Aberastury Resumen
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Este período de la vida, como todo fenómeno humano, tiene su exteriorización carac-
terística dentro del marco cultural-social en el cual se desarrolla. El elemento sociocultural
influye con un determinismo específico en las manifestaciones de la adolescencia, pero tam-
bién tenemos que tener en cuenta que tras esa expresión socio cultural existe un basamento
psicobiológico que le da características universales.
La adolescencia está caracterizada fundamentalmente por ser un período de transi-
ción entre la pubertad y el estadio adulto del desarrollo y que en las diferentes sociedades este
período puede variar como varía el reconocimiento de la condición adulta que se la da al indi-
viduo. Existe como base de todo este proceso la característica propia del proceso adolescente
en sí, es decir, una situación que obliga al individuo a reformularse los conceptos que tiene
acerca de si mismo y que lo lleva a abandonar su auto imagen infantil y a proyectarse en el
futuro de su adultez.
El problema de la adolescencia debe ser tomado como un proceso universal de cam-
bio, de desprendimiento, pero que se teñirá con connotaciones externas peculiares de cada
cultura que lo favorecerán o dificultarán, según las circunstancias.
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El proceso de duelo es básico y fundamental. La estabilización de la personalidad no
se logra sin pasar por un cierto grado de conducta “patológica” que debemos considerar inhe-
rente a la evolución normal de esta etapa de la vida.
El concepto de normalidad no es fácil de establecer, ya que en general varía en rela-
ción con el medio socioeconómico, político y cultural. La normalidad se establece sobre las
pautas de adaptación al medio.
Anna Freud dice que es muy difícil señalar el límite entre lo normal y lo patológico en
la adolescencia y considera que en realidad toda la conmoción de este periodo de la vida debe
ser estimada como normal, señalando además que seria anormal la presencia de un equilibrio
estable durante el proceso adolescente.
Los procesos de duelo obligan a actuaciones que tienen características defensivas, de
tipo psicopático, fóbico o contrafóbico, maniaco o esquizoparanoide, según el individuo y sus
circunstancias. Es por ello que se puede hablar de una verdadera patología normal del ado-
lescente, en el sentido de que precisamente este exterioriza sus conflictos de acuerdo con su
estructura y sus experiencias.
La adolescencia es proceso, desarrollo y que por lo tanto su aparente patología debe
admitirse y comprenderse para ubicar sus desviaciones en el contexto de la realidad humana
que nos rodea.
La mayor o menor anormalidad de este síndrome normal se deberá en gran parte a
los procesos de identificación y de duelo que haya podido realizar el adolescente. En la me-
dida que vaya elaborando los duelos, que son en última instancia los que llevan a la identifi-
cación, el adolescente verá su mundo interno mejor fortificado y entonces esta normal
anormalidad será menos conflictiva y por lo tanto menos perturbadora.
Sintomatología
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2. La tendencia grupal
Es una de las formas típicas del pensamiento adolescente. La necesidad que la reali-
dad impone de renunciar al cuerpo, al rol y a los padres de la infancia así como a la bise-
xualidad que acompañaba a la identidad infantil, enfrenta al adolescente con una vivencia
de fracaso o de impotencia frente a la realidad externa. Esto lo obliga a recurrir al pensa-
miento para compensar las pérdidas que ocurren dentro de si mismo y que no puede evi-
tar. El fantasear y el intelectualizar sirven como mecanismos defensivos frente a estas si-
tuaciones de perdida tan dolorosas.
La intelectualización y el ascetismo han sido señalados por A. Freud como manifesta-
ciones defensivas típicas de la adolescencia. La función del ascetismo es mantener al ello
dentro de ciertos límites por medio de prohibiciones y la función de la intelectualización
consistiría en ligar los fenómenos instintivos con contenidos ideativos y hacerlos así acce-
sibles a la conciencia y fáciles de controlar.
Tal huida al mundo interior permite una especie de reajuste emocional, un “autismo”
positivo en el que se da un incremento de la intelectualización que lleva a la preocupación
por principios éticos, filosóficos y sociales, una teorizacion acerca e las grandes reformas
que pueden ocurrir en el mundo exterior. Este mundo exterior se va diferenciando cada
vez más del mundo interno y por lo tanto sirve también para defenderse de los cambios
incontrolables de este último y del propio cuerpo. Surgen entonces las grandes teorías filo-
sóficas, los movimientos políticos, las ideas de salvar a la humanidad, etc. También es en-
tonces cuando el adolescente comienza a escribir versos, novelas, cuentos, y se dedica a
actividades literarias, artísticas, etc.
