Competencias Parentales en Educación Sexual

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 14

Competencias Parentales en Educación Sexual

Juan Sebastián Arenas, ID: 000291840

Sandra Yaneth Jaimes, ID: 000291857

Zuly Marcela Lozano Soto, ID: 000294833

Angie Lorena Ramírez Agudelo, ID:

Marlyn Julieth Salcedo, ID: 000272274

Universidad Pontificia Bolivariana- Seccional Bucaramanga


Escuela de Ciencias Sociales
Facultad de Psicología
Floridablanca, Santander
Mayo - 2017
Competencias Parentales en Educación Sexual

La familia es un término complejo que varía desde la perspectiva en que se estudie, además
existen modalidades familiares que difieren entre sí y cada una de ellas sufre diversas
transformaciones en su estructura a lo largo del ciclo vital, e introducen nuevas costumbres de
acuerdo a la dinámica social del contexto.

Meller, (2008) indica que coexisten diversas formas de familias, tales como los hogares
monoparentales que son aquellas con un solo padre/madre; las familias ampliadas o extensas
corresponden a aquellas de más de cinco miembros; las familias nucleares con dos progenitores
conformados por padre, madre, hijo; los hogares unipersonales donde habita una sola persona; las
familias producto de la reproducción asistida, que son aquellas que no pueden tener hijos; las
familias creadas por adopción de los niños y las familias monoparentales son aquellas donde los
progenitores son del mismo sexo. De esta manera pueden existir un sin número de modelos de
familiarización.

A lo largo de la historia, se han mencionado variedad de conceptos acerca de la familia, Modino,


2012 (citado por Oliva & Villa, 2014) afirma que la familia es “la unión de personas que
comparten un proyecto vital de existencia en común que se supone duradero, en el que se generan
fuertes sentimientos de pertenencia a dicho grupo, en el cual existe un compromiso personal entre
sus miembros y se establecen intensas relaciones de intimidad, reciprocidad y dependencia”. Así
mismo Oliva & Villa (2014), indican que la familia trae consigo una diversidad de relaciones
familiares integradas que se manejan de forma sistémica, de modo que son un subsistema del
macro sistema de la sociedad y son fundamentales para el desarrollo de la personalidad.
Posteriormente señalan, que dentro de las funciones de la familia se encuentra facilitar a cada
miembro seguridad en el campo afectivo, preparar a sus integrantes para la adaptación, crear el
buen manejo conductual con responsabilidad, manejar bajo esquemas adecuados las crisis,
angustia y en general las emociones y frustraciones, a través del autocontrol, dirigir a los
miembros hacia la independencia, canalizar energías y manejar impulsos, la violencia y
autoritarismo.

“Los niños establecen interacciones sociales en diversos ambientes: en su familia, en el colegio,


con sus compañeros, etc., La influencia de diferentes personas y diferentes contextos en el
desarrollo social del niño varía a lo largo de las etapas del desarrollo” (Carrillo, Maldonado,
Saldarriaga, Vega & Díaz, 2004). Por ello, cabe resaltar que dentro de las relaciones familiares, la
familia tiene mayor relevancia en las interacciones más tempranas; mientras que las relaciones
fuera de la familia son más relevantes en interacciones tardías, tal y como lo mencionan los
autores anteriormente señalados.

En Colombia la familia nuclear se estableció como modelo a partir de la colonización española,


pero no ha sido hegemónica debido a la variedad de formas organizativas que se generaron por el
intercambio cultural entre las diferentes etnias que poblaron el territorio (Jiménez, 2001, p.27).
Además, de acuerdo con el antropólogo Murdock (Citado por Navarrete, 2010) “este tipo de
familia consiste en el matrimonio típico de un hombre y una mujer con sus hijos “. (p, 26).

