Cuál Es La Importancia de La Cena Del Señor
Cuál Es La Importancia de La Cena Del Señor
Cuál Es La Importancia de La Cena Del Señor
Los relatos de la Cena del Señor se encuentran en los Evangelios de Mateo 26:26-
29, Marcos 14:17-25, Lucas 22:7-22, y Juan 13:21-30. El apóstol Pablo escribió
sobre la Cena del Señor en 1 Corintios 11:23-29. Pablo incluye una declaración
que no se encuentra en los Evangelios: “De manera que cualquiera que comiere
de este pan o bebiere de esta copa del Señor indignamente, será culpado del
cuerpo y de la sangre del Señor. Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y
coma así del pan, y beba de la copa. Porque el que come y bebe indignamente,
sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí” (1 Corintios 11:27-
29). Podríamos preguntar qué significa el participar del partimiento del pan y de
la copa “de manera indigna”. Puede significar el tomar con indiferencia el
verdadero significado del pan y de la copa, olvidando el tremendo precio que
nuestro Salvador pagó por nuestra salvación. O puede significar el permitir que la
ceremonia se vuelva un ritual muerto y rutinario, o venir a la mesa con un
pecado sin confesar. Para guardar la instrucción de Pablo, cada uno debe
examinarse a sí mismo antes de comer del pan y beber de la copa.
Otra declaración que hace Pablo, y que no está incluida en los Evangelios es,
“Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la
muerte del Señor anunciáis hasta que Él venga” (1 Corintios 11:26). Esto
establece un tiempo límite para la ceremonia – hasta que Él venga. De estas
breves declaraciones, aprendemos cómo utilizó Jesús dos de los elementos más
frágiles como símbolos de Su cuerpo y sangre, y los instituyó como un
monumento a Su muerte. No fue un monumento de mármol tallado o figuras de
bronce, sino de pan y jugo de uva.
Él declaró que el pan simbolizaba Su cuerpo, el cual sería partido – ningún hueso
Suyo fue quebrado, pero Su cuerpo fue tan terriblemente flagelado que apenas
era reconocible (Salmo 22:12-17; Isaías 53:4-7). El jugo de uva hablaba de Su
sangre, indicando la terrible muerte que en breve Él experimentaría. Él, el
perfecto Hijo de Dios, se convirtió en el cumplimiento de incontables profecías
del Antiguo Testamento concernientes al Redentor (Génesis 3:15; Salmo 22;
Isaías 53, etc.). Cuando Él dijo: “Haced esto en memoria de Mí”, Jesús indicó que
esta era una ceremonia que debía ser practicada en el futuro. También indicaba
que la Pascua, que requería la muerte de un cordero y señalaba al futuro la
venida del Cordero de Dios que quitaría el pecado del mundo, se cumplía en la
Cena del Señor. El Nuevo Pacto tomó su lugar cuando Cristo, el Cordero de
Pascua, fue sacrificado (1 Corintios 5:7; Hebreos 8:8-13). Este sistema sacrificial
ya no era necesario (Hebreos 9:25-28). La Cena del Señor o Comunión Cristiana,
es un recuerdo de lo que Cristo hizo por nosotros y una celebración de lo que
recibimos como resultado de Su sacrificio.
La santa cena
“Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del
Señor anunciáis hasta que él venga” (1 Corintios 11.26).
La santa cena fue instituida por el Salvador la noche en que él fue traicionado. Después que
Jesús y sus discípulos se habían sentado a la mesa, él dijo: “¡Cuánto he deseado comer con
vosotros esta pascua antes que padezca! Porque os digo que no la comeré más, hasta que se
cumpla en el reino de Dios” (Lucas 22.15–16). Fue en esta fiesta de la pascua que Jesús
tomó el pan, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, recordándoles que debían comer
el pan en memoria de su cuerpo quebrantado. Después de esto, él tomó la copa, la dio a sus
discípulos y les dijo que debían beber de la copa en memoria de su sangre derramada. Así
se instituyó una ordenanza nueva para la época del Nuevo Testamento.
Lo que significa
1. Se hace en memoria del cuerpo quebrantado y de la sangre derramada de Jesucristo
Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que
fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es
mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. Asimismo tomó
también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi
sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí. Así, pues, todas las
veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que
él venga (1 Corintios 11.23–26).
Es una cena muy sencilla; tan sencilla que hasta un niño puede comprender lo que sucede
en la misma. Sin embargo, es tan profunda que los hombres más educados nunca han
podido comprender todo su significado. El pan es un símbolo del cuerpo de Jesús que fue
quebrantado por nosotros; la copa es un símbolo del nuevo pacto en su sangre.
Al meditar en lo que significa la santa cena, vemos que la santa cena se debe observar como
un cuerpo unido y no como personas individuales. Los participantes en la santa cena deben
estar de acuerdo entre sí y ser uno en el Señor, uno en fe, uno en devoción a Cristo. Como
el pan se compone de muchos granos de trigo, mezclados tan inseparablemente que es
imposible saber de qué grano vino cierta parte de la harina, así el cuerpo de participantes
debe ser un solo cuerpo de adoradores en el Señor. Llegamos a ser “un pan” al participar
todos del mismo pan (Cristo).
