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Según El Kabbalah

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Según el Kabbalah, una de las escuelas de pensamiento esotérico relacionadas con el

judaísmo, Samael (el «veneno de Dios» en hebreo) es el nombre del arcángel


encargado de gobernar sobre el quinto cielo. La figura de este arcángel se encuentra
rodeada de un halo de misterio y contradicción, siendo descrita en numerosos
documentos como una entidad de carácter sacro que disfruta invitando a los humanos a
pecar. En el libro La leyenda de los Judíos (Louis Ginzberg, 1909) Metatron, líder de
los arcángeles, describe a Moisés la función de Samael como «aquel que despoja al ser
humano de su alma», tras lo que el santo eleva una plegaria a los cielos pidiendo a Dios
que no le deje caer jamás en sus garras. En algunos mitos de la demonología cristiana,
este ser es descrito como un poderoso demonio, consorte de la herética Lilith y padre de
una entrañable camada de demonios entre los que se incluiría el príncipe Asmodeus.

El gnosticismo otorga otro nombre a Samael bautizándolo como Yaldabaoth,


demiurgo y padre de la humanidad (pero no de sus almas). Según esta doctrina
religiosa, Yaldabaoth creía fervientemente que no existía más Dios que él mismo y, por
ello, cuando la humanidad fue bendecida con el don del alma, la envidia le llevaría a
actuar en  su contra. Sería un tal Satanael el que finalmente se daría cuenta de que
Yaldabaoth no era un Dios verdadero, rebelándose contra él y entregando a los humanos
el conocimiento que este les ocultaba. ¿Es entonces Samael un aliado de los cielos o
un poderoso demonio con piel de cordero? A diferencia de lo que la cultura popular
parece intentar transmitirnos día a día, un determinado concepto puede ser interpretado
de una forma u otra en función del observador y del instante en el que este es estudiado.
Dicho de otra manera, no todo en esta vida tiene porque ser blanco o negro; uno puede
tener una opinión diferente a la de otro y la tierra no se detendrá por ello, así de sencillo.
Sin embargo, cuando no es el individuo si no la consciencia colectiva la que debe
pronunciarse con respecto a un concepto determinado, ¡ay! entonces las cosas se
complican.

Se suele decir que el individuo es inteligente mientras que la masa es estúpida. Un


ejemplo claro de esto podemos verlo a diario en como tratamos el planeta: si todos
pensamos que contaminar es algo negativo, ¿porque seguimos permitiendo día tras día
los mismos atentados ecológicos? Es muy cómodo dejarse llevar por la sociedad en
la que vivimos, aceptar lo que la mayoría acepta y criticar lo que la mayoría
critica. No obstante, cuando la masa empieza a normalizar prácticas detestables como la
corrupción política, el desgaste de la educación o la manipulación de los medios,
seguirla sin vacilar supone también renunciar a nuestros derechos como individuo. Nos
Convierte en esclavos de un sistema que no dudará en demonizar a todo aquel que
intente hacernos ver las cosas desde otra perspectiva.

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