Igualmente, en términos del mismo autor, define la familia nuclear como un grupo social
caracterizado por una residencia común, la cooperación económica y la reproducción. Ésta está
conformado por adultos de ambos sexos, los cuales mantienen una relación sexual socialmente
aprobada. También incluye uno o más hijos, propios o adoptados, de los adultos que cohabitan en
un mismo espacio. (Murdock, Citado por Navarrete, 2010).
En la familia nuclear se delimitan claramente los roles paterno materno: el Hombre desempeña
los roles instrumentales, como el sostenimiento económico de la familia y el ejercicio de la
autoridad y la mujer, cumplía los roles expresivos, es decir, se hacía cargo del hogar y del
cuidado de los niños/as. El ejercicio de la paternidad y la maternidad remite a las funciones
asignadas a la familia nuclear básica o elemental, un tipo de familia en el cual las funciones de
reproducción de la especie, el sostenimiento económico del grupo familiar, la crianza y
socialización de la descendencia, se sustentan en la distribución de las tareas entre padre y madre.
(Jiménez, citado por Parra, 2005).

Así mismo, Blanca Jiménez (Citado por Parra, 2005) manifiesta que en la familia nuclear básica,
al padre se le reconoce como genitor, soporte económico y en alguna medida una figura de
autoridad; a la madre se le asignan las tareas relacionadas con la crianza y socialización de los
hijos y se considera que ella es el soporte afectivo y núcleo de la familia.

Diversas investigaciones sobre la familia, se han centrado en las familias nucleares, intactas o
primeras familias. Sin embargo, es cada vez mayor el número de familias cuya configuración
incluye un segundo matrimonio e hijos de una unión anterior (familias poli genéticas o familias
reconstituidas).

Para Barudy (2005), Las competencias parentales hacen referencia a las capacidades prácticas
para cuidar, proteger, educar a los hijos, y así asegurarles un adecuado desarrollo.

Así mismo según Sallés y Ger (2011) “El concepto de parentalidad hace referencia a las
actividades desarrolladas por los padres y madres para cuidar y educar a sus hijos, al tiempo que
promueven su socialización.” de igual forma, afirman que la parentalidad está más relacionada
con las actitudes de los padres y sus formas de interactuar en las relaciones, más que de la
estructura familiar.
Barudy y Dantagnan (2010) distinguen dos clases de parentalidad, la primera es la parentalidad
biológica, relacionada con la procreación o dar vida a un niño/a, la segunda es la parentalidad
social, enfocada a las capacidades prácticas que tienen los padres para cuidar, educar y socializar
a sus hijos, de modo que las competencias parentales son adquiridas, y se asocian en mayor
medida a la parentalidad social. Manifiestan que la realidad desmiente la creencia de que los
padres biológicos por haber concebido a sus hijos son capaces de proporcionarles los cuidados
que son necesarios para su buen desarrollo y su bienestar, debido a que existen padres no
biológicos, que han criado adecuadamente a niños que no fueron concebidos por ellos mismos,
pero les proporcionaron todas las herramientas, apoyo, educación, cuidado, amor.

De acuerdo con lo anterior, diferencian así dos grupos de componentes de la parentalidad, El


primero son las capacidades parentales fundamentales, se refiere a los recursos emotivos,
cognitivos y conductuales que permiten la vinculación con los hijos, como la capacidad de apego
y la empatía; El segundo componente son las habilidades parentales, que tiene en cuenta los
modelos de crianza, que influye en los procesos de aprendizaje, y la habilidad para participar en
redes sociales y utilizar recursos comunitarios, conformando redes de apoyo que puedan
fortalecer el ejercicio de la parentalidad.

Barudy (2005), distingue a su vez dos tipos de parentalidad social, la primera corresponde a lo
que llama “Parentalidad sana, competente y bien tratante”, esta busca brindar la educación
necesaria para que puedan desarrollarse adecuadamente; mientras que la segunda corresponde a
una “Parentalidad incompetente y mal tratante”, haciendo referencia a cuando no están presentes
las competencias parentales, cuando los padres son incapaces de satisfacer las demandas y
necesidades de los hijos, provocando daño en ellos.

