San Juan de La Cruz Obras Completas
San Juan de La Cruz Obras Completas
San Juan de La Cruz Obras Completas
1
Esposa
1. ¿Adónde te escondiste, Amado, y me dejaste con gemido? Como el
ciervo huiste, habiéndome herido; salí tras ti clamando, y eras ido.
2. Pastores, los que fuerdes allá por las majadas al otero: si por
ventura vierdes aquel que yo más quiero, decidle que adolezco, peno
y muero.
3. Buscando mis amores, iré por esos montes y riberas; ni cogeré las
flores, ni temeré las fieras, y pasaré los fuertes y fronteras.
Pregunta a las criaturas
4. ¡Oh bosques y espesuras, plantadas por la mano del Amado! ¡Oh
prado de verduras, de flores esmaltado! Decid si por vosotros ha
pasado.
Respuesta de las criaturas
5. Mil gracias derramando pasó por estos Sotos con presura, e,
yéndolos mirando, con sola su figura vestidos los dejó de hermosura.
Esposa
6. ¡Ay, quién podrá sanarme! Acaba de entregarte ya de vero: no
quieras enviarme de hoy más ya mensajero, que no saben decirme lo
que quiero.
7. Y todos cuantos vagan de ti me van mil gracias refiriendo, y todos
más me llagan, y déjame muriendo un no sé qué que quedan
balbuciendo.
8. Mas ¿cómo perseveras, ¡oh vida!, no viviendo donde vives, y
haciendo porque mueras las flechas que recibes de lo que del Amado
en ti concibes?
9. ¿Por qué, pues has llagado aqueste corazón, no le sanaste? Y,
pues me le has robado, ¿por qué así le dejaste, y no tomas el robo
que robaste?
10. Apaga mis enojos, pues que ninguno basta a deshacellos, y
véante mis ojos, pues eres lumbre dellos, y sólo para ti quiero
tenellos.
11. ¡Oh cristalina fuente, si en esos tus semblantes plateados
formases de repente los ojos deseados que tengo en mis entrañas
dibujados!
12. ¡Apártalos, Amado, que voy de vuelo!
El Esposo
-Vuélvete, paloma, que el ciervo vulnerado por el otero asoma al aire
de tu vuelo, y fresco toma.
La Esposa
13. Mi Amado, las montañas, los valles solitarios nemorosos, las
ínsulas extrañas, los ríos sonorosos, el silbo de los aires amorosos,
14. la noche sosegada en par de los levantes del aurora, la música
callada, la soledad sonora, la cena que recrea y enamora.
15. Nuestro lecho florido, de cuevas de leones enlazado, en púrpura
tendido, de paz edificado, de mil escudos de oro coronado.
16. A zaga de tu huella las jóvenes discurren al camino, al toque de
centella, al adobado vino, emisiones de bálsamo divino.
2
17. En la interior bodega de mi Amado bebí, y cuando salía por toda
aquesta vega, ya cosa no sabía; y el ganado perdí que antes seguía.
18. Allí me dio su pecho, allí me enseñó ciencia muy sabrosa; y yo le
di de hecho a mí, sin dejar cosa: allí le prometí de ser su Esposa.
19. Mi alma se ha empleado, y todo mi caudal en su servicio; ya no
guardo ganado, ni ya tengo otro oficio, que ya sólo en amar es mi
ejercicio.
20. Pues ya si en el ejido de hoy más no fuere vista ni hallada, diréis
que me he perdido; que, andando enamorada, me hice perdidiza, y
fui ganada.
21. De flores y esmeraldas, en las frescas mañanas escogidas,
haremos las guirnaldas en tu amor florecidas y en un cabello mío
entretejidas.
22. En solo aquel cabello que en mi cuello volar consideraste,
mirástele en mi cuello, y en él preso quedaste, y en uno de mis ojos
te llagaste.
23. Cuando tú me mirabas su gracia en mí tus ojos imprimían; por
eso me adamabas, y en eso merecían los míos adorar lo que en ti
vían.
24. No quieras despreciarme, que, si color moreno en mi hallaste, ya
bien puedes mirarme después que me miraste, que gracia y
hermosura en mi dejaste.
25. Cogednos las raposas, que está ya florecida nuestra viña, en
tanto que de rosas hacemos una piña, y no parezca nadie en la
montiña.
26. Detente, cierzo muerto; ven, austro, que recuerdas los amores,
aspira por mi huerto, y corran sus olores, y pacerá el Amado entre las
flores.
Esposo
27. Entrado se ha la esposa en el ameno huerto deseado, y a su
sabor reposa, el cuello reclinado sobre los dulces brazos deI Amado.
28. Debajo del manzano, allí conmigo fuiste desposada. allí te di la
mano, y fuiste reparada donde tu madre fuera violada.
29. A las aves ligeras, leones, ciervos, gamos saltadores, montes,
valles, riberas, aguas, aires, ardores y miedos de las noches
veladores,
30. Por las amenas liras y canto de serenas os conjuro que cesen
vuestras iras, y no toquéis al muro, porque la esposa duerma más
seguro.
Esposa
31. Oh ninfas de Judea!, en tanto que en las flores y rosales el ámbar
perfumea, morá en los arrabales, y no queráis tocar nuestros
umbrales
32. Escóndete, Carillo, y mira con tu haz a las montañas, y no
quieras decillo; mas mira las compañas de la que va por ínsulas
extrañas
Esposo
3
33. La blanca palomica al arca con el ramo se ha tornado y ya la
tortolica al socio deseado en las riberas verdes ha hallado.
34. En soledad vivía, y en soledad ha puesto ya su nido, y en soledad
la guía a solas su querido, también en soledad de amor herido.
Esposa
35. Gocémonos, Amado, y vámonos a ver en tu hermosura al monte
ó al collado do mana el agua pura; entremos más adentro en la
espesura.
36. Y luego a las subidas cavernas de la piedra nos iremos, que están
bien escondidas, y allí nos entraremos, y el mosto de granadas
gustaremos
37. Allí me mostrarías aquello que mi alma pretendía, y luego me
darías allí, tú, vida mía, aquello que me diste el otro día:
38. El aspirar del aire, el canto de la dulce Filomena, el soto y su
donaire, en la noche serena, con llama que consume y no da pena
39. Que nadie lo miraba, Aminadab tampoco parecía, y el cerco
sosegaba, y la caballería a vista de las aguas descendía.
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2
NOCHE OSCURA
Canciones del alma que se goza de haber llegado al alto estado de la
perfección, que es la unión con Dios, por el camino de la negación
espiritual. Del mismo autor.
1. En una noche oscura, con ansias, en amores inflamada ¡oh dichosa
ventura!, salí sin ser notada estando ya mi casa sosegada.
2. A oscuras y segura, por la secreta escala disfrazada, ¡Oh dichosa
ventura!, a oscuras y en celada, estando ya mi casa sosegada.
3. En la noche dichosa en secreto, que nadie me veía, ni yo miraba
cosa, sin otra luz y guía sino la que en el corazón ardía.
4. Aquésta me guiaba más cierto que la luz del mediodía, adonde me
esperaba quien yo bien me sabía, en parte donde nadie parecía.
5. ¡Oh noche que guiaste! ¡Oh noche amable más que el alborada!
¡Oh noche que juntaste Amado con amada, amada en el Amado
transformada!
6. En mi pecho florido que entero para él sólo se guardaba, allí quedó
dormido, y yo le regalaba, y el ventalle de cedros aire daba
7. El aire de la almena, cuando yo sus cabellos esparcía, con su mano
serena en mi cuello hería y todos mis sentidos suspendía.
8. Quedéme y olvidéme, el rostro recliné sobre el Amado, cesó todo y
dejéme, dejando mi cuidado entre las azucenas olvidado.
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3
LLAMA DE AMOR VIVA
Canciones del alma en la íntima comunicación, de unión de amor de
Dios. Del mismo autor.
1. ¡Oh llama de amor viva, que tiernamente hieres de mi alma en el
más profundo centro! Pues ya no eres esquiva, acaba ya, si quieres;
¡rompe la tela de este dulce encuentro!
4
2. ¡Oh cauterio suave! ¡Oh regalada llaga! ¡Oh mano blanda! ¡Oh
toque delicado, que a vida eterna sabe, y toda deuda paga! Matando.
muerte en vida la has trocado.
3. ¡Oh lámparas de fuego, en cuyos resplandores las profundas
cavernas del sentido, que estaba oscuro y ciego, con extraños
primores calor y luz dan junto a su Querido!
4. ¡Cuán manso y amoroso recuerdas en mi seno, donde
secretamente solo moras y en tu aspirar sabroso, de bien y gloria
lleno, cuán delicadamente me enamoras!
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4
Coplas hechas sobre un éxtasis de harta contemplación.
Entréme donde no supe: y quedéme no sabiendo, toda ciencia
trascendiendo.
1. Yo no supe dónde estaba, pero, cuando allí me vi, sin saber dónde
me estaba, grandes cosas entendí; no diré lo que sentí, que me
quedé no sabiendo, toda ciencia trascendiendo.
2. De paz y de piedad era la ciencia perfecta, en profunda soledad
entendida, vía recta; era cosa tan secreta, que me quedé
balbuciendo, toda ciencia trascendiendo.
3. Estaba tan embebido, tan absorto y ajenado, que se quedó mi
sentido de todo sentir privado, y el espíritu dotado de un entender no
entendiendo. toda ciencia trascendiendo.
4. El que allí llega de vero de sí mismo desfallece; cuanto sabía
primero mucho bajo le parece, y Su ciencia tanto crece, que se queda
no sabiendo, toda ciencia trascendiendo.
5. Cuanto más alto se sube, tanto menos se entendía, que es la
tenebrosa nube que a la noche esclarecía: por eso quien la sabía
queda siempre no sabiendo, toda ciencia trascendiendo.
6. Este saber no sabiendo es de tan alto poder, que los sabios
arguyendo jamás le pueden vencer; que no llega su saber a no
entender entendiendo, toda ciencia trascendiendo.
7. Y es de tan alta excelencia aqueste sumo saber, que no hay
facultad ni ciencia que la puedan emprender; quien se supiere vencer
con un no saber sabiendo, irá siempre trascendiendo.
8. Y, si lo queréis oír, consiste esta suma ciencia en un subido sentir
de la divinal esencia; es obra de su clemencia hacer quedar no
entendiendo, toda ciencia trascendiendo.
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5
Coplas del alma que pena por ver a Dios, del mismo autor.
Vivo sin vivir en mí y de tal manera espero, que muero porque no
muero.
1. En mí yo no vivo ya, y sin Dios vivir no puedo; pues sin él y sin mí
quedo, este vivir ¿qué será? Mil muertes se me hará, pues mi misma
vida espero, muriendo porque no muero.
5
2. Esta vida que yo vivo es privación de vivir; y así, es continuo morir
hasta que viva contigo. Oye, mi Dios, lo que digo: que esta vida no la
quiero, que muero porque no muero.
3. Estando ausente de ti ¿qué vida puedo tener, sino muerte padecer
la mayor que nunca vi? Lástima tengo de mí, pues de suerte
persevero, que muero, porque no muero.
4. El pez que del agua sale aun de alivio no carece, que en la muerte
que padece al fin la muerte le vale. ¿Qué muerte habrá que se iguale
a mi vivir lastimero, pues si más vivo más muero?
5. Cuando me pienso aliviar de verte en el Sacramento, háceme más
sentimiento el no te poder gozar; todo es para más penar por no
verte como quiero, y muero porque no muero.
6. Y si me gozo, Señor, con esperanza de verte, en ver que puedo
perderte se me dobla mi dolor; viviendo en tanto pavor y esperando
como espero, muérome porque no muero.
7. ¡Sácame de aquesta muerte mi Dios, y dame la vida; no me
tengas impedida en este lazo tan fuerte; mira que peno por verte, y
mi mal es tan entero, que muero porque no muero.
8. Lloraré mi muerte ya y lamentaré mi vida, en tanto que detenida
por mis pecados está. ¡Oh mi Dios!, ¿cuándo será cuando yo diga de
vero: vivo ya porque no muero?
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6
Otras del mismo a lo divino.
Tras de un amoroso lance, y no de esperanza falto, volé tan alto, tan
alto, que le di a la caza alcance.
1. Para que yo alcance diese a aqueste lance divino, tanto volar me
convino que de vista me perdiese; y, con todo, en este trance en el
vuelo quedé falto; mas el amor fue tan alto, que le di a la caza
alcance.
2. Cuanto más alto subía deslumbróseme la vista, y la más fuerte
conquista en oscuro se hacía; mas, por ser de amor el lance di un
ciego y oscuro salto, y fui tan alto, tan alto, que le di a la caza
alcance.
3. Cuanto más alto llegaba de este lance tan subido, tanto más bajo y
rendido y abatido me hallaba; dije: ¡No habrá quien alcance! y
abatíme tanto, tanto, que fui tan alto, tan alto, que le di a la caza
alcance.
4. Por una extraña manera mil vuelos pasé de un vuelo, porque
esperanza del cielo tanto alcanza cuanto espera; esperé solo este
lance, y en esperar no fui falto, pues fui tan alto, tan alto, que le di a
la caza alcance.
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7
Otras canciones a lo divino (del mismo autor) de Cristo y el alma.
1. Un pastorcico solo está penado, ajeno de placer y de contento, y
en su pastora puesto el pensamiento, y el pecho del amor muy
lastimado.
6
2. No llora por haberle amor llagado, que no le pena verse así
afligido, aunque en el corazón está herido; mas llora por pensar que
está olvidado.
3. Que sólo de pensar que está olvidado de su bella pastora, con gran
pena se deja maltratar en tierra ajena, el pecho del amor muy
lastimado.
4. Y dice el pastorcito: ¡Ay, desdichado de aquel que de mi amor ha
hecho ausencia y no quiere gozar la mi presencia, y el pecho por su
amor muy lastimado!
5. Y a cabo de un gran rato se ha encumbrado sobre un árbol, do
abrió sus brazos bellos, y muerto se ha quedado asido dellos, el
pecho del amor muy lastimado.
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8
Cantar del alma que se huelga de conocer a Dios por fe.
Qué bien sé yo la fonte que mane y corre, aunque es de noche.
1. Aquella eterna fonte está escondida, que bien sé yo do tiene su
manida, aunque es de noche.
2. Su origen no lo sé, pues no le tiene, mas sé que todo origen de
ella tiene, aunque es de noche.
3. Sé que no puede ser cosa tan bella, y que cielos y tierra beben de
ella, aunque es de noche.
4. Bien sé que suelo en ella no se halla, y que ninguno puede
vadealla, aunque es de noche.
5. Su claridad nunca es oscurecida, y sé que toda luz de ella es
venida, aunque es de noche.
6. Sé ser tan caudalosos sus corrientes. que infiernos, cielos riegan y
las gentes, aunque es de noche.
7. El corriente que nace de esta fuente bien sé que es tan capaz y
omnipotente, aunque es de noche.
8. El corriente que de estas dos procede sé que ninguna de ellas le
precede, aunque es de noche.
9. Aquesta eterna fonte está escondida en este vivo pan por darnos
vida, aunque es de noche.
10. Aquí se está llamando a las criaturas, y de esta agua se hartan,
aunque a oscuras porque es de noche.
11. Aquesta viva fuente que deseo, en este pan de vida yo la veo,
aunque es de noche.
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9
ROMANCES
1º
Romance sobre el Evangelio "In principio erat Verbum", acerca de la
Santísima Trinidad.
1. En el principio moraba el Verbo, y en Dios vivía, en quien su
felicidad infinita poseía.
5. El mismo Verbo Dios era, que el principio se decía; él moraba en el
principio, y principio no tenía.
7
10. El era el mismo principio; por eso de él carecía. El Verbo se llama
Hijo, que del principio nacía; hale siempre concebido y siempre le
concebía;
15. dale siempre su sustancia, y siempre se la tenía. Y así la gloria
del Hijo es la que en el Padre había y toda su gloria el Padre
20. en el Hijo poseía. Como amado en el amante uno en otro residía,
y aquese amor que los une en lo mismo convenía
25. con el uno y con el otro en igualdad y valía. Tres Personas y un
amado entre todos tres había, y un amor en todas ellas
30. y un amante las hacía, y el amante es el amado en que cada cual
vivía; que el ser que los tres poseen cada cual le poseía,
35. y cada cual de ellos ama a la que este ser tenía. Este ser es cada
una, y éste solo las unía en un inefable nudo
40. que decir no se sabía; por lo cual era infinito el amor que las
unía, porque un solo amor tres tienen que su esencia se decía;
45. que el amor cuanto más uno, tanto más amor hacía.
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2º
De la comunicación de las tres Personas.
En aquel amor inmenso que de los dos procedía, palabras de gran
regalo
50. el Padre al Hijo decía, de tan profundo deleite, que nadie las
entendía; sólo el Hijo lo gozaba, que es a quien pertenecía.
55. Pero aquello que se entiende de esta manera decía: -Nada me
contenta, Hijo, fuera de tu compañía; y si algo me contenta,
60. en ti mismo lo quería. El que a ti más se parece a mi más
satisfacía, y el que en nada te semeja en mí nada hallaría.
65. En ti solo me he agradado, ¡Oh vida de vida mía!. Eres lumbre de
mi lumbre, eres mi sabiduría, figura de mi sustancia,
70. en quien bien me complacía. Al que a ti te amare, Hijo, a mí
mismo le daría, y el amor que yo en ti tengo ese mismo en él
pondría,
75. en razón de haber amado a quien yo tanto quería.
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3º
De la creación.
-Una esposa que te ame. mi Hijo, darte quería, que por tu valor
merezca
80. tener nuestra compañía y comer pan a una mesa, del mismo que
yo comía, porque conozca los bienes que en tal Hijo yo tenía,
85. y se congracie conmigo de tu gracia y lozanía. -Mucho lo
agradezco, Padre, el Hijo le respondía-; a la esposa que me dieres
90. yo mi claridad daría, para que por ella vea cuánto mi Padre valía,
y cómo el ser que poseo de su ser le recibía.
95. Reclinarla he yo en mi brazo, y en tu ardor se abrasaría, y con
eterno deleite tu bondad sublimaría.
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4º
8
Prosigue
-Hágase, pues -dijo el Padre-,
100. que tu amor lo merecía; y en este dicho que dijo, el mundo
criado había palacio para la esposa hecho en gran sabiduría;
105. el cual en dos aposentos, alto y bajo. dividía. El bajo de
diferencias infinitas componía; mas el alto hermoseaba
110. de admirable pedrería, porque conozca la esposa el Esposo que
tenía. En el alto colocaba la angélica jerarquía;
115. pero la natura humana en el bajo la ponía, por ser en su
compostura algo de menor valía. Y aunque el ser y los lugares
120. de esta suerte los partía, pero todos son un cuerpo de la esposa
que decía; que el amor de un mismo Esposo una esposa los hacía.
125. Los de arriba poseían el Esposo en alegría; los de abajo, en
esperanza de fe que les infundía, diciéndoles que algún tiempo
130. él los engrandecería. y que aquella su bajeza él se la levantaría
de manera que ninguno ya la vituperaría;
135. porque en todo semejante él a ellos se haría y se vendría con
ellos, y con ellos moraría; y que Dios sería hombre,
140. y que el hombre Dios sería, y trataría con ellos, comería y
bebería; y que con ellos contino él mismo se quedaría,
145. hasta que se consumase este siglo que corría, cuando se
gozaran juntos en eterna melodía; porque él era la cabeza
150. de la esposa que tenía, a la cual todos los miembros de los
justos juntaría. que son cuerpo de la esposa, a la cual él tomaría
155. en sus brazos tiernamente, y allí su amor la diría; y que, así
juntos en uno, al Padre la llevaría, donde del mismo deleite
160. que Dios goza, gozaría; que, como el Padre y el Hijo, y el que de
ellos procedía el uno vive en el otro, así la esposa sería,
165. que, dentro de Dios absorta, vida de Dios viviría.
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5º
Prosigue
Con esta buena esperanza que de arriba les venía, el tedio de sus
trabajos
170. más leve se les hacía; pero la esperanza larga y el deseo que
crecía de gozarse con su Esposo contino les afligía;
175. por lo cual con oraciones, con suspiros y agonía, con lágrimas y
gemidos le rogaban noche y día que ya se determinase
180. a les dar su compañía. Unos decían: -¡Oh si fuese en mi tiempo
el alegría! Otros: -¡Acaba, Señor; al que has de enviar, envía!
185. Otros: -¡Oh si ya rompieses esos cielos, y vería con mis ojos que
bajases, y mi llanto cesaría! ¡Regad, nubes, de lo alto,
190. que la tierra lo pedía, y ábrase ya la tierra, que espinas nos
producía, y produzca aquella flor con que ella florecería!
195. Otros decían: -¡Oh dichoso el que en tal tiempo sería, que
merezca ver a Dios con los ojos que tenía, y tratarle con sus manos,
200. y andar en su compañía, y gozar de los misterios que entonces
ordenaría!
9
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6º
Prosigue
En aquestos y otros ruegos gran tiempo pasado había;
205. pero en los postreros años el fervor mucho crecía, cuando el
viejo Simeón en deseo se encendía, rogando a Dios que quisiese
210. dejalle ver este día. Y así, el Espíritu Santo al buen viejo
respondía; -Que le daba su palabra que la muerte no vería
215. hasta que la vida viese que de arriba descendía. y que él en sus
mismas manos al mismo Dios tomaría, y le tendría en sus brazos
220. y consigo abrazaría.
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7º
Prosigue la Encarnación.
Ya que el tiempo era llegado en que hacerse convenía el rescate de la
esposa, que en duro yugo servía
225. debajo de aquella ley que Moisés dado le había, el Padre con
amor tierno de esta manera decía: -Ya ves, Hijo, que a tu esposa
230. a tu imagen hecho había, y en lo que a ti se parece contigo bien
convenía; pero difiere en la carne que en tu simple ser no había
235. En los amores perfectos esta ley se requería: que se haga
semejante el amante a quien quería; que la mayor semejanza
240. más deleite contenía; el cual, sin duda, en tu esposa
grandemente crecería si te viere semejante en la carne que tenía.
245. -Mi voluntad es la tuya -el Hijo le respondía-, y la gloria que yo
tengo es tu voluntad ser mía, y a mí me conviene, Padre,
250. lo que tu Alteza decía, porque por esta manera tu bondad más
se vería; veráse tu gran potencia, justicia y sabiduría;
255. irélo a decir al mundo y noticia le daría de tu belleza v dulzura y
de tu soberanía. Iré a buscar a mi esposa,
260. y sobre mí tomaría sus fatigas y trabajos, en que tanto padecía;
y porque ella vida tenga, yo por ella moriría,
265. y sacándola del lago a ti te la volvería.
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8º
Prosigue
Entonces llamó a un arcángel que san Gabriel se decía, y enviólo a
una doncella
270. que se llamaba María, de cuyo consentimiento el misterio se
hacía; en la cual la Trinidad de carne al Verbo vestía;
275. y aunque tres hacen la obra, en el uno se hacía; y quedó el
Verbo encarnado en el vientre de María. Y el que tenia sólo Padre,
280. ya también Madre tenía, aunque no como cualquiera que de
varón concebía, que de las entrañas de ella él su carne recibía;
285. por lo cual Hijo de Dios y del hombre se decía.
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9º
Del Nacimiento.
10
Ya que era llegado el tiempo en que de nacer había, así como
desposado
290. de su tálamo salía abrazado con su esposa, que en sus brazos la
traía, al cual la graciosa Madre en un pesebre ponía,
295. entre unos animales que a la sazón allí había. Los hombres
decían cantares, los ángeles melodía, festejando el desposorio
300. que entre tales dos había. Pero Dios en el pesebre allí lloraba y
gemía, que eran joyas que la esposa al desposorio traía.
305. Y la Madre estaba en pasmo de que tal trueque veía: el llanto
del hombre en Dios, y en el hombre la alegría, lo cual del uno y del
otro
310. tan ajeno ser solía.
FINIS
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10
Otro del mismo (autor) que va por "Super flumina Babylonis".
Encima de las corrientes que en Babilonia hallaba, allí me senté
llorando, allí la tierra regaba,
5. acordándome de ti, ¡Oh Sión!, a quien amaba. Era dulce tu
memoria, y con ella más lloraba. Dejé los trajes de fiesta,
10. los de trabajo tomaba, y colgué en los verdes sauces la música
que llevaba, poniéndola en esperanza de aquello que en ti esperaba.
15. Allí me hirió el amor, y el corazón me sacaba. Díjele que me
matase, pues de tal suerte llagaba; yo me metía en su fuego,
20. sabiendo que me abrasaba, disculpando al avecica que en el
fuego se acababa. Estábame en mí muriendo, y en ti sólo respiraba,
25. en mí por ti me moría, y por ti resucitaba, que la memoria de ti
daba vida y la quitaba. Gozábanse los extraños
30. entre quien cautivo estaba; preguntábanme cantares de lo que en
Sión cantaba: -Canta de Sión un himno, veamos cómo sonaba.
35. -Decid, ¿cómo en tierra ajena donde por Sión lloraba, cantaré yo
la alegría que en Sión se me quedaba? Echaríala en olvido
40. si en la ajena me gozaba. Con mi paladar se junte la lengua con
que hablaba, si de ti yo me olvidare, en la tierra do moraba.
45. ¡Sión, por los verdes ramos que Babilonia me daba, de mí se
olvide mi diestra, que es lo que en ti más amaba, si de ti no me
acordare,
50. en lo que más me gozaba, y si yo tuviere fiesta y sin ti la
festejaba! ¡Oh hija de Babilonia, mísera y desventurada!
55. Bienaventurado era aquél en quien confiaba, que te ha de dar el
castigo que de tu mano llevaba, y juntará sus pequeños,
60. y a mí, porque en ti lloraba, a la piedra, que era Cristo, por el
cual yo te dejaba.
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11
Glosa del mismo (autor)
Sin arrimo y con arrimo. sin luz y a oscuras viviendo, todo me voy
consumiendo.
11
1. Mi alma está desasida de toda cosa criada, y sobre sí levantada, y
en una sabrosa vida sólo en su Dios arrimada. Por eso ya se dirá la
cosa que más estimo, que mi alma se ve ya sin arrimo y con arrimo.
2. Y, aunque tinieblas padezco en esta vida mortal, no es tan crecido
mi mal, porque, si de luz carezco, tengo vida celestial; porque el
amor da tal vida, cuando más ciego va siendo, que tiene al alma
rendida, sin luz y a oscuras viviendo.
3. Hace tal obra el amor después que le conocí, que, si hay bien o
mal en mí, todo lo hace de un sabor, y al alma transforma en sí; y
así, en su llama sabrosa, la cual en mí estoy sintiendo, apriesa, sin
quedar cosa, todo me voy consumiendo.
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12
Glosa a lo divino, del mismo autor.
Por toda la hermosura nunca yo me perderé, sino por un no sé qué
que se alcanza por ventura.
1. Sabor de bien que es finito, lo más que puede llegar es cansar el
apetito y estragar el paladar; y así, por toda dulzura nunca yo me
perderé, sino por un no sé qué que se halla por ventura.
2. El corazón generoso nunca cura de parar donde se puede pasar,
sino en más dificultoso; nada le causa hartura, y sube tanto su fe,
que gusta de un no sé qué que se halla por ventura.
3. El que de amor adolece, del divino ser tocado, tiene el gusto tan
trocado que a los gustos desfallece; como el que con calentura
fastidia el manjar que ve, y apetece un no sé qué que se halla por
ventura.
4. No os maravilléis de aquesto que el gusto se quede tal, porque es
la causa del mal ajena de todo el resto; y así toda criatura enajenada
se ve y gusta de un no sé qué que se halla por ventura.
5. Que estando la voluntad de Divinidad tocada, no puede quedar
pagada sino con Divinidad; mas, por ser tal su hermosura que sólo se
ve por fe, gústala en un no sé qué que se halla por ventura.
6. Pues, de tal enamorado, decidme si habréis dolor, pues que no
tiene sabor entre todo lo criado; solo, sin forma y figura, sin hallar
arrimo y pie, gustando allá un no sé qué que se halla por ventura.
7. No penséis que el interior, que es de mucha más valía, halla gozo
y alegría en lo que acá da sabor; mas sobre toda hermosura, y lo que
es y será y fue, gusta de allá un no sé qué que se halla por ventura.
8. Más emplea su cuidado, quien se quiere aventajar. en lo que está
por ganar que en lo que tiene ganado; y así, para más altura, yo
siempre me inclinaré sobre todo a un no sé qué que se halla por
ventura.
9. Por lo que por el sentido puede acá comprehenderse y todo lo que
entenderse, aunque sea muy subido, ni por gracia y hermosura yo
nunca me perderé, sino por un no sé qué que se halla por ventura.
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LETRILLAS
13
12
Navideña
Del Verbo divino la Virgen preñada viene de camino: ¡si le dais
posada!
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14
Suma de la perfección
Olvido de lo criado, memoria del Criador, atención a lo interior, y
estarse amando al Amado.
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15
CANTICO ESPIRITUAL (CB)
Canciones entre el alma y el Esposo
Esposa
1. ¿Adónde te escondiste, Amado, y me dejaste con gemido? Como el
ciervo huiste, habiéndome herido, salí tras ti clamando, y eras ido.
2. Pastores, los que fuerdes allá por las majadas al otero, si por
ventura vierdes aquel que yo más quiero, decilde que adolezco, peno
y muero
3. Buscando mis amores, iré por esos montes y riberas; ni cogeré las
flores, ni temeré las fieras, y pasaré los fuertes y fronteras.
4. ¡Oh bosques y espesuras, plantadas por la mano del Amado! ¡Oh
prado de verduras, de flores esmaltado! Decid si por vosotros ha
pasado.
5. Mil gracias derramando pasó por estos sotos con presura, y,
yéndolos mirando, con sola su figura vestidos los dejó de hermosura
6. ¡Ay, quién podrá sanarme! Acaba de entregarte ya de vero; no
quieras enviarme de hoy más ya mensajero, que no saben decirme lo
que quiero.
7. Y todos cuantos vagan de ti me van mil gracias refiriendo, y todos
más me llagan, y déjame muriendo un no sé qué que quedan
balbuciendo.
8. Mas ¿cómo perseveras, ¡Oh vida!, no viviendo donde vives, y
haciendo porque mueras las flechas que recibes de lo que del Amado
en ti concibes?
9. ¿Por qué, pues has llagado aqueste corazón, no le sanaste? Y,
pues me le has robado, ¿por qué así le dejaste, y no tomas el robo
que robaste?
10. Apaga mis enojos, pues que ninguno basta a deshacellos, y
véante mis ojos, pues eres lumbre dellos, y sólo para ti quiero
tenellos.
11. Descubre tu presencia, y máteme tu vista y hermosura; mira que
la dolencia de amor, que no se cura sino con la presencia y la figura.
12. ¡Oh cristalina fuente, si en esos tus semblantes plateados
formases de repente los ojos deseados que tengo en mis entrañas
dibujados!
13. ¡Apártalos, Amado, que voy de vuelo!
Esposo
13
Vuélvete, paloma que el ciervo vulnerado por el otero asoma al aire
de tu vuelo, y fresco toma.
Esposa
14. Mi Amado las montañas, los valles solitarios nemorosos, las
ínsulas extrañas, los ríos sonorosos, el silbo de los aires amorosos,
15. la noche sosegada en par de los levantes del aurora, la música
callada, la soledad sonora, la cena que recrea y enamora.
16. Cazadnos las raposas, que está ya florecida nuestra viña, en
tanto que de rosas hacemos una piña, y no parezca nadie en la
montiña.
17. Detente, cierzo muerto; ven, austro, que recuerdas los amores
aspira por mi huerto, y corran sus olores, y pacerá el Amado entre las
flores.
18. ¡Oh ninfas de Judea!, en tanto que en las flores y rosales el
ámbar perfumea, morá en los arrabales, y no queráis tocar nuestros
umbrales
19. Escóndete, Carillo, y mira con tu haz a las montañas, y no
quieras decillo; mas mira las compañas de la que va por ínsulas
extrañas.
Esposo
20. A las aves ligeras, leones, ciervos, gamos saltadores, montes,
valles, riberas, aguas, aires, ardores y miedos de las noches
veladores:
21. por las amenas liras y canto de serenas os conjuro que cesen
vuestras iras, y no toquéis al muro, porque la Esposa duerma más
seguro.
22. Entrado se ha la Esposa en el ameno huerto deseado, y a su
sabor reposa, el cuello reclinado sobre los dulces brazos del Amado.
23. Debajo del manzano, allí conmigo fuiste desposada allí te di la
mano, y fuiste reparada donde tu madre fuera violada.
Esposa
24. Nuestro lecho florido, de cuevas de leones enlazado, en púrpura
tendido, de paz edificado, de mil escudos de oro coronado.
25. A zaga de tu huella las jóvenes discurren al camino al toque de
centella, al adobado vino, emisiones de bálsamo divino.
26. En la interior bodega de mi Amado bebí, y cuando salía por toda
aquesta vega, ya cosa no sabía; y el ganado perdí que antes seguía.
27. Allí me dio su pecho, allí me enseñó ciencia muy sabrosa, y yo le
di de hecho a mi, sin dejar cosa; allí le prometí de ser su Esposa.
28. Mi alma se ha empleado, y todo mi caudal en su servicio; ya no
guardo ganado, ni ya tengo otro oficio, que ya solo en amar es mi
ejercicio.
29. Pues ya si en el ejido de hoy más no fuere vista ni hallada, diréis
que me he perdido; que, andando enamorada, me hice perdidiza, y
fui ganada.
30. De flores y esmeraldas, en las frescas mañanas escogidas,
haremos las guirnaldas en tu amor floridas y en un cabello mío
entretejidas.
14
31. En solo aquel cabello que en mi cuello volar consideraste,
mirástele en mi cuello, y en él preso quedaste, y en uno de mis ojos
te llagaste.
32. Cuando tú me mirabas, su gracia en mí tus ojos imprimían: por
eso me adamabas, y en eso merecían los míos adorar lo que en ti
vían.
33. No quieras despreciarme, que, si color moreno en mí hallaste, ya
bien puedes mirarme después que me miraste, que gracia y
hermosura en mí dejaste.
Esposo
34. La blanca palomica al arca con el ramo se ha tornado y ya la
tortolica al socio deseado en las riberas verdes ha hallado.
35. En soledad vivía, y en soledad ha puesto ya su nido; y en soledad
la guía a solas su querido también en soledad de amor herido.
Esposa
36. Gocémonos, Amado, y vámonos a ver en tu hermosura al monte
y al collado, do mana el agua pura; entremos más adentro en la
espesura.
37. Y luego a las subidas cavernas de la piedra nos iremos, que están
bien escondidas, y allí nos entraremos, y el mosto de granadas
gustarermos.
38. Allí me mostrarías aquello que mi alma pretendía, y luego me
darías allí tú, vida mía, aquello que me diste el otro día:
39. El aspirar del aire, el canto de la dulce filomena, el soto y su
donaire, en la noche serena, con llama que consume y no da pena
40. Que nadie lo miraba, Aminadab tampoco parecía, y el cerco
sosegaba, y la caballería a vista de las aguas descendía.
ÍNDICE DE LAS OBRAS DE SAN JUAN DE LA CRUZ
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AVISOS ESPIRITUALES]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LAS OBRAS COMPLETAS DE SAN JUAN DE LA CRUZ
ÍNDICE DE LOS AVISOS ESPIRITUALES
1. Dichos de luz y amor 2. Puntos de amor, reunidos en Beas 3.
Avisos copiados por Magdalena del Espíritu Santo, en Beas 4. Avisos
conservados por la M. María de Jesús 5. Avisos procedentes de
Antequera 6. Otros avisos recogidos por la edición de Gerona
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AVISOS ESPIRITUALES
1. Dichos de luz y amor
PRÓLOGO
También, ¡oh Dios y deleite mío!, en estos dichos de luz y amor de ti
se quiso mi alma emplear por amor de ti, porque ya que yo, teniendo
la lengua de ellos, no tengo la obra y virtud de ellos, que es con lo
que, Señor mío, te agradas, más que con el lenguaje y sabiduría de
ellos, otras personas, provocadas por ellos, por ventura aprovechen
en tu servicio y amor, en que yo falto, y tenga mi alma en qué se
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consolar de que haya sido ocasión que lo que falta en ella halles en
otros.
Amas tú, Señor, la discreción, amas la luz, amas el amor sobre las
demás operaciones del alma. Por eso, estos dichos serán de
discreción para el caminar, de luz para el camino y de amor en el
caminar.
Quédese, pues, lejos la retórica del mundo; quédense las parlerías y
elocuencia seca de la humana sabiduría, flaca e ingeniosa, de que
nunca tú gustas, y hablemos palabras al corazón bañadas en dulzor y
amor, de que tú bien gustas, quitando por ventura delante
ofendículos y tropiezos a muchas almas que tropiezan no sabiendo, y
no sabiendo van errando, pensando que aciertan en lo que es seguir
a tu dulcísimo Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, y hacerse semejantes a
él en la vida, condiciones y virtudes, y en la forma de la desnudez y
pureza de su espirítu. Mas dala tú, Padre de misericordias, porque sin
ti no se hará nada, Señor.
1. Siempre el Señor descubrió los tesoros de su sabiduría y espíritu a
los mortales; mas ahora que la malicia va descubriendo más su cara,
mucho los descubre.
2. ¡Oh, Señor Dios mío!, ¿quién te buscará con amor puro y sencillo
que te deje de hallar muy a su gusto y voluntad, pues que tú te
muestras primero y sales al encuentro a los que te desean?
3. Aunque el camino es llano y suave para los hombres de buena
voluntad, el que camina caminará poco y con trabajo si no tiene
buenos pies y ánimo y porfía animosa en eso mismo.
4. Más vale estar cargado junto al fuerte que aliviado junto al flaco:
cuando estás cargado, estás junto a Dios, que es tu fortaleza, el cual
está con los atribulados; cuando estás aliviado, estás junto a ti, que
eres tu misma flaqueza; porque la virtud y fuerza del alma en los
trabajos de paciencia crece y se confirma.
5. El que solo se quiere estar, sin arrimo de maestro y guía, será
como el árbol que está solo y sin dueño en el campo, que, por más
fruta que tenga, los viadores se la cogerán y no llegará a sazón.
6. El árbol cultivado y guardado con el beneficio de su dueño, da la
fruta en el tiempo que de él se espera.
7. El alma sola, sin maestro, que tiene virtud, es como el carbón
encendido que está solo: antes se irá enfriando que encendiendo.
8. El que a solas cae, a solas se está caído y tiene en poco su alma,
pues de sí solo la fía.
9. Pues no temes el caer a solas, ¿cómo presumes de levantarte a
solas? Mira que más pueden dos juntos que uno solo.
10. El que cargado cae, dificultosamente se levantará cargado.
11. Y el que cae ciego, no se levantará ciego solo; y, si se levantare
solo, encaminará por donde no conviene.
12. Más quiere Dios en ti el menor grado de pureza de conciencia que
cuantas obras puedes hacer.
13. Más quiere Dios en ti el menor grado de obediencia y sujeción
que todos esos servicios que le piensas hacer.
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14. Más estima Dios en ti el inclinarte a la sequedad y al padecer por
su amor que todas las consolaciones y visiones espirituales y
meditaciones que puedas tener.
15. Niega tus deseos y hallarás lo que desea tu corazón. ¿Qué sabes
tú si tu apetito es según Dios?
16. ¡Oh dulcísimo amor de Dios, mal conocido! El que halló sus venas
descansó.
17. Pues se te ha de seguir doblada amargura de cumplir tu voluntad,
no la quieras cumplir, aunque quedes en amargura.
18. Más indecencia e impureza lleva el alma para ir a Dios, si lleva en
si el menor apetito de cosa del mundo, que si fuese cargada de todas
las feas y molestas tentaciones y tinieblas que se pueden decir, con
tal que su voluntad razonal no las quiera admitir. Antes el tal
entonces puede confiadamente llegar a Dios por hacer la voluntad de
Su Majestad, que dice: Venid a mí todos los que estáis trabajados y
cargados y yo os recrearé (Mt.11,28).
19. Más agrada a Dios el alma que con sequedad y trabajo se sujeta
a lo que es razón, que la que, faltando en esto, hace todas sus cosas
con consolación.
20. Más agrada a Dios una obra, por pequeña que sea, hecha en
escondido, no teniendo voluntad de que se sepa, que mil hechas con
gana de que las sepan los hombres. Porque el que con purísimo amor
obra por Dios, no solamente no se le da nada de que lo vean los
hombres, pero ni lo hace porque lo sepa el mismo Dios; el cual,
aunque nunca lo hubiese de saber, no cesaría de hacerle los mismos
servicios con la misma alegría y pureza de amor.
21. La obra pura y entera hecha por Dios en el seno puro hace reino
entero para su dueño.
22. Dos veces trabaja el pájaro que se asentó en la liga, es a saber:
en desasirse y limpiarse de ella. Y de dos maneras pena el que
cumple su apetito: en desasirse y, después de desasido, en purgarse
de lo que de él se le pegó.
23. El que de los apetitos no se deja llevar, volará ligero según el
espíritu, como el ave a que no falta pluma.
24. La mosca que a la miel se arrima impide su vuelo; y el alma que
se quiere estar asida al sabor del espíritu impide su libertad y
contemplación.
25. No te hagas presente a las criaturas si quieres guardar el rostro
de Dios claro y sencillo en tu alma; mas vacía y enajena mucho tu
espíritu de ellas y andarás en divinas luces, porque Dios no es
semejante a ellas.
Oración del alma enamorada.
26. ¡Señor Dios, amado mío! Si todavía te acuerdas de mis pecados
para no hacer lo que te ando pidiendo, haz en ellos, Dios mío, tu
voluntad, que es lo que yo más quiero, y ejercita tu bondad y
misericordia y serás conocido en ellos. Y si es que esperas a mis
obras para por ese medio concederme mi ruego, dámelas tú y
óbramelas, y las penas que tú quisieras aceptar, y hágase. Y si a las
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obras mías no esperas, ¿qué esperas, clementísimo Señor mío?; ¿por
qué te tardas? Porque si, en fin, ha de ser gracia y misericordia la
que en tu Hijo te pido, toma mi cornadillo , pues le quieres, y dame
este bien, pues que tú también lo quieres.
¿Quién se podrá librar de los modos y términos bajos si no le
levantas tú a ti en pureza de amor, Dios mío?
¿Cómo se levantará a ti el hombre, engendrado y criado en bajezas,
si no le levantas tú, Señor, con la mano que le hiciste?
No me quitarás, Dios mío, lo que una vez me diste en tu único Hijo
Jesucristo, en que me diste todo lo que quiero. Por eso me holgaré
que no te tardarás si yo espero.
¿Con qué dilaciones esperas, pues desde luego puedes amar a Dios
en tu corazón?
27. Míos son los cielos y mía es la tierra; mías son las gentes, los
justos son míos y míos los pecadores; los ángeles son míos, y la
Madre de Dios y todas las cosas son mías; y el mismo Dios es mío y
para mí, porque Cristo es mío y todo para mí. Pues ¿qué pides y
buscas, alma mía? Tuyo es todo esto, y todo es para ti. No te pongas
en menos ni repares en meajas que se caen de la mesa de tu Padre.
Sal fuera y gloríate en tu gloria, escóndete en ella y goza, y
alcanzarás las peticiones de tu corazón.
28. El espíritu bien puro no se mezcla con extrañas advertencias ni
humanos respetos, sino solo en soledad de todas las formas,
interiormente, con sosiego sabroso se comunica con Dios, porque su
conocimiento es en silencio divino.
29. El alma enamorada es alma blanda, mansa, humilde y paciente.
30. El alma dura en su amor propio se endurece.
31. Si tú en tu amor, ¡oh buen Jesús! no suavizas el alma, siempre
perseverará en su natural dureza.
32. El que la ocasión pierde, es como el que soltó el ave de la mano,
que no la volverá a cobrar.
33. No te conocía yo a ti, ¡oh Señor mío!, porque todavía quería
saber y gustar cosas.
34. Múdese todo muy enhorabuena, Señor Dios, porque hagamos
asiento en ti.
35. Un solo pensamiento del hombre vale más que todo el mundo;
por tanto, sólo Dios es digno de él.
36. Para lo insensible, lo que no sientes; para lo sensible, el sentido;
y para el espíritu de Dios, el pensamiento.
37. Mira que tu ángel custodio no siempre mueve el apetito a obrar,
aunque siempre alumbra la razón; por tanto, para obrar virtud, no
esperes al gusto, que bástate la razón y entendimiento.
38. No da lugar el apetito a que le mueva el ángel cuando está
puesto en otra cosa.
39. Secado se ha mi espíritu,porque se olvida de apacentarse en ti.
40. Eso que pretendes y lo que más deseas no lo hallarás por esa vía
tuya ni por la alta contemplación, sino en la mucha humildad y
rendimiento de corazón.
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41. No te canses, que no entrarás en el sabor y suavidad de espíritu,
si no te dieres a la mortificación de todo eso que quieres.
42. Mira que la flor más delicada más presto se marchita y pierde su
olor; por tanto, guárdate de querer caminar por espíritu de sabor,
porque no serás constante; mas escoge para ti un espíritu robusto,
no asido a nada, y hallarás dulzura y paz en abundancia; porque la
sabrosa y durable fruta en tierra fría y seca se coge.
43. Cata que tu carne es flaca y que ninguna cosa del mundo puede
dar fortaleza a tu espíritu ni consuelo; porque lo que nace del mundo,
mundo es, y lo que nace de la carne, carne es; y el buen espíritu sólo
nace del espíritu de Dios, que se comunica no por mundo ni carne
(Jn. 4, 6).
44. Entra en cuenta con tu razón para hacer lo que ella te dice en el
camino de Dios, y valdráte más para con tu Dios que todas las obras
que sin esta advertencia haces y que todos los sabores espirituales
que pretendes.
45. Bienaventurado el que, dejado aparte su gusto e inclinación, mira
las cosas en razón y justicia para hacerlas.
46. El que obra razón es como el que come sustancia, y el que se
mueve por el gusto de su voluntad, como el que come fruta floja.
47. Tú, Señor, vuelves con alegría y amor a levantar al que te ofende
y yo no vuelvo a levantar y honrar al que me enoja a mi.
48. ¡Oh poderoso Señor!, si una centella del imperio de tu justicia
tanto hace en el principe mortal, que gobierna y mueve las gentes,
¿qué hará tu omnipotente justicia sobre el justo y el pecador?
49. Si purificares tu alma de extrañas posesiones y apetitos,
entenderás en espíritu las cosas; y si negares el apetito en ellas,
gozarás de la verdad de ellas entendiendo en ellas lo cierto.
50. ¡Señor, Dios mío!, no eres tú extraño a quien no se extraña
contigo; ¿cómo dicen que te ausentas tú?
51. Verdaderamente aquél tiene vencidas todas las cosas que ni el
gusto de ellas le mueve a gozo ni el desabrimiento le causa tristeza.
52. Si quieres venir al santo recogimiento, no has de venir
admitiendo sino negando.
53. Yéndome yo, Dios mío, por doquiera contigo, por doquiera me irá
como yo quiero para ti.
54. No podrá llegar a la perfección el que no procura satisfacerse con
nonada, de manera que la concupiscencia: natural y espiritual estén
contentas en vacío; que para llegar a la suma tranquilidad y paz de
espíritu esto se requiere; y de esta manera el amor de Dios en el
alma pura y sencilla casi frecuentemente está en acto.
55. Mira que, pues Dios es inaccesible, no repares en cuanto tus
potencias pueden comprehender y tu sentido sentir, porque no te
satisfagas con menos y pierda tu alma la ligereza conveniente para ir
a él.
56. Como el que tira el carro la cuesta arriba, así camina para Dios el
alma que no sacude el cuidado y apaga el apetito.
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57. No es de voluntad de Dios que el alma se turbe de nada ni que
padezca trabajos; que, si los padece en los adversos casos del
mundo, es por la flaqueza de su virtud, porque el alma del perfecto
se goza en lo que se pena la imperfecta.
58. El camino de la vida, de muy poco bullicio y negociación es, y
más requiere mortificación de la voluntad que mucho saber. El que
tomare de las cosas y gustos lo menos, andará más por él.
59. No pienses que el agradar a Dios está tanto en obrar mucho
como en obrarlo con buena voluntad, sin propiedad y respetos.
60. A la tarde te examinarán en el amor; aprende a amar como Dios
quiere ser amado y deja tu condición.
61. Cata que no te entremetas en cosas ajenas, ni aun las pases por
tu memoria, porque quizá no podrás tú cumplir con tu tarea.
62. No pienses que porque en aquél no relucen las virtudes que tú
piensas, no será precioso delante de Dios por lo que tú no piensas.
63. No sabe el hombre gozarse bien ni dolerse bien, porque no
entiende la distancia del bien y del mal.
64. Mira que no te entristezcas de repente de los casos adversos del
siglo, pues que no sabes el bien que traen consigo ordenado en los
juicios de Dios para el gozo sempiterno de los escogidos.
65. No te goces en las prosperidades temporales, pues no sabes de
cierto que te aseguran la vida eterna.
66. En la tribulación acude luego a Dios confiadamente, y serás
esforzado, y alumbrado y enseñado.
67. En los gozos y gustos acude luego a Dios con temor y verdad, y
no serás engañado ni envuelto en vanidad.
68. Toma a Dios por esposo y amigo con quien te andes de continuo,
y no pecarás, y sabrás amar, y haránse las cosas necesarias
prósperamente para ti.
69. Sin trabajo sujetarás las gentes y te servirán las cosas si te
olvidares de ellas y de ti mismo.
70. Date al descanso echando de ti cuidados y no se te dando nada
de cuanto acaece, y servirás a Dios a su gusto y holgarás en él.
71. Mira que no reina Dios sino en el alma pacífica y desinteresada.
72. Aunque obres muchas cosas, si no aprendes a negar tu voluntad
y sujetarte, perdiendo cuidado de ti y de tus cosas, no aprovecharás
en la perfección.
73. ¿Qué aprovecha dar tú a Dios una cosa si él te pide otra?
Considera lo que Dios querrá y hazlo, que por ahí satisfarás mejor tu
corazón que con aquello a que tú te inclinas.
74. ¿Cómo te atreves a holgarte tan sin temor, pues has de parecer
delante de Dios a dar cuenta de la menor palabra y pensamiento?
75. Mira que son muchos los llamados y pocos los escogidos (Mt. 22,
14), y que, si tú de ti no tienes cuidado, más cierta está tu perdición
que tu remedio, mayormente siendo la senda que guía a la vida
eterna tan estrecha (Mt. 7, 14).
76. No te alegres vanamente, pues sabes cuántos pecados has hecho
y no sabes cómo está Dios contigo, sino teme con confianza.
20
77. Pues que en la hora de la cuenta te ha de pesar de no haber
empleado este tiempo en servicio de Dios, ¿por qué no le ordenas y
empleas ahora como lo querrías haber hecho cuando te estés
muriendo?
78. Si quieres que en tu espíritu nazca la devoción y que crezca el
amor de Dios y apetito de las cosas divinas, limpia el alma de todo
apetito y asimiento y pretensión, de manera que no se te dé nada por
nada. Porque, así como el enfermo, echado fuera el mal humor, luego
siente el bien de la salud y le nace gana de comer, así tú
convalecerás en Dios si en lo dicho te curas; y sin ello, aunque más
hagas, no aprovecharás.
79. Si deseas hallar la paz y consuelo de tu alma y servir a Dios de
veras, no te contentes con eso que has dejado, porque por ventura te
estás, en lo que de nuevo andas, tan impedido o más que antes; las
deja todas esotras cosas que te quedan y apártate a una sola que lo
trae todo consigo, que es la soledad santa, acompañada con oración
y santa y divina lección, y allí persevera en olvido de todas las cosas;
que, si de obligación no te incumben, más agradarás a Dios en
saberte guardar y perfeccionar a ti mismo que en granjearlas todas
juntas; porque ¿qué le aprovecha al hombre ganar todo el mundo si
deja perder su alma? (Mt 16, 26).
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2. Puntos de amor, reunidos en Beas
1. Refrene mucho la lengua y el pensamiento y traiga de ordinario el
afecto en Dios, y calentársele ha el espíritu divinamente.
2. No apaciente el espíritu en otra cosa que en Dios. Deseche las
advertencias de las cosas y traiga paz y recogimiento en el corazón.
3. Traiga sosiego espiritual en advertencia de Dios amorosa; y
cuando fuere necesario hablar, sea con el mismo sosiego y paz.
4. Tenga ordinaria memoria de la vida eterna, y que los que más
abatidos y pobres y en menos se tienen, gozarán de más alto señorío
y gloria en Dios.
5. Alégrese ordinariamente en Dios, que es su salud (Lc. 1, 47), y
mire que es bueno el padecer de cualquiera manera por el que es
bueno.
6. Consideren cómo han menester ser enemigas de sí mismas y
caminar por el santo rigor a la perfección, y entiendan que cada
palabra que hablaren sin orden de obediencia se la pone Dios en
cuenta.
7. Intimo deseo de que Dios la dé lo que Su Majestad sabe que le
falta para honra suya.
8. Crucificada interior y exteriormente con Cristo. Vivirá en esta vida
con hartura y satisfacción de su alma, poseyéndola en su paciencia
(Lc. 21, 19).
9. Traiga advertencia amorosa en Dios, sin apetito de querer sentir ni
entender cosa particular de él.
21
10. Ordinaria confianza en Dios, estimando en sí y en las Hermanas
lo que Dios más estima, que son los bienes espirituales.
11. Entrese en su seno y trabaje en presencia del Esposo, que
siempre está presente queriéndola bien.
12. Sea enemiga de admitir en su alma cosas que no tienen en sí
sustancia espiritual, porque no la hagan perder el gusto de la
devoción y el recogimiento.
13. Bástele Cristo crucificado, y con él pene y descanse, y por esto
aniquilarse en todas las cosas exteriores e interiores.
14. Procure siempre que las cosas no sean nada para ella, ni ella para
las cosas; mas, olvidada de todo, more en su recogimiento con el
Esposo.
15. Ame mucho los trabajos y téngalos en poco por caer en gracia al
Esposo, que por ella no dudó morir.
16. Tenga fortaleza en el corazón contra todas las cosas que le
movieren a lo que no es Dios, y sea amiga de la pasión de Cristo.
17. Traiga interior desasimiento a todas las cosas y no ponga el gusto
en alguna temporalidad, y recogerá su alma a los bienes que no sabe.
18. El alma que anda en amor, ni cansa ni se cansa.
19. Al pobre que está desnudo le vestirán, y al alma que se
desnudare de sus apetitos, quereres y no quereres, la vestirá Dios de
su pureza, gusto y voluntad.
20. Hay almas que se revuelcan en el cieno, como los animales que
se revuelcan en él, y otras que vuelan, como las aves que en el aire
se purifican y limpian.
21. Una palabra habló el Padre, que fue su Hijo, y ésta habla siempre
en eterno silencio, y en silencio ha de ser oída del alma.
22. Los trabajos los hemos de medir a nosotros, y no nosotros a los
trabajos.
23. El que no busca la cruz de Cristo, no busca la gloria de Cristo.
24. Para enamorarse Dios del alma, no pone los ojos en su grandeza,
mas en la grandeza de su humildad.
25. El que tuviere vergüenza de confesarme delante de los hombres,
también la tendré yo de confesarle delante de mi Padre, dice el Señor
(Mt. 10, 33).
26. El cabello que se peina a menudo estará esclarecido y no tendrá
dificultad en peinarse cuantas veces quisiere; y el alma que a
menudo examinare sus pensamientos, palabras y obras, que son sus
cabellos, obrando por amor de Dios todas las cosas, tendrá muy claro
su cabello, y mirarle ha el Esposo su cuello, y quedará preso en él y
llagado en uno de sus ojos, que es la pureza de intención con que
obra todas las cosas. El cabello se comienza a peinar de lo alto de la
cabeza, si queremos esté esclarecido; todas nuestras obras se han de
comenzar desde lo más alto del amor de Dios, si quieres que sean
puras y claras.
27. No comer en pastos vedados, que son los de esta vida presente,
porque bienaventurados son los que han hambre y sed de justicia,
porque ellos serán hartos (Mt. 5, 6). Lo que pretende Dios es
22
hacernos dioses por participación, siéndolo él por naturaleza, como el
fuego convierte todas las cosas en fuego.
28. Toda la bondad que tenemos es prestada, y Dios la tiene por
propia obra; Dios y su obra es Dios.
29. La sabiduría entra por el amor, silencio y mortificación. Grande
sabiduría es saber callar y no mirar dichos ni hechos ni vidas ajenas.
30. Todo para mí y nada para ti.
31. Todo para ti y nada para mí.
32. Déjate enseñar, déjate mandar, déjate sujetar y despreciar y
serás perfecta.
33. Cinco daños causa cualquier apetito en el alma: el primero, que la
inquieta; el segundo, que la enturbia; el tercero, que la ensucia; el
cuarto, que la enflaquece; el quinto, que la oscurece.
34. La perfección no está en las virtudes que el alma conoce de si,
mas consiste en las que nuestro Señor ve en el alma, la cual es carta
cerrada, y así no tiene de qué presumir, mas estar el pecho por tierra
acerca de sí.
35. El amor no consiste en sentir grandes cosas, sino en tener grande
desnudez y padecer por el Amado.
36. Todo el mundo no es digno de un pensamiento del hombre,
porque a sólo Dios se debe; y así, cualquier pensamiento que no se
tenga en Dios, se le hurtamos.
37. Las potencias y sentidos no se han de emplear todas en las
cosas, sino lo que no se puede excusar, y lo demás dejarlo
desocupado para Dios.
38. No mirar imperfecciones ajenas, guardar silencio y continuo trato
con Dios, desarraigarán grandes imperfecciones del alma y la harán
señora de grandes virtudes.
39. Las señales del recogimiento interior son tres: la primera, si el
alma no gusta de las cosas transitorias; la segunda, si gusta de la
soledad y silencio y acudir a todo lo que es más perfección; la
tercera, si las cosas que solían ayudarle le estorban, como es las
consideraciones y meditaciones y actos, no llevando el alma otro
arrimo a la oración sino la fe y la esperanza y la caridad.
40. Si un alma tiene más paciencia para sufrir y más tolerancia para
carecer de gustos, es señal que tiene más aprovechamiento en la
virtud.
41. Las condiciones del pájaro solitario son cinco. La primera, que se
va a lo más alto; la segunda, que no sufre compañía, aunque sea de
su naturaleza; la tercera, que pone el pico al aire; la cuarta, que no
tiene determinado color; la quinta, que canta suavemente. Las cuales
ha de tener el alma contemplativa: que se ha de subir sobre las cosas
transitorias, no haciendo más caso de ellas que si no fuesen; y ha de
ser tan amiga de la soledad y silencio, que no sufra compañía de otra
criatura; ha de poner el pico al aire del Espíritu Santo,
correspondiendo a sus inspiraciones, para que, haciéndolo así, se
haga más digna de su compañía; no ha de tener determinado color,
no teniendo determinación en ninguna cosa, sino en lo que es
23
voluntad de Dios; ha de cantar suavemente en la contemplación y
amor de su Esposo.
42. Los hábitos de voluntarias imperfecciones que nunca acaban de
vencerse, no solamente impiden a la divina unión, pero para llegar a
la perfección, como son: costumbre de hablar mucho, algún
asimientillo sin vencer, como a persona, vestido, celda, libro, tal
manera de comida y otras conversaciones y gustillos en querer gustar
de las cosas, saber y oír y otras semejantes.
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3. Avisos copiados por Magdalena del Espíritu Santo, en Beas
1. El que con puro amor obra por Dios, no solamente no se le da de
que lo sepan los hombres, pero ni lo hace porque lo sepa el mismo
Dios; el cual aunque nunca lo hubiese de saber, no cesaría de hacer
los mismos servicios y con la misma alegría y amor.
2. Otro para vencer los apetitos: Traer un ordinario apetito de imitar
a Jesucristo en todas sus obras, conformándose con su vida, la cual
debe considerar para saberla imitar y haberse en todas las cosas
como él se hubiera. Para poder hacer esto, es necesario que
cualquiera apetito o gusto, si no fuere puramente por honra y gloria
de Dios, renunciarlo y quedarse en vacío por amor de él, que en esta
vida no tuvo ni quiso más de hacer la voluntad de su Padre, la cual
llamaba su comida y manjar.
3. Para mortificar las cuatro pasiones naturales, que son: gozo,
tristeza, temor y esperanza, aprovecha lo siguiente: Procurar siempre
inclinarse no a lo más fácil, sino a lo más dificultoso. No a lo más
sabroso, sino a lo más desabrido; no a lo más gustoso, sino a lo que
no da gusto. No inclinarse a lo que es descanso, sino a lo más
trabajoso. No a lo que es consuelo, sino a lo que no es consuelo; no a
lo más, sino a lo menos. No a lo más alto y precioso, sino a lo más
bajo y despreciado. No a lo que es querer algo, sino a lo que no es
querer nada. No andar buscando lo mejor de las cosas, sino lo peor, y
traer desnudez y vacío y pobreza por Jesucristo de cuanto hay en el
mundo.
4. Para la concupiscencia: Procurar obrar en desnudez y desear que
los otros lo hagan. Procurar hablar en desprecio y desear que todos lo
hagan. Procurar pensar bajamente de sí y desear que los otros lo
hagan.
5. Tenga fortaleza en el corazón contra todas las cosas que le
movieren a lo que no es Dios, y sea amiga de las pasiones por Cristo.
6. Prontitud en la obediencia, gozo en el padecer, mortificar la vista,
no querer saber nada, silencio y esperanza.
7. Jhs. Magdalena del Espíritu Santo. Refrene mucho la lengua y el
pensamiento y traiga de ordinario el afecto en Dios, y calentársele ha
el espíritu divino mucho. Léale muchas veces.
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4. Avisos conservados por la M. María de Jesús
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1. Levantarse sobre sí, no hacer asiento en cosa en nada.
2. Estar vuelta contra sí, airada y jamás parada.
3. Huir con el pensamiento de cabe ellas, cerrando la puerta a todas.
4. Limpio de todas aficiones, pensamientos e imágenes.
5. El dulce canto suspires con compunción y lágrimas.
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5. Avisos procedentes de Antequera
1. Cuanto más te apartas de las cosas terrenas, tanto más te acercas
a las celestiales y más hallas en Dios.
2. Quien supiere morir a todo, tendrá vida en todo.
3. Apártate del mal, obra bien y busca la paz (Sal. 33, 14).
4. Quien se queja o murmura ni es perfecto ni aun buen cristiano.
5. Humilde es el que se esconde en su propia nada y se sabe dejar a
Dios.
6. Manso es el que sabe sufrir al prójimo y sufrirse a sí mismo.
7. Si quieres ser perfecto, vende tu voluntad y dala a los pobres de
espíritu, y ven a Cristo por la mansedumbre y humildad y síguelo
hasta el Calvario y sepulcro.
8. Quien de sí propio se fía, peor es que el demonio.
9. Quien a su prójimo no ama, a Dios aborrece.
10. Quien obra con tibieza, cerca está de la caída.
11. Quien huye de la oración, huye de todo lo bueno.
12. Mejor es vencerse en la lengua que ayunar a pan y agua.
13. Mejor es sufrir por Dios que hacer milagros.
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6. Otros avisos recogidos por la edición de Gerona
1. Si gloriarte quieres y no quieres parecer necio y loco, aparta de ti
las cosas que no son tuyas, y de lo que queda habrás gloria. Mas, por
cierto, si todas las cosas que no son tuyas apartas, en nada serás
tornado, pues de nada te debes gloriar si no quieres caer en vanidad.
Mas descendamos ahora especialmente a los dones de aquellas
gracias que hacen a los hombres graciosos y agradables delante de
los ojos de Dios; cierto es que de aquellos dones no te debes gloriar,
que aun no sabes si los tienes.
2. ¡Oh, cuán dulce será a mi la presencia tuya, que eres sumo bien!
Allegarme he yo con silencio a ti y descubrirte he los pies porque
tengas por bien de me juntar contigo en matrimonio a mí, y no
holgaré hasta que me goce en tus brazos (cf. Rut. 3, 4-9). Y ahora te
ruego, Señor, que no me dejes en ningún momento en mi
recogimiento, porque soy desperdiciadora de mi alma.
3. Desasida de lo exterior, desaposesionada de lo interior,
desapropiada de las cosas de Dios, ni lo próspero la detiene ni lo
adverso la impide.
4. El alma que está unida con Dios, el demonio la teme como al
mismo Dios.
5. El más puro padecer trae y acarrea más puro entender.
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6. El alma que quiere que Dios se le entregue todo, se ha de entregar
toda, sin dejar nada para sí.
7. El alma que está en unión de amor, hasta los primeros
movimientos no tiene.
8. Los amigos viejos de Dios por maravilla faltan a Dios, porque están
ya sobre todo lo que les puede hacer falta.
9. Amado mío, todo lo áspero y trabajoso quiero para mí, y todo lo
suave y sabroso quiero para ti .
10. La mayor necesidad que tenemos para aprovechar es de callar a
este gran Dios con el apetito y con la lengua, cuyo lenguaje que él
más oye, sólo es el callado amor.
11. Desancillar para buscar a Dios. La luz que aprovecha en lo
exterior para no caer, es al revés en las cosas de Dios, de manera
que es mejor no ver, y tiene el alma más seguridad.
12. Más se granjea en los bienes de Dios en una hora que en los
nuestros toda la vida.
13. Ama el no ser conocida de ti ni de los otros. Nunca mirar los
bienes ni los males ajenos.
14. Andar a solas con Dios; obrar en el medio; esconder los bienes de
Dios.
15. Andar a perder y que todos nos ganen es de ánimos valerosos, de
pechos generosos; de corazones dadivosos es condición dar antes
que recibir, hasta que vienen a darse a sí mismos, porque tienen por
gran carga poseerse, que más gustan de ser poseídos y ajenos de sí,
pues somos más propios de aquel infinito Bien que nuestros.
16. Grande mal es tener más ojo a los bienes de Dios que al mismo
Dios. Oración y desapropio.
17. Mire aquel infinito saber y aquel secreto escondido. ¡Qué paz, qué
amor, qué silencio está en aquel pecho divino, qué ciencia tan
levantada es la que Dios allí enseña, que es lo que llamamos actos
anagógicos, que tanto encienden el corazón.
18. Mucho se desmejora y menoscaba el secreto de la conciencia
todas las veces que alguno manifiesta a los hombres el fruto de ella,
porque entonces recibe por galardón el fruto de la fama transitoria.
19. Hable poco, y en cosas que no es preguntado no se meta.
20. Siempre procure traer a Dios presente y conservar en sí la pureza
que Dios le enseña.
21. No se disculpe ni rehúse ser corregido de todos; oiga con rostro
sereno toda reprensión; piense que se lo dice Dios.
22. Viva como si no hubiese en este mundo más que Dios y ella, para
que no pueda su corazón ser detenido por cosa humana.
23. Tenga por misericordia de Dios que alguna vez le digan alguna
buena palabra, pues no merece ninguna.
24. Nunca deje derramar su corazón, aunque sea por un credo.
25. Nunca oiga flaquezas ajenas, y si alguna se quejare a ella de
otra, podrále decir con humildad no le diga nada.
26. No se queje de nadie; no pregunte cosa alguna, y si le fuere
necesario preguntar, sea con pocas palabras.
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27. No rehúse el trabajo, aunque le parezca no lo podrá hacer. Hallen
todos en ella piedad.
28. No contradiga. En ninguna manera hable palabras que no vayan
limpias.
29. Lo que hablare sea de manera que no sea nadie ofendido, y que
sea en cosas que no le pueda pesar que lo sepan todos.
30. No niegue cosa que tenga, aunque la haya menester.
31. Calle lo que Dios le diere y acuérdese de aquel dicho de la
esposa: Mi secreto para mí (Is. 24, 16).
32. Procure conservar el corazón en paz; no le desasosiegue ningún
suceso de este mundo; mire que todo se ha de acabar.
33. No pare mucho ni poco en quién es contra ella o con ella, y
siempre procure agradar a su Dios. Pídale se haga en ella su
voluntad. Amele mucho, que se lo debe.
34. Doce estrellas para llegar a la suma perfección: amor de Dios,
amor del prójimo, obediencia, castidad, pobreza, asistir al coro,
penitencia, humildad, mortificación, oración, silencio, paz.
35. Nunca tomes por ejemplo al hombre en lo que hubieres de hacer,
por santo que sea, porque te pondrá el demonio delante sus
imperfecciones sino imita a Cristo, que es sumamente perfecto y
sumamente santo, y nunca errarás.
36. Buscad leyendo y hallaréis meditando; llamad orando y abriros
han contemplando.
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FIN [San Juan de la Cruz CAUTELAS]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LAS OBRAS COMPLETAS DE SAN JUAN DE LA CRUZ
ÍNDICE DE LAS CAUTELAS
CONTRA EL MUNDO
Primera cautela Segunda cautela Tercera cautela
CONTRA EL DEMONIO
Primera cautela Segunda cautela Tercera cautela
CONTRA SÍ MISMO Y SAGACIDAD DE SU SENSUALIDAD
Primera cautela Segunda cautela Tercera cautela
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CAUTELAS
INSTRUCCION Y CAUTELAS de que debe usar el que desea ser
verdadero religioso y llegar a la perfección.
1. El alma que quiere llegar en breve al santo recogimiento, silencio
espiritual, desnudez y pobreza de espíritu, donde se goza el pacífico
refrigerio del Espíritu Santo, y se alcanza unidad con Dios, y librarse
de los impedimentos de toda criatura de este mundo, y defenderse de
las astucias y engaños del demonio, y libertarse de si mismo, tiene
necesidad de ejercitar los documentos siguientes, advirtiendo que
todos los daños que el alma recibe nacen de los enemigos ya dichos,
que son: mundo, demonio y carne.
27
2. El mundo es el enemigo menos dificultoso: el demonio es más
oscuro de entender; pero la carne es más tenaz que todos, y duran
sus acometimientos mientras dura el hombre viejo.
3. Para vencer a uno de estos enemigos es menester vencerlos a
todos tres; y enflaquecido uno, se enflaquecen los otros dos, y
vencidos todos tres, no le queda al alma más guerra.
CONTRA EL MUNDO
4. Para librarte perfectamente del daño que te puede hacer el mundo,
has de usar de tres cautelas.
Primera cautela.
5. La primera es que acerca de todas las personas tengas igualdad de
amor e igualdad de olvido, ahora sean deudos ahora no, quitando el
corazón de éstos tanto como de aquéllos y aun en alguna manera
más de parientes, por el temor de que la carne y sangre no se avive
con el amor natural que entre los deudos siempre vive, el cual
conviene mortificar para la perfección espiritual. Tenlos todos como
por extraños, y de esa manera cumples mejor con ellos que poniendo
la afición que debes a Dios en ellos.
6. No ames a una persona más que a otra, que errarás; porque aquel
es digno de más amor que Dios ama más, y no sabes tú a cuál ama
Dios más. Pero olvidándolos tú igualmente a todos, según te conviene
para el santo recogimiento, te librarás del yerro de más y menos en
ellos.
No pienses nada de ellos, no trates nada de ellos, ni bienes ni males,
y huye de ellos cuanto buenamente pudieres, y si esto no guardas,
no sabrás ser religioso, ni podrás llegar al santo recogimiento ni
librarte de las imperfecciones. Y si en esto te quisieres dar alguna
licencia, o en uno o en otro te engañará el demonio, o tú a ti mismo,
con algún color de bien o de mal.
En hacer esto hay seguridad, y de otra manera no te podrás librar de
las imperfecciones y daños que saca el alma de las criaturas.
Segunda cautela.
7. La segunda cautela contra el mundo es acerca de los bienes
temporales; en lo cual es menester, para librarse de veras de los
daños de este género y templar la demasía del apetito, aborrecer
toda manera de poseer y ningún cuidado le dejes tener acerca de
ello: no de comida, no de vestido ni de otra cosa criada, ni del día de
mañana, empleando ese cuidado en otra cosa más alta, que es en
buscar el reino de Dios, esto es, en no faltar a Dios; que lo demás,
como Su Majestad dice, nos será añadido (Mt. 6, 33), pues no ha de
olvidarse de ti el que tiene cuidado de las bestias. Con esto adquirirás
silencio y paz en los sentidos.
Tercera cautela.
8. La tercera cautela es muy necesaria para que te sepas guardar en
el convento de todo daño acerca de los religiosos; la cual, por no la
tener muchos, no solamente perdieron la paz y bien de su alma, pero
vinieron y vienen ordinariamente a dar en grandes males y pecados.
Esta es que guardes con toda guarda de poner el pensamiento y
28
menos la palabra en lo que pasa en la comunidad; qué sea o haya
sido ni de algún religioso en particular, no de su condición, no de su
trato, no de sus cosas, aunque más graves sean, ni con color de celo
ni de remedio, sino a quien de derecho conviene, decirlo a su tiempo;
y jamás te escandalices ni maravilles de cosas que veas ni entiendas,
procurando tú guardar tu alma en el olvido de todo aquello.
9. Porque si quieres mirar en algo, aunque vivas entre ángeles, te
parecerán muchas cosas no bien, por no entender tú la sustancia de
ellas. Para lo cual toma ejemplo en la mujer de Lot (Gn. 19, 26), que
porque se alteró en la perdición de los sodomitas volviendo la cabeza
a mirar atrás, la castigó el Señor volviéndola en estatua y piedra de
sal. Para que entiendas que, aunque vivas entre demonios, quiere
Dios que de tal manera vivas entre ellos que ni vuelvas la cabeza del
pensamiento a sus cosas, sino que las dejes totalmente, procúranlo
tú traer tu alma pura y entera en Dios, sin que un pensamiento de
eso ni de esotro te lo estorbe.
Y para esto ten por averiguado que en los conventos y comunidades
nunca ha de faltar algo en qué tropezar, pues nunca faltan demonios
que procuren derribar los santos, y Dios lo permite para ejercitarlos y
probarlos.
Y, si tú no te guardas, como está dicho, como si no estuvieses en
casa, no sabrás ser religioso, aunque más hagas, ni llegar a la santa
desnudez y recogimiento, ni librarte de lo daños que hay en esto;
porque no lo haciendo así, aunque más buen fin y celo lleves, en uno
en otro te cogerá el demonio y harto cogido estás cuando ya das
lugar a distraer el alma en algo de ello; y acuérdate de lo que dice el
apóstol Santiago: Si alguno piensa que es religioso no refrenando su
lengua, la religión de éste vana es (1, 26). Lo cual se entiende no
menos de la lengua interior que de la exterior.
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CONTRA EL DEMONIO
10. De otras tres cautelas debe usar el que aspira a la perfección
para librarse del demonio, su segundo enemigo. Para lo cual has de
advertir que, entre las muchas astucias de que el demonio usa para
engañar a los espírituales, la más ordinaria es engañarlos debajo de
especie de bien y no debajo de especie de mal; porque sabe que el
mal conocido apenas lo tomarán. Y así siempre te has de recelar de lo
que parece bueno, mayormente cuando no interviene obediencia. La
sanidad de esto es el consejo de quien le debes tomar.
Primera cautela.
11. Sea la primera cautela que jamás, fuera de lo que de orden estás
obligado, te muevas a cosa, por buena que parezca y llena de
caridad, ahora para ti, ahora para otro cualquiera de dentro y fuera
de casa, sin orden, de obediencia. Ganarás en esto mérito y
seguridad: excúsaste de propiedad y huyes el daño y daños que no
sabes, que te pedirá Dios en su tiempo, y si esto no guardas en lo
poco y en lo mucho, aunque más te parezca que aciertas, no podrás
29
dejar de ser engañado del demonio o en poco o en mucho. Aunque
no sea más que no regirte en todo por obediencia, ya yerras
culpablemente, pues Dios más quiere obediencia que sacrificios (1
Re. 15, 22), y las acciones del religioso no son suyas, sino de la
obediencia, y si las sacare de ella, se las pedirán como perdidas.
Segunda cautela.
12. La segunda cautela sea que jamás mires al prelado con menos
ojos que a Dios, sea el prelado que fuere, pues le tienes en su lugar;
y advierte que el demonio mete mucho aquí la mano. Mirando así al
prelado es grande la ganancia y aprovechamiento, y sin esto grande
la pérdida y el daño. Y así con grande vigilancia vela en que no mires
en su condición, ni en su modo, ni en su traza, ni en otras maneras
de proceder suyas; porque te harás tanto daño que vendrás a trocar
la obediencia de divina en humana, moviéndote no te moviendo sólo
por los modos que ves visibles en el prelado, y no por Dios invisible,
a quien sirves en él. Y será tu obediencia vana o tanto más
infructuosa cuanto más tú, por la adversa condición del prelado, te
agravas o por la buena condición te aligeras. Porque dígote que mirar
en estos modos a grande multitud de religiosos tiene arruinados en la
perfección, y sus obediencias son de muy poco valor delante de los
ojos de Dios, por haberlos ellos puesto en estas cosas acerca de la
obediencia.
Si esto no haces con fuerza, de manera que vengas a que no se te dé
más que sea prelado uno que otro, por lo que a tu particular
sentimiento toca, en ninguna manera podrás ser espiritual ni guardar
bien tus votos.
Tercera cautela.
13. La tercera cautela, derechamente contra el demonio, es que de
corazón procures siempre humillarte en la palabra y en la obra,
holgándote del bien de los otros como del de ti mismo y queriendo
que los antepongan a ti en todas las cosas, y esto con verdadero
corazón. Y de esta manera vencerás en el bien el mal (Rm. 12, 21), y
echarás lejos el demonio y traerás alegría de corazón Y esto procura
ejercitar más en los que menos te caen en gracia. Y sábete que si así
no lo ejercitas, no llegarás a la verdadera caridad ni aprovecharás en
ella.
Y seas siempre más amigo de ser enseñado de todos que querer
enseñar aun al que es menos que todos.
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CONTRA SÍ MISMO Y SAGACIDAD DE SU SENSUALIDAD
14. De otras tres cautelas ha de usar el que se ha de vencer a si
mismo y su sensualidad, su tercer enemigo.
Primera cautela.
15. La primera cautela sea que entiendas que no has venido al
convento sino a que todos te labren y ejerciten. Y así, para librarte de
todas las turbaciones e imperfecciones se te pueden ofrecer acerca de
las condiciones y trato de los religiosos y sacar provecho de todo
30
acaecimiento, conviene que pienses que todos son oficiales que están
en el convento para ejercitarte, como a la ver dad lo son, y que unos
te han de labrar de palabra, otros de obra, otros de pensamientos
contra ti, y que en todo esto tú has de estar sujeto, como la imagen
lo está ya al que la labra, ya al que la pinta, ya al que la dora.
Y si esto no guardas, no sabrás vencer tu sensualidad y sentimientos,
ni sabrás haberte bien en el convento con los religiosos, ni alcanzarás
la santa paz, ni te librarás de muchos tropiezos y males.
Segunda cautela.
16. La segunda cautela es que jamás dejes de hacer las obras por la
falta de gusto o sabor que en ellas hallares, si conviene al servicio de
Dios que ellas se hagan. Ni las hagas por solo el sabor y gusto que te
dieren sino conviene hacerlas tanto como las desabridas, porque sin
esto es imposible que ganes constancia y que venzas tu flaqueza.
Tercera cautela.
17. La tercera cautela sea que nunca en los ejercicios el varón
espiritual ha de poner los ojos en lo sabroso de ellos para asirse de
ello y por sólo aquello hacer los tales ejercicios, ni ha de huir lo
amargo de ellos, antes ha de buscar lo desabrido y trabajoso de ellos
y abrazarlo, con lo cual se pone freno a la sensualidad. Porque de
otra manera, ni perderás el amor propio ni ganarás amor de Dios.
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FIN [San Juan de la Cruz AVISOS A UN RELIGIOSO]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LAS OBRAS COMPLETAS DE SAN JUAN DE LA CRUZ
ÍNDICE DE LOS AVISOS A UN RELIGIOSO
AVISOS A UN RELIGIOSO
GRADOS DE PERFECCIÓN
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AVISOS A UN RELIGIOSO PARA ALCANZAR LA PERFECCIÓN
1. Jesús Mariae Filius. Pidióme su santa caridad mucho en pocas
palabras; para lo cual era necesario mucho tiempo y papel.
Viéndome, pues, falto de todas estas cosas, procuré de resumirme y
poner solamente algunos puntos o avisos, que en suma contienen
mucho y que quien perfectamente los guardare alcanzará mucha
perfección. El que quisiere ser verdadero religioso y cumplir con el
estado que tiene prometido a Dios, y aprovechar en las virtudes y
gozar de las consolaciones y suavidad del Espíritu Santo, no, no
podrá si no procura ejercitar con grandísimo cuidado los cuatro avisos
siguientes, que son: resignación, mortificación, ejercicio de virtudes,
soledad corporal y espiritual.
2. Para guardar lo primero, que es resignación, le conviene que de tal
manera viva en el monasterio como si otra persona en él no viviese.
Y así, jamás se entremeta, ni de palabra ni de pensamiento, en las
cosas que pasan en la comunidad ni de las particulares, no queriendo
notar ni sus bienes, ni sus males, ni sus condiciones; y, aunque se
hunda el mundo, ni querer advertir ni entremeterse en ello, por
31
guardar el sosiego de su alma; acordándose de la mujer de Lot, que,
porque volvió la cabeza a mirar los clamores y ruido de los que
perecían, se volvió en dura piedra (Gn. 19, 26).
Esto ha menester guardar con gran fuerza, porque con ello se librará
de muchos pecados e imperfecciones y guardará el sosiego y quietud
de su alma, con mucho aprovechamiento delante de Dios y de los
hombres.
Y esto se mire mucho, que importa tanto, que por no lo guardar
muchos religiosos, no sólo nunca les lucieron las otras obras de virtud
y de religión que hicieron, mas fueron siempre hacia atrás de mal en
peor.
3. Para obrar lo segundo y aprovecharse en ello, que es mortificación,
le conviene muy de veras poner en su corazón esta verdad, y es que
no ha venido a otra cosa al convento sino para que le labren y
ejerciten en la virtud, y que es como la piedra, que la han de pulir y
labrar antes que la asienten en el edificio.
Y así, ha de entender que todos los que están en el convento no son
más que oficiales que tiene Dios allí puestos para que solamente le
labren y pulan en mortificación, y que unos le han de labrar con la
palabra, diciéndole lo que no quisiera oír; otros con la obra, haciendo
contra él lo que no quisiera sufrir; otros con la condición, siéndole
molestos y pesados en sí y en su manera de proceder; otros con los
pensamientos, sintiendo en ellos o pensando en ellos que no le
estiman ni aman.
Y todas estas mortificaciones y molestias debe sufrir con paciencia
interior, callando por amor de Dios, entendiendo que no vino a la
Religión para otra cosa sino para que lo labrasen así y fuese digno del
cielo. Que, si para esto no fuera, no había para qué venir a la
Religión, sino estarse en el mundo buscando su consuelo, honra y
crédito y sus anchuras.
4. Y este segundo aviso es totalmente necesario al religioso para
cumplir con su estado y hallar la verdadera humildad, quietud interior
y gozo en el Espíritu Santo. Y, si así no lo ejercita, ni sabe ser
religioso, ni aun a lo que vino a la Religión; ni sabe buscar a Cristo,
sino a sí mismo; ni hallará paz en su alma, ni dejará de pecar y
turbarse muchas veces.
Porque nunca han de faltar ocasiones en la Religión, ni Dios quiere
que falten, porque, como trae allí a las almas para que se prueben y
purifiquen, como el oro con fuego y martillo (Eccli. 2, 5), conviene
que no falten pruebas y tentaciones de hombres y de demonios,
fuego de angustias y desconsuelos.
En las cuales cosas se ha de ejercitar el religioso, procurando siempre
llevarlas con paciencia y conformidad con la voluntad de Dios, y no
llevarlo de manera que, en lugar de aprovecharle Dios en la
probación, le venga a reprobar por no haber querido llevar la cruz de
Cristo con paciencia.
32
Por no entender muchos religiosos que vinieron a esto, sufren mal a
los otros; los cuales al tiempo de la cuenta se hallaran muy confusos
y burlados.
5. Para obrar lo tercero, que es ejercicio de virtudes, le conviene
tener constancia en obrar las cosas de su Religión y de la obediencia,
sin ningún respeto de mundo, sino solamente por Dios. Y para hacer
esto así y sin engaño, nunca ponga los ojos en el gusto o disgusto
que se le ofrece en la obra para hacerla o dejarla de hacer, sino a la
razón que hay de hacerla por Dios. Y así, ha de hacer todas las cosas,
sabrosas o desabridas, con este solo fin de servir a Dios con ellas.
6. Y para obrar fuertemente y con esta constancia y salir presto a luz
con las virtudes, tenga siempre cuidado de inclinarse más a lo
dificultoso que a lo fácil, a lo áspero que a lo suave, y a lo penoso de
la obra y desabrido que a lo sabroso y gustoso de ella, y no andar
escogiendo lo que es menos cruz, pues es carga liviana (Mt. 11, 30 );
y cuanto más carga, más leve es, llevada por Dios. Procure también
siempre que tos Hermanos sean preferidos a él en todas las
comodidades, poniéndose siempre en más bajo lugar, y esto muy de
corazón, porque éste es el modo de ser mayor en lo espiritual, como
nos dice Dios en su Evangelio: Qui se humiliaverit, exaltabitur (Lc.
14, 11).
7. Para obrar lo cuarto, que es soledad, le conviene tener todas las
cosas del mundo por acabadas, y así cuando, por no poder más, las
hubiere de tratar, sea tan desasidamente como si no fuesen.
8. Y de las cosas de allá fuera no tenga cuenta ninguna, pues Dios te
ha ya sacado y descuidado de ellas. El negocio que pudiere tratar por
tercera persona no lo haga por sí mismo, porque te conviene mucho
ni querer ver a nadie, ni que nadie te vea.
Y advierta mucho que, si a cualquiera de los fieles ha Dios de pedir
estrecha cuenta de una palabra ociosa (Mt. 12, 26), cuánto más al
religioso, que tiene toda su vida y obras consagradas a Dios, y se las
ha de pedir todas el día de su cuenta.
9. No quiero decir por esto que deje de hacer el oficio que tiene, y
cualquiera otro que la obediencia le mandare, con toda la solicitud
posible y que fuere necesaria, sino que de tal manera lo haga que
nada se le pegue en él de culpa, porque esto no lo quiere Dios ni la
obediencia.
Para esto procure ser continuo en la oración, y en medio de los
ejercicios corporales no la deje. Ahora coma, ahora beba, o hable o
trate con seglares, o haga cualquier otra cosa, siempre ande
deseando a Dios y aficionando a él su corazón, que es cosa muy
necesaria para la soledad interior, en la cual se requiere no dejar el
alma parar ningún pensamiento que no sea enderezado a Dios y en
olvido de todas las cosas que son y pasan en esta mísera y breve
vida.
En ninguna manera quiera saber cosa, sino sólo cómo servirá más a
Dios y guardará mejor las cosas de su instituto.
33
10. Si estas cuatro cosas guardare Su Caridad con cuidado, muy en
breve será perfecto, las cuales de tal manera se ayudan una a otra,
que, si en una faltare, lo que por las otras fuere aprovechando y
ganando, por aquella en que falta se le va perdiendo.
Inicio --------------------------------------------
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GRADOS DE PERFECCIÓN
1. No hacer un pecado por cuanto hay en el mundo, ni hacer ningún
venial a sabiendas, ni imperfección conocida.
2. Procurar andar siempre en la presencia de Dios, o real, o
imaginaria, o unitiva, conforme con las obras se compadeciere.
3. No hacer cosa ni decir palabra notable que no la dijera o hiciera
Cristo si estuviera en el estado que yo estoy y tuviera la edad y salud
que yo tengo.
4. Procure en todas las cosas la mayor honra y gloria de Dios.
5. Por ninguna ocupación dejar la oración mental, que es sustento del
alma.
6. No dejar el examen de conciencia por las ocupaciones, y por cada
falta hacer alguna penitencia.
7. Tener gran dolor por cualquier tiempo perdido o que se le pasa en
que no ame a Dios.
8. En todas las cosas altas y bajas tenga por fin a Dios, porque de
otra manera no crecerá en perfección y mérito.
9. Nunca falte en la oración, y cuando tuviere sequedad y dificultad,
por el mismo caso persevere en ella, porque quiere Dios muchas
veces ver lo que tiene en su alma, lo cual no se prueba en la facilidad
y gusto.
10. Del cielo y de la tierra siempre lo más bajo y el lugar y oficio más
ínfimo.
11. Nunca se entremeta en lo que no le es mandado ni porfíe en cosa
alguna, aunque sea el que tiene razón. Y en lo que le fuere mandado,
si le dieren el pie (como dicen) no se tome la mano, que algunos se
engañan en esto, entendiendo que tienen obligación de hacer lo que
nada les obliga si bien lo mirasen.
12. De las cosas ajenas, buenas o malas, nunca tenga cuenta,
porque, allende del peligro que hay de pecar, es causa de
distracciones y poco espíritu.
13. Procure siempre confesarse con mucho conocimiento de su
miseria y con claridad y pureza.
14. Aunque las cosas de su obligación y oficio se le hagan dificultosas
y acedas, no desmaye por entonces en ellas, porque no ha de ser
siempre así, y Dios, que prueba el alma fingiendo trabajo en el
precepto (Sal. 93, 20 ), de allí a poco le hará sentir el bien y
ganancia.
15. Siempre se acuerde de que todo lo que por él pasare, próspero o
adverso, viene de Dios, para que así ni en lo uno se ensoberbezca ni
en lo otro desmaye.
34
16. Acuérdese siempre cómo no ha venido más de a ser santo, y así
no admita reinar cosa en su alma que no encamine a santidad.
17. Siempre sea amigo más de dar a otros contento que a sí mismo,
y así no tendrá envidia ni propiedad acerca del prójimo. Esto se
entiende en lo que fuere según perfección, porque se enoja Dios
mucho contra los que no anteponen lo que a él place al beneplácito
de los hombres. Soli Deo honor et gloria.
Inicio --------------------------------------------
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FIN [San Juan de la Cruz SUBIDA DEL MONTE CARMELO
Monte]
[Cristo de San Juan de la Cruz]
ÍNDICE GENERAL
MONTE DE PERFECCIÓN
ÍNDICE DE LA SUBIDA DEL MONTE CARMELO
Introducción Argumento Canciones Prólogo
LIBRO PRIMERO
Capítulos
| 1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 | 8 | 9 | 10 |
| 11 | 12 | 13 | 14 | 15 |
LIBRO SEGUNDO
Capítulos
| 1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 | 8 | 9 | 10 |
| 11 | 12 | 13 | 14 | 15 | 16 | 17 | 18 | 19 | 20 |
| 21 | 22 | 23 | 24 | 25 | 26 | 27 | 28 | 29 | 30 | 31 | 32 |
LIBRO TERCERO
Capítulos
| 1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 | 8 | 9 | 10 |
| 11 | 12 | 13 | 14 | 15 | 16 | 17 | 18 | 19 | 20 |
| 21 | 22 | 23 | 24 | 25 | 26 | 27 | 28 | 29 | 30 |
| 31 | 32 | 33 | 34 | 35 | 36 | 37 | 38 | 39 | 40 |
| 41 | 42 | 43 | 44 | 45 |
---------------------------------------------------------------------------
MONTE DE PERFECCIÓN
TRANSCRIPCIÓN
Leyendo en el sentido natural de una ascensión o escalada de abajo
hacia arriba:
- Las cuatro columnas o secciones (de izquierda a derecha) escritas
verticalmente:
Para venir a gustarlo todo
no quieras tener gusto en nada.
Para venir a saberlo todo
no quieras saber algo en nada.
Para venir a poseerlo todo
no quieras poseer algo en nada.
Para venir a serlo todo
no quieras ser algo en nada.
________________________________
35
Para venir a lo que gustas
has de ir por donde no gustas.
Para venir a lo que no sabes
has de ir por donde no sabes.
Para venir a poseer lo que no posees
has de ir por donde no posees.
Para venir a lo que no eres
has de ir por donde no eres.
________________________________
Cuando reparas en algo
dejas de arrojarte al todo.
Para venir del todo al todo
has de dejarte del todo en todo,
y cuando lo vengas del todo a tener
has de tenerlo sin nada querer.
________________________________
En esta desnudez halla el
espíritu su descanso, porque no
comunicando nada, nada le fatiga hacia
arriba, y nada le oprime
hacia abajo, porque está en
el centro de su humildad.
- Los caminos o sendas en dirección, también vertical, que separan
los anteriores avisos, se suceden así de izquierda a derecha:
Camino de espíritu de imperfección del cielo: gloria, gozo, saber,
consuelo, descanso.
Senda del Monte Carmelo espíritu de perfección: nada, nada, nada,
nada, nada, nada, y aún en el monte nada.
Camino de espíritu de imperfección del suelo: poseer, gozo, saber,
consuelo, descanso.
- En los bordes exteriores de los caminos o sendas, verticalmente y
de izquierda a derecha:
a la izquierda: Cuando yo no lo quería téngolo todo sin querer.
a la derecha: Cuando menos lo quería téngolo todo sin querer.
- En los dos espacios centrales con las rayas señalando a las sendas
de imperfección se lee:
en la de la izquierda (desde arriba): Cuanto más tenerlo quise con
tanto menos me hallé (y con escritura invertida): ni esotro, ni esotro,
ni esotro, ni esotro, ni esotro, ni esotro.
en la derecha (desde arriba): Cuanto más buscarlo quise con tanto
menos me hallé: ni eso, ni eso, ni eso, ni eso, ni eso, ni eso.
- Formando un arco de izquierda a derecha se colocan los frutos,
virtudes y dones, a saber:
Paz, gozo, alegría, deleite, sabiduría, justicia, fortaleza, caridad,
piedad.
- A la altura del círculo central y flanqueándolo se lee:
a la izquierda: No me da gloria nada.
a la derecha: No me da pena nada.
36
- El círculo central está formado por el texto de Jeremías (2, 7):
Introduxit vos in terram Carmeli ut comederetis fructum eius et bona
illius. Hier. 2.
- Dentro del círculo la sentencia profética:
Sólo mora en este monte honra y gloria de Dios.
- Bordea la línea superior del arco esta leyenda:
Ya por aquí no hay camino porque para el justo no hay ley; él para sí
se es ley (cf. 1 Tim. 1, 9 y Rom. 2, 14).
- Remata o corona el dibujo el título: MONTE CARMELO. ---------------
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SUBIDA DEL MONTE CARMELO
Trata de cómo podrá un alma disponerse para llegar en breve a la
divina unión. Da avisos y doctrina, así a los principiantes como a los
aprovechados, muy provechosa para que sepan desembarazarse de
todo lo temporal y no embarazarse con lo espiritual, y quedar en la
suma desnudez y libertad de espíritu, cual se requiere para la divina
unión. Compuesta por el Padre Fr. Juan de la Cruz, Carmelita
Descalzo.
ARGUMENTO
Toda la doctrina que entiendo tratar en esta Subida del Monte
Carmelo está incluida en las siguientes canciones, y en ellas se
contiene el modo de subir hasta la cumbre del monte, que es el alto
estado de la perfección, que aquí llamamos unión del alma con Dios.
Y porque tengo de ir fundando sobre ellas lo que dijere, las he
querido poner aquí juntas, para que se entienda y vea junta toda la
sustancia de lo que se ha de escribir; aunque, al tiempo de la
declaración, convendrá poner cada canción de por sí y, ni más ni
menos, los versos de cada una, según lo pidiere la materia y
declaración. Dice, pues, así:
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CANCIONES [San Juan de la Cruz
SUBIDA DEL MONTE CARMELOCanciones]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LA SUBIDA DEL MONTE CARMELO
---------------------------------------------------------------------------
CANCIONES
en que canta el alma la dichosa ventura que tuvo en pasar por la
oscura noche de la fe, en desnudez y purgación suya, a la unión del
Amado.
1. En una noche oscura, con ansias, en amores inflamada, ¡oh
dichosa ventura!, salí sin ser notada estando ya mi casa sosegada.
2. A oscuras y segura, por la secreta escala, disfrazada, ¡oh dichosa
ventura!, a oscuras y en celada, estando ya mi casa sosegada.
3. En la noche dichosa, en secreto, que nadie me veía, ni yo miraba
cosa, sin otra luz y guía sino la que en el corazón ardía.
4. Aquésta me guiaba más cierto que la luz del mediodía, adonde me
esperaba quien yo bien me sabía, en parte donde nadie parecía.
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5. ¡Oh noche que guiaste! ¡Oh noche amable más que la alborada!
¡Oh noche que juntaste Amado con amada, amada en el Amado
transformada!
6. En mi pecho florido, que entero para él solo se guardaba, allí
quedó dormido, y yo le regalaba, y el ventalle de cedros aire daba.
7. El aire de la almena, cuando yo sus cabellos esparcía, con su mano
serena en mi cuello hería y todos mis sentidos suspendía.
8. Quedéme y olvidéme, el rostro recliné sobre el Amado, cesó todo y
dejéme, dejando mi cuidado entre las azucenas olvidado.
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PRÓLOGO [San Juan de la Cruz
SUBIDA DEL MONTE CARMELOPrólogo]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LA SUBIDA DEL MONTE CARMELO
---------------------------------------------------------------------------
PRÓLOGO
1. Para haber de declarar y dar a entender esta noche oscura por la
cual pasa el alma para llegar a la divina luz de la unión perfecta del
amor de Dios, cual se puede en esta vida, era menester otra mayor
luz de ciencia y experiencia que la mía; porque son tantas y tan
profundas las tinieblas y trabajos, así espirituales como temporales,
por que ordinariamente suelen pasar las dichosas almas para poder
llegar a este alto estado de perfección, que ni basta ciencia humana
para lo saber entender, ni experiencia para lo saber decir; porque
sólo el que por ello pasa sabrá sentir, mas no decir.
2. Y, por tanto, para decir algo de esta noche oscura, no fiaré ni de
experiencia ni de ciencia, porque lo uno y lo otro puede faltar y
engañar; mas, no dejándome de ayudar en lo que pudiere de estas
dos cosas, aprovecharme he para todo lo que, con el favor divino,
hubiere de decir -a lo menos para lo más importante y oscuro de
entender- de la divina Escritura, por la cual guiándonos no podremos
errar, pues que el que en ella habla es el Espíritu Santo. Y si yo en
algo errare, por no entender bien así lo que en ella como en lo que
sin ella dijere, no es mi intención apartarme del sano sentido y
doctrina de la santa Madre Iglesia Católica, porque en tal caso
totalmente me sujeto y resigno no sólo a su mandato, sino a
cualquiera que en mejor razón de ello juzgare.
3. Para lo cual me ha movido, no la posibilidad que veo en mí para
cosa tan ardua, sino la confianza que en el Señor tengo de que
ayudará a decir algo, por la mucha necesidad que tienen muchas
almas; las cuales, comenzando el camino de la virtud, y queriéndolas
Nuestro Señor poner en esta noche oscura para que por ella pasen a
la divina unión, ellas no pasan adelante; a veces, por no querer
entrar o dejarse entrar en ella; a veces, por no se entender y faltarles
guías idóneas y despiertas que las guíen hasta la cumbre. Y así, es
lástima ver muchas almas a quien Dios da talento y favor para pasar
adelante, que, si ellas quisiesen animarse, llegarían a este alto
estado, y quédanse en un bajo modo de trato con Dios, por no
38
querer, o no saber, o no las encaminar y enseñar a desasirse de
aquellos principios. Y ya que, en fin, Nuestro Señor las favorezca
tanto, que sin eso y sin esotro las haga pasar, llegan muy tarde y con
más trabajo y con menos merecimiento, por no haber acomodádose
ellas a Dios, dejándose poner libremente en el puro y cierto camino
de la unión. Porque, aunque es verdad que Dios las lleva -que puede
llevarlas sin ellas-, no se dejan ellas llevar; y así, camínase menos,
resistiendo ellas al que las lleva, y no merecen tanto, pues no aplican
la voluntad, y en eso mismo padecen más. Porque hay almas que, en
vez de dejarse a Dios y ayudarse, antes estorban a Dios por su
indiscreto obrar o repugnar, hechas semejantes a los niños que,
queriendo sus madres llevarlos en brazos, ellos van pateando y
llorando, porfiando por se ir ellos por su pie, para que no se pueda
andar nada, y, si se anduviere, sea al paso del niño.
4. Y así, para este saberse dejar llevar de Dios cuando Su Majestad
los quiere pasar adelante, así a los principiantes como a los
aprovechados, con su ayuda daremos doctrina y avisos, para que
sepan entender o, a lo menos, dejarse llevar de Dios. Porque algunos
padres espirituales, por no tener luz y experiencia de estos caminos,
antes suelen impedir y dañar a semejantes almas que ayudarlas al
camino, hechos semejantes a los edificantes de Babilonia que,
habiendo de administrar un material conveniente, daban y aplicaban
ellos otro muy diferente, por no entender ellos la lengua (Gn. 11,
1-9), y así no se hacía nada. Por lo cual es recia y trabajosa cosa en
tales sazones no entenderse una alma ni hallar quien la entienda.
Porque acaecerá que lleve Dios a una alma por un altísimo camino de
oscura contemplación y sequedad, en que a ella le parece que va
perdida, y que, estando así, llena de oscuridad y trabajos, aprietos y
tentaciones, encuentre quien le diga, como los consoladores de Job
(2, 11-13) o que es melancolía, o desconsuelo, o condición, o que
podrá ser alguna malicia oculta suya, y que por eso la ha dejado
Dios; y así, luego suelen juzgar que aquella alma debe de haber sido
muy mala, pues tales cosas pasan por ella.
5. Y también habrá quien le diga que vuelve atrás, pues no halla
gusto ni consuelo como antes en las cosas de Dios; y así doblan el
trabajo a la pobre alma. Porque acaecerá que la mayor pena que ella
siente sea del conocimiento de sus miserias propias, en que le parece
que ve más claro que la luz del día que está llena de males y
pecados, porque le da Dios aquella luz del conocimiento en aquella
noche de contemplación, como adelante diremos; y, como halla quien
conforme con su parecer, diciendo que serán por su culpa, crece la
pena y el aprieto del alma sin término, y suele llegar a más que
morir. Y no contentándose con esto, pensando los tales confesores
que procede de pecados, hacen a las dichas almas revolver sus vidas
y hacer muchas confesiones generales, y crucificarlas de nuevo; no
entendiendo que aquél, por ventura, no es tiempo de eso ni de
esotro, sino de dejarlas así en la purgación que Dios las tiene,
consolándolas y animándolas a que quieran aquella hasta que Dios
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quiera; porque hasta entonces, por más que ellas hagan y ellos
digan, no hay más remedio.
6. De esto habemos de tratar adelante con el favor divino, y de cómo
se ha de haber el alma entonces y el confesor con ella, y qué indicios
habrá para conocer si aquella es la purgación del alma, y, si lo es, si
es del sentido o del espíritu, lo cual es la noche oscura que decimos,
y cómo se podrá conocer si es melancolía u otra imperfección acerca
del sentido o del espíritu.
Porque podrá haber algunas almas que pensarán, ellas o sus
confesores, que las lleva Dios por este camino de la noche oscura de
purgación espiritual, y no será, por ventura, sino alguna imperfección
de las dichas; y porque hay también muchas almas que piensan no
tienen oración, y tienen muy mucha; y otras, que tienen mucha, y es
poco más que nada.
7. Hay otras que es lástima que trabajan y se fatigan mucho, y
vuelven atrás, y ponen el fruto del aprovechar en lo que no
aprovecha, sino antes estorba, y otras que con descanso y quietud
van aprovechando mucho.
Hay otras que, con los mismos regalos y mercedes que Dios les hace
para caminar adelante, se embarazan y estorban y no van adelante.
Y otras muchas cosas que en este camino acaecen a los seguidores
de él, de gozos, penas y esperanzas y dolores: unos que proceden de
espíritu de perfección, otros de imperfección.
De todo, con el favor divino, procuraremos decir algo, para que cada
alma que esto leyere, en alguna manera eche de ver el camino que
lleva y el que le conviene llevar, si pretende llegar a la cumbre de
este monte.
8. Y por cuanto esta doctrina es de la noche oscura por donde el alma
ha de ir a Dios, no se maraville el lector si le pareciere algo oscura.
Lo cual entiendo yo que será al principio que la comenzare a leer;
mas, como pase adelante, irá entendiendo mejor lo primero, porque
con lo uno se va declarando lo otro. Y después, si lo leyere la
segunda vez, entiendo le parecerá más claro, y la doctrina más sana.
Y si algunas personas con esta doctrina no se hallaren bien, hacerlo
ha mi poco saber y bajo estilo, porque la materia, de suyo, buena es
y harto necesaria. Pero paréceme que, aunque se escribiera más
acabada y perfectamente de lo que aquí va, no se aprovecharan de
ello sino los menos, porque aquí no se escribirán cosas muy morales
y sabrosas para todos los espíritus que gustan de ir por cosas dulces
y sabrosas a Dios, sino doctrina sustancial y sólida, así para los unos
como para los otros, si quisieren pasar a la desnudez de espíritu que
aquí se escribe.
9. Ni aun mi principal intento es hablar con todos, sino con algunas
personas de nuestra sagrada Religión de los primitivos del Monte
Carmelo, así frailes como monjas, por habérmelo ellos pedido, a
quien Dios hace merced de meter en la senda de este monte; los
cuales, como ya están bien desnudos de las cosas temporales de este
siglo, entenderán mejor la doctrina de la desnudez del espíritu.
40
Inicio
LIBRO PRIMERO [San Juan de la Cruz
SUBIDA DEL MONTE CARMELOLibro 1º - 1]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LA SUBIDA DEL MONTE CARMELO
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LIBRO PRIMERO
CAPÍTULO 1
Pone la primera canción. -Dice dos diferencias de noches por que
pasan los espirituales, según las dos partes del hombre, inferior y
superior, y declara la canción siguiente:
(CANCIÓN PRIMERA)
En una noche oscura, con ansias, en amores inflamada, ¡oh dichosa
ventura! salí sin ser notada estando ya mi casa sosegada.
1. En esta primera canción canta el alma la dichosa suerte y ventura
que tuvo en salir de todas las cosas afuera, y de los apetitos e
imperfecciones que hay en la parte sensitiva del hombre, por el
desorden que tiene de la razón. Para cuya inteligencia es de saber
que, para que una alma llegue al estado de perfección,
ordinariamente ha de pasar primero por dos maneras principales de
noches, que los espirituales llaman purgaciones o purificaciones del
alma, y aquí las llamamos noches, porque el alma, así en la una
como en la otra, camina como de noche, a oscuras.
2. La primera noche o purgación es de la parte sensitiva del alma, de
la cual se trata en la presente canción, y se tratará en la primera
parte de este libro. Y la segunda es de la parte espiritual, de la cual
habla la segunda canción que se sigue; y de ésta también trataremos
en la segunda y tercera parte, cuanto a lo activo; porque, cuanto a lo
pasivo, será en la cuarta.
3. Y esta primera noche pertenece a los principiantes al tiempo que
Dios los comienza a poner en el estado de contemplación, de la cual
también participa el espíritu, según diremos a su tiempo.
Y la segunda noche o purificación pertenece a los ya aprovechados, al
tiempo que Dios los quiere ya poner en el estado de la unión con
Dios; y ésta es más oscura y tenebrosa y terrible purgación, según se
dirá después.
DECLARACIÓN DE LA CANCIÓN
4. Quiere, pues, en suma, decir el alma en esta canción que salió -
sacándola Dios- sólo por amor de él, inflamada en su amor, en una
noche oscura, que es la privación y la purgación de todos sus apetitos
sensuales acerca de todas las cosas exteriores del mundo y de las
que eran deleitables a su carne, y también de los gustos de su
voluntad. Lo cual todo se hace en esta purgación del sentido. Y, por
eso, dice que salía, estando ya su casa sosegada, que es la parte
sensitiva, sosegados ya y dormidos los apetitos en ella, y ella en
ellos. Porque no se sale de las penas y angustias de los retretes de
los apetitos hasta que estén amortiguados y dormidos.
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Y esto dice que le fue dichosa ventura, salir sin ser notada, esto es,
sin que ningún apetito de su carne ni de otra cosa se lo pudiese
estorbar. Y también porque salió de noche, que (es) privándola Dios
de todos ellos, lo cual era noche para ella.
5. Y esto fue dichosa ventura, meterla Dios en esta noche, de donde
se le siguió tanto bien, en la cual ella no atinara a entrar, porque no
atina bien uno por sí solo a vaciarse de todos los apetitos para venir a
Dios.
6. Esta es, en suma, la declaración de la canción. Y ahora nos
habremos de ir por cada verso escribiendo sobre cada uno, y
declarando lo que pertenece a nuestro propósito. Y el mismo estilo se
lleva en las demás canciones, como en el prólogo dije, que, primero,
se pondrá cada canción y se declarará, y después, cada verso.
Inicio --------------------------------------------
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CAPÍTULO 2
Declara qué noche oscura sea esta por que el alma dice haber pasado
a la unión.
En una noche oscura.
1. Por tres cosas podemos decir que se llama noche este tránsito que
hace el alma a la unión de Dios.
La primera, por parte del término (de) donde el alma sale, porque ha
de ir careciendo el apetito de todas las cosas del mundo que poseía,
en negación de ellas; la cual negación y carencia es como noche para
todos los sentidos del hombre.
La segunda, por parte del medio o camino por donde ha de ir el alma
a esta unión, lo cual es la fe, que es también oscura para el
entendimiento, como noche.
La tercera, por parte del término adonde va, que es Dios, el cual, ni
más ni menos, es noche oscura para el alma en esta vida. Las cuales
tres noches han de pasar por el alma, o, por mejor decir, el alma por
ellas, para venir a la divina unión con Dios.
2. En el libro del santo Tobías (6, 18-22) se figuraron estas tres
maneras de noches por las tres noches que el ángel mandó a Tobías
el mozo que pasasen antes que se juntase en uno con la esposa.
En la primera le mandó que quemase el corazón del pez en el fuego,
que significa el corazón aficionado y apegado a las cosas del mundo;
el cual, para comenzar a ir a Dios, se ha de quemar y purificar todo lo
que es criatura con el fuego del amor de Dios. Y en esta purgación se
ahuyenta el demonio, que tiene poder en el alma por asimiento a las
cosas corporales y temporales.
3. En la segunda noche le dijo que sería admitido en la compañía de
los santos patriarcas, que son los padres de la fe. Porque pasando por
la primera noche, que es privarse de todos los objetos de los
sentidos, luego entra el alma en la segunda noche, quedándose sola
en fe (no como excluye la caridad, sino las otras noticias del
entendimiento -como adelante diremos-) que es cosa que no cae en
sentido.
42
4. En la tercera noche le dijo el ángel que conseguiría la bendición,
que es Dios, el cual, mediante la segunda noche, que es fe, se va
comunicando al alma tan secreta e íntimamente, que es otra noche
para el alma, en tanto que se va haciendo la dicha comunicación muy
más oscura que estotras, como luego diremos. Y pasada esta tercera
noche, que es acabarse de hacer la comunicación de Dios en el
espíritu, que se hace ordinariamente en gran tiniebla del alma, luego
se sigue la unión con la esposa que es la sabiduría de Dios. Como
también el ángel dijo a Tobías que, pasada la tercera noche, se
juntaría con su esposa con temor del Señor; el cual temor de Dios
cuando está perfecto, está perfecto el amor, que (es) cuando se hace
la transformación por amor del alma (con Dios).
5. Estas tres partes de noche todas son una noche; pero tiene tres
partes como la noche. Porque la primera, que es la del sentido, se
compara a prima noche, que es cuando se acaba de carecer del
objeto de las cosas. Y la segunda, que es la fe, se compara a la
media noche, que totalmente es oscura. Y la tercera, al despidiente,
que es Dios, la cual es ya inmediata a la luz del día. Y, para que
mejor lo entendamos, iremos tratando de cada una de estas causas
de por sí.
Inicio --------------------------------------------
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CAPÍTULO 3
Habla de la primera causa de esta noche, que es de la privación del
apetito en todas las cosas, y da la razón por qué se llama noche.
1. Llamamos aquí noche a la privación del gusto en el apetito de
todas las cosas; porque, así como la noche no es otra cosa sino
privación de la luz, y, por el consiguiente, de todos los objetos que se
pueden ver mediante la luz, por lo cual se queda la potencia visiva a
oscuras y sin nada, así también se puede decir la mortificación del
apetito noche para el alma, porque, privándose el alma del gusto del
apetito en todas las cosas, es quedarse como a oscuras y sin nada.
Porque, así como la potencia visiva mediante la luz se ceba y
apacienta de los objetos que se pueden ver, y, apagada la luz no se
ven, así el alma mediante el apetito se apacienta y ceba de todas las
cosas que según sus potencias se pueden gustar; el cual también
apagado, o, por mejor decir, mortificado, deja el alma de apacentarse
en el gusto de todas las cosas, y así se queda según el apetito a
oscuras y sin nada.
2. Pongamos ejemplo en todas las potencias. Privando el alma su
apetito en el gusto de todo lo que el sentido del oído puede deleitar,
según esta potencia se queda el alma a oscuras y sin nada. Y
privándose del gusto de todo lo que al sentido de la vista puede
agradar, también según esta potencia se queda el alma a oscuras y
sin nada. Y privándose del gusto de toda la suavidad de olores que
por el sentido del olfato el alma puede gustar, ni más ni menos según
esta potencia, se queda a oscuras y sin nada. Y negando también el
gusto de todos los manjares que pueden satisfacer al paladar,
43
también se queda el alma a oscuras y sin nada. Y, finalmente,
mortificándose el alma en todos los deleites y contentamientos que
del sentido del tacto puede recibir, de la misma manera se queda el
alma según esta potencia a oscuras y sin nada. De manera que el
alma que hubiere negado y despedido de sí el gusto de todas las
cosas, mortificando su apetito en ellas, podremos decir que está
como de noche, a oscuras, lo cual no es otra cosa sino un vacío en
ella de todos las cosas.
3. La causa de esto es porque, como dicen los filósofos, el alma,
luego que Dios la infunde en el cuerpo, está como una tabla rasa y
lisa en que no está pintado nada; y si no es lo que por los sentidos va
conociendo, de otra parte naturalmente no se le comunica nada. Y
así, en tanto que está en el cuerpo, está como el que está en una
cárcel oscura, el cual no sabe nada sino lo que alcanza a ver por las
ventanas de la dicha cárcel, y si por allí no viese nada, no vería por
otra parte. Y así, el alma, si no es lo que por los sentidos se le
comunica, que son las ventanas de su cárcel, naturalmente por otra
vía nada alcanzaría.
4. De donde, si lo que puede recibir por los sentidos ella lo desecha y
niega, bien podemos decir que se queda como a oscuras y vacía;
pues, según parece por lo dicho, naturalmente no le puede entrar luz
por otras lumbreras que las dichas. Porque, aunque es verdad que no
puede dejar de oír, y ver, y oler, y gustar, y sentir, no le hace más al
caso ni le embaraza más al alma, si lo niega y lo desecha, que si no
lo viese ni lo oyese, etc. Como también el que quiere cerrar los ojos
quedará a oscuras, como el ciego, que no tiene potencia para ver. Y
así, al propósito habla David (Sal. 87, 16), diciendo: Pauper sum ego,
et in laboribus a iuventute mea; que quiere decir: Yo soy pobre y en
trabajos desde mi juventud. Llámase pobre, aunque está claro que
era rico, porque no tenía en la riqueza su voluntad, y así era tanto
como ser pobre realmente, mas antes, si fuera realmente pobre y de
la voluntad no lo fuera, no era verdaderamente pobre, pues el ánima
estaba rica y llena en el apetito.
Y por eso llamamos esta desnudez noche para el alma, porque no
tratamos aquí del carecer de las cosas, porque eso no desnuda al
alma si tiene apetito de ellas, sino de la desnudez del gusto y apetito
de ellas, que es lo que deja al alma libre y vacía de ellas, aunque las
tenga. Porque no ocupan al alma las cosas de este mundo ni la
dañan, pues no entra en ellas, sino la voluntad y apetito de ellas que
moran en ella.
5. Esta primera manera de noche, como después diremos, pertenece
al alma según la parte sensitiva, que es una de las dos que arriba
dijimos, por las cuales ha de pasar el alma para llegar a la unión.
Ahora digamos cuánto conviene al alma salir de su casa en esta
noche oscura de sentido para ir a la unión de Dios.
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CAPÍTULO 4
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Donde se trata cuán necesario sea al alma pasar de veras por esta
noche oscura del sentido, la cual es la mortificación del apetito, para
caminar a la unión de Dios.
1. La causa por que le es necesario al alma, para llegar a la divina
unión de Dios, pasar esta noche oscura de mortificación de apetitos y
negación de los gustos en todas las cosas, es porque todas las
afecciones que tiene en las criaturas son delante de Dios puras
tinieblas, de las cuales estando el alma vestida, no tiene capacidad
para ser ilustrada y poseída de la pura y sencilla luz de Dios, si
primero no las desecha de sí, porque no pueden convenir la luz con
las tinieblas; porque, como dice San Juan (1, 5): Tenebrae eum non
comprehenderunt, esto es: Las tinieblas no pudieron recibir la luz.
2. La razón es porque dos contrarios, según nos enseña la filosofía,
no pueden caber en un sujeto. Y porque las tinieblas, que son las
afecciones en las criaturas, y la luz, que es Dios, son contrarios y
ninguna semejanza ni conveniencia tienen entre sí, según a los
Corintios enseña san Pablo (2 Cor. 6, 14), diciendo: Quae conventio
lucis ad tenebras?, es a saber: ¿Qué conveniencia se podrá dar entre
la luz y las tinieblas?; de aquí es que en el alma no se puede asentar
la luz de la divina unión si primero no se ahuyentan las afecciones de
ella.
3. Para que probemos mejor lo dicho, es de saber que la afición y
asimiento que el alma tiene a la criatura iguala a la misma alma con
la criatura, y cuanto mayor es la afición, tanto más la iguala y hace
semejante, porque el amor hace semejanza entre lo que ama y es
amado. Que por eso dijo David (Sal. 113, 8), hablando de los que
ponían su afición en los ídolos: Similes illis fiant qui faciunt ea, et
omnes qui confidunt in eis, que quiere decir: Sean semejantes a ellos
los que ponen su corazón en ellos. Y así, el que ama criatura, tan
bajo se queda como aquella criatura, y, en alguna manera, más bajo;
porque el amor no sólo iguala, mas aun sujeta al amante a lo que
ama. Y de aquí es que, por el mismo caso que el alma ama algo, se
hace incapaz de la pura unión de Dios y su transformación; porque
mucho menos es capaz la bajeza de la criatura de la alteza del
Criador que las tinieblas lo son de la luz: Porque todas las cosas de la
tierra y del cielo, comparadas con Dios, nada son, como dice
Jeremías (4, 23) por estas palabras: Aspexi terram, et ecce vacua
erat et nihil; et caelos, et non erat lux in eis: Miré a la tierra, dice, y
estaba vacía, y ella nada era; y a los cielos, y vi que no tenían luz. En
decir que vio la tierra vacía, da a entender que todas las criaturas de
ella eran nada, y que la tierra era nada también. Y en decir que miró
a los cielos y no vio luz en ellos, es decir que todas las lumbreras del
cielo, comparadas con Dios, son puras tinieblas. De manera que
todas las criaturas en esta manera nada son, y las aficiones de ellas
son impedimento y privación de la transformación en Dios; así como
las tinieblas nada son y menos que nada, pues son privación de la
luz. Y así como no comprehende a la luz el que tiene tinieblas, así no
podrá comprehender a Dios el alma que en criaturas pone su afición;
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de la cual hasta que se purgue, ni acá podrá poseer por
transformación pura de amor, ni allá por clara visión. Y para más
claridad, hablaremos más en particular.
4. De manera que todo el ser de las criaturas, comparado con el
infinito (ser) de Dios, nada es. Y, por tanto, el alma que en él pone su
afición, delante de Dios también es nada, y menos que nada; porque,
como habemos dicho, el amor hace igualdad y semejanza, y aun
pone más bajo al que ama. Y, por tanto, en ninguna manera podrá
esta alma unirse con el infinito ser de Dios, porque lo que no es no
puede convenir con lo que es. Y descendiendo en particular a algunos
ejemplos:
- Toda la hermosura de las criaturas, comparada con la infinita
hermosura de Dios, es suma fealdad, según Salomón en los
Proverbios (31, 30) dice: Fallax gratia, et vana est pulchritudo:
Engañosa es la belleza y vana la hermosura. Y así, el alma que está
aficionada a la hermosura de cualquiera criatura, delante de Dios
sumamente fea es; y, por tanto, no podrá esta alma fea
transformarse en la hermosura que es Dios, porque la fealdad no
alcanza a la hermosura.
- Y toda la gracia y donaire de las criaturas, comparada con la gracia
de Dios, es suma desgracia y sumo desabrimiento; y, por eso, el
alma que se prenda de las gracias y donaire de las criaturas,
sumamente es desgraciada y desabrida delante los ojos de Dios; y así
no puede ser capaz de la infinita gracia de Dios y belleza, porque lo
desgraciado grandemente dista de lo que infinitamente es gracioso.
- Y toda la bondad de las criaturas del mundo, comparada con la
infinita bondad de Dios, se puede llamar malicia. Porque nada hay
bueno sino solo Dios (Lc. 18, 19); y, por tanto, el alma que pone su
corazón en los bienes del mundo, sumamente es mala delante de
Dios. Y así como la malicia no comprehende a la bondad, así esta tal
alma no podrá unirse con Dios, el cual es suma bondad.
- Y toda la sabiduría del mundo y habilidad humana, comparada con
la sabiduría infinita de Dios, es pura y suma ignorancia, según escribe
san Pablo ad Corinthios (1 Cor. 3, 19), diciendo: Sapientia huius
mundi stultitia est apud Deum. La sabiduría de este mundo, delante
de Dios es locura.
5. Por tanto, toda alma que hiciese caso de todo su saber y habilidad
para venir a unirse con la sabiduría de Dios, sumamente es ignorante
delante de Dios, y quedará muy lejos de ella. Porque la ignorancia no
sabe qué cosa es sabiduría, como dice San Pablo que esta sabiduría
le parece a Dios necedad. Porque, delante de Dios, aquellos que se
tienen por de algún saber son muy ignorantes; porque de ellos dice el
Apóstol escribiendo a los Romanos (1, 22), diciendo: Dicentes enim
se esse sapientes, stulti facti sunt, esto es: Teniéndose ellos por
sabios, se hicieron necios. Y solos aquellos van teniendo sabiduría de
Dios que, como niños ignorantes, deponiendo su saber, andan con
amor en su servicio. La cual manera de sabiduría enseñó también san
Pablo ad Corinthios (1 Cor. 3, 18-19): Si quis videtur inter vos
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sapiens esse in hoc saeculo, stultus fiat ut sit sapiens. Sapientia enim
huius mundi stultitia est apud Deum, esto es: Si alguno le parece que
es sabio entre vosotros, hágase ignorante para ser sabio, porque la
sabiduría de este mundo es acerca de Dios locura. De manera que,
para venir el alma a unirse con la sabiduría de Dios, antes ha de ir no
sabiendo que por saber.
- 6. Y todo el señorío y libertad del mundo, comparado con la libertad
y señorío del espíritu de Dios, es suma servidumbre, y angustia, y
cautiverio. Por tanto, el alma que se enamora de mayorías, o de otros
tales oficios, y de las libertades de su apetito, delante de Dios es
tenido y tratado no como hijo, sino como bajo esclavo y cautivo, por
no haber querido él tomar su santa doctrina, en que nos enseña que
el que quisiere ser mayor sea menor, y el que quisiere ser menor sea
el mayor (Lc. 22, 26). Y, por tanto, no podrá el alma llegar a la real
libertad del espíritu, que se alcanza en su divina unión, porque la
servidumbre ninguna parte puede tener con la libertad, la cual no
puede morar en el corazón sujeto a quereres, porque éste es corazón
de esclavo, sino en el libre, porque es corazón de hijo. Y ésta es la
causa por que Sara dijo a su marido Abraham que echase fuera a la
esclava y a su hijo, diciendo que no había de ser heredero el hijo de
la esclava con el hijo de la libre (Gn. 21, 10).
- 7. Y todos los deleites y sabores de la voluntad en todas las cosas
del mundo, comparados con todos los deleites que es Dios, son suma
pena, tormento y amargura. Y así, el que pone su corazón en ellos es
tenido delante de Dios por digno de suma pena, tormento y
amargura. Y así, no podrá venir a los deleites del abrazo de la unión
de Dios, siendo él digno de pena y amargura.
- Todas las riquezas y gloria de todo lo criado, comparado con la
riqueza que es Dios, es suma pobreza y miseria. Y así, el alma que lo
ama y posee es sumamente pobre y miserable delante de Dios, y por
eso no podrá llegar a la riqueza y gloria, que es el estado de la
transformación en Dios (por cuanto lo miserable y pobre sumamente
dista de lo que es sumamente rico y glorioso).
8. Y, por tanto, la Sabiduría divina, doliéndose de estos tales, que se
hacen feos, bajos, miserables y pobres, por amar ellos esto, hermoso
y rico a su parecer, del mundo, les hace una exclamación en los
Proverbios (8, 4-6; 18-21), diciendo: O viri, ad vos clamito, et vox
mea ad filios hominum. Intelligite, parvuli, astutiam, et insipientes,
animadvertite. Audite quia de rebus magnis locutura sum. Y adelante
va diciendo: Mecum sunt divitiae et gloria, opes superbae et iustitia.
Melior est fructus meus auro et lapide pretioso, et genimina mea
argento electo. In viis iustitiae ambulo, in medio semitarum iudicii, ut
ditem diligentes me, et thesauros eorum repleam. Quiere decir: ¡Oh
varones, a vosotros doy voces, y mi voz es a los hijos de los
hombres! Atended, pequeñuelos, la astucia y sagacidad; los que sois
insipientes, advertid. Oíd, porque tengo de hablar de grandes cosas.
Conmigo están las riquezas y la gloria, las riquezas altas y la justicia.
Mejor es el fruto que hallaréis en mí, que el oro y que la piedra
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preciosa; y mis generaciones, esto es, lo que de mí engendraréis en
vuestras almas, es mejor que la plata escogida. En los caminos de la
justicia ando, en medio de las sendas del juicio, para enriquecer a los
que me aman y cumplir perfectamente sus tesoros.
En lo cual la Sabiduría divina habla con todos aquellos que ponen su
corazón y afición en cualquiera cosa del mundo, según habemos ya
dicho. Y llámalos pequeñuelos, porque se hacen semejantes a lo que
aman, lo cual es pequeño. Y, por eso, les dice que tengan astucia y
adviertan que ella trata de cosas grandes y no de pequeñas, como
ellos; que las riquezas grandes y la gloria que ellos aman, con ella y
en ella están, y no de donde ellos piensan; y que las riquezas altas y
la justicia en ella moran; porque, aunque a ellos les parece que las
cosas de este mundo lo son, díceles que adviertan que son mejores
las suyas, diciendo que el fruto que en ellas hallará le será mejor que
el oro y que las piedras preciosas; y [lo] que ella en las almas
engendra, mejor que la plata escogida que ellos aman (Pv. 8, 19). En
lo cual se entiende todo género de afición que en esta vida se puede
tener.
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CAPÍTULO 5
Donde se trata y prosigue lo dicho, mostrando por autoridades de la
Sagrada Escritura y por figuras cuán necesario sea al alma ir a Dios
en esta noche oscura de la mortificación del apetito en todas las
cosas.
1. Por lo dicho se puede echar, en alguna manera, de ver la distancia
que hay de todo lo que las criaturas son en sí a lo que Dios es en sí, y
cómo las almas que en alguna de ellas ponen su afición, esa misma
distancia tienen de Dios; pues, como habemos dicho, el amor hace
igualdad y semejanza. La cual distancia, por echarla bien de ver san
Agustín, decía hablando con Dios en los Soliloquios: Miserable de mí,
¿cuándo podrá mi cortedad e imperfección convenir con tu rectitud?
Tú verdaderamente eres bueno, y yo malo; tú piadoso y yo impío; tú
santo, yo miserable; tú justo, yo injusto; tú luz, yo ciego; tú vida, yo
muerte; tú medicina, yo enfermo; tú suma verdad, yo toda vanidad.
Todo esto dice este Santo.
2. Por tanto, es suma ignorancia del alma pensar podrá pasar a este
alto estado de unión con Dios si primero no vacía el apetito de todas
las cosas naturales y sobrenaturales que le pueden impedir, según
que adelante declararemos; pues es suma la distancia que hay de
ellas a lo que en este estado se da, que es puramente transformación
en Dios. Que, por eso, Nuestro Señor, enseñándonos este camino,
dijo por san Lucas (14, 33): Qui non renuntiat omnibus quae
possidet, non potest meus esse discipulus. Quiere decir: El que no
renuncia todas las cosas que con la voluntad posee, no puede ser mi
discípulo. Y esto está claro, porque la doctrina que el Hijo de Dios
vino a enseñar fue el menosprecio de todas las cosas, para poder
recibir el precio del espíritu de Dios en sí; porque, en tanto que de
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ellas no se deshiciere el alma, no tiene capacidad para recibir el
espíritu de Dios en pura transformación.
3. De esto tenemos figura en el Exodo (c. 16), donde se lee que no
dio Dios el manjar del cielo, que era el maná, a los hijos de Israel
hasta que les faltó la harina que ellos habían traído de Egipto. Dando
por esto a entender que primero conviene renunciar a todas las
cosas, porque este manjar de ángeles no conviene al paladar que
quiere tomar sabor en el de los hombres. Y no solamente se hace
incapaz del espíritu divino el alma que se detiene y apacienta en
otros extraños gustos, mas aun enojan mucho a la Majestad Divina,
los que, pretendiendo el manjar de espíritu, no se contentan con sólo
Dios, sino quieren entremeter el apetito y afición de otras cosas. Lo
cual también se echa de ver en este mismo libro de la Sagrada
Escritura (Ex. 16, 8-13), donde también se dice que, no se
contentando ellos con aquel manjar tan sencillo, apetecieron y
pidieron manjar de carne; y que Nuestro Señor se enojó gravemente
que quisiesen ellos entremeter un manjar tan bajo y tosco con un
manjar tan alto y sencillo, que, aunque lo era, tenía en sí el sabor y
sustancia de todos los manjares. Por lo cual, aún teniendo ellos los
bocados en las bocas, según dice también David (Sal. 77, 31): Ira Dei
decendit super eos: descendió la ira de Dios sobre ellos, echando
fuego del cielo y abrasando muchos millares de ellos; teniendo por
cosa indigna que tuviesen ellos apetito de otro manjar dándoseles el
manjar del cielo.
4. ¡Oh si supiesen los espirituales cuánto bien pierden y abundancia
de espíritu por no querer ellos acabar de levantar el apetito de
niñerías, y cómo hallarían en este sencillo manjar del espíritu el gusto
de todas las cosas si ellos no quisieren gustarlas! Pero no le gustan;
porque la causa por que éstos no recibían el gusto de todos los
manjares que había en el maná era porque ellos no recogían el
apetito a sólo él. De manera que no dejaban de hallar en el maná
todo el gusto y fortaleza que ellos pudieran querer porque en el maná
no le hubiese, sino porque ellos otra cosa querían. Así, el que quiere
amar otra cosa juntamente con Dios, sin duda es tener en poco a
Dios, porque pone en una balanza con Dios lo que sumamente, como
habemos dicho, dista de Dios.
5. Ya se sabe bien por experiencia que cuando una voluntad se
aficiona a una cosa, la tiene en más que otra cualquiera, aunque sea
muy mejor que ella, si no gusta tanto de la otra. Y si de una y de otra
quiere gustar, a la más principal por fuerza ha de hacer agravio, pues
hace entre ellas igualdad. Y por cuanto no hay cosa que iguale con
Dios, mucho agravio hace a Dios el alma que con él ama otra cosa o
se ase a ella. Y pues esto es así, ¿que sería si la amase más que a
Dios?
6. Esto también es lo que se denotaba cuando mandaba Dios a
Moisés (Ex. 34, 3) que subiese al monte a hablar con él. Le mandó
que no solamente subiese él solo, dejando abajo a los hijos de Israel,
pero que ni aún las bestias paciesen de contra del monte. Dando por
49
esto a entender que el alma que hubiere de subir a este monte de
perfección a comunicar con Dios, no sólo ha de renunciar todas las
cosas y dejarlas abajo, mas también los apetitos, que son las bestias,
no las ha de dejar apacentar de contra de este monte, esto es, en
otras cosas que no son Dios puramente, en el cual todo apetito cesa,
esto es, en estado de la perfección. Y así es menester que el camino
y subida para Dios sea un ordinario cuidado de hacer cesar y
mortificar los apetitos; y tanto más presto llegará el alma, cuanto
más priesa en esto se diere. Mas hasta que cesen, no hay llegar,
aunque más virtudes ejercite, porque le falta el conseguirlas en
perfección, la cual consiste en tener el alma vacía y desnuda y
purificada de todo apetito. De lo cual también tenemos figura muy al
vivo en el Génesis (35, 2), donde se lee que, queriendo el patriarca
Jacob subir al monte Betel a edificar allí a Dios un altar, en que le
ofreció sacrificio, primero mandó a toda su gente tres cosas: la una,
que arrojasen de sí todos los dioses extraños; la segunda, que se
purificasen; la tercera, que mudasen vestiduras.
7. En las cuales tres cosas se da a entender a toda alma que quiere
subir a este monte a hacer de sí mismo altar en él, en que ofrezca a
Dios sacrificio de amor puro y alabanza y reverencia pura, que,
primero que suba a la cumbre del monte, ha de haber perfectamente
hecho las dichas tres cosas.
Lo primero, que arroje todos los dioses ajenos, que son todas las
extrañas aficiones y asimientos.
Y lo segundo, que se purifique del dejo que han dejado en el alma los
dichos apetitos con la noche oscura del sentido que decimos,
negándolos y arrepintiéndose ordinariamente.
Y lo tercero que ha de tener para llegar a este alto monte es las
vestiduras mudadas. Las cuales, mediante la obra de las dos cosas
primeras, se las mudará Dios de viejas en nuevas, poniendo en el
alma un nuevo ya entender de Dios en Dios, dejando el viejo
entender de hombre, y un nuevo amar a Dios en Dios, desnuda ya la
voluntad de todos sus viejos quereres y gustos de hombre, y
metiendo al alma en una nueva noticia, echadas ya otras noticias e
imágenes viejas aparte, haciendo cesar todo lo que es de hombre
viejo (cf. Col. 3, 9), que es la habilidad del ser natural, y vistiéndose
de nueva habilidad sobrenatural según todas sus potencias. De
manera que su obrar ya de humano se haya vuelto en divino, que es
lo que se alcanza en estado de unión, en la cual el alma no sirve de
otra cosa sino de altar, en que Dios es adorado en alabanza y amor, y
sólo Dios en ella está. Que, por eso, mandaba Dios (Ex. 27, 8) que el
altar donde había de estar el arca del Testamento estuviese de dentro
vacío, para que entienda el alma cuán vacía la quiere Dios de todas
las cosas, para que sea altar digno donde esté Su Majestad. En el
cual altar tampoco permitía ni que hubiese fuego ajeno, ni que faltase
jamás el propio; tanto, que, porque Nadab y Abiud, que eran dos
hijos del sumo sacerdote Arón, ofrecieron fuego ajeno en su altar,
enojado, Nuestro Señor, los mató allí delante del altar (Lv. 10, 1).
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Para que entendamos que en el alma ni ha de faltar amor de Dios
para ser digno altar, ni tampoco otro amor ajeno se ha de mezclar.
8. No consiente Dios a otra cosa morar consigo en uno. De donde se
lee en el libro primero de los Reyes (5, 2-4) que, metiendo los
filisteos al arca del Testamento en el templo donde estaba su ídolo,
amanecía el ídolo cada día arrojado en el suelo y hecho pedazos. Y
sólo aquel apetito consiente y quiere que haya donde él está, que es
de guardar la ley de Dios perfectamente y llevar la Cruz de Cristo
sobre sí. Y así, no se dice en la sagrada Escritura divina (Dt. 31, 26)
que mandase Dios poner en el arca donde estaba el maná otra cosa,
sino el libro de la Ley y la vara de Moisés, que significa la Cruz.
Porque el alma que otra cosa no pretendiere que guardar
perfectamente la ley del Señor y llevar la cruz de Cristo, será arca
verdadera, que tendrá en sí el verdadero maná, que es Dios, cuando
venga a tener en sí esta ley y esta vara perfectamente, sin otra cosa
alguna (cf. Núm. 17; Heb. 9, 4).
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CAPÍTULO 6
En que se trata de dos daños principales que causan los apetitos en el
alma, el uno privativo y el otro positivo.
1. Y para que más clara y abundantemente se entienda lo dicho, será
bueno poner aquí y decir cómo estos apetitos causan en el alma dos
daños principales: el uno es que la privan del espíritu de Dios, y el
otro es que al alma en que viven la cansan, atormentan, oscurecen,
ensucian y enflaquecen y la llagan, según aquello que dice Jeremías,
capítulo segundo (v. 13): Duo mala fecit populus meus: dereliquerunt
fontem aquae vivae, et foderunt sibi cisternas dissipatas, quae
continere non valent aquas; quiere decir: Dejáronme a mí, que soy
fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas rotas, que no pueden
tener agua. Esos dos males, conviene a saber: privación y positivo,
se causan por cualquiera acto desordenado del apetito.
Y, primeramente, hablando del privativo, claro está que, por el mismo
caso que el alma se aficiona a una cosa que cae debajo de nombre de
criatura, cuanto aquel apetito tiene de más entidad en el alma, tiene
ella de menos capacidad para Dios, por cuanto no pueden caber dos
contrarios, según dicen los filósofos, en un sujeto, y también dijimos
en el cuarto capitulo. Y afición de Dios y afición de criatura son
contrarios; y así, no caben en una voluntad afición de criatura y
afición de Dios. Porque ¿qué tiene que ver criatura con Criador,
sensual con espiritual, visible con invisible, temporal con eterno,
manjar celestial puro espiritual con el manjar del sentido puro
sensual, desnudez de Cristo con asimiento en alguna cosa?
2. Por tanto, así como en la generación natural no se puede introducir
una forma sin que primero se expela del sujeto la forma contraria que
precede, la cual estando, es impedimento de la otra, por la
contrariedad que tienen las dos entre sí, así, en tanto que el alma se
sujeta al espíritu sensual, no puede entrar en ella el espíritu puro
51
espiritual. Que, por eso, dijo Nuestro Salvador por san Mateo (15,
26): Non est bonum sumere panem filiorum et mittere canibus, esto
es: No es cosa conveniente tomar el pan de los hijos y darlo a los
canes. Y también en otra parte dice por el mismo evangelista (7, 6):
Nolite sanctum dare canibus, que quiere decir: No queráis dar lo
santo a los canes. En las cuales autoridades compara Nuestro Señor
al que, negando los apetitos de las criaturas, se disponen para recibir
el espíritu de Dios puramente, a los hijos de Dios; y a los que quieren
cebar su apetito en las criaturas, a los perros, porque a los hijos les
es dado comer con su Padre a la mesa y de su plato, que es
apacentarse de su espíritu, y a los canes, las meajas que caen de la
mesa.
3. En lo cual es de saber que todas las criaturas son meajas que
cayeron de la mesa de Dios. Por tanto, justamente es llamado can el
que anda apacentándose en las criaturas, y por eso se les quita el de
los hijos, pues ellos no se quieren levantar de las meajas de las
criaturas a la mesa del espíritu increado de su Padre. Y por eso
justamente, como perros, siempre andan hambreando, porque las
meajas más sirven de avivar el apetito que de satisfacer el hambre. Y
así, de ellos dice David (Sal. 58, 15-16): Famen patientur ut canes,
et circuibunt civitatem. Si vero non fuerint saturati, et murmurabunt;
quiere decir: Ellos padecerán hambre como perros y rodearán la
ciudad y, como no se vean hartos, murmurarán. Porque ésta es la
propiedad del que tiene apetitos, que siempre está descontento y
desabrido, como el que tiene hambre. Pues, ¿qué tiene que ver el
hambre que ponen todas las criaturas con la hartura (que causa el
espíritu de Dios? Por eso, no puede entrar esta hartura) increada en
el alma si no se echa primero esotra hambre criada del apetito del
alma; pues, como habemos dicho, no pueden morar dos contrarios en
un sujeto, los cuales en este caso son hambre y hartura.
4. Por lo dicho se verá cuánto más hace Dios en limpiar y purgar una
alma de estas contrariedades, que en criarla de nonada. Porque estas
contrariedades de afectos y apetitos contrarios más opuestas y
resistentes son a Dios que la nada, porque ésta no resiste. Y esto
baste acerca del primer daño principal que hacen al alma los apetitos,
que es resistir al espíritu de Dios, por cuanto arriba está ya dicho
mucho de ello.
5. Ahora digamos del segundo efecto que hacen en ella, el cual es de
muchas maneras, porque los apetitos cansan al alma, y la
atormentan, y oscurecen, y la ensucian, y la enflaquecen. De las
cuales cinco cosas iremos diciendo de por sí.
6. Cuanto a lo primero, claro está que los apetitos cansan y fatigan al
alma, porque son como unos hijuelos inquietos y de mal contento,
que siempre están pidiendo a su madre uno y otro, y nunca se
contentan. Y así como se cansa y fatiga el que cava por codicia del
tesoro, así se cansa y fatiga el alma por conseguir lo que sus apetitos
le piden. Y, aunque lo consiga, en fin, siempre se cansa, porque
nunca se satisface; porque, al cabo, son cisternas rotas las que cava,
52
que no pueden tener agua para satisfacer la sed (Jer. 2, 13). Y así,
como dice Isaías (29, 8): Lassus adhuc sitit, et anima eius vacua est;
que quiere decir: Está su apetito vacío. Y cánsase y fatígase el alma
que tiene apetitos, porque es como el enfermo de calentura, que no
se halla bien hasta que se le quite la fiebre, y cada rato le crece la
sed. Porque, como se dice en el libro de Job (20, 22): Cum satiatus
fuerit, arctabitur, aestuabit, et omnis dolor irruet super eum; que
quiere decir: Cuando hubiere satisfecho su apetito, quedará más
apretado y agravado; creció en su alma el calor del apetito y así
caerá sobre él todo dolor.
Cánsase y fatígase el alma con sus apetitos, porque es herida y
movida y turbada de ellos como el agua de los vientos, y de esa
misma manera la alborotan, sin dejarla sosegar en (un) lugar ni en
una cosa. Y de tal alma dice Isaías (57, 20): Cor impii quasi mare
fervens: El corazón del malo es como el mar cuando hierve; y es
malo el que no vence los apetitos.
Cánsase y fatígase el alma que desea cumplir sus apetitos, porque es
como el que, teniendo hambre, abre la boca para hartarse de viento,
y, en lugar de hartarse, se seca más, porque aquél no es su manjar.
A este propósito dijo Jeremías (2, 24): In desiderio animae suae
attraxit ventum amoris sui; como si dijera: En el apetito de su
voluntad atrajo a sí el viento de su afición. Y luego dice adelante (2,
25) para dar a entender la sequedad en que esta tal alma queda,
dando aviso y diciendo: Prohibe pedem tuum a nuditate, et guttur
tuum a siti; que quiere decir: Aparta tu pie, esto es, tu pensamiento,
de la desnudez, y tu garganta de la sed, es a saber, tu voluntad del
cumplimiento del apetito que hace más sequía.
Y así como se cansa y fatiga el enamorado en el día de la esperanza
cuando le salió su lance en vacío, (así) se cansa el alma y fatiga con
todos sus apetitos y cumplimiento de ellos, pues todos le causan
mayor vacío y hambre; porque, como comúnmente dicen, el apetito
es como el fuego que, echándole leña, crece, y luego que la consume,
por fuerza ha de desfallecer.
7. Y aun el apetito es de peor condición en esta parte; porque el
fuego, acabándose la leña, descrece; mas el apetito no descrece en
aquello que se aumentó cuando se puso por obra, aunque se acaba la
materia, sino que, en lugar de descrecer, como el fuego cuando se le
acaba la suya, él desfallece en fatiga, porque queda crecida el
hambre y disminuido el manjar. Y de éste habla Isaías (9, 20),
diciendo: Declinabit ad dexteram, et esuriet; et comedet ad
sinistram, et non saturabitur; quiere decir: Declinará hacia la mano
derecha, y habrá hambre; y comerá hacia la siniestra, y no se
hartará. Porque estos que no mortifican sus apetitos, justamente,
cuando declinan, ven la hartura del dulce espíritu de los que están a
la diestra de Dios, la cual a ellos no se le concede; y, justamente,
cuando corren hacia la siniestra, que es cumplir su apetito en alguna
criatura, no se hartan; pues, dejando lo que sólo puede satisfacer, se
apacientan de lo que les causa más hambre.
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Claro está, pues, que los apetitos cansan y fatigan al alma.
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CAPÍTULO 7
En que se trata cómo los apetitos atormentan al alma. Pruébalo
también por comparaciones y autoridades.
1. La segunda manera de mal positivo que causan al alma los
apetitos es que la atormentan y afligen a manera del que está en
tormento de cordeles, abarcado a alguna parte, de lo cual hasta que
se libre no descansa. Y de éstos dice David (Sal. 118, 61): Funes
peccatorum circumplexi sunt me: Los cordeles de mis pecados, que
son mis apetitos, en derredor me han apretado.
Y de la misma manera que se atormenta y aflige al que desnudo se
acuesta sobre espinas y puntas, así se atormenta el alma y aflige
cuando sobre sus apetitos se recuesta. Porque, a manera de espinas,
hieren y lastiman y asen y dejan dolor. Y de ellos también dice David
(Sal. 117, 12): Circumdederunt me sicut apes, et exarserunt sicut
ignis in spinis; que quiere decir: Rodeáronse de mí como abejas,
punzándome con sus aguijones, y encendiéronse contra mí como el
fuego en espinas; por que en los apetitos, que son las espinas, crece
el fuego de la angustia y del tormento.
Y así como aflige y atormenta el gañán al buey debajo del arado con
codicia de la mies que espera, así la concupiscencia aflige al alma
debajo del apetito por conseguir lo que quiere. Lo cual se echa bien
de ver en aquel apetito que tenía Dalila de saber en qué tenía tanta
fuerza Sansón, que dice la Sagrada Escritura (Jue. 16, 163) que la
fatigaba y atormentaba tanto, que la hizo desfallecer casi hasta
morir, diciendo: Defecit anima eius, et ad mortem usque lassata est.
2. El apetito tanto más tormento es para el alma cuanto él es más
intenso. De manera que tanto hay de tormento cuanto hay de
apetito, y tanto más tormentos tiene cuantos más apetitos la poseen;
porque se cumple en la tal alma, aun en esta vida, lo que se dice en
el Apocalipsis (18, 7) de Babilonia por estas palabras: Quantum
glorificavit se, et in deliciis fuit, tantum date illi tormentum et luctum;
esto es: Tanto cuanto se quiso ensalzar y cumplir sus apetitos, le dad
de tormento y angustia. Y de la manera que es atormentado y
afligido el que cae en manos de sus enemigos, así es atormentada y
afligida el alma que se deja llevar de sus apetitos. De lo cual hay
figura en el libro de los Jueces (16, 21), donde se lee que aquel
fuerte Sansón, que antes era fuerte y libre y juez de Israel, cayendo
en poder de sus enemigos, le quitaron la fortaleza, y le sacaron los
ojos, y le ataron a moler en una muela, adonde le atormentaron y
afligieron mucho. Y así acaece al alma donde estos enemigos de
apetitos viven y vencen, que lo primero que hacen es enflaquecer al
alma y cegarla; y, como abajo diremos, luego la afligen y
atormentan, atándola a la muela de la concupiscencia; y los lazos con
que está asida son sus mismos apetitos.
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3. Por lo cual, habiendo Dios lástima a éstos que con tanto trabajo y
tan a costa suya andan a satisfacer la sed y hambre del apetito en las
criaturas, les dice por Isaías (55, 1-2): Omnes sitientes venite ad
aquas; et qui non habetis argentum, properate, emite et comedite:
venite, emite absque argento vinum et lac. Quare appenditis
argentum non in panibus, et laborem vestrum non in saturitate?;
como si dijera: Todos los que tenéis sed de apetitos, venid a las
aguas, y todos los que no tenéis plata de propia voluntad y apetitos,
daos priesa; comprad de mí y comed; venid y comprad de mi vino y
leche, que es paz y dulzura espiritual, sin plata de propia voluntad, y
sin darme por ello (interés o) trueque alguno del trabajo, como dais
por vuestros apetitos. ¿Por qué dais la plata de vuestra voluntad por
lo que no es pan, esto es, del espíritu divino, y ponéis el trabajo de
vuestros apetitos en lo que no os puede hartar? Venid, oyéndome a
mí, y comeréis el bien que deseáis, y deleitarse ha en grosura vuestra
alma.
4. Este venir a la grosura es salirse de todos los gustos de criatura,
porque la criatura atormenta, y el espíritu de Dios recrea. Y así, nos
llama él por san Mateo (11, 28-29), diciendo: Venite ad me, omnes
qui laboratis et onerati estis, et ego reficiam vos, et invenietis
requiem animabus vestris; como si dijera: Todos los que andáis
atormentados, afligidos y cargados con la carga de vuestros cuidados
y apetitos, salid de ellos, viniendo a mí, y yo os recrearé, y hallaréis
para vuestras almas el descanso que os quitan vuestros apetitos. Y
así, son pesada carga, porque de ellos dice David (Sal. 37, 5): Sicut
onus grave gravatae sunt super me.
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CAPÍTULO 8
En que se trata cómo los apetitos oscurecen y ciegan al alma.
1. Lo tercero que hacen en el alma los apetitos es que la ciegan y
oscurecen. Así como los vapores oscurecen el aire y no le dejan lucir
el sol claro; como el espejo tomado del paño no puede recibir
serenamente en sí el rostro; o como (en) el agua envuelta en cieno,
no se divisa bien la cara del que en ella se mira; así, el alma que de
los apetitos está tomada, según el entendimiento está entenebrecida,
y no da lugar para que ni el sol de la razón natural ni el de la
Sabiduría de Dios sobrenatural la embistan e ilustren de claro. Y así
dice David (Sal. 39,13), hablando a este propósito: Comprehenderunt
me iniquitates meae, et non potui, ut viderem, que quiere decir: Mis
maldades me comprehendieron, y no pude tener poder para ver.
2. Y en eso mismo que se oscurece según el entendimiento, se
entorpece también según la voluntad, y según la memoria se
enrudece y desordena en su debida operación. Porque, como estas
potencias, según sus operaciones, dependen del entendimiento,
estando él impedido, claro está lo han ellas de estar desordenadas y
turbadas. Y así dice David (Sal. 6, 4): Anima mea turbata est valde,
esto es: Mi ánima está muy turbada; que es tanto como decir:
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desordenada en sus potencias. Porque, como decimos, ni el
entendimiento tiene capacidad para recibir la ilustración de la
sabiduría de Dios, como tampoco la tiene el aire tenebroso para
recibir la del sol, ni la voluntad tiene habilidad para abrazar en sí a
Dios en puro amor, como tampoco la tiene el espejo que está tomado
de vaho para representar claro en sí el rostro presente, y menos la
tiene la memoria que está ofuscada con las tinieblas del apetito para
informarse con serenidad de la imagen de Dios, como tampoco el
agua turbia puede mostrar claro el rostro del que se mira.
3. Ciega y oscurece el apetito al alma, porque el apetito en cuanto
apetito, ciego es; porque, de suyo, ningún entendimiento tiene en sí,
porque la razón es siempre su mozo de ciego. Y de aquí es que todas
las veces que el alma se guía por su apetito, se ciega, pues es
guiarse el que ve por el que no ve, lo cual es como ser entrambos
ciegos. Y lo que de ahí se sigue es lo que dice Nuestro Señor por san
Mateo (15, 14): Si caecus caeco ducatum praestet, ambo in foveam
cadunt; si el ciego guía al ciego, entrambos caerán en la hoya.
Poco le sirven los ojos a la mariposilla, pues que el apetito de la
hermosura de la luz la lleva encandilada a la hoguera. Y así podemos
decir que el que se ceba de apetito es como el pez encandilado, al
cual aquella luz antes le sirve de tinieblas para que no vea los daños
que los pescadores le aparejan. Lo cual da muy bien a entender el
mismo David (Sal. 57, 9), diciendo de los semejantes: Supercecidit
ignis, et non viderunt solem; que quiere decir: Sobrevínoles el fuego
que calienta con su calor y encandila con su luz. Y eso hace el apetito
en el alma, que enciende la concupiscencia y encandila al
entendimiento de manera que no pueda ver su luz. Porque la causa
del encandilamiento es que, como pone otra luz diferente delante de
la vista, ciégase la potencia visiva en aquélla que está entrepuesta y
no ve la otra; y como el apetito se le pone al alma tan cerca, que
está en la misma alma, tropieza en esta luz primera y cébase en ella,
y así no la deja ver su luz de claro entendimiento, ni la verá hasta
que se quite de en medio el encandilamiento del apetito.
4. Por lo cual es harto de llorar la ignorancia de algunos, que se
cargan de extraordinarias penitencias y de otros muchos voluntarios
ejercicios, y piensan que les bastará eso y esotro para venir a la
unión de la Sabiduría divina, si con diligencia ellos no procuran negar
sus apetitos. Los cuales, si tuviesen cuidado de poner la mitad de
aquel trabajo en esto, aprovecharían más en un mes que por todos
los demás ejercicios en muchos años. Porque, así como es necesaria
a la tierra la labor para que lleve fruto, y sin labor no le lleva, sino
malas hierbas, así es necesaria la mortificación de los apetitos para
que haya provecho en el alma; (sin) la cual oso decir que, para ir
adelante en perfección y noticia de Dios y de sí mismo, nunca le
aprovecha más cuanto hiciere que aprovecha la simiente echada en la
tierra no rompida. Y así, no quitan la tiniebla y rudeza del alma hasta
que los apetitos se apaguen. Porque son como las cataratas o como
las motas en el ojo, que impiden la vista hasta que se echan fuera.
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5. Y así, echando de ver David (Sal. 57, 10) la de éstos, y cuán
impedidas tienen las almas de la claridad de la verdad, y cuánto Dios
se enoja con ellos, habla con ellos diciendo: Priusquam intelligerent
spinae vestrae rhamnum: sicut viventes, sic in ira absorbet eos, y es
como si dijera: Antes que entendiesen vuestras espinas, esto es,
vuestros apetitos, así como a los vivientes, de esta manera los
absorberá en su ira Dios. Porque a los apetitos vivientes en el alma,
antes que ellos puedan entender a Dios, los absorberá Dios en esta
vida o en la otra con castigo y corrección, que será por la purgación.
Y dice que los absorberá en ira, porque lo que se padece en la
mortificación de los apetitos es castigo del estrago que en el alma
han hecho.
6. ¡Oh si supiesen los hombres de cuánto bien de luz divina los priva
esta ceguera que les causan sus aficiones y apetitos, y en cuántos
males y daños les hacen ir cayendo cada día en tanto que no los
mortifican! Porque no hay fiarse de buen entendimiento, ni dones que
tengan recibidos de Dios, para pensar que, si hay afición o apetito,
dejará de cegar y oscurecer y hacer caer poco a poco en peor. Porque
¿quién dijera que un varón tan acabado en sabiduría y dones de Dios
como era Salomón, había de venir a tanta ceguera y torpeza de
voluntad, que hiciese altares a tantos ídolos y los adorase él mismo,
siendo ya viejo? (3 Re. 11, 4). Y sólo para esto bastó la afición que
tenía a las mujeres y no tener el cuidado de negar los apetitos y
deleites de su corazón. Porque él mismo dice de sí en el Eclesiastés
(2, 10) que no negó a su corazón lo que le pidió. Y pudo tanto este
arrojarse a sus apetitos, que, aunque es verdad que al principio tenía
recato, pero, porque no los negó, poco a poco le fueron cegando y
oscureciendo el entendimiento, de manera que le vinieron a acabar
de apagar aquella gran luz de sabiduría que Dios le había dado, de
manera que a la vejez dejó a Dios.
7. Y si en éste pudieron tanto, que tenía tanta noticia de la distancia
que hay entre el bien y el mal, ¿qué no podrán contra nuestra rudeza
los apetitos no mortificados? Pues, como dijo Dios al profeta Jonás (4,
11) de los ninivitas, no sabemos lo que hay entre la siniestra y la
diestra, porque a cada paso tenemos lo malo por bueno, y lo bueno
por malo, y esto de nuestra cosecha lo tenemos. Pues, ¿qué será si
se añade apetito a natural tiniebla? sino que como dice Isaías (59,
10): Palpavimus sicut caeci parietem, et quasi absque oculis,
attrectavimus: impegimus meridie, quasi in tenebris. Habla el profeta
con los que aman seguir estos sus apetitos, y es como si dijera:
Habemos palpado la pared, como si fuéramos ciegos, y anduvimos
atentando como sin ojos, y llegó a tanto nuestra ceguera, que en el
mediodía atollamos, como si fuera en las tinieblas. Porque esto tiene
el que está ciego del apetito, que, puesto en medio de la verdad y de
lo que le conviene, no lo echa más de ver que si estuviera en
tinieblas.
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CAPÍTULO 9
En que se trata cómo los apetitos ensucian al alma. Pruébalo por
comparaciones y autoridades de la Escritura sagrada.
1. El cuarto daño que hacen los apetitos al alma es que la ensucian y
manchan, según lo enseña el Eclesiástico (13, 1), diciendo: Qui
tetigerit picem, inquinabitur ab ea; quiere decir: El que tocare a la
pez, ensuciarse ha de ella; y entonces toca uno la pez cuando en
alguna criatura cumple el apetito de su voluntad. En lo cual es de
notar que el Sabio compara las criaturas a la pez, porque más
diferencia hay entre la excelencia del alma y todo lo mejor de ellas,
que hay del claro diamante fino oro a la pez. Y así como el oro o
diamante, si se pusiese caliente sobre la pez, quedaría de ella feo y
untado, por cuanto el calor la regaló y atrajo, así el alma que está
caliente de apetito sobre alguna criatura, en el calor de su apetito
saca inmundicia y mancha de él en sí.
Y más diferencia hay entre el alma y las demás criaturas corporales
que entre un muy clarificado licor y un cieno muy sucio. De donde,
así como se ensuciaría el tal licor si le envolviesen con el cieno, de
esa misma manera se ensucia el alma que se ase a la criatura, pues
en ella se hace semejante a la dicha criatura. Y de la misma manera
que pondrían los rasgos de tizne a un rostro muy hermoso y acabado,
de esa misma manera afean y ensucian los apetitos desordenados al
alma que los tiene, la cual en sí es una hermosísima y acabada
imagen de Dios.
2. Por lo cual, llorando Jeremías (Lm. 4, 7-8) el estrago y fealdad que
estas desordenadas afecciones causan en el alma, cuenta primero su
hermosura y luego su fealdad, diciendo: Candidiores sunt nazarei eius
nive, nitidiores lecte, rubicundiores ebore entiquo, saphiro
pulchriores. Denigrata est super carbones facies eorum, et non sunt
cogniti in plateis; que quiere decir: Sus cabellos, es a saber, del
alma, son más levantados en blancura que la nieve, más
resplandecientes que la leche, y más bermejos que el marfil antiguo,
y más hermosos que la piedra zafiro. La haz de ellos se ha
ennegrecido sobre los carbones, y no son conocidos en las plazas. Por
los cabellos entendemos aquí los afectos y pensamientos del alma,
los cuales, ordenados en lo que Dios los ordena, (que es en el mismo
Dios) son más blancos que la nieve, y más claros que la leche, y más
rubicundos que el marfil, y hermosos sobre el zafiro. Por las cuales
cuatro cosas se entiende toda manera de hermosura y excelencia de
criatura corporal, sobre las cuales, dice, es el alma y sus operaciones,
que son los nazareos o cabellos dichos, los cuales, desordenados y
puestos en lo que Dios no los ordenó, que es empleados en las
criaturas, dice Jeremías que su haz queda y se pone más negra que
los carbones.
3. Que todo este mal y más hacen en la hermosura del alma los
desordenados apetitos en las cosas de este siglo. Tanto, que, si
hubiésemos de hablar de propósito de la fea y sucia figura que al
alma los apetitos pueden poner, no hallaríamos cosa, por llena de
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telarañas y sabandijas que esté, ni fealdad de cuerpo muerto, ni otra
cosa cualquiera inmunda y sucia cuanto en esta vida la puede haber y
se puede imaginar, a que la pudiésemos comparar. Porque, aunque
es verdad que el alma desordenada, en cuanto al ser natural, está
tan perfecta como Dios la crió, pero, en cuanto al ser de razón, está
fea, abominable, sucia, figura y con todos los males que aquí se van
escribiendo y mucho más. Porque, aun sólo un apetito desordenado,
como después diremos, aunque no sea de materia de pecado mortal,
basta para poner un alma tan sujeta, sucia y fea, que en ninguna
manera puede convenir con Dios en una unión hasta que el apetito se
purifique. ¿Cuál será la fealdad de la que del todo está desordenada
en sus propias pasiones y entregada a sus apetitos, y cuán alejada de
Dios estará y de su pureza?
4. No se puede explicar con palabras, ni aun entenderse con el
entendimiento, la variedad de inmundicia que la variedad de apetitos
causan en el alma. Porque, si se pudiese decir y dar a entender, sería
cosa admirable y también de harta compasión ver cómo cada apetito,
conforme a su cuantidad y calidad, mayor o menor, hace su raya y
asiento de inmundicia y fealdad en el alma, y cómo en una sola
desorden de razón puede tener en sí innumerables diferencias de
suciedades mayores y menores, y cada una de su manera. Porque,
así como el alma del justo en una sola perfección, que es la rectitud
del alma, tiene innumerables dones riquísimos y muchas virtudes
hermosísimas, cada una diferente y graciosa en su manera, según la
multitud y diferencia en los afectos de amor que ha tenido en Dios,
así el alma desordenada, según la variedad de los apetitos que tiene
en las criaturas, tiene en sí variedad miserable de inmundicias y
bajezas, tal cual en ella la pintan los dichos apetitos.
5. Esta variedad de apetitos está bien figurada en Ezequiel (8,
10-16), donde se escribe que mostró Dios a este profeta en lo interior
del templo, pintadas en derredor de las paredes, todas las
semejanzas de sabandijas que arrastran por la tierra, y allí toda la
abominación de animales inmundos. Y entonces dijo Dios a Ezequiel:
Hijo del hombre, ¿de veras no has visto las abominaciones que hacen
éstos, cada uno en lo secreto de su retrete? (3, 12). Y mandando
Dios al profeta que entrase más adentro y vería mayores
abominaciones, dice que vio allí las mujeres sentadas llorando al dios
de los amores, Adonis (8, 15). Y mandándole Dios entrar más
adentro y vería aún mayores abominaciones, dice que vio allí
veinticinco viejos que tenían vueltas las espaldas contra el templo (8,
16).
6. Las diferencias de sabandijas y animales inmundos que estaban
pintados en el primer retrete del templo, son los pensamientos y
concepciones que el entendimiento hace de las cosas bajas de la
tierra y de todas las criaturas, las cuales, tales cuales son, se pintan
en el templo del alma cuando ella con ella embaraza su
entendimiento, que es el primer aposento del alma.
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Las mujeres que estaban más adentro, en el segundo aposento,
llorando al dios Adonis, son los apetitos que están en la segunda
potencia del alma, que es la voluntad. Los cuales están como
llorando, en cuanto codician a lo que está aficionada la voluntad, que
son las sabandijas ya pintadas en el entendimiento.
Y los varones que estaban en el tercer aposento, son las imágenes y
representaciones de las criaturas, que guarda y revuelve en sí la
tercera parte del alma, que es la memoria. Las cuales se dice que
están vueltas las espaldas contra el templo porque, cuando ya según
estas tres potencias abraza el alma alguna cosa de la tierra acabada
y perfectamente, se puede decir que tiene las espaldas contra el
templo de Dios, que es la recta razón del alma, la cual no admite en
sí cosa de criatura.
7. Y para entender algo de esta fea desorden del alma en sus
apetitos, baste por ahora lo dicho, porque, si hubiéramos de tratar en
particular de la fealdad menor que hacen y causan en el alma las
imperfecciones, y su variedad, y la que hacen los pecados veniales -
que es ya mayor que la de las imperfecciones- y su mucha variedad,
y también la que hacen los apetitos de pecado mortal, que es total
fealdad del alma, y su mucha variedad, según la variedad y multitud
de todas estas tres cosas, sería nunca acabar, ni entendimiento
angélico bastaría para lo poder entender. Lo que digo y hace al caso
para mi propósito es que cualquier apetito, aunque sea de la más
mínima imperfección, mancha y ensucia al alma.
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CAPÍTULO 10
En que trata cómo los apetitos entibian y enflaquecen al alma en la
virtud.
1. Lo quinto en que dañan los apetitos al alma es que la entibian y
enflaquecen para que no tenga fuerza para seguir la virtud y
perseverar en ella. Porque, por el mismo caso que la fuerza del
apetito se reparte, queda menos fuerte que si estuviera entero en
una cosa sola; y cuanto en más cosas se reparte, menos es para cada
una de ellas, que, por eso, dicen los filósofos que la virtud unida es
más fuerte que ella misma si se derrama. Y, por tanto, está claro
que, si el apetito de la voluntad se derrama en otra cosa fuera de la
virtud, ha de quedar mas flaco para la virtud. Y así, el alma que tiene
la voluntad repartida en menudencias es como el agua que, teniendo
por donde se derramar hacia abajo, no crece para arriba, y así no es
de provecho. Que por eso el patriarca Jacob (Gn. 49, 4) comparó a su
hijo Rubén al agua derramada, porque en cierto pecado había dado
rienda a sus apetitos, diciendo: Derramado estás como el agua; no
crezcas; como si dijera: Porque estás derramado según los apetitos
como el agua, no crecerás en virtud. Y así como el agua caliente, no
estando cubierta, fácilmente pierde el calor, y como las especies
aromáticas, desenvueltas, van perdiendo la fragancia y fuerza de su
olor, así el alma no recogida en un solo apetito de Dios, pierde el
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valor y vigor en la virtud. Lo cual entendiendo bien David (Sal. 58,
10), dijo hablando con Dios: Fortitudinem meam ad te custodiam: Yo
guardaré mi fortaleza para ti, esto es, recogiendo la fuerza de mis
apetitos sólo a ti.
2. Y enflaquecen la virtud del alma los apetitos, porque son en ella
como los renuevos que nacen en rededor del árbol y le llevan la
virtud para que él no lleve tanto fruto. Y de estas tales almas dice el
Señor (Mt. 24, 19): Vae praegnantibus et nutrientibus in illis diebus!,
esto es: ¡Ay de los que en aquellos días estuvieren preñados y de los
que criaren! La cual preñez y cría entiende por la de los apetitos, los
cuales, si no se atajan, siempre irán quitando más virtud al alma y
crecerán para mal del alma, como los renuevos en el árbol. Por lo
cual nuestro Señor diciendo (Lc. 12, 35) nos aconseja: Tened ceñidos
vuestros lomos, que significan aquí los apetitos. Porque, en efecto,
ellos son también como las sanguijuelas, que siempre están
chupando la sangre de las venas, porque así las llama el Eclesiástico
(Pv. 30, 15), diciendo: Sanguijuelas son las hijas, esto es, los
apetitos; siempre dicen: Daca, daca.
3. De donde está claro que los apetitos no ponen al alma bien
ninguno, sino quítanle el que tiene. Y, si no los mortificare, no
pararán hasta hacer en ella lo que dicen que hacen a su madre los
hijos de la víbora, que, cuando van creciendo en el vientre, comen a
su madre y mátanla, quedando ellos vivos a costa de su madre. Así
los apetitos no mortificados llegan a tanto, que matan al alma en
Dios, porque ella primero no los mató; por eso dice el Eclesiástico:
Aufer a me, Domine, ventris concupiscentias, et concubitus
concupiscentiae ne apprehendant me (23, 6), y sólo lo que en ella
vive son ellos.
4. Pero, aunque no lleguen a esto, es gran lástima considerar cuál
tienen a la pobre alma los apetitos que viven en ella, cuán
desgraciada para consigo misma, cuán seca para los prójimos y cuán
pesada y perezosa para las cosas de Dios. Porque no hay mal humor
que tan pesado y dificultoso ponga a un enfermo para caminar, o
hastío para comer, cuanto el apetito de criatura hace al alma pesada
y triste para seguir la virtud. Y así, ordinariamente, la causa por que
muchas almas no tienen diligencia y gana de cobrar virtud es porque
tienen apetitos y aficiones no puras en Dios.
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CAPITULO 11 [San Juan de la Cruz SUBIDA DEL MONTE
CARMELOLibro 1º - 1]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LA SUBIDA DEL MONTE CARMELO
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LIBRO PRIMERO
CAPÍTULO 11
En que se prueba ser necesario para llegar a la divina unión carecer
el alma de todos los apetitos, por mínimos que sean.
61
1. Parece que ha mucho que el lector desea preguntar que si es de
fuerza que, para llegar a este alto estado de perfección, ha de haber
precedido mortificación total en todos los apetitos, chicos y grandes,
y que si bastará mortificar algunos de ellos y dejar otros, a lo menos
aquellos que parecen de poco momento; porque parece cosa recia y
muy dificultosa poder llegar el alma a tanta pureza y desnudez, que
no tenga voluntad y afición a ninguna cosa.
2. A esto respondo: lo primero que, aunque es verdad que no todos
los apetitos son tan perjudiciales unos como otros ni embarazan al
alma, (todos en igual manera se han de mortificar. Hablo de los
voluntarios, porque los apetitos naturales poco o nada impiden para
la unión al alma) cuando no son consentidos; ni pasan de primeros
movimientos todos aquellos en que la voluntad racional antes ni
después tuvo parte; porque quitar éstos, que es mortificarlos del
todo, en esta vida es imposible, y éstos no impiden de manera que
no se pueda llegar a la divina unión, aunque del todo no estén, como
digo, mortificados; porque bien los puede tener el natural, y estar el
alma, según el espíritu racional, muy libre de ellos, porque (aún)
acaecerá a veces, que esté el alma en harta unión de oración de
quietud en la voluntad, y que actualmente moren éstos en la parte
sensitiva del hombre, no teniendo en ellos parte la parte superior que
está en oración. Pero todos los demás apetitos voluntarios, ahora
sean de pecado mortal, que son los más graves; ahora de pecado
venial, que son menos graves; ahora sean solamente de
imperfecciones, que son los menores, todos se han de vaciar y de
todos ha el alma de carecer para venir a esta total unión, por
mínimos que sean. Y la razón es porque el estado de esta divina
unión consiste en tener el alma, según la voluntad, con tal
transformación en la voluntad de Dios, de manera que no haya en
ella cosa contraria a la voluntad de Dios, sino que en todo y por todo
su movimiento sea voluntad solamente de Dios.
3. Que ésta es la causa por que en este estado llamamos estar hecha
una voluntad de Dios, la cual es voluntad de Dios, y esta voluntad de
Dios es también voluntad del alma. Pues si esta alma quisiese alguna
imperfección que no quiere Dios, no estaría hecha una voluntad de
Dios, pues el alma tenía voluntad de lo que no la tenía Dios. Luego
claro está que, para venir el alma a unirse con Dios perfectamente
por amor y voluntad, ha de carecer primero de todo apetito de
voluntad, por mínimo que sea; esto es, que advertidamente y
conocidamente no consienta con la voluntad en imperfección, y venga
a tener poder y libertad para poderlo hacer en advirtiendo.
Y digo conocidamente, porque sin advertirlo y conocerlo, o sin ser en
su mano, bien caerá en imperfecciones y pecados veniales y en los
apetitos naturales que habemos dicho; porque de estos tales pecados
no tan voluntarios y subrepticios está escrito (Pv. 24, 16) que el justo
caerá siete veces en el día y se levantará. Mas de los apetitos
voluntarios, que son pecados veniales de advertencia, aunque sean
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de mínimas cosas, como he dicho, basta uno que no se venza para
impedir.
Digo no mortificando el tal hábito, porque algunos actos, a veces, de
diferentes apetitos, aún no hacen tanto cuando los hábitos están
mortificados; aunque también éstos ha de venir a no los haber,
porque también proceden de hábito de imperfección; pero algunos
hábitos de voluntarias imperfecciones, en que nunca acaban de
vencerse, éstos no solamente impiden la divina unión, pero el ir
adelante en la perfección.
4. Estas imperfecciones habituales son: como una común costumbre
de hablar mucho, un asimientillo a alguna cosa que nunca acaba de
querer vencer, así como a persona, a vestido, a libro, celda, tal
manera de comida y otras conversacioncillas y gustillos en querer
gustar de las cosas, saber y oír, y otras semejantes. Cualquiera de
estas imperfecciones en que tenga el alma asimiento y hábito, es
tanto daño para poder crecer e ir adelante en virtud, que, si cayese
cada día en otras muchas imperfecciones y pecados veniales sueltos,
que no proceden de ordinaria costumbre de alguna mala propiedad
ordinaria, no le impedirán tanto cuanto el tener el alma asimiento a
alguna cosa. Porque, en tanto que le tuviere, excusado es que pueda
ir el alma adelante en perfección, aunque la imperfección sea muy
mínima. Porque eso me da que una ave esté asida a un hilo delgado
que a uno grueso, porque, aunque sea delgado, tan asida se estará a
él como al grueso, en tanto que no le quebrare para volar. Verdad es
que el delgado es más fácil de quebrar; pero, por fácil que es, si no le
quiebra, no volará. Y así es el alma que tiene asimiento en alguna
cosa, que, aunque mas virtud tenga, no llegará a la libertad de la
divina unión.
Porque el apetito y asimiento del alma tienen la propiedad que dicen
tiene la rémora con la nao, que, con ser un pece muy pequeño, si
acierta a pegarse a la nao, la tiene tan queda, que no la deja llegar al
puerto ni navegar. Y así es lástima ver algunas almas como unas
ricas naos cargadas de riquezas, y obras, y ejercicios espirituales, y
virtudes, y mercedes que Dios las hace, y por no tener ánimo para
acabar con algún gustillo, o asimiento, o afición -que todo es uno-,
nunca van adelante, ni llegan al puerto de la perfección, que no
estaba en más que dar un buen vuelo y acabar de quebrar aquel hilo
de asimiento o quitar aquella pegada rémora, de apetito.
5. Harto es de dolerse que haya Dios hécholes quebrar otros cordeles
más gruesos de aficiones de pecados y vanidades, y por no desasirse
de una niñería que les dijo Dios que venciesen por amor de él, que no
es más que un hilo y que un pelo, dejen de ir a tanto bien. Y lo que
peor es, que no solamente no van adelante, sino que, por aquel
asimiento, vuelven atrás, perdiendo lo que en tanto tiempo con tanto
trabajo han caminado y ganado, porque ya se sabe que, en este
camino, el no ir adelante es volver atrás, y el no ir ganando es ir
perdiendo. Que eso quiso Nuestro Señor darnos a entender cuando
63
dijo: El que no es conmigo, es contra mí; y el que conmigo no allega,
derrama (Mt. 12, 30).
El que no tiene cuidado de remediar el vaso por una pequeña
resquicia que tenga basta para que se venga a derramar todo el licor
que está dentro. Porque el Eclesiástico (19, 1) nos lo enseñó bien,
diciendo: El que desprecia las cosas pequeñas, poco a poco ira
cayendo. Porque, como él mismo dice (11, 34), de una sola centella
se aumenta el fuego. Y así, una imperfección basta para traer otra, y
aquéllas otras; y así, casi nunca se verá un alma que sea negligente
en vencer un apetito, que no tenga otros muchos, que salen de la
misma flaqueza e imperfección que tiene en aquél; y así, siempre van
cayendo. Y ya habemos visto muchas personas a quien Dios hacía
merced de llevar muy adelante en gran desasimiento y libertad, y por
sólo comenzar a tomar un asimientillo de afición -y so color de bien-
de conversación y amistad, írseles por allí vaciando el espíritu y gusto
de Dios y santa soledad, caer de la alegría y enterez en los ejercicios
espirituales y no parar hasta perderlo todo. Y esto, porque no
atajaron aquel principio de gusto y apetito sensitivo, guardándose en
soledad para Dios.
6. En este camino siempre se ha de caminar para llegar, lo cual es ir
siempre quitando quereres, no sustentándolos. Y si no se acaban
todos de quitar, no se acaba de llegar. Porque así como el madero no
se transforma en el fuego por un solo grado de calor que falte en su
disposición, así no se transformará el alma en Dios por una
imperfección que tenga, aunque sea menos que apetito voluntario;
porque, como después se dirá en la noche de la fe, el alma no tiene
más de una voluntad, y ésta, si se embaraza y emplea en algo no
queda libre, sola y pura, como se requiere para la divina
transformación.
7. De lo dicho tenemos figura en el libro de los Jueces (2, 3), donde
se dice que vino el ángel a los hijos de Israel y les dijo que, porque
no habían acabado con aquella gente contraria, sino antes se habían
confederado con algunos de ellos, por eso se los había de dejar entre
ellos por enemigos, para que les fuesen ocasión de caída y perdición.
Y, justamente, hace Dios esto con algunas almas, a las cuales,
habiéndolas él sacado del mundo, y muértoles los gigantes de sus
pecados, y acabado la multitud de sus enemigos, que son las
ocasiones que en el mundo tenían (sólo porque ellos entraran con
más libertad en esta tierra de promisión de la unión divina) y ellos
todavía traban amistad y alianza con la gente menuda de
imperfecciones, no acabándolas de mortificar, por eso, enojado
Nuestro Señor, les deja ir cayendo en sus apetitos de peor en peor.
8. También en el libro de Josué (6, 21) tenemos figura acerca de lo
dicho, cuando le mandó Dios a Josué, al tiempo que había de
comenzar a poseer la tierra de promisión, que en la ciudad de Jericó
de tal manera destruyese cuanto en ella había, que no dejase cosa en
ella viva, desde el hombre hasta la mujer, y desde el niño hasta el
viejo, y todos los animales, y que de todos los despojos no tomasen
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ni codiciasen nada. Para que entendamos cómo, para entrar en esta
divina unión, ha de morir todo lo que vive en el alma, poco y mucho,
chico y grande, y el alma ha de quedar sin codicia de todo ello y tan
desasida, como si ello no fuese para ella ni ella para ello. Lo cual nos
enseña bien san Pablo ad Corinthios (1 Cor. 7, 29-31), diciendo: Lo
que os digo, hermanos, es que el tiempo es breve; lo que resta y
conviene es que los que tienen mujeres, sean como si no las
tuviesen; y los que lloran por las cosas de este mundo, como si no
llorasen; y los que huelgan, como si no holgasen; y los que compran,
como si no poseyesen; y los que usan de este mundo, como si no
usasen. Esto nos dice el Apóstol, enseñándonos cuán desasida nos
conviene tener el alma de todas las cosas para ir a Dios.
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CAPÍTULO 12
En que se trata cómo se responde a otra pregunta, declarando cuáles
sean los apetitos que bastan (a) causar en el alma los daños dichos.
1. Mucho pudiéramos alargarnos en esta materia de la noche del
sentido, diciendo de lo mucho que hay que decir de los daños que
causan los apetitos, no sólo en las maneras dichas, sino en otras
muchas. Pero, para lo que hace a nuestro propósito, lo dicho basta;
porque parece queda dado a entender cómo se llama noche la
mortificación de ellos y cuánto convenga entrar en esta noche para ir
a Dios. Sólo lo que se ofrece, antes que tratemos del modo de entrar
en ella, para concluir con esta parte, es una duda que podría ocurrir
al lector sobre lo dicho.
2. Y es lo primero, si basta cualquier apetito para obrar y causar en el
alma los dos males ya dichos, es a saber: privativo, que es privar al
alma de la gracia de Dios, y el positivo, que es causar en ella los
cinco daños principales que habemos dicho.
Lo segundo, si basta cualquier apetito, por mínimo que sea, y de
cualquiera especie que sea, a causar todos estos (cinco daños)
juntos, o solamente unos causan unos y otros otros, como unos
causan tormento, otros cansancio, otros tiniebla, etc.
3. A lo cual respondiendo, digo a lo primero que, cuanto al daño
privativo, que es privar al alma de Dios, solamente los apetitos
voluntarios que son de materia de pecado mortal pueden y hacen
esto totalmente, porque ellos privan en esta vida al alma de la gracia
y en la otra de la gloria, que es poseer a Dios.
A lo segundo digo que, así estos que son de materia de pecado
mortal como los voluntarios de materia de pecado venial y los que
son de materia de imperfección, cada uno de ellos basta para causar
en el alma todos estos daños positivos juntos. Los cuales, aunque en
cierta manera son privativos, llamámoslos aquí positivos, porque
responden a la conversión de la criatura, así como el privativo
responde a la aversión de Dios. Pero hay esta diferencia: que los
apetitos de pecado mortal causan total ceguera, tormento e
inmundicia y flaqueza, etc.; y los otros de materia de venial o
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imperfección no causan estos males en total y consumado grado,
pues no privan de la gracia, de donde depende la posesión de ellos,
porque la muerte de ella es vida de ellos; pero cáusanlos en el alma
remisamente, según la remisión de la gracia que los tales apetitos
causan en el alma. De manera que aquel apetito que más entibiare la
gracia, más abundante tormento, ceguera y suciedad causará.
4. Pero es de notar que, aunque cada apetito causa estos males, que
aquí llamamos positivos, unos hay que principal y derechamente
causan unos, y otros otros, y los demás por el consiguiente. Porque,
aunque es verdad que un apetito sensual causa todos estos males,
pero principal y propiamente ensucia al alma y cuerpo. Y, aunque un
apetito de avaricia también los causa todos, principal y derechamente
causa (aflicción. Y, aunque un apetito de vanagloria, no más ni
menos, los causa todos, principal y derechamente causa) tinieblas y
ceguera. Y, aunque un apetito de gula los causa todos,
principalmente causa tibieza en la virtud. Y así de los demás.
5. Y la causa por que cualquier acto de apetito voluntario produce en
el alma todos estos efectos juntos, es por la contrariedad que
derechamente tienen contra todos los actos de virtud que producen
en el alma los efectos contrarios. Porque, así como un acto de virtud
produce en el alma y cría juntamente suavidad, paz, consuelo, luz,
limpieza y fortaleza, así un apetito desordenado causa tormento,
fatiga, cansancio, ceguera y flaqueza. Todas las virtudes crecen en el
ejercicio de una, y todos los vicios crecen en el de uno y los dejos de
ellos en el alma. Y aunque todos estos males no se echan de ver al
tiempo que se cumple el apetito, porque el gusto de él entonces no
da lugar, pero antes o después bien se sienten sus malos dejos. Lo
cual se da muy bien a entender por aquel libro que mandó el ángel
comer a san Juan en el Apocalipsis (10, 9), el cual en la boca le hizo
dulzura y en el vientre le fue amargor. Porque el apetito, cuando se
ejecuta, es dulce y parece bueno, pero después se siente su amargo
efecto; lo cual podrá bien juzgar el que se deja llevar de ellos.
Aunque no ignoro que hay algunos tan ciegos e insensibles que no lo
sienten, porque, como no andan en Dios, no echan de ver lo que les
impide a Dios.
6. De los demás apetitos naturales que no son voluntarios, y de los
pensamientos que no pasan de primeros movimientos, y de otras
tentaciones no consentidas no trato aquí, porque éstos ningún mal de
los dichos causan al alma. Porque aunque a la persona por quien
pasan le haga parecer la pasión y turbación que entonces le causan
que la ensucian y ciegan, no es así, antes la causan los provechos
contrarios. Porque, en tanto que los resiste, gana fortaleza, pureza,
luz y consuelo y muchos bienes. Según lo cual dijo Nuestro Señor a
san Pablo (2 Cor. 12, 9) que la virtud se perfeccionaba en la flaqueza.
Mas los voluntarios, todos los dichos y más males hacen. Y por eso el
principal cuidado que tienen los maestros espirituales es mortificar
luego a sus discípulos de cualquiera apetito, haciéndoles quedar en
vacío de lo que apetecían, por librarles de tanta miseria.
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CAPÍTULO 13
En que se trata de la manera y modo que se ha de tener para entrar
en esta noche del sentido.
1. Resta ahora dar algunos avisos para saber y poder entrar en esta
noche del sentido. Para lo cual es de saber que el alma
ordinariamente entra en esta noche sensitiva en dos maneras: la una
es activa; la otra, pasiva.
Activa es lo que el alma puede hacer y hace de su parte para entrar
en ella, de lo cual ahora trataremos en los avisos siguientes.
Pasiva es en que el alma no hace nada, sino Dios la obra en ella, y
ella se ha como paciente. De la cual trataremos en el cuarto libro,
cuando habemos de tratar de los principiantes. Y porque allí
habemos, con el favor divino, de dar muchos avisos a los
principiantes, según las muchas imperfecciones que suelen tener en
este camino, no me alargaré aquí en dar muchos; y porque también
no es tan propio de este lugar darlos, pues de presente sólo tratamos
de las causas por qué se llama noche este tránsito, y cuál sea ésta, y
cuántas sus partes.
Pero, porque parece quedaba muy corto y no de tanto provecho no
dar luego algún remedio o aviso para ejercitar esta noche de apetitos,
he querido poner aquí el modo breve que se sigue; y lo mismo haré
al fin de cada una de esotras dos partes o causas de esta noche de
que luego, mediante el Señor, tengo de tratar.
2. Estos avisos que aquí se siguen de vencer los apetitos, aunque son
breves y pocos, yo entiendo que son tan provechosos y eficaces como
compendiosos, de manera que el que de veras se quisiese ejercitar
en ellos, no le harán falta otros ningunos, antes en éstos los abrazará
todos.
3. Lo primero, traiga un ordinario apetito de imitar a Cristo en todas
sus cosas, conformándose con su vida, la cual debe considerar para
saberla imitar y haberse en todas las cosas como se hubiera él.
4. Lo segundo, para poder bien hacer esto, cualquiera gusto que se le
ofreciere a los sentidos, como no sea puramente para honra y gloria
de Dios, renúncielo y quédese vacío de él por amor de Jesucristo, el
cual en esta vida no tuvo otro gusto, ni le quiso, que hacer la
voluntad de su Padre, lo cual llamaba él su comida y manjar (Jn. 4,
34).
Pongo ejemplo: si se le ofreciere gusto de oír cosas que no importen
para el servicio y honra de Dios, ni lo quiera gustar ni las quiera oír. Y
si le diere gusto mirar cosas que no le ayuden (a amar) más a Dios,
ni quiera el gusto ni mirar las tales cosas. Y si en el hablar otra
cualquier cosa se le ofreciere, haga lo mismo; y en todos los
sentidos, ni más ni menos, en cuanto lo pudiere excusar
buenamente; porque si no pudiere, basta que no quiera gustar de
ello, aunque estas cosas pasen por él.
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Y de esta manera ha de procurar dejar luego mortificados y vacíos de
aquel gusto a los sentidos, como a oscuras. Y con este cuidado en
breve aprovechará mucho.
5. Y para mortificar y apaciguar las cuatro pasiones naturales, que
son gozo, esperanza, temor y dolor, de cuya concordia y pacificación
salen estos y los demás bienes, es total remedio lo que se sigue, y de
gran merecimiento y causa de grandes virtudes.
6. Procure siempre inclinarse:
no a lo más fácil, sino a lo más dificultoso; no a lo más sabroso, sino
a lo más desabrido; no a lo más gustoso, sino antes a lo que da
menos gusto; no a lo que es descanso, sino a lo trabajoso; no a lo
que es consuelo, sino antes al desconsuelo; no a lo más, sino a lo
menos; no a lo más alto y precioso, sino a lo más bajo y despreciado;
no a lo que es querer algo, sino a no querer nada; no andar buscando
lo mejor de las cosas temporales, sino lo peor, y desear entrar en
toda desnudez y vacío y pobreza por Cristo de todo cuanto hay en el
mundo.
7. Y estas obras conviene las abrace de corazón y procure allanar la
voluntad en ellas. Porque, si de corazón las obra, muy en breve
vendrá a hallar en ellas gran deleite y consuelo, obrando ordenada y
discretamente.
8. Lo que está dicho, bien ejercitado, bien basta para entrar en la
noche sensitiva. Pero, para mayor abundancia, diremos otra manera
de ejercicio que enseña a mortificar la concupiscencia de la carne, y
la concupiscencia de los ojos, y la soberbia de la vida, que son las
cosas que dice san Juan (1 Jn. 2, 16) reinan en el mundo, de las
cuales proceden todos los demás apetitos.
9. Lo primero, procurar obrar en su desprecio y desear que todos lo
hagan (y esto es contra la concupiscencia de la carne).
Lo segundo, procurar hablar en su desprecio y desear que todos lo
hagan (y esto es contra la concupiscencia de los ojos).
Lo tercero, procurar pensar bajamente de sí en su desprecio y desear
que todos lo hagan (también contra sí, y esto es contra la soberbia de
la vida).
10. En conclusión de estos avisos y reglas conviene poner aquí
aquellos versos que se escriben en la Subida del Monte, que es la
figura que está al principio de este libro, los cuales son doctrina para
subir a él, que es lo alto de la unión. Porque, aunque es verdad que
allí habla de lo espiritual e interior, también trata del espíritu de
imperfección según lo sensual y exterior, como se puede ver en los
dos caminos que están en los lados de la senda de perfección. Y así,
según ese sentido los entenderemos aquí, conviene a saber, según lo
sensual. Los cuales, después, en la segunda parte de esta noche, se
han de entender según lo espiritual.
11. Dice así:
Para venir a gustarlo todo, no quieras tener gusto en nada.
Para venir a poseerlo todo, no quieras poseer algo en nada.
Para venir a serlo todo, no quieras ser algo en nada.
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Para venir a saberlo todo, no quieras saber algo en nada.
Para venir a lo que no gustas, has de ir por donde no gustas.
Para venir a lo que no sabes, has de ir por donde no sabes.
Para venir a lo que no posees, has de ir por donde no posees.
Para venir a lo que no eres, has de ir por donde no eres.
MODO PARA NO IMPEDIR AL TODO
12. Cuando reparas en algo, dejas de arrojarte al todo.
Porque para venir del todo al todo has de negarte del todo en todo.
Y cuando lo vengas del todo a tener, has de tenerlo sin nada querer.
Porque, si quieres tener algo en todo, no tienes puro en Dios tu
tesoro.
13. En esta desnudez halla el espiritual su quietud y descanso,
porque, no codiciando nada, nada le fatiga hacia arriba y nada le
oprime hacia abajo, porque está en el centro de su humildad. Porque,
cuando algo codicia, en eso mismo se fatiga.
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CAPÍTULO 14
En el cual se declara el segundo verso de la canción:
Con ansias en amores inflamada.
1. Ya que habemos declarado el primer verso de esta canción, que
trata de la noche sensitiva, dando a entender qué noche sea esta del
sentido y por qué se llama noche; y también habiendo dado el orden
y modo que se ha de tener para entrar en ella activamente, síguese
ahora por su orden tratar de las propiedades y efectos de ella, que
son admirables, los cuales se contienen en los versos siguientes de la
dicha canción, los cuales yo apuntaré brevemente en gracia de
declarar los dichos versos, como en el prólogo lo prometí, y pasaré
luego adelante al segundo libro, el cual trata de la otra parte de esta
noche que es la espiritual.
2. Dice, pues, el alma que con ansias, en amores inflamada pasó y
salió en esta noche oscura del sentido a la unión del Amado. Porque
para vencer todos los apetitos y negar los gustos de todas las cosas,
con cuyo amor y afición se suele inflamar la voluntad para gozar de
ellos, era menester otra inflamación mayor de otro amor mejor, que
es el de su Esposo, para que, teniendo su gusto y fuerza en éste,
tuviese valor y constancia para fácilmente negar todos los otros. Y no
solamente era menester para vencer la fuerza de los apetitos
sensitivos tener amor de su Esposo, sino estar inflamada de amor y
con ansias. Porque acaece, y así es, que la sensualidad con tantas
ansias de apetito es movida y atraída a las cosas sensitivas, que, si la
parte espiritual no está inflamada con otras ansias mayores de lo que
es espiritual, no podrá vencer el yugo natural, ni entrar en esta noche
del sentido, ni tendrá ánimo para se quedar a oscuras de todas las
cosas, privándose del apetito de todas ellas.
3. Y cómo y de cuántas maneras sean estas ansias de amor que las
almas tienen en los principios de este camino de unión; y las
diligencias e invenciones que hacen para salir de su casa, que es la
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propia voluntad en la noche de la mortificación de sus sentidos; y
cuán fáciles y aun dulces y sabrosos les hacen parecer estas ansias
del Esposo todos los trabajos y peligros de esta noche, ni es de decir
de este lugar, ni se puede decir; porque es mejor para tenerlo y
considerarlo que para escribirlo. Y así, pasaremos a declarar los
demás versos en el siguiente capítulo.
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CAPÍTULO 15
En el cual se declaran los demás versos de la dicha canción:
¡Oh dichosa ventura!, salí sin ser notada estando ya mi casa
sosegada.
1. Toma por metáfora el mísero estado del cautiverio, del cual el que
se libra tiene por dichosa ventura, sin que se lo impida alguno de los
prisioneros. Porque el alma, después del primer pecado original,
verdaderamente está como cautiva en este cuerpo mortal, sujeta a
las pasiones y apetitos naturales, del cerco y sujeción de los cuales
tiene ella por dichosa ventura haber salido sin ser notada, esto es, sin
ser de ninguno de ellos impedida ni comprehendida.
2. Porque para esto le aprovechó salir en la noche oscura, que es en
la privación de todos los gustos y mortificación de todos los apetitos,
de la manera que habemos dicho. Y esto, estando ya su casa
sosegada, conviene a saber, la parte sensitiva, que es la casa de
todos los apetitos, ya sosegada por el vencimiento y adormecimiento
de todos ellos. Porque hasta que los apetitos se adormezcan por la
mortificación en la sensualidad, y la misma sensualidad esté ya
sosegada de ellos, de manera que ninguna guerra haga al espíritu, no
sale el alma a la verdadera libertad, a gozar de la unión de su
Amado.
FIN DEL LIBRO PRIMERO
Inicio
LIBRO SEGUNDO [San Juan de la Cruz SUBIDA DEL MONTE
CARMELOLibro 1º - 1]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LA SUBIDA DEL MONTE CARMELO
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LIBRO SEGUNDO
En que trata del medio próximo para subir a la unión de Dios, que es
la fe; y así se trata de la segunda parte de esta noche, que decíamos
pertenecer el espíritu, contenida en la segunda canción, que es la que
se sigue.
CANCIÓN SEGUNDA
CAPÍTULO 1
A oscuras y segura, por la secreta escala, disfrazada, ¡oh dichosa
ventura!, a oscuras y en celada, estando ya mi casa sosegada.
1. En esta segunda canción canta el alma la dichosa ventura que tuvo
en desnudar el espíritu de todas las imperfecciones espirituales y
apetitos de propiedad en lo espiritual. Lo cual le fue muy mayor
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ventura, por la mayor dificultad que hay en sosegar esta casa de la
parte espiritual, y poder entrar en esta oscuridad interior, que es la
desnudez espiritual de todas las cosas, así sensuales como
espirituales, sólo estribando en pura fe y subiendo por ella a Dios.
Que, por eso, la llama aquí escala y secreta, porque todos los grados
y artículos que ella tiene son secretos y escondidos a todo sentido y
entendimiento. Y así, se quedó ella a oscuras de toda lumbre de
sentido y entendimiento, saliendo de todo límite natural y racional
para subir por esta divina escala de la fe, que escala y penetra hasta
lo profundo de Dios (1 Cor. 2, 10).
Por lo cual dice que iba disfrazada, porque llevaba el traje y vestido y
término natural mudado en divino, subiendo por fe. Y así era causa
este disfraz de no ser conocida ni detenida de lo temporal, ni de lo
racional, ni del demonio, porque ninguna de estas cosas puede dañar
al que camina en fe.
Y no sólo eso, sino que va el alma tan encubierta y escondida y ajena
de todos los engaños del demonio, que verdaderamente camina,
como también aquí dice, a oscuras y en celada, es a saber, para el
demonio, al cual la luz de la fe le es más que tinieblas. Y así, el alma
que por ella camina le podemos decir que en celada y encubierta al
demonio camina, como adelante se verá más claro.
2. Por eso dice que salió a oscuras y segura, porque el que tal
ventura tiene que puede caminar por la oscuridad de la fe, tomándola
por guía de ciego, saliendo él de todas las fantasmas naturales y
razones espirituales, camina muy al seguro, como habemos dicho.
Y así dice que también salió por esta noche espiritual estando ya su
casa sosegada, es a saber, la parte espiritual y racional, de la cual,
cuando el alma llega a la unión de Dios, tiene sosegadas sus
potencias naturales, y los ímpetus y ansias en la parte espiritual. Que
por eso no dice aquí que salió con ansias, como en la primera noche
del sentido, porque, para ir en la noche del sentido y desnudarse de
lo sensible, eran menester ansias de amor sensible para acabar de
salir; pero, para acabar de sosegar la casa del espíritu, sólo se
requiere negación de todas las potencias y gustos y apetitos
espirituales en pura fe. Lo cual hecho, se junta el alma con el Amado
en una unión de sencillez, y pureza, y amor, y semejanza.
3. Y es de saber que la primera canción, hablando acerca de la parte
sensitiva, dice que salió en noche oscura; y aquí, hablando acerca de
la parte espiritual, dice que salió a oscuras, por ser muy mayor la
tiniebla de la parte espiritual, así como la oscuridad es mayor tiniebla
que la de la noche, porque, por oscura que una noche sea, todavía se
ve algo, pero en la oscuridad no se ve nada. Y así, en la noche del
sentido todavía queda alguna luz, porque queda el entendimiento y
razón, que no se ciega. Pero esta noche espiritual, que es la fe, todo
lo priva, así en entendimiento como en sentido. Y, por eso, dice el
alma en ésta que iba a oscuras y segura, lo cual no lo dijo en la otra;
porque cuanto menos el alma obra con habilidad propia, va más
segura, porque va más en fe.
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Y esto se irá bien declarando por extenso en este segundo libro, en el
cual será necesario que el devoto lector vaya con atención, porque en
él se han de decir cosas bien importantes para el verdadero espíritu.
Y, aunque ellas son algo oscuras, de tal manera se abre camino de
unas para otras, que entiendo se entenderá todo muy bien.
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CAPÍTULO 2
En que se comienza a tratar de la segunda parte o causa de esta
noche, que es la fe. Prueba con dos razones cómo es más oscura que
la primera y que la tercera.
1. Síguese ahora tratar de la (segunda) parte de esta noche, que es
la fe, la cual es el admirable medio que decíamos para ir al término
que es Dios, el cual decíamos era también para el alma naturalmente
tercera causa o parte de esta noche.
Porque la fe, que es el medio, es comparada a la media noche. Y así
podemos decir que para el alma es más oscura que la primera y, en
cierta manera, que la tercera. Porque la primera, que es la del
sentido, es comparada a la prima de la noche, que es cuando cesa la
vista de todo objeto sensitivo, y así no está tan remota de la luz
como la media noche.
La tercera parte, que es el antelucano, que es ya lo que está próximo
a la luz del día, no es tan oscuro como la media noche, pues ya está
inmediata a la ilustración e información de la luz del día, y ésta es
comparada a Dios. Porque, aunque es verdad que Dios es para el
alma tan oscura noche como la fe, hablando naturalmente, pero,
porque, acabadas ya estas tres partes (de la noche), que para el
alma lo son naturalmente, ya va Dios ilustrando al alma
sobrenaturalmente con el rayo de su divina luz, lo cual es el principio
de la perfecta unión que se sigue pasada la tercera noche, se puede
decir que es menos oscura.
2. Es también más oscura que la primera, porque ésta pertenece a la
parte inferior del hombre, que es la sensitiva y, por consiguiente, más
exterior; y esta segunda de la fe pertenece a la parte superior del
hombre, que es la racional y, por el consiguiente, más interior y más
oscura, porque la priva de la luz racional, o, por mejor decir, la ciega.
Y así, es bien comparada a la media noche, que es lo más adentro y
más oscuro de la noche.
3. Pues esta segunda parte de la fe habemos ahora de probar cómo
es noche para el espíritu, así como la primera lo es para el sentido. Y
luego también diremos los contrarios que tiene, y cómo se ha de
disponer el alma activamente para entrar en ella. Porque de lo
pasivo, que es lo que Dios hace sin ella para meterla en ella, allá
diremos en su lugar, que entiendo será el tercer libro.
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CAPÍTULO 3
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Cómo la fe es noche oscura para el alma. Pruébalo con razones y
autoridades y figuras de la Sagrada Escritura.
1. La fe dicen los teólogos que es un hábito del alma cierto y oscuro.
Y la razón de ser hábito oscuro es porque hace creer verdades
reveladas por el mismo Dios, las cuales son sobre toda luz natural y
exceden todo humano entendimiento sin alguna proporción.
De aquí es que, para el alma, esta excesiva luz que se le da de fe le
es oscura tiniebla, porque lo más priva (y vence) lo menos, así como
la luz del sol priva otras cualesquier luces, de manera que no
parezcan luces cuando ella luce, y vence nuestra potencia visiva, de
manera que antes la ciega y priva de la vista que se le da, por cuanto
su luz es muy desproporcionada y excesiva a la potencia visiva. Así,
la luz de la fe, por su grande exceso, oprime y vence la del
entendimiento, la cual sólo se extiende de suyo a la ciencia natural;
aunque tiene potencia para la sobrenatural, para cuando Nuestro
Señor la quisiere poner en acto sobrenatural.
2. De donde ninguna cosa, de suyo, puede saber sino por vía natural;
lo cual es sólo lo que alcanza por los sentidos, para lo cual ha de
tener los fantasmas y las figuras de los objetos presentes en sí o en
sus semejantes, y de otra manera, no; porque, como dicen los
filósofos: ab obiecto et potentia paritur notitia, esto es: del objeto
presente y de la potencia nace en el alma la noticia. De donde, si a
uno le dijesen cosas que él nunca alcanzó a conocer ni jamás vio
semejanza de ellas, en ninguna manera le quedaría más luz de ellas
que si no se las hubiesen dicho.
Pongo ejemplo: si a uno le dijesen que en cierta isla hay un animal
que él nunca vio, si no le dicen de aquel animal alguna semejanza
que él haya visto en otros, no le quedará más noticia ni figura de
aquel animal que antes, aunque más le estén diciendo de él.
Y por otro ejemplo más claro se entenderá mejor. Si a uno que nació
ciego, el cual nunca vio color alguno, le estuviesen diciendo cómo es
el color blanco o el amarillo, aunque más le dijesen, no entendería
más así que así, porque nunca vio los tales colores ni sus
semejanzas, para poder juzgar de ellos; solamente se le quedaría el
nombre de ellos, porque aquello púdolo percibir con el oído; mas la
forma y figura no, porque nunca la vio.
3. De esta manera es la fe para con el alma, que nos dice cosas que
nunca vimos ni entendimos en sí ni en sus semejanzas, pues no la
tienen. Y así, de ella no tenemos luz de ciencia natural, pues a ningún
sentido es proporcionado lo que nos dice; pero sabémoslo por el oído,
creyendo lo que nos enseña, sujetando y cegando nuestra luz
natural. Porque, como dice San Pablo (Rm. 10, 17), fides ex auditu,
como si dijera: la fe no es ciencia que entra por ningún sentido, sino
sólo es consentimiento del alma de lo que entra por el oído.
4. Y aun la fe excede mucho más de lo que dan a entender los
ejemplos dichos; porque, no solamente no hace noticia, y ciencia,
pero, como habemos dicho, priva y ciega de otras cualesquier noticias
y ciencia, para que puedan bien juzgar de ella. Porque otras ciencias
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con la luz del entendimiento se alcanzan; mas ésta de la fe sin la luz
del entendimiento se alcanza, negándola por la fe, y con la luz propia
se pierde, si no se oscurece. Por lo cual dijo Isaías (7, 9): Si non
credideritis, non intelligetis, esto es: Si no creyéredes, no
entenderéis.
Luego claro está que la fe es noche oscura para el alma, y de esta
manera la da luz; y cuanto más la oscurece más luz la da de sí,
porque cegando la (da) luz, según este dicho de Isaías (7, 9): Porque
si no creyéredes, (no entenderéis), esto es, no tendréis luz. Y así fue
figurada la fe por aquella nube que dividía los hijos de Israel y a los
egipcios al punto de entrar en el Mar Bermejo, de la cual dice la
sagrada Escritura (Ex. 14, 20) que era nubes tenebrosa et illuminans
noctem; quiere decir que aquella nube era tenebrosa y alumbradora a
la noche.
5. Admirable cosa es que, siendo tenebrosa, alumbrase la noche;
esto era porque la fe, que es nube oscura y tenebrosa para el alma -
la cual es también noche, pues, en presencia de la fe, de su luz
natural queda privada y ciega-, con su tiniebla alumbra y da luz a la
tiniebla del alma. Porque así convenía que fuese semejante al
maestro el discípulo (Lc. 6, 40). Porque el hombre que está en
tiniebla no podía convenientemente ser alumbrado sino por otra
tiniebla, según nos lo enseña David (Sal. 18, 3), diciendo: Dies diei
eructat verbum et nox nocti indicat scientiam; quiere decir: El día
rebosa y respira palabra al día, y la noche muestra ciencia a la noche.
Que, hablando más claro, quiere decir: el día, que es Dios, en la
bienaventuranza, donde ya es de día, a los bienaventurados ángeles
y almas que ya son día, les comunica y pronuncia la Palabra, que es
su Hijo, para que le sepan y le gocen. Y la noche, que es la fe, en la
iglesia militante, donde aún es de noche, muestra ciencia a la Iglesia
y, por consiguiente, a cualquiera alma, la cual le es noche, pues está
privada de la clara sabiduría beatifica; y en presencia de la fe, de su
luz natural está ciega.
6. De manera que lo que de aquí se ha de sacar es que la fe, porque
es noche oscura, da luz al alma, que está a oscuras, porque se venga
a verificar lo que también dice David (Sal. 138, 11) a este propósito,
diciendo: Nox illuminatio mea in deliciis meis, que quiere decir: La
noche será mi iluminación en mis deleites; lo cual es tanto como
decir: en los deleites de mi pura contemplación y unión con Dios, la
noche de la fe será mi guía. En lo cual claramente da a entender que
el alma ha de estar en tiniebla para tener luz para este camino.
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CAPÍTULO 4
Trata en general cómo también el alma ha de estar a oscuras, en
cuanto es de su parte, para ser bien guiada por la fe a suma
contemplación.
1. Creo se va ya dando a entender algo cómo la fe es oscura noche
para el alma y cómo también el alma ha de ser oscura o estar a
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oscuras de su luz para que de la fe se deje guiar a este alto término
de unión. Pero para que eso el alma sepa hacer, convendrá ahora ir
declarando esta oscuridad que ha de tener el alma algo más
menudamente para entrar en este abismo de la fe. Y así, en este
capítulo hablaré en general de ella, y adelante, con el favor divino, iré
diciendo más en particular el modo que se ha de tener para no errar
en ella ni impedir a tal guía.
2. Digo, pues, que el alma, para haberse de guiar bien por la fe a
este estado, no sólo se ha de quedar a oscuras según aquella parte
que tiene respecto a las criaturas y a lo temporal, que es la sensitiva
e inferior, de que habemos ya tratado sino que también se ha de
cegar y oscurecer también según la parte que tiene respecto a Dios y
a lo espiritual, que es la racional y superior, de que ahora vamos
tratando. Porque, para venir un alma a llegar a la transformación
sobrenatural, claro está que ha de oscurecerse y trasponerse a todo
lo que contiene su natural, que es sensitivo y racional; porque
sobrenatural eso quiere decir, que sube sobre el natural; luego el
natural abajo queda.
Porque, como quiera que esta transformación y unión es cosa que no
puede caer en sentido y habilidad humana, ha de vaciarse de todo lo
que puede caer en ella perfectamente y voluntariamente, ahora sea
de arriba, ahora de abajo, según el afecto, digo, y voluntad, en
cuanto es de su parte; porque a Dios, ¿quién le quitará que él no
haga lo que quisiere en el alma resignada, aniquilada y desnuda?
Pero de todo se ha de vaciar como sea cosa que puede caer en su
capacidad, de manera que, aunque más cosas sobrenaturales vaya
teniendo, siempre se ha de quedar como desnuda de ellas y a
oscuras, así como el ciego, arrimándose a la fe oscura, tomándola por
guía y luz, y no arrimándose a cosa de las que entiende, gusta y
siente e imagina. Porque todo aquello es tiniebla, que la hará errar; y
la fe es sobre todo aquel entender y gustar y sentir e imaginar. Y si
en esto no se ciega, quedándose a oscuras totalmente, no viene a lo
que es más, que es lo que enseña la fe.
3. El ciego, si no es bien ciego, no se deja bien guiar del mozo de
ciego, sino que, por un poco que ve, piensa que por cualquiera parte
que ve, por allí es mejor ir, porque no ve otras mejores; y así puede
hacer errar al que le guía y ve más que él, porque, en fin, puede
mandar más que el mozo de ciego. Y así, el alma, si estriba en algún
saber suyo o gustar o saber de Dios, como quiera que ello, aunque
más sea, sea muy poco y disímil de lo que es Dios para ir por este
camino, fácilmente yerra o se detiene, por no se querer quedar bien
ciega en fe, que es su verdadera guía.
4. Porque eso quiso decir también san Pablo (Heb. 11, 6), cuando
dijo: Accedentem ad Deum oportet credere quod est; quiere decir: Al
que se ha de ir uniendo a Dios, conviénele que crea su ser. Como si
dijera: el que se ha de venir a juntar en una unión con Dios no ha de
ir entendiendo ni arrimándose al gusto, ni al sentido, ni a la
imaginación, sino creyendo su ser, que no cae en entendimiento, ni
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apetito, ni imaginación, ni otro algún sentido, ni en esta vida se
puede saber; antes en ella lo más alto que se puede sentir y gustar,
etc., de Dios, dista en infinita manera de Dios y del poseerle
puramente. Isaías (54, 4) y san Pablo (1 Cor. 2, 9) dicen: Nec oculus
vidit, nec auris audivit, neque in cor hominis ascendit, quae
praeparavit Deus iis qui diligunt illum; que quiere decir: lo que Dios
tiene aparejado para los que le aman, ni ojo jamás lo vio, ni oído lo
oyó, ni cayó en corazón ni pensamiento de hombre. Pues, como
quiera que el alma pretenda unirse por gracia perfectamente en esta
vida con aquello que por gloria ha de estar unida en la otra (lo cual,
como aquí dice san Pablo, no vio ojo, ni oyó oído, ni cayó en corazón
de hombre en carne) claro está que, para venir a unirse en esta vida
con ello por gracia y por amor perfectamente, ha de ser a oscuras de
todo cuanto puede entrar por el ojo, y de todo lo que se puede recibir
con el oído, y se puede imaginar con la fantasía, y comprehender con
el corazón, que aquí significa el alma.
Y así, grandemente se estorba una alma para venir a este alto estado
de unión con Dios cuando se ase a algún entender, o sentir, o
imaginar, o parecer, o voluntad, o modo suyo, o cualquiera otra cosa
u obra propia, no sabiéndose desasir y desnudar de todo ello. Porque,
como decimos, a lo que va, es sobre todo eso, aunque sea lo más
que se puede saber o gustar; y así, sobre todo se ha de pasar al no
saber.
5. Por tanto, en este camino el entrar en camino es dejar su camino,
o, por mejor decir, es pasar al término; y dejar su modo, es entrar en
lo que no tiene modo, que es Dios; porque el alma que a este estado
llega, ya no tiene modos ni maneras, ni menos se ase ni puede asir a
ellos. Digo modos de entender, ni de gustar, ni de sentir, aunque en
sí encierra todos los modos, al modo del que no tiene nada, que lo
tiene todo; porque, teniendo ánimo para pasar de su limitado natural
interior y exteriormente, entra en límite sobrenatural que no tiene
modo alguno, teniendo en sustancia todos los modos. De donde el
venir aquí es el salir de allí, y de aquí y de allí saliendo de sí muy
lejos, de eso bajo para esto sobre todo alto.
6. Por tanto, trasponiéndose a todo lo que espiritual y naturalmente
puede saber y entender, ha de desear el alma con todo deseo venir a
aquello que en esta vida no puede saber ni caer en su corazón, y
dejando atrás todo lo que temporal y espiritualmente gusta y siente y
puede gustar y sentir en esta vida, ha de desear con todo deseo venir
a aquello que excede todo sentimiento y gusto. Y, para quedar libre y
vacía para ello, en ninguna manera ha de hacer presa en cuanto en
su alma recibiere espiritual o sensitivamente, como declararemos
luego, cuando esto tratemos en particular, teniéndolo todo por mucho
menos. Porque, cuanto más piensa que es aquello que entiende,
gusta e imagina, y cuanto más lo estima, ahora sea espiritual, ahora
no, tanto más quita del supremo bien y más se retarda de ir a él. Y
cuanto menos piensa qué es lo que puede tener, por más que ello
sea, en respecto del sumo bien, tanto más pone en él y le estima, y,
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por el consiguiente, tanto más se llega a él. Y de esta manera, a
oscuras, grandemente se acerca el alma a la unión por medio de la
fe, que también es oscura, y de esta manera la da admirable luz la fe.
Cierto que, si el alma quisiese ver, harto más presto se oscurecería
acerca de Dios que el que abre los ojos a ver el gran resplandor del
sol.
7. Por tanto, en este camino, cegándose en sus potencias, ha de ver
luz, según lo que el Salvador dice en el Evangelio (Jn. 9, 39) de esta
manera: In iudicium veni in hunc mundum: ut qui non vident,
videant, et qui vident caeci fiant, esto es: Yo he venido a este mundo
para juicio; de manera que los que no ven vean, y los que ven, se
hagan ciegos. Lo cual, así como suena, se ha de entender acerca de
este camino espiritual: que el alma, conviene saber, que estuviere a
oscuras y se cegare en todas sus luces propias y naturales, verá
sobrenaturalmente, y la que a alguna luz suya se quisiere arrimar,
tanto más cegará y se detendrá en el camino de la unión.
8. Y para que procedamos menos confusamente, paréceme será
necesario dar a entender en el siguiente capítulo qué cosa sea esto
que llamamos unión del alma con Dios; porque, entendido esto, se
dará mucha luz en lo que de aquí adelante iremos diciendo; y así
entiendo viene bien aquí el tratar de ella como en su propio lugar.
Porque, aunque se corta el hilo de lo que vamos tratando, no es fuera
de propósito, pues en este lugar sirve para dar luz en lo mismo que
se va tratando; y así, servirá el capítulo infrascrito como de
paréntesis, puesto entre una misma entimema, pues luego habemos
de venir a tratar en particular de las tres potencias del alma respecto
de las tres virtudes teologales acerca de esta segunda noche.
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CAPÍTULO 5
En que se declara qué cosa sea unión del alma con Dios. Pone una
comparación.
1. Por lo que atrás queda dicho, en alguna manera se da a entender
lo que aquí entendemos por unión del alma con Dios, y por eso se
entenderá aquí mejor lo que dijéremos de ella. Y no es ahora mi
intento tratar de las divisiones de ella ni de sus partes, porque sería
nunca acabar si ahora me pusiese a declarar cuál sea la unión del
entendimiento, y cuál según la voluntad, y cuál también según la
memoria, y cuál la transeúnte, y cuál la permanente en las dichas
potencias; y luego cuál sea la total transeúnte y permanente según
las dichas potencias juntas. De eso a cada paso iremos tratando en el
discurso, ahora de lo uno, ahora de lo otro, pues ahora no hace al
caso para dar a entender lo que aquí habemos de decir de ellas, y
muy mejor se dará a entender en sus lugares, cuando, yendo
tratando de la misma materia, tengamos el ejemplo vivo junto al
entendimiento presente, y allí se notará y entenderá cada cosa y se
juzgará mejor de ella.
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2. Ahora sólo trato de esta unión total y permanente según la
sustancia del alma y sus potencias en cuanto al hábito oscuro de
unión; porque en cuanto al acto, después diremos, con el favor
divino, cómo no puede haber unión permanente en las potencias en
esta vida, sino transeúnte.
3. Para entender, pues, cuál sea esta unión de que vamos tratando,
es de saber que Dios, en cualquiera alma, aunque sea la del mayor
pecador del mundo, mora y asiste sustancialmente. Y esta manera de
unión siempre está hecha entre Dios y las criaturas todas, en la cual
les está conservando el ser que tienen; de manera que si de esta
manera faltase, luego se aniquilarían y dejarían de ser. Y así, cuando
hablamos de unión del alma con Dios, no hablamos de esta
sustancial, que siempre está hecha, sino de la unión y transformación
del alma con Dios, que no está siempre hecha, sino sólo cuando viene
a haber semejanza de amor. Y, por tanto, ésta se llamará unión de
semejanza, así como aquélla, unión esencial o sustancial; aquélla,
natural; ésta, sobrenatural; la cual es cuando las dos voluntades,
conviene a saber, la del alma y la de Dios, están en uno conformes,
no habiendo en la una cosa que repugne a la otra. Y así, cuando el
alma quitare de sí totalmente lo que repugna y no conforma con la
voluntad divina, quedará transformada en Dios por amor.
4. Esto se entiende, no sólo lo que repugna según el acto, sino
también según el hábito. De manera que no sólo los actos voluntarios
de imperfección le han de faltar, mas los hábitos de esas cualesquier
imperfecciones ha de aniquilar. Y por cuanto toda cualquier criatura,
todas las acciones y habilidades de ellas no cuadran ni llegan a lo que
es Dios, por eso se ha de desnudar el alma de toda criatura y
acciones y habilidades suyas, conviene a saber: de su entender,
gustar y sentir, para que, echado todo lo que es disímil y disconforme
a Dios, venga a recibir semejanza de Dios, no quedando en ella cosa
que no sea voluntad de Dios; y así se transforma en Dios.
De donde, aunque es verdad que, como habemos dicho, está Dios
siempre en el alma dándole y conservándole el ser natural de ella con
su asistencia, no, empero, siempre la comunica el ser sobrenatural.
Porque éste no se comunica sino por amor y gracia, en la cual no
todas las almas están; y las que están, no en igual grado, porque
unas están en más, otras en menos grados de amor. De donde a
aquella alma se comunica Dios más que está más aventajada en
amor, lo cual es tener más conforme su voluntad con la de Dios. Y la
que totalmente la tiene conforme y semejante, totalmente está unida
y transformada en Dios sobrenaturalmente.
Por lo cual, según ya queda dado a entender, cuanto una alma más
vestida está de criaturas y habilidades de ella, según el afecto y el
hábito, tanto menos disposición tiene para la tal unión, porque no da
total lugar a Dios para que la transforme en lo sobrenatural. De
manera que el alma no ha menester más que desnudarse de estas
contrariedades y disimilitúdines naturales, para que Dios, que se le
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está comunicando naturalmente por naturaleza, se le comunique
sobrenaturalmente por gracia.
5. Y esto es lo que quiso dar a entender san Juan (1, 13) cuando dijo:
Qui non ex sanguinibus, neque ex voluntate carnis, neque ex
voluntate viri, sed ex Deo nati sunt; como si dijera; Dio poder para
que puedan ser hijos de Dios, esto es, se puedan transformar en
Dios, solamente aquellos que no de las sangres, esto es, que no de
las complexiones y composiciones naturales son nacidos, ni tampoco
de la voluntad de la carne, esto es, del albedrío de la habilidad y
capacidad natural, ni menos de la voluntad del varón; en lo cual se
incluye todo modo y manera de arbitrar y comprehender con el
entendimiento. No dio poder a ningunos de éstos para poder ser hijos
de Dios, sino a los que son nacidos de Dios, esto es, a los que,
renaciendo por gracia, muriendo primero a todo lo que es hombre
viejo (cf. Ef. 4, 22), se levantan sobre sí a lo sobrenatural, recibiendo
de Dios la tal renacencia y filiación, que es sobre todo lo que se
puede pensar. Porque, como el mismo san Juan (3, 5) dice en otra
parte: Nisi quis renatus fuerit ex aqua, et Spiritu Sancto, non potest
videre regnum Dei; quiere decir: El que no renaciere en el Espíritu
Santo, no podrá ver este reino de Dios, que es el estado de
perfección. Y renacer en el Espíritu Santo en esta vida, es tener un
alma simílima a Dios en pureza, sin tener en sí alguna mezcla de
imperfección, y así se puede hacer pura transformación por
participación de unión, aunque no esencialmente.
6. Y para que se entienda mejor lo uno y lo otro, pongamos una
comparación. Está el rayo del sol dando en una vidriera. Si la vidriera
tiene algunos velos de manchas o nieblas, no la podrá esclarecer y
transformar en su luz totalmente como si estuviera limpia de todas
aquellas manchas y sencilla. Antes tanto menos la esclarecerá cuanto
ella estuviere menos desnuda de aquellos velos y manchas, y tanto
más cuanto más limpia estuviere. Y no quedará por el rayo, sino por
ella; tanto, que, si ella estuviere limpia y pura del todo, de tal
manera la transformará y esclarecerá el rayo, que parecerá el mismo
rayo y dará la misma luz que el rayo. Aunque, a la verdad, la
vidriera, aunque se parece al mismo rayo, tiene su naturaleza distinta
del mismo rayo: mas podemos decir que aquella vidriera es rayo de
luz por participación. Y así, el alma es como esta vidriera, en la cual
siempre está embistiendo o, por mejor decir, en ella está morando
esta divina luz del ser de Dios por naturaleza, que habemos dicho.
7. En dando lugar el alma (que es quitar de sí todo velo y mancha de
criatura, lo cual consiste en tener la voluntad perfectamente unida
con la de Dios, porque el amar es obrar en despojarse y desnudarse
por Dios de todo lo que no es Dios) luego queda esclarecida y
transformada en Dios, y le comunica Dios su ser sobrenatural de tal
manera, que parece el mismo Dios y tiene lo que tiene el mismo Dios.
Y se hace tal unión cuando Dios hace al alma esta sobrenatural
merced, que todas las cosas de Dios y el alma son unas en
transformación participante. Y el alma más parece Dios que alma, y
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aun es Dios por participación; aunque es verdad que su ser
naturalmente tan distinto se le tiene del de Dios como antes, aunque
está transformada, como también la vidriera le tiene distinto del rayo,
estando de él clarificada.
8. De aquí queda ahora más claro que la disposición para esta unión,
como decíamos, no es el entender del alma, ni gustar, ni sentir, ni
imaginar de Dios ni de otra cualquiera cosa, sino la pureza y amor,
que es desnudez y resignación perfecta de lo uno y de lo otro sólo por
Dios; y cómo no puede haber perfecta transformación si no hay
perfecta pureza; y cómo según la proporción de la pureza será la
ilustración, iluminación y unión del alma con Dios, en más o en
menos; aunque no será perfecta, como digo, si del todo no está
perfecta, y clara y limpia.
9. Lo cual también se entenderá por esta comparación. Está una
imagen muy perfecta con muchos y muy subidos primores y
delicados y sutiles esmaltes, y algunos tan primos y tan sutiles, que
no se pueden bien acabar de determinar por su delicadez y
excelencia. A esta imagen, el que tuviere menos clara y purificada
vista, menos primores y delicadez echará de ver en la imagen; y el
que la tuviere algo más pura, echará de ver más primores y
perfecciones en ella; y si otro la tuviere aún más pura, verá aun más
perfección; y, finalmente, el que más clara y limpia potencia tuviere,
irá viendo más primores y perfecciones; porque en la imagen hay
tanto que ver, que, por mucho que se alcance, queda para poderse
mucho más alcanzar de ella.
10. De la misma manera podemos decir que se han las almas con
Dios en esta ilustración o transformación. Porque, aunque es verdad
que un alma, según su poca o mucha capacidad, puede haber llegado
a unión, pero no en igual grado todas, porque esto es como el Señor
quiere dar a cada una. Es a modo de como le ven en el cielo, que
unos ven más, otros menos; pero todos ven a Dios y todos están
contentos, porque tienen satisfecha su capacidad.
11. De donde, aunque acá en esta vida hallemos algunas almas con
igual paz y sosiego en estado de perfección, y cada una esté
satisfecha, con todo eso, podrá la una de ellas estar muchos grados
más levantada que la otra y estar igualmente satisfechas, por cuanto
tienen satisfecha su capacidad. Pero la que no llega a pureza
competente a su capacidad, nunca llega a la verdadera paz y
satisfacción, pues no ha llegado a tener la desnudez y vacío en sus
potencias, cual se requiere para la sencilla unión.
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CAPÍTULO 6
En que se trata cómo las tres virtudes teologales son las que han de
poner en perfección las tres potencias del alma, y cómo en ellas
hacen vacío las dichas virtudes.
1. Habiendo, pues, de tratar de inducir las tres potencias del alma,
entendimiento, memoria y voluntad, en esta noche espiritual, que es
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el medio de la divina unión, necesario es primero dar a entender en
este capítulo cómo las tres virtudes teologales, fe, esperanza y
caridad (que tienen respecto a las dichas tres potencias como propios
objetos sobrenaturales, y mediante las cuales el alma se une con Dios
según sus potencias), hacen el mismo vacío y oscuridad cada una en
su potencia: la fe en el entendimiento, la esperanza en la memoria y
la caridad en la voluntad. Y después iremos tratando cómo se ha de
perfeccionar el entendimiento en la tiniebla de la fe, y cómo la
memoria en el vacío de la esperanza, y cómo también se ha de
enterar la voluntad en la carencia y desnudez de todo afecto para ir a
Dios. Lo cual hecho, se verá claro cuánta necesidad tiene el alma,
para ir segura en este camino espiritual, de ir por esta noche oscura
arrimada a estas tres virtudes, que la vacían de todas las cosas y
oscurecen en ellas. Porque, como habemos dicho, el alma no se une
con Dios en esta vida por el entender, ni por el gozar, ni por el
imaginar, ni por otro cualquier sentido, sino sólo por la fe según el
entendimiento, y por esperanza según la memoria, y por amor según
la voluntad.
2. Las cuales tres virtudes todas hacen, como habemos dicho, vacío
en las potencias: la fe en el entendimiento, vacío y oscuridad de
entender; la esperanza hace en la memoria vacío de toda posesión; y
la caridad, vacío en la voluntad y desnudez de todo afecto y gozo de
todo lo que no es Dios.
Porque la fe ya vemos que nos dice lo que no se puede entender con
el entendimiento. Por lo cual san Pablo dice de ella ad Hebraeos (11,
1) de esta manera: Fides est sperandarum substantia rerum,
argumentum non apparentium; que a nuestro propósito quiere decir
que la fe es sustancia de las cosas que se esperan. Y aunque el
entendimiento con firmeza y certeza consiente en ellas, no son cosas
que al entendimiento se le descubren, porque si se le descubriesen,
no sería fe; la cual, aunque le hace cierto al entendimiento, no le
hace claro, sino oscuro.
3. Pues de la esperanza no hay duda sino que también pone a la
memoria en vacío y tiniebla de lo de acá y de lo de allá. Porque la
esperanza siempre es de lo que no se posee, porque, si se poseyese,
ya no sería esperanza. De donde san Pablo dice ad Romanos (8, 24):
Spes, quae videtur, non est spes; nam quod videt quis, quid sperat?;
es a saber: La esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que
uno ve, esto es, lo que posee, ¿cómo lo espera? Luego también hace
vacío esta virtud, pues es de lo que no se tiene, y no de lo que se
tiene.
4. La caridad, ni más ni menos, hace vacío en la voluntad de todas
las cosas, pues nos obliga a amar a Dios sobre todas ellas, lo cual no
puede ser sino apartando el afecto de todas ellas, para ponerle entero
en Dios. De donde dice Cristo por san Lucas (14, 33): Qui non
renuntiat omnibus quae possidet, non potest meus esse discipulus,
que quiere decir: El que no renuncia todas las cosas que posee con la
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voluntad, no puede ser mi discípulo. Y así todas estas tres virtudes
ponen al alma en oscuridad y vacío de todas las cosas.
5. Y aquí debemos notar aquella parábola que nuestro Redentor dijo
por san Lucas a los once capítulos (v. 5), en que dijo que el amigo
había de ir a la media noche a pedir los tres panes a su amigo, los
cuales panes significan estas tres virtudes. Y dijo que a la media
noche los pedía, para dar a entender que el alma a oscuras de todas
las cosas, según sus potencias, ha de adquirir estas tres virtudes y en
esa noche se ha de perfeccionar en ellas. En el capítulo sexto de
Isaías (v. 2) leemos que los dos serafines que este profeta vio a los
lados de Dios, cada uno con seis alas, que con las dos cubrían sus
pies, que significaba cegar y apagar los afectos de la voluntad acerca
de todas las cosas para con Dios; y con las dos cubrían su rostro, que
significaba la tiniebla del entendimiento delante de Dios; y que con
las otras dos volaban, para dar a entender el vuelo de la esperanza a
las cosas que no se poseen, levantada sobre todo lo que se puede
poseer de acá y de allá, fuera de Dios.
6. A estas tres virtudes, pues, habemos de inducir las tres potencias
del alma, informando a cada cual en cada una de ellas, desnudándola
y poniéndola a oscuras de todo lo que no fueren estas tres virtudes. Y
ésta es la noche espiritual que arriba llamamos activa, porque el alma
hace lo que es de su parte para entrar en ella. Y así como en la noche
sensitiva damos modo de vaciar las potencias sensitivas de sus
objetos visibles según el apetito, para que el alma saliese de su
término al medio, que es la fe, así en esta noche espiritual daremos,
con el favor de Dios, modo cómo las potencias espirituales se vacíen
y purifiquen de todo lo que no es Dios y se queden puestas en la
oscuridad de estas tres virtudes, que son el medio, como habemos
dicho, y disposición para la unión del alma con Dios.
7. En la cual manera se halla toda seguridad contra las astucias del
demonio y contra la eficacia del amor propio y sus ramas, que es lo
que sutilísimamente suele engañar e impedir el camino a los
espirituales, por no saber ellos desnudarse, gobernándose según
estas tres virtudes; y así, nunca acaban de dar en la sustancia y
pureza del bien espiritual, ni van por tan derecho camino y breve
como podrían ir.
8. Y hase de tener advertencia que ahora voy especialmente
hablando con los que han comenzado a entrar en estado de
contemplación, porque con los principiantes algo más anchamente se
ha de tratar esto, como notaremos en el libro segundo, Dios
mediante, cuando tratemos de las propiedades de ellos.
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CAPÍTULO 7
En el cual se trata cuán angosta es la senda que guía a la vida eterna
y cuán desnudos y desembarazados conviene que estén los que han
de caminar por ella. Comienza a hablar de la desnudez del
entendimiento.
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1. Para haber ahora de tratar de la desnudez y pureza de las tres
potencias del alma, era necesario otro mayor saber y espíritu que el
mío, con que pudiese bien dar a entender a los espirituales cuán
angosto sea este camino que dijo nuestro Salvador que guía a la
vida, para que, persuadidos en esto, no se maravillen del vacío y
desnudez en que en esta noche habemos de dejar las potencias del
alma.
2. Para lo cual se deben notar con advertencia las palabras que por
san Mateo, en el capítulo 7 (v. 14), nuestro Salvador dijo de este
camino, diciendo así: Quam angusta porta, et arcta via est, quae
ducit ad vitam, et pauci sunt qui inveniunt eam; quiere decir: ¡Cuán
angosta es la puerta y estrecho el camino que guía a la vida, y pocos
son los que le hallan! En la cual autoridad debemos mucho notar
aquella exageración y encarecimiento que contiene en sí aquella
partícula quam; porque es como si dijera: de verdad es mucho
angosta más que pensáis. Y también es de notar que primero dice
que es angosta la puerta, para dar a entender que para entrar el
alma por esta puerta de Cristo, que es el principio del camino,
primero se ha de angostar y desnudar la voluntad en todas las cosas
sensuales y temporales, amando a Dios sobre todas ellas; lo cual
pertenece a la noche del sentido, que habemos dicho.
3. Y luego dice que es estrecho el camino, conviene a saber, de la
perfección; para dar a entender que, para ir por el camino de
perfección, no sólo ha de entrar por la puerta angosta, vaciándose de
lo sensitivo, mas también se ha de estrechar, desapropiándose y
desembarazándose propiamente en lo que es de parte del espíritu. Y
así, lo que dice de la puerta angosta podemos referir a la parte
sensitiva del hombre; y lo que dice del camino estrecho, podemos
entender de la espiritual o racional; y en lo que dice que pocos son
los que le hallan, se debe notar la causa, que es porque pocos hay
que sepan y quieran entrar en esta suma desnudez y vacío de
espíritu. Porque esta senda del alto monte de perfección, como quiera
que ella vaya hacia arriba y sea angosta, tales guiadores requiere,
que ni lleven carga que les haga peso cuanto a lo inferior ni (cosa)
que les haga embarazo cuanto a lo superior; que, pues es trato en
que sólo Dios se busca y se granjea, sólo Dios es el que se ha de
buscar y granjear.
4. De donde se ve claro que no sólo de todo lo que es de parte de las
criaturas ha de ir el alma desembarazada, mas también de todo lo
que es de parte de su espíritu ha de caminar desapropiada y
aniquilada. De donde, instruyéndonos e induciéndonos nuestro Señor
en este camino, dijo por san Marcos, capítulo 8 (v. 34-35) aquella tan
admirable doctrina, no sé si diga tanto menos ejercitada de los
espirituales cuanto les es más necesaria, la cual, por serlo tanto y tan
a nuestro propósito, la referiré aquí toda, y declararé según el
germano y espiritual sentido de ella. Dice, pues, así: Si quis vult me
sequi, deneget semetipsum, et tollat crucem suam, et sequatur me.
Qui enim voluerit animam suam salvam facere, perdet eam: qui
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autem perdiderit animam suam propter me... salvam faciet eam;
quiere decir: Si alguno quiere seguir mi camino, niéguese a sí mismo
y tome su cruz y sígame. Porque el que quisiere salvar su alma,
perderla ha; pero el que por mí la perdiere, ganarla ha.
5. ¡Oh, quién pudiera aquí ahora dar a entender y a ejercitar y gustar
qué cosa sea este consejo que nos da aquí nuestro Salvador de
negarnos a nosotros mismos, para que vieran los espirituales cuán
diferente es el modo que en este camino deben llevar del que muchos
de ellos piensan! Que entienden que basta cualquiera manera de
retiramiento y reformación en las cosas; y otros se contentan con en
alguna manera ejercitarse en las virtudes y continuar la oración y
seguir la mortificación, mas no llegan a la desnudez y pobreza, o
enajenación o pureza espiritual, que todo es una, que aquí nos
aconseja el Señor; porque todavía antes andan a cebar y vestir su
naturaleza de consolaciones y sentimientos espirituales que a
desnudarla y negarla en eso y esotro por Dios, que piensan que basta
negarla en lo del mundo, y no aniquilarla y purificarla en la propiedad
espiritual. De donde les nace que en ofreciéndoseles algo de esto
sólido y perfecto, que es la aniquilación de toda suavidad en Dios, en
sequedad, en sinsabor, en trabajo (lo cual es la cruz pura espiritual y
desnudez de espíritu pobre de Cristo) huyen de ello como de la
muerte, y sólo andan a buscar dulzuras y comunicaciones sabrosas
en Dios. Y esto no es la negación de sí mismo y desnudez de espíritu,
sino golosina de espíritu. En lo cual, espiritualmente, se hacen
enemigos de la cruz de Cristo; porque el verdadero espíritu antes
busca lo desabrido en Dios que lo sabroso, y más se inclina al
padecer que al consuelo, y más a carecer de todo bien por Dios que a
poseerle, y a las sequedades y aflicciones que a las dulces
comunicaciones, sabiendo que esto es seguir a Cristo y negarse a sí
mismo, y esotro, por ventura, buscarse a sí mismo en Dios, lo cual es
harto contrario al amor. Porque buscarse a sí en Dios es buscar los
regalos y recreaciones de Dios; mas buscar a Dios en sí es no sólo
querer carecer de eso y de esotro por Dios, sino inclinarse a escoger
por Cristo todo lo más desabrido, ahora de Dios, ahora del mundo; y
esto es amor de Dios.
6. ¡Oh, quién pudiese dar a entender hasta dónde quiere nuestro
Señor que llegue esta negación! Ella, cierto, ha de ser como una
muerte y aniquilación temporal y natural y espiritual en todo, en la
estimación de la voluntad, en la cual se halla toda negación. Y esto es
lo que aquí quiso decir nuestro Salvador (Jn. 12, 25) cuando dice: El
que quiere salvar su alma, ése la perderá, es a saber: el que quisiere
poseer algo o buscarlo para sí, ése la perderá, y el que perdiere su
alma por mí, ése la ganará, es a saber: el que renunciare por Cristo
todo lo que puede apetecer y gustar, escogiendo lo que más se
parece a la cruz, lo cual el mismo Señor por san Juan lo llama
aborrecer su alma, ése la ganará. Y esto enseñó Su Majestad a
aquellos dos discípulos que le iban a pedir diestra y siniestra, cuando,
no dándoles ninguna salida a la demanda de la tal gloria, les ofreció
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el cáliz que él había de beber, como cosa más preciosa y más segura
en esta tierra que el gozar (Mt. 20, 22).
7. Este cáliz es morir a su naturaleza, desnudándola y aniquilándola,
para que pueda caminar por esta angosta senda en todo lo que le
puede pertenecer según el sentido, como habemos dicho, y según el
alma, como ahora diremos, que es en su entender, y en su gozar, y
en su sentir. De manera que no sólo quede desapropiada en lo uno y
en lo otro, mas que con esto segundo espiritual no quede
embarazada para el angosto camino, pues en él no cabe más que la
negación, como da a entender el Salvador, y la cruz, que es el báculo
para (poder) arribar, por el cual grandemente le aligera y facilita.
De donde nuestro Señor por san Mateo (11, 30) dijo: Mi yugo es
suave y mi carga ligera, la cual es la cruz. Porque, si el hombre se
determina a sujetarse a llevar esta cruz, que es un determinarse de
veras a querer hallar y llevar trabajo en todas las cosas por Dios, en
todas ellas hallará grande alivio y suavidad para (andar) este camino,
así desnudo de todo, sin querer nada. Empero, si pretende tener
algo, ahora de Dios, ahora de otra cosa, con propiedad alguna, no va
desnudo ni negado en todo; y así, ni cabrá ni podrá subir por esta
senda angosta hacia arriba.
8. Y así querría yo persuadir a los espirituales cómo este camino de
Dios no consiste en multiplicidad de consideraciones, ni modos, ni
maneras, ni gustos (aunque esto, en su manera, sea necesario a los
principiantes) sino en una cosa sola necesaria, que es saberse negar
de veras, según lo exterior e interior, dándose al padecer por Cristo y
aniquilarse en todo, porque, ejercitándose en esto, todo esotro y más
que ello se obra y se halla en ello. Y si en este ejercicio hay falta, que
es el total y la raíz de las virtudes, todas esotras maneras es andar
por las ramas y no aprovechar, aunque tengan tan altas
consideraciones y comunicaciones como los ángeles. Porque el
aprovechar no se halla sino imitando a Cristo, que es el camino y la
verdad y la vida, y ninguno viene al Padre sino por él, según él
mismo dice por san Juan (14, 6). Y en otra parte (10, 9) dice: Yo soy
la puerta; por mí si alguno entrare, salvarse ha. De donde todo
espíritu que quiere ir por dulzuras y facilidad y huye de imitar a
Cristo, no le tendría por bueno.
9. Y porque he dicho que Cristo es el camino, y que este camino es
morir a nuestra naturaleza en sensitivo y espiritual, quiero dar a
entender cómo sea esto a ejemplo de Cristo, porque él es nuestro
ejemplo y luz.
10. Cuanto a lo primero, cierto está que él murió a lo sensitivo,
espiritualmente en su vida y naturalmente en su muerte; porque,
como él dijo (Mt. 8, 20), en la vida no tuvo dónde reclinar su cabeza,
y en la muerte lo tuvo menos.
11. Cuanto a lo segundo, cierto está que al punto de la muerte quedó
también aniquilado en el alma sin consuelo y alivio alguno, dejándole
el Padre así en íntima sequedad, según la parte inferior; por lo cual
fue necesitado a clamar diciendo: ¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me
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has desamparado? (Mt. 27, 46). Lo cual fue el mayor desamparo
sensitivamente que había tenido en su vida. Y así, en él hizo la mayor
obra que en (toda) su vida con milagros y obras había hecho, ni en la
tierra ni en el cielo, que fue reconciliar y unir al género humano por
gracia con Dios. Y esto fue, como digo, al tiempo y punto que este
Señor estuvo mas aniquilado en todo, conviene a saber: acerca de la
reputación de los hombres, porque, como lo veían morir, antes hacían
burla de él que le estimaban en algo; y acerca de la naturaleza, pues
en ella se aniquilaba muriendo; y acerca del amparo y consuelo
espiritual del Padre, pues en aquel tiempo le desamparó porque
puramente pagase la deuda y uniese al hombre con Dios, quedando
así aniquilado y resuelto así como en nada. De donde David (Sal. 72,
22) dice de él: Ad nihilum redactus sum, et nescivi. Para que
entienda el buen espiritual el misterio de la puerta y del camino de
Cristo para unirse con Dios, y sepa que cuanto más se aniquilare por
Dios, según estas dos partes, sensitiva y espiritual, tanto más se une
a Dios y tanto mayor obra hace. Y cuando viniere a quedar resuelto
en nada, que será la suma humildad, quedará hecha la unión
espiritual entre el alma y Dios, que es el mayor y más alto estado a
que en esta vida se puede llegar. No consiste, pues, en recreaciones
y gustos, y sentimientos espirituales, sino en una viva muerte de cruz
sensitiva y espiritual, esto es, interior y exterior.
12. No me quiero alargar más en esto, aunque no quisiera acabar de
hablar en ello, porque veo es muy poco conocido Cristo de los que se
tienen por sus amigos. Pues los vemos andar buscando en él sus
gustos y consolaciones, amándose mucho a sí, mas no sus amarguras
y muertes, amándole mucho a él. De éstos hablo, que se tienen por
sus amigos, que esotros que viven allá a lo lejos, apartados de él,
grandes letrados y potentes, y otros cualesquiera que viven allá con
el mundo en el cuidado de sus pretensiones y mayorías (que
podemos decir que no conocen a Cristo, cuyo fin, por bueno que sea,
harto amargo será), no hace de ellos mención esta letra. Pero hacerla
ha en el día del juicio, porque a ellos les convenía primero hablar esta
palabra de Dios, como a gente que Dios puso por blanco de ella
según las letras y más alto estado (cf. Act. 13, 46).
13. Pero hablemos ahora con el entendimiento del espiritual, y
particularmente de aquél a quien Dios ha hecho merced de poner en
el estado de contemplación, porque, como he dicho, ahora voy
particularmente con éstos hablando, y digamos cómo se ha de
enderezar a Dios en fe y purgarse de las cosas contrarias,
angostándose para entrar por esta senda angosta de oscura
contemplación.
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CAPÍTULO 8
Que trata, en general, cómo ninguna criatura ni alguna noticia que
puede caer en el entendimiento, le puede servir de próximo medio
para la divina unión con Dios.
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1. Antes que tratemos del propio y acomodado medio para la unión
de Dios, que es la fe, conviene que probemos cómo ninguna cosa
criada ni pensada puede servir al entendimiento de propio medio para
unirse con Dios, y cómo todo lo que el entendimiento puede alcanzar,
antes le sirve de impedimento que de medio, si a ello se quisiese asir.
Y ahora, en este capítulo, probaremos esto en general, y después
iremos hablando en particular, descendiendo por todas las noticias
que el entendimiento puede recibir de parte de cualquiera sentido
exterior e interior, y los inconvenientes y daños que puede recibir de
todas estas noticias interiores y exteriores, para no ir adelante asido
al propio medio, que es la fe.
2. Es, pues, de saber que, según regla de filosofía, todos los medios
han de ser proporcionados al fin, es a saber: que han de tener alguna
conveniencia y semejanza con el fin, tal que baste y sea suficiente
para que por ellos se pueda conseguir el fin que se pretende. Pongo
ejemplo: quiere uno llegar a una ciudad. Necesariamente ha de ir por
el camino, que es el medio que empareja y junta con la misma
ciudad. Otro ejemplo: hase de juntar y unir el fuego en el madero. Es
necesario que el calor, que es el medio, disponga al madero primero
con tantos grados de calor que tenga gran semejanza y proporción
con el fuego. De donde, si quisiesen disponer al madero con otro
medio que el propio, que es el calor, así como con aire, o agua, o
tierra, sería imposible que el madero se pudiera unir con el fuego; así
como también lo sería llegar a la ciudad si no va por el propio camino
que junta con ella. De donde, para que el entendimiento se venga a
unir en esta vida con Dios, según se puede, necesariamente ha de
tomar aquel medio que junta con él y tiene con él próxima
semejanza.
3. En lo cual habemos de advertir que, entre todas las criaturas
superiores ni inferiores, ninguna hay que próximamente junte con
Dios ni tenga semejanza con su ser. Porque, aunque es verdad que
todas ellas tienen, como dicen los teólogos, cierta relación a Dios y
rastro de Dios -unas más y otras menos, según su más principal o
menos principal ser-, de Dios a ellas ningún respecto hay ni
semejanza esencial, antes la distancia que hay entre su divino ser y
el de ellas es infinita, y por eso es imposible que el entendimiento
pueda dar en Dios por medio de las criaturas, ahora sean celestiales,
ahora terrenas, por cuanto no hay proporción de semejanza.
De donde, hablando David (Sal. 85, 8) de las celestiales, dice: No hay
semejante a ti en los dioses, Señor; llamando dioses a los ángeles y
almas santas. Y en otra parte (Sal. 76, 14): Dios, tu camino está en
lo santo; ¿qué dios grande hay como nuestro Dios? Como si dijera: el
camino para venir a ti, Dios, es camino santo, esto es, pureza de fe.
Porque ¿qué dios habrá tan grande, es a saber, qué ángel tan
levantado en ser y qué santo tan levantado en gloria será tan grande,
que sea camino proporcionado y bastante para venir a ti? Y hablando
también el mismo David (Sal. 137, 6) de las terrenales y celestiales
juntamente, dice: Alto es el Señor y mira las cosas bajas, y las cosas
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altas conoce desde lejos. Como si dijera: siendo él alto en su ser, ve
ser muy bajo el ser de las cosas de acá abajo, comparándole con su
alto ser; y las cosas altas, que son las criaturas celestiales, velas y
conócelas estar de su ser muy lejos. Luego todas las criaturas no
pueden servir de proporcionado medio al entendimiento para dar en
Dios.
4. Ni más ni menos, todo lo que la imaginación puede imaginar y el
entendimiento recibir y entender (en esta vida) no es ni puede ser
medio próximo para la unión de Dios. Porque, si hablamos
naturalmente, como quiera que el entendimiento no puede entender
cosa si no es lo que cabe y está debajo de las formas y fantasías de
las cosas que por los sentidos corporales se reciben, las cuales cosas,
habemos dicho, no pueden servir de medio, no se puede aprovechar
de la inteligencia natural. Pues, si hablamos de la sobrenatural, según
se puede en esta vida, de potencia ordinaria no tiene el
entendimiento disposición ni capacidad en la cárcel del cuerpo para
recibir noticia clara de Dios, porque esa noticia no es de este estado,
porque, o ha de morir, o no la ha de recibir.
De donde, pidiendo Moisés a Dios esa noticia clara, le respondió que
no le podía ver, diciendo: No me verá hombre que pueda quedar vivo
(Ex. 33, 20); por lo cual san Juan (1, 18) dice: A Dios ninguno jamás
le vio, ni cosa que le parezca. Que, por eso, san Pablo (1 Cor. 2, 9)
con Isaías (64, 4) dice: Ni le vio ojo, ni le oyó oído, ni cayó en
corazón de hombre. Y ésta es la causa por que Moisés en la zarza,
como se dice en los Actos de los Apóstoles (7, 32), no se atrevió a
considerar, estando Dios presente; porque conocía que no había de
poder considerar su entendimiento de Dios como convenía, conforme
a lo que de Dios sentía. Y de Elías, nuestro Padre se dice (3 Re. 19,
13) que en el monte se cubrió el rostro en la presencia de Dios, que
significa cegar el entendimiento; lo cual él hizo allí, no se atreviendo
a meter tan baja mano en cosa tan alta, viendo claro que cualquiera
cosa que considerara y particularmente entendiera, era muy distante
y disímil a Dios.
5. Por tanto, ninguna noticia ni aprehensión sobrenatural en este
mortal estado le puede servir de medio próximo para la alta unión de
amor con Dios; porque todo lo que puede entender el entendimiento,
y gustar la voluntad, y fabricar la imaginación, es muy disímil y
desproporcionado, como habemos dicho, a Dios. Lo cual todo lo dio a
entender Isaías (40, 18-19) admirablemente en aquella tan notable
autoridad, diciendo: ¿A qué cosa habéis podido hacer semejante a
Dios? ¿O qué imagen le haréis que se le parezca? ¿Por ventura podrá
fabricar alguna escultura el oficial de hierro? ¿O el que labra el oro
podrá fingirle con el oro, o el platero con lañas de plata? Por el oficial
del hierro se entiende el entendimiento, el cual tiene por oficio formar
las inteligencias y desnudarlas del hierro de las especies y fantasías.
Por el oficial del oro entiende la voluntad, la cual tiene habilidad de
recibir figura y forma de deleite, causado del oro del amor. Por el
platero, que dice que no le figurará con las lañas de plata, se
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entiende la memoria con la imaginación, lo cual bien propiamente se
puede decir que sus noticias y las imaginaciones que puede fingir y
fabricar son como lañas de plata. Y así, es como si dijera: ni el
entendimiento con sus inteligencias podrá (entender cosa semejante
a él, ni la voluntad podrá) gustar deleite y suavidad que se parezca a
la que es Dios, ni la memoria pondrá en la imaginación noticias e
imágenes que le representen. Luego, claro está que al entendimiento
ninguna de estas noticias le pueden inmediatamente encaminar a
Dios, y que, para llegar a él, antes ha de ir no entendiendo que
queriendo entender, y antes cegándose y poniendo en tiniebla, que
abriendo los ojos para llegar más al divino rayo.
6. Y de aquí es que la contemplación por la cual el entendimiento
tiene más alta noticia de Dios llaman teología mística, que quiere
decir sabiduría de Dios secreta; porque es secreta al mismo
entendimiento que la recibe y por eso, la llama san Dionisio rayo de
tiniebla. De la cual dice el profeta Baruc (3, 23): No hay quien sepa el
camino de ella ni quien pueda pensar las sendas (de ella. Luego claro
está que el entendimiento se ha de cegar a todas las sendas) que él
puede alcanzar para unirse con Dios. Aristóteles dice que de la misma
manera que los ojos del murciélago se han con el sol, el cual
totalmente le hace tinieblas, así nuestro entendimiento se ha a lo que
es más luz en Dios, que totalmente nos es tiniebla. Y dice más; que
cuanto las cosas de Dios son en sí más altas y más claras, son para
nosotros más ignotas y oscuras. Lo cual también afirma el Apóstol (1
Cor. 3, 19), diciendo: Lo que es alto de Dios, es de los hombres
menos sabido.
7. Y no acabaríamos a este paso de traer autoridades y razones para
probar y manifestar cómo no hay escalera con que el entendimiento
pueda llegar a este alto Señor entre todas las cosas criadas y que
pueden caer en entendimiento; antes es necesario saber que, si el
entendimiento se quisiese aprovechar de todas estas cosas, o de
algunas de ellas por medio próximo para la tal unión, no sólo le
serían impedimento, pero aun le serían ocasión de hartos errores y
engaños en la subida de este monte.
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CAPÍTULO 9
Cómo la fe es el próximo y proporcionado medio al entendimiento
para que el alma pueda llegar a la divina unión de amor. Pruébalo con
autoridades y figuras de la divina Escritura.
1. De lo dicho se colige que, para que el entendimiento esté
dispuesto para esta divina unión, ha de quedar limpio y vacío de todo
lo que puede caer en el sentido, y desnudo y desocupado de todo lo
que puede caer con claridad en el entendimiento, íntimamente
sosegado y acallado, puesto en fe, la cual es sola el próximo y
proporcionado medio para que el alma se una con Dios. Porque es
tanta la semejanza que hay entre ella y Dios, que no hay otra
diferencia sino ser visto Dios o creído. Porque, así como Dios es
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infinito, así ella nos le propone infinito; y así como es Trino y Uno,
nos le propone ella Trino y Uno; y así como Dios es tiniebla para
nuestro entendimiento, así ella también ciega y deslumbra nuestro
entendimiento. Y así, por este solo medio se manifiesta Dios al alma
en divina luz, que excede todo entendimiento. Y por tanto, cuanto
más fe el alma tiene, más unida está con Dios.
Que eso es lo que quiso decir san Pablo en la autoridad que arriba
dijimos (Heb. 11, 6), diciendo: El que se ha de juntar con Dios,
conviénele crea, esto es: que vaya por fe caminando a él, lo cual ha
de ser el entendimiento ciego y a oscuras en fe sólo, porque debajo
de esta niebla se junta con Dios el entendimiento, y debajo de ella
está Dios escondido, según lo dijo David (Sal. 17, 10) por estas
palabras: La oscuridad puso debajo de sus pies. Y subió sobre los
querubines y voló sobre las plumas del viento. Y puso por escondrijo
las tinieblas y el agua tenebrosa.
2. En lo que dijo que puso oscuridad debajo de sus pies, y que a las
tinieblas tomó por escondrijo, y aquel su tabernáculo en derredor de
él es el agua tenebrosa, se denota la oscuridad de la fe en que él está
encerrado. Y en decir que subió sobre los querubines y voló sobre las
plumas de los vientos, (se da a entender cómo vuela sobre todo
entendimiento. Porque querubines quiere decir inteligentes o
contemplantes, y las plumas de los vientos) significan las sutiles y
levantadas noticias y conceptos de los espíritus, sobre todas las
cuales es su ser, al cual ninguno puede de suyo alcanzar.
3. En figura de lo cual leemos en la sagrada Escritura (3 Re. 8, 12)
que, acabando Salomón de edificar el templo, bajó Dios en tiniebla e
hinchió el templo de manera que no podían ver los hijos de Israel; y
entonces habló Salomón y dijo: El Señor ha prometido que ha de
morar en tiniebla. También a Moisés en el monte se le aparecía en
tiniebla (Ex. 24, 15-18), en que estaba Dios encubierto. Y todas las
veces que Dios se comunicaba mucho parecía en tiniebla, como es de
ver en Job (38, 1; 40, 1), donde dice la sagrada Escritura que habló
Dios con él desde el aire tenebroso. Las cuales tinieblas todas
significan la oscuridad de la fe en que está cubierta la Divinidad,
comunicándose al alma; la cual acabada que será, como cuando dice
san Pablo (1 Cor. 13, 10) se (acabará lo que es en parte, que es esta
tiniebla de fe, y vendrá) lo que es perfecto, que es la divina luz. De lo
cual también tenemos bastante figura en la milicia de Gedeón (Jc. 7,
16), donde todos los soldados se dice que tenían las luces en las
manos y no las veían, porque las tenían escondidas en las tinieblas de
los vasos, los cuales quebrados, luego pareció luz. Y así, la fe, que es
figurada por aquellos vasos, contiene en sí la divina luz, la cual
acabada y quebrada por la quiebra y fin de esta vida mortal, luego
parecerá la gloria y luz de la Divinidad que en sí contenía.
4. Luego claro está que, para venir el alma en esta vida a unirse con
Dios y comunicar inmediatamente con él, que tiene necesidad de
unirse con la tiniebla que dijo Salomón (3 Re. 8, 12) en que había
Dios prometido de morar, y de ponerse junto al aire tenebroso en que
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fue Dios servido de revelar sus secretos a Job, y tomar en las manos
a oscuras las urnas de Gedeón, para tener en sus manos, esto es, en
las obras de su voluntad, la luz, que es la unión de amor, aunque a
oscuras en fe, para que luego, en quebrándose los vasos de esta
vida, que sólo impedía la luz de la fe, se vea cara a cara en gloria.
5. Resta, pues, ahora declarar en particular, de todas las inteligencias
y aprehensiones que puede recibir el entendimiento, el impedimento
y daño que puede recibir en este camino de fe, y cómo se ha de
haber el alma en ellas para que antes le sean provechosas que
dañosas, así de las que son de parte de los sentidos como las que son
del espíritu.
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CAPÍTULO 10
En que se hace distinción de todas las aprehensiones e inteligencias
que pueden caer en el entendimiento.
1. Para haber de tratar en particular del provecho y daño que pueden
hacer al alma, acerca de este medio que habemos dicho de fe para la
divina unión, las noticias y aprehensiones del entendimiento, es
necesario poner aquí una distinción de todas las aprehensiones, así
naturales como sobrenaturales, que puede recibir, para que luego por
su orden más distintamente vayamos enderezando en ellas al
entendimiento en la noche y oscuridad de la fe; lo cual será con la
brevedad que pudiéremos.
2. Es, pues, de saber que por dos vías puede el entendimiento recibir
noticias e inteligencias: la una es natural y la otra sobrenatural. La
natural es todo aquello que el entendimiento puede entender, ahora
por vía de los sentidos corporales, ahora por sí mismo. La
sobrenatural es todo aquello que se da al entendimiento sobre su
capacidad y habilidad natural.
3. De estas noticias sobrenaturales unas son corporales, otras son
espirituales. Las corporales son en dos maneras: unas que por vía de
los sentidos corporales exteriores las recibe; otras por vía de los
sentidos corporales interiores, en que se comprehenden todo lo que
la imaginación puede comprehender, fingir y fabricar.
4. Las espirituales son también en dos maneras: unas distintas y
particulares, y otra es confusa, oscura y general. Entre las distintas y
particulares entran cuatro maneras de aprehensiones particulares,
que se comunican al espíritu, no mediante algún sentido corporal, y
son: visiones, revelaciones, locuciones y sentimientos espirituales. La
inteligencia oscura y general está en una sola, que es la
contemplación que se da en fe. En ésta habemos de poner al alma,
encaminándola a ella (por todas esotras, comenzando por las
primeras, y desnudándola de ellas).
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CAPITULO 11 [San Juan de la Cruz SUBIDA DEL MONTE
CARMELOLibro 1º - 1]
91
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LA SUBIDA DEL MONTE CARMELO
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LIBRO SEGUNDO
CAPÍTULO 11
Del impedimento y daño que puede haber en las aprehensiones del
entendimiento por vía de lo que sobrenaturalmente se representa a
los sentidos corporales exteriores y cómo el alma se ha de haber en
ellas.
1. Las primeras noticias que habemos dicho en el precedente capítulo
son las que pertenecen al entendimiento por vía natural. De las
cuales, porque habemos ya tratado en el primer libro, donde
encaminamos al alma en la noche del sentido, no hablaremos aquí
palabra, porque allí dimos doctrina congrua para el alma acerca de
ellas.
Por tanto, lo que habemos de tratar en el presente capítulo será de
aquellas noticias y aprehensiones que solamente pertenecen al
entendimiento sobrenaturalmente por vía de los sentidos corporales
exteriores, que son: ver, oír, oler, gustar y tocar. Acerca de todas las
cuales pueden y suelen nacer a los espirituales representaciones y
objetos sobrenaturales.
Porque acerca de la vista se les suele representar figuras y
personajes de la otra vida, de algunos santos y figuras de ángeles,
buenos y malos, y algunas luces y resplandores extraordinarios.
Y con los oídos oír algunas palabras extraordinarias, ahora dichas por
esas figuras que ven, ahora sin ver quién las dice.
En el olfato sienten a veces olores suavísimos sensiblemente, sin
saber de dónde proceden.
