Resumen Constitución Sacrosanctum Concilium

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INFORME DE LECTURA DE LA CONSTITUCIÓN DOGMÁTICA

SACROSANCTUM CONCILIUM

MATERIA: INTRODUCCIÓN A LA LITURGIA


PROFESOR: JULIÁN ANDRÉS VARGAS PENAGOS, PBRO.
CURSO: PROPEDÉUTICO - 2020
NOTA: ____________

INTRODUCCIÓN (Nº 1 – 4)
La Constitución Sacrosanctum Concilium es ciertamente uno de los documentos del
Concilio Vaticano II que nos habla de una renovación de la vida litúrgica de la Iglesia a la
vez que fomentarla, en continuidad con la Tradición viva de la Iglesia, a fin de que todos
los bautizados podamos participar de ella con mayor provecho espiritual.
En la S.C., se destacó de manera singular el valor central que la liturgia tiene en la vida de
la Iglesia y en la vida de todo cristiano. Sobre todo de la Eucaristía, en la que Cristo mismo
se hace presente como sumo sacerdote y víctima de la nueva alianza. Fue promulgada el 5
de diciembre de 1963. Por el Papa Pablo VI
CAPITULO I
PRINCIPIOS GENERALES PARA LA REFORMA Y FOMENTO DE LA
SAGRADA LITURGIA (Nº 5 – 46)
Naturaleza De La Sagrada Liturgia Y Su Importancia En La Vida De La Iglesia (Nº 5 –
13)
Dios, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad
(1Tim 2,4), habiendo hablado antiguamente en muchas ocasiones y de diferentes maneras a
nuestro padres por medio de los profetas (Heb 1,1), cuando llegó la plenitud de los tiempos,
envió a su hijo para evangelizar a los pobres y curar a los arrepentidos de corazón, como
“medico corporal y espiritual”, Mediador entre Dios y los hombres. Su humanidad, unidad
a la persona del Verbo, fue el instrumento de nuestra salvación. En Cristo “se realizó
plenamente nuestra reconciliación y se nos dio la plenitud del culto divino”
Como Cristo fue enviado por el Padre, él mismo envió también a los apóstoles para que
realizaran la obra de la salvación que anunciaban mediante el sacrificio y los sacramentos
en torno a los cuales gira toda la vida litúrgica. El mismo día de Pentecostés, en el que la
Iglesia se mostró al mundo, los que recibieron la palabra de Pedro fueron bautizados. Desde
entonces, la Iglesia nunca ha dejado de reunirse para celebrar el ministerio pascual; leyendo
“cuanto a él se refiere en toda la Escritura” (Lc 24,27), celebrando la Eucaristía, en la que
“se hace de nuevo presente la victoria y el triunfo de su muerte”, y dando gracias al mismo
tiempo a Dios por el don inefable.
Para llevar a cabo una obra tan grande, Cristo está siempre presente en su Iglesia,
principalmente en los actos litúrgicos. Está presente en el sacrificio de la misa, en los
sacramentos, en su palabra y cuando la Iglesia suplica y canta Salmos. Toda celebración
litúrgica por ser obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es acción
sagrada por excelencia cuya eficacia, con el mismo título y en el mismo grado, no iguala
ninguna otra acción de la Iglesia.
En la liturgia terrena pregustamos y participamos en la liturgia celeste que se celebra en la
ciudad santa, hacia la que nos dirigimos como peregrino, Jerusalén.
La sagrada liturgia no agota toda la acción de la Iglesia, pues antes de que los hombres
puedan acceder a la liturgia es necesario que sean llamados a la fe y a la conversión (Rom
10, 14 - 15). Por ello la Iglesia anuncia el mensaje de salvación a los no creyentes para que
todos conozcan al único Dios verdadero y a su enviado Jesucristo y se conviertan de sus
caminos haciendo penitencia. Los cristianos aunque no son de este mundo, son luz del
mundo y glorifican al Padre ante los hombres.
La liturgia es la cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente
de donde mana toda su fuerza. Los trabajos apostólicos se ordenan a que todos participen
en el sacrificio y coman la cena del Señor.
La renovación de la alianza del Señor con los hombres en la Eucaristía enciende y arrastra a
los fieles al urgente amor de Cristo. Por consiguiente, de la liturgia, sobre la Eucaristía,
mana hacia nosotros, como de una fuente, la gracia y con la máxima eficacia se obtiene la
santificación de los hombres en Cristo y la glorificación de Dios, a la que tienden todas las
demás obras de la Iglesia como a su fin.
Necesidad De Promover La Educación Litúrgica Y La Participación Activa (Nº 14 – 20)
La Madre Iglesia desea ardientemente que se lleve a todos los fieles a la participación
plena, consciente y activa en las celebraciones litúrgicas, a la que tiene derecho y
obligación, en virtud del bautismo; es indispensable que se provea, antes que nada, a la
formación litúrgica del clero.
Los pastores de almas deben fomentar con diligencia y paciencia la educación litúrgica, así
como la participación activa de los fieles, interna y externa, según su edad, condición,
género de vida y grado de cultura religiosa.
Reforma De La Sagrada Liturgia (Nº 21 – 40)
Para que el pueblo cristiano obtenga mayor con seguridad la abundancia de sus gracias, la
liturgia consta de una parte inmutable, por ser de institución divina, y de partes sujetas a
cambio que, en el curso de los tiempo, pueden o incluso deben variar, si acaso se hubieran
introducido en ellas elementos que responden o no adecuadamente a la naturaleza intima de
la misma liturgia o han llegado a ser menos apropiados. Es necesario ordenar los textos y
ritos de tal modo que expresen con mayor claridad las cosas santas que significan y, en la
medida de lo posible, el pueblo cristiano pueda percibirlas fácilmente y participar en la
celebración plena y activa, propia de la comunidad.
 Normas generales: la reglamentación de la sagrada liturgia compete únicamente a la
autoridad de la Iglesia; ésta reside en la Sede Apostólica y, en la medida que determine
la ley, en los obispos; nadie más, aunque sea sacerdote, debe añadir o cambiar nada en
la liturgia por iniciativa propia; evítese también que existan diferencias notables de
ritos entre zonas limítrofes. La importancia de la Sagrada Escritura en la celebración de
la liturgia es máxima, es necesario promover aquel afecto suave y vivo a la Sagrada
Escritura del que da testimonio la venerable tradición de los ritos tanto orientales como
occidentales. Revísense, cuanto antes, los libros litúrgicos.

