Resumen MONIQUE WITTIG Pensamiento Heterosexual
Resumen MONIQUE WITTIG Pensamiento Heterosexual
Resumen MONIQUE WITTIG Pensamiento Heterosexual
(pg.46) La lingü ística engendra la semiología y la lingü ística estructural, la lingü ística
estructural engendra el estructuralismo, el cual engendra el Inconsciente Estructural. El
conjunto de estos discursos levanta una confusa cortina de humo para los oprimidos, que
les hace perder de vista la causa material de su opresió n y los sume en una suerte del vacío
ahistó rico.
Estos discursos dan una versió n científica de la realidad social en la que los humanos son
dados como invariantes, no afectados por la historia, no trabajado por los conflictos de
clase, con una psique idéntica para cada uno porque está programada genéticamente.
(pg47) Por lo que a mí respecta, no me cabe ninguna duda de que Lacan ha encontrado en
el Inconsciente las estructuras que él dice haber encontrado ya que se había encargado de
ponerlas allí con anterioridad.
(pg. 49) Los discursos que nos oprimen muy en particular a las lesbianas, mujeres y a los
hombres homosexuales dan por sentado que lo que funda la sociedad, en cualquier
sociedad, es la heterosexualidad. Estos discursos hablan de nosotras y pretenden decir la
verdad en un espacio apolítico, como si todo ello pudiera escapar de lo político en este
momento de la historia, y como si en aquello que nos concierne pudiera haber signos
políticamente insignificantes. Estos discursos de heterosexualidad nos oprimen en la
medida que nos niegan toda posibilidad de hablar si n es en sus propios términos.
(…) Estos discursos nos niegan toda posibilidad de crear nuestras propias categorías. Su
acció n sobre nosotras es feroz, su tiranía sobre nuestras personas físicas y mentales es
incesante.
(Pg. 50) Todos los oprimidos conocen este poder que dice: no tienes derecho a la palabra
porque tu discurso no es científico, ni teó rico, te equivocas de nivel de análisis, confundes
discurso y realidad, sostienes un discurso ingenuo, desconoces esta o aquella ciencia.
(pg. 51) Si los discursos de los sistemas teó ricos modernos y de las ciencias humanas
ejercen un poder sobre nosotras es porque trabajan con conceptos que nos tocan muy de
cerca.
(…) Las categorías de las que se trata funcionan como conceptos primitivos en un
conglomerado de toda suerte de disciplinas, teorías, ideas preconcebidas, que yo llamaría
“el pensamiento heterosexual”. Se trata de “mujer”, “hombre”, “sexo”, “diferencia” y de
toda la serie de conceptos que está n afectando por este marcaje, incluidos algunos tales
como “historia”, “cultura” y “real”. Y que por mucho que se haya admitido en estos ú ltimos
añ os que no hay naturaleza, que todo es cultura, sigue habiendo en el seno de esta cultura
un nú cleo de naturaleza que resiste al examen. (…) Es la relació n heterosexual. Yo lo
llamaría la relació n obligatoria social entre el “hombre” y la “mujer”.
(pg.52) No puedo sino subrayar aquí el carácter opresivo que reviste el pensamiento
heterosexual en su tendencia a universalizar inmediatamente su producció n de conceptos,
a formular leyes generales que valen para todas las sociedades, todas las épocas, todos los
individuos. (…) Categorías que no tienen sentido en absoluto má s que en la
heterosexualidad o en un pensamiento que produce la diferencia de sexos como dogma
filosó fico y político.
(…) Segú n este planteamiento (…) la homosexualidad, y las sociedades que podemos crear,
no pueden ser pensadas o enunciadas, aunque siempre hayan existido. (…) Cuando el
pensamiento heterosexual piensa la homosexualidad, ésta no es para nada má s que
heterosexualidad.
