Novena A Ntra. Sra. Del Carmen - El Cairo 2020
Novena A Ntra. Sra. Del Carmen - El Cairo 2020
Novena A Ntra. Sra. Del Carmen - El Cairo 2020
Novena en Honor de
Nuestra Señora del Carmen
Dios mío y Señor mío, postrado delante de vuestra Majestad Soberana, con todo mi ser, con
toda mi alma y todo mi corazón te adoro, confieso, bendigo, alabo y glorifico.
Pésame, Dios mío, de haberos ofendido, por ser Vos quien sois. Propongo firmemente,
ayudado con vuestra divina gracia, nunca más pecar, apartarme de las ocasiones de
ofenderos, confesarme, satisfacer por mis culpas y procurar en todo serviros y agradaros.
Perdóname, Señor, para que con alma limpia y pura alabe a la santísima Virgen, Madre
vuestra y Señora mía, y alcance por su poderosa intercesión la gracia especial que en este
Novena pido, si ha de ser para mayor honra y gloria vuestra, y provecho de mi alma. Amén.
Oh Virgen María, Madre de Dios y Madre también de los pecadores y especial Protectora
de los que visten tu sagrado Escapulario, por lo que su Divina Majestad te engrandeció,
escogiéndote para verdadera Madre suya, te suplico me alcances de tu querido Hijo, el
perdón de mis pecados, la enmienda de mi vida, la salvación de mi alma, el remedio de mis
necesidades, el consuelo de mis aflicciones y la gracia especial que te pido en esta Novena,
si conviene para su mayor honra y gloria y bien de mi alma; que yo, Señora, para
conseguirlo me valgo de vuestra intercesión poderosa.
Quisiera tener el espíritu de todos los ángeles, santos y justos a fin de poder alabarte
dignamente y uniendo mi voz con sus afectos, te saludo una y mil veces.
Virgen Santísima del Carmen, yo deseo que todos sin excepción, se cobijen bajo tu sombra
protectora de tu Santo Escapulario y que todos estén unidos a Ti Madre Mía, por los
estrechos y amorosos lazos de ésta tu querida insignia.
¡Oh Hermosura del Carmelo! Míranos postrados reverentes ante su sagrada imagen y
concédenos benigna tu amorosa protección. Te encomiendo las necesidades de nuestro
Santísimo Padre el Papa y la Iglesia Católica, nuestra Madre, así como las de mi nación y
las de todo el mundo, las mías propias y las de mis parientes y amigos.
Mira con ojos de compasión a tantos pobres pecadores, herejes y cismáticos, cómo ofenden
a tu Divino Hijo y a tantos infieles cómo gimen en las tinieblas del paganismo. Que todos
se conviertan y te amen, Madre Mía, como yo deseo amarte ahora y por toda la eternidad.
Amén.
3. Consideración.
4. Gozos.
5. Oración Final.
3. Consideración
Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada
Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el
nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor
está contigo. (Lc1,26-28).
María desde su inmaculada concepción fue “llena de gracia”. Dios otorgó a su madre el don
gratuito de la santidad esencial con miras a su cooperación a la obra redentora como Madre
del Verbo Eterno. Pero María no se quedó con esto, trabajo incansablemente por acrecentar
esa santidad inicial y corresponder a la misión personal que el Padre le había encomendado.
Así, en una entrega generosa y con alma pura, María se convierte en la Madre de Dios y
aunque asunta ya a los cielos, continúa intercediendo por nuestra salvación. Nosotros
nacimos en pecado y por el bautismo fuimos regenerados, muriendo al pecado y naciendo a
la vida de la Gracia.
En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una
ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó
Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu
Santo. (Lc1,39-41).
Nadie como María ha escuchado y puesto por obra la Palabra. Así mismo la Iglesia nos
abre los tesoros de la Biblia, sobre todo en la celebración de la Santa Misa y nos
recomienda la asidua lectura personal y comunitaria de la Palabra de Dios, para alcanzar el
sublime conocimiento de Cristo.
Hemos de hacer, por tanto, de la Palabra Divina, nuestro alimento frecuente en nuestro
caminar de fe, sabiendo que Jesús nos enseña que quien verdaderamente le ama cumple su
palabra.
Día Quinto – 11 de Julio
“María, mujer llena del Espíritu Santo”
Estas vibrantes palabras de María ponen de manifiesto que ha sido gran orante, que reza en
el hogar y en el templo las oraciones rituales y se entrega al trato amorosa con Dios en la
intimidad de la oración.
