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Tarea 1 de Psicofarmacologia

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Universidad Abierta Para Adultos

(UAPA)

Nombre:
Leoncia Guzmán Pimentel

Matrícula:
15-6619

Facilitador/a:
Providencia Hernández

Asignatura:
Psicofarmacología

Tema:
Tarea 1

Fecha:
Santiago, Rep. Dom.
09 de noviembre del 2018
Introducción

El trabajo por realizar trata sobre diferentes términos farmacológico que servirán de
base a la carrera de psicología clínica ya que esta nos dará luz verde para con nuestros
pacientes al trabajarle, ya que los mismos estarán medicados y esto nos orientara para
continuar nuestra parte. En el mismo veremos definición de Fármacos,
psicofarmacología, farmacodinamia, farmacocinética, Biotransformación,
Biodisponibilidad, y Neurotransmisores.

Por otra parte, veremos la historia de los antecedentes y la historia de la


psicofarmacología en una línea de tiempo.

1. Define en tus propias palabras los siguientes conceptos:


Farmacología. es la ciencia que estudia la historia, el origen, las propiedades físicas y
químicas, la presentación, los efectos bioquímicos y fisiológicos, los mecanismos de
acción, la absorción, la distribución, la biotransformación y la excreción, así como el
uso terapéutico de las sustancias químicas que interactúan con los organismos vivos. La
farmacología estudia como interactúa el fármaco con el organismo, sus acciones y
propiedades.2 En un sentido más estricto, se considera la farmacología como el estudio
de los fármacos, sea que esas tengan efectos beneficiosos o bien tóxicos. La
farmacología tiene aplicaciones clínicas cuando las sustancias son utilizadas en el
diagnóstico, prevención y tratamiento de una enfermedad o para el alivio de sus
síntomas.

La psicofarmacología es una disciplina de científica que estudia el efecto de fármacos


con especial atención las manifestaciones cognitivas, emocionales/ motivacionales y
conductuales. En este sentido, puede estar relacionada con el estudio o tratamiento.
farmacológico de la psicofarmacología. es la ciencia que estudia la historia, el origen,
las propiedades físicas y químicas, la presentación, los efectos bioquímicos y
fisiológicos, los mecanismos de acción, la absorción, la distribución, la
biotransformación y la excreción, así como el uso terapéutico de las sustancias químicas
que interactúan con los organismos vivos.

Farmacodinamia.

En farmacología, la farmacodinámica o farmacodinamia, es el estudio de los efectos


bioquímicos y fisiológicos de los fármacos y de sus mecanismos de acción y la relación
entre la concentración del fármaco y el efecto de este sobre un organismo. Dicho de otra
manera, es el estudio de lo que le sucede al organismo por la acción de un fármaco.

Farmacocinética.

La farmacocinética es la rama de la farmacología que estudia los procesos a los que un


fármaco es sometido a través de su paso por el organismo. Trata de dilucidar qué sucede
con un fármaco desde el momento en el que es administrado hasta su total eliminación
del cuerpo.

Biotransformación

La biotransformación es el proceso mediante el cual un organismo vivo modifica una


sustancia química transformándola en una sustancia diferente.

Biodisponibilidad.

Resultado de imagen para la biodisponibilidad de un fármaco

La biodisponibilidad se define como: la fracción (porcentaje) de una dosis administrada


de fármaco inalterado que llega al flujo sanguíneo (circulación sistémica).
Neurotransmisor

Un neurotransmisor es una biomolécula que permite la neurotransmisión, es decir, la


transmisión de información desde una neurona hacia otra neurona, una célula muscular
o una glándula, mediante la sinapsis que los separa.

2. Indaga sobre la historia y los antecedentes de la psicofarmacología y


realiza una línea de tiempo donde organices de manera secuencial los
eventos más relevantes para esta área de conocimiento desde sus
inicios hasta la actualidad.
A lo largo de la historia de la psicofarmacología se ha observado que muchos de sus
descubrimientos no obedecen a un desarrollo lógico, puesto que la etiología de
muchos trastornos psíquicos aún sigue sin conocerse: sólo cierto número de hipótesis
patogénicas, somáticas o psicológicas han sido formuladas. De tal modo, la causalidad
de estos trastornos debe interpretarse como factorial. Así, el tratamiento biológico no
constituye más que una parte, que incluye igualmente una dimensión psicológica y
social. Por otra parte, el tratamiento medicamentoso, modalidad esencial de los
tratamientos somáticos, conlleva dos efectos conjugados, el propio efecto
farmacológico y un efecto placebo. Este efecto placebo es, al mismo tiempo, somático
y psicológico, que se añade o se resta al efecto propio del fármaco e introduce en la
relación terapéutica una variable dependiente: la psicología de quien lo prescribe.
Asimismo, otra circunstancia frecuente en la historia ha sido el descubrimiento de
nuevos conocimientos en relación con los trastornos psíquicos, mediante la respuesta
objetivada en el organismo ante determinados psicofármacos. Horace Walpole (fig. 1-
1), en 1754, empleó por primera vez el término serendipity, que designa un
descubrimiento realizado tanto por accidente como por sagacidad, a propósito de algo
que no se buscaba. Como veremos, éstos y otros fenómenos serán una constante
tanto en la historia más remota como en los hallazgos más recientes, y su
conocimiento nos permitirá realizar un mejor enfoque terapéutico de los trastornos
mentales. La psicofarmacología ha evolucionado a lo largo de los últimos 50 años hasta
convertirse en una disciplina médica. Su desarrollo en el tiempo ha estado
íntimamente ligado a la historia de la medicina. A continuación, vamos a realizar un
recorrido por las diferentes etapas históricas de esta disciplina.

Medicina pretécnica. Se denomina medicina pretécnica a la que todavía no es


formalmente «técnica», en el sentido que los griegos del siglo V comenzaron a dar este
adjetivo, es decir, la que ante la enfermedad y el tratamiento presenta actitudes que
hoy denominamos «mágicas». Tomada la medicina hipocrática en su conjunto, es
cierto que en ella perduran prácticas terapéuticas y disposiciones mentales cuya
condición mágica no puede ser negada.

