Rudé - de Las Guerras Napoleonicas A 1848
Rudé - de Las Guerras Napoleonicas A 1848
Rudé - de Las Guerras Napoleonicas A 1848
CATEDRA
HISTORIA MENOR
T
al menos aquf, la revlSlon ha penetrado a traves de ideologfas
. des partI 'd'Istas; y hay un acuerdo suficientemente am plio 0 ac-
tltu.. , . en 1a
OpInIOn que permlte aseverar que la «vieja historia» de Trevely
,
sus congeneres h'd
a SI 0 supera d a como resultado de 1a modern an v'
· ., . 1 1 1 . a eru-
d 1ClOnlllte cctlla con su p anteamlcnto de nuevas interrogantes 1
apertura de nuevos campos de investigacion y a
196
1848 que describe y del Paris de Ia deca~a de 1860. Y. ya veremos
pagnnonage de E. Martin Saint-Leon, historia de las tempranas agru- en otro capftulo posterior c6mo personal1za 10s eplsodlOS de 1848
paciones sindicales. Estas obras fueron seguidas de un trabajo sobre a traves de Ios ojos de tres simb61icos comerciantes de Paris: un
]os movimientos de ]a clase trabajadora durante ]a Monarqufa de calcetero, un ebanista y un mecanico. La excepci6n similar en In-
julio, de O. Festy; los escritos de Pierre Louis sobre 10s trabaja- glaterra son 10s Hammond. Tambien ellos s~ ~re'.Ku~~n de Ias perso-
dores v ]os sindicatos; 105 de Fernand Rude acerca de 10s sederos en nas mas que de las instituciones, y en su relvtndlCaClon de Ios traba-
Lyon, en 1924; las confereneias de Labrousse en la Sorbona sobre jadores de la ciudad y del campo y su salvaje acusaci6n. de Ia
«el movimiento obrero», en 1948, y 10s cuatro volumenes del estudio sociedad del siaIo XIX, han colocado en el centro del escenano a la
b
de Jean Bruhat sobre 105 movimientos de la clase obrera en Francia, que Thompson llama «1a pobre infanteria de Ia revoluci6n indus-
en 1952; el estudio de la vida de la clase obrera bajo el Segundo Im- trial». Quiza por esta raz6n, a pesar de las criticas de que han
perio, de Georges Duveau, 1946 gue, aunque principalmente trate sido objeto recientemente, los Hammond han resistido mejor la
de las decadas de 1850 y 1860, tiene cierta validez tambien para prueba del tiempo que muchos de sus contemporaneos.. .
la epoca anterior. En el caso de AIemania, don de Ia revoluei6n La segunda caracteristic:1 de esta vieja escuela de hlsto~la labo-
industrial y el movimiento de Ia clase obrera hicieron una aparici6n ralista ha sido una falta de analisis 0 estudio en profundldad, su
mas tardfa, no hay mucho que destacar, a excepci6n de la obra de aversi6n a tomar nada de otras ciencias sociales y una tendencia a
]Urgen Kuczinski, Die Geschichte der Lage der Arbeiter in Deutchland con tar la histotia de una manera simple y sin sutilezas. Esto, efecti-
(Berlin, 1947). Otros libros han tratado la historia del movimiento vamente, favorece Ia exposici6n, que a menudo es de Iectura exce-
obrero europeo en conjunto, tales como el de C. R. Fay, Life and lente, como atestigua el gran relato clasico del movimiento cartista
Labour in the Nineteenth Century (Cambridge, Inglaterra, 1920); que dej6 Marx Hovell al morir en una accion durante Ia Primera
Ia Histoire du Mouvement ouvrier, de Dollcans (Parfs, 1930), y La- Guerra Mundial. La tradicion narrativa de Ia historia del movimiento
bour Conditions in Western Europe de Kuczinski (Londres, 1935) 7. obrero ha sobrevido y sin duda continuara. Un ejemplo reciente
Todas estas historias tienen un eierto sello «ofieia!» obrerista (aunque modesto) es el Joseph Capper (1962) de Frederick Har-
claramente marcado. Todas ellas esvin, como ya se ha dicho, dedi- per, Ia historia de un herrero de pueblo que se canvirtio en el
cadas a Ia causa obrera, ya sean marxistas 0 social-dem6cratas y, lider local del movimiento cartista y se vio envuelto en Ios disturbios
8
como tales, se diferencian c1aramente en sus simpatfas de aquellas de Ios alfareros que siguieron alas huelgas del «Plug-Plot» de 1842 •
otras mencionadas anteriormente. Pero siendo historias «oficiales», Otra caracterfstica de la historia laboral tradicional que ha sido
a casi aficiales, tienen atras marcas caracteristicas adicionales. Una observada por sus criticos, es Ia de haber creado un tipo whig de
de ellas es que tiende a tratar de las institucianes, mas que de las historia, 0 una mitologfa. Asa Briggs, al escribir sobre Ias .corrientes
gentes. Par ella, eI punta esenciaI no es tanto el obrero en la calle, historiograficas briranicas de 105 aoos 50, observa que mlentras Ias
la Hbrica 0 el taller, como Ia organizaci6n 0 el comite, Ia 10gia 0 el «nuevas» historias (10 mismo conservadoras que otras) habfan ca-
«movimiento» (en sentido puramente estatico), al cual pueda pertene- menzado a abandonar Ia amplia pincelada historica de estila whig
cer ese obrero. Este tipo institucionalizado de historia del trabaja par un examen mas profunda y detallado de Ias problemas, Ia «in-
tiene su propia ortodoxia y respetabilidad, y es una forma camun terpretacion socialista» de Ia historia inglesa ha tendido a quedar-
entre los historiadores de esa generaci6n mas antigua; Ia encontra- se anc1ada en el viejo molde wbig. Esta interpretaci6n «tiende
mos tanto en Cole y Postgate y en 10s Webb en Inglaterra, como en -escribe Briggs- a trazar una linea ininterrumpida desde el radi-
Lavasseur, Dolleans 0 Labrousse (aunque en este ultimo con varia- calismo del siglo XVIII hasta el laborismo del siglo XX, con el mo-
ciones sutiIes) en Francia. Sin embargo, hay excepciones notables. vimiento cartista como momento de cambio de direcci6n. Los mites
Georges Duveau, por ejemplo, ha conseguido apuntarse un tanto con socialistas, como Ios whig, tienen su utilidad pol1tica, y como tales,
su intento de entrar en la «mentalidad» de Ios trabajadores del ano no son del tado falsos: cantienen un importante elemento de ver-
dad (pero solo un elementa )>>. Y selecciona, como ejempla digna de
7 Para mas detalles, ver la bibliografia de Droz en L'f:poque contempo-
raine, I, pags. 74-8: ver tambien H. M. Pelling, History of Trade Unionism, 8 Mark Hovell, The Chartist Movement, Nueva York, 1918; Frederick
Londres, 1963, y E. J. Hobsbawm, «Trade Union Historiography», en el Bulle- Harper, Joseph Capper, Londres, 1962.
tin of the Society for the Study of Labour History, Londres, primavera 1964.
menci6n, el libro de Cole y Postgate The Common People, 1746- desapercibido para sus lcctores .. S~ caract~rlstic.a :n~s distir:tiv~ es,
19389. quizas, el b3ber abandonado b Vle)a n,lrratlva ~lstonca, .lDst~tuclO~al
Otro aspecto del whigismo de los historiadores del movimien- y de orientacion laborahsta, para volverse haCla una hlstona soczal
to obrero 10 recage Edward Thompson en su comentario sobre The mas definida que comprende tanto allaboralismo como «al pue~lo». en
Skilled Labourer de los Hammond. Su particular preocupaci6n es el general. Este nuevo acento en el pueblo c?mo opuesto. alas lDstltu-
manejo que los autores hacen de las nefastas actividades de Oliver el eiones esta implicito en el titulo del hbro Labourzng .Men de
Espia, y e1 que resten importancia al elemento politico del ludismo E. J. Hobsbawm, y es explicitado aun mas en el prefaclO pOl' el
de Lancashire y de la rebelion de Pentridge de 1817. Una acusacion mismo autor:
similar de excesivo «economismo» ha hecho Fernand Rude, en Fran-
cia, contra su predecesor, 1. Levy Schneider, y e1 tratamiento que La mavoria de estos [ensayos] tienen una cosa negativa en. co-
este hizo de los levantamientos de los tejedores de seda de Lyon mun. Est:in fuera de los llmites de la narrativa crono16gica, estnct~-
en la decada de 18301°. Escribe Thompson: mente linear, de la historia del movimiento laborista. Esta fue ha-
bilmente precedida y promo vida por los Webb y G. H. Cole, y e?
la edad de oro de la historia del movimiento obrero, que comenzo
The Skilled Labourer es un buen libro, pero sus capitulos sobre el
haec aproximadamente quince afios, un cierto n.umero de excelent~s
Ludismi suenan como un escrito preparado por la oposici6n Whig
eruditos han continuado, complementado 0 revlsado sus obras. Sll1
y encaminado a desacreditar las exageradas pretensiones de las au-
embargo, hay pocas obras, comparativamente, ~obre la clase traba-
toridades sobre los supuestos aspectos conspiradores y revoluciona-
jadora como tal (diferenciada de las orgamzaczones. Y movlmlent~s
rios del movimiento. Eil papel de los espias y los «agentes pro-
obreros) y sobre las condiciones tecnica: y econ6mlC~s que perml-
vocadores» se acentua hasta un pun to que llega a sugerir que
tieron a los movimientos obreros ser eflcaces, 0 aquellas que, por
no hubo un fondo oculto autenticamente insurreccionario ni prueba
el contrario, impidieron su eficacia... la mayor1a de 10s ensayos de
alguna de delegados que pasaran de un municipio a otro... El Lu-
este volumen pertenecen a la ultima categoria.
dismo autentico (se entiende) no tenia objetivos ulteriores y fue
o una cuesti6n de disturbios espontaneos (Lancashire), 0 una acci6n
con objetivos estrictamente industriales (Nottingham y Yorkshire). De esos ] 8 ensavos media docena se re1acionan con nuestro pe-
riodo inc1uido uno s~b;e paralizaci6n de maquinaria, otto sobre met~-
i.Y por que esta particular tendencia que los Hammond com- dism~ v revolucion, otro mas sabre sistema de factortas de los pn-
parten, supuestamente, con otros historiadores del movimiento obre- meros -tiempos (1os Darle Satanic Mills) y un par de ellos sobre
ro, como los Webb, Cole y Postgate? Ella es debido, cantesta Thomp- el debate del nivel de vida 12. •
son, a la «persuasion fabianista» que cambia el matiz de las casas y, Ell un numero del suplemento literario del r.ime~ de abnl
a1 vol vel' la mirada hacia el siglo XIX, exagera causas perdidas tales de 1966, dedicado a los «nuevos caminos de la hlstona», E. P.
como los disturbios alimenticios, el ludismo, Pentridge y los alza- Thomnson da la bienvenida a1 libro de Hobsbawm: c~mo ~1
mientos de Grange Moor, que no hicieron ninguna contribuci6n vi- mas i~portante aparecido hasta la feeha en la nueva ~lstono~rafla
sible al crecimiento del movimiento obrero 11. del movimientc sindicalista briuinico 13. En el campo mas ampho de
la historia del ttabajo, 0 de la historia social inglesa e~ general,. el
libro del propio Thompson, The Making of tbe Englt;h 1~ ~rkzng
Class (aparecido en 1963), ha sido. probablemente el mas ongmal y
el mas influvente de todos los publtcados desde la guerra. ~a ?reocu-
A partir de la guerra se ha desarrollado una escuela mas reciente pacion de Thompson pOl' el «pue~lo>~ ma,s. que por ~movlmlent.os»
de historia «popular» 0 del trabajo; su tendencia es marxista, pero o «instituciones» esta, una vez mas, ImpltClta en el titulo ~scogldo,
inc1uso cuando se dec1ara como tal a si misma, ello podria pasar as! como en la definicion de «c1ase» que da en el prefaclO: <<Una
9 Briggs, «Angle terre», en L'Europe du XIX' et du XX' siecle, I, pag. 482. 12 Hobsbawm, Labouring Men. Studies in the History of Labour, Nueva
10 Droz, op. cit., I, pag. 76. York, 1965, pag. VII. E; subrayado es mio. . .
11 E. P. Thompson, The Making of the English Working Class, Lon- 13 Thompson, «History from below», Tunes Literary Supplement, 7 de
dres, 1968, pags. 629, 647-8. abril de 1966, pags. 279-80.
artista. Aroumenta Hill que si tales mitos esuln «imbuidos de un
re1acion historica» que no es ni «estructura» ni «categoria», la cual c piritu im:ginativo» tienen una valiosa participaci6n en la ideologia
«debe estar siempre represenrada en genre real en un contexto real» ~: un movimiento obrero en desarrollo: A~emas,.el doctor I-Iill, en
Ademas, Thompson la ve como «una formacion social y culturaL; ampo de investigaci6n, el siglo XVII mgles, ha sldo desde hace mu-
que puede ser estudiada solamente en un espacio de tiempo consi- su c un exponente destacado del
cho . pape 1_ de 1,os d"d 1"·
ISI entes re.lgJosos
derable: en. este caso, en e1 medio siglo entre 1780 y 1832, que como estimulo para la accion polltica. Este es uno d~ los pro~lemas
es el espaClO que abarca el libro y e1 tiempo durante el cual la tambien Thompson se propane examinar en su lIbro. PartIcular-
«mayoria de los obreros ingleses tomaron conciencia de su identidad q~~te el ha estado mas centrado en la influencia formativa del Me-
en comra de gobernantes y empresarios». La presentacion del autor, :dismo, a la que (en contraste con Halevy) cons~dera agen~e de
como es usual en esta historia laboralista es tematica no narrativa' subversion tanto como agente del status quo. Ademas, al ~st.udlar el
y al seleccionar sus temas, es consciente'de que est:; desafiando l~ hechizo extraordinariamente penctrante ejercido por las predl~~s me-
tradicion heredada de una serie de ortodoxias establecidas, entre las todistas sobre la mente de los hombres, toma la «preocupaClon .~b-
que enumera primero, «Ia ortodoxia fabiana», en la cual «la gran sesiva de los metodistas con el sexo» como tem.a de .esp;Clal me~Clon,
mayorfa de los obreros es considerada como vktima pasiva del laissez- que se revela en «el pervertido erotismo de la Ima.gmena metodlsta»
faire»; segundo, la ortodoxia de los historiadores de la economia em- De un modo mas convencional, en otro lugar del lIbro, y con un espl-
piricos, con su tendencia a reducir a los trabajadores a «mano de ritu parecido al de 10s Hammond, .s,e enfrenta. al otro gran fac~or
obra» 0 a materia prima para cuadros estadisticos; y finalmente, de influencia formativa, la RevoluclOn Industrlal, y a l~s ~a:nblos
10 que dcnomina la ortodoxia del Pilgrim's Progress, en la que se cualitativos que esta produjo en la forma de vida de 10s m.d~vlduos.
escudrifia el periodo en busca de precursores -pioneros de la Segu- En un capitulo precedente hemos visto que Thompson ~alIflcab~ la
ridad Social, progenitores de la Commonwealth socialista 0 (mas «1igera mejoria» del nivel de vida que tiene lugar e.n la. pnmera ~~tad
recientemente) los primeros ejemplos de relaciones industriales racio- del siglo XIX, hasta el ano 1840, como <mr:a exp.e:len~~a catastroflCa»
nales». Su protesta y principal discusi6n contra esas ortodoxias radica porque «en ese mismo periodo ?ubo. un~ llltenslftcaClon de la explo-
en que estas empequenecen la propia contribuci6n del obrero al taci6n, mayor inseguridad y mas mlsena humana». Es de e.sta e~-
«quehacer» de su historia y en que dando gran valor al exito so- periencia bipolar -la «1igera mejoria», por una parte, ~ ,la «mtensl-
mete a 10s «perdedores» de la carrera -el pobre calcetero, el lu- ficaci6n de la explotacion», por la otra- de donde naclO «1a expre-
dista fracasado, el «obsoleto» tejedor manual, el «ut6pico» artesa- sian politica y cultural de la conciencia obrera» 15.
no-- a «la enorme condescendencia de la posteridad». Rescatarlos Una de las ortodoxias tradicionales que Thompson rechaza
de eso es uno de los objetivos principales del libro a. era, como ya hemos visto, la del t~po Pilgrim's Pro?ress, que 10
Un ingrediente esencial en el pun to de vista de Thompson respecto apostaba todo al ganador y a los «plOneros» y escondla a p~rde~o-
al «hacerse» de la clase obrera es el uso que hace de la ideologia. La res y causas perdidas debajo de la alfombra. £1 y otros hlstona-
historia «laboralista» antigua ignoraba esto totalmente 0 situaba su dores han comenzado ahora a tender sus redes,. a sacar tanto
evoluci6n en un sindicato 0 «molde obrero» convencional (aunque ganadores como perdedores, y a describir el. t.rabalo y a 10s tra~a-
ya hemos visto que escritores como Duveau y los Hammond eran jadores con todas sus imperfecciones y debtlIdades, «verrugas .m-
excepciones a esta regIa). Alejamientos importantes de la tradici6n cluidas». Los «rebeldes primitivos» de Hobsbawm, con .su «mna-
se encuentran en la obra de Hobsbawm y de Christopher Hill, ta- da hacia amls» y sus manifestaciones irracionales, cons~l,tuyen. un
les como Primitive Rebels (1959) del primero, y el ensayo «The casu obvio en este sentido. En un aspecto diferente, tamblen ~a ll?,a-
Norman Yoke», del segundo, en el volumen sobre Democracy and gen de la «mano de obra» se ha ampliado y di.lui??: una publ:caclOn
the Labour Movement (1954), dedicado a la investigadora marxista reciente, por ejemplo, argumenta que la ASOClaClOnde Trab~ladores
Dona Torr. Hill establece la supervivencia de la leyenda del «yugo de Londres, autora de la famosa People's Charter, deblo gran
normando», impuesto por «los bastardos franceses y sus bandidos»
15 Hobsbawm, Primitive Rebels: Studies of Archaic Forms of Social ~o-
a los anglosajones amantes de la libertad, en la epoca del movimiento vements in the Nineteenth and Twentieth Centuries, Nueva York, 1963; C. Hl~,
«The Norman Yoke", en Democracy and the Labolfr ~ovement, John SavI-
a -r:hompson, The Making of the English Working Class, pags. 9-13. Hay lle (ed.), Londres, 1954, pigs. 11-66; Thompson, op. clt., pags. 231, 385-412.
traducclon espanola: Rebeldes primitivos, Barcelona, Ariel, 1968.
parte de su impetu v organizacion a la clase media radical modifi- cha de rechazo, tradicionalmente aceptada, de 1848, y comenzo a ad-
cando asi considerablemente la tradicional descripcion h~cha par quirir una nueva imagen socialista internacional ignorada por los
Mark I-lovell v atros. De manera similar, las «causas perdidas,> escritores anteriores. Pero este ha sido un aspecto que no escapo a la
han c?mel1~,:do a volver a su propio ser. Desde luego nunca fueron atencion de sus contemporaneos. Un colaborador del primer numero
tan slstematIcan:ente ignoradas como Thompson gustaria de hacer- de la publicacion de Harney, Red Republican, escribio que «el mo-
nos. creer: P?r .e]emplo, los Hammond hicieron una punzante y com- vimiento cartista de 1850 es una casa diferente del de 1840. Los
paslva descnpclOn de [os grandes «perdedores» de la historia obrera Hderes del proletariado ingles han demostrado que son verdaderos de-
lI1glesa, aquellos trabajadores del campo que lanzaron su ultima v mocratas, no simuladores, al progresar tan rapidamente en los cuatro
desesperada revuelta en 1830. Hace algunos aDOS David William·s ultimos aDOS. Han avanzado desde la idea de una simple reforma
escribi6 tilmbien un estudio excelente, The Rebecca Riots, sobre las politica a la de revolucion social» 17.
