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y espacio
Símbolos y metáforas, representación
y expresividad de las culturas
Honorio M. Velasco Maíllo
/
~ Ramón Areces
Reservados todos los derechos .
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por ningún procedimiento electrónico o mecánico, incluyendo fotoco-
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y sistema de recuperación, sin permiso escrito de Editorial Centro de
Estudios Ramón Areces, S.A.
ISBN-13: 978-84-8004-755-5
Depósito legal: M-8417-2007
PRESENTACIÓN....... ................................................................................ 11
Tema 1
ANTROPOLOGÍA DEL CUERPO
ÍNDICE 7
La circuncisión ...................................................................................... . 88
Circuncisión judía ........................................................................... . 89
La circuncisión aborigen ................................................................. . 93
Circuncisión femenina ..................... ... ........... ...................... ......... ...... .. . 102
La piel, donde labrar el cuerpo ........................................................ ..... . 109
Tatuaje ................................................................................................... . 113
Tatuaje carcelario ............................................................................ . 116
Tatuaje primitivo ... ....... ...... ....... ... ....... ....... ...................................... . 121
La piel social ......................................................................................... . 127
La piel antisocial .............. ................................... ................. ... .......... .... . 134
8 CUERPO Y ESPACIO
Cuerpo 6. HACIA UNA ANTROPOLOGÍA DEL CUERPO. EL CUER-
PO COMO SUJETO, OBJETO E INSTRUMENTO. UNA
MEDIACIÓN PARADÓJICA. III ............................................ 241
El cuerpo como sujeto .... . .. .. . .. .. .. .. .. ... .. .. .. .. ... .. ..... .. .. .. .. .. .. .. . .. .. ..... .. ... .. .. . 241
Teorías sobre el cuerpo................................................................... ....... 242
Cuerpo, realeza y capitalismo.......................................................... 250
Posesiones y pasiones............................................................................ 253
Tema II
ANTROPOLOGÍA DEL ESPACIO
ÍNDICE 9
Calendarios...... ......... ........... ....... ...... ....... ...................... ...... .. ... ........ 357
Proyecciones espaciales del tiempo................................................. 363
Cronotopos..... ... .. ....... ..... .... .... ....... ............... ... ...... ......... .. .. ................ .. . 367
Cronotopos primitivos y cronotopos modernos ... ... ... ... .......... ...... .... 370
Espacio 4. LUGARES .......... ..... ........ ........ ............ .. .... ....... ....................... 379
Lugares y no lugares...... ................................. .... ..... .... ......... ....... .... .... .. 379
Topías ... ................... ..................... ............... ........... ....... ........ ...... ...... ..... 386
La casa.. ................. ....... .... ...... ............... ................. ....... ........ ....... .. .. 389
Casa y reclusión ............................................................................... 393
La casa como sujeto social... .... ........... ..... .... .. ........ .... ......... ...... ....... 397
La calle ....................................................... ...................................... 407
La plaza............................................................................. ............... 412
La plaza y la fiesta............................................................................ 417
El mercado........................................................................................ 421
Heterotopías y utopías ............. .. .. ....... .. .. .. ..... ...... ..... ......... .. ........... .... ... 425
Los lugares de la educación...................... ... ........ .... ........................ 432
Los lugares de los muertos............................................................... 435
CODA......................................................................................................... 449
BIBLIOGRAFÍA DEL TEMA II .. .................... .. ... .... ......... ...... ........... ...... 451
1Q CUERPO Y ESPACIO
_.
PRESENTACION
PRESENTACIÓN 11
En todo caso la propuesta es una aproximación etnográfica para pensar los
símbolos relacionados con todo eso, pues tal vez es más atractivo que volver a
re-escribir una historia de las ideas entorno a ellos.
Con toda seguridad la propuesta de una aproximación etnográfica hará evi-
dentes las carencias de este libro. Faltan muchos más datos etnográficos. Pero eso
debiera alentar a buscarlos en la abundante bibliografía. Y si contribuye la lectu-
ra de éstos a esa búsqueda habrá que asumirlo: ¡Este libro es muy limitado!
Además, los temas aquí sugeridos posiblemente despierten interés por otros simi-
lares. Y si es así y se persiguiera su estudio se habrá cumplido uno de los objeti-
vos básicos: el situar a los lectores en una dirección prometedora de formación
como antropólogos.
La lista de agradecimientos tendría que ser muy larga. A unos porque nos
despertaron el interés hacia determinados problemas, a otros porque nos guiaron
a través del laberinto del conocimiento, a otros porque nos estimularon a la refle-
xión incluso aun cuando condujera hacia la perplejidad, a otros porque apuntaron
certeramente hacia las cuestiones centrales y a otros también porque nos enseña-
ron a encontrar disfrute entreteniéndonos con las intranscendentes. Todos ellos
maestros, colegas, y algunos las dos cosas a la vez y, además, amigos.
Y agradecimiento hacia aquellos con quienes compartimos el descubrimiento
de horizontes, el trabajo esforzado de la lectura etnográfica, el apasionamiento por
la reflexión. Y también hacia los que mostraron dudas, incomprensión, a veces
desdén. Todos ellos alumnos, también colegas. Y algunos además amigos.
Escribir es vivir y los agradecimientos tienen que llegar hacia aquellos que
fueron ejemplares en la hospitalidad (en particular los profesores Stanley
Brandes en Berkeley y Carol Greenhouse en Bloomington y hacia el Department
of Communication and Culture de esa misma universidad), y hacia aquellos
otros que mantuvieron fielmente la reciprocidad en la distribución de las tareas
del Departamento. Y hacia mi familia, los que se fueron, los que están y los que
están por llegar. Gracias a todos ellos por haber hecho que la vida siga y la escri-
tura también.
12 CUERPO Y ESPACIO
,
INTRODUCCION
Símbolos con los que vivimos
El intento de definir los símbolos es muy loable, aunque reserva una recom-
pensa descorazonadora. Tal vez lo mejor de los símbolos no sea definible y parte
de su atracción esté en que siendo aparentemente frágiles e inconsistentes mue-
ven y conmueven con enorme fuerza a las sociedades humanas. Tumer (Victor)
animó a su estudio concluyendo su ensayo de revisión de 1975 con una frase que,
pese a lo que promete, más que otra cosa debiera parecer ingenua: "Dominamos
al mundo mediante signos y a nosotros mismos mediante símbolos". Y efectiva-
mente muchos los han imaginado como una fuente de poder, pero mientras que
unos se tienen como dominadores, otros se han considerado "servidores" de
ellos. De todos modos y pese a que podría hacer que se tomara el intento de defi-
nición con toda la responsabilidad, las cuestiones centrales puede que no se
resuelvan tan sólo con eso.
Hay toda una selva de definiciones de símbolos. Lo cual habla sobre todo de
la especial inclinación hacia ellos que se ha mantenido durante muchos siglos de
tradición intelectual occidental. Apenas se ha entrado en analizar qué entienden
otras sociedades humanas por estos tales instrumentos de "dominio". Es posible
que a algunas les resulte muy extraño concebirlos así y ni si quiera les parezca
aceptable que lo que se tenga que destacar de ellos es que ejercen dominio. A
menudo se han empleado para definir a la especie humana, horno symbolicus. K.
Burke (1989) entre otros. Eso implica ser creador, fabricante de símbolos, mani-
pulador, habituado a ellos, etc. Pero tiene interés recoger los otros aspectos que
Burke añade en la definición de hombre: inventor de la negativa, separado de la
condición natural por los instrumentos que él mismo fabrica, movido por un sen-
tido de orden, obsesionado por la perfección. Estos no son sólo rasgos de singula-
ridad, sino que a diferencia de otros planteamientos, éste subraya la necesidad de
contemplar la manipulación de símbolos no como característica única, singular,
INTRODUCCIÓN 13
sino ligada a otras. Que los símbolos tengan algo de negación, de separación del
mundo natural, de sentido de orden y de ansia de perfección puede quedar como
una sugerencia.
En la selva de las definiciones hay mucha confusión y bastante decepción,
hasta el punto de pasar de confiar a los símbolos el papel central y común en la
explicación del comportamiento social en los tiempos clásicos de las ciencias
sociales a la propuesta decidida de desmantelar las teorías que se han entramado
en torno a ellos y abandonar toda esperanza de lograr nada sustantivo, como pro-
tección necesaria tras tanta herida en la comprensión producida por la especula-
ción (Skorupski, J. 1976). Y los símbolos en parte debido a algunas decepciones
parecen haber caído en manos de las escuelas extraacadémicas y paracientíficas
como señuelo que aprovecha un aura que en las sociedades occidentales aún debe
tener si es que da para mantener tales escuelas. Pero -y si se permite la ironía-,
si se está dispuesto a aceptar que con las metáforas vivimos (Lakoff y Johnson),
con los símbolos no tiene por qué ser menos.
Habría dos posiciones primarias. La primera asegura que hay razones para
asumir que todo el amplio campo de las representaciones podría estar cubierto
por el concepto de "símbolo" y la capacidad para el lenguaje debería considerar-
se capacidad simbólica (N. Sapir, Elias, Burke, entre otros). La más básica defi-
nición sería: Aquello con lo que se re-presenta algo o aquello que lo re-presenta
(hay alguna sutileza en subrayar uno u otro enunciado). Y podría ser bastante
como para generar consenso en las ciencias humanas y sociales aunque sea a
costa de dejarla en algo indeterminado y vago. De manera excesivamente simple
pasa por alto los tantos niveles que se despliegan indefinidamente con ellos y que
Geertz advirtió utilizando un cuento indio. Esta perspectiva acaba englobando
todo lo que hay en la cultura, en las culturas humanas, que pudiera ser tenido
como cargado de sentido.
Habría otra perspectiva algo más restringida, pues hay razones igualmente
para enfocar la atención hacia esa especial representación que no sólo refiere sino
que ilumina, no sólo indica sino que guía, no sólo transmite información sino que
le da carácter de incuestionable, no sólo traduce sino que interpreta, no sólo ofre-
ce la aprehensión de algo concreto sino que es capaz de condensar todo un campo
de realidad en un simple perfil, en un mero gesto, no sólo proporciona conoci-
miento sino que arrastra a la acción, no sólo capta sino que significa, no sólo pro-
porciona experiencia sino saber, no sólo ofrece explicaciones sino que conmueve,
no sólo abre a la realidad sino que penetra en las profundidades de ella, no sólo
se adentra en el interior humano sino que lo transciende, no sólo revela sino que
desvela, no sólo se hace con lo particular sino que con ello se proyecta en lo uni-
versal (todas ellas características a las que han dado realce las distintas escuelas
simbólicas). Por poco que se quiera decir con todo ello, al menos está cargado de
14 CUERPO Y ESPACIO
un plus de significación. Y en ese plus está algo del peso social que el símbolo
lleva como acción social. Tal plus social incluye vinculación, pertenencia a un
grupo, co-participación, compartir, identidad social, adhesión, sim-patía, cohe-
sión, solidaridad, sentido de comunidad, representación social, etc. y Jo que impli-
can específicamente las distintas relaciones sociales, incluidas el parentesco, la
asociación, etc. Este plus social va sobreañadido a las significaciones ideológicas
que pudiera hacer explícitas o a las que meramente aluda.
Entre estas dos grandes opciones Ja Antropología Simbólica ya tiene campo
más que de sobra si se pronuncia por una definición más restringida. En la línea
de la expuesta en este segundo lugar. El problema de la significación ya es bas-
tante gravoso.
Este libro tiene como propuesta hacer una aproximación etnográfica a los
símbolos. Eso incluye el intento de abordar el problema de la significación con y
sobre la información etnográfica misma y podrá apreciarse que la tarea es enor-
me tan sólo explorando algunas de las vías que se abren . Para comenzar sólo se
requieren algunas claves de reconocimiento.
Antes de nada se reconocen símbolos en la cultura tomo un todo, no tan sólo
en alguna de sus parcelas. En primer lugar porque en muchas sociedades sería
artificioso establecer sectores y, habiéndolos, porque no podría dejarse de perci-
bir que están tan estrechamente interpenetrados que no podrían tomarse como
disociados. No hay parcela de la cultura en la que los símbolos no encuentren
campo de acción: la religión , el arte, la política, la vida social, el trabajo, la gue-
rra, la salud, la alimentación, la comunicación, el control social, etc. La clave
está entonces en la dificultad de contención de los símbolos en un ámbito o par-
cela, pues se captan difundiéndose e invadiendo muy distintos campos e impreg-
nando o tintando muchas de las áreas de la cultura. Algunos símbolos pueden
llegar a ser ubicuos. Por todas partes se encuentran o en todas las ocasiones los
miembros de una cultura los invocan y manipulan. Y no por eso necesariamen-
te son visibles desde el exterior. Habitan en las mentes de las gentes y con ellos
ven el mundo. En ocasiones, con los símbolos se cumple estrictamente esa regla
etnográfica malinowskiana de ver el mundo desde-con los ojos del nativo y que
Geertz situó en el núcleo de la interpretación de la cultura, el "punto de vista"
del sujeto. Y si se cumple, es entonces cuando se hacen visibles o más bien, se
comprenden. Es cierto que en no pocos casos siendo tan visibles, tan sobre-
salientes, parece que hacen pasar a segundo plano u ocultan las acciones ordi-
narias. Como ilustración paradigmática se recordará que, en el anillo del Kula,
Malinowski quedó subyugado por la circulación de collares y brazaletes, ofren-
das valiosas y aparentemente sin valor material que se transfieren los asociados
comerciales de las islas Trobriand y anejas en sus encuentros económicos y, por
supuesto, sociales.
INTRODUCCIÓN 15
Una complicación innegable es la naturaleza inespecífica de los símbolos.
Son objetos, naturales y artificiales, de factura simple o muy compleja, únicos o
en conjuntos, de materia perdurable o efímeros, conservados cuidadosamente o
desdeñosamente dejados tras su uso como si nada, imponentes o minúsculos,
localizados en el entorno inmediato o lejanos hasta importar una larga peregrina-
ción hacia ellos. Pero son también acciones, o más bien secuencias de acciones.
Son rituales, ceremonias, etc., procesos complejos y muchas veces coimplicados
de injustificada separación que requieren tiempos y espacios propios y diferen-
ciados de la secuencia de acción de la vida cotidiana, o meros actos insertos en
ella que se realizan en casi cualquier parte .. Son conocimiento, imagen, palabra,
gesto, técnica, etc. Tambiah ha subrayado que los rituales comunicativamente tra-
bajan en multimedia, aunque no sería la función comunicativa la única que faci-
litaría el justificar la variedad de medios en los que se desarrollan. Son multifun-
cionales, como señaló Rappaport a propósito de las ceremonias de los tsembanga
maring, operan como indicadores cibernéticos y reguladores de los ciclos de
energía de una sociedad, entre otras muchas posibilidades. Y aún en esas funcio-
nes habría que seguir subrayando que lo hacen de modo redundante y multime-
dia. A veces asaltan la sensibilidad de los sujetos participantes por todos los
medios, sonidos rítmicos, melódicos, voces, imágenes visuales, aromas, gustos,
substancias estimulantes, tactos, movimientos, etc. Se podría destacar igualmen-
te que son palabras, aunque sólo sea por negar que los símbolos irremediable-
mente hayan de ser inefables. Más que palabras únicas, discurso, incluida la posi-
bilidad de que se produzca en interacciones con entidades invisibles,
transcendentes.
Si se tomara una de las especificidades señaladas como paradigma de los sím-
bolos -y en particular los objetos- es posible que se esté contaminando de obje-
tualidad el concepto. Parece razonable, por el contrario, tomar de forma asocia-
da objetos y acciones. Curiosamente a veces los objetos símbolos parecen
surgidos de la nada, como caídos del cielo o venidos desde la noche de los tiem-
pos y esta visión suele ir acompañada de una sacralización , no por haber caído
del cielo sino porque gana virtud si tiene como entidad autónoma. El discurso
generado en tomo a ellos adopta la textura de un mito. Pero la etnografía mues-
tra insistentemente las acciones que los acompañan, de modo que los objetos no
simplemente están, sino que son manipulados, usados de modos prescritos o sim-
plemente habituales. El término "manipulación" no tiene aquí ninguna connota-
ción , o si se quiere, todas, y no debiera contener sólo la idea de desvirtuación o
desgaste, sino también las de engrandecimiento, reforzamiento, mantenimiento,
etc. , ni tampoco sólo la idea de habilidad interesada, sino igualmente las de res-
peto, cuidado, etc. Las acciones no son accesorias respecto a Jos objetos sino que
los activan, y en buen medida los rehacen cada vez. No necesariamente alcanzan
la acciones el carácter de 'simbólicas' por los objetos hacia los que se orientan,
16 CUERPO Y ESPACIO
lo mismo se podría de decir de los objetos, cuyo carácter de 'simbólicos' lo
adquieren por las acciones sobre ellos.
Habría de reconocerse que los símbolos no son entidades completas, acaba-
das por sí mismas. Ésa que entiende que una vez hechos están ya acabados es una
apreciación que pone su confianza en la creatividad humana y admira la obra aca-
bada como una muestra de la capacidad (y de la ambición) de perfección que dis-
tingue -dicen- a los seres humanos. Más bien el proceso así detenido deja a los
símbolos petrificados, como parados en el tiempo o tal vez imagina que ya están
fuera de él. Pero el proceso está en marcha a pesar de todo. Nunca están hechos
del todo. Los símbolos están permanentemente ofrecidos a la interpretación y
ésta no es algo complementario o sobrevenido sino que forma parte de ellos (Sólo
un ejercicio de solipsismo vano demasiado frecuente en el arte occidental imagi-
na que la obra perfecta acaba en sí misma). Al contrario, es obligado incluirla. El
proceso de la significación en ellos es en principio indefinido. Los símbolos son
sometidos a interpretaciones y reinterpretaciones continuamente. No son sólo
creados sino recreados, reproducidos, reelaborados, reapropiados, acomodados,
refinados, glosados, manipulados, descargados, vaciados, revitalizados, amados,
venerados, odiados, sacralizados o profanados, despreciados, destruidos, ...
Interpretación o reinterpretación está aquí refiriendo todos aquellos usos que en
cada sociedad humana sus miembros dan a los símbolos con los que se identifi-
can, los que dinamizan su vida social, los que les mueven en sus comportamien-
tos cotidianos y también en los excepcionales.
Y no son fijos. Eso se refiere en principio a la inestabilidad de sus formas, sus-
ceptibles de ser reutilizadas para generar otras, lo que manifiesta la inagotable
creatividad de la especie humana, aunque también es posible descubrir que no son
más que variantes unas de otras, con lo que se podría concluir lo contrario. Pero,
además, el que no sean fijos sobre todo tendría que implicar que habría que renun-
ciar de una vez por todas a tomar los significados de los símbolos como definiti-
vos. Se cree a veces que determinadas formas originarias mantienen los significa-
dos primeros a lo largo del tiempo como si quedara en ellas una especie de señal
indeleble. Más bien se trata de renovaciones o incluso de reinvenciones que ade-
más aprovechan el halo de tiempo antiguo que parece que tienen algunos símbo-
los (¿Es que hay alguna posibilidad de asegurar que ciertos signos prehistóricos
reconocidos como cruces svásticas significan lo que éstas llegaron a significar en
el Tercer Reich como algunos pretenden?). La pretensión de fijeza, que en no
pocos casos se confunde con ortodoxia es lo que habría que explicar. Algunas
sociedades humanas parecen dispuestas a asumir la antigüedad indefinida de las
formas y una supuesta continuidad de la significación que se les atribuye. Pero no
es fácil disociar si esa significación debería atribuirse propiamente al tiempo anti-
guo ejerciendo como tiempo originario o a las virtudes de las formas simbólicas.
INTRODUCCIÓN 17
Que las interpretaciones no son uniformes debería ser tenido como la norma.
Y eso tiene distintos aspectos. El primero se esconde en una propiedad hace tiem-
po advertida, la polisemia. Siempre o casi siempre se descubre en los símbolos
varios significados. La polisemia es a veces una virtud y a veces un vicio. El len-
guaje preciso huye de ella: produce errores, mala comprensión, ambigüedad.
Pero refuerza la expresividad, la recarga, la enriquece y amplía y hace más pene-
trante la comprensión y más brillante la ejecución. Hablando en términos gene-
rales, la historia de la ciencia está llena de avances en la reducción de la polise-
mia, mientras que la historia del arte o de la literatura lo está de formas de
reconfigurarla y por tanto en las versiones occidentales de ellas se situarían en
polos opuestos acerca del valor de la polisemia. En el análisis de Ja cultura es sin
embargo una actitud de trabajo básica aceptar que en Ja vida social las interac-
ciones se producen interpretando los acontecimientos y los comportamientos,
unos actores sociales respecto a otros, y esto supone desplazarse continuamente
de uno a otro polo. A veces el orden resulta de Ja homogeneización, la reducción
de los significados a un conjunto limitado e inequívocamente comprensible y
otras resulta de la compleja asunción de Ja diversidad que permite convivir por
consenso y compartir por coincidencia. En este caso la unión no tendría que ser
sorprendente, ni tampoco en el primer caso la escisión.
Sapir había puesto énfasis como propiedad crucial de los símbolos en la con-
densación, que es uno de los refinamientos de la polisemia. Se pretende decir con
ella que una multitud de significados están prendidos de una forma significante
(y de variantes de ella) con capacidad de incremento por asociación conveniente
con otras formas significantes. Cabe advertir que respecto a Jos símbolos la forma
significante es, en relación con lo que puede llegar a significar, insignificante.
Este juego de palabras intenta subrayar que la carga de valor está precisamente
en el conjunto de significados que es capaz de vehicular. Pero no implica que las
formas sean intrascendentes ni arbitrarias. Las interpretaciones resaltan a menu-
do en las formas simbólicas cuán motivadas están. Es casi un tópico de la sim-
bología política hallar en las banderas de los estados modernos justificaciones de
su composición y color acomodadas al territorio, al carácter de las gentes, a epi-
sodios de la historia de la formación del estado, etc. Y de modo similar los intér-
pretes especialistas de los textos de las grandes religiones glosan la adecuación
de los elementos de acontecimientos singulares en la relación entre los seres
sobrenaturales y los humanos. Se puede apreciar , por ejemplo, en el caso de la
circuncisión judía , que se verá más adelante. La condensación se convierte así a
veces en la base sobre la que se fundamenta el ejercicio de control sobre la mani-
pulación de las formas simbólicas relevantes de una sociedad.
El otro aspecto principal de Ja condensación tiene que ver esperablemente
con la polisemia. Ésta alude a una multitud abigarrada de significados, pero la
18 CUERPO Y ESPACIO
condensación precisa que se encuentran arracimados en los símbolos, ligados
algunos con otros y no indiferenciadamente asociados sino formando conexiones
(no propiamente podría decirse que todos tienen que ver con todos, aunque a
veces se contaminen unos de otros). Lévi-Strauss en el análisis de la mitología
amerindia -con algunas ilustraciones de mitología grecolatina- hallaba estas
ligazones formando pares de opuestos y, aún más, daba a la estructura mitológi-
ca la capacidad de la unión de contrarios, la resolución de las contradicciones. Y
especialmente la de la naturaleza y la cultura. Algo hay de naturaleza y de cultu-
ra a la vez en los símbolos, y pueden hacer de una o de otra sin dejar de ser la
contraria. Pero habría que tomar la aquí citada "naturaleza" con cautela, pues no
se trata si no de la naturaleza "percibida", o si se quiere, de la naturaleza "proble-
matizada" en cuanto fuente de riesgos y de recursos para las sociedades huma-
nas. Los animales que hablan, por citar un tema clásico, eran un ejemplo para-
digmático de esa unión de contrarios. Aunque el contenido de las conversaciones
casi siempre reproducían los conflictos y preocupaciones humanos.
En la multitud de significados se recoge en realidad todo un amplio abanico,
de ideas, creencias, concepciones del mundo, de la sociedad, abstracciones, prin-
cipios de acción, itinerarios biográficos, orientaciones para situaciones cotidianas
o especiales, etc. Pero también las experiencias propias, los estados de ánimo, los
sentimientos despertados, las pasiones, la memoria de la sensibilidad acumulada.
No están integrados sólo por ideología, principios religiosos, políticos, morales,
ideas cumbre, etc., sino por lo que en la terminología semántica se llamaban
"connotaciones". A diferencia de las visiones intelectualistas que llenan los signi-
ficados de los símbolos con grandes ideas, las aproximaciones etnográficas a la
significación constatan una y otra vez que el 'sentido' que tienen y cobran los sím-
bolos es parte de las vivencias de las personas. Si la etnografía del habla ha insis-
tido en la necesidad de incluir en la significación no sólo el significado referencial
sino el significado social de las palabras, y eso fue hallazgo reciente en las cien-
cias sociales, éste del significado como vivencia es viejo en la apreciación pero no
había sido objeto de tratamiento teórico. Victor Tumer llamó la atención sobre el
polo "sensorial" (además del polo "normativo" o ideológico) de la significación
en los símbolos. Los ndembu utilizan substancias naturales, como el latex de
determinados árboles, en sus rituales, que aluden directa e indirectamente a los
fluidos corporales, -en este caso a la leche materna-, y que remiten al principio
de organización matrilineal, a los antepasados femeninos, etc. El polo "sensorial"
aunque aparentemente fisiológico reclama el significado como vivencia pues su
invocación ya lleva asociados los sentimientos que animan -en el caso aludido- la
relación materno-filial. Aunque no tendría que ser obligatorio refugiarse en los
fluidos corporales (la sangre de la herida, el menstruo, el semen, el sudor, la orina,
etc.) para hacer evidente la vivencia del significado. Tumer debería haber tomado
mejor la serie de síntomas de la vivencia transida de "simbolismo": temblor, colo-
INTRODUCCIÓN 19
ración de la piel, pulso, cabello erizado, pupilas dilatadas, etc. Los momentos de
climax ritual tan frecuentes en muchas sociedades han proporcionado experiencias
suficientes de ello. Es imaginable cuál podría ser el polo sensorial de una víctima
humana entregada para el sacrificio (o el de o de los sacrificadores).
A los símbolos hay que atribuir algún efecto en el entendimiento, la com-
prensión, entre los miembros que los comparten y por tanto algun valor de
cemento social que contribuya a dar unidad o al menos a establecer y reforzar los
vínculos sociales. La polisemia puede ser invocada para favorecerlo o para lo
contrario. No menos hay que reconocer que han sido a menudo motivación de
enfrentamientos, en el seno de las mismas comunidades o entre grupos distintos.
Como mecanismo efectivo de la socialización para la solidaridad las vivencias
comunes pueden haber contribuido a hacer deseable lo que es obligatorio y a la
vez a rechazar lo que no es común -lo que se asocia con otros- y a valorarlo
como despreciable. El consenso y el disenso acerca de los significados forman
parte de la dinámica social en la que los símbolos se activan y no son procesos
accesorios sino que la significación se construye y reconstruye con ellos, aña-
diendo el grave matiz, en el caso de los símbolos relevantes, de que en las inter-
pretaciones y reinterpretaciones que se les dan, las personas se involucran en un
nivel de cierto compromiso. A veces el disenso cuesta la expulsión e incluso la
muerte. Pero, como ha mostrado Fernández, generalmente operan como procesos
habituales que oscilan en intensidad y modo. Tal habituación lleva a aceptar que
no siempre existe consenso pleno en torno a ellos y que el disenso no siempre
conduce al conflicto o la no activación ritual de los símbolos. En ocasiones es
posible que exista consenso social en torno a ellos pero no consenso en cuanto a
los significados resaltados y eso basta para mantenerlos operativos.
Se podría admitir que eso es parte de lo que se ha llamado la "eficacia sim-
bólica" (Lévi-Strauss). Seguramente tal eficacia sea lo que mejor diferencia una
perspectiva restringida de los símbolos de la perspectiva general que los engloba
como signos. Su enunciado no es superfluo, pues revela un sesgo. En las socie-
dades occidentales modernas posiblemente se tenga como supuesto que la fun-
ción más común de los símbolos sea meramente expresiva, un adorno. A la vez
que se mantiene no con toda convicción que intervienen decisivamente en la vida
social. Mauss definía los ritos como "actos tradicionales eficaces" para tratar de
hacer justicia a la relevancia que tienen en muchas sociedades humanas y que
constata la etnografía. Se hace necesario afirmar que son efectivos. No es cues-
tión de convertirlos en útiles, en instrumentos, sino de deshacerse de un supues-
to etnocéntrico. Muchas sociedades encontrarían incomprensible tomar a sus
símbolos como meros adornos.
