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01 Fae's Captive - Lily Archer

SIEMPRE HE PENSADO QUE NO PERTENEZCO A ESTE MUNDO... NUNCA PENSÉ QUE EN REALIDAD ERA ASÍ... TENGO MIEDO DE EL.

Cargado por

Itzelina Torres
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01 Fae's Captive - Lily Archer

SIEMPRE HE PENSADO QUE NO PERTENEZCO A ESTE MUNDO... NUNCA PENSÉ QUE EN REALIDAD ERA ASÍ... TENGO MIEDO DE EL.

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Créditos
Moderadora
Jessibel

Traductoras
Jessibel
Danay

Corrección, Lectura Final & Diseño


Jessibel
Índice
Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Sobre El Autor
Sinopsis
Mi compañera de cuarto en la universidad es la peor. Cecile
roba mi comida, trae chicos a todas horas y va a fiestas en lugar de
estudiar. Pero esos son débiles peculiaridades comparadas con lo que
hizo después. Ella me drogó y desperté encerrada en un universo
paralelo lleno de criaturas aterradoras.
Ahora, la más grande y aterradora criaturas de todas, un rey de
las hadas, cree que soy su compañera. Él me liberó de la prisión, pero
me vigila de cerca. Tan cerca, de hecho, que me está comenzando a
gustar su invernal mirada y su cincelado cuerpo glacial. Pero los
secretos y los villanos merodean en todas partes de este nuevo
mundo. Y no sé si sobreviviré por mucho tiempo para encontrar la
manera de regresar a casa.
1
Traducido por Jessibel

Taylor
Mi compañera de cuarto es un terror. Tropieza a todas horas de
la noche con hombres extraños a cuestas, saqueando la mini-nevera
y devora mi comida. Deja su ropa esparcida por toda nuestra
habitación, raramente va a clase, y me niego a limpiar una sola cosa.
—¿Por qué incluso decidiste ir a la universidad? —me quejo en
voz baja mientras recojo su ropa de ayer y la arrojo a la cesta.
—No fue mi idea.
Salto mientras ella camina y cierra la puerta detrás de ella.
—Mi padre insistió. —Ella bosteza y cae en su cama
completamente vestida, sus tacones de aguja de la noche anterior
todavía siguen atados a sus pies. Su largo cabello rubio está
esparcido sobre su almohada y cubre con un brazo sus ojos. —
Cálmate, ¿quieres? Estoy cansada.
—Es mediodía. —La miro fijamente—. Tengo un compañero de
estudio que viene. ¿Has visto mi chaqueta negra con el parche de
Gryffindor en el frente? No puedo encontrar...
Un fuerte ronquido se levanta de su delicada nariz.
Paso una mano por mi cabello castaño claro y tiro de las hebras.
Cuando accedí a ella como compañera de cuarto, fue por
desesperación. No podía pagar una habitación individual, y Cecile se
veía muy bien en el papel, una compañera junior que compartía
muchos de mis mismos intereses. Entonces, la elegí como mi
compañera de cuarto. Error. No pasó mucho tiempo para darme
cuenta de que todo su cuestionario de compañera de cuarto había
sido copiado por alguien más, alguien que debería haber sido mi
compañera de cuarto. En su lugar, tengo a Cecile, repleta de sus
maneras mimadas, su total desdén por mí y sus extrañas
peculiaridades.
—Oye.
Me sobresalto cuando ella abre un ojo y me mira fijamente.
—¿Sí?
—¿Qué día es hoy?
—Martes.
Pone en blanco su ojo.
—No, tonta. Me refiero a la fecha.
—No me insultes. —Muelo mis dientes, pero le respondo—. Es
27 de octubre.
El ojo se abre de par en par.
—¿Ya?
¿Qué se supone que debo decir a eso?
—Eso fue rápido. —Ella se sienta, su vestido rojo ceñido está
manchado con algo oscuro en el frente. Supongo que es vino, por el
olor que emana de ella.
—Sí, así es como funciona el tiempo. —Tiré un envoltorio de Hot
Pocket a la basura, que fue el último que devoró Cecile, por
supuesto—. Eso pasa.
—Oye. —Sonríe. Ella nunca me sonríe—. ¿Qué harás esta
noche?
—¿Qué? Estoy ocupada. —Retrocedo un paso y tomo mi
teléfono para cancelar a mi compañero de estudio. De ninguna
manera forzaría a Cecile a otra víctima.
—Salgamos. —Sus ojos se iluminan, mientras la resaca
desaparece de repente.
Ladeo mi cabeza hacia ella, no estoy segura si escuché bien.
—¿Salir?
—Sí. —Su sonrisa se ensancha—. Deberíamos ir de fiesta.
No voy a fiesta. Yo estudio. Trabajo en el sindicato de
estudiantes. Soy tutora en el poco tiempo libre que tengo. Todo lo que
hago está diseñado para obtener buenas calificaciones o ganar dinero
para poder comer. Las fiestas no están en mi repertorio, y Cecile lo
sabe.
—No, gracias.
—Oh, vamos. —Ella frota sus manos juntas—. Será divertido.
Podemos ir al juego aquí y luego ir a las casas de la fraternidad.
—Es martes. —Agarro mi mochila gris desgastada de mi cama.
—¿Y? —Ella se sienta, mientras sus grandes ojos grises se
enfocan en mí por primera vez en meses—. Todavía podemos pasar
un buen rato.
—No, pero gracias. —Agarro la manija de la puerta.
Su tono cambia, volviéndose más frío.
—Te pagaré.
—¿Qué? —Me giro para mirarla.
—Te pagaré. —Su voz se aclara de una manera desagradable y
forzada—. Para ser mi conductor designado.
—¿Desde cuándo te importa conducir borracha? —La mitad del
tiempo no tenía idea de cómo regresó a la habitación del dormitorio.
La otra mitad, su auto deportivo rojo se estacionaría frente al edificio,
tomando tres estacionamientos.
—Desde esta noche. La seguridad será primero de ahora en
adelante. Y como dije, te pagaré. —Ella gira un mechón de su cabello
rubio alrededor de su delgado dedo—. Te daré cien dólares solo para
que me lleves a las fiestas y luego regresamos aquí.
Quiero girar la manija y salir de la habitación. Pero el dinero es
dinero. Se necesitarían cuatro citas de tutoría para hacer tanto
dinero, o podría sacárselo a Cecile mientras estaba sentada en su
auto y haciendo la tarea o mientras se emborrachaba en las
fraternidades.
—Te pagaré doscientos. —Ella agarra su pequeña bandolera
con incrustaciones de cristal y lo abre, hojeando varios billetes antes
de sacar algo—. Y pagaré la mitad por adelantado.
No puedo rechazarlo, y ella lo sabe. Cecile puede ser una
reprobada, pero es astuta. Me he dado cuenta de eso: esos ojos grises
claros no se pierden mucho, incluso cuando están inyectados en
sangre.
Con un suspiro, me acerco a ella y busco el dinero.
Ella retira su mano.
—Encuéntrame en el frente a las nueve.
—Bien. —Extiendo mi mano.
Ella sonríe, luciendo sus dientes perfectamente uniformes y
blancos.
—Entonces tenemos un trato.
Cuando tomo el dinero, un escalofrío me recorre la espalda. Ella
es misteriosamente perfecta de cerca.
Cecile se recuesta en su cama y arroja su brazo a su lugar, y yo
retrocedo.
—Taylor —me llama, su voz ya se está desvaneciendo en el
sueño.
—¿Qué? —abro la puerta.
—No te olvides. A las nueve. De dónde vengo, si rompes un
trato, el castigo no es bonito.
—Tú vienes de Long Island. —Sacudo la cabeza y me acomodo
la mochila—. Estaré allí.
Su ronquido como un tren de carga me sigue por el pasillo.
—Vamos. —Cecile lleva una camiseta sin mangas roja y una
minifalda negra. Y nada más. A pesar de que el otoño llegó
revolucionado la semana anterior, a Cecile no parece importarle el
frío.
—Pensé que estaba conduciendo —protesto mientras ella
camina hacia el lado del conductor.
—Estás, pero no hasta después de las fiestas. —Ella abre la
puerta—. Entra.
Tiro de la puerta para abrirla y lanzo mi mochila pesada entre
los asientos.
Ella enciende el coche, mientras la maquinaria extranjera
ronronea a la vida. Creo que el motor está realmente en el maletero.
—¿Estás segura que no quieres? —Saca un frasco plateado de
la consola central, toma un largo trago y luego me lo ofrece.
Me quedo boquiabierta.
—Estás conduciendo.
—Estará bien. —Se encoge de hombros y pone el auto en
reversa, los neumáticos chirrían mientras retrocede.
Agarro la manija de la puerta.
—¿Asustada? —Ella sonríe, y es una real. Puedo decir, porque
no hay calor en ello.
—Vamos a la fiesta en una sola pieza, ¿de acuerdo?
—Claro. —Ella sale del estacionamiento del dormitorio y se
dirige a Campus Drive con tanta fuerza, que el auto toca el pavimento
por un segundo, luego se lanza hacia adelante.
—¡Jesús! —agarro mi cinturón de seguridad con una mano y la
manija de la puerta con la otra.
—No te preocupes. Te necesito viva.
Lanzo mi mirada hacia ella.
—¿Qué?
—Nada. —Ella se ríe—. Sólo quiero decir que te necesito viva
para que me lleves a casa.
Mis dedos vagan hacia mi collar, tocando la piedra de ópalo, lo
cual es la única cosa permanente en mi vida.
—¿Estás tocando tu garganta de nuevo? —Ella se gira para
mirarme a pesar de que está acelerando a través del campus,
mientras su mano mueve los engranajes del auto sin esfuerzo—.
Debes estar nerviosa.
Dejo caer mi mano hacia el cinturón de seguridad.
—Conduces como una maníaca. Por supuesto que estoy
nerviosa.
Su carcajada hace que la piel de gallina se levante de mis
brazos.
—No te preocupes. Ya casi llegamos.
Tiene razón, la fila de mansiones georgianas aparece a nuestra
izquierda, cada casa de fraternidad está decorada con una gran
insignia de letras griegas. Aunque es un martes por la noche, la
música fuerte emana de todos los demás edificios, y muchos
estudiantes se arremolinan con vasos rojos desechables en la mano.
Se estaciona en doble fila frente a Omega Nu y apaga el motor.
—Sé una buena virgen y espera aquí, ¿de acuerdo? —Ella
sonríe. Quiero negarlo, pero no tiene sentido. Es uno de sus dardos
favoritos, y mi reacción revela la verdad cada vez que me lanza esa
palabra.
Se acerca al asiento y saca una botella de agua sin abrir.
—Ten, tengo esto para ti.
Lo tomo, mientras mis cejas golpean mi cabello. Cecile nunca
hizo nada por nadie que no fuera ella misma.
—Mantente hidratada. Necesitaré que estés al frente esta
noche—. Ella observa su cara en el espejo, con sus labios rojos aún
perfectos—. Estaré de regreso en un momento.
Coloco el agua en el portavasos cuando ella sale. Una vez que
su puerta se cierra, tomo mi mochila y saco mi libro de química junto
con mi computadora portátil. El estrecho interior del auto deportivo
no es el mejor lugar para hacer la tarea, pero prefiero estar aquí que
en la casa de la fraternidad o afuera en el frío. Entonces, me pongo a
trabajar.
Después de aproximadamente una hora de dibujar moléculas,
bostezo y miro hacia arriba. La casa de Omega Nu está iluminada,
con todas las luces encendidas y la puerta principal abierta. La
música rap se abre camino en la noche, y han llegado más personas,
el porche está lleno de parejas platicadoras y fumadores.
Suspiro y alcanzo el agua. Por alguna razón, miro fijamente la
tapa y me aseguro de que esté sellada. Está pegada firmemente al
pequeño anillo de plástico. Tal vez Cecile no me va a envenenar
después de todo. Lo destapo y tomo un gran trago, luego otro.
Regreso a mi dibujo, bosquejo un octágono y luego observo la
combinación de productos químicos que se supone que debo
procesar. Algo caliente florece en mi estómago. Parpadeo, mis ojos se
sienten pesados.
—¿Qué demonios..? —dejo caer mi lápiz, y mi portátil se desliza
a la derecha.
Me pongo aún más caliente, el sudor brota en mi frente
mientras mi visión se vuelve ondulada. Algo esta mal. Muy mal.
Palmeo la manija de la puerta. Si salgo, puedo hacer que la gente del
porche me ayude. Pero no puedo agarrarme. El mango parece estar
cubierto de mantequilla.
Sin previo aviso, la puerta se abre.
Cecile se agacha y su rostro se ve borroso.
—Ya era hora.
—¿Qué tomó tanto tiempo? —Otra chica, con su imagen en la
sombra, merodea por detrás de Cecile. Su voz es familiar.
—¿Qué hiciste? —balbuceo.
—Es hora. —Cecile pellizca mi nariz—. Para que te vayas.
—¿A dónde? —mi cuerpo se desploma hacia atrás, mientras mis
músculos se relajan.
—Vamos a hacer esto. —Dice la otra chica. La voz es demasiado
familiar. Ella se acerca, con una expresión ligeramente curiosa en su
rostro. En mi cara.
Los escalofríos se disparan a través de mí, luchando con el calor
que parece quemarme de adentro hacia afuera. ¡Ella tiene mi cara!
Incluso está usando mi ropa, la chaqueta negra con el logotipo de
Gryffindor que pensé que había perdido. Esto es una alucinación.
Debo haberme quedado dormida en el coche. Despierta. Despierta.
¡Despierta, maldición!
—Seguro que llegaste a tiempo. La línea de ley no habría durado
otro día —dije. Pero no fui yo. Era la de mi cara y mi chaqueta
favorita.
Cecile se encogió de hombros.
—Lo he logrado.
—¿Qué está pasando, Ceci...? —Mi voz falla, mis párpados se
cierran a pesar de todo mi esfuerzo por mantenerlos abiertos.
—Ya lo verás. —Ella cierra la puerta con una sonrisa alegre.
Todo se vuelve negro.
2
Traducido por Jessibel

Leander
El asesino se retuerce cuando presiono mi cuchillo de hierro
contra su hombro.
—Dime quién te envió, y todo esto habrá terminado. —Camino
alrededor del varón, con sus ojos plateados fijos en mí mientras
enseña sus colmillos.
—El rey más allá de la montaña —grita.
—Divertido. —Saco otro cuchillo de hierro de mi mochila,
mientras el metal chisporrotea contra mi palma—. Eres el tercer
asesino que he capturado y también el tercero en decir eso. —Clavo
el cuchillo en su muslo, girando mientras lo hago.
Esta vez él gime, su cara se contorsiona de dolor. Bien.
—No hay un reino más allá de las Montañas Grises. No hay un
rey. Ni siquiera un rey de las hadas. Entonces, ¿de quién estás
hablando? —giro un poco más el cuchillo.
—Del rey más allá de la montaña. —Me inmoviliza con una
mirada gélida—. Un día pronto, te arrodillarás a sus pies antes de
que él tome tu cabeza.
—¿Él es tu rey, entonces? —cruzo mis brazos y lo miro
fijamente.
Él no responde.
—Este rey del que hablas, ¿es responsable de las desapariciones
de las hadas menores como tú?
—No hay seres inferiores. ¡No en su reino! —chasquea sus
dientes—. No eres rey, ni de mí ni de ninguno de mis hermanos. El
reino de invierno caerá y tú con él.
Esa era información nueva. Quienquiera que fuera este rey,
tenía una agenda más allá de tomar mi cabeza. Quería mucho,
mucho más. Lo había sospechado, aunque él parecía obsesionado
con mi reino. No había tenido informes de intentos de otros
gobernantes.
—Lo que sea que te haya prometido y a tu especie, es una
mentira. —Saco mi afilado cuchillo de hierro de mi mochila.
—Tú eres la mentira. Tú y todo el resto. Cuando él venga, lo
quemará todo, lo limpiará todo y destruirá los reinos.
—Parece que tiene mucho en su plato. —Lanzo el cuchillo de
hierro en el aire y la atrapo—. Así que le echaré una mano y cuidaré
de su asesino hablador.
—¡Mi rey reinará! —Su grito fue interrumpido por mi cuchillo,
pero no antes de que alguien golpeara a mi puerta.
Lanzo un hechizo de camuflaje alrededor del varón mientras su
alma se dirige a los Espirales, luego me acerco a la puerta.
—¿Sí?
—Mi señor. —Un representante del reino de verano se inclina,
pero no lo suficientemente—. ¿Los guardias sugirieron que podría
haber un problema? Ha habido... ruidos. —Él me mira.
Lanzo mis hombros hacia atrás, resaltando las graves
diferencias en nuestras estaturas.
—¿Me molestas en base al parloteo ocioso de tus guardias?
—¿Problemas? —Gareth se acerca, su enjuto cuerpo eclipsa a
los guardias apostados afuera.
—Ah... —El cortesano traga saliva mientras él nos mira, dos
hadas de invierno endurecidos en la batalla—. No. No hay problema.
Disculpas, mi señor. —El cortesano se inclina y retrocede, su faja
enjoyada brilla a la luz y su pelo blanco perfectamente peinado se
agita ligeramente—. Simplemente queremos asegurarnos de que su
estadía en el reino de verano sea de su agrado.
—¿Calor sofocante, cortesanos simpatizantes y una reunión
pospuesta sobre las desapariciones en curso? No, no es de mi agrado.
Gareth entra en mi habitación y se dirige hacia donde perdura
mi hechizo de camuflaje. Mi segundo al mando resopla con diversión
pero no dice nada.
—Esta noche, mi señor. El cónclave está listo para esta noche.
—El cortesano tropieza con sus palabras y se aleja lentamente—. Se
llevará a cabo según lo planeado, te lo aseguro. La reina Aurentia
está tan preocupada como usted.
Dudo eso, dado que la gran mayoría de las desapariciones han
sido del reino de invierno, mi reino. Los perfumados pavos reales de
la corte de verano solo se preocupan por sí mismos. Fui un tonto por
venir aquí, pero haré todo lo que pueda para ayudar a mi gente. No
merecen nada menos de su rey.
—Será mejor que sea esta noche. —Me quedo mirando al bufón
enjoyado—. Por tu bien. —Me levanto y golpeo la puerta.
—¿Quién es el rígido? —Gareth levanta su pulgar al asesino
muerto.
—Otro del rey más allá de la montaña. —Miro fijamente la
marca en el cuello del asesino, un árbol negro torcido, la misma
marca que los otros llevaban.
—Debiste haber enviado por mí. —Saca su cuchillo plateado de
su cinturón y lo gira en su palma. La cicatriz irregular en el lado
derecho de su cara se ve particularmente sombría aquí, en el reino
de verano, donde las flores y la vegetación parecen suavizar cada
áspera facción, excepto la nuestra.
Me encojo de hombros
—Lo manejé.
—Estoy aquí para cuidarte la espalda.
—Haces eso muy bien. —Me dirijo a él y examino el desorden
sangriento.
Sacude la cabeza.
—Eres rey ahora, Leander. No puedes ponerte en riesgo. Esto
no es lo mismo que cuando estábamos en el campo de batalla.
Necesito saber cuándo hay algún tipo de amenaza. No puedes
simplemente manejar las cosas por tu cuenta. Tú lo sabes. Si
queremos mantener la paz por la que tanto luchamos, tienes que
dejar de lado al guerrero y vivir como el rey. Encuentra a tu
compañera y...
—No puedo obligar a mi compañera a aparecer, Gareth. —
Intento pasar una mano por mi cabello, pero mi corona de plata me
detiene. ¿Cuántas veces había deseado encontrar a mi compañera?
Sólo los antepasados lo sabían. Pero ningún reino de invierno de la
alta realeza ha sentido el vínculo de una compañera en 150 años, no
desde que derroté al nigromante y gané el trono. Algo de magia
oscura se apoderó de mí mientras torcí mi espada a través de su
corazón negro, y nadie ha podido romperla desde entonces.
—Sé que no puedes saberlo. Pero ella vendrá, y luego con un
heredero, finalmente pasaremos los días oscuros. La maldición del
nigromante no puede durar para siempre. No voy a renunciar a
encontrar a mi compañera, y tú tampoco deberías hacerlo. —Él
aprieta mi hombro como lo había hecho tantas veces cuando éramos
soldados, antes de que yo fuera rey.
Tiene razón, por supuesto, y ese hecho me molesta. El reino de
invierno es mío para gobernar, pero mi trono fue ganado duramente
durante siglos de derramamiento de sangre. Las hadas de invierno
son un pueblo duro, astuto y oscuro. Pero con el establecimiento de
mi reinado, finalmente tenemos una paz tenue entre la alta realeza,
las hadas menores y el reino del verano. Depende de mí preservarlo.
Gareth deja escapar un largo suspiro, luego patea la silla del
hada muerto.
—¿Te dijo algo?
—Más de lo mismo. Pero agregó que el rey de la montaña no
solo quiere que yo muera, aparentemente. Él está detrás de los
reinos. Todos ellos.
—¿Él y qué ejército? —Gareth saca mis cuchillos y los limpia
con la túnica del asesino.
Una ráfaga de presentimientos se apodera de mí.
—Eso es lo que tenemos que descubrir.
3
Traducido por Jessibel

