Don Quijote de La Mancha Carnaval

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4° MEDIO ELECTIVO

Departamento: Lenguaje

Textos teóricos sobre El quijote

Don Quijote de la mancha: el loco, el villano y el carnaval


por Iván Candia
Artículo publicado el 18/06/2006

Resumen
Don Quijote de la Mancha es un texto que rompe en diversos sentidos el orden
social de la España de los Austria. Miguel de Cervantes utiliza elementos
carnavalescos para ingresar, en ciertas ocasiones, a un ambiente de relaciones
sociales horizontales y libres que alteran los valores, los reglamentos y el poder de
las instituciones. De esta forma, es posible analizar la novela sobre la base de las
nociones de juego, transgresión y anulación del orden social, y el ciclo de muerte
y resurrección propias del carnaval.
Don Quijote de la Mancha constituye, sin lugar a dudas, una obra transgresora.
No sólo por sus diversas innovaciones en el plano formal, tales como su
acentuado dialogismo y perspectivismo, sino porque rompe en múltiples
direcciones con su plano referencial, dislocándolo, forzándolo y, en definitiva,
desdibujando el orden social establecido en España por los Austria. Más aún,
genera un caballero andante que profana la misma realidad de la época.
Bajo esa perspectiva, es dable analizar la novela cervantina sobre la base del
Carnaval , figura empleada por Mijail Bajtin para analizar la obra de Francois
Rabelais, que, como instalación de un tiempo alternativo en la vida del hombre,
en el cual todos los valores, reglamentos, autoridades e instituciones son
profanados para ingresar a un ambiente de relaciones sociales horizontales y
libres, aporta un marco de análisis útil para abordar Don Quijote de la Mancha. En
esa línea, me interesa ocupar sobre todo las nociones de juego, transgresión y
anulación del orden social y el ciclo de muerte y resurrección.
Bufones en los caminos
El carnaval tiene como uno de sus ejes centrales la noción de juego, que se
relaciona con las formas artísticas y animadas de imágenes, vale decir, con las
formas del espectáculo teatral. No se trata, sin embargo, de que el carnaval
extienda los códigos teatrales a la calle, sino más bien de que la vida misma es
representada por los elementos característicos del juego. De hecho, el carnaval
pasa por alto aspectos fundamentales del teatro, como la distinción entre actores
y espectadores, la noción de escena, entre otros elementos: “los espectadores no
asisten al carnaval, sino que lo viven, ya que el carnaval está hecho para todo el
pueblo” (Bajtín, 13). No se puede soslayar, sin embargo, que bufones y payasos
son los personajes característicos de esta fiesta.
Ahora bien, Cervantes construye parte significativa de Don Quijote de la
Manchacomo un juego, que “no llega nunca a ser la identificación con el
protagonista [...] Básicamente, es un mirar lo que le va ocurriendo en sus
previsibles colisiones con el mundo que lo rodea” (Martínez, 132). Colisiones que
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están marcadas, por lo demás, por la clara adopción de formas teatrales, que
tienen que ver con la utilización de máscaras, caretas y disfraces. Además, con la
caracterización de numerosos personajes en el transcurso de la novela.
Don Quijote y Sancho Panza emplean una serie de artilugios y disfraces tendientes
a dar forma a los personajes – caballero y escudero – que emprenden los tres
viajes por España. La adarga, la lanza, la espada, entre otros, no son sino partes
de un disfraz destinado a representar personajes anacrónicos e idealizados por las
lecturas caballerescas. Sin embargo, es interesante consignar que las máscaras y
los disfraces no sólo son empleados por el loco y el villano, sino por muchos de los
seres que pasan por la obra. Dorotea y su alter ego Micomicona, los duques y
muchos de sus subordinados, que encarnan desde Merlín hasta Arcalaús el
encantador, asumen toda clase de máscaras.
Con todo, los duques y los amigos de don Quijote, vale decir, el barbero, el cura y
el bachiller Carrasco resultan relevantes en la medida que además de
representar ciertos personajes, generan complejas representaciones para el
Caballero de los Leones. Mientras los primeros lo hacen para divertirse a costa de
la locura de don Quijote – al que conocen por la lectura de la primera parte del
libro -, los segundos tratan de devolver al de la Triste Figura a la cordura y el
mundo real. Cabe subrayar, a ese efecto, la figura de Sansón Carrasco, que
como el Caballero de los Espejos, primero, y el de la Blanca Luna, después,
desafía a don Quijote para conseguir los fines antes mencionados.
Como consecuencia de lo anterior, se produce un progresivo proceso en que,
según Mario Vargas Llosa, “la ficción comienza a devorar la realidad” (Vargas
Llosa, Cervantes XVI). La ficcionalización de la realidad atrapa de manera
creciente las andanzas de don Quijote, sobre todo, en la segunda parte, donde
su relación con los duques y con Antonio Moreno, lleva esa tendencia a su punto
más alto.
El mundo al revés
Uno de los rasgos más relevantes del carnaval es la anulación de las jerarquías y
del orden existente con el fin de vivir en un mundo de mayor igualdad. De esta
forma, es un período en que se rompen las diferencias sociales y, en
consecuencia, los hombres se relacionan como iguales. En suma, se vuelve el
mundo al revés. Para Angélica Corvetto-Fernández:
El carnaval es un espacio y tiempo de excepción; donde las categorías se
anulan, las jerarquías se disuelven, las diferencias se allanan. Lo alto se degrada,
lo bajo se eleva, lo rico se hace pobre, la miseria se enriquece, el villano y el noble
se igualan. La lógica es burlada y la locura reina. Basado en la anulación de las
distancias, de la medida, del miedo, respeto y etiqueta, el carnaval produce una
atmósfera de caos, irrealidad, paroxismo y grotesco que lo constituye en un
hecho altamente estético. (Corvetto-Fernández)

