El Secreto de La Vida Cristiana - J. C. Ryle PDF
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EL ESTANDARTE DE LA VERDAD
JUAN CARLOS RYLE
1816-1900
Impreso en Romanya/Valls, S. A.
INDICE
Introducción
* * *
APENDICE
cLa misericordia de Dios es más granee que todos los pecados del
mundo. Pero a Yeces nuestra condición es tal, que dudamos de si en
realidad tenemos fe; y si la tenemos, pensamos que es muy débil y
enfermiza. Pero debemos distinguir entre dos cosas: una es tener fe,
y la otra experimentar esta fe. ::\Iuchos creyentes desearían expe-
rimentar su fe, ¡y qué no harían para conseguirlo! Pero parece
sPr que todo es en vano. A los tales les digo que no desesperen, sino
que perse\·eren en sus súplicas y peticiones a Dios, y aunque tarde, la
experiencia de fe vendrá: Dios abrirá sus corazones y les hará expe-
rimentar Su bondad." - Latimer.
nes de la iglesia, pero todo eso bien puede ser un mera pro-
fesión externa. N o es tampoco suficiente el que tu religión sea
sólo asunto de emociones y sentimientos. Una persona puede
llorar bajo la predicación, e incluso remontarse al tercer
cielo como resultado de una gozosa emoción, pero aún así
puede estar espiritualmente muerta a los ojos de Dios. Si tu
religión es real, y ha sido iniciada en ti por el Espíritu San-
to, entonces será una profesión religiosa de corazón; ocupará
la ciudadela de tu ser, gobernará los afectos, dirigirá la vo-
luntad, influenciará toda decisión y saciará las más íntimas
y profundas ansias de tu alma. ¿Es así tu profesión de fe?
Caso de no ser así, entonces tienes buenos motivos para
dudar de que sea real y verdadera (Hechos 8:21; Roma,-
nos 10:10).
¿Qué sentimientos produce hacia el pecado? El cristia-
nismo que procede del Espíritu Santo siempre tendrá un
concepto muy positivo de la "pecaminosidad del p€Cado". No
considerará el pecado como una mera limitación de la natura-
leza humana que convierte a los hombres y a las mujeres en
objetos de lástima y compasión, sino que verá en el pecado
aquello que es tan deleznable a los ojos de Dios y que ha
sido la causa de la culpabilidad y perdición del hombre de-
lante de El. El verdadero cristiano mirará al pecado como el
origen de todo dolor y desgracia, de toda contienda y de toda
guerra, de toda enfermedad y de toda muerte, la mancha que
ha ensombrecido la bella creación de Dios, la maldición que
hace que toda la creación gima y llore y aún esté de parto. El
creyente sabe bien que, a menos de que Cristo no hubiera veni-
do a ser nuestro Sustituto, el pecado nos habría nrruinado y
perdido para siempre. Sabe también que si Cristo no hubiera
roto las cadenas de la esclavitud, el pecado nos hubiera lleva-
do cautivos. De ahí, pues, que en su vida diaria entable una
lucha a muerte contra el pecado, el enemigo de su alma y de
su felicidad. ¿Es ésta vuestra religión? ¿Despierta en vos-
otros estos sentimientos hacia el pecado? De no ser así, moti-
vos tenéis para dudar de la realidad de vuestra religión.
¿Qué sentimientos hace brotar hacia Cristo? En una
religión nominal se aceptará, más o menos, el que Cristo exis-
tió y el que fue un gran bienhechor de la humanidad. Quizá
incluso muestre cierto respeto externo hacia Su persona,
observe Sus ordenanzas y prescriba el que las rodillas se do-
blen ante Su nombre, pero no irá más lejos. Sin embargo, el
cristiano verdadero hace de Cristo su todo, se gloría en Él
56 EL SECRETO DE LA VIDA CRISTIANA
al igual que la savia del árbol que corre y llega hasta la más
insignificante hoja y ramilla, santifique aún las acciones más
secundarias de nuestro carácter. He aquí una manera de
crecer.