Taylor
Algo me hace cosquillas en la nariz. Lo golpeo, pero no
desaparece. Mis ojos se abren lenta y dolorosamente. ¿Qué pasa
conmigo?
Un destello de memoria se dibuja en mi mente, una pesadilla
de mí misma, de pie junto a Cecile en un oscuro estacionamiento. Me
incorporo y me golpeo la cabeza con algo duro e inflexible.
—¡Ay! —llevo mi mano a la cabeza y vuelvo a caer sobre un lecho
de heno rasposo, una vez más cosquilleando mi nariz.
—Shh. —Me dice un áspero susurro cerca.
—¿Quién está ahí? —presiono una palma en mi frente dolorida
y me giro para mirar en la penumbra.
—¡Shh! —esta solicitud de silencio es aún más urgente.
No puedo distinguir mucho, solo una especie de habitación con
heno en el piso y… espera, ¿son esos barrotes? Mi respiración se va
en un zumbido, y me desplazo hacia un lado hasta que el aire sobre
mí es claro. Había estado acostada en el nivel inferior de una especie
de litera tosca tallada en un muro de piedra. Mis vaqueros y camiseta
se han ido, reemplazados con un vestido de saco crudo, de un
material áspero contra mi piel. Presiono mi mano contra mi cuello,
un indicio de alivio florece en mi mente cuando siento el collar.
Mis ojos no están acostumbrados a la oscuridad cuando me
muevo hacia los barrotes, pero sigo mirando fijamente, tratando de
encontrar la fuente de la voz que demandó silencio. Todo lo que veo
es heno y paredes grises.
—¿Hola? —susurro.
—¿Quieres un derramamiento de sangre? —El heno a mi
izquierda se desplaza, y un par de ojos me miran.
—¿Dónde están...?
Un ruido retumbante rompe la quietud. Salto cuando se
acercan pasos pesados, el sonido se combina con lo que suena como
uñas afiladas rastrillando contra la piedra.
Me apresuro hacia atrás bajo la litera de piedra y me presiono
contra la pared. Mi cabeza palpita desde donde la golpeé antes, y el
latido de mi corazón no ayuda.
—Genial. Simplemente genial. —Los ojos desaparecen, y el heno
se asienta.
Una voz sibilante hace eco en las paredes, una que se desliza
por mi espina dorsal. Es muy acentuado y habla un idioma
extranjero. Un ruido crujiente rítmico se hace más fuerte con cada
segundo.
El instinto de esconderme se precipita a través de mí. Quisiera
fundirme, de alguna manera, en la piedra detrás de mí. Pero no hay
a dónde ir. El lugar donde el heno es más espeso ya está tomado.
La voz está más cerca ahora, y miro hacia la oscuridad fuera de
los barrotes.
Presiono mi palma contra mi boca para evitar que el ruido se
escape. Pero mi cuerpo tiembla, todo dentro de mí se paraliza y
sacude.
El movimiento me llama la atención, y una mano monstruosa y
con garras aparece justo fuera de los barrotes.
Un grito quiere liberarse de mis pulmones, pero lo trago. Estoy
demasiada asustada para mirar hacia otro lado, no parpadeo cuando
el resto de la criatura está a la vista. Parece que mi mente no puede
captar el horror de lo que mis ojos están viendo. Un enorme cuerpo
de serpiente impulsa el torso de un hombre, el silbido rítmico
proviene de las escamas a medida que se deslizan por el suelo.
Dice algo que no puedo entender. Me señala y presiona su cara
contra los barrotes, mientras sus ojos entrecerrados me atrapan. Es
casi la cara de un hombre, pero es más sombría, y cuando su lengua
bífida sale disparada, hago un sonido agudo que no puedo contener.
—No. Por favor, déjame en paz. Sacudo la cabeza.
Sonríe, mostrando colmillos curvos.
—Pequeña criatura ruidosa. Y hablando el lenguaje esclavo,
también. Pequeña mutante traviesa. —Lo dice en inglés, las palabras
gruesas y deformes salen de sus labios.
Sacudo mi cabeza, y pongo una mano firmemente sobre mi
boca.
—Linda mutante. Muy bonita. —Parpadea lentamente—. Un
sonido más, y tendré que disciplinarte. —La lengua se dispara—. Lo
disfrutaría, pero tú no.
No puedo cerrar los ojos, no puedo respirar, no puedo pensar.
El chirrido de una bisagra de la puerta aleja la atención del
monstruo, y una voz en el pasillo dice algo en un lenguaje
ininteligible. La cosa frente a mí silba su respuesta y me da una
mirada más antes de volver a caer por donde había venido.
Me quedo allí temblando por un largo tiempo, mi mente corre,
tropieza, da vueltas. Estaba en el carro de Cecile haciendo mi tarea.
Y luego tuve que haberme quedado dormida. Porque todo lo que
sucedió después de eso no tiene sentido.
Dormida. Estoy dormida. No hay manera de ver a una mujer que
se vea exactamente como yo, de ninguna manera estoy en una
especie de prisión, y de ninguna manera una criatura mitad serpiente
y mitad hombre acaba de venir y me amenazó. Mi respiración se
acelera y las manchas flotan en mi visión. Estoy hiperventilando. ¿Se
puede hiperventilar en un sueño? ¡Despierta! Pellizco mi brazo con
fuerza. El dolor que coincide con el dolor en mi cabeza florece a lo
largo de mi piel. Me pellizco de nuevo. Pero no me despierto. Esto no
puede ser. Nada de esto tiene sentido. Pero cuanto más me duele el
cuerpo y el aire frío se filtra en mis huesos, más pánico siento. Esto
es real.
—Susurra, idiota. Solo puedes susurrar aquí. Si Zaul te oye de
nuevo, no será bonito. —El heno se desplaza, y aparece una mujer,
con la cara sucia y el cabello recogido en desordenados mechones
ondulados.
Asiento, temiendo usar mi voz. Mi respiración es todavía
demasiado rápida. Me doblo en posición fetal y presiono mi frente
contra mis rodillas, pero mantengo al extraño en mi visión periférica.
Ella se acerca más, y me doy cuenta de que lleva el mismo saco
de patatas que yo, aunque es mucho más delgada, con las mejillas
demacradas.
—¿Qué hiciste para aterrizar aquí?
—No hice nada. —Mi voz es apenas un sonido—. No sé cómo
llegué aquí.
Ella sonríe, y no puedo decir si tiene veinte o cincuenta años.
—Me negué a dejar que el perro vampiro de mi maestro se
alimentara de mí. —Ella levanta su manga holgada y me muestra su
brazo. Incluso a través de la suciedad, puedo ver docenas, tal vez
cientos, de cicatrices, heridas punzantes que aparecen en pares—.
Prefiero morir antes que servir como una comida para ese perro una
vez más.
Hago a un lado el horror que amenaza con tragarme por
completo.
—¿Dónde estamos?
—En el calabozo de Byrn Varyndr, obviamente. —Ella se tiende
de costado y apoya su cabeza en su mano—. Donde ponen a las
chicas malas.
—¿Por qué?
—¿Por qué, qué? ¿Por qué estás aquí? —ella arruga la nariz—.
¿Cómo lo sabría?
Presiono una mano en mi cara.
—Esto no tiene sentido.
—Hablas la lengua vieja muy bien. —Ella succiona sus
dientes—. Me sorprende que incluso lo recuerde, hace tanto tiempo
que no lo escucho ni lo hablo. Me intercambiaron cuando tenía cinco
años, así que recuerdo algo de eso. Y las criaturas más viejos todavía
hablan y lo enseñan el uno al otro. También hay otras lenguas, pero
todos parecen apegarse a esta.
—¿Te refieres al inglés?
—Sí. —Ella se encoge de hombros—. Aquí, se supone que solo
debemos hablar su idioma. El inglés está prohibido. Principalmente
porque la mayoría de ellos no lo saben. Sólo las hadas menores que
trabajan junto a nosotros lo aprenden. Algunas de las hadas
superiores también lo saben. Pero eso es raro. Por lo general, no se
molestan con nosotros.
—¿Ellos?
Ella baja las cejas.
—Debes haberte golpeado la cabeza muy fuerte. Ellos... las
hadas. Nuestros maestros supuestamente benevolentes. —Ella ríe en
voz baja—. Dicen que el reino del verano es el más amable de todos.
Pero las hadas aquí son como todos los demás.
¿Hadas? ¿Qué es un hada? Echo un vistazo a los barrotes. ¿Era
ese monstruo serpiente un hada?
Ella dice algo en ese lenguaje extraño, aunque es hermoso,
debido a que se desprende de su lengua.
Sacudo la cabeza.
—¿Qué dijiste?
Ella entorna sus ojos.
—Dije que necesitas ver a un sanador, ya que ni siquiera puedes
recordar cómo hablar el lenguaje de las hadas.
—Se supone que no debo estar aquí. —Mi respiración comienza
a acelerarse de nuevo, el miedo restringe mi garganta—. Yo estaba en
el colegio. Ahí es donde se supone que debo estar...
—¿Colegio? —ella tiembla—. No se nos permite aprender. Lo
sabes.
—Esto no es real. —Me balanceo un poco, el suelo duro se me
está clavando en la cadera—. Nada de esto es real.
Ella golpea sus dedos sobre la piedra fría y sucia.
—¿Cómo te llamas?
—T…Taylor.
—¿Taylor de? —ella hace un gesto para que continúe.
—¿Qué quieres decir?
—Soy Lenetia de Granthos. Tú eres Taylor de tu amo. Entonces,
¿quién es tu maestro?
—No tengo un maestro.
—Por supuesto que sí —dice convencida—. Dame un nombre.
Tal vez pueda hablar con el guardia y decirle que necesita ver a un
sanador. Si tu maestro es lo suficientemente poderoso, incluso puede
funcionar.
—No tengo un maestro. —Mi voz comienza a subir, el pánico me
infecta—. Soy estudiante de la universidad. Me estoy especializando
en ingeniería química. ¡No sé cómo llegué aquí, ni dónde aquí está ni
siquiera! —paso mis dedos sobre el bulto de mi frente. Se siente como
una pelota de golf.
—¡Shh! —ella se escurre de regreso a su escondite.
—Esto no es real. —Salgo de debajo de mi refugio y me levanto—
. Nada de esto es real. Así que esa cosa no puede hacerme daño. Es
solo un sueño. Agarro las frías barras de metal—. ¡Hola feo! ¡Déjame
salir!
—Detente, por tu propio bien. —Se entierra a sí misma bajo el
heno mohoso.
Un sonido metálico derriba el oscuro pasillo, y luego vuelve a
sonar ese susurro rítmico.
—Agáchate —sisea Lenetia—. Por favor, deja de cortejar el dolor
y la muerte.
—¡Abre esta jaula! —tiro de los barrotes, pero no se mueven.
—Estoy tratando de ayudarte, niña. —Ella mira hacia afuera
desde su escondite—. Los mutantes deben permanecer juntos. Ahora
escápate conmigo antes de que él... —sus palabras terminan en un
chillido horrorizado.
La criatura aparece. Yo retrocedo involuntariamente. Incluso si
es un sueño, es aterrador.
Con los colmillos al descubierto, saca un anillo de llaves del lado
de su túnica.
—Oh no, no, no —susurra Lenetia desde su escondite.
El monstruo dice algo en ese idioma extranjero cuando abre los
barrotes, pero no viene a buscarme. Tal vez funcionó. Tal vez estoy
saliendo de esta pesadilla. Solo necesito despertarme.
Susurra de nuevo y me indica que salga, luego habla de nuevo
en una perorata ininteligible.
—Vamos chica. Dice que tu maestro Tyrios ha venido a liberarte
—los urgentes susurros de Lenetia captan la atención del
monstruo—. Tyrios es un noble poderoso.
La criatura brilla y se mueve para entrar en la celda. El extraño
chilla, el heno ondula mientras ella se escabulle hacia atrás.
—Ya voy. —Salgo rápidamente, interrumpiendo al monstruo y
devolviéndome su atención.
—Lástima que no pudimos jugar. —Se acerca a mi cara con una
garra sucia.
—Me gustaría despertarme ahora.
Mueve la cabeza hacia un lado y deja escapar una risa oxidada.
—¿Despertar? —cierra la puerta de la celda y me agarra del
brazo, su agarre es frío e implacable.
—¡Me voy a despertar! —Lloro mientras me arrastra por el
pasillo húmedo hacia otra puerta con barrotes—. ¡Despierta,
despierta, despierta! —sacudo la cabeza con fuerza, pero no pasa
nada. Todo parece demasiado real: la piedra dura, el frío en el aire,
la mano áspera que me sujeta con demasiada fuerza. ¡No, no, no!
La bestia me empuja a través de la puerta y hacia lo que debe
ser una sala de guardia. Otras dos criaturas, una con plumas como
un pájaro pero con el cuerpo de un hombre y lo que solo se puede
describir como un escorpión con el rostro de una mujer hermosa,
juegan a las cartas en un rincón cerca de una pequeña chimenea. Ni
siquiera levantan la vista cuando la criatura me arrastra por la
habitación, por otro pasillo y, finalmente, a una habitación con
ventanas altas que muestran un cielo increíblemente iluminado por
las estrellas.
El monstruo con forma de serpiente me tira a los pies de un
hombre alto y rubio con ojos plateados y le habla en el lenguaje de
las hadas, aunque su tono es notablemente más respetuoso de lo que
nunca fue conmigo. La expresión en el rostro del hombre cambia, y
hace un gesto hacia el bulto en mi cabeza mientras habla.
Me pongo de pie y trato de encontrar una salida, un escape.
Pero solo hay dos puertas en este salón de piedra, una tras mi
espalda y otra detrás del hombre alto y rubio.
Después de una ráfaga de palabras, el hombre rubio me toma
del brazo, sin sutileza, pero no tan duro como la bestia, y me empuja
hacia la otra puerta. Me resisto, tirando de nuevo contra él. Con un
movimiento tan rápido que casi pierdo el movimiento, él me golpea
con el dorso de su mano.
Cuando pruebo la sangre, sé que es real. Todo ello. Y no es un
sueño. Es una pesadilla.
4
Traducido por Jessibel

