¿Psicoanálisis Pro (A) Fano? Luisina Bourband

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Psicoanálisis: ¿profano o pro-(a)fano?

Luisina Bourband.

“Es Althusser –quien lee a Marx no sin haber leído a Lacan-


el que nos sugiere el sentido y el alcance de la tarea: leer a Freud”.
Oscar Masotta, Leer a Freud.

¿Por qué retomar esta discusión supuestamente superada?


¿Qué actualidad puede revestir este asunto en un momento de proliferación de
instituciones psicoanalíticas, donde presenciamos diversos modos de llegar a la
formación y a la práctica del psicoanálisis, en un momento donde lo que pueda plantear
como legal una institución no es privativa para otra o para otros que quieran ejercer su
práctica psicoanalítica?
La cuestión del análisis profano es planteada por Jorge Balán 1 como una de las dos
controversias centrales del Siglo XX en el seno de la comunidad analítica (la otra es la
del análisis con niños, entre Anna Freud y Melanie Klein). Sigue siendo un problema,
sobre todo si lo pensamos alineado a otro problema al que ya Freud se refirió en el
texto: reducir al psicoanálisis a una práctica terapéutica. Uno de los tópicos de nuestro
trabajo de investigación es el debate acerca de lo terapéutico en psicoanálisis, que lleva
a mantener, y no dar por claudicada o resuelta la discusión con el orden médico y con
las psicologías, en torno a ubicar diferencialmente el horizonte de las prácticas, sus
políticas y a criticar la partición entre lo normal y lo patológico.
Entonces es un problema absolutamente actual lo que me permite pedirles que me
acompañen en el despliegue histórico que realizaré, para, en este ejercicio sencillo pero
poco practicado, en contra a veces del revolucionario gesto de Lacan, volver a Freud
para desentrañar en el tejido mismo del texto sus potentes razones.
Freud edifica el texto Análisis profano en el año 19262, con un objetivo muy preciso.
Defender a su apadrinado colega, Theodor Reik, psicoanalista no-médico, que había
sido acusado de ejercicio ilegal de la medicina. Ya desde el inicio plantea la sospecha de
que tal interés por arrogarse el psicoanálisis de parte de los médicos no puede sino ser
repugnancia disfrazada de benevolencia. Es por esto que elabora el texto al modo de una
interlocución con una figura imparcial, imaginando delante de sí a un “legislador”

1
Balán, Jorge, Cuéntame tu vida, Planeta, Buenos Aires, 1991.
2
Freud, Sigmund, Análisis Profano, en Obras Completas, Biblioteca Nueva, Madrid, 1995, Tomo VIII.
abstracto y al mismo tiempo poco conmovible, para dirigirse en forma encubierta a sus
eternamente incómodos colegas: los médicos.
Partiendo de la sencilla y humilde escena de que “el analista no hace más que entablar
un diálogo con el paciente… el analista recibe al paciente a una hora determinada, le
deja hablar, le escucha, le habla a su vez y le deja escucharle.” (pp. 2913-2914), sin
ningún otro instrumento artificial, observa que nada tiene que ver esto con la magia y
los conjuros, ya que a la potencia del acto ha de agregarse “el progreso cultural” que lo
amortigüe haciéndolo palabra.3
(Está retomando aquí al Fausto de Goethe, que modifica el génesis bíblico “En el
comienzo era el verbo”, para decir “En el comienzo era el Acto”)
A continuación, luego de diferenciarlo de la magia, lo diferencia de la religión. Si ha de
considerarse al psicoanálisis como una clase de confesión, “en ella dice el pecador lo
que sabe, en cambio el neurótico ha de decir algo más” (p. 2915)
Para comprender entonces de qué se trata el psicoanálisis, el modelo de la magia (que
está en relación directa con el poder de la palabra), ni el modelo de la religión (que toma
la palabra por la vía de la confesión) no podrán explicarlo, así como tampoco la
medicina. Siendo un procedimiento sui generis, habrá que transitar las nuevas hipótesis
en las que se basa.
Es por eso que somete a su virtual y escéptico interlocutor al despliegue de distintas
hipótesis, que llamaríamos los conceptos fundamentales del psicoanálisis, para Freud.
Recorre lo inconsciente, donde también critica a la filosofía y a la psicología, por
centrar porfiadamente sus desarrollos en la conciencia; la hipótesis de la sexualidad
infantil y de la etiología sexual de las neurosis; la hipótesis de la transferencia. La
presentación de estos temas está tejida por la explicación del procedimiento analítico, la
escucha, la interpretación, el lugar de lo que llama “el factor individual” del analista, y
también, en directa relación, los temas que deben ocupar un lugar preponderante en su
formación:
“Es preciso poseer, para no extraviarse en su recinto [el de la sexualidad infantil],
conocimientos anatómicos y fisiológicos, que, desgraciadamente, no se adquieren todos
en las aulas de Medicina; pero además, resulta indispensable una cierta familiaridad con
la Historia de la Civilización y la Mitología.”(p. 2927). También en otro momento del
texto agrega a la Psicología de las Religiones y la Literatura (p.2951)

