Tarea 1 de Psicofarmacologia
Tarea 1 de Psicofarmacologia
Tarea 1 de Psicofarmacologia
(UAPA)
Nombre:
Leoncia Guzmán Pimentel
Matrícula:
15-6619
Facilitador/a:
Providencia Hernández
Asignatura:
Psicofarmacología
Tema:
Tarea 1
Fecha:
Santiago, Rep. Dom.
09 de noviembre del 2018
Introducción
El trabajo por realizar trata sobre diferentes términos farmacológico que servirán de
base a la carrera de psicología clínica ya que esta nos dará luz verde para con nuestros
pacientes al trabajarle, ya que los mismos estarán medicados y esto nos orientara para
continuar nuestra parte. En el mismo veremos definición de Fármacos,
psicofarmacología, farmacodinamia, farmacocinética, Biotransformación,
Biodisponibilidad, y Neurotransmisores.
Farmacodinamia.
Farmacocinética.
Biotransformación
Biodisponibilidad.
Siguiendo con la teoría humoral, el tratamiento iba dirigido a la eliminación del humor
sobrante, y así se prescribían dietas compensadoras, evacuantes, baños y, en general,
tratamientos hidroterápicos, muy valorados por Hipócrates, como ventosas, sangrías,
eméticos, diuréticos y todo aquello que pudiera contribuir a recuperar el equilibrio
perdido. Desde el punto de vista psíquico, el tratamiento se limitaba a intentar invertir
el sentido de la pasión alterada del sujeto, bien por sugestión, bien por tratamientos
de choque.
Los árabes crearon escuelas médicas florecientes que heredaron el saber griego y
adoptaron una actitud más humanitaria hacia el enfermo mental, quizás influidos por
la creencia musulmana de que el loco es amado por Dios y ha sido escogido para
decir la verdad.
Renacimiento
En esta época se hace uso también de las propiedades de los evacuadores, purgantes y
eméticos, cuyo objetivo es desviar o evacuar la bilis y los humores ácidos para
«desembarazar la economía animal», sin contar con los movimientos orgánicos que
provocan en el tubo digestivo.
Siglo XIX
Además, Bleuler fue el primero en dar nombre a la nueva ciencia de los psicofármacos.
Impuso sus teorías en Francia y reelaboró la teoría de Kraepelin sobre la demencia
precoz, dándole un nuevo nombre: esquizofrenia (fig. 1-3). En el siglo XIX no se
produjeron cambios significativos en los recursos terapéuticos y se mantuvieron los
tratamientos clásicos, aunque con una aplicación más selectiva y racional. La posición
que ocuparon los fármacos durante este siglo estuvo marcada, inicialmente, por la
nueva sensibilidad que la sociedad occidental comenzó a manifestar hacia quienes
estaban bajo los efectos de tan inquietante fenómeno. El humanitarismo ilustrado,
junto al nuevo tipo de modelo de sociedad impulsado por la Revolución Francesa,
facilitó el desarrollo del tratamiento moral. Con él, los fármacos pasarían a ocupar un
papel más secundario frente al abordaje terapéutico de corte más psicológico. En este
sentido, cabe destacar, en Inglaterra, a John Conolly, quien a pesar de su escepticismo
acerca del valor de la mayoría de los remedios médicos en el tratamiento de la
enfermedad mental y de su convencimiento en el valor del tratamiento moral, marcó
un hito en el tratamiento de los enajenados al aplicar una política «non restraint», de
ausencia completa de aplicación de cualquier tipo de sujeción mecánica sobre los
pacientes. Los fenómenos de ansiedad durante el período previo al siglo XIX estuvieron
incluidos nosológicamente en la melancolía. A partir del siglo XVIII, estuvieron a
caballo entre la melancolía y las neurosis, siendo el tratamiento más habitual el opio.