 Normas derivadas del carácter de la Liturgia como acción jerárquica y


comunitaria: las acciones litúrgicas no son privadas, sino celebraciones de la Iglesia,
pertenecen a todo el Cuerpo de la Iglesia, pero afectan a cada miembro de este Cuerpo
de manera diferente, según la diversidad de órdenes, funciones y participación actual;
cada cual, ministro o fiel, al desempeñar su oficio, debe hacer todo y sólo aquello que
le corresponde según la naturaleza de la acción y las normas litúrgicas; acólitos,
lectores, comentadores y los que pertenecen a la schola cantorum desempeñan un
auténtico ministerio litúrgico, por tanto deben ejercer su oficio con la piedad sincera y
el orden que tanto convienen a un ministerio tan grande. Por eso estén profundamente
penetrados del espíritu de la liturgia y sean instruidos para cumplir su función debida y
ordenadamente. Debe guardarse también a su debido tiempo el silencio sagrado. En la
liturgia no se hará acepción de personas.

 Normas derivadas del carácter didáctico y pastoral de la liturgia: En la liturgia Dios


habla a su pueblo: Cristo sigue anunciando el Evangelio, el pueblo responde a Dios con
cánticos y oraciones; se cumplirá con toda fidelidad y exactitud el ministerio de la
predicación. Este debe tener como fuentes principales la Sagrada Escritura y la liturgia,
ya que es un anuncio de las maravillas de Dios en la Historia de la Salvación, en los
lugares que carecen de sacerdote la celebración será dirigida por un diácono u otro
delegado por el obispo. La traducción del texto latino a la lengua materna que haya de
usarse en la liturgia debe ser aprobada por la competente autoridad eclesiástica
territorial.

