¿Psicoanálisis Pro (A) Fano? Luisina Bourband
¿Psicoanálisis Pro (A) Fano? Luisina Bourband
¿Psicoanálisis Pro (A) Fano? Luisina Bourband
Luisina Bourband.
1
Balán, Jorge, Cuéntame tu vida, Planeta, Buenos Aires, 1991.
2
Freud, Sigmund, Análisis Profano, en Obras Completas, Biblioteca Nueva, Madrid, 1995, Tomo VIII.
abstracto y al mismo tiempo poco conmovible, para dirigirse en forma encubierta a sus
eternamente incómodos colegas: los médicos.
Partiendo de la sencilla y humilde escena de que “el analista no hace más que entablar
un diálogo con el paciente… el analista recibe al paciente a una hora determinada, le
deja hablar, le escucha, le habla a su vez y le deja escucharle.” (pp. 2913-2914), sin
ningún otro instrumento artificial, observa que nada tiene que ver esto con la magia y
los conjuros, ya que a la potencia del acto ha de agregarse “el progreso cultural” que lo
amortigüe haciéndolo palabra.3
(Está retomando aquí al Fausto de Goethe, que modifica el génesis bíblico “En el
comienzo era el verbo”, para decir “En el comienzo era el Acto”)
A continuación, luego de diferenciarlo de la magia, lo diferencia de la religión. Si ha de
considerarse al psicoanálisis como una clase de confesión, “en ella dice el pecador lo
que sabe, en cambio el neurótico ha de decir algo más” (p. 2915)
Para comprender entonces de qué se trata el psicoanálisis, el modelo de la magia (que
está en relación directa con el poder de la palabra), ni el modelo de la religión (que toma
la palabra por la vía de la confesión) no podrán explicarlo, así como tampoco la
medicina. Siendo un procedimiento sui generis, habrá que transitar las nuevas hipótesis
en las que se basa.
Es por eso que somete a su virtual y escéptico interlocutor al despliegue de distintas
hipótesis, que llamaríamos los conceptos fundamentales del psicoanálisis, para Freud.
Recorre lo inconsciente, donde también critica a la filosofía y a la psicología, por
centrar porfiadamente sus desarrollos en la conciencia; la hipótesis de la sexualidad
infantil y de la etiología sexual de las neurosis; la hipótesis de la transferencia. La
presentación de estos temas está tejida por la explicación del procedimiento analítico, la
escucha, la interpretación, el lugar de lo que llama “el factor individual” del analista, y
también, en directa relación, los temas que deben ocupar un lugar preponderante en su
formación:
“Es preciso poseer, para no extraviarse en su recinto [el de la sexualidad infantil],
conocimientos anatómicos y fisiológicos, que, desgraciadamente, no se adquieren todos
en las aulas de Medicina; pero además, resulta indispensable una cierta familiaridad con
la Historia de la Civilización y la Mitología.”(p. 2927). También en otro momento del
texto agrega a la Psicología de las Religiones y la Literatura (p.2951)
3
No olvidamos aquí cómo define Oscar Masotta al psicoanálisis: “Una charla discreta entre dos”.
Pero Freud no sólo dice que la formación médica es insuficiente, también dice que es
contraproducente, es resistente, es un obstáculo epistemológico para aquel que quiera
ser psicoanalista. Y de lo que se trata, lo que Freud está defendiendo, se trata de
promover una formación donde no se termine siendo profano en el terreno del
psicoanálisis, bajo el rótulo de “psicoanalista”.
Como decía al principio del texto, a Freud le resulta más que sospechoso que los
médicos quieran arrogarse exclusividad en una práctica que hasta hace poco tiempo
habían acusado de calumnia o curanderismo, cuando ellos mismos lo son, ya que
“practican el psicoanálisis sin haberlo estudiado ni comprendido”, y podríamos agregar,
sin analizarse. El médico, dice Freud, suponiendo el pensamiento en su interlocutor,
“sabe que su título no es una patente de corso” (p. 2940). Teniendo en cuenta el uso por
parte del autor del signo de la negación, nos permitimos poner en duda esa certeza.
Freud se dedica a enumerar entonces por qué es imposible pensar en una continuidad
entre la medicina y el psicoanálisis. El primer impasse es el de la formación, que no sólo
es carente sino contraria, “…el médico recibe en las aulas una educación casi opuesta a
lo que exigiría una preparación al psicoanálisis” (p. 2491). Le da a las dolencias la base
anatómica, física y química, así como los psiquiatras buscan las condiciones físicas de
las perturbaciones psíquicas y las trata como sus motivos. Es decir, su causa.
Es esta formación “unilateral” la que tácitamente hace desdeñar la importancia de la
neurosis. “El neurótico constituye una complicación indeseada para la Medicina, tanto
como para los tribunales de justicia o para el Servicio Militar”. Esta alineación con los
poderes centrales, con esas masas artificiales que Freud estudió, es lo que permite
justamente a los médicos caer en una profana falta de respeto a la investigación
psicológica y facilitarse considerablemente su labor. “Cuanto más ignorantes son los
médicos en esta materia, más emprendedores se sienten”. Y, podríamos agregar, más
optimistas, cayendo en la tentación de mejorar el método psicoanalítico para resultarle
más agradable al paciente, y por lo tanto completamente inocuo.
