Don Quijote de La Mancha Carnaval
Don Quijote de La Mancha Carnaval
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Departamento: Lenguaje
Resumen
Don Quijote de la Mancha es un texto que rompe en diversos sentidos el orden
social de la España de los Austria. Miguel de Cervantes utiliza elementos
carnavalescos para ingresar, en ciertas ocasiones, a un ambiente de relaciones
sociales horizontales y libres que alteran los valores, los reglamentos y el poder de
las instituciones. De esta forma, es posible analizar la novela sobre la base de las
nociones de juego, transgresión y anulación del orden social, y el ciclo de muerte
y resurrección propias del carnaval.
Don Quijote de la Mancha constituye, sin lugar a dudas, una obra transgresora.
No sólo por sus diversas innovaciones en el plano formal, tales como su
acentuado dialogismo y perspectivismo, sino porque rompe en múltiples
direcciones con su plano referencial, dislocándolo, forzándolo y, en definitiva,
desdibujando el orden social establecido en España por los Austria. Más aún,
genera un caballero andante que profana la misma realidad de la época.
Bajo esa perspectiva, es dable analizar la novela cervantina sobre la base del
Carnaval , figura empleada por Mijail Bajtin para analizar la obra de Francois
Rabelais, que, como instalación de un tiempo alternativo en la vida del hombre,
en el cual todos los valores, reglamentos, autoridades e instituciones son
profanados para ingresar a un ambiente de relaciones sociales horizontales y
libres, aporta un marco de análisis útil para abordar Don Quijote de la Mancha. En
esa línea, me interesa ocupar sobre todo las nociones de juego, transgresión y
anulación del orden social y el ciclo de muerte y resurrección.
Bufones en los caminos
El carnaval tiene como uno de sus ejes centrales la noción de juego, que se
relaciona con las formas artísticas y animadas de imágenes, vale decir, con las
formas del espectáculo teatral. No se trata, sin embargo, de que el carnaval
extienda los códigos teatrales a la calle, sino más bien de que la vida misma es
representada por los elementos característicos del juego. De hecho, el carnaval
pasa por alto aspectos fundamentales del teatro, como la distinción entre actores
y espectadores, la noción de escena, entre otros elementos: “los espectadores no
asisten al carnaval, sino que lo viven, ya que el carnaval está hecho para todo el
pueblo” (Bajtín, 13). No se puede soslayar, sin embargo, que bufones y payasos
son los personajes característicos de esta fiesta.
Ahora bien, Cervantes construye parte significativa de Don Quijote de la
Manchacomo un juego, que “no llega nunca a ser la identificación con el
protagonista [...] Básicamente, es un mirar lo que le va ocurriendo en sus
previsibles colisiones con el mundo que lo rodea” (Martínez, 132). Colisiones que
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están marcadas, por lo demás, por la clara adopción de formas teatrales, que
tienen que ver con la utilización de máscaras, caretas y disfraces. Además, con la
caracterización de numerosos personajes en el transcurso de la novela.
Don Quijote y Sancho Panza emplean una serie de artilugios y disfraces tendientes
a dar forma a los personajes – caballero y escudero – que emprenden los tres
viajes por España. La adarga, la lanza, la espada, entre otros, no son sino partes
de un disfraz destinado a representar personajes anacrónicos e idealizados por las
lecturas caballerescas. Sin embargo, es interesante consignar que las máscaras y
los disfraces no sólo son empleados por el loco y el villano, sino por muchos de los
seres que pasan por la obra. Dorotea y su alter ego Micomicona, los duques y
muchos de sus subordinados, que encarnan desde Merlín hasta Arcalaús el
encantador, asumen toda clase de máscaras.
Con todo, los duques y los amigos de don Quijote, vale decir, el barbero, el cura y
el bachiller Carrasco resultan relevantes en la medida que además de
representar ciertos personajes, generan complejas representaciones para el
Caballero de los Leones. Mientras los primeros lo hacen para divertirse a costa de
la locura de don Quijote – al que conocen por la lectura de la primera parte del
libro -, los segundos tratan de devolver al de la Triste Figura a la cordura y el
mundo real. Cabe subrayar, a ese efecto, la figura de Sansón Carrasco, que
como el Caballero de los Espejos, primero, y el de la Blanca Luna, después,
desafía a don Quijote para conseguir los fines antes mencionados.