Leander
La esencia permanece en el aire, algo que no puedo ubicar. No
la había olido antes. Solo ahora. Solo cuando estoy caminando por el
palacio de verano con mi espada ancestral a mi lado y Gareth a mi
espalda.
Me vuelvo hacia él ligeramente.
—¿Qué es eso?
—¿Qué?
—¿No hueles algo?
Levanta la nariz.
—Nada, excepto las tonterías florales habituales que recubren
este reino como una plaga.
Me doy la vuelta y recupero el paso cuando nos acercamos al
ala principal del castillo donde se realizará la reunión. No es el
empalagoso olor floral. Es algo más, algo agradable. Como un fuego
cálido, pero no es un olor a humo.
Sea lo que sea, tengo que sacarlo de mi mente. Este cónclave
podría muy bien determinar el futuro de los reinos. Mi paz con las
hadas del verano depende del respeto mutuo de las fronteras y las
costumbres. Si tuviera que descubrir que eran responsables de la
erupción de las desapariciones o en alianza con los que lo eran,
habría una guerra de nuevo. Una vuelta a los días del nigromante
Shathinor, el brutal ex gobernante del reino de invierno que mató a
todas las hadas de veranos que pudo tener en sus manos.
Entonces, en nombre de la paz, continúo por los pasillos con
muros de hiedra y jazmín que florecen de noche, con luces de hadas
brillando en lo alto. Los guardias que pasamos inclinan sus cabezas
en reconocimiento, pero sus ojos permanecen cautelosos. Después
de todo, el reino de verano e invierno eran enemigos no hace mucho
tiempo.
—Mi señor. —El cortesano de antes nos saluda cuando
entramos en el salón principal. Ya está lleno del ruido de los nobles
del reino de verano, muchos de ellos se giran para mirarme mientras
entro. Sonrío. El reino de invierno se sofoca en joyas y se excede con
sus galas como estos pavos reales. Me pongo la túnica y los
pantalones negros habituales, mi corona de plata sobre mi cabeza y
mi espada a mi lado. Una variedad de cuchillos están ocultos por
toda mi persona, y Gareth es prácticamente una armería andante.
En casa, tendríamos menos armas, pero más ropa, pieles de nuestras
matanzas o cueros suaves cubriéndonos mientras hablamos
alrededor de un fuego rugiente. Pero aquí, donde el clima es
opresivamente agradable en todo momento, tenemos que
adaptarnos. Aun así, nos quedamos fuera. Nuestros ojos oscuros,
cabello negro y gran tamaño nos revelan como hombres del reino de
invierno. Más que eso, nuestras armas y características endurecidas
en la batalla nos marcan como guerreros, no como los cortesanos
mimados que nos rodean al pasar.
—La reina estará con nosotros en breve. La cena se servirá
durante el cónclave. —El cortesano, Pilantin es su nombre,
prácticamente se lanza delante de nosotros mientras los nobles
socializadores me hacen una reverencia deferente. No se me escapa
que muchos susurren entre ellos o me miren. En el reino de verano,
todos los gobernantes son elegidos a través de una línea de sangre
que se remonta desde hace milenios. Creen que eso los hace más que
reprochables, y también inmunes a la rebelión. El reino de invierno
está gobernado por el poder solo. Cualquier hada superior con la
fuerza para tomar el trono puede tenerlo. El combate uno a uno es la
única manera, y así es como me convertí en rey. Todavía no me han
desafiado, pero espero un día en que un hada intente demostrar su
valía contra mí.
Pasamos fuera de la vista de los nobles boquiabiertos y hacia
un comedor adornado. La mesa está decorada con piezas centrales
enjoyadas y platos dorados. Los candelabros brillan por encima de
un millón de facetas, y no tengo ninguna duda de que están hechos
de preciosos diamantes.
—Veo que han preparado buenos platos para nosotros. —
Gareth resopla y se desliza detrás de mí.
—Solo lo mejor para nuestros huéspedes. —Pilantin pasa
desapercibido el sarcasmo y me sonríe—. Espero que sea de su
agrado.
—Está bien. —Esa esencia pasa otra vez por mi nariz, y tomo
una muestra de aliento. ¿Quizás sea uno de los alimentos a servir?
Sea lo que sea, hace que mi sangre bombee más rápido y las puntas
de mis orejas puntiagudas tiemblen. También hace que algo se agite
debajo de mi cinturón, una reacción extraña a nada más que un olor.
Hago una pausa y trato de ubicar ese dulce aroma.
—¿Qué? —Gareth se tensa, bajando la voz—. ¿Qué pasa?
—Nada. —No puedo discernir de dónde viene.
—Mi señor. —Un sirviente saca una silla de oro cerca de la
cabecera de la mesa.
Intento no mirarlo. ¿Las cálidas acogidas del reino de verano
realmente necesitan un sirviente solo para ayudarles a tomar
asiento? Me siento, mientras la silla gime bajo mi peso. Todo aquí es
delicado y fino, diseñado para las grandes hadas que nunca han
conocido la picadura del invierno o el dolor del hambre. Pretenden
que son más civilizados debido a eso, pero su oscuridad simplemente
se oculta debajo de una fina capa de oro dorado, más no puro.
Un puñado de nobles nos ha seguido hasta el comedor y toman
asientos más abajo de la mesa.
Gareth se sienta a mi izquierda, su mirada siempre escudriña
la habitación, buscando problemas.
—Pensé que se suponía que esto era solo entre nosotros, la
reina y algunos de sus asesores de confianza —se queja.
—Supongo que esto es a lo que 'unos pocos' se refieren en el
reino de verano. —Tengo un pequeño círculo interno de guerreros de
confianza: la falange, como se los conoce en mi reino. Pero parece
que la reina Aurentia tiene cerca de dos docenas de nobles en quienes
confía para escuchar esta discusión de alto nivel.
Una vez que la mesa está llena, excepto por el asiento brillante
a la cabeza de la mesa, Pilantin aplaude.
—A la reina le gustaría que empecemos sin ella, pero ella estará
aquí dentro de poco.
Las puertas laterales se abren, y la mano de Gareth va hacia la
hoja en su cinturón.
—Tranquilo. —Fuerzo mi cara en lo que espero sea una
expresión neutral.
Los servidores entran en la habitación, cada uno de ellos con
platos anchos llenos de carne y verduras. El reino del verano no
quiere nada, su existencia es fácil.
Gareth deja caer su mano pero vigila a cada sirviente que se me
acerca. La mayoría son hadas menores, aunque una pequeña
cantidad de mutantes se apresuran, luchando por mantenerse al día.
El olor misterioso es más fuerte ahora. Miro alrededor de la
mesa, atrapando las miradas de los pocos nobles que tienen la
fortaleza de mirarme a los ojos. Nada me golpea, y no puedo caminar
exactamente alrededor de la mesa y oler a cada uno de ellos.
—¿Qué? —Gareth está tenso entre todos estos antiguos
enemigos.
—Nada.
—¿Por qué sigues buscando? —toma un trozo de carne y se lo
mete en la boca sin ceremonias—. Me está poniendo nervioso —gruño
en respuesta y pruebo las verduras de raíz.
El resto de la mesa comienza a comer una vez que he tomado
mi primer bocado. Me estaban esperando. Los modales del reino de
verano son más rígidos que mi miembro, que es decir algo, porque
está mejorando en este momento. Me alegro de estar sentado. No sé
cómo lo sé, pero ese extraño olor lo está causando. Tiene que ser. ¿Es
esto algún tipo de brujería?
Sigo comiendo, principalmente para evitar que Gareth apuñale
accidentalmente a uno de los nobles del reino del verano. Susurran
entre sí, lanzándome miradas entre sus habladurías.
—Mi señor, ¿cómo encuentra el castillo de verano? —pregunta
un noble, su nariz es casi tan puntiaguda como sus orejas y su
cabello largo y blanco.
Sofocante, caliente y exagerado. No ofrezco mi evaluación más
honesta. En cambio, digo—: Adecuado para mis propósitos.
Sus ojos plateados se entornan.
—¿Tus propósitos?
—Estoy aquí para reunirme con la reina y discutir los
problemas a lo largo de nuestras fronteras. —Agito mi cuchillo para
carnes en las paredes de oro y candelabros de diamantes—. Esta
habitación estará bien.
La conversación se detiene por un momento incómodo, lo es
para ellos, de todos modos. No tengo ninguna inclinación para
adularlos o cacarear sobre sus gustos lujosos. Estoy aquí para
detener los secuestros de mi gente y fortalecer el vínculo entre la
reina Aurentia y yo.
La comida continúa, el dulce aroma me molesta todo el tiempo,
hasta que la reina Aurentia finalmente se digna a hacer su aparición.
Todos estamos de pie cuando ella entra, mostrando su vestido de
azul celeste ceñido alrededor de su pequeña cintura, y sus ojos
plateados muy abiertos y aparentemente sin culpa. Pero su belleza
esconde una astucia que no puede ser subestimada.
Los guardias se arrastran detrás de ella y toman posiciones
alrededor de la habitación, algunos de ellos me observan con una
amenaza abierta.
Se detiene en mi silla y ofrece su mano. La tomo y beso su dorso,
su piel es fría y pálida. Gareth no hace ningún ruido, pero puedo
sentir su risa como si estuviera riéndose a carcajadas de los modales
del reino de verano.
—Gracias por venir esta noche. —Ella retira sus largos dedos.
—Por supuesto. —He estado presionando para esta reunión
durante años, desde la primera señal de problemas. Aunque ella me
ha desanimado. Probablemente no se preocupe por las
desapariciones del reino de invierno. Pero ahora algunos de sus
miembros también están desaparecidos.
Ella se desliza a su asiento y se acomoda, el resto de la mesa
sigue su ejemplo.
—¿Dónde está lord Tyrios? —ella no pregunta a nadie en
particular y mira hacia el asiento vacío a su mano derecha.
—Tenía algunos asuntos en el calabozo. Tomando control de un
mutante, al parecer. De un asqueroso asunto. Pero él estará...
Las puertas al final de la sala se abren y un hada de la realeza
avanza, camina sin prisas a pesar de su retraso.
—Hablando de él y aparece. —La reina sonríe.
—Mis más profundas disculpas. —Él se inclina ante ella antes
de tomar asiento—. Mutantes problemáticos.
—Pueden ser muy difíciles. —Ella hace un gesto y le pide a todos
que continúen su comida.
Ella le dice algunas cosas más a Tyrios, pero no estoy
escuchando. El perfume. Él está cubierto en eso. Lo miro fijamente,
tratando de ubicarlo, tratando de averiguar qué es y por qué está
enviando a mi mente a un tumulto de confusión.
Él atrapa mi mirada, y una pizca de miedo cruza su rostro.
Supongo que no todos los días un señor de la guerra del reino de
invierno te examina con tanta atención.
—¿Nos vamos al asunto? —La reina aleja su plato—. No tengo
ganas de nada más que una solución a este problema apremiante de
la desaparición de las hadas del verano. —Ella asiente con la cabeza
hacia mí—. Y las hadas de invierno, también, por supuesto.
Por supuesto.
—Las desapariciones comenzaron en el reino de invierno, ¿no
es así? —Se levanta un noble hacia el final de la mesa.
—Lo hicieron. —Me alejo de la mesa y me levanto—. Hemos
estado trabajando para resolver la situación durante casi una
década.
—¿Y no tienes pistas? —Tyrios arquea una ceja blanca.
—No. He enviado a mis soldados de mayor confianza a las zonas
fronterizas donde desaparecen las hadas menores. Nadie sabe nada.
El único hilo que hemos encontrado en cada desaparición es un
cierto sentimiento melancólico que se asienta en el hada
desaparecido en los meses anteriores.
—Pero esto solo afecta a las hadas menores. —Una mujer con
un vestido color rubí levanta la nariz en el aire.
Uno de los sirvientes, un hada menor, se detiene, sus ojos se
ensanchan, luego continúa con sus deberes. ¿Seguro que está
acostumbrado a que estos dandis no se preocupen por él?
—Si solo afecta a los demás, ¿por qué tenemos que
preocuparnos? —pregunta.
Me obligo a mantener la compostura, a pesar de que sus
palabras cruzan mi cráneo como dedos helados. Las hadas menores
son miembros de nuestros reinos. Tienen familias, empresas,
comunidades enteras. Más que eso, son parte de nuestro mundo. No
podemos darles la espalda. Las hadas menores y superiores viven y
trabajan juntos. Antes de la maldición, algunas hadas superiores y
menores se aparearon en el reino de invierno...
Lord Tyrios resopla.
—Tal vez eso se considere apropiado en el reino de invierno,
pero no permitimos que las hadas superiores y menores se mezclen
de una manera tan degradante.
Gareth se tensa. Recuerdo que asistí a la boda de su hermana
con un hada menor, la ascendencia del novio era una mezcla de hada
y sirena. Esta conversación ya se está yendo de las manos.
Tyrios continúa—: Pero, una vez más, la línea de la reina
Aurentia ha prohibido durante mucho tiempo ensuciar las líneas de
sangre de las hadas con...
—¿Ensuciar? —Gareth se inclina hacia adelante, su voz es una
grave amenaza.
Tyrios palidece.
—Te sientas aquí con tus joyas y adornos, sin tomar en
consideración todo lo que te dieron tus esclavos, las hadas menores
en las minas del sur o las fábricas de seda del este, y te atreves a
impugnar a nuestro rey por...
—Gareth… —agarro sus hombros.
Él se queda en silencio y se sienta, pero puedo sentir la ira en
su interior.
Tyrios traga duro.
—El rey Gladion tiene razón. —La reina Aurentia me mira—.
Las hadas menores son miembros de nuestros reinos y merecen
nuestra protección. Para ese fin, creo que los reinos invierno y verano
deberían trabajar juntos para encontrar a quien esté detrás de esto.
Ya envié a mis espías a las ciudades afectadas a lo largo de nuestra
frontera occidental, pero aún no han encontrado ninguna pista.
Quizás si trabajamos juntos, tendremos mejor suerte. Señor Tyrios,
¿tiene las cartas de cooperación que le pedí que redactara?
—Por supuesto, mi reina. —Él chasquea los dedos.
Oculto mi sorpresa mientras vuelvo a tomar asiento. Si ya tiene
cartas preparadas, tenía la intención de aceptar mi solicitud antes de
que nos reuniéramos esta noche. ¿Quizás está más preocupada por
las desapariciones, y el llamado rey más allá de la montaña, de lo que
ha estado dejando ver?
Tyrios chasquea los dedos de nuevo, sus labios se tuercen con
una mirada fulminante.
—Mi mutante ha estado actuando extraño. Ella solía pertenecer
a mi hija, quien la mimó. Ahora ella es prácticamente inútil. Es tan
difícil encontrar un sirviente decente de la reserva humana.
Un hada menor se apresura fuera del comedor, mientras que el
resto ofrece el postre a los nobles. Después de un momento, una
ligera riña suena en una habitación adyacente antes de que se
empiece a hacer un cambio, con un montón de papeles en sus
manos.
El mundo se queda en silencio a excepción de ella. Todo lo que
puedo escuchar es su latido atronador. Todo lo que puedo ver es el
miedo en sus ojos, las marcas dolorosas en su rostro. Su olor me
golpea con toda su fuerza, y algo dentro de mí se despliega como alas
oscuras. Ella es mía. Puedo sentirlo, como una correa inquebrantable
que me une a ella.
Me pongo de pie, mirándola mientras se arrastra hacia delante
y le entrega los papeles a Tyrios. Su cabello es de color marrón claro,
y sé que se sentirá suave bajo mis dedos ásperos. Aunque tiene su
mirada baja, puedo decir que sus ojos son de color azul claro, como
el cielo a la primera luz en una mañana nevada. Su manchado saco
cubre el resto de ella, y la necesidad de arrancarlo y verla
prácticamente me hace tararear con la tensión. Ella no levanta la
vista, no siente a su compañero, pero eso no importa. La he sentido.
Su destino está sellado.
—Todos mis papeles están arrugados y cubiertos con tus sucias
huellas dactilares. —Él gruñe y levanta la mano para golpearla.
Estoy al otro lado de la mesa con mi mano alrededor de su
garganta antes de que él pueda parpadear.
5
Traducido por Jessibel

Taylor
El enorme hombre se abalanza sobre la mesa, haciendo volar
comida y cubiertos. Me tropiezo hacia atrás mientras agarra la
garganta de mi amo. Sus ojos oscuros me clavan en el lugar mientras
los soldados estacionados alrededor de la habitación se apresuran
hacia adelante. Dejo caer los papeles y trato de retroceder, solo para
chocar con uno de los guardias. Hay varios de ellos formando una
pared detrás de mí.
El hombre gigantesco con la corona y el pelo negro les gruñe, y
mi maestro deja escapar un gemido tembloroso. Los guardias
avanzan, sus espadas están a mi alrededor, como si ni siquiera
estuviera aquí. Pasan por mi lado sin detenerse. El hombre coronado
me señala, la fiereza de sus ojos es como un cuchillo atravesando mi
corazón.
Oh dios, me va a matar. No puedo respirar.
Mis rodillas se debilitan, y bajo la dureza de la mirada del
hombre feroz, mi vejiga se libera. Voy a morir aquí. Y ni siquiera sé
dónde está aquí.
Otro hombre de pelo oscuro se pone de pie y grita algo, con las
dagas en las manos mientras se encuentra en una postura defensiva.
Pero los guardias siguen avanzando.
La hermosa mujer en la cabecera de la mesa dice algo en un
tono que parece cortar el aire. Todo el mundo se detiene. Todos,
excepto el hombre con el agarre mortal en la garganta de mi amo.
Ella se dirige a él directamente, y él responde, su voz es baja y
brusca en esa extraña lengua.
Sus cejas blancas se levantan, y ella mira hacia mí,
atrapándome como un ciervo en los faros.
Las pisadas hacen eco dentro de mi mente, y una voz susurra
como un cosquilleo contra mi cráneo.
—Extraño mutante. —Es la voz de la mujer—. Sospecho que hay
más para ti de lo que puedo ver ahora.
—Déjame ir. —Pienso, preguntándome si ella puede oírlo—. No
pertenezco aquí. Quiero volver.
—Me temo que no hay vuelta atrás. —Ella mira rápidamente al
guerrero mortal que incluso ahora me mira fijamente—. Ahora no.
Nunca. —Su presencia se desvanece, y parpadeo, sin saber si estoy
perdiendo la cabeza.
Ella extiende una mano al hombre de pelo negro y habla en la
extraña lengua. Finalmente, él libera a mi maestro, quien se pone de
pie y retrocede escupiendo. Me alegro de verlo asustado, pero no es
por mucho tiempo. El hombre de pelo negro avanza hacia mí con la
mano extendida, como para agarrarme.
Grito e intento escapar, pero los hombres a mi espalda no se
mueven. Estoy atrapada.
El hombre de pelo negro me habla, su voz es aún oscura y grave,
pero de alguna manera persuasiva, como si le estuviera hablando a
un gatito asustadizo. Sacudo mi cabeza mientras él se acerca
lentamente, su mano aún está extendida.
—No. —Cierro mis ojos apretados y me rodeo con mis brazos—. Por
favor.
Sigue hablando y avanzando.
Quiero gritar de nuevo, correr. Pero no sirve de nada. Las hadas
en la mesa solo observan, algunos de ellos con la boca abierta. El
otro hombre de pelo negro ha guardado sus espadas, pero observa
con cautela.
—Déjame ir. —Tiemblo y parpadeo las lágrimas. Enviando una
mirada implorante a la hermosa mujer que habló en mi mente, la
encuentro susurrando con otra hada y sin prestarme atención.
El hombre de pelo negro me alcanza. Me doblo sobre mí misma,
con la cabeza gacha, mientras mi corazón se tambalea. Voy a ser
castigada, asesinada, o algo peor. Mi maestro es una pesadilla, pero
este hombre es una bestia enorme. No puedo recuperar el aliento y
mi pecho está agitado.
Grito cuando me toca, mientras su gran palma agarra mi brazo.
Él me atrae hacia él.
Lucho contra su agarre, pero es un muro de acero.
—¡No! —No puedo respirar.
Me empuja contra él, sus brazos son como barras de hierro en
mi espalda. No puedo escapar. No hay aire, no hay luz. Mi visión se
vuelve negra, y caigo. Lo último que siento es que sus fuertes brazos
me levantan.

Las voces susurrando me despiertan. Cecile debió haber traído


a casa a su hijo más chico anoche. Aunque es extraño que todavía
esté aquí por la mañana. Por lo general, toman la iniciativa tan pronto
como ella está lista para marcharse. Me estiro y entierro mi cara en
mi almohada. Huele a algo celestial, como a cuero y madera
ahumada, y a una especie de árbol alto con nieve en las ramas.
Las voces se han detenido. Me levanto y toco mi frente. Me
duele. Me paralizo y recuerdo, las últimas veinticuatro horas se
estrellaron contra mí como un maremoto. Un sonido estrangulado se
atora en mi garganta cuando me doy vuelta y me incorporo. Mi
vestido de saco se ha ido, y estoy envuelta en algún tipo de piel a
pesar del calor. Se desliza para revelar una simple túnica negra que
me traga. De alguna manera, estoy limpia, a pesar de que claramente
recuerdo haber orinado por todas partes cuando estaba segura de
que estaba a punto de morir. Estoy en una cama enorme con un
dosel de gasa blanca encima.
Mi cabeza palpita, y estoy sedienta cuando miro alrededor de la
habitación. Grito cuando encuentro a la bestia de antes mirándome
desde unos pocos pasos de distancia. El otro hombre de cabello
oscuro le dice unas pocas palabras antes de irse, la pesada puerta
de madera se cierra detrás de él cuando me quedo sola con la bestia
terrorífica.
Tiro de la piel hasta mi barbilla y retrocedo hasta que golpeo la
cabecera.
—Déjame en paz. —Mi voz tiembla, y estoy débil, pero lucharé
hasta mi último aliento.
Extiende las manos, con las palmas hacia mí y se acerca al
borde de la cama.
—Taylor. —Dice mi nombre casi con reverencia en su fuerte
acento.
Agarro el pelaje oscuro con tanta fuerza que me duelen los
dedos.
—Por favor, solo déjame ir.
Aprieta una mano contra su pecho.
—Leander.
—¿Tu nombre es Leander?
Cuando lo digo, cierra los ojos como si hubiera escuchado algo
inimaginablemente hermoso. Él asiente. Se ve fuera de lugar aquí,
bajo la suave luz que se filtra a través de las ventanas altas. Es un
corte oscuro en la piedra blanca de las paredes y la decoración en
colores pastel. Su cabello negro cae sobre sus hombros, y viste una
camisa gris y pantalones negros de cuero. Su piel es bronceada, y
sus ojos no solo son oscuros, son como ónix. Con cara angular, nariz
afilada y cuerpo corpulento, es fácilmente el hombre más llamativo
que he visto. Pero, él no es un hombre. Las orejas que sobresalen de
su cabello lo atestiguan.
—Quiero ir a casa. —Mis ojos se humedecen—. Por favor.
Habla en el idioma extranjero que no puedo seguir.
Sacudo la cabeza
—No te entiendo.
Se detiene, sus cejas oscuras se unen.
—¿Lenguaje de mutante? —pregunta, las palabras son tan
fuertemente acentuadas que casi no puedo captarlas.
—Sí. No hablo tu idioma.
—Taylor. —Dice mi nombre extendiendo el sonido de la última
letra, algo así como un ronroneo. Es casi... calmante. Pero luego él
pone una rodilla en la cama.
Abro la boca para gritar, y él se aleja, con las manos
nuevamente frente a él.
—Solo déjame ir a casa. —Sollozo.
Sus ojos se ablandan, y presiona su palma contra su pecho.
—Casa.
No debe entender lo que estoy diciendo. Miro hacia la puerta.
¿Tal vez podría escapar? Pero incluso si lo hiciera, ¿a dónde iría? No
sé cómo llegar a casa.
Un gruñido bajo hace que la piel de gallina salga disparada
hacia mis brazos, y lanzo mi mirada hacia él.
Él palmea su pecho de nuevo.
—Casa.
—Claro, bien, lo que sea. —Me encojo de hombros. Claramente
no sabe lo que está diciendo.
Sus cejas oscuras vuelven a juntarse, pero parece aceptar mi
respuesta. Se gira, camina hacia una mesa cerca de una de las
ventanas altas y regresa a la cama con una bandeja de comida. No
reconozco la fruta, las extrañas bayas moradas y rojas brillan
levemente. Pero conozco el pan cuando lo veo. Y la mantequilla.
Mi estómago retumba. No he comido desde... no me acuerdo.
No desde que estoy en este lugar, al menos.
Una sonrisa se dibuja en un lado de sus labios, y la piel de
gallina se esparce por mi espalda. Es guapo de una manera brutal y
alienígena. Pero definitivamente siento más miedo que cualquier otra
cosa. Esos ojos oscuros esconden trampas y púas, estoy segura de
ello.
Se acerca más y apoya la bandeja a mi lado.
Mi estómago vuelve a gruñir y no puedo apartar los ojos de la
comida. Pero, ¿debo comerlo?
Él empuja la bandeja aún más cerca. Puedo oler la dulzura de
la fruta y el pan de masa. La comida es comida, ¿verdad? Pero, ¿y si
está envenenada?
Él dice algo, una palabra. Tal vez sea comer, ya que gesticula
hacia la bandeja con una de sus patas de oso.
Mi estómago toma la decisión por mí cuando se queja en voz
alta y una punzada de hambre se dispara a través de mí. Agarro el
pan y tomo un pedazo pequeño, luego lo pongo en mi boca,
probándolo. Es más dulce que los panes a los que estoy
acostumbrada, y se derrite en mi lengua.
Él asiente con la cabeza, sus ojos oscuros brillan, y vuelve a
decir la palabra. Suena como brantath para mí. Formo la palabra lo
mejor que puedo y la repito. Su rostro se ilumina, y arranca otro trozo
de pan redondo y me lo da.
Lo tomo, tragándolo tan rápido como el primero.
—Así que brantath significa comer. —Mi estómago parece
retumbar aún más—. ¿O tal vez significa pan?
Cuando él se sienta en la cama, levanto el pelaje y pongo mis
rodillas en mi pecho. Todo el colchón se desplaza bajo su peso
cuando él se inclina, toma un pedazo de pan más grande y me lo
ofrece.
—Brantath. —Se inclina más cerca. El olor de la piel y la camisa
que llevo es la misma que brota de él. Es la promesa de una noche
fría de invierno junto a un fuego ardiente.
Tomo el pan, mis dedos rozan suavemente los suyos. Un
gruñido bajo en su garganta me hace retroceder. Se detiene, pero él
me brinda una mirada depredadora, una que me asusta y envía calor
al mismo tiempo. Algo está mal conmigo, pero estoy muy feliz con la
comida para preocuparme.
Devoro el pan, la mantequilla es cremosa y deliciosa. Se levanta,
la cama gime de alivio cuando agarra una jarra y vierte agua en una
taza de cristal, luego me la da. La huelo. No tiene olor. Pero no es
como si yo fuera una experta rastreadora de venenos o algo así. Lo
bebo, principalmente porque estoy sedienta y no sé cuándo tendré
mi próxima oportunidad de comida o agua.
Me mira tragar, luego extiende su mano hacia el vaso vacío.
Cuando extiendo mi mano para dárselo, él se detiene, sus ojos se
entornan. Feroz. Esa es la única palabra para la mirada en su cara.
Agarro la piel y me alejo de él.
Con furia fluida se acerca a la mesa detrás de él y saca una
enorme espada de plata.
Un sonido ahogado se engancha en mi garganta mientras él la
levanta. Voy a morir.
—Por favor, no lo hagas. —Es la única palabra que puedo decir
mientras se lanza hacia mí.
6
Traducido por Jessibel

