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Introducción

El viento es una fuente de energía libre, limpia e inagotable. Ha servido a la


humanidad así durante muchos siglos para propulsar naves y hacer girar a los
molinos de viento para la molienda del grano y extraer agua del subsuelo. Aunque
durante siglos fue usada de manera más o menos extendida para ambos
propósitos, no fue hasta la segunda mitad del siglo pasado cuando se planteó su
uso comercial para la generación de energía eléctrica como un elemento
fundamental en el desarrollo sostenible de las económicas occidentales. Fue en la
década de los 70 cuando, a raíz de la crisis del petróleo, la gente empezó a darse
cuenta de que los suministros de petróleo del mundo no iban a durar para siempre
y que, además, dichos suministros deberían ser conserva-dos para la industria
petroquímica. El uso del petróleo como combustible para la generación de energía
era, además de estar produciendo emisiones de gases nocivos para la actividad
humana, un desperdicio que no se podía tolerar. Era necesario, pues, desarrollar
otras fuentes de energía alternativas aparte de las convencionales.
Existen otras fuentes “convencionales” de energía además del petróleo como son
el carbón, la energía nuclear y el gas en sus diversas y muy recientes formas de
extracción, que han sido consideradas como capaces de suministrar las
necesidades energéticas a largo plazo. Muchas personas piensan que hay
suficiente carbón y gas para varios siglos al ritmo actual de consumo, y también
energía nuclear. Se trata de recursos probados en el sentido de que la tecnología
está muy desarrollada, y en la actualidad las grandes nucleares, térmicas de
carbón y de gas (ciclos combinados) proveen la mayor parte de energía al planeta.
Desafortunadamente, el carbón, el gas y la energía nuclear actual generan
problemas ambientales graves.
El carbón se extrae en grandes operaciones mineras, dejando las tierras baldías
de difícil o imposible restauración. La producción de dióxido de carbono y dióxido
de azufre proveniente de la combustión de los mismos puede afectar a la
atmósfera y la capacidad del planeta para producir alimentos para su población así
como generar el llamado efecto invernadero en la atmosfera. El carbón es también
una valiosa materia prima y que muchos consideran que su quema como
combustible es algo insólito y poco adecuado.
Desarrollo