No se trata tan sólo de un ambiente sórdido y desordenado, sino también de la


posibilidad de que un individuo pueda establecer nuevas relaciones con sus
semejantes.
La transgresión cervantina pasa, en primer término, por el desafío de don Quijote
al orden establecido. Lo anterior, tiene que ver con la locura de don Quijote, vale
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decir, con su convicción de ser un caballero andante y, por ende, con su misión
mesiánica. Mario Vargas Llosa afirma, en esa línea, que:
El Quijote no cree que la justicia, el orden social, el progreso, sean funciones de la
autoridad, sino obra del quehacer de individuos que, como sus modelos, los
caballeros andantes, y el mismo, se hayan echado sobre los hombros la tarea de
hacer menos injusto y más mobile casinos libre y próspero el mundo online casino
australia en el que viven. (Vargas Llosa, Cervantes XX)

Si a eso le sumamos el férreo compromiso de don Quijote con la libertad y la


justicia, no resulta extraño que subordine la autoridad al cumplimiento de su
“sagrada misión”. En esa línea, existen en la novela dos episodios claves para
contemplar como el Caballero de la Triste Figura vuelve el mundo al revés. Bajo
esa perspectiva, está el enfrentamiento con Juan Haldudo, vecino de Quintanar,
que amparado en las costumbres de la época está azotando a un mozo que ha
perdido a sus ovejas. Además, la liberación de los galeotes que, según Vargas
Llosa, es:
La aventura donde don Quijote lleva su casino espíritu libertario a un extremo
poco menos que suicida – delatando que su idea de la libertad anticipa también
algunos aspectos de los pensadores anarquistas de dos siglos más tarde – es una
de las más célebres de la novela: la liberación de los doce delincuentes, entre
ellos el siniestro Ginés de Pasamonte. (Vargas Llosa, Cervantes XXI)

Lo interesante de esa aventura es que al transgredir la acción de la justicia, don


Quijote pasa a llevar la autoridad del mismo monarca, tal como advierte Sancho
Panza: “- Advierta vuestra merced – dijo Sancho – que la justicia, que es el mismo
rey, no hace fuerza ni agravio a semejante gente, sino que los castiga en pena de
sus delitos” (200). Ciertamente, el Caballero de la Triste Figura hace caso omiso a
tal advertencia.
Cabe destacar, además, en este apartado la estancia de don Quijote en el
castillo de los duques. Pese a que no acaece una ruptura del orden establecido,
existen una serie de elementos perturbadores que manifiestan, de una forma u
otra, el deterioro de la elevada clase social. Félix Martínez cree, en esa línea, que:
El esplendor de la corte [...] y sus regocijos, son socavados por un gran número de
breves insinuaciones de la miseria mundana: las deudas del duque, su
insensibilidad y frivolidad [...] las manifestaciones de la caducidad del cuerpo
(que incluyen la mala dentadura de doña Rodríguez y las piernas supurantes de la
Duquesa) (Martínez, 142)

Para Martínez, las miserias de la nobleza contrastan con las regiones poéticas más
idealizadas con que debieran ser representadas figuras de un elevado rango
social, lo que tendría que ver con el débil realismo de Don Quijote de la Mancha.
El rey al desnudo
La representación del ciclo de muerte y resurrección es, a todas luces, uno de los
aspectos más relevantes del carnaval. De cierta forma, éste intenta simbolizar los
hitos que permiten la circularidad del infinito. Lejos de la trascendentalidad de la
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renovación de la naturaleza, sin embargo, el carnaval simboliza tal evento de una


manera simple y paródica: la coronación y el destronamiento del rey. Así,
seOnline Casino Coupons escoge un individuo cualquiera y se le erige como el
monarca de la fiesta, de la alegría y los excesos para al final botarlo de su trono,
burlarlo y humillarlo. Eduardo Hopkins sostiene, en esa línea, que a través del
humor y la burla se intenta plasmar el misterio de la naturaleza:
En la base del rito de coronación y destronamiento del rey se encuentra el núcleo
mismo de la percepción carnavalesca del mundo: el pathos de cambios y
transformaciones, de muerte y renovación. El carnaval es la fiesta del tiempo que
aniquila y renueva todo [...] Coronación-destronamiento es un rito doble y
ambivalente que expresa lo inevitable y lo constructivo del cambio-renovación, la
alegre relatividad de todo estado y orden, de todo poder y de toda situación
jerárquica. En la coronación ya está presente la idea de un futuro
destronamiento: la coronación desde un principio es ambivalente. (Hopkins)