En su formulación más blanda, la "eficacia simbólica" tan sólo afirma que los
símbolos identifican (Velasco 1988). Las gentes se miran en ellos (además de
20 CUERPO Y ESPACIO
mirar a través de ellos) y desean que otros les miren con ellos . En su formula-
ción más ambiciosa, afirma que los símbolos transforman a las personas y al
mundo que les rodea. Pero esta afirmación es, desde una óptica racionalista,
escandalosa, especialmente porque la concreción más habitual de ella en
Antropología suele ser confundida con la magia. Los cantos cuna relatan un viaje
mítico hacia la morada de Muu que sirve para superar un parto difícil (Lévi-
Strauss, C. 1958). No sólo son los cantos, sino también los granos de cacao que-
mados, las imágenes sagradas hechas para el caso (nuchu), y toda la performan-
ce (es decir, interpretación) del chamán que no toca nunca el cuerpo de la
enferma, ni le administra ningún remedio. El desafío a la racionalidad está en la
transposición de dos órdenes de realidad. Pero ¿son realmente dos órdenes de
realidad distintos? Y si lo son ¿cómo transponer elementos de uno a otro?. La
noción clave aquí no es la de 'causa', sino la de 'poder' y los símbolos son media-
ciones en relaciones de poder. Los que las hacen visibles y a la vez los que las
activan y ejecutan. La racionalidad moderna admite que el nivel básico de alcan-
ce de la eficacia simbólica es el psicológico, como se muestra en los fenómenos
de la sugestión y el efecto placebo. En realidad es una forma de desvirtuarla. El
amplio campo primario es, sin embargo, social (y eso no excluye que sea también
psicológico). El catálogo de consecuencias directas e indirectas informativas,
comunicativas, sociales, socio-políticas, socio-económicas, etc., de las acciones
simbólicas puede ser ampliado casi indefinidamente (transmisión, acumulación,
validación de información, otorgamiento de sentido, acceso al conocimiento, a la
comprensión, orden cognoscitivo, sistematización, etc., agrupamiento, cohesión
social, jerarquización, investición de autoridad, delimitación de roles, ofreci-
miento de modelos sociales, definición de grupos, inclusión y exclusión, reafir-
mación de identidades, etc. , y a la vez dramatización de conflictos, catarsis,
anclajes, restablecimiento de equilibrio, elevación de la autoestima, exaltación
del ego, purificación, liberación del sentimiento de culpa, etc.). Muchas de estas
consecuencias ya fueron advertidas por los clásicos.
En este libro se busca dar un paso más y se propone dirigir la mirada hacia
dos ámbitos próximos: el cuerpo y el espacio. Como se sabe, la aproximación
etnográfica procede a modo de descubrimiento. Aquí se ha empleado para ir des-
velando, revelando, en los múltiples modos humanos de vivir el cuerpo la efica-
cia de los símbolos. Y eso alcanza no sólo a los ritos de iniciación, a los de puber-
tad, a los de aflicción, al tatuaje y el resto de operaciones de "labra" del cuerpo,
sino a la exhibición y exaltación de él, a la ascética y la mortificación, al depor-
te y la danza, al desmembramiento metafórico de las partes corporales, al trans-
plante (pero también al tráfico) de órganos, al trance y la posesión, etc. Y podría
haberse extendido por todo el campo de la alimentación y el de la enfermedad y
la salud (aquí y de momento no abordados). Las extensiones y el grado de inci-
dencia reafirman la idea de que en realidad las culturas, las sociedades humanas
INTRODUCCIÓN 21
hacen, construyen, "labran'', reproducen cuerpos. De modo que en la eficacia
simbólica se comienza como una mera función decorativa y luego con ella se
accede a descubrir que el propio cuerpo es a la vez objeto labrado y sujeto mani-
pulador de símbolos. Él mismo una mediación primaria, forma simbólica, instru-
mento de transformación y a la vez referente. ¿Cómo deslindar niveles de reali-
dad en el cuerpo humano? Las ciencias sociales han de asumir definitivamente la
superación de los dualismos alma/cuerpo, mente/cuerpo, razón/sentimiento, pen-
samiento/acción.
El espacio se suele tener como el horizonte de la referencia, pero la aproxi-
mación etnográfica descubre que no sólo se está en él sino que se organiza, deli-
mita, orienta y "construye", estando. Y con él se organiza, identifica, clasifica,
relaciona, el resto de elementos que constituyen el entorno donde discurre la vida
social. Algunos han captado con agudeza que el espacio es uno de los modos del
pensar. El paisaje es una construcción cultural y el lugar no sólo es algo físico
sino hecho, formado, construido con y por símbolos. La doble configuración del
lugar común (topía) y del otro lugar (heterotopía) que ya alentaba el pensamien-
to crítico de Foucault puede contribuir a la reflexión de cómo, hacia dónde y para
qué las sociedades humanas hacen circular a sus miembros por la tierra que ocu-
pan (o por el universo en el que se hallan). El espacio y el cuerpo establecen
mediaciones primarias y se erigen como materia y a la vez campo de actuación,
pantalla, de las acciones simbólicas.
La propuesta incluye algun momento de admiración hacia las muy distintas
formas de cómo los seres humanos se presentan a la vez siendo fabricantes y pro-
ductos de símbolos. Y presumo que muchos más momentos de reflexión.
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INTRODUCCIÓN 23
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24 CUERPO Y ESPACIO
Tema 1
ANTROPOLOGÍA DEL CUERPO
CUERPO 1
El pelo social. La parte
y el todo
INTRODUCCIÓ N
EL PELO MÁGICO
El interés de los antropólogos por el tratamiento del pelo, del cabello en par-
ticular y también del vello corporal data de hace tiempo (siglo XIX), destacán-
dolo como rasgo muy difundido de conducta ritual, presente en muchas culturas.
Era elemento fundamental de los rituales de la magia, de los rituales del sacrifi-
cio y de los rituales funerarios.
Frazer en La rama dorada hace mención del papel del pelo en la magia sim-
pática imitativa y en la magia simpática por contigüidad, las dos formas caracte-
rísticas que se han hecho clásicas en los análisis y que constituyen su aportación
teórica más reconocida. Las ilustraciones etnográficas al respecto podrían ser
numerosas.
28 CUERPO Y ESPACIO
seguido, fuera lo que fuera, canturreaba ciertos hechizos e imprecaciones con voz de
falsete y lo enterraba. A medida que iba pudriéndose, se supone que la persona iría
debilitándose hasta morir. ..
Frazer, La rama dorada, ... pp. 278-279
... En Europa se creía que los poderes diabólicos de brujas y hechiceros residían en
su pelo y que nada podía hacer huella en ellos mientras lo tuvieran largo. Por eso, en
Francia acostumbraban a afeitar todo el cuerpo a las personas acusadas de hechicería
antes de entregarlas al verdugo, Millaeus fue testigo del tormento dado a algunas per-
sonas en Toulouse, de las que no se pudo conseguir ninguna confesión hasta que fue-
ron desnudadas y afeitadas por completo, con lo que prontamente reconocieron la ver-
dad de la acusación. Una mujer que en apariencia llevaba una vida piadosa, fue
sometida a tormento por sospechas de hechicería y sobrellevó sus agonías con cons-
tancia increíble hasta que la depilación total la condujo a admitir su culpa. El célebre
inquisidor Sprenger se contentaba con afeitar la cabeza del acusado brujo o bruja, pero
su colega Cumanus, más extremado, afeitó totalmente los cuerpos de cuarenta y siete
mujeres antes de condenarlas a todas a perecer en la hoguera. Tenía plena autoridad
para este interrogatorio riguroso, puesto que el mismo Satán, en un sermón que predi-
có desde el púlpito de la iglesia de North Berwick, confortó a sus muchos servidores
asegurándoles que ningún daño podía caer sobre ellos, "mientras tuvieran su pelo y no
dejasen caer ni una lágrima de sus ojos" ...
Frazer, La rama dorada, ... p. 763-764
JQ CUERPO Y ESPACIO
ce entenderse igualmente que la magia homeopática sería fútil si no operara sobre
un sustrato de contigüidad. Es decir, el enterramiento de un envoltorio de hilos y
fibras cualesquiera sin pelo u otra parte de la víctima podría no tener ningún efec-
to. Además hay que hacer notar que aparentemente la mímesis se comporta como
un procedimiento generalista, mientras que la especificación o más en concreto,
la individualización, corre a cargo de la relación entre la parte y el todo. Es así
que la complementación entre ambas es más decisiva de lo que parece.
Frazer no proporcionó mayor explicación a sus intuiciones, salvo que se tra-
taba de un postulado de funcionamiento de la "mente primitiva". Si bien tal
"mente primitiva" puede haber sido más que otra cosa un constructo del investi-
gador, sus planteamientos permiten mostrar algo peculiar de la significación -y
de la eficacia- de la conducta simbólica, prototipificada en la magia. En cual-
quiera de las dos modalidades no es arbitraria sino que está determinada, o bien
por estar basada y guardar el principio de semejanza o bien por contener una
parte del todo al cual representa. Además la combinación de ambas modalidades
parece estar soportada en dos ejes, el de la generalización y el de la individua-
ción, el primero concentrándose en el proceso y el segundo en los elementos.
Frazer, para la explicación de cómo las cosas actúan a distancia por "simpa-
tía", recurre a un modelo físico que niega la existencia del espacio vacío sino que
lo entiende lleno "como de una clase de éter invisible" que transmite los impul-
sos de una a otra. No obstante estaba asumiendo conceptos que habían sido
extraídos de la antigua medicina griega, hablando de cuerpos, de seres orgáni-
cos: "simpatía" que indica que las partes, por estar integradas en un todo, son
solidarias unas con otras y que el todo es solidario con las partes; "homeopatía",
que indica que los seres semejantes son solidarios y "contaminación" que indica
que los elementos contiguos son solidarios. Lo destacable es que presumible-
mente la teoría frazeriana de la magia había asumido para la significación un
supuesto corporal.
A fines del siglo XIX, también Wilken (1886) defendía que el pelo era un
símbolo universal. Había notado a propósito de su tratamiento ritual en las cere-
monias funerarias dos tipos de conductas. O bien se producía el corte drástico de
pelo y el afeitado de la barba o bien el desaliño total, dejando crecer la barba y
desdeñando cualquier forma de peinado y corte del pelo, como greñas. La intro-
ducción en el análisis por parte de Wilken del concepto de "sacrificio" refuerza
el carácter de símbolo, pues induce a pensar que el corte ritual del pelo es un sus-
tituto del sacrificio humano, fundamentado en que la cabeza -así se consideraba-
era el asiento del alma. Comenzando por los ritos funerarios, es posible obtener
una abundante información en los estudios sobre los pueblos del Sur y del
Sudeste asiático. A la viuda hindú, por ejemplo, se le imponía un riguroso celi-
bato y su condición quedaba reflejada notoriamente porque debía llevar la cabe-
32 CUERPO Y ESPACIO
sexo, una asociación indirecta pues en esa cultura la fertilidad de los campos se
asegura ritualmente mediante la captura de cabezas y la erección en los campos
de emblemas de forma fálica de piedra o de madera. Tales asociaciones se fue-
ron haciendo habituales en trabajos posteriores. Reo Fortune (1932) indica que,
entre los Dobu, los amantes que desean hacer pública una conquista y desafiar a
los maridos rapan o cortan el pelo de la mujer con la que han cometido adulte-
rio. Forde (1941) subraya que los Yako establecen una asociación estrecha entre
el corte de pelo y la clitoridectomía y entre el crecimiento del pelo y el embara-
zo. Topley (1954), hablando de las casas vegetarianas budistas integradas por
mujeres en Singapur, relata que las novicias se "casan" con otros miembros ya
consagrados de la comunidad en una ceremonia que incluye la mezcla de los
cabellos de una con la otra.
Este breve recuento etnográfico muestra algo de la variedad de las prácticas
y a la vez algo de la variedad de asociaciones. Algunas de ellas han quedado
reflejadas porque fueron invocadas en una discusión a propósito de las interpre-
taciones psicoanalíticas del pelo como símbolo (Berg 1951 ; Leach 1958) también
con la pretensión de considerarle universal.
En su tiempo, las interpretaciones psicoanalíticas se ofrecían reveladoras,
porque el psicoanálisis mismo era un discurso trasgresor, a diferencia del más
pacato y racionalista discurso frazeriano. Berg, que usó masivamente los datos
de Frazer, pretendía que el carácter ritualista del tratamiento del pelo en nume-
rosas sociedades revelaba que el cabello debería tomarse como un símbolo uni-
versal de los órganos genitales. (También explotaba la relación pars pro tato, o
más estrictamente una parte corporal, el pelo, por otra, el sexo. Lo que ocurre es
que el sexo parece que tenía la dimensión de un todo). El corte de pelo y el afei-
tado vendrían a ser comprendidos como una "castración" simbólica. Tal com-
prensión debe partir del conflicto básico que desvela el psicoanálisis entre los
impulsos del Ello, la indefinición del Ego y las imposiciones del Super-Ego. Los
primeros son primarios y de naturaleza libinidal y agresiva cuya represión es
obligada pero que no por más intensa los anula, de manera que hallan por des-
plazamiento alguna forma de ser liberados. La explicación de cómo por despla-
zamiento el pelo recoge esos impulsos estaría, según Berg, en su asociación con
las heces en un nivel pregenital (que se notará es una asociación por contigüidad)
y de ahí precisamente el carácter marcadamente ritualista de estas prácticas. Se
entiende que en el nivel genital se recoge esta asociación de forma que las fuer-
zas represoras a instigación del Super-Ego se modulan como castración . "El con-
flicto -dice- es desplazado hacia arriba hacia el pelo socialmente visible de la
cabeza y de la cara". Habría igualmente que notar que se trata igualmente de una
asociación homeopática, es decir, la práctica del corte y afeitado del pelo repro-
duce la castración. Por tanto, también desde la interpretación psicoanalítica, la
EL PELO SOCIAL
34 CUERPO Y ESPACIO
ro de los pelos de la cabeza en torno a 120.000. Por otro lado, la finura de un pelo
es referencia de comparaciones proverbiales en muchas lenguas europeas (la
expresión castellana "por un pelo" es ilustrativa), aunque también está calculada
y oscila entre márgenes sorprendentemente amplios. En suma, tales característi-
cas son reseñadas en virtud de la significación. Son efectivamente naturales, pero
aún más están culturalmente seleccionadas y por tanto múltiple y diversamente
interpretadas en tanto que vehículos de significados. En principio, no hay nada en
tener o no tener pelo que forme un sistema natural con el cual un conjunto de sím-
bolos puedan ser estructurados siguiendo una pauta similar (Hershman 1974).
Aun más, visto como "materia" para simbolización, el pelo humano no es natu-
ral, es social.
Es Hallpike (1969) quien titula uno de sus trabajos (versus Leach): "El pelo
social". Y esta caracterización se apunta sugerente. En principio la propuesta era
tan sólo una alternativa a asociaciones establecidas entre el pelo y el sexo y alen-
tadas sobre todo por las interpretaciones psicoanalíticas como las antes reseñadas
que suponían una equivalencia de naturaleza subconsciente entre la cabeza y el
sexo y más concretamente el falo, de modo que el pelo equivale al semen y por
tanto que el corte de pelo equivalía a castración. Esta equivalencia era simbólica,
la parte visible, el pelo, las prácticas rituales relacionadas con él, representaban
el sexo y las prácticas y conductas relacionadas con éste. La propuesta incluye
igualmente que la naturaleza de una sexualidad no sometida a restricciones está
representada por el pelo largo, mientras que la restringida lo está por el pelo corto
y el celibato por una cabeza bien rapada. Leach (1958) en contra de la interpre-
tación psicoanalítica de Berg (1951) no acepta que tal representación se basara
en asociaciones mantenidas en el subconsciente, sino que bien pudieran ser cons-
cientes como es el caso del ascetismo hinduista o budista, en los que tanto el
rapado de la cabeza como el pelo desaliñado y enmarañado significan celibato y
desasimiento de las pasiones sexuales.
El "pelo social" es por contraste una propuesta que se libera de asociaciones
necesarias con el sexo, en tanto que más bien subraya la relación del individuo
con la sociedad. La mirada que busca corroboración a esa propuesta se dirige más
bien a las sociedades occidentales modernas en las que monjes, soldados y con-
victos se muestran con tonsuras o con cabezas rapadas o semi-rapadas, mientras
que intelectuales, mujeres y jóvenes rebeldes -dice Hallpike- lucen largas cabe-
lleras. Indicando los primeros su sometimiento a una disciplina y los segundos
una tendencia a situarse en los márgenes de la sociedad. La interpretación no
resulta muy convincente si se atiende a que conlleva generalizaciones sobre esta-
tus sociales tan dispares como monjes y convictos, por un lado, jóvenes rebeldes
y mujeres, por el otro. Y tampoco si se profundiza en lo que puede implicar el
"estar en los márgenes de la sociedad". Pero la sugerencia de que el pelo y su tra-
36 CUERPO Y ESPACIO
ricano de Virginia). En tiempos del contacto con los primeros colonos ingleses
tenían tres formas básicas de tratar el pelo. Una de ellas, característica de los
varones adultos llamó la atención de los que los conocieron y luego relataron sus
experiencias. Por el lado derecho de la cabeza lo tenían corto, de forma que no
pudiera engancharse con la cuerda del arco, por el izquierdo lo llevaban largo
hasta tocar el hombro y se daban aceite de nuez para que brillara al sol. Las muje-
res lo llevaban largo, cayendo sobre sus espaldas, a veces suelto, a veces atado,
untado y brillante. Las muchachas llevaban la parte frontal afeitada, pero la de
atrás muy larga. El shaman se distinguía por una cresta delgada en medio de la
cabeza arrancando desde la frente, pasando por la coronilla hasta acabar en el
cuello, con todo lo demás afeitado y solo él se dejaba la barba larga. Williamson
ofrece una interpretación a estas diferencias de tratamiento del pelo. Los shama-
nes (siempre varones) eran considerados paradigma de lo masculino, en contras-
te con las mujeres, pero los varones adultos tenían la doble consideración de mas-
culinos y femeninos. ·
En primavera y verano, los Powhatan vivían en poblados permanentes culti-
vando maíz, judías y tabaco, pescando, cazando y recogiendo raíces, que era el ali-
mento básico, en otoño e invierno se movían hacia la parte occidental del territo-
rio siguiendo y cazando a los ciervos, dispersos en bandas. La sociedad Powhatan
reconocía tres clases de personas: los shamanes, los jefes de poblado y la gente
común (tanto varones como mujeres). Los jefes eran mediadores entre los shama-
nes y la gente común, menos seculares que éstos y menos espirituales que aque-
llos, podían visitar a los shamanes que residían en el bosque junto a los muertos,
les llevaban alimento e información, pero residían en el poblado junto a la gente
común. La caza y la guerra era una actividad exclusivamente masculina, aunque
el cultivo de plantas, la preparación del alimento y su distribución eran femeninas.
Pero había varones que realizaban estas tareas femeninas, dependiendo de para
quien. Es decir, del mismo modo que las mujeres para sus maridos, así eran los
varones del común para los jefes y éstos para los shamanes. Los papeles sociales,
la división del trabajo y las creencias muestran que los jefes de aldea, los varones
adultos, según la relación, ejercían tanto de varones como de mujeres. Es esa doble
condición lo que está proyectando el corte asimétrico de pelo que lucían. En la dis-
posición de su territorio, la caza, el encuentro con sus enemigos, la guerra, se
situaba al Oeste, el poblado y el cultivo al Este y con ello el primero estaba aso-
ciado a lo masculino y el segundo a lo femenino. El país de los muertos, quedaba
al Oeste y en las casas de los shamanes las imágenes de los espíritus y los restos
de los jefes muertos se colocaban al Oeste. Los mitos narraban que la vida proce-
día del Este gracias a la intervención del Gigante Hare. El pelo reflejaba muchos
de estos aspectos de lo social. Los shamanes, iniciados en el contacto con los espí-
ritus y los muertos, sin criar hijos y sin trabajar en los huertos, casi rapados y con
largas barbas; las mujeres criando hijos y cultivando los huertos, alejadas del bos-
38 CUERPO Y ESPACIO
greso' han tratado de lavar la imagen de los travestís. Antes se dejaban el pelo
largo cayendo sobre los hombros y movían sus caderas todo el día, la revolución
implicó cortarse el pelo y dejar de comportarse como chicas. En palabras de uno
de ellos: 'Antes dejaba crecer mi pelo hasta que me llegaba al pecho, cuando ter-
minaba la función lo recogía en un pañuelo, pero ahora he tenido que cortárme-
lo'. Es importante señalar que el pelo largo, con su significado especialmente
potente para los travestís puesto que es la única parte masculina del cuerpo que
puede convertirse en femenina por un proceso natural, simplemente dejándola
crecer, haya tenido que ser sacrificado. Otros aspectos de la apariencia femenina
se logran con maquillaje, vestidos y relleno, pero el pelo está de forma peculiar
entre el cuerpo y la cultura, tiene atributos de ambos. A diferencia del vestido y
del colorete, el pelo largo era un ornamento femenino que el travestí no tenía que
ponerse y quitarse según saltara a escena o saliera de ella, suponía un compro-
miso con el papel femenino de mayor fuerza que la vestimenta femenina extra-
somática" (Peacock 1968).
Otra contextualización específica más puede ayudar a profundizar en la com-
prensión el pelo social. Synnott (1993), en un análisis que circunscribe a la socie-
dad norteamericana (y en parte a la europea), encuentra obligado diferenciar
entre el pelo de la cabeza, el pelo en la cara y el pelo en el cuerpo para mostrar
una teoría organizada en proposiciones que versan sobre oposiciones:
Sexos opuestos tienen formas opuestas de tratar el pelo.
- El pelo de la cabeza y el pelo del cuerpo tienen tratamientos opuestos.
Las ideologías opuestas tienen formas opuestas de tratar el pelo.
Tabla l. Tratamiento del pelo según el sexo y según el área del cuerpo
40 CUERPO Y ESPACIO
La fuerza de las tradiciones en el tratamiento del pelo y el valor de norma fija-
do en él tiene su contrapartida en las sociedades modernas en la variedad de cor-
tes, formas, colores, estilos, que pudiera tomarse como reflejo del pluralismo ide-
ológico en esas sociedades (frente a la homogeneización en las tradicionales). El
tratamiento del pelo en contra de las normas establecidas (no sólo, sino también y
a veces de forma bien patente) ha sido emblema de la rebeldía juvenil, de los movi-
mientos contraculturales, del movimiento feminista, de las tribus urbanas e inclu-
so de las identificaciones políticas a derecha e izquierda. Algunas de las formas
extremas de ambas han seleccionado respectivamente el pelo al rape y la barba
afeitada o el pelo y la barba largos. Y además, el pelo y sus múltiples posibilidades
de tratamiento han sido a la vez, sin que parezca contradictorio, tanto emblema de
la singularidad individual, del realzamiento del individuo frente y ante el grupo,
como seña de seguimiento de la moda y sus variaciones (siendo la moda reflejo de
la condición de inestabilidad y fluctuación que parece haber definido a la moder-
nidad). El juego de las oposiciones se ha desplazado de categorías y las distincio-
nes anteriores entre varones y mujeres han perdido vigencia cuando se resaltan más
bien distinciones en la asunción de ideologías o en las actitudes de vida frente o al
margen del inmovilismo, del establishment, del "sistema'', etc. Queda de fondo de
contraste una tendencia al mantenimiento de las normas tradicionales, a veces
reforzadas con medidas sancionadoras en instituciones públicas o privadas que se
muestran celosas respecto a la imagen de sus miembros o sus empleados, y en la
sociedad en general por los estereotipos que fundamentan prejuicios hacia aquellos
que se exhiben con desmesura o hacia quienes reproducen las formas de desaliño
con las que se identifica a los antisociales. Se requiere entonces reformular la ter-
cera proposición de Synnott en el sentido de que el tratamiento del pelo no sólo
recoge ideologías opuestas sino antes que nada las diferencias sociales y sus des-
plazamientos. Es un foco (no el único) de proyección de las diferencias sociales,
pero un foco multidireccional y cambiante. Por un lado, la oposición de sexos tam-
bién implica ideología, no sólo en que tiende a justificar desigualdad social entre
sexos, sino también en que dota de moralidad a las prácticas relacionadas con el
cabello y a la imagen de los sujetos que producen. Las valoraciones de vergüenza
o de orgullo con las que están cargados aquellos tratamientos diferenciales del pelo
que se constituyen en marcas lo revelan claramente. Por otro lado, las variaciones
no sólo se diferencian unas de otras sino que dan por supuesta una norma y tien-
den a distanciarse de ella. La variación discurre en múltiples direcciones y no sólo
produce oposición entre unas y otras, sino también en relación a la norma supues-
ta, que desde la modernidad siempre queda superada (para a veces luego volver a
ser retomada por oposición a otra también abandonada).
Lo decisivo es que todas estas diferencias sociales y las ideologías que las
justifican están in-corporadas, es decir, trasladadas y traducidas en términos cor-
porales, en este caso en el pelo.
Aunque no tenga por qué tenerse como un símbolo poderoso, bien parece que
sea "materia" especial que se transforma culturalmente y se ha mantenido a lo
largo del tiempo como objeto sensible cargado de significados. Pero ante todo,
aquí ha sido aludido porque las discusiones sobre su simbolismo son inevitable-
mente discusiones sobre la propia capacidad de significación de los símbolos.
Otra vez la pregunta: ¿Cómo puede el antropólogo justificar las interpretaciones
simbólicas que habitualmente hace?
Las justificaciones parecen haber estado alentadas por que siendo un ele-
mento "natural" y la naturaleza humana la misma en todas partes alguno de sus
significados fundamentales estarían, se diría, determinados. En la reflexión antro-
pológica sobre los símbolos esta idea de determinación de los significados apa-
rece constantemente y en parte explica (y sirve de explicación a la vez) a y de la
especial condición o sensibilidad del elemento. Los símbolos, se dice, no son
arbitrarios. Por un lado ya se insinúa con ello que en los elementos del cuerpo las
sociedades humanas han encontrado la "materia" más próxima con Ja que servir-
se, dotándola o cargándola de significados. Además, las características de un ele-
mento natural, también "naturales", se imaginan como canalizaciones que selec-
cionan significados en razón de congruencia, restringiendo por tanto a ciertos
límites un posible y primer espectro indefinido de significados susceptibles de ser
cargados en el elemento. Y finalmente determinados elementos del cuerpo como
el pelo tendrían un plus de expresividad por ser más visibles. Todo ello convier-
te a las propiedades o características, en este caso del pelo, en factores relevantes
que justifican la simbolización.
Como ya se avanzaba anteriormente esas características son aparentes, es
decir, en todo caso ellas mismas son una interpretación que soporta otra. Pero
ciertamente en su apariencia se toman como "naturales". Aun así, y extrayéndo-
lo de las ilustraciones etnográficas anteriores, los procedimientos en los que se
involucra la interpretación revelan al menos que:
1. Lo que se entiende por características no son estrictamente aspectos del
elemento corporal, en este caso el pelo, como tal, sino que incluyen igualmente
las acciones que se ejecutan con él, acciones que por otra parte son en principio
técnicas pero aún más apropiadamente culturales. Es decir, el pelo, como "mate-
ria sensible" no es tanto materia pura sino que implica el espectro de acciones
con las cuales se efectúa un tratamiento. Por ejemplo, cortar-dejar crecer el de Ja
cabeza, el de la cara o el de otras partes del cuerpo; cortar de un lado o de otro;
42 CUERPO Y ESPACIO
rasurar del todo o cortar hasta una u otra determinada longitud. O bien el color
no es sólo natural, también puede ser obtenido por medio de tintes y del mismo
modo la forma lisa, rizada, ondulada, etc. puede ser lograda por medio de trata-
miento, o el brillo, la disposición, etc. Se trata de "materia" sometida a acciones.
Incluso su no tratamiento para que quede largo, apelmazado o enmarañado, como
ocurre en los casos antes citados de ascetismo o de luto, es de la misma manera
una dejación intencionada. Y en ese sentido, este elemento "natural", el pelo, en
cuanto símbolo está elaborado, es, se diría, construido.
2. Ese espectro de acciones debiera ser contemplado para cada cultura como
un modo instrumental de otorgar significados y aún más de que tales significados
resulten de una composición. Es decir, todo tratamiento (en este caso del pelo),
sean cuales fueren las acciones que comporte, constituye una totalidad normati-
va, un código, un lenguaje. Se revela así que el pelo o más bien el tratamiento del
pelo es un ámbito de expresividad cuya organización es análoga a la del lengua-
je, que sigue reglas básicas de selección y de combinación aplicadas a unidades
significantes, que si en este caso no son estrictamente arbitrarias deberá atribuir-
se a que parecen estar constreñidas por determinadas características. Por lo
mismo el rango de selección y de combinación es limitado.
3. En alguna medida, una sola característica en sus variaciones o varias de
ellas agrupadas dentro de una cultura tienden a formar un sistema, no necesaria-
mente completo o desarrollado en todas sus consecuencias, pero al fin y al cabo
con algunas reglas o pautas de distribución de significados que encajan coheren-
temente unas con otras. Esta visión no sólo es propia de las interpretaciones
estructuralistas, alguna de las cuales, por ejemplo, como las que propone Lévi-
Strauss, postula la necesidad de atenerse a todo el conjunto de variaciones no ya
en una sola cultura sino en un grupo de ellas e idealmente en todas ellas, porque,
en el fondo, tal sistema o estructura obedece a principios del espíritu humano.
4. Hay más. Las acciones generan significados contextualmente relevantes,
de modo que los individuos operan con materias como el pelo para intervenir en
las situaciones en relación a sus planes. De otra manera dicho, los significados
asociados al pelo no se agotan en el código cultural, sino que se activan en la
acción social, se recrean, se intensifican siguiendo direcciones determinadas, etc.
(en parte se han recogido estos aspectos en lo que suele llamarse performance, es
decir, actuación, interpretación, realización). Si por el código cultural el pelo
resalta en el juego de las diferencias sociales, en las actuaciones que constituyen
la acción social resalta en el juego de las identidades. Algo más fluido y cam-
biante que los códigos culturales.
