Guerra Civil 91 PDF

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M- B- MARTÍNEZ

ÚLTIMOS DIAS

DE LA. GUERRA.)

SUMARIO

Sorpresa de Vallenar. —
Batalla
Prólogo. —

de Concón.— El Coronel Canto después de la

laatalla. —
Movimiento envolvente. —
Batalla

de la PlaeCla. —
Los contrastea del triunfo. —

La derrota contada por ellos mismos.—Muer


tos y heridos.

VALPARAÍSO

IMP. DE VICTORERO Y C
1891
eA& \<\\%k
>»(®i'S#í*íWS>M*S*®4<5#S*3#3ttS#S*Sttí#£l

EL PRÓLOGO DE ESTE LIBRO

Hojas sueltas de la maravillosa campaña,


escritas por quien fué actor y testigo de los
sucesos que refiere, son estas páginas, la
más interesante é instructiva lectura que
en estos momentos
puede ofrecerse al público
chileno, y, aun me atrevería á decir, á los
lectores sudamericanos. Mostrar cómo debe
un pueblo defender sus libertades públicas

es nobilísima
y fecunda enseñanza para
nuestros hermanos del continente, unidos
á nosotros por un mismo idioma, un mismo
pasado, un mismo régimen, y unos mismos
peligros y desgracias.
Pero no es actualidad palpitante el
su

único ni el principal mérito de este


siquiera
primer florón de la corona que la Historia
ha de tejer á los magníficos vencedores de
la Revolución del 91: el fondo del cuadro
es por sí sólo soberbio, pero Don Mariano

Martínez, nuestro amigo y colega en La


de
Unión, es un artista diestro y delicado
brotan vivaces y neos
los co o-
cuya pluma
deben dar calor y movimiento a los
res que
del lien»,
contornos y detalles; la magnitud
en vez de abrumarlo, lo estimula; teniendo
un vasto campo en donde escoger las figu
ras y los episodios, los elije con un gusto y
un discernimiento de escritor inteligente y
de sus pinceladas pone
experto, y cada una
lo que
en relieve un rasgo que deja adivinar
calla.
No es esta una historia metódica y
seve

sueltas del himno ji-


ra; son como estrofas
escritas en los mo
gantesco, impresiones sueltas
mentos de ser sentidas, palpitaciones
del corazón chileno, que hoy late libre y
vigoroso y alborozado. Pero todas
estas
del
páginas están enlutadas por la unidad
interés, y muy especialmente por la sólida
y durable unidad de la veracidad. Siendo
ameno, pintoresco y galano, nuestro colega
es inflexiblemente verídico: no hay aquí un
sólo detalle que no sea la expresión exacta
de lo ocurrido, ni hay una sola acción que
el más austero historiador mi pueda recojer
con entera confianza: el Sr. Martínez no es

cribe siuo lo que ha visto, lo que le consta,


lo que puede ser atestiguado por millare»
de actores, y ha preferido sacrificar la abun-
PRQLoao m

dancia de los pormenores, á


trueque de no
sacrificar la integridad de la verdad. Sin
duda que la imaginación tendría ilimitado
espacio en que espandirse al cantar la pro
digiosa epopeya escrita por las espadas y
bayonetas libertadoras en los campos de
Concón y la Placilla; pero el Sr. Martínez
ha creído con razón que la verdad de ese
poema inmortal es por sí sólo demasiado
hermoso para que necesite adornarse con
galas ficticias; se ha limitado por esto á
realizar en estas páginas el consorcio de las
dos únicas bellezas que no son incompatibles,
sino que mutuamente se completan: la belle
za de la verdad con las bellezas del estilo.

Al ser clausurada La Unión por aquella


dictadura que tuvo á la verdad y al patrio
tismo tan invencible horror, el Sr. Martínez,
como todos sus redactores,
colgó la pluma,
y más feliz que alguno de nosotros, pudo
irse al Norte y empuñar la espada con que
debía seguir defendiendo en los campos de
batalla la causa sacrosanta que todos juntos
habíamos defendido en las columnas de la
prensa. Este pequeño y hermoso libro es,
pues, la obra de un escritor y de un soldado,
y por eso se ve en él tan interesante y
ar

tísticamente completado el fondo con la


forma.
rv PR0L000

El señor Martínez cuenta las proezas de


los libertadores: otros habrá que refieran los
suplicios de las víctimas, y cómo, mientras
allá se aprestaban las armas vengadoras
se llenaban las cárceles, se alzaban los
aquí
patíbulos, se violaban los hogares y se sa
queaba la propiedad, y en este libro se es
criben las páginas del heroísmo; muy en
breve se escribirán las páginas del martirio.
Y entonces ha de verse que si nunca se
peleó más esforzadamente en favor de la
libertad, nunca tampoco tuvo la tiranía
manifestaciones más odiosas y repugnantes
que las de la horrenda dictadura de Bal-
maceda. Se necesitaba todo el brillo es
plendoroso de las jornadas de Concón y la
Placilla para borrar toda la ignominia de
aquel período nefando: era menester ahogar
en torrentes deluz y (le gloria los torren
tes de fango y de crímenes de la
dictadura,
y los legionarios de la libertad realizaron la
empresa. La patria redimida y purificada
no tendrá nunca bastante gratitud para
ellos.
Este libro no será único: es el heraldo
de otros que han de
seguirlo, v se apresura
á salir á luz para satisfacer
riosidad del público
la'justísimacu

chileno; no to.las su-


páginas son inéditas, puesto que ya vieron
PROLOGO V

la publicidad en el diario para el cual fue


ron inmediatamente escritas; pero' conviene
que estos cantos de libertad y patriotismo se
conserven en
páginas más duraderas que la
prensa diaria. Y por cierto que en todos
los hogai es en donde haya padres, esposas
y jóvenes que prefieran la libertad á la
servidumbre, el ancho espacio del cielo
azul chileno á los vapores infectos de los
calabozos, el honor á la ignominia, el bien
al mal, han de conservarse con intenso
amor de admiración
y ternura.
Mi amigo ha querido que lo presente al
público y escriba un breve prólogo para su
libro: pues bien, á los que van á ser sus
lectores les presento un artista de gusto,
un escritor de raza;
y en cuanto al prólogo,
como para hacerlo tendría que contener

los sentimientos que desbordan en mi es


píritu y >por no dejar lugar á ninguna idea,
prefiero callar, para que sirvan de prólogo
á este primer trabajo histórico de la colosal
campaña, el batir de las banderas que fla
mean en todas partes, los vítores de un pue

blo libertado, las sonrisas de las madres y


esposas que durante tan largo tiempo no
conocieron más que lágrimas, toda esa in
mensa resurrección de una grande y her

mosa República.
VI PROLOGO

Y si ese magnífico prólogo que está pre


cediendo y acompañando de hecho á su

libro no le satisface, yo no sabría hacerlo


mejor.
JACOBO EDÉN
Í!S&ai®BS8Qü®a&BSBSttÍ

ADVERTENCIA

Estas páginas no forman una historia completa,


ni cosa que se le parezca. Son las hojas arrancadas
al diario del soldado, á la cartera del repórter y al
borrador de la correspondencia íntima.
En algunas hablo conjidencialmente, en otras es
cribo como corresponsal, sin personalizarme; pero
en todas ellas
procuro reflejar lo que he visto, sin
que jamás se me pasara por las mientes la idea,
que todavía me parece estrambótica, de hacer con
ellas un volumen.
En su texto no encontrará el lector detalles ni
minuciosidades, á que mi naturaleza es refractaria.
He querido solamente en breves rasgos, cuya va
guedad yo mismo reconozco y hasta creo en cierto
modo indisculpable, presentar al lector el horizonte
aún poblado de humo, de hs últimos acontecimientos.
Mis últimos días de la campa&a no formarán
nunca una crónica detallada ni tengo tampoco la

pretensión de que suministren materiales para for


marla.
Me daré por muy satisfecho si ellos alcanzan á
encontrar un pequeño vacio en él gran libro de la
leyenda popular, como impresiones exactas que pu
dieran contribuir á avivar en el corazón del lector d
ADVERTENCIA

sentimiento de una realidad que todavía nos asom-


*ro- •
, ,

Por lo tanto, el que compre este manojo de pá


desunidas, en las que se da y no se da cuenta,
ginas
según viene á mano, bien ó mal, completa ó incom
pletamente, de los últimos sucesos, no debe llamarse
á engaño.
Este es un libro solamente en la forma; en el fon
do no es más que una carpeta donde el Sr. Editor
quiere conservar las impresiones de periodista y
un

tos recuerdos íntimos de un soldado que ha tenido la


gloria de tomar parte en las postrimera* jornadas
de la regeneración chilena.
Ojalá que estas impresiones y estos recuerdos sean
interpretados solamente como una modesta con
sagración al triunfo colosal de las libertades pú
blicas sobre una negra etapa de degradación po
lítica.
Ese es el único deseo de

El. AUTOR.

-«NeflaK»-
8¿ (Soconef éffázncz
m
mí :J

EL CORONEL KORNER
###$yw**$^^

U'LTIMOS DIAS DE LA CAMPAÑA


[PÁGINAS PARA LA HISTORIA
ESCRITAS POR

ÜN ACTOR Y TESTIGO DE LA GUERRA)

SORPRESA DE VALLENAR

Manganeso, 8 de Julio de 1891.


Señor Don Evaristo G-atica:

Mi querido amigo: Usted conoce tan bien


como
yo el carácter de nuestro Comandante: su
bravura corre parejas con su despreocupación.
Después de algunas modificaciones en el itine
rario de nuestro viaje, que dieron tiempo al ene
migo para ponerse sobre aviso y abandonar la
ciudad de vallenar en la noche del 80 de Junio,
llegamos á ella, en la seguridad de no encontrar
ni rastro de los dictatoriales. Y así fué, efectiva
mente, aunque á nuestra llegada sorprendimos la
ciudad entregada al saqueo de las turbas, pues
los dictatoriales, en su buida, ni siquiera se pre
ocuparon de que el vecindario organizara una
guardia de seguridad.
Nuestro arribo detuvo aquella obra de pillaje, y
un día
después de haber recuperado la plaza, la
rjLTIMOS DIAS

confianza y la tranquilidad volvió á todos los


ánimos.
El Comandante don Rodolfo Ovalle, así que la
caballería descansó un tanto de las fatigas ex
perimentadas por su pinosa marcha de cinco días
id través de la áridi. zona que separa el valle de
Copiapó del valle de Iluasco, dispuso que veinte
hombres, al mando del Capitán Canales, saliera á
reconocer el camino de la Serena, alcanzando en

caso necesario hasta la misma retaguardia del


enemigo.
Al mismo tiempo hizo colocar una fuerte avanza
da en la ceja Sur del cerro que domina el valle, y en
esta situación se dispuso á esperar tranquilamente
el curso de los acontecimientos.
Por referencias de algunos caballeros de Va
llenar, supimos recien al día siguiente de haberlo
recuperado, que las fuerzas gobiernistas invasoras
ascendían á 170 hombros de las dos armas. 50 más
ó menos de infantería montada y el resto de ca
ballería, perteneciente al Regimiento Cazadores
de Coquimbo.
Dichas fuerzas habían venido bajo el mando
del Teniente Coronel Samuel Villalobos, quien
traía como adláteres á Fenelón González, Capitán
Silva y otros oficiales de semejante estofa.
Entonces comprendimos el alcance v la razón
de nuestra marcha sobre Freirina, justificada, por
otra parte, con la noticia de que un
grueso pi-
dictatorial, desprendido del grueso de Va-
3uete
enar, trataba de caer sobre esta última pobla
ción.
Nosotros, en buena cuenta, no oramos más que
110 hombres de caballería, mal armados
y peor
DE LA CAMPARA 3

municionados. jTan detestablemente municiona


dos, que no teníamos más que quince tiros por
hombre y setenta y ocho carabinas Winchester!
El resto del armamento se componía de carabi
nas Remington y algún
que otro fusil Comblain.
(lomo dije á Ud. en mi carta anterior, enviada
desde Freirina, en Punta de Díaz se nos unieron
30 policiales armados de Comblain y 17 hombres
más de caballería, al-mandodeí Ayudante Gómez,
que en junto era toda la fuerza militar y civil que
guarnecía la plaza de Vallenar, antes de la in
vasión.
También se nos unieron unos cincuenta paisa
nos de á caballo, desarmados en su
mayor parte;
pero el Comandante Ovalle los proveyó de armas,
con algunas que pudo obtener en Buasco, de la
dotación del Almirante Cochrane. De suerte que,
cuando llegamos á Vallenar, componíamos una
fuerza total de 207 hombres, entre los cuales, se
podía contar á lo sumo con 80 soldados de línea
Y vuelvo á mis comienzos. Despachado el Ca
pitán Canales con sus veinte soldados el día 2 de
Julio, experimentamos la sorpresa cinco ó seis
horas después de verle regresar con siete prisione
ros, entre ellos un sargento herido, todos pertene
cientes al Regimiento Cazadores de Coquimbo.
Este joven oficial, con intrepidez digna de todo
elogio, había logrado llegar hasta el Algarrobo, seis
leguas distante al Sur, cortando parte de la reta
guardia del enemigo, con quien sostuvo una regu
lar escaramuza.
Por elparte del Capitán Canales y una carta
urgente enviada al Gobernador del Departamento
Sr. Naranjo, se vino entonces en conocimiento,
i
t r : MIMOS DIA8

primero de <iue el enemigo marchaba con direc


ción á Pajonales y luego que en «-ste punto había
ivtaMr.ifln su ruartel general.
T:imliién se nos dijo que las fuerzas dictatoria
les acampadas en Pajouales eubían de mil hom-
br«-,-.
Kl Comandante Ovalle no creyó < onveniente
¡idoptar utnis medidas que los que había adoptado
ya, y en esta disposición trascurrieron los dias 3,4
"i y i! de Juba
El día 5 en la tarde llegó á Vallenar el Escaa
drón Lil>crtad, al mando de su se-nindo
jgfeel
Mavor Pérez.
fiste hecho vino á vigorizar la confianza que se
t<-ní:i de que el enemigo ya no podría
pensar en
una imprudente tentativa.
Kl día ii se recibió, sin embargo, un
despacho
■le Freirina, por el cual se avisaba al jefe militar
de la plaza de Vallenar que las tropas dictatoria
les seguían establecidas en su campamento de Pa
jonales.
El Comandante O valle, sin fuerzas de infantería
con
que batir al enemigo, por lo menos con ciertas
expectativas de éxito, siguió manteniendo sn
fuerza en la misma forma, pero no pío dejar de
hacer las recomendaciones mas grandes de estricta
vigilancia á la avanzada que había hecho colocar
sobre la ceja Sur, £ dos kilómetros y medio de la
ciudad.
P< >i otra parte, tan ajenos estábamos nosotros i
eualquier intentona de los balmaecdistas, que el
día 6 los oficíale» del K.»eundn5n Granaderos uo
á la ofi
pensamos en otra cosa que en agasajar
cialidad del Escuadrón Libertad por su felis arribo,
DE LA CAMPAÑA G

y al efecto aquella noche los invitamos á un mo

desto té, en cuya organización me cupo no


muy
peques a parte.
No puede Ud. imaginarse, mi querido
Mayor,
con cuánto entusiasmo
y alegría granaderos y li
bertadores confraternizamos aquella memorable
noche, brindando por el próximo triunfo de nues
tra causa, tan estrechamente ligado con el porve
nir de la Patria y nuestro mismo porvenir per
sonal.
Era la 1£ A M. cuando yo, hasta entonces tan
risueño y decidor como mis otros compañeros, y
con el semblante bañado aún
por una imborrable
alegría, sentí algo que me atravesaba el pecho.
como un
presentimiento triste, una
ligera ráfaga
de alarma que recorrió todo mi cuerpo y me obli
gó á decir, levantando la copa en alto:

¡Queridos compañeros: el toque de diana nos


espera y el deber de soldados nos reclama, para
que así que se oigan sus primeras notas, nos en
contremos cada uno en nuestro puesto! ¡Bebamos
esta última copa
por la felicidad de Chile, y por
nuestra felicidad futura!
Todos los presentes, sin excepción de uno solo,
se
pusieron en pié, como si un resorte misterioso
los hubiera movido, y todos nos despedimos para
nuestros cuarteles.