Como consecuencia de lo anterior, se produce un progresivo proceso en que,
según Mario Vargas Llosa, “la ficción comienza a devorar la realidad” (Vargas
Llosa, Cervantes XVI). La ficcionalización de la realidad atrapa de manera
creciente las andanzas de don Quijote, sobre todo, en la segunda parte, donde
su relación con los duques y con Antonio Moreno, lleva esa tendencia a su punto
más alto.
El mundo al revés
Uno de los rasgos más relevantes del carnaval es la anulación de las jerarquías y
del orden existente con el fin de vivir en un mundo de mayor igualdad. De esta
forma, es un período en que se rompen las diferencias sociales y, en
consecuencia, los hombres se relacionan como iguales. En suma, se vuelve el
mundo al revés. Para Angélica Corvetto-Fernández:
El carnaval es un espacio y tiempo de excepción; donde las categorías se
anulan, las jerarquías se disuelven, las diferencias se allanan. Lo alto se degrada,
lo bajo se eleva, lo rico se hace pobre, la miseria se enriquece, el villano y el noble
se igualan. La lógica es burlada y la locura reina. Basado en la anulación de las
distancias, de la medida, del miedo, respeto y etiqueta, el carnaval produce una
atmósfera de caos, irrealidad, paroxismo y grotesco que lo constituye en un
hecho altamente estético. (Corvetto-Fernández)
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decir, con su convicción de ser un caballero andante y, por ende, con su misión
mesiánica. Mario Vargas Llosa afirma, en esa línea, que:
El Quijote no cree que la justicia, el orden social, el progreso, sean funciones de la
autoridad, sino obra del quehacer de individuos que, como sus modelos, los
caballeros andantes, y el mismo, se hayan echado sobre los hombros la tarea de
hacer menos injusto y más mobile casinos libre y próspero el mundo online casino
australia en el que viven. (Vargas Llosa, Cervantes XX)
Para Martínez, las miserias de la nobleza contrastan con las regiones poéticas más
idealizadas con que debieran ser representadas figuras de un elevado rango
social, lo que tendría que ver con el débil realismo de Don Quijote de la Mancha.
El rey al desnudo
La representación del ciclo de muerte y resurrección es, a todas luces, uno de los
aspectos más relevantes del carnaval. De cierta forma, éste intenta simbolizar los
hitos que permiten la circularidad del infinito. Lejos de la trascendentalidad de la
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RESUMEN / ABSTRACT
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Sin embargo, este doble juego cervantino se nos plantea desde un comienzo.
Con un estilo retórico, el narrador nos presenta a un personaje ficticio que pudo
ser real:
Y que se volvió loco de tanto leer libros ficticios (doble ficción). Este
planteamiento de la doble ficción es paradójico, pues no aumenta en el
receptor-lector la sensación de mayor ficción, sino que le coloca en los límites
imprecisos de una ficción de realidad que genera sensación de realidad. Este es
el juego de Cervantes y su poética de la ficción. La locura de Don Quijote, que no
quiere o no le permite distinguir los límites entre su realidad (realidad de ficción) y
la de la ficción de sus lecturas (ficción de ficción) genera en el lector un juego
fenomenológico inconsciente entre lo que es realidad y lo que es ficción, entre
sentimiento vital y fantasía, entre verosimilitud y certeza. Al aceptar como ficción
los disparatados libros de caballería y sus descabelladas aventuras, pareciera
que, tácita e inconscientemente, estamos aceptando como realidad el nivel de
la locura originada por una ficción y el entorno histórico-social-geográfico en el
que se desarrolla dicha ficción: lugares (La Mancha: indeterminación que luego
se precisa con referencias reales), viviendas, costumbres, clases sociales,
personajes históricos, referencias a situaciones históricas, situación política. Mucho
del contenido del relato pertenece, en una palabra, a la España de las últimas
décadas del siglo XVI y de los primeros años del siglo XVII, que Cervantes vivió. Sin
embargo, aunque se muestran muchos signos de la época, la esencia más
profunda del relato forma parte de lo más imperioso de la naturaleza humana. Lo
más decisivo es, sin duda, el mundo interior que discurre por los laberintos de la
mente quijotesca. Las rebeldías cervantinas se ocultan con frecuencia en la
mente afiebrada de su personaje. Este juego dialéctico entre realidad y ficción
queda explicitado en dos citas altamente significativas:
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- Yo imagino que todo lo que digo es así, sin que sobre ni falte nada,
y píntola en mi imaginación (a Dulcinea) como la deseo, así en la
belleza como en la principalidad (I:25).