5. Las características del pelo (a saber, maleable, suprimible, fino, inconta-
ble, teñible, con aditamentos, etc.) no forman un conjunto finito, limitado, conti-
nuamente presente al modo de rasgos componenciales y distintivos, sino que pue-
44 CUERPO Y ESPACIO
cualquier otra parte corporal. Se diría que en todo caso el psicoanálisis ha con-
tribuido a poner de relieve que toda concepción del cuerpo conlleva una jerar-
quización de las partes que lo integran, habiéndolo puesto de manifiesto precisa-
mente por haber subvertido la jerarquía tradicional en la concepción occidental
de las partes del cuerpo. Un esquema jerarquizado que concedía a la cabeza o al
corazón los lugares centrales o preeminentes. La deriva de la atención hacia el
sexo y su expresión dinámica, la libido, implicaba toda una inversión o más
estrictamente subversión por lo que conllevaba de resituación del centro en una
parte antes baja o marginal mostrada ahora como dinámica, energética, creativa
y en constante conflicto con las estructuras antes preeminentes cuyo papel se
reveló como coercitivo y represor. El esquema jerarquizado del cuerpo quedaba
así muy evidente. Este "nuevo" esquema es el que da la trama a la significación
que se postula adherida al pelo. El contenido de la significación es inevitable-
mente sexual. El psicoanálisis a la vez se ofrece como discurso que recrea la
interpretación simbólica en tanto que desvelamiento.
La otra cara de este planteamiento pone rasgos corporales a los significados.
Es decir, el pelo, una parte corporal visible, remite a otra parte corporal no sólo
oculta, sino reprimida. Se indica así que los símbolos "naturales" tienen o pue-
den tener significados "naturales" (Víctor Tumer volvió sobre este punto). El uso
entrecomillado de "natural" en uno y en otro caso es una forma gráfica de decir
que no lo son tanto que no impliquen una elaboración cultural, puesto que como
ya hemos visto no es el pelo sino el tratamiento del pelo lo que se apunta como
símbolo natural y no es el sexo, sino el sexo reprimido lo que se apunta como sig-
nificado natural. La cuestión de la determinación de significados depende como
se ve de la "naturalización".
Otro marcado y sustancial aspecto proviene del supuesto de que la parte
remite al todo. El todo referido sería el cuerpo, es decir, el pelo es tomado en las
sociedades humanas como trasunto del cuerpo. Sin embargo, -y como se mues-
tra suficientemente en las ilustraciones etnográficas- el todo tiene configuracio-
nes muy distintas. No es simplemente "cuerpo" o no lo es menos que un sujeto
sexuado y los papeles de género que desempeña, también un sujeto según la edad
y su posición relativa en la sociedad y otros tantos papeles sociales varios, inclui-
dos el de especialista religioso, el de oferente agradecido por el favor prestado
por un ser sobrenatural, el de doliente por la pérdida de un ser querido, el de gue-
rrero .. ., o papeles que traducen asunciones morales e ideológicas, etc. Aunque
entre la determinación de significados supuesta se incluya el que en numerosas
sociedades el pelo vehicula los papeles de género (y de edad) y puede entender-
se con ello que se trata de papeles sociales en los que el cuerpo se hace necesa-
riamente visible, el "cuerpo" al que remite es siempre más que un cuerpo. El pelo
parte del cuerpo se extiende así a través de la amplia variedad de los papeles
46 CUERPO Y ESPACIO
CUERPO 2
La emergencia del cuerpo
como tema
48 CUERPO Y ESPACIO
cuerpo. Ocupa las exposiciones, las pantallas, los espacios de publicidad, las
viñetas, etc., y su visibilidad prácticamente omnipresente se concreta en variadas
imágenes que se emiten en los más distintos medios. Cuerpos en ejercicio, cuer-
pos en acción, cuerpos en esfuerzo, cuerpos en tensión, cuerpos laxos, cuerpos en
su desnudez, etc. Tantas imágenes tal vez sean manifestaciones de la relevancia
del cuerpo como problema aunque en todo caso lo sitúan en presencia en los
ámbitos públicos en la cotidianidad. Ha ido dejando de ser contemplación priva-
da, objeto de percepción casi furtiva en la intimidad, para pasar a ser foco de aten-
ción pública si no motivo de exhibición y de espectáculo. La presencia mucho
más frecuente del cuerpo desnudo como imagen pública incluso ha ido perdien-
do el valor que pudo tener de trasgresión específica, puesto que remitía invaria-
blemente a la sexualidad, para ir adquiriendo un sentido y un valor más primario
y más general, el del cuerpo mismo.
Esa incitación a la reflexión como consecuencia del advenimiento del fin ("el
fin del cuerpo") es un argumento seguramente extremado. Recoge una insinuación
de Lévi-Strauss en Tristes trópicos proponiendo como motivo de la reflexión etno-
lógica sobre los pueblos llamados "primitivos" precisamente porque y cuando
estaban en trance de desaparecer. Más que el fin del cuerpo es, como reconoce
Emily Martin, el fin de "un tipo de cuerpo y el comienzo de otro tipo de cuerpo".
Y del mismo modo más que hablar de la visibilidad del cuerpo en las sociedades
modernas, implicando con ello que en las sociedades tradicionales fuera menos
visible, habría que notar el cambio en las formas de hacerse presente el cuerpo.
De hecho la teoría social le ha prestado una atención que antes no le otorga-
ba y parece haberle dado más relevancia de la que antes tenía. ¿Por qué? Dos
explicaciones se abren paso por vías distintas y a propósito de desarrollos etno-
gráficos en distintos enclaves, uno con sociedades amazónicas, el otro con socie-
dades de Nueva Guinea, pero ambos analizando las formas como en esas cultu-
ras se viven y conciben los cuerpos. Turner (1995) cuyo trabajo de campo se hizo
entre los Kayapo, sugiere que se ha producido un cierto abandono de plantea-
mientos ambiciosos que buscaban formar constructos totalizadores y utilizaban
categorías abstractas como "estructura social" o "sistema" subyugados por la
posibilidad de alcanzar horizontes tan omnicomprensivos como "la sociedad" y
"la cultura", mientras que las actitudes postmodernas son más light y se adhie-
ren a posiciones menos firmes y a asuntos más concretos y más asibles. El cuer-
po es una buena coartada para esa huida de la abstracción y de la totalización que
la ciencia social postmoderna ha emprendido. Como ya apreció Foucault, la
focalización en el cuerpo es una posición mucho más auténticamente materialis-
ta que el Marxismo, cuya crítica ideológica se ve así superada, porque nunca
cuestionó el sujeto. Cuando el cuerpo es la fuente de conocimiento y de la ver-
dad y cuando el postulado es que la experiencia auténtica es la que procede del
50 CUERPO Y ESPACIO
reflexionando sobre sociedad y sobre cultura con la esperanza de desembarazar-
nos de esa artificiosidad brillante pero inconsistente que ofrecen los conceptos de
estructura o de sistema. Cuerpo y no estructura, presencia y no sistema. ¿Qué tiene
el cuerpo más que la estructura? Tiene contacto, interacción, emoción y sujeto
implicado, tiene también la atracción del rescate de una cuestión innombrable, el
tour por el lado oscuro de la luna del que no cabía esperar apenas ninguna aven-
tura. Una terra incógnita, por banal, burda y tosca, incluso escatológica. Las afi-
ciones al cuerpo tenían en tiempos más bien la caracterización de vicios, tenta-
ciones, debilidades, irrelevancias, narcisismos, borracheras, etc. El cuadro repasa
todo el conjunto de razones para desaconsejar darle a esta cuestión un rango teó-
rico. El cuerpo como cuadro del desentendimiento recoge tanto la tosquedad como
la subjetividad pasando por el vicio. Lo que revela los tres vé1tices del desenten-
dimiento teórico, al que se uniría el de lo cotidiano y común. Pero también tendría
que reconocerse que, frente a la impresión de intrascendencia, se ofrece hoy un
cuadro más bien dramático, ahora que el cuerpo tiende a la desintegración y que
está amenazada la condición de individuo. En suma, esta es la serie de hipótesis
explicativas de la emergencia del cuerpo como tema de interés:
Hipótesis 1
- La emergencia del cuerpo revela un descenso de tensión teórica o de
decepción tras una etapa de ambiciones estructuralistas y sistémicas y se
ofrece como un refugio o un cierto descanso en la batalla de las ideas.
- O bien se trata de un desasimiento de la disociación cartesiana entre
mente y cuerpo que representa un desplazamiento pendular hacia el lado
no mentalista, una vez que la reflexión se centró en el yo y la persona
como entidad.
Hipótesis 2
- Una nueva imagen del cuerpo ha ido conformándose para una sociedad que
ha alentado su culto hasta el punto de haber fundido y confundido culto y
cultura en culturismo. Esa nueva imagen no había sido acompañada de la
reflexión que suele colocarse como la nube que se agazapa en la montaña
con los problemas sociales.
- Esa nueva imagen deriva de:
a) La transición del capitalismo fordiano al capitalismo tardío.
b) El impacto de las nuevas tecnologías biomédicas con la intervención en
la construcción y reconstrucción del cuerpo por medio de la sustitución
de órganos por otros de procedencia humana o animal o por artefactos
implantados, o de la programación genética o de la estimulación por
sustancias de desarrollo corporal o psicotrópicas, etc.
Hipótesis 3
- Ahora que parece que va llegando a su fin , que ha perdido su condición
de integración y que ha perdido su condición de individuo singular e irre-
petible, el cuerpo se ofrece a la reflexión porque se supone que este ejer-
cicio histórico viene siendo un modo básico de cumplir con su acaba-
miento.
Hipótesis 4
- La integración del cuerpo en las ciencias sociales desde Foucault se había
convertido en una demanda ineludible. En realidad a la teoría social se le
había detectado una laguna que por fin acabó siendo rellenada. Lo que ocu-
rre es que la llegada del cuerpo a la ciencia social ha coincidido o tal vez
ha estimulado la evitación de las cuestiones abstractas . Y aún más el cuer-
po ha irrumpido como un nuevo paradigma, la in-corporación.
Si hubiera que formular proposiciones fundamentales para que sobre ellas
vaya creciendo una Antropología del cuerpo esas podrían ser (Blacking 1977):
- El cuerpo es reconocido correctamente como una fundamental categoría
unificadora de la existencia humana en todos los sentidos y niveles: cultu-
ral, social, psicológico y biológico.
- Es objeto material y a la vez organismo vivo y actuante que posee rudi-
mentarias formas de subjetividad y que después de un proceso de apropia-
ción social se convierte en identidad social y en sujeto cultural. Este doble
papel no sólo se evidencia en la disociación que produce la muerte, porque
el cadáver muestra al cuerpo como objeto material, aunque los rituales
mortuorios lo niegan. Se evidencia también en el constante juego de la cul-
tura con este objeto, porque la cultura puede definirse como manipulacio-
nes de y sobre el cuerpo. Pero es a Ja vez organismo vivo y por tanto a la
vez sujeto y objeto, identidad que el dualismo mente-cuerpo había mal
comprendido ocultándola.
- La apropiación social de Ja corporeidad es el prototipo de toda producción
social y la persona constituida por una subjetividad socializada y corpora-
lizada es el prototipo de todos los productos. "Cuerpo socialmente infor-
mado" en términos de Bourdieu.
52 CUERPO Y ESPACIO
- Como organismo biológico el cuerpo es individuo. Aunque individuo que
depende para su reproducción, alimento, etc., de los inputs sociales de
otros y del ambiente. La individualidad biológica es compleja pues es pro-
ducto de numerosos y casi-independientes miembros, órganos, facultades,
estadios de desarrollo, etc. Esta dividualidad interna y las fronteras exter-
nas de interdependencia le convierten en paradigma no sólo de la indivi-
dualidad sino de las limitaciones de Ja individualidad. El doble eje de cons-
titución del cuerpo es pues el de la individualidad y la interdependencia por
un lado y el del objeto y el sujeto por otro lado. Ambos ejes se cruzan si se
supone que la condición de objeto se sustancia cuando se consideren las
partes componentes "individualizadas" y si se considera que la condición
de sujeto es intersubjetiva.
- El punto básico de esta concepción es el inextricable carácter social del
cuerpo humano enlazado con todas las dimensiones material, fenoménica,
biológica, psicológica y cultural.
- Es el cuerpo humano tema y motivo común de explicaciones y teorías en
muchas culturas. Etnoteorías que ilustran la amplitud de la diversidad cul-
tural y a la vez la enorme creatividad que ponen en juego los pueblos sobre
algo tan inmediato y tan urgente a veces en reclamar atención y razones.
EMBODIMENT O IN-CORPORACIÓN
54 CUERPO Y ESPACIO
lismo. Son las visiones del mundo de las sociedades humanas las que hacen los
cuerpos, penetran en ellos, y al traslucirse a través de ellos les conforman. Es por
eso que cabe entenderlo como una in-corporación. Pero esto es un primer senti-
do. Hay otros, pero se hace necesario antes de exponerlos adentrarse en Ja multi-
plicidad de cuerpos.
56 CUERPO Y ESPACIO
menos esto supone una concepción del cuerpo ligada a su entorno y no autocon-
tenido en sí mismo. La concepción del cuerpo físico que de aquí se deriva ya
incluye la idea de interacción con el entorno. Además, no sólo es el orden y la dis-
ciplina con lo que se "construye" el cuerpo sino que también interviene la noción
de pureza/impureza y la experiencia de intimidad. No es por tanto que se tome el
cuerpo como un organismo de funcionamiento caótico necesitado de control, sino
también como un foco de valor y un núcleo de organización del entorno.
Sin duda lo que reviste más interés es esa peculiar relación entre los dos cuer-
pos, por una parte reflejo uno de otro, de modo que el cuerpo social se asemeja
al cuerpo físico en cuanto unidad integrada por miembros, pero por otra parte es
más que un reflejo. Aparentemente la presión de un cuerpo sobre el otro no tiene
los mismos resultados, y en realidad la presión sólo va de lo social hacia lo físi-
co y comporta la transformación de éste, su descorporización. Se da aquí un salto
no justificado de la doble función de reflejo uno de otro a la de presión uno sobre
otro. No se deduce una función de la otra. La primera, la de reflejo, insinúa que
trabajan en un plano de igualdad, la otra, la de presión, indica claramente que tra-
bajan en desequilibrio. Y aparentemente una desvirtúa a la otra.
Se podría deducir de esto una teoría de la formación del cuerpo como sím-
bolo en el sentido en que la materialidad de éste parece que se diluye -se tras-
forma- cuando la carga de significado es honda. O dicho en términos sociales,
la fuerza del sistema social tiene efectos de transformación en el cuerpo en tanto
que símbolo, se diría que desfisicalizándolo (sin embargo la moderna teoría aco-
gida bajo la noción de embodiment toma la condición física del cuerpo como
irreductible).
De todos modos Mary Douglas no habla propiamente de dos cuerpos sino de
uno, el físico , y de su metáfora social. En realidad los dos cuerpos a los que se
refería eran el yo y la sociedad, "Unas veces están tan cerca que casi llegan a fun-
dirse y otras están muy lejos uno del otro" (Douglas, 1978: 107).
La idea de la pluralidad de cuerpos está posiblemente iniciada con Douglas,
pero expuesta como tal por Scheper-Hughes y Lock (1987).
Tres cuerpos
Es esencial para nuestra tarea una consideración de las relaciones entre lo que aquí
llamaremos los "tres cuerpos". El primero y quizás el más evidente es el cuerpo indi-
vidual, comprendido en el sentido fenomenológico de experiencia vivida del cuerpo-
uno mismo. Razonablemente podemos asumir que todo el mundo comparte al menos
algun sentido intuitivo de sí mismo in-corporado como existiendo aparte de otros cuer-
Para profundizar en los tres cuerpos se requiere comenzar por una toma de
conciencia de lo que el dualismo cartesiano (y anterior) y sus complicaciones
supone dentro de las sociedades occidentales y de inspiración cristiana. El dua-
lismo mente/cuerpo se duplica como espíritu/materia, cultura/naturaleza, irreali-
dad/realidad .. ., y en Jos dominios médicos, psíquico/fisiológico, mental/ físico ,
funcional/clínico, etc. La pervivencia y solidez de este dualismo obliga a enun-
ciar las propuestas de consideración del hombre total (como apuntaba Mauss) por
medio de guiones cuerpo-mente, materia-espíritu, psico-físico, etc., que de
hecho mantienen dualidades aunque afirmen interdependencias. No es sencillo
formular la condición de unidad. Y propuestas como "mindful body" tienen muy
difícil traducción castellana, ¿"cuerpo lleno de mente" ? "Lleno" sugiere la metá-
fora de contenedor que tampoco sería aceptable si de lo que se trata es de refe-
rirse a una unidad. Con suficientes informaciones etnográficas ya disponibles no
es posible asumir que el dualismo mente/cuerpo es universal, ni por tanto una
58 CUERPO Y ESPACIO
concepción definitoria de la especie humana aun cuando ésta haya sido categori-
zada como animal racional.
Hay aún otra oposición que se cruza con el dualismo anterior, la de indivi-
duo/sociedad que también debe ser desvelada como un modo "occidental". La
conciencia de individuo es en buena medida un fenómeno histórico que parece
haber sido avivada desde el racionalismo moderno y aun marcada con agudos
perfiles a partir del pre-existencialismo del que fue portavoz Kierkegaard. (Sobre
la génesis y desarrollo del individualismo puede consultarse a L. Dumont).
Se entiende entonces que el dualismo y sus complicaciones actúa como pre-
juicio y determina las preconcepciones del cuerpo a la vez conformado como un
todo integrado por partes, pero parte complementaria él mismo de otro todo. El
sentido que cada uno tiene de sí mismo parece indisolublemente ligado a él. Pero
eso conlleva una doble posición disociada. Bajo el prejuicio dualista, uno mismo
tiende a percibirse más como mente en un cuerpo y como individuo en una socie-
dad. Y ambas percepciones pueden ser presentadas en paralelo pero no son aná-
logas. Como recuerdan Scheper-Hughes y Lock, Durkheim llamó la atención
sobre cómo el cuerpo/mente contribuye a la reproducción de la sociedad por
medio de la sexualidad y Ja socialización, por lo que las percepciones de uno
mismo/cuerpo y de la sociedad/individuo están coimplicadas. En todo caso, el
cuerpo ajeno y Ja mente ajena son estados a menudo descritos en distintas cultu-
ras y del mismo modo son estados posibles e incluso probables en distintas socie-
dades el del individuo asimilado plenamente a Ja sociedad e incluso absorbido
por ella o el del aislado y separado de ella.
A. El cuerpo individual no es sólo organismo biológico sino además aquello
con lo que se engarza el sentido de ser uno mismo, una experiencia y una
conciencia que vienen dadas desde las culturas. La más clara referencia de
lo que se entiende aquí por cuerpo es Jo que se suele llamar "imagen del
cuerpo", -identificada primero como modelo de uso en psiquiatría y espe-
cial objeto de interés en pacientes con algunos tipos de lesiones cerebra-
les-, una noción que se ha extendido para abarcar la imagen (a la vez indi-
vidual y proporcionada desde la cultura) que todos los seres humanos
tienen de sí mismos y que admite muchas variaciones. La fortaleza y la
debilidad, las tendencias o proclividades, las resistencias, la flexibilidad, la
sensibilidad, la reacción a sustancias, a ambientes o acontecimientos, a
tipos de personas, etc. , el desarrollo, sus fases, sus tiempos, etc., todo ello
forma parte de esa imagen. El papel que se atribuye a determinados órga-
nos o partes, al corazón, al cerebro, al hígado, al estómago, a los intestinos,
al sexo, a los riñones, a los ojos, a los oídos, al pelo, todo forma parte igual-
mente de esa imagen. Y también a la cara, la espalda, la mano derecha o la
izquierda, el pecho, el culo, etc. Y el valor dado a la sangre, las lágrimas,
60 CUERPO Y ESPACIO
ELEMENTOS PARA UNA IMAGEN DEL CUERPO EN LA CULTURA
TRADICIONAL EN ESPAÑA
(FRASES HECHAS EN CASTELLANO)
Mano tonta, Mano de santo, Manos largas, Mano dura, En buenas manos, Estar una mano sobre
otra, Dar la mano, Venir a mano, Pedir la mano, etc.
Tirarle de la lengua, Sacar la lengua, Ir con la lengua afuera, Meterse la lengua donde le quepa, etc.
Subírsele a la cabeza, Tener la cabeza cuadrada, Ser un cabeza dura, Ser una mala cabeza, Tener
la cabeza hueca, Andar de cabeza, Romperse la cabeza, Metérsele en la cabeza, etc.
No tener sangre en las venas, Hervirle la sangre, Tener horchata en las venas, Helársele la sangre,
Hacerlo a sangre fría, Echar sangre por los ojos, etc.
Pegar la oreja, Asomar la oreja, Entrar por un oído y salir por el otro, Ir con las orejas gachas,
Mojar la oreja, etc.
Estar hasta los cojones, Echarle cojones, No tener más cojones que ..., Tocarse los cojones, etc.
Decírselo en sus propias narices, Meter la nariz, Tocarle las narices, Hinchársele las narices,
Partirle las narices, Darle en la nariz, etc.
Ponerle los nervios de punta, Tener nervios de acero, etc.
Ir con la frente bien alta, Venir de frente, Arrugar la frente, etc.
Romperle el corazón, Clavársele en el corazón, Encogérsele el corazón, Llevar el corazón en la
mano, Ser duro de corazón, No tener corazón, No caberle el corazón en el pecho, Se lo decía el
corazón, etc.
Ser el ojito derecho de .. ., Echar un ojo, Abrir los ojos, Andarse con ojo, Írsele los ojos tras ...,
Comérselo con los ojos, Tener mucho ojo, No pegar ojo, Meterle el dedo en el ojo, etc.
Y otras como: Ponerse de uñas, Meter el hombro, Enseñar los dientes, Meter la pata, Doblar la
cerviz, Empinar el codo, Ser de puño cerrado, Tener mala leche, Ponérsele entre ceja y ceja, Tener
estómago para, etc.
Diccionario fraseológico del español moderno. Madrid: Gredos, 1996. Diccionario de dichos y frases hechas.
Madrid: Espasa-Calpe, 1996. Gran diccionario de frases hechas. Barcelona:Larousse, 2001.
62 CUERPO Y ESPACIO
mayor relevancia que en lo que afecte al mantenimiento y reproducción
del grupo. Se dice entonces que no sólo las palabras, las acciones, etc.,
sino los ojos, la boca, los brazos, etc. , de cada miembro son los del grupo.
Es desde esta perspectiva desde la que se comprenden mejor las etnoteo-
rías de la reproducción que establecen hasta qué punto y de qué modo el
linaje paterno o materno o ambos proporcionan al feto en la gestación la
sangre, los huesos, los músculos, las habilidades, etc. Y el punto y el modo
que se determinan se corresponden con la organización del parentesco en
tomo al linaje paterno, materno, a ambos, etc. (Schefler 1973). Todo esto
es lo que puede cargar de sentido el término de in-corporación. Por intro-
ducir un aspecto más de complejidad, se tiene así el cuerpo sirviendo de
metáfora o proyectándose simbólicamente en la sociedad y volviendo ésta
a proyectarse también simbólicamente sobre el cuerpo.
C. El cuerpo político es una invocación que se ha hecho necesaria después
de la irrupción de las obras de Foucault en el pensamiento occidental del
siglo XX (Historia de la sexualidad, Vigilar y castigar, El nacimiento de
la clínica, etc., son obras influyentes). El especial impacto de las relacio-
nes de poder en los cuerpos individuales y sociales ha sido puesto en evi-
dencia por Foucault hasta en sus más sutiles formas. Arranca con la críti-
ca a una noción de poder entendida tan sólo como mecanismo jurídico, es
decir, prohibiciones o prescripciones con las respectivas sanciones de
exclusión, rechazo, negación, barreras, etc. , para pasar a entenderlo en
términos de tácticas y estrategias y aplicar este cambio de perspectiva a la
historia de la locura y de la sexualidad durante el siglo XIX en Europa. El
cambio supone desplazarse de una noción negativa del poder (exclusión,
reclusión) a una noción positiva. Y entonces se descubre el poder como
"un conjunto de fuerzas inmanente al dominio en el que se inscriben". No
es el poder una cuestión de soberanía, sino que las relaciones de poder
están entre un hombre y una mujer, en la familia, entre un maestro y un
alumno, entre el que sabe y el que no sabe, etc. Es así como "las relacio-
nes de poder pueden penetrar materialmente en el espesor mismo de los
cuerpos incluso sin tener que ser sustituidos por la representación de los
sujetos. Si el poder hace blanco en los cuerpos no es porque haya sido con
anterioridad interiorizado en la conciencia de las gentes. Existe una red de
bio-poder, de somato-poder que es al mismo tiempo una red a partir de la
cual nace la sexualidad como fenómeno histórico y cultural, ..." (Entrevista
aparecida en La Quinzaine Litteraire, 1977, 1-15 de enero, 4-6) . A esa pers-
pectiva en la comprensión del poder la ha llamado "microfísica del poder"
o en otro lugar "poder capilar". El concepto de cuerpo político tiene en
realidad su punto de partida en los análisis históricos que advirtieron que
el cuerpo del rey, en la sociedad del siglo XVII, era una realidad política,
64 CUERPO Y ESPACIO
mente informados. Tiene el mismo objetivo que el de la adopción como paradig-
ma de embodiment o in-corporación (T.J. Csordas 1990) ... , el deshacerse de los
dualismos (naturaleza/cultura, mente/cuerpo, real/irreal). Insistir en ello es deci-
sivo aun cuando propiamente se esté encarando a la vez la enorme dificultad que
supone. Tan instalados están que tal vez sería más prudente admitir que aun no
disueltos del todo pueden ser reconducidos o superados, entre otras razones por-
que tampoco son segregaciones tan distanciadas que no se contemplaran a veces
con elementos interpenetrados o mediales.
HABITUS E IN-CORPORACIÓN
66 CUERPO Y ESPACIO
ción del mundo de sentido común, autoevidente y a la vez objetivo por el
consenso que proporciona el significado de las prácticas y del mundo,
reforzados continuamente por experiencias similares o idénticas (p. 58).
Esta serie de puntos sintetizan literalmente lo que Bourdieu ha propuesto para
reconocer los habitus y, aunque no utiliza estrictamente el concepto de embodi-
ment, sus alusiones al término son claras e integradas en su propuesta que está
más centrada en aquellos. Ciertamente tienen en el cuerpo su asiento más básico
y más propiamente han sido presentados como objetivaciones en los cuerpos. Lo
que requiere una explicación porque ya se supone que los cuerpos son objetos,
pero habrá de entenderse entonces lo que importa las objetivaciones en ellos. Se
trata de un modo peculiar de objetivación, un modo que viene definido, nombra-
do, por el soporte, es decir, una in-corporación.
La etnografía iluminada por estos conceptos fue realizada por Bourdieu en
las Kabilas argelinas.
68 CUERPO Y ESPACIO
agentes o, lo que es lo mismo, in-corporan las creencias. Es posible que las situa-
ciones de la normalidad cotidiana no permitan verlo tan claro, aunque Bourdieu
haya hecho un gran esfuerzo para contemplar en ellas parecida trascendencia.
La disolución de los dualismos debe ser destacada en la comprensión del
embodiment (in-corporación), pero aún más tendría que ser entretejido con los
esquemas que forman la tensión entre el sujeto y el objeto. Una tensión que com-
porta el desdoblamiento o la mediación. Estas ideas son las que animan los desa-
rrollos de los capítulos siguientes. El primero, el de la piel social, explora los des-
doblamientos. El segundo se fija en los múltiples desplazamientos del cuerpo
entre el objeto, el instrumento y el sujeto.
72 CUERPO Y ESPACIO
in-corporada de la vida social. La pubertad parecería que determina la celebración
del ritual. Mientras que el ritual de iniciación sería tan sólo una exigencia social.
Y la confusión indica cómo se produce la naturalización de la iniciación y a la vez
la socialización de un fenómeno aparentemente individual, la pubertad.
74 CUERPO Y ESPACIO
conjunto constituido por los ritos del embarazo, del parto y del nacimiento. No por
intentar agrupar todos esos ritos con la mayor claridad posible se me oculta que, al tra-
tarse de actividades, es imposible alcanzar en estas materias una clasificación tan rígi-
da como pueda serlo la de los botánicos.
Lejos de mí pretender que todos los ritos del nacimiento, de la iniciación, del matri-
monio, etc., no son más que ritos de paso. Pues además de su objeto general, que es
asegurar un cambio de estado o de paso de una sociedad mágico-religiosa o profana a
otra, cada una de estas ceremonias tiene su propio objeto. Asimismo, las ceremonias
del matrimonio comportan ritos de fecundación; las del nacimiento, ritos de protección
o de predicción; las de los funerales, ritos de defensa; las de la iniciación, ritos de pro-
piciación; las de la ordenación, ritos de apropiación por la divinidad, etc. Todos estos
ritos, que tienen un fin especial y actual, se yuxtaponen a los ritos de paso o se combi-
nan con ellos, a veces de manera tan íntima que no se sabe si tal rito pormenorizado es,
por ejemplo, un rito de protección o un rito de separación. Este problema se plantea,
entre otros casos, a propósito de las diversas formas de los ritos llamados de purifica-
ción, que pueden ser bien una simple suspensión de tabú, que se limita a suprimir la
cualidad impura, bien ritos propiamente activos, que otorgan la cualidad de la pureza.