Aquella íntima fiesta de hermanos había ter


minado. La noche estaba oscura, nuestro cansan
cio era grande Media hora después todos dor
míamos, menos los jefes de la avanzada y el ofi
cial y los centinelas de guardia en los cuarteles.
Recuerdo que á mi lado, en mi propia cama, dur
mió aquella noche sin sosiego, mi malogrado y

p
ÚLTIMOS DIA3

buen amigo Don Luis Carvajal, que estaba agre


gado al Escuadrón en calidad de cirujano se
gundo.
¿Quién me hubiera dicho que pocas horas des
pués, aquella existencia, todo generosidad, todo
nobleza, había de sucumbir víctima de la pérfida
y salvaje ferocidad de la horda balmacedista?
¡Ah, este recuerdo me hiere tanto, mi querido
Mayor, que no puedo menos de emborronar los
renglones que van escritos con la sentida consa
gración de una lágrima que rueda furtivamente
por mis mejillas y cae sobre ellos!
A las 5 menos ■£ A. M. sonaron los primeros
golpes que preceden al toque de diana, y yo me
levanté á tomar los partes respectivos. La oscuri
dad era muy grande aún y sólo interrumpía el
silencio general que reinaba el ruido de ese des
pertar prematuro que se produce en los cuarteles,
cuando las compañías empiezan á moverse medio
soñolientas para pasar lista.
Después de tomar los partes, yo, no sabiendo
qué hacer, y sintiéndome todavía bastante can
sado, volví á mi cama y me tendí vestido sobré
ella. Empezaba á amanecen serían las 6 A. M.,
minutos más ó menos.
Aún no había conseguido colocar mi cabeza
bien sobre la almohada, cuando sentí un ruido
inusitado en el interior de las cuadras y algo así
como
pasos precipitados que se dan por muchas
personas en distintas direcciones.
Abrí los ojos y entonces pude ver á un com
pañero que tomaba desaforadamente su sable y la
silla de su caballo.
—¿Qué sucede? le pregunté.
DE LA CAMPAÑA

¡El enemigo! me dijo despavorido.


¿Viene cerca?
Ya está ahí, pasando el puente.
Entonces de un salto me puse en pié, y salí ú
la calle en menos de medio minuta
Cuando ya iba á doblar la esquina de nuestro
cuartel, para cerciorarme de si era ó nó verdad lo
que mi compañero de armas acababa de- decirme,
llegaba al cuartel el Comandante Ovalle, monta
do en su caballo y seguido de nuestros excelentes
amigos el Ayudante Díaz, el Dr. Gutiérrez y el
Contador FÍores, colega de La Libertad Electoral.
—¿Cierto que vienen? pregunté al Comandan
te Ovalle.

Sí. me dijo, tome Ud. un rifle y haga fuego
sobre el puente. Cuide de que la puntería sea
baja, todo lo más baja posible.
En esta improvisada defensa se me unieron,
por orden del Comandante Ovalle, el Alférez San
Martín, el Sargento l.rt Riffo, que se batió luego
heroicamente, dos ó tres soldados y otros tantos
paisanos que acudieron presurosos y entusiastas
á tomar armas para ayudarnos á defender la plaza.
Entretanto se sentían los disparos de nuestra
avanzada que, poco menos que acorralada, se batía
desesperadamente con el grueso de las fuerzas ene
migas, las cuales avanzaban sobre nosotros á paso
ligero.
Un caballero de Vallenar, Don Nilo Gallo, lle
ga presuroso adonde está nuestro Comandante,
observando la actitud del enemigo, y le dice:

Son más de seiscientos; traen mucha infantería:
sería una temeridad tratar de resistirlos en las ca
lles con caballería solamente.
ÚLTIMOS días

De esta opinión fué también el Sr. Cornelio


Saavedra, que se encontraba presente. El Coman
dante Ovalle imperturbable y sereno, con una
frialdad que á todos pasmó en aquel instante su
premo, sin dar importancia á tales indicaciones,
me ordenaba á mí y los pocos que defendíamos

la posición del cuartel, que bajáramos más y más


las punterías y que disparáramos con la mayor
rapidez, mientras toda la caballería ensillaba.
Entretanto, el Mayor Pérez hacía lo mismo con
su Escuadrón; pero el caso se puso tan urgente y
el fuego del enemigo tan nutrido, que si la opera
ción de ensillar se hubiese demorado diez minu
tos más, todos nosotros hubiéramos caído en poder
de los dictatoriales.
Con no poco esfuerzo se logró mantenerle á raya,
antes de pasar el puente,pero cuando ya otro peli
gro se nos avecinaba por diferentes sitios á pasos
agigantados: era la caballería y parte de la infan
tería enemigas que nos atacaban por los flancos
derecho ó izquierdo, pretendiendo cortarnos la re
tirada; y todo esto, á una distancia de tres cuadras
á lo sumo.
Entonces el Comandante Ovalle puso en orden
su caballería
y ésta empezó á desfilar en retirada,
sin que yo, medio ensordecido
por las detona
ciones, me diera cuenta del movimiento,
pues se
guía de espaldas á los nuestros y haciende» fuego
sobre el enemigo desde la misma
esquina.
¡Qué instante tan horrible aquel en que volví
los ojos y me encontré solo
y rodeado por la ca
ballería enemiga, que
gallaba sobre mí, gritando:
"¡Alto! Entrégate!"
Exajero al decir que estaba solo. Cerca de

PE LA CAMPAÑA 6

sehallaba en el mismo caso que yo, mi buen com


pañero y amigo Don Daniel Rosende, con quien
he tenido el consuelo de compartir muchas de las
penas de esta breve, pero tremenda campaña.
¿Qué hacemos? me gritó Rosende.

Yo lo pensé un segundo. Huir por la calle era


morir.
Entremos al cuartel, le dije, sin tiempo para

dar más explicaciones; y hecho y dicho, salvamos


la puerta de nuestra morada, luego el primer patio,
después el segundo, y el tercero, hasta llegar á la
tapia que separa nuestro cuartel de unas casas ve
cinas.
Más tiempo se emplea en contarlo, que el que
la operación nos exigió para hacerlo. Escalamos
[a tapia y un minuto después las manos generosas
de varias señoras ponían sobre nuestros hombros
un disfraz salvador.

Un caballero, un Sr. Miranda Ríos, cuya me


moria merecerá siempre nuestra gratitud, nos in
dicó que abandonáramos el pueblo, pues de lo
contrario nos exponíamos á ser tomados é identi
ficados, lo que equivalía á una muerte segura.
Antes de partir le preguntamos si sabía algo de
los nuestros.
Van en retirada, nos dijo, y todas las fuer

zas enemigas los siguen. ¿No siente Ud. el tiroteo?

Sí; se siente cada vez más lejos.


¡Qué inmensa tristeza la mía, oh buen Mayor


Gatica, cuando supuse por deducciones de lo que
veía, que nuestras tropas, nuestros carísimos
amigos y compañeros, nuestra nobilísima bande
ra, pudieran haber sido derrotados por los ban
didos de la Dictadura!
K, ÚLTIMOS DIAS

Se lo aseguro con toda mi alma; en aquel mo


mento una bala me hubiese hecho menos daño
Todos los sufri
que tan terrible consideración.
mientos juntos de mi vida, no pudieran abatirme
más que aquella pesada y amarga creencia.
Abandoné, por fin, el pueblo, seguido de mi
compañero Rosende, que también inclinaba su
cabeza bajo un mundo de pesar y aflicción.
Media hora después, sin decimos una sola pa
labra, nos miramos mutuamente y mutuamente
rompimos á llorar como niños, de rabia y de do
lor, mientras pisoteábamos el suelo con el deseo
recíproco de que nos tragara, para no sobrevivir á
desgracia tan enorme como la que suponíamos.
¿Y á dónde vamos? me preguntó Rosende

Yo conocía algo la topografía de Vallenar, por


que días atrás había salido á pasear por los alre
dedores.
No me costó, pues, trabajo orientarme, enton
y
ces le
propuse que, describiendo una curva de
cinco ó seis leguas, avanzáramos
siempre sobre
Manganeso, punto en el cual sabíamos que debía
estar el Regimiento 1.° de Línea
y al que por
fuerza debían retirarse los
pocos ó muchos com
pañeros que pudieran salir ilesos de la sorpresa
Así lo acordamos. Eran las 8£ A. M. A las
10¿ P. M. llegábamos á Manganeso, después de
haber recorrido una distancia de once ó doce le
guas por breñas y pedregales, que uos desgarra
ron los
pies v acabaron casi con nuestras fuerzas.
Pero con la llegada recibimos un
alegrón muy
granda. Nuestros escuadrones habían estado allí
horas antes y habían
llegado casi completos. ;Qué
otro dato más
halagüeño y consolador?
DE LA CAMPAÑA 11

Pues había otro. El Constitución 1." de Línea


también había llegado, y entonces los Comandan
tes López y Ovalle acordaron ir sin
pérdida de
tiempo sobre Vallenar, con el objeto de batir
inmediatamente las hordas dictatoriales, lo que
efectuaron á las 12 M. con el entusiasmo más
grande.
Era tal el deseo de revancha que tenían nues
tros soldados, que por apresurar la marcha ni si
quiera quisieron tomar el rancho que en un ins
tante se les hizo preparar.
Todo esto lo oía yo con los ojos desmesurada
mente abiertos, saltándome el corazón dentro del

pecho, como quien va á estallar de alegría. ¡Tan


fuertemente reparadora fué para mí aquella emo
ción!
Pero esta caita se alarga demasiado y no quie
ro aumentarla con los datos más ó menos antoja
dizos y exactos, que aquí, cu Manganeso, me
suministran algunos compañeros, que á su vez los
han recibido por diferentes conductos.
Mañana salgo para Vallenar, y desde allí espero
poder informarle de todo lo que haya sucedido
en la retirada de nuestra caballería.
Por de pronto sé por el Dr. Mizón que nuestro
Mayor Don Ángel Reyes ha salido herido de
cierta gravedad en el muslo derecho.
Este doloroso acontecimiento, que ignoro aún
cómo se produciría, unido á la muerte de mi que
rido amigo Carvajal, me tienen hondamente im
presionado.
Reciba Ud. con la triste nueva de estas desdi
un cariñoso saludo de su amigo, etc,
chas,
12 ÚLTIMOS DIAS

COMBATE ER RETIRADA

Vallenar, 9 de Julio de 1891.

Sr. Don Evaristo Gatica:

Mi querido Mayor: Apresuróme á escribirle


para borrar en su ánimo la malas impresiones que
de seguro le habrán producido mis noticias de ayer.
Y á fin de que se reponga Ud. un tanto del susto
y de la ansiedad consiguientes, empezaré esta carta
manifestándole que de la sorpresa y del combate
del día 7, perjuicios tan grandes han sacado los
dictatoriales como nuestros escuadrones.
El bravo Capitán Labarca, del Escuadrón Liber
tad, y mis buenos amigos de granaderos, me han
impuesto de todo lo sucedido después de la reti
rada, con tal colorido en los detalles y tal verdad
en sus versiones, que casi puedo escribir la histo
ria de la última parte de este hecho de armas
con tanta autoridad como la
que pudiera tener el
que se hubiese encontrado en ella.
Y ahora, déjeme Ud. retornar al principio de
nuestra retirada. Comprendiendo el Comandante
Ovalle que un combate en las calles, mantenido
en contra de infantería
y caballería enemigas há
bilmente desplegadas (esto es innegable), Te colo
caría en circunstancias de perder la mayor parte
de su tropa, cuya ofensiva, de cualquier modo,
tendría que resultar estéril, se retiró con toda la
caballería y ganó en pocos minutos la ceja Norte,
alcanzando sin mayores pérdidas á tomar posicio
nes en el llano
que domina la ciudad.
DE LA CAMPAÑA 13

En este corto trayecto fué donde cayó el amigo


Carvajal, que iba algo separado de la retaguardia,
y 16 valientes soldados de los dos Escuadrones
o/ue se retrasaron en las calles rechazando en lu
cha desigual y cuerpo á cuerpo, con el filo de
sus sables, el
empuje del enemigo. Aquí fué don
de el Sargento Riffo, rodeado por siete ú ocho de
la caballería enemiga, dio pruebas de ser un va
liente abriéndose paso á tajos y mandobles, hasta
conseguir unirse á las fuerzas constitucionales.
Un testigo presencial del hecho, paisano de esta
ciudad, dice que él mismo vio caer á cuatro jine
tes bajo el filo de la ensangrentada "hoja que es
grimía este Sargento, que por su parte salió heri
do de gravedad en la cabeza y en el brazo derecho.
Aquí también fué donde cayó herido el Teniente
Silva, del Escuadrón Libertad, recibiendo cuarenta
y dos tajos en la cabeza y algunas heridas de con
sideración en el brazo derecho y en el resto del
cuerpo. Me aseguran que este oficial peleó con el
denuedo más grande, aun después de estar gravísi-
mamente herido. De esto último, no me queda
duda alguna, porque las mismas huestes enemigas,
al retirarse de Vallenar, le abandonaron en el
campo, creyéndole muerto. Cuentan que un mé
dico dictatorial se le acercó con el fin de hacerle
una curación
y desistió de su propósito, por con
siderar que ya todo era inútil. Su cabeza es una
inmensa herida. Medidos posteriormente los tajos
que ha recibido en ella, se vino en conocimiento
de que todas sus heridas puestas una detrás de
otra, daban una longitud de dos metros y vein
ticinco centímetros. . ! .

En el llano ya nuestra caballería, el Comandan-


14 ÚLTIMOS DIAS

te Ovalle ordenó cargar al enemigo, cuando éste


se
aproximaba, y en efecto la 1." compañía de
Granaderos, al mando de su valeroso Capitán Don
Ricardo Jervis, y dos compañías más del Escua
drón Libertad arremetieron denodadamente con
tra el Escuadrón que perseguía á los nuestros.
Notar este movimiento los dictatoriales y volver
grupas en el desorden más espantoso, todo fué
obra de un santiamén.
Pero, mientras los nuestros cargaban, la infan
tería
enemiga tomaba posiciones, tratando de ence
rrarnos, y el Sr. Ovalle, comprendiendo todo el
alcance del movimiento, ordenó nuevamente su
tropa y continuó replegándose hacia Punta de Ma-
rafiones, no sin haber cargado por segunda vez al
enemigo, obligándole á retroceder medio desban
dado.
Instantes después de haber pasado
por Maraño-
nes, aparecieron por el lado oeste de la pampa
unos ciento cincuenta hombres de caballería,
que
de seguro habían sido mandados
por el jefe délas
fuerzas dictatoriales p:ira cortarnos la retirada
por
aquel punto, en el caso de que no pudieran ence
rrarnos en el
pueblo.
Pero esta caballería, tal vez retrasada
por falta
de valor en sus
jefes, que son Villalobos y Fene-
lón González, ó en el caso mas
honroso, por haber
se
perdido en la marcha, hizo alto en cuanto al
canzó á divisarnos,
regresando pocos minutos
después sobre Vallenar.
En el intermedio de las dos
cargas que dio
nuestra caballería, tuvo lugar un
episodio muy
interesante y hermoso.
Viendo nuestro Mayor D. Miguel Ángel Reyes
DE LA CAMPAÑA 18

que veintitantos hombres de la caballería enemi


ga se habían quedado á corta distancia en actitud
espectante, se dirigió á ellos, seguido del Contador
Sr. Flores, y les dijo, levantándose sobre los es
tribos y quitándose el kepis con ademán de
arenga:

"Compañeros y hermanos: ¡Pasaos á nosotros!


¡Venid á defender la Constitución y las leyes de la
patria, hoy holladas por Balmaceda! ¡No sirváis
más al Tirano!"
Los soldados gobiernistas, con'sus culatas vuel
tas, oían atenta y regocijadamente las expresiones
del Mayor Reyes,' cuando acertó á surgir de entre
ellos un oficial, que les dijo:

¡Fuego! disparando al mismo tiempo sobre el


Mayor todos los tiros de su revólver.
Los soldados, obedientes á la disciplina, le hicie
ron entonces una descarga, á boca de jarro, cuyos

proyectiles pasaron, sin embargo, por alto, porque


tanto el Mayor
Reyes como el caballo del Conta
dor Sr. Flores, salieron heridos por bala de revol
ver.
Este hecho singularísimo hizo suponer á los
nuestros que los soldados enemigos, si por lo me
nos no tenían deseos de pasársenos, le tenían y

muy grande de no pelear contra los opositores.


A las 12 M. la caballería constitucional llegaba
á Manganeso, donde se encontró con el Constitu
ción y los Carabineros del Norte, que también
acababan de llegar, procedentes de Copiapó.
Informado el Comandante López de todo lo
ocurrido, dispuso, de acuerdo con los jefes de los
Escuadrones, apresurar la marcha sobre Vallenar
sin pérdida de tiempo.
OITIMOS MAS

Serían mas ó menos las 7 P. M. de aquel mis


mo día, cuando ya nuestras tropas tomaban posi
ciones en la primera estribación de la ceja Norte
de la ciudad.
¡Por desgracia habían llegado tarde!
El enemigo, temiendo este refuerzo, había aban-
donado la población precipitadamente, cuatro ho
ras
después de haberla sorprendido, y sin más
tiempo que para saquear una joyería y fusilar á
tres inocentes paisanos,
que se encontraron vagan
do por las calles
¡Ni espacio tuvieron siquiera para ocultar sus
20 muertos, que una legua al Este de "Vallenar flo
taban desnudos sobre la orilla del río en diferen
tes sitios!

