9 - Fallo Gongora
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9 - Fallo Gongora
Gabriel Arnaldo
Procurador General: La Sala IV de la Cámara Nacional de Casación Penal hizo lugar al recurso deducido por la defensa de
Gabriel Arnaldo, y anuló el auto por el que el Tribunal Oral en lo Criminal n9 de la Capital Federal rechazó la solicitud de
suspensión del juicio a prueba a su favor. Para decidir sobre esto sostuvo que la oposición del fiscal a la suspensión del
juicio NO tiene efecto vinculante y que en caso de concurrir las condiciones de admisibilidad previstas por ley el juez
deberá disponer la suspensión a pesar del dictamen del fiscal en sentido contrario, agregando que su posición solo
puede estar fundada según un control de legalidad, logicidad y fundamentación por parte del juez, quien debe verificar
si se reúnen o no los requisitos objetivos y subjetivos de la ley para conceder o denegar la suspensión, lo que NO
sucedería si arbitrariamente se permitiera oposición por simples cuestiones de política criminal. Homologar esta
postura seria trasgredir implícitamente el art 16 CN y se privaría al imputado del derecho de defensa. Además sostuvo
que el fiscal no demostró la improcedencia de la eventual condena de ejecución condicional, ni brindo argumentos para
sostener la aplicación de la suspensión del juicio en este caso resultaría incompatible con la convención interamericana
para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer. Se sostuvo también que el fin de la pena es la
resocialización y eso justifica el poder punitivo del estado, y que la resocialización deberá buscar remover los patrones
socio culturales que pudieron haber dado origen al comportamiento de ese tipo. Y que el ministerio público no
demostró el obstáculo que generaría la solución alternativa al fin de la pena y que evite el efecto estigmatizador de
pena.
Contra este pronunciamiento el fiscal interpuso un recurso extraordinario, se alegó que: En diversos antecedentes se
sostuvo que la suspensión del proceso es inconciliable con el deber que asumió el estado al ratificar la convención. Por
otro lado se alegó la arbitrariedad de la interpretación del art 76 CP, en dicho artículo se establece con claridad que el
consentimiento del fiscal constituye un requisito con claridad que el consentimiento del fiscal constituye un requisito
para la suspensión de la realización del juicio, y el a quo no sostuvo la inconstitucionalidad de aquella norma.
Indico que la promoción y el ejercicio de la acción penal corresponden exclusivamente al ministerio publico fiscal; el
legislador estableció como requisito la conformidad del fiscal facultándolo a seleccionar con bases en razones de política
criminal las conductas que no serán sometidas a juicio. Agrego que el fiscal cuenta con la debida fundamentación en
base a la política criminal puede establecer la necesidad de analizar con profundidad determinados hechos y el modo de
cumplir con la eventual pena y por el otro las obligaciones que el estado asumió con la ratificación de la convención. El
rechazo a la apelación dio lugar a la queja.
→El procurador remite a lo dicho por el fiscal apelante, y dice que hay cuestión federal, que se expuso de manera clara y
suficiente. El texto del artículo 76 bis del Código Penal prevé que "si las circunstancias del caso permitieran dejar en
suspenso eI cumplimiento de la condena aplicable y hubiese consentimiento del fiscal, el tribunal podrá suspender la
realización del juicio, el procurador dice que a su modo de ver el artículo es claro y que prevé el consentimiento del fiscal
como requisito para la concesión del beneficio en examen, lo que invalida cualquier interpretación que se aparte de él,
el art no limita las facultades del ministerio público fiscal que prevé en el art 120 CN.
Lo que aprecio es que el Congreso no es el único poder ni el único organismo del estado con facultades en materia de
política criminal y a mi modo de ver, en la disposición en examen los legisladores han efectuado una clara remisión a las
que posee el ministerio publico fiscal, vinculadas con su función de promover y ejercer la acción pública en las causas
criminales y correccionales.