3
No olvidamos aquí cómo define Oscar Masotta al psicoanálisis: “Una charla discreta entre dos”.
Pero Freud no sólo dice que la formación médica es insuficiente, también dice que es
contraproducente, es resistente, es un obstáculo epistemológico para aquel que quiera
ser psicoanalista. Y de lo que se trata, lo que Freud está defendiendo, se trata de
promover una formación donde no se termine siendo profano en el terreno del
psicoanálisis, bajo el rótulo de “psicoanalista”.
Como decía al principio del texto, a Freud le resulta más que sospechoso que los
médicos quieran arrogarse exclusividad en una práctica que hasta hace poco tiempo
habían acusado de calumnia o curanderismo, cuando ellos mismos lo son, ya que
“practican el psicoanálisis sin haberlo estudiado ni comprendido”, y podríamos agregar,
sin analizarse. El médico, dice Freud, suponiendo el pensamiento en su interlocutor,
“sabe que su título no es una patente de corso” (p. 2940). Teniendo en cuenta el uso por
parte del autor del signo de la negación, nos permitimos poner en duda esa certeza.
Freud se dedica a enumerar entonces por qué es imposible pensar en una continuidad
entre la medicina y el psicoanálisis. El primer impasse es el de la formación, que no sólo
es carente sino contraria, “…el médico recibe en las aulas una educación casi opuesta a
lo que exigiría una preparación al psicoanálisis” (p. 2491). Le da a las dolencias la base
anatómica, física y química, así como los psiquiatras buscan las condiciones físicas de
las perturbaciones psíquicas y las trata como sus motivos. Es decir, su causa.
Es esta formación “unilateral” la que tácitamente hace desdeñar la importancia de la
neurosis. “El neurótico constituye una complicación indeseada para la Medicina, tanto
como para los tribunales de justicia o para el Servicio Militar”. Esta alineación con los
poderes centrales, con esas masas artificiales que Freud estudió, es lo que permite
justamente a los médicos caer en una profana falta de respeto a la investigación
psicológica y facilitarse considerablemente su labor. “Cuanto más ignorantes son los
médicos en esta materia, más emprendedores se sienten”. Y, podríamos agregar, más
optimistas, cayendo en la tentación de mejorar el método psicoanalítico para resultarle
más agradable al paciente, y por lo tanto completamente inocuo.
Les contesta a sus colegas norteamericanos, sorprendiéndolos por el envés del asunto:
los profanos son los médicos. Y resitúa la cuestión: “Lo que exijo es que no pueda
ejercer el análisis nadie que no haya conquistado, por medio de una determinada
preparación, el derecho a una tal actividad. Que tales personas sean o no médicos me
parece secundario.” (La cursiva es de Freud)
Postula allí que para esta práctica nueva, basada en hipótesis nuevas, le corresponde una
política propia. Esto es: analizarse, estudiar la teoría psicoanalítica y supervisar los
casos. Conquistar el inconsciente…
En todo caso el furor prohibendi que acecha al psicoanálisis está fundado secretamente
en la necesidad eterna y tan primordial del reconocimiento del otro, estos psicoanalistas
médicos:
“… se encuentran a disgusto aislados de sus colegas, quisieran ser acogidos sin recelos
por la ‘profesión’ y están dispuestos a obtener esta tolerancia a cambio de un sacrificio
en una cuestión cuya importancia vital no vislumbra.” (El subrayado es mío)
Esa cuestión cuya importancia vital no vislumbran tiene que ver con la ética y la política
del psicoanálisis, con su objeto, que queda entre paréntesis. Es imposible que la
apropiación del psicoanálisis a mano de la medicina se de sin reducir el corazón mismo
del propósito psicoanalítico.
Esto no puede ser leído, a mi entender, sin la última parte del texto donde Freud resitúa
al psicoanálisis como un método de investigación y lo aleja de la terapéutica. Les ruego
me sigan en la cita:
“No creemos deseable, en efecto, que el psicoanálisis sea devorado
por la Medicina y encuentre su última morada en los textos de la
Psiquiatría, capítulo sobre la terapia, y entre los métodos tales como la
sugestión hipnótica, la autosugestión y la persuasión, que, extraídos de
nuestra ignorancia, deben sus efectos, poco duraderos, a la pereza y la
cobardía de las masas humanas. Merece mejor suerte, y hemos esperar
que la logre. Como ‘psicología abismal’ o ciencia de lo anímico
inconsciente, puede llegar a ser indispensable a todas aquellas ciencias
que se ocupan de la historia de los orígenes de la civilización humana
y de sus grandes instituciones, tales como el arte, la religión y el orden
social… El empleo del análisis para la terapia de las neurosis es sólo
una de las aplicaciones y quizás venga el porvenir a demostrar que
no es siquiera la más importante. De todos modos, sería injusto
sacrificar a una aplicación todas las demás por la sola razón de que
aquella roza el círculo de los interés médicos.” (p. 2952)

