HIGUERA
HIGUERA
HIGUERA
Según el libro Plants of the Bible, “tienen fama de dar una sombra más refrescante y fría
que las tiendas de campaña”. En la antigüedad, las que crecían en las orillas de las viñas
eran ideales para que los labradores israelitas se tomaran un respiro.
Al concluir una larga y calurosa jornada, la familia podía sentarse a pasar un buen rato al
pie de su higuera. Además, esta recompensaba a sus dueños con copiosas cosechas de
nutritivo fruto. Por ello, desde la época salomónica se usaba la frase “sentarse debajo de la
higuera” para simbolizar una vida llena de paz, prosperidad y abundancia (1 Reyes
4:24, 25).
Siglos antes, el profeta Moisés había descrito la Tierra Prometida como una “tierra de [...]
higos” (Deuteronomio 8:8). Y la fertilidad del país quedó demostrada cuando doce espías
llevaron este fruto, entre otros, al campamento israelita (Números 13:21-23). Incluso en el
siglo XIX, un viajero escribió que la higuera era muy común en las regiones bíblicas. Así
que poco extraña que las Escrituras la mencionen con frecuencia junto con su producto.
La higuera se adapta a la mayoría de los terrenos, y sus extensas raíces le permiten soportar
los largos y áridos veranos medioorientales. Además, se distingue por dar en junio una
primera cosecha de frutos, llamados brevas, y, por lo común a partir de agosto, otra más
importante de higos (Isaías 28:4). Los israelitas solían consumir frescas las brevas, mientras
que desecaban los higos para utilizarlos durante todo el año. En ocasiones los comprimían,
a menudo con almendras, formando deliciosas tortas redondas, muy alimenticias y fáciles
de conservar.
La discreta Abigail regaló a David y sus hombres 200 de tales tortas, seguramente porque
pensó que serían ideales para ellos en vista de que eran fugitivos (1 Samuel 25:18, 27). Los
higos comprimidos también tenían valor terapéutico. De ahí que se aplicaran como
cataplasma a un divieso que puso en peligro la vida del rey Ezequías. Con todo, la
recuperación del monarca se debió principalmente a la intervención de Dios (2 Reyes 20:4-
7).*
Antaño, los higos gozaban de gran fama en todo el Mediterráneo. El estadista romano
Catón mostró este fruto al Senado para persuadirlo a luchar nuevamente contra Cartago, en
la tercera guerra púnica. Los mejores higos secos que había en Roma procedían de Caria,
en Asia Menor, razón por la que el término latino carica se convirtió en la designación
genérica para este producto. La región, que hoy pertenece a Turquía, aún se destaca por
elaborar higos secos de excelente calidad.
Aunque en Israel era frecuente plantar higueras en las viñas, también lo era cortarlas si
resultaban infructíferas, pues escaseaba el terreno fértil y no podía desaprovecharse. Así, en
la parábola de la higuera estéril, que contó Jesús, el labrador le dijo al viñador: “Mira que
ya van tres años que he venido buscando fruto en esta higuera, pero no lo he hallado.
¡Córtala! ¿Por qué, realmente, debe hacer que la tierra permanezca inútil?” (Lucas 13:6, 7).
Además, dado que en tiempos de Cristo los frutales estaban gravados con impuestos, todo
árbol improductivo constituía una carga económica que nadie quería para sí.
Los higos revestían gran importancia en la dieta israelita. Por ese motivo se consideraba
una calamidad —en ocasiones un castigo de Jehová— tener una mala cosecha de este fruto
(Oseas 2:12; Amós 4:9). Pese a todo, dijo el profeta Habacuc: “Aunque la higuera misma
no florezca, y no haya fruto en las vides; la obra del olivo realmente resulte un fracaso, y
los terraplenes mismos realmente no produzcan alimento [...], ciertamente me alborozaré en
Jehová mismo; ciertamente estaré gozoso en el Dios de mi salvación” (Habacuc 3:17, 18).
La higuera y su fruto se emplean como símbolos en algunos pasajes de las Escrituras. Por
ejemplo, hablando de los desterrados de Judá, Jeremías comparó a los que eran leales a una
cesta de higos buenos, es decir, de brevas, que solían consumirse frescas, y a los que eran
infieles, a higos incomibles que terminarían en la basura (Jeremías 24:2, 5, 8, 10).