Instalados nuevamente en Vallenar nos dimos


cuenta del número y la calidad del
enemigo, así
como de las bajas que hubo
por una y otra parte.
La fuerza enemiga que trató de
venía mandada por el Teniente Coronel
sorprendernos
Almarza,
quien ordenó á Villalobos que tomando por Ca
marones, fuese á cortarnos la retirada dos leguas
y media al Norte de la ciudad, mientras tanto
que él nos atacaba por el centro y los extremos
del pueblo,
cayendo de improviso sobre nuestra
avanzada
Esta fuerza,
según pudimos
constatar después
por vecinos que la contaron, ascendía á cerca de
setecientas plazas: trescientas cincuenta que com
ponía el Begimiento Cazadores de
el resto de infantería Coquimbo y
.pertenecientes á ¿Tapadores
y al Caupolican.
DE LA CAMPAÑA 17

Por referencias que yo creo verídicas se sabe


que llevan unos 30 heridos, entre ellos los Mayo
res Fuentes
y Yávar. De este último se dice que
va
muy grave.
Por nuestra parte tenemos -que lamentar la
baja de 40 compañeros, de ellos diez y siete muer
tos, veintiún heridos y dos oficiales que nos to
maron prisioneros, los tenientes
Santapau y Gi
ménez, el primero -jefe de la avanzada, á quien
también suponemos herido. v

Por lo que hace al teniente Silía, los médicos


dicen que presenta esperanzas de vida.
Para poner fin á esta triste estadística, le diré
que inmediatamente después de mi llegada fui á
ver el cadáver del amigo Carvajal. ¡No
puede Ud.
imaginarse especláculo igual!
Herido en el pecho y en la frente, los asesinos
de la Dictadura conformaron con rematarle
no se

disparándole algunos tiros más, si no que lleva


ron su
salvajismo y crueldad hasta sacarle los
ojos con la punta de sus bayonetas.
¡Mi infortunado amigo, de tan horriblemente
desfigurado corno estaba, casi se me hacía desco
nocido!
Mañana enterraremos esta víctima generosa é in
defensa, que ni armas traía con que hacer frente á
sus feroces perseguidores, á quien nada detuvo,
ni el distintivo de la cruz roja que todavía se os
tenta sobre su brazo derecho, como una viva pro
testa contra la barbarie de los esbirros balmace-
distas.
Es tanto ó más dolorosa la muerte de este
joven, querido Mayor Gatica, cuanto que con ella
deja en el abandono más absoluto á cuatro infe-
18 ÚLTIMOS DIAS

lices niños y á una


esposa desconsolada, que
quizás en estos mismos instantes
no
piensen ni
remotamente en tan inmensa
desgracia.
En cuanto al
Mayor Reyes sé que está bien
atendido en Carrizal Alto, bajo el cuidado del
Dr. Mizon que se halla á cargo de todos los he>
ridos.
Y voy á poner punto final á esta carta con un
rasgo que le hará sonreír.
El valiente Almarza, el reconquistador á la
minuta, no bajó al pueblo durante todo el com
bate del día 7.
Más precavido que otros, 3e quedó en lo alto
del cerro Sur, á media legua de la ciudad, viendo
cómo se batían sus soldados.
Esta pincelada basta y sobra para que juzgue
mos de la decisión con
que pelean los jefes dic
tatoriales. •

Sin más pormenores hasta ahora, salúdale ca


riñosamente su amigo, etc.

'^^T**
#W«e^^

PREPARATIVOS
PARA LA EXPEDICIÓN AL SUR

Vallenar, 1° de Agosto de 1891.

Sr, Don Evaristo Gatica:

Mi excelente amigo: Cuatro días después de la


sorpresa, comenzaron á llegar los Regimientos,
Iquique 6.° de Línea, Antofagasta 8.°, una bate
ría de la Artillería número 2, la Ambulancia, el
Parque y el Estado Mayor de la primera brigada
del Ejército, con su Comandante Frías á la ca
beza.
Unidas estas fuerzas al Regimiento Constitución
1.° de Línea y á los Escuadrones Libeotad, Gra
naderos y Carabineros del Norte, suman en con
junto unos dos mil setecientos hombres mal con
tados, los cuales desde el día en que llegaron no
están ociosos ni un sólo instante.
De veinte días á esta parte todo se vuelve si
mulacros, experiencias del tiro al blanco, revistas
de equipo y armamento y alarmas oportunas y
hábilmente inventadas en la oficina del Estado
Mayor con el laudable propósito de conocer el
espíritu y la disciplina de los respectivos cuerpos.
DLTIMOS DIA8

En fin, que el soldado Be encuentra en las


mismas condiciona
que en plena campana: sin
tiempo para desperdiciar un minuto.
l'or otra parte, no se pierde medio ni ocasión
para seguir adelante con los trabajos de recluta
miento, que dicho sea de paso están á cargo del
Sr. Don Juan Walker Martínez, á quien
yo acom
paño en calidad de primero y único ayudante;
Nuestra propaganda, aunque exije cierta activi
dad, es muy llevadera y simpática, porque sin
grandes dificultades se vé recompensada por muy
buenos resultados.
Baste decir que en una semana de trabajo he
mos obtenido el contingente de 800 voluntarios,

que ingresan á nuestras filas con leal y sincero en


tusiasmo.
Estos y otros voluntarios proceden del puerto
del Huasco, Freirina, Labral, Camarones, Huasco
Alto y de otros minerales donde los trabajos están
por paralizarse.
Vallenar ha dado al Ejército la mayor parte de
este contingente, después de haber contribuido
con anterioridad á formarlos Regimientos Huasco
T
J
Ataeama.
»
* *

En los últimos días tuvimos el placer verdade


ramente inmenso de recibir la visita del Coronel

Canto, quien ha venido á revistar las fuerzas de


la Brigada, acompañado por el Coronel KOrner y
su Estado Mayor.
El Coronel permaneció tres días en Vallenar,
marchando después á Copiapó, altamente satisfe
cho del grado de instrucción y disciplina á que ha
DE LA CAMPAff A íl

podido llegar esta tropa en tan poco tiempo de


organización.
El pueblo de Vallenar, poseído de un fuerte y
expresivo sentimiento de adhesión y simpatía ha
cia el Coronel, celebró su visita con singulares
manifestaciones de regocijo.
El Jefe del Ejército, antes de despedirse de Va
llenar, satisfizo la ansiedad que todos teníamos,
respecto á las futuras operaciones de gUerra, di
ciendo á los postres de una comida que se le
ofreció la noche antes de que partiera, las siguien
tes ó parecidas palabras:

Bebo esta copa, exclamó, por el Ejército
Constitucional, que en pocos días más tendrá la \

gloria de herir al tirano en su misma guarida.


Al oirle, todo el mundo, sospechando ya nues
tra marcha al Sur, quiso saber en qué parte
y en
qué sitio iba á ser atacado el Ejército que sostiene
á la Dictadura; pero el Coronel Canto, con la dis
creción que le es propia, eludió explicaciones al
respecto.
Este hecho nos ha sumido á todos en un mar
de dudas, respecto del punto por donde deberá ser
atacado el dictador. Muchos opinan que por Co
quimbo, fundándose en que las mesas de la oficina
del Estado Mayor se hallan materialmente cubier
tas de planos de la Serena, Totoralillo y otras po
blaciones y regiones de la misma provincia; otros
creen que por Talcahuano, sin razón ostensible y

lógica para ello; y yo, por último, considero para


mi capote, que no atacaremos por ninguno de esos
dos puntos
Otro proyecto más atrevido me anda retozando
en la cabeza.
MAS
a JJLTIMOS _

Al poner punto final á esta epístola se recibe


se ha
la noticia de que toda la tercera Brigada
reconcentrado en Copiapó, y de que la segunda
se halla próxima á salir de Iquique.
Estos movimientos de las huestes constitucio
nales multiplican nuestras ansias.
Esperando que Ud. las calme con noticias ca
tegóricas y fidedignas, queda como siempre de
üd. & &, etc.
* *

Vallenar, 13 de Agosto de 1891.

[Oh, mi amigo! ahora, con el pié en el estribo


y después de ver partir toda la Brigada con direc
ción a Huasco, empiezo á explicarme la prudente
reserva que ha guardado Ud. al contestar mis
cartas.
Llega en estos instantes el Escuadrón Libertad
á quien yo creía cerca de la Serena, y ¿sabe Ud.
^

de dónde? Pues de la Higuera, el punto cardinal


de las avanzadas dictatoriales, quienes al notar la
presencia' de nuestra caballería huyeron espan
tadas hacia la Serena, ciudad donde á estas horas
estarán'creyendo á pié juntillas que vamos á caer
sobre las tropas que guarnecen aquella Pro
vincia.
Esta treta me ha parecido habilísima.
Mientras Balmaceda se imagina un próximo
combate en las inmediaciones de Coquimbo, no
sotros iremos á sorprenderle
quien sabe si al mismo
corazón de Chile.'
Y esto que le estoy diciendo no es una simple
suposición: es una verdad tan grande como un
DE LA CAMPAÑA 23

templo. No crea Ud. que yo paso el día en la


ociosidad, sin enterarme de lo que sucede; nó,
señor. Ayer y hoy he tenido ocasión de sorpren
der ciertas palabras sueltas de conversaciones que
considero muy importantes.
Por ellas sé que el 15 nuestra tropa saldrá de
Huasco é irá á reunirse en alta mar, muy al Sur,
con el resto del convoy.

¿Qué le va pareciendo el asuntito? Entre tanto,


este pueblo de Vallenar, de quien tantas pruebas
de simpatía hemos recibido durante el mes y me
dio que aquí vivimos, se queda envuelto en una
atmósfera de tristeza y soledad que á nosotros
mismos nos enternece.
Ahora ya no son solamente los hombres de
Vallenar los que quieren acompañarnos. Es tal
el cariño que hemos logrado inspirar á toda esta
gente patriota, que hasta las mismas señoritas de
la mejor sociedad quisieran haber nacido hom
bres para buscar un puesto en nuestras filas.
¡Ah, mi amigo, no sabe Ud. cuánto retemplan
el espíritu del soldado estas expresiones de afec
to, que al mismo tiempo de vigorizar nuestras
energías, destellan sobre el ideal por quien vamos
á combatir todos los fulgores prestigiosos que
arroja la luz de las conciencias vírgenes y pa
ras!
Yo creo que todo se une para que triunfemos:
al valor de nuestras convicciones, no podía faltar
la palabra alentadora y sentida de la iñujer chi
lena, que á pesar de llorar la ausencia de sus es-
é hijos, les dice en un postrer abrazo, con
Eosos
i heroica firmeza de las
grandes matronas de la
Historia:
24 ULTIMAS DIAS

¡Qué no volváis, si no habéis de volver libres!

Dada la urgencia de nuestra marcha no espere


Ud. que le escriba nuevas cartas hasta que nos
veamos en el Sur.

Y allí, por otra parte, si llegamos con vida,


que ojalá así le pluguiese al Todo Soberano, ya
me parece
que no tendría necesidad de escribirle
Mejor le haría de viva voz, de tete á tete, la his
toria" de las mil y una impresiones que me que
dan por sentir.
Soy de Ud. afmo. S. S., etc.

-X£83f»-
^^®»^©e«*«]»«®Q®®»

EL DESEMBARCO
DEL EJERCITO CONSTITUCIONAL EN
QUINTEROS.

Al fin, el sol de un glorioso día, del 19 de Agos


to de 1891, saludó con sus luces risueñas los más
tiles de dieciseis embarcaciones en
cuyos topes
flameaba orgullosa y libre la bandera chilena.
Esos buques, grandes y chicos, que traían
con el ruido de sus hélices el primer mensaje de

redención, habíanse reunido algunas horas antes á


cien millas de la costa frente á Valparaíso,, coin
cidiendo exactamente con el plan ya acordado, y
en forma de convoy de guerra dirigieron todos
sus proas hacia tierra, á la playa feliz que primero

■había de sentirse estremecida de placer bajo el


peso de las plantas libertadoras.
El convoy estaba formado por tres escuadrillas;
la primera compuesta del vapor Biobio, las escam
pavías Cóndor y Huemul y la corbeta Abtao.
Inmediatamente seguían el Cochrane, que izaba
insignia de almirante, el crucero Esmeralda, los
trasportes Aconcagua y Amazonas, la cañonera
Magallanes y el vapor alemán Bismarek, que con
ducía bagajes y víveres.
A corta distancia cerraban el convoy los traa-
ÜITIMOS DIAS

Car
portes nacionales Copiapó, Cachapoal., Maipo,
los Roberto y Liman, cuya retaguardia cubría la
corbeta OHiggins.
El espectáculo que ofrecían aquellas naves re
pletas efe corazones generosos y existencias varo
niles, desfilando al través del mudo océano, era
imponentemente hermoso, sobre todo para los que
sentían la suprema ansiedad de los grandes y
próximos acontecimientos.
A muy poco andar navegaron toda la noche del
día 19, sin perder por un sólo instante la forma
ción respectiva. A las 4 A. M. del día 20 la es
cuadrilla de buques ligeros avanzó sobre la costa
con más
rapidez á fin de reconocer y sondar pro
lijamente la bahía de Quinteros, donde según in
formes que luego resultaron equivocados, los
grandes patricios balmacedistas habían hecho fon
dear dos líneas de torpedos. Practicado el recono-
-cimiento y previa señal hecha por el Biobio á la
nave almirante, todo el
convoy avanzó y los tras
portes buscaron consecutivamente sus fondea-

Estaba amaneciendo. Cuando el sol iluminó las


verdes lomas que hacen del vecino un puerto pai
saje pintoresco, de todos los pechos que alentaban
dentro de aquella línea
imponente de buques, se
escapó un ¡hurra! estruendoso, verdadera ó inmen
sa detonación de entusiasmo
que ensordeció los
aires.

Aquella costa con sus


tapices de césped, con
sus
bosques de arrayanes, con su fresco verdor de
primavera anticipada: aquel cielo lleno de nubeci-
llas .risadas
del viejo
y íiermosas, eran la costa y el cielo
Chile, del Chile querido, que pronto iba
DE LA CAMPANA

a* ser emancipado, aunque las franjas purpúreas


de la sangre fratricida y el humo del combate tu
vieran que enlutarlo y oscurecerla
El desembarco comenzó rápidamente á las ocho
y media, por diferentes puntos de la playa, en
muchos sitios inaccesibles para la artillería y la
caballería A esta circunstancia se debe el hecho
de que la operación resultara muy tardía y labo
riosa. Sin embargo, á las 4 y meáia P. M. salían
por diferentes caminos cuerpos de las tres armas
pertenecientes á la primera y segunda Brigadas.

Fuerza efectiva del Ejército Constitucional


á su llegada a Quinteros.

L* BRIGADA

Regimiento Constitución ].* de línea.


„ Iquique 6.° de línea.
„ Antofagasta 8.a de línea.
Artillería N.° 2.
Escuadrón Libertad N.° 1.
„ Carabineros del Norte N." 3.
Dos Compañías de Ingenieros.
Número aproximado de esta fuerza. . . .
3,900
2.' BRIGADA

Regimiento Chañaral 5.a de línea,


„ .
Talparaíso 2.* de línea.
„ Huasco ll." <rle línea.
"
„ Atacama 10. de línea.
Escuadrón Guía.
Artillería N.° 3.
Dos Compañías de Ingenieros.
Escuadrón Lanceros.
Número aproximado de esta fuerza. . . .
3,100
ÚLTIMOS DIAS

3." BRIGADA

Regimiento Tarapacá 9." de Jínea.



Taltal 4.° de línea.
,,
Esmeralda 1." de línea.
„ Pisagua 3.° de linea
Escuadrón Granaderos
Artillería N.° 1.
Una Compañía de Ingenieros.
Numero aproximado de esta fuerza.

Total aphoximado. . . .
9,600

Unidas á catas brigadas marcharon sobre Concón y la Platilla


varias ametralladoras, servidas por la Marinería de la Escuadra.
El total efectivo de la fuerza desembarcada, incluyendo baga
jes, ambulancia, parque, Estado Mayor, etc.. ascendía á 10.153
hombres.

Arman y municione*.

Damos en seguida el número de armas


y la cantidad de muni
ciones que traía el Ejército.