Les contesta a sus colegas norteamericanos, sorprendiéndolos por el envés del asunto:
los profanos son los médicos. Y resitúa la cuestión: “Lo que exijo es que no pueda
ejercer el análisis nadie que no haya conquistado, por medio de una determinada
preparación, el derecho a una tal actividad. Que tales personas sean o no médicos me
parece secundario.” (La cursiva es de Freud)
Postula allí que para esta práctica nueva, basada en hipótesis nuevas, le corresponde una
política propia. Esto es: analizarse, estudiar la teoría psicoanalítica y supervisar los
casos. Conquistar el inconsciente…
En todo caso el furor prohibendi que acecha al psicoanálisis está fundado secretamente
en la necesidad eterna y tan primordial del reconocimiento del otro, estos psicoanalistas
médicos:
“… se encuentran a disgusto aislados de sus colegas, quisieran ser acogidos sin recelos
por la ‘profesión’ y están dispuestos a obtener esta tolerancia a cambio de un sacrificio
en una cuestión cuya importancia vital no vislumbra.” (El subrayado es mío)
Esa cuestión cuya importancia vital no vislumbran tiene que ver con la ética y la política
del psicoanálisis, con su objeto, que queda entre paréntesis. Es imposible que la
apropiación del psicoanálisis a mano de la medicina se de sin reducir el corazón mismo
del propósito psicoanalítico.
Esto no puede ser leído, a mi entender, sin la última parte del texto donde Freud resitúa
al psicoanálisis como un método de investigación y lo aleja de la terapéutica. Les ruego
me sigan en la cita:
“No creemos deseable, en efecto, que el psicoanálisis sea devorado
por la Medicina y encuentre su última morada en los textos de la
Psiquiatría, capítulo sobre la terapia, y entre los métodos tales como la
sugestión hipnótica, la autosugestión y la persuasión, que, extraídos de
nuestra ignorancia, deben sus efectos, poco duraderos, a la pereza y la
cobardía de las masas humanas. Merece mejor suerte, y hemos esperar
que la logre. Como ‘psicología abismal’ o ciencia de lo anímico
inconsciente, puede llegar a ser indispensable a todas aquellas ciencias
que se ocupan de la historia de los orígenes de la civilización humana
y de sus grandes instituciones, tales como el arte, la religión y el orden
social… El empleo del análisis para la terapia de las neurosis es sólo
una de las aplicaciones y quizás venga el porvenir a demostrar que
no es siquiera la más importante. De todos modos, sería injusto
sacrificar a una aplicación todas las demás por la sola razón de que
aquella roza el círculo de los interés médicos.” (p. 2952)
Esta es una declaración que actualiza a Freud, y que a la vez es de inmensa actualidad14.
Que aparezca el nombre de Althusser sitúa a Masotta aliado de su lucha, lector del
“Freud y Lacan” del ’64, y por supuesto de la apuesta de Lacan. Todos ellos denuncian
que la colonización del psicoanálisis de parte de la corporación médica, introduce un
“Avatar” en la teoría que, como en la película, destruye todo a su paso con las banderas
del bienestar.
Para terminar, decir que el problema del psicoanálisis laico está resuelto es olvidar los
múltiples modos que encontramos de volverlo terapéutico. En esa maniobra, la
ideología médica perdura con toda vivacidad. Por otro lado, el problema del
psicoanálisis laico ha tomado otro cariz (tampoco nada nuevo, desde la fundación de
las carreras de psicología a partir del año 56). Otra vez el ejercicio del psicoanálisis, esa
práctica errante, molesta y necesariamente desprofesionalizada, queda supeditada a la
legalidad que pueda darle el marco profesional de la psicología.
Es por la vía del retorno a la ética, una ética propia, como lucha contra el reverso
obsceno de los ideales, sean terapéuticos o adaptativos, es decir, una ética contraria a la
ideología médica; y es por la vía del retorno a la política, una política exclusiva para el
psicoanálisis, como aquello que permita una forma de encarnar la palabra, de volver
consistente un discurso, en esa brecha que se abre paso entre la impostura para
13
Masotta, Oscar, “Psicoanálisis y estructuralismo”, en Introducción a la lectura de Jacques Lacan,
Eterna Cadencia, Buenos Aires, 2008 (1970), p. 118. El subrayado es mío. La cursiva es del autor.
14
Sigo aquí el señalamiento que hace Germán García, en el Prólogo a Introducción a la lectura de
Jacques Lacan, Op. Cit.
satisfacer a los semejantes y la locura de ser hablado por el Otro15, que el psicoanálisis
puede recobrar el espacio para su objeto (a) y ser recobrado como esa práctica
decididamente antiterapéutica y profana si podemos atravesar “el profundo espacio de
prejuicios ideológicos que nos separa de Freud” 16… leerlo, y sostener las consecuencias
que produzca esa lectura en nosotros.
15
Prólogo a Oscar Masotta y el psicoanálisis del castellano, de Germán García, Argonauta, Buenos
Aires, 1981.
16
Althusser, Louis, “Freud y Lacan” (1964), en Ideología y Aparatos Ideológicos del Estado/ Freud y
Lacan, Nueva Visión, Buenos Aires, 2011.
Bibliografía