Así mismo, en la parábola de la higuera estéril, Jesús ilustró la paciencia que había
demostrado Dios con la nación judía. Como ya vimos, habló de un hombre que tenía una
higuera en su viña. En vista de que no había dado fruto durante tres años, la mandó cortar.
Pero el viñador le dijo: “Amo, déjala también este año, hasta que cave alrededor de ella y le
eche estiércol; y si entonces produce fruto en el futuro, bien está; pero si no, la cortarás”
(Lucas 13:8, 9).
Cuando Jesús dio esta parábola, llevaba tres años predicando, tratando de cultivar la fe
entre los hebreos. Jesús redobló los esfuerzos para “abonar” la higuera simbólica —la
nación judía— y brindarle la oportunidad de fructificar. Sin embargo, la semana antes de la
muerte de Jesús resultó patente que aquel pueblo había rechazado al Mesías (Mateo
23:37, 38).
En otra ocasión, Jesús representó con una higuera la deplorable condición espiritual de la
nación. Durante su viaje de Betania a Jerusalén, cuatro días antes de morir, vio una higuera
con mucho follaje y nada de fruto. Dado que las brevas aparecen al mismo tiempo que las
hojas —y a veces hasta las preceden—, su ausencia demostraba la inutilidad de aquel árbol
(Marcos 11:13, 14).*
Tal como la higuera estéril, la nación judía parecía sana, pero su aspecto era engañoso, pues
no daba frutos aceptos a Dios, y de hecho terminó rechazando al propio Hijo de Jehová.
Jesús maldijo aquel árbol improductivo, y al día siguiente los discípulos observaron que se
había secado. Su marchitamiento representaba muy bien el rechazo divino que iban a sufrir
los judíos, quienes dejarían de ser el pueblo elegido (Marcos 11:20, 21).
“Aprendan de la higuera”
Jesús también recurrió a este frutal para impartir una importante lección sobre su presencia:
“Aprendan de la higuera como ilustración este punto: Luego que su rama nueva se pone
tierna y brota hojas, ustedes saben que el verano está cerca. Así mismo también, ustedes,
cuando vean todas estas cosas, sepan que él está cerca, a las puertas” (Mateo 24:32, 33).
En efecto, las hojas verdes brillantes de esta planta son una señal evidente e inequívoca de
la proximidad del verano. De igual modo, el cumplimiento de los claros rasgos de la gran
profecía de Jesús, consignada en Mateo 24, Marcos 13 y Lucas 21, nos indica que vivimos
en el tiempo de su presencia como Rey celestial (Lucas 21:29-31).
Dado que nos hallamos en este momento crucial de la historia, queremos sin duda aprender
de este árbol. Si así lo hacemos y nos mantenemos despiertos espiritualmente, lograremos
ver el cumplimiento de esta maravillosa promesa: “Se sentarán, cada uno debajo de su vid y
debajo de su higuera, y no habrá nadie que los haga temblar; porque la boca misma de
Jehová de los ejércitos lo ha hablado” (Miqueas 4:4).
[Notas]
En sus viajes por tierras bíblicas a mediados del siglo XIX, el naturalista H. B. Tristram
observó que aún se trataban diviesos con tales cataplasmas.
Esto ocurrió cerca del pueblo de Betfagué (“Casa de las Brevas”), cuyo nombre tal vez
indique que la zona tenía fama de producir abundantes cosechas de ese fruto.
Estudio bíblico: Maldición de la higuera
estéril - Marcos 11:12-14,20-26
Maldición de la higuera estéril
(Mr 11:12-14, 20-26) "Al día siguiente, cuando salieron de Betania, tuvo hambre. Y viendo de lejos una
higuera que tenía hojas, fue a ver si tal vez hallaba en ella algo; pero cuando llegó a ella, nada halló sino
hojas, pues no era tiempo de higos. Entonces Jesús dijo a la higuera: Nunca jamás coma nadie fruto de
ti. Y lo oyeron sus discípulos...
