La Identidad Del Pueblo Andaluz
La Identidad Del Pueblo Andaluz
La Identidad Del Pueblo Andaluz
Autores:
Febrero 2001
Serie: Documentos nº 2
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PRESENTACIÓN
Desde ella sólo podemos manifestar nuestro agradecimiento más cordial a sus
promotores, quienes han sabido aceptar el reto de poner en permanente
diálogo sus construcciones e ideas al servicio de un formato compartido sobre
el que lograr un texto que aúne posturas respecto a qué se entiende por
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identidad andaluza y qué lugar ocupa este valor o condición en la sociedad de
nuestro tiempo.
El tema que nos ofrecen los autores de esta publicación se muestra, además,
desde una perspectiva que, creo, es muy singular en el ámbito andaluz,
sencillamente porque en una dialéctica globalizadora, Andalucía ha sido
ejemplo de permeabilidad a lo largo de toda su historia. No creo que ese
debate sea interpretado en esta tierra desde posiciones absolutas entre el sí y
el no. Asumir e incorporar ha sido un talante característico del andaluz, del
mismo modo que la vocación expansiva y universalista ha impregnado el
devenir de este pueblo.
En torno a estas ideas se han construido las argumentaciones que nos ofrecen
los autores de esta obra. Confiamos en que la misma libertad que las ha
inspirado sepa despertar no sólo el interés de los lectores, sino provocar la
opinión y la crítica.
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LA IDENTIDAD DEL PUEBLO ANDALUZ
(pág. 6)
1.1.- Identidad
1.2.- Pueblo
(pág. 14)
2.1.- El Territorio
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3.- ESTRUCTURAS CONDICIONANTES DE LA IDENTIDAD ANDALUZA.
(pág. 33)
(pág. 78)
(pág. 114)
6.- BIBLIOGRAFÍA.
(pág. 125)
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SOBRE LA DIENTIDAD DE LOS PUEBLOS
1.1.- Identidad
1.2.- Pueblo
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1.- SOBRE LA IDENTIDAD DE LOS PUEBLOS.
Cabe señalar que las ideas de fondo que se trata de explicitar son
sustancialmente dos: una, el peso de la historia en la construcción de la
identidad de un pueblo; otra, la identidad de pueblo sólo se consolida cuando
éste recupera y asume su papel en la historia que le toca vivir. Ambos
planteamientos se pueden resumir en los hermosos versos que escribe el
poeta M. Alcántara: "todo el que vuelve a su sitio/ encuentra por fin su rastro".
1.1.- IDENTIDAD
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En esta perspectiva, pasando del nivel del sentimiento al de la conciencia, lo
que supone un decisivo salto cualitativo, y en línea con la idea aristotélica de
que nada hay en el entendimiento que antes no haya pasado por los sentidos,
la "conciencia de identidad" consiste en la asunción plena y consciente de esa
realidad comunitaria como soporte básico de la solidaridad intergrupal. Por ello,
la estrecha relación identidad-solidaridad constituye el fundamento profundo de
la actividad del grupo en tanto que tal.
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La identidad tiene su manifestación plena en la cultura, que es la decantación
del proceso histórico, "lo que va quedando" como resultado del paso del
tiempo. Toda cultura, en sustancia, ofrece dos grandes características
generales:
Así pues, la cultura es expresión de la identidad del grupo humano que la crea
y desarrolla. Considerada de esta manera, "constituye siempre un universo que
surge como resultado del esfuerzo de adaptación al medio geofísico y
socioeconómico, entendiendo (...) por adaptación una actitud activa, un dominio
del medio para integrarlo y "superarlo" en cuanto condicionante" (J.Mª. de los
Santos). En suma, se trata del variado conjunto de "formas de existencia
histórica" que un pueblo despliega sobre un territorio para mantener su
presencia en el tiempo.
1.2. - PUEBLO.
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Antropológicamente considerado, el concepto de pueblo se refiere a la entidad
sociocultural fundamental en la que se integran otras entidades y niveles, y
que, a su vez, puede integrarse en otros marcos más amplios de naturaleza
esencialmente económica (el sistema capitalista) y/o política (el Estado, la
Unión Europea,...). Un pueblo es una colectividad humana compleja, que ha
cristalizado como sociedad a través de un proceso histórico compartido,
articulada sobre bases territoriales y económicas que la dotan de especificidad
y que posee una cultura básicamente común, modelada a lo largo de dicho
proceso histórico, que la define y diferencia de otras sociedades, de otros
pueblos.
Los pueblos no son los únicos marcos de referencia identitaria. El género y los
procesos de trabajo, de manera universal, y otros aspectos como la edad
(anciano, joven), la ideología política (socialista, liberal, verde), la religión
(católico, protestante, musulmán), el ámbito local (sevillano, malagueño,
marismeño), entre otros, son también referentes para la identificación de los
individuos, actuando, a veces, como elementos articuladores de auténticos
colectivos, aunque todos ellos materializados siempre en el marco del
escenario concreto definido por la cultura de la sociedad, del pueblo, al que
todo individuo pertenece. No existe el hombre o la mujer abstractos, sino un/a
andaluz/a o un/a kurdo/a; no existe el asalariado/a agrícola, sino un/a
jornalero/a andaluz/a o un bracero/a alentejano/a; no existe el musulmán, sino
un/a andaluz/a musulmán/a o un/a palestina/o musulmán/a.
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De este modo, aunque no es adecuado considerar al pueblo como el único
nivel identitario, el mismo se constituye en el marco en el que se concretan,
adquieren especificidad, todas las demás identificaciones. No todas las
identificaciones implican y requieren la existencia real de una colectividad,
entendida esta no de un modo virtual (los jóvenes, los parados, los
ecologistas...), sino como un conjunto de personas articulado, que comparte un
espacio, un tiempo y unos modelos culturales, y que posee una relativa lógica
de reproducción propia. El pueblo, como nivel identitario conlleva en sí mismo
la categoría de colectividad, de sociedad.
Por todo ello, se entiende que la identidad de un pueblo no es, pues, una
"esencia inmanente" que subyace en su historia, sino que es resultado de su
historia, la forma en que muestra su "experiencia histórica compartida". Es, en
definitiva, una "construcción histórica" que contiene y manifiesta una gran
variedad de etapas y momentos, una confluencia de procesos asimilados, y
que presenta, por lo tanto, un desarrollo progresivo. A partir de unos
fundamentos estructurales, la dinámica de transformaciones va afianzando una
serie de elementos sustanciales que constituyen sus "marcadores de
identidad". Por todo ello, acaba consistiendo en la forma de ser de un pueblo,
que expresa su propia manera de existir en la historia.
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existe en sí misma, se reafirma y se consolida por la presencia de la
"conciencia de identidad" de sus miembros.
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globalización e identidad"; finalmente, ha señalado la presencia actual de
"vigorosas expresiones de identidad colectiva que desafían la globalización y el
cosmopolitismo en nombre de la singularidad cultural y del control de la gente
sobre sus vidas y entornos".
Quizás la cuestión así planteada sea decisiva para los pueblos de cara a
tiempos muy próximos. En el mundo globalizado que se va instalando, sólo
parece ser posible la supervivencia de un pueblo mediante la afirmación de su
identidad y la asunción por sus integrantes de la "conciencia de identidad". En
este sentido, los pueblos que no afirmen su identidad dejarán de ser sujetos del
proceso histórico que se despliega.
Tal vez sea este el único medio que un pueblo tiene de no quedar diluido en el
proceso de la globalización que se impone. Y ello, porque la identidad de un
pueblo supone: 1) que es portador de una historia y de una cultura propia; en
suma, que tiene un pasado diferenciado; 2) que expresa su voluntad de
participar como miembro activo en el mundo en el que vive; o sea, que quiere
tener también un presente; 3) que desea participar en la construcción de los
tiempos nuevos; en definitiva, que apuesta por su presencia en el futuro.
Entre las dificultades del pueblo andaluz para el tránsito del sentimiento a la
conciencia habría que destacar tres:
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conjunto, manifestación diferenciada, y sustancialmente identitaria, del pueblo
andaluz.
Todo ello deja bien claro la prevalencia del sentimiento sobre la conciencia en
el pueblo andaluz, lo que no obvia su realidad de pueblo, pero sí aminora su
potencialidad como tal, al faltar el autorreconocimiento. "Sólo a través del
autorreconocimiento - escribe I.Moreno - es posible luego construir la
comunicación y la solidaridad. Esto, que es válido para cada individuo (...), lo
es más aún para los pueblos (...). ¿Y cómo Andalucía va a poder tener voz si
no se autorreconoce?. ¿Cómo va a obtener poder y protagonismo político (...)
si no desarrolla su conciencia de identidad como pueblo diferenciado?".
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FACTORES ESTRUCTURALES DE LA IDENTIDAD
ANDALUZA
2.1.- El Territorio
2.1.- EL TERRITORIO
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del territorio, por la dilatada influencia pretérita de los componentes naturales y
la prolongada duración del proceso.
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Mediterráneo...), la intraestatal (Escocia, Baviera, Extremadura...). Es la más
habitual y ha ocasionado una abundante literatura y una rica tipología, de la
que se acepta comunmente los conceptos de región natural, histórica,
homogénea y funcional, abarcando ésta última las áreas de influencia de
grandes ciudades, pero lo cierto es que muchas de las regiones europeas
tienen un marcado carácter histórico.
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posterior ( el Valle del Guadalquivir principalmente) derivada de la erosión de
ambas. Así, desde hace millones de años, se produce en esta parte del mundo
algo nuevo entre dos continentes que dejan a la vez su propia huella.
Porque Andalucía cuenta con 812 Km. de costa, más que cualquier otra
Comunidad litoral, donde se localizan importantes puertos para el transporte y
el comercio ( Algeciras, Bahía de Cádiz, Málaga...), la pesca y los intercambios
culturales. Los recursos naturales son de tal importancia y tan variados que han
permitido adaptaciones a lo largo del tiempo desde, por ejemplo, la tradicional
trilogía mediterránea de cereal, vid y olivo ( cuyas exportaciones a Roma fueron
tan cuantiosas y famosas ) a la venta de productos tempranos, hortalizas,
frutas, flores, etc. Cosas distintas son la comercialización y otros problemas.
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Nevada, Cazorla, Sierra de las Nieves...), que forman un conjunto de Parques
Naturales de millón y medio de hectáreas, protegidos por ley del Parlamento
Andaluz.
c) Configuración hídrica
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d) Variedad de paisajes y recursos
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capitalidad, avivado en ocasiones por errores o estrategias de disgregación. La
mayor centralidad geográfica de Sevilla respecto a Málaga y la tradición
histórica son realidades insoslayables, que inclinarían la balanza hacia otros
lugares, como Córdoba, que, por el contrario, cuenta con menos potencial
demográfico, económico y funcional. En cualquier caso, la decisión ya se tomó
y es imprescindible, de cara a la articulación del territorio, una clara voluntad
política de solidaridad interurbana, donde Sevilla, sus instituciones y
organismos, asuman realmente su papel de capital de esta Comunidad
Autónoma.