revueltas que convulsionaron el oeste de Gales en los uItimos aDOSde Este giro hacia el internacionalismo ha ido acompafiado de Sll
la decada de 1830 y [os ptimeros de [a de 18-10. (Sin embargo, esta aparente antitesis, una mayor atencion a los estudios regionales y a
no fue una causa totalmente perdida, ya que la mayor parte de las ba la historia local; nero a un nuevo tipo de historia local que en lugar
rreras y puertas de peaje destruidas POt Rebecca y sus «hijas,> nunca de conducir al lector hacia un confortable nicho parroquial y pueble-
fueron Jevantadas de nuevo.) Desde que Thompson escribio su Jibrc rino, conduce a una panoramica de mayor prcfundidad, diversidad
el y otros han dirigido su atencion hacia la «economfa mora],> del v precisi6n. Ejemplos notables de este nuevo tipo de historia regio-
«precio jl'StO», y hacia el final del siglo XVIII v comienzo del XIX con nal son Sydney Pollard con su History of Labour in Sheffield (1959);
sus disturbios de 1a alimentaci6n, que incluso 'Ios Hammond contem- C. Wright, con su obra Scottish Chartism, y el volumen Chartist
plaron con cierto desden. EI primer estudio en profundidad sobre el Studies, de Asa Briggs, publicados los dos ultimos en 1952 y 1959,
tema ha sido el de A. J. Peacock, Bread or Blood: A Studv of the respectivamente. En el primer capitulo de su libro, Briggs escribe
Agrarian Riots in East Anglia in 1816, que fue publicado' co~ un que «un estudio del movimiento cartista debe comenzar con una
elagioso pr610go de Thompson en 1965. Recientemente, E. J. Hobs- apropiada apreciaci6n de la diversidad local y regional». Porque este
bawm y 1'0 hemas vuelto sobre el viejo tema de los Hammond y movimiento, como el y sus colegas han demostrado ampliamente,
reescrito, a partir de datos mas extensos, la historia de «1a ultima tuvo muy variados significados, representando cosas diferentes para
revuelta obrera» IS. diferentes individuos y cuya diversidad estaba mas en deuda con
Otra mejora ha consistido en situar a la historia del movimiento la tradicion local y la variedad industrial regional, las especializacio-
obrero britanico en un contexto europeo mas am plio y menos de ca- nes y ocupaciones, que con las idiosincrasias y puntos de vista particu-
pilla. En el caso del Cartismo ha ocurrido de una manera casi fortuita lares de sus Hderes. Por ello, escribe Briggs, el movimiento cartista
can la publicaci6n de dos nuevas biograffas: Ernest Jones: Chartist, «fue como una bola de nieve que reunio todas las injusticias lo-
escrita por John Saville, y The Chartist Challenge: A Portrait of cales y trato de darles una expresi6n comun en una agitacion a
George Julian Harney, obra de A. R. Schoyen, publicadas en 1952 escala nacional». Y solamente enfocando a 10 que los hombres de
y 1958 respectivamente. Ambas tratan de la «fuerza ffsica» de unos este movimiento llamaron «1as localidades» -hacia Londres, Man-
hombres que han sido olvidados a rechazadas por los primeros hista- chester, Escocia, Gales, las ceramicas, las zonas mineras, los mu-
riadares. Fueran tam bien estas hombres las que lucharon V desarralIa- nicipios agricolas- es como puede surgir un cuadro mas compl~-
ron vfncu[os con socialistas y democratas del cantinen"te europeo, to y mas realista que el casi monoHtico presentado por los pn-
cuyas ideas transmitieron (incluidas las socialistas) a sus colegas de meros historiadores. «Una nueva narrativa historica del movimiento
la National Charter Association, particularmente tras el rechazo de -afiade Briggs-, hace ya mucho esperada, no podra escrbirse hasta
la tercera y ultima petici6n hecha en 1848. En consecuencia, el mo- que esta y otras historias locales hay an sido adecuadamente tra-
vimiento cartista se ha proyectado en el tiempo mas alIa de su fe- tadas» 18.
EI paso de la historia institucional a la «popular» ha ido
, :6 D. ]. Rose, «The People's Charter», Past and Present, num. 36, abril, 1967,
pagl?aS 7~-~6; ]. L. y B. Hammond, The Village Labourer, Nueva York, 1970; 11 Mather, Chartism, pags. 5-7; A. Briggs (ed.), Chartist Studies, Nueva
!:?avld WJllJams, The Rebecca Riots. A Study in Agrar.ian Discontent, Car- York, 1959, pag. 290.
dIff, 1953; E. ]. Hobsbawm y G. Rude, Captain Swing. 18 Chartist Studies, pags. 2-3.
acompafiado naturalmente por otro rasgo caracteristico: el inten- ferentes y tenlamos tambien diferentes objetivos, .por. 10 cual,. alll
to realizado por algunos historiadores sociales modernos de con- donde la historia a «ras de suelo» de Thompson se lI1cl~naba h~cla.la
templar su historia «desde abajo», inquiriendo con nuevas interro- literatura la nuestra 10 hada mas perceptiblemente haoa las ClenClas
gantes y dirigiendose a obtener respuestas hacia un nuevo tipo de sociales. Aparte de los interrogantes «(do.nd:?,> y «c:c~ando?» rel~-
datos «a ras de tierra» como complemento de los ya conocidos. Ya cionados con la secuencia de los aconteClmlentos, estabamos partl-
hemos mencionado como David Pinkney, siguiendo los preceptos de cularmente preocupados con preguntas tales como: (como era la so-
Georges Lefebvre y otros, ha comenzado a hacerlo asi en sus estu- ciedad en que nacieron los disturbios?, (par que come.nzaron
dios de los revolucionarios parisinos de 1830 I'. Intentos similares han y por que terminaron?, (como comenz~ron y como ~e extendle:on?,
llevado a cabo los historiadores britanicos en sus trabajos sobre los (quienes tomaron parte en ellos?, (qu~ fo.rma a~umleron los, dlStur-
movimientos obreros «preindustriales» de principios del siglo XIX. bios? 'por que era tan odiada la maqUl11a tnlladora?, (como se
Ciertamente no ha habido uniformidad de metodo, por 10 que de , C , f ., bl
distribuyeron los disturbios?, c:por que ue una reglOn, 0 un pue ~,
una manera general podriamos distinguir entre dos formas de apro- mas afectado que otro?, (quienes fueron las vktimas de los m:11l-
ximacion que, por conveniencia, llamaremos la «impresionista» y la festantes y quienes sus aliados?, (cual fue el costo tanto en danos
«estadistica» 0 «analltica». Ejemplo sobresaliente de la primera materiales como en sufrimiento humano? y (cual fue el lugar ,?u,e
es el usado por Edward Thompson para construir su gran obra ocuparon estos disturbios en la historia del movimiento obrero braa-
The Making of the English Working Class. No hay en ella la menor nico? (Desde luego algunos de nuestros cri ticos .habri~n ~~seado que
carencia de un analisis basado en una cuidadosa investigacion docu- pregunraramos muchas mas.) Asi pues, nuestra l~veStlgaclOn era ta~-
mental, ya que Thompson ha hecho un uso mas exhaustivo de los to descriptiva como analltica, aunque pr.evalecler~ la p~r,te analt-
documentos del Home Office en la Public Record Office, de las mi- tica: queriamos saber con toda la exactttud poslble :I~lenes fu:-
nutas de la London Corresponding Society en e1 Museo Britanico y de ron los participantes en los disturbios, por que partl0pa:on, co-
archivos locales, publicos y privados, en Harrogate, Sheffield, Not- mo se comportaron y por que fue diferente ese comportamlento :n
tingham y West Riding de Yorkshire -por no mencionar la prensa un lugar u otro. Desde luego que, igual que a Th?,mpson, ,nos 1,n-
local- que ningun otro investigador que haya trabajado en este teresaban los motivos y la mentalidad, pero tamblen, y aun mas,
campo. Su preocupacion particular fue evocar e1 espiritu, la menta- 10s factores economicos (tales como precios, salarios,. p.ensiones con-
lidad y e1 grado de conciencia de clase de un proletariado en des- cedidas por la Poor Law, diezmos, ventas y beneftcl0s), la topo-
arrollo, y para hacerlo asi no podia apoyarse en pruebas estadlsticas graHa y las pautas de conducta. Consec,u~ntemente ;o~ docum~ntos
que en su opinion supondrian, en muchas ocasiones, un verdadero que consultamos eran mas ~ m.enudo a~alt.tt~os y estadlstl<;os y mas ra-
obstaculo y darian a 10 que el queria presentar, en vez de una for- ramente literarios 0 impreS1011lstas. COl11CldlamOsen el mlsmo terreno
ma dinamica, una apariencia esratica 0 inmovil. (Sin duda, de aqul al consultar documentos del Home Office, la prens~ de Londres y
su aversion hacia los procedimientos de los «historiadores de la eco- la provincial, y una serie de memorias y descripclOnes .~e testl-
nomia».) En consecuencia, se decidio por los testimonios literarios gos, aSI como corporaciones publicas. De. hecho esto t~mblen 10 te-
proporcionados por una amplia gama de panfletos y periodicos, prin- nlamos en comun con historiadores antenores. Pero mlentras que la
cipalmente del Museo Britanico y la John Rylands Library de innovacion de Thompson radicaba en basarse fundamentalmente en
Manchester, testimonios que incluyen canciones folkloricas, baladas, fuentes literarias, la nuestra era mas bien hacer un usa n;taS ex-
tradiciones orales e himnos. Y aSl, con la ayuda de estas fuentes «im- haustivo de los cuadros estadlsticos, los informes parIamentJno.s~ los
presionistas» fue capaz de construir su pintura de una ideologia de archivos de las compafilas de seguros y 10s libros de c?nt~~lltdad
clase en desarrollo \lO. de los condados aSI como una variada coleccion de datos ]udlClales y
Cuando escriblamos nuestro libro sobre los obreros agrkolas de prisiones -i~formes de barrios en un cierto. ~umero de condados
de 1830, Eric Hobsbawm y yo nos encontramos £rente a problemas di- ingleses, in formes de tribunales~ r.egistros de pnSlOnes y atestados de
convictos (referidos a unas qUl11lentas personas trasladadas) de 10s
19 Ver el apart ado 10 en el capitulo II. archivos de Tasmania y Nueva Gales del Sur 21.
20 Thompson, The Making of the English Working Class, pags. 941-4. Ver
tambien Arthur Marwick, The Nature of History, Londres, 1970, pags. 133-4.
Algunas veces, el giro tom ado por la mas reciente historia «po- sociedad antigua a la nueva, situado aproximadamente en la decada
pular» 0 del movimiento obrero ha lIevado al historiador a una rela- de 1840 0 la de 1850. Es aqul donde, en el caso de Francia,
ci6n mas intima con las ciencias sociales: en un capitulo precedente he- Charles Tilly acude en ayuda de los historiadares con su mucho mas
mas visto desarrollarse esa relaci6n 0 asociaci6n con motivo de 10s es- sofisticado entrenamienta en las ciencias sociales. Como va se ha
tudios urbanos y de poblaci6n durante la revoluci6n industrial. Los dicho en un capitulo anterior 2.~, Tilly esra comprometid~ en una
histariadores de los movimientos populares han respondido mas lenta- investigaci6n a largo plaza que abarca tOd0S IQS disturbios sociales
mente a esta asociaci6n, a excepci6n de Francia quiza, pero 10s tra- y politicos ocurridos en Francia desde 1830 a 1960, con un acento
bajos realizados en ese pais estaban referidos a periodos anteriores particular y mas inmediato en los treinta afios que median entre 1830
de la historia. En Inglaterra, Hobsbawm se vio impelido en esa di- y 1860. Durante este corto periodo y con la ayuda de un computador
recci6n, poco a poco. al ir profundizando en su estudio de 10s movi- y de su considerable experiencia de analista social, Tilly ha recopi-
mientos arcaicos y ml1enarios de que deja constancia en su Primitive lado ya una lista de 674 disturbios que ha comenzado a c1asificar.
Rebels. Yo tambien he sentido una necesidad similar en el curso de Durante el ensamblaje de todos estos datos ha mantenido una preo-
mi estudio de «1a masa», y he intentado construir un modelo, sobre cupaci6n constante sabre una determinada serie de cuestiones que
bases amplias y cientificas, de 10s movimientos populares nacidos en tienen afinidad con las mias: como y par que y en que precise
Francia e Inglaterra en el siglo pasado que condujeron a 1848. Esta momento cambiaron las formas de protesta popular entre 10s afios
«masa preindustria1», como la he denominado, posee ciertos rasgos 1845 y 1855. Sus hallazgos no estan completos (ni 10 estaran hasta
que (en mi opini6n) la distingue de aquellas que se formaron en que haya llevado su investigaci6n hasta la decada de 1860, por 10
tiempos postindustriales mas recientes. Esos rasgos caracteristicos menos), pero ha hecho ya (a mediados de 1969) un cierto numero
10s he c1asificado como sigue: primero, el predominio de disturbios de observaciones apHcables no s610 a Francia, sino tambien a 10s
relacionados con 10s alimentos en las zonas rurales, como forma carac- disturbios «preindustriales» en su conjunto y que, en lineas gene-
teristica de tales des6rdenes; segundo, el recurrir a la acci6n directa y rales, son Ias siguientes:
vialenta contra la propiedad; tercero, la «espontaneidad» y la faha
de organizaci6n; cuarto, liderazgos surgidos de fuera de la «masa»; a) La composician de 10s partlclpantes se mantuvo notablemen-
quinto, la composici6n de mezcla caracteristica de la «masa», for- te constante hasta febrero de 1848, aproximadamente, pero
mada fundamentalmente por pequefios comerciantes y artesanos en basada principalmente en 10s artesanos y tenderos de 10s gre-
mios tfpicos parisinos. Despues (en junio de 1848), hay un
la pequefia ciudad y por tejedores, mineros y obreros manu ales (0
giro dramatico: muchos menos tenderos y artesanos de 10s
campesinos) en 10s pueblos; y sexto, como motivo basico de la re- gremi05 de lujo (joyeros e impresores) y mas mecanicos de
beH6n, una preocupaci6n «retrospectiva» por la restauraci6n de unos fabrica y obreros de laconstruccian semiespecializados. Pero
derechos «perdidos». Todas estas caracteristicas, argumentaba, son a la vista de la diferente naturaleza de la siguiente ola de
reflejo de la sociedad misma, y como la sociedad cambia -al des- disturbios -en 1851- no es posible aseverar que esta co-
plazarse hacia la siguiente fase industrial- tienden a desaparecer rriente sea permanente.
para dejar sitio a otras nuevas, con un periodo de transici6n situado
b) EI caracter de 105 conflictos politicos franceses cambia sig-
en algun punto de la decada de 1840 (en el caso de Francia e In-
nificativamente entre abril y diciembre de 1848. Las peticiones
gla terra) Z2.
se hicieron mas «futuristas», 105 disturbios mas calculados y
Pero estas s610 son conclusiones amplias y de ensayo, a las que mejor organizados, modelo que sigue toda actividad y pro-
se Hega mediante sistemas 0 medios poco sofisticados y, como toda testa politica subsiguiente.
norma 0 modelo en la historia, 10s que he intentado establecer estan
Henos de excepciones. Para darles solidez es necesario seguir inves- c) El modelo general de protesta cambia significativamente ha-
tigando, especialmente sobre el oscuro periodo de transici6n de la cie 1850. Especificamente, escribe Tilly, «los alios 50
vieron una disminucian de 105 ataques a la propiedad, de
la lucha por el control de determinados artfculos 0 perso-
22 G. Rude, «The 'Pre·industrial' Crowd», Flinders Journal of History and nas, de la protesta contra acciones particulares de otros, de
Politics, I (1969), pags. 4-18. Ver tambien mi The Crowd in History, 1730-
1848, Nueva York, 1964.
la exigenda de cambios locales espedficos; mientras que las
luchas por el control de lugares, las protestas contra las va-
riaciones de precios, y las peticiones de cambios sociales
generales ocuparon un lugar mas importante que antes. Concre-
tamente, los ataques a maquinas, la rebelion contra los im-
puestos, la invasion de las tierras y 105 conflictos de la ali-
mentacion practicamen te des aparecierom>.
'du XX' siecfe, II, pags. 797-9. as con ;C1ones rza ue un movimiento revoluC1onano n~-
~~~ita~an;::ro d:sa~~a/u: 1a ;utoridad estab1ecida. Condiciones Sl-
219
milares ,existieron ~n Milan, Florencia y Roma, y, en menor grado, doce estudios sobre varios aspectos de la cnSlS y Ia depresion de
en BerlJn; no se dleron en Budapest 0 Praga, que eran mas peque- la economia francesa entre 1846 y 1851 H.
nas y crecieron mas despacio 12.