HISTORIA DE LA ENERGÍA EÓLICA


Hasta la aparición de la máquina de vapor en el siglo XIX, la única
energía de origen no animal para realización de trabajo mecánico era
la proveniente del agua o del viento. La primera y más inmediata forma
de aprovechamiento de la energía eólica fue la utilizada por la
navegación desde los tiempos más remotos; las primeras referencias
de la utilización de embarcaciones a vela proceden de Egipto (FIG I.1)
y datan del IV o V milenio antes de J.C
EPOCA ANTIGUA Y EDAD MEDIA
Los molinos de viento ya existían en la más remota antigüedad.
Persia, Irak, Egipto y China disponían de máquinas eólicas muchos
siglos antes de J.C.; Hammurab I. rey de Babilonia, 17 siglos antes de
J.C. utilizó molinos accionados por el viento para regar las llanuras de
Mesopotamia (FIG I.2) y para la molienda del grano. Se trataba de
primitivas máquinas eólicas de rotor vertical con varias palas de
madera o caña, cuyo movimiento de rotación era comunicado
directamente por el eje a las muelas del molino.
En China hay referencias de la existencia de molinos de rotor vertical y
palas a base de telas colocadas sobre un armazón de madera, que
eran utilizados para el bombeo de agua, máquinas conocidas como
anémonas, precursoras de los molinos persas. El egipcio Hero de
Alejandría representa en un estudio un molino de eje vertical de cuatro
palas.
Los molinos de viento fueron utilizados en Europa en la Edad Media
(FIGI.3), comenzando a extenderse por Grecia, Italia y Francia. Si el
origen de las máquinas eólicas presenta notables incertidumbres, no
menos lo hace su expansión por el Mediterráneo y el resto de Europa.
Según algunos autores, se debe a los cruzados la introducción de la
tecnología eólica en Occidente, si bien otros opinan que Europa
desarrolló su propia tecnología, claramente distinta de la oriental, ya
que en Europa se impusieron funda-mentalmente los molinos de eje
horizontal, mientras que los molinos orientales eran de eje vertical.
EL RENACIMIENTO, TAMBIÉN EN LA EÓLICA
Sea cual fuese la forma de aparición de estas máquinas en los
diversos países europeos, lo cierto es que se encuentran abundantes
ejemplos de la importancia que los molinos de viento llegaron a tener
en multitud de aplicaciones; citemos como ejemplo relevante los
literarios molinos castellanos utilizados desde la Edad Media tardía
para la molienda y los no menos conocidos molinos holandeses
usados desde 1430 para la desecación de los pólder, todos ellos de
eje horizontal. En el siglo XVI Holanda perfecciona el diseño de los
molinos (FIGI.4) y los utiliza para el drenaje; entre los años 1609 y
1612, Beemster Pólder fue drenado con la ayuda de estas máquinas;
sin embargo, no sólo utilizaron los molinos para drenar el agua, sino
también para extraer aceites de semillas, moler grano, etc.;
precisamente el nombre de molinos proviene de este tipo de
aplicaciones.
Una idea de la importancia que en el pasado adquirió la energía eólica
nos la da el hecho de que en el siglo XVIII, los holandeses tenían
instalados y en funcionamiento unos 20.000 molinos, que les
proporcionaban una media de 20 kW cada uno, energía nada
despreciable para las necesidades de aquella época.
En 1724 Leopoldo Jacob proyecta un molino de ocho palas que mueve
una bomba de pistón; en 1883 aparece el pequeño multipala
americano (FIG I.5) diseñado por Stewart Perry. Este molino, de unos
3 metros de diámetro utilizado para bombeo, ha sido el más vendido
de la historia, llegándose a fabricar más de seis millones de unidades,
de las que existen varios miles en funcionamiento.
Como precursor de los actuales aerogeneradores, es necesario citar la
aerogenerador danés de Lacear (1892), máquina capaz de desarrollar
entre 5 y 25 kW.
Hasta ese momento, las velocidades típicas que se habían conseguido
con los multipala eran de dos veces la del viento, mientras que los
molinos clásicos habrían funcionado con velocidades en el extremo de
la pala del mismo orden de magnitud que la del viento.
La teoría de la aerodinámica se desarrolla durante las primeras
décadas del siglo XX, permitiendo comprender la naturaleza y el
comportamiento de las fuerzas que actúan alrededor de las palas de
las turbinas. Los mismos científicos que la desarrollaron para usos
aeronáuticos Joukowski, Drzewiechy y Sabinin en Rusia; Prandtl y
Betz en Alemania; Constantin y Enfield en Francia establecen los
criterios básicos que debían cumplir las nuevas generaciones de
turbinas eólicas.
COMIENZOS DEL SIGLO XX
En el año 1910, Dinamarca tenía instalada una potencia eólica de 200
MW. En los años 20 se empiezan a aplicar a los rotores eólicos los
perfiles aerodinámicos que se habían diseñado para las alas y hélices
de los aviones. En 1927, el holandés A.J. Dekker construye el primer
rotor provisto de palas con sección aerodinámica, capaz de alcanzar
velocidades en punta de pala, cuatro o cinco veces superiores la del
viento incidente.
Betz demostró en su famoso artículo "Die Windmuhlen im lichte
neverer Forschung", (Berlín 1927), que el rendimiento de las turbinas
aumentaba con la velocidad de rotación y que, en cualquier caso,
ningún sistema eólico podía superar el 59,9% de la energía contenida
en el viento. Por lo tanto, los nuevos rotores debían funcionar con
elevadas velocidades de rotación para conseguir rendimientos más
elevados. La teoría demostró también que cuanto mayor era la
velocidad de rotación menor importancia tenía el número de palas, por
lo que, teóricamente, las turbinas modernas podían incluso construirse
con una sola pala sin que disminuyera su rendimiento aerodinámico