También en el gusto acaece sentir muy suave sabor, y en el tacto
grande deleite, y a veces tanto, que parece que todas las médulas y
huesos gozan y florecen y se bañan en deleite; cual suele ser la que
llaman unción del espíritu, que procede de él a los miembros de las
limpias almas. Y este gusto del sentido es muy ordinario a los
espirituales, porque del afecto y devoción del espíritu sensible les
procede más o menos a cada cual en su manera.
2. Y es de saber que, aunque todas estas cosas pueden acaecer a los
sentidos corporales por vía de Dios, nunca jamás se han de asegurar
en ellas ni las han de admitir, antes totalmente han de huir de ellas,
sin querer examinar si son buenas o malas. Porque así como son más
exteriores y corporales, así tanto menos ciertas son de Dios. Porque
más propio y ordinario le es a Dios comunicarse al espíritu, en lo cual
hay más seguridad y provecho para el alma, que al sentido, en el cual
ordinariamente hay mucho peligro y engaño, por cuanto en ellas se
hace el sentido corporal juez y estimador de las cosas espirituales,
pensando que son así como lo siente, siendo ellas tan diferentes
como el cuerpo del alma y la sensualidad de la razón. Porque tan
ignorante es el sentido corporal de las cosas razonales, espirituales
digo, como un jumento de las cosas razonales, y aún más.
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3. Y así, yerra mucho el que las tales cosas estima, y en gran peligro
se pone de ser engañado, y, por lo menos, tendrá en sí total
impedimento para ir a lo espiritual; porque todas aquellas cosas
corporales no tienen, como habemos dicho, proporción alguna con las
espirituales. Y así, siempre se han de tener las tales cosas por más
cierto ser del demonio que de Dios: el cual en lo más exterior y
corporal tiene más mano, y más fácilmente puede engañar en esto
que en lo que es más interior y espiritual.
4. Y estos objetos y formas corporales, cuanto ellos en sí son más
exteriores, tanto menos provecho hacen al interior y al espíritu, por la
mucha distancia y poca proporción que hay entre lo que es corporal y
espiritual. Porque aunque de ellas se comunique algún espíritu (como
se comunica siempre que son de Dios) es mucho menos que si las
mismas cosas fueran más espirituales e interiores. Y así, son muy
fáciles y ocasionadas para criar error y presunción, y vanidad en el
alma; porque, como son tan palpables y materiales, mueven mucho
al sentido, y parécele al juicio del alma que es más por ser más
sensible, y vase tras ello, desamparando a la fe, pensando que
aquella luz es la guía y medio de su pretensión, que es la unión de
Dios; y pierde más el camino y medio que es la fe, cuanto más caso
hace de las tales cosas.
5. Y, además de eso, como ve el alma que le suceden tales cosas y
extraordinarias, muchas veces se le ingiere secretamente cierta
opinión de sí de que ya es algo delante de Dios, lo cual es contra
humildad. Y también el demonio sabe ingerir en el alma satisfacción
de sí oculta, y a veces harto manifiesta. Y, por eso, él pone muchas
veces estos objetos en los sentidos, demostrando a la vista figuras de
santos y resplandores hermosísimos, y palabras a los oídos harto
disimuladas, y olores muy suaves, y dulzuras en la boca, y en el tacto
deleite, para que, engolosinándolos por allí, los induzca en muchos
males.
Por tanto, siempre se han de desechar tales representaciones y
sentimientos, porque, dado caso que algunas sean de Dios, no por
eso se hace a Dios agravio ni se deja de recibir el efecto y fruto que
quiere Dios por ellas hacer al alma, porque el alma las deseche y no
las quiera.
6. La razón de esto es porque la visión corporal o sentimiento en
alguno de los otros sentidos, así como también en otra cualquiera
comunicación de las más interiores, si es de Dios, en ese mismo
punto que parece o se siente hace su efecto en el espíritu, sin dar
lugar que el alma tenga tiempo de deliberación en quererlo o no
quererlo. Porque, así como Dios da aquellas cosas sobrenaturalmente
sin diligencia bastante y sin habilidad de ella, (así, sin la diligencia y
habilidad de ella), hace Dios el efecto que quiere con las tales cosas
en ella, porque es cosa que se hace y obra pasivamente en el
espíritu. Y así, no consiste en querer o no querer, para que sea o deje
de ser, así como si a uno echasen fuego estando desnudo, poco
aprovecharía no querer quemarse; porque el fuego por fuerza había
93
de hacer su efecto. Y así son las visiones y representaciones buenas,
que, aunque el alma no quiera, hacen su efecto en ella primera y
principalmente que en el cuerpo.
También las que son (de) parte del demonio, sin que el alma las
quiera, causan en ella alboroto o sequedad, o vanidad o presunción
en el espíritu. Aunque éstas no son de tanta eficacia en el alma como
las de Dios en el bien; porque las del demonio sólo pueden poner
primeros movimientos en la voluntad y no moverla a más si ella no
quiere, y alguna inquietud que no dura mucho, si el poco ánimo y
recato del alma no da causa que dure. Mas las que son de Dios
penetran el alma, y mueven la voluntad a amar, y dejan su efecto, al
cual no puede el alma resistir aunque quiera, más que la vidriera al
rayo del sol cuando da en ella.
7. Por tanto, el alma nunca se ha de atrever a quererlas admitir,
aunque, como digo, sean de Dios, porque, si las quiere admitir, hay
seis inconvenientes:
El primero, que se le va disminuyendo la fe, porque mucho derogan a
la fe las cosas que se experimentan con los sentidos; porque la fe,
como habemos dicho, es sobre todo sentido. Y así apártase del medio
de la unión de Dios, no cerrando los ojos del alma a todas esas cosas
de sentido.
Lo segundo, que son impedimento para el espíritu si no se niegan,
porque se detiene en ellas el alma y no vuela el espíritu a lo invisible.
De donde una de las causas por donde dijo el Señor (Jn. 16, 7) a sus
discípulos que les convenía que él se fuese para que viniese el
Espíritu Santo, era ésta. Así como tampoco dejó a María Magdalena
(Jn. 20, 17) que llegase a sus pies después de resucitado, porque se
fundase en fe.
Lo tercero es que va el alma teniendo propiedad en las tales cosas y
no camina a la verdadera resignación y desnudez de espíritu.
Lo cuarto, que va perdiendo el efecto de ellas y el espíritu que causan
en lo interior, porque pone los ojos en lo sensual de ellas, que es lo
menos principal. Y así, no recibe tan copiosamente el espíritu que
causan, el cual se imprime y conserva más negando todo lo sensible,
que es muy diferente del puro espíritu.
Lo quinto, que va perdiendo las mercedes de Dios, porque las va
tomando con propiedad y no se aprovecha bien de ellas. Y
tomándolas con propiedad y no aprovechándose de ellas, es quererlas
tomar; porque no se las da Dios para que el alma las quiera tomar,
pues que nunca se ha de determinar el alma a creer que son de Dios.
Lo sexto es que en quererlas admitir abre puerta al demonio para que
le engañe en otras semejantes, las cuales sabe él muy bien disimular
y disfrazar, de manera que parezcan a las buenas; pues puede, como
dice el Apóstol (2 Cor. 11, 14) transfigurarse en ángel de luz. De lo
cual trataremos después, mediante el favor divino, en el libro tercero,
en el capítulo de gula espiritual.
8. Por tanto, siempre conviene al alma desecharlas a ojos cerrados,
sean de quien se fueren. Porque, si no lo hiciese, tanto lugar daría a
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las del demonio, y al demonio tanta mano, que no sólo a vueltas de
las unas recibiría las otras, mas de tal manera irían multiplicándose
las del demonio y cesando las de Dios, que todo se vendría a quedar
en demonio y nada de Dios; como ha acaecido a muchas almas
incautas y de poco saber, las cuales de tal manera se aseguraron en
recibir estas cosas, que muchas de ellas tuvieron mucho que hacer en
volver a Dios en la pureza de la fe, y muchas no pudieron volver,
habiendo ya el demonio echado en ellas muchas raíces. Por eso es
bueno cerrarse en ellas y negarlas todas, porque en las malas se
quitan los errores del demonio, y en las buenas el impedimento de la
fe, y coge el espíritu el fruto de ellas. Y así como cuando las admite
las va Dios quitando, porque en ellas tienen propiedad, no
aprovechándose ordenadamente de ellas, y va el demonio ingiriendo
y aumentando las suyas, porque halla lugar y causa para ellas; así,
cuando el alma está resignada y contraria a ellas, el demonio va
cesando de que ve que no hace daño, y Dios, por el contrario, va
aumentando y aventajando las mercedes en aquel alma humilde y
desapropiada, haciéndola sobre lo mucho, como al siervo que fue fiel
en lo poco (Mt. 25, 21).
9. En las cuales mercedes, si todavía el alma fuere fiel y retirada, no
parará el Señor hasta subirla de grado en grado hasta la divina unión
y transformación. Porque Nuestro Señor de tal manera va probando
al alma y levantándola, que primero la da cosas muy exteriores y
bajas según el sentido, conforme a su poca capacidad, para que,
habiéndose ella como debe, tomando aquellos primeros bocados con
sobriedad para fuerza y sustancia, la lleve a más y mejor manjar. De
manera que, si venciere al demonio en lo primero, pasará a lo
segundo; y si también en lo segundo, pasará a lo tercero; y de ahí
adelante todas las siete mansiones, hasta meterla el Esposo en la
cela vinaria (Ct. 2, 47) de su perfecta caridad, que son los siete
grados de amor.
10. ¡Dichosa el alma que supiere pelear contra aquella bestia del
Apocalipsis (12, 3), que tiene siete cabezas, contrarias a estos siete
grados de amor, con las cuales contra cada uno hace guerra, y con
cada una pelea con el alma en cada una de estas mansiones, en que
ella está ejercitando y ganando cada grado de amor de Dios! Que, sin
duda, que si ella fielmente peleare en cada una y venciere, merecerá
pasar de grado en grado y de mansión en mansión hasta la última,
dejando cortadas a la bestia sus siete cabezas, con que le hacía la
guerra furiosa, tanto que dice allí san Juan que le fue dado que
pelease contra los santos y los pudiese vencer en cada uno de estos
grados de amor, poniendo contra cada uno armas y municiones
bastantes (ib. 13, 1-7).
Y así, es mucho de doler que muchos, entrando en esta batalla
espiritual contra la bestia, aún no sean para cortarle la primera
cabeza, negando las cosas sensuales del mundo. Y ya que algunos
acaban consigo y se la cortan, no le cortan la segunda, que es las
visiones del sentido de que vamos hablando. Pero lo que más duele
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es que algunos, habiendo cortado no sólo segunda y primera, sino
aun la tercera (que es acerca de los sentidos sensitivos interiores,
pasando de estado de meditación, y aun más adelante) al tiempo de
entrar en lo puro del espíritu, los vence esta espiritual bestia, y
vuelve a levantar contra ellos y a resucitar hasta la primera cabeza, y
hácense las postrimerías de ellos peores que las primerías en su
recaída, tomando otros siete espíritus consigo peores que él (Lc. 11,
26).
11. Ha, pues, el espiritual de negar todas las aprehensiones con los
deleites temporales que caen en los sentidos exteriores, si quiere
cortar la primera cabeza y segunda a esta bestia, entrando en el
primer aposento de amor, y segundo de viva fe, no queriendo hacer
presa ni embarazarse con lo que se les da a los sentidos, por cuanto
es lo que más deroga a la fe.
12. Luego claro está que estas visiones y aprehensiones sensitivas no
pueden ser medio para la unión, pues que ninguna proporción tienen
con Dios. Y una de las causas por que no quería Cristo que le tocase
la Magdalena (Jn. 20, 17) y santo Tomás (Jn. 20, 29) era ésta.
Y así el demonio gusta mucho cuando una alma quiere admitir
revelaciones y la ve inclinada a ellas, porque tiene él entonces mucha
ocasión y mano para ingerir errores y derogar en lo que pudiere a la
fe; porque, como he dicho grande rudeza se pone en el alma que las
quiere acerca de ella, y aun a veces hartas tentaciones e
impertinencia.
13. Heme alargado algo en estas aprehensiones exteriores por dar y
abrir alguna más luz para las demás de que luego habemos de tratar.
Pero había tanto que decir en esta parte, que fuera nunca acabar, y
entiendo he abreviado demasiado. Sólo con decir que tenga cuidado
de nunca las admitir, si no fuese algo con algún muy raro parecer (y
entonces, no con gana ninguna de ello) me parece basta en esta
parte lo dicho.
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CAPÍTULO 12
En que se trata de las aprehensiones imaginarias naturales. Dice qué
cosa sean, y prueba cómo no pueden ser proporcionado medio para
llegar a la unión de Dios y el daño que hace no saber desasirse de
ellas.
1. Antes que tratemos de las visiones imaginarias que
sobrenaturalmente suelen ocurrir al sentido interior, que es la
imaginativa y fantasía, conviene aquí tratar, para que procedamos
con orden, de las aprehensiones naturales de ese mismo interior
sentido corporal; para que vayamos procediendo de lo menos a lo
más y de lo más exterior hasta lo más interior, hasta llegar al íntimo
recogimiento donde el alma se une con Dios. Y ese mismo orden
habemos seguido hasta aquí; porque primero tratamos de desnudar
los sentidos exteriores de las aprehensiones naturales de los objetos -
y, por el consiguiente, a las fuerzas naturales de los apetitos, lo cual
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fue en el primer libro, donde hablamos de la noche del sentido- y
luego comenzamos a desnudar a esos mismos sentidos de las
aprehensiones exteriores sobrenaturales, que acaecen a los sentidos
exteriores, según en el pasado capítulo acabamos de hacer, para
encaminar al alma en la noche del espíritu.
2. En este segundo libro, lo que primero ocurre ahora es al sentido
corporal interior, que es la imaginativa y fantasía, de la cual también
habemos de vaciar todas las formas y aprehensiones imaginarias que
naturalmente en él pueden caer, y probar cómo es imposible que el
alma llegue a la unión de Dios hasta que cese su operación en ellas,
por cuanto no pueden ser propio medio y próximo de la tal unión.
3. Es, pues, de saber que los sentidos de que aquí particularmente
hablamos son dos sentidos corporales (interiores), que se llaman
imaginativa y fantasía, los cuales ordenadamente se sirven el uno al
otro; porque el uno discurre imaginando, y el otro forma la
imaginación o lo imaginado fantaseando; y para nuestro propósito lo
mismo es tratar del uno que del otro. Por lo cual, cuando no los
nombraremos a entrambos, téngase por entendido según aquí
habemos de ellos dicho.
De aquí, pues, es que todo lo que aquestos sentidos pueden recibir y
fabricar se llaman imaginaciones y fantasías, que son formas que con
imagen y figura de cuerpo se representan a estos sentidos. Las
cuales pueden ser en dos maneras: unas sobrenaturales, que sin obra
de estos sentidos se pueden representar, y representan a ellos
pasivamente; las cuales llamamos visiones imaginarias por vía
sobrenatural, de que habemos de hablar después. Otras son
naturales, que son las que por su habilidad activamente puede
fabricar en sí por su operación, debajo de formas, figuras e
imágenes.
Y así, a estas dos potencias pertenece la meditación, que es acto
discursivo por medio de imágenes, formas y figuras, fabricadas e
imaginadas por los dichos sentidos; así como imaginar a Cristo
crucificado, o en la columna, o en otro paso, o a Dios con grande
majestad en un trono; o considerar e imaginar la gloria como una
hermosísima luz, etc., y, por el semejante, otras cualesquier cosas,
ahora divinas, ahora humanas, que pueden caer en la imaginativa.
Todas las cuales imaginaciones se han de venir a vaciar del alma,
quedándose a oscuras según este sentido, para llegar a la divina
unión, por cuanto no pueden tener alguna proporción de próximo
medio con Dios tampoco, como las corporales que sirven de objeto a
los cinco sentidos exteriores.
4. La razón de esto es porque la imaginación no puede fabricar ni
imaginar cosas algunas fuera de las que con los sentidos exteriores
ha experimentado, es a saber: visto con los ojos, oído con los oídos,
etc.; o, cuando mucho, componer semejanzas de estas cosas vistas u
oídas y sentidas, que no suben a mayor entidad, ni a tanta, (como)
aquéllas que recibió por los sentidos dichos. Porque, aunque imagine
palacios de perlas y montes de oro, (porque ha visto oro y perlas en
97
la verdad, menos es todo aquello que la esencia de un poco de oro) o
de una perla, aunque en la imaginación sea más en cantidad y
compostura. Y por cuanto todas las cosas criadas, como ya está
dicho, no pueden tener alguna proporción con el ser de Dios, de ahí
se sigue que todo lo que imaginare a semejanza de ellas no puede
servir de medio próximo para la unión con él, antes, como decimos,
mucho menos.
5. De donde los que imaginan a Dios debajo de algunas figuras de
éstas, o como un gran fuego o resplandor, u otras cualesquier
formas, y piensan que algo de aquello será semejante a él, harto
lejos van de él. Porque, aunque a los principiantes son necesarias
estas consideraciones y formas y modos de meditaciones para ir
enamorando y cebando el alma por el sentido, como después
diremos, y así le sirven de medios remotos para unirse con Dios (por
los cuales ordinariamente han de pasar las almas para llegar al
término y estancia del reposo espiritual) pero ha de ser de manera
que pasen por ellos y no se estén siempre en ellos, porque de esa
manera nunca llegarían al termino, el cual no es como los medios
remotos, ni tiene que ver con ellos, así como las gradas de la
escalera no tienen que ver con el término y estancia de la subida,
para lo cual son medios. Y, si el que sube no fuese dejando atrás las
gradas hasta que no dejase ninguna y se quisiese estar en alguna de
ellas, nunca llegaría ni subiría a la llana y apacible estancia del
término. Por lo cual, el alma que hubiere de llegar en esta vida a la
unión de aquel sumo descanso y bien por todos los grados de
consideraciones, formas y noticias, ha de pasar y acabar con ellas,
pues ninguna semejanza ni proporción tienen con el término a que
encaminan, que es Dios. De donde en los Actos de los Apóstoles (17,
29) dice san Pablo: Non debemus aestimare auro vel argento, aut
lapidi sculturae artis, et cogitationis hominis divinum esse simile; que
quiere decir: No debemos estimar ni tener por semejante lo divino al
oro ni a la plata, o a la piedra figurada por el arte, y a lo que el
hombre puede fabricar con la imaginación.
6. De donde yerran mucho muchos espirituales, los cuales, habiendo
ellos ejercitádose en llegarse a Dios por imágenes y formas y
meditaciones, cual conviene a principiantes, queriéndolos Dios
recoger (a bienes) más espirituales interiores e invisibles, quitándoles
ya el gusto y jugo de la meditación discursiva, ellos no acaban, ni se
atreven, ni saben desasirse de aquellos modos palpables a que están
acostumbrados; y así, todavía trabajan por tenerlos, queriendo ir por
consideración y meditación de formas, como antes, pensando que
siempre había de ser así. En lo cual trabajan ya mucho y hallan poco
jugo o nada; antes se les aumenta y crece la sequedad y fatiga e
inquietud del alma cuanto más trabajan por aquel jugo primero, el
cual es ya excusado poder hallar en aquella manera primera, porque
ya no gusta el alma de aquel manjar, como habemos dicho, tan
sensible, sino de otro más delicado y más interior y menos sensible,
que no consiste en trabajar con la imaginación, sino en reposar el
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alma y dejarla estar en su quietud y reposo, lo cual es más espiritual.
Porque, cuanto el alma se pone más en espíritu, más cesa en obra de
las potencias en actos particulares, porque se pone ella más en un
acto general y puro; y así, cesan de obrar las potencias que
caminaban para aquello donde el alma llegó, así como cesan y paran
los pies acabando su jornada, porque, si todo fuese andar, nunca
habría llegar, y si todos fuesen medios, ¿dónde o cuándo se gozarían
los fines y término?
7. Por lo cual es lástima ver que hay muchos que, queriéndose su
alma estar en esta paz y descanso de quietud interior, donde se llena
de paz y refección de Dios, ellos la desasosiegan y sacan afuera a lo
más exterior, y la quieren hacer volver a que ande lo andado sin
propósito, y que deje el termino y fin en que ya reposa por los
medios que encaminaban a él, que son las consideraciones. Lo cual
no acaece sin gran desgana y repugnancia del alma, que se quisiera
estar en aquella paz, que no entiende, como en su propio puesto.
Bien así como el que llegó con trabajo donde descansa, si le hacen
volver al trabajo, siente pena. Y como ellos no saben el misterio de
aquesta novedad, dales imaginación que es estarse ociosos y no
haciendo nada, y así no se dejan quietas, procurando considerar y
discurrir, de donde se llenan de sequedad y trabajo por sacar el jugo
que ya por allí no han de sacar. Antes les podemos decir que,
mientras (más) aprietan, menos les aprovecha, porque, cuanto más
porfían de aquella manera, se hallan peor; porque más sacan al alma
de la paz espiritual, y es dejar lo más por lo menos y desandar lo
andado (y querer hacer lo que está hecho).
8. A estos tales se les ha de decir que aprendan a estarse con
atención y advertencia amorosa en Dios en aquella quietud, y que no
se den nada por la imaginación ni por la obra de ella, pues aquí,
como decimos, descansan las potencias y no obran activamente, sino
pasivamente, recibiendo lo que Dios obra en ellas. Y si algunas veces
obran, no es con fuerza ni muy procurado discurso, sino con suavidad
de amor; más movidas de Dios que de la misma habilidad del alma,
como adelante se declarará. Mas ahora baste esto para dar a
entender cómo conviene y es necesario a los que pretenden pasar
adelante saberse desasir de todos esos modos y maneras y obras de
la imaginación, en el tiempo y sazón que lo pide y requiere el
aprovechamiento del estado que llevan.
9. Y para que se entienda cuál y a qué tiempo ha de ser, diremos en
el capítulo siguiente algunas señales que ha de ver en sí el espiritual,
para entender por ellas la sazón y tiempo en que libremente pueda
usar del término dicho y dejar de caminar por el discurso y obra de la
imaginación.
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CAPÍTULO 13
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En que se ponen las señales que ha de haber en si el espiritual por
las cuales se conozca en qué tiempo le conviene dejar la meditación y
discurso y pasar al estado de contemplación.
1. Y porque esta doctrina no quede confusa, convendrá en este
capítulo dar a entender a qué tiempo y sazón convendrá que el
espiritual deje la obra del discursivo meditar por las dichas
imaginaciones y formas y figuras, porque no se dejen antes o
después que lo pide el espíritu. Porque, así como conviene dejarlas a
su tiempo para ir a Dios, porque no impidan, así también es necesario
no dejar la dicha meditación imaginaria antes de tiempo para no
volver atrás. Porque, aunque no sirven las aprehensiones de estas
potencias para medio próximo de unión a los aprovechados, todavía
sirven de medio remoto a los principiantes para disponer y habituar el
espíritu a lo espiritual por el sentido y para de camino vaciar del
sentido todas las otras formas e imágenes bajas, temporales y
seculares y naturales. Para lo cual diremos aquí algunas señales y
muestras que ha de haber en sí el espiritual, en que conozca si
convendrá dejarlas o no en aquel tiempo.
2. La primera es ver en sí que ya no puede meditar ni discurrir con la
imaginación, ni gustar de ello como de antes solía; antes halla ya
sequedad en lo que de antes solía fijar el sentido y sacar jugo. Pero
en tanto que sacare jugo y pudiere discurrir en la meditación, no la
ha de dejar, si no fuere cuando su alma se pusiere en la paz y
quietud que se dice en la tercera señal.
3. La segunda es cuando ve no le da ninguna gana de poner la
imaginación ni el sentido en otras cosas particulares, exteriores ni
interiores. No digo que no vaya y venga, que ésta aun en mucho
recogimiento suele andar suelta, sino que no guste el alma de
ponerla de propósito en otras cosas.
4. La tercera y más cierta es si el alma gusta de estarse a solas con
atención amorosa a Dios, sin particular consideración, en paz interior
y quietud y descanso y sin actos y ejercicios de las potencias,
memoria, entendimiento y voluntad -a lo menos discursivos, que es ir
de uno en otro- sino sólo con la atención y noticia general amorosa
que decimos, sin particular inteligencia y sin entender sobre qué.
5. Estas tres señales ha de ver en sí juntas, por lo menos, el
espiritual para atreverse seguramente a dejar el estado de
meditación y del sentido y entrar en el de contemplación y del
espíritu.
6. Y no basta tener la primera sola sin la segunda, porque podría ser
que no poder ya imaginar y meditar en las cosas de Dios como antes,
fuese por su distracción y poca diligencia; para lo cual ha de ver
también en sí la segunda, que es no tener gana ni apetito de pensar
en otras cosas extrañas. Porque, cuando procede de distracción o
tibieza el no poder fijar la imaginación y sentido en las cosas de Dios,
luego tiene apetito y gana de ponerla en otras cosas diferentes y
motivo de irse de allí.
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Ni tampoco basta ver en sí la primera y segunda señal, si no viere
juntamente la tercera; porque, aunque se vea que no puede discurrir
ni pensar en las cosas de Dios, y que tampoco le da gana pensar en
las que son diferentes, podría proceder de melancolía o de alguno
otro jugo de humor puesto en el cerebro o en el corazón, que suelen
causar en el sentido cierto empapamiento y suspensión que le hacen
no pensar en nada, ni querer ni tener gana de pensarlo, sino de
estarse en aquel embelesamiento sabroso. Contra lo cual ha de tener
la tercera, que es noticia y atención amorosa en paz, etc., como
habemos dicho.
7. Aunque verdad es que a los principios, cuando comienza este
estado, casi no se echa de ver esta noticia amorosa. Y es por dos
causas: la una, porque a los principios suele ser esta noticia amorosa
muy sutil y delicada y casi insensible; y la otra, porque, habiendo
estado habituada el alma al otro ejercicio de la meditación, que es
totalmente sensible, no echa de ver ni casi siente estotra novedad
insensible, que es ya pura de espíritu, mayormente cuando, por no lo
entender ella, no se deja sosegar en ello, procurándole otro más
sensible, con lo cual, aunque más abundante sea la paz interior
amorosa, no se da lugar a sentirla y gozarla. Pero, cuanto más se
fuere habituando el alma en dejarse sosegar, irá siempre creciendo
en ella y sintiéndose más aquella amorosa noticia general de Dios, de
que gusta ella más que de todas las cosas, porque le causa paz,
descanso, sabor y deleite sin trabajo.
8. Y, porque lo dicho quede más claro, daremos las causas y razones
en este capítulo siguiente, por donde parecerán necesarias las dichas
tres señales para caminar al espíritu.
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CAPÍTULO 14
En el cual se prueba la conveniencia de estas señales, dando razón de
la necesidad de lo dicho en ellas para ir adelante.
1. Acerca de la primera señal que decimos, es de saber, que haber el
espiritual (para entrar en la vía del espíritu, que es la contemplativa)
de dejar la vía imaginaria y de meditación sensible cuando ya no
gusta (de) ella ni puede discurrir, es por dos cosas que casi se
encierran en una:
La primera, porque en cierta manera se le ha dado al alma todo el
bien espiritual que había de hallar en las cosas de Dios por vía de la
meditación y discurso; cuyo indicio es el no poder ya meditar ni
discurrir como antes y no hallar en ello jugo ni gusto de nuevo como
antes hallaba, porque no había corrido hasta entonces hasta el
espíritu que allí había para él. Porque, ordinariamente, todas las
veces que el alma recibe algún bien espiritual, lo recibe gustando, a
lo menos con el espíritu, en aquel medio por donde lo recibe y le hace
provecho y, si no, por maravilla le aprovecha, ni halla en la causa de
él aquel arrimo y jugo que halla cuando le recibe. Porque es al modo
que dicen los filósofos, que quod sapit, nutrit, esto es: lo que da
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sabor, cría y engorda. Por lo cual dijo el santo Job (6, 6): Numquid
poterit comedi insulsum, quod non est sale conditum? ¿Por ventura
(se) podrá comer lo desabrido, que no está guisado con sal? Esta es
la causa de no poder considerar ni discurrir como antes: el poco
sabor que en ello halla el espíritu y el poco provecho.
2. La segunda es porque ya el alma en este tiempo tiene el espíritu
de la meditación en sustancia y hábito. Porque es de saber que el fin
de la meditación y discurso en las cosas de Dios es sacar alguna
noticia y amor de Dios, y cada vez que por la meditación el alma la
saca, es un acto. Y así como muchos actos en cualquiera cosa vienen
a engendrar hábito en el alma, así muchos actos de estas noticias
amorosas, que el alma ha ido sacando en veces particularmente,
vienen por el uso a continuarse tanto, que se hace hábito en ella. Lo
cual también Dios suele hacer en muchas almas sin medio de estos
actos, a lo menos sin haber precedido muchos, poniéndolas luego en
contemplación. Y así, lo que antes el alma iba sacando en veces por
su trabajo de meditar en noticias particulares, ya, como decimos, por
el uso se ha hecho y vuelto en ella en hábito y sustancia de una
noticia amorosa general, no distinta ni particular como antes. Por lo
cual, en poniéndose en oración, ya, como quien tiene allegada el
agua, bebe sin trabajo en suavidad, sin ser necesario sacarla por los
arcaduces de las pesadas consideraciones y formas y figuras. De
manera que, luego en poniéndose delante de Dios, se pone en acto
de noticia confusa, amorosa, pacífica y sosegada, en que está el alma
bebiendo sabiduría y amor y sabor.
3. Y ésta es la causa por que el alma siente mucho trabajo y sinsabor
cuando, estando en este sosiego, la quieren hacer meditar y trabajar
en particulares noticias. Porque le acaece como a niño que, estando
recibiendo la leche, que ya tiene en el pecho allegada y junta, le
quitan el pecho y le hacen que con la diligencia de su estrujar y
manosear la vuelva a querer sacar y juntar; o como el que, habiendo
quitado la corteza, está gustando la sustancia, si se la hiciesen dejar
para que volviese a quitar la dicha corteza que ya estaba quitada,
que no hallaría corteza y dejaría de gustar de la sustancia que ya
tenía entre las manos; siendo en esto semejante al que deja la presa
que tiene por la que no tiene.
4. Y así hacen muchos que comienzan a entrar en este estado, que,
pensando que todo el negocio está en ir discurriendo y entendiendo
particularidades por imágenes y formas, que son la corteza del
espíritu, como no las hallan en aquella quietud amorosa y sustancial
en que se quiere estar su alma, donde no entienden cosa clara,
piensan que se van perdiendo y que pierden tiempo, y vuelven a
buscar la corteza de su imagen y discurso, la cual no hallan, porque
está ya quitada; y así ni gozan la sustancia ni hallan meditación y
túrbanse a sí mismos, pensando que vuelven atrás y que se pierden.
Y, a la verdad, se pierden, (aunque no como ellos piensan, porque se
pierden) a los propios sentidos y a la primera manera de sentir, lo
cual es irse ganando al espíritu que se les va dando; en el cual cuanto
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van ellos menos entendiendo, van entrando más en la noche del
espíritu, de que en este libro tratamos, por donde han de pasar para
unirse con Dios sobre todo saber.
5. Acerca de la segunda señal poco hay que decir, porque ya se ve
que de necesidad no ha de gustar el alma en este tiempo de otras
imágenes diferentes, que son del mundo; pues de las que son más
conformes, que son las de Dios, según habemos dicho, no gusta, por
las causas ya dichas. Solamente, como arriba queda notado, suele en
este recogimiento la imaginativa de suyo ir y venir y variar, mas no
con gusto y voluntad del alma, antes en ello siente pena, porque la
inquieta la paz y sabor.
6. Y que la tercera señal sea conveniente y necesaria para poder
dejar la dicha meditación, la cual es la noticia o advertencia general
en Dios y amorosa, tampoco entiendo era menester decir aquí nada,
por cuanto ya en la primera queda dado a entender algo y, después,
de ella habemos de tratar de propósito cuando hablemos de esta
noticia general y confusa en su lugar, que será después de todas las
aprehensiones particulares del entendimiento. Pero diremos sola una
razón con que se vea claro cómo, en caso que el contemplativo haya
de dejar la vía de meditación y discurso, le es necesaria esta noticia o
advertencia amorosa en general de Dios. Y es porque, si el alma
entonces no tuviese esta noticia o asistencia en Dios, seguirse hía
que ni haría nada ni tendría nada el alma; porque, dejando la
meditación, mediante la cual obra el alma discurriendo con las
potencias sensitivas y faltándole también la contemplación, que es la
noticia general que decimos, en la cual tiene el alma actuadas las
potencias espirituales, que son memoria, entendimiento y voluntad,
unidas ya en esta noticia obrada ya y recibida en ellas, faltarle hía
necesariamente al alma todo ejercicio acerca de Dios, como quiera
que el alma no pueda obrar ni recibir lo obrado, si no es por vía de
estas dos maneras de potencias sensitivas y espirituales. Porque,
como habemos dicho, mediante las potencias sensitivas puede ella
discurrir y buscar y obrar las noticias de los objetos; y mediante las
potencias espirituales puede gozar las noticias ya recibidas en estas
dichas potencias, sin que obren ya las potencias.
7. Y así, la diferencia que hay del ejercicio que el alma hace acerca de
las unas y de las otras potencias, es la que hay entre ir obrando y
gozar ya de la obra hecha, o la que hay entre el trabajo de ir
caminando y el descanso y quietud que hay en el término; que es
también como estar guisando la comida, o estar comiéndola y
gustándola ya guisada y masticada, sin alguna manera de ejercicio de
obra; y la que hay entre ir recibiendo, y aprovechándose ya del
recibo. Y así, (si) acerca del obrar con las potencias sensitivas, que es
la meditación y discurso, o acerca de lo ya recibido y obrado en las
potencias espirituales, que es la contemplación y noticia que habemos
dicho, no estuviese el alma empleada estando ociosa de las unas y de
las otras, no había de dónde ni por dónde se pudiese decir que estaba
103
el alma empleada. Es, pues, necesaria esta noticia para haber de
dejar la vía de meditación y discurso.
8. Pero conviene aquí saber que esta noticia general de que vamos
hablando, es a veces tan sutil y delicada, mayormente cuando ella es
más pura y sencilla y perfecta y más espiritual e interior, que el alma,
aunque está empleada en ella, no la echa de ver ni la siente. Y
aquesto acaece más cuando decimos que ella es en sí más clara y
perfecta y sencilla. Y entonces lo es, cuando ella embiste en alma
más limpia y ajena de otras inteligencias y noticias particulares en
que podría hacer presa el entendimiento o sentido; la cual, por
carecer de éstas, que son acerca de las cuales el entendimiento y
sentido tiene habilidad y costumbre de ejercitarse, no la siente, por
cuanto le faltan sus acostumbrados sensibles. Y ésta es la causa por
donde, estando ella más pura y perfecta y sencilla, menos la siente el
entendimiento y más oscura le parece. Y así, por el contrario, cuanto
ella está en sí en el entendimiento menos pura y simple, más clara y
de más tomo le parece al entendimiento, por estar ella vestida o
mezclada o envuelta en algunas formas inteligibles, en que puede
tropezar el entendimiento o sentido.
9. Lo cual se entenderá bien por esta comparación. Si consideramos
en el rayo del sol que entra por la ventana, vemos que, cuanto el
dicho rayo está más poblado de átomos y motas, mucho más
palpable y sensible y más claro le parece a la vista del sentido. Y está
claro, que entonces el rayo está menos puro y menos claro en sí y
sencillo y perfecto, pues está lleno de tantas motas y átomos. Y
también vemos que cuando está más puro y limpio de aquellas motas
y átomos, menos palpable y más oscuro le parece al ojo material; y
cuanto más limpio está, tanto más oscuro y menos aprehensible le
parece. Y si del todo el rayo estuviese limpio y puro de todos los
átomos y motas, hasta los más sutiles polvitos, del todo parecería
oscuro e incomprehensible el dicho rayo al ojo, por cuanto allí faltan
los visibles, que son objeto de la vista. Y así, el ojo no halla especies
en qué reparar, porque la luz no es propio objeto de la vista, sino el
medio con que ve lo visible; y así, si faltaren los visibles en que el
rayo o la luz hagan reflexión, nada se verá. De donde si entrase el
rayo por una ventana y saliese por otra, sin topar en cosa alguna que
tuviese tomo de cuerpo, no se vería nada; y con todo eso, el rayo
estaría en sí más puro y limpio que cuando, por estar lleno de cosas
visibles, se veía y sentía más claro.
10. De la misma manera acaece acerca de la luz espiritual en la vista
del alma, que es el entendimiento, en el cual esta general noticia y
luz que vamos diciendo sobrenatural embiste tan pura y
sencillamente y tan desnuda ella y ajena de todas las formas
inteligibles, que son objetos del entendimiento, que él no la siente ni
echa de ver; antes, a veces, que es cuando ella es más pura, le hace
tiniebla, porque le enajena de sus acostumbradas luces, de formas y
fantasías; y entonces siéntese bien y échase bien de ver la tiniebla.
Mas, cuando esta luz divina no embiste con tanta fuerza en el alma,
104
ni siente tiniebla, ni ve luz, ni aprehende nada que ella sepa, de acá
ni de allá; y, por tanto, se queda el alma a veces como en un olvido
grande, que ni supo dónde se estaba, ni qué se había hecho, ni le
parece haber pasado por ella tiempo. De donde puede acaecer, y así
es, que se pasen muchas horas en este olvido, y al alma, cuando
vuelve en sí, no le parezca un momento o que no estuvo nada.
11. Y la causa de este olvido es la pureza y sencillez de esta noticia,
la cual, ocupando al alma, así la pone sencilla y pura y limpia de
todas las aprehensiones y formas de los sentidos y de la memoria,
por donde el alma obraba en tiempo, y así la deja en olvido y sin
tiempo. De donde al alma esta oración, aunque, como decimos, le
dure mucho, le parece brevísima, porque ha estado unida en
inteligencia pura, que no está en tiempo. Y es la oración breve de que
se dice (Ecli. 35, 21) que penetra los cielos, porque es breve, porque
no es en tiempo, y penetra los cielos, porque el alma está unida en
inteligencia celestial. Y así, esta noticia deja al alma, cuando
recuerda, con los efectos que hizo en ella sin que ella los sintiese
hacer, que son levantamiento de mente a inteligencia celestial y
enajenación y abstracción de todas las cosas, y formas, y figuras, y
memorias de ellas. Lo cual dice David (Sal. 101, 8) haberle a él
acaecido, volviendo en sí del mismo olvido, diciendo: Vigilavi, et
factus sum sicut passer solitarius in tecto; que quiere decir: Recordé
y halléme hecho como el pájaro solitario en el tejado. Solitario dice,
es a saber, de todas las cosas enajenado y abstraído; y en el tejado,
es a saber, elevada la mente en lo alto. Y así, se queda el alma como
ignorante de todas las cosas, porque solamente sabe a Dios sin saber
cómo. De donde la Esposa declara en los Cantares (6, 11), entre los
efectos que en ella hizo este su sueño olvido, este no saber, cuando
dice que descendió a él, diciendo: Nescivi, esto es: no supe.
De donde, aunque (como habemos dicho) al alma en esta noticia le
parezca que no hace nada, ni está empleada en nada, porque no obra
nada con los sentidos ni con las potencias, crea que no se está
perdiendo tiempo, porque, aunque cese la armonía de las potencias
del alma, la inteligencia de ella está de la manera que habemos
dicho. Que por eso la Esposa, que era sabia, también en los Cantares
(5, 2) se respondió ella a sí misma en esta duda, diciendo: Ego
dormio et cor meum vigilat. Como si dijera: aunque duermo yo,
según lo que yo soy naturalmente, cesando de obrar, mi corazón
vela, sobrenaturalmente elevado en noticia sobrenatural.
12. Pero es de saber que no se ha de entender que esta noticia ha de
causar por fuerza este olvido para ser como aquí decimos, que eso
sólo acaece cuando abstrae al alma del ejercicio de todas las
potencias naturales y espirituales; lo cual acaece las menos veces,
porque no siempre ocupa toda el alma. Que, para que sea la que
basta en el caso que vamos tratando, basta que el entendimiento
esté abstraído de cualquiera noticia particular, ahora temporal, ahora
espiritual, y que no tenga gana la voluntad de pensar acerca de unas
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ni de otras, como habemos dicho, porque entonces es señal que está
el alma empleada.
Y este indicio se ha de tener para entender que lo está, cuando esta
noticia sólo se aplica y comunica al entendimiento, que es cuando a
veces el alma no lo echa de ver. Porque, cuando juntamente se
comunica a la voluntad, que es casi siempre, poco o mucho no deja el
alma de entender, si quiere mirar en ello, que está empleada y
ocupada en esta noticia, por cuanto se siente con sabor de amor en
ella, sin saber ni entender particularmente lo que ama. Y por eso la
llama noticia amorosa general, porque, así como lo es en el
entendimiento, comunicándose a él oscuramente, así también lo es
en la voluntad, comunicándola sabor y amor confusamente, sin que
sepa distintamente lo que ama.
13. Esto baste ahora para entender cómo le conviene al alma estar
empleada en esta noticia para haber de dejar la vía del discurso
espiritual y para asegurarse que, aunque no le parezca que hace
nada el alma, está bien empleada, si se ve con las dichas señales, y
para que también se entienda, por la comparación que habemos
dicho, cómo, no porque esta luz se represente al entendimiento más
comprehensible y palpable, como hace el rayo del sol al ojo cuando
está lleno de átomos, por eso la ha de tener el alma por más pura,
subida y clara; pues está claro que, según dice Aristóteles y los
teólogos, cuanto más alta es la luz divina y más subida, más oscura
es para nuestro entendimiento.
14. De esta divina noticia hay mucho que decir, así de ella en sí como
de los efectos que hace en los contemplativos. Todo lo dejamos para
su lugar, porque aun lo que habemos dicho en éste no había para qué
alargarnos tanto, si no fuera por (no) dejar esta doctrina algo más
confusa de lo que queda, porque es cierto, yo confieso lo queda
mucho. Porque, dejado que es materia que pocas veces se trata por
este estilo, ahora de palabra como de escritura, por ser ella en sí
extraordinaria y oscura, añádese también mi torpe estilo y poco
saber. Y así, estando desconfiado de que lo sabré dar a entender,
muchas veces entiendo me alargo demasiado y salgo fuera de los
límites que bastan al lugar y parte de la doctrina que voy tratando.
En lo cual yo confieso hacerlo, a veces, de advertencia; porque lo que
no se da a entender por unas razones, quizá se entenderá mejor por
aquéllas y por otras, y también porque entiendo que así se va dando
más luz para lo que se ha de decir adelante. Por lo cual me parece
también (para concluir con esta parte) dejar respondido a una duda
que puede haber acerca de la continuación de esta noticia, y será
brevemente en el siguiente capítulo.
Inicio --------------------------------------------
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CAPÍTULO 15
En que se declara cómo a los aprovechantes que comienzan a entrar
en esta noticia general de contemplación les conviene a veces
aprovecharse del discurso natural y obra de las potencias naturales.
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1. Podría acerca de lo dicho haber una duda, y es si los
aprovechantes, que es a los que Dios comienza a poner en esta
noticia sobrenatural de contemplación de que habemos hablado, por
el mismo caso que la comienzan a tener, no hayan ya para siempre
de aprovecharse de la vía de meditación y discurso y formas
naturales.
A lo cual se responde que no se entiende que los que comienzan a
tener esta noticia amorosa en general, nunca hayan ya de procurar
de tener meditación, porque a los principios que van aprovechando,
ni está tan perfecto el hábito de ella que, luego que ellos quieran, se
puedan poner en el acto de ella, ni, por lo semejante, están tan
remotos de la meditación, que no puedan meditar y discurrir algunas
veces naturalmente como solían, por las formas y pasos que solían,
hallando allí alguna cosa de nuevo; antes a estos principios, cuando
por los indicios ya dichos echan de ver que no está el alma empleada
en aquel sosiego y noticia, habrán menester aprovecharse del
discurso, hasta que vengan en ella a adquirir el hábito que habemos
dicho en alguna manera perfecto, que será cuando todas las veces
que quieren meditar, luego se quedan en esta noticia y paz sin poder
hacer ni tener gana de hacerlo, como habemos dicho. Porque, hasta
llegar a este tiempo, que es ya de aprovechados en esto, ya hay de lo
uno, ya de lo otro, en diferentes tiempos.
2. De manera que muchas veces se hallará el alma en esta amorosa
pacífica asistencia sin obrar nada con las potencias, esto es, acerca
de actos particulares, no obrando activamente, sino sólo recibiendo;
y muchas habrá menester ayudarse blanda y moderadamente del
discurso para ponerse en ella. Pero, puesta el alma en ella, ya
habemos dicho que el alma no obra nada con las potencias; que
entonces antes es verdad decir que se obra en ella y que está obrada
la inteligencia y sabor, que no que obre ella alguna cosa, sino
solamente tener advertencia el alma con amar a Dios, sin querer
sentir ni ver nada. En lo cual pasivamente se le comunica Dios, así
como al que tiene los ojos abiertos, que pasivamente sin hacer él
más que tenerlos abiertos, se le comunica la luz. Y este recibir la luz
que sobrenaturalmente se le infunde, es entender pasivamente, pero
dícese que no obra, no porque no entienda, sino porque entiende lo
que no le cuesta su industria, sino sólo recibir lo que le dan, como
acaece en las iluminaciones e ilustraciones o inspiraciones de Dios.
3. Aunque aquí libremente recibe la voluntad esta noticia general y
confusa de Dios, solamente es necesario, para recibir más sencilla y
abundantemente esta luz divina, que no se cure de entreponer otras
luces más palpables de otras luces o formas o noticias o figuras de
discurso alguno, porque nada de aquello es semejante a aquella
serena y limpia luz. De donde, si quisiere entonces entender y
considerar cosas particulares, aunque más espirituales fuesen,
impediría la luz limpia y sencilla general del espíritu, poniendo
aquellas nubes en medio, así como al que delante de los ojos se le
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pusiese alguna cosa en que, tropezando la vista, se le impidiese la luz
y vista de adelante.
4. De donde se sigue claro que, como el alma se acabe de purificar y
vaciar de todas las formas e imágenes aprehensibles, se quedará en
esta pura y sencilla luz, transformándose en ella en estado de
perfección, porque esta luz nunca falta en el alma; pero, por las
formas y velos de criatura con que el alma está velada y embarazada,
no se le infunde. Que, si quitase estos impedimentos y velos del todo,
como después se dirá, quedándose en la pura desnudez y pobreza de
espíritu, luego el alma, ya sencilla y pura, se transforma en la sencilla
y pura sabiduría, que es el Hijo de Dios; porque faltando lo natural al
alma enamorada, luego se infunde de lo divino, natural y
sobrenaturalmente, porque no se dé vacío en la naturaleza.
5. Aprenda el espiritual a estarse con advertencia amorosa en Dios,
con sosiego de entendimiento, cuando no puede meditar, aunque le
parezca que no hace nada. Porque así, poco a poco, y muy presto, se
infundirá en su alma el divino sosiego y paz con admirables y subidas
noticias de Dios, envueltas en divino amor. Y no se entremeta en
formas, meditaciones e imaginaciones, o algún discurso, porque no
desasosiegue al alma y la saque de su contento y paz, en lo cual ella
recibe desabrimiento y repugnancia. Y si, como habemos dicho, le
hiciere escrúpulo de que no hace nada, advierta que no hace poco en
pacificar el alma y ponerla en sosiego y paz, sin alguna obra y
apetito, que es lo que Nuestro Señor nos pide por David (Sal. 45,
11), diciendo: Vacate, et videte quoniam ego sum Deus; como si
dijera: Aprended a estaros vacíos de todas las cosas, es a saber,
interior y exteriormente, y veréis cómo yo soy Dios.
Inicio --------------------------------------------
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CAPÍTULO 16
En que se trata de las aprehensiones imaginarias que
sobrenaturalmente se representan en la fantasía. Dice cómo no
pueden servir al alma de medio próximo para la unión con Dios.
1. Ya que habemos tratado de las aprehensiones que naturalmente
pueden en sí recibir y en ellas obrar con (su) discurso la fantasía e
imaginativa, conviene aquí tratar de las sobrenaturales, que se
llaman visiones imaginarias, que también, por estar ellas debajo de
imagen y forma y figura, pertenecen a este sentido, ni más ni menos
que las naturales.
2. Y es de saber que, debajo de este nombre de visiones imaginarias,
queremos entender todas las cosas que debajo de imagen, forma, y
figura y especie sobrenaturalmente se pueden representar a la
imaginación. Porque todas las aprehensiones y especies que de todos
los cinco sentidos corporales se representan a él y en él hacen
asiento por vía natural, pueden por vía sobrenatural tener lugar en él
y representársele sin ministerio alguno de los sentidos exteriores.
Porque este sentido de la fantasía, junto con la memoria, es como un
archivo y receptáculo del entendimiento, en que se reciben todas las
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formas e imágenes inteligibles: y así, como si fuese un espejo, las
tiene en sí, habiéndolas recibido por vía de los cinco sentidos, o,
como decimos, sobrenaturalmente; y así las representa al
entendimiento, y allí el entendimiento las considera y juzga de ellas.
Y no sólo puede eso, mas aún puede componer e imaginar otras a la
semejanza de aquellas que allí conoce.
3. Es, pues, de saber que, así como los cinco sentidos exteriores
representan las imágenes y especies de sus objetos a estos
interiores, así sobrenaturalmente, como decimos, sin los sentidos
exteriores puede Dios y el demonio representar las mismas imágenes
y especies, y mucho más hermosas y acabadas. De donde, debajo de
estas imágenes muchas veces representa Dios al alma muchas cosas,
y la enseña mucha sabiduría; como a cada paso se ve en la sagrada
Escritura, como (vio) Isaías a Dios en su gloria debajo del humo que
cubría el templo y de los serafines que cubrían con las alas el rostro y
los pies (6, 2-4); Jeremías la vara que velaba (1, 11), Daniel multitud
de visiones (7, 10), etc.
Y también el demonio procura con las suyas, aparentemente buenas,
engañar al alma, como es de ver en el de los Reyes (3 Re. 22, 11),
cuando engañó a todos los profetas de Acab, representándoles en la
imaginación los cuernos con que dijo había de destruir a los asirios, y
fue mentira. Y las visiones que tuvo la mujer de Pilatos (Mt. 27, 19)
sobre que no condenase a Cristo, y otros muchos lugares. Donde se
ve cómo, en este espejo de la fantasía e imaginativa, estas visiones
imaginarias acaecen a los aprovechados más frecuentemente que las
corporales exteriores. Estas, como decimos, no se diferencian de las
que entran por los sentidos exteriores en cuanto imágenes y
especies; pero, en cuanto al efecto que hacen y perfección de ellas,
mucha diferencia hay, porque son más sutiles y hacen más efecto en
el alma, por cuanto son sobrenaturales y más interiores que las
sobrenaturales exteriores. Aunque no se quita por eso que algunas
corporales de estas exteriores hagan más efecto; que, en fin, es
como Dios quiere que sea la comunicación. Pero hablamos en cuanto
es de parte de ellas, por cuanto son más espirituales.
4. Este sentido de la imaginación y fantasía es donde ordinariamente
acude el demonio con sus ardides, ahora naturales, ahora
sobrenaturales; porque ésta es la puerta y entrada para el alma, y
como habemos dicho, aquí viene el entendimiento a tomar y dejar,
como a puerta o plaza de su provisión. Y por eso siempre Dios y
también el demonio acuden aquí con sus joyas de imágenes y formas
sobrenaturales para ofrecerlas al entendimiento; puesto que Dios no
sólo se aprovecha de este medio para instruir al alma, pues mora
sustancialmente en ella, y puede por sí y por otros medios.
5. Y no hay para qué yo aquí me detenga en dar doctrina de indicios
para que se conozcan cuáles visiones serán de Dios y cuáles no, y
cuáles en una manera y cuáles en otra; pues mi intento aquí no es
ése, sino sólo instruir al entendimiento en ellas, para que no se
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embarace e impida para la unión con la divina Sabiduría con las
buenas, ni se engañe en las falsas.
6. Por tanto, digo que, de todas estas aprehensiones y visiones
imaginarias y otras cualesquiera formas o especies, como ellas se
ofrezcan debajo de forma o imagen o alguna inteligencia particular,
ahora sean falsas de parte del demonio, ahora se conozcan ser
verdaderas de parte de Dios, el entendimiento no se ha de embarazar
ni cebar en ellas, ni las ha el alma de querer admitir ni tener, para
poder estar desasida, desnuda, pura y sencilla, sin algún modo y
manera, como se requiere para la unión.
7. Y de esto la razón es porque todas estas formas ya dichas siempre
en su aprehensión se representan, según habemos dicho, debajo de
algunas maneras y modos limitados, y la Sabiduría de Dios, en que
se ha de unir el entendimiento, ningún modo ni manera tiene, ni cae
debajo de algún límite ni inteligencia distinta y particularmente,
porque totalmente es pura y sencilla. Y como quiera que, para
juntarse dos extremos, cual es el alma y la divina Sabiduría, será
necesario que vengan a convenir en cierto medio de semejanza entre
sí, de aquí es que también el alma ha de estar pura y sencilla, no
limitada ni atenida a alguna inteligencia particular, ni modificada con
algún límite de forma, especie e imagen. Que, pues Dios no cae
debajo de imagen ni forma, ni cabe debajo de inteligencia particular,
tampoco el alma, para caer en Dios, ha de caer debajo de forma e
inteligencia distinta.
8. Y que en Dios no haya forma ni semejanza, bien lo da a entender
el Espíritu Santo en el Deuteronomio (4, 12), diciendo: Vocem
verborum eius audistis, et formam penitus non vidistis; que quiere
decir: Oísteis la voz de sus palabras, y totalmente no visteis en Dios
alguna forma. Pero dice que había allí tinieblas, y nube, y oscuridad,
que es la noticia confusa y oscura que habemos dicho, en que se une
el alma con Dios. Y luego más adelante (4, 15) dice: Non vidistis
aliquam similitudinem in die, qua locutus est vobis Dominus in Horeb
de medio ignis, esto es: No visteis vosotros semejanza alguna en
Dios en el día que os habló de medio del fuego, en el monte Horeb.
9. Y que el alma no pueda llegar a lo alto de Dios, cual en esta vida
se puede, por medio de algunas formas y figuras, también lo dice el
mismo Espíritu Santo en los Números (12, 6-8), donde,
reprehendiendo Dios a Aarón y María, hermanos de Moisés, porque
murmuraban contra él, queriendo darles a entender el alto estado en
que le había puesto de unión y amistad consigo, dijo: Si quis inter
vos fuerit propheta Domini in visione apparebo ei, vel per somnium
loquar ad illum. At (non) talis servus meus Moyses, qui in omni domo
mea fidelissimus est: ore enim ad os loquor ei, palam, et non per
aenigmata et figuras Dominum videt; que quiere decir: Si entre
vosotros hubiere algún profeta del Señor, aparecerle he en alguna
visión o forma o hablaré con él entre sueños. Pero no hay tal como mi
siervo Moisés, que en toda mi casa es fidelísimo y hablo con él boca a
boca, y no ve a Dios por comparaciones, semejanzas y figuras. En lo
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cual se da a entender claro que en este alto estado de unión que
vamos hablando, no se comunica Dios al alma mediante algún disfraz
de visión imaginaria, o semejanza, o figura, ni la ha de haber; sino
que boca a boca, esto es, esencia pura y desnuda de Dios, que es la
boca de Dios en amor, con esencia pura y desnuda del alma, que es
la boca del alma en amor de Dios.
10. Por tanto, para venir a esta unión de amor de Dios esencial, ha
de tener cuidado el alma de no se ir arrimando a visiones
imaginarias, ni formas, ni figuras, ni particulares inteligencias, pues
no le pueden servir de medio proporcionado y próximo para tal
efecto; antes le harían estorbo, y por eso las ha de renunciar y
procurar de no tenerlas. Porque, si por algún caso se hubiesen de
admitir y preciar, era por el provecho que las verdaderas hacen en el
alma y buen efecto. Pero para esto no es necesario admitirlas, antes
conviene, para mejoría, siempre negarlas. Porque estas visiones
imaginarias, el bien que pueden hacer al alma, también como las
corporales exteriores que habemos dicho, es comunicarle inteligencia,
o amor, o suavidad; pero para que causen este efecto en ella, no es
menester que ella las quiera admitir, porque, como también queda
dicho arriba, en ese mismo punto que en la imaginación hacen
presencia, la hacen en el alma e infunden a la inteligencia y amor, o
suavidad, o lo que Dios quiere que causen.
Y no sólo juntamente, pero principalmente, aunque no en el mismo
tiempo, hacen en el alma su efecto pasivamente, sin ser ella parte
para lo poder impedir aunque quisiese, como tampoco lo fue para lo
saber adquirir, aunque lo haya sido antes para se saber disponer.
Porque, así como la vidriera no es parte para impedir el rayo del sol
que da en ella, sino que pasivamente, estando ella dispuesta con
limpieza, la esclarece sin su diligencia u obra, así también el alma,
aunque ella quiera, no puede dejar de recibir en sí las influencias y
comunicaciones de aquellas figuras, aunque más las quisiere resistir;
porque a las infusiones sobrenaturales no las puede resistir la
voluntad negativa con resignación humilde y amorosa, sino sola la
impureza e imperfecciones del alma, como también en la vidriera
impiden la claridad las manchas.
11. Donde se ve claro que, cuanto más el alma se desnudare con la
voluntad y afecto de las aprehensiones de las manchas de aquellas
formas, imágenes y figuras en que vienen envueltas las
comunicaciones espirituales que habemos dicho, no sólo no se priva
de estas comunicaciones y bienes que causan, mas se dispone mucho
más para recibirlas con más abundancia, claridad y libertad de
espíritu y sencillez, dejadas aparte todas aquellas aprehensiones, que
son las cortinas y velos que encubren lo espiritual que allí hay, y así
ocupan el espíritu y sentido, si en ellas se quisiese cebar, de manera
que sencilla y libremente no se pueda comunicar el espíritu; porque,
estando ocupada con aquella corteza, está claro que no tiene libertad
el entendimiento para recibir (aquellas formas). De donde, si el alma
entonces las quiere admitir y hacer caso de ellas, sería embarazarse
111
y contentarse con lo menos que hay en ellas, que es todo lo que ella
puede aprehender y conocer de ellas, lo cual es aquella forma e
imagen y particular inteligencia. Porque lo principal de ellas, que es lo
espiritual que se le infunde, no sabe ella aprehender ni entender, ni
sabe cómo es, ni lo sabría decir, porque es puro espiritual. Solamente
lo que de ellas sabe, como decimos, es lo menos que hay en ellas a
su modo de entender, que es las formas por el sentido. Y por eso
digo que pasivamente, sin que ella ponga su obra de entender y sin
saberla poner, se le comunica de aquellas visiones lo que ella no
supiera entender ni imaginar.
12. Por tanto, siempre se han de apartar los ojos del alma de todas
estas aprehensiones que ella puede ver y entender distintamente (lo
cual comunica en sentido y no hace fundamento y seguro de fe), y
ponerlos en lo que no ve ni pertenece al sentido, sino al espíritu, que
no cae en figura de sentido, que es lo que la lleva a la unión en fe, la
cual es el propio medio, como está dicho. Y así, le aprovecharán al
alma estas visiones en sustancia para fe, cuando bien supiere negar
lo sensible e inteligible de ellas y usara bien del fin que Dios tiene en
darlas al alma, desechándolas. Porque, como dijimos de las
corporales, no las da Dios para que el alma las quiera tomar y poner
su asimiento en ellas.
13. Pero nace aquí una duda, y es: si es verdad que Dios da al alma
las visiones sobrenaturales, no para que ella las quiera tomar, ni
arrimarse a ellas, ni hacer caso de ellas, ¿para qué se las da, pues en
ellas puede el alma caer en muchos yerros y peligros, o por lo menos
en los inconvenientes que aquí se escriben para ir adelante,
mayormente pudiendo Dios dar al alma y comunicarle espiritualmente
y en sustancia lo que le comunica por el sentido mediante las dichas
visiones y formas sensibles?
14. Responderemos a esta duda en el siguiente capítulo, y es de
harta doctrina y bien necesaria, a mi ver, así para los espirituales
como para los que los enseñan, porque se enseña el estilo y fin que
Dios en ellas lleva; el cual por no lo saber muchos, ni se saben
gobernar, ni encaminar a sí ni a otros en ellas a la unión. Que
piensan que, por el mismo caso que conocen ser verdaderas y de
Dios, es bueno admitirlas, y asegúranse en ellas, no mirando que
también en éstas hallará el alma su propiedad, y asimiento y
embarazo, como en las cosas del mundo, si no las sabe renunciar
como a ellas. Y así les parece que es bueno admitir las unas y
reprobar las otras, metiéndose a sí mismos y a las almas en gran
trabajo y peligro acerca del discernir entre la verdad y falsedad de
ellas. Que ni Dios les manda poner en ese trabajo, ni que a las almas
sencillas y simples las metan en ese peligro y contienda; pues tienen
doctrina sana y segura, que es la fe, en que han de caminar adelante.
15. La cual no puede ser sin cerrar los ojos a todo lo que es de
sentido e inteligencia clara y particular. Porque, aun con estar san
Pedro tan cierto de la visión de gloria que vio en Cristo en la
transfiguración, después de haberlo contado en su Epístola 2ª
112
canónica (1, 17-18), no quiso que lo tomasen por principal testimonio
de firmeza, sino, encaminándolos a la fe, dijo (1, 19): Et habemus
firmiorem propheticum sermonem: cui benefacitis attendentes, quasi
lucernae lucenti in caliginoso loco, donec dies elucescat, etc.; quiere
decir: Y tenemos más firme testimonio que esta visión del Tabor, que
son los dichos y palabras de los profetas que dan testimonio de
Cristo, a las cuales hacéis bien de arrimaros, como a la candela que
da luz en el lugar oscuro. En la cual comparación, si quisiéremos
mirar, hallaremos la doctrina que vamos enseñando. Porque, en decir
que miremos a la fe que hablaron los profetas, como "a candela que
luce en lugar oscuro", es decir que nos quedemos a oscuras, cerrados
los ojos a todas esotras luces, y que en esta tiniebla sola la fe, que
también es oscura, sea luz a que nos arrimemos. Porque si nos
queremos arrimar a esotras luces claras de inteligencias distintas, ya
nos dejamos de arrimar a la oscura, que es la fe, y nos deja de dar la
luz en el lugar oscuro que dice san Pedro; el cual lugar, que aquí
significa el entendimiento que es el candelero donde se asienta esta
candela de la fe, ha de estar oscuro "hasta que le amanezca" en la
otra vida "el día" de la clara visión de Dios, y en ésta el de la
transformación y unión.
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CAPÍTULO 17
En que se declara el fin y estilo que Dios tiene en comunicar al alma
los bienes espirituales por medio de los sentidos, en lo cual se
responde a la duda que se ha tocado.
1. Mucho hay que decir acerca del fin y estilo que Dios tiene en dar
estas visiones, para levantar a una alma de su bajeza a su divina
unión, de lo cual todos los libros espirituales tratan, y en este nuestro
tratado también el estilo que llevamos es darlo a entender. Y por eso,
en este capítulo, solamente diré lo que basta para satisfacer a
nuestra duda, la cual era: que, pues, en estas visiones sobrenaturales
hay tanto peligro y embarazo para ir adelante, como habemos dicho,
¿por qué Dios, que es sapientísimo y amigo de apartar de las almas
tropiezos y lazos, se las ofrece y comunica?
2. Para responder a esto, conviene primero poner tres fundamentos.
El primero es de san Pablo ad Romanos (13, 1), donde dice: Quae
autem sunt, a Deo ordinata sunt, que quiere decir: Las obras que son
hechas, de Dios son ordenadas.
El segundo es del Espíritu Santo en el libro de la Sabiduría (8, 1),
diciendo: Disponit omnia suaviter. Y es como si dijera: La Sabiduría
de Dios, aunque toca desde un fin hasta otro fin, es a saber, desde
un extremo hasta otro extremo, dispone todas las cosas con
suavidad.
El tercero es de los teólogos, que dicen que omnia movet secundum
modum eorum, esto es: Dios mueve todas las cosas al modo de ellas.
3. Según, pues, estos fundamentos, está claro que para mover Dios
al alma y levantarla del fin y extremo de su bajeza al otro fin y
113
extremo de su alteza en su divina unión, halo de hacer
ordenadamente y suavemente y al modo de la misma alma. Pues,
como quiera que el orden que tiene el alma de conocer, sea por las
formas e imágenes de las cosas criadas, y el modo de su conocer y
saber sea por los sentidos, de aquí es que, para levantar Dios al alma
al sumo conocimiento, para hacerlo suavemente ha de comenzar y
tocar desde el bajo fin y extremo de los sentidos del alma, para así
irla llevando al modo de ella hasta el otro fin de su sabiduría
espiritual, que no cae en sentido. Por lo cual, la lleva primero
instruyendo por formas e imágenes y vías sensibles a su modo de
entender, ahora naturales, ahora sobrenaturales, y por discursos, a
ese sumo espíritu de Dios.
4. Y ésta es la causa por que Dios le da las visiones y formas,
imágenes y las demás noticias sensitivas e inteligibles espirituales; no
porque no quisiera Dios darle luego en el primer acto la sabiduría del
espíritu, si los dos extremos, cuales son humano y divino, sentido y
espíritu, de vía ordinaria pudieran convenir y juntarse con un solo
acto, sin que intervengan primero otros muchos actos de
disposiciones que ordenada y suavemente convengan entre sí, siendo
unas fundamento y disposición para las otras, así como en los
agentes naturales; y así, las primeras sirven a las segundas, y las
segundas a las terceras, y de ahí adelante, ni más ni menos. Y así va
Dios perfeccionando al hombre al modo del hombre, por lo más bajo
y exterior, hasta lo más alto e interior.
De donde primero le perfecciona el sentido corporal, moviéndole a
que use de buenos objetos naturales perfectos exteriores, como oír
sermones, misas, ver cosas santas, mortificar el gusto en la comida,
macerar con penitencia y santo rigor el tacto.
Y cuando ya están estos sentidos algo dispuestos, los suele
perfeccionar más, haciéndoles algunas mercedes sobrenaturales y
regalos para confirmarlos más en el bien, ofreciéndoles algunas
comunicaciones sobrenaturales, así como visiones de santos o cosas
santas corporalmente, olores suavísimos y locuciones, y en el tacto
grandísimo deleite; con que se confirma mucho el sentido en la virtud
y se enajena del apetito de los malos objetos.
Y allende de eso, los sentidos corporales interiores, de que aquí
vamos tratando, como son imaginativa y fantasía, juntamente se los
va perfeccionando y habituando al bien con consideraciones,
meditaciones y discursos santos, y en todo esto instruyendo al
espíritu.
Y ya éstos dispuestos con este ejercicio natural, suele Dios ilustrarlos
y espiritualizarlos más con algunas visiones sobrenaturales, que son
las que aquí vamos llamando imaginaria, en las cuales juntamente,
como habemos dicho, se aprovecha mucho el espíritu, el cual, así en
las unas como en las otras, se va desenrudeciendo y reformando
poco a poco. Y de esta manera va Dios llevando al alma de grado en
grado hasta lo más interior. No porque sea siempre necesario guardar
este orden de primero y postrero tan puntual como eso, porque a
114
veces hace Dios uno sin otro, y por lo más interior lo menos interior,
y todo junto, que eso es como Dios ve que conviene al alma o como
le quiere hacer las mercedes. Pero la vía ordinaria es conforme a lo
dicho.
5. De esta manera, pues, la va Dios instruyendo y haciéndola
espiritual, comenzándole a comunicar lo espiritual desde las cosas
exteriores, palpables y acomodadas al sentido, según la pequeñez y
poca capacidad del alma, para que mediante la corteza de aquellas
cosas sensibles, que de suyo son buenas, vaya el espíritu haciendo
actos particulares y recibiendo tantos bocados de comunicación
espiritual, que venga a hacer hábito en lo espiritual y llegue a actual
sustancia de espíritu, que es ajena de todo sentido; al cual, como
habemos dicho, no puede llegar el alma sino muy poco a poco, a su
modo, por el sentido, a que siempre ha estado asida.
Y así, a la medida que va llegando más al espíritu acerca del trato con
Dios, se va más desnudando y vaciando de las vías del sentido, que
son las del discurso y meditación imaginaria. De donde, cuando
llegare perfectamente al trato con Dios de espíritu, necesariamente
ha de haber evacuado todo lo que acerca de Dios podía caer en
sentido (cf. 1 Cor. 13, 10), así como cuanto más una cosa se va
arrimando más a un extremo, más se va alejando y enajenando del
otro, y cuando perfectamente se arrimare, perfectamente se habrá
también apartado del otro extremo. Por lo cual, comúnmente se dice
un adagio espiritual, y es: Gustato spiritu, desipit omnis caro, que
quiere decir: Acabado de recibir el gusto y sabor del espíritu, toda
carne es insipiente. Esto es: no aprovechan ni entran en gusto todas
las vías de la carne; en lo cual se entiende de todo trato de sentido
acerca de lo espiritual. Y está claro, porque si es espíritu, ya no cae
en sentido, y si es que puede comprehenderlo el sentido, ya no es
puro espíritu. Porque cuanto más de ello puede saber el sentido y
aprehensión natural, tanto menos tiene de espíritu y (de)
sobrenatural, como arriba queda dado a entender.
6. Por tanto, el espíritu ya perfecto no hace caso del sentido, ni recibe
por él, ni principalmente se sirve ni ha menester servirse de él para
con Dios, como hacía antes cuando no había crecido en espíritu. Y
esto es lo que quiere decir aquella autoridad de san Pablo a los
Corintios (1 Cor. 13, 11), diciendo: Cum essem parvulus, loquebar ut
parvulus, sapiebam ut parvulus, cogitabam ut parvulus. Quando
autem factus sum vir, evacuavi quae erant parvuli; quiere decir:
Cuando era yo pequeñuelo, sabía como pequeñuelo, hablaba como
pequeñuelo, pensaba como pequeñuelo; pero cuando fui hecho
varón, vacié las cosas que eran de pequeñuelo.
Ya habemos dado a entender cómo las cosas del sentido y el
conocimiento que el espíritu puede sacar por ellas son ejercicio de
pequeñuelo. Y así, si el alma se quisiese siempre asir a ellas y no
desarrimarse de ellas, nunca dejaría de ser pequeñuelo niño, y
siempre hablaría de Dios como pequeñuelo, y sabría de Dios como
pequeñuelo, y pensaría de Dios como pequeñuelo; porque, asiéndose
115
a la corteza del sentido, que es el pequeñuelo, nunca vendría a la
sustancia del espíritu, que es el varón perfecto. Y así, no ha de querer
el alma admitir las dichas revelaciones, para ir creciendo, aunque
Dios se las ofrezca; así como el niño ha menester dejar el pecho,
para hacer su paladar a manjar más sustancial y fuerte.
7. Pues luego diréis: ¿será menester que el alma, cuando es
pequeñuelo, las quiera tomar, y las deje cuando es mayor: así como
el niño es menester que quiera tomar el pecho para sustentarse,
hasta que sea mayor para poderle dejar?
Respondo que, acerca de la meditación y discurso natural en que
comienza el alma a buscar a Dios, es verdad que no ha de dejar el
pecho del sentido para ir(se) sustentando, hasta que llegue a sazón y
tiempo que pueda dejarle, que es cuando Dios pone al alma en trato
más espiritual, que es la contemplación, de lo cual dimos ya doctrina
en el capítulo 13 de este libro. Pero cuando son visiones imaginarias
u otras aprehensiones sobrenaturales que pueden caer en el sentido
sin el albedrío del hombre, digo que en cualquier tiempo y sazón,
ahora sea en estado perfecto, ahora en menos perfecto, aunque sean
de parte de Dios, no las ha el alma de querer admitir, por dos cosas:
La una porque él, como habemos dicho, hace en el alma su efecto,
sin que ella sea parte para impedirlo, aunque impida y pueda impedir
la visión, lo cual acaece muchas veces. Y, por consiguiente, aquel
efecto que había de causar en el alma mucho más se le comunica en
sustancia, aunque no sea en aquella manera. Porque, como también
dijimos, el alma no puede impedir los bienes que Dios le quiere
comunicar, ni es parte para ello, si no es con alguna imperfección y
propiedad. Y en renunciar estas cosas con humildad y recelo, ninguna
imperfección ni propiedad hay.
La segunda es por librarse del peligro y trabajo que hay en discernir
las malas de las buenas, y conocer si es ángel de luz o de tinieblas (2
Cor. 11, 14); en que no hay provecho ninguno, sino gastar tiempo y
embarazar el alma con aquello y ponerse en ocasiones de muchas
imperfecciones y de no ir adelante, no poniendo el alma en lo que
hace al caso, desembarazándola de menudencias de aprehensiones e
inteligencias particulares según queda dicho de las visiones
corporales y de éstas se dirá más adelante.
8. Y esto se crea: que si Nuestro Señor no hubiese de llevar el alma
al modo de la misma alma, como aquí diremos, nunca le comunicaría
la abundancia de su espíritu por esos arcaduces tan angostos de
formas y figuras y particulares inteligencias, por medio de las cuales
da el sustento al alma por meajas. Que por eso dijo David (Sal. 147,
17): Mitit crystallum suam sicut buccellas; que es tanto como decir:
Envía su sabiduría a las almas como a bocados. Lo cual es harto de
doler que, teniendo el alma capacidad infinita, la anden dando a
comer por bocados del sentido, por su poco espíritu e inhabilidad
sensual. Y por eso también a san Pablo le daba pena esta poca
disposición y pequeñez para recibir el espíritu, cuando, escribiendo a
los de Corinto (1 Cor. 3, 1-2), dijo: Yo, hermanos, como viniese a
116
vosotros, no os pude hablar como a espirituales, sino como a
carnales; porque no pudisteis recibirlo, ni tampoco ahora podéis.
Tamquam parvulis in Christo lac potum vobis dedi, non escam, esto
es: Como a pequeñuelos en Cristo os di a beber leche y no a comer
manjar sólido.
9. Resta, pues, ahora saber que el alma no ha de poner los ojos en
aquella corteza de figuras y objeto que se le pone de delante
sobrenaturalmente, ahora sea acerca del sentido exterior, como son
locuciones y palabras al oído y visiones de santos a los ojos, y
resplandores hermosos, y olores a las narices, y gustos y suavidades
en el paladar, y otros deleites en el tacto, que suelen proceder del
espíritu, lo cual es más ordinario a los espirituales; ni tampoco los ha
de poner en cualesquier visiones del sentido interior, cuales son las
imaginarias; antes renunciarlas todas. Sólo ha de poner los ojos en
aquel buen espíritu que causan, procurando conservarle en obrar y
poner por ejercicio lo que es de servicio de Dios ordenadamente, sin
advertencia de aquellas representaciones ni de querer algún gusto
sensible. Y así, se toma de estas cosas sólo lo que Dios pretende y
quiere, que es el espíritu de devoción, pues que no las da para otro
fin principal; y se deja lo que él dejaría de dar, si se pudiese recibir
en el espíritu sin ello (como habemos dicho, que es el ejercicio y
aprehensión del sentido).
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CAPÍTULO 18
Que trata del daño que algunos maestros espirituales pueden hacer a
las almas por no las llevar con buen estilo acerca de las dichas
visiones. Y dice también cómo, aunque sean de Dios, se pueden en
ellas engañar.
1. No podemos en esta materia de visiones ser tan breves como
querríamos, por lo mucho que acerca de ellas hay que decir. Aunque
en sustancia queda dicho lo que hace al caso para dar a entender al
espiritual cómo se ha de haber acerca de las dichas visiones, y al
maestro que le gobierna el modo que ha de tener con el discípulo, no
será demasiado particularizar más un poco esta doctrina y dar más
luz del daño que se puede seguir, así a las almas espirituales como a
los maestros que las gobiernan, si son muy crédulos a ellas, aunque
sean de parte de Dios.
2. Y la razón que me ha movido a alargarme ahora en esto un poco
es la poca discreción que he echado de ver, a lo que yo entiendo, en
algunos maestros espirituales, los cuales, asegurándose acerca de las
dichas aprehensiones sobrenaturales, por entender que son buenas y
de parte de Dios, vinieron los unos y los otros a errar mucho y a
hallarse muy cortos, cumpliéndose en ellos la sentencia de Nuestro
Salvador (Mt. 15, 14), que dice: Si caecus caeco ducatum praestet,
ambo in foveam cadunt; que quiere decir: Si un ciego guiare a otro
ciego, entrambos caen en la hoya. Y no dice que "caerán", sino que
"caen", porque no es menester esperar que haya caída de error para
117
que caigan, porque sólo el atreverse a gobernarse el uno por el otro
ya es yerro, y así ya sólo en eso caen cuanto a lo menos y primero,
porque hay algunos que llevan tal modo y estilo con las almas que
tienen las tales cosas, que las hacen errar, o las embarazan con ellas,
o no las llevan por camino de humildad, y las dan mano a que
pongan los ojos en alguna manera en ellas: que es causa de quedar
sin verdadero espíritu de fe, y no las edifican en la fe, poniéndose a
hacer mucho lenguaje de aquellas cosas. En lo cual las dan a sentir
que hacen ellos alguna presa o caso de aquello, y, por el consiguiente
le hacen ellas; y quédanseles las almas puestas en aquellas
aprehensiones, y no edificadas en fe, y vacías y desnudas y desasidas
de aquellas cosas, para volar en alteza de oscura fe. Y todo esto nace
del término y lenguaje que el alma ve en su maestro acerca de esto,
que no sé cómo, facilísimamente (se le pega un lleno y estimación de
aquello) sin ser en su mano, y quita los ojos del abismo de fe.
3. Y debe de ser la causa de esta facilidad de quedar el alma tan
ocupada con ello, que, como son cosas de sentido a que él
naturalmente es inclinado, y como también está ya saboreado y
dispuesto con la aprehensión de aquellas cosas distintas y sensibles,
basta ver en su confesor o en otra persona alguna estima y precio de
ella para que (no) solamente el alma la haga, sino que también se le
engolosine más el apetito en ellas sin sentir, y se cebe más de ellas,
y quede más inclinado a ellas, y haga en ellas alguna presa. Y de aquí
salen muchas imperfecciones; por lo menos, porque el alma ya no
queda tan humilde, pensando que aquello es algo y que tiene algo
bueno, y que Dios hace caso de ella, y anda contenta y algo
satisfecha de sí, lo cual es contra humildad. Y luego el demonio le va
aumentando esto secretamente, sin entenderlo ella, y le comienza a
poner un concepto acerca de los otros, en si tienen o no tienen las
tales cosas, o son o no son; lo cual es contra la santa simplicidad y
soledad espiritual.
4. Mas, de estos daños, y de cómo no crecen en fe si no se apartan, y
cómo también, aunque no sean los daños tan palpables y conocibles
como éstos, hay otros en el dicho término: más sutiles y más odiosos
a los divinos ojos por no ir en desnudez de todo, dejémoslo ahora,
hasta que lleguemos a tratar en el vicio de gula espiritual y de los
otros seis, donde, mediante Dios, se tratarán muchas cosas de estas
sutiles y delicadas mancillas que se pegan al espíritu por no le saber
guiar en desnudez.
5. Ahora digamos algo de cómo es este estilo que llevan algunos
confesores con las almas, en que no las instruyen bien. Y, cierto,
querría saberlo decir, porque entiendo es cosa dificultosa dar a
entender el cómo se engendra el espíritu del discípulo conforme al de
su padre espiritual oculta y secretamente. Y cánsame esta materia
tan prolija, porque parece no (se) puede declarar lo uno sin dar a
entender lo otro también, como son cosas de espíritu, que unas
tienen a otras correspondencia.
118
6. Mas, para lo que aquí basta, paréceme a mí, y así es, que, si el
padre espiritual es inclinado a espíritu de revelaciones, de manera
que le hagan algún caso, o lleno o gusto en el alma, no podrá dejar,
aunque él no lo entienda, de imprimir en el espíritu del discípulo
aquel jugo y término si el discípulo no está más adelante que él. Y,
aunque lo esté, le podrá hacer harto daño si con él persevera,
porque, de aquella inclinación que el padre espiritual tiene y gusto en
las tales visiones, le nace manera de estimativa, que, si no es con
gran cuidado de él, no puede dejar de dar muestras o sentimiento de
ello a la otra persona. Y, si la otra persona tiene el mismo espíritu de
la tal inclinación, a lo que yo entiendo, no podrá dejar de
comunicarse mucha aprehensión y estimación de estas cosas de una
parte a otra.
7. Pero no hilemos ahora tan delgado, sino hablemos de cuando el
confesor, ahora sea inclinado a eso, ahora no, no tiene el recato que
ha de tener en desembarazar el alma y desnudar el apetito de su
discípulo en estas cosas, antes se pone a platicar de ello con él, y lo
principal del lenguaje espiritual, como habemos dicho, pone en esas
visiones, dándoles indicios para conocer las visiones buenas y malas.
Que, aunque es bueno saberlo, no hay para qué meter al alma en ese
trabajo, cuidado y peligro; pues, con no hacer caso de ellas,
negándolas, se excusa todo eso y se hace lo que se debe. Y no sólo
eso, sino que ellos mismos, como ven que las dichas almas tienen
tales cosas de Dios, les piden que pidan a Dios les revele o les diga
tales o tales cosas tocantes a ellos o a otros, y las almas bobas lo
hacen, pensando es lícito quererlo saber por aquella vía. Que piensan
que, porque Dios quiere revelar o decir algo sobrenaturalmente como
él quiere o para lo que él se quiere, que es lícito querer que nos lo
revele y aun pedírselo.
8. Y si acaece que a su petición lo revela Dios, asegúranse más,
pensando que Dios gusta de ello y lo quiere, pues que responde; y, a
la verdad, ni Dios gusta ni lo quiere. Y ellos muchas veces obran o
creen según aquello que se les reveló o se les respondió, porque,
como ellos están aficionados a aquella manera de trato con Dios,
asiéntaseles mucho y allánaseles la voluntad. Naturalmente gustan y
naturalmente se allanan a su modo de entender; y yerran mucho
muchas veces, y ven ellos que no les sale como habían entendido, y
maravíllanse; y luego salen las dudas en si era de Dios (o no era de
Dios) pues no acaece ni lo ven de aquella manera. Pensaban ellos
primero dos cosas: la una, que era de Dios, pues tanto se les
asentaba primero, y puede ser el natural inclinado a ello que causa
aquel asiento, como habemos dicho; y que, la segunda, siendo de
Dios, había de salir así como en ellas entendían o pensaban.
9. Y aquí está un grande engaño, porque las revelaciones o
locuciones de Dios no siempre salen como los hombres las entienden
o como ellas suenan en sí. Y así no se han de asegurar en ellas ni
creerlas a carga cerrada aunque sepan que son revelaciones o
respuestas o dichos de Dios. Porque, aunque ellas sean ciertas y
119
verdaderas en sí, no lo son siempre en sus causas y en nuestra
manera de entender. Lo cual probaremos en el capítulo siguiente. Y
también diremos y probaremos después cómo aunque Dios responde
a veces a lo que se le pide sobrenaturalmente, no gusta de ello, y
cómo a veces se enoja, aunque responde.
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CAPÍTULO 19
En que se declara y prueba cómo, aunque las visiones y locuciones
que son de parte de Dios son verdaderas, nos podemos engañar
acerca de ellas. Pruébase con autoridades de la Escritura divina.
1. Por dos cosas dijimos que, aunque las visiones y locuciones de
Dios son verdaderas y siempre en sí ciertas, no lo son siempre para
con nosotros. La una es por nuestra defectuosa manera de
entenderlas, y la otra, porque las causas de ellas a veces son
variables. Las cuales dos cosas probaremos con algunas autoridades
divinas.
Cuanto a lo primero, está claro que no son siempre ni acaecen como
suenan a nuestra manera de entender. La causa de esto es porque,
como Dios es inmenso y profundo, suele llevar en sus profecías,
locuciones y revelaciones, otras vías, conceptos e inteligencias muy
diferentes de aquel propósito y modo a que comúnmente se pueden
entender de nosotros, siendo ellas tanto más verdaderas y ciertas
cuanto a nosotros nos parece que no. Lo cual (a) cada paso vemos en
la Sagrada Escritura; donde a muchos de los antiguos no les salían
muchas profecías y locuciones de Dios como ellos esperaban, por
entenderlas ellos a su modo, de otra manera, muy a la letra. Lo cual
se verá claro por estas autoridades.
2. En el Génesis (15, 7) dijo Dios a Abraham, habiéndole traído a la
tierra de los cananeos: Tibi dabo terram hanc; que quiere decir: Esta
tierra te daré a ti. Y como se lo dijese muchas veces y Abraham fuese
ya muy viejo y nunca se la daba, diciéndoselo Dios otra vez,
respondió Abraham y dijo (Gn. 15, 8): Domine, unde scire possum
quod possesurus sum eam?, esto es: Señor, ¿de dónde o por qué
señal tengo de saber que la tengo de poseer? Entonces le reveló Dios
que no él en persona, sino sus hijos, después de cuatrocientos años,
la habían de poseer. De donde acabó Abraham de entender la
promesa, la cual era en sí verdaderísima, porque, dándola Dios a sus
hijos por amor de él, era dársela a él. Y así, Abraham estaba
engañado en la manera de entender. Y si entonces obrara según él
entendía la profecía, pudiera errar mucho, pues no era de aquel
tiempo (y) los que le vieran morir sin dársela, habiéndole oído decir
que Dios se la había de dar, quedaran confusos y creyendo haber sido
falso.
3. También a su nieto Jacob, al tiempo que José, su hijo, le llevó a
Egipto por la hambre de Canaán, estando en el camino, le apareció
Dios y le dijo (Gn. 46, 3-4): Jacob, Jacob, noli timere, descende in
Aegyptum, quia in gentem magnam faciam te ibi. Ego descendam
120
tecum illuc, et inde adducam te revertentem; que quiere decir: Jacob,
no temas, desciende a Egipto, que yo descenderé allí contigo, y
cuando de ahí volvieres a salir, yo te sacaré, guiándote. Lo cual no
fue como a nuestra manera de entender suena; porque sabemos que
el santo viejo Jacob murió en Egipto, y no volvió a salir vivo. Y era
que se había de cumplir en sus hijos, a los cuales sacó de allí después
de muchos años, siéndoles él mismo la guía del camino. Donde se ve
claro que cualquiera que supiera esta promesa de Dios a Jacob
pudiera tener por cierto que Jacob, así como había entrado vivo y en
persona en Egipto por el orden y favor de Dios, así sin falta, vivo y en
persona había de volver a salir de la misma forma y manera, pues le
había Dios prometido la salida y el favor en ella; y engañárase y
maravillárase viéndole morir en Egipto y que no se cumplía como se
esperaba. Y así, siendo el dicho de Dios verdaderísimo en sí, acerca
de él se pudieran mucho engañar.
4. En los Jueces (20, 11 ss.) también leemos que, habiéndose
juntado todas las tribus de Israel para pelear contra la tribu de
Benjamín, para castigar cierta maldad que entre ellos se había
consentido, por razón de haberles Dios señalado capitán para la
guerra, fueron ellos tan asegurados de la victoria, que, saliendo
vencidos y muertos de los suyos veintidós mil, quedaron muy
maravillados y puestos delante de Dios llorando todo aquel día, no
sabiendo la causa de la caída, habiendo ellos entendido la victoria por
suya. Y como preguntasen a Dios si volverían a pelear o no, les
respondió que fuesen y peleasen contra ellos. Los cuales, teniendo ya
esta vez por suya la victoria, salieron con grande atrevimiento, y
salieron vencidos también la segunda vez y con pérdida de diez y
ocho mil de su parte. De donde quedaron confusísimos, no sabiendo
qué se hacer, viendo que, mandándoles Dios pelear, siempre salían
vencidos, mayormente excediendo ellos a los contrarios en número y
fortaleza, porque los de Benjamín no eran más de veinticinco mil y
setecientos, y ellos eran cuatrocientos mil. Y de esta manera se
engañaban ellos en su manera de entender, porque el dicho de Dios
no era engañoso, porque él no les había dicho que vencerían, sino
que peleasen; porque en estas caídas les quiso Dios castigar cierto
descuido y presunción que tuvieron, y humillarlos así. Mas cuando a
la postre les respondió que vencerían, así fue, aunque vencieron con
harto ardid y trabajo.
5. De esta manera y de otras muchas acaece engañarse las almas
acerca de las locuciones y revelaciones de parte de Dios, por tomar la
inteligencia de ellas a la letra y corteza. Porque, como ya queda dado
a entender, el principal intento de Dios en aquellas cosas es decir y
dar el espíritu que está allí encerrado, el cual es dificultoso de
entender. Y éste es muy más abundante que la letra y muy
extraordinario y fuera de los límites de ella. Y así, el que se atare a la
letra, o locución, o forma, o figura aprehensible de la visión, no podrá
dejar de errar mucho y hallarse después muy corto y confuso, por
haber guiádose según el sentido en ellas y no dado lugar al espíritu
121
en desnudez del sentido. Littera, enim, occidit, spiritus autem
vivificat, como dice san Pablo (2 Cor. 3, 6), esto es: La letra mata y
el espíritu da vida. Por lo cual se ha de renunciar la letra, en este
caso, del sentido y quedarse a oscuras en fe, que es el espíritu, al
cual no puede comprehender el sentido.
6. Por lo cual, muchos de los hijos de Israel, porque entendían muy a
la letra los dichos y profecías de los profetas, no les salían como ellos
esperaban, y así las venían a tener en poco y no las creían; tanto,
que vino a haber entre ellos un dicho público, casi ya como proverbio,
escarneciendo de los profetas. De lo cual se queja Isaías (28, 9-11),
diciendo y refiriendo en esta manera: Quem docebit Dominus
scientiam? et quem intelligere faciet auditum? ablactatos a lacte,
avulsos ab uberibus. Quia manda, remanda, manda, remanda;
exspecta, reexpecta, exspecta, reexspecta; modicum ibi, modicum
ibi. In loquela enim labii et lingua altera loquetur ad populum istum;
quiere decir: ¿A quién enseñará Dios ciencia? ¿Y a quién hará
entender la profecía y palabra suya? Solamente a aquellos que están
ya apartados de la leche y desarraigados de los pechos. Porque todos
dicen -es a saber, sobre las profecías-: promete y vuelve y vuelve
luego a prometer, espera y vuelve a esperar, espera y vuelve a
esperar; un poco allí; porque en la palabra de su labio y en otra
lengua hablará a este pueblo. Donde claramente da a entender Isaías
que hacían éstos burla de las profecías y decían por escarnio este
proverbio de espera y vuelve luego a esperar, dando a entender que
nunca se les cumplía, porque estaban ellos asidos a la letra, que es la
leche de niños, y al sentido, que son los pechos que contradicen la
grandeza de la ciencia del espíritu. Por lo cual dice: ¿A quién
enseñará la sabiduría de sus profecías? ¿Y a quién hará entender su
doctrina, sino a los que ya están apartados de la leche de la letra y
de los pechos de sus sentidos? Que por eso éstos no la entienden
sino según esa leche la corteza y letra y esos pechos de sus sentidos,
pues dicen: Promete y vuelve luego a prometer, promete y vuelve a
prometer, espera y vuelve a esperar, etc. Porque en la doctrina de la
boca de Dios y no en la suya, y en otra lengua que en esta suya, los
ha Dios de hablar.
7. Y así, no se ha de mirar en ello nuestro sentido y lengua sabiendo
que es otra la de Dios, según el espíritu de aquello muy diferente de
nuestro entender y dificultoso. Y eslo tanto, que aun el mismo
Jeremías, con ser profeta de Dios, viendo los conceptos de las
palabras de Dios tan diferentes del común sentido de los hombres,
parece que también alucina él en ellos y que vuelve por el pueblo
diciendo (4, 10): Heu, heu, heu, Domine Deus, ergone decepisti
populum istum et Ierusalem, dicens: Pax erit vobis, et ecce pervenit
gladius usque ad animam?; que quiere decir: ¡Ay, ay, ay, Señor
Dios!, ¿por ventura has engañado a este pueblo y a Jerusalén,
diciendo: Paz vendrá sobre vosotros, y ves aquí ha venido cuchillo
hasta el ánima? Y era que la paz que les prometía Dios era la que
había de haber entre Dios y el hombre por medio del Mesías que les
122
había de enviar, y ellos entendían de la paz temporal. Y, por eso,
cuando tenían guerras y trabajos, les parecía engañarles Dios,
acaeciéndoles al contrario de lo que ellos esperaban. Y así decían,
como también dice Jeremías (8, 15): Exspectavimus pacem, et non
est bonum; esto es: Esperando habemos paz, y no hay quien de paz.
Y así, era imposible dejarse ellos de engañar, gobernándose sólo por
el sentido literal.
Porque ¿quién dejará de confundirse y errar si se atara a la letra en
aquella profecía que dijo David de Cristo (salmo 71, y en todo lo que
dice en él) donde dice: Et dominabitur a mari usque ad mare, et a
flumine usque ad terminos orbis terrarum (v. 8), esto es:
Enseñorearse ha desde un mar hasta otro mar y desde el río hasta
los términos de la tierra; y en lo que allí también dice: Liberabit
pauperem a potente, et pauperem cui non erat adiutor (v. 12); que
quiere decir: Liberará al pobre del poder del poderoso, y al pobre que
no tenía ayudador; viéndole después nacer en bajo estado, y vivir en
pobreza, y morir en miseria, y que no sólo temporalmente no se
enseñoreó de la tierra mientras vivió, sino que se sujetó a gente
baja, hasta que murió debajo del poder de Poncio Pilato, y que no
sólo a sus discípulos pobres no los libró de las manos de los
poderosos temporalmente, mas los dejó matar y perseguir por su
nombre.
8. Y era que estas profecías se habían de entender espiritualmente de
Cristo; según el cual sentido eran verdaderísimas; porque Cristo no
sólo era señor de la tierra sola, sino del Cielo, pues era Dios. Y a los
pobres que le habían de seguir, no sólo los había de redimir y librar
del poder del demonio, que era el potente contra el cual ningún
ayudador tenían, sino que los había de hacer herederos del reino de
los cielos. Y así hablaba Dios, según lo principal, de Cristo y sus
secuaces, que eran reino eterno y libertad eterna; y ellos entendíanlo
a su modo, de lo menos principal, de que Dios hace poco caso, que
era señorío temporal y libertad temporal, lo cual delante de Dios ni es
reino ni libertad.
De donde, cegándose ellos de la bajeza de la letra y no entendiendo
el espíritu y verdad de ella, quitaron la vida a su Dios y Señor, según
San Pablo (Act. 13, 27) dijo en esta manera: Qui enim habitabant
Ierusalem et principes eius hunc ignorantes, et voces prophetarum,
quae per omne sabbatum leguntur, iudicantes impleverunt; que
quiere decir: los que moraban en Jerusalén y los príncipes de ella no
sabiendo quién era ni entendiendo los dichos de los profetas, que
cada sábado se recitan, juzgando, le acabaron.
9. Y a tanto llegaba esta dificultad de entender los dichos de Dios
como convenía, que hasta sus mismos discípulos que con él habían
andado, estaban engañados; cual eran aquellos dos que después de
su muerte iban al castillo de Emaús, tristes, desconfiados y diciendo
(Lc. 24, 21): Nos autem sperabamus quod ipse esset redempturus
Israel, esto es: Nosotros esperábamos que había de redimir a Israel,
y entendiendo ellos también que había de ser la redención y señorío
123
temporal. A los cuales, apareciendo Cristo nuestro Redentor,
reprendió de insipientes y pesados y rudos de corazón para creer las
cosas que habían dicho los profetas (Lc. 24, 25). Y aún al tiempo que
se iba al cielo, todavía estaban algunos en aquella rudeza, y le
preguntaron (Act. 1, 6), diciendo: Domine, si in tempore hoc restitues
regnum Israel?, esto es: Señor, haznos saber si has de restituir en
este tiempo al Reino de Israel.
Hace decir el Espíritu Santo muchas cosas en que él lleva sentido
[del] que entienden los hombres, como se echa de ver en lo que hizo
de decir a Caifás de Cristo: Que convenía que un hombre muriese
porque no pereciese toda la gente (Jn. 11, 50). Lo cual no lo dijo de
suyo; y él lo dijo y entendió a un fin, y el Espíritu Santo a otro.
10. De donde se ve que, aunque los dichos y revelaciones sean de
Dios, no nos podemos asegurar en ellos, pues nos podemos mucho y
muy fácilmente engañar en nuestra manera de entenderlos; porque
ellos todos son abismo y profundidad de espíritu, y quererlos limitar a
lo que de ellos entendemos y puede aprehender el sentido nuestro no
es más que querer palpar el aire y palpar alguna mota que encuentra
la mano en él; y el aire se va y no queda nada.
11. Por eso, el maestro espiritual ha de procurar que el espíritu de su
discípulo no se abrevie en querer hacer caso de todas las
aprehensiones sobrenaturales, que no son más que unas motas de
espíritu, con las cuales solamente se vendrá a quedar y sin espíritu
ninguno; sino, apartándole de todas visiones y locuciones, impóngale
en que se sepa estar en libertad y tiniebla de fe, en que se recibe la
libertad de espíritu y abundancia, y, por consiguiente, la sabiduría e
inteligencia propia de los dichos de Dios.
Porque es imposible que el hombre, si no es espiritual, pueda juzgar
de las cosas de Dios ni entenderlas razonablemente, y entonces no es
espiritual cuando las juzga según el sentido. Y así, aunque ellas
vienen debajo de aquel sentido, no las entiende. Lo cual dice bien san
Pablo (1 Cor. 2, 14-15), diciendo: Animalis autem homo non percipit
ea quae sunt Spiritus Dei; stultitia enim est illi, et non potest
intelligere, quia de spiritualibus examinatur. Spiritualis autem iudicat
omnia; que quiere decir: El hombre animal no percibe las cosas que
son del espíritu de Dios, porque son locura para él, y no puede
entenderlas porque son ellas espirituales; pero el espiritual todas las
cosas juzga. "Animal hombre" entiende aquí el que usa sólo del
sentido; "espiritual", el que no se ata ni guía por el sentido. De donde
es temeridad atreverse a tratar con Dios y dar licencia para ello por
vía de aprehensión sobrenatural en el sentido.
12. Y para que mejor se vea, pongamos aquí algunos ejemplos.
Demos caso que está un santo muy afligido porque le persiguen sus
enemigos, y que le responde Dios, diciendo: Yo te libraré de todos tus
enemigos. Esta profecía puede ser verdaderísima y, con todo eso,
venir a prevalecer sus enemigos y morir a sus manos. Y así, el que la
entendiera temporalmente, quedara engañado, porque Dios pudo
hablar de la verdadera y principal libertad y victoria, que es la
124
salvación donde el alma está libre y victoriosa de todos sus enemigos,
mucho más verdaderamente y altamente que si acá se librara de
ellos. Y así, esta profecía era mucho más verdadera y más copiosa
que el hombre pudiera entender, (si la entendiera cuanto a esta vida.
Porque Dios siempre habla en sus palabras el sentido más principal y
provechoso), y el hombre puede entender a su modo y a su propósito
el menos principal, y así, quedar engañado; como lo vemos en
aquella profecía que de Cristo dice David en el segundo salmo (v. 9),
diciendo: Reges eos in virga ferrea, et tamquam vas figuli confringes
eos, esto es: Regirás todas las gentes con vara de hierro, y
desmenuzarlas has como a un vaso de barro. En la cual habla Dios
según el principal y perfecto señorío, que es el eterno, el cual se
cumplió; y no según el menos principal, que era el temporal, el cual
en Cristo no se cumplió en toda su vida temporal.
13. Pongamos otro ejemplo. Está una alma con grandes deseos de
ser mártir. Acaecerá que Dios le responda diciendo: Tú serás mártir,
y le dé interiormente gran consuelo y confianza de que lo ha de ser.
Y, con todo, acaecerá que no muera mártir, y será la promesa
verdadera. Pues ¿cómo no se cumplió así? Porque se cumplirá y
podrá cumplir según lo principal y esencial de ella, que será dándole
el amor y premio de mártir esencialmente; y así le da
verdaderamente al alma lo que ella formalmente deseaba y lo que él
la prometió. Porque el deseo formal del alma era, no aquella manera
de muerte, sino hacer a Dios aquel servicio de mártir y ejercitar el
amor por él como mártir. Porque aquella manera de morir, por si no
vale nada sin este amor, el cual (amor) y ejercicio y premio de mártir
le da por otros medios muy perfectamente; de manera que, aunque
no muera como mártir, queda el alma muy satisfecha en que le dio lo
que ella deseaba.
Porque tales deseos, cuando nacen de vivo amor, y otros semejantes,
aunque no se les cumpla de aquella manera que ellos los pintan y los
entienden, cúmpleseles de otra y muy mejor y más a honra de Dios
que ellos sabían pedir. De donde dice David (Sal. 9, 17): Desiderium
pauperum exaudivit Dominus, esto es: El Señor cumplió a los pobres
su deseo. En los Proverbios (10, 24) dice la Sabiduría divina:
Desiderium suum iustis dabitur: A los justos dárseles ha su deseo. De
donde, pues vemos que muchos santos desearon muchas cosas en
particular por Dios y no se les cumplió en esta vida su deseo, es de fe
que, siendo justo y verdadero su deseo, se les cumplió en la otra
perfectamente. Lo cual, siendo así verdad, también lo sería
prometérsele Dios en esta vida, diciéndoles: "Vuestro deseo se
cumplirá"; y no ser en la manera que ellos pensaban.
14. De esta y de otras maneras pueden ser las palabras y visiones de
Dios verdaderas y ciertas, y nosotros engañarnos en ellas, por no las
saber entender alta y principalmente y a los propósitos y sentidos
que Dios en ellas lleva. Y así, es lo más acertado y seguro hacer que
las almas huyan con prudencia de las tales cosas sobrenaturales,
125
acostumbrándolas, como habemos dicho, a la pureza de espíritu en fe
oscura, que es el medio de la unión.
Inicio --------------------------------------------
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CAPÍTULO 20
En que se prueba con autoridades de la Sagrada Escritura cómo los
dichos y palabras de Dios, aunque siempre son verdaderas, no son
siempre ciertas en sus propias causas.
1. Ahora nos conviene probar la segunda causa porqué las visiones y
palabras de parte de Dios, aunque son siempre verdaderas en sí, no
son siempre ciertas cuanto a nosotros; y es por razón de sus causas,
en que ellas se fundan. Porque muchas veces dice Dios cosas que van
fundadas sobre criaturas y efectos de ellas, que son variables y
pueden faltar, y así, las palabras que sobre esto se fundan también
pueden ser variables y pueden faltar. Porque, cuando una cosa
depende de otra, faltando la una, falta también la otra. Como si Dios
dijese: "De aquí a un año tengo de enviar tal plaga a este reino"; y la
causa y fundamento de esta amenaza es cierta ofensa que se hace a
Dios en el reino: si cesase o variase la ofensa, podrá cesar el castigo
y era verdadera la amenaza, porque iba fundada sobre la actual
culpa, la cual, si durara, se ejecutara.
2. Esto vemos haber acaecido en la ciudad de Nínive de parte de
Dios, diciendo (Jon. 3, 4): Adhuc quadraginta diebus, et Ninive
subvertetur; que quiere decir: De aquí a cuarenta días ha de ser
asolada Nínive. Lo cual no se cumplió porque cesó la causa de esta
amenaza, que eran sus pecados, haciendo penitencia de ellos; la cual
si no hicieran, se cumpliera. También leemos en el libro 3º de los
Reyes (21, 21) que, habiendo hecho al rey Acab un pecado muy
grande, le envió Dios a prometer un grande castigo, siendo nuestro
padre Elías el mensajero, sobre su persona, sobre su casa y sobre su
reino. Y, porque Acab rompió las vestiduras de dolor, y se vistió de
cilicio y ayunó y durmió en saco y anduvo triste y humillado, le envió
luego a decir con el mismo profeta estas palabras: Quia igitur
humiliatus est mei causa, non inducam malum in diebus eius, sed in
diebus filii sui; que quiere decir: Por cuanto Acab se ha humillado por
amor de mí, no enviaré el mal que dije en sus días, sino en los de su
hijo (21, 29). Donde vemos que, porque mudó Acab el ánimo y afecto
con que estaba, mudó también Dios su sentencia.
3. De donde podemos colegir para nuestro propósito que, aunque
Dios haya revelado o dicho a un alma afirmativamente cualquiera
cosa, en bien o en mal, tocante a la misma alma o a otras, se podrá
mudar en más o en menos, o variar o quitar del todo, según la
mudanza o variación del afecto de la tal alma o causa sobre que Dios
se fundaba; y así, no cumplirse como se esperaba, y sin saber por
qué muchas veces, sino sólo Dios. Porque aun muchas cosas suele
Dios decir y enseñar y prometer, no para que entonces se entiendan
ni se posean, sino para que después se entiendan cuando convenga
tener la luz de ellas o cuando se consiga el efecto de ellas; como
126
vemos que hizo con sus discípulos, a los cuales decía muchas
parábolas y sentencias, cuya sabiduría no entendieron hasta el
tiempo que habían de predicarla, que fue cuando vino sobre ellos el
Espíritu Santo, del cual les había dicho Cristo (Jn. 14, 26) que les
declararía todas las cosas que él les había dicho en su vida. Y
hablando san Juan (12, 16) sobre aquella entrada de Cristo en
Jerusalén, dice: Haec non cognoverunt discipuli eius primum: sed
quando glorificatus est Jesus, tunc recordati sunt quia haec erant
scripta de eo. Y así, muchas cosas de Dios pueden pasar por el alma
muy particulares que ni ella ni quien la gobierna las entiendan hasta
su tiempo.
4. En el libro primero de los Reyes (2, 30) también leemos que,
enojado Dios contra Helí, sacerdote de Israel, por los pecados que no
castigaba a sus hijos, le envió a decir con Samuel, entre otras
palabras, estas que se siguen: Loquens locutus sum, ut domus tua,
et domus patris tui, ministraret in conspectu meo, usque in
sempiternum. Verumtamen absit hoc a me. Y es como si dijera: Muy
de veras dije antes de ahora que tu casa y la casa de tu padre había
siempre de servirme de sacerdocio en mi presencia para siempre.
Pero este propósito muy lejos está de mí. No haré tal. Que, por
cuanto este oficio de sacerdocio se fundaba en dar honra y gloria a
Dios, y por este fin había Dios prometido darlo a su padre para
siempre, en faltando el celo a Helí de la honra de Dios porque, como
el mismo Dios se le envió a quejar, honraba más a sus hijos que a
Dios, disimulándoles los pecados por no los afrentar, faltó también la
promesa, la cual era para siempre si para siempre en ellos durara el
buen servicio y celo.
Y así, no hay que pensar que, porque sean los dichos y revelaciones
de parte de Dios, han infaliblemente de acaecer como suenan,
mayormente cuando están asidos a causas humanas, que pueden
variar, o mudarse o alterarse.
5. Y cuándo ellos están pendientes de estas causas Dios solo sabe,
que no siempre lo declara, sino dice el dicho o hace la revelación y
calla la condición algunas veces, como hizo a los ninivitas, que
determinadamente les dijo que habían de ser destruidos pasados
cuarenta días (Jon. 3, 4). Otras veces la declara, como hizo a
Roboán, diciéndole (3 Re. 11, 38): Si tú guardares mis
mandamientos como mi siervo David, yo también seré contigo como
con él, y te edificaré casa como a mi siervo David. Pero, ahora lo
declare, ahora no, no hay que asegurarse en la inteligencia, porque
no hay poder comprehender las verdades ocultas de Dios que hay en
sus dichos y multitud de sentidos. El está sobre el cielo y habla en
camino de eternidad; nosotros, ciegos, sobre la tierra, y no
entendemos sino vías de carne y tiempo. Que por eso entiendo que
dijo el Sabio (Ecli. 5, 1): Dios está sobre el cielo, y tú sobre la tierra;
por tanto, no te alargues ni arrojes en hablar.
6. Y dirásme, por ventura: Pues si no lo habemos de entender ni
entremeternos en ello, ¿por qué nos comunica Dios esas cosas? Ya he
127
dicho que cada cosa se entenderá en su tiempo por orden del que lo
habló, y entenderlo ha quien él quisiere, y se verá que convino así,
porque no hace Dios cosa sin causa y verdad. Pero esto se crea: que
no hay acabar de comprehender sentido en los dichos y cosas de
Dios, ni que determinarse a lo que parece, sin errar mucho y venir a
hallarse muy confuso.
Esto sabían muy bien los profetas, en cuyas manos andaba la palabra
de Dios, a los cuales era grande trabajo la profecía acerca del pueblo;
porque, como (habemos) dicho, mucho de ello no lo veían acaecer
como a la letra se les decía. Y era causa de que hiciesen mucha risa y
mofa de los profetas; tanto, que vino a decir Jeremías (20, 7):
Búrlanse de mi todo el día, todos me mofan y desprecian, porque ya
ha mucho que doy voces contra la maldad y les prometo destrucción,
y hase hecho la palabra del Señor para mi afrenta y burla todo el
tiempo. Y dije: No me tengo de acordar de él ni tengo más de hablar
en su nombre. En lo cual, aunque el santo profeta decía con
resignación y en figura del hombre flaco que no puede sufrir las vías
y vueltas de Dios, da bien a entender en esto la diferencia del
cumplimiento de los dichos divinos, del común sentido que suenan,
pues a los divinos profetas tenían por burladores, y ellos sobre la
profecía padecían tanto, que el mismo Jeremías en otra parte (Lm. 3,
47) dijo: Formido et laqueus facta est nobis vaticinatio et contritio;
que quiere decir: Temor y lazo se nos ha hecho la profecía, y
contradicción de espíritu.
7. Y la causa por que Jonás huyó cuando le enviaba Dios a predicar la
destrucción de Nínive fue ésta, conviene a saber: el conocer la
variedad de los dichos de Dios acerca del entender de los hombres y
de las causas de los dichos. Y así, porque no hiciesen burla de él
cuando no viesen cumplida su profecía, se iba huyendo por no
profetizar; y así estuvo esperando todos los cuarenta días fuera de la
ciudad, a ver si se cumplía su profecía; y, como no se cumplió, se
afligió grandemente, tanto que dijo a Dios (Jon. 4, 2): Obsecro,
Domine, numquid non hoc est verbum meum, cum adhuc essem in
terra mea? propter hoc praeoccupavi, ut fugerem in Tharsis; esto es:
Ruégote, Señor, ¿por ventura no es esto lo que yo decía, estando en
mi tierra? Por eso contradije, y me fui huyendo a Tarsis. Y enojóse el
santo, y rogó a Dios que le quitase la vida.
8. ¿Qué hay, pues, de qué maravillarnos de que algunas cosas que
Dios hable y revele a las almas no salgan así como ellas las
entienden? Porque, dado caso que Dios afirme al alma o la represente
tal o tal cosa de bien o de mal para sí o para otra, si aquello va
fundado en cierto afecto o servicio u ofensa que aquella alma o la
otra entonces hacen a Dios, y de manera que, si perseveran en
aquello, se cumplirá, no por eso es cierto; pues no es cierto el
perseverar. Por tanto, no hay que asegurarse en su inteligencia, sino
en fe.
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128
CAPÍTULO 21 [San Juan de la Cruz SUBIDA DEL MONTE
CARMELOLibro 1º - 1]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LA SUBIDA DEL MONTE CARMELO
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LIBRO SEGUNDO
CAPÍTULO 21
En que declara cómo, aunque Dios responde a lo que se le pide
algunas veces, no gusta de que usen de tal término. Y prueba cómo,
aunque condesciende y responde, muchas veces se enoja.
1. Asegúranse, como habemos dicho, algunos espirituales en tener
por buena la curiosidad que algunas veces usan en procurar saber
algunas cosas por vía sobrenatural, pensando que, pues Dios algunas
veces responde a instancia de ello, que es aquél buen término y que
Dios gusta de él; como quiera que sea verdad que, aunque les
responde, ni es buen término ni Dios gusta de él, antes disgusta; y
no sólo eso, mas muchas veces se enoja y ofende mucho.
La razón de esto es, porque a ninguna criatura le es lícito salir fuera
de los términos que Dios la tiene naturalmente ordenados para su
gobierno. Al hombre le puso términos naturales y racionales para su
gobierno; luego querer salir de ellos no es lícito, y querer averiguar y
alcanzar cosas por vía sobrenatural es salir de los términos naturales;
luego es cosa no lícita; luego Dios no gusta de ellos, pues de todo lo
ilícito se ofende. Bien sabía esto el rey Acab, pues que, aunque de
parte de Dios le dijo Isaías que pidiese una señal, no quiso hacerlo,
diciendo (Is. 7, 12): Non petam, et non tentabo Dominum, esto es:
No pediré tal cosa y no tentaré a Dios. Porque tentar a Dios es querer
tratarle por vías extraordinarias, cuales son las sobrenaturales.
2. Diréis: Pues, si así es, que Dios no gusta, ¿por qué algunas veces
responde Dios? Digo que (algunas veces responde el demonio; pero
las que responde Dios digo que es): por la flaqueza del alma que
quiere ir por aquel camino, porque no se desconsuele y vuelva atrás,
o por que no piense está Dios mal con ella y se sienta demasiado, o
por otros fines que Dios sabe, fundados en la flaqueza de aquel alma,
por donde ve que conviene, responde y condesciende por aquella vía.
Como también lo hace con muchas almas flacas y tiernas en darles
gustos y suavidad en el trato con Dios muy sensible, según está dicho
arriba; mas no porque él quiera ni guste que con él se trate con ese
término ni por esa vía. Mas a cada uno da, como habemos dicho,
según su modo; porque Dios es como la fuente, de la cual cada uno
coge como lleva el vaso, y a veces las deja coger por esos caños
extraordinarios; mas no se sigue por eso que es lícito (querer) coger
el agua por ellos, si no es al mismo Dios, que la puede dar cuándo,
cómo y a quien él quiere, y por lo que él quiere, sin pretensión de la
parte. Y así, como decimos, algunas veces condesciende con el
apetito y ruego de algunas almas, que porque son buenas y sencillas,
no quiere dejar de acudir por no entristecerlas, mas no porque guste
del tal término.
129
3. Lo cual se entenderá mejor por esta comparación. Tiene un padre
de familia en su mesa muchos y diferentes manjares y unos mejores
que otros. Está un niño pidiéndole de un plato, no del mejor, sino del
primero que encuentra; y pide de aquél porque él sabe comer de
aquél mejor que de otro. Y, como el padre ve que aunque le dé del
mejor manjar no lo ha de tomar, sino aquel que pide, y que no tiene
gusto sino en aquél, porque no se quede sin su comida y
desconsolado, dale de aquél con tristeza. Como vemos que hizo Dios
con los hijos de Israel cuando le pidieron rey: se lo dio de mala gana,
porque no les estaba bien. Y así, dijo a Samuel (1 Sm. 8, 7): Audi
vocem populi in omnibus quae loquuntur tibi: non enim te abiecerunt,
sed me; que quiere decir: Oye la voz de este tu pueblo y concédeles
el rey que te piden, porque no te han desechado a ti, sino a mí,
porque no reine yo sobre ellos. A la misma manera condesciende Dios
con algunas almas, concediéndoles lo que no les está mejor, porque
ellas no quieren o no saben ir sino por allí. Y así, también algunas
alcanzan ternuras y suavidad de espíritu o sentido, y dáselo Dios
porque no son para comer el manjar más fuerte y sólido de los
trabajos de la cruz de su Hijo, a que él querría echasen mano más
que a otra alguna cosa.
4. Aunque querer saber cosas por vía sobrenatural, por muy peor lo
tengo que querer otros gustos espirituales en el sentido. Porque yo
no veo por dónde el alma que las pretende deje de pecar por lo
menos venialmente, aunque más buenos fines tenga y más puesta
esté en perfección, y quien se lo mandase y consintiese también.
Porque no hay necesidad de nada de eso, pues hay razón natural y
ley y doctrina evangélica, por donde muy bastantemente se pueden
regir, y no hay dificultad ni necesidad que no se pueda desatar y
remediar por estos medios muy a gusto de Dios y provecho de las
almas.
Y tanto nos habemos de aprovechar de la razón y doctrina
evangélica, que, aunque ahora queriendo nosotros, ahora no
queriendo, se nos dijesen algunas cosas sobrenaturales, sólo
habemos de recibir aquello que cae en mucha razón y ley evangélica.
Y entonces recibirlo, no porque es revelación, sino porque es razón,
dejando aparte todo sentido de revelación; y aun entonces conviene
mirar y examinar aquella razón mucho más que si no hubiese
revelación sobre ella, por cuanto el demonio dice muchas cosas
verdaderas y por venir, y conformes a razón, para engañar.
5. De donde no nos queda en todas nuestras necesidades, trabajos y
dificultades, otro medio mejor y más seguro que la oración y
esperanza que él proveerá por los medios que él quisiere. Y este
consejo se nos da en la sagrada Escritura (2 Par. 20, 12), donde
leemos que, estando el rey Josafat afligidísimo cercado de enemigos,
poniéndose en oración, dijo el santo rey a Dios: Cum ignoramus quod
facere debeamus, hoc solum habemus residui, ut oculos nostros
dirigamus ad te. Y es como si dijera: Cuando faltan los medios y no
130
llega la razón a proveer en las necesidades, sólo nos queda levantar
los ojos a ti, para que tú proveas como mejor te agradare.
6. Y que también Dios, aunque responda a las tales pretensiones
algunas veces, se enoje, aunque también queda dado a entender,
todavía será bueno probarlo con algunas autoridades de la sagrada
Escritura.
En el primer libro de los Reyes (28, 6-15) se dice que, pidiendo el rey
Saúl que le hablase el profeta Samuel que era ya muerto, le apareció
el dicho profeta; y con todo eso, se enojó Dios, porque luego le
reprehendió Samuel por haberse puesto en tal cosa, diciendo: Quare
inquietasti me, ut suscitarer?; esto es: ¿Por qué me has inquietado
en hacerme resucitar?
También sabemos que, no porque respondió Dios a los hijos de Israel
dándoles las carnes que pedían, se dejase de enojar mucho contra
ellos, porque luego les envió fuego del cielo en castigo, según se lee
en el Pentateuco (Núm. 11, 32-33) y lo cuenta David (Sal. 77, 30-31)
diciendo: Adhuc escae eorum erant in ore ipsorum, et ira Dei
descendit super eos; que quiere decir: Aún teniendo ellos los bocados
en sus bocas, descendió la ira de Dios sobre ellos.
Y también leemos en los Números (22, 32) que se enojó Dios mucho
contra Balam profeta porque fue a los madianitas llamado por Balac,
rey de ellos, aunque dijo Dios que fuese porque tenía él gana de ir y
lo había pedido a Dios; porque, estando ya en el camino, le apareció
el ángel con la espada y le quería matar, y le dijo: Perversa est via
tua mihique contraria: Tu camino es perverso y a mí contrario. Y por
eso le quería matar.
7. De esta manera y de otras muchas condesciende Dios enojado con
los apetitos de las almas. De lo cual tenemos muchos testimonios en
la sagrada Escritura, y sin eso muchos ejemplos. Pero no son
menester en cosa tan clara. Sólo digo que es cosa peligrosísima, más
que sabré decir, querer tratar con Dios por tales vías y que no dejará
de errar mucho y hallarse muchas veces confuso el que fuere
aficionado a tales modos. Y esto, el que hubiere hecho caso de ellos
me entenderá por la experiencia. Porque allende de la dificultad que
hay en saber no errar en las locuciones y visiones que son de Dios,
hay ordinariamente entre ellas muchas que son del demonio; porque
comúnmente anda en el alma en aquel traje que anda Dios con ella,
poniéndole cosa tan verosímil a las que Dios le comunica, por
injerirse él a vueltas, como el lobo entre el ganado con pellejo de
oveja (Mt. 7, 15), que apenas se puede entender. Porque como dice
muchas cosas verdaderas y conformes a razón y cosas que salen
verdaderas, puédense engañar fácilmente pensando que, pues sale
verdad y cierta en lo que está por venir, que no será sino Dios.
Porque no saben que es cosa facilísima, a quien tiene clara la luz
natural, conocer las cosas, o muchas de ellas, que fueron o que
serán, en sus causas. Y como quiera que el demonio tenga esta
lumbre tan viva, puede facilísimamente colegir tal efecto de tal causa,
131
aunque no siempre sale así, pues todas las causas dependen de la
voluntad de Dios.
8. Pongamos ejemplo: conoce el demonio que la disposición de la
tierra y aires y término que lleva el sol, van de manera y en tal grado
de disposición, que necesariamente, llegado tal tiempo, habrá llegado
la disposición de estos elementos, según el término que llevan, a
inficionarse, y así a inficionar la gente con pestilencia, y en las partes
que será más y en las que será menos. Ve aquí conocida la
pestilencia en su causa. ¿Qué mucho es que, revelando el demonio
esto a una alma, diciendo: "De aquí a un año o medio habrá
pestilencia", que salga verdadero? Y es profecía del demonio. Por la
misma manera puede conocer los temblores de la tierra, viendo que
se van hinchiendo los senos de ella de aire, y decir: "En tal tiempo
temblará la tierra"; lo cual es conocimiento natural; para el cual basta
tener el ánimo libre de las pasiones del alma, según lo dice Boecio
por estas palabras: Si vis claro lumine cernere verum, gaudia pelle,
timorem spemque fugato, nec dolor adsit, esto es: Si quieres con
claridad natural conocer las verdades, echa de ti el gozo y el temor, y
la esperanza y el dolor.
9. Y también se pueden conocer eventos y casos sobrenaturales en
sus causas acerca de la Providencia divina, que justísima y
certísimamente acude a lo que piden las causas buenas o malas de
los hijos de los hombres. Porque se puede conocer naturalmente que
tal o tal persona, o tal o tal ciudad, u otra cosa, llega a tal o tal
necesidad, o tal o tal punto, que Dios, según su providencia y justicia,
ha de acudir con lo que compete a la causa y conforme a ella, en
castigo o en premio o como fuere la causa; y entonces decir: "En tal
tiempo os dará Dios esto, o hará esto, acaecerá esotro ciertamente".
Lo cual dio a entender la santa Judit (11, 12) a Holofernes, la cual,
para persuadirle que los hijos de Israel habían de ser destruidos sin
falta, le contó muchos pecados de ellos primero y miserias que
hacían, y luego dijo: Et, quoniam hoc faciunt, certum est quod in
perditionem dabuntur; que quiere decir: Pues hacen estas cosas, está
cierto que serán destruidos. Lo cual es conocer el castigo en la causa,
que es tanto como decir: cierto está que tales pecados han de causar
tales castigos de Dios, que es justísimo. Y, como dice la Sabiduría
divina (Sab. 11, 17): Per quae quis peccat, per haec et torquetur: En
aquello o por aquello que cada uno peca, es castigado.
10. Puede el demonio conocer esto, no sólo naturalmente, sino aun
de experiencia que tiene de haber visto a Dios hacer cosas
semejantes, y decirlo antes y acertar. También el santo Tobías
conoció por la causa el castigo de la ciudad de Nínive; y así,
amonestó a su hijo, diciendo (14, 12-13): Mira, hijo, en la hora que
yo y tu madre muriéremos, sal de esta tierra, porque ya no
permanecerá. Video enim quod iniquitas eius finem dabit: Yo veo
claro que su misma maldad ha de ser causa de su castigo, el cual
será que se acabe y destruya. Todo lo cual también el demonio y
Tobías podían saber, no sólo en la maldad de la ciudad, sino por
132
experiencia, viendo que tenían los pecados del mundo por que Dios le
destruyó en el diluvio, y los de los sodomitas, que también perecieron
por fuego; aunque también Tobías lo conoció por espíritu divino.
11. Y puede conocer el demonio que Pedro naturalmente (no) puede
vivir más de tantos años y decirlo antes. Y así otras muchas cosas y
de muchas maneras que no se pueden acabar de decir, ni aun
comenzar muchas, por ser intrincadísimas y sutilísimo él en ingerir
mentiras. Del cual no se pueden librar si no es huyendo de todas
revelaciones y visiones y locuciones sobrenaturales.
Por lo cual justamente se enoja Dios con quien las admite, porque ve
es temeridad del tal meterse en tanto peligro, y presunción y
curiosidad, y ramo de soberbia y raíz y fundamento de vanagloria, y
desprecio de las cosas de Dios, y principio de muchos males en que
vinieron muchos. Los cuales tanto vinieron a enojar a Dios, que de
propósito los dejó errar y engañar, y oscurecer el espíritu, y dejar las
vías ordenadas de la vida, dando lugar a sus vanidades y fantasías,
según lo dice Isaías (19, 14), diciendo: Dominus miscuit in medio
eius spiritum vertiginis: que es tanto como decir: El Señor mezcló en
medio espíritu de revuelta y confusión, que en buen romance quiere
decir espíritu de entender al revés. Lo cual va allí diciendo Isaías
llanamente a nuestro propósito, porque lo dice por aquellos que
andaban a saber las cosas que habían de suceder por vía
sobrenatural. Y, por eso, dice que les mezcló Dios en medio espíritu
de entender al revés. No porque Dios les quisiese ni les diese
efectivamente el espíritu de errar, sino porque ellos se quisieron
meter en lo que naturalmente no podían alcanzar. Enojado de esto,
los dejó desatinar, no dándoles luz en lo que Dios no quería que se
entremetiesen. Y así, dice que les mezcló aquel espíritu Dios
privativamente. Y de esta manera es Dios causa de aquel daño, es a
saber, causa privativa, que consiste en quitar él su luz y favor; tan
quitado, que necesariamente vengan en error.
12. Y de esta manera da Dios licencia al demonio para que ciegue y
engañe a muchos, mereciéndolo sus pecados y atrevimientos. Y
puede y se sale con ello el demonio, creyéndole ellos y teniéndole por
buen espíritu. Tanto, que, aunque sean muy persuadidos que no lo
es, no hay remedio de desengañarse, por cuanto tienen ya por
permisión de Dios, ingerido el espíritu de entender al revés; cual
leemos (3 Re. 22, 22) haber acaecido a los profetas del rey Acab,
dejándoles Dios engañar con el espíritu de mentira, dando licencia al
demonio para ello, diciendo: Decipies, et praevalebis; egredere, et
fac ita; que quiere decir: Prevalecerás con tu mentira y engañarlos
has; sal y (hazlo) así. Y pudo tanto con los profetas y con el rey para
engañarlos, que no quisieron creer al profeta Miqueas, que les
profetizó la verdad muy al revés de lo que los otros habían
profetizado. Y esto fue porque les dejó Dios cegar, por estar ellos con
afecto de propiedad en lo que querían que les sucediese y
respondiese Dios según sus apetitos y deseos; lo cual era medio y
disposición certísima para dejarlos Dios de propósito cegar y engañar.
133
13. Porque así lo profetizó Ezequiel (14, 7-9) en nombre de Dios; el
cual, hablando contra el que se pone a querer saber por vía de Dios
curiosamente, según la variedad de su espíritu, dice: Cuando el tal
hombre viniere al profeta para preguntarme a mí por él, yo, el Señor,
le responderé por mí mismo, y pondré mi rostro enojado sobre aquel
hombre; y el profeta cuando hubiere errado en lo que fue
preguntado, ego, Dominus, decepi prophetam illum, esto es: Yo, el
Señor, engañé aquel profeta. Lo cual se ha de entender, no
concurriendo con su favor para que deje de ser engañado; porque
eso quiere decir cuando dice: Yo, el Señor, le responderé por mí
mismo, enojado; lo cual es apartar él su gracia y favor de aquel
hombre. De donde necesariamente se sigue el ser engañado por
causa del desamparo de Dios. Y entonces acude el demonio a
responder según el gusto y apetito de aquel hombre, el cual, como
gusta de ello, y las respuestas y comunicaciones son de su voluntad,
mucho se deja engañar.
14. Parece que nos habemos salido algo del propósito que
prometimos en el título del capítulo, que era probar cómo, aunque
Dios responde, se queja algunas veces. Pero, si bien se mira, todo lo
dicho hace para probar nuestro intento, pues en todo se ve no gustar
Dios de que quieran las tales visiones, pues da lugar a que de tantas
maneras sean engañados en ellas.
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CAPÍTULO 22
En que se desata una duda, cómo no será lícito ahora en la ley de
gracia preguntar a Dios por vía sobrenatural, como lo era en la Ley
Vieja. Pruébase con una autoridad de san Pablo.
1. De entre las manos nos van saliendo las dudas, y así no podemos
correr, con la prisa que querríamos adelante. Porque, así como las
levantamos, estamos obligados a allanarlas necesariamente, para que
la verdad de la doctrina siempre quede llana y en su fuerza. Pero este
bien hay en estas dudas siempre, que, aunque nos impiden el paso
un poco, todavía sirven para más doctrina y claridad de nuestro
intento, como será la duda presente.
2. En el capítulo precedente habemos dicho cómo no es voluntad de
Dios que las almas quieran recibir por vía sobrenatural cosas distintas
de visiones o locuciones, etc. Por otra parte habemos visto en el
mismo capítulo y colegido de los testimonios que allí se han alegado
de la sagrada Escritura que se usaba el dicho trato con Dios en la Ley
Vieja y era lícito; y no sólo lícito, sino que Dios se lo mandaba. Y,
cuando no lo hacían, los reprehendía Dios, como es de ver en Isaías
(30, 2), donde reprehende Dios a los hijos de Israel porque, sin
preguntárselo a él primero, querían descender en Egipto, diciendo: Et
os meum non interrogastis, esto es: No preguntasteis primero a mi
misma boca lo que convenía. Y también leemos en Josué (9, 14) que,
siendo engañados los mismos hijos de Israel por los gabaonitas, les
nota allí el Espíritu Santo esta falta, diciendo: Susceperunt ergo de
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cibariis eorum, et os Domini non interrogaverunt, que quiere decir:
Recibieron de sus manjares, y no lo preguntaron a la boca de Dios. Y
así vemos en la divina sagrada Escritura que Moisés siempre
preguntaba a Dios, y el rey David y todos los reyes de Israel, para
sus guerras y necesidades, y los sacerdotes y profetas antiguos, y
Dios respondía y hablaba con ellos y no se enojaba, y era bien hecho;
y si no lo hicieran, fuera mal hecho, y así es la verdad. ¿Por qué,
pues, ahora en la Ley Nueva y de gracia no lo será como antes lo
era?
3. A lo cual se ha de responder que la principal causa por que en la
Ley de escritura eran lícitas las preguntas que se hacían a Dios, y
convenía que los profetas y sacerdotes quisiesen revelaciones y
visiones de Dios, era porque aún entonces no estaba bien
fundamentada la fe ni establecida la Ley evangélica, y así era
menester que preguntasen a Dios y que él hablase, ahora por
palabras, ahora por visiones y revelaciones, ahora en figuras y
semejanzas, ahora entre otras muchas maneras de significaciones,
porque todo lo que respondía, y hablaba, (y obraba), y revelaba, eran
misterios de nuestra fe y cosas tocantes a ella o enderezadas a ella;
que, por cuanto las cosas de fe no son del hombre sino de boca del
mismo Dios (las cuales por su misma boca habla, por eso era
menester que, como habemos dicho, preguntasen a la misma boca de
Dios); y por eso los reprehendía el mismo Dios, porque en sus cosas
no preguntaban a su boca para que él respondiese, encaminando sus
casos y cosas a la fe, que aún ellos no tenían sabida, por no estar
aún fundada. Pero ya que está fundada la fe en Cristo y manifiesta la
Ley evangélica en esta era de gracia, no hay para qué preguntarle de
aquella manera, ni para qué él hable ya ni responda como entonces.
Porque en darnos, como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya,
que no tiene otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola
Palabra, y no tiene más que hablar.
4. Y éste es el sentido de aquella autoridad con que comienza san
Pablo (Heb. 1, 1-2) a querer inducir a los hebreos a que se aparten
de aquellos modos primeros y tratos con Dios de la Ley de Moisés, y
pongan los ojos en Cristo solamente, diciendo: Multifariam multisque
modis olim Deus loquens patribus in prophetis: novissime autem
diebus istis locutus est nobis in Filio. Y es como si dijera: Lo que
antiguamente habló Dios en los profetas a nuestros padres de
muchos modos y de muchas maneras, ahora a la postre, en estos
días nos lo ha hablado en el Hijo todo de una vez. En lo cual da a
entender el Apóstol que Dios ha quedado como mudo y no tiene más
que hablar, porque lo que hablaba antes en partes a los profetas ya
lo ha hablado en el todo, dándonos al Todo, que es su Hijo.
5. Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer
alguna visión o revelación, no sólo haría una necedad, sino haría
agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin querer
otra alguna cosa o novedad.
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Porque le podría responder Dios de esta manera, diciendo: "Si te
tengo ya habladas todas las cosas en mi Palabra, que es mi Hijo, y no
tengo otra, ¿qué te puedo yo ahora responder o revelar que sea más
que eso? Pon los ojos sólo en él, porque en él te lo tengo todo dicho y
revelado, y hallarás en él aún más de lo que pides y deseas. Porque
tú pides locuciones y revelaciones en parte, y si pones en él los ojos,
lo hallarás en todo; porque él es toda mi locución y respuesta y es
toda mi visión y toda mi revelación. Lo cual os he ya hablado,
respondido, manifestado y revelado, dándoosle por hermano,
compañero y maestro, precio y premio. Porque desde aquel día que
bajé con mi Espíritu sobre él en el monte Tabor, diciendo (Mt. 17, 5):
Hic est Filius meus dilectus, in quo mihi bene complacui, ipsum
audite, es a saber: Este es mi amado Hijo, en que me he complacido,
a él oíd; ya alcé yo la mano de todas esas maneras de enseñanzas y
respuestas y se la di a él. Oídle a él, porque yo no tengo más fe que
revelar, ni más cosas que manifestar. Que, si antes hablaba, era
prometiendo a Cristo; y si me preguntaban, eran las (preguntas)
encaminadas a la petición y esperanza de Cristo, en que habían de
hallar todo bien, como ahora lo da a entender toda la doctrina de los
evangelistas y apóstoles. Mas ahora, el que me preguntase de aquella
manera y quisiese que yo le hablase o algo le revelase, era en alguna
manera pedirme otra vez a Cristo, y pedirme más fe, y ser falto en
ella, que ya está dada en Cristo. Y así, haría mucho agravio a mi
amado Hijo, porque no sólo en aquello le faltaría en la fe, mas le
obligaba otra vez a encarnar y pasar por la vida y muerte primera. No
hallarás qué pedirme ni qué desear de revelaciones o visiones de mi
parte. Míralo tú bien, que ahí lo hallarás ya hecho y dado todo eso, y
mucho más, en él.
6. Si quisieres que te respondiese yo alguna palabra de consuelo,
mira a mi Hijo, sujeto a mí y sujetado por mi amor, y afligido, y verás
cuántas te responde. Si quisieres que te declare yo algunas cosas
ocultas o casos, pon solos los ojos en él, y hallarás ocultísimos
misterios y sabiduría, y maravillas de Dios, que están encerradas en
él, según mi Apóstol (Col. 2, 3) dice: In quo sunt omnes thesauri
sapentiae et scientiae Dei absconditi, esto es: En el cual Hijo de Dios
están escondidos todos los tesoros de sabiduría y ciencia de Dios. Los
cuales tesoros de sabiduría serán para ti muy más altos y sabrosos y
provechosos que las cosas que tú querías saber. Que por eso se
gloriaba el mismo Apóstol (1 Cor. 2, 2), diciendo: Que no había él
dado a entender que sabía otra cosa, sino a Jesucristo, y a éste
crucificado. Y si también quisieses otras visiones y revelaciones
divinas o corporales, mírale a él también humanado, y hallarás en eso
más que piensas; porque también dice el Apóstol (Col. 2, 9): In ipso
habitat omnis plenitudo divinitatis corporaliter; que quiere decir: En
Cristo mora corporalmente toda plenitud de divinidad".
7. No conviene, pues, ya preguntar a Dios de aquella manera, ni es
necesario que ya hable, pues, acabando de hablar toda la fe en
Cristo, no hay más fe que revelar ni la habrá jamás. Y quien quisiere
136
ahora recibir cosas algunas por vía sobrenatural, como habemos
dicho, era notar falta en Dios de que no había dado todo lo bastante
en su Hijo. Porque, aunque lo haga suponiendo la fe y creyéndola,
todavía es curiosidad de menos fe. De donde no hay que esperar
doctrina ni otra cosa alguna por vía sobrenatural.
Porque la hora que Cristo dijo en la cruz: Consummatum est (Jn. 19,
30), cuando expiró, que quiere decir: Acabado es, no sólo se
acabaron esos modos, sino todas esotras ceremonias y ritos de la Ley
Vieja. Y así, en todo nos habemos de guiar por la ley de Cristo
hombre (y de su Iglesia y ministros, humana y visiblemente, y por
esa vía remediar nuestras ignorancias y flaquezas espirituales; que
para todo hallaremos abundante medicina por esta vía. Y lo que de
este camino saliere no sólo es curiosidad, sino mucho atrevimiento. Y
no se ha de creer cosa por vía sobrenatural, sino sólo lo que es
enseñanza de Cristo hombre) como digo, y de sus ministros,
hombres. Tanto, que dice san Pablo (Gl. 1, 8) estas palabras: Quod si
angelus decaelo evangelizaverit, praeterquam quod evangelizavimus
vobis, anathema sit, es a saber: Si algún ángel del cielo os
evangelizare fuera de lo que nosotros hombres os evangelizáremos,
sea maldito y descomulgado.
8. De donde, pues es verdad que siempre se ha de estar en lo que
Cristo nos enseñó, y todo lo demás no es nada ni se ha de creer si no
conforma con ello, en vano anda el que quiere ahora tratar con Dios a
modo de la Ley Vieja. Cuánto más que no le era lícito a cualquiera de
aquel tiempo preguntar a Dios, ni Dios respondía a todos, sino sólo a
los sacerdotes y profetas, que eran de cuya boca el vulgo había de
saber la ley y la doctrina. Y así, si alguno quería saber alguna cosa de
Dios, por el profeta o por el sacerdote lo preguntaba, y no por sí
mismo. Y si David por sí mismo algunas veces preguntó a Dios, es
porque era profeta, y aun, con todo eso, no lo hacía sin la vestidura
sacerdotal, como se ve haberlo hecho en el primero de los Reyes (23,
9), donde dijo a Abimelec sacerdote: Applica ad me ephod, que era
una vestidura de las más autorizadas del sacerdote, y con ella
consultó con Dios. Mas otras veces, por el profeta Natán y por otros
profetas consultaba a Dios. Y por la boca de éstos y de los sacerdotes
se había de creer ser (de) Dios lo que se les decía, y no por su
parecer propio.
9. Y así, lo que Dios decía entonces, ninguna autoridad ni fuerza les
hacía para darle entero crédito, si por la boca de los sacerdotes y
profetas no se aprobaba. Porque es Dios tan amigo que el gobierno y
trato del hombre sea también por otro hombre semejante a él y que
por razón natural sea el hombre regido y gobernado, que totalmente
quiere que las cosas que sobrenaturalmente nos comunica no las
demos entero crédito ni hagan en nosotros confirmada fuerza y
segura, hasta que pasen por este arcaduz humano de la boca del
hombre. Y así siempre que algo dice o revela al alma, lo dice con una
manera de inclinación puesta en la misma alma, a que se diga a
quien conviene decirse; y hasta esto, no suele dar entera
137
satisfacción, porque no la tomó el hombre de otro hombre semejante
a él.
De donde en los Jueces (7, 9-11) vemos haberle acaecido lo mismo al
capitán Gedeón; que, con haberle Dios dicho muchas veces que
vencería a los madianitas, todavía estaba dudoso y cobarde,
habiéndole dejado Dios aquella flaqueza, hasta que por la boca de los
hombres oyó lo que Dios le había dicho. Y fue, que, como Dios le vio
flaco, le dijo: Levántate y desciende del real; et cum sudieris quod
loquantur, tunc confortabuntur manus tuae, et securior ad hostium
castra descendes, esto es: Cuando oyeres allí lo que hablan los
hombres, entonces recibirás fuerzas en lo que te he dicho y bajarás
con más seguridad a los ejércitos de los enemigos. Y así fue que,
oyendo contar un sueño de un madianita a otro, en que había soñado
que Gedeón los había de vencer, fue muy esforzado y comenzó a
poner con grande alegría por obra la batalla. Donde se ve que no
quiso Dios que ése se asegurase, pues no le dio la seguridad, sólo por
vía sobrenatural, hasta que se confirmó naturalmente.
10. Y mucho más es de admirar lo que pasó acerca de esto en
Moisés, que, con haberle Dios mandado con muchas (razones) y
confirmándoselo con señales de la vara en serpiente y de la mano
leprosa, que fuese a libertar los hijos de Israel, estuvo tan flaco y
oscuro en esta ida, que, aunque se enojó Dios, nunca tuvo ánimo
para acabar de tener (fuerte) fe, en el caso para ir hasta que le
animó Dios con su hermano Aarón, diciendo (Ex. 4, 14-15): Aaron
frater tuus levites scio quod eloquens sit: ecce ipse egredietur in
occursum tuum, vidensque te, laetabitur corde. Loquere ad eum, et
pone verba mea in ore eius, et ego ero in ore tuo, et in ore illius,
etcétera; lo cual es como si dijera: Yo sé que tu hermano Aarón es
hombre elocuente; cata que él te saldrá al encuentro y, viéndote, se
alegrará de corazón; habla con él, y dile todas mis palabras, y yo
seré en tu boca y en la suya, para que cada uno reciba crédito de la
boca del otro.
11. Oídas estas palabras, Moisés animóse luego con la esperanza del
consuelo del consejo que de su hermano había de tener. Porque esto
tiene el alma humilde, que no se atreve a tratar a solas con Dios, ni
se puede acabar de satisfacer sin gobierno y consejo humano. Y así lo
quiere Dios, porque en aquellos que se juntan a tratar la verdad, se
junta él allí para declararla y confirmarla en ellos, fundada sobre
razón natural, como dijo que lo había de hacer con Moisés y Aarón
juntos, siendo en la boca del uno y en la boca del otro.
Que por eso también dijo en el Evangelio (Mt. 18, 20) que: Ubi
fuerint duo vel tres congregati in nomine meo, ibi sum ego in medio
eorum; esto es: Donde estuvieren dos o tres juntos para mirar lo que
es más honra y gloria de mi nombre, yo estoy allí en medio de ellos,
es a saber: aclarando y confirmando en sus corazones las verdades
de Dios. Y es de notar que no dijo: Donde estuviere uno solo, yo
estoy allí, sino, por lo menos, dos: para dar a entender que no quiere
Dios que ninguno a solas se crea para sí las cosas que tiene por de
138
Dios, ni se confirme ni afirme en ellas sin la Iglesia o sus ministros,
porque con éste solo no estará él aclarándole y confirmándole la
verdad en el corazón, y así quedará en ella flaco y frío.
12. Porque de aquí es lo que encarece el Eclesiastés (4, 10-12),
diciendo: Vae soli, quia cum ceciderit, non habet sublevantem se. Si
dormierint duo, fovebuntur mutuo: unus quomodo calefiet? et si
quispiam praevaluerit contra unum, duo resistent ei; que quiere
decir: ¡Ay del solo que cuando cayere no tiene quien le levante! Si
dos durmieren juntos, calentarse ha el uno al otro, es a saber, con el
calor de Dios, que está en medio; uno solo, ¿cómo calentará?; es a
saber: ¿cómo dejará de estar frío en las cosas de Dios? Y, si alguno
pudiere más y prevaleciere contra uno, esto es, el demonio, que
puede y prevalece contra los que a solas se quieren haber en las
cosas de Dios, dos juntos le resistirán, que son el discípulo y el
maestro, que se juntan a saber y a hacer la verdad. Y hasta esto,
ordinariamente se siente él solo tibio y flaco en ella, aunque más la
hayan oído de Dios; tanto, que con haber mucho que san Pablo
predicaba el Evangelio que dice él había oído, no de hombre, sino de
Dios, no pudo acabar consigo de dejar de ir a conferirlo con san Pedro
y los Apóstoles, diciendo (Gl. 2, 2): Ne forte in vanum currerem, aut
cucurrissem, que quiere decir: No por ventura corriese en vano o
hubiese corrido; no teniéndose por seguro hasta que le dio seguridad
el hombre. Cosa, pues, notable parece, Pablo, pues él que os reveló
ese Evangelio, ¿no pudiera también revelaros la seguridad de la falta
que podíades hacer en la predicación de la verdad de él?
13. Aquí se da a entender claro cómo no hay de qué asegurarse en
las cosas que Dios revela, sino es por el orden que vamos diciendo;
porque, dado caso que la persona tenga certeza, como san Pablo
tenía de su Evangelio, pues le había comenzado ya a predicar, que
aunque la revelación sea de Dios, todavía el hombre puede errar
acerca de ella (o) en lo tocante a ella. Porque Dios no siempre,
aunque dice lo uno, dice lo otro; y muchas veces dice la cosa, y no
dice el modo de hacerla, porque, ordinariamente, todo lo que se
puede hacer por industria y consejo humano no lo hace él ni lo dice,
aunque trate muy afablemente mucho tiempo con el alma. Lo cual
conocía muy bien san Pablo; pues, aunque sabía le era revelado por
Dios el Evangelio, le fue a conferir.
Y vemos esto claro en el Exodo (18, 21-22), donde, tratando Dios tan
familiarmente con Moisés, nunca le había dado aquel consejo tan
saludable que le dio su suegro Jetró, es a saber: que eligiese otros
jueces para que le ayudasen y no estuviese esperando el pueblo
desde la mañana hasta la noche. El cual consejo Dios aprobó, y no se
lo había dicho, porque aquello era cosa que podía caber en razón y
juicio humano. Acerca de las visiones y revelaciones y locuciones que
Dios, no las suele revelar Dios porque siempre quiere que se
aprovechen de éste en cuanto se pudiere, y todas ellas han de ser
reguladas por éste, salvo las que son de fe, que exceden todo juicio y
razón, aunque no son contra ella.
139
14. De donde no piense alguno que, porque sea cierto que Dios y los
Santos traten con él familiarmente muchas cosas, por el mismo caso
le han de declarar las faltas que tiene acerca de cualquier cosa,
pudiendo él saberlo por otra vía. Y así, no hay que asegurarse,
porque, como leemos haber acaecido en los Actos de los Apóstoles
que, con ser san Pedro príncipe de la Iglesia y que inmediatamente
era enseñado de Dios, acerca de cierta ceremonia que usaba entre
las gentes erraba, y callaba Dios; tanto, que le reprendió san Pablo,
según él allí afirma diciendo: Cum vidissem, quod non recte ad
veritatem Evangeli ambularent, dixi coram omnibus: Si tu iudaeus
cum sis, gentiliter vivis, quomodo gentes cogis iudaizare?; que quiere
decir: Como yo viese, dice san Pablo, que no andaban rectamente los
discípulos según la verdad del Evangelio, dije a Pedro delante de
todos: Si siendo tú judío, como lo eres, vives gentílicamente, ¿cómo
haces tal ficción que fuerzas a los gentiles a judaizar? (Gl. 2, 14). Y
Dios no advertía esta falta a san Pedro por sí mismo, porque era cosa
que caía en razón aquella simulación, y la podía saber por vía
razonal.
15. De donde muchas faltas y pecados castigará Dios en muchos el
día del juicio, con los cuales habrá tenido acá muy ordinario trato y
dado mucha luz y virtud, porque, en lo demás que ellos sabían que
debían hacer, se descuidaron, confiando en aquel trato y virtud que
tenían con Dios. Y así, como dice Cristo en el Evangelio (Mt. 7, 22),
se maravillarán ellos entonces, diciendo: Domine, Domine nonne in
nomine tuo prophetavimus, et in nomine tuo daemonia eiecimus, et
in nomine tuo virtutes multas fecimus?, esto es; Señor, Señor, ¿por
ventura las profecías que tú nos hablabas no las profetizamos en tu
nombre (y en tu nombre echamos los demonios), y en tu nombre no
hicimos muchos milagros y virtudes? Y dice el Señor que les
responderá diciendo (Mt. 7, 23): Et tunc confitebor illis, quia
numquam novi vos: discedite a me omnes qui operamini iniquitatem,
es a saber: Apartaos de mí los obreros de maldad, porque nunca os
conocí. De éstos era el profeta Balam y otros semejantes, a los cuales
aunque hablaba Dios con ellos y les daba gracias, eran pecadores
(Núm. 22-24). Pero en su tanto reprenderá también el Señor a los
escogidos y amigos suyos, con quien acá se comunicó familiarmente,
en las faltas y descuidos que ellos hayan tenido; de los cuales no era
menester les advirtiese Dios por sí mismo, pues ya por ley y razón
natural que les había dado se lo advertía.
16. Concluyendo, pues, en esta parte, digo y saco de lo dicho: que
cualquiera cosa que el alma reciba, de cualquier manera que sea, por
vía sobrenatural, clara y rasa, entera y sencillamente, ha de
comunicarla luego con el maestro espiritual. Porque, aunque parece
que no había para qué dar cuenta ni para qué gastar en eso tiempo,
pues con desecharlo y no hacer caso de ello ni quererlo, como
habemos dicho, queda el alma segura (mayormente cuando son
cosas de visiones o revelaciones u otras comunicaciones
sobrenaturales, que o son claras o va poco en que sean o no sean)
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todavía es muy necesario, aunque al alma le parezca que no hay para
qué, decirlo todo. Y esto por tres causas:
La primera, porque, como habemos dicho, muchas cosas comunica
Dios, cuyo efecto y fuerza y luz y seguridad, no la confirma del todo
en el alma hasta que, como habemos dicho, se trate con quien Dios
tiene puesto por juez espiritual de aquel alma, que es el que tiene
poder de atarla o desatarla y aprobar y reprobar en ella; según lo
habemos probado por las autoridades arriba alegadas y lo probamos
cada día por experiencia, viendo en las almas humildes por quien
pasan estas cosas, que, después que las han tratado con quien
deben, quedan con nueva satisfacción, fuerza y luz y seguridad.
Tanto, que a algunas les parece que, hasta que lo traten, ni se les
asienta, ni es suyo aquello, y que entonces se lo dan de nuevo.
17. La segunda causa es porque ordinariamente ha menester el alma
doctrina sobre las cosas que le acaecen, para encaminarla por aquella
vía a la desnudez y pobreza espiritual que es la noche oscura. Porque
si esta doctrina le va faltando, dado que el alma no quiera las tales
cosas, sin entenderse se iría endureciendo en la vía espiritual y
haciéndose a la del sentido, acerca del cual, en parte, pasan las tales
cosas distintas.
18. La tercera causa es porque para la humildad y sujeción y
mortificación del alma conviene dar parte de todo, aunque de todo
ello no haga caso ni lo tenga en nada. Porque hay algunas almas que
sienten mucho en decir las tales cosas, por parecerles que no son
nada, y no saben cómo las tomará la persona con quien las han de
tratar; lo cual es poca humildad, y, por el mismo caso, es menester
sujetarse a decirlo. (Y hay otras) que sienten mucha vergüenza en
decirlo, porque no vean que tienen ellas aquellas cosas que parecen
de santos, y otras cosas que en decirlo sienten, y, por eso, que no
hay para qué lo decir, pues no hacen ellas caso de ello; y, por el
mismo caso, conviene que se mortifiquen y lo digan, hasta que estén
humildes, llanas y blandas y prontas en decirlo, y después siempre lo
dirán con facilidad.
19. Pero hase de advertir acerca de lo dicho que no, porque habemos
puesto tanto en que las tales cosas se desechen y que no pongan los
confesores a las almas en el lenguaje de ellas, convendrá que las
muestren desabrimiento los padres espirituales acerca de ellas, ni de
tal manera les hagan desvíos y desprecio en ellas, que les den
ocasión a que se encojan y no se atrevan a manifestarlas, que será
ocasión de dar en muchos inconvenientes si les cerrasen la puerta
para decirlas. Porque, pues, (como habemos dicho), es medio y modo
por donde Dios lleva las tales almas, no hay para qué estar mal con
él ni por qué espantarse ni escandalizarse de él, sino antes con
mucha benignidad y sosiego; poniéndoles ánimo y dándoles salida
para que lo digan y, si fuere menester, poniéndoles precepto, porque,
a veces, en la dificultad que algunas almas sienten en tratarlo, todo
es menester.
141
Encamínenlas en la fe, enseñándolas buenamente a desviar los ojos
de todas aquellas cosas, y dándoles doctrina en cómo han de
desnudar el apetito y espíritu de ellas para ir adelante, y dándoles a
entender cómo es más preciosa delante de Dios una obra o acto de
voluntad hecho en caridad, que cuantas visiones (y revelaciones) y
comunicaciones pueden tener del cielo, pues éstas ni son mérito ni
demérito; y cómo muchas almas, no teniendo cosas de ésas, están
sin comparación mucho más adelante que otras que tienen muchas.
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CAPÍTULO 23
En que se comienza a tratar de las aprehensiones del entendimiento
que son puramente por vía espiritual. Dice qué cosa sean.
1. Aunque la doctrina que habemos dado acerca de las aprehensiones
del entendimiento que son por vía del sentido, según lo que de ellas
había de tratar, queda algo corta, no he querido alargarme más en
ella; pues, aun para cumplir con el intento que yo aquí llevo, que es
desembarazar el entendimiento de ellas y encaminarle a la noche de
la fe, antes entiendo me he alargado demasiado.
Por tanto, comenzaremos ahora a tratar de aquellas otras cuatro
aprehensiones del entendimiento, que en el capítulo 10 dijimos ser
puramente espirituales, que son visiones, revelaciones, locuciones y
sentimientos espirituales. A las cuales llamamos puramente
espirituales, porque no, como las corporales imaginarias, se
comunican al entendimiento por vía de los sentidos corporales, sino,
sin algún medio de algún sentido corporal exterior o interior, se
ofrecen al entendimiento clara y distintamente por vía sobrenatural
pasivamente, que es sin poner el alma algún acto u obra de su parte,
a lo menos activo.
2. Es, pues, de saber que, hablando anchamente y en general, todas
estas cuatro aprehensiones se pueden llamar visiones del alma,
porque al entender del alma llamamos también ver del alma. Y, por
cuanto todas estas aprehensiones son inteligibles al entendimiento,
son llamadas visibles espiritualmente. Y así, las inteligencias que de
ellas se forman en el entendimiento se pueden llamar visiones
intelectuales. Que, por cuanto todos los objetos de los demás
sentidos, como son todo lo que se puede ver, y todo lo que se puede
oír, y todo lo que se puede oler y gustar y tocar, son objeto del
entendimiento en cuanto caen debajo de verdad o falsedad; de aquí
es que, así como (a) los ojos corporales todo lo que es visible
corporalmente les causa visión corporal, así a los ojos del alma
espirituales, que es el entendimiento, todo lo que es inteligible le
causa visión espiritual; pues, como habemos dicho, el entenderlo es
verlo. Y así, estas cuatro aprehensiones, hablando generalmente, las
podemos llamar visiones; lo cual no tienen los otros sentidos, porque
el uno no es capaz del objeto del otro en cuanto tal.
3. Pero, porque estas aprehensiones se representan al alma al modo
que a los demás sentidos, de aquí es que, hablando propia y
142
específicamente, a lo que recibe el entendimiento a modo de ver
(porque puede ver las cosas espiritualmente así como los ojos
corporalmente) llamamos "visión"; y a lo que recibe como
aprehendiendo y entendiendo cosas nuevas, así como el oído oyendo
cosas no oídas, llamamos "revelación"; y a lo que recibe a manera de
oír, llamamos "locución"; y a lo que recibe a modo de los demás
sentidos, como es la inteligencia de suave olor espiritual, y de sabor
espiritual, y deleite espiritual que el alma puede gustar
sobrenaturalmente, llamamos "sentimientos espirituales". De todo lo
cual él saca inteligencia o visión espiritual, sin aprehensión alguna de
forma, imagen o figura de imaginación o fantasía natural, sino que
inmediatamente estas cosas se comunican al alma por obra
sobrenatural y por medio sobrenatural.
4. De éstas, pues, también, como de las demás aprehensiones
corporales imaginarias hicimos, nos conviene desembarazar aquí el
entendimiento, encaminándole y enderezándole por ellas en la noche
espiritual de fe a la divina y sustancial unión de Dios; porque, no
embarazándose y enmudeciéndose con ellas, se le impida el camino
de la soledad y desnudez, que para esto se requiere, de todas las
cosas. Porque, dado caso que éstas son más nobles aprehensiones y
más provechosas y mucho más seguras que las corporales
imaginarias (por cuanto son ya interiores, puramente espirituales y a
que menos puede llegar el demonio, porque se comunican ellas al
alma más pura y sutilmente sin obra alguna de ella ni de la
imaginación, a lo menos activa) todavía no sólo se podría el
entendimiento embarazar para el dicho camino, mas podría ser muy
engañado por su poco recato.
5. Y aunque, en alguna manera, podríamos juntamente concluir con
estas cuatro maneras de aprehensiones, dando el común consejo en
ellas que en todas las demás vamos dando, de que ni se pretendan ni
se quieran, todavía, porque a vueltas se dará más luz para hacerlo y
se dirán algunas cosas acerca de ellas, es bueno tratar de cada una
de ellas en particular. Y así, diremos de las primeras que son visiones
espirituales o intelectuales.
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CAPÍTULO 24
En que se trata de dos maneras que hay de visiones espirituales por
vía sobrenatural.
1. Hablando ahora propiamente de las que son visiones espirituales
sin medio de algún sentido corporal, digo que dos maneras de
visiones pueden caer en el entendimiento: unas son de sustancias
corpóreas, otras, de sustancias separadas o incorpóreas.
Las de las corpóreas son acerca de todas las cosas materiales que
hay en el cielo y en la tierra, las cuales puede ver el alma aun
estando en el cuerpo, mediante cierta lumbre sobrenatural derivada
de Dios, en la cual puede ver todas las cosas ausentes, del cielo y de
la tierra, según leemos haber visto san Juan en el capítulo 21 del
143
Apocalipsis, donde cuenta la descripción y excelencia de la celestial
Jerusalén, que vio en el cielo; y cual también se lee de san Benito,
que en una visión espiritual vio todo el mundo. La cual visión dice
santo Tomás en el primero de sus Quodlibetos que fue en la lumbre
derivada de arriba, que habemos dicho.
2. Las otras visiones, que son de sustancias incorpóreas, no se
pueden ver mediante esta lumbre derivada que aquí decimos, sino
con otra lumbre más alta que se llama lumbre de gloria. Y así, estas
visiones de sustancias incorpóreas, como son ángeles y almas, no son
de esta vida ni se pueden ver en cuerpo mortal; porque, si Dios las
quisiese comunicar al alma esencialmente, como ellas son, luego
saldría de las carnes y se desataría de la vida mortal. Que, por eso,
dijo Dios a Moisés (Ex. 33, 20) cuando le rogó le mostrase su
esencia: Non videbit me homo, et vivet, esto es: No me verá hombre
que pueda quedar vivo. Por lo cual, cuando los hijos de Israel
pensaban que habían de ver a Dios, o que le habían visto, o algún
ángel, temían el morir, según se lee en el Exodo (20, 19), donde,
temiendo los dichos, dijeron: Non loquatur nobis Dominus, ne forte
moriamur, como si dijeran: No se nos comunique Dios
manifiestamente, por que no muramos. Y también en los Jueces (13,
22), pensando Manué, padre de Sansón, que había visto
esencialmente, el ángel que hablaba con él y con su mujer, el cual les
había aparecido en forma de varón muy hermoso, dijo a su mujer:
Morte moriemur, quia vidimus Dominum, que quiere decir:
Moriremos, porque habemos visto al Señor.
3. Y así, estas visiones no son de esta vida, si no fuese alguna vez
por vía de paso, y esto, dispensando Dios o salvando la condición y
vida natural, abstrayendo totalmente al espíritu de ella, y que con su
favor se suplan las veces naturales del alma acerca del cuerpo. Que,
por eso, cuando se piensa que las vio san Pablo (es a saber: las
sustancias separadas en el tercer cielo, dice el mismo Santo): Sive in
corpore, sive extra corpus nescio; Dominus scit (2 Cor. 12, 2); esto
es, que fue arrebatado a ellas, y lo que vio dice que no sabe si era en
el cuerpo o fuera del cuerpo; que Dios lo sabe. En lo cual se ve claro
que se traspuso de la vía natural, haciendo Dios el cómo. De donde
también, cuando se cree haberle mostrado Dios su esencia a Moisés,
se lee (Ex. 33, 22) que le dijo Dios que él le pondría en el horado de
la piedra y ampararía cubriéndole con la diestra, y amparándole
porque no muriese cuando pasase su gloria, la cual pasada era
mostrarse por vía de paso, amparando él con su diestra la vida
natural de Moisés.
Mas estas visiones tan sustanciales, como la de san Pablo y Moisés y
nuestro Padre Elías cuando cubrió su rostro al silbo suave de Dios (3
Re. 19, 11-13), aunque son por vía de paso, rarísimas veces acaecen
y casi nunca y a muy pocos, porque lo hace Dios en aquellos que son
muy fuertes del espíritu de la Iglesia y ley de Dios, como fueron los
tres arriba nombrados.
144
4. Pero, aunque estas visiones de sustancias espirituales no se
pueden desnudar y claramente ver en esta vida con el entendimiento,
puédense, empero, sentir en la sustancia del alma con suavísimos
toques y juntas, lo cual pertenece a los sentimientos espirituales, de
que con el divino favor trataremos después. Porque a éstos se
endereza y encamina nuestra pluma, que es a la divina junta y unión
del alma con la Sustancia divina, lo cual ha de ser cuando tratemos
de la inteligencia mística y confusa u oscura que queda por decir,
donde habemos de tratar cómo, mediante esta noticia amorosa y
oscura, se junta Dios con el alma en alto grado y divino. Porque, en
alguna manera, esta noticia oscura amorosa, que es la fe, sirve en
esta vida para la divina unión, como la lumbre de gloria sirve en la
otra de medio para la clara visión de Dios.
5. Por tanto, tratemos ahora de las visiones de corpóreas sustancias
que espiritualmente se reciben en el alma, las cuales son a modo de
las visiones corporales. Porque, así como ven los ojos las cosas
corporales mediante la luz natural, así el alma con el entendimiento,
mediante la lumbre derivada sobrenaturalmente, que habemos dicho,
ve interiormente esas mismas cosas naturales y otras, cuales Dios
quiere, sino que hay diferencia en el modo y en la manera. Porque las
espirituales e intelectuales mucho más clara y sutilmente acaecen
que las corporales, porque, cuando Dios quiere hacer esa merced al
alma, comunícala aquella luz sobrenatural que decimos, en que
fácilmente y clarísimamente ve las cosas que Dios quiere, ahora del
cielo, ahora de la tierra, no haciendo impedimento, ni al caso
ausencia ni presencia de ellas. Y es, a veces, como si se le abriese
una clarísima puerta y por ella viese (una luz) a manera de un
relámpago, cuando en una noche oscura, súbitamente esclarece las
cosas y las hace ver clara y distintamente, y luego las deja a oscuras,
aunque las formas y figuras de ellas se quedan en la fantasía. Lo cual
en el alma acaece muy más perfectamente, porque de tal manera se
quedan en ella impresas aquellas cosas que con el espíritu vio en
aquella luz, que, cada vez que advierte, las ve en sí como las vio
antes, bien así como en el espejo se ven las formas que están en él
cada vez que en él miren. Y es de manera que ya aquellas formas de
las cosas que vio, nunca jamás se le quitan del todo del alma, aunque
por tiempo se van haciendo algo remotas.
6. El efecto que hacen en el alma estas visiones es quietud,
iluminación y alegría a manera de gloria, suavidad, limpieza y amor,
humildad e inclinación o elevación del espíritu en Dios; unas veces
más, otras menos; unas más en lo uno; otras en lo otro, según el
espíritu en que se reciben y Dios quiere.
7. Puede también el demonio causar estas visiones en el alma
mediante alguna lumbre natural, en que por sugestión espiritual
aclara al espíritu las cosas, ahora sean presentes, ahora ausentes. De
donde, sobre aquel lugar de san Mateo (4, 8) donde dice que el
demonio a Cristo ostendit omnia regna mundi et gloriam eorum, es a
saber: Le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, dicen
145
algunos doctores que lo hizo por sugestión espiritual, porque con los
ojos corporales no era posible hacerle ver tanto, que viese todos los
reinos del mundo y su gloria.
Pero de estas visiones que causa el demonio a las que son de parte
de Dios hay mucha diferencia. Porque los efectos que éstas hacen en
el alma no son como los que hacen las buenas, antes hacen sequedad
de espíritu acerca del trato con Dios e inclinación a estimarse, y a
admitir y tener en algo las dichas visiones, y en ninguna manera
causan blandura de humildad y amor de Dios. Ni las formas de éstas
se quedan impresas en el alma con aquella claridad suave que las
otras, ni duran, antes se raen luego del alma, salvo si el alma las
estima mucho, que, entonces, la propia estimación hace que se
acuerde de ellas naturalmente; mas es muy secamente y sin hacer
aquel efecto de amor y humildad que las buenas causan cuando se
acuerdan de ellas.
8. Estas visiones, por cuanto son de criaturas, con quien Dios ninguna
proporción ni conveniencia esencial tiene, no pueden servir al
entendimiento de medio próximo para la unión de Dios. Y así,
conviene al alma haberse puramente negativa en ellas, como en las
demás que habemos dicho, para ir adelante por el medio próximo,
que es la fe. De donde, de aquellas formas de las tales visiones que
se quedan en el alma impresas, no ha de hacer archivo ni tesoro el
alma, ni ha de querer arrimarse a ellas, porque sería estarse con
aquellas formas, imágenes y personajes, que acerca del interior
reciben, embarazada, y no iría por negación de todas las cosas a
Dios. Porque, dado caso que aquellas formas siempre se representen
allí, no la impedirán mucho si el alma no quisiere hacer caso de ellas.
Porque, aunque es verdad que la memoria de ellas incita al alma a
algún amor de Dios y contemplación, pero mucho más incita y
levanta la pura fe y desnudez a oscuras de todo eso, sin saber el
alma cómo ni de dónde le viene.
Y así, acaecerá que ande el alma inflamada con ansias de amor de
Dios muy puro, sin saber de dónde le vienen ni qué fundamento
tuvieron. Y fue que, así como la fe se arraigó e infundió más en el
alma mediante aquel vacío y tiniebla y desnudez de todas las cosas,
pobreza espiritual (que todo lo podemos llamar una misma cosa),
también juntamente se arraiga e infunde más en el alma la caridad
de Dios. De donde, cuanto más el alma se quiere oscurecer y
aniquilar acerca de todas las cosas exteriores e interiores que puede
recibir, tanto más se infunde de fe, y por consiguiente, de amor y
esperanza en ella, por cuanto estas tres virtudes teologales andan en
uno.
9. Pero este amor algunas veces no lo comprende la persona ni lo
siente, porque no tiene este amor su asiento en el sentido con
ternura, sino en el alma con fortaleza y más ánimo y osadía que
antes, aunque algunas veces redunde en el sentido y se muestre
tierno y blando. De donde (para llegar a) aquel amor, alegría y gozo
que le hacen y causan las tales visiones al alma, conviénele que
146
tenga fortaleza y mortificación y amor para querer quedarse en vacío
y a oscuras de todo ello, y fundar aquel amor y gozo en lo que no ve
ni siente ni puede ver ni sentir en esta vida, que es Dios, el cual es
incomprehensible y sobre todo. Y, por eso, nos conviene ir a él por
negación de todo, porque si no, dado caso que el alma sea tan sagaz,
humilde y fuerte, que el demonio no la pueda engañar en ellas ni
hacerla caer en alguna presunción, como lo suele hacer, no dejarán ir
al alma adelante, por cuanto pone obstáculo a la desnudez espiritual
y pobreza de espíritu, y vacío en fe, que es lo que se requiere para la
unión del alma con Dios.
10. Y, porque acerca de estas visiones sirve también la misma
doctrina que en el capítulo 19 y 20 dimos para las visiones y
aprehensiones sobrenaturales del sentido, no gastaremos aquí más
tiempo en decirlas.
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CAPÍTULO 25
En que se trata de las revelaciones. Dice qué cosa sean y pone una
distinción.
1. Por el orden que aquí llevamos, se sigue ahora tratar de la
segunda manera de aprehensiones espirituales, que arriba llamamos
revelaciones, las cuales propiamente pertenecen al espíritu de
profecía. Acerca de lo cual, es primero de saber que revelación no es
otra cosa que descubrimiento de alguna verdad oculta o
manifestación de algún secreto o misterio: así como (si Dios diese al
alma a entender alguna cosa, como) es declarando al entendimiento
la verdad de ella, o descubriese al alma algunas cosas que él hizo,
hace o piensa hacer.
2. Y, según esto, podemos decir que hay dos maneras de
revelaciones: unas, que son descubrimiento de verdades al
entendimiento, que propiamente se llaman noticias intelectuales o
inteligencias; otras, que son manifestación de secretos, y éstas se
llaman propiamente, y más que estotras, revelaciones. Porque las
primeras no se pueden llamar en rigor revelaciones, porque aquéllas
consisten en hacer Dios al alma verdades desnudas, no sólo acerca
de las cosas temporales, sino también de las espirituales,
mostrándoselas clara y manifiestamente. De las cuales he querido
tratar debajo de nombre de revelaciones; lo uno, por tener mucha
vecindad y alianza con ellas; lo otro, por no multiplicar muchos
nombres de distinciones.
3. Pues, según esto, bien podremos distinguir ahora las revelaciones
en dos géneros de aprehensiones. Al uno llamaremos noticias
intelectuales, y al otro, manifestación de secretos y misterios ocultos
de Dios; y concluiremos con ellos en dos capítulos lo más brevemente
que pudiéremos, y en éste del primero.
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CAPÍTULO 26
147
En que se trata de las inteligencias de verdades desnudas en el
entendimiento; y dice cómo son en dos maneras y cómo se ha de
haber el alma acerca de ellas.
1. Para hablar propiamente de esta inteligencia de verdades
desnudas que se da al entendimiento, era necesario que Dios tomase
la mano y moviese la pluma; porque sepas, amado lector, que excede
toda palabra lo que ellas son para el alma en sí mismas. Mas, pues yo
no hablo aquí de ellas de propósito, sino sólo para industriar y
encaminar el alma en ellas a la divina unión, sufrirse ha hablar de
ellas aquí corta y modificadamente cuanto baste para el dicho
intento.
2. Esta manera de visiones, o, por mejor decir, de noticias de
verdades desnudas, es muy diferente de la que acabamos de decir en
el capítulo 24, porque no es como ver las cosas corporales con el
entendimiento, pero consiste en entender y ver verdades de Dios o
de las cosas que son, fueron y serán, lo cual es muy conforme al
espíritu de profecía, como por ventura se declarará después.
3. De donde es de notar que este género de noticias se distingue en
dos maneras de ellas; porque unas acaecen al alma acerca del
Criador, otras acerca de las criaturas, como habemos dicho. Y aunque
las unas y las otras son muy sabrosas para el alma, pero el deleite
que causan en ella estas que son de Dios no hay cosa a qué le poder
comparar, ni vocablos ni términos con qué le poder decir, porque son
noticias del mismo Dios y deleite del mismo Dios; que, como dice
David (Sal. 39, 6), no hay como él cosa alguna. Porque acaecen estas
noticias derechamente acerca de Dios, sintiendo altísimamente de
algún atributo de Dios, ahora de su omnipotencia, ahora de su
fortaleza, ahora de su bondad y dulzura, etc.; y todas las veces que
se siente, se pega en el alma aquello que se siente. Que, por cuanto
es pura contemplación, ve claro el alma que no hay cómo poder decir
algo de ello, si no fuese decir algunos términos generales que la
abundancia del deleite y bien que allí sintieron les hace decir a las
almas por quien pasa; mas no para que en ellos se pueda acabar de
entender lo que allí el alma gustó y sintió.
4. Y así David (Sal. 18, 10-11), habiendo por él pasado algo de esto,
sólo dijo (de ello) con palabras comunes y generales, diciendo:
Iudicia Domini vera, iustificata in semetipsa. Desiderabilia super
aurum et lapidem pretiosum multum, et dulciora super mel et favum;
que quiere decir: Los juicios de Dios, esto es, las virtudes y atributos
que sentimos en Dios, son verdaderos, en sí mismos justificados, más
deseables que el oro y que la piedra preciosa muy mucho, y más
dulces sobre el panal y la miel. Y de Moisés leemos (Ex. 34, 6-7) que
en una altísima noticia que Dios le dio de sí, una vez que pasó
delante de él, sólo dijo lo que se puede decir por los dichos términos
comunes, y fue que, pasando el Señor por él en aquella noticia, se
postró Moisés muy aprisa en la tierra, diciendo: Dominator Domine
Deus, misericors et clemens, patiens et multae miserationis ac verax.
Qui custodis misericordias in millia, etc.; que quiere decir:
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Emperador, Señor, Dios, misericordioso y clemente, paciente y de
mucha miseración y verdadero, que guardas la misericordia que
prometes en millares. Donde se ve que, no pudiendo Moisés declarar
lo que en Dios conoció en una sola noticia, lo dijo y rebosó por todas
aquellas palabras.
Y aunque, a veces en las tales noticias, palabras se dicen, bien ve el
alma que no ha dicho nada de lo que sintió, porque ve que no hay
nombre acomodado para poder nombrar aquello. Y así san Pablo (2
Cor. 12, 4), cuando tuvo aquella alta noticia de Dios, no curó de decir
nada, sino decir que no era lícito al hombre tratar de ello.
5. Estas noticias divinas que son acerca de Dios, nunca son de cosas
particulares, por cuanto son acerca del Sumo Principio; y, por eso, no
se pueden decir en particular, si no fuese en alguna manera alguna
verdad de cosa menos que Dios, que juntamente se echase de ver
allí; mas aquéllas no, en ninguna manera. Y estas altas noticias no
las puede tener sino el alma que llega a unión de Dios, porque ellas
mismas son la misma unión; porque consiste el tenerlas en cierto
toque que se hace del alma en la Divinidad, y así el mismo Dios es el
que allí es sentido y gustado. Y, aunque no manifiesta y claramente
como en la gloria, pero es tan subido y alto toque de noticia y sabor
que penetra la sustancia del alma, que el demonio no se puede
entrometer ni hacer otro semejante, porque no le hay, ni cosa que se
compare, ni infundir sabor ni deleite semejante. Porque aquellas
noticias saben a esencia divina y vida eterna, y el demonio no puede
fingir cosa tan alta.
6. Podría él, empero, hacer alguna apariencia de simia,
representando al alma algunas grandezas y henchimientos muy
sensibles, procurando persuadir al alma que aquello es Dios; mas no
de manera que entrasen en la sustancia del alma y la renovasen y
enamorasen súbitamente, como hacen las de Dios. Porque hay
algunas noticias y toques de éstos que hace Dios en la sustancia del
alma que de tal manera la enriquecen, que no sólo basta una de ellas
para quitar al alma de una vez todas las imperfecciones que ella no
había podido quitar en toda la vida, mas la deja llena de virtudes y
bienes de Dios.
7. Y le son al alma tan sabrosos y de tan íntimo deleite estos toques,
que con uno de ellos se daría por bien pagada de todos los trabajos
que en su vida hubiese padecido, aunque fuesen innumerables, y
queda tan animada y con tanto brío para padecer muchas cosas por
Dios, que le es particular pasión ver que no padece mucho.
8. Y a estas altas noticias no puede el alma llegar por alguna
comparación ni imaginación suya, porque son sobre todo eso; y así,
sin la habilidad del alma las obra Dios en ella. De donde, a veces,
cuando ella menos piensa y menos lo pretende suele Dios dar al alma
estos divinos toques, en que le causa ciertos recuerdos de Dios. Y
éstos a veces se causan súbitamente en ella sólo en acordarse de
algunas cosas, y a veces harto mínimas. Y son tan sensibles, que
algunas veces no sólo al alma, sino también al cuerpo hacen
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estremecer. Pero otras veces acaecen en el espíritu muy sosegado sin
estremecimiento alguno, con súbito sentimiento del deleite y
refrigerio en el espíritu.
9. Otras veces acaecen en alguna palabra que dicen u oyen decir,
ahora de la sagrada Escritura, ahora de otra cosa. Mas no siempre
son de una misma eficacia y sentimiento, porque muchas veces son
harto remisos; pero, por mucho que sean, vale más uno de estos
recuerdos y toques de Dios al alma que otras muchas noticias y
consideraciones de las criaturas y obras de Dios. Y por cuanto estas
noticias se dan al alma de repente y sin albedrío de ella, no tiene el
alma que hacer en ellas en quererlas o no quererlas, sino háyase
humilde y resignadamente acerca de ellas, que Dios hará su obra
cómo y cuándo él quisiese.
10. Y en éstas no digo que se haya negativamente, como en las
demás aprehensiones, porque ellas son parte de la unión, como
habemos dicho, en que vamos encaminando al alma; por la cual la
enseñamos a desnudarse y desasirse de todas las otras. Y el medio
para que Dios la haga, ha de ser humildad y padecer por amor de
Dios con resignación de toda retribución; porque estas mercedes no
se hacen al alma propietaria, por cuanto son hechas con muy
particular amor de Dios que tiene con la tal alma, porque el alma
también se le tiene a él muy desapropiado. Que esto es lo que quiso
decir el Hijo de Dios por san Juan (14, 21), cuando dijo: Qui autem
diligit me, diligetur a Patre meo, et ego diligam eum, et manifestabo
ei meipsum, que quiere decir: El que me ama, será amado de mi
Padre, y yo le amaré y me manifestaré a mí mismo a él. En lo cual se
incluyen las noticias y toques que vamos diciendo que manifiesta Dios
al alma (que se llega a él y) de veras le ama.
11. La segunda manera de noticias o visiones de verdades interiores
es muy diferente de esta que habemos dicho, porque es de cosas
más bajas que Dios y en éstas se encierra el conocimiento de la
verdad de las cosas en sí y el de los hechos y casos que acaecen
entre los hombres. Y es de manera este conocimiento, que, cuando
se le dan al alma a conocer estas verdades, de tal manera se le
asientan en el interior sin que nadie la diga nada, que, aunque la
digan otra cosa, no puede dar el consentimiento interior a ella,
aunque se quiera hacer fuerza para asentir, porque está el espíritu
conociendo otra cosa en la cosa con el espíritu que le tiene presente a
aquella cosa; lo cual es como verlo claro. Lo cual pertenece al espíritu
de profecía y a la gracia que llama san Pablo (1 Cor. 12, 10) don de
discreción de espíritus. Y aunque el alma tiene aquello que entiende
por tan cierto y verdadero como habemos dicho, y no puede dejar de
tener aquel consentimiento interior pasivo, no por eso ha de dejar de
creer y dar el consentimiento de la razón a lo que le dijere y mandare
su maestro espiritual, aunque sea muy contrario a aquello que siente,
para enderezar de esta manera el alma en fe a la divina unión, a la
cual ha de caminar el alma más creyendo que entendiendo.
150
12. De lo uno y de lo otro tenemos testimonios claros en la sagrada
Escritura. Porque, acerca del conocimiento espiritual que se puede
tener en las cosas, dice el Sabio (Sab. 7, 17-21) estas palabras: Ipse
dedit mihi horum quae sunt scientiam veram, ut sciam dispositionem
orbis terrarum, et virtutes elementorum, initium et consummationem
temporum, vicissitudinum permutationes, et consummationes
temporum et morum mutationes, divisiones temporum, et anni
cursus, et stellarum dispositiones, naturas animalium et iras
bestiarum, vim ventorum, et cogitationes hominum, differentias
virgultorum, et virtutes radicum, et quaecumque sunt abscondita, et
improvisa didici: omnium enim artifex docuit me sapientia; que
quiere decir: Diome Dios ciencia verdadera de las cosas que son: que
sepa la disposición de la redondez de las tierras y las virtudes de los
elementos; el principio y fin y mediación de los tiempos; los
mudamientos de las mudanzas y las consumaciones de los tiempos, y
las mudanzas de las costumbres, las divisiones de los tiempos, los
cursos del año y las disposiciones de las estrellas; las naturalezas de
los animales y las iras de las bestias, la fuerza y virtud de los vientos,
y los pensamientos de los hombres; las diferencias de las plantas y
árboles y las virtudes de las raíces, y todas las cosas que están
escondidas aprendí, y las improvisas. Porque la Sabiduría, que es
artífice de todas las cosas, me enseñó.
Y, aunque esta noticia que dice aquí el Sabio que le dio Dios de todas
las cosas fue infusa y general, por esta autoridad se prueban
suficientemente todas las noticias que particularmente infunde Dios
en las almas por vía sobrenatural cuando él quiere. No porque les dé
hábito general de ciencia, como se dio a Salomón en las cosas dichas,
sino descubriéndoles a veces algunas verdades acerca de
cualesquiera de todas estas cosas que aquí cuenta el Sabio.
Aunque verdad es que Nuestro Señor acerca de muchas cosas
infunde hábitos a muchas almas, aunque nunca tan generales como
el de Salomón, tal como aquellas diferencias de dones que cuenta san
Pablo (1 Cor. 12, 8-10) que reparte Dios, entre los cuales pone
sabiduría, ciencia, fe, profecía, discreción o conocimiento de espíritus,
inteligencia de lenguas, declaración de las palabras, etc. Todas las
cuales noticias son hábitos infusos, que gratis los da (Dios) a quien
quiere, ahora natural, ahora sobrenaturalmente; naturalmente, así
como a Balam y otros profetas idólatras y muchas sibilas a quien dio
espíritu de profecía; y sobrenaturalmente, como a los santos Profetas
y Apóstoles y otros santos.
13. Pero, allende de estos hábitos o gracias "gratis data", lo que
decimos es que las personas perfectas o las que ya van aprovechando
en perfección, muy ordinariamente suelen tener ilustración y noticia
de las cosas presentes o ausentes; lo cual conocen por el espíritu que
tienen ya ilustrado y purgado. Acerca de lo cual podemos entender
aquella autoridad de los Proverbios (27, 19), es a saber: Quomodo in
aquis resplendent vultus prospicientium, sic corda hominum
manifesta sunt prudentibus: De la manera que en las aguas parecen
151
los rostros de los que en ellas se miran, así los corazones de los
hombres son manifiestos a los prudentes; que se entiende de
aquellos que tienen ya sabiduría de santos, de lo cual dice la sagrada
Escritura que es prudencia (Pv. 9, 10). Y a este modo, también estos
espíritus conocen a veces en las demás cosas, aunque no siempre
que ellos quieren, que eso es sólo de los que tienen el hábito, y aun
ésos no tampoco siempre en todo, porque es como Dios quiere
acudirles.
14. Pero es de saber que estos que tienen el espíritu purgado con
mucha facilidad naturalmente pueden conocer, y unos más que otros,
lo que hay en el corazón o espíritu interior, y las inclinaciones y
talentos de las personas; y esto por indicios exteriores, aunque sean
muy pequeños, como por palabras, movimientos y otras muestras.
Porque, así como el demonio puede esto, porque es espíritu, así
también lo puede el espiritual, según el dicho del Apóstol (1 Cor. 2,
15) que dice: Spiritualis autem iudicat omnia: El espiritual todas las
cosas juzga. Y otra vez (1 Cor. 2, 10) dice: Spiritus enim omnia
scrutatur, etiam profunda Dei: El espíritu todas las cosas penetra,
hasta las cosas profundas de Dios. De donde, aunque naturalmente
no pueden los espirituales conocer los pensamientos o lo que hay en
el interior, por ilustración sobrenatural o por indicios bien lo pueden
entender. Y aunque en el conocimiento por indicios muchas veces se
pueden engañar, las más veces aciertan. Mas ni de lo uno ni de lo
otro hay que fiarse, porque el demonio se entremete aquí
grandemente y con mucha sutileza, como luego diremos; y así
siempre se han de renunciar las tales inteligencias (y noticias).
15. Y de que también de los hechos y casos de los hombres puedan
tener los espirituales noticia aunque estén ausentes, tenemos
testimonio y ejemplo en el cuarto de los Reyes (5, 26), donde,
queriendo Giezi, siervo de nuestro Padre Eliseo, encubrirle el dinero
que había recibido de Naamán Siro, dijo Eliseo: Nonne cor meum in
praesenti erat, quando reversus est homo de curru suo in ocursum
tui?: ¿Por ventura mi corazón no estaba presente cuando Naamán
revolvió de su carro y te salió al encuentro? Lo cual acaeció
espiritualmente, viéndolo con (el) espíritu como si pasase en
presencia. Y lo mismo se prueba en el mismo libro (4 Re. 6, 11-12),
donde se lee también del mismo Eliseo que, sabiendo todo lo que el
rey de Siria trataba con sus príncipes en su secreto, lo decía al rey de
Israel, y así no tenían efecto sus consejos, tanto, que viendo el rey
de Siria que todo se sabía, dijo a su gente: ¿Por qué no me decís
quién de vosotros me es traidor acerca del rey de Israel? Y entonces
díjole uno de sus siervos: Nequaquam, domine mi rex, sed Eliseus
propheta, qui est in Israel indicat regi Israel omnia verba
quaecumque locutus fueris in conclavi tuo: No es así, señor mío, rey,
sino que Eliseo profeta, que está en Israel, manifiesta al rey (de
Israel) todas las palabras que en tu secreto hablas.
16. La una y la otra manera de estas noticias de cosas, también como
de las otras, acaecen al alma pasivamente, sin hacer ella nada de su
152
parte. Porque acaecerá que, estando la persona descuidada y remota,
se le pondrá en el espíritu la inteligencia viva de lo que oye o lee,
mucho más claro que la palabra suena; y, a veces, aunque no
entienda las palabras si son de latín y no le sabe, se le representa la
noticia de ellas aunque no las entienda.
17. Acerca de los engaños que el demonio puede hacer y hace en
esta manera de noticias e inteligencias había mucho que decir,
porque son grandes los engaños y muy encubiertos que en esta
manera hace, por cuanto por sugestión puede representar al alma
muchas noticias intelectuales y ponerlas con tanto asiento, que
parezca que no hay otra cosa y, si el alma no es humilde y recelosa,
sin duda la hará creer mil mentiras. Porque la sugestión hace a veces
mucha fuerza en el alma, mayormente cuando participa algo en la
flaqueza del sentido, en que hace pegar la noticia con tanta fuerza,
persuasión y asiento, que ha menester el alma entonces harta
oración y fuerza para echarla de sí. Porque a veces suele representar
pecados ajenos, y conciencias malas, y malas almas, falsamente y
con mucha luz, todo por infamar y con gana de que se descubra
aquello, porque se hagan pecados, poniendo celo en el alma de que
es para que los encomiende a Dios. Que, aunque es verdad que Dios
algunas veces representa a las almas santas necesidad, es de sus
prójimos, para que las encomienden a Dios o las remedien, así como
leemos que descubrió a Jeremías la flaqueza del profeta Baruc (Jr.
45, 3) para que le diese acerca de ella doctrina, muy muchas veces lo
hace el demonio, y esto falsamente, para inducir en infamias, y
pecados, y desconsuelos, de que tenemos muy mucha experiencia. Y
otras veces pone con grande asiento otras noticias y las hace creer.
18. Todas estas noticias, ahora sean de Dios, ahora no, muy poco
pueden servir al provecho del alma para ir a Dios si el alma se
quisiese asir a ellas; antes, si no tuviese cuidado de negarlas en sí,
no sólo la estorbarían, sino aun la dañarían harto y harían errar
mucho; porque todos los peligros e inconvenientes que habemos
dicho que puede haber en las aprehensiones sobrenaturales que
habemos tratado hasta aquí y más puede haber en éstas. Por tanto,
no me alargaré más aquí en esto, pues en las pasadas habemos dado
doctrina bastante, sino sólo diré que haya gran cuidado en negarlas
siempre, queriendo caminar a Dios por el no saber; y siempre dé
cuenta a su confesor (o maestro) espiritual, estando siempre a lo que
dijere. El cual muy de paso haga pasar al alma por ello, no haciéndole
cuerpo de nada para su camino de unión; pues de estas cosas que
pasivamente se dan al alma siempre se queda en ella el efecto que
Dios quiere, sin que el alma ponga su diligencia en ello. Y así, no me
parece hay para qué decir aquí el efecto que hacen las verdaderas ni
el que hacen las falsas, porque sería cansar y no acabar; porque los
efectos de éstas no se pueden comprehender debajo de corta
doctrina; por cuanto, como estas noticias son muchas y muy varias,
también lo son los efectos, pues que las buenas los hacen buenos, y
153
las malas, malos, etc. (En decir que todas se nieguen, queda dicho lo
que basta para no errar).
Inicio --------------------------------------------
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CAPÍTULO 27
En que se trata del segundo género de revelaciones, que es
descubrimiento de secretos (y misterios) ocultos. Dice la manera en
que pueden servir para la unión de Dios y en qué estorbar, y cómo el
demonio puede engañar mucho en esta parte.
1. El segundo género de revelaciones decíamos que eran
manifestación de secretos y misterios ocultos. Este puede ser en dos
maneras:
La primera, acerca de lo que es Dios en sí, y en ésta se incluye la
revelación del misterio de la Santísima Trinidad y unidad de Dios.
La segunda es acerca de lo que es Dios en sus obras, y en ésta se
incluyen los demás artículos de nuestra fe católica y las proposiciones
que explícitamente acerca de ellas puede haber de verdades. En las
cuales se incluyen y encierran mucho número de las revelaciones de
los profetas, de promesas y amenazas de Dios, y otras cosas que
habían y han de acaecer acerca de este negocio de fe.
Podemos también en esta segunda manera incluir otras muchas cosas
particulares que Dios ordinariamente revela, así acerca del universo
en general, como también en particular acerca de reinos, provincias y
estados y familias y personas particulares.
De lo cual tenemos en las Divinas Letras ejemplos en abundancia, así
de lo uno como de lo otro, mayormente en todos los Profetas en los
cuales se hallan revelaciones de todas estas maneras. Que, por ser
cosa clara y llana, no quiero gastar tiempo en alegarlos aquí, sino
decir que estas revelaciones no sólo acaecen de palabra, porque las
hace Dios de muchos modos y maneras: a veces con palabras solas,
a veces por señales solas y figuras e imágenes y semejanzas solas, a
veces juntamente con lo uno y con lo otro, como también es de ver
en los Profetas, particularmente en todo el Apocalipsis, donde no
solamente se hallan todos los géneros de revelaciones que habemos
dicho, mas también los modos y maneras que aquí decimos.
2. De estas revelaciones que se incluyen en la segunda manera,
todavía las hace Dios en este tiempo a quien quiere. Porque suele
revelar a algunas personas los días que han de vivir, o los trabajos
que han de tener, o lo que ha de pasar por tal o tal persona, o por tal
o tal reino, etc. Y aun acerca de los misterios de nuestra fe, descubrir
y declarar al espíritu las verdades de ellos; aunque esto no se llama
propiamente revelación, por cuanto ya está revelado, antes es
manifestación o declaración de lo ya revelado.
3. Acerca de este género de revelaciones, puede el demonio mucho
meter la mano, porque, como las revelaciones de este género
ordinariamente son por palabras, figuras y semejanzas, etc., puede el
demonio muy bien fingir otro tanto, mucho más que cuando las
revelaciones (no) son en espíritu sólo. Y, por tanto, si acerca de la
154
primera manera y la segunda que aquí decimos, en cuanto (a) lo que
toca a nuestra fe, se nos revelase algo de nuevo o cosa diferente, en
ninguna manera habemos de dar el consentimiento, aunque
tuviésemos evidencia que aquel que lo decía era un ángel del cielo;
porque así lo dice san Pablo (Gl. 1, 8), diciendo: Licet nos, aut
angelus de caelo evangelizet vobis praeterquam quod
evangelizavimus vobis, anathema sit; que quiere decir: Aunque
nosotros o un ángel del cielo os declare o predique otra cosa fuera de
la que os habemos predicado, sea anatema.
4. De donde, por cuanto no hay más artículos que revelar acerca de
la sustancia de nuestra fe que los que ya están revelados a la Iglesia,
no sólo no se ha de admitir lo que de nuevo se revelare al alma
acerca de ella, pero (aun) le conviene, para cautela, de no ir
admitiendo otras variedades envueltas; y por la pureza del alma, que
la conviene tener en fe, aunque se le revelen de nuevo las ya
reveladas, no creerlas porque entonces se revelan de nuevo, sino
porque ya están reveladas bastantemente a la Iglesia; sino que,
cerrando el entendimiento a ellas, sencillamente se arrime a la
doctrina de la Iglesia y su fe, que, como dice san Pablo (Rm. 10, 17),
entra por el oído, y no acomode el crédito y entendimiento a estas
cosas de fe reveladas de nuevo, aunque más conformes y verdaderas
le parezcan, si no quiere ser engañado. Porque el demonio, para ir
engañando e ingiriendo mentiras, primero ceba con verdades y cosas
verosímiles para asegurar y luego ir engañando; que es a manera de
la cerda del que cose el cuero, que primero entra la cerda tiesa y
luego tras ella el hilo flojo, el cual no pudiera entrar si no le fuera
guía la cerda.
5. Y en esto se mire mucho; porque, aunque fuese verdad que no
hubiese peligro del dicho engaño, conviene al alma mucho no querer
entender cosas claras acerca de la fe para conservar puro y entero el
mérito de ella y también para venir en esta noche del entendimiento
a la divina luz de la divina unión. E importa tanto esto de allegarse
los ojos cerrados a las profecías pasadas en cualquiera nueva
revelación, que, con haber el apóstol san Pedro visto la gloria del Hijo
de Dios en alguna manera en el monte Tabor, con todo, dijo en su
canónica (2 Pe. 1, 19) estas palabras: Et habemus firmiorem
propheticum sermonem: cui benefacitis attendentes, etc.; lo cual es
como si dijera: Aunque es verdad la visión que vimos de Cristo en el
monte, más firme y cierta es la palabra de la profecía que nos es
revelada, a la cual arrimando vuestra alma, hacéis bien.
6. Y si es verdad (que) por las causas ya dichas (es conveniente)
cerrar los ojos a las ya dichas revelaciones que acaecen acerca de las
proposiciones de la fe, ¿cuánto más necesario será no admitir ni dar
crédito a las demás revelaciones que son de cosas diferentes, en las
cuales ordinariamente mete el demonio la mano tanto, que tengo por
imposible que deje de ser engañado en muchas de ellas el que no
procurase desecharlas, según la apariencia de verdad y asiento que el
demonio mete en ellas? Porque junta tantas apariencias y
155
conveniencias para que se crean, y las asienta tan fijamente en el
sentido y la imaginación, que le parece a la persona que sin duda
acaecerá así. Y de tal manera hace asentar y aferrar en ello al alma,
que si ella no tiene humildad, apenas la sacarán de ello y la harán
creer lo contrario. Por tanto, el alma pura, cauta, y sencilla y
humilde, con tanta fuerza y cuidado ha de resistir (y desechar) las
revelaciones y otras visiones, como las muy peligrosas tentaciones;
porque no hay necesidad de quererlas, sino de no quererlas para ir a
la unión de amor. Que eso es lo que quiso decir Salomón (Ecli. 7, 1)
cuando dijo: ¿Qué necesidad tiene el hombre de querer y buscar las
cosas que son sobre su capacidad natural? Como si dijéramos:
Ninguna necesidad tiene para ser perfecto de querer cosas
sobrenaturales por vía sobrenatural, que es sobre su capacidad.
7. Y porque a las objeciones que contra esto se pueden poner está ya
respondido en el capítulo 19 y 20 de este libro, remitiéndome a ellos,
sólo digo que de todas ellas se guarde el alma para caminar pura y
sin error en la noche de la fe a la unión.
Inicio --------------------------------------------
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CAPÍTULO 28
En que se trata de las locuciones (interiores) que sobrenaturalmente
pueden acaecer al espíritu. Dice en cuántas maneras sean.
1. Siempre ha menester acordarse el discreto lector del intento y fin
que en este libro llevo, que es encaminar al alma por todas las
aprehensiones de ella, naturales y sobrenaturales, sin engaño ni
embarazo en la pureza de la fe, a la divina unión con Dios. Para que
así entienda cómo, aunque acerca de las aprehensiones del alma y
doctrina que voy tratando no doy tan abundante doctrina ni
desmenuzo tanto la materia y divisiones como por ventura requiere el
entendimiento, no quedo corto en esta parte. Pues acerca de todo
ello entiendo se dan bastantes avisos, luz y documentos para saberse
haber prudentemente en todas las cosas del alma, exteriores e
interiores, para pasar adelante.
Y ésta es la causa por qué con tanta brevedad he concluido con las
aprehensiones de profecías, así como en las demás he hecho,
habiendo mucho más que decir en cada una según las diferencias y
modos y maneras que en cada una suele haber, que entiendo no se
podrían acabar de saber; contentándome con que, a mi ver, queda
dicha la sustancia y la doctrina y cautela que conviene para ello y
para todo lo a ello semejante que pudiese acaecer en el alma.
2. Lo mismo haré ahora acerca de la tercera manera de
aprehensiones, que decíamos eran locuciones sobrenaturales, que sin
medio de algún sentido corporal se suelen hacer en los espíritus de
los espirituales, las cuales, aunque son en tantas maneras, hallo que
se pueden reducir todas a estas tres, conviene a saber: palabras
sucesivas, formales y sustanciales.
156
Sucesivas llamo ciertas palabras distintas y formales que el espíritu
recibe, no de sí, sino de tercera persona, a veces estando recogido, a
veces no lo estando.
Palabras sustanciales son otras palabras que también formalmente se
hacen al espíritu, a veces estando recogido, a veces no, las cuales en
la sustancia del alma hacen y causan aquella sustancia y virtud que
ellas significan. De todas las cuales iremos aquí tratando por su
orden.
Inicio --------------------------------------------
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CAPÍTULO 29
En que se trata del primer género de palabras que algunas veces el
espíritu recogido forma en sí. Dícese la causa de ellas y el provecho y
daño que puede haber en ellas.
1. Estas palabras sucesivas siempre que acaecen es cuando está el
espíritu recogido y embebido en alguna consideración muy atento. Y,
en aquella misma materia que piensa, él mismo va discurriendo de
uno en otro y formando palabras y razones muy a propósito con tanta
facilidad y distinción, y tales cosas no sabidas de él va razonando y
descubriendo acerca de aquello, que le parece que no es él el que
hace aquello, sino que otra persona interiormente lo va razonando, o
respondiendo, o enseñando.
Y, a la verdad, hay gran causa para pensar esto, porque él mismo se
razona y se responde consigo, como si fuese una persona con otra. Y,
a la verdad, en alguna manera es así, que, aunque el mismo espíritu
es el que aquello hace como instrumento, el Espíritu Santo le ayuda
muchas veces a producir y formar aquellos conceptos, palabras y
razones verdaderas. Y así, se las habla, como si fuese tercera
persona, a sí mismo. Porque como entonces el entendimiento está
recogido y unido con la verdad de aquello que piensa, y el Espíritu
Divino también está unido con él en aquella verdad, como lo está
siempre en toda verdad, de aquí es que, comunicando el
entendimiento en esta manera con el Espíritu Divino mediante aquella
verdad, juntamente las demás verdades que son acerca de aquella
que pensaba, abriéndole puerta y yéndole dando luz el Espíritu Santo
enseñador. Porque ésta es una manera de las que enseña el Espíritu
Santo.
2. Y de esta manera, alumbrado y enseñado de este Maestro el
entendimiento, entendiendo aquellas verdades, juntamente va
formando aquellos dichos él de suyo, sobre las verdades que de otra
parte se le comunican. De manera que podemos decir que la voz es
de Jacob y las manos son de Esaú (Gn. 27, 22). Y no podrá acabar de
creer el que lo tiene que es así, sino que los dichos y palabras son de
tercera persona; (porque no sabe con la facilidad que puede el
entendimiento formar palabras para sí de tercera persona) sobre
conceptos y verdades que se le comunican también de tercera
persona.
157
3. Y, aunque es verdad que en aquella comunicación e ilustración del
entendimiento en ella de suyo no hay engaño, pero puédelo haber y
haylo muchas veces en las formales palabras y razones que sobre ello
forma el entendimiento; que, por cuanto aquella luz a veces que se le
da es muy sutil y espiritual, de manera que el entendimiento (no)
alcanza a informarse bien en ella, y él es el que, como decimos,
forma las razones de suyo, de aquí es que muchas veces las forma
falsas, otras verisímiles o defectuosas. Que, como ya comenzó a
tomar hilo de la verdad al principio, y luego pone de suyo la habilidad
o rudeza de su bajo entendimiento, es fácil cosa ir variando conforme
su capacidad; y todo en, este modo, como que habla tercera persona.
4. Yo conocí una persona que, teniendo estas locuciones sucesivas,
entre algunas harto verdaderas y sustanciales que formaba del
Santísimo Sacramento de la Eucaristía, había algunas que eran harto
herejía. Y espántome yo mucho de lo que pasa en estos tiempos y es
que cualquiera alma de por ahí con cuatro maravedís de
consideración, si siente algunas locuciones de éstas en algún
recogimiento, luego lo bautizan todo por de Dios, y suponen que es
así, diciendo: "Díjome Dios"," respondióme Dios"; y no será así, sino
que, como habemos dicho, ellos las más veces se lo dicen.
5. Y allende de esto, la gana que tienen de aquello y la afición que de
ello tienen en el espíritu, hace que ellos mismos se lo respondan y
piensen que Dios se lo responde y se lo dice. De donde vienen a dar
en grandes desatinos si no tienen en esto mucho freno y el que
gobierna estas almas no las impone en la negación de estas maneras
de discursos. Porque en ellos más bachillería suelen sacar e impureza
de alma que humildad y mortificación de espíritu, pensando que ya
fue gran cosa y que habló Dios; y no habrá sido poco más que nada,
o nada, o menos que nada. Porque lo que no engendra humildad, y
caridad, y mortificación, y santa simplicidad, y silencio, etcétera, ¿qué
puede ser? Digo, pues, que esto puede estorbar mucho para ir a la
divina unión, porque aparta mucho al alma, si hace caso de ello, del
abismo de la fe, en que el entendimiento ha de estar oscuro, y oscuro
ha de ir por amor en fe y no por mucha razón.
6. Y si me dijeres que ¿por qué se ha de privar el entendimiento de
aquellas verdades, pues alumbra en ellas el Espíritu de Dios al
entendimiento, y así no puede ser malo?, digo que el Espíritu Santo
alumbra al entendimiento recogido, y que le alumbra al modo de su
recogimiento y que el entendimiento no puede hallar otro mayor
recogimiento que en fe; y así no le alumbrará el Espíritu Santo en
otra cosa más que en fe; porque cuanto más pura y esmerada está el
alma en fe, más tiene de caridad infusa de Dios; y cuanto más
caridad tiene, tanto más la alumbra y comunica los dones del Espíritu
Santo, porque la caridad es la causa y el medio por donde se les
comunica.
Y, aunque es verdad que en aquella ilustración de verdades comunica
al alma él alguna luz, pero es tan diferente la que es en fe, sin
entender claro, de ésta cuanto a la calidad, como lo es el oro
158
subidísimo del muy bajo metal; y cuanto a la cantidad, como excede
la mar a una gota de agua. Porque en la una manera se le comunica
sabiduría de una, o dos, o tres verdades, etc., y en la otra se le
comunica toda la Sabiduría de Dios generalmente, que es el Hijo de
Dios, que se comunica al alma en fe.
7. Y si me dijeres que todo será bueno, que no impide lo uno a lo
otro, digo que impide mucho si el alma hace caso de ello, porque ya
es ocuparse en cosas claras y de poco tomo, que bastan para impedir
la comunicación del abismo de la fe, en la cual sobrenatural y
secretamente enseña Dios al alma y la levanta en virtudes y dones
como ella no sabe.
Y el provecho que aquella comunicación sucesiva ha de hacer no ha
de ser poniendo el entendimiento de propósito en ella, porque antes
iría de esta manera desviándola de sí, según aquello que dice la
Sabiduría en los Cantares (6, 4) al alma, diciendo: Aparta tus ojos de
mí, porque ésos me hacen volar, es a saber: volar lejos de ti y
ponerme más alta, sino que simple y sencillamente, sin poner el
entendimiento en aquello que sobrenaturalmente se está
comunicando, aplique la voluntad con amor a Dios, pues en amor se
van aquellos bienes comunicando, y de esta manera antes se
comunicará más en abundancia que antes. Porque si en estas cosas
que sobrenaturalmente y pasivamente se comunican se pone
activamente la habilidad del natural entendimiento o de otras
potencias, no llega su modo y rudeza a tanto, y así por fuerza las ha
de modificar a su modo y, por el consiguiente, las ha de variar: y así,
de necesidad, ir errando y formando las razones de suyo, y no ser ya
aquello sobrenatural ni su figura, sino muy natural y harto erróneo y
bajo.
8. Pero hay algunos entendimientos tan vivos y sutiles que, en
estando recogidos en alguna consideración, naturalmente con gran
facilidad, discurriendo en conceptos, los van formando en las dichas
palabras y razones muy vivas, y piensan, ni más ni menos, que son
de Dios, y no es sino el entendimiento, que con la lumbre natural,
estando algo libre de la operación de los sentidos, sin otra alguna
ayuda sobrenatural puede eso y más. Y de esto hay mucho; y se
engañan muchos pensando que es mucha oración y comunicación de
Dios y, por eso, o lo escriben o hacen escribir. Y acaecerá que no será
nada ni tenga sustancia de alguna virtud y que no sirva más de para
envanecerse con esto.
9. Estos aprendan a no hacer caso sino en fundar la voluntad en
(fortaleza de) amor humilde, y obrar de veras, y padecer imitando al
Hijo de Dios en su vida y mortificaciones; que éste es el camino para
venir a todo bien espiritual, y no muchos discursos interiores.
10. También en este género de palabras interiores sucesivas mete
mucho el demonio la mano, mayormente en aquellos que tienen
alguna inclinación o afición a ellas porque, al tiempo que ellos se
comienzan a recoger, suele el demonio ofrecerles harta materia de
digresiones, formándole al entendimiento los conceptos palabras por
159
sugestión, y le va precipitando y engañando sutilísimamente con
cosas verisímiles. Y ésta es una de las maneras con que se comunica
con los que tienen hecho algún pacto con él, tácito o expreso, y como
se comunica con algunos herejes, mayormente con algunos
heresiarcas, informándolos el entendimiento con conceptos y razones
muy sutiles, falsas y erróneas.
11. De lo dicho queda entendido que estas locuciones sucesivas
pueden proceder en el entendimiento de tres causas, conviene a
saber: del Espíritu Divino, que mueve y alumbra al entendimiento, y
de la lumbre natural del mismo entendimiento, y del demonio, que le
puede hablar por sugestión.
Y decir ahora las señales e indicios para conocer cuándo proceden de
una causa y cuándo de otra, sería algo dificultoso dar de ello enteras
muestras e indicios; aunque bien se pueden dar algunos generales, y
son éstos:
Cuando en las palabras y conceptos juntamente el alma va amando y
sintiendo amor con humildad y reverencia de Dios, es señal que anda
por allí el Espíritu Santo, el cual, siempre que hace algunas
mercedes, las hace envueltas en esto.
Cuando procede de la viveza y lumbre solamente del entendimiento,
el entendimiento es el que lo hace allí todo, sin aquella operación de
virtudes, aunque la voluntad puede naturalmente amar en el
conocimiento y luz de aquellas verdades, y, después de pasada la
meditación, queda la voluntad seca, aunque no inclinada a vanidad ni
a mal si el demonio de nuevo sobre aquello no la tentase. Lo cual no
acaece en las que fueron de buen espíritu, porque después la
voluntad queda ordinariamente aficionada a Dios e inclinada a bien,
puesto que algunas veces después acaecerá quedar la voluntad seca,
aunque la comunicación haya sido de buen espíritu, ordenándolo así
Dios por algunas causas útiles para el alma; y otras veces no sentirá
el alma mucho las operaciones o movimientos de aquellas virtudes, y
será bueno lo que tuvo. Que por eso digo que es dificultosa de
conocer algunas veces la diferencia que hay de unas a otras, por los
varios efectos que en veces hacen; pero estos ya dichos son los
comunes, aunque a veces en más, a veces en menos abundancia.
Aun las que son del demonio, a veces son dificultosas de entender y
conocer, porque aunque es verdad que ordinariamente dejan la
voluntad seca acerca del amor de Dios y el ánimo inclinado a
vanidad, estimación o complacencia, todavía pone algunas veces en
el ánimo una falsa humildad y afición hervorosa de voluntad fundada
en amor propio, que a veces es menester que la persona sea harto
espiritual para que lo entienda. Y esto hace el demonio por mejor
encubrir(se), el cual sabe muy bien algunas veces hacer derramar
lágrimas sobre los sentimientos que él pone, para ir poniendo en el
alma las aficiones que él quiere. Pero siempre les procura mover la
voluntad a que estimen aquellas comunicaciones interiores, y que
hagan mucho caso de ellas, porque se den a ellas y ocupen el alma
en lo que no es virtud, sino ocasión de perder la que hubiese.
160
12. Quedemos, pues, en esta necesaria cautela, así en las unas como
en las otras, para no ser engañados ni embarazados con ellas: que no
hagamos caudal de nada de ellas, sino sólo de saber enderezar la
voluntad con fortaleza a Dios, obrando con perfección su ley y sus
santos consejos, que es la sabiduría de los Santos, contentándonos
de saber los misterios y verdades con la sencillez y verdad que nos
les propone la Iglesia. Que esto basta para inflamar mucho la
voluntad, sin meternos en otras profundidades y curiosidades en que
por maravilla falta peligro. Porque a este propósito dice san Pablo
(Rm. 12, 3): No conviene saber más de lo que conviene saber. Y esto
baste cuanto a esta materia de palabras sucesivas.
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CAPÍTULO 30
En que trata de las palabras interiores que formalmente se hacen al
espíritu por vía sobrenatural. Avisa el daño que pueden hacer y la
cautela necesaria para no ser engañados en ellas.
1. El segundo género de palabras interiores son palabras formales
que algunas veces se hacen al espíritu por vía sobrenatural sin medio
de algún sentido, ahora estando el espíritu recogido, ahora no. Y
llámolas "formales" porque formalmente al espíritu se las dice tercera
persona, sin poner él nada en ello. Y por eso son muy diferentes que
las que acabamos de decir; porque no solamente tienen la diferencia
en que se hacen sin que el espíritu ponga de su parte algo en ellas,
como hace en las otras, pero, como digo, acaécenle a veces sin estar
recogidos, sino muy fuera de aquello que se le dice; lo cual no es así
en las primeras sucesivas, porque siempre son acerca de lo que
estaba considerando.
2. Estas palabras, a veces, son muy formadas, a veces no tanto;
porque muchas veces son como conceptos en que se le dice algo,
ahora respondiendo, ahora en otra manera hablándole al espíritu.
Estas, a veces, son una palabra, a veces dos o más; a veces son
sucesivas, como las pasadas, porque suelen durar, enseñando o
tratando algo con el alma, y todas sin que ponga nada de suyo el
espíritu, porque son todas como cuando habla una persona con otra.
Como leemos haberle acaecido a Daniel (9, 22), que dice hablaba el
ángel en él, lo cual era formal y sucesivamente razonando en su
espíritu y enseñándole, según allí también dice el ángel, diciendo que
había venido para enseñarle.
3. Estas palabras, cuando no son más que formales, el efecto que
hacen en el alma no es mucho; porque, ordinariamente, sólo son
para enseñar o dar luz en alguna cosa; y para hacer este efecto no es
menester que hagan otro más eficaz que el fin que ellas traen. Y
éste, cuando son de Dios, siempre le obran en el alma, porque ponen
al alma pronta y clara en aquello que se le manda o enseña, puesto
que algunas veces no quitan al alma la repugnancia y dificultad,
antes se la suelen poner mayor; lo cual hace Dios para mayor
enseñanza, humildad y bien del alma. Y esta repugnancia más
161
ordinariamente se la deja cuando le manda cosas de mayoría o cosas
en que puede haber alguna excelencia para el alma; y en las cosas de
humildad y bajeza les pone más facilidad y prontitud. Y así leemos en
el Exodo (c. 3-4) que, cuando mandó Dios a Moisés que fuese a
Faraón y librase al pueblo, tuvo tanta repugnancia, que fue menester
mandárselo tres veces y mostrarle señales, y, con todo eso, no
aprovechaba, hasta que Dios le dio por compañero a Aarón, que
llevase parte de la honra.
4. Al contrario acaece cuando las palabras y comunicaciones son del
demonio, que en las cosas de más valer pone facilidad y prontitud, y
en las bajas, repugnancia. Que, cierto, aborrece Dios tanto el ver las
almas inclinadas a mayorías, que aún cuando él se lo manda y las
pone en ellas no quiere que tengan prontitud que comúnmente pone
Dios en estas palabras formales al alma, son diferentes de esotras
sucesivas, que no mueven tanto al espíritu como éstas, ni le ponen
tanta prontitud, por ser éstas (más) formales y en que menos se
entremete el entendimiento de suyo. Aunque no quita que algunas
veces hagan más efecto algunas sucesivas, por la gran comunicación
que a veces hay del Divino Espíritu con el humano; mas el modo es
en mucha diferencia. En estas palabras formales no tiene el alma que
dudar si las dice ella, porque bien se ve que no, mayormente cuando
ella no estaba en lo que se le dijo; y si lo estaba, siente muy clara y
distintamente que aquella viene de otra parte.
5. De todas estas palabras formales tan poco caso ha de hacer el
alma como de las otras sucesivas; porque, demás de que ocuparía el
espíritu de lo que no es legítimo y próximo medio para la unión de
Dios, que es la fe, podría facilísimamente ser engañada del demonio;
porque, a veces, apenas se conocerán cuáles sean dichas por buen
espíritu y cuáles por malo. Que como éstas no hacen mucho efecto,
apenas se pueden distinguir por los efectos, porque aun a veces las
del demonio ponen más eficacia en los imperfectos que esotras de
buen espíritu en los espirituales. No se ha de hacer lo que ellas
dijeren, ni hacer caso de ellas, sean de bueno o mal espíritu; pero se
han de manifestar al confesor maduro o a persona discreta y sabia,
para que dé doctrina y vea lo que conviene en ello y dé su consejo, y
se haya en ellas resignada y negativamente. Y si no fuere hallada la
tal persona experta, más vale, no haciendo caso de las tales
palabras, no dar parte a nadie, porque fácilmente encontrará con
algunas personas que antes le destruyan el alma que la edifiquen.
Porque las almas no las ha de tratar cualquiera, pues es cosa de
tanta importancia errar o acertar en tan grave negocio.
6. Y adviértase mucho en que el alma jamás dé su parecer, ni haga
cosa ni la admita, de lo que aquellas palabras le dicen sin mucho
acuerdo y consejo ajeno. Porque en esta materia acaecen engaños
sutiles y extraños; tanto, que tengo para mí que el alma que no fuere
enemiga de tener las tales cosas, no podrá dejar de ser engañada en
muchas de ellas (o en poco o en mucho).
162
7. Y porque de estos engaños y peligros y de la cautela para ellos
está tratado de propósito en el capítulo 17, 18, 19 y 20 de este libro,
a los cuales me remito, no me alargo más aquí. Sólo digo que la
principal doctrina es no hacer caso de ello en nada.
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CAPÍTULO 31
En que se trata de las palabras sustanciales que interiormente se
hacen al espíritu. Dícese la diferencia que hay de ellas a las formales,
el provecho que hay en ellas y la resignación y respecto que el alma
debe tener en ellas.
1. El tercer género de palabras interiores decíamos que eran palabras
sustanciales, las cuales, aunque también son formales, por cuanto
muy formalmente se imprimen en el alma, difieren, empero, en que
la palabra sustancial hace efecto vivo y sustancial en el alma, y la
solamente formal no así. De manera que, aunque es verdad que toda
palabra sustancial es formal, no por eso toda palabra formal es
sustancial, sino solamente aquella que, como arriba dijimos, imprime
sustancialmente en el alma aquello que ella significa. Tal como si
nuestro Señor dijese formalmente al alma: "Sé buena", luego
sustancialmente sería buena; o si la dijese: "Amame", luego tendría y
sentiría en sí sustancia de amor de Dios; o si, temiendo mucho, la
dijese: "No temas", luego sentiría gran fortaleza y tranquilidad.
Porque el dicho de Dios y su palabra, como dice el Sabio (Ecli. 8, 4),
es llena de potestad; y así hace sustancialmente en el alma aquello
que le dice. Porque esto es lo que quiso decir David (Sal. 67, 34)
cuando dijo: Catad, que él dará a su voz, voz de virtud. Y así lo hizo
con Abraham, que, en diciendo que le dijo: Anda en mi presencia y sé
perfecto (Gn. 17, 1), luego fue perfecto y anduvo siempre acatando a
Dios. Y éste es el poder de su palabra en el Evangelio, con que
sanaba los enfermos, resucitaba los muertos, etc., solamente con
decirlo. Y a este talle hace locuciones a algunas almas, sustanciales.
Y son de tanto momento y precio, que le son al alma vida y virtud y
bien incomparable, porque la hace más bien una palabra de éstas que
cuanto el alma ha hecho toda su vida.
2. Acerca de éstas, ni tiene el alma qué hacer (ni qué querer, ni qué
no querer, ni qué desechar, ni qué temer.
No tiene qué hacer) en obrar lo que ellas dicen, porque estas
palabras sustanciales que se las dice Dios para que ella las ponga por
obra, sino para obrarlas en ella; lo cual es diferente en las formales y
sucesivas.
Y digo que no tiene qué querer ni no querer, porque ni es menester
su querer para que Dios las obre, ni bastan con no querer para que
dejen de hacer el dicho efecto; sino háyase con resignación y
humildad en ellas.
No tiene qué desechar, porque el efecto de ellas queda sustanciado
en el alma y lleno del bien de Dios, al cual, como le recibe
pasivamente, su acción es menos en todo.
163
Ni tiene que temer algún engaño, porque ni el entendimiento ni el
demonio pueden entrometerse en esto ni llegar a hacer pasivamente
efecto sustancial en el alma, de manera que la imprima el efecto y
hábitos de su palabra, si no fuese que el alma estuviese dada a él por
pacto voluntario y, morando en ella como señor de ella, le imprimiese
los tales efectos, no de bien, sino de malicia. (Que, por cuanto
aquella alma estaba ya unida en nequicia voluntaria, podría
fácilmente el demonio imprimirle los efectos de los dichos, y palabras
en malicia). Porque, aun por experiencia, vemos que aun a las almas
buenas en muchas cosas les hace harta fuerza por sugestión,
poniéndoles grande eficacia en ellas; que, si fuesen malas, las podría
consumar en ellas. Mas los efectos verisímiles a estos buenos no los
puede imprimir, porque no hay comparación de palabras de Dios.
Todas son como si no fuesen, puestas con ellas; ni su efecto es nada,
puesto con el de ellas. Que, por eso, dice Dios por Jeremías (23,
28-29): ¿Qué tienen que ver las pajas con el trigo? ¿Por ventura mis
palabras no son como fuego y como martillo que quebranta las
peñas? Y así, estas palabras sustanciales sirven mucho para la unión
del alma con Dios, y cuanto más interiores, más sustanciales (son) y
más aprovechan. ¡Dichosa el alma a quien Dios las hablare! Habla,
Señor, que tu siervo oye (1 Sm. 3, 10).
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CAPÍTULO 32
En que se trata de las aprehensiones que recibe el entendimiento de
los sentimientos interiores que sobrenaturalmente se hacen el alma.
Dice la causa de ellos y en qué manera se ha de haber el alma para
no impedir el camino de la unión de Dios en ellas.
1. Síguese ahora tratar del cuarto y último género de aprehensiones
intelectuales, que decíamos podían caer en el entendimiento de parte
de los sentimientos espirituales que muchas veces sobrenaturalmente
se hacen al alma del espiritual, los cuales contamos entre las
aprehensiones distintas del entendimiento.
2. Estos sentimientos espirituales distintos pueden caer en dos
maneras. La primera, son sentimientos en el afecto de la voluntad; la
segunda, son sentimientos en la sustancia del alma. Los unos y los
otros pueden ser de muchas maneras.
Los de la voluntad, cuando son de Dios, son muy subidos; mas los
que son de la sustancia del alma son altísimos y de gran bien y
provecho. Los cuales ni el alma ni quien la trata pueden saber ni
entender la causa de donde proceden, ni por qué obras Dios los haga.
Estas mercedes, porque no dependen de obras que el alma haga ni
de consideraciones que tenga, aunque estas cosas son buena
disposición para ellas, dalo Dios a quien quiere y por lo que él quiere;
porque acaecerá que una persona se habrá ejercitado en muchas
obras, y no la dará estos toques; y otra en muchas menos, y se los
dará subidísimos y en mucha abundancia. Y así, no es menester que
el alma esté actualmente empleada y ocupada en cosas espirituales,
164
aunque estarlo es mucho mejor para tenerlos, para que Dios dé los
toques de donde el alma tiene los dichos sentimientos, porque las
más veces está harto descuidada de ellos. De estos toques, unos son
distintos y que pasan presto; otros no son tan distintos y duran más.
3. Estos sentimientos, en cuanto son sentimientos solamente, no
pertenecen al entendimiento, sino a la voluntad; y así no trato de
propósito aquí de ellos, hasta que tratemos de la noche y purgación
de la voluntad en sus aficiones, que será en el libro 3º que se sigue.
Pero, porque muchas y las más veces, de ellos redunda en el
entendimiento aprehensión y noticia e inteligencia, convenía hacer
aquí mención de ellos sólo para este fin. Por tanto, es de saber que
de estos sentimientos -así de los de la voluntad como de los que son
en la sustancia del alma, ahora sean los toques de Dios que los
causan repentinos, ahora sean durables y sucesivos- muchas veces,
como digo, redunda en el entendimiento aprehensión de noticia o
inteligencia, la cual suele ser un subidísimo sentir de Dios y
sabrosísimo en el entendimiento; al cual no se puede poner nombre
tampoco, como al sentimiento de donde redunda. Y estas noticias a
veces son en una manera, a veces en otra; a veces más subidas y
claras, a veces menos, y menos claras, según lo son también los
toques que Dios hace, que causan los sentimientos de donde ellas
proceden, y según la propiedad de ellos.
4. Para (dar) cautela y encaminar al entendimiento por estas noticias
en fe a la unión con Dios, no es menester aquí gastar mucho
almacén; porque, como quiera que los sentimientos que habemos
dicho se hagan pasivamente en el alma, sin que ella haga algo de su
parte efectivamente para recibirlos, así también las noticias de ellos
se reciben pasivamente en el entendimiento que llaman los filósofos
posible, sin que él haga nada de su parte. De donde, para no errar en
ellos ni impedir su provecho, él tampoco ha de hacer nada en ellos,
sino haberse pasivamente acerca de ellos, sin entrometer su
capacidad natural. Porque, como habemos dicho que acaece en las
palabras sucesivas, facilísimamente con su actividad turbará y
deshará aquellas noticias delicadas, que son una sabrosa inteligencia
sobrenatural a que no llega el natural ni la puede comprehender
haciendo, sino recibiendo.
Y así, no ha de procurarlas ni tener gana de admitirlas, porque el
entendimiento no vaya de suyo formando otras, ni el demonio tenga
entrada con otras varias y falsas; lo cual puede él muy bien hacer por
medio de los dichos sentimientos o los que él de suyo puede poner en
el alma que se da a estas noticias. Háyase resignada, humilde y
pasivamente en ellas: que, pues pasivamente las recibe de Dios, él se
las comunicará cuando él fuere servido, viéndola humilde y
desapropiada. Y de esta manera no impedirá en sí el provecho que
estas noticias hacen para la divina unión (que es grande, porque
todos estos toques son de unión), la cual pasivamente se hace en el
alma.
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5. Lo dicho basta acerca de esto, porque, cualquiera cosa que al alma
acaezca acerca del entendimiento, se hallará la cautela y doctrina
para ella en las divisiones ya dichas. Y, aunque parezca diferente y
que en ninguna manera se comprehende, ninguna inteligencia hay
que no se pueda reducir a una de ellas y sacarse doctrina para ellas.
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LIBRO TERCERO [San Juan de la Cruz SUBIDA DEL MONTE
CARMELOLibro 1º - 1]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LA SUBIDA DEL MONTE CARMELO
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LIBRO TERCERO
En que se trata de la purgación de la noche activa de la memoria y
voluntad. Dase doctrina cómo se ha de haber el alma acerca de las
aprehensiones de estas dos potencias para venir a unirse con Dios,
según las dichas dos potencias, en perfecta esperanza y caridad.
CAPÍTULO PRIMERO
1. Instruida ya la primera potencia del alma, que es el entendimiento,
por todas sus aprehensiones en la primera virtud teológica, que es la
fe, para que según esta potencia se pueda unir el alma con Dios por
medio de pureza de fe, resta ahora hacer lo mismo acerca de las
otras dos potencias del alma, que son memoria y voluntad,
purificándolas también acerca de sus aprehensiones, para que, según
estas dos potencias, el alma se venga a unir con Dios en perfecta
esperanza y caridad, lo cual se hará brevemente en este 3º libro.
Porque habiendo concluido con el entendimiento, que es el
receptáculo de todos los demás objetos en su manera, en lo cual está
andado mucho camino para lo demás, no es necesario alargarnos
tanto acerca de estas potencias; porque no es posible que, si el
espiritual instruyere bien al entendimiento en fe según la doctrina
que se le ha dado, no instruya también de camino a las otras dos
potencias en las otras dos virtudes, pues las operaciones de las unas
dependen de las otras.
2. Pero porque, para cumplir con el estilo que se lleva y también para
que mejor se entienda, es necesario hablar en la propia y
determinada materia, habremos aquí de poner las propias
aprehensiones de cada potencia, y primero de las de la memoria,
haciendo de ellas aquí la distinción que basta para nuestro propósito.
La cual podremos sacar de la distinción de sus objetos que son tres:
naturales, imaginarios y espirituales; según los cuales, también son
en tres maneras las noticias de la memoria, es a saber: naturales y
sobrenaturales e imaginarias espirituales.
3. De las cuales, mediante el favor divino, iremos aquí tratando,
comenzando de las noticias naturales, que son de objeto más
exterior. Y luego se tratará de las aficiones de la voluntad, con que se
concluirá este libro tercero de la noche activa espiritual.
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CAPÍTULO 2
En que trata de las aprehensiones naturales de la memoria, y se dice
cómo se ha de vaciar de ellas para que el alma se pueda unir con
Dios según esta potencia.
1. Necesario le es al lector advertir en cada libro de éstos al propósito
que vamos hablando, porque, si no, podránle nacer muchas dudas
acerca de lo que fuere leyendo, como ahora las podría tener en lo que
habemos dicho del entendimiento y ahora diremos de la memoria, y
después diremos de la voluntad. Porque, viendo cómo aniquilamos
(las potencias acerca de sus operaciones, quizá la parecerá que antes
destruimos) el camino del ejercicio espiritual que le edificamos; lo
cual sería verdad si quisiésemos instruir aquí no más que a
principiantes, a los cuales conviene disponerse por esas
aprehensiones discursivas y aprehensibles.
2. Pero, porque aquí vamos dando doctrina para pasar adelante en
contemplación a unión de Dios (para lo cual todos esos medios y
ejercicios sensitivos de potencias han de quedar atrás y en silencio,
para que Dios de suyo obre en el alma la divina unión) conviene ir
por este estilo desembarazando y vaciando y haciendo negar a las
potencias su jurisdicción natural y operaciones, para que se dé lugar
a que sean infundidas e ilustradas de lo sobrenatural, pues su
capacidad no puede llegar a negocio tan alto, antes estorban, si no se
pierde de vista.
3. Y así, siendo verdad, como lo es, que a Dios el alma antes le ha de
ir conociendo por lo que no es que por lo que es, de necesidad, para
ir a él ha de ir negando y no admitiendo hasta lo último que pudiere
negar de sus aprehensiones, así naturales como sobrenaturales. Por
lo cual así lo haremos ahora en la memoria, sacándola de sus límites
y quicios naturales y subiéndola sobre sí, esto es, sobre toda noticia
distinta y posesión aprehensible, en suma esperanza de Dios
incomprehensible.
4. Comenzando, pues, por las noticias naturales, digo que noticias
naturales en la memoria son todas aquellas que puede formar de los
objetos de los cinco sentidos corporales, que son: oír, ver, oler,
gustar y palpar, y todas las que a este talle ella pudiere fabricar y
formar. Y de todas estas noticias y formas se ha de desnudar y
vaciar, y procurar perder la aprehensión imaginaria de ellas, de
manera que en ella no le dejen impresa noticia ni rastro de cosa, sino
que se quede calva y rasa, como si no hubiese pasado por ella,
olvidada y suspendida de todo.
Y no puede ser menos sino que acerca de todas las formas se aniquile
la memoria si se ha de unir con Dios. Porque esto no puede ser (si no
se desnuda totalmente) de todas las formas, que no son Dios, pues
Dios no cae debajo de forma ni noticia alguna distinta, como lo
habemos dicho en la noche del entendimiento. Y, pues ninguno puede
servir a dos señores, como dice Cristo (Mt. 6, 24), no puede la
167
memoria estar juntamente unida en Dios y en las formas y noticias
distintas; y como Dios no tiene forma ni imagen que pueda ser
comprehendida de la memoria, de aquí es que, cuando está unida con
Dios, como también por experiencia se ve cada día, se queda sin
forma y sin figura, perdida la imaginación, embebida la memoria en
un sumo bien, en grande olvido, sin acuerdo de nada; porque aquella
divina unión la vacía la fantasía y barre de todas las formas y
noticias, y la sube a lo sobrenatural.
5. Y así, es cosa notable lo que a veces pasa en esto; porque algunas
veces, cuando Dios hace estos toques de unión en la memoria,
súbitamente le da un vuelco en el cerebro, que es donde ella tiene su
asiento, tan sensible que le parece se desvanece toda la cabeza y que
se pierde el juicio y el sentido. Y esto, a veces más, a veces menos,
según que es más o menos fuerte el toque. Y entonces, a causa de
esta unión, se vacía y purga la memoria, como digo, de todas las
noticias, y queda olvidada y a veces olvidadísima, que ha menester
hacerse gran fuerza y trabajar para acordarse de algo.
6. Y de tal manera es a veces este olvido de la memoria y suspensión
de la imaginación, por estar la memoria unida con Dios, que se pasa
mucho tiempo sin sentirlo ni saber qué se hizo aquel tiempo. Y como
está entonces suspensa la imaginativa, aunque entonces le hagan
cosas que causen dolor, no lo siente; porque sin imaginación no hay
sentimiento. Y para que Dios venga a hacer estos toques de unión,
conviénele al alma desunir la memoria de todas las noticias
aprehensibles. Y estas suspensiones es de notar que ya en los
perfectos no las hay así (por cuanto hay ya perfecta unión), que son
de principio de unión.
7. Dirá alguno que bueno parece esto, pero que de aquí se sigue la
destrucción del uso natural y curso de las potencias, y que quede el
hombre como bestia, olvidado, y aun peor, sin discurrir ni acordarse
de las necesidades y operaciones naturales; y que Dios no destruye la
naturaleza, antes la perfecciona, y de aquí necesariamente se sigue
su destrucción, pues se olvida de lo moral y razonal para obrarlo, y
de lo natural para ejercitarlo, porque de nada de esto se puede
acordar, pues se priva de las noticias y formas que son el medio de la
reminiscencia.
8. A lo cual respondo que es así, que cuanto más va uniéndose la
memoria con Dios, más va perfeccionando las noticias distintas hasta
perderlas del todo, que es cuando en perfección llega al estado de
unión. Y así, al principio, cuando ésta se va haciendo, no puede dejar
de traer grande olvido acerca de todas las cosas, pues se le van
rayendo las formas y noticias, y así hace muchas faltas acerca del uso
y trato exterior, no acordándose de comer ni de beber, ni si hizo, si
vio, si no vio y si dijeron o no dijeron por el absorbimiento de la
memoria en Dios.
Pero, ya que llega a tener hábito de unión, que es un sumo bien, ya
no tiene esos olvidos en esa manera en lo que es razón moral y
natural; antes en las operaciones convenientes y necesarias tiene
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mucha mayor perfección. Aunque éstas no las obra ya por formas y
noticias de la memoria, porque en habiendo hábito de unión, que es
ya estado sobrenatural, desfallece del todo la memoria y las demás
potencias en sus naturales operaciones y pasan de su término natural
al de Dios, que es sobrenatural; y así, estando la memoria
transformada en Dios, no se le pueden imprimir formas ni noticias de
cosas. Por lo cual, las operaciones de la memoria y de las demás
potencias en este estado todas son divinas, porque poseyendo ya
Dios las potencias, como ya entero señor de ellas, por la
transformación de ellas en sí, él mismo es el que las mueve y manda
divinamente según su divino espíritu y voluntad. Y entonces es de
manera que las operaciones no son distintas, sino que las que obra el
alma son de Dios y son operaciones divinas; que, por cuanto, como
dice san Pablo (1 Cor. 6, 17), el que se une con Dios, un espíritu se
hace con él, de aquí es que las operaciones del alma unida son del
Espíritu Divino, y son divinas.
9. Y de aquí es que las obras de las tales almas sólo son las que
conviene y son razonables, y no las que no convienen; porque el
Espíritu de Dios las hace saber lo que han de saber, e ignorar lo que
conviene ignorar, y acordarse de lo que se han de acordar sin formas
(o con formas) y olvidar lo que es de olvidar, y las hace amar lo que
han de amar, y no amar lo que no es en Dios. Y así, todos los
primeros movimientos de las potencias de las tales almas son
divinos; y no hay que maravillar que los movimientos y operaciones
de estas potencias sean divinos, pues están transformadas en ser
divino.
10. De estas operaciones traeré algunos ejemplos, y sea éste uno.
Pide una persona a otra que está en este estado que la encomiende a
Dios. Esta persona no se acordará de hacerlo por alguna forma ni
noticia que se le quede en la memoria de aquella persona; y si
conviene encomendarla a Dios, que será queriendo Dios recibir
oración por la tal persona, la moverá la voluntad dándole gana que lo
haga; y, si no quiere Dios aquella oración, aunque se haga fuerza a
orar por ella, no podrá ni tendrá gana; y a veces se la pondrá Dios
para que ruegue por otros que nunca conoció ni oyó. Y es porque
Dios sólo mueve las potencias de estas almas para aquellas (obras)
que convienen según la voluntad y ordenación de Dios, y no se
pueden mover a otras; y así, las obras y ruego de estas almas
siempre tienen efecto. Tales eran las de la gloriosísima Virgen
Nuestra Señora, la cual, estando desde el principio levantada a este
alto estado, nunca tuvo en su alma impresa forma de alguna criatura,
ni por ella se movió, sino siempre su moción fue por el Espíritu Santo.
11. Otro ejemplo: ha de acudir a tal tiempo a cierto negocio
necesario; no se acordará por forma ninguna, sino que, sin saber
cómo, se le asentará en el alma cuándo y cómo convendrá acudir a
aquello, sin que haya falta.
12. Y no sólo en estas cosas les da luz el Espíritu Santo, sino en
muchas que suceden y sucederán, y casos muchos, aunque sean
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ausentes. Y esto, aunque algunas veces es por formas intelectuales,
muchas es sin formas aprehensibles, no sabiendo ellos cómo saben
aquello. Pero esto les viene de parte de la Sabiduría divina; que, por
cuanto estas almas se ejercitan en no saber ni aprehender nada con
las potencias, lo vienen generalmente, como lo decimos en el Monte,
a saber todo, según aquello que dice el Sabio (Sab. 7, 21): El artífice
de todo, que es la Sabiduría, me lo enseñó todo.
13. Dirás, por ventura, que el alma no podrá vaciar y privar tanto la
memoria de todas las formas y fantasías, que pueda llegar a un
estado tan alto, porque hay dos dificultades que son sobre las fuerzas
y habilidad humana, que son: despedir lo natural con habilidad
natural, que no puede ser, y tocar y unirse a lo sobrenatural, que es
mucho más dificultosa; y, por hablar la verdad, con natural habilidad
sólo, es imposible.
Digo que es verdad que Dios la ha de poner en este estado
sobrenatural; mas que ella, cuando es en sí, se ha de ir disponiendo,
lo cual puede hacer naturalmente mayormente con el ayuda que Dios
va dando. Y así, al modo que de su parte va entrando en esta
negación y vacío de formas, la va Dios poniendo en la posesión de la
unión. Y esto va Dios obrando en ella pasivamente, como diremos,
Deo dante, en la noche pasiva del alma. Y así, cuando Dios fuere
servido, según el modo de su disposición, la acabará de dar el hábito
de la divina unión perfecta.
14. Y los divinos efectos que hace en el alma cuando lo es, así de
parte del entendimiento como de la memoria y voluntad, no los
decimos en esta noche y purgación activa, porque sólo con ésta no se
acaba de hacer la divina unión; pero dirémoslos en la pasiva,
mediante la cual se hace la junta del alma con Dios.
Y así sólo diré aquí el modo necesario para que activamente la
memoria, cuanto es de su parte, se ponga en esta noche y purgación.
Y es que ordinariamente el espiritual tenga esta cautela: en todas las
cosas que oyere, viere, oliere, gustare o tocare, no haga archivo ni
presa de ellas en la memoria, sino que las deje luego olvidar, y (lo)
procure con la eficacia, si es menester, que otros acordarse; de
manera que no le quede en la memoria alguna noticia ni figura de
ellas, como si en el mundo no fuesen, dejando la memoria libre y
desembarazada, no atándola a ninguna consideración de arriba ni de
abajo, como si tal potencia de memoria no tuviese, dejándola
libremente perder en olvido, como cosa que estorba. Pues todo lo
natural, si se quiere usar de ello en lo sobrenatural, antes estorba
que ayuda.
15. Y si acaeciesen aquellas dudas y objeciones que arriba en lo del
entendimiento, conviene a saber: que no se hace nada, y que se
pierde tiempo, y que se privan de los bienes espirituales que el alma
puede recibir por vía de la memoria, allí está respondido a todo, y
más adelante, en la noche pasiva. Por eso no hay para qué
detenernos.
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Aquí sólo conviene advertir que, aunque en algún tiempo no se sienta
el provecho de esta suspensión de noticias y formas, no por eso se ha
de cansar el espiritual; que no dejará Dios de acudir a su tiempo. Y
por un bien tan grande, mucho conviene pasar y sufrir con paciencia
y esperanza.
16. Y, aunque es verdad que apenas se hallará alma que en todo y
por todo tiempo sea movida de Dios, teniendo tan continua unión con
Dios, que sin medio de alguna forma sean sus potencias siempre
movidas divinamente, todavía hay almas que muy ordinariamente
son movidas de Dios en sus operaciones, y ellas no son las que se
mueven, según aquello de san Pablo (Rm. 8, 14): que los hijos de
Dios, que son estos transformados y unidos en Dios, son movidos del
Espíritu de Dios, esto es, a divinas obras en sus potencias. Y no es
maravilla que las operaciones sean divinas, pues que la unión del
alma es divina.
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CAPÍTULO 3
En que se dicen tres maneras de daños que recibe el alma no
oscureciéndose acerca de las noticias y discursos de la memoria. Dice
aquí el primero.
1. A tres daños e inconvenientes está sujeto el espiritual que todavía
quiere usar de las noticias y discursos naturales de la memoria para ir
a Dios o para otra cosa: los dos son positivos, y el uno es privativo. El
primero es de parte de las cosas del mundo; el segundo, de parte del
demonio; el tercero y privativo es el impedimento y estorbo que
hacen y le causan para la divina unión.
2. El primero, que es de parte del mundo, es estar sujeto a muchas
maneras de daños por medio de las noticias y discursos, así como
falsedades, imperfecciones, apetitos, juicios, perdimiento de tiempo y
otras muchas cosas, que crían en el alma muchas impurezas. Y que
de necesidad haya de caer en muchas falsedades, dando lugar a las
noticias y discursos, está claro; que muchas veces ha de parecer lo
verdadero falso y lo cierto dudoso, y al contrario, pues apenas
podemos de raíz conocer una verdad. De todas las cuales se libra si
oscurece la memoria en todo discurso y noticia.
3. Imperfecciones a cada paso las hay si pone la memoria en lo que
oyó, vio, tocó, olió y gustó, etc.; en lo cual se le ha de pegar alguna
afición, ahora de dolor, ahora de temor, ahora de odio, o de vana
esperanza y vano gozo y vanagloria, etc.; que todas éstas, por lo
menos son imperfecciones, y, a veces, buenos pecados veniales, etc.;
y en el alma pegan mucha impureza sutilísimamente, aunque sean
los discursos y noticias acerca (de cosas) de Dios.
Y que se le engendren apetitos, también se ve claro, pues de las
dichas noticias y discursos naturalmente nacen, y sólo querer tener la
dicha noticia y discurso es apetito. Y que ha de tener también muchos
toques de juicios, bien se ve, pues no puede dejar de tropezar con la
memoria en males y bienes ajenos, en que a veces parece lo malo
171
bueno, y lo bueno malo. De todos los cuales daños yo creo no habrá
quien bien se libre, si no es cegando y oscureciendo la memoria
acerca de todas las cosas.
4. Y si me dijeres que bien podrá el hombre vencer todas estas cosas
cuando le vinieren, digo que del todo puramente es imposible si hace
caso de noticias, porque en ellas se ingieren mil imperfecciones e
impertinencias, y algunas tan sutiles y delgadas, que, sin entenderlo
el alma, se le pegan de suyo, así como la pez al que la toca, y que
mejor se vence todo de una vez negando la memoria en todo.
Dirás también que se priva el alma de muchos buenos pensamientos
y consideraciones de Dios, que aprovechan mucho al alma para que
Dios la haga mercedes. Digo que, para esto, más aprovecha la pureza
del alma, que consiste en que no se le pegue ninguna afición de
criatura, ni de temporalidad, ni advertencia eficaz (de ello); de lo cual
entiendo no se dejará de pegar mucho por la imperfección que de
suyo tienen las potencias en sus operaciones. Por lo cual, mejor es
aprender a poner las potencias en silencio y callando, para que hable
Dios; porque, como habemos dicho, para este estado las operaciones
naturales se han de perder de vista, lo cual se hace, como cuando
dice el profeta (Os. 2, 14), cuando venga el alma según estas sus
potencias a soledad y le hable Dios al corazón.
5. Y si todavía replicas, diciendo que no tendrá bien ninguno el alma
si no considera y discurre la memoria en Dios, y que se le irán
entrando muchas distracciones y flojedades, digo que es imposible
que, si la memoria se recoge acerca de lo de allá y de lo de acá
juntamente, que se le entren males y distracciones, ni otras
impertinencias ni vicios, las cuales cosas siempre entran por
vagueación de la memoria, porque no hay por dónde ni de dónde
entren. Eso fuera si cerrara la puerta a las consideraciones y
discursos cerca de las cosas de arriba y la abriéramos para las de
abajo; pero aquí a todas cosas de donde eso puede venir la
cerramos, haciendo a la memoria que quede callada y muda, y sólo el
oído del espíritu en silencio a Dios, diciendo con el profeta (1 Sm. 3,
10): Habla, Señor, que tu siervo oye. Tal dijo el Esposo en los
Cantares (4, 12) que había de ser su Esposa, diciendo: Mi hermana
es huerto cerrado y fuente sellada, es a saber, a todas las cosas que
en él pueden entrar.
6. Estése, pues, cerrado sin cuidado y pena, que el que entró a sus
discípulos corporalmente, las puertas cerradas, y les dio paz sin ellos
saber ni pensar que aquello podía ser, ni el cómo podía ser (Jn. 20,
19-20), entrará espiritualmente en el alma sin que ella sepa ni obre
el cómo, teniendo ella las puertas de las potencias, memoria,
entendimiento y voluntad, cerradas a todas las aprehensiones, y se
las llenará de paz, declinando sobre ella, como el profeta dice (Is. 48,
18), como un río de paz, en que la quitará todos los recelos y
sospechas, turbación y tiniebla que le hacían temer que estaba o que
iba perdida. No pierda (el) cuidado de orar y espere en desnudez y
vacío, que no tardará su bien.
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CAPÍTULO 4
Que trata del segundo daño que puede venir al alma de parte del
demonio por vía de las aprehensiones naturales de la memoria.
1. El segundo daño positivo que al alma puede venir por medio de las
noticias de la memoria, es de parte del demonio, el cual tiene gran
mano en el alma por este medio. Porque puede añadir formas,
noticias y discursos, y por medio de ellos afectar el alma con
soberbia, avaricia, ira, envidia, etc., y poner odio injusto, amor vano,
y engañar de muchas maneras. Y allende de esto, suele él dejar las
cosas y asentarlas en la fantasía de manera que las que son falsas,
parezcan verdaderas, y las verdaderas falsas. Y, finalmente, todos los
demás engaños que hace el demonio y males al alma entran por las
noticias y discursos de la memoria; la cual si se oscurece en todas
ellas y se aniquila en olvido, cierra totalmente la puerta a este daño
del demonio y se libra de todas estas cosas, que es gran bien. Porque
el demonio no puede (nada) en el alma si no es mediante las
operaciones de las potencias de ella, principalmente por medio de las
noticias, porque de ellas dependen casi todas las demás operaciones
de las demás potencias. De donde, si la memoria se aniquila en ellas,
el demonio no puede nada, porque nada halla de donde asir, y sin
nada, nada puede.
2. Yo quisiera que los espirituales acabasen bien de echar de ver
cuántos daños les hacen los demonios en las almas por medio de la
memoria cuando se dan mucho a usar de ella, cuántas tristezas y
aflicciones, y gozos malos vanos los hacen tener, así acerca de lo que
piensan en Dios como de las cosas del mundo, y (cuántas impurezas
les dejan arraigadas en el espíritu), haciéndolos también
grandemente distraer del sumo recogimiento, que consiste en poner
toda el alma, según sus potencias, en solo (el) bien incomprehensible
y quitarla de todas las cosas aprehensibles, porque no son bien
incomprehensible. Lo cual, aunque no se siguiera tanto bien de este
vacío como es ponerse en Dios, por sólo ser causa de librarse de
muchas penas, aflicciones y tristezas, allende de las imperfecciones y
pecados de que se libra, es grande bien.
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CAPÍTULO 5
Del tercer daño que se le sigue al alma por vía de las noticias
distintas naturales de la memoria.
1. El daño tercero que se sigue al alma por vía de las aprehensiones
naturales de la memoria, es privativo, porque la pueden impedir el
bien moral y privar del espiritual.
Y para decir primero cómo estas aprehensiones impiden al alma el
bien moral, es de saber que el bien moral consiste en la rienda de las
pasiones y freno de los apetitos desordenados; de lo cual se sigue en
el alma tranquilidad, paz, sosiego y virtudes morales, que es el bien
173
moral. Esta rienda y freno no la puede tener de veras el alma no
olvidando y apartando cosas de sí, de donde le nacen las aficiones. Y
nunca le nacen al alma turbaciones si no es de las aprehensiones de
la memoria; porque, olvidadas todas las cosas, no hay cosa que
perturbe la paz ni que muevan los apetitos, pues, como dicen, lo que
el ojo no ve, el corazón no lo desea.
2. Y de esto cada momento sacamos experiencia, pues vemos que,
cada vez que el alma se pone a pensar alguna cosa, queda movida y
alterada, o en poco o en mucho, acerca de aquella cosa, según es la
aprehensión: si pesada y molesta, saca tristeza (u odio, etc.); si
agradable, saca apetito y gozo, etc. De donde, por fuerza ha de salir
después turbación en la mudanza de aquella aprehensión; y así,
ahora tiene gozos, ahora tristezas, ahora odio, ahora amor, y no
puede perseverar siempre de una manera, que es el efecto de la
tranquilidad moral, si no es cuando procura olvidar todas las cosas.
Luego claro está que las noticias impiden mucho en el alma el bien de
las virtudes morales.
3. Y que también la memoria embarazada impida el bien espiritual,
claramente se prueba por lo dicho; porque el alma alterada que no
tiene fundamento de bien moral, no es capaz, en cuanto tal, del
espiritual, el cual no se imprime sino en el alma moderada y puesta
en paz.
Y, allende de esto, si el alma hace presa y caso de las aprehensiones
de la memoria, como quiera que el alma no puede advertir más que
una cosa, si se emplea en cosas aprehensibles, como son las noticias
de la memoria, no es posible que esté libre para lo incomprehensible,
que es Dios; porque, (como siempre habemos dicho), para que el
alma vaya a Dios antes ha de ir no comprehendiendo que
comprehendiendo; hase de trocar lo conmutable y comprehensible
por lo inconmutable e incomprehensible.
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CAPÍTULO 6
De los provechos que se siguen al alma en el olvido y vacío de todos
los pensamientos y noticias que acerca de la memoria naturalmente
puede tener.
1. Por los daños que habemos dicho que al alma tocan por las
aprehensiones de la memoria, podemos también colegir los
provechos a ellos contrarios que se le siguen del olvido y vacío de
ellas; pues, según dicen los naturales, la misma doctrina que sirve
para un contrario sirve también para el otro.
Porque, cuanto a lo primero, goza de tranquilidad y paz del ánimo,
pues carece de la turbación y alteración que nacen de los
pensamientos y noticias de la memoria; y por el consiguiente, de
pureza de conciencia y de alma, que es más. Y en esto tiene gran
disposición para la sabiduría humana y divina y virtudes.
2. Cuanto a lo segundo, líbrase de muchas sugestiones y tentaciones
y movimientos del demonio, que él por medio de los pensamientos y
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noticias ingiere en el alma, y la hace caer en muchas impurezas y
pecados, según dice David (Sal. 72, 8), diciendo: Pensaron y
hablaron maldad. Y así, quitados los pensamientos de en medio, no
tiene el demonio con qué combatir al espíritu naturalmente.
3. Cuanto a lo tercero, tiene en sí el alma, mediante este olvido y
recogimiento de todas las cosas, disposición para ser movida del
Espíritu Santo y enseñada por él; el cual, como dice el Sabio (Sab. 1,
5), se aparta de los pensamientos que son fuera de razón.
Pero, aunque otro provecho no se siguiese al hombre que las penas y
turbaciones de que se libra por este olvido y vacío de memoria, era
grande ganancia y bien para él. Pues que las penas y turbaciones que
de las cosas y casos adversos en el alma se crían, de nada sirven ni
aprovechan para la bonanza de los mismos casos y cosas; antes de
ordinario, no sólo a éstos, sino a la misma alma dañan. Por lo cual
dijo David (Sal. 38, 7): De verdad, vanamente se conturba todo
hombre. Porque claro está que siempre es vano el conturbarse, pues
nunca sirve para provecho alguno. Y así, aunque todo se acabe y se
hunda y todas las cosas sucedan al revés y adversas, vano es el
turbarse, pues, por eso, antes se dañan más que se remedian. Y
llevarlo todo con igualdad tranquila y pacífica, no sólo aprovecha al
alma para muchos bienes, sino también para que en esas mismas
adversidades se acierte mejor a juzgar de ellas y ponerles remedio
conveniente.
4. De donde, conociendo bien Salomón (Ecli. 3, 12) el daño y
provecho de esto, dijo: Conocí que no había cosa mejor para el
hombre que alegrarse y hacer bien en su vida. Donde da a entender
que en todos los casos, por adversos que sean, antes nos habemos
de alegrar que turbar, por no perder el mayor bien que toda la
prosperidad, que es la tranquilidad del ánimo y paz en todas las cosas
adversas y prósperas, llevándolas todas de una manera. La cual el
hombre nunca perdería si no sólo se olvidase de las noticias y dejase
pensamientos, pero aun se apartase de oír, y ver, y tratar cuanto en
sí fuese. Pues que nuestro ser es tan fácil y deleznable, que, aunque
esté bien ejercitado, apenas dejará de tropezar con la memoria en
cosas que turben y alteren el ánimo que estaba en paz y tranquilidad,
no se acordando de cosas. Que por eso dijo Jeremías (Lm. 3, 20):
Con memoria me acordaré, y mi alma en mi desfallecerá con dolor.
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CAPÍTULO 7
En que se trata del segundo género de aprehensiones de la memoria,
que son imaginarias y noticias sobrenaturales.
1. Aunque en el primer género de aprehensiones naturales habemos
dado doctrina también para las imaginarias, que son naturales,
convenía hacer esta división por amor de otras formas y noticias que
guarda la memoria en sí, que son de cosas sobrenaturales, así como
de visiones, revelaciones, locuciones y sentimientos por vía
sobrenatural. De las cuales cosas, cuando han pasado por el alma, se
175
suele quedar imagen, forma y figura, o noticia impresa, (ahora en el
alma), ahora en la memoria o fantasía, a veces muy viva y
eficazmente. Acerca de lo cual es menester también dar aviso,
porque la memoria, no se embarace con ellas y le sean impedimento
para la unión de Dios en esperanza pura y entera.
2. Y digo que el alma, para conseguir este bien, nunca sobre las
cosas claras y distintas que por ella hayan pasado por vía
sobrenatural ha de hacer reflexión para conservar en sí las formas y
figuras y noticias de aquellas cosas. Porque siempre habemos de
llevar este presupuesto: que cuanto el alma más presa hace en
alguna aprehensión natural o sobrenatural distinta y clara, menos
capacidad y disposición tiene en sí para entrar en el abismo de la fe,
donde todo lo demás se absorbe. Porque, como queda dicho,
ningunas formas ni noticias sobrenaturales que pueden caer en la
memoria son Dios, y de todo lo que no es Dios se ha de vaciar el
alma para ir a Dios; luego también la memoria de todas estas formas
y noticias se ha de deshacer para unirse con Dios en esperanza,
porque toda posesión es contra esperanza, la cual, como dice san
Pablo (Hb. 11, 1), es de lo que no se posee.
De donde, cuanto más la memoria se desposee, tanto más tiene de
esperanza, y cuanto más de esperanza tiene, tanto más tiene de
unión de Dios; porque acerca de Dios, cuanto más espera el alma,
tanto más alcanza. Y entonces espera más cuando se desposee más;
y cuando se hubiere desposeído perfectamente, perfectamente
quedará con la posesión de Dios en unión divina. Mas hay muchos
que no quieren carecer de la dulzura y sabor de la memoria en las
noticias, y por eso no vienen a la suma posesión y entera dulzura;
porque el que no renuncia todo lo que posee, no puede ser su
discípulo (Lc. 14, 33).
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CAPÍTULO 8
De los daños que las noticias de cosas sobrenaturales puede hacer al
alma si hace reflexión sobre ellas. Dice cuántos sean.
1. A cinco géneros de daños se aventura el espiritual si hace presa y
reflexión sobre estas noticias y formas que se le imprimen de las
cosas que pasan por él por vía sobrenatural.
2. El primero es que muchas veces se engaña teniendo lo uno por lo
otro.
El segundo es que está cerca y en ocasión de caer en alguna
presunción o vanidad.
El tercero es que el demonio tiene mucha mano para le engañar por
medio de las dichas aprehensiones.
El cuarto es que le impide la unión en esperanza con Dios.
El quinto es que, por la mayor parte, juzga de Dios bajamente.
3. Cuanto al primer género, está claro que, si el espiritual hace presa
y reflexión sobre las dichas noticias y formas, se ha de engañar
muchas veces acerca de su juicio, porque, como ninguno
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cumplidamente puede saber las cosas que naturalmente pasan por su
imaginación, ni tener entero y cierto juicio sobre ellas, mucho menos
podrá tenerle acerca de las sobrenaturales que son sobre nuestra
capacidad, y que raras veces acaecen.
De donde muchas veces pensará que son las cosas de Dios, y no será
sino su fantasía; y muchas que lo que es de Dios pensará que es del
demonio, y lo que es del demonio, que es de Dios. Y muy muchas
veces se le quedarán formas y noticias muy asentadas de bienes y
males ajenos o propios, y otras figuras que se le representaron, y las
tendrá por muy ciertas y verdaderas, y no lo serán, sino muy gran
falsedad. Y otras serán verdaderas, y las juzgará por falsas; aunque
esto por más seguro lo tengo, porque suele nacer de humildad.
4. Y ya que no se engañe en la verdad, podráse engañar en la
cantidad o cualidad, pensando que lo que es poco es mucho, y lo que
es mucho, poco. Y acerca de la cualidad, teniendo lo que tiene en su
imaginación por tal o tal cosa, y no será sino tal o tal; poniendo,
como dice Isaías (5, 20), las tinieblas por luz, y la luz por tinieblas, y
lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo. Y, finalmente, ya que
acierte en lo uno, maravilla será no errar acerca de lo otro; el cual,
aunque no quiera aplicar el juicio para juzgarlo, basta que le aplique
en hacer caso, para que, a lo menos pasivamente, se le pegue algún
daño, ya que no en este género, será en alguno de esotros cuatro
que luego iremos diciendo.
5. Lo que le conviene al espiritual para no caer en este daño de
engañarse en su juicio es no querer aplicar su juicio para saber qué
sea lo que en sí tiene y siente, o qué será tal o tal visión, noticias o
sentimiento, ni tenga gana de saberlo, ni haga caso, sino sólo para
decirlo al padre espiritual, para que le enseñe a vaciar la memoria de
aquellas aprehensiones. Pues todo cuanto ellas son en sí, no le
pueden ayudar al amor de Dios tanto cuanto el menor acto de fe viva
y esperanza que se hace en vacío y renunciación de todo.
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CAPÍTULO 9
Del segundo género de daños, que es peligro de caer en propia
estimación y vana presunción.
1. Las aprehensiones sobrenaturales ya dichas de la memoria son
también a los espirituales grande ocasión para caer en alguna
presunción o vanidad, si hacen caso de ellas para tenerlas en algo.
Porque, así como está muy libre de caer en este vicio el que no tiene
nada de eso, pues no ve en sí de qué presumir; así, por el contrario,
el que lo tiene, tiene la ocasión en la mano de pensar que ya es algo,
pues tiene aquellas comunicaciones sobrenaturales. Porque, aunque
es verdad que lo pueden atribuir a Dios y darle gracias teniéndose
por indignos, con todo eso se suele quedar cierta satisfacción oculta
en el espíritu y estimación de aquello y de sí, de que, sin sentirlo, les
hace harta soberbia espiritual.
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2. Lo cual pueden ver ellos bien claramente en el disgusto que les
hace y desvío con quien no les alaba su espíritu ni les estima aquellas
cosas que tienen, y la pena que les da cuando piensan o les dicen que
otros tienen aquellas cosas o mejores. Todo lo cual nace de secreta
estimación y soberbia, y ellos no acaban de entender que por ventura
están metidos en ella hasta los ojos. Que piensan que basta cierta
manera de conocimiento de su miseria, estando juntamente con esto
llenos de oculta estimación y satisfacción de sí mismos, agradándose
más de su espíritu y bienes espirituales que del ajeno; como el
fariseo que daba gracias a Dios que no era como los otros hombres y
que tenía tales y tales virtudes, en lo cual tenía satisfacción de sí y
presunción (Lc. 18, 11-12). Los cuales, aunque formalmente no lo
digan como éste, lo tienen habitualmente en el espíritu. Y aun
algunos llegan a ser tan soberbios, que son peores que el demonio;
que como ellos ven en sí algunas aprehensiones y sentimientos
devotos y suaves de Dios, a su parecer, ya se satisfacen de manera
que piensan están muy cerca de Dios, y aún que los que no tienen
aquello están muy bajos, y los desestiman como el fariseo (al
publicano).
3. Para huir este pestífero daño, a los ojos de Dios aborrecible, han
de considerar dos cosas. La primera, que la virtud no está en las
aprehensiones y sentimientos de Dios, por subidos que sean, ni en
nada de lo que a este talle pueden sentir en sí; sino, por el contrario,
está en lo que no sienten en sí, que es en mucha humildad y
desprecio de sí y de todas sus cosas -muy formado y sensible en el
alma-, y gustar de que los demás sientan de él aquello mismo, no
queriendo valer nada en el corazón ajeno.