Por todo ello, esta nueva orientacion dada por Labrousse y otros
al estudio de Ia revolucion ha dejado su huella, en diferente grado,
. ~o es, so~pr~~dente, a la vista de las tendencias en curso de Ia en Ias his toria, en general y en Ias monograffas de 1848. Por 10 que
blbllOgrafla hlstorIca francesa, que la contribucion mas significativa a muchos historiadores consideran ahora impropio omitir en sus rela-
e:te debate provenga de Francia. EI historiador de la economia fran- tos factores tales como el hambre del campo, los precios y salarios 0 Ia
ces C. ~. Labrousse escogio tambien el centenario de 1848 para crisis economica v financiera de 1847. En realidad, casi todos Ios
leer un lmfo~tante d?cumento ~cerca del papel jugado por Ios fac- historiadores que' hemos citado, ya sean conservadores, liberales 0
tares economlCOS, mas que soclales a demograficos, en el estimu- marxistas (Namier, Pouthas y Hobsbawm) han equilibrado su ex-
10 de Ia revolucion. Al igual que 10 habia hecho can Ias revolucio- posicion de la ideologia comlIn de la revolucion con factores de
nes precedentes de 1789 y 1830, Labrousse relaciona el estallido este tipo. Pero algunos historiadores occidentales, aunque no com-
de Ia d~ 1848 can las oscilaciones de precios y salarios. En 1846-47 pletamente opuestos a tales procesos, han pensado que Ias nuevas
eI preoo del trigo subio de un 100 a un 150 por 100 (comparado tendencias han ido demasiado lejos. Entre estos se encuentra
con el 50 par 100 de 1830), mientras que Ios salarios bajaron (soIa- E. 1. Woodward, quien ya en 1934 escribio que «no se debe
ment~ e~ Ia rama textil, el 30 por 100). Sin embargo, hace notar exagerar Ia importancia de esas causas economicas. En el pasado
que Sl bIen Ios saIarios se mantuvieron bajos, Ios precios cayeron han sido dt'masiado ignoradas por los historiadores, pero ahora el
en 1848 y se n:a?tu~ieron asi durante muchos afios. As! pues, no penclulo ha oscilado hacia Ia direccion. contraria y ?a ~do ~emasiado
fue ~urante Ia CrISIS,sm~ durante el movimiento de subida lenta pero lejos» 15. Tambien Valsecchi, aunque sm aparentar mclmaClOn alguna
cont.l?uada ,~e Ios preclOS que siguio, cuando se produjo Ia ex- a retornar al liberalismo idealist a de Croce, ha hablado (en
ploslOn poIltlca. «La oIa de altos precios se habia extendido por artfculos publicados en 1949 y 1959) en contra de 10 que con-
el pais como una riada, y al igual que el retroceso de las aguas, deja sidt'ra un materialismo «excesivo» V «unilateral» por parte de sus
tras de si, en su movimiento de recesi6n, a una DobJacion arruinada.» colegas 16. Otro esceptico es el profe~or J. 1. Talmon, de la Universi-
Asi pues, insiste, Ia crisis economica fue debid~ mas a causas «natu- dad Hebrea de Jerusalen. Como su colega Valsecchi, Talmon no es
rales» que a causas «humanas»; sin embargo, los trabajadores y enemigo de alcanzar un equilibria entre factores ideologicos y socio-
Ias cIases medias, que eran los que habian sufrido Ias consecuen- economicos. Al comienzo de su libro, Romanticism and Revolt, es-
cias con mas dureza, Ia achacaron a razones puramente humanas y cribe en terminos que podrian ser utilizados por Hobsbawm: «fue
en consecuencia condenaron al Gobierno por ella· es decir «Ia la fusion de dos vastas revoluciones, Ia francesa y Ia industrial, Ia
crisis origino, ir,tensifico; concerto y sincronizo tod~ eI descon~ento que dett'rmino tanto Ia forma de Ias cosas como la estructura e,xter-
popular». La politica sigue asi Ia hueHa de Ia economia. Sobreviene na de Ia mentalidad de la epoca hasta 1848». Pero en el prologo
entonces 10 que Labrousse llama una conjoncture de la crisis politica explica, con mayor precision, su preferencia personal:
y !a economica y sobreviene Ia revolucion -una revolucion de cuyo
Mi natural indinacion me ha llevado a basarme mas en mode1os
orI~e~ ell/actor ~conomico ~; el principal contribuyente, aunque no mentales y en conduetas que en eI sustrato de las relaciones socia-
eI umco . Esta mterpretaclOn «dualista» de Ios origenes de Ia re- economicas. Lo he hecho asi, en parte por mi repugnancia a simple-
voIucion causo una impresion considerable entre Ios colegas france- mente copiar 0 parafrasear 10 que otros han hecho basados en conoci-
ses de Labrousse; este ha pubIicado posteriormente un voIumen de mientos de primera mano y con una competencia que excede a la que
yo puedo aspirar. Tambien estoy conve~~i?o de q~e. la tendenci~ .r~-
ciente a convertir la historia en una VISIon estadIstlca y de anahsls
12 D I' ., H social -que pod ria llamarse geografia social- ha ido demasiado le-
,. emou m, op; czt., pag .. 799:, amerow, Restoration. Revolution, Reaction,
pagma VIII; Na~Ier, op. cz~., pags. 4, 12-17; Taylor, The Habsburf!. Monar-
chY'131809-1918, pag. 58; DaVId Thomson, Europe since Napoleon, pag. 206. H Labrousse (ed.), Aspects de la crise et de la depression de l'economie
Lab~ollSse, «~848-1830-1789. ~omment Daissent les revolutions», en Actes fran~aise au milieu du XIX' siecle, 1846-1815, La Roche-sur-Yon, 1956.
d~ .Congres hz~torzque du centenazre de la Revolution de 1848, Paris, 1949, 15 Woodward French Revolutions, Londres, 1934, pag. 152.
paglllas 1-31; CIt. ]. B. DuroseIle, De 1815 a nos jours, Pads, 1964, pags. 272-3. 16 Demoulin, 'op. cit., pag. 799; Valsecchi, op. cit., pags. 276-8.
Sin lugar a duda, la historiografia conservadora tradicional comen-
jos, y que ha llegado el momento de correcrirla en la direcci6n del zo en la decada de 1870, y termino practicamente en la de 1880,
drama humano 17, " Aparte de las historias generales, en las que continua realizando
una incursion perenne, la historiografia conservadora tradicional se
Podriamos sentirnos inclinados a ]a simpatia al escuchar tal cri de ha limitado ados trabajos sustanciales, ambos en dos volumenes:
c?eur; nos recuerda a Edward Thompson peleando con los estadis- la Histoire de la Republique de 1848, de 1873-74, de Victor Pierre,
tlc~S; pero al mismo tiempo podriamos estar tentados de preguntar de y la Histoire de la Seconde Republique fran~aise} de 1887, de Pierre
que clase de «drama humano» se habla en tal afirmaci6n, 'Debe de la Gorce, El primero, como critico monarquico, en los pri-
,,
esa «coneCClon» (no so'10 en este casa, sino en otros) tomar la c for-
meros e inestables dias de la Tercera Republica, consideraba re-
ma de una vuelta a ese mismo paraiso tan confortable de las ideas trospectivamente la revolucion de 1848 como otro intento, en este
alejado del «excesivo» materialismo de la decada de 1950? 'Deb~ caso futil, de los bourgeois republicanos de perturbar la estabilidad
tal «correcci6il>~, alej~rse de la his tori a de las gentes en general para de las instituciones tradicionales francesas, Y citando a Paul Far-
acercarse a la hlstona de las gentes «de arriba»? (0 es esto simple- mer de nuevo, «veia la revoluci6n de 1848 como el trabajo, con-
~ente,) co~o en el caso de Thompson, un grito en favor de una denado de antemano, de hombres que se habian propuesto fundar
h.lstona SOCIaldel pueblo en lugar de unos principios y un as institu- un gobierno estable sobre los principios de la revolucion popular,
Clones ab~tra~tos ~ Algunos hist?riadores favoreceran una tendenda y por 10 cual no tenian medios con los que defender su nuevo regimen
otros se mclmaran por otra e mc1uso los habra que opten por una contra la cronica turbulencia de las masas», La Gorce, como Pierre,
c?mbina~i6~ .de dos de estas tres. Y esto, como otras muchas cues- era monarquico constitucional, pero dab a importancia a otras cosas;
tlones hlsto.ncas:, es 10 que constituye, sin duda, una parte de 10 al escribir poco despues del fracasado intento del general Boulanger
que es la dlscuslon de las revoluciones de 1848. de alzarse con el poder, era profundamente consciente de 10s reno-
vados peligros del Bonapartismo, Para el, los revolucionarios de 1848
se haeian merecedores de una doble acusacion: no solamente habian
derrocado una monarquia que el aprobaba, sino que habian limpiado
de obstaculos el camino al aventurero Luis Napole6n 2Jl,
Los historiadores fr,anceses ~e l~s revoluciones de 1848 encajan Como los conservadores abandonaron el campo tan temprano,
e.n tres grandes ~ategonas: monarqUlcos-conservadores, republicanos- este fue tornado por sus rivales republicanos -a menudo por
lrberales y marxIstas. De las tres, no cabe la menor duda de que la los moderados- hacia finales del siglo. Pero tam bien eIlos fueron
escuela ~onservadora, que ha desplegado tan concienzuda energia en lentos en reaccionar: confinaron sus trabajos a la historia general
desacredltar la revoluci6n de 1789, en el caso de la de 1848 obtuvo (como Emile Bourgeois y Gabriel Hanotaux) y parecieron inclinar-
un fracaso y la peor parte. Esto podria sorprender a la vista de la se, como los conservadores, a considerar los acontecimientos de 1848
exce1ente m~nici6n antid~mocratica y antirrepublicana provista por como una pobre replica de los de 1789 6 1793, En realidad, es-
las Recollect:o.ns, de AleXIS de T?cqueville 18. Sin embargo este, aun- taban mas predispuestos a pres tar atenci6n a los males de la mo-
que du~o cnoco de la democracla, ha hecho muy poco para inspi- narquia de Luis Felipe y alas villanias del usurpador, Luis Na-
rar confl~n~~ a los monarquicos, y es muy posible que, como Paul Far- pole6n, que alas actividades de sus antepasados de 1848, quie-
mer e~CrIbl? h.ace algunos afi~s, «los conservadores franceses hayan nes, al ser, claramente, menos gloriosos que los de 1789, son
pref~ndo ~~nglr su ataque al nuevo regimen' en su primera y gran tratados con cierta ambivalencia, Sin embargo, dos obras que per-
mafollfestaclO.n de 1789 y menospreciar como poco digno de preocu- tenecen a la tradici6n republicana son dignas de un breve comen-
paClOnes el Juego menor de 1848» 1'. tario ---el primero escrito por un socialista de la escuela Millerand
de comienzos del siglo xx, y el segundo por un tipico sodalista
, .j; Talmon, Romanticism and Revolt. Europe, 1815-1848, Nueva York 1967, republica no de la primera guerra mundiaL La Republique de 1848,
pagmas 10-8. '
18 The Recollections of Alexis de T ocqueville J P Mayer (ed) Nueva
York, 1959. ' . . ., 26 Farmer op. Clt., pugs. 320-1. Ver tambien Gordon Wright, France in
, l' Paul F.a~mer, "Some Frenchmen review 1848», ]ourn. Mod. Hist XX Modern Times. 1760 to the Present, pags. 264-5.
numero 4 (dlclembre, 1948), pag. 320. ., ,
una «republica social y democratica», se habia terminado rodo 10 sig-
de Georges Renard, es la version tfpica del socialismo moderado so- nificativo y original de la revolueion. «El dia que e1 general Eugene
bre 10s acontec.imientos de 1848; que en forma de contribucion a 1 Cavaignac devolvi6 a la Asamblea Nacional Constituyente Ia dicta-
m~m,umental hJst~ria. socialista d: .~rancia de Jean Jaures, se pu~ dura que Ie habia sido confiada ... la revolucion social estaba liqui-
bhco en ~~07. SlgUIendo la tradlClon republicana, Renard justifica dada y la Republica entraba en su declive» Zl.
la rev?luClon d~ 184~ como un remedio contra los males de 1a mo- En realidad uno de los resultados de la ce1ebracion del centena-
narqula, de LUIS Fehpe y hace un retrata sin concesiones de Luis rio ha sido fo~entar en 105 historiadores una actit~d de mayor sim-
Napol,:on. Pero se apart a significativamente del modelo burgues- patia hacia 10s insurgentes de junio y, por ello, una actitud mas
repubhcano al colocarse el .mismo con firmeza dellado de los trabaja- critica respecto a los lideres liberales y liberales-conservadores; con-
?ores que:' ~~zaron las barncadas: aqui, Renard sigue ampliamente la secuentemente, toda Ia historiografia de la revoluci6n de 1848 ha
mterpretflclon expuesta por Marx en dos estudios contemporaneos girado hacia la izquierda. Ciertamente, muchos de Ios trabajos mas
La .zucha de clases en Francia (1848-50) y El 18 Brumario d' recientes, concebidos en la tradicion republicana, han sido obra de
Luzs N~pole6n. Es tambien una obra de compasion muy conside~ marxistas: entre ellos se cuentan Les joumeeS de jevrier 1848, de
rable; SIn embargo, como ejercicio de erudicion, es largamente so- Jean Bruhat; Le gouvernement provisoire et l'Europe, de E. Tersen
brepas.ada por La Revolution de 1848-Le Second Empire, de Char- (ambos de 1948), y el impresionante 1848 Y fa lIe Republique, de
les Sel~nobos, que se public6 como parte de la Histoire de France Dautry (publicado en 1948 y reimpreso en 1957). Asi, tiene mu-
de LavIsse, en 1921.. La .version de Seignobos es el tratado tfpico de chos visos de verdad la observaci6n de Gordon Wright cuando,
la esc~ela de 10s hlstonadores republicanos y presenta una firme al debatir las «variedades» de la historia francesa entre 1814 y 1870,
apologl~ de las sucesivas republicas de 1848 y 1870. Pero es tambien senala que «Ias interpretaciones de la revoluci6n de 1848 y la 5e-
algo mas ~ue eso; es una historia social (mas que la de Renard y gunda Republica han atravesado un cicio completo durante el ultimo
~ucho ~~s que la de. sus p~edecesores) y una verdadera mina de sierla comenzando can La lucha de clases en Francia, de Marx ... y
l~fc:rmaclon sob;-e la mdustrla y la agricultura francesas el cre- te~m'inando con la vuelta al punto de vista marxista de los libros
Cl~le~to de Pans y la total complejidad socio-politica de ios acon- escritos para la celebracion dei centenario de 1848». Ello no es sor-
teclmlentos de 1848 ~1 • prendente en vista de la profunda decepcion causada por la Tercera
. 1Pero e1 giro ve;daderamente decisivo hacia la nueva historia so- Republica y tambien por la salida tradicion dejada por 10s marxistas
era de 18~8 10 dleron, como ya hemos observado anteriormente en sus dos penetrantes esrudios de 1848-1850 -dos obras que (nos
las. ce1ebraclc:nes del. ~entenario en 1948. Fueron estas las que pro~ dice Wright)- «suponen una combinacion tan notable de pe-
dUJeron una lDundaclOn de nuevos estudios. Paul Farmer detalla una netracion y verosimilitud que su analisis continua siendo ampliamente
docena de ~l1os en su ~rticulo del mismo ano en e1 Journal of Modern aceptado en nuestros dias» 2.~. Sin embargo, esta no es la panoramica
Hzstory, cHade. ante~lormente. Entre eUos se encuentra e1 pequeno completa. 5i los conservadores han abandonado la carrera, permane-
volum.e,n La. Revolu:zo.n de 184~, de Gaston Martin, publicado en la cen otros, junto a marxistas y republicanos de nuevo estilo, cuyas
co~ecclOn «c9,ue sals-Je?» Es este un trabajo, como e1 anterior de opiniones deben ser consider~~as. Por ejem~lo, debemos tener en
Selgn0?os, sohdam~nte republicano-socialista, tanto de tono como de cuenta muy seriamente la verSIOn de Tocqueville, a pesar de que los
contemd?, y su metod? es mas narrativo que analftico. En el, como conservadores tradicionales se hayan inclinado a ignorarlo y el mismo
la mayona ~e 10~ demas autores del centenario, Gaston Martin cons- no hay a dejado escue1a. A su lado hay otros como Georges 1?uveau y
t:uye una hIstona «social» de 10s hechos, ya que la revolucion in- Remi Gossez, quienes, si bien se inclinan c1aramente hacla Marx,
sls,te el ,autor, «~ue una revoluci6n social que pretendia algo m~cho estan no menos influidos por proudhon 0 Jaures y no se les puede
mas aUa de la ~lmp.le conquista del derecho universal al sufragio». atribuir una etiqueta ideologica precisa. Echemos ahora una mirada
Es, pues, u~a ~lstona de 10s meses de febrero a julio, porque con la mas de cere a a algunas de estas opiniones de los historiadores sobre
derrota en JUnlO de 10s trabajadores parisinos y de toda esperanza de los acontecimientos de febrero y junio, sobre Luis Napoleon, los
21 Georges Renard, La Republique de 1848 (1848-1852) vol IX de H' tS t .
S octallste, 1 L' ]. Jaures (ed). , Parl"s, 1907·, Ch ar I'
. d 1789-1900 es S··
elgnob as La Otre
Re- Z2 Gaston-Martin, La Revolution de 1848, Parts, 1948, pags. 5, 116.
vol ultOn e 848- .e Second
E L Empire
. (1848-1859),. vol VI de Ia H'Islolre'. d e la Zl Gordon Wright, op. eit., pags. 264, 267.
Franee eontemporazne, . aVlsse (ed.), ParIs, 1921.
una parte importante en el derrocamiento de la dinastf~. Y. desde
«~ombres de 1848» y sobre si hubo 0 no igualmente una revolu- entonces esa ha sido la opinion general, tanto de los hIs ton adores
Clon urbana y campesina.
republicano-liberales como de los socialistas. Duveau, que comparte
Se .ha. dich? que la revolucion de febrero sobrevino como un
esta opinion, la presenta vfvida y dramaticamente en las personas de
aC?ntecImlento mesperado y desagradable. «La antigua sociedad -es-
tres tipicos comerciantes de Paris: el calcetero del Faubourg St. De-
cnbe Marx- fue tomada por sorpresa» y el coup de main del puebl
fl'ue U? « ogro lllespera d24 • nis el ebanista del Faubourg St. Antoine y el mednico de La Chapelle.
0».,' Y Toc.queville, a pesar de sus «profecias» 0 Lo~ tres comerciantes no solamente tienen diferentes ocupaciones
an:e~I~)tes de una revoluclOn pendlente, esta de acuerdo. Fiel a esta y viven en diferentes distritos, sino que difieren considerablemente
opw:on del coup ~sponraneo e inesperado estaba la concepcion, lar-
en sus filiaciones politicas y en los periodicos que leen. El calcetero
g? t1e~po mantemda, de que Luis Felipe habrfa salvado su trono
es el mas prospero y conservador y lee 10s peri6dicos de la oposici6n
SI hubIer~ un esf:re.rzo para resistir. Otra concepcion relacionada con moderada, Le National 0 Le Siecle. El carpintero es un jacobino
las anten~res opmlOnes presenta la famosa fusillade del Boulevard
al viejo estilo del antiguo barrio revolucionario de St. Antoine, lee
des ~apucl~es co~o un acontecimiento fortuito que par sf solo trans- La Reforme, sigue a Cabet y venera la memoria de Robespierre.
formo ,el dlsturblO en revolucion. A esta descripcion tradicional de
Solamente el mednico es un hombre «nuevo», salida de una indus-
los «dlas» de febrero Ie han hecho correcciones menores particu-
tria nueva en un suburbio industrial nuevo, seguidor de Blanqui y ga-
larment.e aq~ell~s, especialistas que han hecho de ellos su cam- nado ya para las ideas socialistas. Tales hombres estaban naturalmen-
P? de mvestlgaclOn particular. Por ejemplo, A. Cremieux, descen-
te incIinados a perseguir ideales diferen tes por caminos diferen tes y,
dlent~ de un? ~e «10: hombres de 1848», demuestra en La Re- como Duveau explica, fue necesaria la universalidad de Ia crisis de
valutton. de F~vrzer (tesIs doctoral de la Universidad de Paris en 1912)
febrero para reunirlos en una empresa comlin. Los tres estaban de
que L~ls Fehpe lucho mas ~e 10 que generalmente se ha supuesto.
acuerdo en que Guizat debia marcharse; y aiiade el autor: «Fue un
Post~.nor~ente, en un e~tudlo sobre 10s acontecimientos de febrero, mal augurio para la monarquia el que esa manana del 22 de fe-
c?nt:l~uclOn al centenano, Jean Bruhat ha minimizado la importan- brero el calcetero el carpintero y el mecanico se reunieran delante
cIa umca del drama del Bulevar de 10s Capuchinos, insistiendo en " 2fi
del bar Durand, como hermanos, en una causa comlin» .
q~e no hu1:o ?escenso en la actividad de 10s trabajadores en Ios
La tradici6n republicana ha llegado mas Iejos, presentando esta
dIferentes dlstntos despues
. de la dimision de Guizot ' que es't e h ab'la
concordia y «fraternidad» de los «dias» de febrero como aIg? q~e
presenta d 0d'en Ias pnmeras horas de ese dia ., A su vez Du veau h a
abarcaba las mas amplias capas del pueblo, una vez lograda la vIctona
argumen:a .0 qu: ~U1s Felipe, lejos de abdicar repentinamente presa
inicial. Por ejemplo, Duveau, como Michelet en su famoso cuadro
d~ un sublto pamco, habia perdido ya el control de 10s aconteci-
de julio de 1789, sugiere que no solamente las, cIases mas acti~~-
mlentos ~erced a Ia dimision de Guizot, Ia cual Ie habia demostrado
mente comprometidas -los comereiantes de Pans y la bourgeome
que era mcapaz de gobernar 25.
liberal-, sino la nacion entera habia obtenido una victoria. Y eita
. ~Quienes fueron 10s heroes y quienes 10s vencedores de las ba-
como prueba de ello la adhesion al Gobierno Provisional de la
rt1c~das de febrero? Los historiadores orleanistas, como Victor Pierre
Iglesia, de! ejereito, de Ia vieja burocracia e incluso muchos de 10s
y PIerre ?e.Ia Gorce, se incIinaban naturalmente a ver, como
antiguos politicos realistas. Esta atmosfera de armonia y «b~so: y
ag~~te princIpal de la revolucion, Ia «conspiracion» urdida en Ias
abrazos» nos la ha hecho familiar Louis Blanc en su descnpclon
oflCwas de Io~ periodicos La Reforme y Le National, mientras
de 10s obreros armadas montando guardia ante las propiedades de
que Ios trabaJadores y comerciantes de Paris eran simplemente Ia
«canalla» pasiva q:re se echo a Ia calle por orden de Ios conspirado- los ricos.
res. Pero Tocq~evJ11e, a pesar de que sus simpatias estaban aI otro Oen mil obreros arm'ldos hasta los dientes y harnbrientos guarda-
Iado de las barncadas, concuerda con Marx en que «el pueblo» tuvo ron Paris con heroic a devocion. Los sangrientos seguidores de la
bandera roja que tenfan el control de las calles, se aseguraron de que
24 C. Marx, cit. por la trad. ing!., The Eighteenth Brumaire 01 Louis Bo- nadie perJiera ni un cabello. Las casas de 10s ricas estaban guardadas
naparte, Nueva York, 1963, pag. 27. (Hay traduccion espanola: El 18 Bruma·
rzo fse LUIS B~,!aparte, Barcelona, Universal, l.a ed., 1968.)