Pero no sólo es cuestión de voluntades; hay otras cosas que pueden llevarse a
cabo, como sería la cuestión de las provincias, que cumplieran su función de
modernización territorial hace más de siglo y medio. Ahora son espacios
excesivamente grandes para el planeamiento urbano ( que a lo más alcanza la
escala de área metropolitana ) y, en cambio, demasiado pequeños para una
planificación de infraestructuras y estrategias de desarrollo. Uno de los
principales inconvenientes del pasado preautonómico fue precisamente la
existencia de ocho planificaciones yuxtapuestas y el crecimiento, a veces
desmesurado, de las capitales en detrimento de otras ciudades medias. En tres
provincias, Málaga, Sevilla y Córdoba, el porcentaje de población residente en
la capital supera el 40 % ; en tres, Almería, Huelva y Granada, ese índice
traspasa el 30; y sólo en Jaén y Cádiz se reduce a 16 y 13.
f) La situación de encrucijada
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baños, palacios, etc. Innumerables topónimos de ciudades ( Sevilla, Granada,
Almería, Algeciras...), pueblos ( Almonte, Aznalcóllar, Iznájar, Cazorla,
Lanjarón, Albox, Alhaurín, Zahara...), ríos ( Guadalquivir, Almanzora...),
montes, lugares, sistemas de riego y acequias. Influencias en habla, música,
estilos artísticos, costumbres...
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En la tipología "regional" y en las estructuras de crecimiento y difusión
territoriales, el País Vasco parece ejercer de gozne entre la Cornisa cantábrica,
en declive, y el Valle del Ebro, en auge. Cataluña, a su vez, enlaza esa última
zona con el Arco mediterráneo, también en progreso. Mientras el centro y sur
peninsular están claramente en la órbita del otro vértice del desarrollo (Madrid),
que más parece utilizar en su provecho esos ámbitos como área de influencia
económica sin ejercer de polo difusor, sino que concentra cada vez más
servicios avanzados, sede de grande empresas y entidades financieras,
infraestructuras, etc. Es significativo a este respecto que la provincia de Sevilla
es la última en PIB / h., de lo que puede deducirse a quién beneficia en realidad
la línea de alta velocidad. Las estrategias de enlaces y de relaciones quizás
deban revisarse y exigirse que Madrid funcione como capital de un Estado
descentralizado y solidario.
h) La continuidad territorial
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como "valoración identitaria" desde fuera más que de forma autóctona, lo que
parece ser una constante histórica, cuyas razones sería interesante averiguar.
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Andalucías" manifiesta la presencia de "subdivisiones regionales" en "una
Andalucía cuya unidad, reconocida desde la más vieja antigüedad, se impone"
(J.Sermet). De otro lado, se refiere a la continuidad en el tiempo del territorio de
Andalucía, lo que propicia oportunidades, estímulos y limitaciones que dan
lugar a unos "condicionamientos geográficos", unos "desarrollos históricos" y
unos "caracteres antropológicos", cuyo resultado es que el pueblo andaluz
"tiene unas cualidades y aptitudes especiales que lo diferencian del resto
peninsular" (B.Infante). De esta manera, el factor territorial, el hecho de la
milenaria permanencia histórica de los fundamentos del pueblo andaluz sobre
un mismo espacio físico y la incidencia de éste sobre su desenvolvimiento a lo
largo del tiempo, es un elemento estructurante de la identidad de Andalucía.
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"permanencia" del espacio geográfico-geológico y la "continuidad histórica" de
Andalucía, con la matizada persistencia de rasgos estructurales, dan lugar a
una diferenciada formación antropológica, con unos específicos "marcadores
de identidad". Es lo que B.Infante caracterizaba como "criterios" etnográfico,
psicológico, filológico y etológico, que fijan "la personalidad de Andalucía". Por
ello decía Blas Infante que Andalucía existe; que no es necesario inventarla.
Por ello, también, se precisa el análisis de sus raíces, para de esta manera
poder acercarse al contenido de su identidad histórica, que sustenta su realidad
de pueblo.
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cultura. En Andalucía no se dio nunca, prácticamente, un "trauma civilizatorio
global". Esta "permanencia cultural" de fondo, que expresa una "cultura de
síntesis", explica la persistencia de "la mediterraneidad" como tradición
civilizatoria e identifica Andalucía en el conjunto de los pueblos mediterráneos
(I.Moreno).
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aunque enriquecido "con supervivencias y aportaciones de diverso origen".
Ahora bien, su "continuidad" hay que plantearla "en la evolución espiritual y la
conciencia de identidad cultural". Y escribe Domínguez Ortiz:
"Podemos establecer (...) como un hecho firme que de los descendientes de los
antiguos tartesios, incrementados con amplia aportación italiana, con una
mezcla muy pequeña de sangre visigoda y bizantina en la Alta Edad Media, y
luego con una copiosa inmigración árabe y, sobre todo, norteafricana, sólo
permaneció en la Andalucía Moderna un porcentaje pequeño y que lo esencial
de su población actual procede de tierras peninsulares del centro y del norte
(...). Sin embargo, es evidente que a pesar de esta castellanización humana,
religiosa, idiomática, institucional, mucho sobrevivió de lo anterior. Desde los
comienzos de la Andalucía moderna se nos aparece ya con unos caracteres
propios, claramente diferenciados del resto de España (...). La Geografía y la
Historia colaboraron así para construir una Andalucía que, aunque con
materiales humanos arrancados en su mayor parte de otras regiones
españolas, configuraron una construcción original, con no pocas huellas y
resabios del período anterior a la conquista cristiana".
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ganadera. La Bética será una de las regiones más importantes del Imperio, por
su significación económica, su papel político y su riqueza cultural. En este
período histórico llegaron a Andalucía amplios contingentes de población itálica
que propiciaron la romanización, que, al fusionarse con las previas formas
autóctonas, más el proceso de cristianización, dio lugar a un enriquecimiento y
singularización de la realidad sociopolítica y cultural del territorio andaluz, una
de cuyas manifestaciones fue la progresiva sustitución de las lenguas
indígenas por el latín.
3.- La fase de Al-Andalus. Son ocho siglos que algunos han considerado
decisivos en la configuración de Andalucía. Es una etapa de singular esplendor
civilizatorio. En ella hay que destacar que se despliega en el territorio andaluz
un persistente proceso de ósmosis entre las "tres culturas", cristiana, judía y
musulmana, en el que el predominio de ésta última no diluye, sino que
enriquece, la identidad histórica de Andalucía. Se produce así una nueva
síntesis, que perfila más diferenciadamente, en el contexto occidental, la
personalidad histórica del pueblo andaluz.
¿Qué sucede a lo largo de los muchos siglos que este esquema aglutina?. El
proceso histórico, pese a sus bruscas "sacudidas", irá articulando
progresivamente Andalucía como una realidad diferenciada. La permanencia
de una serie de elementos estructurales, entre los que cabe destacar las
riquezas naturales y su explotación, el valor geopolítico del territorio y su
utilización, la organización social y la "acumulación" cultural, permitirán ir
configurando una imagen de Andalucía que proporcionará a sus habitantes una
cierta conciencia de pertenencia a un pueblo. Así, Andalucía se va "formando"
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históricamente y se despliega el pueblo andaluz, como una peculiar
"construcción social", con unos rasgos específicos que manifiestan su
"originalidad", socioeconómica y cultural, en el contexto del proceso histórico
global, peninsular y occidental, en el que se desenvuelve.
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culturales, rico y diverso, procedentes de una "superposición de
temporalidades" y de horizontes históricos distintos, que serán amalgamados y
sintetizados en una cultura "resultante", propia de Andalucía.
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obstaculizando la formación de una voluntad andaluza común, sustentada en
una asumida "conciencia de identidad".
En suma, balance final de todo este largo proceso reseñado son las tres
características estructurales básicas de la identidad andaluza que propone
I.Moreno:
Una visión del mundo y una actitud relativista respecto a las ideas y a las
cosas, que está en la base de la tolerancia y la permisividad, y explica la
flexibilidad de la cultura andaluza para la aceptación de innovaciones y de
elementos procedentes de otras culturas.
En otras palabras: para hacer el futuro de Andalucía, hay que conocer y asumir
su pasado. En tanto la sociedad andaluza no es una construcción monolítica y
que han existido y existen en ella diferentes clases sociales y fracciones de
clase, distintos grupos de intereses y de arraigos territoriales, habrá variadas
maneras de entender Andalucía, pero siempre desde una común realidad
identitaria de fondo. Aceptando el matiz, es necesario, no obstante, que
Andalucía encare el futuro junta, unida y consciente de su identidad como
pueblo, para evitar que, entre la europeización y la globalización, desde "fuera"
decidan el futuro de Andalucía, le acaben "robando" su futuro; porque
solamente participando como sujetos activos en la construcción de ese futuro
se podrá realmente formar parte del mismo como pueblo.
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ESTRUCTURAS CONDICIONANTES DE LA
IDENTIDAD ANDALUZA
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3.- ESTRUCTURAS CONDICIONANTES DE LA IDENTIDAD ANDALUZA.
En ese largo proceso, los doscientos últimos años, construidos sobre el haber
sido anterior, son los que en mayor medida han contribuido a generar los
marcadores de identidad que hoy predominan en la cultura andaluza. Y en esa
trayectoria, el modo de inserción en el capitalismo y el papel jugado por
Andalucía en la división del trabajo, que surge y se consolida a lo largo de los
dos últimos siglos, va a condicionar algunos de los rasgos básicos que
caracterizan nuestra identidad como pueblo.
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del jornalero andaluz, cuyos elementos integrantes han sido puestos de
manifiesto en algunos trabajos, entre los que el de Juan Martínez Alier se ha
convertido ya en clásico. Entre estos elementos se encuentran, junto al rechazo
a la legitimidad de la propiedad de la tierra, el concepto de la unión como
vínculo de solidaridad, la valoración positiva del trabajo como mecanismo de
autoidentificación y autovaloración, que separa, distingue y legitima al colectivo
de pertenencia frente a "los otros", la clase "ociosa", el cumplir y la dignidad
como componentes básicos de la idea del trabajo, independientes de la riqueza
material. Estos elementos, fuente de actitudes y creencias, no sólo explicarán
en gran medida fenómenos como la historia de las agitaciones campesinas
andaluzas, sino que trascienden este sector social del que emergen para
impregnar el sustrato sobre el que se conforma, como fruto de una experiencia
histórica colectiva, la cultura andaluza.
No cabe duda de que los años 60 suponen el comienzo de una nueva etapa en
la articulación de Andalucía dentro del sistema. Es una etapa en la que se
aceleran las relaciones entre la economía y la sociedad andaluza y el exterior,
teniendo lugar importantes cambios hacia adentro, viéndose alteradas las
formas de vida, los procesos de trabajo, los modos mediante los cuales los
andaluces obtienen sus ingresos, las pautas de consumo, los asentamientos
poblacionales o las relaciones con el medio natural.
Entre los factores que en mayor medida condicionan estos cambios cabe
destacar los siguientes:
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convierten en importante suministradora de fuerza de trabajo a los principales
centros económicos dentro del Estado (Cataluña, País Vasco y Madrid,
fundamentalmente), y a los núcleos más dinámicos de la Europa del entonces
llamado Mercado Común. El contacto de los andaluces, bajo duras condiciones
de vida y trabajo, con realidades distantes y distintas a la suya, tuvo entonces
un papel muy importante en el autoreconocimiento de las diferencias y en la
toma de conciencia de su propia identidad como pueblo.
En esta etapa se tiene ocasión de constatar que, sin cambios estructurales, sin
profundas transformaciones en torno a cómo se produce y cómo se distribuye
la riqueza en Andalucía, estimular el crecimiento significa profundizar los
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desequilibrios, acentuar la desarticulación, profundizar en una dinámica de
adaptación a necesidades ajenas.
