1 y 2 Cronicas PDF
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Evangélica Pueblo Nuevo
1 y 2 Crónicas
TABLA CRONOLÓGICA
Fecha Ministerio
Hebreos Egipcios Asirios Romanos Sirios Babilonios
a. C. profético
Dinastías
c. 960-
Natán Salomón libias
925
(950-710)
c. 930- Ahías
Jeroboam Roboam
910 Semaías
Jehú
Baasa Abiam
Iddo
c. 910-
Azarías Ela Asa Ben Hadad
870
Zimri
Omri
Micaías
c. 870- Salmanasar
Eliezer Acab Josafat
850 III
Elías
c. 850-
Ocozías Joram
840
Eliseo Joram Ocozías
c. 840-
Jehú Atalía Hazael
814
Invasión
Joacaz Joás
etrusca
Damasco
asolada
c. 800-
Joás Amasías por los
780
asirios
(805)
Amós Fundación
c. 780- Jeroboam
Jonás Uzías de Roma
740 II
Oseas (753)
c. 740- Isaías Tiglat-
Zacarías Jotam
730 Miqueas pileser III
Salum
Manahem
Pekaía
Peka
c. 730- Caída de
Obed Oseas Acaz Sargón II
720 Damasco
Caída de Dinastía
721 Ezequías Senaquerib
Samaria etíope
680- Expansión
Manasés Esarhadón
640 etrusca
642 Amón
Hulda Batalla
640- Caída de
Sofonías Josías de Nabopolasar
609 Nínive
Jeremías Meguido
609 Joacaz
609- Nabucodonosor
Urías Joacim
597 II
Joaquín
597- Apogeo
Ezequiel Sedequías
587 etrusco
Caída de
587
Jerusalén
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Los dos libros de Crónicas pueden dividirse fácilmente en las siguientes partes:
Una idea principal en estos libros, al igual que en su continuación en Esdras y Nehemías, es la de
legitimidad. De ahí la importancia que se da a las genealogías, que certifican que los incluidos en las mismas
son depositarios legítimos de las promesas asociadas a su linaje, como es el israelita, el sacerdotal y el real.
La falta de demostración genealógica es causa de exclusión, como se aprecia en Esdras 2:59,62 y Nehemías
7:64. Dentro de la larga lista de nombres hay eslabones de importancia particular, porque determinan la
dirección de la lista en una línea concreta, frente a otras posibles opciones, siendo los nombres de Sem (1
Crónicas 1:24), Abraham (1:28) e Israel (2:1) claves en esa concreción. Destacable es que la primera tribu
mencionada sea la de Judá (2:3), la tribu real, y no la de Rubén. Que las genealogías retrocedan hasta Adán,
el primer hombre, muestran que no estamos en el terreno del mito ni de lo legendario, sino en el de la
Historia, en marcado contraste con los relatos nacionales procedentes de otros pueblos, donde se mezclan, a
medida que se retrocede en el tiempo, los personajes de carne y hueso con otros inventados, fruto de la
fantasía. Crónicas es historia. Pero una historia que está ligada, para que se efectúe el propósito de Dios, a un
determinado linaje.
Hasta para un lector superficial es detectable a primera vista que hay una gran similitud entre los libros de
Crónicas y los de Reyes. Pero al mismo tiempo también es detectable que hay diferencias entre ellos. La más
palpable es que mientras Reyes se ocupa de los dos reinos surgidos de la escisión de la nación, Crónicas sólo
se ocupa del reino del sur, el de Judá. La razón de ello es que la legitimidad está de parte de ese reino, pues
sus reyes eran descendientes de David y por tanto depositarios de la promesa que Dios le hiciera (1 Crónicas
17:11-14), mientras que los reyes del reino de las diez tribus no lo eran.
Otra característica peculiar de los libros de Crónicas es su interés en todo lo referente al templo y al culto
que allí se realizaba. Por tanto, se puede afirmar que el trono y el templo son los dos grandes raíles sobre los
que corre el mensaje de Crónicas.