Es importante resaltar que para Barudy y Dantagnan (2010) un aspecto fundamental en las
competencias parentales, es la historia de vida y el contexto social, económico y familiar, que
promueve u obstaculiza que se adquieran o desarrollen dichas capacidades. Así, “las capacidades
parentales se conforman a partir de la articulación de factores biológicos y hereditarios y su
interacción con las experiencias vitales y el contexto sociocultural de desarrollo de los
progenitores o cuidadores de un niño o niña.”

Cuando nos referimos a las competencias parentales, hablamos de la capacidad para cuidar de los
hijos y dar respuestas adecuadas a sus necesidades. Para White, (citado por Rodrigo, 2009) las
competencias parentales son el resultado de un ajuste entre las condiciones psicosociales en las
que vive la familia, el escenario educativo que los padres o cuidadores han construido para
realizar su tarea vital y las características del menor.

En la misma línea, Godoy, Ocayo y Urzúa (2011) las competencias parentales, pueden ser
definidas como el conjunto de capacidades que permiten a los padres afrontar de modo flexible y
adaptativo su rol, de acuerdo con las necesidades evolutivas y educativas de sus hijos y bajo los
estándares considerados como aceptables por la sociedad, aprovechando todas las oportunidades
y apoyos que les brindan los sistemas de influencia de la familia para desplegar dichas
capacidades.

Teniendo en cuenta que los padres tienen una función educativa, Barudy (2005) afirma que una
parentalidad competente se da a partir de “la integración de las normas, reglas, leyes y tabúes,
que permiten el respeto de la integridad de las personas, incluyendo la de los niños, en las
dinámicas sociales” (p. 90).

En los últimos años las investigaciones científicas han demostrado la importancia de que los
niños sean criados y educados en un ambiente de aceptación, respeto, afectividad y estimulación
para un correcto desarrollo físico y mental. Sin embargo, la labor de los padres no termina aquí,
ya que además de satisfacer las necesidades de sus hijos, deberán atender paralelamente a sus
propias necesidades. Por este motivo, deberán ir adaptando sus respuestas a las diferentes
necesidades que tengan tanto ellos, como sus hijos en cada etapa del ciclo vital.
Carrillo, Maldonado, Saldarriaga, Vega & Díaz, (2004) afirman que “la primera relación que se
establece y que ocupa un lugar central en el desarrollo emocional se da entre madre e hijo, y por
esta razón, se ha llegado a afirmar que ésta constituye una base sobre la cual se desarrollan las
demás relaciones a lo largo de la vida”. También indican que el desarrollo emocional en la
infancia trae consigo cambios en las estrategias de los niños para relacionarse con su entorno y en
la manera como comienza a descubrirse asimismo y a quienes lo rodean. Es por ello, que el
infante debería establecer relaciones firmes y seguras con los otros para que más adelante logre
adaptarse correctamente con sus roles de hijo, hermano, amigo y estudiante, y más adelante como
pareja y padre/madre de familia. Así se deduce indudablemente que, Muñoz (2005), afirma que el
vínculo de apego que el niño establece con una o varias personas del sistema familiar,
principalmente con los padres, es fundamental pues permite desarrollar confianza y seguridad en
su relación, de manera que el niño se sentirá tranquilo para explorar el entorno que lo rodea.

Teniendo en cuenta lo anterior, Barudy (2005) sostiene que uno de los factores fundamentales
que asegura el buen trato infantil en la familia son las competencias parentales, y que así mismo
éstas son resultado de experiencias de buen trato cuando eran niños.

De esta forma, según Cartiere, Ballonga y Gimeno (2008) citado por Sallés y Ger (2011),
manifiestan que cada individuo tiene una forma de interaccionar y una predisposición para ejercer
de padre o madre, siguiendo unos patrones o modelos que seguramente han vivido durante la
infancia o la adolescencia.

