El Carácter Según Los Astros
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Colección
perlas de sabiduría
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EL CARÁCTER SEGÚN LOS ASTROS
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EL CARÁCTER SEGÚN LOS ASTROS
De una manera más general, podríamos decir que la astrología aborda el estudio
de la Naturaleza y el destino del hombre en relación con el momento en el cual ha
nacido. Pero no se trata de adivinar sino de estudiar, de buscar relaciones, de
comprender el porqué de estas relaciones. Nosotros, hoy, no encontramos un lenguaje
suficientemente científico como para describirlas, pero, de hecho, se dan entre ciertas
conjunciones astrales y ciertas tendencias humanas.
A veces, para evadir el problema decimos: «qué casualidad». Los investigadores
de la estadística pretendieron demostrar con cifras la invalidez de los supuestos
astrológicos, y acabaron afirmando todo lo contrario: que aunque no se pueda explicar,
las estadísticas demuestran que, nos guste o no, entre los astros y los hombres hay una
relación. ¿Qué tipo de relación? Ese es el problema que nos sigue ocupando
Muchos pensadores han intentado explicarlo. Algunos eligieron la típica tesis de
astros poblados de genios benignos, y otros de entidades malignas, lo cual sería una cosa
terrible, pues los seres humanos estaríamos sujetos a «casualidades fatídicas» y, según el
momento en el cual aparecemos en la Tierra, tendríamos una vida desdichada o alegre.
Esta teoría está fundamentada en creencias pero, como todas las cosas, se
desgastó, se utilizó, se tergiversó, y nos hemos quedado con unos astros de ojos
sonrientes y otros de ojos malignos.
Si tratamos de sintetizar qué es lo que hoy acepta el hombre sobre la astrología,
encontramos dos corrientes muy definidas. Como siempre, caemos en la dualidad; los
dos caminos, que no hacen más que excitar la contrariedad en la cual se desenvuelve
prácticamente toda la vida humana: materialismo y espiritualismo.
Es muy difícil –yo diría que imposible–, en esta condición de seres manifestados,
escapar de esta dualidad. O intentamos concebir todo el universo como pura materia, o
pensamos que solo hay espíritu. Vamos de un polo al otro, sin encontrar jamás una
respuesta exacta.
La presencia material, la que los científicos llaman la teoría de las influencias
astrales, nos explica que todo el universo –el universo material– está relacionado con
una serie de energías que obran desde algunos centros.
Esta teoría tan energética está fuertemente cimentada en todos los últimos
descubrimientos acerca de la gravitación universal, de la fuerza hélico-magnética del
Sol, de las manchas solares, de los protones y de los electrones.
De ahí que los científicos piensen que si las influencias del Sol son evidentes y
las de la Luna también, es muy probable que los astros ejerzan influencias físicas sobre
la Tierra y sobre los hombres que vivimos en ella.
Si concebimos las influencias como una especie de radiaciones, liberaciones,
ondas que surcan el espacio, que nos afectan y dejan su marca, caemos en un
determinismo material de orden cósmico, el cual se suma a otros que ya conocemos: los
de la herencia física, química, biológica, psicológica, social y cultural.
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Lancémonos a una pequeña aventura muy conocida: el Zodiaco. Esta franja, con
sus 12 divisiones y sus 12 signos es, en realidad, un conjunto de astros que existen,
vibran y se mueven en total armonía con toda nuestra actividad. Imaginemos el mundo
viviente del cielo y nuestro propio mundo terrestre.
Desde épocas inmemoriales se sabe que, según el hombre nazca bajo uno u otro
signo del Zodiaco, llevará con él una serie de características, las cuales, si ahondásemos
más profundamente en la verdadera horoscopía, tendríamos que enriquecer con las
influencias ascendentes, las casas diurnas y nocturnas, etc.
No nos interesan ahora los signos en relación con su historia, cómo se forjaron o
cuáles fueron los primeros pueblos que los usaron. No mencionaremos sus relaciones
con planetas, deidades, metales, perfumes, plantas, o animales.
Nos interesan los signos en relación con la psicología y con el carácter del
hombre. La vieja astrología nos ha dejado una serie de retratos prácticos muy útiles.
Respecto a Aries, la psicología astrológica nos dice que es el impetuoso, el
carácter fuerte, atrevido, el que se lanza a la aventura, el que gusta siempre de las cosas
nuevas, aunque no tenga mucha voluntad para continuarlas. Siempre abierto para
empezar caminos. Su símbolo es el carnero, el topador, el símbolo solar que descorre las
tinieblas pasada la noche y permite la salida del Sol.
Pasamos a Tauro. El símbolo no es exactamente un toro, sino una vaca que
describe la naturaleza mansa, la placidez, la sencillez, la tranquilidad interior, un cierto
gusto por la vida material, en el sentido de apego a las cosas y a los objetos que nos
rodean. La tranquilidad de la vaca, tan sosegada en todos sus actos, se traduce en la
representación del carácter de la persona.
Géminis. Una naturaleza adolescente, inquieta, móvil. Estos gemelos son como
los hermanos que nunca terminan de ser adultos, siempre quieren algo nuevo, algo vivo.
El que es un verdadero Géminis, tenga los años que tenga encima, es siempre joven,
inquieto, adolescente. Muy diplomático, muy fino, sabe entenderse con todo el mundo.
Cáncer. La Luna; sensibilidad, un carácter susceptible de ser impresionado,
amante de la familia y de todos sus seres queridos que le rodean: madre, hermanos,
hijos. La Luna y su relación con las aguas es lo que crea vínculos, lazos.
Viene luego Leo. Es el león, el rey azteca, el Sol. El retrato astrológico nos va a
mostrar el signo fuerte, audaz, autoritario, dominador, que impone su voluntad por
encima de todas las cosas, aunque es muy simpático.