Rifles Manlinger .
4,000
Gras

6,000
-Comblain
„ 600
Cañonea Krupp 6
„ Montaña 10

Municiones,

Cartuchos Gras
3.000,000

Manlinger 2.000,000
Granadas comunes
IIqq
„ Shrapneles i'aqq
&#&&#®tfi$!V!$V$)^^

VIAJE NOCTURNO A CONCÓN

La primera Brigada, al mando del Teniente Co


ronel D. Aníbal Frías tomó el camino de la cos
ta, con instrucciones de vadear el Aconcagua y
acampar en las planicies de Concón Bajo.
La segunda, mandada por el Sr. Coronel Don
Salvador Vergara, emprendió la marcba hacia
Santa Rosa de Colmo con iguales instrucciones.
Algunas horas después también se ponía en
movimiento por epte mismo camino ía tercera
Brigada, cuyo malogrado jefe B. Enrique del
Canto, acaba de morir valientemente en la última
batalla
La marcha de aquella noche fué penosísima
para las tres Brigadas y hubo Regimientos como
el Tarapacá y el Taltal que después de haberse
perdido sólo pudieron llegar el día siguiente á las
9 A. M. al campamento de la
primera Brigada,
cuando ya los fuegos de nuestra artillería retaban
nutrida y certeramente los de la artillería ene
miga.
A pesar de las dificultades
que presentaban las
sombras de la noche y los barriales
y lagunas
30 ÚLTIMOS DIAS

á acampar
del camino, los cuerpos comenzaron
en la orilla Norte del
río á las 12 P. M.
La razón por la cual no se cumplieron las ins
del
trucciones impartidas por el Sr. Coronel Jefe
el río y acam
Ejército y que consistían en atravesar conocimiento
fué el haber tenido
par al otro lado,
casi exacto de los movimientos del enemigo, que
tuvo el poco tacto de descubrir una de sus
avan

zadas de caballería cuando llegaba un piquete del


Escuadrón Libertad á la misma orilla Norte. Este
hecho, junto con otras noticias referentes al nú
mero y las posiciones del enemigo, que se tomaron
de lenguas de algunos campesinos, fué puesto en
conocimiento del Sr. Coronel Canto, resolviendo
tácitamente los jefes de Brigada no atravesar el
río hasta nuevas órdenes.
Puede decirse qne la tropa no descansó nada
aquella noche, en que el frío fué sumamente ex
cesivo y la alimentación ineficaz, pues no se pudo
encender siquiera los fuegos necesarios para ca
lentar la ración de campana, que dicho sea de
paso, á pesar de ser abundante y proporcionada
para la alimentación de dos días, no duró casi
uno.

Sin embargo, el entusiasmo de nuestras huestes


crecía por instantes, como si cada nuevo sacrificio
f«.era un nuevo y poderoso motivo para agigan
tarle y darle mayor vida
^®8*®g^®g®^«g®®

PASO DEL ACONCAGUA


¥ BATALLA DE CONCÓN

Al amanecer del 21 la mayor animación domi


naba en nuestros campamentos. La artillería
había tomado posiciones en diferentes eminencias
y todo se hallaoa dispuesto para la lucha.. Así que
se hizo de día claro, los jefes de Brigadas
permi
tieron á las tropas encender fogatas para que pu
dieran preparar el desayuno de ordenanza.
A las 8 A. M. el enemigo comenzó á descubrir
se entre el boscaje de la orilla opuesta y
por vía
de ensayo y de pesquisa, nuestra artillería le hizo
varios disparos que produjeron el efecto apetecido.
La infantería y la caballería enemigas cambiaron
pronto de posiciones y aunque hicieron todo lo
posible por no ser vistas, ocultándose detrás de los
árboles, nuestros anteojos las descubrieron suce
sivamente. Por esta razón nuestras baterías funcio
naron con éxito desde el momento en que el com

bate comenzó á formalizarse.


A las 10 y f el cañoneo era bastante vivo por
parte de nuestras baterías, y el hecho singularísi
mo de que no fuesen contestados por los dictoria-

les, hizo sospechar al principio que ellos carecían


ÚLTIMOS DIA3

esta fué la
de artillería; pero puede asegurarse que
se
idea pasajera de un segundo, pues muy pronto
tenía caño
tuvo la convicción de que el enemigo
nes de campana en baterías que reservaba para
el
instante en que los nuestros trataran de pasar el
río.
Y así sucedió, en efecto. Minutos después la ar
tillería de la segunda Brigada disparaba sobre las
baterías enemigas sin duda muy certeramente, por
que nuestros fuegos fueron
contestados.
A las llj A. M. el Coronel, Jefe del Estado
Mayor General Sr. Kürner, ordenó que la primera
Brigada vadeara el Aconcagua, disponiendo que
el Regimiento Constitución atacara el centro del
enemigo, mientras que los Regimientos Iquique y
Antofagasta, 6.° y 8." de Línea respectivamente,
subieran á dominar la izquierda dictatorial, esca
lando un cerro de bastante altura. La caballería
de esta Brigada, compuesta de los escuadrones Li-
bertad y Carabineros del Norte, debían seguir á la
retaguardia de aquellos cuerpos.
El arribo inesperado de los Regimientos Taltal
y Tarapacá, hizo pensar al Coronel Kórner en la
conveniencia de reforzar con ellos la acción de la
primera Brigada en caso de necesidad, y así fué
resuelto acto continuo.
A las 12£ P. M. comenzó el desfile de la
prime
ra Brigada á través del río. El Constitución
á
vanguardia, en seguida el Iquique, después el An
tofagasta, luego los Escuadrones.
¡Espectáculo grandioso! Nuestras huestes, con
el agua hasta la
cintura, másaún, hasta el pecho v
con el fusil en alto,
pasaron á la orilla opuesta,
bajo un fuego nutrido de artillería y ametrallado-
DE LA CAMPAÑA _____
3a

ras, sin perder línea en la formación con que


una
salieron de la orilla Norte
y entré los hurras y los
vítores más entusiastas.
Y, sin embargo, al pasar la segunda Brigada se
ahogaron quince soldados y un subteniente!
Escusado es advertir que nuestra artillería
pro
tegía el paso del río con disparos muy certeros y
rápidos.
Diez minutos después el Regimiento Constitu
ción repechaba la falda del cerro central
y entra
ba en combate, al frente de su bravo Comandante
el Teniente Coronel López, aventando á los ene
migos de su primera posición.
Entretanto el Comandante Frías, ordenaba á los
demás cuerpos la toma del cerro que protegía el
ala izquierda de los dictatoriales.
Era de ver cómo subieron el Iquique y el An
tofagasta, cómo subió la caballería, con cuáuio
entusiasmo atacaron y escalaron las formidables
posiciones del enemigo!
En quince minutos ambos cerros fueron domi
nados por nuestras tropas, cuando ya el Tarapacá
y el Taltal, en previsión de un rechazo, acababan
también de atravesar el río.
Entonces el Ejército Dictatorial hizo replegar la
mayor parte de sus fuerzas hacia la izquierda,
aturdido tal vez ante la singular bravura de los
nuestros, y el combate se empeñó reñidísimo y
sangriento.
El que escribe estas líneas estuvo allí, en
aquellos solemnes instantes, y no tiene dificultad
en confesar que cuando vio desplegarse la mayo

ría del Ejército balmacedista en frente de nuestras


filas, temió un instante por el éxito de la batalla
ÜLTIM08 DÍAS

Ellos eran casi el triple que los nuestros, y los


nuestros se mantenían todavía en posiciones mu
cho más desventajosas que las de ellos.
Sin embargo, el Constitución avanzaba siempre,
con el Buin, con el
peleando con el 3." de Línea, ha
Traiguén, y avanzando asimismo el Iquique
ciendo retroceder al San Fernando y entablando
una cruenta lucha con el 7." Por otra parte, más

á la izquierda el Antofagasta se las habla bravísi-


mamente con el Victoria, con el Temuco, con el
°
10. de Línea.
¡Qué admirable batallar! ¡Qué indómitos y heroi
cos nuestros soldados!

Y siempre avanzando, bajo los fuegos de la arti


llería, á quien ya no podía hostilizar la nuestra!
Solamente el crucero Esmeralda y alguna vez
al Aconcagua procuraban protejer nuestro ataque,
disparando desde la playa, harto lejana, granadas
de grueso calibre sobre el enemigo.
Cuando se escriba la historia de este luctuoso
hecho de armas, el recuerdo del Constitución, del
Iquique v del Antofagasta y los nombres de Frías,
López, Bernales y Goñi, así como los de César
Montt y Alejandro Valenzuela, jefes de la caballe
ría, ocuparán sus páginas más brillantes.
En lo más rudo del combate, el refuerzo del Ta
rapacá y del Taltal y la doble y hábil táctica de
los Coroneles del Canto
y KOrner, vinieron á con
fundir y deshacer á los dictatoriales. Mientras
ellos defendían
desesperadamente el ala izquierda,
la segunda Brigada
y parte de la tercera, les flan
queaban por la derecha envolviéndoles en una es
pecie de triángulo. Entonces su desmoralización
fué espantosa. Quiso la caballería
suyaprotejerlos
DE LA CAMPAÑA

dando una carga y se encontró frente á frente de


la nuestra, que le
produjo un desbarajuste in
menso.

Completando esta embestida el regimiento Es


meralda núm. 7, dio una brillante
carga, que fué
definitiva.
Y de aquí empieza el desenlace de la batalla,
la huida vergonzosa de la caballería, la derrota en
toda la línea. No tienen por dónde huir porque la
retirada se les corta en el camino real y escalan
los altos picachos como águilas amedrentadas por
la tempestad, abandonándolo todo, batallones en
teros sin jefes, artillería, ametralladoras, bagajes,
heridos leves y rastros evidentísimos de ignomi
nia, como ser espadas cinceladas, revólvers y otras
armas
que sólo usan los jefes.
¡Ah! solamente peleando sin convicciones por
una causa tan ruin y desgraciada como la de Bal-
maceda, se
puede ser tan cobarde!
El campo de batalla, un campo extensísimo de
tres leguas cuadradas, llenos de gritos de triunfo,
de imprecaciones, de
ayes de humo que se des
. .

vanece y de mil aclamaciones que parten de los


labios de soldados antes balín acedistas.
"¡Viva la libertad, viva el Congreso!"
Y de estos adalides forzosos, que media hora
antes no titubeaban en vivar al neurótico de la
Moneda, haciéndole coro a sus jefes, caen mil dos
cientos para no volver á levantarse jamás, quedan
heridos trescientos y tantos, huyen en el mismo.
estado cuatrocientos, se pasan a nuestras filas más
de dos mil, y el resto se dispersa por valles y mon
tañas, desoyendo la voz de la disciplina y profi-
wwí»^^

EL CAÑONEO DEL 23

En la mañana del día. 23 se


dispuso que las
Brigadas avanzasen sobre la playa, y al efecto, á
fin de proteger su
paso se adoptaron las posiciones
más aparentes para la artillería, que, en buena
hora, se había aumentado considerablemente con
algunos de los diecisiete cañones tomados al ene
migo, entre ellos dos de campaña que prestaron
importantes servicios.
En este amago de ataque se resolvió avanzar
sobre Viña del Mar del modo siguiente:
La tercera Brigada atacando el centro, la segun
da el ala izquierda y la primera flanqueando toda
el ala derecha por el lado de la playa.
Este plan fué, sin embargo, modificado comple
ta y repentinamente á la media hora de haber co
menzado á funcionar nuestras baterías, cuyos fue
gos fueron nutridamente contestados por la
artillería enemiga, pero sin resultado alguno desfa
vorable por nuestra parte. Solo tuvimos un herido:
el alférez Sr. Filipps.
Los Sres. Coroneles Canto y Korner conferen
ciaron breves instantes con los jefes de las tres
Brigadas, y en media hora más todo el Ejército
que ya estaba en actitud de combate, se replegó á
tTLTIMOS DIAS

las quebradas, formando pabellones y disponiendo


tranquilamente el rancho del almuerzo.
Entretanto una considerable fuerza de infante
ría, precedida de dos compañías de ingenieros y
de un piquete de caballería tomaba, tierra adentro,
una dirección desconocida.
Durante las evoluciones practicadas en el tras
curso de aquellos dos días, no se oía otra cosa á
cada momento que el silbido de las
locomotoras,
entrando y saliendo de Viña del Mar.
MM**^^

EL CORONEL CANTO
DESPVR§ DEL CiSOXMO

Es la tarde del 23 de Agosto, cuando el Coro


nel Canto, fatigado por la improductiva lucha de
diez horas de trabajo, ordena á los jefes del Ejér
cito que se retiren con sus tropas á los campamen
tos en que un día antes hubiesen reposado de las
fatigas de la inmortal jornada de Concón.
Dada la orden, el ilustre Coronel vuelve grupas
y se encamina reposadamente, con cierto cansan
cio, que no puede ocultar, hacia uno de los míse
ros ranchos en que se había establecido el cuartel

general.
Le sigue solamente un
ayudante, á regular dis
tancia, que también bajo el peso del cansancio y
del sueño, va dormitando sobre su jadeante cabal
gadura Picado de curiosidad, espoleo yo la mía
en silencio el mismo
y me les acerco, siguiendo
camino por donde van ellos.
Todavía se oye el estampido del cañón. Son las
baterías enemigas de ViSa del Mar, que se imaginan
triunfantes al notar la oportuna y hábil retirada de
nuestro Ejército y siguen gastando pólvora y mu

niciones inútilmente. ¡Qué estúpido derroche de


ni/rmos días

Yo, queriendo adivinar el nuevo plan de ata


que, no puedo menos de sonreirme,
observando
al mismo tiempo la fisonomía de nuestro primer
jefe, quien por su parte me mira con benevolen
cia

Es inútil, me atrevo á decirle, llevar el ataque
por Viña del Mar. Nos costaría la mitad del Ejér
cito.
El Coronel vuelve á mirarme, haciendo un gesto
afirmativo, y esto me anima á continuar explanan-
do uno de los proyectos que á mí buenamente se
me ocurrían á cada media
hora, cosa que, entre
paréntesis, no debe extrañar el lector.
Antes de una batalla, no
hay oficial ni soldado
no forme los
que suyos, considerando siempre los
propios como los más excelentes é infalibles.

Mientras no tomemos la espalda del
enemigo,
añadí con tono doctoral, evitando la ofensiva de
los cañones de los fuertes,
yo creo que toda la
operación que se emprenda no tendrá éxito.
El Coronel aparentó cierta
me
complacencia al oír
y yo proseguí:
—Si lográramos dominarle la altura
por laespal-
da, allá por el camino de Casablanca, anulándole
la acción de los
fuertes, conseguiríamos derrotarlos
y entrar en Valparaíso con pérdidas insignifican
tes. ¿No le
parece, mi Coronel?
El Sr. del Canto, admirado de mi
sonrió haciendo otro
ingenuidad, se
gesto afirmativo, al mismo
tiempo que echaba pié á tierra delante del
ranchita que encontramos. primer

.«i el Sr. ¿e
sentadospUfoa
a '^ue! P°brc albergue estaban
Koning y el Mayor Holley, á qu"
DE LA CAMPABA 43

nes ofrecí una pierna de cordero fiambre que lle


vaba sobre el arzón de mi montura.
Ambos aceptaron aquel pequeño convite con
muestras de placer, mientras
que el Coronel Canto
nos miraba con cierta atención
que yo quise tra
ducir como deseo de participar del refrigerio.

¿Y Ud, mi Coronel, no querría aceptar un bo


cado? me atreví á
preguntarle entoncea

No, dijo, eso me haría daño. Si hubiese un


poquito de caldo . añadió con desaliento.
. .


Lo conseguiremos, exclamó el Mayor Holley,
examinando mi actitud
Entonces yo entré en el ranchito y pedí á una
viejecita que lo habitaba, un fondo para calentar
agua y hacer el caldo.
La buena mujer, aunque escasa de todo, cuando
me oyó decir que aquel caldo en proyecto era

para el Coronel Canto, ella misma ^e ofreció á ha


cerlo en pocos minutos más.
Todo faltaba para el condimento: la sal, la grasa,
la cebolla, el ají; pero, al cabo de un rato, el Jefe
del Ejército Constitucional, después de no haber
tomado alimento durante 24 horas, se desayunaba
con algunas cucharadas de algo que á todo podría

semejarse menos al caldo; pero algo, que á la pos


tre engañaba el estómago, llevándole cierto calor.
Este espléndido lunch, como decía Don Abra
ham Koning, tuvo lugar en un cajón de parafina,
donde la buena vieja, tratando de disculpar su
pobreza con mil arrumacos, 'colocó una fuente de
greda, dentro de la cual burbujeaba, sin color ni
aroma, aquel singularísimo cocimiento.
Sin embargo, mientras el Coronel tomaba algu-
ÚLTIMOS DIAS

Yo, queriendo adivinar el nuevo plan de ata


que, no puedo menos de sonreirme, observando
al mismo tiempo la fisonomía de nuestro primer
jefe, quien por su parte me mira con benevolen
cia.

Es inútil, me atrevo á decirle, llevar el ataque
por Viña del Mar. .Nos costaría la mitad del Ejér
cito.
El Coronel vuelve á mirarme, haciendo un gesto
afirmativo, y esto me anima á continuar explanan
do uno de los proyectos que ú mí buenamente se
me ocurrían á cada media hora, cosa
que, entre
paréntesis, no debe extrañar el lector.
Antes de una batalla, no hay oficial ni soldado
que no forme los suyos, considerando siempre los
propios como los más excelentes é infalibles.
Mientras no tomemos la espalda del enemigo,

añadí con tono doctoral, evitando la ofensiva de


los cañones de los fuertes, yo creo que toda la
operación que se emprenda no tendrá éxito.
El Coronel aparentó cierta
complacencia al rñr-
me
y yo proseguí:
Si lográramos doraiuarlela altura por la

espal
da, allá por el camino de Casablanca, anulándole
la acción de los fuertes, conseguiríamos derrotarlos
y entrar en
Valparaíso con pérdidas insignifican
tes. ¿Nole parece, mi Coronel?
El Sr. del Canto, admirado de mi ingenuidad, se
sonrió haciendo otro gesto afirmativo, al mismo
tiempo que echaba pié á tierra delante del primer
rancliito que encontramos.
A la puerta de
aquel pobre albergue estaban
sentados el Sr. Küning
y el Mayor Holley, á quie-
DE LA CAMPABA 43

nes ofrecí una pierna de cordero fiambre


que lle
vaba sobre el arzón de mi montura.
Ambos aceptaron aquel
pequeño convite con
muestras de placer, mientras que el Coronel Canto
nos miraba con cierta atención
que yo quise tra
ducir como deseo de participar del refrigerio.

