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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA LA EDUCACIÓN SUPERIOR


UNIVERSIDAD BICENTENARIA DE ARAGUA
NÚCLEO CARACAS
ESCUELA DE PSICOLOGÍA
CÁTEDRA: PSICOPATOLOGÍA

EVALUACIÓN I
CRITERIOS DE PSICOPATOLOGÍA

PROFESORA: ALUMNA
GIUSI CAFORIO GONZÁLEZ, RUFINA
C.I V- 11.681.588

Febrero, 2020

1.- Establezca los criterios utilizados en Psicopatología para abordar la


normalidad vs. anormalidad.
2.- En función de la exposición hecha por Ud. en respuesta a la pregunta
anterior; mencione al menos dos (2) casos patológicos distintos y para cada uno
asigne el criterio que considere más adecuado y que pudiese explicar su etiología.
VALOR: 100 PUNTOS (25%).

RESPUESTAS
Establezca los criterios utilizados en Psicopatología para abordar la normalidad
vs. anormalidad
1) Criterios estadísticos: los criterios estadísticos definen la anormalidad
psicológica a partir de dos supuestos: el supuesto de frecuencia y el
supuesto de continuidad. Teniendo en cuenta el primer supuesto, los criterios
estadísticos presuponen que las variables que definen psicológicamente a un
individuo se distribuyen en la población según una curva normal. Así pues,
un individuo concreto respecto a una característica se sitúa en un punto
determinado de esta distribución, y puede ser calificado como normal o
anormal según si es muy frecuente esta posición en la población general. De
manera que anormal es lo poco frecuente. Sin embargo, no podemos
identificar esta anormalidad estadística con Psicopatología, ya que lo
infrecuente no siempre implica un carácter psicopatológico, como hemos
visto (por ejemplo, un cociente elevado de inteligencia, una elevada
capacidad para la composición musical, etc.). Además, estos criterios
equiparan elevada incidencia de un rasgo, conducta, característica, etc.
dentro de una población con normalidad, pero ¿es siempre cierto eso?
Las matizaciones realizadas en el primer supuesto intentan ser
corregidas con el supuesto de continuidad. Según éste, todos los elementos
constitutivos de las Psicopatologías están presentes en la normalidad, pero
en menor grado; es decir: la Psicopatología representaría una exacerbación
por exceso o por defecto de una conducta, rasgo o característica presente en
toda la población. Por ejemplo, las personas nos diferenciamos las unas de
las otras por nuestro gusto por el orden, la limpieza, etc., y hay personas más
ordenadas que otras, pero todo dentro de una normalidad que, sin embargo,
llegado cierto punto ya pasa a ser un hecho extraño, poco habitual,
“patológico” (cuando la persona necesita lavarse las manos continuamente
hasta el punto de que se provoca problemas dermatológicos y necesita esta
acción continua gran parte de su tiempo diario, por ejemplo). Fijaos, pues, en
que las diferencias entre lo normal y lo patológico serían de naturaleza
cuantitativa según este criterio.
2) Criterios clínicos: Estos criterios tienen como punto de partida la
evaluación del paciente y se basan en la delimitación de conjuntos de
síntomas que se identificarían con trastornos o cuadros psicopatológicos. Los
criterios clínicos, pues, definen la conducta como anormal sobre la base de la
presencia de síntomas. Resulta imprescindible, por tanto, establecer
definiciones para los diversos trastornos, definiciones que tienen que estar
consensuadas por la comunidad científica. Ésta es la filosofía de los dos
sistemas de clasificación de los trastornos mentales más difundidos
internacionalmente: la Clasificación Internacional de las Enfermedades de la
Organización Mundial de la Salud y el Manual Diagnóstico y Estadístico de
los Trastornos Mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría.
Por tanto, anormal o psicopatológico es todo aquello que cumple los
criterios definidos por esta anormalidad, lo cual no está exento de problemas.
En primer lugar, porque en Psicopatología se tiene pocos síntomas fijos o
absolutos de trastorno de conducta; hay, en definitiva, pocos signos cuya
presencia sea objetivamente valorable, dado que necesitan la apreciación
subjetiva del paciente y/o del clínico. En segundo lugar, porque el síntoma a
menudo posee valor psicopatológico según el contexto donde se observa.
Así, diferenciamos entre ansiedad normal y ansiedad patológica o tristeza
como reacción de duelo y tristeza patológica, aunque las manifestaciones
externas de ansiedad y tristeza en las situaciones anteriores no varíen en
esencia, pero sí las circunstancias o condiciones que las rodean y que, al fin
y al cabo, es lo que marcaría su carácter patológico o no.
3) Criterios sociales o interpersonales: La definición de anormalidad es
una cuestión de normativa social: determinar el carácter psicopatológico de
una conducta, rasgo o actividad depende del consenso social en un
momento y lugar dados. A partir de estos dos criterios se incide en el peso
que tienen las variables socioculturales en la valoración de una conducta
como anormal o normal. La investigación transcultural ha dejado constancia
de la relatividad cultural del comportamiento humano: aquello que en un
contexto histórico o cultural es normal, se considera psicopatológico en otro
