Samael es el nombre de un arcángel en la cábala judía que gobierna el quinto cielo, aunque también es descrito como un poderoso demonio en la demonología cristiana. En el gnosticismo, Samael es conocido como Yaldabaoth, el demiurgo que creó la humanidad pero les envidió sus almas. La naturaleza de Samael como aliado celestial o demonio poderoso depende de la interpretación, al igual que otros conceptos que la cultura popular intenta simplificar como blanco o negro.
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Samael es el nombre de un arcángel en la cábala judía que gobierna el quinto cielo, aunque también es descrito como un poderoso demonio en la demonología cristiana. En el gnosticismo, Samael es conocido como Yaldabaoth, el demiurgo que creó la humanidad pero les envidió sus almas. La naturaleza de Samael como aliado celestial o demonio poderoso depende de la interpretación, al igual que otros conceptos que la cultura popular intenta simplificar como blanco o negro.
Samael es el nombre de un arcángel en la cábala judía que gobierna el quinto cielo, aunque también es descrito como un poderoso demonio en la demonología cristiana. En el gnosticismo, Samael es conocido como Yaldabaoth, el demiurgo que creó la humanidad pero les envidió sus almas. La naturaleza de Samael como aliado celestial o demonio poderoso depende de la interpretación, al igual que otros conceptos que la cultura popular intenta simplificar como blanco o negro.
Samael es el nombre de un arcángel en la cábala judía que gobierna el quinto cielo, aunque también es descrito como un poderoso demonio en la demonología cristiana. En el gnosticismo, Samael es conocido como Yaldabaoth, el demiurgo que creó la humanidad pero les envidió sus almas. La naturaleza de Samael como aliado celestial o demonio poderoso depende de la interpretación, al igual que otros conceptos que la cultura popular intenta simplificar como blanco o negro.
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Según el Kabbalah, una de las escuelas de pensamiento esotérico relacionadas con el
judaísmo, Samael (el «veneno de Dios» en hebreo) es el nombre del arcángel
encargado de gobernar sobre el quinto cielo. La figura de este arcángel se encuentra rodeada de un halo de misterio y contradicción, siendo descrita en numerosos documentos como una entidad de carácter sacro que disfruta invitando a los humanos a pecar. En el libro La leyenda de los Judíos (Louis Ginzberg, 1909) Metatron, líder de los arcángeles, describe a Moisés la función de Samael como «aquel que despoja al ser humano de su alma», tras lo que el santo eleva una plegaria a los cielos pidiendo a Dios que no le deje caer jamás en sus garras. En algunos mitos de la demonología cristiana, este ser es descrito como un poderoso demonio, consorte de la herética Lilith y padre de una entrañable camada de demonios entre los que se incluiría el príncipe Asmodeus.
El gnosticismo otorga otro nombre a Samael bautizándolo como Yaldabaoth,
demiurgo y padre de la humanidad (pero no de sus almas). Según esta doctrina religiosa, Yaldabaoth creía fervientemente que no existía más Dios que él mismo y, por ello, cuando la humanidad fue bendecida con el don del alma, la envidia le llevaría a actuar en su contra. Sería un tal Satanael el que finalmente se daría cuenta de que Yaldabaoth no era un Dios verdadero, rebelándose contra él y entregando a los humanos el conocimiento que este les ocultaba. ¿Es entonces Samael un aliado de los cielos o un poderoso demonio con piel de cordero? A diferencia de lo que la cultura popular parece intentar transmitirnos día a día, un determinado concepto puede ser interpretado de una forma u otra en función del observador y del instante en el que este es estudiado. Dicho de otra manera, no todo en esta vida tiene porque ser blanco o negro; uno puede tener una opinión diferente a la de otro y la tierra no se detendrá por ello, así de sencillo. Sin embargo, cuando no es el individuo si no la consciencia colectiva la que debe pronunciarse con respecto a un concepto determinado, ¡ay! entonces las cosas se complican.
Se suele decir que el individuo es inteligente mientras que la masa es estúpida. Un
ejemplo claro de esto podemos verlo a diario en como tratamos el planeta: si todos pensamos que contaminar es algo negativo, ¿porque seguimos permitiendo día tras día los mismos atentados ecológicos? Es muy cómodo dejarse llevar por la sociedad en la que vivimos, aceptar lo que la mayoría acepta y criticar lo que la mayoría critica. No obstante, cuando la masa empieza a normalizar prácticas detestables como la corrupción política, el desgaste de la educación o la manipulación de los medios, seguirla sin vacilar supone también renunciar a nuestros derechos como individuo. Nos Convierte en esclavos de un sistema que no dudará en demonizar a todo aquel que intente hacernos ver las cosas desde otra perspectiva.
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