4. Lo segundo, han menester advertir que todas las visiones y
revelaciones y sentimientos del cielo y cuanto más ellos quisieren
pensar, no valen tanto como el menor acto de humildad, la cual tiene
los efectos de la caridad, que no estima sus cosas ni las procura, ni
piensa mal sino de sí, y de sí ningún bien piensa, sino de los demás
(1 Cor. 13, 4-7). Pues, según esto, conviene que no les hinchan el ojo
estas aprehensiones sobrenaturales, sino que las procuren olvidar
para quedar libres.
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CAPÍTULO 10
Del tercer daño que se le puede seguir al alma de parte del demonio,
por las aprehensiones imaginarias de la memoria.
1. Por todo lo que queda dicho arriba, se colige y entiende bien
cuánto daño se le puede seguir al alma, por vía de estas
aprehensiones sobrenaturales, de parte del demonio, pues no
solamente puede representar en la memoria y fantasía muchas
noticias y formas falsas que parezcan verdaderas y buenas,
imprimiéndolas en el espíritu y sentido con mucha eficacia y
certificación por sugestión, de manera que le parezca al alma que no
hay otra cosa, sino que aquello es así como se le asienta (porque,
178
como se transfigura en ángel de luz, parécele al alma luz); y también
en las verdaderas que son de parte de Dios puede tentarla de muchas
maneras, moviéndole los apetitos y afectos, ahora espirituales, ahora
sensitivos, desordenadamente acerca de ellas. Porque si el alma
gusta de las tales aprehensiones, esle muy fácil al demonio hacerle
crecer los apetitos y afectos y caer en gula espiritual y otros daños.
2. Y para hacer esto mejor, suele él sugerir y poner gusto, sabor y
deleite en el sentido acerca de las mismas cosas de Dios, para que el
alma, enmelada y encandilada en aquel sabor, se vaya cegando con
aquel gusto y poniendo los ojos más en el sabor que en el amor, a lo
menos ya no tanto en el amor, y que haga más caso de la
aprehensión que de la desnudez y vacío que hay en la fe y esperanza
y amor de Dios, y de aquí vaya poco a poco engañándola y
haciéndola creer sus falsedades con gran felicidad.
Porque al alma ciega, ya la falsedad no le parece falsedad, y lo malo
no le parece malo, etc.; porque le parecen las tinieblas luz, y la luz
tinieblas, y de ahí viene a dar en mil disparates, así acerca de lo
natural, como de lo moral, como también de lo espiritual; y ya lo que
era vino se le volvió vinagre. Todo lo cual le viene porque al principio
no fue negando el gusto de aquellas cosas sobrenaturales; del cual,
como al principio es poco o no es tan malo, no se recata tanto el
alma, y déjale estar y crece, como el grano de mostaza en árbol
grande (Mt. 13, 32). Porque pequeño yerro, como dicen, en el
principio, grande es en el fin.
3. Por tanto, para huir este daño grande del demonio, conviene
mucho al alma no querer gustar de las tales cosas, porque
certísimamente irá cegándose en el tal gusto y cayendo; porque el
gusto y deleite y sabor, sin que en ello ayude el demonio, de su
misma cosecha ciegan al alma. Y así lo dio a entender David (Sal.
138, 11) cuando dijo: Por ventura en mis deleites me cegarán las
tinieblas, y tendré la noche por mi luz.
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CAPÍTULO 11 [San Juan de la Cruz SUBIDA DEL MONTE
CARMELOLibro 1º - 1]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LA SUBIDA DEL MONTE CARMELO
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LIBRO TERCERO
CAPÍTULO 11
Del cuarto daño que se le sigue al alma de las aprehensiones
sobrenaturales distintas de la memoria, que es impedirle la unión.
1. De este cuarto daño no hay mucho que decir, por cuanto está ya
declarado a cada paso en este 3º libro, en que habemos probado
cómo, para que el alma se venga a unir con Dios en esperanza, ha de
renunciar toda posesión de la memoria, pues que, para que la
esperanza sea entera de Dios, nada ha de haber en la memoria que
no sea Dios; y como, también habemos dicho, ninguna forma, ni
179
figura, ni imagen, ni otra noticia que pueda caer en la memoria, sea
Dios ni semejante a él, ahora celestial, ahora terrena, natural o
sobrenatural, según enseña David (Sal. 85, 8), diciendo: Señor, en
los dioses ninguno hay semejante a ti, de aquí es que, si la memoria
quiere hacer alguna presa de algo de esto, se impide para Dios: lo
uno, porque se embaraza, y lo otro, porque, mientras más tiene de
posesión, tanto menos tiene de esperanza.
2. Luego necesario le es al alma quedarse desnuda y olvidada de
formas y noticias distintas de cosas sobrenaturales para no impedir la
unión, según la memoria, en esperanza perfecta con Dios.
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CAPÍTULO 12
Del quinto daño que al alma se le puede seguir en las formas y
aprehensiones imaginarias sobrenaturales, que es juzgar de Dios baja
e impropiamente.
1. No le es al alma menor el quinto daño que se le sigue de querer
retener en la memoria e imaginativa las dichas formas e imágenes de
las cosas que sobrenaturalmente se le comunican, mayormente si
quiere tomarlas por medio para la divina unión, porque es cosa muy
fácil juzgar del ser y alteza de Dios menos digna y altamente de lo
que conviene a su incomprehensibilidad. Porque, aunque la razón y
juicio no haga expreso concepto de que Dios será semejante a algo
de aquello, todavía la misma estimación de aquellas aprehensiones,
si, en fin, las estima, hace y causa en el alma un no estimar y sentir
de Dios tan altamente como enseña la fe, que nos dice ser
incomparable, incomprehensible, etc.
Porque, demás de que todo lo que el alma pone en la criatura quita
de Dios, naturalmente se hace en el interior de ella, por medio de la
estimación de aquellas cosas aprehensibles, cierta comparación de
ellas a Dios que no deja juzgar ni estimar de Dios tan altamente
como debe. Porque las criaturas, ahora terrenas, ahora celestiales, y
todas las noticias e imágenes distintas, naturales y sobrenaturales,
que pueden caer en las potencias del alma, por altas que sean ellas
en esta vida, ninguna comparación ni proporción tiene con el ser de
Dios, por cuanto Dios no cae debajo de género y especie, y ellas sí,
como dicen los teólogos. Y el alma en esta vida no es capaz de recibir
clara y distintamente sino lo que cae debajo de género y especie. Que
por eso dice san Juan (1, 18) que ninguno jamás vio a Dios. E Isaías
(64, 4), que no subió en corazón de hombre cómo sea Dios. Y Dios
dijo a Moisés (Ex. 33, 20) que no le podía ver en este estado de vida.
Por tanto, el que embaraza la memoria y las demás potencias del
alma con lo que ellas pueden comprehender, no puede estimar a Dios
ni sentir de él como debe.
2. Pongamos una baja comparación: Claro está que cuanto más uno
pusiese los ojos en los criados del rey y más reparase en ellos, menos
caso hacía del rey y en tanto menos le estimaba; porque, aunque el
aprecio no esté formal y distintamente en el entendimiento, estálo en
180
la obra, pues cuanto más pone en los criados, tanto más quita de su
señor; y entonces no juzgaba éste del rey muy altamente, pues los
criados le parecen algo delante del rey, su señor. Así acaece al alma
para con su Dios cuando hace caso de las dichas criaturas. Aunque
esta comparación es muy baja, porque Dios es de otro ser que sus
criaturas, en que infinitamente dista de todas ellas; por tanto, todas
ellas han de quedar perdidas de vista, y en ninguna forma de ellas ha
de poner el alma los ojos, para poderlos poner en Dios por fe y
esperanza.
3. De donde los que no solamente hacen caso de las dichas
aprehensiones imaginarias, sino que piensan que Dios será semejante
a alguna de ellas y que por ellas podrán ir a unión de Dios, ya éstos
yerran mucho, y siempre irán perdiendo la luz de la fe en el
entendimiento, por medio de la cual esta potencia se une con Dios, y
también no crecerán en la alteza de la esperanza, por medio de la
cual la memoria se une con Dios en esperanza, lo cual ha de ser
desuniéndose de todo lo imaginario.
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CAPÍTULO 13
De los provechos que saca el alma en apartar de sí las aprehensiones
de la imaginativa, y responde a cierta objeción y declara una
diferencia que hay entre las aprehensiones imaginarias naturales y
sobrenaturales.
1. Los provechos que hay en vaciar la imaginativa de las formas
imaginarias, bien se echa de ver por los cinco daños que quedan
dichos que le causan al alma si las quiere tener en sí, como también
dijimos de las formas naturales.
Pero, además de éstos, hay otros provechos de harto descanso y
quietud para el espíritu. Porque, dejado que naturalmente la tiene
cuando está libre de imágenes y formas, está libre también del
cuidado de si son buenas o malas, y de cómo se ha de haber en las
unas y cómo en las otras, y el trabajo y tiempo que había de gastar
en los maestros espirituales queriendo que se las averigüen si son
buenas o malas o si de este género o del otro; lo cual no ha menester
querer saber, pues de ninguna ha de hacer caso. Y así el tiempo y
caudal del alma, que había de gastar en esto y en entender con ellas,
lo puede emplear en otro mejor y más provechoso ejercicio, que es el
de la voluntad para con Dios, y en cuidar de buscar la desnudez y
pobreza espiritual y sensitiva, que consiste en querer de veras
carecer de todo arrimo consolatorio y aprehensivo, así interior como
exterior. Lo cual se ejercita bien queriendo y procurando
desarrimarse de estas formas, pues que de ahí se le seguirá un tan
gran provecho, como es allegarse a Dios, que no tiene imagen, ni
forma, ni figura, tanto cuanto más se enajenare de todas formas e
imágenes y figuras imaginarias.
2. Pero dirás, por ventura, que ¿por qué muchos espirituales dan por
consejo que se procuren aprovechar las almas de las comunicaciones
181
y sentimientos de Dios, y que quieran recibir de él, para tener que
darle, pues si él no nos da, no le damos nada? Y que san Pablo (1
Tes. 5, 19) dice: No queráis apagar el espíritu. Y el Esposo a la
Esposa (Ct. 8, 6): Ponme como señuelo sobre tu corazón, como
señuelo sobre tu brazo, lo cual ya es alguna aprehensión. Todo lo
cual, según la doctrina arriba dicha, no sólo no se ha de procurar,
mas, aunque Dios lo envíe, se ha de desechar y desviar. Y que, claro
está que, pues Dios lo da, para bien lo da y buen efecto hará; que no
habemos de arrojar las margaritas a mal. Y aun es género de
soberbia no querer admitir las cosas de Dios, como que sin ellas, por
nosotros mismos, nos podemos valer.
3. Para satisfacción de esta objeción, es menester advertir lo que
dijimos en el capítulo 15 y 16 del segundo libro, donde se responde
en mucha parte a esta duda. Porque allí dijimos que el bien que
redunda en el alma de las aprehensiones sobrenaturales, cuando son
de buena parte, pasivamente se obra en el alma en aquel mismo
instante que se representan al sentido, sin que las potencias de suyo
hagan alguna operación. De donde no es menester que la voluntad
haga acto de admitirlas, porque, como también habemos dicho, si el
alma entonces quiere obrar con sus potencias, antes con su operación
baja natural impediría la sobrenatural que por medio de estas
aprehensiones obra Dios entonces en ella, que sacase algún provecho
de su ejercicio de obra, sino que, así como se le da al alma
pasivamente el espíritu de aquellas aprehensiones imaginarias, así
pasivamente se ha de haber en ellas el alma sin poner sus acciones
interiores o exteriores en nada.
Y esto es guardar los sentimientos de Dios, porque de esta manera
no los pierde por su manera baja de obrar. Y esto es también no
apagar el espíritu, porque apagarle hía si el alma se quisiese haber de
otra manera que Dios la lleva. Lo cual haría si, dándole Dios el
espíritu pasivamente, como hace en estas aprehensiones, ella
entonces se quisiese haber en ellas activamente, obrando con el
entendimiento o queriendo algo en ellas.
Y esto está claro, porque si el alma entonces quiere obrar por fuerza,
no ha de ser su obra más que natural, porque de suyo no puede más;
porque a la sobrenatural no se mueve ella ni se puede mover, sino
muévela Dios y pónela en ella. Y así, si entonces el alma quiere obrar
de fuerza, en cuanto en sí es, ha de impedir con su obra activa la
pasiva que Dios le está comunicando, que (es) el espíritu, porque se
pone en su propia obra, que es de otro género y más baja que la que
Dios la comunica; porque la de Dios es pasiva y sobrenatural y la del
alma, activa y natural. Y esto sería apagar el espíritu.
4. Que sea más baja, también está claro; porque las potencias del
alma no pueden de suyo hacer reflexión y operación, sino sobre
alguna forma, figura e imagen; y ésta es la corteza y accidente de la
sustancia y espíritu que hay debajo de la tal corteza y accidente. La
cual sustancia y espíritu no se une con las potencias del alma en
verdadera inteligencia y amor, si no es cuando ya cesa la operación
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de las potencias; porque la pretensión y fin de la tal operación no es
sino venir a recibir en el alma la sustancia entendida y amada de
aquellas formas. De donde la diferencia que hay entre la operación
activa y pasiva, y la ventaja, es la que hay entre lo que se está
haciendo y está ya hecho, que es como entre lo que se pretende
conseguir y alcanzar y entre lo que está ya (conseguido y) alcanzado.
De donde también se saca que, si el alma quiere emplear
activamente sus potencias en las tales aprehensiones sobrenaturales
(en que, como habemos dicho, le da Dios el espíritu de ellas
pasivamente), no sería menos que dejar lo hecho para volverlo a
hacer, y ni gozaría lo hecho ni con sus acciones haría nada sino
impedir a lo hecho, porque, como decimos, no pueden llegar de suyo
al espíritu que Dios daba al alma sin el ejercicio de ellas. Y así,
derechamente sería apagar el espíritu que de las dichas
aprehensiones imaginarias Dios infunde, si el alma hiciese caudal de
ellas. Y así las ha de dejar habiéndose en ellas pasiva y
negativamente; porque entonces Dios mueve al alma a más que ella
pudiera ni supiera. Que, por eso, dijo el profeta (Hab. 2, 1): Estaré
en pie sobre mi custodia y afirmaré el paso sobre mi munición, y
contemplaré lo que se me dijere; que es como si dijera: levantado
estaré sobre toda la guardia de mis potencias, y no daré paso
adelante en mis operaciones, y así podré contemplar lo que se me
dijere, esto es, entenderé y gustaré lo que se me comunicare
sobrenaturalmente.
5. Y lo que también se alega del Esposo (Ct. 8, 6) entiéndese aquello
del amor que pide a la Esposa, que tiene por oficio entre los amados
de asimilar el uno al otro en la principal parte de ellas. Y por eso (él)
dice a ella que le ponga en su corazón por señuelo (Ct. 8, 6), donde
todas las saetas de amor del aljaba vienen a dar, que son las
acciones y motivos de amor, porque todas den en él estando allí por
señuelo de ellas, y así todas sean para él, y así se asemeja el alma a
él por las acciones y movimientos de amor, hasta transformarse en
él. Y dice que le ponga también como señuelo en el brazo, porque en
él está el ejercicio de amor, pues en él se sustenta y regala el Amado.
6. Por tanto, de todo lo que el alma ha de procurar en todas las
aprehensiones que de arriba le vinieren (así imaginarias como de otro
cualquiera género, no me da más visiones que locuciones, o
sentimientos, o revelaciones) es, no haciendo caso de la letra y
corteza, esto es, de lo que significa o representa o da a entender,
sólo advertir en tener el amor de Dios que interiormente le causan al
alma. Y de esta manera han de hacer caso de los sentimientos no de
sabor, o suavidad, o figuras, sino de los sentimientos de amor que le
causan.
Y para sólo este efecto bien podrá algunas veces acordarse de aquella
imagen y aprehensión que le causó el amor, para poner el espíritu en
motivo de amor; porque, aunque no hace después tanto efecto
cuando se acuerda como la primera vez que se comunicó, todavía
cuando se acuerda se renueva el amor, y hay levantamiento de
183
mente en Dios, mayormente cuando es la recordación de algunas
figuras, imágenes o sentimientos sobrenaturales que suelen sellarse e
imprimirse en el alma, de manera que duran mucho tiempo, y
algunas nunca se quitan del alma. Y estas que así se sellan en el
alma, casi cada vez que el alma advierte en ellas le hacen divinos
efectos de amor, suavidad, luz, etc., unas veces más, otras menos,
porque para esto se las imprimieron. Y así, es una grande merced a
quien Dios la hace, porque es tener en sí un minero de bienes.
7. Estas figuras que hacen los tales efectos están asentadas
vivamente en el alma; que no son como las otras imágenes y formas
que se conservan en la fantasía; y así, no ha menester el alma ir a
esta potencia por ellas cuando se quisiere acordar, porque ve que las
tiene en sí misma, como se ve la imagen en el espejo. Cuando
acaeciere a alguna alma tener en sí las dichas figuras formalmente,
bien podrá acordarse de ellas para el efecto de amor que dije, porque
no le estorbarán para la unión de amor en fe, como no quiera
embeberse en la figura, sino aprovecharse del amor, dejando luego la
figura; y así, antes le ayudará.
8. Dificultosamente se puede conocer cuándo estas imágenes están
impresas en el alma y cuándo en la fantasía; porque las de la fantasía
también suelen ser muy frecuentes. Porque algunas personas suelen
ordinariamente traer en la imaginación y fantasía visiones imaginarias
y con grande frecuencia se las representan de una (misma) manera,
ahora porque tienen el órgano muy aprehensivo y, por poco que
piensan, luego se les representa y dibuja aquella figura ordinaria en
la fantasía; ahora porque se las pone el demonio; ahora también
porque se las pone Dios, sin que se impriman en el alma
formalmente.
Pero puédense conocer por los efectos, porque las que son naturales
o del demonio, aunque más se acuerden de ellas, ningún efecto
hacen bueno ni renovación espiritual en el alma, sino secamente las
miran. Aunque las que son buenas, todavía, acordándose de ellas,
hacen algún efecto bueno en aquél que hizo al alma la primera vez;
pero las formales que se imprimen en el alma, casi siempre que
advierte le hacen algún efecto.
9. El que hubiere tenido éstas conocerá fácilmente las unas y las
otras, porque está muy clara la mucha diferencia al que tiene
experiencia. Sólo digo que las que se imprimen formalmente en el
alma con duración, más raras veces acaecen; pero ahora sean éstas,
ahora aquéllas, bueno le es al alma no querer comprehender nada,
sino a Dios por fe en esperanza.
Y a esotro que dice la objeción, que parece soberbia desechar estas
cosas si son buenas, digo que antes es humildad prudente
aprovecharse de ellas en el mejor modo, como queda dicho, y guiarse
por lo más seguro.
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CAPÍTULO 14
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En que se trata de las noticias espirituales en cuanto pueden caer en
la memoria.
1. Las noticias espirituales pusimos por tercer género de
aprehensiones de la memoria, no porque ellas pertenezcan al sentido
corporal de la fantasía como las demás (pues no tienen imagen y
forma corporal), pero porque también caen debajo de reminiscencia y
memoria espiritual, pues que, después de haber caído en el alma
alguna de ellas, se puede, cuando quisiere, acordar de ella. Y esto, no
por la efigie e imagen que dejase la tal aprehensión en el sentido
corporal -porque, por ser corporal, como decimos, no tiene capacidad
para formas espirituales-, sino que intelectual y espiritualmente se
acuerda de ella por la forma que en el alma de si dejó impresa, que
también es forma o noticia, o imagen espiritual o formal, por lo cual
se acuerda, o por el efecto que hizo; que por eso pongo estas
aprehensiones entre las de la memoria, aunque no pertenezcan a las
de la fantasía.
2. Cuáles son estas noticias y cómo se haya de haber en ellas el alma
para ir a la unión de Dios suficientemente está dicho en el capítulo 24
del libro segundo, donde las tratamos como aprehensiones del
entendimiento. Véanse allí, porque allí dijimos cómo eran en dos
maneras: unas increadas y otras de criaturas.
Sólo, lo que toca al propósito de cómo se ha de haber la memoria
acerca de ellas para ir a la unión, digo que, como acabo de decir de
las formas en el precedente capítulo, de cuyo género son también
éstas que son de cosas criadas, cuando le hicieren buen efecto se
puede acordar de ellas, no para quererlas retener en sí, sino para
avivar el amor y noticia de Dios. Pero si no le causa el acordarse de
ellas buen efecto, nunca quiera pasarlas por la memoria.
Mas de las increadas digo que se procure acordar las veces que
pudiere, porque le harán grande efecto, pues, como allí dijimos, son
toques y sentimientos de unión de Dios, que es donde vamos
encaminando al alma. Y de esto no se acuerda la memoria por alguna
forma, imagen o figura que imprimiesen en el alma, porque no la
tienen aquellos toques y sentimientos de unión del Criador, sino por
el efecto que en ella hicieron la luz, amor, deleite y renovación
espiritual, etc., de las cuales cada vez que se acuerda, se renueva
algo de esto.
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CAPÍTULO 15
En que se pone el modo general cómo se ha de gobernar el espiritual
acerca de este sentido.
1. Para concluir, pues, con este negocio de la memoria, será bien
poner aquí al lector espiritual en una razón el modo que
universalmente ha de usar para unirse con Dios según este sentido;
porque, aunque (en) lo dicho queda bien entendido, todavía,
resumiéndoselo aquí, lo tomará más fácilmente.
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Para lo cual ha de advertir que, pues lo que pretendemos es que el
alma se una con Dios según la memoria en esperanza, y que lo que
se espera es de lo que no se posee, y que cuanto menos se posee de
otras cosas, más capacidad hay y más habilidad para esperar lo que
se espera y consiguientemente más esperanza, y que cuantas más
cosas se poseen, menos capacidad y habilidad hay para esperar, y
consiguientemente menos esperanza, y que, según esto, cuanto más
el alma desaposesionare la memoria de formas y cosas memorables
que no son Dios, tanto más pondrá la memoria en Dios y más vacía la
tendrá para esperar de él el lleno de su memoria. Lo que ha de hacer,
pues, para vivir en entera y pura esperanza de Dios, es que todas las
veces que le ocurrieren noticias, formas e imágenes distintas, sin
haber asiento en ellas, vuelva luego el alma a Dios en vacío de todo
aquello memorable con afecto amoroso, no pensando ni mirando en
aquellas cosas más de lo que le bastan las memorias de ellas para
entender (y hacer) lo que es obligado, si ellas fueren de cosa tal. Y
esto, sin poner (en ellas) afecto ni gusto, porque no dejen efecto de
si en el alma. Y así, no ha de dejar el hombre de pensar y acordarse
de lo que debe hacer y saber, que, como no hay aficiones de
propiedad, no le harán daño. Aprovechan para esto los versillos del
Monte que están en el capítulo (13) del primer libro.
2. Pero hase de advertir aquí que no por eso convenimos, ni
queremos convenir en esta nuestra doctrina con la de aquellos
pestíferos hombres que, persuadidos de la soberbia y envidia de
Satanás, quisieron quitar de delante de los ojos de los fieles el santo
y necesario uso e ínclita adoración de las imágenes de Dios y de los
Santos, antes esta nuestra doctrina es muy diferente de aquélla;
porque aquí no tratamos que no haya imágenes y que no sean
adoradas, como ellos, sino damos a entender la diferencia que hay de
ellas a Dios, y que de tal manera pasen por lo pintado, que no
impidan de ir a lo vivo, haciendo en ello más presa de la que basta
para ir a lo espiritual.
Porque, así como es bueno y necesario el medio para el fin, como lo
son las imágenes para acordarnos de Dios y de los Santos, así cuando
se toma y se repara en el medio más que por solo medio, estorba e
impide tanto en su tanto como otra cualquier cosa diferente; cuánto
más que en lo que yo más pongo la mano es en las imágenes y
visiones sobrenaturales, (acerca) de las cuales acaecen muchos
engaños y peligros.
Porque acerca de la memoria y adoración y estimación de las
imágenes, que naturalmente la Iglesia Católica nos propone, ningún
engaño ni peligro puede haber, pues en ellas no se estima otra cosa
sino lo que representan. Ni la memoria de ellas dejará de hacer
provecho al alma, pues aquélla no se tiene sino con amor de al que
representan; que, como no repare en ellas más que para esto,
siempre le ayudarán a la unión de Dios, como deje volar al alma,
cuando Dios la hiciere merced, de lo pintado a Dios vivo, en olvido de
toda criatura y cosa de criatura.
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CAPÍTULO 16
En que se comienza a tratar de la noche oscura de la voluntad.
Pónese la división de las afecciones de la voluntad.
1. No hubiéramos hecho nada en purgar al entendimiento para
fundarle en la virtud de la fe, y a la memoria en la de la esperanza, si
no purgásemos también la voluntad acerca de la tercera virtud, que
es la caridad, por la cual las obras hechas en fe son vivas y tienen
gran valor, y sin ella no valen nada, pues, como dice Santiago (2,
20), sin obras de caridad, la fe es muerta.
Y para haber ahora de tratar de la noche y desnudez activa de esta
potencia, para enterarla y formarla en esta virtud de la caridad de
Dios, no hallé autoridad más conveniente que la que se escribe en el
Deuteronomio, capítulo 6 (v. 5), donde dice Moisés: Amarás a tu
Señor Dios de todo tu corazón, y de toda tu ánima, y de toda tu
fortaleza. En la cual se contiene todo lo que el hombre espiritual debe
hacer y lo que yo aquí le tengo de enseñar para que de veras llegue a
Dios por unión de voluntad por medio de la caridad. Porque en ella se
manda al hombre que todas las potencias, y apetitos, y operaciones,
y aficiones de su alma emplee en Dios, de manera que toda la
habilidad y fuerza del alma no sirva más que para esto, conforme a lo
que dice David (Sal. 58, 10), diciendo: Fortitudinem meam ad te
custodiam.
2. La fortaleza del alma consiste en sus potencias, pasiones y
apetitos, todo lo cual es gobernado por la voluntad; pues cuando
estas potencias, pasiones y apetitos endereza en Dios la voluntad y
las desvía de todo lo que no es Dios, entonces guarda la fortaleza del
alma para Dios, y así viene a amar a Dios de toda su fortaleza.
Y para que esto el alma pueda hacer, trataremos aquí de purgar la
voluntad de todas sus afecciones desordenadas, de donde nacen los
apetitos, afectos y operaciones desordenadas, de donde le nace
también no guardar toda su fuerza a Dios.
Estas afecciones o pasiones son cuatro, es a saber: gozo, esperanza,
dolor y temor. Las cuales pasiones, poniéndolas en obra de razón en
orden a Dios, de manera que el alma no se goce sino de lo que es
puramente honra y gloria de Dios, ni tenga esperanza de otra cosa, ni
se duela sino de lo que a esto tocare, ni tema sino sólo a Dios, está
claro que enderezan y guardan la fortaleza del alma y su habilidad
para Dios. Porque cuanto más se gozare el alma en otra cosa que en
Dios, tanto menos fuertemente se empleará su gozo en Dios; y
cuanto más esperare otra cosa, tanto menos espera en Dios; y así de
las demás.
3. Y para que demos más por entero doctrina de esto, iremos, como
es nuestra costumbre, tratando en particular de cada una de estas
cuatro pasiones y de los apetitos de la voluntad; porque todo el
negocio para venir a unión de Dios está en purgar la voluntad de sus
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afecciones y apetitos, porque así de voluntad humana y baja venga a
ser voluntad divina, hecha una misma cosa con la voluntad de Dios.
4. Estas cuatro pasiones tanto más reinan en el alma y la combaten,
cuanto la voluntad está menos fuerte en Dios y más pendiente de
criaturas; porque entonces con mucha facilidad se goza de cosas que
no merecen gozo, y espera lo que no aprovecha, y se duele de lo
que, por ventura, se había de gozar, y teme donde no hay que temer.
5. De estas afecciones nacen al alma todos los vicios e
imperfecciones que tiene cuando están desenfrenadas, y también
todas sus virtudes cuando están ordenadas y compuestas.
Y es de saber que, al modo que una de ellas se fuere ordenando y
poniendo en razón, de ese mismo modo se pondrán todas las demás,
porque están tan aunadas y tan hermanadas entre sí estas cuatro
pasiones del alma, que donde actualmente va la una, las otras
también van virtualmente; y si la una se recoge actualmente, las
otras tres virtualmente a la misma medida también se recogen.
Porque, si la voluntad se goza de alguna cosa, consiguientemente, a
esa misma medida, la ha de esperar, y virtualmente (va) allí incluido
el dolor y temor acerca de ella; y a la medida que de ella va quitando
el gusto, va también perdiendo el temor y dolor de ella y quitando la
esperanza.
Porque la voluntad, con estas cuatro pasiones, es significada por
aquella figura que vio Ezequiel (1, 8-9) de cuatro animales juntos en
un cuerpo, que tenía cuatro haces y las alas del uno estaban asidas a
las del otro, y cada uno iba delante su haz, y cuando iban adelante no
volvían atrás. Y así, de tal manera estaban asidas las plumas de cada
una de estas afecciones a las de cada una de esotras, que doquiera
que actualmente llevaba la una su faz, esto es, su operación,
necesariamente las otras han de caminar virtualmente con ella; y
cuando se abajare la una, como allí dice, se han de abajar todas, y
cuando se elevare, se elevarán. Donde fuere tu esperanza, irá tu
gozo, y temor y dolor; y si se volviere, ellas se volverán, y así de las
demás.
6. Donde has de advertir que dondequiera que fuere una pasión de
éstas, irá también toda el alma y la voluntad y las demás potencias, y
vivirán todas cautivas en la tal pasión, y las demás tres pasiones en
aquélla estarán vivas para afligir al alma con sus prisiones y no la
dejar volar a la libertad y descanso de la dulce contemplación y
unión. Que, por eso, te dijo Boecio que, si querías con luz clara
entender la verdad, echases de ti los gozos, y la esperanza, y temor,
y dolor; porque, en cuanto estas pasiones reinan, no dejan estar al
alma con la tranquilidad y paz que se requiere para la sabiduría que
natural y sobrenaturalmente puede recibir.
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CAPÍTULO 17
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En que se comienza a tratar de la primera afección de la voluntad.
Dícese qué cosa es gozo y hácese distinción de las cosas de que la
voluntad puede gozar.
1. La primera de las pasiones del alma y afecciones de la voluntad es
el gozo, el cual, en cuanto toca a lo que de él pensamos decir, no es
otra cosa que un contentamiento de la voluntad con estimación de
alguna cosa que tiene por conveniente; porque nunca la voluntad se
goza sino cuando la cosa le hace aprecio y da contento.
Esto es cuanto al gozo activo, que es cuando el alma entiende distinta
y claramente de lo que se goza, y está en su mano gozarse y no
gozarse. Porque hay otro gozo pasivo, en que se puede hallar la
voluntad gozando sin entender cosa clara y distinta, y a veces
entendiéndola, de qué sea el tal gozo, no estando en su mano tenerle
o no tenerle. Y de éste trataremos después. Ahora diremos del gozo
en cuanto es activo y voluntario de cosas distintas y claras.
2. El gozo puede nacer de seis géneros de cosas o bienes, conviene a
saber: temporales, naturales, sensuales, morales, sobrenaturales y
espirituales, acerca de los cuales habemos de ir por su orden
poniendo la voluntad en razón, para que no, embarazada con ellos,
deje de poner la fuerza de su gozo en Dios. Para todo ello conviene
presuponer un fundamento, que será como un báculo en que nos
habemos de ir siempre arrimando. Y conviene llevarle entendido,
porque es la luz por donde nos habemos de guiar y entender en esta
doctrina y enderezar en todos estos bienes el gozo a Dios, y es: que
la voluntad no se debe gozar sino sólo de aquello que es gloria y
honra de Dios, y que la mayor honra que le podemos dar es servirle
según la perfección evangélica; y lo que es fuera de esto es de
ningún valor y provecho para el hombre.
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CAPÍTULO 18
Que trata del gozo acerca de los bienes temporales. Dice cómo ha de
enderezar el gozo en ellos a Dios.
1. El primer género de bienes que dijimos son los temporales, y por
bienes temporales entendemos aquí riquezas, estados, oficios y otras
pretensiones, e hijos, parientes, casamientos, etc.; todas las cuales
son cosas de que se puede gozar la voluntad.
Pero cuán vana cosa sea gozarse los hombres de las riquezas, títulos,
estados, oficios, y otras cosas semejantes que suelen ellos pretender,
está claro; porque, si por ser el hombre más rico fuera más siervo de
Dios, debiérase gozar en las riquezas; pero antes le son causa que le
ofenda, según lo enseña el Sabio (Ecli. 11, 10), diciendo: Hijo, si
fueres rico, no estarás libre de pecado. Que, aunque es verdad que
los bienes temporales, de suyo, necesariamente no hacen pecar, pero
porque ordinariamente con flaqueza de afición se ase el corazón del
hombre a ellos y falta a Dios, lo cual es pecado, porque pecado es
faltar a Dios, por eso dice el Sabio que no estarás libre de pecado.
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Que por eso el Señor las llamó en el Evangelio espinas (Mt. 13, 22;
Lc. 8, 14), para dar a entender que el que las manoseare con la
voluntad quedará herido de algún pecado. Y aquella exclamación que
hace en el Evangelio (por san Lucas, tan para temer), diciendo (Lc.
18, 24): ¡Cuán dificultosamente entrarán en el reino de los cielos los
que tienen riquezas!, es a saber, el gozo en ellas, bien da a entender
que no se debe el hombre gozar en las riquezas, pues a tanto peligro
se pone. Que para apartarnos de él dijo también David (Sal. 61, 11):
Si abundaren las riquezas, no pongáis en ellas el corazón.
2. Y no quiero traer aquí más testimonios en cosa tan clara, porque
tampoco acabaría de alegar Escritura, porque ¿cuándo acabaría de
decir los males que de ellas dice Salomón en el Eclesiastés? El cual,
como hombre que habiendo tenido muchas riquezas y sabiendo bien
lo que eran, dijo que todo cuanto había debajo del sol era vanidad de
vanidades, aflicción de espíritu y vana solicitud de ánimo (1, 14); y
que el que ama las riquezas no sacará fruto de ellas (5, 9); y que las
riquezas se guardan para mal de su señor (5, 12), según se ve en el
Evangelio (Lc. 12, 20), donde a aquel que se gozaba porque tenía
ganados muchos frutos para muchos años, se le dijo del cielo: Necio,
esta noche te pedirán el alma para que venga a cuenta, y lo que
allegaste, ¿cúyo será? Y, finalmente, cómo David (Sal. 48, 17-19) nos
enseña lo mismo, diciendo que no tengamos envidia cuando nuestro
vecino se enriqueciere, pues no le aprovechará nada para la otra
vida; dando allí a entender que antes le podríamos tener lástima.
3. Síguese, pues, que el hombre ni se ha de gozar de las riquezas
cuando las tiene (él) ni cuando las tiene su hermano, sino si con ellas
sirven a Dios. Porque si por alguna vía se sufre gozarse en ellas,
como se han de gozar en las riquezas, es cuando se expenden y
emplean en servicio de Dios; pues de otra manera no sacará de ellas
provecho.
Y lo mismo se ha de entender de los demás bienes de títulos,
(estados), oficios, etc., en todo lo cual es vano el gozarse sino en si
en ello sirven más a Dios y llevan más seguro el camino para la vida
eterna. Y porque claramente no puede saber si es todo así, que sirve
más a Dios, etc., vana cosa sería gozarse determinadamente sobre
estas cosas, porque no puede ser razonable el tal gozo, pues que,
como dice el Señor (Mt. 16, 26): Aunque gane todo el mundo, puede
uno perder su alma. No hay, pues, de qué se gozar, sino en si sirve
más a Dios.
4. Pues sobre los hijos tampoco hay de qué se gozar, ni por ser
muchos, ni ricos, y adornados de dones y gracias naturales y bienes
de fortuna, sino en si sirven a Dios. Pues que Absalón, hijo de David,
ni su hermosura, ni su riqueza, ni su linaje le sirvió de nada, pues no
sirvió a Dios (2 Sm. 14, 25) Por tanto, vana cosa fue haberse gozado
de lo tal.
De donde también es vana cosa desear tener hijos, como hacen
algunos que hunden y alborotan al mundo con deseos de ellos, pues
que no saben si serán buenos y servirán a Dios, y si el contento que
190
de ellos esperan será dolor, y el descanso y consuelo trabajo y
desconsuelo, y la honra deshonra y ofender más a Dios con ellos,
como hacen muchos; de los cuales dice Cristo (Mt. 23, 15) que
cercan la mar y la tierra para enriquecerlos y hacerlos doblado hijos
de perdición que fueron ellos.
5. Por tanto, aunque todas las cosas se le rían al hombre y todas
sucedan prósperamente, antes se debe recelar que gozarse, pues en
aquello crece la ocasión y el peligro de olvidar a Dios (y ofenderle).
Que, por eso, dice Salomón que se recataba él, diciendo en el
Eclesiastés (2, 2): A la risa juzgué por error, y al gozo dije: ¿Por qué
te engañas en vano? Que es como si dijera: Cuando se me reían las
cosas, tuve por engaño y error gozarme en ellas, porque grande
error, sin duda, (e insipiencia) es la del hombre que se goza de lo que
se le muestra alegre y risueño, no sabiendo de cierto que de allí se le
sigue algún bien eterno. El corazón del necio, dice el Sabio (Ecli. 7,
5), está donde está la alegría; mas el del sabio donde está la tristeza,
porque la alegría ciega el corazón y no le deja considerar ni ponderar
las cosas, y la tristeza hace abrir los ojos y mirar el provecho y daño
de ellas. Y de aquí es que, como también dice el mismo (7, 4), es
mejor la ira que la risa; por tanto, mejor es ir a la casa del llanto que
a la del convite, porque en aquélla se muestra el fin de todos los
hombres, como también dice el Sabio (Ecli. 7, 3).
6. (Pues gozarse sobre la mujer o sobre el marido, cuando
claramente no saben que sirven a Dios mejor en su casamiento,
también sería vanidad; pues antes debían tener confusión, por ser el
matrimonio causa, como dice san Pablo (1 Cor. 7, 33-34) de que, por
tener cada una puesto el corazón en el otro, no le tengan entero con
Dios. Por lo cual dice (1 Cor. 7, 27) que si te hallases libre de mujer,
no quieras buscar mujer, porque ya que se tenga, conviene que sea
con tanta libertad de corazón como si no la tuviese. Lo cual,
juntamente con lo que habemos dicho de los bienes temporales, nos
enseña él (1 Cor. 7, 29-31) por estas palabras, diciendo: Esto es
cierto lo que os digo, hermanos, que el tiempo es breve; lo que resta
es que los que tienen mujeres sean como los que no las tienen; y los
que lloran, como los que no lloran; y los que se gozan, como los que
no se gozan; y los que compran, como los que no poseen; y los que
usan de este mundo, como los que no le usan).
Y así, no se ha de poner el gozo en otra cosa que en lo que toca a
servir a Dios, porque lo demás es vanidad y cosa sin provecho, pues
el gozo que no es según Dios no le puede aprovechar (al alma).
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CAPÍTULO 19
De los daños que se le pueden seguir al alma de poner el gozo en los
bienes temporales.
1. Si los daños que al alma cercan por poner el afecto de la voluntad
en los bienes temporales hubiésemos de decir, ni tinta ni papel
bastaría, y el tiempo sería corto. Porque desde muy poco puede llegar
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a grandes males y destruir grandes bienes: así, como de una centella
de fuego, si no se apaga, se pueden encender grandes fuegos que
abrasen el mundo.
Todos estos daños tienen raíz y origen en un daño privativo principal
que hay en este gozo, que es apartarse de Dios; porque, así como
allegándose a él el alma por la afección de la voluntad de ahí le nacen
todos los bienes, así apartándose de él por esta afección de criatura,
dan en ella todos los daños y males a la medida del gozo y afección
con que se junta con la criatura, porque eso es el apartarse de Dios.
De donde, según el apartamiento que cada uno hiciere de Dios en
más o en menos, podrá entender ser sus daños en más o en menos
extensiva o intensivamente, y juntamente de ambas maneras, por la
mayor parte.
2. Este daño privativo, de donde decimos que nacen los demás
privativos y positivos, tiene cuatro grados, uno peor que otro. Y
cuando el alma llegare al cuarto, habrá llegado a todos los males y
daños que se pueden decir en este caso. Estos cuatro grados nota
muy bien Moisés en el Deuteronomio (32, 15) por estas palabras,
diciendo: Empachóse el amado y dio trancos hacia atrás. Empachóse,
engrosóse y dilatóse. Dejó a Dios su hacedor, y alejóse de Dios, su
salud.
3. El empacharse el alma que era amada antes que se empachara, es
engolfarse en este gozo de criaturas. Y de aquí sale el primer grado
de este daño, que es volver atrás; lo cual es un embotamiento de la
mente acerca de Dios, que le oscurece los bienes de Dios, como la
niebla oscurece al aire para que no sea bien ilustrado de la luz del
sol. Porque, por el mismo caso que el espiritual pone su gozo en
alguna cosa y da rienda al apetito para impertinencias, se
entenebrece acerca de Dios y anubla la sencilla inteligencia del juicio,
según lo enseña el Espíritu Divino en el libro de la Sabiduría (4, 12),
diciendo: El uso y juntura de la vanidad y burla oscurece los bienes, y
la instancia del apetito trastorna y pervierte el sentido y juicio sin
malicia. Donde da a entender el Espíritu Santo que, aunque no haya
malicia concebida en el entendimiento del alma, sólo la
concupiscencia y gozo de éstas basta para hacer en ella este primer
grado de este daño, que es el embotamiento de la mente y la
oscuridad del juicio para entender la verdad y juzgar bien de cada
cosa como es.
4. No basta santidad y buen juicio que tenga el hombre para que no
deje de caer en este daño, si da lugar a la concupiscencia o gozo de
las cosas temporales; que por eso dijo Dios por Moisés (Ex. 23, 8),
avisándonos, estas palabras: No recibas dones, que hasta los
prudentes ciegan. Y esto era hablando particularmente con los que
habían de ser jueces, porque han menester tener el juicio limpio y
despierto, lo cual no tendrían con la codicia y gozo de las dádivas. Y
también por eso mandó Dios al mismo Moisés (Ex. 18, 21-22) que
pusiese por jueces a los que aborreciesen la avaricia, porque no se
les embotase el juicio con el gusto de las pasiones. Y así dice que no
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solamente no la quieran, sino que la aborrezcan. Porque, para
defenderse uno perfectamente de la afección de amor, hase de
sustentar en aborrecimiento, defendiéndose con el un contrario del
otro. Y así, la causa por que el profeta Samuel fue siempre tan recto
e ilustrado juez es porque, como él dijo en el libro de los Reyes (1 Re.
12, 3), nunca había recibido de alguno alguna dádiva.
5. El segundo grado de este daño privativo sale de este primero; el
cual se da a entender en aquello que se sigue de la autoridad
alegada, es a saber: "Empachóse, engrosóse y dilatóse". Y así, este
segundo grado es dilatación de la voluntad ya con más libertad en las
cosas temporales; la cual consiste en no se le dar ya tanto ni
penarse, ni tener ya en tanto el gozarse y gustar de los bienes
criados. Y esto le nació de haber primero dado rienda al gozo;
porque, dándole lugar, se vino a engrosar el alma en él, como dice
allí, y aquella grosura de gozo y apetito le hizo dilatar y extender más
la voluntad en las criaturas. Y esto trae consigo grandes daños;
porque este grado segundo le hace apartarse de las cosas de Dios y
santos ejercicios y no gustar de ellos, porque gusta de otras cosas y
va dándose a muchas imperfecciones e impertinencias y gozos y
vanos gustos.
6. Y totalmente este segundo grado, cuando es consumado, quita al
hombre los continuos ejercicios que tenía, y que toda su mente y
codicia ande ya en lo secular. Y ya los que están en este segundo
grado, no solamente tienen oscuro el juicio y entendimiento para
conocer las verdades y la justicia como los que están en el primero;
mas aun tienen ya mucha flojedad y tibieza y descuido en saberlo y
obrarlo, según de ellos dice Isaías (1, 23) por estas palabras: Todos
aman las dádivas y se dejan llevar de las retribuciones, y no juzgan
al pupilo, y la causa de la viuda no llega a ellos para que de ella
hagan caso. Lo cual no acaece en ellos sin culpa, mayormente cuando
les incumbe de oficio; porque ya los de este grado no carecen de
malicia como los del primero carecen. Y así, se van más apartando de
la justicia y virtudes, porque van más extendiendo la voluntad en la
afección de las criaturas. Por tanto, la propiedad de los de este grado
segundo es gran tibieza en las cosas espirituales y cumplir muy mal
con ellas, ejercitándolas más por cumplimiento o por fuerza, o por el
uso que tienen en ellas, que por razón de amor.
7. El tercer grado de este daño privativo es dejar a Dios del todo, no
curando de cumplir su ley por no faltar a las cosas y bienes del
mundo, dejándose caer en pecados mortales por la codicia. Y este
tercer grado se nota en lo que se va siguiendo en la dicha autoridad,
que dice: "Dejó a Dios su hacedor" (Dt. 32, 15).
En este grado se contienen todos aquellos que de tal manera tienen
las potencias del alma engolfadas en las cosas del mundo y riquezas
y tratos, que no se dan nada por cumplir con lo que les obliga la ley
de Dios; y tienen grande olvido y torpeza acerca de lo que toca a su
salvación, y tanta más viveza y sutileza acerca de las cosas del
mundo; tanto, que los llama Cristo en el Evangelio (Lc. 16, 8) hijos
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de este siglo; y dice de ellos que son más prudentes en sus tratos y
agudos que los hijos de la luz en los suyos. Y así en lo de Dios no son
nada y en lo del mundo lo son todo. Y éstos propiamente son los
avarientos, los cuales tienen ya (tan) extendido y derramado el
apetito y gozo en las cosas criadas, y tan afectadamente, que no se
pueden ver hartos, sino que antes su apetito crece tanto más y su
sed cuanto ellos están más apartados de la fuente que solamente los
podía hartar, que es Dios; porque de éstos dice el mismo Dios por
Jeremías (2, 13), diciendo: Dejáronme a mí, que soy fuente de agua
viva, y cavaron para sí cisternas rotas, que no pueden tener aguas. Y
esto es porque en las criaturas no halla el avaro con qué apagar su
sed, sino con qué aumentarla. Estos son los que caen en mil maneras
de pecados por amor de los bienes temporales, y son innumerables
sus daños. Y de éstos dice David (Sal. 72, 7): Transierunt in affectum
cordis.
8. El cuarto grado de este daño privativo (se nota) en lo último de
nuestra autoridad, que dice: "Y alejóse de Dios, su salud". A lo cual
vienen del tercer grado que acabamos de decir, porque, de no hacer
caso de poner su corazón en la ley de Dios por causa de los bienes
temporales, viene el alejarse mucho de Dios el alma del avaro, según
la memoria, entendimiento y voluntad, olvidándose de él como si no
fuese su Dios; lo cual es porque ha hecho para sí dios del dinero y
bienes temporales, como dice san Pablo (Col. 3, 5), diciendo que la
avaricia es servidumbre de ídolos. Porque este cuarto grado llega
hasta olvidar a Dios y poner el corazón, que normalmente debía
poner en Dios, formalmente en el dinero, como si no tuviesen otro
Dios.
9. De este cuarto grado son aquellos que no dudan de ordenar las
cosas sobrenaturales a las temporales como a su dios, como lo
debían hacer al contrario, ordenándolas a ellas a Dios, si le tuvieran
por su Dios, como era razón. De éstos fue el inicuo Balam, que la
gracia que Dios le había dado vendía (Nm. 22, 7); y también Simón
Mago, que pensaba estimarse la gracia de Dios por el dinero
(queriéndola comprar (Act. 8, 18-19). En lo cual estimaba en más el
dinero, pues le parecía que había quien lo estimase en más dándole
gracia por el dinero).
Y de este cuarto grado en otras muchas maneras hay muchos al día
de hoy, que allá con sus razones, oscurecidas con la codicia en las
cosas espirituales, sirven al dinero y no a Dios, y se mueven por el
dinero y no por Dios, poniendo delante el precio y no el divino valor y
premio, haciendo de muchas maneras al dinero su principal dios y fin,
anteponiéndole al último fin, que es Dios.
10. De este último grado son también todos aquellos miserables que,
estando tan enamorados de los bienes, los tienen tan por su dios,
que no dudan de sacrificarles sus vidas cuando ven que este su dios
recibe alguna mengua temporal, desesperándose y dándose ellos la
muerte (por miserables fines), mostrando ellos mismos por sus
manos el desdichado galardón que de tal dios se consigue; que, como
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no hay que esperar de él, da desesperación (y muerte. Y a los que no
persigue hasta este último daño de muerte, los hace morir viviendo
en penas de solicitud y otras muchas miserias, no dejando entrar
alegría en su corazón y que no les luzca bien ninguno en la tierra,
pagando siempre el tributo de su corazón al dinero en tanto que
penan por él, allegándolo a él para la última calamidad suya de justa
perdición, como lo advierte el Sabio (Ecli. 5, 12), diciendo que las
riquezas están guardadas para el mal de su señor.
11. Y de este cuarto grado son aquellos que dice san Pablo (Rm. 1,
28) que tradidit illos in reprobum sensum; porque hasta estos daños
trae al hombre el gozo cuando se pone en las posesiones
últimamente. Mas a los que menos daños hace es de tener harta
lástima, pues, como habemos dicho, hace volver al alma muy atrás
en la vía de Dios. Y por tanto, como dice David (Sal. 48, 17-18): No
temas cuando se enriqueciere el hombre, esto es, no le hayas
envidia, pensando que te lleva ventaja, porque, cuando acabare, no
llevará nada, ni su gloria y gozo bajarán con él).
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CAPÍTULO 20
De los provechos que se siguen al alma en apartar el gozo de las
cosas temporales.
1. Ha, pues, el espiritual de mirar mucho que no se le comience a asir
el corazón y el gozo a las cosas temporales, temiendo que de poco
vendrá a mucho, creciendo de grado en grado, pues de lo poco se
viene a lo mucho, y de pequeño principio, al fin es el negocio grande;
como una centella basta para quemar un monte y todo el mundo. Y
nunca se fíe por ser pequeño el asimiento, si no le corta luego,
pensando que adelante lo hará; porque, si cuando es tan poco y al
principio, no tiene ánimo para acabarlo, cuando sea mucho y más
arraigado, ¿cómo piensa y presume que podrá?, mayormente
diciendo Nuestro Señor en el Evangelio (Lc. 16, 10) que el que es
infiel en lo poco, también lo será en lo mucho; porque el que lo poco
evita, no caerá en lo mucho. Mas en lo poco hay gran daño, pues está
ya entrada la cerca y la muralla del corazón; y como dice el adagio:
el que comienza, la mitad tiene hecho. Por lo cual nos avisa David
(Sal. 61, 11), diciendo que, aunque abunden las riquezas, no les
apliquemos el corazón.
2. Lo cual, aunque el hombre no hiciese por su Dios y por lo que le
obliga la perfección cristiana, por los provechos que temporalmente
se le siguen, demás de los espirituales, había de libertar
perfectamente su corazón de todo gozo acerca de lo dicho. Pues no
sólo se libra de los pestíferos daños que habemos dicho en el
precedente capítulo, pero, demás de eso, en quitar el gozo de los
bienes temporales adquiere virtud de liberalidad, que es una de las
principales condiciones de Dios, la cual en ninguna manera se puede
tener con codicia.
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Demás de esto, adquiere libertad de ánimo, claridad en la razón,
sosiego, tranquilidad y confianza pacífica en Dios, y culto y obsequio
verdadero en la voluntad para Dios.
Adquiere más gozo y recreación en las criaturas con el desapropio de
ellas, el cual no se puede gozar en ellas si las mira con asimiento de
propiedad; porque éste es un cuidado que, como lazo, ata al espíritu
en la tierra y no le deja anchura de corazón.
Adquiere más, en el desasimiento de las cosas, clara noticia de ellas
para entender bien las verdades acerca de ellas, así natural como
sobrenaturalmente; por lo cual las goza muy diferentemente que el
que está asido a ellas, con grandes ventajas y mejorías. Porque éste
las gusta según la verdad de ellas, esotro según la mentira de ellas;
(éste según lo mejor, esotro según lo peor; éste según la sustancia,
esotro que ase su sentido a ellas, según el accidente; porque el
sentido no puede coger ni llegar más que al accidente, y el espíritu,
purgado de nube y especie de accidente, penetra la verdad y valor de
las cosas, porque ése es su objeto). Por lo cual el gozo anubla el
juicio como niebla, porque no puede haber gozo voluntario de
criatura sin propiedad voluntaria, así como no puede haber gozo en
cuanto es pasión, que no haya también propiedad habitual en el
corazón; y la negación y purgación de tal gozo deja al juicio claro,
como al aire los vapores cuando se deshacen.
3. Gózase, pues, éste en todas las cosas, no teniendo el gozo
apropiado a ellas, como si las tuviese todas; y esotro, en cuanto las
mira con particular aplicación de propiedad, pierde todo el gusto de
todas en general; éste, en tanto que ninguna tiene en el corazón, las
tiene, como dice san Pablo (2 Cor. 6, 10), todas en gran libertad;
esotro, en tanto que tiene de ellas algo con voluntad asida, no tiene
ni posee nada, antes ellas le tienen poseído a él el corazón; por lo
cual, como cautivo, pena; de donde, cuantos gozos quiere tener en
las criaturas, de necesidad ha de tener otras tantas apreturas y penas
en su asido y poseído corazón.
Al desasido no le molestan cuidados, ni en oración ni fuera de ella, y
así, sin perder tiempo, con facilidad hace mucha hacienda espiritual;
pero a esotro todo se le suele ir en dar vueltas y revueltas sobre el
lazo a que está asido y apropiado su corazón, y con diligencia aun
apenas se puede libertar por poco tiempo de este lazo del
pensamiento y gozo de lo que está asido el corazón.
Debe, pues, el espiritual, al primer movimiento, cuando se le va el
gozo a las cosas, reprimirle, acordándose del presupuesto que aquí
llevamos: que no hay cosa en que el hombre se deba gozar, sino en
si sirve a Dios y en procurar su honra y gloria en todas las cosas,
enderezándolas sólo a esto y desviándose en ellas de la vanidad, no
mirando en ellas su gusto ni consuelo.
4. Hay otro provecho muy grande y principal en desasir el gozo de las
criaturas, que es dejar el corazón libre para Dios, que es principio
dispositivo para todas las mercedes que Dios le ha de hacer, sin la
cual disposición no las hace; y son tales, que aun temporalmente, por
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un gozo que por su amor y por la perfección del Evangelio deje, le
dará ciento (por uno) en esta vida, como en el mismo Evangelio (Mt.
19, 29) lo promete Su Majestad.
Mas, aunque no fuese por estos intereses, sino sólo por el disgusto
que a Dios se da en estos gozos de criaturas, había el espiritual de
apagarlos en su alma. Pues que vemos en el Evangelio (Lc. 12, 20)
que, sólo porque aquel rico se gozaba porque tenía bienes para
muchos años, se enojó tanto Dios, que le dijo que aquella misma
noche había de ser su alma llevada a cuenta. De donde habemos de
creer que todas las veces que vanamente nos gozamos está Dios
mirando y diciendo algún castigo y trago amargo según lo merecido,
que, a veces, sea más de ciento tanto más la pena que redunda del
(tal) gozo que lo que se gozó. Que, aunque es verdad que en aquello
que dice por san Juan en el Apocalipsis (18, 7) de Babilonia, diciendo
que cuanto se había gozado y estado en deleite le diesen de
tormentos y pena, no es para decir que no será más (la pena) que el
gozo (que sí será, pues por breves placeres se dan eternos
tormentos), sino para dar a entender que no quedará cosa sin su
castigo particular, porque el que la inútil palabra castigará (Mt. 12,
36), no perdonará el gozo vano.
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CAPITULO 21 [San Juan de la Cruz SUBIDA DEL MONTE
CARMELOLibro 1º - 1]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LA SUBIDA DEL MONTE CARMELO
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LIBRO TERCERO
CAPÍTULO 21
En que se trata cómo es vanidad poner el gozo de la voluntad en los
bienes naturales y cómo se ha de enderezar a Dios por ellos.
1. Por bienes naturales entendemos aquí hermosura, gracia, donaire,
complexión corporal y todas las demás dotes corporales; y también
en el alma, buen entendimiento, discreción, con las demás cosas que
pertenecen a la razón.
En todo lo cual poner el hombre el gozo, (porque él o los que a él
pertenecen tengan tales partes y no más), y no dar antes gracias a
Dios, que las da para ser por ellas más conocido y amado, y sólo por
eso gozarse, vanidad y engaño es, como lo dice Salomón (Pv. 31,
30), diciendo: Engañosa es la gracia y vana la hermosura; la que
teme a Dios, ésa será alabada. En lo cual se nos enseña que antes en
estos dones naturales se debe el hombre recelar, pues por ellos
puede el hombre fácilmente distraerse del amor de Dios y caer en
vanidad, atraído de ellos, y ser engañado. Que, por eso, dice que la
gracia corporal es engañadora, porque en la vía al hombre engaña y
le atrae a lo que no le conviene, por vano gozo y complacencia de sí o
del que la tal gracia tiene; y que "la hermosura es vana", pues que al
hombre hace caer de muchas maneras cuando la estima y en ella se
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goza, pues sólo se debe gozar en si sirve a Dios en él o en otros por
él; mas antes debe temer y recelarse (que) no, por ventura, sean
causa de sus dones y gracias naturales que Dios sea ofendido por
ellas, por su vana presunción o por extrema afición poniendo los ojos
en ellas.
Por lo cual debe tener recato y vivir con cuidado el que tuviere las
tales partes, que no dé causa a alguno, por su vana ostentación, que
se aparte un punto de Dios su corazón. Porque estas gracias y dones
de naturaleza son tan provocativas y ocasionadas, así al que las
posee como al que las mira, que apenas hay quien se escape de
algún lacillo y liga de su corazón en ellas. Donde, por este temor,
habemos visto que muchas personas espirituales, que tenían algunas
partes de éstas, alcanzaron de Dios con oraciones que las
desfigurase, por no ser causa y ocasión a sí o a otras personas de
alguna afición o gozo vano.
2. Ha, pues, el espiritual de purgar y oscurecer su voluntad en este
vano gozo, advirtiendo que la hermosura y todas las demás partes
naturales son tierra, y que de ahí vienen y a la tierra vuelven; y que
la gracia y donaire es humo y aire de esa tierra; y que, para no caer
en vanidad, lo ha de tener por tal y por tal estimarlo, y en estas
cosas enderezar el corazón a Dios en gozo y alegría de que Dios es
en sí todas esas hermosuras y gracias eminentísimamente, en infinito
sobre todas las criaturas; y que, como dice David (Sal. 101, 27),
todas ellas, como la vestidura, se envejecerán y pasarán, y sólo él
permanece inmutable para siempre. Y por eso, si en todas las cosas
no enderezare a Dios su gozo, siempre será falso y engañado; porque
de este tal se entiende aquel dicho de Salomón (Ecli. 2, 2), que dice
hablando con el gozo acerca de las criaturas, diciendo: Al gozo dije:
¿Por qué te dejas engañar en vano?; esto es, cuando se deja atraer
de las criaturas el corazón.
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CAPÍTULO 22
De los daños que se le siguen al alma de poner el gozo de la voluntad
en los bienes naturales.
1. Aunque muchos de estos daños y provechos que voy contando en
estos géneros de gozos son comunes a todos, con todo, porque
derechamente siguen al gozo y desapropio de él, aunque el gozo sea
de cualquier género de estas seis divisiones que voy tratando, por
eso en cada una (digo) algunos daños y provechos que también se
hallan en la otra, por ser, como digo, anejos al gozo que anda por
todas. Mas mi principal intento es decir los (particulares) daños y
provechos que acerca de cada cosa, por el gozo o no gozo de ella, se
siguen al alma; los cuales llamo particulares, porque de tal manera
primaria e inmediatamente se causan de tal género de gozo, que no
se causan del otro sino secundaria y mediatamente. Ejemplo: el daño
de la tibieza del espíritu, de todo y de cualquier género de gozo se
causa directamente, y así este daño es a todos estos seis géneros
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general. Pero el fornicio es daño particular, que sólo derechamente
sigue al gozo de los bienes naturales que vamos diciendo.
2. Los daños, pues, espirituales y corporales que derecha y
efectivamente se siguen al alma cuando pone el gozo en los bienes
naturales, se reducen a seis daños principales.
El primero es vanagloria, presunción, soberbia y desestima del
prójimo; porque no puede uno poner los ojos de la estimación en una
cosa que no los quite de las demás. De lo cual se sigue, por lo
menos, desestima real de las demás cosas; porque, naturalmente,
poniendo la estimación en una cosa, se recoge el corazón de las
demás cosas en aquella que estima, y de este desprecio real es muy
fácil caer en el intencional y voluntario de algunas cosas de esotras,
en particular o en general, no sólo en el corazón, sino mostrándolo
con la lengua, diciendo: tal o tal cosa, tal o tal persona no es como
tal o tal.
El segundo daño es que mueve el sentido a complacencia y deleite
sensual y lujuria.
El tercer daño es hacer caer en adulación y alabanzas vanas, en que
hay engaño y vanidad, como dice Isaías (3, 12), diciendo: Pueblo
mío, el que te alaba te engaña. Y la razón es porque, aunque algunas
veces dicen verdad alabando gracias y hermosura, todavía por
maravilla deja de ir allí envuelto algún daño, o haciendo caer al otro
en vana complacencia y gozo, y llevando allí sus afectos e intenciones
imperfectas.
El cuarto daño es general, porque se embota mucho la razón y el
sentido del espíritu también como en el gozo de los bienes
temporales, y aun en cierta manera mucho más; porque como los
bienes naturales son más conjuntos al hombre que los temporales,
con más eficacia y presteza hace el gozo de los tales impresión y
huella en el sentido y más frecuentemente le embelesa. Y así, la
razón y juicio no quedan libres, sino anublados con aquella afección
de gozo muy conjunto.
Y de aquí nace el quinto daño, que es distracción de la mente en
criaturas.
Y de aquí nace y se sigue la tibieza y flojedad de espíritu, que es el
sexto daño, también general, que suele llegar a tanto, que tenga
tedio grande y tristeza en las cosas de Dios, hasta venirlas a
aborrecer.
Piérdese en este gozo infaliblemente el espíritu puro, por lo menos al
principio; porque si algún espíritu se siente, será muy sensible y
grosero, poco espiritual y poco interior y recogido, consistiendo más
en gusto sensitivo que en fuerza de espíritu. Porque, pues el espíritu
está tan bajo y flaco, que así no apaga el hábito del tal gozo (porque,
para no tener el espíritu puro, basta tener este hábito imperfecto,
aunque, cuando se ofrezca, no consienta en los actos del gozo), más
debe vivir, en cierta manera, en la flaqueza del sentido que en la
fuerza del espíritu; si no, en la fortaleza y perfección que tuviere en
las ocasiones lo verá. Aunque no niego que puede haber muchas
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virtudes con hartas imperfecciones; mas con estos gozos no
apagados, no puro ni sabroso espíritu interior, porque reina la carne,
que milita contra el espíritu (Gl. 5, 17), y aunque no sienta daño el
espíritu, por lo menos se le causa ocultamente distracción.
3. Pero, volviendo a hablar en aquel segundo daño, que contiene en
sí daños innumerables, aunque no se pueden comprehender con la
pluma ni significar con palabras, no es oscuro ni oculto hasta dónde
llegue y cuánta sea esta desventura nacida del gozo puesto en las
gracias y hermosura natural, pues que cada día por esta causa se ven
tantas muertes de hombres, tantas honras perdidas, tantos insultos
hechos, tantas haciendas disipadas, tantas emulaciones y contiendas,
tantos adulterios, estupros y fornicios cometidos y tantos santos
caídos en el suelo, que se comparen a la tercera parte de las estrellas
del cielo derribadas con la cola de aquella serpiente en la tierra (Ap.
12, 4); el oro fino, perdido su primor y lustre, en el cieno; y los
ínclitos y nobles de Sión, que se vestían de oro primo, estimados en
vasos de barro quebrados, hechos tiestos (Lm. 4, 1-2).
4. ¿Hasta dónde no llega la ponzoña de este daño? ¿Y quién no bebe
o poco o mucho de este cáliz dorado de la mujer babilónica del
Apocalipsis (17, 4)? Que (en sentarse ella sobre aquella gran bestia,
que tenía siete cabezas y diez coronas, da a entender que apenas hay
alto ni bajo, ni santo ni pecador que no dé a beber de su vino,
sujetando en algo su corazón, pues, como allí se dice de ella (17, 2),
fueron embriagados todos los reyes de la tierra del vino de su
prostitución. Y a todos los estados coge, hasta el supremo e ínclito
del santuario y divino sacerdocio, asentando su abominable vaso,
como dice Daniel (9, 27) en el lugar santo; apenas dejando fuerte
que poco o mucho no le dé a beber del vino de este cáliz, que es este
vano gozo. Que, por eso, dice que "todos los reyes de la tierra fueron
embriagados de este vino", pues tan pocos se hallarán que, por
santos que hayan sido, no les haya embelesado y trastornado algo
esta bebida del gozo y gusto de la hermosura y gracias naturales.
5. Donde es de notar el decir que se embriagaron; porque, por poco
que se beba del vino de este gozo, luego al punto se ase al corazón, y
embelesa y hace el daño de oscurecer la razón, como a los asidos del
vino. Y es de manera que, si luego no se toma alguna triaca contra
este veneno con que se eche fuera presto, peligro corre la vida del
alma. Porque, tomando fuerzas la flaqueza espiritual, le traerá a
tanto mal que, como Sansón (Ju. 16, 19), sacados los ojos de su
vista y cortados los cabellos de su primera fortaleza, se verá moler en
las atahonas, cautivo entre sus enemigos, y después, por ventura,
morir la segunda muerte, como él con ellos; causándole todos estos
daños la bebida de este gozo espiritualmente, como a él
corporalmente se los causó y causa hoy a muchos; y después le
vengan a decir sus enemigos, no sin grande confusión suya: ¿Eres tú
el que rompías los lazos doblados, desquijarrabas los leones, matabas
los mil filisteos y arrancabas los postigos, y te librabas de todos tus
enemigos?
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6. Concluyamos, pues, poniendo el documento necesario contra esta
ponzoña, y sea: luego que el corazón se sienta mover de este vano
gozo de bienes naturales, se acuerde cuán vana cosa es gozarse de
otra que de servir a Dios y cuán peligrosa y perniciosa; considerando
cuánto daño fue para los ángeles gozarse y complacerse de su
hermosura y bienes naturales, pues por esto cayeron en los abismos
feos, y cuántos males siguen a los hombres cada día por esa misma
vanidad; y por eso se animen con tiempo a tomar el remedio que dice
el poeta a los que comienzan a aficionarse a lo tal: Date priesa ahora
al principio a poner remedio; porque cuando los males han tenido
tiempo de crecer en el corazón, tarde viene el remedio y la medicina.
No mires al vino, dice el Sabio (Pv. 23, 31-32), cuando su color está
rubicundo y resplandece en el vidrio; entra blandamente, y (al fin)
muerde como culebra y derrama venenos como el régulo.
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CAPÍTULO 23
De los provechos que saca el alma de no poner el gozo en los bienes
naturales.
1. Muchos son los provechos que al alma se le siguen de apartar su
corazón de semejante gozo, porque, demás que dispone para el amor
de Dios y las otras virtudes, derechamente da lugar a la humildad
para sí mismo y (a) la caridad general para con los prójimos; porque,
no aficionándose a ninguno por los bienes naturales aparentes, que
son engañadores, le queda el alma libre y clara para amarlos a todos
racional y espiritualmente, como Dios quiere que sean amados. En lo
cual se conoce que ninguno merece amor si no es por la virtud que
hay en él. Y cuando de esta suerte se ama, es muy según Dios y aun
con mucha libertad; y si es con asimiento, es con mayor asimiento de
Dios; porque entonces cuanto más crece este amor, tanto más crece
el de Dios, y cuanto más el (de) Dios, tanto más éste del prójimo;
porque de lo que es en Dios es una misma razón y una misma la
causa.
2. Síguesele otro excelente provecho en negar este género de gozo, y
es que cumple y guarda el consejo de Nuestro Salvador, que dice por
san Mateo (16, 24) que el que quisiere seguirle se niegue a sí mismo.
Lo cual en ninguna manera podría hacer el alma si pusiese el gozo en
sus bienes naturales, porque el que hace algún caso de sí no se niega
ni sigue a Cristo.
3. Hay otro grande provecho en negar este género de gozo, y es que
causa en el alma grande tranquilidad y evacua las digresiones, y hay
recogimiento en los sentidos, mayormente en los ojos. Porque, no
queriendo gozarse en eso, ni quiere mirar ni dar los demás sentidos a
esas cosas, por no ser atraído ni enlazado de ellas, ni gastar tiempo
ni pensamiento en ellas: hecho semejante a la prudente serpiente,
que tapa sus oídos por no oír los encantadores y le hagan algunos
impresión (Sal. 57, 5). Porque guardando las puertas del alma, que
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son los sentidos, mucho se guarda y aumenta la tranquilidad y pureza
de ella.
4. Hay otro provecho no menor en los que ya están aprovechados en
la mortificación de este género de gozo, y es que los objetos y las
noticias feas no les hacen la impresión e impureza que a los que
todavía les contenta algo de esto. Y, por eso, a la negación y
mortificación de este gozo se le sigue la espiritual limpieza de alma y
cuerpo, esto es, de espíritu y sentido, y va teniendo conveniencia
angelical con Dios, haciendo a su alma y cuerpo digno templo del
Espíritu Santo. Lo cual no puede ser así, si su corazón se goza en los
bienes y gracias naturales; que para esto no es menester
consentimiento ni memoria de cosa fea, pues aquel gozo basta para
la impureza del alma y sentido con la noticia de lo tal, pues que dice
el Sabio (Sab. 1, 5) que el Espíritu Santo se apartará de los
pensamientos que no son de entendimiento, esto es, de la razón
superior en orden a Dios.
5. Otro provecho general se le sigue, y es que, demás que se libra de
los males y daños arriba dichos, se excusa también de vanidades sin
cuento y de muchos otros daños, así espirituales como temporales, y
mayormente de caer en la poca estima que son tenidos todos
aquellos que son vistos gozarse o preciarse de las dichas partes
naturales, suyas o ajenas. Y así son tenidos y estimados por cuerdos
y sabios, como de verdad lo son, todos aquellos que no hacen caso
de estas cosas, sino de aquello de que gusta Dios.
6. De los dichos provechos se sigue el último, que es un generoso
bien del alma, tan necesario para servir a Dios como es la libertad del
espíritu, con que fácilmente se vencen las tentaciones, y se pasan
bien los trabajos, y crecen prósperamente las virtudes.
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CAPÍTULO 24
Que trata del tercer género de bienes en que puede la voluntad poner
la afección del gozo, que son los sensuales. Dice cuáles sean y de
cuántos géneros y cómo se ha de enderezar la voluntad a Dios
purgándose de este gozo.
1. Síguese tratar del gozo acerca de los bienes sensuales, que es el
tercer género de bienes en que decíamos poder gozarse la voluntad.
Y es de notar que por bienes sensuales entendemos aquí todo aquello
que en esta vida puede caer en el sentido de la vista, del oído, del
olfato, gusto y tacto, y de la fábrica interior del discurso imaginario,
que todo pertenece a los sentidos corporales, interiores y exteriores.
2. Y para oscurecer y purgar la voluntad del gozo acerca de estos
objetos sensibles, encaminándola a Dios por ellos, es necesario
presuponer una verdad, y es: que, como muchas veces habemos
dicho, el sentido de la parte inferior del hombre, que es del que
vamos tratando, no es ni puede ser capaz de conocer ni
comprehender a Dios como Dios es. De manera que ni el ojo le puede
ver ni cosa que se parezca a él, ni el oído puede oír su voz ni sonido
202
que se le parezca, ni el olfato puede oler olor tan suave, ni el gusto
alcanza sabor tan subido y sabroso, ni el tacto puede sentir toque tan
delicado y tan deleitable ni cosa semejante; ni puede caer en
pensamiento ni imaginación su forma, ni figura alguna que le
represente, diciéndolo Isaías (64, 4; 1 Cor. 2, 9) así: Que ni ojo le
vio, ni oído le oyó, ni cayó en corazón de hombre.
3. Y es aquí de notar que los sentidos pueden recibir gusto o deleite,
o de parte del espíritu, mediante alguna comunicación (que recibe de
Dios interiormente, o de parte de las cosas exteriores comunicadas a)
los sentidos. Y, según lo dicho, ni por vía del espíritu ni por la del
sentido puede conocer a Dios la parte sensitiva; porque, no teniendo
ella habilidad que llegue a tanto, recibe lo espiritual sensitiva y
sensualmente, y no más. De donde para la voluntad en gozarse del
gusto causado de alguna de estas aprehensiones sería vanidad, por lo
menos, e impedir la fuerza de la voluntad que no se emplease en
Dios, poniendo su gozo sólo en él. Lo cual no puede ella hacer
enteramente si no es purgándose y oscureciéndose del gozo acerca
de este género, como de los demás.
4. Dije con advertencia: que si parase el gozo en algo de lo dicho,
sería vanidad, porque cuando no para en eso, sino que, luego que
siente la voluntad el gusto de lo que oye, ve y trata, se levanta a
gozar en Dios y le es motivo y fuerza para eso, muy bueno es. Y
entonces no sólo no se han de evitar las tales mociones cuando
causan esta devoción y oración, mas se pueden aprovechar de ellas,
y aun deben, para tan santo ejercicio; porque hay almas que se
mueven mucho en Dios por los objetos sensibles. Pero ha de haber
mucho recato en esto, mirando los efectos que de ahí sacan; porque
muchas veces muchos espirituales usan de las dichas recreaciones de
sentidos con pretexto de oración y de darse a Dios, y es de manera
que más se puede llamar recreación que oración y darse gusto a sí
mismos más que a Dios; y la intención que tienen es para Dios, y el
efecto que sacan es para la recreación sensitiva, en que sacan más
flaqueza de imperfección que avivar la voluntad y entregarla a Dios.
5. Por lo cual quiero poner aquí un documento para (que se vea)
cuándo dichos sabores de los sentidos hacen provecho y cuándo no. Y
es que todas las veces que, oyendo músicas u otras cosas, y viendo
cosas agradables, y oliendo suaves olores, y gustando algunos
sabores y delicados toques, luego al primer movimiento se pone la
noticia y afección de la voluntad en Dios, dándole más gusto aquella
noticia que el motivo sensual que se la causa, y no gusta del tal
motivo sino por eso, es señal que saca provecho de lo dicho y que le
ayuda lo tal sensitivo al espíritu. Y en esta manera se puede usar,
porque entonces sirven los sensibles al fin para que Dios los crió y
dio, que es para ser por ellos más amado y conocido. Y es aquí de
saber que aquel a quien estos sensibles hacen el puro efecto
espiritual que digo, no por eso tiene apetito, ni se le da casi nada por
ellos, aunque cuando se le ofrecen le dan mucho gusto, por el gusto
que tengo dicho que de Dios le causan; y así no se solicita por ellos, y
203
cuando se le ofrecen, como digo, luego pasa la voluntad de ellos, y
los deja y se pone en Dios.
6. La causa de no dársele mucho de estos motivos, aunque le ayudan
(para ir) a Dios, es porque, como el espíritu que tiene esta prontitud
de ir con todo y por todo a Dios está tan cebado y prevenido y
satisfecho con el espíritu de Dios, que no echa menos nada ni lo
apetece; y si lo apetece para esto, luego se le pasa y se le olvida, y
no hace caso.
Pero el que no sintiere esta libertad de espíritu en las dichas cosas y
gustos sensibles, sino que su voluntad se detiene en estos gustos y
se ceba de ellos, daño le hacen y debe apartarse de usarlos. Porque,
aunque con la razón se quiera ayudar de ellos para ir a Dios, todavía,
por cuanto el apetito gusta de ellos, según lo sensual, y conforme al
gusto siempre es el efecto, más cierto es hacerle estorbo que ayuda,
y más daño que provecho. Y cuando viere que reina en sí el apetito
de las tales recreaciones, debe mortificarle; porque cuanto más fuere
fuerte, tiene más de imperfección y flaqueza.
7. Debe, pues, el espiritual, en cualquiera gusto que de parte del
sentido se le ofreciere, ahora sea acaso, ahora de intento,
aprovecharse de él sólo para Dios, levantando a él el gozo del alma
para que su gozo sea útil y provechoso y perfecto, advirtiendo que
todo gozo que no es en negación y aniquilación de otro cualquiera
gozo, aunque sea de cosa al parecer muy levantada, es vano y sin
provecho y estorba para la unión de la voluntad en Dios.
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CAPÍTULO 25
Que trata de los daños que el alma recibe en querer poner el gozo de
la voluntad en los bienes sensuales.
1. Cuanto a lo primero, si el alma no oscurece y apaga el gozo que de
las cosas sensuales le puede nacer, enderezando a Dios el tal gozo,
todos los daños generales que habemos dicho que nacen de otro
cualquier género de gozo, se le siguen de éste, que es de cosas
sensuales, como son: oscuridad de la razón, tibieza y tedio espiritual,
etc. Pero, en particular, muchos son los daños en que derechamente
puede caer por este gozo, así espirituales como corporales sensuales.
2. Primeramente, del gozo de las cosas visibles, no negándole para ir
a Dios, se le puede seguir derechamente vanidad de ánimo y
distracción de la mente, codicia desordenada, deshonestidad,
descompostura interior y exterior, impureza de pensamientos y
envidia.
3. Del gozo en oír cosas inútiles, derechamente nace distracción de la
imaginación, parlería, envidia, juicios inciertos y variedad de
pensamientos, y de éstos otros muchos y perniciosos daños.
4. De gozarse en olores suaves le nace asco de los pobres, que es
contra la doctrina de Cristo, enemistad a la servidumbre, poco
rendimiento de corazón en las cosas humildes e insensibilidad
espiritual, por lo menos según la proporción de su apetito.
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5. Del gozo en el sabor de los manjares, derechamente nace gula y
embriaguez, ira, discordia y falta de caridad con los prójimos y
pobres, como tuvo con Lázaro aquel epulón que comía cada día
espléndidamente (Lc. 16, 19). De ahí nace el destemple corporal, las
enfermedades; nacen los malos movimientos, porque crecen los
incentivos de la lujuria. Críase derechamente gran torpeza en el
espíritu y estrágase el apetito de las cosas espirituales, de manera
que no pueda gustar de ellas, ni aun estar en ellas ni tratar de ellas.
Nace también de este gozo distracción de los demás sentidos y del
corazón y descontento acerca de muchas cosas.
6. Del gozo acerca del tacto en cosas suaves, muchos más daños y
más perniciosos nacen, y que más en breve trasvierten el sentido al
espíritu y apagan su fuerza y vigor. De aquí nace el abominable vicio
de la molicie o incentivos para ella, según la proporción del gozo de
este género; críase la lujuria, hace al ánimo afeminado y tímido y al
sentido halagüeño y melífluo y dispuesto para pecar y hacer daño;
infunde vana alegría y gozo en el corazón, y cría soltura de lengua y
libertad de ojos y a los demás sentidos embelesa y embota, según la
cantidad del tal apetito, empacha el juicio, sustentándole en
insipiencia y necedad espiritual, y moralmente cría cobardía e
inconstancia; y, con tiniebla en el ánima y flaqueza de corazón, hace
temer aun donde no hay que temer; cría este gozo espíritu de
confusión algunas veces e insensibilidad acerca de la conciencia y del
espíritu, por cuanto debilita mucho la razón y la pone de suerte que
ni sepa tomar buen consejo ni darle, y queda incapaz para los bienes
espirituales y morales, inútil como un vaso quebrado (Ecli. 21, 17).
7. Todos estos daños se causan de este género de gozo, en unos más
intensamente, según la intensión del tal gozo y según también la
facilidad o flaqueza o inconstancia del sujeto en que cae; porque
naturales hay que de pequeña ocasión recibirán más detrimentos que
otros de muchas.
8. Finalmente, de este género de gozo en el tacto se puede caer en
tantos males y daños, como habemos dicho, acerca de los bienes
naturales, que, por estar allí ya dichos, aquí no los refiero, como
tampoco digo otros muchos daños que hace, como son mengua en
los ejercicios espirituales y penitencia corporal, y tibieza e indevoción
acerca del uso de los sacramentos de la Penitencia y Eucaristía.
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CAPÍTULO 26
De los provechos que se siguen al alma en la negación del gozo
acerca de las cosas sensibles, los cuales son espirituales y
temporales.
1. Admirables son los provechos que el alma saca de la negación de
este gozo: de ellos, son espirituales, y de ellos, temporales.
2. El primero es que, recogiendo el alma su gozo de las cosas
sensibles, se restaura acerca de la distracción en que por el
demasiado ejercicio de los sentidos ha caído, recogiéndose en Dios; y
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consérvase el espíritu y virtudes que ha adquirido, y se aumentan y
va ganando.
3. El segundo provecho espiritual que saca en no se querer gozar
acerca de lo sensible es excelente, conviene a saber: que podemos
decir con verdad que de sensual se hace espiritual, de animal se hace
racional y aún que de hombre camina a porción angelical, y que de
temporal y humano se hace divino y celestial; porque, así como el
hombre que busca el gusto de las cosas sensuales y en ellas pone su
gozo no merece ni se le debe otro nombre que estos que habemos
dicho, es a saber: sensual, animal, temporal, etcétera, así, cuando
levanta el gozo de estas cosas sensibles, merece todos éstos,
conviene a saber: espiritual, celestial, etc.
4. Y que esto sea verdad, está claro; porque, como quiera que el
ejercicio de los sentidos y fuerza de la sensualidad contradiga, como
dice el Apóstol (Gl. 5, 17), a la fuerza y ejercicio espiritual, de aquí es
que, menguando y acabando las unas de estas fuerzas, han de crecer
y aumentarse las otras fuerzas contrarias, por cuyo impedimento no
crecían, y así, perfeccionándose el espíritu, que es la porción superior
del alma que tiene respecto y comunicación con Dios, merece todos
los dichos atributos, pues que se perfecciona en bienes y dones de
Dios espirituales y celestiales.
Y lo uno y lo otro se prueba por san Pablo (1 Cor. 2, 14), el cual al
sensual, que es el que el ejercicio de su voluntad sólo trae en lo
sensible, (le llama) animal, que no percibe las cosas de Dios; y a
esotro, que levanta a Dios la voluntad, llama espiritual, y que éste lo
penetra y juzga todo hasta los profundos de Dios. Por tanto, tiene
aquí el alma un admirable provecho de una grande disposición para
recibir bienes de Dios y dones espirituales.
5. Pero el tercer provecho es que con grande exceso se le aumentan
los gustos y el gozo de la voluntad temporalmente; pues, como dice
el Salvador (Mt. 19, 29), en esta vida por uno le dan ciento. De
manera que, si un gozo niegas, ciento tanto te dará el Señor en esta
vida temporal y espiritualmente; como también, por un gozo que de
esas cosas sensibles tengas, te nacerá ciento tanto de pesar y
sinsabor. Porque, de parte del ojo ya purgado en los gozos de ver, se
le sigue al alma gozo espiritual, enderezado a Dios en todo cuanto ve,
ahora sea divino, ahora profano lo que ve. De parte del oído purgado
en el gozo de oír, se le sigue al alma ciento tanto de gozo muy
espiritual y enderezado a Dios en todo cuanto oye, ahora sea divino,
ahora profano lo que oye; y así en los demás sentidos ya purgados;
porque, así como en el estado de la inocencia a nuestros primeros
padres todo cuanto veían y hablaban y comían en el paraíso les
servía para mayor sabor de contemplación, por tener ellos bien sujeta
y ordenada la parte sensitiva a la razón, así el que tiene el sentido
purgado y sujeto al espíritu de todas las cosas sensibles, desde el
primer movimiento saca deleite de sabrosa advertencia y
contemplación de Dios.
206
6. De donde al limpio todo lo alto y lo bajo le hace más bien y le sirve
para más limpieza, así como el impuro de lo uno y de lo otro,
mediante su impureza, suele sacar mal; mas el que no vence el gozo
del apetito, ni gozará de serenidad de gozo ordinario en Dios por
medio de sus criaturas. El que no vive ya según el sentido, todas las
operaciones de sus sentidos y potencias son enderezadas a divina
contemplación, porque, siendo verdad en buena filosofía que cada
cosa, según el ser que tiene o vida que vive, es su operación, si el
alma vive vida espiritual, mortificada la animal, claro está que sin
contradicción, siendo ya todas sus acciones y movimientos
espirituales de vida espiritual, ha de ir con todo a Dios. De donde se
sigue que este tal, ya limpio de corazón, en todas las cosas halla
noticia de Dios gozosa y gustosa, casta, pura, espiritual, alegre y
amorosa.
7. De lo dicho infiero la siguiente doctrina, y es: que hasta que el
hombre venga a tener tan habituado el sentido en la purgación del
gozo sensible, que de primer movimiento saque el provecho que he
dicho, de que le envíen las cosas luego a Dios, tiene necesidad de
negar su gozo y gusto acerca de ellas para sacar de la vida sensitiva
al alma; temiendo que, pues él no es espiritual, sacará, por ventura,
del uso de estas cosas más jugo y fuerza para el sentido que para el
espíritu, predominando en su operación la fuerza sensual, que hace
más sensualidad y la sustenta y cría; porque, como Nuestro Salvador
dice (Jn. 3, 6), lo que nace de carne, carne es; y lo que nace del
espíritu, espíritu es.
Y esto se mire mucho, porque es así la verdad. Y no se atreva el que
no tiene aún mortificado el gusto en las cosas sensibles aprovecharse
mucho de la fuerza y operación del sentido acerca de ellas, creyendo
que le ayudan al espíritu; porque más crecerán las fuerzas del alma
sin estas sensitivas, esto es, apagando el gozo y apetito de ellas, que
usando de él en ellas.
8. Pues los bienes de gloria que en la otra vida se siguen por el
negamiento de este gozo, no hay necesidad de decirlo; porque,
demás que los dotes corporales de gloria, como son agilidad y
claridad, serán mucho más excelentes que los de aquellos que no se
negaron, así el aumento de la gloria esencial del alma, que responde
al amor de Dios por quien negó las dichas cosas sensibles, por cada
gozo que negó momentáneo y caduco, como dice San Pablo (2 Cor.
4, 17), inmenso peso de gloria obrará en él eternamente.
Y no quiero ahora referir aquí los demás provechos, así morales como
temporales y también espirituales, que se siguen a esta noche de
gozo; pues son todos los que en los demás quedan dichos, y con más
eminente ser, por ser estos gozos que se niegan más conjuntos al
natural, y por eso adquiere este tal más íntima pureza en la negación
de ellos.
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CAPÍTULO 27
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En que se comienza a tratar del cuarto género de bienes que son
bienes morales. Dice cuáles sean y en qué manera sea en ellos lícito
el gozo de la voluntad.
1. El cuarto género en que se puede gozar la voluntad son bienes
morales; y por bienes morales entendemos aquí las virtudes y los
hábitos de ellas en cuanto morales, y el ejercicio de cualquiera virtud,
y el ejercicio de las obras de misericordia, la guarda de la ley de Dios,
y la política, y todo ejercicio de buena índole e inclinación.
2. Y estos bienes morales, cuando se poseen y ejercitan, por ventura
merecen más gozo de la voluntad que alguno de esotros tres géneros
que quedan dichos. Porque por una de dos causas, o por entrambas
juntas, se puede el hombre gozar de sus cosas, conviene a saber: o
por lo que ellas son en sí, o por el bien que importan y traen consigo
como medio e instrumento.
Y así, hallaremos que la posesión de los tres géneros de bienes ya
dichos ningún gozo de la voluntad merecen, pues, como queda dicho,
de suyo al hombre ningún bien le hacen ni le tienen en sí, pues son
tan caducos y deleznables; antes, como también dijimos, le
engendran y acarrean pena y dolor y aflicción de ánimo. Que, aunque
algún gozo merezcan por la segunda causa, que es cuando el hombre
de ellos se aprovecha para ir a Dios, es tan incierto esto, que, como
vemos comúnmente, más se daña el hombre con ellos que se
aprovecha.
Pero los bienes morales ya por la primera causa, que es por lo que en
sí son y valen, merecen algún gozo de su poseedor; porque consigo
traen paz y tranquilidad y recto y ordenado uso de la razón, y
operaciones acordadas; que no puede el hombre humanamente en
esta vida poseer cosa mejor.
3. Y así, porque las virtudes por sí mismas merecen ser amadas y
estimadas, hablando humanamente, bien se puede el hombre gozar
de tenerlas en sí y ejercitarlas por lo que en sí son y por lo que de
bien humana y temporalmente importan al hombre. Porque de esta
manera, y por esto, los filósofos y sabios y antiguos príncipes las
estimaron y las alabaron y procuraron tener y ejercitar; y aunque
gentiles, y que sólo ponían los ojos en ellas temporalmente por los
bienes que temporal y corporal y naturalmente de ellas conocían
seguírseles, no sólo alcanzaban por ellas los bienes y nombre
temporalmente que pretendían, sino, demás de esto, Dios, que ama
todo lo bueno, aun en el bárbaro y gentil, y ninguna cosa impide
buena, como dice el Sabio (Sab. 7, 22), les aumentaba la vida, honra
y señorío y paz, como hizo en los romanos porque usaban de justas
leyes; que casi les sujetó todo el mundo, pagando temporalmente a
los que eran por su infidelidad incapaces de premio eterno las buenas
costumbres.
Porque ama Dios tanto estos bienes morales, que sólo porque
Salomón le pidió sabiduría para mostrar los de su pueblo y poderle
gobernar justamente, instruyéndole en buenas costumbres, se lo
agradeció mucho el mismo Dios, y le dijo (3 Re. 3, 11-13; 2 Cor. 1,
208
11-2) que, porque había pedido sabiduría para aquel fin, que él se la
daba y más lo que no había pedido, que eran riquezas y honra, de
manera que ningún rey en los pasados ni en lo por venir fuese
semejante a él.
4. Pero aunque en esta primera manera se deba gozar el cristiano
sobre los bienes morales y buenas obras que temporalmente hace,
por cuanto causan los bienes temporales que habemos dicho, no debe
parar su gozo en esta primera manera, como habemos dicho de los
gentiles, cuyos ojos del alma no trascendían más que lo de esta vida
mortal, sino que -pues tiene lumbre de fe, en que espera vida eterna
y que sin ésta todo lo de acá y de allá no le valdrá nada- sólo y
principalmente debe gozarse en la posesión y ejercicio de estos
bienes morales en la segunda manera, que es en cuanto, haciendo
las obras por amor de Dios, le adquieren vida eterna.
Y así, sólo debe poner los ojos y el gozo en servir y honrar a Dios con
sus buenas costumbres y virtudes, pues que sin este respecto no
valen delante de Dios nada las virtudes, como se ve en las diez
vírgenes del Evangelio (Mt. 25, 1-13), que todas habían guardado
virginidad y hecho buenas obras, y porque las cinco no habían puesto
su gozo en la segunda manera -esto es, enderezándole en ellas a
Dios-, sino antes le pusieron en la primera manera, gozándose en la
posesión de ellas, fueron echadas del cielo sin ningún agradecimiento
ni galardón del Esposo. Y también muchos antiguos tuvieron muchas
virtudes e hicieron buenas obras, y muchos cristianos el día de hoy
las tienen y obran grandes cosas, y no les aprovecharán nada para la
vida eterna, porque no pretendieron en ellas la gloria y honra que es
de sólo Dios.
Debe, pues, gozarse el cristiano, no en si hace buenas obras y sigue
buenas costumbres, sino en si las hace por amor de Dios sólo, sin
otro respecto alguno; porque, cuanto son para mayor premio de
gloria hechas sólo para servir a Dios, tanto para mayor confusión
suya será delante de Dios cuanto más le hubieren movido otros
respectos.
5. Para enderezar, pues, el gozo a Dios en los bienes morales ha de
advertir el cristiano que el valor de sus buenas obras, ayunos,
limosnas, penitencias, (oraciones), etcétera, que no se funda tanto en
la cuantidad y cualidad de ellas, sino en el amor de Dios que él lleva
en ellas; y que entonces van tanto más calificadas, cuanto con más
puro y entero amor de Dios van hechas y menos él quiere interesar
acá y allá de ellas, de gozo, gusto, consuelo, alabanza. Y por eso, ni
ha de asentar el corazón en el gusto, consuelo y sabor y los demás
intereses que suelen traer consigo los buenos ejercicios y obras, sino
recoger el gozo a Dios, deseando servirle con ellas y, purgándose y
quedándose a oscuras de este gozo, querer que sólo Dios sea el que
se goce de ellas y guste de ellas en escondido, sin ninguno otro
respecto y jugo que honra y gloria de Dios. Y así recogerá en Dios
toda la fuerza de la voluntad acerca de estos bienes morales.
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CAPÍTULO 28
De siete daños en que se puede caer poniendo el gozo de la voluntad
en los bienes morales.
1. Los daños principales en que puede el hombre caer por el gozo
vano de sus buenas obras y costumbres, hallo que son siete, y muy
perniciosos, porque son espirituales, (los cuales referiré aquí
brevemente).
2. El primer daño es vanidad, soberbia, vanagloria y presunción;
porque gozarse de sus obras no puede ser sin estimarlas. Y de ahí
nace la jactancia y lo demás, como se dice del fariseo en el Evangelio
(Lc. 18, 12), que oraba y se congraciaba con Dios con jactancia de
que ayunaba y hacía otras buenas obras.
3. El segundo daño comúnmente va encadenado de éste, y es que
juzga a los demás por malos e imperfectos comparativamente,
pareciéndole que no hacen ni obran tan bien como él, estimándolos
en menos en su corazón, y a veces por la palabra. Y este daño
también le tenía el fariseo (Lc. 18, 11), pues en sus oraciones decía:
Gracias te hago que no soy como los demás hombres: robadores,
injustos y adúlteros. De manera que en un solo acto caía en estos dos
daños estimándose a sí y despreciando a los demás; como el día de
hoy hacen muchos que dicen: "No soy yo como fulano, ni obro esto ni
aquello como éste o el otro". Y aún son peores que el fariseo muchos
de éstos; pero él no solamente despreció a los demás, sino también
señaló parte, diciendo: Ni soy como este publicano; mas ellos, no se
contentando con eso ni con esotro, llegan a enojarse y a envidiar
cuando ven que otros son alabados o que hacen o valen más que
ellos.
4. El tercero daño es que, como en las obras miran al gusto,
comúnmente no las hacen sino cuando ven que de ellas se les ha de
seguir algún gusto y alabanza; y así, como dice Cristo (Mt. 23, 5),
todo lo hacen ut videantur ab hominibus, y no obran sólo por amor de
Dios.
5. El cuarto daño se sigue de éste, y es que no hallarán galardón en
Dios, habiéndole ellos querido hallar en esta vida de gozo o consuelo,
o de interés de honra o de otra manera, en sus obras; en lo cual dice
el Salvador (Mt. 6, 2) que en aquello recibieron la paga. Y así, se
quedaron sólo con el trabajo de la obra y confusos sin galardón.
Hay tanta miseria acerca de este daño en los hijos de los hombres,
que tengo para mí que las más de las obras que hacen públicas, o
son viciosas, o no les valdrán nada, o son imperfectas delante de
Dios, por no ir ellos desasidos de estos intereses y respetos humanos.
Porque ¿qué otra cosa se puede juzgar de algunas obras y memorias
que algunos hacen e instituyen, cuando no las quieren (hacer) sin
que vayan envueltas en honra y respetos humanos de la vanidad de
la vida, o perpetuando en ellas su nombre, linaje o señorío, hasta
poner de esto sus señales (nombres) y blasones en los templos,
210
como si ellos se quisiesen poner allí en lugar de imagen, donde todos
hincan la rodilla, en las cuales obras de algunos se puede decir que
se adoran a sí más que a Dios? Lo cual es verdad si por aquello las
hicieron, y sin ello no las hicieran.
Pero, dejados éstos que son de los peores, ¿cuántos hay que de
muchas maneras caen en este daño de sus obras? De los cuales,
unos quieren que se las alaben, otros que se las agradezcan; otros
las cuentan y gustan que lo sepa fulano y fulano y aun todo el
mundo, y a veces quieren que pase la limosna o lo que hacen por
terceros porque se sepa más, otros quieren lo uno y lo otro; lo cual
es el tañer de la trompeta, que dice el Salvador en el Evangelio (Mt.
6, 2) que hacen los vanos, que por eso no habrán de sus obras
galardón de Dios.
6. Deben, pues, éstos para huir este daño, esconder la obra, que sólo
Dios la vea, no queriendo que nadie haga caso. Y no sólo la ha de
esconder de los demás, más aún de sí mismo, esto es: que ni él se
quiera complacer en ella, estimándola como si fuese algo, ni sacar
gusto de toda ella; como espiritualmente se entiende aquello que dice
Nuestro Señor (Mt. 6, 3): No sepa tu siniestra lo que hace tu diestra,
que es como decir: no estimes con el ojo temporal y carnal la obra
que haces espiritual. Y de esta manera se recoge la fuerza de la
voluntad en Dios y lleva fruto delante de él la obra; de donde no sólo
no la perderá sino que será de grande mérito. Y a este propósito se
entiende aquella sentencia de Job, cuando dice (31, 26-28): Si yo
besé mi mano con mi boca, que es iniquidad y pecado grande, y se
gozó en escondido mi corazón. Porque aquí por la "mano" entiende la
obra y por la "boca" entiende la voluntad que se complace en ellas. Y
porque es, como decimos, complacencia en sí mismo, dice: Si se
alegró en escondido mi corazón, lo cual es grande iniquidad y
negación contra Dios; y es como si dijera: que ni tuvo complacencia
ni se alegró su corazón en escondido.
7. El quinto daño de estos tales es que no van adelante en el camino
de la perfección; porque, estando ellos asidos al gusto y consuelo en
el obrar, cuando en sus obras y ejercicios no hallan gusto y consuelo,
que es ordinariamente cuando Dios los quiere llevar adelante -
dándoles el pan duro, que es el de los perfectos, y quitándolos de la
leche de niños, probándolos las fuerzas, y purgándolos el apetito
tierno para que puedan gustar el manjar de grandes-, ellos
comúnmente desmayan y pierden la perseverancia de que no hallan
el dicho sabor en sus obras. Acerca de lo cual se entiende
espiritualmente aquello que dice el Sabio (Ecli. 10, 1), y es: Las
moscas que se mueren, pierden la suavidad del ungüento; porque
cuando se les ofrece a éstos alguna mortificación, mueren a sus
buenas obras, dejándolas de hacer, y pierden la perseverancia, en
que está la suavidad del espíritu y consuelo interior.
8. El sexto daño de éstos es que comúnmente se engañan teniendo
por mejores las cosas y obras de que ellos gustan que aquéllas de
que no gustan, y alaban y estiman las unas y desestiman las otras:
211
como quiera que comúnmente aquellas obras en que de suyo el
hombre más se mortifica, mayormente cuando no está aprovechado
en la perfección, sean mas aceptas y preciosas delante de Dios, por
causa de la negación que el hombre en ellas lleva de sí mismo, que
aquéllas en que él halla su consuelo, en que muy fácilmente se puede
buscar a sí mismo. Y a este propósito dice Miqueas (7, 3) de éstos:
Malum manuum suarum dicunt bonum, esto es: Lo que de sus obras
es malo, dicen ellos que es bueno. Lo cual les nace de poner ellos el
gusto en sus obras, y no en sólo dar gusto a Dios. Y cuánto reine este
daño, así en los espirituales como en los hombres comunes, sería
prolijo de contar, pues que apenas hallarán uno que puramente se
mueva a obrar por Dios sin arrimo de algún interés de consuelo o
gusto u otro respeto.
9. El séptimo daño es que, en cuanto el hombre no apaga el gozo
vano en las obras morales, está más incapaz para recibir consejo y
enseñanza razonable acerca de las obras que debe hacer; porque el
hábito de flaqueza que tiene acerca del obrar, con la propiedad del
vano gozo le encadena, o para que no tenga el consejo ajeno por
mejor, o para que, aunque le tenga por tal, no le quiera seguir, no
teniendo en si ánimo para ella.
Estos aflojan mucho en la caridad para con Dios y el prójimo, porque
el amor propio que acerca de sus obras tienen les hace resfriar la
caridad.
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CAPÍTULO 29
De los provechos que se siguen al alma de apartar el gozo de los
bienes morales.
1. Muy grandes son los provechos que se siguen al alma en no querer
aplicar vanamente el gozo de la voluntad a este género de bienes.
Porque, cuanto a lo primero, se libra de caer en muchas tentaciones y
engaños del demonio, los cuales están encubiertos en el gozo de las
tales buenas obras, como lo podemos entender por aquello que se
dice en Job (40, 16), es a saber: Debajo de la sombra duerme, en lo
secreto de la pluma y en los lugares húmedos. Lo cual dice por el
demonio, (porque en la humedad del gozo y en lo vano de la caña,
esto es, de la obra vana, engaña al alma. Y engañarse por el
demonio) en este gozo escondidamente no es maravilla, porque, sin
esperar a su sugestión, el mismo gozo vano se es él mismo engaño,
mayormente cuando hay alguna jactancia de ellas en el corazón,
según lo dice bien Jeremías (49, 16), diciendo: Arrogantia tua decepit
te. Porque ¿qué mayor engaño que la jactancia? Y de esto se libra el
alma purgándose de este gozo.
2. El segundo provecho es que hace las obras más acordadas y
cabalmente. A lo cual, si hay pasión de gozo y gusto en ellas, no se
da lugar; porque, por medio de esta pasión del gozo, la irascible y
concupiscible andan tan sobradas, que no dan lugar al peso de la
razón, sino que ordinariamente anda variando en las obras y
212
propósitos, dejando unas y tomando otras, comenzando y dejando
sin acabar nada; porque, como obra por el gusto, y éste es variable,
y en unos naturales mucho más que en otros, acabándose éste, es
acabado el obrar y el propósito, aunque sea cosa importante. De
éstos, el gozo de su obra es el ánima y fuerza de ella: apagado el
gozo, muere y acaba la obra, y no perseveran. Porque de éstos son
de quien dijo Cristo (Lc. 8, 12) que reciben la palabra con gozo y
luego se la quita el demonio, porque no perseveren. Y es porque no
tenían más fuerza y raíces que el dicho gozo. Quitarles y apartarles,
pues, la voluntad de este gozo, es causa de perseverancia y de
acertar. Y así, es grande este provecho, como también es grande el
daño contrario. El sabio pone sus ojos en la sustancia y provecho de
la obra, no en el sabor y placer de ella; y así, no echa lances al aire,
y saca de la obra gozo estable sin tributo del sinsabor.
3. El tercero es divino provecho, y es que apagando el gozo vano en
estas obras, se hace pobre de espíritu, que es una de las
bienaventuranzas que dice el Hijo de Dios (Mt. 5, 3), diciendo:
Bienaventurados los pobres de espíritu, porque suyo es el reino de los
cielos.
4. El cuarto provecho es que el que negare este gozo, será en el
obrar manso, humilde y prudente; porque no obrará impetuosa y
aceleradamente, empujado por la concupiscible e irascible del gozo,
ni presuntuosamente, afectado por la estimación que tiene de su
obra, mediante el gozo de ella; (ni incautamente, cegado por el
gozo).
5. El quinto provecho es que se hace agradable a Dios y a los
hombres y se libra de la avaricia, y gula, y acedia espiritual, y de la
envidia espiritual, y de otros mil vicios.
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CAPÍTULO 30
En que se comienza a tratar del quinto género de bienes en
que se puede gozar la voluntad, que son sobrenaturales. Dice cuáles
sean, y cómo se distinguen de los espirituales, y cómo se ha de
enderezar el gozo de ellos a Dios.
1. Ahora conviene tratar del quinto género de bienes en que el alma
puede gozarse, que son sobrenaturales. Por los cuales entendemos
aquí todos los dones y gracias dados de Dios, que exceden la facultad
y virtud natural, que se llaman gratis datas, como son los dones de
sabiduría y ciencia que dio a Salomón, y las gracias que dice san
Pablo (1 Cor. 12, 9-10), conviene a saber: fe, gracia de sanidades,
operación de milagros, profecía, conocimiento y discreción de
espíritus, declaración de las palabras y también don de lenguas.
2. Los cuales bienes, aunque es verdad que también son espirituales,
como los del mismo género que habemos de tratar luego, todavía,
porque hay mucha diferencia entre ellos, he querido hacer de ellos
distinción. Porque el ejercicio de éstos tiene inmediato respecto al
provecho de los hombres y para ese provecho y fin los da Dios, como
213
dice san Pablo (1 Cor. 12, 7), que a ninguno se da espíritu sino para
provecho de los demás; lo cual se entiende de estas gracias; mas los
espirituales, su ejercicio y trato es sólo del alma a Dios y de Dios al
alma, en comunicación de entendimiento y voluntad, etc., como
diremos después. Y así, hay diferencia en el objeto, pues que de los
espirituales sólo es el Criador y el alma, mas de los sobrenaturales es
la criatura. Y también difieren en la sustancia, y por consiguiente en
la operación, y así también necesariamente en la doctrina.
3. Pero, hablando ahora de los dones y gracias sobrenaturales como
aquí las entendemos, digo que, para purgar el gozo vano en ellas,
conviene aquí notar dos provechos que hay en este género de bienes,
conviene a saber: temporal y espiritual.
El temporal es la sanidad de las enfermedades, recibir vista los
ciegos, resucitar los muertos, lanzar los demonios, profetizar lo por
venir para que miren por sí, y los demás a este talle.
El espiritual provecho y eterno es ser Dios conocido y servido por
estas obras, por el que las obra o por los en quien y delante de quien
se obran.
4. Cuanto al primer provecho, que es temporal, las obras y milagros
sobrenaturales poco o ningún gozo del alma merecen; porque,
excluido el segundo provecho, poco o nada le importan al hombre,
pues de suyo no son medio para unir el alma con Dios, si no es la
caridad. Y estas obras y gracias sobrenaturales sin estar en gracia y
caridad se pueden ejercitar, ahora dando Dios los dones y gracias
verdaderamente, como hizo el inicuo profeta Balam (Nm. 22-24) y a
Salomón, ahora obrándolas falsamente por vía del demonio, como
Simón Mago (Hch. 8, 9-11), por otros secretos de naturaleza. Las
cuales obras y maravillas, si algunas habían de ser al que las obra de
algún provecho, eran las verdaderas que son dadas de Dios.
Y éstas, sin el segundo provecho, ya enseña san Pablo (1 Cr. 13, 1-2)
lo que valen, diciendo: Si hablare con lenguas de hombres y de
ángeles y no tuviere caridad, hecho soy como el metal o la campana
que suena. Y si tuviere profecía y conociere todos los misterios y toda
ciencia, y si tuviere toda la fe, tanto que traspase los montes, y no
tuviere caridad, nada soy, etc. De donde Cristo dirá a muchos que
habrán estimado sus obras en esta manera, cuando por ellas le
pidieren la gloria, diciendo: Señor, ¿no profetizamos en tu nombre e
hicimos muchos milagros?, les dirá: Apartaos de mí, obradores de
maldad (Mt. 7, 22-23).
5. Debe, pues, el hombre gozarse, no en si tiene las tales gracias y
las ejercita, sino si el segundo fruto espiritual saca de ellas, es a
saber: sirviendo a Dios en ellas con verdadera caridad, en que está el
fruto de la vida eterna. Que por eso reprehendió Nuestro Salvador
(Lc. 10, 20) a los discípulos, que se venían gozando porque lanzaban
los demonios, diciendo: En esto no os queráis gozar porque los
demonios se os sujetan, sino porque vuestros nombres están escritos
en el libro de la vida. Que en buena teología es como decir: "Gozaos
si están escritos vuestros nombres en el libro de la vida". Donde se
214
entiende que no se debe el hombre gozar sino en ir camino de ella,
que es hacer las obras en caridad; porque ¿qué aprovecha y qué vale
delante de Dios lo que no es amor de Dios? El cual no es perfecto si
no es fuerte y discreto en purgar el gozo de todas las cosas,
poniéndole sólo en hacer la voluntad de Dios. Y de esta manera se
une la voluntad con Dios por estos bienes sobrenaturales.
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CAPITULO 31 [San Juan de la Cruz SUBIDA DEL MONTE
CARMELOLibro 1º - 1]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LA SUBIDA DEL MONTE CARMELO
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LIBRO TERCERO
CAPÍTULO 31
De los daños que se siguen al alma de poner el gozo de la voluntad
en este género de bienes.
1. Tres daños principales me parece que se pueden seguir al alma de
poner el gozo en los bienes sobrenaturales, conviene a saber,
engañar y ser engañada, detrimento en el alma acerca de la fe,
vanagloria o alguna vanidad.
2. Cuanto a lo primero, es cosa muy fácil engañar a los demás y
engañarse a sí mismo gozándose en esta manera de obras. Y la razón
es porque para conocer estas obras, cuáles sean falsas y cuáles
verdaderas, y cómo y a qué tiempo se han de ejercitar, es menester
mucho aviso y mucha luz de Dios, y lo uno y lo otro impide mucho el
gozo y la estimación de estas obras. Y esto por dos cosas: lo uno,
porque el gozo embota y oscurece el juicio; lo otro, porque con el
gozo de aquello no sólo se codicia el hombre a creerlo más presto,
mas aún es más empujado a que se obre sin tiempo.
Y dado caso que las virtudes y obras que se ejercitan sean
verdaderas, bastan estos dos defectos para engañarse muchas veces
en ellas, o no entendiéndolas como se han de entender, o no
aprovechándose de ellas y usándolas como y cuando es más
conveniente. Porque, aunque es verdad que cuando da Dios estos
dones y gracias les da la luz de ellas y el movimiento de cómo y
cuando se han de ejercitar, todavía ellos, por la propiedad e
imperfección que pueden tener acerca de ellas, pueden errar mucho,
no usando de ellas con la perfección que Dios quiere, y cómo y
cuando él quiere. Como se lee que quería hacer Balam cuando, contra
la voluntad de Dios, se determinó de ir a maldecir al pueblo de Israel;
por lo cual, enojándose Dios, le quería matar (Nm. 22, 22-23). Y
Santiago y san Juan querían hacer bajar fuego del cielo sobre los
samaritanos porque no daban posada a nuestro Salvador; a los
cuales él reprehendió por ello (Lc. 9, 54-55).
3. Donde se ve claro cómo a éstos les hacía determinar a hacer
(estas obras) alguna pasión de imperfección, envuelta en gozo y
estimación de ellas, cuando no convenía. Porque, cuando no hay
215
semejante imperfección, solamente se mueven y determinan a obrar
estas virtudes cuando y como Dios les mueve a ello, y hasta entonces
no conviene. Que, por eso, se quejaba Dios de ciertos profetas por
Jeremías (23, 21), diciendo: No enviaba yo a los profetas, y ellos
corrían; no los hablaba yo, y ellos profetizaban. Y adelante dice (23,
32): Engañaron a mi pueblo con su mentira y con sus milagros, como
yo no se lo hubiese mandado, ni enviádolos. Y allí también dice (23,
26) de ellos que ven las visiones de su corazón y que ésas dicen; lo
cual no pasara así si ellos no tuvieran esta abominable propiedad en
estas obras.
4. De donde por estas autoridades se da a entender que el daño de
este gozo no solamente llega a usar inicua y perversamente de estas
gracias que da Dios, como Balam y los que aquí dice que hacían
milagros con que engañaban al pueblo, mas (aún) hasta usarlas sin
habérselas Dios dado; como éstos que profetizaban sus antojos y
publicaban la visiones que ellos componían o las que el demonio les
representaba. Porque, como el demonio los ve aficionados a estas
cosas, dales en esto largo campo y muchas materias,
entrometiéndose de muchas maneras, y con esto tienden ellos las
velas y cobran desvergonzada osadía, alargándose en estas
prodigiosas obras.
5. Y no para sólo en esto, sino que a tanto hace llegar el gozo de
estas obras la codicia de ellas, que hace que, si los tales tenían antes
pacto oculto con el demonio (porque muchos de éstos por este oculto
pacto obran estas cosas), ya vengan a atreverse a hacer con él pacto
expreso y manifiesto, sujetándose, por concierto, por discípulos al
demonio y allegados suyos. De aquí salen los hechiceros, los
encantadores, los mágicos aríolos y brujos.
Y a tanto mal llega el gozo de éstos sobre estas obras, que no sólo
(llega) a querer comprar los dones y gracias por dinero, como quería
Simón Mago (Hch. 8, 18), para servir al demonio, pero aun procuran
haber las cosas sagradas y aun (lo que no se puede decir sin temblar)
las divinas, como ya se ha visto haber sido usurpado el tremendo
Cuerpo de nuestro Señor Jesucristo para uso de sus maldades y
abominaciones. ¡Alargue y muestre Dios aquí su misericordia grande!
6. Y cuán perniciosos sean éstos para sí y perjudiciales para la
Cristiandad, cada uno podrá bien claramente entenderlo. Donde es de
notar que todos aquellos magos y aríolos que había entre los hijos de
Israel, a los cuales Saúl destruyó de la tierra (1 Sm. 28, 3) por
querer imitar a los verdaderos profetas de Dios, habían dado en
tantas abominaciones y engaños.
7. Debe, pues, el que tuviere la gracia y don sobrenatural, apartar la
codicia y gozo del ejercicio de él, descuidando en obrarle; porque
Dios, que se le da sobrenaturalmente para utilidad de su Iglesia o de
sus miembros, le moverá también sobrenaturalmente cómo y cuándo
le deba ejercitar. Que, pues mandaba a sus fieles (Mt. 10, 19) que no
tuviesen cuidado de lo que habían de hablar, ni cómo lo habían de
hablar, porque era negocio sobrenatural de fe, también querrá que,
216
pues el negocio de estas obras no es menos, se aguarde el hombre a
que Dios sea el obrero, moviendo el corazón, pues en su virtud se ha
de obrar toda virtud (Sal. 59, 15). Que por eso los discípulos en los
Actos de los Apóstoles (4, 29-30), aunque les había infundido estas
gracias y dones, hicieron oración a Dios, rogándole que fuese servido
de extender su mano en hacer señales y obras y sanidades por ellos,
para introducir en los corazones la fe de nuestro Señor Jesucristo.
8. El segundo daño que puede venir de este primero, es detrimento
acerca de la fe; el cual puede ser en dos maneras:
La primera, acerca de los otros; porque, poniéndose a hacer la
maravilla o virtud sin tiempo y necesidad, demás de que es tentar a
Dios, que es gran pecado, podrá ser no salir con ella y engendrar en
los corazones menos crédito y desprecio de la fe. Porque, aunque
algunas veces salgan con ello, por quererlo Dios por otras causas y
respectos, como la hechicera de Saúl (1 Sm. 28, 12 ss.), si es verdad
que era Samuel el que parecía allí, no dejan de errar ellos y ser
culpados por usar de estas gracias cuando no conviene.
En la segunda manera puede asimismo recibir detrimento acerca del
mérito de la fe, porque haciendo él mucho caso de estos milagros, se
desarrima mucho del hábito sustancial de la fe, la cual es hábito
oscuro; y así, donde más señales y testimonios concurren, menos
merecimiento hay en creer. De donde San Gregorio dice que no tiene
merecimiento cuando la razón humana la experimenta.
Y así, estas maravillas nunca Dios las obra, sino cuando meramente
son necesarias para creer; que, por eso, porque sus discípulos no
careciesen de mérito si tomaran experiencia de su resurrección, antes
que se les mostrase, hizo muchas cosas para que sin verle le
creyesen; porque a María Magdalena (Mt. 28, 1-8) primero le mostró
vacío el sepulcro y después que se lo dijesen los ángeles -porque la fe
es por el oído, como dice san Pablo (Rm. 10, 17)- y oyéndolo, lo
creyese primero que lo viese. Y aunque le vio fue como hombre
común, para acabarla de instruir, en la creencia que le faltaba con el
calor de su presencia (Jn. 20, 11-18). Y a los discípulos primero se lo
envió a decir con las mujeres, después fueron a ver el sepulcro (Mt.
28, 7-8; Jn. 20, 1-10). Y a los que iban a Emaús primero les inflamó
el corazón en fe que le viesen, yendo él disimulado con ellos (Lc. 24,
15); (y), finalmente, después los reprehendió a todos (Mc. 16, 14)
porque no habían creído a los que les habían dicho su resurrección; y
a Santo Tomás (Jn. 20, 29), porque quiso tomar experiencia en sus
llagas, cuando le dijo que eran bienaventurados los que no viéndole
le creían.
9. Y así, no es de condición de Dios que se hagan milagros, que,
como dicen, cuando los hace, a más no poder los hace. Y por eso
reprehendía él a los fariseos, porque no daban crédito sino por
señales, diciendo: Si no viéredes prodigios y señales, no creéis (Jn. 4,
48). Pierden, pues, mucho acerca de la fe los que aman gozarse en
estas obras sobrenaturales.
217
10. El tercer daño es que comúnmente por el gozo de estas obras
caen en vanagloria o en alguna vanidad; porque aun el mismo gozo
de estas maravillas, no siendo puramente, como habemos dicho, en
Dios y para Dios, es vanidad. Lo cual se ve en haber reprendido
Nuestro Señor a los discípulos por haberse gozado de que se les
sujetaban los demonios (Lc. 10, 20); el cual gozo, si no fuera vano,
no lo reprehendiera.
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CAPÍTULO 32
De dos provechos que se sacan en la negación del gozo acerca de las
gracias sobrenaturales.
1. Demás de los provechos que el alma consigue en librarse de los
dichos tres daños por la privación de este gozo, adquiere dos
excelentes provechos.
El primero es engrandecer y ensalzar a Dios; el segundo es
ensalzarse el alma a sí misma. Porque de dos maneras es Dios
ensalzado en el alma: la primera es apartando el corazón y gozo de la
voluntad de todo lo que no es Dios, para ponerlo en él solamente. Lo
cual quiso decir David en el verso que habemos alegado al principio
de la noche de esta potencia (Sal. 63, 7), es a saber: Allegarse (ha)
el hombre al corazón alto, y será Dios ensalzado; porque, levantando
el corazón sobre todas las cosas, se ensalza en el alma sobre todas
ellas.
2. Y porque de esta manera le pone en Dios solamente, se ensalza y
engrandece Dios, manifestando al alma su excelencia y grandeza;
porque en este levantamiento de gozo en él, le da Dios testimonio de
quien él es. Lo cual no se hace sin vaciar el gozo y consuelo de la
voluntad acerca de todas las cosas, como también lo dice por David
(Sal. 45, 11), diciendo: Vacad, y ved que yo soy Dios. Y otra vez
(Sal. 62, 3) dice: En tierra desierta, seca y sin camino, parecí delante
de ti, para ver tu virtud y tu gloria. Y pues es verdad que se ensalza
Dios poniendo el gozo en él, apartado de todas las cosas, mucho más
se ensalza apartándole de estas más maravillosas para ponerle sólo
en él, pues son de más alta entidad siendo sobrenaturales; y así,
dejándolas atrás por poner el gozo sólo en Dios, es atribuir mayor
gloria y excelencia a Dios que a ellas; porque cuanto uno más y
mayores cosas desprecia por otro, tanto más le estima y engrandece.
3. Demás de esto, es Dios ensalzado en la segunda manera,
apartando la voluntad de este género de obras; porque cuanto Dios
es más creído y servido sin testimonios y señales, tanto más es del
alma ensalzado, pues cree de Dios más que las señales y milagros le
pueden dar a entender.
4. El segundo provecho en que se ensalza el alma es porque,
apartando la voluntad de todos los testimonios y señales aparentes,
se ensalza en fe muy pura, la cual le infunde y aumenta Dios con
mucha más intención, y juntamente le aumenta las otras dos virtudes
teologales, que son caridad y esperanza; en que goza de divinas y
218
altísimas noticias por medio del oscuro y desnudo hábito de fe; y de
grande deleite de amor por medio de la caridad, con que no se goza
la voluntad en otra cosa que en Dios vivo; y de satisfacción en la
memoria por medio de la esperanza. Todo lo cual es un admirable
provecho que esencial y derechamente importa para la unión perfecta
del alma con Dios.
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CAPÍTULO 33
En que se comienza a tratar del sexto género de bienes de que se
puede gozar la voluntad. (Dice cuáles sean y hace la primera división
de ellos).
1. Pues el intento que llevamos en esta nuestra obra es encaminar el
espíritu por los bienes espirituales hasta la divina unión del alma con
Dios, ahora que en este sexto género habemos de tratar de los
bienes espirituales, que son los que más sirven para este negocio,
convendrá que, así yo como el lector, pongamos aquí con particular
advertencia nuestra consideración. Porque es cosa tan cierta y
ordinaria, por el poco saber de algunos, servirse de las cosas
espirituales sólo para el sentido, dejando al espíritu vacío, que apenas
habrá a quien el jugo sensual no estrague buena parte del espíritu,
bebiéndose el agua antes que llegue al espíritu, dejándole seco y
vacío.
2. Viniendo, pues, al propósito, digo que por bienes espirituales
entiendo todos aquellos que mueven y ayudan para las cosas divinas
y el trato del alma con Dios, y las comunicaciones de Dios con el
alma.
3. Comenzando, pues, a hacer división por los géneros supremos,
digo que los bienes espirituales son en dos maneras: unos, sabrosos,
y otros penosos. Y cada uno de estos géneros es también en dos
maneras: porque los sabrosos, unos son de cosas claras que
distintamente se entienden, y otros, de cosas que no se entienden
clara ni distintamente. Los penosos, también algunos son de cosas
claras y distintas, y otros, de cosas confusas y oscuras.
4. Todos éstos podemos también distinguir según las potencias del
alma; porque unos, por cuanto son inteligencias, pertenecen al
entendimiento; otros, por cuanto son afecciones pertenecen a la
voluntad, y otros, por cuanto son imaginarios, pertenecen a la
memoria.
5. Dejados, pues, para después los bienes penosos, porque
pertenecen a la noche pasiva, donde habemos de hablar de ellos, y
también los sabrosos que decimos ser de cosas confusas y no
distintas para tratar a la postre, por cuanto pertenecen a la noticia
general, confusa, amorosa, en que se hace la unión del alma con Dios
(lo cual dejamos en el libro segundo, difiriéndolo para tratar a la
postre), diremos aquí ahora de aquellos bienes sabrosos que son de
cosas claras y distintas.
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CAPÍTULO 34
De los bienes espirituales que distintamente pueden caer en el
entendimiento y memoria. Dice cómo se ha de haber la voluntad
acerca del gozo de ellos.
1. Mucho tuviéramos aquí que hacer con la multitud de las
aprehensiones de la memoria y entendimiento, enseñando a la
voluntad cómo se había de haber acerca del gozo que puede tener en
ellas si no hubiéramos tratado (de ellas) largamente en el segundo y
tercer libro. Pero, porque allí se dijo de la manera que aquellas dos
potencias les convenía haberse acerca de ellas para encaminarse a la
divina unión, y de la misma manera le conviene a la voluntad haberse
en el gozo acerca de ellas, no es necesario referirlas aquí. Porque
basta decir que dondequiera que allí dice que aquellas potencias se
vacíen de tales y tales aprehensiones, se entienda también que la
voluntad también se ha de vaciar del gozo de ellas. Y de la misma
manera que queda dicho que la memoria y entendimiento se han de
haber acerca de todas aquellas aprehensiones, se ha también de
haber la voluntad; que, pues que el entendimiento y las demás
potencias no pueden admitir ni negar nada sin que venga en ello la
voluntad, claro está que la misma doctrina que sirve para lo uno
servirá también para lo otro.
2. Véase allí lo que en esto se requiere, porque en todos aquellos
daños caerá si no se sabe enderezar a Dios.
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CAPÍTULO 35
De los bienes espirituales sabrosos que distintamente pueden caer en
la voluntad. Dice de cuántas maneras sean.
1. A cuatro géneros (de bienes) podemos reducir todos los que
distintamente pueden dar gozo a la voluntad, conviene a saber:
motivos, provocativos, directivos y perfectivos; de los cuales iremos
diciendo por su orden, y primero, de los motivos, que son: imágenes
y retratos (de Santos, oratorios y ceremonias.
2. Y cuanto a lo que toca a las imágenes y retratos), puede haber
mucha vanidad y gozo vano, porque, siendo ellas tan importantes
para el culto divino y tan necesarias para mover la voluntad a
devoción, como la aprobación y uso que tiene de ellas nuestra Madre
la Iglesia (muestra), (por lo cual siempre conviene que nos
aprovechemos de ellas para despertar nuestra tibieza), hay muchas
personas que ponen su gozo más en la pintura y ornato de ellas que
no en lo que representan.
3. El uso de las imágenes para dos principales fines le ordenó la
Iglesia, es a saber: para reverenciar a los Santos en ellas, y para
mover la voluntad y despertar la devoción por ellas a ellos; y cuanto
sirven de esto son provechosas y el uso de ellas necesario. Y, por
eso, las que más al propio y vivo están sacadas y más mueven la
220
voluntad a devoción, se han de escoger, poniendo los ojos en esto
más que en el valor y curiosidad de la hechura y su ornato. Porque
hay, como digo, algunas personas que miran más en la curiosidad de
la imagen y valor de ella que en lo que representa; y la devoción
interior, que espiritualmente han de enderezar al santo invisible,
olvidando luego la imagen, que no sirve más que de motivo, la
emplean en el ornato y curiosidad exterior, de manera que se agrade
y deleite el sentido y se quede el amor y gozo de la voluntad en
aquello. Lo cual totalmente impide al verdadero espíritu, que requiere
aniquilación del afecto en todas las cosas particulares.
4. Esto se verá bien por el uso abominable que en estos nuestros
tiempos usan algunas personas que, no teniendo ellas aborrecido el
traje vano del mundo, adornan a las imágenes con el traje que la
gente vana por tiempo va inventando para el cumplimiento de sus
pasatiempos y vanidades, y del traje que en ellas es reprendido
visten las imágenes, cosa que a ellas fue tan aborrecible, y lo es;
procurando en esto el demonio y ellos en él canonizar sus vanidades,
poniéndolas en los santos, no sin agraviarles mucho. Y de esta
manera, la honesta y grave devoción del alma, que de sí echa y
arroja toda vanidad y rastro de ella, ya se les queda en poco más que
en ornato de muñecas, no sirviéndose algunos de las imágenes más
que de unos ídolos en que tienen puesto su gozo. Y así, veréis
algunas personas que no se hartan de añadir imagen a imagen, y que
no sea sino de tal y tal suerte y (hechura, y que no estén puestas
sino de tal o tal manera, de suerte) que deleite al sentido; y la
devoción del corazón es muy poca; y tanto asimiento tienen en esto
como Micas en sus ídolos o como Labán, que el uno salió de su casa
dando voces porque se los llevaban (Jue. 18, 24), y el otro, habiendo
ido mucho camino y muy enojado por ellos, trastornó todas las
alhajas de Jacob, buscándolos (Gn. 31, 34).
5. La persona devota de veras en lo invisible principalmente pone su
devoción, y pocas imágenes ha menester y de pocas usa, y de
aquéllas que más se conforman con lo divino que con lo humano,
conformándolas a ellas y a sí en ellas con el traje del otro siglo y su
condición, y no con éste, porque no solamente no le mueve el apetito
la figura de este siglo, pero aun no se acuerda por ella de él, teniendo
delante los ojos cosa que a él se parezca. Ni (en) esas de que usa
tiene asido el corazón, porque, si se las quitan, se pena muy poco;
porque la viva imagen busca dentro de sí, que es Cristo crucificado,
en el cual antes gusta de que todo se lo quiten y que todo le falte.
Hasta los motivos y medios que llegan más a Dios, quitándoselos,
queda quieto. Porque mayor perfección del alma es estar con
tranquilidad y gozo en la privación de estos motivos que en la
posesión con apetito y asimiento de ellos. Que, aunque es bueno
gustar de tener aquellas imágenes que ayuden al alma a más
devoción (por lo cual se ha de escoger la que más mueve), pero no
es perfección estar tan asida a ellas que con propiedad las posea, de
manera que, si se las quitaren, se entristezca.
221
6. Tenga por cierto el alma que, cuanto más asida con propiedad
estuviere a la imagen o motivo, tanto menos subirá a Dios su
devoción y oración; aunque es verdad que, por estar unas más al
propio que otras y excitar más la devoción unas que otras, conviene
aficionarse más a unas que a otras por esta causa sólo y no con la
propiedad y asimiento que tengo dicho, de manera que lo que ha de
llevar el espíritu volando por allí a Dios, olvidando luego eso y esotro,
se lo coma todo el sentido, estando todo engolfado en el gozo de los
instrumentos, que, habiéndome de servir sólo para ayuda de esto, ya
por mi imperfección me sirve para estorbo, y no menos que el
asimiento y propiedad de otra cualquiera cosa.
7. Pero ya que en esto de las imágenes tengas alguna réplica, por no
tener tú bien entendida la desnudez y pobreza del espíritu que
requiere la perfección, a lo menos no la podrás tener en la
imperfección que comúnmente tienen en los rosarios; pues apenas
hallarás quien no tenga alguna flaqueza en ellos, queriendo que sea
de esta hechura más que de aquélla, o de este color y metal más que
de aquél, o de este ornato o de estotro; no importando más el uno
que el otro para que Dios oiga mejor lo que se reza por éste que por
aquél; (y no) antes aquella (oración) que va con sencillo y verdadero
corazón, no mirando más que a agradar a Dios no dándose nada más
por este rosario que por aquél, si no fuese de indulgencias.
8. Es nuestra vana codicia de suerte y condición, que en todas las
cosas quiere hacer asiento; y es como la carcoma, que roe lo sano, y
en las cosas buenas y malas hace su oficio. Porque ¿qué otra cosa es
gustar tú de traer el rosario curioso y querer que sea antes de esta
manera que de aquélla, sino tener puesto tu gozo en el instrumento,
y querer escoger antes (esta) imagen que la otra, no mirando si te
despertará más el amor, sino en si es más preciosa y curiosa? Si tú
empleases el apetito y gozo sólo en amar a Dios, no se te daría nada
por eso ni por esotro. Y es lástima ver algunas personas espirituales
tan asidas al modo y hechura de estos instrumentos, teniendo en
ellos el asimiento y propiedad (igual) que en otras alhajas
temporales.
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CAPÍTULO 36
En que prosigue de las imágenes, y dice de la ignorancia que acerca
de ellas tienen algunas personas.
1. Mucho había de decir de la rudeza que muchas personas tienen
acerca de las imágenes; porque llega la bobería a tanto, que algunas
ponen más confianza en unas imágenes que en otras, entendiendo
que les oirá Dios más por ésta que por aquélla, representando ambas
una misma cosa, como dos de Cristo o dos de Nuestra Señora. Y esto
es porque tiene más afición a la una hechura que a la otra, en lo cual
va envuelta gran rudeza acerca del trato con Dios y culto y honra que
se le debe, el cual sólo mira la fe y pureza de corazón del que ora.
Porque el hacer Dios a veces más mercedes por medio de una imagen
222
que de otra de aquel mismo género, no es porque haya más en una
que en otra para ese efecto, aunque en la hechura tenga mucha
diferencia, sino porque las personas despiertan más su devoción por
medio de una que de otra; que si la misma devoción tuviesen por la
una que por la otra, y aun sin la una y sin la otra, las mismas
mercedes recibirían de Dios.
2. De donde la causa por que Dios despierta milagros y hace
mercedes por medio de algunas imágenes más que por otras, no es
para que estimen más aquéllas que las otras, sino que para que con
aquella novedad se despierte más la devoción dormida y afecto de los
fieles a oración. Y de aquí es que, como entonces y por medio de
aquella imagen se enciende la devoción y se continúa la oración (que
lo uno y lo otro es medio para que oiga Dios y conceda lo que se le
pide), entonces, y por medio de aquella imagen, por la oración y
afecto continúe Dios las mercedes y milagros en aquella imagen; que
cierto está que no los hace Dios por la imagen, pues en sí no es más
que pintura, sino por la devoción y fe que se tiene con el santo que
representa. Y así, si la misma devoción tuvieses tú y fe en Nuestra
Señora delante de esta su imagen que delante de aquélla, que
representa la misma y aun sin ella, como habemos dicho, las mismas
mercedes recibirías. Que, aun por experiencia se ve que, si Dios hace
algunas mercedes y obra milagros, ordinariamente los hace por
medio de algunas imágenes no muy bien talladas ni curiosamente
pintadas o figuradas, porque los fieles no atribuyan algo de esto a la
figura o pintura.
3. Y muchas veces suele nuestro Señor obrar estas mercedes por
medio de aquellas imágenes que están más apartadas y solitarias. Lo
uno, porque con aquel movimiento de ir a ellas crezca más el afecto y
sea más intenso el acto. Lo otro, porque se aparten del ruido y gente
a orar, como lo hacía el Señor (Mt. 14, 23; Lc. 6, 12). Por lo cual, el
que hace la romería, hace bien de hacerla cuando no va otra gente,
aunque sea tiempo extraordinario; y, cuando va mucha turba, nunca
yo se lo aconsejaría, porque, ordinariamente, vuelven más distraídos
que fueron. Y muchos las toman y hacen más por recreación que por
devoción.
De manera que, como haya devoción y fe, cualquiera imagen
bastará; mas si no la hay, ninguna bastará. Que harta viva imagen
era nuestro Salvador en el mundo y, con todo, los que no tenían fe,
aunque más andaban con él y veían sus obras maravillosas, no se
aprovechaban. Y ésa era la causa por que en su tierra no hacía
muchas virtudes, como dice el evangelista (Mt. 13, 58; Lc. 4, 24).
4. También quiero aquí decir algunos efectos sobrenaturales que
causan a veces algunas imágenes en personas particulares, y es que
a algunas imágenes da Dios espíritu particular en ellas, de manera
que queda fijada en la mente la figura de la imagen y devoción que
causó, trayéndola como presente; y cuando de repente de ella se
acuerda, le hace el mismo espíritu que cuando la vio, a veces menos
223
y aun a veces más; y en otra imagen, aunque sea de más perfecta
hechura, no hallará aquel espíritu.
5. También muchas personas tienen devoción más en una hechura
que en otras, y en algunas no será más que afición y gusto natural,
así como a uno contentará más un rostro de una persona que de
otra, y se aficionará más a ella naturalmente, y la traerá más
presente en su imaginación, aunque no sea tan hermosa como las
otras, porque se inclina su natural a aquella manera de forma y
figura. Y así pensarán algunas personas que la afición que tienen a tal
o tal imagen es devoción, y no será quizá más que afición y gusto
natural. Otras veces acaece que, mirando una imagen, la vean
moverse, o hacer semblantes y muestras, y dar a entender cosas, o
hablar. Esta manera y la de los afectos sobrenaturales que aquí
decimos de las imágenes, aunque es verdad que muchas veces son
verdaderos afectos y buenos, causando Dios aquello, o para
aumentar la devoción, o para que el alma tenga algún arrimo a que
ande asida por ser algo flaca y no se distraiga, muchas veces lo hace
el demonio para engañar y dañar. Por tanto, para todo daremos
doctrina en el capítulo siguiente.
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CAPÍTULO 37
De cómo se ha de encaminar a Dios el gozo de la voluntad por el
objeto de las imágenes, de manera que no yerre (ni se impida por
ellas).
1. Así como las imágenes son de gran provecho para acordarse de
Dios y de los santos y mover la voluntad a devoción usando de ellas
(por vía ordinaria), como conviene, así también serán para errar
mucho si, cuando acaecen cosas sobrenaturales acerca de ellas, no
supiese el alma haberse como conviene para ir a Dios. Porque uno de
los medios con que el demonio coge a las almas incautas con facilidad
y las impide el camino de la verdad del espíritu, es por cosas
sobrenaturales y extraordinarias, de que hace muestra por las
imágenes, ahora en las materiales y corpóreas que usa la Iglesia,
ahora en las que él suele fijar en la fantasía debajo de tal o tal santo
o imagen suya, transfigurándose en ángel de luz para engañar (2
Cor. 11, 14). Porque el astuto demonio, en esos mismos medios que
tenemos para remediarnos y ayudarnos, se procura disimular para
cogernos más incautos; por lo cual, el alma buena siempre en lo
bueno se ha de recelar más, porque lo malo ello trae consigo el
testimonio de sí.
2. Por tanto, para evitar todos los daños que al alma pueden tocar en
este caso, que son: o ser impedida de volar a Dios, o usar con bajo
estilo e ignorantemente de las imágenes, o ser engañado natural o
sobrenaturalmente por ellas (las cuales cosas son las que arriba
habemos tocado) y también para purificar el gozo de la voluntad en
ellas y enderezar por ellas el alma a Dios, que es el intento que en el
uso de ellas tiene la Iglesia, sola una advertencia quiero poner que
224
bastará para todo, y es que, pues las imágenes nos sirven para
motivo de las cosas invisibles, que en ellas solamente procuremos el
motivo y afección y gozo de la voluntad en lo vivo que representan.
Por tanto, tenga el fiel este cuidado, que en viendo la imagen no
quiera embeber el sentido en ella, ahora sea corporal la imagen,
ahora imaginaria; ahora de hermosa hechura, ahora de rico atavío;
ahora le haga devoción sensitiva, ahora espiritual; ahora le haga
muestras sobrenaturales. No haciendo caso de nada de estos
accidentes, no repare más en ella, sino luego levante de ahí la mente
a lo que representa, poniendo el jugo y gozo de la voluntad en Dios
con la oración y devoción de su espíritu, o en el santo que invoca,
porque lo que se ha de llevar lo vivo y el espíritu no se lo lleve lo
pintado y el sentido. De esta manera no será engañado, porque no
hará caso de lo que la imagen le dijere, ni ocupará el sentido ni el
espíritu que no vaya libremente a Dios, ni pondrá más confianza en
una imagen que en otra. Y la que sobrenaturalmente le diese
devoción, se la dará más copiosamente, pues que luego va a Dios con
el afecto; porque Dios, siempre que hace esas y otras mercedes, las
hace inclinando el afecto del gozo de la voluntad a lo invisible, y así
quiere que lo hagamos, aniquilando la fuerza y jugo de las potencias
acerca de todas las cosas visibles y sensibles.
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CAPÍTULO 38
Que prosigue en los bienes motivos. Dice de los oratorios y lugares
dedicados para oración.
1. Paréceme que ya queda dado a entender cómo en estos accidentes
de las imágenes puede tener el espiritual tanta imperfección, y por
ventura más peligrosa, poniendo su gusto y gozo en ellas,
componiendo como en las demás cosas corporales y temporales. Y
digo que más, por ventura, porque con decir: cosas santas son, se
aseguran más y no temen la propiedad y asimiento natural. Y así, se
engañan a veces harto, pensando que ya están llenos de devoción
porque se sienten tener el gusto en estas cosas santas, y, por
ventura, no es más que condición y apetito natural, que, como se
ponen en otras cosas, se ponen en aquello.
2. De aquí es, porque comencemos a tratar de los oratorios, que
algunas personas no se hartan de añadir unas y otras imágenes a su
oratorio, gustando del orden y atavío con que las ponen, a fin que su
oratorio esté bien adornado y parezca bien. Y a Dios no le quieren
más así que así, mas antes menos, pues el gusto que ponen en
aquellos ornatos pintados quitan a lo vivo, como habemos dicho.
Que, aunque es verdad que todo ornato y atavío y reverencia que se
puede hacer a las imágenes es muy poco, por lo cual los que las
tienen con poca decencia y reverencia son dignos de mucha
reprehensión, junto con los que hacen algunas tan mal talladas, que
antes quitan la devoción que la añaden, por lo cual habían de impedir
algunos oficiales que en esta arte son cortos y toscos, pero ¿qué
225
tiene esto que ver con la propiedad y asimiento y apetito que tú
tienes en estos ornatos y atavíos exteriores, cuando de tal manera te
engolfan el sentido, que te impiden mucho el corazón de ir a Dios y
amarle y olvidarte de todas las cosas por su amor? Que si a esto
faltas por esotro, no sólo no te lo agradecerá, mas te castigará, por
no haber buscado en todas las cosas su gusto más que el tuyo.
Lo cual podrás bien entender en aquella fiesta que hicieron a Su
Majestad cuando entró en Jerusalén, recibiéndole con tantos cantares
y ramos (Mt. 21, 9) y lloraba el Señor (Lc. 19, 41); porque, teniendo
ellos su corazón muy lejos de él, le hacían pago con aquellas señales
y ornatos exteriores. En lo cual podemos decir que más se hacían
fiesta a sí mismos que a Dios, como acaece a muchos el día de hoy,
que, cuando hay alguna solemne fiesta en alguna parte, más se
suelen alegrar por lo que ellos se han de holgar en ella, ahora por ver
o ser vistos, ahora por comer, ahora por otros sus respectos, que por
agradar a Dios. En las cuales inclinaciones e intenciones ningún gusto
dan a Dios, mayormente los mismos que celebran las fiestas cuando
inventan para interponer en ellas cosas ridículas e indevotas para
incitar a risa la gente, con que más se distraen; y otros ponen cosas
que agraden más a la gente que la muevan a devoción.
3. Pues ¿qué diré de otros intentos que tienen algunos de intereses
en las fiestas que celebran? Los cuales si tienen más el ojo y codicia a
esto que al servicio de Dios, ellos se lo saben, y Dios, que lo ve. Pero
en las unas maneras y en las otras, cuando así pasa, crean que más
se hacen a sí la fiesta que a Dios; porque por lo que su gusto o el de
los hombres hacen, no lo toma Dios a su cuenta, antes muchos se
estarán holgando de los que comunican en las fiestas de Dios, y Dios
se estará con ellos enojando; como lo hizo con los hijos de Israel
cuando hacían fiesta cantando y bailando a su ídolo, pensando que
hacían fiesta a Dios, de los cuales mató muchos millares (Ex. 32,
7-28); o como con los sacerdotes Nadab y Abiú hijos de Aarón, a
quien mató Dios con los incensarios en las manos porque ofrecían
fuego ajeno (Lv. 10, 1-2); o como al que entró en las bodas mal
ataviado y compuesto, al cual mandó el rey echar en las tinieblas
exteriores atado de pies y manos (Mt. 22, 12-13). En lo cual se
conoce cuán mal sufre Dios en las juntas que se hacen para su
servicio estos desacatos.
Porque ¡cuántas fiestas, Dios mío, os hacen los hijos de los hombres
en que se lleva más el demonio que Vos! Y el demonio gusta de ellas,
porque en ellas, como el tratante, hace él su feria. ¡Y cuántas veces
diréis Vos en ellas: Este pueblo con los labios me honra sólo, mas su
corazón está lejos de mí, porque me sirve sin, causa! (Mt. 15, 8).
Porque la causa por que Dios ha de ser servido es sólo por ser él
quien es, y no interponiendo otros fines. Y así, no sirviéndole sólo por
quien él es, es servirle sin causa final de Dios.
4. Pues, volviendo a los oratorios, digo que algunas personas los
atavían más por su gusto que por el de Dios. Y algunos hacen tan
poco caso de la devoción de ellos, que no los tienen en más que sus
226
camariles profanos, y aun algunos no en tanto, pues tienen más
gusto en lo profano que en lo divino.
5. Pero dejemos ahora esto y digamos todavía de los que hilan más
delgado, es a saber, de los que se tienen por gente devota. Porque
muchos de éstos de tal manera dan en tener asido el apetito y gusto
a su oratorio y ornato de él, que todo lo (que) habían de emplear en
oración de Dios y recogimiento interior se les va en esto. Y no echan
de ver que, no ordenando esto para el recogimiento interior y paz del
alma, se distraen tanto en ello como en las demás cosas, y se
inquietarán en el tal gusto a cada paso, y más si se lo quisiesen
quitar.
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CAPÍTULO 39
De cómo se ha de usar de los oratorios y templos, encaminando el
espíritu a Dios (por ellos).
1. Para encaminar a Dios el espíritu en este género, conviene advertir
que a los principiantes bien se les permite y aun les conviene tener
algún gusto y jugo sensible acerca de las imágenes, oratorios y otras
cosas devotas visibles, por cuanto aún no tienen destetado y
desarrimado el paladar de las cosas del siglo, porque con este gusto
dejen el otro; como al niño que, por desembarazarle la mano de una
cosa, se la ocupan con otra por que no llore dejándole las manos
vacías.
Pero para ir adelante también se ha de desnudar el espiritual de
todos esos gustos y apetitos en que la voluntad puede gozarse;
porque el puro espíritu muy poco se ata a nada de esos objetos, sino
sólo en recogimiento interior y trato mental con Dios; que, aunque se
aprovecha de las imágenes y oratorios, es muy de paso, y luego para
su espíritu en Dios, olvidado de todo lo sensible.
2. Por tanto, aunque es mejor orar donde más decencia hubiere, con
todo, no obstante esto, aquel lugar se ha de escoger donde menos se
embarazare el sentido y el espíritu de ir a Dios. En lo cual nos
conviene tomar aquello que responde nuestro Salvador a la mujer
samaritana, cuando le preguntó que cuál era más acomodado lugar
para orar, el templo o el monte; le respondió que no estaba la
verdadera oración aneja al monte ni al templo, sino que los
adoradores de que se agradaba el Padre son los que le adoran en
espíritu y verdad (Jn. 4, 23-24).
De donde, aunque los templos y lugares apacibles son dedicados y
acomodados a oración, porque el templo no se ha de usar para otra
cosa, todavía para negocio de trato tan interior como este que se
hace con Dios, aquel lugar se debe escoger que menos ocupe y lleve
tras sí el sentido. Y así no ha de ser lugar ameno y deleitable al
sentido, como suelen procurar algunos, porque, en vez de recoger a
Dios el espíritu, no pare en recreación y gusto y sabor del sentido. Y
por eso es bueno lugar solitario, y aun áspero, para que el espíritu
sólida y derechamente suba a Dios, no impedido ni detenido en las
227
cosas visibles; aunque alguna vez ayudan a levantar el espíritu, mas
esto es olvidándolas luego y quedándose en Dios. Por lo cual nuestro
Salvador escogía lugares solitarios para orar (Mt. 14, 24), y aquéllos
que no ocupasen mucho los sentidos, para darnos ejemplo, sino que
levantasen el alma a Dios, como eran los montes (Lc. 6, 12; 19, 28),
(que se levantan de la tierra, y ordinariamente son pelados de
sensitiva recreación).
3. De donde el verdadero espiritual nunca se ata ni mira en que el
lugar para orar sea de tal o tal comodidad, porque esto todavía es
estar atado al sentido; sino sólo al recogimiento interior, en olvido de
eso y de esotro, escogiendo para esto el lugar más libre de objetos y
jugos sensibles, sacando la advertencia de todo eso para poder
gozarse más a solas de criaturas con su Dios. Porque es cosa notable
ver algunos espirituales que todo se les va en componer oratorios y
acomodar lugares agradables a su condición o inclinación; y del
recogimiento interior, que es el que hace al caso, hacen menos
caudal y tienen muy poco de él; porque, si le tuviesen, no podrían
tener gusto en aquellos modos y maneras, antes les cansarían.
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CAPÍTULO 40
Que prosigue encaminando el espíritu al recogimiento interior acerca
de lo dicho.
1. La causa, pues, por que algunos espirituales nunca acaban de
entrar en los gozos verdaderos del espíritu, es porque nunca acaban
ellos de alzar el apetito del gozo de estas cosas exteriores y visibles.
Adviertan estos tales que, aunque el lugar decente y dedicado para
oración es el templo y oratorio visible, y la imagen para motivo, que
no ha de ser de manera que se emplee el jugo y sabor del alma en el
templo visible y motivo, y se olvide de orar en el templo vivo, que es
el recogimiento interior del alma. Porque para advertirnos esto, dijo
el Apóstol (1 Cor. 3, 6; 6, 19): Mirad, que vuestros cuerpos son
templos vivos del Espíritu Santo, que mora en vosotros. Y a esta
consideración nos envía la autoridad que habemos alegado de Cristo
(Jn. 4, 24), es a saber: a los verdaderos adoradores conviene adorar
en espíritu y verdad. Porque muy poco caso hace Dios de tus
oratorios y lugares acomodados si, por tener el apetito y gusto asido
a ellos, tienes algo menos de desnudez interior, que es la pobreza
espiritual en negación de todas las cosas que puedes poseer.
2. Debes, pues, para purgar la voluntad del gozo y apetito vano en
esto y enderezarlo a Dios en tu oración, sólo mirar que tu conciencia
esté pura y tu voluntad entera en Dios, y la mente puesta de veras
en él; y, como he dicho, escoger el lugar más apartado y solitario que
pudieres, y convertir todo el gozo de la voluntad en invocar y
glorificar a Dios; y de esotros gustillos del exterior no hagas caso,
antes los procures negar. Porque, si se hace el alma al sabor de la
devoción sensible, nunca atinará a pasar a la fuerza del deleite del
228
espíritu, que se halla en la desnudez espiritual mediante el
recogimiento interior.
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CAPITULO 41 [San Juan de la Cruz SUBIDA DEL MONTE
CARMELOLibro 1º - 1]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LA SUBIDA DEL MONTE CARMELO
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LIBRO TERCERO
CAPÍTULO 41
De algunos daños en que caen los que se dan al gusto sensible de las
cosas y lugares devotos de la manera que se ha dicho.
1. Muchos daños se le siguen, así acerca de lo interior como del
exterior, al espiritual por quererse andar al sabor sensitivo acerca de
las dichas cosas. Porque, acerca del espíritu, nunca llegará al
recogimiento interior del espíritu, que consiste en pasar de todo eso,
y hacer olvidar al alma todos esos sabores sensibles, y entrar en lo
vivo del recogimiento del alma, y adquirir las virtudes con fuerza.
Cuanto a lo exterior, le causa no acomodarse a orar en todos lugares,
sino en los que son a su gusto; y así, muchas veces faltará a la
oración, pues, como dicen, no está hecho más que al libro de su
aldea.
2. Demás de esto, este apetito les causa muchas variedades, porque
de éstos son los que nunca perseveran en un lugar, ni a veces en un
estado, sino que ahora los veréis en un lugar, ahora en otro; ahora
tomar una ermita, ahora otra; (ahora componer un oratorio, ahora
otro).
Y de éstos son también aquellos que se les acaba la vida en
mudanzas de estados y modos de vivir; que, como sólo tienen aquel
hervor y gozo sensible acerca de las cosas espirituales, y nunca se
han hecho fuerza para llegar al recogimiento espiritual por la
negación de su voluntad y sujeción en sufrirse en
desacomodamientos, todas las veces que ven un lugar devoto a su
parecer, o alguna manera de vida, o estado que cuadre con su
condición e inclinación, luego se van tras él y dejan el que tenían. Y
como se movieron por aquel gusto sensible, de aquí es que presto
buscan otra cosa, porque el gusto sensible no es constante, porque
falta muy presto.
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CAPÍTULO 42
De tres diferencias de lugares devotos y cómo se ha de haber acerca
de ellos la voluntad.
1. Tres maneras de lugares hallo por medio de los cuales suele Dios
mover la voluntad a devoción.
La primera es algunas disposiciones de tierras y sitios, que con la
agradable apariencia de sus diferencias, ahora en disposición de
229
tierra, ahora de árboles, ahora de solitaria quietud, naturalmente
despiertan la devoción. Y de esto es cosa provechosa usar, cuando
luego enderezan a Dios la voluntad en olvido de los dichos lugares,
así como para ir al fin conviene no detenerse en el medio y motivo
más de lo que basta. Porque, si procuran recrear el apetito y sacar
jugo sensitivo, antes hallarán sequedad de espíritu y distracción
espiritual; porque la satisfacción y jugo espiritual no se halla sino en
el recogimiento interior.
2. Por tanto, estando en el tal lugar, olvidados del lugar han de
procurar estar en su interior con Dios, como si no estuviesen en el tal
lugar; porque si se andan al sabor y gusto del lugar, de aquí para allí,
más es buscar recreación sensitiva e inestabilidad de ánimo que
sosiego espiritual.
Así lo hacían los anacoretas y otros santos ermitaños, que en los
anchísimos y graciosísimos desiertos escogían el menor lugar que les
podía bastar, edificando estrechísimas celdas y cuevas y
encerrándose allí; donde san Benito estuvo tres años, y otro, que fue
san Simón, se ató con una cuerda para no tomar más ni andar más
que lo que alcanzase; y de esta manera muchos, que nunca
acabaríamos de contar. Porque entendían muy bien aquellos santos
que si no apagaban el apetito y codicia de hallar gusto y sabor
espiritual, no podían venir a ser espirituales.
3. La segunda manera es más particular, porque es de algunos
lugares, (no me da más) esos desiertos que otros cualesquiera,
donde Dios suele hacer algunas mercedes espirituales muy sabrosas
a algunas particulares personas; de manera que ordinariamente
queda inclinado el corazón de aquella persona, que recibió allí aquella
merced, a aquel lugar donde la recibió, y le dan algunas veces
algunos grandes deseos y ansias de ir a aquel lugar. Aunque cuando
van no hallan como antes, porque no está en su mano; porque estas
mercedes hácelas Dios cuando y como y donde quiere, sin estar asido
a lugar ni a tiempo, ni a albedrío de a quien las hace.
Pero todavía es bueno ir, como vaya desnudo del apetito de
propiedad, a orar allí algunas veces, por tres cosas: la primera,
porque, aunque, como decimos, Dios no está atenido a lugar, parece
quiso allí Dios ser alabado de aquella alma, haciéndola allí aquella
merced. La segunda, porque más se acuerda el alma de agradecer a
Dios lo que allí recibió. La tercera, porque todavía se despierta mucho
más la devoción allí con aquella memoria.
4. Por estas cosas debe ir, y no por pensar que está Dios atado a
hacerle allí mercedes, de manera que no pueda donde quiera, porque
más decente lugar es el alma y más propio para Dios que ningún
lugar corporal. De esta manera leemos en la sagrada Escritura que
hizo Abraham un altar en el mismo lugar donde le apareció Dios, e
invocó allí su santo nombre, y que después, viniendo de Egipto,
volvió por el mismo camino donde había aparecídole Dios, y volvió a
invocar a Dios allí en el mismo altar que había edificado (Gn. 12, 8, y
13, 4). También Jacob señaló el lugar donde le apareció Dios
230
estribando en aquella escala, levantando allí una piedra ungida con
óleo (Gn. 28, 13-18). Y Agar puso nombre al lugar donde le apareció
el ángel, estimando mucho aquel lugar, diciendo: Por cierto que aquí
he visto las espaldas del que me ve (Gn. 16, 3).
5. La tercera manera es algunos lugares particulares que elige Dios
para ser allí invocado, así como el monte Sinaí, donde dio Dios la ley
a Moisés (Ex. 24, 12), y el lugar que señaló a Abraham para que
sacrificase a su hijo (Gn. 22, 2), y también el monte Horeb, donde
apareció a nuestro padre Elías (3 Re. 19, 8), (y el lugar que dedicó
san Miguel para su servicio, que es el monte Gargano, apareciendo al
obispo sipontino, y diciendo que él era guarda de aquel lugar, para
que allí se dedicase a Dios un oratorio en memoria de los ángeles; y
la gloriosa Virgen escogió en Roma, con singular señal de nieve, lugar
para el templo que quiso edificase Patricio, de su nombre).
6. La causa por que Dios escoja estos lugares más que otros para ser
alabado, él sólo lo sabe. Lo que a nosotros conviene saber es que
todo es para nuestro provecho y para oír nuestras oraciones en ellos
y doquiera que con entera fe le rogáremos; aunque en los que están
dedicados a su servicio hay mucha más ocasión de ser oídos en ellos,
por tenerlos la Iglesia señalados y dedicados para esto.
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CAPÍTULO 43
Que trata de los motivos para orar que usan muchas personas, que
son mucha variedad de ceremonias.
1. Los gozos inútiles y la propiedad imperfecta que acerca de las
cosas que habemos dicho muchas personas tienen, por ventura son
algo tolerables por ir ellas en ello algo inocentemente; del grande
arrimo que algunos tienen a muchas maneras de ceremonias
introducidas por gente poco ilustrada y falta en la sencillez de la fe,
es insufrible.
Dejemos ahora aquellas que en sí llevan envueltos algunos nombres
extraordinarios o términos que no significan nada, y otras cosas no
sacras, que gente necia y de alma ruda y sospechosa suele
interponer en sus oraciones, que, por ser claramente malas y en que
hay pecado y en muchas de ellas pacto oculto con el demonio, con las
cuales provocan a Dios a ira y no a misericordia, las dejo aquí de
tratar.
2. Pero de aquellas sólo quiero decir de que, por no tener en sí esas
maneras sospechosas entrepuestas, muchas personas el día de hoy
con devoción indiscreta usan, poniendo tanta eficacia y fe en aquellos
modos y maneras con que quieren cumplir sus devociones y
oraciones, que entienden que si un punto faltan y salen de aquellos
límites, no aprovecha ni la oirá Dios, poniendo más fiducia en
aquellos modos y maneras que en lo vivo de la oración, no sin gran
desacato y agravio de Dios; así como que sea la misa con tantas
candelas y no más ni menos: y que la diga sacerdote de tal o tal
suerte; y que sea a tal hora y no antes ni después; y que sea
231
después de tal día, no antes (ni después); y que las oraciones y
estaciones sean tantas y tales y a tales tiempos, y con tales y tales
ceremonias, y no antes ni después, ni de otra manera; y que la
persona que las hiciere tenga tales partes y tales propiedades. Y
piensan que, si falta algo de lo que ellos llevan propuesto, no se hace
nada. (Y otras mil cosas que se ofrecen y usan).
3. Y lo que es peor (e intolerable) es que algunos quieren sentir algún
efecto en sí, o cumplirse lo que piden, o saber que se cumple al fin de
aquellas sus oraciones ceremoniáticas; que no es menos que tentar a
Dios y enojarle gravemente; tanto, que algunas veces da licencia al
demonio para que los engañe, haciéndolos sentir y entender cosas
harto ajenas del provecho de su alma, mereciéndolo ellos por la
propiedad que llevan en sus oraciones, no deseando más que se haga
lo que Dios quiere que lo que ellos pretenden. Y así, porque no ponen
toda su confianza en Dios, nada les sucede bien.
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CAPÍTULO 44
De cómo se ha de enderezar a Dios el gozo y fuerza de la voluntad
por estas devociones.
1. Sepan, pues, éstos que cuanta más fiducia hacen de estas cosas y
ceremonias, tanta menor confianza tienen en Dios, y no alcanzarán
de Dios lo que desean. Hay algunos que más oran por su pretensión
que por la honra de Dios; que, aunque ellos suponen que, si Dios se
ha de servir, se haga, y si no, no, todavía por la propiedad y vano
gozo que en ello llevan, multiplican demasiados ruegos por aquello,
que sería mejor mudarlos en cosas de más importancia para ellos,
como es el limpiar de veras sus conciencias y entender de hecho en
cosas de su salvación, posponiendo muy atrás todas esotras
peticiones suyas que no son esto. Y de esta manera, alcanzando esto
que más les importa, alcanzarían también todo lo que de esotro les
estuviere bien, aunque no se lo pidiesen, mucho mejor y antes que si
toda la fuerza pusiesen en aquello.
2. Porque así lo tiene prometido el Señor por el evangelista (Mt. 6,
33), diciendo: Pretended primero y principalmente el reino de Dios y
su justicia, y todas esotras cosas se os añadirán; porque ésta es la
pretensión y petición que es más a su gusto. Y para alcanzar las
peticiones que tenemos en nuestro corazón, no hay mejor medio que
poner la fuerza de nuestra oración en aquella cosa que es más gusto
de Dios; porque entonces no sólo dará lo que le pedimos, que es la
salvación, sino aun lo que él ve que nos conviene y nos es bueno,
aunque no se lo pidamos, según lo da bien a entender David en un
salmo (144, 18), diciendo: Cerca está el Señor de los que le llaman
en la verdad, que le piden las cosas que son de más altas veras,
como son las de la salvación; porque de éstos dice luego (Sal. 144,
19): La voluntad de los que le temen cumplirá, y sus ruegos oirá, y
salvarlos ha. Porque es Dios guarda de los que bien le quieren. Y así,
este estar tan cerca que aquí dice David, no es otra cosa que estar a
232
satisfacerlos y concederlos aun lo que no les pasa por pensamiento
pedir. Porque así leemos (2 Par. 1, 11-12) que, porque Salomón
acertó a pedir a Dios una cosa que le dio gusto, que era sabiduría
para acertar a regir justamente a su pueblo, le respondió Dios
diciendo: Porque te agradó más que otra cosa alguna la sabiduría, y
ni pediste la victoria con muerte de tus enemigos, ni riqueza, ni larga
vida, yo te doy no sólo la sabiduría que pides para regir justamente
mi pueblo, mas aun lo que no me has pedido te daré, que es
riquezas, y sustancia, y gloria, de manera que antes ni después de ti
haya rey a ti semejante. Y así lo hizo, pacificándole también sus
enemigos, de manera que, pagándole tributo todos en derredor, no le
perturbasen. Lo mismo leemos en el Génesis (21, 13), donde,
prometiendo Dios a Abraham de multiplicar la generación del hijo
legítimo como las estrellas del cielo, según él se lo había pedido, le
dijo: También multiplicaré al hijo de la esclava, porque es tu hijo.
3. De esta manera, pues, se han de enderezar a Dios las fuerzas de
la voluntad y el gozo de ella en las peticiones, no curando de estribar
en las invenciones de ceremonias que no usa ni tiene aprobadas la
Iglesia católica, dejando el modo y manera de decir la misa al
sacerdote, que allí la Iglesia tiene en su lugar, que él tiene orden de
ella cómo lo ha de hacer. Y no quieran ellos usar nuevos modos,
como si supiesen más que el Espíritu Santo y su Iglesia. Que si por
esa sencillez no los oyere Dios, crean que no lo oirá aunque más
invenciones hagan. Porque Dios es de manera que, si le llevan por
bien y a su condición, harán de él cuanto quisieren; mas si va sobre
interés, no hay hablarle.
4. Y en las demás ceremonias acerca del rezar y otras devociones, no
quieran arrimar la voluntad a otras ceremonias y modos de oraciones
de las que nos enseñó Cristo (Mt. 6, 9-13; Lc. 11, 1-2); que claro
está que, cuando sus discípulos le rogaron que los enseñase a orar,
les diría todo lo que hace al caso para que nos oyese el Padre Eterno,
como el que tan bien conocía su condición y sólo les enseñó aquellas
siete peticiones del Pater noster, en que se incluyen todas nuestras
necesidades espirituales y temporales, y no les dijo otras muchas
maneras de palabras y ceremonias, antes, en otra parte, les dijo que
cuando oraban no quisiesen hablar mucho, porque bien sabía nuestro
Padre celestial lo que nos convenía (Mt. 6, 7-8). Sólo encargó, con
muchos encarecimientos, que perseverásemos en oración, es a saber,
en la del Pater noster, diciendo en otra parte que conviene siempre
orar y nunca faltar (Lc. 18, 1). Mas no enseñó variedades de
peticiones, sino que éstas se repitiesen muchas veces y con fervor y
con cuidado; porque, como digo, en éstas se encierra todo lo que es
voluntad de Dios y todo lo que nos conviene. Que, por eso, cuando
Su Majestad acudió tres veces al Padre Eterno, todas tres veces oró
con la misma palabra del Pater noster, como dicen los Evangelistas,
diciendo: Padre, si no puede ser sino que tengo de beber este cáliz,
hágase tu voluntad (Mt. 26, 39).
233
Y las ceremonias con que él nos enseñó a orar sólo es una de dos: o
que sea en el escondrijo de nuestro retrete, donde sin bullicio y sin
dar cuenta a nadie lo podemos hacer con más entero y puro corazón,
según él dijo, diciendo: Cuando tú orares, entra en tu retrete y,
cerrada la puerta, ora (Mt. 6, 6); o, si no, a los desiertos solitarios,
como él lo hacía, y en el mejor y más quieto tiempo de la noche (Lc.
6, 12). Y así, no hay para qué señalar limitado tiempo ni días
limitados, ni señalar éstos más que aquéllos para nuestras
devociones, ni hay para qué otros modos ni retruécanos de palabras
ni oraciones, sino sólo las que usa la Iglesia y como las usa, porque
todas se reducen a las que habemos dicho del Pater noster.
5. Y no condeno por eso, sino antes apruebo, algunos días que
algunas personas a veces proponen de hacer devociones, como en
ayunar y otras semejantes; sino el estribo que llevan en sus limitados
modos y ceremonias con que las hacen. Como dijo Judit (8, 11-12) a
los de Betulia, que los reprehendió porque habían limitado a Dios el
tiempo que esperaban de Dios misericordias, diciendo: ¿Vosotros
ponéis a Dios tiempo de sus misericordias? No es, dice, esto para
mover a Dios a clemencia, sino para despertar su ira.
Inicio --------------------------------------------
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CAPÍTULO 45
En que se trata del segundo género de bienes distintos en que se
puede gozar vanamente la voluntad.
1. La segunda manera de bienes distintos sabrosos en que
vanamente se puede gozar la voluntad, son los que provocan o
persuaden a servir a Dios, que llamamos provocativos. Estos son los
predicadores, de los cuales podríamos hablar de dos maneras, es a
saber: cuanto a lo que toca a los mismos predicadores y cuanto a los
oyentes. Porque a los unos y a los otros no falta que advertir cómo
han de guiar a Dios el gozo de su voluntad, así los unos como los
otros, acerca de este ejercicio.
2. Cuanto a lo primero, el predicador, para aprovechar al pueblo y no
embarazarse a sí mismo con vano gozo y presunción, conviénele
advertir que aquel ejercicio más es espiritual que vocal; porque,
aunque se ejercita con palabras de fuera, su fuerza y eficacia no la
tiene sino del espíritu interior. De donde, por más alta que sea la
doctrina que predica y por más esmerada la retórica y subido el estilo
con que va vestida, no hace de suyo ordinariamente más provecho
que tuviere de espíritu. Porque, aunque es verdad que la palabra de
Dios de suyo es eficaz, según aquello de David (Sal. 67, 34) que dice,
que él dará a su voz, voz de virtud, pero también el fuego tiene
virtud de quemar, y no quemará cuando en el sujeto no hay
disposición.
3. Y para que la doctrina pegue su fuerza, dos disposiciones ha de
haber: una del que predica y otra del que oye; porque
ordinariamente es el provecho como hay la disposición de parte del
234
que enseña. Que por eso se dice que, cual es el maestro, tal suele ser
el discípulo.
Porque, cuando en los Actos de los Apóstoles aquellos siete hijos de
aquel príncipe de los sacerdotes de los judíos acostumbraban a
conjurar los demonios con la misma forma que san Pablo, se
embraveció el demonio contra ellos, diciendo: A Jesús confieso yo y a
Pablo conozco; pero vosotros ¿quién sois? (19, 15) y, embistiendo en
ellos, los desnudó y llagó. Lo cual no fue sino porque ellos no tenían
la disposición que convenía, y no porque Cristo no quisiese que en su
nombre no lo hiciesen; porque una vez hallaron los Apóstoles a uno
que no era discípulo echando un demonio en nombre de Cristo, y se
lo estorbaron, y el Señor se lo reprehendió, (diciendo): No se lo
estorbéis, porque ninguno podré decir mal de mí en breve espacio si
en mi nombre hubiese hecho alguna virtud (Mc. 9, 38). Pero tiene
ojeriza con los que, enseñando ellos la ley de Dios, no la guardan, y
predicando ellos buen espíritu, no le tienen. Que por eso dice por san
Pablo (Rm. 2, 21): Tú enseñas a otros, y no te enseñas a ti. Tú que
predicas qué no hurten, hurtas. Y por David (Sal. 49, 16-17) dice el
Espíritu Santo: Al pecador dijo Dios: ¿Por qué platicas tú mis justicias
y tomas mi ley con tu boca, y tú has aborrecido la disciplina y echado
mis palabras a las espaldas? En lo cual se da a entender que tampoco
les dará espíritu para que hagan fruto.
4. Que comúnmente vemos que, cuanto acá podemos juzgar, cuanto
el predicador es de mejor vida, mayor es el fruto que hace por bajo
que sea su estilo, y poca su retórica, y su doctrina común, porque del
espíritu vivo se pega el calor; pero el otro muy poco provecho hará,
aunque más subido sea su estilo y doctrina. Porque, aunque es
verdad que el buen estilo y acciones y subida doctrina y buen
lenguaje mueven y hacen efecto acompañado de buen espíritu; pero
sin él, aunque da sabor y gusto el sermón al sentido y al
entendimiento, muy poco o nada de jugo pega a la voluntad; porque
comúnmente se queda tan floja y remisa como antes para obrar,
aunque haya dicho maravillosas cosas maravillosamente dichas, que
sólo sirven para deleitar el oído, como una música concertada o
sonido de campanas; mas el espíritu, como digo, no sale de sus
quicios más que antes, no teniendo la voz virtud para resucitar al
muerto de su sepultura.
5. Poco importa oír una música mejor que otra sonar si no me mueve
(ésta) más que aquélla a hacer obras, porque, aunque hayan dicho
maravillas, luego se olvidan, como no pegaron fuego en la voluntad.
Porque, demás de que de suyo no hace mucho fruto aquella presa
que hace el sentido en el gusto de la tal doctrina, impide que no pase
al espíritu, quedándose sólo en estimación del modo y accidentes con
que va dicha, alabando al predicador en esto o aquello y por esto
siguiéndole, más que por la enmienda que de ahí saca.
Esta doctrina da muy bien a entender san Pablo a los de Corinto (1
Cor. 2, 1-4), diciendo: Yo, hermanos, cuando vine a vosotros, no vine
predicando a Cristo con alteza de doctrina y sabiduría, y mis palabras
235
y mi predicación no eran retórica de humana sabiduría, sino en
manifestación del espíritu y de la verdad. Que, aunque la intención
del Apóstol y la mía aquí no es condenar el buen estilo y retórica y
buen término, porque antes hace mucho al caso al predicador, como
también a todos los negocios; pues el buen término y estilo aun las
cosas caídas y estragadas levanta y reedifica, así como el mal
término a las buenas estraga y pierde.
FIN DE LA OBRA
Inicio [San Juan de la Cruz
OBRASCOMPLETAS Noche Oscura]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LAS OBRAS COMPLETAS DE SAN JUAN DE LA CRUZ
ÍNDICE DE LA NOCHE OSCURA
PRÓLOGO
CANCIONES DEL ALMA
LIBRO PRIMERO Comienza la declaración de las canciones que tratan
del modo y manera que tiene el alma en el camino de la unión del
amor con Dios, por el padre fray Juan de la Cruz.
CAPÍTULO 1 Pone el primer verso y comienza a tratar de las
imperfecciones de los principiantes.
CAPÍTULO 2 De algunas imperfecciones espirituales que tienen los
principiantes acerca del hábito de la soberbia.
CAPÍTULO 3 De algunas imperfecciones que suelen tener algunos de
éstos acerca del segundo vicio capital, que es la avaricia,
espiritualmente hablando.
CAPÍTULO 4 De otras imperfecciones que suelen tener estos
principiantes acerca del tercer vicio, que es lujuria.
CAPÍTULO 5 De las imperfecciones en que caen los principiantes
acerca del vicio de la ira.
CAPÍTULO 6 De las imperfecciones acerca de la gula espiritual.
CAPÍTULO 7 De las imperfecciones acerca de la envidia y acidia
espiritual.
CAPÍTULO 8 En que se declara el primer verso de la primera canción
y se comienza a explicar esta noche oscura.
CAPÍTULO 9 De las señales en que se conocerá que el espiritual va
por el camino de esta noche y purgación sensitiva.
CAPÍTULO 10 Del modo que se han de haber éstos en esta noche
oscura.
CAPÍTULO 11 Decláranse los tres versos de la canción.
CAPÍTULO 12 De los provechos que causa en el alma esta noche.
CAPÍTULO 13 De otros provechos que causa en el alma esta noche
del sentido.
CAPÍTULO 14 En que se declara el último verso de la primera canción.
LIBRO II
CAPÍTULO 1 Comiénzase a tratar de la noche oscura del espíritu.
Dícese a qué tiempo comienza.
CAPÍTULO 2 Prosigue en otras imperfecciones que tienen estos
aprovechados.
236
CAPÍTULO 3 Anotación para lo que se sigue.
CAPÍTULO 4 Pónese la primera canción y su declaración.
CAPÍTULO 5 Pónese el primer verso y comienza a declarar cómo esta
contemplación oscura no sólo es noche para el alma, sino también
pena y tormento.
CAPÍTULO 6 De otras maneras de pena que el alma padece en esta
noche.
CAPÍTULO 7 Prosigue en la misma materia de otras aflicciones y
aprietos de la voluntad.
CAPÍTULO 8 De otras penas que afligen al alma en este estado.
CAPÍTULO 9 Cómo aunque esta noche oscurece al espíritu, es para
ilustrarle y darle luz.
CAPÍTULO 10 Explícase de raíz esta purgación por una comparación.
CAPÍTULO 11 Comiénzase a explicar el segundo verso de la primera
canción. Dice cómo el alma, por fruto de estos rigurosos aprietos, se
halla con vehemente pasión de amor divino.
CAPÍTULO 12 Dice cómo esta horrible noche es purgatorio, y cómo en
ella ilumina la divina Sabiduría a los hombres en el suelo con la
misma iluminación que purga e ilumina a los ángeles en el cielo.
CAPÍTULO 13 De otros sabrosos efectos que obra en el alma esta
oscura noche de contemplación.
CAPÍTULO 14 En que se ponen y explican los tres versos últimos de la
primera canción.
CAPÍTULO 15 Pónese la segunda canción y su declaración.
CAPÍTULO 16 Pónese el primer verso y explícase cómo, yendo el alma
a oscuras, va segura.
CAPÍTULO 17 Pónese el segundo verso y explícase cómo esta oscura
contemplación sea secreta.
CAPÍTULO 18 Declárase como esta sabiduría secreta sea también
escala.
CAPÍTULO 19 Comienza a explicar los diez grados de la escala mística
de amor divino según San Bernardo y Santo Tomás. Pónense los
cinco primeros.
CAPÍTULO 20 Pónense los otros cinco grados de amor.
CAPÍTULO 21 Declárase esta palabra "disfrazada", y dícense los
colores del disfraz del alma en esta noche.
CAPÍTULO 22 Explícase el tercer verso de la segunda canción.
CAPÍTULO 23 Declárase el cuarto verso. Dice el admirable escondrijo
en que es puesta el alma en esta noche, y cómo, aunque el demonio
tiene entrada en otros muy altos no en éste.
CAPÍTULO 24 Acábase de explicar la segunda canción.
CAPÍTULO 25 En que brevemente se declara la tercera canción.
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DECLARACIÓN DE LAS CANCIONES DEL MODO QUE TIENE EL ALMA
EN EL CAMINO ESPIRITUAL PARA LLEGAR A LA PERFECTA UNIÓN DE
AMOR CON DIOS, CUAL SE PUEDE EN ESTA VIDA. DÍCESE TAMBIÉN
237
LAS PROPIEDADES QUE TIENE EL QUE HA LLEGADO A LA DICHA
PERFECCIÓN, SEGUN EN LAS CANCIONES SE CONTIENE.
PRÓLOGO
En este libro se ponen primero todas las canciones que se han de
declarar. Después se declara cada canción de por sí, poniendo cada
una de ellas antes de su declaración, y luego se va declarando cada
verso de por sí, poniéndole también al principio.
En las dos primeras canciones se declaran los efectos de las dos
purgaciones espirituales de la parte sensitiva del hombre y de la
espiritual. En las otras seis se declaran varios y admirables efectos de
la iluminación espiritual y unión de amor con Dios.
Inicio --------------------------------------------
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CANCIONES DEL ALMA
1. En una noche oscura, con ansias, en amores inflamada, ¡oh
dichosa ventura!, salí sin ser notada estando ya mi casa sosegada.
2. A oscuras y segura, por la secreta escala, disfrazada, ¡oh dichosa
ventura!, a oscuras y en celada, estando ya mi casa sosegada.
3. En la noche dichosa, en secreto, que nadie me veía, ni yo miraba
cosa, sin otra luz y guía sino la que en el corazón ardía.
4. Aquésta me guiaba más cierto que la luz de mediodía, adonde me
esperaba quien yo bien me sabía, en parte donde nadie parecía.
5. ¡Oh noche que guiaste! ¡oh noche amable más que el alborada! ¡oh
noche que juntaste Amado con amada, amada en el Amado
transformada!
6. En mi pecho florido, que entero para él solo se guardaba, allí
quedó dormido, y yo le regalaba, y el ventalle de cedros aire daba.
7. El aire de la almena, cuando yo sus cabellos esparcía, con su mano
serena en mi cuello hería y todos mis sentidos suspendía.
8. Quedéme y olvidéme, el rostro recliné sobre el Amado, cesó todo y
dejéme, dejando mi cuidado entre las azucenas olvidado.
FIN
Inicio --------------------------------------------
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LIBRO PRIMERO [San Juan de la Cruz OBRASCOMPLETAS
Noche Oscura]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LAS OBRAS COMPLETAS DE SAN JUAN DE LA CRUZ
ÍNDICE DE LA NOCHE OSCURA
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Comienza la declaración de las canciones que tratan del modo y
manera que tiene el alma en el camino de la unión del amor con Dios,
por el padre fray Juan de la Cruz.
Antes que entremos en la declaración de estas canciones, conviene
saber aquí que el alma las dice estando ya en la perfección, que es la
unión de amor con Dios, habiendo ya pasado por los estrechos
trabajos y aprietos, mediante el ejercicio espiritual del camino
estrecho de la vida eterna que dice nuestro Salvador en el Evangelio
238
(Mt. 7, 74), por el cual camino ordinariamente pasa para llegar a esta
alta y dichosa unión con Dios. El cual por ser tan estrecho y por ser
tan pocos los que entran por él, como también dice el mismo Señor
(Mt. 7, 14), tiene el alma por gran dicha y ventura haber pasado por
él a la dicha perfección de amor, como ella lo canta en esta primera
canción, llamando noche oscura con harta propiedad a este camino
estrecho, como se declarará adelante en los versos de la dicha
canción.
Dice, pues, el alma, gozosa de haber pasado por este angosto camino
de donde tanto bien se le siguió, en esta manera:
Inicio --------------------------------------------
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LIBRO PRIMERO
En que se trata de la noche del sentido.
CANCIÓN 1ª
En una noche oscura, con ansias, en amores inflamada, ¡oh dichosa
ventura!, salí sin ser notada estando ya mi casa sosegada.
DECLARACIÓN
1. Cuenta el alma en esta primera canción el modo y manera que
tuvo en salir, según la afición, de sí y de todas las cosas, muriendo
por verdadera mortificación a todas ellas y a sí misma, para venir a
vivir vida de amor dulce y sabrosa con Dios. Y dice que este salir de
sí y de todas las cosas fue una noche oscura, que aquí entiende por la
contemplación purgativa, como después se dirá, la cual pasivamente
causa en el alma la dicha negación de sí misma y de todas las cosas.
2. Y esta salida dice ella aquí que pudo hacer con la fuerza y calor
que para ello le dio el amor de su Esposo en la dicha contemplación
oscura. En lo cual encarece la buena dicha que tuvo en caminar a
Dios por esta noche con tan próspero suceso que ninguno de los tres
enemigos, que son mundo, demonio y carne, que son los que siempre
contrarían este camino, se lo pudiese impedir; por cuanto la dicha
noche de contemplación purificativa hizo adormecer y amortiguar en
la casa de su sensualidad todas las pasiones y apetitos según sus
apetitos y movimientos contrarios. Dice, pues, el verso:
En una noche oscura.
Inicio --------------------------------------------
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CAPÍTULO 1
Pone el primer verso y comienza a tratar de las imperfecciones de los
principiantes.
1. En esta noche oscura comienzan a entrar las almas cuando Dios
las va sacando de estado de principiantes, que es de los que meditan
en el camino espiritual, y las comienza a poner en el de los
aprovechantes, que es ya el de los contemplativos, para que,
pasando por aquí, lleguen al estado de los perfectos, que es el de la
divina unión del alma con Dios. Por tanto, para entender y declarar
mejor qué noche sea ésta por que el alma pasa, y por qué causa la
pone Dios en ella, primero convendrá tocar aquí algunas propiedades
239
de los principiantes. Lo cual, aunque será con la brevedad que
pudiere, no dejará también de servir a los mismos principiantes, para
que, entendiendo la flaqueza del estado que llevan, se animen y
deseen que los ponga Dios en esta noche, donde se fortalece y
confirma el alma en las virtudes y para los inestimables deleites del
amor de Dios. Y, aunque nos detengamos un poco, no será más de lo
que basta para tratar luego de esta noche oscura.
2. Es, pues, de saber que el alma, después que determinadamente se
convierte a servir a Dios, ordinariamente la va Dios criando en
espíritu y regalando, al modo que la amorosa madre hace al niño
tierno, al cual al calor de sus pechos le calienta, y con leche sabrosa y
manjar blando y dulce le cría, y en sus brazos le trae y le regala.
Pero, a la medida que va creciendo, le va la madre quitando el regalo
y, escondiendo el tierno amor, pone el amargo acíbar en el dulce
pecho, y, abajándole de los brazos, le hace andar por su pie, porque,
perdiendo las propiedades de niño, se dé a cosas más grandes y
sustanciales. La amorosa madre de la gracia de Dios, luego que por
nuevo calor y hervor de servir a Dios reengendra al alma, eso mismo
hace con ella; porque la hace hallar dulce y sabrosa la leche espiritual
sin algún trabajo suyo en todas las cosas de Dios, y en los ejercicios
espirituales gran gusto, porque le da Dios aquí su pecho de amor
tierno, bien así como a niño tierno (1 Pe. 2, 2-3).
3. Por tanto, su deleite halla pasarse grandes ratos en oración, y por
ventura las noches enteras; sus gustos son las penitencias, sus
contentos los ayunos, y sus consuelos usar de los sacramentos y
comunicar en las cosas divinas; las cuales cosas, aunque con grande
eficacia y porfía asisten a ellas y las usan y tratan con grande cuidado
los espirituales, hablando espiritualmente, comúnmente se han muy
flaca e imperfectamente en ellas. Porque, como son movidos a estas
cosas y ejercicios espirituales por el consuelo y gusto que allí hallan,
y, como también ellos no están habilitados por ejercicios de fuerte
lucha en las virtudes, acerca de estas sus obras espirituales tienen
muchas faltas e imperfecciones; porque, al fin, cada uno obra
conforme al hábito de perfección que tiene; y, como éstos no han
tenido lugar de adquirir los hábitos fuertes, de necesidad han de
obrar como flacos niños, flacamente.
Lo cual para que más claramente se vea, y cuán faltos van estos
principiantes en las virtudes acerca de lo que con el dicho gusto con
facilidad obran, irémoslo notando por los siete vicios capitales,
diciendo algunas de las muchas imperfecciones que en cada uno de
ellos tienen, en que se verá claro cuán de niños es el obrar que éstos
obran; y veráse también cuántos bienes trae consigo la noche oscura
de que luego habemos de tratar, pues de todas estas imperfecciones
limpia al alma y la purifica.
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CAPÍTULO 2
240
De algunas imperfecciones espirituales que tienen los principiantes
acerca del hábito de la soberbia.
1. Como estos principiantes se sienten tan fervorosos y diligentes en
las cosas espirituales y ejercicios devotos, de esta propiedad (aunque
es verdad que las cosas santas de suyo humillan) por su imperfección
les nace muchas veces cierto ramo de soberbia oculta, de donde
vienen a tener alguna satisfacción de sus obras y de sí mismos. Y de
aquí también les nace cierta gana algo vana, y a veces muy vana, de
hablar cosas espirituales delante de otros, y aun a veces de
enseñarlas más que de aprenderlas, y condenan en su corazón a
otros cuando no los ven con la manera de devoción que ellos
querrían, y aun a veces lo dicen de palabra, pareciéndose en esto al
fariseo, que se jactaba alabando a Dios sobre las obras que hacía, y
despreciando al publicano (Lc. 18, 11-12).
2. A estos muchas veces los acrecienta el demonio el fervor y gana
de hacer más estas y otras obras porque les vaya creciendo la
soberbia y presunción. Porque sabe muy bien el demonio que todas
estas obras y virtudes que obran, no solamente no les valen nada,
mas antes se les vuelven en vicio. Y a tanto mal suelen llegar algunos
de éstos, que no querrían que pareciese bueno otro sino ellos; y así,
con la obra y palabra, cuando se ofrece, les condenan y detraen,
mirando la motica en el ojo de su hermano, y no considerando la viga
que está en el suyo (Mt.7,37); cuelan el mosquito ajeno y tráganse
su camello (Mt. 23, 24).
3. A veces también, cuando sus maestros espirituales, como son
confesores y prelados, no les aprueban su espíritu y modo de
proceder (porque tienen gana que estimen y alaben sus cosas),
juzgan que no los entienden el espíritu, o que ellos no son
espirituales, pues no aprueban aquello y condescienden con ello. Y
así, luego desean y procuran tratar con otro que cuadre con su gusto;
porque ordinariamente desean tratar su espíritu con aquellos que
entienden que han de alabar y estimar sus cosas, y huyen, como de
la muerte, de aquellos que se los deshacen para ponerlos en camino
seguro, y aun a veces toman ojeriza con ellos. Presumiendo, suelen
proponer mucho y hacen muy poco. Tienen algunas veces gana de
que los otros entiendan su espíritu y su devoción, y para esto a veces
hacen muestras exteriores de movimientos, suspiros y otras
ceremonias; y, a veces, algunos arrobamientos, en público más que
en secreto, a los cuales les ayuda el demonio, y tienen complacencia
en que les entiendan aquello, y muchas veces codicia.
4. Muchos quieren preceder y privar con los confesores, y de aquí les
nacen mil envidias y desquietudes. Tienen empacho de decir sus
pecados desnudos porque no los tengan sus confesores en menos, y
vanlos coloreando porque no parezcan tan malos, lo cual más es irse
a excusar que a acusar. Y a veces buscan otro confesor para decir lo
malo porque el otro no piense que tienen nada malo, sino bueno; y
así, siempre gustan de decirle lo bueno, y a veces por términos que
parezca antes más de lo que es que menos, con gana de que le
241
parezca bueno, como quiera que fuera más humildad, como lo
diremos, deshacerlo y tener gana que ni él ni nadie lo tuviesen en
algo.
5. También algunos de éstos tienen en poco sus faltas, y otras veces
se entristecen demasiado de verse caer en ellas, pensando que ya
habían de ser santos, y se enojan contra sí mismos con impaciencia,
lo cual es otra imperfección. Tienen muchas veces grandes ansias con
Dios porque les quite sus imperfecciones y faltas, más por verse sin
la molestia de ellas en paz que por Dios; no mirando que, si se las
quitase, por ventura se harían más soberbios y presuntuosos. Son
enemigos de alabar a otros y amigos que los alaben, y a veces lo
pretenden; en lo cual son semejantes a las vírgenes locas, que,
teniendo sus lámparas muertas, buscaban óleo por de fuera (Mt. 25,
8).
6. De estas imperfecciones algunos llegan a tener muchas muy
intensamente, y a mucho mal en ellas; pero algunos tienen menos,
algunos más, y algunos solos primeros movimientos o poco más; y
apenas hay algunos de estos principiantes que al tiempo de estos
fervores no caigan en algo de esto.
Pero los que en este tiempo van en perfección, muy de otra manera
proceden y con muy diferente temple de espíritu; porque se
aprovechan y edifican mucho con la humildad, no sólo teniendo sus
propias cosas en nada, mas con muy poca satisfacción de sí; a todos
los demás tienen por muy mejores, y les suelen tener una santa
envidia, con gana de servir a Dios como ellos; porque, cuanto más
fervor llevan y cuantas más obras hacen y gusto tienen en ellas,
como van en humildad, tanto más conocen lo mucho que Dios
merece y lo poco que es todo cuanto hacen por él; y así, cuanto más
hacen, tanto menos se satisfacen. Que tanto es lo que de caridad y
amor querrían hacer por él, que todo lo que hacen no les parezca
nada; y tanto les solicita, ocupa y embebe este cuidado de amor, que
nunca advierten en si los demás hacen o no hacen; y si advierten,
todo es, como digo, creyendo que todos los demás son muy mejores
que ellos. De donde, teniéndose en poco, tienen gana también que
los demás los tengan en poco y que los deshagan y desestimen sus
cosas. Y tienen más, que, aunque se los quieran alabar y estimar, en
ninguna manera lo pueden creer, y les parece cosa extraña decir de
ellos aquellos bienes.
7. Estos, con mucha tranquilidad y humildad, tienen gran deseo que
les enseñe cualquiera que los pueda aprovechar; harta contraria cosa
de la que tienen los que habemos dicho arriba, que lo querrían ellos
enseñar todo, y aun cuando parece les enseñan algo, ellos mismos
toman la palabra de la boca como que ya se lo saben. Pero éstos,
estando muy lejos de querer ser maestros de nadie, están muy
prontos de caminar y echar por otro camino del que llevan, si se lo
mandaren, porque nunca piensan que aciertan en nada. De que
alaben a los demás se gozan; sólo tienen pena de que no sirven a
Dios como ellos.
242
No tienen gana de decir sus cosas, porque las tienen en tan poco, que
aun a sus maestros espirituales tienen vergüenza de decirlas,
pareciéndoles que no son cosas que merezcan hacer lenguaje de
ellas. Más gana tienen de decir sus faltas y pecados, o que los
entiendan, que no sus virtudes; y así se inclinan más a tratar su alma
con quien en menos tienen sus cosas y su espíritu, lo cual es
propiedad de espíritu sencillo, puro y verdadero, y muy agradable a
Dios. Porque, como mora en estas humildes almas el espíritu sabio de
Dios, luego las mueve e inclina a guardar adentro sus tesoros en
secreto y echar afuera sus males. Porque da Dios a los humildes,
junto con las demás virtudes, esta gracia, así como a los soberbios la
niega (Sab. 4, 6).
8. Darán éstos la sangre de su corazón a quien sirve a Dios, y
ayudarán, cuanto esto es en sí, a que le sirvan. En las imperfecciones
que se ven caer, con humildad se sufren, y con blandura de espíritu y
temor amoroso de Dios, esperando en él.
Pero almas que al principio caminen con esta manera de perfección,
entiendo son, como queda dicho, las menos y muy pocas; que ya nos
contentaríamos que no cayesen en las cosas contrarias. Que, por eso,
como después diremos, pone Dios en la noche oscura a los que
quiere purificar de todas estas imperfecciones para llevarlos adelante.
Inicio --------------------------------------------
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CAPÍTULO 3
De algunas imperfecciones que suelen tener algunos de éstos acerca
del segundo vicio capital, que es la avaricia, espiritualmente
hablando.
1. Tienen muchos de estos principiantes también a veces mucha
avaricia espiritual, porque apenas les verán contentos en el espíritu
que Dios les da; andan muy desconsolados y quejosos porque no
hallan el consuelo que querrían en las cosas espirituales. Muchos no
se acaban de hartar de oír consejos y aprender preceptos espirituales
y tener y leer muchos libros que traten de eso, y váseles más en esto
el tiempo que en obrar la mortificación y perfección de la pobreza
interior de espíritu que deben. Porque, a más de esto, se cargan de
imágenes y rosarios bien curiosos; ahora dejan unos, ya toman otros;
ahora truecan, ahora destruecan; ya los quieren de esta manera, ya
de esotra, aficionándose más a esta cruz que a aquélla, por ser más
curiosa. Y veréis a otros arreados de "agnusdeis" y reliquias y
nóminas, como los niños de dijes.
En lo cual yo condeno la propiedad de corazón y el asimiento que
tienen al modo, multitud y curiosidad de cosas, por cuanto es muy
contra la pobreza de espíritu, que sólo mira en la sustancia de la
devoción, aprovechándose sólo de aquello que basta para ella, y
cansándose de esotra multiplicidad y de la curiosidad de ella; pues
que la verdadera devoción ha de salir del corazón, sólo en la verdad y
sustancia de lo que representan las cosas espirituales, y todo lo
demás es asimiento y propiedad de imperfección, que, para pasar a
243
alguna manera de perfección, es necesario que se acabe el tal
apetito.
2. Yo conocí una persona que más de diez años se aprovechó de una
cruz hecha toscamente de un ramo bendito, clavada con un alfiler
retorcida alrededor, y nunca la había dejado, trayéndola consigo
hasta que yo se la tomé; y no era persona de poca razón y
entendimiento. Y vi otra que rezaba por cuentas que eran de huesos
de las espinas del pescado, cuya devoción es cierto que por eso no
era de menos quilates delante de Dios; pues se ve claro que éstos no
la tenían en la hechura y valor.
Los que van, pues, bien encaminados desde estos principios, no se
asen a los instrumentos visibles, ni se cargan de ellos, ni se les da
nada de saber más de lo que conviene saber para obrar; porque sólo
ponen los ojos en ponerse bien con Dios y agradarle, y en esto es su
codicia. Y así con gran largueza dan cuanto tienen, y su gusto es
saberse quedar sin ello por Dios y por la caridad del prójimo, no me
da más que sean cosas espirituales que temporales; porque, como
digo, sólo ponen los ojos en las veras de la perfección interior: dar a
Dios gusto, y no a sí mismo en nada.
3. Pero de estas imperfecciones tampoco, como de las demás, no se
puede el alma purificar cumplidamente hasta que Dios le ponga en la
pasiva purgación de aquella oscura noche que luego diremos. Mas
conviene al alma, en cuanto pudiere, procurar de su parte hacer por
perfeccionarse, porque merezca que Dios le ponga en aquella divina
cura, donde sana el alma de todo lo que ella no alcanzaba a
remediarse; porque, por más que el alma se ayude, no puede ella
activamente purificarse de manera que esté dispuesta en la menor
parte para la divina unión de perfección de amor, si Dios no toma la
mano y la purga en aquel fuego oscuro para ella, cómo y de la
manera que habemos de decir.
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CAPÍTULO 4
De otras imperfecciones que suelen tener estos principiantes acerca
del tercer vicio, que es lujuria.
1. Otras muchas imperfecciones más de las que acerca de cada vicio
voy diciendo tienen muchos de estos principiantes, que por evitar
prolijidad dejo, tocando algunas de las más principales, que son como
origen y causa de las otras.
Y así, acerca de este vicio de lujuria (dejado aparte lo que es caer en
este pecado en los espirituales, pues mi intento es tratar de las
imperfecciones que se han de purgar por la noche oscura) tienen
muchas imperfecciones muchos, que se podrían llamar lujuria
espiritual, no porque así lo sea, sino porque procede de cosas
espirituales. Porque muchas veces acaece que en los mismos
ejercicios espirituales, sin ser en manos de ellos, se levantan y
acaecen en la sensualidad movimientos y actos torpes, y a veces aun
cuando el espíritu está en mucha oración, o ejercitando los
244
Sacramentos de la Penitencia o Eucaristía. Los cuales, sin ser, como
digo, en su mano, proceden de una de tres causas:
2. La primera, proceden muchas veces del gusto que tiene el natural
en las cosas espirituales; porque, como gusta el espíritu y sentido,
con aquella recreación se mueve cada parte del hombre a deleitarse
según su porción y propiedad; porque entonces el espíritu se mueve
a recreación y gusto de Dios, que es la parte superior; y la
sensualidad, que es la porción inferior, se mueve a gusto y deleite
sensual, porque no sabe ella tener y tomar otro, y toma entonces el
más conjunto a sí, que es el sensual torpe. Y así, acaece que el alma
está en mucha oración con Dios según el espíritu, y, por otra parte,
según el sentido siente rebeliones y movimientos y actos sensuales
pasivamente, no sin harta desgana suya; lo cual muchas veces
acaece en la Comunión, que, como en este acto de amor recibe el
alma alegría y regalo, porque se le hace este Señor, pues para eso se
da, la sensualidad toma también el suyo, como habemos dicho, a su
modo. Que, como, en fin, estas dos partes son un supuesto,
ordinariamente participan entrambas de lo que una recibe, cada una
a su modo; porque, como dice el Filósofo, cualquiera cosa que se
recibe, está en el recipiente al modo del mismo recipiente. Y así en
estos principios, y aun cuando ya el alma está aprovechada, como
está la sensualidad imperfecta, recibe el espíritu de Dios con la
misma imperfección muchas veces. Que, cuando esta parte sensitiva
está reformada por la purgación de la noche oscura que diremos, ya
no tiene ella estas flaquezas; porque no es ella la que recibe ya, mas
antes está recibida ella en el espíritu; y así lo tiene todo entonces al
modo del espíritu.
3. La segunda causa, de donde a veces proceden estas rebeliones, es
el demonio, que, por desquietar y turbar el alma al tiempo que está
en oración o la procura tener, procura levantar en el natural estos
movimientos torpes, con que, si al alma se le da algo de ellos, le hace
harto daño. Porque no sólo por el temor de esto aflojan en la oración,
que es lo que él pretende, por ponerse a luchar con ellos, mas
algunos dejan la oración del todo, pareciéndoles que en aquel
ejercicio les acaecen más aquellas cosas que fuera de él, como es la
verdad, porque se las pone el demonio más en aquella que en otra
cosa, por que dejen el ejercicio espiritual. Y no sólo eso, sino que
llega a representarles muy al vivo cosas muy feas y torpes, y a veces
muy conjuntamente acerca de cualesquier cosas espirituales y
personas que aprovechan sus almas, para aterrarlas y acobardarlas;
de manera, que los que de ello hacen caso, aun no se atreven a mirar
nada ni poner la consideración en nada, porque luego tropiezan en
aquello.
Y esto en los que son tocados de melancolía acaece con tanta eficacia
y frecuencia, que es de haberlos lástima grande, porque padecen vida
triste, porque llega a tanto en algunas personas este trabajo cuando
tienen este mal humor, que les parece claro que sienten tener
consigo acceso el demonio, sin ser libres para poderlo evitar, aunque
245
algunas personas de éstas puedan evitar el tal acceso con gran fuerza
y trabajo. Cuando estas cosas torpes acaecen a los tales por medio
de la melancolía, ordinariamente no se libran de ellas hasta que
sanan de aquella calidad de humor, si no es que entrase en la noche
oscura el alma, que la priva sucesivamente de todo.
4. El tercer origen, de donde suelen proceder y hacer guerra estos
movimientos torpes, suele ser el temor que ya tienen cobrado estos
tales a estos movimientos y representaciones torpes; porque el temor
que les da la súbita memoria en lo que ven o tratan o piensan, les
hace padecer estos actos sin culpa suya.
5. Hay también algunas almas, de naturales tan tiernos y
deleznables, que, en viniéndoles cualquier gusto de espíritu o de
oración, luego es con ellos el espíritu de la lujuria, que de tal manera
les embriaga y regala la sensualidad, que se hallan como engolfados
en aquel jugo y gusto de este vicio; y dura lo uno con lo otro
pasivamente; y algunas veces echan de ver haber sucedido algunos
torpes y rebeldes actos. La causa es que, como estos naturales sean,
como digo, deleznables y tiernos, con cualquier alteración se les
remueven los humores y la sangre, y suceden de aquí estos
movimientos; porque a éstos lo mismo les acaece cuando se
encienden en ira o tienen algún alboroto o pena.
6. Algunas veces también en estos espirituales, así en hablar como en
obrar cosas espirituales, se levanta cierto brío y gallardía con
memoria de las personas que tienen delante, y tratan con alguna
manera de vano gusto; lo cual nace también de lujuria espiritual, al
modo que aquí la entendemos; lo cual ordinariamente viene con
complacencia en la voluntad.
7. Cobran algunos de éstos aficiones con algunas personas por vía
espiritual, que muchas veces nacen de lujuria, y no de espíritu; lo
cual se conoce ser así cuando, con la memoria de aquella afición, no
crece más la memoria y amor de Dios, sino remordimiento en la
conciencia. Porque, cuando la afición es puramente espiritual,
creciendo ella, crece la de Dios, y cuanto más se acuerda de ella,
tanto más se acuerda de Dios y le da gana de Dios, y creciendo en lo
uno crece en lo otro; porque eso tiene el espíritu de Dios, que lo
bueno aumenta con lo bueno, por cuanto hay semejanza y
conformidad. Pero cuando el tal amor nace del dicho vicio sensual,
tiene los efectos contrarios; porque cuanto más crece lo uno, tanto
más decrece lo otro y la memoria juntamente; porque, si crece aquel
amor, luego verá que se va resfriando en el de Dios y olvidándose de
él con aquella memoria y algún remordimiento en la conciencia; y,
por el contrario, si crece el amor de Dios en el alma, se va resfriando
en el otro y olvidándole, porque, como son contrarios amores, no sólo
no ayuda el uno al otro, mas antes el que predomina apaga y
confunde el otro y se fortalece en sí mismo, como dicen los filósofos.
Por lo cual dijo nuestro Salvador en el Evangelio (Jn. 3, 6) que lo que
nace de carne, es carne, y lo que nace de espíritu, es espíritu, esto
es: el amor que nace de sensualidad, para en sensualidad, y el que
246
de espíritu, para en espíritu de Dios y hácele crecer. Y ésta es la
diferencia que hay entre los dos amores para conocerlos.
8. Cuando el alma entrare en la noche oscura, todos estos amores
pone en razón; porque al uno fortalece y purifica, que es el que es
según Dios, y al otro quita y acaba; y, al principio a entrambos los
hace perder de vista, como después se dirá.
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CAPÍTULO 5
De las imperfecciones en que caen los principiantes acerca del vicio
de la ira.
1. Por causa de la concupiscencia que tienen muchos principiantes en
los gustos espirituales, les poseen muy de ordinario muchas
imperfecciones del vicio de la ira; porque, cuando se les acaba el
sabor y gusto en las cosas espirituales, naturalmente se hallan
desabridos y, con aquel sinsabor que traen consigo, traen mala gracia
en las cosas que tratan, y se aíran muy fácilmente por cualquier
cosilla, y aun a veces no hay quien los sufra. Lo cual muchas veces
acaece después que han tenido algún muy gustoso recogimiento
sensible en la oración, que, como se les acaba aquel gusto y sabor,
naturalmente queda el natural desabrido y desganado; bien así como
el niño cuando le apartan del pecho de que estaba gustando a su
sabor. En el cual natural, cuando no se dejan llevar de la desgana, no
hay culpa, sino imperfección que se ha de purgar por la sequedad y
aprieto de la noche oscura.
2. También hay otros de estos espirituales que caen en otra manera
de ira espiritual, y es que se aíran contra los vicios ajenos con cierto
celo desasosegado, notando a otros; y a veces les dan ímpetus de
reprenderles enojosamente, y aun hacen algunas veces, haciéndose
ellos dueños de la virtud. Todo lo cual es contra la mansedumbre
espiritual.
3. Hay otros que, cuando se ven imperfectos, con impaciencia no
humilde se aíran contra sí mismos; acerca de lo cual tienen tanta
impaciencia, que querrían ser santos en un día. De éstos hay muchos
que proponen mucho y hacen grandes propósitos, y como no son
humildes ni desconfían de sí, cuantos más propósitos hacen, tanto
más caen y tanto más se enojan, no teniendo paciencia para esperar
a que se lo dé Dios cuando él fuere servido: que también es contra la
dicha mansedumbre espiritual; que del todo no se puede remediar
sino por la purgación de la noche oscura. Aunque algunos tienen
tanta paciencia en esto del querer aprovechar, que no querría Dios
ver en ellos tanta.
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CAPÍTULO 6
De las imperfecciones acerca de la gula espiritual.
1. Acerca del cuarto vicio, que es gula espiritual, hay mucho que
decir, porque apenas hay uno de estos principiantes que, por bien
247
que proceda, no caiga en algo de las muchas imperfecciones que
acerca de este vicio les nacen a estos principiantes por medio del
sabor que hallan a los principios en los ejercicios espirituales.
Porque muchos de éstos, engolosinados con el sabor y gusto que
hallan en los tales ejercicios, procuran más el sabor del espíritu que
la pureza y discreción de él, que es lo que Dios mira y acepta en todo
el camino espiritual. Por lo cual, demás de las imperfecciones que
tienen en pretender estos sabores, la golosina que ya tienen les hace
salir mucho del pie a la mano, pasando de los límites del medio en
que consisten y se granjean las virtudes. Porque, atraídos del gusto
que allí hallan, algunos se matan a penitencias, y otros se debilitan
con ayunos, haciendo más de lo que su flaqueza sufre, sin orden y
consejo; antes procuran hurtar el cuerpo a quien deben obedecer en
lo tal; y aun algunos se atreven a hacerlo aunque les han mandado lo
contrario.
2. Estos son imperfectísimos, gente sin razón, que posponen la
sujeción y obediencia, que es penitencia de razón y discreción, y por
eso es para Dios más acepto y gustoso sacrificio que todos los
demás, a la penitencia corporal, que, dejada estotra parte, no es más
que penitencia de bestias, a que también como bestias se mueven
por el apetito y gusto que allí hallan. En lo cual, por cuanto todos los
extremos son viciosos, y en esta manera de proceder éstos hacen su
voluntad, antes van creciendo en vicios que en virtudes; porque, por
lo menos, ya en esta manera adquieren gula espiritual y soberbia,
pues no va en obediencia (lo que hacen).
Y tanto empuja el demonio a muchos de éstos, atizándoles esta gula
por gustos y apetitos que les acrecienta, que ya que más no pueden,
o mudan o añaden o varían lo que les mandan, porque les es aceda
toda obediencia acerca de esto. En lo cual algunos llegan a tanto mal,
que, por el mismo caso que van por obediencia los tales ejercicios, se
les quita la gana y devoción de hacerlos, porque sola su gana y gusto
es hacer lo que les mueve; todo lo cual por ventura les valiera más
no hacerlo.
3. Veréis a muchos de éstos muy porfiados con sus maestros
espirituales porque les concedan lo que quieren, y allá medio por
fuerza lo sacan; y si no, se entristecen como niños y andan de mala
gana, y les parece que no sirven a Dios cuando no los dejan hacer lo
que querrían. Porque, como andan arrimados al gusto y voluntad
propia, y esto tienen por su Dios, luego que se lo quitan y les quieren
poner en voluntad de Dios, se entristecen y aflojan y faltan. Piensan
éstos que el gustar ellos y estar satisfechos, es servir a Dios y
satisfacerle.
4. Hay también otros que por esta golosina tienen tan poco conocida
su bajeza y propia miseria y tan echado aparte el amoroso temor y
respeto que deben a la grandeza de Dios, (que) no dudan de porfiar
mucho con sus confesores sobre que les dejen comulgar muchas
veces. Y lo peor es que muchas veces se atreven a comulgar sin
licencia y parecer del ministro y despensero de Cristo, sólo por su
248
parecer, y le procuran encubrir la verdad. Y a esta causa, con ojo de
ir comulgando, hacen como quiera las confesiones, teniendo más
codicia en comer que en comer limpia y perfectamente; como quiera
que fuera más sano y santo tener la inclinación contraria, rogando a
sus confesores que no les manden llegar tan a menudo; aunque entre
lo uno y lo otro mejor es la resignación humilde, pero los demás
atrevimientos cosa es para grande mal y castigo de ellos sobre tal
temeridad.
5. Estos, en comulgando, todo se les va en procurar algún
sentimiento y gusto más que en reverenciar y alabar en sí con
humildad a Dios: y de tal manera se apropian a esto, que, cuando no
han sacado algún gusto o sentimiento sensible, piensan que no han
hecho nada, lo cual es juzgar muy bajamente de Dios, no
entendiendo que el menor de los provechos que hace este Santísimo
Sacramento es el que toca al sentido, porque mayor es el invisible de
la gracia que da; que, porque pongan en él los ojos de la fe, quita
Dios muchas veces esotros gustos y sabores sensibles. Y así, quieren
sentir a Dios y gustarle como si fuese comprensible y accesible, no
sólo en éste, sino también en los demás ejercicios espirituales, todo
lo cual es muy grande imperfección y muy contra la condición de
Dios, porque es impureza en la fe.
6. Lo mismo tienen éstos en la oración que ejercitan, que piensan
que todo el negocio de ella está en hallar gusto y devoción sensible, y
procuran sacarle, como dicen, a fuerza de brazos, cansando y
fatigando las potencias y la cabeza; y, cuando no han hallado el tal
gusto, se desconsuelan mucho pensando que no han hecho nada. Y
por esta pretensión pierden la verdadera devoción y espíritu, que
consiste en perseverar allí con paciencia y humildad, desconfiando de
sí, sólo por agradar a Dios. A esta causa, cuando no han hallado una
vez sabor en este u otro ejercicio, tienen mucha desgana y
repugnancia de volver a él, y a veces lo dejan; que, en fin, son, como
habemos dicho, semejantes a los niños, que no se mueven ni obran
por razón, sino por el gusto.
Todo se les va a éstos en buscar gusto y consuelo de espíritu, y por
esto nunca se hartan de leer libros, y ahora toman una meditación,
ahora otra, andando a caza de este gusto con las cosas de Dios; a los
cuales les niega Dios muy justa, discreta y amorosamente, porque, si
esto no fuese, crecerían por esta gula y golosina espiritual en males
sin cuento. Por lo cual conviene mucho a éstos entrar en la noche
oscura que habemos de dar, para que se purguen de estas niñerías.
7. Estos que así están inclinados a estos gustos, también tienen otra
imperfección muy grande, y es que son muy flojos y remisos en ir por
el camino áspero de la cruz; porque el alma que se da al sabor,
naturalmente le da en rostro todo sinsabor de negación propia.
8. Tienen éstos otras muchas imperfecciones que de aquí les nacen,
las cuales el Señor a tiempos les cura con tentaciones, sequedades y
otros trabajos, que todo es parte de la noche oscura. De las cuales,
por no me alargar, no quiero tratar aquí más, sino sólo decir que la
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sobriedad y templanza espiritual lleva otro temple muy diferente de
mortificación, temor y sujeción en todas sus cosas, echando de ver
que no está la perfección y valor de las cosas en la multitud y gusto
de las obras, sino en saberse negar a sí mismo en ellas; lo cual ellos
han de procurar hacer cuanto pudieren de su parte, hasta que Dios
quiera purificarlos de hecho entrándolos en la noche oscura, a la cual
por llegar me voy dando priesa con estas imperfecciones.
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CAPÍTULO 7
De las imperfecciones acerca de la envidia y acidia espiritual.
1. Acerca también de los otros dos vicios, que son envidia y acidia
espiritual, no dejan estos principiantes de tener hartas
imperfecciones. Porque acerca de la envidia muchos de éstos suelen
tener movimientos de pesarles del bien espiritual de los otros,
dándoles alguna pena sensible que les lleven ventaja en este camino,
y no querrían verlos alabar; porque se entristecen de las virtudes
ajenas, y a veces no lo pueden sufrir sin decir ellos lo contrario,
deshaciendo aquellas alabanzas como pueden, y les crece, como
dicen, el ojo no hacerse con ellos otro tanto, porque querrían ellos ser
preferidos en todo. Todo lo cual es muy contrario a la caridad, la cual,
como dice san Pablo (1 Cor. 13, 6), se goza de la verdad; y, si alguna
envidia tiene, es envidia santa, pesándole de no tener las virtudes del
otro, con gozo de que el otro las tenga, y holgándose de que todos le
lleven la ventaja porque sirvan a Dios, ya que él está tan falto en
ello.
2. También, acerca de la acidia espiritual, suelen tener tedio en las
cosas que son más espirituales y huyen de ellas, como son aquellas
que contradicen al gusto sensible; porque, como ellos están tan
saboreados en las cosas espirituales, en no hallando sabor en ellas
las fastidian. Porque, si una vez no hallaron en la oración la
satisfacción que pedía su gusto (porque en fin conviene que se le
quite Dios para probarlos), no querrían volver a ella, o a veces la
dejan o van de mala gana. Y así, por esta acidia, posponen el camino
de perfección, que es el de la negación de su voluntad y gusto por
Dios, al gusto y sabor de su voluntad, a la cual en esta manera andan
ellos por satisfacer más que a la de Dios.
3. Y muchos de éstos querrían que quisiese Dios lo que ellos quieren,
y se entristecen de querer lo que quiere Dios, con repugnancia de
acomodar su voluntad a la de Dios. De donde les nace que, muchas
veces, en lo que ellos no hallan su voluntad y gusto, piensen que no
es voluntad de Dios; y que, por el contrario, cuando ellos se
satisfacen, crean que Dios se satisface, midiendo a Dios consigo, y no
a si mismos con Dios, siendo muy al contrario lo que él mismo
enseñó en el Evangelio (Mt. 16, 25), diciendo que el que perdiese su
voluntad por él, ese la ganaría, el que la quisiese ganar, ése la
perdería.
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4. Estos también tienen tedio cuando les mandan lo que no tiene
gusto para ellos. Estos, porque se andan al regalo y sabor del
espíritu, son muy flojos para la fortaleza y trabajo de perfección,
hechos semejantes a los que se crían en regalo, que huyen con
tristeza de toda cosa áspera, y oféndense de la cruz, en que están los
deleites del espíritu; y en las cosas más espirituales más tedio tienen,
porque, como ellos pretenden andar en las cosas espirituales a sus
anchuras y gusto de su voluntad, háceles gran tristeza y repugnancia
entrar por el camino estrecho, que dice Cristo (Mt. 7, 14), de la vida.
5. Estas imperfecciones baste aquí haber referido de las muchas en
que viven los de este primer estado de principiantes, para que se vea
cuánta sea la necesidad que tienen de que Dios los ponga en estado
de aprovechados, que se hace entrándolos en la noche oscura que
ahora decimos, donde, destetándolos Dios de los pechos de estos
gustos y sabores en puras sequedades y tinieblas interiores, les quita
todas estas impertinencias y niñerías, y hace ganar las virtudes por
medios muy diferentes. Porque, por más que el principiante en
mortificar en sí se ejercite todas sus acciones y pasiones, nunca del
todo, ni con mucho, puede hasta que Dios lo hace pasivamente por
medio de la purgación de la dicha noche. En la cual para hablar algo
que sea en su provecho, sea Dios servido darme su divina luz, porque
es bien menester en noche tan oscura y materia tan dificultosa para
ser hablada y recitada. Es, pues, el verso:
En una noche oscura.
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CAPÍTULO 8
En que se declara el primer verso de la primera canción y se
comienza a explicar esta noche oscura.
1. Esta noche, que decimos ser la contemplación, dos maneras de
tinieblas causa en los espirituales o purgaciones, según las dos partes
del hombre, conviene a saber, sensitiva y espiritual.
Y así, la una noche o purgación será sensitiva, con que se purga el
alma según el sentido, acomodándolo al espíritu; y la otra es noche o
purgación espiritual, con que se purga y desnuda el alma según el
espíritu, acomodándole y disponiéndole para la unión de amor con
Dios. La sensitiva es común y que acaece a muchos, y éstos son los
principiantes, de la cual trataremos primero; la espiritual es de muy
pocos, y éstos ya de los ejercitados y aprovechados, de que
trataremos después.
2. La primera purgación o noche es amarga y terrible para el sentido,
como ahora diremos. La segunda no tiene comparación, porque es
horrenda y espantable para el espíritu, como luego diremos. Y porque
en orden es primero y acaece primero la sensitiva, de ella con
brevedad diremos alguna cosa primero, porque de ella, como cosa
más común, se hallan más cosas escritas, por pasar a tratar más de
propósito de la noche espiritual, por haber de ella muy poco lenguaje,
así de plática como de escritura, y aun de experiencia muy poco.
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3. Pues, como el estilo que llevan los principiantes en el camino de
Dios es bajo y que frisa mucho con su propio amor y gusto, como
arriba queda dado a entender, queriendo Dios llevarlos adelante, y
sacarlos de este bajo modo de amor a más alto grado de amor de
Dios y librarlos de bajo ejercicio del sentido y discurso, con que tan
tasadamente y con tantos inconvenientes, como habemos dicho,
andan buscando a Dios, y ponerlos en el ejercicio de espíritu, en que
más abundantemente y más libres de imperfecciones pueden
comunicarse con Dios; ya que se han ejercitado algún tiempo en el
camino de la virtud, perseverando en meditación y oración, en que
con el sabor y gusto que allí han hallado se han desaficionado de las
cosas del mundo y cobrado algunas espirituales fuerzas en Dios, con
que tienen algo refrenados los apetitos de las criaturas, con que
podrán sufrir por Dios un poco de carga y sequedad sin volver atrás,
al mejor tiempo, cuando más a sabor y gusto andan en estos
ejercicios espirituales, y cuando más claro a su parecer les luce el sol
de los divinos favores, oscuréceles Dios toda esta luz y ciérrales la
puerta y manantial de la dulce agua espiritual que andaban gustando
en Dios todas las veces y todo el tiempo que ellos querían; porque,
como eran flacos y tiernos, no había puerta cerrada para éstos, como
dice san Juan en el Apocalipsis (3, 8). Y así, los deja tan a oscuras
que no saben dónde ir con el sentido de la imaginación y el discurso,
porque no pueden dar un paso en meditar como antes solían,
anegado ya el sentido interior en estas noches, y déjalos tan a secas
que no solo no hallan jugo y gusto en las cosas espirituales y buenos
ejercicios en que solían ellos hallar sus deleites y gustos, mas, en
lugar de esto, hallan por el contrario sinsabor y amargura en las
dichas cosas; porque, como he dicho, sintiéndolos ya Dios aquí algo
crecidillos, para que se fortalezcan y salgan de mantillas los
desarrima del dulce pecho y, abajándolos de sus brazos, los veza a
andar por sus pies; en lo cual sienten ellos gran novedad porque se
les ha vuelto todo al revés.
4. Esto a la gente recogida comúnmente acaece más en breve,
después que comienzan, que a los demás, por cuanto están más
libres de ocasiones para volver atrás y reformar más presto los
apetitos de las cosas del siglo, que es lo que se requiere para
comenzar a entrar en esta dichosa noche del sentido. Ordinariamente
no pasa mucho tiempo, después que comienzan, en entrar en esta
noche del sentido; y todos los más entran en ella, porque
comúnmente les verán caer en estas sequedades.
5. De esta manera de purgación sensitiva, por ser tan común,
podríamos traer aquí grande número de autoridades de la Escritura
divina, donde a cada paso, particularmente en los Salmos y en los
Profetas, se hallan muchas. Por tanto, no quiero en esto gastar
tiempo, porque el que allí no las supiere mirar, bastarle ha la común
experiencia que de ella se tiene.
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CAPÍTULO 9
De las señales en que se conocerá que el espiritual va por el camino
de esta noche y purgación sensitiva.
1. Pero, porque estas sequedades podrían proceder muchas veces no
de la dicha noche y purgación del apetito sensitivo, sino de pecados e
imperfecciones o de flojedad y tibieza, o de algún mal humor o
indisposición corporal, pondré aquí algunas señales en que se conoce
si es la tal dicha purgación, o si nace de alguno de los dichos vicios.
Para lo cual hallo que hay tres señales principales.
2. La primera es si, así como no halla gusto ni consuelo en las cosas
de Dios, tampoco le halla en alguna de las cosas criadas; porque,
como pone Dios al alma en esta oscura noche a fin de enjugarle y
purgarle el apetito sensitivo, en ninguna cosa le deja engolosinar ni
hallar sabor. Y en esto se conoce muy probablemente que esta
sequedad y sinsabor no proviene ni de pecados ni de imperfecciones
nuevamente cometidas; porque, si esto fuese, sentirse hía en el
natural alguna inclinación o gana de gustar de otra alguna cosa que
de las de Dios; porque, cuando quiera que se relaja el apetito en
alguna imperfección, luego se siente quedar inclinado a ella, poco o
mucho, según el gusto y afición que allí aplicó.
Pero, porque este no gustar ni de cosa de arriba ni de abajo podría
provenir de alguna indisposición o humor melancólico, el cual muchas
veces no deja hallar gusto en nada, es menester la segunda señal y
condición.
3. La segunda señal para que se crea ser la dicha purgación es que
ordinariamente trae la memoria en Dios con solicitud y cuidado
penoso, pensando que no sirve a Dios, sino que vuelve atrás, como
se ve en aquel sinsabor en las cosas de Dios. Y en esto se ve que no
sale de flojedad y tibieza este sinsabor y sequedad; porque de razón
de la tibieza es no se le dar mucho ni tener solicitud interior por las
cosas de Dios.
De donde entre la sequedad y tibieza hay mucha diferencia; porque
la que es tibieza tiene mucha flojedad y remisión en la voluntad y en
el ánimo, sin solicitud de servir a Dios; la que sólo es sequedad
purgativa tiene consigo ordinaria solicitud con cuidado y pena, como
digo, de que no sirve a Dios. Y ésta, aunque algunas veces sea
ayudada de la melancolía u otro humor, como muchas veces lo es, no
por eso deja de hacer su efecto purgativo del apetito, pues de todo
gusto está privado, y sólo su cuidado trae en Dios; porque, cuando es
puro humor, sólo se va en disgusto y estrago del natural, sin estos
deseos de servir a Dios que tiene la sequedad purgativa, con la cual
aunque la parte sensitiva está muy caída y floja y flaca para obrar
por el poco gusto que halla, el espíritu, empero, está pronto y fuerte.
4. Porque la causa de esta sequedad es porque muda Dios los bienes
y fuerza del sentido al espíritu, de los cuales, por no ser capaz el
sentido y fuerza natural, se queda ayuno, seco y vacío. Porque la
parte sensitiva no tiene habilidad para lo que es puro espíritu, y así,
gustando el espíritu se desabre la carne y se afloja para obrar; mas el
253
espíritu que va recibiendo el manjar, anda fuerte y más alerto y
solícito que antes en el cuidado de no faltar a Dios, el cual, si no
siente luego al principio el sabor y deleite espiritual, sino la sequedad
y sinsabor, es por la novedad del trueque; porque, habiendo tenido el
paladar hecho a esotros gustos sensibles (y todavía tiene los ojos
puestos en ellos), y porque también el paladar espiritual no está
acomodado ni purgado para tan sutil gusto, hasta que sucesivamente
se vaya disponiendo por medio de esta seca y oscura noche no puede
sentir el gusto y bien espiritual, sino la sequedad y sinsabor, a falta
del gusto que antes con tanta facilidad gustaba.
5. Porque éstos que comienza Dios a llevar por estas soledades del
desierto son semejantes a los hijos de Israel, que luego que en el
desierto les comenzó Dios a dar el manjar del cielo, que de suyo tenía
todos los sabores, y, como allí dice (Sab. 16, 20-21), se convertía al
sabor que cada uno quería, con todo, sentían más la falta de los
gustos y sabores de las carnes y cebollas que comían antes en
Egipto, por haber tenido el paladar hecho y engolosinado en ellas,
que la dulzura delicada del maná angélico, y lloraban y gemían por
las carnes entre los manjares del cielo (Núm. 11, 4-6). Que a tanto
llega la bajeza de nuestro apetito, que nos hace llorar nuestras
miserias y fastidiar el bien incomunicable del cielo.
6. Pero, como digo, cuando estas sequedades provienen de la vida
purgativa del apetito sensible, aunque el espíritu no siente al principio
el sabor por las causas que acabamos de decir, siente la fortaleza y
brío para obrar en la sustancia que le da el manjar interior, el cual
manjar es principio de oscura y seca contemplación para el sentido;
la cual contemplación, que es oculta y secreta para el mismo que la
tiene, ordinariamente, junto con la sequedad y vacío que hace al
sentido, da al alma inclinación y gana de estarse a solas y en quietud,
sin poder pensar en cosa particular ni tener gana de pensarla.
Y entonces, si a los que esto acaece se supiesen quietar, descuidando
de cualquier obra interior y exterior, sin solicitud de hacer allí nada,
luego en aquel descuido y ocio sentirán delicadamente aquella
refección interior; la cual es tan delicada que, ordinariamente, si tiene
gana o cuidado en sentirla, no la siente; porque, como digo, ella obra
en el mayor ocio y descuido del alma; que es como el aire, que, en
queriendo cerrar el puño, se sale.
7. Y a este propósito podemos entender lo que a la Esposa dijo el
Esposo en los Cantares (6, 4): Aparta tus ojos de mí, porque ellos me
hacen volar; porque de tal manera pone Dios al alma en este estado
y en tan diferente camino la lleva, que, si ella quiere obrar con sus
potencias, antes estorba la obra que Dios en ella va haciendo, que
ayuda; lo cual antes era muy al revés. La causa es porque ya en este
estado de contemplación, que es cuando sale del discurso y entra en
el estado de aprovechados, ya Dios es el que obra en el ánima,
porque por eso la ata las potencias interiores, no dejándole arrimo en
el entendimiento, ni jugo en la voluntad, ni discurso en la memoria.
Porque, en este tiempo, lo que de suyo puede obrar el alma no sirve
254
sino, como habemos dicho, de estorbar la paz interior y la obra que
en aquella sequedad del sentido hace Dios en el espíritu. La cual,
como espiritual y delicada, hace obra quieta, delicada, solitaria,
satisfactoria y pacífica, muy ajena de todos esotros gustos primeros,
que eran muy palpables y sensibles; porque es la paz ésta que dice
David (Sal. 84, 9) que habla Dios en el alma para hacerla espiritual. Y
de aquí es la tercera.
8. La tercera señal que hay para que se conozca esta purgación del
sentido es el no poder ya meditar ni discurrir en el sentido de la
imaginación, como solía, aunque más haga de su parte. Porque,
como aquí comienza Dios a comunicarse, no ya por el sentido, como
antes hacía por medio del discurso que componía y dividía las
noticias, sino por el espíritu puro, en que no cae discurso
sucesivamente, comunicándosele con acto de sencilla contemplación,
la cual no alcanza los sentidos de la parte inferior, exteriores ni
interiores, de aquí es que la imaginativa y fantasía no pueden hacer
arrimo en alguna consideración ni hallar en ella pie ya de ahí
adelante.
9. En esta tercera señal se ha de tener que este empacho de las
potencias y del gusto de ellas no proviene de algún mal humor;
porque, cuando de aquí nace, en acabando aquel humor (porque
nunca permanece en un ser), luego con algún cuidado que ponga el
alma vuelve a poder lo que antes, y hallan sus arrimos las potencias,
lo cual en la purgación del apetito no es así, porque, en comenzando
a entrar en ella, siempre va delante el no poder discurrir con las
potencias. Que, aunque es verdad que, a los principios, en algunos, a
veces no entra con tanta continuación que algunas veces dejen de
llevar sus gustos y discursos sensibles, porque, por ventura, por su
flaqueza no convendría destetarlos de un golpe, con todo van siempre
entrando más en ella y acabando con la obra sensitiva, si es que han
de ir adelante. Porque los que no van por camino de contemplación
muy diferente modo llevan, porque esta noche de sequedades no
suele ser en ellos continua en el sentido, porque, aunque algunas
veces las tienen, otras veces no; y aunque algunas no pueden
discurrir, otras pueden; porque, como sólo les mete Dios en esta
noche a éstos para ejercitarlos y humillarlos y reformarles el apetito
porque no vayan criando golosina viciosa en las cosas espirituales, y
no para llevarlos a la vida del espíritu, que es la contemplación
(porque no todos los que se ejercitan de propósito en el camino del
espíritu lleva Dios a contemplación, ni aún la mitad: el por qué, él se
lo sabe), de aquí es que a éstos nunca les acaba de hecho de
desarrimar el sentido de los pechos de las consideraciones y
discursos, sino algunos ratos a temporadas, como habemos dicho.
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CAPÍTULO 10
Del modo que se han de haber éstos en esta noche oscura.
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1. En el tiempo, pues, de las sequedades de esta noche sensitiva (en
la cual hace Dios el trueque que habemos dicho arriba, sacando el
alma de la vida del sentido a la del espíritu, que es de la meditación a
contemplación, donde ya no hay poder obrar ni discurrir en las cosas
de Dios el alma con sus potencias, como queda dicho) padecen los
espirituales grandes penas, no tanto por las sequedades que
padecen, como por el recelo que tienen de que van perdidos en el
camino, pensando que se les ha acabado el bien espiritual y que los
ha dejado Dios, pues no hallan arrimo ni gusto en cosa buena.
Entonces se fatigan y procuran, como lo han habido de costumbre,
arrimar con algún gusto las potencias a algún objeto de discurso,
pensando ellos que, cuando no hacen esto y se sienten obrar, no se
hace nada; lo cual hacen no sin harta desgana y repugnancia interior
del alma, que gustaba de estarse en aquella quietud y ocio, sin obrar
con las potencias. En lo cual, estragándose en lo uno, no aprovechan
en lo otro; porque, por buscar espíritu, pierden el espíritu que tenían
de tranquilidad y paz. Y así son semejantes al que deja lo hecho para
volverlo a hacer, o al que se sale de la ciudad para volver a entrar en
ella, o al que deja la caza que tiene para volver a andar a caza. Y
esto en esta parte es excusado, porque no hallará nada ya por aquel
primer estilo de proceder, como queda dicho.
2. Estos, en este tiempo, si no hay quien los entienda, vuelven atrás,
dejando el camino, aflojando, o, a lo menos, se estorban de ir
adelante, por las muchas diligencias que ponen de ir por el camino de
meditación y discurso, fatigando y trabajando demasiadamente el
natural, imaginando que queda por su negligencia o pecados. Lo cual
les es escusado, porque los lleva ya Dios por otro camino, que es de
contemplación, diferentísimo del primero; porque el uno es de
meditación y discurso, y el otro no cae en imaginación ni discurso.
3. Los que de esta manera se vieren, conviéneles que se consuelen
perseverando en paciencia, no teniendo pena; confíen en Dios, que
no deja a los que con sencillo y recto corazón le buscan, ni los dejará
de dar lo necesario para el camino, hasta llevarlos a la clara y pura
luz de amor, que les dará por medio de la noche oscura del espíritu,
si merecieren que Dios los ponga en ella.
4. El estilo que han de tener en ésta del sentido es que no se den
nada por el discurso y meditación, pues ya no es tiempo de eso, sino
que dejen estar el alma en sosiego y quietud, aunque les parezca
claro que no hacen nada y que pierden tiempo, y aunque les parezca
que por su flojedad no tienen gana de pensar allí nada; que harto
harán en tener paciencia en perseverar en la oración sin hacer ellos
nada. Sólo lo que aquí han de hacer es dejar el alma libre y
desembarazada y descansada de todas las noticias y pensamientos,
no teniendo cuidado allí de qué pensarán y meditarán, contentándose
sólo con una advertencia amorosa y sosegada en Dios, y estar sin
cuidado y sin eficacia y sin gana de gustarle o de sentirle; porque
todas estas pretensiones desquietan y distraen el alma de la
sosegada quietud y ocio suave de contemplación que aquí se da.
256
5. Y aunque más escrúpulos se vengan de que pierde tiempo y que
sería bueno hacer otra cosa, pues en la oración no puede hacer ni
pensar nada, súfrase y estése sosegado, como que no va allí más que
a estarse a su placer y anchura de espíritu; porque, si de suyo quiere
algo obrar con las potencias interiores, será estorbar y perder los
bienes que Dios por medio de aquella paz y ocio del alma está
asentando e imprimiendo en ella; bien así como si algún pintor
estuviera pintando o alcoholando un rostro, que si el rostro se
menease en querer hacer algo, no dejaría hacer nada al pintor, y
deturbaría lo que estaba haciendo. Y así, cuando el alma se quiere
estar en paz y ocio interior, cualquiera operación o afición o
advertencia que ella quiera entonces tener, la distraerá y desquietará
y hará sentir la sequedad y vacío del sentido, porque, cuanto más
pretendiere tener algún arrimo de afecto y noticia, tanto más sentirá
la falta, de la cual no puede ya ser suplida por aquella vía.
6. De donde a esta tal alma le conviene no hacer aquí caso que se le
pierdan las operaciones de las potencias, antes ha de gustar que se le
pierdan presto, porque, no estorbando la operación de la
contemplación infusa que va Dios dando, con más abundancia
pacífica la reciba, y dé lugar a que arda y se encienda en el espíritu el
amor que esta oscura y secreta contemplación trae consigo y pega al
alma. Porque contemplación no es otra cosa que infusión secreta,
pacífica y amorosa de Dios, que, si la dan lugar, inflama al alma en
espíritu de amor, según ella da a entender en el verso siguiente, es a
saber.
Con ansias en amores inflamada.
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CAPÍTULO 11
Decláranse los tres versos de la canción.
1. La cual inflamación de amor, aunque comúnmente a los principios
no se siente, por no haber uviado o comenzado a emprenderse por la
impureza del natural, o por no le dar lugar pacífico en sí el alma por
no entenderse, como habemos dicho (aunque, a veces, sin eso y con
eso comienza luego a sentirse alguna ansia de Dios), cuanto más va,
más se va viendo el alma aficionada e inflamada en amor de Dios, sin
saber ni entender cómo y de dónde le nace el tal amor y afición, sino
que ve crecer tanto en sí a veces esta llama e inflamación, que con
ansias de amor desea a Dios, según David estando en esta noche, lo
dice de sí por estas palabras (Sal. 72, 21-22), es a saber: Porque se
inflamó mi corazón, es a saber en amor de contemplación, también
mis renes se mudaron, esto es, mis apetitos de afecciones sensitivas
se mudaron, es a saber, de la vida sensitiva a la espiritual, que es la
sequedad y cesación en todos ellos que vamos diciendo; y yo, dice,
fui resuelto en nada y aniquilado, y no supe; porque, como habemos
dicho, sin saber el alma por dónde va, se ve aniquilada acerca de
todas las cosas de arriba y de abajo que solía gustar, y sólo se ve
enamorada sin saber cómo y por qué. Y, porque a veces crece mucho
257
la inflamación de amor en el espíritu, son las ansias por Dios tan
grandes en el alma, que parece se le secan los huesos en esta sed, y
se marchita el natural, y se estraga su calor y fuerza por la viveza de
la sed de amor, porque siente el alma que es viva esta sed de amor.
La cual también David (Sal. 41, 3) tenía y sentía, cuando dijo: Mi
alma tuvo sed a Dios vivo; que es tanto como decir: Viva fue la sed
que tuvo mi alma. La cual sed, por ser viva, podemos decir que mata
de sed. Pero es de notar que la vehemencia de esta sed no es
continua, sino algunas veces, aunque de ordinario suele sentir alguna
sed.
2. Pero hase de advertir que, como aquí comencé a decir, que a los
principios comúnmente no se siente este amor, sino la sequedad y
vacío que vamos diciendo; y entonces, en lugar de este amor que
después se va encendiendo, lo que trae el alma en medio de aquellas
sequedades y vacíos de las potencias es un ordinario cuidado y
solicitud de Dios, con pena y recelo de que no le sirve; que no es
para Dios poco agradable sacrificio ver andar el espíritu contribulado
y solícito por su amor (Sal. 50, 19). Esta solicitud y cuidado pone en
el alma aquella secreta contemplación hasta que, por tiempo
habiendo purgado algo el sentido, esto es, la parte sensitiva, de las
fuerzas y aficiones naturales por medio de las sequedades que en ella
pone, va ya encendiendo en el espíritu este amor divino. Pero
entretanto, en fin, como el que está puesto en cura, todo es padecer
en esta oscura y seca purgación del apetito, curándose de muchas
imperfecciones e imponiéndose en muchas virtudes para hacerse
capaz del dicho amor, como ahora se dirá sobre el verso siguiente:
¡Oh dichosa ventura!
3. Que por cuanto pone Dios el alma en esta noche sensitiva a fin de
purgar el sentido de la parte inferior y acomodarle y sujetarle y unirle
con el espíritu, oscureciéndole y haciéndole cesar acerca de los
discursos, como también después, al fin de purificar el espíritu para
unirle con Dios, como después se dirá, le pone en la noche espiritual,
gana el alma, aunque a ella no se lo parece, tantos provechos, que
tiene por dichosa ventura haber salido del lazo y apertura del sentido
de la parte inferior por esta dicha noche. Dice el presente verso, es a
saber: ¡oh dichosa ventura! Acerca de la cual nos conviene aquí notar
los provechos que halla en esta noche el alma, por causa de los
cuales tiene por buena ventura pasar por ella. Todos los cuales
provechos encierra el alma en el siguiente verso, es a saber:
Salí sin ser notada.
4. La cual salida se entiende de la sujeción que tenía el alma a la
parte sensitiva en buscar a Dios por operaciones tan flacas, tan
limitadas y tan ocasionadas como las de esta parte inferior son; pues
que a cada paso tropezaba con mil imperfecciones e ignorancias,
como habemos notado arriba en los siete vicios capitales, de todos
los cuales se libra, apagándole esta noche todos los gustos de arriba
y de abajo, y oscureciéndole todos los discursos, y haciéndole otros
innumerables bienes en la ganancia de las virtudes, como ahora
258
diremos. Que será cosa gustosa y de gran consuelo para el que por
aquí camina, ver cómo cosa que tan áspera y adversa parece al alma
y tan contraria al gusto espiritual, obra tantos bienes en ella.
Los cuales, como decimos, se consigue en salir el alma según la
afección y operación, por medio de esta noche, de todas las cosas
criadas, y caminar a las eternas, que es grande dicha y ventura: lo
uno, por el grande bien que es apagar el apetito y afección acerca de
todas las cosas; lo otro, por ser muy pocos los que sufren y
perseveran en entrar por este puerta angosta, y por el camino
estrecho que guía a la vida, como dice nuestro Salvador (Mt. 7, 14).
Porque la angosta puerta es esta noche del sentido, del cual se
despoja y desnuda el alma para entrar en ella, juntándose en fe, que
es ajena de todo sentido, para caminar después por el camino
estrecho, que es la otra noche de espíritu, en que después entra el
alma para caminar a Dios en pura fe, que es el medio por donde el
alma se une con Dios. Por el cual camino, por ser tan estrecho,
oscuro y terrible (que no hay comparación de esta noche de sentido a
la oscuridad y trabajos de aquélla, como diremos allí), son muchos
menos los que caminan por él, pero son sus provechos sin
comparación mucho mayores que los de ésta. De los cuales
comenzaremos ahora a decir algo, con la brevedad que se pudiere,
por pasar a la otra noche.
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CAPÍTULO 12
De los provechos que causa en el alma esta noche.
1. Esta noche y purgación del apetito, dichosa para el alma, tantos
bienes y provechos hace en ella (aunque a ella antes le parece, como
habemos dicho, que se los quita), que así como Abraham hizo gran
fiesta cuando quitó la leche a su hijo Isaac (Gn. 21, 8), se gozan en
el cielo de que ya saque Dios a esta alma de pañales, de que la baje
de los brazos, de que la haga andar por su pie, de que también,
quitándola el pecho de la leche y blando y dulce manjar de niños, la
haga comer pan con corteza, y que comience a gustar el manjar de
robustos, que en estas sequedades y tinieblas del sentido se
comienza a dar al espíritu vacío y seco de los jugos del sentido, que
es la contemplación infusa que habemos dicho.
2. Y éste es el primero y principal provecho que causa esta seca y
oscura noche de contemplación: el conocimiento de sí y de su
miseria. Porque, demás de que todas las mercedes que Dios hace al
alma ordinariamente las hace envueltas en este conocimiento, estas
sequedades y vacío de la potencia acerca de la abundancia que antes
sentía y la dificultad que halla el alma en las cosas buenas, la hacen
conocer de sí la bajeza y miseria que en el tiempo de su prosperidad
no echaba de ver.
De esto hay buena figura en el Exodo (33, 5), donde, queriendo Dios
humillar a los hijos de Israel y que se conociesen les mandó quitar y
desnudar el traje y atavío festival con que ordinariamente andaban
259
compuestos en el desierto, diciendo: Ahora ya de aquí adelante
despojaos el ornato festival y poneos vestidos comunes y de trabajo,
para que sepáis el tratamiento que merecéis; lo cual es como si
dijera: Por cuanto el traje que traéis, por ser de fiesta y alegría, os
ocasionáis a no sentir de vosotros tan bajamente como vosotros sois,
quitaos ya ese traje, para que de aquí adelante, viéndoos vestidos de
vilezas, conozcáis que no merecéis más y quién sois vosotros. De
donde la verdad, que el alma antes no conocía, de su miseria: porque
en el tiempo que andaba como de fiesta, hallando en Dios mucho
gusto y consuelo y arrimo, andaba más satisfecha y contenta,
pareciéndole que en algo servía a Dios; porque esto, aunque
entonces expresamente no lo tenga en sí, a lo menos, en la
satisfacción que halla en el gusto, se le asienta algo de ello y ya
puesta en estotro traje de trabajo, de sequedad y desamparo,
oscurecidas sus primeras luces, tiene más de veras éstas en esta tan
excelente y necesaria virtud del conocimiento propio, no se teniendo
ya en nada ni teniendo satisfacción ninguna de sí; porque ve que de
suyo no hace nada ni puede nada.
Y esta poca satisfacción de sí y desconsuelo que tiene de que no sirve
a Dios, tiene y estima Dios en más que todas las obras y gustos
primeros que tenía el alma y hacía, por más que ellos fuesen, por
cuanto en ellos se ocasionaba para muchas imperfecciones e
ignorancias; y de este traje de sequedad, no sólo lo que habemos
dicho, sino también los provechos que ahora diremos y muchos más,
que se quedarán por decir, nacen, que como de su fuente y origen,
del conocimiento propio proceden.
3. Cuanto a lo primero, nácele al alma tratar con Dios con más
comedimiento y más cortesía, que es lo que siempre ha de tener el
trato con el Altísimo, lo cual en la prosperidad de su gusto y consuelo
no hacía; porque aquel sabor gustoso que sentía, hacía ser al apetito
acerca de Dios algo más atrevido de lo que bastaba y descortés y mal
mirado. Como acaeció a Moisés (Ex. 3, 2-6): cuando sintió que Dios
le hablaba, cegado de aquel gusto y apetito, sin más consideración,
se atrevía a llegar, si no le mandara Dios que se detuviera y
descalzara. Por lo cual se denota el respeto y discreción en desnudez
de apetito con que se ha de tratar con Dios; de donde, cuando
obedeció en esto Moisés, quedó tan puesto en razón y tan advertido,
que dice la Escritura que no sólo no se atrevió a llegar, más que ni
aun osaba considerar; porque, quitados los zapatos de los apetitos y
gustos, conocía su miseria grandemente delante de Dios, porque así
le convenía para oír la palabra de Dios.
Como también la disposición que dio Dios a Job para hablar con él, no
fueron aquellos deleites y glorias que el mismo Job allí refiere que
solía tener en su Dios (Jb. 1, 1-8), sino tenerle desnudo en el
muladar, desamparado y aun perseguido de sus amigos, lleno de
angustia y amargura, y sembrado de gusanos el suelo (29-30); y
entonces de esta manera se preció el que levanta al pobre del
estiércol (Sal. 112, 7), el Altísimo Dios, de descender y hablar allí
260
cara a cara con él, descubriéndole las altezas profundas, grandes, de
su sabiduría, cual nunca antes había hecho en el tiempo de la
prosperidad (Jb. 38-42).
4. Y así nos conviene notar otro excelente provecho que hay en esta
noche y sequedad del sensitivo apetito, pues habemos venido a dar
en él, y es: que en esta noche oscura del apetito (porque se verifique
lo que dice el profeta (Is. 58, 10), es a saber: Lucirá tu luz en las
tinieblas), alumbrará Dios al alma, no sólo dándole conocimiento de
su bajeza y miseria, como habemos dicho, sino también de la
grandeza y excelencia de Dios. Porque, demás de que, apagados los
apetitos y gustos y arrimos sensibles, queda limpio y libre el
entendimiento para entender la verdad (porque el gusto sensible y
apetito, aunque sea de cosas espirituales, ofusca y embaraza el
espíritu), y, demás también que aquel aprieto y sequedad del sentido
ilustra y aviva el entendimiento, como dice Isaías (28, 19), que (con)
la vejación hace entender Dios cómo en el alma vacía y
desembarazada, que es lo que se requiere para su divina influencia,
sobrenaturalmente por medio de esta noche oscura y seca de
contemplación la va, como habemos dicho, instruyendo en su divina
sabiduría, lo cual por los jugos y gustos primeros no hacía.
5. Esto da muy bien a entender el mismo profeta Isaías (28, 9),
diciendo: ¿A quién enseñará Dios su ciencia y a quién hará oír su
audición? A los destetados, dice, de la leche, a los desarrimados de
los pechos; en lo cual se da a entender que para esta divina
influencia no es la disposición la leche primera de la suavidad
espiritual, ni el arrimo del pecho de los sabrosos discursos de las
potencias sensitivas que gustaba el alma, sino el carecer de lo uno y
desarrimo de lo otro, por cuanto para oír a Dios le conviene al alma
estar muy en pie y desarrimada, según el afecto y sentido, como de
sí lo dice el profeta (Hab. 2, 1), diciendo: Estaré en pie sobre mi
custodia, esto es, desarrimado el apetito, y afirmaré el paso, esto es,
no discurriré con el sentido, para contemplar, esto es, para entender
lo que de parte de Dios se me alegare. De manera que ya tenemos
que de esta noche seca sale conocimiento de sí primeramente, de
donde, como de fundamento, sale esotro conocimiento de Dios. Que
por eso decía san Agustín a Dios: Conózcame yo, Señor, a mí, y
conocerte he a ti. Porque, como dicen los filósofos, un extremo se
conoce bien por otro.
6. Y para probar más claramente la eficacia que tiene esta noche
sensitiva en su sequedad y desabrigo para ocasionar la luz que de
Dios decimos recibir aquí el alma, alegaremos aquella autoridad de
David (Sal. 62, 3) en que da bien a entender la virtud grande que
tiene esta noche para este alto conocimiento de Dios. Dice, pues, así:
En la tierra desierta, sin agua, seca y sin camino parecí delante de ti
para poder ver tu virtud y tu gloria. Lo cual es cosa admirable; que
no da aquí a entender David que los deleites espirituales y gustos
muchos que él había tenido le fuesen disposición y medio para
conocer la gloria de Dios, sino las sequedades y desarrimos de la
261
parte sensitiva, que se entiende aquí por la tierra seca y desierta; y
que no diga también que los conceptos y discursos divinos, de que él
había usado mucho, fuesen camino para sentir y ver la virtud de
Dios, sino el no poder fijar el concepto en Dios, ni caminar con el
discurso de la consideración imaginaria, que se entiende aquí por la
tierra sin camino. De manera que, para conocer a Dios y a sí mismo,
esta noche oscura es el medio con sus sequedades y vacíos, aunque
no con la plenitud y abundancia que en la otra del espíritu, porque
este conocimiento es como principio de la otra.
7. Saca también el alma en las sequedades y vacíos de esta noche
del apetito humildad espiritual, que es la virtud contraria al primer
vicio capital que dijimos ser soberbia espiritual; por la cual humildad,
que adquiere por el dicho conocimiento propio, se purga de todas
aquellas imperfecciones en que caía acerca de aquel vicio de soberbia
en el tiempo de su prosperidad. Porque, como se ve tan seca y
miserable, ni aun por primer movimiento le parece que va mejor que
los otros, ni que los lleva ventaja, como antes hacía; antes, por el
contrario, conoce que los otros van mejor.
8. Y de aquí nace el amor del prójimo, porque los estima y no los
juzga como antes solía cuando se veía a sí con mucho fervor y a los
otros no. Sólo conoce su miseria y la tiene delante de los ojos: tanto,
que no la deja ni da lugar para poner los ojos en nadie, lo cual
admirablemente David, estando en esta noche, manifiesta, diciendo:
Enmudecí y fui humillado y tuve silencio en los bienes y renovóse mi
dolor (Sal. 38, 3). Esto dice, porque le parecía que los bienes de su
alma estaban tan acabados, que no solamente no había ni hallaba
lenguaje de ellos, mas acerca de los ajenos también enmudeció con
el dolor del conocimiento de su miseria.
9. Aquí también se hacen sujetos y obedientes en el camino
espiritual, que, como se ven tan miserables, no sólo oyen lo que los
enseñan, mas aun desean que cualquiera los encamine y diga lo que
deben hacer; quítaseles la presunción afectiva que en la prosperidad
a veces tenían. Y, finalmente, de camino se les barren todas las
demás imperfecciones que notamos allí acerca de este vicio primero
que es soberbia espiritual.
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CAPÍTULO 13
De otros provechos que causa en el alma esta noche del sentido.
1. Acerca de las imperfecciones que en la avaricia espiritual tenía, en
que codiciaba unas y otras cosas espirituales y nunca se veía
satisfecha el alma de unos ejercicios y otros, con la codicia del apetito
y gusto que hallaba en ellos, ahora en esta noche seca y oscura anda
bien reformada; porque, como no halla el gusto y sabor que solía,
antes halla en ellas sinsabor y trabajo, con tanta templanza usa de
ellas, que por ventura podría perder ya por punto de corto como
antes perdía por largo. Aunque a los que Dios pone en esta noche
comúnmente les da humildad y prontitud, aunque con sinsabor, para
262
que sólo por Dios hagan aquello que se les manda; y
desaprovéchanse de muchas cosas porque no hallan gusto en ellas.
2. Acerca de la lujuria espiritual también se ve claro que, por esta
sequedad y sinsabor de sentido que halla el alma en las cosas
espirituales, se librará de aquellas impurezas que allí notamos; pues,
comúnmente, dijimos que procedían del gusto que del espíritu
redundaba en el sentido.
3. Pero de las imperfecciones que se libra el alma en esta noche
oscura acerca del cuarto vicio, que es la gula espiritual, puédense ver
allí, aunque no están allí dichas todas, porque son innumerables; y
así yo aquí no las referiré, porque querría ya concluir con esta noche
para pasar a la otra, de la cual tenemos grave palabra y doctrina.
Baste, para entender los innumerables provechos que demás de los
dichos gana el alma en esta noche acerca de este vicio de la gula
espiritual, decir que de todas aquellas imperfecciones que allí quedan
dichas se libra, y de otros muchos y mayores males y feas
abominaciones que, como digo, allí no están escritas, en que vinieron
a dar muchos de que habemos tenido experiencia, por no tener ellos
reformado el apetito en esta golosina espiritual. Porque, como Dios
en esta seca y oscura noche, en que pone al alma, tiene refrenada la
concupiscencia y enfrenado el apetito de manera que no se puede
cebar de ningún gusto ni sabor sensible de cosa de arriba ni de abajo,
y esto lo va continuando de tal manera que queda impuesta el alma,
reformada y emprensada según la concupiscencia y apetito, pierde la
fuerza de las pasiones y concupiscencia y se hace estéril, no
usándose el gusto, bien así como no acostumbrando a sacar leche de
la ubre se secan los cursos de la leche. Y, enjugados así los apetitos
del alma, síguense, demás de los dichos, por medio de esta sobriedad
espiritual admirables provechos en ella; porque, apagados los
apetitos y concupiscencias, vive el alma en paz y tranquilidad
espiritual; porque donde no reina apetito y concupiscencia no hay
perturbación, sino paz y consuelo de Dios.
4. Sale de aquí otro segundo provecho, y es que trae ordinaria
memoria de Dios, con temor y recelo de volver atrás, como queda
dicho, en el camino espiritual; el cual es grande provecho y es no de
los menores en esta sequedad y purgación del apetito, porque se
purifica el alma y limpia de las imperfecciones que se le pegaban por
medio de los apetitos y afecciones, que de suyo embotan y ofuscan el
ánima.
5. Hay otro provecho muy grande en esta noche para el alma, y es
que se ejercita en las virtudes de por junto, como en la paciencia y
longanimidad, que se ejercita bien en estos vacíos y sequedades,
sufriendo el perseverar en los espirituales ejercicios sin consuelo y sin
gusto. Ejercítase la caridad de Dios, pues ya no por el gusto atraído y
saboreado que halla en la obra es movido, sino sólo por Dios. Ejercita
aquí también la virtud de la fortaleza, porque en estas dificultades y
sinsabores que halla en el obrar saca fuerzas de flaquezas, y así se
hace fuerte. Y, finalmente, en todas las virtudes, así teologales como
263
cardinales y morales, corporal y espiritualmente se ejercita el alma
en estas sequedades.
6. Y que en esta noche consiga el alma estos cuatro provechos que
habemos dicho, conviene a saber: delectación de paz, ordinaria
memoria y solicitud de Dios, limpieza y pureza del alma y el ejercicio
de virtudes que acabamos de decir, dícelo David (Sal. 76, 4), como lo
experimentó él mismo estando en esta noche, por estas palabras: Mi
alma desechó las consolaciones, tuve memoria de Dios y hallé
consuelo y ejercitéme, y desfalleció mi espíritu. Y luego dice (v. 7): Y
medité de noche con mi corazón, y ejercitábame, y barría y purificaba
mi espíritu, conviene a saber, de todas las afecciones.
7. Acerca de las imperfecciones de los otros tres vicios espirituales
que allí dijimos que son ira, envidia y acidia, también en esta
sequedad del apetito se purga el alma y adquiere las virtudes a ellas
contrarias; porque, ablandada y humillada por estas sequedades y
dificultades y otras tentaciones y trabajos en que a vueltas de esta
noche Dios la ejercita, se hace mansa para con Dios y para consigo y
también para con el prójimo; de manera que ya no se enoja con
alteración sobre las faltas propias contra sí, ni sobre las ajenas contra
el prójimo, ni acerca de Dios trae disgusto y querellas descomedidas
porque no le hace presto bueno.
8. Pues acerca de la envidia, también aquí tiene caridad con los
demás; porque, si alguna envidia tiene, no es viciosa como antes
solía cuando le daba pena que otros fuesen a él preferidos y que le
llevasen la ventaja, porque ya aquí se la tiene dada, viéndose tan
miserable como se ve; y la envidia que tiene, si la tiene, es virtuosa,
deseando imitarlos, lo cual es mucha virtud.
9. Las acidias y tedios que aquí tiene de las cosas espirituales
tampoco son viciosas como antes; porque aquéllos procedían de los
gustos espirituales que a veces tenía y pretendía tener cuando no los
hallaba; pero estos tedios no proceden de esta flaqueza del gusto,
porque se le tiene Dios quitado acerca de todas las cosas en esta
purgación del apetito.
10. Demás de estos provechos que están dichos, otros innumerables
consigue por medio de esta seca contemplación; porque en medio de
estas sequedades y aprietos, muchas veces, cuando menos piensa,
comunica Dios al alma suavidad espiritual y amor muy puro y noticias
espirituales, a veces muy delicadas, cada una de mayor provecho y
precio que cuanto antes gustaba; aunque el alma en los principios no
piensa así, porque es muy delicada la influencia espiritual que aquí se
da, y no la percibe el sentido.
11. Finalmente, por cuanto aquí el alma se purga de las afecciones y
apetitos sensitivos, consigue libertad de espíritu, en que se van
granjeando los doce frutos del Espíritu Santo. También aquí
admirablemente se libra de las manos de los tres enemigos, mundo,
demonio y carne; porque, apagándose el sabor y gusto sensitivo
acerca de las cosas, no tiene el demonio, ni el mundo, ni la
sensualidad armas ni fuerzas contra el espíritu.
264
12. Estas sequedades hacen, pues, al alma andar con pureza en el
amor de Dios, pues que ya no se mueve a obrar por el gusto y sabor
de la obra, como por ventura lo hacía cuando gustaba, sino sólo por
dar gusto a Dios. Hácese no presumida ni satisfecha, como por
ventura en el tiempo de la prosperidad solía, sino recelosa y
temerosa de sí, no teniendo en sí satisfacción ninguna, en lo cual está
el santo temor que conserva y aumenta las virtudes. Apaga también
esta sequedad las concupiscencias y bríos naturales, como también
queda dicho; porque aquí, si no es el gusto que de suyo Dios le
infunde algunas veces, por maravilla halla gusto y consuelo sensible
por su diligencia en alguna obra y ejercicio espiritual, como ya queda
dicho.
13. Crécele en esta noche seca el cuidado de Dios y las ansias por
servirle, porque, como se le van enjugando los pechos de la
sensualidad, con que sustentaba y criaba los apetitos tras que iba,
sólo queda en seco y en desnudo el ansia de servir a Dios, que es
cosa para Dios muy agradable, pues, como dice David (Sal. 50, 19),
el espíritu atribulado es sacrificio para Dios.
14. Como el alma, pues, conoce que en esta purgación seca por
donde pasó, sacó y consiguió tantos y tan preciosos provechos como
aquí se han referido, no hace mucho en decir, en la canción que
vamos declarando, el dicho verso, es a saber: ¡oh dichosa ventura!
-salí sin ser notada; esto es: salí de los lazos y sujeción de mis
apetitos sensitivos y afecciones, sin ser notada, es a saber, sin que
los dichos tres enemigos me lo pudiesen impedir. Los cuales, como
habemos dicho, con los apetitos y gustos, así como con lazos,
enlazan al alma y la detienen que no salga de sí a la libertad de amor
de Dios; sin los cuales ellos no pueden combatir al alma, como queda
dicho.
15. De donde, en sosegándose por continua mortificación las cuatro
pasiones del alma, que son: gozo, dolor, esperanza y temor, y en
durmiéndose en la sensualidad por ordinarias sequedades los apetitos
naturales, y en alzando de obra la armonía de los sentidos y
potencias interiores, cesando sus operaciones discursivas, como
habemos dicho, lo cual es toda la gente y morada de la parte inferior
del alma, que es lo que aquí llama su casa, diciendo:
Estando ya mi casa sosegada.
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CAPÍTULO 14
En que se declara el último verso de la primera canción.
1. Estando ya esta casa de la sensualidad sosegada, esto es,
mortificada, sus pasiones apagadas y apetitos sosegados y dormidos
por medio de esta dichosa noche de la purgación sensitiva, salió el
alma a comenzar el camino y vía del espíritu, que es de los
aprovechantes y aprovechados, que, por otro nombre, llaman vía
iluminativa o de contemplación infusa, con que Dios de suyo anda
265
apacentando y reficionando al alma, sin discurso ni ayuda activa de la
misma alma.
Tal es, como habemos dicho, la noche y purgación del sentido en el
alma; la cual, en los que después han de entrar en la otra más grave
del espíritu, para pasar a la divina unión de amor (porque no todos,
sino los menos, pasan ordinariamente), suele ir acompañada con
graves trabajos y tentaciones sensitivas, que duran mucho tiempo,
aunque en unos más que en otros. Porque a algunos se les da el
ángel de Satanás (2 Cor. 12, 7), que es el espíritu de fornicación,
para que les azote los sentidos con abominables y fuertes
tentaciones, y les atribule el espíritu con feas advertencias y
representaciones más visibles en la imaginación, que a veces les es
mayor pena que el morir.
2. Otras veces se les añade en esta noche el espíritu de blasfemia, el
cual en todos sus conceptos y pensamientos se anda atravesando con
intolerables blasfemias, y a veces con tanta fuerza sugeridas en la
imaginación, que casi se las hace pronunciar, que les es grave
tormento.
3. Otras veces se les da otro abominable espíritu, que llama Isaías
(19, 14) spiritus vertiginis, no porque caigan, sino porque los
ejercite; el cual de tal manera les oscurece el sentido, que los llena
de mil escrúpulos y perplejidades tan intrincadas al juicio de ellos,
que nunca pueden satisfacerse con nada, ni arrimar el juicio a
consejo ni concepto; el cual es uno de los más graves estímulos y
horrores de esta noche, muy vecino a lo que pasa en la noche
espiritual.
4. Estas tempestades y trabajos ordinariamente envía Dios en esta
noche y purgación sensitiva a los que, como digo, ha de poner
después en la otra, aunque no todos pasan a ella, para que
castigados y abofeteados de esta manera se vayan ejercitando y
disponiendo y curtiendo los sentidos y potencias para la unión de la
Sabiduría que allí les han de dar. Porque si el alma no es tentada,
ejercitada y probada con trabajos y tentaciones, no puede avivar su
sentido para la sabiduría. Que por eso dijo el Eclesiástico (34, 9-10):
El que no es tentado, ¿qué sabe? Y el que no es probado, ¿cuáles son
las cosas que reconoce? De la cual verdad da Jeremías (31, 18) buen
testimonio, diciendo: Castigásteme, Señor, y fui enseñado. Y la más
propia manera de este castigo para entrar en sabiduría son los
trabajos interiores que aquí decimos, por cuanto son de los que más
eficazmente purgan el sentido de todos los gustos y consuelos a que
con flaqueza natural estaba afectado, y donde es humillada el alma
de veras para el ensalzamiento que ha de tener.