Las culturas primitivas consideraban la enfermedad mental como algo sobrenatural,


relacionado con violaciones de tabúes, pérdida del alma o introducción en el cuerpo de
un espíritu, y los enfermos eran sometidos a ritos que contenían métodos
homeopáticos, danzas, sacrificios expiatorios, exorcismos, etc., generalmente
realizados por un chamán o hechicero. La cultura china consideraba que la conducta
correcta era guiada por el tao y el perfecto equilibrio psíquico dependía del yin y el yan
por los canales del cuerpo) y ritos de exorcismo.

En el Atharva Veda (700 a.C.) se encuentran las primeras referencias a la enfermedad


mental en la cultura hindú. La pérdida de la salud mental se daba cuando prevalecían
la pasión y la oscuridad, que desequilibraban el microcosmos que constituye la
persona. Como métodos terapéuticos utilizaban ritos de ayuno y purificación, y las
drogas extraídas de las plantas como la sarpaganda (rauwolfia serpentina). En la
cultura judaica ya aparecen menciones a la locura en textos como Talmaud y el
Deuteronomio. Esencialmente aparecían por dos causas, bien por efecto divino, bien
como castigo por actos llevados a cabo por la persona.

La utilización de psicofármacos se inicia con las antiguas civilizaciones, y se describe en


los primeros textos de Babilonia y Egipto, así como en grabados precolombinos. El
opio, la coca, el cannabis o el peyote fueron las primeras drogas consumidas por el
hombre, sin poder establecer un orden cronológico entre ellas. El empleo de drogas
con objeto de inducir modificaciones conductuales, emotivas o del humor es una
práctica tan antigua como el propio hombre.

En la orientación general de la actividad terapéutica se pueden distinguir dos líneas de


actuaciones principales, más o menos fundidas entre sí, y con predominio de una u
otra: el «empirismo» y la «magia». El empirismo consiste en recurrir a un remedio sólo
porque su empleo ha sido o ha parecido ser favorable en casos semejantes al que se
considera. A la realidad de la magia, entendida como actitud mental genérica,
pertenecen dos notas básicas: la convicción de que los fenómenos naturales, sean
éstos favorables, como la buena lluvia, o nocivos, como la enfermedad, se hallan
determinados por la acción de entidades-fuerzas, y la certidumbre de que la acción de
esas entidades-fuerzas puede ser en alguna medida gobernada por el hombre. Con
respecto a las prácticas empíricas, las prácticas mágicas parecen ser de aparición más
tardía.

En la Grecia clásica se desarrolla el primer modelo médico de la locura. La concepción


mágica y sobrenatural de las enfermedades mentales se mantiene hasta Hipócrates
(460-355 a.C.), quien señala la naturaleza puramente humana de estos procesos,
incluyéndolos en el ámbito médico (fig. 1-2). Hipócrates era partidario de la teoría de
los humores, ya que pensaba que las alteraciones mentales eran debidas a excesos de
algún humor, generalmente la bilis negra (melania chole, término del que deriva la
palabra melancolía). Describió varios cuadros en sus obras, habló de la epilepsia o
enfermedad sagrada, de algunos casos de psicosis, de la melancolía, etc.

La terapéutica mental de la época clásica se basaba sobre todo en la liberación


catártica de las emociones, bien por medio del teatro, bien mediante prácticas místicas
grupales, dentro de la tradición dionisíaca o individualidades dentro de la tradición
pitagórica. Se daba gran importancia a la función terapéutica de los sueños y a las
sustancias homeopáticas, como el «heléboro negro», purgante que restablecía el
exceso de bilis negra.

Siguiendo con la teoría humoral, el tratamiento iba dirigido a la eliminación del humor
sobrante, y así se prescribían dietas compensadoras, evacuantes, baños y, en general,
tratamientos hidroterápicos, muy valorados por Hipócrates, como ventosas, sangrías,
eméticos, diuréticos y todo aquello que pudiera contribuir a recuperar el equilibrio
perdido. Desde el punto de vista psíquico, el tratamiento se limitaba a intentar invertir
el sentido de la pasión alterada del sujeto, bien por sugestión, bien por tratamientos
de choque.

Un principio de psicoterapia lo constituirían las técnicas practicadas por los dos


grandes filósofos de la época: Platón, con la llamada «catarsis verbal persuasiva», y
Aristóteles, con la «catarsis verbal violenta», diferenciándose una de la otra sólo en el
carácter de la intervención.

Durante la época romana se repiten la mayoría de los esquemas griegos. Asclepiades


(s. i a.C.), fundador de la escuela metódica, rechaza la teoría de los humores y se
adscribe a la teoría atomista de Demócrito. En su obra aparecen la «frenitis»
(excitación mental con fiebre) y la «manía» (excitación mental sin fiebre) y diferenció
las ideas delirantes de las alucinaciones. No obstante, fue Galeno, la figura más
relevante de la época romana, quien realizó numerosas aportaciones al pensamiento
médico de la época, aunque la más significativa fue la teoría de los espíritus, la cual
mantiene que los espíritus naturales o físicos transportados por la sangre, como
resultado de las funciones digestivas y reproductivas, se transforman inicialmente en
espíritus vitales en las venas y el corazón, bajo la influencia de las funciones
circulatorias y respiratorias, y por último se transfiguran en el espíritu animal o
psíquico por un proceso de destilación que se lleva a cabo en el cerebro y en los
nervios.
Edad Media.

La doctrina vigente en esta época es el galenismo, que se sustenta en la teoría


hipocrática. Así, el humoralismo es la teoría principal, que se ve enriquecida por las
aportaciones bizantinas y árabes. Al igual que en otras áreas, en la psicofarmacología
se identifican dos períodos claramente diferenciados: el que se extiende hasta finales
del siglo XI y comienzos del XII (Alta Edad Media) y el que comienza a partir de
entonces (Baja Edad Media).

Alta Edad Media

En relación con los niveles alcanzados en el período grecorromano, la actividad


médica en esta época supuso un considerable retroceso. Las ideas religiosas y mágicas
caracterizan el concepto de la locura en ese tiempo. Como ejemplo, cabe destacar el
concepto de histeria o sofocación uterina, enfermedad que se creía debida a la
retención del menstruo, por lo que no era infrecuente la realización de diversos
conjuros para tratar ese «endemoniamiento». Una de las figuras más representativas
de esta época fue San Agustín, quien realizó una excelente descripción de su propia
psicología, muy influida por el pensamiento platónico.

