Historia - Constitucion Argentina

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HISTORIA

TRABAJO PRÁCTICO N° 1

Profesora: LEILA DAHY

Alumno: JUAN FRANCISCO TÁNGARI

Curso: 3r Año – 7° Div.

Año Lectivo 2018


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Diferencias entre la Constitución de 1826 y la Constitución de 1853 y marcar las diferencias entre los primeros
3 Artículos.

Constitución de 1826 - Contexto Histórico

Los diferentes ensayos que se propusieron unificar y organizar el país volvieron a fracasar con la Constitución de
1819, cuando el gobierno de Buenos Aires intentó sancionar una constitución unitaria, este fracaso, provocó la
chispa del estallido federal, movidos por Artigar los caudillos Lopez y Ramírez invaden la Pcia. de Buenos Aires y
derrocan a las autoridades nacionales, debiendo Juan Martín de Pueyrredón renunciar al cargo del Directorio;
iniciándose así el período del federalismo de “hecho” (1820-1825), durante cuyo período se ensayaron las
aspiraciones federales de las provincias. Estas se constituyeron en Estados autónomos, algunas dictaron
reglamentos, estatutos, o constituciones como Córdoba, Tucumán, Santa Fe, San Juan, Entre Ríos, Catamarca,
Corrientes, Salta (que comprendía también el territorio de Jujuy), otras no lo hicieron, como Santiago del Estero,
Mendoza, La Rioja y San Luis, aunque se organizaron también de forma autónoma. Tampoco lo hizo Buenos
Aires, cuya Junta de Representantes se declaró constituyente y sancionó leyes de gran importancia que le
permitieron corregir las instituciones y servir de modelo a las demás provincias.

La Nación quedó constituida de “hecho” bajo el sistema federal, aun cuando faltara una Constitución que uniera
a las provincias y diera formas legales a la organización creada por la voluntad de cada una de ellas. Todas se
reconocían; sin embargo, como parte integrante de la Nación y en ocasiones delegaron en el gobierno de Buenos
Aires su representación ante el extranjero. Durante esta época comienzan los primeros pactos interprovinciales
a los que aludirá posteriormente el preámbulo de la Constitución de 1853. Se iniciaron con el “Tratado del Pilar”,
firmado el 23 de febrero de 1820 entre los gobernadores de Buenos Aires, Santa Fe y Entre, Ríos, apenas
establecida la autonomía de Buenos Aires, sus firmantes, después de hacer franca confesión de federalismo,
creídos que todas las provincias aspiraban a la organización de un gobierno central, se comprometieron a
invitarlas para la realización de este propósito.

El 24 de noviembre del mismo año, Buenos Aires y Santa Fe firmaron un tratado perpetuo de paz y se
comprometieron a promover la reunión de un congreso en Córdoba al cual enviaron diputados estas provincias
y las de Salta, Mendoza, San Juan, San Luis y Santiago. La tentativa fracasó. El 25 de enero de 1822 se firmó el
tratado conocido con el nombre de "Cuadrilátero", celebrado entre Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos y
Corrientes con propósitos de paz, unión y amistad: en él se desistió definitivamente del proyectado congreso de
Córdoba y se estableció que llegada la oportunidad de convocar otro Congreso.