El reinado de David, aparte del relato de sus victorias militares (18-19), se centra en el traslado del arca (15-
16), en el pacto de Dios con él (17), en los preparativos para el templo (22) y en la organización de los
levitas, sacerdotes, cantores y porteros (23-26). Es decir, todo lo relativo al culto está minuciosamente
organizado, siendo este orden establecido durante el reinado de David el prototipo ideal. El capítulo 27
muestra la organización militar, económica y administrativa del reino. Los dos capítulos finales (28-29) se
ocupan de la sucesión en el trono en favor de Salomón, con el énfasis puesto en la edificación del templo.
El reinado de Salomón tiene como núcleo principal de su actividad la edificación del templo y su dedicación
a Dios (2-7). Los preparativos, especificados en 2 Crónicas 2, suponen la movilización de grandes recursos
humanos (2:2,17-18), todos ellos extranjeros. Las cifras que se manejan dan una idea del coste, suntuosidad
y grandiosidad de la obra (2:10; 4:18). Al igual que ocurriera en la dedicación del tabernáculo (Éxodo 40:34-
35), que la presencia de Dios llenó el recinto y nadie podía estar en el mismo, así ocurrió en la dedicación
del templo (2 Crónicas 5:14; 7:2) y del mismo modo que el culto en el tabernáculo se inició con fuego
procedente de Dios (Levítico 9:24), así ocurrió en el templo (2 Crónicas 7:1). De hecho, la misma frase
sobre la plenitud de la gloria de Dios se usa en ambas ocasiones, lo cual indica que de la misma manera que
el tabernáculo fue la voluntad perfecta de Dios igualmente lo fue el templo, pues uno y otro eran en
definitiva la expresión del deseo de Dios de morar en medio de su pueblo. No obstante, eso no significa que
dicha presencia esté garantizada incondicionalmente, ni que el templo sea un talismán protector en sí mismo,
sino que dicha presencia está sujeta al arrepentimiento (2 Crónicas 7:14) y la obediencia; de lo contrario las
consecuencias serán caras (7:19-22).
Debido al largo periodo de paz que Salomón disfrutó, pudo emprender grandes proyectos. El más destacado
fue, sin duda, la construcción del templo, pero también acometió otros de envergadura, tal como se describen
en 2 Crónicas 8 y 9, como sus edificaciones y reedificaciones de ciudades estratégicas o sus actividades
comerciales, que fueron el factor para la gran prosperidad y auge que su reino tuvo.
Además de David y Salomón, de entre la lista de reyes, Crónicas da importancia destacada a los reinados de
Ezequías y Josías por una razón: Ambos se ocuparon con mucha intensidad del templo y el culto que allí se
celebraba. Las reformas de Ezequías ocupan tres capítulos (29-31) y las de Josías dos (34-35), por lo que la
actividad de ambos reyes se ciñe casi exclusivamente al templo en Crónicas. Es llamativo el caso de Josafat,
en quien por un lado destaca su piedad personal y las reformas en la buena dirección que emprendió (2
Crónicas 17:6-9) y por otro la alianza familiar que estableció con la casa de Acab, al casar a su hijo con la
hija de Acab (18:1), lo cual no sólo le va a suponer mezclarse personalmente en asuntos turbios (19:2;
20:35), sino que esa alianza va a poner en peligro su propia dinastía (22:10).