¿Y Ud., mi Coronel, no querría aceptar un bo


cado? me atreví á preguntarle entonces.

No, dijo, eso me haría daño. Si hubiese un


poquito de caldo. .añadió con desaliento.
.


Lo conseguiremos, exclamó el Mayor Holley,
examinando mi actitud.
Entonces yo entré en el ranchito
y pedí á una
viejecita que lo habitaba, un fondo para calentar
agua y hacer el caldo.
La buena mujer, aunque escasa de todo, cuando
me oyó decir
que aquel caldo en proyecto era
para el Coronel Canto, ella misma^e ofreció á ha
cerlo en pocos minutos más.
Todo faltaba para el condimento: la sal, la grasa,
la cebolla, el ají; pero, al cabo de un rato, el Jefe
del Ejército Constitucional, después de no haber
tomado alimento durante 24 horas, se desayunaba
con
algunas cucharadas de algo que á todo podría
semejarse menos al caldo; pero algo, que á la pos
tre engañaba el estómago, llevándole cierto calor.
Este espléndido lunch, como decía Don Abra
ham Kdning, tuvo lugar en un cajón de parafina,
donde la buena vieja, tratando de disculpar su
pobreza con mil arrumacos, colocó una fuente de
greda, dentro de la cual burbujeaba, sin color ni
aroma, aquel singularísimo cocimiento.
Sin embargo, mientras el Coronel tomaba algu-
"*4

ÚLTIMOS DIAS

también sus mantas y su poncho y el morral don


de lleva algo de que, _en su entusiasmo viril, no
puede ni debe acordarse en tan solemnes circuns
tancias.
Y todos estos objetos, cuya falta empieza á ser
notada y hasta sentida después de la fiebre que
produce la victoria, ¿cómo quedan y en dónde?
Quedan diseminados en una extensión de tres le
forman
guas, tres leguas cabales, las mismas que
la línea de combate que ofreció á nuestro arrojo
la terquedad enemiga
Por otra parte ¿cómo recuerda el soldado cual
fué el lugar donde dejara su equipo, después de
engolfarse en los mil laberintos de la batalla, .has
ta, quedar completamente desorientado?

Hago estas reflexiones para llevar al ánimo de


los que no sepan explicarse nuestra carencia de
elementos, la razón ele un hecho que tenía que
sobrevenir, como sobrevino, irremisiblemente.

Anochecía, cuando los víveres empezaron á


llegar juntamente con las prendas de abrigo de los
soldados, qne por orden superior habían sido man
dadas recojer.
El alborozo y la alegría volvieron á renacer en
todos los Cuerpos con este motivo, y la tropa pudo
dormir abrigada durante la noche.
[Cuan distinto al día siguiente el aspecto de
nuestros soldados!
En la mañana, muy temprano, vuelvo á ver al
Coronel Canto, que muy repuesto ya de sus fati
gas imparte órdenes á las Brigadas.
DE LA CAMPAÑA 4Í

Ignoro cuáles órdenes; pero


sean esas
amigo
un

que me
distingue y tiene mucho que ver con el
Estado Mayor General, viene y me dice al oído:
—Vamos sobre Quilpué, para de allí seguir el
camino de Las Palmas y atacar Valparaíso por 1»
Placilla. ¿Qué tal?
Confieso que un estremecimiento de placer con
movió toda mi persona, desde la cabeza hasta los
pies.
Al cabo, entre los mil descalabrados planes de
batalla que me habían brotado del magín, uno de
ellos, el que tuve la candidez de expresar vaga
mente á mis jefes, iba á verlo puesto en
práctica
muy pronto, más ó menos, en el fondo, yaque no
en los detalles, tal como
yo lo hube creido más
estratégico.
Pero ¡cuál sería mi estrañeza, cuando supe que
este plan había sido formado muchas horas antes
de que se me pasara por las mientes!
Y así había sido en efecto, porque cuando á mí
se me ocurrió,
ya habían salido fuerzas de ingenie
ros á volar la iínea del Salto
y de otros trayectos,
como medida preliminar de la ejecución del plan.

Terminaré estos renglones añadiendo que no


dejó de desconsolarme un tanto el hecho de no
poder alcanzar algo en la iniciativa de este movi
miento, siquiera fuese para lisonjearme á solas de
mis nacientes aptitudes militares.

.at-t-tÍIh
®MMM§©@M©@§M®g®@@

MARCHA SOBRE QUILPUE

En la misma noche del día 23 el Ejército vol


vió á sus últimos campamentos y pudo reposar
un tanto de sus enorme fatigas.
A la 11 A. M. del 24, la segunda Brigada pri
mero, después la tercera y en seguida la primera,
partieron con rumbo á Quilpué, entre las detona
ciones subterráneas de algunos dinamitazos apli
cados á la línea férrea en el Salto y en otros tra
yectos próximos.
Los dictatoriales estaban encerrados, y el plan
de los jefes de nuestro Ejército próximo á conver
tirse en una halagüeña realidad.
En Quilpué permanecieron nuestras tropas có
modamente alojadas los días 24, 25 y 26, saliendo
al amanecer del 26 por el camino de las Palmas con
dirección á Cadenas, sitio' donde acamparon des
pués de haber caminado la mayor parte del día y
toda la noche
El cansancio de los soldados fué tan grande des
pués de esta difícil y penosa jornada, que se resol
vió darles reposo durante todo el día y la noche
siguientes.
^
8«®«&5®M»f&«&8®«€

BATALLA- DE LA PLACILLA

Hemos pasado por alto muchos de los acciden


tes yperipecias de este viaje hasta Cadenas, para
poder entrar de lleno y con la urgencia que los
acontecimientos requieren, á describir en parte la
gran batalla que tuvo lugar el día 28 en la Placilla,
último y formidable golpe que acabó para siem
pre con la Dictadura.
Así que el Ejército llegó á Cadenas, los Coro
neles Canto y Kórner, seguidos de algunos de sus
ayudantes, seadelantaron hasta las inmediaciones
de la Placilla
y estudiaron con detenimiento las
posiciones probables del enemigo y las que con
venía tomar para los efectos de un ataque que re
sultara indefectiblemente incontrastable.
Se dice que el Coronel Komer exclamó á su re
greso al campamento general:
—Mañana almorzaremos en Valparaíso.
La animación era indescriptible entre los liber
tadores. No se hablaba de otra cosa en todos los
cuerpos que de la batalla próxima. Se decía que
los dictatoriales ascendían á 12,000, otros que su
bían mucho de esa cifra, alguien que bajaba: pero
todos convenían en el sentimiento unánime y sin
cero de un triunfo
completo y seguro.
52 ÚLTIMOS DIAS

¿Habrá combate? se oía preguntar.


Y alguien respondía:

Lo ignoro; pero si lo
hay, tanto peor para
ellos.
Y en nuestras filas todo era entusiasmo. No es
tará demás decir que éste había subido de punto
desde que se nos incorporó el Regimiento Húsares
al salir de Quilpué, el cual con su segundo jefe á
la cabeza, Sr. Padilla, se pasó á nuestras filas con
frenéticas demostraciones de simpatía. También
contribuyó mucho á retemplar más y más el espí
ritu de nuestra tropa el hecho de habérsenos pasa
do á nuestra llegada á Cadenas una avanzada de
caballería compuesta de 62 cazadores.
Todo esto, agregado á las referencias que tenía
mos del
enemigo, á quien suponíamos bajo la tor
pe dirección del exgeneral Barbosa, nos daba la
convicción absoluta de otra victoria tan grande ó
quizás más grande que la obtenida siete días
antes.
Tan confiada estaba la tropa en el éxito, que
de despertarla en la hora psicoló
hubojecesidad
oe la
gica batalla: al amanecer.
A las 6 A. M. en punto nuestra morada de la
noche anterior quedaban desierta y los tercios liber
tadores avanzaban pausada y sigilosamente sobre
la Placilla, la segunda Brigada tomando el flanco
izquierdo al enemigo, la primera el centro y la ter
cera el ala derecha

Cuando nuestras huestes estaban casi á tiro de


fusil de la línea enemiga todavía ésta no había
descubierto su poderosa artillería Media hora des
pués, á las 7 menos un cuarto, aproximadamente,
los cañones dictatoriales vomitaban
fuego y me-
DE LA CAMrAÑA 53

tralla sobre nuestra filas. Nunca se pudo imaginar


seguramente, actividad más grande que la desple
gada por los dictatoriales en la organización de
sus soberbias defensas. Con
franqueza sea dicho,
los nuestros no querían convencerse, aún viéndolo,
de la formidable resistencia que parecían oponer á
nuestro ataque con su numerosísima artillería

Las baterías del Ejército Constitucional eran


tan inferiores en número, que mientras nosotros
les hacíamos fuego con 12 cañones y 2 ametralla
doras, ellos nos ensordecían con el estampido si
multáneo de 20 cañonazos cada tres ó cuatro mi
nutos.
Esto no obstante, los libertadores avanzaban
con el arma al
impertérritos hombro, hasta colo
carse bajo la misma línea de sus fuegos, sin cui
darse del que caía más que para tomarle la canana
y no perder el contingente de sus cartuchos. Esta
serenidad heroica, esta marcha muda é imponente
debió de seguro infundir tremendo pánico en las
filas enemigas, pues mientras en las nuestras reina
ba el orden y la organización más
perfectos, todo
era barahunda
y gritería indescriptible en las de
ellos.
De improviso la corneta toca ataque, y el Regi
miento Constitución, después de foguear el centro
dictatorial, carga á la bayoneta sobre las baterías,
y simultáneamente hacen fuego y cargan todos los
demás cuerpos en el orden anteriormente expuesto.
Entonces el Ejército balmacedista soberbiamen
teatrincherado en las mismas barrancas del cami
no que caracolea en el cerro del Alto del Puerto,
nos quiere rechazar con un fuego de fusilería tan
ÚLTIMOS DIAS

compacto y nutrido que el humo casi alcanza á


borrar la línea del paisaje.
Empero los libertadores avanzan siempre, como
avanzaron en Concón, desafiado á la muerte, y so

bre los que van sucumbiendo se yergue airada y


fiera, irresistible y heroica la figura del soldado
constitucional que ya llega á la misma boca de los
cañones enemigos. ¿Cómo soportar el empuje de

aquellos bravos, que en inmensa avalancha amena


zan arrasar hasta con el mismo cerro que protege

á sus criminales contendientes?


Otro ejército tal vez lo hubiese soportado, acaso
hubiese conseguido rechazar el ataque; pero las
huestes del tirano, demoral izadas, amedrentadas
con las derrotas anteriores y con la debilidad tem

blorosa de los que defienden lo indefendible, no


se creen seguras en sus trincheras y las abandonan
en medio de la confusión más
espantosa
Y ya está dado el golpe. Después de las trin
cheras, queda abandonada la artillería y, como en
Concón, después de la artillería queda abandona
do todo, y el enemigo no acierta á huir siquiera.
Cuerpos enteros como el 2.° de Línea vuelven
sus culatas
y se entreguan incondicional mente, y
es tal la
algarabía que se produce, que hasta el mis
mo Estado
Mayor General, con sus dos Generales
Barbosa y Alcérreca, caen en nuestro poder como
pajarracos atontados por el trueno. Las que huyen
por diferentes sitios, unos siguiendo el camino,
otros internándose en la espesura,
algunos arroján
dose á lo hondo de las quebradas y muchos en direc
ción á la playa Sur, todos en absoluto,
dejan sus
armas
y suscananas, y hasta sus kepíes, como se
deia una carga horriblemente inútil. Estaba visto.
DE LA CAMPAÑA 55

Los soldados dictatoriales no querían pelear, sólo


querían huir, tener ocasión de separase de las filas
donde los tenía esclavizados la ruin ambición de
algunos miserables tiranuelos que se jactaron un
día prometiendo al mundo que el Ejército chileno
les era adicto y fiel.
¡Oh, falsedad insigne!
El Ejército que peleó en Concón y en la Placilla
en contra de los libertadores, honor de Chile, era
el Ejército inconsciente y forzado de una pandilla
de criminales.
El resultado de la batalla, ya lo sabe bien Val
paraíso.
A las 12 M. del mismo día el Ejército Constitu
cional entraba victorioso en este puerto, provocan
do en el pueblo la manifestación más ardiente de
simpatía que se haya visto en nuestra patria
Por referencias posteriores al combate que pu
dimos obtener de labios fidedignos, se sabe que las
bajas de los dictatoriales entre muertos, heridos,
prisioneros y pasados, ascienden á siete mil qui
nientos hombres.
El resto de la fuerzas hasta completar el número
de 11,500 ó 12,000 hombrss se han dispersado,
y
mucha parte está escondida en esta misma ciudad
Por nuestra parte tenemos que lamentar la
muerte de algunos señores jefes como el Teniente
Coronel del Canto y los mayores Huidobro, Cabe
zón y Labra, la de varios oficiales cuyos nombres
no hemos
podido obtener todavía y la de unos
1,000 valientes que consagraron con su sangre el
triunfo decisivo de la libertad en Chile.
En cambio cada oficial nuestro, les ha costado
,a ?v«ra

ULTIMO» DIAS

á los dictatoriales, veinte jefes, y cada jefe liberta


dor les ha costado casi un General.
¿Puede darse victoria más brillante? En la his-
u ría de Chile no se registra ninguna tan completa

Constltucionalei que se dlitlnffnforon


en los dos batallas.

Kl rugimiento Constitución 1.a de línea


Huasco H." »

Iquique 8." „

.Antofagasta 8-> „ (Placilla)


Pisagua 3." „

Tarapacá ••' i.

Taltal *■" »

Chañaral 6.» „ , (Platilla)


Esmeralda '■* i,

Libertad (En Concón)


Carabineros del Norte (Id. id. )
Húsares de 3olipuUi (En Platilla)
Lanceros (Id id. )

Y la 1.*, 2." y 3.a baterías de Artillería, especialmente las dos


ultiman.

'«""■^SJ&ij^''*--
LOS CONTRASTES DEL TRIUNFO

La derrota contada por filos mismos.

Mediante la amabilidad del Sr. Comandante de


Policía, pudimos hacer una visita á los Coroneles
del Ejército Dictatoral Sres. Wood y Ruiz, que
en una
pieza bastante bien amueblada del cuartel
se hallan
respectivo, preventivamente arrestados,
hasta que la Excma. Junta de Gobierno no dis
ponga otra cosa.
Por lo que hemos podido observar, el estado de
ánimo de los prisioneros no es angustioso, como
pasa con otros, y por el contrario, se manifiestan
en cierto modo
tranquilos y resignados.
Ellos mismos, antes y después de haber entrado
eu materia sobre los asuntos
que allí nos llevaban,
declararon que dentro de la obligada estrictez del
arresto, no tenían motivo para quejarse de la con
ducta y trato de que son objeto.
Impuestos estos señores de la causa de nuestra
visita, que como el lector comprenderá no consis
tía más que en obtener datos que nos dieran á co
nocer más ó menos exactamente los últimos mo

vimientos militares referentes al que fué Ejército


Dictatoral, ambos se presentaron con toda amabili-
ÚLTIMOS DIAS

dad á suministrárnoslos sin reservas


deningún gé
nero.

En primer lugar, señores, dijimos, sería muy
conveniente á nuestro propósito conocer su opi
nión respecto del motivo de las dos derrotas. ¡Á
qué atribuyen l'ds. su mala estrella en Concón,
ocupando, como ocupaban, posiciones formidables
se fia visto, fuerzas con
y teniendo, como luego
que rechazar á los opositores?
El Coronel Ruiz tomó entonces á su cargo el
satisfacer esta pregunta, no haciéndolo asimismo
el señor AVood por el hecho de hallarse á la sazón
en el Sur, en Concepción, al mando de la
prime
ra Brigada de la División García Videla

Son muchos, nos dijo, los motivos á que se
ha debido el desastre de Concón v ellos merecen
ser explicados con cierta proligidad, si el escritor

ó el historiador ha de aprovecharlas debidamente.