Las provincias aspiraban a regularizar la situación creada y tras diversas negociaciones Buenos Aires inició la
Junta de Representantes, que dictó la ley del 27 de febrero de 1824, facultando al Poder Ejecutivo para invitarlas
a constituir un Congreso Nacional, el que se reuniría en la ciudad que ellas designasen. Salvo San Luis, que indicó
la de Tucumán, las restantes se inclinaron por Buenos Aires, donde el congreso, después de celebrar algunas
sesiones preparatorias, quedó instalado el 16 de diciembre del mismo año. Los primeros pasos de este congreso
respondieron a la confianza que en él se había depositado La ley fundamental del 23 de enero de 1825 que lo
declaró constituyente; encargó provisionalmente del Poder Ejecutivo Nacional al gobernador de Buenos Aires,
que lo era el general Gregorio de Las Heras, y determinó sus atribuciones; estableció que la Constitución sería
sometida a la aprobación de las provincias, a quienes posteriormente se consultó sobre la forma de gobierno, y
que entretanto, ellas se regirían por sus propias instituciones. Estas declaraciones coincidían con una ley dictada
por la Junta de Representantes de Buenos Aires el 13 de noviembre de 1824, en salvaguardia de su autonomía.
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El Congreso se reservó, sin embargo, los derechos de expedir progresivamente cuantas disposiciones fuesen
necesarias para asegurar la independencia, integridad, seguridad, defensa y prosperidad nacional. Los
acontecimientos posteriores modificaron la prudente posición adoptada. Reincorporada la Banda Oriental, y
admitido su diputado, estalló la guerra con el Brasil. Se reformó entonces la ley fundamental del 23 de enero y
se dictó la ley de presidencia (6 febrero de 1826), recayendo la elección en el porteño Bernardino Rivadavia.
Este nombramiento impresionó desfavorablemente a las provincias y fue seguido de una iniciativa que agravó
el malestar.

La ley del 14 de marzo, en franca violación de la sancionada el 23 de enero, suprimió la autonomía de la Pcia. de
Buenos Aires y borró a esta provincia del mapa político argentino. Convirtiendo, sin embargo, a la ciudad de Bs.
As. en capital del Estado, la puso con el territorio adyacente bajo autoridad exclusiva del Presidente y del
Congreso y estableció que el resto del territorio se organizaría en provincia, quedando entretanto bajo la
inmediata dirección de las autoridades nacionales. Estas iniciativas, de carácter francamente “unitario”,
predecían la forma de gobierno a la cual se ajustaría la nueva Constitución. Hubo largos debates al respecto y
las provincias consultadas se dividieron en sus respuestas: seis se pronunciaron por el federalismo, cuatro por
el régimen unitario y las seis restantes representadas en el Congreso (téngase en cuenta que Misiones, Tarija y
la Banda Oriental también lo estaban) dejaron a éste la solución del problema. Por 41 votos contra 11 se impuso
el unitarismo, con el pretexto que las provincias pese a sus aspiraciones no estaban en condiciones de
convertirse en estados autónomos.

El Congreso General Constituyente, que sesionaba desde 1824 en Buenos Aires, sancionó una Constitución con
el objeto de organizar políticamente a la nación. Con la disolución de los “poderes nacionales”, o sea, El
Directorio y el Protectorado de los Pueblos Libres; a inicios de la crisis de 1820, emergen los Estados provincias
como nueva relación política dominante, entre ellos el de Buenos Aires. Desde la provincia hegemónica el grupo
rivadaviano propuso la convocatoria a aquel Congreso, que tendría, entre otros objetivos, el de sancionar la
nueva Constitución netamente unitaria. Esta fue la expresión “jurídico-política” de los intereses de la burguesía
comercial porteña. En otros términos, la clase dominante en Buenos Aires pretendió dar un orden institucional
a la incipiente nación. Sobre esta base se dictó la Constitución, definitivamente sancionada el 24 de diciembre
de 1826.

La Constitución Unitaria de 1826

La adopción del sistema republicano implicaba en primer término que todas las cuestiones atinentes a la cosa
pública (res, que en latín significa “cosa”, y “pública”) no serían privativas de un individuo, ni de monarquía
absoluta, ni de una nobleza, –aristocracia de sangre y/o hereditaria– sino que corresponderían al conjunto de la
ciudadanía. En otras palabras, todas las cuestiones políticas inherentes al gobierno y a la administración del
Estado serían de competencia de todos los ciudadanos. En segundo lugar, la república implicaba la división de
poderes: el ejecutivo separado del legislativo y ambos, del judicial. Vale decir que las facultades de gobernar se
dividirían en tres poderes, oponiéndose a la concentración del poder en una institución o en un individuo. La
unidad de régimen, como última cualidad política del sistema institucional, implicaba una intervención de la
autoridad ejecutiva nacional en la elección de los gobernadores de las provincias.

