Los Refranes Esotericos Del Quijote PDF
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Los Refranes Esotericos Del Quijote PDF
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Julio Peradejordi
ePub r1.0
Titivillus 29.11.17
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Título original: Los refranes esotéricos del Quijote
Julio Peradejordi, 2005
Diseño de cubierta: Michael Newman
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ÍNDICE
Prefacio
DON QUIJOTE Y SANCHO, ESOTERISMO Y EXOTERISMO
LA PATRIA Y EL NOMBRE DE DON QUIJOTE, HIPÓTESIS DIVERSAS
LA DISCRECIÓN Y LA CÁBALA
LOS REFRANES DE EL QUIJOTE
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PREFACIO
La génesis de este libro se remonta a un artículo que publiqué en 1994 en la revista
La puerta[1]. En dicho artículo únicamente pretendía destapar que El Quijote estaba
sembrado de refranes que podrían tener un doble sentido si eran interpretados a la luz
de la Cábala judía. Mi objetivo ahora no es distinto, pero sí deseo ampliar un poco los
ejemplos y sobre todo mostrar que Cervantes conocía muy bien las fuentes judías,
que usó «con gracia y discreción». Las conocía demasiado bien para no ser un
judío[2] o, al menos, un marrano[3]. Hay a lo largo de todo El Quijote un extraño
sentimiento de tristeza e impotencia que Cervantes transmite sin querer. Creo que su
libro es un intento desesperado de comunicar in extremis una sabiduría condenada a
desaparecer.
Los cervantistas al uso no parecen haber reparado en ello; es más, a veces
parecería que les molesta que el más español de los libros, que se supone acabó con
las novelas de caballería, sea en realidad un compendio de los libros de Cábala. Pero
Cervantes, para quien «la libertad es uno de los más preciosos dones que a los
hombres dieron los cielos» (II-58), no es libre. Tiene que hablar en clave si no quiere
ser tildado de judaizante. Y se dirige a un tipo de lector, aquel que conoce la clave, el
«desocupado lector». El término desocupado, en hebreo Batlan ( )בטלןes un término
típico del Talmud, que tendremos ocasión de comentar.
No soy una persona metódica y este trabajo no pretende argumentar una nueva
teoría ni mucho menos convencer a nadie. No voy a repasar todos los refranes que
aparecen en El Quijote, que son muchos, ni siquiera aquellos que son susceptibles de
una interpretación desde el punto de vista cabalístico o esotérico. Únicamente me
detendré en los que me han llamado más la atención.
Habrá a quien le choque que me centre únicamente en los refranes y deje de lado
el resto de la obra. En realidad no separo los refranes del resto del texto, al cual acudo
a menudo, pero me he concentrado en ellos porque sospecho que Cervantes ha
utilizado proverbios muy conocidos, alguno de ellos de origen sefardí, y los ha
cambiado un poquito para decirnos algo sin decirlo.
Mi interés por el tema viene de antiguo y lo debo sobre todo a dos autores. En
primer lugar a Emmanuel van der Linden d’Hooghvorst, barón de Hooghvorst, que
me animó a profundizar en El Quijote desde el punto de vista cabalístico, y en
segundo a Dominique Aubier y su genial libro Don Quijote, Profeta y Cabalista[4].
Sin embargo, no puedo dejar de mencionar a otro autor que también ha bebido en las
mismas fuentes y a quien citaré a menudo, el profesor Pere Sánchez Ferré cuyo libro
El Caballero de Oro fino no tiene, al menos para mí, desperdicio. Cuando finalizaba
la redacción de este trabajo cayó en mis manos Don Quijote de la Mancha, el Libro
del Esplendor[5] de Hermenegildo Fuentes. El título me pareció genial pues el «Libro
del Esplendor» es nada menos que el Zohar, obra cumbre de la Cábala española en la
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que Cervantes se inspiró hasta la saciedad, como me descubriera hace más de 25 años
Dominique Aubier. Así que adquirí el libro y lo devoré inmediatamente. Me
sorprendió gratamente ver que el profesor Fuentes citaba algún trabajo mío, pero
también me sorprendió encontrar que se le habían colado párrafos enteros hijos de mi
pobre pluma sin que este autor mencionara la fuente. Lo que no entiendo es que no se
refiriera en ningún lugar a la obra de Dominique Aubier, que fue la primera en intuir
que El Quijote es una especie de Zohar. Aún así, vaya a todos ellos mi
agradecimiento.
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DON QUIJOTE Y SANCHO,
ESOTERISMO Y EXOTERISMO
Plantear una lectura «esotérica» o «cabalística» de El Quijote no es algo nuevo.
Conocidos autores del mundo del ocultismo ya lo intentaron[6]. Juan Valera ya lo
sospechaba en su tiempo cuando escribía que «si Cervantes quiso decir o enseñar
algo esotérico en su Quijote, nada aprovecha esto al que le lee con corazón y
entendimiento de poeta o de artista; antes le daña[7]». En una conferencia
pronunciada en un congreso sobre los mitos universales celebrado en Bilbao en el
mes de abril del año 2000, Fernando Arrabal decía que «… sobre todo, las novelas de
caballería son el vehículo esotérico de los secretos de la alquimia. El arte de los
caballeros (La Cábala) permitía acceder al conocimiento de los libros herméticos».
Un autor de la talla de Eugène Canseliet, refiriéndose a la Naturaleza que aparece en
el grabado número 42 de la Atalanta Fugiens del alquimista Michael Maier, sostiene
que «la historia de don Quijote nos relata, por transparencia, la del mercurio de los
sabios, cuyo principio es señalado con harta singularidad en el capítulo IV, donde
Cervantes habla de lo que le sucedió a nuestro caballero cuando salió de la venta».
No voy a entrar en este libro en interpretaciones alquímicas[8], por lo demás muy
interesantes; al lector que le apetezcan le recomiendo la lectura del libro de Sánchez
Ferré. Solamente quisiera coincidir con Canseliet en que Cervantes dice cosas «por
transparencia». En otro contexto, el estudioso Marcel Bataillon propone una
«exégesis esotérica y análisis de las intenciones de El Quijote», en un artículo que he
visto citado pero que no he podido procurarme. Es cierto que cada día hay más
universitarios, sobre todo fuera de nuestro país, que conceden cierto interés a lo
«esotérico» como fenómeno literario o religioso. Mi punto de vista es el opuesto.
Para mí no se trata de ningún «fenómeno», sino de algo que siempre estuvo ahí y en
lo que pocos han reparado. Considero que el texto del El Quijote es la excusa para
decir lo que no puede ser dicho y que Cervantes nos ofrece suficientes pistas para que
le leamos con otros ojos. Por esta razón, en este pequeño libro intento rescatar, sobre
todo a partir de los refranes, algunas de estas pistas. El viejo dicho de que «las
apariencias engañan» debe aplicarse en cualquier intento de exégesis esotérica y,
como podemos leer en el capítulo 11 de la Segunda Parte «es menester tocar las
apariencias con la mano para dar lugar al desengaño…». Hay dos esoterismos, el de
las apariencias, fantasmal y desencarnado, y el del cuerpo glorioso, perteneciente a lo
que los judíos llaman Olam haBa, el «mundo futuro» o «mundo por venir».
En algunos de los refranes de El Quijote, por no decir en todos, el sentido
profundo y cabalístico, el Sod ()סוד, no tiene aparentemente nada que ver con el
contexto, que correspondería al «vestido» exterior del mismo, a las «apariencias».
Para llegar a vislumbrar algo de este sentido hemos recurrido a las técnicas de los
cabalistas, particularmente a la guematria[9].
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Desde muy pronto se descubrió que para escribir El Quijote Cervantes parodió
otro libro: La Vida del P. Ignacio de Loyola de Pedro de Rivadeneyra, publicado en
Madrid en 1583. Cervantes nos brinda un juego de palabras muy ocurrente
equiparando La Mancha, tierra seca y árida por excelencia, a Loyola, que en euskera
significa «tierra de barro». Si El Quijote empieza con el archiconocido «En un lugar
de la Mancha», no deja de ser curioso que Eneko, el nombre en euskera que se
traduce como «Ignacio», pero que no tiene etimológicamente nada que ver, signifique
exactamente: «lugar en la pendiente de una extremidad montañosa».
Pero para un cabalista Eneko es mucho más, y Cervantes lo sabe. Eneko es una
alusión a Anoki, uno de los nombres con los que se presenta Dios en la Torah, el del
Decálogo.
Como Ignacio, don Alonso Quijano era un gran aficionado a la lectura de novelas
de caballerías, como él, que veló armas en el monasterio de Montserrat, don Quijote
las velaría en una venta que confunde con un castillo. Con esta parodia Cervantes
logra algo mucho más importante para él que escribir en poco tiempo un libro que
haría reír a la gente; logra despistar, desviar la atención del trasfondo judío de su libro
en el que sólo repararán aquellos que estén muy familiarizados con el judaísmo.
La mayoría de refranes salen de la boca de Sancho. Sabemos que Sancho es
nombrado «gobernador» de la ínsula Barataria. Resulta interesante señalar que el
verbo «gobernar» en hebreo es Limshol ()למשׁל, que comparte raíz con Mashal
()משׁל, «refrán». Sancho aprovecha cualquier ocasión para soltar un refrán que
contiene una enseñanza. Estos refranes, que ha recibido de la sabiduría judía[10], los
trae «por Cábala». Como dice don Quijote, los trae «por los cabellos»:
Esta expresión quería decir en la época «aplicar con violencia alguna autoridad,
sentencia o suceso a una materia con la cual no tiene relación ni conexión»[11]. Pero
en realidad todo el libro, leído con los ojos de este mundo, es un auténtico disparate,
como sin duda también lo son el Zohar y las otras obras de los cabalistas, que
Cervantes parece no ignorar.
Los refranes son sentencias breves, muchas veces los traes tan por los cabellos,
que más parecen disparates que sentencias. (El Quijote II, cap. 43).
Traer «por los cabellos», desde el punto de vista cabalístico, tiene también otros
sentidos. Los cabellos, como los refranes, se relacionan con la Sabiduría, y más
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concretamente con las puertas de la Sabiduría. La palabra Saar ()שׂער, «cabello», se
escribe igual que Shaar ()שׁער, «puerta», con la pequeña diferencia que utiliza la letra
Sin ( )שׂen vez de la Shin ()שׁ. La diferencia está en «un puntito», siniestro en el caso
de Sin, pero que está en la derecha (la Gracia) en el de Shin.
Para el Zohar los cabellos son como canales que permiten filtrar la luz divina
desde los niveles más altos a los más bajos.
Los refranes son sentencias, y aunque no los entendamos en su sentido secreto,
no por ello dejan de tener sentido, y, sobre todo, no dejan de hablar del Sentido al
Sentido, de unir el Sentido divino con el Sentido que yace sepultado dentro del
hombre. El disparate, del latín dispar, «separar», «dividir», es cosa del diablo (de
diabolos, «que divide»).
En los textos cabalísticos el mal es lo que divide. Por esta razón en el segundo día
de la creación, cuando se da la separación, la división de las aguas superiores e
inferiores, no aparece la palabra Tov, «bien», «bueno». El bien es Shalom, «paz»,
pero también «completitud».
Rocinante o el secreto
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La circuncisión
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muy satisfactoriamente.
En el capítulo 5 de la Primera Parte a Urganda la desconocida la llama Urgada,
con lo cual Cervantes nos está advirtiendo que para entender su mensaje hemos de
buscar más allá de la letra, hemos de «hurgar» en el texto, de «revolverlo», o sea de
darle la vuelta para ver qué se nos está diciendo sin decirlo.
El relato de la quema de la biblioteca del ingenioso hidalgo que aparece en el
capítulo 6 de la Primera Parte merece especial interés. Cervantes nos está recordando
una costumbre de la época y es la de quemar las copias del Talmud que eran
incautadas a los marranos.
Que uno de los asistentes a la quema sea precisamente un barbero no deja de ser
curioso, y eso por dos cosas. Es harto probable que, acudiendo a la figura del barbero,
Cervantes nos esté diciendo que aquellos que quemaban las copias del Talmud no
eran sino bárbaros. Por otra parte, en hebreo «barbero» se dice Safar ()ספר, que se
escribe igual que Sefer ()ספר, «libro».
En el «donoso y grande escrutinio que el cura y el barbero hicieron en la librería
de nuestro ingenioso hidalgo» se quema un libro que el barbero llama Florismarte de
Hircania, cuando en realidad se llamaba Felixmarte de Hircania. Hircania, nos dicen
los comentaristas, era una región del Asia Menor cuyos habitantes y animales se
caracterizaban por su crueldad, pero en realidad me temo que a Cervantes le
importaba un pito Asia Menor: está aludiendo a un personaje que aparece menudo en
el Talmud: Rabí Eliézer ben Hircanos, llamado «el inflexible guardián de la
Tradición», por lo que es comparado en el tratado de Avoth con una cisterna, o sea
alguien que retiene todas las enseñanzas que recibe.