Y pasando por la mañana, vieron que la higuera se había secado desde la raíces. Entonces Pedro,
acordándose, le dijo: Maestro, mira, la higuera que maldijiste se ha secado. Respondiendo Jesús, les
dijo: Tened fe en Dios. Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y
échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será
hecho. Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá. Y
cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está
en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas. Porque si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro
Padre que está en los cielos os perdonará vuestras ofensas."
Introducción
El día anterior Jesús había llegado a Jerusalén y había ido directamente al templo, donde observó todo
lo que allí se hacía. Marcos nos dice que ya estaba anocheciendo, así que, aunque hubo muchas cosas
que le desagradaron, él no hizo nada en esa ocasión. Se fue a Betania, probablemente a casa de Lázaro,
Marta y María, donde pasó la noche. A la mañana siguiente, volvió a Jerusalén con la clara intención
de expresar su total desaprobación sobre la forma en la que los líderes religiosos de Israel habían
convertido la casa de su Padre, el templo, en una cueva de ladrones.
Sin embargo, Marcos ha colocado lo que ocurrió en el templo entre dos incidentes que tuvieron lugar
en el camino. Se trata de la historia de la maldición de la higuera estéril.
Tal vez podríamos preguntarnos qué importancia puede tener una higuera en el camino de Betania a
Jerusalén para que el evangelista haga mención de ella en dos ocasiones. Además, este milagro, que es
el último que Marcos recoge (si exceptuamos la resurrección), es muy diferente a todos los demás que
hemos visto hasta ahora, puesto que Jesús usa su poder para destruir y maldecir, en lugar de bendecir
y dar vida. ¿Qué propósito tiene todo esto?
(Os 9:10) "Como uvas en el desierto hallé a Israel; como la fruta temprana de la higuera en su principio
vi a vuestros padres..."
El profeta Jeremías tuvo una visión en la que vio dos cestos, uno lleno de higos buenos como brevas, y
otro de higos malos que no se podían comer. Unos simbolizaban al pueblo de Judá que había sido
deportado por Nabucodonosor a Babilonia pero que habían permanecido fieles a Dios, y los otros, al
resto que había quedado en Jerusalén con el rey Sedequías, pero que se habían apartado de la voluntad
de Dios (Jer 24:1-10) (Jer 29:17).
De hecho, lo que Jesús hizo con la higuera del camino a Jerusalén era lo mismo que el profeta Jeremías
había anunciado que Dios haría con su pueblo Israel:
(Jer 8:13) "Los cortaré del todo, dice Jehová. No quedarán uvas en la vid, ni higos en la higuera, y se
caerá la hoja; y lo que les he dado pasará de ellos."
Por lo tanto, la maldición de Jesús a la higuera, debemos entenderla como un símbolo del juicio de Dios
contra su pueblo Israel.
Algunos se han preguntado por qué Jesús maldijo la higuera por no tener fruto, si como Marcos indica,
"no era tiempo de higos".
Para comprenderlo, debemos conocer primero ciertos aspectos importantes de la relación que hay
entre las hojas y el fruto de la higuera. En Palestina, cuando llega la primavera y aparecen las primeras
hojas de las higueras, éstas vienen acompañadas por unos pequeños nódulos o botones comestibles. Si
estos pequeños higos no aparecen en ese tiempo, esto indica que el árbol, a pesar de tener hojas, será
estéril y no producirá frutos.
Por lo tanto, cuando Jesús se acercó a la higuera frondosa, tenía toda la razón para pensar que podría
encontrar estos pequeños higos comestibles. Sin embargo, después de inspeccionar la higuera, "nada
halló sino hojas".
Como ya hemos dicho, la higuera era un símbolo de Israel: muchas hojas, pero sin frutos.
La noche anterior Jesús había tenido ocasión de comprobar esto en su visita al templo. Y justo en este
momento se disponía a ir allí nuevamente para hacer una de las acusaciones más graves que podemos
imaginar: "Mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones, mas vosotros la habéis hecho
cueva de ladrones" (Mr 11:17).
Todos aquellos rituales perfectamente organizados que llevaban a cabo en el templo, sólo servían para
esconder la falta de verdadera vida espiritual.
