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Padoan, Marcelo, Jesús, el templo y los viles mercaderes.
Un examen de la discursividad yrigoyenista, pag. 92. Prismas 5/2001, Univ. Nac. de Quilmes.
( fragmentos del libro)
Alem se propondrá reconducir la política hacia un terreno moral. Pretenderá recuperar
para la política la virtud cívica, regenerar el civismo perdido. Y animado por estos propósitos es que definirá al radicalismo como una religión cívica, es decir, como una religión cuyos principios morales debían gobernar, sobre todo, los actos públicos de los hombres.p87.
La definición de una religión cívica implica la necesidad de un evangelio y de un Dios,
de un apóstol que guie al rebaño. Alem trata de fundir ambos aspectos en uno solo, las ideas, el programa debe ser lo que esté por encima de los hombres. En esto se le debe reconocer coherencia, pues teniendo al antipersonalismo como un valor fundante de su concepción política...
Alem e Yrigoyen, esos dos moralistas, coincidían en el postulado de una religiosidad
cívica, pero mientras que para el primero el valor fundante se vincula con el antipersonalismo, para Yrigoyen y sus seguidores, esa religiosidad cívica que expresaba el radicalismo no tendrá un sentido impersonal. Si en un principio Yrigoyen adoptará la figura cristiana del apóstol para definir el carácter de su liderazgo político, sus seguidores se valdrán de la figura de Jesús para representarse a quien consideraban destinado a restaurar la virtud cívica perdidap135
La concepción religiosa, mesiánica, del liderazgo de Yrigoyen, se corresponde con su
forma de pensar a la UCR. Lo definirá, en el marco de una polémica con Pedro C. Molina, no como un partido político sino como un movimiento que tenía la capacidad de expresar al conjunto de la sociedad. Así sostenía: “Su causa es la de la Nación misma y su representación la del poder público”. Y agregaba, interpelando a su adversario: “ Sobre esa cumbre de gloriosas rutas hacia todas las ascensiones, es que usted ha blasfemado; y de los artífices, sus compatricios y correligionarios es que usted ha renegado. Maldiga, entonces, a la Patria misma; porque no es posible mayor identidad”. p135. El movimiento yrigoyenista tiene la capacidad de expresar al conjunto de la sociedad, al conjunto del pueblo, y éste, asimismo, es uno solo e indiviso. A diferencia del alemismo, cuya aspiración se parece mucho más a lo que hoy entendemos como una democracia pluralista de partidos, en que el radicalismo era un partido más entre otros, el movimientismo yrigoyenista entiende la democracia como voluntad del pueblo, lo que llevó a que la paradoja señalada por estos autores no fuera visible para los radicales, identificados con el yrigoyenismo.p89 Es inmanentista, pues la considera como “la expresión de la esencia divina bajo el carácter predominante de lo absoluto”. […] Su fórmula práctica se define: “hacer el bien por el bien, como precepto divino”. […] Este concepto religioso de la humanidad conduce, necesariamente, a la igualdad democrática, el derecho universal, al amor entre los hombres y entre los pueblos, a la paz perpetua y a la formación de grupos de pueblos hasta el día en que todas las naciones se unan en una sola. […] Yrigoyen cree en la justicia absoluta, y todos sus escritos están empapados de ética krausista. En una de sus frases revela cómo siempre fue propensión de su representaciones que le permitió consolidar su particular concepción del mundo. Sin duda “la razón” como el elemento rector le era conocida a Yrigoyen. Krause era masón y escribió distintos libros sobre masonería. Yrigoyen fue miembro de la Orden y, al fin de cuentas, Alem ostentó en 1884 el cargo de Gran Maestre de la Gran Logia Argentina. Mas el concepto de razón inmanente, es algo en lo que se debe poner reparo. Una de las labores de todo masón, es tallar su piedra bruta. Es decir, el masón se toma a sí mismo como una piedra que debe ser devastada, pulida, en la búsqueda de la perfección. Una de las herramientas fundamentales para el logro de tal fin es precisamente la utilización de la razón. De allí que la razón posea un carácter de inmanente. Luego, esto es una alegoría, una simbología de la búsqueda de algo que en rigor se sabe, nunca se encontrará. No obstante, en Yrigoyen, nos encontramos con un mundo de certidumbres, él sabe lo que es mejor para la República, y si no lo sabe, esta inmanencia, más tarde más temprano, acudirá en su iluminación. Se puede especular que acaso esta sea una de las razones de la particularidad de su forma de vincularse con las personas. Su forma de rehuir al contacto con la gente, habla de una persona que es muy probable que tras sus certezas se escondieran grandes dudas, no obstante, el tiempo, la inmanencia estará siempre del lado del apóstol, al fin y al cabo, es esta su misión en la tierra. “Yo he orientado a todos, y nadie, me guió a mí, en ningún momento ni en ninguna circunstancia. Por eso pude dar a la U.C. Radical, es decir, a la patria misma, un espíritu y una enérgica conducta y la orientación segura de su camino. De esta forma, a través de sucesivas identificaciones, el yrigoyenismo aparece identificado con la patria. Si ya el radicalismo ... Retomando el marco krausista, el yrigoyenismo, se convierte en la expresión de la esencia divina bajo el carácter predominante de lo absoluto, y cómo se encuentra a su vez encarnado en su héroe restaurador, Yrigoyen posee una tarea de carácter providencial que hace de su vida un apostolado. El mismo afirmará: “Yo no sé más