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Estas tres citas, de auténtico relativismo gnoseológico, parecieran indicar que Don
Quijote no realiza una mala interpretación de los sentidos (no es loco), sino que su
locura consiste en no querer ver la realidad, que el mundo de la fantasía es más
fuerte que el de la realidad. Otro juego de Cervantes: nos hace creer que
estamos en presencia de un loco cuando es un cuerdo o un loco sublime. En
numerosas ocasiones, D. Quijote da muestras de que su locura es aparente o, por
lo menos, especial y extraña. Su locura parece consistir, únicamente, en no
aceptar la realidad que le tocó vivir y añorar, en cambio, otra supuesta realidad
en la que los valores morales y caballerescos predominaban sobre la corrupción e
inmoralidad del momento.
1- Aunque ha sido frecuente tildar de loco a Don Quijote, su locura quizás solo sea
aparente. Si Don Quijote hubiera sido un loco, tal vez ya habría sido olvidado.
Quizás la obra de Cervantes solo sea un juego agónico de locos y cuerdos, una
lucha que se realiza entre los que siguen dos caminos distintos: los que solo se
guían por los sentidos y los que se guían por la fuerza de la mente. Don Quijote es
un agonista, cuya lucha y locura consiste, precisamente, en no querer dejar de
ser loco para no transformarse en vulgar. O como afirma José Saramago en un
artículo aparecido en el diario El País (22-V-2005):
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En el fondo, Don Quijote, más que una paranoia declarada, solo manifiesta
algunas reacciones paranoicas ante situaciones de intensa carga afectiva que
quiebran transitoriamente la dirección normal de su psiquismo. Más que de
paranoia, habría que hablar de una personalidad obsesiva, una alteración del
ánimo producida por una idea fija que tenazmente asalta la mente, por un
carácter perfeccionista y rígido, exageradamente moralista y preocupado por
detalles y reglas, y pletórico de seriedad y buenos propósitos.
Hay que considerar, además, que la personalidad previa de Don Quijote era
normal y equilibrada y, por lo que se deduce claramente, bondadosa y generosa
(Alonso Quijana-Alonso Quijana El Bueno). Su alma es transparente, plena de
finura y de gentil señorío, no busca recompensas materiales.
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Interesantes son, a este respecto, las palabras que Don Quijote responde al
barbero cuando éste le cuenta la historia del loco sevillano:
¡Ah señor barbero, señor rapista (nótese el término despectivo para
referirse a él), y cuán ciego es aquel que no ve por tela de
cedazo! ¿Y es posible que vuesa merced no sabe que las
comparaciones que se hacen de ingenio a ingenio, de valor a
valor, de hermosura a hermosura, y de linaje a linaje son siempre
odiosas y mal recibidas? Yo, señor Barbero, no soy Neptuno (que es
como decirle que no está loco), el dios de las aguas, ni procuro
que nadie me tenga por discreto no lo siendo; sólo me fatigo por
dar a entender al mundo en el error en que está en no renovar en
sí el felicísimo tiempo donde campeaba el orden de la andante
caballería. Pero no es merecedora la depravada edad nuestra de
gozar de tanto bien…(II:1).
