Bolívar El Delirio de América PDF

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Bolívar:

el delirio de América
Luis Britto García

Colección
Herederos de Bolívar
Bolívar:
el delirio de América
Luis Britto García

Colección
Herederos de Bolívar
Colección: Herederos de Bolívar Nicolás Maduro Moros
Ediciones MinCI Presidente de la República Edición y corrección de textos
Bolivariana de Venezuela Luis Manuel Alfonso y Saira Arias
Ministerio del Poder Popular Jorge Rodríguez Diseño de colección
para la Comunicación e Información Vicepresidente Sectorial Saira Arias
Final Bulevar Panteón, Torre Ministe- de Comunicación y Cultura (E) Diagramación
rio del Poder Popular para la Comu- Estela Ríos
nicación e Información. Parroquia Viceministra de Planificación Depósito Legal: DC2019001656
Altagracia, Caracas-Venezuela. Comunicacional ISBN:
Teléfonos (0212) 802.83.14 / 83.15 Kelvin Malavé
Rif: G-20003090-9 Director General de Producción Edición digital en la República
de Contenidos Bolivariana de Venezuela
Saira Arias Díaz Caracas, octubre de 2019
Directora de Publicaciones

Octubre de 2019
Nota Editorial

L a Colección Herederos de Bolívar nace para conmemorar la obra


y pensamiento de nuestro Libertador, a través de quienes le han
leído, es decir, nosotros, que somos parte de ese género humano, fruto
del mestizaje. Reconocemos así la importancia del inmenso legado de
integración y búsqueda por construir un mundo mejor.
Esta oportuna iniciativa muestra los ideales libertarios y
revolucionarios presentes en las constantes reflexiones del Libertador,
que aún se mantienen en la Venezuela actual. Y sin duda, sirven como
modelo reformador para nuestra sociedad.
Sus ideales se integran al país por medio de una columna firme de
sabiduría, basada en la ciencia de crear y conservar el referido ideario
de libertad que permita al pueblo comprender la importancia histórica
y política de esta Patria.

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Colección
Herederos de Bolívar

E n la erudita tarea de desarmar y volver a armar todos los aspectos


de la vida de Bolívar siempre sobra una pieza. El análisis historio-
gráfico ha calibrado el justo lugar que ocupan en ese mecanismo las
semblanzas del dandy que lanza la moda de un sombrero en Europa, el
militar que declara la Guerra a Muerte, el hacendista que reserva la ri-
queza del subsuelo para la propiedad de la nación, el educador que se
reconoce criatura de un utopista y el político que diseña el equilibrio
de las fuerzas de un continente que a su vez servirá de contrapeso al
mundo. Esa investigación no ha podido nunca integrar en la estructu-
ra al visionario que escribe “Mi delirio sobre el Chimborazo”.

Texto inflado de prosa romántica según unos, divertimento inexpli-


cable para otros, el Delirio no cabe en ninguna de las casillas en que
los especialistas han querido fragmentar a Bolívar. Pero justamente
por esta irreductibilidad es la pieza que lo explica todo, el centro que
coordina las misteriosas relaciones entre las partes.

La vastedad americana, la multitud de los orígenes culturales del


Mundo Nuevo podían, en efecto, asegurar la inevitabilidad de estra-
tegas capaces de coronar la Campaña Admirable, de filósofos aptos
para vislumbrar los grandes lineamientos del destino de un mundo y
negociadores con habilidad para resolver a su favor la entrevista de
Guayaquil. Lo que no se explica en modo alguno es que tantas y tan ex-
cluyentes modalidades del ser concurrieran en la misma persona. La
lectura del Delirio nos permite transponer, literalmente, los umbrales
del abismo que separa y a la vez reúne tantos rostros diversos.