El principio unitario como fundamento político del Estado nacional, desde el punto de vista teórico, se reflejaba
en las tradiciones políticas de la Revolución Francesa, que consolidó un fuerte poder central en el Estado
revolucionario, y, desde el punto de vista práctico, se nutría de las tradiciones hegemónicas de Buenos Aires,
cuna de la Revolución de Mayo, respecto del conjunto de las organizaciones administrativas del interior, de lo
que ya era el ex virreinato del Río de la Plata. Este principio político entraría en colisión con los Estados provincias
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que se habían constituido con la disolución del régimen de las intendencias y la formación de los mencionados
Estados provinciales en la crisis de 1820.

La nueva Constitución adoptaba el sistema bicameral: una Cámara de Representantes, compuesta de diputados
elegidos directamente por el pueblo y a pluralidad de sufragios; otra, de dos senadores por cada provincia y de
la Capital, elegidos por juntas electorales de origen popular. El Poder Ejecutivo era unipersonal y lo ejercía un
Presidente, de quien era reemplazante interino el presidente del Senado. La elección era indirecta. Existía
también una Alta Corte de Justicia, cuyos miembros eran inamovibles y tenían funciones análogas a los de la
Corte Suprema. La administración provincial estaba a cargo de los gobernadores y consejos de administración.
Estos últimos eran un remedo de legislatura, de origen popular, pero completamente subordinados al Poder
Ejecutivo Nacional. Los gobernadores eran elegidos por éste a propuesta del Consejo respectivo. No obstante,
estas circunstancias, y muchas disposiciones de la nueva Constitución figurarán en la Constitución de 1853 y en
las modificaciones posteriores a esta.

La Constitución de 1826 no entró en vigencia. En mayo de 1827 las provincias de Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos,
Corrientes, Santiago, La Rioja, Mendoza, San Juan, San Luís y Salta formaron una liga ofensiva y defensiva,
desecharon la Constitución recientemente sancionada por considerarla contraria a la voluntad general y se
comprometieron a invitar a las demás para formar un nuevo congreso que constituyera federativamente el país.
Entretanto, el Dr. Manuel José García, alterando las instrucciones recibidas de Rivadavia, concertaba con el Brasil
un humillante tratado de paz sobre la base de la incorporación de la provincia Oriental al Imperio, el desarme
de la isla de Martín García y el pago de ciertas indemnizaciones. Aunque: Rivadavia repudió el tratado que el
Congreso rechazó, se sintió arrollado por la opinión pública y presentó su renuncia; la que le fue aceptada.

Para conjurar la crisis producida, la ley del 3 de julio sancionó distintas medidas: creó una presidencia provisoria,
cargo para el cual se designó posteriormente a Vicente López; determinó sus atribuciones y limitó las del
Congreso; decidió la reunión de una Convención Nacional encargada de nombrar presidente definitivo y recibir
los votos de las provincias sobre la Constitución y reintegró a 'humos Aires en la plenitud de su autonomía. Un
mes después, instalada la Junta de Representantes, Dorrego, campeón del federalismo en el Congreso, era
designado gobernador de la provincia. Seis días más tarde, el Congreso declaraba la disolución de las autoridades
nacionales y confiaba a la provincia de Buenos Aires la dirección de la guerra y de las relaciones exteriores. Se
reanudó entonces la política de los acuerdos interprovinciales y Buenos Aires celebró sucesivamente tratados
de amistad con Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes, sobre la base del reconocimiento de la nacionalidad;
la delegación en el gobierno de Buenos Aires de las facultades concernientes a la paz, la guerra y las relaciones
exteriores; la cooperación para la determinación de la lucha con el Brasil y la reunión de la Convención Nacional.

Constitución de 1853 - Contexto Histórico

Tras la batalla de Caseros en la cual el gobernador de Entre Ríos Justo José de Urquiza vence a Juan Manuel de
Rosas, entra en Buenos Aires y asume el poder nacional con el propósito de organizar definitivamente al país
bajo una Constitución republicana, representativa y federal. Para ese fin, es nombrado Vicente López y Planes
gobernador interino de la Provincia de Buenos Aires, reuniendo Urquiza en Palermo a otros gobernadores para
firmar un protocolo por el cual se encargaba a Urquiza el manejo de las relaciones exteriores y se invitaba a
todas las provincias a una convención para organizar jurídicamente la Nación Argentina, para lo cual decidieron
reconstruir la Comisión Representativa creada por el Pacto Federal de 1831.