" Droz, Lepoque contemporaine, I, pags. 119, 121; G. Duveau The
Makmg of a Revolutzon, Nueva York, 1967, pag. 29. '
por 10s pobres, y hombres cubiertos de harapos vigilaban a 1a puerta mencos. «En resumen, la xenofobia violenta, alimentada por la in-
de aquellos que 1es habfan calumniado D.
seguridad econamica, fue mas caracterlstica de las masas urbanas que
cualquier sentimiento de fraternidad internacional.» Sefiala, ademas,
A ?esar de que ~an suscrito gran parte de la principal tradician los desesperados ataques alas maquinas, al estilo ludista, y los in-
repubhcana, los marxIstas en general han rechazado esta presentacian cendios de trenes provocados por impresores, cocheros y obreros tex-
color de rosa de los hechos. Entendiendo la historia en terminos tiles en Parls, Normandla y a 10 largo de la frontera belga, que si-
de una luc?a de clases, han procurado ver las «contradicciones» guieron a la revoluci6n de febrero. Y concluye:
e~tre los .ahados de febrero y habiendolas encontrado no se han in-
clmado a mterpretar el bano de sangre del mes de junio -cuatro me- La Revolucion de 1848 fue algo mas que un banquete fraternal:
ses desp~es:-:- como un.a especie de accidente 0 aberracian, 0 producto provoc6 una cla de violencia que buscaba deshacer unos agravios so-
de ~~s dlaoohcas. :naqumaclones de unos pocos. El mismo Marx reco- ciales que Dada tenfan que ver con la ideologfa revolucionaria. Hu-
noclO la rev?luclOn de febrero como un «Ievantamiento comun» en biera sido increible que tras dos afios de escasez de pan y desem-
el que trabaJ~dores y bourgeoisie aunaron sus fuerzas temporalme~te' pleo, «el pueblo» hubiera representado realmente el pape! de santos
de escayola en blouse que la mitologfa republicana les habfa asig-
p.ero reconOCla tambie~ «su ilusi~n, su poesia, su contenido imagina~
nado J9.
r:o y sus frases»; y vela la armoma de las clases, con su expresian vi-
sIble. en el Gobi:rno Provisional, como un £raude, una ilusian que en-
Si general mente los historiadores han tratado al «pueblo» con
tu~blaba las ~eahdades de la lucha de clases. Esto puede ayudar a ex-
respeto y compasi6n, no puede decirse 10 mismo de los lideres,
plIcar p~~ que, a pesar de compartir su opinion sobre los origenes de la
de esos desventurados «hombres de 1848». Tanto sus contempora-
RevoluClon. Fr.ar:ces.a,con TocqueviIle, disentia de este acerca de su re-
neos como los historiadores se han inclinado a presentarlos como
~t~ado y slgm!ICacIOn. A TocquevlIle, maximo defensor de la propie-
pobres imitaciones de sus antepasados de 1789 0, en el mejor de
a , Ie «pareC;la que la revolucian se habia hecho enteramente fuera
los casos, como idealistas y romanticos bienintencionados pero mal
de In burguesla y contra ell~», que los trabajadores eran, por 10 me-
preparados para la tarea que les habia sido encomendada. Expresiones
nos, los ve~c~dores potenclales, y que el «socialismo seria siempre
tipicas de este punto de vista fueron las expuestas por los historiado-
su cara~:cnstlca predominante y el recuerdo mas formidable de la
res franceses en la celebraci6n del centenario en 1848; como la de
revolu~l~n de febte,ro». El economista ingles Nassau Senior, que es-
taba vlsltando Pans cuando ocurrieron los aconteeimientos y que . Georges Lefebvre, en un articulo conmemorativo publicado en la
Revue Historique, gue consideraba que los hombres de 1848 care-
desaproba~~ cuanto alIi vio, escribi6 que «1a teoria a la que atribuimos
dan lamentablemente del raeionalismo de los hombres de 1789; y la
la revoluclOn de 1848 es un socialismo disfrazado». Sin embargo,
de C. E. Labrousse que, en la Revue socialiste, sefialaba que «la nue-
para }\;I~rx, el resultado esencial de febrero fue la creaci6n de una
va economia industrial present6 problemas a unos hombres incapaces
«~epubhca. burguesa», aunque temporalmente «rodeada de institu-
de entenderlos». Solamente Duveau se inclin6 hacia la simpatia e in-
Clones sOClal,es», y 10s verdaderos vencedores eran las clases medias
cluso a la indulgencia para con ellos. Pero tambien para el hay ex-
las ~~ales solo haboian hecho concesiones a los trabajadores bajo l~
preSIOn de la calle _a. cepciones: Gremieux, por ejemplo, que no rompi6 con Luis Felipe
hasta el ultimo momento para convertirse en un despreciado miem-
d Una critica moderna y .algo. diferente de la tesis de la draterni-
ad>~ es la gue hace el hlstonador america no Peter Amann. Pone bro de Republicains de lendemain; y Flocon, otro chaquetero de que
el eJempl,o de la expulsi6n de los obreros espeeializados ingle- se separ6 de la izquierda republicana para unirse al campo moderado
de Le National y luego fue ministro bajo Cavaignac en el mes de ju-
ses ~eI .a,rea de Rouen al grito de «j Viva la Republica!» y de
nio. Tampoco encuentra mucho digno de admiraci6n en Marie 0
1a agltaCIOn en e1 Norte contra los trabajadores no cualificados fla-
Garnier Pages, quienes pronto se hallaron en el conservador «parti-
do del orden». Pero si tiene una £rase amable para Lamartine, quien
27 Cit. Peter Amann, «The Changing Outlines of 1848» Am His Rev
LX~III, num. ~ (iu1io 19!,,3), pags. 938-53. ' . . ., con tadas sus palabras altisonantes y posturas teatrales, juga un
Nassau WIlham SeOlor, Journals Kept in France and Italy from 1848
t.o1852,.2 vols., Nueva Yor~, 1871, I, pag. 1; Marx, Class Struggles pag. 59' jl!J Amann, op. cit., en The Shaping of Modern France, Frigug1ietti y Kenne-
T ocquevI11e, Recollections, pags. 78 y S5. "
dy (eds.), pags. 249-50.
acerca de la naturaleza y significacion de los acontecimientos de ju-
pape! POSltlVO en los aconteClmlentos de febrero; y para Blanc, cu-
nio. La division, al menos entre los franceses, ha tendido a plasmarse
yos e~quemas, cree Duveau, eran practicos y realistas, aunque in-
siguiendo las lfneas poll ticas de los partidos: los republicanos tra-
aproplados a la atmosfera roman tic a del momen to 30.
dicionales los han vista como una desafortunada diversion en el ano
Las opiniones de 10s contemporaneos no son muy diferentes, aun-
de la revolucion liberal; los republicanos «sociales», socialistas y mar-
que naturalmente varian seglin el compromiso poHtico. El marques
xistas como una fase decisiva, si no el «climax», de la revolucion
de Normanby, que l1evo un diario durante su residencia en Paris,
en su conjunto. Marx y Tocqueville vieron los acontecimientos de
y que era mas conservador que liberal, encontro poco bueno que
junio en terminos alga diferentes, aunque ambos coincidian en que
decir de los nuevos gobernantes de Francia, aunque muestra una
fueron el cs.si inevitable result ado de febrero: Marx porque creia
cierta consideracion hacia Lamartine. Nassau Senior, que era mas
que la «republica burguesa» engendrada en febrero no estaba to-
liberal que conservador, menciona nueva mente a Lamartine para
davia segura; Tocqueville porque «vio a la sociedad partida en dos»
encomiarle particularmente 31. Sin embargo, no ocurre 10 mismo con
y porque «siempre habia .-:reido que era inutil apaciguar el movi-
Marx y Tocqueville. Marx dio a los lideres el titulo colectivo de
miento de la revolucion de febrero pacifica y gradualmente, ya que
«zoquetes republicanos» y los consider6 como simples «fantasmas»
este solo podria ser detenido por una gran batalla repentina en las
de la revolucion anterior -«ahora en la forma de Marrast, el re-
calles de Paris» De hecho, ambos comprendieron que (y Tocqueville
publicano de Ios guantes amarillos, disfrazado de Bailly; Iuego
casi podria haber escrito estas palabras de Marx) «era necesaria una
bajo Ia forma del aventurero que esconde su vulgaridad y su des-
segunda batalla para escindir la Republica de las concesiones so-
agradable fisonomia tras eI hierro de la mascara de muerte de
cialistas», asi como que «1a burguesia tendria que rechazar las de-
Napoleon». Por su parte, Tocqueville pensaba que ha habido «revo-
mandas del proletariado con las armas en las manos». Para am-
lucionarios mas perfidos que estos de 1848», pero dudaba de que
bos, en consecuencia, la derrota de los obreros era inevitable y
«hubieran sido mas estupidos». Hacia Ledru-Rol1in, probablemente
marco un nuevo estadio en la lucha de las c1ases opuestas. Pero
el Hder mas influyente de 1848 despues de Lamartine, muestra un
mas alla de todo esto no puede haber acuerdo. Para Tocqueville,
cierto afecto mezclado con menosprecio; pero su opini6n de La-
conservador, la derrota de los trabajadores fue una especie de castigo
martine es un tanto negativa. Le concede coraje personal, viva
naturalmente impuesto par su presuncion de febrero, que resta-
imaginaci6n y talento para Ia aratoria, pero muy poco mas de positi-
bleda el status quo apropiado. Para Marx, socialista revoluciona-
vo: «Yo no se si habre encontrado jamas ... una mente tan vada de
rio, su significado era dable: por una parte, la derrota restauro
cualquier pensamiento que tenga que ver con el bien publico como la
la «republica burguesa» sobre bases mass6lidas; pero, al mismo
suya ... Tampoco una mente menos sincera ni que tenga tan com-
tiempo, era «la primera gran batalla ... entre dos c1ases que dividian a
pleto desprecio por Ia verdad ... Cuando habIa a escribe, a dice Ia
la sociedad moderna», y desde entonces la revolucion (y no s6lo en
verdad a miente, sin importarle cuaI de Ias dos ha utilizado, ocupado
Francia) significaba «derrocar a la sociedad burguesa, mientras que,
como esta exclusivamente en el efecto que produce en el momen-
antes de febrero, significaba derrocar la forma de Estado» 33. Y, en
to» 3:!. Los escritores posteriores no han sido tan severos pero, siguien-
Hoeas generales, esto es 10 que continua dividiendo a los historiadores,
do a Tocqueville, han presentado a Ledru-Rollin como de buen na-
conservadores y republicanos tradicionales de un lado, y republica-
tural y con coraje, pero algo estupido y demagogo, y a Lamartine
nos de nuevo estilo y marxistas del otto.
como un girondino de 1793 reencarnado, romantico, vano, insincero,
~Fue el cierre de las Reales Fabricas en el mes de junio una
desacostumbrado a Ios asuntos publicos y que, lleno de presuncion y
provocaci6n para incitar a los trabajadores a la revuelta? Parece que
egotismo, representara su papel en un drama historico.
Tocqueville esperaba alga parecido, porque al profetizar (en abril) la
Las opiniones de los historiadores han diferido mas ampliamente
«inevitabilidad» de la batalla en las calles, aiiadio que «estaria bien
aprovechar la primera oportunidad para provocarla». Ademas, Emile
30 Droz, op. cit., pag. 121; Duveau, op. cit., pags. 182-202.
31 Marques de Normanby, A Year of Revolution: from a Journal kept in Thomas, siendo director de los talleres, habia advertido al" Gobierno
Paris in 1848, 2 vols., Londres, 1857, I, pag. XIX; II, pag. 382; Nassau Senior, (en mayo) de que su c1ausura podria precipitar una insurrecci6n. Asi
Journals, I, pags. 6-8.
:a Marx, Eighteenth Brumaire, pag. 25; Tocqueville, Recollections, pags. 111-
12, 123-6.
p~~s, hubo una clara provocaClon, como todo el mundo compren- te. Pero por cuanto de ell as puede ya deducirse, sefialan una corro-
dw. ~Pero fue planeada deliberadamente, incluida la inevitable de- boracian del punta de vista mantenido por Amann en cuanto que el
conflicto fue, a modo de balance, entre «pobres» y «ricos», mas
rrota de los trabajadores? Algunos historiadores asi 10 afirman. Por
que entre obreros industriales y burguesia industrial. De hecho,
ejemplo, H. Guillemin, catalico de izquierdas, sostiene en La tra-
Amann sugiere que no hubo una distinci6n clara mente definida en-
gedi~ ,de quarante-huit (Ginebra, 1948) que el conde de Falloux per-
tre bs dos fuerzas opuestas: los trabajadores sirvieron en la Guar-
s~adIO a sus colegas para que provocaran una guerra civil mediante e1
dia Nacional junto con propietarios, tenderos, oficinistas y profesio-
Clerre de los taHeres, con la deliberada intencian de llevar a los tra-
nales; la Guardia M6vil (que lucho del lado del Gobierno) estaba
bajadores a la trampa. John Plamentaz, especialista Ingles en histo-
compuesta, en su mayoria, por j6venes obreros -muchos de los
ria politica, no esta de acuerdo. Admite que al no considerar debida-
cuales habian luchado en las barricadas de febrero-; v los indus-
me~te la advertencia de Thomas el Gobierno toma un riesgo ca1culado.
triales permanecieron en su mayoria neutrales ante la'lucha, para
ASI como que hubo una sospechosa demora entre el levantamiento
proteger sus fabricas y tiendas, mientras que otros muchos lucha-
de las primer as barricadas en la tarde del 22 de junio y el asalto de
ron junto con sus empleados en las filas insurgentes. Por todo ello,
las tropas efec,tuado ~l dia siguiente. Pero, por otra parte, argumenta
Amann conc1uye que si bien el conflicto social era real, este aglu-
que eHo podna exphcarlo el deseo de las autoridades de evitar en-
tinab:l a gran variedad de pequefios productores, inquilinos y sub-
frentarse con la insurreccion por partes, y que su decision de con-
arrendatarios (y no solo trabajadores a jornal) contra tenderos y
tinuar pagando un franco diario a los desempleados, por otras tres
comerciantes y contra terratenientes y arrendatarios «prindpales» (a
meses, demuestra que trataban de aplacar a los trabajadores mas
menudo tenderos), mas que contra los duefios de las fabric as , pro-
que de provocarlos 34. Pero estos argumentos no son decisivos, de
pietarios e industriales. En otro lugar, afiade que los obreros de
manera que el misterio continua.
la construccion, del ferrocarril (un oficio nuevo), del puerto y del
Hay otras interrogantes sobre la propia naturaleza de los aconteci-
rio fueron los mas organizados y los mas militantes de la capital,
mientos de junio. ~Fue una lucha de «proletariado» contra «burgue- y a muchos de e110s los describe como «1a vanguardia de la insu-
sia»; como la ha definido Marx, 0 de «clase contra clase», 0 «guerra rreccion» 3fj. Esto era algo nuevo y demuestra que habia un «prole-
servd» , como la consideraba Tocqueville (10 cual viene a ser 10 mis-
tariado» moderno, aunque no completamente maduro, que estaba
mo)? La definicion de Marx es sin duda la que ha adoptado mas co-
en trance de formaci6n.
munmente la nueva escuela de historiadores republicanos. Pero La elaboracion de la constitucion que sigui6 a junio no ha 11a-
en un articulo publicado en American Historical Review Peter mado la atenci6n de muchos historiadores -excepto por el hecho
Amann se inclina a rechazarla como una pieza mas de «folkl~re his-
re1evante de que Luis Napoleon fuera elegido Presidente de la Re-
torico» 35. Para prabar su pun to de vista senala acertadamente hacia la publica. En realidad, una vez que pasaron los «dfas» de junio y
primera etapa de industrializacion alcanzada en Francia: Paris era que Cavaignac devolvio sus poderes, Napoleon se convirtio en el per-
todavia una pequena ciudad de talleres y oficios de pequeno vo- sonaje del momenta y la atencion de los historiadores ha permaneddo
lumen que habia cambiado poco desde la Revolucion de 1789. Y po- fija en el. En general ha tenido tan mala prensa como «los hombres
dri~ haber ana dido que las ocupaciones profesionales de la gran ma- de 1848», aunque por razones muy diferentes. AlIi donde aquellos
yona de los arrestado~ en junio eran muy similares a las de aquellos fueron considerados ineficaces pero (posiblemente) bien intencionados,
que arrasaron la Basulla y tomaron las Tullerias sesenta anos antes.
este ha sido catalogado como un maestro de la simulacion. Como
Muy apropiadamente, tambien, Amann llama en su ayuda a Remi ya hemos hecho notar, Marx 10 considero como una grotesca carica-
Gossez (igual que otros 10 han hecho), quien ha estudiado el asunto tura de su ilustre predecesor y rio. Para Tocqueville era la encar-
con mayor profundidad que nadie. Las investigaciones de Gossez,
nacion del «despotismo», 10 cual era justamente la anritesis de las
como ya hemos observado en un capitulo anterior, no estan termi-
aristocraticas «1ibertades» que el preconizaba, y la experiencia na-
nadas todavfa y sus resultados han sido publicados solo parcialmen-
O
36 Remi Gossez, «Diversite des antagonismes sociaux vers Ie milieu du XIX
siecle», Revue economique, I, 1956, pags. 439-58; y «L'organisation ouvriere a
M Tocqueville, op cit., pag. 114; Droz, op. cit., pag. 121; John Plamentaz,
Paris sous Ia Seconde Republique», 1848. Revue des revolutions contemporai-
The Revolutionary !'f0ve,ments in France, 1815-71, Londres, 1958, pags. 76-8.
as Amann, op. Clt., pags. 251-2. nes, XLI (1949), pags. 31-45.
