Hannah Arendt
Hannah Arendt
Hannah Arendt
Hannah Arendt, considerada una de las grandes pensadoras del siglo XX, nace en
Alemania, en 1906. Pensadora judeo-alemana, sufrió la convulsionada persecución del
régimen Nazi de aquellos años, pasando por el tormento y el terror vivo de los campos de
concentración, de donde logra escapar, emigrando a Estados Unidos donde vive y
adquiere la nacionalidad en 1951 hasta su deceso en 1975.
En medio de un escenario inestable, Arendt hace una serie de preguntas, siendo una de
sus ideas constantes la de la política. Partiendo de un hecho imperioso sobre, ¿qué es la
política?, cito, “trata del estar juntos y los unos con los otros los diversos”, tomando como
eje la pluralidad humana definida como la condición de la acción humana que responde a
que todos somos humanos, con diferencia en que nadie es igual a otro que haya pasado,
pase o pasará por la faz de la tierra. Este acaecimiento, de los individuos únicos y
diferenciados per se, es lo que la política ha de conservar. Conforme desarrolla su idea,
busca apartarse de ciertas propuestas teoréticas que tan solo buscan encasillar la
pluralidad a mera voluntad general o en su defecto a una idea compartida del bien. Ipso
facto, siguiendo con su búsqueda, pretende encontrar porqué no se ha encontrado dónde
surgió la política de manera clara: lo postulado por Hobbes (y que ha de responder a la
representación monoteísta de Dios), “state of nature as a war of all against all”, y lo
postulado por Aristóteles, “zoon politikon”, donde Arendt sostiene que política nace en el
entre los hombres y se establece como relación, ergo, completamente fuera del hombre.
Siguiendo con los lineamientos de esta autora, manifiesta la necesidad imperante de crear
un espacio público mediante la acción concertada (participación) entre las personas. La
política, entendida por Arendt, habita en ese espacio público donde reside la libertad. Es
cuando plantea si la política sigue teniendo sentido alguno, basándose en dos
acontecimientos que marcaron el contexto histórico, el totalitarismo, que supone la
enajenación de la libertad, suponiendo así la politización de la vida entera del hombre; y el
desarrollo de las nuevas posibilidades de exterminio, desplegadas por los propios Estados
y compromete la libertad y de sobremanera la existencia del conjunto de vida. La propia
cuestión, busca meditar si tanto política y supervivencia en este punto se encuentran
ligados, y si la política ha comenzado por auto aniquilarse, haciendo hincapié en lo
mencionado por la pensadora occidental, “[…] está mucho más próximo al sentir de los
pueblos, que se consideran amenazados en todas partes por la política, y donde
precisamente los mejores se apartan conscientemente de ella, preguntar a sí mismos y a
los demás si: ¿tiene la política todavía algún sentido?”. La esperanza de la política se
localiza figurativamente en manos de los hombres, eo ipso, y entiéndase a esto como un
milagro, alejado de la concepción de fe anexada intrínsecamente por convención al
mismo, “improbabilidad infinita”, traducido en términos de libertad como poder
comenzar de nuevo, que vendría a ser espontaneidad en términos kantianos.
No obstante, a manera de dibujar un proceso primigenio a fin de dar respuesta a la
primerísima pregunta de ¿Qué es la política?, Arendt se remonta al régimen de
convivencia griega, donde ser libre y vivir en la polis era lo mismo, aludiendo a que el
significado originario de las experiencias políticas, donde la vida activa en el ágora, la vida
del ciudadano, era la única vida digna de tal nombre. La liberación prepolítica debía estar
constituido por la coacción y la fuerza, ergo, desprender las necesidades mundanas,
convirtiéndose en libertad política, un sitio entre iguales, manifestando que la política es
producida por hombres, producto – acción, y donde la valentía se establece como la
primera de las virtudes políticas, propiciada por su emerger en el debate entre los iguales,
por medio de la palabra y la persuasión. Continuando con esta suerte de devenir histórico,
se sitúa la instauración de la academia de Platón como espacio institucional de libertad, en
un marco restringido (nuevo espacio de libertad); confronta y rivaliza con el espacio del
ágora, espacio donde se situaba el doxa para Arendt. Platón, al afirmarse filósofo, era
quien podía acceder a lo cognoscible del mundo de las ideas, un hombre aislado dueño de
la verdad, suprimiendo todo debate político. Caso conexo a lo anterior, puede
vislumbrarse en el pensamiento cristiano; la Iglesia, erigido como nuevo espacio, no
político (dogmático). La injerencia de la política secular en la política cristiana persigue que
el lugar de reunión, la Iglesia, se encuentre protegida del exterior, asimismo de evitar la
transformación en un mundo aparte, uno político.
Enfocándose más en su contexto próximo, aborda que en la modernidad ocurre un
intercambio de ámbitos, de lo religioso en lo privado, y de la vida y sus necesidades a lo
público. El hecho disgregó en lo decisivo la libertad y política. La constitución de una
“felicidad” pasó al plano de las fuerzas productivas, al desarrollo de la labor en la vida.
Para Arendt acontece el relego de la concepción antigua, de la soberanía del pueblo, por
el de un Estado, una función de la sociedad y mal necesario. Se impuso amparo a la
violencia, atributo ligado del Estado, y la acción política, como medio para controlar el uso
que haga el Estado de esa violencia. Agrega, casi concluyendo que, “la pregunta por el
sentido de la política se refiere actualmente a la amenaza que la guerra y las armas
atómicas representan para el hombre. Por lo tanto, es esencial al asunto que empecemos
nuestras consideraciones por la cuestión de la guerra”.