significativamente.
A pesar de los esfuerzos realizados y de la mayor eficacia de las
nuevas turbinas, las dificultades de almacenamiento y las desventajas
propias de la irregularidad de los vientos fueron la causa de que
continuaran declinando las aplicaciones basadas en el
aprovechamiento del viento como recurso energético hasta el final de
la Primera Guerra Mundial.
Los combustibles fósiles, y en particular el petróleo, empezaban a
imponerse como la principal e insustituible fuente de energía. Sin
embargo, el petróleo presentaba un grave inconveniente al crear una
dependencia entre los países consumidores y los pro-ductores. De
este forma, solo cuando el orden económico se veía alterado por
alguna crisis y la dependencia energética se hacía patente, se
adoptaban políticas de apoyo de los recursos autónomos, que se
abandonaban de nuevo una vez se superaba la crisis. La primera de
estas etapas fue una consecuencia inmediata de la Primera Guerra
Mundial.
Con una fuerte expansión de la electricidad como sistema energético
universal y la escasez de recursos para importar petróleo, las turbinas
eólicas continuaron desarrollándose por dos caminos diferentes:
 Por un lado, hacia el diseño, construcción y comercialización de
aerogeneradores de baja potencia, capaces de generar electricidad en
áreas rurales más o menos aisladas, a las que todavía no habían
llegado las redes de electrificación.
 Por otro, y a la sombra de una industria aeronáutica en pleno
desarrollo, hacia el diseño y construcción de grandes plantas eólicas
capaces de generar electricidad a gran escala.
Este apoyo a los recursos energéticos autóctonos, que comenzó
inmediatamente después de la guerra, se mantuvo durante la década
siguiente, como consecuencia de la política proteccionista adoptada
por los países occidentales tras la crisis de 1929.
Durante este período fueron innumerables los trabajos realizados
sobre plantas eólicas de gran potencia en Europa y USA, centrando
los programas eólicos su interés en aspectos diferentes como la
evaluación de los recursos disponibles, obtención y trata-miento de
datos meteorológicos, elaboración de mapas eólicos, localización de
emplazamientos y el cálculo, diseño y construcción de plantas de gran
potencia. Asimismo, se intentaron crear incentivos que motivasen a la
iniciativa privada a fabricar y comercializar pequeñas turbinas con
funcionamiento autónomo, que permitiesen cubrir las necesidades de
explotaciones agrícolas o industriales situadas en zonas apartadas .
Dentro de los grandes proyectos visionarios de la época se encuentra
el prototipo alemán Honnef (FIG I.6), que consistía en instalar torres
de 300 metros de altura, con 3 ó 5 rotores de 150 metros de diámetro,
capaces de generar 75 MW; aunque se realizaron estudios a pequeña
escala, el prototipo de esta central fue destruido en una incursión
aérea.
En 1931 se instaló en el Mar Negro una máquina eólica de 100 kW.
Entre 1941 y 1945 estuvo funcionando en USA, una unidad de 1,2
MW. Una vez finalizada la Segunda Guerra mundial, y como
consecuencia del período de escasez que siguió, los países euro-peos
elaboraron programas nacionales para elegir los emplazamientos más
adecuados donde deberían instalarse las grandes plantas eólicas que
se proyectaban.
Desde la crisis del petróleo hasta nuestros días
El segundo periodo de desarrollo de la energía eólica comienza en los
años cincuenta y se prolonga hasta mediados de los sesenta en los
que, una vez restablecida la economía internacional, acaba perdiendo
interés al no resultar sus precios competitivos con los de los
combustibles fósiles convencionales, por lo que el bajo precio del
petróleo, hasta 1973, cerró el camino al desarrollo de la tecnología
eólica.
Desde el inicio del los años 70, comenzó una etapa con una subida de
los precios del petróleo que se prolonga hasta 1986 y que favoreció el
desarrollo de los aerogeneradores eólicos como fuente de energía
alternativa, renovable y no contaminante, capaz de producir
electricidad a precios competitivos.
Durante esta época, las redes de electrificación empezaban a ser lo
suficientemente extensas como para cubrir la mayor parte de las
zonas rurales, por lo que también disminuyeron las ventajas de los
aerogeneradores de baja potencia utilizados en zonas aisladas.
El período terminó con un gran número de instalaciones
experimentales, construidas de una forma dispersa en países
diferentes, sin demasiada conexión entre sí. Durante esta época
existen multitud de iniciativas a cada cual más extravagante (al menos
desde nuestro privilegiado punto de vista más de 40 años más tarde).
Por ejemplo, a comienzos de la década de los 70, Bill Heronemus de
la universidad de Massachusetts propuso un anteproyecto que
consistía en la construcción de estaciones eólicas compuestas por
torres de 113 metros de altura con tres rotores de 73 metros de
diámetro (FIG I.7); se pensaba que con 1400 estaciones de este tipo,
ubicadas en la costa se podría generar el 8% de la demanda eléctrica
U.S.A. Este concepto era pre-cursor de lo que serían las instalaciones
offshore desarrolladas más tarde a finales de siglo.
FIG I.7 Prototipo de Heronemus
Solamente en Francia, Dinamarca e Inglaterra se llevaron a cabo
programas de cierta importancia. El número de aerogeneradores
instalados a finales de 1991 era superior a los 21.000, según datos de
la Agencia Internacional de la Energía, con una potencia de 2.200
MW, equivalente a dos centrales nucleares de gran potencia, y de los
cuales la mitad estaban instalados en los parques eólicos de
California.