La coronación y el destronamiento del rey – en una clave mucho más irónica,


claro está – se puede apreciar en Don Quijote en la breve administración de
Sancho Panza de la ínsula “Barataria”, que se extiende en los capítulos XLV, XLVII,
XLIX, LI Y LIII de la segunda parte de la novela. Al igual que en el carnaval, Sancho
es escogido por los duques para convertirse en gobernador no debido a sus
méritos personales ni por sus habilidades para el cargo, sino por el deseo de
satisfacer el máximo anhelo del escudero. Para los duques no es sino otra de las
tantas burlas que le hacen a los hombres de la Mancha.
La mordacidad de la determinación de los nobles se acentúa, además, en el
hecho de entregarle a Panza una ínsula que no es tal y a que su propio nombre
alude a la manera de conseguir el gobierno: “Diéronle a entender que se
llamaba “la ínsula Barataria”, o ya atoledo porque el lugar se llamaba “Baratario”
o ya por el barato con que se le había dado el gobierno” (888). Cabe recordar
que barato aludía a la propina que se le daba a los mirones del juego en esa
época y, también, a un engaño.
Aunque Sancho realiza una gestión superior a la esperable, dada su baja
condición social e intelectual, y a que incluso muestra destellos de sabiduría y de
buen juicio, el término de su gobierno hecha por tierra todos sus méritos. La
turbación que le provoca una falsa invasión a su “ínsula” planeada por los
duques, impide siquiera que sea derrocado y, por el contrario, lo impulsa a
regresar con el caballero de la triste figura: “Por cuyas persuasiones y vituperios
probó el pobre gobernador a moverse, y fue a dar consigo en el suelo tan gran
golpe, que pensó que se había hecho pedazos [...] Unos tropezaban en él, otros
caían, y tal hubo que se puso encima un buen espacio” (955).
El gobierno de Panza constituye, en definitiva, un signo de lo inevitable de la
renovación y la capacidad de alterar y burlar el poder jerárquico. Sin embargo,
no se puede negar que en esta ocasión la acción carnavalesca tiene como
gestor a la propia autoridad.
Donde el carnaval llega a su fin
Don Quijote de la Mancha admite, ciertamente, una lectura desde la noción de
carnaval. El juego, la transgresión, la anulación del orden social y el ciclo de
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muerte y resurrección están presentes en la novela cervantina. También, es


posible indagar otros elementos no analizados en este trabajo, tales como la
carcajada colectiva y el lenguaje del carnaval, que, por cierto, tiene un carácter
marcadamente coloquial, sin formalismo alguno y, en ciertas ocasiones, vulgar.
Cabe consignar, por último, que el ludismo y la desacralización que suponen los
elementos carnavalescos en Don Quijote contribuyen a debilitar el realismo de la
obra, generando una pieza de rasgos cómicos. De ahí que Félix Martínez
considere que: “la prolongación indefinida del conflicto sistemático entre el
protagonista y su mundo, sólo es posible en el clima de la comedia, es decir, en el
de un “realismo” muy atenuado, idealizado en dirección hacia el sobrevivir y la
buena fortuna.” (Martínez, 140). Atenuado realismo que, desde luego, convierte la
lectura de Don Quijote en un verdadero carnaval. Vale.
Notas ________________
1. Me refiero tanto a la primera como a la segunda parte de Don Quijote de la
Mancha de Miguel de Cervantes, publicadas en 1605 y 1615, respectivamente.
2. Mijail Bajtin sostiene que el carnaval ocupaba un lugar relevante en la vida del
hombre medieval. Los ritos carnavalescos están regidos por un principio cómico
que los aleja de todo carácter mágico, místico u eclesiástico, por el contrario, son
más bien una parodia a los cultos religiosos. Sin embargo, tenía una estrecha
relación con las conmemoraciones religiosas debido a que, por lo general, se
desarrollaban durante los días que precedían a la cuaresma. El carnaval carece
de fronteras espaciales y que sus únicas normas son, sin lugar a dudas, las leyes de
la libertad. En ese sentido, el carnaval puede considerase como la victoria de una
especie de liberación transitoria, que implica la abolición las relaciones
jerárquicas, los privilegios, las reglas y los tabúes. En el carnaval lo sagrado se
vuelve subversivo y el mundo se pone al revés. En el tiempo carnavalesco la
multitud se entrega al desenfreno lúdico, se abre a las críticas y a los excesos; el
disfraz y la máscara hacen de la inversión su juego preferido. Bajtin sostiene que el
carnaval penetra en el reino utópico de la universalidad, la igualdad y la
abundancia. Lo anterior no implica, claro está, que el carnaval sea una
conmemoración sin trascendencia, por el contrario, tiene una profunda relación
con el tiempo, “las fiestas, en todas sus fases históricas, han estado ligadas a
períodos de crisis, de trastorno, en la vida de la naturaleza, de la sociedad y del
hombre” (Bajtin, 13). De ahí que éste pueda considerarse como un estado
peculiar del mundo que representa su renacimiento y su renovación.
Bibliografía _____________________
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Real Academia Española, Asociación de Academias de la Lengua Española y
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en dos momentos de la narrativa latinoamericana. 17 de mar. 2005.


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Cauces de la novela cervantina: perspectivas y diálogos. En Cervantes, Miguel
De, Don Quijote de la Mancha. Madrid: Edición del IV Centenario de la Real
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Alfaguara, 2004, 1145-1143.Hopkins, Eduardo, Carnavalización de mitos clásicos
en la poesía de Juan del Valle y Caviedes. 17 de mar. 2005.
Bonati, Félix, El Quijote y la poética de la novela. Santiago: Editorial Universitaria,
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Mario, Una novela para el siglo XXI. En Cervantes, Miguel De, Don Quijote de la
Mancha. Madrid: Edición del IV Centenario de la Real Academia Española,
Asociación de Academias de la Lengua Española y Alfaguara, 2004, XIII-XXVIII

Revista chilena de literatura


versión On-line ISSN 0718-2295

Rev. chil. lit. n.67 Santiago nov. 2005


http://dx.doi.org/10.4067/S0718-22952005000200011

REVISTA CHILENA DE LITERATURA


Noviembre 2005, Número 67, 161-175

REALIDAD, FICCIÓN Y JUEGO EN EL QUIJOTE: LOCURA-CORDURA

Ángel Rodríguez González


Universidad Católica de Chile

RESUMEN / ABSTRACT

Cervantes nos induce a replantearnos y a considerar lo que es realidad y lo que


es ficción o fantasía. En El Quijote se produce un extraordinario juego de ficción
novelesca. Sin embargo, la frontera entre realidad y fantasía no tiene límites
precisos, y no los tiene, porque Cervantes así lo quiso. La ficción literaria en El
Quijote (ficción de realidad, realidad de ficción, ficción de ficción) es un juego
que realiza Cervantes para presentarnos a un loco aparente que no quiere
distinguir los límites entre su realidad (realidad de ficción, ficción de realidad) y la
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de la ficción de sus lecturas (ficción de ficción).


