Black #2
Hace 5 años
S
omos vasijas hechas para amar. Amor, esa palabra era tan extraña para
una persona como yo, alguien que nunca había experimentado los
verdaderos sentimientos de tal palabra. La gente habla muy bien de eso,
la gente mata por eso, pero ¿vale la pena? El mundo tiene tal ideal del amor, en el que
eso puede cambiarlo todo, y todo puede arreglarse si lo tienes.
No era un creyente, ni siquiera entendía la palabra. Para mí, solo era eso, una
palabra. Nada más.
Nadie me amaba, nadie correría el riesgo de amarme. Era un pedazo de humano
dañado y roto… un destructor. Mi trabajo consistía en alejar a las personas de aquellos
a los que amaban, incluso era contratado por personas que afirmaban amar a las
personas a las que me enviaban a destruir. A pesar de que los querían muertos.
No lo entendía; todavía no lo hago.
Pero ella me hizo creer.
Me hizo creer que había más que la oscuridad.
Ella me llevó a un lugar con color, un lugar que estaba en este momento. El
mundo era frío, mis ojos se cerraban constantemente, e intenté con todo lo que tenía
mantenerlos abiertos… por ella. Todo era por ella. Pero la oscuridad me hundió,
absorbiéndome en su tejido infinito. Ella brillaba intensamente cuando mis ojos se
cerraron, como si estuviera justo frente a mí. Sus expresiones faciales estaban escritas
por toda su cara, por cada vez que habíamos estado juntos. Cuando teníamos dieciséis
años, hasta la primera vez que se dio cuenta que era yo. Cuando ella se deshacía debajo
de mí, hasta sus suaves labios rosados. Pero eran los ojos, sus ojos, los que siempre
miraba. El azul en ellos, la forma en que podía ver tanto reflejado en ellos. Como si
estuvieran hechos para verme solo a mí, para amarme solo a mí.
Luego desapareció, y todo se volvió negro…
Presente
Dañado…
La gente usa esta palabra por varias razones. Algunos no entienden
completamente el significado de tal palabra. Lo que realmente significa para alguien,
para algunos causa un gran dolor. Pero para otros, es solo una palabra.
Dañado…
Ahí está otra vez, esa palabra. Me atormenta. Inflige un dolor silencioso por
sí misma. Y nadie se enteraría.
Dañado…
Es una palabra que la gente usaría para describirme.
Dañado…
Es una palabra que me explica, porque eso es exactamente lo que soy:
mercancía dañada.
Algunas personas pensarán en esta palabra y mirarán un objeto roto y asumirán
que está dañado. Para algunos, eso es todo lo que dice la palabra. Para otros, tiene un
significado completamente nuevo: personas con ansiedad, personas con depresión. Y
luego estoy yo. Alguien que tiene grietas tan profundas en sus huesos que ya no
pueden ver nada reparable. Roto… dañado. Eso es todo lo que hay para describirme.
Nada más.
He vivido con este sentimiento durante los últimos cinco años. Me he sentido
de alguna manera dañado, de alguna manera algo irreparable. Como si algo faltara,
pero ¿qué? Esa es la pregunta.
Las personas alrededor de mí intentan ayudarme a eliminar esa sensación,
intentan decirme lo importante que soy. Cuánto me extrañan. Cómo están
preocupados por mí. Nada de eso se siente real, se siente mal. ¿Dicen la verdad?
Conozco bien a estas personas, mienten, engañan, roban y matan. ¿Qué tan certera es
su palabra?
Personalmente, no creo que valga mucho.
Sin embargo, parecen ser todo lo que tengo en este mundo. Aunque, creo que
no necesito a nadie. Tengo esta sensación de que estoy más contento cuando estoy
solo. Es tranquilo, y no hay tantos demonios. Cuando estoy con gente, pienso que es
falso, poco realista, no mi tipo de personas.
Intentan hacerme creer. De otra manera, lo he visto en sus ojos. Quieren que
crea lo que sea que estén diciendo. Sin embargo, es difícil, cuando en lo más profundo
de mis huesos está incrustado el sentimiento de que están mintiendo.
He estado con ellos por cinco años, cinco años y siempre lo he cuestionado.
Siempre responden, con un vistazo rápido a otra persona. Me doy cuenta de todo. Las
miradas de soslayo cuando hablo, lo cual no es frecuente. La forma en que veo sus
susurros. Su lenguaje corporal, como si estuvieran siempre en guardia alrededor de
mí. Alguien que debería ser su hermano.
La duda se está hundiendo cada vez más y más, y tengo la intención de
descubrir por qué. Por qué la duda se pega a mis huesos como pegamento. Por qué
siento que algo, o posiblemente alguien me está faltando.
Rota…
Así es como estoy, mis piezas jamás podrán arreglarse. Mis piezas están
destrozadas en un millón de fragmentos.
Rota…
¿Cómo arreglas tal cosa cuando has intentado tanto hacerlo?
Digo que estoy bien, digo que puedo superar esto.
Simplemente he estado sobrellevándolo, no viviendo.
Día tras día, así es cómo lo tomo. Incluso después de cinco años, tantas piezas
están rotas.
Un día puede que se arreglen solas, por otro lado, puede que no.
¿Tal vez así sea la manera en que tenga que permanecer? ¿Tal vez ese sea mi
castigo?
Tal vez tengo que permanecer rota, por un vida llena de dolor.
P um. Pum. Pum. Es el sonido de mi corazón latiendo con fuerza en mi
pecho.
Pum. Pum. Pum. Aún más fuerte, el sonido de su corazón
latiendo desde su pecho. Su cuello está debajo de mi bota, sus ojos tan amplios como
platillos. Está aterrado y debería estarlo.
Él intenta hablar, pero las palabras no pueden dejar su boca, gasolina está
siendo vertida en su garganta. Se ahoga, escupe. Nada funciona mientras ésta sigue
bajando por su despreciable cuerpo. Ahora su cuerpo comienza a sacudirse, sus manos
intentan agarrar mis piernas. Están clavadas en el piso de madera, con tres clavos en
cada mano. La sangre cubre el piso. Casi se libera, su carne rompiéndose y
desgarrándose en el proceso para detener la gasolina.
De detengo y doy un paso atrás, él llora aliviado. Escupiendo lo que sea que
queda en su boca.
—Sabía que te enviarían —dice, sus ojos miran a los míos y luego vuelven al
techo. No le respondo. Hablar no es algo que me guste hacer en general, mucho menos
cuando planeo torturar a alguien hasta la muerte—. Fui un tonto al creer que no me
encontrarías. —Sus ojos se cierran—. Tu reputación te precede, Trace. —Sus ojos
vuelven a abrirse, él me mira y comienza a hablar de nuevo. No me gusta, no me gusta
lo que hace o lo que representa, y se merece todo lo que le va a pasarle—. Dicen, una
vez un tonto, siempre un tonto, ¿verdad? —comienza a toser, la gasolina llegando a
sus pulmones.
El martillo cae sobre su rótula. El chasquido del hueso siendo el sonido del
dolor y sufrimiento. Es todo lo que merece y más. Sus gritos se detienen, y cuando lo
miro, su boca cuelga abierta, sus ojos cerrados con fuerza, la sangre filtrándose por
todas partes de su cuerpo. Se ha desmayado, el dolor demasiado insoportable para él.
Oigo mi teléfono sonar, está sobre la mesa detrás de mí. Quiero ignorarlo. Elijo
ignorar la mayoría de las llamadas que han venido desde que llegué, el teléfono
vibrando y sonando constantemente. Comienza de nuevo, consistentemente.
—¿Ya está hecho? —son sus primeras palabras.
—Lo estará. —Luego cuelgo. No le va a gustar, pero tendrá que lidiar con ello.
—Ya no más, por favor —suplica. Me giro para mirar a este patético hombre
clavado al piso, sus ojos están llenos de lágrimas. Y no sostienen mi mirada por mucho
tiempo, él sabe por qué está aquí. Agarro la foto que tengo en el bolsillo, me observa
con cautela, inseguro de lo que está por venir. Me inclino y sostengo la foto cerca de
su rostro, de modo que no tiene otra opción que observarla—. No la toqué. No sé
quién es. —Acaba de delatarse, la chica de la foto podría haber significado cualquier
cosa, excepto que sus primeras palabras fueron “No la toqué”, ahí es donde se
equivocó.
Él lo nota de inmediato. Su cabeza comienza a sacudirse, el martillo en mi
mano se siente ligero, como un cuchillo. Lo levanto y le rompo la mano derecha.
Llora, como sospecho, la joven habría llorado. Él merece algo peor.
El padre de la chica tiene conexiones y dinero. Este hombre salió con ella,
luego la usó. No se dio cuenta quién era su padre y cuán bien se le conoce. Así que
ahora pagará el precio, con sangre.
Me levanto y camino hacia su otro lado. Justo cuando me inclino, él se inclina,
su cara tan cerca de la mía, su aliento apestando de la gasolina que vertí por su
garganta, mezclado con el olor a cobre de su sangre.
—¡Habla cabrón, habla de una jodida vez! —Con un crujido, el martillo golpea
su otro puño—. Voy a aplastar cada hueso de tu cuerpo, voy a hacerte sentir el dolor
que una vez provocaste, mil veces peor.
—Ya lo has hecho —grita.
—¡No lo he hecho! —respondo a medida que el martillo desciende y aplasta
su codo.
Aplasto tantos huesos en su cuerpo como puedo mientras él grita, llora y se
desmaya después de cada golpe. Cuando es hora y no queda nada más, ninguna pelea
en él, meto una bala en su cerebro.
—Ya está hecho —digo viendo el piso que ahora está completamente cubierto
de rojo. Salpicaduras de sangre me cubren la cara, las manos y el cuerpo.
Afortunadamente visto de negro, así que no se ve fácilmente cuando salgo a la luz del
sol y avanzo directamente a mi auto. Dejando atrás al hombre en su estudio de baile,
empapándose en su propia sangre.
n demonio vive dentro de mí. Algunos lo llaman Satanás, yo lo llamo
U Dañado.
Verás, hay algo oscuro dentro de mí, tan oscuro que no lo
entiendo completamente. Incluso después de cinco años, todavía estoy
tratando de averiguar lo que es.
Sus manos se deslizan por mi cuerpo y me esfuerzo para no empujarla lejos de
mí. Sus manos tocándome. Es un juego de voluntad si no la empujo. Ella presiona sus
tetas hacia mí y cuando lo hace, su cabello castaño corto me hace cosquillas en el
pecho. Levanta su mirada, dándose cuenta que no está pasando nada. Se está
volviendo más y más frecuente. La necesidad que una vez sentí por ella está
desapareciendo lentamente, convirtiéndose en menos y menos. Sus ojos penetran los
míos, el azul tan vívido que me impulsa a la acción. La agarro bajo sus brazos y la
arrastro hacia mí. Se ríe, es irritante. A veces me pregunto cómo hemos durado tanto
tiempo, entonces su boca se envuelve alrededor de mi polla y lo sé.
—Ven aquí. —Mi voz ronca, y deseosa. Ella sonríe abiertamente, sus hoyuelos
asomándose. Me inclino y los beso, uno cada vez. Su mano se desliza entre nosotros.
Agarrando mi polla, la aprieta, poniéndome aún más duro de lo que estaba antes. Sus
labios quieren volver allí, ella siempre comienza con chupar mi polla.
—Te amo, Trace —me susurra al oído a medida que me muerde el lóbulo de
la oreja y se coloca sobre mí. Su cabeza se alza y la deja caer hacia atrás, jadeando
mientras lo hace. Apoyo mis manos a cada lado de su cara, agarrando y atrayéndola
hacia mí. Sus ojos se abren, me mira con placer y amor. La acerco más y beso su boca,
ella la abre dándome acceso y empieza a moverse.
Hubo un tiempo hace cinco años en que no le creí ni una palabra de lo que
decía. Que las palabras que decía sobre mí no parecían encajar o definirme. Sin
embargo, comencé a creer en ella. Era una constante, allí cada vez que la necesitaba,
y estaba allí cuando estuve dentro y fuera de la conciencia. Me cuidó cuando ningún
otro lo hizo. Así que tuve que creer lo que estaba diciendo, y algo en ella me parecía
muy familiar.
Aún no le he devuelto esas palabras, esas palabras que me susurra cada vez que
la sostengo, que la follo. Simplemente no parecen salir. Lo intenté una vez, lo hice,
pero se me atascaron en la garganta como un cuchillo abriéndome.
Su grito se derrama de su garganta, el placer cruza a través de ella. Apoya su
cabeza sobre mi pecho, rodeando mi corazón con sus pequeños dedos. Estamos en
nuestra cama, en una casa en la que he estado durante cinco años, una que nunca he
recordado. Parece que no puedo recordar nada; nada ha vuelto, nada en absoluto. El
doctor dijo que tomaría tiempo, que familiarizarme con ciertas cosas ayudaría. Y ella
ha tratado de hacer eso. Me muestra la ropa que solía ser mía, armas que solía tener.
Pero nada ha vuelto, y espero que algún día lo haga.
¿O es mejor no saber? No saber lo que hice para merecer el castigo que me
dieron. El disparo a mi espalda que casi me mata.
—Te vas muy pronto —se queja Savannah en mi pecho, sus dedos detienen su
trazo y envuelve sus manos alrededor de mí. La empujo a un lado, no con fuerza, solo
lo suficiente para que ella sepa que debe dejar de tocarme.
—Volveré.
—Lo sé. Solo odio que me dejes. —Su labio inferior sobresale en un puchero.
Voy a hablar, inseguro de lo que debo decir: las palabras no son mi cosa favorita. Pero
entonces, porque algún jodido universo me está dando una salida, un golpe fuerte llega
a la puerta.
—Trace, baja tu culo hasta aquí. Ahora —ladra Kane a través de la puerta.
Agarro la cosa más cercana que tengo y lo lanzo a la puerta. Se ríe y se va. Ella es la
primera en moverse, sabiendo que tenemos que bajar o los golpes no se detendrán. Lo
sabe mejor que yo.
Ella desliza unos pantalones cortos sobre su culo desnudo, tan corto que podía
ver su coño si se inclinara, sobre todo porque no tiene nada abajo. Agarra la camisa
más cercana, colocándosela, y cae justo por encima de su ombligo. No necesita cubrir
nada, su cuerpo es uno de los mejores que he visto. Con curvas en todos los lugares
correctos, tetas más grandes que un puñado y un culo digno de una stripper. Se vuelve
hacia mí observándola y me arroja mis pantalones y camisa. Estoy desnudo,
deslizándome en mis pantalones y luego camisa, mientras ella hace exactamente lo
mismo, mirándome. Mi chaleco es el siguiente. Ella lo trae hacia mí en sus manos y
se detiene detrás de mí colocándomelo.
—Hora de la fiesta, cariño —dice ella sacudiendo el culo y luego deslizándose
en sus tacones, abriendo la puerta sin esperar a que la siga. Tomo mi arma, la meto en
mi bolsillo, y sigo su culo por la puerta y hacia la música que retumba desde el bar de
abajo.
Vivimos arriba. Solamente ella y yo, así como otros, vivimos en la sede del
club. El Pres, lo veo tan pronto como entro. Está en la esquina. Los otros hermanos lo
rodean sosteniendo algunas bebidas en sus manos hablando y siendo pervertidos con
las mujeres desnudas. Las mujeres rodean a los hombres, como buitres. Algunas están
incluso en el bar, completamente desnudas, sacudiendo sus culos con la música que
es tan ruidosa que quiero apagarla para tener un poco de tranquilidad.
Kane se acerca hasta mí con una botella de agua en mano, sabiendo muy bien
que no me gusta beber. Lo he probado unas cuantas veces después de la pérdida de
memoria y no me gustó. No me gustó la idea de mi control siendo arrancado por mis
propias manos. Le doy un asentimiento y se para junto a mí con una cerveza
sonriendo, observando a todos, como yo. Veo a Savannah hablando con el Pres. Ella
sonríe brillantemente, se inclina y besa su mejilla luego se vuelve, sintiendo unos ojos
sobre ella y me guiña el ojo.
—Eres un hijo de puta afortunado, ¿lo sabes? —Kane me golpea en la espalda,
mirando a Savannah. Asiento, observando cómo los chicos la miran. Puede que no
esté completamente vestida, sin embargo, está más vestida que las otras mujeres
aquí—. En dos días nos vamos —dice Kane. Asiento pensando en ello. No conozco
el objetivo del próximo golpe, solamente sé que es lo que tengo que hacer.
Cuando desperté, descubrí que era miembro de un club de motociclistas. Me
acogieron en sus casas, me cuidaron cuando ningún otro lo haría. Aparte de Savannah,
quien resultó ser la hija del Pres.
Lo cuestioné durante años. ¿Por qué sería parte de algo como esto? Luego
pusieron un arma en mi mano y supe que tenían razón. El arma era mía, era la única
cosa que se sentía cómoda. La única cosa que supe con certeza que era enteramente
mía. Sabía exactamente cómo usarla, no era simplemente bueno con ella, era el mejor.
Tomo decisiones con el club, sí. También soy la persona que destruye a la
gente: soy la muerte. Algunos incluso me llaman así, otros clubes me llaman así. Así
que mis habilidades con un arma fueron útiles, y ahora trabajo para el club para ayudar
a traer más dinero del que alguna vez pudieron imaginar. Encargándome de clientes
tan grandes que los cheques de pago corresponden con ellos.
Kane charla en mi oído, él no cree que veo o incluso noto las miradas que le da
a Savannah. Puedo verlo tan claro como el día cuando la mira, que la quiere y la quiere
bastante. Aunque no hará nada al respecto, sabiendo que es mía.
A veces quiero decirle que puede tenerla, pero bueno, no quiero compartirla.
Me hace sentir bien, aunque sea solo por unos minutos, a veces apenas segundos. Está
ahí, y la única otra cosa que he encontrado que puede hacer eso por mí es mi arma.
—¿La llevas contigo? —pregunta Kane, asintiendo hacia Savannah. La miro,
es hermosa, no tiene sentido negarlo. Su espalda está hacia nosotros, sus tatuajes que
tejen su espalda están a plena vista.
—Ella quiere ir —le digo, ella siempre lo quiere. Intenta venir conmigo en mis
trabajos. Al principio, no quería que lo hiciera, pero el subidón está allí después y ella
extiende sus piernas de buena gana y con entusiasmo para que yo me deshaga de esa
euforia. Lo anhela tanto como yo. Siempre le digo que no, pero suele sobornar su
manera de entrar.
—Siempre quiere ir. —Kane se ríe, sabiendo muy bien cómo somos. A veces
creo que es solo un frente y que todo es por aparentar—. Aunque, ya debes estar
cansado del mismo coño, hombre. —No se calla, siempre está jodidamente hablando.
No me gusta conversar. Sacudo mi cabeza y me vuelvo al bar.
Tengo que hacer una aparición, es parte de la hermandad. Simplemente no me
gusta participar en todas las cosas y a menudo me pregunto si siempre he sentido esto,
sentido de esta manera. Nadie me dice mucho, solo lo que ellos creen que necesito
saber. No lo que debería saber.
Me las arreglo para volver a mi habitación sin nadie deteniéndome o
siguiéndome. Me quito toda la ropa y me acuesto en la cama, esperando que el sueño
me consuma. Y esperando que los sueños me muestren un rostro, en lugar de palabras
y toques.
—¿Alguna vez has querido algo tanto? —me susurra una voz tan dulce como
el terciopelo. Esa voz, me llena.
—Sí —respondo, intentando acercarme, ver a esta persona, tratar de poner un
rostro a esa voz. Ella suspira, y no es el suspiro promedio, es profundo. Puedo
sentirlo, el significado de ese suspiro.
—Te necesito. Necesito que despiertes. Necesito que me encuentres.
Voy a hablar, para asegurarle que lo haré, pero todo se vuelve negro.
L
os sueños siempre vienen con la misma voz, pero nunca un rostro. Me
despierto tan pronto como los sueños desaparecen. A veces son tan
vívidos que puedo sentir su piel, su cabello, pero nunca su rostro. Daría
cualquier cosa por ver esa cara. Quiero saber por qué me atormenta, por qué está tan
atrapada ahí. No se lo he dicho a nadie.
Savannah me despertó una noche, estaba rígido, tenso y empapado en sudor.
Quería saber con qué estaba soñando. No podía decirle, no se sentía bien compartir
algo así con ella.
—¿Qué ocurre, cariño?
Ella se arrastra sobre mi regazo, sentándose a horcajadas sobre mí. La alzo y la
deslizo de vuelta hacia atrás de modo que esté sentada en la cama. Se ve confundida.
—Necesito que seas honesta conmigo —le digo. Su cabeza cae a un lado
mientras me evalúa—. ¿Con quién estaba antes de ti?
Sus ojos se abren en estado de shock. Va a hablar y luego cierra la boca de
inmediato.
—Te follabas a una drogadicta si no recuerdo mal. —Me mira a los ojos, puedo
ver que lo que dice es cierto. Sin embargo, ¿cuánto de hecho es verdad?
—¿Solo follaba?
—Follaban hasta donde sé. Tal vez más de una vez… —me clava los ojos—.
¿Por qué Trace? ¿Por qué necesitas saber esto?
—Necesito saberlo todo.
—No cambia nada, estás donde debes estar. Cuando lo aceptes y me aceptes,
será más fácil. ¡Mierda! Han pasado cinco años, Trace, ¿cómo no puedes hacerlo?
Elijo no responderle. En cambio, me levanto y me visto. Es hora de comenzar
a empacar, ir y hacer mi trabajo.
He estado en el auto durante cinco horas; cinco horas es cuánto tiempo lleva
llegar a esta pequeña ciudad. Savannah parece nerviosa, mirando alrededor
constantemente y jugueteando con sus manos. Me sobornó para venir conmigo, no me
sorprendía. Siempre parece hacerlo, sin importar qué, siempre va a donde voy.
—Quédate aquí —le dije saliendo de la camioneta. Ella me mira e intenta
alcanzar la manija de la puerta—. ¡Savannah, quédate en la maldita camioneta!
Ella asiente y me acerco a la cafetería. Girándome para verla observándome,
sonríe pero es débil, sus ojos se alejan de los míos y comienza a mirar alrededor una
vez más.
El olor me golpea primero, el fuerte olor a granos de café. Miro alrededor, por
costumbre, evaluando todo antes de hacer cola. Justo cuando estoy por ser atendido,
la mano de alguien cae sobre mi hombro. La reacción es instantánea y estoy buscando
mi arma tan rápido como esa mano se aparta. Cuando alzo la vista, hay un hombre
parado allí, un hombre muy alto con la cabeza rapada. Él me mira, de arriba hacia
abajo, luego lo hace por segunda vez como si no pudiera creer lo que está viendo. Mi
mano se queda donde está, en mi arma.
—¿Black? —pregunta. Sus cejas se fruncen en confusión. Mi mirada debe
coincidir con la suya—. No puede ser… —su cabeza comienza a sacudirse de un lado
a otro—… estabas muerto —dice apenas por encima de un susurro.
—¿Quién? —pregunto. ¿De quién está hablando este hombre? ¿Por qué ese
nombre me suena familiar?
—¿No me reconoces? —pregunta. Un simple movimiento de cabeza es todo lo
que le doy antes de ver a Savannah caminando hacia mí. Los ojos del hombre se
disparan hacia ella; él es bueno, nota las cosas.
—Cariño, estás tardando una eternidad. —Ella envuelve un brazo alrededor de
mi cintura y mira hacia el hombre—. ¿Quién eres tú? —Es grosera cuando quiere
serlo. La nariz del hombre se crispa, él se gira a medias hacia ella, claramente
disgustado. Lo noto y ella también, y no le gusta ni un poco.
—Mi nombre es Sax —dice, ofreciéndome su mano. Lo miro inseguro. Pero
mi mano se eleva automáticamente y cuando la estrecha, siento que desliza algo en el
medio: una tarjeta. Me la guardo tan pronto como nuestras manos rompen su fuerte
agarre.
—Trace —digo y asiento, dándole mi nombre. Él asiente como si entendiera,
y tal vez lo hace. Mira por última vez a Savannah, que me rodea como una serpiente
antes de irse.
—¿Qué te dijo? —Son sus primeras palabras.
Doy un paso atrás, preguntándome ¿qué está pasando? ¿Y quién es este tal
Black?
—¡Nada! —Me giro y hago nuestro pedido, ella se queda donde está,
vigilándome.
—¿No lo conocías? —Me giro para mirarla, tomando nuestros cafés y
avanzando hasta la puerta. Voy directamente a mi auto, notando que Sax está al final
de la calle observándonos. Savannah no se da cuenta, sus ojos están pegados a mí
queriendo respuestas.
—Suficiente. —Lo veo entonces, el hombre por el que hemos venido. Él sale
de una oficina y mira su reloj.
—Trace —se queja a mi lado.
—Es la última vez que vienes conmigo. ¿Lo entiendes? —Mi rostro está en
todo su rostro, ella asiente y frunce los labios. Levanto la vista y lo veo subirse a un
deportivo rojo. A la mierda esta mujer—. Métete en el maldito auto, o te voy a dejar
aquí. —No habla cuando salta dentro, luego toma su café y lo sorbe tranquilamente
junto a mí mientras lo sigo.
Se detiene en una casa, así que dejo la distancia suficiente para poder vigilarlo.
Él camina hacia la puerta y una mujer vestida con lencería se detiene allí, sonriendo.
Lo atrae por la corbata al interior.
Y ahora… ahora espero.
Nos sentamos en el auto por una buena hora. Ella juega en su teléfono y no
dice una palabra. Me siento y observo la casa en silencio. Ella sabe que necesito
tranquilidad, lo anhelo.
Él sale, sin su corbata. Su sonrisa está desplegada brillantemente en su rostro,
tengo mi rifle de francotirador ya cargado, ya posicionado, justo cuando se sube al
auto.
Todo alrededor de mí se vuelve negro; no veo nada más que el objetivo. La
escucho respirar junto a mí y juro que es la última vez que vendrá conmigo. Justo
cuando el hombre se sienta, hago mi disparo. Su puerta está cerrada, se está
abrochando el cinturón, pero sus manos caen de él, derrumbándose. Su cabeza aterriza
en su bocina y estalla fuertemente. Nos quedamos donde estamos, estamos lo
suficientemente lejos como para que nadie nos haya visto. Reviso mi entorno otra vez,
y ahí es cuando lo veo. El hombre de la cafetería, con una sonrisa en su rostro y la
mirada directamente sobre mí. Él sacude la cabeza y se aleja.
P
asan dos semanas, dos semanas en que la tarjeta hace un agujero en mi
bolsillo. Una tarjeta que dice que ellos albergan verdades que no
conozco, de las que tal vez no quiero saber. Recuerdo la expresión de su
rostro, la felicidad de verme después de tomar una vida. Tal vez estoy mejor en esta
vida que tengo ahora. Tal vez realmente era el diablo en otra vida.
Mi puerta se abre, la tarjeta ahora en mi mano. Cuando miro hacia arriba, veo
a Grover ahí de pie observándome, mira mi mano y luego a mí. Es un hombre grande,
el presidente del club, un hombre aterrador algunos dicen. Su largo cabello gris está
atado y tiene un poco de barriga. Pereza. Para mí, él no es más que un hombre sin una
bala. Una bala que a veces quiero alojar directamente entre sus ojos. Su chaleco se
aferra orgulloso sobre su pecho, siempre lo lleva, incluso en nuestro hogar. Apuesto
a que incluso duerme con eso puesto, algo relacionado con el orgullo.
—¿Hablaste con alguien en tu último trabajo? —pregunta, mirando de nuevo
a mi mano. Ya no tengo la tarjeta allí, está de vuelta en mi bolsillo, oculta de sus ojos.
Le doy una mirada en blanco. ¿Qué pasa si lo hiciera?—. ¿Qué te dijeron? —Nunca
me habla después de un trabajo, nunca. Suele ser una palmadita en la espalda o un
cheque de pago, pero nunca una discusión sobre con quién he hablado o lo que hice.
—Nada.
Él se acerca, su rostro más cerca del mío.
—No me mentirías ahora, ¿verdad, muchacho? —Levanta una ceja en
cuestión.
—¿De qué se trata esto, Pres? —No me intimida, en lo más mínimo. Él lo sabe,
solo que eso no le impide intentarlo. Anhela que las personas le teman. Soy el único
que no lo hace, incluso su hija le teme. Se endereza de golpe y sacude la cabeza, se da
vuelta para irse, y justo antes de hacerlo me mira de nuevo, atrás al bolsillo de mis
pantalones. Luego se gira y se va.