La conceptualización de los trastornos de ansiedad, tal y como son entendidos en la
actualidad, no se inició hasta finales del siglo XIX. En esa época, la ansiedad se entendía
como un estado emocional secundario a alteraciones del sistema nervioso vegetativo.
Durante la primera mitad del siglo XIX, era un síntoma más, presente en otros cuadros
como la neurastenia, la melancolía, la histeria o la demencia. También fue en este siglo
cuando la ansiedad pasó a considerarse como un estado emocional de la vida normal,
que cuando se presentaba de forma intensa o mantenida daba lugar a verdaderos
trastornos psíquicos. La ansiedad fue considerada, a la vez, causa de enfermedad
mental y entidad clínica, aunque en el contexto de sus distintos correlatos somáticos.
La presencia de estos síntomas dio lugar a que los opiáceos, los bromuros, la
electroterapia, el cloral, el paraldehído y la estimulación electroterápica fueron las
técnicas más utilizadas. Aunque los términos melancolía y manía se empleaban desde
la Antigüedad, hasta el siglo XIX no se estableció la actual conceptualización sobre
ellos. Sin embargo, este siglo aportó escasas novedades al tratamiento de los
trastornos afectivos, predominando los tratamientos clásicos mencionados con
anterioridad. En general, los tratamientos consistían en medidas higiénico-dietéticas:
dietas reforzantes, ausencia de alcohol, hidroterapia, ejercicio y distracción del
paciente, etc. Un personaje esencial de esta época fue, sin duda, S. Freud (1849-1936),
quien desarrolló la doctrina del psicoanálisis, vigente en la actualidad y un
complemento inexcusable en numerosas patologías a los tratamientos farmacológicos.
Siglo XX
Aunque ya desde los inicios de la Historia se habían utilizado sustancias como el opio,
la coca, el cannabis, etc., fue en el siglo XIX cuando se inició el conocimiento de los
principios activos de cada una de ellas. El aislamiento de la morfina por Derosne, en
1804, marca el primer hito en la carrera para su elucidación estructural, realizada más
de 80 años después por Knorr, teniendo que esperar hasta 1952 para su síntesis total,
realizada por Gates. Análogamente, el aislamiento de la cocaína por Niemann, en
1860, representó un problema de asignación estructural, fundamentalmente
estereoquímico, que pudo ser resuelto totalmente gracias a su síntesis inequívoca,
realizada por Willtäter en 1923. Wagner von Juaregg, en 1895, propuso la hipótesis de
que los enfermos mentales que reaccionaban con una mejoría psíquica a la tuberculina
tenían un foco tuberculoso en relación genética con su psicosis. Para él y otros autores,
el trastorno mental se sustentaba en un proceso tóxico del que describió tres tipos
posibles: tóxicos de origen metabólico, toxinas de origen bacteriano y toxinas de
origen químico. En 1922, F. Robertson también apoyó la etiología infecciosa de la
psicosis. En 1925, Weichbrodt estableció una conexión directa entre la esquizofrenia y
ciertas afecciones articulares, por lo que llegó a recomendarse el salicilato de sosa para
el tratamiento de la psicosis. Finalmente, Cotton sugirió que la herencia desempeña un
papel importante en la génesis de la enfermedad, pero en menor grado de lo atribuido
hasta entonces. Este grupo de autores proponen, desde el punto de vista terapéutico,
la extracción de toda la pieza dental afectada y de las amígdalas, y si la infección fuese
gástrica, el tratamiento consistiría en reducir el pH y en la aplicación de vacunas
autógenas. Otros autores centraron su atención en diferentes alteraciones
metabólicas. Así, Shaw, en 1922, descubrió en los pacientes psicóticos un estado de
«acidosis» al detectar la presencia de cuerpos cetónicos en orina. Posteriormente,
Walker, en 1924, y Langfeldt, en 1927, confirmaron el descenso del metabolismo basal
de los pacientes psicóticos. Todo ello propició la aplicación de corriente diatérmica en
el tratamiento de la esquizofrenia, cuyo efecto no era otro que producir calor y, por lo
tanto, un aumento del metabolismo, aunque se observó que el efecto era transitorio.