Incluso la forma en la que le habían aclamado el día anterior cuando llegó a Jerusalén como aquel que
venía "en el nombre del Señor", era completamente superficial, y no tardaron mucho en cambiarla por
gritos de "¡Crucifícale, crucifícale!".
La abundancia de sus hojas hacía pensar que tenía fruto, pero realmente carecía de él. Prometía mucho
pero no daba nada.
Algunos han dicho que si Jesús era omnisciente, por qué "fue a ver si tal vez hallaba en ella algo" de
fruto.
Para contestar a esto, debemos tener en cuenta que el Señor estaba actuando de una forma "gráfica"
con el fin de enseñar a sus discípulos algo de suma importancia y que no debían olvidar. De hecho,
podríamos decir que se trataba de algo tan importante que repitió la "clase" en dos ocasiones seguidas,
puesto que la inspección de la higuera y la del templo pretendían enseñar una misma cosa.
La abundancia de hojas no había logrado evitar que su maldad fuera vista desde el cielo, y Dios mismo
se disponía a comprobarlo por medio de una visita oficial antes de emitir su juicio. El lenguaje se
reviste de total solemnidad si lo comparamos con el que fue pronunciado antes de la destrucción de
Sodoma y Gomorra:
(Gn 18:20-21) "Entonces Jehová le dijo: Por cuanto el clamor contra Sodoma y Gomorra se aumenta
más y más, y el pecado de ellos se ha agravado en extremo, descenderé ahora, y veré si han consumado
su obra según el clamor que ha venido hasta mí; y si no, lo sabré".
El pueblo de Israel tenía que estar vigilante y dar frutos en el tiempo de la visita de Dios. Pero también
la Iglesia debe tomar en serio esta advertencia. Cristo puede venir en cualquier momento, de una forma
inesperada, y lo que él va a buscar es nuestro fruto. Él no se va a conformar con que tengamos
hermosos templos, cultos muy bellos y bien organizados, y tampoco le va a impresionar nuestra música
o la relevancia social que hayamos alcanzado.
(Mt 7:21-23) "No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la
voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no
profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos
milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad."
Recordemos que el bautismo, el ser miembros de una iglesia, el participar de la cena del Señor y la
práctica asidua de las formas externas del cristianismo, pueden ser únicamente hojas si no hay frutos
del Espíritu de Dios en nuestras vidas.
(Ga 5:22-23) "Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley."
Es cierto que esto nos muestra la perfecta humanidad de Jesús, al igual que otras ocasiones en las se
cansaba, dormía, se sentaba, tenía sed... Pero no parece que éste sea el propósito fundamental al incluir
este detalle. Además, ésta sería la única ocasión en la que Jesús hizo un milagro "destructivo" y
pensando en sus propias necesidades.
Por lo tanto, creemos que esto forma parte también del lenguaje gráfico que Jesús estaba empleando.
En ese caso, no deberíamos pensar tanto en su hambre física, sino en el profundo deseo que él tenía de
encontrar entre su pueblo Israel algo de fruto que diera gloria a Dios. Y por el hecho de "tener
hambre", deducimos que llevaba mucho tiempo buscando alguna manifestación de este tipo sin haberla
encontrado.
"Nunca jamás coma nadie fruto de ti"
Siguiendo con la interpretación de este acto simbólico, debemos darnos cuenta que la maldición sobre
la higuera tenía la finalidad de ilustrar el juicio de Dios sobre la nación de Israel a la que la higuera
representaba.
Unos días después Jesús contó otra parábola en la que volvió a referirse a los judíos que rechazaron a
su Mesías, y habló con toda claridad acerca de la maldición que iba a recaer sobre ellos por esta causa:
(Mr 12:9) "¿Qué, pues, hará el señor de la viña? Vendrá, y destruirá a los labradores, y dará su viña a
otros."
Israel había sido escogido para recibir y transmitir la verdad de Dios en medio de un mundo de
paganos e idólatras, pero se había olvidado de su misión y se había entregado al orgullo espiritual y al
formalismo ceremonial. Tenían abundante follaje, pero carecían del fruto de la fe y del amor. Esto
provocó el edicto final de la boca del Señor: "Córtala; ¿para qué inutiliza también la tierra?" (Lc 13:6-
9).