Todos estos elementos se unen más adelante, ya a finales de los 70, a los
efectos de la crisis económica y el cierre de la espita de la emigración, para
sumir la realidad andaluza, cuando llega la llamada transición política, en una
situación especialmente grave en la que se va gestando una toma de
conciencia que dará lugar a la generalización de la conciencia de identidad
andaluza. El pueblo andaluz reafirma su existencia como pueblo el 4 de
diciembre de 1977, y, rechazando la discriminación a la que se pretendía
someterlo, exigió instrumentos de autogobierno que le permitieran resolver los
seculares problemas de dependencia y marginación que obstaculizaban su
desarrollo. Como forma de rechazo de esa situación secular, se reivindicaban
con fuerza "las riendas de la autonomía" capaces de traer "trabajo y
prosperidad" a un pueblo que se veía próximo a ser sujeto de su propio destino.
c) La Autonomía instituida.
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Veamos a continuación cómo han evolucionado, desde los 80, los elementos
de la realidad económica y social de Andalucía que en mayor medida tienen
que ver con estos propósitos expresados en el Estatuto de Autonomía.
2) La especialización productiva.
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la referencia con lo sucedido en el territorio al que denominamos centro
(Cataluña, País Vasco y Madrid).
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que pierden, progresivamente, su fertilidad y se predisponen para la erosión.
En definitiva, esta agricultura, que se aleja cada vez más del respeto a las
leyes de reproducción de los agrosistemas, y cuya sostenibilidad se encuentra
seriamente cuestionada, es la que ha llevado a la Agencia de Medio Ambiente
de la Junta de Andalucía, a señalar las actividades agrarias como "las
causantes de los principales procesos de degradación ambiental" en
Andalucía.(Informe General del Medio Ambiente en Andalucía 1987. Junta de
Andalucía.)
A estas ineficiencias en sus relaciones con el medio físico, esta agricultura, que
tan bien se comporta desde el punto de vista del crecimiento del valor añadido
y la productividad durante el período, en gran medida gracias a la
"externalización" y no consideración de los costes "medioambientales", une
unas repercusiones sociales en cuanto a la distribución de la riqueza monetaria
generada en su interior, que también desde este punto de vista llevan a
cuestionar su eficacia.
En este sentido, por una parte, en el período 1977-1995 se han destruido 264,6
miles de empleos en la agricultura andaluza, que supone la desaparición de
más de la mitad (56,7%) de la ocupación que existía al principio del período. A
este fuerte ritmo de destrucción de empleo agrario va unido un volumen relativo
de salarios cada vez menor. En diez años, de 1980 a 1990, los salarios han
pasado de representar casi la cuarta parte del valor de la producción final
agraria (24,4%), a suponer sólo un 14% de la misma.
Todo ello conduce a que la agricultura, principal y casi única fuente de riqueza
en el medio rural andaluz, en el que reside más de la tercera parte de la
población de Andalucía, ve progresivamente disminuir su capacidad para
proporcionar empleo y renta a la población que en él habita. Sin que las
perspectivas que se vislumbren puedan suponer cambios en las tendencias
apuntadas.
Puede decirse, por lo tanto, que estamos en presencia de una agricultura cuya
trayectoria se aleja progresivamente de la que se reclamaba en el Estatuto de
Autonomía,(art.12-3-11º) en el que, como objetivo básico, se fijaba la
necesidad de poner en marcha las transformaciones necesarias para conseguir
que la actividad agraria llegara a ser un instrumento de una política de pleno
empleo y corrección de los desequilibrios territoriales. En este ámbito, también
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la realidad ha discurrido en dirección contraria a las intenciones manifestadas
en el Estatuto.
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los desequilibrios internos que ha tenido lugar en estos años, en contra también
de los propósitos del Estatuto.
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En el recorrido que hemos hecho hasta aquí, hemos tenido ocasión de
responder en cierta medida a estos interrogantes. Pero para centrarnos más en
las funciones que hoy desempeña la economía andaluza en un contexto de
apertura creciente, en el que el rango de las actividades que conforman la
especialización productiva condiciona y explica, cada vez en mayor medida, la
dinámica interna, conviene detenernos en algunos aspectos.
Pero con ser importantes estas cuestiones a las que hasta ahora se ha hecho
referencia, hay aspectos cualitativos que marcan de una manera muy clara la
diferente posición que ocupa Andalucía con respecto al centro. La
jerarquización de actividades en cuanto a su participación en la producción
equivalente del Estado, en Andalucía tiene mucha relación con la que resulta
para las áreas centrales, sólo que vuelta del revés. Es decir, que hay una
asimetría en la especialización, en las funciones que desempeñan las dos
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áreas económicas consideradas, de modo que nos encontramos con la cara y
la cruz de la dinámica del sistema.
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cada vez en mayor medida, satisfecha desde el exterior, incluyendo la de
productos agrarios y agroalimentarios.
Desde el punto de vista del uso de los recursos, las regiones que ganan,
continentes de las grandes áreas metropolitanas que vienen a ser los espacios
privilegiados de la globalización, necesitan, para poder funcionar, la
importación de grandes cantidades de energía y materiales que provienen de
áreas como Andalucía, cuyo patrimonio natural se utiliza, de manera creciente,
para sostener el crecimiento y la acumulación de territorios que importan su
sostenibilidad de otros espacios.
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La planificación, por tanto, va a suponer, a través de los diferentes Planes
elaborados, tres hasta 1994, la concreción, tanto de la visión que desde el
gobierno andaluz se tiene de los problemas que afectan a la economía
andaluza, como de las soluciones propuestas para abordarlos. En principio, se
podría suponer, por tanto, que éste es el soporte de una estrategia -término
ampliamente utilizado en los Planes-, diseñada para conseguir determinados
objetivos. Pero para que una estrategia pueda ser considerada como tal, se
requieren ciertos requisitos mínimos, sin los cuales las actuaciones podrían
quedar reducidas a una mera agregación de programas, cuyos resultados
pueden distar de los objetivos propuestos, o incluso ir en contra de su
consecución.
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que se va a plantear como un instrumento básico para resolver los graves
problemas que la sociedad andaluza tenía pendientes, contribuía, junto con
otros elementos, símbolos y gestos utilizados, a justificar y legitimar al propio
gobierno del que emanaba.
En este sentido, hay que tener en cuenta también que con el ocaso del poder
fundado en la posesión de la tierra, y el correspondiente declinar de la
burguesía agraria, y ante la falta de un bloque hegemónico, de una fuerza
social capaz de elaborar, imponer y mantener su proyecto como el de toda la
sociedad andaluza en su conjunto, la Confederación de Empresarios
Andaluces, y las organizaciones sindicales "mayoritarias", compartían con el
Gobierno andaluz tanto la conveniencia de un discurso "integrador", como el
interés por la justificación de su carácter "representativo" como "interlocutores
válidos".
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Pero esta declaración sobre el tipo de desarrollo por el que se aboga debe
tener una coherencia en otros niveles de definición del Plan. Sobre todo, la
debe tener a nivel sectorial. Y ahí nos encontramos con que, como estrategia
en cuanto a política sectorial, nada más terminar de describir lo que se
entiende por desarrollo del potencial endógeno, se propone "un mayor
desarrollo de los sectores en los que Andalucía tiene claras ventajas
comparativas, como son el subsector agrario, las industrias de transformación
agraria, el turismo, y la pesca" (p.90)
Es posible que esta priorización sectorial que procura más de lo mismo, venga
condicionada por un acontecimiento político: el anuncio, al parecer un tanto
inesperado, de que el Gobierno andaluz iba a abordar una de las cuestiones
simbólicamente de mayores resonancias en Andalucía: la Reforma Agraria.
Una Reforma que luego se definiría en términos que suponían insistir en una
modernización que hacía décadas que la agricultura andaluza había
emprendido por sí sola, y que iba a terminar quedándose en gran medida en el
discurso, es decir, vacía de contenido, si nos atenemos a su incidencia real en
la dinámica de la propia agricultura, pero que fue ampliamente utilizada para
alimentar la imagen de que por fin se emprendía el camino para superar una
cuestión de tan hondas connotaciones en la experiencia colectiva en la historia
de Andalucía.
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Público, podríamos decir que se adoptan posiciones próximas a lo que desde la
teoría de la dependencia se denominó desarrollo autocentrado.
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conseguirlos. A lo largo del PADE no se hace referencia al contenido del PEA,
ni, por tanto, al grado de cumplimiento de los compromisos adquiridos en él.
Aunque en el nuevo Plan se afirma que la presentación que se hace de la
situación de la economía andaluza no es sustancialmente distinta de la que se
hizo en el PEA 84-86, pueden encontrarse aquí elementos que no figuraban en
el Plan anterior y que modifican de manera importante el diagnóstico,
cambiando la estructura lógica de la que deben deducirse las propuestas de
actuaciones. En este sentido, dentro del análisis de los principales problemas,
se dedica un apartado a la débil estructura empresarial, identificándose esta
debilidad como un factor clave, condicionante a su vez de la ausencia de un
tejido industrial denso, fuerte e integrado, que pueda generar valor añadido -
riqueza- y dar lugar a un círculo virtuoso semejante al que tiene lugar en las
economías desarrolladas.
50
físicas del desarrollo, se considera necesario realizar un notable esfuerzo en la
creación de infraestructura durante los próximos años. Este es, por lo demás, el
instrumento más potente y más conveniente en este momento que puede
utilizar el ejecutivo Andaluz para actuar sobre todos estos problemas"(p.104).
Utilizar como instrumento más potente para superar los obstáculos que la
economía andaluza tenía planteados la inversión en infraestructura, sólo
hubiera podido justificarse si la causa de ese modelo de acumulación,
localizado en el PADE como núcleo principal de los problemas, estuviera en la
falta de infraestructura; si el elemento que encontráramos en la raíz, en el
origen de la situación, fuera la falta de vertebración provocada por la escasez
de vías de articulación. Pero en el diagnóstico del PADE se dice justamente lo
contrario. La razón de la desarticulación hacia adentro es la forma de inserción
con y en el exterior, de tal manera que de este particular modo de estructurarse
la economía andaluza hacia fuera ha resultado una red de comunicaciones
"concebida principalmente para servir de enlace con el exterior" (PADE p.35).
Más aún, nos podríamos preguntar qué ocurriría si, encima, la infraestructura
que se dota insistiera en un diseño que se ha considerado "inadecuado" desde
el propio Plan. Porque, tanto en este Plan como en el PEA 84-87, se llega a la
conclusión de que insistir en el modelo viario anterior, concebido para atender
necesidades ajenas y que descuida la vertebración interna para facilitar la
conexión con el exterior, significa profundizar la desarticulación y en definitiva
reforzar la dependencia. De acuerdo con este planteamiento, según los Planes
de infraestructura regionales elaborados antes de 1987 desde la Junta de
Andalucía, la red viaria andaluza debía modificar su norte, cambiar su
epicentro, atendiendo prioritariamente a las necesidades que demandaban la
articulación y la vertebración interior.
51
perteneciente a un modelo de ordenación del territorio distinto al concebido en
la etapa anterior, que respondía más a un esquema territorial estatal y europeo.
Un complemento de las de Madrid a Sevilla, A-92 a Málaga, o Autovía del
Mediterráneo hasta Almería, itinerarios fundamentales para conectar los
principales polos de crecimiento y acumulación regional con el exterior.