También se relacionó la esquizofrenia con alteraciones glandulares, lo que dio origen a
una actividad terapéutica denominada «opoterapia», que incluía tratamientos
diversos: desde la administración de preparados de derivados tiroideos y glándulas
genitales hasta tratamientos con extractos hepáticos o con preparados paratifoideos,
al relacionar los síntomas catatónicos con una función deficiente de las paratiroides y
una disminución del calcio en sangre. Los resultados fueron totalmente negativos.
Pascal y Davesne, en 1926, consideraban las psicosis como reacciones anafilácticas
provocadas por estímulos traumáticos físicos o psíquicos, en individuos con
predisposición hereditaria. Estos autores propusieron tratamientos como la
«piretoterapia», mediante la inoculación de agentes que ocasionaban enfermedades
febriles, sobre todo la malaria. No obstante, el descubrimiento de la piretoterapia se
atribuye a Wagner von Jauregg, por cuyos trabajos se le adjudicó el premio Nobel de
Medicina en 1927. También se utilizaron los choques leucogénicos, consistentes en la
producción de abscesos de fijación con trementina, como medio de producir
leucocitosis, o bien el nucleinato de sodio, empleado por primera vez por Lundvall, en
1907, y el éter, por la denominada eterización, que consistía en someter al paciente a
una atmósfera caliente con éter. Finalmente, los métodos físicos para producir
hipertermia fueron menos utilizados. Entre los de uso más frecuente, cabe citar los
baños calientes, de hasta 43°C, precedidos de una inyección de cloruro sódico al 25%, y
la posterior envoltura en sábanas calientes. En 1931, Menninger recopiló todos los
casos publicados encontrando resultados poco concluyentes. Aunque la mayor parte
de los fármacos empleados en el tratamiento de la enfermedad mental no se
mostraron, ni de lejos tan eficaces como sus mentores pretendían, algunas de las
nuevas sustancias que se pusieron en manos de los alienistas pudieron resultar de
utilidad para resolver con mayor eficacia algunos de los problemas que la custodia de
los enfermos mentales lleva aparejados.
Terapias convulsivas
Otras terapias
Desde entonces, se han desarrollado distintos neurolépticos que han originado otras
tantas clasificaciones según su mecanismo de acción, efectos secundarios, etc. En la
tabla 1-2 se refleja la clasificación de Deniker de 1977.
Antidepresivos
Hasta hoy, las sales de litio constituyen el tratamiento de primera elección de las fases
maníacas de los trastornos afectivos bipolares, así como un tratamiento indispensable
en la profilaxis de episodios cíclicos de la enfermedad maniacodepresiva. Datos que
avalan la importancia de su utilidad son: un aumento del 152% en el consumo entre
1985 y 1994, siendo el segundo incremento después del de la clorimipramina (180%);
más de 9.500 referencias bibliográficas hasta 1982, etc.
Desde la década de 1970, la carbamazepina y el ácido valproico han ido ganando
interés como alternativas al litio; aunque con eficacia algo inferior pero mucha mejor
tolerancia. Los últimos fármacos en incorporarse al tratamiento de la enfermedad
bipolar han sido los nuevos antiepilépticos: gabapentina, topiramato, oxcarbazepina,
lamotrigina, tiagabina y otros. Hasta la fecha, aunque las expectativas son elevadas,
sólo la lamotrigina ha sido registrada como estabilizador del humor.