En primer lugar, puede ser una causa principal
en la derrota, la inobediencia del general Barbosa

Verá Ud.: días antes de que desembarcara el


Ejército opositor se celebró en la Moneda una ani
mada conferencia, á la que además del Presidente
y loe Ministros, asistieran e! General Barbosa v
algunos jefes de alta graduación, entre ellos yo.
Como es natural, la primera cuestión que se puso
sobre el tapete fué la de ver los medios más efica
ces para contenerle en la costa, y el Sr. Balmacedn

dijo á este respecto:


''Verifiqúese el desembarco donde se verifi


que, sea en el Papudo, sea en Quintero ó en San
Antonio, es preciso do cualquier modo rechazare!
avance dcl enemigo con fuerza
muy superior á la
suya, y el mínimum de los nuestros no deben ba-
DE LA CAMPABA 59

jar de 14,000 hombres. De este modo no se aven


turará el éxito de una primera batalla, cuyos re
sultados en caso contrario pueden comprometer
seriamente la causa que estamos sosteniendo."
El General Barbosa, al oír estas palabras, hizo
un
gesto de desdén, atreviéndose á dudar de la
venida del Ejército opositor y hasta de sus decan
tados batallones.
Entonces el Presidente, insistiendo enérgica
mente en sus indicaciones, repitió al General:

Mire, querido General, que el asunto es serio


y se trata nada menos que de asegurar el primer
golpe, A mí me consta, por noticias recientes, que
el Ejército opositor asciende á 9,000 hombres y
creo
y espero, aunque sea contrariando sus cálcu
los, querido General, que venga algún día. Y so
bre esta hipótesis, vuelvo á repetirle que no debe
Ud. presentarle ni aceptarle combate, nasta tanto
que 3>o ponga bajo sus órdenes 14,000 hombres,
por lo menos.
No repuso nada el General ante tan categóricas
instrucciones y se limitó á no pronunciar una sola
palabra desde aquel instante.
Dos días después, recibí órdenes de alistar par
te de la División que había en Santiago y marchar
con ella á Viña del Mar sin pérdida de tiempo.
El General me dijo que se me uniría inmediata
mente. Así lo hice, y cuando llegué á mi destino,

supe con extrafieza que el General Alcérreca ha


bía salido para Concón Bajo," dejando órdenes de
que yo siguiera su mismo rumbo inmediata
mente.
Era la 1 A. M. del día 21;
Poco rato después de ponerme al corriente de
60 ÚLTIMOS DIAS

esta orden, llegó Barbosa y la confirmó disponien


do el avance de las tropas, las cuales, desrjués de
no haber descansado en toda la noche, hicieron á

pie aquella jornada de 4 leguas, logrando llegar á


Concón cuando rayaba el alba.
Inmediatamente se dispuso formar pabellones,
pero sin colocar la tropa convenientemente, no
como para un combate, porque nadie se imagina

ba que este fuese á tener lugar sin la llegada de


otros refuerzos. La División de Alcérreca se en
contraba también distribuida en la misma' forma
y casi más desorganizada que la nuestra.
Al llegar á este punto preguntamos al Coronel,
cuánta era la gente á que se refería, y él, sacando
un apunte, nos los dio á
copiar incontinenti
Según dicho apunte la tropa gobiernista que ya
había tomado ó estaba por tomar "posiciones en
Concón, era la siguiente:

División de Alcérreca.

Hombrea.

Regimiento Victoria 530


Id. 9." de línea 531
Id. Temuco 613
Id. 10.8 de línea. 863
Id. San Femando. 673
Id. Gendarmes 126
Caballería Carabineros Tungay 376
Artillería núm. 2 118

División Barbota, llegada de Santiago


Regimiento 3." de línea 691
W. 8.° „ „ 853
Id. Traiguén 500
Id. Mulchen 600
DE LA CAMPAÑA 61

Hombres.

Id. 7.° de línea 700


Id. Buin 600
Caballería Húsares 125
Id. Cazadores 380
Id. Artilleros 50

Suma total de las dos Divisiones 7,118

En seguida continuó el Coronel Ruiz:



Así que comenzó á hacerse de día claro reco
rrimos el campo con el General Barbosa, quien mi
rando desdeñosamente á la orilla opuesta, donde
ya se divisaban las líneas enemigas, me dijo:

Estoy tentado de pasar mañana mismo el río


y atacarlos.
Entonces yo creí deber mío recordarle las ins
trucciones del Presidente y le expuse los riesgos
que tan temeraria empresa podría acarrearnos.

Son cuatro gatos, insistió con soberbia.

No se fíe mucho, señor, volví á decirle, me
jor que nos pongamos en el peor caso.
es
No sé por
qué creí notar en su fisonomía cierta
señal de asentimiento á lo que yo decía; el caso es
que me pareció
que el General desistía de sus
proyectos, cuando ya regresábamos al punto don
de se hallaba el Estado Mayor General, sin haber
tomado aún disposición alguna.
Allí ya, poco rato después, volvió á suscitarse
el tema de presentar combate, y Alcérreca estuvo
por la afirmativa, fundándose en que nuestras po
siciones eran verdaderamente formidables. Esta
idea de las posiciones sugirió, al parecer, nuevos
bríos á Barbosa, y ambos Generales comenzaron
i hablar con calor inusitado de la necesidad da
62 ÚLTIMOS DIAS

aventurarse, olvidando las órdenes categóricas de


Balmaceda. Sin embargo, no se resolvió nada con
creto todavía, y en poco estuvo, cuando las bate
rías enemigas empezaron á hacer fuego sobre un
la
piquete de caballería que enviamos á explorar en
orilla, que se cumpliera el programa acordado
la Moneda.
Ya se estaban retirando algunos cuerpos nues
tros hacia el fondo del valle, cuando repentina

mente, el general Barbosa, haciendo gala de un


mal humor á toda prueba, ordenó á la artillería
que avanzase sobre el borde del cerro á tomar
posiciones, y dispuso que los cuerpos empezaran
á organizarse para la lucha
Esta tarea fué muy difícil y aunque se procuró
apurar la obra, apenas si en una hora más podía
mos enviar el 10.°, el 3.° de línea, el Temuco y

el San Fernando á defender el ala izquierda, -por


donde ya el enemigo empezaba á atacarnos con de
nuedo sorprendente.
Poco después, viendo que el combate tomaba
tremendas proporciones, se enviaron nuevos cuer
pos á protejer esta ala, entre ellos el Victoria, el
Mulchen y los Carabineros de Yungay. Yo mis
mo me
puse á la cabeza de una de las Brigadas y
entonces tuve ^ocasión de darme cuenta de la mag
nitud del combate y del valor con que muestros
soldados peleaban, tratando de contener el avance
del enemigo, que
por su parte sería injusto ne

garlo^ no retrocedía ni una línea. Muy al Contra


rio, no cesó de avanzar durante toda la batalla.


Suponiendo yo que con este último refuerzo el
ala izquierda quedaba bien apoyada, me volví á
ver lo
que pasaba en la derecha. ¡Cuál no sería
DE LA CAMPAÑA 63

mi admiración cuando vi que otra inmensa fila


enemiga vadeaba el río por aquella Darte, con el
agua hasta el cuello, y trayendo el fusil en alto!
Entonces fui al sitio donde estaba la reserva.
aunque Barbosa se había llevado casi toda la gen
te, dejando medio abandonada esta ala importan
tísima. Sin embargo, logré colocar en línea de ba
talla al 7." y al Traiguén, con los cuales alcanzamos
á rechazar el ataque durante media hora, ayudados
por cuatro piezas de artillería, con las que hacía
mos
fuego sobre el río.
En esta situación, empezamos á notar que el
enemigo nos atacaba también por el centro, y des
de aquel punto, para no quedar aislados, y viendo
que la izquierda opositora se reforzaba por ins
tantes, se creyó conveniente ceder un tanto. Núes
tros movimientos debieron ser advertidos muy á

tiempo, porque desde entonces sentimos que se re


doblaba el empuje sobre nosotros.
Llevábamos más de tres horas de combate y
todavía ignorábamos cuál podría ser la suerte
de nuestras armas. Sin embargo, poco después
comprendimos toda la gravedad de nuestra situa
ción, al notar que fuego se debilitaba por nuestra
parte, mientras que era verdaderamente horroroso
por parte de la Oposición. _^-

¿Qué habría podido suceder? Pronto salimos de


dudas. ¡Senosnabían concluido las municiones!
Nuestros soldados habían entrado en combate sólo
con cien tiros, y cuando se
quiso acudir al Parque
ya era tarde. El enemigo caía sobre nosotros y
apenas nos daba tiempo para ganar la altura de
los cerros y retirarnos precipitailamente.
Pero aún con la tristeza que produce la derrota,
M ÚLTIMOS DIAS

tuvimos los pocos que salvamos, la íntima satis


facción de haber visto pelear heroicamente á nues
tros soldados. ¡Ah, qué bien pelearonl
. .


Y ¿cuántos alcanzaron á retirarse? pregun
tamos al Sr. Ruiz.
El coronel balmacedista sacó entonces otro apun
te, cuya copia dará al lector idea más exacta de la
magnitud de la derrota que todas las narracio
nes
posibles, por muy subidas de color que ellas
Bean.
Hé aquí la nota de las fuerzas dictatoriales que
pudieron regresar á Valparaíso, después de la tre
menda jornada:
Hombrea.

Batallón Temuco 155


Id. San Femando 78
Id. Buin 1.° de Línea 208
Id. 7." de Línea 190
Id. Mulchen 180
Id. Traiguén 70
Id. 3.° de Línea 300
Id. 8.° de Línea 660
Zd. 9." de Línea 208

2,013

Agregando á esta cifra 200 hombres de caballe


ría, la suma total de las tropas que pudieron reti
rarse desorganizada, asciende á
2,213 hombres.
Ahora, pregúntese el lector:
¿Qué se habían hecho los 5,405 hombres res
tantes?

"""

cx*©fty*fc"
e$$££$®e®®$®$®ee$9

DERROTA DE LA PLACILLA

ALGITXOS EPISODIOS

Terminada momentáneamente la relación del


Coronel Ruiz, quisimos explorar de su compañe
ro de prisión el Sr. Wood, el concepto que le
merecían las funestas resoluciones de los genera
les Barbosa y Alcérreca
El Coronel Wood se expresó con espontaneidad,
digna de estudio, en los siguientes términos:

Inobedientes, torpes y siempre torpes


. .Bar.

bosa fué siempre el mismo, y por lo que toca á


Alcérreca. .
¿para qué
. hablar?

Cierto, interrumpió Ruiz, Alcérreca pudo ser


bueno como militar para dirigir una carga de ca
ballería; pero jamás para dirigir una batalla. Al
cérreca era mucho mas torpe que Barbosa.

Y bien, señores, á qué atribuyen ustedes la
derrota de la Placilla?
El Coronel Wood se apresuró á contestar:

En primer lugar á la defección de la
tropa;
inmediatamente á la confusión que se produjo
entre nosotros mismos con la hábil retirada de
Viña del Mar, que á mí, personalmente no me ex
trañó, sabiendo como sabía que era obra de Kflr-
ner. Después creo sinceramente
que el hecho de
66 ÚLTIMOS DIAS

la derrota, debe también á que la Oposición


se

nos atacó con


mayor número de tropa que el que
nosotros teníamos
para resistirla.
¿Es posible? ¿Ustedes tenían menos tropa?

Vea Ud. ese estado, observó el Coronel Kuíz,


y se convencerá de que es cierto.


En seguida nos mostró el que insertamos á con
tinuación.

Tropa dictatorial que entró vn combate en

la Placilla.

Regimiento Santiago 800


Id. Concepción 390
Id. Tomé 340
Id. Yumbel 417
Id. 9.' de Línea 208
Id. Temuco 1 5j
Id. San Fernando 7S
Id. Angeles ,
470
Id. Andes 470
Id. Linares 580
Id. 2." de Línea 813
Id. Araueo 786
Id. Valdivia 295
Id. Angol '. 304
Id. 8." de Línea 050
Id. Buin 1." de Línea 200
Id. 7.° de Línea 198
Id. Mulchen 10(1
Id. Limache 4GJ
Id. Traiguén 70
Id. Nacimiento 320
Artillería Núm. 1 y 2 25(1
Id. 3.° de Línea SOO
Id. Caljallería 4.r»()

Tota; 9,lti8

¡Oh, si es inverosímil! exclamamos mirando


con asombro á los prisioneros.
DE LA CAMPAÑA

El Coronel Wood añadió:


—Y no sabe Ud. lo mejor: de toda esa fuerza
no
pelearon el 2.° de Línea y el Batallón Angeles.
Como Ud. sabrá el 2.° presentó sus culatas, sin
disparar un tiro, y el Angeles no alcanzó á entrar
en combate por la razón de que cuando debió de

hacerlo, estaba ya casi decidida la suerte de la


batalla

A pesar de todo, aunque Uds. fueran menos,
no lo eran, porque la mayor parte de la caba-

aue
ería opositora y algún que otro cuerpo de infan
tería tampoco pelearon, aunque Uds. fueran me
nos, decía, sus trincheras v sus posiciones, junto
con el poder de su artillería, eran más que formi

dables, imponentes, muy imponentes. . .

¡Ah, seguro! exclamó. Formidables é im


ponentes. Más todavía, inabordables para cual

quier ejército, si en el nuestro no hubiera domi


nado la desmoralización más grande. Esta es la
verdad. Pero y qué quiere Ud.? Por una parte la
desconfianza natural que sugiere tal espíritu en la
tropa y por otra las repetidas torpezas del General
Barbosa, contribuyeron de un modo principal ala
consumación del desastre. El General poma toda
bu atención en el centro, descuidando desde un

principio las alas, especialmente la izquierda, don


de yo me encontraba. Empeñado el combate por
el centro, él no debió pensar más que en proteger
este punto, porque inmediatamente hizo
desguar
necer el ala
izquierda, dejándome á mí solo con
parte de la Brigada que yo comandaba Todos los
otros batallones que la
protegían fueron conduci
dos rápidamente al centro, sin el cálculo ni la or
ganización debidos. Tan precipitado fué este mo-
ÚLTIMOS DIAS

vimiento de que yo creí en un


concentración,
principio que el enemigo trataba
de atacar única
mente el Bien pronto me desengañé de
centro.
esta fugaz esperanza, porque el enemigo apareció
de improviso sobre nosotros, colocando mi gente
en condiciones tan difíciles,
que se vio precisada
á abandonar con grandes pérdidas sus posicio
nes. . .

¿Entonces fué cuando cayó Ud. prisionero?


Sí, poco rato después, cuando aún no me


daba cuenta exacta de lo que ocurría á mi alrede
dor. De tal modo no me daba cuenta, que caí
prisionero, en la confianza de que la caballería
que se aproximaba flanqueándonos, era nuestra
misma caballería.

¿Eran los Húsares de Colipulli, entonces?



Los mismos debieron ser, porque yo los con
fundí con nuestros carabineros.

Y ¿cómo pudo Ud. salvar en talas circuns
tancias?
—De un modo providencial, gracias al Oficial
que los mandaba, un Sr. Padilla, que yo había
conocido en el Sur, quien al reconocerme, gritó á
sus soldados
que ya me cargaban:
—¡Alto! No toquen al señor Coronel! Ese me
rece vivir. Los soldados se detuvieron entonces,

hasta dar tiempo á que llegara dicho Oficial,


quiea
me aconsejó me
quitara el kepf , después de ha
berme pedido la espada. Allí fué, cuando
supe coa
gran estupor que había muerto Barbosa, pues en
tre ellos comentaban la noticia, entre risas
y ad
jetivos apasionados.
Poco rato después me informaron también de
DE LA CAMPAÑA 69

la muerte de Alcérreca, llevada á cabo por gente


del Escuadrón Guía
Desde aquel punto y hora, ya no pude saber
más, porque en mi calidad de prisionero de gue
rra, me hallaba incomunicado.,,


Y á Ud. señor Coronel Ruiz, qué destino y
suerte le cupo en la batalla?
qué
El jefe dictatorial, atendiendo con toda solicitud
esta pregunta, nos contestó:

Yo era el Jefe del Estado Mayor de la Divi
sión de Santiago, como creo que he tenido oca
sión de decir á Ud., y viendo que ya era imposible
resistir el avance de las fuerzas opositoras con las
pocas que nos quedaban en el centro, resolví reti
rarme hacia Valparaíso. Me sorprendió que nin

guno de los Generales dejara de aparecerse á dar


órdenes, pero no traté de cerciorarme al instante
de lo sucedido, y sí precipité mi retirada cuanto
me fué posible. Cuando llegué á las Delicias hice
formar mi gente, fuerte entonces de unos 600
hombres entre infantería y caballería; y sobre la
marcha me dirigí á la intendencia con el objeto
de consultar sobre lo que debía de hacerse.
Osear Viel me salió al paso y me preguntó:

¿Que tal Coronel, cómo anda el asunto?



Todo dado al diablo, le respondí yo. apeándo
me y entrando á la Intendencia. Allí me en

contré con Don Claudio Vicuña y otros caballeros


que conversaban apaciblemente, ajenos á la gra
vedad de las circunstancias. Viel me sacó aparte
70 ÚLTIMOS DIAS

entonces, llamando también á Don Claudio, y me

preguntó:
¿Qué podría hacerse, Coronel, en el caso pro

bable de que el eneríligo tratara de entrar?