Esta estrategia sintoniza bien con el reparto de papeles que se hace en el Plan
y que también supone un cambio importante en relación con el definido en el
Plan anterior. El Sector Público se retira de la arena en la que antes se
pensaba, de un modo firme y rotundo, que necesariamente debía intervenir
directamente para suplir las deficiencias y debilidades de la iniciativa privada, y
pasa a desempeñar una función de "apoyo y fomento", más adelante veremos
a quién. En cambio, ese sector privado, sobre el que no sólo se comparte con
el PEA 84-86 la preocupación por su debilidad, sino que ésta se asocia a las
dificultades que, como resultado de un largo proceso histórico, tiene para
competir frente a otros, ahora tendrá que asumir el protagonismo exclusivo en
la lidia. De modo que, a continuación de varios párrafos en los que se insiste en
las importantes limitaciones del empresariado andaluz y en los efectos
perniciosos del control exterior, se concluye que "en definitiva será el sector
privado el que habrá de jugar un papel decisivo. El empresariado andaluz va a
tener una oportunidad inmejorable de mostrar su capacidad real de actuación"
(p.106).
52
el Mercado Único, extremadas las condiciones de la competencia, con grandes
conglomerados empresariales modulando y controlando en gran medida los
procesos de crecimiento y acumulación, estaríamos en el "más difícil todavía".
En este segundo Plan puede decirse que estamos ante un Plan mixto o, como
veremos, de transición, que, después de un diagnóstico, diferente al que se
presentaba en el PEA 84-87, con el que sería más congruente una estrategia
de desarrollo endógeno próxima a la que se proponía en el Plan anterior, se
apunta en gran medida hacia el desarrollo exógeno, modelo que va a cobrar
mayor importancia en el Plan siguiente.
Esta visión, desde la que se hace uso con frecuencia de términos como "menor
desarrollo relativo" para aludir a la situación de sociedades y economías
periféricas, presupone que el "atraso" en esa senda única hacia el desarrollo es
53
consecuencia de la falta en dichas sociedades de una serie de ingredientes o
factores, ante cuya ausencia es necesario "establecer las condiciones" que
procuren su llegada. En lo fundamental, por tanto, se trata de salvar una
distancia, y en este sentido, el crecimiento, abandonado como objetivo en el
Plan anterior, vuelve a ser actor principal en el escenario que se define en éste.
54
Desde la ignorancia del análisis de la situación que se hizo en el PADE 87-90,
y sin que ésta sea sustancialmente distinta, ahora se elabora un diagnóstico de
otro tenor, por tercera vez distinto, en este tercer Plan. Desaparecen de la
escena los que en el anterior Plan aparecían como los artífices de la situación
económica de Andalucía, es decir la extraversión, el control empresarial
exterior o el bloqueo empresarial resultante de las condiciones en que
históricamente se había desenvuelto la competencia para el tejido allí
denominado "autóctono", término éste que también desaparece en este Plan.
55
forma menos comprometida en su planteamiento, expresado así como primer
objetivo del PADE 87-90, no aparecen ahora en el PADE 91-94 ni entre las dos
metas, ni entre los 15 objetivos que figuran en el Plan. Sorprende esta
ausencia en un contexto en el que el paro no había dejado de crecer.
56
Según se dice en el Plan, la diversificación de la industria necesita la
identificación de las agrupaciones en las que ésta "es realmente posible". Y
utilizando como criterio el de las expectativas de evolución de los mercados, se
supone que la diversificación será "realmente posible" si se opta por las
actividades cuyos mercados se encuentran en expansión. Estas serán las
actividades "en las que Andalucía tiene mayores oportunidades de mejorar
posiciones relativas dentro del contexto nacional, y, con esto, lograr mayores
niveles relativos de industrialización". Aunque "son precisamente aquellas en
las que Andalucía cuenta con menores ventajas competitivas". Por esta razón,
"la estrategia se tiene que concentrar básicamente en la atracción de empresas
que ya cuentan con estas ventajas y tienen superadas e imponen fuertes
barreras de entrada"(p.129).
En el camino que se ha seguido hasta aquí, sin entrar en otras cuestiones que
podrían desviar nuestra atención del objetivo propuesto (correspondencia entre
el contenido de los Planes y los programas de inversión realizados, o la
selección de inversiones), se ha tenido ocasión de constatar la abundancia de
contradicciones, en medio de repentinos cambios y bruscos virajes a la hora de
definir una política económica en la que aparecen instrumentos que, en lugar
de estar en concordancia con unos determinados objetivos, parecen decididos
57
con independencia del análisis que se hace de la realidad económica de
Andalucía y de los fines que se dice perseguir.
Pero las relaciones de poder, y con especial relevancia las de carácter político,
no sólo son parte constitutiva de la existencia específica de un pueblo y de una
cultura, en este caso la andaluza, sino que son también factores fundamentales
en los procesos de identificación colectiva y, eventualmente, en la toma de
conciencia de la existencia como pueblo por parte de los individuos que lo
integran. Los fenómenos y procesos de identificación colectiva implican de
manera esencial la dimensión política que les es inherente. Para la constitución
de una colectividad y/o para su reproducción en el tiempo es imprescindible
que se logre el que una mayoría sustancial de sus miembros se reconozcan,
junto a los otros, como componente de dicha colectividad. Si consideramos que
uno de los objetivos fundamentales de lo político es instituir la sociedad y/o
propiciar su continuidad, se puede deducir el carácter estratégico que, desde el
punto de vista político, tiene lo identitario de carácter colectivo.
58
1. Bases y marcadores de las relaciones de poder y la cultura política de
los andaluces.
59
obreros se movilizarán para luchar por la transformación de las estructuras
sociales desiguales, asumiendo planteamientos libertarios que, confundiéndose
como los valores y prácticas de su propia cultura, darán lugar a lo que algunos
autores tipifican como la versión andaluza del anarquistas, que no será una
mera implantación de los modelos teóricos del anarquismo, sino una forma
específica de los mismos, enraizada en la realidad sociocultural de Andalucía y
claramente diferenciada de otros anarquismos ibéricos y europeos. Sobre sus
bases y manteniendo en buena medida muchos de sus rasgos, valores
fundamentales, tipos de liderazgo, formas organizativas.…, se desarrollarán, ya
en el siglo XX, movimientos de filiación socialista, primero, y comunista,
después.
Es preciso tener en cuenta otro factor que se olvida con relativa frecuencia.
Nos referimos a la existencia de sistemas de relaciones de poder informales de
carácter no conflictual, sino que, a través de lazos de tipo clientelar, articulaban
y daban una cohesión relativa a una parte de la población andaluza, variable en
número y extensión según las zonas y las fases históricas, que, manteniendo
las estructuras de dominación y explotación, y contribuyendo en parte a la
reproducción de las mismas, sirvieron para proporcionar el grado mínimo de
estabilidad imprescindible para hacer posible la vida en sociedad, tanto para los
dominadores y explotadores, como para los explotados y dominados. Este tipo
de relaciones se sustentaba sobre muchos de los principios y valores con los
que se identificaba cada uno de los sectores: honor, conocimiento, honestidad,
trabajo; y otros compartidos por todos: personalización, confianza en lo próximo
y desconfianza de lo externo. A través de vínculos diádicos y personales,
duraderos en el tiempo y basados en un código moral -al que algunos han
denominado, un tanto de manera peyorativa, "amoralismo familiar"- en el que
los principios fundamentales eran la honestidad, la confianza, la palabra, la
honradez, la fidelidad, los sentimientos, la "familiaridad"…, los patronos
proporcionaban "favores", protección y acceso al empleo o a determinados
recursos a sus clientes, y éstos, apoyo y servicios en contrapartida.
60
sociales intermedios con una cierta autonomía, eran factores que favorecían la
existencia y reproducción de este tipo de sistemas.
61
específica de relación y comunicación que, teniendo como elemento central el
poder en su dimensión pública, penetra en los ámbitos doméstico, laboral,
asociativo…, conectándose, alimentándose, sustentándose y ampliándose con
y sobre las demás dimensiones del poder (económico, social, ideológico), y que
incluye, lógicamente, las instituciones centrales del sistema político
institucional. La acción política, el poder político, tienen como base las
relaciones de poder en sentido amplio, consecuencia de las desigualdades
sociales con múltiples vertientes y variantes (control de los medios de
producción, sexo, edad, prestigio, conocimiento, capital simbólico).
Utilizamos aquí la noción de Cultura Política como un término amplio que nos
permite referirnos a "lo político" y a "la política" de manera global, no como un
campo autónomo de la realidad social, sino como una dimensión inseparable y
profundamente penetrada de y en todos los demás ámbitos y contextos de la
acción social y de los sistemas socioculturales. Se trata, por lo tanto de una
noción que, teniendo como referente fundamental las relaciones de poder
sustentadas sobre una estructura socio-económica concreta (sistema
económico, organización social...), integra al mismo tiempo las
representaciones que los protagonistas hacen de las mismas, las expresiones,
contextos y cauces en los que se dan esas relaciones de poder, y las formas
de participación y acción socio-política de los actores sociales en una sociedad
particular. Esta noción de Cultura Política implica de manera paralela y
complementaria elementos, factores, acciones, situaciones y contextos, como
la configuración y actuación de la élite política, el sistema asociativo, las redes
de relaciones interpersonales, el ejercicio del voto, la participación en
movilizaciones, reivindicaciones, elecciones, organizaciones, los discursos...,
aspectos, entre otros, que son manifestaciones de "lo político" entendido tal
como aquí lo proponemos.
62
En el caso de Andalucía, las características de las estructuras económicas,
sociales y culturales que la configuran como una realidad histórica específica,
se constituyen como factores que determinan a su vez los rasgos que definen
los diferentes aspectos en los que se manifiesta la política. Si hubiese que
caracterizar de manera esquemática la cultura política de los andaluces,
utilizando sin ninguna pretensión de conceptualización los tipos ideales
establecidos por Almond y Verba, a nivel puramente ilustrativo podríamos
calificarla como "parroquial", entendiendo por tal la que caracteriza a
sociedades en las que el comportamiento político de los individuos se ve
presidido por la afectividad (positiva o negativa) y la personalización, limitado a
un ámbito local, sin un conocimiento adecuado de las normas y reglas del
sistema político formal, y por una actitud eminentemente pasiva.
63
arraigo profundo que en su cultura política ha tenido la idea que de la misma
han dejado las estructuras de dominación existentes en Andalucía.
A las dificultades estructurales hay que añadir las constituidas por los grupos
dominantes que, apoyados en las instituciones y los instrumentos represivos
del Estado, actuaron siempre en contra de la extensión de dicha conciencia,
ante el peligro que ello hubiera representado para el mantenimiento de sus
posiciones de privilegio. Lo que queda claramente de manifiesto con el
asesinato del propio Blas Infante, tras la sublevación militar de 1936, por
"constituir un movimiento regionalista", a pesar de que durante sus años de
actividad política no consiguiera dar forma a una organización, ni generar un
movimiento amplio de reivindicación andalucista, y de que sus planteamientos,
en general, no pusieran en cuestión de manera radical la "españolidad" de
Andalucía. Se intentaba borrar cualquier atisbo que pudiese dar lugar al
desarrollo de esa toma de conciencia. La apropiación de muchos de los
elementos y referentes de la cultura andaluza para la construcción de la
imagen de España, contribuirá a profundizar la alienación de los andaluces
sobre la especificidad y originalidad de sus rasgos identitarios, lo que
constituirá un importante factor de bloqueo para la toma de conciencia de su
existencia como pueblo. Ejemplos como los del flamenco, profundamente
trivializado y adulterado; la copla, travestida como "canción española"; el vino,
anunciando al jerez como "vino español" en las recepciones oficiales; los
caballos andaluces y el estilo de monta vaquera, convertidos en "españoles",
son algunos ejemplos de dicha instrumentalización de lo andaluz para construir
la ficción de lo genéricamente español.