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El adolescente puede manifestarse como un ateo exacerbado o como un místico muy
fervoroso, como situaciones extremas. Es común observar que un mismo adolescente pasa
incluso por periodos místicos o por periodos de un ateismo absoluto. Esto concuerda con
toda la situación cambiante y fluctuante de su mundo interno.
Las tan frecuentes crisis religiosas no son un mero reflejo caprichoso de lo místico sino
intentos de solución de la angustia que vive el yo en su búsqueda de identificaciones po-
sitivas y del enfrentamiento con el fenómeno de la muerte definitiva de parte de su yo
corporal. Además comienza a enfrentar la separación definitiva de los padres y también la
aceptación de la posible muerte de los mismos. El adolescente puede tener tanta necesi-
dad de hacer identificaciones proyectivas con imágenes muy idealizadas que le aseguren la
continuidad de la existencia de si mismo y de sus padres infantiles. La figura de la divini-
dad, de cualquier tipo de religión puede presentar para el una salida mágica de este tipo.
5. La Desubicación temporal
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Al ir aceptando su genitalidad inicia la búsqueda de la pareja en forma tímida pero
intensa. Comienzan los contactos superficiales, las caricias (cada vez mas profundas y mas
intimas) que llenan la vida sexual adolescente. El enamoramiento apasionado ocurre en la
adolescencia temprana y suele ser de gran intensidad (amor a primera vista), que no solo
puede no ser correspondido sino que incluso puede ser totalmente ignorado por la parte
amada de la pareja, como ocurre cuando ese ser amado es una figura idealizada (un actor
de cine, etc.).
La aceptación de la genitalidad surge con fuerza en la adolescencia impuesta por la
presencia difícil de negar de la menstruación o de la aparición del semen. Ambas funcio-
nes fisiológicas que maduran en este periodo de la vida imponen al rol genital la procrea-
ción y la definición sexual correspondiente.
Son las fantasías de penetrar o de ser penetrada el modelo de vinculo que se va a man-
tener durante toda la vida ulterior del sujeto, como expresión de lo masculino y de lo fe-
menino. Para ello las figuras de la madre y del padre son fundamentales y esenciales. La
ausencia o déficit de la figura del padre va a ser la que va a determinar la fijación en la ma-
dre y por lo tanto va a ser el origen de la homosexualidad tanto del hombre como de la
mujer.
Podemos ver el fenómeno de la evolución del autoerotismo a la heterosexualidad
(masturbación primero, como fase genital previa: actividad lúdica que lleva al aprendizaje,
que es el aprendizaje lúdico del otro sexo a través del toqueteo, bailes, juegos, deportes,
etc. lo que constituye también una forma de exploración.)
Cabe también aquí el problema de la curiosidad sexual expresada en el interés por las
revistas porno, el exhibicionismo y el vouyerismo se manifiestan en la vestimenta, cabello,
tipo de bailes, etc.
Es durante la adolescencia y como aspectos de la elaboración de la situación edípica
que pueden verse aspectos de conducta femeninas en el varón y viceversa, que son ex-
presiones de una bisexualidad no resuelta. Al ir elaborando el complejo de Edipo, en el va-
rón aparecen idealizaciones del padre que adquiere entonces las características de un ser
bueno y poderoso que permite visualizar los sentimientos que tiene el adolescente hacia
su padre real y que va a poder manejar en la relación adulta con el mismo. Puede identifi-
carse entonces con los aspectos positivos del padre, superar el temor a la castración por
medio de realizaciones y logros diversos, completar sus estudios o su aprendizaje del tra-
bajo, aceptar sus progresos que son los que le mostraran que es en realidad el mismo
quien tiene potencia y capacidad creativa.
En la niña, al elaborar su situación edípica, puede aceptar la belleza de sus atributos
femeninos y también realizarse en el trabajo o en el estudio de una manera netamente
femenina, aceptando que su cuerpo no ha sido destruido ni vaciado pudiendo entonces
identificarse con los aspectos positivos de la madre. Hay por supuesto un fenómeno espe-
cífico de la mujer que es el de la menarca vivida como algo peligroso, dañino y que refuer-
za todas las fantasías destructivas y persecutorias.
Es normal que en la adolescencia aparezcan periodos de predomino de aspectos fe-
meninos en el varón y masculinos en la niña. Es necesario tener siempre presente el con-
cepto e bisexualidad y aceptar que la posición heterosexual adulta exige un proceso de
fluctuaciones y aprendizaje en ambos roles.