Concisamente, el Delirio narra la anécdota de un hombre que as-


ciende una cima hasta entonces no hallada por la planta humana, para
depositar en ella la enseña de su causa política, su poder, su gloria.
Toda montaña es, simbólicamente, punto de encuentro entre la verti-
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[Luis Britto García] BOLÍVAR: EL DELIRIO DE AMÉRICA

calidad del espíritu y la solidez de la materia, confluencia entre cielo


y tierra, lugar donde la variedad y la vastedad de las determinaciones
del universo sensible ascienden y a la vez se reducen a la unidad de la
cumbre. También, montaña es límite del espacio, fin de toda ascensión
y de todo camino. Por el abrupto término que opone a todo avance, la
cima de un pico propone el comienzo de otra dimensión: la del tiempo.

Si la historia del hombre es la de un animal que se hace preguntas


sobre el tiempo, ello es porque éste no cesa de plantearle acertijos.
Así como la cumbre evoca al tiempo, a su vez plantea al narrador –a
todo narrador– los asfixiantes enigmas de si el universo es algo, si los
instantes que los humanos llaman siglos pueden medir los sucesos, si
el mundo entero no es menos que un punto en presencia del infinito.

En un viejo mito griego, un hombre fue enfrentado con acertijos si-


milares por otro fantasma, y la solución de ellos –que se refería siem-
pre a la transitoriedad del instante– produjo la muerte del fantasma,
y abrió al hombre el camino que lleva al poder y a renegar de la vista.

En nuestra cortante mitología americana, por el contrario, el viaje-


ro viene desde el poder, y los enigmas, lejos de destruir el fantasma del
tiempo, lo invitan, colocándolo desde ya en el centro de una mirada
capaz de abarcar de un guiño los rutilantes astros, los soles infinitos.
Si el arcaico mito griego redime el pecado del poder en la anestesia de
la ceguera, la epifanía americana lo martiriza en el tormento de la luz,
de la cual son metáforas y a la vez espejos las referencias del héroe
a los cristales eternos que circuyen el Chimborazo, y también aquel
inmenso diamante que le servía de lecho. Visión y luz acaecen aun con
los párpados cerrados: dentro de ellas concluyen pasado, presente y
futuro: la perfección de su horror consiste en que a través de ellas se
vislumbra la presencia absoluta de la nada.
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Colección
Herederos de Bolívar

Si en la aurora de la historia de Occidente un hombre perfo-


ró sus ojos para no contemplar lo insoportable, en la alborada de
América otro hombre, inundado por la más arrasadora luz, todavía
abre sus párpados para superponer a la claridad insoportable el
transitorio vértigo de la voz de Colombia, el trajinar de los bata-
llones, la miseria fisiológica y la muerte solitaria. Los pasos de esta
última gesta se aprecian con justeza si se sabe que cada uno de
ellos fue dado sobre el vacío, y en cierta manera contra y dentro
de él. La penetración de esta mirada que verificaba exactamente el
estado de las cabalgaduras y la metálica intendencia de la artillería
y el secarse de la tinta en la sentencia de muerte se puede ahora
juzgar sabiendo que al mismo tiempo veía en todos ellos el espacio
que encierra la materia.

El salón del dandy y el lomo de la bestia indómita y el gabinete del


dictador y el lecho de amor y el de la agonía que con escrupuloso uti-
litarismo citó para enfatizar proclamas no fueron entonces más que
concreciones superpuestas al desierto de tal espacio. El hombre, o la
muchedumbre de hombres que peregrinaron dentro de ese ámbito
fueron asombrosas consolidaciones de una voluntad capaz de evocar
y materializar cualquier forma contra el telón de fondo del vacío.

La crónica rememora profundos desalientos del Libertador. No le


fueron nunca impuestos por los hechos: sus adversarios lo sabían infi-
nitamente más peligroso vencido que vencedor.