Baja Edad Media

A partir del siglo XI se asiste a un cambio significativo en la medicina medieval y,


consecuentemente, en el tratamiento de las enfermedades psíquicas. En ese momento
se produce la progresiva asimilación por el Occidente latino de los escritos de
Aristóteles, Hipócrates y Galeno, y con ellos la de los principales autores islámicos
medievales. De esta forma, el galenismo alcanzó un período de esplendor en el
Occidente latino. Este proceso de maduración se tradujo en una conjunción de los dos
modelos de la Antigüedad, el filosófico y el médico, en uno nuevo: el del galenismo
bajo medial, reforzado además por los provenientes de las culturas bizantina, árabe y
cristiana.

Los árabes crearon escuelas médicas florecientes que heredaron el saber griego y
adoptaron una actitud más humanitaria hacia el enfermo mental, quizás influidos por
la creencia musulmana de que el loco es amado por Dios y ha sido escogido para
decir la verdad.

Entendiendo el alma como algo inmaterial, su abordaje naturalista y la concepción de


las enfermedades anímicas como trastornos corporales con afectación de las
facultades del alma determinaron dos rasgos básicos en el tratamiento de la patología
anímica: la primacía del tratamiento físico sobre el psíquico y la utilización de las
terapias psicológicas.

La terapia física se centró en una serie de recomendaciones relacionadas con el


régimen de vida en torno a las «situaciones vitales» (el aire, la comida, la bebida, el
dormir, el descanso, el movimiento, etc.). A esta serie de prescripciones se añadían, si
se consideraba oportuno a la vista de la evolución de la enfermedad, algunos
medicamentos (heleboro, opio) e incluso procedimientos quirúrgicos (sangrías,
cauterio).

El tratamiento psíquico recayó casi exclusivamente en manos de teólogos o sacerdotes


y estuvo principalmente dirigido a suscitar pasiones generadoras de cualidades
opuestas a las surgidas por el proceso morboso del individuo. Uno de los trastornos en
los que se emplearon estos tratamientos psicológicos fue la enfermedad conocida
como «amor heroico» o «mal de amores», en la que la consigna era la rápida actuación
para evitar que el mal de amor se convirtiera, primero, en melancolía y
posteriormente, en manía. La terapéutica debía actuar tanto sobre la causa como
sobre los síntomas acompañantes.

Renacimiento

El período comprendido entre la Edad Media y el Renacimiento no fue especialmente


creativo, ni en cuanto a las teorías ni en cuanto a los métodos de tratamiento. En esta
época conviven, junto a las creencias médicas, la superstición, la brujería y la magia, lo
que ocasionó que muchas veces los pacientes fueran objeto de atención más de
inquisidores y exorcistas que de los propios médicos, atribuyéndose la enfermedad
mental tanto a posesión diabólica como a posesión divina. En este período existieron
pocas innovaciones y se mantuvieron fundamentalmente los tratamientos clásicos. No
obstante, surgen algunos autores que defienden corrientes médicas, como Laguna,
Cárdeno, Cornelio y Weyer, quien publicó, en 1563, De Praestigiis Daemonium, donde
identifica a hechiceros y posesos como enfermos mentales y recomienda que sean
atendidos primero por un médico y después por un sacerdote. Son numerosos los
autores que consideran a Weyer el fundador de la psiquiatría moderna, por sus
contribuciones tanto en el campo de la clínica como en el del tratamiento (relación
terapéutica, comprensión, observación, etc.).

Paralelamente, se desarrolla una corriente de opinión que plantea la necesidad de un


acercamiento racional a los trastornos mentales, incluida una actitud más humanitaria
ante los enfermos, siendo un representante de esta corriente Luis Vives, quien
cuestionó el origen demoníaco de las enfermedades mentales.
Paracelso, debido a su formación alquimista, introdujo un número importante de
remedios basados en productos químicos, entre los que destacan las «arcanas»,
compuestos a base de opio, mandrágora, heleboro, alcanfor, etc.; uno de los más
conocidos fue el oleum arcani. Otros de los preparados básicos eran las
«quintaesencias», muy utilizadas en los lunatici, mientras que para los vesani
recomendaba tratamientos sedantes y específicos. A pesar de lo anterior, Paracelso
reconocía al diablo como causa de la enfermedad y aconsejaba penitencia como
remedio. Pese a estos aportes científicos, la mayor aportación del Renacimiento a la
historia de la psiquiatría fue la creación de movimientos asistenciales. Así, en 1409 se
fundó en Valencia el primer hospital psiquiátrico del que se tiene constancia, gracias al
padre mercenario Fray Juan Gilaberto Jofré.

Siglos XVII y XVIII

La época barroca se considera un período de transición entre los planteamientos


renacentistas y la definitiva «eclosión» psiquiátrica al amparo de los postulados de la
Ilustración. La medicación empleada en las enfermedades del espíritu no se distingue,
en general, de la que tiene como objeto las enfermedades del cuerpo, salvo por la
dimensión complementaria introducida en ese campo por la agitación que es necesario
controlar. Todo ello hizo que numerosos tratamientos ganaran fama de calmantes.

Un ejemplo reseñable es el opio, empleado desde la Antigüedad, y cuyo uso se


generalizó en el siglo XVIII gracias a Thomas Sydenham. El opio, que tenía fama de
suspender los accesos de furor y de restablecer el orden en las ideas, se asoció a otras
muchas sustancias de origen vegetal, animal o mineral, como la datura, el beleño, la
belladona y el alcanfor, cuya acción se ejerce rápida e inmediatamente sobre todo en
el sistema nervioso, o la asafétida, el almizcle, el castóreo, el cobre amoniacal y las
flores de cinc, con virtudes más particularmente «antiespasmódicas». Sydenham fue,
sin lugar a dudas, la figura clave de este período, iniciador del enfoque clínico en
medicina. Llevó a cabo un magistral estudio sobre la histeria y planteó formulaciones
teóricas sobre las «vesanias» teorías yatrogénicas y yatroquímicas, junto con Willis,
más cercanas ambas a los supuestos atomistas y en franca oposición al humoralismo.