 Normas para llevar a cabo la adaptación (de la liturgia) a la mentalidad y


tradiciones de los pueblos: Salvada la unidad sustancial del rito romano, cuando se
revisen los libros litúrgicos debe dejarse un margen para las legítimas diferencias y
adaptaciones a los diversos grupos, regiones y pueblos, sobre todo en las misiones, y se
tendrá en cuenta oportunamente esto al establecer la estructura de los ritos y las
rúbricas.
Fomento De La Vida Litúrgica En La Diócesis Y En La Parroquia (Nº 41 – 42)
El obispo no puede presidir personalmente a toda la grey en su Iglesia, siempre y en todas
partes, por eso, necesariamente debe constituir comunidades de fieles, entre las que
destacan las parroquias, distribuidas localmente bajo un pastor que hace las veces de
obispo. Por tanto, se ha de fomentar teórica y prácticamente entre los fieles y el clero la
vida litúrgica parroquial y su relación con el obispo, y hay que trabajar para que florezca el
sentido de comunidad parroquial, sobre todo en la celebración común dominical.
Fomento De La Acción Pastoral Litúrgica (Nº 43 – 46)
Conviene que la autoridad eclesiástica territorial instituya una Comisión Litúrgica en la que
colaborarán especialistas en la ciencia litúrgica, ayudará a esta Comisión, en la medida de
lo posible, un Instituto de Liturgia Pastoral compuesto de miembros eminentes en esta
materia. A esta Comisión corresponderá dirigir la acción pastoral litúrgica dentro de su
jurisdicción y promover los estudios.
CAPITULO II
EL SACROSANTO MISTERIO DE LA EUCARISTÍA (Nº 47 – 58)
Deben simplificarse los ritos, conservando con cuidado la sustancia, se recomienda
encarecidamente la homilía como parte de la misma liturgia; en “la oración común” o “de
los fieles” se hagan peticiones por la santa Iglesia, por los gobernantes, por los que sufren
cualquier necesidad, por todos los hombres y por la salvación del mundo entero. Debe
preocuparse que los fieles sean también capaces de recitar o de cantar juntos, en lengua
latina. La liturgia de la palabra y la liturgia eucarística, están tan estrechamente unidas entre
sí, que constituyen un único acto de culto. Cada sacerdote debe tener siempre la posibilidad
de celebrar la misa individualmente; pero no al mismo tiempo en la misma Iglesia.
CAPITULO III
LOS DEMÁS SACRAMENTOS Y LOS SACRAMENTALES (Nº 59 – 82)
Los sacramentos están ordenados a la santificación de los hombres, a la edificación del
Cuerpo de Cristo y, en definitiva, a dar culto a Dios, no sólo suponen la fe, también la
fortalecen, la alimentan y la expresan con palabras y acciones y sobre todo confieren la
Gracia.
Los sacramentales son signos sagrados con los que, imitando de alguna manera a los
sacramentos, se expresan efectos, sobre todo espirituales, obtenidos por la intercesión de la
Iglesia. Para ello restáurese el catecumenado de adultos destinado a la adecuada
instrucción.
La extremaunción, no es un sacramento sólo para aquellos que están a punto de morir.
Celébrese habitualmente el matrimonio dentro de la misa, después de la lectura del
evangelio y de la homilía, antes de la oración a los fieles. Y por último que también es
laudable que la profesión religiosa se haga dentro de la misa.
CAPITULO IV
EL OFICIO DIVINO (Nº 83 – 101)
La Iglesia alaba a Dios sin interrupción e intercede por la salvación del mundo entero.
Cuando los sacerdotes y los que han sido destinados a esta tarea por la Iglesia, o los fieles
juntamente con el sacerdote, oran en la forma establecida, entonces realmente es la voz de
