Historia de La Musica en La Iglesia

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Aunque el canto Gregoriano tiene su origen en los cantos de las sinagogas y

conserva de estos los conceptos de Antífonas, Responsorios, Cantilación (leer un


texto acompañado de una línea melódica) Salmodia, etc…, el mundo occidental
romano va imponiendo la tradición escrita a la anterior tradición meramente
oral, y se van estableciendo los ritos y liturgias cada vez m ás ordenadas y
documentadas. La primera compilación de estos es realizada por San Juan
Crisóstomo en el Siglo IV. Después, Justiniano (482-565) marca el siguiente hito en
el proceso de recopilación y fijación del repertorio, al regular las modalidades
de la liturgia en su imponente basílica Santa Sofía, en Estambul), y Andrés de
Creta, un siglo más tarde, fija las reglas de un nuevo género: el Kanon.

Hacia el año 600 el Papa San Gregorio comenzó el proceso


de unificación de la liturgia que llevaría al establecimiento
del canto gregoriano como parte central de la liturgia. San
Gregorio Magno se ocupó en unificar la liturgia de la
iglesia occidental según el modelo del rito romano, y en
seleccionar y compilar melodías que tuvieran las
características de este rito para que fueran incluidas en un
antifonario y con el propósito de que fueran utilizadas
uniformemente en todas las iglesias del occidente. También
se intereso en la formación de cantores, promoviendo la
creación de un grupo coral, conocido como „schola
cantorum‟.

Con el paso del tiempo, la música de la liturgia promovida por San Gregorio
llego a ser conocida como canto gregoriano, y se convirtió en el rito oficial
aceptado por la iglesia. Sin embargo, el establecimiento de este rito fue obra
de más de una generación, y aunque San Gregorio fue quien inició el proceso de
unificación, fue al paso de los siglos que el canto gregoriano llego a tomar el
lugar que ocupa en la actualidad. Uno de los más importantes promotores del
canto gregoriano fue el emperador Carlomagno, quien se ocupó de llevar el rito
a las diferentes partes de Europa.

El SISTEMA DE NOTACIÓN MUSICAL: Un invento benedictino


La proliferación de piezas nuevas creó la necesidad de idear un sistema de
notación que pudiera ser utilizado para facilitar tanto la memorización como la
promoción de obras. El primer sistema de notación, que comenzó a ser utilizado
alrededor del siglo IX, estaba basado en acentos y silabas que llegaron a ser
conocidos como NEUMAS. Este sistema era imperfecto porque no lograba
registrar todos los sonidos o cambios de sonido que ocurrían en las melodías.

El segundo sistema de notación, que ocurrió como la siguiente etapa en la


historia de la notación musical fue la de pautado musical, que fue creado por
Guido De Arezzo, monje benedictino italiano que vivió a finales del siglo X.
Guido creo la primera pauta que utilizaba cuatro líneas, así como la notación de
las notas musicales, ut, re, mi, fa, sol, la. Guido les dio nombres basados en las
primeras silabas de un himno a San Juan Bautista:

UT queant laxis
REsonare fibris
MIra gestorum
FAmuli tuorum,
SOLve polluti
LAbii reatum,
Sancte Ioannes

Debido a que la silaba „Ut‟ era cerrada, lo que dificultaba el solfeo, este
nombre fue remplazado por „Do‟, que es una silaba abierta. Sin embargo, en
algunas partes de Francia el nombre „Ut‟ sigue siendo utilizado. El sistema
pautal de Guido se expandió rápidamente en el siglo XI, y continu ó
desarrollándose hasta convertirse en el pentagrama que conocemos en la
actualidad. Cuando se decidió añadir la séptima nota a la octava, se creó su
nombre usando las primeras letras de las dos palabras de la última línea del
himno, „Sancte Ioannes‟.
La música en las iglesias Protestantes
A partir de la Reforma de Lutero, surgen diversas corrientes cristianas que se
conformaron en comunidades cristianas o iglesias, cada una con alguna postura
particular hacia el uso de la música en el culto a Dios.

La música tuvo un papel muy importante en la difusión


del protestantismo, por lo que es valioso para
nosotros estudiar su historia: Nuestros hermanos
separados han caminado por una senda distinta a la
nuestra, han tenido algunos aciertos y cometido
algunos errores que conviene conocer, para, como
dice San Pablo, “examinarlo todo y quedarnos con lo
bueno”.
Las iglesias protestantes desarrollaron su riqueza musical de una manera
bastante diferente a la de la tradición católica. Un poco antes de las reformas
del siglo XVI, ya era tradición de la población alemana el traducir himnos del
latín a la legua vernácula, y el utilizar melodías populares con letra sagrada,
pero esta costumbre no entraba a los templos, se quedaba en la devoci ón
popular de los hogares. Durante la obra de la Reforma, y en los años
siguientes, Martín Lutero se preocupó mucho por el papel que la música
desempeñaba para la oración de los fieles, y se dedicó a desarrollar aún más
obras que estuvieran al alcance de la gente común: escritas en alemán, con
lenguaje sencillo y sin ornamentos y con las melodías populares que mucha
gente ya conocía (a esta práctica se le denomina “contrafactura”),
introduciendo esta música a los templos y predicaciones.