Si deseamos crecer en la gracia es importantísimo que
vigile1nos nuestras amistades y co1npa'fíía.s. Quizá no haya
nada que influencie tanto nuestro carácter como las compa-
ñías que tenemos. Nos dejamos influenciar fácilmente por
la manera de hablar y obrar de aquellos con los cuales nos
asociamos. La enfermedad es infecciosa, pero la salud no. Si
aquel que profesa ser cristiano de una manera deliberada es-
coge la intimidad de aquellos que no son amigos de Dios, y que
se adhieren al mundo, no dudemos que será en detrimento de
su alma. De por sí, ya es suficientemente difícil servir a
Cristo en un mundo como éste; ¡cuánto más lo será si se
mantiene amistad y compañía con los inconversos y los im-
píos! A menudo por causa de malas compañías y por error de
noviazgo, muchas creyentes han hecho naufragio espirituaL
"Las malas conversaciones corrompen las buenas costum-
bres." ·''La amistad del mundo es enemistad con Dios." ( 1 Co-
1-intios 15:33; Santiago 4:4.) Busquemos, pues, amistades
que nos sean de incentivo para nuestras oraciones. nuestra
lectura bíblica, y para el buen uso de nuestro tiempo; amis-
tades que se preocupen por nuestra alma, por nuestra salva-
ción, y por el mundo venidero. ¡Cuánto bien puedE; hacer a
su tiempo la palabra de un amigo! ¡Cuánto mal puede evitar!
He aquí otra manera para crecer en la gracia. *
Y por último, si deseamos crecer en la gracia nos es abso-
lutamente necesario mantener una comunión 1·egular y habi-
tual con el Seüor J esüs. Y me refiero aquí a una unión espi-
ritual íntima con el Señor por medio de la fe, la oración y la
meditación. l\Iucho me temo que sobre este hábito hay mu-
chos creyentes que sahen muy poco. Una persona puede ser
creyente y tener sus pies sobre la roca, y sin embargo vivir
a un nivel inferior al de sus privilegios. Es posible participar
de la "unión" con Cristo, y sin embargo mantener una "co-
munión" muy débil con Él.
Los nombres y ministerios de Cristo, tal como se nos
revelan en la Escritura, muestran, sin lugar a dudas, que esta
* «Escojamos como nuestros mejores compañeros a aquellos que
han hecho de Cristo su mejor compañero. :\lás que lo externo de las
personas, miremos lo que hay en su corazón; apreciemos su valía in-
terna.• - T. Brooks..
74 EL SECRETO DE LA VIDA CRISTIANA
L - La santificación.
A. - Puntos concordantes:
l. -Ambas proceden y tienen su origen en la libre gra-
cia de Dios.
2.- Ambas son parte d~l gran plan de salvación que
Cristo, en el pacto eterno, tomó sobre sí en favor
de su pueblo. Cristo es la fuente de vida de donde
fluyen el perdón y la santidad. La raíz de ambas
está en Cristo.
3. - Ambas se encuentran en la misma persona. Los que
son justificados son también santificados, y aque-
llos que han sido santificados, han sido también jus-
tificados. Dios las ha unido y no pueden separarse.
4. -Ambas empiezan al mismo tiempo. En el momento
en que una persona es justificada, empieza también
a ser santificada, aunque al principio quizá no se
percate de ello.
5. -Ambas son necesarias para la salvación. Jamás
nadie entrará en el cielo sin un corazón regenerado
y sin el perdón de sus pecados ; sin la sangre de
Cristo y sin la gracia del Espíritu; sin disposición
apropiada para gozar de la gloria y sin el título
para la. misma.
B. -Puntos en que difieren:
nos 1 :6). Es Cristo quien les da vida: "El Hijo a los que quie-
re da vida". (Juan 5 :21.) Es Cristo quien lq.va sus pecados:
Cristo "nos lavó de nuestros pecados con su sangre". ( Apo-
calipsis 1 :5.) Es Cristo quien les da paz: "La paz os dejo, mi
paz os doy". (Juan 14:27.) Es Cristo quien les da vida eterna:
"Yo les doy vida eterna; y no perecerán jámás". (Juan 10:28.)
Es ·Cristo quien les concede arrepentimiento: "A éste, Dios ha
exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a
Israel arrepentimiento, y perdón de pecados". (Hechos 5:31.)
Es Cristo quien les capacita para llegar a ser hijos de Dios:
"A todos los que le recibieron, les dio potestad de ser hechos
hijos de Dios". (Juan 1 :12.) Es Cristo quien lleva a término
la obra que en ellos ha sido empezada: "Porque yo vivo, vo-
sotros también viviréis". (Juan 14:19.) En una palabra:
"Agradó al Padre que en él habitase toda la plenitud". (Colo-
senses 1 :19.) Él es el autor y consumador de la fe. Él es la
vida. Él es la cabeza; de Él todas las conyunturas y miembros
reciben su crecimiento; por Él todos los miembros del cuerpo
místico reciben energía para el trabajo y son guardados de
caída. Él los guardará hasta el fin, y los presentará sin man-
cha delante de su gloria con gran alegría. Él es todas las
cosas en todos los creyentes.