la misma Esposa la que habla al Esposo; más aún, es la oración de Cristo, con su mismo
Cuerpo al Padre; orad sin interrupción (1 Tes 5,17), pues sólo puede dar eficacia y
crecimiento a la obra en que trabajan el Señor, que dijo : Sin mí no podéis hacer nada (Jn
15,15). Ayuda mucho, tanto para santificar realmente el día como para recitar las mismas
Horas con provecho espiritual, que en el rezo de las Horas se observe el tiempo que más se
aproxime al tiempo natural de casa hora canónica.
Siendo el Oficio Divino la voz de la Iglesia, es decir, de todo el Cuerpo místico que alaba
públicamente a Dios, se recomienda que los clérigos no obligados al coro, y sobre todo los
sacerdotes que vivan en comunidad o estén reunidos recen al menos una parte del Oficio
Divino en común.
Los pastores de almas deben procurar las Horas principales, sobre todo las Vísperas, los
domingos y fiestas solemnes, se celebren en la Iglesia comunitariamente. Se recomienda
que también los mismos laicos reciten el Oficio Divino, bien con los sacerdotes o reunidos
entre sí, e incluso solos.
CAPITULO V
EL AÑO LITÚRGICO (Nº 102 – 111)
En el ciclo del año se desarrolla todo el ministerio de Cristo, al conmemorar así los
misterios de la redención, abre la riqueza de las virtudes y de los méritos de sus Señor, de
modo, durante todo tiempo, a los fieles para que los alcancen y se llenen de la gracia de la
salvación. En la celebración de este ciclo anual de misterios de Cristo, la santa Iglesia
venera con especial amor a la bienaventurada Madre de Dios, La virgen María unida con un
vínculo indisoluble a la obra salvadora de su Hijo.
Además la Iglesia introdujo en el ciclo del año las memorias de los mártires y de los demás
santos que, llevados a la perfección por medio de la multiforme gracia de Dios y habiendo
ya la salvación eterna, entonan la perfecta alabanza a Dios en los cielos e interceden por
nosotros, propone a los fieles sus ejemplos, que atraen a todos por medio de Cristo al padre
y por sus méritos implora los beneficios de Dios.
En diversos tiempos del año, de acuerdo con las enseñanzas tradicionales, la Iglesia
completa la formación de los fieles mediante ejercicios de piedades espirituales y
corporales: la instrucción, la plegaria, la penitencia y las obras de misericordia.
CAPITULO VI
LA MUSICA SAGRADA (Nº 112 – 121)
Destaca la importancia que la música sacra tiene para la celebración. La constitución
ofrece criterios globales para comprender el significado de la música sacra en la acción
litúrgica y su aporte en el ámbito de la celebración. El valor de la música nace del hecho de
que ella se expresa esencialmente bajo la forma del canto. Se alienta la participación de los
fieles a través del canto. Se recuerda la importancia del canto gregoriano en la tradición de
la Iglesia romana, aunque sin excluir otras formas de canto, a la vez que 
se fomenta el canto religioso popular.
CAPITULO VII
EL ARTE Y LOS OBJETOS SAGRADOS (Nº 122 – 130)
«El arte y los objetos sagrados». Se resalta la función del arte al servicio de la liturgia
y, concretamente, de las celebraciones. A través de la belleza, el arte se inserta en el
dinamismo celebrativo elevando el ánimo del hombre para la glorificación de Dios. La
Constitución ofrece una amplia y confiada apertura a la libertad y originalidad expresivas
en el arte, pero siempre en el respeto y salvaguarda de la sacralidad.

JUAN DANIEL ECHEVERRY ARAMBURO


14 / FEBRERO / 2020

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