El cumplimiento de esta maldición se culminó en el año 70 cuando Jerusalén fue destruida y el pueblo
judío fue dispersado por todo el mundo. Pero antes de esto, Dios había entregado "su viña a otros", a la
Iglesia gentil.
No olvidemos, sin embargo, que este no es el fin de Israel, como Pablo se esfuerza en explicar en los
capítulos 9 al 11 de Romanos.
(Ro 11:25-27) "Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en
cuanto a vosotros mismos: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado
la plenitud de los gentiles; y luego todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sion el
Libertador, que apartará de Jacob la impiedad. Y este será mi pacto con ellos, cuando yo quite sus
pecados."
El pueblo judío ha sido echado a un lado temporalmente, pero cuando Cristo vuelva a reinar, la nación
renacerá y será restaurada a una posición de favor con Dios.
Y aunque lo que Jesús le había dicho era que "nunca jamás coma nadie fruto de ti", no tenía sentido
tampoco que un árbol infructuoso ocupara un lugar en la tierra innecesariamente.
Todo esto nos hace pensar seriamente sobre el juicio de Dios sobre este mundo.
A primera vista parece que no hay mucha conexión, pero si nos fijamos en el contexto, podremos
darnos cuenta de que el Señor estaba enseñando a sus discípulos cómo debían reaccionar ante la
incredulidad judía y el rechazo de parte de Dios de su pueblo Israel. Sin duda, los principios que el
Señor expuso aquí fueron de mucha utilidad en el comienzo de la predicación cristiana, y lo han
seguido siendo hasta nuestros días: la fe, combinada con la oración y el perdón.
Por supuesto Jesús no les estaba enseñando el secreto para maldecir higueras o echar montes en el mar.
Esto no tendría ningún sentido, ni tampoco era el propósito del Señor.
La nación judía había sido maldecida por Dios porque no tenían fe. Ellos confiaban en sus obras y
también en su religión, pero no en Dios. Esta fue la razón fundamental por la que vino el juicio sobre
ellos.
Al mismo tiempo, debemos entender que la fe es el único medio por el que podemos llevar fruto para el
Señor y ser librados de la esterilidad espiritual.
Y por último, la fe en Dios nos puede llevar a superar las dificultades que siempre encontramos en el
servicio cristiano.
La verdadera fe comprende la pequeñez e inutilidad del hombre para alcanzar las obras de Dios, y por
esta razón descansa en su poder y gracia. Aquí se encuentra el secreto para todo milagro producido por
la fe en Dios.
El Señor se refirió a este tipo de milagros de la siguiente manera: "de cierto os digo que cualquiera que
dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho
lo que dice, lo que diga será hecho". ¿A qué se refería el Señor?
Bueno, este dicho acerca de la fe que puede mover las cosas aparece también en (Mt 17:20) y (Lc 17:6),
y en cada una de las ocasiones tiene pequeñas diferencias. En realidad se trataba de una frase que los
judíos usaban con frecuencia refiriéndose a suprimir problemas o superar dificultades. Por lo tanto, no
debemos interpretar estas palabras literalmente, porque lo que quería decir el Señor es que si tenemos
verdadera fe, la oración tiene el poder para resolver cualquier dificultad y vencerla.
Por ejemplo, uno de los problemas más grandes que el hombre tiene son sus propios pecados. Estos son
como una gran montaña que le impiden acercarse a Dios, pero él se dispone a echarlos a lo profundo
del mar cuando ponemos nuestra fe en él:
(Miq 7:19) "El volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo
profundo del mar todos nuestros pecados."
Y lo mismo podemos decir de las dificultades que encontramos en la Obra de Dios. Podemos ver un
ejemplo muy consolador en las palabras de Dios a Zorobabel después de que el pueblo de Israel
hubiera regresado del cautiverio en medio de mucha debilidad y enemigos:
(Zac 4:6-7) "¿Quién eres tú, oh gran monte? Delante de Zorobabel serás reducido a llanura; él sacará
la primera piedra con aclamaciones de: Gracia, gracia a ella."