El pronunciamiento apelado se fundó en meras afirmaciones dogmáticas que no encuentran más apoyo que la voluntad
de los jueces que carecen de justificación suficiente, tampoco demostró que la explicación del fiscal fuese irrazonable o
arbitraria.
Resulta descalificable la remisión que se hizo al criterio del fallo Soto que significo el apartamiento de la doctrina
establecida en el plenario de la cámara de casación penal en el plenario n5 Kosuta, según el cual la oposición del
ministerio público fiscal, sujeta al control de logicidad y fundamentación por parte del órgano jurisdiccional, es
vinculante para el otorgamiento del beneficio. El precedente soto García no cuenta con la mínima aplicación en esta
causa.
El pronunciamiento apelado no demostró que la opinión del fiscal sub lite fuera irrazonable o arbitraria. Ni el fiscal ni el
tribunal pudieron demostrar que las reglas de conducta que pudieran imponerse con fines de resocialización durante la
suspensión a juicio a prueba resultaren contrarias o incompatibles a la convención. Estima que el dictamen del fiscal
acerca de la suspensión a juicio conto con los fundamentos suficientes a partir de dichas razones de política criminal por
lo que mantiene la queja
●CSJN: La probation no será más una alternativa para evitar el juicio oral en lo que respecta a casos de violencia de
género. La Corte lo determinó en un fallo, por el cual revocó una suspensión del juicio a prueba porque era incompatible
con la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer (Convención De
Belém do Pará).
El fallo se denominó “Góngora, Gabriel Arnaldo s/ causa n´ 14.092”, y tuvo su inicio cuando la Cámara de Casación
revocó la decisión de un Tribunal Oral de rechazar la probation del imputado, en razón de que, a criterio de la Cámara, la
oposición del fiscal al otorgamiento del instituto no era vinculante a la hora de concederlo.
Esa resolución fue recurrida por el Fiscal General, por medio de recurso extraordinario, en principio porque se incumplía
con el plenario “Kosuta”, que afirmaba lo contrario de lo resuelto por la Alzada, y además porque se puso en
cuestionamiento el alcance de la Convención De Belém do Pará.
El debate del asunto se centró en el alcance del art. 7 de la Convención invocada, que en su letra afirma que “Los
Estados Partes condenan todas las formas de violencia contra la mujer y convienen en adoptar, por todos los medios
apropiados y sin dilaciones, políticas, orientadas a prevenir, sancionar y erradicar dicha violencia y en llevar a cabo lo
siguiente: b) actuar con la debida diligencia para prevenir, investigar y sancionar la violencia contra la mujer(…) y f)
establecer procedimientos legales justos y eficaces para la mujer que haya sido sometida a violencia, que incluyan, entre
otros, medidas de protección, un juicio oportuno y el acceso efectivo a tales procedimientos”.
“En primer lugar, debe dejarse en claro que el a quo no ha puesto en crisis la calificación de los sucesos investigados
como hechos de violencia contra la mujer, en los términos del articulo primero del citado instrumento”, fue lo afirmado
por los magistrados al introducirse de lleno en la cuestión.
De esa forma, sostuvo el Máximo Tribunal, la Cámara de Casación “mantuvo la pretensión sobre la que el fiscal que
participó en la audiencia exigida por el artículo 293 del Código Procesal Penal de la Nación fundamentó su oposición a la
concesión de la suspensión del juicio a prueba en esta causa”.
El silogismo legal que aplicó la Corte al respecto, fue que de esa manera, como el fiscal sólo se oponía a la concesión de
la probation, el punto vinculado a la subsunción del artículo en cuestión no iba a ser discutido en la instancia
extraordinaria.