64
pueblo andaluz que, junto a la reivindicación de democracia, a semejanza de
algunos pueblos y a diferencia de muchos otros, se reclamaba también la
autonomía plena, es decir, el reconocimiento político de la existencia de
Andalucía como pueblo, para afrontar la solución de problemas y lacras
históricas como la injusta distribución de la propiedad de la tierra, el paro y la
emigración. En ello, a parte de factores como la elevación de los niveles
educativos y de los medios de comunicación, tuvo una influencia de gran
importancia la toma de conciencia sobre la pertenencia compartida a un mismo
pueblo y a una misma cultura, experimentada por casi los dos millones de
andaluces exiliados como consecuencia de la emigración a que se vieron
obligados durante los años 60 y primeros 70. Este descubrimiento, paralelo al
de la constatación de la situación de marginación y pobreza a la que Andalucía
había estado sometida secularmente, despertará a otros muchos andaluces,
que permanecieron en Andalucía a través del mantenimiento de la relación de
los emigrantes con sus familiares y amigos.
65
A partir de ese momento y especialmente desde el intento de golpe de Estado
y la promulgación de la LOAPA, se iniciará un proceso de repliegue por parte
de las formaciones y por parte de la organización hegemónica en España y, de
manera especialmente profunda, en Andalucía, frenando y bloqueando el
desarrollo de aquel movimiento que le permitió conseguir su posición. Ello
ponía de manifiesto el carácter del papel jugado por la misma con respecto al
movimiento político-ciudadano por la autonomía, desvelando la coincidencia
fundamental con el resto de los grupos políticos, tanto de ámbito español, como
de las autodenominadas "nacionalidades históricas", con respecto al modelo de
estado asimétrico de la Constitución de 1978.
66
Generalitat de Cataluña, o de las Diputaciones Forales del País Vasco, es uno
de los factores que explica el todavía escaso arraigo de las mismas en una
parte importante de la sociedad andaluza. O lo que es lo mismo, la
institucionalización política de Andalucía no ha conseguido ser incorporada aún
de manera profunda y extendida en la cultura política de los andaluces. No
obstante, aunque la juventud -ya no tanta tras casi veinte años de
funcionamiento de la autonomía andaluza- es una parte de la explicación, no es
en modo alguno la única, ni siquiera la fundamental. Han actuado y actúan
factores que dificultaron y dificultan, e incluso bloquean, el proceso de
identificación real de los andaluces con sus instituciones, única manera de que
cumplan el cometido que les corresponde como instrumentos del poder político
andaluz. Dichos factores son diversos y complejos. Algunos son producto de
los rasgos que antes se han apuntado como caracterizadores de la cultura
política de los andaluces: la desconfianza hacia los poderes institucionalizados,
la centralidad del ámbito local en el desenvolvimiento de la acción social y
política y como referente fundamental de identificación colectiva, entre otros.
Pero siendo estos importantes, los factores que han incidido de manera más
decisiva en dicha no incorporación de las instituciones de la autonomía al
universo político de los andaluces simbólica, afectiva y realmente, en su vida
cotidiana y en su práctica, son fundamentalmente los derivados de la
supeditación de esos instrumentos y sus potencialidades a las lógicas,
estrategias e intereses de la estructura del Estado y de las organizaciones
políticas que han detentado su control. De tal manera que la repercusión en la
práctica de la actuación de los mismos no ha producido el grado de toma de
conciencia de la personalidad política de Andalucía existente en algunos de los
pueblos de España con los que comparte, teóricamente, niveles muy similares
de capacidad de autogobierno.
Frente a la debilidad del marco político autonómico, y sin que ello tenga que
considerarse necesariamente como un problema a priori, el espacio más
importante sobre el que se centra el desarrollo de la vida política de la mayoría
de los andaluces es el municipal. El pueblo, la ciudad, son los espacios
fundamentales que acaparan casi en absoluto su reconocimiento, su
67
identificación y, en su caso, su participación política. La falta efectiva de otros
marcos de articulación e identificación política, como la comarca o Andalucía,
explican la fuerte tendencia que se observa al localismo, entendido como
"fundamentalismo de lo local" y la consideración por parte de la mayoría del
Ayuntamiento como la institución política más significativa.
68
Sería erróneo desconocer el papel que la presión -directa o atribuida- de los
hombres de poder locales, ejerce en circunstancias de precariedad del trabajo.
A lo que se une la inercia, la convicción de que, en pueblos pequeños, se sabe
con bastante aproximación quién votará a quién, existiendo una gran
sensibilidad a lo que se percibe en el ambiente, de tal modo que el voto va a
veces más de acuerdo con intereses familiares o personales que es preciso
proteger, y no con ideologías, que se subordinan a la inmediatez de aquéllos.
Esto explica que las costosas campañas electorales tengan a menudo poca
influencia en el voto rural.
69
venido constituyendo con cierta frecuencia la principal aportación económica
con que mensualmente se ha contado, especialmente en localidades pequeñas
y pobres. Por eso se dice que una de las razones principales de la
transformación del sistema caciquil, se debe a que la presión popular para
conseguir empleo en el medio rural se dirige ahora a la Administración, que es
la que lo controla, con lo que ésta ha asumido el papel de intermediario que
antes desempeñaba un propietario poderoso.
Por tal razón, lo importante ahora es la continuidad en la fidelidad del voto, sin
que importe demasiado la afiliación. Es decir, un partido puede tener un bajo
número de miembros en cualquier localidad, sin que ello afecte demasiado a
los resultados electorales; lo que interesa es que se mantenga el sufragio en su
favor. Razón por la cual se habla de partidos de electores, más que de
militantes. Tampoco influye que el número de miembros de asociaciones o de
éstas mismas sea reducido (a excepción de algunas hermandades religiosas o
clubs de fútbol), tema en el que no es necesario insistir.
Por otra parte, el miedo que produce la inseguridad anterior ha llevado a estos
trabajadores a un alto grado de dependencia clientelar hacia los que mantienen
70
políticamente este sistema, que trataron de reproducir mediante el voto. Lo cual
ha provocado el procesamiento de un cierto número de alcaldes, que han
firmado peonadas falsas a los jornaleros. Los defectos que se atribuyen a tal
sistema se pueden resumir diciendo que a los jóvenes se les reduce la
motivación de especializarse o independizarse, y además tanto ellos como las
mujeres dependen del "enlace" para conseguir un empleo, o del favor del
empresario. Las organizaciones sindicales pierden presencia en la sociedad
rural, y los pueblos como tales se ven condenados a la marginación y el
clientelismo, cuando no se desarrollan otros medios de empleo. El subsidio
termina a menudo por ser considerado como un derecho, pero la función de
dependencia subsiste, aunque cambie alguno de sus actores (antes el cacique,
ahora un partido político). Los sindicatos CC.OO y el SOC sobre todo -además
de los propios trabajadores rurales-, han criticado duramente este sistema, en
base tanto a su ineficacia como a los fraudes a que se presta.
Todavía no hace mucho sucedía algo parecido. Llama la atención que fuesen
precisamente las provincias peor situadas en las rentas per cápita (no ya a
nivel regional, sino nacional), las que hasta 1996 contaban en Andalucía con
mayores depósitos en los bancos. Lo cual implica un considerable retraimiento
del sector más pudiente de dichas ciudades y provincias, el cual colabora muy
poco para su resurgimiento económico. Naturalmente, tales entidades han
hecho uso de esos fondos en otros lugares del país o del extranjero, sin crear
pues allí riqueza ni empleo. Lo que ha provocado concentración de rentas,
fuertes desigualdades sociales, poca difusión del espíritu empresarial, escasa
innovación económica o tecnológica e incluso apatía ante la ineficacia de
ciertos responsables económicos o políticos por ayudar a su tierra. Un cierto
número de ellos ha preferido subordinar los intereses de Andalucía o de parte
71
de ella a los suyos propios. Lo cual con frecuencia se ha visto facilitado por la
aceptación indiscutida de las directrices del poder central, aun a sabiendas que
se sacrificaba el espíritu y aun la letra del Estatuto de Autonomía a una
conveniencia personal.
Más aún, otras diferencias entre el medio rural y el urbano son mayores en
Andalucía que en otros muchos puntos de España, al concentrarse en las
poblaciones de mayor magnitud los recursos, los profesionales y técnicos, las
inversiones, las instituciones educativas y gran parte del esfuerzo provincial.
Las localidades rurales han recibido la concesión de polideportivos,
pavimentaciones, otros servicios y sobre todo el PER. Pero se mantiene una
cultura de acrópolis en los centros urbanos (con toda clase de organizaciones,
servicios y actos culturales), sin correspondencia ni proporción alguna en los
pueblos, que están en situación de dependencia, y cuya estructura
socioeconómica ha cambiado de ser meramente agrícola, a pasar ahora a ser
una mezcla de agrícola y subvencionada, con escasa presencia de los sectores
secundario y terciario.
72
no aumenta más aún debido a la decisiva influencia del alto paro que todavía
se registra en Andalucía.
73
campiña del Guadalquivir durante décadas, pero que han quedado reducidos -
mediante diversos mecanismos- a simples sombras de lo que fueron. No es
menos cierto que la clase media nueva ha aumentado considerablemente,
como ya se ha comentado, pero no se puede perder de vista que su
proliferación se ha concentrado especialmente en los centros urbanos.
74
Lo cual, hablando en general, deriva de 1) una mayor dispersión de los
recursos, 2) de la aparición de nuevos grupos y la consiguiente diferenciación
de las elites, y 3) del incremento de la heterogeneidad de los intereses en
éstas. Como es lógico, esto resta autonomía a los políticos locales, los cuales,
por lo menos a nivel comarcal, dependen de decisiones adoptadas "más
arriba".
Así por ejemplo, el papel de la mujer en nuestro medio rural (que obviamente
posee connotaciones políticas), ha sido objeto de varios estudios recientes.
Sólo destacaremos aquí algunos datos, tales como el de que "suelen aparecer
como una mano de obra abundante, flexible, cautiva, con mínimas exigencias
laborales y escasa o nula sindicación", ganando una media aproximada de
40.000 Pts. al mes (1995) en trabajos destajistas de confección a domicilio, sin
otras retribuciones, ni derecho a vacaciones, desempleo ni seguridad social.
Generalmente se las destina a trabajos irregulares y sus ingresos suponen más
o menos un tercio del total de los del hogar. Es muy generalizado el corte
75
generacional entre las mujeres de más y menos de 40 años de edad,
apreciable en una diferenciación bastante clara de actitudes y valores. Más
aún, en las menores de 25 años se perciben diferentes expectativas de trabajo
y una mejor formación, resultante de una reciente escolarización más completa.
Es frecuente que -cuando los recursos familiares lo permiten- estas jóvenes
sean enviadas a estudiar al medio urbano, lo que sucede en mayor proporción
que con los varones, quienes permanecen en el pueblo dedicados a
actividades productivas. Esto implica pues, una inversión de la tendencia
tradicional en nuestro país, al menos en este segmento de la población.
76
diferencias internas y comparativas con aquéllos. Pero como se demostró en
febrero de 1980 y, repetidamente, después en sondeos de opinión,
mantenemos la conciencia de nuestra propia identidad, en modo alguno
incompatible con la española.