(pg. 53) La sociedad heterosexual está fundada sobre la necesidad del otro/diferente en
todos los niveles. No pueden funcionar sin este concepto ni econó mica, ni simbó lica, ni
lingü ística, ni políticamente. Esta necesidad del otro/diferente es una necesidad ontoló gica
para todo el conglomerado de ciencias y de disciplinas que yo llamo el pensamiento
heterosexual. ¿Qué es el otro/diferente sino el dominado?
(…) El concepto de diferencia de sexos, por ejemplo, constituye ontoló gicamente a las
mujeres en los otros/diferentes. Los hombres, por su parte, no son diferentes. (…) Para
nosotras no hay ser-mujer ni ser-hombre. “Hombre” y “mujer” son conceptos políticos de
oposició n.
(pg. 54) la transformació n de las relaciones econó micas no basta. Hay que llevar a cabo
una transformació n política de los conceptos clave, es decir, de los conceptos que son
estratégicos para nosotras. Porque hay otro orden de materialidad que es el del lenguaje,
un orden que está trabajado de arriba abajo por estos conceptos estratégicos. Este orden, a
su vez, está directamente conectado con el campo político en el que todo cuanto atañ e al
lenguaje, a la ciencia y al pensamiento, remite a la persona en cuanto subjetividad, y a su
relació n con la sociedad.
(pg. 57) ¿Qué es la mujer? Pá nico, zafarrancho general de la defensa activa. Francamente
es un problema que no tienen las lesbianas, por un cambio de perspectiva, y sería
impropio decir que las lesbianas viven, se asocian, hacen el amor con mujeres porque “la-
mujer” no tiene sentido má s que en los sistemas heterosexuales de pensamiento y en los
sistemas econó micos heterosexuales. Las lesbianas no son mujeres.[La mujer es una
categoría política pero no existe. Las lesbianas no forman parte de la sociedad heterosexual, por lo
tanto no está n sometidas a esta dominació n política.]
(pg. 31) Cuando se analiza la opresió n de las mujeres con un enfoque materialista y
feminista, se destruye la idea de que las mujeres son un grupo natural. (…) La prá ctica lo
hace efectivo (…) por su sola existencia una sociedad lesbiana destruye el hecho artificial
(social) que constituye a las mujeres como “grupo natural”. Una sociedad lesbiana revela
pragmá ticamente que esa separació n de los hombres de que las mujeres han sido objeto,
es política y muestra que hemos sido ideoló gicamente reconstruidas como un “grupo
natural”.
(pg. 32) Somos manipuladas hasta tal punto que nuestro cuerpo deformado es lo que ellos
llaman “natural”, lo que supuestamente existía antes de la opresió n; tan manipuladas que
finalmente la opresió n parece ser una consecuencia de esta “naturaleza” que está dentro
de nosotras mismas (una naturaleza que es solamente una idea). (…) Una sociedad
lesbiana lo realiza de hecho: no só lo no existe el grupo natural “mujeres”, sino que, como
individuos, también cuestionamos “la-mujer”, algo que, para nosotras –como para
Simonede Beauvoir– es solo un mito. Ella afirmó “no se nace mujer, se llega a serlo. No hay
ningú n destino bioló gico, psicoló gico o econó mico que determine el papel que las mujeres
representan en la sociedad: es la civilizació n como un todo la que produce esa criatura
intermedia entre macho y eunuco, que se califica como fémina.”
(pg.34) un aná lisis feminista materialista muestra que lo que nosotras consideramos causa
y origen de la opresió n, es solamente la “marca” que el opresor impone sobre los
oprimidos: el “mito de la mujer”. (…) La marca no preexiste a la opresió n.
(…) Pero, lo que creemos que es una percepció n directa y física, no es má s que una
construcció n sofisticada y mítica, una “formació n imaginaria” que reinterpreta rasgos
físicos.