El Espíritu Santo es el poderoso agente a través del cual
el Señor Jesucristo obra esto en los miembros de Su Iglesia.
Él es quien da a conocer a Cristo a los creyentes y aplica a
sus almas Su obra. Él es quien de una manera incesante re-
nueva, despierta, convence, conduce a la cruz, transforma y
quita piedra tras piedra del mundo, y las añade al edificio
místico. Pero el gran Constructor que sobre sí ha tomado
el ejecutar la obra de la redención y llevarla a término, es el
Hijo de Dios, "la Palabra hecha carne". Es el Señor Jesús
quien edifica.
En la construcción de la verdadera Iglesia el Señor J e-
sús condesciende a usar gran número de instrumentos subor-
dinados. El ministerio del Evangelio, la difusión de las Escri-
turas, la amonestación amorosa, una palabra hablada en tiem-
po apropiado, las aflicciones, etc., constituyen medios e ins-
trumentos a través de los cuales se realiza Su obra y el Es-
píritu infunde vida a las almas. Pero Cristo es el Gran Arqui-
tecto; el que dirige, ordena y guía todo lo que se hace. Pablo
puede plantar y Apolos regar, pero es Dios quien da el cre-
cimiento. (1 Corintios 3 :6). Los ministros pueden predicar y
LA IGLESIA QUE CRISTO EDIFICA 145
los escritores escribir, pero Cristo es quien edifica. Y si Él no
edifica, la obra se paralizará.
¡Grande es la sabiduría que el Señor exhibe en la edifi-
cación de su Iglesia! Todas las cosas se hacen a tiempo, y de
la manera apropiada. Cada piedra, según su turno, es colo-
cada en su lugar. En algunas ocasiones Él escoge grandes pie-
dras, mientras que en otras se limita al uso de las pequeñas.
A veces la obra va muy deprisa; otras veces va muy despacio.
Con frecuencia el hombre da señales de impaciencia y llega a
pensar que no se está haciendo nada. Pero el tiempo del hom-
bre no es el tiempo de Dios: "para con el Señor mil años es
como un día". El Constructor no comete errores, sabe lo que
hace. Obra según un plan perfecto. inalterable y cierto.
Las soberbias concepciones arquitectónicas de ~Iiguel Angel
y "\Vren, no son más que bagatelas y juegos de niños en compa-
ración con los sabios consejos de Cristo con respecto a su
Iglesia.
¡Grande es la condescendencia y la misericordia que Cris-
to muestra en la edificación de su Iglesia. Con frecuencia es-
coge las piedras menos apropiadas y más toscas, y las trans-
forma y adapta maravillosamente al edificio de su Iglesia. No
desprecia a nadie, ni rechaza a nadie a causa de sus pecados
y transgresiones pasadas. A menudo, de fariseos y publicanos
hace columnas de su casa. Se deleita en mostrar misericordia
y en hacer de gente impía y descuidada hermosas piedras de
esquina en su templo espiritual.
¡Grande es el poder que Cristo despliega en la edificación
de su Iglesia! Su obra prosigue adelante pese a la oposición
del mundo, .la carne y el diablo. En medio de la tormenta, en
la tempestad, en tiempos agitados, al igual que el templo
de Salomón la obra progresa silenciosamente, sin ruido ni
alboroto ni excitación. El Señor dice: "Lo que hago yo; ¿quién
lo estorbará?" ( 1saías 43: 1'3).
Los hijos de este mundo no muestran interés alguno por
la edificación de esta Iglesia. La conversión de las almas nada
les preocupa. Los espíritus quebrantados y los corazones con-
tritos, ¿qué valor tienen para ellos? La convicción de pecado,
o la fe en el Señor Jesús, ¿qué significa para ellos? A sus
ojos todo esto es "locura". Pero aunque a los hijos de este
mundo todo esto les tenga sin cuidado, para los ángeles de
Dios es motivo de gran gozo. Para la preservación de la ver-
dadera Iglesia, las leyes de la naturaleza algunas veces se han
visto suspendidas. Todos los designios providenciales de Dios
en el acontecer de este mundo han sido dispuestos y ordena-
146 EL SECRETO DE LA VIDA CRISTIANA
m. - El fundamento.
• Inglaterra.