El quijotismo clínico no es nada más que un juego cervantino (quijotismo lúdico)
para conducirnos a un quijotismo simbólico: agonía en pos de un ideal y de
valores trascendentes y en busca de un proyecto de humanidad heroica, un
camino hacia la libertad y hacia la ilusión de una conciencia individual que se
sostiene en el misterio y en el prodigio de una percepción subjetiva de un mundo
imaginario, en otras palabras, de lo eterno e inmutable.

PALABRAS CLAVE: Ficción. Realidad. Juego. Locura. Cordura. Agonía. Quijotismo.

Cervantes induces us to re-examine the problem of reality vs. fiction/fantasy.


Indeed the Quijote leads into an extraordinary play of novelistic fiction. However,
the boundary lines between fantasy and reality have no precise definition, and this
is because Cervantes himself wished it so The literary fictions in the Quijote (fiction
out of reality-reality out of fiction- fiction out of fiction) is a game played by the
author to introduce an apparent lunatic who will not dicriminate between the
limits of his reality (reality out of fiction) and the fictional in this own reading (fiction
out of fiction).
This clinical quixotism is but a cervantine play (ludic quixotism) to lead us to a
symbolic quixotism: agony after an ideal and trascendental values, and to a
search for a project of

heroic humanity, a road to liberty and to an illusion of an individual conscience


sustained by mystery and by the miracle of a subjective perception of an
imaginary world: in other words, of the eternal and immutable.

KEY WORDS: Fiction. Reality. Game. Lunacy. Sense. Agony. Quixotism.

El Quijote es una novela y, por lo tanto, es ficción, es fantasía o ficción ingeniosa.


En esto radica su grandeza perenne. Sin embargo, su lectura nos induce a
replantearnos y a considerar lo que es realidad y lo que es ficción o fantasía, pues
ninguna obra en el mundo nos ha entregado un juego tan evidente entre
realidad y fantasía. ¿Qué pretende Cervantes con su tremendo sentido de
realidad? ¿Qué pretende Cervantes con su extraordinario juego de ficción
novelesca? ¿Qué pretende Cervantes con su lúdica ficción? ¿Oculta sus
rebeldías, frustraciones y su pensamiento? ¿Su ficción lúdica es, quizás, una burla
contra todos los que le hicieron mal? ¿Qué pretende crear en el lector con esta
mezcla de realidad-ficción y juego novelesco?

La realidad le sirve a Cervantes para crear un modelo de ficción posible y la


ficción resultante se transforma en realidad profunda de dimensión humana
trascendente. La frontera entre fantasía y realidad no tiene, aparentemente,
límites precisos, y no los tiene porque Cervantes así lo quiso. Este es su juego y esa
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es su venganza: dejarnos en la incertidumbre y ambigüedad de una ambivalente


tarea no resuelta. La aparición de la segunda parte del Quijote, con sus
referencias metaficticias a la primera, complicó aún más el problema. Al
presentarnos la primera parte como un relato de algo “que nunca fue” o de algo
que “fue o pudo ser de otra manera” (ucronía pura), nos compromete, en la
segunda parte, con una ficción dentro de la ficción que aceptamos como
realidad y que no es nada más que una ficción lúdica creíble. La ficción literaria
compromete al lector de tal manera, que lo que en un comienzo aceptamos
como fantasía creadora (ficción de realidad) después lo asimilamos como
una realidad de ficción creíble, interpretable y vital.

Sin embargo, este doble juego cervantino se nos plantea desde un comienzo.
Con un estilo retórico, el narrador nos presenta a un personaje ficticio que pudo
ser real:

Quieren decir que tenía el sobrenombre de Quijada o Quesada,


que en esto hay alguna diferencia entre los autores que deste
caso escriben: aunque por conjeturas verosímiles se deja entender
que se llamaba Quijana (I: 1).

Y que se volvió loco de tanto leer libros ficticios (doble ficción). Este
planteamiento de la doble ficción es paradójico, pues no aumenta en el
receptor-lector la sensación de mayor ficción, sino que le coloca en los límites
imprecisos de una ficción de realidad que genera sensación de realidad. Este es
el juego de Cervantes y su poética de la ficción. La locura de Don Quijote, que no
quiere o no le permite distinguir los límites entre su realidad (realidad de ficción) y
la de la ficción de sus lecturas (ficción de ficción) genera en el lector un juego
fenomenológico inconsciente entre lo que es realidad y lo que es ficción, entre
sentimiento vital y fantasía, entre verosimilitud y certeza. Al aceptar como ficción
los disparatados libros de caballería y sus descabelladas aventuras, pareciera
que, tácita e inconscientemente, estamos aceptando como realidad el nivel de
la locura originada por una ficción y el entorno histórico-social-geográfico en el
que se desarrolla dicha ficción: lugares (La Mancha: indeterminación que luego
se precisa con referencias reales), viviendas, costumbres, clases sociales,
personajes históricos, referencias a situaciones históricas, situación política. Mucho
del contenido del relato pertenece, en una palabra, a la España de las últimas
décadas del siglo XVI y de los primeros años del siglo XVII, que Cervantes vivió. Sin
embargo, aunque se muestran muchos signos de la época, la esencia más
profunda del relato forma parte de lo más imperioso de la naturaleza humana. Lo
más decisivo es, sin duda, el mundo interior que discurre por los laberintos de la
mente quijotesca. Las rebeldías cervantinas se ocultan con frecuencia en la
mente afiebrada de su personaje. Este juego dialéctico entre realidad y ficción
queda explicitado en dos citas altamente significativas:
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Dígoos, compadre, que, por su estilo, es éste el mejor libro del