Para rematarla, en el apéndice, que escribe en 1927, dice, como si no estuviéramos


avisados de la ruptura epistemológica que produjo: “nunca fui un verdadero médico” (p.
2955). Describe al psicoanálisis como una “guía espiritual”, en el sentido de que el
psicoanálisis es el único procedimiento que une el curar con el investigar, y le roba la
medicina el botín al entregarla a las ciencias del espíritu4.
Comprenderán entonces por qué tomarnos el trabajo de retomar este tan poco leído
texto, atribuida su pertinencia muchas veces a condiciones coyunturales.
Como ya lo adelantó Freud en “Una dificultad del psicoanálisis” (1917), a pesar de las
afrentas narcisísticas que Copérnico, Darwin y él mismo han producido, la humanidad
trabaja incesantemente para recomponer su narcisismo.
Podemos recordar dos acontecimientos de la historia del psicoanálisis en la Argentina,
contrarios entre sí, pero que demuestran lo irresoluble de las relaciones entre el
psicoanálisis y la medicina.
El primero es la fundación de la APA. A pesar de haberse analizado y formado con
Theodor Reík, el bilbaíno Ángel Garma, Psiquiatra de formación, llega a Argentina en
el año 1938, y funda, en 1942, junto a Celes Cárcamo, Arnaldo Rascovsky, Mimí
Langer y Enrique Pichon-Rivière, la Asociación Psicoanalítica Argentina. Un par de
años tardó en formalizarse la condición que se extendería durante 30 años: los
aspirantes a analistas deberían ser médicos, formarse en la institución, y analizarse con
aquellos analistas autorizados por la IPA para tal fin.
Treinta años la APA extendió su poderío “unilateral” y mantuvo a su mercado cautivo.
Treinta años la APA fue muda, ciega y sorda a la política explícitamente enunciada por
Freud en Análisis Profano: “Es injusto e ilógico obligar a un hombre, que desea liberar
a otros del grave peso de una fobia o de una representación obsesiva, a dar el inmenso
rodeo que supone el estudio completo de la carrera médica” (p.2951)
Numerosos autores han transitado este tramo de la historia, como Jorge Balán 5, Germán
García6 o Alejandro Dagfal7 (entre otros), estudiando su coyuntura, su composición, sus
luchas de poder, y la variada formación e idiosincrasia de los actores participantes. Lo
que me interesa es no silenciar entre estos diversos aspectos, el profundo rechazo, la
indecible hostilidad para con el psicoanálisis y con la figura de Freud, que fundó
semejantes decisiones políticas. Sus dichos cobran actualidad: “…tengo todavía fuertes
dudas acerca de si la actual solicitud con que los médicos cortejan al psicoanálisis se
4
Jean Allouch ha trabajado ampliamente esta descripción del psicoanálisis como “ejercicio espiritual”,
en: El psicoanálisis, ¿es un ejercicio espiritual?, Cuenco de Plata, Córdoba, 2007.
5
Balán, Jorge, Cuéntame tu vida, cit.
6
García, Germán, La entrada del psicoanálisis en Argentina, Catálogos, Buenos Aires, 2005 (1978)
7
Dagfal, Alejandro, Entre París y Buenos Aires, la invención del psicólogo (1942-1966), Paidós, Buenos
Aires, 2009.
basa, desde el punto de vista de la teoría de la libido, en la primera o en la segunda de
las subfases de Abraham; es decir, si se trata de una toma de posesión con el propósito
de la destrucción o de la preservación del objeto.” (p.2955)