77
EXPRESIONES CULTURALES DE LA IDENTIDAD
ANDALUZA
78
4.- EXPRESIONES CULTURALES DE LA IDENTIDAD ANDALUZA
79
Al afrontar el estudio de la identidad sociolingüística andaluza, la primera
realidad que constatamos es la de su enorme riqueza y variedad. Existen,
desde luego, factores de todo tipo que justifican esta complejidad. Podemos
destacar, entre otros muchos, los factores geográficos, históricos y culturales.
Hay que tener en cuenta, sobre todo, la presencia histórica en Andalucía de
muy diversos pueblos y culturas. La diversidad cronológica en la conquista de
los reinos andalusíes supone, además, una repoblación social y
geográficamente diferenciada en cuanto a la procedencia de los repobladores
y, como consecuencia, la existencia de distintos estratos en el castellano
importado. En este castellano se pueden documentar rasgos leoneses,
aragoneses, catalanes, etc. Como dice M. Alvar, "todos estos rasgos,
mezclados con una abigarrada supervivencia de arcaísmos y de arabismos,
hacen que el andaluz sea de una polícroma riqueza. De otra parte, la
complejidad fonética de la región, basada en la norma disidente de Sevilla, no
es comparable a la de ninguna otra parte de España".
El primer aspecto que se debe precisar es el del término más adecuado para
denominar esta riqueza y variedad de usos lingüísticos en Andalucía. ¿Se trata
de una lengua? ¿Es un dialecto? ¿Es un habla? por otra parte, ¿qué
preferencias manifiestan los andaluces a la hora de elegir el nombre para su
peculiar forma de hablar?: ¿español?, ¿castellano?, ¿andaluz?. ¿Los
andaluces tienen consciencia de hablar español, o más bien de hablar
andaluz?. Aunque los conceptos de lengua, dialecto y habla no están del todo
claros en Lingüística, ya que también son definidos desde perspectivas
sociológicas y políticas, en lo que lingüistas y dialectólogos suelen coincidir es
precisamente en que el andaluz no es una lengua. Entonces, ¿qué
denominación darle? ¿Cómo definirlo?.
80
Desde el punto de vista sincrónico-sistemático, el andaluz en el momento
actual es una variedad, una modalidad lingüística del español, considerando
que este español es un sistema abstracto y colectivo, que pertenece a todos
los hispanohablantes y no a unos hablantes o a una región concreta. Desde
este enfoque, el andaluz es una modalidad o variedad de la lengua española,
como también lo es el español hablado en Extremadura, en Castilla o en
Canarias.
81
Es un rasgo fonético muy extendido en las hablas andaluzas y en el español
atlántico ( de Canarias y de América). Tiene prestigio social y es usado en todo
tipo de registros idiomáticos (tanto en el uso espontáneo, informal, familiar y
coloquial, como en el uso culto y formal).
82
Igualmente, se trata de una característica propia del ámbito coloquial e, incluso,
vulgar, que no es exclusiva del habla andaluza.
2. - Aspectos morfosintácticos
83
debilitamiento o pérdida de la -s final afecta a la flexión nominal, a la adjetiva y
a la conjugación verbal.
Por ejemplo:
3- Aspectos Léxicos-semánticos
84
la variedad de registros léxicos del hablante, es más complejo y difícil de
sistematizar que el nivel fónico y el morfosintáctico.
Quienes han abordado el estudio del léxico andaluz suelen afirmar que, en
líneas generales, el vocabulario utilizado en Andalucía coincide con el de la
Lengua Española, aunque, en muchos casos, perviven aquí usos que no son
tan frecuentes o, incluso, que están desapareciendo en otras áreas lingüísticas
del español.
- Al " cacharro de barro con una boca y un pitorro con el que se bebe el agua "
se le denomina porrón en todas las provincias andaluzas, excepto en Cádiz.
Botijo es el término usual en Córdoba, Málaga, Jaén y Granada. Búcaro es
característico de Sevilla ( y se usa también en Huelva, Cádiz y Málaga). En
varios pueblos malagueños se emplea el término pirulo. Piche y pichilín en
85
algunas localidades de Huelva y Sevilla. Pipo ( con las variantes piporro y
pipote) se usa en Cádiz, Málaga, Granada y Almería.
Es importante resaltar, siguiendo las preciosas ideas expuestas por don Rafael
Lapesa, que la fortuna y el futuro del andaluz no se debe separar del español
de América. Este español meridional atlántico es el que tiene mayor número de
hablantes en el Mundo Hispánico:
86
prestigio (recuérdese, por ejemplo, a escritores como Lorca, Juan Ramón,
Aleixandre, Cernuda, Alberti, etc.) y a su expansión (como veremos a
continuación, está más que demostrado el andalucismo del español de
América). A la hora de buscar un modelo idiomático común, no se debe separar
el futuro del andaluz del español de América.
87
etc. Dentro de la gran diversidad de usos lingüísticos peculiares de Andalucía,
podemos destacar una serie de características, no sólo fonéticas sino también
morfológicas y, sobre todo, léxicas, que nos diferencian e identifican como
hablantes andaluces y nos confieren una gran personalidad lingüística.
f) Actitudes lingüísticas
88
Ante la realidad sociolingüística andaluza, se pueden adoptar actitudes muy
diversas, a veces antagónicas, que tienen su fundamento en la unidad y
variedad del español. Se puede defender la unidad del idioma, basándola en la
norma de Castilla, y considerar las características de las demás modalidades
del español como defectos o vicios, como desviación degenerada del
castellano. La otra posición pretende potenciar el hecho diferencial lingüístico,
sobrevalorando los propios usos y despreciando las otras modalidades del
español. Ninguna de estas dos posiciones, son aceptables. En todo caso, se
debe adoptar una actitud ecléctica y ponderada, basada en el respeto a todas
las modalidades lingüísticas. La constitución Española de 1978 recoge en su
Título Preliminar esta actitud:" La riqueza de la distintas modalidades
lingüísticas de España es un patrimonio cultural que será objeto de especial
respeto y protección"(Artículo 3.3).
a) Introducción.
89
Por ello, junto a la música e íntimamente ligado a ella, late una lírica popular
bellísima, que es cauce de expresión de un pueblo especialmente dotado para
la armonía y el ritmo. Poética de los sentimientos profundos y de lo cotidiano,
en aquellos tiempos, por personas iletrados pero sabias, capaces de descubrir
secretos y verdades y de transmitirlos con un lenguaje popular y culto, tierno y
radical. El lenguaje empleado en el cante flamenco se ajusta a las
características fonético-fonológicas de la pronunciación andaluza; sigue
también la morfosintaxis del andaluz, que coincide en general con la gramática
del español estándar. En cuanto al léxico, aunque igualmente emplea en
muchos casos un léxico del español común, sin embargo coexiste un repertorio
flamenco de palabras y expresiones que, o son desconocidas en el español
común o, si se usan en él, son prestados del lenguaje popular del cante
flamenco en el que adquieren valores semánticos especiales.
Esta "lengua especial" transmitida de forma oral, requiere incluso una ortografía
peculiar, ya que el valor expresivo del cante o de algunas palabras concretas
radica en su peculiar grafía. Su valor semántico depende, en mayor o menor
grado, de su peculiar fonética en la lengua oral y de su correspondiente forma
gráfica en la lengua escrita. Así lo entendieron los recopiladores de cante
flamenco cuando redactaron las letras de las coplas de sus cancioneros con un
a ortografía peculiar.
90
la vigencia y actualidad del flamenco, que se encuentra en fase de expansión
en lo que a su dimensión artística se refiere. Tal coyuntura contrasta con cierto
menosprecio histórico, tal vez no tanto hacia el flamenco como música, cuanto
a los ambientes de procacidad a los que se asoció. Esta reacción, atribuible en
gran medida a la "moral oficial impuesta", ha dejado de tener sentido en un
momento en el que tanto la profesión flamenca como el conocimiento y
aceptación de estilos y modelos plásticos y músico-orales trasciende las
fronteras culturales de Andalucía.
91
indiferencia y hasta el rechazo científico al estudio del flamenco tiene que ver
con su falsa definición como una expresión espontánea, y por tanto efímera,
cuando no "naturalizada", ajena al campo del conocimiento por su carácter
racial, primario, instintivo, etc. Frente a esta traducción simplificadora, el
flamenco tiene unas estructuras privativas, su historia ha quedado reflejada
documentalmente, y su realización material e inmaterial forma parte de
diversos campos de estudio apenas iniciados por los investigadores y que
conviene sean fomentados tanto en los aspectos históricos como literarios,
socio-antropológicos, lingüísticos y musicológicos.
92
históricamente definidas, las cualidades estéticas, plásticas y hasta de
contenido del flamenco puedan adquirir significación y relevancia universal.
93
inseparable naturaleza: sabido es que, debido a su transmisión oral, la letra
flamenca funciona como la "partitura" de la música. Y, a su vez, la expresividad
especial de que se dota a la melodía, armonía y ritmo, viene marcada y es
influida por los contenidos de las estrofas.
94
participación de una amplia gama de instrumentos-, las escalas indo-
pakistaníes, posiblemente arrastradas hasta Andalucía gracias a la población
gitana, la música castellana, y algunos ritmos y plásticas dancísticas
afrocubanos.
Entre ellos podemos enumerar fiestas con ocasión de ritos de paso (bautizos,
bodas, y hasta comuniones y cumpleaños), lugares de sociabilidad informal
(tabernas, tabancos, ventas, plazas, cuartos de cabales, vecindades, patios de
vecinos, puertas de las casas), acontecimientos festivos (ferias, romerías,
carnavales), ámbitos laborales (gañanías, cortijos, minas, fraguas) y todo lo
95
que representa el hábito de "cantar" como costumbre en la vida cotidiana. A
ello debe añadirse la construcción de un entramado propio de asociacionismo
formal encarnado por las abundantes peñas flamencas andaluzas.
96
e incluso existe una trascendencia de la significación a la acción social: "ser
flamenco".
97
* Entre dichos factores es preciso destacar la estructura de clases fuertemente
polarizada, que ha dificultado el desarrollo de espacios y la constitución de
asociaciones interclasistas, o en el caso de los existentes, la negación
simbólica de las desigualdades realmente existentes. La mayoría de las
expresiones de sociabilidad informal y formal tienden a configurarse
socialmente de manera horizontal.
98
principalmente anglosajonas. La utilización mecánica de modelos teóricos
elaborados a partir de la observación del asociacionismo en situaciones
específicas pueden dar lugar a interpretaciones erróneas al ser aplicados en
otras situaciones diferentes.
99
este tipo, incluso de manera paralegal con respecto a la institución eclesiástica;
y como lo demuestra también la participación masiva en las mismas, no sólo ni
principalmente de modo formal, como socios inscritos, sino a través de la
identificación con ellas, y de la participación en los contextos festivo-
ceremoniales que organizan y protagonizan, de individuos y grupos de
prácticamente todos los sectores de la sociedad andaluza, al menos en una
parte muy amplia de Andalucía. Significación que se pone de manifiesto en el
interés que la presencia en la dirección de las hermandades y cofradías han
despertado siempre, y hoy de manera especialmente notable, entre los
miembros de los grupos económica y sociopolíticamente dominantes, tanto
tradicionales como emergentes.