que de la tarea evangélica de darme a los demás”p91. Desde una mirada weberiana, la legitimidad de la autoridad carismática se basa en el reconocimiento de los que están sujetos a ella, lo que hace posible que la legitimidad carismática, por efecto de una inversión –el reconocimiento no es considerado una consecuencia de la legitimidad sino su base– se vuelva democrática.p92 Lo notable es que, como veremos más adelante, Yrigoyen concibe un proceso de institucionalización del mito, que refuerza su base de legitimidad, aún cuando es atacado por sus detractores. El líder radical se convertirá en la figura central de la vida política argentina. Ni seguidores ni adversarios podrán hacer política sin representarse de alguna manera el liderazgo de Yrigoyen. Para sus seguidores será un apóstol, un nuevo Jesús de la política argentina, destinado por la Providencia a restaurar el bien en estas tierras; para sus adversarios será un falso apóstol o un demagogo y un tirano. De cualquier modo, no se podrá hacer política si tener una posición sobre Yrigoyen. Se atribuye a Yrigoyen cierto poder de encantamiento. Yrigoyen puede –a través de la palabra– encantar a los hombres, puede convencerlos… sus adversarios políticos compartirán este punto de vista; atribuyéndole al líder radical la capacidad de engañar a los hombres. Yrigoyen posee “el carisma de la palabra”. En un discurso dado en Parque Romano, Villafañe ( opositor a Yrigoyen) sostiene […] pueblo! Eres la eterna víctima de los que amas como apóstoles auténticos, cuando en el fondo no son otra cosa que fariseos de la vida pública, lobos disfrazados de mansos corderos. Este párrafo de su discurso apela nuevamente a la tesis del engaño como factor explicativo del yrigoyenismo y sugiere, de igual forma, la falta de autenticidad del apostolado de Yrigoyen. Pero da a entender, al mismo tiempo, que existían los apóstoles auténticos. Para los radicales antipersonalistas de la década de 1920es Alem p95-96. Yrigoyen habla a los hombres en forma individual, convence a los hombres uno a uno... jamás se lo escuchará hablar en público. Sus seguidores harán de esto algo sagrado. Ir a su casa de la calle Brasil, a escuchar del propio líder su palabra esclarecedora, se convertirá para los yrigoyenistas en una práctica sacralizada p.95-96. El poder de encantamiento dispone de un ritual consolidado. Yrigoyen habla a cada hombre y este rito se completa con una procesión que se realiza a su casa, vale decir, al templo. Estos son elementos poderosos a la hora de pensar en la estructura vincular que habilita a un sistema de lealtades tan consolidado como fue el del yrigoyenismo. Ver al líder, hablar con el héroe, tocar su diestra al saludarlo, recibir su palabra esclarecedora o su silencio (que con seguridad contiene pensamientos profundos), todos elementos que llevan a producir una ligazón profunda y personalizada. Ser parte de la procesión, lo cual ya supone una distinción, ser recibido en su casa, lugar sagrado en donde se piensan y deciden los destinos del radicalismo, por tanto, de la patria misma. Sin dudas, una cantidad de elementos simbólicos y rituales movilizados por el héroe, a partir de un poderoso personalismo, que le permitió a Yrigoyen una estructura de lealtades y un nivel de acción y organización, que aún hoy, sigue asombrando. Se constituirá una especie de relato mínimo que dará cuenta del sentido del liderazgo asumido por él. Este relato mínimo, que es un relato bíblico por excelencia, pondrá en claro qué propósitos animan a los yrigoyenistas, qué vienen a hacer en la vida política argentina. […] “Antonio Herrero, un intelectual radical de la ciudad de La Plata… configurará este relato mínimo, al que se hizo referencia, con la intención de precisar el significado de la figura de Yrigoyen en la vida política argentina. “El, como nuevo Jesús, escudado en su existencia de religioso civismo, inmaculado, intachable, desdeñando la calumnia y el odio del adversario, ha penetrado en el templo de la patria y ha arrojado a latigazos a los viles mercaderes, restableciendo en su trono la soberanía popular y la integridad civil”. De manera muy clara, en este caso, la figura de Yrigoyen como un nuevo Jesús aparece asociada con el propósito de justificar la exclusión política de los adversarios del yrigoyenismo… héroe restaurador de la virtud política en las tierras… identificación de política y moral que abrirá el probable camino de la guerra. Si con la política se puede distinguir los hombres buenos de los malos, los valores verdaderos de los falsos, el discurso yrigoyenista dividirá a los actores políticos en réprobos y elegidos, con lo cual la destrucción de los primeros quedará como una posibilidad latente.p96- Es posible argüir que precisamente esta moralización de la política, partir de la cual el opositor es sancionado como réprobo, deben haber aventado fuertes temores sobre las intenciones ocultas del yrigoyenismo, y el destino final de sus contrincantes. No obstante, aquí Yrigoyen tuvo que pagar su propio éxito. El proceso de institucionalización del mito que le permitió tanta adhesión de sus significó el camino correcto, en los otros significó el camino al desastre. En las tensiones que constituyen este discurso político, la fe siempre encuentra un espacio para el temor. En definitiva, sus adversarios terminan temiéndolo, no sólo por el destino del país en función de la gestión de un gobierno, terminan temiéndolo por la duda en la propia escala de valores del Presidente, o incluso, por su posible insania.