Sin embargo, estos patrones deben permitir a la familia ejercer unas funciones en relación con los
hijos, que en términos generales y desde un punto de vista evolutivo-educativo se concretan
según Muñoz (2005), en asegurarles supervivencia y un sano crecimiento, de igual forma
aportarles el clima afectivo y de apoyo emocional necesarios para desarrollarse psicológicamente
de forma adecuada, y así mismo asegurar la estimulación que les dote de capacidad para
relacionarse de forma competente con su entorno físico y social, y por último tomar decisiones
respecto a la apertura hacia otros contextos educativos que compartirán con la familia la tarea
educativa y socializadora del niño. Entre todos estos contextos destaca especialmente la escuela.

Según Palacios y Rodrigo, (2004) citados en Navarro (2007) Clasifican diversas funciones
centradas tanto en el desarrollo de los padres como en el desarrollo de los hijos. Aquellas
funciones centradas en el desarrollo de los padres destacan la preparación para aprender a
afrontar retos, asumir responsabilidades y compromisos, que la familia sea un espacio de
encuentro intergeneracional, como una red de apoyo social presente en las transiciones vitales de
la familia. Por otro lado, las funciones centrales en el desarrollo de los hijos incluyen la función
parental afectiva, educativa, de protección y de estimulación, donde los padres deben cumplir
funciones socializadoras para el buen desarrollo tanto físico como social de sus hijos,
proporcionarles un entorno que les garantice el desarrollo psicológico y afectivo, potenciar sus
capacidades, orientarlos y dirigir el comportamiento, las actitudes y valores de los niños, al igual
que inhibir conductas no deseadas o mal adaptativas.

En cuanto a la educación sexual, está ha estado ausente e ignorada en muchas ocasiones por los
padres, y generalmente se comienza a introducir en los colegios, principalmente en secundaria, y
en muy pocos casos en la primaria. Tener conocimientos sobre educación sexual es importante ya
que permite que las personas puedan establecer diadas y ciertos vínculos de comunicación y
afecto con los demás, de igual manera, a tomar decisiones de manera independiente y responsable
a lo largo de su vida.

La educación sexual para Quintana (1993) citado por Zicavo y Melo (2012) es en su amplitud un
fenómeno y práctica generadora de experiencias, entendido como el arte de acompañar y guiar a
los hijos en cada proceso de maduración sexual; De esta manera la educación es la comunicación
de lo vivido personalmente y el único ambiente correcto para educar en sexualidad a los hijos es
que los padres vivan su propia sexualidad y amor como realidades positivas.
Hernández (2008) Considera que “la niñez es el periodo clave en el aprendizaje de la
sexualidad”, debido a que es en esta etapa cuando se da la adquisición de la identidad sexual y se
arraigan los valores, se aprenden diversos comportamientos que están ligados al rol de género y
estereotipos relacionados con el mismo, que serán fundamentales y decisivos para su desarrollo.
El colegio toma un papel fundamental en dicha adquisición, pues va a reafirmar u orientar al
infante en el proceso, debe contribuir y complementar dicha formación, de igual forma orientar,
ofrecer herramientas de prevención, apoyo y ayuda de los padres hacia los infantes.

Según Goldstein y Glejzer (2006) la sexualidad implica un “conjunto de procesos emocionales y


comportamentales en relación con el sexo, que intervienen en todas las etapas del ciclo de vida de
un individuo, y a lo largo de su desarrollo” y de igual manera, es un proceso que se construye a
partir de la interacción que se establece socialmente con otros seres humanos, pues no es una
función únicamente biológica sino también cultural, pues la sexualidad no solo abarca el
componente reproductivo, incluye también el cuerpo, las emociones, las expresiones y los afectos
de cada individuo, así mismo, dichos autores consideran que la sexualidad envuelve la forma en
la que nos relacionamos con los demás, pues forma parte de todo ser humano, y la manera en que
se viva dicha sexualidad va a definir la comprensión que este tenga de sí mismo y de los demás.