El hombre todo lo necesita de Dios y por eso, necesita orar para descubrir qué es lo que
Dios quiere en su vida. Como criatura él debe reconocer la soberanía del Creador con la
adoración y la alabanza.
Al anuncio del ángel, María pone un reparo: su virginidad. Pero como para Dios nada hay
imposible, María será a un tiempo Virgen y Madre. En el momento sagrado de la
encarnación se ha cumplido el viejo vaticinio: “la virgen está en cinta”.
La pureza del corazón se da en la medida es que conozco a Jesús. Cristo la aconseja a los
que quieren conseguir la libertad del corazón para entregarse a la plenitud del amor. Todos,
sin embargo, debemos vivir la “pureza del corazón” según nuestro propio estado y
condición.
Los nazarenos tienen a Jesús por hijo del carpintero y por carpintero y María es la esposa
de un trabajador y madre de otro trabajador. Ella también trabaja como esposa y madre y
aunque tiene varios títulos honrosos, que lindo sería proclamarla Nuestra Señora del
Trabajo.
La auténtica devoción a María debe incluir una profunda responsabilidad con nuestro deber
diario, el cual se expresa en el trabajo bien realizado. Ofrezcamos a nuestra diaria labor a la
Santísima Virgen María.
Esta profecía del dolor de María tendrá puntual cumplimiento a lo largo de la vida de
Nuestra Señora. Sin embargo, Dios no ha creado el dolor ni el hombre fue creado para el
sufrimiento.
Por eso, Cristo asumió voluntariamente el dolor, haciéndolo instrumento de redención.
Desde entonces el hombre tiene el privilegio de unirse a los padecimientos de cristo,
sufriendo por su Cuerpo que es la Iglesia. Así el creyente no sólo se asemeja a Cristo, sino
también a su Madre que sufrió terriblemente por el rechazo, tortura y muerte de su Hijo.
Cristo, moribundo encomienda a María a los cuidados del discípulo amado. Pero estas
palabras tienen un sentí más universal. Por eso cada hijo de Dios, cada hombre bautizado,
se ha de contemplar prefigurado en este discípulo, recibiendo a María como Madre
espiritual. Porque, así como en Dios tenemos un Padre, en María tenemos una Madre.
Sabemos que la devoción a María es una nota esencial de nuestra vida cristiana, porque ella
nos ha llevado a Jesús, nos ha acercado a ÉL. Esta verdad de fe la asumimos al vestir a
diario el escapulario de la virgen del Carmen, él es prenda y señal de nuestro amor hacia el
Señor.
5. Oración Final
Ante tu presencia, Virgen purísima, Madre y Señora del Carmen, te tributamos fervientes
acciones de gracias por la bondad con que siempre estas dispuesta a escuchar las súplicas
de tus hijos.
Madre de Dios tu amor no tiene límites, ven, pues, en socorro de los infortunados que
clamamos a Ti, Despliega tu manto como ola de alegre luz de la mañana en el Monte
Carmelo y defiéndenos.
Desde tu trono de gloria, atiende, Virgen Santísima del Carmen, estas súplicas de tus
devotos. Conserva en prosperidad y fortaleza al Santo Padre Francisco, y a los Obispos de
tu Iglesia, en especial a nuestro Obispo José Alejandro Castaño; intercede por todos los
Sacerdotes, guarda a los seminaristas y cuida sus vocaciones, protege con tu manto a todos
los consagrados y religiosas. Multiplica los días de paz y de bonanza a nuestra nación.
Apiádate, Virgen dulcísima, de los pecadores, vence la dureza de los herejes, llama al seno
dela Iglesia a todos los cristianos. Reanima a los enfermos, consuela a los atribulados y da a
los encarcelados y secuestrados esperanza. Mira a los moribundos y alcánzales la gracia de
expiar con la tranquilidad del arrepentimiento y de la confianza en Dios. Que por tu amparo
conserven los niños la inocencia, se liberen los jóvenes de los peligros contra su pureza y
guarden las familias el tesoro de la fe católica.
En fin, Señora amabilísima del Carmen, vivamos todos en amistad con Dios, muramos
piadosamente, seamos pronto libres del Purgatorio, y en el paraíso seamos reconocidos
como tus devotos; para glorificar eternamente al Padre, al Hijo y al Espíritu.