Otros reyes de los cuales es posible extraer granes lecciones son Asa, con una primera y larga etapa brillante
en su reinado (14-15) y otra corta y final pero decadente (16), lo que muestra la importancia de perseverar
hasta el fin, no solamente un tiempo. Joram (21) es la prueba de que no basta con ser hijo de un hombre de
Dios (Josafat) para serlo él mismo y mucho menos si el cónyuge es Atalía, la hija de Acab (21:6). Que la
providencia milagrosa y soberana de Dios está vigente en todo momento, también en los de mayor
oscuridad, se aprecia en que cuando todo parece indicar que la dinastía de David está abocada a la
desaparición (22:10), Dios usa instrumentos inesperados para preservarla (22:11), garantizando así sus
planes. Joás, el niño-rey que se salvó del exterminio, muestra la ingratitud del corazón humano, no sólo
hacia Dios sino también hacia su tutor (24:20-22). Con Amasías se aprende cómo es posible obtener una
gran victoria (25:11) sin necesidad de recurrir a ayudas espurias (25:6-7) y al mismo tiempo sucumbir ante
lo que ha sido derrotado (25:14). La vida de Uzías enseña que en el apogeo de la fuerza puede esconderse el
mayor peligro (26:16). Acaz, nieto de Uzías, se descarrió por las abominables sendas de los cananeos (28:3),
siendo traicionado por los mismos a quienes había pedido ayuda (28:16,20-21) y recurriendo a dioses que le
habían arruinado (28:23). Manasés es el rey, hijo de Ezequías, que lleva la iniquidad a su grado más extremo
en Judá (33:2-7), aumentando la provocación hasta el máximo. Sin embargo, este mismo hombre
experimentará un cambio radical por el arrepentimiento (33:12), habiendo, por tanto, dos claras etapas en su
vida. Manasés es la demostración de que incluso para el más notorio pecador puede haber remedio a través
de la humillación ante Dios. Amón seguirá en los caminos primeros que anduvo su padre Manasés, pero no
en los segundos (33:22-23). Mientras que Josías será un ejemplo de rectitud y obediencia (34-35).
Los reyes de Judá son la prueba de que la responsabilidad es personal de cada cual, pues de la misma manera
que de un tronco piadoso (Josafat) puede salir un vástago impío (Joram), también puede ocurrir lo contrario,
que de un tronco impío (Acaz) salga un vástago piadoso (Ezequías) y de éste uno malvado (Manasés) que
puede cambiar a justo. Y de nuevo, de un ejemplo justo (Manasés) un hijo perverso (Amón), el cual puede
tener un hijo ejemplar (Josías), quien, a su vez, tuvo una descendencia maligna (Joacaz, Joacim, Joaquín y
Sedequías).
A partir de la muerte de Josías se produce un hecho significativo: El reino se convierte en vasallo o bien de
Egipto (2 Crónicas 36:3) o bien de Babilonia (36:6), comenzando un prolongado periodo de varios siglos en
el que la nación pierde su independencia nacional y está sujeta a la voluntad de las potencias dominantes en
cada momento. Ese nuevo escenario requerirá un aprendizaje para saber ser fieles a Dios bajo un poder
pagano. Pero también servirá para comprobar que por encima de los poderes paganos sigue intacto el poder
de Dios.
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Mapa de las campañas de Nabuconosor contra Judá
Tabla relación entre profetas y reyes de 1 y 2 Reyes
Crónicas nos presenta el mismo mensaje de retribución que Reyes. Es decir, la victoria y prosperidad están
en función de la obediencia a Dios, mientras que la derrota y decadencia están en función de la
desobediencia (1 Crónicas 5:25-26; 10:13-14; 18:6,13; 21:7; 2 Crónicas 14:11-12; 16:9; 24:24; 25:20,27;
26:5,19; 27:6; 28:4-6,19; 31:21). Por tanto, las advertencias de Deuteronomio también están patentes aquí.
Gran lección en estos libros supone el hecho de que aunque el trono terrenal pueda estar en decadencia en
ciertos momentos, por los pecados manifiestos de ciertos reyes, el trono celestial no sufre merma por ello. Y
la prueba está en que es Dios quien levanta determinados instrumentos para ejecutar su castigo (2 Crónicas
12:5; 21:16; 22:7; 28:5; 33:11; 36:17), algo que ya se constató en el periodo de Jueces, lo cual significa que
si bien la nación puede estar al borde del colapso o en el colapso mismo, la soberanía de Dios permanece
intacta, pues es él quien sigue dirigiendo el curso de los acontecimientos. En esa soberanía, precisamente,
descansa la esperanza con la que termina el libro, ya que el decreto de Ciro obedece al impulso de Dios (2
Crónicas 36:22-23).