contexto (por ejemplo, el abuso de sustancias en nuestra cultura puede ser
considerado un trastorno y en otras culturas, una forma de contacto con
divinidades; o un individuo totalmente centrado en sí mismo puede ser
indicativo de rasgos esquizoides en el mundo occidental, mientras que las
culturas orientales pueden interpretarlo como sabiduría religiosa o riqueza
interior).
Una variante de estos criterios es la anormalidad como inadaptación al
medio. En este caso, la adecuación de un individuo particular al rol que
socialmente tiene asignado es el criterio principal para determinar la
normalidad de su comportamiento.
Sin embargo, tratar de definir el concepto adaptación social y si la
inadaptación representa una normalidad o una anormalidad es casi tan difícil
como definir el de anormalidad. A pesar de las críticas que se le puede hacer
a este concepto, remarca adecuadamente la necesidad de considerar al
hombre siempre dentro de un contexto social, y nunca aisladamente.
4) Criterios subjetivos o intrapsíquicos: Según estos criterios, el mismo
individuo es quien mejor puede dictaminar su situación o estado. Una
variante de estos criterios es el criterio alguedónico. Así, se define la
anormalidad según la presencia de sentimientos de sufrimiento, incomodidad
o malestar personales que a menudo se traduce en manifestaciones verbales
y de comportamiento, tales como quejas por la propia infelicidad, por la
incapacidad de afrontar un problema, etc.
Otro criterio subjetivo sería el de “petición de ayuda”. En este caso, conducta
anormal sería aquella que provoca que la persona solicite la intervención de
un profesional para que intervenga. Ni que decir tiene que éste es un criterio
con muy poca fundamentación científica.
Este perfil de anormalidad, evidentemente, es limitado:
a) Por una parte, porque una gran cantidad de conductas anormales se
generan sin sentimientos de sufrimiento o no son vividas como anormales
por la persona (por ejemplo, en la esquizofrenia la conciencia subjetiva de
alteración suele ser nula). En consecuencia, no sólo no se genera la petición
de ayuda, sino que además puede ser rechazada. Curiosamente, esta
situación descrita acostumbra a ser característica de aquellas conductas que
son más extrañas en el entorno social y en las que intuitivamente más se
acepta la existencia de anormalidad.
b) Por otra parte, aunque la mayoría de las personas que manifiestan
trastornos de conducta sufren de un modo subjetivo y expresan múltiples
signos (dificultades en las relaciones interpersonales, miedo al fracaso,
molestias físicas,etc.), no todas tienen la misma capacidad para expresarlos.
En definitiva, los criterios subjetivos dependen de la autoevaluación y del
autoinforme que el individuo sabe dar de sus sufrimientos.
Para acabar, está claro que no todas las personas que manifiestan quejas
sobre angustia, inadecuación de la conducta según los parámetros sociales,
etc. Presentan rasgos psicopatológicos, incluso si recurren a la ayuda de un
psicólogo o psiquiatra. Establecer la ecuación “sufrimiento es igual a
anormalidad”, además de inadecuado, negaría la riqueza de expresión de la
emoción humana.
5) Criterios biológicos Estos criterios enfatizan la naturaleza biológica
frente a la psicológica de las personas. Para éstos, los diferentes trastornos
psicopatológicos son fundamentalmente expresión de alteraciones o
disfunciones del funcionamiento de la estructura o del proceso biológico que
los sustenta. Sin embargo, son muchas las dificultades existentes para aislar
cuáles son estas alteraciones y qué las ha producido. Asumir una etiología
orgánica como explicación última y exclusiva de la Psicopatología
comportaría adoptar el término genérico enfermedad mental. Aunque se
descubriese una etiología orgánica para cada uno de los trastornos
psicopatológicos, eso no justificaría destacar la intervención de factores
psicológicos o sociales en la etiología misma o en su mantenimiento. Sin
duda, en la génesis de las manifestaciones psicopatológicas se reúnen
factores biológicos,
psicológicos y sociales.
• No hay una definición unanimemente compartida del concepto anormalidad
psicológica.
• Se han propuesto diferentes criterios para delimitar la conducta anormal
o desviada; todos ellos son necesarios y, al mismo tiempo, insuficientes
para definirla.
• Los criterios estadísticos enfatizan que las conductas psicopatológicas
difieren de las normales desde el punto de vista cuantitativo, pero no desde
el cualitativo.
• Los criterios clínicos buscan el consenso para delimitar los diferentes
cuadros psicopatológicos según las manifestaciones clínicas.
• Los criterios sociales recuerdan la importancia de contextualizar la conducta
para determinar su carácter psicopatológico.
• La información aportada por la persona sobre ella misma, tanto si hay
consciencia o no de Psicopatología, es una fuente valiosa e imprescindible
de información para el psicopatólogo, según se deriva de los criterios
subjetivos.
• Los criterios biológicos centran su atención en las alteraciones en las
estructuras y/o procesos biológicos de la conducta anormal.