(…) (Ellas son vistas como negras, por eso son negras; ellas son vistas como mujeres, por
eso son mujeres). No obstante, antes de que sean vistas de esa manera, ellas tuvieron que
ser hechas de esa manera). Tener una conciencia lesbiana supone no olvidar nunca hasta
que punto ser “la-mujer” era para nosotras algo “contra natura”, algo limitador, (pg.35)
totalmente opresivo y destructivo en los viejos tiempos anteriores al movimiento de
liberació n de las mujeres. Era una contradicció n política y aquella que resistían eran
acusadas de no ser “verdaderas” mujeres. Pero entonces está bamos orgullosas de ello,
porque en la acusació n había ya como una sobra de triunfo: el reconocimiento, por el
opresor, de que “ mujer” no es un concepto tan simple, porque para ser una, era necesario
ser una “verdadera”.
(…) Pero negarse a ser una mujer, sin embargo, no significa tener que ser un hombre.
(…) Una lesbiana debe ser cualquier otra cosa, una no-mujer, un no-hombre, un producto
de la sociedad y no de la “naturaleza”, porque no hay “naturaleza” en la sociedad.
(pg.36) Rechazar convertirse en heterosexual (…) va má s lejos que el mero rechazo del
papel de “mujer”. Es el rechazo del poder econó mico, ideoló gico y político de un hombre.
(pg. 37) ¿Qué significa ser “feminista”? Feminismo contiene la palabra “fémina” (mujer), y
significa: alguien que lucha por las mujeres. Para muchas de nosotras, significa alguien que
lucha por las mujeres como clase y por la desaparició n de esta clase.
(…) Elegimos llamarnos “feministas” hace diez añ os, no para apoyar o fortalecer el mito de
la mujer, ni para identificarnos con la definició n que el opresor hace de nosotras, sino para
afirmar que nuestro movimiento tiene una historia y para subrayar el lazo político con el
primer movimiento feminista.
(…) El feminismo del siglo pasado nunca fue capaz de solucionar sus contradicciones en
asuntos como naturaleza/cultura, mujer/sociedad. Las mujeres empezaron a luchar pos sí
mismas como un grupo y consideraron acertadamente que compartían aspectos de
opresió n comunes. “(…) Pero sí creían que la naturaleza tanto de los hombres como de las
mujeres había divergido en el curso del proceso evolutivo y que la sociedad en general
reflejaba esta polarizació n”.
(pg. 38) “El fracaso del primer feminismo proviene de que solamente atacaron la idea
darwiniana de la inferioridad de la mujer, pero aceptaron los fundamentos de esta idea, o
sea, la visió n de la mujer como “ú nica””.
(…) Las primeras feministas (…) creían, como los hombres, que la causa (origen) de su
opresió n se encontraba en ellas. (…) Ellas sustentaban el principio iló gico de la “igualdad
en la diferencia”. (…) Cayeron en la trampa que hoy nos amenaza otra vez: el mito de “la-
mujer”.
(…)Es nuestra tarea histó rica (…) analizar a las mujeres como clase, lo que equivale a decir
que la categoría “mujer” y la categoría “hombre”, son categorías políticas y econó micas y
que, por tanto, no son eternas. Nuestra lucha intenta hacer desaparecer a los hombres
como clase, no con un genocidio, sino con una lucha política. (…) Las mujeres también
como clase también desaparecerá n, porque no habrá esclavos sin amos. Nuestra primera
tarea, me parece, es siempre tratar de distinguir cuidadosamente entre las “mujeres” (la
clase dentro de la cual luchamos) y “la-mujer”, el mito. Porque la “mujer” no existe para
nosotras: es só lo una formació n imaginaria, mientras que las “mujeres” son el producto de
una relació n social.