A. Van Gennep (1909) 1986, pp. 20-22
En cuanto a los motivos o los contenidos de las acciones en los ritos, igual-
mente tienen más sentido si se consideran relacionados entre sí que como ele-
mentos aislados por muy singulares que parezcan. Mary Douglas -como antes se
dijo- ya apreció alguna relación, e incluso correlación, entre acciones sobre y del
cuerpo y acciones sobre y del grupo.
Cuerpo y sociedad
... El cuerpo humano es imagen de la sociedad y, por lo tanto, no puede haber un
modo natural de considerar el cuerpo que no implique al mismo tiempo una dimensión
social. El interés por las aperturas del cuerpo dependerá de la preocupación por las
salidas y las entradas sociales, las rutas de escape y evasión. Donde no exista una preo-
cupación por preservar los límites sociales no surgirá tampoco la preocupación por
mantener los límites corporales. La relación de los pies con la cabeza, el cerebro con
los órganos sexuales, la boca con el ano expresa los esquemas básicos de la jerarquía.
En consecuencia adelanto la hipótesis de que el control corporal constituye una expre-
sión del control social y que el abandono del control corporal en el ritual corresponde
a las exigencias de la experiencia social que se expresa. Aún más, difícilmente podrá
imponerse con éxito un control sin que exista un tipo de control equivalente en la
sociedad. Y finalmente, ese impulso hacia la búsqueda de una relación armoniosa entre
la experiencia de lo físico y lo social debe afectar a la ideología. En consecuencia, una
vez analizada la correspondencia entre control corporal y control social tendremos la
base para considerar actitudes variantes paralelas en lo que atañe al pensamiento polí-
tico y a la teología.
Mary Douglas (1973) 1978, p. 94-95
Tumer liga aquí lo corporal con el "conocimiento" -en la medida en que éste
versa sobre los principios generales y últimos del orden moral y social- y liga a
la vez los estados emocionales con las explicaciones racionales. Ligazón que se
produce especialmente en el simbolismo ritual por su doble carácter de símbolos
referenciales y de condensación. No es necesario insistir en que tales ligazones
que acaban predicándose de los ritos en general se captaron en los rituales de ini-
ciación y en este caso en los ritos de pubertad de las muchachas ndembu.
7Ó CUERPO Y ESPACIO
En fin, estas elaboraciones insisten en que los componentes de los rituales de
iniciación no debieran tomarse de forma aislada. Aunque las relaciones entre
ellos no tendrían por qué ser únicas. Como muestra cabría valorar la capacidad
de sugerencia que da el siguiente cuadro:
CUERPO CONOCIMIENTO
78 CUERPO Y ESPACIO
por los grupos étnicos en Nueva Guinea, mal llamada laboratorio de la diversi-
dad cultural).
Lo primero que se hace necesario destacar es que, aunque se trata de una serie
amplia de rituales con elementos comunes -hasta el punto de que algunos pro-
ponen considerarlos un género propio-, parece haber problemas de tipificación
(según el análisis de Keesing 1982, 1998):
Los pueblos a los que se refiere son principalmente Ilahita Arapesh, Chambri, Sambia,
Bimin-Kuskumin, Awa, Ndumba, Hua y otros en las tierras altas y algunos en el área del
rio Sepik.
integración de individuos º· •
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NEW¡ eRtT.\lN
8Q CUERPO Y ESPACIO
to, por someterse a la realización de determinadas pruebas y por medio de la ins-
trucción y la revelación. Piensan que sin la iniciación los chicos serían débiles y
blandos. Las mutilaciones corporales, el piercing en la nariz, la escarificación, el
derramamiento de sangre (todo ello vivido con gran intensidad emocional), res-
ponden a ello. El elemento esencial en esta ideología de creación es una especie
de desafío al crecimiento físico. Seguir el régimen prescrito incluye acciones
positivas, tales como prescripciones respecto a algunos alimentos, ingerir semen,
etc., y acciones negativas, como guardar tabúes respecto a ciertos alimentos y a
ciertos contactos que se cree que debilitan. (La sangre y sustancias corporales se
entretejen con otros elementos -plantas, fauna, etc.- en códigos de significación,
de modo que el mundo natural proporciona símbolos del cuerpo físico y del cuer-
po político). La otra pauta, Ja de secretismo para los no iniciados y revelación a
los iniciados reafirma esa ideología de creación.
Se trata de un proceso gradual, etapa por etapa, que a veces lleva realizarlo
varios meses o varios años. Una progresión que se consigue a base de purifica-
ción, de instrucción, de alimentación seleccionada y del sometimiento a determi-
nadas pruebas, todo ello formando parte del aprendizaje que instala una ideolo-
gía del contraste entre géneros y en particular de todo lo que importa ser varón.
Las revelaciones últimas versan sobre las flautas sagradas o las bramaderas.
82 CUERPO Y ESPACIO
La iniciación puede ser reconocible en muchas sociedades como experiencia
subjetiva excitante y a la vez amenazadora. La ambivalencia de las emociones
suscitadas, el flujo de los acontecimientos en grados crecientes de intensidad y la
presión insistente y agobiante que sufren los novicios no son aspectos intrascen-
dentes. Sin ellos los símbolos empleados no significarían. Aunque por supuesto
tampoco sin el sistema cultural en el que están insertados.
La secuencia ritual anterior versa sin duda sobre cuerpos, no sólo sobre el
sexo. Versa sobre el cuerpo como unidad y sobre los fluidos corporales (la sangre,
el semen), sobre el tono muscular, sobre la nariz, sobre la piel, sobre el pene. Uno
de los aspectos más importantes no es tanto esta oscilación entre el cuerpo como
conjunto y determinadas partes significativas, sino que el cuerpo es tomado como
campo sobre el que desarrollar la secuencia, un campo si se quiere con partes dife-
renciadas pero igualmente un campo que opera como un todo. Se toma también
como materia sensible, en algun modo plástica, susceptible de modificaciones. Y
se toma como un itinerario que recorrer mediante acciones tales como golpear,
irritar, excitar, decorar, vestir o desvestir, "abrir'', "limpiar", etc. , con lo que se ins-
tituye la distinción entre la masculinidad y la feminidad en un proceso ritual que
se extiende a lo largo del ciclo de la vida. En su filosofía de la vida, no sólo es la
forma de hacer crecer a los muchachos, es la forma de "crear" hombres.
84 CUERPO Y ESPACIO
masculina que los estudios transcultura-
les de inspiración psicoanalítica (Whiting
y asociados) habían llegado a establecer
como incontestable. Mediante la identifi-
cación y aislamiento de una serie de fac-
tores y la aplicación de correlaciones
llegaron a asentar que, en aquellas socie-
dades en las que las relaciones entre las
madres y los hijos varones eran muy
estrechas durante las primeras etapas de
la socialización, estos rituales representa-
ban y producían una separación traumáti-
ca, pero necesaria de ambos de manera
que los muchachos asumieran plenamente su identidad masculina y se incorpo-
raran al desempeño de roles que se esperaba de ellos como varones adultos. Por
supuesto esta tesis reducía el interés por los ritos de iniciación femenina.
Strathern basándose en las etnografías sobre Melanesia propone más bien que
en tales sociedades durante las primeras etapas de la socialización los individuos
se consideran seres andróginos, de modo que son los rituales de iniciación para
varones o para mujeres los que representan y producen una identidad definitiva
de género en la medida en que pasan a la etapa adulta. El objetivo de la inicia-
ción en Melanesia es pues hacer seres "incompletos" con el fin de convertirse en
miembros reproductivos de la sociedad. Los rituales son entonces procesos de
transformación por medio de los cuales los novicios son culturalmente "des-
construidos" y -se entiende- vueltos a construir, con lo que se halla así un nuevo
sentido a todos aquellos aspectos del proceso que se conciben como un "renaci-
miento", ahora ya sexualmente activos en cuanto potenciales reproductores si
bien incompletos, aunque su identidad se termina de completar en relación y en
conjunción con otra (Strathern 1988). Por supuesto que esto obliga a una relec-
tura de las secuencias y elementos que intervienen en los ritos de iniciación mas-
culina, pero sobre todo obliga a incluir decididamente en el análisis a los de la
iniciación femenina.
Hay que insistir en que, tanto los ritos de iniciación masculina como los de
iniciación femenina, consisten fundamentalmente en la manipulación ritual del
cuerpo. Ya los trabajos clásicos de Richards, Bettelheim, La Fontaine y otros
tomaban las pruebas físicas, la escarificación, la circuncisión y la infibulación
como acciones que preparan a los novicios y novicias para la vida adulta, procu-
rándoles signos permanentes del cambio de estatus y a la vez de su capacidad de
sufrimiento y su entereza ante las situaciones límite. Pero en Melanesia se perci-
be que hay otras dimensiones en esta manipulación ritual del cuerpo relaciona-
das con las nociones culturales de sexualidad, belleza y poder. Entre los Rauta,
86 CUERPO Y ESPACIO
nina celebran también Ja fertilidad y la procreación. Los yam a los que ritual-
mente dan a luz Jos varones no son exclusivamente masculinos, sino masculinos
y femeninos a la vez y Ja procreación se entiende como actividad complementa-
ria (Hauser-Schaublin 1995).
La viudedad conlleva entre los Saniyo-Hiyowe rituales cuyo objetivo desha-
ce aquello que se le dio en Jos de pubertad. Cuando después de concluir éstos se
dice que las novicias están "lavadas" no sólo se reconoce el cumplimiento de las
reglas de la higiene personal sino que se las caracteriza como dispuestas para el
matrimonio. En contraste, a las viudas se les prohíbe lavarse. Y es significativo
que se diga que las viudas y las mujeres casadas no menstrúan, aunque se trata
de una "menopausia simbólica". Al cabo de varios años las viudas van adqui-
riendo poco a poco su identidad sexual femenina que acaba con otro ritual de
lavado y de adquisición de la libertad de volver a casarse y establecer lazos con
nuevos parientes.
El tratamiento ritual del cuerpo se produce entonces en cada uno de los
momentos considerados relevantes del ciclo de Ja vida. Es evidentemente una
secuencia que se integra en él. Pero a la vez sintetiza a todo el ciclo y le repre-
senta cada vez. El tratamiento ritual del cuerpo reproduce los procesos de naci-
miento, crecimiento, maduración, renacimiento. Es en este sentido que se habla
de menopausia simbólica, como se podría hablar de renacimiento simbólico, o
incluso de maduración simbólica. Es sobre la piel y con la piel, sobre el cuerpo
y con el cuerpo que se expresan las nociones básicas relativas al transcurrir de la
vida, sin que Ja piel y el cuerpo dejen de ser la vida. Y no sólo la vida individual,
sino la vida social. El tratamiento ritual del cuerpo a la vez va haciendo posible
la regeneración de la sociedad.
Por tanto el tratamiento ritual del cuerpo en los rituales de iniciación no es
una acción ocasional, más bien se diría que es sistemático. No parece que
pudiera ser tomado como un elemento más sino que en sus variedades consti-
tuye todo un complejo de intervenciones entendidas de muy diversas formas,
entre ellas la de "construcción" del cuerpo, como si aún no estuviera del todo
hecho. Si bien tal "construcción" parece cuando menos ambigua. Por los datos
etnográficos anteriores se colige que algunas sociedades parecen considerar el
cuerpo inmaduro aún incompleto, no suficientemente hecho, no obstante,
"construirle" también puede implicar lo contrario, hacerle incompleto para que
sólo de esa manera busque completarse con otro. Vistas las cosas de varias for-
mas, "construcción" puede entenderse tanto búsqueda de perfección como rec-
tificación necesaria para ajustarse a las demandas sociales . Es el caso casi pro-
totípico de determinadas prácticas como la circuncisión que se sitúan así en
plena ambigüedad pues cabría justificarlas o bien como acceso a la madurez o
como mutilación .
88 CUERPO Y ESPACIO
dores de emplastos, de la cauterización y
de pociones higiénicas, los egipcios del
tiempo de los faraones debieron reducir
los riesgos de infección, mientras que por
otra parte hay razones para sospechar que
era una práctica cuya realización se
encargaba a expertos. Los sacerdotes cir-
cuncisores eran también médicos que
actuaban en una ceremonia pública y
producían una herida noble, sagrada. No
es posible decir qué se pretendía en con-
creto con la circuncisión. Sin duda tenía
como objetivo al menos en parte la purificación. Diversos papiros medicinales
indican que se tenía un profundo temor a la contaminación y la putrefacción del
interior del cuerpo, con una preocupación extrema por sus excrementos y secre-
ciones. De ahí se concluye que prestaran tanta atención al prepucio. En países
cálidos el espacio entre el prepucio y el glande, si no se limpia regularmente,
puede convertirse en un reservorio de secreciones malolientes, por lo que es posi-
ble que se pensara que eliminando el prepucio se conseguía una limpieza del
flujo natural del cuerpo. Un aspecto sujeto a discusión se refiere a si la práctica
confería un estatus especial. Presumiblemente al menos durante cierto periodo de
tiempo se convirtió en una marca de pertenencia a la élite política, militar o
comercial. Aún Orígenes mantenía esa visión cuando escribió que en el antiguo
Egipto nadie que no hubiera sido circuncidado podía dedicarse a la astronomía,
que era considerada la ciencia más noble. Y se cuenta de Pitágoras que con el
deseo de purificarse y someter la carne a Jos nobles dictados del espíritu se cir-
cuncidó a sí mismo (Gollaher 2000).
Circuncisión judía
La alianza
Dijo Dios a Abraham: "Guarda pues mi alianza, tú y tu posteridad, de generación en
generación. Esta es mi alianza que habéis de guardar entre yo y vosotros -también tu
posteridad-. Todos vuestros varones serán circuncidados. Os circuncidaréis la carne
del prepucio, y eso será la señal de Ja alianza entre yo y vosotros. A los ocho días será
circuncidado entre vosotros todo varón, de generación en generación, tanto el nacido
en casos como el comprado con dinero a cualquier extraño que no sea de tu raza.
Deben ser circuncidados el nacido en tu casa y el comprado con tu dinero, de modo
que mi alianza esté en vuestra carne como alianza eterna. El incircunciso, el varón a
quien no se le circuncide Ja carne de su prepucio, ese tal será borrado de entre los suyos
por haber violado mi alianza .. . Tomó entonces Abraham a su hijo Ismael, a todos los
nacidos en su casa y todos Jos comprados con su dinero -a todos los varones de la casa
de Abraham- y aquel mismo día les circuncidó Ja carne del prepucio, como Dios Je
había mandado. Tenía Abraham noventa y nueve años cuando circuncidó la carne de
su prepucio. Ismael, su hijo, era de trece años cuando se Je circuncidó. El mismo día
fueron circuncidados Abraham y su hijo Ismael. Y todos Jos varones de su casa, los
nacidos en su casa y los comprados a extraños por dinero, fueron circuncidados junta-
mente con él.
Génesis 17
90 CUERPO Y ESPACIO
En los primeros tiempos, y pese a lo indicado en el Génesis, el pueblo judío
circuncidaba a los varones en la adolescencia y juventud. Y no es conocido cuán-
do se adoptó la práctica, por otra parte excepcional entre el resto de las socieda-
des, de hacerlo al octavo día de vida, que claramente no asocia tanto a la circun-
cisión con la fertilidad cuanto con el nacimiento. Algunas explicaciones en la
época del helenismo (Filón de Judea) sugerían que de esa forma se confirmaría
el compromiso de pertenencia a la comunidad antes de que cada individuo lle-
gara a la edad de poderlo decidir por sí mismo. Perece que podría entenderse esto
mejor en las duras condiciones del exilio y bajo sometimiento a los imperios
(Babilonia, Alejandro el Grande, luego Roma, etc.) en los que las posibilidades
de deserción de la comunidad se veían así mermadas por una práctica que pro-
porcionaba una señal imperecedera de pertenencia. Para la estética griega era de
hecho una mutilación y en las pruebas atléticas que el prepucio ocultara al glan-
de daba la imagen de recato, mientras que el glande al desnudo de un no circun-
ciso se consideraba indecente en Ja arena. Los atletas para prevenirlo llevaban el
kynodesme, una cinta de color apretadamente anudada sobre el prepucio. No
pocos jóvenes judíos, practicantes de juegos, de la lucha y habituales en los
baños públicos, intentaban ocultar su identidad, sabedores de Ja hostilidad de los
gentiles a la circuncisión, camuflándola o revirtiéndola, de manera que en los
tiempos de persecución se llegaron a usar medios quirúrgicos para recrear la
parte escindida, usando en el siglo I una técnica llamada epipasmos. Los rabinos
alertaban de las consecuencias de estos procedimientos, mientras que revisaron
la operación tradicional. El modo primario llamado milah, un simple corte de un
trozo del prepucio del niño que permitía luego una cierta restauración de forma
que parecieran no circuncidados, fue aumentado con el periah, el corte radical
del prepucio que dejaba al glande completamente al desnudo, si bien según fue-
ran de estrictos los rabinos así eran de completas las operaciones a las que se
sometían los niños. Algunos de ellos decían que Ja circuncisión sin lágrimas no
era circuncisión.
Ya en la era cristiana más que la extensión del corte (ligado a la fertilidad) fue
la sangre lo que se convirtió en el elemento relevante, la sangre como símbolo de
salvación. La sangre que manaba de Ja herida era recogida en un recipiente y,
mezclada con agua, servía para lavarse ritualmente las manos en ella. Las expli-
caciones de los rabinos ligaban esta sangre a la del cordero pascual, ésta porque
representaba Ja liberación del pueblo de Israel de Egipto, la de la circuncisión
porque representaba la alianza de Dios con Abraham y sus descendientes. Como
contraste y en tanto que las mujeres eran excluidas de la ceremonia del berit
mi/ah , la sangre femenina importaba contaminación.
En el siglo XII, Maimónides era completamente consciente del dolor que
causaba y del riesgo que entrañaba, por lo que concluía que se trataba de un asun-
92 CUERPO Y ESPACIO
de Israel. Esta silla vacía espera al profeta cuya llegada anuncia al Mesías y el
cumplimiento de la promesa que Dios hizo a Abraham. De esa forma se situaba
ese acontecimjento único en la vida de cada niño en un marco cósmico.
La circuncisión en Palestina era una ocasión para la fiesta y la diversión, se
invitaba a los notables de la comurudad y después de comer y beber copiosamen-
te se entonaban canciones cultas y otras populares. En Italia y en Centro Europa,
a comienzos de la Edad Media las noches anteriores a la celebración se convertían
en un tiempo de juerga y excesos. Aún en el siglo XVII en Suiza, la víspera se
pasaba en jolgorios supuestamente provocados con el fin de consolar a la madre
de la criatura por los temores que despertaba la cirugía y de proteger tanto a ella
como al niño de los malos espíritus. Todo ello a pesar de las reconvenciones de
algunos rabinos que todavía en el XVIII dirigían contra las comunidades al tiem-
po que prohibían las bebidas y prescribían la dedicación al estudio y a la plegaria
(todos los datos anteriores proceden de Gollaher 2000, pp. 1-30).
La circuncisión aborigen
94 CUERPO Y ESPACIO
ra volver por la mañana para negociar algunos aspectos de la ceremo-
nia, luego ya de vuelta continuaban viaje alejándose de allí. El deber de
este grupo de guardianes era alimentarle e instruirle en todo lo que un
hombre debe conocer para volver entre sus afines como wungumani,
los que tienen pene. Un periodo que podía durar entre seis y ocho
semanas, bajo una severa pero amable disciplina guardando una serie
de tabúes alimenticios, pasando sed y comportándose de forma sumisa
hacia sus instructores. Recorría así un camino por una región no fami-
liar aprendiendo nombres y lugares, identidades y categorías de parien-
tes, viendo nuevas danzas, oyendo cuentos y mitos, excitado por las
continuas novedades y temeroso por la incertidumbre de ir rodeado de
extraños, salvo la compañía de un pariente, generalmente un primo cru-
zado suyo.
- Al tiempo del retorno y estando ya cerca, dos del grupo iban delante con
la lanza ceremonial nandji mada y alertando al resto para no dejarse ver
por nadie, aunque existía un arreglo previo sobre el momento de la llega-
da al campamento del padre. Ésta se producía a la caída del sol cuando la
danza estaba en auge de forma repentina irrumpiendo en el centro del cír-
culo de hogueras tras lanzar hacía allí la lanza ceremonial. Los parientes
rompían otra vez a llorar y lamentarse, haciéndose lesiones sangrantes, el
resto permanecía quietos y respetuosos impidiendo que se hicieran dema-
siado daño. El muchacho cubierto con un manto, medio tapado, en el cen-
tro y mirando en derredor.
- A la mañana siguiente, entre rumores y alarmas por luchas y excitación, se
iba formando una larga hilera de hombres que ya por la tarde se aproxi-
maban al campamento haciéndose ver antes. Los parientes en el campa-
mento estaban sentados formando un arco, con las cabezas inclinadas,
mientras la gente que venía de fuera iba colocándose en uno y otro flanco.
El muchacho permanecía oculto entre los árboles, el grupo que había mar-
chado con él amagaba con sus lanzas desde lejos y luego acompañados por
el sonido del tubo y las canciones irrumpían en el campamento en tumul-
to, se formaba una danza y después se volvían hacia fuera blandiendo otra
vez sus armas. Los lamentos de los parientes continuaban. Mientras se pro-
ducían estas ideas y venidas, en Jugar oculto se estaba pintando al mucha-
cho con un diseño apropiado para la ocasión: antebrazos y pantorrillas de
ocre rojo, torso y brazos en rojo con líneas blancas verticales separadas por
puntos blancos, el pecho y los hombros con doble línea blanca en forma de
collar como si fuera la gola de un pájaro, la cara con bandas blancas y se
le adornaba poniendo sobre él los regalos entregados por su clan, llamados
nandji ni ("cosas del pene").
96 CUERPO Y ESPACIO
frente, y los dos hombros, cada una de ellas representando a distintos
parientes, la madre, el abuelo paterno, el padre y la hermana del padre
según ese orden y, una vez hecho, se hacía entrar al muchacho en el agua
y se le lavaba por entero, se tocaba el tubo y después se le pintaba el cuer-
po de ocre rojo con un diseño brillante. Había quien decía que el sonido
del tubo era para apaciguar a Kanamgek y que al lavarle se le daba una
nueva piel para que ésta no le oliera. La tercera medida se refería a guar-
dar la prohibición o la prescripción de comer una larga lista de alimentos.
Cada especie de alimento debía dársela un determinado pariente por el
lado de la futura esposa, se le frotaba con las entrañas y la grasa del ani-
mal y después se le pintaba el signo totémico asociado con él, aunque esta
práctica ya había desaparecido cuando Stanner hizo su trabajo de campo.
Por fin ya era un hombre, kadu tjambitj, y se mostraba orgulloso de su
cuerpo y de su estatus.
Esta sucinta descripción recoge de manera muy clara la estructura de los ritos
de paso: segregación, liminalidad y reagregación. El novicio es primero separa-
do del grupo de adscripción, luego pasa un periodo en el que no tiene nombre
vagando por una región extraña y finalmente se le reintegra al grupo con un
nuevo status y un nuevo nombre o apelativo (en esos tiempos, debido a los cam-
bios en el ritual, algunos de los nuevos nombres recibidos recogían tales cambios,
como por ejemplo, los que no se pusieron teas encendidas bajo el brazo después
de la circuncisión recibían el nombre de "oscuridad" o "sin fuego"; uno al que
cortaron el prepucio con un cuchillo de borde muy afilado, quedó así llamado,
etc.). Este esquema, sin embargo, simplifica un tanto las cosas. Por lo mismo se
podría percibir el ritual como un proceso formado por una secuencia de acciones
que culminan en un momento cumbre, la circuncisión, las anteriores a este
momento se consideran en flujo intensivo cuyo síntoma más evidente es la exci-
tación que embarga no sólo al novicio sino al grupo implicado, las posteriores se
consideran en reflujo distensivo que parece acabar en un retorno a la normalidad.
Pero aún caben otros esquemas, como el de la escenificación de un conflicto
entre dos facciones, las dos mitades patrilineales de las que habla Stanner y que
toman como motivo al novicio y cuyos enfrentamientos contenidos o a veces
explícitos acaban en un acontecimiento cruento, la circuncisión, tras el cual al
menos temporalmente se recobra una cierta paz. O bien, como ya se vio ante-
riormente en los ritos de las sociedades de Melanesia, el esquema de la cons-
trucción de un hombre como contraste a la natural constitución de la mujer.
Todos estos esquemas responden en cierta medida a concepciones vigentes en la
teoría del ritual (Van Gennep, Gluckman, Levi-Strauss, etc., y citar manuales de
Scarduelli, y otros) que parecen alcanzar una cierta comprensión al menos para
observadores desde fuera.
98 CUERPO Y ESPACIO
tratamiento del cuerpo es general, que afecta al cuerpo interior y al cuerpo exte-
rior, a partes diferenciadas y al cuerpo como un todo, al cuerpo en movimiento y
al cuerpo estático, a posturas y a gestos, a sonidos percibidos y a sonidos profe-
ridos, a la vista, al tacto y al gusto, al ayuno y a la saciedad, al temblor y a la ener-
vación, al flujo de fluidos corporales, al dolor y a la euforia, al ritmo cardiaco, al
tono muscular, etc. El cuerpo parece estar siendo sometido a la vez a estimula-
ciones múltiples y en desplazamiento de umbrales hasta el punto de la exaltación
(y finalmente de la saturación, el agotamiento). Esta visión de los rituales como
acontecimientos que sitúan los cuerpos en exaltación tal vez descubra que el
objetivo intencionado o no del tratamiento sea su función como "materia" de la
simbolización.
La focalización en el pene hasta el punto de que proporcione el elemento
nuclear de identidad para el novicio es un aspecto insoslayable. Se erige como
emblema, de modo que da nombre a la persona durante la fase liminal del ritual,
y por lo mismo a la persona cuando ya ha sido circuncidada. También da nombre
a los valiosos regalos que recibe y que lleva encima antes de ser sometido a la
operación. Una parte del cuerpo que engloba a todo el cuerpo y que in-corpora
lo social por medio del ejercicio de lo que son a la vez dones y ornamentos. (Esta
doble condición de que los dones recibidos sean a la vez ornamentos de las per-
sonas es un aspecto muy común en muchas sociedades incluidas las Occidenta-
les). La etnografía de Stanner no es, sin embargo, lo detallista que cabría esperar
sobre la técnica quirúrgica y aunque presumiblemente pueda ser un acto relevan-
te, cabe suponer por lo parca que lo es más la secuencia de acciones que le acom-
pañan que el acto mismo.
Algunas otras partes corporales merecen especial atención en el ritual. En la
última parte, por ejemplo, se rocía con agua de la boca cuatro partes según un
orden establecido: el ombligo, la cabeza, el hombro izquierdo y el derecho.
Parece que se traza una cruz, aunque comienza a ser dibujada por abajo. De todos
modos la tenían como una costumbre anterior a la llegada de los europeos.
Representan a cuatro clases de parientes diferenciados sobre el mapa del cuerpo,
mojándole antes del lavado ritual que se toma como si se le otorgara una nueva
piel. La semejanza con el signo de la cruz en cierto modo se debe a tomar al cuer-
po como un itinerario de cruzamientos, de la madre (ombligo) al abuelo paterno
(la cabeza) y del padre (hombro izquierdo) a la hermana del padre (hombro dere-
cho), es decir de un pariente femenino a uno masculino y de éste a otro masculi-
no para acabar en uno femenino , de una generación a otra y también de una mitad
a la otra, correspondiente a la organización dual de esta sociedad (éste es un
modo de in-corporación en estrecha relación con las concepciones que se dan en
distintas culturas sobre que determinadas partes del cuerpo son aportaciones de
una u otra rama genealógica).
l 00 CUERPO Y ESPACIO
fundamento de una tipología de las sociedades, las que ocultan el cuerpo
y las que lo muestran, ni mucho menos podría con esto elaborarse una
teoría evolucionista que considerara primitivas a las que hacen exhibición
del cuerpo y evolucionadas a las que lo que ocultan cuidadosamente.
Pudiera ser un sesgo etnográfico que se habría concentrado tan sólo en
una parte del cuerpo y por tanto habría dejado el resto invisible. Este
sesgo es relevante en la medida en que traduce posiblemente un sesgo
cultural.
- Por otro lado habla de procesos de simbolización como desplazamientos
que toman el cuerpo como si se tratara de un campo de extensión varia-
ble. Y no hace falta decir que los símbolos ocultan lo mismo que descu-
bren. Incluso se diría que una parte determinada oculta el todo al cual sin
embargo representa. No obstante, no debe tratarse de una simple cuestión
de extensión, sino que las culturas conciben los cuerpos como si tuvieran
regiones diferenciadas, algunas de las cuales y sólo algunas pudieran
tomarse como "materia" de los símbolos. El resto de las regiones corpo-
rales, sin embargo, sigue estando. ¿Está para otras cosas? Tal vez sea que
la in-corporación no se produce de modo igual en las sociedades huma-
nas. Que aun siendo la biología la misma para todos los individuos de la
especie humana, el "cuerpo" no es el mismo para todas las sociedades
humanas. La etnografía de la circuncisión judía ya manifiesta qué región
diferenciada sea el pene respecto a otras, pero a la vez muestra de forma
muy esclarecedora que la in-corporación que produce su diferenciación
está en la alianza. Como se ha visto anteriormente no es sólo una cuestión
fisiológica, es cosmológica. Pero no lo es menos en el caso de la circun-
cisión entre los aborígenes australianos, entre los cuales -como se ha
visto- las regiones corporales se muestran diferenciadamente asociados
con tipos de parientes.