A título anecdótico, a finales de 1991 la potencia eólica instalada en la


red eléctrica danesa ascendía a 410 MW con una producción de
energía equivalente al 2,3% del con-sumo del país. En Alemania la
potencia instalada era de 100 MW y estaba previsto alcanzar los 250
MW en breve plazo. Holanda contaba con 80 MW de potencia
instalada y 100 más en construcción. El programa eólico holandés
tenía previsto alcanzar los 1.000 MW hacia el año 2000 y los 2.000
MW en el 2010. España tenía en fase de realización varios proyectos
que completarían los 50 MW hacia finales de 1992. El Plan de
Energías Renovables, dentro del Plan Energético Nacional 1992/2000
alcanzó los 100 MW a finales de 1995, aunque evidentemente todos
sabemos que las previsiones y realidad actual sobrepasaron con
creces esas cifras.
En cuanto al tipo de máquinas de mayor interés, los resultados
obtenidos de las numerosas experiencias realizadas permitieron
concretar el campo de trabajo en dos modelos: las turbinas de eje
horizontal de dos o tres palas y, en menor medida, las tur-binas
Darrieux de eje vertical.
El tamaño medio de las máquinas instaladas hasta 1990 estuvo en el
rango de los 100 kW, aunque se observaba una clara tendencia
ascendente.
En los años siguientes, los pequeños aerogeneradores aumentaron
poco a poco su potencia, a la vez que mejoraban su fiabilidad y
reducían costes; las potencias medias de los aerogeneradores
instalados entre 1990 y 1991 era de 225 kW;
Durante la última década del siglo pasado y la primera de este, ha
habido una carrera imparable en la búsqueda de aerogeneradores
capaces de captar más viento de una manera más fiable y efectiva
incrementándose las potencias medias de entre los 500KW a 1,2MW
de la década de los 90 a los 1,5MW a 3MW actuales con prototipos
(fundamentalmente destinados al desarrollo offshore) que en breve
tendrán hasta 8MW de potencia. 18