El segundo acontecimiento, inesperado por lo ectópico de su procedencia, es Oscar


Masotta. Es él quien, en Argentina, retorna a los dichos de Freud, leyendo a Lacan. Su
denuncia desempolva esta vieja controversia, que había quedado suspendida por el
mismo período en que Marie Langer olvida su pasado. Porque quiero contarles que
Marie Langer, quien fue fundadora de la APA, es la que en el año 1971 encabeza la
ruptura con esta institución, como líder del grupo Plataforma, y recuerda su pasado
combativo y militante que depuso por 30 años.
La ruptura que producen los grupos Plataforma y Documento en los años 70 y que
interrumpen la hegemonía total de la APA no son absolutamente correlativos al
pensamiento de Masotta, aunque éste comenta que tanto en estos dos grupos, como en el
interior de la APA oficial se produjeron “impregnaciones lacanianas”8.
Si bien estos grupos, movilizados por el episodio del Cordobazo, consideran en su
declaración, que la institución oficial había “distorsionado y detenido”9 el psicoanálisis,
el motivo de la ruptura no es en el fondo teórico. No se produjo para reivindicar el
discurso freudiano, no había que cambiar la clínica, sino incidir en la realidad
acercándola a la revolución, como plantea Marcelo Izaguirre.10 Oscar Masotta describe
esos momentos: “La discusión dentro de la APA había obedecido a reproches con
respecto a la ideología política de la institución en su conjunto y la de sus analistas, a la
posición de privilegio del psicoanalista en el interior de las instituciones y las clases
sociales, al mandarinismo burocrático de su régimen interno y el análisis didáctico, a la
lamentable pobreza teórica de los seminarios”11.
No podemos decir entonces que estos sucesos que transcurren en un mismo tiempo,
hayan ido en la misma dirección12.
8
Masotta, Oscar, “Comentario para la École Freudienne de París sobre la fundación de la Escuela
Freudiana de Buenos Aires”, en Ensayos lacanianos, Eterna Cadencia, Buenos Aires, 2011 (1976)
9
Documento del Grupo Plataforma, en: http://www.marielanger.com/2009/12/documentos-declaracion-
grupo-plataforma.html
10
Izaguirre, Marcelo, Jacques Lacan: El anclaje de su enseñanza en la Argentina, Catálogos, Buenos
Aires, 2009.
11
Ibid. 8, p. 289. El subrayado es mío.
12
Si bien no son ajenos al interés que comienzan a manifestar los flamantes psicólogos por el
psicoanálisis, y a la apertura de la APA a estos profesionales (recién) en el año 1986. Pero este tema es ya
para otro trabajo.
Masotta justamente señala esa intersección donde la operatoria política va a traicionar
directamente la matriz teórica, donde los médicos se afanan con el psicoanálisis para
afanarse el psicoanálisis:

“… convendría no olvidar –pero Lacan no tiene la culpa- que esa


ambigüedad que envuelve o corroe la praxis psicoanalítica en las
sociedades de hecho no es ajena al enriquecimiento de muchos de sus
oficiantes y que este define el estatus social del psicoanalista, la
corporación de los médicos, como dice Althusser, y que esa
corporación, a la que se suman las alianzas, las complicidades, las
‘confidencias’ de los grupos, no podría ser ajena del todo a los
avatares de la teoría.”13