Savannah se pavonea antes de que la puerta incluso se cierre, se para ahí y me
sonríe. Sé que fue ella quien le dijo al Pres, y fingirá como si no fuera nada. No es
nada, pero no necesita saber eso. Y maldita sea, estoy jodidamente seguro que no tiene
que correr hacia el Pres para decirle todo lo que sucede.
—¡Vete! —le grito. Ella lo enfrenta con una sonrisa tranquila y acercándose
aún más a mí—. No estoy jugando, Savannah. Vete… ve y fóllate a alguien más. —
Un destello de dolor se refleja en su rostro. Ella intenta ocultarlo tan rápido como
estuvo allí, sin embargo, lo veo y es demasiado tarde.
—Cariño, tenía que decírselo. —No se mueve, conoce sus límites cuando estoy
enojado.
—No había nada que contar, no me hagas repetirlo.
Se estremece por la dureza de mi voz.
—Te amo —susurra.
—Te amas a ti misma.
—Eso no es verdad, cariño.
—Savannah, ¿tengo que repetirlo?
Su cabeza cae y luego vuelve a mirarme, sus ojos azules brillando bajo las
luces.
—Esperaré cariño, por siempre… —deja la última palabra en su lengua cuando
abre la puerta y se va.
Empaco una maleta, un bolso pequeño y salgo. Nadie me detiene o siquiera me
ve cuando me voy. Tal vez esto era lo que temían, o tal vez era lo que esperaban.
Necesito respuestas y solo hay un lugar donde puedo obtenerlas, así que
regresaré.
El viaje fue largo, me hizo preguntarme si valía la pena. Vale la pena venir
hasta algún lugar donde encontré a un hombre que parecía conocerme. Sin embargo,
esa sonrisa está pegada en mi cabeza como pegamento. Era como si estuviera feliz de
lo que estaba haciendo. Como si lo esperara de mí.
Un golpe suena en la puerta de mi hotel. Al abrirla, encuentro a Sax de pie allí,
su nombre estaba en su tarjeta. Asiente y se abre paso en la habitación. Caminando
hacia la mesa y sentándose, sacando dos cervezas, una para él y otra que luego me
desliza, una vez que estoy de pie junto a la mesa. La miro, sabiendo que no la beberé
y deslizándola de vuelta.
—Igual que siempre —dice, girando su botella en la mano. La tapa está de
vuelta en la botella. Ni siquiera lo vi hacer eso, y no me pierdo de nada.
—¿Me conoces? —El asiento chirría a medida que lo saco, me siento en él
mirando fijamente a este hombre.
Él asiente.
—Sí, te conozco.
—¿Cómo?
—Del trabajo. —Él sonríe y sé que no está hablando de un trabajo normal de
oficina—. Ven a esta dirección esta noche y ponte un traje —dice poniéndose de pie,
agarrando sus cervezas. Él pasa junto a mí y se detiene en mi cama, baja la mirada al
estuche de mis armas y pasa los dedos por ella—. Algunas cosas nunca cambian,
supongo. —Y luego se va. Dejándome sentado allí preguntándome de qué podría estar
hablando.
Me doy cuenta que nunca obtuve ninguna respuesta de su parte. Lo que habló
fue breve, pero nada con algún detalle. Echo un vistazo a la invitación que acaba de
entregarme y me doy cuenta que es un evento de gala. Sé que el precio de una mesa
en este lugar es bastante alto. Todo lo recaudado va a una fundación llamada Red.
Agarro mi teléfono y la busco.
¿Por qué debería siquiera pensar en ir a este lugar?
¿Realmente me dará las respuestas que necesito?
Red.
Una organización para ayudar a las mujeres con adicciones. Sin importar el
rango de dependencia, ofrecemos instalaciones de rehabilitación, terapia de
grupo, así como también ayuda personalizada con un psicólogo.
Drogas, ¿por qué querría ir a un lugar que ayuda a otras personas a curar
adicciones y ayudar a recaudar dinero para eso? ¿Por qué siento la necesidad de ir?
El teléfono suena en mi bolsillo, así que lo saco.
—Savannah —respondo, no ha dejado de llamar.
—Cariño, vuelve, por favor. —Escucho susurros al otro lado del teléfono.
Alguien le está hablando.
—Pásamelo. —Escucho el ruido del teléfono y luego su respiración pesada—.
No puedes irte así, Trace. No es así cómo hacemos las cosas. Las reglas están para ser
cumplidas.
—No sigo ninguna regla.
—No puedes dejar la hermandad. Significa la muerte si lo haces. —Ha
utilizado esa línea conmigo varias veces antes. Un destino peor que la muerte, pero
nunca lo cumple.
—No soy de tu propiedad, Grover. ¡Harías bien en recordar eso!
—Desde el momento en que usaste ese chaleco te convertiste en mi propiedad.
—Ahora está enojado, ante mi falta de respeto—. Tienes una semana. Si no regresas
para entonces, sabes lo que sigue. —El teléfono se desconecta y me doy cuenta que
simplemente acaba de colgarme. Vuelvo a mirar mi teléfono viendo el destello de la
Fundación Red en mi pantalla.
Es hora de comprar un traje. Es hora de comenzar a resolver las cosas.
—¿Se ve bien?
Jake asiente, sonriendo ampliamente. Me toma de la mano y me hace girar
frente al espejo, sin dejar de sonreír. Ha sido mi mejor amigo por los últimos cinco
años, y está aquí, en mi casa, casi todos los días. A veces me pregunto, ¿por qué? ¿No
tiene cosas mejores que hacer que desperdiciar su tiempo conmigo?
Seguramente podría estar en casa, con una mujer en su cama. Sé que no es
tímido con el sexo, a menudo me cuenta de ello. A veces siento que olvida que soy
mujer, y no soy Liam. Con quien creo que antes solía hablar como lo hace conmigo.
He aprendido a escucharlo, reprenderlo por el lenguaje duro, especialmente cerca de
los niños. Pero él es bueno, demasiado bueno. A veces me pregunto si eso es lo que
quiere, una familia a la cual llamar como suya. Aunque jamás le haría falta, ya que la
mía es suficiente para ambos.
—¿Se ve bien? —Alza las cejas burlonamente—. Si no fueras mi mejor amiga,
te inclinaría contra una mesa como a una gimnasta. —Me sonrojo intensamente. Me
hace estos comentarios… seguido. Sabe que hace años que no he estado con nadie.
Que no siento deseo por nadie más. Aunque a veces lo único que quiero es follar y
que me follen duro. Quiero esa conexión íntima, ese momento de puro éxtasis, donde
nada importa en el mundo, solo esa sensación.
Me conoce demasiado bien. Incluso sabe dónde está guardado mi vibrador, el
muy listo.
—No te ruborices conmigo, dulzura, estás excitando a mi Jimmy. —Lo golpeo
en el hombro. “Jimmy” es su polla, de la cual habla a menudo, demasiado seguido.
—Será mejor que no pases toda la noche diciendo cosas obscenas. Es una
noche importante, tengo que pensar con claridad, Jake.
Se endereza, haciendo sonar su espalda, y me hace un saludo militar.
—Prometo mi mejor comportamiento, señora. —Se forma una risita en mi
garganta. Sentada en la cama, me pongo los tacones rojos para combinar con mi
vestido rojo brillante, el cual me queda a la perfección. Tuve que ir a cinco tiendas
diferentes y probarme veinte vestidos distintos antes de encontrar el perfecto. Mi
cuerpo no es lo que era, mis senos no son iguales, y mi estómago no es tan plano.
Tengo estrías en lugares donde no debería tener estrías. De verás, ¿quién mierda tiene
estrías en su vagina? Bueno, esa soy yo. Tengo que usar ropa interior que contenga
mi barriga. Liam fue un bebé enorme, y la cantidad de piel que me quedó sobrante
después del parto cuelga sobre mi ropa interior. Por lo que ahora las bragas que
contienen el estómago son mis preferidas. Jake me dice que soy hermosa, al igual que
mi familia. No diría que soy fea, para nada. Pero tengo mis inseguridades, algunas de
las cuales no existían antes de Liam.
Jake tose y me hace alzar la vista hacia él, vestido de traje. Quise reír la primera
vez que lo vi. Nunca antes lo había visto de traje, al menos que recordara. Se ve
increíblemente apuesto, tanto que te deja con la boca abierta. Sus tatuajes que le
cubren todo el cuerpo están cubiertos, pero aún se pueden ver los que tiene en los
nudillos. Dijo que lo hacía solo por mí, y solo por esta noche. Sabe lo importante que
es esta noche para mí. He trabajado tan duro para construir esto, para ayudar a otras
mujeres, mujeres que no habrían podido sobrevivir, o incluso terminar como yo.
Ninguna de ellas tenía un salvador, un Liam Black; no, él era todo mío. Era mi ruina
y mi ángel salvador todo en un paquete hermosamente oscuro.
La confianza de Jake ha aumentado en los últimos cinco años, aunque aún se
ve a sí mismo como alguien dañado y sin valor. Aún no sé exactamente lo que le
sucedió, y nunca le pregunto. Las cicatrices de su rostro, las cuales a veces se toca, le
causan una expresión de tanto dolor que a veces todo lo que quiero hacer es
reconfortarlo. Pero no lo hago. Lo dejo pelear con esos demonios, contra los cuales
solo él puede luchar. Y le muestro que todo lo que siente que está mal con él, para mí
no es nada terrible.
No hay nadie como él, al igual que no hay nadie como Liam. Puedo ver por
qué eran mejores amigos. Él es charlatán, Liam era tranquilo. Aunque cuando está
enojado, la mirada que cruza su rostro me recuerda a la que Liam tuvo en la noche
que no se menciona ni una vez.
—De acuerdo bomboncito, vamos a alardearte en esta cosa. Mostrémosles a
todos esos sucios hombres ricos cuán ardiente eres para robarles todo su dinero.
—No les estoy robando, Jake.
Me ofrece su brazo, así que lo entrelazo con el mío y caminamos hacia la limo
que contrató y que está esperando en la entrada.
—Ya lo sé, pero es mucho más divertido cuando lo veo así. Eres como Robin
Hood… —me mira apreciativamente de arriba abajo—… una Robin mucho más sexy,
en una capa roja. —Acompaña esto último con un guiño y mis nervios desaparecen.
Él siempre logra eso en mí.
L
a gala no era lejos de mi hotel, así que caminé la corta distancia hasta
la fiesta. Encontré un traje negro, sin corbata, no me pareció correcto
usar una con una camisa blanca. Mi cabello está peinado pulcramente,
algo que no he hecho en mucho tiempo. Lo mantuve tal como estaba cuando me vi
por primera vez, sabiendo que de alguna manera el reflejo que me devolvía la mirada
era yo. Está cepillado hacia atrás, las longitudes crispándose en los extremos.
La escalera está cubierta con una alfombra roja, y las señoras en la puerta
estaban vestidas de negro. Una sonríe un poco demasiado brillantemente cuando me
ve. Me pregunta por mi invitación y luego me da la bienvenida. Tan pronto como
entro, todo es rojo, oscuro y la música es ruidosa. Lo siento cuando entro: el olor a
champaña y fresas, esto no es algo a lo que debería asistiendo. Veo a Sax de inmediato,
no es fácil pasarlo por alto destacando en la multitud con su cabeza calva. Me paro
cerca de la entrada, viendo a todos en vestidos largos y trajes hablar y beber champaña.
Aquí no es donde debería estar, no pertenezco. Tengo vello facial, nadie más lo tiene.
Todos están bien afeitados con trajes, corbatas o pajaritas.
Se convoca un anuncio por el micrófono, la voz de una mujer habla a través de
él. Dejo de respirar. Mis ojos rastrean y siguen esa voz hasta una mujer sonrojada
mientras se para frente a un podio en el escenario. Ella no levanta la vista, así que veo
hacia ella, solo queriendo echar un vistazo. Mis pensamientos se derrumban cuando
una mano toca mi hombro y se va tan rápidamente como llegó allí. Me vuelvo a
regañadientes para ver a Sax parado allí, mirándome.
—Es maravillosa… —sus ojos se clavan en los míos—… ¿cierto? —comenta
mirando de vuelta al escenario y lo sigo y hago exactamente como él hace. Ella ahora
está empezando a hablar, excepto que sus ojos no miran hacia arriba demasiado. En
realidad, solo miran ligeramente hacia un hombre parado al frente, luego su cabeza
cae a medida que continúa hablando.
—¿Quién es él? —pregunto, dándome cuenta que necesito saber. Pero mis ojos
están enfocados en el hombre que ella sigue mirando, a quien no puedo ver
claramente. Solo cabello oscuro y tatuajes en el cuello.
—Sospecho que, un día cercano, tu competencia. —Se ríe y justo cuando me
vuelvo para preguntarle qué quiso decir con ese comentario, se ha ido. Alguien
aplaude ruidosamente detrás de mí. Haciéndola levantar los ojos y trabándolos con
los míos, se queda allí, con la boca abierta, sin moverse durante unos minutos. La
gente comienza a susurrar. Alguien le habla, sus ojos se disparan al frente, de vuelta
al hombre. Luego comienza a llorar mientras todos miran antes de salir corriendo del
escenario.
La música se enciende, y no tengo idea de lo que acaba de pasar. Veo un balcón
a un lado y salgo cerrando la puerta detrás de mí.
Esa voz, conozco esa voz. Pero, ¿dónde y cómo?
La cerradura de la puerta suena, alertándome de que alguien está allí. Llevo
aquí al menos una hora, sin molestarme en volver a entrar. No sabría qué hacer.
Cuando me doy vuelta, veo que es ella.
Y maldición.
Está vestida de rojo. Su vestido llega hasta el piso, cayendo en cascada por sus
largas piernas, y sus tacones son altos. Todo es rojo, justo la forma en que sus mejillas
se sonrojan a medida que me mira.
¿Quién es esta mujer, y por qué me mira así? Tal vez la estoy observando con
una expresión facial similar. Sé que mi corazón late salvajemente, puedo escucharlo
atronadoramente en mis oídos. El ritmo, como tambores retumbantes.
Ella retrocede un paso, su cabeza se sacude. No sé qué hacer.
¿Qué debería decir?
Ella me conoce, pero ¿cómo?
Siento que la conozco, pero ¿cómo?
Algo me atrae hacia ella.
¿Es por esto que tengo una obsesión con los ojos azules y miro a cada rubia
que paso?
¿Quién es esta mujer?
Su boca se abre, va a hablar, y estoy emocionado de escuchar las palabras que
pronunciará.
¿Quién es esta mujer?
No puedo dejar de hacerme estas preguntas, especialmente esa. ¿Quién es ella?
—No… no puede…
Dejo de respirar. Esa voz, es como terciopelo: dulce y relajante. Esa es la voz
que me persigue. La que plaga mis sueños. Reconocería esa voz dónde sea. Lágrimas
dejan sus ojos y comienzan a caer por su rostro. Ni siquiera se molesta en limpiarlas.
Solo se para allí, mirándome. Como si tuviera todas las respuestas.
—¿Cuál es tu nombre? —Me las arreglo para preguntar, necesitando al menos
saber la respuesta a esa pregunta. Para solo tener eso. Me mira como si la hubiese
abofeteado. Incluso da un paso más atrás, como si mis próximas palabras la fuesen a
lastimar aún más.
—¿No lo sabes? —Su cabeza cae a un lado, me cuestiona. No parece correcto
que ella me cuestione, especialmente con lágrimas cayendo en cascada por su rostro.
Una simple sacudida de cabeza es todo lo que puedo darle. Su cabeza cae derrotada,
el dolor aparece en sus ojos antes de alejarlos de los míos—. Yo… —comienza de
nuevo, se detiene y mira detrás de ella. Está vestida tan maravillosamente. Su
maquillaje empieza a correrse, pero aun así me roba la respiración—. Tengo que
irme… —Se limpia las lágrimas. Me mira, el rímel todavía bajo de sus ojos. Mi mano
automáticamente la alcanza para enjugar sus lágrimas, pero retrocede antes de que
pueda llegar a ella como si mi toque fuera letal. Tal vez lo es.
—Ve… —digo, asintiendo hacia el interior. La gente está bailando, bebiendo
vino. Aquí estamos, de pie afuera, destrozándonos por razones que ni siquiera sé.
—No es real —dice mirándome una última vez antes de abrir la puerta y
desaparecer dentro, su cuerpo perdido en un mar de personas.
Me deja ahí de pie. Me toma un momento antes de volver adentro y encontrar
adónde ha ido. La veo cuando entro, su brazo está enganchado al hombre con tatuajes
y cabello oscuro. Se aferra a su brazo con fuerza, como si en cualquier momento se
podría caer. Pero sonríe y estrecha con su mano libre las manos de la gente.
Alguien anuncia por el micrófono cuánto dinero ha sido recaudado esta noche.
Todos miran al hombre hablando, excepto ella, ella mira hacia las puertas por las que
acabo de salir. ¿Me está buscando? Sus ojos vagan alrededor hasta que aterrizan en
mí. Nos quedamos allí, mirándonos el uno al otro. Nadie se preocupa por lo que
estamos haciendo, la gente está más interesada en lo que el hombre está diciendo en
el podio, donde ella estuvo no hace mucho tiempo. Sin embargo, sus ojos examinan
mi cuerpo, luego vuelve a mis ojos y se clavan ahí.
Necesito saber su nombre, incluso si es solo eso.
El hombre con el que está le susurra algo al oído, y aparta los ojos finalmente
rompiendo el contacto y mirando hacia él, luego me mira brevemente una última vez
antes de alejarse con él.
—¿Sabes quién es ella? —Sax se para frente a mí, con una copa en su mano.
Se la lleva a su boca y bebe lentamente, esperando a que yo conteste.
—Importante. —Es todo lo que puedo decir, esa palabra parece quedarle
perfectamente. Estoy seguro de eso, solo que no por qué.
—Al menos estás en lo correcto en eso. —Se ríe, pero no hay verdadero humor
en ello.
—¿Su nombre?
—¿No lo conseguiste cuando hablaste con ella? —pregunta.
Niego con la cabeza.
—Se fue, llorando.
Sacude la cabeza.
—Si Casey supiera que era yo, me cortaría la polla.
Lo miro y me pregunto si Casey era la chica de cabello castaño con la que
estaba cuando entré por primera vez.
—¿Tu esposa? —pregunto, aunque en realidad solo quiero saber quién es la
rubia.
—Sí, y la mejor amiga de la rubia. —Mira detrás de él y asiente hacia mí antes
de caminar de vuelta a su esposa, y todavía no tengo un nombre.
Tal vez es lo mejor si no lo consigo. Ella parece… recompuesta.
Yo, bueno, yo estoy dañado sin remedio.
Alguien como ella no se mezcla con alguien como yo.
No es real.
No es real.
No es real.
Mi imaginación está jugando conmigo, no puede ser real.
—Rose, vuelve. —La voz de Jack penetra mi colapso. Su mano en mi hombro,
haciéndome mirarlo—. Estás tan blanca como un fantasma. ¿Qué paso?
—Él… —Miro alrededor, mis ojos volviendo a los Jake—… ¿Lo viste?
—¿Ver a quién, Rose? —Él también mira alrededor.
No puede ser real, pero lo es. Hable con él, en carne y hueso. Su voz, su aspecto,
es todo igual. No ha cambiado.
¿Cómo es posible?
¿Cómo jamás pudo volver conmigo?
¿Por qué parece que no me recuerda? Yo nunca podría olvidarlo.
¿Acaso era olvidable para él? No podría haberlo sido, él era oscuridad para
todos menos yo. Para mí, él era todo menos eso.
—Black —digo. Sus ojos se amplían y buscan alrededor de la habitación
frenéticamente. Lo vi al principio cuando estaba dando mi discurso. Pensando que era
mi imaginación y que era mi mente jugando conmigo, entonces él hablo y supe que
era real. Tan real como lo soy yo justo ahora. Pero ¿cómo?
—¿Estás segura, Rose? ¿Estás cien por ciento jodidamente segura? —Sus
manos están ahora en mis brazos, están apretando más fuerte de lo que deberían.
Asiento, y Casey y Sax se acercan entonces. La pesada barriga de Casey sobresale del
vestido azul que viste y Sax está mirando alrededor.
—¿Lo viste? —le pregunto a él. Sax lo sabe todo, es un hombre bien
informado. Asiente y Jake maldice, luego sale corriendo. Nos quedamos observando
mientras se va, las puertas abriéndose de golpe cuando sale. Me vuelvo hacia Sax,
queriendo saber si aún es real.
—¿Hablaste con él? —Puedo sentirme queriendo gritar, llorar, algo, lo que sea.
Pero no puedo, la noche no ha terminado, no puedo desmoronarme hasta que la noche
termine.
—Hace unas pocas semanas —dice, mirándome ahora directamente. Siento
como si me acabaran de abofetear. Él sabía y no se molestó en decirme.
—¿Por qué no me lo dijiste?
—Necesitaba investigar más. —Ahora da un paso más cerca. Casey permanece
ahí anonadada, de hecho inmóvil por una vez en su vida—. Mira, Rose… no te conoce.
No conoce a nadie. No lo entiendo por completo aún, pero pretendo descubrirlo.
—Me miró como si fuera una extraña, pero su mirada fría, estaba ahí. ¡No me
conoce… en absoluto! ¿Cómo se supone que lidie con eso? Tengo a su hijo.
Casey intercede, y entonces toma mis hombros haciendo su mejor esfuerzo por
abrazarme.
—No puedes forzar nada. Tendrás que aceptarlo gradualmente. No conoces al
hombre que es ahora, Rose. Aún es Black, recuerda eso. No Liam.
—¿Cómo puedes decir eso?
Él da un paso más cerca y se inclina hacia mi rostro.
—Lo vi, es Black, no Liam. ¿Lo entiendes? Ten cuidado a su alrededor. —
Entiendo lo que está diciendo, está diciendo que el hombre, el hombre que la gente
teme es todo lo que hay. Y que el hombre que amé, Liam, no está más ahí. Que
fácilmente podría arrojarme a un lado o dispararme como ha hecho muchas veces
antes.
—Pero, él no me haría eso.
—Lo haría, no te conoce. No confíes en él.
—Confiar… —digo, cuelga de mi lengua como una palabra extraña.
T
erminé yéndome tan pronto como Sax se alejó, alejándome de la
situación. Diciéndome que fue la decisión correcta. Quizás sea mejor,
no sé quién es ella, ni siquiera su nombre.
Savannah ha estado reventando mi teléfono durante toda la noche, incluso me
ha despertado esta mañana con su constante necesidad. Lo cambio a vibrador, ya he
tenido suficiente, me ocuparé de ella cuando regrese.
Decido que la mejor opción para mí es dejar a esta mujer rubia en paz. Una
mujer que sé con total seguridad que no es mi pariente, pero de alguna manera está
conectada conmigo, y está mejor sin mí aquí. No necesita a alguien como yo, alguien
tan… roto.
Para el momento en que abro la puerta del hotel con mi bolso en mano y listo
para irme, ella está allí, con la mano levantada a mitad del golpe para llamar a la
puerta. Unos lentes de sol cubren sus ojos, pero aun así siento su sorpresa cuando me
ve. Sus manos caen a su lado, y puedo sentir sus ojos perforar los míos.
—Me estaba yendo —digo, sin saber qué decir o hacer.
Abre la boca y luego la cierra. La abre una vez más, y luego me mira un poco
más.
—¿Me preguntaba si podíamos hablar? —se las arregla para preguntar. Asiento
y abro aún más la puerta, moviéndome hacia atrás para permitir su entrada. Pasa junto
a mí y percibo un poco de su perfume, huele a flores: cariñosa, dulce, amorosa.
Cierro la puerta y me giro para mirarla mientras observa alrededor de la
pequeña habitación del motel. Su mano se arrastra a lo largo del gabinete de televisión,
sus uñas pintadas de rojo por la función de la noche anterior. Se detiene cuando me
oye moverme, su cuerpo se tensa y me mira, quitándose los lentes de sus ojos
exhibiendo el azul de los mismos… es tan hermosa.
—¿Sabes quién soy? —Quiero llamarla Red. Sé que de aquí en adelante, cada
vez que vea el color rojo, lo asociaré con ella.
—¡No! ¿Sabes quién soy?
Deja caer la cabeza, se limpia la esquina de un ojo y vuelve a mirarme.
—Sí. Te conozco mejor que nadie.
—¿Cómo?
Da un paso hacia la cama y se sienta, cruzando las piernas y alisando la parte
delantera de su falda antes de volver a mirarme.
—No conocemos tanto en términos amigables, como físicos.
—¿Follamos?
Se estremece ante mi elección de palabra.
—Sí.
—Estoy seguro que he follado a muchas mujeres, Red.
—¿Red? —pregunta, ignorando mi comentario sobre follar con otras mujeres.
—Sí. No sé tu nombre, así que te he estado llamando Red.
—¿Por qué Red?
Niego con la cabeza, esto no responde nada de lo que necesito.
—Pareces usarlo mucho, tu fundación se llama Red.
—Es cierto. —Sonríe.
—¿Cuánto tiempo hace que nos conocemos?
Vuelve a mirar hacia su falda y la alisa, aunque no se haya movido.
—Desde que teníamos dieciséis años.
Retrocedo. Es mucho tiempo para conocer a alguien, y es una gran cantidad de
memoria para olvidar.
—Dieciséis… —es todo lo que puedo murmurar. Justo en ese momento mi
teléfono vibra, y ni siquiera miro ni pienso cuando respondo. Los ojos de Red están
sobre mí a medida que mira—. Sí —es todo lo que puedo decir, observándola,
intentando pensar en la más mínima cosa que pudiera recordar… cualquier cosa. Esas
palabras me distraen tanto que no pienso dos veces cuando contesto el teléfono.
—Cariño, te extraño mucho. Ven a casa —chilla la voz de Savannah en mi
oído. Retiro el teléfono y quiero golpearme por ser tan estúpido como para
responderlo en primer lugar.
—Savannah, cuando esté listo.
—Pero cariño, te anhelo tanto. Nadie puede tocarme o follarme como tú.
—Ahora no —respondo y le cuelgo. Red no ha dejado de mirarme, con los ojos
muy abiertos.
—¿Tu… —su voz es temblorosa—… tienes novia? ¿O esposa? —Ahora se
pone de pie, sin poder sentarse por más tiempo.
—Sí.
Sacude su cabeza de ida y vuelta.
—¿Sí a qué? —Sus manos se alzan y caen de nuevo a su lado—. ¿Esposa?
—No. —Su mano vuela hacia su corazón como si estuviera aliviada—. Tengo
que irme —digo finalmente. Sabiendo que tendré que lidiar con Savannah cuando
regrese, y es lo último que quiero hacer.
—¿Irte? —pregunta. Asiento.
—Tenemos que hablar, no puedes irte. Necesito saber que eres tú, y no es solo
mi imaginación.
—¿Imaginación? —la cuestiono.
—Sí, que no es mi imaginación tratando de reparar mi corazón.
—Dame tu teléfono. —Extiendo mi mano y me da una mirada inquisitiva,
luego mete la mano en el bolsillo de su falda y me lo tiende para dármelo. Su pantalla
bloqueada tiene la foto de tres niños. La miro más de lo necesario antes de desbloquear
y agregar mi número de teléfono.
—Está bajo Trace —digo entregándole su teléfono de vuelta.
—¿Trace? —pregunta.
—Sí, mi nombre.
—Esto no puede ser real, simplemente no puede. —Se acerca y toca mi rostro.
No me muevo y dejo que su mano me toque—. Tienes que ser tú, pero no puede… —
Su mano cae y sacude la cabeza—. ¿Puedo contactarte a través de este número? —
pregunta después de un momento de silencio.
—Sí.
—¿En cualquier momento? —pregunta nuevamente.
—Sí, en cualquier momento.
Asiente lentamente.
—¿Puedo preguntarte cuál fue tu primer recuerdo?
—¿Recuerdo? —cuestiono.
—Sí, necesito saber qué es lo que recuerdas.
—No tengo ningún recuerdo aparte de los últimos cinco años. Cuando
desperté, no reconocía nada ni a nadie… ni siquiera a mí mismo. Recuerdo haber visto
mucha oscuridad.
Inhala bruscamente, rápido y agudo.
—Gracias —dice y comienza a irse, se detiene cuando está a mi lado y se
inclina y me da un suave beso en la mejilla—. Te he echado de menos —dice y luego
se va.
