El documento describe la historia del uso de la energía eólica desde la antigüedad hasta el siglo XX. Se usó inicialmente para propulsar barcos y hacer funcionar molinos de viento. En la Edad Media y el Renacimiento se extendió su uso en Europa, especialmente en Holanda para el drenaje. En el siglo XX se desarrolló la teoría aerodinámica y se mejoraron los diseños para aumentar la eficiencia. A pesar del progreso, el petróleo se impuso hasta las crisis del siglo XX cuando se reimpulsó
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El documento describe la historia del uso de la energía eólica desde la antigüedad hasta el siglo XX. Se usó inicialmente para propulsar barcos y hacer funcionar molinos de viento. En la Edad Media y el Renacimiento se extendió su uso en Europa, especialmente en Holanda para el drenaje. En el siglo XX se desarrolló la teoría aerodinámica y se mejoraron los diseños para aumentar la eficiencia. A pesar del progreso, el petróleo se impuso hasta las crisis del siglo XX cuando se reimpulsó
El documento describe la historia del uso de la energía eólica desde la antigüedad hasta el siglo XX. Se usó inicialmente para propulsar barcos y hacer funcionar molinos de viento. En la Edad Media y el Renacimiento se extendió su uso en Europa, especialmente en Holanda para el drenaje. En el siglo XX se desarrolló la teoría aerodinámica y se mejoraron los diseños para aumentar la eficiencia. A pesar del progreso, el petróleo se impuso hasta las crisis del siglo XX cuando se reimpulsó
El documento describe la historia del uso de la energía eólica desde la antigüedad hasta el siglo XX. Se usó inicialmente para propulsar barcos y hacer funcionar molinos de viento. En la Edad Media y el Renacimiento se extendió su uso en Europa, especialmente en Holanda para el drenaje. En el siglo XX se desarrolló la teoría aerodinámica y se mejoraron los diseños para aumentar la eficiencia. A pesar del progreso, el petróleo se impuso hasta las crisis del siglo XX cuando se reimpulsó
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Introducción
El viento es una fuente de energía libre, limpia e inagotable. Ha servido a la
humanidad así durante muchos siglos para propulsar naves y hacer girar a los molinos de viento para la molienda del grano y extraer agua del subsuelo. Aunque durante siglos fue usada de manera más o menos extendida para ambos propósitos, no fue hasta la segunda mitad del siglo pasado cuando se planteó su uso comercial para la generación de energía eléctrica como un elemento fundamental en el desarrollo sostenible de las económicas occidentales. Fue en la década de los 70 cuando, a raíz de la crisis del petróleo, la gente empezó a darse cuenta de que los suministros de petróleo del mundo no iban a durar para siempre y que, además, dichos suministros deberían ser conserva-dos para la industria petroquímica. El uso del petróleo como combustible para la generación de energía era, además de estar produciendo emisiones de gases nocivos para la actividad humana, un desperdicio que no se podía tolerar. Era necesario, pues, desarrollar otras fuentes de energía alternativas aparte de las convencionales. Existen otras fuentes “convencionales” de energía además del petróleo como son el carbón, la energía nuclear y el gas en sus diversas y muy recientes formas de extracción, que han sido consideradas como capaces de suministrar las necesidades energéticas a largo plazo. Muchas personas piensan que hay suficiente carbón y gas para varios siglos al ritmo actual de consumo, y también energía nuclear. Se trata de recursos probados en el sentido de que la tecnología está muy desarrollada, y en la actualidad las grandes nucleares, térmicas de carbón y de gas (ciclos combinados) proveen la mayor parte de energía al planeta. Desafortunadamente, el carbón, el gas y la energía nuclear actual generan problemas ambientales graves. El carbón se extrae en grandes operaciones mineras, dejando las tierras baldías de difícil o imposible restauración. La producción de dióxido de carbono y dióxido de azufre proveniente de la combustión de los mismos puede afectar a la atmósfera y la capacidad del planeta para producir alimentos para su población así como generar el llamado efecto invernadero en la atmosfera. El carbón es también una valiosa materia prima y que muchos consideran que su quema como combustible es algo insólito y poco adecuado. Desarrollo
