Venga A Nosotros Tu Reino
Venga A Nosotros Tu Reino
Venga A Nosotros Tu Reino
El Espíritu Santo hace que nosotros amemos, deseemos y pidamos rectamente, y produce en
nosotros el temor de Dios, el cual nos lleva a suplicar que Su Nombre sea santificado, tal como
vimos en la primera petición. Pero, otro don que nos otorga el Espíritu Santo es el don de
piedad. Gracias a este don, no nos contentamos con respetar y temer a Dios, sino que
buscamos y deseamos con cariñoso afecto que su reino venga. De esto habla Tito 2, 12-13:
“Vivamos en este mundo justa y piadosamente, aguardando la feliz esperanza y la aparición de
la gloria del gran Dios”. Pero alguien puede objetar: El reino de Dios ha existido siempre, ¿por
qué, entonces, pedimos que venga? A esta pregunta damos tres respuestas:
1. Porque ocurre a veces que un rey tiene solamente el derecho de reinar, pero al no haber
sido proclamado aún como rey, pues los habitantes de ese reino aún no se le han sometido a
dicho rey. Así que, el reino de Dios tendrá su culmen cuando comience a ponerse de
manifiesto; es decir, cuando Jesucristo, finalmente, venga a juzgar y reine perfectamente. Así
que, sabemos que Dios de por sí, por su propia naturaleza, es Señor de todas las cosas; pero
muchos no se le someten aún, sino hasta el fin de los tiempos. Por eso dice 1 Cor 15, 25:
“Cristo tiene que reinar hasta que Dios ponga a todos los enemigos bajo los pies de Él”. Por eso
es que pedimos: “Venga a nosotros tu reino”.
2. Porque el reino de los cielos quiere decir la gloria del paraíso. Esto no es difícil de explicar,
porque Reino no quiere decir otra cosa que gobierno; y este gobierno logra su perfección
cuando nada ya se realice contra la voluntad del que reina. Ahora bien, la voluntad de Dios es
la salvación de los hombres, puesto que Él quiere que todos se salven; tal voluntad será en el
paraíso donde se cumpla de manera perfecta, porque allí nada habrá que se oponga a la
salvación de los hombres, puesto que ya están salvados. En cambio, en este mundo sí hay
muchas cosas contrarias a esta salvación. Por lo tanto, en esta petición rogamos a Dios, que
seamos partícipes del reino celestial; es decir, que seamos partícipes de la gloria del paraíso,
esto es, rogamos a Dios ser salvados.
3. Porque en este mundo vemos que reina el pecado. Esto ocurre cuando el hombre está
predispuesto y sometido a sus apetitos carnales. Por esto dice San Pablo en Rom 6, 12: “Que
no reine el pecado en vuestro cuerpo mortal”. Sin embargo, es Dios quien quiere reinar en tu
corazón. Esto vemos que Dios nos dice en Is 7, 7: “Sión, tu Dios reinará”. Así que cuando
hacemos esta petición, estamos rogando a Dios que quien reine en nosotros no sea el pecado
sino Él.
Primero, ¿qué entendemos por Reino de Dios? Por Reino de Dios entendemos un triple reino
espiritual: el reino de Dios en nosotros, que es la gracia de Dios; el reino de Dios en la tierra,
que es la Iglesia Católica; y el reino de Dios en el cielo, que es la bienaventuranza.
Segundo, con respecto a reinar en nosotros, ¿qué pedimos en orden a la gracia con las
palabras Venga a nosotros Tu Reino? Pues en orden a la gracia, pedimos que Dios reine en
nosotros con su gracia santificante, por la cual se complace de morar en nosotros como rey en
su corte; y a la vez, pedimos que nos conserve unidos a sí con las virtudes de la Fe, la
Esperanza y la Caridad, por las cuales reina en nuestro entendimiento, en nuestro corazón y en
nuestra voluntad.
Tercero, con respecto a reinar en la tierra, ¿qué pedimos en orden a la Iglesia con las palabras
Venga a nosotros Tu Reino? Pues en orden a la Iglesia, pedimos que se extienda y se propague
por todo el mundo para salvar a todos los hombres.
Y cuarto, con respecto a reinar en el cielo, ¿qué pedimos en orden a la gloria con las palabras
Venga a nosotros Tu Reino? Pues en orden a la gloria, pedimos ser un día admitidos en el
cielo, en la bienaventuranza, para lo cual fuimos creados; donde seremos completamente
felices.
1. Por la gran justicia que se da en él, pues en este mundo los malos andan revueltos con los
buenos. Allí no se encontrará ningún malo, ningún pecador, y ningún mal.
2. Por la perfecta libertad. Esto se deberá porque la voluntad de Dios será la voluntad de
todos. Dios querrá lo que los santos quieran, y los santos querrán lo que quiere Dios. Por
consiguiente, al cumplirse la voluntad de Dios se cumplirá la de todos los santos.
3. Por su maravillosa abundancia. Porque sólo en Dios hallará el hombre todas las cosas de un
modo más sublime y perfecto que como se encuentran en el mundo. Si buscas deleites, lo
tendrás sumo en Dios; si buscas riquezas, en Dios hallarás la absoluta opulencia de donde
manan las riquezas. Y así, todo cuanto desees, lo hallarás en su plenitud en Dios.