Tenemos otro ejemplo de «error» en el capítulo 12 de la Primera Parte cuando
Sancho habla de «el cris del sol y de la luna», no se refiere al eclipse, como dice don
Quijote en la frase siguiente, sino al crisol de los alquimistas.
Cervantes nos ofrece también algunos guiños que delatan un evidente
conocimiento del idioma hebreo, al que parecía apreciar mucho. Nuestro autor nos
dice que los papeles que le compra al muchacho que los va a vender al sedero están
escritos en caracteres arábigos, y cuando busca traductor que «no fue muy dificultoso
hallar intérprete semejante, pues, aunque le buscara de otra mejor y más antigua
lengua, le hallara». Esta «mejor y más antigua lengua» no es sino el idioma hebreo.
Si el muchacho los va a vender a un sedero y no a un trapero es por la similitud
fonética entre Seda y Sod, «secreto» en hebreo. La atribución de la paternidad del
libro a Cide Hamete Benengeli es para decirnos que «dice» (anagrama de Cide), la
Verdad (en hebreo ha Emet ()האמת.
Cuando Cardenio llora, caen de sus ojos «fuentes de lágrimas». En hebreo Ayin
quiere decir al mismo tiempo «ojo» y «fuente», «manantial». Algo parecido ocurre
con el Caballero de la Blanca Luna. La palabra Levanah ()לבנה, femenino de Lavan
()לבן, «blanco», significa al mismo tiempo «blanca» y «luna».
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La pluralidad de sentidos
Todo símbolo y todo escrito esotérico tienen, al menos, dos sentidos: el aparente,
que se ve a primera vista, aplicable a este mundo, y el secreto, más profundo, que no
se ve en una primera lectura y que se refiere a los misterios del otro mundo. Estos dos
mundos reciben en El Quijote la denominación clásica de «Edad de Hierro» y «Edad
de Oro»[12]. De algún modo se trata de nuestro mundo, el mundo de la generación, y
el otro mundo, el de la regeneración o de la resurrección. Cervantes se refiere
explícitamente a este misterio cuando escribe:
«Sancho amigo, has de saber que yo nací, por querer del cielo, en esta nuestra
edad de hierro, para resucitar en ella la de oro[13], o la dorada, como suele
llamarse. (I-20).
Suba vuestra merced en buen hora, que, sin que venga esa Hurgada, le
sabremos aquí curar. (I-5).
Con todo eso, vamos allá, Sancho —replicó don Quijote—, que como yo la
vea, eso se me da que sea por bardas que por ventanas, o por resquicios, o
verjas de jardines; que cualquier rayo que del sol de su belleza llegue a mis
ojos alumbrará mi entendimiento y fortalecerá mi corazón, de modo que
quede único y sin igual en la discreción y en la valentía. (II-8).
Cuando don Quijote le dice a Sancho que puede ver «sea por bardas que por
ventanas», nos está dando una lección magistral de Cábala. En vez de «barda» hemos
de leer Dabar (« )דברpalabra», una alusión a la Torah escrita. Las ventanas, otra
manera de nombrar a los ojos, se relacionan con la visión. «Ventana», en hebreo
Jalon ( )חלןque podemos relacionar con Jalom ()חלזם, simboliza al «sueño». Así
pues, esta visión se obtiene por estudio o en un sueño profético. Cuando habla de
«resquicios» nos está evocando uno de los pasajes más famosos del Zohar, que
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hemos citado en nota.
Los cabalistas hebreos nos hablan de Olam haZé (este mundo) y Olam haBá (el
mundo por venir o mundo venidero, conocido también como «mundo futuro»). Este
mundo, el nuestro, no es sino una especie de antesala del otro que está «por venir».
Los cabalistas lo comparan a veces con un mar que hay que atravesar, expresión que
encontramos en el capítulo 34 de la Primera Parte de El Quijote cuando habla «del
navío que el cielo te dio en suerte para que en él pasases la mar deste mundo».
Nuestro cuerpo es como una nave y este mundo como un mar. Maimónides, el gran
filósofo hispano judío, escribía que «Este mundo en el que vivimos es un mundo de
prueba para, mediante la obediencia a Dios, lograr llegar a estar cerca de Él
eternamente en el Mundo Venidero que es el mayor placer al que puede aspirar un ser
humano». Para el pensamiento tradicional judío, «este mundo es efímero y
transitorio, como el parpadeo de un ojo». El mismo don Quijote hace esta distinción
cuando dice que «los cristianos, católicos y andantes caballeros más habernos de
atender a la gloria de los siglos venideros, que es eterna en las regiones etéreas y
celestes, que a la vanidad de la fama que en este presente y acabable siglo se
alcanza». (II-8).
Cervantes no viene a hablarnos de este mundo y las aventuras de don Quijote no
pertenecen a este mundo. El lector que lea a Cervantes de un modo literal (o sea la
inmensa mayoría de lectores e incluso de cervantistas) se está comportando como
Sancho. Recordemos que Sancho se declara «enemigo mortal de los judíos» (II-8); es
incapaz de acceder a la Cábala.
En el contexto de la Cábala el sentido aparente, relativo a este mundo, recibe el
nombre de Pshat. La palabra Pshat (15]( ]פשׁתcomienza por la letra Pei ()פ, la inicial
de Pardes ()פרדס. El Pshat es el sentido literal; en cierto modo, es el vestido que hay
que quitar para descubrir la interioridad de un texto[16]. Un gran traductor y
comentador del Zohar, el rabí Ashlag, decía que «del mismo modo que una persona
se viste para presentarse ante el público, la Torah se “reviste” con diferentes
“ropajes” para que los hombres puedan acercarse a ella gradualmente».
El Pshat es el primer sentido que viene a la boca (la letra Pei ( )פsignifica
«boca») pero no hay que despreciarlo pues es el fundamento, Iesod ()יסוד, de los
demás sentidos. La letra Pei ( )פtienen una guematria[17] o valor numérico de 80,
como Iesod ()יסוד.
Los cuatro sabios del paraíso o los tres pies del gato
Una curiosa expresión que aparece en dos ocasiones en El Quijote es «buscar tres
pies al gato» y algún lector pensará que lo estarnos haciendo al intentar explicar más
de lo que Cervantes parece haber querido. Y es que Cervantes, como haría un buen
rabino talmúdico, prefiere sugerir a explicar. En sugerir nos encontramos con la raíz
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gerere, «llevar». Es llevar por debajo (sub-gerere), por el interior, mientras que en
explicar tenemos un delatador ex que nos condena ya de entrada a lo exterior, a lo
exotérico. ¿Conoció Cervantes a rabinos? Difícilmente lo hizo en España donde hacía
unos 100 años que los judíos habían sido expulsados, pero es fácil que entrara en
relación con ellos en alguno de sus múltiples viajes. Con todo, en el capítulo 6 de la
Primera Parte, en la quema de libros que el barbero y el cura realizan para curar la
demencia de don Quijote, cita nada menos que a León Hebreo, el autor de los
Diálogos de Amor, y a Moisés de León, a quien se atribuye la redacción del Zohar.
Cervantes es un maestro del Remez ()רמז, el segundo sentido. Esta palabra hebrea
simbolizada por la Resh ()ר, la segunda letra de la palabra Pardes, significa
«alusión», «guiño».
En el prólogo de su libro parece recurrir a una técnica muy rabínica para «decir
sin decir» que tiene muchos amigos rabinos, y además lo hace citando a alguien tan
poco sospechoso de judaizante como Catón:
Donec eris felix, multos numerabis amicos, tempora si fuerint nubila, solus
eris.
En otra de sus sentencias don Quijote nos dice algo que únicamente pueden
entender aquellos que han leído el Zohar, donde nos encontramos con sabios rabinos
que sólo parecen realizar dos actividades: caminar y leer.
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de tres pies y no de cinco, como decía el refrán original, Cervantes está de nuevo
haciendo un guiño a aquellos que conocen el judaísmo. Por otra parte, la guematria
de Reguel, 233, es una guematria bien conocida por los cabalistas pues es la misma
que la de Ets Jaiim, «el árbol de la vida», título por otra parte de la principal obra del
cabalista Isaac Luria, el Ari.
Sin embargo nuestro autor también podría estar jugíndo con la etimología de
Reguel, leído Reguil[18] y hablándonos de los cuatro ríos del paraíso, que la Cábala
relaciona con los cuatro sentidos de la Torah o con los cuatro sabios que entraron en
el Pardes.
¿Conocía Cervantes aquel pasaje del Zohar (89 b) en el que Rabí Hiya y Rabí
Hagai le piden al sirviente de Rabí Eleazar que le pregunte «cuáles son los tres pies
del Trono»? En vez de responder, este sabio explica que «el cuarto pie» es David, que
dijo «la piedra rechazada por los constructores» (Salmos CXVIII-22)», una clara
alusión al misterio mesiánico.
Por otra parte, muchos comentadores del tratado de Avoth, explican que si «el
mundo se sostiene sobre tres cosas: sobre la Ley, sobre el culto y sobre el ejercicio de
la caridad» (I-2), es porque se parece a un trono o una silla que necesita un mínimo
de tres pies para poder permanecer en equilibrio. El tema de los tres pies del gato, si
nos ponemos a buscarlos, resulta inagotable.
El sentido común nos dice que no hay que buscarle tres pies al gato, sino cuatro,
del mismo modo que no hay que buscar tres sentidos a las Escrituras o incluso a El
Quijote, sino cuatro. La palabra «gato», que en castellano rima con «cuatro», es en
hebreo Jatul ( )חתולy está muy relacionada con el número 4, ya que su Guematria es
444. El sentido literal, el alusivo e incluso el alegórico, los «tres pies del gato», son
fáciles de percibir con nuestra inteligencia, pero el cuarto «pie», el secreto, requiere
una iluminación que nos dé el alfabeto para poderlo leer. No hay que buscar estos tres
pies, hay que buscar el cuarto, aquel que oculta el Sod, el secreto. Pero, si lo
preferimos, diremos que tampoco hay que buscarle cuatro, sino siete, pues «el gato y
la mujer, siete almas suelen tener»[19]. ¿No es nuestro Caballero un cabalista? ¿No es
el Arte de la Caballería el Arte de la Cábala?[20]. Cervantes confiesa que «don
Quijote tenía el sentido del olfato[21] tan vivo como el de los oídos» (I, cap. 20). La
gran vida de estos últimos le fue comunicada por haber oído, como buen cabalista, la
Palabra de Vida. Esto le permitía reconocerla en el texto bíblico, en la letra, en los
refranes, ya que poseía su espíritu, el idioma del alma: sabía leer, sabía apreciar el
perfume de la Verdad pues poseía el alfabeto, léase alehto u olfato[22] que se lo
permitía. ¿No dice Cervantes que empieza a escribir su libro «con la pluma en la
oreja»[23] y que «la pluma es la lengua del alma» (II, cap. 16)? Esta «pluma», cara a
los egipcios y a los alquimistas, es un don divino, algo que hay que recibir por
Cábala, por lo que el Ingenioso Hidalgo declara:
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Ruego a Dios me abra los ojos del entendimiento y me dé a conocer cómo le
tengo de servir. (II-4).
La misma experiencia, madre de las ciencias todas, de la que son hijos los
refranes, es, pues la de la Cábala (literalmente «recepción», pues comienza
verosímilmente con la recepción de un don, el de la Palabra) que El Quijote llama
«Ciencia de la Caballería andante tan buena como la poesía o aún dos deditos más
[…] es una ciencia que encierra en sí a las más ciencias del mundo».[24] Un
maravilloso pasaje talmúdico (Haguigah 14b) nos habla del Paraíso, Pardes ( )פרדסy
de cuatro Sabios que se aventuraron a entrar en él.[25] Es quizá una de las parábolas
más famosas del Talmud, aparece mencionada en el Zohar y Cervantes tenía que
conocerla. Cuando en El Quijote se habla de las «cuatro eses» (Quijote I-34), «sabio,
solo, solícito y secreto», sin duda nos hallarnos ante una alusión al tema del Pardes,
que también hay que relacionar con el del Amor, con mayúscula. Recordemos que
según el relato talmúdico sólo uno de los cuatro Sabios fue lo suficientemente
solícito, lo suficientemente cuidadoso con el misterio del Secreto: «Rabí Akiva entró
en paz y salió en paz», dice el Talmud. Rabí Altiva se relaciona con el Sod, el sentido
secreto.
El tema de las «cuatro eses» aparece en numerosos autores del Siglo de Oro.
Calderón de la Barca escribió que «cuatro eses ha de tener amor para ser perfecto».
De hecho, en la tipografía de la época las «eses» se podían confundir fácilmente con
las «efes», y el tema de las «cuatro eses» recuerda al de las «cuatro efes» que
aparecen en las Cartas Eruditas de Benito Feijoo a propósito de las truchas, que han
de ser «frescas, frías, fritas y fragosas». Pero Cervantes nos dirá que «los buenos
enamorados» han de tener un abecedario entero, o sea todas las letras del alfabeto. Se
trata de una alusión al dominio del alefato que ha de tener el cabalista, las 22 letras
con las que fue creado el mundo. Estos «enamorados» o «moros», son los judíos, a
quienes en la época también se llamaban «moros», enamorados de la Torah.