HISTORIA DE LA ENERGÍA EÓLICA
Hasta la aparición de la máquina de vapor en el siglo XIX, la única energía de origen no animal para realización de trabajo mecánico era la proveniente del agua o del viento. La primera y más inmediata forma de aprovechamiento de la energía eólica fue la utilizada por la navegación desde los tiempos más remotos; las primeras referencias de la utilización de embarcaciones a vela proceden de Egipto (FIG I.1) y datan del IV o V milenio antes de J.C EPOCA ANTIGUA Y EDAD MEDIA Los molinos de viento ya existían en la más remota antigüedad. Persia, Irak, Egipto y China disponían de máquinas eólicas muchos siglos antes de J.C.; Hammurab I. rey de Babilonia, 17 siglos antes de J.C. utilizó molinos accionados por el viento para regar las llanuras de Mesopotamia (FIG I.2) y para la molienda del grano. Se trataba de primitivas máquinas eólicas de rotor vertical con varias palas de madera o caña, cuyo movimiento de rotación era comunicado directamente por el eje a las muelas del molino. En China hay referencias de la existencia de molinos de rotor vertical y palas a base de telas colocadas sobre un armazón de madera, que eran utilizados para el bombeo de agua, máquinas conocidas como anémonas, precursoras de los molinos persas. El egipcio Hero de Alejandría representa en un estudio un molino de eje vertical de cuatro palas. Los molinos de viento fueron utilizados en Europa en la Edad Media (FIGI.3), comenzando a extenderse por Grecia, Italia y Francia. Si el origen de las máquinas eólicas presenta notables incertidumbres, no menos lo hace su expansión por el Mediterráneo y el resto de Europa. Según algunos autores, se debe a los cruzados la introducción de la tecnología eólica en Occidente, si bien otros opinan que Europa desarrolló su propia tecnología, claramente distinta de la oriental, ya que en Europa se impusieron funda-mentalmente los molinos de eje horizontal, mientras que los molinos orientales eran de eje vertical. EL RENACIMIENTO, TAMBIÉN EN LA EÓLICA Sea cual fuese la forma de aparición de estas máquinas en los diversos países europeos, lo cierto es que se encuentran abundantes ejemplos de la importancia que los molinos de viento llegaron a tener en multitud de aplicaciones; citemos como ejemplo relevante los literarios molinos castellanos utilizados desde la Edad Media tardía para la molienda y los no menos conocidos molinos holandeses usados desde 1430 para la desecación de los pólder, todos ellos de eje horizontal. En el siglo XVI Holanda perfecciona el diseño de los molinos (FIGI.4) y los utiliza para el drenaje; entre los años 1609 y 1612, Beemster Pólder fue drenado con la ayuda de estas máquinas; sin embargo, no sólo utilizaron los molinos para drenar el agua, sino también para extraer aceites de semillas, moler grano, etc.; precisamente el nombre de molinos proviene de este tipo de aplicaciones. Una idea de la importancia que en el pasado adquirió la energía eólica nos la da el hecho de que en el siglo XVIII, los holandeses tenían instalados y en funcionamiento unos 20.000 molinos, que les proporcionaban una media de 20 kW cada uno, energía nada despreciable para las necesidades de aquella época. En 1724 Leopoldo Jacob proyecta un molino de ocho palas que mueve una bomba de pistón; en 1883 aparece el pequeño multipala americano (FIG I.5) diseñado por Stewart Perry. Este molino, de unos 3 metros de diámetro utilizado para bombeo, ha sido el más vendido de la historia, llegándose a fabricar más de seis millones de unidades, de las que existen varios miles en funcionamiento. Como precursor de los actuales aerogeneradores, es necesario citar la aerogenerador danés de Lacear (1892), máquina capaz de desarrollar entre 5 y 25 kW. Hasta ese momento, las velocidades típicas que se habían conseguido con los multipala eran de dos veces la del viento, mientras que los molinos clásicos habrían funcionado con velocidades en el extremo de la pala del mismo orden de magnitud que la del viento. La teoría de la aerodinámica se desarrolla durante las primeras décadas del siglo XX, permitiendo comprender la naturaleza y el comportamiento de las fuerzas que