En esta época se hace uso también de las propiedades de los evacuadores, purgantes y
eméticos, cuyo objetivo es desviar o evacuar la bilis y los humores ácidos para
«desembarazar la economía animal», sin contar con los movimientos orgánicos que
provocan en el tubo digestivo.

Asimismo, se utilizaron irritantes, cauterios, moxas y sedales, ventosas y vesicantes,


fricciones y cataplasmas, incluso cera de sellert hirviente o pelo para raspar, aplicados
lo más cerca del cerebro para desviar los malos humores. En las mujeres «histéricas»
se aplicaban también en el bajo vientre o la cara interna de los muslos.

Los tónicos se reservaron para los estados de alienación complicados con


«agotamiento»: melancolía, idiocia o demencia, asociándose a un régimen
«restaurador», consistente en arroz, sémola y huevos frescos, vinos amargos con
quina, ajenjo y genecia. Los terapeutas más agresivos recurrieron, por su parte, al
mercurio o a los polvos de cantártida, recomendados por Mason Cox en los casos en
que «la demencia se complique con un ligero grado de parálisis en la vejiga,
enfermedad a la que están muy expuestos los alienados».

El siglo XVIII se caracterizó por importantes descubrimientos médicos que tuvieron


gran influencia en el cambio de la mentalidad clínica. En esa época también nacen las
bases de la posterior psicoterapia. Desde el punto de vista terapéutico, no se lograron
grandes avances, sino que se mantuvieron los remedios mágicos y religiosos utilizados
desde el siglo IX, predominando todavía los santuarios religiosos y las consiguientes
peregrinaciones a ellos. No obstante, ciertos tratamientos sintomáticos comienzan a
ser muy valorados. Es el caso de los medicamentos calmantes, que atenúan la
fenomenología clínica y con ellos, la peligrosidad de los pacientes agitados. Otras
sustancias sedantes, e incluso narcóticas, entraron a formar parte del arsenal
terapéutico de la medicina de las enfermedades mentales, como el estramonio, el
beleño, la belladona o la valeriana.

La psiquiatría de la Ilustración introduce una serie de nuevos planteamientos en el


estudio de las enfermedades mentales. Es una psiquiatría esencialmente clínica y
terapéutica. Considera la locura como una enfermedad mental, definiéndola como una
alteración funcional del sistema nervioso, sometida a las mismas leyes que las demás
enfermedades, dentro de la concepción del enfermar. Esta fundamentación somática
de la locura se hizo gracias a la inclusión del concepto de enfermedad nerviosa de
Willis y Sydenham y a partir del término «neurosis», introducido por Cullen en 1777,
para designarlo. En el siglo XVIII se establecieron los planteamientos teóricos y la
metodología necesaria para el definitivo despegue de la psiquiatría como ciencia en el
siglo XIX.

Siglo XIX

El siglo XIX se caracterizó por la aparición de una forma nueva de enfocar la


enfermedad mental, más próxima al modelo médico anatomopatológico. Uno de los
máximos exponentes de esta época fue Pinel, quien fusionó el punto de vista somático
y el psicológico y adoptó una actitud más comprensiva del enfermo mental,
estableciendo criterios objetivos para realizar estrategias terapéuticas más eficaces. En
este sentido, redujo las entidades patológicas a cuatro grandes grupos: manía,
melancolía, demencia e idiocia. Otros, como Esquirol, defendían que la estrategia que
se debía seguir con cada enajenado no tenía que limitarse a establecer el tipo de
alienación mental que padecía, sino que debía individualizarse lo más posible cada
caso, pues «no hay tratamiento específico de la locura». Por tanto, aunque no
renuncia al tratamiento farmacológico, Esquirol le otorga un lugar accesorio en el
tratamiento de la alienación. Para él, el tratamiento no debía limitarse a la
administración de ciertos medicamentos, sino que la medicina moral sería a menudo
preferible. Morel, Kahlbaum, Griesinger, etc., fueron otros autores relevantes de la
época. Finalmente llegamos a E. Kraepelin y E. Bleuler. Kraepelin, discípulo de
Griesinger, fue, sin lugar a duda, la figura más destacada del siglo XIX. Ecléctico, con
tendencia somaticista, dio gran importancia a la herencia, restándosela a los factores
psicológicos. Ordenó las enfermedades mentales siguiendo una base etiológica y
adoptó la distinción realizada por Möbius (1982) entre cuadros exógenos y endógenos.
Este sólido edificio creado durante el siglo XIX sufrirá importantes críticas durante la
primera década del siglo XX. Autores como Bleuler, Bönhoffer, etc., serán sus más
destacados revisores. En el área farmacológica, bajo su dirección, se experimentó por
vez primera con bromuro, trional, alcohol y cafeína.