En la búsqueda de definición genital el adolescente suele tener que pasar por periodos
de homosexualidad, que pueden ser la expresión de una proyección de la bisexualidad
perdida y anhelada en otro individuo del mismo sexo. De esta manera podrá en su fantasía
recuperar el sexo que esta perdiendo en su proceso de identificación genital. Estas expe-
riencias de exploración tienen como finalidad encontrar órganos capaces de reproducir la
relación perdida con la madre, van a ir configurando en el esquema corporal la imagen del
aparato genital, formando además una identidad genital adulta con capacidad procreativa,
independencia real y capacidad de formar una pareja estable en su propio espacio y en su
propio mundo.
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7. Actitud social reivindicatoria
La conducta del adolescente esta dominada por la acción. Él no puede mantener una
línea de conducta rígida, permanente y absoluta, aunque muchas veces lo intenta y la bus-
ca. Una línea de conducta determinada indicaría una alteración de la personalidad del ado-
lescente. Por eso es que hablamos de una normal anormalidad, de una inestabilidad
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permanente del adolescente. Es el mundo adulto el que no tolera los cambios de conduc-
ta del adolescente.
El duelo por los padres de la infancia es uno de los duelos fundamentales que tiene
que elaborar el adolescente. Por lo tanto una de las tareas básicas concomitantes a la
identidad del adolescente es la de ir separándose de los padres, lo que esta favorecido
por el determinismo que los cambios biológicos imponen en este momento del individuo
(por Ej. la capacidad efectora de los genitales).
La presencia internalizada de buenas imágenes parentales, con roles bien definidos y
una escena primaria amorosa y creativa permitirá una buena separación de los padres, un
desprendimiento útil y facilitara el pasaje a la madurez, para el ejercicio de la genitalidad
en el plano adulto. Gran parte de la relación con los padres esta disociada y estos son vivi-
dos como figuras muy malas o muy buenas. Las identificaciones se hacen entonces con
sustitutos parentales. Es así como aparecen relaciones fantaseadas con maestros, héroes
reales o imaginarios, compañeros mayores, etc. que adquieren características parentales y
pueden establecer relaciones que en ese momento satisfacen más.
Resumiendo…
Poder aceptar la anormalidad habitual en el adolescente vista desde la personalidad
idealmente sana o adulta permitirá un acercamiento más productivo a este periodo de la
vida. Podrá determinar el entender al adolescente desde el punto de vista adulto, facilitán-
dole su proceso evolutivo hacia la identidad que busca y necesita.
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Se produce en esta época una actividad masturbatoria intensa como un intento de
descargar las tensiones genitales y también para negar omnipotentemente que se dispone de
un solo sexo y que para la unión se necesita de otra parte (por eso la masturbación siempre
deja un remanente de angustia), tiene el significado de una negación maníaca acompañada de
fantasías de unión.
La elaboración del duelo conduce a la aceptación del rol que la pubertad le marca. Sur-
gen defensas cuyo fin es negar la perdida de la infancia. La angustia y los estados de desper-
sonalización tienen el fin defensivo de no aceptar que es en el propio cuerpo que se están
produciendo esos cambios.
Los duelos
1. Duelo por el cuerpo infantil: el individuo asiste pasivamente a todas las modifica-
ciones que se van dando sobre su cuerpo, creando un sentimiento de impotencia y
desplaza su rebeldía a la esfera del pensamiento. Tiene una mente aun en la infancia
en un cuerpo que se va haciendo adulto.
2. Duelo por la identidad y por el rol infantil: hay una confusión de roles ya que al
no poder mantener la dependencia infantil y no poder asumir la independencia adulta,
el adolescente sufre un fracaso de personificación, delegando en los padres las obliga-
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ciones y responsabilidades y en el grupo la mayoría de sus atributos. Queda su propia
personalidad fuera de todo el proceso de pensamiento. Por los mecanismos de nega-
ción del duelo y de identificación proyectiva con sus coetáneos y sus padres pasa por
periodos de confusión de identidad. El pensamiento comienza a funcionar con las ca-
racterísticas grupales que le permiten mayor estabilidad (por agrandamiento del yo).
La exageración o fijación de este proceso por la no elaboración del duelo por la identi-
dad y por el rol infantil explica las conductas psicopaticas e desafecto y crueldad con el
objeto e induce a la actuación y falta de responsabilidad. El psicópata maneja a las per-
sonas como objetos, con desconsideración y sin culpa.
BIBLIOGRAFÍA
Arminda Aberastury, Mauricio Knobel, Paidos, 2014
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