Cervantes tenía que conocer el origen cabalístico del misterio de las cuatro eses,
las cuatro Shin[26]. La letra Shin es una letra que alberga un verdadero tesoro
simbólico. Señalaré únicamente que por su forma ( )שׁse la hace corresponder a los
tres Patriarcas y que es la inicial de Shalom, (« )שׁלומpaz», el estado en el que entró y
salió del paraíso Rabí Akiva. El tema de las cuatro Shin es un clásico dentro de la
hermenéutica cabalística. Los comentaristas tradicionales del primer versículo del
Cantar de los Cantares, que dice «Cantar de los Cantares que es de Salomón» (Shir
haShirim asher liShlomoh) nos explican que hay en él 4 letras Sbin. La última palabra
de este versículo, Shlomoh, nos lleva a otro que dice:
Salid, oh doncellas de Sión, y ved al rey Salomón con la corona con que le
coronó su madre el día de su desposorio, y el día del gozo de su corazón (III-
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11).
El Libro y el hijo
Desocupado lector: sin juramento me podrás creer que quisiera que este libro,
como hijo del entendimiento, fuera el más hermoso, el más gallardo y más
discreto que pudiera imaginarse.
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un hijo. En el Talmud (Nedarim 65 a) se dice que aquel que muere sin tener un hijo
puede considerarse como si ya estuviera muerto. Como también dice un proverbio, en
nuestro paso por esta vida hemos de «plantar un árbol, escribir un libro o tener un
hijo»[30]. En el fondo se trata de lo mismo, de dejar nuestra semilla, de
inmortalizarnos en la continuidad. Así el Midrash haGaddol (cap. XX) nos dice que
«quien deja un hijo para tomar su lugar es considerado como si no muriera».
Cuando Cervantes escribe: «sin juramento me podrás creer», alude sin duda a una
costumbre típicamente hebrea: abstenerse de jurar. Nuestro autor no jura aquí,
cumpliendo el mandamiento bíblico de no jurar en vano, indicado en el
Deuteronomio (V-11).
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materia (Jomer) y a lo material. Si el caballo representa al hombre espiritual, el asno
equivale al hombre material. La distancia entre el hombre y el asno es parecida a la
que hay entre el justo y el hombre corriente, como nos explica el Talmud de
Babilonia (Shabat 122): «Si nuestros maestros son comparados con ángeles, somos
sólo seres humanos. Pero si suponemos que eran hombres, somos como asnos
simples». Sancho, el hombre material, es un asno y habla como los asnos. No posee
la Palabra de Vida y no la entiende; quizá por ello «en terminando yo de hablar,
aplaudían todos los burros del pueblo…». Un proverbio sefardí[35] nos dice lo mismo:
El hombre puede acceder al Verbo, a la Palabra, pero el asno sólo puede recibir
leña. Quizá por eso tiene Sancho tanto miedo a los batanes, como vemos en el
capítulo 21 de la Primera Parte.
Sancho se llama Sancho Panza. La relación entre «Sancho» y la sangre o el
«chancho», el cerdo, es evidente. Sancho es lo que la Cábala llama «hombre de carne
y de sangre». Sin embargo el que se llame «Panza» no es únicamente por su gran
barriga que contrastaba con la complexión de su amo, «seco de carnes, enjuto de
rostro», sino porque Cervantes hace un juego de palabras relacionándolo con la paja.
Existe, en efecto, un proverbio sefardí[36] que dice que:
«Asno fuiste y asno serás y toda tu vida comerás paja». Es el destino del hombre
carnal. El hombre espiritual, el que reza y estudia la Torah, podrá, sin embargo,
comer pan, el pan de la Torah.
El sentido secreto, Sod (37](]סוד, esotérico[38], se refiere a lo más secreto e interior,
así como al otro mundo, el mundo porvenir, pero necesita de un «continente»
exterior, normalmente de una forma tradicional o de una religión, para poderse
expresar. Por esta razón, Sod ( )סודy Pshat ()פשׁח, como don Quijote y Sancho, su
escudero, son inseparables.
El Sod ( )סודcorresponde a don Quijote y el Pshat ( )פשׁחa Sancho, «el hombre de
carne y de sangre»[39]. Pshat ( )פשׁחes un anagrama de Tapesh ()תפשׁ, que significa
«tonto, estúpido, imbécil, idiota, memo, necio, torpe», y procede del verbo Tapash,
«coagularse».
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que el Escudero está dormido. Son el cuerpo, llamado «criado» (el Rebe de Lubavitch
escribió que «el cuerpo no es apenas nada más que un sirviente del alma»), y el alma
llamada «vela» (Proverbios XX-27):
O, más adelante:
Y también:
Duerme tú, que naciste para dormir, o haz lo que quisieres, que yo haré lo que
viere que más viene con mi pretensión. (I-20).
Don Quijote le dice a Sancho algo que el hombre carnal no entiende ni puede
entender:
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Bos de puerco no suve al sielo.
Tiene el alma como un cántaro: no sabe hacer mal a nadie sino bien a todos,
ni tiene malicia alguna: un niño le hará entender que es de noche en la mitad
del día; y por esta sencillez le quiero como a las telas de mi corazón. (II-13).
Si entiende que «es de noche en mitad del día» puede entender que «es de día en
la mitad de la noche», un modo de describir la experiencia de la visión, y si Sancho
menciona aquí «las telas de mi corazón» es porque jugando con la similitud fonética
entre «tela» y «talith», nos está hablando del talith, el manto de la plegaria de los
judíos y aludiendo al misterio del rocío Tal ()טל.
Cuando en su primera salida (Primera Parte, cap. 2) le dice a don Quijote que:
Las camas de vuestra merced serán duras peñas, y su dormir, siempre velar…
Cervantes nos está hablando de una experiencia muy concreta que los cabalistas
conocen como «el sueño de Jacob». En el texto del Génesis XXVII-10 y 11 podemos
leer:
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LA PATRIA Y EL NOMBRE DE DON QUIJOTE,
HIPÓTESIS DIVERSAS
En El Quijote no se nos dan muchas informaciones a propósito de don Quijote. En lo
que se refiere a su edad nos hemos de conformar con un impreciso «frisaba la edad de
nuestro hidalgo con los cincuenta años». De entrada ¿por qué nos dice Cervantes que
«frisaba»? ¿No podía emplear otro verbo como «se acercaba» o «rondaba»? «Frisar»,
nos informa el diccionario de la RAE, es «levantar y rizar los pelillos de algún
tejido». ¿De qué rizos nos quiere hablar Cervantes? Es de todos sabido que los judíos
se distinguen por llevar unos rizos a la altura de la patilla. Pero el rizo tiene también
otro sentido, y Cervantes tenía por fuerza, al menos simbólicamente, que tener rizos.
Para Rabí Najman el cabello rizado corresponde a Eva y a la sefirah Binah, el
«entendimiento». Recordemos que El Quijote es «hijo del entendimiento».
Sancho dice refranes y don Quijote da consejos. Hay una gran diferencia entre un
refrán y un consejo. Al fin y al cabo un refrán, de re-fero, «vuelvo a traer», es una
repetición. Un consejo puede ser algo nuevo.
En los Pirké Avoth (V-24) se nos explica que un hombre puede dar consejos
cuando ya ha cumplido los 50 años de edad. Nuestro hidalgo frisaba, pues, la edad en
la que se pueden dar consejos.
A pesar de que la infancia de Cervantes estuvo marcada por los múltiples
desplazamientos y traslados, don Quijote se declara oriundo de La Mancha. Es
curioso que Cervantes le escoja esta patria conociendo mejor, como era el caso, otras
regiones, por ejemplo Andalucía. Pero es que el nombre de «La Mancha» resultaba
ideal para alguien que «está manchado», o sea alguien cuya sangre «no está limpia»,
es decir que no es un «cristiano viejo». En su Discurso a favor del Santo y loable
estatuto de la limpieza, Bartolomé Jiménez Patón escribe que: «son los limpios
Christianos viejos, sin raza, macula[44], ni descendencia, ni fama, ni rumor…»[45].
Los demás, conversos, marranos, judaizantes, están «manchados». A lo mejor Alonso
Quijano se convierte en don Quijote para darnos a entender que es precisamente eso:
un converso.
En hebreo «mancha» se dice Quetem ()כתמ, palabra que significa también
«manchado de sangre», sin embargo Quetem ( )כתמtiene otro sentido, aparentemente
opuesto: «oro puro». Es precisamente la palabra que aparece en la expresión «Oro de
Ofir», Quatam Ofir. Para unos, los que no saben leer, don Quijote es el caballero de
La Mancha, pero para otros, los que sí saben, es el cabalista del oro puro o, utilizando
la feliz expresión de Sánchez Ferré, el Caballero del Oro puro. La «mancha» «oculta»
al «oro», podríamos decir haciendo un juego de palabras utilizando las tres letras que
componen Quetem ()כתמ, «mancha» y «oro» y Quemet ()כמת, «ocultar».
Los historiadores no se han puesto de acuerdo en dónde se hallaba el misterioso
país de Ofir de donde Hiram, el gran arquitecto del templo, trajo tanto oro. Se ha
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hablado de Arabia (Cervantes alude en varias ocasiones al «oro en la felice Arabia»)
y de Etiopía, pero para ir a estos países no hacía falta embarcarse como hizo Hiram.
Sin duda el viaje a Ofir, como las salidas de don Quijote, alude a un viaje espiritual.
En la palabra Ofir ( )אופרnos encontramos con la raíz Afar, ()אפר, que significa
«ceniza». Hay numerosos comentarios cabalísticos sobre la expresión «polvo y
ceniza», Afar veAvak[46], que Cervantes sin duda conocía. De hecho esta expresión
aparece al final de la Primera Parte en el epitafio de Dulcinea que dice:
Don Quijote se llama a sí mismo «Alonso Quijano el bueno»[47]. Este nombre nos
recuerda al del autor del Zohar, Moisés Shem Tov, oriundo de León (o de Carrión).
La relación entre Alonso y Moisés no es difícil de ver si pensamos que «alonso» es
uno de los nombres del trigo. De algún modo Moisés y el trigo son simbólicamente lo
mismo dado que Moisés nos da la Torah como el trigo nos da el pan. El «pan» es la
palabra de Dios. Por esta razón la Torah nos dice que «no sólo de pan vive el hombre,
sino de cuanto procede de la boca de IHWH» (Deuteronomio VIII-3), o sea de Su
palabra. Quijano nos lleva a «quijar», «muela» o «diente molar». Pero no se trata de
una muela vulgar se trata de una «buena» muela, la que ha de «moler el trigo» para
darnos el pan de la Torah. «Bueno», en hebreo se dice Tov. Por otra parte el mismo
don Quijote evoca a Moisés cuando lucha contra los molinos, que para él son
gigantes, si pensamos en que Moisés también luchó contra los gigantes Sihor y Og.
Son numerosísimos los textos en los que los cabalistas hablan del pan. En el
Zohar (252 b), por ejemplo se nos dice que «en el pan de la Torah hay harina pura y
limpia que el Rey da a aquellos de quienes se dice «todos los miembros de Israel son
hijos de reyes».
Se han aventurado innumerables hipótesis acerca del origen de la palabra
«Quijote», hipótesis que no voy a repasar ni a discutir[48]. Sánchez Ferré sostiene que
«Quijote transcrito en hebreo es Quechot, que significa verdad, virtud, rectitud y
justicia». Esto sólo bastaría, si no para demostrar, al menos para apoyar la inspiración
judaica de El Quijote. Con todo, Quechot (49](]קשׁוח, tal como lo transcribe Sánchez
Ferré no es hebreo, sino arameo, lo cual relaciona aún más estrechamente, si cabe, a
El Quijote con el Zohar, la obra cumbre de la Cábala hispanojudía.
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Lo que sí sería hebreo, sería Keshet (50](]קשׁת, palabra que significa «arco, arco
iris», y que, por lo tanto, simboliza a la Alanza, al Brit (51](]ברית. Nos hallaríamos
entonces ante una alusión velada a la circuncisión y ante otro eufemismo del sexo[52].
Don Quijote sería, en este caso, el circunciso. El «arco» como arma, parodia a la
lanza que podemos encontrar en el nombre de Lanzarote, que Cervantes imita.
El tema de la circuncisión, representado en la castración del castor, lo
encontramos también en la Primera Parte de El Quijote (I-21).
El pagano que había andado discreto y que había imitado al Castor, el cual,
viéndose acosado de los cazadores, se taraza y arpa con los dientes aquello
por lo que él, por distinto natural, sabe que es perseguido.
La expresión «se taraza y arpa con los dientes» delata un conocimiento evidente
del rito de la circuncisión practicado por los judíos. Esta consta de tres operaciones y,
en la tercera, la boca juega un papel muy importante. Hoy en día, los israelitas
aceptan que ésta sea sustituida por un pequeño aparato mecánico aunque éste, como
escribe Dominique Aubier, «rio puede reemplazar a la boca en el complejo de un
símbolo sagrado que se refiere a la Alianza. La boca representa demasiado bien la
función esencial del hablar cuando hay que poner de nuevo en acción al Verbo que
decide el Absoluto»[53].