Además, Bleuler fue el primero en dar nombre a la nueva ciencia de los psicofármacos.
Impuso sus teorías en Francia y reelaboró la teoría de Kraepelin sobre la demencia
precoz, dándole un nuevo nombre: esquizofrenia (fig. 1-3). En el siglo XIX no se
produjeron cambios significativos en los recursos terapéuticos y se mantuvieron los
tratamientos clásicos, aunque con una aplicación más selectiva y racional. La posición
que ocuparon los fármacos durante este siglo estuvo marcada, inicialmente, por la
nueva sensibilidad que la sociedad occidental comenzó a manifestar hacia quienes
estaban bajo los efectos de tan inquietante fenómeno. El humanitarismo ilustrado,
junto al nuevo tipo de modelo de sociedad impulsado por la Revolución Francesa,
facilitó el desarrollo del tratamiento moral. Con él, los fármacos pasarían a ocupar un
papel más secundario frente al abordaje terapéutico de corte más psicológico. En este
sentido, cabe destacar, en Inglaterra, a John Conolly, quien a pesar de su escepticismo
acerca del valor de la mayoría de los remedios médicos en el tratamiento de la
enfermedad mental y de su convencimiento en el valor del tratamiento moral, marcó
un hito en el tratamiento de los enajenados al aplicar una política «non restraint», de
ausencia completa de aplicación de cualquier tipo de sujeción mecánica sobre los
pacientes. Los fenómenos de ansiedad durante el período previo al siglo XIX estuvieron
incluidos nosológicamente en la melancolía. A partir del siglo XVIII, estuvieron a
caballo entre la melancolía y las neurosis, siendo el tratamiento más habitual el opio.
La conceptualización de los trastornos de ansiedad, tal y como son entendidos en la
actualidad, no se inició hasta finales del siglo XIX. En esa época, la ansiedad se entendía
como un estado emocional secundario a alteraciones del sistema nervioso vegetativo.
Durante la primera mitad del siglo XIX, era un síntoma más, presente en otros cuadros
como la neurastenia, la melancolía, la histeria o la demencia. También fue en este siglo
cuando la ansiedad pasó a considerarse como un estado emocional de la vida normal,
que cuando se presentaba de forma intensa o mantenida daba lugar a verdaderos
trastornos psíquicos. La ansiedad fue considerada, a la vez, causa de enfermedad
mental y entidad clínica, aunque en el contexto de sus distintos correlatos somáticos.
La presencia de estos síntomas dio lugar a que los opiáceos, los bromuros, la
electroterapia, el cloral, el paraldehído y la estimulación electroterápica fueron las
técnicas más utilizadas. Aunque los términos melancolía y manía se empleaban desde
la Antigüedad, hasta el siglo XIX no se estableció la actual conceptualización sobre
ellos. Sin embargo, este siglo aportó escasas novedades al tratamiento de los
trastornos afectivos, predominando los tratamientos clásicos mencionados con
anterioridad. En general, los tratamientos consistían en medidas higiénico-dietéticas:
dietas reforzantes, ausencia de alcohol, hidroterapia, ejercicio y distracción del
paciente, etc. Un personaje esencial de esta época fue, sin duda, S. Freud (1849-1936),
quien desarrolló la doctrina del psicoanálisis, vigente en la actualidad y un
complemento inexcusable en numerosas patologías a los tratamientos farmacológicos.

Siglo XX

Terapias previas al desarrollo de los neurolépticos

Aunque ya desde los inicios de la Historia se habían utilizado sustancias como el opio,
la coca, el cannabis, etc., fue en el siglo XIX cuando se inició el conocimiento de los
principios activos de cada una de ellas. El aislamiento de la morfina por Derosne, en
1804, marca el primer hito en la carrera para su elucidación estructural, realizada más
de 80 años después por Knorr, teniendo que esperar hasta 1952 para su síntesis total,
realizada por Gates. Análogamente, el aislamiento de la cocaína por Niemann, en
1860, representó un problema de asignación estructural, fundamentalmente
estereoquímico, que pudo ser resuelto totalmente gracias a su síntesis inequívoca,
realizada por Willtäter en 1923. Wagner von Juaregg, en 1895, propuso la hipótesis de
que los enfermos mentales que reaccionaban con una mejoría psíquica a la tuberculina
tenían un foco tuberculoso en relación genética con su psicosis. Para él y otros autores,
el trastorno mental se sustentaba en un proceso tóxico del que describió tres tipos
posibles: tóxicos de origen metabólico, toxinas de origen bacteriano y toxinas de
origen químico. En 1922, F. Robertson también apoyó la etiología infecciosa de la
psicosis. En 1925, Weichbrodt estableció una conexión directa entre la esquizofrenia y
ciertas afecciones articulares, por lo que llegó a recomendarse el salicilato de sosa para
el tratamiento de la psicosis. Finalmente, Cotton sugirió que la herencia desempeña un
papel importante en la génesis de la enfermedad, pero en menor grado de lo atribuido
hasta entonces. Este grupo de autores proponen, desde el punto de vista terapéutico,
la extracción de toda la pieza dental afectada y de las amígdalas, y si la infección fuese
gástrica, el tratamiento consistiría en reducir el pH y en la aplicación de vacunas
autógenas. Otros autores centraron su atención en diferentes alteraciones
metabólicas. Así, Shaw, en 1922, descubrió en los pacientes psicóticos un estado de
«acidosis» al detectar la presencia de cuerpos cetónicos en orina. Posteriormente,
Walker, en 1924, y Langfeldt, en 1927, confirmaron el descenso del metabolismo basal
de los pacientes psicóticos. Todo ello propició la aplicación de corriente diatérmica en
el tratamiento de la esquizofrenia, cuyo efecto no era otro que producir calor y, por lo
tanto, un aumento del metabolismo, aunque se observó que el efecto era transitorio.
También se relacionó la esquizofrenia con alteraciones glandulares, lo que dio origen a
una actividad terapéutica denominada «opoterapia», que incluía tratamientos
diversos: desde la administración de preparados de derivados tiroideos y glándulas
genitales hasta tratamientos con extractos hepáticos o con preparados paratifoideos,
al relacionar los síntomas catatónicos con una función deficiente de las paratiroides y
una disminución del calcio en sangre. Los resultados fueron totalmente negativos.
Pascal y Davesne, en 1926, consideraban las psicosis como reacciones anafilácticas
provocadas por estímulos traumáticos físicos o psíquicos, en individuos con
predisposición hereditaria. Estos autores propusieron tratamientos como la
«piretoterapia», mediante la inoculación de agentes que ocasionaban enfermedades
febriles, sobre todo la malaria. No obstante, el descubrimiento de la piretoterapia se
atribuye a Wagner von Jauregg, por cuyos trabajos se le adjudicó el premio Nobel de
Medicina en 1927. También se utilizaron los choques leucogénicos, consistentes en la
producción de abscesos de fijación con trementina, como medio de producir
leucocitosis, o bien el nucleinato de sodio, empleado por primera vez por Lundvall, en
1907, y el éter, por la denominada eterización, que consistía en someter al paciente a
una atmósfera caliente con éter. Finalmente, los métodos físicos para producir
hipertermia fueron menos utilizados. Entre los de uso más frecuente, cabe citar los
baños calientes, de hasta 43°C, precedidos de una inyección de cloruro sódico al 25%, y
la posterior envoltura en sábanas calientes. En 1931, Menninger recopiló todos los
casos publicados encontrando resultados poco concluyentes. Aunque la mayor parte
de los fármacos empleados en el tratamiento de la enfermedad mental no se
mostraron, ni de lejos tan eficaces como sus mentores pretendían, algunas de las
nuevas sustancias que se pusieron en manos de los alienistas pudieron resultar de
utilidad para resolver con mayor eficacia algunos de los problemas que la custodia de
los enfermos mentales lleva aparejados.
Terapias convulsivas