A
veces tengo un dolor innegable. Un dolor que es tan profundo que
creo que estoy dañado, de hecho, sé que estoy dañado. Veo mujeres
en todas partes, y si una tiene el cabello largo y rubio, siento la
necesidad de seguirla. Algo que tampoco entiendo. ¿Qué pasa con las mujeres rubias
que me atormentan así? ¿Es ella… Red? ¿Ella es la razón por la que durante cinco
largos años cuando veo una rubia, o unos ojos azules como el hielo, algo dentro de mí
se detiene?
La rubia del bar gira su cabeza hacia mí y al instante me sacudo los
pensamientos, no se parece en nada a Red. Ni tampoco la belleza de ojos azules
caminando hacia mí en este momento. Ella salta sobre mí, envolviendo sus piernas
alrededor de mi cintura. Sus manos cubren mi cara, sus labios aterrizan en los míos.
Comienzan a moverse, pero no hago nada, solo sigo ahí. Retrocede al darse cuenta de
esto y deja caer sus piernas, mirándome.
—¿Qué pasa contigo? —pregunta, sus primeras palabras desde que llegué.
Niego con la cabeza y empujo mi bolso sobre mi hombro al pasar junto a ella. Me
alcanza y me sigue por las escaleras hacia mi habitación—. Háblame, Trace.
—¿Ese siquiera es mi nombre, Savannah?
Ella se detiene en seco, y sus ojos azules se abren de par en par. No sé por qué
los amé tanto, cuando los miro más de cerca, no son del azul que me atormenta.
—¿Por qué… por qué dices eso? —Se las arregla para hablar, una mirada
confundida cruzando su rostro. Como si no tuviera idea de lo que estoy hablando, pero
sus reacciones anteriores la delatan.
Empiezo a pensar, a pensar realmente y a comenzar a armar las mentiras. Ahora
creo que ella me llena la cabeza de mentira tras mentira. Eso solo es bueno para ella
y la beneficia.
Cuando desperté, fue su cara la que vi primero, su cara la que estuvo sentada
junto a mi cama. Lo recuerdo todo tan claro como el día. Principalmente porque solo
podía recordar eso, siendo igual los últimos cinco años, así que ahora quería
recuperar el resto. Lo quiero todo de regreso.
—Cariño… —fueron sus primeras palabras. Ella se sentaba allí, sosteniendo
mi mano. Me estremecí y aparté mi mano de la suya. ¿Por qué esta extraña me toca
y me llama por ESE apodo? Ella se alzó sobre mí, sus ojos ahora en clara vista. Era
hermosa, incluso sexy. Podía verme follando a un pedazo de culo como el suyo, pero
eran sus ojos los que me atraían hacia ella—. Savannah… ese es mi nombre, Trace.
¿Lo recuerdas? —Sus palabras no tenían sentido, no las entendía. ¿De quién coño
estaba hablando? Fui a moverme y me estremecí por el dolor que me atravesó, mi
mano queriendo moverse hacia mi espalda… mi espalda estando gravemente herida.
—¿Qué pasó? —le pregunté, claramente sin tener idea de por qué me sentía
como muerto. Y no podía recordar ni una sola cosa, sin importar lo mucho que lo
intentara.
—Tuviste un trabajo, salió mal… —Dejó de hablar y miró hacia atrás. Intenté
seguir su línea de visión y no vi nada allí—. Te dispararon —dijo mirándome de
nuevo.
—¿Por qué no puedo recordar nada? ¿O quién eres?
Ella no perdió ni un segundo al responder como si supiera que esto llegaría.
—Soy tu novia. Hemos estado juntos durante años, ¿no me reconoces?
—No —fue la única respuesta que pude darle.
Su mano se extendió y tocó una de mis mejillas, tiernamente.
—Lo harás, cariño, todo estará bien. —Su nombre fue llamado. Puso sus labios
rojos en mi mejilla, me besó suavemente y salió por la puerta, dejándome
preguntándome quién demonios era ella.
—¿Te vas otra vez? —Kane mira mi bolso en el piso, aquel que no he
desempacado desde que Grover dejó mi habitación. He estado aquí todo el día,
tratando de pensar, tratando de recordar cualquier cosa. Es como un agujero negro que
no puedo descifrar, sin importar cuánto lo intente.
—¿Por qué? —Se para en la puerta y no se mueve, probablemente es el único
con quien puedo hablar, incluso si quiere a Savannah. Demonios, puede quedársela.
—Escuché que la echaste. Pres ordenó que te vigilemos. Debes haber hecho
algo para cabrear a todos. —Cruje sus nudillos mientras permanece ahí. Me pregunto
si puedo sacarle la verdad. Sé que es un hecho que podría torturarlo hasta obtenerla.
Aunque todos parecen ser hombres fuertes, estoy seguro que podría romper a todos y
cada uno de ellos.
—¿Puedes ser honesto conmigo? —Sus cejas se fruncen, pero asiente en
afirmación—. ¿Desde cuándo me conoces?
Empieza a inquietarse, mira a todas partes menos a mí y luego mira hacia la
puerta para escapar.
—Kane.
—Te conozco desde siempre, hermano. —Es mentira, puedo escucharla.
—Sé honesto Kane, última oportunidad.
—Cinco años —dice apenas en un susurro. Si no lo estuviera observando,
mirando sus labios, no lo habría escuchado. Sé eso.
—¡Mierda! —maldigo.
—¿Cuál era mi nombre, Kane? ¿Siquiera era Trace?
Sacude su cabeza.
—No puedes decirles que sabes, o que te lo dije.
—Mi nombre.
—Black… te llamaban, Black. Eres lo que todos querían, y Grover ganó el
premio mayor.
—¿Savannah? —pregunto, él sabe lo que estoy pidiendo.
—Nunca antes la conociste, le dijeron que interpretara a la novia. Aunque, no
se quejó una vez que te vio.
—Maldita puta.
—Ella te ama, incluso si fue para usarte al principio… lo hace.
—¡Kane, solo detente! Sé que la amas, madura de una puta vez y díselo.
Su cabeza cae en vergüenza. No soporto a muchas personas, pero puedo
soportarlo en pequeñas dosis.
M
e quedo en la sede del club por una semana, esperando mi momento.
Pensando en cómo me vengaré. Cómo los haré pagar. No me
apresuro con las cosas. En cambio, las manipulo. No soy impulsivo,
tengo una mente mortal. No tienen idea de lo que acaban de traer sobre sí mismos.
Savannah ha intentado meterse en mi cama varias veces por la noche, y a veces
casi lo he permitido… casi me rindo. Me tomó por sorpresa, dormido, con toda una
erección. Sin embargo, cuando la escuché decir “cariño”, la arrojé al otro lado de la
habitación. No lo ha intentado de nuevo después de esa noche.
El club está teniendo problemas; problemas que he provocado. Para hacerles
creer que no pueden confiar en nadie más que en mí. Hace seis días, le puse una trampa
a Boozer, el vicepresidente, con una prostituta, pero él no supo que fui yo. Sin
embargo, la prostituta no era tan prostituta, sino que era una vieja dama de uno de los
clubes rivales que resultó caerme bien. Fotos fueron tomadas y enviadas al Pres,
Grover. Los problemas estallaron de inmediato.
Fue un buen día.
Al día siguiente, pagué a cuatro niños cien dólares cada uno si robaban la
motocicleta de Brak, y la reemplazaban por una bicicleta de empuje motorizada. Una
nota fue dejada en la bicicleta.
Lo siguiente será tu esposa, reemplazada por una muñeca si no me das la
cantidad correcta.
La nota podría haber significado cualquier cosa, era estúpido pero cumplió su
función. Perdió la confianza del club, los miembros creyendo que estaba vendiendo
las drogas del club y obteniendo un beneficio propio. A lo que él no tiene acceso.
Lo siguiente, fue, bueno, jodidamente fácil. Ni siquiera tuve que planificarlo
mucho. Stark tiene una debilidad por las mujeres jóvenes, apenas de unos veinte años,
vestidas como colegialas.
Grover tiene una hija menor, más joven que Savannah, de apenas diecinueve
años. Nadie debe acercársele, y nadie debe hablarle. Ella odia a su padre, y se está
follando a Stark a sus espaldas, como venganza por favorecer a Savannah: la niña de
oro.
Salí una noche, por un paseo. Stark tenía la motocicleta de Grover, la reconocí
y pensé que era Grover, ya que nadie tiene permitido tocar su moto. Es su bebé.
Excepto que los gritos de placer que escuché no fueron de Grover, sino de Stark, un
miembro leal durante diez años. El sucio y viejo bastardo. Tomé fotos, las imprimí y
se las envié a Grover.
Hoy entro en el cobertizo y sus tres miembros principales, aquellos que han
estado más tiempo con él, están de pie contra la pared. Grover me llamó. Mi cara no
cambia cuando veo a los hombres, sin necesidad de sorprenderme. He provocado
grietas tan grandes en su casa que, toda la lealtad y la confianza han desaparecido de
sus mejores hombres.
—Pres —digo.
Él me mira, la ira escrita en su rostro.
Lo gracioso es que, planeé hacer más… mucho más. El resto fue fácil. Excepto
que tuvieron un impacto y los resultados fueron exactamente lo que quería: un club
roto.
—Lealtad, vivo por eso. Mis hombres deben ser leales… si no lo son, entonces
la elección es el castigo, la sangre, la muerte. ¿Cuál será?
Los tres hombres me miran, sabiendo por qué estoy aquí, luego vuelven a
Grover. Todos hablan al mismo tiempo:
—Castigo —dicen al unísono. Grover asiente y elige a Stark para ir primero,
los otros dos hombres se dan la vuelta, sin tener permitido ver.
La sala está preparada, todo lo que necesito está aquí. Es donde vengo a
relajarme, a disparar, y de vez en cuando a torturar a sus cautivos. Los gritos que esta
habitación conlleva, son relajantes. Suena extraño, lo sé, pero piénsalo. Una persona
siente, esa persona está viva, sin dudas, gritan por el dolor, sangran por la tortura,
lloran por alivio. Esas personas sienten, tal vez no es el tipo correcto de sensación,
pero sienten, y eso indica que están vivos.
Fui torturado, apenas cuatro meses después de haber perdido la memoria.
Ahora estoy pensando que Grover tuvo algo que ver con eso. El dolor de esa noche
fue horrible. No grité ni una sola vez, no derramé ni una lágrima o pronuncié una sola
palabra. Incluso cuando cortaron mi incisión abierta con un cuchillo, la de la herida
de bala, la herida que en última instancia me dejó sin memoria. Recuerdo el sonido,
el sonido de la carne rasgada, la sensación ardiente de la herida siendo reabierta como
si hubiera sido ayer.
Con el tiempo, se rindieron cuando perdí demasiada sangre y me desmayé.
Desperté en la misma cama con Savannah a mi lado, sosteniendo mi mano. Me contó
cómo el club me rescató, y que les debía la vida, otra vez.
Miro el hierro, el hierro en el fuego. Grover sale y cierra la puerta detrás de él.
Nunca quiere quedarse cuando estoy aquí. Pregunté por qué una vez, y dijeron que
mis ojos se quedan en blanco, que me voy a la deriva, y soy letal cuando estoy en la
zona.
Me tienen miedo, deberían tenerlo.
Stark ahora está sobre sus manos y rodillas, sin ropa en su cuerpo. Los otros
dos hombres están iguales: desnudos, excepto que sus ojos miran hacia la pared, no
hacia mí.
—¡Date prisa, Trace! —grita. Me tomo mi tiempo, alcanzando dos hierros, en
lugar de uno.
Me inclino y susurro cerca de su oreja:
—Grover tiene una petición… —Su cuerpo se tensa, toma aire bruscamente y
lo retiene. Grover no tiene una petición, pero él no necesita saber eso—. Hagas lo que
hagas, no te muevas —le advierto. Siempre se mueven, es instinto.
Saco el primer hierro del fuego, el extremo rojo resplandeciendo
brillantemente, y lo presiono sobre su culo. Él grita mientras intenta alejarse. Lo
mantengo allí firme con una mano en su hombro, empujándolo hacia el hierro. El olor
de la piel quemada flota a mi nariz. Luego, una vez hecho, lo remuevo y, antes de que
pueda moverse, el otro hierro aterriza en la otra mejilla de su culo marcándola
también. Él grita como una niña, pero llora como una mujer. Luego, para mayor
placer, con las manos enguantadas, empujo sal en sus heridas. Él corre entonces, sin
preocuparse por cuál será el resultado. No está atado, así que no lo detengo.
Hago exactamente lo mismo. Susurro exactamente lo mismo a Boozer. Él hace
lo mismo, y termina corriendo al final.
Brak es el más joven, de la misma edad que yo. Lo acepta todo, ni siquiera grita
cuando el primer hierro lo golpea. Sin embargo, el segundo lo obliga a gritar en
agonía. Después, justo antes de la sal, él habla y me detengo.
—Te están usando. —Su voz suena cansada, ya ha tenido suficiente.
—Lo sé. —Niega con la cabeza, aún en la misma posición, en cuatro patas.
—No lo haces, ni siquiera eres un miembro. Eres su juguete, y él se enorgullece
de eso. Antes de ti… no teníamos lo que tenemos ahora… respeto. La gente no nos
tenía miedo. Pero ahora lo tienen, están asustados de ti y de lo que eres capaz de hacer.
—¿De qué soy capaz?
—¿En serio no sabes? —Se derrumba en el piso, arrojo la sal de mi mano. Esto
era lo que quería, quería que rompieran su lealtad, que la rompieran por mí. Él mueve
su cabeza de estar boca abajo sobre el cemento y se da vuelta para quedar acostado
sobre su mejilla y me mira—. Todo, Black.
N
o me quedé mucho tiempo, volví a empacar el mismo bolso y conduje.
Necesito más respuestas, respuestas que solo estoy obteniendo en
piezas de la gente. Nadie me está hablando como deberían,
especialmente en la sede del club. Si lo que él dice es verdad, nadie allí me dirá nada.
Soy un activo, no un miembro. Pero ¿por qué?
Conseguí su dirección, no fue difícil encontrarla cuando la busqué. Camino
hasta su puerta sin pensarlo y llamo. Espero, y justo cuando voy a tocar nuevamente
la puerta se abre, y un niño pequeño se para allí. Me mira de arriba abajo y puedo
decir inmediatamente que tiene actitud.
―¿Qué quieres? ―pregunta. Habla bien, no podría tener más de cuatro o
cinco. Su cabello es oscuro, sus ojos verdes. Se ve familiar… ¿es uno de los hijos de
Red?
Escucho su voz, le grita al pequeño hombrecito parado frente a mí. Él pone los
ojos en blanco y se va, dejando la puerta abierta de par en par. Me quedo allí, inseguro
de lo que se supone que tengo que hacer. ¿Entro? ¿O espero?
Decido esperar, no le toma mucho tiempo llegar a la puerta. Se ve sorprendida
cuando me ve, se lleva las manos a la camisa y tira de ella hacia abajo, sus ojos miran
alrededor de la casa y luego vuelven a mí.
―¿Por qué estás aquí?
Escucho que alguien la llama.
―¡Mami! ―gritan.
Ella le dice que estará allí en un minuto, después se vuelve para mirarme.
―Trace… ―Se pone tensa cuando dice ese nombre sabiendo muy bien que no
es mío.
―Puedes llamarme Black, Red.
Sus ojos se abren como platos, sus manos caen de su camisa.
―¿Recuerdas? ―Da un paso hacia mí, pero la detengo con mis palabras.
―¡No! Me han dicho que ese es mi verdadero nombre, ¿no? ―pregunto, para
ver qué dice ella.
Ella niega con la cabeza.
―Sí y no, no para mí.
―¿Podemos hablar? ―Ella vuelve la cabeza hacia atrás, levanta un dedo y
luego desaparece. Espero hasta que regrese. Luciendo cansada, tiene puestos
pantalones sueltos, una camisa holgada, su cabello largo está en un moño sobre su
cabeza. No está arreglada, no tiene maquillaje en la cara. Es simplemente natural. Y
maldición, sigue siendo la cosa más hermosa que he visto en mi vida. ¿Por qué tengo
estos sentimientos hacia ella? Quiero saber por qué. ¿Qué es lo que la hace tan especial
y atractiva para mí, y no como alguna otra mujer?
―¿Puedes volver en dos horas? ―Asiento y no digo nada mientras me alejo.
Sin embargo, siento su mirada a medida que me observa.
Solo ha pasado una hora, y su mensaje llega pidiéndome que regrese. Me voy
a su casa tan pronto como entra. Ya tiene la puerta abierta cuando llego y ahora lleva
un vestido. No es nada lujoso, solo un vestido azul que abraza su cuerpo, su cabello
todavía está en un nudo en la parte superior de su cabeza.
Sostiene la puerta abierta cuando paso, y al instante huelo a horneado. Ha
estado cocinando. Avanzo a la sala de estar, es un desastre. Los juguetes están
esparcidos por todo el piso, las fotos abarrotan las paredes. Niños de todas las edades,
incluso hombres. Entre todo esto, veo una foto que destaca: soy yo. Es pequeña, la
pasarías por alto si no estuvieras mirando bien. Ella está acostada a mi lado, su cabello
está desplegado en el piso. Su sonrisa es seductora y hermosa, y me pregunto cuándo
podré conseguir una sonrisa así de ella. Mi cabeza está junto a ella, excepto que no
estoy mirando a la cámara, mis ojos están enfocados en ella. La foto no parece tan
vieja, todavía luzco igual. Nada ha cambiado mucho, no es de extrañar que ella
estuviera tan conmocionada al verme.
―Te robé esa foto. Nunca lo habrías aprobado. ―Su voz retumba detrás de
mí.
―¿Eras mi esposa?
Niega con la cabeza de inmediato, y presiento que no me mentiría. Por lo
general, puedo confiar en mis instintos.
―¿Por qué te miraba así?
Ve hacia atrás a la foto, una sonrisa suave toca sus labios, luego de vuelta a mí.
―Éramos dos personas jodidas que tenían una relación espléndidamente
jodida.
―¿Jodidos? ―Me gustó oírla hablar así, no parece del tipo que lo haga.
Se queda viendo la foto mientras habla, y no se molesta en mirarme.
―Sí, tan jodidos. Eras malo. Tan puro como el mal podría ser. Yo era una
drogadicta. Así que ya ves… dos personas jodidas.
―¿Eras drogadicta? ―Recuerdo que Savannah me dijo que había follado con
una drogadicta. La miro cuidadosamente, no parece del tipo de persona que es adicta.
Es una persona buena, puedo sentirlo emanando de ella.
―Sí.
―¿Y me follé a una drogadicta? ―pregunto. Eso no suena como yo. No tocaría
a una drogadicta, no son más que problemas. Su cabeza se mueve, está enojada
conmigo, y creo que me gusta.
―No te follaste a una drogadicta, me follaste a mí. Alguien de quien no podías
mantenerte alejado, alguien por quien habrías matado a cualquiera con tal de proteger.
Soy esa persona, Black, esa soy yo. Tú y yo, ya ves… somos nuestro propio jodido
desastre, pero un hermoso y jodido desastre.
―Jodido… desastre ―murmuro.
Sus manos se apoyan en mi pecho, golpeó mi pecho con ira cuando dijo la
palabra jodido.
―No fue fácil ―continúa, ahora sentándose. Ni siquiera mueve los juguetes
dispersos en el sofá―. Sin importar lo mucho que no estuviéramos destinados a ser,
teníamos que serlo. ―Me mira entonces, con lágrimas en los ojos―. ¿Eso tiene
sentido para ti?
Niego con la cabeza, nada lo tiene.
―¿Puedo tocarte? ―pregunta.
No le respondo de inmediato. Es una pregunta extraña, ¿por qué iba a preguntar
eso? Asiento y ella se levanta y avanza lentamente hasta mí. Sus manos son ligeras
cuando tocan mi pecho como si fuera muy cautelosa. Sus ojos no miran a los míos,
observan sus propias manos.
―¿Dejas que esa mujer te toque? ―Todavía sin contacto visual, pero ahora
con ambas manos en mi pecho.
―Sí.
―Eso es lo q-que más d-duele ―su voz se rompe cuando habla.
―¿Por qué?
Sus hermosos ojos azules finalmente miran a los míos. La tristeza los cubre.
―No permitías que nadie te toque. Excepto a mí. ―Entonces la agarro, empujo
su cuerpo contra mi pecho. Ella llora más fuerte, puedo sentir la humedad de sus ojos
filtrándose a través de mi camisa. La alzo, cargándola y llevándola al sofá. Ella se
aferra a mí, sollozando sobre mí. Esto me haría sentir muy incómodo, me marearía de
ira hasta el punto en que perdería la conciencia: nada muestra más debilidad que las
lágrimas.
Permanece sobre mí, su vestido se ha alzado cuando la levanté. Su suave y
pálida piel está a la vista, tan cerca de exponer su hermoso trasero. Me quedo
exactamente como estoy, sin moverme. Finalmente se tranquiliza, y cuando la muevo
para ver cómo está, la encuentro dormida. La alejo completamente de mí, coloco una
almohada debajo de su cabeza y salgo. Mientras lo hago, un jovencito se para en la
puerta, obviamente mirando. Él es alto, con cabello corto y rubio, y me sonríe
alegremente.
―Buenas tardes, señor ―dice, mira a Red y luego a mí. Tiene un bolso escolar
sobre su hombro. Asiento hacia él y sigo de largo, me detiene cuando llego al auto―.
¿Puedes darme un aventón? ―Lo reconozco de las fotos de Red. Debe ser suyo, pero
¿cómo? Parece demasiado viejo para ser uno de los suyos. Asiento y él sube,
sonriéndome.
Conduzco por un tiempo, esperando a que hable, que me diga adónde ir. Pero
ninguna palabra sale de su boca.
―¿A dónde?
―De vuelta a casa, señor Black. ―Lo miro y luego presiono con fuerza mi pie
en el freno.
―¿Me conoces?
Él sonríe, asintiendo.
―Y le agradezco, señor Black.
Es extraño, al igual que la mujer. No me molesto en preguntar nada más, nadie
parece darme lo que realmente necesito. Demonios, ni siquiera sé lo que realmente
necesito. Sin embargo, tengo la sensación de que viene con un largo cabello rubio y
unos ojos azules transparentes.
uiero que me cuentes un secreto. —Su voz me saca de mis
— Q pensamientos mientras estoy hablando con ella por teléfono.
—¿Un secreto? —pregunto. ¿Por qué es tan extraña?
—Sí. Cuéntame un secreto que nadie sepa. Quiero ser la única que lo sepa.
Me pongo a pensar en qué debería contarle porque no tengo ni puta idea.
—Me gusta cuando la oscuridad se hace cargo —le digo, se ríe a través del
teléfono.
—Ya lo sabía. Es por eso que eres tan bueno en tu trabajo. Ahora Black,
cuéntame un secreto, que sea bueno, y yo también te contaré uno.
—Sueño contigo, siempre he soñado contigo. —La oigo respirar
bruscamente—. No solo tu rostro… pero siempre eres tú.
—Te he echado de menos. —Su voz es tan bajita que, si no tuviera el teléfono
pegado a la oreja, no la habría oído.
—No puedo decir lo mismo.
No responde de inmediato, haciéndome pensar que ha colgado, y tengo que
comprobar el teléfono para asegurarme que todavía está allí.
—¿En qué trabajas?
—Asesino personas.
—No, no… ¿cómo? ¿Cómo haces eso? ¿De nuevo?
—¿De nuevo? —Quiero saber lo que significa eso.
—Ese era tu trabajo, era lo que hacías. ¿Cómo es que todavía haces eso, y no
recuerdas quién eras?
—Cuéntame, cuéntame quién era.
—¿Puedo ir a ti?
—Sí, estoy en el hotel. —La escucho arrastrar sus pies, luego hablando con
alguien en el fondo.
—Estaré allí pronto —dice y después cuelga. Justo cuando dejo el teléfono, un
golpe viene de la puerta, y cuando la abro una pequeña morena está allí, su cara está
enrojecida, sus puños apretados: definitivamente no está contenta.
—Black —resopla pasando frente a mí. Está muy embarazada, su vientre me
saca del camino cuando entra. Su cara está enrojecida, sus mejillas ruborizadas. Se
detiene frente a mí una vez que cierro la puerta, su dedo apuntando a mi pecho—. ¿A
qué juego estás jugando? —Su dedo me empuja de nuevo, presionándose en mi pecho.
Si no estuviera tan embarazada, probablemente la echaría por la puerta. No le
respondo, simplemente me quedo allí parado, viendo su puntiagudo dedo regordete
hundiéndose en mi pecho—. Si le haces daño, embarazada o no, te mataré mientras
duermes. ¿Me entiendes? —Sus manos se mueven en una mímica cortando su cuello.
Quiero reír. ¿Es una broma?—. Puedo ver que piensas que estoy bromeando. Después
de todo, no soy nada en comparación con el gran y aterrador Black. Pero te advierto,
la rompiste, maldita sea, le hiciste mucho daño y la rompiste sin reparo, y si lo haces
de nuevo, te romperé. —Sus manos finalmente caen a su lado, y luego nuestras
cabezas giran hacia a la puerta al mismo tiempo, porque hay otro golpe—. Mierda,
me encontró. —Su cuerpo se relaja, de modo que sé que no es una amenaza para ella.
Se balancea hacia la puerta y la abre, Sax se encuentra allí con sombras cubriendo sus
ojos. Me mira, tenso, después a la morena y entonces se relaja.
—Te dije que te quedaras fuera de esto, mujer —dice entrando, agarrando sus
caderas… su esposa supongo.
Ella frunce su nariz hacia él.
—Puedo hacer lo que quiero.
Sax niega, se inclina y besa la parte superior de su cabeza.
—No te sacó un cuchillo, ¿verdad? —me pregunta, y la morena golpea su
pecho cuando se ríe de ella.
—Me lo quitaste —se queja.
¿Quién coño es esta gente?
—Hermano. —Asiente, llevándose a su esposa. Ella me mira y me lanza una
mirada fría y dura, una que supongo que está destinada a intimidarme. Pero no hace
tal cosa.
Se abre la puerta, y ella está allí. No, no Red, sino Savannah. La morena la mira
de arriba abajo. Sax intenta guiarla fuera del camino con una mano en su espalda, la
mirada que le da a Savannah es de todo excepto amable, pero a Savannah no le
importa, simplemente le sonríe como si no le importase ni mierda.
—Trace —dice, cuando ellos se van y cierran la puerta detrás de sí.
¿Por qué coño está aquí? Esta perra está medio loca. Se acerca más a mí,
avanzando poco a poco en mi espacio personal. No la quiero aquí, viene con mentiras.
Nada más que mentiras.
—Tienes que volver a casa… ¿por favor, vuelve a casa?
E
scucho la voz de una mujer, es sensual, a diferencia de la mía. Miro
hacia la puerta nuevamente. Verificando el número en la puerta de la
habitación del hotel, confirmando que es la suya. Entonces, ¿por qué
dijo que podía venir si ya hay una mujer adentro? Me quedo allí, insegura de lo que
debería estar haciendo. Jake quería venir, tal vez debí haberlo dejado. De ese modo,
no tendría que enfrentar esto sola. Excepto que, siempre he amado el tiempo a solas
con Liam. Ahora es completamente diferente, pero de alguna manera y algunas veces,
sigue siendo el mismo.
Golpeo la puerta porque no puedo permanecer aquí más tiempo, tampoco tengo
que hacerlo, verlo o alejarme. Lo cual es imposible de hacer, nunca pude alejarme de
él, incluso cuando tenía dieciséis años.
—No puedo, no iré contigo. —Mi voz se alzó, mi madre enojándose aún más,
mi temperamento en su pleno apogeo, y ella sabiéndolo.
—No tienes otra opción, Rose. Esto es lo mejor para nosotros. Ya no puedes
quedarte aquí, ese chico no es bueno para ti. —Me burlé de ella. ¿En serio? Ella ni
siquiera lo conocía. Sin embargo, había oído los rumores, la gente hablaba mucho
en un pueblo tan pequeño. Ahora estaba asociada con el chico malo, alguien con
quien no debería haber estado socializando. Pero ¿quiénes eran ellos para decirme
eso?
—No iré, no puedes obligarme a ir. Él me necesita, lo necesito. —Estaba al
borde de las lágrimas, no podía alejarme, no me alejaría de él.
—¡No tienes derecho a opinar! —gritó y se acercó a mí, su mano rozando mi
rostro—. Él es solo una fase, cariño, pronto te olvidarás de él.