actúan alrededor de las palas de las turbinas. Los mismos científicos que la desarrollaron para usos aeronáuticos Joukowski, Drzewiechy y Sabinin en Rusia; Prandtl y Betz en Alemania; Constantin y Enfield en Francia establecen los criterios básicos que debían cumplir las nuevas generaciones de turbinas eólicas. COMIENZOS DEL SIGLO XX En el año 1910, Dinamarca tenía instalada una potencia eólica de 200 MW. En los años 20 se empiezan a aplicar a los rotores eólicos los perfiles aerodinámicos que se habían diseñado para las alas y hélices de los aviones. En 1927, el holandés A.J. Dekker construye el primer rotor provisto de palas con sección aerodinámica, capaz de alcanzar velocidades en punta de pala, cuatro o cinco veces superiores la del viento incidente. Betz demostró en su famoso artículo "Die Windmuhlen im lichte neverer Forschung", (Berlín 1927), que el rendimiento de las turbinas aumentaba con la velocidad de rotación y que, en cualquier caso, ningún sistema eólico podía superar el 59,9% de la energía contenida en el viento. Por lo tanto, los nuevos rotores debían funcionar con elevadas velocidades de rotación para conseguir rendimientos más elevados. La teoría demostró también que cuanto mayor era la velocidad de rotación menor importancia tenía el número de palas, por lo que, teóricamente, las turbinas modernas podían incluso construirse con una sola pala sin que disminuyera su rendimiento aerodinámico significativamente. A pesar de los esfuerzos realizados y de la mayor eficacia de las nuevas turbinas, las dificultades de almacenamiento y las desventajas propias de la irregularidad de los vientos fueron la causa de que continuaran declinando las aplicaciones basadas en el aprovechamiento del viento como recurso energético hasta el final de la Primera Guerra Mundial. Los combustibles fósiles, y en particular el petróleo, empezaban a imponerse como la principal e insustituible fuente de energía. Sin embargo, el petróleo presentaba un grave inconveniente al crear una dependencia entre los países consumidores y los pro-ductores. De este forma, solo cuando el orden económico se veía alterado por alguna crisis y la dependencia energética se hacía patente, se adoptaban políticas de apoyo de los recursos autónomos, que se abandonaban de nuevo una vez se superaba la crisis. La primera de estas etapas fue una consecuencia inmediata de la Primera Guerra Mundial. Con una fuerte expansión de la electricidad como sistema energético universal y la escasez de recursos para importar petróleo, las turbinas eólicas continuaron desarrollándose por dos caminos diferentes: Por un lado, hacia el diseño, construcción y comercialización de aerogeneradores de baja potencia, capaces de generar electricidad en áreas rurales más o menos aisladas, a las que todavía no habían llegado las redes de electrificación. Por otro, y a la sombra de una industria aeronáutica en pleno desarrollo, hacia el diseño y construcción de grandes plantas eólicas capaces de generar electricidad a gran escala. Este apoyo a los recursos energéticos autóctonos, que comenzó inmediatamente después de la guerra, se mantuvo durante la década siguiente, como consecuencia de la política proteccionista adoptada por los países occidentales tras la crisis de 1929. Durante este período fueron innumerables los trabajos realizados sobre plantas eólicas de gran potencia en Europa y USA, centrando los programas eólicos su interés en aspectos diferentes como la evaluación de los recursos disponibles, obtención y trata-miento de datos meteorológicos, elaboración de mapas eólicos, localización de emplazamientos y el cálculo, diseño y construcción de plantas de gran potencia. Asimismo, se intentaron crear incentivos que motivasen a la iniciativa privada a fabricar y comercializar pequeñas turbinas con funcionamiento autónomo, que permitiesen cubrir las necesidades de explotaciones agrícolas o industriales situadas en zonas apartadas . Dentro de los grandes proyectos visionarios de la época se encuentra el prototipo alemán Honnef (FIG I.6), que consistía en instalar torres de 300 metros de altura, con 3 ó 5 rotores de 150 metros de diámetro, capaces de generar 75 MW; aunque se realizaron estudios a pequeña escala, el prototipo de esta central fue destruido en una