Freud, Los Viajes y Roma - Luisina Bourband

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Freud, los viajes y Roma

El viaje halla su sentido sólo en si mismo, en el hecho de ser viaje. (Ítaca, Kavafis)
“Yo ando ya por la calle como un nativo.” (24/9)
Tarjeta postal desde Roma dirigida a su hija Mathilde Freud.

Arqueología, viajes, psicoanálisis


La arqueología surge con una vivacidad especial a fines del SXIX y principios del S XX. Las
excavaciones que intentan situar la existencia real de Troya, e indagar sobre las culturas clásicas,
griegas y romanas, ordenan para los europeos, su principio de realidad racional y al mismo tiempo
lo trenzan con el deseo, de la mano del mito.
La arqueología aparece varias veces en La Interpretación de los Sueños, como referencia
ineludible, como metáfora respecto a lo que estaba creando Freud. En torno al decisivo punto de
inflexión en su vida y su carrera dice, en una carta a Fliess (21/12/1899): “Apenas me atrevo aún a
creer en ello como es debido. Es como si Schliemman hubiera desenterrado de nuevo Troya que se
tomaba por fabulosa”.
Freud coloca a la arqueología, el psicoanálisis y los viajes, sus tres grandes pasiones, en una
coincidencia temporal y espacial. Pero a su vez, existe una analogía estructural de ambos métodos:
un paralelismo metodológico. Mientras la arqueología va a las profundidades del pasado en
sentido literal, el psicoanálisis lo hace de una forma metafórica. Entre el proceder del arqueólogo,
el investigador viajero, y el psicoanalista existe una analogía que acompaña toda la obra freudiana.
1
(Cartas de viaje, estudio preliminar)
Es más, la arqueología será para el psicoanálisis un “instructivo objeto de comparación”, no sólo
porque es un modelo espacial, tópico, sino un “cronotopo”, al decir de Bajtin. Cronotopo
menciona un espacio al que el tiempo dimensionará y cargará de significado. Es decir, sobre una
dimensión espacial (lo que se excava), se abre una dimensión temporal (mediante los objetos,
restos del pasado esparcidos en el espacio) 2
Esa analogía pierde vigor con el correr de la obra freudiana y su ubicación epistemológica dentro
de las disciplinas científicas, a partir de que su objeto se complejiza.
En El malestar en la cultura, Freud desarrolla nuevamente la analogía, comparando la psique con
su amada ciudad de Roma. Luego dice que esa comparación es un “pasatiempo ocioso”, pues la
psique sería incomparable con la estructura estratificada de una ciudad o un lugar de
excavaciones. Porque a diferencia de los objetos hundidos y antiguos, los elementos de la psique
permanecen intactos y vivos, generando efectos en el presente. Ligados al principio de
atemporalidad del inconsciente, no están desgastados por la ley del tiempo.
Erminia Macola va más allá en el análisis de esta relación, y plantea a la arqueología como el
síntoma de Freud. Lo que le permite desplegar, ligada a los viajes, sus fobias y temores. En otra
1
Tögel, Christfried, “Ayer volví a soñar con viajar”, en Sigmund Freud, Cartas de Viaje 1895-1923, Siglo XXI,
Madrid, 2006.
2
Platthaus, Isabel, “Virtualmente inmortales”, en Lo real en Freud, Círculo de Bellas Artes, Madrid, 2007.
oportunidad dimos cuenta de la conmoción que sufre Freud al trasladarse, casi accidentalmente a
la Acrópolis de Atenas, con su hermano Alexander. 3 La naturaleza ansiosa de esa relación con una
ciudad se repite con otra capital clásica: Roma.