No debemos quitar la fuerza a esta promesa ni restarle valor. Tanto en la esfera física como en la
espiritual, los apóstoles ya habían estado haciendo cosas que podríamos considerar como "imposibles".
Pedro anduvo sobre el agua por la fe (Mt 14:29), los doce vieron como los demonios se les sujetaban en
el nombre de Jesús (Lc 10:17) y todo el libro de los Hechos es una prueba de que lo que Jesús dijo aquí
era verdad.
Y en la vida de todos nosotros hay momentos en que Dios nos hace ver claramente que su voluntad es
que hagamos algo en particular. En ese caso podemos estar plenamente confiados en que ese algo se
hará. En tal sentido, Jesús nos dice: "Todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os
vendrá".
3. Creer y no dudar
El Señor dijo que la duda era un grave obstáculo para recibir lo que pedimos por fe. Se puede dudar de
Dios y también de lo que pedimos. Esto se manifiesta cuando oramos por algo en lo que no tenemos
demasiado interés y por lo tanto no somos perseverantes y rápidamente nos cansamos. Santiago lo
expresó de la siguiente manera:
(Stg 1:6-8) "Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar,
que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que
recibirá cosa alguna del Señor. El hombre de doble ánimo es inconstante en todos su caminos."
Una vez dicho todo esto, debemos aclarar también que el Señor no nos estaba garantizando una
"fórmula mágica" para conseguir todo lo que queremos.
(Stg 4:3) "Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites."
Notemos que cuando Jesús enseña cómo "mover montañas" por la fe, dijo explícitamente: "Tened fe en
Dios". Es Dios el que lo hace y nuestra confianza se apoya en él y en su voluntad revelada. Esto es algo
muy diferente de la "autosugestión", que en realidad es una forma de fe en nosotros mismos y en
nuestra capacidad para estar convencidos de algo que deseamos. Por el contrario, nuestra confianza se
debe apoyar únicamente en Dios y en su voluntad revelada.
Como vamos a ver, el mismo Señor Jesucristo estableció ciertas pautas morales que debemos respetar
si queremos recibir lo que pedimos. Él dijo que hay una especie de filtro por el que deben pasar
nuestras oraciones:
(Jn 15:7) "Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y
os será hecho."
Orad con fe no significa únicamente estar seguros de que lo que pedimos sucederá, sino que debemos
asegurarnos también de que lo que pedimos se ajusta a lo revelado por Dios. Porque no debemos
olvidar que la fe es básicamente nuestra respuesta de confianza a lo que Dios nos dice.
Esto que acabamos de decir es una de las cosas que con frecuencia se confunden y que finalmente tiene
graves consecuencias. Pongamos un ejemplo extremo que hemos visto en varias ocasiones: una madre
dice que no cree en Dios porque puso su fe en él para que su hijo enfermo se sanara, y aunque oró
insistentemente por ello, finalmente el niño murió. Al tratar un caso así no queremos parecer fríos o
insensibles, pero necesariamente tenemos que aclarar algunas cosas. Hemos dicho que la fe es nuestra
respuesta a la voluntad de Dios revelada. Ahora bien, ¿le había revelado Dios a esta mujer que su hijo
no iba a morir si ella tenía fe? Lo que tenía ¿era fe o una fuerte autosugestión marcada por el intenso
deseo de ver a su hijo sano? No queremos parecer indiferentes ante el dolor humano, pero tampoco
podemos dejar de decir que una enseñanza incorrecta en cuanto a lo que Jesús realmente dijo, causará
mucho daño a las personas, al punto de que puedan apartarse del Señor porque consideren que les ha
defraudado.
La oración de fe implica necesariamente estar de acuerdo con la voluntad de Dios, sólo así tenemos
plena garantía de recibir lo que pedimos.
(1 Jn 5:14-15) "Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su
voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos
las peticiones que le hayamos hecho."
Recordemos que la promesa tenía una aplicación especial a los apóstoles y a los primeros discípulos.
¿Podrían ellos perdonar a aquellos que en unos pocos días iban a matar a su amado Maestro?
Hay otros muchos lugares en los que se destaca la importancia del perdón.