Leander
Corro a través de la cama, me coloco entre mi compañera y la
amenaza. La tenue sombra se lanza hacia la izquierda cuando giro lo
suficientemente fuerte como para derribar a cualquier enemigo, pero
es demasiado rápida.
Mi compañera gime, y su miedo hace que la rabia brote de mis
venas. Mataré cualquier cosa que se atreva a lastimarla.
La sombra rezuma a lo largo de la pared hacia la ventana. No
pasará de ninguna manera. Doy un paso hacia atrás y empujo la
espada al espacio aparentemente vacío cerca del alféizar de la
ventana. Se escucha un gruñido bajo, y el glamour del intruso se
desvanece cuando se desploma en el suelo, mientras su espalda
golpea las piedras.
Taylor se queda sin aliento cuando el macho aparece, con una
mano agarrando la herida en su estómago mientras me mira con ojos
de reptil.
—Déjame adivinar, ¿el rey que está más allá de la montaña te
ha enviado? —noto la retorcida marca de árboles en la garganta del
hada menor.
—Él gobernará. —Sus ojos parpadean hacia Taylor, y él prueba
el aire con su lengua—. La profecía ya se está haciendo realidad.
—¿Qué profecía? —presiono la punta de mi espada en la marca
de su garganta.
La sangre rezuma entre sus dedos escamosos.
—Te quemarás, falso rey.
—Hoy no será. —Levanto mi espada.
Sus ojos regresan a mi compañera.
—Él está esperando. —Las palabras son una amenaza.
La furia pulsa a través de mí, y un viento fantasmal agita las
cortinas.
—No la mires.
—Está esperando. —Él gorgotea sangre, y sus ojos
entrecerrados nunca parpadean.
Debería dejarlo vivo para interrogarlo, entregarlo a Gareth para
que ambos podamos ir a trabajar en ello. Pero por la forma en que
está mirando a Taylor... no puedo dejar que viva un segundo más.
Con un duro golpe, separo su cabeza de su cuello.
Su grito atraviesa mi corazón, rasgándose y desgarrándome
como una espada en llamas. Me apresuro hacia ella y la atraigo a mis
brazos. Ella lucha contra mí, cierra sus manos en puños mientras
trata de golpear mi pecho con golpes ineficaces. Sería adorable si no
supiera que está aterrorizada.
—Tranquilízate, pequeña. —Le digo en mi lenguaje. Me
mantengo de espaldas a la sangre que se extiende por el piso de
piedra blanca. Ella no necesita verlo.
Ella finalmente deja de luchar. Pero empieza a llorar, sus
lágrimas son como clavos de hierro en mi cabeza.
Me siento en el borde de la cama y la sostengo en mis brazos.
Sus sollozos sacuden su cuerpo, y ella dice algo en el lenguaje
mutante que no puedo entender.
—Te protegeré con mi vida. —Beso la corona de su cabeza, su
cabello castaño claro luce hermoso bajo el sol demasiado
brillante—. Nada te hará daño mientras camine por este mundo, y
llevaré mi amor por ti a las tierras resplandecientes de los
antepasados. Y si mi tiempo se acorta, te esperaré allí. Justo como te
he esperado aquí.
Ella solloza, sus lágrimas mojan mi túnica y dice algo. Solo
puedo entender algunas palabras—: lenguaje y hermoso.
Tengo muchas preguntas para ella. La principal de ellas es por
qué no habla el idioma de las hadas. Como una esclava mutante ella
debería hablar nuestro idioma perfectamente. Es requerido en el
reino de verano. Mi ira se eleva ante la idea de que mi compañera
está esclavizada, pero desecho el pensamiento.
Este reino de verano, con todas sus galas y modales, no puede
ocultar la brutalidad con la que tratan a sus sirvientes. Las
contusiones en la frente de Taylor y el corte en el labio son mis
siguientes preguntas. Quiero desollar a quien la lastimó, no importa
si eso significa una guerra con la corte de verano.
Ella se retira y me mira, sus extraños ojos azules son tan
fascinantes como cuando la vi por primera vez. Los mutantes son
raros en el reino de invierno. A menudo no pueden sobrevivir al
paisaje brutal. Pero a pesar de que he visto muchos de ellos a lo largo
de mis siglos, nunca he visto uno con ojos azules tan brillantes.
Cuando se retuerce un poco más en mi regazo, su trasero roza
mi erección, y ella hace un pequeño ruido de chillido y trata de
librarse de mí.
—No, eres mi compañera. —La sostengo en su lugar—. No te
llevaré hasta que estés lista, pero debes saber lo que me haces. —Le
rozo su orejita redondeada—. Y puedo oler que no es del todo
desagradable. —Quería enterrar mi cara entre sus muslos por cada
segundo que la he tenido sola, y algunos cuando no. Su olor aumenta
como el color en sus mejillas, y sé que si me meto entre sus muslos
cremosos, la encontraría mojada para mí. Mi miembro vibra al
pensarlo.
Ella se retuerce de nuevo. Si no la dejo ir, ella me empujará por
el borde. La necesidad de reclamarla como mía se acumula con cada
momento que paso en su presencia. Ella es un regalo. La primera
compañera que los ancestros han concedido desde la derrota del viejo
rey. Y ella es mía.
Acaricio un poco más su oreja y disfruto del ligero escalofrío que
recorre su cuerpo. No es miedo. Su olor me dice que su ligero
estremecimiento viene del deseo. Pero ella tampoco está segura de
mí. Ella no siente el vínculo. Aún no. Tal vez porque es una mutante.
Ella se inclina y sacude la cabeza.
—Leander.
Mi nombre en sus labios es una respuesta.
—Dilo otra vez.
Ella inclina la cabeza hacia un lado, con una ceja ligeramente
arqueada.
—Leander. Dilo otra vez. —Hago un gesto hacia ella.
—¿Leander?
—Sí. —Le acaricio el pelo.
Ella quita mi mano y la dejo reposar. He colocado un hechizo
de camuflaje sobre el cuerpo del asesino, pero ella parece haberse
olvidado de él. En cambio, ella sigue mirándome y entrelazando sus
diminutas manos. Mi compañera es pequeña y frágil. Le daré de
comer las carnes y las frutas más ricas hasta que esté lo
suficientemente resistente para el reino de invierno. No es que alguna
vez la deje sentir el mordisco de la nieve en su piel clara o el frio
viento de la montaña contra ella. Es demasiado preciosa.
El ruido en el pasillo me hace poner de pie y la coloco detrás de
mi espalda.
—¡Me dejarás pasar! —dice la altiva voz perteneciente a Lord
Tyrios.
—No está sucediendo. —El tono de Gareth es letal. Ya ha tenido
suficiente del reino de verano. No lo culpo. En todo Arin, es el que
menos me gusta.
Las pequeñas manos agarran la parte de atrás de mi camisa.
Me vuelvo para mirar a Taylor con su cuerpo temblando y luciendo
pálida. Odio el olor de su miedo. Su mirada está fija en la puerta
cuando Lord Tyrios exige la entrada y le es negado nuevamente.
Ella comienza a sacudir la cabeza, apresurándose con las
palabras atropelladas que salen de sus labios. Sus ojos se vuelven
hacia los míos, implorándome mientras sus lágrimas se deslizan por
sus mejillas.
—Taylor es mi sirviente. ¡No puedes alejarla de mí! —protesta
Tyrios.
Paso mi pulgar por su suave mejilla, limpiando una lágrima.
—Él nunca te tocará de nuevo, pequeña. Eres mía. Estás a
salvo. —Busco en mi cerebro hasta que encuentro la palabra en su
idioma—. Segura —tomo su mano y la presiono contra mi pecho—.
Segura.
Las lágrimas aún brillan en sus hermosos ojos, pero ella me
brinda un leve asentimiento. Es todo lo que necesito.
La pongo detrás de mí y abro la puerta.
—Ella es mía.
Tyrios sostiene un pergamino envejecido.
—Este documento muestra que ella es de mi propiedad. Ella es
mía. La heredé de mi ex esposa. —Él sacude el papel, como si eso
importara—. Úsala para tus necesidades. Pero regrésala cuando
hayas terminado con ella.
Su implicación envía fragmentos de hielo flotando por mis
venas. ¿Es así como "usan" a sus mutantes en el reino de verano?
La mano de Gareth descansa sobre la empuñadura de su
espada. Nada le gustaría más que devanar a este tonto por la mitad.
Me inclino en acuerdo con él, pero matar a este idiota destruiría
cualquier posibilidad que tenemos de conseguir la ayuda de la reina
para resolver las desapariciones. A veces, como ahora, desearía
volver a la simplicidad de la guerra abierta con el reino del verano.
No hay sutilezas diplomáticas, solo un simple derramamiento de
sangre. Pero esos son los pensamientos de un soldado, no de un rey.
—Ella ya no te pertenece. —Cruzo mis brazos sobre mi pecho y
lo miro—. Ella es mía. Márchate ahora o tu sangre pintará estas
piedras. —Hago un gesto hacia el piso pálido.
Él escupe y retrocede un paso.
—¡No puedes amenazarme! Soy un noble del reino de verano.
Tu especie no pertenece aquí. La reina nunca debería haberte
concedido la entrada a estas tierras. Tu impío reino está maldito...
El movimiento de Gareth es más rápido que un víbora cascabel.
Él tiene a Tyrios agarrado por la garganta.
—¿Te atreves a decir esa palabra? ¿Y en presencia de mi rey?
—Solo hablo la verdad. —Empuja las palabras más allá de la
palma de la mano de Gareth—. Sucia y oscura hada. Impía. —Escupe
la palabra prohibida, la que solía marcar el reino de invierno con una
marca negra que llegaba al alma. La distinción de bendecida e impía
fue abandonada hace mucho tiempo. Lo bueno y lo malo residen
tanto en las hadas más justas de las lluvias de verano como en las
hadas más oscuras de los vientos invernales. Aun así, la palabra
impía eventualmente se convirtió en un insulto que aún molesta a los
del reino de invierno.
—Debes saber esto, Tyrios. —Me acerqué a él hasta que pude
ver las gotas de sudor en su frente pálida—. Taylor está bajo mi
protección. Nunca volverás a reclamarla.
Las pequeñas manos de Taylor se aferran a la parte de atrás de
mi camisa, su temblor me impacta. Ella no tiene nada que temer, y
ciertamente no al imbécil delante de mi.
—La reina se enterará de esto. No tienes derecho a esa mutante.
Llevaré esto a la corte superior y la tendré de regreso antes de que
termine el día. Y cuando la reina escuche que me has amenazado,
ella...
—Por favor, acompaña a Lord Tyrios a la sala principal. —Le
brindo una sonrisa más helada que la punta de un témpano de
hielo—. Si te vuelvo a encontrar en este ala del castillo, lo lamentarás.
Gareth arrastra al noble chillando mientras me giro hacia
Taylor y la levanto en mis brazos. Su mirada se adhiere a la espalda
de Tyrios, con preocupación en sus ojos.
—No tienes nada que temer de él. —Me siento en la cama y la
mantengo en mi regazo—. Él no es nada. Solo es la ceniza de un fuego
muerto que hace mucho tiempo se tornó en gris y frío.
Su barbilla tiembla cuando me mira y dice algo que no puedo
entender. Pero parece aliviada.
Ella se calma lentamente, la tensa expresión en su rostro casi
desaparece hasta que Gareth vuelve a entrar por la puerta.
Cuando ella se pone tensa, la presiono cerca de mí. Parece que
no puedo dejar de tocarla.
—Tyrios tiene la intención de recuperarla. —Gareth camina
hacia el asesino muerto. Me había olvidado de él—. ¿Otro?
—Estará muy decepcionado. —Gruño y acaricio la espalda de
Taylor—. Y sí, otro.
—¿Recibiste alguna información de él? —Gareth se arrodilla e
inspecciona la marca en el cuello del hada.
—Él amenazó con hacerle daño a mi compañera. —Me encojo
de hombros.
—Así que eso es un no. —Gareth asiente y se levanta de nuevo—. No
es seguro aquí. El reino del verano permite que toda clase de intrusos
se infiltren en su fortaleza—. Se rasca la barbilla—. Estoy empezando
a sospechar que quieren que los asesinos te atrapen.
—¿Por qué la reina me querría muerto? Soy lo único que evita
otra guerra entre los reinos.
—Quién sabe. —Sacude la cabeza—. Pero una cosa es cierta,
tenemos que irnos. Ahora. Lord Tyrios no la está dejando ir. Tengo
suficiente entendimiento de sus leyes para saber que su reclamo
sobre ella, si se confirma por el documento que sostuvo, es absoluto.
Él puede...
—Nunca la entregaré. —El vínculo de acoplamiento se envuelve
alrededor de mi corazón como un hilo de hierro, cada latido lo ajusta
más fuerte.
—Por supuesto que no. —Gareth la mira.
Aunque confío en él con mi vida, tengo el impulso de esconderla,
de mantenerla para mí y alejada de cualquier otro macho.
—Preferiría jurar lealtad al primer oficial del reino de verano que
dejar que el reino de invierno se escurra entre nuestros dedos. Y a tu
compañera, ante eso. —Sus labios se curvan en una sonrisa—.
Siempre has sido un bastardo con suerte.
Taylor señala la puerta y dice algo, y la última palabra se
convierte en una pregunta.
Gareth responde en el lenguaje mutante. Él lo habla mucho
mejor que yo. Intento reprimir mis celos de que él sea capaz de
conversar con ella mientras yo no puedo. No es fácil. Estoy
desesperado por cualquier palabra de sus labios.
Cuando terminan de hablar, levanto mis cejas hacia él.
—Ella quiere saber dónde está. —Su frente se arruga cuando la
mira con abierta curiosidad—. Ella dice que no es de aquí. Ella es del
mundo mutante y acaba de llegar hoy.
—Eso no es posible. —Sacudo la cabeza—. Los intercambios no
están permitidos cuando los mutantes son muy antiguos. —Las
hadas tienen pocos principios universales, pero ese es uno de ellos.
Ningún hada puede ser intercambiada por un humano una vez que
el humano alcanza la madurez. Demasiadas preguntas surgirían, y
violaría el antiguo tratado con los humanos.
—Lo sé. Ella dijo que despertó en la prisión...
—¿Mi compañera en una prisión? —Mis colmillos se alargan,
pero tengo cuidado de cerrar la boca. Si realmente es nueva en este
mundo, debe estar aterrorizada. Los colmillos no ayudarán. Los
retraigo lentamente.
—Se encontró con otra mutante allí que la ayudó a orientarse.
Pero no tiene ni idea de lo que está pasando.
Trago saliva, mi boca de repente se seca.
—¿Sabe ella que soy su compañero?
Gareth desvía su mirada de la mía.
—Ella no dijo.
Me obligo a mantener la calma y a ignorar mi incomodidad.
Puede que aún no lo sepa, pero lo sabrá cuando la reclame.
—¿Quién la golpeó? —aliso la palma de mi mano a lo largo de
su línea de cabello donde un moretón oscuro se ha elevado.
Gareth le pregunta en su idioma.
Ella presiona sus dedos contra su frente y le habla, luego toca
su labio.
La cara de Gareth se convierte en una mirada fulminante.
—Ella golpeó su cabeza por accidente. Pero Tyrios le partió el
labio.
Tyrios. Y lo dejé escapar. Tendré su cabeza por atreverse a
lastimar a mi compañera.
Ella gime. Me doy cuenta de que mi agarre se ha apretado
demasiado.
—Lo siento pequeña. —Presiono mis labios en su frente. Solo
un poco de contacto envía un zumbido que termina en mi miembro.
La necesidad de tomarla me marea.
—Hay dos opciones. Puedes quedarte aquí y luchar contra
Tyrios, lo que pondría en peligro el acuerdo con la reina. O toma a tu
compañera y huye. Esa opción puede dejar un sabor amargo en la
boca de la reina, pero al menos no habrás derramado la sangre de su
noble.
—Tyrios morirá de mi mano. —Mis palabras son una promesa,
una que nunca se romperá.
—No tengo ningún problema con eso. Pero ahora no es el
momento. —Gareth levanta la barbilla hacia Taylor—. Llevarla a
salvo al reino de invierno es lo más importante. —Sus ojos se
iluminan, como si la esperanza provocara una chispa en su
interior—. Una compañera real. ¿Sabes lo que esto podría significar
para el reino de invierno? ¿Para nuestro futuro? Quizás este sea el
final de la maldición para todos nosotros.
No fui el único que había deseado a su compañera durante los
años oscuros de la guerra y los que vinieron después. Gareth tiene
razón. Tyrios puede esperar. Atacaré, pero no tiene que ser ahora. Mi
necesidad de proteger a Taylor supera incluso mi deseo de venganza.
La miro a ella, a mi futuro, y casi me llena de orgullo. Ella es
mía, y daría mi vida por mantenerla a salvo. Una vez que estemos
rodeados de nieve y hielo, del viento y el frío, del corazón helado del
reino de invierno, respiraré con más facilidad.
—Nos vamos al caer la noche.
7
Traducido por Jessibel