5. Pero el tiempo que al alma tengan en este ayuno y penitencia del
sentido, cuánto sea, no es cosa cierta decirlo, porque no pasa en
todos de una manera ni unas mismas tentaciones; porque esto va
medido por la voluntad de Dios conforme a lo más o menos que cada
uno tiene de imperfección que purgar; y también, conforme al grado
de amor de unión a que Dios la quiere levantar, la humillará más o
266
menos intensamente, o más o menos tiempo. Los que tienen sujeto y
más fuerza para sufrir con más intensión, los purga más presto.
Porque a los muy flacos con mucha remisión y flacas tentaciones
mucho tiempo les lleva por esta noche, dándoles ordinarias
refecciones al sentido porque no vuelvan atrás, y tarde llegan a la
pureza de perfección en esta vida, y algunos de éstos nunca; que ni
bien están en la noche, ni bien fuera de ella; porque, aunque no
pasan adelante, para que se conserven en humildad y conocimiento
propio, los ejercita Dios algunos ratos y días en aquellas tentaciones
y sequedades; y les acude con el consuelo otras veces y temporadas,
para que desmayando no se vuelvan a buscar el del mundo. A otras
almas más flacas anda Dios con ellas como pareciendo y
trasponiendo, para ejercitarlas en su amor, porque sin desvíos no
aprendieran a llegarse a Dios.
6. Pero las almas que han de pasar a tan dichoso y alto estado como
es la unión de amor, por muy apriesa que Dios las lleve, harto tiempo
suelen durar en estas sequedades y tentaciones ordinariamente,
como está visto por experiencia.
Tiempo es, pues, de comenzar a tratar de la segunda noche.
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LIBRO SEGUNDO [San Juan de la Cruz OBRASCOMPLETAS
Noche Oscura]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LAS OBRAS COMPLETAS DE SAN JUAN DE LA CRUZ
ÍNDICE DE LA NOCHE OSCURA
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LIBRO SEGUNDO
CAPÍTULO 1
Comiénzase a tratar de la noche oscura del espíritu. Dícese a qué
tiempo comienza.
1. Un alma que Dios ha de llevar adelante, no luego que sale de las
sequedades y trabajos de la primera purgación y noche del sentido, la
pone Su Majestad en esta noche de espíritu, antes suele pasar harto
tiempo y años en que, salida el alma del estado de principiantes, se
ejercita en el de aprovechados, en el cual, así como el que ha salido
de una estrecha cárcel, anda en las cosas de Dios con mucha más
anchura y satisfacción del alma y con más abundante e interior
deleite que hacía a los principios, antes que entrase en la dicha
noche, no trayendo atada ya la imaginación y potencias al discurso y
cuidado espiritual, como solía; porque con gran facilidad halla luego
en su espíritu muy serena y amorosa contemplación y sabor espiritual
sin trabajo del discurso. Aunque, como no está bien hecha la
purgación del alma, porque falta la principal parte, que es la del
espíritu (sin la cual, por la comunicación que hay de la una parte a la
otra, por razón de ser un solo supuesto, tampoco la purgación
sensitiva, aunque más fuerte haya sido, queda acabada y perfecta),
nunca le faltan a veces algunas necesidades, sequedades, tinieblas y
267
aprietos, a veces mucho más intensos que los pasados, que son como
presagios y mensajeros de la noche venidera del espíritu; aunque no
son éstos durables, como será la noche que espera. Porque, habiendo
pasado un rato, o ratos, o días de esta noche y tempestad, luego
vuelve a su acostumbrada serenidad; y de esta manera va purgando
Dios a algunas almas que no han de subir a tan alto grado de amor
como las otras, metiéndolas a ratos interpoladamente en esta noche
de contemplación y purgación espiritual, haciendo anochecer y
amanecer a menudo, porque se cumpla lo que dice David (Sal. 147,
17), que envía su cristal, esto es, su contemplación, como a bocados.
Aunque estos bocados de oscura contemplación nunca son tan
intensos como lo es aquella horrenda noche de la contemplación que
habemos de decir, en que de propósito pone Dios al alma para
llevarla a la divina unión.
2. Este sabor, pues, y gusto interior que decimos, que con
abundancia y facilidad hallan y gustan estos aprovechantes en su
espíritu, con mucha más abundancia que antes se les comunica,
redundando de ahí en el sentido más que solía antes de esta sensible
purgación; que, por cuanto él está ya más puro, con más facilidad
puede sentir los gustos del espíritu a su modo. Y como, en fin, esta
parte sensitiva del alma es flaca e incapaz para las cosas fuertes del
espíritu, de aquí es que estos aprovechados, a causa de esta
comunicación espiritual que se hace en la parte sensitiva, padecen en
ella muchas debilitaciones y detrimentos y flaquezas de estómago, y
en el espíritu, consiguientemente, fatigas; porque, como dice el Sabio
(Sab. 9, 15): El cuerpo que se corrompe, agrava el alma. De aquí es
que las comunicaciones de éstos no pueden ser muy fuertes, ni muy
intensas, ni muy espirituales, cuales se requieren para la divina unión
con Dios, por la flaqueza y corrupción de la sensualidad que participa
en ellas.
De aquí vienen los arrobamientos y traspasos y descoyuntamientos
de huesos, que siempre acaecen cuando las comunicaciones no son
puramente espirituales, esto es, al espíritu sólo, como son las de los
perfectos, purificados ya por la noche segunda del espíritu, en las
cuales cesan ya estos arrobamientos y tormentos del cuerpo,
gozando ellos de la libertad del espíritu, sin que se anuble ni
trasponga el sentido.
3. Y, porque se entienda la necesidad que éstos tienen de entrar en
esta noche de espíritu, notaremos aquí algunas imperfecciones y
peligros que tienen estos aprovechados.
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CAPÍTULO 2
Prosigue en otras imperfecciones que tienen estos aprovechados.
1. Dos maneras de imperfecciones tienen estos aprovechados: unas
son habituales, otras actuales.
Las habituales son las afecciones y hábitos imperfectos que todavía,
como raíces, han quedado en el espíritu, donde la purgación del
268
sentido no pudo llegar; en la purgación de los cuales la diferencia que
hay a estotra, es la que de la raíz a la rama, o sacar una mancha
fresca o una muy asentada y vieja. Porque, como dijimos, la
purgación del sentido sólo es puerta y principio de contemplación
para la del espíritu, que, como también habemos dicho, más sirve de
acomodar el sentido al espíritu, que de unir el espíritu con Dios. Mas
todavía se quedan en el espíritu las manchas del hombre viejo,
aunque a él no se le parece, ni las echa de ver; las cuales si no salen
por el jabón y fuerte lejía de la purgación de esta noche, no podrá el
espíritu venir a pureza de unión divina.
2. Tienen éstos también la hebetudo mentis y la rudeza natural que
todo hombre contrae por el pecado, y la distracción y exterioridad del
espíritu; lo cual conviene que se ilustre, clarifique y recoja por la
penalidad y aprieto de aquella noche. Estas habituales
imperfecciones, todos los que no han pasado de este estado de
aprovechados las tienen; las cuales no pueden estar, como decimos,
con el estado perfecto de unión por amor.
3. En las actuales no caen todos de una manera. Mas algunos, como
traen estos bienes espirituales tan afuera y tan manuales en el
sentido, caen en mayores inconvenientes y peligros que a los
principios dijimos. Porque, como ellos hallan tan a manos llenas
tantas comunicaciones y aprehensiones espirituales al sentido y
espíritu, donde muchas veces ven visiones imaginarias y espirituales
(porque todo esto, con otros sentimientos sabrosos, acaece a muchos
de éstos en este estado, en lo cual el demonio y la propia fantasía
muy ordinariamente hace trampantojos al alma), y como con tanto
gusto suele imprimir y sugerir el demonio al alma las aprensiones
dichas y sentimientos, con grande facilidad la embelesa y engaña, no
teniendo ella cautela para resignarse y defenderse fuertemente en fe
de estas visiones y sentimientos.
Porque aquí hace el demonio a muchos creer visiones vanas y
profecías falsas; aquí en este puesto les procura hacer presumir que
habla Dios y los santos con ellos, y creen muchas veces a su fantasía;
aquí los suele llenar el demonio de presunción y soberbia, y, atraídos
de la vanidad y arrogancia, se dejan ser vistos en actos exteriores
que parezcan de santidad, como son arrobamientos y otras
apariencias. Hácense así atrevidos a Dios, perdiendo el santo temor,
que es llave y custodia de todas las virtudes; y tantas falsedades y
engaños suelen multiplicarse en algunos de éstos, y tanto se
envejecen en ellos, que es muy dudosa la vuelta de ellos al camino
puro de la virtud y verdadero espíritu. En las cuales miserias vienen a
dar, comenzando a darse con demasiada seguridad a las aprensiones
y sentimientos espirituales, cuando comenzaban a aprovechar en el
camino.
4. Había tanto que decir de las imperfecciones de éstos y de cómo les
son más incurables por tenerlas ellos por más espirituales que las
primeras, que lo quiero dejar. Sólo digo, para fundar la necesidad que
hay de la noche espiritual, que es la purgación para el que ha de
269
pasar adelante, que a lo menos ninguno de estos aprovechados, por
bien que le hayan andado las manos, deja de tener muchas de
aquellas afecciones naturales y hábitos imperfectos, que dijimos
primero ser necesario preceder purificación para pasar a la divina
unión.
5. Y, demás de esto, lo que arriba dejamos dicho, es a saber: que,
por cuanto todavía participa la parte inferior en estas comunicaciones
espirituales, no pueden ser tan intensas, puras y fuertes como se
requieren para la dicha unión; por tanto, para venir a ella, conviénele
al alma entrar en la segunda noche del espíritu, donde desnudando al
sentido y espíritu perfectamente de todas estas aprensiones y
sabores, le han de hacer caminar en oscura y pura fe, que es propio y
adecuado medio por donde el alma se une con Dios, según por Oseas
(2, 20) lo dice, diciendo: Yo te desposaré, esto es, te uniré conmigo,
por fe.
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CAPÍTULO 3
Anotación para lo que se sigue.
1. Estando ya, pues, estos (espirituales) ya aprovechados, por el
tiempo que han pasado cebando los sentidos con dulces
comunicaciones, para que así atraída y saboreada del espiritual gusto
la parte sensitiva, que del espíritu le manaba, se aunase y
acomodase en uno con el espíritu, (están) comiendo cada uno en su
manera de un mismo manjar espiritual en un mismo plato de un solo
supuesto y sujeto, para que así ellos, en alguna manera juntos y
conformes en uno, juntos estén dispuestos para sufrir la áspera y
dura purgación del espíritu que les espera. Porque en ella se han de
purgar cumplidamente estas dos partes del alma, espiritual y
sensitiva, porque la una nunca se purga bien sin la otra, porque la
purgación válida para el sentido es cuando de propósito comienza la
del espíritu. De donde la noche que habemos dicho del sentido, más
se puede y debe llamar cierta reformación y enfrenamiento del
apetito que purgación. La causa es porque todas las imperfecciones y
desórdenes de la parte sensitiva tienen su fuerza y raíz en el espíritu,
donde se sujetan todos los hábitos buenos y malos, y así, hasta que
éstos se purgan, las rebeliones y siniestros del sentido no se pueden
bien purgar.
2. De donde en esta noche que se sigue se purgan entrambas partes
juntas, que éste es el fin porque convenía haber pasado por la
reformación de la primera noche y la bonanza que de ello salió, para
que, aunado con el espíritu el sentido, en cierta manera se purgue y
padezca aquí con más fortaleza, porque para tan fuerte y dura purga
es menester (disposición) tan grande; que, sin haber reformádose
antes la flaqueza de la parte inferior y cobrado fortaleza en Dios por
el dulce y sabroso trato que con él después tuvo, ni tuviera fuerza ni
disposición el natural para sufrirla.
270
3. Por tanto, porque estos aprovechados todavía el trato y
operaciones que tienen con Dios son muy bajas y muy naturales, a
causa de no tener purificado e ilustrado el oro del espíritu; por lo cual
todavía entienden de Dios como pequeñuelos, y saben y sienten de
Dios como pequeñuelos, según dice san Pablo (1 Cor. 13, 11), por no
haber llegado a la perfección, que es la unión del alma con Dios; por
la cual unión ya, como grandes, obran grandezas en su espíritu,
siendo ya sus obras y potencias más divinas que humanas, como
después se dirá. Queriendo Dios desnudarlos de hecho de este viejo
hombre y vestirlos del nuevo, que según Dios es criado en la novedad
del sentido, que dice el Apóstol (Cl. 3, 10), desnúdales las potencias y
afecciones y sentidos, así espirituales como sensitivos, así exteriores
como interiores, dejando a oscuras el entendimiento, y la voluntad a
secas, y vacía la memoria, y las afecciones del alma en suma
aflicción, amargura y aprieto, privándola del sentido y gusto que
antes sentía de los bienes espirituales, para que esta privación sea
uno de los principios que se requiere en el espíritu para que se
introduzca y una en él la forma espiritual del espíritu, que es la unión
de amor.
Todo lo cual obra el Señor en ella por medio de una pura y oscura
contemplación, como el alma lo da a entender por la primera canción.
La cual, aunque está declarada al propósito de la primera noche del
sentido, principalmente la entiende el alma por esta segunda del
espíritu, por ser la principal parte de la purificación del alma. Y así, a
este propósito la pondremos y declararemos aquí otra vez.
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CAPÍTULO 4
Pónese la primera canción y su declaración.
CANCIÓN 1ª
En una noche oscura, con ansias, en amores inflamada, ¡oh dichosa
ventura!, salí sin ser notada estando ya mi casa sosegada.
DECLARACIÓN
1. Entendiendo ahora esta canción a propósito de la purgación
contemplativa, o desnudez y pobreza de espíritu, que todo aquí casi
es una misma cosa, podémosla declarar en esta manera, y que dice
el alma así:
En pobreza, desamparo y desarrimo de todas las aprensiones de mi
alma, esto es, en oscuridad de mi entendimiento y aprieto de mi
voluntad, en afición y angustia acerca de la memoria, dejándome a
oscuras en pura fe (la cual es noche oscura para las dichas potencias
naturales) sólo la voluntad tocada de dolor y aflicciones y ansias de
amor de Dios, salí de mí misma, esto es, de mi bajo modo de
entender, y de mi flaca suerte de amar, y de mi pobre y escasa
manera de gustar de Dios, sin que la sensualidad ni el demonio me lo
estorben.
2. Lo cual fue grande dicha y buena ventura para mí; porque, en
acabándose de aniquilarse y sosegarse las potencias, pasiones,
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apetitos y afecciones de mi alma, con que bajamente sentía y
gustaba de Dios, salí del trato y operación humana mía a operación y
trato de Dios, es a saber:
Mi entendimiento salió de sí, volviéndose de humano y natural en
divino; porque, uniéndose por medio de esta purgación con Dios, ya
no entiende por su vigor y luz natural, sino por la divina Sabiduría
con que se unió.
Y mi voluntad salió de sí, haciéndose divina, porque, unida con el
divino amor, ya no ama bajamente con su fuerza natural, sino con
fuerza y pureza del Espíritu Santo; y así la voluntad acerca de Dios
no obra humanamente.
Y, ni más ni menos, la memoria se ha trocado en aprensiones eternas
de gloria.
Y, finalmente, todas las fuerzas y afectos del alma, por medio de esta
noche y purgación del viejo hombre, todas se renuevan en temples y
deleites divinos. Síguese el verso:
En una noche oscura.
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CAPÍTULO 5
Pónese el primer verso y comienza a declarar cómo esta
contemplación oscura no sólo es noche para el alma, sino también
pena y tormento.
1. Esta noche oscura es una influencia de Dios en el alma, que la
purga de sus ignorancias e imperfecciones habituales, naturales y
espirituales, que llaman los contemplativos contemplación infusa o
mística teología, en que de secreto enseña Dios al alma y la instruye
en perfección de amor, sin ella hacer nada ni entender cómo. Esta
contemplación infusa, por cuanto es sabiduría de Dios amorosa, hace
dos principales efectos en el alma, porque la dispone purgándola e
iluminándola para la unión de amor de Dios. De donde la misma
sabiduría amorosa que purga los espíritus bienaventurados
ilustrándolos es la que aquí purga al alma y la ilumina.
2. Pero es la duda: ¿por qué, pues es lumbre divina, que, como
decimos, ilumina y purga el alma de sus ignorancias, la llama aquí el
alma noche oscura? A lo cual se responde que por dos casas es esta
divina Sabiduría no sólo noche y tiniebla para el alma, mas también
pena y tormento: la primera es por la alteza de la Sabiduría divina,
que excede al talento del alma, y en esta manera le es tiniebla; la
segunda, por la bajeza e impureza de ella, y de esta manera le es
penosa y aflictiva, y también oscura.
3. Para probar la primera conviene suponer cierta doctrina del
Filósofo, que dice que cuanto las cosas divinas son en sí más claras y
manifiestas, tanto más son al alma oscuras y ocultas naturalmente;
así como la luz, cuanto más clara es, tanto más ciega y oscurece la
pupila de la lechuza, y cuanto el sol se mira más de lleno, más
tinieblas causa a la potencia visiva y la priva, excediéndola por su
flaqueza.
272
De donde, cuando esta divina luz de contemplación embiste en el
alma que aún no está ilustrada totalmente, le hace tinieblas
espirituales, porque no sólo la excede, pero también la priva y
oscurece el acto de su inteligencia natural. Que por esta causa san
Dionisio y otros místicos teólogos llaman a esta contemplación infusa
rayo de tiniebla, conviene a saber, para el alma no ilustrada y
purgada, porque de su gran luz sobrenatural es vencida la fuerza
natural intelectiva y privada.
Por lo cual David (Sal. 96, 2) también dijo que cerca de Dios y en
rededor de él está oscuridad y nube; no porque en sí ello sea así, sino
para nuestros entendimientos flacos, que en tan inmensa luz se
oscurecen y quedan ofuscados, no alcanzando. Que por eso el mismo
David (Sal. 17, 13) lo declaró luego, diciendo: Por el gran resplandor
de su presencia se atravesaron nubes, es a saber, entre Dios y
nuestro entendimiento. Y ésta es la causa por que, en derivando de sí
Dios al alma que aún no está transformada este esclarecido rayo de
su sabiduría secreta, le hace tinieblas oscuras en el entendimiento.
4. Y que esta oscura contemplación también le sea al alma penosa a
estos principios, está claro; porque, como esta divina contemplación
infusa tiene muchas excelencias en extremo buenas y el alma que las
recibe, por no estar purgada, tiene muchas miserias también en
extremo malas, de aquí es que, no pudiendo caber dos contrarios en
el sujeto del alma, de necesidad haya de penar y padecer el alma,
siendo ella el sujeto en que contra sí se ejercitan estos dos
contrarios, haciendo los unos contra los otros, por razón de la
purgación que de las imperfecciones del alma por esta contemplación
se hace. Lo cual probaremos por inducción en esta manera.
5. -Cuanto a lo primero, porque la luz y sabiduría de esta
contemplación es muy clara y pura y el alma en que ella embiste está
oscura e impura, de aquí es que pena mucho el alma recibiéndola en
sí, como cuando los ojos están de mal humor impuros y enfermos,
del embestimiento de la clara luz reciben pena.
Y esta pena en el alma, a causa de su impureza, es inmensa cuando
de veras es embestida de esta divina luz, porque embistiéndose en el
alma esta luz pura a fin de expeler la impureza del alma, siéntese el
alma tan impura y miserable que le parece estar Dios contra ella y
que ella está hecha contraria a Dios. Lo cual es de tanto sentimiento
y pena para el alma, porque le parece aquí que la ha Dios arrojado,
que uno de los mayores trabajos que sentía Job (7, 20) cuando Dios
le tenía en este ejercicio, era éste, diciendo: ¿Por qué me has puesto
contrario a ti, y soy grave y pesado para mí mismo? Porque viendo el
alma claramente aquí por medio de esta pura luz, aunque a oscuras,
su impureza, conoce claro que no es digna de Dios ni de criatura
alguna. Y lo que más le pena es que piensa que nunca lo será, y que
ya se le acabaron sus bienes. Esto le causa la profunda inmersión que
tiene de la mente en el conocimiento y sentimiento de sus males y
miserias; porque aquí se las muestra todas al ojo esta divina y oscura
luz, y que vea claro cómo de suyo no podrá tener ya otra cosa.
273
Podemos entender a este sentido aquella autoridad de David (Sal. 38,
12), que dice: Por la iniquidad corregiste al hombre, e hiciste
deshacer y contabescer su alma; como la araña se desentraña.
6. -La segunda manera en que pena el alma es causa de su flaqueza
natural, moral y espiritual; porque, como esta divina contemplación
embiste en el alma con alguna fuerza, al fin de la ir fortaleciendo y
domando, de tal manera pena en su flaqueza, que poco menos
desfallece, particularmente algunas veces cuando con alguna más
fuerza embiste. Porque el sentido y espíritu, así como si estuviese
debajo de una inmensa y oscura carga, está penando y agonizando
tanto, que tomaría por alivio y partido el morir. Lo cual habiendo
experimentado el profeta Job (23, 6), decía: No quiero que trate
conmigo con mucha fortaleza, porque no me oprima con el peso de
su grandeza.
7. En la fuerza de esta opresión y peso se siente el alma tan ajena de
ser favorecida, que le parece, y así es, que aun en lo que solía hallar
algún arrimo se acabó con lo demás, y que no hay quien se
compadezca de ella. A cuyo propósito dice también Job (19, 21):
Compadeceos de mí, a lo menos vosotros mis amigos, porque me ha
tocado la mano del Señor.
¡Cosa de grande maravilla y lástima que sea aquí tanta la flaqueza e
impureza del alma, que, siendo la mano de Dios de suyo tan blanda y
suave, la sienta el alma aquí tan grave y contraria, con no cargar ni
asentar, sino solamente tocando, y eso misericordiosamente, pues lo
hace a fin de hacer mercedes al alma, y no de castigarla!
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CAPÍTULO 6
De otras maneras de pena que el alma padece en esta noche.
1. - La tercera manera de pasión y pena que el alma aquí padece es a
causa de otros dos extremos, conviene a saber, divino y humano, que
aquí se juntan. El divino es esta contemplación purgativa, y el
humano es sujeto del alma. Que como el divino embiste a fin de
renovarla para hacerla divina, desnudándola de las afecciones
habituales y propiedades del hombre viejo, en que ella está muy
unida, conglutinada y conformada, de tal manera la destrica y
descuece la sustancia espiritual, absorbiéndola en una profunda y
honda tiniebla, que el alma se siente estar deshaciendo y derritiendo
en la haz y vista de sus miserias con muerte de espíritu cruel; así
como si, tragada de una bestia, en su vientre tenebroso se sintiese
estar digiriendo, padeciendo estas angustias como Jonás (2, 1) en el
vientre de aquella marina bestia. Porque en este sepulcro de oscura
muerte la conviene estar para la espiritual resurrección que espera.
2. La manera de esta pasión y pena, aunque de verdad ella es sobre
manera, descríbela David (Sal. 17, 5-7), diciendo: Cercáronme los
gemidos de la muerte, los dolores del infierno me rodearon, en mi
tribulación clamé.
274
Pero lo que esta doliente alma aquí más siente, es parecerle claro que
Dios la ha desechado y, aborreciéndola, arrojado en las tinieblas, que
para ella es grave y lastimera pena creer que la ha dejado Dios. La
cual también David, sintiéndola mucho en este caso, dice (Sal. 87,
6-8): De la manera que los llagados están muertos en los sepulcros,
dejados ya de tu mano, de que no te acuerdas más, así me pusieron
a mí en el lago más hondo e inferior en tenebrosidades y sombra de
muerte, y está sobre mi confirmado tu furor, y todas tus olas
descargaste sobre mí. Porque, verdaderamente, cuando esta
contemplación purgativa aprieta, sombra de muerte y gemidos de
muerte y dolores de infierno siente el alma muy a lo vivo, que
consiste en sentirse sin Dios y castigada y arrojada e indigna de él, y
que está enojado, que todo se siente aquí; y más, que le parece que
ya es para siempre.
3. Y el mismo desamparo siente de todas las criaturas y desprecio
acerca de ellas, particularmente de los amigos. Que por eso prosigue
luego David (Sal. 87, 9), diciendo: Alejaste de mí mis amigos y
conocidos; tuviéronme por abominación. Todo lo cual, como quien
tan bien lo experimentó en el vientre de la bestia corporal y
espiritualmente, testifica bien Jonás (2, 4-7), diciendo así:
Arrojásteme al profundo en el corazón de la mar, y la corriente me
cercó; todos sus golfos y olas pasaron sobre mí y dije: arrojado estoy
de la presencia de tus ojos; pero otra vez veré tu santo templo (lo
cual dice, porque aquí purifica Dios al alma para verlo); cercáronme
las aguas hasta el alma, el abismo me ciñó, el piélago me cubrió mi
cabeza, a los extremos de los montes descendí; los cerrojos de la
tierra me encerraron para siempre. Los cuales cerrojos se entienden
aquí a este propósito por las imperfecciones del alma, que la tienen
impedida que no goce esta sabrosa contemplación.
4.- La cuarta manera de pena causa en el alma otra excelencia de
esta oscura contemplación, que es la majestad y grandeza de ella, la
cual hace sentir en el alma otro extremo que hay en ella de íntima
pobreza y miseria; la cual es de las principales penas que padece en
esta purgación. Porque siente en sí un profundo vacío y pobreza de
tres maneras de bienes que se ordenan al gusto del alma, que son
temporal, natural y espiritual, viéndose puesta en los males
contrarios, conviene a saber: miserias de imperfecciones, sequedades
y vacíos de las aprensiones de las potencias y desamparo del espíritu
en tiniebla. Que, por cuanto aquí purga Dios al alma según la
sustancia sensitiva y espiritual y según las potencias interiores y
exteriores, conviene que el alma sea puesta en vacío y pobreza y
desamparo de todas estas partes, dejándola seca, vacía y en
tinieblas; porque la parte sensitiva se purifica en sequedad, y las
potencias en su vacío de sus aprensiones, y el espíritu en tiniebla
oscura.
5. Todo lo cual hace Dios por medio de esta oscura contemplación; en
la cual no sólo padece el alma el vacío y suspensión de estos arrimos
naturales y aprensiones, que es un padecer muy congojoso, de
275
manera que si a uno suspendiesen o detuviesen en el aire, que no
respirase, mas también está purgando el alma, aniquilando y
vaciando o consumiendo en ella, así como hace el fuego al orín y
moho del metal, todas las afecciones y hábitos imperfectos que ha
contraído toda la vida. Que, por estar ellos muy arraigados en la
sustancia del alma, sobrepadece grave deshacimiento y tormento
interior, demás de la dicha pobreza y vacío natural y espiritual, para
que se verifique aquí la autoridad de Ezequiel que dice: Juntaré los
huesos, y encenderlos he en fuego, consumirse han las carnes y
cocerse ha toda la composición, y deshacerse han los huesos (Ez. 24,
10). En lo cual se entiende la pena que padece en el vacío y pobreza
de la sustancia del alma sensitiva y espiritual. Y sobre esto dice luego
(24, 11): Ponedla también así vacía sobre las ascuas, para que se
caliente y se derrita su metal, y se deshaga en medio de ella su
inmundicia y sea consumido su moho. En lo cual se da a entender la
grave pasión que el alma aquí padece en la purgación del fuego de
esta contemplación, pues dice el profeta que para que se purifique y
deshaga el orín de las afecciones que están en medio del alma, es
menester en cierta manera que ella misma se aniquile y deshaga,
según está ennaturalizada en estas pasiones e imperfecciones.
6. De donde, porque en esta fragua se purifica el alma como el oro en
el crisol, según el Sabio dice (Sab. 3, 6), siente este grande
deshacimiento en la misma sustancia del alma, con extremada
pobreza, en que está como acabando, como se puede ver por lo que
a este propósito dijo David (Sal. 68, 2-4) por estas palabras,
clamando a Dios: Sálvame, Señor, porque han entrado las aguas
hasta el alma mía; fijado estoy en el limo del profundo, y no hay
donde me sustente; vine hasta el profundo del mar, y la tempestad
me anegó; trabajé clamando, enronqueciéronseme mis gargantas,
desfallecieron mis ojos en tanto que espero en mi Dios.
En esto humilla Dios mucho al alma para ensalzarla mucho después
y, si él no ordenase que estos sentimientos, cuando se avivan en el
alma, se adormeciesen presto, moriría muy en breves días; mas son
interpolados los ratos en que se siente su íntima viveza. Lo cual
algunas veces se siente tan a lo vivo, que la parece al alma que ve
abierto el infierno y la perdición. Porque de éstos son los que de
veras descienden al infierno viviendo (Sal. 54, 16), pues aquí se
purgan a la manera que allí; porque esta purgación es la que allí se
había de hacer. Y así el alma que por aquí pasa, o no entra en aquel
lugar, o se detiene allí muy poco, porque aprovecha más una hora
aquí que muchas allí.
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CAPÍTULO 7
Prosigue en la misma materia de otras aflicciones y aprietos de la
voluntad.
1. Las aflicciones de la voluntad y aprietos son aquí también
inmensos y de manera que algunas veces traspasan al alma en la
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súbita memoria de los males en que se ve, con la incertidumbre de su
remedio. Y añádese a esto la memoria de las prosperidades pasadas;
porque éstos, ordinariamente, cuando entran en esta noche, han
tenido muchos gustos en Dios y héchole muchos servicios, y esto les
causa más dolor, ver que están ajenos de aquel bien y que ya no
pueden entrar en él. Esto dice Job (16, 13-17), también como lo
experimentó por aquellas palabras: Yo, aquél que solía ser opulento y
rico, de repente estoy deshecho y contrito; asióme la cerviz,
quebrantóme y púsome como señuelo suyo para herir en mí;
cercóme con sus lanzas, llagó todos mis lomos, no perdonó, derramó
en la tierra mis entrañas, rompióme como llaga sobre llaga; embistió
en mí como fuerte gigante; cosí saco sobre mi piel, y cubrí con ceniza
mi carne; mi rostro se ha hinchado en llanto y cegádose mis ojos.
2. Tantas y tan graves son las penas de esta noche, y tantas
autoridades hay en la Escritura que a este propósito se podrían
alegar, que nos faltaría tiempo y fuerzas escribiendo, porque sin duda
todo lo que se puede decir es menos. Por las autoridades ya dichas se
podrá barruntar algo de ello.
Y para ir concluyendo con este verso y dando a entender más lo que
obra en el alma esta noche, diré lo que en ella siente Jeremías (Lm.
3, 1-20), la cual por ser tanto, lo dice y llora él por muchas palabras
en esta manera: Yo, varón, que veo mi pobreza en la vara de su
indignación, hame amenazado, y trájome a las tinieblas, y no a la luz.
¡Tanto ha vuelto y convertido su manos sobre mí todo el día! Hizo
vieja mi piel y mi carne, desmenuzó mis huesos; en rededor de mí
hizo cerca, y cercóme de hiel y de trabajo; en tenebrosidades me
colocó, como muertos sempiternos. Cercó en rededor contra mí
porque no salga, agravóme las prisiones. Y también, cuando hubiere
clamado y rogado, ha excluido mi oración. Cerrádome ha mis salidas
y vías con piedras cuadradas: desbaratóme mis pasos. Oso acechador
es hecho para mí, león en escondrijos. Mis pisadas trastornó y
desmenuzóme, púsome desamparada, extendió su arco, y púsome a
mi como señuelo a su saeta. Arrojó a mis entrañas las hijas de su
aljaba. Hecho soy para escarnio de todo el pueblo, y para risa y mofa
de ellos todo el día. Llenádome ha de amarguras, embriagóme con
absintio. Por número me quebrantó mis dientes, apacentóme con
ceniza. Arrojada está mi alma de la paz, olvidado estoy de los bienes.
Y dije: frustrado y acabado está mi fin y pretensión y mi esperanza
del Señor. Acuérdate de mi pobreza y de mi exceso, del absintio y de
la hiel. Acordarme he con memoria, y mi alma en mí se deshará en
penas.
3. Todos estos llantos hace Jeremías sobre este trabajo, en que pinta
muy al vivo las pasiones del alma en esta purgación y noche
espiritual. De donde grande compasión conviene tener al alma que
Dios pone en esta tempestuosa y horrenda noche; porque, aunque le
corre muy buena dicha por los grandes bienes que de ella le han de
nacer cuando, como dice Job (12, 22), levantare Dios en el alma de
las tinieblas profundos bienes y produzca en luz la sombra de muerte,
277
de manera que, como dice David (Sal. 138, 12), venga a ser su luz
como fueron sus tinieblas; con todo eso, con la inmensa pena con
que anda penando, y por la grande incertidumbre que tiene de su
remedio (pues cree, como aquí dice este profeta, que no ha de
acabarse su mal, pareciéndole, como también dice David (Sal. 142,
3), que la colocó Dios en las oscuridades, como los muertos del siglo,
angustiándose por esto en ella su espíritu, y turbándose en ella su
corazón), es de haberle gran dolor y lástima.
Porque se añade a esto, a causa de la soledad y desamparo que en
esta oscura noche la causa, no hallar consuelo ni arrimo en ninguna
doctrina ni en maestro espiritual; porque, aunque por muchas vías le
testifique las causas del consuelo que puede tener por los bienes que
hay en estas penas, no lo puede creer. Porque, como ella está tan
embebida e inmersa en aquel sentimiento de males en que ve tan
claramente sus miserias, parécele que, como ellos no ven lo que ella
ve y siente, no la entendiendo dicen aquello, y, en vez de consuelo,
antes recibe nuevo dolor, pareciéndole que no es aquél el remedio de
su mal, y a la verdad así es. Porque hasta que el Señor acabe de
purgarla de la manera que él lo quiere hacer, ningún medio ni
remedio le sirve ni aprovecha para su dolor; cuánto más, que puede
el alma tan poco en este puesto como el que tienen aprisionado en
una oscura mazmorra atado de pies y manos, sin poderse mover ni
ver, ni sentir algún favor de arriba ni de abajo, hasta que aquí se
humille, ablande y purifique el espíritu, y se ponga tan sutil y sencillo
y delgado, que pueda hacerse uno con el espíritu de Dios, según el
grado que su misericordia quisiere concederle de unión de amor, que
conforme a esto es la purgación más o menos fuerte y de más o
menos tiempo.
4. Mas, si ha de ser algo de veras, por fuerte que sea, dura algunos
años; puesto que en estos medios hay interpolaciones de alivios, en
que por dispensación de Dios, dejando esta contemplación oscura de
embestir en forma y modo purgativo, embiste iluminativa y
amorosamente, en que el alma, bien como salida de tal mazmorra y
tales prisiones, y puesta en recreación de anchura y libertad, siente y
gusta gran suavidad de paz y amigabilidad amorosa con Dios con
abundancia fácil de comunicación espiritual.
Lo cual es al alma indicio de la salud que va en ella obrando la dicha
purgación y prenuncio de la abundancia que espera. Y aún, que esto
es tanto a veces, que le parece al alma que son acabados ya sus
trabajos. Porque de esta cualidad son las cosas espirituales en el
alma, cuando son más puramente espirituales, que, cuando son
trabajos, le parece al alma que nunca han de salir de ellos, y que se
le acabaron ya los bienes, como se ha visto por las autoridades
alegadas; y, cuando son bienes espirituales, también le parece al
alma que ya se acabaron sus males, y que no le faltarán ya los
bienes, como David (Sal. 29, 7), viéndose en ellos, lo confesó,
diciendo: Yo dije en mi abundancia: No me moveré para siempre.
278
5. Y esto acaece porque la posesión actual de un contrario en el
espíritu, de suyo remueve la actual posesión y sentimiento del otro
contrario; lo cual no acaece así en la parte sensitiva del alma, por ser
flaca de aprensión. Mas, como quiera que el espíritu aún no está aquí
bien purgado y limpio de las afecciones que de la parte inferior tiene
contraídas, aunque en cuanto espíritu no se mude, en cuanto está
afectado con ellas se podrá mudar en penas, como vemos que
después se mudó David (Sal. 29, 7), sintiendo muchos males y
penas, aunque en el tiempo de su abundancia le había parecido y
dicho que no se había de mover jamás. Así el alma, como entonces
se ve actuada con aquella abundancia de bienes espirituales, no
echando de ver la raíz de imperfección e impureza que todavía le
queda, piensa que se acabaron sus trabajos.
6. Mas este pensamiento las menos veces acaece, porque, hasta que
está acabada de hacer la purificación espiritual, muy raras veces
suele ser la comunicación suave tan abundante que le cubra la raíz
que queda, de manera que deje el alma de sentir allá en el interior un
no sé qué que le falta o que está por hacer, que no le deja
cumplidamente gozar de aquel alivio, sintiendo ella dentro como un
enemigo suyo, que, aunque está como sosegado y dormido, se recela
que volverá a revivir y hacer de las suyas. Y así es que, cuando más
segura está y menos se cata, vuelve a tragar y absorber el alma en
otro grado peor y más duro, oscuro y lastimero que el pasado, el cual
dura otra temporada, por ventura más larga que la primera. Y aquí el
alma otra vez viene a creer que todos los bienes están acabados para
siempre; que no le basta la experiencia que tuvo del bien pasado que
gozó después del primer trabajo, en que también pensaba que ya no
había más que penar, para dejar de creer en este segundo grado de
aprieto que estaba ya todo acabado y que no volverá como la vez
pasada. Porque, como digo, esta creencia tan confirmada se causa en
el alma de la actual aprensión del espíritu, que aniquila en él todo lo
que a ella es contrario.
7. Esta es la causa por que los que yacen en el purgatorio padecen
grandes dudas de que han de salir de allí jamás y de que se han de
acabar sus penas. Porque, aunque habitualmente tienen las tres
virtudes teologales, que son fe, esperanza y caridad, la actualidad
que tienen del sentimiento de las penas y privación de Dios, no les
deja gozar del bien actual y consuelo de estas virtudes. Porque,
aunque ellos echan de ver que quieren bien a Dios, no les consuela
esto; porque les parece que no les quiere Dios a ellos ni que de tal
cosa son dignos; antes, como se ven privados de él, puestos en sus
miserias, paréceles que tienen muy bien en sí por qué ser aborrecidos
y desechados de Dios con mucha razón para siempre.
Y así, el alma en esta purgación, aunque ella ve que quiere bien a
Dios y que daría mil vidas por él (como es así la verdad, porque en
estos trabajos aman con muchas veras estas almas a su Dios), con
todo no le es alivio esto, antes le causa más pena; porque,
queriéndole ella tanto, que no tiene otra cosa que le dé cuidado,
279
como se ve tan mísera, no pudiendo creer que Dios la quiere a ella, ni
que tiene ni tendrá jamás por qué, sino antes tiene por qué ser
aborrecida, no sólo de él, sino de toda criatura para siempre, duélese
de ver en sí causas por que merezca ser desechada de quien ella
tanto quiere y desea.
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CAPÍTULO 8
De otras penas que afligen al alma en este estado.
1. Pero hay aquí otra cosa que al alma aqueja y desconsuela mucho,
y es que, como esta oscura noche la tiene impedidas las potencias y
afecciones, ni puede levantar afecto ni mente a Dios, ni le puede
rogar, pareciéndole lo que a Jeremías (Lm. 3, 44), que ha puesto
Dios una nube delante porque no pase la oración. Porque esto quiere
decir lo que en la autoridad alegada (Lm. 3, 9) dice, es saber:
Atrancó y cerró mis vías con piedras cuadradas. Y si algunas veces
ruega, es tan sin fuerza y sin jugo, que le parece que ni lo oye Dios ni
hace caso de ello, como también este profeta da a entender en la
misma autoridad (Lm. 3, 8), diciendo: Cuando clamare y rogare, ha
excluido mi oración. A la verdad no es éste tiempo de hablar con
Dios, sino de poner, como dice Jeremías (Lm. 3, 29), su boca en el
polvo, si por ventura le viniese alguna actual esperanza, sufriendo
con paciencia su purgación. Dios es el que anda aquí haciendo
pasivamente la obra en el alma; por eso ella no puede nada. De
donde ni rezar ni asistir con advertencia a las cosas divinas puede, ni
menos en las demás cosas y tratos temporales. Tiene no sólo esto,
sino también muchas veces tales enajenamientos y tan profundos
olvidos en la memoria, que se le pasan muchos ratos sin saber lo que
se hizo ni qué pensó, ni qué es lo que hace ni qué va a hacer, ni
puede advertir, aunque quiera, a nada de aquello en que está.
2. Que, por cuanto aquí no sólo se purga el entendimiento de su
lumbre y la voluntad de sus afecciones, sino también la memoria de
sus discursos y noticias, conviene también aniquilarla acerca de todas
ellas, para que se cumpla lo que de sí dice David (Sal. 72, 22) en
esta purgación, es a saber: Fui yo aniquilado y no supe. El cual no
saber se refiere aquí a estas insipiencias y olvidos de la memoria, las
cuales enajenaciones y olvidos son causados del interior recogimiento
en que esta contemplación absorbe al alma. Porque, para que el alma
quede dispuesta y templada a lo divino con sus potencias para la
divina unión de amor, convenía que primero fuese absorta con todas
ellas en esta divina y oscura luz espiritual de contemplación, y así
fuese abstraída de todas las afecciones y aprensiones de criatura, lo
cual singularmente dura según es la intensión. Y así, cuanto esta
divina luz embiste más sencilla y pura en el alma, tanto más la
oscurece, vacía y aniquila acerca de sus aprensiones y afecciones
particulares, así de cosas de arriba como de abajo; y también, cuanto
menos sencilla y pura embiste, tanto menos la priva y menos oscura
le es. Que es cosa que parece increíble decir que la luz sobrenatural y
280
divina tanto más oscurece al alma cuanto ella tiene más de claridad y
pureza; y cuanto menos, le sea menos oscura. Lo cual se entiende
bien si consideramos lo que arriba queda probado con la sentencia
del Filósofo, conviene a saber; que las cosas sobrenaturales tanto son
a nuestro entendimiento más oscuras, cuanto ellas en sí son más
claras y manifiestas.
3. Y, para que más claramente se entienda, pondremos aquí una
semejanza de la luz natural y común. Vemos que el rayo del sol que
entra por la ventana, cuanto más limpio y puro es de átomos, tanto
menos claramente se ve, y cuanto más de átomos y motas tiene el
aire, tanto parece más claro al ojo. La causa es porque la luz no es la
que por sí misma se ve, sino el medio con que se ven las demás
cosas que embiste; y entonces ella, por la reverberación que hace en
ellas, también se ve, y si no diese en ellas, ni ellas ni ella se verían;
de tal manera que, si el rayo del sol entrase por la ventana de un
aposento y pasase por otra de la otra parte por medio del aposento,
como no topase en alguna cosa ni hubiese en el aire átomos en que
reverberar, no tendría el aposento más luz que antes, ni el rayo se
echaría de ver; antes, si bien se mirase, entonces hay más oscuridad
por donde está el rayo, porque priva y oscurece algo de la otra luz, y
él no se ve, porque, como habemos dicho, no hay objetos visibles en
que pueda reverberar.
4. Pues ni más ni menos hace este divino rayo de contemplación en el
alma, que, embistiendo en ella con su lumbre divina, excede la
natural del alma, y en esto la oscurece y priva de todas las
aprensiones y afecciones naturales que antes mediante la luz natural
aprehendía: y así, no sólo la deja oscura, sino también vacía según
las potencias y apetitos, así espirituales como naturales, y, dejándola
así vacía y a oscuras, la purga e ilumina con divina luz espiritual, sin
pensar el alma que la tiene, sino que está en tinieblas, como
habemos dicho del rayo, que, aunque está en medio del aposento, si
está puro y no tiene en qué topar, no se ve. Pero en esta luz
espiritual de que está embestida el alma, cuando tiene en qué
reverberar, esto es, cuando se ofrece alguna cosa que entender
espiritual y de perfección o de imperfección, por mínimo átomo que
sea, o juicio de lo que es falso o verdadero, luego lo ve y entiende
mucho más claramente que antes que estuviese en estas
oscuridades. Y, ni más ni menos conoce la luz que tiene espiritual
para conocer con facilidad la imperfección que se le ofrece, así como
cuando el rayo que habemos dicho está oscuro en el aposento,
aunque él no se ve, si se ofrece pasar por él una mano o cualquiera
cosa, luego se ve la mano, y se conoce que estaba allí aquella luz del
sol.
5. Donde, por ser esta luz espiritual tan sencilla, pura y general, no
afectada ni particularizada a ningún particular inteligible natural ni
divino, pues acerca de todas estas aprensiones tiene las potencias del
alma vacías y aniquiladas, de aquí es que con grande generalidad y
facilidad conoce y penetra el alma cualquiera cosa de arriba o de
281
abajo que se ofrece; que por eso dijo el Apóstol (1 Cor. 2, 10) que el
espiritual todas las cosas penetra, hasta los profundos de Dios.
Porque de esta sabiduría general y sencilla se entiende lo que por el
Sabio (Sab. 7, 24) dice el Espíritu Santo, es a saber: Que toca hasta
doquiera por su pureza, es a saber, porque no se particulariza a
ningún particular inteligible ni afección.
Y ésta es la propiedad del espíritu purgado y aniquilado acerca de
todas particulares afecciones e inteligencias, que, en este no gustar
nada ni entender nada en particular, morando en su vacío y tiniebla,
lo abraza todo con grande disposición, para que se verifique en él lo
de san Pablo (2 Cor. 6, 10): Nihil habentes, et omnia possidentes.
Porque tal bienaventuranza se debe a tal pobreza de espíritu.
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CAPÍTULO 9
Cómo aunque esta noche oscurece al espíritu, es para ilustrarle y
darle luz.
1. Resta, pues, decir aquí que en esta dichosa noche, aunque
oscurece el espíritu, no lo hace sino por darle luz todas las cosas; y,
aunque lo humilla y pone miserable, no es sino para ensalzarle y
levantarle; y, aunque le empobrece y vacía de toda posesión y
afección natural, no es sino para que divinamente pueda extender a
gozar y gustar de todas las cosas de arriba y de abajo, siendo con
libertad de espíritu general en todo.
Porque, así como los elementos para que se comuniquen en todos los
compuestos y entes naturales, conviene que con ninguna
particularidad de color, olor ni sabor estén afectados, para poder
concurrir con todos los sabores, olores y colores, así al espíritu le
conviene estar sencillo, puro y desnudo de todas maneras de
afecciones naturales, así actuales como habituales, para poder
comunicar con libertad con la anchura del espíritu con divina
Sabiduría, en que por su limpieza gusta todos los sabores de todas
las cosas con cierta eminencia de excelencia. Y sin esta purgación en
ninguna manera podrá sentir ni gustar la satisfacción de toda esta
abundancia de sabores espirituales; porque una sola afición que
tenga o particularidad a que esté el espíritu asido, actual o
habitualmente, basta para no sentir ni gustar ni comunicar la
delicadeza e íntimo sabor del espíritu de amor, que contiene en sí
todos los sabores con gran eminencia.
2. Porque, así como los hijos de Israel, sólo porque les había quedado
una sola afición y memoria de las carnes y comidas de Egipto (Ex. 16,
3), no podían gustar del delicado pan de ángeles en el desierto, que
era el maná, el cual, como dice la divina Escritura (Sab. 16, 21),
tenía suavidad de todos los gustos y se convertía al gusto que cada
uno quería, así no puede llegar a gustar los deleites del espíritu de
libertad, según la voluntad desea, el espíritu que todavía estuviere
afectado con alguna afición actual o habitual, o con particulares
inteligencias o cualquiera otra aprehensión.
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La razón de esto es porque las afecciones, sentimientos y
aprehensiones del espíritu perfecto, porque son divinas, son de otra
suerte y género tan diferente de lo natural y eminente, que, para
poseer las unas actual y habitualmente, habitual y actualmente se
han de expeler y aniquilar las otras, como hacen dos contrarios, que
no pueden estar juntos en un sujeto. Por tanto, conviene mucho y es
necesario para que el alma haya de pasar a estas grandezas, que
esta noche oscura de contemplación la aniquile y deshaga primero en
sus bajezas, poniéndola a oscuras, seca y apretada y vacía; porque la
luz que se le ha de dar es una altísima luz divina que excede toda luz
natural, que no cabe naturalmente en el entendimiento.
3. Y así, conviene que, para que el entendimiento pueda llegar a
unirse con ella y hacerse divino en el estado de perfección, sea
primero purgado y aniquilado en su lumbre natural, poniéndole
actualmente a oscuras por medio de esta oscura contemplación. La
cual tiniebla conviene que le dure tanto cuanto sea menester para
expeler y aniquilar el hábito que de mucho tiempo tiene en su
manera de entender en sí formado y, en su lugar, quede la ilustración
y luz divina. Y así, por cuanto aquella fuerza que tenía de entender
antes es natural, de aquí se sigue que las tinieblas que aquí padece
son profundas y horribles y muy penosas, porque, como se sienten
en la profunda sustancia del espíritu, parecen tinieblas sustanciales.
Ni más ni menos, por cuanto la afección de amor que se le ha de dar
en la divina unión de amor es divina, y por eso muy espiritual, sutil y
delicada y muy interior, que excede a todo afecto y sentimiento de la
voluntad, y todo apetito de ello, conviene que, para que la voluntad
pueda venir a sentir y gustar por unión de amor esta divina afección
y deleite tan subido, que no cae en la voluntad naturalmente, sea
primero purgada y aniquilada en todas sus afecciones y sentimientos,
dejándola en seco y en aprieto, tanto cuanto conviene según el hábito
que tenía de naturales afecciones, así acerca de lo divino como de lo
humano, para que, extenuada y enjuta y bien extricada en el fuego
de esta divina contemplación de todo género de demonio, como el
corazón del pez de Tobías en las brasas (Tb. 6, 19), tenga disposición
pura y sencilla y el paladar purgado y sano para sentir los subidos y
peregrinos toques del divino amor en que se verá transformada
divinamente, expelidas todas las contrariedades actuales y
habituales, como decimos, que antes tenía.
4. También porque en la dicha unión, a que la dispone y encamina
esta oscura noche, ha de estar el alma llena y dotada de cierta
magnificencia gloriosa en la comunicación con Dios, que encierra en
sí innumerables bienes de deleites que exceden toda la abundancia
que el alma naturalmente puede poseer, porque en tan flaco e
impuro natural no la puede recibir, porque, según dice Isaías (64, 4):
Ni ojo lo vio, ni oído lo oyó, ni cayó en corazón humano lo que
aparejó, etc., conviene que primero sea puesta el alma en vacío y
pobreza de espíritu, purgándola de todo arrimo, consuelo y aprensión
natural acerca de todo lo de arriba y de abajo, para que, así vacía,
283
esté bien pobre de espíritu y desnuda del hombre viejo para vivir
aquella nueva y bienaventurada vida que por medio de esta noche se
alcanza, que es el estado de la unión con Dios.
5. Y porque el alma ha de venir a tener un sentido y noticia divina
muy generosa y sabrosa acerca de todas las cosas divinas y humanas
que no cae en el común sentir y saber natural del alma (que les
mirará con ojos tan diferentes que antes, como difiere el espíritu del
sentido y lo divino de lo humano), conviénele al espíritu adelgazarse
y curtirse acerca del común y natural sentir, poniéndole por medio de
esta purgativa contemplación en grande angustia y aprieto, y a la
memoria remota de toda amigable y pacífica noticia, con sentido
interior y temple de peregrinación y extrañez de todas las cosas, en
que le parece que todas son extrañas y de otra manera que solían
ser.
Porque en esto va sacando esta noche al espíritu de su ordinario y
común sentir de las cosas, para traerle a sentido divino, el cual es
extraño y ajeno de toda humana manera. Aquí le parece el alma que
anda fuera de sí en penas. Otras veces piensa si es encantamiento el
que tiene o embelesamiento, y anda maravillada de las cosas que ve
y oye, pareciéndole muy peregrinas y extrañas, siendo las mismas
que solía tratar comúnmente; de lo cual es causa el irse ya haciendo
remota el alma y ajena del común sentido y noticia acerca de las
cosas, para que, aniquilada en éste, quede informada en el divino,
que es más de la otra vida que de ésta.
6. Todas estas aflictivas purgaciones del espíritu para reengendrarlo
en vida de espíritu por medio de esta divina influencia, las padece el
alma, y con estos dolores viene a parir el espíritu de salud, porque se
cumpla la sentencia de Isaías (26, 17-18), que dice: De tu faz, Señor,
concebimos, y estuvimos con dolores de parto, y parimos el espíritu
de salud.
Demás de esto, porque por medio de esta noche contemplativa se
dispone el alma para venir a la tranquilidad y paz interior, que es tal
y tan deleitable que, como dice la Iglesia, excede todo sentido (Fil. 4,
7), conviénele al alma que toda la paz primera que, por cuanto
estaba envuelta con imperfecciones, no era paz, aunque a la dicha
alma le parecía (porque andaba a su sabor, que era paz, paz, dos
voces, esto es, que tenía ya adquirida la paz del sentido y del
espíritu, según se veía llena de abundancias espirituales) que esta
paz del sentido y del espíritu, que, como digo, aún es imperfecta, sea
primero purgada en ella y quitada y perturbada de la paz, como lo
sentía y lloraba Jeremías en la autoridad que de él alegamos para
declarar las calamidades de esta noche pasada, diciendo: Quitada y
despedida está mi alma de la paz (Lm. 3, 17).
7. Esta es una penosa turbación de muchos recelos, imaginaciones y
combates que tiene el alma dentro de sí, en que, con la aprehensión
y sentimiento de las miserias en que se ve, sospecha que está
perdida y acabados sus bienes para siempre. De aquí es que trae en
el espíritu un dolor y gemido tan profundo que le causa fuertes
284
rugidos y bramidos espirituales, pronunciándolos a veces por la boca,
y resolviéndose en lágrimas cuando hay fuerza y virtud para poderlo
hacer, aunque las menos veces hay este alivio.
David declara muy bien esto, como quien tan bien lo experimentó, en
un salmo (37, 9) diciendo: Fui muy afligido y humillado, rugía del
gemido de mi corazón. El cual rugido es cosa de gran dolor, porque
algunas veces, con la súbita y aguda memoria de estas miserias en
que se ve el alma, tanto se levanta y cerca en dolor y pena las
afecciones del alma, que no sé cómo se podrá dar a entender sino
por la semejanza que el profeta Job (3, 24), estando en el mismo
trabajo de él, por estas palabras dice: De la manera que son las
avenidas de las aguas, así el rugido mío; porque así como algunas
veces las aguas hacen tales avenidas que todo lo anegan y llenan, así
este rugido y sentimiento del alma algunas veces crece tanto, que,
anegándola y traspasándola toda, llena de angustias y dolores
espirituales todos sus afectos profundos y fuerzas sobre todo lo que
se puede encarecer.
8. Tal es la obra que en ella hace esta noche encubridora de las
esperanzas de la luz del día. Porque a este propósito dice también el
profeta Job (30, 17): En la noche es horadada mi boca con dolores, y
los que me comen no duermen. Porque aquí por la boca se entiende
la voluntad, la cual es traspasada con estos dolores que en
despedazar al alma ni cesan ni duermen, porque las dudas y recelos
que traspasan al alma así nunca duermen.
9. Profunda es esta guerra y combate, porque la paz que espera ha
de ser muy profunda; y el dolor espiritual es íntimo y delgado, porque
el amor que ha de poseer ha de ser también muy íntimo y apurado;
porque, cuanto más íntima y esmerada ha de ser y quedar la obra,
tanto más íntima, esmerada y pura ha de ser la labor, y tanto más
fuerte cuando el edificio más firme. Por eso, como dice Job (30, 16,
27), se está marchitando en sí misma el alma, e hirviendo sus
interiores sin alguna esperanza.
Y ni más ni menos, porque el alma ha de venir a poseer y gozar en el
estado de perfección, a que por medio de esta purgativa noche
camina, a innumerables bienes de dones y virtudes, así según la
sustancia del alma como también según las potencias de ella,
conviene que primero generalmente se vea y sienta ajena y privada
de todos ellos y vacía y pobre de ellos, y le parezca que de ellos está
tan lejos, que no se pueda persuadir que jamás ha de venir a ellos,
sino que todo bien se le acabó; como también lo da a entender
Jeremías en la dicha autoridad (Lm. 3, 17), cuando dice: Olvidado
estoy de los bienes.
10. Pero veamos ahora cuál sea la causa por que siendo esta luz de
contemplación tan suave y amigable para el alma, que no hay más
que desear (pues, como arriba queda dicho, es la misma con que se
ha de unir el alma y hallar en ella todos los bienes en el estado de la
perfección que desea), le cause con su embestimiento a estos
principios tan penosos y esquivos efectos como aquí habemos dicho.
285
11. A esta duda fácilmente se responde diciendo lo que ya en parte
habemos dicho, y es que la causa de esto es que no hay de parte de
la contemplación e infusión divina cosa que de suyo pueda dar pena,
antes mucha suavidad y deleite, como después se dirá, sino que la
causa es la flaqueza e imperfección que entonces tiene el alma, y
disposiciones que en sí tiene y contrarios para recibirlos; en los
cuales embistiendo la dicha lumbre divina, ha de padecer el alma de
la manera ya dicha.
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CAPÍTULO 10
Explícase de raíz esta purgación por una comparación.
1. De donde, para mayor claridad de lo dicho y de lo que se ha de
decir, conviene aquí notar que esta purgativa y amorosa noticia o luz
divina que aquí decimos, de la misma manera se ha en el alma,
purgándola y disponiéndola para unirla consigo perfectamente, que
se ha el fuego en el madero para transformarle en sí. Porque el fuego
material, en aplicándose al madero, lo primero que hace es
comenzarle a secar, echándole la humedad fuera y haciéndole llorar
el agua que en sí tiene; luego le va poniendo negro, oscuro y feo, y
aun de mal olor, y, yéndole secando poco a poco, le va sacando a luz
y echando afuera todos los accidentes feos y oscuros que tiene
contrarios a fuego; y, finalmente, comenzándole a inflamar por de
fuera y calentarle, viene a transformarle en sí y ponerle tan hermoso
como el mismo fuego. En el cual término ya de parte del madero
ninguna pasión hay ni acción propia, salva la gravedad y cantidad
más espesa que la del fuego, porque las propiedades del fuego y
acciones tiene en sí; porque está seco, y seca; está caliente, y
calienta; está claro y esclarece; está ligero mucho más que antes,
obrando el fuego en él estas propiedades y efectos.
2. A este mismo modo, pues, habemos de filosofar acerca de este
divino fuego de amor de contemplación, que, antes que una y
transforme el alma en sí, primero la purga de todos sus accidentes
contrarios; hácela salir afuera sus fealdades y pónela negra y oscura,
y así parece peor que antes y más fea y abominable que solía.
Porque, como esta divina purga anda removiendo todos los malos y
viciosos humores, que por estar ellos muy arraigados y asentados en
el alma, no los echaba ella de ver, y así no entendía que tenía en sí
tanto mal; y ahora, para echarlos fuera y aniquilarlos, se los ponen al
ojo, y los ve tan claramente alumbrada por esta oscura luz de divina
contemplación (aunque no es peor que antes, ni en sí ni para con
Dios), como ve en sí lo que antes no veía, parécele claro que está
mal, que no sólo no está para que Dios la vea, mas que está para que
la aborrezca, y que ya la tiene aborrecida. De esta comparación
podemos ahora entender muchas cosas acerca de lo que vamos
diciendo y pensamos decir.
3. Lo primero, podemos entender cómo la misma luz y sabiduría
amorosa que se ha de unir y transformar en el alma, es la misma que
286
al principio la purga y dispone; así como el mismo fuego que
transforma en sí al madero incorporándose en él, es el que primero le
estuvo disponiendo para el mismo efecto.
4. Lo segundo, echaremos de ver cómo estas penalidades no las
siente el alma de parte de la dicha sabiduría, pues, como dice el
Sabio (Sab. 7, 11), todos los bienes juntos le vienen al alma con ella,
sino de parte de la flaqueza e imperfección que tiene el alma para no
poder recibir sin esta purgación su luz divina, suavidad y deleite (así
como el madero, que no puede luego que se le aplica el fuego ser
transformado hasta que sea dispuesto), y por eso pena tanto. Lo cual
el Eclesiástico (51, 29) aprueba bien, diciendo lo que él padeció para
venir a unirse con ella y gozarla, diciendo así: Mi ánima agonizó en
ella, y mis entrañas se enturbiaron en adquirirla; por eso poseeré
buena posesión.
5. Lo tercero, podemos sacar de aquí de camino la manera de penar
de los del purgatorio. Porque el fuego no tendría en ellos poder,
aunque se les aplicase, si ellos no tuviesen imperfecciones en qué
padecer, que son la materia en que allí puede el fuego; la cual
acabada, no hay más que arder; como aquí, acabadas las
imperfecciones, se acaba el penar del alma y queda el gozar.
6. Lo cuarto, sacaremos de aquí cómo al modo que se va purgando y
purificando por medio de este fuego de amor, se va más inflamando
en amor; así como el madero, al modo y paso que se va disponiendo,
se va más calentando. Aunque esta inflamación de amor no siempre
la siente el alma, sino algunas veces cuando deja de embestir la
contemplación tan fuertemente, porque entonces tiene lugar el alma
de ver y aun de gozar la labor que se va haciendo, porque se la
descubren; porque parece que alzan la mano de la obra y sacan al
hierro de la hornaza para que parezca en alguna manera la labor que
se va haciendo; y entonces hay lugar para que el alma eche de ver
en sí el bien que no veía cuando andaba la obra. Así también, cuando
deja de herir la llama en el madero, se da lugar para que se vea bien
cuánto haya inflamádole.
7. Lo quinto, sacaremos también de esta comparación lo que arriba
queda dicho, conviene a saber, cómo sea verdad que después de
estos alivios vuelve el alma a padecer más intensa y delgadamente
que antes. Porque, después de aquella muestra, que se hace después
que se han purificado las imperfecciones más de afuera, vuelve el
fuego de amor a herir en lo que está por consumir y purificar más
adentro. En lo cual es más íntimo y sutil y espiritual el padecer del
alma, cuanto le va adelgazando las más íntimas y delgadas y
espirituales imperfecciones y más arraigadas en lo más adentro. Y
esto acaece al modo que en el madero: cuando el fuego va entrando
más adentro, va con más fuerza y furor disponiendo a lo más interior
para poseerlo.
8. Lo sexto, se sacará también de aquí la causa por que le parece al
alma que todo bien se le acabó y que está llena de males, pues otra
cosa en este tiempo no la llega sino todo amarguras; así también
287
como al madero, que aire ni otra cosa da en él más que fuego
consumidor. Pero, después que se hagan otras muestras como las
primeras, gozará más de adentro, porque ya se hizo la purificación
más adentro.
9. Lo séptimo, sacaremos que, aunque el alma se goza muy
anchamente en estos intervalos (tanto que, como dijimos, a veces le
parece que no han de volver más), con todo, cuando han de volver
presto, no deja de sentir, si advierte (y a veces ella se hace advertir)
una raíz que queda, que no deja tener el gozo cumplido, porque
parece que está amenazando para volver a embestir; y cuando es
así, presto vuelve. En fin, aquello que está por purgar e ilustrar más
adentro, no se puede bien encubrir al alma acerca de lo ya purificado;
así como también en el madero lo que más adentro está por ilustrar
es bien sensible la diferencia que tiene de lo purgado; y cuando
vuelve a embestir más adentro esta purificación no hay que
maravillar que le parezca al alma otra vez que todo el bien se le
acabó, y que no piense volver más a los bienes, pues que, puesta en
pasiones más interiores, todo el bien de afuera se le cegó.
10. Llevando, pues, delante de los ojos esta comparación con la
noticia que ya queda dada sobre el primer verso de la primera
canción de esta oscura noche y de sus propiedades terribles, será
bueno salir de estas cosas tristes del alma y comenzar ya a tratar del
fruto de sus lágrimas y de sus propiedades dichosas, que se
comienzan a cantar desde este segundo verso:
Con ansias en amores inflamada.
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CAPÍTULO 11
Comiénzase a explicar el segundo verso de la primera canción. Dice
cómo el alma, por fruto de estos rigurosos aprietos, se halla con
vehemente pasión de amor divino.
1. En el cual verso da a entender el alma el fuego de amor que
habemos dicho, que, a manera del fuego material en el madero, se
va prendiendo en el alma en esta noche de contemplación penosa. La
cual inflamación, aunque es en cierta manera como la que arriba
declaramos que pasaba en la parte sensitiva del alma, es en alguna
manera tan diferente de aquélla ésta que ahora dice, como lo es el
alma del cuerpo, o la parte espiritual de la sensitiva. Porque ésta es
una inflamación de amor en el espíritu en que, en medio de estos
oscuros aprietos, se siente estar herida el alma viva y agudamente en
fuerte amor divino en cierto sentimiento y barrunto de Dios, aunque
sin entender cosa particular, porque, como decimos, el entendimiento
está a oscuras.
2. Siéntese aquí el espíritu apasionado en amor mucho, porque esta
inflamación espiritual hace pasión de amor; que, por cuanto este
amor es infuso, es más pasivo que activo, y así engendra en el alma
pasión fuerte de amor. Va teniendo ya este amor algo de unión con
Dios, y así participa algo de sus propiedades, las cuales son más
288
acciones de Dios que de la misma alma, las cuales se sujetan en ella
pasivamente; aunque el alma lo que aquí hace es dar el
consentimiento; mas al calor y fuerza, y temple y pasión de amor o
inflamación, como aquí la llama el alma, sólo el amor de Dios que se
va uniendo con ella se le pega. El cual amor tanto más lugar y
disposición halla con el alma para unirse y herir en ella, cuanto más
encerrados, enajenados e inhabilitados le tiene todos los apetitos
para gustar de cosa del cielo ni de la tierra.
3. Lo cual en esta oscura purgación, como ya queda dicho, acaece en
gran manera, pues tiene Dios tan destetados los gustos y tan
recogidos, que no pueden gustar de cosa que ellos quieran. Todo lo
cual hace Dios a fin de que, apartándolos y recogiéndolos todos para
sí, tenga el alma más fortaleza y habilidad para recibir esta fuerte
unión de amor de Dios, que por este medio purgativo le comienza ya
a dar, en que el alma ha de amar con gran fuerza de todas las
fuerzas y apetitos espirituales y sensitivos del alma: lo cual no podría
ser si ellos se derramasen en gustar de otra cosa. Que, por eso, para
poder David recibir la fortaleza del amor de esta unión de Dios, decía
a Dios (Sal. 58, 10): Mi fortaleza guardaré para ti, esto es, de toda la
habilidad y apetitos y fuerzas de mis potencias, no queriendo emplear
su operación ni gusto fuera de ti en otra cosa.
4. Según esto, en alguna manera se podría considerar cuánta y cuán
fuerte podrá ser esta inflamación de amor en el espíritu, donde Dios
tiene recogidas todas las fuerzas, potencias y apetitos del alma, así
espirituales como sensitivas, para que toda esta armonía emplee sus
fuerzas y virtud en este amor, y así venga a cumplir de veras con el
primer precepto, que, no desechando nada del hombre ni excluyendo
cosa suya de este amor, dice (Dt. 6, 5): Amarás a tu Dios de todo tu
corazón, y de toda tu mente, y de toda tu alma, y de todas tus
fuerzas.
5. Recogidos aquí, pues, en esta inflamación de amor todos los
apetitos y fuerzas del alma, estando ella herida y tocada, según todos
ellos, y apasionada, ¿cuáles podremos entender que serán los
movimientos y digresiones de todas estas fuerzas y apetitos,
viéndose inflamadas y heridas de fuerte amor y sin la posesión y
satisfacción de él, en oscuridad y duda?; sin duda, padeciendo
hambre, como los canes, que dice David (Sal. 58, 7, 15-16) rodearon
la ciudad, y, no se viendo hartos de este amor, quedaron ahullando y
gimiendo. Porque el toque de este amor y fuego divino de tal manera
seca al espíritu y le enciende tanto los apetitos por satisfacer su sed
de este divino amor, que da mil vueltas en sí y se ha de mil modos y
maneras a Dios con la codicia y deseo del apetito. David da muy bien
a entender esto en un salmo (62, 2), diciendo: Mi alma tuvo sed de
ti: ¡cuán de muchas maneras se ha mi carne a ti!, esto es, en deseos.
Y otra translación dice: Mi alma tuvo sed de ti, mi alma se pierde o
perece por ti.
6. Esta es la causa por que dice el alma en el verso que "con ansias
en amores" y no dice: "con ansias en amor inflamada", porque en
289
todas las cosas y pensamientos que en sí revuelve y en todos los
negocios y cosas que se le ofrecen ama de muchas maneras, y desea
y padece en el deseo también a este modo en muchas maneras en
todos los tiempos y lugares, no sosegando en cosa, sintiendo esta
ansia en la inflamada herida, según el profeta Job (7, 2-4) lo da a
entender, diciendo: Así como el siervo desea la sombra y como el
mercenario desea el fin de su obra, así tuve yo los meses vacíos y
conté las noches prolijas y trabajosas para mí. Si me recostare a
dormir, diré: ¿cuándo me levantaré? Y luego esperaré la tarde, y seré
lleno de dolores hasta las tinieblas de la noche.
Hácesele a esta alma todo angosto, no cabe en sí, no cabe en el cielo
ni en la tierra, y llénase de dolores hasta las tinieblas que aquí dice
Job, hablando espiritualmente y a nuestro propósito: esperar y
padecer sin consuelo de cierta esperanza de alguna luz y bien
espiritual, como aquí lo padece el alma. De donde el ansia y pena de
esta alma en esta inflamación de amor es mayor, por cuanto es
multiplicada de dos partes: lo uno, de parte de las tinieblas
espirituales en que se ve, que con sus dudas y recelos la afligen; lo
otro, de parte del amor de Dios, que la inflama y estimula, que con
su herida amorosa ya maravillosamente la atemoriza.
7. Las cuales dos maneras de padecer en semejante sazón da bien a
entender Isaías (26, 9), diciendo: Mi alma te deseó en la noche, esto
es, en la miseria; y ésta es la una manera de padecer de parte de
esta noche oscura. Pero con mi espíritu, dice, en mis entrañas hasta
la mañana velaré por ti; y ésta es la segunda manera de penar en
deseo y ansia de parte del amor en las entrañas del espíritu, que son
las afecciones espirituales.
Pero en medio de estas penas oscuras y amorosas siente el alma
cierta compañía y fuerza en su interior, que la acompaña y esfuerza
tanto, que, si se le acaba este peso de apretada tiniebla, muchas
veces se siente sola, vacía y floja. Y la causa es entonces que, como
la fuerza y eficacia del alma era pegada y comunicada pasivamente
del fuego tenebroso de amor que en ella embestía, de aquí es que,
cesando de embestir en ella, cesa la tiniebla y la fuerza y calor de
amor en el alma.
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CAPÍTULO 12
Dice cómo esta horrible noche es purgatorio, y cómo en ella ilumina
la divina Sabiduría a los hombres en el suelo con la misma
iluminación que purga e ilumina a los ángeles en el cielo.
1. Por lo dicho echaremos de ver cómo esta oscura noche de fuego
amoroso, así como a oscuras va al alma inflamando. Echaremos de
ver también cómo, así como se purgan los espíritus en la otra vida
con fuego tenebroso material, en esta vida se purgan y limpian con
fuego amoroso tenebroso espiritual; porque ésta es la diferencia: que
allá se limpian con fuego, y acá se limpian e iluminan sólo con amor.
El cual amor pidió David (Sal. 50, 12)) cuando dijo: Cor mundum
290
crea in me, Deus, etc. Porque la limpieza de corazón no es menos
que el amor y gracia de Dios; porque los limpios de corazón son
llamados por nuestro Salvador bienaventurados (Mt. 5, 8), lo cual es
tanto como decir "enamorados", pues que la bienaventuranza no se
da por menos que amor.
2. Y que se purgue iluminándose el alma con este fuego de sabiduría
amorosa (porque nunca da Dios sabiduría mística sin amor, pues el
mismo amor la infunde), muéstralo bien Jeremías (Lm. 1, 13) donde
dice: Envió fuego en mis huesos y enseñóme. Y David (Sal. 111, 7)
dice que la sabiduría de Dios es plata examinada en fuego, esto es,
en fuego purgativo de amor. Porque esta oscura contemplación
juntamente infunde en el alma amor y sabiduría, a cada uno según su
capacidad y necesidad, alumbrando al alma y purgándola, como dice
el Sabio (Ecli. 51, 25-26) de sus ignorancias, como dice que lo hizo
con él.
3. De aquí también inferiremos que purga estas almas y las ilumina la
misma Sabiduría de Dios que purga a los ángeles de sus ignorancias,
haciéndolos saber, alumbrándolos de lo que no sabían, derivándose
desde Dios por las jerarquías primeras hasta las postreras, y de ahí a
los hombres. Que, por eso, todas las obras que hacen los ángeles e
inspiraciones, se dicen con verdad en la Escritura y propiedad
hacerlas Dios y hacerlas ellos; porque de ordinario las deriva por
ellos, y ellos también de unos en otros sin alguna dilación, así como
el rayo del sol comunicado de muchas vidrieras ordenadas entre sí;
que, aunque es verdad que de suyo el rayo pasa por todas, todavía
cada una le envía e infunde en la otra más modificado, conforme al
modo de aquella vidriera, algo más abreviada y remisamente, según
ella está más o menos cerca del sol.
4. De donde se sigue que los superiores espíritus y los de abajo,
cuanto más cercanos están a Dios, más purgados están y clarificados
con más general purificación; y que los postreros recibirán esta
iluminación muy más tenue y remota. De donde se sigue que el
hombre, que está el postrero, hasta el cual se viene derivando esta
contemplación de Dios amorosa, cuando Dios se la quiere dar, que la
ha de recibir a su modo, muy limitada y penosamente.
Porque la luz de Dios que al ángel ilumina, esclareciéndole y
suavizándole en amor, por ser puro espíritu, dispuesto para la tal
infusión, al hombre, por ser impuro y flaco, naturalmente le ilumina,
como arriba queda dicho, oscureciéndole, dándole pena y aprieto,
como hace el sol al ojo legañoso y enfermo, y le enamora apasionada
y aflictivamente, hasta que este mismo fuego de amor le espiritualice
y sutilice, purificándole hasta que con suavidad pueda recibir la unión
de esta amada influencia a modo de los ángeles y ya purgado, como
después diremos, mediante el Señor. Pero, en el entretanto, esa
contemplación y noticia amorosa recíbela con el aprieto y ansia de
amor que decimos aquí.
5. Esta inflamación y ansia de amor no siempre el alma la anda
sintiendo; porque a los principios que comienza esta purgación
291
espiritual, todo se le va a este divino fuego más en enjugar y
disponer la madera del alma que en calentarla; pero ya, andando el
tiempo, cuando ya este fuego va calentando el alma, muy de
ordinario siente esta inflamación y calor de amor.
Aquí, como se va más purgando el entendimiento por medio de esta
tiniebla, acaece que algunas veces esta mística y amorosa teología,
juntamente con inflamar la voluntad, hiere también ilustrando la otra
potencia del entendimiento con alguna noticia y lumbre divina, tan
sabrosa y delgadamente, que, ayudada de ella, la voluntad se
afervora maravillosamente, ardiendo en ella, sin ella hacerse nada,
ese divino fuego de amor en vivas llamas, de manera que ya al alma
le parece él vivo fuego por causa de la viva inteligencia que se le da.
Y de aquí es aquello que dice David en un salmo (38, 4), diciendo:
Calentóse mi corazón dentro de mí, y cierto fuego, en tanto que yo
entendía, se encendía.
6. Y este entendimiento de amor con unión de estas dos potencias,
entendimiento y voluntad, que se unen aquí, es cosa de gran riqueza
y deleite para el alma; porque es cierto toque en la Divinidad y ya
principios de la perfección de la unión de amor que espera. Y así, a
este toque de tan subido sentir y amor de Dios no se llega sino
habiendo pasado muchos trabajos y gran parte de la purgación; mas
para otros más bajos, que muy ordinariamente acaecen, no es
menester tanta purgación.
7. De lo que habemos dicho aquí se colige cómo en estos bienes
espirituales, que pasivamente se infunden por Dios en el alma, puede
muy bien amar la voluntad sin entender el entendimiento, así como el
entendimiento puede entender sin que ame la voluntad; porque, pues
esta noche oscura de contemplación consta de luz divina y amor, así
como el fuego tiene luz y calor, no es inconveniente que, cuando se
comunica esta luz amorosa, algunas veces hiera más en la voluntad,
inflamándola con el amor, dejando a oscuras al entendimiento sin
herir en él con la luz; y otras, alumbrándole con la luz, dando
inteligencia, dejando seca la voluntad, como también acaece poder
recibir el calor del fuego sin ver la luz, y también ver la luz sin recibir
el calor del fuego, y esto obrándolo el Señor que infunde como
quiere.
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CAPÍTULO 13
De otros sabrosos efectos que obra en el alma esta oscura noche de
contemplación.
1. Por este modo de inflamación podemos entender alguno de los
sabrosos efectos que va ya obrando en el alma esta contemplación;
porque algunas veces, según acabamos de decir, en medio de estas
oscuridades es ilustrada el alma, y luce la luz en las tinieblas (Jn. 1,
5), derivándose esta inteligencia mística al entendimiento,
quedándose seca la voluntad, quiero decir, sin unión actual de amor,
con una serenidad y sencillez tan delgada y deleitable al sentido del
292
alma, que no se le puede poner nombre, unas veces en una manera
de sentir de Dios, otras en otra.
2. Algunas veces también hiere juntamente, como queda dicho, en la
voluntad, y prende el amor subida, tierna y fuertemente, porque ya
decimos que se unen algunas veces estas dos potencias
entendimiento y voluntad, cuando se va más purgando el
entendimiento; tanto más perfecta y calificadamente cuanto ellas
más van; pero, antes de llegar aquí, más común es sentir la voluntad
el toque de la inflamación que el entendimiento el de la inteligencia.
3. Pero parece aquí una duda, y es: ¿por qué, pues estas potencias
se van purgando a la par, se siente a los principios más comúnmente
en la voluntad la inflamación y amor de la contemplación purgativa,
que en el entendimiento la inteligencia de ella?
A esto se responde que aquí no hiere derechamente este amor pasivo
en la voluntad, porque la voluntad es libre, y esta inflamación de
amor más es pasión de amor que acto libre de la voluntad; porque
hiere en la sustancia del alma este calor de amor, y así mueve las
afecciones pasivamente. Y así, ésta antes se llama pasión de amor
que acto libre de la voluntad; el cual, en tanto se llama acto de la
voluntad, en cuanto es libre. Pero, porque estas pasiones y
afecciones se reducen a la voluntad, por eso se dice que, si el alma
está apasionada con alguna afección, lo está la voluntad, y así es la
verdad; porque de esta manera se cautiva la voluntad y pierde su
libertad, de manera que la lleva tras sí el ímpetu y fuerza de la
pasión. Y por eso podemos decir que esta inflamación de amor es en
la voluntad, esto es, inflama al apetito de la voluntad; y así, ésta
antes se llama, como decimos, pasión de amor que obra libre de la
voluntad. Y porque la pasión receptiva del entendimiento sólo puede
recibir la inteligencia desnuda y pasivamente (y esto no puede sin
estar purgado), por eso, antes que lo esté, siente el alma menos
veces el toque de inteligencia que el de la pasión de amor. Porque
para esto no es menester que la voluntad esté tan purgada acerca de
las pasiones, pues que aún las pasiones la ayudan a sentir amor
apasionado.
4. Esta inflamación y sed de amor, por ser ya aquí del espíritu, es
diferentísima de la otra que dijimos en la noche del sentido. Porque,
aunque aquí el sentido también lleva su parte, porque no deja de
participar del trabajo del espíritu, pero la raíz y el vivo de la sed de
amor siéntese en la parte superior del alma, esto es, en el espíritu,
sintiendo y entendiendo de tal manera lo que siente y la falta que le
hace lo que desea, que todo el penar del sentido, aunque sin
comparación es mayor que en la primera noche sensitiva, no le tiene
en nada, porque en el interior conoce una falta de un gran bien, que
con nada ve se puede medir.
5. Pero aquí conviene notar que, aunque a los principios, cuando
comienza esta noche espiritual, no se siente esta inflamación de
amor, por no haber empezado este fuego de amor a emprender, en
lugar de eso da desde luego Dios al alma un amor estimativo tan
293
grande de Dios, que, como habemos dicho, todo lo más que padece y
siente en los trabajos de esta noche, es ansia de pensar si tiene
perdido a Dios y pensar si está dejada de él. Y así, siempre podremos
decir que desde el principio de esta noche va el alma tocada con
ansias de amor, ahora de estimación, ahora también de inflamación.
Y vese que la mayor pasión que siente en estos trabajos es este
recelo; porque, si entonces se pudiese certificar que no está todo
perdido y acabado, sino que aquello que pasa es por mejor, como lo
es, y que Dios no está enojado, no se le daría nada de todas aquellas
penas, antes se holgaría sabiendo que de ello se sirve Dios. Porque es
tan grande el amor de estimación que tiene a Dios, aunque a oscuras
sin sentirlo ella, que no sólo eso, sino que se holgaría de morir
muchas veces por satisfacerle. Pero cuando ya la llama ha inflamado
el alma, juntamente con la estimación que ya tiene de Dios, tal fuerza
y brío suele cobrar y ansia con Dios, comunicándose el calor de amor,
que, con grande osadía, sin mirar en cosa alguna, ni tener respeto a
nada, en la fuerza y embriaguez del amor y deseo, sin mirar lo que
hace, haría cosas extrañas e inusitadas por cualquier modo y manera
que se le ofrece (por) poder encontrar con el que ama su alma.
6. Esta es la causa por que María Magdalena, con ser tan estimada en
sí como antes era, no le hizo al caso la turba de hombres principales
y no principales del convite, ni el mirar que no venía bien ni lo
parecería ir a llorar y derramar lágrimas entre los convidados (Lc. 7,
37-38), a trueque de, sin dilatar una hora esperando otro tiempo y
sazón, poder llegar ante aquel de quien estaba ya su alma herida e
inflamada. Y ésta es la embriaguez y osadía de amor, que, con saber
que su Amado estaba encerrado en el sepulcro con una gran piedra
sellada y cercado de soldados -que por que no le hurtasen sus
discípulos le guardaban (Mt. 27, 60-66)- no le dio lugar para que
alguna de estas cosas se le pusiese delante, para que dejara de ir
antes del día con los ungüentos para ungirle (Jn. 20, 1).
7. Y, finalmente, esta embriaguez y ansia de amor la hizo preguntar
al que, creyendo que era el hortelano, le había hurtado del sepulcro,
que le dijese, si le había él tomado, dónde le había puesto, para que
ella le tomase (Jn. 20, 15); no mirando que aquella pregunta, en libre
juicio y razón, era disparate, pues que está claro que si el otro lo
había hurtado, no se lo había de decir, ni menos se lo había de dejar
tomar.
Pero esto tiene la fuerza y vehemencia de amor, que todo le parece
posible y todos le parece que andan en lo mismo que anda él; porque
no cree que hay otra cosa en que nadie se deba emplear, ni buscar
sino a quien ella busca y a quien ella ama, pareciéndole que no hay
otra cosa que querer ni en qué se emplear sino aquello, y que
también todos andan en aquello. Que, por eso, cuando la Esposa salió
a buscar a su amado por las plazas y arrabales, creyendo que los
demás andaban en lo mismo, les dijo que, si lo hallasen ellos, le
hablasen, diciendo de ella que penaba de su amor (Ct. 5, 8). Tal era
la fuerza del amor de esta María, que le pareció que, si el hortelano le
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dijera dónde le había escondido, fuera ella y lo tomara, aunque más
le fuera defendido.
8. A este talle, pues, son las ansias de amor que va sintiendo esta
alma, cuando ya va aprovechada en esta espiritual purgación. Porque
de noche se levanta, esto es, en estas tinieblas purgativas según las
afecciones de la voluntad; y con las ansias y fuerzas que la leona u
osa va a buscar sus cachorros cuando se los han quitado y no los
halla (2 Re. 17, 8; Os. 13, 8), anda herida esta alma a buscar a su
Dios, porque, como está en tinieblas, siéntese sin él, estando
muriendo de amor por él. Y éste es el amor impaciente, que no puede
durar mucho el sujeto sin recibir o morir, según el que tenía Raquel a
los hijos cuando dijo a Jacob: Dame hijos; si no, moriré (Gn. 30, 1).
9. Pero es aquí de ver cómo el alma, sintiéndose tan miserable y tan
indigna de Dios, como hace aquí en estas tinieblas purgativas, tenga
tan osada y atrevida fuerza para ir a juntarse con Dios. La causa es
que, como ya el amor le va dando fuerza con que le ame de veras, y
la propiedad del amor sea quererse unir y juntar e igualar y asimilar a
la cosa amada, para perfeccionarse en el bien de amor, de aquí es
que, no estando esta alma perfeccionada en amor, por no haber
llegado a la unión, la hambre y sed que tiene de lo que le falta, que
es la unión, y las fuerzas que ya el amor ha puesto en la voluntad con
que le ha hecho apasionada, la haga ser osada y atrevida según la
voluntad inflamada, aunque según el entendimiento, por estar a
oscuras y no ilustrado, se siente indigno y se conoce miserable.
10. No quiero dejar aquí de decir la causa por que, pues esta luz
divina es siempre luz para el alma, no la da, luego que embiste en
ella, luz, como lo hace después, antes le causa las tinieblas y trabajos
que habemos dicho. Algo estaba ya dicho antes de esto, pero a este
particular se responde: que las tinieblas y los demás males que el
alma siente cuando esta divina luz embiste, no son tinieblas ni males
de la luz, sino de la misma alma, y la luz le alumbra para que las vea.
De donde, desde luego le da luz esta divina luz; pero con ella no
puede ver el alma primero sino lo que tiene más cerca de sí o, por
mejor decir, en sí, que son sus tinieblas o miserias, las cuales ve ya
por la misericordia de Dios, y antes no las veía, porque no daba en
ella esta luz sobrenatural. Y ésta es la causa por que al principio no
siente sino tinieblas y males; mas, después de purgada con el
conocimiento y sentimiento de ellos, tendrá ojos para que esta luz la
muestre los bienes de la luz divina; expelidas ya todas estas tinieblas
e impresiones del alma, ya parece que van pareciendo los provechos
y bienes grandes que va consiguiendo el alma en esta dichosa noche
de contemplación.
11. Pues por lo dicho queda entendido cómo Dios hace merced aquí al
alma de limpiarla y curarla con esta fuerte lejía y amarga purga,
según la parte sensitiva y la espiritual, de todas las afecciones y
hábitos imperfectos que en sí tenía acerca de lo temporal y de lo
natural, sensitivo y especulativo y espiritual, oscureciéndole las
potencias interiores y vaciándoselas acerca de todo esto, y
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apretándole y enjugándole las afecciones sensitivas y espirituales, y
debilitándole y adelgazándole las fuerzas naturales del alma acerca
de todo ello (lo cual nunca el alma por sí misma pudiera conseguir,
como luego diremos) haciéndola Dios desfallecer en esta manera a
todo lo que no es Dios naturalmente, para irla vistiendo de nuevo,
desnuda y desollada ya ella de su antiguo pellejo. Y así, se le
renueva, como al águila, su juventud (Sal. 102, 5), quedando vestida
del nuevo hombre, que es criado, como dice el Apóstol (Ef. 4, 24),
según Dios. Lo cual no es otra cosa sino alumbrarle el entendimiento
con la lumbre sobrenatural, de manera que de entendimiento
humano se haga divino unido con el divino; y, ni más ni menos,
informarle la voluntad de amor divino, de manera que ya no sea
voluntad menos que divina, no amando menos que divinamente,
hecha y unida en uno con la divina voluntad y amor; y la memoria, ni
más ni menos: y también las afecciones y apetitos todos mudados y
vueltos según Dios divinamente. Y así, esta alma será ya alma del
cielo, celestial, y más divina que humana.
Todo lo cual, según se ha ido viendo por lo que habemos dicho, va
Dios haciendo y obrando en ella por medio de esta noche,
ilustrándola e inflamándola divinamente con ansias de solo Dios, y no
de otra cosa alguna. Por lo cual, muy justa y razonablemente añade
luego el alma el tercer verso de la canción, que dice:
¡oh dichosa ventura!
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CAPITULO 14 [San Juan de la Cruz OBRASCOMPLETAS
Noche Oscura]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LAS OBRAS COMPLETAS DE SAN JUAN DE LA CRUZ
ÍNDICE DE LA NOCHE OSCURA
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CAPÍTULO 14
En que se ponen y explican los tres versos últimos de la primera
canción.
1. Esta "dichosa ventura" fue por lo que dice luego en los siguientes
versos, diciendo:
salí sin ser notada estando ya mi casa sosegada,
tomando la metáfora del que, por hacer mejor su hecho, sale de su
casa de noche, a oscuras, sosegados ya los de la casa, porque
ninguno se lo estorbe.
Porque, como esta alma había de salir a hacer un hecho tan heroico y
tan raro, que era unirse con su Amado divino afuera, porque el
Amado no se halla sino solo afuera, en la soledad, que por eso la
Esposa le deseaba hallar solo, diciendo (Ct. 8, 1): ¿Quién te me
diese, hermano mío, que te hallase yo solo afuera y se comunicase
contigo mi amor?, conviénele al alma enamorada, para conseguir su
fin deseado, hacerlo también así, que saliese de noche, adormidos y
sosegados todos los domésticos de su casa, esto es, las operaciones
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bajas y pasiones y apetitos de su alma adormidos y apagados por
medio de esta noche, que son la gente de casa, que recordada,
siempre estorban el alma estos sus bienes, enemiga de que el alma
salga libre a ellos. Porque éstos son los domésticos que dice nuestro
Salvador en el Evangelio (Mt. 10, 36) que son los enemigos del
hombre. Y así convenía que las operaciones de éstos con sus
movimientos estén dormidos en esta noche, para que no impidan al
alma los bienes sobrenaturales de la unión de amor de Dios, porque
durante la viveza y operación de éstos no puede ser; porque toda su
obra y movimiento natural antes estorba que ayuda a recibir los
bienes espirituales de la unión de amor, por cuanto queda corta toda
habilidad natural acerca de los bienes sobrenaturales que Dios por
sólo infusión suya pone en el alma pasiva y secretamente, en el
silencio. Y así es menester que le tengan todas las potencias y se
hayan pasivamente para recibirle, no entremetiendo allí su baja obra
y vil inclinación.
2. Pero fue dichosa ventura en esta alma que Dios en esta noche le
adormeciese toda la gente doméstica de su casa, esto es, todas las
potencias, pasiones, afecciones y apetitos que viven en el alma
sensitiva y espiritualmente, para que ella, sin ser notada, esto es, sin
ser impedida de estas afecciones, etc., (por quedar ellas adormidas y
mortificadas en esta noche, en que las dejaron a oscuras para que no
pudiesen notar ni sentir a su modo bajo natural, y así impidiesen al
alma el salir de sí y de la casa de la sensualidad) (llegase) a la unión
espiritual de perfecto amor de Dios.
3. ¡Oh, cuán dichosa ventura es poder el alma librarse de la casa de
la sensualidad! No se puede bien entender si no fuera, a mi ver, el
alma que ha gustado de ello; porque verá claro cuán mísera
servidumbre era la que tenía y a cuántas miserias estaba sujeta
cuando lo estaba a la obra de sus potencias y apetitos y conocerá
cómo la vida del espíritu es verdadera libertad y riqueza que trae
consigo bienes inestimables, como iremos notando algunos de ellos
en las siguientes canciones, en que se verá más claro cuánta razón
tenga el alma de cantar por dichosa ventura el paso de esta horrenda
noche que arriba queda dicho.
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CAPÍTULO 15
Pónese la segunda canción y su declaración.
CANCIÓN 2ª
A oscuras y segura por la secreta escala, disfrazada, ¡oh dichosa
ventura!, a oscuras y en celada, estando ya mi casa sosegada.
DECLARACIÓN
1. Va el alma cantando en esta canción todavía algunas propiedades
de la oscuridad de esta noche, repitiendo la buena dicha que le vino
con ellas. Dícelas, respondiendo a cierta objeción tácita, diciendo que
no se piense que, por haber en esta noche y oscuridad pasado por
tanta tormenta de angustias, dudas, recelos y horrores, como se ha
297
dicho, corría por eso más peligro de perderse, porque antes en la
oscuridad de esta noche se ganó; porque en ella se libraba y
escapaba sutilmente de sus contrarios, que le impedían siempre el
paso, porque en la oscuridad de la noche iba mudado el traje y
disfrazada con tres libreas y colores que después diremos, y por una
escala muy secreta, que ninguno de casa lo sabía, que, como también
en su lugar notaremos, es la viva fe, por la cual salió tan encubierta y
en celada, para poder bien hacer su hecho, que no podía dejar de ir
muy segura, mayormente estando ya en esta noche purgativa los
apetitos, afecciones y pasiones, etc., de su ánima adormidos,
morticados y apagados, que son los que, estando despiertos y vivos,
no se lo consintieron. Síguese, pues, el verso, y dice así:
A oscuras y segura.
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CAPÍTULO 16
Pónese el primer verso y explícase cómo, yendo el alma a oscuras, va
segura.
1. La oscuridad que aquí dice el alma, ya habemos dicho que es
acerca de los apetitos y potencias sensitivas, interiores y espirituales,
porque todas se oscurecen de su natural lumbre en esta noche
porque, purgándose acerca de ellas, puedan ser ilustradas acerca de
lo sobrenatural. Porque los apetitos sensitivos y espirituales están
adormecidos y amortiguados sin poder gustar de cosa ni divina ni
humana; las afecciones del alma, oprimidas y apretadas, sin poderse
mover a ella ni hallar arrimo en nada; la imaginación, atada, sin
poder hacer algún discurso de bien; la memoria, acabada; el
entendimiento, entenebrecido, sin poder entender cosa, y de aquí
también la voluntad seca y apretada, y todas las potencias vacías e
inútiles, y, sobre todo esto, una espesa y pesada nube sobre el alma,
que la tiene angustiada y ajenada de Dios. De esta manera a oscuras,
dice aquí el alma que iba segura.
2. La causa de esto está bien declarada; porque, ordinariamente, el
alma nunca yerra sino por sus apetitos o sus gustos, o sus discursos,
o sus inteligencias, o sus afecciones; porque de ordinario en éstas
excede o falta, o varía o desatina, o da y se inclina en lo que no
conviene. De donde, impedidas todas estas operaciones y
movimientos, claro está que queda el alma segura de errar en ellos,
porque, no sólo se libra de sí, sino también de los otros enemigos,
que son mundo y demonio, los cuales apagadas las afecciones y
operaciones del alma, no le pueden hacer guerra por otra parte ni de
otra manera.
3. De aquí se sigue que, cuanto el alma va más a oscuras y vacía de
sus operaciones naturales, va más segura; porque, como dice el
profeta (Os. 13, 9), la perdición al alma solamente le viene de sí
misma, esto es, de sus operaciones y apetitos interiores y sensitivos,
y el bien, dice Dios, solamente de mí. Por tanto, impedida ella así de
sus males, resta que le vengan luego los bienes de la unión de Dios
298
en sus apetitos y potencias, en que las hará divinas y celestiales. De
donde en el tiempo de las tinieblas, si el alma mira en ello, muy bien
echará de ver cuán poco se le divierte el apetito y las potencias a
cosas inútiles y dañosas, y cuán segura está de vanagloria, soberbia
y presunción vana y falso gozo, y de otras muchas cosas. Luego, bien
se sigue que, por ir a oscuras, no sólo no va perdida, sino aun muy
ganada, pues aquí va ganando las virtudes.
4. Pero a la duda que de aquí nace luego, conviene a saber: que,
pues las cosas de Dios de suyo hacen bien al alma y la ganan y
aseguran, ¿por qué en esta noche le oscurece Dios los apetitos y
potencias también acerca de estas cosas buenas, de manera que
tampoco pueda gustar de ellas, ni tratarlas como las demás, y aun en
alguna manera menos? Respóndese que entonces conviene que
tampoco le quede operación ni gusto acerca de las cosas espirituales,
porque tiene las potencias y apetitos impuros y bajos y muy
naturales; y así, aunque les den el sabor y trato a estas potencias de
las cosas sobrenaturales y divinas, no le podrían recibir sino muy baja
y naturalmente, muy a su modo. Porque, como dice el Filósofo,
cualquier cosa que se recibe está en el recipiente al modo que lo
recibe.
De donde, porque estas naturales potencias no tienen pureza ni
fuerza ni caudal para poder recibir y gustar las cosas sobrenaturales
al modo de ellas, que es divino, sino sólo al suyo, que es humano y
bajo, como habemos dicho, conviene que sean oscurecidas también
acerca de esto divino, porque, destetadas y purgadas y aniquiladas
en aquello primero, pierdan aquel bajo y humano modo de recibir y
obrar, y así vengan a quedar dispuestas y templadas todas estas
potencias y apetitos del alma para poder recibir, sentir y gustar lo
divino y sobrenatural alta y subidamente, lo cual no puede ser si
primero no muere el hombre viejo.
5. De aquí es que todo lo espiritual, si de arriba no viene comunicado
del Padre de las lumbres (Sant. 1, 17) sobre el albedrío y apetito
humano, aunque más se ejercite el gusto y potencias del hombre con
Dios y por mucho que les parezca los gustan, no los gustarán divina y
espiritualmente, sino humana y naturalmente, como gustan las
demás cosas, porque los bienes no van del hombre a Dios, sino
vienen de Dios al hombre. Acerca de lo cual, si éste fuera lugar de
ello, pudiéramos aquí declarar cómo hay muchas personas que tienen
muchos gustos y aficiones y operaciones de sus potencias acerca de
Dios o de cosas espirituales, y por ventura pensarán ellos que aquello
es sobrenatural y espiritual, y por ventura no son más que actos y
apetitos más naturales y humanos, que, como los tienen de las
demás cosas, los tienen en el mismo temple de aquellas cosas
buenas, por cierta facilidad natural que tienen en mover el apetito y
potencias a cualquier cosa.
6. Si por ventura encontráremos ocasión en lo restante, lo
trataremos, diciendo algunas señales de cuándo los movimientos y
acciones interiores del alma sean sólo naturales, y cuándo sólo
299
espirituales, y cuándo espirituales y naturales acerca del trato con
Dios. Basta aquí saber que, para que los actos y movimientos
interiores del alma puedan venir a ser movidos por Dios divinamente,
primero han de ser oscurecidos y adormidos, asosegados
naturalmente acerca de toda su habilidad y operación hasta que
desfallezcan.
7. ¡Oh, pues, alma espiritual!, cuando vieres oscurecido tu apetito,
tus aficiones secas y apretadas, e inhabilitadas tus potencias para
cualquier ejercicio interior, no te penes por eso, antes lo ten a buena
dicha; pues que te va Dios librando de ti misma, quitándote de las
manos la hacienda; con las cuales, por bien que ellas te anduviesen,
no obraras tan cabal, perfecta y seguramente, a causa de la impureza
y torpeza de ellas, como ahora que, tomando Dios la mano tuya, te
guía a oscuras como a ciego, a donde y por donde tú no sabes, ni
jamás con tus ojos y pies, por bien que anduvieran, atinaras a
caminar.
8. La causa también por que el alma no sólo va segura, cuando va así
a oscuras, sino aún se va más ganando y aprovechando, es porque,
comúnmente, cuando el alma va recibiendo mejoría de nuevo y
aprovechando, es por donde ella menos entiende, antes muy de
ordinario piensa que se va perdiendo, porque, como ella nunca ha
experimentado aquella novedad que le hace salir y deslumbrar y
desatinar de su primer modo de proceder, antes piensa que se va
perdiendo que acertando y ganando, como ve que se pierde acerca
de lo que sabía y gustaba, y se ve ir por donde no sabe ni gusta.
Así como el caminante que, para ir a nuevas tierras no sabidas, va
por nuevos caminos no sabidos ni experimentados, que camina no
guiado por lo que sabía antes, sino en duda y por el dicho de otros. Y
claro está que éste no podría venir a nuevas tierras, ni saber más de
lo que antes sabía, si no fuera por caminos nuevos nunca sabidos, y
dejados los que sabía; ni más ni menos, el que va sabiendo más
particularidades en un oficio o arte siempre va a oscuras, no por su
saber primero, porque, si aquél no dejase atrás, nunca saldría de él ni
aprovecharía en más; así, de la misma manera, cuando el alma va
aprovechando más, va a oscuras y no sabiendo. Por tanto, siendo,
como habemos dicho, Dios el maestro y guía de este ciego del alma
bien puede ella, ya que le ha venido a entender como aquí decimos,
con verdad alegrarse y decir: a oscuras y segura.
9. Otra causa también por que en estas tinieblas ha ido el alma
segura es porque iba padeciendo; porque el camino de padecer es
más seguro y aun más provechoso que el de gozar y hacer: lo uno,
porque en el padecer se le añaden fuerzas de Dios, y en el hacer y
gozar ejercita el alma sus flaquezas e imperfecciones; y lo otro,
porque en el padecer se van ejercitando y ganando las virtudes y
purificando el alma y haciendo más sabia y cauta.
10. Pero aquí hay otra más principal causa por que aquí el alma a
oscuras va segura, y es de parte de la dicha luz o sabiduría oscura;
porque de tal manera la absorbe y embebe en sí esta oscura noche
300
de contemplación y la pone tan cerca de Dios, que la ampara y libra
de todo lo que no es Dios. Porque, como está puesta aquí en cura
esta alma para que consiga su salud, que es el mismo Dios, tiénela
Su Majestad en dieta y abstinencia de todas las cosas, estragado el
apetito para todas ellas; bien así como para que sane el enfermo, que
en su casa es estimado, le tienen tan adentro guardado, que no le
dejan tocar del aire ni aun gozar de la luz, ni que sienta las pisadas,
ni aun el rumor de los de casa, y la comida muy delicada y muy por
tasa, de sustancia más que de sabor.
11. Todas estas propiedades, que todas son de seguridad y guarda
del alma, causa en ella esta oscura contemplación, porque ella está
puesta más cerca de Dios; porque, cuanto el alma más a él se acerca,
más oscuras tinieblas siente y más profunda oscuridad por su
flaqueza; así como el que más cerca del sol llegase, más tinieblas y
pena le causaría su grande resplandor por la flaqueza e impureza de
su ojo. De donde tan inmensa es la luz espiritual de Dios, y tanto
excede al entendimiento natural, que, cuando llega más cerca, le
ciega y oscurece.
Y ésta es la causa por que en el salmo 17 (v. 12) dice David que puso
Dios por su escondrijo y cubierta las tinieblas, y su tabernáculo en
rededor de sí, tenebrosa agua en las nubes del aire. La cual agua
tenebrosa en las nubes del aire es la oscura contemplación y
sabiduría divina en las almas, como vamos diciendo; la cual ellas van
sintiendo como cosa que está cerca de él, como tabernáculo donde él
mora, cuando Dios a sí la va más juntando. Y así, lo que en Dios es
luz y claridad más alta, es para el hombre tiniebla más oscura, como
dice san Pablo (1 Cor. 2, 14) según lo declara luego David en el
mismo salmo (17, 13), diciendo: Por causa del resplandor que está
en su presencia, salieron nubes y cataratas, conviene a saber, para el
entendimiento natural, cuya luz, como dice Isaías en el capítulo 5 (v.
30), obtenebrata est in caligine eius.
12. ¡Oh mísera suerte de vida, donde con tanto peligro se vive y con
tanta dificultad la verdad se conoce, pues lo más claro y verdadero
nos es más oscuro y dudoso, y por eso huimos de ello siendo lo que
más nos conviene, y lo que más luce y llena nuestro ojo lo abrazamos
y vamos tras de ello, siendo lo que peor nos está y lo que a cada
paso nos hace dar de ojos! ¡En cuánto peligro y temor vive el
hombre, pues la misma lumbre de sus ojos natural, con que se ha de
guiar, es la primera que le encandila y engaña para ir a Dios, y, que
si ha de acertar a ver por dónde va, tenga necesidad de llevar
cerrados los ojos y de ir a oscuras para ir seguro de los enemigos
domésticos de su casa, que son sus sentidos y potencias!
13. Bien está, pues, el alma aquí escondida y amparada en esta agua
tenebrosa, que está cerca de Dios. Porque, así como al mismo Dios
sirve de tabernáculo y morada, le servirá, ni más ni menos, al alma
de otro tanto y de amparo perfecto y seguridad, aunque a ella en
tinieblas, en que está escondida y amparada de sí misma y de todos
los daños de criaturas, como habemos dicho. Porque de los tales se
301
entiende lo que también David dice en otro salmo (30, 21), diciendo:
Esconderlos has en el escondrijo de tu rostro de la turbación de los
hombres; ampararlos has en tu tabernáculo de la contradicción de las
lenguas, en lo cual se entiende toda manera de amparo. Porque
"estar escondidos en el rostro de Dios de la turbación de los
hombres" es estar fortalecidos en esta oscura contemplación contra
todas las ocasiones que de parte de los hombres les pueden
sobrevenir. Y "estar amparados en su tabernáculo de la contradicción
de las lenguas" es estar el alma engolfada en esta agua tenebrosa,
que es el tabernáculo que habemos dicho de David. Donde, por tener
el alma todos los apetitos y afecciones destetados y las potencias
oscurecidas, está libre de todas las imperfecciones que contradicen al
espíritu, así de su misma carne como de las demás criaturas. De
donde esta alma bien puede decir que va a oscuras y segura.
14. Hay también otra causa no menos eficaz que la pasada para
acabar bien de entender que esta tal alma va segura a oscuras, y es
por la fortaleza que esta oscura, penosa y tenebrosa agua de Dios
desde luego pone en el alma. Que, en fin, aunque es tenebrosa, es
agua, y por eso no ha de dejar de reficionar y fortalecer al alma en lo
que más le conviene, aunque a oscuras y penosamente. Porque,
desde luego, ve el alma en sí una verdadera determinación y eficacia
de no hacer cosa que entienda ser ofensa de Dios, ni dejar de hacer
lo que parece cosa de su servicio; porque aquel amor oscuro se le
pega con un muy vigilante cuidado y solicitud interior de qué hará o
dejará por él para contentarle, mirando y dando mil vueltas si ha sido
causa de enojarle; y todo esto con mucho más cuidado y solicitud
que antes, como arriba queda dicho en lo de las ansias de amor.
Porque aquí todos los apetitos y fuerzas y potencias del alma están
recogidas de todas las demás cosas, empleando su conato y fuerza
sólo en obsequio de su Dios.
De esta manera sale el alma de sí misma y de todas las cosas criadas
a la dulce y deleitosa unión de amor de Dios, a oscuras y segura,
por la secreta escala disfrazada.
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CAPÍTULO 17
Pónese el segundo verso y explícase cómo esta oscura contemplación
sea secreta.
1. Tres propiedades conviene declarar acerca de tres vocablos que
contiene el presente verso. Las dos, conviene a saber, secreta escala,
pertenecen a la noche oscura de contemplación que vamos tratando;
la tercera, conviene a saber, disfrazada, pertenece al alma por razón
del modo que lleva en esta noche.
Cuanto a lo primero, es de saber que el alma llama aquí en este
verso a esta oscura contemplación por donde ella va saliendo a la
unión de amor, secreta escala por estas dos propiedades que hay en
ella, es a saber, ser secreta y ser escala, y diremos de cada una de
por sí.
302
2. Primeramente llama secreta a esta contemplación tenebrosa, por
cuanto, según habemos tocado arriba, ésta es la teología mística, que
llaman los teólogos sabiduría secreta, la cual dice Santo Tomás que
se comunica e infunde en el alma por amor, lo cual acaece
secretamente a oscuras de la obra del entendimiento y de las demás
potencias. De donde, por cuanto las dichas potencias no la alcanzan,
sino que el Espíritu Santo la infunde y ordena en el alma, como dice
la Esposa en los Cantares (2, 4) sin ella saberlo, ni entenderlo cómo
sea, se llama secreta. Y, a la verdad, no sólo ella no lo entiende, pero
nadie, ni el mismo demonio; por cuanto el Maestro que la enseña
está dentro del alma sustancialmente, donde no puede llegar el
demonio, ni el sentido natural, ni el entendimiento.
3. Y no sólo por esto se puede llamar secreta, sino también por los
efectos que hace en el alma. Porque no solamente en las tinieblas y
aprietos de la purgación, cuando esta sabiduría de amor purga el
alma, es secreta, para no saber decir de ella el alma nada; mas
también después en la iluminación, cuando más a las claras se le
comunica esta sabiduría, le es al alma tan secreta para decir y
ponerle nombre para decirla, que, demás de que ninguna gana le dé
al alma de decirla, no halla modo ni manera ni símil que le cuadre
para poder significar inteligencia tan subida y sentimiento espiritual
tan delicado. Y así, aunque más gana tuviese de decirlo, y más
significaciones trajese, siempre se quedaría secreto y por decir.
Porque, como aquella sabiduría interior es tan sencilla y tan general y
espiritual, que no entró al entendimiento envuelta ni paliada con
alguna especie o imagen sujeta al sentido, de aquí es que el sentido e
imaginativa, como no entró por ellas ni sintieron su traje y color, no
saben dar razón ni imaginarla para decir algo de ella, aunque
claramente ve que entiende y gusta aquella sabrosa y peregrina
sabiduría. Bien así como el que viese una cosa nunca vista, cuyo
semejante tampoco jamás vio, que, aunque la entendiese y gustase,
no le sabría poner nombre ni decir lo que es, aunque más hiciese, y
esto con ser cosa que la percibió con los sentidos; cuánto menos se
podrá manifestar lo que no entró por ellos. Porque esto tiene el
lenguaje de Dios, que por ser muy íntimo al alma y espiritual, en que
excede todo sentido, luego hace cesar y enmudecer toda la armonía y
habilidad de los sentidos exteriores e interiores.
4. De lo cual tenemos autoridad y ejemplos juntamente en la divina
Escritura. Porque la cortedad del manifestarlo y hablarlo
exteriormente mostró Jeremías (1, 6), cuando, habiendo Dios
hablado con él, no supo qué decir, sino: a, a, a. Y la cortedad interior,
esto es, del sentido interior de la imaginación, y juntamente la del
exterior acerca de esto, también la manifestó Moisés delante de Dios
en la zarza (Ex. 4, 10), cuando, no solamente dijo a Dios que
después que hablaba con él, no sabía ni acertaba a hablar, pero aun,
según se dice en los Actos de los Apóstoles (7, 32), con la
imaginación interior no se atrevía a considerar, pareciéndole que la
imaginación estaba muy lejos y muda, no sólo para formar algo de
303
aquello que entendía en Dios, pero ni aun capacidad para recibir algo
de ello. De donde, por cuanto la sabiduría de esta contemplación es
lenguaje de Dios al alma de puro espíritu a espíritu puro, todo lo que
es menos que espíritu, como son los sentidos, no lo reciben, y así les
es secreto y no lo saben ni pueden decir, ni tienen gana porque no
ven cómo.
5. De donde podríamos sacar la causa por que algunas personas que
van por este camino, que, por tener almas buenas y temerosas,
querrían dar cuenta a quien las rige de lo que tienen, no saben ni
pueden. De aquí tienen en decirlo grande repugnancia, mayormente
cuando la contemplación es algo más sencilla, que la misma alma
apenas la siente; que sólo saben decir que el alma está satisfecha y
quieta y contenta, o decir que sienten a Dios y que les va bien, a su
parecer; mas no hay decir lo que el alma tiene ni la sacarán más que
términos generales semejantes a éstos. Otra cosa es cuando las
cosas que el alma tiene son particulares, como visiones,
sentimientos, etc., las cuales, como ordinariamente se reciben debajo
de alguna especie en que participa el sentido, que entonces debajo
de aquella especie se puede, o de otra semejanza, decir. Pero este
poderlo decir ya no es en razón de pura contemplación, porque ésta
es indecible, como habemos dicho, y por eso se llama secreta.
6. Y no sólo por eso se llama y es secreta, sino porque también esta
sabiduría mística tiene propiedad de esconder al alma en sí. Porque,
demás de lo ordinario, algunas veces de tal manera absorbe al alma y
sume en su abismo secreto, que el alma echa de ver claro que está
puesta alejadísima y remotísima de toda criatura; de suerte que le
parece que la colocan en una profundísima y anchísima soledad,
donde no puede llegar alguna humana criatura, como un inmenso
desierto que por ninguna parte tiene fin, tanto más deleitoso, sabroso
y amoroso, cuanto más profundo, ancho y solo, donde el alma se ve
tan secreta cuando se ve sobre toda temporal criatura levantada.
Y tanto levanta entonces y engrandece este abismo de sabiduría al
alma, metiéndola en las venas de la ciencia de amor, que le hace
conocer no solamente quedar muy baja toda condición de criatura
acerca de este supremo saber y sentir divino, sino también echar de
ver cuán bajos y cortos y en alguna manera impropios son todos los
términos y vocablos con que en esta vida se trata de las cosas
divinas, y cómo es imposible, por vía y modo natural, aunque más
alta y sabiamente se hable en ellas, poder conocer ni sentir de ellas
como ellas son, sin la iluminación de esta mística teología. Y así,
viendo el alma en la iluminación de ella esta verdad, de que no se
puede alcanzar y menos declarar por términos vulgares y humanos,
con razón la llama secreta.
7. Esta propiedad de ser secreta y sobre la capacidad natural esta
divina contemplación, tiénela no sólo por ser cosa sobrenatural, sino
también es cuanto es vía que guía y lleva al alma a las perfecciones
de la unión de Dios; las cuales, como son cosas no sabidas
humanamente, hase de caminar a ellas humanamente no sabiendo y
304
divinamente ignorando. Porque, hablando místicamente, como aquí
vamos hablando, las cosas y perfecciones divinas no se conocen ni
entienden como ellas son cuando las van buscando y ejercitando, sino
cuando las tiene halladas y ejercitadas. Porque a este propósito dice
el profeta Baruc (3, 31) de esta Sabiduría divina: No hay quien pueda
saber, dice, sus vías, ni quien pueda pensar sus sendas. También el
profeta real de este camino del alma dice de esta manera, hablando
con Dios: Y tus ilustraciones lucieron y alumbraron a la redondez de
la tierra, conmovióse y contremió la tierra. En el mar está tu vía, y
tus sendas en muchas aguas, y tus pisadas no serán conocidas (Sal.
76, 19-20).
8. Todo lo cual, hablando espiritualmente, se entiende al propósito
que vamos hablando. Porque "alumbrar las coruscaciones de Dios a la
redondez de la tierra" es la ilustración que hace esta divina
contemplación en las potencias del alma; y "conmoverse y tremer la
tierra" es la purgación penosa que en ella causa; y decir que "la vía y
camino de Dios", por donde el alma va a él, "es en el mar, y sus
pisadas en muchas aguas y que por eso no serán conocidas" es decir
que este camino de ir a Dios es tan secreto y oculto para el sentido
del alma como lo es para el del cuerpo el que se lleva por la mar,
cuyas sendas y pisadas no se conocen. Que esta propiedad tienen los
pasos y pisadas que Dios va dando en las almas que Dios quiere
llegar a sí, haciéndolas grandes en la unión de su Sabiduría, que no
se conocen. Por lo cual, en el libro de Job (37, 16) se dicen,
encareciendo este negocio, estas palabras: ¿Por ventura, dice, has tú
conocido las sendas de las nubes grandes o las perfectas ciencias?;
entendiendo por esto las vías y caminos por donde Dios va
engrandeciendo a las almas y perfeccionándolas en su sabiduría, las
cuales son aquí entendidas por las nubes. Queda, pues, que esta
contemplación, que va guiando al alma a Dios, es sabiduría secreta.
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CAPÍTULO 18
Declárase como esta sabiduría secreta sea también escala.
1. Pero resta ahora ver lo segundo, conviene saber, cómo esta
sabiduría secreta sea también escala. Acerca de lo cual es de saber
que por muchas razones podemos llamar a esta secreta
contemplación escala.
Primeramente, porque así como con la escala se sube y escalan los
bienes y tesoros y cosas que hay en las fortalezas, así también por
esta secreta contemplación, sin saberse cómo, sube el alma a
escalar, conocer y poseer los bienes y tesoros del cielo. Lo cual da
bien a entender el real profeta (Sal. 83, 6-8), cuando dice:
Bienaventurado el que tiene tu favor y ayuda, porque en su corazón
este tal puso sus subidas en el valle de lágrimas en el lugar que
puso; porque de esta manera el señor de la ley dará bendición, e irán
de virtud en virtud como de grado en grado, y será visto el Dios de
305
los dioses en Sión, el cual es el tesoro de la fortaleza de Sión, que es
la bienaventuranza.
2. Podemos también llamarla escala porque, así como la escala, esos
mismos pasos que tiene para subir, los tiene también para bajar, así
también esta secreta contemplación, esas mismas comunicaciones
que hace al alma, que la levanta en Dios, la humillan en sí misma.
Porque las comunicaciones que verdaderamente son de Dios esta
propiedad tienen: que de una vez levantan y humillan al alma;
porque en este camino el bajar es subir, y el subir, bajar, pues el que
se humilla es ensalzado, y el que se ensalza, humillado (Lc. 14, 11).
Y, demás de esto de que la virtud de la humildad es grandeza, para
ejercitar al alma en ella, suele Dios hacerla subir por esta escala para
que baje, y hacerla bajar para que suba, para que así se cumpla lo
que dice el Sabio (Pv. 18, 12), es a saber: Antes que el alma sea
ensalzada, es humillada; y antes que sea humillada, es ensalzada.
3. Lo cual, hablando ahora naturalmente, echará bien de ver el alma
que quisiere mirar en ello, y cómo en este camino (dejando aparte lo
espiritual que no se siente) echará de ver cuántos altos y bajos
padece, y cómo tras la prosperidad que goza, luego se sigue alguna
tempestad y trabajo, tanto, que parece que le dieron aquella bonanza
para prevenirla y esforzarla para la siguiente penuria, y cómo
también, después de la miseria y tormenta, se sigue abundancia y
bonanza; de manera que le parece al alma que, para hacerla aquella
fiesta, la pusieron primero en aquella vigilia. Y éste es el ordinario
estilo y ejercicio del estado de contemplación hasta llegar al estado
quieto: que nunca permanece en un estado, sino todo es subir y
bajar.
4. Y la causa de esto es que, como el estado de perfección, que
consiste en perfecto amor de Dios y desprecio de sí, no puede estar
sino con estas dos partes, que es conocimiento de Dios y de sí
mismo, de necesidad ha de ser el alma ejercitada primero en el uno y
en el otro, dándole ahora a gustar lo uno engrandeciéndola, y
haciéndola ahora probar lo otro y humillándola, hasta que, adquiridos
los hábitos perfectos, cese ya el subir y bajar, habiendo ya llegado y
viéndose con Dios, que está en el fin de esta escala, en quien la
escala se arrima y estriba.
Porque esta escala de contemplación, que, como habemos dicho, se
deriva de Dios, es figurada por aquella escala que vio Jacob
durmiendo, por la cual subían y descendían ángeles de Dios al
hombre y del hombre a Dios, el cual estaba estribando en el extremo
de la escala (Gn. 28, 12). Todo lo cual dice la Escritura divina que
pasaba de noche y Jacob dormido para dar a entender cuán secreto y
diferente del saber del hombre es este camino y subida para Dios. Lo
cual se ve bien, pues que, ordinariamente, lo que en él es de más
provecho, que es irse perdiendo y aniquilando a sí mismo, tiene por
peor, y lo que menos vale, que es hallar su consuelo y gusto, en que
ordinariamente antes pierde que gana, si a eso se hace, tiene por
mejor.
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5. Pero, hablando ahora algo más sustancialmente de esta escala de
contemplación secreta, diremos que la propiedad principal por que
aquí se llama escala es porque la contemplación es ciencia de amor,
la cual, como habemos dicho, es noticia infusa de Dios amorosa, que
juntamente va ilustrando y enamorando el alma, hasta subirla de
grado hasta Dios, su Criador, porque sólo el amor es el que une y
junta al alma con Dios.
De donde, porque más claro se vea, iremos aquí apuntando los
grados de esta divina escala, diciendo con brevedad las señales y
efectos de cada uno, para que por allí pueda conjeturar el alma en
cual de ellos estará. Y así, los distinguiremos por sus efectos, como
hace san Bernardo y santo Tomás; porque conocerlos en sí, por
cuanto esta escala de amor es, como habemos dicho, tan secreta que
sólo Dios es el que la mide y pondera, no es posible por vía natural.
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CAPÍTULO 19
Comienza a explicar los diez grados de la escala mística de amor
divino según San Bernardo y Santo Tomás. Pónense los cinco
primeros.
1. Decimos, pues, que los grados de esta escala de amor, por donde
el alma de uno en otro va subiendo a Dios, son diez.
El primer grado de amor hace enfermar al alma provechosamente. En
este grado de amor habla la Esposa (Ct. 5, 8) cuando dice:
Conjúroos, hijas de Jerusalén, que, si encontráredes a mi Amado, le
digáis que estoy enferma de amores. Pero esta enfermedad no es
para muerte, sino para la gloria de Dios, porque en esta enfermedad
desfallece el alma al pecado y a todas las cosas que no son Dios, por
el mismo Dios, como David (Sal. 142, 7) testifica diciendo:
Desfalleció mi alma, esto es, acerca de todas las cosas a tu salud.
Porque así como el enfermo pierde el apetito y gusto de todos los
manjares y muda de color primero, así también en este grado de
amor pierde el alma el gusto y apetito de todas las cosas, y muda
como amante el color y accidente de la vida pasada. Esta enfermedad
no cae en ella el alma si de arriba no le envían el exceso de calor,
según se da a entender por este verso de David (Sal. 67, 10), que
dice: Pluviam voluntariam segregabis, Deus, haereditati tuae, et
infirmata est, etc.
Esta enfermedad y desfallecimiento a todas las cosas, que es el
principio y primer grado para ir a Dios, bien lo habemos dado a
entender arriba, cuando dijimos la aniquilación en que se ve el alma
cuando comienza a entrar en esta escala de purgación contemplativa,
cuando en ninguna cosa puede hallar gusto, arrimo, ni consuelo, ni
asiento. Por lo cual, de este grado luego va comenzando a subir al
segundo grado, y es:
2. El segundo grado hace al alma buscar sin cesar. De donde, cuando
la Esposa dice que, buscándole de noche en su lecho, cuando según
el primer grado de amor estaba desfallecida, y no le halló, dijo (Ct. 3,
307
2): Levantarme he, y buscaré al que ama mi alma. Lo cual, como
decimos, el alma hace sin cesar, como lo aconseja David (Sal. 104,
4), diciendo: Buscando siempre la cara de Dios, y, buscándole en
todas las cosas, en ninguna repare hasta hallarle, como la Esposa,
que, en preguntando por él a las guardas, luego pasó y las dejó (Ct.
3, 3-4). María Magdalena ni aun en los ángeles del sepulcro reparó
(Jn 20, 14).
Aquí, en este grado, tan solícita anda el alma, que en todas las cosas
busca al Amado; en todo cuanto piensa, luego piensa en el Amado;
en cuanto habla, en cuantos negocios se ofrecen, luego es hablar y
tratar del Amado; cuando come, cuando duerme, cuando vela,
cuando hace cualquier cosa, todo su cuidado es en el Amado, según
arriba queda dicho en las ansias de amor.
Aquí, como va ya el alma convaleciendo y cobrando fuerzas en el
amor de este segundo grado, luego comienza a subir al tercero por
medio de algún grado de nueva purgación en la noche, como después
diremos, el cual hace en el alma los efectos siguientes.
3. El tercer grado de la escala amorosa es el que hace al alma obrar y
la pone calor para no faltar. De esto dice el Real Profeta (Sal. 111, 1)
que: Bienaventurado el varón que teme al Señor, porque sus
mandamientos codicia obrar mucho. Donde, si el temor, por ser hijo
del amor, le hace esta obra de codicia, ¿qué hará el mismo amor? En
este grado las obras grandes por el Amado tiene por pequeñas, las
muchas por pocas, el largo tiempo en que le sirve por corto, por el
incendio de amor que ya va ardiendo. Como a Jacob, que, con
haberle hecho servir siete años sobre otros siete, le parecían pocos
por la grandeza del amor (Gn. 29, 20). Pues si el amor con Jacob,
con ser de criatura, tanto podía, ¿qué podrá el del Criador cuando en
este tercer grado se apodera del alma?
Tiene el alma aquí, por el grande amor que tiene a Dios, grandes
lástimas y penas de lo poco que hace por Dios; y, si le fuese lícito
deshacerse mil veces por él, estaría consolada. Por eso se tiene por
inútil en todo cuanto hace, y le parece vive de balde.
Hácele aquí otro efecto admirable, y es que se tiene por más mala
averiguadamente para consigo que todas las otras almas: lo uno,
porque le va el amor enseñando lo que merece Dios; y lo otro,
porque, como las obras que aquí hace por Dios son muchas, y todas
las conoce por faltas e imperfectas, de todas saca confusión y pena,
conociendo tan baja manera de obrar por un tan alto Señor. En este
tercer grado, muy lejos va el alma de tener vanagloria o presunción y
de condenar a los otros. Estos solícitos efectos causa en el alma, con
otros muchos a este talle, este tercer grado; y por eso en él cobra
ánimo y fuerzas para subir hasta el cuarto, que es el que sigue.
4. El cuarto grado de esta escala de amor es en el cual se causa en el
alma, por razón del Amado, un ordinario sufrir sin fatigarse. Porque,
como dice san Agustín, todas las cosas grandes, graves y pesadas,
casi ningunas las hace el amor. En este grado hablaba la Esposa (Ct.
8, 6), cuando, deseando ya verse en el último dijo al Esposo: Ponme
308
como señal en tu corazón, como señal en tu brazo; porque la
dilección, esto es, el acto y obra de amor, es fuerte como la muerte,
y dura emulación y porfía como el infierno. El espíritu aquí tiene tanta
fuerza, que tiene tan sujeta a la carne y la tiene tan en poco como el
árbol a una de sus hojas. En ninguna manera aquí el alma busca su
consuelo ni gusto, ni en Dios ni en otra cosa, ni anda deseando ni
pretendiendo pedir mercedes a Dios, porque ve claro que hartas las
tiene hechas, y queda todo su cuidado en cómo podrá dar algún
gusto a Dios y servirle algo por lo que él merece y de él tiene
recibido, aunque fuese muy a su costa. Dice en su corazón y espíritu:
¡Ay, Dios y Señor mío, cuán muchos hay que andan a buscar en ti
consuelo y gusto y a que les concedas mercedes y dones, mas los
que a ti pretenden dar gusto y darte algo a su costa, pospuesto su
particular, son muy pocos. Porque no está la falta, Dios mío, en no
nos querer tú hacer mercedes de nuevo, sino en no emplear nosotros
las recibidas sólo en tu servicio, para obligarte a que nos las hagas de
continuo!
Harto levantado es este grado de amor, porque, como aquí el alma
con tan verdadero amor se anda siempre tras Dios con espíritu de
padecer por él, dale Su Majestad muchas veces y muy de ordinario el
gozar, visitándola en espíritu sabrosa y deleitablemente, porque el
inmenso amor del Verbo Cristo no puede sufrir penas de su amante
sin acudirle. Lo cual por Jeremías (2, 2) lo afirma él, diciendo:
Acordádome he de ti, apiadándome de tu adolescencia y ternura
cuando me seguiste en el desierto. Hablando espiritualmente es el
desarrimo que aquí interiormente trae el alma de toda criatura, no
parando ni quietándose en nada. Este cuarto grado inflama de
manera al alma y la enciende tal deseo de Dios, que la hace subir al
quinto, el cual es el que se sigue.
5. El quinto grado de la escala de amor hace al alma apetecer y
codiciar a Dios impacientemente. En este grado el amante tanta es la
vehemencia que tiene por comprehender al Amado y unirse con él,
que toda dilación, por mínima que sea, se le hace muy larga, molesta
y pesada, y siempre piensa que halla al Amado; y cuando se ve
frustrado su deseo, lo cual es casi a cada paso, desfallece en su
codicia, según hablando en este grado lo dice el Salmista (Sal. 83, 2),
diciendo: Codicia y desfallece mi alma a las moradas del Señor. En
este grado el amante no puede dejar de ver lo que ama o morir; en el
cual Raquel, por la gran codicia que tenía a los hijos, dijo a Jacob su
esposo: Dame hijos; si no, yo moriré (Gn. 30, 1). Padecen aquí
hambre como canes y cercan y rodean la ciudad de Dios (Sal. 58, 7).
En este hambriento grado se ceba el alma en amor, porque según la
hambre es la hartura. De manera que de aquí puede subir al sexto
grado, que hace los efectos que se siguen.
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CAPÍTULO 20
Pónense los otros cinco grados de amor.
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1. El sexto grado hace correr al alma ligeramente a Dios y dar
muchos toques en él, y sin desfallecer corre por la esperanza, que
aquí el amor (que) la ha fortificado la hace volar ligero. En el cual
grado también dice el profeta Isaías: Los santos que esperan en Dios
mudarán la fortaleza, tomarán alas como de águila y volarán y no
desfallecerán (Is. 40, 31), como hacían en el grado quinto. A este
grado pertenece también aquello del salmo (41, 2): Así como el
ciervo desea las aguas, mi alma desea a ti, Dios; porque el ciervo en
la sed con gran ligereza corre a las aguas. La causa de esta ligereza
en amor que tiene el alma en este grado es por estar ya muy dilatada
la caridad en ella, por estar aquí el alma poco menos que purificada
del todo, como se dice también en el salmo (58, 5), es a saber: Sine
iniquitate cucurri; y en otro salmo (118, 32): El camino de tus
mandamientos corrí cuando dilataste mi corazón. Y así, de este sexto
grado se pone luego en el séptimo, que es el que sigue.
2. El séptimo grado de esta escala hace atrever al alma con
vehemencia. Aquí el amor ni se aprovecha del juicio para esperar, ni
usa de consejo para se retirar, ni con vergüenza se puede enfrenar,
porque el favor, que ya Dios aquí hace al alma, la hace atrever con
vehemencia. De donde se sigue lo que dice el Apóstol (1 Cor. 13, 7),
y es: La caridad todo lo cree, todo lo espera y todo lo puede. De este
grado habló Moisés (Ex. 32, 31-32), cuando dijo a Dios que
perdonase al pueblo, y, si no, que le borrase a él del libro de la vida
en que le había escrito. Estos alcanzan de Dios lo que con gusto le
piden. De donde dice David (Sal. 36, 4): Deléitate en Dios, y darte ha
las peticiones de tu corazón. En este grado se atrevió la Esposa (Ct.
1, 1) y dijo: Osculetur me osculo oris sui. A este grado no le es lícito
al alma atreverse, si no sintiere el favor interior del cetro del rey
inclinado para ella (Est. 6, 11), porque por ventura no caiga de los
demás grados que hasta allí ha subido, en los cuales siempre se ha
de conservar en humildad. De esta osadía y mano, que Dios la da al
alma en este séptimo grado para atreverse a Dios con vehemencia de
amor, se sigue el octavo, que es hacer ella presa en el Amado y
unirse con él, según se sigue.
3. El octavo grado de amor hace al alma asir y apretar sin soltar,
según la Esposa dice (Ct. 3, 4) en esta manera: Hallé al que ama mi
corazón y ánima, y túvele, y no le soltaré. En este grado de unión
satisface el alma su deseo, mas no de continuo, porque algunos
llegan a poner el pie y luego lo vuelven a quitar; porque si durase,
sería cierta gloria en esta vida, y así muy pocos espacios causa el
alma en él. Al profeta Daniel (10, 11), por ser varón de deseos, se le
mandó de parte de Dios que permaneciese en este grado, diciéndole:
Daniel, está sobre tu grado, porque eres varón de deseos. De este
grado se sigue el nono, que es ya el de los perfectos, como diremos
después, que es el que se sigue.
4. El nono grado de amor hace arder al alma con suavidad. Este
grado es el de los perfectos, los cuales arden ya en Dios suavemente,
porque este ardor suave y deleitoso les causa el Espíritu Santo por
310
razón de la unión que tienen con Dios. Por esto dice san Gregorio de
los Apóstoles que, cuando el Espíritu Santo visiblemente vino sobre
ellos, que interiormente ardieron por amor suavemente.
De los bienes y riquezas de Dios que el alma goza en este grado, no
se puede hablar; porque, si de ello escribiesen muchos libros,
quedaría lo más por decir. Del cual, por esto y porque después
diremos alguna cosa, aquí no digo más sino que de éste se sigue el
décimo y el último grado de esta escala de amor, que ya no es de
esta vida.
5. El décimo y último grado de esta escala secreta de amor hace el
alma asimilarse totalmente a Dios, por razón de la clara visión de
Dios que luego posee inmediatamente el alma, que, habiendo llegado
en esta vida al nono grado, sale de la carne. Porque éstos, pocos que
son, por cuanto ya por el amor están purgadísimos, no entran en el
purgatario. De donde san Mateo (5, 8), dice: Beati mundo corde,
quoniam ipsi Deum videbunt, etc. Y, como decimos, esta visión es la
causa de la similitud total del alma con Dios, porque así lo dice san
Juan (1 Jn. 3, 2), diciendo: Sabemos que seremos semejantes a él,
no porque el alma se hará tan capaz como Dios, porque eso es
imposible, sino porque todo lo que ella es se hará semejante a Dios;
por lo cual se llamará, y lo será, Dios por participación.
6. Esta es la escala secreta que aquí dice el alma, aunque ya en estos
grados de arriba no es muy secreta para el alma, porque mucho se le
descubre el amor por los grandes efectos que en ella hace. Mas en
este último grado de clara visión, que es lo último de la escala donde
estriba Dios, como ya dijimos, ya no hay cosa para el alma
encubierta, por razón de la total asimilación; de donde nuestro
Salvador (Jn. 16, 23) dice: En aquel día ninguna cosa me
preguntaréis, etc. Pero hasta este día todavía, aunque el alma más
alta vaya, le queda algo encubierto, y tanto cuanto le falta para la
asimilación total con la divina esencia.
De esta manera, por esta teología mística y amor secreto, se va el
alma saliendo de todas las cosas y de sí misma y subiendo a Dios.
Porque el amor es asimilado al fuego, que siempre sube hacia arriba,
con apetito de engolfarse en el centro de su esfera.
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CAPÍTULO 21
Declárase esta palabra "disfrazada", y dícense los colores del disfraz
del alma en esta noche.
1. Resta, pues, ahora saber, después que habemos declarado las
causas por que el alma llamaba a esta contemplación secreta escala,
acerca de la tercera palabra del verso, conviene a saber disfrazada,
por qué causa también dice el alma que ella salió por esta secreta
escala disfrazada.
2. Para inteligencia de esto conviene saber que disfrazarse no es otra
cosa que disimularse y encubrirse debajo de otro traje y figura que
de suyo tenía: ahora por debajo de aquella forma y traje, mostrar de
311
fuera la voluntad y pretensión que en el corazón tiene para ganar la
gracia y voluntad de quien bien quiere; ahora también para
encubrirse de sus émulos, y así poder hacer mejor su hecho. Y
entonces aquellos trajes y librea toma que más represente y
signifique la afección de su corazón, y con que mejor se pueda acerca
de los contrarios disimular.
3. El alma, pues, aquí tocada del amor del Esposo Cristo,
pretendiendo caerle en gracia y ganarle la voluntad, aquí sale
disfrazada con aquel disfraz que más al vivo represente las afecciones
de su espíritu y con que más segura vaya de los adversarios suyos y
enemigos, que son: demonio, mundo y carne. Y así, la librea que
lleva es de tres colores principales, que son blanco, verde y colorado,
por los cuales son denotadas las tres virtudes teologales, que son: fe,
esperanza y caridad, con las cuales no solamente ganará la gracia y
voluntad de su Amado, pero irá muy amparada y segura de sus tres
enemigos. Porque la fe es una túnica interior de una blancura tan
levantada, que disgrega la vista de todo entendimiento. Y así, yendo
el alma vestida de fe, no ve ni atina el demonio a empecerla, porque
con la fe va muy amparada, más que con todas las demás virtudes,
contra el demonio, que es el más fuerte y astuto enemigo.
4. Que, por eso, san Pedro (1 Pe. 5, 9) no halló otro mayor amparo
que ella para librarse de él, cuando dijo: Cui resistite fortes in fide. Y
para conseguir la gracia y unión del Amado no puede el alma haber
mejor túnica y camisa interior, para fundamento y principio de las
demás vestiduras de virtudes, que esta blancura de fe, porque sin
ella, como dice el Apóstol (Heb. 11, 6), imposible es agradar a Dios, y
con ella es imposible dejarle de agradar, pues él mismo dice por el
profeta Oseas (2, 20): Desponsabo te mihi in fide. Que es como
decir: Si te quieres, alma, unir y desposar conmigo, has de venir
interiormente vestida de fe.
5. Esta blancura de fe llevaba el alma en la salida de esta noche
oscura, cuando caminando, como habemos dicho arriba, en tinieblas
y aprietos interiores, no dándole su entendimiento algún alivio de luz,
ni de arriba, pues le parecía el cielo cerrado y Dios escondido, ni de
abajo, pues los que la enseñaban no le satisfacían, sufrió con
constancia y perseveró, pasando por aquellos trabajos sin desfallecer
y faltar al Amado; el cual en los trabajos y tribulaciones prueba la fe
de su Esposa, de manera que pueda ella después con verdad decir
aquel dicho de David (Sal. 16, 4), es a saber: Por las palabras de tus
labios yo guardé caminos duros.
6. Luego, sobre esta túnica blanca de fe se sobrepone aquí el alma el
segundo color, que es una almilla de verde, por el cual, como dijimos,
es significada la virtud de la esperanza; con la cual, cuanto a lo
primero, el alma se libra y ampara del segundo enemigo, que es el
mundo. Porque esta verdura de esperanza viva en Dios da al alma
una tal viveza y animosidad y levantamiento a las cosas de la vida
eterna, que, en comparación de lo que allí espera, todo lo del mundo
le parece, como es la verdad, seco y lacio y muerto, de ningún valor.
312
Y aquí se despoja y desnuda de todas estas vestiduras y traje del
mundo, no poniendo su corazón en nada, ni esperando nada de lo
que hay o ha de haber en él, viviendo solamente vestida de
esperanza de vida eterna. Por lo cual, teniendo el corazón tan
levantado del mundo, no sólo no le puede tocar y asir el corazón,
pero ni alcanzarle de vista.
7. Y así, con esta verde librea y disfraz va el alma muy segura de
este segundo enemigo del mundo. Porque a la esperanza llama san
Pablo (1 Tes. 5, 8) yelmo de salud, que es una arma que ampara
toda la cabeza y la cubre de manera que no la queda descubierto sino
una visera por donde ver. Y eso tiene la esperanza, que todos los
sentidos de la cabeza del alma cubre, de manera que no se engolfan
en cosa ninguna del mundo, ni les quede por donde les pueda herir
alguna saeta del siglo. Sólo le deja una visera para que el ojo pueda
mirar hacia arriba, y no más, que es el oficio que de ordinario hace la
esperanza en el alma, que es levantar los ojos a mirar a Dios, como
dice David (Sal. 24, 15) que hacía en él cuando dijo: Oculi mei
semper ad Dominum, no esperando bien ninguno de otra parte, sino,
como él mismo en otro salmo (122, 2) dice: Que así como los ojos de
la sierva están en las manos de su señora puestos, así los nuestros
en Nuestro Señor Dios, hasta que se apiade de nosotros, esperando
en él.
8. Por esta causa, (es) esta librea verde, porque siempre está
mirando a Dios y no pone los ojos en otra cosa ni se paga sino sólo
de él; se agrada tanto el Amado del alma, que es verdad decir que
tanto alcanza de él cuanto ella de él espera. Que por eso el Esposo en
los Cantares (4, 9) le dice a ella, que en solo el mirar de un ojo le
llagó el corazón. Sin esta librea verde de sólo esperanza de Dios no le
convenía al alma salir a esta pretensión de amor, porque no
alcanzara nada, por cuanto la que mueve y vence es la esperanza
porfiada.
9. De esta librea de esperanza va disfrazada el alma por esta oscura
y secreta noche que habemos dicho, pues que va tan vacía de toda
posesión y arrimo, que no lleva los ojos en otra cosa ni el cuidado si
no es en Dios, poniendo en el polvo su boca si por ventura hubiere
esperanza, como entonces alegamos de Jeremías (Lm. 3, 29).
10. Sobre el blanco y verde, para el remate y perfección de este
disfraz y librea, lleva el alma aquí el tercer color, que es una
excelente toga colorada, por la cual es denotada la tercera virtud,
que es caridad, con la cual no solamente da gracia a las otras dos
colores, pero hace levantar tanto al alma de punto, que la pone cerca
de Dios tan hermosa y agradable, que se atreve ella a decir: Aunque
soy morena, ¡oh hijas de Jerusalén!, soy hermosa; y por eso me ha
amado el rey, y metídome en su lecho (Ct. 1, 4).
Con esta librea de caridad, que es ya la del amor, que en el Amado
hace más amor, no sólo se ampara y encubre el alma del tercer
enemigo, que es la carne (porque donde hay verdadero amor de
Dios, no entrará amor de sí ni de sus cosas), pero aun hace válidas a
313
las demás virtudes, dándoles vigor y fuerza para amparar al alma, y
gracia y donaire para agradar al Amado con ellas, porque sin caridad
ninguna virtud es graciosa delante de Dios; porque ésta es la púrpura
que se dice en los Cantares (3, 10), sobre que se recuesta Dios,
viéndose en el alma. De esta librea colorada va el alma vestida,
cuando, como arriba queda declarado en la primera canción, en la
noche oscura sale de sí y de todas las cosas criadas, con ansias en
amores inflamada, por esta secreta escala de contemplación, a la
perfecta unión de amor de Dios, su amada salud.
11. Este, pues, es el disfraz que el alma dice que lleva en la noche de
fe por esta secreta escala, y éstas son las tres colores de él; las
cuales son una acomodadísima disposición para unirse el alma con
Dios según sus tres potencias, que son: entendimiento, memoria y
voluntad.
Porque la fe oscurece y vacía al entendimiento de toda su inteligencia
y en esto le dispone para unirle con la Sabiduría divina.
Y la esperanza vacía y aparta la memoria de toda la posesión de
criatura, porque, como dice san Pablo (Rm. 8, 24), la esperanza es de
lo que no se posee, y así aparta la memoria de lo que se puede
poseer, y pónela en lo que espera. Y por esto la esperanza de Dios
sola dispone la memoria puramente para unirla con Dios.
La caridad, ni más ni menos, vacía y aniquila las afecciones y apetitos
de la voluntad de cualquiera cosa que no es Dios, y sólo se los pone
en él; y así esta virtud dispone esta potencia y la une con Dios por
amor. Y así, porque estas virtudes tienen por oficio apartar al alma de
todo lo que es menos que Dios, le tienen consiguientemente de
juntarla con Dios.
12. Y así, sin caminar a las veras con el traje de estas tres virtudes,
es imposible llegar a la perfección de unión con Dios por amor. De
donde, para alcanzar el alma lo que pretendía, que era esta amorosa
y deleitosa unión con su Amado, muy necesario y conveniente traje y
disfraz fue este que tomó aquí el alma. Y también atinársele a vestir
y perseverar con él hasta conseguir pretensión y fin tan deseado
como era la unión de amor, fue gran ventura, y por eso nos lo dice
este verso:
¡Oh dichosa ventura!
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CAPÍTULO 22
Explícase el tercer verso de la segunda canción.
1. Bien claro está que le fue dichosa ventura al alma salir con una tal
empresa, como ésta su salida fue; en la cual se libró del demonio y
del mundo y de su misma sensualidad, como habemos dicho, y,
alcanzado la libertad dichosa y deseada de todos, del espíritu, salió
de lo bajo a lo alto, de terrestre se hizo celestial, y de humana,
divina, viniendo a tener su conversación en los cielos (Fil. 3, 20),
como acaece en este estado de perfección al alma, como en lo
restante se irá diciendo, aunque ya con alguna más brevedad.
314
2. Porque lo que era de más importancia, y por lo que yo
principalmente me puse en esto, que fue declarar esta noche a
muchas almas que, pasando por ella, estaban de ella ignorantes,
como en el prólogo se dice, está ya medianamente declarado, y dado
a entender, aunque harto menos de lo que ello es: cuántos sean los
bienes que consigo trae al alma, y cuán dichosa ventura le sea al que
por ella va, para que, cuando se espantaren con el horror de tantos
trabajos, se animen con la cierta esperanza de tantos y tan
aventajados bienes de Dios como en ella se alcanzan.
También, demás de esto, le fue dichosa ventura al alma por lo que
dice luego en el verso siguiente, es a saber:
A oscuras y en celada.
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CAPÍTULO 23
Declárase el cuarto verso. Dice el admirable escondrijo en que es
puesta el alma en esta noche, y cómo, aunque el demonio tiene
entrada en otros muy altos no en éste.
1. En celada es tanto como decir: escondido o encubierto. Y así, lo
que aquí dice el alma, conviene a saber, que a oscuras y en celada
salió, es más cumplidamente dar entender la gran seguridad que ha
dicho en el primer verso de esta canción que lleva por medio de esta
oscura contemplación en el camino de la unión de amor de Dios.
Decir, pues, el alma a oscuras y en celada, es decir que, por cuanto
iba a oscuras de la manera dicha, iba encubierta y escondida del
demonio y de sus cautelas y asechanzas.
2. La causa por que el alma en la oscuridad de esta contemplación va
libre y escondida de las asechanzas del demonio, es porque la
contemplación infusa, que aquí lleva, se infunde pasiva y
secretamente en el alma a excusas de los sentidos y potencias
interiores y exteriores de la parte sensitiva. Y de aquí es que no sólo
del impedimento, que con su natural flaqueza le pueden ser estas
potencias, va escondida y libre, sino también del demonio, el cual, si
no es por medio de estas potencias de la parte sensitiva, no puede
alcanzar ni conocer lo que hay en el alma, ni lo que en ella pasa. De
donde, cuanto la comunicación es más espiritual, interior y remota de
los sentidos, tanto menos el demonio alcanza a entenderla.
3. Y así, es mucho lo que importa para la seguridad del alma que el
trato interior con Dios sea de manera que sus mismos sentidos de la
parte inferior queden a oscuras y ayunos de ello y no lo alcancen: lo
uno, porque haya lugar que la comunicación espiritual sea más
abundante, no impidiendo la flaqueza de la parte sensitiva la libertad
del espíritu; lo otro, porque, como decimos, va más segura, no
alcanzando el demonio tan adentro. De donde podemos entender a
este propósito aquella autoridad de nuestro Salvador (Mt. 6, 3),
hablando espiritualmente, conviene a saber: No sepa tu siniestra lo
que hace tu diestra, que es como si dijera: Lo que pasa en la parte
diestra, que es la superior y espiritual del alma, no lo sepa (la
315
siniestra), esto es, sea de manera que la porción inferior de tu alma,
que es la parte sensitiva, no lo alcance; sea sólo secreto entre el
espíritu y Dios.
4. Bien es verdad que muchas veces, cuando hay en el alma y pasan
estas comunicaciones espirituales muy interiores y secretas, aunque
el demonio no alcance cuáles y cómo sean, por la gran pausa y
silencio que causan algunas de ellas en los sentidos y potencias de la
parte sensitiva, por aquí hecha de ver que las hay y que recibe el
alma algún bien. Y entonces, como ve que no puede alcanzar a
contradecirlas al fondo del alma, hace cuanto puede por alborotar y
turbar la parte sensitiva, que es donde alcanza, ahora con dolores,
ahora con horrores y miedos, con intento de desquietar y turbar por
este medio a la parte superior y espiritual del alma, acerca de aquel
bien que entonces recibe y goza.
Pero muchas veces, cuando la comunicación de la tal contemplación
tiene su puro embestimiento en el espíritu y hace fuerza en él, no le
aprovecha al demonio su diligencia para desquietarle, antes el alma
entonces recibe nuevo provecho y mayor y más segura paz. Porque,
en sintiendo la turbadora presencia del enemigo, ¡cosa admirable!,
que, sin saber cómo es aquello y sin ella hacer nada de su parte, se
entra ella más adentro del fondo interior, sintiendo ella muy bien que
se pone en cierto refugio, donde se ve estar más alejada del enemigo
y escondida, y allí aumentársele la paz y el gozo que el demonio le
pretendía quitar. Y entonces todo aquel temor le cae por defuera,
sintiéndolo ella claramente y holgándose de verse tan a lo seguro
gozar de aquella quieta paz y sabor del Esposo escondido, que ni
mundo ni demonio puede dar ni quitar, sintiendo allí el alma la
verdad de lo que la Esposa a este propósito dice en los Cantares (3,
7-8), es a saber: Mirad que al lecho de Salomón cercan sesenta
fuertes, etc., por los temores de la noche. Y esta fortaleza y paz
siente, aunque muchas veces siente atormentar la carne y los huesos
por defuera.
5. Otras veces, cuando la comunicación espiritual no comunica mucho
en el espíritu, sino que participa en el sentido, con más facilidad
alcanza el demonio a turbar el espíritu y alborotarle por medio del
sentido con estos horrores. Y entonces es grande el tormento y pena
que causa en el espíritu, y algunas veces más de lo que se puede
decir; porque, como va de espíritu a espíritu desnudamente, es
intolerable el horror que causa el malo en el bueno, digo en el del
ánima, cuando le alcanza su alboroto. Lo cual también da a entender
la Esposa en los Cantares (6, 10), cuando dice haberle a ella acaecido
así al tiempo que quería descender al interior recogimiento a gozar de
estos bienes, diciendo: Descendí al huerto de las nueces para ver las
manzanas de los valles y si había florecido la viña; no supe;
conturbóme mi alma por las cuadrigas, esto es, por los carros y
estruendos de Aminadab, que es el demonio.
6. Otras veces acaece, y esto cuando es por medio del ángel bueno,
que algunas veces el demonio echa de ver alguna merced que Dios
316
quiere hacer al alma. Porque las que son por este medio del ángel
bueno, ordinariamente permite Dios que las entienda el adversario: lo
uno, para que haga contra ellas lo que pudiere según la proporción de
la justicia, y así no pueda alegar el demonio de su derecho, diciendo
que no le dan lugar para conquistar al alma, como hizo de Job (1,
9-11; 2, 4-8); lo cual sería si no dejase Dios lugar a que hubiese
cierta paridad en los dos guerreros, conviene a saber, el ángel bueno
y el malo, acerca del alma, y así la victoria de cualquiera sea más
estimada, y el alma victoriosa y fiel en la tentación sea más
premiada.
7. Donde nos conviene notar que ésta es la causa por que, a la
misma medida y modo que va Dios llevando al alma y habiéndose
con ella, da licencia al demonio para que de esa misma manera se
haya él con ella: que, si tiene visiones verdaderas por medio del
ángel bueno (que ordinariamente son por este medio, aunque se
muestre Cristo, porque él en su misma persona casi nunca parece),
también da Dios licencia al ángel malo para que en aquel mismo
género se las pueda representar falsas, de manera que, según son de
aparentes, el alma que no es cauta fácilmente puede ser engañada,
como muchas de esta manera lo han sido. De lo cual hay figura en el
Exodo (7, 11-12; 8, 7), donde se dice que, todas las señales que
hacía Moisés verdaderas, hacían también los mágicos de Faraón
aparentes; que, si él sacaba ranas, ellos también las sacaban; si él
volvía el agua en sangre, ellos también la volvían.
8. Y no sólo en este género de visiones corporales imita, sino también
en las espirituales comunicaciones, cuando son por medio del ángel,
alcanzándolas a ver, como decimos, porque, como dice Job (41, 25):
Omne sublime videt, imita y se entremete. Aunque en éstas, como
son sin forma y figura (porque de razón del espíritu es no tenerla), no
las puede él imitar y formar como las otras que debajo de alguna
especie o figura se representan. Y así, para impugnarla, al mismo
modo que el alma es visitada, represéntala su temor espiritual para
impugnar y destruir espiritual con espiritual.
Cuando esto acaece así, al tiempo que el ángel bueno va a comunicar
al alma la espiritual contemplación, no puede el alma ponerse tan
presto en lo escondido y celada de la contemplación que no sea
notada del demonio y la alcance de vista con algún horror y turbación
espiritual, a veces harto penosa para el alma. Entonces algunas veces
se puede el alma despedir presto, sin que haya lugar de hacer en ella
impresión en el dicho horror del espíritu malo, y se recoge dentro de
sí, favorecida para esto de la eficaz merced espiritual que el ángel
bueno entonces le hace.
9. Otras veces prevalece el demonio y comprehende al alma la
turbación y el horror, lo cual es al alma de mayor pena que ningún
tormento de esta vida le podría ser; porque, como esta horrenda
comunicación va de espíritu a espíritu, algo desnuda y claramente de
todo lo que es cuerpo, es penosa sobre todo sentido; y dura esto
algún tanto en el espíritu, no mucho, porque saldría el espíritu de las
317
carnes con la vehemente comunicación del otro espíritu; después
queda la memoria que basta para dar gran pena.
10. Todo esto que habemos dicho pasa en el alma pasivamente, sin
ser ella parte en hacer y deshacer acerca de ello. Pero es aquí de
saber que, cuando el ángel bueno permite al demonio esta ventaja de
alcanzar al alma con este espiritual horror, hácelo para purificarla y
disponerla con esta vigilia espiritual para alguna gran fiesta y merced
espiritual: que le quiere hacer el que nunca mortifica sino para dar
vida, ni humilla sino para ensalzar (1 Re. 2, 6-7). Lo cual acaece de
allí a poco, que el alma, conforme a la purgación tenebrosa y horrible
que padeció, goza de admirable y sabrosa contemplación espiritual, a
veces tan subida, que no hay lenguaje para ella; pero sutilizóla
mucho el espíritu para poder recibir este bien el antecedente horror
del espíritu malo; porque estas visiones espirituales más son de la
otra vida que de ésta, y, cuando se ve una, dispone para otra.
11. Lo dicho se entiende acerca de cuando visita Dios al alma por
medio del ángel bueno, en lo cual no va ella, según se ha dicho,
totalmente tan a oscuras y en celada, que no le alcance algo el
enemigo. Pero cuando Dios por sí mismo la visita, entonces se
verifica bien el dicho verso, porque totalmente a oscuras y en celada
del enemigo recibe las mercedes espirituales de Dios. La causa es
porque como Su Majestad mora sustancialmente en el alma, donde ni
ángel ni demonio puede llegar a entender lo que pasa, no puede
conocer las íntimas y secretas comunicaciones que entre ella y Dios
allí pasan. Estas, por cuanto las hace el Señor por sí mismo,
totalmente son divinas y soberanas, porque todos son toques
sustanciales de divina unión entre el alma y Dios, en uno de los
cuales, por ser éste el más alto grado de oración que hay, recibe el
alma mayor bien que en todo el resto.
12. Porque éstos son los toques que ella le entró pidiendo en los
Cantares (1, 1), diciendo: Osculetur me osculo oris sui, etc. Que por
ser cosa que tan a lo justo pasa con Dios, donde el alma con tantas
ansias codicia llegar, estima y codicia un toque de esta Divinidad más
que todas las demás mercedes que Dios le hace. Por lo cual, después
que en los dichos Cantares le había hecho muchas, que ella allí ha
contado, no hallándose satisfecha, dice, pidiendo estos toques
divinos: ¿Quién te me dará hermano mío, que te hallase yo sola
afuera mamando de los pechos de mi madre, porque con la boca de
mi alma te besase, y así no me despreciase ni se me atreviese
ninguno? (8, 1). Dando a entender por esto que, siendo la
comunicación que Dios le hiciese para sí sólo, como vamos diciendo,
afuera y a excusa de todas las criaturas, que esto quiere decir "solo y
afuera mamando", esto es, enjugando y apagando los pechos de los
apetitos y afecciones de la parte sensitiva (lo cual es cuando ya con
libertad de espíritu, sin que la parte sensitiva alcance a impedirlo, ni
el demonio por medio de ella a contradecirlo, goza el alma en sabor y
paz íntima estos bienes), que entonces no se le atrevería el demonio,
318
porque no lo alcanzaría, ni podrá llegar a entender estos divinos
toques en la sustancia del alma en la amorosa sustancia de Dios.
13. A este bien ninguno llega si no es por íntima purgación y
desnudez y escondrijo espiritual de todo lo que es criatura. Lo cual a
oscuras, como largamente habemos dicho atrás y decimos acerca de
este verso en celada y escondido; en el cual escondido, como ahora
habemos dicho, se va confirmando el alma en la unión con Dios por
amor. Y, por eso lo canta ella en el dicho verso, diciendo: a oscuras y
en celada.
14. Cuando acaece que aquellas mercedes se le hacen al alma en
celada, que es sólo, como habemos dicho, en espíritu, suele en
algunas de ellas el alma verse sin saber cómo es aquello, tan
apartada y alejada según la parte espiritual y superior de la porción
inferior y sensitiva, que conoce en sí dos partes tan distintas entre sí,
que le parece no tiene que ver la una con la otra, pareciéndole que
está muy remota y apartada de la una. Y la verdad, en cierta manera
así lo está; porque según la operación, que entonces es toda
espiritual, no comunica en la parte sensitiva. De esta suerte se va
haciendo el alma toda espiritual; en estos escondrijos de
contemplación unitiva se le acaban por sus términos de quitar las
pasiones y apetitos espirituales en mucho grado. Y así, hablando de
la porción superior del alma, dice luego este último verso:
Estando ya mi casa sosegada.
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CAPÍTULO 24
Acábase de explicar la segunda canción.
1. Lo cual es tanto como decir: estando la porción superior de mi
alma ya también, como la inferior, sosegada según sus apetitos y
potencias, salí a la divina unión de amor de Dios.
2. Por cuanto de dos maneras por medio de aquella guerra de la
oscura noche, como queda dicho, es combatida y purgada el alma,
conviene a saber, según la parte sensitiva y la espiritual, con sus
sentidos, potencias y pasiones, también de dos maneras, conviene
saber, según estas dos partes sensitiva y espiritual, con todas sus
potencias y apetitos, viene el alma a conseguir paz y sosiego. Que,
por eso, como también queda dicho, repite dos veces este verso,
conviene a saber, en esta canción y la pasada, por razón de estas dos
porciones del alma, espiritual y sensitiva; las cuales, para poder ella
salir a la divina unión de amor, conviene que estén primero
reformadas, ordenadas y quietas acerca de lo sensitivo y espiritual
conforme al modo del estado de la inocencia que había en Adán. Y así
este verso, que en la primera canción es entendido del sosiego de la
porción inferior y sensitiva, en esta segunda se entiende
particularmente de la superior y espiritual, que por eso le ha repetido
dos veces.
3. Este sosiego y quietud de esta casa espiritual viene a conseguir el
alma, habitual y perfectamente, según esta condición de vida sufre,
319
por medio de los actos de toques sustanciales de unión que
acabamos de decir, y que, en celada y escondida de la turbación del
demonio y de los sentidos y pasiones, ha ido recibiendo de la
Divinidad, en que el alma se ha ido purificando, como digo,
sosegando y fortaleciendo y haciendo estable para poder de asiento
recibir la dicha unión, que es el divino desposorio entre el alma y el
Hijo de Dios.
El cual, luego que estas dos casas del alma se acaban de sosegar y
fortalecer en uno con todos sus domésticos de potencias y apetitos,
poniéndolos en sueño y silencio acerca de todas las cosas de arriba y
de abajo, inmediatamente esta divina Sabiduría se une en el alma
con un nuevo nudo de posesión de amor, y se cumple como ella lo
dice en el libro de la Sabiduría (18, 14-15) diciendo: Dum quietum
silentium contineret omnia, et nox in suo cursu medium iter haberet,
omnipotens sermo tuus, Domine, a regalibus sedibus. Lo mismo da a
entender la Esposa en los Cantares, diciendo que después que pasó
los que la desnudaron el manto de noche y la llagaron (5, 7), halló al
que deseaba su ánima (3, 4).
4. No se puede venir a esta unión sin gran pureza, y esta pureza no
se alcanza sin gran desnudez de toda cosa criada y viva mortificación.
Lo cual es significado por desnudar el manto a la Esposa y llagarla de
noche en la busca y pretensión del Esposo; porque el nuevo manto
que pretendía del desposorio no se le podía vestir sin desnudar el
viejo. Por tanto, el que rehusare salir en la noche ya dicha a buscar al
Amado y ser desnudado de su voluntad y mortificado, sino que en su
lecho y acomodamiento le busca, como hacía la Esposa, no llegará a
hallarle, como esta alma dice de sí que lo halló, saliendo ya a oscuras
y con ansia de amor.
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CAPÍTULO 25
En que brevemente se declara la tercera canción.
CANCIÓN 3ª
En la noche dichosa, en secreto, que nadie me veía, ni yo miraba
cosa, sin otra luz y guía sino la que en el corazón ardía.
DECLARACIÓN
1. Continuando todavía el alma la metáfora y semejanza de la noche
temporal en esta suya espiritual, va todavía contando y
engrandeciendo las buenas propiedades que hay en ella, y que por
medio de ella halló y llevó, para que breve y seguramente
consiguiese su deseado fin, de las cuales aquí pone tres.
2. La primera, dice, es que en esta dichosa noche de contemplación
lleva Dios el alma por tan solitario y secreto modo de contemplación
y tan remoto y ajeno del sentido, que cosa ninguna perteneciente a
él, ni toque de criatura, alcanza a llegarle al alma, de manera que la
estorbase y detuviese en el camino de la unión de amor.
3. La segunda propiedad que dice, es por causa de las tinieblas
espirituales de esta noche, en que todas las potencias de la parte
320
superior del alma están a oscuras; no mirando el alma ni pudiendo
mirar en nada, no se detiene en nada fuera de Dios para ir a él, por
cuanto va libre de los obstáculos de formas y figuras y de las
aprehensiones naturales, que son las que suelen empachar el alma
para no se unir siempre con el ser de Dios.
4. La tercera es que, aunque ni va arrimada a alguna particular luz
interior del entendimiento ni a alguna guía exterior para recibir
satisfacción de ella en este alto camino, teniéndola privada de todo
esto estas oscuras tinieblas; pero el amor solo que en este tiempo
arde, solicitando el corazón por el Amado, es el que guía y mueve al
alma entonces, y la hace volar a su Dios por el camino de la soledad,
sin ella saber cómo y de qué manera.
Síguese el verso:
En la noche dichosa.
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FIN DE LA OBRA [San Juan de la Cruz CANTICO ESPIRITUALA
Cancion 1]
ÍNDICE GENERAL
321
cómo perseveras Canción 9. Por qué, pues has llagado Canción 10.
Apaga mis enojos Canción 11. Oh cristalina fuente Canción 12.
Apártalos, Amado Canción 13. Mi Amado, las montañas Canción 14.
La noche sosegada Canción 15. Nuestro lecho florido Canción 16. A
zaga de tu huella Canción 17. En la interior bodega Canción 18. Allí
me dio su pecho Canción 19. Mi alma se ha empleado Canción 20.
Pues ya si en el ejido Canción 21. De flores y esmeraldas Canción 22.
En solo aquel cabello Canción 23. Cuando tú me mirabas Canción 24.
No quieras despreciarme Canción 25. Cogednos las raposas Canción
26. Detente, cierzo muerto Canción 27. Entrado se ha la esposa
Canción 28. Debajo del manzano Canción 29. A las aves ligeras
Canción 30. Por las amenas liras Canción 31. Oh ninfas de Judea
Canción 32. Escóndete, Carillo Canción 33. La blanca palomica
Canción 34. En soledad vivía Canción 35. Gocémonos, Amado
Canción 36. Y luego a las subidas Canción 37. Allí me mostrarías
Canción 38. El aspirar del aire Canción 39. Que nadie lo miraba
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DECLARACIÓN DE LAS CANCIONES QUE TRATAN DEL EJERCICIO DE
AMOR ENTRE EL ALMA Y EL ESPOSO CRISTO, EN LA CUAL SE TOCAN
Y DECLARAN ALGUNOS PUNTOS Y EFECTOS DE ORACIÓN, A
PETICIÓN DE LA MADRE ANA DE JESÚS, PRIORA DE LAS DESCALZAS
DE SAN JOSÉ DE GRANADA. AÑO DE 1584 AÑOS.
PRÓLOGO
1. Por cuanto estas canciones, religiosa Madre, parecen ser escritas
con algún fervor de amor de Dios, cuya sabiduría y amor es tan
inmenso, que, como se dice en el libro de la Sabiduría (Sb 8, 1), toca
desde un fin hasta otro fin, y el alma que de él es informada y
movida, en alguna manera esa misma abundancia e ímpetu lleva en
su decir, no pienso yo ahora declarar toda la anchura y copia que el
espíritu fecundo del amor en ellas lleva; antes sería ignorancia pensar
que los dichos de amor en inteligencia mística, cuales son los de las
presentes canciones, con alguna manera de palabras se pueden bien
explicar; porque el Espíritu del Señor que ayuda nuestra flaqueza,
como dice san Pablo (Rm. 8, 26), morando en nosotros, pide por
nosotros con gemidos inefables lo que nosotros no podemos bien
entender ni comprehender para lo manifestar. Porque ¿quién podrá
escribir lo que a las almas amorosas, donde él mora, hace entender?
Y ¿quién podrá manifestar con palabras lo que las hace sentir? Y
¿quién, finalmente, lo que las hace desear? Cierto, nadie lo puede;
cierto, ni ellas mismas por quien pasa lo pueden. Que ésta es la
causa por que con figuras, comparaciones y semejanzas, antes
rebosan algo de lo que sienten, y de la abundancia del espíritu
vierten secretos misterios, que con razones lo declaran.
Las cuales semejanzas, no leídas con la sencillez del espíritu de amor
e inteligencia que ellas llevan, antes parecen dislates que dichos
puestos en razón, según es de ver en los divinos Cantares de
Salomón y en otros libros de la Escritura divina, donde, no pudiendo
322
el Espíritu Santo dar a entender la abundancia de su sentido por
términos vulgares y usados, habla misterios en extrañas figuras y
semejanzas. De donde se sigue que los santos doctores, aunque
mucho dicen y más digan, nunca pueden acabar de declararlo por
palabras, así como tampoco por palabras se pudo ello decir; y así, lo
que de ello se declara, ordinariamente es lo menos que contiene en
sí.
2. Por haberse, pues, estas canciones compuesto en amor de
abundante inteligencia mística, no se podrán declarar al justo, ni mi
intento será tal, sino sólo dar alguna luz en general, pues Vuestra
Reverencia así lo ha querido, y esto tengo por mejor, porque los
dichos de amor es mejor dejarlos en su anchura para que cada uno
de ellos se aproveche según su modo y caudal de espíritu, que
abreviarlos a un sentido a que no se acomode todo paladar. Y así,
aunque en alguna manera se declaran, no hay para qué atarse a la
declaración; porque la sabiduría mística (la cual es por amor, de que
las presentes canciones tratan) no ha menester distintamente
entenderse para hacer efecto de amor y afición en el alma, porque es
a modo de la fe, en la cual amamos a Dios sin entenderle.
3. Por tanto, seré bien breve, aunque no podrá ser menos de
alargarme en algunas partes donde lo pidiere la materia y donde se
ofreciere ocasión de tratar y declarar algunos puntos y efectos de
oración, que, por tocarse en las canciones muchos, no podrá ser
menos de tratar algunos. Pero, dejando los más comunes, notaré
brevemente los más extraordinarios que pasan por los que han
pasado, con el favor de Dios, de principiantes. Y esto por dos cosas:
la una, porque para los principiantes hay muchas cosas escritas; la
otra, porque en ello hablo con Vuestra Reverencia por su mandado, a
la cual Nuestro Señor ha hecho merced de haberla sacado de esos
principios y llevádola más adentro del seno de su amor divino. Y así
espero que, aunque se escriben aquí algunos puntos de teología
escolástica acerca del trato interior del alma con su Dios, no será en
vano haber hablado algo a lo puro del espíritu en tal manera; pues,
aunque a Vuestra Reverencia le falte el ejercicio de teología
escolástica, con que se entienden las verdades divinas, no la falta el
de la mística, que se sabe por amor, en que no solamente se saben,
mas juntamente se gustan.
4. Y por que lo que dijere (lo cual quiero sujetar al mejor juicio, y
totalmente al de la Santa Madre Iglesia) haga más fe, no pienso
afirmar cosa de mío, fiándome de experiencia que por mí haya
pasado, ni de lo que en otras personas espirituales haya conocido o
de ellas oído (aunque de lo uno y de lo otro me pienso aprovechar),
sin que con autoridades de la Escritura divina vaya confirmado y
declarado, a lo menos, en lo que pareciere más dificultoso de
entender. En las cuales llevaré este estilo: que primero las pondré la
sentencia de su latín, y luego las declararé al propósito de lo que se
trajeren; y pondré primero juntas todas las canciones, y luego por su
orden iré poniendo cada una de por sí para haberla de declarar; de
323
las cuales declararé cada verso poniéndole al principio de su
declaración, etc.
FIN DEL PRÓLOGO
Inicio --------------------------------------------
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CANCIONES ENTRE EL ALMA Y EL ESPOSO [San Juan de la
Cruz CANTICO ESPIRITUALA Cancion 1]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LAS OBRAS COMPLETAS DE SAN JUAN DE LA CRUZ
ÍNDICE DEL CANTO ESPIRITUAL A
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CANCIONES ENTRE EL ALMA Y EL ESPOSO
Esposa
1. ¿Adónde te escondiste, Amado, y me dejaste con gemido? Como el
ciervo huiste, habiéndome herido; salí tras ti clamando, y eras ido.
2. Pastores, los que fuerdes allá por las majadas al otero: si por
ventura vierdes aquel que yo más quiero, decidle que adolezco, peno
y muero.
3. Buscando mis amores iré por esos montes y riberas; ni cogeré las
flores, ni temeré las fieras, y pasaré los fuertes y fronteras.
Pregunta a las criaturas
4. ¡Oh bosques y espesuras, plantadas por la mano del Amado! ¡Oh
prado de verduras, de flores esmaltado! Decid si por vosotros ha
pasado.
Respuesta de las criaturas
5. Mil gracias derramando pasó por estos sotos con presura, e,
yéndolos mirando, con sola su figura vestidos los dejó de hermosura.
Esposa
6. ¡Ay, quién podrá sanarme! Acaba de entregarte ya de vero; no
quieras enviarme de hoy más ya mensajero, que no saben decirme lo
que quiero.
7. Y todos cuantos vagan de ti me van mil gracias refiriendo, y todos
más me llagan, y déjame muriendo un no sé qué que quedan
balbuciendo.
8. Mas ¿cómo perseveras, ¡oh vida!, no viviendo donde vives, y
haciendo porque mueras las flechas que recibes de lo que del Amado
en ti concibes?
9. ¿Por qué pues has llagado aqueste corazón, no le sanaste? Y, pues
me le has robado, ¿por qué así le dejaste, y no tomas el robo que
robaste?
10. Apaga mis enojos, pues que ninguno basta a deshacellos, y
véante mis ojos, pues eres lumbre dellos, y sólo para ti quiero
tenellos.
11. ¡Oh cristalina fuente, si en esos tus semblantes plateados
formases de repente los ojos deseados que tengo en mis entrañas
dibujados!
12. Apártalos, Amado, que voy de vuelo.
El Esposo
324
Vuélvete, paloma, que el ciervo vulnerado por el otero asoma al aire
de tu vuelo, y fresco toma.
La Esposa
13. Mi Amado, las montañas, los valles solitarios nemorosos, las
ínsulas extrañas, los ríos sonorosos, el silbo de los aires amorosos,
14. la noche sosegada en par de los levantes de la aurora, la música
callada, la soledad sonora, la cena que recrea y enamora.
15. Nuestro lecho florido, de cuevas de leones enlazado, en púrpura
tendido, de paz edificado, de mil escudos de oro coronado.
16. A zaga de tu huella las jóvenes discurren al camino, al toque de
centella, al adobado vino, emisiones de bálsamo divino.
17. En la interior bodega de mi Amado bebí, y cuando salía por toda
aquesta vega, ya cosa no sabía, y el ganado perdí que antes seguía.
18. Allí me dio su pecho, allí me enseñó ciencia muy sabrosa; y yo le
di de hecho a mí, sin dejar cosa: allí le prometí de ser su Esposa.
19. Mi alma se ha empleado, y todo mi caudal en su servicio; ya no
guardo ganado, ni ya tengo otro oficio, que ya sólo en amar es mi
ejercicio.
20. Pues ya si en el ejido de hoy más no fuere vista ni hallada, diréis
que me he perdido; que, andando enamorada, me hice perdidiza, y
fui ganada.
21. De flores y esmeraldas, en las frescas mañanas escogidas,
haremos las guirnaldas en tu amor florecidas, y en un cabello mío
entretejidas.
22. En solo aquel cabello que en mi cuello volar consideraste,
mirástele en mi cuello, y en él preso quedaste, y en uno de mis ojos
te llagaste.
23. Cuando tú me mirabas, su gracia en mí tus ojos imprimían; por
eso me adamabas, y en eso merecían los míos adorar lo que en ti
vían.
24. No quieras despreciarme, que, si color moreno en mí hallaste, ya
bien puedes mirarme después que me miraste, que gracia y
hermosura en mí dejaste.
25. Cogednos las raposas, que está ya florecida nuestra viña, en
tanto que de rosas hacemos una piña, y no parezca nadie en la
montiña.
26. Detente, cierzo muerto; ven, austro, que recuerdas los amores,
aspira por mi huerto, y corran sus olores, y pacerá el Amado entre las
flores.
Esposo
27. Entrado se ha la esposa en el ameno huerto deseado, y a su
sabor reposa, el cuello reclinado sobre los dulces brazos del Amado.
28. Debajo del manzano, allí conmigo fuiste desposada, allí te di la
mano, y fuiste reparada donde tu madre fuera violada.
29. A las aves ligeras, leones, ciervos, gamos saltadores, montes,
valles riberas, aguas, aires, ardores y miedos de las noches
veladores,
325
30. por las amenas liras y canto de serenas os conjuro que cesen
vuestras iras, y no toquéis al muro, porque la esposa duerma más
seguro.
Esposa
31. ¡Oh ninfas de Judea!, en tanto que en las flores y rosales el
ámbar perfumea, morá en los arrabales, y no queráis tocar nuestros
umbrales.
32 Escóndete, Carillo, y mira con tu haz a las montañas, y no quieras
decillo; mas mira las compañas de la que va por ínsulas extrañas.
Esposo
33. La blanca palomica al arca con el ramo se ha tornado; y ya la
tortolica al socio deseado en las riberas verdes ha hallado.
34. En soledad vivía, y en soledad ha puesto ya su nido; y en soledad
la guía a solas su querido, también en soledad de amor herido.
Esposa
35. Gocémonos, Amado, y vámonos a ver en tu hermosura al monte
o al collado do mana el agua pura; entremos más adentro en la
espesura.
36. Y luego a las subidas cavernas de la piedra nos iremos, que están
bien escondidas, y allí nos entraremos, y el mosto de granadas
gustaremos.
37. Allí me mostrarías aquello que mi alma pretendía, y luego me
darías allí, tú, vida mía, aquello que me diste el otro día:
38. El aspirar del aire, el canto de la dulce filomena, el soto y su
donaire, en la noche serena, con llama que consume y no da pena.
39. Que nadie lo miraba, Aminadab tampoco parecía, y el cerco
sosegaba, y la caballería a vista de las aguas descendía.
FIN DE LAS CANCIONES
Inicio --------------------------------------------
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CANCIÓN 1 [San Juan de la Cruz CANTICO ESPIRITUALA
Cancion 1]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LAS OBRAS COMPLETAS DE SAN JUAN DE LA CRUZ
ÍNDICE DEL CANTO ESPIRITUAL A
---------------------------------------------------------------------------
COMIENZA LA DECLARACIÓN DE LAS CANCIONES ENTRE LA ESPOSA
Y EL ESPOSO
CANCIÓN PRIMERA
¿Adónde te escondiste, Amado, y me dejaste con gemido? Como el
ciervo huiste, habiéndome herido; salí tras ti clamando, y eras ido.
DECLARACIÓN
1. En esta primera canción, el alma enamorada del Verbo Hijo de
Dios, su Esposo, deseando unirse con él por clara y esencial visión,
propone sus ansias de amor, querellándose a él de la ausencia,
mayormente que, estando ella herida de su amor, por el cual ha
salido de todas las cosas y de sí misma, todavía haya de padecer la
326
ausencia de su Amado, no desatándola ya de la carne mortal para
poderle gozar en gloria de eternidad; y así, dice:
¿Adónde te escondiste?
2. Y es como si dijera: Verbo, Esposo mío, muéstrame el lugar do
estás escondido. En lo cual le pide la manifestación de su divina
esencia; porque el lugar do está escondido el Hijo de Dios, es, como
dice san Juan (Jn 1, 18), el seno del Padre, que es la esencia divina,
la cual es ajena y escondida de todo ojo mortal y de todo
entendimiento. Lo cual quiso decir Isaías (Is 45, 15), cuando dijo:
Verdaderamente tú eres Dios escondido. Donde es de notar que, por
grandes comunicaciones y presencias, y altas y subidas noticias de
Dios que una alma en esta vida tenga, no es aquello esencialmente
Dios, ni tiene que ver con él, porque todavía, en la verdad, le está al
alma escondido, y siempre le conviene al alma sobre todas esas
grandezas tenerle por escondido y buscarle escondido, diciendo:
¿Adónde te escondiste? Porque ni la alta comunicación y presencia
sensible es más testimonio de su presencia, ni la sequedad y carencia
de todo eso en el alma es menos testimonio de su presencia en ella.
Por lo cual dice el profeta Job (Job 9,11): Si venerit ad me, non
videbo eum; et si abierit, non intelligam, que quiere decir: Si viniere
a mí (es a saber, Dios), no le veré; y si se fuere, no lo entenderé. En
lo cual se ha de entender que, si el alma sintiere grande
comunicación o noticia de Dios o otro algún sentimiento, no por eso
se ha de persuadir a que aquello sea tener más a Dios o estar más en
Dios; ni tampoco que aquello que siente o entiende sea
esencialmente Dios, aunque más ello sea, y que si todas esas
comunicaciones sensibles e inteligibles le faltaren, no ha de pensar
que por eso le falta Dios, pues que realmente ni por lo uno puede
saber de cierto estar en su gracia, ni por lo otro estar fuera de ella,
diciendo el Sabio (Ecle. 9, 1): Nemo scit utrum amore an odio dignus
sit, que quiere decir: Ningún hombre mortal puede saber si es digno
de gracia o aborrecimiento de Dios. De manera que el intento del
alma en este presente verso no es pedir sólo la devoción afectiva y
sensible, en que no hay certeza ni claridad de la posesión graciosa del
Esposo en esta vida, sino también la presencia y clara visión de su
esencia, con que desea estar certificada y satisfecha en la gloria.
3. Esto mismo quiso decir la Esposa en los Cantares divinos (Ct 1, 6),
cuando, deseando la unión y junta de la divinidad del Verbo, Esposo
suyo, la pidió al Padre, diciendo: Indica mihi, ubi pascas, ubi cubes in
meridie, que quiere decir: Muéstrame dónde te apacientes, y dónde
te recuestes al mediodía. Porque, en pedirle dónde se apacentaba,
era pedir le mostrase la esencia del Verbo divino, porque el Padre no
se gloría ni apacienta en otra cosa que en el Verbo, su único Hijo; y
en pedir le mostrase dónde se recostaba al mediodía, era pedirle lo
mismo, porque el Padre no se recuesta ni cabe en otro lugar que en
su Hijo, en el cual se recuesta, comunicándole toda su esencia al
mediodía, que es en la eternidad, donde siempre le engendra. Este
pasto, pues, donde el Padre se apacienta, y este lecho florido del
327
Verbo divino, donde se recuesta, escondido de toda criatura mortal,
pide aquí el alma Esposa cuando dice: ¿Adónde te escondiste?
4. Y es de notar, para saber hallar este Esposo (cual en esta vida se
puede), que el Verbo, juntamente con el Padre y el Espíritu Santo,
está esencialmente en el íntimo centro del alma escondido; por tanto,
el alma que por unión de amor le ha de hallar, conviénele salir y
esconderse de todas las cosas criadas según la voluntad y entrarse
en sumo recogimiento dentro de sí misma, comunicándose allí con
Dios en amoroso y afectuoso trato, estimando todo lo que hay en el
mundo como si no fuese. Que por eso san Agustín, hablando en los
Soliloquios con Dios, decía: No te hallaba yo, Señor, de fuera, porque
mal te buscaba de fuera a ti que estabas dentro. Está, pues, en el
alma escondido, y allí le ha de buscar el buen contemplativo,
diciendo: ¿Adónde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?
5. Llámale Amado para más moverle e inclinarle a su ruego, porque,
cuando Dios es amado de veras, con gran facilidad oye los ruegos de
su amante. Y entonces se puede de verdad llamar Amado, cuando el
alma está entera con él, no teniendo su corazón en otra cosa alguna
fuera de él. De donde algunos llaman al Esposo Amado, y no es su
Amado de veras, porque no tienen con él entero su corazón; y así, su
petición no es en la presencia del Esposo de tanto valor.
6. Y en lo que dice luego: Y me dejaste con gemido, es de notar que
la ausencia del Amado es un continuo gemido en el corazón del
amante, porque, como fuera de él nada ama, en nada descansa ni
recibe alivio. De donde en esto se conocerá si alguno de veras a Dios
ama, si con alguna cosa menos que Dios no se contenta.
Este gemido dio bien a entender san Pablo (Rm. 8, 23) cuando dijo:
Nos intra nos gemimus, expectantes adoptionem filiorum Dei, esto
es: Nosotros dentro de nosotros tenemos el gemido, esperando la
adopción y posesión de hijos de Dios; que es como si dijera: dentro
de nuestro corazón, donde tenemos la prenda, sentimos lo que nos
aqueja, que es la ausencia. Este, pues, es el gemido que el alma
tiene siempre en el sentimiento de la ausencia de su Amado,
mayormente cuando, habiendo gustado alguna dulce y sabrosa
comunicación suya la dejó seca y sola. Lo cual sintiendo ella mucho,
dice luego:
Como el ciervo huiste,
7. Donde es de notar que en los Cantares (Ct 2, 9) compara la
Esposa al Esposo al ciervo y a la cabra montañesa, diciendo: Similis
est dilectus meus capreae hinnuloque cervorum, esto es: Semejante
es mi Amado a la cabra y al hijo de los ciervos. Y esto por la presteza
del esconderse y mostrarse, cual suele hacer el Amado en las visitas
que hace a las almas, y en los desvíos y ausencias que las hace sentir
después de las tales visitas; por lo cual les hace sentir con mayor
dolor la ausencia, según ahora da aquí a entender el alma, cuando
dice:
Habiéndome herido.
328
8. Y es como si dijera: no sólo me bastaba la pena y el dolor que
ordinariamente padezco en tu ausencia, sino que, hiriéndome más de
amor con tu flecha y aumentado la pasión y apetito de tu vista huyas
con ligereza de ciervo y no te dejes comprehender algún tanto
siquiera.
9. Para más declaración de este verso es de saber que, allende de
otras muchas diferencias de visitas que Dios hace al alma, con que la
llaga y levanta en amor, suele hacer unos encendidos toques de
amor, que a manera de saeta de fuego hieren y traspasan al alma y
la dejan toda cauterizada con fuego de amor. Y éstas propiamente se
llaman heridas de amor, de las cuales habla aquí el alma. Inflaman
éstas tanto la voluntad en afición, que se está el alma abrasando en
fuego y llama de amor; tanto, que parece consumirse en aquella
llama, y la hace salir fuera de sí y renovar toda y pasar a nueva
manera de ser, así como el ave fénix, que se quema y renace de
nuevo.
De lo cual hablando David (Sal. 72, 21-22), dice: Inflammatum est
cor meum, et renes mei commutati sunt, et ego ad nihilum redactus
sum, et nescivi, que es decir: Fue inflamado mi corazón, y mis renes
se mudaron, y yo fui resuelto en nada y no supe. Los apetitos y
afectos que aquí entiende el profeta por renes, todos se conmueven,
mudándose en divinos en aquella inflamación amorosa del corazón; y
el alma por amor se resuelve en nada, nada sabiendo sino sólo amor.
Y a este tiempo amoroso es la conmutación de estas renes de
apetitos de voluntad hecha en grande manera de tormento en ansia
de ver a Dios; tanto, que le parece al alma intolerable el rigor de que
con ella usa el amor; no porque la haya herido (porque antes tiene
ella las tales heridas de amor por salud), sino porque la dejó así
herida penando, y no la hirió más hasta acabarla de matar, para
poder verse juntamente con él en revelada y clara vista de perfecto
amor. Por tanto, encareciendo o declarando el dolor de la herida en
amor a causa de la ausencia, dijo: Habiéndome herido.
10. Y este sentimiento tan grande acaece así en el alma por cuanto
en aquella herida de amor, que hace Dios en ella, levántase la
voluntad del alma con súbita presteza a la posesión del Amado, que
sintió estar cerca por el toque suyo que sintió de amor. Y con esa
misma presteza siente la ausencia y el gemido juntamente, por
cuanto en ese mismo momento se le desaparece y esconde, y se
queda ella en vacío y con tanto más dolor y gemido, cuanto era
mayor el apetito de comprehender. Porque estas visitas de heridas de
amor no son como otras en que Dios suele recrear y satisfacer al
alma, llenándola de pacífica suavidad y reposo; porque éstas sólo las
hace él más para llagar que para sanar, y más para lastimar que para
satisfacer, pues no sirven más de para avivar la noticia y aumentar el
apetito y, por el consiguiente, el dolor.
Estas se llaman heridas de amor, que son al alma sabrosísimas; por
lo cual querría ella estar siempre muriendo mil muertes a estas
329
lanzadas, porque la hacen salir de sí y entrar en Dios. Lo cual da ella
a entender en el verso siguiente, diciendo:
Salí tras ti clamando, y eras ido.
11. En las heridas de amor no puede haber medicina sino de parte del
que hirió, y por eso dice que salió clamando, esto es, pidiendo
medicina tras del que la había herido, clamando con la fuerza del
fuego causado de la herida.
Y es de saber que este salir se entiende de dos maneras: la una,
saliendo de todas las cosas, lo cual se hace por desprecio y
aborrecimiento de ellas; la otra, saliendo de sí misma por olvido y
descuido de sí, lo cual se hace por aborrecimiento santo de sí misma
en amor de Dios; el cual de tal manera levanta al alma, que la hace
salir de sí y de sus quicios y modos naturales, clamando por Dios. Y
esas dos maneras de salir entiende aquí el alma cuando dice: salí,
porque esas dos son menester, y no menos, para ir tras Dios y entrar
en él. Y así es como si dijera: Esposo mío, en aquel toque tuyo y
herida de amor, sacásteme no sólo de todas las cosas, enajenándome
de ellas, mas también me hiciste salir de mí (porque, a la verdad, y
aun de las carnes parece que entonces saca Dios al alma) y
levantásteme a ti, clamando por ti, desasida ya de todo para asirme a
ti.
12. Y eras ido, como si dijera: al tiempo que quise comprehender tu
presencia no te hallé, y quedéme vacía y desasida de todo por ti y sin
asirme a ti, penando en los aires de amor sin arrimo de ti y de mí.
Esto que aquí llama el alma salir para ir a Dios, llama la Esposa en los
Cantares (Ct 3, 2) levantar, diciendo: Surgam et circuibo civitatem,
per vicos et plateas quaeram quem diligit anima mea, quaesivi illum
et non inveni quiere decir: Levantarme he y rodearé la ciudad; por
los arrabales y las plazas buscaré al que ama mi ánima, busquéle y
no le hallé. Este levantar se entiende aquí espiritualmente de lo bajo
a lo alto, que es lo mismo que salir de sí, esto es, de su modo y amor
bajo el alto amor de Dios. Pero da a entender que quedó penada,
porque no le halló.
Por eso, el que está enamorado de Dios vive siempre en esta vida
penado, porque él está ya entregado a Dios, esperando la paga en la
misma moneda, conviene a saber, de la entrega de la clara posesión
y vision de Dios, clamando por ella, y en esta vida no se le da, y,
habiéndose ya perdido de amor por Dios, no ha hallado la ganancia
de su pérdida, pues carece de la dicha posesión del Amado, porque él
se perdió. Por tanto, el que anda penado por Dios, señal es que se ha
dado a Dios y que le ama.
13. Esta pena y sentimiento de la ausencia de Dios suele ser tan
grande en los que van llegándose a perfección, al tiempo de estas
divinas heridas, que, si no proveyese el Señor, morirían, porque,
como tienen el paladar de la voluntad y el espíritu limpio y sano, bien
dispuesto para Dios, y en lo dicho se les da a gustar algo de la
dulzura del amor, que ellos sobre todo modo apetecen, padecen
sobre todo modo; porque, como por resquicios, se les muestra un
330
inmenso bien y no se les concede: así es inefable la pena y el
tormento.
Inicio --------------------------------------------
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CANCIÓN 2
Pastores, los que fuerdes allá por las majadas al otero, si por ventura
vierdes aquel que yo más quiero, decilde que adolezco, peno y
muero.
DECLARACIÓN
1. En esta canción el alma se quiere aprovechar de terceros y
medianeros para con su Amado, pidiéndoles le den parte de su dolor
y pena; porque propiedad es del amante, ya que por la ausencia no
puede comunicarse, hacerlo por los mejores medios que puede; y así
el alma, de sus deseos, afectos y gemidos, se quiere aquí aprovechar
como de mensajeros que tan bien saben manifestar los secretos del
corazón; y así, dice:
Pastores, los que fuerdes,
2. llamando pastores a los afectos y deseos, porque ellos apacientan
al alma de bienes espirituales (porque pastor quiere decir
apacentador), y mediante ellos se comunica Dios a ella, porque sin
ellos no se le comunica. Y dice: Los que fuerdes, es a saber, los que
de puro amor saliéredes, porque no todos van, sino los que salen de
fiel amor.
Allá por las majadas al otero.
3. Llama majadas a los coros de los ángeles, por los cuales de coro
en coro van nuestros gemidos y oraciones a Dios; al cual llama otero
porque, así como el otero es alto, así Dios es la suma alteza, y
porque en Dios, como en el otero, se otean y ven todas las cosas; al
cual van nuestras oraciones, ofreciéndoselas los ángeles, como
habemos dicho, porque ellos son los que le ofrecen nuestras
oraciones y deseos, según lo dijo el ángel al santo Tobías (Tb 12, 12),
diciendo: Quando orabas cum lachrymis et sepeliebas, etc., ego obtuli
orationem tuam Domino, que quiere decir: Cuando orabas con
lágrimas y enterrabas los muertos, yo ofrecí al Señor tu oración.
También se pueden entender estos pastores, que aquí dice el alma,
por los mismos ángeles; porque no sólo llevan a Dios nuestros
recaudos, sino también traen los de Dios a nuestras almas,
apacentándolas como buenos pastores de dulces inspiraciones y
comunicaciones de Dios, por cuyo medio también Dios las hace, y
ellos nos amparan de los lobos, que son los demonios, y nos
defienden de ellos como buenos pastores.
Si por ventura vierdes.
4. Y es tanto como decir: si por mi buena dicha y ventura llegáredes
a su presencia, de suerte que os vea y os oiga. Donde es de notar
que, aunque es verdad que Dios todo lo sabe y entiende, y hasta los
mínimos pensamientos del alma ve y nota (Dt. 31, 12), entonces se
dice ver nuestras necesidades o oirlas, cuando las remedia o las
cumple. Porque no cualesquier necesidades ni cualesquier peticiones
331
llegan a colmo que las oiga Dios para cumplirlas, hasta que en sus
ojos llegue bastante tiempo y sazón y número para concederlas o
remediarlas; y entonces se dice verlas y oírlas, según es de ver en el
Exodo (Ex 3, 7-8), donde, después de cuatrocientos años que los
hijos de Israel habían estado afligidos en la servidumbre de Egipto,
dijo Dios a Moisés: Vidi aflictionem populi mei in Aegipto et clamorem
eius audivi, etc., et descendi liberare eum, esto es: Vi la aflicción de
mi pueblo y he oído su clamor, y he bajado para librarlos, como
quiera que siempre la hubiese visto; pero entonces se dijo verla
cuando por la obra quiso cumplirla. Y también dijo san Gabriel a
Zacarías (Lc. 1, 13): Ne timeas, Zacharia, quioniam exaudita est
desprecatio tua, que quiere decir: No temas Zacarías, porque es oída
tu oración, es a saber, concediéndole el hijo que muchos años le
había andado pidiendo, como quiera que siempre le hubiese oído. Y
así ha de entender cualquiera alma que, aunque Dios no acuda luego
a su necesidad y ruego, no por eso, si ella no lo desmerece, dejará de
acudir en el tiempo debido y portuno, el cual es, como dice David
(Sal. 9, 10), adiutor in opportunitatibus, in tribulatione, esto es,
ayudador en las oportunidades y en la tribulación. Quiere, pues, decir
aquí el alma cuando dice: Si por ventura vierdes, si por mi buena
ventura ha llegado el tiempo y sazón en que mis deseos y peticiones
hayan llegado a que los vea para cumplírmelos,
aquel que yo más quiero,
5. es a saber, más que a todas las cosas. Y entonces, hablando a lo
perfecto, le quiere más que a todas las cosas el alma, cuando no se le
pone nada por delante que la impida hacer y padecer por él cualquier
cosa. A éste, pues, que ella más quiere, envía por mensajeros a sus
deseos con el recaudo de sus necesidades y penas, diciendo:
Decilde que adolezco, peno y muero.
6. Tres maneras de necesidades representa aquí el alma, conviene a
saber: dolencia, pena y muerte. Porque el alma que de veras ama,
ordinariamente en el sentimiento de la ausencia de Dios padece de
estas tres maneras dichas, según las tres potencias del alma, que
son: entendimiento, voluntad y memoria. Acerca del entendimiento
adolece, porque no ve a Dios, que es la salud del entendimiento.
Acerca de la voluntad pena, porque carece de la posesión de Dios,
que es el descanso, refrigerio y deleite de la voluntad. Acerca de la
memoria muere, porque, acordándose que carece de todos los bienes
del entendimiento, que es ver a Dios, y de todos los deleites de la
voluntad, que es poseerle, y que también es muy posible carecer de
él para siempre, padece en esta memoria a manera de muerte.
7. Estas tres necesidades representó también Jeremías (Lm. 3, 19) a
Dios, diciendo: Recordare paupertatis meae, absynthii et fellis, que
quiere decir: Acuérdate de mi pobreza, y del ajenjo y de la hiel. La
pobreza se refiere al entendimiento, porque a él pertenecen las
riquezas de la sabiduría de Dios, en la cual, como dice san Pablo (Col.
2, 3), están encerrados todos los tesoros de Dios. El ajenjo, que es
hierba amarísima, se refiere a la voluntad, porque a esta potencia
332
pertenece la dulzura de la posesión de Dios, de la cual careciendo, se
queda con la amargura, según el ángel dijo a san Juan en el
Apocalipsis (Ap 10, 9), diciendo: Accipe librum, et devora illum, et
faciet amaricari ventrem tuum, que quiere decir: Toma y come el
libro y hacerte ha amargura en el vientre, tomando allí el vientre por
la voluntad. La hiel se refiere a la memoria, que significa la muerte
del alma, según da a entender Moisés en el Deuteronomio (Dt 32,
33), hablando de los condenados, diciendo: Fel draconum vinum
eorum, et venenum aspidum insanabile, esto es: Hiel de dragones
será el vino de ellos, y veneno de áspides insanable; lo cual significa
allí el carecer de Dios, que es muerte del alma. Y estas tres
necesidades y penas están fundadas en las tres virtudes teologales,
que son: fe, caridad y esperanza, que se refieren a las tres dichas
potencias: entendimiento, voluntad y memoria.
8. Y es de notar que el alma, en el dicho verso, no hace más que
representar su necesidad y pena al Amado, porque el que
discretamente ama, no cura de pedir lo que le falta y desea sino de
representar su necesidad, para que el Amado haga lo que fuere
servido; como cuando la bendita Virgen dijo al amado Hijo en las
bodas de Caná de Galilea, no pidiéndole derechamente el vino, sino
diciendo: No tienen vino (Jn. 2, 3); y las hermanas de Lázaro le
enviaron, no a decir que sanase a su hermano, sino a decir que
mirase que al que amaba estaba enfermo (Jn. 11, 3).
Y la causa por que sea mejor para el amante representar al Amado su
necesidad que pedirle el cumplimiento de ella, es por tres cosas: la
primera, porque mejor sabe el Señor nuestras necesidades que
nosotros mismos; la segunda, porque el Amado más se compadece
viendo la necesidad de su amante, y se mueve viendo su resignación;
la tercera, porque más seguridad lleva el alma acerca del amor propio
y propiedad en representar su falta, que en pedir lo que a su parecer
le falta. Ni más ni menos hace el alma en este presente verso,
representando sus tres necesidades, lo cual es tanto como pedirle el
remedio de ellas. Porque decir: Decidle que adolezco, peno y muero,
es como decir: pues adolezco, y él sólo es mi salud, que me dé mi
salud; y pues peno, y él solo es mi descanso, que me dé mi
descanso; y pues muero, y él solo es mi vida, que me dé mi vida.
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CANCIÓN 3
Buscando mis amores, iré por esos montes y riberas; ni cogeré las
flores, ni temeré las fieras, y pasaré los fuertes y fronteras.
DECLARACIÓN
1. No sólo basta al alma orar y desear y ayudarse de terceros para
hablar al Amado, como ha hecho en las precedentes canciones, sino
que junto con eso ella misma se ponga por la obra a le buscar. Y eso
dice que ha de hacer en esta canción, diciendo que en busca de su
Amado ha de ir ejercitándose en las virtudes y mortificaciones, en la
vida contemplativa y activa; y que para esto no ha de admitir bienes
333
ni regalos algunos, ni bastarán a detenerla e impedirla este camino
todas las fuerzas y asechanzas de los tres enemigos: mundo,
demonio y carne, diciendo:
Buscando mis amores,
2. es a saber, a mi Amado,
iré por esos montes y riberas.
3. A las virtudes llama montes: lo uno, por la alteza de ellas; lo otro,
por la dificultad y trabajo que se pasa en subir a ellas, ejercitando la
vida contemplativa. Y llama riberas a las mortificaciones y sujeciones
y desprecio de sí, ejercitándose también, acerca de esto, en la vida
activa, porque para adquirir las virtudes, la una y la otra es
menester. Es, pues, tanto como decir: buscando a mi Amado, iré
poniendo por obra las virtudes altas, y humillándome en las
mortificaciones y cosas bajas. Esto dice, porque el camino de buscar
a Dios es ir obrando en Dios el bien y mortificando en sí el mal de la
manera que se sigue:
Ni cogeré las flores.
4. Por cuanto para buscar a Dios se requiere un corazón desnudo y
fuerte, libre de todos los males y bienes que puramente no son Dios,
dice en el presente verso y en los siguientes el alma la libertad y
fortaleza que ha de tener para buscarle. Y en éste dice que no cogerá
las flores que encontrare en este camino, por las cuales entiende
todos los gustos y contentamientos y deleites que se le pueden
ofrecer en esta vida, que le podrían impedir el camino si cogerlos o
admitirlos quisiese, los cuales son en tres maneras: temporales,
sensuales y espirituales.
Y porque los unos y los otros ocupan el corazón y le son impedimento
para la desnudez espiritual (cual se requiere para el derecho camino
de Cristo), si reparase o hiciese asiento en ellos, dice que, para
buscarle, no cogerá todas estas flores dichas. Y así, es como si dijera:
ni pondré mi corazón en las riquezas y bienes que ofrece el mundo, ni
admitiré los contentamientos y deleites de mi carne, ni repararé en
los gustos y consuelos de mi espíritu, de suerte que me detenga en
buscar a mis amores por los montes y riberas de las virtudes y
trabajos. Esto dice por tomar el consejo que da el profeta David (Sal.
61, 11) a los que van por este camino, diciendo: Divitiae si affluant,
nolite cor apponere, esto es: Si se ofrecieren abundantes riquezas, no
queráis aplicar a ellas el corazón; lo cual entiende así de los gustos
sensuales como de los demás bienes temporales y consuelos
espirituales.
Donde es de notar que no sólo los bienes temporales y deleites
corporales impiden y contradicen el camino de Dios, mas también los
consuelos y deleites espirituales, si se tienen con propiedad o se
buscan, impiden el camino de la cruz del Esposo Cristo. Por tanto, el
que ha de ir adelante conviénele que no se ande a coger esas flores;
y no sólo eso, sino que también tenga ánimo y fortaleza para decir:
Ni temeré las fieras, y pasaré los fuertes y fronteras.
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5. En los cuales versos pone los tres enemigos del alma, que son:
mundo, demonio y carne, que son los que hacen guerra y dificultan el
camino. Por las fieras entiende el mundo; por los fuertes el demonio,
y por las fronteras la carne.
6. Llama fieras al mundo, porque al alma que comienza el camino de
Dios, parécele que se le representa en la imaginación el mundo como
a manera de fieras, haciéndole amenazas y fieros. Y es
principalmente en tres maneras: la primera, que le ha de faltar el
favor del mundo, perder los amigos, el crédito, valor y aun la
hacienda; la segunda, que es otra fiera no menor, que cómo ha de
poder sufrir no haber ya jamás de tener contentos y deleites del
mundo y carecer de todos los regalos de él; y la tercera es aún
mayor, conviene a saber, que se han de levantar contra ella las
lenguas y han de hacer burla y ha de haber muchos dichos y mofas y
le han de tener en poco. Las cuales cosas de tal manera se les suelen
anteponer a algunas almas, que se les hace dificultosísimo no sólo el
perseverar contra estas fieras, más aun el poder comenzar el camino.
7. Pero a algunas almas más generosas se les suelen poner otras
fieras más interiores y espirituales de dificultades y tentaciones,
tribulaciones y trabajos de muchas maneras, por que les conviene
pasar, cuales los envía Dios a los que quiere levantar a alta
perfección, probándolos y esmerándolos como al oro en el fuego,
según aquello de David (Sal. 33, 20) en que dice: Multae tribulationes
iustorum, esto es: Las tribulaciones de los justos son muchas, mas de
todas ellas los librará el Señor. Pero el alma bien enamorada, que
estima a su Amado más que a todas las cosas, confiada en el amor y
favor de él, no tiene en mucho decir: Ni temeré las fieras,
y pasaré los fuertes y fronteras.
8. A los demonios, que es el segundo enemigo, llama fuertes, porque
ellos con grande fuerza procuran tomar el paso de este camino, y
porque también sus tentaciones y astucias son más fuertes y duras
de vencer y más dificultosas de entender que las del mundo y carne,
y porque también se fortalecen de estos otros dos enemigos, mundo
y carne, para hacer al alma fuerte guerra. Y, por tanto, hablando
David (Sal. 53, 5) de ellos los llama fuertes diciendo: Fortes
quaesierunt animam meam, es a saber: Los fuertes pretendieron mi
alma. De cuya fortaleza también dice el profeta Job (Jb 41, 24) que
no hay poder sobre la tierra que se compare a éste del demonio, que
fue hecho de suerte que a ninguno temiese, esto es, ningún poder
humano se podrá comparar con el suyo, y así, sólo el poder divino
basta para poder entender sus ardides. Por lo cual el alma que
hubiere de vencer su fortaleza, no podrá sin oración, ni sus engaños
podrá entender sin humildad y mortificación. Que por eso dice san
Pablo (Ef. 6, 11-12), avisando a los fieles, estas palabras, diciendo:
Induite vos armaturam Dei, ut possitis stare adversus insidias diaboli,
quoniam non est nobis colluctatio adversus carnem et sanguinem, es
a saber: Vestíos las armas de Dios, para que podáis resistir contra las
astucias del enemigo; porque esta lucha no es como contra la carne y
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la sangre, entendiendo por la sangre el mundo, y por las armas de
Dios la oración y cruz de Cristo, en que está la humildad y
mortificación que habemos dicho.
9. Dice también el alma que pasará las fronteras, por las cuales
entiende, como habemos dicho, las repugnancias y rebeliones que
naturalmente la carne tiene contra el espiritu; la cual, como dice san
Pablo (Gal. 5, 17): Caro enim concupiscit adversus spiritum, esto es:
La carne codicia contra el espiritu, y se pone como en frontera,
resistiendo al camino espiritual. Y estas fronteras ha de pasar el
alma, rompiendo las dificultades y echando por tierra con la fuerza y
determinación del espíritu todos los apetitos sensuales y afecciones
naturales; porque, en tanto que los hubiere en el alma, de tal manera
está el espíritu impedido debajo de ellas, que no puede pasar a
verdadera vida y deleite espiritual. Lo cual nos dio bien a entender
san Pablo (Rm. 8, 13), diciendo: Si spiritu facta carnis
mortificaveritis, vivetis, esto es: Si mortificáredes las inclinaciones y
apetitos carnales con el espíritu, viviréis.
Este, pues, es el estilo que dice el alma en la dicha canción que le
conviene tener para en este camino buscar a su Amado, el cual, en
suma, es tal: constancia y valor para no bajarse a coger las flores, y
ánimo para no temer las fieras, y fortaleza para pasar los fuertes y
fronteras, sólo entendiendo en ir por los montes y riberas de virtudes,
de la manera que está ya declarado.
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CANCIÓN 4
¡Oh bosques y espesuras, plantadas por la mano del Amado! ¡Oh
prado de verduras, de flores esmaltado! Decid si por vosotros ha
pasado.
DECLARACIÓN
1. Después que el alma ha dado a entender la manera de disponerse
para comenzar este camino, que es el ánimo para no se andar ya a
deleites y gustos, y fortaleza para vencer las tentaciones y
dificultades, en lo cual consiste el ejercicio del conocimiento de sí,
que es lo primero que tiene de hacer el alma para ir al conocimiento
de Dios, ahora en esta canción comienza a caminar por la
consideración y conocimiento de las criaturas al conocimiento de su
Amado, criador de ellas. Porque, después del ejercicio del
conocimiento propio, esta consideración de las criaturas es la primera
por orden en este camino espiritual para ir conociendo a Dios,
considerando su grandeza y excelencia por ellas, según aquello del
Apóstol (Rm. 1, 20), que dice: Invisibilia enim ipsius a creatura
mundi, per ea quae facta sunt, intellecta, conspiciuntur, que es como
decir: Las cosas invisibles de Dios, del alma son conocidas por las
cosas visibles criadas e invisibles.
Habla, pues, el alma en esta canción con las criaturas,
preguntándoles por su Amado. Y es de notar que, como dice san
Agustín, la pregunta que el alma hace a las criaturas es la
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consideración que en ellas hace del Criador de ellas. Y así, en esta
canción se contiene la consideración de los elementos y de las demás
criaturas inferiores, y la consideración de los cielos y de las demás
criaturas y cosas materiales que Dios crió en ellos, y también la
consideración de los espíritus celestiales, diciendo:
¡Oh bosques y espesuras!
2. Llama bosques a los elementos, que son: tierra, agua, aire y
fuego, porque así como amenísimos bosques están poblados de
espesas criaturas, a las cuales aquí llama espesuras por el grande
número y muchas diferencias que hay de ellas en cada elemento: en
la tierra, innumerables variedades de animales y plantas; en el agua,
innumerables diferencias de peces; y en el aire mucha diversidad de
aves, y el elemento del fuego, que concurre con todos para la
animación y conservación de ellos; y así, cada suerte de animales
vive en su elemento y está colocada y plantada en él como en su
bosque y región donde nace y se cría. Y, a la verdad, así lo mandó
Dios en la creación de ellos (Gen. 1), mandando a la tierra que
produjese las plantas y los animales, y a la mar y aguas los peces, y
al aire hizo morada de las aves. Y por eso viendo el alma que él así lo
mandó y que así se hizo, dice el siguiente verso:
Plantadas por la mano del Amado.
3. En el cual está la consideración, es a saber, que estas diferencias y
grandezas sola la mano del Amado Dios pudo hacerlas y criarlas.
Donde es de notar que advertidamente dice: por la mano del Amado,
porque, aunque otras muchas cosas hace Dios por mano ajena, como
de los ángeles o de los hombres, ésta que es criar nunca la hizo ni
hace por otra que por la suya propia. Y así, el alma mucho se mueve
al amor de su Amado Dios por la consideración de las criaturas,
viendo que son cosas que por su propia mano fueron hechas. Y dice
adelante:
¡Oh prado de verduras!
4. Esta es la consideración del cielo, al cual llama prado de verduras,
porque las cosas que hay en él criadas siempre están con verdura
inmarcesible, que ni fenecen ni se marchitan con el tiempo; y en
ellas, como en frescas verduras, se recrean y deleitan los justos. En
la cual consideración también se comprehende toda la diferencia de
las hermosas estrellas y otros planetas celestiales.
5. Este nombre de verduras pone también la Iglesia a las cosas
celestiales cuando, rogando a Dios por las ánimas de los difuntos,
hablando con ellas, dice: Constituat vos Dominus inter amoena
virentia; quiere decir: Constitúyaos Dios entre las verduras
deleitables. Y dice también que este prado de verduras también está
de flores esmaltado.
6. Por las cuales flores entiende los ángeles y almas santas, con las
cuales está adornado aquel lugar y hermoseado como un gracioso y
subido esmalte en un vaso de oro excelente.
Decid si por vosotros ha pasado.
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7. Esta pregunta es la consideración que arriba queda dicha, y es
como si dijera: decid qué excelencias en vosotros ha criado.
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CANCIÓN 5
Mil gracias derramando, pasó por estos sotos con presura, y,
yéndolos mirando, con sola su figura vestidos los dejó de hermosura.
DECLARACIÓN
1. En esta canción responden las criaturas al alma, la cual respuesta,
como también dice san Agustín en aquel mismo lugar, es el
testimonio que dan en sí de la grandeza y excelencia de Dios al alma
que por la consideración se lo pregunta. Y así, en esta canción lo que
se contiene, que en su sustancia es: que Dios crió todas las cosas con
gran facilidad y brevedad y en ellas dejó algún rastro de quien él era,
no sólo dándoles el ser de nada, mas aun dotándolas de
innumerables gracias y virtudes, hermoseándolas con admirable
orden y dependencia indeficiente que tienen unas de otras, y esto
todo haciéndolo por la Sabiduría suya por quien las crió, que es el
Verbo, su Unigénito Hijo. Dice, pues, así:
Mil gracias derramando.
2. Por estas mil gracias que dice iba derramando, se entiende la
multitud de las criaturas innumerables que por eso pone aquí el
número mayor, que es mil, para dar a entender la multitud de ellas;
a las cuales llama gracias, por las muchas gracias de que dotó a cada
criatura; las cuales derramando, es a saber, todo el mundo de ellas
poblando,
pasó por estos sotos con presura.
3. Pasar por los sotos es criar los elementos, que aquí llama sotos,
por los cuales dice que derramando mil gracias pasaba, porque de
todas las criaturas los adornaba, que son graciosas; y allende de eso,
en ellas derramaba las mil gracias, dándoles virtud para poder
concurrir con la generación y conservación de todas ellas. Y dice que
pasó, porque las criaturas son como un rastro del paso de Dios, por el
cual se rastrea su grandeza, potencia y sabiduría y otras virtudes
divinas. Y dice que este paso fue con presura, porque las criaturas
son las obras menores de Dios, que las hizo como de paso; porque
las mayores, en que más se mostró y en que más él reparaba, eran
las de la encarnación del Verbo y misterios de la fe cristiana, en cuya
comparación todas las demás eran hechas como de paso, con
apresuramiento.
Y, yéndolos mirando, con sola su figura vestidos los dejó de
hermosura.
4. Según dice san Pablo (Heb. 1, 3), el Hijo de Dios es resplandor de
su gloria y figura de su sustancia. Es, pues, de saber que con sola
esta figura de su Hijo miró Dios todas las cosas, que fue darles el ser
natural, comunicándoles muchas gracias y dones naturales,
haciéndolas acabadas y perfectas, según se dice en el Génesis (Gn 1,
31) por estas palabras: Miró Dios todas las cosas que había hecho, y
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eran mucho buenas. El mirarlas mucho buenas era hacerlas mucho
buenas en el Verbo, su Hijo. Y no solamente les comunicó el ser y
gracias naturales mirándolas, como habemos dicho, mas también con
sola esta figura de su Hijo las dejó vestidas de hermosura,
comunicándoles el ser sobrenatural; lo cual fue cuando se hizo
hombre, ensalzándole en hermosura de Dios y, por consiguiente, a
todas las criaturas en él, por haberse unido con la naturaleza de
todas ellas en el hombre. Por lo cual dijo el mismo Hijo de Dios (Jn
12, 32): Si ego exaltatus fuero a terra, omnia traham ad me ipsum,
esto es: Si yo fuere ensalzado de la tierra, levantaré a mí todas las
cosas. Y así, en este levantamiento de la encarnación de su Hijo y de
la gloria de su resurrección según la carne, no solamente hermoseó el
Padre las criaturas en parte, mas podremos decir que del todo las
dejó vestidas de hermosura y dignidad.
5. Pero, allende de todo eso, hablando ahora algo según el sentido y
afecto de contemplación, en la viva contemplación y conocimiento de
las criaturas echa de ver el alma con gran claridad haber en ellas
tanta abundancia de gracias y virtudes y hermosura de que Dios las
dotó, que le parece estar todas vestidas de admirable hermosura
natural, derivada y comunicada de aquella infinita hermosura
sobrenatural de la figura de Dios, cuyo mirar viste de hermosura y
alegría el mundo y todos los cielos, así como también con abrir su
mano, según dice David (Sal. 144, 16), diciendo: Imples omne
animal benedictione, es a saber: Hinches a todo animal de bendición.
Y, por tanto, llagada el alma en amor por este rastro que ha conocido
en las criaturas de la hermosura de su Amado, con ansias de ver
aquella hermosura invisible, la siguiente canción dice:
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CANCIÓN 6
¡Ay, quién podrá sanarme! Acaba de entregarte ya de vero; no
quieras enviarme de hoy más ya mensajero: que no saben decirme lo
que quiero.
DECLARACIÓN
1. Como las criaturas dieron al alma señas de su Amado, mostrándole
en sí rastro de su hermosura y excelencia, aumentósele el amor y,
por consiguiente, crecióle el dolor de la ausencia, porque cuanto más
el alma conoce de Dios, tanto más le crece el apetito de verle. Y,
como ve no hay cosa que la pueda curar su dolencia sino la vista y la
presencia de su Amado, desconfiada de otro cualquiera remedio,
pídele en esta canción la entrega y posesión de su presencia, diciendo
que no quiera de hoy más entretenerla con otras cualesquier noticias
y comunicaciones suyas, porque no satisfacen a su deseo y voluntad,
la cual no se contenta con menos que su vista y presencia; por tanto,
que sea él servido de entregarse ya de veras en acabado y perfecto
amor. Y así, dice:
¡Ay, quién podrá sanarme!
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2. Como si dijera: entre todos los deleites del mundo y
contentamientos de los sentidos y gustos y suavidad del espíritu,
cierto, nada podrá sanarme, nada podrá satisfacerme. Y pues así es,
acaba de entregarte ya de vero.
3. Donde es de notar que cualquiera alma que ama de veras no
puede querer satisfacerse ni contentarse hasta poseer de veras a
Dios; porque todas las demás cosas no solamente no la satisfacen,
mas antes, como habemos dicho, la hacen crecer la hambre y apetito
de verle a él como es. Y así, cada visita que del Amado recibe de
conocimiento o sentimiento, u otra cualquiera comunicación (los
cuales son como mensajeros que dan al alma recaudos de noticias de
quien él es), aumentándole y despertándole más el apetito, así como
hacen las meajas en grande hambre, haciéndosele pesado
entretenerse con tan poco, dice: Acaba de entregarte ya de vero.
4. Porque todo lo que de Dios se puede en esta vida conocer, por
mucho que sea, no es conocimiento de vero, porque es conocimiento
en parte y muy remoto; mas conocerle esencialmente es
conocimiento de veras, el cual aquí pide el alma, no se contentando
con esotras comunicaciones. Y, por tanto, dice luego:
No quieras enviarme de hoy más ya mensajero.
5. Como si dijera: no quieras que ya de aquí adelante te conozca tan
a la tasa por estos mensajeros de las noticias y sentimientos que se
me dan de ti, tan remotos y ajenos de lo que de ti desea mi alma;
porque los mensajeros, a quien pena por la presencia, bien sabes tú,
Esposo mío, que aumentan el dolor: lo uno, porque renuevan la llaga
con la noticia que dan; lo otro, porque parecen dilaciones de la
venida. Pues, luego, de hoy más no quieras enviarme estas noticias
remotas, porque si hasta aquí podía pasar con ellas, porque no te
conocía ni amaba mucho, ya la grandeza del amor que te tengo no
puede contentarse con estos recaudos; por tanto, acaba de
entregarte.
Como si más claro dijera: esto, Señor mío, Esposo, que andas dando
de ti a mi alma por partes, acaba de darlo del todo; y esto que andas
mostrando como por resquicios, acaba de mostrarlo a las claras; y
esto que andas comunicando por medios, que es como comunicarte
de burlas, acaba de hacerlo de veras, comunicándote por ti mismo:
que parece a veces en tus visitas que vas a dar la joya de tu posesión
y, cuando mi alma bien se cata, se halla sin ella, porque se la
escondes, lo cual es como dar de burla. Entrégate, pues, ya de vero,
dándote todo al todo de mi alma, porque toda ella te tenga a ti todo,
y no quieras enviarme ya más mensajero,
que no saben decirme lo que quiero.
6. Como si dijera: yo a ti todo quiero, y ellos no me saben ni pueden
decir a ti todo, porque ninguna cosa de la tierra ni del cielo pueden
dar al alma la noticia que ella desea tener de ti, y así no saben
decirme lo que quiero. En lugar, pues, de estos mensajes, tú mismo
seas el mensajero y los mensajes.
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CANCIÓN 7
Y todos cuantos vagan, de ti me van mil gracias refiriendo, y todos
más me llagan, y déjame muriendo un no sé qué que quedan
balbuciendo.
DECLARACIÓN
1. En la canción pasada ha mostrado el alma estar enferma o herida
de amor de su Esposo a causa de la noticia que de él le dieron las
criaturas irracionales; y en esta presente da a entender estar llagada
de amor a causa de otra noticia más alta que del Amado recibe por
medio de las criaturas racionales, que son más nobles que las otras,
las cuales son ángeles y hombres. Y también dice que no sólo eso,
sino que también está muriendo de amor a causa de una inmensidad
admirable que por medio de estas criaturas se le descubre, sin
acabársele de descubrir, que aquí llama no sé qué, porque no se sabe
decir, pero ello es tal, que hace estar muriendo al alma de amor.
2. De donde podemos inferir, que en este negocio de amar hay tres
maneras de penar por el Amado acerca de tres maneras de noticias
que de él se pueden tener.
La primera se llama herida, la cual es más remisa y más brevemente
pasa, bien así como herida, porque de la noticia que el alma recibe de
las criaturas le nace, que son las más bajas obras de Dios. Y de esta
herida, que aquí llamamos también enfermedad, habla la Esposa en
los Cantares (Ct 5, 8), diciendo: Adiuro vos, filiae Ierusalem, si
inveneritis dilectum meum, ut nuntietis ei, quia amore langueo, que
quiere decir: Conjúroos, hijas de Jerusalén, que si halláredes a mi
Amado, le digáis que estoy enferma de amor, entendiendo por las
hijas de Jerusalén las criaturas.
3. La segunda se llama llaga, la cual hace más asiento en el alma que
la herida, y por eso dura más, porque es como herida ya vuelta en
llaga, con la cual se siente el alma verdaderamente andar llagada de
amor. Y esta llaga se hace en el alma mediante la noticia de las obras
de la encarnación del Verbo y misterios de la fe; las cuales, por ser
mayores obras de Dios y que mayor amor en sí encierran que las de
las criaturas, hacen en el alma mayor efecto de amor; de manera
que, si el primero es como herida, este segundo es ya como llaga
hecha, que dura; de la cual, hablando el Esposo en los Cantares (Ct
4, 9) con el alma, dice: Llagaste mi corazón, hermana mía, llagaste
mi corazón en el uno de tus ojos y en un cabello de tu cuello. Porque
el ojo significa aquí la fe de la encarnación del Esposo, y el cabello
significa el amor de la misma encarnación.
4. La tercera manera de penar en el amor es como morir, lo cual es
ya como tener la llaga afistolada, hecha el alma ya toda afistolada, la
cual vive muriendo, hasta que, matándola el amor, la haga vivir vida
de amor, transformándola en amor. Y este morir de amor se causa en
el alma mediante un toque de noticia suma de la Divinidad, que es el
no sé qué que dice en esta canción que quedan balbuciendo; el cual
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toque no es continuo, ni mucho, porque se desataría el alma del
cuerpo, mas pasa en breve; y así queda muriendo de amor, y más
muere viendo que no se acaba de morir de amor. Este se llama amor
impaciente, del cual se trata en el Génesis (Gn 30, 1), donde dice la
Escritura que era tanto el amor que Raquel tenía de concebir, que
dijo a su esposo Jacob: Da mihi liberos, alioquin moriar, esto es:
Dame hijos si no yo moriré. Y el profeta Job (Jb 6, 9), decía: Quis
mihi det, ut qui coepit ipse me conterat?, que es decir: ¿Quién me
dará a mí que el que me comenzó, ése me acabe?
5. Estas dos maneras de penas de amor, es a saber, la llaga y el
morir, dice en esta canción que le causan estas criaturas racionales:
la llaga, en lo que dice que la van refiriendo mil gracias del Amado en
los misterios y sabiduría de Dios que la enseñan de la fe; el morir, en
aquello que dice que quedan balbuciendo, que es el sentimiento y
noticia de la Divinidad, que algunas veces en lo que el alma oye decir
de Dios, se le descubre. Dice, pues, así:
Y todos cuantos vagan.
6. A las criaturas racionales, como habemos dicho, entiende aquí por
los que vagan, que son los ángeles y los hombres, porque solos estos
entre todas las criaturas vacan a Dios, entendiendo en él; porque eso
quiere decir ese vocablo $vagan&, el cual en latín se dice $vacant&. Y
así, es tanto como decir: todos cuantos vacan a Dios; lo cual hacen
los unos contemplándole en el cielo y gozándole, como son los
ángeles; los otros, amándole y deseándole en la tierra, como son los
hombres. Y porque por estas criaturas racionales más al vivo conoce
a Dios el alma, ahora por la consideración de la excelencia que tienen
sobre todas las cosas criadas, ahora por lo que ellas nos enseñan de
Dios: las unas interiormente por secretas inspiraciones, como lo
hacen los ángeles, las otras exteriormente por las verdades de las
Escrituras, dice:
De ti me van mil gracias refiriendo,
7. esto es: danme a entender admirables cosas de gracia y
misericordia tuya en las obras de tu encarnación y verdades de fe que
de ti me declaran; y siempre me van más refiriendo, porque, cuanto
más quisieren decir, más gracias podrán descubrir de ti.
Y todos más me llagan,
8. Porque en cuanto los ángeles me inspiran y los hombres de ti me
enseñan, de ti más me enamoran, y así todos de amor más me
llagan.
Y déjame muriendo un no sé qué que quedan balbuciendo.
9. Como si dijera: pero allende de lo que me llagan estas criaturas en
las mil gracias que me dan a entender de ti, es tal un no sé qué que
se siente quedar por decir, y una cosa que se conoce quedar por
descubrir, y un subido rastro que se descubre al alma de Dios,
quedándose por rastrear, y un altísimo entender de Dios que no se
sabe decir, que por eso lo llama no sé qué; que, si lo otro que
entiendo me llaga y hiere de amor, esto que no acabo de entender,
de que altamente siento, me mata.
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Esto acaece a veces a las almas que están ya aprovechadas, a las
cuales hace Dios merced de dar en lo que oyen, o ven, o entienden, y
a veces sin eso y sin esotro, una subida noticia en que se da a
entender o sentir alteza de Dios y grandeza. Y en aquel sentir siente
tan alto de Dios, que entiende claro se queda el todo por entender; y
aquel entender y sentir ser tan inmensa la Divinidad que no se puede
entender acabadamente: es muy subido entender. Y así, una de las
grandes mercedes que en esta vida hace Dios a un alma por vía de
paso, es darla claramente a entender y sentir tan altamente de Dios,
que entienda claro que no se puede entender ni sentir del todo.
Porque es, en alguna manera, al modo de los que le ven en el cielo,
donde los que más le conocen entienden más distintamente lo infinito
que les queda por entender; porque aquellos que menos le ven son a
los cuales no les parece tan distintamente lo que les queda por ver
como a los que más ven.
10. Esto creo no lo acabará bien de entender el que no lo hubiere
experimentado; pero el alma que lo experimenta, como ve que se le
queda por entender aquello de que altamente siente, llámalo un no
sé qué, porque así como no se entiende, así tampoco se sabe decir,
aunque, como he dicho, se sabe sentir. Por eso dice que le quedan
las criaturas balbuciendo, porque no lo acaban de dar a entender;
que eso quiere decir balbucir, que es el hablar de los niños, que es no
acertar a decir y dar a entender qué hay que decir.
11. También acerca de las demás criaturas acaecen al alma algunas
ilustraciones al modo que habemos dicho, aunque no siempre tan
subidas, cuando Dios hace merced al alma de abrirle la noticia y el
sentido del espíritu en ellas; las cuales parece están dando a
entender grandezas de Dios que no acaban de dar a entender, y es
como que van a dar a entender y se queda por entender, y así es un
no sé qué que quedan balbuciendo. Y así, el alma va adelante con su
querella, y habla con la vida de su alma en la siguiente canción,
diciendo:
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CANCIÓN 8
Mas ¿ cómo perseveras, ¡oh vida!, no viviendo donde vives, y
haciendo porque mueras las flechas que recibes, de lo que del Amado
en ti concibes?
DECLARACIÓN
1. Como el alma se ve morir de amor, según acaba de decir, y que no
se acaba de morir, para poder gozar del amor con libertad, quéjase
de la duración de la vida corporal, a cuya causa se le dilata la vida
espiritual. Y así, en esta canción habla con la misma vida de su alma,
encareciendo el dolor que le causa; y el sentido de la canción es el
siguiente: vida de mi alma, ¿cómo puedes perseverar en esta vida de
cuerpo, pues te es muerte y privación de aquella vida verdadera de
tu Dios, en que tú más verdaderamente que en el cuerpo vives por
esencia, amor y deseo? Y ya que esto no fuese causa para que
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salieses del cuerpo de esta muerte (Rm. 7, 24) para gozar y vivir la
vida de tu Dios, ¿cómo todavía puedes perseverar en el cuerpo, pues
son bastantes solo por sí para acabarte la vida las heridas que recibes
de amor de las grandezas que se te comunican de parte del Amado, y
del vehemente amor que te causa lo que de él sientes y entiendes,
que son toques y heridas que de amor matan? Síguese el verso:
Mas ¿cómo perseveras, ¡oh vida! no viviendo donde vives?
2. Para cuya inteligencia es de saber que el alma más vive en lo que
ama que en el cuerpo donde anima, porque en el cuerpo ella no tiene
su vida, antes ella la da al cuerpo, y ella en lo que ama vive. Pero
allende de esta vida de amor, por el cual vive el alma en cualquiera
cosa que ama, natural y radicalmente tiene el alma su vida en Dios,
como también todas las cosas criadas, según aquello que dice san
Pablo (Act. 17, 28): In ipso vivimus, movemur et sumus, que es
tanto como decir: En Dios tenemos nuestra vida y nuestro
movimiento y nuestro ser. Y san Juan (Jn 1, 3-4) dice: Quod factum
est, in ipso vita erat, esto es: Todo lo que fue hecho, era vida en
Dios. Y como el alma ve que tiene su vida natural en Dios por el ser
que en él tiene, y también su vida espiritual por el amor con que le
ama, quéjase porque persevera todavía en vida corporal, porque la
impide de vivir de veras donde de veras tiene su vida por esencia y
por amor, como habemos dicho. En lo cual es grande el
encarecimiento que el alma aquí hace, porque da a entender que
padece en dos contrarios, que son: vida natural en cuerpo y vida
espiritual en Dios, que son contrarias en sí; y, viviendo ella en
entrambas, por fuerza ha de tener gran tormento, pues la vida
natural le es a ella como muerte, pues la priva de la espiritual en que
ella tiene empleado todo su ser, vida y operaciones por el amor y el
afecto.
Y para dar más a entender el rigor de esta vida, dice luego:
Y haciendo porque mueras las flechas que recibes.
3. Como si dijera: y demás de lo dicho, ¿cómo puedes perseverar en
el cuerpo, pues por sí solo bastan a quitarte la vida los toques de
amor (que eso entiende por flechas) que en tu corazón hace el
Amado? Los cuales toques de tal manera fecundan el alma y el
corazón de inteligencia y amor de Dios que se puede bien decir que
concibe de Dios, según lo que dice en el verso siguiente, es a saber:
De lo que del Amado en ti concibes,
4. es a saber, de la hermosura, grandeza y sabiduría y virtudes que
de él entiendes.
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CANCIÓN 9
¿Por qué, pues has llagado aqueste corazón, no le sanaste? Y, pues
me le has robado, ¿por qué así le dejaste, y no tomas el robo que
robaste?
DECLARACIÓN
344
1. Vuelve en esta canción a hablar con el Amado con la querella de su
dolor; porque el amor impaciente (cual aquí muestra tener el alma)
no sufre algún ocio ni da descanso a su pena, proponiendo de todas
maneras sus ansias hasta hallar el remedio. Y como se ve llagada y
sola, no teniendo otro ni otra medicina sino a su Amado, que es el
que la llagó, dícele que, pues él llagó su corazón con el amor de su
noticia, que por qué no le ha sanado con la vista de su presencia; y
que, pues él se le ha también robado por el amor con que la ha
enamorado, sacándosele de su propio poder, que por qué le ha
dejado así, es a saber, sacado de su poder (porque el que ama ya no
posee su corazón, pues lo ha dado al Amado) y no le ha puesto de
veras en el suyo, tomándole para sí en entera y acabada
transformación de amor en gloria. Dice, pues:
¿Por qué, pues has llagado aqueste corazón, no le sanaste?
2. No se querella porque la haya llagado, porque el enamorado,
cuanto más herido, está más pagado; sino que, habiendo llagado el
corazón, no le sanó acabándole de matar. Porque son las heridas de
amor tan dulces y tan sabrosas que, si no llegan a morir, no la
pueden satisfacer; pero sonle tan sabrosas, que querría la llagasen
hasta acabarla de matar. Y por eso dice: ¿Por qué, pues has llagado
aqueste corazón, no le sanaste? Como si dijera: ¿por qué, pues le has
herido hasta llagarle, no le sanas, acabándole de matar de amor?
Pues eres tú la causa de la llaga en dolencia de amor, sé tú la causa
de la salud en muerte de amor; porque, de esta manera, el corazón
que está llagado con el dolor de tu ausencia, sanará con el deleite y
gloria de tu dulce presencia. Y añade, diciendo:
Y, pues me le has robado ¿por qué así le dejaste?
3. Robar no es otra cosa que desaposesionar del robo a su dueño y
aposesionarse de ello el robador. Esta querella, pues, propone aquí el
alma al Amado, diciendo que, pues él ha robado su corazón y
sacádolo de su poder y posesión, que por qué le ha dejado así, sin
ponerle de veras en la suya, tomándole para sí, como hace el robador
al robo que robó, que de hecho se le lleva.
4. Por eso el que está enamorado se dice tener el corazón robado o
arrobado de aquel a quien ama, porque le tiene fuera de sí, puesto en
la cosa amada; y así no tiene corazón para sí, sino para aquello que
ama. De donde podrá bien conocer el alma si ama a Dios o no;
porque, si le ama, no tendrá corazón para sí, sino para Dios, porque
cuanto más le tiene para sí, menos le tiene para Dios.
5. Y verse ha si el corazón está bien robado en si trae ansias por el
Amado o no gusta de otra cosa sino de él, como aquí muestra el
alma. La razón es porque el corazón no puede estar en paz y sosiego
sin posesión; y, cuando está aficionado, ya no tiene posesión de sí ni
de alguna otra cosa; y si tampoco posee de veras lo que ama, no le
puede faltar fatiga hasta que lo posea; porque hasta entonces está el
alma como el vaso vacío que espera el lleno, y como el hambriento
que desea el manjar, y como el enfermo que gime por la salud, y
como el que está colgado en el aire, que no tiene en qué estribar; de
345
esta misma manera está el corazón enamorado. Lo cual sintiendo
aquí el alma por experiencia, dice: ¿Por qué así le dejaste, es a
saber: vacío, hambriento, solo, llagado y enfermo de amor, suspenso
en el aire,
y no tomas el robo que robaste?
6. Conviene a saber: para henchirle y hartarle y acompañarle y
sanarle, dándole asiento y reposo cumplido en ti.
No puede dejar de desear el alma enamorada la paga y salario de su
amor, por el cual salario sirve al Amado, porque, de otra manera, no
sería verdadero amor. El cual salario y paga no es otra cosa, ni el
alma puede querer otra, sino más amor, hasta llegar a estar en
perfección de amor, el cual no se paga sino de sí mismo, según lo dio
a entender el profeta Job (Jb 7, 2) por estas palabras, diciendo: Sicut
cervus desiderat umbram, et sicut mercenarius praestolatur finem
operis sui, sic et ego habui menses vacuos, et noctes laboriosas
enumeravi mihi. Si dormiero, dicam: quando consurgam? Et rursum
expectabo vesperam, et replebor doloribus usque ad tenebras, que
quiere decir: Como el ciervo desea la sombra y como el mercenario
espera el fin de su obra, así yo también tuve los meses vacíos y
contaba las noches trabajosas y prolijas para mí. Si me acostare a
dormir, diré: ¿cuándo llegará el día en que me levantaré? Y luego
volveré a esperar la tarde, y seré lleno de dolores hasta las tinieblas
de la noche. De esta manera, el alma que anda estuando encendida
en amor de Dios, desea el cumplimiento y perfección del amor para
tener allí cumplido refrigerio. Como el ciervo fatigado del estío desea
el refrigerio de la sombra, y como el mercenario espera el fin de su
obra, espera el fin el alma de la suya.
Donde es de notar que no dijo el profeta Job que el mercenario
esperaba el fin de su trabajo, sino el fin de su obra, para dar a
entender lo que vamos diciendo, es a saber: que el alma que ama no
espera el fin de su trabajo, sino el fin de su obra; porque su obra es
amar, y de esta obra, que es amar, espera ella el fin y remate, que
es la perfección y cumplimiento de amar a Dios, al cual hasta que
llegue, siempre está el alma de la figura que en la dicha autoridad se
pinta Job, teniendo los días y los meses por vacíos y las noches por
trabajosas y prolijas.
En lo dicho queda dado a entender cómo el alma que ama a Dios no
ha de pretender ni esperar otra cosa de él sino la perfección del
amor.
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CANCIÓN 10
Apaga mis enojos, pues que ninguno basta a deshacellos; y véante
mis ojos, pues eres lumbre dellos, y sólo para ti quiero tenellos.
DECLARACIÓN
1. Prosigue, pues, en la presente canción pidiendo al Amado quiera
ya poner término a sus ansias y penas, pues no hay otro que baste
para hacerlo sino sólo él; y que sea de manera que le puedan ver los
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ojos de su alma, pues sólo él es la luz en que ellos miran, y ella no
los quiere emplear en otra cosa sino sólo en él, diciendo:
Apaga mis enojos.
2. Tiene una propiedad la concupiscencia del amor, como queda
dicho, que todo lo que no hace o dice o conviene con aquello que ama
la voluntad, la cansa, fatiga y enoja y la pone desabrida, no viendo
cumplirse lo que ella quiere. Y a esto y a las fatigas que tiene por ver
a Dios llama aquí enojos, los cuales ninguna cosa basta para
deshacerlos, sino la posesión del Amado. Por lo cual dice que los
apague él con su presencia, refrigerándolos todos, como hace el agua
fresca al que está fatigado del calor, que por eso usa aquí de este
vocablo apaga, para dar a entender que ella está padeciendo con
fuego de amor.
Pues que ninguno basta a deshacellos.
3. Para mover y persuadir más el alma a que cumpla su petición el
Amado, dice que pues otro ninguno sino él basta a satisfacer su
necesidad, que sea él el que apague sus enojos. Donde es de notar
que entonces está Dios bien presto para consolar al alma y satisfacer
en sus necesidades y penas, cuando ella no tiene ni pretende otra
satisfacción y consuelo fuera de él. Y así, el alma que no tiene cosa
que la entretenga fuera de Dios, no puede estar mucho sin visitación
del Amado.
Y véante mis ojos,
4. esto es, véate yo cara a cara con los ojos de mi alma,
pues eres lumbre dellos.
5. Allende de que Dios es lumbre sobrenatural de los ojos del alma,
sin la cual está en tinieblas, llámale aquí también el alma por afición
lumbre de sus ojos, al modo que el amante suele llamar al que ama,
para significar el amor que le tiene, lumbre de sus ojos. Y así es como
si dijera en los dos versos sobredichos: pues los ojos míos no tienen
otra lumbre, ni por naturaleza ni por amor véante mis ojos, pues de
todas maneras eres lumbre de ellos. Esta lumbre echaba menos
David (Sal 37, 11) cuando con lástima decía: Lumen oculorum
meorum, et ipsum non est mecum, que quiere decir: La lumbre de
mis ojos, aun ésa no está conmigo.
Y sólo para ti quiero tenellos,
6. En el verso pasado ha dado a entender el alma cómo sus ojos
estarán en tinieblas no viendo a su Amado, pues sólo él es lumbre de
ellos, en que le obliga a darle esta lumbre de gloria. Y en el presente
verso le quiere más obligar, diciendo que no los quiere tener para
otra alguna cosa que para él. Porque, así como justamente es privada
de esta divina lumbre el alma que quiere poner los ojos de su
voluntad en otra su lumbre de propiedad de alguna cosa fuera de
Dios, por cuanto pone impedimento para recibirla, así también
congruamente merece que se le dé al alma que a todas las cosas
cierra los dichos sus ojos, para abrirlos sólo a su Dios.
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CANCIÓN 11 [San Juan de la Cruz CANTICO ESPIRITUALA
Cancion 1]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LAS OBRAS COMPLETAS DE SAN JUAN DE LA CRUZ
ÍNDICE DEL CANTO ESPIRITUAL A
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CANCIÓN 11
¡Oh cristalina fuente, si en esos tus semblantes plateados formases
de repente los ojos deseados, que tengo en mis entrañas dibujados!
DECLARACIÓN
1. Como con tanto deseo desea el alma la unión del Esposo y ve que
no halla remedio ni medio alguno en todas las criaturas, vuélvese a
hablar con la fe (como la que más al vivo le ha de dar luz de su
Amado) tomándola por medio para esto; porque, a la verdad, no hay
otro por donde se venga a la verdadera unión de Dios, según por
Oseas (Os 2, 20) lo da a entender el Esposo, diciendo: Yo te
desposaré conmigo en fe. Y dícele con gran deseo: ¡Oh fe de mi
Esposo Cristo, si las verdades que has infundido de mi Amado en mi
alma con oscuridad y tiniebla las manifestases ya con claridad, de
manera que lo que contienes en fe, que son noticias informes, las
mostrases y descubrieses, apartándote de ellas, formada y
acabadamente de repente, volviéndolo en manifestación de gloria!
Dice, pues, el verso:
¡Oh cristalina fuente!
2. Llámala cristalina a la fe por dos cosas: la primera, porque es de
Cristo su Esposo, y la segunda, porque tiene las propiedades del
cristal en ser pura en las verdades y fuerte y clara, limpia de errores
y formas naturales. Y llámala fuente, porque de ella le manan al alma
las aguas de todos los bienes espirituales. De donde Cristo Nuestro
Señor, hablando con la Samaritana (Jn. 4, 14), llamó fuente a la fe,
diciendo que en los que creyesen en él se haría una fuente cuya agua
saltaría hasta la vida eterna. Y esta agua era el espíritu que habían
de recibir en su fe los creyentes (Jn. 7, 39).
Si en esos tus semblantes plateados.
3. A las proposiciones y artículos que nos propone la fe llama
semblantes plateados. Para inteligencia de lo cual y de los demás
versos es de notar que la fe es comparada a la plata en las
proposiciones que nos enseña, y las verdades y sustancias que en sí
contienen son comparadas al oro; porque esa misma sustancia que
ahora creemos vestida y cubierta con plata de fe, habemos de ver y
gozar en la otra vida al descubierto, y desnudo el oro de la fe.
De donde David (Sal. 67, 14), hablando de ella dice así: Si
durmiéredes entre los dos coros, las plumas de la paloma serán
plateadas, y las postrimerías de su espalda serán en el color del oro.
Quiere decir que, si cerráremos los ojos del entendimiento a las cosas
de arriba y a las de abajo, a lo cual llama dormir en medio,
quedaremos sólo en fe, a la cual llama paloma, cuyas plumas, que
son las verdades que nos dice, serán plateadas; porque en esta vida
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la fe nos las propone oscuras y encubiertas, que por eso las llama
aquí semblantes plateados; pero a la postre de esta fe, que será
cuando se acabe la fe por la clara visión de Dios, quedará la sustancia
de la fe, desnuda del velo de esta plata, de color como el oro.
De manera que la fe nos da y comunica al mismo Dios, pero cubierto
con plata de fe; y no por eso nos le deja de dar en la verdad, así
como el que da un vaso de oro plateado, no porque vaya cubierto con
plata deja de dar el vaso de oro. De donde cuando la Esposa en los
Cantares (Ct 1, 10) deseaba esta posesión de Dios, prometiéndosela
él cual en esta vida se puede, le dijo que le haría unos zarcillos de
oro, pero esmaltados con plata. En lo cual le prometió de dársele en
fe encubierto.
Dice, pues, ahora el alma a la fe: ¡Oh, si en esos tus semblantes
plateados, que son los artículos ya dichos, con que tienes cubierto el
oro de los divinos rayos, que son los ojos deseados que añade luego,
diciendo:
formases de repente los ojos deseados!
4. Por los ojos entiende, como dijimos, los rayos y verdades divinas,
las cuales, como también habemos dicho, la fe nos las propone en
sus artículos cubiertas e informes. Y así, es como si dijera: ¡Oh, si
esas verdades que informe y oscuramente me enseñas encubiertas
en tus artículos de fe, acabases ya de dármelas clara y formadamente
descubiertas en ellos, como lo pide mi deseo! Y llama aquí ojos a
estas verdades por la grande presencia que del Amado siente, que le
parece la está ya siempre mirando; por lo cual dice:
Que tengo en mis entrañas dibujados.
5. Dice que las tiene en sus entrañas dibujadas, es a saber, en su
alma según el entendimiento y la voluntad; porque, según el
entendimiento, tiene estas verdades infundidas por fe en su alma. Y
porque la noticia de ellas no es perfecta, dice que están dibujadas;
porque así como el dibujo no es perfecta pintura, así la noticia de la
fe no es perfecto conocimiento. Por tanto, las verdades que se
infunden en el alma por fe están como en dibujo, y cuando estén en
clara visión, estarán en el alma como perfecta y acabada pintura,
según aquello que dice el Apóstol (1 Cor 13, 10), diciendo: Cum
autem venerit quod perfectum est, evacuabitur quod ex parte est,
que quiere decir: Cuando viniere lo que es perfecto, que es la clara
visión, acabarse ha lo que es en parte, que es el conocimiento de la
fe.
6. Pero sobre este dibujo de fe hay otro dibujo de amor en el alma
del amante, y es según la voluntad, en la cual de tal manera se
dibuja la figura del Amado, y tan conjunta y vivamente se retrata en
él cuando hay unión de amor, que es verdad decir que el Amado vive
en el amante y el amante en el Amado; y tal manera de semejanza
hace el amor en la transformación de los amados, que se puede decir
que cada uno es el otro y que entrambos son uno. La razón es porque
en la unión y transformación de amor el uno da posesión de sí al otro,
y cada uno se deja y da y trueca por el otro; y así, cada uno vive en
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el otro, y el uno es el otro, y entrambos son uno por transformación
de amor. Esto es lo que quiso dar a entender san Pablo (Gal. 2, 22)
cuando dijo: Vivo autem, iam non ego; vivit vero in me Christus, que
quiere decir: Vivo yo, ya no yo, pero vive en mí Cristo. Porque en
decir vivo yo, ya no yo, dio a entender que, aunque vivía él, no era
vida suya, porque estaba transformado en Cristo, que su vida más
era divina que humana; y por eso dice que no vivía él, sino Cristo en
él.
7. De manera que, según esta semejanza de transformación,
podemos decir que su vida y la vida de Cristo toda era una vida por
unión de amor. Lo cual se hará perfectamente en el cielo en divina
vida en todos los que merecieren verse en Dios; porque,
transformados en Dios, vivirán vida de Dios y no vida suya, aunque si
vida suya, porque la vida de Dios será vida suya. Y entonces dirán de
veras: Vivimos nosotros, y no nosotros, porque vive Dios en
nosotros. Lo cual en esta vida aunque puede ser, como lo era en san
Pablo, no empero perfecta y acabadamente, aunque llegue el alma a
tal transformación de amor que sea matrimonio espiritual, que es el
más alto estado a que se puede llegar en esta vida, porque todo se
puede llamar dibujo de amor en comparación de aquella perfecta
figura de transformación de gloria. Pero cuando este dibujo de
transformación en esta vida se alcanza es grande buena dicha,
porque con eso se contenta grandemente el Amado; que por eso,
deseando él que le pusiese la Esposa en su alma como dibujo, le dijo
en los Cantares (Ct 8, 6): Ponme como señal sobre tu corazón, como
señal sobre tu brazo. El corazón significa aquí el alma, en que en esta
vida está Dios como señal de dibujo de fe, según se dijo arriba, y el
brazo significa la voluntad fuerte, en que está como señal de dibujo
de amor, como ahora acabamos de decir.
Inicio --------------------------------------------
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CANCIÓN 12
Apártalos, Amado, que voy de vuelo.
Esposo
Vuélvete, paloma, que el ciervo vulnerado por el otero asoma al aire
de tu vuelo, y fresco toma.
DECLARACIÓN
1. En los grandes deseos y fervores de amor, cuales en las canciones
pasadas ha mostrado el alma, suele el Amado visitar a su esposa alta
y delicada y amorosamente y con grande fuerza de amor; porque,
ordinariamente, según los grandes favores y ansias de amor que han
precedido en el alma suelen ser también las mercedes y vistas que
Dios la hace, grandes. Y como ahora el alma con tantas ansias había
deseado estos divinos ojos, que en la canción pasada acaba de decir,
descubrióle el Amado algunos rayos de su grandeza y divinidad,
según ella deseaba; los cuales fueron de tanta alteza y con tanta
fuerza comunicados, que la hizo salir de sí por arrobamiento y éxtasi,
lo cual acaece al principio con gran detrimento y temor del natural. Y
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así, no pudiendo sufrir el exceso en sujeto tan flaco, dice en la
presente canción: Apártalos, Amado, es a saber, esos tus ojos
divinos, porque me hacen volar saliendo de mí a suma contemplación
sobre lo que sufre el natural. Lo cual dice porque le parecía volaba su
alma de las carnes, que es lo que ella deseaba; que por eso le pidió
que los apartase, conviene a saber, dejando de comunicárselos en la
carne, en que no los puede sufrir y gozar como querría,
comunicándoselos en el vuelo que ella hacía fuera de la carne. El cual
deseo y vuelo le impidió luego el Esposo, diciendo: Vuélvete, paloma,
que la comunicación que ahora de mí recibes, aún no es de ese
estado de gloria que tú ahora pretendes; pero vuélvete a mí, que soy
a quien tú, llagada de amor, buscas, que también yo, como el ciervo
herido de tu amor, comienzo a mostrarme a ti por tu alta
contemplación, y tomo recreación y refrigerio en el amor de tu
contemplación. Dice, pues, el alma al Esposo:
Apártalos, Amado.
2. Según habemos dicho, el alma, conforme a los grandes deseos que
tenía de estos divinos ojos, que significan la Divinidad, recibió del
Amado interiormente tal comunicación y noticia de Dios, que la hizo
decir: Apártalos, Amado. Porque tal es la miseria del natural en esta
vida, que aquello que al alma le es más vida y ella con tanto deseo
desea, que es la comunicación y conocimiento de su Amado, cuando
se le vienen a dar, no lo puede recibir sin que casi le cueste la vida,
de suerte que los ojos que con tanta solicitud y ansias y por tantas
vías buscaba, venga a decir cuando los recibe: Apártalos, Amado.
3. Porque es a veces tan grande el tormento que se siente en las
semejantes visitas de arrobamientos, que no hay tormento que así
descoyuntes los huesos y ponga en estrecho al natural; tanto que, si
no proveyese Dios, se acabaría la vida. Y a la verdad, así le parece al
alma por quien pasa, porque siente como desasirse el alma de las
carnes y desamparar al cuerpo. Y la causa es porque semejantes
mercedes no se pueden recibir muy en carne, porque el espíritu es
levantado a comunicarse con el Espíritu divino que viene al alma, y
así por fuerza ha de desamparar en alguna manera la carne. Y de
aquí es que ha de padecer la carne y, por consiguiente, el alma en la
carne, por la unidad que tienen en un supuesto. Y, por tanto, el gran
tormento que siente el alma al tiempo de este género de visita y el
gran pavor que la hace verse tratar por vía sobrenatural, la hacen
decir: Apártalos, Amado.
4. Pero no se ha de entender que, porque el alma diga que los
aparte, querría que los apartase, porque aquél es un dicho del temor
natural, como habemos dicho; antes, aunque mucho más la costase,
no querría perder estas visitas y mercedes del Amado, porque
aunque padece el natural, el espíritu vuela al recogimiento
sobrenatural a gozar del espíritu del Amado, que es lo que ella
deseaba y pedía.
Pero no quisiera ella recibirlo en carne, donde no se puede
cumplidamente, sino poco y con pena, mas en el vuelo del espíritu
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fuera de la carne, donde libremente se goza; por lo cual dijo:
Apártalos, Amado, es a saber, de comunicármelos en carne.
Que voy de vuelo.
5. Como si dijera: que voy de vuelo de la carne, para que me los
comuniques fuera de ella, siendo ellos la causa de hacerme volar
fuera de la carne.
Y para que entendamos mejor qué vuelo sea éste, es de notar que,
como habemos dicho, en aquella visitación de Espíritu divino es
arrebatado con gran fuerza el del alma a comunicar con el Espíritu, y
destituye al cuerpo y deja de sentir en él y de tener en él sus
acciones, porque las tiene en Dios; que por eso dijo san Pablo (2 Cor.
12, 2) que en aquel rapto suyo no sabía si estaba su alma
recibiéndole en el cuerpo o fuera del cuerpo. Y no por eso se ha de
entender que destituye y desampara el alma al cuerpo de la vida
natural, sino que no tiene sus acciones en él. Y ésta es la causa por
que en estos raptos y vuelos se queda el cuerpo sin sentido y,
aunque le hagan cosas de grandísimo dolor, no siente; porque no es
como otros traspasos y desmayos naturales, que con el dolor vuelven
en sí. Y estos sentimientos tienen en estas visitas los que no han aún
llegado a estado de perfección, sino que van camino en estado de
aprovechados, porque los que han llegado, ya tienen toda la
comunicación hecha en paz y suave amor, y cesan estos
arrobamientos, que eran comunicaciones que disponían para la total
comunicación.
6. Lugar era éste conveniente para tratar de las diferencias de raptos
y éxtasis y otros arrobamientos y sutiles vuelos de espíritu que a los
espirituales suelen acaecer; mas porque mi intento no es sino
declarar brevemente estas canciones, como en el prólogo prometí,
quedarse ha para quien mejor lo sepa tratar que yo, y porque
también la bienaventurada Teresa de Jesús, nuestra Madre, dejó
escritas de estas cosas de espíritu admirablemente, las cuales espero
en Dios saldrán presto impresas a luz. Lo que aquí, pues, el alma dice
del vuelo, hase de entender por arrobamiento y éxtasi del espíritu a
Dios. Y dícele luego el Amado:
Vuélvete, paloma.
7. De muy buena gana se iba el alma del cuerpo en aquel vuelo
espiritual, pensando que se le acababa ya la vida y que pudiera
gozarse con su Esposo para siempre y quedarse al descubierto con él;
mas atajóle el Esposo el paso, diciendo: Vuélvete, paloma, como si
dijera: paloma en el vuelo alto y ligero que llevas de contemplación, y
en el amor con que ardes, y simplicidad con que vas (porque estas
tres propiedades tiene la paloma); vuélvete de ese vuelo alto en que
pretendes llegar a poseerme de veras, que aún no es llegado ese
tiempo de tan alto conocimiento, y acomódate a este más bajo que
yo ahora te comunico en este tu exceso, y es:
Que el ciervo vulnerado.
8. Compárase el Esposo al ciervo, porque aquí por el ciervo entiende
a sí mismo. Y es de saber que la propiedad del ciervo es subirse a los
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lugares altos y, cuando está herido, vase con gran priesa a buscar
refrigerio a las aguas frías, y si oye quejar a la consorte y siente que
está herida, luego se va con ella y la regala y acaricia. Y así hace
ahora el Esposo, porque, viendo a la esposa herida de su amor, él
también al gemido de ella viene herido del amor de ella; porque en
los enamorados la herida de uno es de entrambos y un mismo
sentimiento tienen los dos. Y así, es como si dijera: vuélvete, esposa
mía, a mí, que, si llagada vas de amor de mí, yo también como el
ciervo vengo en esta tu llaga llagado a ti, que soy como el ciervo, y
también en asomar por lo alto, que por eso dice:
Por el otero asoma,
9. esto es, por la altura de tu contemplación que tienes en ese vuelo;
porque la contemplación es un puesto alto por donde Dios en esta
vida se comienza a comunicar al alma y mostrársele, mas no acaba;
que por eso no dice que acaba de parecer, sino que asoma, porque
por altas que sean las noticias que de Dios se le dan al alma en esta
vida, todas son como unas muy desviadas asomadas. Y síguese la
tercera propiedad que decíamos del ciervo, y es la que se contiene en
el verso siguiente:
Al aire de tu vuelo, y fresco toma.
10. Por el vuelo entiende la contemplación de aquel éxtasis que
habemos dicho, y por el aire entiende aquel espíritu de amor que
causa en el alma este vuelo de contemplación. Y llama aquí a este
amor, causado por el vuelo, aire harto apropiadamente; porque el
Espíritu Santo, que es amor, también se compara en la divina
Escritura al aire, porque es aspirado del Padre y del Hijo. Y así como
allí es aire del vuelo, esto es, que de la contemplación y sabiduría del
Padre y del Hijo procede y es aspirado, así aquí, a este amor del alma
llama el Esposo aire, porque de la contemplación y noticia que a este
tiempo tiene de Dios le procede.
Y es de notar que no dice aquí el Esposo que viene al vuelo, sino al
aire del vuelo, porque Dios no se comunica propiamente al alma por
el vuelo del alma, que es, como habemos dicho, el conocimiento que
tiene de Dios, sino por el amor del conocimiento; porque así como el
amor es unión del Padre y del Hijo, así lo es del alma con Dios. Y de
aquí es que, aunque un alma tenga altísimas noticias de Dios y
contemplación y conociere todos los misterios, si no tiene amor, no le
hace nada al caso, como dice san Pablo (1 Cor. 13, 2) para unirse con
Dios. Porque, como también dice el mismo (Col. 3, 14): Charitatem
habete, quod est vinculum perfectionis, es a saber: Tened esta
caridad, que es vínculo de perfección. Esta caridad, pues, y amor del
alma hace venir al Esposo corriendo a beber de esta fuente de amor
de su Esposa, como las aguas frescas hacen venir al ciervo sediento y
llagado a tomar refrigerio, y por eso se sigue: Y fresco toma.
11. Porque así como el aire hace fresco y refrigerio al que está
fatigado del calor, así este aire de amor refrigera y recrea al que arde
con fuego de amor; porque tiene tal propiedad este fuego de amor,
que el aire con que toma fresco y refrigerio es más fuego de amor,
353
porque en el amante el amor es llama que arde con apetito de arder
más, según hace la llama del fuego natural. Por tanto, al
cumplimiento de este apetito suyo de arder más en el ardor del amor
de su esposa, que es el aire del vuelo de ella, llama aquí tomar
fresco. Y así es como si dijera: al ardor de tu vuelo arde más, porque
un amor enciende otro amor.
Donde es de notar que Dios no pone su gracia y amor en el alma sino
según la voluntad y amor del alma. Por lo cual, esto ha de procurar el
buen enamorado que no falte, pues por ese medio, como habemos
dicho, moverá más, si así se puede decir, a que Dios le tenga más
amor y se recree más en su alma. Y para seguir esta caridad, hase de
ejercitar lo que de ella dice el Apóstol (1 Cor. 13, 4-7), diciendo: La
caridad es paciente, es benigna, no es envidiosa, no hace mal, no se
ensoberbece, no es ambiciosa, no busca sus mismas cosas, no se
alborota, no piensa mal, no se huelga sobre la maldad, gózase en la
verdad, todas las cosas sufre que son de sufrir, cree todas las cosas,
es a saber, las que se deben creer, todas las casas espera y todas las
cosas sustenta, es a saber, que convienen a la caridad.
Inicio --------------------------------------------
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CANCIONES 13-14
Mi Amado, las montañas, los valles solitarios nemorosos, las ínsulas
extrañas, los ríos sonorosos, el silbo de los aires amorosos,
la noche sosegada en par de los levantes de la aurora, la música
callada, la soledad sonora, la cena que recrea y enamora.
ANOTACIÓN
1. Antes que entremos en la declaración de estas canciones es
necesario advertir, para más inteligencia de ellas y de las que
después de ellas se siguen, que en este vuelo espiritual, que
acabamos de decir, se denota un alto estado y unión de amor, en
que, después de mucho ejercicio espiritual, suele Dios poner al alma,
al cual llaman desposorio espiritual con el Verbo Hijo de Dios.
Y al principio que se hace esto, que es la primera vez, comunica Dios
al alma grandes cosas de sí, hermoseándola de grandeza y majestad
y arreándola de dones y virtudes y vistiéndola de conocimiento y
honra de Dios, bien así como a desposada en el día de su desposorio.
Y en este dichoso día no solamente se le acaban al alma sus ansias
vehementes y querellas de amor que antes tenía, mas, quedando
adornada de los bienes que digo, comiénzale un estado de paz y
deleite y de suavidad de amor, según se da a entender en las
presentes canciones, en las cuales no hace otra cosa sino contar y
cantar las grandezas de su Amado, las cuales conoce y goza en él por
la dicha unión del desposorio. Y así, en las demás canciones
siguientes ya no dice cosas de penas ni ansias, como antes hacía,
sino comunicación y ejercicio de dulce y pacifico amor con su Amado,
porque ya en este estado todo aquello fenece.
