar Se puso en camino, y luego de haber corrido en todas direcciones, por fin
qué quería decir él con eso de arreglarlos; creía que el ogro se refería a que llegó al sendero por el que marchaban los niños, quienes estaban a escasos
los vistiese. ¡Qué terror sintió cuando al subir vio a sus hijas decapitadas y cien pasos de la casa de sus padres. Los niños vieron al ogro saltar de montaña
bañadas en sangre! en montaña y cruzar ríos como si se tratara de pequeños arroyos. Pulgarcito,
Empezó por desmayarse (el primer recurso de las mujeres en situaciones al ver una roca hueca cerca del lugar donde estaban, se escondió allí con sus
semejantes). El ogro, pensando que su mujer se tomaba demasiado tiempo en hermanos, sin dejar de espiar al ogro.
El ogro, muy cansado del largo camino recorrido inútilmente (pues las
botas de siete leguas fatigan mucho a quien las lleva), quiso descansar, y, por
casualidad, se sentó encima de la roca en la que estaban escondidos los niños.
Como se hallaba muerto de cansancio, se durmió de inmediato; roncaba tan
espantosamente que los niños sintieron el mismo terror que cuando llevaba en
la mano el gran cuchillo para cortarles la garganta.
Pulgarcito no tuvo tanto miedo, y aconsejó a sus hermanos que aprovecharon
que el ogro dormía profundamente para huir a casa, y que no se preocuparan por
él. Los niños siguieron su consejo y muy pronto llegaron a su casa.
Pulgarcito, habiéndose acercado al ogro, le quitó con mucho cuidado las
botas y se las puso al instante. Las botas eran muy grandes y muy anchas; pero
como eran botas mágicas, tenían el don de agrandarse o empequeñecerse
según el pie de quien las calzara, de modo que se ajustaban a sus pies y a sus
piernas como si hubieran sido hechas sobre medida. Se dirigió entonces a la
casa del ogro, donde encontró a la mujer llorando amargamente la pérdida de
sus hijas degolladas.
—Vuestro marido —le dijo Pulgarcito— corre un gran peligro; ha caído en
manos de una banda de ladrones, quienes han jurado matarlo si no les entrega
todo su oro y toda su plata. En el momento en que ya le tenían puesto el cuchillo
en la garganta, me vio y me pidió que viniera a avisaros de la situación en que 29
se encuentra, y a pediros que me déis todo lo que tengáis de valor, sin guardar
nada, pues de lo contrario lo matarán sin misericordia. Como la cosa era tan
urgente, me ha prestado sus botas de siete leguas, como podéis ver; y también
para que no creáis que soy un impostor.
La buena mujer, muy asustada, le dio todo
lo que tenía, pues el ogro, aunque comía niños
pequeños, no dejaba de ser un buen marido.
Pulgarcito, cargando con todo el dinero del
ogro, regresó a casa de sus padres, donde fue
recibido con mucha alegría.