Lo que resulta curioso es la aparente errata que aparece en el texto cuando dice
«por distinto natural sabe que es perseguido». Las versiones modernas de El Quijote
la corrigen y hablan de «instinto natural», pero en este caso Cervantes utiliza a
propósito la palabra «distinto» y con la imagen del Castor se está refiriendo al pueblo
judío, un pueblo distinto, perseguido por la Inquisición. No se está hablando del
instinto natural de un animal, sino de una naturaleza distinta.
En vez de «cortar», como por otra parte hace alguna versión moderna de El
Quijote, Cervantes utiliza el verbo «arpar», que procede del griego arpe, que
significaba «hoz» y «aguilucho». Podemos asociarlo fonéticamente con la palabra
hebrea Orpah ()ערפה, que significa «nuca». La nuca, símbolo del Faraón,
corresponde a lo que los cabalistas denominan el Ietser haRa, «la mala inclinación»,
y la circuncisión es, simbólicamente, algo que nos libera de esa mala inclinación.
Por su parte, la palabra «Quixote», escrita con X, recuerda muchísimo, como
señala Sánchez Ferré, a Kechoth, que se traduce por «verdad». Esta palabra aparece
tres veces seguidas en la famosa oración Brik Shemeh:
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Resulta curioso que en el capítulo 30 de la Primera Parte, nos encontremos con
otras posibles etimologías cuando la princesa Micomicona explicara que huyendo el
gigante bizco Pandafilando de la Fosca Vista hubiera de ponerse «en camino de las
Españas, donde hallaría el remedio de mis males hallando a un caballero andante,
cuya fama en este tiempo se estendería por todo este reino, el cual se había de llamar,
si mal no me acuerdo, don Azote[54] o don Gigote».
Quijote o Gigote, nos hallamos ante dos alusiones al mismo misterio.
Covarrubias, en su Tesoro de la Lengua Castellana o Española[55] escribe que
«gigote» viene del francés «gigot, que vale pierna, conviene a saber la que es muslo
en el hombre». Cuando en el prólogo del libro Cervantes dice las enigmáticas
palabras «sin juramento me podrás creer», nos está enviando a dos conocidas escenas
del Antiguo Testamento. En la primera Abraham le hace prestar juramento a su
criado con las siguientes palabras:
Coloca ahora tu mano bajo mi muslo. Y te haré jurar por El Eterno, Dios del
cielo y Dios de la tierra, que no has de tomar mujer para mi hijo de las hijas
de los cananeos. (Génesis XXIV-2 y 3).
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Gigote», completamente de acuerdo con la interpretación de Sánchez Ferré que decía
que «azote» se refería a la zoth hebrea ()זאת, que corresponde a la Bendición,
quisiéramos apuntar que también se refiere a la Torah. Así El Quijote sería él mismo
una especie de parábola de la Torah. Comentando Deuteronomio IV-44, «y ésta es la
Torah» y Génesis XVIII-10 «y ésta es mi alianza», «ésta», Zoth ()זאת, el Midrash
Rabbah sobre Levítico (cap. 21) nos explica que se trata de lo mismo. En El Quijote
deducimos esta idea de Keshet ( )קשׁתy de Azote, Hazoth ()הזאת.
Los cabalistas relacionan a la Torah con Moisés, que fue quien la recibiría del
monte Sinaí (y no en el monte Sinaí, como traducen mal la mayoría de versiones). En
el árbol sefirótico, Moisés corresponde a la sefirah Daat, considerada «hija» de
Binah, el entendimiento. Como vimos, también El Quijote es «hijo del
entendimiento». Es más, en el prólogo Cervantes hace un repaso velado a las sefiroth
en el que, creo, ninguno de sus comentadores ha reparado.
…Que aquí no hay encanto ni cosa que lo valga; que yo he visto por entre las
verjas y resquicios de la jaula una uña de león verdadero, y saco por ella que
el tal león, cuya debe de ser la tal uña, es mayor que una montaña.
Aquí Cervantes está haciendo un juego de palabras entre Arieh ()אריה, «león» y
Ar (« )הרmontaña» que resulta incomprensible si acudir al idioma hebreo. Que don
Quijote se enfrente a un león es como una parodia de lo que hizo Sansón, pero
recordemos que si éste estaba «invadido por el espíritu de IHWH», don Quijote se
encomendó «a Dios de todo corazón, y luego a su señora Dulcinea». La equiparación
don Quijote/Sansón también la podemos encontrar en el hecho de que el héroe bíblico
venció a más de mil enemigos armados gracias a una quijada de asno.
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El verbo que se suele traducir por «despedazar» también se ha traducido como
«desquijar» o, en castellano de la época, «desquixarar». Nos encontramos aquí con
una clara alusión a la voz «quixote». Covarrubias[56] define «desquixarar» como
«abrir por las quixadas. Desquixarar leones, se dice por la braveza de algún valentón.
Sansón y David fueron tan valientes, que escribe la Santa Escritura que
desquixaraban los leones».
Resumiendo:
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palabra castellana «arroba» procede de la hebrea Rebba[58], que fonéticamente
podemos asociar con Rabba, como el Midrash Rabba, una de las principales fuentes
de inspiración de la exégesis hebrea.
Cuando se habla de «arroba» bien se pudiera estar hablando de «algarroba». La
algarroba, del hebreo Jarubith ()חרובית, se llama en griego keration, de donde viene
el término «quilate» cuyo origen se remonta al uso que hacían los griegos y árabes de
la semilla de la algarroba como unidad de peso de metales preciosos. La algarroba no
tendría ningún interés especial si no fuera por la parábola evangélica del hijo pródigo
(Lucas XV-11 a 32) que se arrepiente de haber dejado la casa del padre y quiere
regresar a ella. El hijo pródigo «deseaba llenar su estómago de las algarrobas que
comían los puercos y no le era dado». Existe una relación entre la algarroba y la
Teshuvah, la «conversión» o el «arrepentimiento» que podemos detectar en unas
enigmáticas palabras del Midrash Rabba, sobre el Levítico:
Comenzaba el artículo Dichos y refranes de don Quijote y Sancho que dio origen
a este trabajo con dos citas, una de El Quijote y otra de La Celestina. La del Quijote
dice lo siguiente:
No puede haber gracia donde no hay discreción. (El Quijote II, cap. 44).
Con el paso de los años he visto que me quedé corto cuando escribía que «la
gracia de El Quijote estriba en su discreción». El proverbio tiene mucha más miga y
enjundia de las que a primera vista se pueden adivinar. Cervantes, que nos dice
mucho entre líneas, nos pide «que se le den alabanzas, no por lo que escribe, sino por
lo que ha dejado de escribir» (II-44). La guematria de «discreción» Taket ( )טקטes
118, la misma que la de Jalaf ()חלף, que significa «cuchillo», una alusión más a la
circuncisión.
El tiempo me ha enseñado que de algún modo en esta sentencia se encuentra
sintetizado, por así decirlo, todo El Quijote. Para ello propongo la siguiente lectura:
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El verbo Shatak, ()שׁתק, «callar» tiene una guematria importante: 800. Es la misma
que la de Keshet ()קשׁת, "arco iris», que, como dije, es un símbolo de la circuncisión.
El Zohar nos explica que si la palabra vale un selá, el silencio vale dos, y Seb Tov
de Carrión, el autor de los Proverbios Morales, obra que posiblemente conocía
Cervantes, que si la palabra es de plata, el silencio es de oro: «si fuesse el fablar de
plata figurado, figurarie ’l callar de oro apurado».
Aunque la idea ya la formuló Zenón de Citio, que afirmaba que «tenemos dos
orejas y una sola boca, justamente para oír más y hablar menos», los cabalistas nos
enseñan que para escuchar (y por lo tanto estar callados) tenemos dos orejas, mientras
que para hablar tenemos una sola lengua, lo que hace que escuchar (o callar) valga el
doble que hablar.
El tema de la Gracia es recurrente en la literatura cabalística. Hen ()חן, la palabra
que significa «gracia, donaire»[59] tiene un valor numérico muy especial: 58. La
guematria o valor numérico del verbo brillar Nagah ( )נגהo de haEven ()האן, «la
Piedra», es también 58. Por otra parte «la Gloria de Dios» (Éxodo VI-8), ()כבוד ידוה
Kavod Adonai, también vale 58, con lo cual está sutilmente relacionada con la
Gracia. De algún modo la Gracia o la Gloria de Dios es como la Medicina con la que
se inicia la regeneración del hombre caído, que los alquimistas medievales llamaban
«nuestra piedra». Encontramos por primera vez esta palabra en la Torah en Génesis
VI-8 cuando dice que «Noé halló gracia a los ojos de IHWH» ()ונח מצא חן בעיני יהוה.
Esta palabra es muy importante aquí para los cabalistas porque Hen ()חן, Gracia, es
un anagrama de Noaj ()נח, Noé. Esta Gracia le permitió a Noé y a los suyos no
perecer como el resto de los Bnei Adam, los descendientes de Adán.
La relación entre don Quijote y la gracia no viene sólo de que sus aventuras son
«graciosas»; de alguna manera, en contraposición a Sancho que representa a la
materia, a la gravedad, don Quijote es «como la Gracia», o al menos esa es la lectura
de KeJanah ()כחנה, «como la Gracia», según se desprende de uno de sus nombres:
«por conjeturas verosímiles, se deja entender que se llamaba Quejana» (I-1).
Para los cabalistas, pero sobre todo para los cristianos, la Gracia es un misterio
(del griego mysterion, «secreto, misterio»), eso es algo muy íntimo y secreto que
pertenece más al ámbito de la experiencia que al del mero conocimiento racional y
discursivo. Como escribía Aristóteles en un texto que se perdió y que
afortunadamente ha llegado hasta nosotros en una cita de Sinesio de Cirene, «en los
misterios se trata más de experimentar (pathein) que de conocer (mathein)»[60]. La
Gracia es «aquello que abre» y se la suele comparar con el agua de la lluvia que
«abre» el grano que va a florecer, imagen de la resurrección. A propósito de ella
Louis Cattiaux escribe: «La gracia lo libera todo sin forzar ni destruir nada, ella es lo
que necesitamos al principio». De alguna manera toda la búsqueda de don Quijote no
es sino una búsqueda discreta de la Gracia[61]. Y es discreta precisamente porque sabe
qué es la discreción.
Según el cervantista Luis Astrana Marín, El Quijote «fue saludado en el siglo XVII
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con una carcajada, en el XVIII con una sonrisa y en el XIX con una lágrima».
«Risa» en hebreo se dice Tsjok ()צחוק. En esta palabra nos encontramos con el
Sabio, el Justo, representado por la letra Tsadi, la inicial de Tsadiq, que como
veremos simboliza al caballero, y con el mono (representado por la letra Kof[62]. ()ק
unidos por la letra Jet ()ח, la inicial de Hen, «gracia».
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LA DISCRECIÓN Y LA CÁBALA
Pere Sánchez y Dominique Aubier apuntan que Cervantes fue un experto cabalista.
Por su parte Hermenegildo Fuentes, que ve en El Quijote nada menos que un
psicodrama de Miguel de Cervantes y una representación alegórica del sentido de la
vida humana, no duda en acudir a las Sefiroth a la hora de hablar del camino
iniciático de El Quijote, pero las fuentes de este profesor no son todo lo puras que
sería de desear: se apoya en la peor traducción del Zohar y concede la autoridad de
«libro hermético» a un texto del siglo XX fruto de los delirios ocultistas y mentalistas
modernos como es El Kybalion[63], una de tantas imposturas que nos dejaron los
ocultistas. Las referencias constantes a las Sejíroth que aparecen, por ejemplo en el
Zohar, pasan totalmente desapercibidas al lector profano o a aquel que lo lee en
traducción. Es necesario acudir a los exegetas no para comprender de qué se habla,
sino simplemente para darse cuenta de que ese está aludiendo a las Sefiroth. El
Quijote no es más explícito que sus predecesores.
Cervantes comienza su libro comparándolo con un hijo al que califica como «el
más discreto que pudiera imaginarse». Nos podríamos aventurar a decir que es hijo
de un Testigo, si consideramos que la primera parte consta de 52 capítulos (52 es la
guematria de Ben (« )בןhijo») y la segunda de 74 (74 es la guematria de Ed ()עד,
«testigo»), de un Testigo muy discreto. La suma de 52 y 74, 126, no puede ser más
explícita: es la guematria de Nimol ()נמול, «circunciso». Acudir a la guernatria de Ed
()עד, «testigo», es un guiño típico de cabalista y son muchos los que nos han
explicado que este misterio alude al famoso Shemah, la oración que cualquier judío
hace varias veces al día. La palabra Shemah ( )שׁמעacaba por la letra Ayin ( )עy la
última palabra de esta oración por Dalet ()ד. Ambas letras forman la palabra ()עד,
«testigo». Por esta razón en muchos Sidurim (libros de oración) estas dos letras
aparecen exageradamente más grandes que las demás.