Nunca lo hice. Nunca lo haría.
Dieciséis, recuerdo ese día, el día en que debía volver con él. Él me habría
estado esperando. Como siempre lo esperaba. Así éramos nosotros, nos esperamos el
uno al otro, solo para estar cerca el uno del otro. Nunca lo olvidé, pero mi madre nunca
lo supo. Volví una vez, antes de conocer a Robert, antes de que mi vida colapsara. Lo
busqué, nadie conocía a un hombre llamado Liam, ni siquiera sabía dónde vivía.
Pregunté en todas partes, nadie lo conocía. Subí a ese tren y jamás volví. Desearía
haberlo encontrado entonces, desearía haber tenido esos años. Excepto que no lo hice,
e incluso hasta me perdí muchos más. Es como si estuviéramos destinados a
desgarrarnos sin importar nada.
Salvo que, cuando una morena sexy abre la puerta, sé que es una mentira, que
lo tendré a él y a nadie más. Cuando lo miro detrás de ella, sus ojos se dirigen a la
mujer, luego de vuelta a mí, y justo ahí está mi confirmación. Solo esa ligera mirada.
No verá a ninguna otra mujer como él me mira. Es imperceptible, pero lo sé. Así como
lo conozco a él.
—Tienes que irte —me sisea. Como si fuera la intrusa.
Bueno, ¿tal vez lo soy? Voy a dar un paso atrás, sin querer participar en lo que
sea que esté sucediendo, aunque queriendo quedarme para poder verlo.
—No te vayas. —Su voz es fuerte, como siempre lo es. Sale exigente, sin alzar
la voz.
La cabeza de la mujer se gira de golpe a la suya, así que sus ojos se apartan de
los míos para mirarla.
—Ella no puede quedarse. Tenemos que hablar, tienes que volver a casa.
Un golpe en el estómago, es lo que es. Black no habla, no tiene que hacerlo, su
lenguaje corporal y la forma en que la ve le dice exactamente lo que está pensando. Y
justo cuando se da cuenta de esto, duele. Duele tanto porque ella lo comprende, lo
conoce, al Black de ahora. No a mi Black.
—Te he visto antes —dice ella, ahora volviéndose hacia mí, con la cabeza baja,
sin querer que ninguno de los dos vea el dolor en mis ojos. La veo entonces, dándome
cuenta que me está hablando. Dejo caer la cabeza hacia un lado, intentando recordar
dónde la he visto. No se me ocurre nada, no tengo idea—. Estabas tan drogada como
una puta cometa. ¿Sigues siendo drogadicta?
Se acerca más. Es más alta que yo, más bonita, todo lo que no soy. Está usando
pantalones cortos, tan cortos que le quedarían a mi hija de diez años. Estoy usando un
vestido hasta la rodilla. La mano de Black se extiende y se envuelve alrededor de su
brazo, los ojos de la mujer abandonan los míos y miran hacia él.
—Qué bebé —dice ella. Eso me hace resoplar, y entonces ambas cabezas se
vuelven hacia mí—. ¿Crees que es gracioso, perra? No pensarás que es gracioso
cuando te esté follando y deseando que sea yo quien monte su polla.
—Basta, vete, ahora. —Él empuja su brazo hacia delante, y yo me aparto.
Luego le cierra la puerta en su cara, pasando el pestillo, atrapándonos efectivamente
a ambos dentro.
—Umm… eso fue interesante —digo. Él me observa, sus ojos verdes mirando
directamente a los míos. Se lleva una mano a su cabello oscuro, empujándolo hacia
atrás.
—¡Interesante maldito día! Tu amiga estuvo aquí justo antes… —Miro detrás
de mí, ¿quién? Obviamente no es esa chica—. La muy embarazada… un poco loca…
—Mierda, lo siento, le dije adónde iba, quería saber. Ni siquiera pensé que ella
vendría.
Él se sienta en su cama, mirándome mientras me quedo inmóvil cerca de la
puerta.
—¿Cuántos hijos tienes? —pregunta, y yo permanezco allí en estado de shock.
—Tres.
—¿Sabía que tenías tres hijos? ¿Y todavía quería estar cerca de ti?
—¿Y qué significa eso? —Ahora estoy a la defensiva. Eso fue grosero, y dos
de esos niños son de él.
—No me van los niños. ¡Mierda! Apenas soporto a las personas.
—Lo sé. —Ahora entiendo, todavía sigue siendo un poco similar al hombre
que una vez conocí—. Te gustaban estos niños si eso cuenta.
Él asiente, sé que no me cree. Solo acepta por el bien de eso.
—¿Cuál es tu nombre?
—¿Mi nombre?
—Sí, todavía no lo sé. Y en lo que a mí respecta, te llamaré Red.
—Creo que me gusta un poco —admito. Así es. Me gusta un poco, va con el
suyo, Black.
—¿Tu nombre? —pregunta nuevamente. Me está mirando con tanta
intensidad, de la única manera que puede, de la única manera que lo hace. Y no tengo
más remedio que responder.
—Rose —respondo finalmente, mirándolo mientras él me observa, sus labios
crispándose cuando responde.
—Perfecto.
—¿Podemos ir a algún lado? —Un simple asentimiento es todo lo que obtengo.
Nos detenemos en una casa de dos pisos. No es nada especial, aunque de alguna
manera, se siente especial. Ella sale de la camioneta, y se para enfrente, esperándome.
Me acerco a ella y se estira para tocar mi cara, luego me quita los lentes.
—Me gusta leerte, tus ojos me dicen más que tú —explica, y no la detengo
incluso a medida que camina hacia la casa y la sigo ciegamente. Se detiene al pie de
las escaleras, veo que hay una puerta abierta y detrás hay una habitación desocupada,
su mirada se detiene más de lo necesario en ella, antes de seguir adelante. Observo su
culo mientras ella se pavonea frente a mí, sabiendo que no debería. Su culo es
perfecto, todo el paquete de ella es perfecto en realidad, no debería ser capaz de tentar
a la población masculina con su aspecto porque es un crimen.
—Deja de mirarme el culo. —Ni siquiera se da vuelta cuando dice eso. Es
como si supiera. Me rio levemente sin negar el hecho de que estaba chequeando su
culo descaradamente.
Abre la puerta y el interior de esta casa es lo más colorido que he visto alguna
vez, las paredes están llenas de palabras y grafitis cubriendo las paredes. ¿Qué cosa
más extraña de ver, o incluso usar para decorar? Ella camina más allá de todo y se
va a la parte posterior, abriendo una puerta. Se detiene y no enciende una luz, me
detengo a su lado y todo en esta habitación es todo lo contrario de la casa. Todo es
negro, las paredes son negras, la ropa de cama, incluso la cama. No hay señal de color
en ninguna parte.
—¿De quién es esta habitación?
Se da la vuelta para mirarme, sus lentes ahora están sobre su cabeza.
—Tuya. —Ella sonríe tristemente, una lágrima escapando de un ojo. Entro y
toco las cosas, esperando que algo vuelva a mí. Nada lo hace.
—Me tomó años regresar aquí, tuve que dormir en la sala de estar o en el piso.
—Sonríe pero solo apenas.
—¿Por qué?
—Tenías tus demonios.
—¿Y tú?
—¿Tenía demonios? —pregunta levantando su mano hacia su pecho.
Asiento—. Sí, muchos. De hecho, me salvaste de ellos.
—¿En serio? —le pregunto, no soy del tipo de persona que salva a alguien, en
realidad soy todo lo contrario. Yo destruyo, arruino, mato. Sus ojos azul hielo se
elevan a los míos. Se acerca, de modo que nuestros dedos casi se tocan. Su mano
tiembla cuando la estira y toca mi pecho.
—¿Le permites tocarte cuando le place? —Sus ojos no alcanzan los míos,
aunque quiero que lo hagan.
—Sí. —Sé de quién está hablando. Lo sé por la forma en que lo dice. Savannah.
Deja caer su mano pero la atrapo con la mía y la sostengo allí—. ¿Por qué? —Durante
nuestra última conversación sobre tocar, se rompió, no pude obtener mucha
información.
—Me tomó años poder tocarte, pensé que jamás sería capaz de hacerlo.
—¿No te permitía que me tocaras?
Sus mejillas se sonrojan.
—Solo en ciertas áreas —dice tímidamente.
E
lla quiere llevarme a algún lado, no digo que no. Si ella puede ayudarme
a reconstruir mi memoria, no voy a decir que no. Una parte de mí quiere
encontrar un lugar, quedarse en él solo, hacer mi trabajo y escapar a la
oscuridad. Me gusta el lugar al que me lleva, es un lugar tranquilo. Pero está mal,
como la gente me dice.
Me sorprendió su elección de auto, es una camioneta. Una camioneta negra, es
algo que yo poseería. No me mira cuando conduce, sus lentes de sol cubren su rostro.
Sus dedos tamborilean sobre el volante, sus uñas son rojas. El nombre por el que una
vez la llamé, todavía le queda, encaja con ella aún más ahora que sé su nombre.
—¿Dónde vives? —pregunta deteniéndose.
Miro a mi alrededor, es tranquilo, una vía de tren, nadie está aquí excepto
nosotros. Siento que me mira fijamente, incluso con los lentes cubriendo sus ojos
puedo decir que me está mirando directamente.
—A unas horas de distancia, en un club.
—¿En un club?
—Sí, los Vicious Vipers.
Sus manos vuelan a su boca.
—¿Un club de motociclistas?
—¡Sí! —Sus manos comienzan a temblar, luego su cuerpo. Alcanza la puerta,
tratando de abrirla pero no puede, porque sus manos no dejarán de temblar. Extiendo
la mano, eso la sobresalta y la hace saltar hacia atrás en el asiento. Me mira, y puedo
distinguir sus ojos muy abiertos detrás de los lentes que usa. La abro y ella salta sin
rodeos, con las manos estrellándose contra el suelo a medida que respira
profundamente en cuatro patas.
No sé qué debo hacer. No conozco a esta mujer, no consuelo a las mujeres.
Demonios, no consuelo a nadie.
Cuando camino alrededor hacia el lado de la camioneta donde ella está en el
suelo, comienza a levantarse. Sus manos sosteniéndola contra la camioneta.
—Lo siento, eso no sucede a menudo. —Se limpia la parte delantera de su
vestido y se endereza.
—¿Por qué?
Se quita los lentes de la cara, la tristeza es evidente en sus ojos.
—Oscuridad… —es todo lo que dice antes de empezar a caminar más allá de
mí. La sigo, inseguro de lo que estamos haciendo, o incluso lo que está sucediendo—
. Este es uno de nuestros lugares —dice. Miro hacia el tren, su mano se desliza hacia
la mía, y entonces recuerdo… recuerdo algo.
Miro el tren, luego de nuevo a ella. No recuerdo nada más que ese recuerdo y
el dolor que me dejó con él. Su mano aprieta la mía.
¿Acaso ella era la causa de la oscuridad que me dominaba? ¿Era la razón por
la que matar a las personas no me afectaba? ¿Era la razón por la que no me importaba?
¿Por la que no amaba? El tren todavía estaba coloreado, la pintura astillada en algunos
lugares, pero su nombre en escritura roja era lo que más destacaba.
—Dieciséis años —susurro.
La escucho tomar una respiración brusca, luego escucho como se para frente a
mí. Sus ojos están llenos de esperanza.
—Te extrañaré cuando no pueda verte, y te extrañaré aún más hasta el
momento en que lo haga. —La miro directamente a los ojos cuando las palabras salen
de mi boca, sus ojos ampliándose enteros por la sorpresa.
Ella se adelanta, extiende su mano hacia mi cara, tocando mi barba.
—Sabía que me encantaría —dice, tocándola.
La observo con interés. Los pensamientos consumiendo mi mente se mezclan
con ira y lujuria. Quiero follarla como si nunca antes hubiera follado a nadie. Pero
luego quiero estrangularla por hacerme así. El bastardo sin corazón que soy. Agarro
su cara con ambas manos, la acerco a mí y coloco mi boca sobre la suya: no es suave,
es dura. Su boca se abre automáticamente concediéndome acceso. Lo acepto,
planeando tomarlo todo de ella esta noche, luego repartirle su propio castigo.
Su cuerpo se frota contra el mío, y froto en respuesta, quiero que la fricción
nunca termine. Nos hago avanzar hacia atrás, ella me sigue el ritmo, después la tomo
por la parte posterior de sus piernas y empujo su espalda contra el tren.
Castigo.
Ella chilla pero no dice ni una palabra. Libero mi polla, levanto su falda y luego
jalo sus bragas hacia un lado. Ella sabe lo que estoy a punto de hacer, y no me detiene.
Me separo, el beso cayendo de mis labios mientras la observo. Sus ojos están cerrados,
su cabeza apoyada hacia atrás contra el tren en puro placer, y ni siquiera estoy aún
dentro de ella. ¿No ha sido tocada por siglos? El pensamiento se dispara por mi cuerpo
y luego desaparece igual de rápido. La posiciono, y entonces me introduzco de golpe.
Ella grita mi nombre… no Trace, sino Liam. El que acabo de recordar. Es hermoso
saliendo de sus labios, y es aún más sexy como ella monta mi polla, de arriba hacia
abajo.
Sus uñas se clavan en mis hombros, mis dedos se clavan en su trasero. Ella
quiere lo que le estoy dando, no, maldición a ella le encanta.
—Dime, Liam —grita.
La ignoro y empujo dentro de ella más fuerte, follándola más fuerte. Es un
placer diferente del que he tenido con otras mujeres. Ella lo es, y estoy a punto de
arruinarlo. ¿Acaso la oscuridad estaba tomando el control? Tiene su forma de hacerlo,
aunque no con ella. Ella la mantiene a raya, algo que nunca entendí hasta esta noche.
Ahora estoy aplastándole las caderas, puedo sentir mi propia fuerza
agarrándola tan fuerte que sé que le quedarán hematomas. A ella no parece importarle,
en realidad la hace ir más rápido, animándola. Ella se inclina hacia abajo cuando se
viene, su coño ordeñando mi polla y me muerde el hombro, con fuerza. Entonces yo
me vengo.
Su cabeza se levanta, me sonríe, la esperanza escrita en su rostro. Nada está
escrito en el mío. Sé que puede verlo, su sonrisa cae, su esperanza también disminuye.
Desenvuelvo sus piernas y las coloco en tierra firme. Sonrío con una sonrisa siniestra
y digo:
—Hasta mañana.
Ella apenas sonríe, pero repite lo que dije, y se aleja de mí cuando me marcho.
N
o sé lo que sucedió, no sé cómo explicarlo. Él estaba allí, luego no
estaba. Me folló, y me folló duro. Fue brillante pero dañino. Me
recordó, luego se fue. No lo entiendo del todo, y me quedo en el mismo
lugar durante lo que parecen años.
Solo se fue, ni siquiera se despidió, no quería que fuera con él. Si me recordaba,
¿cómo podía hacer algo como eso? Liam Black no me habría hecho eso. Sí, me había
alejado, y yo empujé de vuelta. Sin embargo, no me habría dejado, no creo que pudiera
haberlo intentado siquiera. Lo que teníamos, es difícil de describir, y aún más difícil
de explicar. Es algo que la gente no entendería. Somos dos personas diferentes,
viviendo en dos planetas diferentes: el suyo es uno sin amor ni sentimientos y mi
planeta es él.
Jake está en mi casa cuando entro, me mira por completo, agarra su chaqueta
y corre a la puerta de entrada. Sabe en dónde he estado, sabe con quién estaba. No
quiero que se enoje con Liam, no puede estarlo.
—Jake, no. —Se detiene con la mano en la puerta, se gira para mirarme y hace
una mueca.
—Al menos puedo darle un golpe antes de que me dispare. —Intenta hacer una
broma, aunque no es una. Lo que dice es verdad—. Dime lo que sucedió, dime antes
de empeorar las cosas en mi cabeza más de lo que están.
—Dijo que recordaba, luego nosotros… —Me detengo, para mirarlo. Asiente,
lo entiende—. Luego se fue. Excepto por la forma en que se fue, era como si me
estuviera castigando.
—¿Castigándote?
Asiento.
—Entonces, ¿te folló en público, y luego te dejó?
Asiento otra vez, no levanto la vista aunque escucho la puerta golpearse cuando
se va.
Camino hasta mi entrada, mirando hacia la puerta, esperando a que vuelva a
entrar. Ya ha hecho esto antes, se enoja, se va, luego regresa un poco más tarde.
Excepto que esta vez, no sé si lo hará. Llamo a Liam, preguntándome si incluso me
contestará. Para mi sorpresa, lo hace.
—Odio estas cosas —refunfuña en el teléfono.
—Lo sé, siempre lo has hecho.
—Red.
—Sí, mira… Jake está enojado contigo. Podría estar allí muy pronto. No le
dispares.
—¿Dispararle? —pregunta.
—Sí, no le dispares.
—¿Quién es Jake? ¿Y por qué no puedo dispararle?
Dejo caer el teléfono, mis manos se aferran a mi cabello. ¿De verdad? ¿Cómo
me está pasando esto? Logro levantar el teléfono nuevamente, cuando lo hago, se abre
la puerta delantera y Jake está parado allí, su mano está rota, pero está más relajado.
—Me tengo que ir —digo al teléfono, colgándole. No espero una respuesta ni
contesto a su pregunta. Camino directo a la cocina, agarrando una bolsa de hielo y
avanzando hacia donde está Jake, todavía de pie en el mismo lugar.
—Gracias. —Me guiña un ojo y no se estremece cuando coloco el paquete de
hielo en sus nudillos—. No prometo que no voy a darle un golpe.
—Lo sé, solo déjame lidiar con todo esto por ahora.
—¿Le contaste? ¿Le contaste de Liam? —Niego con la cabeza, y él alza una
ceja interrogante, siempre me hace eso.
—No creo que me recuerde. —Jake endurece su semblante, sin comprender
del todo—. Hablé con él. No te recuerda. Deberías ser alguien que recuerde si
recordará. Eras una constante para él. Creo que solo recuerda algo, aunque no estoy
segura de qué, y sé que tiene que ver conmigo. Simplemente no sé exactamente qué.
—Todo esto es tan jodido. Lo sabes ¿verdad?
—También revitalizante.
—¿Cómo?
—No estaba viviendo antes, Jake. Estaba sobreviviendo. Todavía tengo
pesadillas. Ahora cuando tengo esas pesadillas, me despierto, sabiendo que todo va a
estar bien. Él está vivo, el diablo no se lo llevó.
—¿El diablo? —Niega con la cabeza.
—Sí, su oscuridad. Dijo que se lo llevaría al infierno.
—Vas a tener que decirle, no puedes esperar para siempre, Rose. Necesita
saber. Incluso si no te recuerda, sino te quiere, necesita saber que tiene un hijo. Deja
que él decida por sí mismo lo que quiere.
—¿Y si no me quiere?
—Es una posibilidad, Rose, no formas parte de él. Lo hacías antes, pero ahora
no.
—Formaré parte de él otra vez.
Él se ríe de mí a medida que agarra la bolsa de hielo y se va.
Los niños corren hacia la puerta, Jake se queda en el otro extremo de la casa,
probablemente remendando sus manos. Mi madre me sonríe mientras lleva a Liam
dormido en sus brazos. Lo tomo y le doy las gracias, ella me besa en la mejilla y se
va. Nuestra relación ha madurado, ella ha madurado. Ahora está saliendo, y está más
involucrada en nuestras vidas.
Hayden sonríe y besa mi mejilla. Amo a ese chico como si fuera mío. Para mí,
es mío. Me llama mamá, y lo dejo. Sus padres nunca intentaron comunicarse con él,
salieron disparados después de sacarle dinero a Liam y jamás miraron hacia atrás.
—¿Lo has visto? —pregunta Hayden cuando empiezo a preparar la cena de
esta noche, se sienta en el banco mirándome.
—¿A quién?
—Al señor Black.
Dejo caer la zanahoria y lo miro. Él siempre lo llamaba así, señor Black.
—¿Y tú?
Él asiente en confirmación.
—Sí, incluso subí al auto con él. Es muy parecido al de antes, pero de alguna
manera diferente.
—Lo es, ¿y Hayden? —Me sonríe, y sé lo mucho que le dolió cuando murió—
. No estés alrededor del señor Black, ¿de acuerdo? No hasta que yo lo diga.
—¿Por qué, mamá?
—Por favor, no lo hagas, ¿puedes? —Es mucho para mí pedirle eso, estuvo
con Liam por mucho tiempo, Liam fue su salvador. Hizo cosas por él que ni siquiera
sabía que estaba haciendo, lo que efectivamente le salvó la vida.
—Está bien. —Accede, y quiero creerle. Lo hago. Excepto que es Liam, una
vez que lo amas, es difícil dejarlo ir.
M
i cabeza sale volando hacia atrás, mi nariz comienza a gotear sangre,
así que la limpio. El hombre se para ahí, sonriendo, luego pasa junto
a mí y me palmea en la espalda y me abraza. Quiero dispararle, creo
que podría hacerlo hasta que habla.
—Te mereces eso, no le hagas eso de nuevo.
—¿Qué?
—Me pediste que la protegiera con mi vida. La protegeré, lo he estado
haciendo, incluso si eso significa protegerla de ti.
—¿Quién demonios eres? —Está vestido muy parecido a mis hermanos del
club. Puedo decir automáticamente que es un motero. Es por eso que mi mano está
sobre mi arma, no moviéndose.
—Hombre, tu hermano.
—Sé quiénes son mis hermanos y pronto, todos estarán tres metros bajo tierra.
Ahora, ¿te gustaría replantear eso?
Deja escapar una buena carcajada, burlándose de mí.
—Igual que siempre.
No me he movido de la cama en la que estoy desde que me golpeó, no he sido
capaz de moverme de esta cama desde anoche. Mi cuerpo está estallando en
temblores, he estado enfermo durante toda la noche. Solo me moví unos centímetros
después del golpe para alcanzar mi arma, que todavía está en mi mano, sin importar
quién diga él que es.
Intento ponerme de pie, lo hago, pero mi cuerpo no lo soporta. Me sostengo de
la pared, pero no dura demasiado, el mareo se apodera de mi cuerpo y pronto estoy
cayendo.
Me despierto con gente rodeándome. Un hombre en un traje se para y habla
con un mujer, su voz es tranquilizadora. Me gusta su voz, simplemente no puedo verla.
El sueño se apodera de mí otra vez.
Puedo sentir sus manos sobre mi brazo y el toque es suave. Las corre a lo largo,
relajándome, excepto por una parte de mí que quiere alejarse. Lo hago, me alejo, y
ella se pone de pie bruscamente. Luce cansada, sus ojos están inyectados en sangre.
Aunque se ha cambiado de ropa, y la cama en la que estoy, no la reconozco en
absoluto.
—Estabas en abstinencia. —Su mano tiembla cuando la pasa por su cabello,
un cabello rubio y largo—. No sabemos exactamente de qué, pero tenemos una idea.
—¿Idea? —Mi voz suena rasposa. ¿Cuántos días he estado dormido? ¿He
bebido algo de agua? Mi boca se siente tan seca y mis labios partidos. Noto el suero
en mi brazo y lo arranco, la habitación en la que estoy es negra y se siente
extrañamente reconfortante.
—Tienes marcas de aguja entre los dedos de tus pies, ¿tú hiciste eso? —
Sorpresa y enojo irradian a través de mí, enojo basado en quién creo que hizo esto.
Sorpresa por cómo es que lograron hacerlo. Me pregunta de nuevo—: ¿Tú hiciste eso,
Liam? —Su rostro está tan cerca, luce tan cansada. ¿Hice que terminara así?
—¿Cuánto tiempo he estado… aquí? —pregunto mirando alrededor.
Se sienta de nuevo en el borde de la cama, su rostro se contrae, dolido debido
a que no respondí su pregunta.
—Unos cuantos días, casi una semana.
—¡Mierda! —Me pongo de pie, mis piernas están temblorosas. Se para
automáticamente, preparada para atraparme. Ahora estoy a centímetros de ella, su
rostro está tan cerca. Sus carnosos labios rosa, tan besables, tan jodidamente cerca.
—Esta es tu habitación. —Observo sus labios cuando habla. Me toma unos
momentos entender lo que está diciendo.
Un ruido, un ruido tan fuerte me aleja de ella. Avanza y se acerca aún más a
mí. El ruido la asusta, y a mí me alienta. Un ruido con el que estoy muy familiarizado
suena de nuevo, no la detengo cuando me empuja y abre la puerta. No puedo, mi
cuerpo es demasiado lento, está demasiado roto en este momento, mi energía ha sido
drenada hasta la no existencia.
Otro disparo, esta vez no la veo, ha desaparecido a través de la puerta. Me estiro
bajo la cama, sacando un estuche negro. Abriéndolo, me pregunto por qué siquiera lo
tomé, sin preguntarme cómo supe exactamente dónde estaba.
Tiene dos armas, una de mano y un rifle de francotirador. Saco el rifle, esto es
algo que se siente como mío. Se siente como lo único que he tocado que se siente
como mío. Lo sé todo sobre él, incluso sin verlo claramente.
Otro disparo, mujeres comienzan a gritar.
Utilizo las paredes para ayudarme a salir y cuando entro en la habitación
principal, veo un sofá rojo con paredes coloridas, tan brillantemente cubiertas con
grafiti. Esta es la casa adonde me llevó antes de follármela contra una pared sucia
como una puta.
Llego a la ventana y me asomo por ella, Red está a pocos metros de Savannah.
Savannah tiene un arma en su mano, ondeándola alrededor como la perra
despreocupada que es. Escucho la voz tranquilizante de Red, intentando apaciguarla.
No funcionará, porque Savannah es una clase especial de loca.
Me ve en la ventana y sonríe abiertamente. Red sigue sus ojos y levanta la
mirada hacia mí al mismo tiempo que lo hace Savannah. No están demasiado alejadas,
a escasos metros como mucho, pero Red está bloqueando a Savannah del ángulo en
que estoy apuntando.
—¿Crees que simplemente puedes irte? —pregunta y ríe, levantando su arma
hacia Red. Red mira hacia atrás, Savannah no está observándola, sus ojos están en
mí—. ¿Por esto? ¿Por la drogadicta?
—¿Qué me hiciste, Savannah?
Sus labios se curvan.
—¿Estás en abstinencia, amor? —Sus hombros se levantan con confianza—.
Ven conmigo y puedo hacer que todo mejore, cariño.
—¿Qué era eso, Savannah?
—Es un supresor de memoria, mi amor. Uno que te di cuando lo escabullí en
tu cena para ayudarte a dormir esa noche. Nunca lo hubieras sabido si no me hubieras
dejado. —Sus ojos caen de nuevo sobre Red, le sonríe. Cuando habla, habla hacia mí,
aunque constantemente observa a Red—. Si te vas conmigo, podemos olvidarnos
sobre todo lo que sucedió y no la lastimaré. —Quita el seguro del arma y Red
comienza a temblar.
Apunto, ella no me ve, y disparo. Sonríe abiertamente.
El dolor es tan intenso que atraviesa mi hombro como un cuchillo retorciéndose
de un lado al otro. Savannah tararea divertida, sus dientes blancos recordándome al
diablo. Ella baja su arma, mira a Liam y le sopla un beso. Levanta el arma una vez
más, apuntando a mi cabeza, luego, a medida que su sonrisa se vuelve siniestra, sus
ojos ruedan hacia atrás. Hay un agujero entre sus ojos, en su frente. Cae a mis pies.
No mucho después, hago lo mismo, las dos yacemos allí coloreando la hierba verde
de rojo.
Oigo pasos, mi cuerpo está a punto de desmayarse. Puedo sentir la sangre
saliendo de la herida, el dolor afianzando su control. Duele, y sí, he sentido cosas
peores. Sin embargo, este, este es un dolor que no para de retorcer, un dolor que mi
cuerpo quiere apagar al dormirse.
Lo siento vagamente, lo huelo. Escucho su lucha mientras me lleva escaleras
arriba. Él no debe tener ninguna energía, no ha comido alimentos sólidos en más de
una semana.
Me pone en la bañera, me corta la camisa con una navaja y me siento entrar y
salir de la conciencia.
—Muerde —ordena, colocando algo en mi boca. No puedo, quiero dormir
porque el sueño se lleva el dolor.
Mi propio grito resuena en mis oídos. Está excavando en mi hombro en busca
de la bala, sus dedos dentro de mi herida abierta. Su mano libre me pone la camisa en
la boca, intentando cortar mis gritos, pero no funciona. Escucho cuando quita la bala,
suena cuando golpea las baldosas, y colapso un poco más en la bañera.