Esta es una declaración que actualiza a Freud, y que a la vez es de inmensa actualidad14.
Que aparezca el nombre de Althusser sitúa a Masotta aliado de su lucha, lector del
“Freud y Lacan” del ’64, y por supuesto de la apuesta de Lacan. Todos ellos denuncian
que la colonización del psicoanálisis de parte de la corporación médica, introduce un
“Avatar” en la teoría que, como en la película, destruye todo a su paso con las banderas
del bienestar.
Para terminar, decir que el problema del psicoanálisis laico está resuelto es olvidar los
múltiples modos que encontramos de volverlo terapéutico. En esa maniobra, la
ideología médica perdura con toda vivacidad. Por otro lado, el problema del
psicoanálisis laico ha tomado otro cariz (tampoco nada nuevo, desde la fundación de
las carreras de psicología a partir del año 56). Otra vez el ejercicio del psicoanálisis, esa
práctica errante, molesta y necesariamente desprofesionalizada, queda supeditada a la
legalidad que pueda darle el marco profesional de la psicología.
Es por la vía del retorno a la ética, una ética propia, como lucha contra el reverso
obsceno de los ideales, sean terapéuticos o adaptativos, es decir, una ética contraria a la
ideología médica; y es por la vía del retorno a la política, una política exclusiva para el
psicoanálisis, como aquello que permita una forma de encarnar la palabra, de volver
consistente un discurso, en esa brecha que se abre paso entre la impostura para

13
Masotta, Oscar, “Psicoanálisis y estructuralismo”, en Introducción a la lectura de Jacques Lacan,
Eterna Cadencia, Buenos Aires, 2008 (1970), p. 118. El subrayado es mío. La cursiva es del autor.
14
Sigo aquí el señalamiento que hace Germán García, en el Prólogo a Introducción a la lectura de
Jacques Lacan, Op. Cit.
satisfacer a los semejantes y la locura de ser hablado por el Otro15, que el psicoanálisis
puede recobrar el espacio para su objeto (a) y ser recobrado como esa práctica
decididamente antiterapéutica y profana si podemos atravesar “el profundo espacio de
prejuicios ideológicos que nos separa de Freud” 16… leerlo, y sostener las consecuencias
que produzca esa lectura en nosotros.

15
Prólogo a Oscar Masotta y el psicoanálisis del castellano, de Germán García, Argonauta, Buenos
Aires, 1981.
16
Althusser, Louis, “Freud y Lacan” (1964), en Ideología y Aparatos Ideológicos del Estado/ Freud y
Lacan, Nueva Visión, Buenos Aires, 2011.
Bibliografía

Allouch, J. (2007). El psicoanálisis ¿es un ejercicio espiritual?. Buenos Aires: El


Cuenco de Plata.
Althusser, L. (2006). Escritos sobre Psicoanálisis. Freud y Lacan. México: Siglo XXI.
Freud, Sigmund (1995). Análisis Profano, en Obras Completas. Madrid: Biblioteca
Nueva.
Balán, J. (1991) Cuéntame tu vida. Buenos Aires: Planeta.
Dagfal, A (2009). Entre París y Buenos Aires, la invención del psicólogo (1942-1966).
Buenos Aires: Paidós.
Freud, S (1995), Análisis Profano, en Obras Completas. Madrid: Biblioteca Nueva
(1926)
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Izaguirre, M (2009). Jacques Lacan: El anclaje de su enseñanza en la Argentina. Buenos
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Markez, I (2008). El bilbaíno Ángel Garma. Bilbao: BBK.
Masotta, O (2008). Introducción a la lectura de Jacques Lacan. Buenos Aires: Eterna
Cadencia. (1970)
Masotta, O (2011). Ensayos lacanianos. Buenos Aires: Eterna Cadencia. (1976)
Documento del Grupo Plataforma, en:
http://www.marielanger.com/2009/12/documentos-declaracion-grupo-plataforma.html

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