ahara. Lo que es mas lmportante y se acerca mas a nuestro objetivo
es considerar brevemente el analisis que ambos hicieron de 10 ocu-
rrido, segun 10 plasmo posteriormente Engels (aunque en nombre de
Marx) en su libro Revolucion y contrarrevolucion en Alemania (re-
, La revolucion aJemana de 1848 fue mucho mas compleja y mucho coleccion de artfeulos de periodicos que se publico pOl' primera vez
mas espe(:~l que la, francesa. Fue mas compleja porque en ese pals en 1852). Desde un principio ni uno ni otro se hizo ilusiones acer-
la revoluclOn estallo en una comunidad multiforme de 39 estados ca de la madurez de la clase obrera alemana, que en el mejor de
con gobierno propio que se encontraban en diferente grado de des- los casas seria un compafiero joven, aunque importante, de Ia cla-
arrollo; y fue mas especial porque allf donde Francia ha experi- se media mas madura a la que ellos consideraban la unica posible
mentado y absorbido una larga serie de revoluciones desde 1789 en el liderazgo de la revolucion. Y a la vista del descontento pre-
Alemania, aparte de la llamada «revolucion nacional» de 1933 sol~ valeciente, las anticuadas formas de gobierno y la division entre
ha tenido una revolucion a escala nacional, la de 1848. Ademas los gobernantes alemanes, pensaron que las oportunidades de esa
esta fue una experiencia particularmente traumatica y marco una clase media eran particularmente favorables. «2Hubo nunca una opor-
desviaci6n fundamental que ha perseguido v caracterizado a toda su tunidad mas esplendida para la clase media de ningun pals que lu-
histori~ desde. entonces. Pues, mientras que 'el nacionalismo germano, chaba par el poder contra el gobierno establecido?» Sin embargo,
muy VIVO y vlgoroso en 1848, condujo, gracias a Bismarck a la uni- como es sabido, la clase media alemana fue una desilusion abismal v
ficacion nacional, elliberalismo aleman, una planta mucho ~as delica- se rindio ignominiosamente alas fuerzas conservadoras de la arist~-
da, reci~i6 un golpe del que los historiadores, en general, han coincidi- cracia terrateniente v del gobierno real. Para Marx y Engels la ex-
do en aflrmar que nunca se recobro. Fue este golpe alliberalismo este plicacion fue simple. A pesar de que arremetieron contra la «con-
sentido del fracaso intrinseco de 1848, e1 que ha llevado a suc~sivas ducta infantil», la ridiculez y futilidad de Ias «viejas», Ias «estupi-
generaciones de historiadores alemanes -ya sean marxistas liberales deces» y «embustes» de Ios que se sentaban en el Parlamento de
nacionalistas, a 10 que Hamerow llama «revisionistas»-' a volver' Frankfurt, no fue debilidad, ni siquiera cobardia, 10 que 10s condujo
lIna y otra vez, a la familiar interrogacion: ~cwll fue el error de 1848? a la rendicion, sino una deliberada y contundente traicion a 10s in-
Las respuestas -quiza mas que en ningun otro pais- han estado tereses del pueblo, pOl' el miedo a una revolucion «desde aba-
fuertemente matizadas par las tendencias politicas de cad a momenta jo». Y fue asi como la clase media liberal vendio a la re-
as! como par las ideologias de 10s contendientes en este debate. Ha~ volucion, traiciono a 10s trabajadores y a Ios campesinos, alas
merow dla la opinion de un historiador aleman de finales del siglo patriotas polacos y bohemios, y se unio al ejercito prusiano, a Ia
pasad? y. comienzos del pn.:sente, Hermann Oncken, de que «nada clase terrateniente y a Ia burocracia en el restablecimiento de la ley
es ~as Clerto que l.os descendientes politicos y espirituales de los y el orden. Pero, al menos, la experiencia ensefiaria alas trabajadores
partl?OS de 1848 mltan todavia hoy a aquelIos acontecimientos con -creyeron Marx y Engels- una Ieccion de utilidad para el futuro:
los 0)os de su~ padres y ... mantienen sus opiniones como santo y sena desconfiar de 10s bourgeois liberales y construir sus propias fuerzas
de la ortodoxJa de sus ideologias politicas» 4.2. y recurs as ~l. Y hasta el presente esta ha sido la interpretacion de
Una vez mas 10s marxistas fueron los primeros en la palestra. 10s acontecimientos dada par 10s historiadores marxistas de Alema-
~arx y Engels estuvieron en Alemania durante la revolucion y tu- nia y de otros paises ".
vler~n una. ac.tiva participacion en ella. Marx en Renania, donde (a Par muy diferentes razones, 10s liberales del Parlamento de
partIr de JunlO de 1848) publico su Neue Rheinische Zeitung, y Frankfurt habrian de recibir un tratamiento igualmente duro pOl'
Engels en Baden. Que su influencia fuera de una importancia mode-
rada ? insignifican~e e~ e1 cur~o de los acontecimientos ha sido ya pendant les revolutions de 1848», en Etudes, XVI, 1954, pags. 3-16; y para
debatIdo par los hlstonadores , pew elIo no nos concierne aqui y una opinion negativa, Hamerow, Restoration, Revolution, Reaction, pags. 66-7.
~ Engels, Revolution and Counter-Revolution in Germany, Londres, 1933,
.~ Vel' Hamerow, «History and the German Revolution of 1848» Am Hist paginas 31-2, 50-3.
15 Vel'. pOl' ejemplo, K. Ker~ten, Die Deutsche Revolution, Berlin, 1933;
Rev., LX, num. 1 (octubre 1954), pags. 27-44. He hecho un uso e~tensivo d~
el articulo de Mr. Hamerow, en esta parte del capitulo .. Roy Pascal, The German Revolution of 1848, Londres, 1948, y Alfred Meuse!,
43 Vel', para una opinion positiva, Droz, «L'influence de Marx en Allemagne
«Die Deutsche Revolution of 1848», en Neue Welt, num. 6 (1948), pags. 3-14.
parte de la siguiente generaclOn de historiadores que creci6 en la simpatizante, a las ideas preconizadas en 1848. Brandenburg, en
nueva Alemania nacional de Bismarck. La «escuela prusiana», como partic~lar, en sus. Die deutsche Revolution v Die Reichsbegrundung
la llama Hamerow, recibicS su tono clave del propio Bismarck cuan- (el pnmero publIcado en 1912, el segundo en 1916), intentcS una
do en la Dieta de Prusia de 1862 sustituycS los ftitiles «discursos y evaluacion de la importancia de tales ideas en la evolucion del es-
resoluciones mayoritarias» de los liberales de Frankfurt de 1849 por tado germano. Niega que aquellos liberales fueran demagogos que
su politica de «sangre y hierro». Los portavoces principales de habian provocado una revoluci6n sin un solido soporte popular. Nie-
esta escuela prusiana fueton, con sus diferentes acentos y estilos, ga tambien que el Parlamento de Frankfurt hubiera sido un fracaso
Heinrich von Treitschke y Heinrich von Sybel, cuyos trabajos he- total, que su proceder fuera dilatorio y que sus miembros --como
mos discutido en un capitulo anterior. Como alli deciamos, la Histo- se habia sostenido durante largo tiempo-- fueran doctrinarios sin
ria de Treitschke termina en los comienzos de la «revolucicSn de sentido practico. De hecho, reivindica la Constituci6n de 1849 como
primavera»; pero hace falta poca imaginaci6n, una vez que se ha un paso importante hacia la unidad de Alemania e insiste en que las
vista 10 que escribio de los judios, los liberales, los extranjeros y los ideas de 1848 fueron no solamente excelentes para su tiempo, sino
franceses en el periodo que finaliza en 1847, para suponer 10 que altamente aplicables alas necesidades actuales de Alemania 47.
hubiera escrito si su Hic,toria hubiera continuado hasta abarcar los Era natural que esta nueva interpretaci6n liberal del pasado,
acontecimientos de 1848 y 1849, especialmente teniendo en cuenta debiera, tras el breve parentesis de la guerra, ser reavivada incluso
sus prejuicios de nacionalista prusiano y antiliberal. con mas vigor con la derrota de Alemania v la destruccian del Im-
Como va hemos vista. el nacionalismo de Sybel era mucho mas perio de Bismarck. Ya que habia gran similitud entre los problemas
callado y ~ontenido que el de Treitschke; y su ~ritica de la «revolu- de 1848 y los de 1919, y ahora, por primera vez, la opini6n liberal
ci6n de los profesores» no es en absoluto una condena avasalladora y podia disfrutar la bendici6n y aprobaci6n del Gobierno. En 1923
esta templada con cierto elogio. Con desencanto hace notar las vacila- el profesor Alfred \'V'eber fue invitado a dar un discurso -en la
ciones de los liberales y sus «errores» que, segtin el, contribuyeron a propia Paulskirche, escenario de la antigua Asamblea de Frankfurt-
tan «lamentable resultado». Pero les concede credito por su patrio- en el que salud6 al Parlamento de 1848 como verdadero progeni-
tismo y sus buenas intenciones, asi como por sefialar al pueblo «el tor de la constituci6n de Weimar; y entre 1918 y 1933 se produjo
verdadero objetivo de la naci6n -el mantenimiento de la Libertad mas literatura sobre 1848 que en todos los afios precedentes 48. En-
entre sus miembros y la UnicSn en su actitud ante los extranjeros» "'. tre tanta obra de poca importancia y efimera existencia hubo una
Con la desaparici6n de Bismarck en 1890, apareci6 una actitud al menos de salida erudici6n: Geschichte der deutschen Revolution,
mas comprensiva hacia los revolucionarios de la clase media de 1848. de Veit Valentin, que se publico en dos voltimenes entre 1930 y 1931.
Los logros de 1871 dejaron de ser incuestionables y, hasta la Pri- (Una version inglesa abreviada apareci6 en Londres en 1940 bajo
mera Guerra Mundial, el liberalismo germano disfrut6 de aire fres- el titulo 1848: Chapters of German History.) El estilo y el metodo
co. En 1892, Karl Binding, de la Universidad de Leipzig, hizo un de Valentin, como ya hemos vista en un capitulo anterior, son absolu-
llamamiento academico, convocando a una nueva y mas objetiva tamente los de un liberal de viejo cufio, caracteristico de los afios 20.
evaluacion de los «dias» de marzo y de la obra del Parlamento En realidad casi se Ie pod ria llamar el Croce aleman, porque usa el
de Frankfurt, y durante algunos afios siguieron apareciendo histo- mismo vocabulario, como, por ejemplo, euando en El pueblo aleman
riadores que fueron en general favorables alas antiguas ideas li~ dice que este «alcanz6 su propia identidad como naci6n gracias a
berales. Incluso los conservadores formados en la escuela prusiana la mente y el espiritu aleman». Por esto dificilmente puede evitar
como, por ejemplo, Max Lenz y Erich Marcks, siguieron a Sybel en ser entusiasta y hasta alabar indiscriminadamente a los liberales ale~
el reconocimiento del patriotismo y el idealismo de los libera- manes de 1848. A pesar de su efusividad y faha de metodo, el
les. Los afios que precedieron a la guerra vieron la aparicion de Geschichte es un libro de erudici6n y criginalidad. Y constituye,
obras importantes como las de Friedrich Meinecke y Erich Branden~ por 10 menos, una enciclopedia de informacion tanta en 10 referente
burg, quienes dieron una nueva perspectiva hist6rica, generalmente
" John A. Hawgood, «The Frankfurt Parliament of 1849-49», en History,
<IiH. van Sybel, The Foundation of the German Empire by William I, pa- XVII (julio, 1932), pags. 147-51.
ginas 365-6. '" Hamerow, «Hi,tory and the German Revolution of 1848», pag. 32.
a la revolucion en sl misma como acerca de cuanto se hab1a escrito con Rudolf Stadelmann, quien, mientras volv1a a enunciar el punta
previamente sabre ella. Ademas enfoca la revolucion como un todo, de vista liberal, anad1a una nata de impaciencia par.la ingenuidad
sin limitar la vision a Berlin 0 Frankfurt como se hab1a hecho tan paHtica y la pusilanimidad de la clase media aleman a '1.
a menudo en los trabajos anteriores sobre ella. Como Brandenburg, Pero la reaccion mas fuette vina de fuera de la propia Ale-
tambien el atribuve al Parlamento un lugar importante en la histo- mania, de aquellos que Hamerow ha llamado «Ia escuela revisionista»
ria de las ideas poHticas alemanas y alaba especialmente su Grun- que incluye, entre 10s ingleses, a escritores tan distinguidos como
drechte 0 «Derechos fundamentales del pueblo aleman», que hab1an sir Lewis Namier y A. J. P. Taylor; entre los franceses a Edmond
sido el blanca de tanta ridiculizacion por parte de los historiadores Vermeil, y una serie de ale manes y austriacos expatriados y resi-
nacionalistas del pas ado 49. dentes en los Estados Unidos. Ya no se trataba simplemente de
En seguida siguio el Tercer Reich de Hitler, y durante unos lamentar el fracaso del liberalismo de 1848, cuya inevitable derrota
dace afios la revolucion de 1848 fue relegada alas sombras como y las cansecuencias que se derivaron de ella pod1an ahara rastrearse
una cuestion sin importancia 0 presentada como una conspiracion en el pasado historico aleman llegando alas tribus teutonicas, Martin
contra el pueblo y la nacion alemanes. Es cierto que hubo algunos Lutero a el militarismo paternalista de Federico el Grande. Inme-
conservadores al viejo estilo, como Erich Marcks y Heinrich van diatamente despues de la derrota de la Alemania nazi, Taylor escribio
Srbik, cuyas obras, aunque no concebidas en el espiritu del nacional- en su Course of German History: «Es innecesario candenar alas
socialismo, fueron toleradas par simpatizantes de los ideales naciona- alemanes ... ElIas se han condenado a SI mismos con sus actos. Ningu·
listas germanos. Pero los practicantes genuinos de la interpre- na nacion civilizada tiene tal record de atrocidades.» Y refiriendose
tacion nazi del pasado no fueron simplemente anticuados y timidos a 1848 anade: «Por primera vez desde 1521 el pueblo aleman as-
conservadores a la cola de la escuela de Sybel a de la de Treitschke. cendio hasta el centro del escenario solo para equivocar sus papeles
En las obras de Klaus Besser y Kurt Neumann, la revolucion de 1848 una vez mas ... , esta era la esencia predestinada de 1848» 52. Dos
se describe como producto de una conspiracion internacionaI 0 re- arios antes, en su discurso ante la Academia britanica, The Revol-
union de brujas, a la cual no solamente los jud10s, sino tambien Ios ution of the Intellectuals, Namier habra insistido en que fue el
jesuitas, Ios comunistas y los francmasones ofrecieron su contribu- nacionalismo, mas que el liberalismo, 10 que hab1a motivado alas
cion. Felizmente, se deda, el siniestro complot para atrapar a los revolucionarios alemanes de 1848. Y en otro lugar escribe: «Can 1848
honestos germanos fue desmontado a tiempo; sin embargo, reavivo camienza la apuesta alemana par el poder, por el predominio eu·
y destruyo el Reich del Kaiser en 1918, y fue finalmente vencido ropeo, par la dominacion del mundo: el movimiento nacionalista fue
par la «revolucion nacional» de 1933 °.
5
el denominador comun de la revolucion alemana de 1848, y una Ale-
Era natural que e1 fin de Ia segunda guerra mundiaI, con Ia mania poderosa, capaz de imponer la ley a otras naciones, su obje-
derrota del regimen nazi y el eclipse de su ideolog1a, provocara una tivo» 53. Para el historiador frances Edmond Vermeil, la explicacion
nueva avalancha en Ia correccion y reescritura del pasado germano. «del desastroso apogeo» de 1848 y 1849 esra «no tanto en causas
Dentro de Alemania, y tras una comprensible demara y reajuste, el externas como en la propia mentalidad del pueblo aleman» y, al
centenario de 1848 ocasiono una nueva floracion de Ia literatura his- igual que Namier, considera que la tragedia de 1848 canstituyo un
torica, dividida entre alemanes del este v del oeste, entre marxistas sombrio presagio de 1'1 tragedia de Europa en el siglo xx» 54. Mont~
y liberales al estilo de Weimar. Jiirgen Kuczinski, en el Este, a Jacobs, un aleman expatriado, responde a la pregunta de (por que
cuya historia del movimiento obrero ya nos hemos referido, el drama [de 1848] estaba predestinado a terminar tragicamente?,
inauguro un nuevo campo con el estudio de los problemas sociales diciendo que: «Porque se trataba de una obra alemana y el pueblo
y economicos de 1848-49, mientras que en el oeste el viejo debate
poHtico se abria de nuevo can Wilhelm Mommsen y Theodor Heuss 51 Ibid., pags. 38-9.
52 Taylor, cit. par una ed. posterior, The Course of German History, Lon-
(futuro presidente de la Republica Federal) ensalzando la herencia dres, 1951, pags. 7, 68. .'
liberal-nacionaI Iegada a su generacion por los hombres de 1848, y 53 Namier, The Revolution of the Intellectuals y Vanzshed Supremacies,
Nueva York, 1963, pag. 28. .
54 Edmond Vermeil, «An Historical Paradox: the Revolution of 1848 m
•• Hawgood, op. cif., pag. 15U; Hamerow, op. cif., pag. 33. Germany», en F. Fejto (ed.), 1848. The Opening of an Era, Londres, 1948,
50 Hamerow, pag. 34-5. paginas 223-52.
aleman, citando las palabras del joven Fontane, no habia sido edu-
Barraclough utiliza tambien el argumento de las circunstancias en
cado en la libertad» :;5.
vez del de 10 hereditario para explicar la debilidad de los alemanes
Tales opiniones, en palabras de Hamerow, son por 10 menos
en 1848. Pero, a diferencia de Pascal, retorna al viejo argumento li-
<<unilaterales» y no eran las {micas profesadas por los enemigos de
beral de que, despues de todo, el Parlamento de Frankfurt ni estaba
la Alemania nazi, incluso en los anos inmediatos de la posguerra.
tan equivocado ni era tan estupido, porque «cabia dudar ... que un
Ciertos ingleses adoptaron un punta de vista menos catastrofico. Por intento sincero de "ir con las masas" hubiera ofrecido ninguna po-
ejemplo, Alfred Cobban, en su The Nation State and National Self- sibilidad real de exito; en cuyo caso, el fracaso del Parlamento de
Determination (cuya primera edicion aparecio bajo un titulo mas cor to
Frankfurt se deberia mas bien a unas circunstancias fuera de su
en 1945) escribio que Alemania en 1848 «no dejo de verse influida control que alas deficiencias de sus miembros y a los procedimientos
por la corriente de opinion democratica». Y, anade, es cierto que «los
dila torios» 58.
elementos democraticos y liberales del nacionalismo de la revolucion Hasta aqui, el lector habra observado que todos los debates que
de 1848 eran muy limitados y se hundieron sin gran resistencia hemos resenado han tenido lugar en un contexto «pequeno-aleman»
cuando la monarquia prusiana retorno la tarea de lograr la union (kleindeutsch) a prusiano, mientras que las relaciones con Austria,
polftica» 56. Como Taylor y Namier, Roy Pascal escribio un libro so- que influyeron profunda mente en el resultado, se han dejado com-
bre Alemania inmediatamente despues de la derrota militar de 10s pletamente fuera del panorama general. Era natural, sin embargo,
nazis. Pero siendo marxista, esta menos predispuesto a imputar los que algunos historiadores austriacos, preocupados por la historia y
pecados del Gobierno aleman al pueblo aleman en su conjunto, y a el futuro de una «Alemania mas grande», hayan cuestionado se-
considerar a Alemania como una especie de malo congenito del dra-
riamente las presunciones sobre las que se ha basado una discu-
ma. En el prefacio a su libro, The Growth of Modern Germany sion tan unilateral. Heinrich yon Srbik, por ejemplo, en los cua-
(Nueva York, 1946), demuestra ser consciente de las presiones del tro volumenes de su Deutsche Einheit (Munich, 1934-49), halla una
presente sobre las versiones del pasado. Y escribe: nueva causa del fracaso de la revolucion en la decision del ParIa-
mento de Frankfurt de excluir alas austriacos e intentar una solu-
En el caso de Alemania, durante la epoca de la Republica de
Weimar, era muy tentador ver la historia alemana como rest¥ta-
cion kleindeutsch bajo Prusia. Los lideres de Frankfurt, sostiene
do de la democracia; hoy, despues de que lideres autoritarios han Srbik, estaban deslumbrados par la tradicion cultural y militar de
llevado una vez mas a un pueblo entusiasta a una guerra de expan- Prusia y no supieron apreciar los servicios historicos rendidos por
sion, la historia de Alemania podrfa verse como la historia del Austria a toda la comunidad alemana. Considera asi que el momen-
nacionalismo agresivo. ta crucial de la tragedia de toda la revolucion fue el decreto del
Parlamento de Frankfurt, de octubre de 1848, excluyendo a los
Para no caer en la trampa, Pascal intenta «mostrar el caracter austriacos no-alemanes de sus deliberaciones. Esta interpretacion
cambiante del nacionalismo germano y las circunstancias que hi- grossdeutsch conservadora, que rehabilita tambien al Principe van
cieron que en Alemania dominara el imperialismo agresivo». Estas cir- Schwarzenberg (el malo de la obra en olmiitz) ha sido discutida
cunstancias, anade, fueron creadas no solamente por 10 que ocu- a su vez par los apologistas alemanes de la solucion kleindeutsch
rria en la misma Alemania, sino tambien par «1a influencia de otras prusiana, con Erich Marcks como portavoz de la opinion conserva-
naciones imperialistas». Tampoco el fracaso de 1848 puede ser atri- dara, y R. Stadelmann de la liberal. otros historiadores han dis-
buido (como 10 harlan Namier y otros) a una debiIidad congenita del cutido acerca de los vicios y virtudes de Federico Guillermo IV
pueblo aleman, sino, mas simplemente, al hecho de que la clase me- y las alternativas de la «rendicion» prusiana en olmiitz 59. Pero,
dia «no logro alcanzar la verdadera fuente del poden> 57. En The como Hamerowescribio en su articulo sabre el tema en 1945,
Origins of Modern Germany, que aparecio en el mismo ana, Geoffrey tal discusion ha llegado a ser esteril, ya que «estos problemas han
sido investigados tan extensamente que ya hay evidencia de que la
5, Hamerow, op. cit., pag. 36.