Si se quejó de haber arado en el mar, aun habiendo surcado la his-


toria con un tajo imborrable, fue porque la luz insoportable lo hizo
consciente de la levedad de todo paso humano en los piélagos de la
eternidad. Porque sabía la nulidad de todos los gestos pudo asumirlos
eficazmente. También, el que le encomienda el fantasma del tiempo
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[Luis Britto García] BOLÍVAR: EL DELIRIO DE AMÉRICA

antes de desaparecer: No escondas los secretos que el cielo te ha re-


velado; di la verdad a los hombres.

Esta acre y fiel verdad está más allá de los archivos y de los ono-
másticos. Nuestra peculiar ceguera nos ha hecho creer en una Amé-
rica determinada por los sablazos de los chafarotes y los salivajos de
los demagogos. La transparencia de un texto que nadie acepta nos
hace comprender que la batalla y quizá el momento más importante
de América tuvieron lugar silenciosamente, en el discreto momento
en que un viajero adivinó los límites del hombre y los trascendió afe-
rrándose lúcidamente a los despreciables juegos propios de un hom-
bre o de un viejo, de un niño o de un héroe. Ese instante que acontece
siempre y dura perennemente cada vez que uno de los peregrinos del
tiempo es herido por la luz y comienza a consumirse encendido, como
lo dice el propio Delirio, de un fuego extraño y superior.

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Colección
Herederos de Bolívar

ANEXO
DOCUMENTO 7032.
“MI DELIRIO SOBRE EL CHIMBORAZO”,
escrito por bolívar presumiblemente en loja
o en riobamba el año 1822.*

Y o venía envuelto con el manto de Iris, desde donde paga su tribu-


to el caudaloso Orinoco al Dios de las aguas. Había visitado las
encantadas fuentes amazónicas, y quise subir al atalaya del Universo.
Busqué las huellas de La Condamine y de Humboldt; seguilas audaz,
nada me detuvo; llegué a la región glacial, el éter sofocaba mi aliento.
Ninguna planta humana había hollado la corona diamantina que pu-
sieron las manos de la Eternidad sobre las sienes excelsas del domi-
nador de los Andes. Yo me dije: este manto de Iris que me ha servido
de estandarte, ha recorrido en mis manos sobre regiones infernales;
ha surcado los ríos y los ma­res; ha subido sobre los hombros gigantes-
cos de los Andes; la tierra se ha allanado a los pies de Colombia, y el
tiempo no ha podido detener la marcha de la Libertad. Belona ha sido
humilla­da por el resplandor de Iris, ¿y no podré yo trepar sobre los
cabe­llos canosos del gigante de la tierra? Sí podré! Y arrebatado por
la violencia de un espíritu desconocido para mí, que me parecía divino,
dejé atrás las huellas de Humboldt, empañando los cristales eternos
que circuyen el Chimborazo. Llego como impulsado por el genio que
me animaba, y desfallezco al tocar con mi cabeza la copa del firma-
mento: tenía a mis pies los umbrales del abismo.

Un delirio febril embarga mi mente; me siento como encendido por


un fuego extraño y superior. Era el Dios de Colombia que me poseía.

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[Luis Britto García] BOLÍVAR: EL DELIRIO DE AMÉRICA

De repente se me presenta el Tiempo. Bajo el semblante venerable


de un viejo cargado con los despojos de las edades: ceñudo, inclinado,
calvo, rizada la tez, una hoz en la mano. . .

“Yo soy el padre de los siglos, soy el arcano de la fama y del secreto,
mi madre fue la Eternidad; los límites de mi imperio los señala el Infini-
to; no hay sepulcro para mí, porque soy más poderoso que la muerte;
miro lo pasado, miro lo futuro, y por mis manos pasa lo presente. ¿Por
qué te envaneces, niño o viejo, hombre o héroe? ¿Crees que es algo
tu Universo? ¿Que levantaros sobre un átomo de la creación, es ele-
varos? ¿Pensáis que los ins­tantes que llamáis siglos pueden servir de
medida a mis arcanos? ¿Imagináis que habéis visto la Santa Verdad?
¿Suponéis locamente que vuestras acciones tienen algún precio a mis
ojos? Todo es menos que un punto a la presencia del Infinito que es mi
her­mano”.