Taylor
Ser acunada en los brazos del enorme guerrero debería ser
aterrador. En cambio, estoy extrañamente reconfortada. Su olor a
viento fresco de invierno y cálidos fuegos calman la preocupación que
me consume. Pero todavía estoy nerviosa y tratando de averiguar
cómo volver a donde pertenezco.
Este extraño lugar no tiene sentido para mí, ni la gente, el clima
o el idioma. Al menos la otra bestia masiva habla inglés, aunque no
me ha dado mucho consuelo.
—Nos vamos esta noche —dice el otro, se llama Gareth.
—¿Nos vamos? ¿Pero cómo puedo volver si nos vamos? —sacudo
la cabeza—. No puedo irme. ¿Y si el único camino de regreso está
aquí en alguna parte?
Gareth ignora mis preguntas y se arrodilla frente a mí.
El agarre de Leander se aprieta por un segundo, luego se relaja.
Gareth me mira a los ojos y habla en su lengua, con su tono
alegre, las palabras son casi una canción mientras me mira
fijamente. Cuando la canción se acerca a su fin, él pone su espada
en el piso frente a Leander y yo.
—¿Qué está pasando? —estoy casi al nivel de los ojos de la hada
con cicatrices, aunque él no me asusta. Sus ojos son cálidos, mucho
más cálidos que los de Tyrios o incluso los de una mujer de aspecto
real que podrían hablarme sin decir una palabra.
—Te he jurado lealtad a ti como mi futura reina.
—¿Cómo tu qué? —sacudo la cabeza y me alejo de los brazos de
Leander. Él no me deja ir muy lejos.
—Lo tendrás más claro con el tiempo. —Gareth inclina la
cabeza—. Es habitual que la reina del reino de invierno responda al
Juramento de invierno con la frase “bladanon thronin”. Significa algo
así como, “tu promesa es honrada”.
—No soy tu reina. No pertenezco a Tyrios ni a nadie más. No
pertenezco aquí. Solo quiero ir a casa. —Finalmente me las arreglo
para alejarme del agarre de Leander, aunque me doy cuenta de que
es solo porque él lo permite. Es el doble de mi talla y está hecho de
puro músculo.
—No puedo levantarme a menos que digas las palabras o me
decapites. —Gareth baja sus ojos oscuros al suelo.
—¿Qué? —Mi voz es de pánico. ¿De qué está hablando? Si las
cosas no tenían sentido antes, ahora eran peor. ¿Yo? ¿Una reina?
Soy una estudiante universitaria con B en literatura e historia, y A
en mis clases de ciencia, amante de las repeticiones del programa
Friends y una inclinación por comer una pinta entera de Ben & Jerry
de una vez. No soy una reina. Ni siquiera me siento como un adulto
la mitad del tiempo. Demonios, ¡ni siquiera puedo beber legalmente
por otro mes!
—Lo siento, mi señora, pero estamos en grave peligro aquí.
Debemos partir hacia el reino de invierno. He jurado protegerte con
mi vida. Si me consideras indigno y mi promesa es deshonrosa, es
una tradición que termines con mi vida. Y preferiría la muerte a vivir
una vida de vergüenza.
—No voy a matarte. ¡Te acabo de conocer, por todos los santos!
—presiono mi palma contra mi frente. Está cubierta con un fino brillo
de sudor frío.
Leander no interviene, solo me mira con una intensidad que
parece crecer por segundos.
—Pero tengo que irme a casa. —Odio lo indefensa que parezco.
—Este es un paso hacia casa. —Gareth todavía no se levanta.
Pellizco el puente de mi nariz.
—Entonces, si digo las palabras, ¿podemos alejarnos lo más
posible de Tyrios y encontrar la manera de irme a casa?
—Sí, dejaremos a Tyrios atrás, y sí, irás a casa.
Entorno mis ojos.
—Estoy bastante segura de que tu definición de "hogar" no es
exactamente como la mía.
—Aun así. —Se encoge de hombros pero no se mueve del suelo.
—¿Y si el único camino de regreso está aquí en alguna parte?
Quiero decir, me desperté en el calabozo. ¿Tal vez esa es la manera
de volver? —muerdo mi labio.
—¿Viste alguna salida cuando estuviste allí? —él todavía no
levanta la vista.
—Bueno, no. —Busco en mi memoria—. Solo había piedra y
barras y algo de heno. No hay otra forma de entrar o salir.
—Entonces, probablemente te trajeron aquí a través de la
magia. No es específico de este lugar. La magia recorre todo Arin.
—¿Arin?
—Este mundo. Hay muchos, pero este es Arin.
¿Arin? ¿Magia?
Trago la incredulidad que trata de abrumarme.
—Entonces, ¿puedo volver con la magia?
Él permanece en silencio por un tiempo demasiado largo, luego
dice—: Tal vez. Tenemos ciertos portadores de magia en el reino de
invierno que sabrán mejor de lo que les puedo decir. Mi magia es más
de una... variedad destructiva.
Al menos, suena mejor que volver a la mazmorra.
—¿Cuáles son las palabras otra vez?
—Bladanon thronin. —repito las palabras e incluso agito mi
mano un poco como lo haría la reina de Inglaterra.
La sonrisa de Gareth ilumina toda su cara, sus ojos negros
brillan como joyas. Habla con Leander, quien se levanta y enganchan
sus antebrazos, ambos rebosantes de felicidad.
Paso mis dedos por la piedra hasta mi cuello. Al menos tengo
esta pequeña pieza de familiaridad. Algo que me lleve de vuelta a
casa.
Leander observa el movimiento, sus cejas se unen por un
segundo antes de volverse hacia Gareth. ¿No le gusta mi ópalo?
—¿Gareth?
—¿Sí, mi reina?
Sacudo la cabeza.
—No soy una reina.
—Todavía no. Pero pronto.
Aprieto mis dientes.
—Llámame Taylor. Ese es mi nombre.
—No es habitual. Pero haré lo que desees.
—Taylor lo es. —Al menos puedo controlar esa pequeña cosa.
Es la base. Puedo desarrollarlo hasta que me despierte de este
extraño sueño o luche para volver a la realidad—. ¿Puedo preguntarte
por una cosa?
—Cualquier cosa, mi rei… Taylor.
Leander ladra una pregunta, y Gareth responde. Tal vez está
explicando nuestra conversación en su idioma. Leander se relaja un
poco y vuelve a enfocarse en mí.
—¿Qué es lo que deseas? —pregunta Gareth.
—Hay una mujer en el calabozo. Ella trató de ayudarme. No
puedo dejarla allí.
—¿Una prisionera?
—Sí. Su nombre era Lenetia de no sé quién. No puedo recordar
el nombre de su amo. ¿Hay alguna manera de liberarla antes de que
nos vayamos? Ella dijo que su maestro era particularmente cruel y
ella tenía estos... —Señalo hacia mi brazo—. Marcas de colmillos
sobre ella. De todos modos, necesita ayuda. Y es tan mutante como
yo. —Los mutantes se mantienen unidos, había dicho ella.
Él transmite mis palabras a Leander, quien parece sopesar mi
solicitud antes de que Gareth asiente brevemente.
Gareth inclina su cabeza hacia mí por un momento.
—La liberaré.
—Ten cuidado. Hay un monstruo serpiente cuidando de ella —
ofrezco.
Leander se pone de pie y señala a Gareth hacia la puerta, donde
conversan en voz baja por un momento.
Después de eso Gareth sale apurado.
—Mi reina. —Leander toma mis manos entre las suyas y besa
cada una de mis palmas.
—¿Te enseñó Gareth esa palabra?
Sonríe, pero no contesta.
—Está bien, pero no soy realmente una reina. —Finalmente, se
me ocurre que cuando lo vi por primera vez, llevaba una corona. ¿Se
supone que soy su reina? —¡Espera! —retiro mis manos hacia
atrás—. Tú y yo no somos una cosa. No te conozco Ni siquiera hablo
tu idioma. —Me pongo de pie, casi camino hacia donde estaba el
cuerpo de la hada muerta, luego cambio el rumbo hacia la parte
posterior de la habitación.
Las manos fuertes sobre mis hombros me detienen, y Leander
me da vuelta para enfrentarlo. Tengo que estirar mi cuello hacia atrás
solo para encontrarme con sus hostiles ojos. Él palmea su pecho de
nuevo.
—Casa. —Luego toma mi mano y la apoya sobre su corazón—.
Casa, Taylor.
Él es tan amable conmigo. Pero necesito que entienda que no
pertenezco aquí.
—Mi casa está lejos de aquí. Tengo que volver. Tengo las finales
pronto. Y mi compañera de cuarto me extrañará y... —Mis palabras
se desvanecen cuando recuerdo a Cecile y la mujer que se parecía a
mí. Cecile: ella hizo esto, ella es la razón por la que estoy aquí—. Mi
compañera de cuarto. Ella me envió a este mundo de alguna manera.
Su magia. Y hay otro yo. ¿Cómo hay otro yo?
Leander pasa sus dedos ásperos por mi frente arrugada y me
habla en voz baja y suave, su voz es como una manta caliente. No
tengo idea de lo que está diciendo, pero está claro que quiere
consolarme.
—Creo que mi cerebro está roto. —Suspiro.
Él envuelve su brazo alrededor de mí y me aprieta.
Este es el mayor contacto que he tenido con otra persona en mi
vida. Mi madre ciertamente no es una abuela, y nunca dejo que nadie
más se acerque a mí. Estoy demasiado dañada por eso. Pero este
hombre de orejas puntiagudas y músculos de acero no lo sabe. No
me conoce.
—Oye. —Agarro sus costados—. No sé qué crees que es esto,
pero no soy tu reina. Ni siquiera estoy segura de si esto es real.
Levanta mi barbilla.
—Mía.
—¿Gareth te enseñó eso también?
La sonrisa reaparece y envía calor a todas mis extremidades.
—No soy lo que crees que soy, ¿de acuerdo?
—Mía. —Repite, mientras su voz baja vibra a través de mí.
—No soy...
La puerta se abre, y Leander me empuja detrás de él y empuña
su espada antes de que pueda mirar para ver quién es.
Gareth se apresura, con una bolsa grande colgada sobre su
hombro y otra en una mano. Arroja el de su hombro sobre la cama.
Chilla y se mueve hasta que aparece la delgada cara de Lenetia.
—¡Esta hembra desciende de los espíritus que gritan en los
bosques en llamas de Galendoon!
—Si eso fuera cierto, ya te habría quemado hasta convertirte en
cenizas. —Ella se retira del saco.
—Ella trató de tomar uno de mis ojos con sus sucias uñas. —Gareth
se queja y saca un vestido y alguna otra ropa de su bolsa.
Leander se posiciona entre Lenetia y yo.
—Está bien. —Le doy una palmadita en la espalda, mi mano
luce cómicamente pequeña contra su amplia extensión—. Ella es una
amiga.
—¿Lo soy? —Ella mira a su alrededor—. Este zoquete me sacó
de la mazmorra, pero enviarán al arquero por mí, seré recapturada y
luego alimentada a los perros de vampiros de mi maestro. Gracias
por nada.
Trato de eludir a Leander, pero él no lo capta. Tengo que hablar
a su alrededor.
—Nos vamos de este lugar. Puedes venir con nosotros.
—No. —Gareth frunce el ceño y sacude la cabeza. No hay forma
de que esta rufián venga con nosotros. Ella nos traicionará tan
pronto como pueda.
—Solo a ti —ella sonríe con dulzura.
Gareth gruñe y señala un vestido que está establecido en la
cama.
—Para ti, Taylor. —Dice mi nombre como si se enredara en su
lengua.
Intento mirar a través de Leander para captar la atención de
Lenetia.
—Puedes venir con nosotros.
Gareth se agacha.
—No deberíamos...
—¿No me hiciste un juramento? —no reconozco la agudeza de
mi voz, pero eso detiene a Gareth, así que me dejo llevar. ¿Y bien?
—Sí. —Su largo suspiro se combina con una mirada cortante a
Lenetia, luego tiene una discusión rápida con Leander. Cuando
Leander ríe, las notas bajas retumban en la habitación, y me inclino
un poco más cerca.
Gareth dice algo que solo puedo imaginar es una maldición en
su idioma y se dirige a Lenetia.
—Compórtate, mujer. Un paso equivocado, y será el último.
Ella le saca la lengua.
—Debes cambiar tu vestimenta. Esto te ayudará a encajar lo
suficiente como para que podamos salir de los terrenos del palacio
una vez que caiga la noche. —Gareth señala el vestido que ha
tendido. Es un gris pálido, simple pero agradable.
—Gracias. —Agarro el vestido y miro alrededor de la
habitación—. ¿Dónde me puedo cambiar?
—Hay una habitación en la parte posterior. —Gareth sacude la
cabeza en dirección a una puerta.
Me dirijo hacia ella, luego me detengo. Me doy la vuelta y me
dirijo al corpulento hombre.
—Tengo que cambiarme.
Hace un gesto hacia el cuarto de baño y toma mi mano,
guiándome y cruzando el umbral.
—Sola —digo enfáticamente.
Mueve la cabeza hacia un lado como si no entendiera, pero esta
vez estoy casi segura de que sabe lo que estoy diciendo.
—Sola. —Señalo a mí misma y luego al cuarto de baño, luego
levanto un dedo—. Solo yo. No tú.
Él cruza los brazos sobre el pecho, sus gruesos bíceps se tensan
contra su camisa y dice algo en su idioma.
—No me estoy cambiando frente a ti. —Imito su postura, con
los brazos cruzados—. Puedo esperar todo el día. Pero tenía la
impresión de que teníamos prisa.
Lenetia resopla y le habla a él en el lenguaje de las hadas.
Responde con una mirada ceñuda y unas pocas palabras.
Ella se encoge de hombros y me brinda una media sonrisa.
—Él no te dejará sola.
—Me he dado cuenta. Dígale que solo voy a cambiar mi ropa y
luego volveré a salir. Entre tú y yo, yo también necesito orinar. —Lo
miro, su enfado todavía sigue tirando de sus labios—. Dígale que
necesito privacidad.
—Hadas alfa como él no entiende sobre la privacidad.
Especialmente no cuando se trata de tu compañero.
—¿Cómo sabes que es mi compañero? —Gareth apoya su mano
en la espada, detrás de la cintura.
—Tranquilízate. —Se inclina sobre su codo, visiblemente
relajada—. Cualquiera puede verlo. Solo míralo. Es como un perro
vampiro sabueso rastreando un olor. No puedo apartar sus ojos de
ella.
—Esa información no debe ser obtenida, especialmente cuando
estamos en territorio enemigo. Si alguien se entera de que el rey del
reino de invierno ha encontrado a su compañera...
—¿Compañera? —muerdo mi labio—. ¿Por qué sigues
llamándome así?
—Ustedes dos están unidos. —Ella pone una uña sucia entre
los dientes—. O, lo estarás. Obviamente, todavía no sientes el
vínculo.
—¿Qué? —Ni siquiera puedo comenzar a organizar todas mis
preguntas en palabras.
Gareth da un resoplido exasperado y habla con Leander.
—Hada Gruñona aquí está explicando que quiere
privacidad. —Ella se gira hacia Gareth.
Después de una letanía de palabras, Leander se aleja de la
puerta, pero no lejos. Él me deja el espacio suficiente para que pase
y me lanza una mirada que parece enojada y preocupada al mismo
tiempo.
—Esta puede ser la última vez que puedes hacer algo sin el Rey
del Músculo por aquí —dice Lenetia—. Así que disfrútalo.
Presiono la puerta para cerrarla y me apoyo contra ella.
¿Compañera?¿Como en la forma en que los animales eligen un
compañero? ¿Eso significa que espera... tener sexo conmigo? Reboto
mi cabeza contra la puerta. Seguramente no. Ni siquiera somos la
misma especie. No nos conocemos. Eso es ridículo. Pero cuando
recuerdo la forma en que me sostiene, el calor en algunas de sus
miradas: presiono mis muslos y trato de desterrar esos
pensamientos.
Un bajo gruñido pulsa a través de la puerta.
—En lo que sea que estés pensando allí, para. —La risa de
Lenetia flota a través de la madera—. Él puede oler tu... —Ella aclara
su garganta—. Él puede oler si estás pensando en él, pongámoslo de
esa manera.
Puede oler mi... Miro hacia abajo y luego soy cada tono de rojo.
—Rápido, Taylor. La noche llegará pronto —dice Gareth.
—Está bien. —Alejo cualquier pensamiento sobre compañeros
o lo que Leander puede oler—. Dios mío —susurro para mí. Con un
tirón, me quito la camisa y la coloco en el borde de una tina de cobre
profunda. El vestido se desliza por mis brazos y en su lugar, cae a
mis tobillos y abraza mis pechos y caderas. Pero está hecho de un
material más grueso, por lo que no me siento muy expuesta. La luz
del día brilla a través de una ventana abierta sobre la bañera. El
aroma de las flores es tan espeso que es casi empalagoso, y flota en
una brisa cálida.
Me miro en un espejo que me llega hasta el suelo. Todo se ve
bien, supongo, aunque mi frente todavía tiene un moretón feo y mi
labio está hinchado. Estoy a punto de dar un paso atrás hacia la
puerta cuando un movimiento en el espejo llama mi atención.
Antes de que pueda gritar, la mano de Tyrios cubre mi boca.
8
Traducido por Jessibel

Leander
Puedo sentir su angustia antes de que escuche los sonidos de
una pelea. Con un rugido, estallo a través de la puerta de la sala de
baño.
Tyrios tiene a mi compañera por la garganta, con una daga en
la otra mano. La mirada aterrorizada en sus ojos me perseguirá hasta
que tome mi último aliento.
—¡Libérala!
—¡Ella pertenece a mi familia, a mí!
Gareth está a mi espalda, con la espada desenvainada. Pero no
lo necesito. Ya sé cómo va a ir esto.
—No te lo diré otra vez. —Me acerco, pero cuando Tyrios levanta
su daga a su lado, me detengo.
—Puedo matarla aquí y ahora. Es mi derecho —gruñe—. Este
mutante es basura, pero ella es mi basura.
—Ella es mi compañera. La reina del reino de invierno.
Él escupe, mientras amplía sus ojos plateados.
—¿Una compañera mutante? —Su sorpresa cambia a la
diversión—. Típico de la inmundicia del reino de invierno, como si
encontraras a tu compañero en un ser humano, incluso más bajo
que las hadas inferiores.
—Libérala ahora, y haré que tu muerte sea rápida.
—Tu compañera es mi esclava. —Él sonríe—. No puedes
tenerla. No permitiré que la engañe un impostor que juega a ser rey
cuando... —La mirada de sorpresa en sus ojos es casi tan repentina
como el ruido de gárgaras en su garganta.
Alejo a Taylor de él y la empujo detrás de mí. Gareth la aleja
mientras me acerco a Tyrios y saco mi espada de su cuello.
—Iba a dejarte aquí, sin ser molestado. —Retiro el cuchillo de
la palma de su mano mientras él se hunde en el suelo. Lo sigo hacia
abajo, sin permitir que escape de mi mirada—. Habrías tenido más
tiempo, meses, quizás incluso años, antes de viajar de regreso a Byrn
Varyndr para terminar contigo por tocarla.
Él aprieta una mano sobre la herida, pero la sangre se está
vertiendo demasiado rápido.
Alejo sus dedos, el color carmesí cubre mi piel, y me inclino aún
más cerca cuando la plata comienza a oscurecerse en sus ojos.
—Me alegro de que hayas venido. —Me río, el sonido hace eco a
través del cuarto de baño y es llevado al viento del invierno—. Tu
cadáver será una advertencia para cualquiera que busque dañar a
mi compañera.
Su boca se mueve, tratando de formar palabras, pero solo se
escapa un susurro incomprensible.
—Esto no será un buen augurio para nuestra alianza. —dice
Gareth detrás de la puerta.
—No, no lo será.
—¿Debo terminar con él, mi señor? —pregunta Gareth.
—No. —Me siento en cuclillas—. Le ofrecí una muerte rápida.
—Él se negó—. Quiero sentarme aquí y ver cómo sus ojos se vuelven
de un gris opaco, pero mi necesidad de consolar a Taylor trasciende
mi ira—. Vigílalo. Cuando él esté muerto, nos iremos. —Me pongo de
pie y paso al lado de Gareth.
Taylor está acurrucada en la cama, la otra mujer acaricia su
cabello y le habla en el idioma mutante. Cuando veo las lágrimas en
sus ojos, me incita a seguir adelante. Me apresuro a acercarme a ella
y le doy un codazo a la diminuta mutante.
—Lo siento. —La acerqué a mi pecho y ella soltó un sollozo—.
Juré mantenerte a salvo. Viviré para siempre con la mancha por
haberte fallado así. —Beso su frente y la mezo—. Dile a ella —insto a
la otra mutante.
Ella arruga la nariz pero traduce mis palabras.
Taylor le murmura algo.
—Ella dice que no es tu culpa.
Ella está equivocada, pero no discuto, solo la sostengo con
fuerza mientras tiembla. Cuando pienso en Tyrios poniendo sus
manos sobre ella, quiero matarlo de nuevo.
Gareth se aleja del cuarto de baño.
—Se ha ido a los antepasados, o más probablemente,
directamente a los capiteles.
—Bien. —Froto la espalda de Taylor mientras su llanto
disminuye.
—Mataste a Tyrios. —La mujer mutante se estremece—.Eso no
le agradará a la reina.
—No teníamos la intención de abordarlo. —Gareth toma las
pocas cosas de la habitación que nos pertenecen y las mete en su
mochila.
Taylor limpia sus ojos y se inclina hacia atrás.
—Gracias.
Sé lo que significan esas palabras, al menos.
—Por nada —digo lo mejor que puedo.
Ella asiente y respira hondo.
—¿Estás lista para irte, mi pequeña? —levanto su barbilla y me
encuentro con esos asombrosos ojos azules.
La mujer mutante le traduce.
Taylor asiente de nuevo.
—Lista.
Mi necesidad de reclamarla es apremiante. Cuando capté su
olor antes, estaba a solo un paso de romper la puerta de la sala de
baño y responder a la llamada de apareamiento. Quizás su mente
aún no se haya dado cuenta de nuestro vínculo, pero su cuerpo sí.
Incluso ahora, puedo oler lo que queda de su excitación, y eso me
hace agua la boca. Un pequeño sabor no podía hacer daño. Tómala.
Ella te pertenece. Ella te lo agradecerá después de que te hundas
dentro de ella y selles el vínculo. Tómala ahora. Sacudo la cabeza.
Esos son los pensamientos de un hada salvaje, de la bestia que se
esconde en lo profundo del corazón de cada criatura atemporal. Pero
no lo escucharé. No cederé. No importa cuánto desee sentir cada
pulgada de ella.
La pongo de pie.
—Mutante... —Señalo a la frágil mujer—. Lenetia, ¿verdad?
Servirás a mi señora. Atiende sus necesidades, y enséñale nuestro
idioma. Haga esto, y serás bienvenida en el reino de invierno.
—¿Como una mutante libre? —responde.
—Todos son libres en el reino de invierno. —Gareth lleva la
mochila a los hombros—. Incluso los mutantes.
—Veremos si vale la pena ser libre cuando el reino de verano se
entere de lo ocurrido a Tyrios. —Ella le echa un vistazo a Taylor—.
Pero afortunadamente para todos ustedes, me gusta más su ingenua
compañera.
—¿Así que, acepta? —No menciono que si no lo hace, tendremos
que llevarla con nosotros de todos modos. Ella ya sabe demasiado
sobre Taylor.
—Si. Mientras digas la verdad sobre mi libertad en los desechos
congelados del reino de invierno.
Gareth resopla.
—Desechos congelados, ¿eh? Es bueno ver que la máquina de
propaganda del reino de verano sigue siendo fuerte.
Ato mi espada alrededor de la cintura y saco una daga de su
escondite a lo largo de mi costado. Lo coloco en la mano de Taylor y
le digo—: Mantén esto oculto, pero no tengas miedo de usarlo.
Sus ojos se abren, pero lo guarda en el bolsillo de su vestido.
Extiendo mi mano hacia Taylor. Ella la toma sin dudarlo, y el
vínculo de acoplamiento dentro de mí se cierra aún más fuerte. Llevo
mi otra mano al mango de mi espada.
Gareth espera en la puerta, su postura es como una cuerda de
arco estirada, y observa la mía.
—¿Estás esperando problemas?
Sonrío y aprieto la pequeña mano de Taylor.
—Siempre.
9
Traducido por Danay

Taylor
Salimos de la gran habitación y entramos en un luminoso
corredor iluminado con radiantes rayos de sol. El calor roza lo
opresivo y no ayuda el que este ansiosa y desorientada. Leander no
parece importarle mi sudorosa palma mientras me guía junto con
Gareth y Lenetia detrás de nosotros.
Un par de guardias, con sus relucientes armaduras nos miran
mientras pasamos, pero no dicen nada. Leander con la cabeza en alto
consigue una arrogante despreocupación. Recibimos más que alguna
mirada de los transeúntes pero nadie nos habla.
—Mantén la calma —susurra Lenetia—. Supuestamente vamos
a salir por la puerta principal. —El escepticismo en su tono no pasa
desapercibido.
Llegamos a un enorme salón iluminado por la luz que se filtra
desde todos los ángulos. Las Hadas con hermosos vestidos se
detienen a hablar o andan con arrogante relevancia. Uno en
particular viene directamente hacia nosotros.
Me tenso, pero Leander aprieta mi mano. Su toque logra
calmarme un poco, quizás porque sé que está armado hasta los
dientes y ya ha demostrado que no tiene reparos en matar para
protegerme. Se me revuelve el estómago al recordar las manos de
Tyrios sobre mí, la sorpresa en sus ojos y la sangre en su garganta.
El hada se detiene frente a nosotros, mientras retuerce sus
manos y con voz ansiosa se inclina para hablar a Leander.
No puedo seguir lo que se dice, pero definitivamente parece que
esta hada no quiere que nos vayamos. Eventualmente, Leander pasa
a su lado y continúa hacia un enorme conjunto de puertas dobles de
madera que conducen a un amplio patio.
La nerviosa hada se aleja.
—Nos va a delatar. —Lenetia acelera sus pasos junto con el
resto de nosotros.
—Calma. Solo mantén la calma, y todo estará bien.
La voz baja de Gareth no tiene ni un atisbo de preocupación,
pero estaría dispuesta a apostar que su mano está apoyada en algún
arma.
Los susurros de las resplandecientes hadas que nos rodean se
intensifican a medida que avanzamos. Pero entramos en el patio sin
incidentes. Los arbustos y las flores florecen por todas partes, y
pequeñas ráfagas blancas se arremolinan en el cálido aire. Es
territorio de hadas por todas partes, hasta el musgo entre las piedras
del pasillo. Aun así, estoy feliz de dejarlo atrás.
La preocupación me corroe, y espero estar tomando la decisión
correcta. Salir de aquí podría ser un error, uno del que podría no
reponerme. Si este lugar es el único punto que me permitirá regresar
a casa, entonces soy una imprudente al ir con el rey guerrero a mi
lado. Pero si Gareth dice la verdad, entonces la única forma de
regresar es ir con ellos al reino de invierno. Como Dorothy, no puedo
volver por donde vine, solo puedo seguir el camino de ladrillos
amarillos hasta que llegue a Oz. Toco el colgante en mi cuello, la
piedra se siente fría contra mis cálidos dedos.
Continuamos nuestro viaje, Leander se ve relajado pero alerta,
su mirada no se pierde nada cuando salimos del patio y entramos en
un camino estrecho con la hiedra trepadora por sus lados. Miro hacia
arriba y encuentro más guardias, algunos de ellos nos observan,
mientras las ballestas cuelgan a través del pecho.
—Esta es la entrada al palacio. Una vez que salgamos de aquí,
llegaremos a los establos y nos dirigiremos hacia el norte —dice
Gareth.

