Leonardo Bruni
Leonardo Bruni
Leonardo Bruni
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Leonardo Bruni, llamado también Leonardo
Aretino (Arezzo, 1369 - Florencia, 1444) fue un humanista, historiador y político
italiano.
Índice
1Biografía
2Obra
3Visión de la historia
4Referencias
5Bibliografía
6Enlaces externos
Biografía[editar]
Leonardo Bruni.
Obra[editar]
De primo bello punico, 1471
Escribió una Historiae Florentini populi en 12 libros que fue impresa en 1492. Esta
obra destaca en su tiempo por adoptar un método historiográfico científico:
confrontación de documentos y alejamiento de una concepción providencialista de
la historia. En lengua vulgar escribió una Vita di Dante y una Vita di Petrarca, ambas
de 1434, así como algunas rimas y novelle. También compuso una pieza dramática
que es uno de los antecedentes de La Celestina, la comedia Poliscena. Fue uno de
los mejores escritores de latín de su tiempo y se empeñó en lograr que se
tradujesen desde el griego las obras de Platón y Aristóteles. Disputó con el
humanista español Alfonso de Cartagena con motivo de su traducción de la Ética de
este último.
Su traducción, realizada en 1417 de la Ética a Nicómaco de Aristóteles fue bastante
controvertida pues variaba mucho de la respetada traducción de Roberto
Grosseteste e introdujo la famosa discusión sobre el "sumo bien" que ocupó a la flor
y nata de la intelectualidad italiana durante los años sucesivos. 1
Visión de la historia[editar]
El humanismo florentino surge precisamente del cruce del petrarquismo humanista
con el ideario político de la Florencia del Quattrocento.
En ese momento ocupa un lugar fundamental Leonardo Bruni. Era discípulo de
Coluccio Salutati, canciller de Florencia. A partir de éste hubo una serie de
cancilleres florentinos, todos grandes escritores humanistas, que ejercen desde su
cargo una importante influencia política hasta la llegada de los Medici, cuando
Cosme subió al poder en 1434. El poder de los Medici abarcará hasta el final de su
primer periodo de dominio, en 1494.
Los humanistas explican cómo un régimen popular de libertades cívicas hace
posible el dominio de una oligarquía constituida por una serie de grupos familiares
cuya base económica y de riqueza se ha sustentado en el ejercicio del comercio, de
la industria artesanal (textil) y de la banca. Por consiguiente, estamos ante
una burguesía que se aristocratiza, con tendencia a mantenerse en el poder. Se
mezclan estructuras medievales con la incidencia que supone la aparición de una
economía precapitalista pareja a la derrota de la clase terrateniente. Ello no significa
la desaparición de estructuras feudales, pero la posesión de la tierra en el ámbito
florentino está supeditada a los intereses del mundo urbano. La división gremial
refleja la organización social florentina: artes mayores contra artes menores. Hay
conflictos sociales verticales entre poderosos y grupos inferiores, pero también
luchas internas a nivel horizontal entre las principales familias de la ciudad.
La historia de la Italia de la Plena y Baja Edad Media es una historia de guerras
entre ciudades y lo será también hasta mediados del siglo XV. En estas guerras
entre repúblicas unas ganan y otras pierden; unas se engrandecen a costa de otras.
En torno a 1400, las repúblicas urbanas engrandecidas no son ya solamente
ciudades, sino que han ocupado el territorio de su entorno. La ciudad actúa como
centro de poder del territorio que controla; se ha convertido en una señoría, pues
ejerce un poder de tipo señorial sobre el medio. Florencia domina entonces
la Toscana.
Bruni se convierte en la máxima expresión de la historia humanística florentina
anterior a Maquiavelo. Provenía de Arezzo, como Petrarca. Recibió una excelente
formación humanística y pasó a educarse en Florencia en el círculo de Coluccio
Salutati. En este círculo humanista florentino se estaba ya enseñando el griego. A
partir de ahí, la de Bruni es una carrera profesional al servicio de Florencia, y más
aún del papado. Esto no le impide identificarse con los ideales de la ciudad, o de la
oligarquía que la domina, siendo en dos ocasiones nombrado canciller. En la
práctica, su cargo se correspondía con una especie de ministro actual de Asuntos
Exteriores. Como los cargos en Florencia son temporales, el canciller adquiere
poder en la medida en que se convierta en un funcionario constante. Bruni fue
canciller entre 1410 y 1411, y entre 1427 y 1444, año de su fallecimiento.