mundo (Tirante el Blanco): aquícomen los caballeros
y duermen y mueren en sus camas, y hacen testamento antes de su
muerte, con otras cosas de que todos los deste género carecen (I:6).
La primera
cita, ...pues no ha sido otro mi deseo que de poner en aborrecimiento de
referida los hombres las fingidas ydisparatadas historias de los libros de
a Tirante el caballería...(II:74).
Blanco, es
como la estructura base por la que se guía Cervantes para enmarcarnos todas la
fingidas y disparatadas historias que servirán para plantear, como en un juego,
que el mundo de la ficción o de la fantasía puede ser relacionado con la
existencia o con lo que llamamos realidad. Cervantes no escribió para imitar la
realidad ni para reflejarla, sino para mostrar su reverso: un juego novelesco de
ficción, un juego de luz y de sombra. Juego y novela sirven para satisfacer un
deseo (aquello que no poseemos) y en el juego reside la concepción trágica de
la existencia: vivir una vida soñada y alcanzar los umbrales de una muerte
personal.
Cervantes juega con la realidad y con la ficción y obliga al lector a múltiples
lecturas, como si de un juego reiterado se tratase. Cervantes juega con sus
personajes de ficción y con el discurso ficticio nacido de obras ficticias (novelas
de caballerías). Los personajes juegan y se posesionan de su papel de tal manera,
que se olvidan de que están jugando, lo que provoca en el receptor-lector una
recepción placentera y libre, comprometida y diferente de la vida real.
Sin embargo, como todo juego, tiene su final y, en un nuevo discurso ficticio, los
personajes y el narrador nos van sacando de la esfera de la ficción-ficción para
retornar al espacio y al tiempo de la ficción de realidad. El final del juego lo
anticipará el propio Don Quijote, protagonista principal del juego:
- Andan entre nosotros siempre una caterva de encantadores que
todas nuestras cosas mudan y truecan y las vuelven según su gusto, y
según tienen la gana de favorecernos o destruirnos; y así eso que a ti
te parece bacía de barbero, me parece a mí el yelmo de Mambrino,
y a otro le parecerá otra cosa (I:25).

- Yo imagino que todo lo que digo es así, sin que sobre ni falte nada,
y píntola en mi imaginación (a Dulcinea) como la deseo, así en la
belleza como en la principalidad (I:25).

- Dios sabe si hay Dulcinea o no en el mundo, o si es fantástica o no es


fantástica; y éstas no son de las cosas cuya averiguación se ha de
llevar a cabo (II:32).
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Estas tres citas, de auténtico relativismo gnoseológico, parecieran indicar que Don
Quijote no realiza una mala interpretación de los sentidos (no es loco), sino que su
locura consiste en no querer ver la realidad, que el mundo de la fantasía es más
fuerte que el de la realidad. Otro juego de Cervantes: nos hace creer que
estamos en presencia de un loco cuando es un cuerdo o un loco sublime. En
numerosas ocasiones, D. Quijote da muestras de que su locura es aparente o, por
lo menos, especial y extraña. Su locura parece consistir, únicamente, en no
aceptar la realidad que le tocó vivir y añorar, en cambio, otra supuesta realidad
en la que los valores morales y caballerescos predominaban sobre la corrupción e
inmoralidad del momento.

1- Aunque ha sido frecuente tildar de loco a Don Quijote, su locura quizás solo sea
aparente. Si Don Quijote hubiera sido un loco, tal vez ya habría sido olvidado.
Quizás la obra de Cervantes solo sea un juego agónico de locos y cuerdos, una
lucha que se realiza entre los que siguen dos caminos distintos: los que solo se
guían por los sentidos y los que se guían por la fuerza de la mente. Don Quijote es
un agonista, cuya lucha y locura consiste, precisamente, en no querer dejar de
ser loco para no transformarse en vulgar. O como afirma José Saramago en un
artículo aparecido en el diario El País (22-V-2005):

“el hidalgo manchego había intuido que la vida auténtica está


en otro lugar... para que mudado el nombre de todos los seres y
cosas, sobrepuesta la realidad del sueño y del deseo a las
evidencias de un cotidiano aburrimiento, pudiera devolver a la
tierra la primera y más inocente de sus alboradas” (“La falsa
locura de Alonso Quijano”).

No hay duda de que, a pesar de su aparente locura, Don Quijote da muestras de


rasgos evidentes de que supatología trasciende los modelos de la psiquiatría y
es fingida, intencional y no fundamentalmente médica. Es en definitiva, una
ficción lúdica, una patología literaria. Su agonía reside, por lo tanto, en este
aparentar loco para tratar de imponer una ilusión, demasiado grande y profunda
para ser cuerda, o tan cuerda, que su logro no es nada más que una insensata
locura.