Con una extensión e implantación también muy amplia, y con una destacada
significación en la vida y los sistemas de relaciones sociales de muchas
ciudades y pueblos andaluces, encontramos la presencia de asociaciones de
finalidad formal "recreativo-cultural", con una función explícita como
instituciones para la "ocupación del ocio y el tiempo libre", como son los
casinos, los círculos, las peñas futbolísticas, deportivas, taurinas, flamencas, y
100
las sociedades recreativas, entre otras. Se trata de asociaciones que, más allá
de sus objetivos expresos, poseen un carácter multifuncional, desempeñando
también un importante papel como instancias para la expresión de la
sociabilidad más o menos generalizada, implicando a los integrantes de un
sector social determinado o a varios, raramente al conjunto de la sociedad, y
como ámbitos para el establecimiento y el desarrollo de las redes de relaciones
interpersonales y de poder, tanto verticales (sistemas de relaciones patrón-
cliente), como horizontales (relaciones de cooperación, amistad, alianza,
solidaridad, ayuda mutua). Se pone con ello de manifiesto la fuerte tendencia a
la personalización de las relaciones sociales, identificada como uno de los
marcadores más profundos de la etnicidad andaluza, que encuentra en
contextos como los ofrecidos por este tipo de asociaciones --como también por
las hermandades-- el ambiente más propicio para la interacción social próxima
y teñida, ya sea realmente, ya de manera ficticia o simbólica, de connotaciones
afectivas.
101
les ha llevado en muchos casos a su desaparición. Al mismo tiempo, se ha
producido la extensión de otras formas asociativas, muchas de ellas también
de carácter formal "recreativo-cultural", representativas de un modelo de
sociabilidad más abierto y "popular", distinto del que caracterizaba a los
casinos tradicionales. Se trata, sobre todo, de diferentes tipos de peñas:
entidades que responden específicamente a las nuevas condiciones sociales y
que proporcionan a los miembros más activos de los sectores con mayor
dinamismo en la sociedad local vías para el acceso al prestigio y al liderazgo
social a través del desarrollo de sus redes de relaciones, ya no basadas
fundamentalmente en posiciones de patronazgo, sino en estrategias de
alianzas e intereses mutuos, de carácter mucho más flexible y cambiante que
las tradicionales de tipo clientelista.
102
vertebración de un conjunto de individuos como colectividad, en la
identificación colectiva que todo grupo humano necesita para pasar de simple
agregado de individuos a conformarse realmente como "cuerpo social". Esto se
hace particularmente evidente y necesario en sociedades cuyas estructuras
socioeconómicas, fuertemente desiguales, presentan graves obstáculos para la
viabilidad de una sociedad con el grado indispensable de estabilidad y
articulación que permita el desarrollo de la acción social y su reproducción,
como es el caso, aún hoy, de la sociedad andaluza.
103
necesariamente en sus fiestas. Es por lo que resultan bastante inútiles las
lamentaciones de determinados sectores que estiman la introducción de
algunos elementos en las fiestas como adulteraciones de lo que, según ellos,
sería lo genuinamente "andaluz", "almonteño", "sevillano", "cordobés",
"malagueño" o "bacetano", pues no son más que reflejo del cambio
experimentado por ellos mismos, sus costumbres, sus hábitos y sus formas de
vida. Por lo tanto, las fiestas seguirán cambiando mientras Andalucía y cada
uno de sus pueblos sigan existiendo como sociedad.
Una fiesta, como una creencia o una expresión musical no pueden ser
embalsamadas, congeladas por normas y prohibiciones que pretendan
mantener su "pureza" y "autenticidad". Se deben favorecer, las condiciones
para que su desarrollo se produzca lo más autónomamente posible,
104
estableciendo mecanismos que atenúen la creciente incidencia de la
mercantilización y homogeneización cultural que las amenaza. Pero, en
definitiva, una fiesta será hasta cuando, y como el grupo humano que la
protagoniza quiera y sepa. El objetivo de las actuaciones de los poderes
públicos y agentes sociales deberá ser siempre el de favorecer la toma de
conciencia de los andaluces sobre los valores sociales, culturales e identitarios
de las fiestas que protagonizan --única manera de que las mismas mantengan
su vitalidad--, y el de conseguir, por tanto, su continuidad.
c) La religiosidad
La religión católica ha sido, desde finales del siglo XV, el principal instrumento
ideológico para la justificación y el ejercicio de la dominación política, social y
económica de la mayoría del pueblo andaluz. La religión oficial y la iglesia
institucional han actuado de manera aplastante, intentando inundar todos los
ámbitos de la vida social, de ahí por ejemplo la abrumadora mayoría de
celebraciones festivas que tienen como motivo, al menos formal, una festividad
de carácter religioso. Frente a ello, Andalucía se caracteriza por ser una de las
sociedades en que se han dado históricamente algunas de las manifestaciones
de anticlericalismo e iconoclastia más fuertes y más ampliamente respaldadas
socialmente. Andalucía presenta la aparente contradicción de ser el país con
mayor número, de celebraciones en torno a símbolos religiosos, y con más alta
participación popular en las mismas, siendo a la vez la que ofrece un más bajo
índice de prácticas religiosas ortodoxas.
105
la imagen femenina como representación de la divinidad, a través de las
múltiples advocaciones de Mar.
106
les hace reconocerse como diferentes de los otros pueblos, que, por su parte,
utilizan frecuentemente este marcador como uno de los que más claramente,
más fácilmente, definen lo andaluz, aun reduciéndolo a su simplificación
estereotipada. Tópicos como el de la "gracia", el "salero", la "flamencura", que
son usados para identificar lo andaluz, no son, en el fondo, más que
formulaciones simplistas, parciales y deformadas de lo que en realidad
constituye un fenómeno mucho más profundo, extenso y complejo, que abarca
desde la forma de adornar un patio, a la apoteosis de un paso/trono, desde la
vibrante sencillez de unos verdiales o la ingeniosidad de unos tanguillos, a la
expresión más honda de la forma de sentir del pueblo andaluz contenida en
unas seguiriyas o unas soleares, extremos que dibujan los amplios límites del
campo de las expresiones y producciones estéticas andaluzas.
107
casos, pero no así el significado de las mismas, relacionado íntima y
directamente con la ideología y el sistema de valores de la sociedad andalusí,
cuyas estructuras fueron profundamente desarticuladas por la conquista
castellana y reemplazadas por las correspondientes a la sociedad de los
conquistadores a través de un proceso -y ello es importante para explicar la
citada importancia del sustrato andalusí- en absoluto momentáneo y radical,
sino paulatino, tanto temporal como territorialmente. Elementos, diseños y
motivos pertenecientes al sistema estético, al estilo andalusí, aparecen en
múltiples manifestaciones del denominado "arte popular" andaluz, como en los
trabajos de taracea o en la cerámica de fajalauza granadina, o en las mantas y
paños alpujarreños, aunque es claro que en ninguno de estos casos la
utilizados de esos motivos implica el mantenimiento de las razones de tipo
ideológico que estaban en la base de su primitiva significación y que hoy son
inoperantes e incluso totalmente desconocidas para los propios autores que los
emplean en sus producciones.
108
tanto, de una visión clasista que hace una valoración distinta y desigual de dos
formas de arte dentro de una misma sociedad. Además, se trata de una visión
etnocéntrica, ya que, en definitiva, el término "arte popular" no es más que una
extensión del término "arte primitivo", que surge en el siglo XIX para hacer
referencia a todas aquellas expresiones estético-artísticas de los pueblos con
los que los imperios coloniales europeos entraron en contacto, que no
compartían la tradición cultural dominante en las sociedades occidentales y que
por ello eran considerados incultos. El descubrimiento del "arte primitivo" hizo a
algunos volver la vista y sentir curiosidad por el "arte primitivo" de las propias
sociedades occidentales, el "arte popular".
Entendido el arte siempre como popular y culto, ¿cuáles son los rasgos que
configuran la especificidad del arte popular andaluz? La existencia de una
cultura andaluza se manifiesta en la de una actitud y unas formas de expresión
estéticas específicamente andaluzas, de un arte que, por estar directamente
enraizado en la sociedad y la cultura andaluzas, denominamos arte andaluz, y
que se distingue de ese pretendido "arte universal" que en esencia no es otra
cosa que el arte de los sectores poderosos, de las élites económicas, socio-
políticas, religiosas, intelectuales, académicas de las sociedades occidentales,
o el arte propiciado, protegido o comprado por ellas. Desde este punto de vista,
dentro del arte andaluz, (concebido como el conjunto de las expresiones
estético-artísticas consideradas como propias por parte del pueblo andaluz -no
sólo, ni siquiera principalmente desde la perspectiva de la producción o
creación de las mismas-) incluimos tanto aquellas manifestaciones que
usualmente son consideradas como parte del "arte popular" (cerámica, talla,
arquitectura, tejidos, orfebrería, etc., las cuales suelen ser denominadas con
términos como "artesanías" o "artes populares decorativas", por su carácter
básicamente aplicado o complementario de la función utilitaria de sus
soportes,) como también toda una serie, mucho más amplia de lo que en
principio se pueda suponer, de manifestaciones del "arte culto", al menos en su
origen, que han sido asumidas, integradas, hechas suyas por el pueblo
andaluz, dando lugar a la superación del carácter clasista de las mismas.
109
Un rasgo fácilmente apreciable cuando nos aproximamos a la consideración de
los fenómenos estéticos en Andalucía es la gran extensión que presentan,
inundando prácticamamente todos los ámbitos de la vida, desde los más
sencillos y cotidianos, a los más elevados y solemnes. En todos ellos se
manifiesta, de una u otra forma, esa búsqueda de la recreación estética más
allá de lo puramente funcional, utilitario, interrelacional o religioso. Desde el
afán por hacer de una humilde construcción una explosión de blancura y un
mosaico de colores vegetales, hasta las más espectaculares manifestaciones
de arte vivo y participativo que se plasman en las semanas santas o en las
cruces de mayo de cualquiera de los pueblos y ciudades andaluzas. Por ello, si
siempre resulta erróneo identificar el "arte popular" con aquellas expresiones
estéticas características de los sectores rurales y campesinos "tradicionales" -
como si los habitantes de las ciudades no fuesen también parte del pueblo y no
poseyesen formas y expresiones estéticas peculiares-, el error es mucho más
grave en el caso andaluz.
110
sociedades del centro del sistema socio-económico y político en el que
Andalucía se inscribe como periférica y dependiente. Por el contrario, la
burguesía andaluza ha participado y compartido, a su manera, muchos de los
rasgos básicos que caracterizan a la cultura andaluza, naturalmente con otros
muchos elementos y pautas de comportamiento particulares que configuran su
especificidad como clase. Uno de los elementos que más claramente
ejemplifican esa participación en la cultura común es el de las manifestaciones
estético-artísticas, aunque con actitudes y significados diferentes a los de los
demás sectores de la sociedad andaluza. Resultado de ello es que, en
Andalucía, la escisión entre "arte culto" y "arte popular" ha sido menos
profunda que en otros lugares y, por el contrario, en la mayoría de los casos,
desde las más simples a las más elevadas formas de expresión artística
encontramos un sustrato que las comunica.
111
tanto en cuanto a su aceptación, como en su producción, al continuar siendo
significativo para su gente, cuando hace tiempo que dicho estilo pasó a la
historia del arte para el resto del mundo.