Bruni es un humanista en toda su acepción. Se considera florentino aunque no lo
sea en origen. Traduce al latín a Plutarco, Jenofonte, Demóstenes, San
Basilio, Homero, Platón y, sobre todo, Aristóteles. Como historiador, y dentro del
humanismo cívico, es autor de Alabanza de la ciudad de Florencia. Hay en él un
modelo literario que imita a Arístides, y se produce una transformación del
patriotismo en ideología. Escribe una obra donde vierte toda su ideología: La historia
del pueblo florentino, distribuida en trece libros. La obra se publicó impresa
en italiano en 1473.
Nos vamos a encontrar en la obra de Bruni con todos los rasgos de la
preceptiva humanística, y muy en concreto de la florentina. El objeto de sus obras
de historia es el propio pueblo florentino. El modelo historiográfico al que se acoge
es Tito Livio. La obra de Bruni se justifica cronológicamente; es una estructura
narrativa a la manera, puede decirse, casi cronística. Un registro cronológico que de
vez en cuando se interrumpe para ofrecer una explicación o ratio, algo que resulta
fundamental. No se trata simplemente de una crónica ni de un registro de sucesos
porque se da una explicación de los hechos. Por otro lado, no acude a explicaciones
trascendentales ni alude a la Providencia; el hombre no es un ser paciente. El
desplazamiento de la Providencia no implica un rasgo de ateísmo o agnosticismo;
Bruni era muy religioso. La responsabilidad de los hechos recae sobre los sujetos
actuantes. Los clásicos enseñan que el resultado de la acción no es consecuente;
hay que incluir a la fortuna. En Bruni no cabe en demasía el concepto de fortuna, al
contrario que en Maquiavelo.
En la historiografía humanista, al registrarse los acontecimientos la causalidad viene
determinada por un precedente en un estricto orden sucesorio: en a, b, c, d, e, f..., f
se explica teniendo en cuenta a, b, c, d, e. Se introduce la oratio o discurso; los
sujetos hablan. Esto es fundamental en Maquiavelo. Antes de actuar, los sujetos
explican porqué actúan. La narración tiene así más fuerza dramática. El historiador
humanista puede demostrar sus dotes literarias, si bien esto supone un peligro para
la veracidad de los hechos narrados. Para Bruni, la historia debe buscar siempre la
verdad. Pero con la persecución de la verdad se introduce además el discurso y se
intenta demostrar unas dotes literarias. Es aquí donde aparece la tentación de
desviar los contenidos alejándolos de la veritas, pensando más en el carácter
retórico de la obra.
La obra humanista se acoge a un modelo clásico. Para ello se busca al autor más
apropiado en cada momento en función del tipo de historia a realizar. La imitatio no
consiste sólo en parecerse en todo lo posible al modelo elegido, pues el autor ha de
contar su historia, mostrando el autor en su creación su propia retórica. El buen
historiador humanista se valdrá de documentos originales que le permitan
reconstruir el hecho histórico. El documento utilizado no implica la consideración de
investigador del autor humanista, pues no le acompaña una pretensión exhaustiva.
Pero ello no significa la carencia de un método que exija un planteamiento con
respecto a los autores clásicos.
Bruni acepta de unos y niega de otros. Sus fuentes son principalmente narrativas.
Cuando Bruni hace historia ha tenido ya acceso a documentación contemporánea.