Cuando Cervantes habla de «discretos cortesanos», no hemos de creer que se
refiere a hidalgos que están en la corte y que son reservados y discretos, sino de
nuevo al misterio de la circuncisión, a «discretos cortes» que son «sanos». Son
discretos porque fueron realizados en un lugar que los hombres llevamos siempre
tapado y oculto de las miradas. Cuando los cabalistas hablan de «salud» o de «sano»,
se refieren siempre a la Torah. Un «corte sano» es un corte prescrito por la Torah
El tema de la discreción aparecerá, siempre discretamente, en numerosas
ocasiones a lo largo del libro. De alguna manera la discreción es el gran tema del
libro de Cervantes.
«No puede haber gracia donde no hay discreción» (II-44). «El lenguaje puro,
el propio, el elegante y claro, está en los discretos cortesanos» y «la discreción
es la gramática del buen lenguaje». (II-19).
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De todo ello deducimos algo que conocían muy bien los cabalistas, y es que la
discreción es un Lenguaje, un «Lashon haTov», una manera de decir las cosas sin
decirlas. La discreción, en la época de Cervantes, era «la cosa dicha o hecha con
buen seso»[64]. En hebreo hablaríamos de Daat[65], palabra cuya traducción menos
infiel quizá sería «sentido común», como la traducen varios diccionarios. Cervantes
está aludiendo al Daat, sefirah que los cabalistas relacionan con algo tan carnal como
el acto sexual, algo que no sería kadosh, «santo», si no lo realizara un circunciso.
La unión de los contrarios está ejemplificada en la Cábala por la unión de dos
sefiroth: Keter (la Corona) y Malkuth (el Reino). Estas bodas aparecen
magníficamente sugeridas en El Quijote en el capítulo 20 de la Segunda Parte
titulado: «Donde se cuentan las bodas de Camacho el rico, con el suceso de Basilio el
pobre». Basilio (del griego Basileus, «rey»), «el pobre» quería casarse con Quiteria.
Alguien se preguntará por qué se llama a un «basilio», un rey «pobre», pero es que
Basilio no se refiere a ningún rey sino a la sefirah Malkuth, «el Reino», llamada por
los cabalistas «pobre» pues lo recibe todo de las sefiroth superiores. De alguna
manera Basilio es el 7, que lo recibe todo del 3. «Quiteria» es una alegoría de Keter,
«la Corona»[66], pero no se refiere únicamente a esta sefirah, sino a Jojmah, Binah y
Daat. Ya que la suma de las guematrias de Jojmah (73), Binah (67) y Daat (480) nos
da la guematria de Keter, 620.
De nuevo nos hallamos ante un proverbio que canta las virtudes de la discreción
en el capítulo 37 de la Segunda Parte:
Y en estas cosas, según he oído decir a vuesa merced, tanto se pierde por carta
de más como por carta de menos; y al buen entendedor, pocas palabras.
Con gran concisión este refrán nos indica que cuando alguien quiere comprender
algo no es necesario prodigarle demasiadas explicaciones; su sentido cabalístico es
distinto.
El verbo «entender» viene del latín intendo, que significa «tender hacia» de la
misma familia etimológica que attendo, que también significa «tender hacia». Pero
hay una diferencia importante entre estas dos palabras aunque aparentemente
signifiquen lo mismo: intendo contiene de algún modo la idea de dirección «hacia
adentro» (in-tendo), mientras que attendo sugiere que la tensión o la atención (se trata
de lo mismo etimológicamente hablando) es hacia fuera (ad-tendo).
En francés queda más claro que en realidad «entender» es lo mismo que
«escuchar», y el buen entendedor es el que sabe escuchar bien, el que sabe escuchar
dentro de sí mismo. No necesita muchas palabras, sin duda le basta con una, con la
Palabra. Este refrán quizá resulte más claro si tenemos en cuenta cómo se decía en
ladino: «a bwen entendedor un biervo»[67]. El «biervo» es el Verbo, la Palabra de
vida.
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Keter o la Corona
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persona o cosa de la esfera de lo profano, comunicándole una calidad que la hace
distinta».
Así, resumiendo, me atrevería a decir que hay una experiencia que Cervantes
parecía conocer perfectamente y que podríamos llamar «santa» o «discreción», que
consiste en la separación de lo profano, por medio de la cual se recibe la «Gracia».
Fuera de esta «discreción», como nos enseña El Quijote, «no hay gracia», no hay
Hen.
Por sorprendente que parezca la experiencia de la discreción, fuera de la cual no
hay gracia, o sea de lo santo, hay que relacionarla con Sancho, palabra que tiene la
misma etimología que «santo», o sea «sangre».
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para realizar circuncisiones. Cervantes está jugando con la etimología de Jaiat ()חית,
«sastre», que quiere decir «cortar».
Al inicio de este capítulo Sancho nos explica que se siente «tibio, desmazalado y
confuso». Hay que ser muy bruto para no darse cuenta de que estamos hablando de
judaísmo. La palabra «desmazalado», que la RAE explica como «flojo, caído,
desdichado», procede del hebreo Mazal, palabra que significa «estrella», «suerte» o
«destino». Desear Mazal Tov «buena suerte», es para un judío algo tan normal como
para nosotros decir «buenos días». El granjero que aparece en uno de los juicios
declara que va a vender «cuatro puercos, que me llevaron de alcabalas y socaliñas
poco menos de lo que ellos valían». Cervantes utiliza adrede dos términos que sólo se
pueden entender acudiendo a la Cábala: «alcabalas» y «socaliñas». «Socaliña» no es,
ni más ni menos, que lo que hizo Jacob para obtener la bendición de su padre Isaac.
Bernardo Baruch ha sido, creo, el primero en descubrir que en el capítulo de los
juicios que realiza Sancho en la ínsula Barataria se reproduce casi literalmente una
página del tratado Nedarim (25 a) del Talmud de Babilonia. Se trata de lo que se
conoce como «el incidente de la vara de Raba». La historia de las monedas ocultas en
el báculo es una paráfrasis casi exacta de la de Raba. Baruch nos explica que la
«sentencia de la cañaheja» es una «reproducción de lo que es conocido en las
escuelas Talmúdicas con el nombre de «Caña D’Raba», sin embargo creo que en este
episodio se encuentra la clave de la otra etimología de Barataria que nos propone
Cervantes. Nuestro autor utiliza a propósito la palabra «cañaheja» pues es la que se
empleaba para designar a las varas con las que los maestros enseñaban e incluso
castigaban a los alumnos. «Destas cañahejas usaban también los pedagogos y ayos de
los muchachos, como dice Marcial…»[72].
Propongo dos posibles nuevas lecturas de «Barataria»: «Vara» «Taria», que
podríamos traducir como «la disputa de la vara» y «Raba» «Taria», «la disputa de
Raba». Taria ( )טריאsignifica en arameo «disputa», «controversia», «discusión». Es
un término que se aplica concretamente a las disputas talmúdicas.
Nada más empezar su libro, Cervantes nos dice que don Quijote es «gran
madrugador y amigo de la caza». A lo largo del libro las alusiones al «velar» o al
«madrugar» son muy numerosas. En el capítulo 43 de la Segunda Parte don Quijote
le da una serie de sabios consejos a su escudero:
Sea moderado tu sueño, que el que no madruga con el sol, no goza del día; y
advierte, ¡oh Sancho!, que la diligencia es madre de la buena ventura…
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dar los demás. Esta «ayuda» es lo que los cabalistas conocen como Berajah, la
Bendición. Es también la Sabiduría de la que nos habla el Libro de la Sabiduría (VI-
13):
Un refrán sefardí afirma que «al buen madrugador el Dio lo bendise»[73], «al buen
madrugador Dios lo bendice» y otro que «al bwen jhidio le ayuda el Dio».
Hemos de hacer hincapié en el adjetivo «buen», pues no basta con madrugar para
recibir la Bendición divina, por eso Cervantes nos ofrece su particular versión del
tema en el capítulo 35 de la Segunda Parte.
Don Quijote es «gran madrugador y amigo de la caza». ¿Qué tendrán que ver
ambas cosas? Para ir a cazar se suele madrugar, ciertamente, pero Cervantes nos está
hablando de otra cosa. Nos está hablando de la oración y del estudio de la Torah,
actividad para la cual los judíos se levantan a medianoche. Es el estudio de la Torah
escrita. La Torah oral, por otra parte, se relaciona con la caza. Cuando en Génesis
XXV-28 se nos dice que «Itzjak (Isaac) amaba a Esav (Esaú) porque tenía la presa en
la boca», un cabalista como el Ari haKaddosh nos comenta que se trata de la Torah
oral. Descendiente de Esaú, el cazador, sería Rabí Akiva, considerado el padre de la
Torah oral. Sin duda Cervantes sabía por el Zohar que durante la ocupación romana
los discípulos de Rabí Akiva tenían prohibido dedicarse al estudio de la Torah, e
idearon un ardid para burlar esta prohibición. Provistos de flechas y arcos, hacían ver
que iban de caza, y durante el paseo estudiaban la Torah. Don Quijote era «amigo de
la caza» porque la Torah se estudia con Jaberim ()חברים, con amigos.
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Primera Parte («Que trata de lo que verá el que lo leyere, o lo oirá el que lo
escuchare leer»): «y así, dando de las espuelas a Rocinante, pasó adelante,
dejándolos admirados de haber visto y notado así su extraña figura como la discreción
de su criado; que por tal juzgaron a Sancho».
Como ya dijimos, en el Talmud, cuando se va a explicar un concepto difícil o se
«abre» un versículo de la Torah, el texto dice: «ven y aprende», pero en el Zohar, se
dice «ven y ve». En realidad, la palabra Talmud significa «estudio» y Zohar
«chispa», «esplendor»; una cosa lleva a otra.
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Pero Orla también es el prepucio que es cortado en la circuncisión.[75] Las
relaciones entre don Quijote y la circuncisión son demasiadas, como hemos visto a lo
largo de este trabajo, para que se trate de una mera casualidad. La tercera vez que en
la Torah aparece la palabra Orla es en el libro del Deuteronomio (X-16) cuando dice:
«Cortaréis el prepucio de vuestro corazón y ya no seréis obstinados». Los
comentaristas dicen que se trata de una exhortación a buscar la Verdad. Como vimos,
uno de los orígenes posibles del nombre Quijote es Kechoth, que se traduce por
«verdad».
En el nombre de Arnadis nos hallamos también ante una mitsuih, la tercera en el
Séfer haMitsvot de Maimónides. De hecho Ama-dis es «Arna a D-is», «ama a Dios»,
ya que por respeto los judíos no escriben la palabra «Dios» entera. Traducido al
hebreo nos encontramos con que Amadis es Ahavat haShem, que es el nombre exacto
de la tercera mitsvah.
Amadis es Amadis de Gaula, o sea de Gueulah, con lo que se nos está recordando
que hemos de amar a un Dios de Redención, un Dios que va a redimirnos.
La sexta mitsvah según el Séfer haMitsvot de Maimónides es la que ordena
«apegarse a los sabios». Este consejo aparece en El Quijote en varias ocasiones.
Quizá la más clara y evidente la encontramos en el poema de Urganda cuando se nos
dice que:
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izquierdo» (I-20).
Aparentemente Sancho se nos presenta aquí como un avezado astrónomo, pues la
Bocina es uno de los nombres de la Osa Mayor, compuesta por siete estrellas, sin
embargo en realidad está hablando del Shofar, un cuerno de carnero, de los judíos.
«Bocina», escribe Covarrubias, procede «del término latino buccina, propie est cornu
recurvum»[76]. Los diccionarios traducen «bocina» por Shofar (77](»]שׂופר. «Escuchar
la voz del Shofar, (Lishmoah haKol Shofar)», el primer día del mes de Tishrei, es una
mitsvah, un precepto que aparece en la Torah. Covarrubias emplea la palabra
recurvum, y es que el Shofar ha de ser «curvo», «doblado», para recordarnos que
hemos de «doblegar» nuestro corazón a la voluntad divina.
Cuando don Quijote le pide el bachiller que le componga unos versos que traten
de la despedida que pensaba hacer a su señora doña Dulcinea del Toboso, nos
encontramos de nuevo con una alusión a la despedida más común entre los judíos:
Matsal Tov, «buena suerte». Y no sólo por la alusión a Tov que encontramos en
Toboso, sino porque don Quijote ha de hacerlo de manera que «al fin de los versos,
juntando las primeras letras, se leyese DULCINEA DEL TOBOSO». El bachiller le comenta
que «la dificultad es grande» a causa de que las letras que contenía el nombre eran
17.
17 es uno de los números cabalísticos por excelencia. Es el valor numérico de
Tov, el bien. De algún modo Cervantes nos está diciendo que Dulcinea y el Bien son
lo mismo. Es el misterio de la Gracia que desciende del cielo. Podemos relacionar la
Gracia o la Risa con el número 17, ya que la primera vez que aparece la raíz Tsjak
( )צחקen la Torah es precisamente en el versículo 17 del capítulo 17 del Génesis.