Roma
La capital italiana se convierte en ese lugar símbolo de una serie de deseos infantiles largamente
anhelados. Como señala Tögel, en las cartas de Bachillerato, Freud habla de un “ardiente anhelo
de viajar y de ver el mundo”. Incluso desde la infancia, “el más importante signo externo de la
libertad era para Freud el viajar, que a la vez era para él un símbolo del desligamiento del padre”.
El autor que seguimos habla del viaje “como huída, realización de un deseo y hecho heroico”. 4
Freud percibía en su tierna infancia, como dice Yourcenar: El viaje como principio de
conocimiento, como una necesidad de emigración en los hombres, como en las aves, una vital
necesidad de sentirse en otra parte.
La llegada a Roma no fue para Freud nada fácil. A ese fuerte deseo, se le opone una intensa serie
de fobias que no le permiten pasar del norte de Italia, al que viaja varias veces antes de llegar a
Roma. Varios autores, como Roudinesco, Haddad o Ansermet, plantean una fuerte hipótesis:
relacionan los viajes a Italia con la creación del psicoanálisis.
Haddad dice: “Psicoanálisis e Italia… {están} estrechamente entrelazadas. Freud elaboró su trabajo
en un constante ir y venir entre Viena e Italia. Esto hará que sea más de veinte veces. Extraño para
un hombre que sufría de una fobia severa de los trenes”. 5
Un ir y venir entre Viena e Italia, un ir y venir entre el deseo y la inhibición: Freud descubrió Italia
al mismo tiempo que el psicoanálisis.
Roudinesco nos facilita una cartografía de sus viajes:
“Adepto a la abstinencia, Freud se entregaba, como es sabido, a toda clase de pasiones
sustitutivas, a las cuales se sumó la fiebre del viaje. A partir de 1895, embargado por un profundo
deseo de explorar los grandes lugares de la cultura grecolatina y del arte del Renacimiento, había
decidido afrontar su temor a los accidentes ferroviarios y su obsesión con los pasos de fronteras
para trasladarse todos los años a Italia. En septiembre de aquel año había descubierto las
maravillas de Venecia. Un año después emprendió, en compañía de su hermano Alexander y de
Félix Gattel, un prolongado periplo por Toscana, y el año siguiente volvió a Venecia para luego
dirigirse a Siena, Orvieto, Perugia, Arezzo y Florencia. Más adelante, acompañado por Minna y
luego por Alexander, Sándor Ferenczi o su hija Anna, no dejaría jamás de tender hacia el sur: en
primer lugar Roma y después Pompeya, Nápoles, Ravello, Sorrento, Capri, Palermo, Siracusa y
Atenas. Fascinado por la egiptología, admirador de Champollion, muchas veces soñó, sin hacerlo
jamás, con trasladarse a orillas del Nilo para conocer la antigua tierra de los faraones.”

Nos centramos entonces en el corazón del interés de nuestra búsqueda, para preguntarnos: ¿Qué
efectos creadores, qué virajes teóricos se producen durante estos desplazamientos?