Y es de notar que en estas dos canciones se contiene lo más que Dios
suele comunicar a este tiempo a un alma. Pero no se ha de entender
354
que a todas las que llegan a este estado se les comunica todo lo que
en estas dos canciones se declara, ni en una misma manera y medida
de conocimiento y sentimiento; porque a unas almas se les da más, y
a otras menos, y a unas en una manera y a otras en otra, aunque lo
uno y lo otro puede ser en este estado del desposorio espiritual, mas
pónese aquí lo más que puede ser, porque en ello se comprehende
todo. Y síguese la declaración:
DECLARACIÓN DE LAS DOS CANCIONES
2. Pues como esta palomica del alma andaba volando por los aires de
amor sobre las aguas del diluvio de las fatigas y ansias suyas de
amor que ha mostrado hasta aquí, no hallando donde descansase su
pie, a este último vuelo que habemos dicho extendió el piadoso padre
Noé la mano de su misericordia y recogióla, metiéndola en el arca de
su caridad y amor. Y esto fue al tiempo que en la canción que
acabamos de declarar dijo: Vuélvete, paloma.
3. Y es de notar que, así como en el arca de Noé, según dice la divina
Escritura (Gn. 6, 14 ss.), había muchas mansiones para muchas
diferencias de animales, y todos los manjares que se podían comer,
así el alma en este vuelo que hace a esta divina arca del pecho de
Dios, no sólo echa de ver en ella las muchas mansiones que Su
Majestad dijo por san Juan (Jn 14, 2) que había en la casa de su
Padre, mas ve y conoce haber allí todos los manjares, esto es, todas
las grandezas que puede gustar el alma, que son todas las cosas que
se contienen en las dos sobredichas canciones, significadas por
aquellos vocablos comunes; las cuales en sustancia son las que se
siguen.
4. Ve el alma y gusta en esta divina unión abundancia y riquezas
inestimables, y halla todo el descanso y recreación que ella desea, y
entiende secretos e inteligencias de Dios extrañas, que es otro
manjar de los que mejor le saben; y siente en Dios un terrible poder
y fuerza que todo otro poder y fuerza priva, y gusta allí admirable
suavidad y deleite de espíritu, halla verdadero sosiego y luz divina, y
gusta altamente de la sabiduría de Dios, que en la armonía de las
criaturas y hechos de Dios reluce; y siéntese llena de bienes y vacía y
ajena de males, y, sobre todo, entiende y goza de una inestimable
refección de amor, que la confirma en amor. Y ésta es la sustancia de
lo que se contiene en las dos canciones sobredichas.
5. En las cuales dice la Esposa que todas estas cosas es su Amado en
sí y lo es para ella, porque, en lo que Dios suele comunicar en
semejantes excesos, siente el alma y conoce la verdad de aquel dicho
que dijo el santo Francisco, es a saber: Dios mío, y todas las cosas.
De donde, por ser Dios todas las cosas al alma y el bien de todas
ellas, se declara la comunicación de este exceso por la semejanza de
la bondad de las cosas en las dichas canciones, según en cada verso
de ellas se irá declarando.
En lo cual se ha de entender que todo lo que aquí se declara está en
Dios eminentemente en infinita manera, o, por mejor decir, cada una
de estas grandezas que se dicen es Dios, y todas ellas juntas son
355
Dios; que, por cuanto en este caso se une el alma con Dios, siente
ser todas las cosas Dios en un simple ser, según lo sintió san Juan (Jn
1, 4) cuando dijo: Quod factum est, in ipso vita erat, es a saber: Lo
que fue hecho, en él era vida. Y así no se ha de entender que en lo
que aquí se dice que siente el alma es como ver las cosas en la luz o
las criaturas en Dios, sino que en aquella posesión siente serle todas
las cosas Dios. Y tampoco se ha de entender que, porque el alma
siente tan subidamente de Dios en lo que vamos diciendo, vea a Dios
esencial y claramente, que no es sino una fuerte y copiosa
comunicación y vislumbre de lo que él es en sí, en que siente el alma
este bien de las cosas que ahora en los versos declararemos,
conviene a saber:
Mi Amado, las montañas.
6. Las montañas tienen alturas, son abundantes, anchas, hermosas,
graciosas, floridas y olorosas. Estas montañas es mi Amado para mí.
Los valles solitarios nemorosos.
7. Los valles solitarios son quietos, amenos, frescos, umbrosos, de
dulces aguas llenos, y en la variedad de sus arboledas y suave canto
de aves hacen gran recreación y deleite al sentido, dan refrigerio y
descanso en su soledad y silencio. Estos valles es mi Amado para mí.
Las ínsulas extrañas.
8. Las ínsulas extrañas están ceñidas con la mar y allende de los
mares, muy apartadas y ajenas de la comunicación de los hombres; y
así, en ellas se crían y nacen cosas muy diferentes de las de por acá,
de muy extrañas maneras y virtudes nunca vistas de los hombres,
que hacen grande novedad y admiración a quien las ve. Y así, por las
grandes y admirables novedades y noticias extrañas, alejadas del
conocimiento común que el alma ve en Dios, le llama ínsulas
extrañas. Porque extraño llaman a uno por una de dos cosas: o
porque se anda retirado de la gente, o porque es excelente y
particular entre los demás hombres en sus hechos y obras. Por estas
dos cosas llama el alma aquí a Dios extraño; porque no solamente es
toda la extrañez de las ínsulas nunca vistas, pero también sus vías,
consejos y obras son muy extrañas y nuevas y admirables para los
hombres. Y no es maravilla que sea Dios extraño a los hombres que
no le han visto, pues también lo es a los santos ángeles y almas que
le ven, pues no le pueden acabar de ver ni acabarán; y hasta el
último día del juicio van viendo en él tantas novedades según sus
profundos juicios y acerca de las obras de su misericordia y justicia,
que siempre les hace novedad y siempre se maravillan más. De
manera que no solamente los hombres, pero también los ángeles le
pueden llamar ínsulas extrañas. Sólo para sí no es extraño, ni
tampoco para sí es nuevo.
Los ríos sonorosos.
9. Los ríos tienen tres propiedades: la primera, que todo lo que
encuentran embisten y anegan; la segunda, que hinchen todos los
bajos y vacíos que hallan delante; la tercera, que tienen tal sonido,
que todo otro sonido privan y ocupan. Y porque en esta comunicación
356
de Dios que vamos diciendo siente el alma en él muy sabrosamente
estas tres propiedades, dice que su Amado es los ríos sonorosos.
Cuanto a la primera propiedad que el alma siente, es de saber que de
tal manera se ve el alma embestir del torrente del espíritu de Dios en
este caso y con tanta fuerza apoderarse de ella, que la parece que
vienen sobre ella todos los ríos del mundo que la embisten, y siente
ser allí anegadas todas sus acciones y pasiones en que antes estaba.
Y no porque es cosa de tanta fuerza es cosa de tormento, porque
estos ríos son ríos de paz, según por Isaías (Is 66, 12) da Dios a
entender de este embestir en el alma, diciendo: Ecce ego declinabo
super eam quasi fluvium pacis et quasi torrentem inundantem
gloriam; quiere decir: Notad y advertid que yo declinaré y embestiré
sobre ella, es a saber, sobre el alma, como un río de paz y así como
un torrente que va redundando gloria. Y así, esté embestir divino que
hace Dios en el alma, como ríos sonorosos, toda la hinche de paz y
gloria.
La segunda propiedad que el alma siente es que esta divina agua a
este tiempo hinche los bajos de su humildad y llena los vacíos de sus
apetitos, según lo dice san Lucas: Exaltavit humiles, esurientes
implevit bonis, que quiere decir: Ensalzó a los humildes, y a los
hambrientos llenó de bienes (Lc 1, 52-53).
La tercera propiedad que el alma siente en estos sonorosos ríos de su
Amado es un sonido y voz espiritual que es sobre todo sonido y sobre
toda voz; la cual voz priva toda otra voz y su sonido excede todos los
sonidos del mundo. Y en declarar cómo esto sea, nos habremos de
detener algún tanto.
10. Esta voz, o este sonoroso sonido de estos ríos que aquí dice el
alma, es un henchimiento tan abundante que la hinche de bienes y
un poder tan poderoso que la posee, que no sólo le parecen sonidos
de ríos, sino aun poderosísimos truenos. Pero esta voz es voz
espiritual y no trae esotros sonidos corporales, ni la pena y molestia
de ellos, sino grandeza, fuerza, poder y deleite y gloria; y así es como
una voz y sonido inmenso interior que viste al alma de poder y
fortaleza. Esta espiritual voz y sonido se hizo en el espíritu de los
apóstoles al tiempo que el Espíritu Santo con vehemente torrente,
como se dice en los Actos de los Apóstoles (Act 2, 2), descendió
sobre ellos; que para dar a entender la espiritual voz que
interiormente les hacía, se oyó aquel sonido de fuera como de aire
vehemente, de manera que fuese oído de todos los que estaban
dentro en Jerusalén; por el cual, como decimos, se denotaba el que
dentro en sí recibían los apóstoles, que era, como habemos dicho,
henchimiento de poder y fortaleza. Y también cuando estaba el Señor
Jesús rogando al Padre en el aprieto y angustia que recibía de sus
enemigos, según lo dice san Juan (Jn 12, 28), le vino una voz del
cielo interior, confortándole según la humanidad, cuyo sonido oyeron
de fuera los judíos tan grave y vehemente, que unos decían que se
había hecho algún trueno, y otros decían que le había hablado un
ángel del cielo; y era que por aquella voz que se oía de fuera se
357
denotaba y daba a entender la fortaleza y poder que según la
humanidad a Cristo se le daba de dentro.
Y no por eso se ha de entender que deja el alma de recibir el sonido
de la voz espiritual en el espíritu. Donde es de notar que la voz
espiritual es el efecto que ella hace en el alma, así como la corporal
imprime su sonido en el oído y la inteligencia en el espíritu. Lo cual
quiso dar a entender David (Sal. 67, 34) cuando dijo: Ecce dabit voci
suae vocem virtutis, que quiere decir: Mirad que Dios dará a su voz,
voz de virtud. La cual virtud es la voz interior. Porque decir David
dará a su voz, voz de virtud, es decir: a la voz exterior que se siente
de fuera, dará voz de virtud que se siente de dentro. De donde es de
saber que Dios es voz infinita y, comunicándose al alma en la manera
dicha, hácele efecto de inmensa voz.
11. Esta voz oyó san Juan en el Apocalipsis (Ap 14, 2), y dice que la
voz que oyó del cielo erat tanquam vocem aquarum multarum et
tanquam vocem tonitrui magni; quiere decir que era la voz que oyó
como voz de muchas aguas y como voz de un grande trueno. Y
porque no se entienda que esta voz, por ser tan grande, era penosa y
áspera, añade luego diciendo que esta misma voz era tan suave que
erat sicut citharoedorum citharizantium in citharis suis, que quiere
decir: Era como de muchos tañedores que citarizaban en sus citaras.
Y Ezequiel (Ez 1, 24) dice que este sonido como de muchas aguas era
quasi sonum sublimis Dei, es a saber: Como sonido del altísimo Dios,
esto es, que altísima y suavísimamente en él se comunicaba. Esta
voz es infinita, porque, como decíamos, es el mismo Dios que se
comunica, haciendo voz en el alma, mas cíñese a cada alma, dando
voz de virtud según le cuadra limitadamente, y hace gran deleite y
grandeza al alma; que por eso dijo la Esposa en los Cantares (Ct 2,
14): Sonet vox tua in auribus meis, vox enim tua dulcis, que quiere
decir: Suene tu voz en mis oídos, porque es dulce tu voz. Síguese el
verso:
El silbo de los aires amorosos.
12. Dos cosas dice el alma en el presente verso, es a saber: aires y
silbo. Por los aires amorosos se entienden aquí las virtudes y gracias
del Amado, las cuales mediante la dicha unión del Esposo embisten
en el alma y amorosísimamente se comunican y tocan en la sustancia
de ella.
Y al silbo de estos aires llama una subidísima y sabrosísima
inteligencia de Dios y de sus virtudes, la cual redunda en el
entendimiento del toque que hacen estas virtudes de Dios en la
sustancia del alma. Y éste es el más subido deleite que hay en todo lo
demás que gusta el alma aquí.
13. Y para que mejor se entienda lo dicho, es de notar que, así como
en el aire se sienten dos cosas, que son toque y silbo o sonido, así en
esta comunicación del Esposo se sienten otras dos cosas, que son
sentimiento de deleite e inteligencia. Y así como el toque del aire se
gusta con el sentido del tacto y el silbo del mismo aire con el oído, así
también el toque de las virtudes del Amado se sienten y gozan en el
358
tacto de esta alma, que es en la sustancia de ella, y la inteligencia de
las tales virtudes de Dios se sienten en el oído del alma, que es en el
entendimiento.
Y es también de saber que entonces se dice venir el aire amoroso
cuando sabrosamente hiere, satisfaciendo el apetito del que deseaba
el tal refrigerio; porque entonces se regala y recrea el sentido del
tacto, y con este regalo del tacto siente el oído gran deleite en el
sonido y silbo del aire, mucho más que el tacto en el toque del aire;
porque el sentido del oído es más espiritual, o, por mejor decir,
allégase más a lo espiritual que el tacto, y así el deleite que causa es
más espiritual que el que causa el tacto.
14. Ni más ni menos, porque este toque de Dios satisface
grandemente y regala la sustancia del alma, cumpliendo suavemente
su apetito, que era de verse en la tal unión, llama a la dicha unión o
toque, aires amorosos; porque, como habemos dicho, amorosa y
dulcemente se le comunican las virtudes del Amado en él, de lo cual
se deriva en el entendimiento el silbo de la inteligencia. Y llámale
silbo, porque así como el silbo del aire causado se entra agudamente
en el vasillo del oído, así esta sutilísima y delicada inteligencia se
entra con admirable sabor y deleite en lo íntimo de la sustancia del
alma, que es muy mayor deleite que todos los demás.
La causa es, porque se le da sustancia entendida y desnuda de
accidentes y fantasmas, porque se da al entendimiento que llaman
los filósofos pasivo o posible, porque pasivamente, sin él hacer nada
de su parte, la recibe, lo cual es el principal deleite del alma, porque
es en el entendimiento, en que consiste la fruición, como dicen los
teólogos, que es ver a Dios. Que por significar este silbo la dicha
inteligencia sustancial, piensan algunos teólogos que vio nuestro
padre Elías a Dios en aquel silbo de aire delgado que sintió en el
monte a la boca de su cueva. Allí le llama la Escritura (3 Re. 19, 12)
silbo de aire delgado, porque de la sutil y delicada comunicación del
espíritu le nacía la inteligencia en el entendimiento; y aquí le llama el
alma silbo de aires amorosos, porque de la amorosa comunicación de
las virtudes de su Amado le redunda en el entendimiento, y por eso le
llama silbo de los aires amorosos.
15. Este divino silbo que entra por el oído del alma, no solamente es
sustancia, como he dicho, entendida, sino también descubrimiento de
verdades de la divinidad y revelación de secretos suyos ocultos;
porque, ordinariamente, todas las veces que en la Escritura divina se
halla alguna comunicación de Dios que se dice entrar por el oído, se
halla ser manifestación de estas verdades desnudas en el
entendimiento o revelación de secretos de Dios, los cuales son
revelaciones o visiones puramente espirituales, que solamente se dan
al alma, sin servicio y ayuda de los sentidos, y así es muy alto y
cierto esto que se dice comunicar Dios por el oído. Que por eso para
dar a entender san Pablo (2 Cor. 12, 4) la alteza de su revelación, no
dijo: Vidit arcana verba, ni menos, gustavit arcana verba, sino audivit
arcana verba, quae non licet homini loqui. Y es como si dijera: Oí
359
palabras secretas que al hombre no es lícito hablar. En lo cual se
piensa que vio a Dios también, como nuestro padre Elías en el silbo.
Porque así como la fe, como también dice san Pablo (Rm. 10, 17), es
por el oído corporal, así también lo que nos dice la fe, que es la
sustancia entendida, es por el oído espiritual. Lo cual dio bien a
entender el profeta Job (Jb 42, 5), hablando con Dios, cuando se le
reveló, diciendo: Auditu auris audivi te, nunc autem oculus meus
videt te: quiere decir: Con el oído de la oreja te oí, y ahora te ve mi
ojo. En lo cual se da claro a entender que el oírlo con el oído del alma
es verlo con el ojo del entendimiento pasivo que dijimos, que por eso
no dice: oíte con el oído de mis orejas, sino de mi oreja; ni te vi con
mis ojos, sino con mi ojo, que es el entendimiento; luego este oír del
alma, es ver con el entendimiento.
16. Y no se ha de entender que esto que el alma entiende, porque
sea sustancia desnuda, como habemos dicho, sea la perfecta y clara
fruición, como en el cielo; porque, aunque es desnuda de accidentes,
no es por eso clara sino oscura, porque es contemplación, la cual es
en esta vida, como dice san Dionisio, rayo de tiniebla; y así podemos
decir que es un rayo e imagen de fruición, por cuanto es en el
entendimiento, en que consiste la fruición.
Esta sustancia entendida, que aquí llama el alma silbo, es los ojos
deseados, que descubriéndoselos el Amado, dijo, porque no los podía
sufrir el sentido: Apártalos, Amado.
17. Y porque me parece viene muy a propósito en este lugar una
autoridad de Job, que confirma mucha parte de lo que he dicho en
este arrobamiento y desposorio, referiréla aquí (aunque nos
detengamos un poco más), y declararé las partes de ella que son a
nuestro propósito. Y primero la pondré toda en latín, y luego toda en
romance, y después declararé brevemente lo que de ella conviniere a
nuestro propósito; y, acabado esto, proseguiré la declaración de los
versos de la otra canción. Dice, pues, Elifaz Temanites en Job (Jb 4,
12-16), de esta manera: Porro ad me dictum est verbum
absconditum, et quasi furtive suscepit auris mea venas susurri eius.
In horrore visionis nocturnae, quando solet sopor occupare homines,
pavor tenuit me, et tremor, et omnia ossa mea perterrita sunt: et
cum spiritus, me praesente, transiret, inhorruerunt pili carnis meae:
stetit quidam, cuius non agnoscebam vultum, imago coram oculis
meis et vocem quasi aurae lenis audivi. Y en romance quiere decir:
De verdad a mí se me dijo una palabra escondida, y como a
hurtadillas recibió mi oreja las venas de su susurro. En el horror de la
visión nocturna, cuando el sueño suele ocupar a los hombres,
ocupóme el pavor y el temblor, y todos mis huesos se alborotaron; y,
como el espíritu pasase en mi presencia, encogiéronseme las pieles
de mi carne; púsose delante uno cuyo rostro no conocía: era imagen
delante de mis ojos; y oí una voz de aire delgado.
En la cual autoridad se contiene casi todo lo que habemos dicho aquí,
hasta este punto de este rapto desde la canción doce, que dice:
Apártalos, Amado. Porque en lo que aquí dice Elifaz Temanites, que
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se le dijo una palabra escondida, se significa aquello escondido que
se le dio al alma, cuya grandeza no pudiendo sufrir, dijo: Apártalos,
Amado.
18. Y en decir que recibió su oreja las venas de su susurro como a
hurtadillas, es decir la sustancia desnuda que habemos dicho que
recibe el entendimiento; porque venas aquí denotan sustancia
interior, y el susurro significa aquella comunicación y toque de
virtudes, de donde se comunica al entendimiento la dicha sustancia
entendida. Y llámale aquí susurro, porque es muy suave la tal
comunicación, así como allí la llama aires amorosos el alma, porque
amorosamente se comunica. Y dice que le recibió como a hurtadillas,
porque así como lo que se hurta es ajeno, así aquel secreto era ajeno
del hombre, hablando naturalmente, porque recibió lo que no era de
su natural; y así no le era lícito recibirle, como tampoco a san Pablo
(2 Cor. 12 4) le era lícito poder decir el suyo. Por lo cual dijo el otro
profeta (Is. 24, 16) dos veces: Mi secreto para mí.
Y cuando dijo: En el horror de la visión nocturna, cuando suele el
sueño ocupar a los hombres, me ocupó el pavor y temblor, da a
entender el temor y temblor que naturalmente hace al alma aquella
comunicación de arrobamiento que decíamos no podía sufrir el
natural en la comunicación del espíritu de Dios. Porque da aquí a
entender este profeta que, así como al tiempo que se van a dormir
los hombres les suele oprimir y atemorizar una visión que llaman
pesadilla, la cual les acaece entre el sueño y la vigilia, que es en
aquel punto que comienza el sueño, así al tiempo de este traspaso
espiritual entre el sueño de la ignorancia natural y la vigilia del
conocimiento sobrenatural, que es el principio del arrobamiento o
éxtasi, les hace temor y temblor la visión espiritual que entonces se
les comunica.
19. Y añade más, diciendo que todos sus huesos se asombraron, o
alborotaron, que quiere tanto decir como si dijera: se conmovieron y
descasaron de sus lugares; en lo cual se da a entender el gran
descoyuntamiento de huesos que habemos dicho padecerse a este
tiempo. Lo cual da bien a entender Daniel (Dn 10, 16) cuando vio al
ángel, diciendo: Domine, in visione tua dissolutae sunt compages
meae, esto es: Señor, en tu visión las junturas de mis huesos se han
abierto.
Y en lo que dice luego, que es: Y como el espíritu pasase en mi
presencia, es a saber, haciendo pasar al mío de sus límites y vías
naturales por el arrobamiento que habemos dicho, encogiéronse las
pieles de mi carne, da a entender lo que habemos dicho del cuerpo,
que en este traspaso se queda helado y encogidas las carnes como
muerto.
20. Y luego se sigue: Estuvo uno, cuyo rostro no conocía: era imagen
delante mis ojos. Este que dice que estuvo, era Dios que se
comunicaba en la manera dicha. Y dice que no conocía su rostro, para
dar a entender que en la tal comunicación y visión, aunque es
altísima, no se conoce, ni ve el rostro y esencia de Dios. Pero dice
361
que era imagen delante sus ojos; porque, como habemos dicho,
aquella inteligencia de palabra escondida era altísima como imagen y
rastro de Dios; mas no se entiende que es ver esencialmente a Dios.
21. Y luego concluye, diciendo: Y oí una voz de aire delicado, en que
se entiende el silbo de los aires amorosos, que dice aquí el alma que
es su Amado.
Y no se ha de entender que siempre acaecen estas visitas con estos
temores y detrimentos naturales, que, como queda dicho, es a los
que comienzan a entrar en estado de iluminación y perfección y en
este género de comunicación, porque en otros antes acaecen con
gran suavidad. Síguese la declaración:
La noche sosegada.
22. En este sueño espiritual que el alma tiene en el pecho de su
Amado, posee y gusta todo el sosiego y descanso y quietud de la
pacífica noche, y recibe juntamente en Dios una abisal y oscura
inteligencia divina; y por eso dice que su Amado es para ella la noche
sosegada,
en par de los levantes de la aurora.
23. Pero esta noche sosegada dice que es no de manera que sea
como oscura noche, sino como la noche junto ya a los levantes de la
mañana; porque este sosiego y quietud en Dios no le es al alma del
todo oscuro, como oscura noche, sino sosiego y quietud en luz divina
en conocimiento de Dios nuevo, en que el espíritu está
suavísimamente quieto, levantado a luz divina. Y llama bien
propiamente aquí a esta luz divina levantes de la aurora, que quiere
decir la mañana. Porque así como los levantes de la mañana despiden
la oscuridad de la noche y descubren la luz del día, así este espíritu
sosegado y quieto en Dios es levantado de la tiniebla del
conocimiento natural a la luz matutinal del conocimiento sobrenatural
de Dios, no claro, sino, como dicho es, oscuro, como noche en par de
los levantes de la aurora. Porque así como la noche en par de los
levantes ni del todo es noche ni del todo es día, sino, como dicen,
entre dos luces, así esta soledad y sosiego divino, ni con toda claridad
es informado de la luz divina ni deja de participar algo de ella.
24. En este sosiego se ve el entendimiento levantado con extraña
novedad sobre todo natural entender a la divina luz, bien así como el
que después de un largo sueño abre los ojos a la luz que no
esperaba. Este conocimiento entiendo quiso dar a entender David
(Sal. 101, 8), cuando dijo: Vigilavi et factus sum sicut passer
solitarius in tecto, que quiere decir: Recordé y fui hecho semejante al
pájaro solitario en el tejado. Como si dijera: abrí los ojos de mi
entendimiento y halléme sobre todas las inteligencias naturales,
solitario sin ellas en el tejado, que es sobre todas las cosas de abajo.
Y dice aquí que fue hecho semejante al pájaro solitario, porque en
esta manera de contemplación tiene el espíritu las propiedades de
este pájaro, las cuales son cinco: la primera, que ordinariamente se
pone en lo más alto; y así el espíritu en este paso se pone en altísima
contemplación; la segunda, que siempre tiene vuelto el pico hacia
362
donde viene el aire; y así el espíritu vuelve aquí el pico del afecto
hacia donde le viene el espíritu de amor, que es Dios. La tercera es
que ordinariamente está solo y no consiente otra ave alguna junto a
sí, sino que, en sentándose junto alguna, luego se va; y así el espíritu
en esta contemplación está en soledad de todas las cosas, desnudo
de todas ellas, ni consiente en sí otra cosa que soledad en Dios. La
cuarta propiedad es que canta muy suavemente, y lo mismo hace a
Dios el espíritu a este tiempo, porque las alabanzas que hace a Dios
son de suavísimo amor, sabrosísimas para sí y preciosísimas para
Dios. La quinta es que no es de algún determinado color; y así es el
espíritu perfecto, que no sólo en este exceso no tiene algún color de
afecto sensual y amor propio, mas ni aun particular consideración en
lo superior ni inferior, ni podrá decir de ello modo ni manera, porque
es abismo de noticia de Dios la que le posee, según se ha dicho.
La música callada.
25. En aquel sosiego y silencio de la noche ya dicha, y en aquella
noticia de la luz divina, echa de ver el alma una admirable
conveniencia y disposición de la Sabiduría en las diferencias de todas
sus criaturas y obras, todas ellas y cada una de ellas dotadas con
cierta respondencia a Dios, en que cada una en su manera da su voz
de lo que en ella es Dios, de suerte que le parece una armonía de
música subidísima que sobrepuja todos los saraos y melodías del
mundo. Y llama a esta música callada, porque, como habemos dicho,
es inteligencia sosegada y quieta, sin ruido de voces; y así se goza en
ella la suavidad de la música y la quietud del silencio. Y así, dice que
su Amado es esta música callada, porque en él se conoce y gusta
esta armonía de música espiritual. Y no sólo eso, sino que también es
la soledad sonora.
26. Lo cual es casi lo mismo que la música callada, porque, aunque
aquella música es callada cuanto a los sentidos y potencias naturales,
es soledad muy sonora para las potencias espirituales; porque,
estando ellas solas y vacías de todas las formas y aprehensiones
naturales, pueden recibir bien el sonido espiritual sonorísimamente en
el espíritu de la excelencia de Dios en sí y en sus criaturas, según
aquello que dijimos arriba haber visto san Juan en espíritu en el
Apocalipsis (Ap 14, 2), conviene a saber: Voz de muchos citaredos
que citarizaban en sus cítaras; lo cual fue en espíritu, y no de citaras
materiales, sino cierto conocimiento de las alabanzas de los
bienaventurados que cada uno en su manera de gloria hace a Dios
continuamente; lo cual es como música, porque así como cada uno
posee diferentemente sus dones, así cada uno canta su alabanza
diferentemente, y todos en una concordancia de amor bien así como
música.
27. A este mismo modo echa de ver el alma en aquella sabiduría
sosegada en todas las criaturas, no sólo superiores sino también
inferiores, según lo que ellas tienen en sí cada una recibido de Dios,
dar cada una su voz de testimonio de lo que es Dios; y ve que cada
una en su manera engrandece a Dios, teniendo en sí a Dios según su
363
capacidad: y así todas estas voces hacen una voz de música de
grandeza de Dios y sabiduría y ciencia admirable. Y esto es lo que
quiso decir el Espíritu Santo en el libro de la Sabiduría (Sb 1, 7),
cuando dice: Spíritus Domini replevit orbem terrarum, et hoc quod
continet omnia, scientiam habet vocis; quiere decir: El Espíritu del
Señor llenó la redondez de las tierras, y este mundo, que contiene
todas las cosas que él hizo, tiene ciencia de voz, que es la soledad
sonora que decimos conocer el alma aquí, que es el testimonio que
de Dios todas ellas dan en sí. Y por cuanto el alma recibe esta sonora
música no sin soledad y ajenación de todas las cosas exteriores, la
llama la música callada y la soledad sonora, la cual dice que es su
Amado; y más:
La cena que recrea y enamora.
28. La cena a los amados hace recreación, hartura y amor. Y porque
estas tres cosas causa el Amado al alma en esta suave comunicación,
le llama ella aquí la cena que recrea y enamora.
Es de saber que en la Escritura divina este nombre cena se entiende
por la visión divina; porque así como la cena es remate del trabajo
del día y principio del descanso de la noche, así esta noticia, que
habemos dicho sosegada, le hace sentir al alma cierto fin de males y
posesión de bienes, en que se enamora de Dios más de lo que antes
estaba. Y por eso le es él a ella la cena que recrea, en serle fin de los
males; y la enamora, en serle a ella posesión de todos los bienes.
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CANCIÓN 15
Nuestro lecho florido, de cuevas de leones enlazado, en púrpura
tendido, de paz edificado, de mil escudos de oro coronado.
DECLARACIÓN
1. En las dos canciones pasadas ha cantado la Esposa las gracias y
grandezas de su Amado: y en ésta canta el feliz y alto estado en que
se ve puesta y la seguridad de él, y las riquezas de dones y virtudes
con que se ve dotada y arreada en el tálamo de la unión de su
esposo: porque dice estar ya ella en uno con el Amado, y tener las
virtudes fuertes, y la caridad en perfección y paz cumplida, y toda
ella enriquecida y hermoseada con dones y hermosura, según se
puede en esta vida poseer y gozar. Y así, dice:
Nuestro lecho florido.
2. Este lecho florido es el pecho y amor del Amado, en que el alma,
hecha esposa, está ya unida: el cual está ya florido para ella por
razón de la unión y junta que está ya hecha entre los dos, mediante
la cual se le comunican a ella las virtudes, gracias y dones del
Amado, con los cuales está ella tan hermoseada y rica y llena de
deleites, que la parece estar en un lecho de variedad de suaves flores
que con su toque deleitan y con su olor recrean; por lo cual llama ella
a esta unión de amor lecho florido. Así le llama la Esposa en los
Cantares (Ct 1, 15), diciendo al Esposo: Lectulus noster floridus, esto
es: Nuestro lecho florido.
364
Y llámale nuestro, porque unas mismas virtudes y un mismo amor,
conviene saber, del Amado, son ya de entrambos y un mismo deleite
el de entrambos, según aquello que dice el Espíritu Santo en los
Proverbios (Pv 8, 31), es a saber: Mis deleites son con los hijos de los
hombres.
Llámale también florido, porque en este estado están ya las virtudes
en el alma perfectas y puestas en ejercicio de obras perfectas y
heroicas, lo cual aun no había podido ser hasta que el lecho estuviese
florido en perfecta unión con Dios. Y por eso dice:
De cuevas de leones enlazado.
3. Por la fortaleza y acrimonia del león compara aquí a las virtudes
que ya posee el alma en este estado a las cuevas de los leones, las
cuales están muy seguras y amparadas de todos los demás animales;
porque, temiendo ellos la fortaleza y osadía del león que está dentro,
no sólo no se atreven a entrar, mas ni aun junto a ella osan parar.
Así, cada una de las virtudes, cuando ya las posee el alma en
perfección, es como una cueva de león, en la cual mora y asiste el
Esposo fuerte como león, unido con el alma en aquella virtud y en
cada una de las demás virtudes; y la misma alma, unida con él en
esas mismas virtudes, está como un fuerte león, porque allí recibe las
propiedades del Amado. Y en este caso está el alma tan amparada y
fuerte con cada virtud y con todas ellas juntas en esta unión de Dios,
que es el lecho florido, que no sólo el demonio no se atreve a
acometer a la tal alma, mas ni aún osa parecer delante de ella por el
gran temor que ha de ella, viéndola tan engrandecida y osada con las
virtudes perfectas en el lecho del Amado; porque, estando ella unida
con Dios en transformación de amor, tanto la teme como al mismo
Dios, y no la osa ni aun mirar: teme mucho el demonio al alma que
tiene perfección.
4. Está este lecho del alma enlazado de estas virtudes, porque en
este estado de tal manera están trabadas entre sí y fortalecidas unas
con otras y unidas en una acabada perfección del alma, que no queda
parte, no sólo para que el demonio pueda entrar, mas también está
amparada para que ninguna cosa del mundo, alta ni baja, la pueda
inquietar ni molestar ni mover; porque, estando ya libre de toda
molestia de las pasiones naturales y ajena y desnuda de la tormenta
y variedad de las cosas temporales, goza en seguro de la
participación de Dios. Esto es lo que deseaba la Esposa en los
Cantares (Ct 8, 1), diciendo: Quis det te mihi fratrem meum
sugentem ubera matris meae, ut inveniam te solum foris, et
deosculer te, et iam me nemo despiciat?; quiere decir: ¿Quién te me
diese, hermano mío, que mamases los pechos de mi madre, de
manera que te halle yo solo afuera, y te bese yo a ti, y no me
desprecie ya nadie? Este beso es la unión de que vamos hablando, en
la cual se iguala el alma con Dios por amor. Que por eso desea ella,
diciendo que quién le dará al Amado que sea su hermano, lo cual
significa y hace igualdad; y que mame él los pechos de su madre,
que es consumirle todas las imperfecciones y apetitos de su
365
naturaleza que tiene de su madre Eva; y le halle solo afuera, esto es,
se una con él solo, afuera de todas las cosas, desnuda según la
voluntad y apetito de todas ellas; y así no la despreciará nadie, es a
saber, no se le atreverá ni mundo, ni carne, ni el demonio, porque,
estando el alma libre y purgada de todas estas cosas y unida con
Dios, ninguna de ellas la puede enojar. De aquí es que el alma goza
ya en este estado de una ordinaria suavidad y tranquilidad que nunca
se le pierde ni le falta.
5. Pero, allende de esta ordinaria satisfacción y paz, de tal manera
suelen abrirse en el alma y darle olor de sí las flores de virtudes de
este huerto que decimos, que le parece al alma, y así es, estar llena
de deleites de Dios. Y dije que suelen abrirse las flores de virtudes
que están en el alma, porque, aunque el alma esté llena de virtudes
en perfección no siempre las está en acto gozando el alma; aunque,
como he dicho, de la paz y tranquilidad que le causan, sí goza
ordinariamente; porque podemos decir que están en el alma en esta
vida como flores en cogollo, cerradas en el huerto, las cuales algunas
veces es cosa admirable ver abrirse todas (causándolo el Espíritu
Santo), y dar de sí admirable olor y fragancia en mucha variedad.
Porque acaecerá que vea el alma en sí las flores de las montañas que
arriba dijimos, que son la abundancia y grandeza y hermosura de
Dios; y en éstas entretejidos los lirios de los valles nemorosos, que
son descanso, refrigerio y amparo; y luego allí entrepuestas las rosas
olorosas de las ínsulas extrañas, que decíamos ser las extrañas
noticias de Dios; y también embestirla el olor de las azucenas de los
ríos sonorosos, que decíamos era la grandeza de Dios que hinche
toda el alma; y entretejido allí y enlazado el delicado olor del jazmín
del silbo de los aires amorosos, de que también dijimos gozaba el
alma en este estado; y ni más ni menos, todas las otras virtudes y
dones que decíamos del conocimiento sosegado y la callada música y
la soledad sonora, y la sabrosa y amorosa cena. Y es de tal manera el
gozar y sentir estas flores juntas algunas veces el alma, que puede
con harta verdad decir: Nuestro lecho florido de cuevas de leones
enlazado. ¡Dichosa el alma que en esta vida mereciere gustar alguna
vez el olor de estas flores divinas! Y dice que este lecho está también
en púrpura tendido.
6. Por la púrpura es denotada la caridad en la divina Escritura (Ct 3,
10), y de ella se visten y sirven los reyes. Dice el alma que este lecho
florido está tendido en púrpura, porque todas las virtudes, riquezas y
bienes de él se sustentan y florecen y se gozan sólo en la caridad y
amor del Rey del cielo, sin el cual amor no podría el alma gozar de
este lecho y de sus flores. Y así, todas estas virtudes están en el alma
como tendidas en amor de Dios, como en sujeto en que bien se
conservan; y están como bañadas en amor, porque todas y cada una
de ellas están siempre enamorando al alma de Dios, y en todas las
cosas y obras se mueven con amor a más amor. Eso es estar en
púrpura tendido. Y dice que también está
de paz edificado.
366
7. Cada una de las virtudes de suyo es pacífica, mansa y fuerte, y,
por el consiguiente, en el alma que las posee hacen estos tres
efectos, conviene a saber: paz, mansedumbre y fortaleza. Y porque
este lecho está florido, compuesto de flores de virtudes, como
habemos dicho, y todas ellas son pacíficas, mansas y fuertes, de aquí
es que está de paz edificado, y el alma pacífica, mansa y fuerte, que
son tres propiedades donde no puede combatir guerra alguna ni de
mundo ni de demonio ni de carne. Y tienen las virtudes al alma tan
pacífica y segura, que la parece estar toda ella edificada de paz. Y
dice más, que está también este lecho
de mil escudos de oro coronado.
8. A las virtudes y dones del alma llama escudos, de los cuales dice
que está coronado el lecho del deleite del alma; porque no sólo las
virtudes y dones sirven al que los ganó de corona y premio, mas
también de defensa, como fuertes escudos, contra los vicios que con
ellas venció; y por eso está el lecho florido, coronado de ellas en
premio, y defendido como con amparo de escudo. Y dice que son de
oro, para denotar el valor grande de las virtudes: son las virtudes
corona y defensa. Esto mismo dijo en los Cantares (Ct 3, 7-8) la
esposa por otras palabras, diciendo: En lectulum Salomonis sexaginta
fortes ambiunt ex fortissimis Israel uniuscuiusque ensis super femur
suum propter timores nocturnos: que quiere decir: Mirad que sesenta
fuertes cercan el lecho de Salomón; la espada de cada uno sobre su
muslo por los temores de las noches.
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CANCIÓN 16
A zaga de tu huella las jóvenes discurren al camino, al toque de
centella, al adobado vino, emisiones de bálsamo divino.
DECLARACIÓN
1. En esta canción alaba la esposa al Amado de tres mercedes que de
él reciben las almas devotas, con las cuales se animan más y
levantan a amor de Dios; las cuales por experimentarlas ella en este
estado, hace aquí de ellas mención.
La primera dice que es la suavidad que de sí les da, la cual es tan
eficaz que las hace caminar muy apriesa al camino de la perfección.
La segunda es una visita de amor con que súbitamente las inflama en
amor.
La tercera es abundancia de caridad que en ellas infunde, con que de
tal manera las embriaga que las hace levantar el espíritu (así con
esta embriaguez, como con la visita de amor) a enviar alabanzas a
Dios y afectos sabrosos de amor; y así dice:
A zaga de tu huella.
2. La huella es rastro de aquel cuya es la huella, por la cual se va
rastreando y buscando el que la hizo. La suavidad y noticia que da
Dios de sí al alma que le busca, es rastro y huella por donde se va
conociendo y buscando Dios. Por eso dice aquí el alma al Verbo su
367
Esposo: A zaga de tu huella, esto es, tras el rastro de suavidad que
de ti les imprimes e infundes y olor que de ti derramas,
las jóvenes discurren al camino.
3. Es a saber: las almas devotas, con fuerzas de juventud, recibidas
de la suavidad de tu huella, discurren, esto es, corren por muchas
partes y de muchas maneras (que eso quiere decir discurrir) cada
una por la parte y suerte que Dios la da de espíritu y estado, con
muchas diferencias de ejercicios y obras espirituales, al camino de la
vida eterna que es la perfección evangélica, por la cual encuentran
con el Amado en unión de amor después de la desnudez de espíritu y
de todas las cosas.
Esta suavidad y rastro que Dios deja de sí en el alma, grandemente la
aligera y hace correr tras de él; porque entonces el alma muy poco o
nada es lo que trabaja de su parte para andar este camino; antes es
movida y atraída de esta divina huella de Dios, no sólo a que salga,
sino a que corra de muchas maneras, como habemos dicho, al
camino. Que por eso la esposa en los Cantares (Ct 1, 3) pidió al
Esposo esta divina atracción, diciendo: Trahe me, post te curremus in
odorem unguentorum tuorum, esto es: Atráeme tras de ti, y
correremos al olor de tus ungüentos. Y después que le dio este divino
olor, dice In odorem unguentorum tuorum currimus: adolescentulae
dilexerunt te nimis; quiere decir: Al olor de tus ungüentos corremos,
las jóvenes te amaron mucho. Y David (Sal. 118, 32) dice: El camino
de tus mandamientos corrí cuando dilataste mi corazón.
Al toque de centella, al adobado vino, emisiones de bálsamo divino.
4. En los dos versillos primeros habemos declarado que las almas a
zaga de la huella discurren al camino con ejercicios y obras
exteriores; y ahora en estos tres versillos da a entender el alma el
ejercicio que interiormente estas almas hacen con la voluntad,
movidas por otras dos mercedes y visitas interiores que el Amado les
hace, a las cuales llama aquí toque de centella y adobado vino; y al
ejercicio interior de la voluntad que resulta y se causa de estas dos
visitas, llama emisiones de bálsamo divino.
Cuanto a lo primero, es de saber que este toque de centella, que aquí
dice es un toque sutilísimo que el Amado hace al alma a veces, aun
cuando ella está más descuidada, de manera que la enciende el
corazón en fuego de amor, que no parece sino una centella de fuego
que saltó y la abrasó; y entonces, con gran presteza, como quien de
súbito recuerda, enciéndese la voluntad en amar, y desear, y alabar,
y agradecer, y reverenciar, y estimar, y rogar a Dios con sabor de
amor; a las cuales cosas llama emisiones de bálsamo divino, que
responden al toque de centella, salidas del divino amor que pegó la
centella, que es el bálsamo divino, que conforta y sana al alma con su
olor y sustancia.
5. De este divino toque dice la Esposa en los Cantares (Ct 5, 4) de
esta manera: Dilectus meus misit manum suam per foramen, et
venter meus intremuit ad tactum ejus; quiere decir: Mi Amado puso
su mano por la manera, y mi vientre se estremeció a su tocamiento.
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El tocamiento del Amado es el toque de amor que aquí decimos que
hace al alma; la mano es la merced que en ello le hace; la manera
por donde entró esta mano, es la manera y modo y grado de
perfección que tiene el alma, porque al modo de eso suele ser el
toque en más o en menos, y en una manera o en otra de cualidad
espiritual del alma; el vientre suyo, que dice se estremeció, es la
voluntad en que se hace el dicho toque; y el estremecerse, es
levantarse en ella los apetitos y afectos a Dios de desear, amar y
alabar y los demás que habemos dicho, que son las emisiones de
bálsamo que de ese toque redundan, según decíamos.
Al adobado vino.
6. Este adobado vino es otra merced muy mayor que Dios algunas
veces hace a las almas aprovechadas, en que las embriaga en el
Espíritu Santo con un vino de amor suave, sabroso y esforzoso, por lo
cual le llama vino adobado; porque así como el vino adobado está
cocido con muchas y diversas especias olorosas y esforzosas, así este
amor, que es el que Dios da a los ya perfectos, está ya cocido y
asentado en sus almas, y adobado con las virtudes que ya el alma
tiene ganadas; el cual, con estas preciosas especias adobado, tal
esfuerzo y abundancia de suave embriaguez pone en el alma en las
visitas que Dios la hace, que con grande eficacia y fuerza la hace
enviar a Dios aquellas emisiones o enviamientos de alabar, amar y
reverenciar, etc., que aquí decimos, y esto con admirables deseos de
hacer y padecer por él.
7. Y es de saber que esta merced de la suave embriaguez no pasa
tan presto como la centella, porque es más de asiento; porque la
centella toca y pasa, mas dura algo su efecto, y algunas veces harto;
mas el vino adobado suele durar ello y su efecto harto tiempo (lo cual
es, como digo, suave amor en el alma) y algunas veces un día o dos
días; otras, hartos días; aunque no siempre en un grado de intensión,
porque afloja y crece, sin estar en mano del alma, porque algunas
veces, sin hacer nada de su parte, siente el alma en la íntima
sustancia irse suavemente embriagando su espíritu e inflamando de
este divino vino, según aquello que dice David (Sal. 38, 4), diciendo:
Concaluit cor meum intra me, et in meditatione mea exardescet ignis,
que quiere decir: Mi corazón se calentó dentro de mí, y en mi
meditación se encenderá fuego.
Las emisiones de esta embriaguez de amor duran todo el tiempo que
ella dura algunas veces; porque otras, aunque la hay en el alma, es
sin las dichas emisiones, y son más y menos intensos cuando las hay,
cuanto es más y menos intensa la embriaguez. Mas las emisiones o
efectos de la centella, ordinariamente duran más que ella, antes ella
los deja en el alma; y son más encendidos que los de la embriaguez,
porque a veces esta divina centella deja al alma abrasándose y
quemándose en amor.
8. Y porque habemos hablado de vino cocido, será bueno aquí notar
brevemente la diferencia que hay del vino cocido, que llaman añejo, y
entre el vino nuevo, que será la misma que hay entre los viejos y
369
nuevos amadores, y servirá para un poco de doctrina para los
espirituales.
El vino nuevo no tiene digerida la hez ni asentada, y así hierve por de
fuera, y no se puede saber la bondad y valor de él hasta que haya
bien digerido la hez y furia de ella, porque hasta entonces está en
mucha contingencia de malear, tiene el sabor grueso y áspero, y
beber mucho de ello estraga al sujeto, tiene la fuerza muy en la hez.
El vino añejo tiene ya digerida la hez y asentada, y así ya no tiene
aquellos hervores de nuevo por de fuera; échase ya de ver la bondad
del vino, y está ya muy seguro de malear, porque se le acabaron ya
aquellos fervores y furias de la hez que le podían estragar, y así, el
vino bien cocido por maravilla malea y se pierde; tiene el sabor
suave, y la fuerza en la sustancia del vino, no ya en el gusto; y así la
bebida de él hace buena disposición y da fuerza al sujeto.
9. Los nuevos amadores son comparados al vino nuevo (éstos son los
que comienzan a servir a Dios) porque traen los fervores del vino del
amor muy por de fuera, en el sentido, porque aún no han digerido la
hez del sentido flaco e imperfecto, y tienen la fuerza del amor en el
sabor de él; porque a éstos ordinariamente les da la fuerza para
obrar el sabor sensitivo y por él se mueven; así, no hay que fiar de
este amor hasta que se acaben aquellos fervores y gustos gruesos de
sentido. Porque así como estos hervores y calor de sentido lo pueden
inclinar a bueno y perfecto amor y servirle de buen medio para él,
digiriéndose bien la hez de su imperfección, así también es muy fácil
en estos principios y novedad de gustos faltar el vino del amor y
perderse cuando falta el hervor y sabor de nuevo. Y estos nuevos
amadores siempre traen ansias y fatigas de amor sensitivas, a los
cuales conviene templar la bebida, porque si obran mucho según la
furia del vino, estragarse ha el natural. Estas ansias y fatigas de amor
es el sabor del vino nuevo, que decíamos ser áspero y grueso, y no
aún suavizado en la acabada cocción, cuando se acaban esas ansias
de amor, como luego diremos.
10. Esta misma comparación pone el Sabio en el Eclesiástico (Ec 9,
15), diciendo: Vinum novum amicus novus: veterascet, et cum
suavitate bibes illud; quiere decir: El amigo nuevo es como el vino
nuevo; añejarse ha y beberáslo con suavidad. Por tanto, los viejos
amadores, que son ya los ejercitados y probados en el servicio del
Esposo, son como el vino añejo, ya cocida la hez, que no tiene
aquellos hervores sensitivos ni aquellas furias y fuegos hervorosos de
fuera, sino gustan la suavidad del vino en sustancia, ya cocido y
asentado allá dentro en el alma, no ya en aquel sabor de sentido
como los nuevos, sino con sustancia y sabor de espíritu y verdad de
obra. Y no caerán en esos sabores ni hervores sensitivos, ni los
quieren gustar; porque quien tiene el asiento del gusto en el sentido,
también muchas veces de necesidad ha de tener penas y disgustos
en el sentido. Y porque estos amantes viejos no tienen la suavidad
radicalmente en el sentido, no traen ya ansias y penas de amor en el
sentido y alma; y así, estos amigos viejos por maravilla faltan a Dios,
370
porque están ya sobre lo que los había de hacer faltar, que es sobre
el sentido inferior, y tienen el vino de amor, no sólo ya cocido y
purgado de hez, mas aun adobado con las especias que decíamos de
virtudes perfectas, que no le dejan malear como el nuevo. Por eso
dice el Eclesiástico (Ec 9, 14): Amicum antiquum ne deseras, novus
enim non erit similis illi; quiere decir: No dejes al amigo viejo, porque
el nuevo no será semejante a él.
En este vino, pues, de amor, ya probado y adobado del alma, hace el
Amado la divina embriaguez que habemos dicho; el cual hace enviar
a Dios las dulces emisiones. Y así, el sentido de los tres versillos es el
siguiente: Al toque de centella con que recuerdas mi alma, y al
adobado vino con que amorosamente la embriagas, ella te envía las
emisiones, que son los movimientos y actos de amor que en ella
causas.
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CANCIÓN 17
En la interior bodega de mi Amado bebí, y cuando salía por toda
aquesta vega, ya cosa no sabía, y el ganado perdí que antes seguía.
DECLARACIÓN
1. Cuenta el alma en esta canción la soberana merced que Dios le
hizo en recogerla en lo íntimo de su amor, que es la unión o
transformación de amor en Dios, y dice dos efectos que de allí sacó,
que son: olvido y enajenación de todas las cosas del mundo y
mortificación de todos sus apetitos y gustos.
En la interior bodega.
2. Para decir algo de esta bodega y declarar lo que aquí quiere dar a
entender el alma, era menester que el Espíritu Santo tomase la mano
y moviese la pluma.
Esta bodega que aquí dice el alma es el último y más estrecho grado
de amor en que el alma puede situarse en esta vida, que por eso la
llama interior bodega, es a saber, la más, interior; de donde se sigue
que hay otras no tan interiores, que son los grados de amor por do se
sube hasta este último. Y podemos decir que estos grados o bodegas
de amor son siete, los cuales se vienen a tener todos cuando se
tienen los siete dones del Espíritu Santo en perfección, en la manera
que es capaz de recibirlos el alma. Y así cuando el alma llega a tener
en perfección el espíritu de temor, tiene ya en perfección el espíritu
del amor, por cuanto aquel temor (que es el último de los siete
dones) es filial, y el temor perfecto de hijo sale de amor perfecto de
padre, y así, cuando la Escritura divina quiere llamar a uno perfecto
en caridad, le llama temeroso de Dios. De donde profetizando Isaías
(Is 11, 3) la perfección de Cristo, dijo: Replevit eum spiritus timoris
Domini, que quiere decir: Henchirle ha el espíritu del temor del
Señor. Y también san Lucas (Lc 2, 25) al santo Simeón llama
timorato, diciendo: Erat vir iustus, et timoratus, y así de otros
muchos.
371
3. Es de saber que muchas almas llegan y entran en las primeras
bodegas, cada una según la perfección de amor que tiene, mas a ésta
última y más interior pocas llegan en esta vida, porque en ella es ya
hecha la unión perfecta con Dios que llaman matrimonio espiritual,
del cual habla ya el alma en este lugar. Y lo que Dios comunica al
alma en esta estrecha junta, totalmente es indecible y no se puede
decir nada, así como del mismo Dios no se puede decir algo que sea
como él; porque el mismo Dios es el que se le comunica con
admirable gloria de transformación de ella en él, estando ambos en
uno; como si dijésemos ahora la vidriera con el rayo del sol, o el
carbón con el fuego, o la luz de las estrellas con la del sol, no empero
tan esencial y acabadamente como en la otra vida. Y así, para dar a
entender el alma lo que en aquella bodega de unión recibe de Dios no
dice otra cosa, ni entiendo la podía decir más propia para decir algo
de ello, que decir el verso siguiente:
De mi Amado bebí.
4. Porque así como la bebida se difunde y derrama por todos los
miembros y venas del cuerpo, así se difunde esta comunicación de
Dios sustancialmente en toda el alma, o, por mejor decir, el alma
más se transforma en Dios, según la cual transformación bebe el
alma de su Dios según la sustancia de ella y según sus potencias
espirituales. Porque según el entendimiento bebe sabiduría y ciencia;
y según la voluntad, bebe amor suavísimo; y según la memoria, bebe
recreación y deleite en recordación y sentimiento de gloria.
Cuanto a lo primero, que el alma recibe y bebe deleite
sustancialmente, dícelo ella en los Cánticos (Ct 5, 6) en esta manera:
Anima mea liquefacta est, ut sponsus locutus est, esto es: Mi alma se
regaló luego que habló el Esposo. El hablar del Esposo es aquí
comunicarse él al alma.
Y que el entendimiento beba sabiduría, en el mismo libro (Ct 8, 2) lo
dice la esposa, adonde deseando ella llegar a este beso de unión y
pidiéndolo al Esposo, dijo: Ibi me docebis, et dabo tibi poculum ex
vino condito, esto es: Allí me ensenarás, es a saber, sabiduría y
ciencia en amor y yo te daré a ti una bebida de vino adobada,
conviene a saber, mi amor adobado con el tuyo, esto es,
transformado en el tuyo.
5. Cuanto a lo tercero, que es que la voluntad beba allí amor, dícelo
también la esposa en el dicho libro de los Cantares (Ct 2, 4),
diciendo: Introduxit me rex in cellam vinariam, ordinavit in me
charitatem; quiere decir: Metióme dentro de la bodega secreta y
ordenó en mí caridad, que es tanto como decir: diome a beber amor
metida dentro en su amor, o más claramente, hablando con
propiedad; ordenó en mí su caridad acomodando y apropiando a mí
su misma caridad: lo cual es beber el alma de su Amado su mismo
amor, infundiéndosele su Amado.
6. Donde es de saber, acerca de lo que algunos dicen que no puede
amar la voluntad sino lo que primero entiende el entendimiento, hase
de entender naturalmente, porque por vía natural es imposible amar
372
si no se entiende primero lo que se ama; mas por vía sobrenatural
bien puede Dios infundir amor y aumentarle, sin infundir ni aumentar
distinta inteligencia, como en la autoridad dicha se da a entender. Y
esto experimentado está de muchos espirituales, los cuales muchas
veces se ven arder en amor de Dios, sin tener más distinta
inteligencia que antes; porque pueden entender poco y amar mucho,
y pueden entender mucho y amar poco. Antes, ordinariamente,
aquellos espirituales que no tienen muy aventajado entendimiento
acerca de Dios, suelen aventajarse en la voluntad; y bástales la fe
infusa por ciencia de entendimiento, mediante la cual les infunde Dios
caridad y se la aumenta, y el acto de ella, que es amar más, aunque
no se le aumente la noticia, como hemos dicho. Y así, puede la
voluntad beber amor sin que el entendimiento beba de nuevo
inteligencia; aunque en el caso que vamos hablando, en que dice el
alma que bebió de su Amado, por cuanto es unión en la interior
bodega, la cual es según todas las tres potencias del alma, como
habemos dicho, todas ellas beben juntamente.
7. Y cuanto a lo cuarto, que según la memoria beba allí el alma de su
Amado, está claro que está ilustrada con la luz del entendimiento en
recordación de los bienes que está poseyendo y gozando en la unión
de su Amado.
8. Esta divina bebida tanto endiosa y levanta al alma y la embebe en
Dios, que
cuando salía,
9. es a saber, que acababa esta merced de pasar; porque aunque
está el alma siempre en este alto estado de matrimonio después que
Dios le ha puesto en él, no empero siempre en actual unión según las
dichas potencias, aunque según la sustancia del alma sí, pero en esta
unión sustancial del alma muy frecuentemente se unen también las
potencias y beben en esta bodega: el entendimiento entendiendo, la
voluntad amando, etc. Pues cuando ahora dice el alma: cuando salía,
no se entiende que de la unión esencial o sustancial que tiene el alma
ya, que es el estado dicho, sino de la unión de las potencias, la cual
no es continua en esta vida, ni lo puede ser. Pues de ésta cuando
salía,
por toda aquesta vega,
10. esto es, por toda aquesta anchura del mundo,
ya cosa no sabía.
11. Porque aquella bebida de sabiduría de Dios altísima que allí bebió,
le hace olvidar todas las cosas del mundo y le parece al alma que lo
que antes sabía (y aun lo que sabe todo el mundo) en comparación
de aquel saber, era pura ignorancia. Y aquel endiosamiento con que
queda y levantamiento de mente en Dios en que queda como robada,
embebida de amor, toda hecha en Dios, no la deja advertir cosa
alguna del mundo, y así puede bien decir: ya cosa no sabía; porque
no sólo de todo, mas aun de sí queda ajenada y aniquilada, como
resuelta en amor, que consiste en pasar de sí al Amado. Este no
saber da a entender en los Cantares (Ct 6, 11 ) la esposa, donde,
373
después de haber dicho la unión y junta de ella y su Amado, dice esta
palabra: Nescivi: No supe, o ignoré.
Esta tal alma poco se entremeterá en cosas ajenas, porque aun de las
suyas no se acuerda. Y esta propiedad tiene el espíritu de Dios en el
alma donde mora: que luego la inclina a no saber, y hace ignorar
todas las cosas ajenas, aquéllas mayormente que no son para su
aprovechamiento, porque el espíritu de Dios en el alma es recogido, y
no sale a cosas ajenas, y así se queda el alma en un no saber cosa.
12. Y no se ha de entender que pierde allí el alma los hábitos de
ciencia y totalmente las noticias de las cosas que antes sabía, aunque
queda en aquel no saber; sino que pierde el acto y memoria de las
cosas en aquel absorbimiento de amor.
Y esto por dos cosas: la una, porque como actualmente queda
absorta y embebida en aquella bebida de amor, no puede estar
actualmente en otra cosa; la segunda, porque aquella transformación
en Dios de tal manera la conforma con su sencillez y pureza, que la
deja limpia y pura y vacía de todas formas y figuras que antes tenía -
.porque el acto siempre tiene consigo estas formas-.; así como hace
el sol en la vidriera, que, infundiéndose en ella, la hace clara y se
pierden de vista todas las máculas y pelillos que antes en ella
parecían; pero, vuelto a quitar el sol, apartándose bien de ella, luego
vuelven a parecer en ella las nieblas y máculas que antes. Mas el
alma, como le queda y dura el efecto de aquel acto de amor algún
tanto, dura también el no saber, según habemos dicho, cuanto dura
el efecto y dejo de aquel acto; el cual, como la inflamó y mudó en
amor, aniquilóla y deshízola en todo lo que no era amor, y dejóla no
sabiendo otra cosa sino amor, según aquello que dijimos arriba de
David (Sal. 72, 21), que dice: Quia inflammatum est cor meum, et
renes mei commutati sunt et ego ad mihilum redactus sum, et
nescivi, que quiere decir: Porque fue inflamado mi corazón, también
mis renes juntamente se mudaron, yo fui resuelto en nada y no supe.
Porque mudarse las renes por causa de esta inflamación del corazón,
es mudarse el alma con todos sus apetitos en Dios, en una nueva
manera, de todo lo viejo de que antes usaba deshecha. Por lo cual
dice que fue resuelto en nada, y que no supo, que son los dos efectos
que decíamos que causaba la bebida de esta bodega de Dios, porque
no sólo se aniquila todo su saber primero, pareciéndole nonada cerca
de aquel sumo saber, mas también toda su vida vieja e
imperfecciones se aniquilan y renueva el hombre viejo (Ef. 4, 22; Col.
3, 9). Por lo cual se sigue este segundo efecto, que de ahí redunda, el
cual se contiene en el verso siguiente:
Y el ganado perdí que antes seguía.
13. Es de saber que hasta que el alma llegue a este estado de
perfección de que vamos hablando, aunque más espiritual sea,
siempre le queda algún ganadillo de apetitos y gustillos y otras
imperfecciones suyas, ahora naturales, ahora espirituales, tras de
que se anda procurando apacentarlos en seguirlos y cumplirlos.
374
Porque acerca del entendimiento suelen quedarles algunas
imperfecciones de apetitos de saber cosas. Acerca de la voluntad, se
dejan llevar de algunos gustillos y apetitos propios; ahora en lo
temporal, como en poseer algunas cosillas y asirse más a unas que a
otras, y algunas presunciones, estimaciones y puntillos en que miran,
y otras cosillas que todavía huelen y saben a mundo; ahora acerca de
lo natural, como en comida, bebida, gustar de esto más que de
aquello, y escoger y querer lo mejor; ahora también acerca de lo
espiritual, como querer gustos de Dios y otras impertinencias que
nunca se acabarían de decir, que suelen tener los espirituales aún no
perfectos. Y acerca de la memoria, muchas variedades y cuidados y
advertencias impertinentes que los llevan el alma tras de sí.
14. Tienen también, acerca de las cuatro pasiones del alma, a veces,
muchas esperanzas, gozos, dolores y temores inútiles, tras de que se
les va el ánima.
Y de este ganado ya dicho, unos tienen más y otros menos, tras de
que se andan todavía siguiéndolo, hasta que, entrándose a beber en
esta interior bodega, lo pierdan todo, quedando, como habemos
dicho, deshechos todos en amor; en la cual más fácilmente se
consumen estos ganados de imperfecciones del alma que el orín y
moho de los metales en el fuego. Y así, se siente ya libre el alma de
todas aquellas niñerías de gustillos y disgustillos e impertinencias tras
de que se andaba, de manera que pueda bien decir: El ganado perdí
que antes seguía.
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CANCIÓN 18
Allí me dio su pecho, allí me enseñó ciencia muy sabrosa; y yo le di
de hecho a mí, sin dejar cosa; allí le prometí de ser su esposa.
DECLARACIÓN
1. En esta canción cuenta la esposa la entrega que hubo de ambas
partes en este espiritual desposorio, conviene saber, de ella y de
Dios, diciendo que en aquella interior bodega de amor se juntaron en
comunicación él a ella, dándole el pecho ya libremente de su amor,
en que la enseñó sabiduría y secretos; y
ella a él, entregándosele ya toda de hecho, sin ya reservar nada para
sí ni para otro, afirmándose ya de ser suya para siempre. Síguese el
verso:
Allí me dio su pecho.
2. Dar el pecho uno a otro es darle su amor y amistad, y descubrirle
sus secretos como a amigo. Y así, decir el alma que le dio allí su
pecho, es decir que allí le comunicó su amor y sus secretos, lo cual
hace Dios con el alma en este estado, y más adelante, lo que también
dice en este verso siguiente:
Allí me enseñó ciencia muy sabrosa.
3. La ciencia sabrosa que dice aquí que la enseñó, es la teología
mística, que es ciencia secreta de Dios, que llaman los espirituales
contemplación, la cual es muy sabrosa, porque es ciencia por amor,
375
el cual es el maestro de ella y el que todo lo hace sabroso. Y, por
cuanto Dios le comunica esta ciencia e inteligencia en el amor con
que se comunica al alma, esle sabrosa para el entendimiento, pues es
ciencia que pertenece a él; y esle también sabrosa a la voluntad,
pues es en amor, el cual pertenece a la voluntad. Y dice luego:
Y yo le di de hecho a mí, sin dejar cosa.
4. En aquella bebida de Dios suave, en que, como habemos dicho, se
embebe el alma en Dios, muy voluntariamente y con grande suavidad
se entrega el alma a Dios toda, queriendo ser toda suya y no tener
cosa en sí ajena de él para siempre, causando Dios en ella en la dicha
unión la pureza y perfección que para esto es menester; que, por
cuanto él la transforma en sí, hácela toda suya y evacua en ella todo
lo que tenía ajeno de Dios. De aquí es que, no solamente según la
voluntad, sino también según la obra, quede ella de hecho sin dejar
cosa, toda dada a Dios, así como Dios se ha dado libremente a ella;
de manera que quedan pagadas aquellas dos voluntades, entregadas
y satisfechas entre sí, de manera que en nada haya de faltar ya la
una a la otra, con fe y firmeza de desposorio; que por eso añade ella,
diciendo:
Allí le prometí de ser su esposa.
5. Porque, así como la desposada no pone en otro su amor ni su
cuidado ni su obra fuera de su esposo, así el alma en este estado no
tiene ya ni afectos de voluntad, ni inteligencias de entendimiento, ni
cuidado ni obra alguna que todo no sea inclinado a Dios, junto con
sus apetitos, porque está como divina, endiosada; de manera que
aun hasta los primeros movimientos no tiene contra lo que es la
voluntad de Dios, en todo lo que ella puede entender. Porque, así
como un alma imperfecta tiene muy ordinariamente a lo menos
primeros movimientos según el entendimiento y según la voluntad y
memoria y apetitos inclinados a mal e imperfección, así el alma en
este estado, según el entendimiento y voluntad y memoria y apetitos,
en los primeros movimientos de ordinario se mueve e inclina a Dios,
por la grande ayuda y firmeza que tiene ya en Dios y perfecta
conversión al bien. Todo lo cual dio bien a entender David (Sal. 61,
2-3), cuando dijo hablando de su alma en este estado: ¿Por ventura
no estará mi alma sujeta a Dios? Sí, porque de él tengo yo mi salud,
y porque él es mi Dios y mi Salvador; recibidor mío, no tendré más
movimiento. En lo que dice recibidor mío, da a entender que, por
estar su alma recibida en Dios y unida, cual aquí decimos, no había
ya de tener más movimiento contra Dios.
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CANCIÓN 19
Mi alma se ha empleado y todo mi caudal, en su servicio; ya no
guardo ganado, ni ya tengo otro oficio, que ya sólo en amar es mi
ejercicio.
DECLARACIÓN
376
1. Por cuanto en la canción pasada ha dicho el alma, o por mejor
decir, la esposa, que se dio toda al Esposo sin dejar nada para sí, dice
ahora en ésta el modo y manera que tiene en cumplirlo diciendo que
ya está su alma y cuerpo y potencias y toda su habilidad empleada,
ya no en las cosas que a ella le tocan, sino en las que son del servicio
de su Esposo; y que, por eso ya no anda buscando su propia
ganancia, ni se anda tras sus gustos, ni tampoco se ocupa en otras
cosas y tratos extraños y ajenos de Dios; y que aun con el mismo
Dios ya no tiene otro estilo ni manera de trato sino ejercicio de amor,
por cuanto ha ya trocado y mudado todo su primer trato en amor,
según ahora se dirá.
Mi alma se ha empleado.
2. En decir que el alma suya se ha empleado, da a entender la
entrega que hizo al Amado de sí en aquella unión de amor, donde
quedó ya su alma, con todas sus potencias, entendimiento, voluntad
y memoria, dedicada y mancipada al servicio de él, empleando el
entendimiento en entender las cosas que son más de su servicio para
hacerlas, y su voluntad en amar todo lo que a Dios agrada y en todas
las cosas aficionar la voluntad a Dios, y la memoria en el cuidado de
lo que es de su servicio y lo que más le ha de agradar. Y dice más:
Y todo mi caudal en su servicio.
3. Por todo su caudal entiende aquí todo lo que pertenece a la parte
sensitiva del alma, la cual dice que está empleada en su servicio,
también como la parte razional o espiritual que acabamos de decir en
el verso pasado. Y en esta parte sensitiva se incluye el cuerpo con
todos sus sentidos y potencias, así interiores como exteriores.
Entiéndese también en este verso toda la habilidad natural y razonal,
como habemos dicho, conviene a saber: las cuatro pasiones, los
apetitos naturales y espirituales y el demás caudal del alma; todo lo
cual dice que está ya empleado en su servicio. Porque el cuerpo trata
ya según Dios, los sentidos interiores y exteriores rige y gobierna
según Dios, y a él endereza las acciones de ellos. Y las cuatro
pasiones todas las tiene ceñidas también a Dios, porque no se goza
sino de Dios, ni tiene esperanza sino en Dios, ni teme sino a Dios, ni
se duele sino según Dios; y también sus apetitos todos van sólo a
Dios, y todos sus cuidados.
4. Todo este caudal de tal manera está ya empleado en Dios, que,
aun sin advertencia del alma, todas las partes que habemos dicho de
este caudal en los primeros movimientos se inclinan a obrar en Dios y
por Dios; porque el entendimiento, la voluntad y la memoria se van
luego a Dios, y los afectos, los sentidos, los deseos y apetitos, la
esperanza, el gozo, y luego todo el caudal de prima instancia se
inclinan a Dios, aunque, como digo, no advierta el alma que obra por
Dios. De donde esta tal alma muy frecuentemente obra por Dios, y
entiende en él y en sus cosas sin pensar ni acordarse que lo hace por
él, porque el uso y hábito que en la tal manera de proceder ya tiene,
le hace carecer de la advertencia y cuidado, y aun de los actos
fervorosos que a los principios del obrar solía tener. Y porque ya está
377
todo este caudal empleado en Dios de la manera dicha, de necesidad
ha de tener el alma también lo que dice en el verso siguiente, es a
saber:
Ya no guardo ganado.
5. Que es tanto como decir: ya no me ando tras mis gustos y
apetitos, porque, habiéndolos puesto en Dios y dado a él, ya no los
apacienta ni guarda para sí el alma. Y no sólo dice que ya no guarda
ganado, pero dice más:
Ni ya tengo otro oficio.
6. Muchos oficios tiene el alma no provechosos antes que llegue a
hacer esta donación y entrega de sí y de su caudal al Amado; porque
todos cuantos hábitos de imperfecciones tenía, tantos oficios
podemos decir que tenía, los cuales pueden ser acerca del hablar y
del pensar y del obrar, teniendo en esto costumbre de no usar de
esto como conviene ordenadamente a la perfección. Acerca de lo cual
siempre el alma tiene algún oficio vicioso que nunca acabó de vencer
hasta que de veras emplea su caudal en el servicio de Dios, donde,
como habemos dicho, todas las palabras y pensamientos y obras son
ya de Dios, no habiendo ya oficio de murmurar ni de otra
imperfección en las palabras, ni en las demás potencias. Y así, es
como si dijera: ni me ocupo ya ni entretengo en otros tratos, ni
pasatiempos, ni cosas del mundo:
Que ya sólo en amar es mi ejercicio.
7. Como si dijera: que ya todas estas potencias y habilidad del caudal
de mi alma y mi cuerpo, que antes algún tanto empleaba en otras
cosas no útiles, las he puesto en ejercicio de amor. Esto es lo que
dice David (Sal. 58, 10): Fortitudinem meam ad te custodiam, es a
saber: que toda la habilidad de mi alma y cuerpo se mueve por amor,
haciendo todo lo que hago por amor, y padeciendo por amor todo lo
que padezco.
8. Aquí es de notar que, cuando el alma llega a este estado, todo el
ejercicio de la parte espiritual y de la parte sensitiva, ahora sea en
hacer, ahora en padecer, de cualquiera manera que sea, siempre le
causa más amor y regalo en Dios; y hasta el mismo ejercicio de
oración y trato con Dios, que antes solía tener en otras
consideraciones y modos, ya todo es ejercicio de amor. De manera
que, ahora su trato sea acerca de lo temporal, ahora sea su ejercicio
acerca de lo espiritual, siempre puede decir esta tal alma: Que ya
sólo en amar es mi ejercicio.
9. ¡Dichosa vida y dichoso estado y dichosa el alma que a él llega,
donde todo le es ya sustancia de amor y regalo y deleite de
desposorio, en que de veras puede la esposa decir al divino Esposo
aquellas palabras que de puro amor le dice en los Cantares (Ct 7,
13), diciendo: Omnia poma, nova et vetera, servavi tibi, que es como
si dijera: Amado mío, todo lo áspero y trabajoso quiero por ti, y todo
lo suave y sabroso quiero para ti!
Pero el acomodado sentido de este verso es decir que el alma en este
estado de desposorio espiritual ordinariamente anda en unión de
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amor de Dios, que es común y ordinaria asistencia de voluntad
amorosa en Dios.
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CANCIÓN 20
Pues ya si en el ejido de hoy más no fuere vista ni hallada, diréis que
me he perdido; que, andando enamorada, me hice perdidiza, y fui
ganada.
DECLARACIÓN
1. Responde el alma en esta canción a una tácita reprehensión de
parte de los del mundo, según ellos han de costumbre de notar a los
que de veras se dan a Dios, teniéndolos por demasiados en su
extrañeza y retiramiento y en su manera de proceder, diciendo
también que son inútiles para las cosas importantes y perdidos en lo
que el mundo precia y estima. A la cual reprehensión de muy buena
manera satisface aquí el alma, haciendo rostro muy osada y
atrevidamente a esto y a todo lo demás que el mundo la pueda
imponer, porque, habiendo ella llegado a lo vivo del amor de Dios,
todo lo tiene en poco. Y no sólo eso, mas antes ella misma lo confiesa
en esta canción, y se precia y gloría de haber dado en tales cosas y
perdídose al mundo y a sí misma por su Amado. Y así, lo que quiere
decir en esta canción hablando con los del mundo, [es] que si ya no
la vieren en las cosas de sus primeros tratos y otros pasatiempos que
solía tener en el mundo, que digan y crean que se ha perdido y
ajenado de ellos, y que lo tiene tan por bien, que ella misma se quiso
perder andando buscando a su Amado, enamorada mucho de él. Y
porque vean la ganancia de su pérdida y no lo tengan por insipiencia
o engaño, dice que esta pérdida fue su ganancia, y por eso de
industria se hizo perdidiza.
Pues ya si en el ejido de hoy más no fuera vista ni hallada.
2. Ejido comúnmente se llama un lugar común donde la gente se
suele juntar a tomar solaz y recreación, y donde también apacientan
los pastores sus ganados. Y así, por el ejido entiende aquí el alma el
mundo, donde los mundanos tienen sus pasatiempos y tratos y
apacientan los ganados de sus apetitos. En lo cual dice el alma a los
del mundo que si no fuere vista ni hallada (como solía antes que
fuese toda de Dios) que la tengan por perdida en eso mismo, y que
así lo digan; porque de eso se goza ella queriendo que lo digan,
diciendo:
Diréis que me he perdido.
3. No se afrenta el que ama delante del mundo de las obras que hace
por Dios, ni las esconde con vergüenza, aunque todo el mundo se las
haya de condenar; porque el que tuviere vergüenza delante de los
hombres de confesar al Hijo de Dios, como él lo dice por san Lucas
(Lc 9, 26), tendrá vergüenza de confesarle delante de su Padre. Y por
tanto, el alma, con ánimo de amor, antes se precia de que se vea,
para gloria de su Amado, haber ella hecho una tal obra por él, que se
379
ha ya perdido a todas las cosas del mundo, y por eso dice: Diréis que
me he perdido.
4. Esta tan perfecta osadía y determinación en las obras, pocos
espirituales la alcanzan; porque, aunque algunos tratan y usan este
trato, y aun se tienen algunos por los de muy allá, nunca se acaban
de perder en algunos puntos, o de mundo o de naturaleza, para hacer
las obras perfectas y desnudas por Cristo, no mirando a lo que dirán
o qué parecerá. Y así no podrán éstos decir: Diréis que me he
perdido, pues no están perdidos a sí mismos en el obrar; todavía
tienen vergüenza de confesar a Cristo por la obra delante de los
hombres, teniendo respeto a cosas; no viven en Cristo de veras.
Que, andando enamorada,
5. conviene a saber: que andando obrando las virtudes enamorada de
Dios,
me hice perdidiza, y fui ganada.
6. El que anda de veras enamorado, luego se deja perder a todo lo
demás, por ganarse más en aquello que ama; y por eso el alma dice
aquí que se hizo perdidiza ella misma, que es dejarse perder de
industria.
Y es en dos maneras, conviene a saber: a sí misma, no haciendo caso
de sí en ninguna cosa sino del Amado, entregándose a él de gracia
sin ningún interese, haciéndose perdidiza a sí misma, no queriendo
ganarse en nada para sí; lo segundo, a todas las cosas, no haciendo
caso de todas sus cosas, sino de las que tocan al Amado; y eso es
hacerse perdidiza, que es tener gana que la ganen.
7. Tal es el que anda enamorado de Dios, que no pretende ganancia
ni premio, sino sólo perderlo todo y a sí mismo en su voluntad por
Dios, y ésa tiene por su ganancia; y así lo es, según dice san Pablo
(Fil. 1, 21), diciendo: Mori lucrum, esto es: Mi morir por Cristo es mi
ganancia, espiritualmente a todas las cosas y a sí mismo. Y por eso
dice el alma: fui ganada, porque el que a sí no se sabe perder no se
gana, antes se pierde, según dice Nuestro Señor en el Evangelio (Mt.
16, 25), diciendo: El que quisiere ganar para sí su alma, ése la
perderá; y el que la perdiere para consigo por mí, ése la ganará.
Y si queremos entender el dicho verso más espiritualmente y más al
propósito que aquí se trata, es de saber que, cuando un alma en el
camino espiritual ha llegado a tanto que se ha perdido a todos los
modos y vías naturales de proceder en el trato con Dios, que ya no le
busca por consideraciones ni formas ni sentimientos ni otros medios
algunos de criatura y sentido, sino que pasó sobre todo eso y sobre
todo modo suyo y manera, tratando y gozando a Dios en fe y amor,
entonces se dice haberse de veras ganado a Dios, porque de veras se
ha perdido a todo lo que no es Dios, y a lo que es en sí.
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CANCION 21 [San Juan de la Cruz CANTICO ESPIRITUALA
Cancion 1]
ÍNDICE GENERAL
380
ÍNDICE DE LAS OBRAS COMPLETAS DE SAN JUAN DE LA CRUZ
ÍNDICE DEL CANTO ESPIRITUAL A
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CANCIÓN 21
De flores y esmeraldas, en las frescas mañanas escogidas, haremos
las guirnaldas en tu amor florecidas, y en un cabello mío entretejidas.
DECLARACIÓN
1. En esta canción vuelve la esposa a hablar con el Esposo en
comunicación y recreación de amor, y lo que en ella hace es tratar
del solaz y deleite que el alma esposa y el Hijo de Dios tienen en la
posesión de las riquezas de las virtudes y dones de entrambos, y el
ejercicio de ellas que hay del uno al otro, gozándolas entre sí en
comunicación de unión de amor. Y por eso dice ella, hablando con él,
que harán guirnaldas ricas de dones y virtudes, adquiridas y ganadas
en tiempo agradable y conveniente, hermoseadas y graciosas en el
amor que él a ella tiene, y sustentadas y conservadas en el amor que
ella tiene a él. Por eso llama a este gozar las virtudes hacer
guirnaldas de ellas; porque todas juntas, como flores en guirnalda,
las gozan entrambos en el amor común que el uno tiene al otro.
De flores y esmeraldas.
2. Las flores son las virtudes del alma, y las esmeraldas son los dones
que tiene de Dios. Pues de estas flores y esmeraldas,
en las frescas mañanas escogidas,
3. es a saber, ganadas y adquiridas en las juventudes, que son las
frescas mañanas de las edades.
Y dice escogidas, porque las virtudes que se adquieren en este
tiempo de juventud son escogidas y muy aceptas a Dios, por ser en
tiempo de juventud, cuando hay más contradicción de parte de los
vicios para adquirirlas, y de parte del natural más inclinación y
prontitud para perderlas; y también porque, comenzándolas a coger
desde este tiempo de juventud, se adquieren muy más perfectas y
son más escogidas.
Y llama a estas juventudes frescas mañanas, porque, así como es
agradable la frescura de la mañana en la primavera más que las otras
partes del día, así lo es la virtud de la juventud delante de Dios.
Y aun puédense entender estas frescas mañanas por los actos de
amor en que se adquieren las virtudes, los cuales son a Dios más
agradables que las frescas mañanas a los hijos de los hombres.
4. También se entienden aquí por las frescas mañanas las obras
hechas en sequedad y dificultad del espíritu, las cuales son denotadas
por el fresco de las mañanas del invierno. Y estas obras, hechas por
Dios en sequedad de espíritu y dificultad, son muy preciadas de Dios,
porque en ellas grandemente se adquieren las virtudes y dones; y las
que se adquieren de esta suerte y con trabajo, por la mayor parte
son más escogidas y más firmes que si se adquiriesen sólo con el
sabor y regalo del espíritu; porque la virtud en la sequedad y
dificultad y trabajo y tentación echa raíces, según dijo Dios a san
Pablo (2 Cor. 12, 9), diciendo: Virtus in infirmitate perficitur, esto es:
381
La virtud en la flaqueza se hace perfecta. Y por tanto, para encarecer
la excelencia de las virtudes de que se han de hacer las guirnaldas
para el Amado, bien está dicho en las frescas mañanas escogidas,
porque de solas estas flores y esmeraldas de virtudes y dones
escogidos y perfectos, y no de las imperfectas, goza bien el Amado. Y
por eso dice aquí el alma esposa, que de ellas para él
haremos las guirnaldas.
5. Para cuya inteligencia es de saber que todas las virtudes y dones
que el alma y Dios adquieren en ella son en ella como una guirnalda
de varias flores con que está admirablemente hermoseada, así como
de una vestidura de preciosa variedad. Y para mejor entenderlo es de
saber que, así como las flores materiales se van cogiendo, las van en
la guirnalda que de ellas hacen componiendo, de la misma manera,
así como las flores espirituales de virtudes y dones se van
adquiriendo, se van en el alma asentando. Y acabadas de adquirir,
está ya la guirnalda de perfección en el alma acabada de hacer, en
que el alma y el Esposo se deleitan hermoseados con esta guirnalda y
adornados, bien así como ya en estado de perfección.
Estas son las guirnaldas que dice han de hacer, que es ceñirse y
cercarse de variedad de flores y esmeraldas de virtudes y dones
perfectos, para parecer dignamente con este hermoso y precioso
adorno delante la cara del rey, y merezca la iguale consigo,
poniéndola como reina a su lado, pues ella lo merece con la
hermosura de su variedad. De donde hablando David (Sal. 44, 10)
con Cristo en este caso, dijo: Astitit regina a dextris tuis in vestitu
deaurato, circumdata varietate, que quiere decir: estuvo la reina a tu
diestra en vestidura de oro cercada de variedad, que es tanto como
decir: estuvo a tu diestra vestida de perfecto amor, y cercada de
variedad de dones y virtudes perfectas.
Y no dice haré yo las guirnaldas solamente, ni haráslas tú tampoco a
solas, sino haremos entrambos juntos; porque las virtudes no las
puede obrar el alma, ni alcanzarlas a solas sin ayuda de Dios, ni
tampoco las obra Dios a solas en el alma sin ella. Porque, aunque es
verdad que todo dado bueno y todo don perfecto sea de arriba,
descendido del Padre de las lumbres, como dice Santiago (Sant 1,
17) todavía eso mismo no se recibe sin la habilidad y ayuda del alma
que lo recibe. De donde, hablando la esposa en los Cantares (Ct 1, 3)
con el Esposo, dijo: Trahe me, post te curremus in odorem, etc.; que
quiere decir: Tráeme, después de ti correremos. De manera que el
movimiento para el bien de Dios ha de venir, según aquí da a
entender, solamente; mas el correr no dice que él solo, ni ella sola,
sino correremos entrambos, que es el obrar Dios y el alma
juntamente.
6. Este versillo se entiende harto propiamente de la Iglesia y de
Cristo, en el cual la Iglesia esposa suya, habla con él, diciendo:
Haremos las guirnaldas, entendiendo por guirnaldas todas las almas
santas engendradas por Cristo en la Iglesia, que cada una de ellas es
382
como una guirnalda arreada de flores de virtudes y dones, y todas
ellas juntas son una guirnalda para la cabeza del Esposo Cristo.
Y también se puede entender por las hermosas guirnaldas, que por
otro nombre se llaman lauréolas, hechas también en Cristo y la
Iglesia, las cuales son de tres maneras:
La primera, de hermosas y blancas flores de todas las vírgenes cada
una con su lauréola de virginidad, y todas ellas juntas serán una
lauréola para poner en la cabeza del Esposo Cristo.
La segunda lauréola, de las resplandecientes flores de los santos
doctores, cada uno con su lauréola de doctor, y todos juntos serán
una lauréola para sobreponer en la de las vírgenes en la cabeza de
Cristo.
La tercera, de los encarnados claveles de los mártires, cada uno
también con su lauréola de mártir, y todos ellos juntos serán una
lauréola para remate de la lauréola del Esposo Cristo.
Con las cuales tres guirnaldas estará Cristo Esposo tan hermoseado y
tan gracioso de ver, que se dirá en el cielo aquello que de él dice la
esposa en los Cantares (Ct 3, 11), y es: Salid, hijas de Sión, y al rey
Salomón mirad con la corona con que le coronó su madre en el día de
su desposorio y en el día de la alegría de su corazón. Haremos, pues,
dice, estas guirnaldas
en tu amor florecidas.
7. La flor que tienen las obras y virtudes es la gracia y virtud que del
amor de Dios tienen, sin el cual no solamente no estarían florecidas,
pero todas ellas serían secas y sin valor delante de Dios, aunque
humanamente fuesen perfectas. Pero, porque él da su gracia y amor,
son las obras florecidas en su amor.
Y en un cabello mío entretejidas.
8. Este cabello suyo es su voluntad de ella y amor que tiene al
Amado, el cual amor tiene y hace el oficio que el hilo en la guirnalda.
Porque, así como el hilo enlaza y ase las flores en la guirnalda, así el
amor del alma enlaza y ase las virtudes en el alma y las sustenta en
ella; porque, como dice san Pablo (Col. 3, 14), es la caridad el vínculo
y atadura de la perfección. De manera que en este amor del alma
están las virtudes y dones sobrenaturales tan necesariamente asidos
que, si quebrase, faltando a Dios, luego se desasirían todas las
virtudes y faltarían del alma, así como, quebrado el hilo en la
guirnalda, se caerían las flores. De manera que no basta que Dios nos
tenga amor, para darnos virtudes, sino que también nosotro se le
tengamos a él, para recibirlas y conservarlas.
Dice un cabello solo y no muchos cabellos, para dar a entender que
ya su voluntad está sola en él, desasida de todos los demás cabellos,
que son los extraños y ajenos amores. En lo cual encarece bien el
valor y precio de estas guirnaldas de virtudes; porque cuando el amor
está único y sólido en Dios, cual aquí ella dice, también las virtudes
están perfectas y acabadas y florecidas mucho en el amor de Dios;
porque entonces es el amor que él tiene al alma inestimable, según el
alma da a entender en la siguiente canción.
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CANCIÓN 22
En solo aquel cabello que en mi cuello volar consideraste, mirástele
en mi cuello, y en él preso quedaste, y en uno de mis ojos te llagaste.
DECLARACIÓN
1. Tres cosas quiere decir el alma en esta canción:
La primera es dar a entender que aquel amor en que están asidas las
virtudes no es otro sino sólo el amor fuerte, porque, a la verdad, tal
ha de ser para conservarlas.
La segunda, dice que Dios se prendó mucho de este su cabello de
amor viéndolo solo y fuerte.
La tercera, dice que estrechamente se enamoró Dios de ella viendo la
pureza y entereza de su fe. Y dice así:
En solo aquel cabello que en mi cuello volar consideraste.
2. El cuello significa la fortaleza, en la cual dice que volaba el cabello
del amor, en que están entretejidas las virtudes, que es amor en
fortaleza. Porque no basta que sea solo para conservar las virtudes,
sino que también sea fuerte, para que ningún vicio contrario le pueda
por ningún lado de la guirnalda de la perfección quebrar. Porque por
tal orden están asidas en este cabello del amor del alma las virtudes,
que, si en alguna quebrase, luego, como habemos dicho, faltarían
todas; porque las virtudes así como donde está una están todas, así
también donde una falta faltan todas.
Y dice que volaba en el cuello, porque en la fortaleza del alma, que es
el cuello del alma, vuela este amor a Dios con gran fortaleza y
ligereza, sin detenerse en cosa alguna; y así como en el cuello el aire
menea y hace volar al cabello, así también el aire del Espíritu Santo
mueve y altera al amor fuerte para que haga vuelos a Dios; porque
sin este divino viento, que mueve las potencias a ejercicios de amor
divino, no obran ni hacen sus efectos las virtudes, aunque las haya
en el alma.
Y en decir que el Amado consideró en el cuello volar este cabello, da
a entender cuánto ama Dios el amor fuerte; porque considerar es
mirar muy particularmente con atención y estimación de aquello que
se mira, y el amor fuerte hace mucho a Dios volver los ojos a mirarle.
Y así se sigue:
Mirástele en mi cuello.
3. Lo cual dice para dar a entender el alma que no sólo preció y
estimó Dios este su amor, sino que también le amó, viéndole fuerte,
porque mirar Dios es amar Dios, así como el considerar Dios es, como
habemos dicho, estimar lo que considera. Y vuelve a repetir en este
verso el cuello, diciendo del cabello: Mirástele en mi cuello, porque,
como está dicho, ésa es la causa por que le amó mucho, es a saber,
verle en fortaleza. Y así es como si dijera: amástele viéndole fuerte
sin pusilanimidad y temor, y solo sin otro amor, y volar con ligereza y
fervor; de donde se sigue que,
y en él preso quedaste.
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4. ¡Oh cosa digna de toda acepción y gozo, quedar Dios preso en un
cabello! La causa de esta prisión tan preciosa es el pararse él a mirar,
que es, como habemos dicho, amar él nuestro bajo ser; porque si él,
por su gran misericordia, no nos mirara y amara primero, como dice
san Juan (1 Jn. 4, 10), y se abajara, ninguna presa hiciera en él el
vuelo del cabello de nuestro amor bajo, porque no tenía tan alto
vuelo que llegase a prender a esta divina ave de las alturas; mas
porque ella se bajó a mirarnos y a provocar nuestro vuelo y
levantarle, dando valor a nuestro amor, por eso él mismo se prendó
del cabello en el vuelo, esto es, él mismo se pagó y se agradó, y por
eso se prendó. Y eso quiere decir: Mirástele en mi cuello y en él preso
quedaste. Y así, cosa creíble es que el ave de bajo vuelo prenda al
águila real muy subida, si ella se viene a lo bajo, queriendo ser presa.
Y en uno de mis ojos te llagaste.
5. Entiéndese aquí por el ojo la fe. Y dice uno solo, y que en él se
llagó, porque si la fe y fidelidad del alma para con Dios no fuese sola,
sino que estuviese mezclada con otro algún respeto o cumplimiento,
no llegaría a efecto de llagar a Dios de amor; y así, solo un ojo ha de
ser en que se llaga, como también un solo cabello en que se prenda
el Amado. Y es tan estrecho el amor con que el Esposo se prenda de
la esposa en esta fidelidad única que ve en ella, que si en el cabello
del amor de ella se prendaba, en el ojo de su fe aprieta con tan
estrecho nudo la prisión, que le hace llaga de amor por la gran
ternura del afecto con que está aficionado a ella, lo cual es entrarla
más en su amor.
6. Esto mismo del cabello y del ojo dice el Esposo en los Cantares (Ct
4, 9) hablando con la Esposa, diciendo: Llagaste mi corazón,
hermana mía, llagaste mi corazón en uno de tus ojos y en un cabello
de tu cuello. En lo cual dos veces repite haberle llagado el corazón, es
a saber: en el ojo y en el cabello. Y por eso el alma en la dicha
canción hace relación de estas dos cosas, como agradeciendo al
Amado y regraciando tan gran merced, y también para gozarse ella y
deleitarse en haber sido tan dichosa que haya caído en gracia a su
Amado. Y así, lo atribuye ella todo a él en la canción siguiente,
diciendo:
Inicio --------------------------------------------
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CANCIÓN 23
Cuando tú me mirabas, su gracia en mí tus ojos imprimían; por eso
me adamabas, y en eso merecían los míos adorar lo que en ti vían.
DECLARACIÓN
1. Es propiedad del amor perfecto no querer admitir ni tomar nada
para sí ni atribuirse a sí nada, sino todo al Amado; que esto aun en
los amores bajos lo hay, cuánto más en el de Dios donde tanto obliga
la razón. Y, por tanto, porque en las dos canciones pasadas parece se
atribuía a sí alguna cosa la esposa, tal como decir: que haría ella
juntamente con el Esposo las guirnaldas, y que se tejerían con el
cabello de ella (lo cual es obra no de poco momento y estima), y
385
después decir y gloriarse que el Esposo se había prendado en su
cabello y llagado en su ojo (en lo cual también parece atribuirse a sí
misma gran merecimiento), quiere ahora en la presente canción
declarar su intención y deshacer el engaño que en esto se puede
entender, con cuidado y temor no se le atribuya a ella algún valor y
merecimiento, y por eso se le atribuya a Dios menos de lo que se le
debe y ella desea. Atribuyéndolo todo a él y regraciándoselo
juntamente, le dice que la causa de prendarse él del cabello de su
amor y llagarse del ojo de su fe, fue por haber él héchola merced de
mirarla con amor, en lo cual la hizo graciosa y agradable a sí mismo;
y que, por esa gracia y valor que de él recibió, mereció su amor, y
tener valor ella en sí para adorar agradablemente a su Amado y hacer
obras dignas de su gracia y amor. Síguese el verso:
Cuando tú me mirabas,
2. es a saber, con afecto de amor (porque ya dijimos que el mirar de
Dios aquí es amar),
su gracia en mí tus ojos imprimían.
3. Por los ojos del Esposo entiende aquí su Divinidad misericordiosa,
la cual, inclinándose al alma con misericordia, imprime e infunde en
ella su amor y gracia, con que la hermosea y levanta tanto, que la
hace consorte de la misma Divinidad. Y dice el alma, viendo la
dignidad y alteza en que Dios la ha puesto:
Por eso me adamabas.
4. Adamar es amar mucho, es más que amar simplemente; es como
amar duplicadamente, esto es, por dos títulos o causas. Y así, en este
verso da a entender el alma los dos motivos y causas del amor que él
tiene a ella; por los cuales no sólo la amaba prendado en su cabello,
mas que la adamaba llagado en su ojo.
Y la causa por que él la adamó de esta manera tan estrecha, dice ella
en este verso que era porque él quiso con mirarla darla gracia para
agradarse de ella, dándole el amor de su cabello, y formándola con su
caridad la fe de su ojo. Y así dice: Por eso me adamabas; porque
poner Dios en el alma su gracia es hacerla digna y capaz de su amor.
Y así, es tanto como decir: porque habías puesto en mí tu gracia, que
eran prendas dignas de tu amor, por eso me adamabas, esto es, por
eso me dabas más gracia. Esto es lo que dice san Juan (Jn 1, 16) que
dat gratiam pro gratia, que quiere decir: Da gracia por la gracia que
ha dado, que es dar más gracia; porque sin su gracia no se puede
merecer su gracia.
5. Es de notar, para inteligencia de esto, que Dios, así como no ama
cosa fuera de sí, así ninguna cosa ama más bajamente que a sí,
porque todo lo ama por sí, y el amor tiene la razón del fin; y así, no
ama las cosas por lo que ellas son en sí. De donde amar Dios al alma
es meterla en cierta manera en sí mismo, igualándola consigo, y así
ama al alma en sí consigo con el mismo amor que él se ama; y por
eso en cada obra merece el alma amor de Dios, porque, puesta en
esta gracia y alteza, merece al mismo Dios en cada obra. Y por eso,
se sigue en estotro verso:
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Y en eso merecían.
6. En ese favor y gracia que los ojos de tu misericordia me hicieron
de levantarme a tu amor, tuvieron valor y merecieron,
los míos adorar lo que en ti vían.
7. Es tanto como decir: las potencias de mi alma, Esposo mío,
merecieron levantarse a mirarte, que antes con la miseria de su baja
obra y caudal estaban caídas y bajas (porque poder mirar el alma a
Dios es hacer obras en gracia de Dios) y ya merecían los ojos del
alma en el adorar, porque adoraban en gracia de su Dios; adoraban
lo que ya en él veían, alumbrados y levantados con su gracia y favor,
lo cual antes no veían por su ceguera y bajeza. ¿Qué era, pues, lo
que ya veían? Veían grandeza de virtudes, abundancia de suavidad,
bondad inmensa, amor y misericordia en él, beneficios innumerables
que de él había recibido, ahora estando en gracia, ahora cuando no lo
estaba; todo esto merecían ya adorar con merecimiento los ojos del
alma, porque ya estaban graciosos; lo cual antes no sólo no merecían
adorarlo ni verlo, pero ni aun considerarlo, porque es grande la
rudeza y ceguera del alma que está sin gracia.
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CANCIÓN 24
No quieras despreciarme, que si color moreno en mi hallaste, ya bien
puedes mirarme después que me miraste, que gracia y hermosura en
mi dejaste.
DECLARACIÓN
1. Animándose ya la esposa y preciándose a sí misma en las prendas
y precio que de su Amado tiene, viendo que, por ser cosas de él
(aunque ella de suyo sea de bajo precio y no merezca alguna estima)
merece ser estimada por ellas, atrévese a su Amado y dícele que ya
no la quiera tener en poco ni despreciarla, porque si antes merecía
esto por la fealdad de su culpa y bajeza de su naturaleza, que ya
después que él la miró la primera vez, en que la arreó con su gracia y
vistió de su hermosura, que bien la puede ya mirar la segunda y más
veces, aumentándole la gracia y hermosura, pues hay ya razón y
causa bastante para ello en haberla mirado cuando no lo merecía ni
tenía partes para ello.
No quieras despreciarme.
2. Como si dijera: pues así es lo dicho, no quieras tenerme ya en
poco;
que si color moreno en mí hallaste.
3. Que si antes que me miraras, hallaste en mi fealdad de culpas e
imperfecciones y bajeza de condición natural,
ya bien puedes mirarme después que me miraste.
4. Después que me miraste, quitando de mí ese color moreno y
desgraciado con que no estaba de ver, ya bien puedes mirarme más
veces; porque no sólo me quitaste el color moreno mirándome la
primera vez, pero también me hiciste más digna de ver, pues que con
tu vista de amor
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gracia y hermosura en mí dejaste.
5. Mucho se agrada Dios en el alma a quien ha dado su gracia,
porque en ella mora bien agradado (lo cual no hacía antes que se la
diese), y ella está con él engrandecida y honrada, y por eso es amada
de él inefablemente, y la va él comunicando siempre en todos los
afectos y obras de ella más amor. Porque el alma que está subida en
amor y honrada acerca de Dios, siempre va alcanzando más amor y
honra de Dios, según se dice por san Juan (Jn 1, 16), como habemos
dicho: Dat gratiam pro gratia. Y así lo da a entender Dios hablando
con su amigo Jacob por Isaías (Is 43, 4), diciendo: Ex quo honorabilis
factus es in oculis meis, et gloriosus, ego dilexi te, que quiere decir:
Después que en mis ojos eres hecho honrado y glorioso, yo te he
amado; lo cual es tanto como decir: después que mis ojos te dieron
gracia mirándote la primera vez, por la cual te hiciste honrado y
glorioso en mi presencia, has merecido más gracia de mercedes mías.
Esto da a entender la esposa a las hijas de Jerusalén en los divinos
Cantares (Ct 1, 4) diciendo: Nigra sum sed formosa, filiae Ierusalem,
ideo dilexit me rex et introduxit me in cubiculum suum, que quiere
decir: Morena soy, hijas de Jerusalén, pero soy hermosa; por tanto,
me ha amado el rey y metido en lo interior de su lecho. Lo cual es
tanto como si dijera: hijas de Jerusalén, no os maravilléis porque el
rey celestial me haya hecho tan grandes mercedes en meterme en lo
interior de su lecho, porque, aunque soy morena de mío, por lo cual
no las merecía, ya soy hecha hermosa de él, por haberme él mirado,
y por eso me ha amado, etc.
6. Bien puedes ya, Dios mío, mirar y preciar mucho al alma que ya
una vez miraste, pues con tu vista primera la dejaste prendas con
que ya no una sola vez sino muchas merece ser vista de tus divinos
ojos; porque, como se dice en el libro de Ester (Ester 6, 11), hoc
honore condignus est quemcumque rex voluerit honorare.
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CANCIÓN 25
Cogednos las raposas, que está ya florecida nuestra viña, en tanto
que de rosas hacemos una piña, y no parezca nadie en la montiña.
DECLARACIÓN
1. Viendo la esposa las virtudes de su alma puestas ya en el punto de
su perfección, en que está ya gozando el deleite y suavidad y
fragancia de ellas (así como se goza la vista y olor de las plantas
cuando están bien florecidas) deseando ella continuar esta suavidad y
que no haya cosa que pueda impedírsela, pide en esta canción a los
ángeles y ministros de Dios que entiendan en apartar de ella todas
aquellas cosas que pueden derribar y ajar la dicha flor y fragancia de
sus virtudes, como son todas las turbaciones, tentaciones,
desasosiegos, apetitos, si algunos quedan, imaginaciones y otros
movimientos naturales y espirituales, que aquí pone nombre de
raposas, que suelen impedir al alma la flor de la paz y quietud y
388
suavidad interior, al tiempo que más a su sabor la está gozando el
alma en sus virtudes junto con su Amado.
Porque suele el alma a veces ver en su espíritu todas las virtudes que
Dios la ha dado (obrando él en ella esta luz); y ella entonces, con
admirable deleite y sabor de amor, las junta todas y las ofrece al
Amado como una piña de flores; en lo cual, recibiéndolas el Amado
entonces (como a la verdad las recibe) recibe en ello gran servicio,
porque el alma se ofrece juntamente con las virtudes, que es el
mayor servicio que ella le puede hacer; y así es uno de los mayores
deleites que en el trato con Dios suele recibir éste que recibe en esta
manera de don que al Amado hace. Y así, deseando ella que no le
impida cosa este deleite interior que es la viña florida, desea le quiten
no sólo las cosas dichas, mas que también haya gran soledad de
todas las cosas, de manera que en todas las potencias y apetitos
interiores y exteriores no haya forma ni imagen ni otra cosa que
parezca y se represente delante del alma y del Amado, que en
soledad y unión de entrambos están haciendo y gozando esta piña.
Cogednos las raposas, que está ya florecida nuestra viña.
2. La viña es el plantel que está en el alma de todas las virtudes que
dan al alma vino de dulce sabor. Esta viña del alma está florida
cuando según la voluntad está unida con el Esposo, y en el mismo
Esposo está gozando y deleitándose en todas estas virtudes juntas. Y
a este tiempo suelen algunas veces acudir a la memoria y fantasía
muchas y varias formas e imaginaciones, y en la parte sensitiva
muchos y varios movimientos y apetitos, que, como
habemos dicho, con su mucha sutileza y viveza molestan y
desquietan al alma de la suavidad y quietud interior de que goza, y,
allende de esto, los demonios, que tienen mucha envidia de la paz y
recogimiento interior, suelen ingerir en el espíritu horrores y
turbaciones y temores. A todas las cuales cosas llama aquí raposas,
porque, así como las ligeras y astutas raposillas con sus sutiles saltos
suelen derribar y estragar la flor de las viñas al tiempo que están
floridas, así, los astutos y maliciosos demonios con estas turbaciones
y movimientos ya dichos, saltando turban la devoción de las almas
santas.
3. Esto mismo pide la esposa en los Cantares (Ct 2 15), diciendo:
Capite nobis vulpes parvulas, quae demoliuntur vineas, nam vinea
nostra floruit, que quiere decir: Cazadnos las raposas pequeñuelas
que estragan las viñas, porque nuestra viña está florida. Y no sólo por
eso quiere aquí el alma que se las cacen, sino también porque haya
lugar para lo que dice en los dos versos siguientes, es a saber:
En tanto que de rosas hacemos una piña.
4. Porque a esta sazón que el alma está gozando la flor de esta viña y
deleitándose en el pecho de su Amado, acaece así que las virtudes
del alma se ponen todas en pronto y claro, como habemos dicho, y
en su punto, mostrándose al alma y dándole de sí gran suavidad y
deleite; las cuales siente el alma estar en sí misma y en Dios, de
manera que la parecen ser una viña muy florida y agradable de ella y
389
de él, en que ambos se apacientan y deleitan. Y entonces el alma
junta todas estas virtudes, haciendo actos muy sabrosos de amor en
cada una de ellas y en todas juntas, y así juntas las ofrece ella al
Amado con gran ternura de amor y suavidad; a lo cual la ayuda el
mismo Amado (porque sin su favor y ayuda no podría ella hacer esta
junta y oferta de virtudes a su Amado), que por eso dice: Hacemos
una piña, es a saber, el Amado y yo.
5. Y llama piña a esta junta de virtudes, porque, así como la piña es
una pieza fuerte, y en sí contiene muchas piezas fuertes y
fuertemente abrazadas, que son los piñones, así esta piña de virtudes
que hace el alma para su Amado es una sola pieza de perfección del
alma, la cual fuerte y ordenadamente abraza y contiene en sí muchas
perfecciones y virtudes muy fuertes y dones muy ricos. Porque todas
las perfecciones y virtudes y dones se ordenan y convienen en una
sólida perfección del alma, la cual, en tanto que está haciéndose por
el ejercicio de las virtudes, y ya hecha, se está ofreciendo de parte
del alma al Amado en el espíritu de amor que vamos diciendo,
conviene que se cacen las dichas raposas porque no impidan la tal
comunicación interior de los dos. Y no sólo pide esto la esposa en
esta canción para poder hacer bien la piña, mas también quiere lo
que se sigue en el verso siguiente, es a saber:
Y no parezca nadie en la montiña.
6. Porque para este divino ejercicio interior es también necesaria
soledad y ajenación de todas las cosas que se podrían ofrecer al
alma, ahora de parte de la porción inferior, que es la sensitiva del
hombre, ahora de parte de la porción superior, que es la razonal, las
cuales dos porciones son en que se encierra toda la armonía de
potencias y sentidos de todo el hombre; a la cual armonía llama aquí
montiña. Y dice que en ésta no parezca nadie, es a saber, ningún
objeto perteneciente a alguna de estas potencias o sentidos que
habemos dicho. Y así, es como si dijera: en todas las potencias
espirituales, como son entendimiento, memoria y voluntad, no haya
otras consideraciones ni otros afectos ni otras digresiones; y en todos
los sentidos y potencias corporales, como son imaginativa y fantasía,
y los cinco sentidos exteriores, no haya otras formas, imágenes o
figuras de algunos objetos y operaciones naturales.
7. Esto dice aquí el alma, por cuanto en esta sazón de comunicación
con Dios conviene que todos los sentidos, así interiores como
exteriores, estén desocupados y vacíos; porque en tal caso cuanto
ellos más se ponen en obra, tanto mas estorban; porque en llegando
el alma a la unión interior de Dios, ya no obran en esto las potencias
espirituales, y menos las corporales, por cuanto está ya hecha la obra
de unión de amor, y así acabaron de obrar, porque llegado al término
cesan todas las operaciones de los medios. Y así, lo que el alma
entonces hace en el Amado es estar en ejercicio sabroso de lo que ya
está en ella hecho, que es amar en continuación de unión de amor.
No parezca, pues, nadie en la montiña; sola la voluntad esté
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asistiendo en entrega de sí y de todas las virtudes al Amado en el
dicha manera.
Inicio --------------------------------------------
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CANCIÓN 26
Detente, cierzo muerto; ven, austro, que recuerdas los amores,
aspira por mi huerto, y corran sus olores, y pacerá el Amado entre las
flores.
DECLARACIÓN
1. Allende de lo dicho, podría también la sequedad de espíritu ser
causa de apagar en el alma esposa el jugo y suavidad interior de que
arriba ha hablado; y temiendo ella esto, hace dos cosas en esta
canción:
La primera es cerrar la puerta a la sequedad espiritual, teniendo
cuidado en no descuidarse en la devoción para dejarla entrar.
La segunda cosa que hace es invocar al Espíritu Santo, sustentándose
en oración, para que no sólo por ella se detenga afuera la sequedad,
mas también sea causa para que se aumente por ella la devoción y
ponga el alma las virtudes en ejercicio interior; todo a fin de que su
Amado se goce y deleite más en ellas.
Detente, cierzo muerto.
2. El cierzo es un viento frío y seco, y marchita las flores; y porque la
sequedad espiritual hace ese mismo efecto en el alma donde mora, la
llama cierzo, y muerto, porque apaga y mata la suavidad y jugo
espiritual; por el efecto que hace, la llama cierzo muerto. Y deseando
la esposa conservarse en la suavidad de su amor, dice a la sequedad
que se detenga; lo cual se ha de entender que este dicho es cuidado
de hacer obras que la detengan, conservando y guardando el alma de
las ocasiones.
Ven, austro, que recuerdas los amores.
3. El austro es otro viento, que vulgarmente se llama ábrego. Este es
aire apacible, causa lluvias y hace germinar las yerbas y plantas, y
abrir las flores y derramar su olor; tiene los efectos contrarios al
cierzo. Y así, por este aire entiende aquí el alma al Espíritu Santo, el
cual dice que recuerda los amores; porque cuando este divino aire
embiste en el alma, de tal manera la inflama toda y regala y aviva, y
recuerda la voluntad y levanta los apetitos (que antes estaban caídos
y dormidos) al amor de Dios, que se puede bien decir, que recuerda
los amores de él y de ella.
Aspira por mi huerto.
4. Ya habemos dicho que el alma de la esposa es la viña florecida en
virtudes; y ahora la llama aquí también huerto, donde están
plantadas las flores de perfecciones y virtudes que habemos dicho.
Y es aquí de notar que no dice la Esposa: aspira en mi huerto, sino
aspira por mi huerto; porque es mucha la diferencia que hay de
aspirar Dios en el alma a aspirar Dios por el alma. Porque aspirar en
el alma es infundir en ella gracia, dones y virtudes; y aspirar por el
alma es hacer Dios toque en las virtudes y perfecciones que ya le son
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dadas, renovándolas y moviéndolas de suerte que den de sí
admirable fragancia y suavidad; bien así como cuando menean las
especias aromáticas, que, al tiempo que se hace aquella moción,
derraman la abundancia de su olor, el cual antes no era tal ni se
sentía en tanto grado. Porque las virtudes que el alma tiene en sí
adquiridas no siempre las está ella sintiendo y gozando actualmente;
porque, como habemos dicho, en esta vida están en el alma como
flores cerradas en cogollo, o como especias aromáticas cubiertas,
cuyo olor no se siente hasta que las descubren y mueven, como
habemos dicho.
5. Pero algunas veces hace Dios tales mercedes al alma esposa, que
aspirando con su Espíritu divino por este florido huerto de ella, abre
todos estos cogollos de virtudes y descubre estas especias aromáticas
de dones y perfecciones y riquezas del alma, y abriendo el tesoro y
caudal interior, descubre toda la hermosura de ella. Y entonces es
cosa admirable de ver y suave de sentir las riquezas de los dones que
se descubren al alma y la hermosura de estas flores de virtudes, ya
todas abiertas y darle cada una de sí el olor de suavidad que le
pertenece. Y esto llama correr los olores del huerto, cuando en el
verso siguiente dice:
Y corran sus olores.
6. Los cuales son en tanta abundancia algunas veces, que al alma le
parece estar vestida de deleites y bañada en gloria inestimable;
tanto, que no sólo ella lo siente de dentro, pero aun suele redundar
tanto de fuera, que lo conocen los que saben advertir, y les parece
estar la tal alma como un deleitoso jardín, lleno de deleites y riquezas
de Dios. Y no sólo cuando estas flores están abiertas se echa de ver
esto en estas santas almas, pero ordinariamente traen en sí un no sé
qué de grandeza y dignidad que causa detenimiento y respeto a los
demás por el efecto sobrenatural que se difunde en el sujeto de la
próxima y familiar comunicación con Dios, cual se escribe en el Exodo
(Ex 34, 30) de Moisés, que no podían mirar en su rostro por la gloria
y honra que quedaba en su persona por haber tratado cara a cara
con Dios.
7. En este aspirar del Espíritu Santo por el alma, que es visitación
suya en amor a ella, se comunica en alta manera el Esposo Hijo de
Dios a ella; que por eso envía su Espíritu primero, como a los
Apóstoles, que es su aposentador, para que le prepare la posada del
alma esposa, levantándola en deleite, descubriendo sus dones,
arreándole de la tapicería de sus gracias y riquezas.
Y así, con grande deseo desea el alma esposa todo esto, es a saber:
que se vaya el cierzo, que venga el austro, que aspire por el huerto,
porque en esto gana el alma muchas cosas juntas. Porque gana el
gozar las virtudes puestas en el punto de sabroso ejercicio, como
habemos dicho; gana el gozar al Amado en ellas, pues mediante
ellas, como acabamos de decir, más subidamente se comunica a ella
y haciéndole más particular merced que antes; y gana que el Amado
mucho más se deleita en ella por este ejercicio de virtudes que es de
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lo que ella más gusta, es a saber, que guste su Amado; y gana
también la continuación y duración de tal sabor y suavidad de
virtudes la cual dura en el alma todo el tiempo que el Amado asiste
allí en la tal manera, estándole dando la esposa suavidad en sus
virtudes, según en los Cánticos (Ct 1, 11) ella dice en esta manera:
Cum esset rex in accubitu suo, nardus mea dedit odorem suavitatis;
y es como si dijera: En tanto que estaba reclinado el rey en su
reclinatorio, que es mi alma, el mi arbolico oloroso dio olor de
suavidad, entendiendo aquí por arbolico oloroso, que consta de
muchas flores, el plantel de muchas virtudes que arriba se dijo estar
en el alma, que allí llamó viña florida, o la piña de flores que después
dijo. Y así, este arbolico da la suavidad de olor a Dios y al alma, en
tanto que él mora por sustancial comunicación en ella.
8. Y, por tanto, mucho es de desear que este aire del Espíritu Santo
pida cada alma aspire por su huerto y que corran sus divinos olores.
Y por ser esto tan necesario y de tanto bien y gloria para el ánima, la
esposa lo deseó en los Cantares (Ct 4, 16) y lo pidió, diciendo: Surge,
aquilo; et veni, auster, perfla hortum meum, et fluent aromata illius;
y es todo lo que habemos dicho en esta canción hasta aquí, y quiere
decir: Levántate, cierzo, y vete; y tú, ábrego, viento suave y
provechoso, ven y corre y aspira por mi huerto; y correrán sus
olorosas y preciosas especias. Y esto todo lo desea el alma, no por el
deleite y gloria que de ello se le sigue, sino por lo que en esto sabe
que se deleita su Esposo y que esto es disposición y prenuncio en
ella, para que su Esposo Amado, el Hijo de Dios, venga a deleitarse
en ella; que por eso dice luego:
Y pacerá el Amado entre las flores.
9. Significa el alma este deleite que el Hijo de Dios tiene en ella en
esta sazón por nombre de pasto, que muy más al propio lo da a
entender, por ser el pasto o comida cosa que no sólo da gusto, pero
aun sustenta. Y así, el Hijo de Dios se deleita en el alma en estos
deleites de ella, y se sustenta en ella, esto es, persevera en ella,
como en lugar donde grandemente se deleita, porque el lugar se
deleita de veras en él. Y eso entiendo que es lo que él mismo quiso
decir por la boca de Salomón en los Proverbios (Pv 8, 31), diciendo:
Mis deleites son con los hijos de los hombres, es a saber, cuando sus
deleites son estar conmigo, que soy el Hijo de Dios.
Y es de notar que no dice que pacerá las flores, sino entre las flores;
porque la comunicación suya y deleite del Esposo es en el alma
mediante el arreo de las virtudes ya dicho; y lo que pace es la misma
alma transformándola en sí, sazonada ya y guisada y salada con las
flores de virtudes y dones y perfecciones, que son la salsa con que y
entre que la pace, las cuales, por medio del Aposentador ya dicho,
están dando a Dios con el alma sabor y suavidad. Y ésta es la
condición del Esposo, pacer al alma entre la fragancia de estas flores.
Y así también la esposa en los Cantares (Ct 6, 1), como quien tan
bien sabe la condición del Esposo, dice ella por estas palabras:
Dilectus meus descendit in hortum suum ad areolam aromatum, ut
393
pascatur in hortis, et lilia colligat, que quiere decir: Mi Amado
descendió a su huerto, a la erica y aire de las especias aromáticas
olorosas, para apacentarse en los huertos y coger lirios para sí. Y
luego dice (Ct 6, 2): Yo para mi Amado y mi Amado para mí, que se
apacienta entre los lirios, es a saber, que se deleita en mi alma, que
es el huerto, entre los lirios de mis virtudes y perfecciones y gracias.
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CANCIÓN 27
Entrado se ha la esposa en el ameno huerto deseado, y a su sabor
reposa, el cuello reclinado sobre los dulces brazos del Amado.
DECLARACIÓN
1. Habiendo ya el alma puesto diligencia en que las raposas se
cazasen y el cierzo se fuese, que eran estorbos e inconvenientes que
impedían el acabado deleite del estado del matrimonio espiritual; y
también habiendo invocado y alcanzado el aire del Espíritu Santo,
como en las dos precedentes canciones ha hecho, el cual es propia
disposición e instrumento para la perfección del tal estado, resta
ahora tratar de él en esta canción, en la cual habla el Esposo
llamando ya esposa al alma. Y dice dos cosas: la una es decir cómo
ya, después de haber salido victoriosa, ha llegado a este estado
deleitoso del matrimonio espiritual, que él y ella tanto habían
deseado; y la segunda es contar las propiedades del dicho estado, de
las cuales el alma goza ya en él, como son: reposar a su sabor y
tener el cuello reclinado sobre los dulces brazos del Amado, según
ahora iremos declarando.
Entrado se ha la esposa.
2. Para declarar el orden de estas canciones más abiertamente y dar
a entender el que ordinariamente lleva el alma hasta venir a este
estado de matrimonio espiritual, que es el más alto de que ahora, con
ayuda de Dios, habemos de hablar, al cual ha venido ya el alma, es
de notar: que primero se ejercitó en los trabajos y amarguras de la
mortificación y en la meditación, que al principio dijo el alma desde la
primera canción hasta aquella que dice: Mil gracias derramando. Y
después pasó por las penas y estrechos de amor que en el suceso de
las canciones ha ido contando, hasta la que dice: Apártalos, Amado.
Y, allende de esto, después cuenta haber recibido grandes
comunicaciones y muchas visitas de su Amado, en que se ha ido
perfeccionando y enterando en el amor de él; tanto que, pasando de
todas las cosas y de sí misma, se entregó a él por unión de amor en
desposorio espiritual, en que como ya desposada, ha recibido del
Esposo grandes dones y joyas, como ha cantado desde la canción,
donde se hizo este divino desposorio, que dice: Apártalos, Amado, de
cuyas propiedades ha ido tratando hasta aquí, donde el Esposo hace
mención de él, y por eso se trata aquí de sus propiedades en ésta,
hasta ésta de ahora que comienza: Entrado se ha la Esposa, donde
restaba ya hacer el Esposo mención del dicho matrimonio espiritual
entre la dicha alma y el Hijo de Dios, Esposo suyo, el cual es mucho
394
más que el desposorio, porque es una transformación total en el
Amado, en que se entregan ambas las partes por total posesión de la
una a la otra en consumada unión de amor, cual se puede en esta
vida, en que está el alma hecha divina y Dios por participación, en
cuanto se puede en esta vida. Y así pienso que este estado nunca es
sin confirmación en gracia, porque se confirma la fe de ambas partes,
confirmándose aquí la de ella en Dios; y así es el más alto estado a
que en esta vida se puede llegar. Porque, así como en la consumación
del matrimonio carnal son dos en una carne, como dice la divina
Escritura (Gn. 2, 24), así también, consumado este espiritual
matrimonio entre Dios y el alma, son dos naturalezas en un espíritu y
amor de Dios; bien así como cuando la luz de la estrella o la de la
candela se junta y une con el sol, y ya el que luce no es la estrella ni
la candela sino el sol, teniendo en sí difundidas las otras luces.
Y de este estado habla en el presente verso el Esposo, diciendo:
Entrado se ha la esposa, es a saber, de todo lo temporal y de todo lo
natural y de todas las afecciones y modos y maneras espirituales,
dejadas aparte y olvidadas todas las tentaciones, turbaciones, penas,
solicitud y cuidados, transformada en este alto abrazo. Por lo cual se
sigue el verso siguiente, es a saber:
En el ameno huerto deseado.
3. Y es como si dijera: transformado se ha en su Dios, que es el que
aquí llama huerto ameno, por el deleitoso y suave asiento que halla el
alma en él.
A este huerto de llena transformación (el cual es ya gozo y deleite y
gloria de matrimonio espiritual) no se viene sin pasar primero por el
desposorio espiritual y por el amor leal y común de desposados;
porque, después de haber sido el alma algún tiempo esposa en
entero y suave amor con el Hijo de Dios, después la llama Dios y la
mete en este huerto suyo florido a consumar este estado felicisímo
del matrimonio consigo, en que se hace tal junta de las dos
naturalezas y tal comunicación de la divina a la humana, que, no
mudando alguna de ellas su ser, cada una parece Dios, aunque en
esta vida no puede ser perfectamente, aunque es sobre todo lo que
se puede decir y pensar.
4. Esto da muy bien a entender el mismo Esposo en los Cantares (Ct
5, 1), donde convida al alma, hecha ya esposa, a este estado,
diciendo: Veni in hortum meum, soror mea, sponsa, messui myrrham
meam cum aromatibus meis, que quiere decir: Ven y entra en mi
huerto, hermana mía, esposa, que ya he segado mi mirra con mis
olorosas especies. Llámala hermana y esposa porque ya lo era en el
amor y entrega que le había hecho de sí antes que la llamase a este
estado de espiritual matrimonio, donde dice que tiene ya segada su
olorosa mirra y especias aromáticas, que son los frutos de las flores
ya maduros y aparejados para el alma, los cuales son los deleites y
grandezas que en este estado de sí la comunica, esto es, en sí mismo
a ella: y por eso él es ameno y deseado huerto para ella. Porque todo
el deseo y fin del alma y de Dios en todas las obras de ella es la
395
consumación y perfección de este estado, por lo cual nunca descansa
el alma hasta llegar a él; porque halla en este estado mucha más
abundancia y henchimiento de Dios, y más segura y estable paz, y
más perfecta suavidad sin comparación que en el desposorio
espiritual, bien así como ya colocada en los brazos de tal Esposo.
Porque de esta tal alma se entiende lo que dice san Pablo a los de
Galacia (Gl 2, 20), diciendo: Vivo autem, iam non ego, vivit vero in
me Christus, esto es: Vivo, ya no yo; pero vive en mí Cristo.
Por tanto, viviendo el alma vida tan feliz y dichosa, como es vida de
Dios, considere cada uno, si puede, qué vida será ésta del ánima, en
la cual, así como Dios no puede sentir algún sinsabor, ella tampoco le
siente, mas goza y siente deleite y gloria de Dios en la sustancia del
alma ya transformada en él. Y por eso se sigue:
Y a su sabor reposa, el cuello reclinado.
5. El cuello, como arriba queda dicho, denota la fortaleza, que es con
la que el alma trabaja y obra las virtudes y vence los vicios; y así, es
justo que el alma repose y descanse en aquello que trabajó, y recline
su cuello
sobre los dulces brazos del Amado.
6. Reclinar el cuello en los brazos de Dios es tener ya unida su
fortaleza, o, por mejor decir, su flaqueza, en la fortaleza de Dios;
porque los brazos de Dios significan la fortaleza de Dios, en que
reclinada y transformada nuestra flaqueza tiene ya fortaleza del
mismo Dios.
De donde muy cómodamente se denota este estado del matrimonio
espiritual por esta reclinación del cuello en los dulces brazos del
Amado, porque ya Dios es la fortaleza y dulzura del alma, en que
está guarecida y amparada de todos los males y saboreada en todos
los bienes. Por tanto, la Esposa en los Cantares (Ct 8, 1), deseando
este estado, dijo al Esposo: Quis det te mihi fratrem meum sugentem
ubera matris meae, ut inveniam te solum foris, et desosculer te, et
iam me nemo despiciat?, como si dijera: ¿Quién te me diese,
hermano mío, que mamases los pechos de mi madre, de manera que
te hallase yo solo afuera y te besase, y ya no me despreciase nadie?
En llamarle hermano, da a entender la igualdad que hay en el
desposorio de amor entre los dos antes de llegar a este estado. En lo
que dice que mamases los pechos de mi madre, quiere decir que
enjugases y apagases en mí los apetitos y pasiones que son los
pechos y leche de la madre Eva en nuestra carne, los cuales son
impedimento para este estado. Y así, esto hecho, te hallase yo solo
afuera, esto es, fuera yo de todas las cosas y de mí misma en
soledad y desnudez de espíritu, lo cual viene a ser enjugados los
apetitos ya dichos, y allí, te besase sola a ti solo, es a saber, se
uniese mi naturaleza, ya sola y desnuda de toda impureza temporal,
natural y espiritual contigo solo, con tu sola naturaleza, sin otro algún
medio, lo cual sólo es en el matrimonio espiritual, que es el beso del
alma a Dios, donde no la desprecia ni se le atreve ninguno porque en
este estado, ni demonio, ni carne, ni mundo, ni apetitos molestan.
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Porque aquí se cumple lo que también se dice en los Cánticos (Ct 2,
11): Iam enim hiems transiit, imber abiit et recessit, flores
apparuerunt, etc., que quiere decir: Ya pasó el invierno, y se fue la
lluvia, y parecieron las flores en nuestra tierra.
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CANCIÓN 28
Debajo del manzano, allí conmigo fuiste desposada, allí te di la mano,
y fuiste reparada donde tu madre fuera violada.
DECLARACIÓN
1. En este alto estado del matrimonio espiritual con gran facilidad y
frecuencia descubre el Esposo al alma sus maravillosos secretos y la
da parte de sus obras, porque el verdadero y entero amor no sabe
tener nada encubierto; y mayormente la comunica dulces misterios
de su encarnación, y modo y manera de la redención humana, que es
una de las más altas obras de Dios, y así más sabrosa para el alma. Y
así, el Esposo hace esto en esta canción, en que se denota cómo con
grande sabor de amor descubre al alma interiormente los dichos
misterios. Y así, hablando con ella, la dice cómo fue por medio del
árbol de la cruz desposada con él, dándola él en esto el favor de su
misericordia, queriendo morir por ella y haciéndola hermosa en esta
manera, pues la reparó y redimió por el mismo medio que la
naturaleza humana fue estragada, por medio del árbol del paraíso, en
la madre primera que es Eva. Y así dice:
Debajo del manzano.
2. Entendiendo por el manzano el árbol de la cruz, donde el Hijo de
Dios redimió y, por consiguiente, se desposó con la naturaleza
humana, y consiguientemente con cada alma, dándola él gracia y
prendas para ello, por los merecimientos de su pasión. Y así, le dice:
Allí conmigo fuiste desposada, allí te di la mano,
3. conviene a saber, de mi favor y ayuda, levantándote de tu
miserable y bajo estado en mi compañía y desposorio.
Y fuiste reparada, donde tu madre fuera violada.
4. Porque tu madre la naturaleza humana fue violada en tus primeros
padres debajo del árbol, y tú allí también debajo del árbol de la cruz
fuiste reparada; de manera que si tu madre debajo del árbol te causó
la muerte, yo debajo del árbol de la cruz te di la vida. Y a este modo
la va Dios descubriendo las ordenaciones y disposiciones de su
Sabiduría, cómo sabe él tan sabia y hermosamente sacar de los
males bienes, y aquello que fue causa de mal ordenarlo a mayor
bien.
Lo que en esta canción se contiene, a la letra dice el mismo Esposo a
la esposa en los Cantares (Ct 8, 5), diciendo: Sub arbore malo
suscitavi te, ibi corrupta est mater tua, ibi violata est genitrix tua,
que quiere decir: Debajo del manzano te levanté, allí fue tu madre
extraída, y allí la que te engendró fue violada.
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CANCIÓN 29 - 30
A las aves ligeras, leones, ciervos, gamos saltadores, montes, valles,
riberas, aguas, aires, ardores y miedos dé las noches veladores,
por las amenas liras y canto de serenas, os conjuro, que cesen
vuestras iras, y no toquéis al muro, porque la esposa duerma más
seguro.
DECLARACIÓN
1. Prosigue el Esposo y da a entender en estas dos canciones cómo
por medio de las amenas liras (que aquí significan la suavidad de que
goza ordinariamente en este estado) y también en el canto de sirenas
(que significa el deleite que en el alma siempre tiene) acaba de poner
fin y remate a todas las operaciones y pasiones del alma que antes la
eran algún impedimento y sinsabor para el pacífico gusto y suavidad,
las cuales dice aquí que son las digresiones de la fantasía e
imaginativa, las cuales conjura que cesen; y también pone en razón a
las dos potencias naturales, que son irascible y concupiscible, que
antes algún tanto la afligían.
Y también por medio de estas liras y canto da a entender cómo en
este estado se ponen en perfección y medio de obra, según se puede
en esta vida, las tres potencias del alma, que son: entendimiento,
voluntad y memoria; y también se contiene cómo las cuatro pasiones
del ánima, que son: dolor, esperanza, gozo y temor, se mitigan y
ponen en razón por medio de la satisfacción que el alma tiene,
significada por las amenas liras y canto de sirenas, como luego
diremos. Todos los cuales inconvenientes quiere Dios que cesen,
porque el alma más a gusto y sin ninguna interpolación goce del
deleite, paz y suavidad de esta unión.
A las aves ligeras.
2. Llama aves ligeras a las digresiones de la imaginativa, que son
ligeras y sutiles en volar a una parte y a otra; las cuales, cuando la
voluntad está gozando en quietud de la comunicación sabrosa del
Amado, suelen hacerle sinsabor y apagarle el gusto con sus vuelos
sutiles. A las cuales dice el Esposo que las conjura por las amenas
liras, etc., esto es, que pues ya la suavidad y deleite del alma es tan
abundante y frecuente y fuerte que ellas no lo podían impedir, como
antes solían, por no haber llegado a tanto que cesen sus inquietos
vuelos, ímpetus y excesos. Lo cual se ha de entender así en las
demás partes que habemos de declarar aquí, como son:
Leones, ciervos, gamos saltadores.
3. Por los leones entiende las acrimonias e ímpetus de la potencia
irascible, porque esta potencia es osada y atrevida en sus actos,
como los leones.
Por los ciervos y los gamos saltadores entiende la otra potencia del
ánima que es concupiscible, que es la potencia de apetecer, la cual
tiene dos efectos: el uno es de cobardía y el otro de osadía. Los
efectos de cobardía ejercita cuando las cosas no las halla para sí
convenientes, porque entonces se retira, encoge y acobarda, y en
estos efectos es comparada a los ciervos; porque, así como tienen
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esta potencia concupiscible más intensa que otros muchos animales,
así son muy cobardes y encogidos. Los efectos de osadía ejercita
cuando halla las cosas convenientes para sí, porque entonces no se
encoge y acobarda, sino atrévese a apetecerlas y admitirlas con los
deseos y afectos. Y en estos efectos de osadía es comparada esta
potencia a los gamos, los cuales tienen tanta concupiscencia en lo
que apetecen, que no sólo a ello van corriendo, mas aun saltando,
por lo cual aquí los llama saltadores.
4. De manera que en conjurar los leones, pone rienda a los ímpetus y
excesos de la ira; y en conjurar los ciervos, fortalece la
concupiscencia en las cobardías y pusilanimidades que antes la
encogían; y en conjurar los gamos saltadores, la satisface y apacigua
los deseos y apetitos que antes andaban inquietos, saltando como
gamos de uno en otro por satisfacer a la concupiscencia, la cual está
ya satisfecha por las amenas liras, de cuya suavidad goza, y por el
canto de sirenas, en cuyo deleite se apacienta.
Y es de notar que no conjura el Esposo aquí a la ira y concupiscencia,
porque estas potencias nunca en el alma faltan, sino a los molestos y
desordenados actos de ellas, significados por los leones, ciervos,
gamos saltadores, porque éstos en este estado es necesario que
falten.
Montes, valles, riberas.
5. Por estos tres nombres se denotan los actos viciosos y
desordenados de las tres potencias del alma, que son: memoria,
entendimiento y voluntad, los cuales actos son desordenados y
viciosos cuando son en extremo altos y cuando son en extremo bajos
y remisos, o, aunque no lo sean en extremo, cuando declinan hacia
alguno de los dos extremos. Y así, por los montes, que son muy
altos, son significados los actos extremados en demasía desordenada.
Por los valles, que son muy bajos, se significan los actos de estas tres
potencias, extremados en menos de lo que conviene. Y por las
riberas, que ni son muy altas ni muy bajas, sino que por no ser llanas
participan algo del un extremo y del otro, son significados los actos
de las potencias cuando exceden o faltan en algo del medio y llano de
lo justo; los cuales, aunque no son extremadamente desordenados,
que sería llegando a pecado mortal, todavía lo son en parte, ahora en
venial, ahora en imperfección, por mínima que sea, en el
entendimiento, memoria y voluntad.
A todos estos actos excesivos de lo justo conjura también que cesen
por las amenas liras y canto dicho; las cuales tienen puestas a las
tres potencias del alma tan en su punto de efecto, que están tan
empleadas en la justa operación que las pertenece, que no sólo no en
extremo, pero ni en parte de él participan alguna cosa. Síguense los
demás versos:
Aguas, aires, ardores, y miedos de las noches veladores.
6. También por estas cuatro cosas entiende las afecciones de las
cuatro pasiones, que, como dijimos, son dolor, esperanza, gozo y
temor.
399
Por las aguas se entienden las afecciones del dolor que afligen al
ánima, porque así como agua se entran en el alma, de donde David
(Sal. 68, 2) dice a Dios, hablando de ellas: Salvum me fac, Deus,
quoniam intraverunt aquae usque ad animam meam, esto es:
Sálvame, Dios mío, porque han entrado las aguas hasta mi alma.
Por los aires se entienden las afecciones de la esperanza, porque así
como aire vuelan a desear lo ausente que se espera. De donde
también dice David (Sal. 118, 131): Os meum aperui, et attraxi
spiritum, quia mandata tua desiderabam; como si dijera: Abrí la boca
de mi esperanza y atraje al aire de mi deseo, porque esperaba y
deseaba tus mandamientos.
Por los ardores se entienden las afecciones de la pasión del gozo, las
cuales inflaman el corazón a manera de fuego, por lo cual el mismo
David (Sal. 38, 4) dice: Concaluit cor meum intra me, et in
meditatione mea exardescet ignis, que quiere decir: Dentro de mí se
calentó mi corazón, y en mi meditación se encenderá fuego; que es
tanto como decir: en mi meditación se encenderá el gozo.
Por los miedos de las noches veladores se entienden las afecciones de
la otra pasión, que es el temor, las cuales en los espirituales que aún
no han llegado a este estado del matrimonio espiritual, de que vamos
hablando, suelen ser muy grandes; a veces de parte de Dios, al
tiempo que les quiere hacer algunas mercedes (como habemos dicho
arriba), que les suele hacer temor al espíritu y pavor, y también
encogimiento a la carne y sentidos, por no tener ellos fortalecido y
perfeccionado el natural y habituado a aquellas mercedes de Dios, a
veces también de parte del demonio, el cual, al tiempo que Dios da al
alma recogimiento y suavidad en sí, teniendo él grande envidia y
pesar de aquel bien y paz del alma procura poner horror y temor en
el espíritu por impedirla aquel bien y a veces como amenazándola allá
en el espíritu; y cuando ve que no puede llegar a lo interior del alma
(por estar ella muy recogida y unida con Dios) a lo menos por de
fuera en la parte sensitiva pone distracción o variedad y aprietos y
dolores y horror al sentido, a ver si por este medio puede inquietar a
la esposa de su tálamo. A los cuales llama miedos de las noches, por
ser de los demonios, y porque con ellos el demonio procura infundir
tinieblas en el alma por oscurecer la divina luz de que goza.
Y llama veladores a estos temores, porque de suyo hacen velar y
recordar al alma de su suave sueño interior; y también porque los
demonios, que los causan, están siempre velando por ponerlos estos
temores que pasivamente de parte de Dios, o del demonio, como he
dicho, se ingieren en el espíritu de los que son ya espirituales. Y no
trato aquí de otros temores temporales o naturales, porque tener los
tales temores no es de gente espiritual, mas tener los espirituales
temores ya dichos es propiedad de espirituales.
7. Pues a todas estas cuatro maneras de afecciones de las cuatro
pasiones del ánima conjura también el Amado, haciéndolas cesar y
sosegar, por cuanto él da ya a la Esposa caudal en este estado y
fuerza y satisfacción en las amenas liras de su suavidad y canto de
400
sirenas de su deleite, para que no sólo no reinen en ella pero ni en
algún tanto la puedan dar sinsabor.
Porque es la grandeza y estabilidad del alma tan grande en este
estado, que, si antes le llegaban al alma las aguas del dolor de
cualquiera cosa y aun de los pecados suyos o ajenos (que es lo que
más suelen sentir los espirituales) ya, aunque los estima, no le hacen
dolor ni sentimiento; y la compasión, esto es, el sentimiento de ella,
no le tiene, aunque tiene las obras y perfección de ella. Porque aquí
le falta al alma lo que tenía de flaco en las virtudes y le queda lo
fuerte, constante y perfecto de ellas. Porque, a modo de los ángeles,
que perfectamente estiman las cosas que son de dolor sin sentir
dolor, y ejercitan las obras de misericordia y compasión sin sentir
compasión, le acaece al alma en esta transformación de amor;
aunque algunas veces y en algunas cosas dispensa Dios con ella,
dándoselo a sentir y dejándola padecer porque merezca más, como
hizo con la Madre Virgen y con san Pablo, pero el estado de suyo no
lo lleva.
8. En los deseos de la esperanza tampoco pena, porque, estando ya
satisfecha, en cuanto en esta vida puede, en la unión de Dios, ni
acerca del mundo tiene qué esperar ni acerca de lo espiritual qué
desear, pues se ve y siente llena de las riquezas de Dios; y así, en el
vivir y en el morir está conforme, ajustada a la voluntad de Dios. Y
así el deseo que tiene de ver a Dios es sin pena.
También las afecciones del gozo, que en el alma solían hacer
sentimiento de más o menos, ni en ellas echa de ver mengua, ni le
hace novedad abundancia, porque es tanta de la que ella
ordinariamente goza, que, a manera del mar, ni mengua por los ríos
que de ella salen, ni crece por los que en ella entran; porque ésta es
el alma en que está hecha la fuente, cuya agua dice Cristo por san
Juan (Jn 4, 14) que salta hasta la vida eterna.
Finalmente, ni los miedos de las noches veladores llegan a ella,
estando ya tan clara y tan fuerte y tan de asiento en Dios reposando,
que ni la pueden oscurecer con sus tinieblas, ni atemorizar con sus
terrores, ni recordar con sus ímpetus. Y así, ninguna cosa la puede ya
llegar ni molestar, habiéndose ya ella entrado, como habemos dicho,
de todas ellas en el ameno huerto deseado, donde toda paz goza, de
toda suavidad gusta, y en todo deleite se deleita, según sufre la
condición y estado de esta vida. Porque de esta tal alma se entiende
aquello que dice el Sabio en los Proverbios (Pv 15, 15), diciendo:
Secura mens quasi iuge convivium, esto es: El alma segura y pacífica
es como un convite continuo, porque, así como en un convite hay de
todos manjares sabrosos al paladar y de todas músicas suaves al
oído, así el alma en este continuo convite que ya tiene en el pecho de
su Amado, de todo deleite goza y de toda suavidad gusta.
9. Y no le parezca al que esto leyere que en lo dicho nos alargamos
en palabras, porque, de verdad, si se hubiese de explicar lo que pasa
por el alma que a este dichoso estado llega, todas palabras y tiempo
faltaría, y se quedaría lo más por declarar; porque si el alma atina a
401
dar en la paz de Dios, que sobrepuja todo sentido (Fil. 4, 7), quedará
todo sentido corto y mudo para haberla de declarar. Síguese el verso:
Por las amenas liras y canto de serenas os conjuro.
10. Ya dijimos que las amenas liras significan la suavidad del alma en
este estado; porque así como la música de las liras llena el ánimo de
suavidad y recreación (de manera que tiene el ánimo tan embebecido
y suspenso que le tiene ajenado de penas y sinsabores), así esta
suavidad tiene al alma tan en sí que ninguna pena la llega; y por eso
conjura a todas las molestias de las potencias y pasiones que cesen
por la suavidad. Y también el canto de serenas, como también queda
dicho, significa el deleite ordinario que el alma posee, por el cual
también está desnuda de todos los contrarios y operaciones molestas
dichas, las cuales son entendidas en el verso que luego dice, es a
saber:
Que cesen vuestras iras.
11. Llamando iras a todas las operaciones y afecciones desordenadas
que habemos dicho. Porque así como la ira es cierto ímpetu que sale
del límite de la razón cuando obra viciosamente, así todas las
afecciones y operaciones ya dichas exceden del límite de la paz y
tranquilidad del alma si reinan en ella. Y por eso dice:
Y no toquéis al muro.
12. Por el muro se entiende el vallado de paz y virtudes y
perfecciones que ya tiene el alma donde está ya amparada, que es el
muro y defensa del huerto de su Amado; por lo cual la llama él en los
Cantares (Ct 4, 12): Hortus conclusus soror mea, que quiere decir: Mi
hermana es un huerto cercado; por tanto, no le toquéis a este muro,
porque la esposa duerma más seguro,
13. es a saber, porque más a sabor se deleite de la quietud y
suavidad de que goza en el huerto donde se ha entrado, el cuello
reclinado sobre los dulces brazos del Amado. Y así, no hay para el
alma ya puerta cerrada.
Inicio --------------------------------------------
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CANCIÓN 31 [San Juan de la Cruz CANTICO ESPIRITUALA
Cancion 1]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LAS OBRAS COMPLETAS DE SAN JUAN DE LA CRUZ
ÍNDICE DEL CANTO ESPIRITUAL A
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CANCIÓN 31
¡Oh ninfas de Judea! en tanto que en las flores y rosales el ámbar
perfumea, morá en los arrabales, y no queráis tocar nuestros
umbrales.
DECLARACIÓN
1. En esta canción la esposa es la que habla, la cual, viéndose puesta
según la porción superior espiritual en tan ricos y aventajados dones
y deleites de parte de su Amado, deseando conservarse en la
seguridad y continua posesión de ellos, en la cual el Esposo la ha
402
puesto en las dos canciones precedentes, viendo que de parte de la
porción inferior, que es la sensualidad, se le podría impedir (y que de
hecho impide) y perturbar tanto bien, pide a las operaciones y
movimientos de esta porción inferior que se sosieguen en las
potencias y sentidos de ella y no pasen los limites de su región, la
sensual, a molestar y a inquietar la porción superior y espiritual del
ánima, porque no la impida aun por algún mínimo movimiento el bien
y suavidad de que goza. Porque los movimientos de la parte sensitiva
y sus potencias, si obran cuando el espíritu goza, tanto más le
molestan e inquietan, cuanto ellos tienen de más obra y viveza. Dice,
pues, así:
¡Oh ninfas de Judea!
2. Judea llama a la parte inferior del ánima, que es la sensitiva. Y
llámala Judea, porque es flaca y carnal y de suyo ciega, como lo es la
gente judaica.
Y llama ninfas a todas las imaginaciones, fantasías y movimientos y
afecciones de esta porción inferior. A todas éstas llama ninfas, porque
así como las ninfas con su afición y gracia atraen para sí a los
amantes, así estas operaciones y movimientos de la sensualidad
sabrosamente procuran atraer a sí la voluntad de la parte razonal,
sacándola de lo interior a que quiera lo exterior que ellas quieren y
apetecen, moviendo también al entendimiento y atrayéndole a que se
case y junte con ellas en su bajo modo sensual, procurando
conformar a la parte razonal y aunarla con la sensual. Vosotras, pues,
dice, operaciones y movimientos sensuales,
en tanto que en las flores y rosales el ámbar perfumea.
3. Las flores son las virtudes del alma, como arriba dijimos; los
rosales son las tres potencias del alma: entendimiento, memoria y
voluntad, que llevan rosas y flores de conceptos divinos y actos de
amor y de virtudes; el ámbar es el divino espíritu que mora en el
alma; y perfumear este divino ámbar en las flores y rosales es
comunicarse y derramarse suavísimamente en las potencias y
virtudes del alma, dando en ellas al alma perfume de divina suavidad.
En tanto pues que este divino espíritu está dando suavidad espiritual
a mi alma,
morá en los arrabales.
4. En los arrabales de Judea, que decimos ser la parte sensitiva del
alma; y los arrabales de ella son los sentidos sensitivos interiores
como son la fantasía, la imaginativa, memoria, en los cuales se
colocan y recogen las fantasías e imaginaciones y formas de las
cosas. Y éstas son las que aquí llama ninfas, las cuales entran a estos
arrabales de los sentidos interiores por las puertas de los sentidos
exteriores, que son: oír, ver, oler, gustar, tocar; de manera que
todas las potencias y sentidos de esta parte sensitiva los podemos
llamar arrabales, que son los barrios que están fuera de la ciudad.
Porque lo que se llama ciudad en el alma, es allá lo de más adentro,
que es la parte razonal, que es la que tiene capacidad para comunicar
con Dios, cuyas operaciones son contrarias a las de la sensualidad.
403
Pero, porque hay natural comunicación de la gente que mora en estos
arrabales de la parte sensitiva -.la cual gente es las ninfas que
decimos-. de tal manera que lo que se obra en esta parte
ordinariamente se siente en la otra más interior, que es la razonal, y
por consiguiente la hace advertir y desquietar de la obra espiritual
que tiene en Dios, díceles que moren en sus arrabales, esto es, que
se quieten en sus sentidos sensitivos, interiores y exteriores.
Y no queráis tocar nuestros umbrales.
5. Esto es, ni por primeros movimientos toquéis a la parte superior;
porque los primeros movimientos del alma son las entradas y
umbrales para entrar en el alma, y cuando pasan de primeros
movimientos en la razón, ya van pasando los umbrales, pero cuando
sólo son primeros movimientos, sólo se dice tocar a los umbrales o
llamar a la puerta, lo cual se hace cuando hay acometimientos a la
razón de parte de la sensualidad para algún acto desordenado. Pues
no solamente el alma dice aquí que éstos no toquen al alma, pero
aun las advertencias que no hacen a la quietud y bien de que goza; y
así, esta parte sensitiva con todas sus potencias, fuerzas y flaquezas
en este estado está ya rendida al espíritu. De donde ésta es ya una
bienaventurada vida semejante a la del estado de la inocencia, donde
toda la armonía y habilidad de la parte sensitiva del hombre servía al
hombre para más recreación y ayuda de conocimiento y amor de Dios
en paz y concordia con la parte superior. ¡Dichosa el alma que a este
estado llegare! Mas ¿quién es éste?, y alabarle hemos, porque hizo
maravillas en su vida (Ecli. 31, 9).
6. Esta canción se ha puesto aquí para dar a entender la quieta paz y
segura que tiene el alma que llega a este alto estado; no para que se
piense que este deseo que muestra aquí el alma de que se sosieguen
estas ninfas sea porque en este estado molesten, porque ya están
sosegadas, como arriba queda dado a entender, que este deseo más
es de los que van aprovechando y de los aprovechados que de los ya
perfectos, en los cuales poco o nada reinan las pasiones y
movimientos.
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CANCIÓN 32
Escóndete, Carillo, y mira con tu haz a las montañas, y no quieras
decillo; mas mira las compañas de la que va por ínsulas extrañas.
DECLARACIÓN
1. Después que el Esposo y la esposa en las canciones pasadas han
puesto rienda y silencio a las pasiones y potencias del ánima, así
sensitivas como espirituales, que la podían perturbar conviértese en
esta canción la esposa a gozar de su Amado al interior recogimiento
de su alma, donde él con ella está en amor unido, donde
escondidamente en grande manera la goza. Y tan altas y tan
sabrosas son las cosas que por ella pasan en este recogimiento del
matrimonio con su Amado, que ella no lo sabe decir, ni aun querría
decirlo; porque son de aquellas de que dijo Isaías (Is 24, 16):
404
Secretum meum mihi, secretum meum mihi. Y así, ella a solas se lo
posee, y a solas se lo entiende, y a solas se lo goza, y gusta de que
sea a solas; y así, su deseo es que sea muy escondido y muy
levantado y alejado de toda comunicación exterior. En lo cual es
semejante al mercader de la margarita, o, por mejor decir, al hombre
que, hallando el tesoro escondido en el campo, fue y escondióle con
gozo y poseyóle (Mt. 13, 44-46). Y eso pide ahora la misma alma en
esta canción al Esposo, en la cual con este deseo le pide cuatro
cosas: la primera, que sea él servido de comunicarse muy adentro en
lo escondido de su alma; la segunda, que embista sus potencias con
la gloria y grandeza de su divinidad; la tercera, que sea tan
altamente que no se quiera ni sepa decir, ni sea de ello capaz el
exterior y parte sensitiva, y la cuarta le pide que se enamore de las
muchas virtudes que él ha puesto en ella, la cual va a él y sube por
altas y levantadas noticias de la divinidad, y por excesos de amor
muy extraños y extraordinarios, de los que ordinariamente por ella
suelen pasar.
Escóndete, Carillo.
2. Como si dijera: querido Esposo mío, recógete en lo más interior de
mi alma, comunicándote a ella escondidamente, manifestándole tus
escondidas maravillas ajenas de todos los ojos mortales.
Y mira con tu haz a las montañas.
3. La haz de Dios es la divinidad, y las montañas son las potencias
del alma: memoria, entendimiento y voluntad. Y así, es como si
dijera: embiste con tu divinidad en mi entendimiento, dándole
inteligencias divinas; y en mi voluntad, dándole y comunicándole el
divino amor; y en mi memoria con divina posesión de gloria.
En esto pide el alma todo lo que le puede pedir, porque no anda ya
contentándose en conocimiento y comunicación de Dios por las
espaldas, como hizo Dios con Moisés (Ex. 33, 23), que es conocerle
por sus efectos y obras, sino con la haz de Dios, que es comunicación
esencial de la divinidad sin otro algún medio en el alma, por cierto
contacto de ella en la divinidad, lo cual es cosa ajena de todo sentido
y accidentes, por cuanto es toque de sustancias desnudas, es a
saber, del alma y divinidad. Y por eso dice luego:
Y no quieras decillo.
4. Es a saber: y no quieras decillo como antes, cuando las
comunicaciones que en mí hacías eran de manera que las decías a los
sentidos exteriores, por ser cosas de que ellos eran capaces, porque
no eran tan altas y profundas que no pudiesen ellos alcanzarlas; mas
ahora sean tan subidas y sustanciales y tan de adentro, que no
quieras decírselo a ellos, de manera que sean capaces de ellas
(porque la sustancia no se puede comunicar en los sentidos, y así lo
que puede caer en sentido no es Dios esencialmente). Deseando,
pues, el ánima aquí esta comunicación de Dios esencial, que no cae
en sentido, le pide que sea de manera que no se les diga a ellos, esto
es: no quieras comunicarte en ese término tan bajo y tan de afuera
que pueda en él comunicar el sentido y el dicho:
405
Mas mira las compañas.
5. Ya habemos dicho que el mirar de Dios es amar; las que aquí llama
compañas son la multitud de virtudes y dones y perfecciones y
riquezas espirituales del alma. Y así es como si dijera: mas antes
conviértete adentro, Carillo, enamorándote de las compañas de las
virtudes y perfecciones que has puesto en mi alma, para que,
enamorado de ella en ellas, en ella te escondas y te detengas; pues
que es verdad que aunque son tuyas, ya, por habérselas tú dado,
también son suyas,
de la que va por ínsulas extrañas.
6. de mi alma que va a ti por extrañas noticias de ti, y por modos y
vías extrañas y ajenas de todos los sentidos y del común
conocimiento natural. Y así, es como si dijera: pues va mi alma a ti
por noticias extrañas y ajenas de los sentidos, comunícate tú a ella
también tan interior y subidamente que sea ajeno de todos ellos.
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CANCIÓN 33
Esposo
La blanca palomica al arca con el ramo se ha tornado; y ya la
tortolica al socio deseado en las riberas verdes ha hallado.
DECLARACIÓN
1. El Esposo es el que habla en esta canción, cantando la pureza que
ella tiene ya en este estado y las riquezas y premio que ha
conseguido, por haberse dispuesto y trabajado por venir a él. Y
también canta la buena dicha que ha tenido en hallar a su Esposo en
esta unión, y da a entender el cumplimiento de los deseos suyos y
deleite y refrigerio que en él posee, acabados ya los trabajos y
angustias de la vida y tiempo pasado. Y así dice:
La blanca palomica,
2. Llama al alma blanca palomica por la blancura y limpieza que ha
recibido de la gracia que ha hallado en Dios. La cual dice que
al arca con el ramo se ha tornado.
3. Aquí hace comparación del alma a la paloma del arca de Noé,
tomando por figura aquel ir y venir de la paloma al arca, de lo que al
alma en este caso le ha acaecido. Porque así como la paloma que
salió del arca de Noé se volvió a ella con un ramo de oliva en el pico
en señal de misericordia de Dios en la cesación de las aguas sobre la
tierra, que por el diluvio estaba anegada (Gn. 8, 11), así esta tal
alma que salió del arca de la omnipotencia de Dios, que fue cuando la
crió, habiendo andado por las aguas del diluvio de los pecados
imperfecciones y penas y trabajos de esta vida, vuelve al arca del
pecho de su Criador con el ramo de oliva, que es la clemencia y
misericordia que Dios ha usado con ella en haberla traído a tan alto
estado de perfección, y haber hecho cesar en la tierra de su alma las
aguas de los pecados, y dádola victoria contra toda la guerra y
batería de los enemigos, que esto la habían siempre procurado
impedir; y así, el ramo significa victoria de los enemigos y aún
406
premio de los merecimientos. Y así, la palomica no sólo vuelve ahora
al arca de su Dios blanca y limpia como salió de ella en la creación,
mas aún con aumento de ramo de premio y paz conseguida en la
victoria.
Y ya la tortolica al socio deseado en las riberas verdes ha hallado.
4. También llama aquí al alma tortolica, porque en este caso ha sido
como la tortolilla cuando ha hallado al socio que deseaba. Y para que
mejor se entienda, es de saber que de la tortolica se escribe que
cuando no halla al consorte, ni se asienta en ramo verde, ni bebe el
agua clara ni fría, ni se pone debajo de la sombra, ni se junta con
otras aves; pero, en juntándose con el esposo, ya goza de todo esto.
Todas las cuales propiedades le acaecen al alma; porque, antes que
llegue a esta junta espiritual con su Amado, ha de querer carecer de
todo deleite, que es no sentarse en ramo verde; y de toda honra y
gloria del mundo y gusto, que es no beber el agua clara y fría; y de
todo refrigerio y favor del mundo, que es no ampararse en la sombra,
no queriendo reposar en nada, gimiendo por la soledad de todas las
cosas hasta hallar a su Esposo.
5. Y porque esta tal alma, antes que llegase a este estado, anduvo de
esta suerte buscando a su Amado como la tortolilla, no hallando ni
queriendo hallar consuelo ni refrigerio sino sólo en él, canta aquí el
mismo Esposo el fin de sus fatigas y cumplimiento de los deseos de
ella, diciendo que ya la tortolica al socio deseado en las riberas
verdes ha hallado, que es decir: que ya se sienta en ramo verde,
deleitándose en su Amado; y que ya bebe el agua clara de subida
contemplación y sabiduría de Dios y fría, que es el refrigerio que tiene
en él; y también se pone debajo de la sombra de su amparo y favor,
que tanto ella había deseado, donde es consolada y reficionada
sabrosa y divinamente, según ella de ello se alegra en los Cantares
(Ct 2, 3), diciendo: Sub umbra illius, quem desideravam sedi, et
fructus eius dulcis gutturi meo, que quiere decir: Debajo de la sombra
de aquel que había deseado me asenté, y su fruto es dulce a mi
garganta.
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CANCIÓN 34
En soledad vivía, y en soledad ha puesto ya su nido, y en soledad la
guía a solas su querido, también en soledad de amor herido.
DECLARACIÓN
1. Va el Esposo prosiguiendo y dando a entender el contento que
tiene de la soledad que antes que llegase el alma a esta unión sentía,
y el que le da la soledad que de todas las fatigas y trabajos e
impedimentos ahora tiene, habiendo hecho quieto y sabroso asiento
en su Amado, ajena y libre de todas las cosas y molestia de ellas. Y
también muestra holgarse de que esa soledad que ya tiene el alma
haya sido disposición para que el alma sea ya de veras guiada y
movida por el Esposo, la cual antes no podía ser, por no haber ella
puesto su nido en soledad, esto es, alcanzado hábito perfecto y
407
quietud de soledad, en la cual es ya movida y guiada a las cosas
divinas del Espíritu de Dios.
Y no sólo dice que él ya la guía en esa soledad, sino que a solas lo
hace él mismo, comunicándose a ella sin otros medios de ángeles ni
de hombres ni figuras ni formas, estando él también (como ella está
enamorada de él) herido de amor de ella en esta soledad y libertad
de espíritu, que por medio de la dicha soledad tiene, porque ama él
mucho la soledad. Y así, dice:
En soledad vivía.
2. La dicha tortolilla, que es el alma, vivía en soledad antes que
hallase al Amado en este estado de unión; porque al alma que desea
a Dios, de ninguna cosa la compañía le hace consuelo ni compañía,
antes, hasta hallarle, todo la hace y causa más soledad.
Y en soledad ha puesto ya su nido.
3. La soledad en que antes vivía era querer carecer por su Esposo de
todos los bienes del mundo, según habemos dicho de la tortolilla,
procurando hacerse perfecta, adquiriendo perfecta soledad en que se
viene a la unión del Verbo y, por consiguiente, a todo refrigerio y
descanso; lo cual es aquí significado por el nido que aquí dice, el cual
significa descanso y reposo. Y así, es como si dijera: en esa soledad
en que antes vivía, ejercitándose en ella con trabajo y angustia,
porque no estaba perfecta, en ella ha puesto su descanso ya y
refrigerio, por haberla ya adquirido perfectamente en Dios. De donde,
hablando espiritualmente David (Sal. 83, 4) dice: Etenim passer
invenit sibi domum, et turtur nidum ubi reponat pullos suos, que
quiere decir: De verdad que el pájaro halló para sí su casa, y la
tórtola nido donde criar sus pollicos; esto es, asiento en Dios donde
satisfacer sus apetitos y potencias.
Y en soledad la guía.
4. Quiere decir: en esa soledad que el alma tiene de todas las cosas
en que está sola con Dios, él la guía y mueve y levanta a las cosas
divinas, conviene a saber: su entendimiento a las inteligencias
divinas, porque ya está solo y desnudo de otras contrarias y
peregrinas inteligencias; y su voluntad mueve libremente al amor de
Dios, porque ya está sola y libre de otras afecciones; y llena su
memoria de divinas noticias, porque también está ya sola y vacía de
otras imaginaciones y fantasías. Porque, luego que el alma
desembaraza estas potencias y las vacía de todo lo inferior y de la
propiedad de lo superior, dejándolas a solas sin ello, inmediatamente
se las emplea Dios en lo invisible y divino, y es Dios el que la guía en
esta soledad; que es lo que dice san Pablo (Rm. 8, 14) de los
perfectos: Qui spiritu Dei aguntur, etc., esto es: Son movidos del
Espíritu de Dios, que es lo mismo que decir: En soledad la guía
A solas su querido.
5. Quiere decir: que no sólo la guía en la soledad de ella, mas que él
mismo a solas es el que obra en ella sin otro algún medio. Porque
ésta es la propiedad de esta unión del alma con Dios en matrimonio
espiritual: hacer Dios en ella y comunicarse por si solo, no ya por
408
medio de ángeles como antes, ni por medio de la habilidad natural.
Porque los sentidos exteriores e interiores y todas las criaturas, y aun
la misma alma, muy poco hacen al caso para ser parte en recibir
estas grandes mercedes sobrenaturales que Dios hace en este
estado; no caen en habilidad y obra natural y diligencia del alma, él a
solas lo hace en ella. Y la causa es porque la halla a solas, como está
dicho, y así no la quiere dar otra compañía, aprovechándola y
fiándola de otro que de si solo. Y también es cosa conveniente, que,
pues el alma ya lo ha dejado todo y pasado por todos los medios
subiéndose sobre todo a Dios, que el mismo Dios sea la guía y el
medio para si mismo. Y, habiéndose el alma ya subido en soledad de
todo sobre todo, ya todo no le aprovecha ni sirve para más subir sino
el mismo Verbo Esposo, y él está tan enamorado de ella, que él a
solas es el que se las quiere hacer. Y así, dice luego:
También en soledad de amor herido.
6. Porque en haberse el alma quedado a solas de todas las cosas por
amor de él, grandemente se enamora él de ella en esa soledad,
también como ella se enamoró de él en la soledad, quedándose en
ella herida de amor de él. Y así, él no quiere dejarla sola, sino que él,
también herido de amor de ella en la soledad que por él tiene, él solo
la guía a solas, entregándosele a si mismo, cumpliéndole sus deseos,
lo cual él no hiciera en ella si no la hubiera hallado en soledad. Por lo
cual el mismo Esposo dice del alma por el profeta Oseas (Os 2, 14):
Ducam illam in solitudinem, et loquar ad cor eius, que quiere decir:
Yo la guiaré a la soledad, y allí hablaré al corazón de ella. Y por esto
que dice que hablará a su corazón, se da a entender el darse a sí
mismo a ella; porque hablar al corazón es satisfacer al corazón, el
cual no se satisface con menos que Dios.
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CANCIÓN 35
Esposa
Gocémonos, Amado, y vámonos a ver en tu hermosura al monte o al
collado, do mana el agua pura; entremos más adentro en la
espesura.
DECLARACIÓN
1. Ya que está hecha la perfecta unión de amor entre el alma y Dios,
quiérese emplear el alma y ejercitar en las propiedades que tiene el
amor, y así, ella es la que habla en esta canción con el Esposo,
pidiéndole tres cosas que son propias del amor. La primera, querer
recibir el gozo y sabor del amor, y ésa le pide cuando dice:
Gocémonos, Amado. La segunda es desear hacerse semejante al
Amado, y ésta le pide cuando dice: Vámonos a ver en tu hermosura.
Y la tercera es escudriñar y saber las cosas y secretos del mismo
Amado, y ésta le pide cuando dice: Entremos más adentro en la
espesura. Síguese el verso:
Gocémonos, Amado,
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2. es a saber: en la comunicación de dulzura de amor, no sólo en la
que ya tenemos en la ordinaria junta y unión de los dos, mas en la
que redunda en el ejercicio de amar afectiva y actualmente, ahora
interiormente con la voluntad en actos de afición, ahora
exteriormente haciendo obras pertenecientes al servicio del Amado.
Porque, como habemos dicho, esto tiene el amor donde hizo asiento,
que siempre se quiere andar saboreando en sus gozos y dulzuras,
que son el ejercicio de amar interior y exteriormente, como habemos
dicho; todo lo cual hace por hacerse más semejante al Amado. Y así,
dice luego:
Y vámonos a ver en tu hermosura.
3. Que quiere decir: hagamos de manera que por medio de este
ejercicio de amor ya dicho lleguemos a vernos en tu hermosura, esto
es: que seamos semejantes en hermosura, y sea tu hermosura de
manera que, mirando el uno al otro, se parezca a ti en tu hermosura,
y se vea en tu hermosura, lo cual será transformándome a mí en tu
hermosura; y así te veré yo a ti en tu hermosura, y tú a mí en tu
hermosura; y tú te verás en mí en tu hermosura, y yo me veré en ti
en tu hermosura; y así parezca yo tú en tu hermosura y parezcas tú
yo en tu hermosura, y mi hermosura sea tu hermosura, y tu
hermosura mi hermosura; y seré yo tú en tu hermosura, y serás tú
yo en tu hermosura, porque tu hermosura misma será mi hermosura.
Esta es la adopción de los hijos de Dios, que de veras dirán a Dios lo
que el mismo Hijo dijo por san Juan (Jn 17, 10) al Eterno Padre,
diciendo: Omnia mea tua sunt, et tua mea sunt, que quiere decir:
Padre, todas mis cosas son tuyas, y tus cosas son mías. El por
esencia, por ser Hijo natural, nosotros por participación, por ser hijos
adoptivos. Y así lo dijo él, no sólo por sí, que era la cabeza, sino por
todo su cuerpo místico, que es la Iglesia.
Al monte o al collado.
4. Esto es: a la noticia matutinal (que llaman los teólogos), que es
conocimiento en el Verbo divino, que aquí entiende por el monte,
porque el Verbo es altísima sabiduría esencial de Dios; o vámonos a
la noticia vespertina, que es sabiduría de Dios en sus criaturas y
obras y admirables ordenaciones, la cual aquí es significada por el
collado, el cual es más bajo que el monte.
En decir, pues, el alma vámonos a ver en tu hermosura al monte, es
decir: aseméjame e infórmame en la hermosura de la Sabiduría
divina, que, como decimos, es el Hijo de Dios. Y en decir: vámonos al
collado, es pedir la informe también de su sabiduría y misterios en
sus criaturas y obras, que también es hermosura en que se desea el
alma ver ilustrada. No puede verse en la hermosura de Dios el alma y
parecerse a él en ella si no es transformándose en la Sabiduría de
Dios, en que lo de arriba se ve y se posee. Por eso desea ir al monte
o al collado,
do mana el agua pura.
410
5. Quiere decir: donde se da la noticia y sabiduría de Dios (que aquí
llama agua pura) al entendimiento, limpia y desnuda de accidentes y
fantasías, y clara, sin tinieblas de ignorancia.
Este apetito tiene siempre el alma de entender clara y puramente las
verdades divinas; y cuanto más ama, más adentro de ellas apetece
entrar; y por eso pide lo tercero, diciendo:
Entremos más adentro en la espesura.
6. En la espesura de tus maravillosas obras y profundos juicios, cuya
multitud es tanta y de tantas diferencias, que se puede llamar
espesura; porque en ellos hay sabiduría abundante y tan llena de
misterios, que no sólo la podemos llamar espesa, mas aún cuajada,
según lo dice David (Sal. 67, 16), diciendo: Mons Dei, mons pinguis,
mons coagulatus, mons pinguis, que quiere decir: El monte de Dios
es monte grueso y monte cuajado. Y esta espesura de sabiduría y
ciencia de Dios es tan profunda e inmensa, que, aunque más el alma
sepa de ella, siempre puede entrar más adentro, por cuanto es
inmensa y sus riquezas incomprehensibles, según exclama san Pablo
(Rm. 11, 33), diciendo: ¡Oh alteza de riquezas de sabiduría y ciencia
de Dios, cuán incomprehensibles son sus juicios, e incomprehensibles
sus vías!
7. Pero el alma en esta espesura e incomprehensibilidad de juicios y
vías desea entrar, porque muere en deseo de entrar en el
conocimiento de ellos muy adentro; porque el conocer en ellos es
deleite inestimable que excede todo sentido. De donde hablando
David (Sal. 18 10-12) del sabor de ellos, dijo así: Judicia Domini
vera, iustificata in semetipsa, desiderabilia super aurum, et lapidem
pretiosum multum, dulciora super mel et favum; nam et servus tuus
dilexit ea, que quiere decir: Los juicios de Dios son verdaderos y en sí
mismos tienen justicia; son más deseables y codiciados que el oro y
que la preciosa piedra de grande estima; y son dulces sobre la miel y
el panal, tanto que tu siervo los amó y guardó. Y por eso en gran
manera desea el alma engolfarse en estos juicios y conocer más
adentro en ellos, y a trueque de esto le sería grande consuelo y
alegría entrar por todos los aprietos y trabajos del mundo, y por todo
aquello que le pudiese ser medio para esto, por dificultoso y penoso
que fuese.
8. Y así se entiende también en este verso la espesura de los trabajos
y tribulaciones, en la cual desea el alma también entrar cuando dice:
Entremos más adentro en la espesura, es a saber, de trabajos y
aprietos, por cuanto son medio para entrar en la espesura de la
deleitable sabiduría de Dios; porque el más puro padecer trae y
acarrea más puro entender, y, por consiguiente, más puro y subido
gozar, por ser de más adentro. Por tanto, no se contentando con
cualquiera manera de padecer, dice: Entremos más adentro en la
espesura. De donde Job (Jb 6, 8), deseando este padecer, dijo: Quis
det ut veniat petitio mea, et quod expecto tribuat mihi Deus? et qui
coepit, ipse me conterat, solvat manum suam et succidat me? et haec
mihi sit consolatio, ut affligens me dolore, non parcat mihi?, que
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quiere decir: ¿Quién dará que mi petición se cumpla, y que Dios me
dé lo que espero, y el que me comenzó, ese me desmenuce, y desate
su mano y me acabe, y tenga yo esta consolación, que afligiéndome
con dolor no me perdone ni de alivio?
9. ¡Oh, si se acabase ya de entender cómo no se puede llegar a la
espesura de sabiduría y riquezas de Dios, si no es entrando en la
espesura del padecer de muchas maneras, poniendo en eso el alma
su consolación y deseo! ¡Y cómo el alma que de veras desea
sabiduría, desea primero de veras entrar más adentro en la espesura
de la cruz, que es el camino de la vida, por que pocos entran! (Mt. 7,
14). Porque desear entrar en espesura de sabiduría y riquezas y
regalos de Dios es de todos; mas desear entrar en la espesura de
trabajos y dolores por el Hijo de Dios, es de pocos, así como muchos
se querrían ver en el término, sin pasar por el camino y medio a él.
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CANCIÓN 36
Y luego a las subidas cavernas de la piedra nos iremos, que están
bien escondidas; y allí nos entraremos, y el mosto de granadas
gustaremos.
DECLARACIÓN
1. Una de las causas que más mueven al alma a desear entrar en
esta espesura de sabiduría de Dios y conocer muy adentro en sus
juicios, como habemos dicho, es por poder de allí venir a unir su
entendimiento y conocer en los altos misterios de la Encarnación del
Verbo, como a más alta y sabrosa sabiduría para ella; a cuya noticia
clara no se viene sino habiendo primero entrado en la espesura que
habemos dicho de sabiduría y experiencia de trabajos. Y así, dice la
esposa en esta canción que, después de haber entrado más adentro
en esta sabiduría y trabajos, irán a conocer los subidos misterios de
Dios y hombre, que están más subidos en sabiduría, escondidos en
Dios, y que allí se entrarán, engolfándose el alma e infundiéndose en
ellos, y gozarán y gustarán de ellos y de las virtudes y atributos de
Dios que por ellos se descubren en Dios, como son justicia,
misericordia, sabiduría. etc.
Y luego a las subidas cavernas de la piedra nos iremos.
2. La piedra que aquí dice es Cristo, según san Pablo dice a los
Corintios (1 Cor. 10, 4): Petra autem erat Christus. Las subidas
cavernas son los subidos y altos misterios y profundos en sabiduría
de Dios que hay en Cristo sobre la unión hipostática de la naturaleza
humana con el Verbo divino; y la respondencia que hay de la unión
de los hombres en Dios a ésta, y en las conveniencias que hay de
justicia y misericordia de Dios sobre la salud del género humano en
manifestación de sus juicios; los cuales, por ser tan altos y tan
profundos, bien propiamente se llaman subidas cavernas: subidas,
por la alteza de misterios; cavernas, por la hondura y profundidad de
la sabiduría de ellos. Porque así como las cavernas son profundas y
de muchos senos, así cada misterio de los que hay en Cristo es
412
profundísimo en sabiduría, y tiene muchos senos de juicios suyos
ocultos de predestinación y presciencia en los hijos de los hombres.
Por lo cual dice luego:
Que están bien escondidas.
3. Tanto, que por más misterios y maravillas que han descubierto los
santos doctores y entendido las santas almas en este estado de vida,
les quedó todo lo más por decir, y aun por entender, y así, mucho
que ahondar en Cristo; porque es como una abundante mina con
muchos senos de tesoros, que, por más que ahonden, nunca les
hallan fin ni término; antes van en cada seno hallando nuevas venas
de nuevas riquezas acá y allá. Que por eso dijo san Pablo (Col. 2, 3)
del mismo Cristo, diciendo: In quo sunt omnes thesauri sapientiae et
scientiae Dei absconditi, que quiere decir: En Cristo moran todos los
tesoros y sabiduría de Dios escondidos. En los cuales el alma no
puede entrar ni puede llegar a ellos, si, como habemos dicho, no pasa
primero y entra en la espesura del padecer exterior e interiormente y,
después de haberla Dios hecho muchas otras mercedes intelectuales
y sensitivas y habiendo precedido en ella mucho ejercicio espiritual;
porque todas estas cosas son más bajas y disposiciones para venir a
las subidas cavernas del conocimiento de los misterios de Cristo, que
es la más alta sabiduría que en esta vida se puede alcanzar.
De donde, pidiendo Moisés (Ex. 33, 18-19) a Dios que le mostrase su
gloria, le respondió que no podría verla en esta vida, mas que él le
mostraría todo el bien, es a saber, que en esta vida se puede. Y fue
que, metiéndole en el agujero de la piedra, que es Cristo, como
habemos dicho, le mostró sus espaldas (Ex 21-23), que fue darle
conocimiento de los misterios de las obras suyas, mayormente los de
la Encarnación de su Hijo.
4. En estos agujeros, pues, desea entrar bien el alma para
absorberse y embriagarse y transformarse bien en el amor de la
noticia de ellos, escondiéndose en el seno de su Amado. Y a estos
agujeros la convida él en los Cantares (Ct 2, 13-14) diciendo: Surge,
propera, amica mea, speciosa mea, et veni, columba mea, in
foraminibus petrae, in caverna maceriae, que quiere decir: Levántate
y date priesa, amiga mía, hermosa mía, y ven en los agujeros de la
piedra, y en la caverna de la cerca. Los cuales agujeros son las
cavernas que vamos diciendo; de las cuales dice aquí la esposa:
Y allí nos entraremos.
5. Allí, conviene a saber: en aquellas noticias de misterios divinos nos
entraremos. Y no dice entraré yo sola, sino entraremos, es a saber,
ella y el Amado, para dar a entender que esta obra no la hace ella,
sino el Esposo con ella; y allende de esto, por cuanto ya están Dios y
el alma unidos en uno en este estado de matrimonio espiritual de que
vamos hablando, no hace el alma obra ninguna a solas sin Dios.
Y esto que dice allí nos entraremos, es tanto como decir: allí nos
transformaremos en transformación de nuevas noticias y nuevos
actos y comunicaciones de amor. Porque, aunque es verdad que el
alma, cuando dice esto, está ya transformada por causa del estado ya
413
dicho -.aunque, como habemos dicho, en sabiduría no se le añade
nada-. no quita por eso que no pueda en este estado tener nuevas
ilustraciones y transformaciones de nuevas noticias y luces divinas;
antes, son muy frecuentes las iluminaciones de nuevos misterios que
al alma comunica Dios en la comunicación que siempre está hecha
entre él y el alma; y en sí mismo se lo comunica, y ella como de
nuevo se entra en él según la noticia de aquellos misterios que en él
conoce, y en aquel conocimiento de nuevo le ama estrechísima y
subidamente, transformándose en él según aquellas noticias nuevas.
Y el sabor y deleite que también entonces recibe de nuevo,
totalmente es inefable, del cual dice en el verso siguiente:
Y el mosto de granadas gustaremos.
6. Las granadas significan los divinos misterios de Cristo y altos
juicios de Dios y las virtudes y atributos que del conocimiento de
éstos se conocen en Dios. Porque, así como las granadas tienen
muchos granicos, todos nacidos y sustentados en aquel seno circular,
así cada virtud y atributo y misterio y juicio de Dios contiene en sí
gran multitud de granos de efectos y ordenaciones maravillosas de
Dios, contenidos y sustentados en el seno esférico o circular de virtud
y misterio que pertenece a aquellos tales efectos. Y notamos aquí la
figura circular o esférica de la granada, porque cada granada
entendemos aquí por una virtud y atributo de Dios, el cual atributo o
virtud de Dios es el mismo Dios, el cual es significado por la figura
circular o esférica, porque no tiene principio ni fin.
7. El mosto, que dice que gustarán de estas granadas, es la fruición
que, según se puede en este estado, recibe el alma en la noticia y
conocimiento de ellas y el deleite de amor de Dios que gusta en ellas.
Y así como de muchos granos de las granadas un solo mosto sale, así
de todas estas maravillas y grandezas de Dios conocidas, sale y
redunda una sola fruición y deleite de amor para el alma, el cual ella
luego ofrece a Dios con gran ternura de voluntad. Lo cual ella en los
Cánticos divinos (Ct 8, 2) prometió al Esposo, si él la metía en estas
altas noticias, diciendo: Ibi me docebis, et dabo tibi poculum ex vino
condito, et mustum malorum granatorum meorum, que quiere decir:
Allí me enseñarás y daréte yo a ti bebida del vino adobado y el mosto
de mis granadas; llamándolas suyas aunque son de Dios, por
habérselas él a ella dado, y ella como propias las vuelve al mismo
Dios. Y esto quiere decir cuando dice: El mosto de granadas
gustaremos; porque gustándolo él, lo da a gustar a ella, y,
gustándolo ella, lo da a gustar a él, y así, es el gusto común de
entrambos.
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CANCIÓN 37
Allí me mostrarías aquello que mi alma pretendía, y luego me darías
allí, tú, vida mía, aquello que me diste el otro día.
DECLARACIÓN
414
1. El fin por que el alma deseaba entrar en aquellas cavernas ya
dichas, era por llegar consumadamente, a lo menos en cuanto sufre
este estado de vida, a lo que siempre había pretendido, que es el
entero y perfecto amor que en esta tal comunicación se comunica,
porque el fin de todo es el amor; y también por alcanzar
perfectamente, según lo espiritual, el derecho y limpieza del estado
de la justicia original. Y así, en esta canción dice dos cosas: la
primera es decir que allí la mostraría, es a saber, en aquella
transformación de noticias, lo que su alma pretendía en todos sus
actos e intentos, que es mostrarla perfectamente a amar a su Esposo
como él se ama, junto con las demás cosas que declara en la
siguiente canción; y la segunda es decir que allí también la daría la
limpieza y pureza que en el estado original la dio, o en el día del
bautismo, acabándola de limpiar de todas sus imperfecciones y
tinieblas como entonces lo estaba.
Allí me mostrarías aquello que mi alma pretendía.
2. Esta pretensión es la igualdad de amor que siempre el alma
natural y sobrenaturalmente desea, porque el amante no puede estar
satisfecho si no siente que ama cuanto es amado. Y como ve el alma
la verdad de la inmensidad del amor con que Dios la ama, no quiere
ella amarle menos altamente y perfectamente, y para esto desea la
actual transformación, porque no puede el alma venir a esta igualdad
y enterez de amor si no es en transformación total de su voluntad
con la de Dios, en que de tal manera se unen las voluntades, que se
hace de dos una y, así, hay igualdad de amor. Porque la voluntad del
alma, convertida en voluntad de Dios, toda es ya voluntad de Dios, y
no está perdida la voluntad del alma, sino hecha voluntad de Dios, y
así, el alma ama a Dios con voluntad de Dios, que también es
voluntad suya; y así, le amará tanto como es amada de Dios, pues le
ama con voluntad del mismo Dios, en el mismo amor con que él a
ella la ama, que es el Espíritu Santo, que es dado al alma, según lo
dice el Apóstol (Rm. 5, 5), diciendo: Gratia Dei diffusa est in cordibus
nostris per Spiritum Sanctum qui datus est nobis, que quiere decir:
La gracia de Dios está infusa en nuestros corazones por el Espíritu
Santo que nos es dado. Y así ama en el Espíritu Santo a Dios junto
con el Espíritu Santo, no como con instrumento, sino juntamente con
él, por razón de la transformación, como luego se declarará,
supliendo lo que falta en ella por haberse transformado en amor ella
con él.
3. Por lo cual no dice que la dará, sino que la mostrará cómo le ha de
amar ella, porque, aunque es verdad que la da su amor, pero muy
propiamente se dice que le muestra el amor, esto es, la muestra a
amarle como él se ama; porque Dios, amándonos primero, nos
muestra a amar pura y enteramente como él nos ama. Y porque en
esta transformación muestra Dios al alma, comunicándosele, un total
amor generoso y puro con que amorosísimamente se comunica él
todo a ella, transformándola en sí (en lo cual la da su mismo amor,
como decíamos, con que ella le ame), es propiamente mostrarla a
415
amar, que es como ponerla el instrumento en las manos, y decille él
cómo lo ha de hacer, e irlo haciendo con ella; y así aquí ama el alma
a Dios cuanto de él es amada. Y no quiero decir que amará a Dios
cuanto él se ama, que esto no puede ser, sino cuanto de él es
amada; porque así como ha de conocer a Dios como de él es
conocida, como dice san Pablo (1 Cor. 13, 12), así entonces le amará
también como es amada de él, pues un amor es el de entrambos.
De donde no sólo queda el alma enseñada a amar, mas aún hecha
maestra de amar, con el mismo maestro unida, y, por el
consiguiente, satisfecha; porque hasta venir a este amor no lo está;
lo cual es amar a Dios cumplidamente con el mismo amor que él se
ama. Pero esto no se puede perfectamente en esta vida, aunque en
estado de perfección, que es el del matrimonio espiritual, de que
vamos hablando, en alguna manera se puede.
4. Y de esta manera de amor perfecto se sigue luego en el alma
íntima y sustancial jubilación a Dios; porque parece, y así es, que
toda la sustancia del alma bañada en gloria engrandece a Dios, y
siente, a manera de fruición, íntima suavidad que la hace reverter en
alabar, reverenciar, estimar y engrandecer a Dios con gozo grande,
todo envuelto en amor. Y esto no acaece así sin haber Dios dado al
alma en el dicho estado de transformación gran pureza, tal cual fue la
del estado de la inocencia o limpieza bautismal; la cual aquí también
dice el alma que la había de dar luego el Esposo en la misma
transformación de amor, diciendo:
Y luego me darías allí tú, vida mía, aquello que me diste el otro día.
5. Llamando a el otro día al estado de la justicia original, en que Dios
le dio en Adán gracia e inocencia, o al día del bautismo, en que el
alma recibió pureza y limpieza total, la cual dice aquí el alma en estos
versos que luego se la daría en la misma unión de amor. Y eso es lo
que entiende por lo que dice en el verso postrero, es a saber: Aquello
que me diste el otro día; porque, como habemos dicho, hasta esta
pureza y limpieza llega el alma en este estado de perfección.
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CANCIÓN 38
El aspirar del aire, el canto de la dulce filomena, el soto y su donaire,
en la noche serena, con llama que consume y no da pena.
DECLARACIÓN
1. Dos cosas declaramos que pedía la esposa en la pasada canción: la
primera era lo que su alma pretendía; la segunda era pedir lo que le
había dado el otro día, de la cual, por cuanto ahora la acabamos de
declarar, no hay más que tratar. Pero la primera petición, que es lo
que dice que su alma pretendía, declara ahora en esta canción qué
cosa sea; porque no sólo es el amor perfecto que allí dijimos, sino
también, como allí notamos, todo lo que se contiene en esta canción,
que es el mismo amor y lo que por eso medio se le comunica al alma.
Y así, pone aquí cinco cosas, que son todo lo que ella quiso dar a
entender allí que pretendía. La primera es el aspirar del aire, que es
416
el amor que habemos dicho, que es lo que principalmente pretende;
la segunda es el canto de la filomena, que es la jubilación en
alabanza de Dios; la tercera es el soto y su donaire, que es el
conocimiento de las criaturas y el orden de ellas; la cuarta es pura y
subida contemplación; y la quinta, que es llama que consume y no da
pena, casi se encierra en la primera, porque es llama de suave
transformación de amor en la posesión de todas estas cosas.
El aspirar del aire.
2. Este aspirar del aire es una habilidad del Espíritu Santo, que pide
aquí el alma para amar perfectamente a Dios. Llámale aspirar del
aire, porque es un delicadísimo toque y sentimiento de amor que
ordinariamente en este estado se causa en el alma en la
comunicación del Espíritu Santo. El cual, a manera de aspirar, con
aquella su aspiración divina, muy subidamente levanta al alma y la
informa, para que ella aspira en Dios la misma aspiración de amor
que el Padre aspira en el Hijo y el Hijo en el Padre, que es el mismo
Espíritu Santo, que a ella la aspiran en la dicha transformación.
Porque no sería verdadera transformación si el alma no se uniese y
transformase también en el Espíritu Santo como en las otras dos
personas divinas, aunque no en revelado y manifiesto grado por la
bajeza y condición de esta vida. Y esto es para el alma tan alta gloria
y tan profundo y subido deleite, que no hay decirlo por lengua mortal,
ni el entendimiento humano, en cuanto tal, puede alcanzar algo de
ello.
3. Pero el alma unida y transformada en Dios aspira en Dios a Dios la
misma aspiración divina que Dios, estando en ella aspira en sí mismo
a ella, que es lo que entiendo quiso decir san Pablo (Gal. 4, 6),
cuando dijo: Quoniam autem estis filii Dei, misit Deus Spiritum Filii
sui in corda vestra clamantem: Abba, Pater, que quiere decir: Por
cuanto sois hijos de Dios, envió Dios en vuestros corazones el espíritu
de su Hijo, clamando en oración al Padre, lo cual en los perfectos es
en la manera dicha.
Y no hay que maravillar que el alma pueda una cosa tan alta, porque,
dado que Dios la haga merced que llegue a estar deiforme y unida en
la Santísima Trinidad, en que ella se hace Dios por participación, ¿qué
cosa tan increíble es que obre ella su obra de entendimiento, noticia y
amor en la Trinidad juntamente con ella, como la misma Trinidad, por
modo participado, obrándolo Dios en la misma alma?
4. Y cómo esto sea, no hay más saber ni poder para decir, sino dar a
entender cómo el Hijo de Dios nos alcanzó este alto estado y nos
mereció este alto puesto, como dice san Juan (Jn 1, 12), de poder ser
hijos de Dios, y así lo pidió al Padre por el mismo san Juan (Jn 17,
24), diciendo: Pater, volo ut quos dedisti mihi, ut ubi sum ego, et illi
sint mecum; ut videant claritatem meam quam dedisti mihi, que
quiere decir: Padre, quiero que los que me has dado, que donde yo
estoy también ellos estén conmigo, para que vean la claridad que me
diste, es a saber: que hagan por participación en nosotros la misma
obra que yo por naturaleza, que es aspirar el Espíritu Santo. Y dice
417
más (Jn 17, 20-23): No ruego, Padre, solamente por estos presentes,
sino también por aquellos que han de creer por su doctrina en mí,
que todos ellos sean una misma cosa; de la manera que tú, Padre,
estás en mí y yo en ti, así ellos en nosotros sean una misma cosa. Y
yo la claridad que me has dado, he dado a ellos, para que sean una
misma cosa, como nosotros somos una misma cosa, yo en ellos y tú
en mí, porque sean perfectos en uno; porque conozca el mundo que
tú me enviaste y los amaste como me amaste a mí, que es
comunicándoles el mismo amor que al Hijo, aunque no naturalmente
como al Hijo, sino, como habemos dicho, por unidad y transformación
de amor. Como tampoco se entiende aquí quiere decir el Hijo al Padre
que sean los santos una cosa esencial y naturalmente como lo son el
Padre y el Hijo, sino que lo sean por unión de amor, como el Padre y
el Hijo están en unidad de amor.
De donde las almas esos mismos bienes poseen por participación que
él por naturaleza; por lo cual verdaderamente son dioses por
participación, iguales y compañeros suyos de Dios. De donde san
Pedro (2 Pe. 1, 2-4) dijo: Gracia y paz sea cumplida y perfecta en
vosotros en el conocimiento de Dios y de Jesucristo Nuestro Señor,
de la manera que nos son dadas todas las cosas de su divina virtud
para la vida y la piedad por el conocimiento de aquel que nos llamó
con su propia gloria y virtud, por el cual muy grandes y preciosas
promesas nos dio, para que por estas cosas seamos hechos
compañeros de la divina naturaleza. Lo cual es participar el alma a
Dios obrando en él, acompañadamente con él, la obra de la Santísima
Trinidad, de la manera que habemos dicho, por causa de la unión
sustancial entre el alma y Dios. Lo cual, aunque se cumple
perfectamente en la otra vida, todavía en ésta, cuando se llega al
estado perfecto, se alcanza gran rastro y sabor de ello, al modo que
vamos diciendo, aunque, como habemos dicho, no se puede decir.
5. ¡Oh almas criadas para estas grandezas y para ellas llamadas!
¿qué hacéis?, ¿en qué os entretenéis? Vuestras pretensiones son
bajezas, y vuestras posesiones, miserias. ¡Oh miserable ceguera de
los ojos de vuestra alma, pues para tanta luz estáis ciegos y para tan
grandes voces sordos, no viendo que en tanto que buscáis grandezas
y gloria os quedáis miserables y bajos de tantos bienes, hechos
ignorantes e indignos! Síguese lo segundo que el alma pide, es a
saber:
El canto de la dulce filomena.
6. Lo que nace en el alma de aquel aspirar del aire es el canto de la
dulce filomena, porque así como el canto de la filomena, que es el
ruiseñor, se oye en la primavera, pasados ya los fríos y lluvias del
invierno, y hace melodía al oído y al espíritu recreación, así en esta
actual comunicación y transformación de amor, amparada ya la
esposa y libre de todas las turbaciones y variedades temporales, y
desnuda y purgada de las imperfecciones y penalidades y nieblas
naturales, siente nueva primavera en su espíritu, en el cual siente la
dulce voz del Esposo, que es su dulce filomena, la cual refrigera y
418
renueva la sustancia de su alma, diciendo (Ct. 2, 10-12): Levántate,
date priesa, amiga mía, paloma mía, hermosa mía y ven; porque ya
ha pasado el invierno, las lluvias se han ya ido y apartado lejos, las
flores han parecido ya en nuestra tierra, y llegado al tiempo del
podar, y la voz de la tortolica se ha oído en nuestra tierra.
7. En la cual voz del Esposo, que la habla en lo interior del alma,
siente la esposa fin de males y principio de bienes, en cuyo refrigerio
y amparo y sentimiento sabroso ella también da su voz de dulce
filomena con nuevo canto a Dios juntamente con el que la causa.
Porque él da la voz a ella para que ella en uno la dé junto con él a
Dios. Porque ésa es la pretensión y deseo de él, según también el
mismo Esposo lo desea en los Cantares (Ct 2, 13-14), que, hablando
con ella dice: Levántate, date priesa, amiga mía, y ven, paloma mía,
en los agujeros de la piedra y caverna de la cerca; muéstrame tu
rostro, suene tu voz en mis oídos, porque tu voz es dulce y tu rostro
hermoso.
Los oídos de Dios significan aquí los deseos de Dios que tiene de que
le alabemos perfectamente, porque la voz que aquí pide a la esposa
es alabanza perfecta y jubilación a Dios, la cual voz, para que sea
perfecta, dice el Esposo que la dé y suene en las cavernas de la
piedra, que son las inteligencias amorosas de los misterios de Cristo,
en que dijimos arriba estaba el alma unida con él. Que, porque en
esta unión el alma jubila y alaba a Dios con el mismo Dios (como
decíamos del amor), es alabanza perfecta, porque, estando el alma
en perfección, hace las obras perfectas, y así esta voz es muy dulce
para Dios y para el alma. Y así se sigue: porque tu voz es dulce, es a
saber, no sólo para ti, sino también para mí, porque, estando en uno
conmigo, das tu voz en uno de dulce filomena para mí conmigo.
El soto y su donaire.
8. La tercera cosa que dice el alma la han de mostrar allí por medio
del amor es el soto y su donaire. Por soto entiende aquí a Dios con
todas las criaturas que en él están; porque así como todos los árboles
y plantas tienen su vida y raíz en el soto, así las criaturas celestes y
terrestres tienen en Dios su raíz y su vida. Esto, pues, dice el alma,
que allí se mostrará: a Dios en cuanto es vida y ser a todas las
criaturas (conociendo en él el principio y duración de ellas) y a ellas,
porque sin él no se le da a la alma nada, ni estima conocerlas por vía
espiritual. El donaire del soto desea también mucho el alma ver, el
cual es la gracia y sabiduría y donaire que de Dios tiene no sólo cada
una de las criaturas, sino la que hacen entre sí en la respondencia
sabia y ordenada de unas a otras, así superiores como inferiores. Lo
cual es conocer en las criaturas por vía contemplativa, que es cosa de
gran deleite, porque es conocer acerca de Dios. Y así, se sigue lo
cuarto:
En la noche serena.
9. Esta noche en que el alma desea ver estas cosas, es la
contemplación, porque la contemplación es oscura que por eso la
llaman por otro nombre mística teología, que quiere decir sabiduría
419
escondida y secreta de Dios, en la cual, sin ruido de palabras y sin
servicio y ayuda de algún sentido corporal ni espiritual, como en
silencio y quietud de la noche, a oscuras de todo lo sensitivo y
natural, enseña Dios ocultísima y secretísimamente al alma, sin ella
saber cómo; lo cual algunos espirituales llaman entender no
entendiendo. Porque esto no lo hace el entendimiento activo, que
llaman los filósofos, el cual obra en formas y fantasías y
aprehensiones de las cosas; mas hácese en el entendimiento en
cuanto posible y pasivo, el cual no recibe las tales formas, etc., sino
pasivamente recibe inteligencia sustancial, la cual le es dada sin
algún oficio suyo activo, ni obra.
10. Y por eso, no sólo llama a esta contemplación noche, pero
también la llama serena; porque así como la noche se llama serena
porque está limpia de nubes y vapores en el aire, que son los que
ocupan la serenidad de la noche, así esta noche de contemplación
está para la vista del entendimiento rasa y ajena de todas nubes de
formas y fantasías y noticias particulares que pueden entrar por los
sentidos, y está limpia también de cualesquier vapores de afectos y
apetitos; por lo cual la contemplación es noche serena para el sentido
y entendimiento natural, según lo enseña el Filósofo diciendo que así
como el rayo del sol es oscuro y tenebroso para el ojo del murciélago,
así las cosas altas y más claras de Dios son oscuras para nuestro
entendimiento.
Con llama que consume y no da pena.
11. Todas las cosas pasadas dice el alma aquí en este verso que se
las dé el Esposo con llama que consume y no da pena; la cual llama
se entiende aquí por el amor de Dios ya perfecto en el alma. Porque
para ser perfecto, estas dos propiedades ha de tener, conviene a
saber: que consuma y transforme el alma en Dios, y que no dé pena
la inflamación y transformación de esta llama en el alma. Y así, esta
llama es ya amor suave, porque en la transformación del alma en ella
hay conformidad y satisfacción de ambas partes, y, por tanto, no da
pena de variedad de más o menos, como hacía antes que el alma
llegase a la capacidad de este perfecto amor. Porque, habiendo
llegado, está ya el alma tan transformada y conforme con Dios, como
el carbón encendido lo está con el fuego, sin aquel humear y
respendar que hacía antes que lo estuviese, y sin la oscuridad y
accidentes propios que tenía antes que del todo entrase el fuego en
él. Las cuales propiedades de oscuridad, humear y respendar,
ordinariamente tiene el alma con alguna pena y fatiga acerca del
amor de Dios, hasta que llegue a tal grado de perfección de amor,
que la posea el fuego de amor llena y cumplida y suavemente, sin
pena de humo y de pasiones y accidentes naturales, pero
transformada en llama suave, que la consumió acerca de todo eso y
la mudó en Dios, en que sus movimientos y acciones son ya divinas.
12. En esta llama quiere la esposa que la dé el Esposo como habemos
dicho, todas las cosas que ella pretende, porque no las quiere poseer
ni estimar ni gozar sin perfecto y suave amor de Dios.
420
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CANCIÓN 39
Que nadie lo miraba, Aminadab tampoco parecía, y el cerco
sosegaba, y la caballería a vista de las aguas descendía.
DECLARACIÓN
1. En esta última canción quiere dar a entender el alma la disposición
que tiene ya para recibir las mercedes que en este estado se gozan y
ella ha pedido al Esposo, las cuales sin la tal disposición no se pueden
recibir ni conservar en ella. Y así, pone al Amado delante cuatro
disposiciones o conveniencias que son bastantes para lo dicho, para
más obligarle a que se las haga, como es dicho.
La primera, estar ya su alma desasida y ajenada de todas las cosas.
La segunda, estar ya vencido y ahuyentado el demonio.
La tercera, tener ya sujetadas las pasiones del alma y apetitos
naturales y espirituales.
La cuarta, estar ya reformada y purificada la parte sensitiva,
conforme a la espiritual, de manera que no sólo no estorbe, mas
antes se aúne con el espíritu participando de sus bienes. Todo lo cual
dice ella en la dicha canción, diciendo:
Que nadie lo miraba.
2. Lo cual es como si dijera: mi alma está ya tan sola y ajenada y
desasida de todas las cosas criadas de arriba y de abajo, y tan
adentro entrada en el recogimiento contigo, que ninguna de ellas la
alcanza ya de vista, es a saber, a moverla a gusto con su suavidad, ni
a disgusto y molestia con su miseria y bajeza, porque, estando mi
alma tan lejos de ellas, quedan muy atrás de vista perdidas. Y no sólo
eso, pero
Aminadab tampoco parecía.
3. El cual Aminadab en la Escritura divina significa el demonio,
adversario del alma esposa, el cual la combatía siempre y turbaba
con su innumerable munición de tentaciones y asechanzas, porque no
se entrase en esta fortaleza y escondrijo del recogimiento interior con
el Amado. En el cual puesto está el alma tan favorecida y fuerte en
virtudes y victoriosa, que el demonio no osa parecer delante de ella.
De donde, por estar ella en el favor de tal abrazo, y porque también
en el ejercicio de las virtudes ha vencido al demonio perfectamente,
de manera que le tiene ya ahuyentado con la fortaleza de sus
virtudes, no parece más delante de ella; y por eso dice bien que
Aminadab tampoco parecía.
Y el cerco sosegaba.
4. Por el cual cerco entiende aquí las pasiones y apetitos del alma
que, cuando no están vencidos y amortiguados, la cercan y combaten
en derredor; por lo cual los llama el cerco. El cual dice que también
está ya sosegado; que, pues así es, no deje de comunicarle y hacerle
las mercedes que le ha pedido, pues el dicho cerco no puede ya
impedir la paz interior que se requiere para recibirlas, poseerlas y
conservarlas.
421
Esto dice porque en este estado es necesario que las pasiones del
ánima estén compuestas y los apetitos y afecciones mortificadas, de
manera que ninguna molestia ni guerra hagan, antes todo este cerco
ya dicho con sus operaciones se conformen con el espíritu interior, y
en su manera se recojan a gozar de los deleites que él goza. Por lo
cual dice luego:
Y la caballería a vista de las aguas descendía.
5. Por las cuales aguas entiende aquí los bienes y deleites espirituales
de Dios de que en este estado goza el alma. Por la caballería entiende
las potencias de la parte sensitiva, así interiores como exteriores, las
cuales dice la esposa que en este estado descienden a vista de estas
aguas espirituales, porque de tal manera está ya en este estado
purificada y espiritualizada en alguna manera la parte sensitiva del
alma, que ella con sus potencias sensitivas y fuerzas naturales se
recogen a participar y gozar en su manera de las grandezas
espirituales que Dios está comunicando al espíritu, según lo quiso
entender David (Sal. 83, 3) cuando dijo: Cor meum et caro mea
exultaverunt in Deum vivum, que quiere decir: Mi espíritu y mi carne
se gozaron y deleitaron en Dios vivo.
6. Y es de notar que no dice aquí la esposa que la caballería
descendía a gustar las aguas, sino a vista de ellas; porque esta parte
sensitiva con sus potencias no pueden esencial y propiamente gustar
los bienes espirituales (porque no tienen proporcionada capacidad
para eso, no sólo en esta vida pero ni en la otra), sino por cierta
redundancia del espíritu reciben la recreación y deleite de ellos, por el
cual son atraídas estas potencias y sentidos corporales al
recogimiento interior en que está bebiendo el alma los bienes
espirituales. Lo cual más es descender a la vista de ellos que al gusto
esencial de ellos; pero gustan, como habemos dicho, la redundancia
que del alma se comunica en ellos.
Y dice aquí el alma que descendían y no otro vocablo alguno, para
dar a entender que todas estas potencias descienden y bajan de sus
operaciones naturales, cesando de ellas, al recogimiento interior; en
el cual sea servido el Señor Jesús, Esposo dulcísimo, poner a todos
los que invocan su santísimo nombre. Al cual es honra y gloria
juntamente con el Padre y el Espíritu Santo in saecula saeculorum.
Amen.
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FIN DEL CANTICO ESPIRITUAL A [San Juan de la Cruz
CANTICO ESPIRITUALB Prologo]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DEL CÁNTICO ESPIRITUAL. (segunda redacción = CB)
Introducción Prólogo Canciones entre el alma y el Esposo Argumento
Anotación
Canción 1 - Adónde te escondiste Canción 2 - Pastores, los que
fuéredes Canción 3 - Buscando mis amores Canción 4 - Oh bosques y
espesuras Canción 5 - Mil gracias derramando Canción 6 - Ay, quién
422
podrá sanarme Canción 7 - Y todos cuantos vagan Canción 8 - Mas,
cómo perseveras Canción 9 - Por qué, pues has llagado Canción 10 -
Apaga mis enojos Canción 11 - Descubre tu presencia Canción 12 -
Oh cristalina fuente Canción 13 - Apártalos, Amado Canción 14 - Mi
Amado, las montañas Canción 15 - La noche sosegada Canción 16 -
Cazadnos las raposas Canción 17 - Detente, cierzo muerto Canción
18 - Oh ninfas de Judea Canción 19 - Escóndete, Carillo Canción 20 -
A las aves ligeras Canción 21 - Por las amenas liras Canción 22 -
Entrado se ha la esposa Canción 23 - Debajo del manzano Canción 24
- Nuestro lecho florido Canción 25 - A zaga de tu huella Canción 26 -
En la interior bodega Canción 27 - Allí me dio su pecho Canción 28 -
Mi alma se ha empleado Canción 29 - Pues ya si en el ejido Canción
30 - De flores y esmeraldas Canción 31 - En solo aquel cabello
Canción 32 - Cuando tú me mirabas Canción 33 - No quieras
despreciarme Canción 34 - La blanca palomica Canción 35 - En
soledad vivía Canción 36 - Gocémonos, Amado Canción 37 - Y luego a
las subidas Canción 38 - Allí me mostrarías Canción 39 - El aspirar
del aire Canción 40 - Que nadie lo miraba
DECLARACIÓN DE LAS CANCIONES QUE TRATAN DEL EJERCICIO DE
AMOR ENTRE EL ALMA Y EL ESPOSO CRISTO, EN LA CUAL SE TOCAN
Y DECLARAN ALGUNOS PUNTOS Y EFECTOS DE ORACIÓN, A
PETICIÓN DE LA MADRE ANA DE JESÚS, PRIORA DE LAS DESCALZAS
EN SAN JOSÉ DE GRANADA. AÑO DE 1584 AÑOS.
PRÓLOGO
1. Por cuanto estas canciones, religiosa Madre, parecen ser escritas
con algún fervor de amor de Dios, cuya sabiduría y amor es tan
inmenso, que, como se dice en el libro de la Sabiduría (8, 1), toca
desde un fin hasta otro fin, y el alma que de él es informada y
movida, en alguna manera esa misma abundancia e ímpetu lleva en
su decir, no pienso yo ahora declarar toda la anchura y copia que el
espíritu fecundo del amor en ellas lleva; antes sería ignorancia pensar
que los dichos de amor en inteligencia mística, cuales son los de las
presentes canciones, con alguna manera de palabras se puedan bien
explicar; porque el Espíritu del Señor que ayuda nuestra flaqueza,
como dice san Pablo (Rm. 8, 26), morando en nosotros, pide por
nosotros con gemidos inefables lo que nosotros no podemos bien
entender ni comprehender para lo manifestar. Porque ¿quién podrá
escribir lo que a las almas amorosas, donde él mora, hace entender?
Y ¿quién podrá manifestar con palabras lo que las hace sentir? Y
¿quién, finalmente, lo que las hace desear? Cierto, nadie lo puede;
cierto, ni ellas mismas por quien pasa lo pueden. Porque ésta es la
causa por que con figuras, comparaciones y semejanzas, antes
rebosan algo de lo que sienten y de la abundancia del espíritu vierten
secretos misterios, que con razones lo declaran.
Las cuales semejanzas, no leídas con la sencillez del espíritu de amor
e inteligencia que ellas llevan, antes parecen dislates que dichos
puestos en razón, según es de ver en los divinos Cantares de
Salomón y en otros libros de la Escritura divina, donde, no pudiendo
423
el Espíritu Santo dar a entender la abundancia de su sentido por
términos vulgares y usados, habla misterios en extrañas figuras y
semejanzas. De donde se sigue que los santos doctores, aunque
mucho dicen y más digan, nunca pueden acabar de declararlo por
palabras, así como tampoco por palabras se pudo ello decir; y así, lo
que de ello se declara, ordinariamente es lo menos que contiene en
sí.
2. Por haberse, pues, estas canciones compuesto en amor de
abundante inteligencia mística, no se podrán declarar al justo, ni mi
intento será tal, sino sólo dar alguna luz general, pues Vuestra
Reverencia así lo ha querido; y esto tengo por mejor, porque los
dichos de amor es mejor dejarlos en su anchura, para que cada uno
de ellos se aproveche según su modo y caudal de espíritu, que
abreviarlos a un sentido a que no se acomode todo paladar. Y así,
aunque en alguna manera se declaran, no hay para qué atarse a la
declaración; porque la sabiduría mística (la cual es por amor, de que
las presentes canciones tratan) no ha menester distintamente
entenderse para hacer efecto de amor y afición en el alma, porque es
a modo de la fe, en la cual amamos a Dios sin entenderle.
3. Por tanto, seré bien breve; aunque no podrá ser menos de
alargarme en algunas partes donde lo pidiere la materia y donde se
ofreciere ocasión de tratar y declarar algunos puntos y efectos de
oración, que, por tocarse en las canciones muchos, no podrá ser
menos de tratar algunos. Pero, dejando los más comunes, trataré
brevemente los más extraordinarios que pasan por los que han
pasado, con el fervor de Dios, de principiantes. Y esto por dos cosas:
la una, porque para los principiantes hay muchas cosas escritas; la
otra, porque en ello hablo con Vuestra Reverencia por su mandado, a
la cual Nuestro Señor ha hecho merced de haberle sacado de esos
principios y llevádola más adentro al seno de su amor divino. Y así
espero que, aunque se escriban aquí algunos puntos de teología
escolástica acerca del trato interior del alma con su Dios, no será en
vano haber hablado algo a lo puro del espíritu en tal manera; pues,
aunque a Vuestra Reverencia le falle el ejercicio de teología
escolástica, con que se entienden las verdades divinas, no le falla el
de la mística, que se sabe por amor, en que no solamente se saben,
mas juntamente se gustan.
4. Y porque lo que dijere (lo cual quiero sujetar al mejor juicio y
totalmente al de la santa Madre Iglesia) haga más fe, no pienso
afirmar cosa de mío, fiándome de experiencia que por mí haya
pasado, ni de lo que en otras personas espirituales haya conocido o
de ellas oído (aunque de lo uno y de lo otro me pienso aprovechar),
sin que con autoridades de la Escritura divina vaya confirmado y
declarado, a lo menos, en lo que pareciere más dificultoso de
entender. En las cuales llevaré este estilo: que primero las pondré las
sentencias de su latín, y luego las declararé al propósito de lo que se
trajeren; y pondré primero juntas todas las canciones, y luego por su
orden iré poniendo cada una de por sí para haberla de declarar; de
424
las cuales declararé cada verso poniéndole al principio de su
declaración, etc.
Fin del prólogo.
Inicio
CANCIONES ENTRE EL ALMA Y EL ESPOSO
[San Juan de la Cruz CANTICO ESPIRITUALB Prologo]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DEL CÁNTICO ESPIRITUAL (segunda redacción = CB)
CANCIONES ENTRE EL ALMA Y EL ESPOSO
Esposa
1 ¿Adónde te escondiste, Amado, y me dejaste con gemido? Como el
ciervo huiste, habiéndome herido; salí tras ti clamando, y eras ido.
2 Pastores, los que fuerdes allá por las majadas al otero, si por
ventura vierdes aquel que yo más quiero, decilde que adolezco, peno
y muero.
3 Buscando mis amores, iré por esos montes y riberas; ni cogeré las
flores, ni temeré las fieras, y pasaré los fuertes y fronteras.
4 ¡Oh bosques y espesuras, plantadas por la mano del Amado! ¡Oh
prado de verduras, de flores esmaltado! Decid si por vosotros ha
pasado.
5 Mil gracias derramando pasó por estos sotos con presura, y,
yéndolos mirando, con sola su figura vestidos los dejó de hermosura.
6 ¡Ay, quién podrá sanarme! Acaba de entregarte ya de vero; no
quieras enviarme de hoy más ya mensajero, que no saben decirme lo
que quiero.
7 Y todos cuantos vagan de ti me van mil gracias refiriendo, y todos
más me llagan, y déjame muriendo un no sé qué que quedan
balbuciendo.
8 Mas ¿cómo perseveras, ¡oh vida!, no viviendo donde vives, y
haciendo porque mueras las flechas que recibes de lo que del Amado
en ti concibes?
9 ¿Por qué, pues has llagado aqueste corazón, no le sanaste? Y, pues
me le has robado, ¿por qué así le dejaste, y no tomas el robo que
robaste?
10 Apaga mis enojos, pues que ninguno basta a deshacellos, y
véante mis ojos, pues eres lumbre dellos, y sólo para ti quiero
tenellos.
11 Descubre tu presencia, y máteme tu vista y hermosura; mira que
la dolencia de amor, que no se cura sino con la presencia y la figura.
12 ¡Oh cristalina fuente, si en esos tus semblantes plateados
formases de repente los ojos deseados que tengo en mis entrañas
dibujados!
13 ¡Apártalos, Amado, que voy de vuelo!.
Esposo
Vuélvete, paloma, que el ciervo vulnerado por el otero asoma al aire
de tu vuelo, y fresco toma.
Esposa
425
14 Mi Amado, las montañas, los valles solitarios nemorosos, las
ínsulas extrañas, los ríos sonorosos, el silbo de los aires amorosos,
15 la noche sosegada en par de los levantes del aurora, la música
callada, la soledad sonora, la cena que recrea y enamora.
16 Cazadnos las raposas, que está ya florecida nuestra viña, en tanto
que de rosas hacemos una piña, y no parezca nadie en la montiña.
17 Detente, cierzo muerto; ven, austro, que recuerdas los amores,
aspira por mi huerto, y corran sus olores y pacerá el Amado entre las
flores.
18 ¡Oh ninfas de Judea!, en tanto que en las flores y rosales el ámbar
perfumea, morá en los arrabales, y no queráis tocar nuestros
umbrales.
19 Escóndete, Carillo, y mira con tu haz a las montañas, y no quieras
decillo; mas mira las compañas de la que va por ínsulas extrañas.
Esposo
20 A las aves ligeras, leones, ciervos, gamos saltadores, montes,
valles, riberas, aguas, aires, ardores y miedos de las noches
veladores.
21 Por las amenas liras y canto de sirenas os conjuro que cesen
vuestras iras, y no toquéis al muro, porque la Esposa duerma más
seguro.
22 Entrado se ha la Esposa en el ameno huerto deseado, y a su sabor
reposa el cuello reclinado sobre los dulces brazos del Amado.
23 Debajo del manzano, allí conmigo fuiste desposada, allí te di la
mano, y fuiste reparada donde tu madre fuera violada.
Esposa
24 Nuestro lecho florido, de cuevas de leones enlazado, en púrpura
tendido, de paz edificado, de mil escudos de oro coronado.
25 A zaga de tu huella las jóvenes discurren al camino, al toque de
centella, al adobado vino, emisiones de bálsamo divino.
26 En la interior bodega de mi Amado bebí, y cuando salía por toda
aquesta vega, ya cosa no sabía; y el ganado perdí que antes seguía.
27 Allí me dio su pecho, allí me enseñó ciencia muy sabrosa, y yo le
di de hecho a mí sin dejar cosa; allí le prometí de ser su Esposa.
28 Mi alma se ha empleado, y todo mi caudal, en su servicio; ya no
guardo ganado, ni ya tengo otro oficio, que ya sólo en amar es mi
ejercicio.
29 Pues ya si en el ejido de hoy más no fuere vista ni hallada, diréis
que me he perdido; que, andando enamorada, me hice perdidiza, y
fui ganada.
30 De flores y esmeraldas, en las frescas mañanas escogidas,
haremos las guirnaldas en tu amor florecidas y en un cabello mío
entretejidas.
31 En solo aquel cabello que en mi cuello volar consideraste,
mirástele en mi cuello, y en él preso quedaste, y en uno de mis ojos
te llagaste.
426
32 Cuando tú me mirabas, su gracia en mí tus ojos imprimían; por
eso me adamabas, y en eso me decían los míos adorar lo que en ti
vían.
33 No quieras despreciarme que, si color moreno en mí hallaste, ya
bien puedes mirarme después que me miraste, que gracia y
hermosura en mí dejaste.
Esposo
34 La blanca palomica al arca con el ramo se ha tornado; y ya la
tortolica al socio deseado en las riberas verdes ha hallado.
35 En soledad vivía, y en soledad ha puesto ya su nido; y en soledad
la guía a solas su querido, también en soledad de amor herido.
Esposa
36 Gocémonos, Amado, y vámonos a ver en tu hermosura al monte y
al collado, do mana el agua pura; entremos más adentro en la
espesura.
37 Y luego a las subidas cavernas de la piedra nos iremos, que están
bien escondidas, y allí nos entraremos, y el mosto de granadas
gustaremos.
38 Allí me mostrarías aquello que mi alma pretendía, y luego me
darías allí, tú, vida mía, aquello que me diste el otro día:
39 El aspirar del aire, el canto de la dulce filomena, el soto y su
donaire, en la noche serena, con llama que consume y no da pena.
40 Que nadie lo miraba, Aminadab tampoco parecía, y el cerco
sosegaba, y la caballería a vista de las aguas descendía.
Inicio --------------------------------------------
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CANCIÓN 1 [San Juan de la Cruz CANTICO ESPIRITUALB
Prologo]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DEL CÁNTICO ESPIRITUAL (segunda redacción = CB)
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ARGUMENTO
1. El orden que llevan estas canciones es desde que un alma
comienza a servir a Dios hasta que llega al último estado de
perfección, que es matrimonio espiritual. Y así, en ellas se tocan los
tres estados o vías de ejercicio espiritual por las cuales pasa el alma
hasta llegar al dicho estado, que son: purgativa, iluminativa y unitiva,
y se declaran acerca de cada una algunas propiedades y efectos de
ella.
2. El principio de ellas trata de los principiantes, que es la vía
purgativa.
Las de más adelante tratan de los aprovechados, donde se hace el
desposorio espiritual, y ésta es la vía iluminativa.
Después de éstas, las que se siguen tratan de la vía unitiva, que es la
de los perfectos, donde se hace el matrimonio espiritual. La cual vía
unitiva y de perfectos se sigue a la iluminativa, que es de los
aprovechados.
427
Y las últimas canciones tratan del estado beatífico, que sólo ya el
alma en aquel estado perfecto pretende.
COMIENZA LA DECLARACIÓN DE LAS CANCIONES DE AMOR ENTRE
LA ESPOSA Y EL ESPOSO CRISTO
ANOTACIÓN
1. Cayendo el alma en la cuenta de lo que está obligada a hacer,
viendo que la vida es breve (Job 14, 5), la senda de la vida eterna
estrecha (Mt. 7, 14), que el justo apenas se salva (1 Pe. 4, 18), que
las cosas del mundo son vanas y engañosas, que todo se acaba y
falta como el agua que corre (2 Re. 14, 14), el tiempo incierto, la
cuenta estrecha, la perdición muy fácil, la salvación muy dificultosa;
conociendo, por otra parte, la gran deuda que a Dios debe en haberle
criado solamente para sí, por lo cual le debe el servicio de toda su
vida, y en haberla redimido solamente por sí mismo, por lo cual le
debe todo el resto y respondencia del amor de su voluntad, y otros
mil beneficios en que se conoce obligada a Dios desde antes que
naciese; y que gran parte de su vida se ha ido en el aire; y que de
todo esto ha de haber cuenta y razón, así de lo primero como de lo
postrero, hasta el último cuadrante (Mt. 5, 26), cuando escudriñará
Dios a Jerusalén con candelas encendidas (Sof. 1, 12), y que ya es
tarde y por ventura lo postrero del día (Mt. 20, 6); para remediar
tanto mal y daño, mayormente sintiendo a Dios muy enojado y
escondido por haberse ella querido olvidar tanto de él entre las
criaturas, tocada ella de pavor y dolor de corazón interior sobre tanta
perdición y peligro, renunciando a todas las cosas, dando de mano a
todo negocio, sin dilatar un día ni una hora, con ansia y gemido salido
del corazón herido ya del amor de Dios, comienza a invocar a su
Amado y dice:
Inicio --------------------------------------------
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CANCIÓN 1
Esposa
¿Adónde te escondiste, Amado, y me dejaste con gemido? Como el
ciervo huiste, habiéndome herido; salí tras ti clamando, y eras ido.
DECLARACIÓN
2. En esta primera canción el alma, enamorada del Verbo Hijo de
Dios, su Esposo, deseando unirse con él por clara y esencial visión,
propone sus ansias de amor, querellándose a él de la ausencia,
mayormente que, habiéndola él herido de su amor, por el cual ha
salido de todas las cosas criadas y de sí misma, todavía haya de
padecer la ausencia de su Amado, no desatándola ya de la carne
mortal para poderle gozar en gloria de eternidad; y así, dice:
¿Adónde te escondiste?
3. Y es como si dijera: Verbo, Esposo mío, muéstrame el lugar donde
estás escondido. En lo cual le pide la manifestación de su divina
esencia; porque el lugar donde está escondido el Hijo de Dios es,
como dice san Juan (1, 18), el seno del Padre, que es la esencia
divina, la cual es ajena de todo ojo mortal y escondida de todo
428
humano entendimiento; que por eso Isaías (45, 15), hablando con
Dios, dijo: Verdaderamente tú eres Dios escondido. De donde es de
notar que, por grandes comunicaciones y presencias, y altas y
subidas noticias de Dios que un alma en esta vida tenga, no es
aquello esencialmente Dios, ni tiene que ver con él, porque todavía, a
la verdad, le está al alma escondido, y por eso siempre le conviene al
alma sobre todas esas grandezas tenerle por escondido y buscarle
escondido, diciendo: ¿Adónde te escondiste? Porque ni la alta
comunicación ni presencia sensible es cierto testimonio de su
graciosa presencia, ni la sequedad y carencia de todo eso en el alma
lo es de su ausencia en ella. Por lo cual el profeta Job (9, 11) dice: Si
viniere a mí no le veré, y si se fuere no le entenderé.
4. En lo cual se ha de entender que, si el alma sintiere gran
comunicación o sentimiento o noticia espiritual, no por eso se ha de
persuadir a que aquello que siente es poseer o ver clara y
esencialmente a Dios, o que aquello sea tener más a Dios o estar
más en Dios, aunque más ello sea; y que si todas esas
comunicaciones sensibles y espirituales faltaren, quedando ella en
sequedad, tiniebla y desamparo, no por eso ha de pensar que la falta
Dios más así que así, pues que realmente ni por lo uno puede saber
de cierto estar en su gracia, ni por lo otro estar fuera de ella, diciendo
el Sabio (Ecle. 9, 1): Ninguno sabe si es digno de amor o de
aborrecimiento delante de Dios. De manera que el intento principal
del alma en este verso no es sólo pedir la devoción afectiva y
sensible, en que no hay certeza ni claridad de la posesión del Esposo
en esta vida, sino principalmente la clara presencia y visión de su
esencia en que desea estar certificada y satisfecha en la otra.
5. Esto mismo quiso decir la Esposa en los Cantares divinos (1, 6),
cuando, deseando unirse con la divinidad del Verbo, Esposo suyo, la
pidió al Padre, diciendo: Muéstrame dónde te apacientas y dónde te
recuestas al mediodía. Porque, en pedir le mostrase dónde se
apacentaba, era pedir le mostrase la esencia del Verbo Divino, su
Hijo, porque el Padre no se apacienta en otra cosa que en su único
Hijo, pues es la gloria del Padre; y en pedir le mostrase el lugar
donde se recostaba, era pedirle lo mismo, porque el Hijo solo es el
deleite del Padre, el cual no se recuesta en otro lugar ni cabe en otra
cosa que en su amado Hijo, en el cual todo el se recuesta,
comunicándole toda su esencia al mediodía, que es la eternidad,
donde siempre le engendra y le tiene engendrado. Este pasto, pues,
del Verbo Esposo, donde el Padre se apacienta en infinita gloria, y
este pecho florido, donde con infinito deleite de amor se recuesta,
escondido profundamente de todo ojo mortal y de toda criatura, pide
aquí el alma Esposa cuando dice: ¿Adónde te escondiste?
6. Y para que esta sedienta alma venga a hallar a su Esposo y unirse
con él por unión de amor en esta vida, según puede, y entretenga su
sed con esta gota que de él se puede gustar en esta vida, bueno
será, pues lo pide a su Esposo, tomando la mano por él, le
respondamos mostrándole el lugar más cierto donde está escondido,
429
para que allí lo halle a lo cierto con la perfección y sabor que puede
en esta vida y así no comience a vaguear en vano tras las pisadas de
las compañías.
Para lo cual es de notar que el Verbo Hijo de Dios, juntamente con el
Padre y el Espíritu Santo, esencial y presencialmente está escondido
en el íntimo ser del alma; por tanto, el alma que le ha de hallar
conviénele salir de todas las cosas según la afección y voluntad y
entrarse en sumo recogimiento dentro de sí misma, siéndole todas
las cosas como si no fuesen. Que, por eso, san Agustín, hablando en
los Soliloquios con Dios, decía: No te hallaba, Señor, de fuera, porque
mal te buscaba fuera, que estabas dentro. Está, pues, Dios en el
alma escondido, y ahí le ha de buscar con amor el buen
contemplativo, diciendo: ¿Adónde te escondiste?
7. ¡Oh, pues, alma hermosísima entre todas las criaturas, que tanto
deseas saber el lugar donde está tu Amado, para buscarle y unirte
con él! Ya se te dice que tú misma eres el aposento donde él mora y
el retrete y escondrijo donde está escondido; que es cosa de grande
contentamiento y alegría para ti ver que todo tu bien y esperanza
está tan cerca de ti, que esté en ti, o, por mejor decir, tú no puedas
estar sin él. Catá, dice el Esposo (Lc. 17, 21), que el reino de Dios
está dentro de vosotros. Y su siervo el apóstol san Pablo (2 Cor. 6,
16): Vosotros, dice, sois templo de Dios.
8. Grande contento es para el alma entender que nunca Dios falta del
alma, aunque esté en pecado mortal, cuánto menos de la que está en
gracia.
¿Qué más quieres, ¡oh alma!, y qué más buscas fuera de ti, pues
dentro de ti tienes tus riquezas, tus deleites, tu satisfacción, tu
hartura y tu reino, que es tu Amado, a quien desea y busca tu alma?
Gózate y alégrate en tu interior recogimiento con él, pues le tienes
tan cerca. Ahí le desea, ahí le adora, y no le vayas a buscar fuera de
ti, porque te distraerás y cansarás y no le hallarás ni gozarás más
cierto, ni más presto, ni más cerca que dentro de ti. Sólo hay una
cosa, que, aunque está dentro de ti, está escondido. Pero gran cosa
es saber el lugar donde está escondido para buscarle allí a lo cierto. Y
esto es lo que tú también aquí, alma, pides cuando con afecto de
amor dices: ¿Adónde te escondiste?
9. Pero todavía dices: Puesto está en mí el que ama mi alma, ¿cómo
no le hallo ni le siento? La causa es porque está escondido, y tú no te
escondes también para hallarle y sentirle. Porque el que ha de hallar
una cosa escondida, tan a lo escondido y hasta lo escondido donde
ella está ha de entrar, y, cuando la halla, él también está escondido
como ella. Como quiera, pues; que tu Esposo amado es el tesoro
escondido en el campo de tu alma, por el cual el sabio mercader dio
todas sus cosas (Mt. 13, 44), convendrá que para que tú le halles,
olvidadas todas las tuyas y alejándote de todas las criaturas, te
escondas en tu retrete interior del espíritu (Mt. 6, 6), y, cerrando la
puerta sobre ti, es a saber, tu voluntad a todas las cosas, ores a tu
Padre en escondido; y así, quedando escondida con él, entonces le
430
sentirás en escondido, y le amarás y gozarás en escondido, y te
deleitarás en escondido con él, es a saber, sobre todo lo que alcanza
la lengua y sentido.
10. ¡Ea, pues, alma hermosa!, pues ya sabes que en tu seno tu
deseado Amado mora escondido, procura estar con él bien escondida,
y en tu seno le abrazarás y sentirás con afección de amor. Y mira que
a ese escondrijo le llama él por Isaías (26, 20), diciendo: Anda, entra
en tus retretes, cierra tus puertas sobre ti, esto es, todas tus
potencias a todas las criaturas, escóndete un poco hasta un
momento, esto es, por este momento de vida temporal. Porque, si en
esta brevedad de vida guardares, ¡oh alma!, con toda guarda tu
corazón, como dice el Sabio (Pv. 4, 23), sin duda ninguna te dará
Dios lo que adelante dice Dios también por Isaías (45, 3), diciendo:
Daréte los tesoros escondidos, y descubrirte he la sustancia y
misterios de los secretos. La cual sustancia de los secretos es el
mismo Dios, porque Dios es la sustancia de la fe y el concepto de
ella, y la fe es el secreto y el misterio. Y cuando se revelare y
manifestare esto que nos tiene secreto y encubierto la fe, que es lo
perfecto de Dios, como dice san Pablo (1 Cor. 13, 10), entonces se
descubrirán al alma la sustancia y misterios de los secretos. Pero en
esta vida mortal, aunque no llegará el alma tan a lo puro de ellos
como en la otra, por más que se esconda, todavía, si se escondiere,
como Moisés, en la caverna de la piedra (Ex. 33, 22-23), que es en la
verdadera imitación de la perfección de la vida del Hijo de Dios,
Esposo del alma, amparándola Dios con su diestra, merecerá que le
muestren las espaldas de Dios, que es llegar en esta vida a tanta
perfección, que se una y transforme por amor en el dicho Hijo de
Dios, su Esposo; de manera que se sienta tan junta con él y tan
instruida y sabia en sus misterios, que cuanto a lo que toca a
conocerle en esta vida no tenga necesidad de decir: ¿Adónde te
escondiste?
11. Dicho queda, ¡oh alma!, el modo que te conviene tener para
hallar el Esposo en tu escondrijo. Pero, si lo quieres volver a oír, oye
una palabra llena de sustancia y verdad inaccesible: es buscarle en fe
y en amor, sin querer satisfacerte de cosa, ni gustarla ni entenderla
más de lo que debes saber; que esos dos son los mozos del ciego que
te guiarán por donde no sabes, allá a lo escondido de Dios. Porque la
fe, que es el secreto que habemos dicho, son los pies con que el alma
va a Dios, y el amor es la guía que la encamina; y andando ella
tratando y manoseando estos misterios y secretos de fe, merecerá
que el amor la descubra lo que en sí encierra la fe, que es el Esposo
que ella desea, en esta vida por gracia especial, en divina unión con
Dios, como habemos dicho, y en la otra, por gloria esencial,
gozándole cara a cara, ya de ninguna manera escondido. Pero, entre
tanto, aunque el alma llegue a esta dicha unión, que es el más alto
estado a que se puede llegar en esta vida, por cuanto todavía al alma
le está escondido en el seno del Padre, como habemos dicho, que es
431
como ella le desea gozar en la otra, siempre dice: ¿Adónde te
escondiste?
12. Muy bien haces, ¡oh alma!, en buscarle siempre escondido,
porque mucho ensalzas a Dios y mucho te llegas a él teniéndole por
más alto y profundo que todo cuanto puedes alcanzar. Y, por tanto,
no repares en parte ni en todo lo que tus potencias pueden
comprehender. Quiero decir que nunca te quieras satisfacer en lo que
entendieres de Dios, sino en lo que no entendieres de él; y nunca
pares en amar y deleitarte en eso que entendieres o sintieres de
Dios, sino ama y deléitate en lo que no puedes entender y sentir de
él; que eso es, como habemos dicho, buscarle en fe. Que, pues es
Dios inaccesible y escondido, como también habemos dicho, aunque
más te parezca que le hallas y le sientes y le entiendes, siempre le
has de tener por escondido y le has de servir escondido en escondido.
Y no seas como muchos insipientes, que piensan bajamente de Dios,
entendiendo que, cuando no le entienden o le gustan o sienten, está
Dios más lejos y más escondido; siendo más verdad lo contrario, que
cuanto menos distintamente le entienden, más se llegan a él, pues,
como dice el profeta David (Sal. 17, 12): Puso su escondrijo en las
tinieblas. Así, llegando cerca de él, por fuerza has de sentir tinieblas
en la flaqueza de tu ojo. Bien haces, pues, en todo tiempo, ahora de
adversidad, ahora de prosperidad espiritual o temporal, tener a Dios
por escondido, y así clamar a él, diciendo: ¿Adónde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?
13. Llámale Amado para más moverle e inclinarle a su ruego, porque,
cuando Dios es amado, con grande facilidad acude a las peticiones de
su amante. Y así lo dice él por san Juan (15, 17), diciendo: Si
permaneciéredes en mí, todo lo que quisiéredes pediréis, y hacerse
ha. De donde entonces le puede el alma de verdad llamar Amado,
cuando ella está entera con él, no teniendo su corazón asido a alguna
cosa fuera de él; y así, de ordinario trae su pensamiento en él. Que,
por falta de esto, dijo Dalila a Sansón (Jue. 16, 15) que cómo podía
él decir que la amaba, pues su ánimo no estaba con ella. En el cual
ánimo se incluye el pensamiento y la afección. De donde algunos
llaman al Esposo Amado, y no es Amado de veras, porque no tienen
entero con él su corazón; y así, su petición no es en la presencia de
Dios de tanto valor; por lo cual no alcanzan luego su petición, hasta
que, continuando la oración, vengan a tener su ánimo más continuo
con Dios, y el corazón con él más entero con afección de amor;
porque de Dios no se alcanza nada si no es por amor.
14. En lo que dice luego: Y me dejaste con gemido, es de notar que
la ausencia del Amado causa continuo gemir en el amante, porque,
como fuera de él nada ama, en nada descansa ni recibe alivio. De
donde, en esto se conocerá el que veras a Dios ama, si con ninguna
cosa menos que él se contenta. Mas ¿qué digo se contenta? Pues,
aunque todas juntas las posea, no estará contento, antes cuantas
más tuviere estará menos satisfecho; porque la satisfacción del
corazón no se halla en la posesión de las cosas, sino en la desnudez
432
de todas ellas y pobreza de espíritu. Que, por consistir en ésta la
perfección de amor en que se posee Dios con muy junta y particular
gracia, vive el alma en esta vida, cuando ha llegado a ella, con alguna
satisfacción, aunque no con hartura, pues que David (Sal. 16, 15),
con toda su perfección, la esperaba en el cielo, diciendo: Cuando
pareciere tu gloria, me hartaré.
Y así, no le basta la paz y tranquilidad y satisfacción de corazón a que
puede llegar el alma en esta vida, para que deje de tener dentro de sí
gemido, aunque pacífico y no penoso, en la esperanza de lo que falta.
Porque el gemido es anejo a la esperanza; como el que decía el
Apóstol (Rm. 8, 23) que tenía él y los demás, aunque perfectos,
diciendo: Nosotros mismos, que tenemos las primicias del espíritu,
dentro de nosotros mismos gemimos esperando la adopción de hijos
de Dios. Este gemido, pues, tiene aquí el alma dentro de sí en el
corazón enamorado; porque donde hiere el amor, allí está el gemido
de la herida clamando siempre en el sentimiento de la ausencia,
mayormente cuando habiendo ella gustado alguna dulce y sabrosa
comunicación del Esposo, ausentándose, se quedó sola y seca de
repente. Que por eso dice luego:
Como el ciervo huiste.
15. Donde es de notar que en los Cantares (2, 9) compara la Esposa
al Esposo al ciervo y a la cabra montesa, diciendo: Semejante es mi
Amado a la cabra y al hijo de los ciervos. Y esto no sólo por ser
extraño y solitario y huir de las compañas, como el ciervo, sino
también por la presteza del esconderse y mostrarse, cual suele hacer
en las visitas que hace a las devotas almas para regalarlas y
animarlas, y en los desvíos y ausencias que las hace sentir después
de las tales visitas, para probarlas y humillarlas y enseñarlas; por lo
cual las hace sentir con mayor dolor la ausencia, según ahora da aquí
a entender en lo que se sigue, diciendo:
Habiéndome herido.
16. Que es como si dijera: no sólo me bastaba la pena y el dolor que
ordinariamente padezco en tu ausencia, sino que, hiriéndome más de
amor con tu flecha y aumentando la pasión y apetito de tu vista,
huyes con ligereza de ciervo y no te dejas comprehender algún tanto.
17. Para más declaración de este verso es de saber que, allende de
otras muchas diferencias de visitas que Dios hace al alma, con que la
llaga y levanta en amor, suele hacer unos encendidos toques de
amor, que a manera de saeta de fuego hieren y traspasan el alma y
la dejan toda cauterizada con fuego de amor. Y éstas propiamente se
llaman heridas de amor, de las cuales habla aquí el alma. Inflaman
éstas tanto la voluntad en afición, que se está el alma abrasando en
fuego y llama de amor; tanto, que parece consumirse en aquella
llama, y la hace salir fuera de sí y renovar toda y pasar a nueva
manera de ser, así como el ave fénix que se quema y renace de
nuevo. De lo cual hablando David (Sal. 72, 21-22), dice: Fue
inflamado mi corazón, y las renes se mudaron, y yo me resolví en
nada, y no supe.
433
18. Los apetitos y afectos que aquí entiende el profeta por renes,
todos se conmueven y mudan en divinos en aquella inflamación del
corazón; y el alma por amor se resuelve en nada, nada sabiendo sino
amor. Y a este tiempo es la conmutación de estas renes en grande
manera de tormento y ansia por ver a Dios; tanto, que le parece al
alma intolerable rigor de que con ella usa el amor; no porque la hubo
herido (porque antes tiene ella las tales heridas por salud), sino
porque la dejó así penando en amor y no la hirió más valerosamente,
acabándola de matar para verse y juntarse con él en vida de amor
perfecto. Por tanto, encareciendo o declarando ella su dolor, dice:
Habiéndome herido, es a saber, dejándome así herida, muriendo con
heridas de amor de ti, te escondiste con tanta ligereza como ciervo.
19. Este sentimiento acaece así tan grande porque en aquella herida
de amor que hace Dios al alma levántase el afecto de la voluntad con
súbita presteza a la posesión del Amado, cuyo toque sintió. Y con esa
misma presteza siente la ausencia y el no poderle poseer aquí como
desea; y así, luego allí juntamente siente el gemido de la tal
ausencia, porque estas visitas tales no son como otras en que Dios
recrea y satisface al alma, porque éstas solo las hace más para herir
que para sanar, y más para lastimar que para satisfacer, pues sirven
para avivar la noticia y aumentar el apetito y, por consiguiente, el
dolor y ansia de ver a Dios.
Estas se llaman heridas espirituales de amor, las cuales son al alma
sabrosísimas y deseables; por lo cual querría ella estar siempre
muriendo mil muertes a estas lanzadas, porque la hacen salir de sí y
entrar en Dios. Lo cual da ella a entender en el verso siguiente,
diciendo:
Salí tras ti clamando, y eras ido.
20. En las heridas de amor no puede haber medicina sino de parte del
que hirió, y por eso esta herida alma salió en la fuerza del fuego que
causó la herida tras de su Amado que la había herido, clamando a él
para que la sanase.
Es de saber que este salir espiritualmente se entiende aquí de dos
maneras, para ir tras Dios: la una, saliendo de todas las cosas, lo
cual se hace por aborrecimiento y desprecio de ellas; la otra, saliendo
de sí misma por olvido de sí, lo cual se hace por el amor de Dios.
Porque, cuando éste toca al alma con las veras que se va diciendo
aquí, de tal manera la levanta, que no sólo la hace salir de sí misma
por olvido de sí, pero aun de sus quicios y modos e inclinaciones
naturales la saca, clamando por Dios. Y así, es como si dijera: Esposo
mío, en aquel toque tuyo y herida de amor sacaste mi alma, no sólo
de todas las cosas, mas también la sacaste e hiciste salir de sí
(porque, a la verdad, y aun de la carnes parece la saca), y
levantástela a ti clamando por ti, ya desasida de todo para asirse a ti.
21. Y eras ido, como si dijera: al tiempo que quise comprehender tu
presencia, no te hallé. y quedéme desasida de lo uno y sin asir lo
otro, penando en los aires de amor sin arrimo de ti y de mí. Esto que
aquí llama el alma salir para ir a buscar el Amado, llama la Esposa en
434
los Cantares (3, 2; 5, 7) levantar, diciendo: Levantarme he y buscaré
al que ama mi alma, rodeando la ciudad, por los arrabales y las
plazas. Busquéle, dice, y no le hallé, llagáronme. Levantarse el alma
Esposa, se entiende allí, hablando espiritualmente, de lo bajo a lo
alto, que es lo mismo que aquí dice el alma salir, esto es: de su modo
y amor bajo al alto amor de Dios.
Pero dice allí la Esposa que quedó llagada, porque no le halló; y aquí
el alma también dice que está herida de amor, y la dejó así. Por eso,
el enamorado vive siempre penado en la ausencia, porque él está ya
entregado al que ama, esperando la paga de la entrega que ha
hecho, y es la entrega del Amado a él, y todavía no se le da; y
estando ya perdido a todas las cosas y a sí mismo por el Amado, no
ha hallado la ganancia de su pérdida, pues carece de la posesión del
que ama su alma.
22. Esta pena y sentimiento de la ausencia de Dios suele ser tan
grande a los que van llegando al estado de perfección, al tiempo de
estas divinas heridas, que, si no proveyese el Señor, morirían;
porque, como tienen el paladar de la voluntad sano y el espíritu
limpio y bien dispuesto para Dios, y en lo que está dicho se les da a
gustar algo de la dulzura del amor divino, que ellos sobre todo modo
apetecen, padecen sobre todo modo; porque, como por resquicios se
les muestra un inmenso bien y no se les concede, así es inefable la
pena y el tormento.
Inicio --------------------------------------------
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CANCIÓN 2
Pastores, los que fuerdes allá por las majadas al otero, si por ventura
vierdes aquel que yo más quiero, decilde que adolezco, peno y
muero.
DECLARACIÓN
1. En esta canción el alma se quiere aprovechar de terceros y
medianeros para con su Amado, pidiéndoles le den parte de su dolor
y pena; porque propiedad es del amante, ya que por la presencia no
pueda comunicarse con el amado, de hacerlo con los mejores medios
que puede; y así, el alma, de sus deseos, afectos y gemidos se quiere
aquí aprovechar como de mensajeros que tan bien saben manifestar
lo secreto del corazón a su Amado, y así, los requiere que vayan,
diciendo:
Pastores, los que fuerdes;
2. llamando pastores a sus deseos, afectos y gemidos, por cuanto
ellos apacientan el alma de bienes espirituales (porque pastor quiere
decir apacentador), y mediante ellos se comunica Dios a ella y le da
divino pasto; porque sin ellos poco se le comunica. Y dice: Los que
fuéredes, que es como decir, los que de puro amor saliéredes; porque
no todos los afectos y deseos van hasta él, sino los que salen de
verdadero amor.
Allá por las majadas al otero.
435
3. Llama majadas a las jerarquías y coros de los ángeles, por los
cuales de coro en coro van nuestros gemidos y oraciones a Dios; al
cual aquí llama otero, por ser él la suma alteza, y porque en él, como
en el otero, se otean y ven todas las cosas y las majadas superiores e
inferiores, al cual van nuestras oraciones, ofreciéndolas los ángeles,
como habemos dicho, según lo dijo el ángel a Tobías (12, 12),
diciendo: Cuando orabas con lágrimas y enterrabas los muertos, yo
ofrecía tu oración a Dios.
También se pueden entender estos pastores del alma por los mismos
ángeles; porque no sólo llevan a Dios nuestros recaudos, sino
también traen los de Dios a nuestras almas, apacentándolas, como
buenos pastores, de dulces comunicaciones e inspiraciones de Dios,
por cuyo medio Dios también las hace, y ellos nos amparan y
defienden de los lobos, que son los demonios.
Ahora, pues, se entienda estos pastores por los afectos, ahora por los
ángeles, todos desea el alma que le sean parte y medio para con su
Amado. Y así, a todos les dice:
Si por ventura vierdes.
4. Y es tanto como decir: si por mi buena dicha y ventura llegáredes
a su presencia, de manera que él os vea y os oiga. Donde es de notar
que, aunque es verdad que Dios todo lo sabe y entiende, y hasta los
mismos pensamientos del alma ve y nota, como dice Moisés (Dt. 31,
21), entonces se dice ver nuestras necesidades y oraciones u oírlas,
cuando las remedia o las cumple. Porque no cualesquier necesidades
y peticiones llegan a colmo que las oiga Dios para cumplirlas, hasta
que en sus ojos lleguen a bastante sazón y tiempo y número: y
entonces se dice verlo y oírlo, según es de ver en el Exodo (3, 7-8),
que, después de cuatrocientos años que los hijos de Israel habían
estado afligidos en la servidumbre de Egipto, dijo Dios a Moisés: Vi la
aflicción de mi pueblo y he bajado para librarlos, como quiera que
siempre la hubiese visto. Y también dijo san Gabriel a Zacarías (Lc. 1,
13) que no temiese, porque ya Dios había oído su oración en darle el
hijo que muchos años le había andado pidiendo, como quiera que
siempre le hubiese oído. Y así ha de entender cualquiera alma que,
aunque Dios no acuda luego a su necesidad y ruego, que no por eso
dejará de acudir en el tiempo oportuno el que es ayudador, como dice
David (Sal. 9, 10), en las oportunidades y en la tribulación, si ella no
desmayare y cesare.
Esto, pues, quiere decir aquí el alma cuando dice: Si por ventura
viéredes, es a saber, si por ventura es llegado el tiempo en que tenga
por bien de otorgar mis peticiones
aquel que yo más quiero,
5. es a saber, más que a todas las cosas. Lo cual es verdad cuando al
alma no se le pone nada delante que la acobarde de hacer y padecer
por él cualquier cosa de su servicio. Y cuando el alma también puede
con verdad decir lo que en el verso siguiente aquí dice, es señal que
le ama sobre todas las cosas. Es, pues, el verso:
Decilde que adolezco, peno y muero.
436
6. En el cual representa el alma tres necesidades, conviene a saber:
dolencia, pena y muerte. Porque el alma que de veras ama a Dios con
amor de alguna perfección, en la ausencia padece ordinariamente de
tres maneras, según las tres potencias del alma, que son;
entendimiento, voluntad y memoria. Acerca del entendimiento dice
que adolece, porque no ve a Dios, que es la salud del entendimiento,
según lo dice Dios por David (Sal. 34, 3), diciendo: Yo soy tu salud.
Acerca de la voluntad dice que pena, porque no posee a Dios, que es
el refrigerio y deleite de la voluntad, según también lo dice David
(Sal. 35, 9), diciendo: Con el torrente de tu deleite nos hartarás.
Acerca de la memoria dice que muere, porque, acordándose que
carece de todos los bienes del entendimiento, que es ver a Dios, y de
los deleites de la voluntad, que es poseerle, y que también es muy
posible carecer de él para siempre entre los peligros y ocasiones de
esta vida, padece en esta memoria sentimiento a manera de muerte,
porque echa de ver que carece de la cierta y perfecta posesión de
Dios, el cual es vida del alma, según lo dice Moisés (Dt. 30, 20),
diciendo: El ciertamente es tu vida.
7. Estas tres maneras de necesidades representó también Jeremías a
Dios en los Trenos (3, 19), diciendo: Recuérdate de mi pobreza y del
ajenjo y de la hiel. La pobreza se refiere al entendimiento, porque a
él pertenecen las riquezas de la sabiduría del Hijo de Dios, en el cual,
como dice san Pablo (Col. 2, 3), están encerrados todos los tesoros
de Dios. El ajenjo, que es yerba amarguísima, se refiere a la
voluntad, porque a esta potencia pertenece la dulzura de la posesión
de Dios, de la cual careciendo se queda con amargura. Y que la
amargura pertenezca a la voluntad espiritualmente, se da a entender
en el Apocalipsis (10, 9) cuando el ángel dijo a san Juan que, en
comiendo aquel libro, le haría amargar el vientre, entendiendo allí por
vientre la voluntad. La hiel se refiere no sólo a la memoria, sino a
todas las potencias y fuerzas del alma, porque la hiel significa la
muerte del alma, según da a entender Moisés, hablando con los
condenados en el Deuteronomio (32, 33), diciendo: Hiel de dragones
será el vino de ellos y veneno de áspides insanable; lo cual significa
allí el carecer de Dios, que es muerte del alma. Estas tres
necesidades y penas están fundadas en las tres virtudes teologales,
que son: fe, caridad y esperanza, las cuáles se refieren a las tres
dichas potencias, por el orden que aquí se ponen: entendimiento,
voluntad, y memoria.
8. Y es de notar que el alma en el dicho verso no hace más que
representar su necesidad y pena al Amado; porque el que
discretamente ama no cura de pedir lo que le falta y desea, sino de
representar su necesidad para que el Amado haga lo que fuere
servido, como cuando la bendita Virgen dijo al amado Hijo en las
bodas de Caná de Galilea, no pidiéndole derechamente el vino sino
diciéndole: No tienen vino (Jn. 2, 3), y las hermanas de Lázaro (Jn.
11, 3) le enviaron no a decir que sanase a su hermano, sino a decir
que mirase que al que amaba estaba enfermo.
437
Y esto por tres cosas: la primera, porque mejor sabe el Señor lo que
nos conviene que nosotros; la segunda, porque más se compadece el
Amado viendo la necesidad del que le ama y su resignación; la
tercera, porque más seguridad lleva el alma acerca del amor propio y
propiedad en representar la falta, que en pedir a su parecer lo que le
falta. Ni más ni menos hace ahora el alma representando sus tres
necesidades, y es como si dijera: decid a mi Amado que, pues
adolezco, y él solo es mi salud, que me dé mi salud; y que, pues
peno, y él solo es mi gozo, que me dé mi gozo; y que, pues muero, y
él solo es mi vida, que me dé mi vida.
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CANCIÓN 3
Buscando mis amores, iré por esos montes y riberas; ni cogeré las
flores, ni temeré las fieras, y pasaré los fuertes y fronteras.
DECLARACIÓN
1. Viendo el alma que para hallar al Amado no le bastan gemidos y
oraciones, ni tampoco ayudarse de buenos terceros, como ha hecho
en la primera y segunda canción, por cuanto el deseo con que le
busca es verdadero y su amor grande, no quiere dejar de hacer
alguna diligencia de las que de su parte puede; porque el alma que
de veras a Dios ama, no empereza hacer cuanto puede por hallar al
Hijo de Dios, su Amado; y aun después que lo ha hecho todo, no se
satisface ni piensa que ha hecho nada.
Y así, en esta tercera canción dice que ella misma por la obra le
quiere buscar, y dice el modo que ha de tener en hallarlo, conviene a
saber: que ha de ir ejercitándose en las virtudes y ejercicios
espirituales de la vida activa y contemplativa; y que para esto no ha
de admitir deleites ni regalos algunos, ni bastarán a detenerla e
impedirla este camino todas las fuerzas y asechanzas de los tres
enemigos del alma, que son: mundo, demonio y carne, diciendo:
Buscando mis amores,
esto es, a mi Amado, etc.
2. Bien da a entender aquí el alma que para hallar a Dios de veras no
basta sólo orar con el corazón y la lengua, ni tampoco ayudarse de
beneficios ajenos, sino que también, junto con eso, es menester
obrar de su parte lo que en sí es. Porque más suele estimar Dios una
obra de la propia persona, que muchas que otras hacen por ella. Y,
por eso, acordándose aquí el alma del dicho del Amado, que dice:
Buscad y hallaréis (Lc. 11, 9), ella misma se determina a salir, de la
manera que arriba habemos dicho, a buscarle por la obra, por no se
quedar sin hallarle, como muchos que no querrían que les costase
Dios más que hablar, y aun eso mal; y por él no quieren hacer casi
cosa que les cueste algo, y algunos aun no levantarse de un lugar de
su gusto y contento por él, sino que así se les viniese el sabor de Dios
a la boca y al corazón, sin dar paso y mortificarse en perder alguno
de sus gustos, consuelos y quereres inútiles.
438
Pero hasta que de ellos salgan a buscarle, aunque más voces den a
Dios, no le hallarán; porque así le buscaba la Esposa en los Cantares,
y no le halló hasta que salió a buscarle; y dícelo por estas palabras
(3, 1): En mi lecho, de noche busqué al que ama mi alma; busquéle y
no le hallé; levantarme he y rodearé la ciudad: por los arrabales y las
plazas buscaré al que ama mi alma. Y, después de haber pasado
algunos trabajos, dice (3, 4) que le halló.
3. De donde, el que busca a Dios queriéndose estar en su gusto y
descanso, de noche le busca y así no le hallará. Pero el que le busca
por el ejercicio y obras de las virtudes, dejado aparte el lecho de sus
gustos y deleites, éste le busca de día, y así le hallará; porque lo que
de noche no se halla, de día parece. Esto da a entender bien el
mismo Esposo en el libro de la Sabiduría (6, 13), diciendo: Clara es la
Sabiduría, y nunca se marchita, y fácilmente es vista de los que la
aman y es hallada de los que la buscan. Previene a los que la
codician, para mostrarse primero a ellos. El que por la mañanica
madrugare a ella, no trabajará, porque la hallará sentada a la puerta
de su casa. En lo cual da a entender que en saliendo el alma de la
casa de su propia voluntad y del lecho de su propio gusto, acabado
de salir, luego allí afuera hallará a la dicha Sabiduría divina, que es el
Hijo de Dios, su Esposo. Que, por eso, dice el alma aquí:
Buscando a mis amores,
iré por esos montes y riberas.
4. Por los montes, que son altos, entiende aquí las virtudes: lo uno,
por la alteza de ellas; lo otro, por la dificultad y trabajo que se pasa
en subir a ellas, por las cuales dice que irá ejercitando la vida
contemplativa. Por las riberas, que son bajas, entiende las
mortificaciones, penitencias y ejercicios espirituales, por las cuales
también dice que irá ejercitando en ellas la vida activa, junto con la
contemplativa que ha dicho; porque, para buscar a lo cierto a Dios y
adquirir las virtudes, la una y la otra son menester. Es, pues tanto
como decir: buscando a mi Amado, iré poniendo por obra las altas
virtudes y humillándome en las bajas mortificaciones y ejercicios
humildes. Esto dice porque el camino de buscar a Dios es ir obrando
en Dios el bien y mortificando en sí el mal, de la manera que va
diciendo en los versos siguientes, es a saber:
Ni cogeré las flores.
5. Por cuanto, para buscar a Dios se requiere un corazón desnudo y
fuerte, libre de todos los males y bienes que puramente no son Dios,
dice en el presente verso y los siguientes el alma, la libertad y
fortaleza que ha de tener para buscarle. Y en éste dice que no cogerá
las flores que encontrare en este camino, por las cuales entiende
todos los gustos y contentamientos y deleites que se le pueden
ofrecer en esta vida, que le podrían impedir el camino si cogerlos y
admitirlos quisiese, los cuales son en tres maneras: temporales,
sensuales, espirituales.
Y porque los unos y los otros ocupan el corazón y le son impedimento
para la desnudez espiritual (cual se requiere para el derecho camino
439
de Cristo), si reparase o hiciese asiento en ellos, dice que, para
buscarle no cogerá todas estas dichas cosas. Y así, es como si dijera:
ni pondré mi corazón en las riquezas y bienes que ofrece el mundo, ni
admitiré los contentamientos y deleites de mi carne, ni repararé en
los gustos y consuelos de mi espíritu, de suerte que me detenga en
buscar a mis amores por los montes y riberas de las virtudes y
trabajos. Esto dice por tomar el consejo que da el profeta David (Sal.
61, 11) a los que van por este camino, diciendo: Divitiae si affluant,
nolite cor apponere, esto es: Si se ofrecieren abundantes riquezas, no
queráis aplicar a ellas el corazón. Lo cual entiende así de los gustos
sensuales como de los más bienes temporales y consuelos
espirituales.
Donde es de notar que no sólo los bienes temporales y deleites
corporales impiden y contradicen el camino de Dios, mas también los
consuelos y deleites espirituales, si se tienen con propiedad o se
buscan, impiden el camino de la cruz del Esposo Cristo. Por tanto, el
que ha de ir adelante conviene que no se ande a coger esas flores; y
no sólo eso, sino que también tenga ánimo y fortaleza para decir:
Ni temeré las fieras, y pasaré los fuertes y fronteras.
6. En los cuales versos pone los tres enemigos del alma, que son:
mundo, demonio y carne, que son los que hacen guerra y dificultan el
camino. Por las fieras entiende el mundo; por los fuertes el demonio,
y por las fronteras la carne.
7. Llama fieras al mundo, porque el alma que comienza el camino de
Dios parece que se le representa en la imaginación el mundo como a
manera de fieras, haciéndole amenazas y fieros. Y es principalmente
en tres maneras: la primera, que le ha de faltar el favor del mundo,
perder los amigos, el crédito, valor y aun la hacienda; la segunda,
que es otra fiera no menor, que cómo ha de poder sufrir no haber ya
jamás de tener contentos ni deleites del mundo y carecer de todos los
regalos de él; y la tercera es aún mayor, conviene a saber, que se
han de levantar contra ella las lenguas, y han de hacer burla y ha de
haber muchos dichos y mofas, y la han de tener en poco. Las cuales
cosas de tal manera se les suelen anteponer a algunas almas, que se
les hace dificultosísimo no sólo el perseverar contra estas fieras, mas
aun el poder comenzar el camino.
8. Pero a algunas almas generosas se les suelen poner otras fieras
más interiores y espirituales de dificultades y tentaciones,
tribulaciones y trabajos de muchas maneras, por que les conviene
pasar, cuales los envía Dios a los que quiere levantar a alta
perfección, probándolos y examinándolos como al oro en el fuego
(Sab. 3, 5, 6), según aquello de David (Sal. 33, 20), en que dice:
Multae tribulationes iustorum, esto es: Las tribulaciones de los justos
son muchas, mas de todas los librará el Señor. Pero el alma bien
enamorada, que estima a su Amado más que a todas las cosas,
confiada del amor y favor de él, no tiene en mucho decir: Ni temeré
las fieras,
y pasaré los fuertes y fronteras.
440
9. A los demonios, que es el segundo enemigo, llama fuertes, porque
ellos con grande fuerza procuran tomar el paso de este camino, y
porque también sus tentaciones y astucias son más fuertes y duras
de vencer y más dificultosas de entender que las del mundo y carne,
y porque también se fortalecen de estos otros dos enemigos, mundo
y carne, para hacer al alma fuerte guerra. Y por tanto, hablando
David de ellos (Sal. 53, 5) los llama fuertes, diciendo: Fortes
quaesierunt animam meam, es a saber: Los fuertes pretendieron mi
alma. De cuya fortaleza también dice el profeta Job (41, 24) que no
hay poder sobre la tierra que se compare a éste del demonio, que fue
hecho de suerte que a ninguno temiese, esto es, ningún poder
humano se podrá comparar con el suyo, y así sólo el poder divino
basta para poderle vencer y sola la luz divina para poder entender
sus ardides. Por lo cual el alma que hubiere de vencer su fortaleza no
podrá sin oración, ni sus engaños podrá entender sin mortificación y
sin humildad. Que por eso dice san Pablo (Ef. 6, 11-12), avisando a
los fieles, estas palabras, diciendo: Induite vos armaturam Dei, ut
possitis stare adversus insidias diaboli, quoniam non est nobis
colluctatio adversus carnem et sanguinem, es a saber: Vestíos de las
armas de Dios para que podáis resistir contra las astucias del
enemigo; porque esta lucha no es como contra la carne y sangre,
entendiendo por la sangre el mundo, y por las armas de Dios la
oración y cruz de Cristo, en que está la humildad y mortificación que
habemos dicho.
10. Dice también el alma que pasará las fronteras, por las cuales
entiende, como habemos dicho, las repugnancias y rebeliones que
naturalmente la carne tiene contra el espíritu; la cual, como dice san
Pablo (Gl. 5, 17): Caro enim concupiscit adversus spiritum, esto es:
La carne codicia contra el espíritu, y se pone como en frontera
resistiendo al camino espiritual. Y estas fronteras ha de pasar el
alma, rompiendo las dificultades y echando por tierra con la fuerza y
determinación del espíritu todos los apetitos sensuales y afecciones
naturales; porque, en tanto que los hubiere en el alma, de tal manera
está el espíritu impedido debajo de ellas, que no puede pasar a
verdadera vida y deleite espiritual. Lo cual nos dio bien a entender
san Pablo (Rm. 8, 13), diciendo: Si spiritu facta carnis
mortificaveritis, vivetis, esto es: Si mortificáredes las inclinaciones de
la carne y apetitos con el espíritu, viviréis.
Este, pues, es el estilo que dice el alma en la dicha canción que le
conviene tener para en este camino buscar a su Amado; el cual, en
suma, es tal: constancia y valor para no bajarse a coger las flores, y
ánimo para no temer las fieras, y fortaleza para pasar los fuertes y
fronteras, sólo entendiendo en ir por los montes y riberas de virtudes,
de la manera que está ya declarado.
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CANCIÓN 4
441
¡Oh bosques y espesuras, plantadas por la mano del Amado! ¡Oh
prado de verduras, de flores esmaltado! Decid si por vosotros ha
pasado.
DECLARACIÓN
1. Después que el alma ha dado a entender la manera de disponerse
para comenzar este camino, para no se andar ya a deleites y gustos,
y fortaleza para vencer las tentaciones y dificultades, en lo cual
consiste el ejercicio del conocimiento de sí, que es lo primero que
tiene de hacer el alma para ir al conocimiento de Dios, ahora en esta
canción comienza a caminar por la consideración y conocimiento de
las criaturas al conocimiento de su Amado, Criador de ellas. Porque,
después del ejercicio del conocimiento propio, esta consideración de
las criaturas es la primera por orden en este camino espiritual para ir
conociendo a Dios, considerando su grandeza y excelencia por ellas,
según aquello del Apóstol (Rm. 1, 20), que dice: Invisibilia enim
ipsius a creatura mundi, per ea quae facta sunt, intellecta,
conspiciuntur, que es como si dijera: Las cosas invisibles de Dios, del
alma son conocidas por las cosas visibles criadas e invisibles.
Habla, pues, el alma en esta canción con las criaturas,
preguntándoles por su Amado. Y es de notar que, como dice san
Agustín, la pregunta que el alma hace a las criaturas es la
consideración que en ellas hace del Criador de ellas. Y así, en esta
canción se contiene la consideración de los elementos y de las demás
criaturas inferiores, y la consideración de los cielos y de las demás
criaturas y cosas materiales que Dios crió en ellos, y también la
consideración de los espíritus celestiales, diciendo:
¡Oh bosques y espesuras!
2. Llama bosques a los elementos, que son: tierra, agua, aire y
fuego; porque así como amenísimos bosques están poblados de
espesas criaturas, a las cuales aquí llama espesuras por el grande
número y mucha diferencia que hay de ellas en cada elemento: en la
tierra, innumerables variedades de animales y plantas; en el agua,
innumerables diferencias de peces, y en el aire, mucha diversidad de
aves; y el elemento del fuego, que concurre con todos para la
animación y conservación de ellos; y así, cada suerte de animales
vive en su elemento y está colocada y plantada en él como en su
bosque y región donde nace y se cría. Y, a la verdad, así lo mandó
Dios en la creación de ellos, mandando a la tierra que produjese las
plantas y los animales, y a la mar y agua los peces, y al aire hizo
morada de las aves (Gn. 1). Y por eso, viendo el alma que él así lo
mandó y que así se hizo, dice el siguiente verso:
Plantadas por la mano del Amado.