El número 22
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Para los cabalistas el número 22 es un número esencial, entre otras cosas porque
alude a las 22 letras del alefato, con las cuales, según el Zohar, se creó el mundo. En
«la grande aventura de la cueva de Montesinos, que está en el corazón de la
Mancha», que está en el capítulo 22 de la Segunda Parte nos encontramos con un
montón de citas bíblicas.
Tenemos, por ejemplo, «en efecto, ahora acabo de conocer que todos los
contentos desta vida pasan como sombra sueño, o se marchitan como la flor del
campo», lo cual nos lleva al libro de Job y al Salmo XXXVII:
Nosotros nacimos ayer, y nada sabemos; nuestros días en este mundo son
como una sombra. (Job VIII-9).
Álef: No te irrites a causa de los impíos ni envidies a los que cometen in
justicias; porque pronto se marchitan, como la hierba; pronto se secan, como
el verdor del pasto. (Salmo XXXVII-1).
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LOS REFRANES DE EL QUIJOTE
Paréceme Sancho, que no hay refrán que no sea verdadero, porque todos son
sentencias sacadas de la misma experiencia, madre de las ciencias todas. (I-
21).
Así el Ingenioso Hidalgo le daba a entender a su rústico escudero que los dichos,
refranes, adagios, proverbios y sentencias tradicionales son verdaderos o sea llenos de
verdad, portadores de verdad, ya que todos proceden de una misma experiencia que
no puede ser más que la de la Verdad misma. Todas las «ciencias», lo que también
podríamos denominar «conocimientos particulares» no son sino derivaciones de esta
Verdad «general». Quizá de aquí provenga otro proverbio castellano que afirma que
«decir refranes es decir verdades».
Utilizar los refranes como sistema de enseñanza era característico de los hebreos.
En el Midrash sobre el Cantar de los Cantares (Shir haSHirim Rabbah) podemos
leer: «No tomes el proverbio a la ligera, que por él entiende el hombre la Torah».
Los libros sapienciales de la Biblia, la literatura talmúdica, así como los
midrashim y la bibliografía rabínica están llenos de Pirké, dichos o sentencias que
nos hablan de la Verdad. Leemos en los Salmos de David (LXXVIII, 1-2):
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que en varios idiomas europeos significa «oLmo». Más adelante, como para
confirmarlo, Sancho llamará despectivamente al yelmo «almete», de la misma raíz
etimológica.
Que se está aludiendo a los misterios de Abraham nos lo delata el primer refrán
que Sancho suelta después de decir que no hay refrán que no sea verdadero:
La Cábala nos enseña que cuando se habla de «puertas», (por ejemplo en algunos
comentarios del Shir haShirim Rabbah, capítulo 8) se está haciendo alusión a
Abraham. Referirse a Abraham es referirse a la circuncisión, la mitsvah (precepto) de
circuncidar a los hijos es la 215 del libro de Maimónides sobre los preceptos (Sefer
haMitsvoth). 215 es la guematria de Jarab ()חרב, «sable», palabra que se aplica a
«todo instrumento que corta»[79].
Con todo, este refrán era originalmente «Cuando una puerta se cierra, la fortuna
abre otra», o al menos así lo trae Fernando de Rojas, judío converso. ¿Por qué
sustituye Cervantes el «cuándo» por un «dónde»? ¿Qué relación hay entre la puerta y
la fortuna?
Veremos más adelante que nuestro autor transforma otro proverbio para hablar del
«donde». Se trata de aquel que dice que «cuando menos lo esperas salta la liebre»,
que Cervantes convierte en «Donde no se piensa, salta la liebre». ¿Cuál es ese lugar
donde no se piensa?
Cuando Adán y Eva pecaron fueron expulsados del paraíso: se les cerró una
puerta. La naturaleza de su pecado, algo de lo que los rabinos no hablan sino con
suma discreción, se localiza en un «donde», no en un «cuando». La reparación
(Tikun) del error de nuestros primeros padres, el «abrir una puerta», también ha de
tener lugar en un «donde». Se trata, de nuevo, del misterio de la circuncisión.
Los cabalistas nos enseñan que la letra Dalet, que significa «puerta», procede de
la palabra Dal, que significa «pobre». La palabra que sigue a la Dalet en el alefato, la
letra Guimel, recibe el nombre de «el rico».
De alguna manera Abraham, el primer circunciso de la historia, representa al rico
que acoge y da Tsedakah (limosna) al pobre. Pero el caso de Abraham es especial
pues la sección Vaierah de la Torah nos explica que se colocaba a una de las cuatro
puertas de su tienda a esperar a que pasaran pobres para cumplir con el precepto de la
hospitalidad. Por otro lado, Abraham es el símbolo de la bondad, del Hessed. Los
sabios comentan que tenía una casa con cuatro puertas, para que de todos lados
pudieran venir a su casa a comer.
El tema del «rico» y el «pobre»[80], que ya vimos al hablar de las bodas de Basilio
y Quiteria, es un tema cabalístico. Rico y pobre son las sefiroth superiores e inferiores
respectivamente, que han de «ser unidas en Uno», como dice el Zohar.
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Cuando el vino entra, el secreto sale
En el capítulo 43 de la Segunda Parte leemos «Come poco y cena más poco, que
la salud de todo el cuerpo se fragua en la oficina del estómago. Sé templado en el
beber, considerando que el vino demasiado ni guarda secreto ni cumple palabra».
Este consejo está haciendo eco a unas conocidas palabras talmúdicas del tratado
de Guitin (80 a) que dicen: «Come un tercio, bebe un tercio y deja el tercio restante
de tu estómago vacío» y a las del tratado de Enwin (85 b) que afirman que «cuando el
vino entra el secreto sale».
Cuando los cabalistas hablan de «salud», se refieren siempre a la Torah, y cuando
se refieren al «vino» están haciendo alusión al secreto. Comentando el versículo de
Éxodo XV-26 que dice «pues yo soy el eterno, tu Curador», el Midrash dice: «haz
saber a Israel que la Torah que le he dado es un remedio, un elixir de vida».
El autor de los Orjoth Jaim dice precisamente: «No comas groseramente hasta
saciarte porque muchas enfermedades provienen de comer en exceso».
La relación entre el vino y el secreto es un tema que aparece constantemente en la
literatura cabalística. Así, en el Talmud de Babilonia, (Erwin 85 b) se enseña que «el
valor numérico de la palabra Iain ()יין, “vino” es 70, el de la palabra “secreto”, Sod
( )סודtambién: cuando el vino entra, el secreto sale».
Brindándonos este proverbio, Cervantes nos está recordando otro que dice:
«Come poco y cena temprano si quieres llegar a anciano». Se trata de un proverbio
castellano. Uno se preguntará por qué hay que cenar «temprano» para llegar a
«anciano». Cuando en el contexto del judaísmo se habla de «anciano» se está
hablando de los Avoth, los «padres» o los «ancianos» que dan nombre a un tratado de
la Mishnah dedicado a sus «dichos» o proverbios. Los Ancianos son los sabios, y si
alguien quiere llegar a sabio ha de cenar pronto para ponerse pronto a estudiar la
Torah.
Los secretos no se olvidan, se recuerdan. Tampoco se revelan, se guardan. Sin
duda por eso «el vino», nos explica el Zohar, «es de dos colores, rojo (tinto) y blanco
que corresponden a “Recuerda” (Éxodo XX-8) y “Guardarás”» (Deuteronomio V-12).
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encuentra cuando está en camino de Barcelona es con unos bandoleros, «más de
cuarenta», como si aludiera a los cuarenta ladrones de Ali Babá. El tema de los
bandoleros que asaltan a aquel que está en camino es típico del gnosticismo. De
hecho varios Padres de la Iglesia, que conocían perfectamente la Gnosis, comentan el
pasaje evangélico del buen samaritano explicándonos que «los bandoleros» son los
planetas que «asaltan» al alma cuando se encarna en este mundo. El hombre «baja»
de Jerusalén a Jericó porque el alma baja a encarnarse a este bajo mundo. Según el
profesor Pere Sánchez Ferré[81] que se apoya en la exégesis de Orígenes «Jerusalén es
el paraíso y Jericó, este mundo; los salteadores son las potencias adversas que se le
presentan en su bajada; las heridas son la desobediencia y los pecados. Este hombre
ha sido dejado medio muerto, dice Orígenes, porque la muerte actúa sobre la mitad de
la naturaleza humana, puesto que su alma se mantiene inmortal».
El jefe de los bandoleros, el famoso Pere Roca Guinarda al que Cervantes llama
Roque Guinart, viendo la cara que pone don Quijote le dice: «No estéis tan triste,
buen hombre, porque no habéis caído en las manos de algún cruel Osiris, sino en las
de Roque Guinart, que tienen más de compasivas que de rigurosas». Cervantes, gran
conocedor de la mitología clásica confunde aquí intencionadamente a Osiris con
Busiris[82], y con esto se queda el lector sin reparar en que Roque Guinart tiene las
manos «más compasivas que rigurosas». El tema del Rigor y la Misericordia (o la
Compasión) es recurrente en la literatura talmúdica y cabalística. Tiene que ver, como
Busilis, con el Juicio final. Porque en realidad no hemos de leer Busiris, sino Busilis,
una alusión a in diebus illis, «en esos días», una conocida expresión latina que se
refiere al Juicio Final.
La Cábala nos enseña que Dios tiene dos aspectos, uno riguroso (ejemplificado
por la columna izquierda del árbol sefirótico y, más concretamente por la sefirah
Gueburah) y otro de amor o misericordia (ejemplificado por la columna derecha del
árbol sefirótico y por la sefirah Hessed). Al principio pensó crear el mundo con el
Rigor, pero vio que no lo soportaría y entonces añadió la Misericordia para
compensarlo, pero dejó un poquito más de Misericordia que de Rigor.
«Guinart» significa «zorro» y de alguna manera el bandolero catalán, que gozaba
de una excelente fama entre el pueblo, es un precursor del famoso «Zorro» de las
películas. Cuando le dice a don Quijote, el Caballero de los Leones «rio estéis tan
triste» es como si le dijera «no lloréis», porque, como nos enseña el Talmud:
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la Jerusalén Celeste, el Mundo Futuro, el mundo de la Unidad. Barcelona, que de
algún modo es una imagen en este bajo mundo, no es de oro, sino de hierro (en
hebreo «hierro» se dice Bartzel ()ברזל.
Todo el Quijote constituye un canto a la Edad o Siglo de Oro:
Dichosa edad y siglos dichosos aquéllos a quien los antiguos pusieron nombre
de dorados, y no porque en ellos el oro, que en esta nuestra edad de hierro
tanto se estima, se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino
porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y
mío. (El Quijote I-11).
Según oí decir a mi señor, que más vale el buen nombre que las muchas
riquezas. (II-33).
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aunque viváis más años que sarna», a lo que él contesta:
Decid Sarra replicó don Quijote, no pudiendo sufrir el trocar de los vocablos
del cabrero.
En realidad cuando reclama que se diga Sarra en vez de sarna, don Quijote se está
refiriendo a Sara, la mujer de Abraham. La madre del pueblo judío, Sara, muere nada
menos que a los 127 años de edad, y su esposo Abraham la entierra en la cueva de
Majpelá. 127 es también el valor numérico de Ha Jasdim (« )החסדיםlas gracias».
Yo he oído decir que detrás de la cruz está el diablo, y que no es oro todo lo
que reluce. (II-33).
Pero ¿qué tienen que ver la cruz, el diablo, el oro y lo que reluce? ¿Por qué nos
junta Sancho aquí dos refranes que aparentemente no tienen relación entre Sí?
Según el Bereshit Rabbah (XLV-5), «Esaú se puede comparar con una joya
bañada en oro pero que en realidad está hecha de latón». Esaú también es llamado
Edom, de una raíz que quiere decir «rojo». Es una alusión al color «colorado» del
diablo. Para los judíos Edom era Roma. Isaac sí que era de oro pues se decía de él
que «los excrementos de las mulas de Isaac valen más que el oro y la plata de
Abimelek» (Bereshit Rabbah LXIV-6). Esaú quiere decir peludo. Esaú fue el padre
de una nación guerrera, «que vivía por su espada» (Génesis XXVII-40), o sea
derramadora de sangre, alusión de nuevo al color rojo.
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Primera Parte. Es un refrán tan importante que en el capítulo 28 de la Segunda Parte
don Quijote lo recordará diciéndole: «como tú has dicho otras veces, no es la miel…
etc. Asno eres, y asno has de ser, y en asno has de parar cuando se te acabe el curso
de la vida». Sancho, que viaja en asno, es un asno, y la miel es la dulzura de la
Palabra. En hebreo «palabra» se dice Dabar ( )דברy miel Dabash ()דבשׁ. La letra Shin
()שׁ, la última de Dabash ( )דבשׁes la que sigue en el alfabeto a la Resh ()ר, la última
de Dabar ()דבר, así la miel es lo que sigue a la Palabra. Por otra parte, como ya
vimos, no es difícil establecer una relación entre la «abeja» y la «palabra» ya que, en
hebreo Deborah, (« )דברהabeja» procede precisamente de Dabar ()דבר, «palabra».
