Concepción Del Alumno Psicologia

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Concepción del alumno.

El alumno debe ser entendido como un ser social producto y protagonista de las múltiples
interacciones sociales en que se involucra a lo largo de su vida escolar y extraescolar. De
hecho las funciones psicológicas superiores son producto de estas interacciones sociales,
con las que además mantiene propiedades organizadas en común. Gracias a la participación
en los procesos educacionales sustentados en distintas prácticas y procesos sociales, en los
que se involucran distintos agentes y artefactos culturales, el niño aprendiz consigue
aculturarse y socializarse (así se convierte en miembro de esa cultura) y al mismo tiempo se
individualiza y desarrolla su propia personalidad.
Aunque en realidad, al principio y al final del hecho, los saberes o instrumentos, se
encuentran distribuidos en un flujo sociocultural (manuales, libros, programas
computacionales, discos compactos, géneros discursivos, sistemas semióticos, etc.) del que
también forma parte el sujeto que aprende.
El alumno reconstruye los saberes, pero no lo hace solo, por que ocurren procesos
complejos en los que se entremezclan procesos de construcción personal y procesos
auténticos de construcción en colaboración con los otros que intervinieron de una o de otra
forma en el proceso.
Los saberes de diverso tipo que inicialmente fueron transmitidos, compartidos, y hasta
cierto punto, regulados externamente y dispensados por otros, posteriormente, gracias a los
procesos de interacción, terminan siendo propiedad de los educados, al grado de que estos
llegan a ser capaz de hacer uso activo de ellos de manera consiente y voluntaria (autónoma
y autorregulada).

Concepción del maestro.


El profesor debe ser entendido como un agente cultural que enseña a un contexto de
prácticas y medios socioculturales determinados, y como un mediador esencial entre el
saber sociocultural y los procesos de apropiación de los alumnos. Así a través de
actividades conjuntas e interactivas, el docente procede promoviendo zonas de construcción
para que el alumno se apropie de los saberes, gracias a sus aportes y ayudas estructurados
en las actividades escolares, siguiendo cierta dirección intencionalmente determinada.
Su participación en el proceso educativo para la enseñanza de algún contenido o saber
curricular (conocimientos, habilidades, procesos, actitudes, instrumentos, etc.) se plantea de
inicio como una relación asimétrica con los alumnos. No podría ser de otra manera puesto
que el docente debe conocer el uso funcional de los saberes e instrumentos culturales, y
plantear una serie de acciones que, junto con las curriculares institucionales, tendrán por
objeto promover el desarrollo de las funciones psicológicas superiores en cierta dirección, y
la apropiación del uso adecuado de los instrumentos y saberes socioculturales según la
interpretación especifica de la cultura en que se encuentran insertos.
En ese sentido, el enseñante sabe, desde el inicio mismo del encuentro educativo con el
alumno, hacia donde deberá dirigir los procesos educativos y tiene clara sus intenciones
educativas.
Esto por supuesto no ocurre así, con el aprendiz, quien tendrá que percatarse de ellas
progresivamente a través del dialogo (mecanismos de mediación semiótica apropiados) y
de las interacciones y experiencias compartidas con el enselante.

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