3
Cfr. El hombre que marcha, supra…
4
Ídem 1.
5
Haddad, Gerard, Freud en Italie, Psychanalyse du Voyage, Hachette, París, 1995. Pp 76-77.
“Lo cierto es que en septiembre de 1897, embriagado por su búsqueda de un mundo subterráneo
semejante al descrito en un poema de Heinrich Heine, envió a Fliess una carta en la cual afirmaba
buscar en Italia un ‘ponche de Leteo’, una ebriedad del olvido, una nueva droga, fuente de
creatividad: ‘Aquí y allí tomo un sorbo, uno se regodea de una belleza extraña y en un esfuerzo de
creación gigantesco, en ello tiene parte sin duda mi inclinación a lo disforme, a lo perverso-
psíquico’. (carta a Fliess número 138)”.
Esa embriaguez del viaje italiano, en los momentos constitutivos del psicoanálisis, lo lleva a
renunciar a la teoría de la seducción. Habiendo retornado a Viena, escribe la famosa carta 139 a
Fliess: “No creo más en mi neurótica […] Es que podría sentirme muy insatisfecho. La expectativa
de la fama eterna era demasiado bella, y la de la segura riqueza, la plena independencia, el viajar,
el preservar a los hijos de los serios cuidados que me consumieron en mi juventud’ (carta 139 a
Fliess).”
En 1899 Freud no viaja porque está abocado a la redacción de su obra maestra: La interpretación
de los sueños. Libro que tiene numerosas alusiones a Roma, como tierra deseada pero jamás
pisada.
Esta primera época, anterior al 1900, fechada entre la muerte del padre y la escritura de La
interpretación de los sueños, es la época de su intenso autoanálisis, o writing cure, como lo llamó
Lacan. Autoanálisis, viajes a Italia, radical invención del psicoanálisis, e inhibición de ingresar a
Roma van de la mano. Haddad dice que en 1901 culmina este “psicoturismo”, con la visita por
mucho tiempo diferida, a Roma. Sus anteriores viajes, fueron llenos de energía, pero de inhibición
por no poder llegar a Roma. Él no puede ir a Roma. Él quiere ir, pero una fuerza disfrazada de fobia
a los trenes, se lo impide.
Durante un viaje en tren hacia Italia se levanta la amnesia, y recuerda su deseo infantil hacia su
madre, y la hostilidad hacia el padre. “Un recuerdo en una litera de un vagón de tren, cambia el
siglo” (Haddad), y el Edipo como complejo se edifica. Como si revestir un espacio, transitarlo, le
permitiera volver a un momento en la historia. Es como si pudiese pensar la historia a través del
espacio. O más precisamente, a través de sus imposibilidades respecto al espacio. En estos viajes
entre 1895 y 1900, Freud nunca pasó del lago Trasimeno, a Roma.
Para él todo radica en esa inhibición. Ante la escena del padre humillado, que le retorna cuando
éste muere (1896), Freud retoma su identificación a Aníbal, para vengar a su padre. (Que había
jurado a los nueve años ir contra los Romanos, para vengar a su padre Hamilcar)
Atravesar el lago Trasimeno fue atravesar su inhibición y su historia. Luego se le ocurre la
referencia a Edipo y a Hamlet. Aníbal, después del lago Trasimeno, se enfrentará a un fracaso.
Hannibal podría tomar Roma pero se detiene allí. Y la leyenda pasa a la famosa frase que un
teniente habría llamado Hannibal: Usted sabe que la derrota , pero no sabe disfrutar de su victoria
Allí se interroga sobre su inhibición. No puede mostrarse superior a su padre, como Aníbal.
Descubre que esa inhibición tiene que ver con su infancia.
Ir a Roma es ir más allá de su padre, y Freud lo realiza.

1º al 14 de septiembre de 1901, es la primera vez que viaja a Roma, Luego de escribir