Y llegamos a Virgo. El metódico, el que mide todas las cosas, el ordenado. Suele
ser sencillo, pero no lo demuestra; es reservado. Su tendencia al orden puede ser hasta
una manía, pero necesita colocar todas las cosas en su sitio, tanto físicas como interiores.
Es la Naturaleza, el trigo, la espiga, la semilla que responde sistemáticamente al proceso
de germinación.
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2.º Una vez hecho esto, define al individuo en sí. Ya no es una psicología
general; ahora va a determinar lo que le es propio, individual, inalienable; lo que hace
que no se parezca a ninguna otra persona.
La primera secuencia remite a la psicología general. Esto es en lo que se ha
trabajado más. De hecho, la psicología con la que nosotros nos entendemos a diario
remite a los caracteres generales más que a los individuales.
Antiguamente se hablaba de los famosos cuatro tipos de temperamentos. Esto se
fue desprestigiando, pero en realidad no dejaba de tener una parte interesante y veraz.
Vamos a trazar un esquema práctico de cómo se representaban estos famosos
cuatro temperamentos.
Estos cuatro caracteres básicos estaban en relación con los cuatro elementos.
Entre lo frío y lo húmedo tenemos el elemento agua. El agua es fría y húmeda, y
nos indica el temperamento linfático.
Entre lo húmedo y lo caliente tenemos el aire, el cual nos señala el temperamento
sanguíneo.
Entre lo caliente y lo seco tenemos el fuego, que nos arroja al carácter bilioso.
Y entre lo seco y lo frío, la tierra, que nos da el temperamento nervioso.
En el gráfico hemos reunido los cuatro elementos: tierra, agua, aire y fuego.
Cuatro temperamentos tradicionales y cuatro características de la Naturaleza, que son el
calor y el frío, la sequedad y la humedad.
En lugar de analizar los caracteres según lo hace la psicología, vamos a tratar de
analizarlo ahora según los astros.
Como en el esquema anterior, trazaremos unas coordenadas situando nuestros
astros fundamentales según corresponda.
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En el cuadrante del agua, entre lo frío y lo húmedo, hay dos astros que todos
conocemos: la Tierra y la Luna.
En el cuadrante del aire, entre lo húmedo y lo caliente, se sitúan Venus y Júpiter.
En el cuadrante del fuego, entre lo caliente y lo seco, están Marte y el Sol.
Y en el cuadrante de la tierra, entre lo seco y lo frío, están Mercurio y Saturno.
De los cuatro temperamentos básicos, llegamos a ocho, ya que cada uno se
divide en dos según el astro que ejerza su influencia.
El mundo de agua, el temperamento linfático, se va a diferenciar en dos
caracteres planetarios que ya se manejaban desde la Antigüedad: el relativo a la Luna y
el relativo a la Tierra.
En lo concerniente a la Luna, las formas son ovaladas, redondeadas, de contornos
sinuosos. La mirada de un carácter lunar es siempre dulce, tranquila, candorosa.
Simbólicamente este carácter se representa con un bebé. El recién nacido es tierno,
sincero, candoroso; su carita redonda, sus formas un poco regordetas.
Mas este carácter lunar tiene su contraparte en el carácter terrestre. Su símbolo es
el hombre primitivo. Sus formas son más bien cuadradas, con figura de trapecio o de
cubo. Es una naturaleza más concreta, más sólida y más material; su perfil y su figura
son mucho más marcadas. La mirada tiene, a veces, la pesadez de la tierra: podríamos
decir indiferencia, pero otras veces incluso un poco de resquemor, de desconfianza. La
expresión es retraída.
En el mundo del aire, entre los temperamentos sanguíneos podemos hablar de
dos caracteres astrológicos: el relativo a Venus y el relativo a Júpiter.
El regido por Venus se representa simbólicamente como una mujer joven. Es la
naturaleza expandida, floreciente, abierta. Nos da un carácter abierto, alegre, generoso,
expansivo, cordial, afectuoso y unas formas armónicas, elegantes, de líneas continuadas;
con una mirada dulce, lánguida y cariñosa.
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de una determinada manera? ¿Qué puedo hacer con estas inclinaciones y habilidades?
¿En qué puedo aplicarlas? ¿En qué puedo trabajar? ¿Qué puedo ofrecer al mundo?».
Es casi seguro que el ser humano se encuentre desconocido en sí mismo, solo en
sí mismo, tendiendo su mirada hacia lo profundo, hacia adentro, volviéndola hacia su yo
y buscando en la psicología la respuesta desesperada de qué soy y cómo soy.
El hombre se fija en la materia, se apoya en su cuerpo; busca en su propio
macrocosmos infinidad de respuestas que quiere saber, mira su pequeño astro, lo lee, y
quiere saber por qué es como es.
Y hay otra parte del hombre que danza, vuela, arremete contra el cielo mismo,
combate contra las estrellas y pretende arrancar su respuesta. Quiere que le otorguen un
porqué y una solución.
Es el hombre que se siente solo, pero no tiene coraje para sacudir su soledad. Es
el hombre que no se atreve a extender la mano hacia el ser humano que tiene al lado,
pero interroga acerca de la verdad del cosmos. Pregunta cómo es esta existencia y
pretende con la misma pregunta obtener el porqué.
Esos son los signos de evolución; esos son los desafíos. La respuesta está en
nosotros. En nuestra necesidad, y al mismo tiempo en nuestra obligación de seguir
buscando. De mirar hacia abajo, donde estamos; y hacia arriba, donde brillan los astros.
Si un poco de psicología nos ayuda a que salga el Sol entre los seres humanos,
estas ciencias habrán cumplido con su misión. Que así sea.
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