En 1924, Von Meduna observó las modificaciones que experimentaba el cerebro en


las intoxicaciones. Examinando preparaciones de tejido cerebral de pacientes
epilépticos y esquizofrénicos, observó un antagonismo entre ellas. Nyro, en 1929,
propuso el tratamiento de la epilepsia utilizando sangre de esquizofrénicos, y
Jablousky, ese mismo año, consideraba que tenía mejor pronóstico la epilepsia si se
asociaba a una esquizofrenia. Muller, en 1930, citó dos casos de curación en
esquizofrénicos tras padecer crisis convulsivas. En 1936, Meduna realizó el primer
trabajo sobre el uso del cardiazol, en el que destacó un mejor pronóstico cuanto
menor era la dosis necesaria y cuanto menor número de choques requería el paciente.
En 1935, M. Sakel utilizó la insulina en el síndrome de abstinencia de la morfinomanía y
comprobó que cuando la dosis era excesiva y se producía una hipoglucemia acusada,
existía «un cambio psíquico y caracterológico» muy favorable. Posteriormente, utilizó
los comas insulínicos como terapia de choque en la esquizofrenia. La dosis de insulina
era muy variable, la duración del tratamiento oscilaba de 3 a 6 meses y la mortalidad
era del 0,5-1,4%. La técnica clásica de Sakel tuvo diferentes modificaciones, siendo la
más utilizada la asociación de insulina con cardiazol. En 1938, Cerletti y Bini
descubrieron el electroshock o terapia electroconvulsiva, en principio como
tratamiento de los estados esquizofrénicos agudos, pero que rápidamente reveló una
eficacia extraordinaria en los estados melancólicos graves.

Otras terapias

En 1936, Egas Moniz utilizó la leucotomía de los lóbulos prefrontales como


«tratamiento» de ciertas psicosis, lo que le supuso el premio Nobel. Ciertamente, estos
métodos no son de naturaleza medicamentosa. Sus mecanismos eran desconocidos y
las teorías propuestas por sus autores eran de lo más variadas, como el antagonismo
entre epilepsia y esquizofrenia para Sakel, la secreción en el diencéfalo y sustancias
vitales en el curso del coma postelectroshock para Cerletti, etc., pero eran
indiscutiblemente eficaces, sobre todo en la psicosis. Demostraban la posibilidad de
tratar la psicosis actuando sobre la biología cerebral.

Fechas clave en psicofarmacología (segunda mitad del siglo XX)

1949 introducción del litio en el manejo de cuadros maníacos y


esquizofrénicos
1950 síntesis de la clorpromazina y del meprobamato
1951 aislamiento de la reserpina
1952 introducción de la clorpromacina en medicina:
• En el cóctel de lítico Laborit con prometacina y dolantina
• En el tratamiento de cuadros maníacos
• Como agente antipsicótico, en solitario
1953 introducción clínica de la reserpina y del meprobamato
1955 síntesis de la imipramina
1956 publicación del primer tratado de psicofarmacología (de Boor)
1957 introducción de la imipramina. Descubrimiento del carácter
neurotransmisor de la dopamina
1958 síntesis e introducción clínica del haloperidol. Síntesis de la clozapina
1959 síntesis del diazepam
1962 introducción clínica de la clozapina. Utilización de la imipramina
en fobias y crisis de angustia. Utilización de los inhibidores de la
monoaminooxidasa en las fobias
1963 introducción del enantato de flufenazina retard
1964 estudio del National Institute of Mental Health (EE.UU.) sobre la eficacia
de los neurolépticos
1966 primeros datos sobre el efecto antimaníaco del ácido valproico.
Síntesis de la mianserina
1967 síntesis de sulpirida. Hipótesis catecolaminérgica de la depresión
1970 demostración de las propiedades profilácticas del litio en la psicosis
maniacodepresiva. Hipótesis serotoninérgica de la depresión
1971 utilización de la carbamazepina como regulador del estado de ánimo
1972 síntesis de la fluoxetina. Utilización de la clorimipramina en el trastorno
obsesivo-compulsivo
1975 retirada de la comercialización de la clozapina por la inducción de
agranulocitosis
1976 hipótesis del bloqueo receptorial dopaminérgico como mecanismo de
acción de los neurolépticos
1977 descubrimiento de los receptores benzodiazepínicos en el sistema
nervioso central
1984 síntesis de la risperidona
1989 comercialización de la fluoxetina
1990 reintroducción clínica de la clozapina
1991-1993 Comercialización de los inhibidores selectivos de la recaptación de
serotonina (paroxetina, sertralina y citalopram)
1994 introducción clínica de la risperidona
1995 comercialización de la olanzapina
1996 comercialización de venlafaxina (inhibidor de la recaptación de
serotonina y noradrenalina) y mirtazapina (antidepresivo noradrenérgico
y serotoninérgico específico)
2000 comercialización de la quetiapina y amisulprida. Primeros estudios
como estabilizadores del estado de ánimo con gabapentina, topiramato
y oxcarbazepina
2002 comercialización de la ziprasidona
2003 indicación como regulador del estado de ánimo para la lamotrigina
Antipsicóticos

La historia de los descubrimientos que marcaron el nacimiento de la


psicofarmacología, entendida según criterios actuales, se ha descrito en numerosas
ocasiones. En la tabla 1-1 quedan reflejadas las fechas clave de la psicofarmacología en
la segunda mitad del siglo XX.

No obstante, cabe destacar lo concerniente a las circunstancias en las que se realizaron


estos descubrimientos. En los casos más típicos, un laboratorio había desarrollado un
fármaco con un fin muy alejado de la psiquiatría: la clorpromazina era, en realidad, un
antihistamínico; la iproniazida, un antituberculoso; y el meprobamato, un curarizante
de síntesis. Por distintas razones, estos fármacos se administraron a enfermos
psiquiátricos, y los clínicos constataron y especificaron su acción terapéutica sobre los
trastornos mentales. En los países de habla inglesa se designa la cualidad de la que
hicieron gala estos clínicos con el nombre de serendipity, término que fue tomado de
un cuento inglés de tema oriental, antepasado de la novela policíaca moderna, donde
el empleo de ciertos índices permitía, por un razonamiento inductivo, llegar hasta el
hallazgo del culpable.