56 Cobban, The Nation State and National Self-Determination, pag. 45. 58 Geoffrey Barraclough, The Origins of Modern Germany, ed. rev.,. Nueva
57 Roy Pascal, The Growth of Modern Germany, Nueva York, 1969, pa- York, 1963, pags. 415-16.
ginas 3, 40. 59 Droz, op. cit., pags. 181-2.
fuente esta comenzando a secarse». Y da la bienvenida al nuevo momenta era 10 mas poderoso, la realidad misma, los intereses e1e-
giro, largo tiempo requerido, que se estaba dando hacia el estudio mentales y masivos de -los individuos y los grupos sociales» 61.
de los problemas economicos y sociales de la revolucion 60. Desde entonces se ha producido un giro continuo en esta direc-
La necesidad de esta nueva orientacion se habfa hecho sentir cion, pero mas lento y a una escala mucho menor del producido en
hada largo tiempo. Estaba implfcita en e1 analisis realizado par Marx Francia desde 1948. Se ha hecho mas patente en la Alemania del
y Engels cien arias antes; pero tales enfoques se habfan quedado Este que en la Occidental -ya hemos citado brevemente la obra de
en un rincon par el apasionado debate ideologica, sucesivamente lle- ]i.irgen Kuczinski- pero tambien en la Alemania del Oeste apa-
vado a cabo par nacionalistas y liberales, que siguio a la unifica- recio, en e1 ana del centenario, la historia politico-social de la re-
cion de 1871. En 1884 se levanto una primera voz tentativa en volucion de 1848 de R. Stadelmann, seguida, un ana despues, POl'
favor de una interpretacion socio-economica, la de Konrad Bornhak, el estudio de W. Mommsen sobre la clase media alemana, su politi-
que dewis de la revolucion poHtica vela un conflicto entre el ca- ca y sus propiedades en 1848 y 1849, aunque ninguna de estas his-
pitalismo industrial y el modelo feudal agrario. El historiador li- torias son his tori as «sociales» en el sentido estricto «frances» del
beral Erich Brandenburg volvio a plantear la cuestion treinta anos termino 62. Algunas de las contribuciones mas significativas han ve-
mas tarde can mayor agudeza. En su Reichsgriindung contrasto las nido de fuera de la misma Alemania y en particular de dos autores: el
exigencias de los liberales de un cambia polftico can las mejoras eco- historiador frances Jacques Droz, cuyo libro Les revolutions alle-
nomicas que pedfan las «clases bajas» como precio de su colaboracion. mandes aparecio en 1957, y Theodore Hamerow, cuyo Restoration,
Revolution, Reaction (solo relacionado en parte can la revolucion
Cuando lograron sus cxigencias economicas 0 euando vieron que de 1848) fue publicado en Princeton en 195863•
el sistema que querian imponer Ios Iiberales Ies prometia tan pocas Ya hemos discutido e1 libro de Hamerow en un capitulo ante-
satisfacciones como eI anterior, estas c1ases perdieron todo inten:s rial', porIa que no es necesario vol vel' aquf sobre el. El conte-
en el movimiento polftico.
nido del libro de Droz, aunque se extiende en una panoramica
mas amplia, es similar al de Pascal, publicado quince anos antes .
.Esto suena como si Brandenburg hubiera adoptado (como en Tambien Droz situa energicamente el fracaso de la revoluci6n en los
realidad 10 hizo) parte de las antiguas interpretaciones de Engels; liberales del Parlamento de Frankfurt pero, al igual que Pascal, no
par ello no es sorprendente que sus opiniones fueran desafiadas, y se inclina par buscar la explicaci6n en el caracter nacional germano.
en primer lugar, par Meinecke, quien al final de la primera guerra «El espiritu de servilismo y obediencia -escribe-, que tan fa-
mundial se enzarz6 con el en un apasionado debate desde las co- cilmente se achaca al pueblo aleman, no aparece en los aconte-
lumnas del Historische Zeitschrift. Durante la Republica de Wei- cimientos de 1848 par 10 menos.» La explicaci6n, de hecho, debe
mar, otras historiadores se unieron a la causa de Brandenburg, pero buscarse principalmente cn las circunstancias del desarrollo econo-
el parentesis nazi puso fin a todo ello. Ya en 1949, Oscar J. Ha- mica aleman y en las tensiones y miedos que tales circunstancias
mann pudo quejarse, en la American Historical Review, de que impusieron sobre la clase media alemana. Y continua:
«aparte de una serie deestudios especiales de historiadores ale-
manes, las versiones al usa de la revoluci6n de 1848 destacan casi Fue una desgracia para AJemania el que, debido (il lento creci-
exclusivamente los aspectos poHticos del movimiento y los esfuerzos miento economico que Ie impuso su division territorial, no pudo
proyectar mas instituciones liberaIes hasta el momento en que la in-
constitucionales y nacionales de la clase media liberal». Sin embar-
dustria a gran escala la enfrento con el desafio de un proletariado
go, para entonces, Meinecke habfa hecho las paces can las sombras militante. A AIemania, par tanto, se Ie nego Ia oportunidad, esen-
de su antiguo antagonista. En el ano del centenario abandon6 su cial para un pais democnitico, de experimcntar una forma de gobier-
antigua postura y declaro abiertamente que «la revoluci6n alema- no parlamentario 64 •
na ... demostr6 no s610 un omnipresente espfritu idealista ... , sino
61 Ibid., pags. 41-4.
que tambien puso al descubierto 10 que para 105 efectos en e1 62 Droz, op. cit., pags. 181-2.
63 Droz, Les revolutions allemandes de 1848, Paris, 1957; Hamerow, Restor-
ation, Revolution, Reaction.
6; Droz, Les revolutions allemandes, p<lgs. 639-40.
Asi, como en el libro de Hamerow, 10s factores economlCOS for- relaciones entre -y dentro de- los grupos sociales. Sin embargo,
man una solida base para las conclusiones poHticas que se despren- quiza no sea sorprendente que una proporcion comparativamente
den de ellos. pequefia de tal literatura haya aparecido en £ranees a ingles. Y es
Desde luego, un libro como este deja ll;ucho a los historia- una pena que mientras eI lector ingles esta razonablemente surtido
dores alemanes para investigar en su propia historia. Y puede ser de libros sobre las revoluciones francesa, italiana 0 alemana, no 10
que unas investigaciones llevadas a cabo sobre Hneas parecidas ayu- este tanto en el caso de la austriaca ,;c'. Ademas, mucho de 10 que se
den a reavivar el debate sobre la revolucion de 1848 de manera ha escrito en ingles ha sido estrictamente narrativo; ni tematico, ni
nueva y mas vigorosa. anaHtico: una prueba de ello es el libro de C. A. Macartney, The
Habsburg Empire, 1790-1918 (Londres, 1968), que contiene un lar-
go e interesante capitulo sabre 1848, precedido par dos capitulos
sobre el «Vormarz» y «Antes de la tormenta». Estas cualidades seran
bien recibidas por el lector comun, pero plantean problemas para
quienes, como el que esto escribe, estan tratando de hallar tend en-
Si la revoluciol1 en Alemania fue mas compleja que en Francia, cias distintivas. Sin embargo, a pesar de ello, en tanto en cuanto
la revolucion en los dominios austdacos fue indudablemente mas la literatura 10 permita, intentaremos ver como ciertos comentaristas
compleja aun que en Alemania, debido a que el Imperio austriaco e historiadores han debatido problemas relacionados con la revolu-
no solamente era un estado poHtico multiforme, sino tambien mul- cion liberal en Viena y con los movimientos nacionalistas en las
tinacional, con once pueblos -en estados diferentes de desarrollo provincias.
de su identidad nacional- gobernados desde Viena por un mismo Empezaremos con el estallido delUde marzo en Viena (a con-
gobierno central. Asf pues, la revolucion, ademas del fenomeno del tinuacion de una casual salva ante el Landhaus), que derribo a Metter-
liberalismo y de la libertad ante la autocracia, proclamados en la nich del poder con un minimo de ruido y problemas. Esto, tanto
misma Viena, planteaba, mas incisivamente incluso, cuestiones de por la fusillade como por el derrocamiento de un ministro impo-
autogobierno e independencia nacional que iban desde las formas pular tiene un parecido notable con 10 que habfa tenido lugar
moderadas de autonomfa exigidas por los checos y croatas, hasta en Pads poco mas de dos semanas antes. Pero las consecuencias
la total separacion del Imperio que pusieron fugazmente en prac- (y las posibilidades) en Viena eran mas dramaticas. Aquf no se
tica 10s hungaros. Y habfa otras fuerzas centrlfugas adicionales que trataba solo de derribar a un ministro, como en el caso de Gui-
atrafan a los subditos del emperador hacia una asociaci6n mas es- zot, al que no se consideraba ya indispensable, sino del gran maes-
trecha con compafieros de «nacionalidad» del otro lado de las fron- tro-manipulador del sistema europeo, el mismisimo Metternich. En-
teras imperiales: los transilvanos con los rumanos, los eslovacos tonces, ipor que, se prcgunta uno, cayo este tan facilmente ante
con 10s servios y montenegrinos, los polacos de Galitzia con 10s los primeros rumores de la manifestacion de estudiantes y obre-
polacos de Polonia, y 10s alemanes de Austria (con mucho e1 mas pri- ros? Una de las versiones mas recientes del acontecimiento -un
vilegiado de 10s grupos) con los alemanes de 10s otros 38 estados breve libro de texto de Barbara Jelavich- afirma simplemente que
germanos. Para aumentar la complejidad, las revoluciones de Pads «en Viena, un levantamiento dirigido por estudiantes, obreros y
y Viena desencadenaron revueltas similares en las posesiones aus- hombres de clase media de tendencia radical, socialista y liberal,
triacas en Italia -entre toscanos, parmesanos, lombardos y vene- forz6 en primer lugar al gobierno de los Habsburgo a destituir a
cianos. Por ello, eI problema central de 10s gobernantes austriacos Metternich». Mientras que Pouthas, en la New Cambridge Mo-
no era tanto el restaurar el gobierno central en Viena como el im- dern History, escribe mas indirectamente, aunque viene a ser 10
pedir que todo el Imperio de 10s Habsburgo saltara en pedazos. mismo en terminos de causa y efecto, que «1a Corte cedio aterrada.
Y por 10 que a e110s concernia, eso era todo 10 que la revoluci6n
representaba. os Ver F. R. Bridge, en su bibliograHa critica, The Habsburg Monarchy
1804-1918: Books and pamphlets published in the United Kingdom hetween
Desde luego, es normal que la literatura sobre este tema ten- 1818 and 1967, Universidac1 de Londres, 1967. Escuela de Estudios Eslavos
ga una complejidad similar que va desde la comparativa simpli- y Europeos Orientales, 22 tcmas de muy desigual valor relacionados con la his-
cidad de la revoluci6n de-marzo-a-octubre en Viena a las intrincadas toria general de 1848-49.
Metternich huy6». Por otro lado, Macartney, como es su costumbre, en el New York Daily Tribune de Londres en octubre de 1851-, po-
simple mente registra el acontecimiento 66. (Pero fue una mera cues- dria decirse que fue llevada a cabo par una poblaci6n unanime.
ti6n de causa y efecto? Sobre esto, algunos historiadores han du- La burguesia (can la excepci6n de los banqueros y los corredores
dado mas que otros. Por ejemplo, Goetz von Poelnitz no parece agiotistas), la clase comerciante menor, los trabajadores, todos a una
estar muy seguro de algunas de las respuestas que da en un articu- se alzaron inmediatamente contra un Gobierno al que·todos detes-
lo que escribi6 en 1959. Poelnitz sostiene, en primer lugar, que taban, un Gobierno tan universalmente odiado, que la minoria de
las protestas en el Imperio habian llegado tan lejos que no pareda nobles y ricos que 10 habian hecho suyo propio desaparecieron al
que hubiera modo alguno de arreglo, mientras Metternich. continua- primer ataque.» Pero anade: «es el destino de toda revoluci6n que
ra en su puesto; en segundo lugar, que, aparte de las manifesta- esta union de c1ases diferentes, condici6n necesaria de toda revo-
ciones en Viena, habia va suficiente animosidad contra el ministro lucion para que se produzca, no pueda subsistir por largo tiem-
en la Corte para hacer ode el una conveniente cabeza de turco; y po». Tal division puede ser una prueba obvia de debilidad (como
en tercer lugar, que se pen saba que Metternich estaba dispuesto a en este caso 10 fue, sin duda, a la larga), pero temporalmente puede
aceptar ese papel para salvar la Corona Imperial -un dlculo que ser una aVllda para la revolucion al proporcionar un equilibria que
demostr6 estar justificado. Escribe Poelnitz: contrarresta los objetivos de cllalquier grupo aislado. Asi, argumenta
Engels, en Viena la burguesia deberia haber emergido como el unico
E1 hecho de que el Canciller se hubiera mantenido en el poder grupo dominante; y, de hecho, asi habria sido inevitablemente si la
durante treinta aDOShabfa eliminado hasta tal punto 1a posibilidad
de invertir la revoluci6n que estaba ya en desarrollo en la Europa
revoluci6n hubiera durado 10 suficiente y las concesiones hechas (prin-
central, que 1a primer a explosi6n revolucionaria del 13 de marzo fue cipalmente a la c1ase media) hubieran tenido tiempo para consolidar-
suficiente pata barrer del poder a un hombre al que hasta entonces se. Pero en la practica, del equilibrio de clases surgi6 una especie de
se habfa crefdo invulnerable a la rapidez de un ataque por sorpresa ... autoridad dual. Par un lado, la clase media y 10s pequenos comer-
[y] el principe asumi6 toda la responsabilidad, una vez mas, de too ciantes formaron su propia milicia, la Guardia Nacional, y ejercieron
dos 105 errores de obra y omision, para sa1var a 1a corona y a la su autoridad politica local a traves del Comite de Seguridad PUblica
monarqufa de las destructivas alas de la revolucion.
que anareci6 en mayo. Pew los estlldiantes tenian su propia milicia
Sin embargo, a pesar de todo, queda en pie la cuestion de si el
Hofburg actuo habilmente al sacrificar sin vacilacion alguna a su -la Legion Academica-, y a traves del «aula» y con la ayuda
Hder mas poderoso. Es posible que tanto 1as enemistades personales de los trabajadores (fiuchos de los cuales estaban sin empleo y per-
como 105 temores inmediatos movieran a tomar una decision que manedan armadas) fueron capaces de ejercer constante presi6n so-
dio satisfacci6n a 1a gran masa de opinion que detestaba a Metter- bre las autoridades burguesas de la ciudad. Ademas, cuando el nuevo
nich... Pero entonces, (quien asumiria 1a direccion de la nave Gobierno central -dominado par 10s fabricantes y los intereses co-
del Estado en un mar tan agitado, si el capitan, quiza demasiado
viejo, pero familiarizado con 105 bajos fondos y 105 arrecifes, era merciales- intent6 en mayo anular algunas de las concesiones
eliminado de su puesto? 67 hechas en marzo (una constituci6n, jllicios con un jurado, libertad de
prensa, etc.), se produjo un nuevo alzamiento y los antiguos aliados
Entre 10s que observaban el desarrollo de 10s acontecimientos en -comerciantes, estudiantes y obreros- juntaron sus fuerzas para
Viena. asi como en Berlin, Frankfurt y Baden. sc encontraban Marx llevar al gobierno a la retirada.