Caricote (2007), afirma que es necesario tener en cuenta ciertos aspectos complejos que atraviesa
todo adolescente en su proceso de desarrollo, tales como el sexo y la sexualidad, así mismo,
considera que estos son dimensiones fundamentales en cada individuo, al punto de que se
encuentra presente desde la fecundación, y que va a influir a lo largo de su vida.

De acuerdo con la Organización Mundial de La Salud (OMS, s.f.) citado por Alpízar, Rodríguez,
y Cañete (2014) la sexualidad es fundamental en el ser humano a lo largo de su vida, esta abarca
el erotismo, el sexo, el placer, la intimidad entre otras, la cual se expresa a través de
pensamientos, creencias, valores, conductas, prácticas, emociones, etc. Aunque no todas se
manifiestan siempre en el transcurso del tiempo.
La importancia de las emociones es esencial para entender qué es la educación sexual. Nardone,
(2015) nos dice que las transformaciones que un joven obtiene al pasar de ser niño a adolescente
son de vital importancia, puesto que es una etapa de transición donde no solo su cuerpo cambia,
sino también la manera en cómo se desarrollan sus pensamientos. Las emociones se hacen cada
vez más intensas por la llegada de sus primeras turbaciones sexuales, donde factores como lo son
las relaciones con sus padres y compañeros, se convierten en una mezcla de alianzas, conflictos y
rechazos.

Para poder lograr que cada individuo desarrolle plenamente su salud sexual, según Montero
(2011) se necesita de la integración de los aspectos somáticos, emocionales, intelectuales,
sociales y culturales del ser sexual, de manera que este se pueda enriquecer positivamente y
fortalecer su personalidad, la comunicación y el amor.

Hernández y Jaramillo (2003) afirman que a través de los años, se ha mantenido la creencia
errónea de que la familia es el único lugar autorizado para ejercer la educación sexual, debido a
que es un entorno más íntimo; sin embargo, la información y la educación sexual han pasado a
ser parte también de la vida social, cultural, política y educativa, pues la escuela también juega un
papel importante en esta formación, teniendo en cuenta que los maestros poseen conocimientos
más teóricos y técnicos que los padres y madres.

A su vez, Hernández (2008), manifiesta que la responsabilidad inicial de la educación sexual


debe ser de la familia, pues en otros espacios es muy difícil que se pueda lograr una buena
educación sexual, debido a que la información podría verse alterada, por ciertos agentes
socializadores externos, pues según Muñoz (2005), la familia no es la única que influye, sino que
a medida que van creciendo, aumentan las influencias de otros contextos como lo son los amigos,
los medios de comunicación, entre otros.
En este sentido, Hernández (2008) hace énfasis de que el hecho de que en los colegios hayan
profesionales que intervengan en este tipo de educación, no quiere decir que los padres y las
madres puedan ser sustituidos o deban renunciar a su responsabilidad con esta tarea, debido a que
ellos también deben estar informados para prevenir y orientar situaciones de riesgo que se puedan
llegar a dar, como lo es el abuso sexual, y reducir en lo posible temores, y todo tipo de
sensaciones o estados de ánimo negativos con respecto a la sexualidad, puesto que en ocasiones
muchas actitudes negativas por parte de los padres con respecto al sexo provienen del
desconocimiento de las características y de los procesos naturales que suceden en la evolución
sexual de niños y niñas.

Con respecto a lo anterior, Suárez (2004) muchas familias actúan con rechazo y temor cuando se
habla de educación sexual a sus hijos, posiblemente debido a los mitos y prejuicios con los cuales
éstos fueron educados, y aún más cuando en los colegios se está viendo obligatoriamente, pues
generalmente se tiende a relacionar directa y únicamente la sexualidad con la genitalidad y el
sexo, cuando en realidad se debe tener una visión integral que contribuya a una verdadera
formación.