3. En el cual está la consideración, es a saber, que estas diferencias y
grandezas sola la mano del Amado Dios pudo hacerlas y criarlas.
Donde es de notar que advertidamente dice: por la mano del Amado,
porque, aunque otras muchas cosas hace Dios por mano ajena, como
de los ángeles o de los hombres, ésta, que es criar, nunca la hizo ni
hace por otra que por la suya propia. Y así, el alma mucho se mueve
442
al amor de su Amado Dios por la consideración de las criaturas,
viendo que son cosas que por su propia mano fueron hechas. Y dice
adelante:
¡Oh prado de verduras!
4. Esta es la consideración del cielo, al cual llama prado de verduras,
porque las cosas que hay en él criadas siempre están con verdura
inmarcesible, que ni fenecen ni se marchitan con el tiempo; y en
ellas, como en frescas verduras, se recrean y deleitan los justos. En
la cual consideración también se comprehende toda la diferencia de
las hermosas estrellas y otros planetas celestiales.
5. Este nombre de verduras pone también la Iglesia a las cosas
celestiales, cuando, rogando a Dios por las ánimas de los fieles
difuntos, hablando con ellas, dice: Constituat vos Dominus inter
amoena virentia; quiere decir: Constitúyaos Dios entre las verduras
deleitables. Y dice también que este prado de verduras también está
de flores esmaltado.
6. Por las cuales flores entiende los ángeles y almas santas, con las
cuales está ordenado aquel lugar y hermoseado como un gracioso y
subido esmalte en vaso de oro excelente.
Decid si por vosotros ha pasado.
7. Esta pregunta es la consideración que arriba queda dicha, y es
como si dijera: decid qué excelencias en vosotros ha criado.
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CANCIÓN 5
Mil gracias derramando pasó por estos sotos con presura, y, yéndolos
mirando, con sola su figura, vestidos los dejó de hermosura.
DECLARACIÓN
1. En esta canción responden las criaturas al alma, la cual respuesta,
como también dice san Agustín en aquel mismo lugar, es el
testimonio que dan en sí de la grandeza y excelencia de Dios al alma
que por la consideración se lo pregunta. Y así, en esta canción lo que
se contiene en sustancia es: que Dios crió todas las cosas con gran
facilidad y brevedad y en ellas dejó algún rastro de quien él era, no
sólo dándoles el ser de nada, mas aun dotándolas de innumerables
gracias y virtudes, hermoseándolas con admirable orden y
dependencia indeficiente que tienen unas de otras, y esto todo
haciéndolo por la Sabiduría suya por quien las crió, que es el Verbo,
su Unigénito Hijo. Dice, pues, así:
Mil gracias derramando.
2. Por estas mil gracias que dice iba derramando, se entiende la
multitud de las criaturas innumerables; que por eso pone aquí el
número mayor, que es mil, para dar a entender la multitud de ellas;
a las cuales llama gracias por las muchas gracias de que dotó a las
criaturas; las cuales derramando, es a saber, todo el mundo
poblando,
pasó por estos sotos con presura.
443
3. Pasar por los sotos es criar los elementos, que aquí llama sotos;
por los cuales dice que derramando mil gracias pasaba, porque de
todas las criaturas los adornaba, que son graciosas; y allende de eso,
en ellas derramaba las mil gracias, dándoles virtud para poder
concurrir con la generación y conservación de todas ellas. Y dice que
pasó, porque las criaturas son como un rastro del paso de Dios, por el
cual se rastrea su grandeza, potencia y sabiduría y otras virtudes
divinas. Y dice que este paso fue con presura, porque las criaturas
son las obras menores de Dios, que las hizo como de paso; porque
las mayores, en que más se mostró y en que más él reparaba, eran
las de la Encarnación del Verbo y misterios de la fe cristiana, en cuya
comparación todas las demás eran hechas como de paso, con
apresuramiento.
Y, yéndolos mirando, con sola su figura, vestidos los dejó de
hermosura.
4. Según dice san Pablo (Heb. 1, 3), el Hijo de Dios es resplandor de
su gloria y figura de su sustancia. Es, pues, de saber que con sola
esta figura de su Hijo miró Dios todas las cosas, que fue darles el ser
natural, comunicándoles muchas gracias y dones naturales,
haciéndolas acabadas y perfectas, según dice en el Génesis (Gn. 1,
31) por estas palabras: Miró Dios todas las cosas que había hecho, y
eran mucho buenas. El mirarlas mucho buenas era hacerlas mucho
buenas en el Verbo, su Hijo. Y no solamente les comunicó el ser y
gracias naturales mirándolas, como habemos dicho, mas también con
sola esta figura de su Hijo las dejó vestidas de hermosura,
comunicándoles el ser sobrenatural; lo cual fue cuando se hizo
hombre, ensalzándole en hermosura de Dios, y, por consiguiente, a
todas las criaturas en él, por haberse unido con la naturaleza de
todas ellas en el hombre. Por lo cual dijo el mismo Hijo de Dios (Jn.
12, 32): Si ego exaltatus a terra fuero, omnia traham ad me ipsum,
esto es: Si yo fuere ensalzado de la tierra, levantaré a mí todas las
cosas. Y así, en este levantamiento de la Encarnación de su Hijo y de
la gloria de su resurrección según la carne, no solamente hermoseó el
Padre las criaturas en parte, mas podremos decir que del todo las
dejó vestidas de hermosura y dignidad.
ANOTACIÓN PARA LA CANCIÓN SIGUIENTE
1. Pero, demás de esto todo, hablando ahora según el sentido y
afecto de la contemplación, es de saber que en la viva contemplación
y conocimiento de las criaturas echa de ver el alma haber en ellas
tanta abundancia de gracias y virtudes y hermosura de que Dios las
dotó, que le parece estar todas vestidas de admirable hermosura y
virtud natural, sobrederivada y comunicada de aquella infinita
hermosura sobrenatural de la figura de Dios, cuyo mirar viste de
hermosura y alegría el mundo y a todos los cielos; así como también
con abrir su mano, como dice David (Sal. 144, 16), llena todo animal
de bendición. Y, por tanto, llagada el alma en amor por este rastro
que ha conocido de las criaturas de la hermosura de su Amado, con
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ansias de ser aquella invisible hermosura que esta visible hermosura
causó, dice la siguiente canción:
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CANCIÓN 6
¡Ay, quién podrá sanarme! Acaba de entregarte ya de vero; no
quieras enviarme de hoy más ya mensajero, que no saben decirme lo
que quiero.
DECLARACIÓN
2. Como las criaturas dieron al alma señas de su Amado, mostrándole
en sí rastro de su hermosura y excelencia, aumentósele el amor y,
por consiguiente, le creció el dolor de la ausencia, porque cuanto más
el alma conoce a Dios, tanto más le crece el apetito y pena por verle.
Y, como ve que no hay cosa que pueda curar su dolencia sino la
presencia y vista de su Amado, desconfiada de cualquier otro
remedio, pídele en esta canción la entrega y posesión de su
presencia, diciendo que no quiera de hoy más entretenerla con otras
cualesquier noticias y comunicaciones suyas y rastros de su
excelencia, porque éstas (más) le aumentan las ansias y el dolor que
satisfacen a su voluntad y deseo; la cual voluntad no se contenta y
satisface con menos que su vista y presencia; por tanto, que sea él
servido de entregarse a ella ya de veras en acabado y perfecto amor.
Y así, dice:
¡Ay, quién podrá sanarme!
3. Como si dijera: entre todos los deleites del mundo y
contentamientos de los sentidos y gustos y suavidad del espíritu,
cierto, nada podrá sanarme, nada podrá satisfacerme. Y pues así es,
acaba de entregarte ya de vero.
4. Donde es de notar que cualquier alma que ama de veras no puede
querer satisfacerse ni contentarse hasta poseer de veras a Dios;
porque todas las demás cosas no solamente no la satisfacen, mas
antes, como habemos dicho, le hacen crecer el hambre y apetito de
verle a él como es. Y así, cada vista que del Amado recibe de
conocimiento o sentimiento, u otra cualquier comunicación (los cuales
son como mensajeros que dan al alma recaudos de noticias de quién
él es aumentándole y despertándole más el apetito, así como hacen
las meajas en grande hambre), haciéndosele pesado entretenerse
con tan poco, dice: Acaba de entregarte ya de vero.
5. Porque todo lo que de Dios en esta vida se puede conocer, por
mucho que sea, no es conocimiento de vero, porque es conocimiento
en parte y muy remoto; mas conociéndole esencialmente es
conocimiento de veras, el cual aquí pide el alma, no se contentando
con esas otras comunicaciones. Y, por tanto, dice luego:
No quieras enviarme de hoy más ya mensajero.
6. Como si dijera: no quieras que de aquí adelante te conozca tan a
la tasa por estos mensajeros de las noticias y sentimientos que se me
dan de ti, tan remotos y ajenos de lo que de ti desea mi alma;
porque los mensajeros, a quien pena por la presencia, bien sabes tú,
445
Esposo mío, que aumentan el dolor: lo uno, porque renuevan la llaga
con la noticia que dan, lo otro, porque parecen dilaciones de la
venida. Pues, luego de hoy más no quieras enviarme estas noticias
remotas, porque si hasta aquí podía pasar con ellas, porque no te
conocía ni amaba mucho, ya la grandeza del amor que tengo no
puede contentarse con estos recaudos; por tanto, acaba de
entregarte.
Como si más claro dijera: esto, Señor mío Esposo, que andas dando
de ti a mi alma por partes, acaba de darlo del todo; y esto que andas
mostrando como por resquicios, acaba de mostrarlo a las claras; y
esto que andas comunicando por medios, que es como comunicarte
de burlas, acaba de hacerlo de veras, comunicándote por ti mismo:
que parece a veces en tus visitas que vas a dar la joya de tu posesión
y, cuando mi alma bien se cata, se halla sin ella, porque se la
escondes, lo cual es como dar de burla. Entrégate, pues, ya de vero,
dándote todo al todo de mi alma, porque toda ella tenga a ti todo, y
no quieras enviarme ya más mensajero,
que no saben decirme lo que quiero.
7. Como si dijera: yo a ti todo quiero, y ellos no me saben ni pueden
decir a ti todo; porque ninguna cosa de la tierra ni del cielo pueden
dar al alma la noticia que ella desea tener de ti, y así no saben
decirme lo que quiero. En lugar, pues, de estos mensajeros, tú seas
el mensajero y los mensajes.
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CANCIÓN 7
Y todos cuantos vagan de ti me van mil gracias refiriendo, y todos
más me llagan, y déjame muriendo un no sé qué que quedan
balbuciendo.
DECLARACIÓN
1. En la canción pasada ha mostrado el alma estar enferma o herida
de amor de su Esposo a causa de la noticia que de él le dieron las
criaturas irracionales; y en esta presente da a entender estar llagada
de amor a causa de otra noticia más alta que del Amado recibe por
medio de las criaturas racionales, que son más nobles que las otras,
las cuales son ángeles y hombres. Y también dice que no sólo eso,
sino que también está muriendo de amor a causa de una inmensidad
admirable que por medio de estas criaturas se le descubre, sin
acabársele de descubrir, que aquí llama no sé qué, porque no se sabe
decir, pero ello es tal, que hace estar muriendo al alma de amor.
2. De donde podemos inferir, que en este negocio de amor hay tres
maneras de penar por el Amado acerca de tres maneras de noticias
que de él se pueden tener.
La primera se llama herida, la cual es más remisa y más brevemente
pasa, bien así como herida, porque de la noticia que el alma recibe de
las criaturas le nace, que son las más bajas obras de Dios. Y de esta
herida, que aquí llamamos también enfermedad, habla la Esposa en
los Cantares (5, 8), diciendo: Adiuro vos, filiae Ierusalem, si
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inveneritis dilectum meum ut nuntietis ei quia amore langueo, que
quiere decir: Conjúroos, hijas de Jerusalén, que si halláredes a mi
Amado, le digáis que estoy enferma de amor, entendiendo por las
hijas de Jerusalén las criaturas.
3. La segunda se llama llaga, la cual hace más asiento en el alma que
la herida, y por eso dura más, porque es como herida ya vuelta en
llaga, con la cual se siente el alma verdaderamente andar llagada de
amor. Y esta llaga se hace en el alma mediante la noticia de las obras
de la Encarnación del Verbo y misterios de la fe; las cuales, por ser
mayores obras de Dios y que mayor amor en sí encierran que las de
las criaturas, hacen en el alma mayor efecto de amor; de manera
que, si el primero es como herida, este segundo es ya como llaga
hecha, que dura. De la cual hablando el Esposo en los Cantares (4, 9)
con el alma dice: Llagaste mi corazón, hermana mía, llagaste mi
corazón en el uno de tus ojos y en un cabello de tu cuello. Porque el
ojo significa aquí la fe de la Encarnación del Esposo, y el cabello
significa el amor de la misma Encarnación.
4. La tercera manera de penar en el amor es como morir, lo cual es
ya como tener la llaga afistolada, hecha el alma ya toda afistolada, la
cual vive muriendo, hasta que, matándola el amor, la haga vivir vida
de amor, transformándola en amor. Y este morir de amor se causa en
el alma mediante un toque de noticia suma de la divinidad, que es el
no sé qué que dice en esta canción, que quedan balbuciendo. El cual
toque no es continuo, ni mucho, porque se desataría el alma del
cuerpo, mas pasa en breve; y así queda muriendo de amor, y más
muere viendo que no se acaba de morir de amor.
Este se llama amor impaciente, del cual se trata en el Génesis (30,
1), donde dice la Escritura que era tanto el amor que tenía Raquel de
concebir, que dijo a su esposo Jacob: Da mihi liberos, alioquin moriar,
esto es: Dame hijos, si no yo moriré. Y el profeta Job (5, 9) decía:
Quis mihi det ut qui coepit ipse me conterat?, que es decir: ¿Quién
me dará a mí que el que me comenzó, ése me acabe?
5. Estas dos maneras de penas de amor, es a saber, la llaga y el
morir, dice en esta canción que la causan estas criaturas racionales:
la llaga, en lo que dice que le van refiriendo mil gracias del Amado en
los misterios y sabiduría de Dios que la enseñan de la fe; el morir, en
aquello que dice que quedan balbuciendo, que es el sentimiento y
noticia de la Divinidad, que algunas veces en lo que el alma oye decir
de Dios se le descubre. Dice, pues:
Y todos cuantos vagan.
6. A las criaturas racionales, como habemos dicho, entiende aquí por
los que vagan, que son los ángeles y los hombres, porque solos éstos
de todas las criaturas vagan a Dios entendiendo en él; porque eso
quiere decir ese vocablo "vagan", el cual en latín se dice "vacant", y
así, es tanto como decir: todos cuantos vacan a Dios; lo cual hacen
los unos contemplándole en el cielo y gozándole, como son los
ángeles; los otros, amándole y deseándole en la tierra, como son los
hombres. Y porque por estas criaturas racionales más al vivo conoce
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a Dios el alma, ahora por la consideración de la excelencia que tienen
sobre todas las cosas criadas, ahora por lo que ellas nos enseñan de
Dios; las unas interiormente por secretas inspiraciones, como lo
hacen los ángeles; las otras exteriormente por las verdades de las
Escrituras, dice:
De ti me van mil gracias refiriendo,
7. esto es: danme a entender admirables cosas de gracia y
misericordia tuya en las obras de tu Encarnación y verdades de fe
que de ti me declaran; y siempre me van más refiriendo, porque
cuanto más quisieren decir, más gracias podrán descubrir de ti.
Y todos más me llagan.
8. Porque en cuanto los ángeles me inspiran y los hombres de ti me
enseñan, de ti más me enamoran, y así todos de amor más me
llagan.
Y déjame muriendo un no sé qué que quedan balbuciendo.
9. Como si dijera: pero, allende de lo que me llagan estas criaturas
en las mil gracias que me dan a entender de ti, es tal un no sé qué
que se siente quedar por decir, y una cosa que se conoce quedar por
descubrir, y un subido rastro que se descubre al alma de Dios
quedándose por rastrear, y un altísimo entender de Dios que no se
sabe decir, que por eso lo llama no sé qué, que si lo otro que
entiendo me llaga y hiere de amor, esto que no acabo de entender,
de que altamente siento, me mata.
Esto acaece a veces a las almas que están ya aprovechadas, a las
cuales hace Dios merced de dar en lo que oyen o ven o entienden, y
a veces sin eso y sin esotro, una subida noticia en que se les da a
entender o sentir alteza de Dios y grandeza. Y en aquel sentir siente
tan alto de Dios, que entiende claro se queda todo por entender; y
aquel entender y sentir ser tan inmensa la Divinidad, que no se
puede entender acabadamente; es muy subido entender. Y así, una
de las grandes mercedes que en esta vida hace Dios a un alma por
vía de paso, es darle claramente a entender y sentir tan altamente a
Dios, que entienda claro que no se puede entender ni sentir del todo.
Porque es, en alguna manera, al modo de los que le ven en el cielo,
donde los que más le conocen entienden más distintamente lo infinito
que les queda por entender; porque aquellos que menos le ven son a
los cuales no les parece tan distintamente lo que les queda por ver
como a los que más ven.
10. Esto creo no lo acabará bien de entender el que no lo hubiere
experimentado; pero el alma que lo experimenta, como ve que se le
queda por entender aquello de que altamente siente, llámalo un no
sé qué; porque así como no se entiende, así tampoco se sabe decir,
aunque, como he dicho, se sabe sentir. Por eso dice que le quedan
las criaturas balbuciendo, porque no lo acaban de dar a entender;
que eso quiere decir balbucir, que es el hablar de los niños, que es no
acertar a decir y dar a entender qué hay que decir.
ANOTACIÓN PARA LA CANCIÓN SIGUIENTE
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1. También acerca de las demás criaturas acaecen al alma algunas
ilustraciones al modo que habemos dicho, aunque no siempre tan
subidas, cuando Dios hace merced al alma de abrirle la noticia y el
sentido del espíritu en ellas; las cuales parece están dando a
entender grandezas de Dios que no acaban de dar a entender, y es
como que van a dar a entender y se quedan por entender, y así es un
no sé qué que quedan balbuciendo. Y así, el alma va adelante con su
querella y habla con la vida de su alma en la siguiente canción,
diciendo:
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CANCIÓN 8
Mas ¿cómo perseveras, ¡oh vida!, no viviendo donde vives, y
haciendo porque mueras las flechas que recibes de lo que del Amado
en ti concibes?
DECLARACIÓN
2. Como el alma se ve morir de amor, según acaba de decir, y que no
se acaba de morir para poder gozar del amor con libertad, quéjase de
la duración de la vida corporal, a cuya causa se le dilata la vida
espiritual. Y así, en esta canción habla con la misma vida de su alma,
encareciendo el dolor que le causa, y el sentido de la canción es el
que se sigue: vida de mi alma, ¿cómo puedes perseverar en esta vida
de carne, pues te es muerte y privación de aquella vida verdadera
espiritual de Dios, en que por esencia, amor y deseo más
verdaderamente que en el cuerpo vives? Y ya que esto no fuese
causa para que salieses y librases del cuerpo de esta muerte (Rm. 7,
24) para vivir y gozar la vida de tu Dios, ¿cómo todavía puedes
perseverar en el cuerpo tan frágil, pues, demás de esto, son
bastantes sólo por sí para acabarte la vida las heridas que recibes de
amor de las grandezas que se te comunican de parte del Amado, que
todas ellas vehementemente te dejan herida de amor; y así, cuantas
cosas de él sientes y entiendes, tantos toques y heridas, que de amor
matan, recibes? Síguese el verso:
Mas ¿cómo perseveras, ¡oh vida!, no viviendo donde vives?
3. Para cuya inteligencia es de saber que el alma más vive donde
ama que en el cuerpo donde anima, porque en el cuerpo ella no tiene
su vida, antes ella la da al cuerpo, y ella vive por amor en lo que
ama. Pero demás de esta vida de amor, por el cual vive en Dios el
alma que le ama, tiene el alma su vida radical y naturalmente, como
también todas las cosas criadas, en Dios, según aquello de san Pablo
(Act. 17, 28), que dice: En él vivimos, y nos movemos, y somos, que
es decir: en Dios tenemos nuestra vida y nuestro movimiento y
nuestro ser. Y san Juan (1, 4) dice: que todo lo que fue hecho era
vida en Dios. Y como el alma ve que tiene su vida natural en Dios por
el ser que en él tiene, y también su vida espiritual por el amor con
que le ama, quéjase y lastímase que puede tanto una vida tan frágil
en cuerpo mortal, que la impida gozar una vida tan fuerte, verdadera
y sabrosa como vive en Dios por naturaleza y amor. En lo cual es
449
grande el encarecimiento que el alma hace, porque da aquí a
entender que padece en dos contrarios, que son vida natural en
cuerpo y vida espiritual en Dios, que son contrarios en sí, por cuanto
repugna el uno al otro; y, viviendo ella en entrambas por fuerza ha
de tener gran tormento, pues la una vida penosa le impide la otra
sabrosa, tanto que la vida natural le es a ella como muerte, pues por
ella está privada de la espiritual, en que tiene todo su ser y vida por
naturaleza, y todas sus operaciones y afecciones por amor. Y para
dar más a entender el rigor de esta frágil vida, dice luego:
Y haciendo porque mueras las flechas que recibes.
4. Como si dijera: y demás de lo dicho ¿cómo puedes perseverar en
el cuerpo, pues por sí sólo bastan a quitarte la vida los toques de
amor (que eso entiende por flechas) que en tu corazón hace el
Amado? Los cuales toques de tal manera fecundan el alma y el
corazón de inteligencia y amor de Dios, que se puede bien decir que
concibe de Dios, según lo dice el verso siguiente, que dice:
De lo que del Amado en ti concibes,
5. es a saber, de la grandeza, hermosura, sabiduría, gracia y virtudes
que de él entiendes.
ANOTACIÓN PARA LA CANCIÓN SIGUIENTE
1. A manera de ciervo, que, cuando está herido con yerba, no
descansa ni sosiega, buscando por acá y por allá remedios, ahora
engolfándose en unas aguas, ahora en otras, y siempre le va
creciendo más en todas las ocasiones y remedios que toma el toque
de la yerba, hasta que se apodera bien del corazón y viene a morir,
así el alma que anda tocada de la yerba del amor, cual ésta de que
tratamos aquí, nunca cesando de buscar remedios para su dolor, no
solamente no los halla, mas antes todo cuanto piensa, dice y hace le
aprovecha para más dolor. Y ella, conociéndolo así, y que no tiene
otro remedio, sino venirse a poner en las manos del que la hirió, para
que, despenándola, la acabe ya de matar con la fuerza del amor,
vuélvese a su Esposo, que es la causa de todo esto, y dice la
siguiente canción:
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CANCIÓN 9
¿Por qué, pues has llagado aqueste corazón, no le sanaste? Y, pues
me le has robado, ¿por qué así le dejaste, y no tomas el robo que
robaste?
DECLARACIÓN
2. Vuelve, pues, el alma en esta canción a hablar con el Amado
todavía con la querella de su dolor, porque el amor impaciente (cual
aquí muestra tener el alma) no sufre ningún ocio ni da descanso a su
pena, proponiendo de todas maneras sus ansias hasta hallar el
remedio. Y como se ve llagada y sola, no teniendo otro ni otra
medicina sino a su Amado, que es el que la llagó, dícele que, pues él
llagó su corazón con el amor de su noticia, que por qué no la ha
sanado con la vista de su presencia; y que, pues él se le ha también
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robado por el amor con que le ha enamorado, sacándosele de su
propio poder, que por qué le ha dejado así, es a saber, sacado de su
poder (porque el que ama ya no posee su corazón, pues lo ha dado al
Amado), y no le ha puesto de veras en el suyo, tomándole para sí en
entera y acabada transformación de amor en gloria. Dice, pues:
¿Por qué, pues has llagado aqueste corazón, no le sanaste?
3. No se querella porque la haya llagado, porque el enamorado,
cuanto más herido, está más pagado, sino que, habiendo llagado el
corazón no le sanó acabándole de matar. Porque son las heridas de
amor tan dulces y tan sabrosas que, si no llegan a morir, no la
pueden satisfacer; pero sonle tan sabrosas, que querría la llagasen
hasta acabarla de matar. Y por eso dice: ¿Por qué, pues has llagado
aqueste corazón, no le sanaste? Como si dijera: ¿por qué, pues le has
herido hasta llagarle, no le sanas, acabándole de matar de amor?
Pues eres tú la causa de la llaga en dolencia de amor, sé tú la causa
de la salud en muerte de amor; porque, de esta manera, el corazón
que está llagado con el dolor de tu ausencia, sanará con el deleite y
gloria de tu dulce presencia. Y añade, diciendo:
Y pues me le has robado, ¿por qué así le dejaste?
4. Robar no es otra cosa que desaposesionar de lo suyo a su dueño y
aposesionarse de ello el robador. Esta querella, pues, propone aquí el
alma al Amado diciendo que, pues él ha robado su corazón por amor
y sacádole de su poder y posesión, por qué le ha dejado así, sin
ponerle de veras en la suya, tomándole para sí, como hace el robador
el robo que robó, que de hecho se le lleva consigo.
5. Por eso el que está enamorado se dice tener el corazón robado o
arrobado de aquel a quien ama, porque le tiene fuera de sí, puesto en
la cosa amada; y así no tiene corazón para sí, sino para aquello que
ama. De aquí podrá bien conocer el alma si ama a Dios puramente o
no; porque, si le ama, no tendrá corazón para sí propio ni para mirar
su gusto y provecho, sino para honra y gloria de Dios y darle a él
gusto, porque cuanto más tiene corazón para sí, menos le tiene para
Dios.
6. Y verse ha si el corazón está bien robado de Dios en una de dos
cosas: en si trae ansias por Dios, y no gusta de otra cosa sino de él,
como aquí muestra el alma. La razón es porque el corazón no puede
estar en paz y sosiego sin alguna posesión, y, cuando está bien
aficionado, ya no tiene posesión de sí ni de alguna otra cosa, como
habemos dicho; y si tampoco posee cumplidamente lo que ama, no le
puede faltar tanta fatiga cuanta es la falta hasta que lo posea y se
satisfaga; porque hasta entonces está el alma como el vaso vacío,
que espera su lleno, y como el hambriento, que desea el manjar, y
como el enfermo, que gime por la salud, y como el que está colgado
en el aire, que no tiene en qué estribar. De esta manera está el
corazón bien enamorado. Lo cual sintiendo aquí el alma por
experiencia, dice: ¿Por qué así le dejaste, es a saber: vacío,
hambriento, solo, llagado y doliente de amor, suspenso en el aire,
y no tomas el robo que robaste?,
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7. conviene a saber: ¿por qué no tomas el corazón que robaste por
amor, para henchirle y hartarle y acompañarle y sanarle, dándole
asiento y reposo cumplido en ti?
No puede dejar de desear el alma enamorada, por más conformidad
que tenga con el Amado, la paga y salario de su amor, por el cual
salario sirve al Amado. Y de otra manera no sería verdadero amor,
porque el salario y paga del amor no es otra cosa, ni el alma puede
querer otra, sino más amor, hasta llegar a perfección de amor;
porque el amor no se paga sino de sí mismo, según lo dio a entender
el profeta Job (7, 2) cuando, hablando con la misma ansia y deseo
que aquí está el alma, dijo: Así como el siervo desea sombra, y como
el jornalero espera el fin de su obra, así yo tuve vacíos los meses, y
conté las noches trabajosas para mí. Si durmiere, diré: ¿cuándo
llegará el día, en que me levantaré? Y luego volveré otra vez a
esperar la tarde y seré lleno de dolores hasta las tinieblas de la
noche. Así, pues, el alma encendida en amor de Dios desea el
cumplimiento y perfección del amor para tener allí cumplido
refrigerio. Como el siervo fatigado del estío desea el refrigerio de la
sombra, y como el mercenario espera el fin de su obra, espera ella el
fin de la suya.
Donde es de notar que no dijo el profeta Job que el mercenario
esperaba el fin de su trabajo, sino el fin de su obra, para dar a
entender lo que vamos diciendo, es a saber: que el alma que ama no
espera el fin de su trabajo, sino el fin de su obra; porque su obra es
amar, y de esta obra, que es amar, espera ella el fin y remate, que
es la perfección y cumplimiento de amar a Dios, el cual hasta que se
le cumpla, siempre está de la figura en que en la dicha autoridad le
pinta Job, teniendo los días y los meses por vacíos y contando las
noches trabajosas y prolijas para sí.
En lo dicho queda dado a entender cómo el alma que ama a Dios no
ha de pretender ni esperar otro galardón de sus servicios sino la
perfección de amar a Dios.
ANOTACIÓN PARA LA CANCIÓN SIGUIENTE
1. Estando, pues, el alma en este término de amor, está como un
enfermo muy fatigado que, teniendo perdido el gusto y el apetito, de
todos los manjares fastidia y todas las cosas le molestan y enojan.
Sólo en todas las cosas que se le ofrecen al pensamiento o a la vista
tiene presente un solo apetito y deseo, que es de su salud, y todo lo
que a esto no hace le es molesto y pesado.
De donde esta alma, por haber llegado a esta dolencia de amor de
Dios, tiene estas tres propiedades, es a saber: que en todas las cosas
que se le ofrecen y trata siempre tiene presente aquel ¡ay! de su
salud, que es su amado; y así, aunque por no poder más ande en
ellas, en él tiene siempre el corazón. Y de ahí sale la segunda
propiedad, y es que tiene perdido el gusto a todas las cosas. Y de
aquí también se sigue la tercera, y es que todas ellas le son molestas,
y cualesquier tratos, pesados y enojosos.
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2. La razón de todo esto, sacándola de lo dicho, es que, como el
paladar de la voluntad de alma anda tocado y saboreado con este
manjar de amor de Dios, en cualquier cosa o trato que se le ofrece,
luego en continente, sin mirar a otro gusto o respeto, se inclina la
voluntad a buscar y gozar en aquello a su Amado, como hizo María
Magdalena cuando con ardiente amor andaba buscándole por el
huerto: pensando que era el hortelano, sin otra ninguna razón ni
acuerdo le dijo: Si tú me le tomaste dímelo, y yo le tomaré (Jn. 20,
15). Trayendo semejante ansia esta alma de hallarle en todas las
cosas, y no hallándole luego como desea, antes muy al revés, no sólo
no las gusta, mas también le son tormento, y a veces muy grande.
Porque semejantes almas padecen mucho en tratar con la gente y
otros negocios, porque antes la estorban que la ayudan a su
pretensión.
3. Estas tres propiedades da bien a entender la Esposa que tenía ella
cuando buscaba su Esposo en los Cantares (5, 6-7), diciendo:
Busquéle y no le hallé. Pero halláronme los que rodean la ciudad, y
llagáronme, y los guardas de los muros me quitaron mi manto,
porque los que rodean la ciudad son los tratos del mundo; cuando
hallan al alma que busca a Dios, hácenle muchas llagas, penas,
dolores y disgustos, porque no solamente en ellos no halla lo que
quiere, sino antes se lo impiden; y los que defienden el muro de la
contemplación para que su alma no entre en ella, que son los
demonios y negociaciones del mundo, quitan el manto de la paz y
quietud de la amorosa contemplación. De todo lo cual, el alma
enamorada de Dios recibe mil desabrimientos y enojos; de los cuales,
viendo que, en tanto que está en esta vida sin ver a su Dios, no
puede librarse en poco o en mucho de ellos, prosigue los ruegos con
su Amado, y dice la siguiente canción:
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CANCIÓN 10
Apaga mis enojos, pues que ninguno basta a deshacellos; y véante
mis ojos, pues eres lumbre dellos, y sólo para ti quiero tenellos.
DECLARACIÓN
4. Prosigue, pues, en la presente canción pidiendo al Amado quiera
ya poner término a sus ansias y penas, pues no hay otro que baste,
sino sólo él, para hacerlo, y que sea de manera que le puedan ver los
ojos de su alma, pues sólo él es la luz en que ellos miran, y ella no
los quiere emplear en otra cosa sino sólo en él, diciendo:
Apaga mis enojos.
5. Tiene, pues, esta propiedad la concupiscencia del amor, como
queda dicho, que todo lo que no hace o dice y conviene con aquello
que ama la voluntad, la cansa y fatiga y enoja y la pone desabrida,
no viendo cumplirse lo que ella quiere. Y a esto, y a las fatigas que
tiene por ver a Dios, llama aquí enojos, los cuales ninguna cosa basta
para deshacellos, sino la posesión del Amado. Por lo cual dice que los
apague él con su presencia, refrigerándolos todos, como hace el agua
453
fresca al que está fatigado del calor, que por eso usa aquí de este
vocablo apagar, para dar a entender que ella está padeciendo con
fuego de amor.
Pues que ninguno basta a deshacellos.
6. Para mover y persuadir más el alma a que cumpla su petición el
Amado, dice que pues otro ninguno sino él basta a satisfacer su
necesidad, que sea él el que apague sus enojos. Donde es de notar
que entonces está Dios bien presto para consolar al alma y satisfacer
en sus necesidades y penas, cuando ella no tiene ni pretende otra
satisfacción y consuelo fuera de él. Y así, el alma que no tiene cosa
que la entretenga fuera de Dios, no puede estar mucho sin visitación
del Amado.
Y véante mis ojos,
7. esto es, véate yo cara a cara con los ojos de mi alma,
pues eres lumbre de ellos.
8. Demás de que Dios es lumbre sobrenatural de los ojos del alma,
sin la cual está en tinieblas, llámale ella aquí por afición lumbre de
sus ojos, al modo que el amante suele llamar al que ama lumbre de
sus ojos, para mostrar la afición que le tiene. Y así es como si dijera
en los dos versos sobredichos: pues los ojos de mi alma no tienen
otra lumbre, ni por naturaleza ni por amor, sino a ti, véante mis ojos,
pues de todas maneras eres lumbre de ellos. Esta lumbre echaba
menos David (Sal. 37, 11) cuando con lástima decía: La lumbre de
mis ojos, ésa no está conmigo; y Tobías (5, 12) cuando dijo: ¿Qué
gozo podrá ser el mío, pues estoy sentado en las tinieblas y no veo la
lumbre del cielo? En la cual deseaba la clara visión de Dios, porque la
lumbre del cielo es el Hijo de Dios, según dice san Juan (Ap. 21, 23),
diciendo: La ciudad celestial no tiene necesidad de sol ni de luna que
luzcan en ella, porque la claridad de Dios la alumbra, y la lucerna de
ella es el Cordero.
Y sólo para ti quiero tenellos.
9. En lo cual quiere el alma obligar al Esposo a que la deje ver esta
lumbre de sus ojos, no sólo porque, no teniendo otra, estará en
tinieblas, sino también porque no los quiere tener para otra alguna
cosa que para él. Porque, así como justamente es privada de esta
divina luz el alma que quiere poner los ojos de su voluntad en otra su
lumbre de propiedad de alguna cosa fuera de Dios (por cuanto en ello
ocupa la vista para recibir la lumbre de Dios), así también
congruamente merece que se le dé al alma que a todas las cosas
cierra los dichos sus ojos, para abrirlos sólo a su Dios.
ANOTACIÓN PARA LA CANCIÓN SIGUIENTE
1. Pero es de saber que no puede el amoroso Esposo de las almas
verlas penar mucho tiempo a solas, como a esta de que vamos
tratando; porque, como él dice por Zacarías (2, 8), sus penas y
quejas le tocan a él en las niñetas de sus ojos; mayormente cuando
las penas de las tales almas son por su amor como las de ésta. Que
por eso dice también por Isaías (65, 24), diciendo: Antes que ellos
clamen, yo oiré; aun estando con la palabra en la boca, los oiré. El
454
Sabio (Pv. 2, 4-5) dice de él que, si le buscare el alma como al
dinero, le hallará.
Y así, esta alma enamorada que con más codicia que al dinero le
busca, pues todas las cosas tiene dejadas y a sí misma por él, parece
que a estos ruegos tan encendidos le hizo Dios alguna presencia de sí
espiritual, en la cual le mostró algunos profundos visos de su
divinidad y hermosura, con que la aumentó mucho más el deseo de
verle y fervor. Porque, así como suelen echar agua en la fragua para
que se encienda y afervore más el fuego, así el Señor suele hacer con
algunas de estas almas, que andan con estas calmas de amor,
dándoles algunas muestras de su excelencia para afervorarlas más, y
así irlas más disponiendo para las mercedes que les quiere hacer
después. Y así, como el alma echó de ver y sintió por aquella
presencia oscura aquel sumo bien y hermosura encubierta allí,
muriendo en deseo por verla, dice la canción que se sigue:
Inicio --------------------------------------------
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CANCIÓN 11 [San Juan de la Cruz CANTICO ESPIRITUALB
Prologo]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DEL CÁNTICO ESPIRITUAL (segunda redacción = CB)
---------------------------------------------------------------------------
ANOTACIÓN PARA LA CANCIÓN SIGUIENTE
1. Pero es de saber que no puede el amoroso Esposo de las almas
verlas penar mucho tiempo a solas, como a esta de que vamos
tratando; porque, como él dice por Zacarías (2, 8), sus penas y
quejas le tocan a él en las niñetas de sus ojos; mayormente cuando
las penas de las tales almas son por su amor como las de ésta. Que
por eso dice también por Isaías (65, 24), diciendo: Antes que ellos
clamen, yo oiré; aun estando con la palabra en la boca, los oiré. El
Sabio (Pv. 2, 4-5) dice de él que, si le buscare el alma como al
dinero, le hallará.
Y así, esta alma enamorada que con más codicia que al dinero le
busca, pues todas las cosas tiene dejadas y a sí misma por él, parece
que a estos ruegos tan encendidos le hizo Dios alguna presencia de sí
espiritual, en la cual le mostró algunos profundos visos de su
divinidad y hermosura, con que la aumentó mucho más el deseo de
verle y fervor. Porque, así como suelen echar agua en la fragua para
que se encienda y afervore más el fuego, así el Señor suele hacer con
algunas de estas almas, que andan con estas calmas de amor,
dándoles algunas muestras de su excelencia para afervorarlas más, y
así irlas más disponiendo para las mercedes que les quiere hacer
después. Y así, como el alma echó de ver y sintió por aquella
presencia oscura aquel sumo bien y hermosura encubierta allí,
muriendo en deseo por verla, dice la canción que se sigue:
Inicio --------------------------------------------
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CANCIÓN 11
455
Descubre tu presencia, y máteme tu vista y hermosura; mira que la
dolencia de amor, que no se cura sino con la presencia y la figura.
DECLARACIÓN
2. Deseando, pues, el alma verse poseída ya de este gran Dios, de
cuyo amor se siente robado y llagado el corazón, no pudiéndolo ya
sufrir, pide en esta canción determinadamente le descubra y muestre
su hermosura, que es su divina esencia, y que le mate con esta vista,
desatándola de la carne, pues en ella no puede verle y gozarle como
desea, poniéndole por delante la dolencia y ansia de su corazón, en
que persevera penando por su amor, sin poder tener remedio con
menos que esta gloriosa vista de su divina esencia. Síguese el verso:
Descubre tu presencia.
3. Para declaración de esto es de saber que tres maneras de
presencias puede haber de Dios en el alma.
La primera es esencial, y de esta manera no sólo está en las más
buenas y santas almas, pero también en las malas y pecadoras y en
todas las demás criaturas. Porque con esta presencia les da vida y
ser, y si esta presencia esencial les faltase, todas se aniquilarían y
dejarían de ser. Y ésta nunca falta en el alma.
La segunda presencia es por gracia, en la cual mora Dios en el alma
agradado y satisfecho de ella. Y esta presencia no la tienen todas,
porque las que caen en pecado (mortal) la pierden. Y ésta no puede
el alma saber naturalmente si la tiene.
La tercera es por afección espiritual, porque en muchas almas
devotas suele Dios hacer algunas presencias espirituales de muchas
maneras, con que las recrea, deleita y alegra.
Pero, así estas presencias espirituales como las demás, todas son
encubiertas, porque no se muestra Dios en ellas como es, porque no
lo sufre la condición de esta vida. Y así de cualquiera de ellas se
puede entender el verso susodicho, es a saber: Descubre tu
presencia.
4. Que, por cuanto está cierto que Dios está siempre presente en el
alma, a lo menos según la primera manera, no dice el alma que se
haga presente a ella, sino que esta presencia encubierta que él hace
en ella, ahora sea natural, ahora espiritual, ahora afectiva, que se la
descubra y manifieste de manera que pueda verle en su divino ser y
hermosura. Porque, así como con su presente ser da ser natural al
alma y con su presente gracia la perfecciona, que también la
glorifique con su manifiesta gloria.
Pero, por cuanto esta alma anda en fervores y afecciones de amor de
Dios, habemos de entender que esta presencia que aquí pide al
Amado que le descubra, principalmente se entiende de cierta
presencia afectiva que de sí hizo el Amado al alma; la cual fue tan
alta, que le pareció al alma y sintió estar allí un inmenso ser
encubierto, del cual le comunica Dios ciertos visos entreoscuros de su
divina hermosura. Y hacen tal efecto en el alma, que la hace codiciar
y desfallecer en deseo de aquello que siente encubierto allí en aquella
presencia, que es conforme a aquello que sentía David cuando dijo
456
(Sal. 83, 1): Codicia y desfallece mi alma en las entradas del Señor.
Porque a este tiempo desfallece el alma con deseo de engolfarse en
aquel sumo bien que siente presente y encubierto; porque, aunque
está encubierto, muy notablemente siente el bien y deleite que allí
hay. Y, por eso, con más fuerza es atraída el alma y arrebatada de
este bien que ninguna cosa natural de su centro. Y con esa codicia y
entrañable apetito, no pudiendo más contenerse el alma, dice:
Descubre tu presencia.
5. Lo mismo le acaeció a Moisés en el monte Sinaí (Ex. 33, 13), que,
estando allí en la presencia de Dios, tan altos y profundos visos de la
alteza y hermosura de la divinidad de Dios encubierta echaba de ver
que, no pudiendo sufrirlo, por dos veces le rogó le descubriese su
gloria, diciendo a Dios: Tú dices que me conoces por mi propio
nombre y que he hallado gracia delante de ti; pues, luego, si he
hallado gracia en tu presencia, muéstrame tu rostro para que te
conozca y halle delante de tus ojos la gracia cumplida que deseo; la
cual es llegar al perfecto amor de la gloria de Dios. Pero respondióle
el Señor, diciendo (Ex. 33, 20): No podrás tú ver mi rostro, porque
no me verá hombre y vivirá; que es como si dijera: dificultosa cosa
me pides, Moisés, porque es tanta la hermosura de mi cara y el
deleite de la vista de mi ser, que no la podrá sufrir tu alma en esa
suerte de vida tan flaca. Y así, sabedora el alma de esta verdad,
ahora por palabras que Dios aquí respondió a Moisés, ahora también
por lo que habemos dicho que siente aquí encubierto en la presencia
de Dios, que no le podrá ver en su hermosura en este género de vida
(porque aun de sólo traslucírsele desfallece, como habemos dicho),
previene ella a la respuesta que se le puede dar, como a Moisés, y
dice:
Y máteme tu vista y hermosura.
6. Que es como si dijera: pues tanto es el deleite de la vista de tu ser
y hermosura, que no la puede sufrir mi alma, sino que tengo de morir
en viéndola, máteme tu vista y hermosura.
7. Dos vistas se sabe que matan al hombre, por no poder sufrir la
fuerza y eficacia de la vista: la una es la del basilisco, de cuya vista
se dice mueren luego, otra es la vista de Dios. Pero son muy
diferentes las causas, porque la una vista mata con gran ponzoña, y
la otra con inmensa salud y bien de gloria. Por lo cual no hace mucho
aquí el alma en querer morir a vista de la hermosura de Dios para
gozarla para siempre; pues que, si el alma tuviese un solo barrunto
de la alteza y hermosura de Dios, no sólo una muerte apetecería por
verla ya para siempre, como aquí desea, pero mil acerbísimas
muertes pasaría muy alegre por verla un solo momento, y, después
de haberla visto, pediría padecer otras tantas por verla otro tanto.
8. Para más declaración de este verso es de saber que aquí el alma
habla condicionalmente cuando dice que la mate su vista y
hermosura, supuesto que no puede verla sin morir; que, si sin eso
pudiera ser, no pidiera que la matara. Porque querer morir es
imperfección natural; pero, supuesto que no puede estar esta vida
457
corruptible de hombre con la otra vida inmarcesible de Dios, dice:
máteme, etc.
9. Esta doctrina da a entender san Pablo a los Corintios (2 Cor. 5, 4),
diciendo: No queremos ser despojados, mas queremos ser
sobrevestidos, porque lo que es mortal sea absorto de la vida, que es
decir: no deseamos ser despojados de la carne, más ser
sobrevestidos de gloria. Pero, viendo él que no se puede vivir en
gloria y en carne mortal juntamente, como decimos, dice a los
Filipenses (1, 23) que desea ser desatado y verse con Cristo.
Pero hay aquí una duda, y es: ¿por qué los hijos de Israel
antiguamente huían y temían de ver a Dios por no morir, como dijo
Manué a su mujer (Jue. 13, 22), y esta alma a la vista de Dios desea
morir?
A lo cual se responde que por dos causas. La una, porque en aquel
tiempo, aunque muriesen en gracia de Dios, no le habían de ver
hasta que viniese Cristo, y mucho mejor les era vivir en carne
aumentando los merecimientos y gozando la vida natural, que estar
en el limbo sin merecer y padeciendo tinieblas y espiritual ausencia
de Dios. Por lo cual tenían entonces por gran merced de Dios y
beneficio suyo vivir muchos años.
10. La segunda causa es de parte del amor, porque, como aquéllos
no estaban tan fortalecidos en amor ni tan llegados a Dios por amor,
temían morir a su vista. Pero ahora ya en la ley de gracia, que, en
muriendo el cuerpo, puede ver el alma a Dios, más sano es querer
vivir poco y morir para verle. Y ya que esto no fuera, amando el alma
a Dios, como ésta le ama, no temiera morir a su vista; porque el
amor verdadero todo lo que le viene de parte del Amado, ahora sea
adverso, ahora próspero, y los mismos castigos, como sea cosa que
él quiera hacer los recibe con la misma igualdad y de una manera, y
le hace gozo y deleite, porque, como dice san Juan (1 Jn. 4, 18), la
perfecta caridad echa fuera todo temor.
No le puede ser al alma que ama amarga la muerte, pues en ella
halla todas sus dulzuras y deleites de amor. No le puede ser triste su
memoria, pues en ella halla junta la alegría; ni le puede ser pesada y
penosa, pues es el remate de todas sus pesadumbres y penas y
principio de todo su bien. Tiénela por amiga y esposa, y con su
memoria se goza como en el día de su desposorio y bodas, y más
desea aquel día y aquella hora en que ha de venir su muerte que los
reyes de la tierra desearon los reinos y principados. Porque de esta
suerte de muerte dice el Sabio (Ecli. 41, 3): ¡Oh muerte! Bueno es tu
juicio para el hombre que se siente necesitado. La cual, si para el
hombre que se siente necesitado de las cosas de acá es buena, no
habiendo de suplirle sus necesidades, sino antes despojarlo de lo que
tenía, ¿cuánto mejor será su juicio para el alma que está necesitada
de amor como ésta, que está clamando por más amor, pues que no
sólo no la despojará de lo que tenía, sino antes le será causa del
cumplimiento de amor que deseaba y satisfacción de todas sus
necesidades? Razón tiene, pues, el alma en atreverse a decir sin
458
temor: Máteme tu vista y hermosura, pues que sabe que en aquel
mismo punto que le viese, sería ella arrebatada a la misma
hermosura, y absorta en la misma hermosura, y transformada en la
misma hermosura, y ser ella hermosa como la misma hermosura, y
abastada y enriquecida como la misma hermosura. Que, por eso, dice
David (Sal. 115, 15) que la muerte de los santos es preciosa en la
presencia del Señor. Lo cual no sería si no participasen sus mismas
grandezas, porque delante de Dios no hay nada precioso sino lo que
él es en sí mismo.
Por eso el alma no teme morir cuando ama, antes lo desea; pero el
pecador siempre teme morir, porque barrunta que la muerte todos
los bienes le ha de quitar y todos los males le ha de dar; porque,
como dice David (Sal. 33, 22), la muerte de los pecadores es pésima.
Y, por eso, como dice el Sabio (Ecli. 41, 1), les es amarga su
memoria; porque, como aman mucho la vida de este siglo y poco la
del otro, temen mucho la muerte. Pero el alma que ama a Dios, más
vive en la otra vida que en ésta; porque más vive el alma adonde
ama que donde anima, y así tiene en poco esta vida temporal. Por
eso, dice: Máteme tu vista,etc.
Mira que la dolencia de amor, que no se cura sino con la presencia y
la figura.
11. La causa por que la enfermedad de amor no tiene otra cura sino
la presencia y figura del Amado, como aquí dice, es porque la
dolencia de amor, así como es diferente de las demás enfermedades,
su medicina es también diferente. Porque en las demás
enfermedades, para seguir buena filosofía, cúranse contrarios con
contrarios, mas el amor no se cura sino con cosas conformes al amor.
La razón es porque la salud del alma es el amor de Dios, y así,
cuando no tiene cumplido amor, no tiene cumplida salud y por eso
está enferma, porque la enfermedad no es otra cosa sino falta de
salud. De manera que, cuando ningún grado de amor tiene el alma,
está muerta; mas, cuando tiene algún grado de amor de Dios, por
mínimo que sea, ya está viva, pero está muy debilitada y enferma
por el poco amor que tiene; pero, cuanto más amor se le fuere
aumentando, más salud tendrá y, cuando tuviere perfecto amor, será
su salud cumplida.
12. Donde es de saber que el amor nunca llega a estar perfecto hasta
que emparejan tan en uno los amantes, que se transfiguran el uno en
el otro, y entonces está el amor todo sano. Y, porque aquí el alma se
siente con cierto dibujo de amor, que es la dolencia que aquí dice,
deseando que se acabe de figurar con la figura cuyo es el dibujo, que
es su Esposo el Verbo, Hijo de Dios, el cual, como dice san Pablo
(Heb. 1, 3), es resplandor de su gloria y figura de su sustancia
(porque esta figura es la que aquí entiende el alma en que se desea
transfigurar por amor), dice: Mira que la dolencia de amor, que no se
cura, sino con la presencia y la figura.
459
13. Bien se llama dolencia el amor no perfecto; porque, así como el
enfermo está debilitado para obrar, así el alma que está flaca en
amor lo está también para obrar las virtudes heroicas.
14. También se puede aquí entender que el que siente en sí dolencia
de amor, esto es, falta de amor, es señal que tiene algún amor,
porque por lo que tiene echa de ver lo que le falta. Pero el que no la
siente, es señal que no tiene ninguno o que está perfecto en él.
ANOTACIÓN PARA LA CANCIÓN SIGUIENTE
1. En esta sazón, sintiéndose el alma con tanta vehemencia de ir a
Dios como la piedra cuando se va más llegando a su centro, y
sintiéndose también estar como la cera que comenzó a recibir la
impresión del sello y no se acabó de figurar, y, demás de esto,
conociendo que está como la imagen de la primera mano y dibujo,
clamando al que la dibujó para que la acabe de pintar y formar,
teniendo aquí la fe tan ilustrada, que la hace visear unos divinos
semblantes muy claros de la alteza de su Dios, no sabe qué se hacer
sino volverse a la misma fe, como la que en sí encierra y encubre la
figura y hermosura de su Amado, de la cual ella también recibe los
dichos dibujos y prendas de amor. Y hablando con ella, dice la
siguiente canción:
Inicio --------------------------------------------
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CANCIÓN 12
¡Oh cristalina fuente, si en esos tus semblantes plateados formases
de repente los ojos deseados que tengo en mis entrañas dibujados!
DECLARACIÓN
2. Como con tanto deseo desea el alma la unión del Esposo y ve que
no halla medio ni remedio alguno en todas las criaturas, vuélvese a
hablar con la fe (como la que más al vivo le ha de dar de su Amado
luz) tomándola por medio para esto; porque, a la verdad, no hay otro
por donde se venga a la verdadera unión y desposorio espiritual con
Dios, según por Oseas (2, 20) lo da a entender, diciendo: Yo te
desposaré conmigo en fe. Y con el deseo en que arde, le dice lo
siguiente, que es el sentido de la canción: ¡Oh fe de mi Esposo Cristo,
si las verdades que has infundido de mi Amado en mi alma,
encubiertas con oscuridad y tiniebla (porque la fe, como dicen los
teólogos, es hábito oscuro), las manifestases ya con claridad, de
manera que lo que me comunicas en noticias informes y oscuras, lo
mostrases y descubrieses en un momento, apartándote de esas
verdades (porque la fe es cubierta y velo de las verdades de Dios)
formada y acabadamente, volviéndolas en manifestación de gloria!
Dice, pues, el verso:
¡Oh cristalina fuente!
3. Llama cristalina a la fe por dos cosas: la primera, porque es de
Cristo su Esposo, y la segunda, porque tiene las propiedades del
cristal en ser pura en las verdades, y fuerte y clara, limpia de errores
y formas naturales. Y llámala fuente, porque de ella le manan al alma
las aguas de todos los bienes espirituales. De donde Cristo nuestro
460
Señor, hablando con la Samaritana, llamó fuente a la fe, diciendo (Jn.
4, 14) que en los que creyesen en él se haría una fuente cuya agua
saltaría hasta la vida eterna. Y esta agua era el espíritu que habían
de recibir en su fe los creyentes (Jn. 7, 39).
Si en esos tus semblantes plateados.
4. A las proposiciones y artículos que nos propone la fe llama
semblantes plateados. Para inteligencia de lo cual y de los demás
versos es de saber que la fe es comparada a la plata en las
proposiciones que nos enseña, y las verdades y sustancia que en sí
contienen son comparadas al oro; porque esa misma sustancia que
ahora creemos vestida y cubierta con plata de fe, habemos de ver y
gozar en la otra vida al descubierto, desnudo el oro de la fe.
De donde David hablando de ella (Sal. 67, 14), dice así: Si
durmiéredes entre los dos coros, las plumas de la paloma serán
plateadas, y las postrimerías de su espalda serán del color de oro.
Quiere decir que, si cerráremos los ojos del entendimiento a las cosas
de arriba y a las de abajo (a lo cual llama dormir en medio)
quedaremos en fe, a la cual llama paloma, cuyas plumas, que son las
verdades que nos dice, serán plateadas; porque en esta vida la fe nos
las propone oscuras y encubiertas, que por eso las llama aquí
semblantes plateados: pero a la postre de esta fe, que será cuando
se acabe la fe por la clara visión de Dios, quedará la sustancia de la
fe desnuda del velo de esta plata, de color como el oro. De manera
que la fe nos da y comunica al mismo Dios, pero cubierto con plata
de fe, y no por eso nos le deja de dar en la verdad, así como el que
da un vaso plateado y él es de oro, no porque vaya cubierto con plata
deja de dar el vaso de oro. De donde cuando la Esposa en los
Cantares (1, 10) deseaba esta posesión de Dios, prometiéndosela él
cual en esta vida se puede, dijo que le haría unos zarcillos de oro,
pero esmaltados de plata. En lo cual le prometió de dársele en fe
encubierto.
Dice, pues, ahora el alma a la fe; ¡oh, si en esos tus semblantes
plateados (que son los artículos ya dichos), con que tienes cubierto el
oro de los divinos rayos (que son los ojos deseados, que añade luego,
diciendo):
Formases de repente los ojos deseados!
5. Por los ojos entiende, como dijimos, los rayos y verdades divinas,
las cuales, como también habemos dicho, la fe nos las propone en
sus artículos cubiertas e informes. Y así es como si dijera: ¡Oh, si
esas verdades que, informe y oscuramente me enseñas encubiertas
en tus artículos de fe, acabases ya de dármelas clara y formadamente
descubiertas en ellos, como lo pide mi deseo! Y llama aquí ojos a
estas verdades por la grande presencia que del Amado siente, que le
parece la está ya siempre mirando; por lo cual dice:
Que tengo en mis entrañas dibujados.
6. Dice que los tiene en sus entrañas dibujados, es a saber, en su
alma según el entendimiento y la voluntad; porque, según el
entendimiento, tiene estas verdades infundidas por fe en su alma. Y
461
porque la noticia de ellas no es perfecta, dice que están dibujadas;
porque así como el dibujo no es perfecta pintura así la noticia de la fe
no es perfecto conocimiento. Por tanto, las verdades que se infunden
en el alma por fe están como en dibujo, y cuando estén en clara
visión, estarán en el alma como perfecta y acabada pintura, según
aquello que dice el Apóstol (1 Cor. 13, 10), diciendo: Cum autem
venerit quod perfectum est, evacuabitur quod ex parte est, que
quiere decir: Cuando viniere lo que es perfecto, que es la clara visión,
acabaráse lo que es en parte, que es el conocimiento de la fe.
7. Pero sobre este dibujo de fe hay otro dibujo de amor en el alma
del amante, y es según la voluntad, en la cual de tal manera se
dibuja la figura del Amado y tan conjunta y vivamente se retrata en
él, cuando hay unión de amor, que es verdad decir que el Amado vive
en el amante, y el amante en el Amado; y tal manera de semejanza
hace el amor en la transformación de los amados, que se puede decir
que cada uno es el otro y que entrambos son uno. La razón es porque
en la unión y transformación de amor el uno da posesión de sí al otro,
y cada uno se deja y trueca por el otro; y así, cada uno vive en el
otro, y el uno es el otro y entrambos son uno por transformación de
amor. Esto es lo que quiso dar a entender san Pablo (Gl. 2, 20)
cuando dijo: Vivo autem, iam non ego; vivit vero in me Christus, que
quiere decir: Vivo yo, ya no yo, pero vive en mí Cristo. Porque en
decir vivo yo, ya no yo, dio a entender que aunque vivía él, no era
vida suya, porque estaba transformado en Cristo, que su vida más
era divina que humana; y por eso dice que no vive él, sino Cristo en
él.
8. De manera que, según esta semejanza y transformación, podemos
decir que su vida y la vida de Cristo toda era una vida por unión de
amor. Lo cual se hará perfectamente en el cielo en divina vida en
todos los que merecieren verse en Dios; porque, transformados en
Dios, vivirán vida de Dios y no vida suya, aunque sí vida suya, porque
la vida de Dios será vida suya. Y entonces dirán de veras: vivimos
nosotros, y no nosotros, porque vive Dios en nosotros. Lo cual en
esta vida, aunque puede ser, como lo era en san Pablo, no empero
perfecta y acabadamente, aunque llegue el alma a tal transformación
de amor que sea en matrimonio espiritual, que es el más alto estado
a que se puede llegar en esta vida; porque todo se puede llamar
dibujo de amor en comparación de aquella perfecta figura de
transformación de gloria. Pero cuanto este dibujo de transformación
en esta vida se alcanza, es grande buena dicha, porque con eso se
contenta grandemente el Amado; que por eso, deseando el que le
pusiese la Esposa en su alma como dibujo, le dijo en los Cantares (8,
6): Ponme como señal sobre tu corazón, como señal sobre tu brazo.
El corazón significa aquí el alma, en que en esta vida está Dios como
señal de dibujo de fe, según se dijo arriba; y el brazo significa la
voluntad fuerte, en que está como señal de dibujo de amor, como
ahora acabamos de decir.
462
9. De tal manera anda el alma en este tiempo, que aunque en breves
palabras, no quiero dejar de decir algo de ello, aunque por palabras
no se puede explicar. Porque la sustancia corporal y espiritual parece
al alma se le seca en sed de esta fuente viva de Dios, porque es su
sed semejante a aquella que tenía David cuando dijo (Sal. 41, 2-3):
Como el ciervo desea la fuente de las aguas, así mi alma desea a ti,
Dios. Estuvo mi alma sedienta de Dios, fuente viva; ¿cuándo vendré y
pareceré delante la cara de Dios? Y fatígala tanto esta sed, que no
tendría el alma en nada romper por medio de los filisteos, como
hicieron los fuertes de David, a llenar su vaso de agua en la cisterna
de Belén (1 Par. 11, 18), que era Cristo. Porque todas las dificultades
del mundo y furias de los demonios y penas infernales no tendría en
nada pasar por engolfarse en esta fuente abisal de amor. Porque a
este propósito se dijo en los Cantares (8, 6): Fuerte es la dilección
como la muerte, y dura es su porfía como el infierno.
Porque no se puede creer cuán vehemente sea la codicia y pena que
el alma siente cuando ve que se va llegando cerca de gustar aquel
bien y no se le dan. Porque cuanto más al ojo y a la puerta se ve lo
que se desea y se niega, tanto más pena y tormento causa. De donde
a este propósito espiritual dice Job (3, 24): Antes que coma, suspiro;
y como las avenidas de las aguas es el rugido y bramido de mi alma,
es a saber, por la codicia de la comida, entendiendo allí a Dios por la
comida, porque conforme a la codicia del manjar y conocimiento de él
es la pena por él.
ANOTACIÓN PARA LA CANCIÓN SIGUIENTE
1. La causa de padecer el alma tanto a este tiempo por él es que
como se va juntando más a Dios, siente en sí más el vacío de Dios y
gravísimas tinieblas en su alma, con fuego espiritual que la seca y
purga, para que, purificada, se pueda unir con Dios. Porque, en tanto
que Dios no deriva en ella algún rayo de luz sobrenatural de sí, esle
Dios intolerables tinieblas, cuando según el espíritu está cerca de ella,
porque la luz sobrenatural oscurece la natural con su exceso. Todo lo
cual dio a entender David cuando dijo (Sal. 96, 2): Nube y oscuridad
está en derredor de él; fuego precede su presencia. Y en otro salmo
(Sal. 17, 13) dice: Puso por su cubierta y escondrijo las tinieblas, y
su tabernáculo en derredor de él es agua tenebrosa en las nubes del
aire; por su gran resplandor en su presencia hay nubes, granizo y
carbones de fuego, es a saber, para el alma que se va llegando.
Porque, cuanto el alma más a él se llega, siente en sí todo lo dicho,
hasta que Dios la entre en sus divinos resplandores por
transformación de amor. Y, entre tanto, siempre está el alma como
Job (23, 3) diciendo: ¿Quién me dará que le conozca y le halle y
venga yo hasta su trono?
Pero, como Dios, por su inmensa piedad, conforme a las tinieblas y
vacíos del alma son también las consolaciones y regalos que hace,
porque sicut tenebrae eius, ita et lumen eius (Sal. 148, 12), porque
en ensalzarlas y glorificarlas las humilla y fatiga, de esta manera
envió al alma entre estas fatigas ciertos rayos divinos de sí con tal
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gloria y fuerza de amor que la conmovió toda y todo el natural la
desencajó. Y así, con gran temor y pavor natural dijo al Amado el
principio de la siguiente canción, prosiguiendo el mismo Amado lo
restante de ella.
Inicio --------------------------------------------
-------------------------------
CANCIÓN 13
¡Apártalos, Amado, que voy de vuelo!
Esposo
Vuélvete, paloma, que el ciervo vulnerado por el otero asoma al aire
de tu vuelo, y fresco toma.
DECLARACIÓN
2. En los grandes deseos y fervores de amor (cuales en las canciones
pasadas ha mostrado el alma) suele el Amado visitar a su Esposa
casta y delicada y amorosamente, y con grande fuerza de amor;
porque, ordinariamente, según los grandes fervores y ansias de amor
que han precedido en el alma, suelen ser también las mercedes y
visitas que Dios le hace grandes. Y como ahora el alma con tantas
ansias había deseado estos divinos ojos, que en la canción pasada
acaba de decir, descubrióle el Amado algunos rayos de su grandeza y
divinidad, según ella deseaba; los cuales fueron de tanta alteza y con
tanta fuerza comunicados, que la hizo salir de sí por arrobamiento y
éxtasis, lo cual acaece al principio con gran detrimento y temor del
natural. Y así, no pudiendo sufrir el exceso en sujeto tan flaco, dice
en la presente canción: Apártalos, Amado, es a saber, esos tus ojos
divinos, porque me hacen volar, saliendo de mí a suma
contemplación sobre lo que sufre el natural. Lo cual dice porque le
parecía volaba su alma de las carnes, que es lo que ella deseaba; que
por eso le pidió que los apartase, conviene a saber, dejando de
comunicárselos en la carne, en que no los puede sufrir y gozar como
querría, comunicándoselos en el vuelo que ella hacía fuera de la
carne. El cual deseo y vuelo le impidió luego el Esposo, diciendo:
Vuélvete, paloma, que la comunicación que ahora de mí recibes, aún
no es de ese estado de gloria que tú ahora pretendes; pero vuélvete
a mí, que soy a quien tú, llagada de amor, buscas; que también yo,
como el ciervo, herido de tu amor, comienzo a mostrarme a ti por tu
alta contemplación, y tomo recreación y refrigerio en el amor de tu
contemplación. Dice, pues, el alma al Esposo:
¡Apártalos, Amado!
3. Según habemos dicho, el alma, conforme a los grandes deseos que
tenía de estos divinos ojos, que significan la Divinidad, recibió del
Amado interiormente tal comunicación y noticia de Dios, que le hizo
decir: ¡Apártalos, Amado! Porque tal es la miseria del natural en esta
vida, que aquello que al alma le es más vida y ella con tanto deseo
desea, que es la comunicación y conocimiento de su Amado, cuando
se le vienen a dar, no lo puede recibir sin que casi le cueste la vida,
de suerte que los ojos que con tanta solicitud y ansias y por tantas
vías buscaba, venga a decir cuando los recibe: Apártalos, Amado.
464
4. Porque es a veces tan grande el tormento que se siente en las
semejantes visitas de arrobamientos, que no hay tormento que así
descoyunte los huesos y ponga en estrecho al natural; tanto que, si
no proveyese Dios, se acabaría la vida. Y a la verdad, así parece al
alma por quien pasa, porque siente como desasirse el alma de las
carnes y desamparar el cuerpo. Y la causa es porque semejantes
mercedes no se pueden recibir muy en carne, porque el espíritu es
levantado a comunicarse con el Espíritu divino que viene al alma, y
así por fuerza ha de desamparar en alguna manera la carne. Y de
aquí es que ha de padecer la carne y, por consiguiente, el alma en la
carne, por la unidad que tienen en un supuesto. Y por tanto, el gran
tormento que siente el alma al tiempo de este género de visita, y el
gran pavor que le hace verse tratar por vía sobrenatural, le hacen
decir: Apártalos, Amado.
5. Pero no se ha de entender que, porque el alma diga que los
aparte, querría que los apartase, porque aquél es un dicho del temor
natural, como habemos dicho; antes, aunque mucho más le costase,
no querría perder estas visitas y mercedes del Amado, porque,
aunque padece el natural, el espíritu vuela al recogimiento
sobrenatural a gozar del espíritu del Amado, que es lo que ella
deseaba y pedía.
Pero no quisiera ella recibirlo en carne, donde no se puede
cumplidamente, sino poco y con pena, mas con el vuelo del espíritu
fuera de la carne, donde libremente se goza; por lo cual dijo:
Apártalos, Amado, es a saber, de comunicármelos en carne.
Que voy de vuelo
6. Como si dijera: que voy de vuelo de la carne, para que me los
comuniques fuera de ella, siendo ellos la causa de hacerme volar
fuera de la carne.
Y para que entendamos mejor qué vuelo sea éste, es de notar que,
como habemos dicho, en aquella visitación del Espíritu divino es
arrebatado con gran fuerza el del alma a comunicar con el Espíritu, y
destituye al cuerpo, y deja de sentir en él y de tener en él sus
acciones, porque las tiene en Dios; que por eso, dijo san Pablo (2
Cor. 12, 2) que en aquel rapto suyo no sabía si estaba su alma
recibiéndole en el cuerpo o fuera del cuerpo. Y no por eso se ha de
entender que destituye y desampara el alma al cuerpo de la vida
natural, sino que no tiene sus acciones en él. Y ésta es la causa por
que en estos raptos y vuelos se queda el cuerpo sin sentido y,
aunque le hagan cosas de grandísimo dolor, no siente; porque no es
como otros traspasos y desmayos naturales, que con el dolor vuelven
en sí. Y estos sentimientos tienen en estas visitas los que no han aún
llegado a estado de perfección, sino que van camino en estado de
aprovechados; porque los que han llegado ya tienen toda la
comunicación hecha en paz y suave amor, y cesan estos
arrobamientos, que eran comunicaciones y disposición para la total
comunicación.
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7. Lugar era éste conveniente para tratar de las diferencias de raptos
y éxtasis y otros arrobamientos y sutiles vuelos de espíritu que a los
espirituales suelen acaecer; mas porque mi intento no es sino
declarar brevemente estas canciones, como en el prólogo prometí,
quedarse ha para quien mejor lo sepa tratar que yo; y porque
también la bienaventurada Teresa de Jesús, nuestra madre, dejó
escritas de estas cosas de espíritu admirablemente, las cuales
(espero en Dios) saldrán presto impresas a luz. Lo que aquí, pues, el
alma dice del vuelo, hase de entender por arrobamiento y éxtasis del
espíritu a Dios. Y dice luego el Amado:
Vuélvete, paloma.
8. De muy buena gana se iba el alma del cuerpo en aquel vuelo
espiritual, pensando que se le acababa ya la vida y que pudiera gozar
con su Esposo para siempre y quedarse al descubierto con él; más
atajóle el Esposo el paso diciendo: Vuélvete, paloma, como si dijera:
paloma en el vuelo alto y ligero que llevas de contemplación, y en el
amor con que ardes, y simplicidad con que vas (porque estas tres
propiedades tiene la paloma); vuélvete de ese vuelo alto en que
pretendes llegar a poseerme de veras, que aún no es llegado ese
tiempo de tan alto conocimiento, y acomódate a este más bajo que
yo ahora te comunico en este tu exceso, y es:
Que el ciervo vulnerado.
9. Compárase el Esposo al ciervo, porque aquí por el ciervo entiende
a sí mismo. Y es de saber que la propiedad del ciervo es subirse a los
lugares altos y, cuando está herido, vase con gran prisa a buscar
refrigerio a las aguas frías y, si oye quejar a la consorte y siente que
está herida, luego se va con ella y la regala y acaricia. Y así hace
ahora el Esposo, porque, viendo la Esposa herida en su amor, él
también al gemido de ella viene herido del amor de ella; porque en
los enamorados la herida de uno es de entrambos, y un mismo
sentimiento tienen los dos. Y así, es como si dijera: vuélvete, Esposa
mía, a mí, que si llagada vas de amor de mí, yo también, como el
ciervo, vengo en esta tu llaga llagado a ti, que soy como el ciervo; y
también, en asomar por lo alto, que por eso, dice:
Por el otero asoma,
10. esto es, por la altura de tu contemplación que tienes en ese
vuelo, porque la contemplación es un puesto alto por donde Dios en
esta vida se comienza a comunicar al alma y mostrársele, mas no
acaba; que por eso no dice que acaba de parecer, sino que asoma;
porque, por altas que sean las noticias que de Dios se le dan al alma
en esta vida, todas son como unas muy desviadas asomadas. Y
síguese la tercera propiedad que decíamos del ciervo, que es la que
se contiene en el verso siguiente:
Al aire de tu vuelo, y fresco toma.
11. Por el vuelo entiende la contemplación de aquel éxtasis que
habemos dicho, y por el aire entiende aquel espíritu de amor que
causa en el alma este vuelo de contemplación. Y llama aquí a este
amor, causado por el vuelo, aire harto apropiadamente; porque el
466
Espíritu Santo, que es amor, también se compara en la divina
Escritura al aire (Act. 2, 2), porque es aspirado del Padre y del Hijo. Y
así como allí es aire del vuelo, esto es, que de la contemplación y
sabiduría del Padre y del Hijo procede y es aspirado, así aquí a este
amor del alma llama el Esposo aire, porque de la contemplación y
noticia que a este tiempo tiene de Dios le procede.
Y es de notar que no dice aquí el Esposo que viene al vuelo, sino al
aire del vuelo; porque Dios no se comunica propiamente al alma por
el vuelo del alma, que es, como habemos dicho, el conocimiento que
tiene de Dios, sino por el amor del conocimiento; porque, así como el
amor es unión del Padre y del Hijo, así lo es del alma con Dios. Y de
aquí es que, aunque un alma tenga altísimas noticias de Dios y
contemplación, y conociere todos los misterios, si no tiene amor, no
le hace nada al caso, como dice san Pablo (1 Cor. 13, 2), para unirse
con Dios. Como también dice el mismo (Cl. 3, 14): Charitatem
habete, quod est vinculum perfectionis, es a saber: Tened esta
caridad que es vínculo de la perfección. Esta caridad, pues, y amor
del alma hace venir al Esposo corriendo a beber de esta fuente de
amor de su Esposa, como las aguas frescas hacen venir al ciervo
sediento y llagado a tomar refrigerio, y por eso se sigue: Y fresco
toma.
12. Porque, así como el aire hace fresco y refrigerio al que está
fatigado del calor, así este aire de amor refrigera y recrea al que arde
con fuego de amor, porque tiene tal propiedad este fuego de amor,
que el aire con que toma fresco y refrigerio es más fuego de amor;
porque en el amante el amor es llama que arde con apetito de arder
más, según hace la llama del fuego natural. Por tanto, al
cumplimiento de este apetito suyo de arder más en el ardor del amor
de su Esposa, que es el aire del vuelo de ella, llama aquí tomar
fresco. Y así, es como si dijera: al ardor de tu vuelo arde más, porque
un amor enciende otro amor.
Donde es de notar que Dios no pone su gracia y amor en el alma sino
según la voluntad y amor del alma. Por lo cual, esto ha de procurar el
buen enamorado que no falte, pues por ese medio, como habemos
dicho, moverá más (si así se puede decir) a que Dios le tenga más
amor y se recree más en su alma. Y para seguir esta caridad, hase de
ejercitar lo que de ella dice el Apóstol (1 Cor. 13, 4-7), diciendo: La
caridad es paciente, es benigna, no es envidiosa, no hace mal, no se
ensoberbece, no es ambiciosa, no busca sus mismas cosas, no se
alborota, no piensa mal, no se huelga sobre la maldad, gózase en la
verdad, todas las cosas sufre que son de sufrir, cree todas las cosas,
es a saber, las que se deben creer, todas las cosas espera y todas las
cosas sustenta, es a saber, que convienen a la caridad.
ANOTACIÓN PARA LA CANCIÓN SIGUIENTE
1. Pues como esta palomica del alma andaba volando por los aires de
amor sobre las aguas del diluvio de las fatigas y ansias suyas de
amor que ha mostrado hasta aquí, no hallando donde descansase su
pie, a este último vuelo que habemos dicho, extendió el piadoso
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padre Noé la mano de su misericordia y recogióla, metiéndola en el
arca de su caridad y amor. Y esto fue al tiempo que en la canción que
acabamos de declarar dijo: Vuélvete, paloma.
En el cual recogimiento, hallando el alma todo lo que deseaba y más
de lo que se puede decir, comienza a cantar alabanzas a su Amado,
refiriendo las grandezas que en esta unión en él siente y goza, en las
dos siguientes canciones, diciendo:
Inicio --------------------------------------------
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CANCIÓN 14 y 15
Esposa
Mi Amado, las montañas, los valles solitarios nemorosos, las ínsulas
extrañas, los ríos sonorosos, el silbo de los aires amorosos,
la noche sosegada en par de los levantes del aurora, la música
callada, la soledad sonora, la cena que recrea y enamora.
ANOTACIÓN
2. Antes que entremos en la declaración de estas canciones es
necesario advertir, para más inteligencia de ellas y de las que
después de ellas se siguen, que en este vuelo espiritual que
acabamos de decir, se denota un alto estado y unión de amor, en
que, después de mucho ejercicio espiritual, suele Dios poner al alma,
al cual llaman desposorio espiritual con el Verbo, Hijo de Dios.
Y al principio que se hace esto, que es la primera vez, comunica Dios
al alma grandes cosas de sí, hermoseándola de grandeza y majestad,
y arreándola de dones y virtudes, y vistiéndola de conocimiento y
honra de Dios, bien así como a desposada en el día de su desposorio.
Y en este dichoso día, no solamente se le acaban al alma sus ansias
vehementes y querellas de amor que antes tenía, mas, quedando
adornada de los bienes que digo, comiénzale un estado de paz y
deleite y de suavidad de amor, según se da a entender en las
presentes canciones, en las cuales no hace otra cosa sino contar y
cantar las grandezas de su Amado, las cuales conoce y goza en él por
la dicha unión del desposorio. Y así, en las demás canciones
siguientes ya no dice cosas de penas y ansias, como antes hacía, sino
comunicación y ejercicio de dulce y pacífico amor con su Amado,
porque ya en este estado todo aquello fenece.
Y es de notar que en estas dos canciones se contiene lo más que Dios
suele comunicar a este tiempo a un alma. Pero no se ha de entender
que a todas las que llegan a este estado se les comunica todo lo que
en estas dos canciones se declara, ni en una misma manera y medida
de conocimiento y sentimiento; porque a unas almas se les da más y
a otras menos, y a unas en una manera y a otras en otra, aunque lo
uno y lo otro puede ser en este estado del desposorio espiritual; mas
pónese aquí lo más que puede ser, porque en ello se comprehende
todo. Y síguese la declaración.
DECLARACIÓN DE LAS DOS CANCIONES
3. Y es de notar que, así como en el arca de Noé, según dice la divina
Escritura (Gn. 6, 14 ss.), había muchas mansiones para muchas
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diferencias de animales, y todos los manjares que se podían comer,
así el alma en este vuelo que hace a esta divina arca del pecho de
Dios no sólo echa de ver en ellas las muchas mansiones que Su
Majestad dijo por san Juan (14, 2) que había en la casa de su Padre,
mas ve y conoce allí todos los manjares, esto es, todas las grandezas
que puede gustar el alma, que son todas las cosas que se contienen
en las dos sobredichas canciones, significadas por aquellos vocablos
comunes; las cuales en sustancia son las que se siguen:
4. Ve el alma y gusta en esta divina unión abundancia, y, riquezas
inestimables, y halla todo el descanso y recreación que ella desea, y
entiende secretos e inteligencias de Dios extrañas, que es otro
manjar de los que mejor le saben; y siente en Dios un terrible poder
y fuerza que todo otro poder y fuerza priva, y gusta allí admirable
suavidad y deleite de espíritu, halla verdadero sosiego y luz divina, y
gusta altamente de la sabiduría de Dios, que en la armonía de las
criaturas y hechos de Dios reluce; y siéntese llena de bienes y ajena
y vacía de males, y, sobre todo, entiende y goza de inestimable
refección de amor, que la confirma en amor. Y ésta es la sustancia de
lo que se contiene en las dos canciones sobredichas.
5. En las cuales dice la Esposa que todas estas cosas es su Amado en
sí, y lo es para ella, porque, en lo que Dios suele comunicar en
semejantes excesos, siente el alma y conoce la verdad de aquel dicho
que dijo san Francisco, es a saber: Dios mío, y todas las cosas. De
donde, por ser Dios todas las cosas al alma y el bien de todas ellas,
se declara la comunicación de este exceso por la semejanza de la
bondad de las cosas en las dichas canciones, según en cada verso de
ellas se irá declarando.
En lo cual se ha de entender que todo lo que aquí se declara está en
Dios eminentemente en infinita manera, o, por mejor decir, cada una
de estas grandezas que se dicen es Dios, y todas ellas juntas son
Dios. Que, por cuanto en este caso se une el alma con Dios, siente
ser todas las cosas Dios, según lo sintió san Juan (1, 4) cuando dijo:
Quod factum est, in ipso vita erat, es a saber: Lo que fue hecho, en él
era vida. Y así, no se ha de entender que lo que aquí se dice que
siente el alma es como ver las cosas en la luz o las criaturas en Dios,
sino que en aquella posesión siente serle todas las cosas Dios. Y
tampoco se ha de entender que, porque el alma siente tan
subidamente de Dios en lo que vamos diciendo, ve a Dios esencial y
claramente; que no es sino una fuerte y copiosa comunicación y
vislumbre de lo que él es en sí, en que siente el alma este bien de las
cosas que ahora en los versos declararemos, conviene a saber:
Mi Amado, las montañas.
6. Las montañas tienen alturas, son abundantes, anchas, hermosas,
graciosas, floridas y olorosas. Estas montañas es mi Amado para mí.
Los valles solitarios nemorosos.
7. Los valles solitarios son quietos, amenos, frescos, umbrosos, de
dulces aguas llenos, y en la variedad de sus arboledas y suave canto
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de aves hacen gran recreación y deleite al sentido, dan refrigerio y
descanso en su soledad y silencio. Estos valles es mi Amado para mí.
Las ínsulas extrañas.
8. Las ínsulas extrañas están ceñidas con la mar, y allende de los
mares muy apartadas y ajenas de la comunicación de los hombres; y
así, en ellas se crían y nacen cosas muy diferentes de las de por acá,
de muy extrañas maneras y virtudes nunca vistas de los hombres,
que hacen grande novedad y admiración a quien las ve. Y así, por las
grandes y admirables novedades y noticias extrañas alejadas del
conocimiento común que el alma ve en Dios, le llama ínsulas
extrañas. Porque extraño llaman a uno por una de dos cosas: o
porque se anda retirado de la gente, o porque es excelente y
particular entre los demás hombres en sus hechos y obras. Por estas
dos cosas llama el alma aquí a Dios extraño; porque no solamente es
toda la extrañez de las ínsulas nunca vistas, pero también sus vías,
consejos y obras son muy extrañas y nuevas y admirables para los
hombres. Y no es maravilla que sea Dios extraño a los hombres que
no le han visto, pues también lo es a los santos ángeles y almas que
le ven, pues no le pueden acabar de ver ni acabarán, y hasta el
último día del juicio van viendo en él tantas novedades, según sus
profundos juicios y cerca de las obras de su misericordia y justicia,
que siempre les hace novedad y siempre se maravillan más. De
manera que no solamente los hombres, pero también los ángeles le
pueden llamar ínsulas extrañas. Sólo para sí no es extraño, ni
tampoco para sí es nuevo.
Los ríos sonorosos.
9. Los ríos tienen tres propiedades: la primera, que todo lo que
encuentran embisten y anegan; la segunda, que hinchen todos los
bajos y vacíos que hallan delante; la tercera, que tienen tal sonido,
que todo otro sonido privan y ocupan. Y porque en esta comunicación
de Dios que vamos diciendo siente el alma en él estas tres
propiedades muy sabrosamente, dice que su Amado es los ríos
sonorosos.
Cuanto a la primera propiedad que el alma siente, es de saber que de
tal manera se ve el alma embestir del torrente del espíritu de Dios en
este caso y con tanta fuerza apoderarse de ella, que le parece que
vienen sobre ella todos los ríos del mundo que la embisten, y siente
ser allí anegadas todas sus acciones y pasiones en que antes estaba.
Y no porque es cosa de tanta fuerza, es cosa de tormento, porque
estos ríos son ríos de paz, según por Isaías (66, 12) da Dios a
entender, diciendo de este embestir en el alma: Ecce ego declinabo
super eam quasi fluvium pacis, et quasi torrentem inundantem
gloriam; quiere decir: Notad y advertid que yo declinaré y embestiré
sobre ella, es a saber, sobre el alma, como un río de paz, y así como
un torrente que va redundando gloria. Y así, este embestir divino que
hace Dios en el alma, como ríos sonorosos, toda la hinche de paz y
gloria.
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La segunda propiedad que el alma siente es que esta divina agua a
este tiempo hinche los bajos de su humildad y llena los vacíos de sus
apetitos, según dice san Lucas (1, 52); Exaltavit humiles; esurientes
implevit bonis, que quiere decir: Ensalzó a los humildes, y a los
hambrientos llenó de bienes.
La tercera propiedad que el alma siente en estos sonoros ríos de su
Amado es un ruido y voz espiritual que es sobre todo sonido y voz, la
cual voz priva toda otra voz, y su sonido excede todos los sonidos del
mundo. Y en declarar cómo esto sea nos habemos de detener algún
tanto.
10. Esta voz o este sonoroso sonido de estos ríos que aquí dice el
alma, es un henchimiento tan abundante que la hinche de bienes, y
un poder tan poderoso que la posee, que no sólo le parecen sonido de
ríos, sino aun poderosísimos truenos. Pero esta voz es voz espiritual y
no trae esos otros sonidos corporales ni la pena y molestia de ellos,
sino grandeza, fuerza, poder y deleite y gloria; y así es como una voz
y sonido inmenso interior que viste el alma de poder y fortaleza. Esta
espiritual voz y sonido se hizo en el espíritu de los Apóstoles al
tiempo que el Espíritu Santo, con vehemente torrente, como se dice
en los Actos de los Apóstoles (Act. 2, 2), descendió sobre ellos; que,
para dar a entender la espiritual voz que interiormente les hacía, se
oyó aquel sonido de fuera como de aire vehemente, de manera que
fuese oído de todos los que estaban dentro de Jerusalén; por el cual,
como decimos, se denotaba el que dentro recibían los Apóstoles, que
era, como habemos dicho, henchimiento de poder y fortaleza. Y
también cuando estaba el Señor Jesús rogando al Padre en el aprieto
y angustia que recibía de sus enemigos, según lo dice san Juan (12,
28), le vino una voz del cielo interior, confortándole según la
humanidad, cuyo sonido oyeron de fuera los judíos tan grave y
vehemente, que unos decían que se había hecho algún trueno, otros
decían que le había hablado un ángel del cielo; y era que por aquella
voz que se oía de fuera se denotaba y daba a entender la fortaleza y
poder que según la humanidad a Cristo se le daba de dentro.
Y no por eso se ha de entender que deja el alma de recibir el sonido
de la voz espiritual en el espíritu. Donde es de notar que la voz
espiritual es el efecto que ella hace en el alma; así como la corporal
imprime su sonido en el oído y la inteligencia en el espíritu. Lo cual
quiso dar a entender David (Sal. 67, 34) cuando dijo: Ecce dabit voci
suae vocem virtutis, que quiere decir: Mirad, que Dios dará a su voz
voz de virtud; la cual virtud es la voz interior. Porque decir David
dará a su voz voz de virtud, es decir: a la voz exterior que se siente
de fuera, dará voz de virtud que se sienta de dentro. De donde es de
saber que Dios es voz infinita, y comunicándose al alma en la manera
dicha, hácele efecto de inmensa voz.
11. Esta voz oyó san Juan en el Apocalipsis (14, 2), y dice que la voz
que oyó del cielo erat tamquam vocem aquarum multarum et
tamquam vocem tonitrui magni; quiere decir que era la voz que oyó
como voz de muchas aguas y como voz de un grande trueno. Y
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porque no se entienda que esta voz, por ser tan grande, era penosa y
áspera, añade luego (Ap. 14, 2), diciendo que esta misma voz era tan
suave, que erat sicut citharoedorum citharizantium in citharis suis,
que quiere decir: Era como de muchos tañedores que citarizaban en
sus cítaras. Y Ezequiel (1, 24) dice que este sonido como de muchas
aguas era quasi sonum sublimis Dei, es a saber: como sonido del
Altísimo Dios, esto es, que altísima y suavísimamente se comunicaba
en él. Esta voz es infinita, porque, como decíamos, es el mismo Dios
que se comunica haciendo voz en el alma, mas cíñese a cada alma,
dando voz de virtud según le cuadra limitadamente, y hace gran
deleite y grandeza al alma. Y por eso dijo a la Esposa en los Cantares
(2, 14): Sonet vox tua in auribus meis, vox enim tua dulcis, que
quiere decir: Suene tu voz en mis oídos, porque es dulce tu voz.
Síguese el verso:
El silbo de los aires amorosos.
12. Dos cosas dice el alma en el presente verso, es a saber: aires y
silbo. Por los aires amorosos se entienden aquí las virtudes y gracias
del Amado, las cuales, mediante la dicha unión del Esposo, embisten
en el alma y amorosísimamente se comunican y tocan en la sustancia
de ella.
Y al silbo de estos aires llama una subidísima y sabrosísima
inteligencia de Dios y de sus virtudes, la cual redunda en el
entendimiento del toque que hacen estas virtudes de Dios en la
sustancia del alma; que éste es el más subido deleite que hay en
todo lo demás que gusta el alma aquí.
13. Y para que mejor se entienda lo dicho, es de notar que, así como
en el aire se sienten dos cosas, que son toque y silbo o sonido, así en
esta comunicación del Esposo se sienten otras dos cosas, que son
sentimiento de deleite e inteligencia. Y así como el toque del aire se
gusta en el sentido del tacto y el silbo del mismo aire con el oído, así
también el toque de las virtudes del Amado se sienten y gozan con el
tacto de esta alma, que es en la sustancia de ella, y la inteligencia de
las tales virtudes de Dios se sienten en el oído del alma, que es el
entendimiento.
Y es también de saber que entonces se dice venir el aire amoroso:
cuando sabrosamente hiere, satisfaciendo al apetito del que deseaba
el tal refrigerio; porque entonces se regala y recrea el sentido del
tacto, y con este regalo del tacto siente el oído gran regalo y deleite
en el sonido y silbo del aire, mucho más que el tacto en el toque del
aire; porque el sentido del oído es más espiritual, o, por mejor decir,
allégase más a lo espiritual que el tacto, y así el deleite que causa es
más espiritual que el que causa el tacto.
14. Ni más ni menos, porque este toque de Dios satisface
grandemente y regala la sustancia del alma, cumpliendo suavemente
su apetito, que era de verse en la tal unión, llama a la dicha unión o
toques aires amorosos; porque, como habemos dicho, amorosa y
dulcemente se le comunican las virtudes del Amado en él, de lo cual
se deriva en el entendimiento el silbo de la inteligencia. Y llámale
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silbo, porque así como el silbo del aire causado se entra agudamente
en el vasillo del oído, así esta sutilísima y delicada inteligencia se
entra con admirable sabor y deleite en lo íntimo de la sustancia del
alma, que es muy mayor deleite que todos los demás.
La causa es porque se le da sustancia entendida y desnuda de
accidentes y fantasmas; porque se da al entendimiento que llaman
los filósofos pasivo o posible, porque pasivamente, sin él hacer nada
de su parte, la recibe; lo cual es el principal deleite del alma, porque
es en el entendimiento, en que consiste la fruición, como dicen los
teólogos, que es ver a Dios. Que por significar este silbo la dicha
inteligencia sustancial, piensan algunos teólogos que vio nuestro
Padre Elías a Dios en aquel silbo de aire delgado que sintió en el
monte a la boca de su cueva (3 Re. 19, 12). Allí le llama la Escritura
silbo de aire delgado, porque de la sutil y delicada comunicación del
espíritu le nacía la inteligencia en el entendimiento; y aquí le llama el
alma silbo de aires amorosos, porque de la amorosa comunicación de
las virtudes de su Amado le redunda en el entendimiento, y por eso le
llama silbo de aires amorosos.
15. Este divino silbo que entra por el oído del alma no solamente es
sustancia, como he dicho entendida, sino también descubrimiento de
verdades de la Divinidad y revelación de secretos suyos ocultos.
Porque, ordinariamente, todas las veces que en la Escritura divina se
halla alguna comunicación de Dios, que se dice entrar por el oído, se
halla ser manifestación de estas verdades desnudas en el
entendimiento o revelación de secretos de Dios; las cuales son
revelaciones o visiones puramente espirituales, que solamente se dan
al alma sin servicio y ayuda de los sentidos, y así es muy alto y cierto
esto que se dice comunicar Dios por el oído. Que por eso, para dar a
entender san Pablo (2 Cor. 12, 4) la alteza de su revelación, no dijo:
Vidit arcana verba, ni menos, gustavit arcana verba, sino audivit
arcana verba, quae non licet homini loqui. Y es como si dijera: Oí
palabras secretas que al hombre no es lícito hablar. En lo cual se
piensa que vio a Dios también, como nuestro Padre Elías en el silbo.
Porque así como la fe, como también dice san Pablo (Rm. 10, 17), es
por el oído corporal, así también lo que nos dice la fe, que es la
sustancia entendida, es por el oído espiritual. Lo cual dio bien a
entender el profeta Job (42, 5), hablando con Dios, cuando se le
reveló, diciendo: Auditu auris audivi te, nunc autem oculus meus
videt te; quiere decir: Con el oído de la oreja te oí, y ahora te ve mi
ojo. En lo cual se da claro a entender que el oírlo con el oído del alma
es verlo con el ojo del entendimiento pasivo que dijimos, que, por
eso, no dice: oíte con el oído de mis orejas, sino de mi oreja; ni te vi
con mis ojos, sino con mi ojo, que es el entendimiento; luego este oír
del alma es ver con el entendimiento.
16. Y no se ha de entender que esto que el alma entiende, porque
sea sustancia desnuda, como habemos dicho, sea la perfecta y clara
fruición como en el cielo; porque, aunque es desnuda de accidentes,
no es por eso clara, sino oscura, porque es contemplación, la cual en
473
esta vida, como dice San Dionisio, es rayo de tiniebla; y así, podemos
decir que es un rayo de imagen de fruición, por cuanto es en el
entendimiento, en que consiste la fruición.
Esta sustancia entendida, que aquí llama el alma silbo, es los ojos
deseados que, descubriéndoselos el Amado, dijo, porque no los podía
sufrir el sentido: ¡Apártalos, Amado!
17. Y porque me parece viene muy a propósito en este lugar una
autoridad de Job, que confirma mucha parte de lo que he dicho en
este arrobamiento y desposorio, referirla he aquí (aunque nos
detengamos un poco más) y declararé las partes de ella que son a
nuestro propósito. Y primero la pondré toda en latín, y luego toda en
romance, y después declararé brevemente lo que de ella conviniere a
nuestro propósito. Y, acabado esto, proseguiré la declaración de los
versos de la otra canción. Dice, pues, Elifaz Temanites en Job (4,
12-16) de esta manera:
Porro ad me dictum est verbum absconditum et quasi furtive suscepit
auris mea venas susurri eius. In horrore visionis nocturnae, quando
solet sopor occupare homines, pavor tenuit me et tremor, et omnia
ossa mea perterrita sunt; et cum spiritus, me praesente, transiret,
inhorruerunt pili carnis meae: stetit quidam, cujus non agnoscebam
vultum, imago coram oculis meis, et vocem quasi aurae lenis audivi.
Y en romance quiere decir: De verdad a mí se me dijo una palabra
escondida, y como a hurtadillas recibió mi oreja las venas de su
susurro. En el horror de la visión nocturna, cuando el sueño suele
ocupar a los hombres, ocupóme el pavor y el temblor y todos mis
huesos se alborotaron; y, como el espíritu pasase en mi presencia,
encogiéronseme las pieles de mi carne; púsose delante uno cuyo
rostro no conocía; era imagen delante de mis ojos, y oí una voz de
aire delgado.
En la cual autoridad se contiene casi todo lo que habemos dicho aquí,
hasta este punto, de este rapto desde la canción 13, que dice:
Apártalos, Amado. Porque en lo que aquí dice Elifaz Temanites, que
se le dijo una palabra escondida, se significa aquello escondido que
se le dio al alma, cuya grandeza no pudiendo sufrir dijo: Apártalos,
Amado.
18. Y en decir que recibió su oreja las venas de su susurro como a
hurtadillas, es decir la sustancia desnuda que habemos dicho que
recibe el entendimiento; porque venas aquí denotan sustancia
interior, y el susurro significa aquella comunicación y toque de
virtudes, de donde se comunica al entendimiento la dicha sustancia
entendida. Y llámale aquí susurro, porque es muy suave la tal
comunicación, así como allí la llama aires amorosos el alma, porque
amorosamente se comunica. Y dice que le recibió como a hurtadillas,
porque así como lo que se hurta es ajeno, así aquel secreto era ajeno
del hombre, hablando naturalmente, porque recibió lo que no era de
su natural; y así no le era lícito recibirle, como tampoco a san Pablo
(2 Cor. 12, 4) le era lícito poder decir el suyo. Por lo cual dijo el otro
profeta (Is. 24, 16) dos veces: Mi secreto para mí.
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Y cuando dijo: En el horror de la visión nocturna, cuando suele el
sueño ocupar los hombres, me ocupó el pavor y temblor, da a
entender el temor y temblor que naturalmente hace al alma aquella
comunicación de arrobamiento que decíamos no podía sufrir el
natural en la comunicación del espíritu de Dios. Porque da aquí a
entender este profeta que, así como al tiempo que se van a dormir
los hombres les suele oprimir y atemorizar una visión que llaman
pesadilla, la cual les acaece entre el sueño y la vigilia, que es en
aquel punto que comienza el sueño, así al tiempo de este traspaso
espiritual entre el sueño de la ignorancia natural y la vigilia del
conocimiento sobrenatural, que es el principio del arrobamiento o
éxtasis, les hace temor y temblor la visión espiritual que entonces se
les comunica.
19. Y añade más, diciendo que todos sus huesos se asombraron o
alborotaron, que quiere tanto decir como si dijera: se conmovieron o
desencajaron de sus lugares; en lo cual se da a entender el gran
descoyuntamiento de huesos que habemos dicho padecer a este
tiempo. Lo cual da bien a entender Daniel (10, 16) cuando vio al
ángel, diciendo: Domine, in visione tua dissolutae sunt compages
meae, esto es: Señor, en tu visión las junturas de mis huesos se han
abierto.
Y en lo que dice luego, que es: Y como el espíritu pasase en mi
presencia (es a saber, haciendo pasar al mío de sus límites y vías
naturales por el arrobamiento que habemos dicho) encogiéronse las
pieles de mis carnes, da a entender lo que habemos dicho del cuerpo,
que en este traspaso se queda helado y encogidas las carnes como
muerto.
20. Y luego se sigue: Estuvo uno cuyo rostro no conocía: era imagen
delante mis ojos. Este que dice que estuvo era Dios que se
comunicaba en la manera dicha. Y dice que no conocía su rostro, para
dar a entender que en la tal comunicación y visión, aunque es
altísima, no se conoce ni ve el rostro y esencia de Dios. Pero dice que
era imagen delante sus ojos, porque, como habemos dicho, aquella
inteligencia de palabra escondida era altísima, como imagen y rastro
de Dios; mas no se entiende que es ver esencialmente a Dios.
21. Y luego concluye diciendo: Y oí una voz de aire delicado, en que
se entiende el silbo de los aires amorosos, que dice aquí el alma que
es su Amado.
Y no se ha de entender que siempre acaecen estas visitas con estos
temores y detrimentos naturales, que, como queda dicho, es a los
que comienzan a entrar en estado de iluminación y perfección y en
este género de comunicación, porque en otros antes acaecen con
gran suavidad. Síguese la declaración:
La noche sosegada.
22. En este sueño espiritual que el alma tiene en el pecho de su
Amado, posee y gusta todo el sosiego y descanso y quietud de la
pacífica noche, y recibe juntamente en Dios una abisal y oscura
475
inteligencia divina, y por eso dice que su Amado es para ella la noche
sosegada
en par de los levantes del aurora.
23. Pero esta noche sosegada dice que es no de manera que sea
como oscura noche, sino como la noche junto ya a los levantes de la
mañana, porque este sosiego y quietud en Dios no le es al alma del
todo oscuro, como oscura noche, sino sosiego y quietud en luz divina,
en conocimiento de Dios nuevo, en que el espíritu está
suavísimamente quieto, levantado a luz divina. Y llama bien
propiamente aquí a esta luz divina levantes de la aurora, que quiere
decir la mañana. Porque así como los levantes de la mañana despiden
la oscuridad de la noche y descubren la luz del día, así este espíritu
sosegado y quieto en Dios es levantado de la tiniebla del
conocimiento natural a la luz matutinal del conocimiento sobrenatural
de Dios, no claro sino, como dicho es, oscuro, como noche en par de
los levantes de la aurora. Porque así como la noche en par de los
levantes ni del todo es noche ni del todo es día, sino, como dicen,
entre dos luces, así esta soledad y sosiego divino, ni con toda claridad
es informado de la luz divina ni deja de participar algo de ella.
24. En este sosiego se ve el entendimiento levantado con extraña
novedad sobre todo natural entender a la divina luz, bien así como el
que, después de un largo sueño, abre los ojos a la luz que no
esperaba. Este conocimiento entiendo quiso dar a entender David
(Sal. 101, 8), cuando dijo: Vigilavi, et factus sum sicut passer
solitarius in tecto, que quiere decir: Recordé y fui hecho semejante al
pájaro solitario en el tejado. Como si dijera: abrí los ojos de mi
entendimiento y halléme sobre todas las inteligencias naturales,
solitario sin ellas en el tejado, que es sobre todas las cosas de abajo.
Y dice aquí que fue hecho semejante al pájaro solitario, porque en
esta manera de contemplación tiene el espíritu las propiedades de
este pájaro, las cuales son cinco: la primera, que ordinariamente se
pone en lo más alto; y así el espíritu, en este paso, se pone en
altísima contemplación. La segunda, que siempre tiene vuelto el pico
donde viene el aire; y así el espíritu vuelve aquí el pico de afecto
hacia donde viene el espíritu de amor, que es Dios. La tercera es que
ordinariamente está solo y no consiente otra ave alguna junto a sí,
sino que, en posándose alguna junto, luego se va; y así el espíritu en
esta contemplación está en soledad de todas las cosas, desnudo de
todas ellas, ni consiente en sí otra cosa que soledad en Dios. La
cuarta propiedad es que canta muy suavemente; y lo mismo hace a
Dios el espíritu a este tiempo, porque las alabanzas que hace a Dios
son de suavísimo amor, sabrosísimas para sí y preciosísimas para
Dios. La quinta es que no es de algún determinado color; y así es el
espíritu perfecto, que no sólo en este exceso no tiene algún color de
afecto sensual y amor propio, mas ni aun particular consideración en
lo superior ni inferior, ni podrá decir de ello modo ni manera, porque
es abismo de noticia de Dios la que posee, según se ha dicho.
La música callada.
476
25. En aquel sosiego y silencio de la noche ya dicha, y en aquella
noticia de la luz divina, echa de ver el alma una admirable
conveniencia y disposición de la Sabiduría en las diferencias de todas
sus criaturas y obras, todas ellas y cada una de ellas dotadas con
cierta respondencia a Dios, en que cada una en su manera da su voz
de lo que en ella es Dios, de suerte que le parece una armonía de
música subidísima, que sobrepuja todos saraos y melodías del
mundo. Y llama a esta música callada porque, como habemos dicho,
es inteligencia sosegada y quieta, sin ruido de voces; y así, se goza
en ella la suavidad de la música y la quietud del silencio. Y así, dice
que su Amado es esta música callada, porque en él se conoce y gusta
esta armonía de música espiritual. Y no sólo eso, sino que también es
la soledad sonora.
26. Lo cual es casi lo mismo que la música callada, porque, aunque
aquella música es callada cuanto a los sentidos y potencias naturales,
es soledad muy sonora para las potencias espirituales; porque,
estando ellas solas y vacías de todas las formas y aprehensiones
naturales, pueden recibir bien el sentido espiritual sonorísimamente
en el espíritu de la excelencia de Dios en sí y en sus criaturas, según
aquello que dijimos arriba haber visto san Juan en espíritu en el
Apocalipsis (14, 2), conviene a saber: Voz de muchos citaredos que
citarizaban en sus cítaras; lo cual fue en espíritu y no de cítaras
materiales, sino cierto conocimiento de las alabanzas de los
bienaventurados que cada uno, en su manera de gloria, hace a Dios
continuamente; lo cual es como música, porque, así como cada uno
posee diferentemente sus dones, así cada uno canta su alabanza
diferentemente y todos en una concordancia de amor, bien así como
música.
27. A este mismo modo echa de ver el alma en aquella sabiduría
sosegada en todas las criaturas, no sólo superiores sino también
inferiores, según lo que ellas tienen en sí cada una recibido de Dios,
dar cada una su voz de testimonio de lo que es Dios; y ve que cada
una en su manera engrandece a Dios, teniendo en sí a Dios según su
capacidad; y así, todas estas voces hacen una voz de música de
grandeza de Dios y sabiduría y ciencia admirable. Y esto es lo que
quiso decir el Espíritu Santo en el libro de la Sabiduría (1, 7), cuando
dijo: Spiritus Domini replevit orbem terrarum, et hoc quod continet
omnia, scientiam habet vocis; quiere decir: El espíritu del Señor llenó
la redondez de las tierras, y este mundo, que contiene todas las
cosas que él hizo, tiene ciencia de voz, que es la soledad sonora, que
decimos conocer el alma aquí, que es el testimonio que de Dios todas
ellas dan en sí. Y por cuanto el alma recibe esta sonora música, no
sin soledad y ajenación de todas las cosas exteriores, la llama la
música callada y la soledad sonora, la cual dice que es su Amado. Y
más:
La cena que recrea y enamora.
477
28. La cena a los amados hace recreación, hartura y amor. Porque
estas tres cosas causa el Amado en el alma en esta suave
comunicación, le llama ella aquí la cena que recrea y enamora.
Es de saber que en la Escritura divina este nombre cena se entiende
por la visión divina (Ap. 3, 20); porque así como la cena es remate
del trabajo del día y principio del descanso de la noche, así esta
noticia que habemos dicho sosegada le hace sentir al alma cierto fin
de males y posesión de bienes, en que se enamora de Dios más de lo
que de antes estaba. Y por eso le es él a ella la cena que recrea, en
serle fin de los males; y la enamora, en serle a ella posesión de todos
los bienes.
29. Pero, para que se entienda mejor cómo sea esta cena para el
alma (la cual cena, como habemos dicho es su Amado), conviene
aquí notar lo que el mismo amado Esposo dice en el Apocalipsis (3,
20), es a saber: Yo estoy a la puerta, y llamo; si alguno me abriere,
entraré yo, cenaré con él, y él conmigo. En lo cual da a entender que
él trae la cena consigo, la cual no es otra cosa sino su mismo sabor y
deleites de que él mismo goza; los cuales, uniéndose él con el alma,
se los comunica y goza ella también; que eso quiere decir yo cenaré
con él, y él conmigo. Y así, en estas palabras se da a entender el
efecto de la divina unión del alma con Dios, en la cual los mismos
bienes propios de Dios se hacen comunes también al alma Esposa,
comunicándoselos él, como habemos dicho, graciosa y largamente. Y
así él mismo es para ella la cena que recrea y enamora, porque, en
serle largo, la recrea, y en serle graciosa, la enamora.
ANOTACIÓN
30. Antes que entremos en la declaración de las demás canciones,
conviene aquí advertir que no porque habemos dicho que en aqueste
estado de desposorio, aunque habemos dicho que el alma goza de
toda tranquilidad y que se le comunica todo lo más que se puede en
esta vida, entiéndese que la tranquilidad sólo es según la parte
superior; porque la parte sensitiva, hasta el estado del matrimonio
espiritual nunca acaba de perder sus resabios, ni sujetar del todo sus
fuerzas, como después se dirá; y que lo que se le comunica es lo más
que se puede en razón de desposorio. Porque en el matrimonio
espiritual hay grandes ventajas; porque en el desposorio, aunque en
las visitas goza de tanto bien el alma Esposa como se ha dicho,
todavía padece ausencias y perturbaciones y molestias de parte de la
porción inferior y del demonio, todo lo cual cesa en el estado del
matrimonio.
ANOTACIÓN PARA LA CANCIÓN SIGUIENTE
1. Pues como la Esposa tiene ya las virtudes puestas en el alma en el
punto de su perfección, en que está gozando de ordinaria paz en las
visitas que el Amado le hace, algunas veces goza subidísimamente la
suavidad y fragancia de ellas por el toque que el Amado hace en
ellas, bien así como se gusta la suavidad y hermosura de las
azucenas y flores cuando están abiertas y las tratan. Porque en
muchas de estas visitas ve el alma en su espíritu todas las virtudes
478
suyas, obrando él en ella esta luz; y ella entonces, con admirable
deleite y sabor de amor, las junta todas y las ofrece al Amado como
una piña de hermosas flores, y, recibiéndolas el Amado entonces
(porque de veras las recibe), recibe en ello gran servicio. Todo lo cual
pasa dentro del alma, en que siente ella estar el Amado como en su
propio lecho, porque el alma se ofrece juntamente con las virtudes,
que es el mayor servicio que ella le puede hacer, y así uno de los
mayores deleites que en el trato interior con Dios ella suele recibir en
esta manera de don que hace al Amado.
2. Y conociendo el demonio esta prosperidad del alma (el cual, por su
gran malicia, todo el bien que en ella ve envidia), a este tiempo usa
de toda su habilidad y ejercita todas sus artes para poder turbar en el
alma siquiera una mínima parte de este bien. Porque más precia él
impedir a esta alma un quilate de esta su riqueza y glorioso deleite
que hacer caer a otras muchas en otros muchos y graves pecados;
porque las otras tienen poco o nada que perder, y ésta mucho,
porque tiene mucho ganado y muy precioso; así como perder un poco
de oro muy primo es más que perder mucho de otros bajos metales.
Aprovéchase aquí el demonio de los apetitos sensitivos (aunque con
éstos en este estado las más veces puede muy poco o nada, por
estar ya ellos amortiguados) y, de que con esto no puede, representa
a la imaginación muchas variedades; y a las veces levanta en la parte
sensitiva muchos movimientos, como después se dirá, y otras
molestias que causa, así espirituales como sensitivas. De las cuales
no es en mano del alma poderse librar hasta que el Señor envía su
ángel, como se dice en el salmo (33, 8), en derredor de los que le
temen, y los libra, y hace paz y tranquilidad, así en la parte sensitiva
como en la espiritual del alma.
La cual, para denotar todo esto y pedir este favor, recelosa de la
experiencia que tiene de las astucias que usa el demonio para hacerle
el dicho daño en este tiempo, hablando con los ángeles, cuyo oficio
es favorecer a este tiempo ahuyentando los demonios, dice la
siguiente canción:
Inicio --------------------------------------------
-------------------------------
CANCIÓN 16
Cazadnos las raposas, que está ya florecida nuestra viña, en tanto
que de rosas hacemos una piña, y no parezca nadie en la montiña.
DECLARACIÓN
3. Deseando, pues, el alma que no le impidan la continuación de este
deleite interior de amor, que es la flor de la viña de su alma, ni los
envidiosos y maliciosos demonios, ni los furiosos apetitos de la
sensualidad, ni las varias idas y venidas de imaginaciones, ni otras
cualesquier noticias y presencias de cosas, invoca a los ángeles,
diciendo que cacen todas estas cosas y las impidan, de manera que
no estorben el ejercicio de amor interior, en cuyo deleite y sabor se
están comunicando y gozando las virtudes y gracias entre el alma y
el Hijo de Dios. Y así, dice:
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Cazadnos las raposas, que está ya florecida nuestra viña.
4. La viña que aquí dice, es el plantel que está en esta santa alma de
todas las virtudes, las cuales le dan a ella vino de dulce sabor. Esta
viña del alma está florida cuando según la voluntad está unida con el
Esposo, y en el mismo Esposo está deleitándose, según todas estas
virtudes juntas. Y algunas veces, como habemos dicho, suelen acudir
a la memoria y fantasía muchas y varias formas de imaginaciones, y
en la parte sensitiva se levantan muchos y varios movimientos y
apetitos. Los cuales, por ser de tantas maneras y tan varios, cuando
David estaba bebiendo este sabroso vino del espíritu con grande sed
en Dios, sintiendo el impedimento y molestia que le hacían, dijo (Sal.
62, 2): Mi alma tuvo sed en ti: cuán de muchas maneras se ha mi
carne a ti.
5. Llama el alma a toda esta armonía de apetitos y movimientos
sensitivos raposas, por la gran propiedad que tienen a este tiempo
con ellas. Porque así como las raposas se hacen dormidas para hacer
presa cuando salen a caza, así todos estos apetitos y fuerzas
sensitivas estaban sosegadas y dormidas, hasta que en el alma se
levantan y se abren y salen a ejercicio estas flores de las virtudes; y
entonces también parece que despiertan y se levantan en la
sensualidad sus flores de apetitos y fuerzas sensuales a querer ellas
contradecir al espíritu y reinar. Hasta esto llega la codicia que dice
san Pablo (Gl. 5, 17) que tiene la carne contra el espíritu; que, por
ser su inclinación grande a lo sensitivo, gustando el espíritu, se
desabre y disgusta toda carne. Y en esto dan estos apetitos gran
molestia al dulce espíritu. Por lo cual dice: Cazadnos las raposas.
6. Pero los maliciosos demonios de su parte hacen aquí molestia al
alma de dos maneras. Porque ellos incitan y levantan estos apetitos
con vehemencia, y con ellos y otras imaginaciones, etc., hacen
guerra a este reino pacífico y florido del alma. Y lo segundo, y que
peor es, que cuando de esta manera no pueden, embisten en ella con
tormentos y ruidos corporales para hacerla divertir; y, lo que es más
malo, que la combaten con temores y horrores espirituales, a veces
de terrible tormento. Lo cual a este tiempo, si se les da licencia,
pueden ellos muy bien hacer; porque, como el alma se pone en muy
desnudo espíritu para este ejercicio espiritual, puede con facilidad él
hacerse presente a ella, pues también él es espíritu.
Otras veces la hace otros embestimientos de horrores antes que
comience ella a gustar estas dulces flores, al tiempo que Dios la
comienza algo a sacar de la casa de sus sentidos para que entre en el
dicho ejercicio interior al huerto del Esposo; porque sabe que, si una
vez se entra en aquel recogimiento, está tan amparada, que por más
que haga, no puede hacerle daño. Y muchas veces, cuando aquí el
demonio sale a tomarle el paso, suele el alma con gran presteza
recogerse en el hondo escondrijo de su interior, donde halla gran
deleite y amparo, y entonces padece aquellos terrores tan por de
fuera y tan a lo lejos, que no sólo no le hacen temor, mas le causan
alegría y gozo.
480
7. De estos terrores hizo la Esposa mención en los Cantares (6, 11),
diciendo: Mi alma me conturbó por causa de los carros de Aminadab,
entendiendo allí por Aminadab el demonio, llamando carros a sus
embestimientos y acometimientos, por la grande vehemencia y tropel
y ruido que con ellos trae. Después dice aquí el alma: Cazadnos las
raposas.
Lo cual también la Esposa en los Cantares (2, 15), al mismo propósito
pidió, diciendo: Cazadnos las raposas pequeñas que desmenuzan las
viñas, porque nuestra viña ha florecido. Y no dice cazadme, sino
cazadnos, porque habla de sí y del Amado; porque están en uno y
gozando la flor de la viña. La causa por que aquí dice que la viña está
con flor y no dice con fruto, es porque las virtudes en esta vida,
aunque se gozan en el alma con tanta perfección como ésta de que
hablamos, es como gozarla en flor, porque sólo en la otra se gozarán
como en fruto. Y dice luego:
En tanto que de rosas hacemos una piña.
8. Porque a esta sazón que el alma está gozando la flor de esta viña y
deleitándose en el pecho de su Amado, acaece así que las virtudes
del alma se ponen todas en pronto y claro, como habemos dicho, y
en su punto, mostrándose al alma y dándole de sí gran suavidad y
deleite; las cuales siente el alma estar en sí misma y en Dios, de
manera que le parecen ser una viña muy florida y agradable de ella y
de él, en que ambos se apacientan y deleitan. Y entonces el alma
junta todas estas virtudes, haciendo actos muy sabrosos de amor en
cada una de ellas y en todas juntas, y así juntas las ofrece ella al
Amado con gran ternura de amor y suavidad; a lo cual le ayuda el
mismo Amado (porque sin su favor y ayuda no podría ella hacer esta
junta y ofrenda de virtudes a su Amado), que por eso dice: Hacemos
una piña, es a saber: el Amado y yo.
9. Y llama piña a esta junta de virtudes, porque así como la piña es
una pieza fuerte, y en sí contiene muchas piezas fuertes y
fuertemente abrazadas, que son los piñones, así esta piña de virtudes
que hace el alma para su Amado es una sola pieza de perfección del
alma, la cual fuerte y ordenadamente abraza y contiene en sí muchas
perfecciones y virtudes fuertes y dones muy ricos. Porque todas las
perfecciones y virtudes se ordenan y contienen en una sólida
perfección del alma; la cual, en tanto que está haciéndose por el
ejercicio de las virtudes y ya hecha, se está ofreciendo de parte del
alma al Amado en el espíritu de amor que vamos diciendo; conviene,
pues, que se cacen las dichas raposas, porque no impidan la tal
comunicación interior de los dos. Y no sólo pide esto solo la Esposa
en esta canción para poder hacer bien la piña, mas también quiere lo
que se sigue en el verso siguiente, es a saber:
Y no parezca nadie en la montiña.
10. Porque para este divino ejercicio interior es también necesaria
soledad y ajenación de todas las cosas que se podrían ofrecer al
alma, ahora de parte de la porción inferior, que es la sensitiva del
hombre, ahora de la parte de la porción superior, que es la racional,
481
las cuales dos porciones son en que se encierra toda la armonía de
las potencias y sentidos del hombre, a la cual armonía llama aquí
montiña, porque, morando en ella y situándose en ella todas las
noticias y apetitos de la naturaleza, como la caza en el monte, en ella
suele el demonio hacer caza y presa en esos apetitos y noticias para
mal del alma. Dice que en esta montiña no parezca nadie, es a saber,
representación y figura de cualquier objeto perteneciente a cualquiera
de estas potencias o sentidos, que habemos dicho, no parezca
delante el alma y el Esposo. Y así, es como si dijera: en todas las
potencias espirituales del alma, como son memoria, entendimiento y
voluntad, no haya noticias ni afectos particulares, ni otras cualesquier
advertencias; y en todos los sentidos y potencias corporales, así
interiores como exteriores, que son imaginativa, fantasía, etc., ver,
oír, etc., no haya otras digresiones y formas, imágenes y figuras, ni
representaciones de objetos al alma, ni otras operaciones naturales.
11. Esto dice aquí el alma, por cuanto, para gozar perfectamente de
esta comunicación con Dios, conviene que todos los sentidos y
potencias, así interiores como exteriores, estén desocupados, vacíos
y ociosos de sus propias operaciones y objetos; porque, en tal caso,
cuanto ellos de suyo más se ponen en ejercicio, tanto más estorban,
porque en llegando el alma a alguna manera de unión interior de
amor, ya no obran en esto las potencias espirituales, y menos las
corporales, por cuanto está ya hecha y obrada la obra de unión de
amor, actuada el alma en amor, y así acabaron de obrar las
potencias, porque llegando al término cesan todas las operaciones de
los medios. Y así, lo que el alma hace entonces es asistencia de amor
en Dios, lo cual es amar en continuación de amor unitivo. No parezca,
pues, nadie en la montiña. Sola la voluntad parezca, asistiendo al
Amado en entrega de sí y de todas las virtudes en la manera que está
dicho.
ANOTACIÓN PARA LA CANCIÓN SIGUIENTE
1. Para más noticia de la canción que se sigue, conviene aquí advertir
que las ausencias que padece el alma de su Amado en este estado de
desposorio espiritual son muy aflictivas, y algunas son de manera que
no hay pena que se le compare. La causa de esto es que, como el
amor que tiene a Dios en este estado es grande y fuerte, atorméntale
grande y fuertemente en la ausencia. Y añádese a esta pena la
molestia que a este tiempo recibe en cualquiera manera de trato o
comunicación de las criaturas, que es muy grande; porque, como ella
está con aquella gran fuerza de deseo abisal por la unión con Dios,
cualquiera entretenimiento le es gravísimo y molesto; bien así como
a la piedra, cuando con grande ímpetu y velocidad va llegando hacia
su centro, cualquiera cosa en que topase y la entretuviese en aquel
vacío le sería muy violenta. Y como está ya el alma saboreada con
estas dulces visitas, sonle más deseables sobre el oro (Sal. 18, 11) y
toda hermosura. Y por eso, temiendo el alma mucho carecer, aun por
un momento, de tan preciosa presencia, hablando con la sequedad y
con el espíritu de su Esposo, dice esta canción:
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Inicio --------------------------------------------
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CANCIÓN 17
Detente, cierzo muerto; ven, austro, que recuerdas los amores aspira
por mi huerto, y corran sus olores, y pacerá el Amado entre las
flores.
DECLARACIÓN
2. Demás de lo dicho en la canción pasada, la sequedad de espíritu es
también causa de impedir al alma el jugo de suavidad interior de que
arriba ha hablado. Y, temiendo ella esto, hace dos cosas en esta
canción:
La primera, impedir la sequedad, cerrándole la puerta por medio de la
continua oración y devoción.
La segunda cosa que hace es invocar al Espíritu Santo, que es el que
ha de ahuyentar esta sequedad del alma y el que sustenta en ella y
aumenta el amor del Esposo, y también ponga el alma en ejercicio
interior de las virtudes, todo a fin de que el Hijo de Dios, su Esposo,
se goce y deleite más en ella, porque toda su pretensión es dar
contento al Amado.
Detente, cierzo muerto.
3. El cierzo es un viento muy frío que seca y marchita las flores y
plantas y, a lo menos, las hace encoger y cerrar cuando en ellas
hiere. Y, porque la sequedad espiritual y la ausencia afectiva del
Amado hacen este mismo efecto en el alma que la tiene, apagándole
el jugo y sabor y fragancia que gustaba de las virtudes, la llama
cierzo muerto, porque todas las virtudes y ejercicio afectivo que tenía
el alma tiene amortiguado. Y por eso dice aquí el alma: Detente,
cierzo muerto. El cual dicho del alma se ha de entender que es hecho
y obra de oración y de ejercicios espirituales, para que se detenga la
sequedad. Pero, porque en este estado las cosas que Dios comunica
al alma son tan interiores que con ningún ejercicio de sus potencias
de suyo puede el alma ponerlas en ejercicio y gustarlas, si el espíritu
del Esposo no hace en ella esta moción de amor, le invoca ella luego,
diciendo:
Ven, austro, que recuerdas los amores.
4. El austro es otro viento, que vulgarmente se llama ábrego. Este
aire apacible causa lluvias y hace germinar las yerbas y plantas, y
abrir las flores y derramar su olor; tiene los efectos contrarios a
cierzo. Y así, por este aire entiende el alma al Espíritu Santo, el cual
dice que recuerda los amores; porque, cuando este divino aire
embiste en el alma, de tal manera la inflama toda, y la regala y aviva
y recuerda la voluntad, y levanta los apetitos (que antes estaban
caídos y dormidos) al amor de Dios, que se puede bien decir que
recuerda los amores de él y de ella. Y lo que pide al Espíritu Santo es
lo que dice en el verso siguiente:
Aspira por mi huerto.
5. El cual huerto es la misma alma. Porque así como arriba ha
llamado a la misma alma viña florecida, porque la flor de las virtudes
483
que hay en ella le dan vino de dulce sabor, así aquí la llama también
huerto, porque en ella están plantadas y nacen y crecen las flores de
perfecciones y virtudes que habemos dicho.
Y es aquí de notar que no dice la Esposa: aspira en mi huerto, sino
aspira por mi huerto; porque es grande la diferencia que hay entre
aspirar Dios en el alma y aspirar por el alma. Porque aspirar en el
alma es infundir en ella gracia, dones y virtudes, y aspirar por el alma
es hacer Dios toque y moción en las virtudes y perfecciones que ya le
son dadas, renovándolas y moviéndolas de suerte que den de sí
admirable fragancia y suavidad al alma; bien así como cuando
menean las especias aromáticas, que, al tiempo que se hace aquella
moción, derraman la abundancia de su olor, el cual antes ni era tal ni
se sentía en tanto grado. Porque las virtudes que el alma tiene en sí,
adquiridas o infusas, no siempre las está sintiendo y gozando
actualmente; porque, como después diremos, en esta vida están en
el alma como flores en cogollo cerradas, o como especias aromáticas
cubiertas, cuyo olor no se siente hasta ser abiertas y movidas, como
habemos dicho.
6. Pero algunas veces hace Dios tales mercedes al alma Esposa, que,
aspirando con su Espíritu divino por este florido huerto de ella, abre
todos estos cogollos de virtudes y descubre estas especias aromáticas
de dones y perfecciones y riquezas del alma, y, manifestando el
tesoro y caudal interior, descubre toda la hermosura de ella. Y
entonces es cosa admirable de ver y suave de sentir la riqueza que se
descubre al alma de sus dones y la hermosura de estas flores de
virtudes ya todas abiertas en el alma. Y la suavidad de olor que cada
una de sí le da, según su propiedad, es inestimable. Y esto llama aquí
correr los olores del huerto, cuando en el verso siguiente dice:
Y corran sus olores.
7. Los cuales son en tanta abundancia algunas veces, que al alma le
parece estar vestida de deleites y bañada en gloria inestimable;
tanto, que no sólo ella lo siente de dentro, pero aun suélele redundar
tanto de fuera, que lo conocen los que saben advertir, y les parece
estar la tal alma como un deleitoso jardín lleno de deleites y riquezas
de Dios. Y no sólo cuando estas flores están abiertas se echa de ver
esto en estas santas almas, pero ordinariamente traen en sí un no sé
qué de grandeza y dignidad, que causa detenimiento y respeto a los
demás, por el efecto sobrenatural que se difunde en el sujeto de la
próxima y familiar comunicación con Dios, cual se escribe en el Exodo
(34, 30) de Moisés, que no podían mirar en su rostro por la honra y
gloria que le quedaba, por haber tratado cara a cara con Dios.
8. En este aspirar el Espíritu Santo por el alma, que es visitación suya
en amor a ella, se comunica en alta manera el Esposo Hijo de Dios;
que por eso envía su Espíritu primero como a los Apóstoles, que es su
aposentador, para que le prepare la posada del alma Esposa,
levantándola en deleite, poniéndole el huerto a gesto, abriendo sus
flores, descubriendo sus dones, arreándola de la tapicería de sus
gracias y riquezas.
484
Y así, con grande deseo desea el alma Esposa todo esto, es a saber:
que se vaya el cierzo, que venga el austro, que aspire por el huerto;
porque entonces gana el alma muchas cosas juntas. Porque gana el
gozar las virtudes puestas en el punto de sabroso ejercicio, como
habemos dicho; gana el gozar al Amado en ellas, pues mediante
ellas, como acabamos de decir, se comunica en ella con más estrecho
amor y haciéndole más particular merced que antes; y gana que el
Amado mucho más se deleita en ella por este ejercicio actual de
virtudes, que es de lo que ella más gusta, es a saber, que guste su
Amado; y gana también la continuación y duración del tal sabor y
suavidad de virtudes. La cual dura en el alma todo el tiempo que el
Esposo asiste en ella en tal manera, estándole dando la Esposa
suavidad en sus virtudes, según en los Cánticos (1, 11) ella lo dice en
esta manera: En tanto que estaba el rey en su reclinatorio (es a
saber, en el alma) mi arbolico florido y oloroso dio olor de suavidad;
entendiendo aquí por este arbolico oloroso la misma alma, que, de
flores de virtudes que en sí tiene, da olor de suavidad al Amado, que
en ella mora en esta manera de unión.
9. Por tanto, mucho es de desear este divino aire del Espíritu Santo y
que pida cada alma aspire por su huerto para que corran divinos
olores de Dios. Que, por ser esto tan necesario y de tanta gloria y
bien para el alma, la Esposa lo deseó y pidió por los mismos términos
que aquí, en los Cantares (4, 16), diciendo: Levántate de aquí,
cierzo, y ven, ábrego, y aspira por mi huerto, y correrán sus olorosas
y preciosas especias. Y esto todo lo desea el alma, no por el deleite y
gloria que de ello se le sigue, sino por lo que en esto sabe que se
deleita su Esposo, y porque esto es disposición y prenuncio para que
el Hijo de Dios venga a deleitarse en ella; que por eso dice luego:
Y pacerá el amado entre las flores.
10. Significa el alma este deleite que el Hijo de Dios tiene en ella en
esta sazón por nombre de pasto, que muy más al propio lo da a
entender, por ser el pasto o comida cosa que no sólo da gusto, pero
aun sustenta. Y así, el Hijo de Dios se deleita en el alma en estos
deleites de ella y se sustenta en ella, esto es, persevera en ella, como
en lugar donde grandemente se deleita, porque el lugar se deleita de
veras en él. Y eso entiendo que es lo que él mismo quiso decir por la
boca de Salomón en los Proverbios (8, 31), diciendo: Mis deleites son
con los hijos de los hombres, es a saber, cuando sus deleites son
estar conmigo, que soy el Hijo de Dios.
Y conviene aquí notar que no dice el alma aquí que pacerá el Amado
las flores, sino entre las flores; porque, como quiera que la
comunicación suya, es a saber, del Esposo, sea en la misma alma
mediante el arreo ya dicho de las virtudes, síguese que lo que pace
es la misma alma transformándola en sí, estando ya ella guisada,
salada y sazonada con las dichas flores de virtudes y dones y
perfecciones, que son la salsa con que y entre que la pace; las
cuales, por medio del aposentador ya dicho, están dando al Hijo de
Dios sabor y suavidad en el alma, para que por este medio se
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apaciente más en el amor de ella. Porque ésta es la condición del
Esposo: unirse con el alma entre la fragancia de estas flores. La cual
condición nota muy bien la Esposa en los Cantares (6, 1), como quien
tan bien la sabe, por estas palabras, diciendo: Mi Amado descendió a
su huerto, a la erica y aire de las especias odoríferas, para
apacentarse en los huertos y coger lirios. Y otra vez dice (6, 2): Yo
para mi Amado, y mi Amado para mí, que se apacienta entre los
lirios, es a saber, que se apacienta y deleita en mi alma, que es el
huerto suyo, entre los lirios de mis virtudes y perfecciones y gracias.
ANOTACIÓN PARA LA CANCIÓN SIGUIENTE
1. En este estado, pues, de desposorio espiritual, como el alma echa
de ver sus excelencias y grandes riquezas, y que no las posee y goza
como querría a causa de la morada que hace en carne, muchas veces
padece mucho, mayormente cuando más se le aviva la noticia de
esto. Porque echa de ver que ella está en el cuerpo como un gran
señor en la cárcel, sujeto a mil miserias y que le tienen confiscados
sus reinos, e impedido todo su señorío y riquezas, y no se le da de su
hacienda sino muy por tasa la comida; en lo cual lo que podrá sentir,
cada uno lo echará bien de ver, mayormente aun los domésticos de
su casa no le estando bien sujetos, sino que a cada ocasión sus
siervos y esclavos sin algún respeto se enderezan contra él, hasta
querer cogerle el bocado del plato. Pues que, cuando Dios hace
merced al alma de darle a gustar algún bocado de los bienes y
riquezas que le tiene aparejadas, luego se levanta en la parte
sensitiva un mal siervo de apetito, ahora un esclavo de desordenado
movimiento, ahora otras rebeliones de esta parte inferior, a impedirle
este bien.
2. En lo cual se siente el alma estar como en tierra de enemigos y
tiranizada entre extraños y como muerta entre los muertos, sintiendo
bien lo que da a entender el profeta Baruc (3, 10-11), cuando
encarece esta miseria en la cautividad de Jacob, diciendo: ¿Quién es
Israel para que esté en la tierra de los enemigos? Envejecístete en la
tierra ajena, contaminástete con los muertos y estimáronte con los
que descienden al infierno. Y Jeremías (2, 14), sintiendo este mísero
trato que el alma padece de parte del cautiverio del cuerpo, hablando
con Israel, según el sentido espiritual, dice: ¿Por ventura Israel es
siervo o esclavo, porque así esté preso? Sobre él rugieron los leones,
etc., entendiendo aquí por los leones los apetitos y rebeliones que
decimos de este tirano rey de la sensualidad. De lo cual para mostrar
el alma la molestia que recibe y el deseo que tiene de que este reino
de la sensualidad, con todos sus ejércitos y molestias, se acabe ya o
se le sujete del todo, levantando los ojos al Esposo, como quien lo ha
de hacer todo, hablando contra los dichos movimientos y rebeliones,
dice esta canción:
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CANCIÓN 18
486
¡Oh ninfas de Judea!, en tanto que en las flores y rosales el ámbar
perfumea, morá en los arrabales, y no queráis tocar nuestros
umbrales.
DECLARACIÓN
3. En esta canción la Esposa es la que habla, la cual, viéndose
puesta, según la porción superior espiritual, en tan ricos y
aventajados dones y deleites de parte de su Amado, deseando
conservarse en su seguridad y continua posesión de ellos, en la cual
el Esposo la ha puesto en las dos canciones precedentes, viendo que
de parte de la porción inferior, que es la sensualidad, se le podría
impedir (y que de hecho impide) y perturbar tanto bien pide a las
operaciones y movimientos de esta porción inferior que se sosieguen
en las potencias y sentidos de ella y no pasen los límites de su
región, la sensual, a molestar e inquietar la porción superior y
espiritual del alma, porque no la impida aun por algún mínimo
movimiento el bien y suavidad de que goza. Porque los movimientos
de la parte sensitiva y sus potencias, si obran cuando el espíritu goza,
tanto más le molestan e inquietan cuanto ellos tienen de más obra y
viveza. Dice, pues, así:
¡Oh ninfas de Judea!
4. Judea llama a la parte inferior del alma, que es la sensitiva. Y
llámala Judea porque es flaca y carnal y de suyo ciega, como lo es la
gente judaica.
Y llama ninfas a todas las imaginaciones, fantasías y movimientos y
afecciones de esta porción inferior. A todas éstas llama ninfas, porque
así como las ninfas con su afición y gracia atraen a sí a los amantes,
así estas operaciones y movimientos de la sensualidad sabrosa y
porfiadamente procuran atraer a sí la voluntad de la parte racional,
para sacarla de lo interior a que quiera lo exterior que ellas quieren y
apetecen; moviendo también al entendimiento y atrayéndole a que se
case y junte con ellas en su bajo modo de sentido, procurando
conformar y aunar la parte racional con la sensual. Vosotras, pues,
dice, ¡oh sensuales operaciones y movimientos!,
en tanto que en las flores y rosales.
5. Las flores, como habemos dicho, son las virtudes del alma; los
rosales son las potencias de la misma alma; memoria, entendimiento
y voluntad, las cuales llevan en sí y crían flores de conceptos divinos
y actos de amor y las dichas virtudes. En tanto, pues, que en estas
virtudes y potencias de mi alma, etc.,
el ámbar perfumea.
6. Por el ámbar entiende aquí el divino Espíritu del Esposo que mora
en el alma, y perfumear este divino ámbar en las flores y rosales es
derramarse y comunicarse suavísimamente en las potencias y
virtudes del alma, dando en ella al alma perfume de divina suavidad.
En tanto, pues, que este divino Espíritu está dando suavidad
espiritual a mi alma,
morá en los arrabales.
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7. En los arrabales de Judea, que decimos ser la porción inferior o
sensitiva del alma: y los arrabales de ella son los sentidos sensitivos
interiores, como son la memoria, fantasía, imaginativa, en los cuales
se colocan y recogen las formas e imágenes y fantasmas de los
objetos, por medio de las cuales la sensualidad mueve sus apetitos y
codicias. Y estas formas, etc., son las que aquí llama ninfas, las
cuales, quietas y sosegadas, duermen también los apetitos. Estas
entran a estos sus arrabales de los sentidos interiores por las puertas
de los sentidos exteriores, que son: oír, ver, oler, etc., de manera
que todas las potencias y sentidos, ahora interiores. ahora exteriores,
de esta parte sensitiva los podemos llamar arrabales, porque son los
barrios que están fuera de los muros de la ciudad. Porque lo que se
llama ciudad en el alma es allá lo de más adentro, es a saber, la
parte racional, que tiene capacidad para comunicar con Dios, cuyas
operaciones son contrarias a las de la sensualidad. Pero, porque hay
natural comunicación de la gente que mora en estos arrabales de la
parte sensitiva, la cual gente es las ninfas que decimos, con la parte
superior, que es la ciudad, de tal manera que lo que se obra en esta
parte inferior ordinariamente se siente en la otra interior, y, por
consiguiente le hace advertir y desquietar de la obra y asistencia
espiritual que tiene en Dios; por eso les dice que moren en sus
arrabales, esto es, que se quieten en sus sentidos sensitivos
interiores y exteriores.
Y no queráis tocar nuestros umbrales.
8. Esto es, ni por primeros movimientos toquéis a la parte superior;
porque los primeros movimientos del alma son las entradas y
umbrales para entrar en el alma, y cuando pasan de primeros
movimientos (en la razón, ya van pasando los umbrales; mas cuando
son primeros movimientos), sólo se dice tocar a los umbrales o llamar
a la puerta, lo cual se hace cuando hay acometimientos a la razón de
parte de la sensualidad para algún acto desordenado. Pues no
solamente el alma dice aquí que éstos no toquen al alma, pero, aun
las advertencias que no hacen a la quietud y bien de que goza, no ha
de haber.
ANOTACIÓN PARA LA CANCIÓN SIGUIENTE
1. Está tan hecha enemiga el alma, en este estado, de la parte
inferior y de sus operaciones que no querría que la comunicase Dios
nada de lo espiritual, cuando lo comunica a la parte superior; porque
o ha de ser muy poco o no lo ha de poder sufrir por la flaqueza de su
condición, sin que desfallezca el natural, y, por consiguiente, padezca
y se aflija el espíritu, y así no le pueda gozar en paz. Porque, como
dice el Sabio (Sab. 9, 15), el cuerpo agrava al alma, porque se
corrompe. Y como el alma desea las altas y excelentes
comunicaciones de Dios, y éstas no las puede recibir en compañía de
la parte sensitiva, desea que Dios se las haga sin ella.
Porque aquella alta visión del tercero cielo que vio san Pablo, en que
dice que vio a Dios, dice él mismo que no sabe si la recibió en el
cuerpo o fuera del cuerpo (2 Cor. 12, 2). Pero de cualquier manera
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que ello fuese, ello fue sin el cuerpo; porque si el cuerpo participara,
no lo pudiera dejar de saber, ni la visión pudiera ser tan alta como él
dice, diciendo (2 Cor. 12, 4) que oyó tan secretas palabras, que no es
lícito al hombre hablarlas. Por eso, sabiendo muy bien el alma que
mercedes tan grandes no se pueden recibir en vaso tan estrecho,
deseando que se las haga el Esposo fuera de él, o a lo menos sin él,
hablando con él mismo, se lo pide en esta canción:
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CANCIÓN 19
Escóndete, Carillo, y mira con tu haz a las montañas, y no quieras
decillo; mas mira las compañas de la que va por ínsulas extrañas.
DECLARACIÓN
2. Cuatro cosas pide el alma Esposa al Esposo en esta canción: la
primera, que sea él servido de comunicársele muy adentro en lo
escondido de su alma; la segunda, que embista e informe sus
potencias con la gloria y excelencia de su Divinidad; la tercera, que
sea esto tan alta y profundamente, que no se sepa ni quiera decir, ni
sea de ello capaz el exterior y parte sensitiva; la cuarta, que se
enamore de las muchas virtudes y gracias que él ha puesto en ella,
con las cuales va ella acompañada y sube a Dios por muy altas y
levantadas noticias de la Divinidad y por excesos de amor muy
extraños y extraordinarios de los que ordinariamente se suelen tener.
Y así, dice:
Escóndete, Carillo.
3. Como si dijera: querido Esposo mío, recógete en lo más interior de
mi alma, comunicándote a ella escondidamente, manifestándole tus
escondidas maravillas, ajenas de todos los ojos mortales.
Y mira con tu haz a las montañas.
4. La haz de Dios es la divinidad y las montañas son las potencias del
alma: memoria, entendimiento y voluntad. Y así, es como si dijera:
embiste con tu divinidad en mi entendimiento, dándole inteligencias
divinas, y en mi voluntad, dándole y comunicándole el divino amor, y
en mi memoria, con divina posesión de gloria.
En esto pide el alma todo lo que le puede pedir, porque no anda ya
contentándose en conocimiento y comunicación de Dios por las
espaldas, como hizo Dios con Moisés (Ex. 33, 23), que es conocerle
por sus efectos y obras, sino con la haz de Dios, que es comunicación
esencial de la Divinidad sin otro algún medio en el alma, por cierto
contacto de ella en la divinidad, lo cual es cosa ajena de todo sentido
y accidentes, por cuanto es toque de sustancias desnudas, es a
saber, del alma y Divinidad. Y por eso dice luego:
Y no quieras decillo.
5. Es a saber: y no quieras decillo como antes, cuando las
comunicaciones que en mí hacías eran de manera que las decías a los
sentidos exteriores por ser cosas de que ellos eran capaces, porque
no eran tan altas y profundas que no pudiesen ellos alcanzarlas; mas
ahora sean tan subidas y sustanciales estas comunicaciones y tan de
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adentro, que no se les diga a ellos nada, esto es, que no lo puedan
ellos alcanzar a saber. Porque la sustancia del espíritu no se puede
comunicar al sentido, y todo lo que se comunica al sentido,
mayormente en esta vida, no puede ser puro espíritu, por no ser él
capaz de ello. Deseando, pues, el alma aquí esta comunicación de
Dios tan sustancial y esencial que no cae en sentido, pide al Esposo
que no quiera decillo, que es como decir: sea de manera la
profundidad de este escondrijo de unión espiritual, que el sentido ni
lo acierte a decir ni a sentir, siendo como los secretos que oyó san
Pablo, que no era lícito al hombre decillos (2 Cor. 12, 4).
Mas mira las compañas.
6. El mirar de Dios es amar y hacer mercedes. Las compañas que
aquí dice el alma que mire Dios son la multitud de virtudes y dones y
perfecciones y otras riquezas espirituales que él ha puesto ya en ella,
como arras y prendas y joyas de desposada. Y así, es como si dijera:
mas antes conviértete, Amado, a lo interior de mi alma,
enamorándote del acompañamiento de riquezas que has puesto en
ella, para que, enamorado de ella en ellas, te escondas en ella y te
detengas, pues que es verdad que, aunque son tuyas, ya por
habérselas tú dado, también son
de la que va por ínsulas extrañas.
7. Es a saber, de mi alma, que va a ti por extrañas noticias de ti y por
modos y vías extrañas y ajenas de todos los sentidos y del común
conocimiento natural. Y así, es como si dijera, queriéndole obligar:
pues va mi alma a ti por noticias espirituales, extrañas y ajenas de
los sentidos, comunícate tú a ella también en tan interior y subido
grado que sea ajeno de todos ellos.
ANOTACIÓN PARA LA CANCIÓN SIGUIENTE
1. Para llegar a tan alto estado de perfección como aquí el alma
pretende, que es el matrimonio espiritual, no sólo le basta estar
limpia y purificada de todas las imperfecciones y rebeliones y hábitos
imperfectos de la parte inferior, en que, desnudado el viejo hombre,
está ya sujeta y rendida a la superior, sino que también ha menester
grande fortaleza y muy subido amor para tan fuerte y estrecho
abrazo de Dios. Porque no solamente en este estado consigue el alma
muy alta pureza y hermosura, sino también terrible fortaleza por
razón del estrecho y fuerte nudo que por medio de esta unión entre
Dios y el alma se da.
2. Por lo cual, para venir a él, ha menester ella estar en el punto de
pureza, fortaleza y amor competente; que por eso, deseando el
Espíritu Santo, que es el que interviene y hace esta junta espiritual,
que el alma llegase a tener estas partes para merecerlo, hablando
con el Padre y con el Hijo en los Cantares (8, 8-9) dijo: ¿Qué
haremos a nuestra hermana en el día en que ha de salir a vistas y a
hablar, porque es pequeñuela y no tiene crecidos los pechos? Si ella
es muro, edifiquemos sobre él fuerzas y defensas plateadas; y si es
puerta, guarnezcámosla con tablas cedrinas; entendiendo aquí por las
fuerzas y defensas plateadas, las virtudes fuertes y heroicas,
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envueltas en fe, que por la plata es significada, las cuales virtudes
heroicas son ya las del matrimonio espiritual, que asientan sobre el
alma fuerte, que aquí es significada por el muro, en cuya fortaleza ha
de reposar el pacífico Esposo sin que perturbe alguna flaqueza; y
entendiendo por las tablas cedrinas las afecciones y accidentes de
alto amor, el cual alto amor es significado por el cedro, y éste es el
amor del matrimonio espiritual. Y para guarnecer con él a la Esposa,
es menester que ella sea puerta, es a saber, para que entre el
Esposo, teniendo ella abierta la puerta de la voluntad para él por
entero y verdadero sí de amor, que es el sí del desposorio, que está
dado antes del matrimonio espiritual; entendiendo también por los
pechos de la Esposa ese mismo amor perfecto que le conviene tener
para parecer delante del Esposo Cristo, para consumación de tal
estado.
3. Pero dice allí el texto (8, 10) que respondió luego la Esposa con el
deseo que tenía de salir a estas vistas, diciendo: Yo soy muro, y mis
pechos son como una torre; que es como decir: mi alma es fuerte y
mi amor muy alto, para que no quede por eso. Lo cual también aquí
el alma Esposa, con deseo que tiene de esta perfecta unión y
transformación, ha ido dando a entender en las precedentes
canciones, mayormente en la que acabamos de declarar, en que pone
al Esposo por delante las virtudes y ricas disposiciones que de él tiene
recibidas para más le obligar. Y por eso el Esposo, queriendo concluir
con este negocio, dice las dos siguientes canciones, en que acaba de
purificar al alma y hacerla fuerte y disponerla, así según la parte
sensitiva como según la espiritual, para este estado, diciéndolas
contra todas las contrariedades y rebeliones, así de la parte sensitiva
como de parte del demonio.
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CANCIÓN 20 y 21
Esposo
A las aves ligeras, leones, ciervos, gamos saltadores, montes, valles,
riberas, aguas, aires, ardores y miedos de las noches veladores,
por las amenas liras y canto de sirenas os conjuro que cesen vuestras
iras, y no toquéis al muro, porque la Esposa duerma más seguro.
DECLARACIÓN
4. En estas dos canciones pone el Esposo Hijo de Dios al alma Esposa
en posesión de paz y tranquilidad, en conformidad de la parte inferior
con la superior, limpiándola de todas sus imperfecciones y poniendo
en razón las potencias y razones naturales del alma, sosegando todos
los demás apetitos, según se contiene en las sobredichas dos
canciones, cuyo sentido es el siguiente: primeramente, conjura el
Esposo y manda a las inútiles digresiones de la fantasía e imaginativa
que de aquí adelante cesen; y también pone en razón a las dos
potencias naturales: irascible y concupiscible, que antes algún tanto
afligían el alma. Y pone en perfección de sus objetos a las tres
potencias del alma: memoria, entendimiento y voluntad, según se
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puede en esta vida. Demás de esto, conjura y manda a las cuatro
pasiones del alma que son: gozo, esperanza, dolor y temor, que ya
de aquí adelante estén mitigadas y puestas en razón.
Todas las cuales cosas son significadas por todos aquellos nombres
que se ponen en la canción primera, cuyas molestas operaciones y
movimientos hace el Esposo que ya cesen en el alma por medio de la
gran suavidad y deleite y fortaleza que ella posee en la comunicación
y entrega espiritual que Dios de sí le hace en este tiempo. En la cual,
porque Dios transforma vivamente al alma en sí, todas las potencias,
apetitos y movimientos del alma pierden su imperfección natural y se
mudan en divinos. Y así, dice:
A las aves ligeras.
5. Llama aves ligeras a las digresiones de la imaginativa, que son
ligeras y sutiles en volar a una parte y a otra; las cuales, cuando la
voluntad está gozando en quietud de la comunicación sabrosa del
Amado, suelen hacerle sinsabor y apagarle el gusto con sus vuelos
sutiles. A las cuales dice el Esposo que las conjura por las amenas
liras, etc.; esto es, que pues ya la suavidad y deleite del alma es tan
abundante y frecuente que ellas no lo podrán impedir (como antes
solían) por no haber llegado a tanto, que cesen sus inquietos vuelos,
ímpetus y excesos. Lo cual se ha de entender así en las demás partes
que habemos de declarar aquí, como son:
Leones, ciervos, gamos saltadores.
6. Por los leones entiende las acrimonias e ímpetus de la potencia
irascible; porque esta potencia es osada y atrevida en sus actos como
los leones.
Por los ciervos y los gamos saltadores entiende la otra potencia del
alma, que es concupiscible, que es la potencia del apetecer, la cual
tiene dos efectos: el uno es de cobardía y el otro de osadía. Los
efectos de cobardía ejercita cuando las cosas no las halla para sí
convenientes, porque entonces se retira, encoge y acobarda. Y en
estos afectos es comparada a los ciervos; porque así como tienen
esta potencia concupiscible más intensa que otros muchos animales,
así son muy cobardes y encogidos. Los efectos de osadía ejercita
cuando halla las cosas convenientes para sí, porque entonces no se
encoge y acobarda, sino atrévese a apetecerlas y admitirlas con los
deseos y afectos. Y en estos efectos de osadía es comparada esta
potencia a los gamos, los cuales tienen tanta concupiscencia en lo
que apetecen, que no sólo a ello van corriendo, mas aun saltando,
por lo cual aquí los llama saltadores.
7. De manera que, en conjurar los leones, pone rienda a los ímpetus
y excesos de la ira; y en conjurar los ciervos, fortalece la
concupiscencia en las cobardías y pusilanimidades que antes la
encogían; y en conjurar los gamos saltadores, la satisface y apacigua
los deseos y apetitos que antes andaban inquietos, saltando como
gamos de uno en otro, para satisfacer a la concupiscencia, la cual
está ya satisfecha por las amenas liras, de cuya suavidad goza, y por
el canto de sirenas, en cuyo deleite se apacienta.
492
Y es de notar que no conjura el Esposo aquí a la ira y concupiscencia,
porque estas potencias nunca en el alma faltan, sino a los molestos y
desordenados actos de ellas significados por los leones, ciervos,
gamos saltadores, porque éstos en este estado es necesario que
falten.
Montes, valles, riberas.
8. Por estos tres nombres se denotan los actos viciosos y
desordenados de las tres potencias del alma, que son: memoria,
entendimiento y voluntad: los cuales actos son desordenados y
viciosos cuanto son en extremo altos y cuando son en extremo bajos
y remisos, o, aunque no lo sean en extremo, cuanto declinan hacia
uno de los dos extremos. Y así, por los montes, que son muy altos,
son significados los actos extremados en demasía desordenada. Por
los valles, que son muy bajos, se significan los actos de estas tres
potencias extremados en menos de lo que conviene. Y por la riberas,
que ni son muy altas ni muy bajas, sino que por no ser llanas
participan algo del un extremo y del otro, son significados los actos
de las potencias cuando exceden o faltan algo del medio y llano de lo
justo; los cuales aunque no son extremadamente desordenados, que
sería llegando a pecado mortal, todavía lo son en parte: ahora en
venial, ahora en imperfección, por mínima que sea, en el
entendimiento, memoria y voluntad.
A todos estos actos excesivos de lo justo conjura también que cesen
por las amenas liras y canto dicho; las cuales tienen puestas a las
tres potencias del alma tan en su punto de efecto, que están tan
empleadas en la justa operación que las pertenece, que no sólo no en
extremo, pero ni aun en parte de él participan alguna cosa. Síguense
los demás versos:
Aguas, aires, ardores y miedos de las noches veladores.
9. También por estas cuatro cosas entiende las afecciones de las
cuatro pasiones, que, como dijimos, son: dolor, esperanza, gozo,
temor.
Por las aguas se entienden las afecciones del dolor que afligen al
alma, porque así como agua se entran en el alma; de donde David
(Sal. 68, 2) dice a Dios hablando de ellas: Salvum me fac, Deus,
quoniam intraverunt aquae usque ad animam meam, esto es:
Sálvame, Dios mío, porque han entrado las aguas hasta mi alma.
Por los aires se entiende las afecciones de la esperanza, porque así
como aire vuelan a desear lo ausente que se espera; de donde
también dice David (Sal. 118, 131): Os meum aperui et attraxi
spiritum, quia mandata tua desiderabam, como si dijera: Abrí la boca
de mi esperanza y atraje el aire de mi deseo, porque esperaba y
deseaba tus mandamientos.
Por los ardores se entienden las afecciones de la pasión del gozo, las
cuales inflaman el corazón a manera de fuego; por lo cual el mismo
David (Sal. 38, 4) dice: Concaluit cor meum intra me, et in
meditatione mea exardescet ignis, que quiere decir: Dentro de mi se
493
calentó mi corazón, y en mi meditación se encenderá fuego; que es
tanto como decir: en mi meditación se encenderá el gozo.
Por los miedos de las noches veladores se entienden las afecciones de
la otra pasión, que es el temor; las cuales en los espirituales que aún
no han llegado a este estado del matrimonio espiritual, de que vamos
hablando, suelen ser muy grandes, a veces de parte de Dios, al
tiempo que les quiere hacer algunas mercedes (como habemos dicho
arriba) que les suele hacer temor al espíritu y pavor y también
encogimiento a la carne y sentidos, por no tener ellos fortalecido y
perfeccionado el natural y habituado a aquellas mercedes; a veces
también de parte del demonio, el cual al tiempo que Dios da al alma
recogimiento y suavidad en sí, teniendo él grande envidia y pesar de
aquel bien y paz del alma, procura poner horror y temor en el espíritu
por impedirla aquel bien, y a veces como amenazándola allá en el
espíritu; y cuando ve que no puede llegar a lo interior del alma (por
estar ella muy recogida y unida con Dios) a lo menos por de fuera en
la parte sensitiva pone distracción, variedad y aprietos y dolores y
horror al sentido, a ver si por este medio puede inquietar a la Esposa
de su tálamo. A los cuales llama miedos de las noches, por ser de los
demonios y porque con ellos el demonio procura difundir tinieblas en
el alma, por oscurecer la divina luz de que goza.
Y llama veladores a estos temores porque de suyo hacen velar y
recordar al alma de su suave sueño interior; y también, porque los
demonios que los causan, están siempre velando por ponerlos estos
temores, que pasivamente de parte de Dios o del demonio (como he
dicho) se ingieren en el espíritu de los que son ya espirituales. Y no
trato aquí de otros temores temporales o naturales, porque tener los
tales temores no es de gente espiritual; mas tener los espirituales
temores ya dichos es propiedad de espirituales.
10. Pues a todas estas cuatro maneras de afecciones de las cuatro
pasiones del alma conjura también el Amado, haciéndolas cesar y
sosegar, por cuanto él da ya a la Esposa caudal en este estado, y
fuerza y satisfacción en las amenas liras de su suavidad y canto de
sirenas de su deleite, para que no sólo no reinen en ella, pero ni aun
en algún tanto la puedan dar sinsabor.
Porque es la grandeza y estabilidad del alma tan grande en este
estado, que, si antes le llegaban al alma las aguas del dolor de
cualquiera cosa, y aun de los pecados suyos o ajenos (que es lo que
más suelen sentir los espirituales), ya aunque los estima, no le hacen
dolor ni sentimiento, y la compasión, esto es, el sentimiento de ella,
no le tiene, aunque tiene las obras y perfección de ella. Porque aquí
le falta al alma lo que tenía de flaco en las virtudes, y le queda lo
fuerte, constante y perfecto de ellas. Porque, a modo de los ángeles,
que perfectamente estiman las cosas que son de dolor sin sentir dolor
y ejercitan las obras de misericordia sin sentimiento de compasión, le
acaece al alma en esta transformación de amor; aunque algunas
veces y en algunas sazones dispensa Dios con ella, dándole a sentir
cosas y a padecer en ellas, porque más merezca y se afervore en el
494
amor, o por otros respetos, como hizo con la Madre Virgen y con San
Pablo y otros; pero el estado de suyo no lo lleva.
11. En los deseos de la esperanza tampoco se aflige, porque, estando
ya satisfecha con esta unión de Dios cuanto en esta vida puede, ni
acerca del mundo tiene qué esperar ni acerca de lo espiritual qué
desear, pues se ve y siente llena de las riquezas de Dios; y así, en el
vivir y en el morir está conforme y ajustada con la voluntad de Dios,
diciendo según la parte sensitiva y espiritual: Fiat voluntas tua (Mt. 6,
10), sin ímpetu de otra gana y apetito. Y así, el deseo que tiene de
ver a Dios es sin pena.
También las afecciones del gozo, que en el alma solían hacer
sentimiento de más o menos, ni en ellas echa de ver mengua ni le
hace novedad abundancia; porque es tanta la que ella ordinariamente
goza, que a manera de la mar, ni mengua por los ríos que de ella
salen, ni crece por los que en ella entran; porque esta alma es en la
que está hecha esta fuente de que dice Cristo por san Juan (4, 14)
que su agua salta hasta la vida eterna.
12. Y porque he dicho que esta tal alma no recibe novedad en este
estado de transformación, en lo cual parece que le quitan los gozos
accidentarios, que aun en los glorificados no faltan, es de saber que,
aunque a esta alma no le faltan esos gozos y suavidades
accidentarias (porque antes las que ordinariamente tiene son sin
cuenta) no por eso en lo que es sustancial comunicación de espíritu
se le aumenta nada, porque todo lo que de nuevo le puede venir, ya
ella se lo tenía. Y así, es más lo que en sí tiene que lo que de nuevo
le viene. De donde todas las veces que a esta alma se le ofrecen
cosas de gozo y alegría, ahora de cosas exteriores, ahora espirituales
e interiores, luego se convierte a gozar las riquezas que ella tiene ya
en sí, y se queda con mucho mayor gozo y deleite en ellas y en las
que de nuevo le vienen; porque tiene en alguna manera la propiedad
de Dios en esto, el cual, aunque en todas las cosas se deleita, no se
deleita tanto en ellas como en sí mismo, porque tiene él en sí
eminente bien sobre todas ellas. Y así, todas las novedades que a
esta alma acaecen de gozos y gustos, más le sirven de recuerdos
para que se deleite en lo que ella ya tiene y siente en sí, que en
aquellas novedades; porque como digo, es más que ellas.
13. Y cosa natural es que, cuando una cosa da gozo y contento al
alma, si tiene otra que más estime y más gusto le dé, luego se
acuerda de aquélla y asienta su gusto y gozo en ella. Y así es tan
poco lo accidentario de estas novedades espirituales y lo que ponen
de nuevo en el alma, en comparación de lo sustancial que ella ya en
sí tiene, que lo podemos decir nada; porque el alma que ha llegado a
este cumplimiento de transformación, en que está toda crecida, no va
creciendo con las novedades espirituales, como las otras que no han
llegado. Pero es cosa admirable de ver que, con no recibir esta alma
novedades de deleites, siempre le parece que las recibe de nuevo y
también que se las tenía. La razón es porque siempre las gusta de
495
nuevo, por ser su bien siempre nuevo; y así le parece que recibe
siempre novedades, sin haber menester recibirlas.
14. Pero, si quisiésemos hablar de la iluminación de gloria que en
este ordinario abrazo, que tiene dado al alma, algunas veces hace en
ella, que es cierta conversión espiritual a ella, en que la hace ver y
gozar de por junto este abismo de deleites y riquezas que ha puesto
en ella, nada se podría decir que declarase algo de ello. Porque a
manera del sol, cuando de lleno embiste en la mar, esclarece hasta
los profundos senos y cavernas y parecen las perlas y venas
riquísimas de oros y otros minerales preciosos, etc., así este divino
sol del Esposo, convirtiéndose a la Esposa, saca de manera a luz las
riquezas del alma, que hasta los ángeles se maravillan de ella y digan
aquello de los Cantares (6, 9), es a saber: ¿Quien es esta que
procede como la mañana que se levanta, hermosa como la luna,
escogida como el sol, terrible y ordenada como las haces de los
ejércitos? En la cual iluminación, aunque es de tanta excelencia, no
se le acrecienta nada a la tal alma, sino sólo sacarle a luz a que goce
lo que antes tenía.
15. Finalmente, ni los miedos de las noches veladores llegan a ella,
estando ya tan clara y tan fuerte y reposando tan de asiento en Dios,
que ni la pueden oscurecer con sus tinieblas los demonios, ni
atemorizar con sus terrores, ni recordar con sus ímpetus. De donde
ninguna cosa la puede ya llegar ni molestar, habiéndose ya ella
entrado de todas las cosas en su Dios, donde de toda paz goza, de
toda suavidad gusta y en todo deleite se deleita, según sufre la
condición y estado de esta vida. Porque de esta tal alma se entiende
aquello que dice el Sabio (Pv. 15, 15), es a saber: El alma pacífica y
sosegada es como un convite continuo; porque así como en un
convite hay sabor de todos manjares y suavidad de todas músicas,
así el alma, en este convite que ya tiene en el pecho del Esposo, de
todo deleite goza y de toda suavidad gusta.
Y es tan poco lo que habemos dicho de lo que aquí pasa y lo que se
puede decir con palabras, que siempre se diría lo menos que en el
alma que a este dichoso estado llega pasa; porque, si el alma atina a
dar en la paz de Dios, que, como dice la Iglesia, sobrepuja todo
sentido, quedará todo sentido, para hablar en ella, corto y mudo.
Síguese el verso de la segunda canción:
Por las amenas liras y canto de sirenas os conjuro.
16. Ya habemos dado a entender que por las amenas liras entiende
aquí el Esposo la suavidad que de sí da al alma en este estado, por la
cual hace cesar todas las molestias que habemos dicho en el alma.
Porque, así como la música de las liras llena el ánima de suavidad y
recreación, y le embebe y suspende de manera que le tiene
enajenado de sinsabores y penas, así esta suavidad tiene al alma tan
en sí, que ninguna cosa penosa la llega. Y así, es como si dijera: por
la suavidad que yo pongo en el alma, cesen todas las cosas no
suaves al alma. También se ha dicho que el canto de sirenas significa
el deleite ordinario que el alma posee. Y llama a este deleite canto de
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sirenas, porque así como, según dicen, el canto de sirenas es tan
sabroso y deleitoso que al que le oye de tal manera le arroba y
enamora que le hace olvidar como transportado de todas las cosas,
así el deleite de esta unión de tal manera absorbe el alma en sí y la
recrea que la pone como encantada a todas las molestias y
turbaciones de las cosas ya dichas. Las cuales son entendidas en este
verso:
Que cesen vuestras iras.
17. Llamando iras a las dichas turbaciones y molestias de las
afecciones y operaciones desordenadas que habemos dicho. Y
porque, así como la ira es cierto ímpetu que turba la paz, saliendo de
los límites de ella, así todas las afecciones, etc., ya dichas, con sus
movimientos, exceden el límite de la paz y tranquilidad del alma,
desquietándola cuando la tocan. Y, por eso, dice:
Y no toquéis al muro.
18. Entendiendo por el muro el cerco de la paz y vallado de virtudes y
perfecciones con que la misma alma está cercada y guardada, siendo
ella el huerto que arriba ha dicho, donde su Amado pace las flores,
cercado y guardado solamente para él; por lo cual él la llama en los
Cantares (4, 12) huerto cerrado, diciendo: Mi hermana es huerto
cerrado. Y así, dice aquí que ni aun a la cerca y muro de este su
huerto le toquen,
porque la Esposa duerma más seguro,
19. es a saber: porque más a sabor se deleite de la quietud y
suavidad que goza en el Amado. Donde es de saber que ya aquí para
el alma no hay puerta cerrada, sino que en su mano está gozar cada
y cuando que quiere de este suave sueño de amor, según lo da a
entender el Esposo en los Cantares (3, 5), diciendo: Conjúroos, hijas
de Jerusalén, por las cabras y los ciervos de los campos, que no
recordéis ni hagáis velar a la amada hasta que ella quiera.
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ANOTACION PARA LA CANCION SIGUIENTE [San Juan de la
Cruz CANTICO ESPIRITUALB Prologo]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DEL CÁNTICO ESPIRITUAL (segunda redacción = CB)
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ANOTACIÓN PARA LA CANCIÓN SIGUIENTE
1. Tanto era el deseo que el Esposo tenía de acabar de libertar y
rescatar esta su Esposa de las manos de la sensualidad y del
demonio, que, ya que lo ha hecho, como lo ha hecho aquí, de la
manera que el buen Pastor se goza con la oveja sobre sus hombros,
que había perdido y buscado por muchos rodeos (Lc. 15, 5), y como
la mujer se alegra con la dracma en las manos, que para hallarla
había encendido la candela y trastornado toda la casa, llamando a sus
amigos y vecinos, se regracia con ellos, diciendo: Alegraos conmigo,
etc. (Lc. 15, 9), así este amoroso Pastor y Esposo del alma es
admirable cosa de ver el placer que tiene y gozo de ver al alma ya así
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ganada y perfeccionada, puesta en sus hombros y asida con sus
manos en esta deseada junta y unión.
Y no sólo en sí se goza, sino que también hace participantes a los
ángeles y almas santas de su alegría, diciendo como en los Cantares
(3, 11): Salid, hijas de Sión, y mirad al rey Salomón con la corona
que le coronó su madre el día de su desposorio y en el día de la
alegría de su corazón, llamando al alma en estas dichas palabras su
esposa y la alegría de su corazón, trayéndola ya en sus brazos y
procediendo con ella como esposo de su tálamo (Sal. 18, 6). Todo lo
cual da él a entender en la siguiente canción.
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CANCIÓN 22
Entrado se ha la Esposa en el ameno huerto deseado, y a su sabor
reposa, el cuello reclinado sobre los dulces brazos del Amado.
DECLARACIÓN
2. Habiendo ya la Esposa puesto diligencia en que las raposas se
cazasen, y el cierzo se fuese, y las ninfas se sosegasen, que eran
estorbos e inconvenientes que impedían el acabado deleite del estado
del matrimonio espiritual; y también habiendo invocado y alcanzado
el aire del Espíritu Santo (como en las precedentes canciones ha
hecho), el cual es propia disposición e instrumento para la perfección
del tal estado, resta ahora tratar de él en esta canción, en la cual
habla el Esposo llamando ya Esposa al alma, y dice dos cosas. La una
es decir cómo ya, después de haber salido victoriosa, ha llegado a
este estado deleitoso del matrimonio espiritual, que él y ella tanto
habían deseado. Y la segunda es contar las propiedades del dicho
estado, de las cuales el alma goza ya en él, como son: reposar a su
sabor y tener el cuello reclinado sobre los dulces brazos del Amado,
según que ahora iremos declarando.
Entrado se ha la Esposa.
3. Para declarar el orden de estas canciones más distintamente y dar
a entender el que ordinariamente lleva el alma hasta llegar a este
estado de matrimonio espiritual, que es el más alto de que ahora,
mediante el favor divino, habemos de hablar, es de notar: que, antes
que el alma aquí llegue, primero se ejercita en los trabajos y
amarguras de la mortificación, y en la meditación de las cosas
espirituales: que al principio dijo el alma desde la primera canción
hasta aquella que dice: Mil gracias derramando. Y después entra en
la vía contemplativa, en que pasa por las vías y estrechos de amor
que en el suceso de las canciones ha ido contando, hasta la que dice:
Apártalos, Amado, en que se hizo el desposorio espiritual. Y demás
de esto, va por la vía unitiva, en que recibe muchas y grandes
comunicaciones y visitas y dones y joyas del Esposo, bien así como
desposada, se va enterando y perfeccionando en el amor de él, como
ha cantado desde la dicha canción donde se hizo el dicho desposorio,
que dice: Apártalos, Amado, hasta ésta de ahora, que comienza:
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Entrado se ha la Esposa, donde restaba ya hacerse el matrimonio
espiritual entre la dicha alma y el Hijo de Dios.
El cual es mucho más sin comparación que el desposorio espiritual,
porque es una transformación total en el Amado, en que se entregan
ambas las partes por total posesión de la una a la otra, con cierta
consumación de unión de amor, en que está el alma hecha divina y
Dios por participación, cuanto se puede en esta vida. Y así, pienso
que este estado nunca acaece sin que esté el alma en él confirmada
en gracia, porque se confirma la fe de ambas partes, confirmándose
aquí la de Dios en el alma. De donde éste es el más alto estado a que
en esta vida se puede llegar.
Porque, así como en la consumación del matrimonio carnal son dos
en una carne, como dice la divina Escritura (Gn. 2, 24), así también,
consumado este matrimonio espiritual entre Dios y el alma, son dos
naturalezas en un espíritu y amor, según dice san Pablo trayendo
esta misma comparación (1 Cor. 6, 17), diciendo: El que se junta al
Señor, un espíritu se hace con él. Bien así como cuando la luz de la
estrella o de la candela se junta y une con la del sol, que ya el que
luce ni es la estrella ni la candela, sino el sol, teniendo en sí
difundidas las otras luces.
4. Y de este estado habla en el presente verso el Esposo, diciendo:
Entrado se ha la Esposa, es a saber, de todo lo temporal y de todo lo
natural, y de todas las afecciones y modos y maneras espirituales,
dejadas aparte y olvidadas todas las tentaciones, turbaciones, penas,
solicitud y cuidados, transformada en este alto abrazo. Por lo cual se
sigue el verso siguiente, es a saber:
En el ameno huerto deseado.
5. Y es como si dijera: transformado se ha en su Dios, que es el que
aquí llama huerto ameno, por el deleitoso y suave asiento que halla el
alma en él.
A este huerto de llena transformación (el cual es ya gozo y deleite y
gloria de matrimonio espiritual) no se viene sin pasar primero por el
desposorio espiritual y por el amor leal y común de desposados;
porque, después de haber sido el alma algún tiempo Esposa en
entero y suave amor con el Hijo de Dios, después la llama Dios y la
mete en este huerto florido suyo a consumar este estado felicísimo
del matrimonio consigo, en que se hace tal junta de las dos
naturalezas y tal comunicación de la divina a la humana, que, no
mudando alguna de ellas su ser, cada una parece Dios, aunque en
esta vida no puede ser perfectamente; aunque es sobre todo lo que
se puede decir y pensar.
6. Esto da muy bien a entender el mismo Esposo en los Cantares (5,
1), donde convida al alma hecha ya Esposa a este estado, diciendo:
Veni in hortum meum, soror mea, sponsa; messui muyrrham meam
cum aromatibus meis, que quiere decir: Ven y entra en mi huerto,
hermana mía. Esposa, que ya he segado mi mirra con mis especias
olorosas. Llámale hermana y esposa, porque ya lo era en el amor y
entrega que le había hecho de sí antes que la llamase a este estado
499
de matrimonio espiritual, donde dice que tiene ya segada su olorosa
mirra y especias aromáticas, que son los frutos de las flores ya
maduros y aparejados para el alma, los cuales son los deleites y
grandezas que en este estado de sí la comunica, esto es, en sí mismo
a ella; y por eso, él es ameno y deseado huerto para ella. Porque
todo el deseo y fin del alma y de Dios en todas las obras de ella es la
consumación y perfección de este estado, por lo cual nunca descansa
el alma hasta llegar a él; porque halla en este estado mucha más
abundancia y henchimiento de Dios, y más segura y estable paz, y
más perfecta suavidad sin comparación que en el desposorio
espiritual, bien así como ya colocada en los brazos de tal Esposo, con
el cual ordinariamente siente el alma tener un estrecho abrazo
espiritual, que verdaderamente es abrazo, por medio del cual abrazo
vive el alma vida de Dios. Porque de esta alma se verifica aquello que
dice San Pablo (Gl. 2, 20): Vivo, ya no yo, pero vive en mí Cristo.
Por tanto, viviendo el alma aquí vida tan feliz y gloriosa, como es vida
de Dios, considere cada uno, si pudiere, qué vida tan sabrosa será
esta que vive, en la cual, así como Dios no puede sentir algún
sinsabor, ella tampoco le siente, mas goza y siente deleite de gloria
de Dios en la sustancia del alma ya transformada en él. Y por eso, se
sigue el verso siguiente:
Y a su sabor reposa el cuello reclinado.
7. El cuello significa aquí la fortaleza del alma, mediante la cual como
habemos dicho se hace esta junta y unión entre ella y el Esposo
porque no podría el alma sufrir tan estrecho abrazo si no estuviese ya
muy fuerte. Y porque en esta fortaleza trabajó el alma y obró las
virtudes y venció los vicios justo es que en aquello que venció y
trabajó repose el cuello reclinado
sobre los dulces brazos del Amado.
8. Reclinar el cuello en los brazos de Dios es tener ya unida su
fortaleza o por mejor decir su flaqueza, en la fortaleza de Dios porque
los brazos de Dios significan la fortaleza de Dios en que reclinada y
transformada nuestra flaqueza tiene ya fortaleza del mismo Dios. De
donde muy cómodamente se denota este estado del matrimonio
espiritual por esta reclinación del cuello en los dulces brazos del
Amado porque ya Dios es la fortaleza y dulzura del alma en que está
guarecida y amparada de todos los males y saboreada en todos los
bienes. Por tanto la Esposa en los Cantares (8, 1) deseando este
estado dijo al Esposo: ¿Quién te me diese hermano mío que
mamases los pechos de mi madre de manera que te hallase yo solo
afuera y te besase y ya no me despreciase nadie? En llamarle
hermano da a entender la igualdad que hay en el desposorio de amor
entre los dos antes de llegar a este estado. En lo que dice que
mamases los pechos de mi madre quiere decir que enjugases y
apagases en mí los apetitos y pasiones que son los pechos y la leche
de la madre Eva en nuestra carne los cuales son impedimento para
este estado y así, esto hecho te hallase yo solo afuera esto es fuera
yo de todas las cosas y de mí misma en soledad y desnudez de
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espíritu, lo cual viene a ser enjugados los apetitos ya dichos; y allí te
besase sola a ti solo, es a saber, se uniese mi naturaleza ya sola y
desnuda de toda impureza temporal, natural y espiritual, contigo
solo, con tu sola naturaleza sin otro algún medio. Lo cual sólo es en
el matrimonio espiritual, que es el beso del alma a Dios, donde no la
desprecia ni se le atreve ninguno; porque en este estado, ni demonio,
ni carne, ni mundo, ni apetitos molestan. Porque aquí se cumple lo
que también se dice en los Cantares (2, 11-12): Ya pasó el invierno y
se fue la lluvia, y parecieron las flores en nuestra tierra.
ANOTACIÓN PARA LA CANCIÓN SIGUIENTE
1. En este alto estado del matrimonio espiritual, con gran facilidad y
frecuencia descubre el Esposo al alma sus maravillosos secretos como
su fiel consorte, porque el verdadero y entero amor no sabe tener
nada encubierto al que ama. Comunícala principalmente dulces
misterios de su Encarnación y los modos y maneras de la redención
humana, que es una de las más altas obras de Dios, y así es más
sabrosa para el alma. Por lo cual, aunque otros muchos misterios la
comunica, sólo hace mención el Esposo en la canción siguiente de la
Encarnación, como el más principal de todos. Y así, hablando con ella
dice:
Inicio --------------------------------------------
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CANCIÓN 23
Debajo del manzano, allí conmigo fuiste desposada, allí te di la mano,
y fuiste reparada donde tu madre fuera violada.
DECLARACIÓN
2. Declara el Esposo al alma en esta canción la admirable manera y
traza que tuvo en redimirla y desposarla consigo por aquellos mismos
términos que la naturaleza humana fue estragada y perdida, diciendo
que, así como por medio del árbol vedado en el paraíso fue perdida y
estragada en la naturaleza humana por Adán, así en el árbol de la
cruz fue redimida y reparada, dándole allí la mano de su favor y
misericordia por medio de su muerte y pasión, alzando las treguas:
que del pecado original había entre el hombre y Dios. Y así, dice:
Debajo del manzano.
3. Esto es, debajo del favor del árbol de la Cruz, que aquí es
entendido por el manzano, donde el Hijo de Dios redimió y, por
consiguiente, desposó consigo la naturaleza humana, y
consiguientemente a cada alma, dándola él gracia y prendas para ello
en la Cruz. Y así, dice:
Allí conmigo fuiste desposada, allí te di la mano,
4. conviene a saber, de mi favor y ayuda, levantándote de tu bajo
estado en mi compañía y desposorio.
Y fuiste reparada donde tu madre fuera violada.
5. Porque tu madre la naturaleza humana fue violada en tus primeros
padres debajo del árbol, y tú allí también debajo del árbol de la Cruz
fuiste reparada; de manera que si tu madre debajo del árbol te dio la
muerte, yo debajo del árbol de la Cruz te di la vida. Y a este modo le
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va Dios descubriendo las ordenaciones y disposiciones de su
sabiduría, cómo sabe él tan sabia y hermosamente sacar de los males
bienes, y aquello que fue causa del mal, ordenarlo a mayor bien.
Lo que en esta canción se contiene, a la letra dice el mismo Esposo a
la Esposa en los Cantares (8, 5) diciendo: Sub arbore malo suscitavi
te; ibi corrupta est mater tua, ibi violata est genitrix tua, que quiere
decir: Debajo del manzano te levanté; allí fue tu madre estragada, y
allí la que te engendró fue violada.
6. Este desposorio que se hizo en la Cruz no es del que ahora vamos
hablando. Porque aquél es desposorio que se hizo de una vez, dando
Dios al alma la primera gracia, lo cual se hace en el bautismo con
cada alma. Mas éste es por vía de perfección, que no se hace sino
muy poco a poco por sus términos, que, aunque es todo uno, la
diferencia es que el uno se hace al paso del alma, y así va poco a
poco; y el otro, al paso de Dios y así hácese de una vez. Porque este
de que vamos tratando es el que da a entender por Ezequiel (16,
5-14) Dios, hablando con el alma, en esta manera: Estaba arrojada
sobre la tierra en desprecio de tu ánima el día que naciste. Y pasando
por ti, vite pisada en tu sangre. Y díjete, como estuvieses en tu
sangre: vive; y púsete tan multiplicada como la yerba del campo.
Multiplicástete e hicístete grande, y entraste y llegaste hasta la
grandeza de mujer; y crecieron tus pechos, y multiplicáronse tus
cabellos, y estabas desnuda y llena de confusión. Y pasé por ti y
miréte, y vi que tu tiempo era tiempo de amantes, y tendí sobre ti mi
manto y cubrí tu ignominia. E hícete juramento y entré contigo en
pacto, e hícete mía. Y lavéte con agua y limpiéte la sangre que
tenías, y ungíte con óleo, y vestíte de colores; y calcéte de jacinto, y
ceñíte de holanda y vestíte de sutilezas. Y adornéte con ornato; puse
manillas en tus manos y collar en tu cuello. Y sobre tu boca puse un
zarcillo, y en tus orejas cerquillos, y corona de hermosura sobre tu
cabeza. Y fuiste adornada con oro y plata y vestida de holanda y
sedas labradas y muchos colores. Pan muy esmerado y miel y óleo
comiste, e hicístete de vehemente hermosura y llegaste hasta reinar
y ser reina, y divulgóse tu nombre entre las gentes por tu hermosura.
Hasta aquí son palabras de Ezequiel. Y de este talle está el alma de
que aquí vamos hablando.
ANOTACIÓN PARA LA CANCIÓN SIGUIENTE
1. Mas, después de esta sabrosa entrega de la Esposa y el Amado, lo
que luego inmediatamente se sigue es el lecho de entrambos en el
cual muy más de asiento gusta ella los dichos deleites del Esposo. Y
así, en la siguiente canción trata del lecho de él y de ella, el cual es
divino, puro y casto, en que el alma está divina, pura y casta. Porque
el lecho no es otra cosa que su mismo Esposo el Verbo, Hijo de Dios,
como luego se dirá, en el cual ella, por medio de la dicha unión de
amor, se recuesta. Al cual lecho ella llama florido, porque su Esposo
no sólo es florido, sino, como él mismo dice de sí en los Cantares (2,
1), es la misma flor del campo y el lirio de los valles. Y así, el alma no
sólo se acuesta en el lecho florido, sino en la misma flor, que es el
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Hijo de Dios, la cual en sí tiene divino olor y fragancia y gracia y
hermosura, como también él lo dice por David (Sal. 49, 11) diciendo:
La hermosura del campo está conmigo. Por lo cual canta el alma las
propiedades y gracias de su lecho y dice:
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CANCIÓN 24
Esposa
Nuestro lecho florido, de cuevas de leones enlazado, en púrpura
tendido, de paz edificado, de mil escudos de oro coronado.
DECLARACIÓN
2. En las dos canciones pasadas ha cantado el alma Esposa las
gracias y grandezas de su Amado el Hijo de Dios; y en ésta no sólo
las va prosiguiendo, mas también canta el feliz y alto estado en que
se ve puesta y la seguridad de él. Y lo tercero, las riquezas de dones
y virtudes con que se ve dotada y arreada en el tálamo de su Esposo;
porque dice estar ya ella en unión con Dios, teniendo ya las virtudes
en fortaleza. Lo cuarto, que tiene ya perfección de amor. Lo quinto,
que tiene paz espiritual cumplida y que toda ella está enriquecida y
hermoseada con dones y virtudes, como se puede en esta vida
poseer y gozar, según se irá diciendo en los versos. Lo primero, pues,
que canta es el deleite que goza en la unión del Amado, diciendo:
Nuestro lecho florido.
3. Ya habemos dicho que este lecho del alma es el Esposo dijo de
Dios, el cual está florido para el alma; porque, estando ella ya unida
y recostada en él, hecha Esposa, se le comunica el pecho y el amor
del Amado, lo cual es comunicársele la sabiduría, y secretos, y
gracias, y virtudes, y dones de Dios, con los cuales está ella tan
hermoseada y rica y llena de deleites, que le parece estar en un lecho
de variedad de suaves flores divinas, que con su toque la deleitan y
con su olor la recrean. Por lo cual llama ella muy propiamente a esta
junta de amor con Dios lecho florido, porque así le llama la Esposa
hablando con el Esposo en los Cantares (1, 15) diciendo: Lectulus
noster floridus, esto es: Nuestro lecho florido.
Y llámale nuestro porque unas mismas virtudes y un mismo amor,
conviene a saber, del Amado son ya de entrambos; y un mismo
deleite el de entrambos, según aquello que dice el Espíritu Santo en
los Proverbios (8, 31), es a saber: Mis deleites son con los hijos de
los hombres.
Llámale también florido, porque en este estado están ya las virtudes
en el alma perfectas y heroicas, lo cual aun no había podido ser hasta
que el lecho estuviese florido en perfecta unión con Dios. Y así, canta
luego lo segundo en el verso siguiente, diciendo:
De cuevas de leones enlazado.
4. Entendiendo por cuevas de leones las virtudes que posee el alma
en este estado de unión con Dios. La razón es porque las cuevas de
los leones están muy seguras y amparadas de todos los demás
animales; porque, temiendo ellos la fortaleza y osadía del león que
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está dentro, no sólo no se atreven a entrar, mas ni aun junto a ella
osan parar. Así, cada una de las virtudes cuando ya las posee el alma
en perfección, es como una cueva de leones para ella, en la cual
mora y asiste el Esposo Cristo unido con el alma en aquella virtud y
en cada una de las demás virtudes como fuerte león. Y la misma
alma, unida con él en esas mismas virtudes, está también como
fuerte león, porque allí recibe las propiedades de Dios. Y así, en este
caso está el alma tan amparada y fuerte en cada una de las virtudes
y en todas ellas juntas, recostada en este lecho florido de la unión
con su Dios, que no sólo no se atreven los demonios a acometer a la
tal alma, mas ni aun osan parecer delante de ella por el gran temor
que le tienen viéndola tan engrandecida, animada y osada con las
virtudes perfectas en el lecho del Amado: porque, estando ella unida
con Dios en transformación de amor, tanto la temen como al mismo
Dios, y ni la osan aun mirar. Teme mucho el demonio al alma que
tiene perfección.
5. Dice también que está enlazado el lecho de estas cuevas de las
virtudes; porque en este estado de tal manera están trabadas entre
sí las virtudes, y unidas y fortalecidas entre sí unas con otras, y
ajustadas en una acabada perfección del alma, sustentándose unas
con otras, que no queda parte abierta ni flaca, no sólo para que el
demonio pueda entrar, pero ni aun para que ninguna cosa del mundo,
alta ni baja, la pueda inquietar ni molestar ni aun mover; porque,
estando ya libre de toda molestia de las pasiones naturales y ajena y
desnuda de la tormenta y variedad de los cuidados temporales, como
aquí lo está, goza en seguridad y quietud la participación de Dios.
Esto mismo es lo que deseaba la Esposa en los Cantares (8, 1),
diciendo: ¿Quién te me diese, hermano mío, que mamase los pechos
de mi madre, de manera que te hallase yo solo afuera, y te besase yo
a ti, y no me despreciase ya nadie? Este beso es la unión de que
vamos hablando, en la cual se iguala el alma con Dios por amor. Que
por eso desea ella diciendo que quién la dará al Amado que sea su
hermano, lo cual significa y hace igualdad; y que mame él los pechos
de su madre, que es consumirle todas las imperfecciones y apetitos
de su naturaleza que tiene de su madre Eva; y le halle solo afuera,
esto es, se una con él solo afuera de todas las cosas, desnuda según
la voluntad y apetito de todas ellas; y así no la despreciará nadie, es
a saber, no se le atreverá ni mundo, ni carne, ni el demonio; porque,
estando el alma libre y purgada de todas estas cosas y unida con
Dios, ninguna de ellas le puede enojar. De aquí es que el alma goza
ya en este estado de una ordinaria suavidad y tranquilidad, que
nunca se le pierde ni le falta.
6. Pero, allende de esta ordinaria satisfacción y paz, de tal manera
suelen abrirse en el alma y dar olor de sí las flores de virtudes de
este huerto que decimos, que le parece al alma, y así es, estar llena
de deleites de Dios. Y dije que suelen abrirse las flores de virtudes
que están en el alma, porque, aunque el alma está llena de virtudes
en perfección, no siempre las está en acto gozando el alma, aunque,
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como he dicho, de la paz y tranquilidad que le causan si goza
ordinariamente; porque podemos decir que están en el alma en esta
vida como flores en cogollo, cerradas en el huerto, las cuales algunas
veces es cosa admirable ver abrirse todas, causándolo el Espíritu
Santo, y dar de sí admirable olor y fragancia en mucha variedad.
Porque acaecerá que vea el alma en sí las flores de las montañas que
arriba dijimos, que son la abundancia, grandeza y hermosura de
Dios; y en éstas entretejidos los lirios de los valles nemorosos, que
son descanso, refrigerio y amparo; y luego allí entrepuestas las rosas
olorosas de las ínsulas extrañas, que decimos ser las extrañas
noticias de Dios; y también embestirla el olor de las azucenas de los
ríos sonorosos, que decíamos era la grandeza de Dios, que hinche
toda el alma; y entretenido allí y enlazado el delicado olor de jazmín
del silbo de los aires amorosos, de que también dijimos gozaba el
alma en este estado; y ni más ni menos, todas las otras virtudes y
dones que decíamos del conocimiento sosegado, y callada música, y
soledad sonora, y la sabrosa y amorosa cena. Y es de tal manera el
gozar y sentir estas flores juntas algunas veces el alma, que puede
con harta verdad decir: Nuestro lecho florido de cuevas de leones
enlazado. ¡Dichosa el alma que en esta vida mereciere gustar alguna
vez el olor de estas flores divinas! Y dice que este lecho está también
en púrpura tendido.
7. Por la púrpura es denotada la caridad en la divina Escritura, y de
ella se visten y sirven los reyes. Dice el alma que este lecho florido
está tendido en púrpura, porque todas las virtudes, riquezas y bienes
de él se sustentan y florecen y se gozan sólo en la caridad y amor del
Rey del cielo, sin el cual amor no podría el alma gozar de este lecho y
de sus flores. Y así, todas estas virtudes están en el alma como
tendidas en amor de Dios, como en sujeto en que bien se conservan
y están como bañadas en amor, porque todas y cada una de ellas
están siempre enamorando al alma de Dios, y en todas las cosas y
obras se mueven con amor a más amor de Dios.
Eso es estar en púrpura tendido. Lo cual en los Cantares divinos se
da bien a entender; porque allí se dice (3, 9-10) que el asiento o
lecho que hizo para sí Salomón le hizo de maderos de Líbano, y las
columnas de plata, el reclinatorio de oro, y la subida de púrpura, y
todo dice que lo ordenó mediante la caridad. Porque las virtudes y
dotes que Dios pone en el lecho del alma, que son significadas por los
maderos de Líbano y las columnas de plata, tiene su reclinatorio y
recuesto de amor, que es el oro; porque como habemos dicho, en el
amor se asientan y conservan las virtudes; y todas ellas, mediante la
caridad de Dios y del alma, se ordenan entre sí y ejercitan, como
acabamos de decir. Y dice que también este lecho está
de paz edificado.
8. Pone aquí la cuarta excelencia de este lecho, que depende en
orden de la tercera que acaba de decir; porque la tercera era perfecto
amor, (y del perfecto amor), cuya propiedad es echar fuera todo
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temor, como dice san Juan (1 Jn. 4, 18), sale la perfecta paz del
alma, que es la cuarta propiedad de este lecho, como dijimos.
Para mayor inteligencia del cual es de saber que cada una de las
virtudes de suyo es pacífica, mansa y fuerte, y, por el consiguiente,
en el alma que las posee hacen estos tres efectos, conviene a saber:
paz, mansedumbre y fortaleza. Y porque este lecho está florido,
compuesto de flores de virtudes, como habemos dicho, y todas ellas
son pacíficas, mansas y fuertes, de aquí es que está de paz edificado,
y el alma pacífica, mansa y fuerte, que son tres propiedades donde
no puede combatir guerra alguna, ni de mundo, ni de demonio, ni de
carne. Y tienen las virtudes al alma tan pacífica y segura, que le
parece estar toda ella edificada de paz. Y dice la quinta propiedad de
este florido lecho y es que también, demás de lo dicho, está
de mil escudos de oro coronado.
9. Los cuales escudos son aquí las virtudes y dones del alma que
aunque, como habemos dicho, son las flores, etc., de este lecho,
también le sirven de corona y premio de su trabajo en haberlas
ganado, y, no sólo eso, sino también de defensa, como fuertes
escudos contra los vicios que con el ejercicio de ellas venció. Y por
eso este lecho florido de la Esposa está coronado de ellas en premio
de la Esposa y amparado con ellos como con escudo. Y dice que son
de oro para denotar el valor grande de las virtudes. Esto mismo dijo
en los Cantares (3, 7-8) la Esposa por otras palabras, diciendo: Mirad
el lecho de Salomón, que le cercan sesenta fuertes de los fortísimos
de Israel, cada uno la espada sobre su muslo para defensa de los
temores nocturnos.
Y dice que son mil, para denotar la multitud de las virtudes, gracias y
dones de que Dios dota al alma en este estado. Porque para significar
también el innumerable número de las virtudes de la Esposa usó del
mismo término (Ct. 4, 4), diciendo: Como la torre de David es tu
cuello, la cual está edificada con defensas; mil escudos cuelgan de
ella, y todas las armas de los fuertes.
ANOTACIÓN PARA LA CANCIÓN SIGUIENTE
7. Mas no se contenta el alma que llega a este puesto de perfección
de engrandecer y loar las excelencias de su Amado el Hijo de Dios, ni
de cantar y agradecer las mercedes que de él recibe y deleites que en
él goza, sino también refiere las que hace a las demás almas; porque
lo uno y lo otro echa de ver el alma en esta bienaventurada unión de
amor. Por lo cual, alabándole ella y agradeciéndole las dichas
mercedes que hace a las demás almas, dice esta canción:
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CANCIÓN 25
A zaga de tu huella las jóvenes discurren el camino, al toque de
centella, al adobado vino, emisiones de bálsamo divino.
DECLARACIÓN
2. En esta canción alaba la Esposa al Amado de tres mercedes que de
él reciben las almas devotas, con las cuales se animan más y
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levantan en amor de Dios; las cuales por experimentarlas ella en este
estado, hace aquí de ellas mención.
La primera dice que es suavidad que de sí les da, la cual es tan eficaz
que las hace caminar muy apriesa al camino de la perfección.
La segunda es una visita de amor con que súbitamente las inflama en
amor.
La tercera es abundancia de caridad que en ellas infunde, con que de
tal manera las embriaga, que las hace levantar el espíritu (así con
esta embriaguez como con la visita de amor) a enviar alabanzas a
Dios y afectos sabrosos de amor. Y así, dice:
A zaga de tu huella.
3. La huella es rastro de aquel cuya es la huella, por la cual se va
rastreando y buscando quien la hizo. La suavidad y noticia que da
Dios de sí al alma que le busca, es rastro y huella por donde se va
conociendo y buscando a Dios. Pero dice aquí el alma al Verbo su
Esposo: A zaga de tu huella, esto es, tras el rastro de suavidad que
de ti les imprimes e infundes y olor que de ti derramas,
las jóvenes discurren al camino.
4. Es a saber: las almas devotas, con fuerzas de juventud recibidas
de la suavidad de tu huella, discurren, esto es, corren por muchas
partes y de muchas maneras (que eso quiere decir discurrir) cada
una por la parte y suerte que Dios le da de espíritu y estado, con
muchas diferencias de ejercicios y obras espirituales, al camino de la
vida eterna, que es la perfección evangélica, por la cual encuentran
con el Amado en unión de amor después de la desnudez de espíritu
acerca de todas las cosas.
Esta suavidad y rastro que Dios deja de sí en el alma, grandemente la
aligera y hace correr tras de él; porque entonces el alma muy poco o
nada es lo que trabaja de su parte para andar este camino; antes es
movida y atraída de esta divina huella de Dios, no sólo a que salga,
sino a que corra de muchas maneras, como habemos dicho, al
camino. Que por eso, la Esposa en los Cantares (1, 3) pidió al Esposo
esta divina atracción, diciendo: Trahe me; post te curremus in
odorem unguentorum tuorum, esto es: Atráeme tras de ti, y
correremos al olor de tus ungüentos. Y después que le dio este divino
olor, dice: In odorem unguentorum tuorum currimus, adolescentulae
dilexerunt te nimis; quiere decir: Al olor de tus ungüentos corremos;
las jóvenes te amaron mucho. Y David (Sal. 118, 32) dice: El camino
de tus mandamientos corrí cuando dilataste mi corazón.
Al toque de centella, al adobado vino, emisiones de bálsamo divino.
5. En los dos versillos primeros habemos declarado que las almas, a
zaga de la huella, discurren al camino con ejercicios y obras
exteriores; y ahora en estos tres versillos da a entender el alma el
ejercicio que interiormente estas almas hacen con la voluntad,
movidas por otras dos mercedes y visitas interiores que el Amado les
hace; a las cuales llama aquí toque de centella y adobado vino; y al
ejercicio interior de la voluntad que resulta y se causa de estas dos
visitas, llama emisiones de bálsamo divino.
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Cuanto a lo primero, es de saber que este toque de centella que aquí
dice es un toque sutilísimo que el Amado hace al alma a veces, aun
cuando ella está más descuidada, de manera que la enciende el
corazón en fuego de amor, que no parece sino una centella de fuego
que saltó y la abrasó; y entonces con grande presteza, como quien
de súbito recuerda, enciéndese la voluntad en amar, y desear, y
alabar, y agradecer, y reverenciar, y estimar, y rogar a Dios con
sabor de amor; a las cuales cosas llama emisiones de bálsamo divino,
que responden al toque de centellas salidas del divino amor que pegó
la centella, que es el bálsamo divino que conforta y sana al alma con
su olor y sustancia.
6. De este divino toque dice la Esposa en los Cantares (5, 4) de esta
manera: Dilectus meus misit manum suam per foramen, et venter
meus intremuit ad tactum eius; quiere decir: Mi Amado puso su mano
por la manera, y mi vientre se estremeció a su tocamiento. El
tocamiento del Amado es el toque de amor que aquí decimos que
hace al alma, la mano es la merced que en ello le hace; la manera
por donde entró esta mano, es la manera y modo y grado de
perfección que tiene el alma, porque al modo de eso suele ser el
toque en más o en menos y en una manera o en otra de calidad
espiritual del alma; el vientre suyo, que dice se estremeció, es la
voluntad en que se hace el dicho toque, y el estremecerse es
levantarse en ella los apetitos y afectos a Dios de desear, amar y
alabar y los demás que habemos dicho, que son las emisiones de
bálsamo que de este toque redundan, según decíamos.
Al adobado vino
7. Este adobado vino es otra merced muy mayor que Dios algunas
veces hace a las almas aprovechadas, en que las embriaga en el
Espíritu Santo con un vino de amor suave, sabroso y esforzoso, por lo
cual le llama vino adobado; porque, así como el vino adobado está
adobado y cocido con muchas y diversas especias olorosas y
esforzosas, así este amor, que es el que Dios da a los ya perfectos,
está ya cocido y asentado en sus almas y adobado con las virtudes
que ya el alma tiene ganadas; el cual, con estas preciosas especias
adobado, tal esfuerzo y abundancia de suave embriaguez pone en el
alma en las visitas que Dios le hace, que con grande eficacia y fuerza
le hace enviar a Dios aquellas emisiones o enviamientos: de alabar,
amar y reverenciar, etc., que aquí decimos, y esto con admirables
deseos de hacer y padecer por él.
8. Y es de saber que esta merced de la suave embriaguez no pasa
tan presto como la centella, porque es más de asiento; porque la
centella toca y pasa, mas dura algo su efecto y algunas veces harto;
mas el vino adobado suele durar ello y su efecto harto tiempo (lo cual
es, como digo, suave amor en el alma) y algunas veces un día o dos
días; otras, hartos días; aunque no siempre en un grado de intensión,
porque afloja y crece, sin estar en mano del alma, porque algunas
veces, sin hacer nada de su parte, siente el alma en la íntima
sustancia irse suavemente embriagando su espíritu e inflamando de
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este divino vino, según aquello que dice David (Sal. 38, 4) diciendo:
Mi corazón se calentó dentro de mí y en mi meditación se encenderá
fuego.
Las emisiones de esta embriaguez de amor duran todo el tiempo que
ella dura algunas veces; porque otras, aunque la hay en el alma, es
sin las dichas emisiones, y son más y menos intensos, cuando las
hay, cuanto es más y menos intensa la embriaguez. Mas las
emisiones o efectos de la centella ordinariamente duran más que ella,
antes ella los deja en el alma, y son más encendidos que los de la
embriaguez, porque a veces esta divina centella deja al alma
abrasándose y quemándose en amor.
9. Y porque habemos hablado de vino cocido, será bueno aquí notar
brevemente la diferencia que hay del vino cocido, que llaman añejo, y
entre el vino nuevo, que será la misma que hay entre los viejos y
nuevos amadores, y servirá para un poco de doctrina para los
espirituales. El vino nuevo no tiene digerida la hez ni asentada, y así
hierve por de fuera, y no se puede saber la bondad y valor de él
hasta que haya digerido bien la hez y furia de ella, porque hasta
entonces está en mucha contingencia de malear; tiene el sabor
grueso y áspero, y beber mucho de ello estraga el sujeto; tiene la
fuerza muy en la hez. El vino añejo tiene ya digerida la hez y
asentada, y así ya no tiene aquellos hervores de nuevo por de fuera;
échase ya de ver la bondad del vino, y está ya muy seguro de
malear, porque se le acabaron ya aquellos hervores y furias que le
podían estragar, y así, el vino bien cocido, por maravilla malea y se
pierde; tiene el sabor suave y la fuerza en la sustancia del vino, ya no
en el gusto; y así, la bebida de él hace buena disposición y da fuerza
al sujeto.
10. Los nuevos amadores son comparados al vino nuevo (estos son
los que comienzan a servir a Dios), porque traen los fervores del vino
del amor muy por de fuera, en el sentido, porque aún no han digerido
la hez del sentido flaco e imperfecto, y tienen la fuerza del amor en el
sabor de él; porque a éstos ordinariamente les da la fuerza para
obrar el sabor sensitivo, y por él se mueven; así, no hay que fiar de
este amor hasta que se acaben aquellos fervores y gustos gruesos de
sentido. Porque así como estos fervores y calor de sentido lo pueden
inclinar a bueno y perfecto amor y servirle de buen medio para él,
digiriéndose bien la hez de su imperfección, así también es muy fácil
en estos principios y novedad de gustos faltar el vino del amor y
perderse el fervor y sabor de nuevo. Y estos nuevos amadores
siempre traen ansias y fatigas de amor sensitivas, a los cuales
conviene templar la bebida, porque si obran mucho según la furia del
vino, estragarse ha el natural. Estas ansias y fatigas de amor es el
sabor del vino nuevo, que decíamos ser áspero y grueso y no
suavizado aún en la acabada cocción, cuando se acaban esas ansias
de amor, como luego diremos.
11. Esta misma comparación pone el Sabio en el Eclesiástico (9, 15),
diciendo: El amigo nuevo es como el vino nuevo; añejarse ha, y
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beberáslo con suavidad. Por tanto, los viejos amadores, que son ya
los ejercitados y probados en el servicio del Esposo, son como el vino
añejo, que tiene ya cocida la hez y no tiene aquellos hervores
sensitivos ni aquellas furias y fuegos hervorosos de fuera, mas gustan
la suavidad del vino de amor ya bien cocido en sustancia, estando ya
él, no ya en aquel sabor de sentido, como el amor de los nuevos, sino
asentado allá dentro en el alma en sustancia y sabor de espíritu y
verdad de obra. Y no se quieren los tales asir a esos sabores y
hervores sensitivos, ni los quieren gustar, por no tener sinsabores y
fatigas; porque el que da rienda al apetito para algún gusto de
sentido, también de necesidad ha de tener penas y disgustos en el
sentido y en el espíritu.
De donde, por cuanto estos amantes viejos carecen ya de la suavidad
espiritual que tiene su raíz en el sentido, no traen ya ansias ni penas
de amor en el sentido y espíritu; de donde estos amigos viejos por
maravilla faltan a Dios, porque están ya sobre lo que les había de
hacer faltar, esto es, sobre la sensualidad, y tienen el vino de amor
no sólo ya cocido y purgado de hez, mas aun adobado, como se dice
en el verso, con las especias que decíamos de virtudes perfectas, que
no le dejan malear como al nuevo. Por eso, el amigo viejo delante de
Dios es de grande estimación, y así de él dice el Eclesiástico (9, 14):
No desampares al amigo antiguo, porque el nuevo no será semejante
a él.
En este vino, pues, de amor ya probado y adobado en el alma, hace
el divino Amado la embriaguez divina que habemos dicho, con cuya
fuerza envía el alma a Dios las dulces y sabrosas emisiones. Y así el
sentido de los dichos tres versillos es el siguiente: Al toque de
centella con que recuerdas mi alma, y al adobado vino con que
amorosamente la embriagas, ella te envía las emisiones de
movimientos y actos de amor que en ella causas.
ANOTACIÓN PARA LA CANCIÓN SIGUIENTE
1. ¡Cuál, pues, entenderemos que estará la dichosa alma en este
florido lecho, donde todas estas dichas cosas y muchas más pasan,
en el cual por reclinatorio tiene al Esposo Hijo de Dios y por cubierta
y tendido la caridad y amor del mismo Esposo! De manera que de
cierto puede decir las palabras de la Esposa, que dice (Ct. 2, 6): Su
siniestra debajo de mi cabeza. Por lo cual con verdad se podrá decir
que esta alma está aquí vestida de Dios y bañada en divinidad; y no
como por cima, sino que en los interiores de su espíritu, estando
revertida en deleites divinos, con hartura de aguas espirituales de
vida, experimenta lo que David dice (Sal. 35, 9-10) de los que así
están allegados a Dios, es a saber: Embriagarse han de la grosura de
tu casa, y con el torrente de tu deleite darles has a beber; porque
cerca de ti está le fuente de vida. ¡Qué hartura será, pues, ésta del
alma en su ser, pues la bebida que le dan no es menos que un
torrente de deleite! El cual torrente es el Espíritu Santo, porque,
como dice san Juan (Ap. 22, 1), él es el río resplandeciente de agua
viva que nace de la silla de Dios y del Cordero, cuyas aguas, por ser
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ellas amor íntimo de Dios, íntimamente infunden al alma y le dan a
beber este torrente de amor, que, como decimos, es el Espíritu de su
Esposo que se le infunde en esta unión; y por eso ella, con grande
abundancia de amor, canta esta canción:
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CANCIÓN 26
En la interior bodega de mi Amado bebí y, cuando salía por toda
aqueste vega, ya cosa no sabía; y el ganado perdí que antes seguía.
DECLARACIÓN
2. Cuenta el alma en esta canción la soberana merced que Dios le
hizo en recogerla en lo íntimo de su amor, que es la unión o
transformación de amor en Dios, y dice dos efectos que de allí sacó,
que son: olvido y enajenación de todas las cosas del mundo y
mortificación de todos sus apetitos y gustos.
En la interior bodega.
3. Para decir algo de esta bodega y declarar lo que aquí quiere decir o
dar a entender el alma, era menester que el Espíritu Santo tomase la
mano y moviese la pluma.
Esta bodega que aquí dice el alma es el último y más estrecho grado
de amor en que el alma puede situarse en esta vida, que por eso la
llama interior bodega, es a saber, la más interior; de donde se sigue
que hay otras no tan interiores, que son los grados de amor por do se
sube hasta este último. Y podemos decir que estos grados o bodegas
de amor son siete, los cuales se vienen a tener todos cuando se
tienen los siete dones del Espíritu Santo en perfección, en la manera
que es capaz de recibirlos el alma. Y así, cuando el alma llega a tener
en perfección el espíritu de temor, tiene ya en perfección el espíritu
del amor, por cuanto aquel temor (que es el último de los siete
dones) es filial, y el temor perfecto de hijo sale de amor perfecto de
padre, y así, cuando la Escritura divina quiere llamar a uno perfecto
en caridad, le llama temeroso de Dios. De donde profetizando Isaías
(11, 3) la perfección de Cristo, dijo: Replebit eum spiritus timoris
Domini, que quiere decir: Henchirle ha el espíritu del temor de Dios.
También san Lucas (2, 25) al santo Simeón llamó timorato, diciendo:
Erat vir iustus et timoratus. Y así de otros muchos.
4. Es de saber que muchas almas llegan y entran en las primeras
bodegas, cada una según la perfección de amor que tiene: mas a
esta última y más interior pocas llegan en esta vida, porque en ella es
ya hecha la unión perfecta con Dios, que llaman matrimonio
espiritual, del cual habla ya el alma en este lugar. Y lo que Dios
comunica al alma en esta estrecha junta, totalmente es indecible y no
se puede decir nada, así como del mismo Dios no se puede decir algo
que sea como él; porque el mismo Dios es el que se le comunica con
admirable gloria de transformación de ella en él, estando ambos en
uno: como si dijéramos ahora la vidriera con el rayo del sol, o el
carbón con el fuego, o la luz de las estrellas con la del sol; no empero
tan esencial y acabadamente como en la otra vida. Y así, para dar a
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entender el alma lo que en aquella bodega de unión recibe de Dios,
no dice otra cosa, ni entiendo la podrá decir más propia para decir
algo de ello, que decir el verso siguiente:
De mi Amado bebí.
5. Porque así como la bebida se difunde y derrama por todos los
miembros y venas del cuerpo, así se difunde esta comunicación de
Dios sustancialmente en toda el alma, o, por mejor decir, el alma se
transforma en Dios, según la cual transformación bebe el alma de su
Dios según la sustancia de ella y según sus potencias espirituales.
Porque según el entendimiento, bebe sabiduría y ciencia; y según la
voluntad, bebe amor suavísimo; y según la memoria bebe recreación
y deleite en recordación y sentimiento de gloria.
Cuanto a lo primero, que el alma reciba y beba deleite
sustancialmente, dícelo ella en los Cantares (5, 6) en esta manera:
Anima mea liquefacta est, ut sponsus locutus est, esto es: Mi alma se
regaló luego que el Esposo habló. El hablar del Esposo es aquí
comunicarse él al alma.
6. Y que el entendimiento beba sabiduría, en el mismo libro (8, 2) lo
dice la Esposa, adonde, deseando ella llegar a este beso de unión y
pidiéndolo al Esposo, dijo: Allí me enseñarás, es a saber, sabiduría y
ciencia en amor; y yo te daré a ti una bebida de vino adobado,
conviene a saber, mi amor adobado con el tuyo, esto es,
transformado en el tuyo.
7. Cuanto a lo tercero, que es que la voluntad beba allí amor, dícelo
también la Esposa en el dicho libro de los Cantares (2, 4), diciendo:
Metióme dentro de la bodega secreta y ordenó en mi caridad, que es
tanto como decir: Diome a beber amor metida dentro en su amor, o
más claramente, hablando con propiedad: ordenó en mí su caridad,
acomodando y apropiando a mí su misma caridad; lo cual es beber el
alma de su Amado su mismo amor, infundiéndoselo su Amado.
8. Donde es de saber, acerca de lo que algunos dicen que no puede
amar la voluntad sino lo que primero entiende el entendimiento, hase
de entender naturalmente, porque por vía natural es imposible amar
si no se entiende primero lo que se ama; mas por vía sobrenatural
bien puede Dios infundir amor y aumentarle sin infundir ni aumentar
distinta inteligencia, como en la autoridad dicha se da a entender. Y
esto experimentado está de muchos espirituales, los cuales muchas
veces se ven arder en amor de Dios sin tener más distinta
inteligencia que antes: porque pueden entender poco y amar mucho,
y pueden entender mucho y amar poco. Antes, ordinariamente
aquellos espirituales que no tienen muy aventajado entendimiento
acerca de Dios, suelen aventajarse en la voluntad, y bástales la fe
infusa por ciencia de entendimiento, mediante la cual les infunde Dios
caridad y se la aumenta, y el acto de ella, que es amar más, aunque
no se le aumente la noticia, como hemos dicho. Y así, puede la
voluntad beber amor sin que el entendimiento beba de nuevo
inteligencia; aunque en el caso que vamos hablando, en que dice el
alma que bebió de su Amado, por cuanto es unión en la interior
512
bodega, la cual es según todas las tres potencias del alma, como
habemos dicho, todas ellas beben juntamente.
9. Y cuanto a lo cuarto, que según la memoria beba allí el alma de su
Amado, está claro que está ilustrada con la luz del entendimiento en
recordación de los bienes que está poseyendo y gozando en la unión
de su Amado.
10. Esta divina bebida tanto endiosa y levanta al alma y la embebe
en Dios, que
cuando salía,
11. es a saber, que acabada esta merced de pasar; porque, aunque
está el alma siempre en este alto estado de matrimonio después que
Dios le ha puesto en él, no empero siempre en actual unión según las
dichas potencias, aunque según la sustancia del alma sí; pero en esta
unión sustancial del alma muy frecuentemente se unen también las
potencias y beben en esta bodega: el entendimiento entendiendo, la
voluntad amando, etc. Pues cuando ahora dice el alma: cuando salía,
no se entiende que de la unión esencial o sustancial que tiene el alma
ya, que es el estado dicho, sino de la unión de las potencias, la cual
no es continua en esta vida ni lo puede ser.
12. Pues de ésta cuando salía
por toda aquesta vega,
es a saber, por toda aquesta anchura del mundo,
ya cosa no sabía.
13. La razón es porque aquella bebida de altísima sabiduría de Dios
que allí bebió le hace olvidar todas las cosas del mundo, y le parece
al alma que lo que antes sabía (y aun lo que sabe todo el mundo) en
comparación de aquel saber, es pura ignorancia.
Y para entender mejor esto, es de saber que la causa más formal de
este no saber del alma cosa del mundo, cuando está en este puesto,
es el quedar ella informada de la ciencia sobrenatural, delante de la
cual todo el saber natural y político del mundo antes es no saber que
saber. De donde, puesta el alma en este altísimo saber, conoce por él
que todo esotro saber que no sabe a aquello, no es saber, sino no
saber, y que no hay que saber en ello. Y declara la verdad del dicho
del Apóstol (1 Cor. 3, 19), es a saber: que lo que es más sabiduría
delante de los hombres es estulticia delante de Dios. Y por eso, dice
el alma que ya no sabía cosa después que bebió de aquella sabiduría
divina, y no se puede conocer esta verdad; cómo es pura ignorancia
la sabiduría de los hombres y de todo el mundo y cuán digno de no
ser sabido, menos que con esta merced de estar Dios en el alma
comunicándole su sabiduría y confortándola con esta bebida de amor
para que lo vea claro, según da a entender Salomón (Pv. 30, 1-2),
diciendo: Esta es la visión que vio y habló el varón con quien está
Dios. Y, confortado por la morada que Dios hace en él, dijo:
Insipientísimo soy sobre todos los varones, y sabiduría de hombres
no está conmigo.
Lo cual es porque, estando en aquel exceso de sabiduría alta de Dios,
esle ignorancia la baja de los hombres; porque las mismas ciencias
513
naturales y las mismas obras que Dios hace, delante de lo que es
saber a Dios, es como no saber, porque donde no se sabe a Dios, no
se sabe nada. De donde: Lo alto de Dios es insipiencia y locura para
los hombres, como también dice san Pablo (1 Cor. 2, 14). Por lo cual
los sabios de Dios y los sabios del mundo, los unos son insipientes
para los otros, porque ni los unos pueden percibir la sabiduría de Dios
y ciencia, ni los otros la del mundo; por cuanto la del mundo, como
habemos dicho, es no saber acerca de la de Dios, y la de Dios acerca
de la del mundo.
14. Pero, demás de esto, aquel endiosamiento y levantamiento de
mente en Dios, en que queda el alma como robada y embebida en
amor, toda hecha en Dios, no la deja advertir a cosa alguna del
mundo; porque no sólo de todas las cosas, mas aun de sí queda
enajenada y aniquilada, como resumida y resuelta en amor, que
consiste en pasar de sí al Amado. Y así, la Esposa en los Cantares (6,
11), después que había tratado de esta transformación de amor suya
en el Amado, da a entender este no saber con que quedó, por esta
palabra: Nescivi, que quiere decir: No supe.
Está el alma en este puesto en cierta manera como Adán en la
inocencia, que no sabía qué cosa era mal; porque está tan inocente,
que no entiende el mal ni cosa juzga a mal; y oirá cosas muy malas y
las verá con sus ojos, y no podrá entender que lo son, porque no
tiene en sí hábito de mal por donde lo juzgar; habiéndole Dios raído
los hábitos imperfectos y la ignorancia, en que cae el mal de pecado,
con el hábito perfecto de la verdadera sabiduría. Y así, también
acerca de esto ya cosa no sabía.
15. Esta tal alma poco se entremeterá en las cosas ajenas, porque
aun de las suyas no se acuerda. Porque esta propiedad tiene el
espíritu de Dios en el alma donde mora, que luego la inclina a ignorar
y no querer saber las cosas ajenas, aquéllas mayormente que no son
para su aprovechamiento, porque el espíritu de Dios es recogido y
convertido a la misma alma antes para sacarla de las cosas extrañas
que para ponerla en ellas, y así se queda el alma en un no saber cosa
en la manera que solía.
16. Y no se ha de entender que, aunque el alma queda en este no
saber, pierde allí los hábitos de las ciencias adquisitos que tenía, que
antes se le perfeccionan con el más perfecto hábito, que es el de la
ciencia sobrenatural que se le ha infundido; aunque ya estos hábitos
no reinan en el alma de manera que tenga necesidad de saber por
ellos, aunque no impide que algunas veces sea. Porque en esta unión
de sabiduría divina se juntan estos hábitos con la sabiduría superior
de las otras ciencias, así como, juntándose una luz pequeña con otra
grande, la grande es la que priva y luce, y la pequeña no se pierde,
antes se perfecciona, aunque no es la que principalmente luce. Así
entiendo que será en el cielo, que no se corromperán los hábitos que
los justos llevaren de ciencia adquisita, y que no les harán a los
justos mucho al caso, sabiendo ellos más que eso en la sabiduría
divina.
514
17. Pero las noticias y formas particulares de las cosas y actos
imaginarios, y cualquiera otra aprehensión que tenga forma y figura,
todo lo pierde e ignora en aquel absorbimiento de amor. Y esto, por
dos causas: la primera, porque, como actualmente queda absorta y
embebida el alma en aquella bebida de amor, no puede estar en otra
cosa actualmente y no advertir a ella; la segunda y principal, porque
aquella transformación en Dios de tal manera la conforma con la
sencillez y pureza de Dios (en la cual no cae forma ni figura
imaginaria) que la deja limpia y pura y vacía de todas formas y
figuras que antes tenía, purgada e ilustrada con sencilla
contemplación, así como hace el sol en la vidriera, que, infundiéndose
en ella, la hace clara y se pierden de vista todas las máculas y motas
que antes en ella parecían; pero, vuelto a quitar el sol, luego vuelven
a parecer en ella las nieblas y máculas de antes.
Mas el alma, como le queda y dura algún tanto el efecto de aquel
acto de amor, dura también el no saber, de manera que no pueda
advertir en particular a cosa ninguna hasta que pase el efecto de
aquel acto de amor, el cual, como la inflamó y mudó en amor,
aniquilóla y deshízola en todo lo que no era amor, según se entiende
por aquello que dijimos arriba de David (Sal. 72, 21-22), es a saber:
Porque fue inflamado mi corazón, también mis renes se mudaron
juntamente, y yo fui resuelto en nada, y no supe. Porque mudarse las
renes por causa de esta inflamación del corazón, es mudarse el alma
según todos sus apetitos y operaciones en Dios en una nueva manera
de vida, deshecha ya y aniquilada de todo lo viejo que antes usaba.
Por lo cual dice el profeta que fue resuelto en nada y que no supo,
que son los dos efectos que decíamos que causaba la bebida de esta
bodega de Dios; porque no sólo se aniquila todo su saber primero,
pareciéndole todo nada, mas también toda su vida vieja e
imperfecciones se aniquilan, y se renueva en nuevo hombre (Cl. 3,
10), que es este segundo efecto que decimos, contenido en este
verso:
Y el ganado perdí que antes seguía.
18. Es de saber que hasta que el alma llegue a este estado de
perfección de que vamos hablando, aunque más espiritual sea,
siempre le queda algún ganadillo de apetitos y gustillos y otras
imperfecciones suyas, ahora naturales, ahora espirituales, tras de
que se anda, procurando apacentarlos en seguirlos y cumplirlos.
Porque, acerca del entendimiento, suelen quedarles algunas
imperfecciones de apetitos de saber cosas.
Acerca de la voluntad, se dejan llevar de algunos gustillos y apetitos
propios: ahora en lo temporal, como poseer algunas cosillas y asirse
más a unas que a otras, y algunas presunciones, estimaciones y
puntillos en que miran, y otras cosillas que todavía huelen y saben a
mundo; ahora acerca de lo natural, como en comida, bebida, gustar
de esto más que de aquello, y escoger y querer lo mejor; ahora
también acerca de lo espiritual, como querer gustos de Dios y otras
515
impertinencias que nunca se acabarían de decir, que suelen tener los
espirituales aún no perfectos.
Y acerca de la memoria, muchas variedades y cuidados y
advertencias impertinentes, que los llevan al alma tras de sí.
19. Tienen también, acerca de las cuatro pasiones del alma, muchas
esperanzas, gozos, dolores y temores inútiles tras de que se va el
alma. Y de este ganado ya dicho, unos tienen más y otros menos,
tras de que se andan todavía, siguiéndolo, hasta que, entrándose a
beber en esta interior bodega, lo pierden todo, quedando, como
habemos dicho, hechos todos en amor; en la cual más fácilmente se
consumen estos ganados de imperfecciones del alma que el orín y
moho de los metales en el fuego. Y así, se siente ya libre el alma de
todas niñerías de gustillos e impertinencias tras de que se andaba, de
manera que pueda bien decir: El ganado perdí que antes seguía.
ANOTACIÓN PARA LA CANCIÓN SIGUIENTE
1. Comunícase Dios en esta interior unión al alma con tantas veras de
amor, que no hay afición de madre que con tanta ternura acaricie a
su hijo, ni amor de hermano ni amistad de amigo que se le compare.
Porque aún llega a tanto la ternura y verdad de amor con que el
inmenso Padre regala y engrandece a esta humilde y amorosa alma,
-¡oh cosa maravillosa y digna de todo pavor y admiración!-, que se
sujeta a ella verdaderamente para la engrandecer, como si él fuese
su siervo y ella fuese su señor. Y está tan solícito en la regalar, como
si él fuese su esclavo y ella fuese su Dios: ¡tan profunda es la
humildad y dulzura de Dios! Porque él en esta comunicación de amor
en alguna manera ejercita aquel servicio que dice él en el Evangelio
(Lc. 12, 37) que hará a sus escogidos en el cielo, es a saber, que,
ciñéndose, pasando de uno en otro, le servirá. Y así, aquí está
empleado en regalar y acariciar al alma como la madre en servir y
regalar a su niño, criándole a sus mismos pechos. En lo cual conoce
el alma la verdad del dicho de Isaías (66, 12), que dice: A los pechos
de Dios seréis llevados y sobre sus rodillas seréis regalados.
2. ¿Qué sentirá, pues, el alma aquí, entre tan soberanas mercedes?
¡Cómo se derretirá en amor! ¡Cómo agradecerá ella, viendo estos
pechos de Dios abiertos para sí con tan soberano y largo amor!
Sintiéndose puesta entre tantos deleites, entrégase toda a sí misma a
él, y dale también sus pechos de su voluntad y amor, y sintiéndolo y
pasando en su alma al modo que la Esposa lo sentía en los Cantares
(7, 10-12), hablando con su Esposo, en esta manera: Yo para mi
Amado, y la conversión de él para mí. Ven, Amado mío; salgámonos
al campo, moremos juntos en las granjas; levantémonos por la
mañanica a las viñas y veamos si ha florecido la viña y si las flores
paren frutos, si florecieron las granadas. Allí te daré mis pechos, esto
es, los deleites y fuerza de mi voluntad emplearé en servicio de tu
amor. Y por pasar así estas dos entregas del alma y Dios en esta
unión, las refiere ella en la siguiente canción, diciendo:
Inicio --------------------------------------------
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516
CANCIÓN 27
Allí me dio su pecho, allí me enseñó ciencia muy sabrosa; y yo le di
de hecho a mí, sin dejar cosa: allí le prometí de ser su Esposa.
DECLARACIÓN
3. En esta canción cuenta la Esposa la entrega que hubo de ambas
partes en este espiritual desposorio, conviene a saber, de ella y de
Dios, diciendo que en aquella interior bodega de amor se juntaron en
comunicación él a ella, dándole el pecho ya libremente de su amor,
en que la enseñó sabiduría y secretos; y ella a él, entregándosele ya
toda de hecho, sin ya reservar nada para sí ni para otro, afirmándose
ya por suya para siempre. Síguese el verso:
Allí me dio su pecho.
4. Dar el pecho uno a otro es darle su amor y amistad y descubrirle
sus secretos como a amigo. Y así, decir el alma que le dio allí su
pecho, es decir que allí le comunicó su amor y sus secretos, lo cual
hace Dios con el alma en este estado, y, más adelante, lo que
también dice en este verso siguiente:
Allí me enseñó ciencia muy sabrosa.
5. La ciencia sabrosa que dice aquí que la enseñó, es la teología
mística, que es ciencia secreta de Dios, que llaman los espirituales
contemplación, la cual es muy sabrosa, porque es ciencia por amor,
el cual es el maestro de ella y el que todo lo hace sabroso. Y, por
cuanto Dios le comunica esta ciencia e inteligencia en el amor con
que se comunica al alma, esle sabrosa para el entendimiento, pues es
ciencia que pertenece a él; y esle también sabrosa a la voluntad,
pues es en amor, el cual pertenece a la voluntad. Y dice luego:
Y yo le di de hecho a mí, sin dejar cosa.
6. En aquella bebida de Dios suave, en que, como habemos dicho, se
embebe el alma en Dios, muy voluntariamente y con grande suavidad
se entrega el alma a Dios toda, queriendo ser toda suya y no tener
cosa en sí ajena de él para siempre, causando Dios en ella en la dicha
unión, la pureza y perfección que para esto es menester; que, por
cuanto él la transforma en sí, hácela toda suya y evacua en ella todo
lo que tenía ajeno de Dios. De aquí es que, no solamente según la
voluntad sino también según la obra, quede ella de hecho sin dejar
cosa, toda dada a Dios, así como Dios se ha dado libremente a ella;
de manera que quedan pagadas aquellas dos voluntades, entregadas
y satisfechas entre sí, de manera que en nada haya de faltar ya la
una a la otra, con fe y firmeza de desposorio, que, por eso, añade
ella, diciendo:
Allí le prometí de ser su Esposa.
7. Porque, así como la desposada no pone en otro su amor ni su
cuidado ni su obra fuera de su Esposo, así el alma en este estado no
tiene ya ni afectos de voluntad, ni inteligencias de entendimiento, ni
cuidado ni obra alguna que todo no sea inclinado a Dios, junto con
sus apetitos, porque está como divina, endiosada; de manera que
aun hasta los primeros movimientos no tiene contra lo que es la
voluntad de Dios, en todo lo que ella puede entender. Porque, así
517
como un alma imperfecta tiene muy ordinariamente a lo menos
primeros movimientos inclinados a mal, según el entendimiento y
según la voluntad y memoria, y apetitos e imperfecciones también,
así el alma de este estado según el entendimiento y voluntad y
memoria, y apetitos, en los primeros movimientos de ordinario se
mueve e inclina a Dios por la grande ayuda y firmeza que tiene ya en
Dios y perfecta conversión al bien. Todo lo cual dio bien a entender
David (Sal. 61, 2-3) cuando dijo, hablando de su alma, en este
estado: ¿Por ventura no estará mi alma sujeta a Dios? Sí; porque de
él tengo yo mi salud, y porque él es mi Dios y mi Salvador, recibidor
mío, no tendré más movimiento. En lo que dice recibidor mío, da a
entender que por estar su alma recibida en Dios y unida cual aquí
decimos, no había de tener ya más movimiento contra Dios.
8. De lo dicho queda entendido claro que el alma que ha llegado a
este estado de desposorio espiritual no sabe otra cosa sino amar y
andar siempre en deleites de amor con el Esposo; porque, como en
esto ha llegado a la perfección, cuya forma y ser, como dice san
Pablo (Cl. 3, 14), es el amor, pues cuanto un alma más ama, tanto es
más perfecta en aquello que ama, de aquí es que esta alma, que ya
está perfecta, todo es amor, si así se puede decir, y todas sus
acciones son amor, y todas sus potencias y caudal de su alma emplea
en amar, dando todas sus cosas, como el sabio mercader (Mt. 13,
46), por este tesoro de amor que halló escondido en Dios, el cual es
de tanto precio delante de él, que, como el alma ve que su Amado
nada precia ni de nada se sirve fuera del amor, de aquí es que,
deseando ella servirle perfectamente, todo lo emplea en amor puro
de Dios.
Y no sólo porque él lo quiere así, sino porque también el amor en que
está unida, en todas las cosas y por todas ellas la mueve en amor de
Dios. Porque, así como la abeja saca de todas las yerbas la miel que
allí hay y no se sirve de ellas más que para esto, así también de
todas las cosas que pasan por el alma, con grande facilidad saca ella
la dulzura de amor que hay. Que amar a Dios en ellas, ahora sea
sabroso, ahora desabrido, estando ella informada y amparada con el
amor, como lo está, ni lo siente, ni lo gusta, ni lo sabe; porque, como
habemos dicho, el alma no sabe sino amor, y su gusto en todas las
cosas y tratos siempre, como habemos dicho, es deleite de amor de
Dios. Y para denotar esto, dice ella la siguiente canción.
ANOTACIÓN PARA LA CANCIÓN SIGUIENTE
1. Pero porque dijimos que Dios no se sirve de otra cosa sino de
amor, antes que la declaremos será bueno decir aquí la razón: y es
porque todas nuestras obras y todos nuestros trabajos, aunque sea lo
más que puede ser, no son nada delante de Dios; porque en ellas no
le podemos dar nada ni cumplir su deseo, el cual sólo es de
engrandecer al alma. Para sí nada de esto desea, pues no lo ha
menester, y así, si de algo se sirve, es de que el alma se
engrandezca; y como no hay otra cosa en que más la pueda
engrandecer que igualándola consigo, por eso solamente se sirve de
518
que le ame; porque la propiedad del amor es igualar al que ama con
la cosa amada. De donde, porque el alma aquí tiene perfecto amor,
por eso se llama Esposa del Hijo de Dios, lo cual significa igualdad
con él, en la cual igualdad de amistad todas las cosas de los dos son
comunes a entrambos, como el mismo Esposo lo dijo a sus discípulos
(Jn. 15, 15), diciendo: Ya os he dicho mis amigos, porque todo lo que
oí de mi Padre os lo he manifestado. Dice, pues, la canción:
Inicio --------------------------------------------
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CANCIÓN 28
Mi alma se ha empleado, y todo mi caudal, en su servicio; ya no
guardo ganado, ni ya tengo otro oficio, que ya sólo en amar es mi
ejercicio.
DECLARACIÓN
2. Por cuanto en la canción pasada ha dicho el alma, o por mejor
decir, la Esposa, que se dio toda al Esposo sin dejar nada para sí,
dice ahora en esta el modo y manera que tiene en cumplirlo, diciendo
que ya está su alma y cuerpo y potencias y toda su habilidad
empleada, ya no en las cosas, sino en las que son del servicio de su
Esposo; y que por eso ya no anda buscando su propia ganancia, ni se
anda tras sus gustos, ni tampoco se ocupa en otras cosas y tratos
extraños y ajenos de Dios; y que aun con el mismo Dios ya no tiene
otro estilo ni manera de trato sino ejercicio de amor, por cuanto ha
ya trocado y mudado todo su primer trato en amor, según ahora se
dirá.
Mi alma se ha empleado.
3. En decir que el alma suya se ha empleado, da a entender la
entrega que hizo al Amado de sí en aquella unión de amor, donde
quedó ya su alma con todas sus potencias, entendimiento, voluntad y
memoria, dedicada y mancipada al servicio de él, empleado el
entendimiento en entender las cosas que son más de su servicio para
hacerlas, y su voluntad en amar todo lo que a Dios agrada y en todas
las cosas aficionar la voluntad a Dios, y la memoria en el cuidado de
lo que es de su servicio y lo que más le ha de agradar. Y dice más:
Y todo mi caudal en su servicio.
4. Por todo su caudal entiende aquí todo lo que pertenece a la parte
sensitiva del alma; en la cual parte sensitiva se incluye el cuerpo con
todos sus sentidos y potencias, así interiores como exteriores, y toda
la habilidad natural, conviene a saber: las cuatro pasiones, los
apetitos naturales y el demás caudal del alma; todo lo cual dice que
está ya empleado en servicio de su Amado, también como la parte
racional y espiritual del alma que acabamos de decir en el verso
pasado. Porque el cuerpo ya le trata según Dios, los sentidos
interiores y exteriores rige y gobierna enderezando a él las
operaciones de ellos y las cuatro pasiones del alma todas las tiene
ceñidas también a Dios, porque no se goza sino de Dios, ni tiene
esperanza en otra cosa que en Dios, ni teme sino sólo a Dios, ni se
519
duele sino según Dios; y también todos sus apetitos y cuidados van
sólo a Dios.
5. Y todo este caudal de tal manera está ya empleado y enderezado a
Dios que (aun sin advertencia del alma) todas las partes que
habemos dicho de este caudal, en los primeros movimientos se
inclinan a obrar en Dios y por Dios; porque el entendimiento, la
voluntad y memoria se van luego a Dios, y los afectos, los sentidos,
los deseos y apetitos, la esperanza, el gozo y luego todo el caudal de
prima instancia se inclina a Dios, aunque, como digo, no advierta el
alma que obra por Dios. De donde esta tal alma muy frecuentemente
obra por Dios, y entiende en él y en sus cosas sin pensar ni acordarse
que lo hace por él, porque el uso y hábito que en la tal manera de
proceder tiene ya le hace carecer de la advertencia y cuidado y aun
de los actos fervorosos que a los principios del obrar solía tener. Y
porque ya está todo este caudal empleado en Dios de la manera
dicha, de necesidad ha de tener el alma también lo que dice en el
verso siguiente, es a saber:
Ya no guardo ganado.
6. Que es tanto como decir: ya no me ando tras mis gustos y
apetitos, porque, habiéndolos puesto en Dios y dado a él, ya no los
apacienta ni guarda para sí el alma. Y no sólo dice que ya no guarda
este ganado, pero dice más:
Ni ya tengo otro oficio.
7. Muchos oficios suele tener el alma no provechosos antes que
llegue a hacer esta donación y entrega de sí y de su caudal al Amado,
con los cuales procuraba servir a su propio apetito y al ajeno; porque
todos cuantos hábitos de imperfecciones tenía, tantos oficios
podemos decir que tenía; los cuales hábitos pueden ser como
propiedad y oficio que tiene de hablar cosas inútiles, y pensarlas y
obrarlas también, no usando de esto conforme a la perfección del
alma; suele tener otros apetitos con que sirve al apetito ajeno, así
como ostentaciones, cumplimientos, adulaciones, respetos, procurar
parecer bien y dar gusto con sus cosas a las gentes, y otras cosas
muchas inútiles con que procura agradar a la gente empleando en
ella el cuidado y el apetito y la obra, y finalmente el caudal del alma.
Todos estos oficios dice que ya no los tiene, porque ya todas sus
palabras y sus pensamientos y obras son de Dios y enderezadas a
Dios, no llevando ellas las imperfecciones que solían. Y así, es como
si dijera: ya no ando a dar gusto a mi apetito ni al ajeno, ni me ocupo
ni entretengo en otros pasatiempos inútiles ni en cosas del mundo,
que ya sólo en amar es mi ejercicio.
8. Como si dijera: que ya todos estos oficios están puestos en
ejercicio de amor de Dios, es a saber: que toda la habilidad de mi
alma y cuerpo, memoria, entendimiento y voluntad, sentidos
interiores y exteriores y apetitos de la parte sensitiva y espiritual,
todo se mueve por amor y en el amor, haciendo todo lo que hago con
amor y padeciendo todo lo que padezco con sabor de amor. Esto
520
quiso dar a entender David (Sal. 58, 10) cuando dijo: Mi fortaleza
guardaré para ti.
9. Aquí es de notar que, cuando el alma llega a este estado, todo el
ejercicio de la parte espiritual y de la parte sensitiva, ahora sea en
hacer, ahora en padecer, de cualquier manera que sea, siempre la
causa más amor y regalo en Dios, como habemos dicho; y hasta el
mismo ejercicio de oración y trato con Dios que antes solía tener en
otras consideraciones y modos, ya todo es ejercicio de amor. De
manera que, ahora sea su trato cerca de lo temporal, ahora sea su
ejercicio cerca de lo espiritual, siempre puede decir esta tal alma:
Que ya sólo en amar es mi ejercicio.
10. ¡Dichosa vida, y dichoso estado, y dichosa el alma que a él llega!,
donde todo le es ya sustancia de amor y regalo y deleite de
desposorio, en que de veras puede la Esposa decir al divino Esposo
aquellas palabras que de puro amor le dice en los Cantares (7, 13),
diciendo: Todas las manzanas nuevas y viejas guardé pare ti, que es
como si dijera: Amado mío, todo lo áspero y trabajoso quiero por ti y
todo lo suave y sabroso para ti.
Pero el acomodado sentido de este verso es decir que el alma en este
estado de desposorio espiritual ordinariamente anda en unión de
amor de Dios, que es común y ordinaria asistencia de voluntad
amorosa en Dios.
ANOTACIÓN PARA LA CANCIÓN SIGUIENTE
1. Verdaderamente esta alma está perdida en todas las cosas, y sólo
está ganada en amor, no empleando ya el espíritu en otra cosa. Por
lo cual, aun a lo que es vida activa y otros ejercicios exteriores
desfallece, por cumplir de veras con la una cosa sola que dijo el
Esposo era necesaria (Lc. 10, 42), y es: la asistencia y continuo
ejercicio de amor en Dios. Lo cual él precia y estima en tanto, que,
así como reprendió a Marta (Lc. 10, 41) porque quería apartar a
María de sus pies por ocuparla en otras cosas activas en servicio del
Señor (entendiendo que ella se lo hacía todo y que María no hacía
nada, pues se estaba holgando con el Señor, siendo ello muy al
revés, pues no hay obra mejor ni más necesaria que el amor), así
también en los Cantares (3, 5) defiende a la Esposa, conjurando a
todas las criaturas del mundo, las cuales se entienden allí por las
hijas de Jerusalén, que no impidan a la Esposa el sueño espiritual de
amor, ni la hagan velar, ni abrir los ojos a otra cosa hasta que ella
quiera.
2. Donde es de notar que, en tanto que el alma no llega a este estado
de unión de amor, le conviene ejercitar el amor así en la vida activa
como en la contemplativa. Pero, cuando ya llegase a él, no le es
conveniente ocuparse en otras obras y ejercicios exteriores que le
puedan impedir un punto de aquella asistencia de amor en Dios,
aunque sean de gran servicio de Dios, porque es más precioso
delante de Dios y del alma un poquito de este puro amor y más
provecho hace a la Iglesia. aunque parece que no hace nada, que
todas esas otras obras juntas. Que, por eso, María Magdalena,
521
aunque con su predicación hacía gran provecho y le hiciera muy
grande después, por el grande deseo que tenía de agradar a su
Esposo y aprovechar a la Iglesia, se escondió en el desierto treinta
años para entregarse de veras a este amor, pareciéndole que en
todas maneras ganaría mucho más de esta manera, por lo mucho
que aprovecha e importa a la Iglesia un poquito de este amor.
3. De donde, cuando alguna alma tuviese algo de este grado de
solitario amor, grande agravio se le hacía a ella y a la Iglesia si,
aunque fuese por poco espacio, la quisiesen ocupar en cosas
exteriores o activas, aunque fuesen de mucho caudal. Porque, pues
Dios conjura que no la recuerden de este amor, ¿quién se atreverá y
quedará sin reprensión? Al fin, para este fin de amor fuimos criados.
Adviertan, pues, aquí los que son muy activos, que piensan ceñir al
mundo con sus predicaciones y obras exteriores, que mucho más
provecho harían a la Iglesia y mucho más agradarían a Dios, dejado
aparte el buen ejemplo que de sí darían, si gastasen siquiera la mitad
de ese tiempo en estarse con Dios en oración, aunque no hubiesen
llegado a tan alta como ésta. Cierto, entonces harían más y con
menos trabajo con una obra que con mil, mereciéndolo su oración, y
habiendo cobrado fuerzas espirituales en ella; porque de otra manera
todo es martillar y hacer poco más que nada, y a veces nada, y aun a
veces daño. Porque Dios os libre que se comience a envanecer la sal
(Mt. 5, 13), que, aunque más parezca que hace algo por de fuera, en
sustancia no será nada, cuando está cierto que las obras buenas no
se pueden hacer sino en virtud de Dios.
4. ¡Oh, cuánto se pudiera escribir aquí de esto!, mas no es de este
lugar. Esto he dicho para dar a entender esta otra canción; porque en
ella el alma responde por sí a todos aquellos que impugnan este
santo ocio del alma y quieren que todo sea obrar, que luzca e hincha
el ojo por de fuera, no entendiendo ellos la vena y raíz oculta de
donde nace el agua y se hace todo fruto, Y así, dice la canción:
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CANCIÓN 29
Pues ya si en el ejido de hoy más no fuere vista ni hallada, diréis que
me he perdido; que, andando enamorada, me hice perdidiza, y fui
ganada.
DECLARACIÓN
5. Responde el alma en esta canción a una tácita reprensión de parte
de los del mundo, los cuales han de costumbre notar a los que de
veras se dan a Dios, teniéndolos por demasiados en su extrañeza y
retraimiento y en su manera de proceder, diciendo también que son
inútiles para las cosas importantes y perdidos en lo que el mundo
precia y estima. A la cual reprensión de muy buena manera satisface
aquí el alma, haciendo rostro muy osada y atrevidamente a esto y a
todo lo demás que el mundo la pueda imponer, porqué, habiendo ella
llegado a lo vivo del amor de Dios, todo lo tiene en poco. Y no sólo
eso, mas antes ella misma lo confiesa en esta canción, y se precia y
522
gloría de haber dado en tales cosas y perdídose al mundo y a sí
misma por su Amado. Y así, lo que quiere decir en esa canción,
hablando con los del mundo, es que si ya no la vieren en las cosas de
sus primeros tratos y otros pasatiempos que solía tener en el mundo,
que digan y crean que se ha perdido y ajenado de ellos, y que lo
tiene por tan bien que ella misma se quiso perder, andando buscando
a su Amado enamorada mucho de él. Y porque vean la ganancia de
su pérdida y no lo tengan por insipiencia o engaño, dice que esta
pérdida fue su ganancia, y por eso de industria se hizo perdidiza.
Pues ya si en el ejido de hoy mas no fuere vista ni hallada.
6. Ejido comúnmente se llama un lugar común donde la gente se
suele juntar a tomar solaz y recreación, y donde también los pastores
apacientan sus ganados. Y así, por el ejido entiende aquí el alma el
mundo, donde los mundanos tienen sus pasatiempos y tratos y
apacientan los ganados de sus apetitos. En lo cual dice el alma a los
del mundo que si no fuere vista ni hallada (como solía antes que
fuese toda de Dios) que la tengan por perdida en eso mismo, y que
así lo digan; porque de eso se goza ella queriendo que lo digan,
diciendo:
Diréis que me he perdido.
7. No se afrenta delante del mundo el que ama de las obras que hace
por Dios, ni las esconde con vergüenza, aunque todo el mundo se las
haya de condenar; porque el que tuviere vergüenza delante de los
hombres de confesar al Hijo de Dios, dejando de hacer sus obras, el
mismo Hijo de Dios, como él dice por san Lucas (9, 26), tendrá
vergüenza de confesarle delante de su Padre. Y por tanto, el alma con
ánimo de amor, antes se precia de que se vea para gloria de su
Amado haber ella hecho una tal obra por él, que se haya perdido a
todas las cosas del mundo, y por eso dice: Diréis que me he perdido.
8. Esta tan perfecta osadía y determinación en las obras, pocos
espirituales la alcanzan; porque, aunque algunos tratan y usan este
trato, y aun se tienen algunos por los de muy allá, nunca se acaban
de perder en algunos puntos, o de mundo o de naturaleza, para hacer
las obras perfectas y desnudas por Cristo, no mirando a lo que dirán
o qué parecerá. Y así, no podrán éstos decir: diréis que me he
perdido, pues no están perdidos a sí mismos en el obrar. Todavía
tienen vergüenza de confesar a Cristo por la obra delante de los
hombres; teniendo respeto a cosas, no viven en Cristo de veras.
Que, andando enamorada,
9. conviene a saber: que, andando obrando las virtudes, enamorada
de Dios,
me hice perdidiza, y fui ganada.
10. Sabiendo el alma el dicho del Esposo en el Evangelio (Mt. 6, 24),
conviene a saber, que ninguno puede servir a dos señores, sino que
por fuerza ha de faltar al uno, dice ella aquí que, por no faltar a Dios,
faltó a todo lo que no es Dios, que es a todas las demás cosas y a sí
misma, perdiéndose a todo esto por su amor. El que anda de veras
enamorado, luego se deja perder a todo lo demás por ganarse más
523
en aquello que ama. Y por eso el alma dice aquí que se hizo perdidiza
ella misma, que es dejarse perder de industria. Y es en dos maneras,
conviene a saber: a sí misma, no haciendo caso de sí en ninguna
cosa sino del Amado, entregándose a él de gracia sin ningún interés,
haciéndose perdidiza a sí misma, no queriendo ganarse en nada para
sí; lo segundo, a todas las cosas, no haciendo caso de todas sus
cosas sino de las que tocan al Amado, y eso es hacerse perdidiza, que
es tener gana que la ganen.
11. Tal es el que anda enamorado de Dios, que no pretende ganancia
ni premio, sino sólo perderlo todo y a sí mismo en su voluntad por
Dios, y ésa tiene por su ganancia; y así lo es, según dice san Pablo
(Fl. 1, 21) diciendo: Mori lucrum, esto es: Mi morir por Cristo es mi
ganancia, espiritualmente a todas las cosas y a sí mismo. Y por eso
dice el alma: fui ganada, porque el que a sí no se sabe perder, no se
gana, antes se pierde, según dice Nuestro Señor en el Evangelio (Mt.
16, 25), diciendo: El que quisiere ganar para sí su alma, ése la
perderá: y el que la perdiere para consigo por mí, ése la ganará.
Y si queremos entender el dicho verso más espiritualmente y más al
propósito que aquí se trata, es de saber, que cuando un alma en el
camino espiritual ha llegado a tanto que se ha perdido a todos los
caminos y vías naturales de proceder en el trato con Dios, que ya no
le busca por consideraciones ni formas ni sentimientos ni otros modos
algunos de criaturas ni sentido, sino que pasó sobre todo eso y sobre
todo modo suyo y manera, tratando y gozando a Dios en fe y amor,
entonces se dice haberse de veras ganado a Dios, porque de veras se
ha perdido a todo lo que no es Dios ya lo que es en sí.
ANOTACIÓN PARA LA CANCIÓN SIGUIENTE
1. Estando, pues, el alma ganada de esta manera, todo lo que obra
es ganancia, porque toda la fuerza de sus potencias está convertida
en trato espiritual con el Amado de muy sabroso amor interior, en el
cual las comunicaciones interiores que pasan entre Dios y el alma son
de tan delicado y subido deleite, que no hay lengua mortal que lo
pueda decir ni entendimiento humano que lo pueda entender. Porque,
así como la desposada en el día de su desposorio no entiende en otra
cosa sino en lo que es fiesta y deleite de amor y en sacar todas sus
joyas y gracias a luz para con ellas agradar y deleitar al esposo, y el
esposo ni más ni menos todas sus riquezas y excelencias le muestra
para hacerle a ella fiesta y solaz, así aquí en este espiritual
desposorio, donde el alma siente de veras lo que la Esposa dice en
los Cantares (6, 2), es a saber: Yo para mi Amado, y mi Amado para
mí, las virtudes y gracias de la Esposa alma y las magnificencias y
gracias del Esposo Hijo de Dios salen a la luz, y se ponen en plato
para que se celebren las bodas de este desposorio. comunicándose
los bienes y deleites del uno en el otro con vino de sabroso amor en
el Espíritu Santo. Para muestra de lo cual, hablando con el Esposo,
dice el alma esta canción:
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524
CANCIÓN 30
De flores y esmeraldas, en las frescas mañanas escogidas. haremos
las guirnaldas en tu amor florecidas y en un cabello mío entretejidas.
DECLARACIÓN
2. En esta canción vuelve la Esposa a hablar con el Esposo en
comunicación y recreación de amor y lo que en ella hace es tratar del
solaz y deleite que el alma esposa y el Hijo de Dios tienen en la
posesión de las riquezas de las virtudes y dones de entrambos y el
ejercicio de ellas que hay del uno al otro gozándolas entre sí en
comunicación de amor. Y por eso dice ella, hablando con él que harán
guirnaldas ricas de dones y virtudes adquiridas y ganadas en tiempo
agradable y conveniente, hermoseadas y graciosas en el amor que
tiene él a ella y sustentadas y conservadas en el amor que ella tiene
a él. Por eso llama a este gozar las virtudes hacer guirnaldas de ellas;
porque todas juntas, como flores en guirnaldas, las gozan entrambos
en el amor común que el uno tiene al otro.
De flores y esmeraldas.
3. Las flores son las virtudes del alma y las esmeraldas son los dones
que tiene de Dios pues de estas flores y esmeraldas,
en las frescas mañanas escogidas.
4. es a saber, ganadas y adquiridas en las juventudes, que son las
frescas mañanas de las edades.
Y dice escogidas, porque las virtudes que se adquieren en este
tiempo de juventud son escogidas y muy aceptas a Dios, por ser en
tiempo de juventud cuando hay más contradicción de parte de los
vicios para adquirirlas y de parte del natural más inclinación y
prontitud para perderlas: y también porque, comenzándolas a coger
desde este tiempo de juventud, se adquieren más perfectas y son
más escogidas.
Y llama a estas juventudes frescas mañanas, porque, así como es
agradable la frescura de la mañana en la primavera más que las otras
partes del día, así lo es la virtud de la juventud delante de Dios.
Y aun puédense entender estas frescas mañanas por los actos de
amor en que se adquieren las virtudes, los cuales son a Dios más
agradables que las frescas mañanas a los hijos de los hombres.
5. También se entiende aquí por las frescas mañanas las obras
hechas en sequedad y dificultad del espíritu, las cuales son denotadas
por el fresco de las mañanas del invierno, y estas obras hechas por
Dios en sequedad de espíritu y dificultad son muy preciadas de Dios,
porque en ellas grandemente se adquieren las virtudes y dones; y las
que se adquieren de esta suerte y con trabajo por la mayor parte son
más escogidas y esmeradas y más firmes que si se adquiriesen sólo
con el sabor y regalo del espíritu; porque la virtud en la sequedad y
dificultad y trabajo echa raíces, según Dios dijo a san Pablo (2 Cor.
12, 9), diciendo: La virtud en la flaqueza se hace perfecta. Y por
tanto, para encarecer la excelencia de las virtudes de que se han de
hacer las guirnaldas para el Amado, bien está dicho en las frescas
mañanas escogidas, porque de solas estas flores y esmeraldas de
525
virtudes y dones escogidos y perfectos, y no de las imperfectas, goza
bien el Amado. Y por eso, dice aquí el alma Esposa que de ellas para
él
haremos las guirnaldas.
6. Para cuya inteligencia es de saber que todas las virtudes y dones
que el alma y Dios adquieren en ella son en ella como una guirnalda
de varias flores con que está admirablemente hermoseada, así como
de una vestidura de preciosa variedad. Y para mejor entenderlo, es
de saber que así como las flores materiales se van cogiendo, las van
en la guirnalda que de ellas hacen componiendo, de la misma manera
así como las flores espirituales de virtudes y dones se van
adquiriendo se van en el alma asentando. Y acabadas de adquirir,
está ya la guirnalda de perfección en el alma acabada de hacer en
que el alma y el Esposo se deleitan hermoseados con esta guirnalda y
adornados, bien así como en estado de perfección.
Estas son las guirnaldas que dice han de hacer que es ceñirse y
cercarse de variedad de flores y esmeraldas de virtudes y dones
perfectos para parecer dignamente con este hermoso y precioso
adorno delante la cara del rey y merezca la iguale consigo poniéndola
como reina a su lado, pues ella lo merece con la hermosura de su
variedad. De donde, hablando David (Sal. 44, 10) con Cristo en este
caso, dijo: Astitit regina a dextris tuis in vestitu deaurato circumdata
varietate, que quiere decir. Estuvo la reina a tu diestra en vestidura
de oro cercada de variedad, que es tanto como decir: estuvo a tu
diestra vestida de perfecto amor y cercada de variedad de dones y
virtudes perfectas.
Y no dice haré yo las guirnaldas solamente ni haráslas tú tampoco a
solas, sino harémoslas entrambos juntos: porque las virtudes no las
puede obrar el alma ni alcanzarlas a solas sin ayuda de Dios ni
tampoco las obra Dios a solas en el alma sin ella. Porque aunque es
verdad que todo lo bueno y todo don perfecto sea de arriba
descendido del Padre de las lumbres, como dice Santiago (1, 17),
todavía eso mismo no se recibe sin la habilidad y ayuda del alma que
lo recibe. De donde hablando la Esposa en los Cantares (1, 3) con el
Esposo, dijo: Tráeme después de ti correremos. De manera que el
movimiento para el bien de Dios ha de venir según aquí da a
entender, solamente; mas el correr no dice que él solo, ni ella sola
sino correremos entrambos que es el obrar Dios y el alma
juntamente.
7. Este versillo se entiende harto propiamente de la Iglesia y de
Cristo en el cual la Iglesia, Esposa suya, habla con él diciendo:
Haremos las guirnaldas entendiendo por guirnaldas todas las almas
santas engendradas por Cristo en la Iglesia, que cada una de ellas es
como una guirnalda arreada de flores de virtudes y dones, y todas
ellas juntas son una guirnalda para la cabeza del Esposo Cristo.
Y también se puede entender por las hermosas guirnaldas, que por
otro nombre se llaman lauréolas, hechas también en Cristo y la
Iglesia las cuales son de tres maneras:
526
La primera, de hermosas y blancas flores de todas las vírgenes, cada
una con su lauréola de virginidad, y todas ellas juntas serán una
lauréola para poner en la cabeza del Esposo Cristo.
La segunda lauréola, de las resplandecientes flores de los santos
doctores, cada uno con su lauréola de doctor, y todos juntos serán
una lauréola para sobreponer en la de las vírgenes en la cabeza de
Cristo.
La tercera, de los encarnados claveles de los mártires, cada uno
también con su lauréola de mártir, y todos ellos juntos serán una
lauréola para remate de la lauréola del Esposo Cristo.
Con las cuales tres guirnaldas estará Cristo Esposo tan hermoseado y
tan gracioso de ver, que se dirá en el cielo aquello que dice la Esposa
en los Cantares (3, 11): Salid, hijas de Sión, y mirad al rey Salomón
con la corona con que le coronó su madre en el día de su desposorio
y en el día de la alegría de su corazón. Haremos, pues, dice, estas
guirnaldas
en tu amor florecidas.
8. La flor que tienen las obras y virtudes es la gracia y virtud que del
amor de Dios tienen, sin el cual no solamente no estarían floridas,
pero todas ellas serían secas y sin valor delante de Dios aunque
humanamente fuesen perfectas. Pero porque él da su gracia y amor,
son las obras floridas en su amor.
Y en un cabello mío entretejidas.
9. Este cabello suyo es su voluntad de ella y amor que tiene al
Amado, el cual amor tiene y hace el oficio que el hilo en la guirnalda.
Porque así como el hilo enlaza y ase las flores en la guirnalda, así el
amor del alma enlaza y ase las virtudes en el alma y las sustenta en
ella; porque, como dice san Pablo (Cl. 3, 14), es la caridad el vínculo
y atadura de la perfección. De manera que en este amor del alma
están las virtudes y dones sobrenaturales tan necesariamente asidos
que si quebrase, faltando a Dios luego se desatarían todas las
virtudes y faltarían del alma, así como quebrado el hilo en la
guirnalda, se caerían las flores. De manera que no basta que Dios nos
tenga amor para darnos virtudes, sino que también nosotros se le
tengamos a él para recibirlas y conservarlas.
Dice un cabello solo, y no muchos cabellos, para da a entender que
ya su voluntad está sola en él desasida de todos los demás cabellos
que son los extraños y ajenos amores. En lo cual encarece bien el
valor y precio de estas guirnaldas de virtudes; porque cuando el amor
está único y sólido en Dios (cual aquí ella dice) también las virtudes
están perfectas y acabadas y floridas mucho en el amor de Dios
porque entonces es el amor que él tiene al alma inestimable, según el
alma también lo siente.
10. Pero, si yo quisiese dar a entender la hermosura del
entretejimiento que tienen estas flores de virtudes y esmeraldas
entre sí o decir algo de la fortaleza y majestad que el orden y
compostura de ellas ponen en el alma y el primor y gracia con que la
527
atavía esta vestidura de variedad, no hallaría palabras y términos con
que darlo a entender.
Del demonio dice Dios en el libro de Job (41, 6-7) que su cuerpo es
como escudos de metal colado, guarnecido con escamas tan
apretadas entre sí, que de tal manera se juntan una a otra, que no
puede entrar el aire por ellas. Pues si el demonio tiene tanta fortaleza
en sí, por estar vestido de malicias asidas y ordenadas unas con
otras, las cuales son significadas por las escamas, que su cuerpo se
dice ser como escudo de metal colado, siendo todas las malicias en sí
flaqueza, ¿cuánta será la fortaleza de esta alma vestida toda de
fuertes virtudes, tan asidas y entretejidas entre sí, que no puede
caber entre ellas fealdad ninguna ni imperfección, añadiendo cada
una con su fortaleza, (fortaleza) al alma; y con su hermosura,
hermosura; y con su valor y precio haciéndola rica; y con su
majestad, añadiéndola señorío y grandeza? ¡Cuán maravillosa, pues,
será para la vista espiritual esta alma Esposa en la postura de estos
dones a la diestra del rey su Esposo! ¡Hermosos son tus pasos en los
calzados, hija del príncipe!, dice el Esposo de ella en los Cantares (7,
1). Y dice hija del príncipe para denotar el principado que ella aquí
tiene. Y cuando la llama hermosa en el calzado, ¿cuál será en el
vestido?
11. Y porque no sólo admira la hermosura que ella tiene con la
vestidura de estas flores, sino que también espanta la fortaleza y
poder que con la compostura y orden de ellas, junto con la
interposición de las esmeraldas que de innumerables dones divinos
tiene, dice también de ella el Esposo en los dichos Cantares (6, 3):
Terrible eres, ordenada como las haces de los reales. Porque estas
virtudes y dones de Dios, así como con su olor espiritual recrean, así
también, cuando están unidas en el alma, con su sustancia dan
fuerza. Que por eso, cuando la Esposa estaba flaca y enferma de
amor en los Cantares, por no haber llegado a unir y entretejer estas
flores y esmeraldas en el cabello de su amor, deseando ella
fortalecerse con la dicha unión y junta de ellas, la pedía por estas
palabras (2, 5), diciendo: Fortalecedme con flores, apretadme con
manzanas, porque estoy desfallecida de amor, entendiendo por las
flores las virtudes, y por las manzanas, los demás dones.
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ANOTACION PARA LA CANCION SIGUIENTE [San Juan de la
Cruz CANTICO ESPIRITUALB Prologo]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DEL CÁNTICO ESPIRITUAL (segunda redacción = CB)
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ANOTACIÓN PARA LA CANCIÓN SIGUIENTE
1. Creo queda dado a entender cómo, por el entretejimiento de estas
guirnaldas y asiento de ellas en el alma, quiere dar a entender esta
alma Esposa la divina unión de amor que hay entre ella y Dios en
este estado. Pues que el Esposo es las flores, pues es la flor del
528
campo y el lirio de los valles, como él dice (Ct. 2, 1); y el cabello del
amor del alma es, como habemos dicho, el que ase y une con ella
esta flor de las flores, pues, como dice el Apóstol (Cl. 3, 14), el amor
es la atadura de la perfección, la cual es la unión con Dios y el alma
el acerico donde se asientan estas guirnaldas, pues ella es el sujeto
de esta gloria, no pareciendo el alma ya lo que antes era, sino la
misma flor perfecta con perfección y hermosura de todas las flores;
porque con tanta fuerza ase a los dos, es a saber, a Dios y al alma,
este hilo del amor y los junta, que los transforma y hace uno por
amor, de manera que, aunque en sustancia son diferentes, en gloria
y parecer el alma parece Dios, y Dios el alma.
2. Tal es la junta como ésta: es admirable sobre todo lo que se puede
decir. Dase algo a entender de ella por aquello que dice la Escritura
de Jonatás y David en el primer libro de los Reyes (18, 1), donde dice
que era tan estrecho el amor que Jonatás tenía a David, que
conglutinó el ánima de Jonatás con el ánima de David. De donde, si el
amor de un hombre para con otro hombre fue tan fuerte que pudo
conglutinar un alma con otra, ¿qué será la conglutinación que hará
del alma con el Esposo Dios el amor que el alma tiene al mismo Dios,
mayormente siendo Dios aquí el principal amante, que con la
omnipotencia de su abisal amor absorbe al alma en sí con más
eficacia y fuerza que un torrente de fuego a una gota de rocío de la
mañana, que se suele volar resuelta en el aire? De donde el cabello
que tal obra de juntura hace, sin duda conviene que sea muy fuerte y
sutil, pues con tanta fuerza penetra las partes que ase. Y por eso, el
alma declara en la siguiente canción las propiedades de este su
hermoso cabello, diciendo:
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CANCIÓN 31
En solo aquel cabello que en mi cuello volar consideraste, mirástele
en mi cuello y en él preso quedaste, y en uno de mis ojos te llagaste.
DECLARACIÓN
3. Tres cosas quiere decir el alma en esta canción.
La primera es dar a entender que aquel amor en que están asidas las
virtudes no es otro sino sólo el amor fuerte, porque, a la verdad, tal
ha de ser para conservarlas.
La segunda, dice que Dios se prendó mucho de este su cabello de
amor, viéndolo solo y fuerte.
La tercera, dice que estrechamente se enamoró de ella Dios, viendo
la pureza y entereza de su fe. Y dice así:
En solo aquel cabello que en mi cuello volar consideraste.
4. El cuello significa la fortaleza, en la cual dice que volaba el cabello
del amor, en que están entretejidas las virtudes, que es amor en
fortaleza. Porque no basta que sea solo para conservar las virtudes,
sino que también sea fuerte, para que ningún vicio contrario le pueda
por ningún lado de la guirnalda de la perfección quebrar. Porque por
tal orden están asidas en este cabello del amor del alma las virtudes,
529
que, si en alguna quebrase, luego, como habemos dicho, faltaría en
todas; porque las virtudes, así como donde está una están todas, así
también donde una falta, faltan todas.