Él me levanta de modo que pueda alcanzar mi hombro con mayor facilidad.
Esta vez, cuando coloca algo en mi boca, ordena:
—Muerde. —Y lo hago, pero me desmayo del dolor, a medida que cose mi
herida.
Está dormido a mi lado cuando despierto nuevamente. Observo su perfil.
Duerme exactamente igual que la última vez. Sin moverse, sobre su espalda. Como si
estuviera muerto.
Tiene una cicatriz en la ceja, una que no tenía antes. Me apoyo sobre mis codos,
mirándolo entero, tiene una camisa negra lisa, no puedo ver mucho, especialmente
con sus largos pantalones negros que se ajustan perfectamente a su cuerpo tonificado.
Sin embargo, sus manos, las noto. Tiene una cicatriz muy profunda en ambas palmas.
Levanto su mano suavemente mientras la examino. Está en ambos lados como si algo
las hubiera atravesado.
—La última persona que me tocó cuando estaba durmiendo, que no conocía,
terminó con una bala, Red.
Suelto su mano en completo shock, sus ojos están abiertos y me está mirando,
pero es con interés.
—Me conoces —respondo.
—No, solías conocer una versión mía. No conozco ninguna versión tuya. —Se
lleva las manos al estómago.
—¿Sientes algo cuando estás conmigo?
—Sí. —Sus respuestas son cortas, como siempre lo han sido.
—¿Qué?
—Que quiero alejarte. —Se sienta y se encuentra cara a cara conmigo.
—Eso no es nada nuevo, lo intentaste una vez y no funcionó. —Me encojo de
hombros, es la verdad.
—¿Dime qué sucedió?
—¿Sucedió?
—Sí, quiero saber por qué nadie me buscó si dices que era tan importante.
—Lo eres… para mí. —Vuelvo la cabeza hacia su ventana, está tintada, para
coincidir con la oscuridad de esta habitación—. No puedo hablar de eso, ni siquiera
contigo.
—¿Por qué? —Me está mirando, su rostro sin emoción alguna, aunque sus
ojos, dicen algo diferente.
—Deberías recordarlo pronto, y si no lo haces, te lo diré. Simplemente no
puedo, duele demasiado.
—Eras importante para mí, ¿verdad? —Asiento simplemente. No era bueno
para definir las cosas, así que tampoco lo haré—. Si no recuerdo, ¿qué vas a hacer?
—Mis manos tocan su rostro, su barba está debajo de mis palmas, y sus largas pestañas
revolotean con cada parpadeo que toma.
—Haré que me recuerdes.
Hayden viene después de la escuela, Liam está abajo, dijo que necesitaba
despejar su mente. Veo como Hayden le sonríe, Liam permanece ahí de pie mirándolo,
sin hablar, solo escuchando. Se deshizo del cuerpo de la mujer y limpió el desastre.
Me volví a dormir después de hablar, y luego llamé a mi madre para ver cómo estaban
los niños.
Hayden es lo suficientemente mayor ahora de modo que no tiene que pedir mi
permiso cada vez que quiere ir a algún lado, excepto que todavía lo hace. Me dijo que
vendría. Le dije que el señor Black no lo recordaría, pero no le importó, para él, Liam
es su Santo Grial. Su salvador y nada de lo que diga nadie podría impedirle verlo, ni
siquiera yo.
La cabeza de Liam se gira de golpe, me mira, sintiendo que estoy allí. Sus
lentes de sol cubren sus ojos, y aun así, siento el peso de su mirada en mí.
—Tienes que ir con tu familia —dice una vez que vuelve al piso de arriba. Es
temprano. Necesito ir a trabajar hoy en algún momento. Preferiblemente a tiempo.
—Voy a hacerlo.
—No te necesito aquí.
—No, pero quiero estar aquí para ti.
—¿Sabes mucho sobre estas drogas?
—¿Por qué? —Se queda inmóvil, siempre ha sido extraño tener una
conversación con él. Es como si no necesitara moverse.
—Porque quiero perseguir a las personas que hacen tales cosas.
—Sé que es una droga del mercado negro. Todo lo que sé es que suprime los
recuerdos, y debe darse correctamente. Se debe administrar en dosis para no eliminar
la memoria actual, si se administra con demasiada frecuencia, se suprimiría la
memoria actual. Básicamente, es como un medicamento de recarga del supresor de
memoria original.
—¿Tu doctor te dijo esto?
—Sí. Dijo que tu memoria debería regresar una vez que la droga haya salido
de tu sistema, pero no es una garantía porque la estuviste recibiendo durante un
período tan extenso de tiempo.
—¿Quién demonios hace esta mierda?
—Han habido informes de un farmacéutico local que lleva haciéndola desde
hace un tiempo. Sin embargo, nadie lo ha encontrado realmente. Sé que Robbie estaba
buscando al farmacéutico, pero no ha tenido suerte.
—¿Robbie? —Oh, claro, su memoria.
—Es un oficial de policía.
—¿Confías en él?
—Sí.
—No deberías… —es todo lo que dice a medida que se aleja.
Jake está aquí, apareció poco después de que Hayden se fuera. Me ve temblar
cuando me toca y me da la vuelta para inspeccionar la herida. Arranca el vendaje.
—¿Quién te disparó? —pregunta rápidamente. Su respiración escapando cada
vez más pesada en la parte posterior de mi cuello.
—No lo recuerdo, todo es borroso.
—Yo le disparé —dice Liam entrando, vestido exactamente como lo recuerdo.
En un traje con una camisa blanca y sin corbata. Mi corazón martillea con fuerza.
Soy demasiado lenta para detener lo que sucede a continuación. La pistola de
Jake se alza, al igual que la de Liam, es tan rápido que parece borroso. Las balas se
disparan, Jake cae al suelo, Liam se para allí con su rostro inexpresivo. Nada inusual.
Caigo junto a Jake, lo ayudo a levantarse, pero él aleja mis manos. Liam golpeó
su mano, la que sostenía el arma. Puedo ver la sangre que gotea en el suelo, se arranca
una parte de la camisa y se la envuelve en la mano.
Entonces lo asimilo, lo que él acaba de decir. Mi cabeza se dispara a Liam de
golpe. Recojo la pistola de Jake y apunto a Liam.
—Maldita sea, ¿me disparaste? —Su cabeza se inclina hacia un lado.
—Rose, su arma está cargada, no lo tientes.
Miro hacia abajo a su mano, su dedo está en el gatillo, el arma en nuestra
dirección.
—¿Vas a dispararme, Liam Black? —me burlo y él la baja.
—Estabas en mi camino. Te lastimé para obtener lo que quería.
Suelto el arma y camino hasta él, luego le doy una dura bofetada en la cara y
me voy.
M
iro como se aleja su culo firme. Ella me hace querer recogerla,
tirarla sobre mi hombro y hacerle cosas, cosas malas. Jake está en
la nevera, con un trozo de la camisa que arrancó envuelto alrededor
de su mano. Él se lleva el extremo de la botella a su boca, la engulle, y la deja en el
fregadero, luego me mira y sacude la cabeza.
—Sabes cómo hacer enojar a la mejor de las personas, ¿no?
—No sé de qué estás hablando.
—Esa mujer… —señala a la puerta por la que Red acaba de irse—… jamás se
enojaría contigo. Ni en un millón de años. Dios, ni siquiera se enojó cuando descubrió
que te estabas follando a una puta.
—No tenía derecho a estar enojada por eso, pero ¿qué significa para ti? ¿Te la
estás follando? Vi lo defensivo que eres con ella.
Eso lo hace enojar, se acerca a mí, deteniéndose justo en mi cara.
—No me la estoy follando. Te hice una promesa, pedazo de mierda. Sostuve
esa promesa.
—La amas…
Él da un paso atrás, la verdad escrita en su rostro.
—¿Acaso sabes lo que es el amor? ¿Cómo te llaman ahora? ¿Trace?
—El amor es solo una palabra, Jake. Solo una palabra para…
—Sí, sigue diciéndote eso. —Vuelve a la nevera, toma otra cerveza y se la
toma enseguida—. Los chicos estarán aquí más tarde, será mejor que te comportes.
—¿Los chicos?
—Sí, mis muchachos. Sin armas, Black.
—¿No es esta mi casa?
—Lo es, pero la mayor parte es mía. —Es un maldito descarado, con una
sonrisa furtiva siempre en su rostro.
—Oh, te sugiero que empieces por intentar ganarte a Rose de vuelta. No tomará
mucho, pero deberías disculparte. Ahora, necesito que te vayas de una puta vez para
que pueda follar.
—No en mi cama.
Él me saca el dedo cuando sale por la puerta y se detiene cuando su teléfono se
enciende. Luego se vuelve a enfrentarme una vez más.
—Rose necesita que vaya por ella, no puedo, y me debes una por dispararme
en la maldita mano. Quiero decir, ¿sabes lo mucho que les encanta a las perras ser
azotadas con esta mano? Y tú simplemente le disparaste sin ningún cuidado.
—Devuélvemelo yéndote a cualquier lado, Jake. Ya basta de nalgadas.
Ahora me mira.
—Pareces… no importa, ve con ella, ahora.
Su rostro luce enojado, se está poniendo más rojo cuánto más tiempo nos
paramos en su puerta. No tengo idea de por qué estoy aquí, deseando nunca haber
escuchado a Jake, simplemente debería haberle disparado otra vez.
—Tienes que irte, estoy muy enojada contigo.
—Jake me envió.
—Mierda —dice, y entonces cubre su boca con las manos mirando detrás de
sí. Un niño pequeño aparece corriendo, el mismo con la actitud de la última vez que
estuve aquí—. Lo necesitaba, él sabe que tengo que ir a trabajar. —Ella sacude su
cabeza y alza su teléfono, alejándose de la puerta principal, y yo la sigo. Habla rápido,
luego termina frustrada y llama a otra persona. Entiendo lo esencial de lo que dice.
Necesita a alguien que vigile a su hijo porque Jake estaba destinado a hacerlo.
Finalmente se vuelve hacia mí cuando cuelga el teléfono—. Tú… —Le doy una
mirada en blanco—… me disparaste. Puedes hacer de niñera, Liam.
—No, cero niños.
Ella sacude su cabeza recogiendo su bolso.
—Maldita sea, qué mal. Necesito trabajar, tú lo vigilarás. No es por mucho
tiempo, y él puede hacer la mayoría de las cosas por sí mismo, solamente tienes que
darle de comer.
—Los niños no son lo mío.
Se detiene justo frente de mi cara.
—Harás esto. Puede que encuentres que tienen un montón de cosas en común,
tu actitud por ejemplo. —Luego se va, besando a su hijo al salir.
Él se queda ahí solo mirándome.
—Señor, ¿quién es? —Él avanza hasta mí y tira de mi camisa cuando no
respondo, sus pequeños ojos verdes observándome fijamente—. Señor, ¿no me oye?
—Te escuché, niño.
—Bueno, ¿cómo se llama?
—Liam.
Sonríe brillantemente.
—Ese es mi nombre, ahora ¿dime el tuyo?
—Black. —Asiente y entra en la zona de estar, agarra el iPad y se sienta.
Comienza a ver adultos construyendo juguetes, luego niños haciendo travesuras y
hace todo esto sin hablar o moverse de su lugar durante unos buenos treinta minutos.
Me siento allí como un idiota, observando todo lo que hace y preguntándome cómo
diablos puede ver esta mierda constantemente.
—¿Tienes papá?
—¿Por qué?
—Quiero un padre. Jake es más o menos mi padre, pero no.
—¿Quién es tu padre, niño? —Se encoge de hombros, y luego vuelve a levantar
el iPad.
Termina queriendo una manzana, encuentro una enterrada en la nevera y se la
doy. Me la devolvió pidiéndome que la pelara. Encuentro el pelador y entonces, una
vez que está lista, se la devuelvo. Él la mira y me da una mirada que básicamente dice
que soy idiota.
—También tienes que cortarla. —Así que la corto, y luego se la doy. La mira,
y la regresa—. Cortarla más pequeña.
—Niño, cómete la manzana.
Sacude su cabeza, no. La coloco delante de él, él no la toca, y empieza a ponerse
marrón. La corto de nuevo y se la devuelvo.
—Está marrón —se queja. Eso es todo, va a la basura. Regreso, alzándolo y
dejando caer el iPad en el suelo. Chilla cuando pierde su iPad. Lo coloco en el banco
de la cocina.
—Dime, ¿qué quieres comer? No voy a hacer eso otra vez.
—Sándwich.
—¿Con?
—Mantequilla de maní. —Una vez hecho, sacude su cabeza hacia mí—.
Córtalo en cuatro. —Juro por Dios que si este niño pudiera alimentarse por sí mismo
me iría por esa puerta—. Es extraño, señor —dice después de terminar su sándwich—
. No habla mucho.
—No tienes que decir todo lo que pasa por tu cabeza, niño.
—Ni siquiera sonríe.
—¿Qué hay para sonreír?
—Ni siquiera se ríe.
—No hay nada divertido para reírse.
—Eres raro.
—Eres raro —replico en respuesta.
—Mi mamá dice que haces que su corazón golpetee rápido.
—¿Ah, sí?
Asiente y luego bosteza. Volvemos al sofá al estúpido iPad. Termino
quedándome dormido viendo alguna cosa estúpida de Lego.
L
iam está acostado sobre Liam, su pequeño cuerpo se ve tan pequeño en
su pecho. Ambos están durmiendo exactamente iguales. La boca
ligeramente abierta, y un leve ronquido dejando a ambos. Isabelle entra
sin darse cuenta que Liam está aquí, se detiene cuando lo ve y me pregunto si lo
reconoce. No lo conoció muy bien, aunque nunca le había tomado cariño a nadie tan
rápido como lo hizo con él. Incluso con Jake, le tomó un poco acostumbrarse a él.
—Mamá, ese hombre me parece muy familiar —dice un poco demasiado
fuerte. Liam abre sus ojos verdes y mira a Isabelle. Parpadea un par de veces cuando
la ve, inseguro. Luego me mira, después hacia su pecho.
El pequeño Liam está acurrucado sobre él y no planea moverse por como se
ve. Mi corazón salta, tengo que poner mi mano en mi pecho para contenerlo. Es todo
lo que siempre he querido y más. Luego abre la boca y todo desaparece.
—Él es imposible —dice, mirándolo, luego de vuelta a mí—. ¿Cómo lo
muevo? —Doy un paso adelante, e Isabelle se queda parada allí mirando sin decir una
palabra, cosa que es muy impropio de ella. Me inclino para recogerlo, los ojos de
Liam se clavan en mí. Intento mirarlo, para ver qué está viendo: una mujer que no se
ha lavado el cabello en días y que apesta. He estado corriendo todo el día. Sin
mencionar que no tengo ni una gota de maquillaje, y se me está desquebrajando la
piel.
—Se parece a ti. —Su aliento cae en mi cara. No miro, no puedo mirarlo a los
ojos.
—Se parece a ti —le digo, una vez que lo recojo.
—Me estaba preguntando si ibas a decírmelo. —Esta vez, lo miro.
—¿Lo sabes?
—No soy tonto, Rose. Sumé dos y dos. Cinco años… ¿no tiene casi cinco? —
Asiento, así es—. No dejarías a tu hijo con un extraño. Pensaste que como yo era el
padre, cuidaría de él. Déjame decirte esto ahora mismo: no vuelvas a hacer eso.
Se pone de pie, se vuelve para mirar a Isabelle, su carita está en estado de shock.
—Liam —dice ella como si de algún modo lo recordara. Corre hacia él y lo
rodea con sus brazos. Él se mantiene inmóvil, ella lo abraza fuertemente y luego lo
suelta cuando no responde. Él no me mira ni a mí ni a ninguno de nosotros cuando
sale por la puerta.
—¿Por qué se fue? —pregunta Isabelle—. Se ha ido por mucho tiempo.
—Necesita tiempo para pensar, dulzura. —La beso en la cabeza y llevo a Liam
a su habitación, junto a su cama se encuentra una foto de Liam, su padre.
Paso los siguientes días sin contacto alguno con Liam Black. No ha estado en
su casa, y nadie lo ha visto. Ha ignorado todas mis llamadas, como solía hacer en los
viejos tiempos.
El recinto está en silencio, veo sus motocicletas. Sé que están aquí. ¿Saben que
estoy aquí? Supongo que sí. Ya habrán visto las armas en mis manos, y deben estar
armándose ahora mismo. Y sé exactamente dónde.
Me dirijo a la puerta del sótano, es la armería. Está escondida, así cuando la
policía haga una redada en este lugar sea imposible de encontrarla. Hasta ahora ha
funcionado, excepto que sé exactamente dónde está, y esta noche, desearán nunca
haberme traicionado.
Stark es la primera persona que veo, su cabeza sale del hoyo en el suelo. Él me
ve enseguida, estoy de pie directamente frente a él. Sus manos buscan a tientas en la
escalera mientras intenta alcanzar su arma.
—Hiciste una mala elección —se burla de mí. Observo a medida que levanta
la pistola, el disparo pasando directamente a mi lado, y otro hace exactamente lo
mismo. La puntería no es su especialidad. Sin embargo, es la mía. Así cuando él ve
que apunto, suelta la escalera, un segundo demasiado tarde ya que disparo. Escucho
el sonido de hombres abajo. Los escucho dispersarse por la escalera. Todos intentando
alcanzarla al mismo tiempo, la mayoría de los miembros están ahí abajo. Me asomo
por el agujero. Veo a Brak, el hombre que torturé. Sus ojos se abren por completo, no
pensaron que los encontraría.
—Black —grita mientras me alejo, listo para entregarlos al infierno—: Él la
matará y a tus hijos. —No pienso entonces, la oscuridad se apodera de mi visión. Todo
se queda completamente en silencio.
No escucho sus gritos, no escucho sus llantos. No pienso a medida que dejo
caer el fósforo en el pozo, en el pozo donde acabo de verter gasolina, y cierro la tapa
para que todos se quemen. No pienso cuando camino hacia dónde tengo que estar, a
dónde tengo que ir.
Regreso lentamente, Grover se para frente a mí. Con un arma en su mano
apuntando mi cabeza. Estoy sentado en lo que solía ser mi cama. Mis manos huelen
mal, puedo oler la gasolina que está empapándolas.
—Black —dice acercándose más. Sus pasos son cautelosos.
—¿Dime, Grover?
—¿Quieres saber por qué? —Asiento. La bruma retirándose más.
—Gray, él no te utilizó a tu máximo potencial. Lo vi, lo quería. Vi la
oportunidad perfecta, soy un hombre de negocios, después de todo, Black. —Ahora
baja su arma—. Él desperdició tu talento. Podrías haber sido el mayor activo que haya
tenido, pero él te malgastó. Jugó contigo, era lo suyo. Todos parecían saberlo, excepto
Jake y tú. Asesinó a tu madre, solo para llegar a ti. Quería a alguien que pudiera confiar
en él, y solo en él. Sabía que tu padrastro te pegaba. ¡Mierda! Incluso le pagó. Después
lo mató por ti de modo que solo confiarías únicamente en él. Tendrías una deuda con
él. —Niega con la cabeza, y eso me enoja.
—¿Sabías todo esto? —Mis puños crujen a mis lados, esperando y queriendo
infligirle daño.
Solo asiente.
—También sabía que eras muy inteligente, quizás incluso más que inteligente.
Cada tarjeta que dejaste después de un asesinato estaba vinculada a él, tu castigo para
él. Le hiciste saber a ese oficial de policía que su padre era un imbécil bueno para
nada.
—¿Oficial?
—Sí, aquel que probablemente está sentado en el sofá de tu chica ahora mismo,
tomando su café. El mismo que intentó ganar su corazón. —Se ríe entre dientes y es
un sonido maléfico—. Él fue quien cuando ella lo despachó, por ti, le dijo a él
exactamente dónde encontrarla. Por lo tanto, la razón de tu pérdida de memoria.
—¿A quién le dijo?
—Le dijo a Ru. —Esa es una parte que no sabía. Sabía de Robbie, descubrí el
vínculo. Nadie sabe, Jake no sabe que tiene un hermano.
Ellos no saben que recuerdo todo. ¡TODO!
Lo he hecho desde el día en que desperté después de matar a Savannah. He
recordado todo. También recuerdo quién es Grover. Conozco su afiliación con Gray.
Eran clubes rivales, en términos estables gracias a que Gray suministraba las armas.
Él quería lo que Gray tenía, así que lo tomó. Los engañó, sin que ellos supieran que
los estaban engañando.
—Recuerdas ¿verdad?
—Lo hago.
—Nosotros te protegimos, Black.
—Me usaste, Grover.
Asiente.
—Eras mi mejor activo, ¿lo sabías?
—Soy el activo de nadie, Grover. —Me pongo de pie y él retrocede un paso y
Boozer se interpone, empujando a Grover fuera del camino, protegiendo a su Pres.
—No tenía por qué haber llegado a esto —dice Grover a medida que sale
totalmente.
—Sí tenía porqué, dile a Savannah que le mando saludos cuando la visites,
Grover. —Boozer bloquea mi disparo, mi bala aterrizando en su pierna. Grover se va,
Boozer tiene otra pistola en sus pantalones cortos, una que no vi. Dejó caer la que
tenía en alto cuando le disparé, su disparo resuena en mis oídos y se apodera de mis
sentidos. Toco mi oreja, está sangrando. Él sonríe con los dientes apretados. Dispara
de nuevo, esta vez lo veo y me aparto. Llego hasta él antes de que pueda disparar otra
vez, derribándole el arma de su mano donde yace en el suelo. Él va a hablar, su primera
palabra interrumpiéndose cuando disparo una bala directamente en su garganta. Sus
manos alcanzan su cuello a medida que comienza a asfixiarse. Sus ojos se ponen
vidriosos, luego cae.
Los muertos son muy pacíficos.
Sin preocupaciones.
Solo muerte.
Negro.
N
unca escucha, ¿lo hará alguna vez? Ni siquiera tomo el bate cuando
salgo. Sé que es él, gruñe cada vez que golpea algo o patea un juguete
con su pie. Puedo verlo desde donde estoy, su mano está sosteniendo
su oreja. Está revolviendo las cosas a través de mi armario vestido todo de negro.
Maldice cuando no puede encontrar lo que está buscando, susurro tras susurro.
—Liam… —Su cabeza gira hacia mi voz, no puede verme, la oscuridad del
pasillo está bloqueando su visión—. ¿Qué estás haciendo aquí? —Avanza hacia mí,
dos pasos y está a otros dos pasos de distancia, los cuales no toma.
—No puedo evitarlo.
—Evitar qué, Liam.
—Parece que no puedo estar lejos.
—No puedes seguir haciendo esto. No puedes hacernos esto.
—No quiero hacerlo, pero parece que no puedo estar lejos —repite.
—No quiero que estés lejos, quiero que detengas lo que sé que estás haciendo.
Nos arruinará.
Asiente en acuerdo pero sé que está mintiendo. Sé que lo está haciendo para
complacerme, y justo ahora estoy muy cansada para luchar con él y muy cansada para
que me importe.
—Ven a la cama. —Se estira detrás de él y toma una toalla, la coloca en su
oreja y camina conmigo. Me quedo donde estoy esperando que él me alcance. Toma
mi mano en la suya, y me derrito solo un poco más.
—Rose.
—Sí.
—Te amo.
Alto. Todo simplemente se detiene. Él aprieta mi mano mientras me le quedo
mirando, sin parpadear, con el corazón acelerado.
—¿Lo recuerdas?
—Lo hago.
—Me dejaste. —Un gemido se escapa de mi pecho, duele, todo duele. Él me
recuerda, y me ama. Su mano toca mi mejilla. Puedo oler gasolina en ellas, no me
importa, no quiero saber.
—Nunca, solo tuve que encontrarte de nuevo.
—Tuve a tu bebé.
—Lo hiciste.
—Es justo igual a ti.
—Eso debe ser escalofriante. Nadie debería ser como yo.
Mi mano se estira y agarra su camisa fuertemente, la aprieto entre mis dedos.
—¿Tengo permiso para tocarte?
Él asiente, deslizo la mano bajo su camisa y la apoyo en su corazón. Él se
mueve más cerca, su cabeza inclinándose contra mi cabeza donde me besa.
—¿A dónde vamos desde aquí? —le pregunto. No quiero asumir, quiero que
él elija.
—Donde sea que estés. —Y eso es todo lo que toma.
Los días siguientes son una mezcla de altos y bajos. Asumí que tenerlo de
vuelta corregiría las cosas, estaba equivocada. Él ha cambiado, yo he cambiado, y la
familia ha cambiado. Cuando solo somos él y yo, lo veo. Cuando están todos, lo
pierdo. Vuelve a esa caja negra en la que se encierra a sí mismo. Y me pregunto si soy
suficiente para sacarlo de allí. No creo que lo sea, y luego veo la forma en que me
mira. La forma en que sus ojos verdes brillan cuando me mira solo a mí. Me da
esperanza de que aún esté allí.
Isabelle está hablando con él frecuentemente, sin embargo la mira, pero sin
prestar atención. Él es así. Observo desde la distancia esperando que algo vuelva, que
pueda posiblemente ser el mismo. Solo tengo que enfrentar los hechos de que no lo
es.
—Liam. —No me reconoce, no escucha nada. Repito su nombre. Se gira
entonces para mirarme, e Isabelle vuelve a ver la televisión.
Jake entra cuando Liam se sienta allí y se me queda mirando. No se mueve,
solo está sentado. Jake ve de él a mí, y luego me empuja a la cocina. Se inclina
casualmente contra el mostrador, sus manos colgando del borde de este.
—¿Qué está pasando? —Sacudo la cabeza, no lo sé, en serio no sé. En la
habitación, cuando somos solo él y yo, es él. Alrededor de otros, es alguien que no
conozco.
—¿Se está cerrando? —Estaba mirando al suelo, mi cabeza se levanta, puedo
sentir las lágrimas queriendo liberarse. Me las arreglo para asentir.
—Él no es como tú y yo, Rose, es algo completamente diferente. Ha estado
intentándolo, Black nunca lo intentaría. Siempre lo intenta contigo, y sabes eso.
—Lo sé. —Lo hago, sé quién es él. Sé que este no es él. Una vida en familia
no es él.
—¿Ha estado trabajando?
—No, se queda aquí.
—¿Por qué?
—Porque se lo pedí, no quiero esa vida para los niños.
—¿Qué hay de él?
—Tampoco la quiero para él.
—¿Crees que puedes elegir eso por él?
—No.
—Entonces, ¿por qué lo haces?
—Porque él es mío, y yo soy suya. Esa es la forma en que es, es la forma en
que siempre ha sido. Él sabe eso.
—Esto no es él, no lo obligues a hacer algo que no es. Solo lo hace porque te
ama, y quiere hacerte feliz. Aunque está matándolo, estás quitándole la vida. Es todo
lo que él conoce, pero se lo estás quitando.
¿Cómo se atreve?
—No estoy quitándole nada. ¡No digas eso! —El borde de las lágrimas se ha
ido y en su lugar hay ira.
Él levanta las manos en rendición.
—No estoy diciendo estas cosas para lastimarte, es solo quién es él.
—No lo es, él lo quería antes.
Jake da un paso más cerca de mí.
—Él no es el mismo de antes. —Sé esto. Simplemente no quiero creerlo.
—Tengo que irme —dice mirando a Liam. Él se detiene en su camino hacia la
salida y le susurra algo en el oído. Liam se vuelve para mirarme, anclándome con su
mirada, sin parpadear. Jake se endereza y le da una palmada en la espalda a medida
que sale, sonriéndome.
Lo observo mientras se pone de pie y camina hacia mí. Deteniéndose justo
enfrente de mí, mirándose entonces. Su lenguaje corporal es el de un extraño como si
no me conociera. No hay gestos cálidos, nada que me ofrezca algún avance.
—Necesito… —mira hacia atrás, sus ojos yendo a donde están los niños luego
de vuelta a mí—… necesito tiempo a solas. Tú y yo.
—Está bien.
—Tengo que irme, prepárate para más tarde. —Asiento, y él se inclina
besándome en los labios, sin lengua, solo un beso suave. Lo acepto, lo inhalo, y amo
cada segundo de este. Sus labios dejan los míos, su frente se apoya en la mía y su
barba me hace cosquillas en la barbilla. Nada de eso importa, todo lo que importa es
que lo intentamos. Tiene que funcionar.