154 EL SECRETO DE LA VIDA CRISTIANA
enfrente de las tales, y al igual que sucedía con Moisés, uno c;e
hace la idea de que han venido de delante de la presencia de
Dios; al separarse uno de ellas experimenta el calor de su com-
pañía, algo así como si nuestra alma hubiera estado cerca del
fuego. Debemos confesar que gente así no abunda mucho.
¿A qué podemos atribuir la diferencia tan grande entre
estas dos clases de personas que hemos descrito? ¿Por qué
razón algunos cristianos brillan más y son más santos que
otros? Y o creo que esto se debe, en la mayoría de los casos, ~
hábitos distintos de oración privada. Yo creo que los que se
distinguen por una vida de santidad pobre, oran poco; mien-
tras que los que se distinguen por una vida de profunda san-
tidad, oran mucho.
Quizá esto haya ocasionado cierta perplejidad en algunos
de mis lectores. Y no me extraña sea así, pues para muchas
personas la santidad es un don especial que sólo unas pocas
personas pueden conseguir. Admiran la santidad, pero a dis-
tancia, en los libros. Por eso cuando se les dice que la san-
tidad está al alcance de todos, se extrañan. Piensan que el
monopolio de la santidad es privilegio de unos pocos creyen-
tes muy favorecidos, pero no de todos.
Esta idea es muy peligrosa. Yo creo que la grandeza
espiritual, y también la natural, depende, más que nada, de]
uso diligente de los medios a nuestro alcance. Después de la
conversión, la santidad de una persona depende, princinal-
mente, del uso cuidadoso de los medios de gracia que Dios
ha dispuesto. Y sin reserva alguna me atrevo a afirmar que
el medio principal, y por el cual la mayoría de creyentes han
sido grandes en la Iglesia de Cristo, ha sido el hábito düigente
de la oración privada.
Considerad las vidas de los siervos de Dios -:nás sobre-
salientes y que más han brillado, ya sea en la Biblia o fuera
de la Biblia. Pensad en lo que se nos dice de Moisés, de Da-
vid, de Daniel, y de Pablo. Reparad en la vida privada de
oración de Whitefield, Cecil, Venn, Bickersteth y ~IcCheyne.
En todos ellos, y en todos los mártires y héroes de la fe cris-
tiana, descubriréis que eran hombres de oración. ¡Oh! depen-
ded de la oración ; la oración es poder.
A través de la oración se derraman continuamente las
frescas lluvias del Espíritu. Y no olvidem'<>s que es el Espí-
ritu quien empieza una obra de gracia en el corazón, y que
es Él quien la continúa y la hace prosperar. Pero el bendito
Espíritu desea nuestras intercesiones y súplicas, y los que
168 EL SECRETO DE LA VIDA CRISTIANA
fue puesto en prisión. Esto fue lo que Pablo hizo al ser lan-
zado a la cárcel.
El secreto de la felicidad en este mundo de sufrimiento,
está en poner todos nuestros cuidados en las manos del Señor.
Es el tratar de llevar sus propias cargas lo que hace que a
menudo los creyentes estén tristes; nada más que menciona-
ran al Señor sus dificultades, entonces Él haría que las pu-
dieran sobrellevar con la misma facilidad con que Sansón
llevó las puertas de Gaza. De persistir los creyentes en el in-
tento de llevar sus propias cargas, llegará el día cuando ya
no podrán soportar ni el peso de una langosta (Eclesiastés
12:5).
Hay un amigo que siempre está dispuesto a socorrernos
si nosotros, por nuestra parte, estamos dispuestos a confiar-
le nuestras dificultades. Cuando estaba en la tierra, este Ami-
go se compadeció de los pobres, de los enfermos y de los
afligidos. Es un Amigo que conoce los corazones de los hom-
bres, pues como hombre vivió entre nosotros por treinta y tres
años. Un Amigo que, por ser varón de dolores y experimentado
en quebranto, puede llorar con los que lloran y consolarles; no
hay dolor que no pueda mitigar. Este Amigo es Jesucristo.
El secreto de la felicidad es abrirle siempre nuestro cora-
zón. ¡Oh! si fuéramos como aquel pobre creyente negro
que, al ser amenazado y castigado, decía: "Tengo que decÍ1'-
selo al Señor''.