El principal opositor de Urquiza fue Valentín Alsina porque se pensaba que Urquiza era otro tirano igual que
Rosas, ya que se rehusaba a destituir los gobernadores rosistas, pues planteaba una política de reconciliación.
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Los gobernadores se reunieron en la ciudad de San Nicolás de Los Arroyos y el 31 de mayo de 1852 firmaron el
Acuerdo de San Nicolás, este echó las bases de la organización nacional porque aseguró la reunión del Congreso
Constituyente y por el cual establece que el pacto federal era la ley fundamental de la República. Urquiza fue
nombrado Director Provisorio de la Confederación, encargado de las relaciones exteriores y jefe de los ejércitos.
A partir de este acuerdo las provincias solventaron los gastos nacionales en función del producto de sus aduanas
exteriores.

Todas las provincias le prestarán apoyo y acatamiento, menos la de Buenos Aires cuya legislatura lo rechazó
después de las famosas sesiones de junio de 1852, debido a la desconfianza que le inspiraban los antecedentes
de Urquiza, a los poderes que se le otorgaban, al origen del convenio, a la igualdad de representación acordada
a las provincias y a motivos de carácter puramente local que no trascendieron en los debates. El gobernador
Vicente López presentó la renuncia y en su reemplazo fue designado el general Pinto, presidente de la Junta de
Representantes. Pero el general Urquiza, cuya obra peligraba y que estaba empeñado patrióticamente en la
organización de la Nación, disolvió la legislatura, encomendó el gobierno provisorio de la provincia a don Vicente
López y cuando éste renunció, lo asumió de nuevo para delegarlo finalmente en el general Galán.

Buenos no estaba dispuesta a perder el control de su puerto y aduana, que justamente era lo que le permitía su
propio progreso y por otro lado deterioraba a las provincias del interior. Tampoco aceptaba la libre navegación
de los ríos Paraná y Uruguay. Por ello Urquiza trasladó el Congreso Constituyente a Santa Fe donde se reúnen
todos los gobernadores (13 provincias) y el 1 de mayo de 1853 se sanciona la Constitución Nacional, sin la
presencia de Buenos Aires. Todos los intentos de incorporar a Buenos Aires a la confederación fueron nulos, y
finalmente Urquiza decide levantar el sitiamiento militar a la provincia rebelde.

La nueva constitución de orientación liberal, estará basada según un libro escrito por Juan Bautista Alberdi,
llamado “Bases y Puntos de Partida para La Organización Política De La República Argentina” y se basaron
también en la constitución de Estados Unidos de Norteamerírica, de la cual se tomó como modelo la forma:
representativa, republicana y federal, sin dejar de considerar las Constituciones de 1819 y 1826. A partir de este
momento comienza una separación (secesión) dentro de un mismo territorio, la Confederación (las provincias
del interior) por un lado y la Provincia de Bs. As. por otro, trabajando en forma independiente como otro estado
más. Dictó su propia Constitución y buscó legitimación o reconocimiento en Francia.

Sin embargo, la constitución nacional exigía la federalización de la provincia de Bs. As. y la nacionalización de la
Aduana y del Puerto. La Confederación siempre buscó un acercamiento a Buenos Aires, y se fueron
estableciendo pactos de convivencia, para garantizar la defensa en todo el territorio y luchar contra el avance
de la barbarie y del indio. La economía de la Confederación fue siempre muy pobre y estancada, pues las
economías regionales estaban por el piso, como salida se sanciona la Ley de Derechos Diferenciales, donde se
trataba de que los barcos descarguen directamente sus mercaderías en los puertos internos, como Rosario, para
aumentar así los ingresos aduaneros.

Algunos políticos como Sarmiento y Mitre sabían que era necesario la unidad política y que no podían convivir
dos estados dentro de uno, por lo que vieron correcto este pacto, pero no estaban de acuerdo en la metodología
aplicada. Para los comerciantes esta unión era importante porque se ampliaban sus mercados.

Se debía reformar la Constitución según lo exigía Bs. As., pero no hubo acuerdos rápidos, además por otro lado
se sucedieron hechos violentos en algunas provincias de la Confederación, todo esto hizo que produzca un
enfrentamiento armado en septiembre de 1861 en Pavón. En esta batalla no hubo una definición clara de
victoria, ya que Urquiza de retiró del combate otorgándole cierto predominio a Bs. As., que luego de una
negociación entre Mitre y Urquiza se consolido el triunfo de Buenos Aires.
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La Constitución de 1853

La Constitución de 1853 consagra lo que en teoría política se denomina Estado de derecho, esto es, un Estado
sometido al derecho, por contraposición con los Estados absolutos (monarquías, Tiranías). Este Estado de
derecho es un Estado liberal, porque reconoce un amplio conjunto de derechos individuales, establece garantías
para su ejercicio y somete, tanto a los órganos de gobierno como a los particulares al imperio de la ley. Consagra
la inviolabilidad de la propiedad privada y supone a los hombres iguales ante la ley. La constitución refleja la
filosofía política del liberslismo y concibe al hombre como ser racional dotado de derechos propios a la existencia
del Estado. Por esta razón, permite al hombre todo lo que no está prohibido y otorga al Estado sólo lo que está
permitido por la Constitución. También fracciona al poder en tres ramas o esferas de actuación La Legislación al
Poder Legislativo, La Administración al Poder Ejecutivo y La Justicia al Poder Judicial-, ninguno de los cuales (en
teoría) puede sobreponerse a otro, para evitar que quienes están investidos del poder tienden a abusar de él.

La parte primera de la Constitución se titulaba “Declaraciones, derechos y garantías”. Se trataba de un conjunto


de prescripciones que establecían la orientación general de la estructura política. Estas formulaciones
respondían a las ideas fundamentales de la generación de 1837: la forma de gobierno republicana,
representativa y federal, las relaciones entre el poder federal y los poderes provinciales, los derechos civiles y
políticos de los habitantes y ciudadanos, el régimen de las personas y de la propiedad, la política inmigratoria,
el libre tránsito de los ríos interiores, y otras cuestiones que habían sido debatidas con extensión en libros y
artículos periodísticos.

En la segunda parte se especificaban los caracteres y atribuciones de las distintas autoridades nacionales,
provinciales y municipales, organizados también dentro de las ideas tradicionales de la Revolución y ajustados
según las lecciones de la experiencia histórica. La idea de un “Poder Ejecutivo fuerte”, tal la idea de Alberdi,
presidía la concepción política general; el principio de las elecciones indirectas traía el recuerdo de las
prevenciones contra la dictadura de las masas, que tanto preocupaba a los hombres de 1837.

La Constitución fue sancionada el 8 de mayo de 1853 y promulgada por Justo José de Urquiza el día 25 de ese
mes. Pero Bs. As. separada de la Confederación y no habiendo intervenido en su sanción, no estaba
comprometida en su obediencia. Tras algunas fricciones, los gobiernos de Bs. As. Y la Confederación hallaron
una fórmula conciliatoria. Bs. As. presentó las objeciones que le merecía el texto constitucional y una convención
reunida en Santa Fe en 1860 las consideró satisfactoriamente. La Constitución Nacional fue jurada en Bs. As.
bajo el gobierno de Bartolomé Mitre.

Conclusiones

Si la constitución unitaria de 1826 se caracteriza por la existencia de un solo Estado preexistente, en un mismo
territorio, con la misma lengua y el mismo origen étnico -y aún sin estos requisitos- La Constitución de 1853
debería ser considerada también “unitaria”. Ella expresa la unidad del Estado Nacional, y la supremacía de su
legislación, con la cual organiza no sólo sociedad política sino también, por códigos con autoridad “suprema” la
sociedad civil; circunstancia esta última que no existe en las federaciones citadas o que solo aparece en la
evolución natural e histórica que conduce fatalmente del régimen federativo al unitario.