• En la mente de Don Quijote se debe descartar cualquier tipo de personalidad


sicopática, debido, fundamentalmente, a la seriedad de su relato, a su
concordancia expresiva y a la completa lucidez de su estado de vigilia. En Don
Quijote se debe descartar, además, cualquier tipo de daño cerebral crónico,
pues no presenta ningún signo neurológico de decaimiento intelectual.
Igualmente, se debe descartar la enfermedad afectiva bipolar, pues no se
manifiesta en su actuación alternancia de episodios de decaimiento y de éxtasis,
ni vacío existencial o vida aletargada.
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• Don Quijote tampoco padece de esquizofrenia, locura endógena que es


producto de una mente escindida, autista. Los esquizofrénicos muestran
indiferencia hacia las relaciones sociales, son incapaces, por lo general, de
integrarse a la sociedad y nunca configuran un sistema coherente de delirios y sus
convicciones están suspendidas, todo lo contrario de Don Quijote. Jamás evocan
respuestas afectivas o actuantes y sus ideas esquizofrénicas generalmente
aparecen en la juventud (demencia precoz), y súbitamente, para transformarse
en componentes de una locura incurable. Don Quijote se integra socialmente, es
coherente en sus delirios, que le provocan respuestas afectivas y actuantes.
Incluso, con sus 50 años ya es un anciano en una sociedad cuyo promedio de
vida apenas superaba los 30 años y, por lo tanto, tampoco padece de demencia
precoz.
• La única patología endógena que pareciera manifestar Don Quijote y la única
que puede expresarse como patología fingida o patología literaria es
la paranoia o perturbación mental, fijada en una idea o un orden de ideas,
antítesis del autismo, pues presenta una lógica interna en los delirios, al menos
aparente. Don Quijote enfrenta al mundo para tratar de imponer sus condiciones
y juicios delirantes: no ignora lo real, pero no lo acepta y termina por fusionarlo, al
menos eso es lo que nos hace creer con sus propias fantasías (agonía). Su delirio
es, por lo tanto, actuado, pues sus convicciones incitan al sentimiento y a la
conducta: exige que los demás compartan sus ideas y delirios.

En el fondo, Don Quijote, más que una paranoia declarada, solo manifiesta
algunas reacciones paranoicas ante situaciones de intensa carga afectiva que
quiebran transitoriamente la dirección normal de su psiquismo. Más que de
paranoia, habría que hablar de una personalidad obsesiva, una alteración del
ánimo producida por una idea fija que tenazmente asalta la mente, por un
carácter perfeccionista y rígido, exageradamente moralista y preocupado por
detalles y reglas, y pletórico de seriedad y buenos propósitos.

Hay que considerar, además, que la personalidad previa de Don Quijote era
normal y equilibrada y, por lo que se deduce claramente, bondadosa y generosa
(Alonso Quijana-Alonso Quijana El Bueno). Su alma es transparente, plena de
finura y de gentil señorío, no busca recompensas materiales.

Don Quijote no protesta contra injusticias imaginarias, pues su deseo de justicia se


manifiesta, fundamentalmente, en episodios y situaciones concretas. Siempre hay
un estímulo que condiciona su actuación. Su personalidad ilusoria es producto de
un transitivismo ilusorio. El yo original no desaparece del todo. Incluso, su cambio
de nombre (Don Quijote, en vez de Alonso Quijano) es una ocurrencia ilusoria, la
representación de un papel. En cambio, siempre existe concordancia entre el
pensar, el sentir y el actuar. Su aparente locura se podría interpretar, incluso,
como una metáfora de carácter sumerio: “quiere hacerse un nombre” (existir),
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desea una existencia distinta de la habitual. Gilgamesh trató de conseguir la


inmortalidad (aventura más descabellada que la de Don Quijote) y nadie le tilda
de loco.
Se podría considerar, por lo tanto, que el delirio alienante de Don Quijote no es
nada más que una ficción lúdica de Cervantes, con el fin de burlarse de todos los
que le hicieron mal o de crear una obra de proyecciones inconcebibles.
La locura de Don Quijote es, por lo tanto, lúcida, pues solo trastorna el significado
de lo real mediante una actitud agónica y profunda; por eso nunca despierta en
la humanidad emociones compasivas, sino tierna simpatía y jamás será olvidado,
como lo sería si realmente fuera un loco de remate.
Locos son, en cambio, los que buscan acomodar sus vidas a la tiranía de la masa
y a la supuesta objetividad de la mayoría, basada en la reacción de una
conciencia que solo se sostiene en la percepción de los sentidos y en lo efímero y
cambiante. Cuerdos son, por otra parte, los que luchan, como Don Quijote, por
un ideal y por valores trascendentes, los que siguen un proyecto de humanidad
heroica, un camino hacia la libertad, la ilusión de una conciencia individual que
se sostiene en el misterio y el prodigio de una percepción subjetiva o creación de
un mundo imaginario. En otras palabras, lo eterno e inmutable.