y Engels. Este, en su version de In revoluci6n austriaca (se in teresa Y asi la revoluci6n se mantuvo y obtuvo considerables concesio-
principalmente por la Alemania austriaca), expone su formacion, nes. Y no s610 en Viena, sino en toda Austria, ya que 10s campesinos
desarrollo y fracaso final en 10s familiares terminos de un equili- fueron liberados eliminando asi los ultimos vestigios de ser-
bria y una lucha entre dases. «La revoluci6n de Viena -escribia vidumbre. Pero (como y por que se hundi6 todo esto? Porque una
vez que la Corte y el ejercito restablecieron su antigua autoridad en
66 Barbara Telavich, The Habsburg Empire in European Affaires, 1814-1918, Praga y en Italia (aunque no en Hungria), la clase media, aun a pesar
Chicago, 1969,' pag. 57 (el subrayado es mfo); Pouthas, op. cit., pag. 396; Ma- de la ayuda de otras clases, fue incapaz de mantener la posici6n,
cartney, op. cit., pags. 329-30. y el 30 de octubre Viena caia ante Windischgrat?:. Y Engels afiade
67 Goetz von Poelnitz, «L'Autriche», en L'Europe du XIX' et du XX' sihle,
I, pag. 565. que sc produjo gran confusion, desconfianza y recriminaci6n entre
10s propios vieneses, engendrada par lealtades opuestas, debilidad cional, cree que el avance del capitalismo habia enfrentado a cada
de clase y divisiones entre s1. Y resume asi la debacle final: uno de 10s grupos nacionales can el vecino, de manera que fue im-
posible que 105 dem6cratas se unieran contra su enemigo comun; y
Fuera, el reorganizado ejercito austriaco se creda con el entusiasmo menciona el caso del paeta Grillparzer, quien, par mieda a que la
de las victorias de Radetzky en ItaIia; sesenta a setenta mil hombres democracia actuara como una fuerza desintegradora, la abandon6 par
bien armadas ... Dentro, confusion, division de clases, desorganizacion; la mayor seguridad de la contrarrevoluci6n centrada en la Corte en el
una Guardia Nacional, parte de Ia cual estaba absolutamente resuelta exilio 6". Poelni tz, quien podria c!asificarse como liberal conservador,
a no luchar, parte indecisa, y solo una minima parte dispuesta a la ofrece una secuencia alga diferente de las etapas que condujeron
accion; una masa proletaria, poderosa par su numero, pero sin lideres,
al fmcaso de octubre. Para este, fue la poblaci6n agricola del Aus-
sin educacion politica, sometida al panico tanto como a arrebatos de
furh casi sin fundamento, presa de cualquier rumor que se levan- tria alemana la primera en estar impresionada par las primeras vic-
tara, dispuesta para la lucha, pero desarmada, por 10 menos al torias de Radetzky y en desertar de la revolucion. A continuaci6n
principio, incompletamente armada y apenas organizada cuando fi- la burguesia de Viena, enfrentada a la creciente crisis economica y
nalmente fue conducida a Ja bataIIa; una Dieta inutil, que discutfa ni- temiendo par sus propiedades, comenz6 a abandonar la ciudad can
miedades teoricas mientras sabre sus cabezas el techo estaba casi en 10s rcstos del nuevo gobierno central, despues de la insurreccion de
llamas; un camite organizador sin impulso ni energia. Todo habia cam-
mayo. Asi pues, Viena se convirtio en un «hirviente caldera de
biado desde los dias de marzo y mayo cuando en eI campo contrarre-
volucionario todo habia sido confusion, y cuando la unica fuerza
brujas» progresivamente abandonado par propietarios y comercian-
organizada fue la creada por la Revolucion 68. tes, pequenos y grandes, y cayo como facil presa ante el avance del
ejercito imperia170•
Desde Engels han aparecido pocos escritores, incluso en Aus- Otros historiadores han estudiado 10s acontecimientos internos
tria, que dieran una version global de la revolucion vienesa. La mas de Hungria y Bohemia. La mayoria de estos trabajos han aparecido,
extensa y reciente es la de Freiherr van Helfert, cuya Geschichte naturalmente, bajo 10s gobiernos socialistas de la Europa del este,
Oesterreichs von AusRange des Wiener Oktoberaufstandes1848, fue par 10 que tienden a ser marxistas y a tener en cuenta tanto 10s
publicada en seis volumenes en Praga y Leipzig, en 1869-76. Es facto res socio-economicos como 10s puramente politicos. Sin em-
esta una version conservadora, favorable a la Corte y al ejercito y bargo, esta tendencia era ya evidente en Hungria antes de la gue-
hostil alas revolucionarios. Una relacion mas reciente aparece rra. Ya hemos mencionado el estudio de Ervin Szabo en 1921,
en dos obras de historiadores socialistas: la de E. Fischer, Oeste- el cual revelaba un conflicto de clases sociales dewis de 10s movimien-
rreich 1848 (Viena, 1946), y Revolution in Oesterreich, de R. Endres tos de independencia nacional de la decada de 1840. Trabajos de
(Viena, 1947). Ambos se plantean la vieja pregunta de Engels: (par inspiracion similar fueron las aportaciones de 10s historiadores hung a-
que fracaso la revolucion? Endres subraya la debilidad e inma- ros al ano del centenario: entre ellos el de D. Kosary, que fue pu-
durez de la cIase obrera vienesa, que fue incapaz de absorber las nue- blicado en las actas del congreso de Paris. Kosary argument a que
vas ideas socialistas y despilfarro sus energias en la destrucci6n de el papel del estado en Hungria recayo en las filas medias de la no-
maquinaria, agravando asi una crisis economica que ya habia comen- bleza, la cual busco una solucion para la actual crisis de la eco-
zado. Fischer ex plica el fracaso principalmente basandose en las nomia feudal en la abolicion del antiguo sistema social. Pero a
divisiones entre las clases no «privilegiadas» y entre 10s grupos na- la izquierda de estos se encontraba un grupo de pequenos nobles
cionales dentro del Imperio. Como Engels, considera que la revo- que, al terminal' sus estudios universitarios, se vieron reducidos a
luci6n fue, en su nacimiento, una revuelta de todas las cIases sociales un proletariado intelectual; estos nobles buscaron soluciones mas
contra el feudalismo y el gobierno absoluto. Y cree que fracaso defini- radicales y se convirtieron en el principal cuerpo de apoyo a Kossuth.
tivamente debido a una serie de sucesivas traiciones, de mayo en Asi, mientras una mayoria de la nobleza estaba unida tras una
adelante, de la bourgeoisie, yen el otono, de 10s campesinos y la cIase comun demanda de destruccion del feudalismo, nacieron divisio-
media baja. Par ella, en octubre tanto 10s obreros de la ciudad como nes politicas entre 10s pequenos nobles y la nobleza media que
10s del campo se encontraron aislados. Ademas, en un nivel na-
&.l Droz, L'epoque contemporaine, I, pags. 251-2.
70 Poelnitz, op. cit., pags. 567-8.
hubieran asumido un caracter mas violento y destructivo sin ficacion de su moderacion en la primavera de 1848, asf como de su
la necesidad imperiosa de union bajo elliderazgo nacional de Kossuth lealtad incluso despues del bombardeo y sometimiento de su ciudad
en septiembre de 1848. Sin embargo, las divisiones sirvieron de en junio, y de su acomodaticia actitud en el Parlamento de Kremsier,
barrera al progreso, ya que la necesidad de Kossuth de apaci- cuando Palackv defendio b igualdad nacional dentro del Imperio
guar y manipular a los nobles Ie impidio la completa abolicion austriaco. Par ello la actitud de los lideres checos fue crucial para
del viejo orden feudal. Entre otros historiadores, C. Benda sostiene, salvar al Imperio de la desintegracion en 1848 ;2.
en un artfculo publicado en Paris en 1949, que las reformas de La mayorfa de los historiadores han coincidido en que el resul-
abril de 1848 fueron inadecuadas, ya que distingufan entre las tie- tado de 1a revolucion en Viena, Praga y Budapest dependio, en ul-
rras «de la gleba», que fueron declaradas libres, y las tierras 0 pro- tima instancia, no tanto de los conflictos internos v los acontecimien-
piedades solariegas de los nobles, que se habfan extendido progre- tos dentro de esas ciudades (ni siquiera en el ca;o de Viena) como
de las relaciones entre las nacionalidades y los grupos nacionales
sivamente y en las cuales alas campesinos no se les dieron en pro-
dentro del Imperio. La cuestien fundamental aparecio pronto can cIa-
piedad las parcelas que cultivaban. Una situacion, anade, que se
rid ad : c: podrian la Corte y la Cancilleria, tras su denota inicial, reco-
agravo cuando los nobles se apropiaron de 10s pastas comunales y
brar la suficiente fortaleza para reasumir el viejo juego de «divide y
otros derechos tradicionales de las comunidades rurales. En un cam-
venceras», enfrentando a los diferentes grupos nacionales unos con
po diferente, Francis Fejto ha escrito sobre la expansion de las ideas
otros? (Se atribuye a Matternich el haber dicho: «Si los hungaros se
socialistas y revolucionarias desde Francia y, en particular, sobre
levantan echaremos a Bohemia contra ellos -se odian mutuamente;
el impacto de las ideas de Cabet, Fourier y Lamennais entre los
hungaros ;1. despues a los polacos, los alemanes 0 los italianos».) Pues, segUn se
La sitllacion revoillcionaria en Bohemia la han disclltido una serie ha sostenido, en esa posibilidad radicaba la clave del exito de la
de historiadores checos; de entre los mas antiguos, M. Kazbunda y contrarrevoluci6n, ya fuera en Viena 0 en cualquier otro lugar. Un
historiador frances de finales del siglo XIX, Louis Leger, en su Une
F. Roubik publicaron en el periodo de entreguerras historias del des-
arrollo industrial bohemio, de la crisis de 1848, de la destruccien histoire d'Austro-Hongrie, expone el problema muy sucintamente:
de maquinaria por obreros enfurecidos y 1a expansion de las ideas «Dentro de este imperio tres grandes razas experimentaron simul-
socialistas. Mas recientemente (en 1945) un trabajo de B. Mendl tra- taneamente una repentina conmoci6n y emprendieron la carrera ha-
ta de la actitud de la clase obrera hacia los acontecimientos de 1848 cia la libertad por tres caminos diferentes. Sus viejas rivalidades
e intereses les llevaron a conflictos entre ellos que hicieron este-
en Praga. Parece que los trabajadores tomaron parte en las primeras
grandes manifestaciones que tuvieron lugar en los banos de San Wen- riles sus generosos esfuerzos y destruyeron sus esperanzas para lar-
go tiempo» 73. Setenta anos despues, Namier dice practicamente 10
ceslao, pero que la clase media conservadora aparto rapidamente a 10s
rad~cales, tom a la direccion de 10s acontecimientos y, por hostilidad mismo, aunque con menos consideraci6n y mayor exactitud y pre-
hacla 10s alemanes, entro en pronta negociacien can la Corte. Otro cision:
breve estudio de 1. Gogolak, publicado en el mismo ano, versa sobre
I-labia cuatro nacionalidades dominantes dentro del Imperio
las relaciones entre Bohemia y el gobierno imperial. Gogolak muestra Habsburgo, euyas clases media y aha eubrian tambien 10s territorios
que incluso los lideres radicales, como Havlicek, no tenfan intenden de de las razas-subdito: alemanes, italianos, magiares y polacas, versus
romper con Austria antes de 1848. Fueron las protestas del Parlamen- eheeos, eslovaeos, yugoslavos, rutenos y rumanos. Las euatro razas
to de Frankfurt las que dieron lugar al movimiento politico bohemio, dominantes reclamaban una Alemania unida, una Italia unida, una
que rapidamente adopt a la causa «austro-eslava». En respuesta a la Hungria independiente y una Polonia unifieada, reuniendo entre ellas
todos 10s territorios de las razas-subdito que vivian dentro del Im-
invitaci6n de Frankfurt, el lider nacionalista checo, Palacky, declare
que la integridad de Austria y su independencia fuera de una Ale- perio.
mania u'lida eran la garantfa del futuro tanto de la nacien checa como
de cualquier otra nacionalidad dentro de la comunidad austriaca.
Este austro-eslavismo de 10s lideres nacionalistas checos es la justi- ;2 Ibid., pag. 253.
;3 Louis Leger, eit. por la ed. ingl., A History of Austro-Hungary from the
Earliest Time to the Year 1889, Londres, 1889, pag. 524.
De haberse a1canzado tales objetivos, el Imperio austriaco se ha- no tuvieron, ni unos ni otros, Ia fuerza necesaria para formar sus pro-
bria desgarrado, desde Iuego, por 10 que fueron resistidos firmemen- pias naciones y (en palabras de Engels) «no padfan esperar aIcanzar
te par Ia dinastfa, asf como por «aquellos austro-alemanes que eran aIgo parecido a Ia independencia mas que mediante una alianza con
mas austriacos que germanos. [ ... ] Tambien Ias razas-subdito -ana- Ias naciones eslavas». Entonces, (por que no formar una aIianza de
de Namier- deseaban Ia unidad nacional y Ia independencia, pero 80 miIIones de eslavos, uniendo polacos, rusos, servios y bulgaros,
prefirieron el gobierno no-nacionaI de Ios Habsburgo aI de Ias razas y de esa forma «hacer retroceder 0 exterminar en el sagrado suelo
dominantes» 74. Y de esta mezcIa de antagonismos y afinidades na- eslavo aI intruso: el turco, eI hungaro y sobre todo eI odiado, pero
cionales, que en definitiva fueron una tan buena ayuda para Ia dinas- indispensable, Niemetz, el aleman? Segun Engels, esta tearfa no soIa-
tfa, salieron Ios bombardeos de Ios bohemios par Ios eslovacos y mente era ridfcula, sino peIigrosamente reaccionaria, ya que unica-
croatas, Ia destruccion de Ia Republica hungara de Kossuth par Ios mente podfa redundar en Ia mayor gIoria del archienemigo de Ios re-
eslavos y rumanos, Ia negativa de Ios checos a acudir a Frankfurt y volucionarios de 1848, eI zar de Rusia, porque detras de esta teoria
Ia tragicomedia del Congreso EsIavo celebrado en Praga en junio «se encontraba Ia terrible realidad del Imperio rusa». Asf pues, Ios
de 1848. bohemios y croatas que convocaron el Congreso, «algunos intenciona-
Es el Congreso Eslavo, en particular, 10 que ha atrafdo Ia aten- damente, otros sin saberIo, trabajaron directamente par los intereses
cion de Ios historiadores. La mayorfa han sido crfticos, despreciativos, de Rusia; traicionaron Ia causa revolucionaria par la sombra de una
o francamente hostiles, mientras que unos pocos -eslavos en su nacionaIidad que, en el mejor de los casos, habria compartido el des-
mayor parte- han acudido en su defensa. Entre Ios defensores se tino de la nacionaIidad polaca bajo el imperio de Rusia». Pero des-
encuentra A. Fischel, cuya erudita obra, Der Panslavismus bis zum afortunadamente para Ios «pobres entusiastas eslavos -aiiade Engels
Weltkrieg, fue publicada en Sttugart en 1919. Aunque escrita por en su tono mas acidamente sarcastico-, se estaba formando otro
un aleman liberal, esta obra ofrece una equilibrada apologfa de Ias congreso eslavo en Praga», bajo Ia forma de Windischgratz, con su
intenciones del Congreso; y entre otras cuestiones mas importantes, ejercito de croatas, eslovacos y hombres de Galitzia, quienes «en me-
hace uso de Ia Ieyenda (repetida por Engels, en tre otros) de que fue nos de veinticuatro horas expuIsaron a Ios fundadores de la imaginaria
tal la Babel de Ienguas eslavas, que Ios delegados se vieron forzados supremada eslava fuera de Ia ciudad y Ios dispersaron a los cuatro
a hablar jen aleman! Entre Ios historiadores checos, J. Macurek con- vientos» 76.
tribuyo al centenario de 1848 con un artfculo que trataba de «Los Los historiadores ingleses A. ]. P. Taylor y Sir Lewis Namier han
logros del Congreso Eslavo». El escritor insiste en que a pesar de adoptado una actitud displicente, mas que hostiI, hacia Ios eslavos
que Ios alemancs y magi ares no reconocerfan entre ellos a ninguna y sus aspiraciones. Estan de acuerdo en que estos estaban motiva-
otra nacionalidad que Ia suya propia, el «Manifiesto a Ios Pueblos de dos, aI menos en parte, por el odio 0 Ia desconfianza hacia Ios alema-
Europa», salido del Congreso, exigfa igualdad de derechos para to- nes. Pero siendo producto del siglo xx, y no del XIX, rechazaron la
dos y cad a uno de Ios grupos nacionales. Asf, Ios eslavos, Iejos de teorfa del «duende ruso» tan generalizada antes de la guerra de Cri-
buscar una revancha por Ias muchas afrentas que habfan sufrido, se co- mea; en su lugar, propusieron otro factor, el «austro-eslavismo».
locaban a Ia cabeza en Ia Iucha por los derechos humanos y nacio- Vemos asf que hubo dos eslavismos en juego en Ias confusas aetas
nales 75. del Congreso eslavo: no soIamente eI paneslavismo (sobre el que se
Como ya hemos observado, otros han mantenido una opinion centro Engels), sino tambien eI austro-eslavismo. EI primero promo-
mucho menos caritativa. Marx y Engels, entre los contemporaneos, cionado por eslovacos y polacos, el segundo por Palacky, Ios checos
han adoptado, como es conocido, una actitud fuertemente hostiI y y Ios eslovenos. Algunos de Ios Iideres de las «razas-subdito -sub-
crftica. Segun eIIos, en Ias condiciones de 1848, aIgunas nacionalida- ray a Namier-, especialmente Ios checos, Ilegaron a desarrollar un
des tuvieron un papel progresista y otras, reaccionario. Entre Ias pri- programa de austro-eslavismo -una Austria reconstruida sobre ba-
meras se cuen tan los hungaros y (en general) Ios polacos y (aIgunas ses eslavas»; pero, aiiade, esto no fue mas que un «fantasma», ya
veces) los alemanes; entre los segundos, los checos y croatas que que amenazaba Ia supervivencia del mismo imperio que Palacky te-
nfa tanto intctes en prescrvar. Y asf, cuando el Congreso eslavo se
a Namier, Vanished Supremacies, pag. 27.
"5Droz, op. cit., pag. 253.
reunio en Praga en el mes de junio, ya no era tanto un grupo re- se convlrtlerOn en el verdadero Israel cuando, en tiempos de Elfas,
accionario como una mezcla mal hecha y sin esperanza- «una mez- se negaron inclnarse ante Baal». Hubo tambien un profundo senti-
cla (en palabras de Taylor) de austro-eslavismo y nacionalismos esla- mien to de orgullo en ellogro del pueblo italiano en su conjunto, que
vos extendida sobre una indefinida solidaridad eslava». Por ello, ana- pareci6 des per tar, casi de la noche a la manana, al sentido de nacio-
de Taylor, no es raro que tuviera dos programas «contradictorios» nalidad. «Esta generaci6n hizo a Italia», escribe Settembrini, eve-
-un manifiesto revolucionario a 10s pueblos de Europa, inspirado cando a continuaci6n «el momenta en el cual nos convertimos en
fundamentalmente par los polacos, y otro conservador dirigido al italianos, nos experimentamos a nosotros mismos como italianos uni-
emperador Habsburgo, promovido por los austro-eslavos, que re- dos todos bajo una unica bandera» 7B. Estas efusiones no han ve-
chazaba firmemente toda union con Alemania. Macartney es menos nido unicamente de los liberales italianos. En Inglaterra, par ejem-
suficiente que Namier y Taylor, pera dedica al Congreso una sola pa- pIa, Italia, como Grecia, canto generalmente (al menos hasta
gina de su libra, observando mesuradamente que «no funciono de Mussolini) con la generosa simpatia de historiadores liberales e inc1u-
acuerdo con 10 planeado» '17. so de los conservadores. Encontramos asi c6mo en el prefacio a la
Este juicio, al menos, entre otras contenciosos que los aconteci- traduccion de la obra de Pietro Orsi, Modern Italy (publicada en
mientos de 1848 provocaron, esta fuera de toda discusi6n. Londres en 1899) se com para alas «constructores» de Italia con
«heroes pintorescos» de la epoca romana: «Carlos Alberto, esa fi-
gura de entre las mas nobles y pateticas de la realeza»; «Cavour ... , e1
capitan que llevo e1 rumba de la independencia italiana con segu-
jdad, hasta el puerto, entre las rocas de la reaccion absolutista y
El Risorgimento italiano, que, como ya hemos vista, tenia sus od- los torbellinos del fanatismo revolucionario -v mucho mas» 79.
genes mas alla de la ocupaci6n napole6nica, incluso en e1 siglo de las Y G. M. Trevelyan, cuyo elogio de Cavour, como p~siblemente e1 mas
luces, no se completo hasta 1870. Por ello, la revoluci6n italiana grande de 10s hombres de Estado curopeos, hemos citado ya en un
de 1848, todavia mas que la alemana, se ha considerado como un capitulo precedente, sigui6 siendo toda su vida un devoto apasionado
episodio importante en la larga historia de la unificaci6n nacional. de Garibaldi. En su epllogo a Defensa de Garibaldi de la Republica
Hemos tenido en cuenta las opiniones de los historiadores sabre Romana, uno de 10s tres libros que dedico a su heroe, el gran «ca-
los aspectos mas amplios del Risorgimento, por 10 cual, ahora nos pitan», este es descrito asi durante los anos de exilio que siguieron
ocuparemos, particularmente, de 10s problemas relacionados con los a su derrota en 1849:
anos 1848 y 1849.
