Plan Terapéutico para Los Pacientes Con Esquizofrenia

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Plan terapéutico para los pacientes con esquizofrenia

Con fines prácticos, el tratamiento de la esquizofrenia puede dividirse en tres fases. La fase
aguda comienza con la exacerbación sintomática y finaliza una vez que el cuadro retorna al
nivel basal. La fase de estabilización es una etapa de transición hasta llegar a la fase estable y,
junto con la fase aguda, demora unos seis meses en cumplirse. Por último, la fase estable tiene
el objetivo de rehabilitar al paciente mediante su recuperación y la estabilización de su
funcionamiento social. Siempre es fundamental contar con un plan terapéutico a corto y a
largo plazo adaptado a las necesidades de cada paciente. El objetivo del tratamiento de los
pacientes esquizofrénicos es disminuir la sintomatología, mejorar la calidad de vida y el
funcionamiento, y lograr la recuperación y el alcance de objetivos personales.

En primer lugar es necesario realizar una evaluación sintomática y diagnóstica adecuada y


actualizarla según la evolución y las circunstancias del paciente. Es fundamental identificar los
objetivos de cada tratamiento y tener expectativas realistas sobre el nivel de mejoría posible
en cada caso. Entre las escalas disponibles para la evaluación objetiva de los pacientes se
incluye la Structured Clinical Interview for DSM-IV, la Abnormal Involuntary Movement Scale,
la Brief Psychiatric Rating Scale (BPRS) y la Positive and Negative Syndrome Scale (PANSS).

Una vez que el paciente fue evaluado en forma adecuada en términos diagnósticos, clínicos y
psicosociales será necesario crear un plan terapéutico. Esto incluye la elección de la modalidad
y el contexto de tratamiento, que serán reconsiderados a medida que el individuo evoluciona.
La creación de una alianza con el paciente y la promoción del cumplimiento terapéutico son un
pilar importante y se ven favorecidas por la atención continua con un mismo psiquiatra. El
conocimiento de las aspiraciones, objetivos y actitudes del paciente hacia el tratamiento y de
los factores socioeconómicos que pueden obstaculizarlo, así como la integración de la familia
en el proceso terapéutico son esenciales para mejorar el cumplimiento.

La educación del paciente y sus familiares respecto de los signos de alarma para la aparición de
recaídas es otro tema fundamental ya que puede prevenir la aparición de cuadros floridos.
Asimismo, la evaluación y el tratamiento de las comorbilidades psiquiátricas, sociales y
médicas deben ser oportunos y, de ser posible, efectuarse en un contexto interdisciplinario.
Dado que las circunstancias sociales y el funcionamiento de los pacientes afectan
significativamente el cumplimiento y la respuesta al tratamiento, su consideración es de suma
importancia para lograr resultados satisfactorios. Es posible que intervengan diferentes
profesionales durante el curso terapéutico. Por este motivo, la documentación de las prácticas
efectuadas y de la respuesta del paciente es otro punto de importancia para lograr la
continuidad terapéutica a pesar del cambio de profesional.

Fase aguda

Durante esta fase, el objetivo es prevenir el daño, controlar la conducta, disminuir la gravedad
sintomática, conocer los factores desencadenantes del episodio agudo, generar una alianza,
formular un plan terapéutico y asegurar la contención del paciente en la comunidad. El desafío
principal será administrar el tratamiento farmacológico y aplicar la intervención psicosocial
correcta según la situación del paciente. La evaluación debe involucrar aspectos psiquiátricos y
médicos aportados por el examen clínico y la familia. La intervención familiar es fundamental
especialmente en caso de riesgo para el paciente o terceros. En muchos casos, la agitación o la
agresividad requerirán un tratamiento sin consentimiento del paciente.

El cumplimiento terapéutico y los motivos de falta de adhesión o exacerbación sintomática


deben evaluarse en forma minuciosa, al igual que la posibilidad de interacciones
farmacológicas y de consumo de sustancias. El peso corporal, los signos vitales y la evaluación
mediante diagnóstico por imágenes son fundamentales en caso de psicosis de inicio reciente o
presentación clínica atípica. La ideación suicida requiere precauciones especiales, al igual que
la evaluación del riesgo actual y de los antecedentes de intento de suicidio. Esto es
especialmente importante en presencia de un plan suicida y de factores de riesgo como las
alucinaciones, la ansiedad, los síntomas extrapiramidales o el consumo de sustancias. La
intervención psicosocial durante la fase aguda tiene como fin disminuir los factores estresantes
ambientales y generar una alianza terapéutica con el psiquiatra y el resto del equipo tratante.
La psicoeducación del paciente deberá adaptarse a su capacidad de comprensión. No debe
olvidarse que éste es un momento propicio para la integración de la familia en el tratamiento.

En casi todos los casos será necesario administrar antipsicóticos lo más rápido posible debido
al malestar y el riesgo que genera la sintomatología aguda. Antes de iniciar el tratamiento se
recomienda efectuar análisis de laboratorio y, en la medida de lo posible, discutir los riesgos y
beneficios con el paciente para generar una alianza terapéutica y favorecer el cumplimiento.
La información sobre los efectos adversos agudos de las drogas también favorece el
cumplimiento. En presencia de agitación es de utilidad el tratamiento combinado con
antipsicóticos y benzodiazepinas. La existencia de diferentes formulaciones farmacológicas
permitirá administrar el tratamiento aún cuando la vía oral no sea posible. Si el paciente se
niega a recibir medicación es útil la búsqueda de colaboración familiar y, si es necesario, el
tratamiento se administrará igualmente de acuerdo con la legislación vigente.

A la hora de elegir el antipsicótico a administrar debe considerarse el antecedente de


respuesta antipsicótica, el perfil de eventos adversos y la preferencia del paciente. Las
opciones de primera línea son los antipsicóticos atípicos ya que el riesgo de síntomas
extrapiramidales y discinesias tardías vinculado con su administración es bajo. No obstante,
aún se discute su balance riesgo-beneficio en comparación con los antipsicóticos típicos.

Estos últimos se elegirán si el paciente tiene antecedentes de buena respuesta o preferencias


ante su administración. En caso de cumplimiento inadecuado será de utilidad el empleo de
formulaciones parenterales de acción prolongada. La dosis a administrar y su titulación
deberán permitir una respuesta terapéutica efectiva y asociarse con un riesgo bajo de
intolerabilidad.

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