Psicopatología de la vida cotidiana, y el manuscrito de El Caso Dora. En este último alude, en una
comparación entre el trabajo del arqueólogo y el psicoanalista, a la Antigüedad: “En vista de lo
incompleto de mis resultados analíticos no me quedaba más remedio que seguir el ejemplo de
aquellos investigadores que tienen la fortuna de sacar a la luz del día, de su largo entierro, los
restos, inestimables aunque mutilados, de la Antigüedad. Yo he completado lo incompleto de
acuerdo con los modelos que me son conocidos por otros análisis, pero, lo mismo que un
arqueólogo concienzudo, he evitado detallar en cada caso dónde mi construcción parte de lo
auténtico.”
En La Interpretación de los sueños había analizado una serie de episodios oníricos que tienen
como base el anhelo de ir a Roma. Lo acompaña su hermano Alexander, en el primero de los siete
viajes que realizará a Roma.
Seguiremos el epistolario de este viaje: “Incomprensible que no hayamos venido hace años.”, dice
Freud. “Hay muchas cosas aquí que son indescriptibles; de las maravillas del mundo no se puede
hablar en una tarjeta”.6 Da cuenta de esa inhibición que comienza a ser un temor que puede
anudarse al deseo realizado: “Al mediodía estábamos delante del Panteón, algo que temía desde
hacía años.”7
Y también, de ese estado de gozo que lo desliga a Freud de las obligaciones, y le permitirá, como la
bañera de Arquímedes, avanzar en su teoría: “… en Roma es tan fácil olvidarse de todo, y tampoco
hay tiempo para escribir”. “La sensación de bienestar no se ve perturbada. Estamos exultantes”.
Tiempo de descanso de la escritura que prepara para ella. Y para retornar: “Hoy he metido la
mano en la Bocca de la Veritá, y he hecho el juramento de que volveré.” 8
En ese primer viaje es que se encuentra con el Moisés de Miguel Ángel, que tendrá profundas
consecuencias teóricas y subjetivas: “Esta tarde hemos tenido de esas impresiones que se
conservan durante años. Hemos estado en el Panteón… y luego, de repente, en la iglesia de S.
Pietro in Vincoli, hemos visto el Moisés de Miguel Ángel (lo hemos visto de repente, debido a un
equívoco). … nunca me había sentido tan bien. “ Pa. 9
Es de destacar que en todos los viajes siguientes a Roma, irá a visitar al Moisés, de una forma
obsesiva, todos los días se sentará a observar la escritura, a tratar de extraer su secreto. Trece
años le lleva escribir sobre él. Y diez años más legalizar su paternidad sobre el escrito.
Durante el viaje de 1907 a Toscana y Roma, Freud toma la decisión de disolver la Sociedad de los
Miércoles y refundarla con el nombre de Asociación Psicoanalítica de Viena.10 La decisión se la
comunicó a los miembros de la sociedad en una carta enviada desde Roma. Viaja solo, y dice
retomando el gozo del que hablábamos: “No sé, de veras, cómo he llegado a tener fama de
temerario. Todavía no tengo claro qué es lo que estoy haciendo aquí. Seguramente leeré y
escribiré algo, y veré muchas cosas.”11
El 19 de septiembre escribe una carta a Jung que dice: “Estoy viviendo aquí en Roma totalmente
solo, en medio de algunas fantasías, y no pienso volver a casa hasta los últimos días del mes. Mi
dirección es el Hotel Milano. He enterrado profundamente la ciencia al comienzo de las vacaciones
6
Tarjeta postal desde Roma, 2 de septiembre de 1901, dirigida a Martha Freud.
7
Tarjeta postal desde Roma, 3de septiembre de 1901, dirigida a Martha Freud.
8
Tarjetas postales desde Roma, del 4 y 6 de septiembre, dirigida a Martha Freud.
9
Tarjeta postal ídem, 6 de septiembre.
10
Si bien dice (21/9): “Los caballeros de los miércoles tendrán trato de nobles” en relación a los regalos que
les llevará, ceniceros de mármol.
11
Tarjeta postal desde Roma, del 17 de septiembre de 1907, dirigida a la familia.
y quisiera ahora volver a mí mismo y sacar algo de mí. Para ello, esta incomparable ciudad es el
lugar adecuado. Aunque pudiera ser que mi obra principal ya esté culminada, quiero seguir
colaborando con usted y con los más jóvenes, mientras pueda ser […] Eitingon, a quien me
encontré en Florencia, está ahora aquí y probablemente venga pronto a verme.”
Escribe a Mathilde Freud (20/9): “… siento mucho más la soledad nocturna. Tenemos que
organizarlo de manera que siempre me lleve conmigo a uno de vosotros, tú desde luego la
primera; como es natural no podemos empezar por Roma.”
24/9: (a Martha Freud): “Imagínate la alegría cuando, después de una soledad tan larga, me he
encontrado hoy en el Vaticano con una cara conocida. Pero el reconocimiento ha sido unilateral,
pues se trataba de la Gradiva en lo alto de una pared. El tiempo es cada vez mejor y la ciudad cada
vez más grandiosa.” Ese mismo año Freud había publicado “El delirio y los sueños en La Gradiva de
Jensen”.
Ese buen pasar, ese disfrute lo predispone a una escritura y una lectura que claramente no son las
de la ciencia, enterrada, donada a los más jóvenes, o terminada. Según Haddad, será la
experiencia estética lo que lo aleja del trajín obligado, abriéndolo a otras posibilidades del
pensamiento.