—No puedo esperar para estar en camino con ustedes —se


queja Lenetia.
Gareth masculla algunas palabras extranjeras, el sonido de
ellas es desagradable para mis oídos.
—¿Besas a tu hermana con esa boca? —le pregunta Lenetia.
—Silencio— sisea Leander cuando nos acercamos a una puerta
alta, los barrotes nos separan de lo que parece ser una bulliciosa
aldea. Al menos una docena de guardias están de pie a lo largo de los
altos muros de piedra, varios más por encima de ellos y otros están
sosteniendo sus ballestas.
Uno de los soldados da un paso adelante, preguntando algo.
Leander responde en su tono cordial, como si estuviéramos
dando un paseo, y no huyendo de la escena de un asesinato.
El soldado arruga la frente, y me mira con detenimiento.
Leander se enfurece y se pone delante de mí, su voz se vuelve fría.
Los dos se enfrentan con un creciente aluvión de palabras.
—Mierda. —Lenetia me toma del brazo—. Deberíamos irnos.
—¿Podemos? —No puedo ver al guardia más allá de la ancha
espalda de Leander, pero puedo escucharlo—. No nos hará daño
intentarlo. Está más interesado en saber por qué el rey y Gareth se
van con nosotras. —Tira de mí suavemente hacia ella y nos dirigimos
hacia la puerta abierta.
Dos guardias salen de las sombras detrás de los aleros de
piedra, con espadas en sus manos.
—Sigue andando. Mirada hacia abajo. Como mutantes esclavos.
—Lenetia enlaza su brazo con el mío.
Sigo sus instrucciones y miro a los adoquines debajo de mis
pies. Mi barbilla intenta tiritar, pero aprieto los dientes. La voz de
Leander se eleva aún más detrás de mí, resuena como un intenso
trueno.
Ya casi estamos en la puerta cuando uno de los guardias se
acerca a nosotras y dice algo bruscamente. Lenetia responde pero
mantiene su mirada baja. Mi estómago se retuerce en un nudo
cuando se acerca y levanta su barbilla para que ella tenga que
mirarlo a los ojos.
Miro también, y descubro a un guapo soldado con esos extraños
ojos plateados. Se burla mientras habla con Lenetia, y por una vez
me alegra no poder entender su idioma.
Él levanta la mirada por encima de su cabeza y mira hacia el
palacio. Y luego lo escucho, hay gritos y una gran cantidad de fuertes
pasos, como si toda la guardia del castillo saliera corriendo.
El guardia nos empuja, y la voz de Leander suena crispada. Mi
estómago se hunde cuando me doy cuenta de que está en problemas.
—¡Corre! —Lenetia tira de mí.
—¿Qué está pasando? —La sigo a través de la puerta y salgo a
una concurrida calle, llena de carretas, caballos y hadas. Una ciudad
entera con edificios de piedra y carreteras anchas se abre al pie del
palacio.
—¡Han encontrado a Tyrios! —Se lanza hacia la izquierda. ¡Nos
matarán si nos atrapan!
—¿Qué pasa con Leander y Gareth? —Miro detrás de mí y casi
me congelo al verlo.
10
Traducido por Danay

Leander
El soldado cae ante mí, mi puñetazo lo toma por sorpresa. El
resto de los guardias se lanzan contra nosotros, y Gareth y yo
sacamos nuestras espadas. Mi compañera corre con la otra mutante,
a salvo de la batalla, aunque cuando su mirada se posa en mí, sus
ojos se llenan de preocupación. Quiero tomarla en mis brazos,
susurrarle los secretos de mi corazón y quitarle ese miedo. Pero es
muy tarde.
Una alarma suena desde el interior del castillo. No lograremos
escapar. Ahora no. Pero no voy a rendirme sin luchar. Mi compañera
no merece nada menos. Lucharé hasta mi último aliento para darle
una oportunidad de escapar.
—Bueno, esto es un desastre. —Gareth se abre paso a codazos
y se coloca a mi espalda mientras los guardias nos rodean.
—Me recuerda a aquella ocasión en las Minas de Freckarian.
Él ríe.
—Los duendes eran un poco más bajos que estos guardias.
—Sangrarán igual. —Levanto mi espada mientras uno de los
soldados blande la suya.
—Ha sido un honor, Leander. —Gareth toma su posición de
combate mientras las filas de soldados aumentan.
Los soldados avanzan en masa, con sus armas desenvainadas
y sus intenciones claras. No sobreviviremos. No contra esta cantidad.
Envío una oración a los antepasados para que mi compañera escape
y para que la otra mutante le sirva como prometió.
El primer ataque llega en un torbellino de velocidad. Esquivo y
ataco, usando cada habilidad guerrera que poseo. Los soldados
llegan todos a la vez, relucientes como plata al sol mientras nos
atacan. El choque de metal sobre metal suena a través del cálido aire,
y Gareth y yo somos conscientes de las probabilidades y el peligro
mortal, luchamos por nuestras vidas.
Esquivo y contraataco, mis instintos me dicen dónde se dirige
el próximo golpe. El soldado más cercano me golpea, dejando su
flanco descubierto. Me giro para acabar con él, pero un resplandor
me ciega y mi espada golpea la piedra.
—¡La reina! —grita un soldado. ¡Protejan a la reina!
—¡Deténganse! —Aparece ante mí, mientras su mano sostiene
mi espada. Ella está protegida en un lustre diamante, exhibiendo su
poderosa magia.
—Pero, majestad, estos dos tienen...
—¡Dije que se detengan! —Sus ojos plateados brillan
mortalmente, y los soldados obedecen, enfundando sus armas y
retrocediendo.
Bajo la espada a mi lado pero la tengo lista.
—Mataste a Lord Tyrios. —Es una afirmación, no una pregunta.
—Lo hice. —Me encuentro con sus ojos plateados mientras su
encanto de diamante brilla y se desvanece.
—¿Hubo una razón? —parece casi aburrida mientras suelta mi
espada.
—Él amenazó a mí...
Gareth tose en su mano.
Capto la calmada indirecta de no mencionar que Taylor es mi
compañera.
—Él amenazó con matar a una mutante.
—¿Oh? —Una astuta sonrisa juguetea en las comisuras de sus
labios rojos—. ¿Es una especial tal vez? —Su mirada se desliza más
allá de mí, como si supiera exactamente dónde fue Taylor—.¿Por
cierto, dónde está ella?
—Ella es mía. —Mascullo las palabras—. Y nadie le hará daño.
Si lo hacen, sufrirán la ira del aliento invernal. —Una brisa helada
envuelve nuestro alrededor, empujando el calor del verano. Mi magia
apenas está contenida y quiere arremeter tan fuerte como lo hago yo.
Pero con mis emociones revueltas con el descubrimiento de mi
compañera, sería como poner en marcha una poderosa bomba de
nieve y hielo, destrucción y muerte.
—Lord Tyrios fue uno de mis principales asesores y una de las
hadas más antigua a mi servicio. —Ella me mira fijamente—. Me lo
has arrebatado en un momento en que necesitamos todo el
asesoramiento que se pueda conseguir para resolver la creciente
amenaza en nuestras fronteras. Y has puesto el resto de mi corte en
tu contra con esta imprudente acción. —Ella sacude la cabeza con
elegancia—. Habíamos desarrollado un vínculo entre nuestros
reinos, ahora se ha roto.
—He derramado sangre en el reino de verano, lo que es una
mancha en nuestra tregua. —Guardo mi espada—. Pero lo haría de
nuevo con alguien como Lord Tyrios.
—Eso no ayuda. —Agita una mano, y la brillante barrera de
antes se forma alrededor de nosotros tres, impidiendo que sus
soldados escuchen nuestra conversación—. Entiendo por qué lo
hiciste. Ella es tu compañera.
Me tenso, pero no puedo negarlo. Nunca negaré a Taylor.
Su astuta mirada es menos seria, pero su ceño evidencia
preocupación.
—Esto ha provocado otra brecha entre nosotros. Y, aunque me
doy cuenta de que no estás de acuerdo, Tyrios tenía un reclamo legal
sobre la mutante. Mis nobles piden sangre del reino de invierno como
represalia.
—Entonces toma la mía. —Gareth da un paso adelante—. Tengo
de sobra.
—No es tan simple. —Ella lo mira—. Aunque tu valentía te
honra.
—¿Exiges sangre también? —pregunto—.
Ella suspira.
—He vivido demasiado tiempo para participar en estos juegos.
La sangre de Tyrios aún está caliente, pero su línea continuará sin
él. El reino del verano enterrará rápidamente su memoria y se
centrará en nuevos escándalos o trivialidades. Al menos, eso espero.
—Se da vuelta y mira hacia el oeste, como si pudiera ver más allá del
muro de la guarnición—. Mantenerlos entretenidos con chismes y
disputas significa que no tenemos verdaderos enemigos que llamen
a nuestras puertas. Cuando están tranquilos y atentos, es cuando
me preocupo. Pero las desapariciones, me molestan. Y resolverlas es
más importante que Tyrios en este momento.
Ella es más sensata de lo que nunca le habría creído. Bajo el
esplendor del reino de verano, tiene una mente previsible, táctica y
astuta.
—¿Qué sugieres? —observo a los soldados que esperan con
contenida hostilidad más allá de la brillante pared.
—Retiraré a mis guardias para que puedas escapar, pero no
puedo prometer que mis nobles no te perseguirán. Algunos de ellos
son tan viejos que sus entrañas están retorcidas de maldad y odio.
—¿Cómo Tyrios? —Gareth escupe.
—Peor. Mucho peor. Y tenía muchos aliados que sentirán el
aguijón de su pérdida. No me sorprendería si ya han enviado asesinos
por ti. Date prisa en partir del reino del verano. —Extiende una mano
hacia el brillante revestimiento, pero se detiene y vuelve a mirarme a
los ojos—. Tu compañera. Ella es diferente, hay algo en ella que no
puedo identificar. Sé cauteloso. —Con un chasquido de sus dedos, la
barrera se desvanece y ella ordena a sus soldados que regresen al
castillo y a sus puestos.
Miran fijamente por un momento, la incredulidad revolotea en
algunas de sus caras, luego se dispersan bajo la tranquila mirada de
su reina.
La atracción hacia Taylor es fuerte, y ella ha estado fuera de mi
vista durante demasiado tiempo. Le hago un gesto a Gareth. Con un
breve asentimiento a la reina, me doy la vuelta y me alejo corriendo
de la puerta. Gareth cuida mi espalda mientras nos metemos en la
concurrida calle de la ciudad.
—¿A dónde fueron? —miro por encima de las boquiabiertas
hadas de la ciudad, examinando las aceras en busca de ella.
Un macho se acerca por la derecha con otro detrás de él. Mis pelos
se erizan, mis colmillos se alargan. Empujan a los mutantes y a las
hadas menores fuera de su camino mientras nos siguen
sigilosamente.
—Leander. —Gareth saca sus cuchillos.
—Los veo.
—Esa mutante del calabozo. Ella es inteligente habría ido hacia
los establos cuando las cosas se pusieran feas. Me esquiva y
rápidamente golpea una mano, que levanta una espada en aire justo
antes de que haga contacto con mi cráneo.
—Habría atrapado eso —digo mientras el metal cae a un lado
del suelo y el asesino que lo arrojó a otro.
Gareth sonríe y gira sus cuchillos—. Vete, tengo estos dos.
—No puedes...
—Eres la esperanza para nuestro futuro… tú y tú pareja. —Se
lanza hacia las dos hadas mientras la multitud siente el peligro y se
aleja de él—. Ve. ¡Te alcanzare!
Odio dejarlo, pero él puede cuidarse solo. Taylor es quien
necesita de mi protección. Me doy la vuelta y me apresuro por el
camino, la multitud disminuye a medida que el peligro se propaga en
el aire. Estoy casi en el camino que lleva a los establos cuando una
espada de plata perfora mi hombro.
11
Traducido por Jessibel

Taylor
—¡Aquí! —Lenetia me arroja a un patio pantanoso frente a un
largo edificio gris.
La calle es despejada rápidamente, las hadas corren hacia
negocios cercanos y callejones estrechos mientras el sonido de la
lucha resuena detrás de nosotros.
Un hada se detiene en la entrada del edificio, con los brazos
cruzados sobre el pecho y su mirada concentrada en nosotros. Él
hace una pregunta.
Lenetia vuelve a hacer de subordinada, mirando el heno fangoso
en el suelo, y responde.
Él escupe, entornando su mirada. Lo que ella dijo, él claramente
no lo cree.
—¿Qué está pasando? —Me acerco más a ella.
—Él no nos dará los caballos.
—Ciertamente no lo haré. —Habla inglés—. No hay forma de
que el señor del invierno envíe dos mutantes holgazanes por sus
buenos caballos. —Se acerca y nos alcanza—. En el reino de verano,
los ladrones de caballos como ustedes dos son azotadas. O tal vez
debería llamar al Guardián, ver si está en la búsqueda de esclavas
fugitivas.
Tratamos de retroceder, pero es demasiado rápido, sus manos
carnosas agarran nuestros brazos y nos arrastran hacia adelante.
—¡Quita tus manos! —intento soltar sus dedos, pero es como
tratar de doblar el hierro, y nos arrastra a las dos a los establos.
—Cuando el rey se entere de esto, él...
—Cállate. —Le da una bofetada a Lenetia, y ella cae sobre una
paca de heno, con una mano en la boca.
Mi mano va al bolsillo de mi vestido, y mi piel se encuentra con
el frío metal. Agarro la empuñadura de la daga.
—Y tú, esclava. —Tira de mi tan cerca que puedo oler algún tipo
de alcohol en su aliento—. Necesitarás un amarre adecuado. Cuero
sobre tu piel desnuda. —Él lame sus labios, luego agarra el frente de
mi vestido.
Grito y peleo con él, pero él es demasiado fuerte, y la tela cede
un poco en la costura a lo largo de mi costado.
Lenetia se pone de pie y lo lanza. Él le empuja la espalda con
tanta fuerza que su cabeza golpea en la pared, y ella se debilita.
—¡Lenetia! —lucho por acercarme a ella, pero él envuelve su
brazo alrededor de mi cintura y me aleja.
Un caballo relincha más profundo en los establos cuando
alguien grita en la calle.
—Te he traído algunos problemas, ¿eh? Veamos qué hay debajo,
pequeña mutante.
Me balanceo violentamente hacia él, pero él agarra un puñado
de mi cabello, tirando muy fuerte de mi cuero cabelludo.
El terror brota en mí, el miedo es tan tangible que mi visión se
oscurece y las manchas negras danzan frente a mí. Respiro profundo
y le golpeo con la daga.
Él ruge y me sacude.
—¡Maldita bruja! Voy a... —Su agarre en mi pelo se afloja.
—¿Qué hiciste...? —Me deja ir por completo y tropieza hacia
atrás.
Mi visión se aclara, y lo observo mientras presiona una mano
contra su pecho, sus ojos se abren.
—Taylor. —Lenetia se agita y trata de ponerse de pie.
Me apresuro hacia ella y examino su cabeza.
—Está bien —asegura.
La sangre se filtra por un corte a lo largo de la línea del cabello,
pero no es demasiado profunda. Al menos, creo que no lo es.
—¿Qué? —Ella señala al hada que todavía está agarrando su
pecho. Las delgadas venas negras salen de debajo de su camisa y
suben por su cuello—. ¿Que pasó? ¿Por qué está negro?
—No lo sé. —Miro la daga en mi mano—. Debe haber algo en la
daga. ¿Algún tipo de veneno?
—Estos reinos del reino del norte no están jugando —dice ella
con aprecio.
El hada se tambalea hacia nosotros, luego cae de rodillas,
mientras la oscuridad se extiende hasta su barbilla.
—Aléjate de él. —Lenetia me protege con su cuerpo.
Otro relincho atrae mi atención a los caballos en los puestos a
lo largo de la pared trasera. Dos grandes sementales negros nos
observan, sus ojos son como la oscuridad de medianoche. No tengo
ninguna duda de a quién pertenecen.
—Vamos. —Ayudo a Lenetia a subir y casi la carago, los olores
a estiércol, cuero y heno hace cosquillas en mi nariz.
Cuando llegamos a los caballos grandes, no se mueven, solo nos
miran con lo que parece ser una expresión superior.
—¿Hola? —Nunca he montado un caballo, y estos no parecen
particularmente amigables.
—Caballos de Uppity. La rudeza típica de las hadas. —Lenetia
se ríe, pero el sonido es débil.
—¿Nos dejarán montarlos?
—Sólo hay una forma de averiguarlo. —Levanta el pestillo del
puesto más cercano y abre la puerta.
La gran bestia no se mueve, solo nos da esa misma mirada.
Echo un vistazo al hada. Cayó de espaldas, con los ojos cerrados,
pero la oscuridad parece haber dejado de extenderse. Manejo la daga
con cuidado mientras la deslizo de nuevo en mi bolsillo.
Lenetia le habla al caballo en el lenguaje de las hadas. El caballo
exhala fuerte y levanta la cabeza, ignorándonos. Ella agarra su brida
y tira. No se mueve, y ella se rinde, hundiéndose contra mí.
—Es un caballo bastardo y engreído —refunfuña.
—Necesitas usar un toque suave. —Gareth se pone de pie.
Salto y giro para encontrar a Leander detrás de mí. Él me
alcanza y yo caigo en sus brazos con una facilidad que debería hacer
que me detenga por un momento. En cambio, tomo su calor y lo dejo
abrazarme.
—¿Eso es sangre? —Me recuesto y miro su hombro.
La expresión en su cara es despreocupada y se encoge de
hombros, luego lanza una mirada al establo y levanta las cejas en
cuestión. Levanto la daga. Él sonríe, mientras el orgullo brota en sus
ojos. El calor estalla a lo largo de mi piel, y estoy segura de que mis
mejillas se vuelven rosadas bajo su mirada de adoración.
Gareth habla a los dos caballos negros. Ellos resoplan, pero
salen de sus puestos. Se elevan sobre mí, y Leander le da a la más
arrogante una palmadita familiar. Sin perder un segundo, Leander
me levanta sobre la bestia y luego se sube detrás de mí.
—Ella está herida. —Alcanzo a Lenetia, pero Gareth la levanta
y la sube a su caballo.
—Estoy bien. —Sus párpados revolotean.
—No dejes que se quede dormida —le advierto, luego grito
mientras el caballo se dirige hacia la puerta del establo.
Leander habla con él en su idioma, y la bestia sale a la calle
adoquinada y comienza a trotar, lo que hace que todos se dispersen
en su camino. El viento cálido se precipita, creando un zumbido en
mis oídos mientras el furioso repiqueteo de las herraduras hacen eco
a lo largo de los edificios delante de nosotros. La ciudad es hermosa,
con vides florecientes que crecen a lo largo de los edificios y árboles
imponentes en cada esquina. Los edificios están hechos de la misma
piedra pálida que el castillo. Después de un largo rato, pasamos por
una amplia bahía, sus aguas son de un azul caribeño brillante,
cruzamos el puente y subimos la pequeña colina al otro lado. La
ciudad está en una isla, el agua que la rodea es como un foso vibrante
y brillante. Pero no me engaña la belleza. No después de Tyrios y el
hada en los establos.
Leander mantiene un brazo firmemente alrededor de mi cintura
mientras avanzamos por el camino. Los edificios finalmente se
desvanecen, dando paso a campos de cultivos desconocidos, y filas
sobre filas de flores. El calor se refleja en la hierba y la tierra dura
debajo de las herraduras de los caballos. Todo es demasiado cálido,
demasiado hermoso. Dejé que Leander me abrazara, su pecho era
una pared cómoda en mi espalda. Las millas vuelan bajo el paso firme
de los caballos. Mientras nos adentramos en el campo, el sol
finalmente comienza a desvanecerse en un crepúsculo oscuro. Una y
otra vez me pregunto si esto es solo una parte del extraño sueño que
debo tener mientras estoy acostada en la cama doble de mi
dormitorio. Pero el cabalgar del caballo, el dolor en el trasero de la
silla dura y los frecuentes besos en la corona de mi cabeza que
Leander me da, me dicen que todo es real.
—¿Está ella bien? —Miro a Lenetia.
—Ella está despierta. —Gareth frunce el ceño—. Ha estado
contando historias que harían sonrojar a una sirena.
—Te encanta. —Lenetia me guiña un ojo, aunque su cara está
pálida. ¿Cuánto tiempo había estado en la mazmorra cuando aterricé
allí?
Los caballos disminuyen un poco la velocidad a medida que
subimos una colina lejos de la ciudad, la cual brilla como un
espejismo. Una madera profunda brota ante nosotros, los enormes
árboles salpican la vegetación debajo de ellos con luz esmeralda. Es
un bosque de una historia de hadas, pero ¿eso significa que hay un
lobo o algo peor dentro?
Leander y Gareth inician una larga conversación mientras mis
párpados finalmente comienzan a caer, la adrenalina de nuestra
huida desaparece. Leander frota su pulgar a lo largo de mi costado
en un círculo. Continúa con su acaricia por unos momentos, el toque
es suave y dulce. Inhalo su nieve invernal y sus hogueras, y me relajo
contra él mientras su voz retumba en esa extraña y hermosa lengua.
Estoy en una tierra extraña con un hombre aún más extraño, un
hada, quien me reclama.
Retomamos un ritmo más suave, en dirección al bosque.
—Acamparemos en Greenvelde Wood para pasar la noche —dice
Gareth—. Entonces montaremos al amanecer. Pasarán tres semanas
antes de que lleguemos a la frontera del reino de invierno. Luego otros
tres para llegar a High Mountain, nuestro hogar.
—¿Seis semanas? —cierro los ojos con fuerza cuando el puente
de mi nariz comienza a picar—. Tengo clases y un examen, y mi
madre eventualmente comenzará a buscarme y... —Mi respiración se
detiene en mi pecho cuando mi voz se eleva—. Y no pertenezco aquí.
Leander envuelve ambos brazos a mi alrededor y tira de mí con
fuerza hacia él, sus labios se posan en mi cabello mientras habla en
voz baja palabras extrañas. Una lágrima se desliza por mi mejilla. No
sé cómo la ve, pero lo hace, porque la limpia.
Los caballos avanzan de nuevo, llevándome hacia el bosque
oscuro y a un destino incierto.
12
Traducido por Jessibel