RESPUESTA 2

A) Trastorno antisocial de la personalidad de la personalidad:


Criterio Clinico Los trastornos de la personalidad son un grupo de
enfermedades mentales. Involucran un patrón a largo plazo de pensamientos y
comportamiento que no son saludables y resultan inflexibles (conductas
anormales). Esta conducta provoca problemas serios con las relaciones y el
trabajo. La característica esencial del trastorno antisocial de la personalidad es
un patrón general de desprecio y violación de los derechos de los demás, que
comienza en la infancia o el principio de la adolescencia y continúa en la edad
adulta para que se pueda establecer este diagnóstico el sujeto debe tener al
menos 18 años (Criterio B) y tener historia de algunos síntomas de un trastorno
disocial antes de los 15 años (Criterio C). El trastorno disocial implica un patrón
repetitivo y persistente de comportamiento en el que se violan los derechos
básicos de los demás o las principales reglas o normas sociales apropiadas para
la edad. Los comportamientos característicos específicos del trastorno disocial
forman parte de una de estas cuatro categorías: agresión a la gente o los
animales, destrucción de la propiedad, fraudes o hurtos, o violación grave de las
normal
B) Demencia vascular: Criterio Biológico: debe haber demostración
de una enfermedad cerebrovascular (p. ej., síntomas y signos
neurológicos focales o pruebas de laboratorio) que se estima
etiológicamente relacionada con la demencia Los síntomas y signos
neurológicos incluyen la respuesta de extensión del reflejo plantar,
parálisis seudobulbar, anomalías de la marcha, exageración de los
reflejos tendinosos profundos o debilidad de una extremidad. La
tomografía computarizada (TC) del cerebro y la resonancia magnética
(RM) demuestran con frecuencia múltiples lesiones vasculares en la
corteza cerebral y en las estructuras subcorticales. La demencia
vascular no debe diagnosticarse si los síntomas se presentan
exclusivamente durante el delirium. Si embargo, el delirium puede
sobreañadirse a una demencia vascular previa, en cuyo caso debe
indicarse el subtipo con delirium.

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