Este proverbio, de incontestable origen judío, se parece muchísimo a otro ladino:
«al asno le dan confites, y no le agradan»[83].
Con todo eso, te has de sentar, porque a quien se humilla, Dios le ensalza.
¿Qué tiene que ver la humillación con el sentarse? ¿Será porque nos sentamos
encima de la parte más humilde de nuestro cuerpo? Cervantes utiliza la palabra
«sentar» muy a propósito, pues de alguna manera «sentar» alude a los «sentidos». La
humillación para el alma es, de algún modo, el caer en el mundo de los sentidos.
Todos los comentadores nos hacen derivar este famoso proverbio de El Quijote
del Evangelio: «porque el que se ensalza será humillado y el que se humilla será
ensalzado» (Lucas XIV-11). Es probable que Cervantes lo tomara de ahí, lo cual le
evitaba cualquier acusación de criptojudaísmo, pero no me cabe la menor duda de
que su origen debemos hallarlo en el versículo 12 del capítulo XVIII del libro de los
Proverbios que dice «antes de la caída[84] se exalta el corazón, y antes de la gloria[85]
se humilla».
El texto de Proverbios nos sugiere dos temas que están en la base de este refrán:
la caída y la gloria. La caída es el estado en que nos hallamos por un pecado de
orgullo: «se exalta el corazón». La gloria es el estado al que puede regresar el hombre
después de la Teshuvah, la Conversión. La caída fije una caída en este mundo, el
mundo de los sentidos, la gloria es un renacimiento en otro mundo, el mundo de luz.
Esa es la humillación que precede a la glorificación.
En castellano antiguo, «humillación» quería decir bajar la cabeza en signo de
respeto. De hecho es un gesto que simboliza lo que en hebreo se conoce como
«quebrar la nuca», una imagen de la Teshuvah, el arrepentimiento o la Conversión.
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Este acto tiene un sentido cabalístico que nos aclara el Midrash, Rabí Berekía
(Bereshit Rabbá XIII-14) lo interpretaba así: «en cuanto las criaturas se quiebran la
nuca, Oref, (( )ערפpor el arrepentimiento), la lluvia cae». La lluvia es al mismo
tiempo una imagen de la instrucción y de la Bendición.
Tenemos la idea de que «ensalzar» es «alabar», pero el sentido etimológico de
esta palabra es muy distinto. «Ensalzar», de ens alzar, es «levantar», «poner
derecho», así la humillación es simplemente el acto previo para que Dios nos
devuelva nuestro estado erguido, el estado del hombre antes de la caída.
Y, sin duda, que esto fue como profecía; que los poetas también se llaman
vates, que quiere decir adivinos.
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Para Cervantes «el poeta puede contar, o cantar las cosas, no como fueron, sino
como debían ser…» (II-3). Don Quijote, poeta o profeta, «todo lo sabe», como nos
dice Sancho en el capítulo 6 de la Segunda Parte:
Cervantes parece insistir aquí en la palabra «todo», que repite como hacen los
cabalistas cuando quieren destacar algún concepto. ¿Cuál es este «todo» que
saborea[87] el poeta? Los cabalistas aluden constantemente a Kol ()כל, «todo».
En el Zohar sobre Lamentaciones (91 d) se nos dice que las palabras que Eva dijo
a la serpiente cuando ésta se dirigió hacia ella fueron «de todo (Mikol )מכלárbol del
jardín podemos comer». La serpiente se apoderó de la primera letra, la Mem ( )מde
Mikol para hacer Mavet, «muerte». Entonces nuestra primera madre comió del fruto
prohibido arrastrando con ella a Adán: «y tomó de su fruto y comió y dio también su
marido…». El que se nos hable aquí de «comer» nos lleva al verdadero sentido de
«saber»: saborear. El poeta «todo lo sabe» porque sabe saborear el Todo.
Leemos en Génesis XXIV-2 que «el Señor bendijo a Abraham en todo» (Bakol).
Así «todo» se nos aparece como un «dónde», un lugar, aquel en el que Abraham fue
bendito.
Si 50, el valor numérico de Kol ()כל, coincide con el de haAdam ()האדם, «el
hombre», es sin duda porque como dicen los sabios, «todo está en el hombre».
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penetrar. «Dar hueso» es, pues, resucitar.
Existen en hebreo dos palabras para decir «hueso». La más común, Guerem ()גרם
es harto reveladora. Guerem procede de Gar ()גר, «vida», por eso quien te «da hueso»
en realidad te está dando vida.
Otra palabra que significa «hueso» es Etsem ()עצם, relacionada con Ets ()עצ,
«árbol». Al final de este trabajo tendremos ocasión de hablar del árbol a propósito de
otro proverbio.
La tercera, Galain ()גלעין, significa hueso en el sentido de «pepita o semilla».
El valor numérico 243 de Guerem ()גרם, es el mismo de la palabra Abarjah,
(« )אברכךte bendeciré», que aparece, por ejemplo, en Génesis XXII-17. Es la
Bendición que nos salva de la muerte.
El valor numérico 200 de Etsem ()עצם, nos envía a Kenafim (« )כנפיםalas». Las
alas simbolizan la protección de Dios, como aprendemos de Salmos XCI-1: «El que
habita al abrigo del Altísimo se acoge a la sombra del Todopoderoso». Y más
adelante (Salmos XCI-4): «pues te cubrirá con sus plumas y bajo sus alas hallarás
refugio».
La Guematria 210 de Galain ()גלעין, es la misma que la de Bakbuk (90](]בקבוק
«botella, frasco», alusión al Elixir de Vida y también Harab ()חרב, «espada», que
como vimos evocaba la circuncisión.
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Eclesiastés (IV-12) en la traducción Reina-Valera se traduce como «cordón de tres
dobleces no presto se rompe». Las tres dobleces son la Torah oral, la Torah escrita y
las mitsvoth.[92]
Existe un proverbio judío que dice «desatar al hombre, desenrollar el ángel»[93].
Este proverbio parece referirse a un gran misterio de la Cábala, la Akeda.
Normalmente se traduce esta palabra como «el sacrificio de Isaac», pero esta
traducción es muy inexacta. El «desenrollar el ángel» hace referencia al ángel que
liberó de sus ataduras a Isaac, según el Midrash.
«Estar hecho un «“nudo”», diría Abulafia de Zaragoza en el siglo XIII, es estar
«adherido» a cosas que han dejado de ser; es estar sujeto a una ya muerta imagen de
nosotros mismos o bien a ciertas concepciones que los demás tienen de nosotros. El
nudo o kesher es vivido entonces como un impedimento, semejante al que aludimos
al decir «tengo un nudo en el estómago», como escribe Mario Satz.
De hecho en Cábala el nudo es lo mismo que la mentira. Kesher ( )קשׁרes un
anagrama de Sheker ()שׁקר, «mentira» y tiene la misma guematria.
En el evangelio (Lucas XIX-30)[94], aparece una curiosa expresión «desatar el
asno», que ha sido interpretada como «desatar la profecía». Es obvio que no se trata
de un burro normal y corriente, pues «ningún hombre jamás se ha sentado en él».
Paciencia y barajar
Cuando Durandarte en la Cueva de Montesinos dice «paciencia y barajar», lo cual
le sirve a don Quijote nada menos que para descubrir cuál es la antigüedad de los
naipes, nos hallamos ante un concepto típico de la Cábala. Esta expresión de
resignación propia de los juegos de cartas encierra una enseñanza. De entrada no
debemos leer «naipe»[95], sino naibi o nabi, «profeta».
La paciencia es una virtud a la cual el Ingenioso Hidalgo aludirá en un montón de
ocasiones. En el capítulo 22 de la Primera Parte dirá «paciencia y basta». Para los
alquimistas era «la escalera de los Filósofos», algo que no podemos dejar de
relacionar con la Escala de Jacob. La etimología de «paciencia» nos enseña que es la
ciencia de recibir, o sea la Cábala. «Paciencia» procede del griego pathein, «sufrir»,
«aguantar», «padecer». Sin embargo podemos descomponer esta palabra en Paz y
Ciencia, siendo Paz, ()פז, la forma más sutil del oro, el metal de la inmortalidad, lo
que Sánchez Ferré, amparándose en Salmos XXI-4, denomina en su libro «oro fino».
«Barajar» es una clara alusión a Berajah, la Bendición. De alguna manera nos
encontramos con una alusión a la bendición que Jacob recibió de su padre y con la
que recibió del ángel. «Barajar» nos evoca el simbolismo de la baraja. Esta palabra en
catalán antiguo era baralha, que se pronuncia baralla y quiere decir «lucha»,
«pelea». Es la lucha de Jacob contra el ángel para obtener su bendición. La palabra
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Sabal ()סבל, que significa «paciencia» también quiere decir «fardo», «carga».
Comentando un famoso versículo del libro del Eclesiastés (VII-8) que sostiene
que «mejor es paciencia que arrogancia», los cabalistas nos descubren que la
paciencia se refiere a Jacob y la arrogancia a Esaú, «quien todos los días comía de su
propia caza y, por su arrogancia, nunca invitaba a Jacob». Recordemos que Jacob es
quien recibe la bendición de Isaac.
En el capítulo 6 de la Segunda Parte aparece otro proverbio que nos habla de
barajar, o sea de Berajah, la Bendición:
Ve, come con alegría tu pan y bebe con buen corazón tu vino.
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y su valor numérico 17.
La casa, en hebreo Beith ()בית, está asociada con la letra Beth ()ב. Los cabalistas
dicen que en la Beth de Bereshit ( )בּראשׂיתestá contenida toda la Torah. De hecho en
esta Beth ()בּ, que es de mayor tamaño que las demás letras, nos encontramos con un
punto llamado Daguesh.
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La culpable de la maledicencia fue la serpiente, y la «llaga» o la afección de la
piel debe relacionarse con este animal. Por otra parte, la serpiente es también el
símbolo de la medicina.
Los cabalistas nos explican que la Teshuvah es anterior a la Creación. De alguna
manera es lo que el proverbio llama «la medicina». El proverbio que nos trae
Cervantes hemos de relacionarlo con un proverbio sefardí[96] que dice que:
Si la siguen «galgos» puede ser porque Galgal ( )גלגלen hebreo significa «rueda
de molino» y nos encontramos ante gigantes y encantadores, o puede ser porque
Cervantes está haciendo una alusión sutilísima a Amalec, que como un perro
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perseguía al pueblo de Israel en su huida de Egipto. Esta visión es lo que simboliza
Dulcinea. Para fijarla hace falta cierta trampa, cierta materia. Quizá por ello sea
precisamente Sancho el que declara: «Presupongamos que esta liebre es Dulcinea del
Toboso y estos galgos que la persiguen son los malandrines encantadores que la
transformaron en labradora: ella huye, yo la cojo y la pongo en poder de vuesa
merced, que la tiene en sus brazos y la regala».
También en la Segunda Parte, concretamente en el capítulo 26, se hace alusión a
la liebre y al gato con la expresión «no hay para qué venderme a mí el gato por
liebre». Se trata de una alusión a la conocida expresión castellana «dar gato por
liebre». «Dar gato por liebre», nos informa la Espasa[97], es «engañar en la calidad de
una cosa por medio de una inferior que se le asemeja». El gato se parece a la liebre,
pero no es la liebre. Los egipcios, cuyo extraordinario simbolismo ha llegado hasta
nosotros disfrazándose con los ropajes griegos, hebreos y árabes, sabían distinguir
entre el gato y la liebre. Para empezar, daban al gato un nombre onomatopéyico:
Mau, cuyo significado es bastante curioso. Según el egiptólogo S. Mayassis[98], esta
palabra se utiliza para decir «parecido» o «parecer». El gato se parece, pero no es,
como sucede con la Luna, en las noches de Luna llena, se asemeja al Sol, pero no es
el Sol.
Según Plutarco de Queronea «el gato representa a la Luna, a causa de la variedad
de su pelaje, de su actividad nocturna y de su fecundidad. Se dice que este animal
pare primeramente uno, luego dos, más tarde tres, luego cuatro, cinco y hasta siete
cada vez, de manera que contándolos todos suma 28, número igual al de los días de la
Luna. Desde luego, esto no pasa de pura fábula; pero parece, sin embargo, que en los
ojos del gato las pupilas se hinchan y dilatan en Luna llena, mientras que se contraen
durante el curso descendente de este astro»[99].
El gato o la Luna representan las apariencias del mundo sublunar, las experiencias
del psiquismo que si bien pueden parecer en alguna ocasión auténticamente
espirituales, en realidad no lo son.
La liebre, por el contrario, es un animal solar que los egipcios dedicaban a Osiris.
Según Champollion, la liebre era un símbolo de este dios; esta divinidad estaba
representada por un ojo, y el jeroglífico de la liebre designaba a los ojos abiertos.
La palabra hebrea Arnebet ()ארנבת, «liebre», se compone, según Frédéric du
Portal de Ar u Or, «luz» y Nebet, «contemplar». «Según la significación hebraica del
nombre de este animal —prosigue Du Portal— debía ser en Egipto el símbolo de la
luz moral revelada a los neófitos, y de la contemplación de la divinidad»[100].