Sin embargo, si realmente se insistiera en considerar la actuación de Don Quijote


como alienante, su quijotismo delirante, su quijotismo clínico, aparentemente
disparatado en las conductas, no puede ser considerado como una actuación
sin sentido por una conciencia seria y reflexiva. En el fondo, este tipo de quijotismo
solo se manifiesta, fundamentalmente, en dos formas de actuación:

• Una distorsión ilusoria de la realidad, no delirante, sino subjetiva e idealizada en


la interpretación de los hechos y no en todos (caso de Andrés, por ejemplo).
Algunas de las aventuras más paradigmáticas de este llamado quijotismo clínico
pueden, incluso, interpretarse de distintas maneras según se analicen desde una
perspectiva superficial o profunda: el episodio de los molinos de viento, por
ejemplo, puede considerarse como una ilusión o alteración rápida e imprevista de
lo real surgida de una momentánea exaltación emocional (solo habrían sido
instalados en 1575) o interpretarse, proféticamente, como ¿monstruos
engendrados por la técnica? El episodio del rebaño de ovejas podría ser
considerado como una eclosión de la fantasía o como una locura trágica
paródica:

burlarse de ciertos episodios de las novelas de caballería o una clara alusión


paródica a la locura de Ayax. El episodio de la cueva de Montesinos,
considerado inverosímil por Cervantes en un claro juego de ficción, podría
interpretarse como un cuadro de delirio orgánico tóxico o como un caso de
evidente intertextualidad clásica con signo paródico (bajada a los infiernos, que
sirva para plantear desde ese momento el hundimiento definitivo de Don Quijote).
Más tarde preguntará a la “Cabeza Encantada” de don Antonio Moreno, si fue
verdad o sueño lo que él le contó que le había pasado en la cueva.
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• La otra forma de actuación se manifiesta como un impulso a resolver los


problemas de los demás, sin que los afectados lo soliciten. ¿Es este quijotismo
necesariamente locura o una actitud casi evangélica? De esta forma de
quijotismo surge, por otra parte, un quijotismo ético, que se orienta hacia el bien
de los demás, como una necesidad compulsiva a realizar acciones bienhechoras.
Esta manifestación quijotesca es la que percibe cualquier lector serio, y presenta
variadas formas: un sentimiento de justicia, ponderada y sabia, superior a la ética
común (“Halle en ti más compasión las lágrimas del pobre, pero no más justicia…
que las del rico”), un sentimiento de libertad que nada ni nadie podrá
quebrantar, una ayuda desinteresada y superior que no se ofrece, sino que trata
de imponerse…

La supuesta locura de Don Quijote es solo, por lo tanto, un juego de Cervantes y


un deseo de relacionar entre sí varios de los episodios más importantes de la
novela con evidentes intencionalidades (invención de Sancho sobre su encuentro
con Dulcinea, el encantamiento de Dulcinea, el episodio de la cueva de
Montesinos…).

Interesantes son, a este respecto, las palabras que Don Quijote responde al
barbero cuando éste le cuenta la historia del loco sevillano:
¡Ah señor barbero, señor rapista (nótese el término despectivo para
referirse a él), y cuán ciego es aquel que no ve por tela de
cedazo! ¿Y es posible que vuesa merced no sabe que las
comparaciones que se hacen de ingenio a ingenio, de valor a
valor, de hermosura a hermosura, y de linaje a linaje son siempre
odiosas y mal recibidas? Yo, señor Barbero, no soy Neptuno (que es
como decirle que no está loco), el dios de las aguas, ni procuro
que nadie me tenga por discreto no lo siendo; sólo me fatigo por
dar a entender al mundo en el error en que está en no renovar en
sí el felicísimo tiempo donde campeaba el orden de la andante
caballería. Pero no es merecedora la depravada edad nuestra de
gozar de tanto bien…(II:1).

Cervantes, por otra parte, estructura su novela como un juego, como una ficción
lúdica y el resultado es unquijotismo lúdico, y la actuación de los personajes se
rige según las características y actitudes fundamentales del mundo del juego: un
mundo propio que sitúa las cosas de su mundo en un orden nuevo y grato tal
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como lo plantean Freud (1948), J. Huizinga (1994) y Roger Caillois (1986).


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Incluso, si se examina atentamente la obra, se puede apreciar una concordancia,


casi absoluta, con los polos y actitudes fundamentales del juego.
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El contraste entre la paidiá y el ludus provoca humor que capta el lector en su


función fenomenológica, lo mismo que en la relación entre el agón y la álea.
El simulacrum es otra fuente de humor y solo el ilingós induce a la compasión
catártica. El sentido trágico nace del hecho de que realmente puedan existir
gigantes y monstruos que luego desaparezcan o se transformen en molinos de
viento. El juego de ficciones produce solidaridad del lector con el protagonista. El
lector es un espectador participante y activo de los polos y actitudes
fundamentales del juego. La sensación de que todo es un juego novelesco es lo
que va produciendo el humor.

3- De lo anteriormente expuesto se deduce, con toda coincidencia, que


el quijotismo de la obra es alegórico, expresión de metáforas esenciales del
hombre.

Alonso Quijano y Don Quijote son la encarnación del ser y del valor, del ser y del
existir, mirados desde la perspectiva existencialista (“el hombre no es otra cosa
que lo que él se hace”). Don Alonso Quijano es un hombre imperfecto e
inacabado y solo a través de su segundo nacimiento llegará a la plenitud vital.

Don Quijote es un agonista, un luchador que ha dedicado toda su locura para


luchar contra la trivialidad de una realidad sofocante que ahoga todos los
intentos de expresión heroica. Es un loco sublime que lucha por seguir un ideal y
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alcanzar un imposible, por imponer un sueño de horizontes ilimitados donde


encontrarán acomodo perfecto sus grandes anhelos, sus ilusorios delirios. Don
Quijote está consciente, en cambio, en medio de su locura, de que sus sueños
deben enfrentarse a un mundo hostil y vulgar. Los esfuerzos de su lucha se
orientan a la recuperación de una seguridad perdida, solo, aislado y trágico,
enfrentando una lucha que para los demás no tiene sentido, casi irracional y con
la perspectiva latente de la angustia, del dolor y del posible y casi seguro fracaso.