Oh! contesté yo, podría muy difícilmente or

una mala defensa;


ganizarse pero nada más.
En ese caso sería conveniente que volviese

Ud. adonde dejó la fuerza y procediese sin pérdida


de tiempo.
No quise esperar otras instrucciones, porque el
caso urgía,
y volví á todo galope hacia las Delicias.
En el camino me encontré con el Sr. Walker y
algunos oficiales y soldados de caballería que" ve
nían con bandera de parlamento, en el instante en
que el Coronel León parecía que los apostrofaba.
El Sr. Walker, al verme, me dijo con tono
amistoso, pero alarmado:
Mire, Sr. Coronel, este jefe me está tratando

mal.
Yo ordené entonces al coronel León que tuvie
ra más miramiento y seguí hasta las Delicias.
¡Cuál sería mi sorpresa al notar, cuando llegué,
que toda la tropa se había desbandado, entregando
sus armas al
pueblo! Volví grupas inmediatamen
te y fui á
poner el hecho en conocimiento del señor
Viel. Arribando de nuevo á la Intendencia, ya
vi al señor Walker hablando con él y presentán
dole la orden de rendición incondicional de la
plaza.
Viel me invitó á que me apeara é imponiéndo
me de dicha orden:
—¿No es
que piden demasiado?
cierto, dijo,

Así me
parece, murmuró yo confundido por
tan germinante exigencia.
DE LA CAMPaSa

Momentos después el Sr. VicuBa se imponía


de todo y me decía con gravedad:
—Dadas las circunstancias, su misión no ha
terminado todavía, señor Coronel. Ud. es el jefe
de la plaza y como tal debe Ud. proceder.
Herido mi amor propio con esta observación iba
á salir de la Intendencia, cuando el Sr. Viel me
dijo:
conveniente que

No se separe de mi lado: es

Cd. se
quede aquí.
—Yo creo, repitió Don Claudio, por segunda y
tercera vez, que la misión del Coronel Ruiz no
ha
terminado todavía.
Entretanto, en las oficinas reinaba la mayor
confusión. Minutos después notó la desaparición
de Don Claudio y la de otros seflores que le acom
pañaban.
Quise salir á tomar alguna medida, y
entonces
de nuevo el Intendente me dijo que no me separa
ra de su lado. En tal
expectativa nos encontrá
bamos, cuando acertó á llegar el aviso de que las
tropas opositoras venían ya por la calle del Caba
Entonces Viel, sin decirme una sola palabra,
corrió precipitadamente hacia el muelle, dejándo
me en la más cruel de las situaciones. Yo, por mi

propia cuenta me encargué de retirarme con la


caballería que estaba en la plaza hacia Playa An
cha; pero maldiciendo en lo más íntimo de mi
alma aquel negro proceder del Almirante Viel,
que ni siquiera tuvo una simple indicación que
pudiera ponerme á salvo en tan críticas circuns
tancias.
Al llegar cerca de Playa Ancha,
tropa de in
fantería enemiga, nos recibió á balazos, entonces
y
72 ÚLTIMOS DIAS

volví sobre mis pasos hasta las Habas, logrando


allí embarcarme en un bote con varios oficiales y
soldados. Sin embargo, era preciso pasar por otro
nuevo suplicio.
El bote, que era viejo v
muy pequeño para
contener á tantos, volcó no bien se puso en movi
miento, dejándonos á todos á merced de las olas.
Yo que no sabía nadar, de seguro me hubiera
ahogado, á no ser extraído del agua por un oficial
amigo. Ya en tierra, y no pudiendo caminar por
tener toda la ropa empapada, logré subir á caballo
en uno de
tropa que encontré abandonado en el
camino y en .él traté de dirigirme hacia la cañada
del cerro de la Artillería. Pero no bien hube an
dado veinte metros me salieron desde lejos al en
cuentro dos soldados opositores que hicieron fue
go sobre mí, colocándome en el caso de echar pie
á tierra y tomar otra dirección. Mi cansancio era
grande, y profundo el desaliento que me dominaba.
Por esta razón, algunos minutos después, me
decidí í entregarme á una de las avanzadas ene
migas que se hallaban cerca. Desde entonces me
encuentro prisionero,
esperando el fallo de la jus
ticiad'

El Coronel Wood después que su compañero


hubo terminado, varió el tópico de la conversa
ción, tratando de inquirir noticias sobre las reso
luciones á recaer en su contra y en la de su com
pañero.
No pudiendo satisfacer su
deseo, dimos por ter-
DE LA CAMPAÑA

minada nuestra visita, no sin dejar en el ánimo


de los prisioneros un caritativa expresión de
aliento.
¡Cuan dura es á veces la misión del repórterl
MUERTOS Y HERIDOS
K£*S*S*5*S*S«*S#Í*S*PS*I>^^

MUERTOS Y HERIDOS

Sin datos positivos ni noticia verdade


ramente exacta de los nombres y la condi
ción de los jefes, oficiales y soldados que
murieron y resultaron heridos en las bata
llas de Concón y la Placilla; y por otra
parte, sin tiempo material para que pueda
aparecer en estas páginas una lista detallada
y completa de los mismos, nos limitamos
á dar los nombres de los que hemos podido
obtener, reduciendo por de pronto este
apunte á algunos señores jefes, oficiales y
soldados.
En estas páginas van incluidos los que
pertenecían y aún pertenecen al Ejército
Constitucional, así como los que formaban
parte de las huestes del Dictador. Para inte
ligencia del lector, los que llevan c pertene
cen al Ejército Constitucional. Los demás

son dictatoriales.
En cuanto al número efectivo de muertos
18 ÚLTIMOS DIAS

ni las dos batallas, sólo podemos decir que,


de autorizados jefes, murie
según opinión
ron 1,200 hombros en la batalla de Concón.
Respecto de la Placilla se sabe positiva
mente que sucumbieron 1,672. cantidad
que, unida á la suma anterior, arroja un
total de 2.872.
La de jefes y oficiales dictatoriales
suma

muertos las dos batallas, se hace ascen


en

der por algunos al considerable número de


600, de ellos 250 jefes y 350 oficiales (1).
Pero toda cifra que se trate de dar por
exacta debe considerarse como poco fija.
hasta que se los partes oficiales
publiquen
consiguientes, y el cálculo de hoy deje de
serlo para convertirse mañana en una reali
dad garantida por la verdadera autoridad
á quien corresponde esta misión.
Confiando en que dichos partes aparece
rían pronto, nosotros, sin olvidar el com
promiso que moralmente hemos creído con
traer con el lector al dar á luz esta obra,
hemos procurado obtener los datos más
fidedignos; pero hasta el presente, tanto
nuestra expectación con
respecto al Estado
Mayor del Ejército, como nuestros esfuerzos

Jl) Respecto de loa herido*, la cantidad total se hace aulñr ii


nula de 1.000.
DE LA CAMPAÑA 79

en la procura de noticias al respecto, han


sido mal recompensados.
Esta es la causa de no dar ahora como
esperábamos la lista completa de los muer
tos y heridos de ambas batallas.
Pero ya que en este libro es imposible,
por la misma urgencia del caso, sí nos
cumple prometer á nuestros lectores, que
será en breve satisfecha su natural curiosi
dad por tan importante asunto, en nuestra
próxima obra titulada Legionarios de Men
doza.

muertos en las dos bat al las, ó a consecuencia


de heridas recibidas en ellas.

0. Barbosa, general C Horacio Lemus


J. M. Alcérreca, id. C Víctor Torreblanca-
M. Venegas C Rodolfo Piderit
E. Weidale
Aurelio Valdivieso
ST. Palacios C Homero Kehegóyen
C Enriquede) Canto
C Eusebio Guerra
c P. Huidobro Huidobro
C Guillermo Toro
e Federico Gutiérrez
c Isidro Labra
v Carlos Garcés Puelma
c Hernán Pinto Concha
C N. Romo
c Juan Fontanes
C Romelio Luna
C Francisco Cabezón c' Pedro Arcapílla
C Pedro Rosende c; Andrés Hidalgo
Desiderio-Cabrera ¡Julio Pinto Agüero
ÚLTIMOS DIAS

Heridos.

C S. Aldunate Bascuñán Carlos Gibbs


C Juan C. Araya José Luís Gómez
Arturo Aceituno C Alfredo Gómez Oliva
C Juan A. Andrade S. C Francisco García
Washington Arce C Lindór González
C Dolores Arenas S. C N. González
C Manuel Antonio Arenas C Camilo Gómez E.
C Eduardo Arestes C Eduardo Gormáz
C Alberto Arriagada Santiago Herrera
Claudio Arteaga José Lizardo Higuera
Juan de Dios Ávil¡i C Nicanor Ibañez S.
C José María Bari c Miguel Dlánes Beytía
C Elias Beytía C Carlos Infante F.
C Arturo Benavídes C Carlos Irarrazabal
Alberto Blanco F. C Enrique Irarrazabal
c Mauricio Bobadilla C Pedro Jiménez
C Julio Brignoli S. C Ángel A. Kiel
C Carlos Briones Luco C Julio Larrañaga
C Manuel Burgoa C Luis León Pérez
p]lcodoro Cabrera Abelardo Lavín
C Francisco Canales U. José Lagos
Emilio Calderón C Eduardo 2.° Lamartíní
C Felipe Campuzano c Sabino Lastra
C Ramón 2." Cepeda José Clemente Larrain
C Faustino Castro C A. Lindsay de la Barra
c Eduardo Cox Méndes C Victoriano Lucero
C Eduardo Cubillos Lincoln Luco
Eduardo Chester Calixto Mandiola
Joaquín 2.* Chuecas C Julio MaSey
C Moisés Daza C Felipe S. Matta
c Bernardino Díaz Bravo C Manuel E. Muñoz
C Leonardo Dodds Alcídes Milla
C N. Dodds Horacio Mora
C Luís Echavarría C Manuel Morales
C Ángel C. Espejo C Darío Montes
Horacio Fábres C Agustín Muñoz
C N. Fábres C Belarmíno Montero
C Francisco Flores Zanuidlo C Manuel Montero
N. Fucnzalída C Manuel Molfa T.
Eduardo Godoy H. Luis Montt
c Luís B. Gómez Julio Molina
Severo Gómez G Josu Manuel Ortúz&r
DE LA CAMPAÑA 81

c Gabriel
Ocampo Toro C José M. Vülanueva
Santiago Ortúzar Búlnes Juan de D. González
Gabriel Ocampo Toro C Santos Martínez
C Juan F. Ogas C Juan de D. Salazar
M. Orgas C Cesarío Escobar
C Enrique Ortiz C Francisco Santibañez
Manuel Jesús Ordenes Salvador Navarro
Luis Orrego Luco C Santos Ríos
e Miguel Ángel Padilla José M. Yañez
c Alejandro Pairos C José Zambrano
Luis A. Parka Evaristo Ahumada
C Ramón Peñalosa C Santiago Valderrama
C G. Pérez Valdivieso C Fidel Muña
■O Ernesto Piderit c Eulogio Zarate
« VitaJ Poblete C Arturo Donoso
O José A. Pizarro c Rufino Ahumada
C Benjamín Pereira C Bonifacio Vega
e Alberto PhiUips c Manuel Pisto
Rafael Prado C. C Reinando Aguayo
<* Ismenár Quiróga Nicanor Osorío
Federico Rahausen Erasmo Núñez
*■ Tomás Ríos González Nemesio Aguilera
<C N. Risopatrón Pedro Lobos
Juan Bautista Rojas Luis Filiberto
Rodolfo Rose Pedro Vega
José Luis Saavédra Eusebio Bely
C Marcos Sepúlveda David Monto
P AlejandroSilva Gallo C Liborio Barrera
« Carlos Silva José D. Machuca
Florín Silva Bernardo Araya
■C Pedro Suazo C Santiago Maripan
C Hateo Tapia Pedro P. Godoy
C Antonio Toledo C José M. Ponce
© Alfredo Tornero C Juan Cayap
lí. Torreblanca C José Letelier
c Santiago Toro c Delfin Sagal
C Guillermo Trujillo Evaristo Henriqu*
Ciríaco Valenzuela Castr C Pedro Rebolledo
9 Gustavo Valledor S. Juan Covarrubias
Luis Varas Herrera C Francisco Cruzat
« Francisco Vargas C José del C. Pérez
Francisco Vargas BernardoCalderón
p Alfredo Vial Solar Antonio Monardes
« Santiago Vial C Francisco Gonzálqz
B2
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c
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c José Navanwte
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c
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Jerónimo Meneaos
Pedro Garindo
C José E. UUoa
C'.Romelio Cabrera
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Juan B. González

"^
*•

de la campaña

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Evanjelísta Montesinos C Samuel Parra
C Martin Campollai C Nicanor Araos
Aurelio Torres c Ramón Cortés
Pablo Gairllan c Santiago Rodríguez
Anaeleto Contreras c Narciso Pinto
C Domingo Carreño c Isaías Tapia
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Lindor Galindo Ambrosio Fuenzalida
Víctor Guerra J. José Riquelme
Cesáreo Cisterna C Bernardo Rojas
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C
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Julio Brignolo
Juan Antonio Morales
DE LA CAMPAÑA 85

Alberto Blanco c Cosme Hernández


Arturo Benavides C Antonio 2." Herrera
C Manuel Burgua Toribio Hermosilla
Eugenio Bascuñán Eulacio Houlré
Eufresinio Bascour José Jiménez
jVauricio Bobadilla Francisco Jofré
Gustavo Balledor Sánchez Pedro Jiménez
David Contreras Leonor Jara
J/ánuel -V. Cortés Carlos Infante Fernández
Adolfo Coloma C Juan Crisóstomo Ivarve
Antonio Contreras Ricardo I ramiza val Lira
Pedro Campos Nicanor Ibañez Rey
Ramón 2.° Cepeda Miguel íllanés
C Juan Cuadra Nicomedes Ibaceta
c F. Castro de Villa Corfat Juan Ibañez
Félix Campuzano C Hermann Kienas
Juan de Dios Campos C Ángel Augusto Kiel
José Tomás Cortés C Alberto Lauros
Jenaro Castillo c Félix Lobos
Juan Antonio Cortés C Alfredo López
Juan de Dios Campos C Eduardo Lamartinea
Pedro Cárcamo Sabino Larenas
Eduardo Chester Francisco Lucero
Eduardo Cubillos Julio Lar re naga
Pedro Nolasco Donoso Alberto Lagos
Bernardino Díaz Bravo José Lucero
¿Moisés Díaz Leoncio Germen
Joaquín Diaz Lindsay de la Barra
© José jtíei'cedes Díaz Rufino Lobos
Ángel Custodio Espejo Juan 2.' Martínez
i/iihmI Faya Belarmino J/onteio
C Leonardo Flores Horacio J/bl ñique
.,1/atiuc] Farías C Julio J/afHey
ifanuel Flores Felipe Santiago J/atto
Zamudio Florea Rufino Jfoya
Liborio Godoy José jtfoya
Lindor González c José Jfontecinoe
C Felipe Guerrero Manuel J/atnmala
José Raimundo Gómez c J/ímuel Moya, Tompson
© Alfredo González Muauel S i no sí
i

Daniel Gómez c Ramón Olivo


Rufino González Juan Francisco Ogas
Remigio Gallardo Aníbal Osandón
© Camilo-E. Gómez Alfredo Oliva Gómez
ÚLTIMOS DIAS

© Gabriel Ocampo C Ricardo Cabiesea


J/anuel Oliva C José Acuña
c Juan Peña c Narciso Aracena
Cecüiano Provoste c Agustín Rojas
Fedelino Ponce C Juan de D. Aldea
jtfiguel Pérez C Saladino Machuca
Luis Riso Patrón C Antonio Pasten
Guillermo Pérez O C Zoilo Osandón
C José Manuel Basurto © Desiderio Garay
C Elias Torres c J/anuel Sepúlveda
c Juan de Dios Godoy c Francisco 2." Valdevcnito
C Santiago Cepeda c José Polidoro Olmazabal
C Gregorio Calderón c Fortunato Rojas
C Lorenzo Cortés c Arturo Cazae
© Horacio Aguilera c Pedro J. PeñA
© Andrés Villalobos C Romualdo 2.° Paez
C José Delgado C Juan Carroño
C Juan Alberto Pizarro © Alfredo Sotomayor
C Pedro Juan Amagada C Jacinto Concha
C Manuel Silva © Abdón Bernal
© Lorenzo Rojas Castro © Eugenio -Vegeta
C Pedro Antonio Díaz © José del C. Sepúlveda
e Manuel E. Muñoz © Sinforiano Núñez
© Juan C. Araya c Wenceslao Castro
C Francisco Canales U, c -Manuel Ocoa
© Ramón Espinosa © Jfiguel Godoy
C Tránsito González © jtficente Suarez
© Francisco Pimentel C Pedro Chirino
C Víctor Achá c Pedro 2." Rojas
C Juan Leiva c José J/iguel Abarca
c Ruperto Salgado c Francisco Opazo
C Agustín Alfaro C José 2.° Camus
© Clodomiro .Ávila © Antonio Rojas
C Antonio Ortiz © José 2." Nuñez
C Fidel Fernández c José S. Tapia
c Gil Tapia C J/anuel Troneoso
© Francisco Montt C Marcelino Yanten
© José del Carmen Jfiranda C -Martín Olivares
c Remigio Avila C Abraham Arcaya
C J/áxímíliano Pereira C Leonardo Brito
© Juan de D. Gutiérrez C Ignacio Canales
C José E. Mi ptitp vino C José M. González
© Germán Verdejo C Nicolás Jire
c Juan de D. Pinto © /osé de la a Orellana
"