Ansiolíticos
Hasta 1950, los barbitúricos fueron los agentes más frecuentemente utilizados como
inductores del sueño y sedantes. Dado su estrecho margen terapéutico entre dosis útil
y letal y su alto potencial de abuso, se iniciaron investigaciones en busca de otros
compuestos con propiedades ansiolíticas, las cuales llevaron al descubrimiento del
meprobamato y de dos benzodiazepinas: el clordiazepóxido y el diazepam. La mayor
seguridad de las benzodiazepinas en caso de sobredosis y su menor potencial de
dependencia determinaron que este grupo farmacológico desplazase a los fármacos
ansiolíticos utilizados con anterioridad. La clasificación de las benzodiazepinas queda
reflejada en la tabla 1-4. En la década de 1980 se sintetizó un ansiolítico no relacionado
químicamente con los restantes ansiolíticos: la buspirona. Posee efectos en varios
sistemas, especialmente en el serotoninérgico y en el dopaminérgico, por lo que no es
sedante, no posee interacciones peligrosas con el alcohol y no deteriora la ejecución
psicomotora. Psicofarmacología en la actualidad Se ha observado que, a lo largo del
desarrollo histórico de la psicofarmacología, ha primado la investigación de la
bioquímica cerebral tanto de forma directa (estudio del modo de acción de los
fármacos) como de forma indirecta (estudio de las bases bioquímicas de los trastornos
mentales). Pero la influencia de la psicofarmacología ha sido más difusa y ha ido de la
mano de la evolución de lo que puede denominarse la ideología psiquiátrica. La
contribución de Estados Unidos ha sido significativa en el desarrollo histórico, no
porque el movimiento se haya limitado a ese país, sino porque, por razones
particulares, las transformaciones han sido más brutales. Desde el final de la Segunda
Guerra Mundial, la psiquiatría se ha visto dominada por las teorías dinámicas derivadas
del psicoanálisis. La psicogénesis había sido invocada como etiología en la mayor parte
de los trastornos mentales. Fueron numerosos los profesionales de esa orientación
que se volvieron hacia una orientación más biológica durante la década de 1970,
frustrados por unas expectativas terapéuticas que no se cumplieron. Era una
perspectiva inédita que se convertiría en fuente de esperanza renovada. Si bien las
tendencias biológicas no estaban ausentes antes del nacimiento de la
psicofarmacología, las tendencias psicológicas y sociales le sobrevivieron. Pero lo que
se modificó de forma significativa fue el abordaje multidisciplinario de los trastornos
mentales, denominados hoy como abordaje biopsicosocial. El predominio biológico se
mantiene desde hace más de 20 años, pero su supervivencia dependerá, sin duda, de
su aptitud para responder a las expectativas puestas en ella. Se han visto a lo largo de
la historia las dificultades para desarrollar nuevos fármacos de acción verdaderamente
originales a partir de las hipótesis de la psiquiatría biológica y con la ayuda de técnicas
de la farmacología animal. Para algunos autores, la fascinación que ejercen los
mecanismos de la neurotransmisión intersináptica es excesiva y hace falta explorar
otras perspectivas. Es seguro que la psicofarmacología continuará interactuando con la
nosología y que este intercambio generará profundos cambios en ambas disciplinas.
Sin embargo, faltan estudios objetivos sobre las mejores estrategias terapéuticas,
especialmente en los tratamientos a largo plazo, y son necesarios nuevos esfuerzos
para evaluar el efecto de los tratamientos, no solamente desde el punto de vista de la
reducción de los síntomas, sino también de aquel mucho más global relativo a la
calidad de vida. Incluso si nos contentáramos con las sustancias que poseemos en la
actualidad, deberíamos realizar intentos para mejorar su utilización y ampliar los
efectos de eso que se califica como «revolución psicofarmacológica» en psiquiatría.
En el trabajo realizado pude darme cuenta de la gran importancia que tienen los
fármacos en el tratamiento de las enfermedades psicológicas del ser humano,
contribuyendo así con su mejoramiento.
Además, aprendí de la historia, la cual es de gran ayuda conocer las diferentes épocas y
descubrimientos, los precursores que han hecho posible el conocimiento de estos
fármacos en la actualidad.
CONC