incursión aérea. En 1931 se instaló en el Mar Negro una máquina eólica de 100 kW. Entre 1941 y 1945 estuvo funcionando en USA, una unidad de 1,2 MW. Una vez finalizada la Segunda Guerra mundial, y como consecuencia del período de escasez que siguió, los países euro-peos elaboraron programas nacionales para elegir los emplazamientos más adecuados donde deberían instalarse las grandes plantas eólicas que se proyectaban. Desde la crisis del petróleo hasta nuestros días El segundo periodo de desarrollo de la energía eólica comienza en los años cincuenta y se prolonga hasta mediados de los sesenta en los que, una vez restablecida la economía internacional, acaba perdiendo interés al no resultar sus precios competitivos con los de los combustibles fósiles convencionales, por lo que el bajo precio del petróleo, hasta 1973, cerró el camino al desarrollo de la tecnología eólica. Desde el inicio del los años 70, comenzó una etapa con una subida de los precios del petróleo que se prolonga hasta 1986 y que favoreció el desarrollo de los aerogeneradores eólicos como fuente de energía alternativa, renovable y no contaminante, capaz de producir electricidad a precios competitivos. Durante esta época, las redes de electrificación empezaban a ser lo suficientemente extensas como para cubrir la mayor parte de las zonas rurales, por lo que también disminuyeron las ventajas de los aerogeneradores de baja potencia utilizados en zonas aisladas. El período terminó con un gran número de instalaciones experimentales, construidas de una forma dispersa en países diferentes, sin demasiada conexión entre sí. Durante esta época existen multitud de iniciativas a cada cual más extravagante (al menos desde nuestro privilegiado punto de vista más de 40 años más tarde). Por ejemplo, a comienzos de la década de los 70, Bill Heronemus de la universidad de Massachusetts propuso un anteproyecto que consistía en la construcción de estaciones eólicas compuestas por torres de 113 metros de altura con tres rotores de 73 metros de diámetro (FIG I.7); se pensaba que con 1400 estaciones de este tipo, ubicadas en la costa se podría generar el 8% de la demanda eléctrica U.S.A. Este concepto era pre-cursor de lo que serían las instalaciones offshore desarrolladas más tarde a finales de siglo. FIG I.7 Prototipo de Heronemus Solamente en Francia, Dinamarca e Inglaterra se llevaron a cabo programas de cierta importancia. El número de aerogeneradores instalados a finales de 1991 era superior a los 21.000, según datos de la Agencia Internacional de la Energía, con una potencia de 2.200 MW, equivalente a dos centrales nucleares de gran potencia, y de los cuales la mitad estaban instalados en los parques eólicos de California.
A título anecdótico, a finales de 1991 la potencia eólica instalada en la
red eléctrica danesa ascendía a 410 MW con una producción de energía equivalente al 2,3% del con-sumo del país. En Alemania la potencia instalada era de 100 MW y estaba previsto alcanzar los 250 MW en breve plazo. Holanda contaba con 80 MW de potencia instalada y 100 más en construcción. El programa eólico holandés tenía previsto alcanzar los 1.000 MW hacia el año 2000 y los 2.000 MW en el 2010. España tenía en fase de realización varios proyectos que completarían los 50 MW hacia finales de 1992. El Plan de Energías Renovables, dentro del Plan Energético Nacional 1992/2000 alcanzó los 100 MW a finales de 1995, aunque evidentemente todos sabemos que las previsiones y realidad actual sobrepasaron con creces esas cifras. En cuanto al tipo de máquinas de mayor interés, los resultados obtenidos de las numerosas experiencias realizadas permitieron concretar el campo de trabajo en dos modelos: las turbinas de eje horizontal de dos o tres palas y, en menor medida, las tur-binas Darrieux de eje vertical. El tamaño medio de las máquinas instaladas hasta 1990 estuvo en el rango de los 100 kW, aunque se observaba una clara tendencia ascendente. En los años siguientes, los pequeños aerogeneradores aumentaron poco a poco su potencia, a la vez que mejoraban su fiabilidad y reducían costes; las potencias medias de los aerogeneradores instalados entre 1990 y 1991 era de 225 kW; Durante la última década del siglo pasado y la primera de este, ha habido una carrera imparable en la búsqueda de aerogeneradores capaces de captar más viento de una manera más fiable y efectiva incrementándose las potencias medias de entre los 500KW a 1,2MW de la década de los 90 a los 1,5MW a 3MW actuales con prototipos (fundamentalmente destinados al desarrollo offshore) que en breve tendrán hasta 8MW de potencia. 18