Don Alonso Quijano quiso dejar de ser una mera realidad contingente y temporal,
perder su ser para lograr su valer e integrarse a una realidad superior. Don Quijote,
a pesar de su lucha, se transforma en una tentativa fracasada, en el símbolo de la
frustración de todos los esfuerzos humanos en la vida. De su actuación se
desprende un pesimismo radical sobre las cosas. Es la imagen del hombre que
lucha afanosa e inútilmente por hacer triunfar sus anhelos de trascendencia sobre
la rutina prosaica de las cosas de este mundo. Al fracasar en su intento, está
dejando entrever que las posibilidades del hombre tienen siempre un límite, que la
condición humana es dramática y trágica, definida por la imposibilidad de
alcanzar lo que se busca.
“A la primavera sigue el verano, el verano al estío, el estío al otoño. Y
el otoño al invierno, y el invierno a la primavera, y así torna a andarse
el tiempo con esta rueda continua; sola la vida humana corre a su
fin ligera más que el viento, sin esperar renovarse si no es en la otra,
que no tiene términos que la limiten (II:53)”.

Don Quijote, parodia de héroes míticos y caballerescos, cuya locura está más allá
del bien y del mal, es una parodia trascendental, una historia estéril y trastocada,
engendro de pensamientos inquietos. Don Quijote recobra la conducta y muere
(lucidez de agonía). La cordura no aparece de improviso, pues a lo largo de su
tercera salida se va operando el cambio y va apareciendo el carácter
decepcionado y reflexivo sobre la vanidad de la existencia humana.

Sus parientes lo mataron al tratar de curarlo, pues destruyeron su ilusión. Su vuelta


a la cordura y su muerte son nuevos actos de locura y alienación vital, pues con
ellas hizo posibles el heroísmo, la vigencia de valores y de sueños que encarnan
en nosotros apetencias insatisfechas. Su lucha y su fracaso nos anuncian y
advierten que la realidad resulta estrecha y vacía para nuestros sueños e ideales,
que el hombre y la tierra no han sidoagotados y el camino que queda por
recorrer es un destino incierto hacia nuevos horizontes.

Don Quijote, con su lucha y sus desvaríos, trasciende lo meramente individual y


asume la condición genérica del hombre. La agonía de Don Quijote y su locura
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son, en definitiva, recursos ficticios y lúdicos para expresar una compleja realidad
antropológica, que consiste en luchar contra lo que es a favor de lo que
deseamos que sea. La vuelta a la cordura, más que un acto de lucidez, es el
último juego, la última ficción lúdica de Cervantes: el que muere no es Don
Quijote, sino Alonso Quijano, pues “el quijotismo no morirá, como dijo Salvador de
Madariaga, mientras dure la especie humana”. El episodio final nos muestra que
la locura de Don Quijote fue fingida y que todas sus actuaciones y circunstancias
y todo su lenguaje no fueron nada más que el preludio de la escena final.

Solo nos queda, por lo tanto, un consuelo: que la muerte de Alonso Quijano sea
aparente, un juego más de Cervantes, y que Don Quijote se levante del lecho
para luchar nuevamente contra el racionalismo y la tecnología y se decida a
emprender una quimérica y loca lucha por recuperar la belleza, el misterio y la
poesía que parecen perdidos en el tráfico de la modernidad y en el pragmatismo
de nuestra disparatada locura. Si esto se hace realidad, y solo entonces, ya no
serán atormentadores los versos de León Felipe:
Ya no hay locos, amigo, ya no hay
locos.
Se murió aquel manchego.
Aquel estrafalario fantasma del
desierto
y… ni en España, hay locos.
Todo el mundo está cuerdo,
terrible, monstruosamente cuerdo
(El payaso de las bofetadas).

En última instancia, todo relato es una representación figurada. El reemplazo de lo


real por lo representado en la ficción constituye el fundamento de la creación
verbal. El lector acepta el juego de Cervantes y acepta al personaje, aun a
sabiendas de que su actuación es ficticia en la ficción del relato. En definitiva, las
personas, y eso se desprende de la lectura del Quijote, tal vez consistimos tanto
en lo que somos (primera realidad) como en la que hemos sido (segunda
realidad), tanto en lo comprobable y cuantificante y recordable, como en lo más
incierto, indeciso y difumado.

Quizás estamos hechos en igual medida de lo que fue (realidad) y de lo que


pudo ser (ficción).

BIBLIOGRAFÍA

Caillois, Roger, Los juegos y los hombres: la máscara y el vértigo. Trad. Jorge Ferrier.
México: Fondo de Cultura Económica, 1986. [ Links ]
4° MEDIO ELECTIVO

Departamento: Lenguaje

Castilla del Pino, Carlos, Cordura y locura en Cervantes. Barcelona: Ediciones


Península, 2005. [ Links ]

Freud, Sigmund, El poeta y la fantasía. Trad. L.López Ballesteros. Obras completas.


Vol .I. Madrid: Biblioteca Nueva, 1948. [ Links ]

Huizinga, Johan, Homo Ludens. Trad. Eugenio Imaz. Madrid: Alianza Editorial,
1994. [ Links ]

Peña y Lillo, Sergio, El príncipe de la locura. Santiago de Chile: Editorial


Universitaria, 1999. [ Links ]

Torrente Ballester, Gonzalo, El Quijote como juego. Madrid: Guadarrama,


1975. [ Links ]

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