Según el Alto Cuerpo, para la Casación “la obligación de sancionar aquéllos ilícitos que revelen la existencia de violencia
especialmente dirigida contra la mujer en razón de su condición, que en virtud de la "Convención de Belem do Pará" ha
asumido el Estado Argentino (…) no impide a los jueces la posibilidad de conceder al imputado de haberlos cometido la
suspensión del juicio a prueba prevista en el artículo 76 bis del Código Penal”.
Haciendo un análisis entre la norma internacional invocada y el alcance del art. 76 bis, que regula la suspensión del juicio
a prueba, el Tribunal Federal entendió que la decisión de la casación “desatiende el contexto del artículo en el que ha
sido incluido el compromiso del Estado de sancionar esta clase de hechos, contrariando así las pautas de interpretación
del artículo 31, inciso primero, de la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados”, el cual establecía el
principio de buena fe en la interpretación de tratados.
“Esto resulta así pues, conforme a la exégesis que fundamenta la resolución cuestionada, la mencionada obligación
convencional queda absolutamente aislada del resto de los deberes particulares asignados a los estados parte en pos del
cumplimiento de las finalidades generales propuestas en la "Convención de Belem do Pará", a saber: prevenir, sancionar
y erradicar todas las formas de violencia contra la mujer”, sostuvo el Tribunal Supremo.
En tal sentido, la Corte se manifiesta en el sentido contrario, puesto que entendió que, de manera de interpretar los
objetivos a los que se aspira en el tratado “con la necesidad de establecer un ‘procedimiento legal justo y eficaz para la
mujer’, que incluya ‘un juicio oportuno’”, la normativa imponía que “la adopción de alternativas distintas a la definición
del caso en la instancia del debate oral es improcedente”.
“Este impedimento surge, en primer lugar, de considerar que el sentido del término juicio expresado en la cláusula en
examen resulta congruente con el significado que en los ordenamientos procesales se otorga a la etapa final del
procedimiento criminal”, señalaron los jueces en ese sentido.
Ello, porque únicamente del juicio oral se podía derivar el pronunciamiento definitivo “sobre la culpabilidad o inocencia
del imputado, es decir, verificarse la posibilidad de sancionar esta clase de hechos exigida por la Convención”.
Bajo esos argumentos, los sentenciantes estimaron que la concesión de la probation al imputado en la causa “frustraría
la posibilidad de dilucidar en aquél estadio procesal la existencia de hechos que prima facie han sido calificados como de
violencia contra la mujer, junto con la determinación de la responsabilidad de quien ha sido imputado de cometerlos y
de la sanción que, en su caso, podría corresponderle”.
Además, se resaltó que el desarrollo del debate “es de trascendencia capital a efectos de posibilitar que la víctima
asuma la facultad de comparecer para efectivizar el ‘acceso efectivo’ al proceso”.
Por lo tanto, los jueces concluyeron que prescindir del debate “implicaría contrariar una de las obligaciones que asumió
el Estado al aprobar la Convención de Belem do Pará para cumplir con los deberes de prevenir, investigar y sancionar
sucesos corno los aquí considerados”.
Si bien ya se había determinado que el recurso debía ser rechazado, la Corte se pronunció en contra del argumento
vertido en el fallo de Casación, que había sido utilizado por la defensa del imputado a tal efecto, por el cual consideró
que el ofrecimiento de reparación del daño que exige el instituto de la suspensión del juicio a prueba, cumplía con los
recaudos exigidos por la convención.
En el fallo se rebatió ese argumento al afirmarse que “ninguna relación puede establecerse entre ese instituto de la ley
penal interna y las obligaciones asumidas por el Estado en virtud de la norma citada en último término, referidas al
establecimiento de mecanismos judiciales que aseguren el acceso efectivo, por parte de la mujer víctima de alguna
forma de violencia, ‘al resarcimiento, reparación del daño u otros medios de compensación justos y eficaces’”.
Los ministros de la Corte finalizaron su exposición afirmando que “Asegurar el cumplimiento de esas obligaciones es una
exigencia autónoma, y no alternativa”