- Se supone que si la biología determinara el significado éste sería perma-
nente, pero si lo hace la intervención social entonces es cambiante. Sobre
la circuncisión judía hay numerosos datos correspondientes a distintas épo-
cas y situaciones del pueblo judío con significados que se desplazan a lo
largo de una constelación de ideas y creencias y que a la vez se acompa-
ñan de cambios en las prácticas rituales. El desplazamiento de los signifi-
cados ha ido gravitando sobre diferentes elementos: la metáfora de la poda
indica que algun tiempo fue el corte mismo, -ése que va mencionado en Ja
palabra circun-cisión-, el elemento principal, luego Jo fue la sangre, luego
la señal perenne, y luego la sexualidad controlada, la identidad masculina
asumida, etc. La continuidad del ritual soportada institucionalmente por
los rabinos ha ido encontrando justificaciones diversas con las que produ-
CIRCUNCISIÓN FEMENINA
l 04 CUERPO Y ESPACIO
En la sociedad del norte del Sudán los hombres ocupan la mayor parte de las
posiciones de autoridad, aunque las abuelas gozan también de un gran respeto. El
ciclo de la vida de una mujer se sintetiza en el desempeño de los roles de hija,
esposa, madre y finalmente abuela, todo el resto de roles se definen en términos
de relación con los varones. La posición dominante de las abuelas parece para-
dójica si se tiene en cuenta que la ejercen en otro linaje que aquél al que ellas per-
tenecen, pero efectivamente está firmemente basada en la condición de madre de
hijos. Tal vez esto permita entender hasta qué punto pueden ser ellas mismas las
mantenedoras de esa "tradición".
Hayes supone, además, que la circuncisión faraónica ha debido contribuir de
forma decisiva al control de natalidad en un medio en el que el espacio de tierra
cultivable está restringido a las áreas de irrigación.
Aún cabría subrayar que en la etnografía de la ceremonia no hay mención
alguna al cuerpo (ni de la muchacha ni del resto de las mujeres) como totalidad,
salvo lo relativo a las operaciones genitales y los gritos y chillidos proferidos
durante su realización que ahogan los que emiten las muchachas. Y por otro lado
el ciclo de vida de las mujeres se describe como cambios de atuendos: primero
durante niñas hasta los siete años más o menos se mueven libremente, luego,
estando en público, cubren sus cabezas y hombros con un velo, y al alcanzar la
pubertad tanto la cabeza como el cuerpo están enfundados en la tobe, una tela de
nueve metros de larga, colocada y portada con gran habilidad, que deja expuesta
únicamente la cara o tan sólo parte de ella, y que ya no abandonarán para toda
estancia en público. No se trata de una correspondencia. La etnografía probable-
mente detecta un foco que resalta una parte del cuerpo a la vez que desdeña el
resto como no relevante; las pautas de la vestimenta, aparentemente hacen invi-
sible al cuerpo y, sin embargo, son igualmente formas de in-corporación del sis-
tema sociocultural. Hay un aspecto que puede unir ambas cosas. Se trata de la
asunción sobre la naturaleza hipersexual de las mujeres. Ambas cosas las defien-
den tanto de la sospecha de mala conducta propia como del temor a que sean asal-
tadas por varones de otros linajes.
Las explicaciones de Boddy revelan una mayor complejidad de significados
que traman firmemente y con gran coherencia una práctica mantenida pese a
tantas prohibiciones. Le explicaron repetidamente sus informantes con las que
estableció relaciones de confianza que la circuncisión faraónica hacía a las chi-
cas limpias (nazeef), suaves (na 'ím) y puras (tahir) (se llama a la circuncisión
en general tahílr, es decir, limpieza y purificación). Las mujeres solían decirle
que una chica que no estaba purificada por la circuncisión podría no llegar a
casarse ni tener hijos ni alcanzar una posición de respeto en su vejez. "La cir-
cuncisión las preparaba para ser mujeres, mientras que el matrimonio las pro-
l 06 CUERPO Y ESPACIO
EL ÚTERO, LA CALABAZA Y EL ESPACIO VALLADO
l 08 CUERPO Y ESPACIO
de encima un proteccionismo no demandado de los movimientos feministas del Primer
Mundo, etc.
Algunas de las consecuencias de las prohibiciones de estas prácticas que emitieron
los gobiernos coloniales y las iglesias cristianas en territorios africanos, ya desde pri-
meros del siglo XX, fueron las siguientes:
- Por un lado, el incremento de infecciones, al continuar siendo realizada la prácti-
ca de forma encubierta y en precarias condiciones de higiene de forma que las
muchachas en las que se desarrollaba la infección llegaban a los hospitales inclu-
so en fases críticas, con riesgo de septicemia y otros. Mientras que por otra parte
las comadronas eran perseguidas por desempeñar su papel, pero no es sorpren-
dente que, en situación de ilegalidad, lograran, por lo mismo, recompensas mate-
riales mayores.
- Por otro lado, y como reacción, ha sido adoptada como seña de identidad por parte
de los movimientos independentistas e incluso fue defendida por los líderes edu-
cados en Occidente como Kenyatta (alumno de Malinowski, de la Asociación cen-
tral Kikuyu y posteriormente primer presidente de Kenya).
Pero los debates modernos en Occidente sobre estas prácticas han provocado un uso
manipulador -y finalmente contradictorio- de los conceptos de "cultura", "tradición",
"costumbre".
Una ilustración de la complejidad de la cuestión está expuesta en las palabras de
Walley (1997) respecto a la posición en este asunto de antropólogas feministas:
"Si recurrimos a los argumentos del relativismo cultural en un intento de contra-
rrestar al racismo encastrado en gran parte del rechazo internacional contra las ope-
raciones genitales femeninas, ¿no acabaremos minando el esfuerzo de aquellas
mujeres africanas que están trabajando por cambiar estas prácticas?¿Acaso no esta-
mos participando en dejarlas expuestas a la acusación de que son ellas las que están
denigrando sus propias "tradiciones" y por tanto perdiendo su autenticidad cultural?
Al usar una noción no crítica de "cultura", ¿no estamos creando de hecho el mismo
sentido de diferencia, de extrañamiento respecto a las vidas y los mundos de otros,
que también está siendo generado en la literatura flagrantemente etnocéntrica que se
opone a las operaciones genitales femeninas?" (p. 427).
11 Q CUERPO Y ESPACIO
matrimonio. Las intervenciones sobre la piel entran
aquí en tanto que elementos de intercambio y por
tanto in-corpora las relaciones sociales.
El nombre que se le da a la práctica es hleeta. Se
hace en la estación seca de cada año, a cargo de espe-
cialistas, mujeres mayores que lo aprendieron de
madres y abuelas, en un área aparte del poblado, con
la niña sentada sobre una piedra. Consiste en efectuar
agujeros en la piel aplicando un gancho que termina
en ángulo recto, cortados luego con una cuchilla
triangular. Los Ga' anda son exógamos y patrilocales.
TATUAJE
El tatuaje es una de las formas que adopta esa frontera, "labra" la piel y teji-
dos subcutáneos no sólo como material de adorno sino que recorre casi todo el
espectro de funciones: soporte de creencias y de valores estéticos y sociales, per-
tenencia a clan, elemento de identidad personal y social, propiedad institucional,
estigma, protector mágico, memoria personal o colectiva, etc. Idóneo para mos-
trar hasta qué punto se produce un intercambio entre lo interior y lo exterior, que
hace de la piel una doble frontera paradójica: de la desnudez vestido y de la pin-
tura cuerpo.
Tatuaje designa la operación y el dibujo. "Labrar" es la expresión que usaba
ya Bernal Díaz del Castillo. La palabra viene de una lengua polinésica, de la raíz
Tatú
Ambos sexos pintan sus cuerpos, tatú, (Cook escribe en inglés tattow) es como se
llama en su lengua. Y se hace inyectando color negro bajo la piel, de tal manera que
queda indeleble. Algunos llevan pintadas figuras humanas, pájaros o perros. Las muje-
res por lo general llevan simplemente la figura Z en las junturas de los dedos de la
mano o del pie. Los hombres tienen otra parecida y ambos figuras diferentes como cír-
culos, lunas crecientes, etc., que llevan en brazos y piernas. En suma, son tan capri-
chosos en la selección de estos dibujos que tanto su número como su localización
depende de los gustos de cada uno, si bien todos tienen las nalgas completamente
negras. Más arriba muchos exhiben una serie de arcos de casi un cuarto de pulgada de
anchura que se superponen unos a otros hasta la altura de las costillas. Tales arcos son
motivo de orgullo tanto para los hombres como para las mujeres pues hacen gala de
llevarlos ...
La técnica del tatuaje es lo que voy a describir a continuación. Usan color negro,
preparado a partir de humo de un tipo de aceite de nuez que es la que suelen utilizar
para candiles. El instrumento para inyectarla bajo la piel está hecho de piezas muy
finas de hueso o de concha de un cuarto de pulgada a media pulgada de ancho, según
para lo que se emplee, y de pulgada y media de largo. Acaba por un lado en un dien-
te puntiagudo y por el otro está acomodado para manejarlo. Los dientes se sumergen
en líquido negro y luego se dirigen con rapidez golpeando el instrumento con una tabla
hecha a propósito e introduciendo el diente en la piel tan profundamente que cada
golpe provoca un pequeño derrame de sangre. La parte marcada queda dolorida duran-
te unos días hasta que sana. Es una operación dolorosa especialmente cuando Jos
tatuajes se hacen en las nalgas. Y se hacen una vez en la vida, nunca antes de los 12 a
14 años de edad.
Capitán Cook. Viajes. Tahití, Julio, 1769
(Hay una edición en castellano: Los viajes del Capitán Cook (1768-1779).
Barcelona: del Serbal, 1985. Pero se trata de una selección de textos)
11 4 CUERPO Y ESPACIO
Los griegos y los romanos se referían a las marcas corporales como stigma,
cuyo significado en lenguas romances se ha desplazado a marcas de infamia, aun-
que también a marcas milagrosas (en las palmas de las manos y en el costado,
como las heridas de Cristo) . La palabra, ya lo decía Salillas (1908), debería haber
sido 'estigma' , "dado que significa marca", pero ciertamente sus desplazamien-
tos semánticos la inutilizaron, lo que no explica suficientemente el éxito de la
palabra "tatuaje", seguramente debido no tanto a la publicación de los cuadernos
de viaje del capitán Cook, cuanto a las peculiares connotaciones de esta práctica
en las sociedades europeas adquiridas durante el siglo XIX. Algunas de esas con-
notaciones permiten descubrir que habiendo en las lenguas otras palabras para
designar las "marcas" es posible que haya sido adoptada por inducción "antro-
pológica". O si se quiere, fue una palabra exótica que alcanzó gran difusión por-
que, aunque se refería a prácticas conocidas desde antiguo, éstas fueron redescu-
biertas por la modernidad con otro sentido y acabaron necesitando una nueva
denominación que ya portaba un cierto halo. A fines del siglo XIX, un director
de prisiones recabó información de los reclusos sobre las palabras con las que
designaban a los dibujos que muchos llevaban en la piel: pincharse, marcarse,
grabarse, marca, picadura, picado, marcar, grabar, punzado y sobre todo, serna,
peripenao y asinabao. Éstas últimas son del caló, la primera es justo lo mismo
que señal, pero señal de haber estado en presidio (Salillas 1908). No sólo cons-
tata esto que la palabra "tatuaje" se movía únicamente en circuitos letrados y aún
no se había generalizado, sino que en realidad la práctica estaba asociada a los
ambientes carcelarios y por eso mismo había recibido la atención de la
Antropología Criminal (una disciplina desarrollada entre otros por Lombroso y
que en España encontró en Salillas a un entusiasta continuador).
No obstante este ambiente era uno más entre los que se movió un signo
nómada que en la historia de Occidente había pasado en tiempos distintos por ser
propio de esclavos, peregrinos, marineros, soldados, convictos y viajeros por paí-
ses exóticos (Caplan 2000). Fue un estigma para griegos y romanos con el que
marcar a criminales y a esclavos, pero más tarde invirtió su sentido al ser adop-
tada por los primeros cristianos como señal de servicio e imitación de Cristo
(Jones 2000; Gustafson 2000). Prácticas cristianas que sobrevivieron en las
poblaciones de la periferia del Cristianismo y que asimilaron los peregrinos a
Tierra Santa pues muchos volvían con las marcas en la piel. Incluso se encuen-
tran entre los fieles que acudían durante el XVII y después a algunos santuarios
italianos como Loreto en señal de devoción (de ahí el nombre de devozione que
registró Lombroso). Por otra parte, los descubridores de tierras y pueblos desde
el siglo XVI constatan en sus relatos el encuentro con gentes que llevaban pintu-
ras y marcas tanto en Norteamérica, como en Filipinas, en Nueva España, en las
Marquesas, en Japón, etc. Los soldados y marineros desde el siglo XVIII se
hacían grabar no ya el torso entero y las piernas como los nativos, sino uno o dos
Tatuaje carcelario
TIPOLOGÍA
Religiosos Amorosos/ Amorosos
DEL Religiosos Recordatorios Nombres Otros
y otros eróticos y otros
DELITO
Delitos
I0,74 9,91 8,26 6,61 0,82 8,26
de sangre
Agresión e
1,65 3,30 1,65 2,47
indisciplina
Contra la
5,78 5,78 13,22 4,13 1,65 2,47 12,39
propiedad
En el pecho 17,35
En el abdomen 0,82
En la espalda 1,65
MOTIVOS (%)
Corazones 26,44
Áncoras 16,52
Sirenas 5,78
Animales 11 ,57
Iniciales 34,71
Fechas 5,78
Tatuaje primitivo
KAT o PIK Negro/ - Ya he kong se usa para pro- - En manos y - Se considera que
(Crean una Azul tegerse de mordeduras y piernas. las personas que
picaduras. Kat y pik para los llevan son
barrera heridas de armas. Los hay pobres y desgra-
que específicos para mordedu- ciadas.
previene ras de determinados ani-
de morde- males. Pueden tener forna - En la espalda.
duras de de ang de verso o figuras.
animales, Uno contra insectos con-
de heridas siste en puntos azules. El
de cuchi- más general es un gato
sobre las patas delanteras.
llos o de
Los que libran de las heri-
balas)
das de armas son de tama-
ño grande. Por ejemplo un
gran cerdo rodeado de
letras de versos.
- El más fuerte es el phi lo, - Las mujeres los
un monstruo de forma rec- pueden llevar,
tangular, la cara con la pero no suelen
boca abierta mostrando un hacerlo; salvo las
diente puntiagudo, el cuer- que combatían en
po dividido en rectángulos las guerrillas.
que contienen ang. Se dice
que están cerca de las per-
sonas para hacerles com-
pletamente inmunes. Y
también causan tempera-
mentos fuertes.
ilustrarlo han recibido especial atención las de las culturas del sudeste asiático.
Entre ellas hay al menos dos tradiciones principales de tatuaje, una en Camboya
y en Thai con diseños Khmer o Khom, otra en Burma que es usada por las pobla-
ciones del Thai norte y Shan (Tannenbaum 1987). Muchos se llevan desde la cin-
tura a las rodillas. Para los varones es un signo de madurez. En Thai son funda-
mentalmente un medio de identificación y control de la población. Y también
como protección mágica y capa de invulnerabilidad contra las armas. Entre los
Shan no se ven como decorativos sino como una medicina, protegen a quienes los
llevan o bien para lograr la bienquerencia hacia ellos o para prevenirles de obje-
tos arrojadizos y de balas o de cuchillos. Los llevan los varones muy frecuente-
mente y son raros entre las mujeres. Se hacen en dos colores, rojo y negro/azul.
El rojo lo obtienen de los mercaderes que vienen de Burma en polvo fino que se
Tatuaje en Hawai
"Están tatuados o marcados en varias partes. Algunos tienen un brazo enteramente
tatuado, otros más frecuentemente Jos muslos y las piernas, las líneas continuas desde
la parte superior del muslo llegan hasta el pie con varias figuras entre ellas según su
gusto; sus cuerpos están marcados con figuras de hombres y de animales. Unos pocos
tienen tatuado uno de los lados de la cara y vimos dos o tres que tenían toda la cara
marcada de forma diferente a los de Nueva Zelanda, no con líneas espirales sino rec-
tas. Muchos de los jefes estaban totalmente libres de estas marcas en cualquier parte
de ellos, sólo algunos las llevaban pero nunca en la cara. Parece que esta costumbre se
hacía por mortificación o en recuerdo de los muertos. Muchos de los tatuados nos
informaron que llevaban las marcas en memoria de Ke-owa y Arapai, ambos grandes
jefes y probablemente reyes de las islas, como el actual heredero al trono de
Ouwhaiee, hijo de Kariopoos, llamado por el anterior. A menudo un hombre tenía
marcas correspondientes a dos o tres jefes. Parecían ser hechas de modos agradables
a su gusto, no tanto para distinguir a su portador de ser vasallo o dependiente de tal
jefe, porque el mismo dibujo se encontraba en memoria de jefes diferentes, por lo que
estaba claro que esta costumbre es casi universal entre ellos y no impuesta como si
fuera una obligación".
LA PIEL SOCIAL
"!Eil CC\lJll!ltJP>ill> ies iell ¡pl!rlmmiell' [Jms1brtlllmmietmtill> iD!ieil lhli!l>mmibll'I! y iell mm< b tm&Wll'&ll,
iell i!l>lbj)ietill> y mmieiDl!ill> t~cctmkill> mm.ils tmill>ll'mm.&11 iD!iell lhlill>mm.ibll'I!" (MA1IJss, M. JPl· 3-02)
l. Del nacimiento y la obstetricia: Dar a luz de pie, echada o a cuatro patas, etc.
2. De la infancia:
• Crianza y alimentación: diferentes formas de llevar a los niños, sobre la cadera,
colgados a la espalda, etc. ; sociedades con cuna y sin ella.
• Destete: tiempo en el que ocurre.
• Después del destete: ejercitar la vista, el oído, el movimiento, ...
3. De la adolescencia: "El momento más importante para la educación del cuerpo es la
iniciación".
4. De la vida adulta:
a) Del sueño: uso o no de estera, de almohada, de manta, en hamaca; dormir de pie, ...
b) De la vigilia y el reposo : agachados en cuclillas, echados, sentados en silla, apo-
yados en un bastón,.. .
c) De la actividad y el movimiento:
- Andar: respiración, balanceo de puños, de codos, pies hacia fuera o hacia aden-
tro, ...
- Correr: posición de pies y brazos, respiración, resistencia, ...
- Técnicas del reposo activo: danzar; sociedades que bailan sin moverse del sitio
y otras desplazándose, ... agarrados o separados, ...
- técnicas profesionales : saltar,...
- Trepar, ...
- descenso, ...
- Natación: modalidades, utilización de planchas, flotadores, ...
- Movimientos de fuerza: empujar, tirar, levantar, agarrar, ...
d) Del cuidado del cuerpo:
- Frotar, lavar, enjabonar.
- De la boca: toser, escupir, .. .
- De las necesidades naturales.
- De la consumición:
• Comer: con los dedos, con cuchillos, con palillos, .. .
• Beber: a chorro, del agua que corre, ...
- De la reproducción: sexualidad: posturas del coito, besos, contactos, ...
- Del cuidado, de lo anormal, .. .
Ensayos clasificatorios
Danza zande
La danza muestra un cierto orden. Por un lado, la división de los sexos. Los
varones y las mujeres no danzan nunca juntos, sino diferenciados. Por otro lado,
se ejecuta bajo una dirección que no corre a cargo de la gente noble sino de un jefe
específico de la danza, un bayango. Para ser bayango o director de cantos antes se
debe servir como aprendiz con otro. Es quien organiza la danza, distribuye pape-
les, tal como el que debe tocar el gong o el que resuelve competencias y rivalida-
des, también al que se le entregan y luego distribuye los alimentos o la cerveza. Es
alguien con prestigio, no gratuito sino basado en su habilidad para componer e
interpretar las canciones, lo que se explica diciendo que posee magia para ello. El
bayango distribuye medicinas a sus discípulos y a través de ellas les dota de magia
Entregados a la danza
Por la tarde una troupe nómada de intérpretes de la danza del caballo llegó y se
pusieron a bailar tras darles unas monedas. Eran cinco en el grupo. Un hombre porta-
ba sobre sus hombros un conjunto de instrumentos, tambores, gambang, angklung,
otro arrastraba un tambor grande. Caminaban por el centro de la calle y hacían sonar
los tambores para llamar la atención. De los otros tres, uno llevaba un traje de clown
con bolsas de arpillera y una máscara y los otros dos montaban caballos de cartón pin-
tados de blanco y negro que hacían cabriolas delante de la gente, yendo y viniendo
entre ella con sonrisa afectada colectando monedas aquí y allá según pasaban. Se les
suele dar unas 2,50 rupias. Y comenzó la danza del caballo con un toque de tambores
y una música muy simple y no muy excitante. Dos de la troupe, los que montaban los
caballos comenzaron a pavonearse lentamente como si lo fueran, pasándose uno delan-
te del otro una y otra vez. El tercero tenía ya dispuesto un cuenco con agua y arroz -ali-
mento que se considera propio de caballos- que nosotros le proporcionamos. Al cabo
de un rato, los caballos comenzaron a retozar y se inició propiamente la danza.
Entonces uno de ellos paró en seco y tomó un látigo dirigiéndolo contra el otro no para
golpearle sino para dejarlo caer sobre él de cuando en cuando. Éste ya estaba en tran-
ce y comenzaba a imitar a un caballo en sus más mínimos detalles. En este estado sor-
bió agua como un caballo y comió con aparente placer el arroz seco manteniéndose así
Como apunta Geertz se puede dudar de que todos los trances así indu-
cidos sean genuinos. Varían en intensidad, pero es lo que busca el danzan-
te y lo que los espectadores perciben. Aunque no del todo puede deberse
el trance al movimiento. Geertz anota que, además del sonido de los tam-
bores, los danzarines a veces comen cristales o pimientos rojos picantes y
antes de la danza queman incienso para llamar a los espíritus que se supo-
ne entran en ellos. Algunos pierden el color, otros no tanto. La gente les
rodea, les mira con aprehensión, pero no les temen. Y nunca se ha oído que
hayan herido a nadie estando así. Efectivamente la danza es multisenso-
rial. Música, alimentos, olores, etc., pueden ser concebidos como estímu-
los para intensificar la ejecución, para entregarse al movimiento, o bien
pueden ser elementos que el cuerpo asimila e integra en esta función para-
dójica en la que como instrumento arrastra a la persona. Algo similar se ha
descrito del trance chamanístico en otras culturas.
Cada uno de los polos o extremos liga la danza a dos tipos de actividades
transcendentes cada una a su modo. El polo "técnico" a las acciones de interven-
ción en el entorno, a las labores de subsistencia, al trabajo y sus múltiples técni-
cas, a la vida social y sus múltiples gestos comunicativos; el otro polo, el de la
pérdida de sí mismo, a los actos rituales, en especial a aquellos que se presumen
realizados ante la transcendencia. En ambos casos, como apunta Curnrine (en
Hanna 1979), la danza aparece estrechamente asociada con ideas de poder y con
transformaciones que o confieren poder o demuestran su presencia. Sugiere que
cada danza es un medio de entrenamiento y motivación para las actividades de
trabajo. Y en ese sentido el ballet y la danza moderna demuestran el poder y con-
trol del cuerpo que el individuo ha sido capaz de lograr tras años de entrena-
miento. Pero en la misma medida, el arte que exige perfeccionamiento no se
alcanza si en la interpretación no se produce una entrega total. Sólo entonces pro-
EL DEPORTE
Técnica y juego
Juegos reglados
l 70 CUERPO Y ESPACIO
su relevancia como fenómeno social se debe fundamentalmente a una
fórmula institucional de estructura homogénea, llamada club, elemento
mínimo de una trama asociativa (asociaciones-federaciones) universalis-
ta pues alcanza a practicantes en cualquier país del mundo. Un club es
una asociación, con todas las características formales de ésta, pero el tér-
mino está reservado principalmente para asociaciones que operan en los
ámbitos del ocio. Es un centro de servicios que suele ir más allá de hacer
posible la práctica del deporte, un espacio social de relación, un ámbito
de disciplina, una organización para celebrar competiciones, etc., pero
sobre todo es una unidad social de pertenencia que proporciona a los
asociados -tanto para juegos individuales como para juegos de equipo-
una identidad reconocida y reconocible en el universo deportivo. Es una
entidad corporativa que, asumida por todos los asociados, les hace hablar
en el plural "nosotros", aun cuando la práctica real no les corresponda a
todos ellos. Tiene historia y voluntad de perdurabilidad en el tiempo. Y
se hace presente en la vida pública deportiva por medio de emblemas:
vestuario, insignia, bandera, himno, etc. Todo eso es lo que proporciona
a los clubs una objetivación. Aunque como entidad abstracta un club es
la contrapartida social a lo que las reglas suponen para el juego.
4. 0 El otro aspecto de la institucionalización se refiere a una doble condición
del deportista, amateur o profesional. Aunque no en todos los deportes.
El llamado "espíritu olímpico", que se ofrece como paradigma del espí-
ritu deportivo, se corresponde con la primera, aunque como denomina-
ción se forjó en contraposición a la segunda. Un profesional es quien se
gana la vida con el deporte. (La aristocracia inglesa ya pagaba a jockeys
por correr sus caballos en el siglo XVI). La definición de amateur queda
entonces para quien no lo hace así. El código olímpico dice: "amateur es
aquel que participa y siempre ha participado en los deportes solamente
por placer y por los beneficios físicos, mentales y sociales que se derivan
de él, aquel para quien la participación en el deporte no es más que una
diversión sin ganancia material de ningun tipo ni directa ni indirecta. Y
además, debe cumplir las reglas de la Federación Internacional que
corresponda" (regla 26). Esta definición viene de una ya larga controver-
sia. La distinción estaba establecida en Inglaterra antes de 1860 -en 1866
se fundó el Amateur Athletic Club- y se formulaba con contundencia: un
amateur es quien compite por placer y un profesional es quien compite
por dinero. El amateurismo recogía en parte la moral de caballeros (gen-
tlemen) que se forjaba en las escuelas privadas, luego continuada por los
clubs. Hoy reconocida como fair play. La extrema difusión de los depor-
tes y los profundos cambios sociales que siguieron a la industrialización
se tradujeron en el deporte entre otras cosas en la expansión del profesio-
El polo en la India
Los príncipes hindúes fueron los principales clientes animados a adoptar el juego.
Con la formalización del dominio británico en 1858, los príncipes al menos retuvieron
un control semiautónomo sobre los territorios, pero al mismo tiempo estuvieron some-
tidos a los intentos británicos de reforzar su administración. La educación jugó un
papel importante, como en el caso Ranji, y el deporte del polo se convirtió en el prin-
cipal valor compartido. Ansiosos de lograr un acuerdo con el poder imperial y de iden-
tificarse con el estilo de vida cultural británico, los príncipes encontraron en el polo dos
interesantes cualidades simbólicas. Primero, servía para mostrar una identificación con
la presencia militar británica al mismo tiempo que establecía una igualdad militar sim-
bólica. Pero a fines del siglo XIX hubo numerosos príncipes que se peleaban por "com-
prar" un campeonato de polo mediante el reclutamiento de jugadores de calidad supe-
rior. Muchos de ellos contrataron entrenadores-oficiales británicos para sus ejércitos
principescos, promocionando a aquellos hindúes que destacaban en el polo. Los maha-
rajás de Jodphur dieron un ristra de ejemplos de ello y el maharajá de Patiala consi-
guió formar un equipo imbatible en la década de 1890-1900 encumbrando a jugadores
como Heera Singh de un papel subordinado al rango de oficial. En segundo lugar, el
polo permitió a los príncipes disponer de una actividad que les servía tanto para el des-
empeño de sus roles culturales tradicionales como para los recién adquiridos. Era una
muestra excelente de consumo conspicuo. El polo era y sigue siendo un deporte muy
caro. Los príncipes hindúes debían hacer gala ante sus súbditos de una riqueza gran-
diosa. Muchos llegaron a convencerse de que los británicos apreciarían mejor la viabi-
lidad económica de sus estados si se hacía ostentación ante ellos de una gran capaci-
dad de gasto. Por lo que dilapidaban enormes sumas de dinero en jugadores, técnicos,
caballos, equipamiento y transporte.
Stoddart, 1988, pp. 659-660
El cuerpo como instrumento parece asumir una definición técnica del cuerpo.
Pero Bourdieu alertaba (1978) sobre la falacia de una definición puramente téc-
nica del cuerpo. Si se pretende ésta como definición socialmente neutral y obje-
tivamente basada en la naturaleza, habría que desvelar que no deja de ser fruto de
la ideología ocupacional de los profesionales que producen y venden bienes y
servicios para el deporte. Ideología que justifica su papel legitimador en el campo
y el del mercado que enriquece a quienes controlan esos bienes y servicios. Es
claro que tanto la dieta como los tratamientos con estimulantes del desarrollo cor-
poral no responden a criterios meramente naturales sino que son variables según
los objetivos, variables según las prácticas y especialidades deportivas y variables
según los tiempos y medios sociales. Peso, fortaleza, elasticidad, etc., considera-
dos ideales en las diferentes disciplinas pueden ser obtenidos mediante progra-
mas distintos de alimentación y ejercicio que finalmente están integrados en un
sistema de prácticas que incluye prácticamente todo el comportamiento: hábitos
alimenticios, horarios de actividad, relaciones sexuales, gustos estéticos, etc.
