Sacramento de La Confirmación
Sacramento de La Confirmación
Sacramento de La Confirmación
Este sacramento es considerado como el pentecostés personal, ya que por medio de este se recibe la
efusión del Espíritu Santo en nuestras vidas. Este forma parte de los sacramentos de iniciación,
conjuntamente con el de Bautismo y Comunión. La confirmación es el inicio del crecimiento espiritual
necesario para continuar el camino, pero en esta ocasión ya revestidos por la fuerza del Espíritu Santo.
En el numeral 1316 del catecismo de la Iglesia Católica nos dice: “La Confirmación perfecciona la
gracia bautismal; es el sacramento que da el Espíritu Santo para enraizarnos más profundamente en la
filiación divina, incorporarnos más firmemente a Cristo, hacer más sólido nuestro vínculo con la
Iglesia, asociarnos todavía más a su misión y ayudarnos a dar testimonio de la fe cristiana por la
palabra acompañada por las obras”
También en el numeral 11 de la constitución dogmática lumen gentium, nos dice: “Por el sacramento de
la confirmación se vinculan más estrechamente a la Iglesia, se enriquecen con una fortaleza especial del
Espíritu Santo, y de esta forma se obligan con mayor compromiso a difundir y defender la fe, con su
palabra y sus obras, como verdaderos testigos de Cristo. Participando del sacrificio eucarístico, fuente y
cima de toda vida cristiana, ofrecen a Dios la Víctima divina y a sí mismos juntamente con ella; y así,
tanto por la oblación como por la sagrada comunión, todos toman parte activa en la acción litúrgica, no
confusamente, sino cada uno según su condición. Pero una vez saciados con el cuerpo de Cristo en la
asamblea sagrada, manifiestan concretamente la unidad del pueblo de Dios aptamente significada y
maravillosamente producida por este augustísimo sacramento.”
La confirmación nos concede tres gracias especiales:
1. Aumenta la gracia santificante y por lo tanto se aumenta de este modo nuestra amistad con Dios
2. Otorga a la persona que se confirma el Espíritu Santo con sus siete dones
3. Otorga el carácter o señal espiritual que indica que por el resto de nuestras vidas seremos apóstoles
de Jesucristo.
*SIGNOS*
Imposición de las manos sobre los confirmados La imposición de las manos es uno de los gestos más
repetidos en la Biblia y en la liturgia sacramental cristiana para significar la transmisión de poderes, la
bendición, el perdón o la identificación de una persona. Su sentido queda concretado por las palabras
que acompañan al signo en cada caso. «Yo te absuelvo de tus pecados» en el Sacramento de la
Penitencia. «Te pedimos que santifiques estos dones con la efusión de tu Espíritu, de manera que sean
para nosotros Cuerpo y Sangre de Jesucristo, nuestro Señor», en la Plegaria Eucarística. «… Escucha
nuestra oración y envía sobre ellos el Espíritu Santo Paráclito», en el sacramento de la Confirmación.
En el sacramento de la Confirmación, por la imposición de las manos sobre los confirmandos, hecha
por el Obispo y, en su caso, por aquellos sacerdotes que van a ayudar al Obispo en la administración de
la confirmación, se actualiza el gesto bíblico, con el que se invoca el don del Espíritu Santo. En la
oración que acompaña a esta primera imposición de las manos se pide a «Dios Todopoderoso, Padre de
nuestro Señor Jesucristo» para estos confirmandos «que regeneraste por el agua y el Espíritu Santo»
(alusión al Bautismo) el Espíritu Santo Paráclito, con el espíritu de sabiduría, inteligencia, consejo,
fortaleza, ciencia, piedad, y finalmente, «cólmalos del espíritu de tu santo temor». Y la segunda
imposición de la mano se hace con la unción del crisma. Unas manos extendidas hacia una persona y
unas palabras que oran.
Las manos elevadas, apuntando al don divino, y a la vez mantenidas sobre una persona, expresando la
aplicación y atribución del don divino a estas criaturas. Por una parte, invocamos humildemente la
fuerza de Dios, de quien dependemos, la fuerza del Espíritu Santo. Por otra parte, nos damos cuenta de
que los dones de Dios nos vienen en la Iglesia y por la Iglesia. La Iglesia es siempre el lugar donde
florece el Espíritu. La mano poderosa de Dios que bendice, consagra o inviste de autoridad, es
representada sacramentalmente por la mano del ministro de la Iglesia, extendida con humildad y
confianza en este caso sobre los confirmandos. Cuando el ministro realiza este gesto simbólico de la
imposición de las manos, se convierte en instrumento de la transmisión misteriosa de la salvación de
Dios. Y cuando los confirmandos ven realizada sobre ellos esta acción simbólica, además de alegrarse
se sienten interpelados, porque se están asegurando la cercanía de Dios, y que el Espíritu Santo sigue
actuando en todo momento como «Señor y dador de vida».