Por otro lado, aunque en determinadas regiones del mundo debido a


su características peculiares de propiedad de la tierra, espacio y
normativa, se siguen haciendo parques relativamente pequeños de
incluso una o dos turbinas, (como en el caso de países del norte de
Europa como Dinamarca) la tendencia generalizada es la construcción
de parques de tamaños de 25-50MW y en algunos casos
excepcionales de 200MW y hasta 400MW (FIG I.8)
Desarrolloactualpara
elaprovechamientode
laenergíadelviento

Se puede decir que en la década de los


ochenta nace la industria Eolo eléctrica moderna, cuando las primeras
turbinas eólicas Generalmente se considera adecuado que las zonas
mar adentro
Para el desarrollo eólico estén a diez kilómetros o más de tierra firme.
Los aerogeneradores mar adentro son de un tamaño más grande que
los de tierra y presentan un mayor rendimiento, ya que la velocidad
media del viento es considerablemente más alta, además de que
operan durante más horas en el año (Maxwell y colaboradores, 2002;
Hau, 2005). En la mayoría de los casos los desarrollos mar adentro
son más costosos que los terrestres, ya que las cimentaciones mar
adentro pueden ser más difíciles de construir. Además, la transmisión
de la energía generada mar adentro se realiza a través de cable
submarino, que es más costoso que los cables de tierra, sin contar
que el ambiente marino incrementa los costos, pues requiere
protección anticorrosión y contra la fatiga de los equipos y maquinaria.
Algunos países como Canadá, Italia, Finlandia, China, Taiwán,
Noruega, España, Francia, Reino Unido y Estados Unidos han
empezado el desarrollo de centrales eólicas mar adentro. Es de
esperar que en tres 2012 y 2017 se cuente con una capacidad
instalada
Impactoambiental
El uso de la energía eólica reduce la emisión de gases de
Efecto invernadero y permite mitigar el calentamiento global
Por la disminución del dióxido de carbono (CO2). Las
Centrales eólicas consumen muy pequeñas cantidades de agua y
No emiten óxidos de nitrógeno, ozono, partículas ni otros tipos
De sustancias dañinas al medio ambiente.
Además, el uso de suelo de una central es aproximadamente
De 1 por ciento, por lo que las actividades agropecuarias pueden
Proseguir su curso sin mayor inconveniente (Burton y colaboradores,
2001; Maxwell y colaboradores, 2002; Hau, 2005). Con respecto al
impacto visual, las centrales eólicas son visibles a varios kilómetros de
distancia, y para algunos países existen marcos regulatorios al
respecto para evitar la contaminación visual, sobre todo en zonas
turísticas. La contaminación por ruido es poco significativa, ya que
típicamente un aerogenerador a 350 metros de distancia produce el
mismo nivel de ruido que una noche en el campo abierto, con el croar
de las ranas y el cantar de los grillos: entre 35 y 40 decibeles audibles.
Claro está que el ruido de la central Eolo eléctrica resulta monótono en
comparación con una noche de campamento (Burton y colaboradores,
2001; Maxwell y colaboradores, 2002; Hau, 2005). Existe la posibilidad
de que las centrales eólicas ocasionen efectos sobre las aves. Éstos
pueden ir desde la modificación de sus patrones de vuelo y su hábitat
hasta las colisiones. Sin embargo, varios estudios han mostrado que
las especies de aves van aprendiendo a convivir con los
aerogeneradores. Particularmente, las alturas de vuelo de las grandes
poblaciones de aves migratorias son tales que exceden por mucho las
alturas de los aerogeneradores. Por otra parte, la gran mayoría de las
especies locales vuelan a alturas más bien bajas, y no es común que
alcancen la altura de barrido de los rotores de los aerogeneradores,
especialmente cuando la vegetación es relativamente baja. De
cualquier forma, el desarrollo de centrales Eolo eléctricas debe ir
acompañado de estudios exhaustivos sobre la avifauna, de forma que
se establezcan las medidas de prevención y mitigación que sean
necesarias para reducir al mínimo posible los afectos adversos.

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