Leander
Reclámala, reclámala, reclámala, RECLÁMALA. Mi sangre
retumba insistentemente mientras me instalo en mi saco de dormir
y doy palmaditas a las pieles a mi lado.
Taylor ha pasado la última hora preocupándose por la otra
mutante, atendiendo su herida y repasando algunas palabras
básicas del idioma de las hadas. He estado preguntando a Gareth por
más frases del lenguaje mutante. Más de ese idioma está regresando
a mi memoria, pero estoy lejos de ser hábil.
Miro hacia el sombrío bosque. Las hadas diminutas vuelan
entre los árboles, persiguiéndose y deteniéndose solo para mirarnos
con curiosidad. Son mucho más razonables que sus hermanas en el
reino de invierno, pero parecen estar impregnadas de la misma
cantidad de travesuras. Ya hemos descubierto que faltan algunas de
nuestras manzanas y moras. Aún así nos las arreglamos para
conseguir una comida decente, aunque Taylor parecía insegura a
pesar de que le serví solo los mejores víveres de nuestras provisiones.
Gareth se había reído.
—Ella dice que puede alimentarse bien ella misma.
Continué, asegurándome de que comiera hasta que estuviera
llena, y luego intenté darle un poco más. Mi compañera estará bien
cuidada, incluso consentida. Sonrío ante el pensamiento y vuelvo a
acariciar las pieles mientras Taylor se levanta de su lugar al lado del
fuego.
—Dormir —le digo en su idioma.
Ella señala a Lenetia y dice algo sobre el hecho de que preferiría
dormir con la otra chica. Un gruñido vibra bajo mis costillas.
Lenetia se lleva a Taylor.
—De ninguna manera me estoy metiendo entre un hada y su
compañera. Me gusta mi cabeza unida a mí cuerpo, muchas gracias.
—Ella lo dice nuevamente en inglés para el beneficio de Taylor, luego
nos da la espalda.
Taylor se muerde su labio y me mira, sus ojos trazan mi pecho.
Todavía estoy usando mi túnica, aunque prefiero dormir desnudo.
Pero no quiero asustarla.
Gareth se arrastra alrededor del borde de nuestro campamento,
sus pasos son silenciosos para cualquier otra persona. Mi glamour
camufla nuestra ubicación, pero se disipará si me duermo. Sin
embargo, con mi compañera a mi lado, no veo cómo pueda dormir.
Ella se acerca más y balbucea en el idioma mutante mientras
sigue señalando a Lenetia. Su valor es adorable.
—Dormir —le digo de nuevo, luego levanto mis manos, con las
palmas hacia afuera—. Solo dormir. —Quiero mucho más que una
noche de descanso con ella. Felizmente la reclamaría frente a Gareth
y la otra mutante, tal es la naturaleza de mi necesidad por ella. Pero
está demasiado nerviosa para una unión a la intemperie.
—¿Solo dormir? —Ella observa las suaves pieles.
Asiento con la cabeza.
Ella suspira, la fatiga es evidente en sus movimientos. Me mira,
se hunde a mi lado y se acuesta boca arriba. La hinchazón de sus
pechos me hace agua la boca, y la luz de la luna muestra sus pezones
endurecidos en relieve. ¿Tiene alguna idea de lo que me está
haciendo? Tengo que mover mis caderas para esconder mi erección.
—Solo dormir —repite ella y me mira, con una ceja levantada.
—Sí. —Me acerco y la atraigo hacia mí.
Ella grita y dice algo.
Lenetia se levanta de su lugar junto al fuego con palabras como
"compañero" y "vínculo" y algunas otras cosas que no puedo
entender.
—Shh. —Me acuesto de lado para que Taylor pueda descansar
su cabeza en mi brazo.
Ella gira la cabeza y mira mi hombro.
—¿La herida?
—Cura rápido. —Digo lo mejor que puedo en su lengua. Tengo
la intención de acceder a mis recuerdos de la lengua mutante
mientras sueño.
Ella dice algo así como "no es posible" y algunas cosas más que
no puedo entender, luego mira las orbes que flotan por el bosque, las
hadas juegan a la luz de la luna. Ella repite "no es posible" y suspira.
—Posible. —Tomo su mano y la presiono hacia donde estaba la
herida—. Real.
Su piel es tan cálida contra la mía, y no puedo imaginar lo bien
que se sentirá tener sus manos sobre mí.
Ella traga saliva y cruza los brazos sobre su estómago. Su
pequeño cuerpo es perfecto junto al mío, aunque no puedo creer que
los antepasados me hayan regalado una pareja tan frágil. No un
hada, no del reino de invierno. Yo nunca hubiese pensado que ella
estuviese destinada para mí. Pero el solo hecho de estar cerca calma
cada pequeño y furioso viento invernal que siempre ha girado dentro
de mí.
Ella aclara su garganta, con sus ojos aún muy abiertos.
—No puedes dormir así. Debes relajarte. —Extiendo mi mano
sobre la de ella. El maldito aire cálido me impide tranquilizarla bajo
las exuberantes pieles, pero todo eso cambiará pronto. Pronto, ella
estará gimiendo por mí mientras pruebo su dulce miel y me tomo mi
tiempo con su delicioso cuerpo.
—Ella no puede relajarse si la manoseas —dice Lenetia.
¿Manosearla? Me burlaría, pero estoy demasiado en sintonía
con la preocupación de mi compañera.
—Dile que está a salvo conmigo. Dile que nunca le haría daño
ni le quitaría nada sin su consentimiento.
La mutante refunfuña pero traduce. Las palabras parecen
calmar a mi compañera y la tensión se aleja de ella.
Me mira, mientras sus deslumbrantes ojos brillan. Mi corazón
late por ella, si tan solo pudiera escuchar su canción. Su lengua sale
y moja sus labios. Mi sangre aúlla a través de mis venas, llamando
su nombre. El dulce aroma se eleva entre sus piernas y su
respiración se acelera un poco. Ella siente la misma necesidad, el
deseo de ser una conmigo, simplemente está demasiado asustada
para rendirse.
Me instalo junto a ella y susurro—: Cuando te reclame como
mía, llegarás al clímax como nunca en tu vida, pequeña.
Un escalofrío la atraviesa, como si entendiera mis palabras.
Oculto mi sonrisa en su fragante cabello y la sostengo mientras
eventualmente duerme en un sueño tranquilo.
13
Traducido por Jessibel

Taylor
Leander me acuna toda la noche y me despierto de sueños de
nieve crujiente y lagos helados bajo un impresionante cielo azul. Él
estaba en ellos también, pero hago a un lado esos recuerdos.
Sus ojos oscuros se encuentran con los míos, con un indicio de
una sonrisa en su rostro anguloso.
—¿Dormiste mojada? —pregunta.
—Um, ¿qué? —me alejo, mientras la mortificación revuelca mis
entrañas en lava. ¿Fui tan obvia? ¿Cómo podría decir lo que había
estado soñando? Oh Dios mío. Presiono mis muslos juntos. ¿Me
puede oler otra vez?
—Bien —dice Lenetia mientras agita una olla sobre el
fuego—. Te refieres a “dormir bien”.
Lenetia se da cuenta de lo que quiso decir Leander en su
equivocada pronunciación, lo que me ayuda a entender y a su vez
hace que disminuya el calor que había comenzado a sentir en mi
rostro.
—Bien. —Su sonrisa es amplia—. ¿Dormir bien?
Paso la mano por mi frente. ¡Rayos!
—Sí. ¿Tú?
—Bien. —Su mirada hambrienta se desvía por mi cuerpo antes
de mirar fijamente mis ojos de nuevo.
Trago audiblemente y me levanto de las pieles. Me duelen los
músculos debido a la noche que pasé en el suelo, y trato de alejar el
dolor mientras camino hacia Lenetia. Leander se levanta y dobla el
saco de dormir.
—Realmente me decepcionas. —Lenetia revuelve lo que parece
un estofado burbujeante que huele a verduras y hierbas.
Se me hace agua la boca.
—¿Te decepciono?
—Pensé que iba a ver algo de sexo caliente de apareamiento
anoche. Todo lo que vi fue torpeza y luego el sueño.
Mis mejillas se vuelven de unas veinte sombras de color
carmesí.
—No me estoy apareando.
—Lo harás. —Toma un cucharón lleno de estofado en un cuenco
de madera y me lo entrega—. Montarás a ese rey allí como si fuera
uno de esos sementales, en algún momento.
—Eso no es…
Leander pasa junto a mi lado, con una sonrisa satisfecha en su
rostro, y ata el saco de dormir a su caballo, Kyrin. Estoy empezando
a sospechar que él entiende más inglés de lo que ha estado diciendo.
Bajo mi voz.
—No voy a tener sexo con él, ¿de acuerdo? Solo estoy tratando
de volver a casa.
Ella resopla y la suciedad a lo largo de sus mejillas cruje un
poco mientras ríe.
—Por supuesto.
—Lo digo en serio.
—Yo también. —Ella deja caer una cuchara de madera en mi
tazón—. Come todo. Un largo día nos espera.
—Nunca antes he hecho eso, así que no hay manera de que...
—¿Nunca qué? —Ella lame una descarriada gota de estofado
de su pulgar y se sirve un tazón.
—Nunca… ya sabes. —Ojalá no hubiera dicho nada.
—¿Nunca has estado con un hombre? —Ella se deja caer a mi
lado, sobre las hojas que cubren el suelo del bosque.
—No. —Doy un bocado al guiso y me quemo la lengua. Maldita
sea.
—Hmm. —Ella se encoge de hombros—. Bueno, estás a punto
de aprender, reina. Así que no te preocupes.
—No estás escuchando. —La comida es deliciosa, a pesar del
hecho de que mi lengua necesita ir a una unidad del quemados—.
Voy al reino de invierno para poder volver a casa. No para que pueda
ser una reina o estar con Leander... —Lo miro. Él está colocando la
silla sobre el otro caballo, y sus anchos músculos de la espalda
estiran la tela de su túnica oscura. El pequeño cosquilleo entre mis
piernas comienza a despertar, y tengo que comenzar de nuevo—: Así
que, como decía, esto se trata sobre salir de aquí.
—Cierto. —Ella se encoge de hombros.
—¿Y qué hay de ti? —Alejo mi mirada de Leander antes de que
él me atrape mirándolo.
—¿Yo? —Ella se rasca la nariz y examina sus uñas
sucias—. ¿Qué hay de mí?
—¿No quieres ir a casa?
—¿Casa?
—Sí, volver al mundo humano.
—Ese no es mi hogar. —Ella sorbe su sopa, aparentemente es
inmune a la quemadura.
—Pero es de dónde eres. ¿No querrán tus padres tenerte de
vuelta? ¿Hermanos? ¿Amigos?
—No lo entiendes. —Ella suspira.
—¿Qué es lo que no entiendo?
—Los mutantes no pueden volver.
—¿Por qué no?
Gareth se acerca y se sirve un poco de estofado.
—Buen día.
—Buenos días. —Le doy una cuchara.
Lenetia lo ignora.
—No puedo volver porque alguien ha tomado mi lugar.
—¿Qué?
—Cuando los humanos son intercambiados, un hada toma su
lugar en el mundo humano. Los padres no reconocen la diferencia.
—Gareth sopla el estofado humeante—. Así que no hay nada a lo que
volver. En lo que respecta a los padres de Lenetia, ella todavía está
en el mundo humano.
—Beth —dice ella en voz baja.
—¿Qué? —Gareth entrecierra los ojos hacia ella.
—Mi nombre humano era... es... Beth. Creo que se acorto por
algo, pero no puedo recordar...
—¿Elizabeth? —supongo Ella sonríe, y me doy cuenta de que es
probablemente sólo un poco mayor que yo. La suciedad, la ropa
desaliñada y su fuerte personalidad trabajan en conjunto para
ocultar su juventud. Saber que la trajeron aquí en contra de su
voluntad y la obligaron a trabajar como esclava, mientras que sus
padres creían que estaba segura y sana en casa, me duele de una
manera que nunca antes había hecho. Me acerco y aprieto su mano.
—Elizabeth. Creo que eso es. Sí. —Ella oculta su dolor bajando
su cabeza hacia su sopa, pero veo la humedad en sus ojos.
—¿Por qué toman niños humanos? —pregunto a Gareth.
—Yo no los tomo. —Me mira a los ojos—. Es una vieja tradición
que se remonta a miles de años atrás. A veces, cuando un bebé
mutante se enferma, su madre decide cambiarlo por un humano. El
mundo humano es mucho más hospitalario que muchos de los reinos
aquí en nuestro mundo, y le da al niño hada la oportunidad de vivir.
Al niño hada se le da un glamour permanente para parecerse al niño
humano, se envía a la tierra y se intercambia. Está prohibido hacer
un intercambio después de la infancia, porque es demasiado obvio
que el cambio ha tenido lugar. Los recuerdos de los niños se
desvanecen, y los humanos son más propensos a aceptar al niño
cuando es pequeño.
—Pero los padres hadas no tratan al niño humano como si
fuera suyo.
Él toma un bocado del estofado con cuidado.
—No.
—Definitivamente no —refunfuña Beth.
—Los usan como esclavos. —No puedo ocultar la indignación
en mi tono.
Él suspira.
—Sí, gran parte del tiempo.
—¡Esto es horrible!
—No estoy en desacuerdo. —Toma otra cucharada—. Y es por
eso que nunca he tenido un esclavo mutante. Por otra parte, nunca
he tenido hijos. Si tuviera un bebé que pudiera sobrevivir en el reino
humano pero no aquí, no sé qué haría. —Levanta una mano—. Pero
nunca trataría a un mutante como alguien inferior a mi.
—¿Por qué no puedes simplemente llevar a tu hijo al mundo
humano sin arrebatar el de alguien más?
—Cuanto menos sepan los humanos sobre los otros mundos,
mejor. —Su tono se ensombrece—. Los humanos son frágiles y
demasiado inteligentes para su propio bien. Es por su seguridad y la
nuestra. Cambiar al niño mantiene todo en equilibrio, y los humanos
no se enteran.
—Está mal.
—Puede que esté mal, pero eso no significa que se detendrá. No
permitimos a los esclavos mutantes en el reino de invierno, pero sí
permitimos el intercambio si un bebé hada comienza a desvanecerse.
Le doy mi cuenco medio lleno a Lenetia, quien lo engulle. Mi
apetito parece haberse drenado con cada explicación de Gareth,
especialmente desde que fui intercambiada y esclavizada sin ninguna
razón aparente.
—¿Por qué me cambiaron? La hada con mi cara no parecía
enferma, y yo soy mucho mayor que la edad de intercambio
permitida.
Sus cejas se fruncen.
—No lo sé. Eso es algo que tendremos que analizar una vez que
alcancemos la seguridad del reino de invierno. —Gira la cabeza
rápidamente, mirando a los árboles a nuestras espaldas.
Lenetia se tensa.
—¿Qué? ¿Qué es?
Gareth permanece increíblemente inmóvil, todo en él está en
sintonía con lo que siente en el bosque. Un temblor sube por mi
columna vertebral, pero no me muevo, apenas respiro.
Después de un largo momento, se relaja y se vuelve hacia el
fuego.
—¿Qué hay ahí fuera?
Él encoge sus hombros.
—Tal vez nada.
—¿Pero tal vez sea algo? —Lenetia escupe en el suelo.
—No lo sé. Por un momento, pensé que sentía... —Él me mira—
. No importa. Saldremos del campamento tan pronto como juntemos
todo y luego reanudaremos a un ritmo rápido.
Leander se acerca y habla con Gareth antes de sentarse a mi
lado.
—¿Comida buena? —Él toma el tazón que le ofrece Beth.
—Sí. —Todavía sigo sintiéndome preocupada por lo que Gareth
haya visto entre los árboles.
Leander debe darse cuenta porque pone su brazo alrededor de
mí suavemente.
—¿Problema?
—Podría explicarlo, pero no me entenderías. —Froto mis ojos.
—Pruébame. —Él me aprieta suavemente.
—Voy a limpiar. —Beth agarra la olla del estofado y se dirige
hacia el arroyo cercano.
—¿Pruébame? —Lo miro—. ¿Aprendes inglés de la noche a la
mañana?
—Conocía el idioma mutante desde hacía mucho tiempo, pero
yo... —él frunce los labios de un lado—, ¿se óxido?
—Se oxidó. —Asiento con la cabeza.
—Sí. Estoy tratando de volver a renombrar.
Dios, de alguna manera es lindo cuando lo dice mal. Este
enorme hombre, bruto —¿macho?— con los ojos oscuros y el cuerpo
de un guerrero me está dando ganas de reír.
—Recordar. Quisiste decir recordar.
—Recordar. —Él sonríe—. Mis sueños ayudan.
No sé qué hacer con esa declaración. ¿Los sueños ayudan?
Pediría una explicación, pero todo en mí casi zumba, como si hubiera
una ligera corriente eléctrica entre nosotros cada vez que nos
acercamos demasiado. Trato de no mirar su boca, ni la curva
pecaminosa de sus labios, pero lo hago, y juro que mi corazón
tropieza y cae por sí solo. Para cubrirme, me lanzo a una diatriba
contra el intercambio que resume mi conversación con Gareth y mis
muchas objeciones a la práctica.
Él escucha atentamente, luego se pone tenso y aún más cuando
relato cómo me intercambiaron.
—¿Dos días aquí solamente? —frunce el ceño.
—Así es. —Me encojo de hombros—. Eso es lo que he estado
tratando de decirte. No pertenezco aquí. Estoy en la universidad.
Tengo clases. Y exámenes. Y facturas que pagar. Y capítulos de
Friends que volver a ver. Y una compañera de cuarto que estrangular.
—Compañera de cuarto. —Él frunce sus oscuras cejas y dice
algo en su idioma que suena como una maldición—. ¿...Hada?
—No. —Luego sacudo la cabeza—. Bueno, una vez más,
realmente no lo sé. ¿Tal vez? Ella podría haber sido una...
Un silbido débil y agudo corta el aire.
Leander se pone de pie en un instante y me levanta con él. Beth
se apresura hacia nosotros desde el arroyo, la olla queda atrás,
mientras Leander me lanza a su hombro y corre hacia los caballos.
14
Traducido por Jessibel