La historia se remonta a 1883, cuando Bernthsen descubre el núcleo fenotiacínico


base de la clorpromazina. Pasaron muchos años hasta que ese descubrimiento tuvo un
rendimiento práctico. H. Laborit, cirujano en busca de nuevos anestésicos, comenzó a
probar derivados fenotiacínicos junto con la morfina de síntesis. En febrero de 1952, se
publica la primera comunicación del empleo de la clorpromazina como un nuevo
estabilizador neurovegetativo. Ese mismo año, P. Deniker y J. Delay la utilizan por
primera vez en pacientes psiquiátricos (fig. 1-5). En 1957, P. Janssen, buscando
analgésicos más eficaces, sintetiza la primera butirofenona: el haloperidol. Desde ese
momento y por muchos años ha sido el fármaco de elección en el tratamiento de las
psicosis.

Desde entonces, se han desarrollado distintos neurolépticos que han originado otras
tantas clasificaciones según su mecanismo de acción, efectos secundarios, etc. En la
tabla 1-2 se refleja la clasificación de Deniker de 1977.

Todos los neurolépticos se caracterizan por bloquear los sistemas dopaminérgicos


centrales, tanto el nigroestriado como el mesolímbico, el mesocortical y el
tuberoinfundibular. Algunos también actúan sobre los sistemas colinérgico y
noradrenérgico: sus efectos neurológicos, neurovegetativos, neurohormonales y, en
particular, el aumento de la prolactina y los efectos cardiovasculares observados en la
clínica, son buena prueba de ello. Sin embargo, cada vez parece más verosímil que los
efectos antipsicóticos sólo están relacionados con la acción antidopaminérgica de los
neurolépticos sobre los sistemas mesolímbico y mesocortical. En 1960, la introducción
de la clozapina supuso un cambio radical en el planteamiento de las bases
farmacológicas de la esquizofrenia: el concepto de «atipicidad» aparece con la
demostración de la eficacia antipsicótica de este producto, desligada de su potencial
antagonismo dopaminérgico. La incorporación del término «atípico» no se produjo
hasta la década de 1980. La atipicidad de estos fármacos no puede ser atribuida a una
acción selectiva sobre un determinado receptor; los denominados «atípicos o nuevos»
forman un grupo igualmente heterogéneo. En la tabla 1-3 se presentan los criterios de
«atipicidad» de los antipsicóticos. Con la llegada de los antipsicóticos atípicos se
produce la última revolución farmacológica, abriéndose una gran ventana de
esperanza en el tratamiento de la esquizofrenia u otras psicosis.

Antidepresivos

Con anterioridad a la introducción de los primeros antidepresivos, las herramientas


farmacológicas empleadas en el manejo de los trastornos del humor eran muy
reducidas. A principios del siglo XX, se empleaban el hidrato de cloral, los barbitúricos,
las anfetaminas e incluso el láudano en pacientes melancólicos agitados.
Posteriormente, se introdujeron algunos preparados químicos inespecíficos, como el
dinitrito succínico, el nitrito malónico o el ácido láctico, aunque con resultados
igualmente negativos. Es en la década de 1950 cuando se producen avances históricos
en el tratamiento de los trastornos afectivos: se descubren los antidepresivos tricíclicos
(ADT), cuyo principal mecanismo de acción es la modificación de los niveles de
monoaminas en la hendidura sináptica, debido a su capacidad para inhibir la
recaptación neuronal de monoaminas, y los inhibidores de la monoaminooxidasa
(IMAO). En la década de 1960 se utilizaron las sales litio en el tratamiento y profilaxis
de los trastornos del humor. Durante la década de 1970 se introdujeron los
denominados antidepresivos atípicos, heterocíclicos o de segunda generación.
Finalmente, desde finales de la década de 1980, la incorporación al arsenal terapéutico
antidepresivo de una serie de nuevas familias de fármacos, con unas propiedades
farmacodinámicas altamente selectivas, supuso otra nueva revolución en el
tratamiento de los trastornos afectivos: inhibidores selectivos de la recaptación de
serotonina (ISRS), inhibidores selectivos y reversibles de la monoaminooxidasa (RIMA),
antidepresivos noradrenérgicos y serotoninérgicos específicos (NaSSA), inhibidores de
la recaptación de serotonina y noradrenalina (IRNS) y agentes que combinan la
inhibición de la recaptación de serotonina con el bloqueo de los receptores
postsinápticos 5-HT2 (nafazodona).

Clasificación de los neurolépticos (Denniker, 1977)


Tipos Fármacos Familia química
Sedativos Clorpromazina Fenotiazinas alifáticas
Levomepromazina
Medios Reserpina Reserpínicos
Clotiapina Dibenzoazepinas
Properazina, tioridazina Fenotiazinas, piperidínicas
Polivalentes Pipotiazina Butirofenonas
Haloperidol Piperazínicos
Tripoperazina
Proclorperazina
Perfenazina
Desinhibidores Trifluperidol Butirofenonas
Sulpirida Benzamida
Carpipamina

Sales de litio y reguladores del humor

La primera referencia al litio aparece en los manuscritos de Sorasmus de Efeso (100


a.C.), donde se recoge el hecho de que ciertas aguas alcalinas eran beneficiosas para el
tratamiento de determinadas enfermedades, entre ellas, al parecer, la manía. El litio
fue aislado en 1817 por los suecos Arwedson y Barcelius, a partir de un mineral
conocido como petalita. Su incorporación a la terapéutica se produjo a mediados del
siglo XIX, cuando comenzó a utilizarse en el tratamiento de distintas patologías, tanto
de tipo orgánico (gota y cáncer) como neurológico (epilepsia). Sin embargo, su
aplicación en el tratamiento de los trastornos afectivos no se llevó a cabo hasta finales
de la década de 1940, gracias a los experimentos del australiano J. F. Cade, quien en
1949 publicó las siguientes conclusiones: eficacia en el tratamiento de la manía,
eficacia en el tratamiento de las manifestaciones maníacas de la demencia precoz,
escasa eficacia en la depresión crónica y reaparición de los síntomas tras su retirada. A
pesar de sus perspectivas, las sales de litio no llegaron a ser ampliamente utilizadas
hasta mediados de la década de 1960, gracias al trabajo del danés M. Schou.