(pg. 39) Para llegar a ser una clase, para tener una conciencia de clase, tenemos primero
que matar el mito de “la-mujer”. (…) Pero construirse en clase no significa que debamos
suprimirnos como individuos. (…) Lo que está en juego (y no só lo para las mujeres) es una
definició n del individuo, así como una definició n de clase. Porque, cuando se admite la
opresió n, se necesita saber y experimentar el hecho de que una puede constituirse en
sujeto (como lo contrario a un objeto de opresió n), que una puede convertirse en alguien a
pesar de la opresió n, que una tiene su propia identidad. No hay lucha posible para alguien
privado de una identidad.
(pg. 40) El marxismo ha negado a los integrantes de las clases oprimidas el atributo de
sujeto. Al hacer esto, el marxismo (….) ha impedido a todas las categorías de personas
oprimidas que se constituyan histó ricamente como sujetos (…). Esto significa que en las
“masas” no luchaban por ellas mismas sino por el partido o sus organizaciones. Y cuando
una transformació n econó mica tuvo lugar (…), ningú n cambio revolucionario tuvo lugar
en la nueva sociedad, porque las propias personas no habían cambiado.
Para las mujeres el marxismo tuvo dos consecuencias. Les hizo imposible tomar
conciencia de que eran una clase y por lo tanto (pg. 41) les impidió constituirse como clase
durante mucho tiempo, dejando la relació n “mujeres/hombres” fuera del orden social,
haciendo e ella una relació n “natural”.
(…) la conciencia de clase no es suficiente. Tenemos que intentar entender filosó ficamente
(políticamente) estos conceptos de “sujeto” y “conciencia de clase” y có mo funcionan en
relació n con nuestra historia. Cuando descubrimos que las mujeres son objeto de opresió n
y apropiació n (…) nos convertimos en sujetos en el sentido de sujetos cognitivos (…). La
conciencia de opresió n no es só lo una reacció n (una lucha) contra la opresió n : supone
también una total reevaluació n conceptual del mundo social, su total reorganizació n con
nuevos conceptos, desarrollados desde el punto de vista de la opresió n.
(pg. 42) Sin la clase ni conciencia de clase no hay verdaderos sujetos, solamente individuos
alienados. Para las mujeres, responder a la cuestió n del sujeto individual en términos
materialistas supone, en primer lugar, en mostrar (…) que los problemas supuestamente
subjetivos, “individuales” y “privados” son, de hecho, problemas sociales, problemas de
clase; que la sexualidad no es, para las mujeres, una expresió n individual y subjetiva, sino
una institució n social violenta.
(…) Aú n nos quedará responder al problema del sujeto de cada mujer, tomada
aisladamente; no el mito, sino cada una de nosotras. En este punto, creo que só lo má s allá
de las categorías de sexo (mujer y hombre) puede encontrarse una nueva y subjetiva
definició n de la persona y del sujeto para toda la humanidad, y que el surgimiento de
sujetos individuales exige destruir primero las categorías de sexo, eliminado su uso, y
rechazando todas las categorías de sexos, eliminando su uso, y rechazando todas las
ciencias que aú n las utilizan como sus fundamentos.
(pg.43) Lesbiana es el ú nico concepto que conozco que está má s allá de las categorías de
sexo (mujer y hombre), pues el sujeto designado (lesbiana) no es una mujer ni
econó micamente, ni políticamente, ni ideoló gicamente. Lo que constituye a una mujer es
una relació n social específica con un hombre, una relació n que hemos llamado
servidumbre, una relació n que implica obligaciones personales y físicas y también
econó micas. (…)[Las lesbianas] Somos desertoras de nuestra clase. (…) Para nosotras, ésta
es una necesidad absoluta; nuestra supervivencia exige que nos dediquemos con todas
nuestras fuerzas a destruir esa clase –las mujeres– con la cual los hombres se apropian de
las mujeres. Y esto só lo puede lograrse por medio de la destrucció n de la heterosexualidad
como un sistema social basado en la opresió n de las mujeres por los hombres, un sistema
que produce el cuerpo de doctrinas de la diferencia entre los sexos para justificar esta
opresió n.