DE LA CAMPAÑA 81

C Pedro Calabacero C Antonio Araya


© Nicolás Gómez C Reinaldo Tapia
C Juan 2." Cortés c Alfonso Contreras
C José D. Salazar c Clodomiro Albornoz
C Silva Gallo
Alejandro C Francisco Valdevenito
© Fortunato Tobar C Jíánuel Espinosa
C José M. Hernández c Feliciano Canales
© Honorato Varas C Aniceto G. Alvarez
© Antonio Núñez C Vicente Briones
C Federico Gómez García c Pedro 2." Zabala
© Francisco Chavez C Luis López
C Pedro Antonio Borgas c Vicente Rodríguez
© Pedro Sotelo c José J/uñoz
© Juan Aran gu ez C Jfiguel Valencia
© José del C. Vázquez C Gumecindo Alquinta
CAtanasio Kspejo © Abelardo Lavín
©artín Gomes-, c Pedro Nolasco Bruna
© José Ignacio Acevcdo © Carmen Ardiles
© Evaristo Ríos c Jiían 2." Araya
C José Castillo Ortiz © Roberto Saavedra
c Anaeleto Gómez C José M. Pcñnsola
C José A. Rodríguez c José del C. Rojas
C Carlos Ameiizaga c Nataniel González
C Nicanor Paez C iWáximiliano Angeles
C Andrés Abarca C Arturo M. Pinto
C Ramón Cisternas c Jesús Flores
c Santiago V cas C Rufino Jtíbliiia
C Efrain Arancibia C Francisco Araya
C Juan Ibarra C Pascual J/breno
c Leí va
J/ignel C Santiago Vial
<: Gustavo Ber nales C Luis Ecliuvarría
C León Plutarco Vergara c Pedro Binfrnelis
C Diego Guzman e J/anuel Jesús Castro
C Exequiel Torres c José N. Lineros
C Aniceto Rojas c Francisco Sandoval
C Cosme Toro © Amador Ramírez
C José B. Peña c Eleuterío Aranda
C Custodio Zarricueta C Ismael Vnsquez
C José Barrios C Clodomiro Cepeda
C Pedro J. Vega © Cayetano AÜumada
C José Guerrero c Cástulo Alcite
C Domingo Rojas c Jfánuel A. Barrios
C Abel González c Luis López
C J/anuel González © Vicente Kscuderc
ÚLTIMOS DIAS

© Fernando Berríos c Manuel Julio


© Carlos Barraza c Nicanor Araya
© Patricio Mesa c Enrique Muñoz
C Estanislao Friz © Manuel Gutiérrez
C Manuel Jorquera C Ismael Sánchez
© Pedro Montoya V Timoteo Alvarez
© Andrés Cárcamo p Pablo Soluaga
c Carlos Infante Fernández l* Félix Sarmiento
C Hernán Kienost v José Orellana
© Guillermo Pérez Valdivieso c José María Vega
© Juan Andrade Saavedra c José M. Pérez
C Sabino Larenas C Pedro Ahumada
© Blas Urzúa C Celestino Astorga
© Horacio Manrique c Francisco Galleguillos
c A. Santander Villamar V Víctor Torres
© Juan Antonio Cortés © Ildefonso Blanco
© Un soldado desconocido © Benjamín Varas
c Anjel C. Ramos c Nicanor Vega
C Juan Peña c M. J. Pavez
© Un soldado desconocido © Ernesto Pideñt
c Antonio 2." Herrera Sandalio Pradeña
C Lindor González © Rodolfo Peña
© Liborio Godoy Juan M. Pérez
c Daniel Gómez Leonor Parra
c Abraham Morales V Domingo Pérez
© Juan Rodríguez B. Vital Poblete
C Manuel Lazo C Adolfo Peña
c José de la Cruz Ponce Ismcnar Quiroga
© Manuel Lima Juan Quidos
C David Barrios C Antcnor Quiroga
c Avelino Farías C Lino Rivera
© José Medina Germán Rojas
© Agustín Trigo Melchor Romero
© VictorianoLulo C Gregorio Ramos
C Pedro Peralta Alfredo Rojas
© Toribio Molina José R i vero
© Nolasco Moraga Jacinto Rivera
© Juan Bautista Arév&lo Aurán Riquelme
© José Félix López Vicente Soto
© Francisco Adone Simón Saez
© Federico Astudillo Manuel Sanhuesa
C Francisco Peñalosa c iAlejo Viltermer Santander
© Ismael Tapia Francisco Saavedra
C Manuel Tapia C David Molina Silva
DE LA CAMPAÑA

C Francisco Santillana C José Dolores ^4ranguiz


Luis Soarzo C Juan de la C. Donoso
Antonio Francisco Soto c Benjamín Díaz
G. Balledor Sánchez C Pedro Jforán
Belisario Silva c Marcelino Riquelme
José Silva C Primitivo Canelo
José Serríeta C Juan de D. Toro
© Víctor Sierralta .
C Francisco Cuello
Bernardo Sánchez c Eleodoro Córdova
c Santiago Simms C Clemente Pizarro
© Marcos Soriano c -alejo Sepúlveda
Alfredo Tornero C Manuel de la C, Rojas
Pedro Toro c Felipe Villacorta
Guillermo Trujillo C Rosendo Guerra
Isaac Torres c Juan de D. dtapí
Lorenzo Tapia C José Ckspio
Eleuterío Torres C Manuel A. .¿raya
Indalecio Tafé c Abelardo Peña
c Blas Urzúa C Tránsito CampiUay
© Juan Ugalde c Raimundo Bravo
C Manuel Valdivia C José Olivares
C Tomás Vai-gas C Vicente Barrraza
© Juan de Dios Vera C Juan Ormeño
Francisco Vera C Marcos Olivares
Corodiano Valenzuela C José Guzman
José M. Villagran C Primitivo Carrasco
© Domingo Zarate C Herminio González
Gil Zapata C Antonio López
Juan Zúñiga c Pedro Araya
c Sotero Poblete c Pedro González
e Daniel Gamboa c Cecilio Roco
C Simplicio Carvajal c José Santos Madarlaga
C Jesús Contreras C Jorge Castillo
C .¿Ingel C. González c José T. Cbrtés
C Matías 2." Huerta c Leonardo Astudillo
c Eugenio Hurtado c Urbano Carroona
€ Jvendaño
Olegario C Agustín Cornejo
c Jerónimo Tirado c José de la C. Conteras
C José Leiva C Pacífico Soza
c Ricardo Escobar c Pedro Carreño
C José Godoy C D omingo Maluenda
C Rudecindo Santander C Baudalio Manzano
C José 2." Leiva C Pedro Rivera
C Alfredo Díaz c Benjamín Zúñiga
ÚLTIMOS DIAS

C Belarmino Tapia C Juan de Dlorf Bustos


Rodolfo fióse
C Alejandro Verdejo
C Zenón Farías Rufino Bravo
C Gustavo Aniblard J/ítrtin Soto
C Arturo Oil
Ensebio Hernández
C jUateo
.1/anuel 2.° Pérez
Araya
C Luis B. Gómez Ismael Carrasco
C Antonio Toledo Teófilo Araya
C Justo P. Cortés Carlos J. J/iiñoz _

Severo Gómez Santiago Rodríguez


C&rlos Gibbs Wenceslao Norambuena
Olegario Espinosa Virginio J. Rodríguez
Pedro P. Gárate Daniel Villegas
Juan Antonio J/brales Bartolo Carrasco
José Santos Lira Domingo J/edina
d/anuel S. J/ontecino J/artín Ramírez
Ismael Pe reirá Fidel Figueíoj
José de la C. Rojas Norberto Salazar
Juan de D. Hernández
Segundo Chamorro
Daniel Lagos Eusebio Hernández
Pablo J/ravena Arturo Aceituno
.1/ i:-;n 1 Parras

Emilio Calderón
José Jfaría Toro Genaro Jfarchán
Valericio Cruz Carlos Barra
Carmen Rosas Exequiel Ramírez
Clodomiro Figueroa Carlos Betancur
JuBto Retamales Juan de D. Valenzuela
Francisco Poblete Antenor Cuadra
Lorenzo Sanhueza Juan Besol
Juan Clfuentes Luis A. Parke
José A. J/ardones Javier Fuentes
Fructuoso Hernández Enrique Gómez
Apolinario Pérez Bernabé Ojeda
Liborio Mora Salvador Valenzuela
Aníbal Echeverría Ismael Becerra
p Abdón Salazar Pedro Nolasco Ríos
c Félix Ponce Carlos Lefébre
C Juan Díaz Luis Santibáñez
t ifenuel Opazo Clodomiro Reyes
C Amadeo Alarcon Gabriel García
C Pedro J. Cabezas Emilio García
C Pedro Jfedina Juan de Dios Aguirre
C Jacinto Araos Fortunato Hernández
C José A. Bustos Avelino Acevedo
DE LA CAMPAÑA

Vicente Fernández
José Luis Gómez
Ventura Cid
Alcedes Milla
Cayetano Caldames José Domingo
n<Íefonso Ramírez Rojas
José Faustino
José. Chapa Vásquez
Pacífico Mora
Zenón Orellana
Baudilio Navarrete
Julio Canto
Pedro Cbncha
Gregorio Meló Juan B. Zapata
Juan S. Saavedra
Juan B. Oviedo
Evaristo Alarcon Abraham Velásquez
fínrique Baez Abelardo Encinas
Leonardo Carrizo J&nuel Navarro
Rufino Serey
Pedro Vancaza
Pablo Pasten
Horacio J/ora
Jenaro Valencia
Gervasio Mora
Eustaquio Verdejo
Víctor C&stülo
José Santos Barrera
Francisco Marchant Domingo Jfon<cada
José A. Escudero
Policarpo Acevedo José R. Guajardo
Francisco Castro Celedonio Sepúlveda
José Bastías Adolfo González
Ricardo Cartagena Cudilio Guerrero
Domingo Escobar José Dolores Albornoz
José B. Díaz Bernardino Jfaureira
Lucas Vargas Sebastián Briones
José Gallardo Zacarías Riquelme
Salvador Escobar jt/ánuel J! Araya
José A. Acuña Zacarías Rebeco
Domingo Briones Juan Nepomuceno Faundez
PBdro Soto Aguilar Ruperto González
Rufino Cajales Bernardino Sepúlveda
Pedro Pablo Atoja Emilio 2.° Navarrete
Pedro Antonio Orozco Juan de la C. Peña
Joaquín 2.° Chuecas Domingo Aguirre
Juan de Dios Soto Arturo Fuentealba
José de R. Alvarez
Domingo Guerrero
Cíemente Sepúlveda José 8. Valdevenito
Francisco Zapata Gabriel Jfellado
José M. León Juan de Dios Parra
Esteban Niño José del C. Jfarquez
José María Guajarda José Luis Saavedra
Ismael Rojas Andrómico Vidal
Cristóbal Cardoso Vicente Saez
Antonio Cbntreras Candelario Villamán
ÚLTIMOS DTAS

/ledro Romero © José Ramirez


Florín Silva C Pascual Flores
José de la Cruz i/blina c Manuel Nuñez
Juan Amagada C Cipriano Pino
José M. Vásquez . C Floridor Flores
Horacio Figueroa C Santiago Lizama
Elíseo Barriga © José B. -Salgado
José Domingo Muñoz Manuel J. González
Pedro Condarco © Hipólito iazo
Francisco Zúñiga c laño Valdivia
Orisólogo Castro c (Salomé Guerra
Manuel Morales c José M. Gutiérrez
Daniel Poblete c José D. Machuca
Eduardo Acevedo C Francisco Vega
Eulogio Zarate C Pedro P. Godoy
C Santiago Valderrama © Antonio Morales
v Antonio Riquelme c Pedro N. Vega
c Pablino Tapia c Eusebio Bely
c José I. Lagos c Vicente Rivera
c Antonio Cerda C Víctor Torres
© Miguel Rubio © Moisés González
c Manuel Méndez c Antonio Alvarez
c Delfín Leiva c .Ftedro Lobos
C Juan de Dios González C Venancio Aguilera
C Pacífico Soza C J/íguel Huerta
c Antonio Rivera C Jiían Irarrazabal
c Nicanor Osorio C Víctor Guerrero
v Isidoro Brito Efrain Celedón
c Bernardo Aguayo Ambrosio Muño*
c Pedro Suazo Arturo Donoso
Manuel Pinto Pedro Quirog»
Rufino Ahumada C José M. Bary
C Agustín Muñoz c Ismael Jforales
c* José A. Sepúlveda Juan Jfena
c Luis Tabora ¿fanuel Inostrosa
C Esteban Maldonado C José D. Barriga
C ' *nr 11 ilt Torres
i
Leiva
C Cipriano
r Andrés Pulgares r José L. JfuSos
C Evaristo Ahumada C Abdón Vergara
c José Zambrano Pedro A.
C Vnsquez
vivelino Vivanco Ricardo Ibarra
José Díaz c José E. ¿ópez
Francisco Vargas C Juan de D. Jerranio
c Darío Montes Reinaldo
C Godoy
DE LA CAMPANA

Francisco González Rosalino González


C Francisco García José Navarrete
C Bernardino Fris Belisario Guajardo
c Francisco González ftdro Gómez
C José Pavés 4mable del Villar
C Juan Varas B. Jerónimo ífeneses
Pedro Rebolledo José N. Concha
Juan J/ena Juan J/aldonado
Ricardo Ibarra Tránsito Andrade
José del C. Pacheco c Juan Arenas
José Xetelier C José Oróstica
José dol C. Pérez © Antonio Salas

Domingo (Sureño c Facundo Gallardo


José del C. Soto © Pedro Calderón
Juan P. Olea Gregorio Castro
Aurelio Torres Jóse Lnis Veldré
José Castro C Hipólito jWbrales
José J. Valverde © Juan Castillo
Jíánuel Garrido José Cruz Zeballos
ifateo J. j/artin Clemente Amagada
Santos Díaz Juan Valenzuela
Pedro Peñalillo Ramón Silva
Romelio Cabrera © José i/aria Alarcon
Arturo Valdés C Federico Lanyon
José Sí. Jfato Víctor Bravo
Jiían Flores c Roberto Velásquez
Pantaleón Aovoa C Arturo Caceres
José Zapata C Juan Alvarez
Julio Jfonjes Jhan Félix Faundez
Samuel López Rufino ¿alazar
Lorenzo González Rafael Garrido
Juan de D. Sanhueza C Juan Andrés Rojas
© José J/olina Andrés Avelino Díaz
C Sandalio Meló C Pantaleón Orella
Alberto Sánchez c José jlfi randa
José San Jfartín C ¿iberato Torres
Emilio Carrasco c Pícente A&varrete
Venancio J/átamalns C ¿fáreelino Jfonroy
Estanislao Suarez c Clodomiro Tapia
Exequiel Tabogue c Víctor Fernárdez
c Miguel Moreno C Juan Pavés
C Jiían Zuleta José Zarate
Pantaleón ieón C Ruperto Ogar
José M. Carrillo Ceferino ./ara
:i4 ÚLTIMOS DIAS
^ á

Klisco Figueroa c Esteban Fasqnes


Vemóris jfonsalve c Telésforo dea
■Salvador Alvarado C Lindor Galindo
José Luis Caceres Santiago Diaz
c Antonio Cferda c "Cesáreo Cisternas
Wenceslao Vera c Bartolo Heredia
Eduardo Rojas r Juan de la C. López
c Julián Aravena c Ernesto Vidal B.
Roberto Abdón *w C Jesús Cuello
C Cipriano Carvajal Belisario Barrera v
c Daniel Rodríguez c José Af. CSceres
C Hilarión Barraza € Juan B. González '.-.*
J/anuel Jesús Reyes C Arturo Valdés
C
¿/bises Henriquez
j
C Segundo Rojas € ■*
© Juan Henriquez r José Espinosa ■i
c Ángel C. Astudillo c Juan de Dios Guerra
© Francisco Zenteno c Cfesáreo Villalobos
José Barraza e José L. Jftmroy
c Rosalino jtíanznnos € Luciano Gutiérrez
(• Joñé M. Rodríguez c Justo Zarate
(* Camilo Ormazábal C Juan Huerta
i- José Lei ton C Ricardo Castillo
c Riscual Lobos © Luis ¿fardonee
Santos ¿fortinez c Daniel Lazo
r Juan de Dios Ramos © Jfartín Campellain
Juan de Dios Salazar c* Ramón Guerra
Juan F. iSantibañez C Jervasio Guerrero
C Cipriano Auno/. Evanjelista J/ontecino
C Santas Escobar Celedonio FiHaloboe
Juan J. González José Castro
c -tfiguel Díaz c Francisco A. Echeverría a
Bernardo González Lihorio Barrera
Jacinto Uribe
.1
Jervasio .41arcon
C Joaquín Orellana C José Ulloa ■ J
C José Jurólo C Bonifacio Vega
Bernardino Giménez © J. Santander
fí Pedro ifaureira «; Ambrosio Cfesanova
C Jiían de Dios Leiva C .Vanuelino jfanzanos

lista de muertos y heridos


(La se continuará en

las obras próximas á publicarse.)

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