Según Holguín et al., (2013) la etapa de la adolescencia es una de las más complejas por las que
tiene que atravesar el ser humano, la cual se encuentra ligada a un proceso de transiciones y
cambios a nivel emocional, hormonal y psicológico. Es esta etapa en donde el niño o adolescente
adquiere su madurez psicológica, física, intelectual, afectiva y social; siendo estos algunos de los
factores fundamentales para que los adolescentes reciban una atención necesaria frente al tema de
sexualidad.

Rodríguez, Sanabria, Contreras y Perdomo (2013) afirman que los factores fundamentales por la
cual los adolescentes pasan por un periodo de vulnerabilidad que está en función de su historia de
vida son la susceptibilidad o fortalezas, el microambiente familiar, las políticas socioeconómicas,
así como el grado de conocimiento que tienen sobre lo que es salud sexual y reproductiva.
De acuerdo con lo anterior, Alpizar, Rodríguez, y Cañete (2014) plantean a su vez que la manera
en que los adolescentes integran la sexualidad en el transcurso de su vida, va a depender de un
proceso complejo de factores, que se encuentran a partir de la relación que tienen con sus padres,
hasta la influencia de las nuevas normas morales que se encuentran implantadas en la sociedad.
Estas normas han elaborado la liberación de prejuicios vinculados con la sexualidad de los
adolescentes, pero por otro lado han llevado a un aumento de inconvenientes que aparecen de la
liberación de la conducta sexual.

Gossart (2015) manifiesta que diversos estudios demuestran que mientras los hijos mantengan
una buena conexión y comunicación con su familia, se van a obtener efectos positivos en su
desarrollo, pues influirá en la toma de decisiones en cuanto a actividades sexuales y en la manera
en que protege su salud sexual, debido a que la familia juega un papel fundamental como modelo
y formador.

Holguín, et al., (2013) afirma que uno de los factores por lo que los jóvenes se impulsan a tener
relaciones sexuales a temprana edad, es la poca capacitación que tienen los padres sobre estos
temas, y de igual forma la tecnológica como factor influyente por su contenido de sexualidad
explícito.

Para finalizar Goldstein y Glejzer (2006) reafirman lo anterior manifestando que la falta de
comunicación y de intercambio de información entre los padres y los hijos, generalmente
promueve a que en los hijos se den comportamientos sexuales más relacionados con la
satisfacción de manera inmediata y la genitalidad, llevándolos incluso a que hagan cosas que no
desean o cosas para las que aún no están preparados, sin tener en cuenta el factor emocional y
cognitivo, donde implica crear relaciones de afecto, conocerse a sí mismo y al otro.
Referencias

Barudy, J. (2005). Familiaridad y competencias: el desafío de ser padre. En Barudy, J. &


Dantagnan, M., Los Buenos Tratos en la infancia: Parentalidad, apego y resiliencia. (pp.
77-126). Barcelona, España: Editorial Gedisa.

Barudy, J. & Dantagnan, M. (2010). Los desafíos invisibles de ser madre o padre. Barcelona,
España. Gedisa Editorial.

Carrillo, S. Maldonado, C. Saldarriaga, L.Vega, L & Díaz, S. (2004). Patrones de apego en