Sobrecogido de un terror sagrado, “¿cómo, ¡oh Tiempo! —respon-


dí— no ha de desvanecerse el mísero mortal que ha subido tan alto?
He pasado a todos los hombres en fortuna, porque me he elevado so-
bre la cabeza de todos. Yo domino la tierra con mis plantas; llego al
Eterno con mis manos; siento las prisiones in­fernales bullir bajo mis
pasos; estoy mirando junto a mí rutilan­tes astros, los soles infinitos;
mido sin asombro el espacio que en­cierra la materia, y en tu rostro leo
la Historia de lo pasado y los pensamientos del Destino”.

“Observa —me dijo—, aprende, conserva en tu mente lo que has


visto, dibuja a los ojos de tus semejantes el cuadro del Universo físico,
del Universo moral; no escondas los secretos que el cielo te ha revela-
do: di la verdad a los hombres”.

La fantasma desapareció.
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Herederos de Bolívar

Absorto, yerto, por decirlo así, quedé exánime largo tiempo, ten-
dido sobre aquel inmenso diamante que me servía de lecho. En fin,
la tremenda voz de Colombia me grita; resucito, me incorporo, abro
con mis propias manos los pesados párpados: vuelvo a ser hombre, y
escribo mi delirio.

SIMÓN BOLÍVAR

* No conocemos el original. La copia más antigua está fechada en Loja, el 13


de octubre de 1822. La falta del original ha dado motivo para que algunos
historiadores duden de la autenticidad del escrito. Sin embargo, en el lado
opuesto se encuentran voces muy autorizadas que sostienen que el “Delirio”
es obra indiscutible de Bolívar, entre otros, Vicente Lecuna, Ángel Grisanti,
Edoardo Crema, Isaac J. Barrera y Pedro Grases.

Acerca del sitio en donde el Libertador compuso esa hermosa página


—¿Riobamba o Loja?—, ver: Mario Briceño Perozo “La cuna de Mi delirio sobre el
Chimborazo”, en El Bolívar que llevamos por dentro, Editora Venegráfica, C.A.,
2a. Ed. Caracas, 1968, págs. 329-335.

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Bibliografía

Brito García, L ( 2010). El pensamiento del libertador economía y


sociedad. Caracas, Venezuela: Banco Central de Venezuela.

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Colección
Herederos de Bolívar

BOLÍVAR: EL DELIRIO DE AMÉRICA


En este texto el autor se pasea por simbologías para relatar el famoso
poema del libertador y sus significados: “el Delirio narra la anécdota
de un hombre que asciende una cima hasta entonces no hallada por la
planta humana, para depositar en ella la enseña de su causa política,
su poder, su gloria”.

LUIS BRITTO GARCÍA


(CARACAS EN 1940)
Narrador, ensayista, dramaturgo, dibujante, explorador submarino,
autor de más de 70 títulos. En narrativa destacan Rajatabla (Premio
Casa de las Américas 1970) Abrapalabra, (Premio Casa de las Amé-
ricas 1969). En teatro, La misa del Esclavo (Premio Latinoamericano
de Dramaturgia Andrés Bello 1980), El Tirano Aguirre (Premio Muni-
cipal de Teatro1975), Venezuela Tuya (Premio de Teatro Juana Sujo en
1971). Con Me río del mundo obtuvo el Premio de Literatura Humorís-
tica Pedro León Zapata. Como ensayista publicó La máscara del poder
en 1989 y El Imperio contracultural: del Rock a la postmodernidad, en
1990, Elogio del panfleto y de los géneros malditos en el año 2000 y El
Verdadero venezolano en el año 2017; Es ganador del Premio Nacional
de Cultura en Literatura.
 

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