*Crisma. Crismación.*
El crisma es un ungüento aromático, mezcla de aceite y bálsamo oloroso, con el que se unge o se da
masaje. En el Antiguo Testamento se empleaba la unción para expresar la fuerza que Dios comunicaba
a las personas que empezaban una misión para su pueblo: los reyes, como David, los sacerdotes, como
Aarón, los profetas, como Eliseo El auténtico Ungido es Jesús de Nazaret. El ha recibido la misión de
Mesías, y por eso recibe la unción del Espíritu Santo. Después, los creyentes en Cristo recibimos
también la unción del Espíritu. El crisma lo consagra el Obispo rodeado de su presbiterio en la Misa
crismal. “Te pedimos, Señor, que te dignas santificar con tu bendición este óleo y que, con la
cooperación de Cristo, tu Hijo, de cuyo nombre le viene a este óleo el nombre de crisma, infundas en él
la fuerza del Espíritu Santo con la que ungiste a sacerdotes, reyes, profetas y mártires y hagas que este
crisma sea sacramento de la plenitud de la vida cristiana para todos los que van a ser renovados por el
baño espiritual del bautismo. Haz que los consagrados por esta unción, libres del pecado en que
nacieron, y convertidos en templo de tu divina presencia, exhalen el perfume de una vida santa; que,
fieles al sentido de la unción, vivan según su condición de reyes, sacerdotes y profetas, y que este óleo
sea para cuantos renazcan del agua y del Espíritu Santo, crisma de salvación y les haga partícipes de la
vida eterna y herederos de la gloria celestial. En la celebración del Bautismo, después de la inmersión o
efusión del agua, el celebrante unge con el crisma la coronilla del bautizado, significando su
incorporación al sacerdocio de Cristo. «Dios Todopoderoso, te consagre con el crisma de la salvación
para que entres a formar parte de su pueblo y seas para siempre miembro de Cristo, sacerdote, profeta y
rey».
El sacramento de la Confirmación se confiere mediante la unción del crisma en la frente, que se hace
con la imposición de la mano, y mediante las palabras «Recibe por esta señal el don del Espíritu
Santo». En Oriente este sacramento se llama «Crismación». “La unción del santo crisma después del
Bautismo, en la Confirmación y en la Ordenación, es el signo de la consagración. Por la Confirmación,
los cristianos, es decir, los que son ungidos, participan más plenamente en la misión de Jesucristo y en
la plenitud del Espíritu Santo que éste posee, a fin de que toda su vida desprenda «el buen olor de
Cristo». Por medio de esta unción, el confirmando recibe «la marca», el sello del Espíritu Santo. *“Por
él también vosotros, una vez oída la palabra de la verdad -el Evangelio de nuestra salvación-, al haber
creído, fuisteis sellados con el Espíritu Santo prometido” (Efe 1:13) *
*LOS PADRINOS*
La constitución apostólica *“DIVINAE CONSORTIUM NATURAE”* sobre el sacramento de la
confirmación, en numeral 6, nos explica los requisitos que se deben de poseer para ser un padrino de la
confirmación.
Los pastores de almas procurarán que el padrino, elegido por el confirmando o por su familia, sea
espiritualmente idóneo para el oficio que recibe, y esté revestido de estas dotes:
1. Tenga madurez suficiente para cumplir esta función;
2. Pertenezca a la Iglesia católica y esté iniciado en los tres sacramentos: Bautismo, Confirmación y
Eucaristía;
3. No esté impedido por el derecho a ejercer la función de padrino.
La Confirmación es una gran puerta que se abre para entrar a un lugar de paz y gozo espiritual. Es
entrar junto con el Espíritu Santo a vivir en el mundo del Padre. Somos invitados por él a comunicarnos
con nuestro Padre y con su Hijo Jesucristo. Lamentablemente, no se le está dando la importancia
necesaria a tan vital sacramento dentro del caminar del creyente y meramente se ha convertido en un
requisito que se debe de cumplir, y nos privamos de recibir en todo su esplendor al Espíritu Santo.