La fiesta es uno de los ámbitos en los que mejor se manifiesta ese arte vivo y
participativo. Se trata de un arte en gran medida efímero y también bastante
comunitario, en el sentido de que son los sectores populares los que, de una u
otra forma, lo producen y le dan vida, no sólo limitándose a un papel pasivo
como espectadores -elemento por lo demás decisivo para la existencia del
propio arte-, sino actuando también como creadores. Hasta la más pequeña
aldea puede verse transformada en una auténtica "obra de arte" viva y total, en
la que por unos momentos o unos días se produce la conjunción de una
multiplicidad de elementos, unos expresamente artísticos y otros de naturaleza
diversa, pero que en el contexto de la fiesta adquieren esa dimensión, cuyo
resultado no es otro que el de reforzar los lazos de identificación de los
individuos entre si y de éstos con el pueblo a través de la comunión estética, a
través de la experiencia sensible y emotiva que la fiesta procura.
112
específicas. Incluso, en ocasiones, tienen lugar la creación de estilos propios,
producto de la hibridación de formas y tradiciones artísticas e ideológicas
diferentes. Quizá el ejemplo más claro de esto lo representa el mudéjar
andaluz, característico tanto de construcciones religiosas, como civiles de los
siglos posteriores a la conquista castellana de Andalucía. Salvo las catedrales y
algunas, pocas, iglesias importantes, la mayoría de las iglesias de los siglos
XIV y XV, e incluso de la primera parte del XVI, sólo son realmente góticas -el
estilo arquitectónico-artístico europeo- en su parte más sagrada, la capilla
mayor o cabecera del templo, mientras que la mayor parte de éste, en sus
muros, en sus techos, en sus puertas e incluso en sus torres, presentan formas
y soluciones constructivas, materiales y diseños que expresan una sensibilidad
muy distinta y conectan directamente con la tradición andalusí, hasta el punto
de que, en ocasiones, los especialistas no saben si, por ejemplo, estamos
contemplando el alminar "cristianizado" de una antigua mezquita destruida o la
torre de una iglesia cristiana levantada tras la conquista en forma de alminar
con campanas. Este carácter "popular" del arte, incluso del promovido
directamente por los poderes dominantes, es algo que singulariza muchas de
las obras arquitectónicas, escultóricas, pictóricas y musicales realizadas en
Andalucía en diferentes etapas y horizontes históricos. Por ello, es adecuado
hablar de "Arte Andaluz" y no sólo del Arte en Andalucía. Lo que hace que
nuestro Patrimonio cultural, en este ámbito, sea en gran medida singular y
propio, expresión inconfundible de nuestra identidad de pueblo.
113
denominar "cultas". Formas, estilos y obras arquitectónicas, de muy definida
personalidad y notable riqueza, desde las califales o nazaríes, hasta las del
mudéjar y el barroco andaluz, o del regionalismo, son expresiones de y
consecuencia de la significación que tiene lo estético en Andalucía.
114
LA IDENTIDAD ANDALUZA EN EL MARCO DEL
ESTADO ESPAÑOL, LA UNIÓN EUROPEA Y LA
GLOBALIZACIÓN
115
5.1.- ANDALUCÍA EN LA "ERA DE LA GLOBALIZACIÓN".
Para Andalucía, como para todos los pueblos que han sido conformados en un
proceso histórico de siglos, en nuestro caso de milenios, y que poseen una
identidad específica, el principal reto a superar en el siglo XXI será el saber
situarse adecuadamente en un mundo que va a estar crecientemente definido
por la interacción entre las dos dinámicas, opuestas pero complementarias, de
la globalización y la reafirmación identitaria (la denominada, por algunos,
localización ).
Los publicistas del pensamiento único y del fin de la Historia insisten en que
nuestro mundo actual puede ser caracterizado, sin más, como la era de la
globalización. Si esto fuera correcto, el proceso de mundialización -que tiene
sus raíces en el siglo XVI, y cuyo avance ha supuesto un espectacular aumento
de la interdependencia asimétrica entre pueblos y territorios- equivaldría a
proceso de globalización. Pero esta afirmación, lejos de responder a un análisis
adecuado del proceso histórico y de las realidades actuales, refleja una visión
deformada, y deformante, de esta misma realidad y constituye, en palabras del
sociólogo francés Alain Touraine, la "ideología del neoliberalismo".
116
Junto a este intento de globalizar bajo la lógica del mercado todas las
relaciones sociales y todas las producciones culturales, está también el intento
de globalización territorial, mediante la imposición de la falsa idea de que
nuestro mundo, que es ya efectivamente uno, debido a la interdependencia
asimétrica que ha resultado de la expansión europea, y luego euro -norte
americana, a otros continentes, sea no sólo un único mercado, sino también
una única sociedad con una única cultura. Esta pretensión cobra consistencia
sobre todo gracias a las innovaciones tecnológicas en las comunicaciones y el
transporte, que hacen que la información y la toma de decisiones puedan
producirse en tiempo real -es decir, prácticamente a la vez que están teniendo
lugar los fenómenos- y llegar a cualquier lugar del planeta. Es a esto a lo que
se refiere la definición de nuestro tiempo como la "era de la información".
117
de la reafirmación identitaria. Y esto, en una triple dimensión: histórica, cultural
y política.
118
redes globales del poder. Para todos los demás seres humanos, esa categoría,
si es que existe, es una categoría imposible, un espejismo alienante, un velo
ideológico que impide ver la verdadera dimensión de los problemas y paraliza
la acción para resolverlos, ya que desactiva la memoria y la conciencia de los
pueblos, desactivando con ello el poder de la identidad.
119
diversos palos y variantes es, sobre todo, una rebelión simbólica contra la
inferioridad y el desamparo -contra la impotencia de cambiar la realidad de las
cosas- o, a veces, también un grito con el que aferrarse agónicamente a la vida
a través de las escasas ocasiones de alegría representadas, sobre todo, por
los ritos de paso y por la vida comunitaria. Y solamente desde esta base puede
entenderse la aceleración histórica que supusieron, para la profundización del
sentimiento andaluz y el avance de la conciencia de pueblo, las masivas
manifestaciones del 4 de Diciembre de 1977 y 79 y el triunfo, por muy pocos
esperado, en el referéndum de iniciativa autonómica del 28 de Febrero de
1980.
120
5.3.- POLÍTICA CULTURAL, POLÍTICA ECONÓMICA E IDENTIDAD
ANDALUZA
121
medioambiental, que tiene la opción elegida, como ésta se basa en la
"especialización competitiva" cara al Mercado, sólo puede avanzar si los
andaluces interiorizamos los valores de la nueva "cultura empresarial" y de la
nueva ideología sobre el trabajo: los valores de productividad , competitividad ,
empleabilidad sin condiciones, desregulación de las relaciones laborales, y
varios otros que comparten códigos simbólicos y generan prácticas sociales
que son incompatibles con los rasgos estructurales de la identidad cultural
andaluza: como ya hemos señalado, el antropocentrismo, la no interiorización
de la inferioridad y el relativismo respecto a las ideas y mercancías.
122
campesinos o jornaleros-campesinos, iban a poder justificarse a sí mismos por
la sobreexplotación y las discriminaciones de los inmigrantes, sobre todo de los
sin papeles ?
Conviene ser conscientes de que lo que llaman los publicistas del globalismo
"plena integración en la modernidad", "incorporación a los mercados" y "avance
en la competitividad" supone no sólo un aumento de la dependencia y la
subalternidad económicas, sino la producción inevitable de orientaciones
cognitivas, valores y códigos culturales que son totalmente opuestos a los que
constituyen la base de las formas y expresiones más liberadoras y
profundamente humanas de la cultura andaluza. La extensión de los valores
que sacralizan la competitividad, causa directa de múltiples insolidaridades y de
graves fracturas sociales, y la máxima eficacia económica a cualquier precio,
justificando siempre los "costos colaterales" para lograrla, van en sentido
contrario a los más positivos valores de nuestra identidad cultural. Por ello,
están minando las bases de esta y corremos el peligro de que muchas de
nuestras expresiones culturales lleguen a deteriorarse de forma irreversible en
cuanto a su significación y valores de uso, manteniendo si acaso sólo sus
características formales, como cáscaras sin contenido, según sea su cotización
en el mercado turístico. Si la dinámica actual se acentúa, nuestras fiestas
populares correrán el peligro de convertirse en espectáculos para turistas,
nuestro urbanismo en decorado sin vida para admiración de visitantes curiosos,
y nuestros monumentos en excusa para instalar taquillas con boletos. Y no
digamos lo que ocurrirá al flamenco y a otras expresiones de nuestra cultura
que, ya desde hace tiempo, vienen siendo desactivadas de buena parte de su
carga significativa con la excusa del cuidado de las formas, o están siendo
objeto de un consumismo degradado y degradante.
Para tratar de impedir lo anterior, no basta, aún siendo ello necesario, con
reafirmar la necesidad de profundizar en la conciencia de identidad andaluza, ni
es suficiente actuar en el nivel que generalmente suele entenderse como
"cultural". Se hace imprescindible, también, señalar lo que significa la asunción
plena de la lógica del Mercado y de los valores de la competitividad y el
consumismo en cuanto a la producción simbólica: respecto a la generación e
interiorización de representaciones ideáticas, orientaciones cognitivas, valores,
expresiones y comportamientos que chocan con la lógica no utilitarista (en
términos de competitividad y eficacia economicista) que está en la base de los
rasgos estructurales de la cultura andaluza. Y se hace totalmente necesaria la
confrontación con quienes todavía niegan la existencia de una específica
identidad histórica y cultural de Andalucía desde los distintos tópicos y
escolasticismos. Tanto si estos responden a los intereses del nacionalismo de
Estado, según el cual no existe sino una "cultura española", dentro de la cual lo
andaluz no sería sino una parte o variante, como si son consecuencia del
reduccionismo economicista, según el cual no existe posibilidad de una cultura
específica en los pueblos que han caído en el subdesarrollo como
123
consecuencia del colonialismo, externo o interno. Como hay que oponerse,
también, a los publicistas del globalismo, con su "pensamiento único", que
afirma la supuesta desterritorialización y propone una pretendidamente
aséptica "ciudadanía del mundo", como una inexorable expresión del
"progreso", contra el cual estarían las identidades colectivas de los pueblos.
124
En modo alguno se trata de levantar muros, de practicar ensimismamientos, ni
de alentar autosuficiencias. La cultura andaluza, por la índole del proceso
histórico del que es resultado y de la singular "superposición de
temporalidades" que reflejan sus elementos, posee unas bases óptimas para,
desde ella, oponerse a cualquier tentación chauvinista, xenófoba o intolerante.
Es, también, evidente que, hoy, Andalucía, como cualquier otro país del
mundo, más allá de su grado de institucionalización política, vive en una
situación crecientemente multicultural. Pero, en relación a la identidad
andaluza, esto no constituye una novedad absoluta, ya que en muchos
periodos de su historia ha predominado la plurietnicidad y el multiculturalismo,
que sólo se hicieron imposibles por la acción de los poderes políticos y
religiosos que, provenientes del Norte y del Sur, según las épocas, destruyeron
con sus fundamentalismos doctrinarios el clima de tolerancia existente en
nuestro territorio.
Esta actitud, para ser algo más que un vacío discurso "políticamente correcto",
requiere cambios legales en diversos ámbitos, muy especialmente en lo que
refiere a la consideración y derechos de los inmigrantes de países externos a la
Unión Europea. Y supone, también, una profunda transformación en el
concepto de ciudadanía en la dirección que ya señaló Blas Infante, cuando
soñaba una Andalucía "en la que nadie sea extranjero".
125
BIBLIGAFÍA
6.- BIBLIOGRAFÍA
1988.
Ariel, 1968
126
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Diputación Provincial. 1995. pp. 563-574.
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129
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133