Covarrubias explica que «la liebre duerme con los ojos abiertos» y «cerca de los
egipcios fue símbolo de la vigilancia»[101].
Si el gato representa a este mundo, la liebre corresponde al mundo futuro, al
mundo de la salvación. El Talmud nos enseña que «La salvación de Dios (llega) en
un abrir y cerrar de ojos», Ieshuat Hashem keheref ain. Este es el significado de la
liebre.
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El proverbio sefardí «al lugar de Rajel dar a Lea»[102], que nos recuerda la trampa
que hizo Labán en la noche de Bodas de Jacob, nos enseña lo mismo que «dar gato
por liebre».
Pues la experiencia enseña que el que a buen árbol se arrima, buena sombra le
cobija…
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Edad de Oro perdida? La Buena Sombra que cobija a aquel que se le arrima es una
Bendición, pues le protege del ardor del sol de este mundo. Un proverbio castellano
parece referirse a lo mismo cuando dice que «quien tiene el árbol, tiene el pájaro», ya
que el pájaro o el volátil representan a la Bendición.
Este cobijo, esta bendición, es el comienzo de una nueva generación, de un
renacimiento: el nacimiento puro en la incorruptibilidad, el renacimiento en el Siglo
de Oro, en el que no interviene varón.
Tener «buena sombra» es tener buena suerte, buen destino o buena ventura, y la
buena ventura no es sino el buen futuro, la buena aventura, el saeculum venturum, el
mundo por venir o el verdadero Destino.
No nos parece descabellado a estas alturas afirmar que todo el libro[105] de
Cervantes es como un Buen Árbol y que quien a él se arrime, Buena Sombra le
cobijará.
La Edad de Oro cantada por los Poetas nos es dicha también, no lo olvidemos,
«dos deditos más» por el mismo Cervantes (I-4). Estos «dos deditos» nos sugieren los
dedos índice y anular unidos transmitiendo la bendición con la que se inicia el Mundo
Porvenir. Muchos de los proverbios que nos han dejado los maestros del Siglo de Oro
nos hablan de este Mundo Porvenir, desde este mundo. Por esta razón sólo
entendemos su sentido literal, aplicable a este mundo caído pero nos perdemos el
sentido profundo, destinado a nuestra alma. Sin duda nos falta humor y dos deditos
más para acceder a su comprensión. Perderse esta aventura es lo que se llama «no
tener dos dedos de frente».
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Notas
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[1] Véase Juli Peradejordi, «Dichos y refranes de don Quijote y Sancho», en La
puerta. Tradición popular, pág. 69 a 74. Ediciones Obelisco, Barcelona, 1994. <<
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[2] Los biógrafos de Cervantes nos dicen que su padre era cirujano, profesión que
solían practicar los judíos. Él, sin embargo, nos dice que era «zurujano». Se trata
únicamente de un detalle, pero nuestro autor podría estar refiriéndose al Zuruj, un
puntito que se coloca debajo de las consonantes para dar la vocal «u». El Quijote está
sembrado de este tipo de detalles. <<
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[3] Como escribe Pere Sánchez Ferré en El Caballero del Oro fino, Cábala y Alquimia
en el Quijote, Ed. MRA, Barcelona, 2002, pág. 33: «Es demasiado preciso para ser
literatura». <<
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[4] Véase Dominique Aubier, Don Quijote Profeta y Cabalista, Ediciones Obelisco,
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[5] Véase Hermenegildo Fuentes, Don Quijote de la Mancha, el Libro del Esplendor,
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[6] Como don Federico Climent Terrer, autor de unas ocultistas Enseñanzas de El
Quijote, Ed. Mariano Galve, Barcelona, 1916, que, al decir de Sánchez Ferré, lo
reducen «a poco más que un tratado de moral». <<
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[7] Véase Juan Valera Sobre La Estafeta de Urqanda, o aviso de Cide Asam Ouzad
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[8] Solamente me permitiré señalar una alusión al crisol del Sol y de la Luna que
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[9] Método cabalístico tradicional que ya aparece en Las treinta y dos reglas de rabí
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[10] En este trabajo he acudido constantemente al maravilloso Diccionario Akal del
Refranero Sefardí de Jesús Cantera Ortiz de Urbina, Ed. Akal, Madrid, 2004. <<
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[11] Eduardo de Echegaray, Diccionario general etimológico de la Lengua española,
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[12] Casi todas las enseñanzas esotéricas, ateniporales por su naturaleza misma, toman
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[13] La relación entre el oro y la resurrección o la inmortalidad la encontramos en
diversas tradiciones. Es conocido el aforismo védico que afirma que «el oro es la
inmortalidad». <<
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[14] «Como la nuez, la Torah tiene capas, tiene cáscara, pulpa muy sabrosa. Deja salir
palabras de su cofre, las oculta enseguida. Dibuja a una muchacha comedida, oculta
en el recóndito aposento. Tiene un único amante que escondido permanece para otros.
Por amor merodea ante la puerta el galán interesado, cuyos ojos entornados se quedan
en el quicio buscándola, buscándola. La muchacha abre apenas la ventana y desvela
un instante el bello rostro, apresurada se oculta pudibunda, y el amante la aguarda, la
ve su corazón, su alma la ve, sabe que por su gesto ha sonreído, entiende la esperanza
como fuego bondadoso del amor. La verdad de la Torah sólo muéstrase para los
hombres que arden en la zarza, en la sabiduría del amor de Dios y su merced. La
Torah se revela a quien la arna, a él le hace las señas desde lejos; con su sabiduría el
elegido llega a los aposentos» Zohar II-90. <<
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[15]
El verbo Pshat ( )פשׁתsignifica precisamente «quitar un vestido, despojar».
Recordemos que en muchas ocasiones los cabalistas comparan a la Torah con una
Dama o una Princesa. <<
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[16] A propósito de este tema recomiendo vivamente la lectura del artículo «El vestido
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[17]
Como vimos, la guematria es un método cabalístico que asocia el sentido
profundo de aquellas palabras cuyo valor numérico es el mismo, ya que en hebreo
cada letra tiene un valor numérico. <<
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[18] En un apasionante anónimo francés titulado Racines Hébraiques sans points-
voyelles ou dictionaire hébraique par racines, París, 1732, se nos explica que Reguil
significa «río». Quizá de aquí venga el castellano «regar». <<
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[19] Para algunos cabalistas la Torah tendría siete sentidos o niveles de interpretación
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[20] Para Vicente Espinel, amigo de Cervantes, el caballero no se llama así, como
comúnmente se cree, porque «anda y pelea a caballo». «Si por esta razón fuera —
escribe Espinel en el descanso séptimo de su Vida de Marcos Obregón— también se
llamará caballero al playero o arriero que trae caballas de la mar, y también se dice el
que va en un jumento o acémila, que va caballero, que realmente no es caballo, y
parece que en esa opinión es impropio», aunque este autor tan circunspecto no nos
llegue a decir que un caballero es un cabalista. Por su parte Cervantes escribe que «ni
todos los que se llaman Caballeros, lo son de todo en todo, que unos son de oro, otros
de alquimia, y todos parecen caballeros pero no todos pueden estar al toque de la
piedra de la verdad». (II-8). <<
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[21] La Cábala nos enseña que el olfato es el único sentido que no se vio afectado por
el pecado de Adán y Eva. De hecho la medicina moderna nos explica que el olfato es
el sentido más básico y primitivo. <<
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[22] En el cap. XXIX de la Primera Parte se relaciona de nuevo el olfato con el alfabeto
cuando Dorotea habla del «olor de vuestro famoso nombre». El tema del olfato o el
olor aparece en varias ocasiones a lo largo del libro. Por ejemplo, en el discurso que
don Quijote le da a Sancho a propósito de la incapacidad de los diablos para oler
«cosa buena»: «Y la razón es que como ellos, dondequiera que están, traen el infierno
consigo, y no pueden recebir género de alivio alguno en sus tormentos, y el buen olor
sea cosa que deleita y contenta, no es posible que ellos huelan cosa buena». En otras
palabras, nos está enseñando que no pueden aprehender la Buena Palabra, el Buen
Secreto, ya que «palabra» y «cosa» se dicen en hebreo Dabar. <<
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[23] «Con el papel delante, la pluma en la oreja, el codo en el bufete y la mano en la
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[24] Ver El Quijote II-18 y Louis Cattiaux, El mensaje reecontrado, (XXVIII-27). Ed.
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[25] Según el Talmud (Haguigah 14 b), en el siglo II, cuatro grandes profesores se
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[26] Hay en hebreo dos letras que se traducen por «s», la Samej ( )סy la Shin ()שׁ. <<
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[27] Véase Zohar I-29 a. <<
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[28] Véase mi artículo «Sobre el nombre y el prólogo de El Quijote», en La puerta n.°
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[29]
Eduardo de Echegaray, en su Diccionario general etimológico de la lengua
española, Madrid, 1887, nos da la palabra «ocioso» como sinónimo de
«desocupado», y Santiago Segura Murguía en su Diccionario etimológico latino-
español, Madrid, 1985, traduce otiosus por «ocioso, desocupado». <<
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[30] Encontramos esta idea en un gran número de autores. Seguramente uno de los
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[31] En algunos medios se ha acusado a Dominique Aubier de «forzar» la
interpretación de El Quijote estableciendo una relación artificiosa entre «caballero» y
«cabalista». Sin embargo la idea no es en modo alguno nueva. Véase, por ejemplo,
La Cábala del Caballo Pegaso de Giordano Bruno, Alianza editorial, Madrid, 1990.
<<
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[32] El valor ordinal de esta letra, el 18, nos refiere a las 18 bendiciones, y a Jai ()חי,
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[33] Esta letra, de valor numérico o guematria 50, se relaciona con el Rey Mesías,
pues la raíz verbal Nun significa «reinar». En el orden de las letras, la Nun es la
número 14, y 14 es la guematria de David. <<
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[34] Kohelet Rabá X-7. <<
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[35] Tomado del Diccionario Akal del Refranero Sefardí, de Jesús Cantera Ortiz de
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[36] Ibíd., refrán n.° 311. <<
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[37] Sod, cuyo valor numérico es 70, se relaciona en la Cábala con la letra Ayin ()ע
que se utiliza como el número 70 y con el vino, Iain ()יין, palabra cuyo valor
numérico también es 70. El vino es el contenido, lo esotérico, en contraposición a la
copa, lo exotérico, que es el continente. El Buen Secreto o, lo que es lo mismo, la
Buena Palabra, es el objeto de la búsqueda del Caballero/Cabalista. En hebreo «Buen
Secreto» sería Tov Sod ()תוב סוד, lo cual fonéticamente nos lleva a «Toboso». <<
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[38] «El esoterismo verdadero es algo muy diferente de la religión exterior, y, si tiene
algunas relaciones con ésta, eso no puede ser sino en tanto que encuentra en las
formas religiosas un modo de expresión simbólico; por lo demás, importa poco que
esas formas sean las de tal o cual religión, puesto que aquello de lo que se trata es la
unidad doctrinal esencial que se disimula detrás de su aparente diversidad», escribía
René Guénon en El Esoterismo de Dante, cap. 1, FA. Dédalo, Buenos Aires 1976. <<
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[39] Basar veDam, expresión rabínica para referirse al hombre mortal. <<
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[40] Cantar de bs Cantares V-2. <<
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[41] Cita de los Tikunei haZohar, Zohar I-28 a. <<
próxima es quixotes, procede del latín coxa, «fémur», «muslo». Este autor nos
explica, apoyándose en el Zohar, que se trata de un eufemismo del sexo. <<
<<
griegos hacían muchas bromas sobre si el arco estaba tensado o no); una de las
acepciones de Brith y de Keshet según el diccionario. El que valga 800 puede
reducirse a 8, lo cual nos lleva al 8.° día, el día de Brith Mila (la circuncisión) e
incluso a la 8.ª bendición, la relativa a la salud y a la curación. <<
doctrina de origen hindú que guarda no pocos paralelismos con la Cábala, el «centro»
o «chakra» asociado con el sexo recibe también el nombre de «chakra raíz». <<
Cabecico del Aire, Carboneras, Almería 1979, «La circoncision», pág. 236. <<
ejemplo al Santo, Bendito sea, «que está separado de los mundos». <<
Abraham recibió la visita de los tres ángeles. Véase Génesis XIII-18. <<
«Las bodas cabalísticas del rey», en La Puerta, n.° 6, Primavera 1980, Barcelona. <<
en la España del Siglo de Oro, págs. 27 a 32, Ediciones Obelisco, Barcelona, 1990.
<<
Frère Jean descienden bajo tierra por una escalera de 108 peldaños, número místico
que, según Platón en el Timeo engendra al Alma del Mundo. Allí piden ser
conducidos hasta la princesa Bacbuc, «Dama de honor de la botella y pontífice de
todos los misterios». <<
atado en el cual ningún hombre jamás se ha sentado: desatádle, y traéd[le acá]». <<
1987. <<