Por otro lado, aunque en determinadas regiones del mundo debido a
su características peculiares de propiedad de la tierra, espacio y normativa, se siguen haciendo parques relativamente pequeños de incluso una o dos turbinas, (como en el caso de países del norte de Europa como Dinamarca) la tendencia generalizada es la construcción de parques de tamaños de 25-50MW y en algunos casos excepcionales de 200MW y hasta 400MW (FIG I.8) Desarrolloactualpara elaprovechamientode laenergíadelviento
Se puede decir que en la década de los
ochenta nace la industria Eolo eléctrica moderna, cuando las primeras turbinas eólicas Generalmente se considera adecuado que las zonas mar adentro Para el desarrollo eólico estén a diez kilómetros o más de tierra firme. Los aerogeneradores mar adentro son de un tamaño más grande que los de tierra y presentan un mayor rendimiento, ya que la velocidad media del viento es considerablemente más alta, además de que operan durante más horas en el año (Maxwell y colaboradores, 2002; Hau, 2005). En la mayoría de los casos los desarrollos mar adentro son más costosos que los terrestres, ya que las cimentaciones mar adentro pueden ser más difíciles de construir. Además, la transmisión de la energía generada mar adentro se realiza a través de cable submarino, que es más costoso que los cables de tierra, sin contar que el ambiente marino incrementa los costos, pues requiere protección anticorrosión y contra la fatiga de los equipos y maquinaria. Algunos países como Canadá, Italia, Finlandia, China, Taiwán, Noruega, España, Francia, Reino Unido y Estados Unidos han empezado el desarrollo de centrales eólicas mar adentro. Es de esperar que en tres 2012 y 2017 se cuente con una capacidad instalada Impactoambiental El uso de la energía eólica reduce la emisión de gases de Efecto invernadero y permite mitigar el calentamiento global Por la disminución del dióxido de carbono (CO2). Las Centrales eólicas consumen muy pequeñas cantidades de agua y No emiten óxidos de nitrógeno, ozono, partículas ni otros tipos De sustancias dañinas al medio ambiente. Además, el uso de suelo de una central es aproximadamente De 1 por ciento, por lo que las actividades agropecuarias pueden Proseguir su curso sin mayor inconveniente (Burton y colaboradores, 2001; Maxwell y colaboradores, 2002; Hau, 2005). Con respecto al impacto visual, las centrales eólicas son visibles a varios kilómetros de distancia, y para algunos países existen marcos regulatorios al respecto para evitar la contaminación visual, sobre todo en zonas turísticas. La contaminación por ruido es poco significativa, ya que típicamente un aerogenerador a 350 metros de distancia produce el mismo nivel de ruido que una noche en el campo abierto, con el croar de las ranas y el cantar de los grillos: entre 35 y 40 decibeles audibles. Claro está que el ruido de la central Eolo eléctrica resulta monótono en comparación con una noche de campamento (Burton y colaboradores, 2001; Maxwell y colaboradores, 2002; Hau, 2005). Existe la posibilidad de que las centrales eólicas ocasionen efectos sobre las aves. Éstos pueden ir desde la modificación de sus patrones de vuelo y su hábitat hasta las colisiones. Sin embargo, varios estudios han mostrado que las especies de aves van aprendiendo a convivir con los aerogeneradores. Particularmente, las alturas de vuelo de las grandes poblaciones de aves migratorias son tales que exceden por mucho las alturas de los aerogeneradores. Por otra parte, la gran mayoría de las especies locales vuelan a alturas más bien bajas, y no es común que alcancen la altura de barrido de los rotores de los aerogeneradores, especialmente cuando la vegetación es relativamente baja. De cualquier forma, el desarrollo de centrales Eolo eléctricas debe ir acompañado de estudios exhaustivos sobre la avifauna, de forma que se establezcan las medidas de prevención y mitigación que sean necesarias para reducir al mínimo posible los afectos adversos.