(Ef 4:32) "Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios
también os perdonó a vosotros en Cristo."
(Col 3:13) "Soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra
otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros."
Y si bien es cierto que no nos ganamos el perdón de Dios al perdonar a otros, también es verdad que si
no somos capaces de perdonar a otros, esto pondrá seriamente en duda el que nosotros mismos
hayamos sido perdonados.
Árbol de higuera frondoso y verde, fruto de la
higuera y árbol seco (de un día para otro!)
TERCERO. EXPLICACIÓN
La higuera con hojas y con fruto (si lo hubiera tenido),
simbolizaría a Jerusalén bajo el dominio de los Judíos,
viviendo en condiciones de Pacto con el Señor (bajo la
Ley). En el Antiguo Testamento, esto habría sido
fielmente el caso, si el Pueblo de Israel hubiera vivido
en obediencia a la ley. Pero nunca fue así.
Ahora, después de la Cruz, este dominio de los judíos
de Jerusalén se cumplirá como Dios quiere (higuera
con hojas Y frutos), cuando los Judíos reconozcan a
Jesús como el Mesías, a partir de Apocalipsis 12:17.
Entonces lo que vemos es que Jesús usó el incidente
del árbol de la higuera para ilustrar proféticamente lo
que sucedería en el futuro lejano (cuando "esa
generación" estuviera viva). Note que en Mateo 21:43
Jesús les advierte que el Reino de Dios les será
quitado y será dado a "gente que produzca frutos"
(presumiblemente los Gentiles).
Leamos el suceso completo:
Parábola de los labradores malvados
(Mc 12.1-12; Lc 20.9-19)
33 »Oíd otra parábola: Hubo un hombre, padre de
familia, el cual plantó una viña, la rodeó con una
cerca, cavó en ella un lagar, edificó una torre, y la
arrendó a unos labradores y se fue lejos.
Cuando se acercó el tiempo de los frutos, envió
sus siervos a los labradores para que recibieran
sus frutos.
Pero los labradores, tomando a los siervos, a uno
golpearon, a otro mataron y a otro apedrearon.
Envió de nuevo otros siervos, más que los
primeros; e hicieron con ellos lo mismo.
Finalmente les envió su hijo, diciendo: "Tendrán
respeto a mi hijo".
Pero los labradores, cuando vieron al hijo, dijeron
entre sí: "Este es el heredero; venid, matémoslo y
apoderémonos de su heredad".
Y tomándolo, lo echaron fuera de la viña y lo
mataron.
Cuando venga, pues, el señor de la viña, ¿qué hará
a aquellos labradores?
Le dijeron:
--A los malos destruirá sin misericordia, y
arrendará su viña a otros labradores que le paguen
el fruto a su tiempo.
Jesús les preguntó:
--¿Nunca leísteis en las Escrituras:
»"La piedra que desecharonlos edificadores
ha venido a ser cabeza del ángulo.
El Señor ha hecho esto,
y es cosa maravillosa a nuestros ojos?"
»Por tanto, os digo que el reino de Dios será
quitado de vosotros y será dado a gente que
produzca los frutos de él.
Claramente Jesús aquí está profetizando el final del
trato de Dios con los Judíos, por rechazarlo, por
endurecer su corazón, por no reconocer lo que
claramente estaba profetizado sobre el Mesías y ... por
tener hojas, "pero no tener frutos". Aquí Jesús está
anunciando el término de la semana 69 de Daniel y por
lo tanto, el inminente inicio de la entrega del reino a
"otra gente que produzca frutos".
Conclusión
Así que al leer esto, usted pensará... Entonces, ¿Está
el pastor insinuando que la fecha de la reconquista de
Jerusalén por parte de los judíos, en 1967, es la fecha
de inicio de todos los tiempos finales?
No. No es necesariamente eso lo que estoy diciendo.
Primero que todo, note que en el verso 24 de Lucas
21, Jesús claramente dice que hay algo importante
que tiene que suceder, no nada que tenga que ver con
los judíos, sino CON LOS "GENTILES"! Jesús dice:
Inicia el "Tiempo de los Gentiles". Aleluya!
"...y Jerusalén será pisoteada por los gentiles
hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan."