5 Katchadjian-El Aleph Engordado
5 Katchadjian-El Aleph Engordado
5 Katchadjian-El Aleph Engordado
Pablo Katchadjian
- Ediciones CEC -
Buenos Aires, Argentina. 2012.
www.elcec.com.ar
O God! I could be bounded in a nutshell, and count
myself a King of infinite space, were it not that I
have bad dreams.
Hamlet, II, 2
Leviathan, IV, 46
Sólo la duda sobre la cacofónica rima final y el temor de crearse un ejército de enemigos implacables y
poderosos lo disuadieron (me dijo) de publicar sin miedo el poema.
caso, estoy seguro de que el Poly-Olbion, ese producto
considerable pero sabiamente limitado a lo que se
proponía —en palabras del propio Drayton: “a
chorographicall description of this renowned Isle of Great
Britaine”—, es muchísimo menos tedioso que la vasta
empresa congénere de Carlos Argentino. Éste, más
ambicioso e ingenuo, se proponía versificar toda la
redondez del planeta; en 1941 ya había despachado unas
hectáreas del estado de Queensland, más de un kilómetro
del curso del Ob, un espacio oculto e irregular dentro de
un ladrillo hueco de una de las paredes de su casa, un
gasómetro al norte de Veracruz, las columnas de un
templo pagano de Armenia, las principales casas de
comercio de la parroquia de la Concepción, algunos
grabados pornográficos hechos por presos de la Isla del
Diablo, la quinta de Mariana Cambaceres de Alvear en la
calle Once de Setiembre, en Belgrano, el interior y exterior
de una casa de masajes de Ámsterdam y un
establecimiento de baños turcos no lejos del acreditado
acuario de Brighton. Me leyó ciertos laboriosos pasajes de
la zona australiana de su poema; esos largos e informes
octodecasílabos con apariencia de alejandrinos estirados
carecían de la relativa agitación del alarmante prefacio.
Copio una estrofa que recuerdo:
2
“Recibí tu apenada congratulación”, me escribió. “Bufas, mi lamentable amigo, de envidia, pero
confesarás —¡aunque te ahogue!— que esta vez pude coronar mi bonete con la más roja de las plumas;
mi turbante, con el más califa de los rubíes.”
puntos, en alguno de los textos innumerables que el Aleph
de su casa le reveló? Por increíble que parezca, yo creo que
hay (o que hubo) otro Aleph, yo creo que el Aleph de la
calle Garay era un falso Aleph.
Doy mis razones. Hacia 1867 el capitán Burton ejerció en
el Brasil el cargo de cónsul británico; en julio de 1942
Pedro Henríquez Ureña descubrió en una biblioteca de
Santos un manuscrito suyo que versaba sobre el espejo
que atribuye el Oriente a Iskandar Zu al-Karnayn, o
Alejandro Bicorne de Macedonia. En su cristal se reflejaba
el universo entero. Burton menciona otros artificios
congéneres —la séptuple copa de Kai Josrú, el espejo que
Tárik Benzeyad encontró en una torre (Las mil y una
noches, 272), el espejo que Luciano de Samosata pudo
examinar en la luna (Historia Verdadera, I, 26), la lanza
especular que el primer libro del Satyricon de Capella
atribuye a Júpiter, el espejo universal de Merlín, “redondo
y hueco y semejante a un mundo de vidrio” (The Faerie
Queene, III, 2, 19)— y añade estas curiosas palabras: “Pero
los anteriores (además del defecto de no existir) son meros
instrumentos de óptica. Los fieles que concurren a la
mezquita de Amr, en el Cairo, saben muy bien que el
universo está en el interior de una de las columnas de
piedra que rodean el patio central... Nadie, claro está,
puede verlo, pero quienes acercan el oído a la superficie,
declaran percibir, al poco tiempo, su atareado rumor... La
mezquita data del siglo VII; las columnas proceden de
otros templos de religiones anteislámicas, pues como ha
escrito Abenjaldún: En las repúblicas fundadas por
nómadas, es indispensable el concurso de forasteros para
todo lo que sea albañilería”.
¿Existe ese Aleph en lo íntimo de una piedra? ¿Lo he visto
cuando vi todas las cosas y lo he olvidado? Nuestra mente
es porosa para el olvido; yo mismo estoy falseando y
perdiendo, bajo la trágica erosión de los años, los rasgos
de Beatriz.
A Estela Canto.
A Jacqui Behrend.