Dónde y Cómo Nació Jesús

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¿Dónde y cómo nació Jesús?

01 de abril de 2006
Juan Chapa
 
De los evangelistas, Mateo y Lucas nos dicen que Jesús nació
en Belén (ver la pregunta: ¿Jesús nació en Belén o en
Nazaret?). Mateo no precisa el lugar, pero Lucas señala que
María, después de dar a luz a su hijo, “lo recostó en un
pesebre, porque no había lugar para ellos en el aposento” (Lc
2,7). El “pesebre” indica que en el sitio donde nació Jesús se
guardaba el ganado. Lucas señala también que el niño en el
pesebre será la señal para los pastores de que allí ha nacido el
Salvador (Lc 2,12.16). La palabra griega que emplea para
“aposento” es katályma. Designa la habitación espaciosa de las
casas, que podía servir de salón o cuarto de huéspedes. En el
Nuevo Testamento se utiliza otras dos veces (Lc 22,11 y Mc
14,14) para indicar la sala donde Jesús celebró la última cena
con sus discípulos. Posiblemente, el evangelista quiera señalar
con sus palabras que el lugar no permitía preservar la intimidad
del acontecimiento. Justino (Diálogo con Trifón 78) afirma que
nació en una cueva y Orígenes (Contra Celso 1,51) y los
evangelios apócrifos refieren lo mismo (Protoevangelio de
Santiago 20; Evangelio árabe de la infancia 2; Pseudo-
Mateo 13).

La tradición de la Iglesia ha trasmitido desde muy pronto el


carácter sobrenatural del nacimiento de Jesús. San Ignacio de
Antioquia, hacía el año 100, lo afirma al decir que “al príncipe
de este mundo se le ocultó la virginidad de María, y su parto,
así como también la muerte del Señor. Tres misterios
portentosos obrados en el silencio de Dios” (Ad Ephesios 19,1).
A finales del siglo II, San Ireneo señala que el parto fue sin
dolor (Demonstratio Evangelica 54) y Clemente de Alejandría,
en dependencia ya de los apócrifos, afirma que el nacimiento
de Jesús fue virginal (Stromata 7,16). En un texto del siglo IV
atribuido a San Gregorio Taumaturgo se dice claramente: “a1
nacer (Cristo) conservó el seno y la virginidad inmaculados,
para que la inaudita naturaleza de este parto fuese para
nosotros el signo de un gran misterio” (Pitra, “Analecta Sacra”,
IV, 391). Los evangelios apócrifos más antiguos, a pesar de su
carácter extravagante, preservan tradiciones populares que
coinciden con los testimonios arriba señalados. La Odas de
Salomón (Oda 19), la Ascensión de Isaías (cap. 14),
el Protoevangelio de Santiago (cap. 20-21) y el Pseudo-
Mateo (cap. 13) refieren cómo el nacimiento de Jesús estuvo
revestido de un carácter milagroso.

Todos estos testimonios reflejan una tradición de fe que ha


sido sancionada por la enseñanza de la Iglesia y que afirma
que María fue virgen antes del parto, en el parto y después del
parto: “La profundización de la fe en la maternidad virginal ha
llevado a la Iglesia a confesar la virginidad real y perpetua de
María (cf. DS 427) incluso en el parto del Hijo de Dios hecho
hombre (cf. DS 291; 294; 442; 503; 571; 1880). En efecto, el
nacimiento de Cristo ‘lejos de disminuir consagró la integridad
virginal’ de su madre (LG 57). La liturgia de la Iglesia celebra a
María como la ‘Aeiparthenos’, la ‘siempre-virgen’ (cf. LG 52)”
(Catecismo de la Iglesia Católica, n. 499).

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