Cervantes, por otra parte, estructura su novela como un juego, como una ficción
lúdica y el resultado es unquijotismo lúdico, y la actuación de los personajes se
rige según las características y actitudes fundamentales del mundo del juego: un
mundo propio que sitúa las cosas de su mundo en un orden nuevo y grato tal
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Alonso Quijano y Don Quijote son la encarnación del ser y del valor, del ser y del
existir, mirados desde la perspectiva existencialista (“el hombre no es otra cosa
que lo que él se hace”). Don Alonso Quijano es un hombre imperfecto e
inacabado y solo a través de su segundo nacimiento llegará a la plenitud vital.
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Don Alonso Quijano quiso dejar de ser una mera realidad contingente y temporal,
perder su ser para lograr su valer e integrarse a una realidad superior. Don Quijote,
a pesar de su lucha, se transforma en una tentativa fracasada, en el símbolo de la
frustración de todos los esfuerzos humanos en la vida. De su actuación se
desprende un pesimismo radical sobre las cosas. Es la imagen del hombre que
lucha afanosa e inútilmente por hacer triunfar sus anhelos de trascendencia sobre
la rutina prosaica de las cosas de este mundo. Al fracasar en su intento, está
dejando entrever que las posibilidades del hombre tienen siempre un límite, que la
condición humana es dramática y trágica, definida por la imposibilidad de
alcanzar lo que se busca.
“A la primavera sigue el verano, el verano al estío, el estío al otoño. Y
el otoño al invierno, y el invierno a la primavera, y así torna a andarse
el tiempo con esta rueda continua; sola la vida humana corre a su
fin ligera más que el viento, sin esperar renovarse si no es en la otra,
que no tiene términos que la limiten (II:53)”.
Don Quijote, parodia de héroes míticos y caballerescos, cuya locura está más allá
del bien y del mal, es una parodia trascendental, una historia estéril y trastocada,
engendro de pensamientos inquietos. Don Quijote recobra la conducta y muere
(lucidez de agonía). La cordura no aparece de improviso, pues a lo largo de su
tercera salida se va operando el cambio y va apareciendo el carácter
decepcionado y reflexivo sobre la vanidad de la existencia humana.
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son, en definitiva, recursos ficticios y lúdicos para expresar una compleja realidad
antropológica, que consiste en luchar contra lo que es a favor de lo que
deseamos que sea. La vuelta a la cordura, más que un acto de lucidez, es el
último juego, la última ficción lúdica de Cervantes: el que muere no es Don
Quijote, sino Alonso Quijano, pues “el quijotismo no morirá, como dijo Salvador de
Madariaga, mientras dure la especie humana”. El episodio final nos muestra que
la locura de Don Quijote fue fingida y que todas sus actuaciones y circunstancias
y todo su lenguaje no fueron nada más que el preludio de la escena final.
Solo nos queda, por lo tanto, un consuelo: que la muerte de Alonso Quijano sea
aparente, un juego más de Cervantes, y que Don Quijote se levante del lecho
para luchar nuevamente contra el racionalismo y la tecnología y se decida a
emprender una quimérica y loca lucha por recuperar la belleza, el misterio y la
poesía que parecen perdidos en el tráfico de la modernidad y en el pragmatismo
de nuestra disparatada locura. Si esto se hace realidad, y solo entonces, ya no
serán atormentadores los versos de León Felipe:
Ya no hay locos, amigo, ya no hay
locos.
Se murió aquel manchego.
Aquel estrafalario fantasma del
desierto
y… ni en España, hay locos.
Todo el mundo está cuerdo,
terrible, monstruosamente cuerdo
(El payaso de las bofetadas).
BIBLIOGRAFÍA
Caillois, Roger, Los juegos y los hombres: la máscara y el vértigo. Trad. Jorge Ferrier.
México: Fondo de Cultura Económica, 1986. [ Links ]
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Huizinga, Johan, Homo Ludens. Trad. Eugenio Imaz. Madrid: Alianza Editorial,
1994. [ Links ]