En ella se encuentran otros elementos que son antecedentes más inmediatos y directos de la Constitución de
1853, y es con justa razón que el General Mitre dijo de ella, en ocasión solemne y refiriéndose a la de 1860:
“…esta es la Constitución de la República Argentina, cuyo voto fue formulado por el Congreso unitario de 1825…”
Puede afirmarse, en efecto, que las tres Constituciones de 1819, 1826 y 1853-60, tienen las bases institucionales
idénticas en todo lo que no se refiera al régimen federal y unitario".
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Si por otra parte se sostiene que es federal un Estado en el cual los poderes de reglamentación y de
administración se encuentran distribuidos entre el gobierno central y autoridades locales, tal como la
constitución actual, nada falta para calificar de federal a la Constitución de 1826; de tal modo que podemos
afirmar que la constitución de 1853 se aproxima a la forma “unitaria”; pudiendo decir que ambas constituciones
son linderas al “justo medio”, si acaso ambas no poseen el mismo espíritu. De la Constitución de 1826 nada hay
que intente negar la existencia real de la entidad de las Provincias en el organismo constitucional, aunque al
aplicar el término a algunas regiones sea difícil discernir si en aquel momento constituían centros de población
susceptibles de mantener por sí mismos cualquiera forma formal de gobierno. En ningún momento la discusión
del Congreso se dirigió a suprimir las provincias, volviéndose un Estado Unitario, sino todo lo contrario. Así, la
organización fue la de un Estado Nacional, verdaderamente federal dividido en provincias, con facultades estas
últimas de propia administración.

Diferencias entre los Artículos de las Constituciones de 1826 y 1853

La primera diferencia entre ambas constituciones, radica en que la Constitución de 1826 no cuenta con un
Preámbulo, sino que inicia su texto con una “Sección Primera” denominada De La Nación y Su Culto. En cambio,
la Constitución de La Confederación Argentina de 1853 lo hace con un Preámbulo. Este va a señalar su origen,
la voluntad que ha presidido a su sanción y los antecedentes o tradiciones a que se vincula. Expresa, asimismo,
la intención del supremo legislador, los males que ha querido remediar y los fines que se propuso alcanzar.

Es la exposición de motivos, destinada a hacer conocer el objeto principal del acto, y a ella será necesario
referirse toda vez que se trate de fijar la índole, extensión y aplicación de esas declaraciones y facultades, cuyo
sentido no puede ser otro que el que mejor consulte los fines del gobierno, de modo que no resulten excedidos
ni menoscabados, por la regla de interpretación que se adopte. Alberdi fundaba en estos términos el preámbulo
de su proyecto: “Los estatutos constitucionales, lo mismo que las leyes y las decisiones de la justicia, deben ser
motivados. La mención de los motivos es una garantía de verdad y de imparcialidad, que se debe a la opinión, y
un medio de resolver las dudas ocurridas en la aplicación, por la revelación de las miras que ha tenido el
legislador, y de las necesidades que se ha propuesto satisfacer.

Conviene, pues, que el preámbulo de la Constitución Argentina exprese sumariamente los grandes fines de su
facultad. Abrazando la mente de la Constitución, es la luz que disipe la oscuridad de las cuestiones prácticas,
alumbra el sendero de la legislación y señale rumbos a la política del gobierno.”

En los artículos de ambas Constituciones encontramos marcadas diferencias que responden al análisis que
hemos hecho, en cuanto al contexto histórico, como también a las formas de las mismas constituciones; a saber:

Respecto del Artículo I, en la Constitución de 1826, reza: “La Nación Argentina es para siempre libre e
independiente de toda dominación extranjera”; esto describe de acuerdo al contexto histórico, que la Nación
era susceptible de ataques extranjeros, considerando que se estaba desarrollando la guerra contra el Brasil y la
posibilidad de invasiones extranjeras, que dieron como resultado la creación del Estado Oriental del Uruguay;
por lo tanto aseguraba la libertad e independencia de toda dominación extranjera, y establecía el sistema de
gobierno representativo y republicano, pero en contra al sentir de las provincias, estableciendo un régimen de
carácter unitario y centralista; en cambio en la Constitución de 1853, cuyo Artículo I, reza: “La Nación Argentina
adopta para su gobierno la forma representativa republicana federal, según la establece la presente
Constitución”; en este Artículo describe tres aspectos de:
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Forma Representativa: significa que el gobierno es ejercido por el pueblo a través de sus representantes,
elegidos por el voto. El art. 22 C.N. dice que “el pueblo no delibera, ni gobierna, sino por medio de sus
representantes y autoridades creadas por esta Constitución”.