Tambien en este caso encontramos que los historiadores mas an- Nunca fue mas noble que durante la oscuridad de los afios que
tiguos (y e1 termino no exc1uye a algunos todavia vivos) se ocuparon siguieron. No adquiri6 ninguna de las faltas ni habitos caractedsticos
mas de la batalla de las ideas, de los problemas politicos de unidad del exilio, sino que alegremente se dispuso a la tarea de ganar su
sustento, primero como fabric ante de velas .a sueldo, despues com~
e independencia, y, especialmente, de los vicios y virtudes de los
capitan mercante, y, finalmente, como granJero, hasta que Ie liego
«grandes hombres» a padres fundadores que actuaron como pro- el momento de ocuparse de la fabricaci6n de reinos y de ser acla-
fetas 0 creadores de la nueva Italia unida. Pero si bien muchos pa- mado por sus conciudadanos como «Capitan del Pueblo» 80.
triotas alemanes que recuerdan los hechos de 1848, los ven como
una epoca de vergiienza y fracaso, los liberales italianos los ven como
Sin embargo, una vez que la primera riada de entusiasmo habia
una epoca de orgullo y heroismo, «una generacion de gigantes»,
pasado, la adulaci6n mas 0 menos indiscriminada. de los ~<con.struc-
como la llama Settembrini en la decada de 1870, recordando el pa- tares» duro muy poco mas. En parte porque e1 tlPO de hISton a del
sado reciente. Adolfo Omodeo, un liberal mas joven, escribia medio «gran hombre» fue pasando de moda, despacio pero can firmeza; e
siglo mas tarde que «los hombres del Risorgimellto actuaron para e1
pueblo. Se hicieron a si mismos la naci6n como los siete mil israelitas
76 S. J. Woolf, The Italian Risorgimento, pags. 69-74.
79 Pietro Orsi, Modern Italy, 1748-1898, Nueva York, 190~, pag. XI.
77 Namier, op. cit., pag. 27; Taylor, The Habsburg Monarchy, 1809-1918, 80 Trevelyan, Garibaldi's Defence of the Roman Republzc 1848-9, Lon-
paginas 68-9; Macartney, op. cit.) pag. 364. dres, 1920, pag. 314.
inc1uso, antes de que esto ocurriera, los historiadores y bi6grafos se y a medid3 que la reacci6n presionaba, tras 1849, vIola esperanza
hicieron mas selectivos. Si bien Cavour, hasta mucho despues de mavor del futuro de Italia en el Piamonte mas que en el republica-
su muerte, en 1861, goz6 de veneracion casi universal, pronto llego nis~o liberal de Mazzini. «Los gobiernos estaban demasiado co-
el momenta en el cual Mazzini y Garibaldi fueion los preferidos, al rruptos para gobernar bien, y el ideal de un absolutismo benevo-
menos entre algunos; incluso Plo IX, por largo tiempo considerado lente se desvaneda en medio de las burlas en Roma, Parma a Milan.
como un traidor a la causa nacional, fue refundido en un molde mas Y entre el Ticino y los Alpes, el Piamonte estaba juntando fuerzas
heroico. Ya hemos observado el casa de los ingleses G. F. H. y para una lucha inmediata, cuya victoria significaba la aniquilaci6n
J. Berkeley, para quienes Pio IX fue «la encarnacion del Papa de tanto de la dominaci6n austriaca como del Poder Tempora1.» Tambien
Gioberti», un verdadero reformista liberal, que hizo una contribu- Sir John Marriot, habiendo repartido sus alabanzas entre Mazzini, los
cion importante a la regeneraci6n de Italia. Sin embargo, admiten neo-Giielfos y Garibaldi, alternativamente, acab6 apostando por el
que Pio IX no fue capaz de mantener su promesa cuando se enfrent6 Piamonte y Cavour. De 1a Italia de 1850 escribi6 as£:
a la crisis de 1848. Pero su conducta se justifica porque se enfrent6
Los acontecimientos de los ultimos aiios nos han sido enseiiado
a un dilema sin soluci6n debido a la amenaza de guerra con Aus- mas de una lecci6n. Era inutil buscar la salvaci6n poHtica en un
tria. Porque, como Ie dijo al liberal Giuseppe Montanelli, «como Papa do reformador a reformado. EI ideal neo-Giielfo estaba desper-
italiano el deseaba ver expulsadas alas tropas invasoras de su pais, digado. El republicanismo formado en el patriotismo clvico era in-
pero como Papa, como Padre universal, no podria nunca dec1a- adecuado para la tarea de la emancipaci6n nacional. Una Republica
rar una guerra de independencia contra Austria». E. L. Woodward, unitaria era tan impracticable como la Federaci6n Papal. EI ideal
cuyo retrato de Pio IX esta practicamente vado de halagos, no hace de Mazzini, como el de Gioberti, fue rota en pedazos ... Para que la
Italia moderna sobreviviera era necesario que el ideal inmediato de
semejantes concesiones. Ademas, considera el verdadero dilema en
Mazzini muriese ... As! fue como la esperanza de todo patriota ita-
terminos diferentes. «~C6mo podia el 'Sumo Pondfice' convertir- liano comenz6 a concentrarse en la casa de Savoya 83.
se en gobernante constituciona1?»... ~Quien seria responsable de
las acciones del Vicario de Dios en la tierra? Asi, el liberalismo de Recientemente se ha puesto maS de moda maldecir a los lideres
Pio IX era de entrada un fraude 0, en el mejor de los casos, se basaba con debil elogio, considerarlos mas friamente, «verrugas y todo», 0
en contradicciones indisolubles. Y como Roma sucumbi6 alas armas simplemente relegarlos a una situaci6n menos importante e? la presen-
francesas y el Papa retorn6 tras un breve exilio, el autor concluye: taci6n de los acontecimientos. Entre esta escue1a de hlstonadores
«Para los hombres de pocas luces en Roma, la revoluci6n fue de- mas realista, «con verrugas y todo», podriamos citar e1 caso de penis
rrotada cuando aquellos que habian estado dispuestos a entregar su Mack Smith cuyo tratamiento de «1os constructores de ItaJra» es
vida por ella, efectivamente la dieron. Pio IX busc6 entonces otros mucho men~s exagerado que los de Trevelyan, Marriott 0 Bolton
campos donde cultivar su popularidad y su exito» 8t. King. Ciertamente Mack Smith Ie da cierto aire de mayor imparciali-
Entre los historiadores mas tempranos, algunos, como Bolton dad, y esta tan dispuesto a ser duro con unos como con otros: aun-
King y Sir John Marriot, estuvieron dispuestos a distribuir sus alaban- que tiene una particular consideraci6n para con Cavour. EI exlto de
zas con cierta discriminaci6n. King, cuyo liberalismo era sin duda Mazzini, nos dice, radica en «definir el objetivo y en levan tar e1
mas claro que el de Berkeley, no hizo ningun intento para disfra- entusiasmo entre sold ados y hombres de Estado mas expertos»;
zar su preferencia por unos y su antipatia por otras. En su pre- pero era intratable y poco de fiar en el compromiso, cay6 en la
facio escribe: «He hecho cuanto he padido por hacer justicia enemistad y la ingratitud tanto con Garibaldi como con Cavour,
a todos los bandos, aunque no he intentado disfrazar mis simpadas. y muri6, desilusionado e in feliz fugitivo, dos aDOS ant~s de .conse-
No me disculpo si he dicho cosas muy duras del Papado.» Entre los guirse la unificaci6n. Garibaldi tenia un «amor por Itaha desmtere-
fundadores su heroe particular era Mazzini, y su libro ha sido califi- sado y unico», pero aunque «creia sinceramente en 10 que el llama-
cado como «la interpretaci6n clasica Mazziniana» 82. A pesar de to do ba libertad» fue «todo un dictador segun e1 modelo de Cesar», y
«pensaba que habia que imponerse1o al pueblo por su propio bien».
81 G. F. H. y ]. Berkeley (eds.), Italy in the Making, III, pags. 4-5;
E. 1. Woodward, Three Studies in European Conservatism, pags. 286, 292. 93 Bolton King A History of Italian Unity, I, pag. VII; J. A. R. Marriott,
B2 Woolf, op. cit., pag. 115. The Makers of Modern Italy, Londres, 1931, pags. 56-65, 76-7, 80-2.
Mirando hacia la decada de 1850, ve a Cavour como «1a figura Piamonte gobernaban los actos de Carlos Alberto, niega que entre
mas importante de la historia de la Italia moderna», que ten fa «un sus intenciones estuviera la traicion deliberada a los milaneses 85.
original e inconmensurable espiritu de empresa». Pero «mucho mas Pero los lideres -10 mismo Cavour, que Mazzini 0 e1 rey del
amable y simpatico que Bismarck, estaba no menos segura de 10 Piamonte- va no J1am,m tanto Ia atencion de los historiadores.
que hada, no menos segura de sf mismo y casi tan falto de escru- Como la Ra~m hizo notar en su comunicacion a la London Histo-
pulos cuando la ocasion 10 requeria». Sobre todo, «tenia un remar- rical Association en 1962, ha habido una clara tendencia de desviacion
cable sentido de 10 posible y comprameteria siempre sus propias del interes por los «constructores» «hacia el interes por toda la co-
ideas si ello era necesario para obtener provecho de esa posibilidad, munidad italiana». La historiadora atribuye en parte esta tendencia a
y tam poco Ie asustaba cambiar de ideas ni aun a riesgo de ser acu- la experiencia del fascismo, «el cual ha puesto al descubierto la debili-
sado de oportunista» 9'. dad de la obra de Cavour, al mismo tiempo que una fuerza nativa la-
Entre los lideres cuyo pape1 han discutido con mas calor los tente en !talia». En consecuencia, e1 «interes se ha desplazado desde
historiadores italianos se encuentra Carlos Alberto de Saboya. (Fue la diplomacia de Cavour al mas profundo movimiento del Risorgi-
un reaccionario disimulado que simplemente hada coincidir su po- mento» 86. Un aspecto de este «movimiento mas profundo» que re-
litica con las exigencias liberales al uso, 0 fue un patriota desintere- queria estudio, es como encontro el pueblo italiano su camino hacia
sado que albergaba en su corazon los ntereses tanto del Piamonte el sentido de la nacionalidad y hasta donde habfa lIegado este proceso
como de !talia? N. Rodolico, en una biografla en tres volumenes, en 1848. Los historiadores mavores dieron tedo esto par hecho y,
publicada en la decada de 1930, 10 ensalza por su realismo y por cuando dejaron de escribir sobre los lideres para hablar de los
el espiritu de sacrificio que demostro, incluso cuando tras la cri- italianos en general, tendieron a considerarlos como una abstrac-
sis de Novara to do pareda estar perdido. Por otra parte, A. Omo- cion y a asumir (como evidentemente hizo Settembrini) que lIega-
deo sostiene (en una «replica» publicada en 1940) que e1 esta- ron a tener conciencia de ser italianos, ademas de lombardos, ve-
tuto liberal de Carlos Alberto, promulgado en marzo de 1848 necianos 0 sicilianos, practicamente de la noche a la manana. Esta
lejos de ser su propia creacion, Ie fue impuesto, tias una dur~ tendencia persistio, y aun al final del siglo, estudiando el periodo
~scusion, por sus consejeros. Ademas, argumenta, asumiendo el postnapoleonico, Bolton King suponia que «aunque difuso y desorga-
hderazgo de la guerra nacional contra Austria, abjuro de toda in- nizado, el sentido de una nacionalidad comun estaba haciendo gran-
tencion liberal e intento usar la Lombardia como instrumento de des adelantos entre el pueblo» 87. Treinta an os despues, Ramm ob-
las ambiciones de la dinasda Piamontesa. (Por que, entonces, tras serva que en su The Makers of Modern Italy, John Marriott «deja
la ~:rrota del ejercito real en Custozza (en julio de 1848) pro- la cuestion politica clave sin respuesta: (por que lIegaron a pensar
metlo el rey dar apoyo a los milaneses que estaban siendo amenaza- los italianos que era mejor vivir en un Estado grande en lugar de
dos por ~adetzky? Segun Rodolico este fue otro ejemplo de la hacerlo en varios pequenos?» 88.
cab.allerosldad y abnegacion de Carlos Alberto. Sin embargo, el his- Este problema quedo pendiente de que otros encontraran la
tonador lombardo C. Spellanzon, al hacer la edicion de la historia respuesta. Investigaciones recientes tienden a confirmar las dudas,
de Cattaneo de la insurreccion de los milaneses, da una interpreta- expresadas ya por algunos escritores hace aproximadamente un siglo,
cion muy diferente de este episodio. Insiste en que Carlos Alberto, de que el sentido nacional de los italianos habia llegado muy lejos
lejos de ser un desinteresado caballero andante, planeaba rendir la en 1848. «En 1848 -escribe Ramm- hubo insurrecciones en to-
ciudad a Radetzky, a 10 que Ie impulsaba -explica- su miedo al dos los Estados italianos, pero nadie pretenderia hoy que el objetivo
movimiento republicano, que hubiera impedido la anexion de Milan de los rebeldes era una Italia unida.» Como ejemplo extremo de
a la Cas a de Saboya; y tenia la esperanza de poner a salvo por me- su opinion, esta historiadora cita a A. J. P. Taylor, quien afirma
que los disturbios del tabaco en Milan durante el mes de enero y el
dio de la diplomacia 10 que no habfa conseguido por la fuerza de
las armas. Mas moderada es la opinion que expone C. Pischedda
(en 1949), pues si bien admite que los objetivos expansionistas del 85 Droz, L'epoque contemporaine, I, pags. 221-2.
86 Ramm, The Risorgimento, pag. 3.
87 B. King, op. cit., I, pag. 12.
88 Ramm, loc. cit.
levantamien~o que siguio en marzo fueron debidos «simplemente a deral. Otro historiador, R. Romero, ha apoyado esta conclusion sc-
Ia decadencla de la maquinaria burocratica austriaca» y fueron re- nalando el grado de nacionalismo ya alcanzado en las dos Sicilias
sultado del «fraeaso administrativo, no de la opresion». Ramm cree en 1848 y la comunidad de in tereses firmemente establecidos entre
que esto es una exageracion, como tambien 10 cree de la afirmacion los liberales de Napoles y de Palermo 90. En el contexto mas amplio
d~ Mack Smith de que en la epoca de la Restauraci6n postnapole6- del movimiento nacional italiano en su conjunto, Valsecchi anade un
mea habia ~<unatotal ausencia de conciencia nacional en Italia. Ramm aspecto que tiene cierta relacion con el debate, tanto si este se cen-
recorre un largo camino para coincidir con ambos. Estudiando cada tra en Sicilia como en cualquier otra parte del pais. «En e1 estado pre-
region de la peninsula sucesivamente, de Lombardia a Venecia, de sente de nuestras investigaciones -escribe-, no podemos dejar de
esta a Toscana, de aqui a Napoles y luego a Sicilia, para continuar insistir en que el lento crecimiento de la revolucion industrial, in-
hasta Roma y los Estados Pontificios -en cada una de las cuales cluso en las regiones mas desarrolladas, impidi6 a Italia alcanzar la
cncuentra un localismo similar y similares antipatias locales, cierra misma madurez de conciencia nacional que era evidente en los pai-
su panoramica con la siguiente conclusi6n: ses mas avanzados de Europa» Ul.
Pero entretanto, los historiadores italianos, como los alemanes, los
No hubo, pues, ni prop6sito unico, ni claridad 0 grandeza de franceses, los checos y los hungaros, comenzaron a dirigir la inves-
miras que justifiquen nuestra consideraci6n de 10s a1zamientos de tigacion social y economic a hacia su pasado nacional y revolucionario.
1848-49 como verdaderamente nacionalistas. Ni 1a guerra de marzo
Tambien en el caso de estos, este giro en las investigaciones ha sido
a agc:sto de 1848 ni Ia de marzo de 1849 fueron, en ningun sentido,
en nmguno de 10s bandos, una 1ucha naciona189• fundamental mente un proceso de posguerra asociado alas conmemo-
raciones del ano del ce!'tenario. Anteriormente, como en otras mu-
chas areas de la erudicion, el idealismo liberal de Croce ha dominado
Ramm escoge para hacer especial mencion las rivalidades entre
durante mucho tiempo. Pero ahora, historiadores como N. Rodolico
Sicilia y Napoles, que lejos de contribuir a una mayor unidad italiana
y D. Demarco han abierto nuevos horizontes al explorar los con-
parecieron amenazar con romper en dos e1 reino de las dos Sicilias:
flictos sociales y los intereses contrapuestos que pueden detectarse
EI ponente maximo de esta opini6n «separatista» ha sido Croce,
bajo los movimientos nacionales y las luchas de partidos y lideres.
cuya opini6n era que el levantamiento siciliano de 1848, como su
As!, en un estudio sobre las actitudes sociales italian as de la primera
precedente en 1820, tenia el expreso proposito de lograr la indepen-
mitad del siglo XIX, Rodolfo ha confrontado las actitudes opuestas
dencia de Sicilia del reino de Napoles. Esta cuesti6n fue discutida por
de la ciudad y del campo, y ha puesto al desnudo la hostilidad de
historiadores italianos y extranjeros en el ano del centenario. El frances
los habitantes del campo hacia la bourgeoisie urbana y la habilidad
Ferdinand Boyer demostr6 que los observadores extranjeros en Pa-
con que las autoridades austriacas supieron explotarla. Otros han es-
lermo, en el ano 1848, quedaron asombrados del localismo de los
tudiado la influencia de las ideas socialistas en el movimiento nacio-
sicilianos, muchos de los cuales, en su opinion, hubieran aceptado
nal (particularmen te fuerte en la T oscana), la parte que Ie corres-
encantados que les gobernaran los ingleses. Este fue, desde luego,
pondio al pueblo llano en los acontecimientos revolucionarios y el
un tanto a favor de Croce. Pero algunos historiadores liberales
grado a que llego el miedo al comunismo (muy evidente en Francia
italianos de Napoles y Sicilia han sostenido opiniones muy diferen-
y Alemania), paralizando a los liberales y estimulando a su vez la
tes. Por ejemplo, G. Frivella-Valla, en su intervenci6n en una con-
contrarrevoluci6n entre la clase media italiana.
ferencia sobre los acontecimientos de 1848 en Palermo, argumenta
Estos nuevos metodos han sido empleados, quiza mas fructuosa-
que habia dos tendencias opuestas en acci6n: por una parte,
mente que por ningun otro, por Demarco. en sus estudios sobre los
la politica econ6mica del gobierno napolitano que, al discriminar
anos de la revoluci6n en los Estados Pontificios. Sus obras mas im-
la produccic5n siciliana, levantaba la hostilidad hacia Napoles; pero,
portantes son Una rinoluzione sociale: La Repubblica romana del 1849
por otra parte, entre los liberales y los demc5cratas habia una irre-
(Napoles, 1944) y Pio IX e la rivoluzione romana de 1848: Saggio di
sistible preocupaci6n por establecer un estado autonomo que unie-
storia I'co17omica-sociale (Modena, 1947). Los mismos tftulos, incluso
ra a sicilianos y napolitanos dentro del marco de una Italia fe-