No lo veo por el resto del día, pero lo escucho cuando estaciona, las
revoluciones de su motor indicando que es él. Sax y Casey tienen a los niños, así que
soy libre para hacer lo que él quiere. Me asomo por la ventana, solo viendo lo que
hace. Se sienta en su camioneta más de lo necesario, sus manos en el volante, los
lentes de sol cubriendo su rostro. Alza la vista y me ve mientras se queda un poco más
ahí solo mirando, así como yo lo veo, insegura de lo que está sucediendo.
No golpea cuando llega a mi puerta, no me he movido de mi lugar en la ventana
mirándolo. Escucho sus botas a medida que avanza detrás de mí. Su mano se estira y
toca mi hombro.
—Deberíamos irnos.
—Está bien. —Él toma mi bolso que está junto a la puerta y lo lanza en la parte
trasera, me subo preguntándome qué estamos haciendo, adónde estamos yendo.
Él conduce por un largo tiempo, le lanzo miradas de soslayo cada vez que
puedo. No aparta los ojos del camino ni habla mientras conduce. Finalmente llegamos
a una parada y estoy medio dormida. Es una represa, una represa gigante. Puedo ver
camiones de acampar a lo lejos, con botes y motos acuáticas. Lo miro, luego de vuelta
a la represa.
—¿Por qué estamos aquí?
Sus manos se levantan del volante, y se quita los lentes para mirarme.
—Vine aquí muy seguido. Nunca entendí por qué en ese entonces. Creo que
tenía algún significado por ti.
—¿Qué quieres decir?
—El agua, me recuerda a ti. Podía verte un poco más clara cuando no podía
verte del todo ahí fuera. Sé que este no es el otro lugar, no tengo la intención de llevarte
de vuelta allí, pero este lugar… me recuerda a ti y me ayuda a recordarte.
—Me enamoré de ti dentro del agua. Te perdí en el agua. Los lagos, las represas
como esta, ahora me asustan. Te busqué, por horas en una de esas, igual Jake.
—Me lo dijo.
—¿Por qué creerías que querría regresar a una?
—Porque yo sí, Rose, quería regresar a una.
—Me lastima.
—Cada día que vivo me lastima. Me lastima que tú sepas que no puedo hacer
esto. Me lastima saber que no puedo.
Mi boca cae abierta. ¿Qué está diciendo?
—¿No me amas?
Él abre su puerta, rodea el capó y abre la mía. Me jala de modo que mis piernas
quedan colgando y él se para directo en medio de ellas, sus manos en mis caderas.
—Lo hago. Sin embargo, algunas veces, no es suficiente.
—¿Qué estás diciendo, Liam?
Me atrae de modo que estoy más cerca de él, y toca mis labios con sus dedos.
—Estoy diciendo que, tengamos esta noche.
—¿Solo esta noche? —Sacudo la cabeza, no puedo hacer eso.
Sostiene mi cabeza colocando una mano a cada lado.
—Solo puedo garantizar esta noche. —No sé qué decir a eso, o cómo sentirme.
Él se aleja, dándome algo de espacio. Lo escucho buscar algo atrás pero me siento en
el mismo espacio tratando de organizar mis pensamientos, tratando de entender lo que
está diciendo. ¿Por qué está diciendo estas cosas? Entonces encaja, sé por qué.
Salto de la camioneta y corro hacia atrás, está sacando una hielera y haciendo
una cama, se detiene cuando me ve y la mirada en mi rostro.
—No quieres detenerte. No puedes detenerte.
—No puedo.
—Sí puedes, solo que no lo has intentado.
—Es quien soy, es lo que hago. No soy un hombre que puede trabajar en un
lugar de nueve a cinco, Rose, luego volver a casa y jugar a ser el hombre de la familia.
No es quien soy. No intentes convertirme en eso.
—¿Qué va a pasar después de esta noche, Black? —Sus ojos se amplían al uso
de ese nombre saliendo de mis labios. Sabe que estoy enojada—. ¿Quieres follarme
como si fuera alguna clase de puta? ¿Saciarte de mí? ¿Tener un cierre? —Sus pasos
son determinados, también los míos cuando me alejo de él. Se detiene cuando me ve
hacer lo mismo. Su rostro es una mezcla de ira y tristeza, tan inusual de ver en él.
—Sí, quiero saciarme de ti. Soy egoísta, y lo quiero. Pero quiero tu felicidad
incluso más. Aun así no puedo cambiar, no es quien soy. No te tendré prisionera
mientras espero a ver si es algo que puedo hacer. No mereces eso después de lo que
has pasado. Así que esta noche estoy siendo egoísta. Voy a tomarte, voy a saciarme
de ti. Sin embargo, no pienses ni por un segundo que tendré un cierre o que alguna
vez pensaré en ti como una puta. Maldita sea, te amo, Rose Miller, solo que no puedo
amar todo de ti si soy miserable.
—Pensarías que estar con la persona que amas te haría lo que sea menos
miserable.
Él sacude la cabeza.
—Lo he estado intentando, los últimos días, lo he estado intentando. No voy a
prolongar esto. ¿Qué bien le haría eso a alguien?
Él tiene razón, si no es lo que quiere, no puedo obligarlo. Aunque no es justo,
apenas lo acabo de recuperar, ahora debo perderlo otra vez. La vida no es justa.
S
e sienta en el mismo lugar, su rostro tiene un hermoso brillo del reflejo
de la presa. Necesitaba tiempo, quería pensar. La dejo. Sentado en el
mismo lugar mirándola durante las últimas horas. Inmóvil, observando
cómo su cuerpo tiembla con lágrimas, luego se calma. No quiere que interfiera en su
espacio, así que no lo haré. Es duro, es tan jodidamente duro.
Observo cuando se para, mira hacia el agua y luego sus ojos vuelven hasta mí.
La miro de pie a cabeza, es hermosa. Si conociera cada palabra para describir hermosa,
la usaría en ella. Es insegura con su cuerpo. Un cuerpo que me provoca cosas y mi
cuerpo nunca ha tenido la misma reacción con ninguna otra mujer. Su sonrisa hace
cosas a esta cosa en mi pecho que la gente llama corazón. No entiendo nada de eso.
Apenas la entiendo.
—¿Solo esta noche?
—Solo esta noche —acuerdo.
Asiente y camina la distancia hacia mí. Jake me dijo que tenía que elegir, que
no podía seguir haciendo esto. Sabía que no podía, simplemente no quería admitirlo.
Porque la oscuridad, la luz, todo lo quiere a ella. Excepto que, ¿cómo quieres a alguien
tanto cuando sabes que está mal? Que solo los decepcionarás y les causarás dolor
cuando nunca quisiste hacerlo.
—Tengo que preguntar… —Sus dedos comienzan a entrelazarse y jugar entre
ellos.
—Puedes preguntarme cualquier cosa, Rose.
—¿Planeas verlo?
—¿Al pequeño Liam? —Asiente—. Quiero verlos a todos, solo necesito
ordenar las cosas. No quiero perderte, pero estoy dispuesto a hacerlo si eso es lo que
se necesita.
—Necesito que me beses ahora para callarme.
Obedezco, ¿por qué no? Sus labios son como un pecado mortal, unos que me
llaman a ella. Siempre los quiero en mí, cada vez que puedo los consigo. No puedo
evitarlo, acerco su cuerpo hacia mí, tomo su rostro entre mis manos, y sus ojos se
abren por completo a medida que la observo con interés. Deja caer una pierna, una
mitad de su cuerpo se vuelve más corta que la otra. Sus labios se separan, sabe lo que
quiero, y me inclino, su aliento caliente contra el mío. Nuestros labios se tocan, y en
ese toque, cinco años desaparecen como si nunca hubieran existido, excepto que lo
hicieron. Su lengua se encuentra con la mía. Sabe a menta, pruebo la menta. Escucho
el sonido metálico de sus tacones cuando los deja caer, sus manos llegan a mi cintura,
mis manos permanecen en su rostro. Me estremezco cuando me toca allí, recordando
por qué no me gusta que me toquen, pero no puedo negarle el simple placer cuando
dejo que otras lo hagan.
Cierra los ojos con fuerza, está intentando bloquear sus emociones, intentando
cerrarlas. No quiere sentir el dolor, pero tiene que hacerlo. Es la vida.
—¿Viviste? —pregunto contra sus labios. Los mantiene ligeramente abiertos,
sus manos sobre mí, su respiración agitada.
—Sobreviví… —es todo lo que responde y sus labios vuelven a los míos.
La presa en la que estamos es diferente del lago. No tiene colinas altas, ni pozos
negros en la parte inferior. Es solo agua verde, donde puedes entrar directamente. La
gente está acampando, pescando, pero estamos en un lugar tranquilo sin nadie a
nuestro alrededor, así que solo estamos nosotros dos. No me siento culpable por lo
que voy a hacer a continuación.
Sus piernas se envuelven por instinto, y la llevo al borde del remolque. Estuve
colocando una manta antes, así que cuando su culo toca el borde es suave. Me
mantiene en la misma posición en su contra, y ahora mismo me pregunto si lo que
estoy haciendo es correcto. Me pregunto si puedo ser quien ella quiere que sea.
¿Podría? Probablemente, un día tal vez.
Solo que no ahora.
Tengo unos cuantos demonios que necesitan ser expulsados, tengo un castigo
que impartir. No permitiré que se aleje como si nada hubiera pasado. No es mi manera
de ser, arderá en mi alma el hecho de que alguien pudiera hacer algo tan siniestro y se
le permita vivir. No tiene permitido hacerlo.
—¿Podemos, aquí? —dice mirando a su alrededor.
—Podemos y lo haremos. —Su mano se desliza en la mía, nuestros dedos se
entrelazan. Se sienta y me mira, su otra mano se acerca y traza mi rostro, a través de
mi barba hasta que pasa los dedos por mis labios.
—Voy a formar parte de ti —dice, su mano libre comienza a descender más
abajo, hasta la parte inferior de mi camisa, su mano está fría cuando la sube
sigilosamente, soltando mi mano y levantando la camisa. Hago el resto y la saco por
mi cabeza. Ella se sienta, mirándome, pero no mis ojos.
—¿Formar parte de mí? —pregunto. Asiente en afirmación.
—Formar parte de ti —confirma.
No la dejo hablar más, no es necesario. No se pueden decir más palabras, solo
el dolor puede provenir de las palabras que necesitan ser dichas. Un dolor que no
quiero infligirle, un dolor que sé que sucederá una vez que vayamos por caminos
separados.
Sus manos rozan mi espalda, arriba y abajo, mis labios en su clavícula, sus
labios en los míos. Labios por todos lados, manos por todos lados. No podemos parar,
no una vez que comenzamos. Es imposible. La quiero a toda ella, y ella quiere todo
de mí.
Saca su camisa, la levanta por su cabeza y vuelve directamente hacia mí. Le da
a mi cuerpo lo que quiere, sus labios sobre mí de cualquier manera posible. Empieza
a impacientarse, su cuerpo frotándose contra el mío, su frente provocando fricciones
en todos los lugares correctos. Deshace mi cinturón, tirando de él. Va a soltarlo, pero
lo tomo y lo coloco detrás de ella. Sus ojos se abren y sonríe suavemente. Se aparta
de mí, se para en la parte trasera del camión, solo está en un par de pantalones cortos,
desnuda de la cintura para arriba. La estudio entera, y mi cara se pone tensa, no quiero
la distancia entre nosotros, la quiero de regreso, voy a avanzar pero me detiene con
un movimiento de su dedo índice.
—Sé un buen chico. —Pone sus manos en la pretina de sus pantalones cortos,
los mueve de un tirón para que vuelvan a su piel. Sus pantalones cortos no son súper
cortos, pero son ajustados y muestran sus curvas, sus curvas tan sexy como el infierno.
—Rose —digo, sonando impaciente. Sus pechos se alzan con cada respiración
que toma, no me los oculta. Sabe que no me molestan, que nunca me molestarían.
Después de todo, lo que les pasó es mi culpa. Si no hubiera estado conmigo esa noche,
si no la hubiera persuadido, no tendría las cicatrices. Así que los atesoro, y a ella.
Los deja caer, revelando una tanga rosa suave. No puedo soportarlo más, estoy
en esa camioneta en cuestión de segundos, agarrándola y estrellándola contra la
ventana trasera, su cabeza cae hacia atrás, su largo cabello cayendo en cascada sobre
el techo de la camioneta, sus piernas aseguradas alrededor de mi cintura. Mis
pantalones salen en cuestión de segundos, su tanga arrancada al siguiente segundo.
Entonces es mía en la misma cantidad de tiempo, sus brazos están extendidos a cada
lado de ella, su boca se abre con placer. La miro, se ve como un ángel. Pero en el
éxtasis del diablo.
Su culo golpea la ventana de cristal con cada empuje, mi dedo frota su clítoris,
la otra mano sobre su teta. Sus manos se aprietan en puños, está en un placer
innegable. No la quiero allí todavía, no he tenido suficiente. La necesito y la quiero
toda la noche, sin importar el costo, sin importar la energía.
Grita mi nombre dos veces, sus ojos se cierran con fuerza, viniéndose abajo.
Mi cabeza aterriza entre sus pechos, la luna brilla reluciente, ni siquiera noto que se
ha puesto completamente oscuro, todo lo que veo es ella.
Me aparto, dejándola recuperarse, no se mueve, sus piernas permanecen como
están, abiertas. Me estoy poniendo duro otra vez después de follarla con fuerza. No
puede ser posible.
La tomo, mis manos bajo su trasero. Se levanta apenas para envolver sus brazos
alrededor de mi cuello, a medida que se derrumba sobre mí. Sin ninguna preocupación
en el mundo, la coloco sobre la cama que hice en la parte posterior. Yace allí mirando
al cielo, sin mirarme a mí. Su cuerpo desnudo, hermoso y todo mío.
Una lágrima cae por su mejilla, no quiere que lo note, pero es difícil no hacerlo.
¿C ómo puedes amar a alguien tanto y dejarlo ir? ¿Es posible para no
romperse por dentro? ¿Para no autodestruirse? Estoy intentando
resolver todo esto, pero nada se me viene a la mente. Él mira hacia
el cielo, mi cuerpo está cansado y dolorido. Me ató a la camioneta, mis manos
empujadas sobre mi cabeza. No pude hacer nada. Él tenía todo el poder. Le dejé tener
todo el poder como lo dejé tener cualquier cosa de mí que me pidió o ni siquiera me
pidió. Incluso, mi corazón.
Una parte de mí desea poder pedirlo de vuelta: quiero recuperar mi corazón.
No quiero sentirme rota por dentro. Quiero sentirme entera. No puedo, todo lo que
siento es por él.
Roba mis pensamientos.
Roba mi corazón.
Robó mi alma.
Me folló dos veces, no hubo amor involucrado, fue puramente sexual. Aunque
ahora cuando sus manos se deslizan sobre cada parte de mí, sé que todo es por amor,
es él intentando mostrármelo de formas que no puede explicarme.
El sol está saliendo, desperté con sus manos recorriendo mi espalda,
haciéndome cosquillas. Ahora están en mis costados, frotando tiernamente, de arriba
hacia abajo mientras se desliza dentro y fuera de mí. No dormimos mucho, apenas
hablamos, a menos que fueran gritos de placer. Ahora nuestro tiempo casi ha
terminado, y es hora de despedirse. ¿Hasta cuándo? Bueno, eso no lo sé. Pero
realmente quiero hacerlo.
Muerdo su labio, sus manos se deslizan hacia mi trasero, empujándome al
borde y aún más lejos, más profundo, más duro, más suave. Todo a la vez, sus labios
tocando cada parte de mi cuerpo, amando cada parte de mí. Lo observo con interés
mientras lo hace. Sus ojos se cierran con cada beso. A veces lo escucho respirar más
fuerte, oliéndome.
Él me levanta, y yo me subo a su regazo. Sus ojos, el cielo y el infierno.
—¿Qué voy hacer sin ti? —le pregunto.
Apoya su cabeza en mi hombro, sin saber cómo responderme.
—Vive Rose, solo vive. Sin el dilema que surge al amarme —responde, sus
labios presionados contra mí, sin levantar la cabeza.
—¿Qué quieres decir?
Se queda donde está, yo en su regazo, su polla todavía dentro de mí y su cabeza
en mi hombro.
—Daño a las personas, te dañé.
Me retiro, haciendo que su cabeza se levante.
—¿Me dañaste?
Él asiente.
Cubro mis pechos. No se quejó ni los miró antes como si estuvieran dañados.
Me observa y despliega mis manos y niega con la cabeza.
—Tu cuerpo es perfecto. Estoy hablando de dañarte mentalmente, Rose. Te he
dañado, te he hecho creer que solo me amas a mí, y que solo puedes tenerme a mí.
Puedes tener más, mucho más.
—¡No hiciste tal cosa! No puedes hacer que alguien se enamore únicamente de
ti, Liam. Es la naturaleza, es quién nos atraen. Es lo que nuestro corazón quiere. No
estoy dañada por amarte. No, en todo caso, sobreviví por amarte. —Sus labios son
rápidos cuando caen sobre los míos.
Recogemos en silencio, ninguno de los dos hablamos de nuevo. Tenía que tener
tiempo para procesar lo que estaba diciendo. Él piensa que estar conmigo me causa
dolor, que todo lo que ha pasado es su culpa. Ahora lo veo, no es solo el trabajo, la
vida que conoce. Tiene miedo.
Liam Black tiene miedo.
Tiene miedo de perderme para siempre.
Es más seguro mantenerme alejada.
Pero no funciona así.
Le daré el tiempo que necesita, luego lo quiero de regreso. He hecho esto antes,
he sobrevivido sin él, y puedo hacerlo de nuevo. Esta vez mejor, porque sé que está
vivo.
Sus lentes cubren sus ojos cuando conduce, así que no sé lo que está pensando.
Puedes interpretarlo mejor cuando lo miras a los ojos. Su cara nunca lo delata.
Siempre es estoica. Jamás se mueve.
Se detiene frente a la casa, mirándola y no a mí. A menudo me pregunto lo que
pasa por su cabeza, tengo la necesidad de saber lo que está pensando. No es bueno
con las palabras.
—¿Vas a entrar? —pregunto volteándome hacia él. No responde ni me mira de
inmediato. Solo se sienta allí, bastante quieto.
—¿Liam?
—No.
—¿Cuándo te veré otra vez? —Niega con la cabeza. Diciéndome que no—. No
puedes arrancarte de mi vida, Liam. No te dejaré hacer eso. No puedes hacer eso.
Tienes un niño.
—Ese niño ha estado bien sin mí, Rose. —Entonces se da vuelta, me mira por
un segundo y vuelve a mirar la casa.
—Eres su padre, y estás vivo. Deja de ser un cabrón egoísta y madura de una
puta vez, maldita sea. —Mi arrebato no lo afecta, y eso me enoja aún más. Así que,
cuando salgo del auto, doy un portazo y no miro hacia atrás cuando entro en la casa.
Sé que no debí haberlo hecho, debí haberme despedido, y debí haberlo besado por
última vez. Porque cuando miro por mi ventana, él ya no está allí.
―Así es como va a ser, Robbie ―dice Jake, inclinándose sobre las puntas de
sus pies, para estar al mismo nivel que él. Robbie está atado, con las manos sujetas
por encima de su cabeza y los pies atados a la silla―. Le vas a dar a Black todo lo que
necesita, después tú y yo charlaremos. ―Los ojos de Robbie se disparan hacia mí y
luego a Jake.
―No me dejes con él ―le suplica a Jake. Sonrío, no soy yo por quien debería
estar preocupado.
―¿Le tienes miedo a Black? ―Robbie intenta enderezar sus hombros atados,
demostrando que no tiene miedo, pero sé que lo tiene.
―No es a mí de quien deberías tener miedo. ―Sus ojos se dirigen a los míos,
luego a los de Jake―. Ahora dime, ¿dónde está Grover?
Él sacude la cabeza.
―No lo sé.
―¿Puedo dispararle? ―pregunto a Jake, y él niega con la cabeza―. ¿Puedo
hacer otras cosas? ―Jake mira a un asustado Robbie, luego a mí y asiente. Doy un
paso hacia él, y comienza a hablar de inmediato.
―Ha vuelto al recinto, ha estado ahí desde el día en que mataste a sus hombres.
―¿Por qué?
―Los está enterrando, y reclutando nuevos hombres para acabar contigo.
―Asiento, luego me doy vuelta y me siento en una silla olvidada en este agujero del
infierno. El mismo donde jodieron a Jake. El mismo en el que la encontré otra vez―.
Una cosa más. ―Sus ojos se abren por completo―. Dime por qué los asesinatos no
terminaron conectados en primer lugar con Gray. ―Sé la respuesta, solo quiero
escucharlo de él.
―Me pagó para encubrirlo. Cubrí todos tus trabajos sucios, pedazo de mierda.
―Esos trabajos debían vincularlo con cada asesinato.
Él se ríe de mí.
―Lo sé.
―¿Amabas tanto a tu papi? ¿Que querías protegerlo? ―La mirada se convierte
en enojo.
―No, solo te quería muerto.
―¿Yo, muerto?
―No me quería, te tenía a ti y a Jake. ¿Para qué necesitaba a otro hijo? Eras su
chico de oro, Jake era su segundo. No había lugar para mí, así que cuando me pidió
que ocultara la evidencia de tus asesinatos, lo hice. Supe entonces que podría colarme
de nuevo. Pero luego… ―niega con la cabeza―… tenías que llevártela. Tenías que
amarla. No solo querías mi familia, sino que a ella también. Así que le di información,
su lealtad solo yendo más lejos.
―¿Sabes lo que comenzaste? ―pregunta Jake, ya no hablo. Robbie no se da
cuenta que todo lo que acaba de decir le ganó un pasaje a la muerte. Rose y yo no
éramos los únicos que habíamos resultado heridos en todo esto. Jake también lo hizo.
Y para colmo, para hacernos daño lo lastimaron aún más. Él podría sanar, sabe esto.
Tuvo que vivir sin mí durante cinco años, para algunos puede no parecer mucho. Pero
para personas como nosotros, es toda una vida. Él y yo, es todo lo que conocíamos.
No confiamos en nadie, sobre todo él. Para él, solo estaba yo. Tenía sus hermanos,
pero no eran yo. Sé esto. Ha querido matar, dejarlos a todos en múltiples ocasiones en
el pasado, nunca lo hizo gracias a mí.
Robbie ahora está lanzando una mirada confundida a Jake.
―Es por ti que fui torturado por mis hombres. Es por ti que dispararon a Black.
Es por ti que el pequeño Liam creció sin un padre. Y Rose… no es la misma, tú lo
sabes. Intenta actuar tan dura como es. Excepto que, escuché sus gritos en las noches
y las pesadillas que la atormentan. Eso es todo por tu culpa. ―Su cabeza se sacude de
un lado a otro tan rápido que me da dolor de cabeza solo mirarlo.
―Él no me quería, ni siquiera te habló de mí. ―Prueba con un tono más suave,
pero Jake en realidad no tiene un lado más suave. Solo tiene eso para mí, Rose y los
niños. Nadie más toca ese lado de él. Puede engañarte con sus comentarios inteligentes
o su sonrisa, pero eso es exactamente lo que está haciendo, está jugando contigo.
―Podría dejarte vivir. ―Robbie le da una mirada de esperanza―. Si ella dice
que puedes vivir.
Jake toma su teléfono, escucho su voz en murmullos cuando responde,
preguntándole qué está pasando. Él espera pacientemente que ella termine. Luego le
dice que venga aquí, sola. La oigo preguntar por qué, que no quiere venir a este lugar,
tiene demasiados malos recuerdos para ella.
―Black está aquí ―dice volviéndose hacia mí, luego la escucho decir que sí.
Cuelga el teléfono y se lo guarda en el bolsillo, luego se gira hacia Robbie y le lanza
un puñetazo en la cara que le saca los dientes delanteros.
Él comienza a llorar, sus manos intentan moverse. Quiere tocar su cara, pero
no puede.
―Ella no permitirá que me lastimes ―dice, su voz es baja y rota. Es
repugnante. Solo unas pocas bofetadas, una bala, y se está rompiendo.
―Te gustaría pensar eso, ¿no? ―dice Jake.
―¿Quieres saber lo que ellos le hicieron porque les contaste sobre ella? ¿Solo
para deshacerse de Black? ―Su cabeza cuelga bajo, pero la levanta ahora para mirar
a Jake. Jake se acerca más.
―La cortaron, le mordieron los pezones tan mal que ni siquiera podrías
reconocerlos por toda la sangre. ―Sus ojos se abren de par en par―. Ella casi muere
por tu culpa. Casi pierde a su bebé por tu culpa. Perdió a Black por tu culpa. Ahora
dime otra vez, ¿quién es más importante… tú o Black? ―Su cabeza se balancea hacia
mí, él sabe la respuesta. Yo sé la respuesta. Ella siempre me elegirá a mí. El roto,
despreciable yo.
¿Cómo tuve tanta suerte?
¿Por qué debo joderlo?
S
ax me dijo que venía conmigo dado que estaba en su casa. Le conté lo
que pasó, él sacudió la cabeza y nos dio la bienvenida a los niños y a mí
como si fuera un día normal. Ese hombre sabe demasiado. Pero no me
dijo nada, le pregunté. Dijo que no le correspondía contármelo. Odio cuando me hace
eso. Su calva es como un lugar secreto, así como un jodido guardián que-lo-sabe-todo.
No sé cómo Casey no encuentra frustrante eso. Por otra parte, estoy con un hombre al
que no le gusta hablar mucho, a menos que lo convenzas.
Llegamos al recinto, y está tranquilo. Veo el auto de Black y sé que está aquí.
Sax mira alrededor como si estuviera trabajando. Demonios, podría estarlo por todo
lo que sé. Ambos salimos del auto y caminamos la corta distancia a la casa rota y
derrumbada. Primero oigo la voz de Jake, elevada. Tampoco muy agradable. La puerta
se abre antes de que lleguemos a ella. Liam está ahí mirándonos, me ve y luego a Sax.
Asiente hacia él y alarga su mano hacia mí. Avanzo la corta distancia hacia él y meto
mi mano en la suya. Se gira y me empuja suavemente a través de la puerta. Me detengo
en el acto, Sax chocando contra mi espalda, sus manos yendo a mis hombros,
sosteniéndome. Miro a Liam, después a Jake, luego a Robbie, atado, sangrando.
—Oh, Dios mío. —Mi mano suelta la de Liam, cubriendo mi cara. Intento
caminar hacia Robbie, pero Sax me mantiene en mi lugar y no deja que me mueva.
—Tenemos que hablar, Rose —dice Jake, limpiándose las manos con la parte
inferior de su camisa dejando al descubierto su estómago.
—¿Hablar? —Sé que mi boca está colgando boquiabierta porque eso no tiene
ningún sentido. Quiero saber por qué lo tienen aquí, atado.
—Sí, parece que Robbie ha estado viviendo una mentira, sobre todo contigo.
—Los ojos de Robbie encuentran los míos. Intenta mover su cabeza y se detiene por
el dolor que le causa.
—No puedes hacer esto, dijiste que habías detenido lo malo, Jake.
—Hago esto, Rose, nunca ha parado. Simplemente intento no traerlo de nuevo
a ti. —Observo cuando Liam se acerca a Jake, con el rostro lleno de ira. Jake eleva
sus manos—. Jamás los pondría en peligro.
—Me lo prometiste —dice Liam, y una vez más estoy perdida. Es como si una
película se está reproduciendo y simplemente estoy aquí mirando.
—Lo hice, y la protegí, todavía lo hago. Baja de tu corcel blanco y vuelve al
ahora. —Se giran para mirarme. Me giro para mirar donde está Sax, quien no ha dicho
ni una palabra. Me está observando.
—¿Quieres irte? —pregunta, a medida que giro hacia Liam. Él no me pondría
en peligro. No veo a Robbie como un peligro. Así que niego. Sax asiente y se da vuelta
para mirar a los chicos.
—¿Qué sabes de la familia de Robbie? —pregunta Jake. Intento pensar, lo
conozco desde hace más de cinco años y nunca conocí a ninguno de ellos, así que
niego—. ¿Cómo crees que te encontraron, esa noche en el lago? —pregunta Jake de
nuevo.
Robbie se queja desde donde está, sus ojos se abren de par en par, así que lo
observo con interés.
—¿Nos siguieron? —digo a Jake, pero mis ojos están sobre Robbie, sus ojos
están completamente abiertos, está preocupado, y mi mente vuelve a esa noche, una
noche a la que no quiero volver.