En ese momento le preocupa sobre todo la política exterior de su ciudad. En Bruni el
discurso narrativo es igual al proceso histórico. Estructura su obra principal en libros
y se acoge a modelos literarios clásicos (imitatio). Pero la obra debe cumplir unos
requisitos literarios: buen latín y buen toscano, cumpliendo con los cánones de la
preceptiva literaria y con las reglas de la elocuencia. Sólo lo bien escrito, lo
elocuente, provoca en el lector el placer de leer. Es la elocuencia, por tanto, un
medio imprescindible para que la obra cumpla su objetivo: delectare; sólo a través
del gusto del lector se llega al mismo. Para Cicerón, la historia es maestra de la
vida; pero sólo puede serlo si produce delectatio. Sólo se aprende si existe
delectatio: por medio del delectare se consigue el docere (enseñar). La historia tiene
un fin útil, pues con ella se trata de enseñar algo; tiene una utilitas. Todo historiador
escribe con el sentido de la utilidad de su obra histórica. Cada autor buscará una
utilitas diferente con su historia. En el caso de Bruni, este historiador escribe para la
mayor gloria del pueblo florentino.
Bruni hace una división tripartita de la sociedad: la nobleza feudal, a la que dedica
escasa atención; la mayoría, a la que denomina multitud, compuesta por artesanos,
tenderos, jornaleros, etc.; y la clase oligárquica, una oligarquía compuesta por
comerciantes, banqueros y otros que han constituido linajes y participa en la vida
política de la ciudad. Esta visión relativamente idealizada la veremos reelaborada en
Maquiavelo. Ese tipo de sociedad es el adecuado para la república, una idealizada
república de Florencia.
Bruni elabora una historia destinada a reafirmar la idea política que defiende. Eleva
Florencia a la categoría del modelo de Roma. En Florencia, los Medici mantenían la
apariencia del sistema republicano, pero la realidad era que la ciudad estaba
gobernada por una oligarquía dominante. El autor esconde esta realidad al exponer
un modelo moralista en sus obras. La historia del humanismo cívico florentino será
incompatible con la que se escribe para mayor gloria del príncipe gobernante.
Toda obra de historia humanista se significa por tener además una valoración del
pasado. El presente se entiende y se explica desde el pasado, luego hay también
que construir el pasado. Bruni debe encontrar un punto inicial en el pasado
florentino. El mito de origen se encuentra tanto en Bruno como en otros
historiadores. Una comunidad es tal cual la crearon sus fundadores: depende de su
momento fundacional. Se arrastra por consiguiente una idea de pecado original.
Como la república es un sistema de libertades es preciso elaborar un mito original
de Florencia que responda a ese presente. El problema que se presentaba es que
Florencia no fue importante durante la república romana ni durante el imperio. Hay
escasos testimonios del origen florentino, que deben indagarse en las fuentes
clásicas, optándose por una fundación republicana o cesariana de la ciudad. Para
Bruni y otros, la grandeza de Roma comienza a decaer con el imperio; por ello se
inclinan por un origen republicano de Florencia.
Otro problema para Bruni es el de la continuidad del imperio. La tópica concepción
de la Edad Media se ve en Biondo, pero también en Bruni, para quien el imperio
acaba en el siglo V al ser destruido por los bárbaros. Para él es fundamental negar
la continuidad del Imperio Romano en el Sacro Imperio Germánico de los otónidas.
Para un autor del Renacimiento el mundo antiguo muere en el siglo V. Ello no
conlleva necesariamente una valoración negativa de todo el Medievo. Para Bruni, la
recuperación e independencia de las ciudades a partir del siglo XII supone el
florecimiento de nuevas libertades. Asocia las libertades urbanas a la pérdida de
poder territorial del Imperio Germánico, al que niega la representatividad del anterior
Imperio Romano. Por otra parte, cuando Bruni escribe vidas de literatos, que no
constituyen historia política, lo hace en toscano y no en latín. Es su mayor concesión
a la categoría del tema.
El problema de la paz interior es una de las cuestiones humanistas y de
la escolástica. La concordia se eleva siempre como el fin último de la comunidad,
tanto política como eclesiástica. La concordia se deriva del ejercicio de las virtudes
públicas y privadas, y de la organización política u orden constitucional. Bruni
analiza las discordias y la