Juan 14,27
Juan 14,27
Juan 14,27
Introducción
Jesús habla de Su don, el don de Su paz. En el Antiguo Testamento la palabra para paz
es shalóm, que nunca quiere decir simplemente la falta de problemas, sino todo lo que
contribuye a nuestro bienestar total y bien supremo.
La paz que el mundo nos ofrece es la de la evasión, la que viene de evitar los problemas
o de no afrontar las responsabilidades.
La paz que Jesús nos ofrece es la de la victoria: ninguna experiencia de la vida nos la
puede quitar, ni ningún pesar ni peligro ni sufrimiento nos la puede oscurecer. Es
independiente de todas las circunstancias exteriores.
Jesús a lo largo del Evangelio fue trazando los rasgos principales que tiene que tener la
paz, la paz cristiana que es la auténtica paz que es un don de Dios, es un bien que Cristo
nos vino a traer por el cual entramos en comunión con Dios y con los demás hombres.
Es la paz que Él vino a traer y la paz que derramó en los corazones de los apóstoles (la
paz sea con vosotros... mi paz os dejo mi paz os doy....)
En primer lugar encontramos que este don de la paz que nos vino a traer Cristo hace que
se deje de lado todo tipo de venganza, incluso muchas veces nos mueve a no reclamar lo
que legítimamente nos pertenece para desarraigar así de nuestro corazón todo indicio de
agresividad, todos esos habéis oído que se dijo... pero yo os digo que Cristo les dijo a
sus discípulos durante el sermón de la montaña esa proclamación de la justicia nueva
como superior a la antigua, son una invitación para hacer reinar la paz. La nueva Ley
que vino a traer Cristo es verdadera impulsora de la paz.
Particularmente cuando les dice: « Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por
diente. Pues yo os digo: no resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla
derecha ofrécele también la otra: al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica
déjale también el manto; y al que te obligue a andar una milla vete con él dos. A quien
te pida da, y al que desee que le prestes algo no le vuelvas la espalda (Mt 5,38-42).
O también cuando dice que si algún hermano tiene algo contra nosotros tenemos que
dejar la ofrenda sobre el altar para ir a reconciliarnos con nuestro hermano, gran gesto
de paz. O cuando pide a los discípulos que superen las barreras del odio transformando
a los enemigos en sujetos de amor.
O cuando enseña la parábola del buen samaritano, mostrando que todos los hombres
tienen que ser iguales para nosotros los cristianos y tenemos que esforzarnos del mismo
modo frente a la necesidad de cualquier hermano.
- La paz implica una transformación del corazón
Una transformación que tenemos que pedir: quitar del corazón todo lo que nos quita la
paz y pedir la gracia de poner en el corazón todo lo que nos llena de paz.
Cristo proclamó que eran bienaventurados los que trabajan por la paz, y que por trabajar
por la paz serán llamados hijos de Dios.
En cada Misa nos unimos con aquella víctima que destruyó el pecado y el odio, primer
y fundamental obstáculo, para conseguir la paz entre Dios y los hombres.
SVM