—No lo hicieron —dice Liam. Me saca de mis pensamientos, siempre me hace
esto. Está parado con un poco de distancia entre nosotros. Todavía puedo sentirlo allí
por mí.
—¿Qué quieres decir? —No entiendo por completo lo que está pasando. ¿Por
qué no lo dicen simplemente?
—Robbie les contó sobre ti. No lo querías, querías a Black —dice Jake. Me
siento enferma como si fuera a vomitar en cualquier segundo.
—No es cierto, ¿verdad Robbie? ¿No le harías eso a mi familia… y a mí?
Un grito estrangulado sale de él, observo su boca cuando intenta abrirla. Le
faltan dientes, su boca está llena de sangre.
—Esa no es la única razón, también es mi hermano. No le gustaba que Pres
favoreciera a Black, contando con él como su hijo y no con Robbie. —La ira ha
subido, como una serpiente, enredándose alrededor de mí, comenzando por abajo,
arrastrándose todo el camino hasta la cima—. Así es como Ru nos encontró esa noche,
Robbie le dijo dónde estábamos. —La serpiente está ahora en mis manos, y esas
manos han llegado a la pistola de Liam. Él no lo ve venir, en realidad es demasiado
lento para detenerme. Agarro el arma, aprieto el gatillo, es fuerte y ensordecedor para
mis oídos. Robbie grita y Liam me tira hacia atrás.
—Suelta la pistola, Rose —susurra en mi oído desde mi espalda. Abro los ojos,
la cabeza de Robbie está colgando, mis manos tiemblan, la pistola todavía bien
envuelta entre ellas. Siento mi dedo todavía en el gatillo, mi mano congelada por el
miedo—. Rose, vuelve a mí. —Su voz es dulce, al principio dudo que sea él, no puede
ser. No es dulce, es todo lo contrario. Pero cuando siento sus labios y barba en mi
mejilla, el arma cae de mi mano. Sax la recoge de inmediato. Liam me envuelve con
fuerza, todo mi cuerpo temblando—. No lo mataste, Rose, no lo hiciste. —Me las
arreglo para abrir los ojos, Jake está mirándonos fijamente, a mí rodeada por los
brazos de Liam.
—¿No lo maté? —pregunto a Jake, que se encuentra cerca de Robbie, y niega.
—Rozó su cabeza, hay un poco de sangre y se desmayó. Vivirá, por poco —
dice levantando la cabeza, mostrándome la sangre, y luego dejándola caer.
Sax avanza frente a mí, su cuerpo cerniéndose sobre el mío. Sus ojos se
entrecierran mientras me miran, después ve detrás de mí a Liam, asiente hacia él y se
inclina para levantarme.
—¡No! —digo negando, alejándome de sus brazos.
—Creo que necesitas descansar —dice Sax, hablando conmigo, mirando a
Liam.
—¿Esperas que descanse? —Una risa burbujea en mi pecho, Sax me mira de
forma inesperada—. ¿En serio? —Me tiemblan las manos y vuelan a mi cara—.
Acabo de disparar a una persona, malditos idiotas. —Liam se pone en el lugar de Sax
frente a mí.
—Lo hiciste.
—Lo hice —digo asintiendo. Mis manos dejan de moverse, mi cuerpo entrando
en shock, la imagen reproduciéndose en mi mente.
—Bienvenida al lado oscuro —dice Jake, había olvidado por completo que
estaba allí, su voz penetra en mi mente y pierdo la cordura. Mi puño vuela, en
cualquier dirección de quien sea que esté más cerca de mí, siento la dureza del pecho
de Liam cuando golpeo, no se mueve, pero lastimo mi mano. Se queda allí parado
mientras lo hago, dejando que me desahogue con él.
—¡No quiero estar en su jodido lado oscuro, malditos cabrones! —grito, mis
puños se han detenido, mis manos apretadas en mis costados. Girándome para salir,
sé que me está siguiendo, así que me vuelvo rápidamente cuando nos acercamos a mi
auto—. Aléjate de mí Liam Black, antes de que te diga unas cuantas cosas muy
hirientes.
Va a dar un paso adelante, pero levanto mi mano para indicarle que se detenga
y lo hace.
—¿Estás enfadada?
—Ding dong, eres tan jodidamente inteligente esta noche, ¿no?
—¿Conmigo? ¿Con nosotros?
—Qué tonta que soy, con ambos, contigo y Jake. Jódanse, los dos y sus jodidas
vidas. ¡Dejen de arrastrarme con ustedes! —Abriendo mi puerta, escucho su voz
cuando entro.
—No quería esto para ti, Rose.
—No me diste mucha opción en cuanto amarte, ¿verdad? Tus estúpidos ojos,
tu estúpida sonrisa, tu estúpido silencio, tu estúpido, estúpido corazón… —Deja caer
su cabeza y sé que tengo que callarme, así que no lo miro cuando me alejo
conduciendo, pero es increíblemente difícil no hacerlo.
J
ake sale, no he podido moverme. He estado mirando el espacio donde
estuvo estacionado su auto, intentando pensar. Tratando de averiguar cuál
es el mejor camino a tomar. Él no dice mucho, solo se para junto a mí.
También mirando fijamente hacia delante.
—Podrá decir que es mi hermano, pero no lo es. —Me vuelvo hacia sus
palabras, son suaves, impropias de él—. Tú eres eso. —Asiento, él es eso para mí. Ha
sido así desde que éramos adolescentes.
—¿Vas a matarlo? —Él dijo que lo haría, pero la reacción de Rose podría
haberlo hecho repensarlo.
—No sé, ella me odiará.
—Lo hará —concuerdo.
—¿Tal vez cortarlo un poco más, y luego enviarlo a empacar? —Asiente. Da
unos pasos y luego se para frente a mí, su rostro es una mezcla de emociones, pero la
principal que puedo ver es la determinación—. Me voy, Black, me voy mañana. —
Sabía que lo diría. Es lo que quiere, no quiere quedarse en un lugar y ver lo que puede
o no pasar entre Rose y yo. Ni siquiera yo sé lo que sucederá.
—Primero necesito algunos favores.
Sus cejas se levantan con sorpresa.
—Dime.
—Necesito un ataúd de acero.
Su boca cuelga abierta, luego la cierra.
—Estás bromeando, ¿verdad?
—No, y lo necesito para esta noche.
—¿Dónde diablos voy a encontrar un ataúd? ¿Y mucho menos uno de acero?
—Tus muchachos son buenos con el acero, llámalos y diles que lo necesito,
ahora.
—Te odian.
Sacude la cabeza con incredulidad.
—A ti no te odian.
Él asiente y vuelve a mirar al frente, nada más que al camino de grava y la larga
hierba.
—Será mejor que la persigas. —Sus brazos están cruzados, sus labios están
apretados.
—Necesita tiempo.
—No es cierto. Ve… ahora —dice a medida que deja de apretar los puños,
luego se da vuelta y regresa a la casa.
Conocí a Jake cuando tenía quince años, él no era popular, pero tampoco era
solitario. Parecía tener su propio círculo, que consistía en solo él. Sí, hablaba
ocasionalmente con otros estudiantes e intentaban conversar con él, a veces se
involucraba pero la mayoría de las veces no. Todos le tenían miedo, no tanto a él sino
a su familia, especialmente a su padre. Todos sabían que su padre estaba en un club
motero, y que su padre era el presidente. Todos habían visto las motos que venían a
recogerlo después de la escuela, eran difíciles de no notar.
Solía mirar a la gente después de la escuela, ver cómo interactuaban, ver el
lenguaje corporal, era un escape de las pesadillas caseras, a la que intentaba evitar
ir el mayor tiempo posible. Desde que mi madre murió, nunca más quise ir a casa.
Una tarde, mientras estaba sentado en la cancha de básquetbol, con mis zapatos que
tenían agujeros y mi ropa dos tallas más pequeñas por lo rápido que estaba
creciendo, alguien se paró frente a mí, bloqueando el sol. Levanté la vista, había un
niño allí parado, el niño al que siempre recogían los ruidosos motociclistas.
—¿Eres retrasado o algo así? —Me miró, su mano sujetando la correa de su
bolso sobre su hombro. No dije nada, a él no pareció importarle—. Pareces que te
arrastraste de un contenedor de basura, ¿lo sabías? Tu ropa es demasiado pequeña.
—Señaló en forma obvia hacia abajo a mi ropa que era tan apretada que odiaba
ponérmela. Mi cuerpo tenía bultos, bultos que estaban siendo exprimidos por la ropa
ajustada—. De todos modos, mi padre me está enseñando a cómo disparar hoy,
¿quieres venir? —En mi cabeza se materializó la idea de tocar un arma pero, más
importante aún, la idea de usar esa arma con el hombre en mi casa—. Ajá, eso te
interesa. Vamos. —Agitó su mano, y lo seguí. No se calló todo el jodido camino de
regreso a su casa. Ni una sola vez. Se rio de sus propios chistes y no le importó que
yo no hablara.
—Santa mierda Donkey Kong —escupió. Bajé el arma en mi mano. Él me
estaba mirando. Me gustó, me gustó mucho sostener el arma. Me encogí de hombros
y se volvió hacia su padre. Su padre me estaba observando con interés. Seguí viniendo
durante días y nunca fallé un objetivo, pronto comenzaron a proporcionarme ropa.
Nunca hablé con nadie después que ella murió, hasta Jake.
—¿Alguna vez te callas? —le pregunté. Estaba vestido con su ropa. Su padre
le da la ropa de hombre que ya no le queda, la mayoría son nuevas. Hoy tenía puesta
toda una ropa nueva que realmente me quedaba perfecta. Jake estaba siendo Jake,
charlando como una colegiala. Se detuvo y se volvió hacia mí.
—¿Alguna vez tú te callas? En serio, ¿sabes lo difícil que es para mí decir
algo? —Estaba actuando serio, y pensé entonces que tenía problemas mentales, hasta
que soltó una carcajada, me dio una palmada en la espalda y siguió caminando, sin
esperar a que lo alcanzara.
E
staba hecho, todo estaba listo. Jake y sus hombres hicieron un trabajo
excelente. Ahora era el momento de enganchar, alinear y pescar al pez.
Estoy de pie en el mismo lugar, el lugar donde mi vida cambió para
siempre, un lugar donde algo cambió en mí, donde ella diría que para mejor. Era
nuestro lugar, habíamos compartido nuestros secretos, nuestros susurros, nuestro
dolor en este lugar. Y ahora está maldito, ahora es un lugar que solo contiene
pesadillas.
Miro como Jake y sus hombres lo trasladan. Es pesado y se necesita un equipo
para llevarlo. Estaba destinado a ser seguro, ya se habían creado las salidas de escape.
Cambiaron su apariencia. Ahora será un lugar de pesadillas, así como este era mi lugar
seguro. Ya no más.
Camino colina abajo, saludando con la cabeza a Jake y sus hombres. No me
miran, no les agrado. No les gusta lo que Jake y yo somos, no les gusta nuestra
amistad, no la entienden. Aunque él es su líder, lo respetan y reconocen sus derechos.
Simplemente no tiene que gustarles su compañía.
Conduzco hasta el mismo lugar en el que desperté hace tantos años; todos esos
años sin memoria. Al contemplar lo que haré y cómo lo haré, me vienen a la mente
varias cosas, ninguna parece demasiado beneficiosa para él.
Él me traicionó, me alejó de aquellos que amaba. Robbie puede haber tenido
una participación, sí, fue él quien le dijo a Grover, por quien descubrí que fue Grover
quien le dijo a Ru que me disparara, lo suficiente como para noquearme. Lo tenía todo
planeado, lo había planeado desde que descubrió que estaba detrás de Gray. Sabía que
iba a ganar, todos lo hacían excepto Ru y Gray, ellos pensaron que podían ser más
astutos que yo. Pensaron que podían tomar lo que era mío y destruirlo. Sin embargo
ella no lo hizo, era fuerte, mucho más fuerte de lo que podrían haber anticipado.
Robbie actualmente está enterrado detrás de una pared, no está muerto, solo
deseará estarlo. Jake derribó una pared de ladrillo, lo arrojó y lo selló allí cuando
estaba noqueado. No puede escapar a menos que Jake decida derribar la pared. Sus
sollozos quedarán sin respuesta, sus gritos inaudibles. Está vivo, por ahora…
Está muy silencioso, tan silencioso que puedo escuchar cada respiración que
tomo. El lugar al que llamé mi hogar durante cinco años está roto, más roto de lo que
yo he estado alguna vez. El fuego ha tomado pedazos del edificio. El garaje que alguna
vez usé para torturar a las personas, ya no está de pie. Me detengo al frente, la puerta
de entrada está abierta, y pienso por un segundo que me mintió porque no hay nadie
aquí. Entonces escucho unos pasos tan débiles que aparentemente no quieren ser
escuchados. Hasta que veo su cara en la entrada. Él me sonríe, pero es todo menos
agradable.
—¡Black! —Él asiente, su siniestra sonrisa permaneciendo en su lugar. No es
necesario que diga su nombre, él no obtiene esa victoria—. Mataste a todos mis
hombres, Black. Dime, ¿dónde está mi hija? —No parece tener armas sobre él. Sería
un tonto si no tiene armas, y no es tonto. Obviamente están ocultas.
—La visitarás pronto.
Sus ojos se abren con sorpresa.
—Ella te amaba.
—Ella me usó.
Él niega con la cabeza.
—La mataste, ¿verdad?
El amago de una sonrisa toca mis labios.
—Esperaba que no dijeras eso. —Él se estira hacia su izquierda, detrás de la
puerta. Mi teléfono comienza a sonar, no lo miro excepto cuando su mano saca lo que
ha escondido detrás de la puerta. Sé automáticamente quién me está llamando.
Rose.
Sus ojos se abren mucho, él me ve y saluda con la mano, sin tener idea de lo
que está pasando. Cómo pudo, él es solo un niño, mi hijo.
—¿Sin reacción? Pensé con seguridad que una vez que supieras que ella tuvo
a tu hijo eso sería todo lo que te interesaría. —Su cabeza se inclina hacia un lado para
estudiarme, luego tira de la camisa del pequeño Liam para acercarlo a él. Protegiendo
su parte frontal, en caso de que yo dispare—. Contesta tu teléfono, Black, estoy seguro
que está preocupada. —Señala hacia mis pantalones donde mi teléfono no dejará de
sonar. Mantengo mis ojos enfocados en él mientras lo alcanzo y lo muevo hasta mi
oído. Su voz es chillona y me las arreglo para no alejar el teléfono.
—¡Oh Dios mío! Liam… ¿Liam estás ahí? Alguien se ha llevado a nuestro
hijo. ¿Me escuchas? No está en su guardería. Alguien se lo llevó. Liam… ¡Liam! —
me grita.
—Lo sé…
—¿Lo sabes? —Ese grito era para mí—. Maldita sea, vas a recuperarlo, ¿me
oyes? Tráeme, a mi hijo… ¡maldición! —La última palabra es gritada tan fuerte en
mi oído, que tengo que alejar el teléfono.
—Lo haré.
—Voy a llamar a Jake —dice, y luego cuelga. Coloco el teléfono de nuevo
donde estaba. Grover está parado allí sonriendo.
—Ahora, ¿dime dónde está mi hija?
—¿Quieres la ubicación de su cuerpo? —No debería haberlo dicho, no estoy
acostumbrado a proteger a otras personas. El pequeño Liam grita cuando Grover
envuelve sus manos con fuerza alrededor de su brazo. Él mira a Grover y luego a mí.
No llora, debe ser mi hijo.
—Un hijo por un hijo —dice y es entonces cuando lo escucho. El sonido de
hojas crujiendo. No podrían ser Jake y sus hombres todavía. Solo acabarían de
comenzar a estar de camino. Por lo tanto sé que no es alguien que ha venido a
ayudarme o al pequeño Liam, es alguien que está con Grover. No me giro lo
suficientemente rápido. Alguien me arroja algo, me golpea en el hombro y comienza
a arder, justo cuando giro esquivo el segundo cuchillo. Un hombre está de pie, uno
que nunca antes he visto, a unos metros de mí, con todo su brazo derecho cargado con
pequeños cuchillos para lanzar. El tercero pasa volando rápidamente por mi cabeza.
El tipo sonríe y elige otro. Ahora lo veo todo y soy capaz esquivar y maniobrar para
evitarlo.
El pequeño Liam está observando, con los ojos muy abiertos de terror. Grover
todavía tiene su mano fuertemente envuelta alrededor de su brazo. Va a generarle
hematomas.
—¡Termínalo! —le grita Grover al hombre arrojándome cuchillos. No tardo
mucho en reaccionar.
—Cierra los ojos, niño —digo a Liam, sus manos se levantan y cubren sus ojos.
Mientras lo miro, un cuchillo golpea mi mano izquierda. Gracias a Dios que no es mi
derecha, porque saco la pistola de mis pantalones. El hombre que está vestido con
camuflaje y cuchillos atados a sus brazos, me ve sacarla y comienza a lanzar cuchillo
tras cuchillo, justo cuando disparo. Lo golpeo justo en el centro. Sus ojos abriéndose
de par en par a medida que cae al suelo.
Cuando giro de nuevo, Grover y Liam se han ido, a algún lugar dentro de la
casa. Escucho el sonido de los autos, Jake sale de uno seguido de cerca por Sax y una
furiosa y afligida Rose. Ella mira alrededor, sus manos temblando. Me ve y corre
hacia mí, mirándome la mano, donde el cuchillo todavía está incrustado, así que ella
se estira y lo saca.
—¿Dónde está, Liam? —Su voz está cargada de pánico.
—Adentro. —No debí haberle dicho, no lo piensa dos veces cuando entra
corriendo a esa casa. No nos lleva mucho tiempo seguirla. Jake está justo detrás de
ella, Sax viene detrás de mí y saca el cuchillo de mi hombro.
—Si lo han lastimado, te volveré a apuñalar con este cuchillo. —Lo sostiene
en sus manos y lo arroja al suelo antes de entrar por completo en la casa. Justo cuando
paso la puerta, escucho la motocicleta de Grover. Volviendo a salir, lo veo solo a
horcajadas sobre su moto. Arranca en una lluvia de tierra y piedras tan rápido como
puede para salir de aquí. Escucho a Rose llorando, y al pequeño Liam diciendo que
está bien. Jake se acerca hasta mí, deteniéndose.
—Si yo fuera tú, me iría —dice, mirando hacia atrás. Todavía no puedo verlos,
aunque puedo oírlos.
—¿Él está bien?
—Está bien, no es por él de quien deberías preocuparte. Si ella no te mata, tal
vez yo sí.
—No es tu hijo.
Sus fosas nasales se dilatan, se acerca aún más a mí.
—Lo sé, pero he estado allí todos los malditos días mientras tú has estado quién
sabe dónde y haciendo quién sabe qué mierda. Ella puede amarte, puedes amarla a tu
manera, pero aún tienes mucho que demostrar, y la forma en que vas hacerlo no servirá
de nada.
—¡Tengo que matarlo! Él debe morir. —Su cabeza se sacude de ida y vuelta.
—Sé cómo estás programado, pero ella no lo entiende del todo. Está destinada
a hacerte feliz, y estar con ella se supone que te llena o alguna mierda. Tanto que no
deberías necesitar lo que necesitas.
—No es tan fácil.
—Bueno, odio decirlo… el amor solo puede llevarte hasta cierto punto. Llega
un momento en que no es suficiente. Ella está en ese punto, creo. —Rose emerge
entonces, el pequeño Liam en sus brazos. Él me ve y sonríe, pero ella no. Observo
como se acerca y le entrega el pequeño Liam a Jake. Él lo toma, y luego asiente hacia
mí. Todos regresan al auto y ella se para frente a mí, vestida con pantalones cortos y
una camiseta: hermosa. Su cabello cae en cascada por su espalda, sus ojos azules me
miran fijamente, llenos de… no sé… ¿ira hacia mí?
—No más, Liam, no más. —Sacude su cabeza, lágrimas brotan.
¿Son por mi culpa?
—Rose…
Su mano se alza de repente, impidiéndome hablar.
—Te amo, te amo tanto que puedo sentir los huesos en mí agrietarse,
destrozándome. Pero ya no puedo hacer esto, no cuando se trata de ellos. Ellos son mi
principal prioridad, siempre serán los primeros. —Trato de entender, realmente lo
hago. Simplemente no puedo comprenderlo, recuerdo el amor de mi madre, no muy
bien, pero veo destellos de él. No pensé que fuera lo suficientemente poderoso como
para anteponerse a cualquier otra cosa. Lo es.
—Te lo dije, te dije que no era bueno para ti.
—¡Jódete! Jódete tú y tus creencias. Abre tus malditos ojos. Sé que no
entiendes el amor, pero dime ¿cómo se siente estar sin mí? Dímelo Liam, ¿ahora
mismo?
—Como si estuviera ahogándome —admito.
—Bueno, vas a continuar ahogándote. —Y con eso, no mira hacia atrás cuando
camina hacia su auto y se sube atrayendo al pequeño Liam hacia su regazo y
bañándolo con besos.
uieres su cuerpo?
Irrumpe en la habitación sin tocar. La observo andar como pato, sí, ahora anda
como pato. Y viene a detenerse frente a mí. Estoy sentada en mi sofá en pijama, los
niños están en la cama y estoy comiendo palomitas de maíz. Su rostro luce serio
cuando levanto la mirada porque está bloqueando mi visión.
—Arriba —dice ella, apuntándome para que me levante. Permanezco donde
estoy y me giro para ver a Sax parado ahí, sosteniendo una bolsa de ropa y otra bolsa.
Luce aburrido.
—¿Dónde están tus hijos? —le pregunto.
—Están con mi madre. Te lo dije, sal, folla con un extraño, regresa a las cuatro
de la mañana. Baila hasta que tengas los pies entumecidos.
—¿Qué tal si te vas a casa, follas con tu hombre y me dejas en paz?
—Estoy de acuerdo con eso —dice Sax. Ambas nos giramos para mirarlo, su
sonrisa es grande.
—Acabamos de tener sexo, ¿en serio, Sax? —Su mano está sobre su cadera,
me hace reír. Sus ojos se mueven a los míos, truena sus dedos y extiende su mano
hacia Sax, se acerca con la bolsa, la que sé que contiene un vestido. La abre y en el
interior hay un vestido rojo. Es corto, hermoso y del color rojo oscuro como las rosas.
—Esto es para ti, ahora ve a vestirte.
—No.
—Sí.
—No.
—Sí… o me sentaré aquí toda la noche diciéndote cómo Sax y yo tenemos sexo
en todas las posiciones diferentes, cuándo y dónde. Y me refiero a todos los detalles
horrorosos.
—Mierda.
—Sí, ya lo entendiste. Le gustan algunas mierdas perversas y sabes lo mucho
que me gusta compartir.
—Mujer, ¿tienes que contárselo a todos? —Sacude su cabeza hacia ella, su
rostro poniéndose rojo. No puedo evitar sonreírles. Quiero tener lo que tienen ellos.
Desearía no haber bebido, desearía haber visto lo que estaba frente a mí antes
de ponerme en la posición en la que estoy ahora. Mia lo está mirando como si nunca
antes hubiera visto a alguien como él. Tal vez no lo ha hecho. Después de todo, es
único en su especie. Él no la mira mientras ella parlotea, sus ojos verdes y peligrosos
están fijados directamente en mí y no se irán en ningún momento cercano.
—Black —digo y me sonríe con suficiencia. Sabe que no utilizo ese nombre,
sé que no utilizo ese nombre.
—Red —responde y sonríe de nuevo. Mis entrañas se retuercen, mi mano se
mueve a mi vientre, esperando que sea por él y no el alcohol.
—¿Conoces a Rose? —pregunta Mia, inclinándose más cerca de lo que me
gustaría, hacia él. A Liam no le gusta, retrocede, logrando distanciarse de ella. Y
asiente—. Genial, deberías unirte a nosotras para algunos tragos. Estábamos a punto
de bailar. —Sacudo mi cabeza, él no se va a unir a nosotras, y él no baila. Me ve
sacudir mi cabeza y se pone de pie, cerrando la distancia entre nosotros.
—¿No quieres bailar conmigo, Rose? —Su voz es baja, está haciéndome difícil
decirle que no, haciéndome difícil no querer saltar sobre él aquí y ahora.
Me inclino más cerca, mi respiración en su oído.
—Tú no bailas, Liam Black.
Retrocede justo cuando abre sus ojos.
—Lo hare si estás involucrada.
Mia nos sonríe y toma mi mano y me jala hacia la pista de baile, me doy la
vuelta para verlo siguiéndonos e inmediatamente se desatan mis nervios.
La gente se aparta él cuando avanza, ordena sin siquiera dar órdenes. Es algo
fascinante de observar. No presta atención a nada, no nota las miradas que atrae hacia
él, sus ojos están completamente clavados en mí.
Ella se detiene y comienza a moverse, yo me quedo ahí parada y lo siento detrás
de mí. No se mueve, no espero que lo haga. Liam Black no es un hombre con
movimientos, al menos no en la pista de baile. ¿En otras partes? Sí, los tiene bastante
perfeccionados.
No sé por qué lo hago. Podría culpar al alcohol, podría culpar a la falta de sueño
que he tenido o el hecho de que estoy teniendo una noche sin preocupaciones, pero lo
hago. Me muevo hacia atrás, mis caderas moviéndose lentamente con el ritmo y mi
espalda entrando en contacto con un muy duro Liam. Su primer instinto es envolver
sus manos alrededor de mí y sostenerme firmemente, haciéndome difícil que pueda
moverme en absoluto.
E
s una seductora y ni siquiera lo sabe. Su cuerpo encaja con el mío a la
perfección, sus curvas se mezclan con las mías divinamente. Fue hecha
para mí, en mente, cuerpo y alma. Sus caderas se mueven ligeramente,
ella sonríe a su amiga que me sonríe a su vez. No presto atención, mis manos están
ocupadas, mi mente está ocupada solamente en ella. Y la forma en la que huele y se
ve en este vestido, la forma en la que sus largas piernas siguen y siguen por kilómetros,
es duro no tomarla y llevármela. Es todo lo que quiero. Lo sé, e intentaré aún más
tenerla. No puedo seguir estando roto, ella me arregla. Es el pegamento que mantiene
mis huesos juntos, y la voy a mantener por tanto tiempo como pueda tenerla. Incluso
si es solo ahora, ahora es todo lo que necesito en este momento.
Su cuerpo se gira ligeramente, suelto el agarre de mis manos y ella mueve sus
manos para que estén sobre mis hombros. Sus tacones lo hacen posible, más fácil para
nosotros estar cerca, cara a cara.
—¿Por qué estás aquí? —Sus labios son suaves y rosados. No puedo evitar
mirarlos, no es de las que usan maquillaje, apenas la he visto con labial y sus labios
definitivamente no lo necesitan.
—Porque tú estás aquí.
Cierra sus ojos brevemente para luego abrirlos y sacudir la cabeza.
—Siempre he estado aquí, Liam, he estado aquí por cinco años.
—¿Estás enojada, Rose?
—No, Liam, estoy dolida. Hay una diferencia.
—Dime la diferencia, dime para así comprenderlo.
—¿Cómo es que no sabes de los sentimientos normales? ¿Cómo es que no
entiendes nada de ello? —Su cuerpo se balancea tenuemente.
—No sentí nada hasta que te conocí, no había nada antes de ti.
Ella se inclina sobre mí. Y espero que sea ella, espero que sea ella la que eligió
besarme en este momento, y no el alcohol que ha consumido. Porque cuando la
pruebo, no puedo negarme. Es imposible hacerlo.
Mis manos la agarran con más fuerza, se mueven desde sus caderas hasta su
culo. Ella muerde mi labio y se estrella contra mí, su boca rápida y enojada. Es
caliente, es delicioso… ¿es un beso enojado? ¿Un beso de “vete a la mierda”? Porque
nunca me ha besado así, aparta los labios y se apoya aún más.
—Tomé un “Coño Húmedo”, y funcionó, estoy mojada. —Eso es todo, estoy
acabado. Estaba duro de mirarla, estaba duro de besarla, ahora estoy a punto de estallar
si no la toco. Ella agarra mi mano empujándome a medida que camina y veo como su
culo se balancea con cada paso que da. Salimos por la puerta principal y ella me lleva
a un lado. Está oscuro, solo hay un auto estacionado aquí.
Sus manos se acercan a mi pecho, su espalda se apoya contra la pared. Agarra
el cuello de mi camisa y me atrae a ella, frotándose contra mí. Su boca encuentra la
mía, es ardiente, dura y muy diferente a ella.