Hay sin duda una gran distancia entre aquellos primeros planteamientos de
Mauss descubriendo las técnicas del cuerpo, el cuerpo como instrumento, hasta
esta gran complejidad que se adivina tras los planteamientos de Bourdieu. Ante
todo el concepto de "técnica" ha cambiado de sentido. A Mauss le sirvió para
revelar cuánto de cultural tenía el cuerpo natural. A Bourdieu le ha servido para
Caminos de purificación
Los ayunos ayambil se realizan en series, como en el caso del naupad ali-ji.
Una secuencia de días de ayuno, que se repite a intervalos varias veces. Naupad
quiere decir nueve posiciones. Está asociado a un diagrama mágico (yantra) divi-
dido en nueve secciones y que proporcionan la pauta para el ayuno, que se apli-
ca en dos momentos a lo largo del año, uno en primavera y otro al finalizar la
estación de las lluvias. Toda la secuencia está integrada por nueve periodos de
nueve días y por tanto se realiza a lo largo de cuatro años y medio.
Excluye de la dieta la carne, todo alimento que es fuente de proteínas, grasa
y vitaminas. Acaban los periodos en noches de luna llena asociadas a fiestas
importantes hindúes, Holi y Dashera, ambas situadas en el cambio de estaciones.
Sin dejar de significar austeridad, puesto que el ayuno hace remitir el karma, tam-
bién proporciona bienestar y salud. Una ambigüedad que se soporta en tanto que
el ayuno es una acción y a la vez una no-acción, no motivada por el deseo, sino
sólo para purificar el alma.
Ritos ascéticos
6. La concentración (dhilraná):
Fijación del pensamiento en un solo punto. Se han propuesto varios, algunos en el
cuerpo como el centro del ombligo, el loto del corazón, la luz de la cabeza, o un
punto exterior, por ejemplo, modernamente unas ascuas encendidas, ...
7. La meditación (dhayána):
Se obtiene al prolongar la concentración durante doce pránáyáma. Y se define
como una corriente de pensamiento unificada.
8. La éntasis (samádhi):
Una experiencia indescriptible, aproximadamente traducida como gnosis o como
experiencia mística. La coincidencia entre el conocimiento del objeto y el objeto
del conocimiento. La liberación final. Y a la vez la adquisición de un conjunto de
poderes superiores tales como el conocimiento de las vidas anteriores, el de los
estados mentales de otras personas, la capacidad de volverse invisible, el conoci-
miento de la hora de la muerte, etc.
(Elaborado a partir de Eliade, 1991, que sigue fundamentalmente a Pataíijali, autor de los Yoga-
Sí'ttra, datado en el siglo //a. de C., aunque es una datación discutida).
Las formas de la visibilidad e invisibilidad del cuerpo son muy variadas en las
sociedades humanas. Se diría que la condición de objeto adquiere un perfil acen-
tuado en algunos de los modos de la visibilidad del cuerpo, en especial en aque-
llos que lo toman para exhibición. En las sociedades tradicionales la exhibición
del cuerpo es una función sobreañadida a otras actividades, por ejemplo, a la
danza. También en las sociedades modernas, en las cuales de manera más o menos
explícita se encuentra igualmente en los deportes. Y no en todas las sociedades esa
exhibición se interpreta en términos de estímulo a la actividad sexual. Pese al
sesgo que ha adquirido en Occidente el exhibicionismo no es necesariamente una
expresión manifiesta del sexo. No sólo se trata de las variaciones culturales e his-
tóricas de la categoría de "pudor". (Se escribieron a primeros del siglo XX una
serie de libros sobre esta categoría. Por ejemplo, El origen del pudor de Enrique
Casas Gaspar, 1930, reeditado en Barcelona, Alta Fulla, 1989. Todos ellos descu-
brían a los lectores los múltiples recursos culturales por medio de los cuales se
oculta el sexo y otras intimidades). Otras exhibiciones pueden ser tanto o más sig-
nificativas. Entre ellas, dos líneas presumiblemente asociadas pero que se suelen
hallar reelaboradas diferencialmente. Una es la del espectáculo de los cuerpos per-
fectos, la otra las exposiciones de los cuerpos deformes, de los monstruos.
Venus
En el Egeo tempestuoso, en el seno de Thetis, se ve el tronco de la vida, acogido en
un círculo de diferentes planetas, errar a través de la ola sobre la blanca espuma; y, en
medio, nacida de actos graciosa y feliz, estaba sobre una concha una joven cuyo ros-
tro no era humano, empujada hacia la orilla por céfiros lascivos y parece que el cielo
regocijaba por ello.
Se tenía la impresión de que la espuma era verdadera, que la mar era verdadera, que
la concha era verdadera, que el soplo de los vientos era verdadero. Casi se podría ver
brillar los ojos de la diosa y sonreír el cielo alrededor así como los otros elementos. Las
horas en ropas blancas marchan sobre la arena, el viento agita sus cabellos esparcidos y
lacios, su rostro no se parece ni se deja de parecer como se espera por sus hermanas.
Se podría jurar que la diosa ha salido de la ola enjugando sus cabellos con la mano
derecha y tomando la dulce manzana con la otra mano. Y marcada por el pie sagrado
y divino, la arena se reviste de hierba y de flores; enseguida, con un rostro alegre y lige-
ro, es recibida por tres ninfas y envuelta en una tela estrellada.
Poliziano, Stanze 99, 100,101 reproducidas en Warburg 1898 (1990), pp. 54
(Traducción del autor)
El cuadro se diferencia del texto en que no hay tres ninfas, hay una sola; y
Venus recien salida de las aguas no comprime sus cabellos con la mano derecha
sino con la izquierda y no tapa su pecho con la izquierda sino con la derecha.
El cuadro tiene algunas transgresiones de los principios de armonía y pro-
porción: la figura principal está desplazada del eje central del cuadro, sale de la
concha cuyo contorno forma un plano desigual y cuya cavidad está escasamente
sugerida; es Venus, pero tiene un cuello demasiado largo, hombros exagerada-
mente caídos y un brazo casi defectuoso, forzadamente grande y torcido.
Y sin embargo es perfecta. En la Historia del Arte se subraya que todo lo
anterior pasa desapercibido, por que su rostro "no es humano", por que su piel es
nacarada, su cabeza de madona levemente inclinada, los cabellos largos, al aire,
suavemente movidos por el viento, el cuerpo sobre la concha recoge graciosa-
mente este empuje del viento como la vela ligeramente tensa de una barca que
llega a la orilla, un "ser tierno y delicado, conducido a nuestras playas como un
don del cielo" (suelen decir los historiadores del arte).
Aparentemente la diferencia en el sentido de la perfección del hombre de
Leonardo y de la Venus de Boticelli está directamente relacionada con la condi-
Monstruos exhibidos
DESPROPORCIÓN
MONSTRUOSIDAD
MISTERIO
Se hace necesario abordar otros tratamientos del cuerpo como objeto: los que
lo toman como mercancía, que se compra y se vende, que se dona o se intercam-
bia por otros bienes, que se considera como una propiedad, en su totalidad o por
fragmentos y partes, ya sean órganos, tejidos, fluidos, células, genes, etc. vivos o
muertos. Todo ello ha constituido en la historia de las sociedades humanas un
ámbito de enorme relevancia económica, política y moral. Y todo indica que lo
será en la misma medida o aún más en las sociedades contemporáneas, una vez
desarrolladas las distintas técnicas y tecnologías de intervención quirúrgica, de
diagnóstico, de conservación, etc. y la ingeniería genética, la bioinformática, etc.
De la esclavitud
Estar libres de un poder absoluto y arbitrario es tan necesario, y está tan íntimamen-
te vinculado a la conservación del hombre, que nadie puede renunciar a ello sin estar
renunciando al mismo tiempo a lo que permite su autoconservación y su vida. Pues un
hombre sin poder sobre su propia vida, no puede, por contrato o acuerdo otorgado por
su propio consentimiento, ponerse bajo el absoluto poder arbitrario de otro que le arre-
bate esa vida cuando se le antoje. Nadie puede otorgar más poder del que tiene; y quien
no tiene el poder de quitarse a sí mismo la vida, no puede darle a otro hombre poder
sobre ella.
Locke, Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil. 1764, párrafo 23
(Habría que añadir que Locke fue un acaudalado hombre de negocios, en el
comercio de la seda y en la Royal Africa Company, que incluía la trata de esclavos)
La discusión sobre este principio es amplia y suele ser tomado como piedra
angular del capitalismo liberal pues implica el carácter casi ilimitado de la pro-
piedad privada. No obstante había pasado más desapercibido el enunciado de la
"propiedad de Ja propia persona" que, como se ve, incluye el cuerpo que a su vez
es la referencia primaria de aquella. Parece que no se entendería hablar de "pro-
piedad" sin él. En ese enunciado, antes de fundamentar con él la propiedad de
cuanto haya sido transformado a partir de la naturaleza, hay una caracterización
social de la propiedad de la persona: "sobre la que nadie tiene ningun derecho
sino él mismo". Recoge la idea de que la propiedad privada no son cosas, bien-
es, ("propiedades"), es un derecho. Es una idea relacional. Los estudios sobre la
historia en Europa de los límites de la persona, o si se quiere sobre el individua-
lismo, han mostrado cómo en algunos movimientos protestantes, mujeres y hom-
bres defendían la autonomía personal, Ja participación no restrictiva en la esfera
pública, la propiedad de la persona ante actuaciones del poder público inmiscu-
yéndose en su vida sexual, invadiendo su intimidad y arrestándoles con acusa-
ciones de perversión, inmoralidad, etc. Aylmer reproduce (1975 y 1980: 87-97),
por ejemplo, la respuesta a los jueces en 1646 de uno de los miembros del movi-
miento Leweller: "A cada individuo en la naturaleza se le ha dado una propiedad
individual por naturaleza, que no puede ser invadida ni usurpada por nadie: por-
que cada uno es él mismo, de forma que tiene propiedad de sí y nadie puede ser
él". Y el contexto indica claramente que se refiere a su cuerpo físico tanto como
a su alma que en sus concepciones moralistas entendían que moría a la vez que
el cuerpo para acabar resucitando ambos en el día del Juicio Final.
El feminismo ha asumido el aspecto más individualista de la idea de propie-
dad en Locke, pero también se han alzado dentro de él voces críticas como
Fragmentos corporales
Cefaloforia
El joven Justo de Auxerre dispuesto a liberar a su tío Justiniano, partió en viaje a
Amiens acompañado de Justino, su padre. Pasaron por Melun, París y llegaron a las
orillas del Oise que era difícil de vadear. Gracias a Jos ruegos de Justo, un batelero les
pasó al otro lado del río y poco después entraron en Amiens donde rescataron a su
pariente. Ya juntos los tres se propusieron volver por el mismo camino. Un traidor,
conocedor de su fe cristiana, les delató al prefecto Rictiovaro que lanzó a sus esbirros
en pos de sus pasos. Los viajeros llegaron al país que luego se llamó Saint-Just-en-
Chaussée, en la ribera del Oise, cerca de la fuente Sirica y del arroyo Arasia, hoy lla-
mado el Arrest y Justo sugirió a su padre y a su tío que se escondieran en una gruta
próxima a la fuente. Allí mismo es donde les descubren los esbirros, que les hacen pri-
sioneros y le decapitan. Pero él una vez decapitado tomó su cabeza del suelo, la puso
delante de su pecho y sus labios comenzaron a hablar dirigiéndose a los esbirros que,
al verlo, huyeron despavoridos. Al padre y al tío les dijo que debían enterrar su cuer-
po sin cabeza en Ja gruta y que siguieran su camino hasta Auxerre llevando la cabeza
con ellos para entregársela a Felicia, su madre. Esa cabeza fue luego conservada en la
basílica del obispo Amatre y se convirtió en una reliquia prestigiosa, fecunda en mila-
gros, el tesoro de la catedral de Auxerre.
El-relato es una versión resumida de un texto medieval recogido en los Analecta
Bollandiana y reproducido por Henri Fromage. 1989, pp.136 y 140-141
(Traducción del autor)
Este relato es contado por un pueblo que habita en las inmediaciones de uno
de los afluentes del Amazonas, el Jurua. Es una de las versiones del mito del ori-
gen de la luna, ligado aquí a la regla menstrual. La serie de asociaciones puede
parecer sugerente: el interés por la reproducción-la madre homicida-la sepa-
ración de la cabeza y el cuerpo-la cabeza que rueda y habla-la negociación
con la madre-el buitre y el hilo que enlazan la tierra y el cielo-la cabeza muda-
da en luna, los ojos en estrellas y la sangre en arco iris-la regla menstrual-la
reproducción. Pero es esta una de las combinaciones posibles de un mitema, el
de la cabeza que rueda, que corresponde a un conjunto mitológico que se encuen-
tra en América distribuido en distintas poblaciones desde el Ártico hasta Tierra
de Fuego. El método estructuralista (Lévi-Strauss) trabaja con todas las variantes
de los conjuntos mitológicos y cuando se adopta ese método se asume que un
Los tikopia afirman que la sustancia del niño proviene del semen del padre y que
nada se debe al cuerpo de la madre. Pero los miembros son formados por la Divinidad
Femenina, un ser místico.
Firth, 1936 We, the Tikopia.
Desde el Tibet y el Assam hasta Siberia, pasando por toda la China, encontramos
como leitmotiv de la teoría indígena del matrimonio, la creencia de que los huesos vie-
nen del lado del padre y la carne del lado de la madre. Y desde los tiempos prehistóri-
cos la India enarbola la misma divisa, de hecho... la idea ya se encuentra en el
Mahabarata.
Levi-Strauss, 1985, Las estructuras ... cap. XXIV Planeta-Agostini.
Los kachin de Birmania afirman que el niño no adquiere su alma hasta el momento
del nacimiento, cuando empieza a respirar, con lo que el alma no puede provenir en
forma alguna de la madre. Por ello el minia no puede heredarse, el niño lo adquiere de
su medio ambiente inmediato y es importante que nazca en la casa de su padre.
Gilhodes 1922, citado por Leach 1971, Replanteamiento.
El esperma en una sociedad patrilineal como los Baruya es representado como el ori-
gen de los huesos y de la carne del niño. También alimenta al feto y le hace crecer. Es
así por que tiene la misión de legitimar la apropiación exclusiva de los hijos por una
parte solamente de sus ascendientes, el lado paterno (el Sol completa el cuerpo del
niño en el vientre de su madre, la da toda su forma humana, fabrica los pies, las manos,
los ojos, la boca y la nariz). Es oportuno aquí recordar que, a la inversa, entre los
Trobriandeses, sociedad matrilineal estudiada por Malinowski y luego por Weiner, el
esperma no se cree que juegue un papel importante en la concepción de los hijos, sino
que es alimento indispensable para hacer crecer al feto en el vientre de su madre, feto
que ha nacido de un espíritu del clan de la madre y de su sangre menstrual. El esper-
ma hace más que alimentar, moldea las formas del niño y hace que se parezca a su
padre, aunque no se le considera genitor.
Godelier y Panoff 1998.
Para los Mandak de Lelet, la concepción de un niño resulta de las acciones conjuga-
das de una pareja sobrenatural y de una pareja humana. Los elementos masculinos de
estas parejas Moroa (Sol) y el varón, tienen un breve papel fecundante limitado a la emi-
sión del esperma en la mujer, mientras que los elementos femeninos actúan después
hasta el parto ... Toda la sustancia o materia corporal del niño está formada a partir úni-
camente del esperma paterno ... El cuerpo no posee solamente un cuerpo que se forma
poco a poco desde el estado embrionario, las nalgas aparecen pronto seguidas de la
cabeza y los miembros, también tiene un principio espiritual y vital que se manifiesta
claramente a través de los movimientos fetales percibidos por la madre. Está designado
por el nombre dado a la sombra o reflejo del cuerpo humano y está presente desde la
concepción, desde que la sustancia corporal del niño está en germen, sin que el padre
sea considerado responsable de su aparición, y no se da cuenta explicativa de ello.
Derlon, 1998, pp. 170-171
... Todos los niños se hacen o vienen a la existencia en la isla de Turna (donde habi-
tan los baloma) ... Todas las muchachas solteras adultas observan ciertas precauciones
a la hora del baño. Se supone que los espíritus-niños están escondidos en el popewo o
espuma marina flotante y también en algunas piedras llamadas dukupi. Las tales son
arrastradas por grandes troncos de árboles y pueden quedar prendidas en las hojas
secas que flotan en la superficie. De esta forma, cuando el viento sopla y la marea se
acerca plena de tales residuos las muchachas temen bañarse en el mar. Además si una
mujer casada quiere concebir, puede golpear las piedras dukupi para inducir así al ocul-
to waiwaia a que penetre en su matriz.
Malinowski, idem, p. 284
Se podría afirmar que todas las sociedades tienen una visión dividua! y tam-
bién individual de la persona y en todas las culturas existen modalidades dividua-
les e individuales de ella. Lo individual emerge por ejemplo en el uso de la lengua
(con el presupuesto del "yo"), pero también con los sistemas autónomos fisioló-
gicos del cuerpo y en la medida en que éste, el cuerpo, sirve como fundamento y
significante de la persona, como el locus de la intencionalidad. Y del mismo modo,
todas las sociedades codifican los aspectos relacionales, dividuales de la persona.
Una serie de identidades que varían de un contexto a otro (LiPuma 1998).
Claramente las culturas difieren en conferir a uno u otro aspecto status onto-
lógico y visibilidad y esto comporta el tomarlos como evidentes o negarlos. De
manera demasiado simple cabría distinguir entre sociedades basadas en las enti-
dades relacionales y sociedades basadas en la entidad individual, o culturas de
personas completamente dividuales y culturas de individuos. Las primeras serían
la sociedades tradicionales y entre las segundas estaría invariablemente el mundo
occidental. Pero estas simplificaciones conducen a aceptar la noción ideológica
occidental de persona para aplicarla al conocimiento y construcción del Otro
como su imagen opuesta. En numerosas ocasiones el proceso de modernización
en muchas sociedades tradicionales es descrito como de emergencia en ellas del
individuo, como si se tratara de una especie de contagio producido por el mundo
occidental. Esta visión rechaza de antemano que en las sociedades tradicionales
pueda darse una tensión entre Jos aspectos relacionales e individuales de las per-
sonas y por otra parte olvida que la noción de individuo está ligada indisoluble-
mente a la noción de cuerpo en Occidente y se ha forjado históricamente a través
de un largo proceso.
Acaba siendo indispensable en el análisis de las nociones de cuerpo y de per-
sona en otras sociedades reflexionar sobre esa larga elaboración con el fin de
liberar a Ja etnografía de los sesgos ideológicos no sólo del dualismo racionalis-
ta sino también del individualismo moderno. En las dos líneas argumentales que
se exponen a continuación puede observarse cómo la noción de cuerpo en
Occidente comporta la idea de totalidad y qué procesos pueden estar vinculados
a la mayor visibilidad de la faceta individual de la persona. Por ejemplo, De
Coppet (1998), al abordar Ja búsqueda entre los 'Aré' Aré (Islas Salomón) de una
noción cardinal que pudiera ser correspondiente a lo que en nuestra sociedad es
el "cuerpo", cree necesario hacer dar una visión retrospectiva de la génesis de sus
significados. El planteamiento es igualmente pertinente para otras sociedades en
la Melanesia y en particular para los pueblos de las tierras altas de Nueva Guinea,
sin dejar de subrayar que precisamente la modernidad se caracteriza en Occidente
también por una especial atención al cuerpo.
POSESIONES Y PASIONES
Hay otros significados más sustantivos de individuo en las sociedades huma-
nas: la persona normativa que presenta socialmente un cuerpo controlado. El
cuerpo como agente social normalizado es el resultado de un largo aprendizaje.
A este largo aprendizaje le corresponde muy bien la noción de Bourdieu de habi-
tus. A la vez que el aprendizaje del desempeño de los roles básicos, se forma el
cuerpo en la realización de acciones de modo que los aspectos morales y físicos
de éstas se cargan de intenciones remitidas a un sujeto que es reconocido por ello
como persona y por supuesto con y por su cuerpo. Éste es fundamentalmente el
trabajo del actor en Occidente y de esta manera se tiene en el teatro un espejo
continuo de formación de personas, aun cuando sea minimizado como formación
de "personajes". Sin duda un "personaje" es ante todo un cuerpo controlado.
Aunque en realidad han sido los estudios sobre la posesión, la brujería y el
trance los que han contribuido más a la reflexión sobre el cuerpo y la identidad.
La concepción del individuo como cuerpo auto-controlado es un supuesto cuyas
implicaciones revela la posesión. En principio, los casos de trance, posesión y
brujería se podrían definir como de la suspensión de la persona normativa.
(Posiblemente la identidad no tendría mejor campo de reflexión que el contraste
que resulta de mostrar por un lado al actor y por el otro a los poseídos por los
espíritus. El actor se mete en el personaje: él es real pero éste es ficticio; el espí-
ritu se introduce en el cuerpo de alguien: aquel es ficticio, pero éste es real).
Ante todo el trance y la posesión por espíritus refuerzan poderosamente las
concepciones dualistas, pero la perspectiva de análisis ha cambiado respecto a los
estudios clásicos. Hoy no son contemplados tanto como "pasiones" del alma
cuanto como fenómenos del cuerpo como sujeto. Y si acaso como pasiones del
cuerpo, en el doble sentido de "pasión" que es tanto intenso impulso activo, como
Posesión en el Corpiño
Cuando iba a entrar en la iglesia me he encontrado frente a gente que salía en estam-
pida, atropellándose unos a otros; dos mujeres de edad han caído al suelo. Dentro,
Alonso (casado, unos 30 años) ha tenido uno de sus ataques furiosos característicos
lanzándose al suelo y dando patadas y manotazos alrededor. Le he visto arquearse, cor-
covear, en retorsión. Se han echado dos encima para apaciguarlo lo que ha dado lugar
a una verdadera batalla. Algunas mujeres lloraban. Ya más sosegado pero todavía en el
suelo, algunos de sus movimientos que recuerdan a los de otras mujeres en esa misma
postura, parecen sexuales.
Valentín esta tarde, antes y después de ponerse los evangelios ha estado hiriéndose
una pierna con el tacón del zapato de la otra ... (Al día siguiente) me enseña la pierna
en la fuente de la ermita mientras se lava; la lleva en carne viva. Por la tarde lleva los
labios hinchados, amoratados y con sangre negra de haberse mordido ... Al otro día lo
tienen que atar para impedir que no se lastime más ... lo tenían atado de pies y manos
y con unos cartones en las piernas. Me dice que así no puede comer...
... A la salida de misa de enfermos unas mujeres jóvenes tratan de proteger a otra
para que no caiga al suelo ni se lastime en los bancos o en las columnas. Trata de
deshacerse de ellas a golpes y a gritos pero logran sacarla de la iglesia. La tienden en
el césped debajo de un árbol. Espasmos y convulsiones siguen a posturas forzadas y
Confrontaciones
Uno de 34 años hace resonar la bóveda de la iglesia con bramidos de dolor durante
la recitación de los evangelios; al ir a sentarse en un banco repite: "¡Déjame [demonio]
en paz bruto!¡No y no, que te digo que no! ... ¡Ya está otra vez [blasfema]! ¡Bruto!".
A otro de 28 años soltero, se le entienden, entre sonidos guturales prolongados fra-
ses como éstas: "¡Déjame diablo, déjame bruto! [Blasfema] ¡Déjame ya coño!".
Siguen espasmos y suspiros con frases similares en las que reitera al demonio su peti-
ción. También después de convulsiones durante el ritual evangélico comienza un joven
su diálogo: "¡Sí, ya sé, ya sé, pero déjame! [pausa]. ¡Qué sí, pero déjame, coño!
[pausa] ¡Vaya hombre, ya estamos otra vez!¡Que noooo! [pausa] ¡Que me pisas!
¿Cómo? [pausa] ¡Coño, coño! Ya no sé lo que iba a decir [Comienza a cantar] Yo lo
hago si tu te vas [se refiere siempre al demonio]¡Déjame!".
Lisón ( 1990, p. 166)
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27 8 CUERPO Y ESPACIO
Tema 11
ANTROPOLOGÍA DEL ESPACIO
ESPACIO l
Paisajes y mapas
VERDES PAISAJES
Como muy bien han titulado Rumsey y Weiner hablando de estos procesos,
Emplaced Myth (2001), en las sociedades australianas y de Nueva Guinea, el
mito está hecho lugar.
Lo que estos mitos revelan de estas sociedades, es decir, una fuerte identifi-
cación de la gente con la tierra, podría generalizarse a otras muchas sociedades
humanas, pero seguramente no significa ni importa lo mismo en todas partes. En
estas sociedades son las nociones de ancestro, sustancia, poder revelado y la
necesidad de renovar la fertilidad por medio del acceso ritualizado al poder lo que
trama tal identificación (Steward y Strathern 2001). Son estas ideas las que satu-
ran el paisaje percibido con valores y con significados, es decir, con las que se
ven y se viven los paisajes, lo que se traduce entre otras cosas en que los siem-
bran de hitos que operan como claves para las identidades personales y colecti-
vas, los que enlazan lo emocional con lo social y lo político y con los que se
recarga constantemente la memoria del pasado para proyectarla en el presente.
Los lugares que se mueven se refiere a elementos del paisaje que viajan, se
sacuden, tiemblan y se deslizan. Lugares como cuevas de las que se dice fueron
transportadas a hombros de Wanjina durante el Sueño o como piedras enormes
con núcleos blandos que fueron llevadas de una montaña a otra por ciertos perso-
najes, o formaciones pétreas que se dice que se mueven, cantan, oscilan, o vacilan
en un estado permanente de desequilibrio (Redmond 2001). En la Meseta
Kimberley, para la gente Ngarinyin, la tierra y el cuerpo están interpenetrados, son
sedimentos de experiencia polimórficos, cambiantes, que establecen una identidad
fundacional. Todos los cuerpos comparten una cualidad primordial, la movilidad
y fluidez de las formas que es a la vez el fundamento y base común entre anima-
les, plantas, minerales, humanos y cuerpos celestes. Eso es lo que hace compren-
sibles las transformaciones que las historias narran sobre la gente que emergió del
cuerpo Wanjina, sobre el agua del pozo a través de la cual se produjo el nacimiento
que Wanjina se dio a sí mismo, como agua reflejada, sobre las rocas de la cueva
que son nubes, sobre las rocas a suelo abierto en el país Ngarinyin grasientas y no
secas, sobre las aguas petrificadas en los fragmentos de cuarcita, sobre la monta-
ña Damalarrngarri, una pitón de cabeza negra, de la que la gente asegura hoy en
día que sale y pasea por la noche y los sueños sobre lo que hace se toman como
augurios de una muerte próxima, etc. (Redmond 2001). Aquí el paisaje que suele
tomarse objetivado se ve como algo fluido y el énfasis está la indistinción entre lo
exterior y lo interior que producen las imágenes confusas de cuerpos humanos,
animales, minerales, estelares ... "La cosmovisión Ngarinyin ha permitido a los
sujetos humanos encontrarse a sí mismo y a sus parientes en un paisaje cambian-
te pero pautado que refleja al cuerpo humano vivido" (Redmond 2001: 137).
Entre los itinerarios míticos y los lugares que se mueven, los paisajes melá-
nesicos y australianos permiten comprender por contraste dos concepciones asen-
MAPAS Y PAISAJES
A esta historia una vez más eurocéntrica habría que añadir otra serie de repre-
sentaciones del espacio-mundo realizadas en otras culturas desarrolladas de
forma independiente, en Japón, China, India o por Mayas, Aztecas, Ojibwas,
Iowas, Chippewas, Inuit, isleños Marshall y Carolinas, Dogon, Aborígenes aus-
tralianos, etc.
Se podría postular que la representación espacial es una forma de orden del
conocimiento y de la experiencia por lo que de una manera u otra ha de hallarse
en todas las sociedades humanas (como si fuera una dotación cognitiva de la
especie). Esto animaría a atribuir el papel de mapas a muchas otras actividades,
por ejemplo, a juegos infantiles o de adultos o a actividades rituales realizadas
más o menos regularmente, (como ilustración, el juego de la Oca, tiene induda-
bles elementos comunes con los mapas medievales), a narraciones en las que se
mencionan secuencias de lugares o escenarios detalladamente descritos y natu-
ralmente a dibujos, pinturas o grabados y a construcciones como laberintos o
templos, etc. Hay no obstante una cierta petición de principio en que la repre-
sentación espacial sea tenida como un orden de experiencia, por cuanto precisa-
mente es la metáfora del espacio la que se emplea habitualmente para mostrar la
idea de orden del conocimiento y de la experiencia (Turnbull 1993). Sin embar-
El mapa Hereford no es una esfera sino un plano circular con la tierra for-
mando una circunferencia irregular rodeado por el Gran Océano, integrada a su
vez en un anillo que es un esquema de la rosa de los vientos. Todo contenido en
un pentágono, en el ángulo de arriba, sobre el círculo, Cristo Juez dibujado. En los
otros dos paneles del tóptico, el ángel y Maóa con la paloma. Textos en latín y en
anglo-francés indican continentes, países y ciudades. Los ríos y mares pintados en
azul cruzando las tierras. Aparecen numerosas figuras que pueblan las tierras y las
aguas: todo un bestiario con dragones, cocodrilos, esfinges, unicornios, etc.; un
muestrario de razas, con gigantes, judíos, escitas, trogloditas, cátaros, cinocéfalos,
etc. ; también reyes, caballeros, pobladores, ... reconocibles o extraños. Las ciuda-
des y poblaciones están indicadas con edificios, y muchos territorios están amura-
Naturalismo, esquematismo
Por otra parte, paisajes y mapas a su vez podrían ser comprendidos como ocu-
pando otros dos polos de la representación del espacio. Los dos polos se situarían
en Jos extremos de una dimensión que podría llamarse naturalismo-esquematismo.