familias de tres generaciones: abuela, madre adolescente, hijo. Revista Latinoamericana
de Psicología, Vol. 36 (3). p. 409-430.
Dossart, M. (2015). No hay mejor lugar como el hogar… para la educación sexual. Estados
Unidos: Planned Parenthood of Southwstern Oregon.
Goldstein, B & Glejzer, C. (2006). Sexualidad Padres e Hijos. Buenos Aires, Argentina. Editorial
Albratros.
Godoy, J. Ocayo, K & Urzúa, A.(2011). Competencias parentales percibidas y calidad de vida.
Revista Chilena de Pediatría. Chile. Vol. 84, p. 300-310. Recuperado de:
http://www.scielo.cl/pdf/rcp/v82n4/art04.pdf
Hernández, C. (2008). Educación sexual para niños y niñas de 0 a 6 años: Cuándo, cuánto y
cómo hacerlo. Madrid, España. Narcea Ediciones.
Hernández, G. & Jaramillo, G. (2003). La educación sexual de la primera infancia: guía para
madres y padres y profesorado de educación infantil. España: Ministerio de educación.
Jiménez, B. (2001). Los tuyos, los míos y los nuestros Paternidad y maternidad en familias
nucleares poligenéticas. Doi: 958-655-4964. Medellín. Universidad de Antioquia.
Recuperado de: https://es.slideshare.net/jsantos777/jimenez-barragn-seplveda-los-tuyos-
los-mos-y-los-nuestros
Meler, I. (2008). Las familias. Subjetividad y Procesos Cognitivos, Vol. 12. Pp.158-188.
Melo, M. J. & Zicavo, N. (2012). Competencias parentales en educación sexual. Ciencias
Psicológicas. Vol. (2), p. 123- 133.
Muñoz, A. (2005). La familia como contexto de desarrollo infantil. Dimensiones De análisis
relevantes para la intervención educativa y social. Universidad de Huelva. Vol. 2 p.147-
163.
Montero, A. (2011). Educación sexual: un pilar fundamental en la sexualidad de la adolescencia.
Rev. Med Chile. Chile. Vol. 139 p.1249-1252. Recuperado de
http://www.scielo.cl/pdf/rmc/v139n10/art01.pdf
Nardone, G. (2015). Ayudar a los padres a ayudar a los hijos. España, Barcelona: Herdel
Editorial.
Navarrete, C. (2010). La representación de la familia nuclear y la familia extensa en seis
historias de vida de habitantes de la calle en Bogotá. (Tesis de pregrado). Pontificia
Universidad Javeriana. Bogotá. D.C. Recuperado de:
https://repository.javeriana.edu.co/bitstream/handle/10554/5884/tesis582.pdf?
sequence=1&isAllowed=y
Navarro, L. (2007). Adopciones internacionales, análisis de las motivaciones iniciales para
convertirse en padres adoptivos en Cataluña. Trabajo de investigación no publicado.
Universidad Ramon Llull, Facultad de Psicología, Ciencias de la Educación y del Deporte
Blanquerna, Barcelona. Recuperado de:
http://www.recercat.cat/bitstream/handle/2072/16021/Tesina%20Lisette%20Navarro.pdf?
sequence=1
Oliva, Alfredo; (2006). Relaciones familiares y desarrollo adolescente. Anuario de Psicología,
Diciembre-Sin mes, p. 209-223.
Parra, H. (2005). Relaciones que dan origen a la familia. (Tesis de pregrado). Universidad de
Antioquia. Medellín. Recuperado de: file:///C:/Users/Marlyn
%20Salcedo/Documents/RelacionesOrigenFamilia_unlocked.pdf
Rodríguez, A. Sanabria, G. Contreras, M. & Perdomo, B. (2013). Estrategia educativa sobre
promoción en salud sexual y reproductiva para adolescentes y jóvenes universitarios.
Revista Cubana de Salud Pública, Vol. 39 (1), 161-174. Recuperado en 14 de mayo de
2017: http://scielo.sld.cu/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0864-
34662013000100015&lng=es&tlng=es.
Sallés, C. & Ger, S. (2011) Las competencias parentales en la familia contemporánea:
descripción, promoción y evaluación. Educación social: Revista de Intervención
socioeducativa. Vol. 49, p 25-47.
Suarez, O. (2004). Cómo entender la educación sexual. Bogotá, Colombia: Editorial San Pablo.

También podría gustarte