La preparación del viaje de 1910 estuvo plagado de cambios de planes, entre Sandor Ferenczi y
Freud. Durante ese viaje discutieron el caso Schreber, que Freud publicó el año siguiente bajo el
título “Observaciones psicoanalíticas sobre un aso de paranoia (dementia paranoides)
autobiográficamente descrito”. El último día de su viaje escribe a Jung: “El viaje ha sido muy
sustancial y ha traído varios cumplimientos de deseos que hacía tiempo se hacían necesarios para
la economía interior...” Es el viaje en el que escribe “El Moisés de Miguel Ángel”.

El año 1912 fue muy rico en viajes de verano. Viajó por algunas localidades con su familia, hasta
que llegó a Roma el 24 de septiembre, con Sándor Ferenczi. “El contacto con Ferenczi era cada vez
más importante para Freud, sobre todo porque ya se vislumbraba el desacuerdo con Jung. A
finales de mayo , Freud había estado en Kreuzlingen, junto al lago de Constanza, en casa de Ludwig
Binswanger, pero no pensaba visitar a Jung en Zúrich, sino que esperaba que este se acercaría a
Kreuzlingen. Jung no lo hizo así, sino que interpretó el “Gesto de Kreuzlingen” como algo
personal”.12

Roma le sigue significando apertura a la vida mundana, posibilidades de escritura. 13


Ferenczi se va a Nápoles y la soledad lo encuentra visitando el Moisés. “Estoy gozando de una
soledad exquisita, un tanto melancólica… visito a diario el Moisés en S. Pietro in Vincoli, sobre el

12
Cartas de Viaje, cit. P 362.
13
16/9 (Carta a la familia): “… de camino entre Florencia y Roma he recuperado todo: estado de ánimo, el arte de hacer
interesante a Ferenczi, el apetito y la primera comida, de la que no es digno un bárbaro.”
“Me resulta de lo más natural estar en Roma, no me siento en absoluto extraño. Me siento tan bien como pueda
pedirse…”
20/9: (A Martha): “Roma es a buen seguro lo mejor para mí. Lo disfruto como nunca… mi plan para la vejez está claro:
nada de cottage, sino Roma. También os gustará mucho a ti y a Minna.”
que quizás escriba algo. Mi bienestar es completo y duermo profundamente. Me alegro ya de
volver a casa y al trabajo.”14
En el mes de junio de 1913 se publica Tótem y tabú. Del 5 al 9 de septiembre se realiza el IV
Congreso Psicoanalítico Internacional, en Munich, donde se produce la ruptura con Jung. Luego
escribe desde Roma a su hija Mathilde (12/9): “El congreso de Múnich no fue esta vez agradable, y
sí muy agotador.”
El 9 de septiembre viaja a Roma con Minna, su cuñada. Se hospedó en el hotel Edén. Le escribe a
Karl Abraham en una carta, sobre su placentero y productivo viaje: “En la incomparablemente
bella Roma he recuperado el buen estado de ánimo y las ganas de trabajar, y en las horas libres
entre las visitas a los museos, las iglesias y la campa he escrito un prólogo para el libro sobre el
tótem y tabú, una ampliación de mi intervención ante el congreso y un esquema para el ensayo
sobre el narcisismo, y también he corregido mi artículo de propaganda para Scientia”. A diario
visitaba el Moisés de Miguel Ángel en San Pietro in Vincoli. Le dijo a Ernest Jones que Roma le
gustaba más cada año. En ese viaje no se conserva ninguna carta dirigida a su mujer. En ese viaje
ya va postulando a su hija Anna como futura acompañante de sus próximos viajes, cuestión que se
concretará más adelante. Por último, en ese viaje, puede de sus fascinación hacer letra, y escribe
“El Moisés de Miguel Ángel”.
Su séptima visita a Roma será en el año 1923, cuando se le diagnostica un tumor en la cavidad
bucal. El 1 de septiembre viaja con su hija Anna. Fue el último viaje de vacaciones que realizó
Freud.

14
Tarjeta postal desde Roma, 25 de septiembre, dirigida a la familia.

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