Una dimensión que halla distintas expresiones formales de representación. El
naturalismo parece acercar más la representación a la realidad aunque más ade-
cuadamente dicho lo que hace es proporcionar "imagen" de realidad. El esque-
matismo parece que se distancia de ella, y sin embargo cumple mejor la función
instrumental de transformarla. Ciertamente los paisajes son representaciones que
cobran significación a pequeña escala, mientras que los mapas la cobran más a
gran escala. Y en buena medida esa variación en el cobro de significación va
acompañada de la pérdida de consistencia hasta el desvanecimiento del marco de
orientación en el primer caso, mientras que en el segundo llega a ser indispensa-
ble. Hay toda una historia de tendencias naturalistas o de tendencias esquematis-
tas en los mapas que cuaja en estudios sobre determinados elementos, por ejem-
plo, cómo ha ido cambiando la representación de lo que no son extensiones sino
alturas, como es el caso de las montañas (Wood 1992; Thrower 1972, y otros).
(Triángulos singulares, triángulos encadenados, triángulos con sombras -siendo
los únicos elementos en el mapa que se muestran como si estuvieran iluminados-,
normales, tintados en color marrón o gris con variaciones de intensidad, curvas de
nivel, curvas de nivel en plano oblicuo, ... ). Se ha sugerido que en los mapas apa-
recen representadas las montañas en la medida en que las sociedades cobran inte-
rés por ellas y especialmente en la medida en que se fue desarrollando la minería.
La sugerencia es simple pero importante, porque lo dicho de las montañas podría
decirse de las extensiones y de sus perfiles cuyo efecto fundamental es general,
pero bien perceptible durante el siglo XVIII y XIX, el gran periodo de la fabrica-
ción de mapas y también de la revolución científica y tecnológica y del colonia-
lismo. Ese efecto fue la producción de espacio, cada vez de forma más precisa,
mejor medida, mejor delimitada. Como ha escrito N.J.W. Thrower (1972): "Las
exploraciones llevadas a cabo por los europeos durante el siglo XVIII continua-
31 0 CUERPO Y ESPACIO
• Shamanes: habitantes habituales del espacio transformado y ocasionales
parientes de la gente.
El esquema debería ser completado por medio de una figura que ilustrara los
procesos dinámicos de producción de espacio. Y la intervención en ellos de los
agentes. En Santa Clara y con la técnica de tala y quema el papel de los media-
dores entre el espacio general y el espacio transformado es bien relevante e ilu-
mina los aspectos dinámicos de producción de espacio.
Esa figura o ilustración que podría acompañar a esta explicación no se hace
aquí con el fin de no distorsionar el argumento principal de Gow. Lo dicho debe-
ría dejar explícito que el sistema de representación del espacio es dado en térmi-
nos de paisaje vivido, paisaje experimentado. Aunque podría asumirse que los
shamanes median entre lo natural y lo cultural, entre el espacio de selva y los
poblados humanos, enseguida se advertiría que lo que tenderíamos a considerar
como "natural" es el espacio donde ellos ven habitar a los seres sobrenaturales
que llaman gente. (Por lo que tendría que ser considerado "cultural" o bien se ten-
dría que postular que el concepto de naturaleza tiene otro sentido para ellos). Y
por supuesto esto deja sin sentido la dimensión antes mencionada de "naturalis-
mo". Aquí los agentes forman parte indispensable del entorno, lo cual a su vez
deja sin sentido cualquier objetivismo en su representación en cuyo nombre exi-
gir su ocultación, su camuflaje. El parentesco está incluido en él, o si se quiere
es un aspecto de su representación, un aspecto no parcial, sino el que da la trama.
Las representaciones toman cuerpo por medio de las narraciones -y de las can-
ciones que cantan los shamanes- que unos a otros se hacen de sus experiencias
en uno u otro lugar. Tal vez haya que plantearse el concepto de "representación"
sin tener que referirse con él necesariamente a sus concreciones gráficas.
No obstante, en Santa Clara hay mapas, los del catastro, que son copia de
otros que hay en Lima. Aunque en Santa Clara no se usan para delimitar las pro-
piedades o el término de la comunidad, porque estas acciones se llevan a cabo
recorriendo las marcas que sobre el terreno se hicieron en su momento, en Lima
y amparadas por las leyes del Estado fundamentan sus derechos sobre la tierra y
se supone que les defienden de apropiaciones indebidas. Se trata de objetos de
otra cultura y de conflictos sociales sobrevenidos. Tales mapas y títulos de pro-
piedad no representan el terreno, son más bien como un escudo, un sello que
representan a otros poderes fuera de la comunidad pero que ésta, obligadamente,
pero ha aprendido a tenerlos en cuenta.
Gow sugiere que los mapas y los paisajes pintados no son tomados en muchas
culturales orales como representaciones de los espacios. No se entiende que estén
dirigidos a nadie, ni que se vea en ellos el espacio, ni mucho menos que las genera-
ciones venideras los tomen como un legado que les hable del espacio. Representan
sin duda a los poderes e instituciones que los han llevado hasta allí, y a Jos que los
3 12 CUERPO Y ESPACIO
Guinea -y en otras partes- se traduce esta sensibilidad en términos de simbolis-
mo de sonido o de iconicidad fonológica.
En Umeda hay muchas palabras onomatopéyicas y a menudo en la conversa-
ción se reproducen sonidos identificables de las cosas, pero especialmente son los
sonidos articulatorios de las palabras los que reproducen icónicamente las cosas
a las que se refieren. Es así como los elementos del paisaje suenan y las palabras
con las que se refieren a ellos transmiten ese sonido. Sis, por ejemplo, es la pala-
bra para monte. /SI está asociada con la fuerza masculina y con las cosas agudas
como los bastones que terminan
en punta (sah) , los cuchillos de
bambú (sai) , etc. Sis es una orde-
nación simétrica que responde
muy bien a la forma de las mon-
tañas, lugares agudos donde se
mueven los hombres y se oponen
a los espacios altos y planos
(kebe) donde se sitúan las aldeas.
La palabra para éstos combina el
sonido lkJ que implica dureza
con la bilabial lb/ en ebe que sig-
nifica "grasa". Los rasgos del
paisaje no se transfieren en las
palabras como formas fijas sino
que se captan como movimien-
tos. Esta es la idea que se desliza
del análisis de los elementos
articulatorios en las palabras. Por ejemplo, los estanques estrechos de donde
emergen las fuentes de agua a través de la roca y que son comunes en el país
Umeda, reciben el nombre de pwiob. En la tabla siguiente se expone cómo las
dos partes de la palabra corresponden a tipos y modos de movimientos.
Pwi: La fuerza del agua que emerge Ob: La vocal + b, gesto de hincharse,
de la roca. aumentar.
Wi: Calabaza, símbolo del crecimiento. Ab: Maduro.
Wis: Luna. Kabwi: Grande, gordo.
Pwi: Crecimiento. Ebe: Grasa.
Pwie: Alto. Pab: Erección.
Popab: Inundación.
SÍMBOLOS ASCENSIONALES
Escala Prácticas del durohana védico, climax del culto de Mitra, escalera ceremonial de
los Tracios, escala de Jacob, escala de Mahoma, divina escala de los místicos cris-
ti anos.
Montaña La Kaaba, el ziqqurat, las pirámides, los túmulos funerarios de las culturas nór-
dicas, el obelisco cristiano, el campanario y la aguja o el betilo, el chan-chouei
(montaña-agua) chino, el dios Belen de los celtas asociado a montañas y rocas, el
gigante Gargantúa, piedras y rocas señaladas como lugares sagrados en el folklo-
re europeo, a veces en el cristianismo lugares de culto a San Miguel.
Ala En el talón de los místicos tibetanos, las del Mercurio latino; alondra, águila,
cuervo, ... en emblemas, alegorías, heráldica occidental, ... la paloma Espíritu
Santo, los ángeles, el cisne, el pelícano, el ave fénix en la Alquimia, ...
Flecha El rayo como flecha invertida, el arco y la flecha Upanishad, el arquero en el
Ocultismo.
Gigante La gigantización de la divinidad en la iconografía de las religiones, los héroes
gigantes en las tradiciones orales, San Cristóbal, ...
Lo alto, cielo Los nombres de la divinidad en iroqués, sioux, dakota,.. . fueguinos , andamán, etc.
El lugar de los dioses en numerosas religiones.
Monarca, Cetro Dios celeste asimilado a soberanos entre los koryak, beltire, ainu, etc. Cetro y
verga, (mano de justicia, flor de lis,... ) asociados a monarca y padre. Héroes como
hijos del cielo . Poder real, guerrero, mago, juez en mitologías India, Romana,
Germana, Escandinava.
Cabeza, cráneo Jefes. Cultos del cráneo en Dahomey, Alaska, Borneo, cazadores de cabezas, etc.
Trofeos de cabezas, colas, trofeos genitales, uso de cuernas en divinidades agre-
sivas como Yama, Baal, Moisés, Baco, y dioses hopi y dakota, chamanes siberia-
nos. etc. Trofeos de caza, trofeos taurinos, ...
SÍMBOLOS DIARÉTICOS
Arma, Espada La espada de oro con aureola luminosa es justiciera y también está asociada a la
sexualidad masculina como también el arado. En rituales australianos los elemen-
tos asociados son falo, flecha y reja. El arma del héroe es a la vez poder y pureza.
El arma de Perseo es el disco solar, que libera a Andrómeda, mientras Teseo mata
con la espada mágica, Heracles con la clava libera al sol. el lndra védico y Thorr,. ..
y en la tradición cristiana, San Miguel y San Jorge.
Atadura Patrimonio de divinidades fúnebres primero, pero asociada igualmente a los que
dominan a los atadores utilizando sus propias artimañas, como en el caso del
encadenamiento de Satán, cometiéndole como Agni montando al carnero,
Dionisia al asno, Mitra al caballo, Cristo al jumento,. ..
Protectora La coraza o el escudo de Atenea, también las murallas, baluartes , la casa como
albergue y todos los elementos que introducen una separación.
Purificación: Depilación, ablación de cabellos y mutilaciones de dientes, tonsura, en monjes
Ritos de corte cristianos o budistas ,... La escisión y la circuncisión, en donde convergen la hoja,
el fuego y el agua.
Purificación: Agua con un valor moral, limpia, y fresca , agua viva y celeste en varias tradi-
Agua lustral ciones religiosas.
Purificación: El bauti smo por excelencia en la tradición cristiana es de fuego. También el de la
Fuego incineración indoeuropea. Centro del hogar patriarcal. Regalo de Dios y con
poder apotropáico, revelación de la divinidad como en Pentecostés. También es
isomorfo del pájaro no sólo en los cristianos sino igualmente en los celtas, indios
o pueblos australianos. Y en los Upanishad se asimila a la palabra.
Aire Resume las calificaciones catárticas de traslucidez, luz, quemadura y frío .
Aliento vital, prácticas respiratorias del yoga. La creencia universal de que en la
respiración está lo más central de la persona, el alma.
Elaborado a partir de C. Durand, 1981. Las estructuras antropológicas de lo imaginario. Madrid: Taurus
DERECHA E IZQUIERDA
PEREGRINACIONES
Las conexiones que las sociedades humanas advierten entre cuerpo y espacio
son variadas e incluyen, por ejemplo, la metáfora de la vida como camino y de las
biografías como trayectos o itinerarios que parece tener en algunas culturas hon-
dos arraigos. Aunque la metáfora tiene resonancias religiosas no menos está car-
gada de significados seculares. Ha sido reiteradamente glosada en las tradiciones
literarias y muy a menudo representada gráficamente de formas diversas. Y espe-
cialmente está en el trasfondo de los rituales de peregrinación, de los cuales pro-
piamente se podría decir que escenifican la metáfora, aún más, la dan concreción
y forma, la ejecutan. Las grandes peregrinaciones de las religiones llamadas "his-
tóricas" (judaísmo, cristianismo, budismo, islamismo) han llamado a ellas como
ritual de los creyentes que en ocasiones hasta han llegado a dedicar buena parte
de su vida a realizarla. Es entonces cuando literalmente se toma la vida como si
fuera una peregrinación continua que dura toda ella. Y la trascendencia de ese
ritual aparece con la elevación a metáfora raíz, con la cual se ilumina todo el resto
de la actividad religiosa. Y no es sorprendente que en algunas versiones seculares
se mantenga esa trascendencia, como muestran los versos de Machado
("Caminante no hay camino, ..."). Aunque como se ha advertido más moderna-
mente, las peregrinaciones conllevaban inevitablemente los gozos y las penas que
se asocian a una vieja actividad humana, recorrer el mundo, en lo que se incluye
lo que ha dado en llamarse "turismo" (E. Badone y S. Roseman, eds. 2004).
La peregrinación debería ser tenida como un ritual tipológicamente específi-
co. La discusión sobre si debe ser encuadrada como rito de paso, rito de iniciación,
sólo polo de atracción al que se dirigen todos los fieles desde todos los puntos de
la rosa de los vientos. Así en el Islam, la peregrinación a La Meca.
El modelo unicéntrico no sólo es una configuración del sentido universalista
del Islam como religión histórica, sino que los exegetas justifican así el haber
favorecido la homogeneidad de los creyentes, y en consecuencia su unidad y el
fortalecimiento y profundización del sentido de comunidad que proporciona la
religión islámica.
Otros modelos, también de religiones universalistas como el catolicismo, son
sin embargo policéntricos. Una serie de lugares, ya amplia en cuanto al número y
situados en muy distintos enclaves, se han convertido en grandes focos de atrac-
ción hacia los cuales se dirigen multitudes. El modelo ha variado con el tiempo en
algunos aspectos: en cuanto al número de santuarios y en cuanto a la relevancia
diferencial entre ellos. Ciertamente Tierra Santa o Roma han sido focos religiosos
preponderantes en determinados periodos históricos y pueden haber aproximado
el cristianismo o el catolicismo funcionalmente al modelo unicéntrico. Y también
en la misma o similar medida Santiago de Compostela. No obstante esta religión
reconoce y atribuye la condición y potencia de lo sagrado a una pluralidad de ele-
mentos como las reliquias de los fundadores o de los santos, los lugares de apari-
ción de los seres sobrenaturales (María, Cristo, los santos) o las formas materiales
de manifestación de su presencia a través de imágenes, fuentes, etc., también con-
sideradas "milagrosas". Elementos con los que se ha generado a lo largo del tiem-
po una red de santuarios que cubre todo el mundo, más densa en unas zonas que
en otras, y en la que se aprecia que los centros varían en cuanto a la capacidad de
atracción. Algunos que en tiempos fueron muy visitados pueden luego haber cedi-
do en poder y "gracia", mientras que otros emergen en pocos años con gran fuer-
za, aunque no todos se afianzan y permanecen. El modelo resultante es necesaria-
mente policéntrico. Se podría apreciar una cierta competencia entre ellos, pero no
necesariamente por eso se debilita la atracción hacia ellos santuarios, sino que cla-
ramente el modelo facilita el mantenimiento de su vigor. En el Islam, la peregri-
nación a La Meca es uno de sus pilares, una obligación a cumplir al menos una
vez en la vida -estando en condiciones de poder hacerlo-, en el catolicismo, las
Todos los anteriores aspectos espaciales podrían ser tomados como objetiva-
ciones provocadas por las características mismas de los lugares convertidos en san-
tuarios. Pero ya se advirtió anteriormente que los caminos se hacen, lo que impli-
ca cuerpos en desplazamiento. Tal presencia de los cuerpos había sido notada de
una manera indirecta mediante el encuadramiento de la peregrinación entre los ritos
de aflicción. Las afinidades con estos rituales que destacan los Turner (1978:12 y
ss.) tan sólo permiten un encuadramiento parcial. El dolor y la desgracia sufridos
intensa y reiteradamente y que puede pensarse que han sido pruebas a las que Dios
somete a los creyentes son suficientes motivos como para emprender un largo
camino en busca de alivio y curación. Se trata de actos de responsabilidad indivi-
dual, aunque se dan numerosos casos en que son los familiares directos los que
peregrinan en nombre de alguno de los suyos afectado. De manera que el modo y
sentido de la "aflicción", de la afectación, incluye no sólo en las llamadas socieda-
des tribales sino en sociedades campesinas e incluso en sociedades urbanas al
entorno social próximo. El voto ha sido en la gradación de actuaciones frente a la
igualmente gradación de las desgracias un último recurso correspondiente a una
gran desgracia y suponía muy a menudo una peregrinación a un gran santuario, a
la que se añaden plegarias y ofrendas (H. M. Velasco 1997). Como último recurso
posiblemente se busca con él llegar más directamente a la fuente (simbólica pero
también muchas veces literal) de poder sobrenatural de donde procede el alivio más
eficaz. Pero también conlleva una evaluación de lo que la acción supone de esfuer-
zo, de disciplina, de gasto, de abandono de obligaciones, de exposición al riesgo, ...
Subrayaron los Tumer que en la peregrinación coinciden los individuos afli-
gidos, aunque cada uno lleva su pena. Forman agregados, asociaciones coyuntu-
rales, pero no se trata como en las sociedades llamadas tribales de grupos de
parentesco o de residencia, unidades morales en las que el dolor y la desgracia
tanto se generan como se alivian. Y sin embargo los Tumer no consideraron que
la aflicción vivida por individuos hace brotar fuertes lazos sociales alimentados
con un profundo sentimiento, la con-pasión . Tal vez la communitas de la compa-
sión y la communitas de la euforia sean más diferentes de lo que se supone.
Podrían ser situadas como polos de un eje paramétrico de forma que recogiera la
idea de que en sus puntos extremos se mostraran más diferentes y en sus puntos
medios fueran ambiguamente semejantes. Aunque no cabe sugerir que una sólo
forma agregados mientras que la otra forma auténticas comunidades. En el fondo
este debate no profundizado sobre la naturaleza de la communitas deja insinuada
la idea de que en el dolor el individuo es único, singular, está definitivamente
solo, mientras que en la euforia los impulsos expansivos se desatan y los indivi-
duos se funden más fácilmente en un todo.
Juego de la Oca
La rayuela
No son los únicos juegos que recrean esa metáfora. Había también en tiem-
pos en algunos lugares de España un juego infantil que se llamaba la "Peregrina"
(hoy se sigue llamando así en República Dominicana, Puerto Rico, El Salvador).
Y que se conoce en otros muchos lugares con muy distintos nombres, uno de
ellos es el de "rayuela" y está enormemente extendido en Europa y América,
algunas partes de África, en el sur-oeste asiático y en la India. Opera con repre-
sentaciones del espacio sugerentemente similares a las anteriores y presumible-
mente también con la metáfora del camino de la vida. Su distribución de espacios
es reconocible en grabados pertenecientes a la antigüedad romana (en el Foro de
Roma) o incluso griegos, que probablemente son antecedentes. También de este
juego han sido tomados como evocativos los nombres tanto del juego mismo
(Santos Hernández, 190 l. Juegos de los niños en las escuelas y colegios. Madrid: Saturnino Calleja,
edición de C. Bravo Yillasante. 1999 Palma: O!añeta), (García Rodríguez, C. 1999. Juegos de nuestra
tierra. Recopilación de juegos tradicionales de la provincia de Guadalajara. Sigüenza: Librería
Rayuela), (Yagüe Sanza, Y. 2002. Juegos de ayer y de siempre, Juegos populares tradicionales en
Segovia. Madrid: La Factoría de ediciones), (Morales Serrano, M.C. y otros, 2002. Juegos y canciones
de corro del Valle de los Pedroches. Córdoba: Diputación Provincial). (J. Herrero.1986. Juegos popu-
lares de Ávila. Ávila: Diario de Ávila), (L. Gracia. l 991. Juegos aragoneses. Historia y tradiciones.
Zaragoza: Mira editores) ...
algo que se logra por medio de un ejerci- INFIERNO PLATO 3.º COSTALES
J.'
2.ºCOCOTÁ PRIMA )•
cio corporal. Tal vez sea este juego una 1.•coc:OTÁ
2.'
PRIMERA l." l .'
ilustración modélica de hasta qué punto SEVILLA DOS HERMANAS OLVERA ESTEPA
el cuerpo se emplea para organizar el 17. 18. 19. 20.
ESTRECHA DESCANSO
te como permite captar esa metáfora-raíz
OREJA
de la vida como un camino.
PELITOS >•
2.
Este juego parece de todos modos un l.' coco \.ª
6.
POSO-GRAN NI 12. 11.
universo de significados. Entre las inter- 5.
GANAOOll.AGRA~'ES
10.
S.
GANAGOZl.A'ln'
pretaciones que se han dado están : (Para 4. POSSO NICU 8. 7.
4.
GUAJU 6. 5. 3.
una recopilación en América véase 3.
J.
2. 4. 3. 2.
Eduardo Menéndez 1963). 2.
2.
La vinculación espacio y tiempo es tan decisiva como la que existe entre espa-
cio y cuerpo. ¿Es el tiempo una dimensión pura? El contraste más acusado entre
tiempo espacializado y tiempo no espacializado fue introducido en la literatura
antropológica por Whorf al intentar explicar que la visión del mundo de los hopi
mostrada a través de su lengua no contemplaba, al modo de las lenguas de origen
indoeuropeo (SAE), una división en tiempo pasado, tiempo presente y tiempo
futuro, como si se tratara de una cinta que se secciona en partes, un espacio sobre
el que unas líneas marcan diferencias. El tiempo hopi en cambio se comprendería
mejor como dos relieves, uno el de lo causal, lo dinámico, lo que está en proceso,
el otro lo manifiesto, lo físico, lo aparente que coadyuva al cumplimiento del pri-
mer relieve. Posiblemente la interpretación del tiempo en los hopi no sea muy
ajustada, pero lo dicho sobre la lenguas SAE debe tener alguna intuición básica
pues aún sigue sirviendo de motivo de reflexión. Se podría decir por tanto que es
esa concepción occidental del tiempo espacializado la que se muestra en algunas
variantes del juego de la rayuela en poblaciones en España, Italia, y otros lugares,
que colocan en las distintas casillas los nombres de los días de la semana. Al pasar
el tejo por cada una de esas casillas se va reproduciendo el paso del tiempo. Por
continuar con la imagen, los relojes de sol representaban -se creía que literal-
mente- el paso del tiempo mediante el paso del sol (la sombra de una varilla) por
las rayas grabadas en un espacio. Y los relojes analógicos muestran el paso del
Cronotopos
El cronotopo del camino ... Generalmente en la novela los encuentros tienen lugar en
el camino. El camino es el lugar de preferencia de los encuentros casuales. En el cami-
no (en el gran camino) en el mismo punto temporal y espacial se intersectan los cami-
nos de gente de todo tipo: de representantes de todos los niveles y estratos sociales, de
todas las religiones, de todas las nacionalidades, de todas las edades. En él pueden
encontrarse casualmente aquellos que, generalmente, están separados por la jerarquía
social y por la dimensión del espacio; en él pueden aparecer diversos contrastes, pue-
den encontrarse y combinarse destinos diversos. Aquí se combinan, de una manera ori-
ginal, las series espaciales y temporales de los destinos y vidas humanos, complicán-
dose y concretándose por las distancias sociales, que en este caso están superadas. Ese
es el punto de entrelazamiento y el lugar de consumación de los acontecimientos. El
tiempo parece aquí verterse en el espacio y correr por él (formando caminos); de ahí
viene la rica metamorfosis del camino: el "camino de la vida", "empezar un nuevo
camino", el "camino de la historia", etc.; la metaforización del camino es variada y
tiene múltiples niveles; pero el núcleo principal es el trascurso del tiempo.
M. Bajtin. 1937-38. p. 394
Tiempos cualitativos
Tiempo ecológico
Las diferentes aldeas y secciones tienden a trasladarse hacia Ja misma época y a visi-
tar los mismos estanques cada año, aunque el tiempo y el lugar y, hasta cierto punto,
el grado de concentración varían según las condiciones climáticas. Sin embargo, los
campamentos principales de la estación seca suelen instalarse anualmente en los mis-
mos lugares. Cuando empiezan las lluvias en mayo, los mayores regresan a las aldeas
para preparar el terreno para la siembra y en junio se les unen allí los muchachos y
muchachas, que traen el ganado consigo. Cuando regresan los más jóvenes, levantan
Es por tanto una noción de tiempo ligada al medio ambiente y en buena medi-
da esto quiere decir que está determinada, si por determinación se entiende un
ajuste entre condiciones del medio y modos de subsistencia. La sucesión de los
acontecimientos tiene la conformación de un ciclo, cuyo ritmo se mueve según
variaciones. No hay por tanto fechas fijas sino periodos de tiempo de comienzo
y fin relativamente variables. Hay dos estaciones principales, llamadas tot y mai,
que se corresponden muy aproximadamente con una de lluvias y otra seca, por-
que mai comienza cuando decaen las lluvias no cuando ya han cesado del todo.
Se pasan las lluvias en las aldeas, pero esto incluye la segunda mitad de tot y la
marcha hacia los campamentos se produce aun no acabada la primera mitad de
mai (viene siendo a mediados de noviembre). Además de estas dos estaciones
distinguen otras dos, rwil y jion, complementarias de las anteriores. Rwil es la
época de traslado de los campamentos a las aldeas y jiom (la llegada de los vien-
tos del norte) es tiempo de la cosecha, de la pesca, de la quema de la maleza. Con
las actividades de la subsistencia cambian también las actividades sociales. Es
relevante notar que los Nuer disponen de nombres para designar los meses (cuyos
días de comienzo y fin no se corresponden estrictamente con enero, febrero, etc.)
pero no usan esos nombres para fijar un acontecimiento en el tiempo, sino que
para ello emplean más bien una referencia a las actividades que se realizan enton-
ces tanto en la estación de las lluvias como en la seca. Y mencionando sobre todo
actividades diferenciadas agrícolas, escarda, cosecha, etc., y no las ganaderas
porque éstas cambian poco. Para plazos cortos se utiliza la referencia a otro acon-
tecimiento y el número de soles trascurridos desde entonces o el de las fases de
la luna. En cuanto a los momentos del día se fijan por la posición del sol en el
Calendarios
De forma más compleja, Leach (1961) muestra que el tiempo no debe ser
entendido como concretado en dos modelos distintos sino recogiendo ambas
nociones básicas polares, la de repetición y la de proceso irreversible. Una reafir-
mada con determinados fenómenos de la naturaleza y la otra con el inevitable pasar
CALENDARIO BALINÉS
Ciclo Ciclo Ciclo Ciclo Ciclo Ciclo Ciclo Ciclo Ciclo Ciclo
de 10 de 9 de 8 de 7 de 6 de 5 de 4 de 3 de 2 del
días días días días días días días días días días
: :
¡ 1
·•·····
2
42
30
35
(De Geertz)
- Cada ciclo está integrado por el número de días que se indica y cada uno
con sus nombres distintos. Es decir, el ciclo de 10 días lo compone una
serie de 10 con nombres diferentes según un orden inalterable que se cum-
ple en el décimo y a continuación vuelve el primero. Y del mismo modo
los demás ciclos.
- Los ciclos corren concurrentemente.
- Cada día tiene pues 10 nombres distintos, uno por cada ciclo. Aunque los
que más significación tienen son los de los ciclos marcados (7, 6,y 5). Por
lo que una combinación de tres nombres -es decir, un día con los mismos
tres nombres- ocurre cada 21 O días. Las combinaciones exactas de dos
nombres ocurren cada 42, cada 35 o cada 30 días. Tales combinaciones se
consideran relevantes y son motivo de celebraciones. La principal es el
Galuman al cumplimiento del ciclo de 210 días.
- El calendario establece las festividades de la comunidad en general, las
celebraciones de los templos, los días buenos y malos para construir una
casa, para emprender un negocio, para cambiar de casa, para hacer repre-
CALENDARIO MAYA
CRONOTOPOS
Así que una primera función de los cronotopos es figurativa: concretar, dar
imagen, encarnar. En segundo lugar, añade, tienen carácter típico, proporcionan
37 4 CUERPO Y ESPACIO
sitúa en la posición más adelantada. Parece regirse más por su propio
impulso que por las necesidades reales de la sociedad moderna. Los avan-
ces en la sociedad los aporta y los provoca ella. Los sistemas expertos
alcanzan situaciones privilegiadas basadas en su conocimiento y aplica-
ción. Y a la vez el mercado permite la disponibilidad de un cúmulo enor-
me de mercancías cuyo consumo tiene que llevar al menos el mismo ace-
lerado ritmo que ya se ha logrado en su producción, gracias a la tecnología
y a la racionalidad en la organización. En realidad la Moda es tan sólo una
imagen refinada, sofisticada, del ritmo de cambio que anima la moderni-
dad. Pero no es presentismo la caracterización apropiada, el presente está
desfigurado y, pese a la intensidad con la que se pide vivirlo, se pretende
cada vez menos fruto de la espontaneidad y más resultado de un proyec-
to. Está vaciado y hace las veces de futuro adelantado.