Y dice que volaba en el cuello, porque en la fortaleza del alma vuela
este amor a Dios con gran fortaleza y ligereza, sin detenerse en cosa
alguna; y así como en el cuello el aire menea y hace volar el cabello,
así también el aire del Espíritu Santo, mueve y altera al amor fuerte
para que haga vuelos a Dios; porque sin este divino viento, que
mueve las potencias a ejercicio de amor divino, no obran ni hacen sus
efectos las virtudes, aunque las haya en el alma.
Y en decir que el Amado consideró en el cuello volar este cabello, da
a entender cuánto ama Dios al amor fuerte; porque considerar es
mirar muy particularmente con atención y estimación de aquello que
se mira, y el amor fuerte hace mucho a Dios volver los ojos a mirarle
Y así, se sigue:
Mirástele en mi cuello.
5. Lo cual dice para dar a entender el alma que no sólo preció y
estimó Dios este su amor viéndole solo, sino que también le amó
viéndole fuerte; porque mirar Dios es amar Dios, así como el
considerar Dios es, como habemos dicho, estimar lo que considera. Y
vuelve a repetir en este verso el cuello, diciendo del cabello: Mirástele
en mi cuello, porque, como está dicho, ésa es la causa por que le
amó mucho, es a saber, verle en fortaleza. Y así, es como si dijera:
amástele viéndole fuerte sin pusilanimidad ni temor, y solo sin otro
amor, y volar con ligereza y fervor.
6. Hasta aquí no había Dios mirado este cabello para prendarse de él,
porque no le había visto solo y desasido de los demás cabellos de
otros amores y apetitos, aficiones y gustos, y así no volaba solo en el
cuello de la fortaleza; mas, después que por las mortificaciones y
trabajos y tentaciones y penitencia se vino a desasir y hacer fuerte,
de manera que ni por cualquiera fuerza ni ocasión quiebra, entonces
ya le mira Dios y prenda y ase en él las flores de estas guirnaldas,
pues tiene fortaleza para tenerlas asidas en el alma.
7. Mas cuáles y cómo sean estas tentaciones y trabajos, y hasta
dónde llegan al alma para poder venir a esta fortaleza de amor en
que Dios se una con el alma, en la declaración de las cuatro
canciones que comienzan ¡Oh llama de amor viva! está dicho algo de
ello; por lo cual habiendo pasado esta alma, ha llegado a tal grado de
amor de Dios que haya merecido la divina unión. Por lo cual dice
luego:
Y en él preso quedaste.
8. ¡Oh cosa digna de toda acepción y gozo, quedar Dios preso en un
cabello! La causa de esta prisión tan preciosa es el haber Dios
querido pararse a mirar el vuelo del cabello, como dicen los versos
antecedentes; porque, como habemos dicho, el mirar de Dios es
amar; porque, si él por su gran misericordia no nos mirara y amara
primero, como dice san Juan (1 Jn 4, 10), y se abajara, ninguna
presa hiciera en él el vuelo del cabello de nuestro bajo amor, porque
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no tenía él tan alto vuelo que llegase a prender a esta divina ave de
las alturas; mas porque ella se bajó a mirarnos y a provocar el vuelo
y levantarlo de nuestro amor, dándole valor y fuerza para ello, por
eso él mismo se prendó en el vuelo del cabello, esto es, él mismo se
pagó y se agradó, por lo cual se prendó. Y eso quiere decir: Mirástele
en mi cuello, y en él preso quedaste. Porque cosa muy creíble es que
el ave de bajo vuelo pueda prendar al águila real muy subida, si ella
se viene a lo bajo queriendo ser presa. Y síguese:
Y en uno de mis ojos te llagaste.
9. Entiéndese aquí por el ojo la fe, y dice uno solo, y que en él se
llagó, porque si la fe y fidelidad del alma para con Dios no fuese sola,
sino que fuese mezclada con otro algún respeto o cumplimiento, no
llegaría a efecto de llagar a Dios de amor, y así, sólo un ojo ha de ser
en que se llaga, como también un solo cabello en que se prenda el
Amado. Y es tan estrecho el amor con que el Esposo se prenda de la
Esposa en esta fidelidad única que ve en ella, que si en el cabello del
amor de ella se prendaba, en el ojo de su fe aprieta con tan estrecho
nudo la prisión, que le hace llaga de amor por la gran ternura del
afecto con que está aficionado a ella, lo cual es entrarla más en su
amor.
10. Esto mismo del cabello y del ojo dice el Esposo en los Cantares
(c. 4, 9), hablando con la Esposa, diciendo: Llagaste mi corazón,
hermana mía, llagaste mi corazón en uno de tus ojos y en un cabello
de tu cuello. En lo cual dos veces repite haberte llagado el corazón,
es a saber: en el ojo y en el cabello. Y por eso el alma hace relación
en la canción del cabello y del ojo, porque en ello denota la unión que
tiene con Dios, según el entendimiento y según la voluntad; porque la
fe, significada por el ojo, se sujeta en el entendimiento por fe y en la
voluntad por amor.
De la cual unión se gloría aquí el alma y regracia esta merced a su
Esposo como recibida de su mano, estimando en mucho haberse
querido pagar y prendar de su amor. En lo cual se podría considerar
el gozo, alegría y deleite que el alma tendrá con este tal prisionero,
pues tanto tiempo había que lo era ella de él, andando de él
enamorada.
ANOTACIÓN PARA LA CANCIÓN SIGUIENTE
1. Grande es el poder y la porfía del amor, pues al mismo Dios
prenda y liga. Dichosa el alma que ama, pues tiene a Dios por
prisionero, rendido a todo lo que ella quisiere. Porque tiene tal
condición, que, si se le llevan por amor y por bien, le harán hacer
cuanto quisieren; y si de otra manera, no hay hablarle ni poder con él
aunque hagan extremos; pero, por amor, en un cabello le ligan. Lo
cual conociendo el alma, y que muy fuera de sus méritos la ha hecho
tan grandes mercedes de levantarla a tan alto amor con tan ricas
prendas de dones y virtudes, se lo atribuye todo a él en la siguiente
canción, diciendo:
Inicio --------------------------------------------
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CANCIÓN 32
Cuando tú me mirabas, su gracia en mí tus ojos imprimían: por eso
me adamabas, y en eso merecían los míos adorar lo que en ti vían.
DECLARACIÓN
2. Es propiedad del amor perfecto no querer admitir ni tomar nada
para sí, ni atribuirse a sí nada, sino todo al Amado; que esto aun en
los amores bajos lo hay, cuánto más en el de Dios, donde tanto
obliga la razón. Y, por tanto, porque en las dos canciones pasadas
parece se atribuía a sí alguna cosa la Esposa, tal como decir que haría
ella juntamente con el Esposo las guirnaldas y que se tejerían con el
cabello de ella (lo cual es obra no de poco momento y estima), y
después decir y gloriarse que el Esposo se había prendado en su
cabello y llagado en su ojo (en lo cual parece también atribuirse a sí
misma gran merecimiento) quiere ahora en la presente canción
declarar su intención y deshacer el engaño que en esto se puede
entender, con cuidado y temor no se le atribuya a ella algún valor y
merecimiento, y por eso se le atribuya a Dios menos de lo que se le
debe y ella desea. Atribuyéndolo todo a él y regraciándoselo
juntamente, le dice que la causa de prendarse él del cabello de su
amor y llagarse del ojo de su fe, fue por haberle hecho la merced de
mirarla con amor, en lo cual la hizo graciosa y agradable a sí mismo;
y que por esa gracia y valor que de él recibió mereció su amor y
tener valor ella en sí para adorar agradablemente a su Amado y hacer
obras dignas de su gracia y amor. Síguese el verso:
Cuando tú me mirabas,
3. es a saber, con afecto de amor (porque ya dijimos que el mirar de
Dios aquí es amar),
su gracia en mí tus ojos imprimían.
4. Por los ojos del Esposo entiende aquí su Divinidad misericordiosa,
la cual, inclinándose al alma con misericordia, imprime e infunde en
ella su amor y gracia, con que la hermosea y levanta tanto, que la
hace consorte de la misma Divinidad (2 Pe. 1, 4). Y dice el alma,
viendo la dignidad y alteza en que Dios la ha puesto:
Por eso me adamabas.
5. Adamar es amar mucho, es más que amar simplemente: es como
amar duplicadamente, esto es, por dos títulos o causas. Y así, en este
verso da a entender el alma los dos motivos y causas del amor que él
tiene a ella; por los cuales no sólo la amaba prendado en su cabello,
mas que la adamaba llagado en su ojo.
Y la causa por que la adamó de esta manera tan estrecha, dice ella
en este verso que era porque él quiso, con mirarla, darle gracia para
agradarse de ella, dándole el amor de su cabello, y formándola con su
caridad la fe de su ojo. Y así, dice: por eso me adamabas; porque
poner Dios en el alma su gracia es hacerla digna y capaz de su amor.
Y así, es tanto como decir: porque habías puesto en mí tu gracia, que
eran prendas dignas de tu amor, por eso me adamabas, esto es, por
eso me dabas más gracia. Esto es lo que dice san Juan (1, 16): Que
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da gracia por la gracia que ha dado, que es dar más gracia; porque
sin su gracia no se puede merecer su gracia.
6. Es de notar, para inteligencia de esto, que Dios, así como no ama
cosa fuera de sí, así ninguna cosa ama más bajamente que a sí,
porque todo lo ama por sí, y así el amor tiene la razón del fin, de
donde no ama las cosas por lo que ellas son en sí. Por tanto, amar
Dios al alma es meterla en cierta manera en sí mismo, igualándola
consigo, y así, ama al alma en sí consigo con el mismo amor que él
se ama. Y por eso en cada obra, por cuanto la hace en Dios, merece
el alma el amor de Dios; porque, puesta en esta gracia y alteza, en
cada obra merece al mismo Dios. Y, por eso, dice luego:
Y en eso merecían.
7. Es a saber, en ese favor y gracia que los ojos de tu misericordia
me hicieron cuando tú me mirabas, haciéndome agradable a tus ojos,
y digna de ser vista de ti, merecieron
los míos adorar lo que en ti vían.
8. Es tanto como decir: las potencias de mi alma, Esposo mío, que
son los ojos con que de mi puedes ser visto, merecieron levantarse a
mirarte, las cuales antes con la miseria de su baja operación y caudal
natural estaban caídas y bajas -porque poder mirar el alma a Dios es
hacer obras en gracia de Dios-, y así merecían las potencias del alma
en el adorar, porque adoraban en gracia de su Dios, en la cual toda
operación es meritoria. Adoraban, pues, alumbrados y levantados con
su gracia y favor, lo que en él ya veían, lo cual antes por su ceguera
y bajeza no veían. ¿Qué era, pues, lo que ya veían? Veían grandeza
de virtudes, abundancia de suavidad, bondad inmensa, amor y
misericordia en Dios, beneficios innumerables que de él había
recibido, ahora estando tan allegada a Dios, ahora cuando no lo
estaba. Todo esto merecían adorar ya con merecimiento los ojos del
alma, porque estaban ya graciosos y agradables al Esposo; lo cual
antes no sólo no merecían adorar ni ver, pero ni aun considerar de
Dios algo de ello; porque es grande la rudeza y ceguera del alma que
está sin su gracia.
9. Mucho hay aquí que notar y mucho de qué se doler, ver cuán fuera
está de hacer lo que es obligada el alma que no está ilustrada con el
amor de Dios; porque estando ella obligada a conocer estas y otras
innumerables mercedes, así temporales como espirituales, que de él
ha recibido y a cada paso recibe, y a adorar y servir con todas sus
potencias a Dios sin cesar por ellas, no sólo no lo hace, más ni aun
mirarlo y conocerlo merece, ni caer en la cuenta de tal cosa; que
hasta aquí llega la miseria de los que viven o, por mejor decir, están
muertos en pecado.
ANOTACIÓN PARA LA CANCIÓN SIGUIENTE
1. Para más inteligencia de lo dicho y de lo que se sigue, es de saber
que la mirada de Dios cuatro bienes hace en el alma, es a saber:
limpiarla, agraciarla, enriquecerla y alumbrarla; así como el sol
cuando envía sus rayos, que enjuga y calienta y hermosea y
resplandece.
533
Y después que Dios pone en el alma estos tres bienes postreros, por
cuanto por ellos le es el alma muy agradable, nunca más se acuerda
de la fealdad y pecado que antes tenía, según lo dice por Ezequiel
(18, 22). Y así, habiéndole quitado una vez este pecado y fealdad,
nunca más le da en cara con ella, ni por eso le deja de hacer más
mercedes, pues que él no juzga dos veces una cosa (Noh. 1, 9). Pero
aunque Dios se olvide de la maldad y pecado después de perdonado
una vez, no por eso le conviene al alma echar en olvido sus pecados
primeros, diciendo el Sabio (Ecli. 5, 5): Del pecado perdonado no
quieras estar sin miedo. Y esto, por tres cosas: la primera, para tener
siempre ocasión de no presumir; la segunda, para tener materia de
siempre agradecer; la tercera, para que le sirva de más confiar para
más recibir; porque si, estando en pecado, recibió de Dios tanto bien,
puesta en amor de Dios y fuera de pecado, ¿cuánto mayores
mercedes podrá esperar?
2. Acordándose, pues, el alma aquí de todas estas misericordias
recibidas y viéndose puesta junto al Esposo con tanta dignidad,
gózase grandemente con deleite de agradecimiento y amor,
ayudándole mucho para esto la memoria de aquel primer estado suyo
tan bajo y tan feo, que no sólo no merecía ni estaba para que la
mirara Dios, mas ni aun para que tomara en la boca su nombre,
según él lo dice por el profeta David (Sal. 15, 4). De donde, viendo
que de su parte ninguna razón hay ni la puede haber para que Dios la
mirase y engrandeciese, sino sólo de parte de Dios, y ésta es su bella
gracia y mera voluntad, atribuyéndose a sí su miseria y al Amado
todos los bienes que posee, viendo que por ellos ya merece lo que no
merecía, toma ánimo y osadía para pedirle la continuación de la
divina unión espiritual, en la cual se le vayan multiplicando las
mercedes; todo lo cual da ella a entender en la siguiente canción.
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CANCIÓN 33
No quieras despreciarme, que si color moreno en mí hallaste, ya bien
puedes mirarme después que me miraste, que gracia y hermosura en
mí dejaste.
DECLARACIÓN
3. Animándose ya la Esposa y preciándose a sí misma en las prendas
y precio que de su Amado tiene, viendo que por ser cosas de él
(aunque ella de suyo sea de bajo precio y no merezca alguna
estima), merece ser estimada por ellas, atrévese a su Amado, y
dícele que ya no la quiera tener en poco ni despreciarla, porque si
antes merecía esto por la fealdad de su culpa y bajeza de su
naturaleza, que ya después que él la miró la primera vez, en que la
arreó con su gracia y vistió con su hermosura, que bien la puede ya
mirar la segunda y más veces, aumentándote la gracia y hermosura,
pues hay ya razón y causa bastante para ello en haberla mirado
cuando no lo merecía ni tenía partes para ello.
No quieras despreciarme.
534
4. No dice esto por querer la tal alma ser tenida en algo, porque
antes los desprecios y vituperios son de grande estima y gozo para el
alma que de veras ama a Dios, y porque ve que de su cosecha no
merece otra cosa, sino por la gracia y dones que tiene de Dios, según
ella va dando a entender, diciendo:
Que si color moreno en mí hallaste,
5. es a saber, que, si antes que me miraras graciosamente hallaste
en mí fealdad y negrura de culpas e imperfecciones y bajeza de
condición natural,
ya bien puedes mirarme, después que me miraste.
6. Después que me miraste, quitando de mí ese color moreno y
desgraciado de culpa con que no estaba de ver, en que me diste la
primera vez gracia, ya bien puedes mirarme, esto es, ya bien puedo
yo y merezco ser vista, recibiendo más gracia de tus ojos, pues con
ellos no sólo la primera vez me quitaste el color moreno, pero
también me hiciste digna de ser vista, pues con tu vista de amor,
gracia y hermosura en mí dejaste.
7. Lo que ha dicho el alma en los dos versos antecedentes es para
dar a entender lo que dice san Juan en el Evangelio (1, 16), es a
saber, que Dios da gracia por gracia, porque, cuando Dios ve al alma
graciosa en sus ojos, mucho se mueve a hacerla más gracia, por
cuanto en ella mora bien agradado. Lo cual conociendo Moisés (Ex.
33, 12-13), pidió a Dios más gracia, queriéndole obligar por la gracia
que ya de él tenía, diciendo a Dios: Tú dices que me conoces de
nombre y que he hallado gracia delante de ti: pues luego si he
hallado gracia en tu presencia, muéstrame tu cara, para que te
conozca y halle gracia delante de tus ojos. Y porque con esta gracia
ella está delante de Dios engrandecida, honrada y hermoseada, como
habemos dicho, por eso es amada de él inefablemente. De manera
que, si antes que estuviese en su gracia por sí sólo la amaba, ahora
que ya está en su gracia, no sólo la ama por sí, sino también por ella;
y así, enamorado de su hermosura, mediante los efectos y obras de
ella, ahora sin ellos, siempre le va él comunicando más amor y
gracias, y como la va honrando y engrandeciendo más, siempre se va
más prendando y enamorando de ella. Porque así lo da Dios a
entender, hablando con su amigo Jacob por Isaías (43, 4), diciendo:
Después que en mis ojos eres hecho honrado y glorioso, yo te he
amado; lo cual es tanto como decir: después que mis ojos te dieron
gracia por su vista, por la cual te hiciste glorioso y digno de honra en
mi presencia, has merecido más gracia de mercedes mías. Porque
amar Dios más, es hacer más mercedes.
Esto mismo da a entender la Esposa en los divinos Cantares (1, 3-4)
a las otras almas, diciendo: Morena soy, pero hermosa, hijas de
Jerusalén; por tanto, me ha amado el rey, y entrádome en lo interior
de su lecho, lo cual es decir: almas, que no sabéis ni conocéis de
estas mercedes, no os maravilléis porque el rey celestial me las haya
hecho a mí tan grandes que haya llegado a meterme en lo interior de
su amor; porque, aunque soy morena de mío, puso en mí él tanto sus
535
ojos después de haberme mirado la primera vez, que no se contentó
hasta desposarme consigo y llevarme al interior lecho de su amor.
8. ¿Quién podrá decir hasta dónde llega lo que Dios engrandece un
alma cuando da en agradarse de ella? No hay poderlo ni aun
imaginar; porque, en fin, lo hace como Dios, para mostrar quién él
es. Sólo se puede dar algo a entender por la condición que Dios tiene
de ir dando más a quien más tiene, y lo que le va dando es
multiplicadamente según la proporción de lo que antes el alma tiene,
según en el Evangelio (Mt. 13, 12) lo da a entender, diciendo: A
cualquiera que tuviere, se le daré más, hasta que llegue a abundar; y
al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Y así, el dinero que
tenía el siervo no en gracia de su señor, le fue quitado y dado al que
tenía más dineros que todos juntos en gracia de su señor.
De donde los mejores y principales bienes de su casa, esto es, de su
Iglesia, así militante como triunfante, acumula Dios en el que es más
amigo suyo, y lo ordena para más honrarle y glorificarle; así como
una luz grande absorbe en sí muchas luces pequeñas. Como también
lo dio Dios a entender en la sobredicha autoridad de Isaías (43, 3-4),
según el sentido espiritual, hablando con Jacob, diciendo: Yo soy tu
Señor Dios, Santo de Israel, tu Salvador; a Egipto he dado por tu
propiciación, a Etiopía y a Saba por ti; y daré hombres por ti y
pueblos por tu alma.
9. Bien puedes, pues, ya, Dios mío, mirar y preciar mucho al alma
que miras, pues con tu vista pones en ella precio y prendas de que tú
te precias y prendas. Y, por eso, no ya una vez sola, sino muchas
merece que la mires después que la miraste. Pues, como se dice en el
libro de Ester (6, 11) por el Espíritu Santo: Digno es de tal honra a
quien quiere honrar el Rey.
ANOTACIÓN PARA LA CANCIÓN SIGUIENTE
1. Los amigables regalos que el Esposo hace al alma en este estado
son inestimables, y las alabanzas y requiebros de divino amor que
con gran frecuencia pasan entre los dos son inefables. Ella se emplea
en alabar y regraciar a él; él, en engrandecer, alabar y regraciar a
ella, según es de ver en los Cantares (1, 14-15), donde hablando él
con ella, dice: Cata que eres hermosa, amiga mía: cata que eres
hermosa y tus ojos son de paloma. Y ella responde y dice: Cata que
tú eres hermoso, amado mío, y bello; y otras muchas gracias y
alabanzas que el uno al otro a cada paso se dicen en los Cantares. Y
así, ella en la canción pasada acaba de despreciarse a sí llamándose
morena y fea, y de alabarte a él de hermoso y gracioso, pues con su
mirada le dio gracia y hermosura. Y él, porque tiene de costumbre de
ensalzar al que se humilla, poniendo en ella los ojos como ella se lo
ha pedido, en la canción que se sigue se emplea en alabarla,
llamándola, no morena, como ella se llamó, sino blanca paloma,
alabándola de las buenas propiedades que tiene como paloma y
tórtola. Y así, dice:
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CANCIÓN 34
Esposo
La blanca palomica al arca con el remo se ha tornado; y ya la
tortolica al socio deseado en las riberas verdes ha hallado.
DECLARACIÓN
2. El Esposo es el que habla en esta canción, cantando la pureza que
ella tiene ya en este estado y las riquezas y premio que ha
conseguido por haberse dispuesto y trabajado por venir a él. Y
también canta la buena dicha que ha tenido en hallar a su Esposo en
esta unión, y da a entender el cumplimiento de los deseos suyos y
deleite y refrigerio que en él posee, acabados ya los trabajos de esta
vida y tiempo pasado. Y así, dice:
La blanca palomica.
3. Llama al alma blanca palomica por la blancura y limpieza que ha
recibido de la gracia que ha hallado en Dios. Y llámala paloma porque
así la llama en los Cantares (2, 10) para denotar la sencillez y
mansedumbre de condición y amorosa contemplación que tiene;
porque la paloma no sólo es sencilla y mansa, sin hiel, mas también
tiene los ojos claros y amorosos; que, por eso, para denotar el
Esposo en ella esta propiedad de contemplación amorosa con que
mira a Dios, dijo allí también (1, 14) que tenía los ojos de paloma; la
cual, dice:
Al arca con el ramo se ha tornado.
4. Aquí compara al alma el Esposo a la paloma del arca de Noé,
tomando por figura aquel ir y venir de la paloma al arca, de lo que al
alma en este caso le ha acaecido. Porque así como la paloma iba y
venía al arca porque no hallaba dónde descansase su pie entre las
aguas del diluvio, hasta que después se volvió a ella con un ramo de
oliva en el pico, en señal de la misericordia de Dios en la cesación de
las aguas que tenían anegada la tierra (Gn. 8, 8-11), así esta tal alma
que salió del arca de la omnipotencia de Dios, cuando la crió,
habiendo andado por las aguas del diluvio de los pecados e
imperfecciones, no hallando dónde descansase su apetito, andaba
yendo y viniendo por los aires de las ansias de amar al arca del pecho
de su Criador, sin que de hecho la acabase de recoger en él, hasta
que ya, habiendo Dios hecho cesar las dichas aguas todas de
imperfecciones sobre la tierra de su alma, ha vuelto con el ramo de
oliva, que es la victoria que por la clemencia y misericordia de Dios
tiene de todas las cosas, a este dichoso y acabado recogimiento del
pecho de su Amado, no solamente con victoria de todos sus
contrarios, sino con premio de sus merecimientos, porque lo uno y lo
otro es denotado por el ramo de oliva. Y así, la palomica del alma no
sólo vuelve ahora al arca de su Dios blanca y limpia como salió de
ella cuando la crió, mas aun con aumento de ramo del premio y paz
conseguida en la victoria de sí misma.
Y ya la tortolica al socio deseado en las riberas verdes ha hallado.
5. También llama aquí el Esposo al alma tortolica, porque en este
caso de buscar al Esposo ha sido como la tórtola cuando no hallaba al
537
consorte que deseaba. Para cuya inteligencia es de saber que de la
tórtola se dice que, cuando no halla a su consorte, ni se asienta en
ramo verde, ni bebe el agua clara ni fría, ni se pone debajo de la
sombra ni se junta con otra compañía; pero en juntándose con él ya
goza de todo esto.
Todas estas propiedades tiene el alma, y es necesario que las tenga
para haber de llegar a esta unión y junta del Esposo Hijo de Dios.
Porque con tanto amor y solicitud le conviene andar que no asiente el
pie del apetito en ramo verde de algún deleite, ni quiera beber el
agua clara de alguna honra y gloria del mundo ni la quiera gustar fría
de algún refrigerio o consuelo temporal, ni se quiera poner debajo de
la sombra de algún favor y amparo de criaturas; no queriendo
reposar nada en nada ni acompañarse de otras aficiones gimiendo
por la soledad de todas las cosas hasta hallar a su Esposo en
cumplida satisfacción.
6. Y porque esta tal alma, antes que llegase a este alto estado,
anduvo con grande amor buscando a su Amado, no se satisfaciendo
de cosa sin él, canta aquí el mismo Esposo el fin de sus fatigas y el
cumplimiento de los deseos de ella, diciendo que ya la tortolica al
socio deseado en las riberas verdes ha hallado, que es tanto como
decir: ya el alma Esposa se sienta en ramo verde, deleitándose en su
Amado; y ya bebe el agua clara de muy alta contemplación y
sabiduría de Dios y fría de refrigerio y regalo que tiene en Dios; y
también se pone debajo de la sombra de su amparo y favor, que
tanto ella había deseado donde es consolada apacentada y
refeccionada sabrosa y divinamente según ella de ello se alegra en
los Cantares (2, 3) diciendo: Debajo de la sombra de aquel que había
deseado me senté y su fruto es dulce a mi garganta.
ANOTACIÓN PARA LA CANCIÓN SIGUIENTE
1. Va prosiguiendo el Esposo, dando a entender el contento que tiene
del bien que ha conseguido la Esposa por medio de la soledad en que
antes quiso vivir, que es una estabilidad de paz y bien inmutable.
Porque cuando el alma llega a confirmarse en la quietud del único y
solitario amor del Esposo, como ha hecho ésta de que hablamos aquí,
hace tan sabroso asiento de amor en Dios y Dios en ella, que no tiene
necesidad de otros medios ni maestros que la encaminen a Dios,
porque es ya Dios su guía y su luz. Porque cumple en ella lo que
prometió por Oseas (2, 14), diciendo: Yo la guiaré a la soledad y allí
hablaré a su corazón. En lo cual da a entender que en la soledad se
comunica y une él en el alma. Porque hablarle al corazón es
satisfacerle el corazón, el cual no se satisface con menos que Dios. Y
así, dice el Esposo:
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CANCIÓN 35
En soledad vivía, y en soledad ha puesto ya su nido; y en soledad la
guía a solas su querido, también en soledad de amor herido.
DECLARACIÓN
538
2. Dos cosas hace en esta canción el Esposo.
La primera, alabar la soledad en que antes el alma quiso vivir,
diciendo cómo fue medio para en ella hallar y gozar a su Amado a
solas de todas las penas y fatigas que antes tenía; porque, como ella
se quiso sustentar en soledad de todo gusto y consuelo y arrimo de
las criaturas por llegar a la compañía y junta de su Amado, mereció
hallar la posesión de la paz de la soledad en su Amado, en que
reposa ajena y sola de todas las dichas molestias.
La segunda es decir que, por cuanto ella se ha querido quedar a solas
de todas las cosas criadas por su querido, él mismo (enamorado de
ella por esta su soledad) se ha hecho cuidado de ella, recibiéndola en
sus brazos, apacentándola en sí de todos los bienes, guiando su
espíritu a las cosas altas de Dios. Y no sólo dice que él es ya su guía,
sino que a solas lo hace sin otros medios ni de ángeles ni de
hombres, ni de formas ni figuras, por cuanto ella por medio de esta
soledad tiene ya verdadera libertad de espíritu, que no se ata a
alguno de estos medios. Y dice el verso:
En soledad vivía.
3. La dicha tortolilla, que es el alma, vivía en soledad antes que
hallase al Amado en este estado de unión; porque el alma que desea
a Dios, la compañía de ninguna cosa le hace consuelo; antes, hasta
hallarle, todo la hace y causa más soledad.
Y en soledad ha puesto ya su nido.
4. La soledad en que antes vivía era querer carecer por su Esposo de
todas las cosas y bienes del mundo (según habemos dicho de la
tortolilla) procurando hacerse perfecta, adquiriendo perfecta soledad,
en que viene a la unión del Verbo y, por consiguiente, a todo
refrigerio y descanso; lo cual es aquí significado por el nido que aquí
dice, el cual significa descanso y reposo. Y así, es cómo si dijera: en
esa soledad en que antes vivía, ejercitándose en ella con trabajo y
angustia, porque no estaba perfecta, en ella ha puesto su descanso
ya y refrigerio, por haberla ya adquirido perfectamente en Dios. De
donde, hablando espiritualmente David (Sal. 83, 4) dice: De verdad
que el pájaro halló para sí casa, y la tórtola nido donde criar sus
pollicos, esto es, asiento en Dios, donde satisfacer sus apetitos y
potencias.
Y en soledad la guía.
5. Quiere decir: en esa soledad que el alma tiene de todas las cosas
en que está sola con Dios, él la guía y mueve y levanta a las cosas
divinas, conviene a saber: su entendimiento a las inteligencias
divinas, porque ya está solo y desnudo de otras contrarias y
peregrinas inteligencias; y su voluntad mueve libremente al amor de
Dios, porque ya está sola y libre de otras afecciones; y llena su
memoria de divinas noticias, porque también está ya sola y vacía de
otras imaginaciones y fantasías. Porque, luego que el alma
desembaraza estas potencias y las vacía de todo lo inferior y de la
propiedad de lo superior, dejándolas a solas sin ello, inmediatamente
se las emplea Dios en lo invisible y divino, y es Dios el que la guía en
539
esta soledad, que es lo que dice san Pablo (Rm. 8, 14) de los
perfectos: Qui spiritu Dei aguntur, etc.: Son movidos del espíritu de
Dios, que es lo mismo que decir: En soledad la guía
a solas su querido.
6. Quiere decir: que no sólo la guía en la soledad de ella, mas que él
mismo a solas es el que obra en ella sin otro algún medio. Porque
ésta es la propiedad de esta unión del alma con Dios en matrimonio
espiritual: hacer Dios en ella y comunicársele por sí solo, no ya por
medio de ángeles como antes, ni por medio de la habilidad natural.
Porque los sentidos exteriores e interiores y todas las criaturas y aun
la misma alma, muy poco hacen al caso para ser parte para recibir
estas grandes mercedes sobrenaturales que Dios hace en este
estado; no caen en habilidad y obra natural y diligencia del alma; él a
solas lo hace en ella. Y la causa es porque la halla a solas, como está
dicho, y así no la quiere dar otra compañía, aprovechándola y
fiándola de otro que sí solo. Y también es cosa conveniente, que,
pues el alma ya lo ha dejado todo y pasado por todos los medios,
subiéndose sobre todo a Dios, que el mismo Dios sea la guía y el
medio para sí mismo. Y, habiéndose el alma ya subido en soledad de
todo sobre todo, ya todo no le aprovecha ni sirve para más subir otra
cosa que el mismo Verbo Esposo; el cual, por estar tan enamorado de
ella, él a solas es el que la quiere hacer las dichas mercedes. Y así,
dice luego:
También en soledad de amor herido,
7. es a saber, de la Esposa. Porque, además de amar el Esposo
mucho la soledad del alma, está mucho más herido del amor de ella
por haberse ella querido quedar a solas de todas las cosas, por
cuanto estaba herida de amor de él. Y así, él no quiso dejarla sola,
sino que, herido de ella por la soledad que por él tiene, viendo que no
se contenta con otra cosa, él solo la guía a sí mismo, atrayéndola y
absorbiéndola en sí, lo cual no hiciera él en ella si no la hubiera
hallado en soledad espiritual.
ANOTACIÓN PARA LA SIGUIENTE CANCIÓN
1. Es extraña esta propiedad que tienen los amados en gustar mucho
más de gozarse a solas de toda criatura que con alguna compañía.
Porque, aunque estén juntos, si tienen alguna extraña compañía que
haga allí presencia, aunque no hayan de tratar ni de hablar más
escuso de ella que delante de ella, y la misma compañía trate ni
hable nada, basta estar allí para que no se gocen a su sabor. La
razón es porque el amor, como es unidad de dos solos, a solas se
quieren comunicar ellos.
Puesta, pues, el alma en esta cumbre de perfección y libertad de
espíritu en Dios, acabadas todas las repugnancias y contrariedades
de la sensualidad, ya no tiene otra cosa en qué entender ni otro
ejercicio en qué se emplear sino en darse en deleites y gozos de
íntimo amor con el Esposo. Como se escribe del santo Tobías en su
libro (14, 4), donde dice que, después que había pasado por los
trabajos de su pobreza y tentaciones, le alumbró Dios, y que todo lo
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demás de sus días pasó en gozo, como ya lo pasa esta alma de que
vamos hablando, por ser los bienes que en sí ve de tanto gozo y
deleite, como lo da a entender Isaías (58, 10-14) del alma que,
habiéndose ejercitado en las obras de perfección, ha llegado al punto
de perfección que vamos hablando.
2. Dice, pues, allí, hablando con el alma de esta perfección: Entonces,
dice, nacerá en la tiniebla tu luz, y tus tinieblas serán como el
mediodía. Y darte ha tu Señor Dios descanso siempre, y llenará de
resplandores tu alma, y librará tus huesos, y serás como un huerto
de regadío y como una fuente de aguas, cuyas aguas no faltarán.
Edificarse han en ti las soledades de los siglos, y los principios y
fundamentos de una generación y de otra generación resucitarás; y
serás llamado edificador de los setos, apartando tus sendas y veredas
a la quietud. Si apartares el trabajo tuyo de la holganza, y de hacer
tu voluntad en mi santo día, y te llamares holganza delicada y santa
gloriosa del Señor, y le glorificares no haciendo tus vías y no
cumpliendo tu voluntad, entonces te deleitarás sobre el Señor, y
ensalzarte he sobre las alturas de la tierra, y apacentarte he en la
heredad de Jacob. Hasta aquí son palabras de Isaías, donde la
heredad de Jacob es el mismo Dios. Y por eso, como habemos dicho,
esta alma ya no entiende sino en andar gozando de los deleites de
este pasto. Sólo le queda una cosa que desear, que es gozarle
perfectamente en la vida eterna. Y así, en la siguiente canción y en
las demás que se siguen, se emplea en pedir al Amado este beatífico
pasto en manifiesta visión de Dios. Y así, dice:
Inicio --------------------------------------------
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CANCIÓN 36
Esposa
Gocémonos, Amado, y vámonos a ver en tu hermosura al monte o al
collado, do mana el agua pura; entremos más adentro en la
espesura.
DECLARACIÓN
3. Ya que está hecha la perfecta unión de amor entre el alma y Dios,
quiérese emplear el alma y ejercitar en las propiedades que tiene el
amor; y así, ella es la que habla en esta canción con el Esposo,
pidiéndole tres cosas que son propias del amor. La primera, quiere
recibir el gozo y sabor del amor, y ésa le pide cuando dice:
Gocémonos, Amado. La segunda es desear hacerse semejante al
Amado, y ésta le pide cuando dice: Vámonos a ver en tu hermosura.
Y la tercera es escudriñar y saber las cosas y secretos del mismo
Amado, y ésta le pide cuando dice: Entremos más adentro en la
espesura. Síguese el verso:
Gocémonos, Amado,
4. es a saber: en la comunicación de dulzura de amor, no sólo en la
que ya tenemos en la ordinaria junta y unión de los dos, mas en la
que redunda en el ejercicio de amar afectiva y actualmente, ahora
interiormente con la voluntad en actos de afición, ahora
541
exteriormente haciendo obras pertenecientes al servicio del Amado.
Porque, como habemos dicho, esto tiene el amor donde hace asiento:
que siempre se quiere andar saboreando en sus gozos y dulzuras,
que son el ejercicio de amar interior y exteriormente, como habemos
dicho, todo lo cual hace por hacerse más semejante al Amado. Y así,
dice luego:
Y vámonos a ver en tu hermosura.
5. Que quiere decir: hagamos de manera que, por medio de este
ejercicio de amor ya dicho, lleguemos hasta vernos en tu hermosura
en la vida eterna, esto es: que de tal manera esté yo transformada
en tu hermosura, que, siendo semejante en hermosura, nos veamos
entrambos en tu hermosura, teniendo ya tu misma hermosura; de
manera que, mirando el uno al otro, vea cada uno en el otro su
hermosura, siendo la una y la del otro tu hermosura sola, absorta yo
en tu hermosura; y así te veré yo a ti en tu hermosura, y tú a mí en
tu hermosura, y yo me veré en ti en tu hermosura, y tú te verás en
mí en tu hermosura; y así, parezca yo tú en tu hermosura, y
parezcas tú yo en tu hermosura, y mi hermosura sea tu hermosura y
tu hermosura mi hermosura; y así, seré yo tú en tu hermosura, y
serás tú yo en tu hermosura, porque tu misma hermosura será mi
hermosura; y así, nos veremos el uno al otro en tu hermosura.
Esta es la adopción de los hijos de Dios; que de veras dirán a Dios lo
que el mismo Hijo dijo por san Juan (17, 10) al Eterno Padre,
diciendo: Todas mis cosas son tuyas y tus cosas son mías. El por
esencia, por ser Hijo natural; nosotros por participación, por ser hijos
adoptivos. Y así lo dijo él, no sólo por sí, que es la cabeza, sino por
todo su cuerpo místico, que es la Iglesia; la cual participará la misma
hermosura del Esposo en el día de su triunfo, que será cuando vea a
Dios cara a cara. Que por eso pide aquí el alma que se vayan a ver
ella y el Esposo en su hermosura
al monte o al collado,
6. esto es, a la noticia matutina y esencial de Dios, que es
conocimiento en el Verbo divino, el cual por su alteza es aquí
significado por el monte, como dice Isaías (2, 3), provocando a que
conozcan al Hijo de Dios, diciendo: Venid y subamos al monte del
Señor; otra vez (2, 2): Estará aparejado el monte de la casa del
Señor. Y al collado, esto es, a la noticia vespertina de Dios, que es
sabiduría de Dios en sus criaturas y obras y ordenaciones admirables,
la cual es aquí significada por el collado, por cuanto es más baja
sabiduría que la matutina. Pero así la vespertina como la matutina
pide aquí en el alma cuando dice: al monte y al collado.
7. En decir, pues, el alma al Esposo Vámonos a ver en tu hermosura,
al monte, es decir: transfórmame y aseméjame en la hermosura de la
Sabiduría divina, que, como decíamos, es el Verbo Hijo de Dios. Y en
decir: al collado, es pedirle también que la informe en la hermosura
de esta otra sabiduría menor, que es en sus criaturas y misteriosas
obras; lo cual también es hermosura del Hijo de Dios, en que desea
el alma ser ilustrada.
542
8. No puede verse en la hermosura de Dios el alma si no es
transformándose en la sabiduría de Dios, en que se ve poseer lo de
arriba y lo de abajo. A este monte y collado deseaba venir la Esposa
cuando dijo (Ct. 4, 6): Iré al monte de la mirra y al collado del
incienso; entendiendo por el monte de la mirra la visión clara de Dios,
y por el collado del incienso la noticia en las criaturas, porque la mirra
en el monte es de más alta especie que el incienso en el collado.
Do mana el agua pura.
9. Quiere decir: donde se da la noticia y sabiduría de Dios (que aquí
llama agua pura) al entendimiento, limpia y desnuda de accidentes y
fantasías, y clara, sin nieblas de ignorancia.
Este apetito tiene siempre el alma de entender clara y puramente las
verdades divinas; y cuanto más ama, más adentro de ellas apetece
entrar, y por eso pide lo tercero, diciendo:
Entremos más adentro en la espesura.
10. En la espesura de tus maravillosas obras y profundos juicios,
cuya multitud es tanta y de tantas diferencias, que se puede llamar
espesura; porque en ellos hay sabiduría abundante y tan llena de
misterios, que no sólo la podemos llamar espesa, mas aun cuajada,
según lo dice David (Sal. 67, 16), diciendo: Mons Dei, mons pinguis,
mons coagulatus, que quiere decir: El monte de Dios es monte
grueso y monte cuajado. Y esta espesura de sabiduría y ciencia de
Dios es tan profunda e inmensa, que, aunque más el alma sepa de
ella, siempre puede entrar más adentro, por cuanto es inmensa y sus
riquezas incomprehensibles, según exclama san Pablo (Rm. 11, 33),
diciendo: ¡Oh alteza de riquezas de sabiduría y ciencia de Dios, cuán
incomprehensibles son sus juicios e incomprehensibles sus vías!
11. Pero el alma en esta espesura e incomprehensibilidad de juicios y
vías desea entrar, porque muere en deseo de entrar en el
conocimiento de ellos muy adentro; porque el conocer en ellos es
deleite inestimable que excede todo sentido (Fil. 4, 7). De donde
hablando David (Sal. 18, 10-12) del sabor de ellos dijo así: Los
juicios de Dios son verdaderos y en sí mismos tienen justicia; son
más deseables y codiciados que el oro y que la preciosa piedra de
grande estima; y son dulces sobre la miel y el panal, tanto, que tu
siervo los amó y guardó. Y por eso, en gran manera desea el alma
engolfarse en estos juicios y conocer más adentro en ellos; y a
trueque de esto le sería grande consuelo y alegría entrar por todos
los aprietos y trabajos del mundo, y por todo aquello que le pudiese
ser medio para esto, por dificultoso y penoso que fuese, y por las
angustias y trances de la muerte, por verse más adentro en su Dios.
12. De donde también por esta espesura en que aquí el alma desea
entrar, se entiende harto propiamente la espesura y multitud de los
trabajos y tribulaciones en que desea esta alma entrar, por cuanto le
es sabrosísimo y provechosísimo el padecer; porque el padecer le es
medio para entrar más adentro en la espesura de la deleitable
sabiduría de Dios; porque el más puro padecer trae más íntimo y
puro entender, y, por consiguiente, más puro y subido gozar, porque
543
es de más adentro saber. Por tanto, no se contentando con
cualquiera manera de padecer, dice: Entremos más adentro en la
espesura, es a saber, hasta los aprietos de la muerte, por ver a Dios.
De donde, deseando el profeta Job (6, 8-10) este padecer por ver a
Dios, dijo: ¿Quién me dará que mi petición se cumpla, y que Dios me
dé lo que espero, y que el que me comenzó ése me desmenuce, y
desate su mano, y me acabe, y tenga yo esta consolación, que
afligiéndome con dolor no me perdone?
13. ¡Oh, si se acabase ya de entender cómo no se puede llegar a la
espesura y sabiduría de las riquezas de Dios, que son de muchas
maneras, si no es entrando en la espesura del padecer de muchas
maneras, poniendo en eso el alma su consolación y deseo! ¡Y cómo el
alma que de veras desea sabiduría divina, desea primero el padecer,
para entrar en ella, en la espesura de la Cruz! Que por eso san Pablo
amonestaba a los de Efeso (Ef. 3, 13, 17-19) que no desfalleciesen
en las tribulaciones, que estuviesen bien fuertes y arraigados en la
caridad para que pudiesen comprender con todos los santos qué cosa
sea la anchura y la longura y la altura y la profundidad, y para saber
también la supereminente caridad de la ciencia de Cristo, para ser
llenos de todo henchimiento de Dios. Porque, para entrar en estas
riquezas de su sabiduría, la puerta es la cruz, que es angosta. Y
desear entrar por ella es de pocos; mas desear los deleites a que se
viene por ella, es de muchos.
ANOTACIÓN PARA LA SIGUIENTE CANCIÓN
1. Una de las cosas más principales por que desea el alma ser
desatada y verse con Cristo (Fp. 1, 23) es por verle allá cara a cara,
y entender allí de raíz las profundas vías y misterios eternos de su
Encarnación, que no es la menor parte de su bienaventuranza;
porque, como dice el mismo Cristo por san Juan (Jn. 17, 33),
hablando con el Padre: Esta es la vida eterna, que te conozcan a ti,
un solo Dios verdadero, y a tu Hijo Jesucristo, que enviaste. Por lo
cual, así como, cuando una persona ha llegado de lejos lo primero
que hace es tratar y ver a quien bien quiere, así el alma lo primero
que desea hacer, en llegando a la vista de Dios, es conocer y gozar
los profundos secretos y misterios de la Encarnación y las vías
antiguas de Dios que de ella dependen. Por tanto, acabando de decir
el alma que desea verse en la hermosura de Dios, dice luego esta
canción:
Inicio --------------------------------------------
-------------------------------
CANCIÓN 37
Y luego a las subidas cavernas de la piedra nos iremos, que están
bien escondidas; y allí nos entraremos, y el mosto de granadas
gustaremos.
DECLARACIÓN
2. Una de las causas que más mueven al alma a desear entrar en
esta espesura de sabiduría de Dios y conocer muy adentro la
hermosura de su Sabiduría divina, es, como habemos dicho, por venir
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a unir su entendimiento en Dios, según la noticia de los misterios de
la Encarnación, como más alta y sabrosa sabiduría de todas sus
obras. Y así, dice la Esposa en esta canción que, después de haber
entrado más adentro en la Sabiduría divina, esto es más adentro del
matrimonio espiritual que ahora posee, que será en la gloria viendo a
Dios cara a cara, unida el alma con esta Sabiduría divina que es el
Hijo de Dios, conocerá el alma los subidos misterios de Dios y
hombre, que están muy subidos en sabiduría, escondidos en Dios y
que en la noticia de ellos se entrarán, engolfándose e infundiéndose
el alma en ellos, y gustarán ella y el Esposo el sabor y deleite que
causa el conocimiento de ellos y de las virtudes y atributos de Dios,
que por los dichos misterios se conocen en Dios, como son justicia,
misericordia, sabiduría, potencia, caridad, etc.
Y luego a las subidas cavernas de la piedra nos iremos.
3. La piedra que aquí dice, según dice san Pablo (1 Cor. 10, 4) es
Cristo. Las subidas cavernas de esta piedra son los subidos y altos y
profundos misterios de sabiduría de Dios que hay en Cristo sobre la
unión hipostática de la naturaleza humana con el Verbo divino, y en
la respondencia que hay a ésta de la unión de los hombres a Dios y
en las conveniencias de justicia y misericordia de Dios sobre la salud
del género humano en manifestación de sus juicios, los cuales, por
ser tan altos y profundos, bien propiamente los llama subidas
cavernas, por la alteza de los misterios subidos y cavernas por la
hondura y profundidad de la sabiduría de Dios en ellos; porque así
como las cavernas son profundas y de muchos senos así cada
misterio de los que hay en Cristo es profundísimo en sabiduría y tiene
muchos senos de juicios suyos ocultos de predestinación y
presciencia en los hijos de los hombres. Por lo cual, dice luego:
Que están bien escondidas.
4. Tanto, que por más misterios y maravillas que han descubierto los
santos doctores y entendido las santas almas en este estado de vida,
les quedó todo lo más por decir, y aun por entender; y así hay mucho
que ahondar en Cristo: porque es como una abundante mina con
muchos senos de tesoros, que, por más que ahonden, nunca les
hallan fin ni término, antes van en cada seno hallando nuevas venas
de nuevas riquezas acá y allá. Que, por eso, dijo san Pablo (Cl. 2, 3)
del mismo Cristo, diciendo: En Cristo moran todos los tesoros y
sabiduría escondidos. En los cuales el alma no puede entrar ni puede
llegar a ellos, si, como habemos dicho, no pasa primero por la
estrechura del padecer interior y exterior a la divina Sabiduría.
Porque, aun a lo que en esta vida se puede alcanzar de estos
misterios de Cristo, no se puede llegar sin haber padecido mucho y
recibido muchas mercedes intelectuales y sensitivas de Dios y
habiendo precedido mucho ejercicio espiritual, porque todas estas
mercedes son más bajas que la sabiduría de los misterios de Cristo,
porque todas son como disposiciones para venir a ella.
De donde, pidiendo Moisés a Dios que le mostrase su gloria, le
respondió que no podría verla en esta vida, mas que él le mostraría
545
todo el bien, es a saber, que en esta vida se puede. Y fue que,
metiéndole en la caverna de la piedra, que (como habemos dicho) es
Cristo, le mostró sus espaldas, que fue darle conocimiento de los
misterios de la Humanidad de Cristo (Ex. 33, 18-23).
5. En estas cavernas, pues, de Cristo, desea entrarse bien de hecho
el alma, para absorberse y transformarse y embriagarse bien en el
amor de la sabiduría de ellos, escondiéndose en el pecho de su
Amado. Porque a estos agujeros la convida él en los Cantares (2,
13-14), diciendo: Levántate y date priesa, amiga mía, hermosa mía,
y ven en los agujeros de la piedra y en la caverna de la cerca; los
cuales agujeros son las cavernas que aquí vamos diciendo. A los
cuales dice luego el alma:
Y allí nos entraremos.
6. Allí, conviene saber: en aquellas noticias y misterios divinos nos
entraremos. Y no dice entraré yo sola, que parecía más conveniente,
pues el Esposo no ha menester entrar de nuevo, sino entraremos, es
a saber, yo y el Amado, para dar a entender que esta obra no la hace
ella, sino el Esposo con ella; y demás de esto, por cuanto ya están
Dios y el alma unidos en uno en este estado de matrimonio espiritual,
de que vamos hablando, no hace el alma obra ninguna a solas sin
Dios.
Y decir allí nos entraremos, es decir: allí nos transformaremos, es a
saber, yo en ti por el amor de estos dichos juicios divinos y sabrosos.
Porque en el conocimiento de la predestinación de los justos y
presciencia de los malos, en que previno el Padre a los justos en las
bendiciones de su dulzura (Sal. 20, 4) en su Hijo Jesucristo,
subidísima y estrechísimamente se transforma el alma en amor de
Dios según estas noticias, agradeciendo y amando al Padre de nuevo
con grande sabor y deleite por su Hijo Jesucristo. Y esto hace ella
unida con Cristo, juntamente con Cristo. Y el sabor de esta alabanza
es tan delicado, que totalmente es inefable. Pero dícelo el alma en el
verso siguiente, diciendo:
Y el mosto de granadas gustaremos.
7. Las granadas significan aquí los misterios de Cristo y los juicios de
la sabiduría de Dios y las virtudes y atributos de Dios, que del
conocimiento de estos misterios y juicios se conocen en Dios, que son
innumerables. Porque, así como las granadas tienen muchos
granicos, nacidos y sustentados en aquel seno circular, así cada uno
de los atributos y misterios y juicios y virtudes de Dios contiene en sí
gran multitud de ordenaciones maravillosas y admirables efectos de
Dios, contenidos y sustentados en el seno esférico de virtud y
misterio, etc., que pertenecen a aquellos tales efectos. Y notamos
aquí la figura circular o esférica de la granada, porque cada granada
entendemos aquí por cualquiera virtud y atributo de Dios, el cual
atributo o virtud de Dios es el mismo Dios, el cual es significado por
la figura circular o esférica, porque no tiene principio ni fin.
Que, por haber en la sabiduría de Dios tan innumerables juicios y
misterios, dijo la Esposa al Esposo en los Cantares (5, 14): Tu vientre
546
es de marfil, distinto en zafiros; por los cuales zafiros son significados
los dichos misterios y juicios de la divina Sabiduría (que allí es
significada por el vientre), porque zafiro es una piedra preciosa de
color de cielo cuando está claro y sereno.
8. El mosto que dice aquí la Esposa que gustarán ella y el Esposo de
estas granadas, es la fruición y el deleite de amor de Dios, que en la
noticia y conocimiento de ellas redunda en el alma. Porque así como
de muchos granos de las granadas un solo mosto sale cuando se
comen, así todas estas maravillas y grandezas de Dios en el alma
infundidas redunda en ella una fruición y deleite de amor, que es
bebida del Espíritu Santo; la cual ella luego ofrece a su Dios, el Verbo
Esposo suyo, con grande ternura de amor. Porque esta bebida divina
le tenía ella prometida en los Cantares (8, 2) si la metía en estas
altas noticias, diciendo: Allí me enseñarás, y darte he yo a ti la
bebida del vino adobado y el mosto de mis granadas; llamándolas
suyas, esto es, las divinas noticias, aunque son de Dios, por
habérselas él a ella dado. El gozo y fruición de las tales en el vino de
amor da ella por bebida a su Dios. Y eso quiere decir: El mosto de
granadas gustaremos; porque gustándolo él, lo da a gustar a ella y,
gustándola ella, lo vuelve a dar a gustar a él; y así, es gusto común
de entrambos.
ANOTACIÓN PARA LA CANCIÓN SIGUIENTE
1. En estas dos canciones pasadas ha ido cantando la Esposa los
bienes que le ha de dar el Esposo en aquella felicidad eterna,
conviene a saber: que la ha de transformar de hecho el Esposo en la
hermosura de su sabiduría creada e increada, y que allí la
transformará también en la hermosura de la unión del Verbo con la
Humanidad, en que le conocerá ya así por la haz como por las
espaldas.
Y ahora en la canción siguiente dice dos cosas: la primera, dice la
manera en que ella ha de gustar aquel divino mosto de los zafiros o
granadas que ha dicho; la segunda, trae por delante al Esposo la
gloria que le ha de dar de su predestinación. Conviene aquí notar
que, aunque estos bienes del alma los va diciendo por partes
sucesivamente, todos ellos se contienen en una gloria esencial del
alma. Dice, pues, así:
Inicio --------------------------------------------
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CANCIÓN 38
Allí me mostrarías aquello que mi alma pretendía, y luego me darías
allí, tú, vida mía, aquello que me diste el otro día.
DECLARACIÓN
2. El fin por que el alma deseaba entrar en aquellas cavernas era por
llegar a la consumación de amor de Dios, que ella siempre había
pretendido, que es venir a amar a Dios con la pureza y perfección que
ella es amada de él, para pagarle en esto la vez. Y así, le dice en esta
canción al Esposo que allí le mostrará él esto que tanto ha siempre
pretendido en todos sus actos y ejercicios, que es mostrarla a amar al
547
Esposo con la perfección que él se ama. Y lo segundo que dice que
allí le dará es la gloria esencial para que él la predestinó desde el día
de su eternidad. Y así, dice:
Allí me mostrarías aquello que mi alma pretendía.
3. Esta pretensión del alma es la igualdad de amor con Dios, que
siempre ella natural y sobrenaturalmente apetece, porque el amante
no puede estar satisfecho si no siente que ama cuanto es amado. Y
como el alma ve que, con la transformación que tiene en Dios en esta
vida, aunque es inmenso el amor, no puede llegar a igualar con la
perfección de amor con que de Dios es amada, desea la clara
transformación de gloria en que llegará a igualar con el dicho amor.
Porque, aunque en este alto estado que aquí tiene hay unión
verdadera de voluntad, no puede llegar a los quilates y fuerza de
amor que en aquella fuerte unión de gloria tendrá; porque, así como
según dice san Pablo, conocerá el alma entonces como es conocida
de Dios (1 Cor. 13, 12), así entonces le amará también como es
amada de Dios; porque, así como entonces su entendimiento será
entendimiento de Dios, su voluntad será voluntad de Dios, y así su
amor será amor de Dios. Porque, aunque allí no está perdida la
voluntad del alma, está tan fuertemente unida con la fortaleza de la
voluntad de Dios con que de él es amada, que le ama tan fuerte y
perfectamente como de él es amada, estando las dos voluntades
unidas en una sola voluntad y un solo amor de Dios. Y así, ama el
alma a Dios con voluntad y fuerza del mismo Dios, unida con la
misma fuerza de amor con que es amada de Dios; la cual fuerza es
en el Espíritu Santo, en el cual está el alma allí transformada; que
siendo él dado al alma para la fuerza de este amor, supone y suple
en ella, por razón de la tal transformación de gloria, lo que falta en
ella; lo cual, aun en la transformación perfecta de este estado
matrimonial a que en esta vida el alma llega, en que está toda
revertida en gracia, en alguna manera ama tanto por el Espíritu
Santo, que le es dado (Rm. 5, 5) en la tal transformación.
4. Por tanto, es de notar que no dice aquí el alma que le dará allí su
amor, aunque de verdad se lo da, porque en esto no daba a entender
sino que Dios la amaría a ella, sino que allí la mostrará cómo le ha de
amar ella con la perfección que pretende. Por cuanto él allí le da su
amor, en el mismo la muestra de amarle como de él es amada.
Porque, demás de enseñar Dios allí a amar al alma pura y libremente
sin interese, como él nos ama, la hace amar con la fuerza que él la
ama transformándola en su amor, como habemos dicho, en lo cual le
da su misma fuerza con que pueda amarle, que es como ponerle el
instrumento en las manos y decirle cómo lo ha de hacer, haciéndolo
juntamente con ella, lo cual es mostrarle a amar y darle la habilidad
para ello.
Hasta llegar a esto no está el alma contenta, ni en la otra vida lo
estaría, si como dice Santo Tomás in opusculo De Beatitudine, no
sintiese que ama a Dios tanto cuanto de él es amada. Y, como queda
dicho, en este estado de matrimonio espiritual de que vamos
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hablando en esta sazón, aunque no haya aquella perfección de amor
glorioso, hay, empero, un vivo viso e imagen de aquella perfección
que totalmente es inefable.
Y luego me darías allí, tú, vida mía, aquello que me diste el otro día.
5. Lo que aquí dice el alma que le daría luego, es la gloria esencial,
que consiste en ver el ser de Dios. De donde, antes que pasemos
adelante, conviene desatar aquí una duda, y es: ¿por qué, pues la
gloria esencial consiste en ver a Dios y no en amar, dice aquí el alma
que su pretensión era este amor, y no lo dice de la gloria esencial, y
lo pone al principio de la canción, y después, como cosa de que
menos caso hace, pone la petición de lo que es gloria esencial? Es por
dos razones:
La primera, porque así como el fin de todo es el amor, que se sujeta
en la voluntad, cuya propiedad es dar y no recibir, y la propiedad del
entendimiento, que es sujeto de la gloria esencial, es recibir y no dar,
estando el alma aquí embriagada del amor, no se le pone por delante
la gloria que Dios le ha de dar, sino darse ella a él en entrega de
verdadero amor sin algún respeto de su provecho.
La segunda razón es porque en la primera pretensión se incluye la
segunda, y ya queda presupuesta en las precedentes canciones;
porque es imposible venir a perfecto amor de Dios sin perfecta visión
de Dios. Y así, la fuerza de esta duda se desata en la primera razón;
porque con el amor paga el alma a Dios lo que le debe, y con el
entendimiento antes recibe de Dios.
6. Pero, viniendo a la declaración, veamos qué día sea aquel otro que
aquí dice, y qué es aquel aquello, que en él le dio Dios, y se lo pide
para después en la gloria. Por aquel otro día entiende el día de la
eternidad de Dios, que es otro que este día temporal; en el cual día
de la eternidad predestinó Dios al alma para la gloria, y en eso
determinó la gloria que le había de dar, y se la tuvo dada libremente
sin principio antes que la criara. Y de tal manera es ya aquello de la
tal alma propio, que ningún caso ni contraste alto ni bajo bastará a
quitárselo para siempre, sino que aquello para que Dios la predestinó
sin principio vendrá ella a poseer sin fin. Y esto es aquello que dice le
dio el otro día, lo cual desea ella poseer ya manifiestamente en
gloria.
¿Y qué será aquello que allí le dio? Ni ojo lo vio, ni oído lo oyó, ni en
corazón de hombre cayó, como dice el Apóstol (1 Cor. 2, 9). Y otra
vez dice Isaías (64, 4): Ojo no vio, Señor, fuera de ti, lo que
aparejaste, etc. Que, por no tener ello nombre, lo dice aquí el alma
aquello. Ello, en fin, es ver a Dios; pero qué le sea al alma ver a Dios,
no tiene nombre más que aquello.
7. Pero, porque no se deje de decir algo de aquello, digamos lo que
dijo de ello Cristo a san Juan en el Apocalipsis (2-3) por muchos
términos y vocablos y comparaciones en siete veces, por no poder
ser comprehendido aquello en un vocablo, ni en una vez, porque aun
en todas aquéllas se quedó por decir. Dice, pues, allí Cristo (2, 7): El
que venciere, darle he a comer del árbol de la vida que está en el
549
paraíso de mi Dios. Mas, porque este término no declara bien aquello,
dice luego otro (2, 10) y es: Sé fiel hasta la muerte, y darte he la
corona de la vida. Pero, porque tampoco este término lo dice, dice
luego otro más oscuro y que más lo da a entender (2, 17), diciendo:
Al que venciere, le daré el maná escondido y darle he un cálculo
blanco, y en el cálculo un nombre nuevo escrito, que ninguno le sabe
sino el que le recibe. Y porque tampoco este término basta para decir
aquello, luego dice otro el Hijo de Dios (2, 26-28) de grande alegría y
poder. El que venciere, dice, y guardare mis obras hasta el fin, darle
he potestad sobre las gentes, y regirlas ha en vara de hierro, y como
un vaso de barro se desmenuzarán, así como yo también recibí de mi
Padre, y darle he la estrella matutinal. Y, no se contentando con
estos términos para declarar aquello, dice luego (3, 5): El que
venciere de esta manera, será vestido con vestiduras blancas, y no
borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante
de mi Padre.
8. Mas, porque todo lo dicho queda corto, luego dice (3, 12) muchos
términos para declarar aquello, los cuales encierran en sí inefable
majestad y grandeza: Y, el que venciere, dice, hacerle he columna en
el templo de mi Dios, y no saldrá fuera jamás, y escribiré sobre él el
nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad nueva de Jerusalén de
mi Dios, que desciende del cielo de mi Dios, y también mi nombre
nuevo. Y dice luego (3, 21-22) lo séptimo, para declarar aquello, y
es: El que venciere, yo le daré que se siente conmigo en mi trono,
como yo vencí y me senté con mi Padre en su trono. El que tiene
oídos para oír, oiga, etc.
Hasta aquí son palabras del Hijo de Dios, para dar a entender
aquello; las cuales cuadran a aquello muy perfectamente, pero aún
no lo declaran; porque las cosas inmensas esto tienen, que todos los
términos excelentes y de calidad y grandeza y bien le cuadran, mas
ninguno de ellos le declaran, ni todos juntos.
9. Pues veamos ahora si dice David algo de aquel aquello. En un
salmo (Sal. 30, 20) dice: ¡Cuán grande es la multitud de tu dulzura,
que escondiste a los que te temen! Y por eso en otra parte (Sal. 35,
9) llama a aquello torrente de deleite, diciendo: Del torrente de tu
deleite los darás a beber. Y, porque tampoco halla David igualdad en
este nombre, llámalo en otra parte (Sal. 20, 4) prevención de las
bendiciones de la dulzura de Dios. De manera que nombre de justo
cuadre a aquello que aquí dice el alma, que es la felicidad para que
Dios la predestinó, no se halla.
Pues quedémonos con el nombre que aquí le pone el alma de aquello,
y declaremos el verso de esta manera: Aquello que me diste, esto es,
aquel peso de gloria en que me predestinaste, ¡Oh Esposo mío!, en el
día de tu eternidad, cuando tuviste por bien de determinar de
criarme, me darás luego allí en el mi día de mi desposorio y mis
bodas y en el día mío de la alegría de mi corazón, cuando,
desatándome de la carne y entrándome en las subidas cavernas de tu
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tálamo, transformándome en ti gloriosamente, bebamos el mosto de
las suaves granadas.
ANOTACIÓN PARA LA SIGUIENTE CANCIÓN
1. Pero, por cuanto el alma en este estado de matrimonio espiritual,
que aquí tratamos, no deja de saber algo de aquello, pues, por estar
transformada en Dios pasa por ella algo de ello, no quiere dejar de
decir algo de aquello cuyas prendas y rastros siente ya en sí, porque,
como dice en el profeta Job (4, 2): ¿Quién podrá contener la palabra
que en sí tiene concebida, sin decirla? Y así, en la siguiente canción
se emplea en decir algo de aquella fruición que entonces gozará en la
beatífica vista, declarando ella, en cuanto le es posible, qué sea y
cómo sea aquello que allí será.
Inicio --------------------------------------------
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CANCIÓN 39
El aspirar del aire, el canto de la dulce filomena, el soto y su donaire
en la noche serena, con llama que consume y no da pena.
DECLARACIÓN
2. En esta canción dice el alma y declara aquello que dice le ha de
dar el Esposo en aquella beatífica transformación, declarándolo con
cinco términos.
El primero dice que es la aspiración del Espíritu Santo de Dios a ella y
de ella a Dios.
El segundo, la jubilación a Dios en la fruición de Dios.
El tercero, el conocimiento de las criaturas y de la ordenación de
ellas.
El cuarto, pura y clara contemplación de la esencia divina.
El quinto, transformación total en el inmenso amor de Dios. Dice,
pues, el verso:
El aspirar del aire.
3. Este aspirar del aire es una habilidad que el alma dice que le dará
Dios allí en la comunicación del Espíritu Santo; el cual, a manera de
aspirar, con aquella su aspiración divina muy subidamente levanta el
alma y la informa y habilita para que ella aspire en Dios la misma
aspiración de amor que el Padre aspira en el Hijo y el Hijo en el
Padre, que es el mismo Espíritu Santo que a ella la aspira en el Padre
y el Hijo en la dicha transformación, para unirla consigo. Porque no
sería verdadera y total transformación si no se transformase el alma
en las tres personas de la Santísima Trinidad en revelado y manifiesto
grado.
Y esta tal aspiración del Espíritu Santo en el alma, con que Dios la
transforma en sí, le es a ella de tan subido y delicado y profundo
deleite, que no hay decirlo por lengua mortal, ni el entendimiento
humano en cuanto tal puede alcanzar algo de ello; porque aun lo que
en esta transformación temporal pasa cerca de esta comunicación en
el alma no se puede hablar, porque el alma, unida y transformada en
Dios, aspira en Dios a Dios la misma aspiración divina que Dios,
estando ella en él transformada, aspira en sí mismo a ella.
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4. Y en la transformación que el alma tiene en esta vida, pasa esta
misma aspiración de Dios al alma y del alma a Dios con mucha
frecuencia, con subidísimo deleite de amor en el alma, aunque no en
revelado y manifiesto grado, como en la otra vida. Porque esto es lo
que entiendo quiso decir san Pablo (Gl. 4, 6), cuando dijo: Por cuanto
sois hijos de Dios, envió Dios en vuestros corazones el espíritu de su
Hijo, clamando al Padre. Lo cual en los beatíficos de la otra vida y en
los perfectos de ésta es en las dichas maneras.
Y no hay que tener por imposible que el alma pueda una cosa tan alta
que el alma aspire en Dios como Dios aspira en ella por modo
participado; porque dado que Dios le haga merced de unirla en la
Santísima Trinidad, en que el alma se hace deiforme y Dios por
participación, ¿qué increíble cosa es que obre ella también su obra de
entendimiento, noticia y amor, o, por mejor decir, la tenga obrada en
la Trinidad juntamente con ella como la misma Trinidad, pero por
modo comunicado y participado, obrándolo Dios en la misma alma?
Porque esto es estar transformada en las tres Personas en potencia y
sabiduría y amor, y en esto es semejante el alma a Dios, y para que
pudiese venir a esto la crió a su imagen y semejanza (Gn. 1, 26).
5. Y cómo esto sea, no hay más saber ni poder para decirlo, sino dar
a entender cómo el Hijo de Dios nos alcanzó este alto estado y nos
mereció este subido puesto de poder ser hijos de Dios, como dice san
Juan (1, 12); y así lo pidió al Padre por el mismo san Juan (17, 24),
diciendo: Padre, quiero que los que me has dado, que donde yo
estoy, también ellos estén conmigo, para que vean la claridad que me
diste; es a saber: que hagan por participación en nosotros la misma
obra que yo por naturaleza, que es aspirar el Espíritu Santo. Y dice
más (17, 20-23): No ruego, Padre, solamente por estos presentes,
sino también por aquellos que han de creer por su doctrina en mí;
que todos ellos sean una misma cosa de la manera que tú, Padre,
estas en mí y yo en ti, así ellos en nosotros sean una misma cosa. Y
yo la claridad que me has dado, he dado a ellos para que sean una
misma cosa, como nosotros somos una misma cosa, yo en ellos y tú
en mí; porque sean perfectos en uno, porque conozca el mundo que
tú me enviaste y los amaste como me amaste a mí, que es
comunicándoles el mismo amor que al Hijo, aunque no naturalmente
como al Hijo, sino, como habemos dicho, por unidad y transformación
de amor. Como tampoco se entiende aquí quiere decir el Hijo al Padre
que sean los santos una cosa esencial y naturalmente, como lo son el
Padre y el Hijo, sino que lo sean por unión de amor, como el Padre y
el Hijo están en unidad de Amor.
6. De donde las almas esos mismos bienes poseen por participación
que él por naturaleza; por lo cual verdaderamente son dioses por
participación, iguales y compañeros suyos de Dios. De donde san
Pedro (2 Pe. 1, 2-4) dijo: Gracia y paz sea cumplida y perfecta en
vosotros en el conocimiento de Dios y de Jesucristo Nuestro Señor,
de la manera que nos son dadas todas las cosas de su divina virtud
para la vida y la piedad, por el conocimiento de aquel que nos llamó
552
con su propia gloria y virtud, por el cual muy grandes y preciosas
promesas nos dio, para que por estas cosas seamos hechos
compañeros de la divina naturaleza. Hasta aquí son palabras de san
Pedro, en las cuales da claramente a entender que el alma participará
al mismo Dios, que será obrando en él acompañadamente con él la
obra de la Santísima Trinidad, de la manera que habemos dicho, por
causa de la unión sustancial entre el alma y Dios. Lo cual, aunque se
cumple perfectamente en la otra vida, todavía en ésta (cuando se
llega al estado perfecto, como decimos ha llegado aquí el alma) se
alcanza gran rastro y sabor de ella, al modo que vamos diciendo,
aunque, como habemos dicho, no se puede decir.
7. ¡Oh almas criadas para estas grandezas y para ellas llamadas!,
¿qué hacéis?, ¿en qué os entretenéis? Vuestras pretensiones son
bajezas y vuestras posesiones miserias. ¡Oh miserable ceguera de los
ojos de vuestra alma, pues para tanta luz estáis ciegos, y para tan
grandes voces sordos, no viendo que, en tanto que buscáis grandezas
y gloria, os quedáis miserables y bajos, de tantos bienes, hechos
ignorantes e indignos! Síguese lo segundo que el alma dice para dar a
entender aquello,es a saber:
el canto de la dulce filomena.
8. Lo que nace en el alma de aquel aspirar del aire es la dulce voz de
su Amado a ella, en la cual ella hace a él su sabrosa jubilación; y lo
uno y lo otro llama aquí canto de filomena. Porque así como el canto
de la filomena, que es el ruiseñor, se oye en la primavera, pasados ya
los fríos, lluvias y variedades del invierno, y hace melodía al oído y al
espíritu recreación, así en esta actual comunicación y transformación
de amor que tiene ya la Esposa en esta vida, amparada ya y libre de
todas las turbaciones y variedades temporales, y desnuda y purgada
de las imperfecciones, penalidades y nieblas, así del sentido como del
espíritu, siente nueva primavera en libertad y anchura y alegría de
espíritu. En la cual siente la dulce voz del Esposo, que es su dulce
filomena, con la cual voz renovando y refrigerando la sustancia de su
alma, como a alma ya bien dispuesta para caminar a vida eterna, la
llama dulce y sabrosamente, sintiendo ella la sabrosa voz que dice
(Ct. 2, 10-12): Levántate, date priesa, amiga mía, paloma mía,
hermosa mía, y ven; porque ya ha pasado el invierno, la lluvia se ha
ya ido muy lejos, las flores han parecido en nuestra tierra, el tiempo
del podar es llegado, y la voz de la tórtola se oye en nuestra tierra.
9. En la cual voz del Esposo, que se la habla en lo interior del alma,
siente la Esposa fin de males y principio de bienes, en cuyo refrigerio
y amparo y sentimiento sabroso ella también como dulce filomena da
su voz con nuevo canto de jubilación a Dios, juntamente con Dios,
que la mueve a ello. Que por eso él da su voz a ella, para que ella en
uno la dé junto con él a Dios, porque ésa es la pretensión y deseo de
él, que el alma entone su voz espiritual en jubilación a Dios, según
también el mismo Esposo se lo pide a ella en los Cantares (2, 13-14),
diciendo: Levántate, date priesa, amiga mía, y ven, paloma mía, en
553
los agujeros de la piedra, en la caverna de la cerca; muéstrame tu
rostro, suene tu voz en mis oídos.
Los oídos de Dios significan aquí los deseos que tiene Dios de que el
alma le dé esta voz de jubilación perfecta; la cual voz, para que sea
perfecta, pide el Esposo que la dé y suene en las cavernas de la
piedra, esto es, en la transformación que dijimos de los misterios de
Cristo. Que, porque en esta unión el alma jubila y alaba a Dios con el
mismo Dios, como decíamos del amor: es alabanza muy perfecta y
agradable a Dios, porque, estando el alma en esta perfección, hace
las obras muy perfectas; y así, esta voz de jubilación es dulce para
Dios y dulce para el alma. Que por eso dijo el Esposo (Ct. 2, 14): Tu
voz es dulce, es a saber, no sólo para ti, sino también para mí,
porque, estando conmigo en uno, das tu voz en uno de dulce
filomena para mí conmigo.
10. En esta manera es el canto que pasa en el alma en la
transformación que tiene en esta vida, el sabor de la cual es sobre
todo encarecimiento. Pero, por cuanto no es tan perfecto como el
cantar nuevo de la vida gloriosa, saboreada el alma por esto que aquí
siente, rastreando por la alteza de este canto la excelencia del que
tendrá en la gloria, cuya ventaja es mayor sin comparación, hace
memoria de él, y dice que aquello que le dará será el canto de la
dulce filomena. Y dice luego:
El soto y su donaire.
11. Esta es la tercera cosa que dice el alma le ha de dar el Esposo.
Por el soto, por cuanto cría en sí muchas plantas y animales, entiende
aquí a Dios en cuanto cría y da ser a todas las criaturas, las cuales en
él tienen su vida y raíz, lo cual es mostrarla a Dios y dársela a
conocer en cuanto es Criador.
Por el donaire de este soto, que también pide al Esposo el alma aquí
para entonces, pide la gracia y sabiduría y la belleza que de Dios
tiene no sólo cada una de las criaturas, así terrestres como celestes,
sino también la que hacen entre sí, en la respondencia sabia,
ordenada, graciosa y amigable de unas a otras, así de las inferiores
entre sí como de las superiores también entre sí, y entre las
superiores y las inferiores, que es cosa que hace al alma gran donaire
y deleite conocerla. Síguese lo cuarto, y es:
En la noche serena.
12. Esta noche es la contemplación en que el alma desea ver estas
cosas. Llámala noche porque la contemplación es oscura, que por eso
la llama por otro nombre mística teología, que quiere decir sabiduría
de Dios secreta o escondida, en la cual, sin ruido de palabras y sin
ayuda de algún sentido corporal ni espiritual, como en silencio y
quietud, a oscuras de todo lo sensitivo y natural, enseña Dios
ocultísima y secretísimamente al alma sin ella saber cómo; lo cual
algunos espirituales llaman entender no entendiendo. Porque esto no
se hace en el entendimiento que llaman los filósofos activo, cuya obra
es en las formas y fantasías y aprehensiones de las potencias
corporales; mas hácese en el entendimiento en cuanto posible y
554
pasivo, el cual, sin recibir las tales formas, etc., sólo pasivamente
recibe inteligencia sustancial desnuda de imagen la cual le es dada
sin ninguna obra ni oficio suyo activo.
13. Y por eso, llama a esta contemplación noche, en la cual en esta
vida conoce el alma, por medio de la transformación que ya tiene,
altísimamente este divino soto y su donaire. Pero, por más alta que
sea esta noticia, todavía es noche oscura en comparación de la
beatífica que aquí pide; y por eso dice, pidiendo clara contemplación,
que este gozar el soto y su donaire, y las demás cosas que aquí ha
dicho, sea en la noche ya serena; esto es, en la contemplación ya
clara y beatífica, de manera que deje ya de ser noche en la
contemplación oscura acá, y se vuelva en contemplación de vista
clara y serena de Dios allá. Y así, decir en la noche serena es decir en
contemplación ya clara y serena de la vista de Dios. De donde David
(Sal. 138, 11) de esta noche de contemplación dice: La noche será mi
iluminación en mis deleites, que es como si dijera: Cuando esté en
mis deleites de la vista esencial de Dios, ya la noche de
contemplación habrá amanecido en día y luz de mi entendimiento.
Síguese lo quinto:
Con llama que consume y no da pena.
14. Por la llama entiende aquí el amor del Espíritu Santo. El consumar
significa aquí acabar y perfeccionar. En decir, pues, el alma que todas
las cosas que ha dicho en esta canción se las ha de dar el Amado y
las ha ella de poseer con consumado y perfecto amor, absortas todas,
y ella con ellas, en amor perfecto y que no dé pena, lo dice para dar a
entender la perfección entera de este amor. Porque, para que lo sea,
estas dos propiedades ha de tener, conviene a saber: que consume y
transforme el alma en Dios y que no dé pena la inflamación y
transformación de esta llama en el alma, lo cual no puede ser sino en
el estado beatífico, donde ya esta llama es amor suave. Porque en la
transformación del alma en ella hay conformidad y satisfacción
beatífica de ambas partes, y por tanto, no da pena de variedad en
más o en menos, como hacía antes que el alma llegase a la capacidad
de este perfecto amor. Porque, habiendo llegado a él, está el alma en
tan conforme y suave amor con Dios, que, con ser Dios, como dice
Moisés (Dt. 4, 24), fuego consumidor, ya no lo sea sino consumador
y refeccionador. Que no es ya como la transformación que tenía en
esta vida el alma, que, aunque era muy perfecta y consumadora en
amor, todavía le era algo consumidora y detractiva, a manera del
fuego en el ascua, que aunque está transformada y conforme con
ella, sin aquel humear que hacía antes que en sí la transformase,
todavía, aunque la consumaba en fuego, la consumía y resolvía en
ceniza. Lo cual acaece en el alma que en esta vida está transformada
con perfección de amor, que, aunque hay conformidad, todavía
padece alguna manera de pena y detrimento: lo uno, por la
transformación beatífica, que siempre echa menos en el espíritu; lo
otro, por el detrimento que padece el sentido flaco y corruptible con
la fortaleza y alteza de tanto amor, porque cualquiera cosa excelente
555
es detrimento y pena a la flaqueza natural; porque, según está
escrito (Sab. 9, 15): Corpus quod corrumpitur, aggravat animam.
Pero en aquella vida beatífica ningún detrimento ni pena sentirá,
aunque su entender será profundísimo y su amor muy inmenso,
porque para lo uno le dará Dios habilidad y para lo otro fortaleza,
consumando Dios su entendimiento con su sabiduría y su voluntad
con su amor.
15. Y porque la Esposa ha pedido en las precedentes canciones y en
la que vamos declarando inmensas comunicaciones y noticias de
Dios, con que ha menester fortísimo y altísimo amor para amar según
la grandeza y alteza de ellas, pide aquí que todas ellas sean en este
amor consumado, perfectivo y fuerte.
Inicio --------------------------------------------
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CANCIÓN 40
Que nadie lo miraba, Aminadab tampoco parecía, y el cerco
sosegaba, y la caballería a vista de las aguas descendía.
DECLARACIÓN Y ANOTACIÓN
1. Conociendo, pues, aquí la Esposa que ya el apetito de su voluntad
está desasido de todas las cosas y arrimado a su Dios con
estrechísimo amor; y que la parte sensitiva del alma, con todas sus
fuerzas, potencias y apetitos, está conformada con el espíritu,
acabadas ya y sujetadas sus rebeldías; y que el demonio, por el vario
y largo ejercicio y lucha espiritual, está ya vencido y apartado muy
lejos; y que su alma está unida y transformada con abundancias de
riquezas y dones celestiales; y que, según esto, está ya bien
dispuesta y aparejada y fuerte, arrimada en su Esposo (Ct. 8, 5),
para subir por el desierto de la muerte, abundando en deleites, a los
asientos y sillas gloriosas de su Esposo; con deseo que el Esposo
concluya ya este negocio, pónele por delante para más moverle a ello
todas estas cosas en esta última canción, en la cual dice cinco cosas.
La primera, que ya su alma está desasida y ajena de todas las cosas.
La segunda, que ya está vencido y ahuyentado el demonio.
La tercera, que ya están sujetadas las pasiones y mortificados los
apetitos naturales.
La cuarta y la quinta, que ya está la parte sensitiva e inferior
reformada y purificada, y que está conformada con la parte espiritual,
de manera que no sólo no estorbará para recibir aquellos bienes
espirituales, mas antes se acomodará a ellos, porque aun de los que
ahora tiene participa según su capacidad. Dice así:
Que nadie lo miraba.
2. Lo cual es como si dijera: mi alma está ya desnuda, desasida, sola
y ajena de todas las cosas criadas de arriba y de abajo, y tan adentro
entrada en el interior recogimiento contigo, que ninguna de ellas
alcanza ya de vista el íntimo deleite que en ti poseo, es a saber, a
mover mi alma a gusto con su suavidad, ni a disgusto y molestia con
su miseria y bajeza, porque, estando mi alma tan lejos de ellas y en
556
tan profundo deleite contigo, ninguna de ellas lo alcanza de vista. Y
no sólo eso, pero
Aminadab tampoco parecía.
3. El cual Aminadab en la Escritura divina (Ct. 6, 11) significa el
demonio, hablando espiritualmente, adversario del alma; el cual la
combatía y turbaba siempre con la innumerable munición de su
artillería, porque ella no se entrase en esta fortaleza y escondrijo del
interior recogimiento con el Esposo, donde ella, estando ya puesta,
está tan favorecida, tan fuerte, tan victoriosa, con las virtudes que
allí tiene y con favor del abrazo de Dios, que el demonio no
solamente no osa llegar, pero con grande pavor huye muy lejos y no
osa parecer; y porque también, por el ejercicio de las virtudes y por
razón del estado perfecto que ya tiene, de tal manera le tiene ya
ahuyentado y vencido el alma, que no parece más delante de ella. Y
así Aminadab tampoco parecía con algún derecho para impedirme
este bien que pretendo.
Y el cerco sosegaba.
4. Por el cual cerco entiende aquí el alma las pasiones y apetitos del
alma, los cuales, cuando no están vencidos y amortiguados, la cercan
en derredor, combatiéndola de una parte y de otra, por lo cual los
llama cerco. El cual dice que también está ya sosegado, esto es, las
pasiones ordenadas en razón y los apetitos mortificados.
Que, pues así es, no deje de comunicarle las mercedes que le ha
pedido, pues el dicho cerco ya no es parte para impedirlo. Esto dice
porque hasta que el alma tiene ordenadas sus cuatro pasiones a Dios
y tiene mortificados y purgados los apetitos, no está capaz de ver a
Dios. Y síguese:
Y la caballería a vista de las aguas descendía.
5. Por las aguas se entienden aquí los bienes y deleites espirituales
que en este estado goza el alma en su interior con Dios. Por la
caballería entiende aquí los sentidos corporales de la parte sensitiva,
así interiores como exteriores, porque ellos traen en sí los fantasmas
y figuras de sus objetos.
Los cuales en este estado dice aquí la Esposa que descienden a vista
de las aguas espirituales, porque de tal manera está ya en este
estado de matrimonio espiritual purificada y en alguna manera
espiritualizada la parte sensitiva e inferior del alma, que ella con sus
potencias sensitivas y fuerzas naturales se recogen a participar y
gozar en su manera de las grandezas espirituales que Dios está
comunicando al alma en lo interior del espíritu, según lo dio a
entender David (Sal. 83, 3) cuando dijo: Mi corazón y mi carne se
gozaron en Dios vivo.
6. Y es de notar que no dice aquí la Esposa que la caballería
descendía a gustar las aguas, sino a vista de ellas, porque esta parte
sensitiva con sus potencias no tienen capacidad para gustar esencial
y propiamente de los bienes espirituales, no sólo en esta vida, pero ni
aun en la otra; sino por cierta redundancia del espíritu reciben
sensitivamente recreación y deleite de ellos, por el cual deleite estos
557
sentidos y potencias corporales son atraídos al recogimiento interior,
donde está bebiendo el alma las aguas de los bienes espirituales, lo
cual más es descender a la vista de ellas que a beberlas y gustarlas
como ellas son.
Y dice aquí el alma que descendían, y no dice que iban ni otro
vocablo, para dar a entender que en esta comunicación de la parte
sensitiva a la espiritual, cuando se gusta la dicha bebida de las aguas
espirituales, bajan de sus operaciones naturales, cesando de ellas, al
recogimiento espiritual.
7. Todas estas perfecciones y disposiciones antepone la Esposa a su
Amado, el Hijo de Dios, con deseo de ser por él trasladada del
matrimonio espiritual, a que Dios la ha querido llegar en esta Iglesia
militante, al glorioso matrimonio de la triunfante, al cual sea servido
llevar a todos los que invocan su nombre el dulcísimo Jesús, Esposo
de las fieles almas. Al cual es honra y gloria, juntamente con el Padre
y el Espíritu Santo, in saecula saeculorum. Amén.
Inicio --------------------------------------------
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FIN DE LA OBRA [San Juan de la Cruz LLAMA DE AMOR
VIVAA Indice]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LAS OBRAS COMPLETAS DE SAN JUAN DE LA CRUZ
ÍNDICE DE LA LLAMA DE AMOR VIVA A
Introducción
Prólogo
Canciones
Canción 1. ¡Oh llama de amor viva! Canción 2. ¡Oh cauterio suave!
Canción 3. ¡Oh lámparas de fuego! Canción 4. ¡Cuán manso y
amoroso!
Inicio --------------------------------------------
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Declaración de las canciones que tratan de la muy íntima y calificada
unión y transformación del alma en Dios, a petición de la señora
Doña Ana de Peñalosa, por el mismo que las compuso.
PRÓLOGO
1. Alguna repugnancia he tenido, muy noble y devota señora, en
declarar estas cuatro canciones que Vuestra Merced me ha pedido,
por ser de cosas tan interiores y espirituales, para las cuales
comúnmente falta lenguaje (porque lo espiritual excede al sentido),
con dificultad se dice algo de la substancia; porque también se habla
mal en las entrañas del espíritu, si no es con entrañable espíritu. Y,
por el poco que hay en mí, lo he diferido hasta ahora. Pero ahora que
558
el Señor parece que ha abierto un poco la noticia y dado algún calor
(debe ser por el santo deseo que Vuestra Merced tiene) que quizá,
como se hicieron para Vuestra Merced, querrá Su Majestad que para
Vuestra Merced se declaren, me he animado sabiendo cierto que de
mi cosecha nada que haga al caso diré en nada, cuánto más en cosas
tan subidas y sustanciales. Por eso no será mío sino lo malo y errado
que en ello hubiere; y por eso lo sujeto todo a mejor parecer y al
juicio de nuestra Madre la Iglesia Católica Romana, con cuya regla
nadie yerra. Y con este presupuesto, arrimándome a la Escritura
divina, y como se lleve entendido que todo lo que se dijere es tanto
menos de lo que allí hay como lo es lo pintado que lo vivo, me
atreveré a decir lo que supiere.
2. Y no hay que maravillar que haga Dios tan altas y extrañas
mercedes a las almas que él da en regalar; porque si consideramos
que es Dios, y que se las hace como Dios y con infinito amor y
bondad, no nos parecerá fuera de razón; pues él dijo (Jn. 14, 23) que
en el que le amase vendrían el Padre, Hijo y Espíritu Santo y harían
morada en él; lo cual habría de ser haciendole a él vivir y morar en el
Padre, Hijo y Espíritu Santo en vida de Dios, como da a entender el
alma en estas canciones.
3. Porque, aunque en las canciones que arriba declaramos, hablamos
del más perfecto grado de perfección a que en esta vida se puede
llegar, que es la transformación en Dios, todavía estas canciones
tratan del amor ya más calificado y perfeccionado en ese mismo
estado de transformación. Porque, aunque es verdad que lo que éstas
y aquéllas dicen todo es un estado de transformación, y no se puede
pasar de allí en cuanto tal, pero puede con el tiempo y ejercicio
calificarse, como digo, y sustanciarse mucho más en el amor; bien así
como, aunque, habiendo entrado el fuego en el madero, le tenga
transformado en sí y esté ya unido con él, todavía, afervorándose
más el fuego y dando más tiempo en él, se pone mucho más
candente e inflamado hasta centellear fuego de sí y llamear.
4. Y en este encendido grado se ha de entender que habla el alma
aquí, ya transformada y calificada interiormente en fuego de amor,
que no sólo está unida en este fuego, sino que hace ya viva llama en
ella. Y ella así lo siente y así lo dice en estas canciones con íntima y
delicada dulzura de amor, ardiendo en su llama, encareciendo en
estas canciones algunos efectos que hace en ella. Las cuales iré
declarando por el orden que las demás: que las pondré primero
juntas y luego, poniendo cada canción, la declararé brevemente; y
después, poniendo cada verso, le declararé de por sí.
559
Inicio --------------------------------------------
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CANCIONES QUE HACE EL ALMA EN LA ÍNTIMA UNIÓN CON DIOS
[San Juan de la Cruz LLAMA DE AMOR VIVAA Indice]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LAS OBRAS COMPLETAS DE SAN JUAN DE LA CRUZ
ÍNDICE DE LA LLAMA DE AMOR VIVA A
Inicio --------------------------------------------
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CANCIONES QUE HACE EL ALMA EN LA ÍNTIMA UNIÓN CON DIOS
1. ¡Oh llama de amor viva, que tiernamente hieres de mi alma en el
más profundo centro! Pues ya no eres esquiva, acaba ya, si quieres;
¡rompe la tela de este dulce encuentro!
2. ¡Oh cauterio suave! ¡Oh regalada llaga! ¡Oh mano blanda! ¡Oh
toque delicado, que a vida eterna sabe y toda deuda paga! Matando,
muerte en vida las has trocado.
3. ¡Oh lámparas de fuego, en cuyos resplandores las profundas
cavernas del sentido, que estaba oscuro y ciego, con extraños
primores calor y luz dan junto a su querido!
4. ¡Cuán manso y amoroso recuerdas en mi seno, donde
secretamente solo moras y en tu aspirar sabroso, de vida y gloria
lleno, cuán delicadamente me enamoras!
La compostura de estas liras son como aquellas que en Boscán están
vueltas a lo divino, que dicen:
La soledad siguiendo, llorando mi fortuna, me voy por los caminos
que se ofrecen, etc.,
en las cuales hay seis pies; el cuarto suena con el primero, y el
quinto con el segundo, y el sexto con el tercero.
Inicio --------------------------------------------
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560
CANCIÓN 1ª [San Juan de la Cruz LLAMA DE AMOR VIVAA
Indice]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LAS OBRAS COMPLETAS DE SAN JUAN DE LA CRUZ
ÍNDICE DE LA LLAMA DE AMOR VIVA A
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CANCIONES QUE HACE EL ALMA EN LA ÍNTIMA UNIÓN CON DIOS
CANCIÓN 1ª
Oh llama de amor viva, que tiernamente hieres de mi alma en el más
profundo centro! Pues ya no eres esquiva, acaba ya si quieres;
¡rompe la tela de este dulce encuentro!
DECLARACIÓN
1. Sintiéndose ya el alma toda inflamada en la divina unión, ya su
paladar todo bañado en gloria y amor, y que hasta lo íntimo de su
sustancia está revertiendo no menos que ríos de gloria, abundando
en deleites, sintiendo correr de su vientre los ríos de agua viva que
dijo el Hijo de Dios (Jn. 7, 38) que saldrían en semejantes almas,
parécele que, pues con tanta fuerza está transformada en Dios y tan
altamente de él poseída, y con tan ricas riquezas de dones y virtudes
arreada, que está tan cerca de la bienaventuranza, que no la divide
sino en una leve tela.
Y como ve que aquella llama delicada de amor que en ella arde, cada
vez que la está embistiendo, la está como glorificando con suave y
fuerte gloria, tanto que, cada vez que la absorbe y embiste, le parece
que le va a dar la vida eterna, y que va a romper la tela de la vida
mortal, y que falta muy poco, y que por eso poco no acaba de ser
glorificada esencialmente, dice con gran deseo a la llama, que es el
Espíritu Santo, que rompa ya la vida mortal por aquel dulce
encuentro, en que de veras la acabe de comunicar lo que cada vez
parece que la va a dar y cuando la encuentra, que es glorificarla
entera y perfectamente. Y así, dice:
¡Oh llama de amor viva!
2. Para encarecer el alma el sentimiento y aprecio con que habla en
estas cuatro canciones, pone en todas ellas estos términos: "¡oh!" y
"cuan" que significan encarecimiento afectuoso; los cuales, cada vez
que se dicen, dan a entender del interior más de lo que se dice por la
lengua. Y sirve el "¡oh!" para mucho desear y para mucho rogar
persuadiendo, y para entrambos efectos usa el alma de él en esta
canción, porque en ella encarece e intima el gran deseo,
persuadiendo al amor que la desate.
3. Esta llama de amor es el espíritu de su Esposo, que es el Espíritu
Santo, el cual siente ya el alma en sí, no sólo, como fuego que la
tiene consumida y transformada en suave amor, sino como fuego
que, demás de eso, arde en ella y echa llama, como dije; y aquella
llama baña al alma en gloria y la refresca en temple de vida divina.
Y ésta es la operación del Espíritu Santo en el alma transformada en
amor, que los actos que hace interiores es llamear, que son
inflamaciones de amor, en que unida la voluntad del alma, ama
561
subidísimamente, hecha un amor con aquella llama. Y así, estos actos
de amor del alma son preciosísimos, y merece más en uno y vale
más que cuanto habrá hecho toda su vida sin esta transformación,
por más que ello fuese, etc. Y la diferencia que hay entre el hábito y
el acto, hay entre la transformación en amor y la llama de amor, que
es la que hay entre el madero inflamado y la llama de él: que la llama
es efecto del fuego que allí está.
4. De donde, el alma que está en estado de transformación de amor,
podemos decir que su ordinario hábito es como el madero que
siempre está embestido en fuego; y los actos de esta alma son la
llama que nace del fuego de amor, que tan vehemente sale cuanto es
más intenso el fuego de la unión: en la cual llama se unen y suben
los actos de la voluntad arrebatada y absorta en la llama del Espíritu
Santo, que es como el ángel que subió a Dios en la llama del
sacrificio de Manué (Jc. 13, 20). Y así, en este estado no puede el
alma hacer actos, que el Espíritu Santo la mueve a ellos; y por eso,
todos los actos de ella son divinos, pues es hecha y movida por Dios.
De donde al alma le parece que cada vez que llamea esta llama,
haciéndola amar con sabor y temple divino, la está dando vida
eterna, pues la levanta a operación de Dios en Dios.
5. Y éste es el lenguaje y palabras que habla y trata Dios en las
almas purgadas y limpias, que son palabras todas encendidas, como
dijo David (Sal. 118, 140): Tu palabra es encendida
vehementemente; y el profeta (Jr. 23, 29): ¿Por ventura mis palabras
no son como fuego? Las cuales palabras, como él mismo dice por san
Juan (6, 64), son espíritu y vida; la cual sienten las almas que tienen
oídos para oírla, que, como digo, son las almas limpias y
enamoradas; que los que no tienen el paladar sano, sino que gustan
otras cosas, no pueden gustar el espíritu y vida de ellas. Y por eso,
cuanto más altas palabras decía el Hijo de Dios, tanto más algunos se
desabrían por su impureza, como fue cuando predicó aquella sabrosa
y amorosa doctrina de la Sagrada Eucaristía, que muchos de ellos
volvieron atrás (Jn. 6, 60-61, 67).
6. Y no porque los tales no gusten este lenguaje de Dios que habla de
dentro, han de pensar que no le gustarán otros como aquí se dice,
como las gustó san Pedro (Jn. 6, 69) en el alma cuando dijo a Cristo:
¿Dónde iremos, Señor, que tienes palabras de vida eterna? Y la
Samaritana olvidó el agua y el cántaro por la dulzura de las palabras
de Dios (Jn. 4, 28).
Y así, estando esta alma tan cerca de Dios, que está transformada en
llama de amor, en que se le comunica el Padre, Hijo y Espíritu Santo,
¿qué increíble cosa se dice que guste un rastro de vida eterna,
aunque no perfectamente, porque no lo lleva la condición de esta
vida? Mas es tan subido el deleite que aquel llamear del Espíritu
Santo hace en ella, que la hace saber a qué sabe la vida eterna. Que
por eso llama a la llama "viva"; no porque no sea siempre viva, sino
porque le hace tal efecto, que le hace vivir en Dios espiritualmente y
sentir vida de Dios, al modo que dice David (Sal. 83, 3): Mi corazón y
562
mi carne se gozaron en Dios vivo. No porque sea menester decir que
sea vivo, pues siempre lo está, sino para dar a entender que el
espíritu y sentido vivamente gustaban a Dios, hechos en Dios, lo cual
es gustar a Dios vivo, esto es, vida de Dios y vida eterna. Ni dijera
David allí "Dios vivo", sino porque vivamente le gustaba, aunque no
perfectamente, sino como un viso de vida eterna. Y así, en esta llama
siente el alma tan vivamente a Dios y le gusta con tanto sabor y
suavidad, que dice: ¡Oh llama de amor viva!
que tiernamente hieres.
7. esto es: que con tu amor tiernamente me tocas. Que, por cuanto
esta llama es llama de vida divina, hiere al alma con ternura de vida
de Dios; y tanto y tan entrañablemente la hiere y enternece que la
derrite en amor, porque se cumpla en ella lo que en la Esposa de los
Cantares (5, 6), que se enterneció tanto, que se derritió, y así dice
ella allí: Luego que el Esposo habló, se derritió mi alma; porque la
habla de Dios es el efecto que hace en el alma.
8. Mas ¿cómo se puede decir que la hiere, pues en el alma no hay
cosa ya por herir, estando ya el alma toda cauterizada con fuego de
amor? Es cosa maravillosa que, como el amor nunca está ocioso, sino
un continuo movimiento como la llama, está echando siempre
llamaradas acá y allá; y el amor, cuyo oficio es herir para enamorar y
deleitar, como en la tal alma está en viva llama, estale arrojando sus
heridas como llamaradas ternísimas de delicado amor, ejercitando
jocunda y festivalmente las artes y juegos del amor, como en el
palacio de sus bodas, como Asuero con la esposa Ester (Est. 2,
17ss.), mostrando allí sus gracias, descubriéndola sus riquezas y la
gloria de su grandeza, porque se cumpla en esta alma lo que él dijo
en los Proverbios (8, 30-31), diciendo: Deleitábame yo por todos los
días jugando delante de él todo el tiempo, jugando en la redondez de
las tierras, y mis deleites estar con los hijos de los hombres; es a
saber, dándoselos a ellos. Por lo cual estas heridas, que son sus
juegos, son llamaradas de tiernos toques que al alma tocan por
momentos de partes del fuego de amor, que no esta ocioso. Los
cuales dice acaecen y hieren,
de mi alma en el más profundo centro.
9. Porque en la sustancia del alma donde ni el centro del sentido ni el
demonio pueden llegar pasa esta fiesta del Espíritu Santo; y, por
tanto, tanto más segura, sustancial y deleitable es, es más pura; y
cuanta hay más de pureza, tanto más abundante y frecuente y
generalmente se comunica Dios. Y así, es tanto más el deleite y el
gozar del alma y del espíritu, porque es Dios el obrero de todo, sin
que el alma haga de suyo nada. Que, por cuanto el alma no puede
obrar de suyo nada si no es por el sentido corporal, ayudada de él,
del cual en este caso está ella muy libre y muy lejos su negocio es ya
sólo recibir de Dios el cual solo puede en el fondo del alma sin ayuda
de los sentidos hacer obra y mover el alma en ella en la obra. Y así,
todos los movimientos de la tal alma son divinos; y aunque son suyos
de él, de ella lo son también, porque los hace Dios en ella con ella,
563
que da su voluntad y consentimiento. Y, porque decir que hiere en el
más profundo centro de su alma da a entender que tiene el alma
otros centros no tan profundos, conviene advertir cómo sea esto.
10. Y, cuanto a lo primero, es de saber que el alma, en cuanto
espíritu, no tiene alto y bajo y más profundo y menos profundo en su
ser, como tienen los cuerpos cuantitativos; que, pues en ella no hay
partes, no tiene más diferencia dentro que fuera, que toda es de una
manera y no tiene centro de hondo, y menos hondo cuantitativo;
porque no puede estar en una parte más ilustrada que en otra, como
los cuerpos físicos, sino toda de una manera, en más o en menos
como el aire, que todo esto de una manera ilustrado y no ilustrado,
en más o en menos.
11. En las cosas, aquello llamamos centro muy profundo que es a lo
que más puede llegar su ser y virtud y la fuerza de su operación y
movimiento, y no puede pasar de allí; así como el fuego o la piedra,
que tienen virtud y movimiento natural y fuerza para llegar al centro
de su esfera y no pueden pasar de allí, ni dejar de estar allí, si no es
por algún impedimento contrario. Según esto, diremos que la piedra,
cuando está dentro de la tierra, está en su centro, porque está dentro
en la esfera de su actividad y movimiento, que es el elemento de la
tierra; pero no está en lo más profundo de ella, que es el medio de la
tierra, porque todavía la queda virtud y fuerza para bajar y llegar
hasta allí si se le quita el impedimento de delante; y, cuando llegare y
no tuviere de suyo más virtud para más movimiento, diremos que
está en el más profundo centro.
12. El centro del alma Dios es, al cual habiendo ella llegado según
toda la capacidad de su ser y según la fuerza de su operación, habrá
llegado al último y profundo centro del alma, que será cuando con
todas sus fuerzas ame y entienda y goce a Dios. Y cuando no llegue a
tanto como esto, aunque esté en Dios, que es su centro por gracia y
por la comunicación suya, si todavía tiene movimiento para más y
fuerza para más, y no está satisfecha, aunque está en el centro, no
en el más profundo, pues puede ir a más.
13. El amor une al alma con Dios; y cuantos más grados de amor
tuviere, más profundamente entra en Dios y se concentra con él; y
así podemos decir que cuantos grados hay de amor de Dios, tantos
centros, uno más que otro, hay del alma en Dios, que son las muchas
mansiones que dijo él (Jn. 14, 2) que había en la casa de su Padre.
Y así, si tiene un grado de amor, ya está en su centro de Dios;
porque un grado de amor basta para estar en Dios por gracia. Si
tuviere dos grados, habrá concentrádose con Dios otro centro más
adentro; y si llegare a tres, concentrarse ha como tres; y si llegare
hasta el último grado, llegará a herir el amor de Dios hasta el más
profundo centro del alma, que será transformarla y esclarecerla
según todo el ser y potencia y virtud del alma, como es capaz de
recibir, hasta ponerla que parezca Dios. Bien así como en el cristal
que está limpio y puro, que, cuantos más grados de luz va
recibiendo, tanto más se va en él reconcentrando, hasta llegar a
564
tanto que se concentre en él tan copiosamente la luz, que venga él a
parecer todo luz, y no se divise entre la luz, estando él esclarecido en
ella todo lo que puede, que es parecer como ella.
14. Y así, en decir el alma que la llama hiere en el más profundo
centro, es decir que, cuando alcanza la sustancia y virtud y fuerza del
alma, la hiere. Lo cual dice para dar a entender la copiosidad y
abundancia de su gloria y deleite: que es tanto mayor y más tierno,
cuanto más fuerte y sustancialmente está transformada y
reconcentrada en Dios. Lo cual es mucho más que en la común unión
de amor pasa, según el mayor afervoramiento del fuego, que aquí,
como decimos, echa llama viva. Porque esta alma, estando ya tan en
gloria suave, y la alma que goza de la sola y común unión de amor,
son en cierta manera comparadas al fuego de Dios, que dice Isaías
(31, 9) que está en Sión, que significa la Iglesia militante; y al horno
de Dios que estaba en Jerusalén, que significa visión de paz. Porque
aquí está esta alma como un horno encendido con visión tanto más
pacífica y gloriosa y tierna, como decimos, cuanto más encendida es
la llama de este horno que el común fuego.
Y así, sintiendo el alma que esta viva llama vivamente la está
comunicando todos los bienes, porque este divino amor todo lo trae
consigo, dice: ¡Oh llama de amor viva, que tiernamente hieres!; lo
cual es como si dijera: ¡oh encendido amor, que tiernamente estás
glorificándome con tus amorosos movimientos en la mayor capacidad
y fuerza de mi alma, es a saber, dándome inteligencia divina según
toda la habilidad de mi entendimiento, y comunicándome el amor
según la mayor fuerza de mi voluntad, y deleitándome en la
sustancia del alma con la afluencia y copiosidad de la suavidad de tu
divino contacto y junta sustancial, según la mayor pureza de ella y la
capacidad de mi memoria y anchura! Y esto acaece así, más de lo
que se puede y alcanza a decir, al tiempo que se levanta esta llama
en el alma.
15. Que, por cuanto el alma según sus potencias y su sustancia está
purgada y purísima, profunda y sutil y subidamente la absorbe en sí
la Sabiduría con su llama; la cual Sabiduría toca desde un fin hasta
otro fin por su limpieza (Sab. 7, 24), y en aquel absorbimiento de
Sabiduría el Espíritu Santo ejercita los vibramientos gloriosos de su
llama, que habemos dicho. La cual, por ser tan suave, dice el alma
luego:
Pues ya no eres esquiva,
es a saber pues ya no afliges ni aprietas ni fatigas como antes hacías;
porque conviene saber que esta llama, cuando el alma estaba en
estado de purgación espiritual que es cuando va entrando en
contemplación no le era tan amigable y suave como ahora lo es en
este estado de unión. Y en declarar como esto sea nos habremos de
detener un poquito.
16. En lo cual es de saber que antes que este divino fuego de amor
se introduzca y una en la sustancia del alma por acabada y perfecta
purgación y pureza esta llama está hiriendo en el alma gastándole y
565
consumiéndole las imperfecciones de sus malos hábitos y ésta es la
operación del Espíritu Santo en la cual la dispone para la divina unión
y transformación sustancial en Dios por amor.
Porque el mismo fuego de amor que después se une con ella
glorificando es el que antes la embiste purgando; bien así como el
mismo fuego que entra en el madero es el que primero le está
embistiendo e hiriendo con su llama enjugándole y desnudándole de
sus feos accidentes hasta disponerle con su calor tanto que pueda
entrar en él y transformarle en sí.
En el cual ejercicio el alma padece mucho detrimento y siente graves
penas en el espíritu y a veces redundan en él sentido siéndole esta
llama muy esquiva. Porque en esta disposición de purgación no le es
esta llama clara sino oscura; ni le es suave sino penosa que aunque
algunas veces pega calor de amor es con tormento y aprieto; y no le
es deleitable sino seca; ni le es reficionadora y pacífica sino
consumidora y argüidora ni le es gloriosa sino antes la pone
miserable y amarga en luz espiritual que la da de propio conocimiento
enviando Dios fuego, como dice Jeremías (Lm. 1, 13) en sus huesos y
examinándola en fuego como dice también David (Sal. 16, 3).
17. Y así, en esta sazón padece el alma en el entendimiento grandes
tinieblas; en la voluntad, muchas sequedades y aprietos; y en la
memoria, grave noticia de sus miserias, porque está el ojo del
conocimiento espiritual propio muy claro. Y en la sustancia del alma
padece profunda pobreza y desamparo, seca y fría y a veces caliente,
no hallando en nada alivio, ni aun pensamiento que la consuele, ni
poder levantar el corazón a Dios, habiéndosele puesto esta llama tan
esquivamente como dice Job (30, 21) que en este ejercicio hizo Dios
con él, diciendo: Mudádoteme has en cruel. Porque, cuando estas
cosas juntas padece el alma, es de manera el purgatorio que todo
encarecimiento se queda corto; porque es a veces muy poco menos
que el purgatorio.
Y no sabría yo ahora cómo dar a entender esta esquivez y lo que en
ella pasa y siente el alma, sino con lo que a este propósito dice
Jeremías (Lm. 3, 1-9) por estas palabras: Yo varón que veo mi
pobreza en la vara de su indignación; hame amenazado y trájome a
las tinieblas y no a la luz: tanto ha vuelto y convertido su mano
contra mí. Hizo envejecer mi piel y mi carne y desmenuzó mis
huesos; hizo cerco de muro en derredor de mí y rodeóme de hiel y
trabajo; en tenebrosidades me colocó, como a muertos sempiternos;
edificó en mi derredor, porque no salga; agravóme las prisiones; y,
demás de esto, cuando hubiere dado voces y rogado, ha excluido mi
oración; cercóme mis caminos con piedras cuadradas y trastornó mis
pisadas y sendas.
18. Todo esto dice Jeremías, y va allí diciendo mucho más. Que,
porque ésta es cura y medicina que Dios hace al alma de sus muchas
enfermedades para darle salud, por fuerza ha de penar según su
dolencia en la purga y cura. Porque aquí la ponen el corazón sobre las
brasas, para que en él se extrique todo género de demonio (Tb. 6,
566
8); y aquí va saliendo a luz sus enfermedades, y se las ponen delante
los ojos a sentir, y las ponen en cura. Y lo que antes el alma tenía
asentado y encubierto, ya lo ve y lo siente en la luz y calor del fuego,
lo cual antes no veía; así como en el agua y humo que hace salir del
madero el fuego se ve la humedad y frialdad que tenía, la cual antes
no se conocía; mas ahora, cerca de esta llama ve y siente el alma
claramente sus miserias.
Porque, ¡oh, cosa admirable!, levántanse en el alma contrarios contra
contrarios, y unos relucen cerca de los otros, como dicen los filósofos,
y hacen la guerra en el sujeto del alma, procurando los unos expeler
a los otros para reinar ellos en ella. Porque, como esta llama es de
extremada luz y embiste en el alma, su luz luce en las tinieblas (Jn.
1, 5) del alma, que también son extremadas, y el alma entonces
siente sus tinieblas naturales que se oponen contra la sobrenatural
luz, y no siente la luz sobrenatural, porque las tinieblas no la
comprehenden (Jn. 1, 5). Y así, estas tinieblas naturales suyas
sentirá en tanto que la luz las embistiere, porque no pueden las
almas ver sus tinieblas sino cerca de la divina luz, hasta que,
expeliéndolas, quede ilustrada y vea la luz, habiéndola ya limpiado y
fortalecido el ojo; porque inmensa luz en vista flaca y no limpia,
totalmente era tinieblas, privando el excelente sensible la potencia; y
así, érale esta llama esquiva en la vista del entendimiento.
19. La cual, como también es amorosa y tierna, y tierna y
amorosamente embiste en la voluntad, y lo duro se siente cerca de lo
tierno, y la sequedad cerca del amor, siente la voluntad su natural
dureza y sequedad para con Dios y no siente el amor y ternura;
porque dureza y sequedad no pueden comprehender estotros
contrarios, hasta que, siendo expelidos por ellos, reine en la voluntad
amor y ternura de Dios, pues no pueden caber dos contrarios en un
sujeto.
Y, por el semejante, porque esta llama es amplísima, cerca de ella
siente la voluntad su estrechura, y así padece grandes aprietos, hasta
que, dando en ella, la dilate y haga capaz; y de esta manera le era
esquiva según la voluntad, siéndole desabrido el dulce manjar de
amor, por no tener el paladar curado de otras aficiones.
Y, finalmente, porque esta llama es de inmensas riquezas y bondad y
deleites, el alma, que de suyo es pobrísima y no tiene bien ninguno ni
de qué satisfacer, siente claramente su pobreza y miseria y malicia
cerca de estas riquezas y bondad y deleites de la llama, porque la
malicia no comprehende la bondad, etc., hasta tanto que esta llama
acabe de purificar el alma, y con su transformación la enriquezca,
glorifique y deleite. De esta manera le era antes esquiva, y de esta
manera suele ser el sumo padecer en la sustancia y potencias del
alma, en aprietos y angustia grande, peleando allí unos contrarios
contra otros en un sujeto paciente: Dios, que es todas las
perfecciones, contra todos los hábitos imperfectos del alma, y
curtiendo en ardores al alma, para que, desarraigándolos de ella y
567
disponiéndola entre él en ella y se una con ella por amor suave,
pacífico y glorioso así como el fuego cuando ha entrado en el madero.
20. Esta purgación tan fuerte en pocas almas acaece; sólo en
aquellas que él quiere levantar por contemplación a algún grado de
unión; y a las que al más subido grado, más fuertemente las purga.
Lo cual acaece de esta manera, y es, que queriendo Dios sacar al
alma del estado común de vía y operación natural a vida espiritual, y
de meditación a contemplación, que es más estado celestial que
terreno (en que él mismo se comunica por unión de amor),
comenzándose él desde luego a comunicar al espíritu (el cual está
todavía impuro e imperfecto, con malos hábitos), padece cada uno al
modo de su imperfección; y a veces le es tan grave en cierta manera
esta purgación al que dispone para que le reciba acá por perfecta
unión, como es la del purgatorio en que se purgan para verle allá.
21. Y la intensión de esta purgación, y como es en mas y cómo en
menos, y cuándo según la voluntad, y cuando según el
entendimiento, y cómo según la memoria, y cuándo y cómo también
según la sustancia del alma, y también cuándo según todo, y la de la
parte sensitiva, y cómo se conocerá cuando es, porque lo tratamos en
la noche oscura de la Subida del Monte Carmelo, y no hace ahora a
nuestro propósito, no digo más. Basta saber ahora que el mismo
Dios, que quiere entrar en el alma por unión y transformación de
amor, es el que antes está embistiendo en ella y purgándola con la
luz y calor de su divina llama; así como el mismo fuego que entra en
el madero es el que le dispone antes que entre; y así la misma que
ahora le es suave, le era antes esquiva.
Y, por tanto, es como si dijera: Pues ya no solamente no me eres
oscura como antes, pero eres mi divina lumbre de mi entendimiento,
con que te puedo mirar; y no solamente no haces ya desfallecer mi
flaqueza, mas antes eres la fortaleza de mi voluntad con que te
puedo amar y gozar, estando toda convertida en divino amor; y ya no
eres pesadumbre y aprieto para la sustancia de mi alma, mas antes
la gloria y deleites y anchura de ella, pues que de mí se puede decir
lo que se canta en los divinos Cantares (8, 5), diciendo: ¿Quién es
ésta que sube del desierto, abundante en deleites, estribando sobre
su Amado, acá y allá vertiendo amor?
¡acaba ya, si quieres!
22. Es a saber: acaba ya de consumar conmigo perfectamente el
matrimonio espiritual con tu vista beatífica. Que, aunque es verdad
que en este estado tan alto está el alma tanto más conforme cuanto
más transformada, porque para sí ninguna cosa sabe, ni acierta a
pedir, sino todo para su Amado, porque la caridad no pretende sus
cosas (1 Cor. 13, 5), sino las del amado todavía, porque aún vive en
esperanza, en que no se puede dejar de sentir vacío, tiene tanto de
gemido, aunque suave y regalado, cuanto le falta para la acabada
posesión de la adopción de hijo de Dios, donde consumándose su
gloria se quietará su apetito. El cual, aunque acá más juntura tenga
con Dios, nunca se hartará hasta que parezca esta gloria (Sal. 16,
568
15), mayormente teniendo ya el sabor y la golosina de ella, como
aquí se tiene. Que es tal, que, si Dios no tuviese aquí también
favorecida la carne, amparando el natural con su diestra, como hizo
con Moisés en la piedra, para que sin morirse pudiese ver su gloria
(Ex. 33, 22), con la cual diestra antes el natural recibe refección y
deleite que detrimento, a cada llamarada de éstas moriría y se
corrompería el natural, no teniendo la parte inferior vaso para sufrir
tanto fuego y tan subido.
23. Y por eso, este apetito y la petición de él no es aquí con pena,
pues no está aquí el alma capaz de ella, sino con gran suavidad y
deleite y conformidad racional y sensitiva lo pide. Que por eso dice: si
quieres, porque la voluntad y apetito está tan hecho uno con Dios,
que tiene por gloria que se cumpla lo que Dios quiere. Pero son tales
las asomadas de gloria y el amor que se trasluce quedar por entrar a
la puerta, no cabiendo por la angostura de la casa terrestre, que
antes sería poco amor no pedir entrada en aquella perfección y
cumplimiento de amor.
Porque, demás de esto, ve allí el alma que en aquella fuerza de
deleitable comunicación la está el Espíritu Santo provocando y
convidando con maravillosos modos y afectos suaves a aquella
inmensa gloria que la está proponiendo delante sus ojos, diciendo lo
que en los Cantares (2, 10-14) a la Esposa, conviene saber: Mirad
-dice ella- lo que me está diciendo mi Esposo; levántate y date
priesa, amiga mía, paloma mía, hermosa mía, y ven; pues que ha
pasado ya el invierno, y la lluvia pasó y se desvió y las flores han
parecido en nuestra tierra, y ha llegado el tiempo de podar, y la voz
de la tortolilla se ha oído en nuestra tierra, y la higuera ha echado
sus higos, y las floridas viñas han dado su olor. Levántate, amiga
mía, graciosa mía, y ven, paloma mía, en los horados de la piedra, en
la caverna de la cerca; muéstrame tu rostro, suene tu voz en mis
oídos, porque tu voz es dulce, y tu cara hermosa. Todas estas cosas
siente el alma distintísimamente que la está diciendo el Espíritu Santo
en aquel suave y tierno llamear. Y por eso ella aquí responde: Acaba
ya, si quieres. En lo cual le pide aquellas dos peticiones que él mandó
pedir por san Mateo (6, 10): Adveniat regnum tuum; fiat voluntas
tua; como si dijera: Acábame de dar ese reino como tú lo quieres. Y,
para que así sea,
rompe la tela de este dulce encuentro.
24. que es la que impide este tan grande negocio. Porque es fácil
cosa llegar a Dios, quitados los impedimentos y telas que dividen. Las
cuales se reducen en tres telas, que se han de romper para poseer a
Dios perfectamente, conviene saber: temporal, en que se
comprehende toda criatura; natural, en que se comprehenden las
operaciones e inclinaciones puramente naturales; y sensitiva, en que
sólo se comprehende la unión del alma en el cuerpo, que es vida
sensitiva y animal, de que dice san Pablo (2 Cor. 5, 1): Sabemos que
si esta nuestra casa terrestre se desata, tenemos habitación de Dios
en los cielos. Las dos primeras telas de necesidad se han de haber
569
rompido para llegar a esta posesión de unión de Dios por amor, en
que todas las cosas del mundo están negadas y renunciadas, y todos
los apetitos y afectos naturales mortificados, y las operaciones del
alma hechas divinas.
Todo lo cual se rompió por los encuentros de esta llama cuando era
esquiva; porque en la purgación espiritual, como habemos dicho
arriba acaba el alma de romper con estas dos telas y unirse como
aquí está, y no queda por romper más que la tercera de la vida
sensitiva. Que por eso dice aquí "tela", y no "telas"; porque no hay
más de ésta, la cual por estar ya tan sutil y delgada y espiritualizada
con esta unión, no la encuentra la llama rigurosa y esquivamente,
como a las otras hacía sino sabrosa y dulcemente.
Y así, la muerte de las semejantes almas siempre es más suave y
dulce, más que les fue toda la vida; porque mueren con ímpetus y
encuentros sabrosos de amor, como el cisne que canta más
dulcemente cuando se quiere morir y se muere. Que por eso dijo
David (Sal. 115, 15) que la muerte de los justos es preciosa, porque
allí van a entrar los ríos del amor del alma en la mar, y están allí tan
anchos y represados, que parecen ya mares; juntándose allí lo
primero y lo postrero, para acompañar al justo que va y parte a su
reino, oyéndose las alabanzas de los fines de la tierra, que son gloria
del justo (Is. 24, 16).
25. Y, sintiéndose el alma, en esta sazón, en estos gloriosos
encuentros, tan al canto de salir en abundancias a poseer el reino
acabadamente (porque se ve pura y rica y dispuesta para ello,
porque en este estado déjales Dios ver su hermosura, y fíales los
dones y virtudes que les ha dado, porque todo se les vuelve en amor
y alabanzas, no habiendo ya levadura que corrompa la masa), y
como ve que no le falla más que romper la tela flaca de esta humana
condición de vida natural en que se siente enredada y presa,
impedida su libertad con deseo de ser desatada y verse con Cristo
(Fil. 1, 23), deshaciéndose ya esta urdimbre de espíritu y carne, que
son de muy diferente ser, y recibiendo cada una de por sí su suerte:
que la carne se quede en su tierra y el espíritu vuelva a Dios que le
dio (Ecle. 12, 7), pues la carne no aprovechaba nada, como dice san
Juan (6, 64), antes estorbaba este bien de espíritu; haciéndole
lástima que una vida tan baja la impida otra tan alta, pide que se
rompa.
26. Y llámala "tela" por tres cosas: la primera, por la trabazón que
hay entre el espíritu y la carne; la segunda, porque divide entre Dios
y el alma; la tercera, porque así como la tela no es tan opaca y
condensa que no se pueda traslucir lo claro por ella, así en este
estado parece esta trabazón tan delgada tela, por estar ya muy
espiritualizada e ilustrada y adelgazada, que no se deja de traslucir la
Divinidad en ella. Y como siente el alma la fortaleza de la otra vida,
echa de ver tela de araña como la llama David (Sal. 89, 9), diciendo:
Nuestros años como la araña meditarán. Y aun es mucho menos
delante la flaqueza de estotra, y parécele mucho delgada tela, y aun
570
del alma que así está engrandecida; porque, como está puesta en el
sentir de Dios, siente las cosas como Dios, delante del cual, como
también dice David (Sal. 8, 4), mil años son como el día de ayer que
pasó, y según Isaías (40, 17), todas las gentes son como si no
fuesen. Y ese mismo tomo tienen delante del alma, que todas las
cosas le son nada, y ella es para sus ojos nada. Sólo su Dios para ella
es el todo.
27. Pero hay aquí que notar: ¿por qué razón pide más que "rompa" la
tela, que la "corte". o que la "acabe", pues todo parece una cosa?
Podemos decir que por cuatro cosas.
La primera, por hablar con más propiedad; porque más propio es del
encuentro romper, que cortar y que acabar.
La segunda, porque el amor es amigo de fuerza de amor y de toque
fuerte e impetuoso, lo cual se ejercita más en el romper que en cortar
y acabar.
La tercera, porque el amor apetece que el acto sea brevísimo, porque
se cumple más presto, y tiene tanta más fuerza y valor cuanto es
más breve y más espiritual, porque la virtud unida, más fuerte es que
esparcida; e introdúcese amor al modo que la forma en la materia,
que se introduce en un instante, y hasta entonces no había acto sino
disposiciones para él: y así, los actos espirituales como en un instante
se hacen; lo demás son disposiciones de deseos y afectos sucesivos,
que muy pocos llegan a ser actos. Por lo cual dijo el Sabio (Ecli. 7, 9)
que es mejor el fin de la oración que el principio. Mas los que llegan,
en un punto se forman en Dios, por lo cual se dice que la oración
breve penetra los cielos. De donde el alma dispuesta muchos más
actos y más intensos puede hacer en breve tiempo que la no
dispuesta en mucho; porque a ésta todo se le va en disponer el
espíritu, y aún después se suele quedar el fuego por entrar en el
madero: mas en la dispuesta, por momentos entra el amor, que la
centella prende al primer toque en la seca yesca. Y así, el alma
enamorada más quiere la brevedad del romper que el espacio del
cortar y del esperar a acabar.
La cuarta es, por que se acabe más presto la tela de la vida; porque
el cortar y acabar hácese de más acuerdo cuando la cosa está ya más
sazonada, y parece que pide más espacio y madurez, y el romper no
espera madurez ni nada de eso.
28. Y esta alma eso quiere, que no se espere a que se acabe la vida
naturalmente, ni acuerdo de que se corte; porque la fuerza del amor
y la disposición que en sí ve, la hace querer y pedir que se rompa con
algún encuentro e ímpetu sobrenatural de amor. Porque sabe allí muy
bien el alma que es condición de Dios llevar a las tales almas antes
de tiempo, por darles los bienes y sacarlas de males, consumándolas
él en breve tiempo por medio de aquel amor lo que en mucho tiempo
pudieran ir ganando, como dice el Sabio (Sab. 4, 10-14) por estas
palabras: El que agrada a Dios es hecho amado, y, viviendo entre los
pecadores, fue trasladado y arrebatado, porque la malicia no mudara
su entendimiento, o la ficción no engañara su alma. Consumado en
571
breve, cumplió muchos tiempos; porque era su alma agradable a
Dios, y por eso se apresuró a sacarle de en medio, etc. Por eso es
grande negocio ejercitar mucho el amor, porque, consumándose aquí
el alma, no se detenga mucho acá o allá sin verle cara a cara.
29. Pero veamos ahora por qué a este embestimiento interior del
Espíritu Santo llama el alma encuentro más que otro nombre alguno.
Y es porque siente el alma en Dios, como habemos dicho, infinita
gana de que se le acabe la vida para consumarla en gloria; sino que,
como no ha llegado el tiempo, no se hace; y así, para la más
consumar y elevar de la carne, hace él en ella unos embestimientos
divinos y gloriosos a manera de encuentros, que verdaderamente son
encuentros, con que siempre penetra endiosando la sustancia del
alma y haciéndola divina.
En lo cual absorbe al alma sobre todo ser a ser de Dios porque la
encontró Dios y la traspasó vivamente en el Espíritu Santo, cuyas
comunicaciones son impetuosas cuando son afervoradas, como ésta
lo es. En el cual, porque el alma vivamente gusta de Dios, le llama
dulce; no porque otros muchos toques y encuentros que en este
estado recibe dejan de ser dulces y sabrosos, sino por eminencia que
tiene sobre todos los demás; porque le hace Dios, como habemos
dicho, a fin de desatarla y glorificarla. De donde a ella le nacen alas
para decir: Rompe la tela, etc.
30. Y así toda la canción es como si dijera: ¡Oh llama del Espíritu
Santo, que tan íntima y tiernamente traspasas la sustancia de mi
alma y la cauterizas con tu ardor! Pues ya estás tan amigable que te
muestras con gana de dárteme en vida eterna cumplida, si antes mis
peticiones no llegaban a tus oídos, cuando con ansias y fatigas de
amor, en que penaba la flaqueza de mi sentido y espíritu por la
mucha flaqueza e impureza y poca fuerza de amor que tenían, te
rogaba me desatases, porque con deseo te deseaba mi alma cuando
el amor impaciente no me dejaba conformar tanto con esta condición
de vida que tú querías que viviese, y los pasados ímpetus de amor no
eran bastantes delante de ti, porque no eran de tanta sustancia;
ahora que estoy tan fortalecida en amor, que no sólo no desfallece mi
sentido y espíritu a ti, mas antes, fortalecidos de ti, mi corazón y mi
carne se gozan en Dios vivo (Sal. 83, 2), con grande conformidad de
las partes, donde lo que tú quieres que pida, pido, y lo que no
quieres, no lo quiero, ni aun puedo, ni pasa por pensamiento pedir: y,
pues son ya delante de tus ojos más válidas y razonables mis
peticiones, pues salen de ti y tú las quieres, y con sabor y gozo en el
Espíritu Santo te lo pido, saliendo ya mi juicio de tu rostro (Sal. 16,
2), que es cuando los ruegos precias y oyes, rompe la tela delgada de
esta vida, y no la dejes llegar a que la edad y años naturalmente la
corten, para que te pueda amar desde luego con la plenitud y hartura
que desea mi alma, sin término ni fin.
Inicio --------------------------------------------
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572
CANCIÓN 2ª [San Juan de la Cruz LLAMA DE AMOR VIVAA
Indice]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LAS OBRAS COMPLETAS DE SAN JUAN DE LA CRUZ
ÍNDICE DE LA LLAMA DE AMOR VIVA A
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CANCIÓN 2ª
¡Oh cauterio suave! ¡Oh regalada llaga! ¡Oh mano blanda! ¡Oh toque
delicado, que a vida eterna sabe, y toda deuda paga! Matando,
muerte en vida la has trocado.
DECLARACIÓN
1. En esta canción da a entender el alma cómo las tres personas de la
Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, son los que hacen en
ella esta divina obra de unión. Y así la mano y el cauterio y el toque,
en sustancia, son una misma cosa; y pónelos estos nombres, por
cuanto, por el efecto que, hace cada una, les conviene. El cauterio es
el Espíritu Santo, la mano es el Padre, y el toque es el Hijo. Y así
engrandece aquí el alma al Padre, Hijo y Espíritu Santo, encareciendo
tres grandes mercedes y bienes que en ella hacen, por haberla
trocado su muerte en vida, transformándola en sí.
La primera es llaga regalada, y ésta atribuye al Espíritu Santo; y por
eso la llama cauterio. La segunda es gusto de vida eterna, y ésta
atribuye al Hijo, y por eso le llama toque delicado. La tercera es
dádiva con que queda muy bien pagada el alma, y ésta atribuye al
Padre, y por eso le llama mano blanda.
Y aunque aquí nombra los tres, por causa de las propiedades de los
efectos, sólo con una habla, diciendo: En vida la has trocado, porque
todos ellos obran en uno, y todo lo atribuye a uno, y todo a todos.
Síguese el verso:
¡Oh cauterio suave!
2. En el libro del Deuteronomio (4, 24) dice Moisés que nuestro Señor
Dios es fuego consumidor, es a saber, fuego de amor; el cual, como
sea de infinita fuerza, inestimablemente puede consumir, y con
grande fuerza abrasando transformar en sí lo que tocare. Pero a cada
uno abrasa como le halla dispuesto: a unos más, a otros menos; y
también cuanto él quiere y cómo y cuando quiere. Y, como él sea
infinito fuego de amor, cuando él quiere tocar al alma algo
apretadamente, es el ardor del alma en tan sumo grado que le parece
al alma que está ardiendo sobre todos los ardores del mundo. Que
por eso a este toque llama cauterio, porque es donde el fuego está
más intenso y reconcentrado y hace mayor efecto de ardor que los
demás ignitos. Y, comoquiera que este fuego divino tenga
transformada en sí la sustancia del alma no solamente siente
cauterio, mas toda ella está hecha un cauterio de vehemente fuego.
3. Y es cosa admirable y digna de contar que, con ser este fuego de
Dios tan vehemente y consumidor, que con mayor facilidad
consumiría mil mundos que el fuego una raspa de lino, no consuma y
acabe los espíritus en que arde; sino que a la medida de su fuerza y
573
ardor los deleite y endiose, ardiendo en ellos suavemente por la
pureza de sus espíritus, como acaeció en los Actos de los Apóstoles
(2, 3), donde viniendo este fuego con grande vehemencia abrasó a
los discípulos: y ellos, como dice san Gregorio, interiormente ardieron
con suavidad. Y eso es lo que dice la Iglesia, diciendo: Vino fuego del
cielo, no quemando, sino resplandeciendo; no consumiendo, sino
alumbrando. Porque en estas comunicaciones, como su fin es
engrandecer al alma, no la aprieta, sino ensánchala; no la fatiga, sino
deléitala y clarifícala y enriquécela; que por eso le llama suave.
4. Y así, la dichosa alma que por grande ventura a este cauterio llega,
todo lo sabe, todo lo gusta, todo lo que quiere hace y se prospera, y
ninguno prevalece delante de ella, ni le toca. Porque ésta es de quien
dice el Apóstol (1 Cor. 2, 15): El espiritual todo lo juzga, y él de
ninguno es juzgado. Et iterum (1 Cor. 2, 10): El espíritu todo lo
rastrea, hasta los profundos de Dios.
5. ¡Oh gran gloria de almas que merecéis llegar a este sumo fuego,
en el cual, pues hay infinita fuerza para os consumir y aniquilar, no
os consumiendo, inmensamente os consuma en gloria! No os
maravilléis que algunas almas las llegue Dios hasta aquí, pues que el
sol en algunas cosas se singulariza en hacer maravillosos efectos; el
cual, como dice el Espíritu Santo, de tres maneras abrasa a los
montes de los justos. Siendo, pues, este cauterio tan suave como
aquí se ha dado a entender, ¡cuán regalada creeremos que será la
que de tal fuego fuere tocada! Que, queriéndolo decir el alma, no lo
dice, sino quédase con el encarecimiento y estimación por este
término "¡oh!", diciendo:
¡Oh regalada llaga!
6. La cual llaga, el mismo cauterio que la cura la hace, y, haciéndola,
la sana; que es en alguna manera semejante al cauterio del fuego
natural, que, cuando le ponen sobre la llaga, hace mayor llaga y hace
que la que antes era llaga causada por hierro o por otra alguna
manera, ya venga a ser llaga de fuego; y si más veces asentase
sobre ella el cauterio, mayor llaga de fuego haría hasta venir a
resolver el sujeto. Y así, este cauterio divino del amor, la llaga que él
hizo, como decimos, de amor en el alma él mismo la cura, y cada vez
que asienta hace mayor llaga de amor; que la cura del amor es llagar
y herir sobre lo llagado y herido, hasta tanto que venga el alma a
resolverse toda en llaga de amor. Y de esta manera, ya toda hecha
una llaga de amor, está toda sana transformada en amor y llagada en
amor. Porque en este caso, el que está más llagado está más sano; y
el que todo llagado, todo sano. Y no por eso, porque esté el alma ya
toda llagada y toda sana, deja el cauterio de hacer su oficio que es
herir de amor; pero entonces ya es regalar la llaga sana, de la
manera que está dicho. Y por eso dice: ¡Oh regalada llaga!; y tanto
más regalada, cuanto ella es hecha por más alto y subido fuego de
amor; porque habiéndola hecho el Espíritu Santo a fin de regalar, y
como su deseo y voluntad de regalar sea grande, grande es la llaga,
por que grandemente sea regalada.
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7. ¡Oh dichosa llaga, hecha por quien no sabe sino sanar! ¡Oh
venturosa y mucho dichosa llaga, pues no fuiste hecha sino para
regalo y deleite del alma. Grande es la llaga, porque grande es el que
la hizo; y grande es su regalo, pues el fuego de amor es infinito, y se
mide según su capacidad. ¡Oh, pues, regalada llaga!, y tanto más
subidamente regalada, cuanto más en el centro íntimo de la sustancia
tocó el cauterio de amor, abrasando todo lo que se pudo abrasar,
para regalar todo lo que se pudo regalar.
Este cauterio y esta llaga es, a mi ver, en el más alto grado que en
este estado puede ser; mas hay otras muchas maneras, que ni llegan
aquí ni son como ésta; porque esto es de toque de Divinidad en el
alma, sin forma ni figura alguna formal ni imaginaria.
8. Mas otra manera de cauterizar el alma suele haber también muy
subida, y es en esta manera: acaecerá que, estando el alma
inflamada en este amor, aunque no esté tan calificada como aquí
habemos dicho (aunque harto conviene que lo esté para lo que aquí
quiero decir), y es que acaecerá que el alma sienta embestir en ella
un serafín con un dardo herbolado de amor encendidísimo,
traspasando esta ascua encendida del alma, o, por mejor decir,
aquella llama, y cauterizarla subidamente; y entonces, en este
cauterizar traspasándola, apresúrase la llama y sube de punto con
vehemencia, al modo que un encendido horno o fragua cuando le
hornaguean y trabucan el fuego se afervora la llama y se aviva el
fuego. Y entonces siente esta llaga el alma en deleite sobre todo
encarecimiento; porque, demás de ser toda removida al
trabucamiento y moción impetuosa de su fuego, en que es grande el
ardor y derretimiento de amor, la herida fina y la yerba, con que
vivamente iba templado el hierro, siente el alma en la sustancia del
espíritu como en el corazón del alma traspasado.
9. Y en este grano de mostaza que parece entonces quedar en mitad
del corazón del espíritu, que es el punto de la herida y lo fino del
deleite, ¿quién podrá hablar como conviene? Siente el alma allí como
un grano de mostaza que se quedó muy mínimo, vivísimo y
encendidísimo: vivo también y encendido en circunferencia enviada
de la sustancia y virtud de aquel punto de la herida, donde está la
sustancia y virtud de la yerba, y difundirse sutilmente por todas las
espirituales y sustanciales venas del alma, según su potencia y fuerza
del ardor. Y siente crecer tanto y convalecer y afinarse el amor, que
parecen en ella mares de fuego que llegan a lo alto y bajo de las
máquinas, llenándolo todo el amor.
10. Y lo que aquí goza el alma no hay más decir sino que allí siente
cuán bien comparado está el reino de los cielos al grano de mostaza
en el Evangelio (Mt. 13, 31), que, por su gran calor, siendo tan
pequeño, crece en árbol grande; porque el alma se ve hecha como un
inmenso fuego de amor, y el punto de la virtud de ello en el corazón
del espíritu.
11. Pocas almas llegan a esto, mas algunas han llegado, mayormente
las de aquellos cuya virtud y espíritu se había de difundir en la
575
sucesión de sus hijos, dando Dios la riqueza y valor a la cabeza,
según había de ser la sucesión de la casa en las primicias del espíritu.
12. Volvamos, pues, a la obra que hace aquel serafín, que
verdaderamente es llagar y herir. Y así, si alguna vez se da licencia
para que salga algún efecto afuera al sentido corporal al modo que
hirió dentro, sale fuera la herida y llaga, como acaeció cuando el
serafín llagó al santo Francisco, que llagandole en el alma de amor,
en aquella manera salió el efecto de las llagas afuera. Porque Dios
ninguna merced hace al cuerpo que principalmente no la haga
primero en el alma. Y entonces, cuanto mayor es el deleite y fuerza
de amor que causa la llaga de dentro, tanto mayor es el dolor de la
llaga de fuera; y, creciendo lo uno, crece lo otro. Lo cual acaece así,
que, por estar estas almas purgadas y fuertes en Dios, esles deleite
en el espíritu fuerte y sano lo fuerte y dulce de Dios, que a su flaca y
corruptible carne causa dolor y tormento; y así, es cosa maravillosa
sentir crecer el dolor con el sabor. La cual maravilla echó bien de ver
Job (10, 16) en sus llagas, cuando dijo a Dios: Volviéndote a mí,
maravillosamente me atormentas. Porque maravilla grande es y cosa
digna de la abundancia de Dios y de la dulzura que tiene escondida
para los que le temen (Sal. 30, 20), hacer tanto más sabor y deleite
cuanto más dolor y tormento se siente.
13. ¡Oh grandeza inmensa que en todo te muestras omnipotente!
¿Quién pudiera, Señor, hacer dulzura en medio de lo amargo, y en el
tormento sabor! ¡Oh, pues, regalada llaga!, pues tanto más te
regalan cuanto más crece tu herida.
Pero cuando el llagar es en el alma, sin que se comunique fuera,
puede ser muy más intenso y más subido; porque, como quiera que
la carne sea freno del espíritu, cuando los bienes de él se comunican
a ella, tira la rienda ella, y enfrena la boca a este ligero caballo, y
apágale su gran brío; porque el cuerpo como entonces se corrompe,
agrava al alma, y el uso de vida en él oprime el sentido espiritual
cuando comprehende muchas cosas (Sab. 9, 15). Por tanto, el que se
quiere arrimar mucho al sentido corporal, no será muy espiritual.
14. Esto digo para los que piensan que a pura fuerza y operación del
sentido, que es bajo, pueden venir a llegar a las fuerzas y a la alteza
del espíritu, a que no se llega sino el sentido corporal quedándose
afuera.
Porque otra cosa es cuando del espíritu se deriva efecto de
sentimiento en el sentido, porque en esto puede haber mucho
espíritu, como en san Pablo, que, del gran sentimiento que tenía a los
dolores de Cristo, le redundaba en el cuerpo, como él da a entender a
los de Galacia (6, 17), diciendo: Yo en mi cuerpo traigo las heridas
del Señor Jesús.
Luego, pues que tal es la llaga y el cauterio. ¿cuál será la mano que
entiende en esta obra, y cuál el toque que la causa? El alma lo
muestra, exagerándolo y no declarándolo, en el verso siguiente,
diciendo:
¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado!
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15. ¡Oh mano, que, siendo tú tan generosa cuanto poderosa y rica,
rica y poderosamente me das las dádivas! ¡Oh mano blanda, tanto
más blanda para esta alma, asentándola blandamente, cuanto si
asentases algo pesadamente hundiría todo el mundo; pues de sólo tu
mirar la tierra se estremece (Sal. 103, 32), y las gentes se desatan y
los montes se desmenuzan! (Hab. 3, 6). ¡Oh, pues, otra vez blanda
mano, pues así como fuiste dura y rigurosa para Job (19, 21), porque
le tocaste tan mala vez ásperamente, asentando tú sobre mi alma
muy asiento amigable y suave que fuiste para él dura, cuanto más de
asiento me tocas con amor dulce que a él le tocaste con rigor! Porque
tú matas y tú das vida, y no hay quien huya de tu mano (Dt. 32, 39).
Mas tú, ¡Oh divina vida!, nunca matas si no es para dar vida, así
como nunca llagas si no es para sanar. Llagásteme para sanarme,
¡Oh divina mano!, y mataste en mi lo que me tenía muerta sin la vida
de Dios, en que ahora me veo vivir. Y esto hiciste tú con la liberalidad
de tu general gracia para conmigo en el toque con que me tocaste del
resplandor de tu gloria y figura de tu sustancia (Hb. 1, 3), que es tu
Unigénito Hijo; en el cual, siendo él tu Sabiduría, tocas fuertemente
desde un fin hasta otro fin por su limpieza (Sab. 7, 24).
16. ¡Oh, pues, tú, toque delicado, Verbo Hijo de Dios, que por la
delicadez de tu ser divino penetras sutilmente la sustancia de mi
alma, y, tocándola toda delicadamente, la absorbes toda a ti en
divinos modos de suavidades nunca oídas en la tierra de Canaán, ni
vistas en Temán (Bar. 3, 22)! ¡Oh, pues, mucho y en grande manera
mucho delicado toque del Verbo para mí, cuanto, habiendo
transtornado los montes y quebrantado las piedras en el monte Horeb
con la sobra de su poder y fuerza que iba adelante, te diste a sentir al
profeta en silbo de aire delgado (3 Re. 19, 11-12)! ¡Oh aire delgado!;
como eres aire delgado y delicado, di, ¿cómo tocas delgada y
delicadamente, siendo tan terrible y poderoso?
17. ¡Oh dichosa y mucho dichosa el alma a quien tocares
delgadamente, siendo tan terrible y poderoso! Dilo al mundo, mas no
lo digas al mundo, porque no sabe de aire delgado el mundo, y no te
sentirá, porque no te puede recibir ni te puede ver (Jn. 14, 17), ¡Oh,
Dios mío y vida mía!, sino aquellos te sentirán y verán en tu toque
que se pusieren en delgado, con viniendo delgado con delgado; a
quien tanto más delgadamente tocas, cuanto estando tú escondido en
la ya adelgazada y pulida sustancia de su alma, enajenados ellos de
toda criatura y de todo rastro de ella, los escondes a ellos en el
escondrijo de tu rostro, que es tu divino Hijo, escondidos, de la
conturbación de los hombres (Sal. 30, 21).
¡Oh, pues, otra vez y muchas veces delicado toque, pues que con la
fuerza de tu delicadez deshaces al alma y apartas de todos los demás
toques y la adjudicas sólo para en ti, y tan delicado efecto y dejo
dejas en el alma, que todo otro toque de todas las demás cosas altas
y bajas le parezca grosero y bastardo si al alma toca, y la ofenda aun
el mirarle y le sea pena y grave tormento tratarle y tocarle!
577
18. Tanto más ancha y capaz es la cosa, cuanto más delgada; y tanto
más difusiva y comunicativa es, cuanto es más delicada. ¡Oh, pues,
toque delicado, que tanto más te infundes cuanto tú eres más
delicado, y el vaso de mi alma ya por tu toque tiene más de sencillo,
puro, delgado y capaz! ¡Oh, pues, toque delicado, y tan delicado que
no sintiéndose en el toque bulto alguno, tocas tanto más al alma, y
tanto mis adentro tocándola la endivinas, cuanto tu divino ser con
que tocas está ajeno de modo y manera y libre de toda corteza de
forma y figura! ¡Oh, pues, finalmente, toque delicado y muy
delicado!, pues no le haces en el alma sino con tu simplicísimo y
sencillísimo ser, que, como es infinito, infinitamente es delicado: y
por eso
que a vida eterna sabe.
19. Que, aunque no en perfecto grado, es en efecto cierto sabor de
vida eterna, como arriba queda dicho, que se gusta en este toque de
Dios. Y no es increíble que sea así, creyendo, como se ha de creer,
que este toque es toque de sustancia de Dios en sustancia del alma,
al cual en esta vida han llegado muchos santos. De donde la
delicadez del deleite que en este toque se siente es posible decirse; ni
yo querría hablar en ello, porque no se entienda que aquello no es
más de lo que se dice, que no hay vocablos para declarar y nombrar
cosas tan subidas de Dios, como en estas almas pasan; de las cuales
el propio lenguaje es entenderlo para sí y sentirlo y gozarlo y callarlo
el que lo tiene. Porque echa de ver el alma aquí en cierta manera ser
estas cosas como el cálculo que dice san Juan (Ap. 2, 17) que se
daría al que venciese, y en el cálculo un nombre escrito, que ninguno
le sabe sino el que le recibe; y así sólo se puede decir y con verdad,
que a vida eterna sabe.
Que, aunque en esta vida no se goza perfectamente como en la
gloria, con todo eso, este toque, por ser toque de Dios, a vida eterna
sabe. Y así, gusta el alma aquí de todas las cosas de Dios,
comunicándosele fortaleza, sabiduría y amor, hermosura y gracia y
bondad, etc. Que, como Dios sea todas estas cosas, gústalas el alma
en un solo toque de Dios, y así el alma según sus potencia y su
sustancia goza.
20. Y de este bien del alma a veces redunda en el cuerpo por la unión
del espíritu, y goza toda la sustancia sensitiva y todos los miembros y
huesos y médulas, no tan remisamente como comúnmente suele
acaecer, sino con sentimiento de grande deleite y gloria, que se
siente hasta los últimos artejos de pies y manos. Y siente el cuerpo
tanta gloria en la del alma, que en su manera engrandece a Dios,
sintiéndole en sus huesos, conforme aquello que David dice (Sal. 34,
10): Todos mis huesos dirán: Dios, ¿quien habrá semejante a ti?
Y porque todo lo que de esto se puede decir es menos, por esto baste
decir, así de lo corporal, como de lo espiritual: que a vida eterna
sabe,
y toda deuda paga.
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21. En lo cual nos conviene aquí declarar qué deudas son éstas de
que el alma aquí se siente pagada. Y es de saber que las almas que a
este alto reino llegan, comúnmente han pasado por muchos trabajos
y tribulaciones; porque por muchas tribulaciones conviene entrar en
el reino de los cielos (Act. 14, 21); las cuales ya son pasadas en este
estado, porque de aquí adelante no padece.
Lo que padecen los que a unión de Dios han de llegar, son trabajos y
tentaciones de muchas maneras en el sentido, y trabajos y
tribulaciones y tentaciones y tinieblas y aprietos en el espíritu, para
que se haga la purgación de entrambas estas dos partes, según lo
dijimos en la declaración del cuarto verso de la primera canción.
Y la razón de estos trabajos es porque los deleites y noticia de Dios
no pueden asentar bien en el alma si no es el sentido y el espíritu
bien purgado y macizado y adelgazado. Y, porque los trabajos y
penitencias purifican y adelgazan el sentido y las tribulaciones y
tentaciones y tinieblas y aprietos adelgazan y disponen el espíritu,
por ello conviene pasar para transformarse en Dios, como a los que
allá le han de ver, por el purgatorio, unos más intensamente, otros
menos; unos más tiempo, otros menos, según los grados de unión a
que Dios los quisiere levantar y lo que ellos tuvieren que purgar.
22. Por estos trabajos, en que Dios al alma y sentido pone, va ella
cobrando virtudes y fuerza y perfección con amargura, porque la
virtud en la flaqueza se perfecciona (2 Cor. 12, 9), y en el ejercicio de
pasiones se labra. Porque no puede servir el hierro en la inteligencia
del artífice si no es por fuego y martillo, en lo cual el hierro padece
detrimento acerca de lo que antes era. Que de esa manera dice
Jeremías (Lm, 1, 13) que le enseñó Dios, diciendo: Envió fuego en
mis huesos y enseñóme. Y también dice (Jr. 31, 18) del martillo:
Castigásteme, Señor, y quedé enseñado y docto. Por lo cual dice el
Eclesiástico (Ec. 34, 9, 11): El que no es tentado, ¿qué sabe y qué
cosa puede conocer?
23. Y aquí nos conviene notar por qué son tan pocos los que llegan a
este alto estado. En lo cual es de saber, que no es porque Dios quiere
que haya pocos de estos espíritus levantados, que antes querría que
todos los fuesen, sino que halla pocos vasos en quien hacer tan alta y
subida obra; que, como los prueba en lo menos y los halla flacos, de
suerte que luego huyen de la labor, no queriendo sujetarse al menor
desconsuelo ni mortificación, obrando con maciza paciencia, de aquí
es que, no hallándolos fuertes en la merced que les hacía en
comenzar a desbastarlos, no vaya adelante en purificarlos y
levantarlos del polvo de la tierra, para lo cual era menester mayor
fortaleza y constancia.
Y así, a estos que querrían pasar más adelante, no pudiendo sufrir lo
que es menos ni sujetarse a ellos, se les puede responder lo que dice
Jeremías (12, 5), diciendo: Si, corriendo tú con los que iban a pie,
trabajaste, ¿cómo podrás atener con los caballos? Y, como hayas
tenido quietud en la tierra de paz, ¿qué harás en la soberbia del
Jordán? Lo cual es como si dijera: Si con los trabajos que a pie llano,
579
ordinaria y sumamente acaecen a todos los vivientes, tenías tú tan
corto paso que corrías y lo tuviste por trabajo, ¿cómo podrás igualar
con el paso de caballo, que es ya de salir de ordinarios trabajos y
comunes a otros de mayor fuerza y ligereza? Y si tú no has querido
armar guerra contra la paz y gusto de tu tierra, que es tu sensualidad
sino que te quieres estar quieto y consolado en ella, ¿qué harás en la
soberbia del Jordán; esto es, cómo llevarías las impetuosas aguas de
tribulaciones y trabajos del espíritu, que son de más adentro?
24. ¡Oh almas que os queréis andar seguras y consoladas! Si
supiésedes cuánto os conviene padecer sufriendo para venir a eso, y
de cuánto provecho es el padecer y la mortificación para venir a altos
bienes, en ninguna manera buscaríades consuelo ni de Dios ni de las
criaturas: mas antes llevaríades la cruz en hiel y vinagre puro, y lo
habríades a gran dicha, viendo que muriendo así al mundo y a
vosotros mismos, viviríades a Dios en deleites de espíritu y, sufriendo
con paciencia lo exterior, mereceríades que pusiese Dios los ojos en
vosotros para purgaros y limpiaros más adentro por algunos trabajos
espirituales más de adentro.
Porque muchos servicios han de haber hecho a Dios, y mucha
paciencia han de haber tenido por él y constancia, y muy aceptos han
de ser delante de él en su vida a los que él ha de hacer tan señalada
merced de tentarlos más adentro, como leemos del santo Tobías
(Tob. 12, 13), a quien dijo san Rafael: Que, porque había sido acepto
a Dios, le había hecho aquella merced de enviarle la tentación que le
probase más, para darle más. Y así, todo lo que le quedó de vida
después de ella, dice la Escritura (14, 4), que lo tuvo en gozo. Y ni
más ni menos vemos en Job que, en aceptándole que le aceptó
delante los espíritus buenos y malos por siervo suyo, luego le hizo
merced de enviarle aquellos duros trabajos para engrandecerle
después, como lo hizo mucho más que antes, en lo espiritual y
temporal (Job 1, 2; 42, 12).
25. Así hace Dios a los que quiere aventajar según la ventaja más
principal, que los hace tentar hasta donde se puede llegar, para
endiosarlos todo lo que se pueden endiosar, dándoles la unión en su
Sabiduría, que es el más alto estado, y purgándolos primero en esta
Sabiduría todo lo que se pueden purgar según lo nota David (Sal. 11,
7), diciendo que la sabiduría del Señor es plata examinada con fuego,
probada en la tierra de nuestra carne, y purgada siete veces, que es
lo más que puede ser. Y no hay aquí para qué detenernos más
diciendo cómo es en cada purgación de estas siete para venir a este
eloquio de Dios, que todavía acá nos es como plata aunque más sea,
mas allá nos será como oro.
26. Pero conviénele al alma mucho estar con grande constancia y
paciencia en estas tribulaciones y trabajos de afuera y de dentro,
espirituales y corporales, mayores y menores, tomándolo todo como
de mano de Dios para su bien y remedio, no huyendo de ellos, pues
son sanidad para el alma, como se lo aconseja el Sabio (Ecle. 10, 4),
diciendo: Si el espíritu del que es poderoso descendiere sobre ti, no
580
dejes tu lugar (esto es, el lugar y puesto de tu curación, que es aquel
trabajo); porque la curación, dice, hará cesar grandes pecados, esto
es, cortarte ha el hilo de tus pecados e imperfecciones, que es el mal
hábito, para que no vayan adelante. Y así, los aprietos interiores y
trabajos apagan y purifican los hábitos imperfectos y malos del alma.
Por lo cual, lo ha de entender en mucho cuando el Señor enviare
trabajos interiores, entendiendo que son pocos los que merecen
padecer por este fin de tan alto estado de venir a ser consumados por
pasiones.
27. Pues como el alma aquí se acuerda que se le pagan aquí muy
bien todos sus pasados trabajos, porque ya sicut tenebrae eius, ita et
lumen eius (Sal. 138, 12), y que, como fue participante de las
tribulaciones, lo es ahora de las consolaciones; y que a todos los
trabajos interiores y exteriores la hace muy bien respondido con
bienes divinos del alma y del cuerpo, sin haber trabajo que no tenga
su correspondencia de grande galardón, confiésalo como ya bien
satisfecha en este su verso diciendo: Y toda deuda paga. Como hizo
también David en el suyo (Sal. 70, 20-21), diciendo: ¡Cuántas
tribulaciones me mostraste muchas y malas, y de todas ellas me
libraste, y de los abismos de la tierra otra vez me sacaste;
multiplicaste tu magnificencia, y volviéndote a mí me consolaste!
Y así esta alma, que antes estaba fuera a las puertas del palacio,
como Mardoqueo (Ester passim), llorando en las plazas de Susán el
peligro de su vida, vestida de la reina Esther, ni habiendo recibido
ninguna merced ni galardón por sus servicios que había hecho al rey,
y la fe que había tenido en mirar por la honra y vida del rey, en un
día le pagan sus trabajos y servicios, haciéndola no solamente entrar
en el palacio y que esté delante del rey vestida con vestiduras reales,
sino que también se le ponga la corona y el cetro y silla real con
posesión del anillo del rey, para que todo lo que quisiere haga, y lo
que no quisiere no haga en el reino de su Esposo; porque los de este
estado todo lo que quieren alcanzan. De toda deuda queda muy bien
pagada, muertos ya sus enemigos de los apetitos que le andaban
queriendo quitar la vida, y ya viviendo en Dios. Que por eso dice ella
luego:
Matando, muerte en vida la has trocado.
28. La muerte no es otra cosa sino privación de la vida, porque en
viniendo la vida, no queda rastro de muerte. Acerca de lo espiritual,
dos maneras hay de vida: una es beatífica, que consiste en ver a
Dios, y esta se ha de alcanzar por muerte natural y corporal, como
dice san Pablo (2 Cor. 5, 1), diciendo: Sabemos que, si esta nuestra
casa de barro se desatare, tenemos morada de Dios en los cielos. La
otra es vida espiritual perfecta, que es posesión de Dios por unión de
amor, y ésta se alcanza por la mortificación de todos los vicios y
apetitos y, de su misma naturaleza, totalmente; y hasta tanto que
esto se haga, no se puede llegar a la perfección de esta vida
espiritual de unión con Dios, según también lo dice el Apóstol (Rom.
8, 13) por estas palabras, diciendo: Si viviéredes según la carne,
581
moriréis; pero si con el espíritu mortificáredes los hechos de la carne,
viviréis.
29. De donde es de saber que lo que aquí el alma llama muerte es
todo el hombre viejo, que es el uso de las potencias, memoria,
entendimiento y voluntad, ocupado y empleado en cosas del siglo, y
los apetitos en gustos de criaturas. Todo lo cual es ejercicio de vida
vieja, la cual es muerte de la nueva, que es la espiritual. En la cual
podrá vivir el alma perfectamente si no muriere también
perfectamente al hombre viejo, como el Apóstol lo amonesta (Ef. 4,
22-24), diciendo que desnuden al hombre viejo y se vistan el hombre
nuevo, que según Dios es criado en justicia y santidad. En la cual
vida, cuando ha llegado a la perfección de unión con Dios, como aquí
vamos tratando, todos los apetitos del alma y sus potencias y las
operaciones de ellas, que eran de suyo operaciones de muerte y
privación de la vida espiritual, se truecan en divina.
30. Y, como quiera que cada viviente viva por su operación, como
dicen los filósofos, teniendo sus operaciones en Dios, por la unión que
tiene con Dios, el alma vive vida de Dios y se ha trocado su muerte
en vida.
Porque el entendimiento, que antes de esta unión naturalmente
entendía con la fuerza y vigor de su lumbre natural, ya es movido e
informado de otro principio de lumbre sobrenatural de Dios y se ha
trocado en divino, porque su entendimiento y el de Dios es todo uno.
Y la voluntad, que antes amaba muertamente, sólo con su afecto
natural bajamente, ahora ya se ha trocado en vida de amor divino,
porque ama altamente con afecto divino, movida del Espíritu Santo,
en que ya vive, porque la de él y la de ella solamente es una
voluntad.
Y la memoria que de suyo percibía sólo las formas y figuras de
criaturas, es trocada en tener en la mente los años eternos (Sal. 76,
6).
Y el apetito, que solo gustaba el majar de criatura que obraba
muerte, ahora es trocado en gusto y sabor de manjar divino, movida
ya de otro principio donde está más a lo vivo, que es el deleite de
Dios, y ya sólo es apetito de Dios.
Y finalmente, todos los movimientos y operaciones que antes tenía el
alma del principio de su vida natural, ya en esta unión son trocados
en movimientos de Dios. Porque el alma en todo, como ya verdadera
hija de Dios, es movida del espíritu de Dios, como dice san Pablo
(Rom. 8, 14), que los que son movidos por el espíritu de Dios, son
hijos de Dios.
De manera que ya el entendimiento del alma es el entendimiento de
Dios; y la voluntad es voluntad de Dios; y la memoria, memoria de
Dios; y el deleite es deleite de Dios; y la sustancia de su alma,
aunque no es sustancia de Dios, porque no puede convertirse en él,
pero, estando unida con él y absorta en él, es Dios por participación
de Dios; lo cual acaece en este estado perfecto de vida espiritual,
582
aunque no tan perfectamente como en la otra. Y de esta manera:
matando, muerte en vida la has trocado.
Y por eso puede aquí decir el alma con mucha razón con san Pablo
(Gl. 2, 20): Vivo, ya no yo, mas vive en mí Cristo. Y así, se trueca la
muerte de esta alma en vida de Dios, absorbida el alma en la vida,
porque en ella se cumpla el dicho también del Apóstol (1 Cor. 15,
54): Absorta está la muerte en victoria. Y también el de Oseas
profeta (13, 14), que dice: ¡Oh muerte! yo seré tu muerte, dice Dios.
31. De esta manera está absorta el alma en vida, ajenada de todo lo
que es secular y temporal, y libre de lo natural desordenado,
introducida en las celdas del Rey, donde se goza y alegra en su
Amado, acordándose de sus pechos sobre el vino y diciendo: Morena
soy, mas hermosa, hijas de Jerusalén (Ct. 1, 3-4); porque mi negrura
natural se trocó en hermosura del rey celestial.
¡Oh, pues, cauterio de fuego, que abrasas infinitamente sobre todos
los fuegos; y cuanto más me abrasas más suave me eres! Y ¡oh
regalada llaga, más regalada salud para mí que todas las saludes y
deleites del mundo! Y ¡oh mano blanda, infinitamente sobre todas las
blanduras blanda, tanto para mí más blanda, cuanto más asientas y
aprietas! Y ¡oh toque delicado, cuya delicadeza es más sutil y más
curiosa que todas las sutilezas y hermosuras de las criaturas con
infinito exceso, y más dulce y sabroso que la miel y que el panal,
pues que sabes a vida eterna, que tanto me la das a gustar cuanto
más íntimamente me tocas, y más precioso infinitamente que el oro y
las piedras preciosas, pues pagas deudas que con todo el resto no se
pagaran, porque tú vuelves la muerte en vida admirablemente!
32. En este estado de vida tan perfecta siempre el alma anda como
de fiesta, y trae en su paladar un júbilo de Dios grande y como un
cantar nuevo siempre nuevo, envuelto en alegría y amor, y en
conocimiento de su alto estado. A veces anda con gozo, diciendo en
su espíritu aquellas palabras de Job (Jb. 29, 20) que dicen: Mi gloria
siempre se innovará y como palma multiplicaré los días, que es como
decir: Dios, que, permaneciendo en sí siempre de una manera, todas
las cosas innova, como dice el Sabio (Sab. 7, 27) estando ya siempre
unido en mi gloria, siempre innovará mi gloria, esto es, no la dejará
volver a vieja, como antes lo era; y multiplicaré los días, esto es, mis
merecimientos hacia el cielo, como la palma sus enhiestas.
Y todo lo que David dice en el Salmo 29 anda cantando a Dios entre
sí, particularmente aquellos dos versos postreros (12-13) que dicen:
Convertiste mi llanto en gozo para mí, rompiste mi saco, y
cercásteme de alegría para que te cante mi gloria y ya no sea
compungida (porque aquí ninguna pena le llega). Señor Dios mio,
para siempre te alabaré. Porque el alma siente a Dios aquí tan solícito
en regalarla, y con tan preciosas y delicadas y encarecidas palabras
engrandeciéndola, haciéndola unas y otras mercedes, que la parece
que no tiene otra en el mundo a quien regalar, ni otra cosa en que se
emplear, sino que él todo es para ella sola. Y sintiéndolo así, así lo
583
confiesa en los Cantares (2, 16), diciendo: Mi Amado para mí, y yo
para él.
Inicio --------------------------------------------
-------------------------------
CANCIÓN 3ª [San Juan de la Cruz LLAMA DE AMOR VIVAA
Indice]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LAS OBRAS COMPLETAS DE SAN JUAN DE LA CRUZ
ÍNDICE DE LA LLAMA DE AMOR VIVA A
---------------------------------------------------------------------------
CANCIÓN 3ª
¡Oh lámparas de fuego, en cuyos resplandores las profundas
cavernas del sentido que estaba oscuro y ciego, con extraños
primores calor y luz dan junto a su Querido!
DECLARACIÓN
1. Dios sea servido de dar aquí su favor, que cierto es menester
mucho, para declarar la profundidad de esta canción, y aun harta
advertencia del que la fuere leyendo, que, si no tiene experiencia,
quizás le será algo oscuro, como si por ventura la tuviere, le sería
claro y gustoso.
En esta canción íntima el alma agradece a su esposo las grandes
mercedes que de la unión con él recibe, dándole por medio de ella
grandes y muchas noticias de sí mismo, con las cuales alumbradas y
enamoradas las potencias y sentido de su alma, que antes de esta
unión estaba oscuro y ciego de otros amores, puedan ya estar
esclarecidas, como lo están y con calor de amor para poder dar luz y
amor al que las encendió y enamoró, infundiendo en ellas dones tan
divinos. Porque el amante verdadero entonces está contento, cuando
todo lo que él es y vale puede valer, y lo que tiene y puede tener, lo
emplea en el amado; y cuando ello más es, más gusto recibe en
darlo. Cuanto a lo primero, es de saber que las lámparas tienen dos
propiedades, que son lucir y arder. Síguese el verso:
Oh lámparas de fuego!
2. Para entender este verso es de saber que Dios, en su único y
simple ser, es todas las virtudes y grandezas de sus atributos: porque
es omnipotente, es sabio, es bueno, es misericordioso, es justo, es
fuerte, es amoroso y otros infinitos atributos y virtudes que de él no
conocemos acá. Y, siendo él todas estas cosas, estando él unido con
el alma, cuando él tiene por bien de abrirle la noticia, echa ella de ver
en él todas estas virtudes y grandezas clara y distintamente,
conviene saber: omnipotencia, bondad, sabiduría, justicia,
misericordia, etc., todas en único y simple ser. Y como cada una de
estas cosas sea el mismo ser de Dios en un solo supuesto suyo, que
es el Padre, o el Hijo, o el Espíritu Santo, siendo cada atributo de
éstos el mismo Dios, siendo Dios infinita luz infinito fuego divino,
como arriba queda dicho, de aquí es que en cada uno de esos
atributos (que, como decimos, son innumerables) y virtudes suyas
luzca y arda como Dios.
584
3. Y así, según estas noticias que el alma tiene allí de Dios, distintas
en un solo acto actualmente, le es al alma el mismo Dios muchas
lámparas, que distintamente le lucen a alma pues de cada una tiene
noticia y le dan calor de amor, cada una en su manera y todas ellas
en un simple ser, como decimos. Y todas ellas son una lámpara, que
es el Verbo, el cual, como dice san Pablo (Hb. 1, 3) es resplandor de
la gloria del Padre; a cual lámpara es todas estas lámparas, porque
luce y arde de todas estas maneras. Lo cual echa de ver el alma, que
le es muchas lámparas esta sola lámpara; porque, como ella sea una,
todas las cosas puede, y todas las virtudes tiene, y todos los espíritus
coge, etc. (Sab. 7, 27). Y así, en un acto luce y arde según todas sus
grandezas y virtudes, podemos decir, de muchas maneras en una
manera: porque luce y arde como omnipotente, y luce y arde como
sabio, y luce y arde como bueno, y luce y arde como fuerte, como
justo, como verdadero y como las demás virtudes y condiciones
divinas que hay en él, dando al alma inteligencia y amor de sí, según
todas ellas distintamente y según cada una. Porque, comunicándose
él, siendo él todas ellas, y cada una de ellas, da al alma luz y amor
divino según todas ellas, y según cada una de ellas; porque el fuego
dondequiera que se aplique y en cualquier efecto que haga, de su
calor y resplandor, pues siempre así es de una manera.
Porque el resplandor que le da esta lámpara en cuanto omnipotencia,
le hace al alma luz y calor de amor de Dios en cuanto es
omnipotente, y, según esto, ya Dios le es lámpara de omnipotencia
que le luce y arde según este atributo. Y el resplandor que le da esta
lámpara en cuanto es sabiduría, le hace calor de amor de Dios en
cuanto es sabio, y, según esto, ya Dios le es lámpara de sabiduría. Y
el resplandor que le da esta lámpara de Dios en cuanto es bondad, le
hace calor de amor de Dios en cuanto es bueno, y, según esto, ya le
es Dios lámpara de bondad. Y, ni más ni menos, le es lámpara de
justicia y de fortaleza y de misericordia, porque la luz que le da de
cada uno de estos atributos y de todos los demás, hace al alma
juntamente calor de amor de Dios en cuanto es tal. Y así, Dios le es
al alma en esta alta comunicación y muestras que, a mi ver, es la
mayor que se le puede hacer en esta vida, innumerables lámparas
que la dan luz y amor.
4. Estas lámparas le lucieron bien a Moisés (Ex. 34, 6-7) en el monte
Sinaí, donde, pasando Dios delante de él, apresuradamente se postró
en la tierra y dijo algunas grandezas de las que en él vio; y amándole
según aquellas cosas que había visto, las dijo distintamente,
diciendo: Emperador, Señor, Dios, misericordioso, clemente,
paciente, de mucha miseración, verdadero, que guardas misericordia
en millares, que quitas los pecados y maldades y delitos, que eres tan
justo que ninguno hay inocente de suyo delante de ti. En lo cual se ve
que Moisés, los más atributos y virtudes que allí conoció y amó
fueron los de la omnipotencia, señorío, deidad y misericordia y
justicia y verdad y rectitud de Dios, que fue altísimo conocimiento y
subidísimo deleite de amor.
585
5. De donde es de notar que el deleite y robamiento de amor que el
alma recibe en el fuego de la luz de estas lámparas es admirable, es
inmenso, es tan copioso como de muchas lámparas, que cada una
quema de amor, ayudando el ardor de la una al ardor de la otra, y la
llama de una a la llama de la otra; así como la luz de la una da luz de
la otra, y todas hechas una luz y fuego, y cada una un fuego, y el
alma inmensamente absorta en delicadas llamas, llagada sutilmente
en cada una de ellas, y en todas ellas más llagada y más sutilmente
llagada, en amor de vida, echando ella muy bien de ver que aquel
amor es de vida eterna, la cual es juntura de todos los bienes,
conociendo bien allí el alma la verdad del dicho del Esposo en los
Cantares (8, 6) que dijo que las lámparas del amor eran lámparas de
fuego y de llamas. ¡Hermosa eres en tus pisadas y calzado, oh hija
del príncipe! (Ct. 7, 1). ¿Quién podrá contar la magnificencia y
extrañez de tu deleite en el amor de tus lámparas y admirable
resplandor? Porque si una sola lámpara de éstas que pasó delante de
Abraham le causó grande horror tenebroso, pasando Dios por una
noticia de justicia rigurosa que había de hacer de los cananeos (Gn.
15, 12-17), toda estas lámparas de noticias de Dios que amigable y
amorosamente te lucen a ti, ¿cuánta más luz y deleite de amor te
causarán que causó aquella sola de horror y tiniebla en Abraham? ¿Y
cuánto y cuán aventajado, y de cuántas maneras será tu luz y
deleite, pues en todas y de todas éstas sientes que te da su fruición y
amor, amándote según sus virtudes y atributos y condiciones?
6. Porque el que ama y hace bien a otro,según su condición y sus
propiedades le ama y le hace bien; y así tu Esposo en ti, siendo
omnipotente, date y ámate con omnipotencia; y, siendo sabio,
sientes que te ama con sabiduría; siendo él bueno, sientes que te
alma con bondad; siendo santo, sientes que te ama con santidad;
siendo él justo, sientes que te ama justamente; siendo él
misericordioso, sientes que te ama con misericordia siendo el piadoso
y clemente, sientes que te ama con mansedumbre y clemencia;
siendo él fuerte y subido y delicado ser, sientes que te ama fuerte y
subida y delicadamente; y como él sea limpio y puro, sientes que con
pureza y limpieza te ama; y como él sea verdadero, sientes que te
ama de veras; y como él sea liberal, sientes también que te ama con
liberalidad, sin algún interés, no más de por hacerte bien; y como él
sea la virtud de la suma humildad, con suma humildad te ama y con
suma estimación, igualándose contigo, e igualándote consigo,
mostrándote en estas vías alegremente con esto su rostro lleno de
gracias, y diciéndote: Yo soy tuyo y para ti, y gusto de ser tal cual
soy para darme a ti, y por ser tuyo.
7. ¿Quién dirá, pues, lo que tú sientes, ¡oh dichosa alma!, viéndote
así amada y con tal estimación engrandecida? Tu vientre, que es tu
voluntad, diremos que es como el montón de trigo que está cubierto
y cercado de lirios (Ct. 7, 2), porque en esos granos de pan de vida
que tú juntamente estas gustando los lirios de las virtudes que te
cercan, te están deleitando. Porque estas hijas del rey, que son estas
586
virtudes, de la fragancia de sus especies aromáticas, que son las
noticias que te da, te están deleitando admirablemente (Sal. 44,
9-10), y en ellas estás tú tan engolfada e infundida, que eres también
el pozo de las aguas vivas que corren con ímpetu del monte Líbano
(Ct. 4, 15), que es Dios. En lo cual eres maravillosamente letificada
según toda la armonía de tu alma y aun de tu cuerpo, porque se
cumpla también en ti el dicho del salmo (45, 5) que dice: El ímpetu
del río letifica la ciudad de Dios.
8. ¡Oh admirable cosa, que a este tiempo está el alma rebosando
aguas divinas, que en ella él las revertía como una abundosa fuente
que por todas partes rebosa aguas! Porque aunque es verdad que
esta comunicación es luz y fuego de estas lámparas de Dios, es este
fuego aquí, como habemos dicho, tan suave, que, con ser fuego
inmenso, es como aguas de vida que hartan la sed del espíritu con el
ímpetu que desea. Y así, aunque son lámparas de fuego, son aguas
vivas del espíritu, como también las que vinieron sobre los Apóstoles
(Act. 2, 3), que, aunque eran lámparas de fuego, también eran aguas
puras y limpias, porque así las llamó el profeta Ezequiel (36, 25-26)
cuando profetizó aquella venida del Espíritu Santo, diciendo:
Infundiré, dice allí Dios, sobre vosotros agua limpia, y pondré mi
espíritu en medio de vosotros.
Y así, aunque es fuego, también es agua; porque es figurado por el
fuego que escondió Jeremías, que era del sacrificio, el cual en cuanto
estuvo escondido era agua, y cuando de fuera servía de sacrificar era
fuego (2 Mac. 1, 20-22; 2, 1-2). Y así, este espíritu de Dios, en
cuanto está escondido en las venas del alma, está como agua suave y
deleitable, hartando la sed del espíritu en la sustancia del alma; y en
cuanto se ejercita en sacrificio de amar, es llamas vivas de fuego,
que son las lámparas del acto de la dilección que decíamos que dice
el Esposo en los Cantares (8, 6), diciendo: Sus lámparas son
lámparas de fuego y de llamas. Las cuales el alma aquí así las llama,
porque no sólo las gusta como aguas de sabiduría en sí, sino también
como fuego de amor, en acto de, amor, diciendo: ¡Oh lámparas de
fuego!
Y todo lo que se puede en este caso decir es menos de lo que hay; si
se advierte que el alma está transformada en Dios, se entenderá en
alguna manera cómo es verdad que está hecha fuente de aguas
vivas, ardientes y fervientes en fuego de amor, que es Dios.
En cuyos resplandores.
9. Ya queda dado a entender que estos resplandores son las
comunicaciones de estas divinas lámparas, en las cuales el alma
unida resplandece con sus potencias, memoria, entendimiento y
voluntad, ya esclarecidas y unidas en estas noticias amorosas. Lo
cual se ha de entender que esta ilustración de resplandores no es
como hace la llama material cuando con sus llamaradas alumbra y
calienta las cosas que están fuera de ella, sino como las que están
dentro de ella, como lo está aquí el alma. Que por eso dice: En cuyos
resplandores, que es decir, dentro, no cerca, sino dentro de sus
587
resplandores, en las llamas de las lámparas, transformada el alma en
llama. Y así, diremos que es como el aire que está dentro de la llama
encendido y transformado en fuego, porque la llama no es otra cosa
sino aire inflamado, y los movimientos que hace aquella llama ni son
sólo de aire, ni son sólo de fuego, sino junto de aire y fuego, y el
fuego hace arder al aire que en sí tiene inflamado.
10. Y a este talle entenderemos que el alma con sus potencias está
esclarecida dentro de los resplandores de Dios. Y los movimientos de
esta llama que son vibramientos y llamear que habemos arriba dicho,
no los hace sólo el alma que está transformada en la llama del
Espíritu Santo, ni los hace sólo él, sino él y el alma juntos, moviendo
él al alma, como hace el fuego al aire inflamado. Y así, estos
movimientos de Dios y el alma juntos, no sólo son resplandores sino
glorificaciones de Dios que hace al alma. Porque estos movimientos o
vibramientos son los juegos y fiestas alegres que en el segundo verso
de la primera canción decíamos que hacia el Espíritu Santo en el
alma, en los cuales parece que siempre la está queriendo acabar de
dar la vida eterna; y así, aquellos movimientos y llamaradas son
como provocamientos que está haciendo al alma para acabarla de
trasladar a su perfecta gloria, entrándola ya de veras en sí. Porque
todos los bienes primeros y postreros, menores y mayores, que Dios
hace al alma, siempre se los hace con este motivo suyo y de ella, de
llevarla a vida eterna; bien así como el fuego, que todos los
movimientos y meneos que hace en el aire que en sí tiene inflamado,
son a fin de llevarle al centro de su esfera, y todos aquellos
vibramientos es porfiar por llevarlo, mas porque el aire está en su
esfera no se hace. Y así, aunque estos motivos del Espíritu Santo son
aquí encendidísimos y eficacísimos en absorber al alma en mucha
gloria, todavía no acaba hasta que llegue el tiempo en que salga de la
esfera del aire de esta vida de carne y pueda entrar en el centro de
su espíritu de la vida perfecta en Cristo.
11. Pero es de saber que estos movimientos más son movimientos
del alma que movimientos de Dios, porque estos visos que al alma se
dan de gloria en Dios no son estables, perfectos y continuos, lo cual
serán en el alma después sin alteración de más y menos, y sin
interpolación de movimientos. Y entonces verá el alma claro cómo,
aunque acá parecía que se movía Dios en ella, en sí no se mueve,
como el fuego no se mueve en su esfera.
12. Pero estos resplandores son inestimables mercedes y favores que
Dios hace al alma, porque éstas se llaman por otro nombre
obumbraciones, y éstas aquí, a mi ver, son de las más altas que acá
pueden ser en vía de transformación. Para inteligencia de lo cual es
de advertir que obumbramiento quiere decir hacimiento de sombra, y
hacer sombra es tanto como amparar y hacer favores; porque,
llegando a tocar la sombra, es señal que la persona cuya es está
cerca para favorecer y amparar. Y por eso se le dijo a la Virgen (Lc.
1, 35) que la virtud del Altísimo la haría sombra, porque había de
llegar tan cerca de ella el Espíritu Santo que había de venir sobre ella.
588
En lo cual es de notar que cada cosa tiene y hace la sombra como
tiene la propiedad y el talle. Si la cosa es condensa y opaca, hará
sombra oscura y condensa. y si es más rara y clara, hará sombra
más clara, como es de ver en el madero y en el cristal, que, porque el
uno es opaco, la hace oscura, y, porque el otro es claro, la hace clara.
13. También en las cosas espirituales la muerte es privación de todas
las cosas. Será, pues, la sombra de la muerte tinieblas que también
privan en alguna manera de todas las cosas -así la llama el Salmista
(106, 10) diciendo: Sedentes in tenebris et in umbra mortis- ahora
sean espirituales de muerte espiritual, ahora corporales de muerte
corporal. La sombra de la vida será luz: si divina, luz divina; si
humana, luz natural. Según esto, la sombra de la hermosura ¿cuál
será? Será otra hermosura al talle y propiedad de aquella hermosura,
y la sombra de la fortaleza será otra fortaleza al talle y condición de
aquella fortaleza; y la sombra de la sabiduría será otra sabiduría; o,
por mejor decir, será la misma hermosura y la misma fortaleza y la
misma sabiduría en sombra, en la cual se conoce el talle y propiedad
cuya es la sombra.
14. Según esto, ¿cuáles serán las sombras que hará el Espíritu Santo
al alma de todas las grandezas de sus virtudes y atributos, estando
tan cerca de ella, que no sólo la toca en sombra, mas está unida con
ellas en sombra, gustándolas en sombra, entendiendo y gustando el
talle y las propiedades de Dios en sombra de Dios, es a saber:
entendiendo y gustando la propiedad de la potencia divina en sombra
de omnipotencia, y entendiendo y gustando la sabiduría divina en
sombra de sabiduría divina, entendiendo y gustando la bondad
infinita en sombra que le cerca de bondad infinita, entendiendo y
gustando el deleite de Dios infundido en sombra de deleite de Dios, y,
finalmente, gustando la gloria de Dios en sombra de gloria, que hace
saber y gustar la propiedad y talle de la gloria de Dios, pasando todo
esto en claras y encendidas sombras, pues los atributos de Dios y sus
virtudes son lámparas, que, como quiera que sean resplandecientes y
encendidas, a su talle y propiedad han de hacer sombras
resplandecientes y encendidas y multitud de ellas en un solo ser?
15. ¡Oh, qué será de ver aquí el alma experimentando la virtud de
aquella figura que vio Ezequiel en aquel animal de cuatro formas y en
aquella rueda de cuatro ruedas, viendo cómo el aspecto suyo era
como el aspecto de carbones encendidos y como aspecto de
lámparas, y viendo la rueda, que es la sabiduría, llena de ojos de
dentro y de fuera, que son admirables noticias de sabiduría, y
sintiendo aquel sonido que hacían a su paso, que era como sonido de
multitud y de ejércitos, que significan muchas cosas en un número
distintas de Dios, que aquí el alma en un solo sonido de un paso de
Dios por ella comprehende; y, finalmente, gustando aquel sonido del
batir de sus alas, que dice era como sonido de muchas aguas, como
sonido del Altísimo Dios, que significan el ímpetu de las aguas
divinas, que al alear del Espíritu Santo en la llama del amor al alma
letificando embiste, gozando aquí la gloria de Dios en su amparo y
589
favor de su sombra, como también allí dice este profeta, diciendo que
aquella visión era semejanza de la gloria del Señor (Ez. 1, 1-28).
Y cuán elevada se siente aquí esta dichosa alma, cuán engrandecida
se conozca, cuán admirada se vea en hermosura santa, ¿quién lo
podrá decir, viéndose ya infundida con tanta copiosidad en las aguas
de estos divinos resplandores, que echa de ver que el Padre Eterno
da con larga mano el regadío superior e inferior, como a Axa dio su
padre cuando suspiraba (Js. 15, 18-19), pues estas aguas alma y
cuerpo regando penetran.
16. ¡Oh admirable cosa, que, con ser todas estas lámparas de los
atributos divinos un simple ser y en él solo se gusten, se vea y guste
la distinción de ellas, tan encendida la una como la otra, siendo la
una sustancialmente la otra! ¡Oh abismo de deleites, tanto más
abundantes, cuanto están tus riquezas más recogidas en unidad y
simplicidad infinita, donde de tal manera se conozca y guste lo uno,
que no se impida el conocimiento y gusto perfecto de lo otro, antes
cada cosa en ti es luz de la otra, que por tu limpieza, oh Sabiduría
divina, muchas cosas se ven en ti viéndose una, porque tú eres el
depósito de los tesoros del Eterno Padre!
Porque en tus resplandores
las profundas cavernas del sentido.
17. que son las potencia del alma, memoria, entendimiento y
voluntad, las cuales son tan profundas cuanto de grandes bienes son
capaces, pues no se llenan con menos que infinito. Las cuales, por lo
que padecen cuando están vacías, echaremos en alguna manera de
ver lo que se gozan y deleitan cuando de su Dios están llenas, pues
que por un contrario se da luz del otro.
Cuanto a lo primero, es de notar que estas cavernas de las potencias,
cuando no están vacías y purgadas y limpias de toda afección de
criatura, no sienten el vacío grande de su profunda capacidad; porque
en esta vida cualquiera cosilla que a ellas se pegue basta para
tenerlas tan embarazadas y embelesadas que no sientan su daño, ni
echen menos sus inmensos bienes, ni conozcan su capacidad. Y es
cosa admirable que, con ser capaces de infinitos bienes, baste el
menor de ellos a embarazarlas de manera que no los puedan recibir
hasta de todo punto vaciarse, como luego diremos.
Pero cuando están vacías y limpias, es intolerable la sed y hambre y
ansia del sentido espiritual; porque, como son profundos los
estómagos de estas cavernas, profundamente penan, porque el
manjar que echan menos también es profundo, que, como digo, es
Dios.
Y este tan grande sentimiento comúnmente acaece hacia los fines de
la iluminación y purificación del alma, antes que llegue a unión,
donde ya se satisfacen. Porque, como el apetito espiritual está vacío
y purgado de toda criatura y afección de ella, y, perdido el temple
natural, está templado a lo divino y tiene ya el vacío dispuesto y
como todavía no se le comunica lo divino en unión de Dios, llega el
penar de este vacío y sed más que a morir, mayormente cuando por
590
algunos visos o resquicios se le trasluce algún rayo divino y no se le
comunican. Y éstos son los que penan con amor impaciente, que no
pueden estar mucho sin recibir o morir.
18. Cuanto a la primera caverna que aquí ponemos, que es el
entendimiento, su vacío es sed de Dios, y ésta es tan grande que la
compara David (Sal. 41, 1) a la del ciervo, no hallando otra mayor a
qué compararla, que dicen es vehementísima, diciendo: Así como
desea el ciervo las fuentes de las aguas, así mi alma desea a ti, Dios.
Y esta sed es de las aguas de la sabiduría de Dios, que es el objeto
del entendimiento.
19. La segunda caverna es la voluntad, y el vacío de ésta es hambre
de Dios tan grande que hace desfallecer al alma, según lo dice
también David (Sal. 83, 3) diciendo: Codicia y desfallece mi alma en
los tabernáculos del Señor. Y esta hambre es de la perfección de
amor que el alma pretende.
20. La tercera caverna es la memoria, y el vacío de ésta es
deshacimiento y derretimiento del alma por la posesión de Dios,
como lo nota Jeremías (Lm. 3, 20), diciendo. Memoria memor ero et
tabescet in me anima mea, esto es: Con memoria me acordaré (id
est: mucho me acordaré) y derretirse ha mi alma en mí; revolviendo
estas cosas en mi corazón, viviré en esperanza de Dios.
21. Es, pues, profunda la capacidad de estas cavernas, porque lo que
en ellas puede caber, que es Dios, es profundo e infinito; y así será
en cierta manera su capacidad infinita, y así su sed, sed infinita, su
hambre también infinita y profunda, su deshacimiento y pena es
muerte infinita. Que, aunque no se padece tan intensamente como en
la otra vida, pero padécese una viva imagen de aquella privación
infinita, por estar el alma en cierta disposición para recibir su lleno.
Aunque este penar es otro temple, porque es en los senos del amor
de la voluntad, que no es el que alivia la pena, pues, cuanto mayor
es, es tanto más impaciente por la posesión de su Dios, a quien
espera por momentos de intensa codicia.
22. Pero, ¡válgame Dios!, pues que es verdad que, cuando el alma
desea a Dios con entera verdad, tiene ya el que ama, como dice san
Gregorio sobre san Juan, ¿cómo pena por lo que ya tiene? Porque en
el deseo que dice san Pedro (1 Pe. 1, 12) que tienen los ángeles de
ver al Hijo de Dios, no hay alguna pena ni ansia, porque ya le
poseen; y así le parece que, si el alma cuanto más desea a Dios más
le posee, y la posesión de Dios da deleite y hartura al alma, como en
los ángeles, que estando cumpliendo su deseo, en la posesión se
deleitan, estando siempre hartando su espiritual con el apetito, sin
fastidio de hartura; por lo cual, porque ni hay fastidio, siempre
desean, y porque hay posesión, no penan. Tanto más de hartura y
deleite había el alma de sentir aquí en este deseo cuanto mayor es el
deseo, pues tanto más tiene a Dios, y no de dolor y pena.
23. En esta cuestión viene bien notar la diferencia que hay en tener a
Dios por gracia en sí solamente, y en tenerle también por unión: que
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lo uno es bien quererse, y lo otro es también comunicarse, que es
tanta la diferencia como hay entre el desposorio y el matrimonio.
Porque en el desposorio sólo hay un igualado sí y una sola voluntad
de ambas partes y joyas y ornato de desposada, que se las da
graciosamente el desposado; mas en el matrimonio hay también
comunicación de las personas y unión. Y en el desposorio, aunque
algunas veces hay vistas del esposo a la esposa y las dádivas, como
decimos, pero no hay unión de las personas, que es el fin del
desposorio.
24. Ni más ni menos, cuando el alma ha llegado a tanta pureza en sí
y en sus potencias que la voluntad esté muy purgada de otros gustos
y apetitos extraños, según la parte inferior y superior, y enteramente
dado el sí acerca de todo esto en Dios, siendo ya la voluntad de Dios
y del alma una en un consentimiento pronto y libre, ha llegado a
tener a Dios por gracia de voluntad, todo lo que puede por vía de
voluntad y gracia. Y esto es haberle, Dios dado en el sí de ella su
verdadero sí y entero de su gracia.
Y éste es un alto estado de desposorio espiritual del alma con el
Verbo, en el cual el Esposo la hace grandes mercedes y la visita
amorosísimamente muchas veces, en que ella recibe grandes favores
y deleites. Pero no tienen que ver con los del matrimonio, porque
todos son disposiciones para la unión del matrimonio; que, aunque es
verdad que esto pasa en el alma que está purgadísima de toda
afección de criatura (porque no se hace el desposorio espiritual, como
decimos, hasta esto), todavía ha menester el alma otras
disposiciones positivas de Dios, de sus visitas y dones, en que la va
más purificando y hermoseando y adelgazando para estar
decentemente dispuesta para tan alta unión. Y en esto pasa tiempo,
en unas más y en otras menos, porque lo va Dios haciendo al modo
del alma. Y esto es figurado por aquellas doncellas que fueron
escogidas para el rey Asuero (Et. 2, 24; 12, 4), que, aunque las
habían sacado de sus tierras y de la casa de sus padres, todavía
antes que llegasen al lecho del rey las tenían un año (aunque en el
palacio) encerradas, de manera que el medio año se estaban
disponiendo con ciertos ungüentos de mirra y otras especias, y el otro
medio año con otros ungüentos más subidos; y, después de esto iban
al lecho del rey.
25. En el tiempo, pues, de este desposorio y espera del matrimonio
en las unciones del Espíritu Santo, cuando son ya más altos
ungüentos de disposiciones para la unión de Dios suelen ser las
ansias de las cavernas del alma extremadas y delicadas. Porque como
aquellos ungüentos son ya más próximamente dispositivos para la
unión de Dios, porque son más allegados a Dios, y por esto saborean
al alma y la engolosinan más delicadamente de Dios, es el deseo más
delicado y profundo, porque el deseo de Dios es disposición para
unirse con Dios.
26. ¡Oh qué buen lugar era éste para avisar a las almas que Dios
llega a estas delicadas unciones, que miren lo que hacen y en cuyas
592
manos se ponen, porque no vuelvan atrás!, sino que es fuera del
propósito a que vamos hablando.
Mas es tanta la mancilla y lástima que cae en mi corazón ver volver
las almas atrás, no solamente no se dejando ungir de manera que
pase la unción adelante, sino aún perdiendo los efectos de la unción,
que no tengo de dejar de avisarles aquí acerca de esto lo que deben
hacer para evitar tanto daño, aunque nos detengamos un poco en
volver al propósito (que yo volveré luego a él), aunque todo hace a la
inteligencia de la propiedad de estas cavernas. Y por ser muy
necesario no sólo para estas almas que van tan prósperas, sino
también para todas las demás que buscan a su Amado, lo quiero
decir.
27. Cuanto a lo primero, es de saber que, si el alma busca a Dios,
mucho más la busca su Amado a ella; y si ella le envía a él sus
amorosos deseos, que fe son a él tan olorosos como la virgulica del
humo que sale de las especias aromáticas de la mirra y del incienso
(Ct. 3, 6), él a ella le envía el olor de sus ungüentos, con que la trae
y hace correr hacia él (Ct. 1, 3), que son sus divinas inspiraciones y
toques; los cuales, siempre que son suyos, van ceñidos y regulados
con motivo de la perfección de la ley de Dios y de la fe, por cuya
perfección ha de ir el alma siempre llegándose más a Dios. Y así ha
de entender el alma que el deseo de Dios en todas las mercedes que
le hace en las unciones y olores de sus ungüentos, es disponerla para
otros más subidos y delicados ungüentos más al temple de Dios,
hasta que venga en tan delicada y pura disposición que merezca la
unión de Dios y transformación sustancial en todas sus potencias.
28. Advirtiendo, pues, el alma que en este negocio es Dios el
principal agente y el mozo de ciego que la ha de guiar por la mano a
donde ella no sabría ir, que es a las cosas sobrenaturales que no
puede su entendimiento ni voluntad ni memoria saber cómo son:
todo su principal cuidado ha de ser mirar que no ponga obstáculo a la
guía, que es el Espíritu Santo, según el camino por donde la lleva
Dios, ordenado en ley de Dios y fe, como decimos. Y este
impedimento le puede venir si se deja llevar de otro ciego. Y los
ciegos que la podrían sacar del camino son tres, conviene a saber: el
maestro espiritual, y el demonio, y ella misma.
29. Cuanto a lo primero, conviénele grandemente al alma que quiere
aprovechar y no volver atrás, mirar en cuyas manos se pone, porque,
cual fuera el maestro, tal será el discípulo, y cual el padre, tal el hijo.
Y para este camino, a lo menos para el más subido de él, y aun para
lo mediano, apenas hallará una guía cabal según todas las partes que
ha menester, porque ha menester ser sabio y discreto y
experimentado. Porque, para guiar el espiritu, aunque el fundamento
es el saber y la discreción, si no hay experiencia de lo más subido, no
atinará a encaminar al alma en ello, cuando Dios se lo da.
Y podríanla hacer harto daño, porque, no entendiendo ellos la vía del
espíritu, muchas veces hacen perder a las almas la unción de estos
delicados ungüentos con que el Espíritu Santo las va disponiendo
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para sí, por otros modos rateros que ellos han leído por ahí, que no
sirven sino para principiantes. Que, no sabiendo ellos más que para
principiantes, y aun eso plegue a Dios, no quieren dejar a las almas
pasar, aunque Dios las quiera llevar, a más de aquellos principios y
modos discursivos e imaginarios, para que nunca excedan y salgan
de la capacidad natural, con que ellos pueden hacer muy poca
hacienda.
30. Y, para que mejor entendamos esto, es de saber que el estado de
principiantes es meditar y hacer actos discursivos. En este estado
necesario le es al alma que se le dé materia para que discurra, y que
de suyo haga actos interiores y se aproveche del fuego y hervor
espiritual sensitivo, porque así le conviene para habituar los sentidos
y apetitos a cosas buenas, y, cebándolos con este sabor, se
desarraiguen del siglo. Mas, cuando esto ya en alguna manera está
hecho, luego los comienza Dios a poner en estado de contemplación,
lo cual suele ser muy en breve, mayormente en gente religiosa,
porque más en breve, negadas las cosas del siglo, acomodan a Dios
el sentido y el apetito. Y luego no hay que hacer sino pasar de
meditación a contemplación, lo cual es ya cuando cesan los actos
discursivos y meditación de la propia alma y los jugos y hervores
primeros sensitivos, no pudiendo ya discurrir como antes, ni hallar
nada de arrimo por el sentido, este sentido quedando en sequedad,
por cuanto le mudan el caudal al espíritu, que no cae en sentido.
Y, como quiera que naturalmente todas las operaciones que puede de
suyo hacer el alma no sea sino por el sentido, de aquí es que ya Dios
en este estado es el agente y el alma es la paciente; porque ella sólo
se ha como el que recibe y como en quien se hace, y Dios como el
que da y como el que en ella hace, dándole los bienes espirituales en
la contemplación, que es noticia y amor divino junto, esto es, noticia
amorosa, sin que el alma use de sus actos y discursos naturales,
porque aún no puede ya entrar en ellos como antes.
31. De donde en este tiempo totalmente se ha de llevar el alma por
modo contrario del primero. Que si antes daban materia para meditar
y meditaba, que ahora antes se la quiten y que no medite, porque,
como digo, no podrá aunque quiera, y distraerse ha. Y si antes
buscaba jugo y hervor y le hallaba, ya no le quiera ni le busque,
porque no sólo no le hallará por su diligencia mas antes sacará
sequedad, porque se divierte del bien pacífico y quieto que
secretamente le están dando en el espíritu, por la obra que él quiere
hacer por el sentido; y así, perdiendo lo uno, no hace lo otro, pues ya
los bienes no se los dan por el sentido como antes. Y por eso en este
estado en ninguna manera le han de imponer en que medite y se
ejercite en actos, ni procure sabor ni hervor, porque sería poner
obstáculo al principal agente, que, como digo, es Dios, el cual oculta
y quietamente anda poniendo en el alma sabiduría y noticia amorosa
sin especificación de actos, aunque algunas veces los hace especificar
en el alma con alguna duración. Y así, entonces el alma se ha de
andar sólo con advertencia amorosa a Dios, sin especificar actos,
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habiéndose, como habemos dicho, pasivamente, sin hacer de suyo
diligencias, con la advertencia amorosa siempre y sencilla, como
quien abre los ojos con advertencia de amor.
32. Que, pues Dios entonces en modo de dar trata con ella con
noticia sencilla amorosa, también el alma trate con él el modo de
recibir con noticia o advertencia sencilla o amorosa, para que así se
junte noticia con noticia y amor con amor. Porque conviene que el
que recibe se haya al modo de lo que recibe, y no de otro, para
poderlo recibir y retener como se lo dan, porque, como dicen los
filósofos, cualquiera cosa que se recibe, está en el recipiente al modo
que se ha el recipiente.
De donde está claro que, si el alma entonces no dejase su modo
activo natural, no recibiría aquel bien sino a modo natural, y así no lo
recibirá, sino quedarse hía solamente con acto natural; porque lo
sobrenatural no cabe en el modo natural ni tiene que ver con ello. Y
así totalmente, si el alma quiere entonces obrar de suyo, habiéndose
de otra manera más que con la advertencia pasiva amorosa que
habemos dicho, muy pasiva y tranquilamente, sin hacer acto natural
sino es cuando Dios la uniese en algún acto, pondría impedimento a
los bienes que la está Dios comunicando sobrenaturalmente en la
noticia amorosa. Lo cual es el principio en ejercicio de purgación,
como habemos dicho arriba, y después, en más suavidad de amor.
Lo cual si, como digo, y es así la verdad, se anda recibiendo en el
alma pasivamente y al modo de Dios sobrenatural, y no al modo del
alma natural, síguese que para recibirla ha de estar esta alma muy
desembarazada, ociosa, pacífica y serena, al modo de Dios; como el
aire, que, cuanto más límpio está y sencillo y quieto, más le ilustra y
calienta el sol. Y así no ha de estar asida a nada: ni a cosa de
meditación ni sabor, ahora sensitivo, ahora espiritual; porque
requiere el espíritu tan libre y aniquilado, que cualquier cosa que el
alma entonces quisiese hacer de pensamiento o discurso o gusto a
que se quiera arrimar, le impediría e inquietaría y haría ruido en el
profundo silencio que conviene que haya en el alma, según el sentido
y el espíritu para tan profunda y delicada audición de Dios, que habla
al corazón en esta soledad que dijo por Oseas (2, 14), en suma paz y
tranquilidad, escuchando y oyendo el alma, como David (Sal. 84, 9),
lo que habla Dios, porque habla esta paz en su alma.
Lo cual cuando así acaeciere, que se sienta el alma poner en silencio
y escucha, aun la advertencia amorosa que dije ha de olvidar porque
el alma se quede libre para lo que entonces la quieren; porque
aquella advertencia sólo ha de usar de ella cuando no se siente poner
en soledad u ociosidad u olvido o escucha espiritual, lo cual siempre
viene con algún absorbimiento interior.
33. Por tanto, en ninguna sazón y tiempo, ya que el alma ha
comenzado a entrar en este sencillo y ocioso estado de
contemplación, no ha el alma de querer traer delante de sí
meditaciones, ni querer arrimarse a jugos ni sabores espirituales,
sino estar desarrimada en pie sobre todo eso, el espíritu desasido,
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como dijo el profeta Habacub (2, 1) que había él de hacer, diciendo:
Estaré en pie sobre la guarda de mis sentidos, esto es, dejándolos
abajo, y afirmaré el paso sobre la munición de mis potencias, esto es,
no dejándolas dar paso de pensamiento, y contemplaré lo que se me
dijere, esto es, recibiré lo que se me comunicare.
Porque ya habemos dicho que la contemplación es recibir, y no es
posible que esta altísima sabiduría y linaje de contemplación se
pueda recibir sino en espíritu callado y desarrimado de jugos y
noticias, porque así lo dice Isaías (28, 9), diciendo: ¿A quién
enseñará la ciencia y a quién hará oír lo oído? A los destetados de
leche, esto es, de los jugos y gustos, y a los desarraigados de los
pechos, esto es, de los arrimos de noticias y actos particulares.
34. Quita la niebla, y la mota, y los pelos, y limpia el ojo, y luciráte el
sol claro, y verás. Pon el alma en libertad de paz, y sácala del yugo y
servidumbre de su operación, que es el cautiverio de Egipto, que todo
es poco más que juntar pajas para cocer tierra, y llévala a la tierra de
promisión que mana leche y miel (Ex.1,14). ¡Oh maestro espiritual!,
mira que a esa libertad y ociosidad santa de hijos la llama Dios al
desierto, en que ande vestida de fiesta y con joyas de oro y plata,
habiendo ya despojado a Egipto y tomádoles sus riquezas (Ex. 12,
35-36), y no sólo eso, sino aun ahogádoles (Ex. 14, 27-28) en la mar
de la contemplación, donde el gitano del sentido no halla pie ni
arrimo y deja libre al hijo de Dios, que es el espíritu salido de los
límites y quicios angostos de la operación natural, que es su bajo
entender, su tosco sentir, su pobre gustar, para que Dios le dé el
suave maná (Ex. 16, 14ss), cuyo sabor, aunque tiene todos esos
sabores y gustos en que tú quieres traer trabajando el alma, con todo
eso, por ser tan delicado que se deshace en la boca, no se sentirá si
otro gusto u otra cosa quisiere sentir, porque no le recibirá. Procura
desarrimar al alma de todas las codicias de jugos, gustos y
meditaciones, y no la desquietes con cuidado y solicitud alguna de
arriba y menos de abajo, poniéndola en toda enajenación y soledad
posible; porque, cuanto más esto alcanzare y más presto llagare a
esta ociosa tranquilidad, con tanta más abundancia se le va
infundiendo el espíritu de la divina sabiduría, amoroso, tranquilo,
solitario, pacífico, suave, robador del espíritu, sintiéndose a veces
robado y llagado serena y blandamente, sin saber de quién, ni de
dónde, ni cómo, porque se comunicó sin operación propia.
35. Y un poquito de esto que Dios obra en el alma en este santo ocio
y soledad es inestimable bien, más que el alma puede pensar ni el
que la trata, y no se echa de ver, lo cual lucirá en su tiempo. A lo
menos lo que de presente el alma podrá alcanzar asentir, es un
enajenamiento y extrañez, unas veces más que otras, acerca de
todas las cosas, con respiro suave del amor y vida del espíritu y con
inclinación a soledad y tedio en las criaturas y el siglo; porque como
se gusta el espíritu, desabrido es todo lo que es de carne.
36. Pero los bienes interiores que esta callada contemplación deja
impresos en el alma, sin ella sentirlo,como digo, son inestimables,
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porque, en fin, son unciones secretísimas y delicadísimas del Espíritu
Santo, en que secretamente llena al alma de riquezas y dones y
gracias, porque, en fin, siendo Dios, hace Dios.
Estos bienes, pues, y estas grandes riquezas, estas subidas y
delicadas unciones y matices del Espíritu Santo, que por su delicadez
y sutil pureza ni el alma ni el que las trata las entiende, sino sólo el
que las pone para agradarse más del alma, con grandísima facilidad,
no más que con tantica obra que el alma quiera hacer de aplicar
sentido o apetito de querer asir alguna noticia, o jugo, o gusto, se
deturban e impiden, lo cual es grave daño y gran dolor y lástima.
37. ¡Oh grave caso y mucho más para admirar, que, no pareciendo el
daño ni casi nada lo que se interpuso, es entonces mayor daño y de
mayor dolor y mancilla que deturbar y echar a perder muchas almas
de estotras comunes que no están en aquel puesto de tan subido
esmalte y matiz! Como si en un rostro de extremada pintura tocase
una mano muy tosca con extraños y bajos colores, sería el daño
mayor y más notable, que si borrase muchas más comunes y de más
lástima y dolor; porque aquella mano tan delicada que aquél deturbó
¿quién la acertará a poner?
38. Y, con ser este daño tan grande, más que se puede encarecer, es
tan común que apenas se hallará un maestro espíritual que no te
haga en las almas que de esta manera comienza Dios a recoger en
contemplación. Porque ¡cuántas veces está Dios ungiendo al alma con
alguna unción muy delgada de noticia amorosa, serena, pacífica,
solitaria y muy ajena del sentido y de lo que se puede pensar; no
pudiendo meditar ni gustar de cosa de arriba ni de abajo, ni de
noticias, porque la trae Dios ocupada en aquella unción solitaria,
inclinada a soledad y ocio, y vendrá uno que no sabe sino martillar y
macear como herrero, y porque él no enseña más que aquello, dirá:
"Andá, dejaos de eso que es perder el tiempo, y ociosidad, sino
tomad y meditad y haced actos, que es menester que hagáis de
vuestra parte actos y diligencias, que son esotros alumbramientos y
cosas de bausanes".
39. Y así, no entendiendo estos los grados de oración ni vías del
espíritu, no echan de ver que aquellos actos que ellos dicen que haga
el alma, y aquel caminar con discurso está ya hecho, pues ya aquella
alma ha llegado a la negación sensitiva; y que, cuando ya se ha
llegado al término y está andado el camino, ya no hay caminar,
porque sería volver a alejarse del término. Y así, no entendiendo que
aquella alma está ya en la vía del espíritu, en el cual no hay discurso
y que ya el discurso cesa y es de Dios el agente y el que habla
secretamente al alma solitaria, callando ella, sobrepone otro
ungüento en el alma de groseras noticias y jugos en que las imponen
y deshácenle la soledad y recogimiento, y por el consiguiente, la
subida obra que en ella Dios pintaba. Y así el alma ni hace lo uno, ni
aprovecha en lo otro, y así todo es dar golpe en la herradura.
40. Adviertan estos tales y consideren que el Espíritu Santo es el
principal agente y movedor de las almas que nunca pierde cuidado de
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ellas, y que ellos no son los agentes, sino instrumentos solos para
enderezar las almas para la regla de la fe y ley de Dios, según el
espíritu que Dios va dando a cada uno. Y así, todo cuidado sea no
acomodar al alma a su modo y condición propia de ellos, sino
mirando si saben por dónde Dios las lleva y, sino lo saben, déjenlas y
no las perturben. Y, conforme a esto procuren enderezar al alma en
mayor soledad y libertad y tranquilidad, dándoles anchura a que no
aten el sentido espiritual y corporal a nada cuando Dios las lleva por
aquí, y no se penen ni soliciten pensando que no se hace nada; que,
como el alma esté desasida de toda noticia propia y de todo apetito y
afecciones de la parte sensitiva y en negación pura de pobreza de
espíritu, en vacío de toda niebla de jugo, despegada de todo pecho y
leche, que es lo que el alma ha de tener cuidado de ir haciendo de su
parte y ellos en ello ayudándola a negarse según todo esto, es
imposible que no haga Dios lo que es de la suya. Más imposible que
dejar de dar el rayo del sol en lugar sereno y descombrado, pues
que, así como el sol está madrugando y da en tu casa para entrar si
le destapas el agujero, así Dios, que guardando a Israel no dormita
(Sal. 120, 4), ni menos duerme, entrará en el alma vacía y la llenará
de bienes.
41. Dios está como el sol sobre las almas para entrar; conténtense
con disponerla según la perfección evangélica, que consiste en la
desnudez y vacío de sentido y espíritu, y no quieran pasar adelante
en el edificar, que ese oficio sólo es del Señor, de donde desciende
todo dado excelente (Sant. 1, 17). Porque si el Señor no edificare la
casa, en vano trabaja el que la edifica (Sal. 126, 1); edificará en cada
alma como él quisiere, edificio sobrenatural. Dispón tú ese natural,
aniquilando sus operaciones, pues que antes estorban que ayudan.
Eso es tu oficio; y el de Dios, como dice el Sabio (Pv. 16, 9) es
enderezarle a los bienes sobrenaturales por modos y maneras que tú
ni el alma no sabéis. Y así, no digas:"¡Oh, que no va delante, que no
hace nada!" Porque, si el entendimiento del alma entonces no gusta
de otras inteligencias más que antes, adelante va el entendimiento
caminando a lo sobrenatural.
"¡Oh que no entiende nada distintamente!". Antes, si entendiese
distintamente, no iría delante, porque Dios es incomprehensible y
excede al entendimiento; y así cuanto más, se ha de ir alejando de sí
mismo caminando en fe, creyendo y no entendiendo que entiendo. Y,
por tanto, no tengas de eso pena, que si el entendimiento no vuelve
atrás, queriendo emplearse en noticias distintas y otros entenderes
de por acá adelante va, porque, en este caso, el no volver atrás es ir
adelante, y en ir adelante es ir más en fe, que el entendimiento,
como no sabe ni puede saber cómo es Dios, camina a él no
entendiendo. Y así antes, para bien ser, le conviene eso que tú le
condenas, que no se embarace con inteligencias distintas.
42. "¡Oh,-dirás-, que la voluntad, si el entendimiento no entiende
distintamente, la voluntad a lo menos estará ociosa y no amará,
porque no se puede amar sino lo que se entiende!". Verdad es esto,
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mayormente en las operaciones y actos naturales del alma, que la
voluntad no ama sino lo que distintamente conoce el entendimiento.
Pero en la contemplación de que vamos hablando, en que Dios, como
habemos dicho, infunde en el alma, no es menester que haya noticia
distinta, ni que el alma haga actos; porque en un acto le está Dios
comunicando noticia amorosa, que es juntamente como luz caliente
sin distinción alguna; y entonces, al modo que es la inteligencia, es
también el amor en la voluntad. Que como la noticia es general y
oscura, no acabando el entendimiento de entender distintamente lo
que entiende, también la voluntad ama en general sin distinción
alguna. Que, como quiera que Dios sea luz y amor, en esta
comunicación delicada, igualmente informa estas dos potencias,
aunque algunas veces hiere más en la una que en la otra. Y así
algunas veces se siente más inteligencia que el amor, y otras más
amor que inteligencia, y a veces también todo inteligencia, casi sin
ningún amor, y a veces, todo amor sin inteligencia alguna. Y así, en
lo que es actos que el alma de suyo hace, no puede amar sin
entender; mas en lo que Dios hace en ella es diferente, porque se
puede comunicar en una potencia sin la otra; y así, puede inflamar la
voluntad con el toque del calor de su amor, aunque no entienda el
entendimiento, como puede uno recibir calor del fuego aunque no le
vea, si está cerca el fuego.
Y de esta manera muchas veces se sentirá la voluntad inflamada o
enternecida y enamorada sin saber ni entender cosa más particular
que antes, ordenando Dios en ella el amor, como lo dice la Esposa en
los Cantares (2, 4), diciendo: Introdújome el Rey en la celda vinaria y
ordenó en mí la caridad.
43. Donde no hay que temer de la ociosidad de la voluntad en este
puesto: que, si cesa de hacer actos en particulares noticias cuanto
eran de su parte, hácelos Dios en ella, embriagándola en amor infuso
por medio de la noticia de contemplación, o sin ella, como acabamos
de decir; y son tanto mejores que los que ella hiciera, y tanto más
meritorios y sabrosos, cuanto es mejor el movedor e infusor de este
amor, que es Dios, el cual le pega al alma porque la voluntad está
cerca de Dios y desasida de otros gustos.
Por eso téngase cuidado que la voluntad esté vacía y desasida de sus
afecciones, que, sino vuelve atrás, queriendo gustar algún jugo o
gusto, aunque particularmente no le sienta en Dios, adelante va,
subiendo sobre todas las cosas a Dios, pues de ninguna cosa gusta. Y
a Dios, aunque no le guste muy particular y distintamente, ni le ame
con tan distinto acto, gústale en aquella infusión general oscura y
secretamente, más que a todas las cosas distintas, pues entonces ve
ella claro que ninguna le dan tanto gusto como aquella quietud
solitaria; y ámale sobre todas las cosas amables, pues que todos los
otros jugos y gustos de todas ellas tiene desechados y le son
desabridos.
Y así, no hay que tener pena, que, si la voluntad no puede reparar en
jugos y gustos de actos particulares, adelante va; pues el no volver
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atrás, abrazando algo sensible, es ir adelante a lo inaccesible, que es
Dios, y así no es maravilla que no le sienta. Y así, la voluntad para ir
a Dios más ha de ser desarrimándose de toda cosa deleitosa y
sabrosa, que arrimándose; que así cumple bien el precepto de amor,
que es amarle sobre todas las cosas, lo cual no puede ser sin
desnudez y vacío espiritual en todas ellas.
44. Tampoco hay que temer en que la memoria vaya vacía de sus
formas y figuras, que, pues Dios no tiene forma ni figura, segura va
vacía de forma y figura y más acercándose a Dios; porque, cuanto
más se arrimare a la imaginación, más se aleja de Dios y en más
peligro va, pues que Dios, siendo como es incogitable, no cae en la
imaginación.
45. No entendiendo, pues, éstos las almas que van ya en esta
contemplación quieta y solitaria, por no haber ellos pasado ni aun
quizá llegado, de un modo ordinario de discursos y actos, pensando,
como he dicho, que están ociosas, porque el hombre animal, esto es,
que no pasa del sentido animal de la parte sensitiva, no percibe las
cosas que son de Dios, dice san Pablo (1 Cor. 2, 14), les turban la
paz de la contemplación sosegada y quieta que de suyo les daba
Dios, los hacen meditar y discurrir y hacer actos, no sin grande
desgana y repugnancia y sequedad y distracción de las mismas
almas, que se querrían estar en su quieto y pacífico recogimiento, y
persuádenlas a que procuren jugos y hervores, como quiera que los
habían de aconsejar lo contrario. Lo cual no pudiendo ellas hacer ni
entrar en ello como antes (porque ya pasó ese tiempo, y no es ése su
camino) desasosiéganse doblado, pensando que van perdidas, aun
ellos se lo ayudan a creer, y sécanlas el espíritu y quítanles las
unciones preciosas que en la soledad y tranquilidad Dios las ponía,
que, como dije, es grande daño, y pónenlas del duelo y del lodo, pues
lo uno pierden y en lo otro sin provecho penan.
46. No saben éstos qué cosa es espíritu, hacen a Dios grande injuria
y desacato metiendo su tosca mano donde Dios obra. Porque le ha
costado mucho a Dios llegar estas almas hasta aquí, y precia mucho
haberlas llegado a esta soledad y vacío de sus potencias y
operaciones para poderles hablar al corazón, que es lo que él siempre
desea, tomando él ya la mano, siendo ya él el que en el alma reina
con abundancia de paz y sosiego, haciendo desfallecer los actos
naturales de las potencias, con que, trabajando toda la noche, no
hacía nada, apacentándolas ya el espíritu sin operación de sentido,
porque el sentido, ni su obra, no es capaz del espíritu.
47. Y cuánto él precie esta tranquilidad y adormecimiento o
aniquilación de sentido, échase bien de ver en aquella conjuración tan
notable y eficaz que hizo en los Cantares (3, 5), diciendo: Conjúroos,
hijas de Jerusalén, por las cabras y ciervos campesinos, que no
recordéis ni hagáis velar a la amada hasta que ella quiera. En lo cual
da a entender cuánto ama el adormecimiento y olvido solitario, pues
interpone estos animales solitarios y retirados. Pero estos espirituales
no quieren que el alma repose ni quiete, sino que siempre trabaje y
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obre, de manera que no dé lugar a que Dios obre, y que lo que el va
obrando se deshaga y borre con la operación del alma, hechos las
raposillas que demuelen la florida viña del alma (Ct. 2, 15). Y por eso
se queja por Isaías (3, 14), diciendo: Vosotros, habéis depacido mi
viña.
48. Pero éstos por ventura yerran con buen celo, porque no llega a
más su saber. Pero no por eso quedan excusados en los consejos que
temerariamente dan sin entender primero el camino y espíritu que
lleva el alma, y, si no la entiende, entremeter su tosca mano en cosa
que no entiende, no dejándola para quien mejor la entienda. Que no
es cosa de pequeño peso y culpa hacer a un alma perder inestimables
bienes por consejo fuera de camino y dejarla bien por el suelo. Y así,
el que temerariamente yerra, estando obligado a acertar, como cada
uno lo está en su oficio, no pasará sin castigo, según el daño que
hizo. Porque los negocios de Dios con mucho tiento y muy a ojos
abiertos se han de tratar mayormente en cosa tan delicada y subida
como en estas almas, como se aventura casi infinita ganancia en
acertar y casi infinita pérdida en errar.
49. Pero ya que quieras decir que todavía tiene alguna excusa,
aunque yo no la veo, a lo menos no me podrás decir que la tiene el
que, tratando un alma, jamás la deja salir de su poder, allá por los
respetos e intentos vanos que él se sabe, que no quedarán sin
castigo. Pues que está cierto que, habiendo de ir aquella alma
adelante, aprovechando en el camino espiritual, a que siempre Dios
la ayuda, ha de mudar estilo y modo de oración y ha de tener
necesidad de otra doctrina ya más alta que la suya y otro espíritu.
Porque no todos saben para todos los sucesos y términos que hay en
el camino espiritual, ni tienen espíritu tan cabal que conozcan cómo
en cualquiera estado de la vida espiritual ha de ser el alma llevada y
regida; a lo menos, no ha de pensar que lo tiene él todo, ni que Dios
querrá dejar de llevar aquella alma más adelante. No cualquiera que
sabe desbastar el madero, sabe entallar la imagen, ni cualquiera que
sabe entallarla, sabe perfilarla y pulirla, y no cualquiera que la sabe
pulir, sabe pintarla, ni cualquiera que sepa pintarla, sabrá poner la
última mano y perfección. Porque cada uno de éstos no puede en la
imagen hacer más de lo que sabe, y, si quisiese pasar adelante, sería
echarla a perder.
50. Pues veamos si tú, siendo solamente desbastador, quieres poner
el alma en el desprecio del mundo y mortificación de sus apetitos, o,
cuando mucho, entallador, que será en ponerla en santas
meditaciones, y no sabes más, ¿cómo llegarás esa alma hasta la
última perfección de delicada pintura, que ya ni consiste en
desbastar, ni entallar, ni aun en perfilar, sino en la obra que Dios ha
de ir en ella haciendo? Y así, cierto está que si en tu doctrina, que
siempre es de una manera, la haces siempre estar atada, que o ha de
volver atrás, o, a lo menos, no irá adelante. Porque ¿en qué para, te
ruego, la imagen si siempre has de ejercitar en ella no más que el
martillar y desbastar, que en el alma es el ejercicio de las potencias?
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¿Cuándo se ha de acabar esta imagen? ¿cuándo o cómo se ha de
dejar a que la pinte Dios? ¿Es posible que tú tienes todos estos oficios
y que te tienes por tan consumado, que nunca esa alma habrá
menester más que a ti?
51. Y, dado caso que tengas para alguna alma (porque quizá no
tendrá talento para pasar más adelante), es como imposible que tú
tengas para todas las que no dejas salir de tus manos; porque a cada
una lleva Dios por diferentes caminos, que apenas se hallará un
espíritu que en la mitad del modo que lleva convenga con el modo del
otro. Porque ¿quién habrá, como san Pablo (1 Cor. 9, 22), que tenga
para hacerse todo a todos, para ganarlos a todos? Y tú de tal manera
tiranizas las almas y de suerte las quitas la libertad y adjudicas para
ti la anchura y libertad de la doctrina evangélica, que no sólo
procuras que no te dejen, mas lo que peor es, que, si acaso alguna
vez que alguna fue a pedir algún consejo a otro, o a tratar alguna
cosa que no convendría tratar contigo (o la llevaría Dios para que la
enseñase lo que tú no enseñas), te hayas con ella (que no lo digo sin
vergüenza) con las contiendas de celos que hay entre los casados, los
cuales no son celos que tienes de honra de Dios, sino celos de tu
soberbia y presunción. Porque ¿cómo puedes tu saber que aquella
alma no tuvo necesidad de ir a otro? Indígnase Dios de éstos
grandemente, y promételos castigo por el profeta Ezequiel (34, 3,
10): diciendo: No apacentábades mí ganado, sino cubríades os con la
lana y comíades os su leche; yo pediré mi ganado de vuestra mano.
52. Deben, pues, estos tales dar libertad a estas almas, y están
obligados a dejarlas ir a otros y mostrarles buen rostro, que no saben
ellos por dónde aquella alma la quiera Dios aprovechar, mayormente
cuando ya no gusta de su doctrina, que es señal que la lleva Dios
adelante por otro camino y que ha menester otro maestro, y ellos
mismos se lo han de aconsejar, y lo demás nace de necia soberbia y
presunción.
53. Pero dejemos ahora esta manera, y digamos ahora otra pestífera
que éstos, u otros peores que ellos, usan. Porque acaecerá que anda
Dios ungiendo algunas almas con santos deseos y motivos de dejar el
mundo y mudarlas vida y estado y servir a Dios, despreciando el siglo
(lo cual tiene Dios en mucho haber llegado hasta allí, porque las
cosas del siglo no son del corazón de Dios), y ellos allá con unas
razones humanas o respetos harto contrarios a la doctrina de Cristo y
su mortificación y desprecio de todas las cosas, estribando en su
interés o en su gusto, o por temer donde no había que temer, se lo
dilatan o se lo dificultan, o, lo que peor es, por quitárselo del corazón
trabajan. Que, teniendo ellos mal espíritu, y poco devoto, y muy
vestido de mundo, y poco ablandado en Cristo, como ellos no entran,
no dejan entrar a otros, como dice Nuestro Salvador (Lc. 11, 52): ¡Ay
de vosotros, que tomasteis la llave de la ciencia y no entráis ni dejáis
entrar a otros! Porque éstos, a la verdad, están puestos como
tropiezo y tranca a la puerta del cielo, no advirtiendo que los tiene
Dios allí para que compelan a entrar a los que Dios llama, como se lo
602
tiene mandado (Lc. 14, 24), y ellos, por el contrario, están
compeliendo que no entren por la puerta angosta que guía a la vida
(Mt. 7, 14).
De esta manera es él un ciego que puede estorbar la guía del Espíritu
Santo con el alma, lo cual acaece de muchas maneras, que aquí
queda dicho, unos sabiendo y otros no sabiendo. Mas los unos y los
otros no quedarán sin castigo, pues, teniéndolo por oficio, están
obligados a saber y mirar lo que hacen.
54. El otro ciego que dijimos que podía empachar el alma en este
género de recogimiento es el demonio, que quiere que, como él es
ciego, también el alma lo sea. El cual en estas altísimas soledades en
que se infunden las delicadas unciones del Espíritu Santo (en lo cual
él tiene grande pesar y envidia, porque se le va el alma de vuelo y no
la puede coger en nada y ve que se enriquece mucho), procúrale
poner en esta desnudez y enajenamiento algunas cataratas de
noticias y nieblas de jugos sensibles, a veces buenos, por cebar más
el alma y hacerla volver así al trato del sentido, y que mire en aquello
y lo abrace, a fin de ir a Dios, arrimada a aquellas noticias buenas y
jugos. Y en esto las distrae y saca facilísimamente de aquella soledad
y recogimiento en que, como habemos dicho, el Espíritu Santo está
obrando aquellas grandezas secretamente. Y entonces el alma, como
es inclinada a sentir y gustar, mayormente si lo anda pretendiendo,
facilísimamente se pega a aquellas noticias y jugos, y se quita de la
soledad en que Dios obra. Porque, como ella no hacía nada, parécele
estotro mejor, pues ahí es algo. Y aquí es grande lástima que, no
entendiéndose, por comer ella un bocadillo se quita que la coma Dios
a ella toda, absorbiéndola en unciones de su paladar espirituales y
solitarias.
55. Y de esta manera hace el demonio, por poco más que nada,
grandísimos daños, haciendo al alma perder grandes riquezas,
sacándola con un poquito de cebo, como al pez, del golfo de las
aguas sencillas del espíritu, donde estaba engolfada y anegada en
Dios sin hallar pie ni arrimo. Y en esto la saca a la orilla, dándola
estribo y arrimo, y que halle pie, y que se vaya por su pie y por tierra
y con trabajo, y no nade por las aguas de Siloé, que van con silencio
(Is. 8, 6), bañando en las unciones de Dios.
Y hace el demonio tanto de esto, que es para admirar; que, con ser
mayor un poco de daño en esta parte que hacer mucho en otras
almas muchas, como habemos dicho, apenas hay alma, que vaya por
este camino que no la haga grandes daños y haga caer en grandes
pérdidas. Porque este maligno se pone aquí con grande aviso en el
paso que hay del sentido al espíritu, engañando y cebando al alma
con el mismo sentido, atravesando, como habemos dicho, cosas
sensibles, porque se detenga en ellas y no se le escape. Y el alma en
grandísima facilidad luego se detiene, como no sabe más que aquello,
y no piensa que hay en aquello pérdida, antes lo tiene a buena dicha
y lo toma de buena gana, pensando que la viene Dios a ver; así deja
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de entrar en lo interior del Esposo, quedándose a la puerta a ver lo
que pasa.
Todo lo alto ve el demonio, dice Job (41, 25), es a saber, de las
almas para impugnarlo; y, si acaso alguna se le entra en el
recogimiento, con honores, temores o dolores corporales o con
sonidos y ruidos exteriores trabaja por perderla, haciéndola divertir al
sentido para sacarla afuera y divertirla del interior espíritu, hasta que,
no pudiendo más, la deja.
Y con tanta facilidad estorba tantas riquezas y estraga estas
preciosas almas, que, con preciarlo él más que derribar muchas de
otras, no lo tiene en mucho por la facilidad con que lo hace y poco
que le cuesta. Porque a este propósito podemos entender lo que de él
dijo Dios al mismo Job (40, 18), es a saber: Absorberá un rió y no se
maravillará, y tiene confianza que el Jordán caerá en su boca, que se
entiende por lo más alto de la perfección. En sus mismos ojos le
cazará como con anzuelo, y con aleznas le horadará las narices; esto
es, con las puntas de las noticias con que le está hiriendo, le divierta
el espíritu, porque el aire, que por las narices sale recogido, estando
horadadas, se divierte por muchas partes. Y adelante (41, 21) dice:
Debajo de él estarán los rayos del sol, y derramará el oro debajo de
sí como el lodo; porque admirables rayos de divinas noticias hace
perder a las almas ilustradas, y precioso oro de matices divinos quita
y derrama a las almas ricas.
56. ¡Oh, pues, almas! Cuando Dios os va haciendo tan soberanas
mercedes que os lleva por estado de soledad y recogimiento,
apartándoos de vuestro trabajoso sentido, no os volváis al sentido.
Dejad vuestras operaciones, que, si antes os ayudaban para negar el
mundo y a vosotros mismos cuando érades principiantes, ahora que
os hace Dios merced de ser el obrero os serán obstáculo grande y
embarazo. Que, como tengáis cuidado de no poner vuestras
potencias en cosa ninguna, desasiéndolas de todo y no
embarazándolas, que es lo que de vuestra parte habéis de hacer en
este estado solamente, junto con la advertencia amorosa, sencilla,
que dije arriba, de la manera que allí lo dije, que es cuando no os
hiciéredes gana el tenerla, porque no habéis de hacer ninguna fuerza
al alma, si no fuere en desasirla de todo y libertarla, porque no la
turbéis y alteréis la paz o tranquilidad, Dios os la cebará de refección
celestial, pues que no se la embarazáis.
57. El tercer ciego es la misma alma, la cual, no entendiéndose, como
habemos dicho, ella misma se perturba y se hace el daño. Porque,
como ella no sabe sino obrar por el sentido, cuando Dios la quiere
poner en aquel vacío y soledad, donde no puede usar de las potencias
ni hacer actos, como ve que ella no hace nada, procura hacerlo, y así
se distrae y llena de sequedad y disgusto el alma, la cual estaba
gozando la ociosidad de la paz y silencio espiritual en que Dios estaba
de secreto poniendo a gesto. Y acaecerá que esté Dios porfiando por
tenerla en aquella quietud callada, y ella porfiando por vocear con
aquella imaginación y por caminar con el entendimiento; como a los
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muchachos, que, llevándolos sus madres en brazos sin que ellos den
pasos, ellos van pateando y gritando por irse por sus pies, y así ni
andan ellos ni dejan andar a las madres; o como cuando el pintor
está pintando una imagen, que, si ella se está meneando, no le deja
hacer nada.
58. Ha de advertir el alma que entonces, aunque ella no se siente
caminar, mucho más camina que por su pie, porque la lleva Dios en
sus brazos, y así ella no siente el paso. Y, aunque ella no hace nada,
mucho más se hace que si ella lo hiciera, porque es Dios el obrero. Y
si ella no lo echa de ver, no es maravilla, porque lo que Dios obra en
el alma no lo alcanza el sentido. Déjese en las manos de Dios y fíese
de él, y no se ponga en otras manos ni en obras suyas; que, como
esto sea, segura irá, que no hay peligro sino cuando ella quiera poner
las potencias en algo.
59. Volvamos, pues, al propósito de estas cavernas profundas de las
potencias en que decíamos que el padecer del alma suele ser grande
cuando le anda Dios ungiendo y disponiendo para unirla consigo con
estos sutiles ungüentos. Los cuales a veces son tan sutiles y subidos,
y, penetrando ellos la íntima sustancia del profundo del alma, la
disponen y saborean de manera que el padecer y desfallecer en
deseo con inmenso vacío de estas cavernas es inmenso.
Donde habemos de notar que, si los ungüentos que disponían estas
cavernas para la unión del matrimonio espiritual son tan subidos,
como habemos dicho, ¿cuál será la posesión que ahora tienen?
Cierto, que conforme a la sed y hambre y pasión de las cavernas será
ahora la satisfacción y hartura y deleite de ellas, y conforme a la
delicadez de las disposiciones será el primor de la posesión y fruición
del sentido, el cual es el vigor y virtud que tiene la sustancia del alma
para sentir y gozar los objetos de las potencias.
60. A estas potencias llama aquí el alma cavernas harto propiamente,
porque, como sienten que caben en ellas las profundas inteligencias y
resplandores de estas lámparas, echa de ver claramente que tienen
tanta profundidad, cuanto es profunda la inteligencia y el amor, etc.;
y que tiene tanta capacidad y senos cuantas cosas distintas reciben
de inteligencias, de sabores y de gozos; todas las cuales cosas se
asientan y reciben en esta caverna del sentido del alma, que es la
virtud capaz que tiene para poseerlo todo, sentirlo y gustarlo, como
digo, así como el sentido común de la fantasía es receptáculo de
todos los objetos de los sentidos exteriores. Y así, este sentido común
del alma está ilustrado y rico con tan alta y esclarecida posesión.
Que estaba oscuro y ciego.
61. Por dos cosas puede el ojo dejar de ver: o porque está a oscuras,
o porque está ciego.
Dios es la luz y el objeto del alma. Cuando está no le alumbra, a
oscuras está, aunque la vista tenga muy subida. Cuando está en
pecado o emplea el apetito en otra cosa, entonces está ciega; y,
aunque entonces la embiste la luz de Dios, como está ciega, no la ve.
La oscuridad del alma es la ignorancia del alma; la cual, antes que
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Dios la alumbre por esta transformación, estaba oscura e ignorante
de tantos bienes de Dios, como dice el Sabio (Ecli. 51, 26) que lo
estaba él antes que Dios le alumbrase, diciendo: Mis ignorancias
alumbró.
62. Hablando espiritualmente, una cosa es estar a oscuras, otra es
estar en tinieblas. Porque estar en tinieblas es estar ciego, como
habemos dicho, en pecado; pero estar a oscuras, puédelo estar sin
pecado. Y esto de dos maneras, conviene a saber: acerca de lo
natural, no teniendo luz de algunas cosas naturales; y acerca de lo
sobrenatural, no teniendo luz de las cosas sobrenaturales. Y acerca
de estas dos cosas dice aquí el alma que estaba oscuro su
entendimiento antes de esta preciosa unión.
Porque, hasta que el Señor dijo: Fiat lux (Gn. 1, 3), estaban las
tinieblas sobre la faz del abismo (1, 2) de la caverna del sentido. El
cual, cuanto es más abisal y de más profundas cavernas cuando Dios,
que es lumbre, no le alumbra, tanto más abismales y profundas
tinieblas hay en él; y así, esle imposible alzar los ojos a la divina luz,
ni caer en su pensamiento, porque no sabe cómo es, nunca
habiéndolo visto. Por eso, ni lo podrá apetecer, antes apetecerá
tinieblas, porque ni sabe cómo es, e irá de una tiniebla en otra,
guiado por aquella tiniebla. Porque no puede guiar una tiniebla sino a
otra tiniebla, pues, como dice David (Sal. 18, 2) el día rebosa en el
día, y la noche enseña su noche a la noche. Y así un abismo llama
otro abismo (Sal. 41, 8): un abismo de tinieblas a otro abismo de
tinieblas, y un abismo de luz a otro abismo de luz, llamando cada
semejante a su semejante e infundiendo en él. Y así, la luz de la
gracia que Dios había dado a esta alma antes, con que la había
abierto el ojo de su abismo a la divina luz y hechóla en esto
agradable, llamó otro abismo de gracia, que es esta transformación
divina del alma en Dios, con que el ojo del sentido queda tan
esclarecido y agradable que la luz y la voluntad toda es una, unida la
luz natural con la sobrenatural, y luciendo ya la sobrenatural
solamente; así como la luz que Dios crió se unió con la del sol, y luce
la del sol solamente sin faltar la otra (Gn. 1, 14-18).
63. Y también estaba ciega en tanto que gustaba de otra cosa.
Porque la ceguedad del sentido racional y superior es el apetito que,
como catarata y nube, se atraviesa y pone sobre el ojo de la razón
para que no vea las cosas que están delante. Y así, en tanto que
proponía en el sentido algún gusto, estaba ciego para ver las
grandezas de riquezas y hermosuras divinas que estaban detrás.
Porque así como, poniendo sobre el ojo una cosa, por pequeña que
sea, basta para tapar la vista que no vea otras cosas que estén
delante, por grandes que sean, así un leve apetito y ocioso acto que
tenga el alma, basta para impedirla todas estas grandezas divinas
que están después de los gustos y apetitos que el alma quiere.
64. ¡Oh, quién pudiera decir aquí cuán imposible le es al alma que
tiene apetitos juzgar de las cosas de Dios como ellas son! Porque
para acertar a juzgar las cosas de Dios, totalmente se ha de echar el
606
apetito y el gusto afuera y no las ha de juzgar con él, porque
infaliblemente vendrá a tener las cosas de Dios por no de Dios, y las
no de Dios, por de Dios. Porque, estando aquella catarata y nube
sobre el ojo del juicio, no ve sino catarata, unas veces de un color,
otras de otro, como ellas se ponen; y piensan que la catarata es Dios,
porque no ve, como habemos dicho, más que catarata, que está
sobre el sentido, y Dios no cae en sentido. Y así el apetito y gustos
impiden el conocimiento de las cosas altas, como lo da a entender el
Sabio (Sab. 4, 12), diciendo: El hechizo de la vanidad oscurece los
bienes, y la inconstancia del apetito trastrueca el sentido que aun no
sabe de malicia.
65. Por lo cual, los que no son tan espirituales que estén purgados de
los apetitos y gustos, sino que todavía están algo animales en ellos
crean que las cosas viles y bajas del espíritu, que son las que más se
llegan al sentido en que ellos todavía viven las tendrán por gran cosa;
y las que fueren altas del espíritu, que son las que mas se apartan del
sentido, las tendrán en poco y no las estimarán, y aún las tendrán
por locura, como dice san Pablo (1 Cor. 2 14) diciendo: El hombre
animal no percibe las cosas de Dios; sonle a él como locura y no les
puede entender. Y hombre animal es aquel que todavía vive con
apetitos y gustos de su naturaleza, que, aunque algunos vengan y
nazcan de espíritu, si se quiere asir a ellos con su natural apetito, ya
son apetitos naturales; que poco hace al caso que el objeto sea
sobrenatural si el apetito sale de sí mismo y tiene raíz y fuerza en el
natural, pues tiene la misma sustancia y naturaleza que si fuera
acerca de materia y objeto natural.
66. Dirásme: pues cuando se apetece Dios, ¿no es sobrenatural? Digo
que no siempre, sino cuando Dios le infunde, dando él la fuerza del
apetito, y esto es muy diferente; mas cuando tú, de tuyo, tú le
quieres tener, no es más que natural, y lo será siempre si Dios no le
informare. Y así, cuando tú, de tuyo, te quieres pegar a los gustos
espirituales y ejercitas el apetito tuyo y natural, catarata pones, y
eres animal y no podrás entender ni juzgar lo espiritual, que es sobre
todo sentido y apetito natural. Y si tienes más duda, no sé qué te
diga, sino que lo vuelvas a leer y quizás no la tendrás, que dicha está
la sustancia de la verdad, y no se sufre aquí en esto alargarme más.
Este sentido, pues, que antes estaba oscuro sin esta divina luz de
Dios, y ciego con sus apetitos, ya está de manera que sus profundas
cavernas, por medio de esta divina unión,
con extraños primores calor y luz dan junto a su Querido.
67. Porque, estando estas cavernas de las potencias ya tan mirífica y
maravillosamente infundidas en los admirables resplandores de
aquellas lámparas, como habemos dicho, que en ellas están ardiendo,
están ellas enviando a Dios en Dios, de más de la entrega que hacen
a Dios, estando clarificadas y encendidas en Dios, esos mismos
resplandores que tiene recibidos con amorosa gloria, inclinadas ellas
a Dios en Dios, hechas también ellas lámparas divinas, dando al
Amado de la misma luz v calor de amor que recibe. Porque aquí, de
607
la misma manera que lo reciben, lo están dando al que lo da, con los
mismos primores que él se lo da, como el vidrio hace cuando le
embiste el sol; aunque estotro es en más subida manera, por
intervenir en ello el ejercicio de la voluntad.
68. Con extraños primores, es a saber: extraños y ajenos de todo
común pensar y de todo encarecimiento y de todo modo y manera.
Porque, conforme al primor con que el entendimiento recibe a la
sabiduría divina, hecho un entendimiento con el de Dios, es el primor
con que lo da el alma, porque no lo puede dar sino al modo que se lo
dan. Y conforme al primor con que la voluntad está unida en la
bondad, es el primor con que ella da a Dios en Dios la misma bondad,
porque no lo recibe sino para darlo. Ni más ni menos, según el primor
con que en la grandeza de Dios conoce, estando unida en ella, luce y
da calor de amor. Según los primores de los demás atributos divinos
que comunica allí el alma de fortaleza, hermosura, justicia, etc., son
los primores con que el sentido, gozando, está dando a su Querido en
su Querido esa misma luz y calor que está recibiendo de su Querido.
Porque, estando ella aquí hecha una misma cosa con él, en cierta
manera es ella Dios por participación; que, aunque no tan
perfectamente como en la otra vida, es, como dijimos, como sombra
de Dios.
Y, a este talle, siendo ella por medio de esta sustancial
transformación sombra de Dios, hace ella en Dios por Dios lo que él
hace en ella por sí mismo, al modo que él lo hace; porque la voluntad
de los dos es una, y, así como Dios se la está dando con libre y
graciosa voluntad, así ella también, teniendo la voluntad tanto más
libre y generosa cuanto más unida en Dios, en Dios está dando a Dios
al mismo Dios, y es verdadera y entera dádiva del alma a Dios.
Porque allí verdaderamente el alma ve que Dios es suyo, y que ella le
posee con posesión hereditaria, como hijo adoptivo de Dios con
propiedad de derecho, por la gracia que Dios de sí mismo le hizo, y
que como cosa suya le puede dar y comunicar a quien ella quiere; y
así dale a su Querido, que es el mismo Dios, que se le dio a ella. Y en
esto paga todo lo que debe, porque de voluntad le da otro tanto con
deleite y gozo inestimable, dando al Espíritu Santo como cosa suya
con entrega voluntaria, porque se ame como él merece.
69. Y en esto está el inestimable deleite del alma, de ver que ella da
a Dios cosa suya que le cuadre a Dios según su infinito ser. Que,
aunque es verdad que el alma no puede dar de nuevo al mismo Dios
a sí mismo, pues él en sí siempre es el mismo, pero el alma de suyo
perfecta y verdaderamente lo hace, dando todo lo que le había dado,
para pagar el amor, que es dar tanto como le dan. Y Dios se paga con
aquella dádiva del alma (que con menos no se pagara), y lo toma con
agradecimiento, como cosa suya del alma que de nuevo se le da, y
en eso mismo la ama y de nuevo libremente se entrega al alma, y en
esto ama al alma.
Y así, están actualmente Dios y el alma en un amor recíproco en la
conformidad de la unión y entrega matrimonial, en que los bienes de
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entrambos, que son la divina esencia, poseyéndolos cada uno
libremente, los poseen entrambos juntos en la entrega voluntaria del
uno al otro, diciendo el uno al otro lo que el Hijo de Dios dijo al Padre
por san Juan (17, 10), es a saber: Omnia mea tua sunt, et tua mea
sunt et clarificatus sum in eis, esto es: Todas mis cosas son tuyas, y
tus cosas son mías, y clarificado estoy en ellas. Lo cual en la otra vida
es sin intermisión en la fruición; y en este estado de unión, cuando se
pone en acto y en ejercicio de amor la comunicación del alma y Dios.
Que puede hacer el alma aquella dádiva, es de más entidad que su
capacidad y su ser, está claro; porque claro está que el que tiene
muchos reinos y gentes por suyas, aunque son de más mucha
entidad que él, las puede dar muy bien a quien quisiere.
70. Esta es la gran satisfacción y contento del alma, ver que da a
Dios más que ella en sí vale, dando con tanta liberalidad a Dios a sí
mismo como cosa suya, con aquella luz divina y calor de amor que se
lo dan. En la otra vida es por medio de la lumbre de gloria, y en ésta,
por medio de la fe ilustradísima. Y de esta manera, las profundas
cavernas del sentido, con extraños primores, calor y luz dan junto a
su Querido. Junto, porque junta es la comunicación del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo en el alma, que son luz y fuego de amor.
71. Pero los primores con que el alma hace esta entrega, habemos
aquí de notar brevemente. Acerca de lo cual es de advertir que en el
acto de esta unión, como quiera que el alma goce cierta imagen de
fruición que se causa de la unión del entendimiento y del afecto en
Dios, deleitada ella en sí y obligada, hace a Dios la entrega de Dios y
de sí misma en Dios con maravillosos modos. Porque acerca del amor
se ha el alma acerca de Dios con extraños primores y acerca de este
rastro de fruición, ni más ni menos, y acerca de la alabanza también,
y por el semejante acerca del agradecimiento.
72. Cuanto a lo primero, que es el amor, tiene tres primores
principales de amor. El primero es, que aquí ama el alma a Dios, no
por sí, sino por el mismo Dios, lo cual es admirable primor, porque
ama por el Espíritu Santo, como el Padre ama al Hijo, según se dice
por san Juan (17, 26): La dilección con que me amaste, dice el Hijo al
Padre, esté en ellos y yo en ellos. El segundo primor es amar a Dios
en Dios, porque en esta vehemente unión se absorbe el alma en
amor de Dios, y Dios con grande vehemencia se entrega al alma. El
tercer primor de amor principal es amarle allí por quien él es, porque
no te ama sólo porque para sí misma es largo bien y gloria, etc., sino
mucho más fuertemente, porque en sí es todo esto esencialmente.
73. Y acerca de esta imagen de fruición tiene otros tres primores
principales maravillosos. El primero, que el alma goza allí a Dios por
el mismo Dios, porque, como el alma aquí une el entendimiento en la
sabiduría y bondad, etc., aunque no claramente como será en la otra
vida, grandemente se deleita en todas estas cosas entendidas
distintamente, como arriba dijimos. El segundo primor principal de
esta dilección es deleitarse ordenadamente sólo en Dios, sin otra
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ninguna mezcla de criatura. El tercer deleite es gozarle solo por quien
él es, sin otra mezcla de gusto propio.
74. Y acerca de la alabanza que el alma tiene a Dios en esta unión,
hay otros tres primores de alabanza. El primero, hácelo de oficio,
porque ve el alma que para su alabanza la crió Dios, como dice por
Isaías (43, 21): Este pueblo formé para mí, cantará mis alabanzas. El
segundo primor de alabanza es por los bienes que recibe y deleite
que tiene en alabar. El tercero es por lo que Dios es en sí, porque,
aunque el alma no recibiese ningún deleite, le alabaría por quien él
es.
75. Acerca del agradecimiento tiene otros tres primores principales.
El primero, agradecer los bienes naturales y espirituales que ha
recibido y los beneficios. El segundo es la delectación grande que
tiene en alabar a Dios, porque con gran vehemencia se absorbe en
esta alabanza. El tercero es alabanza sólo por lo que Dios es, lo cual
es mucho más fuerte y deleitable.
Inicio --------------------------------------------
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CANCIÓN 4ª [San Juan de la Cruz LLAMA DE AMOR VIVAA
Indice]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LAS OBRAS COMPLETAS DE SAN JUAN DE LA CRUZ
ÍNDICE DE LA LLAMA DE AMOR VIVA A
---------------------------------------------------------------------------
CANCIÓN 4ª
¡Cuán manso y amoroso recuerdas en mi seno, donde secretamente
solo moras, y en tu aspirar sabroso, de bien y gloria lleno, cuán
delicadamente me enamoras!
DECLARACIÓN
1. Conviértese el alma aquí a su Esposo con mucho amor,
estimándole y agradeciéndole dos efectos admirables que a veces en
ella hace por medio de esta unción, notando también el modo con
que hace cada uno y también el efecto que en ella redunda este caso.
2. El primer efecto es recuerdo de Dios en el alma, y el modo con que
éste se hace es de mansedumbre y de amor. El segundo es
aspiración de Dios en el alma, y el modo de este es de bien y gloria
que se le comunica en la aspiración. Y lo que de aquí en el alma
redunda es enamorarla delicada y tiernamente.
3. Y así, es como si dijera: El recuerdo que haces, ¡Oh Verbo Esposo!,
en el centro y fondo de mi alma, que es la pura e íntima sustancia de
ella, en que secreta y calladamente solo, como Señor de ella, moras,
no sólo como en tu casa, ni sólo como en tu mismo lecho, sino
también como en mi propio seno, íntima y estrechamente unido,
¡cuán mansa y amorosamente le haces!, esto es, grandemente
manso y amoroso. Y en la sabrosa aspiración en que en ese recuerdo
tuyo haces sabrosa para mí, que está llena de bien y gloria, ¡con
cuánta delicadez me enamoras y aficionas a ti! En el cual toma el
610
alma la semejanza del que cuando recuerda de su sueño respira,
porque, a la verdad, ella así lo siente. Síguese el verso:
¡Cuán manso y amoroso recuerdas en mi seno!
4. Muchas maneras de recuerdos hace Dios al alma, tantas, que, si
las hubiésemos de contar, nunca acabaríamos. Pero este recuerdo,
que aquí quiere dar a entender el alma que hace el Hijo de Dios, es, a
mi ver, de los más levantados y que más bien hace al alma. Porque
este recuerdo es un movimiento que hace el Verbo en la sustancia del
alma, de tanta grandeza y señorío y gloria y de tan íntima suavidad,
que le parece al alma que todos los bálsamos y especies odoríferas y
flores del mundo se trabucan y menean, revolviéndose, para dar
suavidad, y que todos los reinos y señoríos del mundo, y todas las
potestades y virtudes del cielo se mueven; y, no sólo eso, sino que
también todas las virtudes y sustancias y perfecciones y gracias de
todas las cosas criadas relucen y hacen el mismo movimiento, todo a
una y en uno.
Que, por cuanto como dice san Juan (1, 3), todas las cosas en él son
vida y en él viven y son y se mueven, como también dice el Apóstol
(Act. 17, 28), de aquí es que, moviéndose este gran Emperador en el
alma, cuyo principado, como dice Isaías (9, 6), trae sobre sus
hombros, que son las tres máquinas: celeste, terrestre e infernal (Fil.
2, 10), y las cosas que hay en ellas, sustentándolas todas, como dice
san Pablo (Hb. 1, 3), en el Verbo de su virtud, todas a una parezcan
moverse, al modo que al movimiento de la tierra se mueven todas las
cosas naturales que hay en ella, como si no fuesen nada; así es
cuando se mueve este Príncipe, que trae sobre sí su corte, y no la
corte a él.
5. Aunque esta comparación harto impropia es, porque acá no sólo
parecen moverse, sino que también descubren las bellezas de su ser,
virtud y hermosura y gracias, y la raíz de su duración y vida. Porque
echa allí de ver el alma cómo todas las criaturas de arriba y abajo
tienen su vida y duración en él, y ve claro lo que dice en el libro de la
Sabiduría (Pv. 8, 15-16), diciendo: Por mí reinan los reyes, por mí
gobiernan los príncipes y los poderosos ejercitan justicia y la
entienden. Y, aunque es verdad que echa allí de ver el alma que
estas cosas son distintas de Dios, en cuanto tienen ser criado, y las
ve allí con él con su fuerza, raíz y vigor, es tanto lo que conoce ser
Dios en su ser con infinita eminencia todas estas cosas, que las
conoce mejor en su ser que en ellas mismas. Y éste es el deleite
grande de este recuerdo: conocer por Dios las criaturas, y no por las
criaturas a Dios; que es conocer los efectos por su causa, y no la
causa por los efectos, que es conocimiento trasero, y esotro es
esencial.
6. Y cómo sea este conocimiento en el alma, como quiera que Dios
sea inmovible, es cosa maravillosa, porque, aunque entonces Dios no
se mueve realmente, al alma le parece que en verdad se mueve.
Porque, como ella es innovada y movida por Dios para que vea esta
sobrenatural vista, y se le descubre con tanta novedad aquella divina
611
vida y el ser y armonía de toda criatura en ella con sus movimientos
en Dios parécele que Dios es el que se mueve y que tome la causa el
nombre del efecto que hace, según el cual efecto se puede decir que
Dios se mueve, según el Sabio (Sab. 7, 24) dice: Que la sabiduría es
más movible que todas las cosas movibles. Y es no porque ella se
mueva, sino porque es el principio y raíz de todo movimiento;
permaneciendo en sí estable, como dice luego, todas las cosas
innova. Y así, lo que allí quiere decir, es que la sabiduría es más
activa que todas las cosas activas. Así debemos aquí decir que el
alma en este movimiento es la movida y la recordada del sueño de
vista natural a vista sobrenatural, y por eso la pone bien propiamente
nombre de recuerdo.
7. Pero Dios siempre se está así como el alma lo echó de ver,
moviendo, rigiendo y dando ser y virtud y gracias y dones a todas las
criaturas, teniéndolas todas en sí virtual, presencial y
sustancialmente, viendo el alma lo que Dios es en sí y lo que es en
las criaturas en una sola vista, así como quien, abriéndole un palacio,
ve en un acto la eminencia de la persona que está dentro, y ve
juntamente lo que está haciendo. Y así, lo que yo entiendo cómo se
haga este recuerdo y vista del alma es que, estando el alma en Dios
sustancialmente, como lo está toda criatura, quítale delante algunos
de los muchos velos y cortinas que ella tiene antepuestos para
poderle ver como él es, y entonces traslúcese y viséase algo
oscuramente (porque no se quitan todos los velos) a aquel rostro
suyo lleno de gracias; el cual, como todas las cosas está moviendo
con su virtud, parécese juntamente con él lo que está haciendo, y
parece él moverse con ellas y ellas en él con movimiento continuo, y
por eso le parece al alma que él se movió y recordó, siendo ella la
movida y recordada.
8. Que ésta es la bajeza de esta nuestra condición de vida, que, como
nosotros estamos, pensamos que están los otros y como somos,
juzgamos a los demás, comenzando de nosotros mismos el juicio y
no de fuera. Y así, el ladrón piensa que los otros también hurtan; y el
lujurioso, que los otros lo son; y el malicioso, que los otros son
maliciosos, saliendo ya aquel juicio de su malicia; y el bueno piensa
bien de los demás, saliendo aquel juicio de bondad que tiene en sí
concebida; el que es descuidado y dormido, parece que los otros lo
son. Y de aquí es que, cuando nosotros estamos descuidados y
dormidos delante de Dios, nos parezca que Dios es el que está
dormido y descuidado de nosotros, como se ve en el Salmo 43 (v.
23), donde David dice a Dios. ¡Levántate, Señor!, ¿por qué
duermes?, poniendo en Dios lo que había en los hombres, que,
siendo ellos los caídos y dormidos, dice a Dios que él sea el que se
levanta y se despierte, como quiera que nunca duerme el que guarda
a Israel (Sal. 120, 4).
9. Pero, a la verdad, como quiera que todo el bien del hombre venga
de Dios (Sant. 1, 16), y el hombre de suyo ninguna cosa pueda que
sea buena, con verdad se dice que nuestro recuerdo es recuerdo de
612
Dios, y nuestro levantamiento es levantamiento de Dios. Y así, es
como si dijera David: Levántanos dos veces y recuérdanos, porque
estamos dormidos y caídos de dos maneras. De donde, porque el
alma estaba dormida en sueño, de que ella jamás no pudiera por sí
misma recordar, y sólo Dios es el que la pudo abrir los ojos y hacer
este recuerdo, muy propiamente le llama recuerdo de Dios, diciendo:
Recuerdas en mi seno.
¡Recuérdanos tú y alúmbranos, Señor mío, para que conozcamos y
amemos los bienes que siempre nos tienes propuestos, y
conoceremos que te moviste a hacernos las mercedes y que te
acordaste de nosotros!
10. Totalmente es indecible lo que el alma conoce y siente en este
recuerdo de la excelencia de Dios porque siendo comunicación de la
excelencia de Dios en la sustancia del alma, que es el seno que aquí
dice, suena en el alma una potencia inmensa en voz de multitud de
excelencias de millares de millares de virtudes. En éstas el alma
estancando, queda terrible como haces de ejércitos (Ct. 6, 3), y
suavizada y agraciada en todas las suavidades y gracias de las
criaturas.
11. Pero será la duda: ¿cómo puede sufrir el alma tan fuerte
comunicación en la carne, que en efecto no hay sujeto y fuerza en
ella para sufrir tanto para no desfallecer? Pues que, de solamente de
ver la reina Ester al rey Asuero en su trono con vestiduras reales y
resplandeciendo el oro y perlas preciosas temió tanto de verle tan
terrible en su aspecto que desfalleció como ella lo confiesa allí (Est.
15, 16), diciendo, que por el temor que le hizo su gran gloria, porque
le pareció como un ángel y su rostro lleno de gracias, desfalleció;
porque la gloria oprime al que la mira, cuando no glorifica. Pues,
¿cuánto más había el alma de desfallecer aquí, pues no es ángel el
que echa de ver, sino Dios con su rostro lleno de gracias de todas las
criaturas y de terrible poder y gloria y voz de multitud de
excelencias? De la cual dice Job (26, 14) que, cuando oyéremos tan
mala vez una partecita, ¿quién podrá sufrir la grandeza de su
trueno?; y en otra parte (23, 6) dice: No quiero que entienda y trate
conmigo con mucha fortaleza, porque por ventura no me oprima con
el peso de su grandeza.
12. Pero la causa por que el alma no desfallece y teme en aqueste
recuerdo tan poderoso y glorioso, es por dos cosas.
La primera porque, estando ya el alma en estado de perfección, como
aquí está, en el cual está la parte inferior muy purgada y conforme
con el espíritu, no tiene el detrimento y pena que en las
comunicaciones espirituales suele tener el espíritu y sentido no
purgado y dispuesto para recibirlas. Aunque no basta ésta para dejar
de recibir detrimento delante de tanta grandeza y gloria, por cuanto,
aunque esté el natural muy puro, todavía, porque excede al natural,
le corromperá, como hace el excelente sensible a la potencia; que a
este propósito se entiende lo que alegamos de Job.
613
La segunda causa es lo que hace al caso, que es la que el primer
verso le dice aquí el alma, que es mostrarse manso y amoroso.
Porque así como Dios muestra al alma esta grandeza y gloria para
regalarla y engrandecerla, así la favorece para que no reciba
detrimento, amparando al natural, mostrando al espíritu su grandeza
con blandura y amor a excusa del natural, no sabiendo el alma si
pasa en el cuerpo o fuera de él (2 Cor. 12, 2). Lo cual puede muy
bien hacer el que con su diestra amparó a Moisés (Ex. 33, 22) para
que viese su gloria. Y así, tanta mansedumbre y amor siente el alma
en él, cuanto poder y señorío y grandeza, porque en Dios todo es una
misma cosa; y así es el deleite fuerte, y el amparo fuerte en
mansedumbre y amor, para sufrir fuerte deleite; y así, antes el alma
queda poderosa y fuerte que desfallecida. Que, si Ester se desmayó,
fue porque el rey se le mostró al principio no favorable, sino, como
allí dice (Est. 15, 10), los ojos ardientes, le mostró el furor de su
pecho. Pero, luego que la favoreció, extendió su cetro, y, tocándola
con él y abrazándola, volvió sobre sí, habiéndola dicho que él era su
hermano, que no temiese (Ester 15, 12-15).
13. Y así, habiéndose aquí el Rey del cielo desde luego con el alma
amigablemente, como su igual y hermano, desde luego no teme el
alma: porque, mostrándole en mansedumbre y no en furor la
fortaleza de poder y el amor de su bondad, la comunica la fortaleza y
amor de su pecho, saliendo a ella de su trono del alma como esposo
de su tálamo (Sal. 18, 6), donde estaba escondido, o inclinado a ella,
tocándola como hermano. Y allí las vestiduras reales y fragancia de
ellas, que son las virtudes admirables de Dios; allí el resplandor de
oro, que es la caridad; allí lucir las piedras preciosas de las noticias
de las sustancias superiores e inferiores; allí el rostro del Verbo lleno
de gracias, que embisten y visten a la reina del alma, de manera que,
transformada ella en estas virtudes del Rey del cielo, se ve hecha
reina, y que se puede en verdad decir de ella lo que dice David en el
salmo 44 (v. 10), es a saber: La reina estuvo a tu diestra en
vestiduras de oro y cercada de variedad. Y, porque todo esto pasa en
la íntima sustancia del alma, dice luego ella:
Donde secretamente solo moras.
14. Dice que en su seno mora secretamente, porque, como habemos
dicho, en el fondo de la sustancia del alma es hecho este dulce
abrazo. Es de saber que Dios en todas las almas mora secreto y
encubierto en la sustancia de ellas, porque, si esto no fuese, no
podrían ellas durar. Pero hay diferencia en este morar, y mucha:
porque en unas mora solo, y en otras no mora solo; en unas mora
agradado, y en otras mora desagradado; en unas mora como en su
casa, mandando y rigiéndolo todo, y en otras mora como extraño en
casa ajena, donde no le dejan mandar nada ni hacer nada.
El alma donde menos apetitos y gustos propios moran, es donde él
más solo y más agradado y más como en casa propia, rigiéndola y
gobernándola mora, y mora tanto más secreto, cuanto más solo. Y
así, en esta alma, en que ya ningún apetito mora ni otras imágenes
614
ni formas de alguna cosa criada, secretísimamente mora, con tanto
más íntimo interior y estrecho abrazo, cuanto ella, como decimos,
está más pura y sola de otra cosa que Dios. Y así está secreto,
porque a este puesto y abrazo no puede llegar el demonio, ni
entendimiento alguno a saber cómo es. Pero a la misma alma en esta
perfección no le está secreto, que siempre le siente en sí, sino en
estos recuerdos; que, cuando los hace, le parece al alma que
recuerda el que estaba dormido antes en sueño; que, aunque le
sentía y gustaba, era como el amado dormido en el seno, que no se
comunican las inteligencias y amores de entrambos hasta que
entrambos están recordados.
15. ¡Oh, cuán dichosa es esta alma que siempre siente estar a Dios
reposando y descansando en su seno! ¡Oh, cuánto le conviene
apartarse de cosas, huir de negocios, vivir con inmensa tranquilidad,
porque con una motica no inquiete ni remueva el seno del Amado!
Está él allí de ordinario como dormido en este abrazo con la sustancia
del alma, la cual ella muy bien siente y de ordinario muy bien goza.