Jesús puede hacer felices a aquellos que confían en Él y
acuden a Él, sea cual sea su condición. En la prisión puede
traerles paz, contentamiento en medio de la pobreza, con-
suelo en medio del desamparo y gozo al borde de la sepul-
tura. En Él hay plenitud completa para todos los miembros
que creen, y su gracia siempre está a punto de ser derramada
sobre los que la piden en oración. ¡Oh, si el hombre com-
prendiera que la felicidad no consiste en la simple posesión de
cosas materiales o en las circunstancias externas de la vida!
La felicidad depende del estado del corazón.
Por pesadas que sean las cruces, la oración puede alige-
rarlas; puede hacer descender a Alguien que nos ayudará a
llevarlas. La oración puede abrirnos el camino cuando éste
aparece completamente obstaculizado; puede traernos a Al-
guien que nos dirá: "Este es el camino, andad por el". Cuan-
do todas las perspectivas aparecen oscuras, la oración puede
llevarnos un rayo de esperanza, puede traer a Alguien a nues-
tro lado que nos susurrará: "No te dejaré ni te desampararé
172 EL SECRETO DE LA VIDA CRISTIANA
Pero con todo debemos decir que tener la Biblia es una cosa,
y leer la Biblia es otra.
El descuido que con respecto a la Biblia muestra la gente,
será el tema a desarrollar en este escrito. Lo que tú haces con
la Biblia no es algo sin importancia. Te ruego, pues, que con
atención consideres el tema que a continuación me propongo
desarrollar. Toda persona que verdaderamente se preocupa
por su alma debe tener a la Biblia en alta estima, estudiarla
con regularidad y familiarizarse íntimamente con su con-
tenido.
V.- No existe ningÚn otro libro que como la Biblia pueda ha·
cer tanto bien para quien lo lea detenidamente.
ción por la fe, sin las obras de la ley. Pero por otra parte, debo
firmemente contender por el principio general de que las
OBRAS son la evidencia de una verdadera profesión de fe.
Si te llamas cristiano, debes demostrarlo en tu conducta diaria.
Acuérdate que las obras probaron la fe de Abraham y de
Rahab. (Santiago 2:21-25.) De nada nos servirá el que ha-
gamos profesión de conocer a Dios, si con nuestras obras le
negamos. (Tito 1 :16.) :0r o te olvides de las palabras del Se-
ñor Jesús: "Cada árbol se conoce por su fruto". ( Lucas 6 :1,.1,..)
Sean cuales sean las obras de los que profesan ser cristia-
nos, el Señor Jesús dice: "Yo las conozco". "Los ojos de J e-
hová están en todo lugar, mirando a los malos y a los buenos."
( Prove1·bios 1.5:3 .) Ninguna de tus acciones, por secreta que
sea, ha pasado desapercibida a los ojos de Jesús. Ninguna pa-
labra que hablaste, aún en el más suave susurro, dejó de ser
oída por J esí1s. Ninguna de tus cartas, aún las q'.le escribiste
a tu amigo más íntimo, dejó de ser leída por Jesús. Ninguno
de tus pensamientos, por secreto y fugaz que fuera, dejó
de registrarse en la mente de Jesús. Sus ojos son como llama
de fuego. Aún las mismas tinieblas, para Él no son tinieblas.
Ante Él todas las cosas están manifiestas. El Señor Jesús
puede decir a toda persona: "Yo conozco tus obras".
a) El Señor Jesús conoce las obras de todas las almas
incrédulas e impenitentes, y un día las castigará. Aunque
estén sobre la tierra, el cielo no las olvida. Cuando se levante
el gran trono blanco y los libros sean abiertos, los malos
serán juzgados "según sus obras".
b) El Señor Jesús conoce las obras de Su pueblo, y
las pesa. "A Él toca el pesar las acciones". (/ Samuel 2:3.)
Él conoce las causas y los resultados de las acciones de los
creyentes. En cualquier paso y decisión que toman, ve los
motivos; y sabe hasta que punto las acciones son motivadas
por amor a Él o por amor a la alabanza propia. ¡Ay!, cuán-
tas de las cosas que los creyentes hacen, a ti y a mí nos pare-
cerán muy buenas, pero a los ojos de Cristo serán pobremen-
te consideradas.
e) El Señor Jesús conoce las obras de Su pueblo, y un
día las recompensará. Una palabra afable o una acción bue-
na, hecha por amor a Él, nunca le pasará desapercibida. En
el día de Su venida el Señor honrará ante el mundo el más
insignificante fruto de la fe. Si amas y sigues al Señor J e-
sús, puedes estar seguro que tu obra y labor no será en vano.
246 EL SECRETO DE LA VIDA CRISTIANA