Por supuesto, estas tendencias de trazos gruesos no abarcan todo en las socie-
dades humanas actuales. No anulan los múltiples procesos de conservación, de
resistencia, de revitalización, de retradicionalización, de reacción identitaria esen-
cialista, de alternativa, de evitación y huida, etc., que se producen tanto en las
sociedades tradicionales que han recibido el brutal impacto de los bruscos cam-
bios económicos, tecnológicos y sociales de la modernidad occidental sobre ellas,
como en el seno de las llamadas sociedades avanzadas por parte de grupos más o
menos amplios que no los consideran un destino necesario sino evitable para
ellos y para la Humanidad. Ciertamente las consecuencias de la modernidad, para-
fraseando a Giddens, son más que nunca antes una sociedad en creciente riesgo
(U. Beck). Una paite importante de la nueva mitología de las sociedades actuales
está llena de imágenes post-epocales: cuando ya no haya tiempo, cuando sea otro
tiempo, ¿cómo será el mundo después de la gran -e inevitable- catástrofe?
Aunque se sugiriera que la mirada hacia las sociedades tradicionales puede
esperar el hallazgo de cómo era el mundo antes, no debe esperarse tanto. Es más
que el efecto del contraste ayude a captar las múltiples sutilezas que tiene el
entrelazamiento del espacio y el tiempo, por ejemplo, entre los Chamula
(Gossen 1979).
Los Chamula creen que la tierra es una isla inclinada, más alta por el Este que
por el Oeste. Viven en las Tierras Altas de Chiapas y lo que conocen del mundo
exterior les confirma su creencia. Al Oeste y al Sur hay una extensa área tropical
de tierras bajas con plantaciones de maíz y desde sus frías montañas hay un des-
censo muy pronunciado hacia ellas. Por el Este y el Norte no hay diferencia de
altura sino una continuación de valles y montañas. Las palabras que designan las
direcciones sugieren esta distribución del relieve: ta? ako 'l (arriba) significa Este,
ta ?olon (abajo) significa Oeste. Saben que la tierra está llena de cuevas y túneles
que actúan de canales por donde se produce el drenaje de los suelos. Y estas
ESTE
t ;
............'!(
Iglesia t .... ;
t
r·· ;
....................................,
;
...............................................................................................
.. ...- Atrio
OESTE
Procesión Chamula. (De Gossen 1979)
Los mismos principios ordenan el espacio y el tiempo. El camino del sol por
el cielo desde un horizonte hasta el otro y luego su retomo por el mundo subte-
rráneo no sólo da una orientación sino que a la vez es una secuencia, un ciclo. El
calor que crece y el calor que mengua es lo que da sentido a la ordenación de
LUGARES Y NO LUGARES
ESPACIO 4. LUGARES 38 1
posición relativa, de extensión ocupada, de restricción de movimientos, de
direcciones y orientaciones, etc. Las creencias pueblan también la topo-
grafía de los lugares con los antepasados y con otros seres sobrenaturales
haciéndoles presentes en puntos determinados o determinando trayectos y
extendiendo así las relaciones más allá de lo visible.
- Históricos: en un lugar no se hace historia, es donde se vive la historia, dice
Augé. Los lugares están construidos de recuerdos. Suscitan la memoria de
las gentes que los habitaron antes y de los acontecimientos que ocurrieron.
En ocasiones no basta el mantenimiento de los espacios, se erigen monu-
mentos cuya función explícita es llevar al presente algun tiempo pasado
situándolo en el centro o en los trayectos habituales, es decir, en forma de
espacio relacional e identificatorio. Algunos rituales reproducen en ellos
los viejos gestos y parecidos movimientos. También son de otro modo
monumentos. Aunque más apropiadamente, (como han sido descritos por
Fernández 2005; Velasco 1982; etc.), sirven para "atar los tiempos", para
anudarlos en una continuidad que parece ser frágil, de trama liviana fácil-
mente deshilachada. Con monumentos y con rituales pero, sobre todo, con
los discursos y los recorridos cotidianos los lugares proporcionan a las
gentes reconocimiento. Dando la vuelta a esa desdeñosa apreciación de
que en los pequeños lugares todo es ya conocido, nada hay por conocer,
sería posible captar el valor que las gentes llegan a dar al hallazgo de seña-
les que reconocen, gentes que reconocen y les reconocen, a seguir itinera-
rios que guardan en la memoria, por los que les llevan los propios pies, o
ocupar asientos en los que antes se sentaron, a re-encontrarse con olores,
sabores conocidos, a permitir que el reconocimiento lo ejerza la piel. Eso
es "vivir" historia, la personal y la colectiva.
Si Augé hubiera leído a Bajtin tendría que haber dicho que los lugares son
cronotopos. Allí donde el espacio y el tiempo van enlazados de manera que no se
puede estar sólo sino vivir, es decir, allí donde residir, trabajar, etc. , es realizar la
biografía propia y las ajenas. Allí donde por estar se tiene identidad, se compar-
te la estancia y se halla reconocimiento.
Ya se adivina, especialmente por el contenido de "vivir" la historia con el que
se carga a los lugares que se trata de una noción rescatada a contrapunto, pues la
fuerza con la que se experimenta el reconocimiento corresponde muy especial-
mente a los retornados del mundo moderno, sobremoderno, -una experiencia
muy común en la Europa que comenzó el siglo XX siendo fundamentalmente
rural y lo acabó globalizada- cuando tras años de ausencia y de circular por el
mundo y casi por accidente vuelven a los pueblos de infancia. En la propuesta de
Augé ese contrapunto son los no lugares. Otro aspecto de la experiencia de ese
contrapunto es: si en los lugares no se puede estar sólo, en los no lugares se está
No lugares
... En los no lugares de la sobremodernidad hay siempre un sitio específico (en los
escaparates, carteles, a la izquierda en la autopista, a la derecha en los aviones, ... ) para
las curiosidades presentadas como tales: ananás de Costa de Marfil, los dux de la
República de Venecia, la ciudad de Tánger, el paisaje de Alesia. Pero éstos no operan
ninguna síntesis, no integran nada, sirven de autoridad solamente el tiempo de un reco-
rrido, dan coexistencia a individualidades distintas, semejantes e indiferentes las unas
a las otras. Cuando los individuos se acercan hacen lo social y disponen los lugares. El
espacio de la sobremodemidad está trabajado por esa contradicción: sólo tiene que ver
con individuos (clientes, pasajeros, usuarios, oyentes) pero no están identificados,
socializados ni localizados (nombre, profesión, lugar de nacimiento, domicilio) más
que a la entrada o la salida. El juego de lo social parece desarrollarse fuera de los pues-
tos de avance de la contemporaneidad. Es a modo de un inmenso paréntesis como los
no lugares acogen a los individuos cada día más numerosos,y es por eso que a ellos
apuntan particularmente todos aquellos que llevan su pasión por el territorio que
desean preservar o conquistar hasta el terrorismo. Si los aeropuertos y los aviones, los
supermercados y las estaciones fueron siempre el blanco perfecto de los atentados es
sin duda por razones de eficacia, si se puede usar la expresión. Pero es quizás también
porque, más o menos confusamente, aquellos que reivindican nuevas socializaciones y
nuevas localizaciones no pueden ver en ello sino la negación de su ideal. El no lugar
es lo contrario de la utopía: existe y no postula ninguna sociedad orgánica.
Marc Augé 1992 (1998), 114
Aunque se podría decir que la etnografía de los no lugares (al modo de Augé)
debe ser un padecimiento mal sobrellevado, que se espera acabe pronto, estos tra-
zos dan un bosquejo de lo que puede hallarse en ellos. Sobre todo gente circulan-
do que habita los no lugares viéndolos desde cierta distancia, siguiendo guías,
leyendo textos, haciendo rutas, contactando sólo con especialistas en la circula-
ción de personas y sumados a agregados sociales que se forman y difuminan ince-
. santemente. Eso sí, no se puede estar de acuerdo en que sean el blanco perfecto
de terroristas
por estar en un
no lugar, que se
dice ser lo con-
trario de una
utopía. Si las
suyas son utopí-
as destilan san-
gre. Como esas
TO PÍAS
La casa berebere
La parte oscura, nocturna y más baja de Ja casa es el Jugar de los objetos húmedos,
inmaduros, crudos -recipientes para el agua colocados en bancos en la entrada al esta-
blo o contra la pared de la oscuridad, pienso, leña- y también el lugar natural de ciertos
seres -bueyes y vacas, asnos y mulas- y de ciertas actividades -sueño, acto sexual,
parir- y además el lugar de la muerte, que está en zona opuesta -<:orno Ja naturaleza a
la cultura- a la parte noble, iluminada y superior de la casa, que es el lugar de los seres
humanos y, en particular, del huésped. El Jugar del fuego y de los objetos para el fuego,
Ja lámpara, los utensilios de cocina, el rifle -símbolo del punto masculino del honor
(ennij) y el protector del honor femenino (horma)- y lugar del telar -símbolo de toda
protección. También es el lugar de las dos actividades específicamente culturales que se
realizan en el espacio de la casa: cocinar y tejer. Estas relaciones de oposición está
expresada a través de todo un conjunto de signos convergentes que establecen las rela-
ciones al mismo tiempo que recibe su significado de ellas. Siempre que haya un hués-
ped al que hay que honrar (el verbo, qabel, 'honrar' también significa encarar y orien-
tarse, mirar al este), se Je hace sentar en frente del telar. Cuando una persona no ha
tenido una buena recepción, se dice que le hicieron sentarse ante la pared de la oscuri-
dad como en una tumba, o que "Su pared de oscuridad es tan negra como una tumba".
Esta pared recibe también el nombre de pared del inválido y la expresión "mantenerse
en Ja pared" significa estar enfermo y por extensión ocioso. De hecho, Ja cama de una
persona enferma es colocada próxima a esta pared, especialmente en invierno. La liga-
zón entre Ja parte oscura de la casa y la muerte se muestra también en el hecho de que
el lavado del muerto se hace a Ja entrada del establo. Y suele decirse que el loft, hecho
totalmente de madera, es porteado por el establo como el cadáver por los porteadores y
la palabra tha 'richth se refiere tanto al loft como a Ja camilla que se usa para llevar a los
muertos. Es evidente que uno no puede invitar a dormir en el loft al huésped sin cau-
sarle una ofensa, como pared de Ja tumba está en oposición al telar.
Bourdieu, P. 1971, p. 99-100
Debería subrayarse ante todo que las características de los lugares comunes
antes señaladas son en realidad simplificaciones que difícilmente trasladan la
densidad de sentido que proporcionan. Más bien como muestra el fragmento
etnográfico anterior es tal el haz de relaciones que traman los Jugares que sin
detenerse en ellas no es posible apreciar en su justa medida qué suponen para los
miembros de una cultura esos tales 'lugares comunes'.
Esa asociación entre lugar y biografía, lugar y linaje parece en algunos casos
conllevar una traslación de la condición de sujeto social de las personas, del
grupo, hacia el lugar, la casa. Y a veces éstas tienen nombre. En la etnografía
hecha en las áreas del norte de España muy frecuentemente se reseña esto: las
casas tienen nombre y las personas que las ocupan lo reciben de ellas.
ESPACIO 4. LUGARES 40 l
llaves de sus reinos terrenales, del mismo
modo que Cristo le dio a San Pedro las
llaves del reino de los cielos. Ramas de la
familia en sus distintas propiedades
hacen ver y valer su presencia con el
escudo en las fachadas. Las casas han
cambiado de propietarios una y otra vez
QUIRÓS
en distintos tiempos, de nobles a grandes
terratenientes y de éstos a indianos ricos,
para acabar en manos de los herederos
colaterales. Las llaves permanecen en los
escudos de piedra y están en la mente de
las gentes de las áreas rurales como sím-
bolo, en manos de las mujeres más que
en la de los hombres, porque el gobierno de las casas les está atribuido a ellas,
habiendo pasado de manos nobles a manos de indianos, porque las vicisitudes de
la vida rebajan a unos y encumbran a otros, dando acceso a unos y restringiéndo-
selo a otros ... Ya no como las llaves de San Pedro, sino llaves de propietarios
nobles generalmente ausentes que delegan en administradores, de terratenientes
que habitan en distintas casas por temporadas, de indianos que se hacen ver su for-
tuna en el pueblo de donde salieron pobres, de las gobernantas que se sienten celo-
sas guardianas de un patrimonio, etc. La entrega de llaves no sólo ritualiza un cam-
bio de propiedad sino también posiblemente un cambio de las generaciones, de los
tiempos, de los significados de la casa, lugar común.
El haber destacado la ritualización de límites no debe dejar en el olvido la
habitual y rutinaria ritualidad de ocupación de la casa. Para la casa berebere
Bourdieu no lo ha dejado de percibir y en la etnografía de las casas en el Norte de
España sin embargo no suele apreciarse tanto, aunque es frecuente tema de los
relatos biográficos. La estructura interna del grupo se ve reproducida y activada en
la división de espacios internos de la casa, en su ocupación diferenciada y a veces
exclusiva, en la posición relativa en los espacios comunes, en la restricción o liber-
tad de movimientos por unos y otros, en la colocación de enseres, en los elemen-
tos de representación colgados de las paredes o situados intencionadamente en
salas, recibidores, despachos, pasillos, etc. La división sexual y por edades se
hacen divisiones de y en el espacio; la jerarquía se concreta en posiciones dife-
renciadas y relativas en el espacio. También la unión, los afectos, las envidias, etc.
Un lugar común es tanto una trama de relaciones como una parrilla de espacios
comunes, comunitarios, indistintos y diferenciados, divididos, distanciados, indi-
vidualizados. En las grandes casas las paredes hacen física esa trama. (En las casas
pairais de la Catalunya Vella, se distingue el cuarto deis amos en la parte más
noble de la casas, el cuarto deis forarters o del bisbe, la habitación deis )oves
La mesa
Las casas ricas, de ambiente señorial, que tenían mucho servicio doméstico y jorna-
leros, solían preparar tres mesas. Los dueños, familiares y si había algún huésped dis-
tinguido, o algun pariente, comían en una mesa; los artesanos que trabajaban en la casa
(sastres, carpinteros, albañiles, etc.), comían en otra, y el servicio y peones del campo,
en otra. El servicio se sentaba a la mesa por este orden: primero, los arrieros; después,
los labradores (que cuidaban de las yuntas), el mayoral mayor y demás pastores ayu-
dantes suyos, los criados y, finalmente, los boyeros (Valle de Flamisell).
En las casas agrícolas y ganaderas de estamento mediano, del mismo valle citado,
los amos solían sentarse mezclados con el servicio y jornaleros, en torno a largas mesas
y por este orden: primero, el dueño, a un lado del extremo de la mesa; después, sus
hijos, por edades, y demás familiares varones; luego, el arriero o criado, y, al otro lado,
enfrente del que ocupaba el dueño, se sentaba el pastor, pues éste era el sirviente pre-
ferido de la casa, ya que en sus manos estaba todo el caudal de la familia, y a conti-
nuación de él los demás sirvientes de la casa y peones. Y cuando había algun huésped
distinguido, le ofrecían la presidencia de la mesa o sitio del dueño (Gistaín, Pallars).
En el Ripollés, en los grandes banquetes familiares , el dueño preside un extremo de la
mesa, y el pastor el otro (Vilarrasa).
La dueña de la casa pirenaica raramente comía en Ja mesa, pues lo hacía en un asien-
to bajo cualquiera, con el plato en la mano. En el Roncal -dice Casas- como sucedía
en muchas zonas rurales de Europa, existe la costumbre de que la mujer no se siente a
la mesa.
En el País Vasco solía comer en una fuen te o plato común toda la familia; pero ya se va
introduciendo -dice Barandiarán- la costumbre de comer en platos individuales, como en
todo el Pirineo. Hasta no hace mucho -añade-, en los banquetes familiares, los comen-
sales se dividían en grupos de a cuatro y los de cada grupo comían de un plato común.
Las mujeres, en tales ocasiones, comían sentadas en el suelo; hoy comen en la mesa.
Violant i Simorra, R. 1949. El Pirineo español. Vida, usos, costumbres, creencias
y tradiciones de una cultura milenaria que desaparece. Madrid: Ed. Plus Ultra.
Barcelona: Alta Fulla 1985, p. 252-253
Entre los rituales más destacados de la casa en distintas zonas rurales espa-
ñolas se mencionan los tradicionales rezos del rosario o del ángelus, y en algu-
nas casas grandes con capilla, las fiestas casales (el cumpleaños del amo y de la
La calle
En la mayoría de socieda-
1
..
des agricultoras sin embargo
los grupos domésticos son uni-
dades residenciales diferencia-
das y a la vez parte de entidades
mayores que se designan me-
diante el término -intencional-
mente neutro- de 'comunidad
local'. A su modo para estas
distribuciones se podría afirmar
algo análogo a lo que dice Lévi-
Strauss (en 1956, 1993) de la
familia y la sociedad: no habría
una sin la otra. No habría pue-
- ·- ·- Umite de 1as mitades blo sin casas es un enunciado
•••... Límite de tos clanes de rio abajo
'I río arnba obvio que se entiende en térmi-
nos materiales, pero en su pleno
' sentido tampoco habría "casas"
sin pueblo. En la sociedad campesina tradicional el objetivo de autosuficiencia
para cada casa parece haber favorecido la idea de un aislamiento como si el
agrupamiento de ellas fuera un acontecimiento sobrevenido. Que no hay "casas"
sin pueblo es ante todo una forma primaria de decir que el lugar "casa" es rela-
cional.
Esta idea se completa advirtiendo que el espacio vacío que dejan las casas
agrupadas no está simplemente vacío sino que lo llenan las relaciones entre ellas.
No sólo se construyen las casas hacia adentro sino también hacia fuera. La dis-
posición de unas respecto a otras, su localización respectiva, su ca-locación, es
La calle en Casarabonela
La calle es el espacio natural de referencia para el varón y se constituye en este sen-
tido en la antítesis de la casa. La frase: ¡Sal a la calle si eres hombre!, dicha por un
varón a otro cuando uno de ellos ha sido provocado por el otro en un recinto cerrado,
y pretende responder con la fuerza física, es harto significativa y reveladora, como lo
son también las frases: ¡Eso no eres capaz de repetírmelo en la calle!, o ¡Sal a la calle
si tienes cojones!. Todas ellos evidencian cómo la masculinidad solamente puede
ponerse de manifiesto en su propio territorio: fuera. Y utilizar la violencia física en un
ámbito cerrado comporta cierta incoherencia con las pautas. No salir a la calle para
defender la hombría ... significa que se carece de la dignidad necesaria para mantener
el honor varonil. Y no responder al reto de salir a demostrar la hombría denota ya de
por sí su falta, y revela que se está escudando en la protección que le brinda la casa, el
espacio cerrado, prerrogativa que solamente le está permitida a la mujer.
Cualquier varón que, sin motivos justificados, permanezca demasiado tiempo en la
casa corre el riesgo de verse identificado con valoraciones propias del sexo femenino ...
Ambos territorios (casa y calle) no sólo simbolizan a uno y otro sexo, sino que se diría
que los estigmatizan.
F. Sánchez 1990, pp. 100-101
41 Q CUERPO Y ESPACIO
famüismo que desquiciaba la vida social brasileña hasta hacerla parecer caótica,
anárquica, dividida.
Scheper-Hughes (1992, 1997) interviene en esta línea de interpretación con
otra oposición entre la calle y el campo (rua, mata). Los que vienen a Bom Jesús
desde el campo, los llamados despreciativamente matutos, desean participar de la
calle, pero realmente no forman parte de ella. Es gente que no cuenta, la gente,
Ja que se llama propiamente así son los fidalgos y gente fina. Los que vienen del
campo no cuentan, si la "gente" se marcha durante el carnaval a Recife, ven las
calles de Bom Jesús "desiertas" cuando en realidad están llenas de matutos. No
los ven. Pero esos son los que toman dos veces por semana la rua con la feria, el
mercado al aire libre y sus tenderetes, con gallinas, hojas de tabaco negro, sacos
de maíz y mandioca, amuletos, hierbas medicinales, etc. Matutos es un término
que en la ciudad se usa para designar a analfabetos, atrasados, humildes, pobres,
rurales. Y lo usan también los propios inmigrantes en sentido peyorativo con el
que se refieren a lo que dejaron atrás para adentrarse en la vida de las calles. Rua
tiene entonces para ellos un sentido de libertad y modernidad. El espacio al que
acudieron cuando se liberaron de la esclavitud en los ingenios, donde trabajar y
vivir como le place a uno. En teoría, porque en la práctica es lugar de pobreza y
violencia (Scheper-Hughes 1992).
Es esa misma calle la que se convierte en el lugar común con carga princi-
pal de referencia. Seguramente eso es lo que quieren decir identificaciones en
este contexto como "niños de la calle". En algunas ciudades centro y sudameri-
canas los meninos da rua, gamines, etc., los niños de la calle, son uno de los sec-
tores más en riesgo de la marginación. Las denominaciones suelen comportar un
estigma que acompaña a los niños y cuya mera invocación parece justificar un
estereotipo. Sin embargo los estudios reiterados desde los años 80 (Rizzini, I.
1986) han mostrado, para ciudades brasileñas como Rio, Sao Paulo, Recife,
Joao Pessoa, Campina Grande, etc., que esta población, cuya estimación en
determinados momentos ha sido de varios millones, no se compone exactamen-
te de niños abandonados sin normas ni afectos, dedicados al pillaje, a la droga y
a la prostitución. Más de la mitad son de los que se instalan cotidianamente en
la calle pero vuelven tras largas jornadas de "trabajo" a sus casas para aportar
algo a la economía familiar. Este porcentaje importante es el que llevó a los
investigadores a diferenciar dos caracterizaciones: la de los niños en la calle y la
de los niños de la calle. En realidad una diferencia ÜTelevante. Significativa tan
sólo por lo que la segunda implica de haber quedado "sin casa". Bajo la con-
cepción de la casa que han explicado Freyre y Da Matta, los niños sin casa son
menos que "nadie" .
Esta calle da acogida e identificación a la pobreza y la violencia. En Sao
Paulo y en Recife se estima que más del 55 % de ellos se dedican a pequeños
La plaza
ESPACIO 4. LUGARES 41 7
LASCONTRADASYSUSSÍMBOLOS
Ponte di Romana Val di Montone Carnero rampante Rojo y amarillo Con blanco
coronado
Via del comune Oruga Oruga coronada Verde y amarillo Con azul
El mercado
La "construcción social" del espacio posiblemente sea más visible aún en una
de las funciones primarias de muchas plazas centrales, el mercado. No se podría
decir que fue la función primera porque seguramente ha sido primera la multi-
funcionalidad. La plaza -mercado urbanizado- es el lugar común que facilita el
flujo de bienes y de esa manera proporciona -como han mostrado los geógrafos-
articulación entre el campo y la ciudad, entre los distintos asentamientos que pue-
blan el campo, entre una ciudad y otras ciudades, etc. Sin dejar de ser un flujo de
gentes. Los mercados tradicionales están formados por una concentración de
puntos de distribución, una disposición estática de puestos de venta, en relación
a los cuales se forma una corriente de compradores desplazándose como si de
individuos aislados se tratara y como consecuencia la corriente fluye en direc-
ciones incompatibles. Cuando una multitud llena la plaza, la corriente está en
todo momento amenazada de paralización y estancamiento y sin embargo aún
ESPACIO 4. LUGARES 42 1
continúan incesantemente los intercambios. El lugar común "mercado" no sólo
lo constituyen transacciones económicas, sino también las transmisiones de
información, los encuentros de conocidos, la activación y ensanchamientos de las
redes sociales, el establecimiento de compromisos a futuro, el seguimiento de los
ya contraídos, etc. Las redes activadas son tan densas, los intercambios tan foca-
lizados que el espacio-plaza parece hacerse invisible y en cambio parece cobrar
más realidad el tiempo. Pero la coincidencia regular en el espacio-tiempo antes
de nada se convierte en una re-presentación. Lo ha explicado muy acertadamen-
te Gell a propósito de la rueda de los mercados en el área india de Dhorai y sus
aspectos simbólicos (1982). Allí acuden Gonds Muria y Gonds Hill, ambos son
adivasis ("tribales"), también van Maraars, agricultores hindúes establecidos allí
tras haber emigrado del distrito Kanker-Chhattisgarh, y Halbas, que se dicen des-
cendientes de los soldados Maharasthrian de los reinos Bastar y Chanda. Hay
también Rawits, pastores que vinieron emigrando del Norte, de identidad hindú,
aunque sirviendo a los Gonds Muria. Y Kallars, los destiladores, una pequeña
casta hindú. No faltan intocables como los Ganda, tejedores, que ocupan los posi-
ciones más bajas, algunos son músicos, o como los Kachchi, herreros, más bien
una subcasta Gond, o como los Ghassia, latoneros y broncistas, hindúes, que
hacen las imágenes para los templos, las trompetas, las campanas, etc, o los
Kumhars, alfareros, muy pobres que nomadean por los mercados con sus mer-
cancías. Finalmente los forasteros, empleados del gobierno, etc. Una sociedad de
castas en interacción múltiple. Y por el mercado circulan productos importados,
máquinas, vestidos, lámparas, joyería, etc., productos alimenticios no locales
como sal, arroz, pimiento seco, azúcar refinada, harina, etc., productos alimenti-
cios locales, como tomates, muli, cebollas, tabaco curado, etc., productos manu-
facturados locales, como cestas de bambú, alfombras de fibras, cacharros de
barro, hachas, cuchillos, vestimenta khadi, etc. y productos de recolección en
bosques, hojas, semillas, tamarindo, cocos, etc.
El mercado -dice Gell- puede ser imaginado como una rueda. Y se refiere a
la disposición de personas y productos en el espacio. En el eje o centro hay un
árbol banyan donde se coloca el joyero Rajput, mientras que en los bordes del cír-
culo se ponen los cesteros, alfareros, herreros, sastres. Hay pues un eje radial a lo
largo del cual se ordenan los participantes asimétricamente de modo que según
sea la proximidad al eje central así es el nivel de prestigio de los bienes y las per-
sonas que los venden. Y otro eje, circular, de relaciones simétricas, iguales y
competitivas entre los participantes.
El mercado es divisible en seis zonas concéntricas. En la zona central está el
joyero que vende pasadores de pelo de plata pero también collares de oro y plata.
En la zona segunda los que venden determinados bienes de lujo: tabaco, arroz
reseco y azúcar gur, baratijas, producidos por el grupo de Maraars terratenientes,
HETEROTOPÍAS Y UTOPÍAS
Los baloma
Antaño, la tumba estaba situada en medio del poblado y se la vigilaba de cerca entre
otros motivos para proteger el cadáver de los demonios femeninos . Ahora se coloca
fuera del poblado y ya no se hace vigilancia. El lugar del entierro está entre los árbo-
les altos del bosque, y es especialmente odioso porque se piensa que en esas ramas
altas se posan las mulukuausi ...
Cuando un hombre muere las mulukuausi se enjambran en torno a él y se alimentan
de sus entrañas. Devoran su lopoulo, sus lengua, sus ojos y todo su cuerpo, tras de lo
que se vuelven más peligrosas que nunca para los vivos. Se congregan en torno a la
cabaña en la que vivía el difunto y tratan de entrar en ella, ...
El baloma abandona el cuerpo inmediatamente después de la muerte y se va a Turna.
(Turna es una islita a 10 millas de la Trobriand que está también habitada por hombres
vivos que residen en un poblado llamado Turna y es visitado a menudo por los aborí-
genes de la isla principal). El camino tomado y la forma de viaje son esencialmente los
mismos que los que un hombre tomaría para ir a Turna desde su poblado. Turna es una
isla; por consiguiente será preciso navegar en piragua. Un baloma procedente de un
poblado de la costa habrá de embarcar y pasar la mar hasta aquella. Alguien que sea
de los poblados del interior tendrá que irse en primer lugar a uno costero, desde el que
sea costumbre embarcarse para Tuma .. .Una cosa es cierta y es que ningun hombre
Para los trobriandeses el otro mundo a donde van los muertos (en espíritu)
está en una islita próxima, habitada y real con poblados reales, piedras reales,
pozos reales . Los espacios dedicados a tumbas que se disponen en el mismo
poblado donde ocurrió la muerte tienen relevancia durante los ritos funerarios,
luego nada. Explica Malinowski : "No hay relación alguna entre el baloma de un
difunto y las reliquias de su cuerpo, como por ejemplo su cráneo, los huesos de
brazos y piernas y su cabello, que sus familiares recogen y utilizan como mar-
mita de cal, espátulas de cal y collar respectivamente". A Turna se va frecuente-
mente. Es rica en cochas de cauri que son adornos codiciados en poblados del
norte y este de Kiriwina. Y mucha gente cuenta que fue allí y no vio a los balo-
ma pero vio sombras, oyó ruidos, y voces de conocidos, sintió toques en la espal-
da y al darse la vuelta creyó ver algo. En sueños y algunos en trance se trasladan
a Turna y reciben mensajes de los baloma. Y se dice que son éstos los que acu-
den regularmente a Kiriwina con motivo de la fiesta anual, los milamala, que se
celebran inmediatamente después de la recogida de los frutos, puestos ya éstos
en los almacenes. Durante estas fiestas de danzas y de reparto de comida se les
construyen plataformas especiales para que se queden allí, se les hace exhibición
de comida, se les muestran los objetos de valor vaigu 'a, colocados sobre esas pla-
taformas, se les hacen ofrendas de comida ya en la fiesta primera de apertura,
colocada en el baku. Los baloma se reparten la sustancia espiritual de ella. Y esa
misma comida luego se ofrece a amigos o parientes. Se dice que miran atenta-
CODA 449
Bibliografía del Tema 11