Forma Republicana: se basa en la división, control y equilibrio de poderes, con el objetivo de garantizar las
libertades individuales. Se divide en tres poderes:

1. Ejecutivo: gobernar, administrar y ejecutar el programa político.


2. Legislativo: legislar y controlar.
3. Judicial: administrar justicia.

Forma Federal: Basada en la división territorial del poder entre el gobierno nacional y los gobiernos provinciales
-autónomos en el establecimiento de sus instituciones y de sus constituciones locales-, quienes “conservan todo
el poder no delegado por esta Constitución al Gobierno Federal” Art 121 C.N.

De la comparación de ambos Artículos podemos deducir que el Artículo I, de la Constitución de 1826, claramente
define una forma de Nación resguardándose de posibles ataques extranjeros y también por las guerras internas,
destaquemos también que esta fue sancionada durante los años de enfrentamiento entre unitarios y federales,
adoptando una clara postura centralista a favor de la ciudad de Buenos Aires. Esta constitución unitaria no sólo
centralizaba las decisiones políticas en Buenos Aires dejando a las provincias subordinadas a las elecciones que
dicha provincia tomara, sin participación en las ganancias aduaneras y con grandes limitaciones en el libre
comercio. También entregaba a Buenos Aires prerrogativas personales, como el hecho de que las autoridades
provinciales y locales fueran elegidas por el Ejecutivo desde Buenos Aires, entre ellas el Gobernador; es decir,
no se respetaban las autonomías locales. Del mismo modo que no definía una forma de Nación; aunque su
espíritu era “unitario”; en cambio el Artículo I, de la Constitución de 1853, define ya una clara forma de gobierno,
de Nación y de Estado, describiendo su carácter federal (aunque como hemos visto, la Pcia. de Bs. As. no se
sumará a la Nación sino hasta 1860), sin embargo, cabe destacar que esta Constitución claramente “adopta” –
no crea, ni inventa- su forma de gobierno, tomando el concepto de República, considerando que esta es la unión
de habitantes de un mismo territorio, con iguales costumbres y un idioma en común.

Respecto del Artículo II

en la Constitución de 1826, reza: “No será jamás patrimonio de una persona o de una familia”; sin duda este
Artículo está tomado textual de la Constitución de Cádiz de 1812 –conocida como “La Pepa”-, y se refiere a la
posibilidad de que rey alguno, casa real o tirano, pretenda o intentara sojuzgarla a su voluntad, ello implicaría
un atentado contra la soberanía del pueblo; ello refleja la previsión que tuvieron los constituyentes
considerando también los ataques internos o sublevaciones de las facciones contrarias a las autoridades
constituidas, del mismo modo cuando todavía los españoles poseían todavía la mitad de América del Sur bajo
sus dominios y seguían siendo un peligro para la libertad de la independencia, al igual que resguardaba el temor
de ser reclamada por José Bonaparte que dominó España o por el Imperio del Brasil. Sin embargo, la Constitución
de 1853 en su Artículo II, reza: “El gobierno federal sostiene el culto católico apostólico romano.” Este punto
es lo que define que la Nación o la Confederación Argentina, no adopta la religión católica, sino que solo lo hace
el Gobierno Federal, aquí radica el espíritu laico de la Constitución de 1853, más cuando el mismo Alberdi en su
libro “Bases” habla de la “Tolerancia Religiosa” cuando dice: “Si queréis pobladores morales y religiosos, no
fomentéis el ateísmo. Si queréis familias que formen las costumbres privadas, respetad su altar a cada
creencia…”, del mismo modo Sarmiento sostiene que la Constitución no es católica, sino civil.
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Respecto del Artículo III

en la Constitución de 1826, reza: “Su religión es la Católica Apostólica Romana, a la que prestará siempre la
más eficaz, y decidida protección, y sus habitantes el mayor respeto, sean cuales fueren sus opiniones
religiosas.”; no cabe duda que el espíritu de este articulo está tomado de la Constitución de Cádiz, por ser una
avanzada en un concepto liberal después de caída la monarquía española, si bien solo estuvo en vigor dos años,
sirvió de inspiración para las Constituciones de las nuevas naciones de la Hispanoamérica; es por ello que
podemos rescatar que su espíritu también prevaleció en el Artículo II de la Constitución de 1853.