Lutero estaba interesado en que la música resultara atractiva para la gente


común, los campesinos y especialmente los jóvenes. No le importaba tanto el
origen de las melodías, sino más bien el que los cantos comunicaran las
verdades de la fe. Se dice que esta visión para la música religiosa fue una de las
cosas que más actuó a favor de la difusión del pensamiento protestante , ya que
mucha gente se sintió interesada en las ideas que exist ían detrás de la m úsica
accesible y popular. El mismo Lutero escribió muchos de los himnos y canciones
que continúan siendo cantados en la actualidad.
Sin embargo, este uso de melodías populares y de
algunas letras e instrumentos utilizados por la
Iglesia Católica causó descontento en algunos
protestantes, entre ellos Juan Calvino, quien fue
líder de la reforma de algunas iglesias de
Inglaterra, Escocia y Ginebra. Calvino creía que los
instrumentos musicales habían sido solamente
“tolerados” en el antiguo testamento y que no se
debía cantar ninguna cosa que no formara
explícitamente parte de la Biblia. Creía que la alabanza debía ser simple, y se
opuso a cantar con acompañamiento musical, por partes, y a cualquier texto
que no fuera el de los Salmos.

Mucha gente lo siguió, se destruyeron muchos órganos de tubos en los templos


protestantes (por considerarlos “demasiado católicos”) y se descartaron
muchas formas de expresión artística que Lutero había promovido . A lo largo
de más de un siglo, muchas iglesias siguieron fielmente las creencias de Calvino
con respecto a la música, y sus salmos, escritos en forma métrica, fueron la única
música utilizada en la alabanza, y eran inmensamente populares entre la gente
común.

Que podemos aprender?...

Podemos identificar en este “debate de 5 siglos” de nuestros hermanos


separados elementos comunes a los “puntos de equilibrio” que dieron lugar a
la renovación litúrgica impulsada en la Iglesia Católica a partir del Concilio
Vaticano II. En este Concilio pusimos las bases para un mejor equilibrio entre
participación y solemnidad:

1) Incorporamos a nuestra liturgia y a nuestros cantos la lengua vernácula,


pero a la vez seguimos usando liturgia y cantos en lat ín cuando sea lo
más apropiado y solemne;
2) Promovemos la participación del Pueblo en el canto, pero a la vez
intentamos no perder la belleza artística de nuestra música histórica;
3) Preservamos la riqueza de nuestra tradición musical (canto gregoriano)
pero a la vez promovemos la composición de cantos dignos y hermosos
en lengua vernácula;
4) Incorporamos a nuestra liturgia y la música los elementos valiosos de
nuestra cultura (inculturación) pero evitamos elementos inadecuados o
pecaminosos;
5) Privilegiamos los cantos basados en la Biblia y en los escritos de los
Padres de la Iglesia y de los santos por encima de los cantos basados en
la “inspiración personal”

A lo largo de los siglos diversos músicos han deseado volver a la belleza del
canto original, rechazando deformaciones y conservando la pureza y
sencillez de la monodia, un ejemplo excelente de esta belleza son los cantos
y oraciones de Taize, que se inspiran en la sencillez de ese “canto original”.
LA MÚSICA CATÓLICA EN LA ACTUALIDAD LITÚRGICA

En la actualidad, la Iglesia sigue considerando el canto gregoriano como el rito


oficial de la liturgia, el canto propio de la iglesia occidental, y continúa
promoviendo su uso en latín, recomendando la creación de „scholas cantorum ‟
en la medida de lo posible.

Sin embargo, también reconoce y promueve el papel de otros modos musicales,


en la medida en que sean acordes a la liturgia. Como dice San Pio X: “Cuanto
más sea la música servidora de la liturgia, más SAGRADA la música será”.

En este sentido, si la liturgia requiere la participación de los fieles en alguna de


sus partes, será más sagrada la música que promueva dicha participación que
aquella que la desaliente, siempre que dicha música cumpla con los dem ás
criterios de idoneidad.

La “cadencia y secuencia” de la liturgia sigue estando hermanada íntimamente


con las características del canto gregoriano, siendo los ejemplos más
importantes el sagrado oficio, también conocido como la liturgia de las horas, y
el rito oficial de la misa.
Existen cantos que no son apropiados para la liturgia de la misa y otros que no
son apropiados para la evangelización en la calle, y debemos tener la
sabiduría y sensibilidad para distinguir cuales cantos deben usarse en cada
contexto.

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