Leander
El silbido de advertencia de Gareth me que me rechinen los
dientes, agarro a mi compañera y me apresuro hacia los caballos.
Una vez que Taylor está segura, me subo detrás de ella y guío a Kyrin
hacia lo profundo del bosque. El bosque está quieto. Demasiado
quieto. No hay ardillas que jueguen entre las ramas, y todas las
hadas se han refugiado en árboles huecos o pétalos de flores caídas.
—¿Qué es? —pregunta Taylor.
La respuesta a su pregunta es peligro, pero no quiero decirlo.
En cambio, la cierno a mi fuertemente e insto a Kyrin a moverse más
rápido a través de los árboles.
—Maldito sea el reino de verano. —Gareth y la mutante montan
detrás de nosotros—. Hay una bruja siguiéndonos.
—¿De qué clase?
—Por el olor a azufre que detecté, es una obsidiana.
Cierro mis ojos por solo un momento.
—¿Podemos huir de ella?
—Podemos intentarlo. —Suspira.
Los árboles susurran a nuestro alrededor, mientras las
advertencias vibran a través de las hojas y en el aire espeso. Una
criatura malvada, una bruja Obsidiana sería un enemigo que ni
Gareth ni yo podríamos vencer. ¿Quién la habría enviado tras
nosotros?
—No hay nobles en el reino de verano que puedan dominar a
alguien como esta. —Gareth parece leer mi mente.
—O bien tiene una veintena de personas que la convocaron o
fue enviada por el rey más allá de la montaña. —Aprieto los dientes
cuando las nubes cruzan el sol, volviendo el bosque oscuro y
sombrío.
—¿Qué está pasando? —Taylor se gira y se encuentra con mi
mirada, con sus peculiares ojos azules bien abiertos.
—Estamos a punto de ser desollados hasta el hueso mientras
aún estamos vivos, y luego nuestra médula será succionada. —La
otra mutante se estremece.
—¿Qué? —Taylor sacude la cabeza.
—Una bruja obsidiana nos quiere cazar. —Lenetia se abraza—.
Estamos muertos.
—¿Leander? —Taylor dice mi nombre, con incertidumbre en
su tono, y sé que moriré por salvarla si es necesario.
—Ella no te hará daño. —Le acaricio el suave cabello, luego la
acerco aún más contra mí—. Kyrin, corre como si el maestro de los
doce oscuros Espirales nos persiguieran.
La bestia resopla, su cuerpo se tensa mientras una carcajada
débil flota a través de los árboles oscuros. Con un ligero brinco,
despega sobre el suelo cubierto de musgo y se lanza hacia adelante.
Sujeto a Taylor y la silla de montar, empujándola hacia adelante para
que se incline sobre el crin y esté a salvo de las ramas descarriadas.
Incluso las atronadoras pezuñas de Kyrin no pueden cubrir el
sonido de su corazón. Una cosa salvaje, se estrella contra sus
costillas mientras atravesamos la vegetación y las flores.
Levanto una barrera detrás de nosotros, una que camufle
nuestra vista y nuestro sonido, pero no soy tan tonto como para creer
que una Obsidiana no podrá ver a través de ella. La última contra la
que luché casi me lleva con ella a las Espirales, pero la maté con la
ayuda de Gareth y los combatientes que se convirtieron en mi guardia
de honor en el reino del norte. Incluso ahora, miembros de la Falange
nos esperan en la frontera, pero si la Obsidiana nos atrapaba, tal vez
nunca lo logremos. El pensamiento de lo que la criatura le haría a
Taylor convierte mi interior en un infierno de agresión, pero detenerse
a luchar ahora solo la pondría en mayor peligro.
Entonces, huimos. Corrimos hasta que Kyrin comienza a
desfallecer, sus saltos apenas pasan limpiamente sobre los árboles
caídos y los arbustos de poca altura, su respiración entra en ráfagas
demasiado rápidas.
—Más lento, mi amigo. —Me inclino hacia atrás, llevando a
Taylor a una posición más vertical mientras Kyrin se relaja un poco.
El letargo por la presencia de la bruja se ha ido, el bosque vuelve
a su perfección de ensueño. Pero el pelo en la parte posterior de mi
cuello todavía está de punta. Ella está en nuestro camino, y una
obsidiana no se detendrá hasta que extraiga sangre.
—No podemos demorarnos. El caballo de Gareth, Sabre, está
resoplando con dificultad, su fatiga es igual a la de Kyrin.
—Tampoco podemos seguir corriéndolos así. —Le doy una
palmada a Kyrin.
—Lo sé, y esta niña abandonada ya está exhausta por el solo
hecho de aferrarse. —Él frunce el ceño ante la mutante, pero me doy
cuenta de que la aprieta con fuerza contra él.
—Ella necesita un descanso. —Taylor se dirige hacia el
mutante—. Beth, ¿estás bien?
—Bien —murmura.
—No podemos detenernos ahora. No con la bruja a nuestras
espaldas. —Gareth sacude la cabeza.
—Tenemos que hacerlo. Beth no puede soportar mucho más.
Estaba mucho peor en la mazmorra que yo. —Taylor coloca su
pequeña mano sobre la mía—. ¿Por favor? ¿Podemos detenernos por
un minuto para que pueda verla?
—Por supuesto. —No puedo negarle nada, especialmente
cuando comparte su contacto conmigo. Merece seguridad y felicidad
como mi reina, y no el peligro de todos los rincones.
Gareth frunce el ceño.
—Esta es una mala idea.
—Oigo un arroyo por delante. Los caballos necesitan beber y un
poco de descanso. Mantendré mi glamour en alto mientras nos
detenemos, y nos moveremos nuevamente antes de que el sol
comience a descender.
—No me gusta. —Él lanza una mirada detrás de nosotros.
—Tampoco me gusta, pero no podemos dejar que los caballos
superen el punto de utilidad. Y Taylor tiene razón, tu mutante esta
pálida".
—Ella no es mía —Gareth se queja, pero cede con un
suspiro—. Sólo por un momento, entonces. —Se detiene al lado de
la reluciente corriente y se baja, luego carga a Lenetia suavemente
hasta el suelo.
—Gracias. —Taylor aprieta mi mano, y el vínculo entre nosotros
se consolida aún más. Mi todo, mi futuro entero está justo delante
de mí.
La bruja quiere cortar ese enlace, pero tendrá una gran pelea
en sus manos antes de que pueda siquiera acercarse. Ya he matado
a las de su clase una vez antes. Puedo hacerlo otra vez.
15
Traducido por Jessibel

Taylor
La cama no es tan cálida sin Leander. Pero él y Gareth
merodean los bordes del campamento, con sus armas atadas
fuertemente a sus cuerpos.
—¿No es esto divertido? —Beth se pone de espaldas y coloca un
brazo sobre sus ojos—. Dudo que sobrevivamos la noche.
Nos detuvimos brevemente al mediodía para que pudiera
atender a Beth y los caballos pudieran descansar. Luego volvimos a
cabalgar, tan lejos y tan rápido que me pregunté si alguna vez dejaría
de dolerme el trasero. La respuesta es que creo que no. No, no lo
hará.
Me doy vuelta y me enfrento a Beth.
—¿Qué es una bruja obsidiana? —Cuando le pregunté a
Leander, él fingió que no sabía las palabras en inglés para decirme.
Aunque su color está mejor, y logré darle una porción extra de
algunas extrañas verduras, todavía suena débil. Lo que sea que su
maestro le haya hecho no era algo que se desvaneciera rápidamente.
Ella necesitaba descansar.
Sus dientes chirrían.
—Obsidiana. Ugh.
—¿Así de malo es?
—Es la peor criatura de todo Arin. —Ella mueve la cabeza un
poco hacia adelante y hacia atrás—. Bueno, no, lo peor de todo es un
nigromante. Pero una bruja obsidiana está cerca.
—¿Por qué?
Ella suspira.
—Imagina una criatura engendrada de los Espirales que...
—¿Qué son los Espirales?
—Realmente eres una nueva intercambiada.
Me encojo de hombros, aunque ella no puede verlo.
—Los Espirales son como… hmmm. En la tierra se hablaba de
un lugar llamado infierno, ¿verdad?
—Sí.
—Es el infierno, pero un lugar real con el mal real y, a veces, el
mal logra salir de él y atormentar al resto de nosotros. De ahí es de
donde vienen las brujas obsidianas.
—¿Demonios?
—Correcto. —Ella extiende sus dedos y cuenta con una
mano—. Rameras de demonios, súcubos, comedores de niños,
lanzadoras de hechizos y portadoras de la muerte. Son más
poderosas de lo que la mayoría de las hadas pueden soñar. Incluso
pueden traspasar la realidad, eso dicen. Y ahora una de ellas nos
caza. Perfecto.
Aunque el aire todavía está tibio, me coloco una piel sobre los
hombros.
—Pero Gareth y Leander pueden derrotarla, ¿verdad?
Ella resopla.
—Eso espero. De lo contrario, aprenderás bastante rápido todas
las cosas de las que es capaz la obsidiana. Y no tengo dudas de que
serás una buena comida para ella.
—Dijiste que comen niños.
Ella se gira y me mira con un ojo.
—Ellas comerán cualquier carne que puedan encontrar. La tuya
y la mía incluida.
—Jesús. —Aprieto la piel con más fuerza y trato de encontrar a
Leander entre los árboles. No puedo verlo. El pánico aumenta en mis
entrañas, pero lo aplasto y me acerco un poco más a Beth. Ella
necesita un baño más que yo, pero tenerla cerca aún así es un
consuelo.
—Si ella ataca, tal vez estos dos puedan frenarla mientras
escapamos.
¿Dejar a Leander atrás? Froto mi pecho, de repente siento algo
así como acidez estomacal.
Ella se ríe, aunque es más bien un sonido osco.
—Cálmate. Estoy segura de que nunca te dejará a menos que
sea absolutamente necesario.
—No es eso.
—Lo es. Eres su compañera. En algún lugar dentro de ti, puedes
sentir el tirón.
—¿Cómo sabes todo esto?
—He estado alrededor de las hadas emparejadas lo suficiente
como para saberlo.
—Pero no soy un hada.
—No. Pero estás emparejada. No puedo imaginar que sea muy
diferente para un humano. Además, veo la forma en que lo miras.
Siento que mis mejillas se calientan, pero no puedo negar lo que
dijo. Leander todavía es un misterio para mí, pero he encontrado una
seguridad en sus brazos que me parecía imposible de encontrar
desde que desperté por primera vez en el calabozo.
—No te preocupes por eso. —Ella se recuesta con un gran
bostezo.
—Probablemente todos estemos muertos pronto de todos
modos.
—Gracias. —Me vuelvo para decir más, pero ella ya está
roncando. Al parecer, el peligro mortal no la perturba.
No tengo tanta suerte. Doy vueltas y vueltas, cada sonido en los
árboles atrae mi atención mientras mi imaginación enloquece.
Cuando finalmente cierro los ojos, el fuego se está apagando y han
pasado horas desde que vi a Gareth o Leander.
Caigo en un sueño incómodo, mi mente se niega a
desconectarse por completo. Pero cuando lo hace, trato de sacudirme
para despertarme. No funciona. En mi sueño, me estoy levantando
de mi saco de dormir y entrando en el bosque oscuro. Sé que no
debería abandonar la seguridad del campamento, pero no puedo
detenerme.
Mis pasos son silenciosos, y no puedo gritar, no puedo hacer
ningún sonido. Es como si estuvieran tirando de mi hacia adelante
con una cuerda alrededor de mi cintura mientras una mano helada
sujeta mi boca. Lucho contra su agarre y trato de sacudir la cabeza,
de hacer cualquier cosa que me despierte.
Camino hacia adelante, tropezando con la maleza, y las ramas
de los árboles rasguñan mi cara.
—¡Leander! —grito su nombre una y otra vez en mi mente, pero
no aparece. Solo hay árboles y oscuridad creciente que parece
amortiguar cada pequeña luz de las estrellas que se filtra entre las
hojas.
Una sombra revolotea a través de los árboles y se acerca cada
vez más. Dice algo en su idioma, pero no puedo entender. Un dolor
ardiente y punzante atraviesa mi mente, es tanto dolor que me lloran
los ojos.
—Dije que él no puede oírte, querida. —Dice una voz con un
resoplido bajo—. Pero te he preparado para que podamos hablar.
—Déjame ir. —Yo... yo acabo de hablar su idioma. ¿Cómo hablé
el lenguaje de las hadas, en mi mente?
—Porque te enseñé. No podemos tener una conversación a
menos de que tú hables el mismo idioma, ¿no? Y mi mutante no ha
valido dos gotas de sangre de hadas en años.
Las palabras vienen fácilmente a mi mente, pero estoy
demasiado preocupada con la situación como para demorarme con
mi nuevo lenguaje.
—Por favor solo déjame ir.
La sombra se lanza a mí alrededor.
—Lo haría, pero tengo hambre, ya ves.
Entro en un claro, la oscuridad gira como un tornado de
medianoche en el centro.
—¡Leander! —intento de nuevo en vano.
—¡Cállate ahora, mutante! —Una forma se materializa desde la
oscuridad. Una mujer joven, su piel luce agrietada y negra, como si
estuviera hecha de un vidrio oscuro que alguien rompió y reformó.
La obsidiana. Sus movimientos son fluidos, sus ojos negros se
enfocan en mí mientras sus pies apenas tocan el suelo. Su cabello y
sus cejas son de un blanco sorprendente, impactantes contra su piel
negra.
Mi estómago se revuelve, y mi vejiga se siente incómodamente
llena y al borde de la liberación.
Su lengua bífida sale a relucir, y ella sonríe, sus labios crujen
uno contra el otro.
—Deliciosa. —Olfatea el aire con fuerza, sus dientes afilados y
negros crujen mientras exhala y avanza, tan cerca que puedo sentir
su aliento en mi cuello—. Tan sabrosa, fresca y nueva. —Cuando su
lengua se desliza por mi mejilla, grito.
—Me gusta el sonido de tu miedo. —Sus dedos se hunden en
mis costados, sus uñas son como garras—. Te haré en guiso.
Masticaré tu médula y me hurgaré los dientes con tus huesos. Sabrás
a jabalí, si. Rica y asada y, oh, cuán sabrosa serás una vez que te
hayas podrido un tiempo. Lameré tus pedacitos bajo mis uñas
lentamente, saboreando.
Grito otra vez mientras presiona una garra en mi cara y me saca
sangre.
Sangre. Mi sangre. Esto no es un sueño. El hielo se desliza por
mi espina dorsal.
Esto no es un sueño.
La retira y lame su dedo. Sus cejas blancas se juntan, y sus ojos
vuelven hacia mi cara.
—Sabrosa, pero... Pero no del todo bien. —Ella inclina la cabeza
hacia un lado—. ¿Y qué es esto? —Ella señala el collar que todavía
llevo puesto.
—No lo sé. Déjame ir.
Se acerca más, el olor del fuego y el azufre se filtran de ella hacia
el aire.
—Por las Espirales, no puede ser. Pero lo es. —Su carcajada
aplasta mi mente, las notas son ásperas e implacables.
Presiono mis manos contra mis oídos pero no me atrevo a cerrar
los ojos.
—Cálmate ahora, niña. Calma. —Ella presiona un dedo frío
debajo de mi barbilla y me obliga a encontrar su mirada sin
fondo—. Fuiste profetizada.
—No se supone que esté aquí.
—Sí, por supuesto. —Ella golpea ligeramente su dedo al lado de
su nariz.
—Si me liberas, me iré de este lugar y nunca volveré. Solo quiero
volver a casa para...
—Estás en casa. —Extiende su mano hacia mi collar, pero
parece que no puede agarrarlo, como si hubiera una barrera a su
alrededor—. Hogar, hogar, hogar. —Su carcajada se abre paso otra
vez, y creo que mis oídos realmente pueden estar sangrando—.
Siéntate, muchacha. —La cuerda me empuja hacia el oscuro
tornado, que se disipa hasta que solo quedan llamas negras en un
caldero. La fuerza invisible me hace caer sobre un tronco junto al
fuego mientras la bruja se asoma a la olla de hierro.
—¿Me vas a matar? —Hablo más allá del nudo en mi garganta.
Ella golpea sus uñas contra sus dientes negros y me brinda una
mirada evaluadora.
—Tal vez. —Su mirada depredadora no disminuye.
Me digo a mí misma que "quizás" es mejor que "sí" y continúo—: ¿Por
qué nos sigues?
Ella escupe en el caldero, lo que envía una nube negra
disparada por encima de nosotros.
—Estoy obligada. —Ella chasquea los dientes y se concentra en
el caldero—. Obligada a encontrar al rey del reino de invierno.
Tratada como una esclava, convocada desde mi cueva, lejos de mi
adorable montón de huesos y carne podrida, obligada.
Hago a un lado la imagen de ella agazapada sobre restos
putrefactos.
—¿Por quién? ¿Quién te obligó?
—El rey más allá de la montaña, así se hace llamar. —Ella
escupe de nuevo—. Obligada. Como un perro. Como una esclava. Soy
obsidiana ¡No me rompo! No por nadie. Pero este rey más allá de la
montaña, su magia… —Ella sacude la cabeza—. Me sacó de mi
cueva, lo hizo. Me envió a este lugar horrible. Debo encontrar al rey
del reino de invierno.
—¿Por qué?
Levanta las manos y alarga sus garras negras, con los bordes
más afilados que la navaja más fina.
—Para matarlo. Para llevar su hermosa cabeza al rey más allá
de la montaña. Puedo tener el resto. Puedo mantener todas esas otras
partes, dejar que se pudran hasta que estén gloriosamente
asquerosas. —Ella golpea sus duros labios—. Él sabrá aún mejor
entonces.
—¿Puedo convencerte de que nos dejes ir? —Trato de no
sollozar.
Ella gira bruscamente la cabeza como una lechuza. La cabeza
de nadie debería poder llegar tan lejos.
—¿Qué me puedes dar?
—Yo... ¿Qué quieres?
—Hacer un trato en los reinos no es una buena idea, muchacha.
Las promesas aquí significan más, cuestan más, duran más. Por
siempre. —Se vuelve hacia su caldero.
Sus palabras hacen surgir algo en mi memoria, algo que no
puedo ver o recordar.
—Te pregunté qué quieres.
—Obligada, muchacha. —Ella tira de su pelo blanco—.
Obligada. No hay negociación. Nada puede detener al rey más allá de
la montaña. Mataré al rey del reino de invierno. Y luego, muchacha,
también pueda matarte. Fuiste profetizada, pero no tengo uso para
la profecía. —Ella agita una mano negra—. No en mi cueva, en la
oscuridad, con todos mis encantadores huesos. El tuyo también se
vería encantador allí.
Un escalofrío estremece mi cuerpo mientras lucho por
encontrar algo, cualquier cosa con la que negociar.
—¿Qué quieres decir con que fui profetizada?
—No importa. Debo matar al rey, matar al rey —dice ella en una
canción—. Matar a... —su cabeza gira casi completamente mientras
mira a algún lugar en el bosque detrás de mí, y una sonrisa maliciosa
se extiende por su rostro—. Y aquí está él en mi puerta. —Sus dientes
afilados chasquean.
—¡Taylor! —grita Leander por mí, mientras la preocupación
vibra a través de las notas.
—¡Leander, corre! —grito hasta que esa mano fría golpea mi
boca una vez más.
La bruja desaparece en una nube de color negro, y segundos
después escucho el grito agonizante de Leander. Se arrastra por los
lados de mi alma, extrayendo sangre de un lugar dentro de mí que
no sabía que existía. Tengo que llegar a él, ayudarlo de alguna
manera.
Pero estoy atrapada por la bruja, mi cuerpo no presta atención
a mis órdenes de moverse, de correr.
Otro rugido atraviesa los bosques silenciosos y sé, de alguna
manera, que está gravemente herido. Las lágrimas ruedan por mis
mejillas mientras trato de liberarme, pero todo lo que puedo sentir
son las manos frías de la bruja que me mantienen inmóvil mientras
se ríe en la oscuridad.
Sobre la autora
Lily Archer cree en hadas, sirenas y feroces hadas guerreras.
Armada con nada más que su imaginación y una MacBook bien
usada, intenta matar a las bestias más oscuras de los mundos de
fantasía y crea amor verdadero en donde nada parece posible.

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