Porque, si estuviese en ella siempre recordado, que sería
comunicándose las noticias y los amores, sería estar en gloria.
Porque, si una vez que recuerda, ¡tan mala vez!, abriendo el ojo,
pone tal al alma, como vemos, ¿qué sería si de ordinario estuviese en
ella bien despierto?
16. En otras almas que no han llegado a esta unión, aunque no está
desagradado, por cuanto aun no están bien dispuestas para ella,
mora secreto en su alma; porque no le sienten de ordinario sino es
cuando él les hace algunos recuerdos sabrosos, aunque no son del
género de éste, ni tienen que ver con él. Pero al demonio y al
entendimiento no les está tan secreto como estotro, porque todavía
podría entender algo por los movimientos del sentido, por cuanto
hasta la unión no está bien aniquilado, que todavía tiene algunas
acciones acerca de lo espiritual, por no ser ello totalmente espiritual.
Mas en este recuerdo que el Esposo hace en esta alma perfecta, todo
es perfecto, porque él lo hace todo. Y entonces en aquel excitar y
recordar, que es al modo de como cuando uno recuerda y respira,
siente el alma la aspiración de Dios, y por eso dice:
¡Y en tu aspirar sabroso, de bien y gloria lleno, cuán delicadamente
me enamoras!
17. En aquel aspirar de Dios yo no querría hablar, ni aun quiero:
porque veo claro que no lo tengo de saber decir, y parecería menos si
lo dijese. Porque es una aspiración que Dios hace, en que, en aquel
recuerdo del alto conocimiento de la Deidad, la aspira el Espíritu
Santo con la misma proporción que es la noticia en que la absorbe
profundísimamente en el Espíritu Santo, enamorándola
delicadísimamente según aquello que vio. Porque, siendo llena de
bien y gloria, la llenó de bondad y gloria del Espíritu Santo, en que la
enamoró de sí sobre toda lengua y sentido en los profundos de Dios.
Y por eso, aquí lo dejo.
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Inicio --------------------------------------------
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FIN DE LA LLAMA DE AMOR A [San Juan de la Cruz LLAMA
DE AMOR VIVAB Prólogo]
JESÚS MARÍA JOSÉ
DECLARACIÓN DE LAS CANCIONES QUE TRATAN DE LA MUY ÍNTIMA
Y CALIFICADA UNIÓN Y TRANSFORMACIÓN DEL ALMA EN DIOS, POR
EL MISMO QUE LAS COMPUSO, A PETICIÓN DE DOÑA ANA DE
PEÑALOSA.
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LA LLAMA DE AMOR VIVA B
Introducción Prólogo Canciones Canción 1- ¡Oh llama de amor viva!
Canción 2- ¡Oh cauterio suave! Canción 3- ¡Oh lámparas de fuego!
Canción 4- ¡Cuán manso y amoroso!
---------------------------------------------------------------------------
PRÓLOGO
1. Alguna repugnancia he tenido, noble y devota señora, en declarar
estas cuatro canciones que vuestra Merced me ha pedido, porque,
por ser de cosas tan interiores y espirituales, para las cuales
comúnmente falta lenguaje (porque lo espiritual excede al sentido)
con dificultad se dice algo de la sustancia; porque también se habla
mal de las entrañas de espíritu si no es con entrañable espíritu. Y, por
el poco que hay en mí, lo he diferido hasta ahora que el Señor parece
que ha abierto un poco la noticia y dado algún calor; debe ser por el
santo deseo que Vuestra Merced tiene, que quizá como se hicieron
para Vuestra Merced querrá Su Majestad que para Vuestra Merced se
declaren. Me he animado, sabiendo cierto que de mi cosecha nada
que haga al caso diré en nada, cuánto más en cosas tan subidas y
sustanciales. Por eso no será mío sino lo malo y errado que en ello
hubiere; y por eso lo sujeto todo al mejor parecer y al juicio de
nuestra Madre la Iglesia Católica Romana, con cuya regla nadie yerra.
Y con este presupuesto, arrimándome a la Escritura divina, y como se
lleve entendido que todo lo que se dijere es tanto menor de lo que allí
hay, como lo es lo pintado que lo vivo, me atreveré a decir lo que
supiere.
2. Y no hay que maravillar que haga Dios tan altas y extrañas
mercedes a las almas que él da en regalar; porque si consideramos
que es Dios, y que se las hace como Dios, y con infinito amor y
bondad, no nos parecerá fuera de razón; pues él dijo (Jn. 14, 23) que
en el que le amase vendrían el Padre, Hijo y Espíritu Santo, y harían
morada en él; lo cual había de ser haciéndole a El vivir y morar en el
Padre, Hijo y Espíritu Santo en vida de Dios, como da a entender el
alma en estas canciones.
3. Que, aunque en la canciones que arriba declaramos, hablamos del
más perfecto grado de perfección a que en esta vida se puede llegar,
que es la transformación en Dios, todavía estas canciones tratan del
amor ya más calificado y perfeccionado en ese mismo estado de
transformación. Porque, aunque es verdad que lo que éstas y
616
aquéllas dicen todo es un estado de transformación, y no se puede
pasar de allí en cuanto tal, pero puede con el tiempo y ejercicio
calificarse, como digo, y sustanciarse mucho más el amor; bien así
como, aunque, habiendo entrado el fuego en el madero, le tenga
transformado en sí y está ya unido con él, todavía, afervorándose
más el fuego y dando más tiempo en él, se pone mucho más
candente e inflamado hasta centellear fuego de sí y llamear.
4. Y en este encendido grado se ha de entender que habla el alma
aquí, ya tan transformada y calificada interiormente en fuego de
amor, que no sólo está unida en este fuego, sino que hace ya viva
llama en ella. Y ella así lo siente y así lo dice en estas canciones con
íntima y delicada dulzura de amor, ardiendo en su llama,
encareciendo en estas canciones algunos efectos que hace en ella.
Las cuales iré declarando por el orden que las demás: que las pondré
primero juntas, y luego, poniendo cada canción, las declararé
brevemente; y después, poniendo cada verso, lo declararé de por sí.
Inicio
CANCIONES QUE HACE EL ALMA EN LA ÍNTIMA UNIÓN CON
DIOS [San Juan de la Cruz LLAMA DE AMOR VIVAB
Canciones]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LA LLAMA DE AMOR VIVA B
---------------------------------------------------------------------------
CANCIONES QUE HACE EL ALMA EN LA ÍNTIMA UNIÓN CON DIOS
1. ¡Oh llama de amor viva, que tiernamente hieres de mi alma en el
más profundo centro! Pues ya no eres esquiva, acaba ya, si quieres;
¡rompe la tela de este dulce encuentro!
2. ¡Oh cauterio suave! ¡Oh regalada llaga! ¡Oh mano blanda! ¡Oh
toque delicado, que a vida eterna sabe y toda deuda paga! Matando,
muerte en vida las has trocado.
3. ¡Oh lámparas de fuego, en cuyos resplandores las profundas
cavernas del sentido, que estaba oscuro y ciego, con extraños
primores calor y luz dan junto a su querido!
4. ¡Cuán manso y amoroso recuerdas en mi seno, donde
secretamente solo moras y en tu aspirar sabroso, de vida y gloria
lleno, cuán delicadamente me enamoras!
La compostura de estas liras son como aquellas que en Boscán están
vueltas a lo divino, que dicen:
La soledad siguiendo, llorando mi fortuna, me voy por los caminos
que se ofrecen, etc.,
en las cuales hay seis pies; el cuarto suena con el primero, y el
quinto con el segundo, y el sexto con el tercero.
Inicio
CANCION 1ª [San Juan de la Cruz
LLAMA DE AMOR VIVAB Canción 1ª]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LA LLAMA DE AMOR VIVA B
---------------------------------------------------------------------------
617
CANCIÓN 1ª
¡Oh llama de amor viva, que tiernamente hieres de mi alma en el
más profundo centro! Pues ya no eres esquiva, acaba ya, si quieres;
¡rompe la tela de este dulce encuentro!
DECLARACIÓN
1. Sintiéndose ya el alma toda inflamada en la divina unión, y ya su
paladar todo bañado en gloria y amor, y que hasta lo íntimo de su
sustancia está revertiendo no menos que ríos de gloria, abundando
en deleites (Cant. 8, 5) sintiendo correr de su vientre los ríos de agua
viva que dijo el Hijo de Dios (Jn. 7, 38) que saldrían en semejantes
almas, parécele que, pues con tanta fuerza está transformada en
Dios y tan altamente de él poseída, y con tan ricas riquezas de dones
y virtudes arreada, que está tan cerca de la bienaventuranza, que no
la divide sino una leve tela.
Y como ve que aquella llama delicada de amor, que en ella arde, cada
vez que la está embistiendo, la está como glorificando con suave y
fuerte gloria, tanto que, cada vez que la absorbe y embiste, le parece
que le va a dar la vida eterna, y que va a romper la tela de la vida
mortal, y que falta muy poco, y que por esto poco no acaba de ser
glorificada esencialmente, dice con gran deseo a la llama, que es el
Espíritu Santo, que rompa ya la vida mortal por aquel dulce
encuentro, en que de veras la acabe de comunicar lo que cada vez
parece que la va a dar cuando la encuentra, que es glorificarla entera
y perfectamente. Y así, dice:
¡Oh llama de amor viva!
2. Para encarecer el alma el sentimiento y aprecio con que habla en
estas cuatro canciones, pone en todas ellas estos términos: "¡oh!" y
"cuán", que significan encarecimiento afectuoso; los cuales, cada vez
que se dicen, dan a entender del interior más de lo que se dice por la
lengua. Y sirve el "¡oh!" para mucho desear y para mucho rogar
persuadiendo, y para entrambos efectos usa el alma de él en esta
canción, porque en ella encarece e intima el gran deseo,
persuadiendo al amor que la desate.
3. Esta llama de amor es el espíritu de su Esposo, que es el Espíritu
Santo, al cual siente ya el alma en sí, no sólo como fuego que la tiene
consumida y transformada en suave amor, sino como fuego que,
demás de eso, arde en ella y echa llama, como dije; y aquella llama,
cada vez que llamea, baña al alma en gloria y la refresca en temple
de vida divina.
Y ésta es la operación del Espíritu Santo en el alma transformada en
amor, que los actos que hace interiores es llamear, que son
inflamaciones de amor en que unida la voluntad del alma, ama
subidísimamente, hecha un amor con aquella llama. Y así, estos actos
de amor del alma son preciosísimos, y merece más en uno y vale
más que cuanto había hecho en toda su vida sin esta transformación,
por más que ello fuese. Y la diferencia que hay entre el hábito y el
acto, hay entre la transformación en amor y la llama de amor, que es
618
la que hay entre el madero inflamado y la llama de él: que la llama es
efecto del fuego que allí está.
4. De donde, el alma que está en estado de transformación de amor,
podemos decir que su ordinario hábito es como el madero que
siempre está embestido en fuego; y los actos de esta alma son la
llama que nace del fuego de amor, que tan vehemente sale cuanto es
más intenso el fuego de la unión en la cual llama se unen y suben los
actos de la voluntad arrebatada y absorta en la llama del Espíritu
Santo, que es como el ángel que subió a Dios en la llama del
sacrificio de Manué (Jc. 13, 20). Y así, en este estado no puede el
alma hacer actos, que el Espíritu Santo los hace todos y la mueve a
ellos; y por eso, todos los actos de ella son divinos, pues es hecha y
movida por Dios. De donde al alma le parece que cada vez que
llamea esta llama, haciéndola amar con sabor y temple divino, la está
dando vida eterna, pues la levanta a operación de Dios en Dios.
5. Y éste es el lenguaje y palabras que trata Dios en las almas
purgadas y limpias, todas encendidas como dijo David (Sal. 118,
140): Tu palabra es encendida vehementemente; y el profeta (Jr. 23,
29): ¿Por ventura mis palabras no son como fuego? Las cuales
palabras, como él mismo dice por san Juan (6, 64) son espíritu y
vida; la cual sienten las almas que tienen oídos para oírla, que, como
digo, son las almas limpias y enamoradas; que los que no tienen el
paladar sano, sino que gustan otras cosas, no pueden gustar el
espíritu y vida de ellas, antes les hacen sinsabor. Y por eso, cuanto
más altas palabras decía el Hijo de Dios, tanto más algunos se
desabrían por su impureza, como fue cuando predicó aquella sabrosa
y amorosa doctrina de la Sagrada Eucaristía, que muchos de ellos
volvieron atrás (Jn. 6, 60-61, 67).
6. Y no porque los tales no gusten este lenguaje de Dios, que habla
de dentro, han de pensar que no le gustan otros, como aquí se dice,
como las gustó san Pedro (Jn. 6, 69) en el alma cuando dijo a Cristo:
¿Dónde iremos, Señor, que tienes palabras de vida eterna? Y la
Samaritana olvidó el agua y el cántaro por la dulzura de las palabras
de Dios (Jn. 4, 28).
Y así, estando esta alma tan cerca de Dios, que está transformada en
llama de amor, en que se le comunica el Padre, Hijo y Espíritu Santo,
¿qué increible cosa se dice que guste un rastro de vida eterna,
aunque no perfectamente, porque no lo lleva la condición de esta
vida? Mas es tan subido el deleite que aquel llamear del Espíritu
Santo hace en ella, que la hace saber a qué sabe la vida eterna. Que
por eso llama a la llama "viva"; no porque no sea siempre viva, sino
porque le hace tal efecto, que la hace vivir en Dios espiritualmente y
sentir vida de Dios, al modo que dice David (Sal. 83, 3): Mi corazón y
mi carne se gozaron en Dios vivo. No porque sea menester decir que
sea vivo, pues siempre lo está, sino para dar a entender que el
espíritu y sentido vivamente gustaban a Dios, hechos en Dios, lo cual
es gustar a Dios vivo, esto es, vida de Dios y vida eterna. Ni dijera
David allí: "Dios vivo", sino porque vivamente le gustaba, aunque no
619
perfectamente, sino como un viso de vida eterna. Y así, en esta llama
siente el alma tan vivamente a Dios, que le gusta con tanto sabor y
suavidad, que dice: ¡Oh llama de amor viva!
que tiernamente hieres.
7. Esto es: que con tu ardor tiernamente me tocas. Que, por cuanto
esta llama es llama de vida divina, hiere al alma con ternura de vida
de Dios; y tanto y tan entrañablemente la hiere y enternece, que la
derrite en amor, porque se cumpla en ella lo que en la Esposa en los
Cantares (5, 6), que se enterneció tanto, que se derritió, y así dice
ella allí: Luego que el Esposo habló, se derritió mi alma; porque el
habla de Dios es el efecto que hace en el alma.
8. Mas ¿cómo se puede decir que la hiere, pues en el alma no hay ya
cosa por herir, estando ya el alma toda cauterizada con el fuego de
amor? Es cosa maravillosa que, como el amor nunca está ocioso, sino
en continuo movimiento, como la llama, está echando siempre
llamaradas acá y allá; y el amor, cuyo oficio es herir para enamorar y
deleitar, como en la tal alma está en viva llama, estále arrojando sus
heridas como llamaradas ternísimas de delicado amor, ejercitando
jocunda y festivalmente las artes y juegos del amor, como en el
palacio de sus bodas, como Asuero con la esposa Ester (Est. 2, 17
ss.), mostrando allí sus gracias, descubriéndola sus riquezas y la
gloria de su grandeza, porque se cumpla en esta alma lo que él dijo
en los Proverbios (8, 30-31), diciendo: Deleitábame yo por todos los
días, jugando delante de él todo el tiempo, jugando en la redondez de
las tierras, y mis deleites estar con los hijos de los hombres, es a
saber, dándoselos a ellos. Por lo cual estas heridas, que son sus
juegos, son llamaradas de tiernos toques que al alma tocan por
momentos de parte del fuego de amor, que no está ocioso. Los
cuales, dice, acaecen y hieren,
de mi alma en el más profundo centro.
9. Porque en la sustancia del alma, donde ni el centro del sentido ni
el demonio puede llegar, pasa esta fiesta del Espíritu Santo; y, por
tanto, tanto más segura, sustancial y deleitable, cuanto más interior
ella es; porque cuanto más interior es, es más pura; y cuanto hay
más de pureza, tanto más abundante y frecuente y generalmente se
comunica Dios. Y así, es tanto más el deleite y el gozar del alma y del
espíritu porque es Dios el obrero de todo, sin que el alma haga de
suyo nada. Que, por cuanto el alma no puede obrar de suyo nada si
no es por el sentido corporal, ayudada de él, del cual en este caso
está ella muy libre y muy lejos, su negocio es ya sólo recibir de Dios,
el cual solo puede en el fondo del alma, sin ayuda de los sentidos,
hacer obra y mover al alma en ella. Y así, todos los movimientos de
la tal alma son divinos; y aunque son suyos, de ella lo son, porque
los hace Dios en ella con ella, que da su voluntad y consentimiento.
Y, porque decir hiere en el más profundo centro de su alma da a
entender que tiene el alma otros centros no tan profundos, conviene
advertir cómo sea esto.
620
10. Y, cuanto a lo primero, es de saber que el alma, en cuanto
espíritu, no tiene alto ni bajo, ni más profundo, ni menos profundo en
su ser, como tienen los cuerpos cuantitativos; que, pues en ella no
hay partes, no tiene más diferencia dentro que fuera, que toda ella es
de una manera y no tiene centro de hondo y menos hondo
cuantitativo; porque no puede estar en una parte más ilustrada que
en otra, como los cuerpos físicos, sino toda en una manera, en más o
en menos, como el aire que todo está de una manera ilustrado y no
ilustrado en más o en menos.
11. En las cosas, aquello llamamos centro más profundo que es a lo
que más puede llegar su ser y virtud y la fuerza de su operación y
movimiento, y no puede pasar de allí; así como el fuego o la piedra
que tiene virtud y movimiento natural y fuerza para llegar al centro
de su esfera, y no pueden pasar de allí ni dejar de llegar ni estar allí,
si no es por algún impedimento contrario y violento. Según esto,
diremos que la piedra, cuando en alguna manera está dentro de la
tierra, aunque no sea en lo más profundo de ella, está en su centro
en alguna manera, porque está dentro de la esfera de su centro y
actividad y movimiento; pero no diremos que está en el más
profundo de ella, que es el medio de la tierra; y así siempre le queda
virtud y fuerza e inclinación para bajar y llegar hasta este más último
y profundo centro, si se le quita el impedimento de delante; y,
cuando llegare y no tuviere de suyo más virtud e inclinación para más
movimiento, diremos que está en el más profundo centro suyo.
12. El centro del alma es Dios, al cual cuando ella hubiere llegado
según toda la capacidad de su ser y según la fuerza de su operación e
inclinación, habrá llegado al último y más profundo centro suyo en
Dios, que será cuando con todas sus fuerzas entienda, ame y goce a
Dios. Y cuando no ha llegado a tanto como esto, cual acaece en esta
vida mortal, en que no puede el alma llegar a Dios según todas sus
fuerzas, aunque esté en este su centro, que es Dios, por gracia y por
la comunicación suya que con ella tiene, por cuanto todavía tiene
movimiento y fuerza para más, no está satisfecha, aunque esté en el
centro, no empero en el más profundo, pues puede ir al más
profundo en Dios.
13. Es, pues, de notar que el amor es la inclinación del alma y la
fuerza y virtud que tiene para ir a Dios, porque mediante el amor se
une el alma con Dios; y así, cuantos más grados de amor tuviere,
tanto más profundamente entra en Dios y se concentra con él. De
donde podemos decir que cuantos grados de amor de Dios el alma
puede tener, tantos centros puede tener en Dios, uno más adentro
que otro; porque el amor más fuerte es más unitivo, y de esta
manera podemos entender las muchas mansiones que dijo el Hijo de
Dios (Jn. 14, 2) haber en la casa de su Padre.
De manera que para que el alma esté en su centro, que es Dios,
según lo que habemos dicho, basta que tenga un grado de amor,
porque por uno solo se une con él por gracia. Si tuviere dos grados,
habrá unídose y concentrádose con Dios otro centro más adentro; y
621
si llegare a tres, concentrarse ha como tres; y si llegare hasta el
último grado, llegará a herir el amor de Dios hasta el último centro y
más profundo del alma, que será transformarla y esclarecerla según
todo el ser y potencia y virtud de ella, según es capaz de recibir,
hasta ponerla que parezca Dios. Bien así como cuando el cristal
limpio y puro es embestido de la luz, cuantos más grados de luz va
recibiendo, tanto más de luz en él se va reconcentrando, y tanto más
se va él esclareciendo; y puede llegar a tanto por la copiosidad de luz
que recibe, que venga él a parecer todo luz, y no se divise entre la
luz, estando él esclarecido en ella todo lo que puede recibir de ella,
que es venir a parecer como ella.
14. Y así, en decir el alma aquí que la llama de amor hiere en su más
profundo centro, es decir que, cuanto alcanza la sustancia, virtud y
fuerza del alma, la hiere y embiste el Espíritu Santo. Lo cual dice, no
porque quiera dar a entender aquí que sea ésta tan sustancial y
enteramente como la beatífica vista de Dios en la otra vida, porque,
aunque el alma llegue en esta vida mortal a tan alto estado de
perfección como aquí va hablando, no llega ni puede llegar a estado
perfecto de gloria, aunque por ventura por vía de paso acaezca
hacerle Dios alguna merced semejante; pero dícelo para dar a
entender la copiosidad y abundancia de deleite y gloria que en esta
manera de comunicación en el Espíritu Santo siente. El cual deleite es
tanto mayor y más tierno, cuanto más fuerte y sustancialmente está
transformada y reconcentrada en Dios; que, por ser tanto como lo
más a que en esta vida se puede llegar (aunque, como decimos, no
tan perfecto como en la otra), lo llama el más profundo centro.
Aunque, por ventura, el hábito de la caridad puede el alma tener en
esta vida tan perfecto como en la otra, mas no la operación ni el
fruto; aunque el fruto y la operación de amor crecen tanto de punto
en este estado, que es muy semejante al de la otra; tanto que,
pareciéndole al alma ser así, osa decir lo que solamente se osa decir
de la otra, es a saber: "en el más profundo centro de mi alma".
15. Y porque las cosas raras y de que hay poca experiencia son más
maravillosas y menos creíbles, cual es lo que vamos diciendo del
alma en este estado, no dudo sino que algunas personas, no lo
entendiendo por ciencia ni sabiéndolo por experiencia, o no lo
creerán, o lo tendrán por demasía, o pensarán que no es tanto como
ello es en sí. Pero a todos estos yo respondo, que el Padre de las
lumbres (Sant. 1, 17), cuya mano no es abreviada (Is. 59, 1) y con
abundancia se difunde sin aceptación de personas do quiera que halla
lugar, como el rayo del sol, mostrándose también él a ellos en los
caminos y vías alegremente, no duda ni tiene en poco tener sus
deleites con los hijos de los hombres de mancomún en la redondez de
las tierras (Pv. 8, 31). Y no es de tener por increíble que a un alma ya
examinada, purgada y probada en el fuego de tribulaciones y trabajos
y variedad de tentaciones, y hallada fiel en el amor, deje de
cumplirse en esta fiel alma en esta vida lo que el Hijo de Dios
prometió (Jn. 14, 23), conviene a saber: que si alguno le amase,
622
vendría la Santísima Trinidad en él y moraría de asiento en él; lo cual
es ilustrándole el entendimiento divinamente en la sabiduría del Hijo,
y deleitándole la voluntad en el Espíritu Santo, y absorbiéndola el
Padre poderosa y fuertemente en el abrazo abismal de su dulzura.
16. Y si esto usa con algunas almas, como es verdad que lo usa, de
creer es de que ésta de que vamos hablando no se quedará atrás en
estas mercedes de Dios; pues que lo que de ella vamos diciendo,
según la operación del Espíritu Santo que en ella hace, es mucho más
que lo que en la comunicación y transformación de amor pasa;
porque lo uno es como ascua encendida, y lo otro, según habemos
dicho, como ascua en que tanto se afervora el fuego, que no
solamente está encendida, sino echando llama viva. Y así, estas dos
maneras de unión -solamente de amor, y unión con inflamación de
amor- son en cierta manera comparadas al fuego de Dios, que dice
Isaías (31, 9) que está en Sión, y al horno de Dios que está en
Jerusalén; que la una significa la Iglesia militante, en que está el
fuego de la caridad no en extremo encendido, y la otra significa visión
de paz, que es la triunfante, donde este fuego está como horno
encendido en perfección de amor. Que, aunque, como habemos
dicho, esta alma no ha llegado a tanta perfección como ésta, todavía
en comparación de la otra unión común, es como horno encendido,
con visión tanto más pacífica y gloriosa y tierna, cuanto la llama es
más clara y resplandeciente que el fuego en el carbón.
17. Por tanto, sintiendo el alma que esta viva llama del amor
vivamente le está comunicando todos los bienes, porque este divino
amor todo lo trae consigo, dice: ¡Oh llama de amor viva, que
tiernamente hieres!, y es como si dijera: ¡Oh encendido amor, que
con tus amorosos movimientos regaladamente estás glorificándome
según la mayor capacidad y fuerza de mi alma, es a saber: dándome
inteligencia divina según toda la habilidad y capacidad de mi
entendimiento, y comunicándome el amor según la mayor fuerza de
mi voluntad, y deleitándome en la sustancia del alma con el torrente
de tu deleite (Sal. 35, 9) en tu divino contacto y junta sustancial
según la mayor pureza de mi sustancia y capacidad y anchura de mi
memoria! Y esto acaece así, y más de lo que se puede y alcanza a
decir, al tiempo que se levanta en el alma esta llama de amor.
Que por cuanto el alma, según su sustancia y potencias, memoria,
entendimiento y voluntad, está bien purgada, la sustancia divina,
que, como dice el Sabio (Sab. 7, 24), toca en todas las partes por su
limpieza, profunda y sutil y subidamente con su divina llama la
absorbe en sí, y en aquel absorbimiento del alma en la sabiduría, el
Espíritu Santo, ejercita los vibramientos gloriosos de su llama, que,
por ser tan suave, dice el alma luego:
Pues ya no eres esquiva.
18. Es a saber, pues ya no afliges, ni aprietas, ni fatigas como antes
hacías; porque conviene saber que esta llama de Dios, cuando el
alma estaba en estado de purgación espiritual, que es cuando va
entrando en contemplación, no le era tan amigable y suave como
623
ahora lo es en este estado de unión. Y el declarar cómo esto sea nos
habemos de detener algún tanto.
19. En lo cual es de saber que, antes que este divino fuego de amor
se introduzca y una en la sustancia del alma por acabada y perfecta
purgación y pureza, esta llama, que es el Espíritu Santo, está
hiriendo en el alma, gastándole y consumiéndole las imperfecciones
de sus malos hábitos; y ésta es la operación del Espíritu Santo, en la
cual la dispone para la divina unión y transformación y amor en Dios.
Porque es de saber que el mismo fuego de amor que después se une
con el alma glorificándola, es el que antes la embiste purgándola;
bien así como el mismo fuego que entra en el madero es el que
primero le está embistiendo e hiriendo con su llama, enjugándole y
desnudándole de sus feos accidentes, hasta disponerle con su calor,
tanto que pueda entrar en él y transformarle en sí. Y esto llaman los
espirituales vía purgativa.
En el cual ejercicio el alma padece mucho detrimento, y siente graves
penas en el espíritu, que de ordinario redundan en el sentido,
siéndole esta llama muy esquiva. Porque en esta disposición de
purgación no le es esta llama clara, sino oscura, que, si alguna luz le
da, es para ver sólo y sentir sus miserias y defectos; ni le es suave,
sino penosa, porque, aunque algunas veces le pega calor de amor, es
con tormento y aprieto; y no le es deleitable, sino seca, porque,
aunque alguna vez por su benignidad le da algún gusto para
esforzarla y animarla, antes y después que acaece, lo lasta y paga
todo con otro tanto trabajo; ni le es reficionadora y pacífica, sino
consumidora y argüidora, haciéndola desfallecer y penar en el
conocimiento propio; y así, no le es gloriosa, porque antes la pone
miserable y amarga en luz espiritual que le da de propio
conocimiento, enviando Dios fuego, como dice Jeremías (Lm. 1, 13),
en sus huesos, y enseñándola, y como también dice David (Sal. 16,
3), examinándola en fuego.
20. Y así, en esta sazón padece el alma acerca del entendimiento
grandes tinieblas, acerca de la voluntad grandes sequedades y
aprietos, y en la memoria grave noticia de sus miserias, por cuanto el
ojo espiritual está muy claro en el conocimiento propio. Y en la
sustancia del alma padece desamparo y suma pobreza, seca y fría y a
veces caliente, no hallando en nada alivio, ni un pensamiento que la
consuele, ni aun poder levantar el corazón a Dios, habiéndosele
puesto esta llama tan esquiva, como dice Job (30, 21) que en este
ejercicio hizo Dios con él, diciendo: Mudádoteme has en cruel.
Porque, cuando estas cosas juntas padece el alma, verdaderamente
le parece que Dios se ha hecho cruel contra ella y desabrido.
21. No se puede encarecer lo que el alma padece en este tiempo, es
a saber, muy poco menos que en el purgatorio. Y no sabría yo ahora
dar a entender esta esquivez cuánta sea ni hasta dónde llega lo que
en ella se pasa y siente, sino con lo que a este propósito dice
Jeremías (Lm. 3, 1-9) con estas palabras: Yo varón que veo mi
pobreza en la vara de su indignación; hame amenazado y trájome a
624
las tinieblas y no a la luz: tanto ha vuelto y convertido su mano
contra mí. Hizo envejecer mi piel y mi carne y desmenuzó mis
huesos; cercóme en rededor, y rodeóme de hiel y trabajo; en
tenebrosidades me colocó como muertos sempiternos; edificó en
derredor de mí, y porque no salga; agravóme las prisiones; y, demás
de esto, cuando hubiere dado voces y rogado, ha excluido mi oración;
cerróme mis caminos con piedras cuadradas, y trastornó mis pisadas
y mis sendas. Todo esto dice Jeremías, y va allí diciendo mucho más.
Que, por cuanto en esta manera está Dios medicinando y curando al
alma en sus muchas enfermedades para darle salud, por fuerza ha de
penar según su dolencia en la tal purga y cura, porque aquí le pone
Tobías el corazón sobre las brasas, para que en él se extrique y
desenvuelva todo género de demonio (Tb. 6, 8), y así, aquí van
saliendo a luz todas sus enfermedades, poniéndoselas en cura, y
delante de sus ojos a sentir.
22. Y las flaquezas y miserias que antes el alma tenía asentadas y
encubiertas en sí, las cuales antes no veía ni sentía, ya con la luz y
calor del fuego divino las ve y las siente; así como la humedad que
había en el madero no se conocía hasta que dio en él el fuego y le
hizo sudar, humear y respendar, y así hace el alma imperfecta cerca
de esta llama.
Porque, ¡oh cosa admirable!, levántanse en el alma a esta sazón
contrarios contra contrarios: los del alma contra los de Dios, que
embisten el alma, y, como dicen los filósofos, unos relucen cerca de
los otros y hacen la guerra en el sujeto del alma, procurando los unos
expeler a los otros por reinar ellos en ella, conviene a saber: las
virtudes y propiedades de Dios en extremo perfectas contra los
hábitos y propiedades del sujeto del alma en extremo imperfectos,
padeciendo ella dos contrarios en sí.
Porque, como esta llama es de extremada luz, embistiendo ella en el
alma, su luz luce en las tinieblas (Jn. 1, 5) del alma, que también son
extremadas, y el alma entonces siente sus tinieblas naturales y
viciosas, que se ponen contra la sobrenatural luz y no siente la luz
sobrenatural, porque la tiene en sí como sus tinieblas, que las tiene
en sí, y las tinieblas no comprehenden a la luz (Jn. 1, 5). Y así, estas
tinieblas suyas sentirá en tanto que la luz las embistiere porque no
pueden las almas ver sus tinieblas si no embistiere en ellas la divina
luz, hasta que, expeliéndolas la divina luz, quede ilustrada el alma y
vea la luz en sí transformada, habiendo sido limpiado y fortalecido el
ojo espiritual con la luz divina. Porque inmensa luz en vista impura y
flaca, totalmente le era tinieblas, sujetando el eminente sensible la
potencia; y así, érale esta llama esquiva en la vista del
entendimiento.
23. Y porque esta llama de suyo es en extremo amorosa y tierna, y
amorosamente embiste en la voluntad, y la voluntad de suyo es seca
y dura en extremo, y lo duro se siente cerca de lo tierno, y la
sequedad cerca del amor, embistiendo esta llama amorosa y
tiernamente en la voluntad, siente la voluntad su natural dureza y
625
sequedad para con Dios; y no siente el amor y ternura de la llama,
estando ella prevenida con dureza y sequedad, en que no caben estos
otros contrarios de ternura y amor, hasta que, siendo expelidos por
ella, reine en la voluntad amor y ternura de Dios. Y de esta manera
era esta llama esquiva a la voluntad, haciéndola sentir y padecer su
dureza y sequedad.
Y, ni más ni menos, porque esta llama es amplísima e inmensa y la
voluntad es estrecha y angosta, siente su estrechura y angostura la
voluntad en tanto que la llama la embiste, hasta que, dando en ella,
la dilate y ensanche y haga capaz de sí misma.
Y porque también esta llama es sabrosa y dulce, y la voluntad tenía el
paladar del espíritu destemplado con humores de desordenadas
aficiones, érale desabrida y amarga y no podía gustar el dulce manjar
del amor de Dios. Y de esta manera también siente la voluntad su
aprieto y sinsabor cerca de esta amplísima y sabrosísima llama, y no
siente el sabor de ella, porque no la siente en sí, sino lo que tiene en
sí, que es su miseria.
Y, finalmente, porque esta llama es de inmensas riquezas y bondad y
deleites, y el alma de suyo es pobrísima y no tiene bien ninguno ni de
qué se satisfacer, conoce y siente claramente sus miserias y pobrezas
y malicia cerca de estas riquezas y bondad y deleites, y no conoce las
riquezas, bondad y deleites de la llama, porque la malicia no
comprehende a la bondad, ni la pobreza a las riquezas, etc., hasta
tanto que esta llama acabe de purificar el alma y con su
transformación la enriquezca, glorifique y deleite. De esta manera le
era antes esquiva esta llama al alma sobre lo que se puede decir,
peleando en ella unos contrarios contra otros: Dios, que es todas las
perfecciones, contra todos los hábitos imperfectos de ella para que,
transformándola en sí, la suavice y pacifique y establezca como el
fuego hace al madero cuando ha entrado en él.
24. Esta purgación en pocas almas acaece tan fuerte; sólo en
aquellas que el Señor quiere levantar a más alto grado de unión,
porque a cada una dispone con purga más o menos fuerte, según el
grado a que la quiere levantar, y según también la impureza e
imperfección de ella, y así, esta pena se parece a la del purgatorio;
porque así como se purgan allí los espíritus para poder ver a Dios por
clara visión en la otra vida, así, en su manera, se purgan aquí las
almas para poder transformarse en él por amor en ésta.
25. La intensión de esta purgación y cómo es en más y cómo en
menos, y cuándo según el entendimiento y cuándo según la voluntad,
y cómo según la memoria, y cuándo y cómo también según la
sustancia del alma, y también cuándo según todo, y la purgación de
la parte sensitiva y cómo se conocerá cuándo lo es la una y la otra, y
a qué tiempo y punto y sazón de camino espiritual comienza, porque
lo tratamos en la noche oscura de la Subida del Monte Carmelo, y no
hace ahora a nuestro propósito, no lo digo. Basta saber ahora que el
mismo Dios, que quiere entrar en el alma por unión y transformación
de amor, es el que antes está embistiendo en ella y purgándola con la
626
luz y calor de su divina llama, así como el mismo fuego que entra en
el madero es el que le dispone, como antes habemos dicho. Así, la
misma que ahora le es suave, estando dentro embestida en ella, le
era antes esquiva, estando fuera embistiendo en ella.
26. Y esto es lo que quiere dar a entender cuando dice el alma el
presente verso: Pues ya no eres esquiva, que en suma es como si
dijera: Pues ya no solamente no me eres oscura como antes, pues
eres la divina luz de mi entendimiento, que te puedo ya mirar; y no
solamente no haces desfallecer mi flaqueza, mas antes eres la
fortaleza de mi voluntad con que te puedo amar y gozar, estando
toda convertida en amor divino; y ya no eres pesadumbre y aprieto
para la sustancia de mi alma, mas antes eres la gloria y deleites y
anchura de ella, pues que de mí se puede decir lo que se canta en los
divinos Cantares (8, 5), diciendo: ¿Quién es ésta que sube del
desierto abundante en deleites, estribando sobre su Amado, acá y
allá vertiendo amor? Pues esto es así,
¡acaba ya si quieres!
27. Es a saber: acaba ya de consumar conmigo perfectamente el
matrimonio espiritual con tu beatífica vista. Porque ésta es la que
pide el alma, que, aunque es verdad que en este estado tan alto está
el alma tanto más conforme y satisfecha cuanto más transformada en
amor y para sí ninguna cosa sabe, ni acierta a pedir, sino para su
Amado, pues la caridad, como dice san Pablo (1 Cor. 13, 5), no
pretende para sí sus cosas, sino para el Amado; porque vive en
esperanza todavía, en que no se puede dejar de sentir vacío, tiene
tanto de gemido, aunque suave y regalado, cuanto le falta para la
acabada posesión de la adopción de hijos de Dios, donde,
consumándose su gloria, se quietara su apetito. El cual, aunque acá
más juntura tenga con Dios, nunca se hartará ni quietará hasta que
parezca su gloria (Sal. 16, 15), mayormente teniendo ya el sabor y
golosina de ella, como aquí se tiene. Que es tal, que, si Dios no
tuviese aquí favorecida también la carne, amparando al natural con
su diestra, como hizo a Moisés en la piedra (Ex. 33, 22), para que sin
morirse pudiera ver su gloria, a cada llamarada de éstas se
corrompería el natural y moriría, no teniendo la parte inferior vaso
para sufrir tanto y tan subido fuego de gloria.
28. Y por eso, este apetito y la petición de él no es aquí con pena,
que no está aquí capaz el alma de tenerla, sino con deseo suave y
deleitable, pidiendo la conformidad de su espíritu y sentido. Que por
eso dice en el verso: acaba ya si quieres, porque está la voluntad y
apetito tan hecho uno con Dios, que tiene por su gloria cumplirse lo
que Dios quiere. Pero son tales las asomadas de gloria y amor que en
estos toques se trasluce quedar a la puerta por entrar en el alma, no
cabiendo por la angostura de la casa terrestre, que antes sería poco
amor no pedir entrada en aquella perfección y cumplimiento de amor.
Porque, demás de esto, ve el alma que en aquella deleitable
comunicación del Esposo la está el Espíritu Santo provocando y
convidando con aquella inmensa gloria que le está proponiendo ante
627
sus ojos, con maravillosos modos y suaves afectos, diciéndole en su
espíritu lo que en los Cantares (2, 10-14) a la Esposa, lo cual refiere
ella, diciendo: Mirad lo que me está diciendo mi Esposo: levántate y
date priesa, amiga mía, paloma mía, hermosa mía, y ven; pues que
ya ha pasado el invierno, y la lluvia se fue y alejó, y las flores han
parecido en nuestra tierra, y ha llegado el tiempo del podar. La voz
de la tortolilla se ha oído en nuestra tierra, la higuera ha producido
sus frutos, las floridas viñas han dado su olor. Levántate, amiga mía,
graciosa mía, y ven, paloma mía en los horados de la piedra, en la
caverna de la cerca; muéstrame tu rostro, suene tu voz en mis oídos,
porque tu voz es dulce y tu rostro hermoso. Todas estas cosas siente
el alma y las entiende distintísimamente en subido sentido de gloria,
que la está mostrando el Espíritu Santo en aquel suave y tierno
llamear, con gana de entrarle en aquella gloria. Y por eso ella aquí,
provocada, responde diciendo: acaba ya si quieres. En lo cual le pide
al Esposo aquellas dos peticiones que él nos enseñó en el Evangelio
(Mt. 6, 10), conviene a saber: Adveniat regnum tuum; fiat voluntas
tua. Y así es como si dijera: "acaba", es a saber, de darme este reino,
"si quieres", esto es, según es tu voluntad. Y, para que así sea,
rompe la tela de este dulce encuentro.
29. La cual tela es la que impide este tan grande negocio. Porque es
fácil cosa llegar a Dios, quitados los impedimentos y rompidas las
telas que dividen la junta entre el alma y Dios. Las telas que pueden
impedir a esta junta, que se han de romper para que se haga y posea
perfectamente el alma a Dios, podemos decir que son tres, conviene
a saber: temporal, en que se comprehenden todas las criaturas;
natural, en que se comprehenden las operaciones e inclinaciones
puramente naturales; la tercera, sensitiva, en que sólo se
comprehende la unión del alma con el cuerpo, que es vida sensitiva y
animal, de que dice san Pablo (2 Cor. 5, 1): Sabemos que si esta
nuestra casa terrestre se desata, tenemos habitación de Dios en los
cielos. Las dos primeras telas de necesidad se han de haber rompido
para llegar a esta posesión de unión de Dios, en que todas las cosas
del mundo están negadas y renunciadas, y todos los apetitos y
afectos naturales mortificados, y las operaciones del alma de
naturales ya hechas divinas.
Todo lo cual se rompió e hizo en el alma por los encuentros esquivos
de esta llama cuando ella era esquiva; porque en la purgación
espiritual que arriba hemos dicho, acaba el alma de romper estas dos
telas, y de ahí viene a unirse con Dios, como aquí está, y no queda
por romper más que la tercera de la vida sensitiva. Que por eso dice
aquí "tela", y no "telas"; porque no hay más que ésta que romper, la
cual, por ser ya tan sutil y delgada y espiritualizada con esta unión de
Dios, no la encuentra la llama rigurosamente como a las otras dos
hacía, sino sabrosa y dulcemente. Que por eso aquí le llama dulce
encuentro, el cual es tanto más dulce y sabroso, cuanto más le
parece que le va a romper la tela de la vida.
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30. Donde es de saber que el morir natural de las almas que llegan a
este estado, aunque la condición de su muerte, en cuanto el natural,
es semejante a las demás, pero en la causa y en el modo de la
muerte hay mucha diferencia. Porque, si las otras mueren muerte
causada por enfermedad o por longura de días, éstas, aunque en
enfermedad mueran o en cumplimiento de edad, no las arranca el
alma sino algún ímpetu y encuentro de amor mucho más subido que
los pasados y más poderoso y valeroso, pues pudo romper la tela y
llevarse la joya del alma.
Y así, la muerte de semejantes almas es muy suave y muy dulce,
más que les fue la vida espiritual toda su vida; pues que mueren con
más subidos ímpetus y encuentros sabrosos de amor, siendo ellas
como el cisne, que canta más suavemente cuando se muere. Que por
eso dijo David (Sal. 115, 15) que era preciosa la muerte de los santos
en el acatamiento de Dios, porque aquí vienen en uno a juntarse
todas las riquezas del alma, y van allí a entrar los ríos del amor del
alma en la mar, los cuales están allí ya tan anchos y represados, que
parecen ya mares; juntándose lo primero y lo postrero de sus
tesoros, para acompañar al justo que va y parte para su reino,
oyéndose ya las alabanzas desde los fines de la tierra, que, como dice
Isaías (24, 16), son gloria del justo.
31. Sintiéndose, pues, el alma a la sazón de estos gloriosos
encuentros tan al canto de salir a poseer acabada y perfectamente su
reino, en las abundancias que se ve está enriquecida (porque aquí se
conoce pura y rica y llena de virtudes y dispuesta para ello, porque
en este estado deja Dios al alma ver su hermosura y fíale los dones y
virtudes que le ha dado, porque todo se le vuelve en amor y
alabanzas, sin toque de presunción ni vanidad, no habiendo ya
levadura de imperfección que corrompa la masa) y como ve que no le
falta más que romper esta flaca tela de vida natural en que se siente
enredada, presa e impedida su libertad, con deseo de verse desatada
y verse con Cristo (Fil. 1, 23), haciéndole lástima que una vida tan
baja y flaca la impida otra tan alta y fuerte, pide que se rompa,
diciendo: Rompe la tela de este dulce encuentro.
32. Y llámale "tela" por tres cosas: la primera, por la trabazón que
hay entre el espíritu y la carne; la segunda, porque divide entre Dios
y el alma; la tercera, porque así como la tela no es tan opaca y
condensa que no se pueda traslucir lo claro por ella, así en este
estado parece esta trabazón tan delgada tela, por estar ya muy
espiritualizada e ilustrada y adelgazada, que no se deja de traslucir la
Divinidad en ella. Y como siente el alma la fortaleza de la otra vida,
echa de ver la flaqueza de estotra, y parécele mucho delgada tela, y
aun tela de araña, como la llama David (Sal. 89, 9), diciendo:
Nuestros años como la araña meditarán. Y aun es mucho menos
delante del alma que así está engrandecida; porque, como está
puesta en el sentir de Dios, siente las cosas como Dios, delante del
cual, como también dice David (Sal. 8, 4), mil años son como el día
de ayer que pasó, y según Isaías (40, 17), todas las gentes son como
629
si no fuesen. Y ese mismo tomo tienen delante del alma, que todas
las cosas le son nada, y ella es para sus ojos nada. Sólo su Dios para
ella es el todo.
33. Pero hay aquí que notar: ¿por qué razón pide aquí más que
"rompa" la tela, que la "corte" o que la "acabe", pues todo parece una
cosa? Podemos decir que por cuatro cosas.
La primera, por hablar con más propiedad; porque más propio es del
encuentro romper que cortar y que acabar.
La segunda, porque el amor es amigo de fuerza de amor y de toque
fuerte e impetuoso, lo cual se ejercita más en el romper que en el
cortar y acabar.
La tercera, porque el amor apetece que el acto sea brevísimo, porque
se cumple más presto, y tiene tanta más fuerza y valor cuanto es
más espiritual, porque la virtud unida más fuerte es que esparcida. E
introdúcese el amor al modo que la forma en la materia, que se
introduce en un instante, y hasta entonces no había acto sino
disposiciones para él; y así, los actos espirituales como en un instante
se hacen en el alma, porque son infusos de Dios, pero los demás que
el alma de suyo hace, más se pueden llamar disposiciones de deseos
y afectos sucesivos, que nunca llegan a ser actos perfectos de amor o
contemplación, sino algunas veces cuando, como digo, Dios los forma
y perfecciona en el espíritu. Por lo cual dijo el Sabio (Ecl. 7, 9) que el
fin de la oración es mejor que el principio, y lo que comúnmente se
dice que la oración breve penetra los cielos. De donde el alma que ya
está dispuesta, muchos más y más intensos actos puede hacer en
breve tiempo que la no dispuesta en mucho; y aun, por la gran
disposición que tiene, se suele quedar harto tiempo en acto de amor
o contemplación. Y a la que no está dispuesta todo se le va en
disponer el espíritu; y aun después se suele quedar el fuego por
entrar en el madero, ahora por la mucha humedad de él, ahora por el
poco calor que dispone, ahora por lo uno y lo otro; mas en el alma
dispuesta, por momentos entra el acto de amor, porque la centella a
cada toque prende en la enjuta yesca. Y así, el alma enamorada más
quiere la brevedad del romper que el espacio del cortar y acabar.
La cuarta es porque se acabe más presto la tela de la vida; porque el
cortar y acabar hácese con más acuerdo, porque se espera a que la
cosa esté sazonada o acabada, o algún otro término, y el romper no
espera al parecer madurez ni nada de eso.
34. Y esto quiere el alma enamorada, que no sufre dilaciones de que
se espere a que naturalmente se acabe la vida ni a que en tal o tal
tiempo se corte; porque la fuerza del amor y la disposición que en sí
ve, la hacen querer y pedir se rompa luego la vida con algún
encuentro o ímpetu sobrenatural de amor.
Sabe muy bien aquí el alma que es condición de Dios llevar antes de
tiempo consigo las almas que mucho ama, perfeccionando en ellas en
breve tiempo por medio de aquel amor lo que en todo suceso por su
ordinario paso pudieran ir ganando. Porque esto es lo que dijo el
Sabio (Sab. 4, 10-14): El que agrada a Dios es hecho amado, y,
630
viviendo entre pecadores, fue trasladado, arrebatado fue porque la
malicia no mudara su entendimiento, o la afición no engañara su
alma. Consumido en breve, cumplió muchos tiempos; porque era su
alma agradable a Dios, por tanto, se apresuró a sacarle de medio,
etc. Hasta aquí son palabras del Sabio, en las cuales se verá con
cuánta propiedad y razón usa el alma de aquel término "romper";
pues en ellas usa el Espíritu Santo de estos dos términos: "arrebatar"
y "apresurar" que son ajenos de toda dilación. En el apresurarse Dios
da a entender la priesa con que hizo perfeccionar en breve el amor
del justo; en el arrebatar se da a entender llevarle antes de su
tiempo natural. Por eso es gran negocio para el alma ejercitar en esta
vida los actos de amor, porque, consumándose en breve, no se
detenga mucho acá o allá sin ver a Dios.
35. Pero veamos ahora por qué también a este embestimiento
interior del Espíritu le llama encuentro más que otro nombre alguno.
Y es la razón porque sintiendo el alma en Dios infinita gana, como
habemos dicho, de que se acabe la vida y que, como no ha llegado el
tiempo de su perfección, no se hace, echa de ver que para
consumarla y elevarla de la carne, hace él en ella estos
embestimientos divinos y gloriosos a manera de encuentros, que,
como son a fin de purificarla y sacarla de la carne, verdaderamente
son encuentros con que siempre penetra, endiosando la sustancia del
alma, haciéndola divina, en lo cual absorbe al alma sobre todo ser a
ser de Dios.
Y la causa es porque la encontró Dios y la traspasó en el Espíritu
Santo vivamente, cuyas comunicaciones son impetuosas, cuando son
afervoradas, como lo es este encuentro; al cual, porque en él el alma
vivamente gusta de Dios, llama dulce; no porque otros muchos
toques y encuentros que en este estado recibe dejen de ser dulces,
sino por eminencia que tiene sobre todos los demás; porque le hace
Dios, como habemos dicho, a fin de desatarla y glorificarla presto. De
donde a ella le nacen alas para decir: Rompe la tela, etc.
36. Resumiendo, pues, ahora toda la canción, es como si dijera: ¡Oh
llama del Espíritu Santo, que tan íntima y tiernamente traspasas la
sustancia de mi alma y la cauterizas con tu glorioso ardor! Pues ya
estás tan amigable que te muestras con gana de dárteme en vida
eterna, si antes mis peticiones no llegaban a tus oídos, cuando con
ansias y fatigas de amor, en que penaba mi sentido y espíritu por la
mucha flaqueza e impureza mía y poca fortaleza de amor que tenía,
te rogaba me desatases y llevases contigo, porque con deseo te
deseaba mi alma, porque el amor impaciente no me dejaba
conformar tanto con esta condición de vida que tú querías que aún
viviese; y si los pasados ímpetus de amor no eran bastantes, porque
no eran de tanta calidad para alcanzarlo, ahora que estoy tan
fortalecida en amor, que no sólo no desfallece mi sentido y espíritu
en ti, mas antes, fortalecidos de ti, mi corazón y mi carne se gozan
en Dios vivo (Sal. 83, 2), con grande conformidad de las partes,
donde lo que tú quieres que pida, pido, y lo que no quieres, no quiero
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ni aun puedo ni me pasa por pensamiento querer; y pues son ya
delante de tus ojos más válidas y estimadas mis peticiones, pues
salen de ti y tú me mueves a ellas, y con sabor y gozo en el Espíritu
Santo te lo pido, saliendo ya mi juicio de tu rostro (Sal. 16, 2), que es
cuando los ruegos precias y oyes, rompe la tela delgada de esta vida
y no la dejes llegar a que la edad y años naturalmente la corten, para
que te pueda amar desde luego con la plenitud y hartura que desea
mi alma sin término ni fin.
Inicio
CANCION 2ª [San Juan de la Cruz
LLAMA DE AMOR VIVAB Canción 2ª]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LA LLAMA DE AMOR VIVA B
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CANCIÓN 2ª
¡Oh cauterio suave! ¡Oh regalada llaga! ¡Oh mano blanda! ¡Oh toque
delicado, que a vida eterna sabe, y toda deuda paga! Matando,
muerte en vida la has trocado.
DECLARACIÓN
1. En esta canción da a entender el alma cómo las tres personas de la
Santísima Trinidad, Padre e Hijo y Espíritu Santo, son los que hacen
en ella esta divina obra de unión. Así la mano, y el cauterio, y el
toque, en sustancia, son una misma cosa; y póneles estos nombres,
por cuanto por el efecto que hace cada una les conviene. El cauterio
es el Espíritu Santo, la mano es el Padre, el toque el Hijo. Y así
engrandece aquí el alma al Padre, Hijo y Espíritu Santo, encareciendo
tres grandes mercedes y bienes que en ella hacen, por haberla
trocado su muerte en vida, transformándola en sí.
La primera es llaga regalada, y ésta atribuye al Espíritu Santo; y por
eso le llama cauterio suave. La segunda es gusto de vida eterna, y
ésta atribuye al Hijo, y por eso le llama toque delicado. La tercera es
haberla transformado en sí, que es la deuda con que queda bien
pagada el alma, y ésta atribuye al Padre, y por eso se llama mano
blanda.
Y aunque aquí nombra las tres, por causa de las propiedades de los
efectos, sólo con uno habla, diciendo: En vida la has trocado, porque
todos ellos obran en uno, y así todo lo atribuye a uno, y todo a todos.
Síguese el verso:
¡Oh cauterio suave!
2. Este cauterio, como habemos dicho, es aquí el Espíritu Santo,
porque, como dice Moisés en el Deuteronomio (4, 24): nuestro Señor
es fuego consumidor, es a saber, fuego de amor; el cual, como sea
de infinita fuerza, inestimablemente puede consumir y transformar en
sí el alma que tocare. Pero a cada una la abrasa y absorbe como la
halla dispuesta: a una más, y a otra menos y esto cuanto él quiere y
cómo y cuando quiere. Y como él sea infinito fuego de amor, cuando
él quiere tocar al alma algo apretadamente, es el ardor de ella en tan
sumo grado de amor que le parece a ella que está ardiendo sobre
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todos los ardores del mundo. Que por eso en esta junta llama ella al
Espíritu Santo cauterio, porque así como en el cauterio está el fuego
más intenso y vehemente y hace mayor efecto que en los demás
ignitos, así el acto de esta unión, por ser de tan inflamado fuego de
amor más que todos los otros, por eso le llama cauterio respecto de
ellos. Y, por cuanto este divino fuego, en este caso, tiene
transformada toda el alma en sí, no solamente siente cauterio, mas
toda ella está hecha cauterio de vehemente fuego.
3. Y es cosa admirable y digna de contar, que con ser este fuego de
Dios tan vehemente consumidor, que con mayor facilidad consumiría
mil mundos que el fuego de acá una raspa de lino, no consuma y
acabe el alma en quien arde de esta manera, ni menos le dé
pesadumbre alguna, sino que antes, a la medida de la fuerza del
amor, la endiosa y deleita, abrasando y ardiendo en él suavemente. Y
esto es así por la pureza y perfección del espíritu con que arde en el
Espíritu Santo, como acaeció en los Actos de los Apóstoles (2, 3),
donde, viniendo este fuego con grande vehemencia, abrasó a los
discípulos, los cuales, como dice san Gregorio, interiormente ardieron
en amor suavemente. Y esto es lo que da a entender la Iglesia,
cuando dice al mismo propósito: Vino fuego del cielo, no quemando,
sino resplandeciendo; no consumiendo, sino alumbrando. Porque en
estas comunicaciones, como el fin de Dios es engrandecer al alma, no
la fatiga y aprieta, sino ensánchala y deléitala; no la oscurece ni
enceniza como el fuego hace al carbón, sino clarifícala y enriquécela,
que por eso le dice ella cauterio suave.
4. Y así, la dichosa alma que por grande ventura a este cauterio llega,
todo lo sabe, todo lo gusta, todo lo que quiere hace y se prospera, y
ninguno prevalece delante de ella, nada le toca; porque esta alma es
de quien dice el Apóstol (1 Cor 2, 15): El espiritual todo lo juzga, y de
ninguno es juzgado. Et iterum (1 Cor 2, 10): El espíritu todo lo
rastrea, hasta lo profundo de Dios. Porque ésta es la propiedad del
amor: escudriñar todos los bienes del Amado.
5. ¡Oh gran gloria de almas que merecéis llegar a este sumo fuego,
en el cual, pues hay infinita fuerza para os consumir y aniquilar, está
cierto que no consumiéndoos, inmensamente os consuma en gloria!
No os maravilléis que Dios llegue algunas almas hasta aquí, pues que
el sol se singulariza en hacer algunos efectos maravillosos; el cual,
como dice el Espíritu Santo, de tres maneras abrasa los montes (Sal.
82, 15), esto es, de los santos. Siendo, pues, este cauterio tan suave
como aquí se ha dado a entender, ¡cuán regalada creeremos que
estará el alma que de él fuere tocada! Que, queriéndolo ella decir, no
lo dice, sino quédase con la estimación en el corazón y el
encarecimiento en la boca por este término, "oh" diciendo:
¡Oh regalada llaga!
6. Habiendo el alma hablado con el cauterio, habla ahora con la llaga
que hace el cauterio. Y, como el cauterio era suave, según ha dicho,
la llaga, según razón, ha de ser conforme el cauterio. Y así llaga de
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cauterio suave será llaga regalada, porque, siendo el cauterio de
amor, ella será llaga de amor suave, y así será regalada suavemente.
7. Y para dar a entender cómo sea esta llaga con que aquí ella habla,
es de saber que el cauterio del fuego material en la parte do asienta
siempre hace llaga, y tiene esta propiedad: que si sienta sobre llaga
que no era de fuego, la hace que sea de fuego. Y eso tiene este
cauterio de amor, que en el alma que toca, ahora esté llagada de
otras llagas de miserias y pecados, ahora esté sana, luego la deja
llagada de amor; y ya las que eran llagas de otra causa, quedan
hechas llagas de amor.
Pero en esto hay diferencia de este amoroso cauterio al del fuego
material; que éste la llaga que hace no la puede volver a sanar, si no
se aplican otros medicables, pero la llaga del cauterio de amor no se
puede curar con otra medicina, sino que el mismo cauterio que la
hace la cura, y el mismo que la cura, curándola la hace; porque, cada
vez que toca el cauterio de amor en la llaga de amor, hace mayor
llaga de amor, y así cura y sana más, por cuanto llaga más; porque el
amante, cuanto más llagado está, más sano; y la cura que hace el
amor es llagar y herir sobre lo llagado, hasta tanto que la llaga sea
tan grande que toda el alma venga a resolverse en llaga de amor. Y
de esta manera ya toda cauterizada y hecha una llaga de amor, está
toda sana en amor, porque está transformada en amor.
Y en esta manera se entiende la llaga que aquí habla el alma, toda
llagada y toda sana. Y porque, aunque está toda llagada y toda sana,
el cauterio de amor no deja de hacer su oficio, que es tocar y herir de
amor, por cuanto ya está todo regalado y todo sano, el efecto que
hace es regalar la llaga, como suele hacer el buen médico. Por eso
dice el alma bien aquí: ¡Oh llaga regalada! ¡Oh, pues, llaga tanto más
regalada cuanto es más alto y subido el fuego de amor que la causó,
porque habiéndola hecho el Espíritu Santo sólo a fin de regalar, y
como su deseo de regalar sea grande, grande será esta llaga, porque
grandemente será regalada!
8. ¡Oh dichosa llaga, hecha por quien no sabe sino sanar! ¡Oh
venturosa y mucho dichosa llaga, pues no fuiste hecha sino para
regalo, y la calidad de tu dolencia es regalo y deleite del alma
llagada! Grande eres ¡oh deleitable llaga!, porque es grande el que te
hizo; y grande es tu regalo, pues el fuego de amor es infinito, que
según tu capacidad y grandeza te regala. ¡Oh, pues, regalada llaga!,
y tanto más subidamente regalada cuanto más en el infinito centro de
la sustancia del alma tocó el cauterio, abrasando todo lo que se pudo
abrasar, para regalar todo lo que se pudo regalar.
Este cauterio y esta llaga podemos entender que es el más alto grado
que en este estado puede ser; porque hay otras muchas maneras de
cauterizar Dios al alma que ni llegan aquí ni son como ésta; porque
ésta es toque sólo de la Divinidad en el alma, sin forma ni figura
alguna intelectual ni imaginaria.
9. Pero otra manera de cauterizar al alma con forma intelectual suele
haber muy subida y es en esta manera: acaecerá que, estando el
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alma inflamada en amor de Dios, aunque no esté tan calificada como
aquí habemos dicho, (pero harto conviene que lo esté para lo que
aquí quiero decir), que sienta embestir en ella un serafín con una
flecha o dardo encendidísimo en fuego de amor, traspasando a esta
alma que ya está encendida como ascua, o por mejor decir, como
llama, y cauterízala subidamente; y entonces, con este cauterizar,
transpasándola con aquella saeta; apresúrase la llama del alma y
sube de punto con vehemencia, al modo que un encendido horno o
fragua cuando le hornaguean o trabucan el fuego. Y entonces, al herir
de este encendido dardo, siente la llaga del alma en deleite sobre
manera; porque, demás de ser ella toda removida en gran suavidad
al trabucamiento y moción impetuosa causada por aquel serafín, en
que siente grande ardor y derretimiento de amor, siente la herida fina
y la yerba con que vivamente iba templado el hierro, como una viva
punta en la sustancia del espíritu, como en el corazón del alma
traspasado.
10. Y en este íntimo punto de la herida, que parece queda en la mitad
del corazón del espíritu, que es donde se siente lo fino del deleite,
¿quién podrá hablar como conviene? Porque siente el alma allí como
un grano de mostaza muy mínimo, vivísimo y encendidísimo, el cual
de sí envía en la circunferencia vivo y encendido fuego de amor. El
cual fuego, naciendo de la sustancia y virtud de aquel punto vivo
donde está la sustancia y virtud de la yerba, se siente difundir
sutilmente por todas las espirituales y sustanciales venas del alma
según su potencia y fuerza, en lo cual siente ella convalecer y crecer
tanto el ardor, y en ese ardor afinarse tanto el amor, que parecen en
ella mares de fuego amoroso que llega a lo alto y bajo de las
máquinas, llenándolo todo el amor. En lo cual parece al alma que
todo el universo es un mar de amor en que ella está engolfada, no
echando de ver término ni fin donde se acabe ese amor, sintiendo en
sí, como habemos dicho, el vivo punto y centro del amor.
11. Y lo que aquí goza el alma no hay más decir sino que allí siente
cuán bien comparado está en el Evangelio (Mt. 13, 31-32) el reino de
los cielos al grano de mostaza, que, por su gran calor, aunque tan
pequeño, crece en árbol grande; pues que el alma se ve hecha como
un inmenso fuego de amor que nace de aquel punto encendido del
corazón del espíritu.
12. Pocas almas llegan a tanto como esto, mas algunas han llegado,
mayormente las de aquellos cuya virtud y espíritu se había de
difundir en la sucesión de sus hijos, dando Dios la riqueza y valor a
las cabezas en las primicias del espíritu, según la mayor o menor
sucesión que había de tener su doctrina y espíritu.
13. Volvamos, pues, a la obra que hace aquel serafín, que
verdaderamente es llagar y herir interiormente en el espíritu. Y así, si
alguna vez da Dios licencia para que salga algún efecto afuera en el
sentido corporal al modo que hirió dentro, sale la herida y llaga
afuera, como acaeció cuando el serafín llagó al santo Francisco, que
llagándole el alma de amor en las cinco llagas, también salió en
635
aquella manera el efecto de ellas al cuerpo, imprimiéndolas también
en él, y llagándole como había llagado su alma de amor. Porque Dios,
ordinariamente, ninguna merced hace al cuerpo que primero y
principalmente no la haga en el alma. Y entonces, cuanto mayor es el
deleite y fuerza de amor que causa la llaga dentro del alma, tanto
mayor es el de fuera en la llaga del cuerpo; y, creciendo lo uno, crece
lo otro. Lo cual acaece así porque, estando estas almas purificadas y
puestas en Dios, lo que a su corruptible carne es causa de dolor y
tormento, en el espíritu fuerte y sano le es dulce y sabroso; y así, es
cosa maravillosa sentir crecer el dolor en el sabor. La cual maravilla
echó bien de ver Job (10, 16) en sus llagas, cuando dijo a Dios:
Volviéndote a mí, maravillosamente me atormentas. Porque maravilla
grande es y cosa digna de la abundancia de la suavidad y dulzura que
tiene Dios escondida para los que le temen (Sal. 30, 20), hacer gozar
tanto más sabor y deleite cuanto más dolor y tormento se siente.
Pero cuando el llagar es solamente en el alma, sin que se comunique
fuera, puede ser el deleite más intenso y más subido; porque, como
la carne tenga enfrenado el espíritu, cuando los bienes espirituales de
él se comunican también a ella, ella tira la rienda y enfrena la boca a
este ligero caballo del espíritu y apágale su gran brío, porque si él usa
de su fuerza, la rienda se ha de romper. Pero hasta que ella se
rompa, no deja de tenerle oprimido de su libertad, porque, como el
Sabio (Sab. 9, 15) dice: el cuerpo corruptible agrava el alma, y la
terrena habitación oprime al sentido espiritual que de suyo
comprehende muchas cosas.
14. Esto digo para que entiendan que el que siempre se quisiere ir
arrimando a la habilidad y discurso natural para ir a Dios no será muy
espiritual. Porque hay algunos que piensan que a pura fuerza y
operación del sentido, que de suyo es bajo y no más que natural,
pueden venir y llegar a las fuerzas y alteza del espíritu sobrenatural;
al cual no se llega sino el sentido corporal con su operación anegado
y dejado aparte.
Pero otra cosa es cuando del espíritu se deriva efecto espiritual en el
sentido, porque cuando así es, antes puede acaecer de mucho
espíritu, como se ha dado a entender en lo que habemos dicho de las
llagas, que de la fuerza interior salen afuera; y como en san Pablo,
que, del gran sentimiento que tenía de los dolores de Cristo en el
alma, le redundaba en el cuerpo, según él daba a entender a los de
Galacia (6, 17), diciendo: Yo en mi cuerpo traigo las heridas de mi
Señor Jesús.
15. Del cauterio y de la llaga basta lo dicho. Los cuales siendo tales
como aquí se han pintado, ¿cuál creeremos que será la mano con que
se da este cauterio y cuál el toque? El alma lo muestra en el verso
siguiente, más encareciéndolo que declarándolo, diciendo:
¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado!
16. La cual mano, según habemos dicho, es el piadoso y omnipotente
Padre. La cual habemos de entender que, pues es tan generosa y
dadivosa cuanto poderosa y rica, ricas y poderosas dádivas da al
636
alma, cuando se abre para hacerla mercedes; y así llámala mano
blanda, que es como si dijera: ¡Oh mano tanto más blanda para esta
mi alma, que tocas asentando blandamente, cuanto si asentases algo
pesada hundirías todo el mundo, pues de tu solo mirar la tierra se
estremece (Sal. 103, 32) las gentes se desatan y desfallecen y los
montes se desmenuzan! (Hab. 3, 6). ¡Oh, pues, otra vez grande
mano, pues así como fuiste dura y rigurosa para Job (19, 21),
tocándole tan mala vez ásperamente, para mí eres tanto más
amigable y suave que a él fuiste dura, cuanto más amigable y
graciosa y blandamente de asiento tocas en mi alma! Porque tú haces
morir y tú haces vivir, y no hay quien rehuya de tu mano (Dt. 32,
39). Mas tú ¡oh divina vida!, nunca matas sino para dar vida, así
como nunca llagas sino para sanar. Cuando castigas, levemente
tocas, y eso basta para consumir el mundo; pero cuando regalas,
muy de propósito asientas, y así del regalo de tu dulzura no hay
número. Llagásteme para sanarme ¡oh divina mano!, y mataste en mí
lo que me tenía muerta sin la vida de Dios en que ahora me veo vivir.
Y esto hiciste tú con la liberalidad de tu generosa gracia, de que
usaste conmigo con el toque que me tocaste de resplandor de tu
gloria y figura de tu sustancia (Hb. 1, 3), que es tu Unigénito Hijo, en
el cual, siendo él tu Sabiduría, tocas fuertemente desde un fin hasta
otro fin (Sab. 7, 24); y este Unigénito Hijo tuyo, ¡oh mano
misericordiosa del Padre!, es el toque delicado con que me tocaste en
la fuerza de tu cauterio y me llagaste.
17. ¡Oh, pues, tú, toque delicado, Verbo Hijo de Dios, que por la
delicadez de tu ser divino penetras sutilmente la sustancia de mi
alma, y, tocándola toda delicadamente, en ti la absorbes toda en
divinos modos de deleites y suavidades nunca oídas en la tierra de
Canaán, ni vistas en Temán! (Bar. 3, 22). ¡Oh, pues, mucho, y en
grande manera mucho delicado toque del Verbo, para mí tanto más
cuanto, habiendo trastornado los montes y quebrantado las piedras
en el monte Horeb con la sombra de tu poder y fuerza que iba
delante, te diste más suave y fuertemente a sentir al profeta en silbo
de aire delgado! (3 Re. 19, 11-12). ¡Oh aire delgado!, como eres aire
delgado y delicado, di: ¿cómo tocas delgada y delicadamente, Verbo,
Hijo de Dios, siendo tan terrible y poderoso?
¡Oh dichosa y mucho dichosa el alma a quien tocares delgada y
delicadamente, siendo tan terrible y poderoso! Di esto al mundo; mas
no lo quieras decir al mundo, porque no sabe de aire delgado y no te
sentirá, porque no te puede recibir ni te puede ver (Jn. 14, 17); sino
aquellos, ¡oh Dios mío y vida mía!, verán y sentirán tu toque delgado,
que, enajenándose del mundo, se pusieren en delgado, conviniendo
delgado con delgado, y así te puedan sentir y gozar; a los cuales
tanto más delgadamente tocas cuanto por estar ya adelgazada y
pulida y purificada la sustancia de su alma, enajenada de toda
criatura y de todo rastro y de todo toque de ella, estás tú escondido
morando muy de asiento en ella. Y en eso los escondes a ellos en el
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escondrijo de tu rostro, que es el Verbo, de la conturbación de los
hombres (Sal. 30, 21).
18. ¡Oh, pues, otra vez y muchas veces delicado toque, tanto más
fuerte y poderoso, cuanto más delicado, pues que con la fuerza de tu
delicadez deshaces y apartas el alma de todos los demás toques de
las cosas criadas, y la adjudicas y unes sólo en ti, y tan delgado
efecto y dejo dejas en ella, que todo otro toque de todas las cosas
altas y bajas le parece grosero y bastardo, y le ofenda aun mirarle y
le sea pena y grave tormento tratarle y tocarle!
19. Y es de saber que tanto más ancha y capaz es la cosa, cuanto
más delgada es en sí, y tanto más difusa y comunicativa es, cuanto
es más sutil y delicada. El Verbo es inmensamente sutil y delicado,
que es el toque que toca al alma; el alma es el vaso ancho y capaz
por la delgadez y purificación grande que tiene en este estado. ¡Oh,
pues, toque delicado!, que tanto copiosa y abundantemente te
infundes en mi alma, cuanto tú tienes de más sustancia y mi alma de
más pureza.
20. Y también es de saber, que tanto más sutil y delicado es el toque
y tanto más deleite y regalo comunica donde toca, cuanto menos
tomo y bulto tiene el toque. Este toque divino ningún bulto ni tomo
tiene, porque el Verbo que le hace es ajeno de todo modo y manera,
y libre de todo tomo de forma y figura y accidentes, que es lo que
suele ceñir y poner raya y término a la sustancia; y así este toque de
que aquí se habla, por cuanto es sustancial, es a saber, de la divina
sustancia, es inefable. ¡Oh, pues, finalmente, toque inefablemente
delicado del Verbo, pues no se hace en el alma menos que con tu
simplicísimo y sencillísimo ser, el cual, como es infinito, infinitamente
es delicado, y, por tanto, tan sutil y amorosa y eminente y
delicadamente toca,
que a Vida eterna sabe!
21. Que, aunque no es en perfecto grado, es, en efecto, cierto sabor
de vida eterna, como arriba queda dicho, que se gusta en este toque
de Dios. Y no es increible que sea así, creyendo, como se ha de creer,
que este toque es toque de sustancia, es a saber, de sustancia de
Dios en sustancia del alma, al cual en esta vida han llegado muchos
santos. De donde la delicadez del deleite que en este toque se siente
es imposible decirse; ni yo querría hablar en ello, porque no se
entienda que aquello no es más de lo que se dice, que no hay
vocablos para declarar cosas tan subidas de Dios, como en estas
almas pasan; de las cuales el propio lenguaje es entenderlo para sí y
sentirlo y gozarlo y callarlo el que lo tiene. Porque echa de ver el
alma aquí en cierta manera ser estas cosas como el cálculo que dice
san Juan (Ap. 2, 17) que se daría al que venciese, y en el cálculo un
nombre escrito, que ninguno le sabe sino el que le recibe; y así sólo
se puede decir, y con verdad, que a vida eterna sabe.
Que, aunque en esta vida no se goza perfectamente como en la
gloria, con todo eso, este toque, por ser toque de Dios, a vida eterna
sabe. Y así, gusta el alma aquí de todas las cosas de Dios,
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comunicándosele fortaleza, sabiduría y amor, hermosura, gracia y
bondad, etc. Que, como Dios sea todas estas cosas, gústalas el alma
en un solo toque de Dios, y así el alma según sus potencias y su
sustancia goza.
22. Y de este bien del alma a veces redunda en el cuerpo la unción
del Espíritu Santo, y goza toda la sustancia sensitiva, todos los
miembros y huesos y médulas, no tan remisamente como
comúnmente suele acaecer, sino con sentimiento de grande deleite y
gloria, que se siente hasta los últimos artejos de pies y manos. Y
siente el cuerpo tanta gloria en la del alma, que en su manera
engrandece a Dios, sintiéndole en sus huesos, conforme aquello que
David (Sal. 34, 10) dice: Todos mis huesos dirán: Dios, ¿quién
semejante a ti?
Y porque todo lo que de esto se puede decir es menos, por eso baste
decir, así de lo corporal como de espiritual: que a vida eterna sabe,
y toda deuda paga.
23. Esto dice el alma porque en el sabor de vida eterna, que aquí
gusta, siente la retribución de los trabajos que ha pasado para venir a
este estado; en el cual no solamente se siente pagada y satisfecha al
justo, pero con grande exceso premiada, de manera que entiende
bien la verdad de la promesa del Esposo en el Evangelio (Mt. 19, 23)
que daría ciento por uno. De manera que no hubo tribulación, ni
tentación, ni penitencia, ni otro cualquier trabajo que en este camino
haya pasado, a que no corresponda ciento tanto de consuelo y deleite
en esta vida, de manera que puede muy bien decir el alma: y toda
deuda paga.
24. Y para saber cómo y cuáles sean estas deudas de que aquí el
alma se siente pagada, es de notar que, de vía ordinaria, ningún alma
puede llegar a este alto estado y reino del desposorio, que no pase
primero por muchas tribulaciones y trabajos; porque, como se dice
en los Actos de los Apóstoles (14, 21), por muchas tribulaciones
conviene entrar en el reino de los cielos, las cuales ya en este estado
son pasadas, porque de aquí adelante, porque el alma está
purificada, no padece.
25. Los trabajos, pues, que padecen los que han de venir a este
estado, son en tres maneras, conviene a saber: trabajos y
desconsuelos, temores y tentaciones de parte del siglo, y esto de
muchas maneras; tentaciones y sequedades y aflicciones de parte del
sentido; tribulaciones, tinieblas, aprietos, desamparos, tentaciones y
otros trabajos de parte del espíritu, porque de esta manera se
purifique según las partes espiritual y sensitiva, a la manera que
dijimos en la declaración del cuarto verso de la primera canción.
Y la razón de por qué son necesarios estos trabajos para llegar a este
estado es que así como un subido licor no se pone sino en un vaso
fuerte, preparado y purificado, así esta altísima unión no puede caer
en alma que no sea fortalecida con trabajos y tentaciones, y
purificada con tribulaciones, tinieblas y aprietos; porque por lo uno se
purifica y fortalece el sentido y por lo otro se adelgaza y purifica y
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dispone el espíritu. Porque, así como para unirse con Dios en gloria
los espíritus impuros pasan por las penas del fuego en la otra vida;
así para la unión de perfección en ésta han de pasar por el fuego de
estas dichas penas. El cual en unos obra más y en otros menos
fuertemente; en unos más largo tiempo, en otros menos, según el
grado de unión a que Dios los quiere levantar y conforme a lo que
ellos tienen que purgar.
26. Por estos trabajos, en que Dios al alma y sentido pone, va ella
cobrando virtudes, fuerza y perfección con amargura, porque la virtud
en la flaqueza se perfecciona (2 Cor. 12, 9), y en el ejercicio de
pasiones se labra. Porque no puede servir y acomodarse el hierro en
la inteligencia del artífice si no es por fuego y martillo, según del
fuego dice Jeremías (Lm. 1, 13) que le puso en inteligencia, diciendo:
Envió fuego en mis huesos y enseñóme. Y del martillo dice también
Jeremías (31, 18): Castigásteme, Señor, y quedé enseñado. Por lo
cual dice el Eclesiástico que el que no es tentado, ¿qué puede saber?;
y, el que no es experimentado, pocas cosas conoce (34, 9-11).
27. Y aquí nos conviene notar la causa por que hay tan pocos que
lleguen a tan alto estado de perfección de unión de Dios. En lo cual es
de saber que no es porque Dios quiera que haya pocos de estos
espíritus levantados, que antes querría que todos fuesen perfectos,
sino que halla pocos vasos que sufran tan alta y subida obra; que,
como los prueba en lo menos y los halla flacos (de suerte que luego
huyen de la labor, no queriendo sujetarse al menor desconsuelo y
mortificación) de aquí es que, no hallándolos fuertes y fieles en
aquello poco que les hacia merced de comenzarlos a desbastar y
labrar, eche de ver lo serán mucho más en lo más, y mucho no va ya
adelante en purificarlos y levantarlos del polvo de la tierra por la
labor de la mortificación, para la cual era menester mayor constancia
y fortaleza que ellos muestran.
Y así, hay muchos que desean pasar adelante y con gran continuación
piden a Dios los traiga y pase a este estado de perfección, y, cuando
Dios los quiere comenzar a llevar por los primeros trabajos y
mortificaciones, según es necesario, no quieren pasar por ellas, y
hurtan el cuerpo, huyendo el camino angosto de la vida (Mt. 7, 14),
buscando el ancho de su consuelo, que es el de la perdición (ib. 7,
13), y así no dan lugar a Dios para recibir lo que le piden cuando se
lo comienza a dar. Y así, se quedan como vasos inútiles (ib. 6, 15)
porque, queriendo ellos llegar al estado de los perfectos, no quisieron
ser llevados por el camino de los trabajos de ellos, pero ni aun casi
comenzar a entrar en él, sujetándose a lo que era menos, que era lo
que comúnmente se suele padecer.
Puédese responder a éstos aquello de Jeremías (12, 5), que dice: Si
corriendo tú con los que iban a pie, trabajaste, ¿cómo podrías atener
con los caballos? Y, como hayas tenido quietud en la tierra de paz,
¿qué harás en la soberbia del Jordán? Lo cual es como si dijera: Si
con los trabajos que a pie llano, ordinaria y humanamente acaecen a
todos los vivientes, por tener tú tan corto paso, tenías tú tanto
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trabajo, que te parecía que corrías, ¿cómo podrías igualar con el paso
de caballo, que es ya trabajos más que ordinarios y comunes, para
que se requiere mayor fuerza y ligereza que de hombre? Y si tú no
has querido dejar de conservar la paz y gusto de tu tierra, que es tu
sensualidad, no queriendo armar guerra ni contradecirla en alguna
cosa, ¿cómo querías entrar en las impetuosas aguas de tribulaciones
y trabajos del espíritu, que son de más adentro?
28. ¡Oh almas que os queréis andar seguras y consoladas en las
cosas del espíritu! Si supiésedes cuánto os conviene padecer
sufriendo para venir a esa seguridad y consuelo, y cómo sin esto no
se puede venir a lo que el alma desea, sino antes volver atrás, en
ninguna manera buscaríades consuelo ni de Dios ni de las criaturas;
mas antes llevaríades la cruz, y, puestos en ella, querríades beber allí
la hiel y vinagre puro (Jn. 19, 29), y lo habríades a grande dicha,
viendo cómo, muriendo así al mundo y a vosotros mismos, viviríades
a Dios en deleites de espíritu y, si sufriendo con paciencia y fidelidad
lo poco exterior, mereceríades que pusiese Dios los ojos en vosotros
para purgaros y limpiaros más adentro por algunos trabajos
espirituales más de dentro, para daros bienes más de dentro.
Porque muchos servicios han de haber hecho a Dios, y mucha
paciencia y constancia han de haber tenido por él, y muy aceptos han
de haber sido delante de él en su vida y obras a los que él hace tan
señalada merced de tentarlos más adentro, para aventajarlos en
dones y merecimientos, como leemos del santo Tobías (Tob. 12, 13),
a quien dijo san Rafael: Que, porque había sido acepto a Dios, le
había hecho aquella merced de enviarle la tentación que le probase
más, para engrandecerte más. Y así, todo lo que le quedó de vida
después de aquella tentación, lo tuvo en gozo, como dice la Escritura
divina (14, 4). Ni más ni menos vemos en el santo Job que, en
aceptando que aceptó Dios sus obras delante de los espíritus buenos
y malos, luego le hizo merced de enviarle aquellos duros trabajos
para engrandecerle después mucho más, como hizo multiplicándole
los bienes en lo espiritual y temporal (Job 1, 2; 42, 12).
29. De la misma manera lo hace Dios con los que quiere aventajar
según la ventaja principal, que los hace y deja tentar para levantarlos
todo lo que puede ser, que es llegar a la unión con la sabiduría
divina, la cual, como dice David (Sal. 11, 7), es plata examinada con
fuego, probada en la tierra, es a saber, de nuestra carne, y purgada
siete veces, que es lo más que puede ser. Y no hay para qué
detenernos más aquí en decir qué siete purgaciones sean éstas y cuál
cada una de ellas para venir a esta sabiduría, y cómo las responden
siete grados de amor en esta sabiduría, la cual todavía le es al alma
como esta plata que dice David, aunque más unión en ella tenga;
mas en la otra le será como oro.
30. Conviénele, pues, al alma mucho estar con grande paciencia y
constancia en todas las tribulaciones y trabajos que la pusiere Dios de
fuera y de dentro, espirituales y corporales, mayores y menores,
tomándolo todo como de su mano para su bien y remedio, y no
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huyendo de ellos, pues son sanidad para ella, tomando en esto el
consejo del Sabio (Ecle. 10, 4), que dice: Si el espíritu del que tiene
la potestad descendiere sobre tí, no desampares tu lugar (esto es, el
lugar y puesto de tu probación, que es aquel trabajo que te envía);
porque la curación hará cesar grandes pecados, esto es, cortarte ha
las raíces de tus pecados e imperfecciones, que son los hábitos
malos, porque el combate de los trabajos y aprietos y tentaciones
apaga los hábitos malos e imperfectos del alma y la purifica y
fortalece. Por lo cual el alma ha de tener en mucho cuando Dios la
envía trabajos interiores y exteriores, entendiendo que son muy
pocos los que merecen ser consumados por pasiones, padeciendo a
fin de tan alto estado.
31. Volviendo, pues, a nuestra declaración, conociendo aquí el alma
que todo le ha salido bien y que ya sicut tenebrae eius ita lumen eius
(Sal. 138, 12), y que, como fue participante de las tribulaciones, lo es
ahora de las consolaciones y del reino (2 Cor. 1, 7), habiéndole muy
bien respondido a los trabajos interiores y exteriores con bienes
divinos del alma y del cuerpo, sin haber trabajo que no tenga su
correspondencia de grande galardón, confiésalo como ya bien
satisfecha, diciendo: Y toda deuda paga, dando a Dios gracias en este
verso, como también hizo David en el suyo (Sal. 70, 20-21) por
haberle sacado de los trabajos, diciendo: ¡Cuántas tribulaciones me
mostraste muchas y malas, y de todas ellas me libraste, y de los
abismos de la tierra otra vez me sacaste; multiplicaste tu
magnificencia, y, volviéndote a mí, me consolaste!
Y así, esta alma, que antes que llegase a este estado, estaba fuera
sentada, como Mardoqueo a las puertas del palacio, llorando en las
plazas de Susán el peligro de su vida, vestida de cilicio, no queriendo
recibir la vestidura de la reina Ester, ni habiendo recibido algún
galardón por los servicios que había hecho al rey y la fe que había
tenido en defender su honra y vida, en un día, como al mismo
Mardoqueo, la pagan aquí todos sus trabajos y servicios, haciéndola
no sólo entrar dentro del palacio y que esté delante del rey vestida
con vestiduras reales, sino que también se le ponga la corona y el
cetro y silla real con posesión del anillo del rey, para que todo lo que
quisiere haga, y lo que no quisiere no haga en el reino de su Esposo
(Est. c. 4-8) porque los de este estado todo lo que quieren alcanzan.
En lo cual no solamente queda pagada, mas aun quedan muertos los
judíos sus enemigos, que son los apetitos imperfectos que la andaban
quitando la vida espiritual, en que ya ella vive según sus potencias y
apetitos. Que por eso dice ella luego:
Matando, muerte en vida la has trocado.
32. Porque la muerte no es otra cosa sino privación de la vida,
porque, en viniendo la vida, no queda rastro de muerte. Acerca de lo
espiritual, dos maneras hay de vida: una es beatífica, que consiste en
ver a Dios y ésta se ha de alcanzar por muerte corporal y natural,
como dice san Pablo (2 Cor. 5, 1), diciendo: Sabemos que si esta
nuestra casa de barro se desatare, tenemos morada de Dios en los
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cielos. La otra es vida espiritual perfecta, que es posesión de Dios por
unión de amor, y ésta se alcanza por la mortificación de todos los
vicios y apetitos y de su misma naturaleza totalmente; y hasta tanto
que esto se haga, no se puede llegar a la perfección de esta vida
espiritual de unión con Dios, según también lo dice el Apóstol (Rm. 8,
13) por estas palabras, diciendo: Si viviéredes según la carne,
moriréis; pero si con el espíritu mortificáredes los hechos de la carne,
viviréis.
33. De donde es de saber que lo que aquí el alma llama muerte es
todo el hombre viejo, que es uso de las potencias, memoria,
entendimiento y voluntad, ocupado y empleado en cosas del siglo, y
los apetitos y gustos de criaturas. Todo lo cual es ejercicio de vida
vieja, la cual es muerte de la nueva, que es la espiritual. En la cual no
podrá vivir el alma perfectamente si no muriere también
perfectamente el hombre viejo, como el Apóstol lo amonesta (Ef. 4,
22-24), diciendo que desnuden el hombre viejo y se vistan el hombre
nuevo, que según Dios es criado en justicia y santidad. En la cual
vida nueva, que es cuando ha llegado a esta perfección de unión con
Dios, como aquí vamos tratando, todos los apetitos del alma y sus
potencias según sus inclinaciones y operaciones, que de suyo eran
operación de muerte y privación de la vida espiritual, se truecan en
divinas.
34. Y como quiera que cada viviente viva por su operación, como
dicen los filósofos, teniendo el alma sus operaciones en Dios por la
unión que tiene con Dios, vive vida de Dios, y así se ha trocado su
muerte en vida, que es su vida animal en vida espiritual.
Porque el entendimiento, que antes de esta unión entendía
naturalmente con la fuerza y vigor de su lumbre natural por la vía de
los sentidos corporales, es ya movido e informado de otro más alto
principio de lumbre sobrenatural de Dios, dejados aparte los sentidos;
y así se ha trocado en divino, porque por la unión su entendimiento y
el de Dios todo es uno. Y la voluntad, que antes amaba baja y
muertamente sólo con su afecto natural, ahora ya se ha trocado en
vida de amor divino, porque ama altamente con afecto divino, movida
por la fuerza del Espíritu Santo, en que ya vive vida de amor; porque,
por medio de esta unión, la voluntad de él y la de ella ya sólo es una
voluntad.
Y la memoria, que de suyo sólo percibía las figuras y fantasmas de
las criaturas, es trocada por medio de esta unión a tener en la mente
los años eternos que David dice (Sal. 76, 6).
El apetito natural, que sólo tenía habilidad y fuerza para gustar el
sabor de criatura, que obra muerte, ahora está trocado en gusto y
sabor divino, movido y satisfecho ya por otro principio donde está
más a lo vivo, que es el deleite de Dios y, porque está unido con él,
ya sólo es apetito de Dios.
Y, finalmente, todos los movimientos y operaciones e inclinaciones
que antes el alma tenía del principio y fuerza de su vida natural, ya
en esta unión son trocados en movimientos divinos, muertos a su
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operación e inclinación y vivos en Dios. Porque el alma, como ya
verdadera hija de Dios, en todo es movida por el espíritu de Dios,
como enseña san Pablo (Rm. 8, 14), diciendo que los que son
movidos por el espíritu de Dios, son hijos del mismo Dios.
De manera que, según lo que está dicho, el entendimiento de esta
alma es entendimiento de Dios; y la voluntad suya, voluntad de Dios;
y su memoria, memoria eterna de Dios; y su deleite, deleite de Dios;
y la sustancia de esta alma aunque no es sustancia de Dios, porque
no puede sustancialmente convertirse en él, pero, estando unida,
como está aquí con él y absorta en él, es por participación Dios, lo
cual acaece en este estado perfecto de vida espiritual, aunque no tan
perfectamente como en la otra. Y de esta manera está muerta el
alma a todo lo que era en sí, que era muerte para ella, y viva a lo que
es Dios en sí. Y por eso, hablando ella en sí, dice bien en el verso:
Matando, muerte en vida la has trocado.
De donde puede el alma muy bien decir aquí aquello de san Pablo
(Gl. 2, 20): Vivo yo, ya no yo, mas vive en mi Cristo. De esta manera
está trocada la muerte de esta alma en vida de Dios, y le cuadra
también el dicho del Apóstol (1 Cor. 15, 54), que dice: Absorta est
mors in victoria, con el que dice también el profeta Oseas (13, 14) en
persona de Dios, diciendo: ¡Oh muerte! yo seré tu muerte, que es
como si dijera: Yo, que soy la vida, siendo muerte de la muerte, la
muerte quedará absorta en vida.
35. De esta suerte está el alma absorta en vida divina, ajenada de
todo lo que es secular, temporal y apetito natural, introducida en las
celdas del rey, donde se goza y alegra en su Amado, acordándose de
sus pechos sobre el vino, diciendo (Ct. 1, 3-4): Aunque soy morena,
soy hermosa, hijas de Jerusalén, porque mi negrura natural se trocó
en hermosura del rey celestial.
36. En este estado de vida tan perfecta siempre el alma anda interior
y exteriormente como de fiesta, y trae con gran frecuencia en el
paladar de su espíritu un júbilo de Dios grande, como un cantar
nuevo, siempre nuevo, envuelto en alegría y amor en conocimiento
de su feliz estado. A veces anda con gozo y fruición, diciendo en su
espíritu aquellas palabras de Job (29, 20) que dicen: Mi gloria
siempre se innovará, y como palma multiplicaré los días (29, 18), que
es como decir: Dios que permaneciendo en sí siempre de una
manera, todas las cosas innova, como dice el Sabio (Sab. 7, 27),
estando ya siempre unido en mi gloria, siempre innovará mi gloria,
esto es, no la dejará volver a vieja, como antes lo era, y multiplicará
los días como la palma, esto es, mis merecimientos hacia el cielo,
como la palma hacia él envía sus enhiestas.
Porque los merecimientos del alma que está en este estado son
ordinariamente grandes en número y calidad, y también anda
comúnmente cantando a Dios en su espíritu todo lo que dice David en
el salmo que comienza: Exaltabo te, Domine, quoniam suscepisti me,
particularmente aquellos dos versos postreros que dicen: Convertisti
planctum meum in guadium mihi; conscidisti saccum meum, et
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circumdedisti me laetitia. Para que te cante mi gloria y ya no sea
compungido, Señor, Dios mío, para siempre te alabaré (Sal. 29,
12-13).
Y no es de maravillar que el alma con tanta frecuencia ande en estos
gozos, júbilos y fruición y alabanzas de Dios, porque, demás del
conocimiento que tiene de las mercedes recibidas, siente a Dios aquí
tan solicito en regalarla con tan preciosas y delicadas y encarecidas
palabras, y de engrandecerla con unas y otras mercedes, que le
parece al alma que no tiene él otra en el mundo a quien regalar, ni
otra cosa en que se emplear, sino que todo él es para ella sola. Y,
sintiéndolo así, lo confiesa como la Esposa en los Cantares, diciendo:
Dilectus meus mihi et ego illi (2, 16 y 6, 2).
Inicio
CANCION 3ª [San Juan de la
CruzLLAMA DE AMOR VIVA B Canción 3ª]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LA LLAMA DE AMOR VIVA B
---------------------------------------------------------------------------
CANCIÓN 3ª
¡Oh lámparas de fuego, en cuyos resplandores las profundas
cavernas del sentido, que estaba oscuro y ciego, con extraños
primores calor y luz dan junto a su Querido!
DECLARACION
1. Dios sea servido de dar aquí su favor, que cierto es menester
mucho, para declarar la profundidad de esta canción. Y el que la
leyere habrá menester advertencia, porque, si no tiene experiencia,
quizá le será algo oscura y prolija, como también, si la tuviese, por
ventura le sería clara y gustosa.
En esta canción el alma encarece y agradece a su Esposo las grandes
mercedes que de la unión que con él tiene recibe, por medio de la
cual dice aquí que recibe muchas y grandes noticias de sí mismo,
todas amorosas, con las cuales, alumbradas y enamoradas las
potencias y sentido de su alma, que antes de esta unión estaba
oscuro y ciego, pueden ya estar esclarecidas y con calor de amor,
como lo están, para poder dar luz y amor al que las esclareció y
enamoró. Porque el verdadero amante entonces está contento,
cuando todo lo que él es en sí y vale y tiene y recibe lo emplea en el
amado; y cuanto más ello es, tanto más gusto recibe en darlo. Y de
eso se goza aquí el alma, porque de los resplandores y amor que
recibe pueda ella resplandecer delante de su Amado y amarle.
Síguese el verso:
¡Oh lámparas de fuego!
2. Cuanto a lo primero, es de saber que las lámparas tienen dos
propiedades, que son lucir y dar calor.
Para entender qué lámparas sean éstas que aquí dice el alma y cómo
luzcan y ardan en ella dándole calor, es de saber que Dios, en su
único y simple ser, es todas las virtudes y grandezas de sus
atributos: porque es omnipotente, es sabio, es bueno, es
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misericordioso, es justo, es fuerte, es amoroso, etc., y otros infinitos
atributos y virtudes que no conocemos. Y siendo él todas estas cosas
en su simple ser, estando él unido con el alma, cuando él tiene por
bien abrirle la noticia, echa de ver distintamente en él todas estas
virtudes y grandezas, conviene a saber: omnipotencia, sabiduría,
bondad, misericordia, etc. Y como cada una de estas cosas sea el
mismo ser de Dios en un solo supuesto suyo, que es el Padre, el Hijo,
el Espíritu Santo, siendo cada atributo de éstos el mismo Dios y
siendo Dios infinita luz e infinito fuego divino, como arriba queda
dicho, de aquí es que en cada uno de estos innumerables atributos
luzca y dé calor como Dios, y así cada uno de estos atributos es una
lámpara que luce al alma y da calor de amor.
3. Y, por cuanto en un solo acto de esta unión recibe el alma las
noticias de estos atributos, juntamente le es al alma el mismo Dios
muchas lámparas, que distintamente la lucen y dan calor, pues de
cada una tiene distinta noticia, y de ella es inflamada de amor. Y así,
en todas las lámparas particularmente el alma ama inflamada de
cada una y de todas ellas juntamente, porque todos estos atributos
son un ser, como habemos dicho. Y así, todas estas lámparas son una
lámpara que, según sus virtudes y atributos, luce y arde como
muchas lámparas. Por lo cual el alma en un solo acto de la noticia de
estas lámparas ama por cada una, y en eso ama por todas juntas,
llevando en aquel acto calidad de amor por cada una, y de cada una,
y de todas juntas, y por todas juntas. Porque el resplandecer que le
da esta lámpara del ser de Dios en cuanto es omnipotente, le da luz y
calor de amor de Dios en cuanto es omnipotente, y, según esto, ya
Dios le es al alma lámpara de omnipotencia y le da luz y noticia
según este atributo. Y el resplandor que le da esta lámpara el ser de
Dios, en cuanto es sabiduría, le hace luz y calor de amor de Dios en
cuanto es sabio; según esto, ya le es Dios lámpara de sabiduría. Y el
resplandor que le da esta lámpara de Dios en cuanto es bondad, le
hace al alma luz y calor de amor de Dios en cuanto es bueno, y,
según esto, ya le es Dios lámpara de bondad. Y, ni más ni menos, le
es lámpara de justicia, y de fortaleza, y de misericordia y de todos los
demás atributos que al alma juntamente se le representan en Dios. Y
la luz que juntamente de todos ellos recibe, la comunica en calor de
amor de Dios con que ama a Dios, porque es todas estas cosas. Y de
esta manera, en esta comunicación y muestra que Dios hace de sí al
alma, que a mi ver es la mayor que él le puede hacer en esta vida, le
es innumerables lámparas que de Dios le dan noticia y amor.
4. Estas lámparas vio Moisés (Ex. 34, 5-8) en el monte Sinaí, donde,
pasando Dios, se postró en la tierra y comenzó a clamar y decir
algunas de ellas diciendo así: Emperador, Señor, Dios,
misericordioso, clemente, paciente, de mucha miseración, verdadero
y que guardas misericordia en millares, que quitas los pecados y
maldades y delitos, que ninguno hay inocente de suyo delante de ti.
En lo cual se ve que Moisés, los más atributos y virtudes que allí
conoció en Dios fueron los de la omnipotencia, señorío, deidad,
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misericordia, justicia, verdad y rectitud de Dios, que fue altísimo
conocimiento de Dios. Y, porque según el conocimiento, fue también
el amor que se le comunicó, fue subidísimo el deleite de amor y
fruición que allí tuvo.
5. De donde es de notar que el deleite que el alma recibe en el
arrobamiento de amor, comunicado por el fuego de la luz de estas
lámparas, es admirable e inmenso, porque es tan copioso como de
muchas lámparas, que cada una abrasa en amor, ayudando también
el calor de la una al calor de la otra, y llama de la una a la llama de la
otra, así como también la luz de la una da luz a la otra, porque por
cualquier atributo se conoce el otro; y así todas ellas están hechas
una luz y un fuego, y cada una, una luz y un fuego. Y aquí el alma,
inmensamente absorta en delicadas llamas, llagada sutilmente de
amor en cada una de ellas, y en todas ellas juntas más llagada y viva
en amor de vida de Dios, echando ella muy bien de ver que aquel
amor es de vida eterna, la cual es juntura de todos los bienes, como
aquí en cierta manera lo siente el alma conoce bien aquí el alma la
verdad de aquel dicho del Esposo en los Cantares cuando dijo que las
lámparas del amor eran lámparas de fuego y de llamas (8, 6).
¡Hermosa eres en tus pisadas y calzado, hija de príncipe! (Ct. 7, 1).
¿Quién podrá contar la magnificencia y extrañez de tu deleite y
majestad en el admirable resplandor y amor de tus lámparas?
6. Cuenta la Escritura divina que una de estas lámparas pasó delante
de Abrahán antiguamente, y le causó grandísimo horror tenebroso,
porque la lámpara era de la justicia rigurosa que había de hacer
adelante de los cananeos (Gn. 15, 12-17). Pues todas estas lámparas
de noticias de Dios, que amigable y amorosamente te lucen a ti, ¡oh
alma enriquecida!, ¿cuánta más luz y deleite de amor te causarán,
que causó aquélla de horror y tiniebla en Abrahán? ¿Y cuánto y cuán
aventajado, y de cuántas maneras será tu deleite, pues en todas de
todas recibes fruición y amor, comunicándose Dios a tus potencias
según sus atributos y virtudes?
Porque cuando uno ama y hace bien a otro, hácele bien y ámale
según su condición y propiedades; y así tu Esposo, estando en ti,
como quien él es te hace las mercedes: porque, siendo él
omnipotente, hácete bien y ámate con omnipotencia; y siendo sabio,
sientes que te hace bien y ama con sabiduría; y siendo infinitamente
bueno, sientes que te ama con bondad; y siendo santo, sientes que
te ama y hace mercedes con santidad; y siendo él justo, sientes que
te ama y hace mercedes justamente; siendo él misericordioso,
piadoso y clemente, sientes su misericordia y piedad y clemencia; y
siendo fuerte y subido y delicado ser, sientes que te ama fuerte,
subida y delicadamente; y como sea limpio y puro, sientes que con
pureza y limpieza te ama; y, como sea verdadero, sientes que te ama
de veras; y como él sea liberal, conoces que te ama y hace mercedes
con liberalidad sin algún interese, sólo por hacerte bien; y como él
sea la virtud de la suma humildad, con suma bondad y con suma
estimación te ama, e igualándote consigo, mostrándosete en estas
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vías de sus noticias alegremente, con este su rostro lleno de gracias y
diciéndote en esta unión suya, no sin gran júbilo tuyo: Yo soy tuyo y
para ti, y gusto de ser tal cual soy por ser tuyo y para darme a ti.
7. ¿Quién dirá, pues, lo que sientes, ¡oh dichosa alma!, conociéndote
así amada y con tal estimación engrandecida? Tu vientre, que es tu
voluntad, es, como el de la Esposa, semejante al montón del trigo
que está cubierto y cercado de lirios (Ct. 7, 2), porque en esos
granos de pan de vida que tú juntamente estás gustando, los lirios de
las virtudes que te cercan, te están deleitando. Porque éstas son las
hijas del rey que dice David (Sal. 44, 9-10) que te deleitaron con la
mirra y el ámbar y las demás especies aromáticas. Porque las noticias
que te comunica el Amado de sus gracias y virtudes son sus hijas, en
las cuales estás tú tan engolfada e infundida, que eres también el
pozo de las aguas vivas que corren con ímpetu del monte Líbano (Ct.
4, 15), que es Dios. En lo cual eres maravillosamente letificada según
toda la armonía de tu alma y aun de tu cuerpo, hecha toda un paraíso
de regadío divino, porque se cumpla también en ti el dicho del salmo
(45, 5) que dice: El ímpetu del río letifica la ciudad de Dios.
8. ¡Oh admirable cosa, que a este tiempo está el alma rebosando
aguas divinas, en ellas ella revertida como una abundosa fuente, que
por todas partes rebosa aguas divinas! Porque aunque es verdad que
esta comunicación que vamos diciendo es luz y fuego de estas
lámparas de Dios, pero es este fuego aquí, como habemos dicho, tan
suave, que, con ser fuego inmenso, es como aguas de vida que
hartan la sed del espíritu con el ímpetu que él desea. De manera que
estas lámparas de fuego son aguas vivas del Espíritu, como las que
vinieron sobre los Apóstoles (Act. 2, 3); aunque eran lámparas de
fuego, también eran aguas puras y limpias, porque así las llamó el
profeta Ezequiel (36, 25-26) cuando profetizó aquella venida del
Espíritu Santo, diciendo: Infundiré, dice allí Dios, sobre vosotros
aguas limpias y pondré mi espíritu en medio de vosotros.
Y así, aunque es fuego, también es agua; porque este fuego es
figurado por el fuego del sacrificio que escondió Jeremías en la
cisterna, el cual en cuanto estuvo escondido era agua, y cuando le
sacaban afuera para sacrificar era fuego (2 Mac. 1, 20-22; 2, 1-12). Y
así, este Espíritu de Dios, en cuanto está escondido en las venas del
alma, está, como agua suave y deleitable, hartando la sed al espíritu;
y en cuanto se ejercita en sacrificio de amor a Dios, es llamas vivas
de fuego que son las lámparas del acto de la dilección y de llamas
que arriba alegamos del Esposo en los Cantares (8, 6). Y por eso aquí
el alma las nombra llamas, porque no sólo las gusta en sí como
aguas, sino también las ejercita en amor de Dios como llamas. Y por
cuanto en la comunicación del espíritu de estas lámparas es el alma
inflamada y puesta en ejercicio de amar, en acto de amor, antes las
llama lámparas que aguas, diciendo: ¡Oh lámparas de fuego!
Todo lo que se puede en esta canción decir es menos de lo que hay,
porque la transformación del alma en Dios es indecible. Todo se dice
en esta palabra: que el alma está hecha Dios de Dios, por
648
participación de él y de sus atributos, que son los que aquí llama
lámparas de fuego.
En cuyos resplandores.
9. Para que se entienda qué resplandores son éstos de las lámparas
que aquí dice el alma y cómo el alma resplandece en ellos, es de
saber que estos resplandores son las noticias amorosas que las
lámparas de los atributos de Dios dan de sí al alma, en los cuales,
ella unida según sus potencias, ella también resplandece como ellos,
transformada en resplandores amorosos. Y esta ilustración de
resplandores, en que el alma resplandece con calor de amor, no es
como la que hacen las lámparas materiales, que con sus llamaradas
alumbran las cosas que están en derredor, sino como las que están
dentro de las llamas, porque el alma está dentro de estos
resplandores. Que por eso dice: En cuyos resplandores, que es decir,
dentro. Y no sólo eso, sino, como habemos dicho, transformada y
hecha resplandores. Y así, diremos que es como el aire que está
dentro de la llama, encendido y transformado en la llama; porque la
llama no es otra cosa que aire inflamado, y los movimientos y
resplandores que hace aquella llama ni son sólo del aire, ni sólo del
fuego de que está compuesta, sino junto de aire y del fuego, y el
fuego los hace hacer al aire que en sí tiene inflamado.
10. A este talle entenderemos que el alma con sus potencias está
esclarecida dentro de los resplandores de Dios. Y los movimientos de
estas llamas divinas, que son los vibramientos y llamaradas que
habemos arriba dicho, no las hace sola el alma transformada en las
llamas del Espíritu Santo, ni las hace sólo él, sino él y el alma juntos,
moviendo él al alma, como hace el fuego al aire inflamado. Y así,
estos movimientos de Dios y el alma juntos, no sólo son
resplandores, sino también glorificaciones en el alma. Porque estos
movimientos y llamaradas son los juegos y fiestas alegres que en el
segundo verso de la primera canción decíamos que hacía el Espíritu
Santo en el alma, en los cuales parece que siempre está queriendo
acabar de darle la vida eterna y acabarla de trasladar a su perfecta
gloria, entrándola ya de veras en sí. Porque todos los bienes primeros
y postreros, mayores y menores que Dios hace al alma, siempre se
los hace con motivo de llevarla a vida eterna; bien así como la llama
todos los movimientos y llamaradas que hace con el aire inflamado
son a fin de llevarle consigo al centro de su esfera, y todos aquellos
movimientos que hace es porfiar por llevarlo más a sí. Mas como,
porque el aire está en su propia esfera, no le lleva, así, aunque estos
motivos del Espíritu Santo son eficacísimos en absorber al alma en
mucha gloria, todavía no acaba hasta que llegue el tiempo en que
salga de la esfera del aire de esta vida de carne y pueda entrar en el
centro del espíritu de la vida perfecta en Cristo.
11. Pero es de saber que estos movimientos más son movimientos
del alma que movimientos de Dios, porque Dios no se mueve. Y así,
estos visos de gloria que se dan al alma son estables, perfectos y
continuos, con firme serenidad en Dios. Lo cual también será en el
649
alma después sin alteración de más y menos y sin interpolación de
movimientos; y entonces verá el alma claro cómo, aunque le parecía
que acá se movía Dios en ella, en sí mismo no se mueve, como el
fuego tampoco se mueve en su esfera; y cómo, por no estar ella
perfecta en gloria, tenía aquellos movimientos y llamaradas en el
sentimiento de gloria.
12. Por lo que está dicho, y por lo que ahora diremos, se entenderá
más claro cuánta sea la excelencia de los resplandores de estas
lámparas que vamos diciendo, porque estos resplandores por otro
nombre se llaman obumbraciones. Para inteligencia de lo cual es de
saber que obumbración quiere decir tanto como hacimiento de
sombra, y hacer sombra es tanto como amparar y favorecer y hacer
mercedes; porque cubriendo la sombra es señal que la persona, cuya
es, está cerca para favorecer y amparar. Y por eso aquella merced
que hizo Dios a la Virgen María de la concepción del Hijo de Dios la
llamó el ángel san Gabriel (Lc. 1, 35) obumbración del Espíritu Santo,
diciendo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la virtud del Altísimo te
hará sombra.
13. Para entender bien cómo sea este hacimiento de sombra de Dios,
u obumbramientos de grandes resplandores, que todo es uno, es de
saber que cada cosa tiene y hace la sombra conforme al talle y
propiedad de la misma cosa. Si la cosa es opaca y oscura, hace
sombra oscura; y si la cosa es clara y sutil, hace la sombra clara y
sutil; y así la sombra de una tiniebla será otra tiniebla al talle de
aquella tiniebla, y la sombra de una luz será otra luz al talle de
aquella luz.
14. Pues, como quiera que estas virtudes y atributos de Dios sean
lámparas encendidas y resplandecientes, estando tan cerca del alma,
como habemos dicho, no podrán dejar de tocarla con sus sombras,
las cuales también han de ser encendidas y resplandecientes al talle
de las lámparas que las hacen, y así, estas sombras serán
resplandores. De manera que, según esto, la sombra que hace al
alma la lámpara de la hermosura de Dios, será otra hermosura al
talle y propiedad de aquella hermosura de Dios; y la sombra que
hace la fortaleza, será otra fortaleza y talle de la de Dios; y la sombra
que le hace la sabiduría de Dios, será otra sabiduría de Dios al talle
de la de Dios; y así de las demás lámparas, o, por mejor decir, será
la misma sabiduría y la misma hermosura y la misma fortaleza de
Dios en sombra, porque el alma acá perfectamente no lo puede
comprehender. La cual sombra, por ser ella tan al talle y propiedad
de Dios, que es el mismo Dios en sombra, conoce bien el alma la
excelencia de Dios.
15. Según esto, ¿cuáles serán las sombras que hará el Espíritu Santo
a esta alma de las grandezas de sus virtudes y atributos, estando tan
cerca de ella, que no sólo la toca en sombras, mas está unido con
ellas en sombras y resplandores, entendiendo y gustando en cada
una de ellas a Dios, según la propiedad y talle de él en cada una de
ellas? Porque entiende y gusta la potencia divina en sombra de
650
omnipotencia; y entiende y gusta la sabiduría divina en sombra de
sabiduría divina; y entiende y gusta la bondad infinita en sombra que
le cerca de bondad infinita, etc. Finalmente, gusta la gloria de Dios en
sombra de gloria, que hace saber la propiedad y talle de la gloria de
Dios, pasando todo esto en claras y encendidas sombras de aquellas
claras y encendidas lámparas, todas en una lámpara de un solo y
sencillo ser de Dios, que actualmente resplandece de todas estas
maneras.
16. ¡Oh!, pues, ¿qué sentirá aquí el alma experimentando aquí la
noticia y comunicación de aquella figura que vio Ezequiel en aquel
animal de cuatro caras, en aquella rueda de cuatro ruedas, viendo
cómo el aspecto suyo es como de carbones encendidos y como
aspecto de lámparas, y viendo la rueda, que es la sabiduría, llena de
ojos de dentro y de fuera, que son las noticias divinas y resplandores
de sus virtudes, y sintiendo en su espíritu aquel sonido que hacía su
paso, que era como sonido de multitud y de ejércitos, que significan
muchas grandezas de Dios, que aquí el alma en un solo sonido de un
paso que Dios da por ella distintamente conoce; y, finalmente,
gustando aquel sonido del batir de sus alas, que dice el profeta era
como sonido de muchas aguas, y como sonido del Altísimo Dios, las
cuales significan el ímpetu que habemos dicho de las aguas divinas,
que en el alear del Espíritu Santo en la llama de amor, letificando al
alma, la embisten, gozando aquí la gloria de Dios en su semejanza y
sombra, como también este profeta dice, que la visión de aquel
animal y rueda era semejanza de la gloria del Señor? (Ez. 1, 1-28).
Cuán elevada se sienta aquí esta dichosa alma, cuán engrandecida se
conozca, cuán admirada se vea en hermosura santa, ¿quién lo podrá
decir? Viéndose ella de esta manera embestida con tanta copiosidad
en las aguas de estos divinos resplandores, echa de ver que el Padre
Eterno la ha concedido con larga mano el regadío superior e inferior,
como hizo a Axa su padre, cuando ella suspiraba (Jos. 15, 18-19);
pues estas aguas el alma y cuerpo, que es la parte inferior y superior,
regando penetran.
17. ¡Oh admirable excelencia de Dios, que con ser estas lámparas de
los atributos divinos un simple ser y en él solo se gusten, se vean
distintamente tan encendida cada una como la otra, y siendo cada
una sustancialmente la otra! ¡Oh abismo de deleites, tanto más
abundante eres cuanto están tus riquezas más recogidas en unidad y
simplicidad infinita de tu único ser, donde de tal manera se conoce y
gusta lo uno, que no impide el conocimiento y gusto perfecto de lo
otro, antes cada cual gracia y virtud que hay en ti, es luz que hay de
cualquiera otra grandeza tuya; porque, por tu limpieza, ¡oh Sabiduría
divina!, muchas cosas se ven en ti viéndose una, porque tú eres el
depósito de los tesoros del Padre, el resplandor de la luz eterna,
espejo sin mancilla e imagen de su bondad! (Sab. 7, 26), en cuyos
resplandores,
las profundas cavernas del sentido ...
651
18. Estas cavernas son las potencias del alma: memoria,
entendimiento y voluntad, las cuales son tan profundas cuanto de
grandes bienes son capaces, pues no se llenan con menos que
infinito. Las cuales, con lo que padecen cuando están vacías,
echaremos en alguna manera de ver lo que se gozan y deleitan
cuando de Dios están llenas, pues que por un contrario se da luz del
otro.
Cuanto a lo primero, es de notar que estas cavernas de las potencias,
cuando no están vacías y purgadas y limpias de toda afición de
criatura, no sienten el vacío grande de su profunda capacidad; porque
en esta vida cualquiera cosilla que a ellas se pegue basta para
tenerlas tan embarazadas y embelesadas que no sientan su daño y
echen menos sus inmensos bienes ni conozcan su capacidad. Y es
cosa admirable que, con ser capaces de infinitos bienes, baste el
menor de ellos a embarazarlas de manera que no los puedan recibir
hasta de todo punto vaciarse, como luego diremos.
Pero cuando están vacías y limpias, es intolerable la sed y hambre y
ansia del sentido espiritual; porque, como son profundos los
estómagos de estas cavernas, profundamente penan, porque el
manjar que echan menos también es profundo, que, como digo, es
Dios.
Y este tan grande sentimiento comúnmente acaece hacia los fines de
la iluminación y purificación del alma, antes que llegue a unión,
donde ya se satisfacen. Porque, como el apetito espiritual está vacío
y purgado de toda criatura y afección de ella, y perdido el temple
natural, está templado a lo divino y tiene ya el vacío dispuesto, y,
como todavía no se le comunica lo divino en unión de Dios, llega el
penar de este vacío y sed más que a morir, mayormente cuando por
algunos visos o resquicios se le trasluce algún rayo divino y no se le
comunican. Y éstos son los que penan con amor impaciente, que no
pueden estar mucho sin recibir o morir.
19. Cuanto a la primera caverna que aquí ponemos, que es el
entendimiento, su vacío es sed de Dios, y ésta es tan grande, cuando
él está dispuesto, que la compara David (Sal. 41, 1) a la del ciervo,
no hallando otra mayor a qué compararla, que dicen es
vehementísima, diciendo: Así como desea el ciervo las fuentes de las
aguas, así mi alma desea a ti, Dios. Y esta sed es de las aguas de la
sabiduría de Dios, que es el objeto del entendimiento.
20. La segunda caverna es la voluntad, y el vacío de ésta es hambre
de Dios tan grande que hace desfallecer al alma, según lo dice
también David (Sal. 83, 3) diciendo: Codicia y desfallece mi alma a
los tabernáculos del Señor. Y esta hambre es de la perfección de
amor que el alma pretende.
21. La tercera caverna es la memoria, y el vacío de ésta es
deshacimiento y derretimiento del alma por la posesión de Dios,
como lo nota Jeremías (Lm. 3, 20) diciendo: Memoria memor ero et
tabescet in me anima mea, esto es: Con memoria me acordaré, id
652
est, mucho me acordaré, y derretirse ha mi alma en mí; revolviendo
estas cosas en mi corazón, viviré en esperanza de Dios.
22. Es, pues, profunda la capacidad de estas cavernas, porque lo que
en ellas puede caber, que es Dios, es profundo e infinito; y así será
en cierta manera su capacidad infinita, y así su sed es infinita, su
hambre también es profunda e infinita, su deshacimiento y pena es
muerte infinita, que, aunque no se padece tan intensamente como en
la otra vida, pero padécese una viva imagen de aquella privación
infinita, por estar el alma en cierta disposición para recibir su lleno.
Aunque este penar es a otro temple, porque es en los senos del amor
de la voluntad, que no es el que alivia la pena, pues cuanto mayor es
el amor, es tanto más impaciente por la posesión de su Dios, a quien
espera por momentos de intensa codicia.
23. Pero, ¡válgame Dios!, pues que es verdad que cuando el alma
desea a Dios con entera verdad, tiene ya al que ama, como dice san
Gregorio sobre san Juan, ¿cómo pena por lo que ya tiene? Porque en
el deseo, que dice san Pedro que tienen los ángeles de ver al Hijo de
Dios (1 Pe. 1, 12), no hay alguna pena o ansia, porque ya le poseen.
Y así parece que, si el alma cuanto más desea a Dios más le posee, y
la posesión de Dios da deleite y hartura al alma, como los ángeles,
que estando cumpliendo su deseo en la posesión se deleitan, estando
siempre hartando su alma con el apetito, sin fastidio de hartura; por
lo cual, porque no hay fastidio, siempre desean, y porque hay
posesión, no penan. Tanto más de hartura y deleite había el alma de
sentir aquí en este deseo, cuanto mayor es el deseo, pues tanto más
tiene a Dios, y no de dolor y pena.
24. En esta cuestión viene bien notar la diferencia que hay en tener a
Dios por gracia en sí solamente, y en tenerle también por unión; que
lo uno es bien quererse, y la otra es también comunicarse; que es
tanta la diferencia como la que hay entre el desposorio y el
matrimonio.
Porque en el desposorio sólo hay un igualado sí y una sola voluntad
de ambas partes y joyas y ornato de desposada, que se las da
graciosamente el desposado; mas en el matrimonio hay también
comunicación de las personas y unión. Y en el desposorio, aunque
algunas veces hay visitas del esposo a la esposa y la da dádivas,
como decimos, pero no hay unión de las personas, ni es el fin del
desposorio.
Ni más ni menos, cuando el alma ha llegado a tanta pureza en sí y en
sus potencias que la voluntad esté muy pura y purgada de otros
gustos y apetitos extraños, según la parte inferior superior, y
enteramente dado el sí acerca de todo esto en Dios, siendo ya la
voluntad de Dios y del alma una en un consentimiento propio y libre,
ha llegado a tener a Dios por gracia de voluntad todo lo que puede
por vía de voluntad y gracia. Y esto es haberle Dios dado en el sí de
ella su verdadero sí y entero de su gracia.
25. Y éste es un alto estado de desposorio espiritual del alma con el
Verbo, en el cual el Esposo la hace grandes mercedes y la visita
653
amorosísimamente muchas veces, en que ella recibe grandes sabores
y deleites. Pero no tienen que ver con los del matrimonio, porque
todos son disposiciones para la unión del matrimonio; que, aunque es
verdad que esto pasa en el alma que está purgadísima de toda
afección de criatura (porque no se hace el desposorio espiritual, como
decimos, hasta esto), todavía ha menester el alma otras
disposiciones positivas de Dios, de sus visitas y dones, en que la va
más purificando y hermoseando y adelganzando para que esté
decentemente dispuesta para tan alta unión. Y en esto pasa tiempo,
en unas más y en otras menos, porque lo va Dios haciendo al modo
del alma. Y esto es figurado por aquellas doncellas que fueron
escogidas para el rey Asuero (Est. 2, 2-4; 8, 4), que, aunque las
habían ya sacado de sus tierras y de la casa de sus padres, todavía
antes que llegasen al lecho del rey, las tenían un año (aunque en el
palacio) encerradas, de manera que el medio año se estaban
disponiendo con ciertos ungüentos de mirra y otras especies. Y el
otro medio año con otros ungüentos más subidos, y después de esto
iban al lecho del rey.
26. En el tiempo, pues, de este desposorio y espera del matrimonio
en las unciones del Espíritu Santo, cuando son más altos ungüentos
de disposiciones para la unión de Dios, suelen ser las ansias de las
cavernas del alma extremadas y delicadas. Porque, como aquellos
ungüentos son ya más próximamente dispositivos para la unión de
Dios, porque son más allegados a Dios, y por eso saborean al alma y
la engolosinan más delicadamente de Dios, es el deseo más delicado
y profundo, porque el deseo de Dios es disposición para unirse con
Dios.
27. ¡Oh qué buen lugar era éste para avisar a las almas que Dios
llega a estas delicadas unciones, que miren lo que hacen y en cúyas
manos se ponen, porque no vuelvan atrás!, sino que es fuera del
propósito a que vamos hablando. Mas es tanta la mancilla y lástima
que cae en mi corazón ver volver las almas atrás, no solamente no se
dejando ungir de manera que pase la unción adelante, sino aun
perdiendo los efectos de la unción, que no tengo de dejar de avisarlas
aquí acerca de esto lo que deben hacer para evitar tanto daño,
aunque nos detengamos un poco en volver al propósito (que yo
volveré luego a él), aunque todo hace a la inteligencia de la
propiedad de estas cavernas. Y por ser muy necesario, no sólo para
estas almas que van tan prósperas, sino también para todas las
demás que andan en busca de su Amado, lo quiero decir.
28. Cuanto a lo primero, es de saber que, si el alma busca a Dios,
mucho más la busca su Amado a ella; y si ella le envía a él sus
amorosos deseos, que le son a él tan olorosos como la virgulica del
humo que sale de las especias aromáticas de la mirra y del incienso
(Ct. 3, 6), él a ella le envía el olor de sus ungüentos, con que la atrae
y hace correr hacia él (Ct. 1, 2-3), que son sus divinas inspiraciones y
toques; los cuales, siempre que son suyos, van ceñidos y regulados
con motivo de la perfección de la ley de Dios y de la fe, por cuya
654
perfección ha de ir el alma siempre llegándose más a Dios. Y así ha
de entender el alma que el deseo de Dios en todas las mercedes que
le hace en las unciones y olores de sus ungüentos, es disponerla para
otros más subidos y delicados ungüentos, más hechos al temple de
Dios, hasta que venga en tan delicada y pura disposición, que
merezca la unión de Dios y transformación sustancial en todas sus
potencias.
29. Advirtiendo, pues, el alma que en este negocio es Dios el
principal agente y el mozo de ciego que la ha de guiar por la mano a
donde ella no sabría ir, que es a las cosas sobrenaturales, que no
puede su entendimiento ni voluntad ni memoria saber cómo son;
todo su principal cuidado ha de ser mirar que no ponga obstáculo al
que la guía según el camino que Dios le tiene ordenado en perfección
de la ley de Dios y la fe, como decimos. Y este impedimento le puede
venir si se deja guiar y llevar de otro ciego. Y los ciegos que la
podrían sacar del camino son tres, conviene a saber: el maestro
espiritual, y el demonio, y ella misma. Y porque entienda el alma
cómo esto sea, trataremos un poco de cada uno.
30. Cuanto a lo primero, grandemente le conviene al alma que quiere
ir adelante en el recogimiento y perfección, mirar en cúyas manos se
pone, porque cual fuere el maestro, tal será el discípulo, y cual el
padre, tal el hijo. Y adviértase que para este camino, a lo menos para
lo más subido de él, y aun para lo mediano, apenas se hallará una
guía cabal según todas las partes que ha menester, porque, además
de ser sabio y discreto, ha menester ser experimentado. Porque, para
guiar al espíritu, aunque el fundamento es el saber y discreción, si no
hay experiencia de lo que es puro y verdadero espíritu, no atinará a
encaminar al alma en él, cuando Dios se lo da, ni aun lo entenderá.
31. De esta manera muchos maestros espirituales hacen mucho daño
a muchas almas, porque, no entendiendo ellos las vías y propiedades
del espíritu, de ordinario hacen perder a las almas la unción de estos
delicados ungüentos con que el Espíritu Santo les va ungiendo y
disponiendo para sí, instruyéndolas por otros modos rateros que ellos
han usado o leído por ahí, que no sirven más que para principiantes.
Que, no sabiendo ellos más que para éstos, y aun eso plega a Dios no
quieran dejar las almas pasar, aunque Dios las quiera llevar, a más
de aquellos principios y modos discursivos e imaginarios, para que
nunca excedan y salgan de la capacidad natural, con que el alma
puede hacer muy poca hacienda.
32. Y, para que mejor entendamos esta condición de principiantes, es
de saber que el estado y ejercicio de principiantes es de meditar y
hacer actos y ejercicios discursivos con la imaginación. En este
estado, necesario le es al alma que se le dé materia para que medite
y discurra, y le conviene que de suyo haga actos interiores y se
aproveche del sabor y jugo sensitivo en las cosas espirituales,
porque, cebando el apetito con sabor de las cosas espirituales, se
desarraigue del sabor de las cosas sensuales y desfallezca a las cosas
del siglo. Mas, cuando ya el apetito está algo cebado y habituado a
655
las cosas de espíritu en alguna manera, con alguna fortaleza y
constancia, luego comienza Dios, como dicen, a destetar el alma y
ponerla en estado de contemplación, lo cual suele ser en algunas
personas muy en breve, mayormente en gente religiosa, porque más
en breve, negadas las cosas del siglo, acomodan a Dios el sentido y el
apetito, y pasan su ejercicio al espíritu, obrándolo Dios en ellos bien
así. Lo cual es cuando ya cesan los actos discursivos y meditación de
la propia alma y los jugos y fervores primeros sensitivos, no pudiendo
ya discurrir como antes, ni hallar nada de arrimo por el sentido, este
sentido quedando en sequedad, por cuanto le mudan el caudal al
espíritu, que no cae en sentido.
Y como quiera que naturalmente todas las operaciones que puede de
suyo hacer el alma no sean sino por el sentido, de aquí es que ya
Dios en este estado es el agente y el alma es la paciente; porque ella
sólo se ha como el que recibe y como en quien se hace, y Dios como
el que da y como el que en ella hace, dándole los bienes espirituales
en la contemplación, que es noticia y amor divino junto, esto es,
noticia amorosa, sin que el alma use de sus actos y discursos
naturales, porque no puede ya entrar en ellos como antes.
33. De donde en este tiempo totalmente se ha de llevar el alma por
modo contrario del primero. Que si antes le daban materia para
meditar y meditaba, que ahora antes se la quiten y que no medite,
porque, como digo, no podrá, aunque quiera, y, en vez de recogerse,
se distraerá. Y si antes buscaba jugo y amor y fervor, y le hallaba, ya
no le quiera ni le busque, porque no sólo no le hallará por su
diligencia, mas antes sacará sequedad, porque se divierte del bien
pacífico y quieto que secretamente le están dando en el espíritu, por
la obra que él quiere hacer por el sentido; y así, perdiendo lo uno, no
hace lo otro, pues ya los bienes no se los dan por el sentido como
antes. Y por eso en este estado en ninguna manera la han de
imponer en que medite ni se ejercite en actos, ni procure sabor ni
fervor, porque sería poner obstáculo al principal agente, que, como
digo, es Dios, el cual oculta y quietamente anda poniendo en el alma
sabiduría y noticia amorosa sin especificación de actos, aunque
algunas veces los hace especificar en el alma con alguna duración. Y
así, entonces el alma también se ha de andar sólo con advertencia
amorosa a Dios, sin especificar actos, habiéndose, como habemos
dicho, pasivamente, sin hacer de suyo diligencias, con la advertencia
amorosa, simple y sencilla, como quien abre los ojos con advertencia
de amor.
34. Que, pues Dios entonces en modo de dar trata con ella con
noticia sencilla y amorosa, también el alma trate con él en modo de
recibir con noticia y advertencia sencilla y amorosa, para que así se
junte noticia con noticia y amor con amor. Porque conviene que el
que recibe se haya al modo de lo que recibe, y no de otra manera,
para poderlo recibir y tener como se lo dan, porque, como dicen los
filósofos, cualquiera cosa que se recibe está en el recipiente al modo
que se ha el recipiente.
656
De donde está claro que, si el alma entonces no dejase su modo
activo natural, no recibiría aquel bien sino a modo natural, y así, no le
recibiría, sino quedaríase ya solamente con acto natural; porque lo
sobrenatural no cabe en el modo natural, ni tiene que ver en ello. Y
así totalmente, si el alma quiere entonces obrar de suyo, habiéndose
de otra manera más que con la advertencia amorosa pasiva que
habemos dicho, muy pasiva y tranquilamente, sin hacer acto natural,
si no es como cuando Dios la uniese en algún acto, pondría
impedimento a los bienes que sobrenaturalmente le está Dios
comunicando en la noticia amorosa. Lo cual al principio acaece en
ejercicio de purgación interior en que padece, como habemos dicho
arriba, y después, en suavidad de amor.
La cual noticia amorosa, si, como digo y así es la verdad, se recibe
pasivamente en el alma al modo de Dios sobrenatural, y no al modo
del alma natural, síguese que para recibirla ha de estar esta alma
muy aniquilada en sus operaciones naturales, desembarazada,
ociosa, quieta, pacífica y serena al modo de Dios; bien así como el
aire, que, cuanto más limpio está de vapores y cuanto más sencillo y
quieto, más le clarifica y calienta el sol. De donde el alma no ha de
estar asida a nada: no a ejercicio de meditación, no a sabor alguno,
ahora sea sensitivo ahora espiritual, no a otras cualesquier
aprehensiones, porque se requiere el espíritu tan libre y aniquilado
acerca de todo, que cualquiera cosa de pensamiento o discurso o
gusto a que entonces el alma se quiere arrimar, la impediría,
inquietaría y haría ruido en el profundo silencio que conviene que
haya en el alma, según el sentido y el espíritu, para tan profunda y
delicada audición, que habla Dios al corazón en esta soledad, que dijo
por Oseas (2, 14), en suma paz y tranquilidad, escuchando y oyendo
el alma lo que habla el Señor Dios como David (Sal. 84, 9), porque
habla esta paz en esta soledad.
35. Por tanto, cuando acaeciere que de esta manera se sienta el alma
poner en silencio y escucha, aun el ejercicio de la advertencia
amorosa que dije ha de olvidar para que se quede libre para lo que
entonces la quiere el Señor. Porque de aquella advertencia amorosa
sólo ha de usar cuando no se siente poner en soledad, u ociosidad
interior u olvido o escucha espiritual; lo cual, para que lo entienda,
siempre que acaece es con algún sosiego pacífico y absorbimiento
interior.
36. Por tanto, en toda sazón y tiempo, ya que el alma ha comenzado
a entrar en este sencillo y ocioso estado de contemplación, que
acaece cuando ya no puede meditar ni acierta a hacerlo, no ha de
querer traer delante de sí meditaciones ni arrimarse a jugos ni
sabores espirituales, sino estar desarrimada en pie, desasido el
espíritu desasido del todo sobre todo eso, como dijo Habacuc (2, 1)
que había él de hacer para oír lo que Dios le dijese: Estaré, dice, en
pie sobre mi guarda, y afirmaré mi paso sobre mi munición, y
contemplaré lo que se me dijere. Es como si dijera: levantaré mi
mente sobre todas las operaciones y noticias que puedan caer en mis
657
sentidos y lo que ellos pueden guardar y retener en sí, dejándolo todo
abajo; y afirmaré el paso de la munición de mis potencias, no
dejándoles dar paso de operación propia, para que pueda recibir por
contemplación lo que se me comunicare de parte de Dios; porque ya
hemos dicho que la contemplación pura consiste en recibir.
37. No es posible que esta altísima sabiduría y lenguaje de Dios, cual
es la contemplación, se pueda recibir menos que en espíritu callado y
desarrimado de sabores y noticias discursivas, porque así lo dice
Isaías (28, 9) por estas palabras, diciendo: ¿A quién enseñará ciencia
y a quién hará oír Dios su audición? Y él responde: A los destetados
de la leche, esto es, de los jugos y gustos. Y a los desarrimados de
los pechos, esto es, de las noticias y aprehensiones particulares.
38. Quita, ¡oh alma espiritual!, las motas y pelos y niebla, y limpia el
ojo, y luciráte el sol y verás claro. Pon el alma en paz, sacándola y
libertándola del yugo y servidumbre de la flaca operación de su
capacidad, que es el cautiverio de Egipto, donde todo es poco más
que juntar pajas para cocer tierra (Ex. 1, 14; 5, 7-19), y guíala, ¡oh
maestro espiritual!, a la tierra de promisión que mana leche y miel
(Ex. 3, 8, 17), y mira que para esa libertad y ociosidad santa de hijos
de Dios llámala Dios al desierto, en el cual ande vestida de fiesta y
con joyas de oro y plata ataviada (Ex. 32, 2-3), habiendo ya dejado a
Egipto, dejando los vacíos de sus riquezas, que es la parte sensitiva.
Y no sólo eso, sino ahogados los gitanos en la mar (Ex. 14, 27-28) de
la contemplación, donde el gitano del sentido, no hallando pie ni
arrimo, se ahoga y deja libre al hijo de Dios, que es el espíritu salido
de los límites angostos y servidumbre de la operación de los sentidos,
que es su poco entender, su bajo sentir, su pobre amar y gustar,
para que Dios le dé el suave maná, cuyo sabor, aunque tiene todos
los sabores y gustos (Ex. 16, 13-25; Sab 16, 20), en que tú quieres
traes trabajando el alma, con todo eso, por ser tan delicado que se
deshace en la boca, no se sentirá si con otro gusto o con otra cosa le
juntare. Pues, cuando el alma va llegando a este estado, procura
desarrimarla de todas las codicias de jugos, sabores, gustos y
meditaciones espirituales, y no la desquietes con cuidados y solicitud
alguna de arriba y menos de abajo, poniéndola en toda enajenación y
soledad posible; porque, cuanto más esto alcanzare, y cuanto más
presto llegare a esta ociosa tranquilidad, tanto más abundantemente
se le va infundiendo el espíritu de la divina sabiduría, que es
amoroso, tranquilo, solitario, pacífico, suave y embriagador del
espíritu, en el cual se siente robado y llagado tierna y blandamente,
sin saber de quién ni de dónde, ni cómo. La causa es porque se
comunicó sin su operación propia.
39. Y un poquito de esto que Dios obra en el alma en este ocio santo
y soledad es inestimable bien, a veces mucho más que el alma ni el
que la trata pueden pensar. Y, aunque entonces no se echa tanto de
ver, ello lucirá a su tiempo. A lo menos lo que de presente el alma
podía alcanzar a sentir es un enajenamiento y extrañez, unas veces
más que otras, acerca de todas las cosas, con inclinación a soledad y
658
tedio de todas las criaturas del siglo, en respiro suave de amor y vida
en el espíritu. En lo cual, todo lo que no es esta extrañez, se le hace
desabrido; porque como dicen, gustado el espíritu, desabrida está la
carne.
40. Pero los bienes que esta callada comunicación y contemplación
deja impresos en el alma, sin ella sentirlo entonces, como digo, son
inestimables; porque son unciones secretísimas, y por tanto
delicadísimas, del Espíritu Santo, que secretamente llenan el alma de
riquezas, dones y gracias espirituales, porque, siendo Dios el que lo
hace, hácelo no menos que como Dios.
41. Estas unciones, pues, y matices tan delicados y subidos del
Espíritu Santo, que, por su delgadez y por su sutil pureza, ni el alma
ni el que la trata las entiende, sino sólo el que se las pone para
agradarse más de ella, con grandísima facilidad, no más que con el
menor acto que el alma quiere tener entonces hacer de suyo
memoria, o entendimiento, o voluntad, o aplicar el sentido, o apetito,
o noticia, o jugo, o gusto, se deturban o impiden en el alma, lo cual
es grave daño y dolor y lástima grande.
42. ¡Oh grave caso y mucho para admirar, que, no pareciendo el
daño ni casi nada lo que se interpuso en aquellas santas unciones, es
entonces mayor el daño y de mayor dolor y mancilla que ver deturbar
y echar a perder muchas almas de estas otras comunes que no están
en puesto de tan subido esmalte y matiz! Bien así como si en un
rostro de extremada y delicada pintura tocase una tosca mano con
bajos y toscos colores, sería el daño mayor y más notable y de más
lástima, que si borrase muchos rostros de pintura común. Porque
aquella mano tan delicada, que era del Espíritu Santo, que aquella
tosca mano deturbó, ¿quién la acertará a sentar?
43. Y con ser este daño más grande que se puede encarecer, es tan
común y frecuente, que apenas se hallará un maestro espiritual que
no le haga en las almas que comienza Dios a recoger en esta manera
de contemplación. Porque ¡cuántas veces está Dios ungiendo al alma
contemplativa con alguna unción muy delgada de noticia amorosa,
serena, pacífica, solitaria, muy ajena del sentido y de lo que se puede
pensar!; con la cual no puede meditar ni pensar en cosa alguna, ni
gustar de cosa de arriba ni de abajo, por cuanto la trae Dios ocupada
en aquella unción solitaria, inclinada a ocio y soledad; y vendrá un
maestro espiritual que no sabe sino martillar y macear con las
potencias como herrero, y, porque él no enseña más que aquello y no
sabe más que meditar, dirá: "Anda, dejaos de esos reposos, que es
ociosidad y perder tiempo; sino toma y medita y haced actos
interiores, porque es menester que hagáis de vuestra parte lo que en
vos es que esotros son alumbramientos y cosas de bausanes".
44. Y así, no entendiendo los grados de oración ni vías del espíritu,
no echan de ver que aquellos actos que ellos dicen que haga el alma,
y que el quererla hacer caminar con discurso está ya hecho, pues ya
aquella alma ha llegado a la negación y silencio del sentido y del
discurso; y que ha llegado a la vía del espíritu, que es la
659
contemplación, en la cual cesa la operación del sentido y del discurso
propio del alma, y sólo Dios es el agente y el que habla entonces
secretamente al alma solitaria, callando ella; y que, si entonces el
alma, habiendo llegado al espíritu de esta manera que decimos, la
quieren hacer caminar todavía con el sentido, que ha de volver atrás
y distraerse; porque el que ha llegado al término, si todavía se pone
a caminar para llegar al término, demás de ser cosa ridícula, por
fuerza se ha de alejar del término. Y así, habiendo llegado por la
operación de las potencias al recogimiento quieto que todo espiritual
pretende, en el cual cesa la operación de las mismas potencias, no
sólo sería cosa vana volver a hacer actos con las mismas potencias
para llegar al dicho recogimiento, sino le sería dañoso, por cuanto le
serviría de distracción, dejando el recogimiento que ya tenía.
45. No entendiendo, pues, como digo, estos maestros espirituales
qué cosa sea recogimiento y soledad espiritual del alma y sus
propiedades, en la cual soledad asienta Dios en el alma estas subidas
unciones, sobreponen ellos o entreponen otros ungüentos de más
bajo ejercicio espiritual, que es hacer obrar al alma como habemos
dicho. De lo cual hay tanta diferencia a lo que el alma tenía, como de
obra humana a obra divina y de natural a sobrenatural; porque en la
una manera obra Dios sobrenaturalmente en el alma, y en la otra
solamente ella hace obra no más que natural. Y lo peor es que, por
ejercitar su operación natural, pierde la soledad y recogimiento
interior y, por el consiguiente, la subida obra que en el alma Dios
pintaba; y así, todo es dar golpes en la herradura, dañando en lo uno
y no aprovechando en lo otro.
46. Adviertan los que guían las almas y consideren que el principal
agente y guía y movedor de las almas en este negocio no son ellos
sino el Espíritu Santo, que nunca pierde cuidado de ellas, y que ellos
sólo son instrumentos para enderezarlas en la perfección por la fe y
ley de Dios, según el espíritu que Dios va dando a cada una. Y así,
todo su cuidado sea no acomodarlas a su modo y condición propia de
ellos, sino mirando si saben por dónde Dios las lleva, y, si no lo
saben, déjenlas y no las perturben. Y, conforme al camino y espíritu
por donde Dios las lleva, procuren enderezarlas siempre en mayor
soledad y libertad y tranquilidad de espíritu, dándoles anchura a que
no aten el sentido corporal ni espiritual a cosa particular interior ni
exterior, cuando Dios las lleva por esta soledad, y no se penen ni se
soliciten pensando que no se hace nada; aunque el alma entonces no
lo hace, Dios lo hace en ella.
Procuren ellos desembarazar el alma y ponerla en soledad y
ociosidad, de manera que no esté atada a alguna noticia particular de
arriba o de abajo, o con codicia de algún jugo o gusto, o de alguna
otra aprehensión, de manera que esté vacía en negación pura de
toda criatura, puesta en pobreza espiritual, que esto es lo que el alma
ha de hacer de su parte, como lo aconseja el Hijo de Dios (Lc. 14,
33), diciendo: El que no renuncia a todas las cosas que posee, no
puede ser mi discípulo. Lo cual se entiende no soló de la renunciación
660
de las cosas temporales según la voluntad, mas también del
desapropio de las espirituales, en que se incluye la pobreza espiritual,
en que pone el Hijo de Dios la bienaventuranza (Mt. 5, 3). Y vacando
de esta manera el alma a todas las cosas, llegando a estar vacía y
desapropiada acerca de ellas, que es, como habemos dicho, lo que
puede hacer el alma de su parte imposible, que deje Dios de hacer lo
que es de la suya en comunicársele, a lo menos secretamente. Más
imposible es esto que dejar de dar el rayo del sol en lugar sereno y
descombrado; pues que, así como el sol está madrugando y dando en
tu casa para entrar, si destapas el agujero, así Dios, que en guardar a
Israel no dormita (Sal. 120, 4) ni menos duerme, entrará en el alma
vacía y la llenará de bienes divinos.
47. Dios está como el sol sobre las almas para comunicarse a ellas.
Conténtense los que las guían en disponerlas para esto según la
perfección evangélica, que es la desnudez y vacío del sentido y
espíritu, y no quieran pasar adelante en edificar, que ese oficio sólo
es del Padre de las lumbres, de adonde desciende toda dádiva buena
y perfecta (Sant. 1, 17). Porque si el Señor, como dice David (Sal.
126, 1), no edifica la casa, en vano trabaja el que la edifica. Y pues él
es el artífice sobrenatural, él edificará sobrenaturalmente en cada
alma el edificio que quisiere, si tú se la dispusieres, procurando
aniquilarla acerca de sus operaciones y afecciones naturales, con las
cuales ella no tiene habilidad ni fuerza para el edificio sobrenatural,
antes en esta sazón se estorba más que se ayuda. Y esa preparación
es de tu oficio ponerla en el alma, y de Dios, como dice el Sabio (Pv.
16, 9), es enderezar su camino, conviene saber, a los bienes
sobrenaturales, por modos y maneras que ni el alma ni tú entiendes.
Por tanto, no digas: "¡Oh, que no va el alma delante, porque no hace
nada!". Porque, si ello es verdad que no hace nada, por el mismo
caso que no hace nada, te probaré yo aquí que hace mucho. Porque,
si el entendimiento se va vaciando de inteligencias particulares, ahora
naturales, ahora espirituales, adelante va, y cuanto más vacare a la
inteligencia particular y a los actos de entender, tanto más adelante
va el entendimiento caminando al sumo bien sobrenatural.
48. "¡Oh, -dirás- que no entiende nada distintamente, y así no podrá
ir adelante!". Antes, te digo que, si entendiese distintamente, no iría
adelante. La razón es porque Dios, a quien va el entendimiento,
excede al entendimiento, y así es incomprehensible e inaccesible al
entendimiento, y, por tanto, cuando el entendimiento va
entendiendo, no se va llegando a Dios, sino antes apartando. Y así,
antes se ha de apartar el entendimiento de sí mismo y de su
inteligencia para allegarse a Dios, caminando en fe, creyendo y no
entendiendo. Y de esa manera llega el entendimiento a la perfección,
porque por fe y no por otro medio se junta con Dios; y a Dios más se
llega el alma no entendiendo que entendiendo. Y, por tanto, no
tengas de eso pena, que si el entendimiento no vuelve atrás (que
sería si se quisiese emplear en noticias distintas y otros discursos y
entenderes, sino que se quiera estar ocioso), adelante va, pues que
661
se va vaciando de todo lo que en él podía caer, porque nada de ello
era Dios, pues, como habemos dicho, Dios no puede caber en él. Y en
este caso de perfección, el no volver atrás es ir adelante, y el ir
adelante el entendimiento es irse más poniendo en fe, y así es irse
más oscureciendo, porque la fe es tiniebla para el entendimiento. De
donde, porque el entendimiento no puede saber cómo es Dios, de
necesidad ha de caminar a él rendido, no entendiendo; y así, para
bien ser, le conviene eso que tú condenas, conviene saber: que no se
emplee en inteligencias distintas, pues con ellas no puede llegar a
Dios, sino antes embarazarse para ir a él.
49. "¡Oh, -dirás- que, si el entendimiento no entiende distintamente,
la voluntad estará ociosa y no amará, que es lo que siempre se ha de
huir en el camino espiritual! La razón es porque la voluntad no puede
amar si no es lo que entiende el entendimiento". Verdad es esto,
mayormente en las operaciones y actos naturales del alma, en que la
voluntad no ama sino lo que distintamente entiende el entendimiento.
Pero en la contemplación de que vamos hablando, por la cual Dios,
como habemos dicho, infunde de sí en el alma, no es menester que
haya noticia distinta, ni que el alma haga actos de inteligencia;
porque en un acto la está Dios comunicando luz y amor juntamente,
que es noticia sobrenatural amorosa, que podemos decir es como luz
caliente, que calienta, porque aquella luz juntamente enamora; y
ésta es confusa y oscura para el entendimiento, porque es noticia de
contemplación, la cual, como dice san Dionisio, es rayo de tiniebla
para el entendimiento". Por lo cual, al modo que es la inteligencia en
el entendimiento, es también el amor en la voluntad; que, como en el
entendimiento esta noticia que le infunde Dios es general y oscura,
sin distinción de inteligencia, también la voluntad ama en general, sin
distinción alguna de cosa particular entendida. Que, por cuanto Dios
es divina luz y amor, en la comunicación que hace de sí al alma,
igualmente informa estas dos potencias, entendimiento y voluntad,
con inteligencia y amor; y como él no sea inteligible en esta vida, la
inteligencia es oscura, como digo, y a este talle es el amor en la
voluntad. Aunque algunas veces, en esta delicada comunicación, se
comunica Dios más y hiere más en la una potencia que en la otra,
porque algunas veces se siente más la inteligencia que amor, y otras
veces más amor que inteligencia, y a veces también todo inteligencia,
sin ningún amor, y a veces todo amor sin inteligencia ninguna. Por
tanto, digo que, en lo que es hacer el alma actos naturales con el
entendimiento, no puede amar sin entender; mas en los que Dios
hace e infunde en ella, como hace en la que vamos tratando, es
diferente, porque se puede comunicar Dios en la una potencia sin la
otra; y así puede inflamar la voluntad con el toque del calor de su
amor, aunque no entienda el entendimiento, bien así como una
persona podrá ser calentada del fuego aunque no vea el fuego.
50. De esta manera, muchas veces se sentirá la voluntad inflamada o
enternecida o enamorada sin saber ni entender cosa más particular
que antes, ordenando Dios en ella el amor, como lo dice la Esposa en
662
los Cantares (2, 4), diciendo: Entróme el rey en la cela vinaria y
ordenó en mí la caridad.
De donde no hay que temer la ociosidad de la voluntad en este caso;
que si de suyo deja de hacer actos de amor sobre particulares
noticias, hácelos Dios en ella, embriagándola secretamente en amor
infuso, o por medio de la noticia de contemplación, o sin ella, como
acabamos de decir, los cuales son tanto más sabrosos y meritorios
que los que ella hiciera, cuanto es mejor el movedor e infusor de este
amor, que es Dios.
51. Este amor infunde Dios en la voluntad, estando ella vacía y
desasida de otros gustos y afecciones particulares de arriba y de
abajo. Por eso, téngase cuidado que la voluntad esté vacía y desasida
de sus afecciones, que, si no vuelve atrás, queriendo gustar algún
jugo o gusto, aunque particularmente no le sienta en Dios, adelante
va, subiendo sobre todas las cosas a Dios, pues de ninguna cosa
gusta. Y a Dios, aunque no le guste muy en particular y
distintamente, ni le ame con tan distinto acto, gústale en aquella
infusión general oscura y secretamente más que a todas las cosas
distintas, pues entonces ve ella claro que ninguna le da tanto gusto
como aquella quietud solitaria; y ámale sobre todas las cosas
amables, pues que todos los otros jugos y gustos de todas ellas tiene
desechados y le son desabridos.
Y así, no hay que tener pena, que, si la voluntad no puede reparar en
jugos y gustos de actos particulares, adelante va; pues el no volver
atrás abrazando algo sensible, es ir adelante a lo inaccesible, que es
Dios, y así no es maravilla que no le sienta. Y así, la voluntad para ir
a Dios, más ha de ser desarrimándose de toda cosa deleitosa y
sabrosa, que arrimándose; y así cumple bien el precepto de amor,
que es amar sobre todas la cosas, lo cual no puede ser sin desnudez
y vacío de todas ellas.
52. Tampoco hay que temer en que la memoria vaya vacía de sus
formas y figuras, que, pues Dios no tiene forma ni figura, segura va
vacía de forma y figura, y más acercándose a Dios; porque, cuanto
más se arrimare a la imaginación, más se aleja de Dios y en más
peligro va, pues que Dios, siendo como es incogitable, no cabe en la
imaginación.
53. No entendiendo, pues, estos maestros espirituales las almas que
van en esta contemplación quieta y solitaria, por no haber ellos
llegado a ella, ni sabido qué cosa es salir de discursos de
meditaciones, como he dicho, piensan que están ociosas, y les
estorban e impiden la paz de la contemplación sosegada y quieta,
que de suyo les estaba Dios dando, haciéndoles ir por el camino de
meditación y discurso imaginario, y que hagan actos interiores; en lo
cual hallan entonces las dichas almas grande repugnancia, sequedad
y distracción, porque se querrían ellas estar en su ocio santo y
recogimiento quieto y pacífico. En el cual, como el sentido no halla de
qué asir, ni de qué gustar, ni qué hacer, persuádenlas éstos también
a que procuren jugos y fervores, como quiera que les habían de
663
aconsejar lo contrario. Lo cual no pudiendo ellas hacer ni entrar en
ella como antes (porque ya pasó ese tiempo, y no es su camino),
desasosiéganse doblado, pensando que van perdidas, y aun ellos se
lo ayudan a creer, y sécanlas el espíritu y quítanlas las unciones
preciosas que en la soledad y tranquilidad Dios las ponía, y, como
dije es grande daño, y pónenlas del duelo y del lodo, pues en lo uno
pierden, y en lo otro sin provecho penan.
54. No saben éstos qué cosa es espíritu; hacen a Dios grande injuria
y desacato metiendo su tosca mano donde Dios obra. Porque le ha
costado mucho a Dios llegar a estas almas hasta aquí, y precia
mucho haberlas llegado a esta soledad y vacío de sus potencias y
operaciones para poderles hablar al corazón, que es lo que él siempre
desea, tomando ya él la mano, siendo ya él el que en el alma reina
con abundancia de paz y sosiego, haciendo desfallecer los actos
naturales de las potencias, con que trabajando toda la noche no
hacían nada (Lc. 5, 5), apacentándolas ya el espíritu sin operación de
sentido, porque el sentido, ni su obra, no es capaz del espíritu.
55. Y cuánto él precie esta tranquilidad y adormecimiento o ajenación
de sentido, échase bien de ver en aquella conjuración tan notable y
eficaz que hizo en los Cantares (3, 5), diciendo: Conjúroos, hijas de
Jerusalén, por las cabras y ciervos campesinos, que no recordéis ni
hagáis velar a la amada h
sta que ella quiera. En lo cual da a entender cuánto ama el
adormecimiento y olvido solitario, pues interpone estos animales tan
solitarios y retirados. Pero estos espirituales no quieren que el alma
repose ni quiete, sino que siempre trabaje y obre, de manera que no
dé lugar a que Dios obre, y que lo que él va obrando se deshaga y
borre con la operación del alma, hechos las raposillas que demuelen
la flor de la viña del alma (Ct. 2, 15). Y por eso se queja el Señor de
éstas por Isaías (3, 14), diciendo: Vosotros habéis depacido mi viña.
56. Pero éstos por ventura yerran por buen celo, porque no llega a
más su saber. Pero no por eso quedan excusados en los consejos que
temerariamente dan sin entender primero el camino y espíritu que
lleva el alma, y, no entendiéndola, en entremeter su tosca mano en
cosa que no entienden, no dejándola a quien la entienda. Que no es
cosa de pequeño peso y culpa hacer a un alma perder inestimables
bienes, y a veces dejarla muy bien estragada por su temerario
consejo. Y así, el que temerariamente yerra, estando obligado a
acertar, como cada uno lo está en su oficio, no pasará sin castigo,
según el daño que hizo. Porque los negocios de Dios con mucho
tiento y muy a ojos abiertos se han de tratar, mayormente en cosa
de tanta importancia y en negocio tan subido como es el de estas
almas, donde se aventura casi infinita ganancia en acertar, y casi
infinita pérdida en errar.
57. Pero ya que quieras decir que tienes alguna excusa, aunque yo
no la veo, a lo menos no me podrás decir que la tiene el que,
tratando un alma, jamás la deja salir de su poder, allá por los
respetos e intentos vanos que él se sabe, que no quedarán sin
664
castigo. Pues que está cierto que, habiendo aquel alma de ir
adelante, aprovechando en el camino espiritual, a que Dios la ayuda
siempre, ha de mudar estilo y modo de oración y ha de tener
necesidad de otra doctrina ya más alta que la suya y otro espíritu.
Porque no todos saben para todos los sucesos y términos que hay en
el camino espiritual, ni tienen espíritu tan cabal que conozcan de
cualquier estado de la vida espiritual por donde ha de ser el alma
llevada y regida. A lo menos, no ha de pensar que no le falta a él
nada, ni que Dios querrá dejar de llevar aquel alma más adelante. No
cualquiera que sabe desbastar el madero, sabe entallar la imagen, ni
cualquiera que sabe entallarla, sabe perfilarla y pulirla, y no
cualquiera que sabe pulirla, sabrá pintarla, ni cualquiera que sabe
pintarla, sabrá poner la última mano y perfección. Porque cada uno
de éstos no pueden en la imagen hacer más de lo que sabe, y, si
quisiese pasar adelante, sería echarla a perder.
58. Pues veamos si tú, siendo solamente desbastador, que es poner
el alma en el desprecio del mundo y mortificación de sus apetitos, o,
cuando mucho, entallador, que será ponerla en santas meditaciones,
y no sabes más, ¿cómo llegarás esa alma hasta la última perfección
de delicada pintura, que ya no consiste en desbastar, ni entallar, ni
aun en perfilar, sino en la obra que Dios en ella ha de ir haciendo? Y
así, cierto está que si en tu doctrina, que siempre es de una manera,
la haces siempre estar atada, o ha de volver atrás, o, a lo menos, no
ir adelante. Porque ¿en qué parará, ruégote, la imagen si siempre has
de ejercitar en ella no más que el martillar y desbastar, que en el
alma es el ejercicio de las potencias? ¿cuándo se ha de acabar esta
imagen? ¿cuándo o cómo se ha de dejar a que la pinte Dios? ¿Es
posible que tú tienes todos estos oficios, y que te tienes por tan
consumado, que nunca esa alma habrá nenester a más que a ti?
59. Y dado caso que tengas para alguna alma (porque quizá no
tendrá talento para pasar más adelante), es como imposible que tú
tengas para todas las que tú no dejas salir de tus manos; porque a
cada una lleva Dios por diferentes caminos, que apenas se hallará un
espíritu que en la mitad del modo que lleva convenga con el modo del
otro. Porque ¿quién habrá como san Pablo (1 Cor. 9, 22), que tenga
para hacerse todo a todos, para ganarlos a todos? Y tú de tal manera
tiranizas las almas y de suerte les quitas la libertad y adjudicas para
ti la anchura de la doctrina evangélica, que no sólo procuras que no
te dejen, mas, lo que peor es, que, si acaso alguna vez sabes que
alguna haya ido a tratar alguna cosa con otro, que por ventura no
convendría tratarla contigo (o la llevaría Dios para que la enseñase lo
que tú no la enseñaste), te hayas con ella (que no lo digo sin
vergüenza) con las contiendas de celos que tienen entre sí los
casados, los cuales no son celos que tienes de la honra de Dios o
provecho de aquel alma (pues que no conviene que presumas que en
faltarte de esa manera faltó a Dios), sino celos de tu soberbia y
presunción o de otro imperfecto motivo tuyo.
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60. Grandemente se indigna Dios contra estos tales y promételes
castigo por Ezequiel (34, 3) diciendo: Comíades la leche de mi
ganado y cubríades os con su lana, y mi ganado no apacentábades;
yo pediré, dice, mi ganado de vuestra mano (ib. 10).
61. Deben, pues, los maestros espirituales dar libertad a las almas, y
están obligados a mostrarles buen rostro cuando ellas quisieren
buscar mejoría; porque no saben ellos por dónde querrá Dios
aprovechar cualquier alma, mayormente cuando ya no gusta de su
doctrina, que es señal que no le aprovecha, porque o la lleva Dios
adelante por otro camino que el maestro la lleva, o el maestro
espiritual ha mudado estilo. Y los dichos maestros se lo han de
aconsejar, y lo demás nace de necia soberbia y presunción o de
alguna otra pretensión.
62. Pero dejemos ahora esta manera y digamos otra pestífera que
éstos tienen u otras peores que ellos usan. Porque acaecerá que anda
Dios ungiendo algunas almas con ungüentos de santos deseos y
motivos de dejar el mundo y mudar la vida o estilo y servir a Dios,
despreciando el siglo (lo cual tiene Dios en mucho haber acabado con
ellas de llegarlas hasta esto, porque las cosas del siglo no son de
voluntad de Dios), y ellos allá con unas razones humanas o respetos
harto contrarios a la doctrina de Cristo y su humildad y desprecio de
todas las cosas, estribando en su propio interés o gusto, o por temer
donde no hay que temer, o se lo dificultan, o se lo dilatan, o, lo que
es peor, por quitárselo del corazón trabajan. Que, teniendo el espíritu
poco devoto, muy vestido de mundo, y poco ablandado en Cristo,
como ellos no entran por la puerta estrecha de la vida, tampoco
dejan entrar a los otros. A los cuales amenaza nuestro Salvador por
san Lucas (Lc. 11, 52), diciendo: ¡Ay de vosotros, que tomasteis la
llave de la ciencia, y no entráis vosotros ni dejáis entrar a los demás!
Porque éstos, a la verdad, están puestos en la tranca y tropiezo de la
puerta del cielo, impidiendo que no entren los que les piden consejo;
sabiendo que les tiene Dios mandado, no sólo que los dejen y ayuden
a entrar, sino que aun los compelan a entrar, diciendo por san Lucas
(14, 24): Porfía, hazlos entrar para que se llene mi casa de
convidados. Ellos, por el contrario, están compeliendo que no entren.
De esta manera es él un ciego que puede estorbar la vida del alma,
que es el Espíritu Santo, lo cual acaece en los maestros espirituales
de muchas maneras, que aquí queda dicho, unos sabiendo, otros no
sabiendo. Mas los unos y los otros no quedarán sin castigo, porque,
teniéndolo por oficio, están obligados a saber y mirar lo que hacen.
63. El segundo ciego que dijimos que podría empachar al alma en
este género de recogimiento es el demonio, que quiere que, como él
es ciego, también el alma lo sea. El cual en estas altísimas soledades,
en que se infunden las delicadas unciones del Espíritu Santo (en lo
cual él tiene grave pesar y envidia, porque ve que no solamente se
enriquece el alma, sino que se le va de vuelo y no la puede coger en
nada, por cuanto está el alma sola, desnuda y ajena de toda criatura
y rastro de ella), procúrale poner en este enajenamiento algunas
666
cataratas de noticias y nieblas de jugos sensibles, a veces buenos,
para cebar más el alma y hacerla volver así al trato distinto y obra
del sentido, y que mire en aquellos jugos y noticias buenas que la
representa y las abrace, a fin de ir a Dios arrimada a ellas. Y en esto
facilísimamente la distrae y saca de aquella soledad y recogimiento,
en que, como habemos dicho, el Espíritu Santo está obrando aquellas
grandezas secretas. Porque, como el alma de suyo es inclinada a
sentir y gustar, mayormente si lo anda pretendiendo y no entiende el
camino que lleva, facilísimamente se pega a aquellas noticias y jugos
que la pone el demonio, y se quita de la soledad en que Dios la ponía.
Porque, como ella en aquella soledad y quietud de las potencias del
alma no hacía nada, parécele que estotro es mejor, pues ya ella hace
algo. Y aquí es grande lástima que, no entendiéndose el alma, por
comer ella un bocadillo de noticia particular o jugo, se quita que la
coma Dios a ella toda; porque así lo hace Dios en aquella soledad en
que la pone, porque la absorbe en sí por medio de aquellas unciones
espirituales solitarias.
64. De esta manera, por poco más que nada, causa gravísimos
daños, haciendo al alma perder grandes riquezas, sacándola con un
poquito de cebo, como al pez, del golfo de las aguas sencillas del
espíritu, adonde estaba engolfada y anegada en Dios sin hallar pie ni
arrimo. Y en esto la saca a la orilla dándola estribo y arrimo, y que
halle pie, y vaya por su pie, por tierra, con trabajo, y no nade por las
aguas de Siloé, que van con silencio (Is. 8, 6), bañada en las
unciones de Dios.
Y hace el demonio tanto caso de esto, que es para admirar; que, con
ser mayor un poco de daño en esta parte que hacer muchos en otras
almas muchas, como habemos dicho, apenas hay alma que vaya por
este camino que no la haga grandes daños y haga caer en grandes
pérdidas. Porque este maligno se pone aquí con grande aviso en el
paso que hay del sentido al espíritu, engañando y cebando a las
almas con el mismo sentido, atravesando, como habemos dicho,
cosas sensibles. No piensa el alma que hay en aquello pérdida, por lo
cual deja de entrar en lo interior del Esposo, quedándose a la puerta
a ver lo que pasa afuera en la parte sensitiva. Todo lo alto ve, dice
Job (41, 25), el demonio, es a saber, la alteza espiritual de las almas
para impugnarla. De donde, si acaso algún alma se le entra en el alto
recogimiento, ya que de la manera que habemos dicho no puede
distraerla, a lo menos con horrores, temores o dolores corporales, o
con sentidos y ruidos exteriores, trabaja por poderla hacer advertir al
sentido, para sacarla fuera y divertirla del interior espíritu, hasta que,
no pudiendo más, la deja.
Mas es con tanta facilidad las riquezas que estorba y estraga a estas
preciosas almas, que, con preciarlo él más que derribar muchas de
otras, no lo tiene en mucho por la facilidad con que lo hace y lo poco
que le cuesta. Porque a este propósito podemos entender lo que de él
dijo Dios a Job (40, 18), es a saber: Absorberá un río y no se
maravillará, y tiene confianza que el Jordán caerá en su boca, que se
667
entiende por lo más alto de la perfección. En sus mismos ojos la
cazará como en anzuelo, y con aleznas le horadará las narices; esto
es, con las puntas de las noticias con que la está hiriendo, la divertirá
el espíritu, porque el aire, que sale por las narices recogido, estando
horadadas, se divierte por muchas partes. Y adelante (41, 21) dice: Y
abajo de él estarán los rayos del sol, y derramará el oro debajo de sí
como el lodo; porque admirables rayos de divinas noticias hace
perder a las almas ilustradas, y precioso oro de matices divinos quita
y derrama a las almas ricas.
65. ¡Oh, pues, almas! Cuando Dios os va haciendo tan soberanas
mercedes que os lleva por estado de soledad y recogimiento,
apartándoos de vuestro trabajoso sentir, no os volváis al sentido.
Dejad vuestras operaciones, que, si antes os ayudaban para negar al
mundo y a vosotros mismos que érades principiantes, ahora que os
hace ya Dios merced de ser el obrero, os serán obstáculo grande y
embarazo. Que, como tengáis cuidado de no poner vuestras
potencias en cosa ninguna, desasiéndolas de todo y no
embarazándolas, que es lo que de vuestra parte habéis de hacer en
este estado solamente, junto con la advertencia amorosa, sencilla,
que dije arriba, de la manera que allí lo dije, que es cuando no os
hiciere desgana el tenerla, porque no habéis de hacer ninguna fuerza
al alma si no fuere en desasirla de todo y libertarla, porque no la
turbéis y alteréis la paz y tranquilidad. Dios os las cebará de refección
celestial, pues que no se las embarazáis.
66. El tercer ciego es la misma alma, la cual, no entendiéndose, como
habemos dicho, ella misma se perturba y se hace el daño. Porque,
como ella no sabe obrar sino por el sentido y discurso de
pensamiento, cuando Dios la quiere poner en aquel vacío y soledad
donde no puede usar de las potencias ni hacer actos, como ve que
ella no hace nada, procura hacerlo, y así se distrae y se llena de
sequedad y disgusto el alma, la cual estaba gustando de la ociosidad
de la paz y silencio espiritual en que Dios la estaba de secreto
poniendo a gesto. Y acaecerá que Dios esté porfiando por tenerla en
aquella callada quietud, y ella porfiando también con la imaginación y
con el entendimiento a querer obrar por sí misma; en lo cual es como
el muchacho, que, queriéndole llevar su madre en brazos, él va
gritando y pateando por irse por su pie, y así ni anda él ni deja andar
a la madre, o como cuando, queriendo el pintor pintar una imagen y
otro se la estuviese maneando, que no se haría nada, o se borraría la
pintura.
67. Ha de advertir el alma en esta quietud que, aunque entonces ella
no se sienta caminar ni hacer nada, camina mucho más que si fuese
por su pie, porque la lleva Dios en sus brazos; y así, aunque camina
al paso de Dios, ella no siente el paso. Y, aunque ella misma no obra
nada con las potencias de su alma, mucho más hace que si ella lo
hiciese, pues Dios es el obrero. Y que ella no lo eche de ver no es
maravilla, porque lo que Dios obra en el alma a este tiempo no lo
alcanza el sentido, porque es en silencio; que, como dice el Sabio
668
(Ecle. 9, 17), las palabras de la sabiduría óyense en silencio. Déjese
el alma en las manos de Dios y no se ponga en sus propias manos ni
en las de esotros dos ciegos, que, como esto sea y ella no ponga las
potencias en algo, segura irá.
68. Volvamos, pues, ahora al propósito de estas profundas cavernas
de las potencias del alma en que decíamos que el padecer del alma
suele ser grande cuando la anda Dios ungiendo y disponiendo con los
más subidos ungüentos del Espíritu Santo para unirla consigo. Los
cuales son ya tan sutiles y de tan delicada unción, que, penetrando
ellos la íntima sustancia del fondo del alma, la disponen y saborean,
de manera que el padecer y desfallecer en deseo con inmenso vacío
de estas cavernas es inmenso.
Donde habemos de notar que si los ungüentos que disponían a estas
cavernas del alma para la unión del matrimonio espiritual con Dios
son tan subidos como habemos dicho, ¿cuál pensamos que será la
posesión de inteligencia y amor y gloria que tienen ya en la dicha
unión con Dios el entendimiento, voluntad y memoria? Cierto que,
conforme a la sed y hambre que tenían estas cavernas, será ahora la
satisfacción y hartura y deleite de ellas, y conforme a la delicadez de
las disposiciones, será el primor de la posesión del alma y fruición de
su sentido.
69. Por el sentido del alma entiende aquí la virtud y fuerza que tiene
la sustancia del alma para sentir y gozar los objetos de las potencias
espirituales con que gusta la sabiduría y amor y comunicación de
Dios. Y por eso a estas tres potencias, memoria, entendimiento y
voluntad, las llama el alma en este verso cavernas del sentido
profundas, porque por medio de ellas y en ellas siente y gusta el
alma profundamente las grandezas de la sabiduría y excelencias de
Dios. Por lo cual harto propiamente las llama aquí el alma cavernas
profundas; porque, como siente que en ellas caben las profundas
inteligencias y resplandores de las lámparas del fuego, conoce que
tiene tanta capacidad y senos, cuantas cosas distintas recibe de
inteligencias, de sabores, de gozos, de deleites, etc., de Dios. Todas
las cuales cosas se reciben y asientan en este sentido del alma, que,
como digo, es la virtud y capacidad que tiene el alma para sentirlo,
poseerlo y gustarlo todo, administrándoselo las cavernas de las
potencias, así como al sentido común de la fantasía acuden con las
formas de sus objetos los sentidos corporales, y él es receptáculo y
archivo de ellas. Por lo cual este sentido común del alma, que está
hecho receptáculo y archivo de las grandezas de Dios, está tan
ilustrado y tan rico, cuanto alcanza de esta alta y esclarecida
posesión.
Que estaba oscuro y ciego.
70. Conviene saber, antes que Dios le esclareciese y alumbrase,
como está dicho. Para inteligencia de lo cual es de saber que por dos
cosas puede el sentido de la vista dejar de ver: o porque está a
oscuras, o porque está ciego.
669
Dios es la luz y el objeto del alma. Cuando ésta no le alumbra, a
oscuras está, aunque la vista tenga muy subida. Cuando está en
pecado o emplea el apetito en otra cosa, entonces está ciega; y,
aunque entonces la embista la luz de Dios, como está ciega, no la ve.
La oscuridad del alma, es la ignorancia del alma, la cual, antes que
Dios la alumbrase por esta transformación, estaba oscura e ignorante
de tantos bienes de Dios, como dice el Sabio (Ecli. 51, 26) que lo
estaba él antes que la sabiduría le alumbrase, diciendo: Mis
ignorancias alumbró.
71. Hablando espiritualmente, una cosa es estar a oscuras y otra
estar en tinieblas. Porque estar en tinieblas es estar ciego, como
habemos dicho, en pecado; pero el estar a oscuras, puédelo estar sin
pecado. Y esto en dos maneras, conviene saber: acerca de lo natural,
no teniendo luz de algunas cosas naturales; y acerca de lo
sobrenatural, no teniendo luz de las cosas sobrenaturales. Y acerca
de estas dos cosas dice aquí el alma que estaba oscuro su sentido
antes de esta preciosa unión.
Porque, hasta que el Señor dijo: Fiat lux (Gn. 1, 3), estaban las
tinieblas sobre la haz del abismo (1, 2) de la caverna del sentido del
alma; el cual, cuanto es más abisal y de más profundas cavernas,
tanto más abisales y profundas tinieblas hay en él acerca de lo
sobrenatural cuando Dios, que es su lumbre, no le alumbra; y así,
esle imposible alzar los ojos a la divina luz, ni caer en su
pensamiento, porque no sabe cómo es, nunca habiéndola visto. Y por
eso, ni la podrá apetecer, antes apetecerá tiniebla, porque sabe cómo
son, e irá de una tiniebla en otra, guiado por aquella tiniebla. Porque
no puede guiar una tiniebla sino a otra tiniebla, pues, como dice
David (Sal. 18, 3): El día rebosa en el día, y la noche enseña ciencia
a la noche. Y así un abismo llama a otro abismo (Sal. 41, 8),
conviene saber: un abismo de luz llama a otro abismo de luz, y un
abismo de tiniebla a otro abismo de tiniebla, llamando cada
semejante a su semejante y comunicándosele. Y así, la luz de la
gracia que Dios había dado antes a esta alma, con que le había
alumbrado el ojo del abismo de su espíritu, abriéndosele a la divina
luz y haciéndola en esto agradable a sí, llamó a otro abismo de
gracia, que es esta transformación divina del alma en Dios, con que
el ojo del sentido queda tan esclarecido y agradable a Dios, que
podemos decir que la luz de Dios y del alma toda es una, unida la luz
natural del alma con la sobrenatural de Dios, y luciendo ya la
sobrenatural solamente; así como la luz que Dios crió se unió con la
del sol, y luce ya la del sol solamente sin faltar la otra (Gn. 1, 14-18).
72. Y también estaba ciego en tanto que gustaba de otra cosa.
Porque la ceguedad del sentido racional y superior es el apetito, que,
como catarata y nube, se atraviesa y pone sobre el ojo de la razón,
para que no vea las cosas que están delante. Y así, en tanto que
proponía en el sentido algún gusto, estaba ciego para ver las
grandezas de riquezas y hermosura divina que estaban detrás de la
catarata. Porque así como, poniendo sobre el ojo una cosa, por
670
pequeña que sea, basta para tapar la vista que no vea otras cosas
que están delante, por grandes que sean, así un leve apetito y ocioso
acto que tenga el alma, basta para impedirla todas estas grandezas
divinas, que están después de los gustos y apetitos que el alma
quiere.
73. ¡Oh, quién pudiera decir aquí cuán imposible le es al alma que
tiene apetitos juzgar de las cosas de Dios como ellas son! Porque,
para acertar a juzgar las cosas de Dios, totalmente se ha de echar el
apetito y gusto fuera, y no las ha de juzgar con él; porque
infaliblemente vendrá a tener las cosas de Dios por no de Dios, y las
no de Dios por de Dios. Porque, estando aquella catarata y nube
sobre el ojo del juicio, no ve sino catarata, unas veces de un color y
otras de otro, como ellas se le ponen; y piensa que la catarata es
Dios, porque, como digo, no ve más que catarata que está sobre el
sentido, y Dios no cae en el sentido. Y de esta manera el apetito y
gustos sensitivos impiden el conocimiento de las cosas altas. Lo cual
da bien a entender el Sabio (Sab. 4, 12) por estas palabras, diciendo:
El engaño de la vanidad oscurece los bienes, y la inconstancia de la
concupiscencia trastorna el sentido sin malicia, es a saber, el buen
juicio.
74. Por lo cual, los que no son tan espirituales que estén purgados de
los apetitos y gustos, sino que todavía están algo animales en ellos,
crean que las cosas que son más viles y bajas al espíritu, que son las
que más se llegan al sentido, según el cual todavía ellos viven, las
tendrán por gran cosa; y las que son más preciadas y más altas para
el espíritu, que son las que más se apartan del sentido, las tendrán
en poco y no las estimarán, y aun a veces las tendrán por locura,
como lo da bien a entender san Pablo (1 Cor. 2, 14), diciendo: El
hombre animal no percibe las cosas de Dios; son para él locura, y no
las puede entender. Por hombre animal entiende aquí aquel que
todavía vive con apetitos y gustos naturales; porque, aunque algunos
gustos nacen del espíritu en el sentido, si el hombre se quiere asir a
ellos con su natural apetito, ya son apetitos no más que naturales.
Que poco hace al caso que el objeto o motivo sea sobrenatural, si el
apetito sale del mismo natural, teniendo su raíz y fuerza en el natural
para que deje de ser apetito natural, pues que tiene la misma
sustancia y naturaleza que si fuera acerca de motivo y materia
natural.
75. Dirásme: "Pues, luego síguese que, cuando el alma apetece a
Dios, no le apetece sobrenaturalmente, y así aquel apetito no será
meritorio delante de Dios". Respondo que verdad es que no es aquel
apetito, cuando el alma apetece a Dios, siempre sobrenatural, sino
cuando Dios le infunde, dando él la fuerza de tal apetito, y éste es
muy diferente del natural, y, hasta que Dios le infunde, muy poco o
nada se merece. Y así, cuando tú, de tuyo, quieres tener apetito de
Dios, no es más que apetito natural, ni será más hasta que Dios le
quiera informar sobrenaturalmente. De donde, cuando tú de tuyo
quieres apegar el apetito a las cosas espirituales, y te quieres asir al
671
sabor de ellas, ejercitas el apetito tuyo natural, y entonces cataratas
pones en el ojo y animal eres. Y así no podrás entender ni juzgar de
lo espiritual, que es sobre todo sentido y apetito natural. Y si tienes
más dudas, no sé qué te diga, sino que lo vuelvas a leer, quizá lo
entenderás, que dicha está la sustancia de la verdad y no se sufre
aquí en esto alargarme más,
76. Este sentido, pues, del alma que antes estaba oscuro sin esta
divina luz de Dios, y ciego con sus apetitos y afecciones, ya no
solamente con sus profundas cavernas está ilustrado y claro por
medio de esta divina unión con Dios, pero aun hecho ya como una
resplandeciente luz él con las cavernas de sus potencias.
Con extraños primores calor y luz dan junto a su Querido.
77. Porque, estando estas cavernas de las potencias ya tan miríficas
y maravillosamente infundidas en los admirables resplandores de
aquellas lámparas, como habemos dicho, que en ellas están ardiendo,
están ellas enviando a Dios en Dios, demás de la entrega que de sí
hacen a Dios, esos mismos resplandores que tienen recibidos con
amorosa gloria, inclinadas ellas a Dios en Dios, hechas también ellas
unas encendidas lámparas en los resplandores de las lámparas
divinas, dando al Amado la misma luz y calor de amor que reciben.
Porque aquí, de la misma manera que lo reciben, lo están dando al
que lo ha dado con los mismos primores que él se lo da; como el
vidrio hace cuando le embiste el sol, que echa también resplandores;
aunque estotro es en más subida manera, por intervenir en ello el
ejercicio de la voluntad.
78. Con extraños primores, es a saber: extraños y ajenos de todo
común pensar y de todo encarecimiento y de todo modo y manera.
Porque, conforme al primor con que el entendimiento recibe la
sabiduría divina, hecho el entendimiento uno con el de Dios, es el
primor con que lo da el alma, porque no lo puede dar sino al modo
que se lo dan. Y conforme al primor con que la voluntad está unida
en la bondad, es el primor con que ella da a Dios en Dios la misma
bondad, porque no lo recibe sino para darlo. Y, ni más ni menos,
según el primor con que en la grandeza de Dios conoce, estando
unida en ella, luce y da calor de amor. Y según los primores de los
atributos divinos que comunica allí él al alma de fortaleza,
hermosura, justicia, etc., son los primores con que el sentido,
gozando, está dando en su Querido esa misma luz y calor que está
recibiendo de su Querido. Porque, estando ella aquí hecha una misma
cosa en él, en cierta manera es ella Dios por participación; que,
aunque no tan perfectamente como en la otra vida, es, como dijimos,
como sombra de Dios.
Y a este talle, siendo ella por medio de esta sustancial transformación
sombra de Dios, hace ella en Dios por Dios lo que él hace en ella por
sí mismo, al modo que lo hace; porque la voluntad de los dos es una,
y así la operación de Dios y de ella es una. De donde, como Dios se le
está dando con libre y graciosa voluntad, así también ella, teniendo la
voluntad tanto más libre y generosa cuanto más unida en Dios, está
672
dando a Dios al mismo Dios en Dios, y es verdadera y entera dádiva
del alma a Dios.
Porque allí ve el alma que verdaderamente Dios es suyo, y que ella le
posee con posesión hereditaria, con propiedad de derecho, como hijo
de Dios adoptivo, por la gracia que Dios le hizo de dársele a sí
mismo, y que, como cosa suya, le puede dar y comunicar a quien ella
quisiere de voluntad; y así dale a su Querido, que es el mismo Dios
que se le dio a ella. En lo cual paga ella a Dios todo lo que le debe,
por cuanto de voluntad le da otro tanto como de él recibe.
79. Y porque, en esta dádiva que hace el alma a Dios, le da al
Espíritu Santo como cosa suya con entrega voluntaria, para que en él
se ame como él merece, tiene el alma inestimable deleite y fruición,
porque ve que da ella a Dios cosa suya propia que cuadra a Dios
según su infinito ser. Que, aunque es verdad que el alma no puede
de nuevo dar al mismo Dios a sí mismo, pues él en sí siempre se es el
mismo, pero el alma de suyo perfecta y verdaderamente lo hace,
dando todo lo que él le había dado para ganar el amor, que es dar
tanto como le dan. Y Dios se paga con aquella dádiva del alma (que
con menos no se pagaría), y la toma Dios con agradecimiento, como
cosa que de suyo le da el alma, y en esa misma dádiva ama él de
nuevo al alma, y en esa reentrega de Dios al alma ama el alma
también como de nuevo.
Y así, entre Dios y el alma está actualmente formado un amor
recíproco en conformidad de la unión y entrega matrimonial, en que
los bienes de entrambos, que son la divina esencia, poniéndolos cada
uno libremente por razón de la entrega voluntaria del uno al otro, los
poseen entrambos juntos, diciendo el uno al otro lo que el Hijo de
Dios dijo al Padre por san Juan (17, 10), es a saber: Omnia mea tua
sunt, et tua mea sunt et clarificatus sum in eis, esto es: Todos mis
bienes son tuyos, y tus bienes míos y clarificado soy en ellos. Lo cual
en la otra vida es sin intermisión en la fruición perfecta; pero en este
estado de unión acaece cuando Dios ejercita en el alma este acto de
la transformación, aunque no con la perfección que en la otra. Y que
pueda el alma hacer aquella dádiva, aunque es de más entidad que
su capacidad y ser, está claro; porque lo está que el que tiene
muchas gentes y reinos por suyos, que son de mucha más entidad,
los puede dar a quien él quisiere.
80. Esta es la gran satisfacción y contento del alma: ver que da a
Dios más que ella en sí es y vale, con aquella misma luz divina y
calor divino que se lo da; lo cual en la otra vida es por medio de la
lumbre de gloria, y en ésta por medio de la fe ilustradísima. De esta
manera, las profundas cavernas del sentido, con extraños primores
calor y luz dan junto a su Querido. Junto, dice, porque junta es la
comunicación del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo en el alma, que
son luz y fuego de amor en ella.
81. Pero los primores con que el alma hace esta entrega hemos de
notar brevemente. Acerca de lo cual se ha de advertir que, como
quiera que el alma goce cierta imagen de fruición causada de la unión
673
del entendimiento y del afecto con Dios, deleitada ella y obligada por
esta tan gran merced, hace la dicha entrega de Dios y de sí a Dios
con maravillosos modos. Porque acerca del amor se ha el alma con
Dios con extraños primores, y acerca de este rastro de fruición, ni
más ni menos, y acerca de la alabanza también, y por el semejante
acerca del agradecimiento.
82. Cuanto a lo primero, tiene tres primores principales de amor. El
primero es que aquí ama el alma a Dios, no por sí, sino por él mismo;
lo cual es admirable primor, porque ama por el Espíritu Santo, como
el Padre y el Hijo se aman, como el mismo Hijo lo dice por san Juan
(17, 26), diciendo: La dilección con que me amaste esté en ellos y yo
en ellos. El segundo primor es amar a Dios en Dios, porque en esta
unión vehemente se absorbe el alma en amor de Dios, y Dios con
grande vehemencia se entrega al alma. El tercer primor de amor
principal es amarle allí por quien él es, porque no le ama sólo porque
para sí misma es largo bien y glorioso, etc., sino mucho más
fuertemente, porque en sí es todo esto esencialmente.
83. Y acerca de esta imagen de fruición tiene otros tres primores
maravillosos, preciosos y principales. El primero, que el alma goza allí
a Dios por el mismo Dios; porque, como el alma aquí une el
entendimiento en la omnipotencia, sapiencia, bondad, etc., aunque
no claramente como será en la otra vida, grandemente se deleita en
todas estas cosas entendidas distintamente, como arriba dijimos. El
segundo primor principal de esta delectación es deleitarse
ordenadamente sólo en Dios, sin otra alguna mezcla de criatura. El
tercer deleite es gozarle sólo por quien él es, sin mezcla alguna de
gusto propio.
84. Acerca de la alabanza que el alma tiene a Dios en esta unión, hay
otros tres primores de alabanza. El primero, hacerlo de oficio, porque
ve el alma que para su alabanza la crió Dios, como lo dice por Isaías
(43, 21), diciendo: Este pueblo formé para mí; cantará mis
alabanzas. El segundo primor de alabanza es por los bienes que
recibe y deleite que tiene en alabarle. El tercero es por lo que Dios es
en sí, porque, aunque el alma ningún deleite recibiese, le alabaría por
quien él es.
85. Acerca del agradecimiento tiene otros tres primores. El primero,
agradece los bienes naturales y espirituales que ha recibido y los
beneficios. El segundo es la delectación grande que tiene en alabar a
Dios, porque con gran vehemencia se absorbe en esta alabanza. El
tercero es alabanza sólo por lo que Dios es, la cual es mucho más
fuerte y deleitable.
Inicio
CANCION 4ª [San Juan de la Cruz
LLAMA DE AMOR VIVAB Canción 4ª]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LA LLAMA DE AMOR VIVA B
---------------------------------------------------------------------------
CANCION 4ª
674
¡Cuán manso y amoroso recuerdas en mi seno, donde secretamente
solo moras, y en tu aspirar sabroso, de bien y gloria lleno, cuán
delicadamente me enamoras!
DECLARACION
1. Conviértese el alma aquí a su Esposo con mucho amor,
estimándole y agradeciéndole dos efectos admirables que a veces en
ella hace por medio de esta unión, notando también el modo con que
hace cada uno y también el efecto que en ella redunda en este caso.
2. El primer efecto es recuerdo de Dios en el alma, y el modo con que
éste se hace es de mansedumbre y amor. El segundo es de
aspiración de Dios en el alma, y el modo de éste es de bien y gloria
que se le comunica en la aspiración. Y lo que de aquí en el alma
redunda es enamorarla delicada y tiernamente.
3. Y así, es como si dijera: El recuerdo que haces, ¡oh Verbo Esposo!,
en el centro y fondo de mi alma, que es la pura e íntima sustancia de
ella, en que secreta y calladamente solo, como solo Señor de ella,
moras, no sólo como en tu casa, ni sólo como en tu mismo lecho,
sino también como en mi propio seno, íntima y estrechamente unido,
¡cuán mansa y amorosamente le haces!, esto es, grandemente
amoroso y manso. Y en la sabrosa aspiración que en ese recuerdo
tuyo haces, sabrosa para mí, que está llena de bien y gloria, ¡con
cuánta delicadez me enamoras y aficionas a ti! En lo cual toma el
alma la semejanza del que cuando, recuerda de su sueño, respira;
porque, a la verdad, ella aquí así lo siente. Síguese el verso:
¡Cuán manso y amoroso recuerdas en mi seno!
4. Muchas maneras de recuerdos hace Dios al alma, tantos, que, si
hubiésemos de ponernos a contarlos, nunca acabaríamos. Pero este
recuerdo que aquí quiere dar a entender el alma que la hace el Hijo
de Dios es, a mi ver, de los más levantados y que mayor bien hacen
al alma. Porque este recuerdo es un movimiento que hace el Verbo
en la sustancia del alma, de tanta grandeza y señorío y gloria, y de
tan íntima suavidad, que le parece al alma que todos los bálsamos y
especias odoríferas y flores del mundo se trabucan y menean,
revolviéndose para dar su suavidad, y que todos los reinos y señoríos
del mundo y todas las potestades y virtudes del cielo se mueven. Y
no sólo eso, sino que también todas las virtudes y sustancias y
perfecciones y gracias de todas las cosas criadas relucen y hacen el
mismo movimiento, todo a una y en uno.
Que, por cuanto, como dice san Juan (1, 3), todas las cosas en él son
vida, y en él viven y son y se mueven, como también dice el Apóstol
(Act. 17, 28), de aquí es que, moviéndose este tan grande
Emperador en el alma, cuyo principado, como dice Isaías (9, 6) trae
sobre su hombro, que son las tres máquinas: celeste, terrestre e
infernal (Fil. 2, 10), y las cosas que hay en ellas, sustentándolas
todas, como dice san Pablo (Hb. 1, 3) con el Verbo de su virtud,
todas a una parezcan moverse, al modo que al movimiento de la
tierra se mueven todas las cosas materiales que hay en ella, como si
675
no fuesen nada; así es cuando se mueve este príncipe, que trae sobre
sí su corte y no la corte a él.
5. Aunque esta comparación harto impropia es, porque acá no sólo
parecen moverse, sino que también todos descubren las bellezas de
su ser, virtud y hermosura y gracias, y la raíz de su duración y vida.
Porque echa allí de ver el alma cómo todas las criaturas de arriba y
de abajo tienen su vida y duración y fuerza en él, y ve claro lo que él
dice en el libro de los Proverbios, diciendo: Por mí reinan los reyes y
por mí gobiernan los príncipes, y los poderosos ejercitan justicia y la
entienden (8, 15-16). Y, aunque es verdad que echa allí de ver el
alma que estas cosas son distintas de Dios, en cuanto tienen ser
criado, y las ve en él con su fuerza, raíz y vigor, es tanto lo que
conoce ser Dios en su ser con infinita eminencia todas estas cosas,
que las conoce mejor en su ser que en las mismas cosas. Y éste es el
deleite grande de este recuerdo: conocer por Dios las criaturas, y no
por las criaturas a Dios; que es conocer los efectos por su causa y no
la causa por los efectos, que es conocimiento trasero, y esotro
esencial.
6. Y cómo sea este movimiento en el alma, como quiera que Dios sea
inamovible, es cosa maravillosa, porque, aunque entonces Dios no se
mueve realmente, al alma le parece que en verdad se mueve.
Porque, como ella es la innovada y movida por Dios para que vea
esta sobrenatural vista, y se le descubre con tanta novedad aquella
divina vida y el ser y armonía de toda criatura en ella con sus
movimientos en Dios, parécele que Dios es el que se mueve y que
toma la causa el nombre del efecto que hace, según el cual efecto
podemos decir que Dios se mueve, según el Sabio dice: Que la
sabiduría es más movible que todas las cosas movibles (Sab. 7, 24).
Y es no porque ella se mueva, sino porque es el principio y raíz de
todo movimiento; y, permaneciendo en sí estable, como dice luego,
todas las cosas innova. Y así, lo que allí quiere decir, es que la
Sabiduría más activa es que todas las cosas activas. Y así debemos
aquí decir, que el alma en este movimiento es la movida y la
recordada del sueño, de vista natural a vista sobrenatural. Y por eso
le pone bien propiamente nombre de recuerdo.
7. Pero Dios siempre se está así, como el alma lo echa de ver,
moviendo, rigiendo y dando ser y virtud y gracias y dones a todas las
criaturas, teniéndolas en sí virtual y presencial y sustancialmente,
viendo el alma lo que Dios es en sí y lo que en sus criaturas en una
sola vista, así como quien, abriendo un palacio, ve en un acto la
eminencia de la persona que está dentro, y ve juntamente lo que
está haciendo. Y así, lo que yo entiendo cómo se haga este recuerdo
y vista del alma es que, estando el alma en Dios sustancialmente,
como lo está toda criatura, quítale de delante algunos de los muchos
velos y cortinas que ella tiene antepuestos para poderle ver como él
es, y entonces traslúcese y viséase algo entreoscuramente (porque
no se quitan todos los velos) aquel rostro suyo lleno de gracias; el
cual, como todas las cosas está moviendo con su virtud, parécese
676
juntamente con él lo que está haciendo, y parece moverse él en ellas
y ellas en él con movimiento continuo; y por eso le parece al alma
que él se movió y recordó, siendo ella la movida y la recordada.
8. Que ésta es la bajeza de esta nuestra condición de vida, que, como
nosotros estamos, pensamos que están los otros, y como somos,
juzgamos a los demás, saliendo el juicio y comenzando de nosotros
mismos y no de fuera. Y así, el ladrón piensa que los otros también
hurtan; y el lujurioso piensa que los otros lo son; y el malicioso, que
los otros son maliciosos, saliendo aquel juicio de su malicia; y el
bueno piensa bien de los demás, saliendo aquel juicio de la bondad
que él tiene en sí concebida; el que es descuidado y dormido,
parécele que los otros lo son. Y de aquí es que, cuando nosotros
estamos descuidados y dormidos delante de Dios, nos parezca que
Dios es el que está dormido y descuidado de nosotros, como se ve en
el salmo cuarenta y tres (v. 23), donde dice David a Dios: Levántate,
Señor, ¿por qué duermes?, levántate, poniendo en Dios lo que había
en los hombres, que, siendo ellos los caídos y dormidos, dice a Dios
que él sea el que se levante y el que despierte, como quiera que
nunca duerme el que guarda a Israel (Sal. 120, 4).
9. Pero, a la verdad, como quiera que todo bien del hombre venga de
Dios (Sant. 1, 16) y el hombre de suyo ninguna cosa pueda que sea
buena, con verdad se dice que nuestro recuerdo es recuerdo de Dios,
y nuestro levantamiento es levantamiento de Dios. Y así, es como si
dijera David: Levántanos dos veces y recuérdanos, porque estamos
dormidos y caídos de dos maneras. De donde, porque el alma estaba
dormida en sueño de que ella jamás no pudiera por sí misma
recordar, y sólo Dios es el que le pudo abrir los ojos y hacer este
recuerdo, muy propiamente llama recuerdo de Dios a éste, diciendo:
Recuerdas en mi seno.
¡Recuérdanos tú y alúmbranos, Señor mío, para que conozcamos y
amemos los bienes que siempre nos tienes propuestos, y
conoceremos que te moviste a hacernos mercedes y que te acordaste
de nosotros!
10. Totalmente es indecible lo que el alma conoce y siente en este
recuerdo de la excelencia de Dios, porque, siendo comunicación de la
excelencia de Dios en la sustancia del alma, que es el seno suyo que
aquí dice, suena en el alma una potencia inmensa en voz de multitud
de excelencias de millares de virtudes, nunca numerables, de Dios.
En éstas el alma estancada, queda terrible y sólidamente en ellas
ordenada como haces de ejércitos (Ct. 6, 3) y suavizada y agraciada
con todas las suavidades y gracias de las criaturas.
11. Pero será la duda: ¿cómo puede sufrir el alma tan fuerte
comunicación en la flaqueza de la carne, que, en efecto, no hay
sujeto y fuerza en ella para sufrir tanto sin desfallecer? Pues que,
solamente de ver la reina Ester al rey Asuero en su trono con
vestiduras reales y resplandeciendo en oro y piedras preciosas, temió
tanto de verle tan terrible en su aspecto que desfalleció, como ella lo
confiesa allí (Est. 15, 16), diciendo, que por el temor que le hizo su
677
grande gloria, porque le pareció como un ángel y su rostro lleno de
gracias, desfalleció; porque la gloria oprime al que la mira, cuando no
glorifica (Prov. 25, 27). Pues, ¿cuánto más había el alma de
desfallecer aquí, pues no es ángel al que echa de ver, sino Dios, con
su rostro lleno de gracias de todas las criaturas, y de terrible poder y
gloria y voz de multitud de excelencias? De la cual dice Job (26, 14),
que cuando oyésemos tan mala vez una estila, ¿quién podrá sufrir la
grandeza de su trueno?; y en otra parte (23, 6) dice: No quiero que
entienda y trate conmigo con mucha fortaleza, porque por ventura no
me oprima con el peso de su grandeza.
12. Pero la causa por que el alma no desfallece ni teme en aqueste
recuerdo tan poderoso y glorioso, es por dos causas.
La primera, porque estando ya el alma en estado de perfección, como
aquí está, en el cual está la parte inferior muy purgada y conforme
con el espíritu, no siente el detrimento y pena que en las
comunicaciones espirituales suele sentir el espíritu y sentido no
purgado y dispuesto para recibirlas. Aunque no basta ésta para dejar
de recibir detrimento delante de tanta grandeza y gloria, por cuanto,
aunque esté el natural muy puro, todavía, porque excede al natural,
le corrompería, como hace el excelente sensible a la potencia; que a
este propósito se entiende lo que alegamos de Job.
Sino que la segunda causa es la que hace al caso, que es la que en el
primer verso dice aquí el alma, que es mostrarse manso. Porque, así
como Dios muestra al alma grandeza y gloria para regalarla y
engrandecerla, así la favorece para que no reciba detrimento,
amparando el natural, mostrando al espíritu su grandeza con
blandura y amor a excusa del natural, no sabiendo el alma si pasa en
el cuerpo o fuera de él (2 Cor. 12, 2). Lo cual puede muy bien hacer
el que con su diestra amparó a Moisés (Ex. 33, 22) para que viese su
gloria. Y así, tanta mansedumbre y amor siente el alma en él, cuanto
poder y señorío y grandeza, porque en Dios toda es una misma cosa;
y así es el deleite fuerte y el amparo fuerte en mansedumbre y amor,
para sufrir fuerte deleite; y así, antes el alma queda poderosa y
fuerte que desfallecida. Que, si Ester se desmayó, fue porque el rey
se le mostró al principio no favorable, sino, como allí dice (Est. 15,
10), los ojos ardientes, le mostró el furor de su pecho. Pero, luego
que la favoreció extendiendo su cetro y tocándola con él y
abrazándola, volvió en sí, habiéndola dicho que él era su hermano,
que no temiese (15, 12-15).
13. Y así, habiéndose aquí el Rey del cielo desde luego con el alma
amigablemente, como su igual y su hermano, desde luego no teme el
alma; porque, mostrándole en mansedumbre y no en furor la
fortaleza de su poder y el amor de su bondad, la comunica fortaleza y
amor de su pecho, saliendo a ella de su trono del alma como esposo
de su tálamo (Sal. 18, 6), donde estaba escondido, inclinado a ella, y
tocándola con el cetro de su majestad, y abrazándola como hermano.
Y allí las vestiduras reales y fragancia de ellas, que son las virtudes
admirables de Dios; allí el resplandor del oro, que es la caridad; allí
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lucir las piedras preciosas de las noticias de las sustancias superiores
e inferiores; allí el rostro del Verbo lleno de gracias, que embisten y
visten a la reina del alma, de manera que, transformada ella en estas
virtudes del Rey del cielo, se vea hecha reina, y que se pueda con
verdad decir de ella lo que dice David de ella en el salmo (44, 10), es
a saber: La reina estuvo a tu diestra en vestidura de oro y cercada de
variedad. Y porque todo esto pasa en la íntima sustancia del alma,
dice luego ella:
Donde secretamente solo moras.
14. Dice que en su seno mora secretamente, porque, como habemos
dicho, en el fondo de la sustancia del alma es hecho este dulce
abrazo. Es de saber que Dios en todas las almas mora secreto y
encubierto en la sustancia de ellas, porque, si esto no fuese, no
podrían ellas durar. Pero hay diferencia en este morar, y mucha.
porque en unas mora solo y en otras no mora solo; en unas mora
agradado, y en otras mora desagradado; en unas mora como en su
casa, mandándolo y rigiéndolo todo, y en otras mora como extraño
en casa ajena, donde no le dejan mandar nada ni hacer nada.
El alma donde menos apetitos y gustos propios moran, es donde él
más solo y más agradado y más como en casa propia mora,
rigiéndola y gobernándola, y tanto más secreto mora, cuanto más
solo. Y así, en esta alma, en que ya ningún apetito, ni otras imágenes
y formas, ni afecciones de alguna cosa criada moran,
secretísimamente mora el Amado con tanto más íntimo e interior y
estrecho abrazo, cuanto ella, como decimos, está más pura y sola de
otra cosa que Dios. Y así está secreto, porque a este puesto y abrazo
no puede llegar el demonio, ni el entendimiento del hombre a saber
cómo es. Pero a la misma alma en esta perfección no le está secreto,
la cual siente en sí este íntimo abrazo; pero, según estos recuerdos,
no siempre, porque cuando los hace el Amado, le parece al alma que
recuerda él en su seno, donde antes estaba como dormido; que,
aunque le sentía y gustaba, era como al amado dormido en el sueño;
y, cuando uno de los dos está dormido, no se comunican las
inteligencias y amores de entrambos, hasta que ambos están
recodados.
15. ¡Oh, cuán dichosa es esta alma que siempre siente estar Dios
descansando y reposando en su seno! ¡Oh, cuánto le conviene
apartarse de cosas, huir de negocios y vivir con inmensa tranquilidad,
porque aun con la más mínima motica o bullicio no inquiete ni
revuelva el seno del Amado! Está él allí de ordinario como dormido en
este abrazo con la Esposa, en la sustancia de su alma, al cual ella
muy bien siente y de ordinario goza. Porque si estuviese siempre en
ella recordado, comunicándose las noticias y los amores, ya sería
estar en gloria. Porque, si una vez que recuerda mala vez abriendo el
ojo, pone tal al alma, como habemos dicho, ¿qué sería si de ordinario
estuviese en ella para ella bien despierto?
16. En otras almas que no han llegado a esta unión, aunque no está
desagradado, porque, en fin, están en gracia, pero por cuanto aún no
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están bien dispuestas, aunque mora en ellas mora secreto para ellas;
porque no le sienten de ordinario, sino cuando él les hace algunos
recuerdos sabrosos, aunque no son del género ni metal de éste, ni
tienen que ver con él, ni al entendimiento y demonio les es tan
secreto como estotro, porque todavía podrían entender algo por los
movimientos del sentido (por cuanto hasta la unión no está bien
aniquilado) que todavía tiene algunas acciones y movimientos acerca
de lo espiritual, por no ser ello totalmente puro espiritual.
Mas, en este recuerdo que el Esposo hace en esta alma perfecta, todo
lo que pasa y se hace es perfecto, porque lo hace él todo; que es al
modo como cuando uno recuerda y respira. Siente el alma un extraño
deleite en la espiración del Espíritu Santo en Dios, en que
soberanamente ella se glorifica y enamora, y por eso dice los versos
siguientes:
Y en tu aspirar sabroso, de bien y gloria lleno, ¡cuan delicadamente
me enamoras!
17. En la cual aspiración, llena de bien y gloria y delicado amor de
Dios para el alma, yo no querría hablar, ni aun quiero; porque veo
claro que no lo tengo de saber decir, y parecería que ello es menos si
lo dijese. Porque es una aspiración que hace al alma Dios, en que,
por aquel recuerdo del alto conocimiento de la deidad, la aspira el
Espíritu Santo con la misma proporción que fue la inteligencia y
noticia de Dios, en que la absorbe profundísimamente en el Espíritu
Santo, enamorándola con primor y delicadez divina, según aquello
que vio en Dios. Porque, siendo la aspiración llena de bien y gloria, en
ella llenó el Espíritu Santo al alma de bien y gloria, en que la
enamoró de sí sobre toda lengua y sentido en los profundos de Dios.
Al cual sea honra y gloria in saecula saeculorum. Amén.
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COMPLETAS Epistolario]
ÍNDICE GENERAL
ÍNDICE DE LAS OBRAS COMPLETAS DE SAN JUAN DE LA CRUZ
ÍNDICE DEL EPISTOLARIO
---------------------------------------------------------------------------
1.- A Catalina de Jesús, Carmelita Descalza 2.- A María de Soto, en
Baeza 3.- A la M. Ana de san Alberto, OCD, Priora de Caravaca 4.- A
la M. Ana de san Alberto, Priora de Caravaca 5.- A la M. de san
Alberto, Priora de Caravaca 6.- A una Carmelita Descalza 7.- A las
Carmelitas Descalzas de Beas 8.- A las Carmelitas Descalzas de Beas
9.- A la M. Leonor Bautista, OCD, en Beas 10.- Al P. Ambrosio
Mariano, OCD, Prior de Madrid 11.- A doña Juana de Pedraza, en
Granada 12.- A una doncella de Narros del Castillo (Avila) 13.- A un
religioso carmelita descalzo 14.- A la M. María de Jesús, OCD, Priora
de Córdoba 15.- A la M. Leonor de san Gabriel, OCD, en Córdoba 16.-
A la M. María de Jesús, OCD, Priora de Córdoba 17.- A la M.
Magdalena del Espíritu Santo, OCD, en Córdoba 18.- Al P. Nicolás de
Jesús María (Doria), Vicario General 19.- A doña Juana de Pedraza,
en Granada 20.- A una Carmelita Descalza escrupulosa 21.- A la M.
680
María de Jesús, OCD, Priora de Córdoba 22.- A la M. Leonor de san
Gabriel, OCD, en Córdoba 23.- A una dirigida espiritual 24.- Al P. Luis
de san Angelo, OCD, en Andalucía 25.- A la M. Ana de Jesús, OCD, en
Segovia 26.- A la M. María de la Encarnación, OCD, en Segovia 27.- A
la M. María de la Encarnación, OCD, en Segovia 28.- A doña Ana del
Mercado y Peñalosa, en Granada 29.- A una dirigida espiritual 30.- A
la M. Ana de san Alberto, OCD en Caravaca 31.- A doña Ana del
Mercado y Peñalosa, en Granada 32.- Al P. Juan de santa Ana, OCD,
en Málaga 33.- A una religiosa Carmelita Descalza, en Segovia
Inicio --------------------------------------------
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EPISTOLARIO [San Juan de la CruzOBRAS COMPLETAS
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CARTAS
1.- A Catalina de Jesús, Carmelita Descalza
Jesús sea en su alma, mi hija Catalina.
Aunque no sé dónde está, la quiero escribir estos renglones,
confiando se los enviará nuestra Madre, si no anda con ella; y, si es
así que no anda, consuélese conmigo, que más desterrado estoy yo y
solo por acá; que después que me tragó aquella ballena y me vomitó
en este extraño puerto, nunca más merecí verla ni a los santos de
por allá. Dios lo hizo bien; pues, en fin, es lima el desamparo, y para
gran luz el padecer tinieblas.
¡Oh, qué de cosas quisiera decir! Mas escribo muy a oscuras, no
pensando la ha de recibir; y por eso, ceso sin acabar. Encomiéndeme
a Dios. Yo no la quiero decir de por acá porque no tengo gana.
De Baeza y julio 6 de 1581.
Su siervo en Cristo, Fray Juan de la Cruz.
Sobrescrito. Es para la Hermana Catalina de Jesús, carmelita
descalza, donde estuviere.
2.- A María de Soto, en Baeza
Granada, fines de marzo 1582
Jesús sea en su alma, mi hija en Cristo.
Mucha caridad recibí con su carta y quisiera yo harto cumplir lo que
en ella me dice y darla mucho contento y a sus hermanas; mas como
Dios manda de otra manera que pensamos, habrémonos de
conformar con su voluntad.
Ya me han hecho prior en esta casa de Granada, y es tierra harto
acomodada para servir a Dios. Su Majestad lo hace todo por mejor.
¡Ojalá vuestra merced con sus hermanas moraran en ella!, porque las
pudiera yo en algo dar contento. Yo espero en Dios se le ha de dar
harto grande. Mire que no deje sus confesiones, y a sus hermanas
diga lo mismo. Y me encomienden todas a Dios, que yo nunca me
tengo de olvidar.
681
No deje de acudir al padre fray Juan, aunque más cansado ande. Y
quédese con Dios y déla Su Majestad su santo espíritu. Amén.
De los Santos Mártires de Granada, y de marzo 1582.
Siervo de vuestra merced en Cristo
Fray Juan de la Cruz.
3.- A la M. Ana de san Alberto, OCD, Priora de Caravaca
Granada, 1582
... Pues ella no me dice, yo le digo que no sea boba ni ande con
temores que acobardan el alma. Déle a Dios lo que le ha dado y le da
cada día; que parece quiere ella medir a Dios a la medida de su
capacidad; pues no ha de ser así. Aparéjese, que la quiere Dios hacer
una gran merced.
4.- A la M. Ana de san Alberto, Priora de Caravaca
... ¿Hasta cuándo piensa, hija, que ha de andar en brazos ajenos? Ya
deseo verla con una gran desnudez de espíritu y tan sin arrimo de
criaturas que todo el infierno no baste a turbarla. ¿Qué lágrimas tan
impertinentes son esas que derrama estos días? ¿Cuánto tiempo
bueno piensa que ha perdido con esos escrúpulos? Si desea
comunicar conmigo sus trabajos, váyase a aquel espejo sin mancilla
(Sab. 7, 26) del Eterno Padre (que es su Hijo), que allí miro yo su
alma cada día, y sin duda saldrá consolada y no tendrá necesidad de
mendigar a puertas de gente pobre.
5.- A la M. de san Alberto, Priora de Caravaca
Sevilla, junio 1586
Jesús sea en su alma.
Al tiempo que me partía de Granada a la fundación de Córdoba, la
dejé escrito de priesa; y después acá, estando en Córdoba, recibí las
cartas suyas y de esos señores que iban a Madrid, que debieron
pensar me cogerían en la Junta. Pues sepa que nunca se ha hecho,
por esperar a que se acaben estas visitas y fundaciones; que se da el
Señor estos días tanta priesa, que no nos damos vado. Acabóse de
hacer la de Córdoba de frailes con el mayor aplauso y solemnidad de
toda la ciudad que se ha hecho allí con religión ninguna; porque toda
la clerecía de Córdoba y cofradías se juntaron, y se trajo el Santísimo
Sacramento con gran solemnidad de la Iglesia Mayor; todas las calles
muy bien colgadas y la gente como el día del Corpus Christi. Esto fue
el domingo después de la Ascensión, y vino el señor Obispo y predicó,
alabándonos mucho. Está la casa en el mejor puesto de la ciudad,
que es en la colación de la Iglesia Mayor.
Ya estoy en Sevilla en la traslación de nuestras monjas, que han
comprado unas casas principalísimas, que, aunque costaron casi
catorce mil ducados, valen más de 20 mil. Ya están en ellas, y el día
de san Bernabé pone el cardenal el Santísimo Sacramento con mucha
solemnidad. Y entiendo dejar aquí otro convento de frailes antes que
me vaya, y habrá dos en Sevilla de frailes. Y de aquí a san Juan me
parto a Ecija, donde con el favor de Dios fundaremos otro, y luego a
Málaga, y de allí a la Junta.
682
¡Ojalá tuviera yo comisión para esa fundación como la tengo para
éstas, que no esperara yo muchas andulencias, mas espero en Dios
que se hará y en la Junta haré cuanto pudiere. Así lo diga a esos
señores, a los cuales escribo.
Pesádome ha de que no se hizo luego la escritura con los Padres de la
Compañía, porque no los tengo yo mirado con ojos que son gente
que guarda la palabra; y así, entiendo que no sólo se desviarán en
parte, mas, si se difiere, se volverán de obrar en todo, si les parece
les está bien. Por eso, mire que la digo que, sin decirles nada a ellos,
ni a nadie, trate con el señor Gonzalo Muñoz de comprar la otra casa
que está de esotra parte y hagan sus escrituras, que ellos, como ven
que tienen cogida la cuerda, ensánchanse. Y va muy poco que
después se sepa que las compramos sólo por eso de redimir nuestra
vejación, y así ellos vendrán a buenas sin tanto quebradero de
cabezas, y aun les haremos venir a lo más que quisiéremos. Dé
cuenta a pocos y hágalo, que no se puede vencer a veces una cautela
sin otra.
El librico de las Canciones de la Esposa querría que me enviase, que
ya a buena razón lo tendrá sacado Madre de Dios.
Mucho se dilata esta Junta, y pésame por amor de la entrada de doña
Catalina, porque deseo dar...
De Sevilla y junio año de 1586.
Carísima hija en Cristo.
Su siervo
Fray Juan de la Cruz.
Mire que me dé un gran recaudo al señor Gonzalo Muñoz, que, por no
cansar a Su Merced, no le escribo, y porque Vuestra Reverencia le
dirá lo que ahí digo.
Sobrescrito. Para la Madre Ana de san Alberto, Priora de las descalzas
carmelitas de Caravaca.
6.- A una Carmelita Descalza
En viaje de Granada a Madrid, agosto 1586
... Hija, en el vacío y sequedad de todas las cosas ha Dios de probar
los que son soldados fuertes para vencer su batalla; que saben beber
el agua en el aire sin pegar el pecho a la tierra, como los soldados de
Gedeón (Jc. 7, 5-7, 16-23), que vencieron con barro seco y candelas
encendidas dentro, que significa la sequedad del sentido, y dentro, el
espíritu bueno y encendido.
7.- A las Carmelitas Descalzas de Beas
Málaga, 18 noviembre 1586
Jesús sea en sus almas, hijas mías.
¿Piensan que, aunque me ven tan mudo, que las pierdo de vista y
dejo andar echando de ver cómo con gran facilidad pueden ser
santas, y con mucho deleite y amparo seguro andar en deleite del
amado Esposo? Pues yo iré allá y verán cómo no me olvidaba, y
veremos las riquezas ganadas en el amor puro y sendas de la vida
eterna y los pasos hermosos que dan en Cristo, cuyos deleites y
corona son sus esposas: cosa digna de no andar por el suelo
683
rodando, sino de ser tomada en las manos de los serafines, y con
reverencia y aprecio la pongan el la cabeza de su Señor.
Cuando el corazón anda en bajezas, por el suelo rueda la corona, y
cada bajeza la da con el pie; mas cuando el hombre se allega al
corazón alto que dice David (Sal. 63, 7), entonces es Dios ensalzado
con la corona de aquel corazón alto de su Esposa, con que le coronan
el día de la alegría de su corazón (Ct. 3, 11), en que tiene sus
deleites cuando está con los hijos de los hombres (Pv. 8, 31). Estas
aguas de deleites interiores no nacen en la tierra; hacia el cielo se ha
de abrir la boca del deseo, vacía de cualquier otra llenura, y para que
así la boca del apetito, no abreviada ni apretada con ningún bocado
de otro gusto, la tenga bien vacía y abierta hacia aquel que dice:
Abre y dilata tu boca, y yo te la henchiré (Sal. 80, 11).
De manera que el que busca gusto en alguna cosa, ya no se guarda
vacío para que Dios le llene de su inefable deleite; y así como va
Dios, así se sale, porque lleva las manos embarazadas y no puede
tomar lo que Dios le daba. ¡Dios nos libre de tan malos embarazos,
que tan dulces y sabrosas libertades estorban!
Sirvan a Dios, mis amadas hijas en Cristo, siguiendo sus pisadas de
mortificación en toda paciencia, en todo silencio y en todas ganas de
padecer, hechas verdugos de los contentos, mortificándose si por
ventura algo ha quedado por morir que estorbe la resurrección
interior del Espíritu, el cual more en sus almas. Amén.
De Málaga y noviembre de 1586.
Su siervo,
Fray Juan de la Cruz.
8.- A las Carmelitas Descalzas de Beas
Granada, 22 Noviembre 1587
Jesús María sean en sus almas, hijas mías en Cristo.
Mucho me consolé con su carta; págueselo Nuestro Señor. El no
haber escrito no ha sido falta de voluntad, porque de veras deseo su
gran bien, sino parecerme que harto esta ya dicho y escrito para
obrar lo que importa; y que lo que falta, si algo falta, no es el escribir
o el hablar, que esto antes ordinariamente sobra, sino el callar y
obrar. Porque, demás de esto, el hablar distrae, y el callar y obrar
recoge y da fuerza al espíritu. Y así, luego que la persona sabe lo que
le han dicho para su aprovechamiento, ya no ha menester oír ni
hablar más, sino obrarlo de veras con silencio y cuidado, en humildad
y caridad y desprecio de sí; y no andar luego a buscar nuevas cosas,
que no sirve sino de satisfacer el apetito en lo de fuera, y aún sin
poderle satisfacer, y dejar el espíritu flaco y vacío sin virtud interior.
Y de aquí es que ni lo primero ni lo postrero aprovecha, como el que
come sobre lo indigesto, que, porque el calor natural se reparte en lo
uno y en lo otro, no tiene fuerza para todo convertirlo en sustancia, y
engéndrase enfermedad.
Mucho es menester, hijas mías, saber hurtar el cuerpo del espíritu al
demonio y a nuestra sensualidad, porque si no, sin entendernos, nos
hallaremos muy desaprovechados y muy ajenos de las virtudes de
684
Cristo, y después amaneceremos con nuestro trabajo y obra hecho
del revés, y pensando que llevábamos la lámpara encendida,
parecerá muerta; porque los soplos que a nuestro parecer dábamos
para encenderla, quizá eran más para apagarla. Digo, pues, que para
que esto no sea, y para guardar al espíritu, como he dicho, no hay
mejor remedio que padecer y hacer y callar, y cerrar los sentidos con
uso e inclinación de soledad y olvido de toda criatura y de todos los
acaecimientos, aunque se hunda el mundo. Nunca por bueno ni malo
dejar de quietar su corazón con entrañas de amor, para padecer en
todas las cosas que se ofrecieren. Porque la perfección es de tan alto
momento, y el deleite del espíritu de tan rico precio, que aun todo
esto quiera Dios que baste. Porque es imposible ir aprovechando sino
haciendo y padeciendo virtuosamente, todo envuelto en silencio.
Esto entendido, hijas: que el alma que presto advierte en hablar y
tratar, muy poco advertida está en Dios. Porque, cuando lo está,
luego con fuerza la tiran de dentro a callar y huir de cualquiera
conversación; porque más quiere Dios que el alma se goce con él que
con otra alguna criatura, por más aventajada que sea y por más al
caso que le haga.
En las oraciones de Vuestras Caridades me encomiendo; y tengan por
cierto que, con ser mi caridad tan poca, está tan recogida hacia allá,
que no me olvido de a quien tanto debo en el Señor. El cual sea con
todos nosotros. Amén.
De Granada a 22 de noviembre de 1587.
Fray Juan de la Cruz.
La mayor necesidad que tenemos es de callar a este gran Dios con el
apetito y con la lengua, cuyo lenguaje, que él oye, sólo es el callado
amor.
Sobrescrito. A Ana de Jesús y las demás Hermanas Carmelitas
Descalzas del convento de Beas.
9.- A la M. Leonor Bautista, OCD, en Beas
Granada, 8 febrero 1588
Jesús sea en Vuestra Reverencia.
No piense, hija en Cristo, que me he dejado de doler de sus trabajos
y de las que son participantes; pero acordándome que así como Dios
la llamó para que hiciese vida apostólica, que es vida de desprecio, la
lleva por el camino de ella, me consuelo. En fin, el religioso de tal
manera quiere Dios que sea religioso, que haya acabado con todo y
que todo se haya acabado para él; porque él mismo es el que quiere
ser su riqueza, consuelo y gloria deleitable. Harta merced la ha Dios
hecho a Vuestra Reverencia, porque ahora, bien olvidada de todas las
cosas, podrá a sus solas gozar bien de Dios, no se le dando nada que
hagan de ella lo que quisieren por amor de Dios, pues que no es
suya, sino de Dios.
Hágame saber si es cierta su partida a Madrid y si viene la Madre
Priora, y encomiéndeme mucho a mis hijas Magdalena y Ana y a
todas, que no me dan lugar para escribirlas.
De Granada, a 8 de febrero de 88.
685
Fray Juan de la Cruz.
10.- Al P. Ambrosio Mariano, OCD, Prior de Madrid
Segovia, 9 de noviembre 1588
Jesús sea en Vuestra Reverencia.
La necesidad que hay de religiosos, como Vuestra Reverencia sabe,
según la multitud de fundaciones que hay, es muy grande; por eso es
menester que Vuestra Reverencia tenga paciencia en que vaya de ahí
el padre fray Miguel a esperar en Pastrana al P. Provincial, porque
tiene luego de acabar de fundar aquel convento de Molina.
También les pareció a los Padres convenir dar luego a Vuestra
Reverencia Suprior; y así, le dieron al padre fray Angel, por entender
se conformará bien con su Prior, que es lo que más conviene en un
convento, y déles Vuestra Reverencia a cada uno sus patentes. Y
convendrá que no pierda Vuestra Reverencia cuidado en que ningún
sacerdote, ni no sacerdote, se le entremeta en tratar con los novicios;
pues, como sabe Vuestra Reverencia, no hay cosa más perniciosa que
pasar por muchas manos y que otros anden traqueando a los
novicios; y, pues tiene tantos, es razón ayudar y aliviar al padre fray
Angel, y aun darle autoridad, como ahora se le ha dado, de Suprior,
para que en casa le tengan más respeto.
El Padre fray Miguel parece no era ahí mucho menester ahora, y que
podrá más servir a la Religión en otra parte.
Acerca del Padre Gracián no se ofrece cosa de nuevo, sino que el
Padre fray Antonio, está ya aquí.
De Segovia y noviembre 9 de 88.
Fray Juan de la Cruz.
11.- A doña Juana de Pedraza, en Granada
Segovia, 28 enero 1589
Jesús sea en su alma.
Pocos días ha la escribí por vía del padre fray Juan en respuesta de
esta suya postrera, que, según se había esperado, fue bien estimada.
Allí la respondí cómo, a mi ver, todas sus cartas tengo recibidas, y
sus lástimas y males y soledades sentidas, las cuales me dan a mí
siempre tantas voces callando, que la pluma no me declara tanto.
Todo es aldabadas y golpes en el alma para más amar, que causan
más oración y suspiros espirituales a Dios, para que él cumpla lo que
el alma pide para él. Ya le dije que no había para qué inquietarse por
aquellas cosillas, sino que haga lo que le tienen mandado, y, cuando
se lo impidieren, obediencia y avisarme, que Dios proveerá lo mejor.
Los que quieren bien a Dios, él se tiene cuidado de sus cosas, sin que
ellos se soliciten por ellas.
En lo del alma, lo mejor que tiene para estar segura es no tener
asidero a nada, ni apetito de nada; y tenerle muy verdadero y entero
a quien la guía conviene, porque si no ya sería no querer guía. Y
cuando basta una, y es la que conviene, todas las demás o no hacen
al caso o estorban. No se asga el alma, que, como no falte oración,
Dios tendrá cuidado de su hacienda, pues no es de otro dueño, ni lo
ha de ser. Esto por mí lo veo, que, cuanto las cosas más son mías,
686
más tengo al alma y corazón en ellas y mi cuidado, porque la cosa
amada se hace una con el amante; y así hace Dios con quien le ama.
De donde no se puede olvidar aquello sin olvidarse de la propia alma;
y aun de la propia se olvida por la amada, porque más vive en la
amada que en sí.
¡Oh gran Dios de amor, y Señor, y qué de riquezas vuestras ponéis
en el que no ama ni gusta sino de Vos, pues a Vos mismo le dais y
hacéis una cosa por amor, y en eso le dais a gustar y amar lo que
más el alma quiere en Vos y le aprovecha! Mas, porque conviene que
no nos falte cruz como a nuestro Amado, hasta la muerte de amor, él
ordena nuestras pasiones en el amor de lo que más queremos, para
que mayores sacrificios hagamos y más valgamos. Mas todo es
breve, que todo es hasta alzar el cuchillo y luego se queda Isaac vivo,
con promesa del hijo multiplicado (Gn. 22, 1-18).
Paciencia es menester, hija mía, en esta pobreza, que salir bien de
nuestra tierra aprovecha, y para entrar en la vida a gozarlo bien todo,
la cual es (privación) de vida.
Ahora no sé cuándo será mi ida. Bueno estoy, aunque el alma muy
atrás. Encomendadme a Dios, y las cartas dé a fray Juan o a las
monjas más a menudo, cuando se pueda; y, si no fuesen tan
corticas, sería mejor.
De enero y Segovia, 28 de 1589.
Fray Juan de la Cruz.
12.- A una doncella de Narros del Castillo (Avila)
Segovia, febrero 1589 ?
Jesús sea en su alma. El mensajero me ha tomado en tiempo que no
podía responder cuando él pasaba de camino, y aún ahora está
esperando. Déle Dios, hija mía, siempre su santa gracia, para que
toda en todo se emplee en su santo amor, como tiene la obligación,
pues sólo para (esto la crió y redimió).
Los tres puntos que me pregunta había mucho que decir en ellos,
más que la presente brevedad y carta pide; pero diréle otros tres,
con que podrá algo aprovechar en ellos.
Acerca de los pecados, que Dios tanto aborrece, que le obligaron a
muerte, le conviene, para bien llorarlos y no caer en ellos, tener el
menos trato que pudiere con gentes, huyendo de ellas, y nunca
hablar más de lo necesario en cada cosa; porque de tratar con las
gentes más de lo que puramente es necesario y la razón pide, nunca
a ninguno, por santo que fuese, le fue bien; y con esto, guardar la ley
de Dios con grande puntualidad y amor.
Acerca de la pasión del Señor, procure el rigor de su cuerpo con
discreción, el aborrecimiento de sí misma y mortificación y no querer
hacer su voluntad y gusto en nada, pues ella fue la causa de su
muerte y pasión; y lo que hiciere, todo sea por consejo de su madre.
Lo tercero, que es la gloria, para bien pensar en ella y amarla, tenga
toda la riqueza del mundo y los deleites de ella por lodo y vanidad y
cansancio, como de verdad lo es, y no estime en nada cosa alguna,
por grande y preciosa que sea, sino estar bien con Dios, pues que
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todo lo mejor de acá, comparado con aquellos bienes eternos para
que somos criados, es feo y amargo y, aunque breve su amargura y
fealdad, durará para siempre en el alma del que los estimare.
De su negocio yo no me olvido; mas ahora no se puede más, que
harta voluntad tengo. Encomiéndelo mucho a Dios, y tome por
abogada a nuestra Señora y San José en ello.
A su madre me encomiende mucho, y que haya ésta por suya, y
entrambas me encomienden a Dios, y a sus amigas pidan lo hagan
por caridad.
Dios la dé su espíritu.
De Segovia y febrero 1589.
Fray Juan de la Cruz.
13.- A un religioso carmelita descalzo
Segovia, 14 abril 1589 ?
La paz de Jesucristo sea, hijo, siempre en su alma.
La carta de Vuestra Reverencia recibí, en que me dice los grandes
deseos que le da Nuestro Señor de ocupar su voluntad en solo él,
amándole sobre todas las cosas, y pídeme que en orden a conseguir
aquesto le dé algunos avisos.
Huélgome de que Dios le haya dado tan santos deseos, y mucho más
me holgaré que los ponga en ejecución. Para lo cual le conviene
advertir cómo todos los gustos, gozos y aficiones se causan siempre
en el alma mediante la voluntad y querer de las cosas que se le
ofrecen como buenas y convenientes y deleitables, por ser ellas a su
parecer gustosas y preciosas; y según las aficiones y gozos de las
cosas, está el alma alterada e inquieta.
Pues para aniquilar y mortificar estas aficiones de gustos acerca de
todo lo que no es Dios, debe Vuestra Reverencia notar que todo
aquello de que se puede la voluntad gozar distintamente es lo que es
suave y deleitable, por ser ello a su parecer gustoso; y ninguna cosa
deleitable y suave en que ella pueda gozar y deleitarse es Dios,
porque, como Dios no puede caer debajo de las aprehensiones de las
demás potencias, tampoco puede caer debajo de los apetitos y gustos
de la voluntad; porque en esta vida, así como el alma no puede
gustar a Dios esencialmente, así toda la suavidad y deleite que
gustare, por subido que sea, no puede ser Dios; porque también todo
lo que la voluntad puede gustar y apetecer distintamente es cuanto lo
conoce por tal o tal objeto.
Pues, como la voluntad nunca haya gustado a Dios como es, ni
conocídolo debajo de alguna aprehensión de apetito, y, por el
consiguiente, no sabe cuál sea Dios, no lo puede saber su gusto cuál
sea, ni puede su ser y apetito y gusto llegar a saber apetecer a Dios,
pues es sobre toda su capacidad; y así, está claro que ninguna cosa
distinta de cuantas puede gozar la voluntad es Dios. Y por eso, para
unirse con él se ha de vaciar y despegar de cualquier afecto
desordenado de apetito y gusto de todo lo que distintamente puede
gozarse, así de arriba como de abajo, temporal o espiritual, para que,
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purgada y limpia de cualesquiera gustos, gozos y apetitos
desordenados, todo ella con sus afectos se empleen en amar a Dios.
Porque, si en alguna manera la voluntad puede comprehender a Dios
y unirse con él, no es por algún medio aprehensivo del apetito, sino
por el amor; y, como el deleite y suavidad y cualquier gusto que
puede caer en la voluntad no sea amor, síguese que ninguno de los
sentimientos sabrosos puede ser medio proporcionado para que la
voluntad se una con Dios, sino la operación de la voluntad, porque es
muy distinta la operación de la voluntad de su sentimiento: por la
operación se une con Dios y se termina en él, que es amor, y no por
el sentimiento y aprehensión de su apetito, que se asienta en el alma
como fin y remate. Sólo pueden servir los sentimientos de motivos
para amar, si la voluntad quiere pasar adelante, y no más; y así, los
sentimientos sabrosos de suyo no encaminan al alma a Dios, antes la
hacen asentar en sí mismos; pero la operación de la voluntad, que es
amar a Dios, sólo en él pone el alma su aficción, gozo, gusto, y
contento y amor, dejadas atrás todas las cosas y amándole sobre
todas ellas.
De donde, si alguno se mueve a amar a Dios no por la suavidad que
siente, ya deja atrás esta suavidad, y pone el amor en Dios, a quien
no siente; porque, si le pusiese en la suavidad y gusto que siente,
reparando y deteniéndose en él, eso ya sería ponerle en criatura o
cosa de ella, y hacer del motivo fin y término, y, por consiguiente, la
obra de la voluntad sería viciosa; que, pues Dios es incomprehensible
e inaccesible, la voluntad no ha de poner su operación de amor, para
ponerla en Dios, en lo que ella puede tocar y aprehender en el
apetito, sino en lo que no puede comprehender ni llegar con él. Y de
esta manera queda la voluntad amando a lo cierto y de veras al gusto
de la fe, también en vacío y a oscuras de sus sentimientos sobre
todos los que ella puede sentir con el entendimiento de su
inteligencia, creyendo y amando sobre todo lo que puede entender.
Y así muy insipiente sería el que, faltándole la suavidad y deleite
espiritual, pensase que por eso le falta Dios, y, cuando le tuviese, se
gozase y deleitase, pensando que por eso tenía a Dios. Y más
insipiente sería si anduviese a buscar esta suavidad en Dios y se
gozase y detuviese en ella; porque de esa manera ya no andaría a
buscar a Dios con la voluntad fundada en vacío de fe y caridad, sino
el gusto y suavidad espiritual, que es criatura, siguiendo su gusto y
apetito; y así, ya no amaría a Dios puramente sobre todas las cosas,
lo cual es poner toda la fuerza de la voluntad en él, porque,
asiéndose y arrimándose en aquella criatura con el apetito, no sube la
voluntad sobre ella a Dios, que es inaccesible; porque es cosa
imposible que la voluntad pueda llegar a la suavidad y deleite de la
divina unión, ni abrazar ni sentir los dulces y amorosos abrazos de
Dios, si no es que sea en desnudez y vacío de apetito en todo gusto
particular, así de arriba como de abajo; porque esto quiso decir David
cuando dijo: Dilata os tuum, et implebo illud (Sal. 80, 11).
689
Conviene, pues, saber, que el apetito es la boca de la voluntad, la
cual se dilata cuando con algún bocado de algún gusto no se
embaraza ni se ocupa; porque cuando el apetito se pone en alguna
cosa, en eso mismo se estrecha, pues fuera de Dios todo es estrecho.
Y así, para acertar el alma a ir a Dios y juntarse con él, ha de tener la
boca de la voluntad abierta solamente al mismo Dios, vacía y
desapropiada de todo bocado de apetito para que Dios la hincha y
llene de su amor y dulzura, y estarse con esa hambre y sed de solo
Dios, sin quererse satisfacer de otra cosa, pues a Dios aquí no le
puede gustar como es; y lo que se puede gustar (si hay apetito,
digo), también lo impide. Esto enseñó Isaías (55,1) cuando dijo:
Todos los que tenéis sed, venid a las aguas, etc.; donde convida a los
que de solo Dios tienen sed a la hartura de las aguas divinas de la
unión de Dios, y no tienen plata de apetito.
Mucho, pues, le conviene e importa a Vuestra Reverencia, si quiere
gozar de grande paz en su alma y llegar a la perfección, entregar
toda su voluntad a Dios, para que así se una con él, y no ocupársela
con las cosas viles y bajas de la tierra.
Su Majestad le haga tan espiritual y santo como yo deseo.
De Segovia y 14 de abril.
Fray Juan de la Cruz.
14.- A la M. María de Jesús, OCD, Priora de Córdoba
Jesús sea en Vuestra Reverencia y la haga tan santa y pobre de
espíritu como tiene el deseo, y me lo alcance a mí de Su Majestad.
Ve ahí la licencia para las cuatro novicias; mire que sean buenas para
Dios.
Ahora quiero responder a todas sus dudas brevemente, que tengo
poco tiempo, habiéndolas tratado primero con estos Padres, porque el
nuestro no está aquí, que anda por allá. Dios le traiga.
1. Que no hay ya disciplina de varillas aunque se reza de feria,
porque aquesto expiró con el rezo carmelitano, que sólo era en
ciertos tiempos y tenía pocas ferias.
2. Lo segundo, que no dé en general licencia a todas ni a ninguna
para que en recompensa de eso ni de otra cosa, se discipline tres días
en la semana. Sus particularidades, como suele, allá se las verá.
Guárdese lo común.
3. Que no se levanten comúnmente más de mañana que manda la
constitución, esto es, la comunidad.
4. Que las licencias expiran expirando el prelado, y así ahora por ésta
se la envío de nuevo para que pueda entrar en el convento en caso
de necesidad confesor, médico, barbero y oficiales.
5. Lo quinto, que pues ahora tiene hartos lugares vacíos, que cuando
fuese necesario lo que dice se puede tratar la duda de la hermana
Aldonza. Encomiéndemela, y a mí a Dios. Y quédese con él, que no
me puedo alargar más.
De Segovia y junio 7 de 1589.
Fray Juan de la Cruz.
15.- A la M. Leonor de san Gabriel, OCD, en Córdoba
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Jesús sea en su alma, mi hija en Cristo.
Agradézcola su letra, y a Dios el haberse querido aprovechar de ella
en esa fundación, pues lo ha Su Majestad hecho para aprovecharla
más; porque, cuanto más quiere dar, tanto más hace desear, hasta
dejarnos vacíos para llenarnos de bienes. Bien pagados irán los que
ahora deja en Sevilla del amor de las Hermanas, que, por cuanto los
bienes inmensos de Dios no caben ni caen sino en corazón vacío y
solitario, por eso la quiere el Señor, porque la quiere bien, bien sola,
con gana de hacerle él toda compañía. Y será menester que Vuestra
Reverencia advierta en poner ánimo en contestarse sólo con ella,
para que en ella halle todo contento; porque, aunque el alma esté en
el cielo, si no acomoda la voluntad a quererlo, no estará contenta; y
así nos acaece con Dios, aunque siempre está Dios con nosotros, si
tenemos el corazón aficionado a otra cosa, y no solo.
Bien creo sentirán las de Sevilla allí soledad sin Vuestra Reverencia;
mas por ventura había ya Vuestra Reverencia aprovechado allí lo que
esa fundación ha de ser principal; y así Vuestra Reverencia procure
ayudar mucho a la Madre Priora, con gran conformidad y amor en
todas las cosas, aunque bien veo no tengo que encargarle esto, pues,
como tan antigua y experimentada, sabe ya lo que se suele pasar en
esas fundaciones; y por eso escogimos a Vuestra Reverencia, porque
para monjas, hartas había por acá, que no caben.
A la Hermana María de la Visitación dé Vuestra Reverencia un gran mi
recaudo y a la Hermana Juana de San Gabriel que le agradezco el
suyo. Dé Dios a Vuestra Reverencia su espíritu.
De Segovia y julio 8 de 89.
Fray Juan de la Cruz.
Sobrescrito. A la Madre Leonor de San Gabriel, carmelita descalza en
Córdoba.
16.- A la M. María de Jesús, OCD, Priora de Córdoba
Segovia, 18 julio 1589
Jesús sea en su alma.
Obligadas están a responder al Señor conforme al aplauso con que
ahí las han recibido, que cierto me ha consolado de ver la relación. Y
que hayan entrado en casas tan pobres y con tantos calores ha sido
ordenación de Dios, porque hagan alguna edificación y den a
entender lo que profesan, que es Cristo desnudamente, para que las
que se movieren sepan con qué espíritu han de venir.
Ahí le envío todas licencias; miren mucho lo que reciben al principio,
porque conforme a eso será lo demás. Y miren que conserven el
espíritu de pobreza y desprecio de todo, -si no, sepan que caerán en
mil necesidades espirituales y temporales- queriéndose contentar con
solo Dios. Y sepan que no tendrán ni sentirán más necesidades que a
las que quisieren sujetar el corazón; porque el pobre espíritu en las
menguas está más constante y alegre porque ha puesto su todo en
nonada en nada, y así halla en todo anchura de corazón. Dichosa
nada y dichoso escondrijo de corazón, que tiene tanto valor que lo
691
sujeta todo, no queriendo sujetar nada para sí y perdiendo cuidados
por poder arder más en amor.
A todas las Hermanas de mi parte salude en el Señor, y dígales que,
pues Nuestro Señor las ha tomado por primeras piedras, que miren
cuáles deben ser, pues como en más fuertes han de fundarse las
otras; que se aprovechen de este primero espíritu que da Dios en
estos principios para tomar muy de nuevo el camino de perfección en
toda humildad y desasimiento de dentro y de fuera, no con ánimo
aniñado, mas con voluntad robusta; sigan la mortificación y
penitencia, queriendo que les cueste algo este Cristo, y no siendo
como los que buscan su acomodamiento y consuelo, o en Dios o
fuera de él; sino el padecer en Dios, y fuera de él por él en silencio y
esperanza y amorosa memoria. Diga a Gabriela esto y a las suyas de
Málaga, que a las demás escribo, y déle Dios su espíritu. Amén.
De Segovia y julio 18 de 1589.
Fray Juan de la Cruz
El Padre fray Antonio y los Padres se le encomiendan. Al Padre Prior
de Guadalcázar dé Vuestra Reverencia mis saludes.
Sobrescrito. Para la madre María de Jesús, Priora del convento de
Santa Ana de Córdoba, de Descalzas Carmelitas.
17.- A la M. Magdalena del Espíritu Santo, OCD, en Córdoba
Segovia, 28 julio 1589
Jesús sea en su alma, mi hija en Cristo.
Holgado me he de ver sus buenas determinaciones que muestra por
su carta. Alabo a Dios que provee en todas las cosas, porque bien las
habrá menester en estos principios de fundaciones para calores,
estrechuras, pobrezas y trabajar en todo, de manera que no se
advierta si duele o no duele. Mire que en estos principios quiere Dios
almas no haraganas ni delicadas, ni menos amigas de sí; y para esto
ayuda Su Majestad más en estos principios; de manera que, con un
poco de diligencia, pueden ir adelante en toda virtud. Y ha sido
grande dicha y signo de Dios dejar otras y traerla a ella. Y, aunque
más le costara lo que deja, no es nada, que eso presto se había de
dejar, así como así. Y para tener a Dios en todo, conviene no tener en
todo nada; porque el corazón, que es de uno, ¿cómo puede ser todo
de otro?
A la hermana Juana, que digo lo mismo, y que me encomiende a
Dios, el cual sea en su alma. Amén.
De Segovia y julio 28 de 1589.
Fray Juan de la Cruz
18.- Al P. Nicolás de Jesús María (Doria), Vicario General de los
Carmelitas Descalzos
Segovia, 21 septiembre 1589
Jesús María sean con Vuestra Reverencia.
Harto nos habemos holgado que llegase Vuestra Reverencia bueno y
que allá esté todo tan bien y el Sr. Nuncio. Espero en Dios ha de
mirar por su familia; acá están los pobres buenos y bien avenidos;
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procuraré despachar presto como Vuestra Reverencia deja mandado,
aunque hasta ahora no han llegado los avenidos.
Acerca del recibir en Génova sin saber Gramática, dicen los Padres
que poco importa no la saber, como ellos entiendan el latín con la
suficiencia que manda el Concilio, de manera que sepan bien
construir; y que si con sólo eso se ordenan allá, que parece los
podrán recibir. Pero que, si los Ordinarios de allá no se contentan con
eso, que no parece tienen la bastante suficiencia que manda el
Concilio; y que sería trabajo haber de traer por acá a ordenar o
enseñar. Y, a la verdad, no querrían que pasasen por acá muchos
italianos.
Las cartas irán al padre fray Nicolás, como Vuestra Reverencia dice,
al cual nos guarde nuestro Señor como ve que es menester.
De Segovia y septiembre 21 de 89.
Fray Juan de la Cruz
19.- A doña Juana de Pedraza, en Granada
Segovia, 12 octubre 1589
Jesús sea en su alma y gracias a él que me la ha dado para que,
como ella dice, no me olvide de los pobres y no como a la sombra,
como ella dice, que harto me hace rabiar pensar si, como lo dice, lo
cree; harto malo sería a cabo de tantas muestras, aun cuando menos
lo merecía. No me faltaba ahora más sino olvidarla; mira cómo puede
ser lo que está en el alma, como ella está. Como ella anda en esas
tinieblas y vacíos de pobreza espiritual, piensa que todos le faltan, y
todo; mas no es maravilla, pues en eso también (le parece le falta
Dios. Mas no le hace falta nada, ni tiene ninguna necesidad de tratar
nada, ni) tiene qué, ni lo sabe ni lo hallará, que todo es sospecha sin
causa. Quien no quiere otra cosa sino a Dios, no anda en tinieblas,
aunque más oscuro y pobre se vea; y quien no anda en presunciones
ni gustos propios, ni de Dios ni de las criaturas, ni hace su voluntad
propia en eso ni esotro, no tiene en qué tropezar ni qué tratar. Buena
va, déjese y huélguese. ¿Quién es ella para tener cuidado de sí?
¡Buena se pararía!
Nunca mejor estuvo que ahora, porque nunca estuvo tan humilde ni
tan sujeta, ni teniéndose en tan poco, y a todas cosas las cosas del
mundo; ni se conocía por tan mala, ni a Dios por tan bueno, ni servía
a Dios tan pura y desinteresadamente como ahora, ni se va tras las
imperfecciones de su voluntad y enterez, como quizá solía. ¿Qué
quiere? ¿Qué vida o modo de proceder se pinta ella en esta vida?
¿Qué piensa que es servir a Dios, sino no hacer males, guardando sus
mandamientos, y andar en sus cosas como pudiéremos? Como esto
haya, ¿qué necesidad hay de otras aprehensiones ni otras luces ni
jugos de acá o de allá, en que ordinariamente nunca faltan tropiezos
y peligros al alma, que con sus entenderes y apetitos se engaña y se
embelesa y sus (mismas potencias la hacen errar. Y) así es gran
merced de Dios cuando las oscurece, y empobrece al alma de manera
que no pueda errar con ellas; y como no se yerre, ¿qué hay que
acertar sino ir por el camino llano de la ley de Dios y de la Iglesia, y
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sólo vivir en fe oscura y verdadera, (y esperanza cierta y caridad
entera, y esperar) allá nuestros bienes, viviendo acá como
peregrinos, pobres, desterrados, huérfanos, secos, sin camino y sin
nada, esperándolo allá todo?
Alégrese y fíese de Dios, que muestras le tiene dadas que puede muy
bien, y aún lo debe hacer; y si no, no será mucho que se enoje
viéndola andar tan boba, llevándola él por donde más la conviene, y
habiéndola puesto en puesto tan seguro. No quiera nada sino ese
modo, y allane el alma, que buena está, y comulgue como suele. El
confesar, cuando hubiere cosa clara. Y no tiene que tratar. Cuando
tuviere algo, a mí me lo escribirá, y escríbame presto, y más veces,
que por vía de doña Ana podrá, cuando no pudiere por las monjas.
Algo malo he estado; ya estoy bueno; mas fray Juan Evangelista está
malo. Encomiéndele a Dios y a mí, hija mía en el Señor.
De Segovia y octubre 12 de 1589.
Fray Juan de la Cruz
Sobrescrito. A doña Juana de Pedraza, en casa del arcediano de
Granada, frontero del Colegio de los Abades.
20.- A una Carmelita Descalza escrupulosa
Por Pentecostés de 1590
Jesús María.
Estos días traiga empleado el interior en deseo de la venida del
Espíritu Santo, y en la Pascua y después de ella continua presencia
suya; y tanto sea el cuidado y estima de esto, que no le haga el caso
otra cosa ni mire en ella, ahora sea de pena, ahora de otras
memorias de molestia; y todos estos días, aunque haya faltas en
casa, pasar por ellas por amor del Espíritu Santo y por lo que se debe
a la paz y quietud del alma en que él se agrada morar.
Si pudiere acabar con sus escrúpulos, no confesarse estos días
entiendo sería mejor para su quietud; mas cuando lo hiciere será de
esta manera: acerca de las advertencias y pensamientos, ahora sean
de juicios, ahora de objetos, o representaciones desordenadas y otros
cualesquier movimientos que acaecen, sin quererlo, ni admitirlo el
alma, y sin querer parar con advertencia de ellos, no los confiese, ni
haga caso ni cuidado de ellos, que mejor es olvidarlos, aunque más
pena den al alma; cuando mucho, podrá decir en general la omisión o
remisión que por ventura haya tenido acerca de la pureza y
perfección que debe tener en las potencias interiores: memoria,
entendimiento y voluntad. Acerca de las palabras, la demasía y poco
recato que hubiese tenido en hablar con verdad y rectitud, y
necesidad y pureza de intención. Acerca del obrar, la falta que puede
haber del recto y solitario fin, sin respeto alguno, que es solo Dios.
Y confesando de esta manera, puede quedar satisfecha, sin confesar
nada de esotro en particular, aunque más guerra la haga. Comulgará
esta Pascua, demás de los días que suele.
Cuando se le ofreciere algún sinsabor y disgusto, acuérdese de Cristo
crucificado, y calle.
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Viva en fe y esperanza, aunque sea a oscuras, que en esas tinieblas
ampara Dios al alma.
Arroje el cuidado suyo en Dios, que él le tiene; ni la olvidará. No
piense que la deja sola, que sería hacerle agravio.
Lea, ore, alégrese en Dios, su bien y salud, El cual se lo dé y
conserve todo hasta el día de la eternidad.
Amén. Amén.
Fray Juan de la Cruz
21.- A la M. María de Jesús, OCD, Priora de Córdoba
Madrid, 20 junio 1590
Jesús sea en su alma, mi hija en Cristo.
La causa de no haber escrito en todo ese tiempo que dice, más es
haber estado tan a trasmano, como es Segovia, que poca voluntad,
porque ésta siempre se es una misma, y espero en Dios lo será. De
sus males me he compadecido.
De lo temporal de esa casa no querría que tuviese tanto cuidado,
porque se irá Dios olvidando de ella y vendrán a tener mucha
necesidad temporal y espiritualmente, porque nuestra solicitud es la
que nos necesita. Arroje, hija, en Dios su cuidado, y él la criará (Sal.
54, 23); que el que da y quiere dar lo más, no puede faltar en lo
menos. Cate que no la falte el deseo de que le falte y ser pobre,
porque en esa misma hora le faltará el espíritu e irá aflojando en las
virtudes. Y, si antes deseaba pobreza, ahora que es prelada la ha de
desear y amar mucho más; porque la casa más la ha de gobernar y
proveer con virtudes y deseos vivos del cielo que con cuidados y
trazas de lo temporal y de tierra; pues nos dice el Señor que ni de
comida ni vestido del día de mañana nos acordemos (Mt. 6, 31-34).
Lo que ha de hacer es procurar traer su alma y las de sus monjas en
toda perfección y religión unidas con Dios, olvidadas de toda criatura
y respecto de ella, hechas todas en Dios y alegres con solo él, que yo
le aseguro todo lo demás; que pensar que ahora ya las casas la darán
algo, estando en un tan buen lugar como ése y recibiendo tan buenas
monjas, téngolo por dificultoso; aunque, si viere algún portillo por
dónde, no dejaré de hacer lo que pudiere.
A la Madre Supriora deseo mucho consuelo. Espero en el Señor se le
dará, animándose ella a llevar su peregrinación y destierro en amor
por él. Ahí la escribo. A las hijas Magdalena, San Gabriel y María de
San Pablo, María de la Visitación, San Francisco y todas, muchas mis
saludes en nuestro Bien. El cual sea siempre en su espíritu, mi hija.
Amén.
De Madrid y junio 20 de 1590.
Fray Juan de la Cruz
Presto me volveré a Segovia, a lo que creo.
22.- A la M. Leonor de san Gabriel, OCD, en Córdoba
Madrid, junio/julio 1590
Jesús sea en su alma, mi hija en Cristo.
Con su carta me compadecí de su pena y pésame la tenga por el
daño que le pueda hacer al espíritu y aun a la salud; pues sepa que
695
no me parece a mí tiene tanta causa para tenerla como ésa, porque a
nuestro Padre yo no le veo con ningún género de desgracia con ella,
ni aun memoria de tal cosa; y aunque la haya tenido, ya con su
arrepentimiento se le habrá mitigado, y si todavía tuviese algo, yo
tendré cuidado de hablar bien; ninguna pena tenga ni haga caso, que
no hay de qué. Y así, yo entiendo cierto que es tentación traérselo el
demonio a la memoria, para que lo que ha de ocupar en Dios ocupe
en eso.
Tenga ánimo, mi hija, y dése mucho a la oración, olvidando eso y
esotro, que, al fin, no tenemos otro bien ni arraigo ni consuelo sino
éste, que después que lo habemos dejado todo por Dios, es justo que
no anhelemos arrimo ni consuelo en cosa sino de él, y aún es gran
misericordia... nos le tener, porque nos qu... con él y no se le dé
nada qu... del alma, todo se lo bu... suelo; y pensando ella qu... su
Majestad estará sa... como no estemos en desg... por más que sea
no es.. lo haré. De Madrid y ju.
Sobrescrito. A la madre Leonor de San Gabriel, Supriora en las
carmelitas descalzas de Córdoba.
23.- A una dirigida espiritual
Ha visto, hija, qué bueno es no tener dineros que nos hurten y
alboroten, y que los tesoros del alma también estén escondidos y en
paz, que aún no lo sepamos ni alcancemos de vista por nosotros
mismos, porque no hay peor ladrón que el de dentro de casa.
Dios nos libre de nosotros. Dénos lo que él se agradare y nunca nos
lo muestre hasta que él quiera. Y, en fin, el que atesora por amor,
para otro atesora, y es bueno que él se lo guarde y goce, pues todo
es para él; y nosotros, ni verlo de los ojos, ni gozarlo, porque no
desfloremos a Dios el gusto que tiene en la humildad y desnudez de
nuestro corazón y desprecio de las cosas del siglo por él.
Harto descubierto tesoro es y de gran gozo ver que el alma ande a
darle gusto al descubierto, no haciendo caso de los bobos del mundo,
que no saben guardar nada para después.
Las misas se dirán, y yo iré de buena gana, si no me avisaren. Dios la
guarde.
Fray Juan de la Cruz.
24.- Al P. Luis de san Angelo, OCD, en Andalucía
Segovia, 1589-1590 ?
... Si en algún tiempo alguno le persuadiere, sea prelado u otro
cualquiera, alguna doctrina de anchura, aunque la confirme con
milagros, no la crea ni abrace; sino más penitencia y más
desasimiento de todas las cosas; y no busque a Cristo sin Cruz.
Fray Juan de la Cruz
25.- A la M. Ana de Jesús, OCD, en Segovia
Madrid 6 Julio 1591
Jesús sea en su alma.
El haberme escrito la agradezco mucho, y me obliga a mucho más de
lo que yo me estaba. De no haber sucedido las cosas como ella
deseaba, antes debe consolarse y dar muchas gracias a Dios, pues,
696
habiendo Su Majestad ordenádolo así, es lo que a todos más nos
conviene; sólo resta aplicar a ello la voluntad, para que, así como es
verdad, nos lo parezca; porque las cosas que no dan gusto, por
buenas y convenientes que sean, parecen malas y adversas, y ésta
vese bien que no lo es, ni para mí ni para ninguno: pues que para mí
es muy próspera, por cuanto con la libertad y descargo de almas
puedo, si quiero, mediante el divino favor, gozar de la paz, de la
soledad y del fruto deleitable del olvido de sí, y de todas las cosas; y
a los demás también les está bien tenerme aparte, pues así estarán
libres de las faltas que habían de hacer a cuenta de mi miseria.
Lo que la ruego, hija, es que ruegue al Señor que de todas maneras
me lleve esta merced adelante, porque todavía temo si me han de
hacer ir ahí a Segovia y no dejarme tan libre del todo, aunque yo
haré lo que pudiere por librarme también de esto. Mas, si no pudiere
ser, tampoco se habrá librado la Madre Ana de Jesús de mis manos,
como ella piensa, y así no se morirá con esa lástima de que se le
acabó la ocasión, a su parecer, de ser muy santa. Pero, ahora sea
yendo, ahora quedando, doquiera y como quiera que sea, no la
olvidaré ni quitaré de la cuenta que dice, porque de veras deseo su
bien para siempre.
Ahora entre tanto que Dios nos le da en el cielo, entreténgase
ejercitando las virtudes de mortificación y paciencia, deseando
hacerse en el padecer algo semejante a este gran Dios nuestro,
humillado y crucificado; pues que esta vida, si no es para imitarle, no
es buena.
Su Majestad la conserve y aumente en su amor, amén, como santa
amada suya.
De Madrid y julio 6 de 1591.
Fray Juan de la Cruz
Sobrescrito. A la madre Ana de Jesús, Carmelita descalza en Segovia.
26.- A la M. María de la Encarnación, OCD, en Segovia
Madrid, 6 julio 1591
... De lo que a mí toca, hija, no le dé pena, que ninguna a mí me da.
De lo que la tengo muy grande es de que se eche culpa a quien no la
tiene; porque estas cosas no las hacen los hombres, sino Dios, que
sabe lo que nos conviene y las ordena para nuestro bien. No piense
otra cosa sino que todo lo ordena Dios. Y adonde no hay amor, ponga
amor, y sacará amor...
27.- A la M. María de la Encarnación, OCD, en Segovia
Segovia, mediados de 1591
Jesús sea en su alma, hija mía en Cristo.
Yo le agradezco que me envía a llamar determinada y claramente,
porque así no tendrán lugar para hacérmelo dilatar mis perplejidades;
y así hacerlo he cierto mañana, aunque no estuviera tan bueno. Y por
eso, no más de que me pesa de las enfermas y me da contento el
buen ánimo de Vuestra Reverencia, a la cual Nuestro Señor haga
morar en sí, porque no le hagan impresión las boberías que siempre
nacen.
697
Fray Juan de la Cruz.
Sobrescrito. A la Madre Priora.
28.- A doña Ana del Mercado y Peñalosa, en Granada
La Peñuela (Jaén), 19 agosto 1591
Jesús sea en su alma.
Aunque tengo escrito por vía de Baeza del suceso de mi camino, me
he holgado que pasen estos dos criados del señor don Francisco por
escribir estos renglones, que serán más ciertos.
Allí decía cómo me había querido quedar en este desierto de La
Peñuela, seis leguas más acá de Baeza, donde habrá nueve días que
llegué. Y me hallo muy bien, gloria al Señor, y estoy bueno; que la
anchura del desierto ayuda mucho al alma y al cuerpo, aunque el
alma muy pobre anda. Debe querer el Señor que el alma también
tenga su desierto espiritual. Sea muy enhorabuena como él más
fuere servido; que ya sabe Su Majestad lo que somos de nuestro. No
sé lo que me durará, porque el P. Fray Antonio de Jesús, desde
Baeza, me amenaza diciendo que me dejarán por acá poco. Sea lo
que fuere, que, en tanto, bien me hallo sin saber nada, y el ejercicio
del desierto es admirable.
Esta mañana habemos ya venido de coger nuestros garbanzos, y así,
las mañanas. Otro día los trillaremos. Es lindo manosear estas
criaturas mudas, mejor que no ser manoseadas de las vivas. Dios me
lo lleve adelante. Ruégeselo, mi hija. Mas, con darme tanto contento,
no dejaré de ir cuando ella quisiere.
Tenga cuidado del alma, y no ande confesando escrúpulos, ni
primeros movimientos, ni advertencias de cosas cuando el alma no
quiere detenerse en ellas; y mire por la salud corporal, y no falte a la
oración cuando se pudiere tener.
Ya dije en la otra (aunque primero llegará esta), que por la vía de
Baeza me puede escribir, porque hay correo, encaminando las cartas
a los Padres Descalzos de allí; que ya tengo allí avisado me las
envíen.
Al señor don Luis y a mi hija Doña Inés mis recados. Déla Dios su
espíritu, amén, como yo deseo.
De La Peñuela y agosto 19 de 1591.
Fray Juan de la Cruz.
29.- A una dirigida espiritual
La Peñuela, 22 agosto 1591
Dios nos dé recta intención en todas las cosas y no admitir pecado a
sabiendas, que, siendo así, aunque la batería sea grande y de
muchas maneras, segura irá, y todo se volverá en corona.
Dé mis saludes a su hermana, y a Isabel de Soria un gran recaudo en
el Señor, y que me he maravillado cómo no está en Jaén, habiendo
allá monasterio.
El Señor sea en su alma, hija en Cristo.
De la Peñuela y agosto 22 de 91.
Fray Juan de la Cruz.
30.- A la M. Ana de san Alberto, OCD en Caravaca
698
La Peñuela, agosto-septiembre 1591
... Ya sabe, hija, los trabajos que ahora se padecen. Dios lo permite
para prueba de sus escogidos. En silencio y esperanza será nuestra
fortaleza (Is. 30, 15).
Dios la guarde y haga santa.
Encomiéndeme a Dios.
31.- A doña Ana del Mercado y Peñalosa, en Granada
La Peñuela, 21 septiembre 1591
Jesús sea en su alma, mi hija en Cristo.
Yo recibí aquí en la Peñuela el pliego de cartas que me trajo el criado.
Tengo en mucho el cuidado. Mañana me voy a Ubeda a curar de unas
calenturillas, que, (como ha más de ocho días que me dan cada día y
no se me quitan) paréceme habré menester ayuda de medicina; pero
con intento de volverme luego aquí, que, cierto, en esta santa
soledad me hallo muy bien. Y así de lo que me dice que me guarde
de andar con el Padre Fray Antonio, esté segura que de eso y de todo
lo demás que pidiere cuidado me guardaré lo que pudiere.
Heme holgado mucho que el señor don Luis sea ya sacerdote del
señor. Ello sea por muchos años, y su Majestad le cumpla los deseos
de su alma. ¡Oh, qué buen estado era ése para dejar ya cuidados y
enriquecer apriesa el alma con él! Déle el parabién de mi parte, que
no me atrevo a pedirle que algún día, cuando esté en el sacrificio, se
acuerde de mí; que yo, como el deudor, lo haré siempre; porque,
aunque yo sea desacordado, por ser él tan conjunto a su hermana, a
quien yo siempre tengo en mi memoria, no me podré dejar de
acordar de él.
A mi hija Doña Inés dé mis muchas saludes en el Señor y entrambas
le ruegen que sea servido de disponerme para llevarme consigo.
Ahora no me acuerdo más que escribir, y por amor de la calentura
también lo dejo, que bien me quisiera alargar.
De la Peñuela y septiembre de 1591.
Fray Juan de la Cruz
No me escribe nada del pleito, si anda o está.
32.- Al P. Juan de santa Ana, OCD, en Málaga
Ubeda, finales de 1591
... Hijo, no le dé pena eso, porque el hábito no me lo pueden quitar
sino por incorregible o inobediente, y yo estoy muy aparejado para
enmendarme de todo lo que hubiere herrado y para obedecer en
cualquiera penitencia que me dieren.
33.- A una religiosa Carmelita Descalza, en Segovia
Ubeda, finales de 1591
... Ame mucho a los que la contradicen y no la aman, porque en eso
se engendra amor en el pecho donde no le hay; como hace Dios con
nosotros, que nos ama para que le amemos mediante el amor que
nos tiene.
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FIN DEL EPISTOLARIO
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