La Constitución de 1853 en su Artículo III, reza: - “Las autoridades que ejercen el Gobierno federal residen en
la Ciudad de Buenos Aires, que se declara Capital de la Confederación por una ley especial”.

En todo país de organización federativa, el gobierno central debe residir en una ciudad sometida exclusivamente
a su jurisdicción y que sea la Capital de la Nación. Solamente así queda a cubierto de las agresiones o desplantes
de las autoridades locales. Es por ello que los constituyentes de 1853 consagraron como Capital de la Republica
a Ia Ciudad de Buenos Aires, que desde los días lejanos del coloniaje lo había sido: primero, de la gobernación
del Río de la Plata (1617-1776), luego del Virreinato del mismo nombre (1776-1810), más tarde el asiento de
todos los poderes ejecutivos de la Nación: juntas, triunviratos, directorios y presidencias, como también la sede
de todos las asambleas y congresos, con excepción del de Tucumán, que luego se trasladó a ella, y de la
Convención Nacional de 1828. Era entonces, la Capital histórica de la Nación. El art. 39 de la Constitución, que
la consagró como tal, fue completado por una ley especial dictada el 4 de mayo de 1853 y en virtud de la cual se
fijaban los límites de la ciudad de Buenos Aires, se federalizaban sus establecimientos y se declaraba sustituida
a la provincia en sus acciones, deberes y empeños. Se la invitaba finalmente a constituirse como estado
autónomo en el resto del territorio que le quedaba y a examinar y aceptar la Constitución. Fracasada Ia iniciativa,
se dicta la ley del 13 de diciembre de 1853, declarándose capital provisoria de la Confederación a la capital de
provincia donde las autoridades nacionales fijasen su residencia.

La designación recayó en Ia ciudad de Parana a la que Urquiza, por decreto del 24 de marzo de 1854 y con la
conformidad de la legislatura entrerriana, señaló como asiento del gobierno federal. Como consecuencia y de
acuerdo a lo dispuesto en Ia ley del 13 de diciembre, quedó federalizado todo el territorio de Entre Ríos. Años
después le fue devuelta la autonomía, pero Parana queda sometida a la jurisdicción exclusiva del gobierno
nacional y continuó siendo la capital de la Confederación (ley de septiembre 29 de 1858). Producida la
reincorporación de Buenos Aires, la Convención Nacional de 1860, reforma en la siguiente forma el primitivo
texto constitucional: "Las autoridades que ejercen el Gobierno Federal residir en la ciudad que se declare Capital
de la Republica par una ley especial del Congreso, previa cesión hecha por una o más Legislaturas Provinciales
del territorio que haya de federalizarse".
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BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA.

BASES Y PUNTOS DE PARTIDA PARA LA ORGANIZACIÓN POLÍTICA DE LA REPÚBLICA ARGENTINA - Juan B. Alberdi.
Companhia Melhoramentos de Sao Paulo, Brasil, Mayo de 1984

CONSTITUCIÓN ARGENTINA Análisis y Comentarios - Agustín de Vedia.


Buenos Aires, Julio 1907

LA CONSTITUCIÓN ARGENTINA y SUS PRINCIPIOS DE ÉTICA POLITICA – Rodolfo Rivarola.


Editorial Argentina de Ciencias Políticas, Buenos Aires, 1928

COMENTARIOS DE LA CONSTITUCIÓN DE LA CONFEDERACIÓN ARGENTINA – Domingo F. Sarmiento.


Imprenta de Julio Belín i Cia, Santiago de Chile, 1853

CURSO DE INSTRUCCIÓN CÍVICA – José María Saenz Valiente.


Ángel Estrada y Cia S. A. Buenos Aires, Marzo de 1949

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