No quiero que vosotros os hagáis partícipes con los demonios. No podéis beber la copa del
Señor, y la copa de los demonios; no podéis participar de la mesa del Señor, y de la mesa
de los demonios (1 Corintios 10.20–21).
Este texto es muy claro sobre la importancia de limitar la santa cena a los que están unidos
en Cristo y sin pecado. Debemos mantenernos separados de los demonios y de los que
sirven al diablo. No puede haber compañerismo entre cristianos e incrédulos.
2. La consubstanciación
Como la teoría de la transubstanciación, la consubstanciación asimismo afirma la presencia
real del cuerpo y de la sangre del Señor, pero dice que coexisten con los elementos
naturales. Según esta teoría, el pan, aunque sea realmente pan, también contiene el cuerpo
físico del Señor. Y el fruto de la vid, además de ser jugo de uva, es la sangre de Cristo. Los
que enseñan así creen que este cambio se efectúa sin la consagración del sacerdote.
Esta teoría está sujeta a los mismos errores que la otra. En cuanto a las cualidades físicas
del pan y de la copa, son símbolos; y en cuanto a la presencia de Cristo en la santa cena, es
completamente espiritual.
3. Participación abierta
Participación abierta quiere decir “permitir que participe en la santa cena cualquier persona
que se sienta digna de participar”. Los que practican la santa cena abierta no quieren juzgar
a los que desean participar. Creen que la santa cena abierta está de acuerdo con los
principios del evangelio, el cual, dicen ellos, es evangelio de amor. Pero hay varias
objeciones a esta teoría:
· Es difícil armonizar esta teoría con los pasajes bíblicos ya citados que dan énfasis al
examen de uno mismo y al examen de toda la iglesia.
· La base de la santa cena no es sólo el amor entre los participantes, sino unidad en la fe y
en la comunión con el Señor Jesucristo.
· La santa cena abierta menosprecia la comunión entre los que participan. Los que practican
la santa cena abierta dicen que la misma destaca la comunión que uno tiene con Dios, no
con los hombres. En este caso, ¿cuál sería el propósito de celebrarla en la capilla? ¿Por qué
no celebrar cada cual la santa cena en su casa, consigo mismo y con el Señor? Y si es
verdad que no es necesario la comunión con los demás participantes, ¿por qué no
deberíamos entonces admitir a todo criminal y hereje?
· La santa cena abierta admite a la mesa del Señor a los que no se pueden admitir como
miembros de la iglesia. Hay iglesias que admiten en la santa cena a toda clase de personas
con tal que profesen ser cristianos. ¿Por qué ser más estrictos con los que quieren ser
miembros que con los participantes de la santa cena? Los únicos que lógicamente pueden
defender la santa cena abierta son los que admiten como miembros a toda clase de gente sin
importar su fe o su práctica.
· Existe un contraste extraño entre esta teoría y el principio bíblico de la unidad. ¿Por qué
debiéramos tener un servicio de comunión cuando se reconoce que no tenemos unión
espiritual? Dos o más personas que no están dispuestas a asociarse como miembros en la
misma iglesia tampoco están en condiciones de cenar juntos en el mismo servicio.
Observemos este servicio en una manera digna de su nombre: comunión (la santa cena)
implica unión esencial de fe y vida.
· Está conforme a los requisitos bíblicos de la unidad. Los participantes han de ser un
cuerpo unido en Cristo (1 Corintios 10.15–17).
· Permite que la iglesia mantenga pura la santa cena del Señor. Aun las personas que
parecen estar de acuerdo con la iglesia, pero están contaminadas con pecados secretos, no
deben participar (1 Corintios 11.27–29). Cada persona debe examinarse a sí mismo antes de
participar en la santa cena (1 Corintios 11.28; 2 Corintios 13.5).
· Hace posible que la iglesia cumpla con el requisito bíblico: “No quiero que vosotros os
hagáis partícipes con los demonios” (1 Corintios 10.20). Al limitar la santa cena a los que
reconocen la autoridad de la iglesia se evita la necesidad de juzgar a miembros de otras
iglesias. Los que están contaminados con el pecado deben ser excluidos de la santa cena (1
Corintios 10.18–21).
· Protege a los miembros de la iglesia de la hipocresía de fingir ser uno en fe y en vida, tal
como significa la santa cena, cuando no están dispuestos a tener comunión el uno con el
otro en la misma iglesia.
Conclusión
La santa cena es un mandamiento, y como tal debe guardarse con temor y reverencia. Pero
también es un privilegio sagrado. ¡Qué gozo más grande hay para el hijo de Dios cuando
recuerda el sacrificio que el Salvador hizo por nosotros! Cuando celebramos la santa cena,
anunciamos “la muerte del Señor (...) hasta que él venga” en compañerismo con los que
están unidos por medio de la misma fe. Cuando extendemos la mano para coger los
símbolos de su cuerpo quebrantado y su sangre derramada, nuestro corazón se conmueve al
pensar en el precio de nuestra redención. Nuestra mente contempla las oportunidades que
tenemos de hacer la voluntad de nuestro Maestro. Nuestro corazón se llena de gozo
celestial anticipando el momento gozoso y glorioso en que Cristo venga otra vez para llevar
a su pueblo.