Carlos Liscano, Una Teoría de La No Novela

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what, where. when.

who, why

Carlos Liscano, Montevideo, 1949. Incursionó en la poesía y la narrativa. Publicó La ciudad de


todos los vientos, en el año 2000. Su obra puede ser considerada un ejemplo de la no novela,
donde la búsqueda a veces kafkiana, lo irracional y el humor no quedan de lado.
Este es el Copete: Montevideo, parece decir Liscano, es la ciudad que continua
haciendo literatura con sus indios inexistentes, sus gauchos, sus matreros; no se
equivocó en el año 2000 cuando publicó La ciudad de todos los vientos, nueve años
después sigue vigente su apreciación.

Carlos Liscano, una teoría del no novelista

Juan Carlos Albarado

“La historia que uno cuenta importa poco, lo que importa es la lucidez literaria, el no
ignorar en ningún momento que se está haciendo literatura”

“En Montevideo el viento viene del río, viene del norte, viene del este, viene del oeste,
se mete en las calles, invade casas, entra en la cabeza de la gente, la vuelve descreída,
pesimista y gris. Por culpa del viento a los tres meses de haber nacido el montevideano
adquiere las características nacionales para toda la vida. Viento y humedad, eso es
Montevideo.”

de: La ciudad de todos los vientos

Montevideo es “la ciudad de todos los vientos”, la ciudad imposible, la ciudad de


un país sin nombre, donde no se puede desarrollar una novela, donde los indios aún se
encuentran a salto de mata, donde el personaje, el no héroe, se refugia de esos indios
que parecen amenazar, pero en realidad son domésticos. Montevideo, parece decir
Liscano, es la ciudad que continua haciendo literatura con sus indios inexistentes, sus
gauchos, sus matreros; no se equivocó en el año 2000 cuando publicó su novela, no se
equivoca en el 2009, cuando se siguen consagrando best-sellers uruguayas historias
noveladas, o novelas historiadas, de matreros y polecías.
Y, en este sentido, Montevideo y su gente, o la gente que es Montevideo,
representa el contexto perfecto para una no novela, un no escribir, por eso, quizás,
Onetti, ese cronista del cemento podría haber dicho Benedetti, la narró (si es que la
narró), desde diversos exilios (el encierro y la soledad también pueden sus formas), por
eso es, también quizás, que, recorriendo sus calles, el protagonista-narrador-autor
Liscano no puede hacer otra cosa que caminar sin rumbo, chocarse con muchas estatuas,
perderse y encontrarse, previsiblemente, apáticamente, consigo mismo o con otros
escritores y tener charlas donde predomina una especie de incomunicación, de mundos
distintos, cada cual en el suyo, o, encontrarse con gente común, viejas que no deben
introducirse “en la novela que uno está escribiendo” para mantener diálogos llenos de
lugares comunes, de retruécanos nada literarios porque la literatura no es diálogo
común, no es diálogo de gente común y menos de viejas. En este sentido no se escapa el
humor, aspecto que, al decir de Lauro Marauda, parece vedado a la mayoría de los
escritores uruguayos, aunque el humor de Liscano tiene un dejo de amargura.
Liscano parodia la posibilidad de una novela latinoamericana y la imposibilidad de
una identidad, término complejo si los hay, puesto que ni el lenguaje, ni las costumbres,
ni los lugares pueden definir un personaje latinoamericano, porque “latinoamericano” es
muchas cosas, pero cosas de un género mercantil, “turístico”, que parecen inspirar
apatía: “Si uno es latinoamericano, digamos que también yanqui o canadiense, tiene
derecho a escribir sobre indios, ponchos, quenas, pipa de la paz, coca, mezcal y otros
alucinógenos que nos caracterizan.”
No se puede tener un héroe, no se puede inventar historia alguna, no se puede
escribir una novela. Esto hace Liscano y en esto se resume su no novela que, para un
lector del siglo XXI, es perfectamente comprensible desde el caos, desde el no lugar o
desde la virtualidad en la que ya casi todo ser humano se encuentra. La búsqueda es
imposible porque no se sabe qué se busca, y en este sentido su “Novela” (al menos eso
consignan seis letras en la tapa debajo del título del libro), termina siendo más teoría
literaria que narración, más reflexión sobre o acerca de la escritura, el autor, el concepto
de latinoamericanismo, que historia.
La ciudad de todos los vientos parece ser una invitación, una posible puerta de
entrada, o de salida, para llegar a esa verdadera no novela que logre integrar una nueva
o reformulada teoría literaria y una historia que recuerde los orígenes más ilustres del
género. Su no novela vislumbra un Quijote del siglo XXI que aún no ha nacido.

Carlos Liscano nació en Montevideo, en 1949. Ha incursionado en la poesía y la


narrativa. Puede destacarse de su obra narrativa: La mansión del tirano, 1992 y El
camino a Ítaca, 1994.

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