Hasta hoy, las sales de litio constituyen el tratamiento de primera elección de las fases
maníacas de los trastornos afectivos bipolares, así como un tratamiento indispensable
en la profilaxis de episodios cíclicos de la enfermedad maniacodepresiva. Datos que
avalan la importancia de su utilidad son: un aumento del 152% en el consumo entre
1985 y 1994, siendo el segundo incremento después del de la clorimipramina (180%);
más de 9.500 referencias bibliográficas hasta 1982, etc.
Desde la década de 1970, la carbamazepina y el ácido valproico han ido ganando
interés como alternativas al litio; aunque con eficacia algo inferior pero mucha mejor
tolerancia. Los últimos fármacos en incorporarse al tratamiento de la enfermedad
bipolar han sido los nuevos antiepilépticos: gabapentina, topiramato, oxcarbazepina,
lamotrigina, tiagabina y otros. Hasta la fecha, aunque las expectativas son elevadas,
sólo la lamotrigina ha sido registrada como estabilizador del humor.

Ansiolíticos

Hasta 1950, los barbitúricos fueron los agentes más frecuentemente utilizados como
inductores del sueño y sedantes. Dado su estrecho margen terapéutico entre dosis útil
y letal y su alto potencial de abuso, se iniciaron investigaciones en busca de otros
compuestos con propiedades ansiolíticas, las cuales llevaron al descubrimiento del
meprobamato y de dos benzodiazepinas: el clordiazepóxido y el diazepam. La mayor
seguridad de las benzodiazepinas en caso de sobredosis y su menor potencial de
dependencia determinaron que este grupo farmacológico desplazase a los fármacos
ansiolíticos utilizados con anterioridad. La clasificación de las benzodiazepinas queda
reflejada en la tabla 1-4. En la década de 1980 se sintetizó un ansiolítico no relacionado
químicamente con los restantes ansiolíticos: la buspirona. Posee efectos en varios
sistemas, especialmente en el serotoninérgico y en el dopaminérgico, por lo que no es
sedante, no posee interacciones peligrosas con el alcohol y no deteriora la ejecución
psicomotora. Psicofarmacología en la actualidad Se ha observado que, a lo largo del
desarrollo histórico de la psicofarmacología, ha primado la investigación de la
bioquímica cerebral tanto de forma directa (estudio del modo de acción de los
fármacos) como de forma indirecta (estudio de las bases bioquímicas de los trastornos
mentales). Pero la influencia de la psicofarmacología ha sido más difusa y ha ido de la
mano de la evolución de lo que puede denominarse la ideología psiquiátrica. La
contribución de Estados Unidos ha sido significativa en el desarrollo histórico, no
porque el movimiento se haya limitado a ese país, sino porque, por razones
particulares, las transformaciones han sido más brutales. Desde el final de la Segunda
Guerra Mundial, la psiquiatría se ha visto dominada por las teorías dinámicas derivadas
del psicoanálisis. La psicogénesis había sido invocada como etiología en la mayor parte
de los trastornos mentales. Fueron numerosos los profesionales de esa orientación
que se volvieron hacia una orientación más biológica durante la década de 1970,
frustrados por unas expectativas terapéuticas que no se cumplieron. Era una
perspectiva inédita que se convertiría en fuente de esperanza renovada. Si bien las
tendencias biológicas no estaban ausentes antes del nacimiento de la
psicofarmacología, las tendencias psicológicas y sociales le sobrevivieron. Pero lo que
se modificó de forma significativa fue el abordaje multidisciplinario de los trastornos
mentales, denominados hoy como abordaje biopsicosocial. El predominio biológico se
mantiene desde hace más de 20 años, pero su supervivencia dependerá, sin duda, de
su aptitud para responder a las expectativas puestas en ella. Se han visto a lo largo de
la historia las dificultades para desarrollar nuevos fármacos de acción verdaderamente
originales a partir de las hipótesis de la psiquiatría biológica y con la ayuda de técnicas
de la farmacología animal. Para algunos autores, la fascinación que ejercen los
mecanismos de la neurotransmisión intersináptica es excesiva y hace falta explorar
otras perspectivas. Es seguro que la psicofarmacología continuará interactuando con la
nosología y que este intercambio generará profundos cambios en ambas disciplinas.
Sin embargo, faltan estudios objetivos sobre las mejores estrategias terapéuticas,
especialmente en los tratamientos a largo plazo, y son necesarios nuevos esfuerzos
para evaluar el efecto de los tratamientos, no solamente desde el punto de vista de la
reducción de los síntomas, sino también de aquel mucho más global relativo a la
calidad de vida. Incluso si nos contentáramos con las sustancias que poseemos en la
actualidad, deberíamos realizar intentos para mejorar su utilización y ampliar los
efectos de eso que se califica como «revolución psicofarmacológica» en psiquiatría.

Clasificación de las benzodiazepinas

Benzodiazepinas Comienzo de acción Indicación


Semivida Clobazam Intermedio Ansiolítico
larga (>30 h) Clorazepato Rápido Ansiolítico
Clordiazepóxido Intermedio Ansiolítico
Diazepam Rápido Ansiolítico
Flurazepam Rápido Hipnótico
Ketazolam Rápido Hipnótico

Semivida Broamzepam Lento Ansiolítico


intermedia Flunitrazepam Lento Hipnótico
(= 30 h) Nitrazepam Lento Hipnótico

Semivida Alprazolam Intermedio Ansiolítico


corta Bentazepam Intermedio Ansiolítico
(>10-24 h) Lorazepam Intermedio Ansiolítico
Lormetazepam Lento Hipnótico
Oxazepam Lento Ansiolítico

Semivida Triazolam Rápido Hipnótico


muy corta Midazolam Rápido Hipnótico
(>5 h)
Conclusión

En el trabajo realizado pude darme cuenta de la gran importancia que tienen los
fármacos en el tratamiento de las enfermedades psicológicas del ser humano,
contribuyendo así con su mejoramiento.

Además, aprendí de la historia, la cual es de gran ayuda conocer las diferentes épocas y
descubrimientos, los precursores que han hecho posible el conocimiento de estos
fármacos en la actualidad.
CONC

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