Cristo Sale A Mi Encuentro
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El mismo día de la resurrección, iban dos de los discípulos hacia un pueblo llamado
Emaús, situado a unos once kilómetros de Jerusalén, y comentaban todo lo que
había sucedido.
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Cristo sale a mi encuentro, me escucha y me da la libertad de quedarme junto a Él
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pero a Él no lo vieron".
Entonces Jesús les dijo: "¡Qué insensatos son ustedes y qué duros de corazón para
creer todo lo anunciado por los pro¬fetas! ¿Acaso no era necesario que el Mesías
padeciera todo esto y así entrara en su gloria?". Y comenzando por Moisés y
siguiendo con todos los profetas, les explicó todos los pasajes de la Escritura que
se referían a él.
Ya cerca del pueblo a donde se dirigían, él hizo como que iba más lejos; pero ellos
le insistieron, diciendo: "Quédate con nosotros, porque ya es tarde y pronto va a
oscurecer". Y entró para quedarse con ellos. Cuando estaban a la mesa, tomó un
pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y
lo reconocieron, pero él se les desapareció. Y ellos se decían el uno al otro: "¡Con
razón nuestro corazón ardía, mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba
las Escrituras!".
Es la voz de Jesús que resuena en nuestro corazón, que quiere salir de nuevo, cada
día, en cada momento, y encontrarnos. Es ese sonido que hace arder nuestro
corazón, lo enciende, y nos abre los ojos ante la inmensidad de su amor. Nos
revela la plenitud de reconocer su presencia, en cada una de las personas que nos
pone en el camino. Es Él mismo quien nos visita a través de los demás.
Pero como siempre, nos da la libertad, no nos obliga a nada, nos deja libres para
aceptar su compañía y caminar junto a Él. Qué difícil puede ser a veces reconocer
a Jesús. Cuando todo es agradable, cuando no hay dificultades, cuando estoy con
las personas que me agradan, es fácil reconocer la presencia de Dios. ¿Qué sucede
cuando algo no sale como lo tenía planeado?, ¿cuál es mi reacción cuando me toca
convivir con personas que no me agradan?, ¿qué le digo al Señor cuando siento
que me está poniendo una cruz muy pesada? Sí, es en esos momentos cuando su
presencia es grande, cuando está vivo ahí, específicamente, para vivir junto a
nosotros ese momento. Nos habla, algunas veces a través del silencio, pero está
presente.
El Señor no se impone, sino que somos nosotros los que debemos pedirle. Él nos
escucha, sabe lo que necesitamos, sabe lo que hay en nuestro corazón, pero nos
deja hablar, conoce cada una de nuestras palabras, pero permite que seamos
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Cristo sale a mi encuentro, me escucha y me da la libertad de quedarme junto a Él
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nosotros quien contemos lo que nos sucede. Y que desde nuestro corazón salgan
esas palabras: «Quédate con nosotros Señor, queremos estar siempre en tu
presencia y gozar de tu infinita bondad».
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor
con Aquel que te ama.
Propósito
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los
siglos de los siglos.
Amén.
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