Los Dones Del Espíritu Santo 1

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Los dones del Espíritu Santo: cuáles

son, significado y cómo usarlos


Los dones espirituales son habilidades especiales que Dios regala a sus hijos para la
edificación de su iglesia. Debemos usarlos para bendecirnos los unos a los otros y así
construir juntos una iglesia fuerte que honra a Dios.

Todos los cristianos tenemos por lo menos un don y el Espíritu Santo distribuye los
dones según quiere: «Todo esto lo hace un mismo y único Espíritu, quien reparte a cada
uno según él lo determina» (1 Corintios 12:11). Sin embargo, la Biblia nos dice también
que podemos anhelar otros dones y nos anima a pedirlos (1 Corintios 12:31).

Dones que menciona la Biblia


En la Biblia encontramos tres listas principales de dones: 1 Corintios 12:4-11, 28; Romanos
12:6-8 y Efesios 4:7-13. A continuación aparecen los dones que mencionan esos pasajes
junto a una breve definición.

Sabiduría
Va más allá de la sabiduría humana. Es tener la capacidad de saber decir o hacer lo que es
correcto dentro de la voluntad de Dios en una situación específica.

Conocimiento
Saber o recibir la revelación de algo sobre una persona o situación sin haber recibido la
información por medios naturales.

Fe
Confianza total en las promesas de Dios que no cede frente a las circunstancias adversas. Es
mayor que la fe normal que tenemos todos los cristianos.

Dones de sanidad
Orar por personas enfermas física o emocionalmente y tener la capacidad de traer el poder
sanador de Dios a sus vidas.

Poderes milagrosos
Hacer señales y prodigios más allá de las leyes naturales para mostrar la presencia y el
poder de Dios en una situación particular.

Profecía
Comunicar una palabra de parte de Dios, un versículo o pasaje que aplica a una situación
específica, con el fin de exhortar o animar.

Discernir espíritus
Habilidad de percibir qué tipo de espíritu actúa en cierta situación y determinar si viene de
Dios o no.

Hablar en diversas lenguas


Capacidad de hablar un idioma sin haberlo estudiado para comunicar el mensaje del
evangelio. También hay el don de lenguas angélicas, palabras que entiende solo Dios. Son
para la edificación personal y para tener comunión especial con él.

Interpretar lenguas
Poder entender y comunicar un mensaje que se ha dado en lenguas en el idioma que pueden
comprender los que están presentes.

Enseñanza
Habilidad especial para transmitir las verdades del evangelio con claridad e instruir a los
demás cristianos en la palabra de Dios.

Evangelismo
Comparte el mensaje de salvación de una forma atractiva y relevante a aquellos que aun no
han recibido el perdón de Dios.

Ayudar a otros, servir


Sensibilidad especial ante las necesidades de los demás y un gran deseo de hacer todo lo
posible por aliviarles la carga.

Administración
Sabe organizar cosas o actividades, disfruta de la planificación, la dirección y la
organización.
Ánimo
Da la palabra de ánimo o motivación en el momento preciso. Tiene una disposición positiva
basada en las promesas de la palabra de Dios.

Dar con generosidad (socorrer a los necesitados)


Disfruta compartiendo sus recursos (tiempo, talento y dinero) con los demás, en especial
con aquellos que sufren y con los que llevan el mensaje del evangelio a otros lugares.

Liderazgo, dirección
Disposición especial para guiar a otros y ayudarles a crecer en su andar con Jesús. Siente
satisfacción al cuidar y alimentar espiritualmente de aquellos que Dios pone bajo su
cuidado.

Mostrar compasión
Amor especial, misericordia genuina por los necesitados y la habilidad de identificarse con
ellos.

Aprende un poco más sobre 4 dones del Espíritu poco conocidos.

¿Para qué sirven los dones espirituales?


Dios los da a sus hijos para capacitarlos a trabajar juntos por el crecimiento de la
iglesia. Deben usarse con unidad de propósito, por el bien común. El deseo principal debe
ser siempre que Cristo sea glorificado.

A fin de capacitar al pueblo de Dios para la obra de servicio, para edificar el cuerpo
de Cristo.
(Efesios 4:12)

Los dones no se nos dan como un premio a nuestra espiritualidad. Dios nos los regala para
que sirvamos a nuestros hermanos y para que nos animemos los unos a los otros en nuestro
andar con Jesús. Al usarlos de forma correcta mostramos que Dios es real en nuestras vidas
y que es él quien nos dirige.

Dios nos capacita para cumplir con su obra en este mundo a través de los dones. La iglesia
es más efectiva y funciona mejor cuando todos sus miembros ejercen los suyos. De lo
contrario pasaría como cuando nos duele una muela o no podemos usar la mano por alguna
razón. Nuestro cuerpo no funciona igual ni somos tan eficientes. Así mismo la iglesia sufre
y cojea cuando sus miembros dejan de usar, o usan mal, los dones que Dios les ha
concedido.

¿Cómo debemos usar los dones?


Es interesante ver que los tres capítulos principales en los que se habla de los dones tienen
como denominador común el tema del amor y la unidad de los creyentes. Por esto queda
claro que los dones deben usarse con amor, con el deseo de aportar para el bien y la
edificación de la iglesia. De otra forma no cumplirán el propósito para el cual Dios los ha
concedido.

Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un
metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y
entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra
trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres
todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no
tengo amor, nada gano con eso.
(1 Corintios 13:1-3)

Es importante valorar los dones que Dios nos ha dado y los dones que tienen los demás.
Todos los dones son necesarios para el buen funcionamiento de la iglesia y no debemos
menospreciar ningún don. Sea cual sea el don que Dios te ha concedido, agradécele y úsalo
de forma fiel. Sirve a Dios con alegría y deja que él se mueva en tu vida y en la de los
demás mediante el uso de tus dones.

Cada uno ponga al servicio de los demás el don que haya recibido, administrando
fielmente la gracia de Dios en sus diversas formas.
(1 Pedro 4:10)

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