—Vámonos. —Me aparto de sus labios, ella sacude la cabeza y se quita el
vestido, exponiendo su tanga que tira hacia abajo rápidamente para que caiga al suelo.
Sus manos van por mis pantalones, deshaciendo mi cinturón y trabajando mi
cremallera.
—No, fóllame aquí —dice sin aliento. No quiero follármela contra la pared
fuera de un club. Quiero follarla donde sé que no escapará, donde sé que no correrá
directamente después de que hayamos terminado.
Pero no puedo decir que no, es imposible.
Su pierna sube alrededor de mí, agarra mi polla y se desliza en ella. Los
pensamientos racionales me abandonan… el sexo me consume, ella me consume. Sus
ojos se cierran, la levanto y su otra pierna se envuelve fuertemente alrededor de mi
espalda. Comienza a moverse, arriba y abajo, con los ojos cerrados. Agarro sus
caderas y la penetro con más fuerza, yendo tan profundo como es posible. No me mira
cuando se desliza de arriba hacia abajo, sus manos clavándose en mis hombros, su
boca bajando y mordiendo mi cuello, pero no me da acceso a sus labios, se mantienen
alejados. Le chupo el cuello como si la estuviera reclamando, tal vez es así. Tal vez
la estoy marcando, diciéndole a ella y a todos que ha sido tomada, que es mía.
Ella se viene, su cabeza se apoya en mi hombro por un momento antes de
levantarse y empujarme hacia atrás con ambas manos. La dejo sobre el suelo, luego
se pone el vestido y no me mira.
—Tengo que irme —dice.
—Rose… —La agarro del brazo, todavía no me he arreglado. Ella es todo lo
que tengo en mente.
—Esto no cambia nada, Liam. Aún eres el hombre que no pudo ponernos de
primero. Esto… —mueve sus manos en el aire—… no cambia eso. —Se libera de mi
agarre, me mira y luego se va.
No dice nada más, no me quiere.
No estoy seguro de qué hacer, cómo hacerlo. No sé cómo demostrarle, después
de todo lo que he hecho, que todo lo que quiero es ella y nuestra familia.
—Me la follé —digo por teléfono. Sé lo que va a decir antes de que lo diga.
—Eres un estúpido pedazo de mierda —comienza a murmurar insultos tras
insultos—. Te dije que la recuperes, no que te la folles.
—¿Cómo demonios voy a recuperarla? ¿Qué mierda tengo que hacer?
—¿Cómo diablos es que te ama? Tú… en serio… eres un jodido despistado —
murmura Jake.
—Todavía estoy intentando resolver todo eso.
—Sí, bueno, estás haciendo un trabajo de mierda.
—Una parte de mí desea no haberla conocido —le digo con sinceridad. Él no
responde de inmediato.
—¿Por qué?
—Era más fácil no sentir.
—Te jodieron, te convirtieron en el caparazón que necesitaban, y funcionó. Si
pudieron convertirte en el hombre que necesitaban, puedes convertirte en el hombre
que ella necesita.
—No creo que pueda.
—No quiere arcoíris ni flores, Black, deberías saber eso. No estaría contigo.
Ella quiere la oscuridad y la devastación. Puedes hacer eso, solo devástala.
—Escúchate, gurú del amor —bromeo. Si él estuviera aquí ahora mismo,
trataría de golpearme.
—No conozco del amor, Black, solo los conozco a Rose y a ti.
—La encontrarás, encontrarás a tu Rose.
—Sí, tal vez. —Su voz es baja.
—¿Dónde estás?
—Por ahí.
—¿No me dirás?
—No, no creas que te estoy engañando o algo así, solo necesito encontrar un
nuevo hermano, alguien que me aaaame —se burla.
—Jódete.
—Sí, sí… —se queda en silencio por un momento—. Comienza con los niños,
comienza conociéndolos.
—Mierda.
—Son buenos niños, Black, lo descubrirás.
—Vuelve pronto, ¿de acuerdo?
—Sí —dice, y entonces la llamada ha terminado.
Es hora de ganarme algunos niños, ¿cómo demonios voy a hacer eso?
Isabelle abre la puerta. Se ve y habla como Rose. Sonríe cuando me ve, abre la
puerta más, sale y me abraza. Ella solía hacer esto cuando era pequeña. La recuerdo
bien, por la forma en que fue tan directa. Como si reconociera las mentiras, cuando se
decían mentiras.
—Liam —dice dando un paso atrás.
—¿Liam? —es su voz cuando aparece a la vista. Se sonroja cuando me ve y
luego atrae a Isabelle hacia ella—. No sabía que vendrías.
—Vine a conocer a Liam, apropiadamente.
Sus ojos se abren por completo, abraza a Isabelle más fuerte, haciendo que ella
se aleje del agarre de su madre.
—¿En serio? —me pregunta. Asiento y me deja pasar, cerrando la puerta detrás
de mí—. Está en su habitación, ¿quieres que lo traiga? ¿O te gustaría pasar y saludar?
—Iré con él. —Es tonto, no sé por qué elegí esa opción, sería más fácil y más
seguro tenerla allí. Ella señala su habitación. Paso junto a ella, oliéndola, huele a
flores, siempre lo hace—. Tenemos que hablar de lo de anoche —le digo. Ella asiente
y yo continúo hacia su habitación. Abro la puerta para encontrarlo en el piso, su
habitación está llena de camiones monstruos, autos pequeños, y tiene su iPad
encendido, con esos adultos estúpidos que enseñan juegos de niños, ¿en serio?
Él me mira y señala sus juguetes.
—¿Juega conmigo? —Le doy una mirada extraña que no nota cuando
comienza a hacer ruidos con sus autos, chocándolos entre sí—. ¿Va a sentarse, señor?
—Su actitud es bastante presuntuosa, la forma en que habló era como si dijera “juega
o vete”. Me siento en el piso frente a él, y empuja los autos frente a mí.
—¿Sabes quién soy, Liam? —pregunto cuando hace una pausa en su juego.
Me mira y asiente—. ¿Quién soy, Liam? —Aparta la vista cuando señala algo junto a
su cama. Es una foto de mí en un marco. Un suave golpe viene de la puerta, Rose abre
y asoma la cabeza por la puerta mirándome a mí y luego a Liam, y sonríe.
—¿Cena? —me pregunta. Voy a responder que no, pero entonces él habla.
—Puede sentarse a mi lado. —Rose asiente y cierra la puerta—. ¿Amas a mi
mamá? —pregunta. Me ve mirar la puerta cerrada tras la que Rose desapareció.
—Por lo que entiendo del amor, sí, lo hago.
—Yo la amo.
—Deberías. —Sus ojos ahora están centrados en mí, ya no le interesan sus
autos.
—¿Por qué la amas?
—Porque ella es hermosa, considerada, y su amor llena agujeros que no
deberían llenarse.
Su cabeza cae hacia un lado como si medio entendiera lo que acabo de decir.
—La haces llorar, ¿lo sabías?
—No, no lo hacía.
—¡No lo hagas otra vez! —su tono es serio—. ¿Ahora vas a ser mi papá?
—¿Es eso lo que quieres?
Él frunce los labios.
—Sí, los otros niños tienen papás. Eres más grande y más aterrador que ellos,
será genial.
Un niño… estoy teniendo una conversación con un niño. Más que lo que tengo
con adultos. Él es maravilloso, y es mío. Puedo verlo en él, en la forma en que mueve
sus manos, en la forma en que arruga su frente. Pero es a ella a quien más veo, sus
ojos pueden ser míos, pero el amor en ellos, la forma en que brillan por aquellos que
aman es todo de ella.
S
e quedó allí con él y yo escuché desde la puerta. No sé por qué está aquí,
no sé qué decirle. No quiero hablar con él de anoche. Sucedió, fue
salvaje, caliente, y sexy. Casey lo supo tan pronto como entré por la
puerta, apuntó hacia mi cuello y gritó con felicidad. Sabía que él iría, se lo dijeron. Lo
que no esperaba era que él se presentara hoy, preguntando por Liam y no por mí.
Ambos salen cuando llamo, Liam toma un asiento en la mesa, el pequeño Liam
se sienta justo al lado de él pasándole uno de sus autos. Hayden entra, se detiene
cuando ve quién está en la mesa y me mira. Sonríe y se sienta al otro lado de Liam.
—Señor Black, es bueno tenerlo de vuelta —dice Hayden. Me quedo callada
mientras todos hacen conversación con él. Es interesante, por decir lo menos, como
es acosado con preguntas. Me busca por ayuda cuando le preguntan dónde ha estado,
me sorprende que no haya salido corriendo todavía.
—Alguien me apartó, me alejó de su madre.
—¿Lo harán de nuevo? —pregunta Isabelle, sus ojos me ven a medida que él
le contesta.
—Nunca.
Se queda hasta la hora de dormir, y observo mientras le dan las buenas noches.
Isabelle le da uno de sus famosos abrazos, y él le acaricia la espalda. Hayden asiente
hacia él, el pequeño Liam camina y toma su mano y empuja, pidiéndole que lo levante.
Me mira entonces.
—Quiere que lo alces. —Él se inclina y Liam agarra su cara. Lo besa en la
mejilla y luego apoya su cabeza sobre su hombro. Mi corazón late más rápido.
—Vamos cariño, hora de dormir. —Él viene a mí voluntariamente, Liam me
observa con interés cuando lo alzo.
—Dale las buenas noches.
—Buenas noches, papi —dice medio dormido. Mis ojos se abren por completo,
mis manos empiezan a temblar por lo que él pensará, o dirá, o incluso lo hará.
—Buenas noches, hombrecito.
No está en la casa cuando vuelvo. Al principio, creo que se ha ido, que fue
demasiado para él, que es demasiado para que lo procese. Eso me enoja, me enoja que
pueda hacer algo así. Entonces veo la puerta de entrada abierta, está lloviendo, fuerte.
No lo veo al principio cuando abro la puerta, pero ahí está, parado bajo la farola, con
la cabeza baja hacia el suelo y absolutamente empapado.
—¡Liam! —lo llamo y se vuelve. Solo puedo vislumbrar sus rasgos. Se ve
dolido, no entiendo muy bien por qué.
—¿Alguna vez has amado a alguien tanto que duele? —Su pregunta
llevándome de vuelta a esa primera noche. Esas palabras que le pregunté, y ahora me
las está preguntando.
—Sí.
—¿Quién era esa persona, Rose? —Me acerco más, saliendo a la lluvia. Me
observa con interés. La lluvia cubre su rostro, gotas caen de sus pestañas.
—Tú, Liam Black —admito. Duele, todavía duele.
—Creo que lo entiendo, Rose. Creo que entiendo después de tantos años de lo
que estabas hablando. Duele. —Quiero alcanzarlo y tocarlo, sostenerlo. Simplemente
aún no estamos allí, no sé si él está allí todavía. Aún no sé si está a salvo.
—¿Por qué duele, Liam? Dime, ¿por qué te duele?
Parpadea un par de veces, su cuerpo permaneciendo inmóvil a medida que me
observa.
—¿Quieres saber? —Asiento—. Ese… ese sentimiento ahí, entiendo cómo
sobreviviste, no habría sido capaz de hacerlo si fueras tú. Habría saltado
voluntariamente en ese agujero negro y nunca escapado. Pero eso, y tú… finalmente
lo entiendo. Eres tú, eres tú quien hizo eso. —Señala a la casa, su voz es desigual. Tan
impropio de él—. Siempre serás tú, ¿no? Solamente serás tú la que haga latir mi
corazón cuando estás cerca. Cuando ríes, algo se agrieta, algo extraordinario. ¿Es
amor, Rose? ¿Es eso lo que es? —Se acerca a mí cerrando la distancia.
—Para ti, creo que eso es lo que es. Es diferente para todos. Para ti, creo que
sería completamente devastador. No has amado, huyes de ello, matas por ello. Para ti,
creo que todo tu amor sería aterrador, pero hermoso. —Lo sería, lo sé. Es un hombre
que no es como ningún otro.
—La gente usa la palabra tan libremente, no quiero hacer eso. Quiero decirla
en serio. Lo digo en serio contigo, lo sabes ¿cierto? Con ellos, lo sentí. ¿Cómo lo
sentí?
Mi mano toca su rostro, la corro por su mejilla y sobre su barba. Está mojado
y es sexy.
—Creo que deberías irte, Liam. Creo que deberías irte a casa.
Sus ojos se entrecierran, su mano viene para cubrir la mía. Huele a lluvia y a
Liam Black. Una mezcla hecha para debilitar a la más fuerte de las personas.
—¿Quieres que me vaya?
Es difícil decir las siguientes palabras.
—Sí… quiero que te vayas.
—¿Y nunca vuelva? —pregunta.
Sacudo mi cabeza.
—No, quiero que nos pongas de primero. Nuestra seguridad es lo primero. Y
cuando puedas hacer eso, probarás que puedes quedarte.
—No puedo cambiar por completo, Rose, sabes eso. Es quien soy.
—Lo sé, no quiero que cambies, jamás te pediría que lo hagas. Te amo tal y
como eres. Es lo que haces y cómo lo haces. No lo aceptaré cerca de mí, ya no.
Demasiado mal ha venido de ello.
Su cabeza cae a medida que permanece en el mismo lugar, no habla cuando se
vuelve para irse. La lluvia cayendo fuerte sobre nosotros, goteando, igual que mi
goteante y derretido corazón.
U
n plan es lo que necesito. Planeo recuperar su confianza; no su
corazón, ya lo tengo. Y lo he hecho añicos, la confianza en él. Ella me
dice que tengo que darle todo, pensé que lo había hecho, lo hice. Tal
vez, probablemente no lo hice. Porque no entiendo muy bien qué es todo lo que soy.
No sé cómo descifrar la diferencia.
—Has estado deprimido todo el día. —Sax va a palmearme en el hombro, pero
me alejo. Algunos hábitos son difíciles de romper. Él entrecierra los ojos ante mi
reacción y niega con la cabeza caminando frente a mí.
—¿Esto es lo que haces todo el día? —Extiendo las manos alrededor, estamos
en una sala de seguridad. Más de diez pantallas diferentes tienen algo transmitiéndose
en vivo desde los lugares en los que tiene cámaras de seguridad. Él niega con la
cabeza.
—Esto no es lo que harás.
—¿Qué voy a hacer?
Desenfunda su arma y se sienta frente a mí.
—Estarás en deber de guardaespaldas. Es perfecto para ti, no tienes que hablar.
—¿Armas?
Asiente sonriendo.
—Sí, llevarás un arma. —Saca su iPad y comienza a buscar algo, luego me lo
devuelve—. Esta… —apunta a la pantalla—… es con quién estarás trabajando. —La
mujer en la pantalla es hermosa—. Es una estrella pop y una muy famosa —dice
apartando el iPad.
—¿Cuándo?
—Vuela esta noche, la encontrarás en el aeropuerto.
Había planeado ver a Rose esta noche, tratar de hablar con ella una vez más.
La añoro como nunca antes he anhelado a alguien.
—Nunca más Sax, maldita sea, nunca más. ¿Me oyes? —No me presta
atención mientras teclea furiosamente en su teclado. Le toma un momento darse vuelta
para mirarme, luego sonríe.
—¿Intentó seducirte? —Mis ojos se abren de par en par, el muy bastardo lo
sabía—. Lo hace con todos mis hombres, la mayoría se la folla.
—¿Te parezco a la mayoría de tus hombres? —La sonrisa no ha dejado sus
labios.
—Tengo otros trabajos pendientes. Creo que quizás serían más de tu estilo.
Excepto que, es confidencial, solo mis mejores hombres hacen estos trabajos.
—¿Armas?
Se cubre la cara, sonriendo.
—Sí Black, es solo para aquellos con armas de fuego.
—¿Personas?
—Sí, generalmente otro y tú.
—¿Una mujer?
—No.
—Apúntame.
H
ay una entrega en mi puerta, es una gran caja negra. Una carta está
pegada a ella, así que la recojo y siento su peso. De hecho, tengo
miedo de abrirla.
Dejo caer la carta, por qué me pediría que regrese allí. Sabe cómo me siento
por ese lugar. No puedo volver allí, estoy temblando solo de pensarlo. Leo la carta
una y otra vez. Me calma, él me calma. Me rio de eso, luego sonrío por eso. Quiero
verlo reír, quiero verlo sonreír. Creo que soy la única persona que ha tenido ese
privilegio: de verlo sonreír. No lo hace a menudo, casi nunca. Y debería, bueno,
debería hacerlo por mí. Hace que mi corazón se acelere, que sienta mariposas en mi
estómago y que los dedos de mis pies se enrosquen.
Abro el estuche, no es un estuche que quiera abrir. Odio las armas, en realidad,
las desprecio. No traen nada más que sufrimiento, dolor y peligro. El estuche es
brillante, el interior está perfectamente ajustado. No sé mucho, pero puedo ver que
este estuche fue hecho para esta arma.
Roto.
Está inscrito en el mango de la pistola. ¿Es así cómo se ve a sí mismo? ¿Como
un hombre roto?
Su risa resuena en mis oídos. Ella se endereza para mirarme, y saca una foto,
antes de doblarse de la risa una vez más. Me quedo ahí de pie, no muy feliz, en una
puta camisa rosa. Rosa.
—Rose —digo, mientras ella se limpia las lágrimas. Entonces se vuelve a
enderezar, me mira, y estalla otra vez. La furia está desapareciendo, por su reacción,
tanto por la sonrisa como la carcajada. Me olvido por un minuto, de la cosa horrenda
que tengo puesta. Después me la arranco, arrojándola al suelo detrás de ella—. Nunca
más —digo. Para y se pone de pie, lamiéndose los labios y mirando mi pecho.
—No esperaba que la usaras —dice, hablándole a mi pecho. Se estira y toca mi
pezón, y su piercing—. Pero es lindo saber lo que harías por mí. —Se acerca y lame
mi pezón.
—¿Me compraste una camisa rosa para que no la use? —Ella ni siquiera me
está escuchando, su boca y ojos están en mi pecho. La hago retroceder y volvemos a
entrar en la casa, mirando alrededor. Estamos solos, no hay nadie en casa.
La levanto y cargo sobre mi hombro, mientras ella grita ruidosamente. Camino
hacia el baño, tomando cosas en mi camino. Me pregunta qué hago, pero no respondo.
Su ducha es vieja pero resistente. La dejo de pie ante ella, debajo del caño de la cortina.
Sujeto sus muñecas una a la vez y las ato, ella sonríe e intenta morder mi pecho cada
vez que me acerco. Cuando tiene ambas manos atadas, envuelvo un pañuelo alrededor
de sus ojos. Ella gime decepcionada porque le cubrí los ojos.
Entonces la desnudo, algo fácil. No tiene nada debajo del vestido, que cae al
suelo sin vida y ella lo patea cuando intenta acercarse más. Retrocedo, quitándome la
ropa y viéndola retorcerse.
—Liam —gime de deseo esta vez. La beso justo debajo de la oreja, ella deja
caer la cabeza a un lado, exponiéndose para mí, y entonces lamo todo el camino
pasando por su seno hasta su estómago. Sus senos se arquean a medida que vuelvo a
subir y jugueteo con uno de ellos. Paso mi mano por su trasero mientras saboreo con
mi lengua. Entonces la azoto, y grita de placer, y comienza a gemir. Sus piernas se
abren voluntariamente, y yo me agacho lo suficiente para tocar su clítoris.
—Ya lámelo, maldita sea —dice.
Obscena. Se pone ardiente cuando está cerca de mí. Me gusta.
—Ruégame. —Ella empuja más, mi aliento ahora cae sobre ella a medida que
comienza a crear su propia fricción hasta que yo me hago hacia atrás.
—No voy a rogar. No soy una puta, solo hazlo ahora y fóllame.
—Sí, señora —digo sonriendo mientras dejo que mi lengua pase sobre ella.
Comienza a morderse el labio, arqueando el pecho, quiere tocarse las tetas, pero no
puede por las ataduras. Siempre tiene que tocar, este es su castigo por la camisa rosa.
Posiciona una pierna sobre mi hombro, y crea su propio ritmo, su cuerpo es
fácil de leer, quiere atención en su clítoris, después la quiere más abajo, y luego de
nuevo en su clítoris, es un juego de gato y ratón que me alegra jugar.
Ella gime como si comiera un chocolate, el mejor chocolate que existe en el
mundo cuando se viene. No la dejo bajar completamente de su éxtasis a medida que
alzo sus piernas y me introduzco en ella rápido. Su cabeza cae hacia atrás, no la vuelve
a levantar mientras la follo, pero rebota contra mí usando sus piernas como apoyo
haciéndonos ir más rápido y entonces se viene aún más fuerte.
Me quedo quieto unos segundos después, recuperando mi aliento. Luego salgo
de ella, alejándome. La oigo llamar mi nombre. No le respondo.
Cuando vuelvo a entrar, sus piernas están cerradas y frotándose. Me siento y la
miro, hipnotizado.
—Sé que estás ahí, suéltame —dice, mirando en mi dirección. Enciendo la
ducha detrás de ella, y le cubro los pezones con jarabe de chocolate. Sus pezones son
su debilidad, incluso después de todo lo ocurrido, siempre quiere que se los toquen,
los laman, los muerdan. Entonces los cubro, y lamo hasta dejarlos limpios, luego los
muerdo. Sus gemidos son lo que esperaba, está cansada, agotada, pero ahora está una
vez más completamente excitada.
Le quito la venda y tiene los ojos cerrados, ni siquiera creo que note que puede
abrirlos. Pero cuando los abre, sus ojos están vidriosos, llenos de emoción, y me mira
como si acabara de traerla de regreso del infierno y fuera un maldito ángel.
Qué mundo tan retorcido en el que vivimos para que ella me mire así.
Y ese es el único motivo por el cual vuelvo a follarla, para ser el ángel de su
diablo, el infierno de su cielo.
Nos despertamos cubiertos de manos y pies. Dos niños en la cama, y una madre
mirándonos. Qué difícil desaparecer en este momento.
Ella me sonríe y se acerca a Rose, quien está dormida. Se inclina y la besa en
la mejilla y se endereza para irse, deteniéndose en la puerta.
—¿Estarán bien con ellos? —pregunta. Yo los miro, a Liam e Isabelle,
acurrucados entre nosotros observándome, y luego asiento. Ella se va y me fijo debajo
de las mantas por si tengo pantalones. No los llevo.
—Isabelle, lleva a tu hermano a la cocina. —Ella se levanta y toma su mano,
él la sigue afuera y yo me pongo de pie y alcanzo los pantalones, poniéndomelos y
siguiéndolos.
Cuando llego, están abriendo y cerrando gabinetes.
—No hay nada para comer. —Camino hacia un gabinete y lo abro, está lleno
de comida, literalmente lleno.
—¿Acaso están ciegos? —les pregunto con seriedad y se ríen de mí.
—¿Nos llevas a McDonalds? —pregunta Liam, tirando de mi pantalón.
—La casa está llena de comida.
—¿Sabes cocinar? —pregunta Isabelle, así que asiento—. Quiero panqueques
—dice. Liam comienza a corear por panqueques.
Termino haciéndoselos y se los comen todos, mientras Liam me hace cien mil
preguntas de por qué estoy ahí, y si me voy a quedar. Les digo que coman, no escuchan
y de todas formas preguntan.
Liam termina yendo al baño después de comer cinco panqueques, Dios sabrá
donde los pone.
—Mamá, quiero una fiesta de chocolate como la que tuviste. —Miro hacia el
baño abierto y veo a Liam de pie observando el baño cubierto de chocolate, entonces
oigo a Rose despertar.
—Mierda —digo, y entonces rio.
E
l sonido es tan inusual, tan diferente de lo que he escuchado antes. Entro
directamente al baño y encuentro a Liam sosteniendo al pequeño Liam
debajo de los brazos, se está riendo tan fuerte que parece que estuviera
a punto de dejarlo caer. El pequeño Liam está cubierto de chocolate, el mismo
chocolate que cubre el piso, y la botella abierta está en la mano de mi niño, lo está
cubriendo por todas partes.
Liam ni siquiera se ha dado cuenta que estoy aquí de pie, no puede dejar de reír
o mirar al pequeño Liam.
—Las cosas que me hacen —digo.
Él voltea su cabeza hacia mí, en completo entendimiento de lo que estoy
diciendo.
—Por la camisa rosa, ¿no? —me pregunta, haciéndome reír.
El pequeño Liam vuelve la cabeza hacia él.
—Ewww, ¿te vistes de rosa? —Escupe, y el chocolate que estaba en su boca
baja por la pierna de Liam.
—Niño, cero rosa, nunca. ¿Me entiendes?
—Negro —dice asintiendo.
Sacudo la cabeza, ni siquiera se conocen, y aun así son tan parecidos que me
asusta.
Liam se fue a trabajar, Sax lo llamó y dijo que era urgente. Le pregunté si
necesitaba la pistola que ahora está bajo llave en mi caja fuerte. Me besó y me dijo
que no, luego procedió a decirme que su rifle de francotirador está asegurado en un
estuche en su auto. Mis ojos se abrieron como platos, se encogió de hombros como si
no fuera nada.
No me dijo mucho sobre lo que estaba haciendo para Sax, pero la leve sonrisa
en su rostro cuando respondió, me dijo que era algo que disfrutaría.
No pasa mucho tiempo cuando me llama y me dice que necesito ir a verlo. Su
voz es seria y me asusta. Me dice que vaya al trabajo de Sax. Nunca antes he estado
allí, ni siquiera sé dónde está. Cuando él me envía la dirección, no me toma mucho
tiempo antes de llegar. Cuando entro, junto a él está Sax. Ambos con rostros serios en
una charla silenciosa.
Dejan de hablar cuando avanzo hasta ellos, ambos enderezando sus posturas.
Eso me pone en guardia y me preocupa de inmediato.
—¿Por qué estoy aquí? —pregunto mirando alrededor, es un área industrial.
Cobertizos de acero los rodean, uno está abierto y está lleno de imágenes de vigilancia.
—Algo sucedió —dice Sax. Liam no ha hablado, parece perdido en sus
pensamientos.
—Liam, ¿qué pasó?
Él me mira, sus ojos se clavan en los míos.
—Jake —dice simplemente, mirando hacia otro lado.
—¿Qué hay de Jake? Liam, dime ¿qué está pasando?
—No quieres que sea esa persona, ¿verdad? —Cambia de tema, mi mente está
confundida, sacudo la cabeza sin entender de lo que está hablando.
—¿Qué persona, Liam?
—La oscuridad, no quieres que vuelva a entregarme a ella, ¿verdad?
—No, pero ¿por qué estás preguntando?
—Porque voy a tener que entregarme a ella. Voy a tener que hacerlo, y me
temo que te perdería. —Miro a Sax, que se queda callado.
—Sax ¿de qué está hablando?
Él asiente hacia las puertas del cobertizo, lo sigo hasta allí, dejando a Liam de
pie donde está. Sin moverse.
—Lo siento —dice, mirándome antes de presionar reproducir. Ahí es cuando
lo veo, es cuando grito.
Jake está en el piso, hay una pelota en su boca, cinta adhesiva sosteniéndola.
Sus manos están atadas con un cable por encima de su cabeza, hay alguien allí,
sonriendo. Escucho su grito, es amortiguado por la pelota. El hombre sonríe, luego
con un alicate, le arranca las uñas de los dedos. Una a la vez, no siendo lento al
respecto: arrancando y arrancando. Jake está desnudo, múltiples cortes cubren su
cuerpo, la sangre empapa el piso. Robbie sonríe a la cámara cuando sopla un beso.
Ahora desearía haberle dicho que podía matarlo, ahora desearía haberlo matado.
Camino hacia Liam, él no se ha movido. Agarro su rostro barbudo, acerco sus
labios a los míos, y luego lo beso con fuerza. Le toma un momento responder, y no
me decepciona cuando lo hace. Me ama, me ama con un fuego tan profundo que solo
él puede expresarlo, que solo yo puedo sentirlo. Me ama como si fuera la primera y
última persona puesta en esta tierra y que fui hecha solo para él, creada solo para él.
Me ama como la luna en la noche y las estrellas en el cielo. Él me ama.
Es un tipo de amor aterrador, es su modo de amar. Es un amor que no podría,
no querría cambiar por nada en el mundo. El amor de Liam Black es aterrador, loco,
pero en última instancia devastador.
Rompemos el beso al mismo tiempo, él deja caer su cabeza contra la mía.
—Deja que te consuma —le digo.
—¿Me entiendes? —Él sonríe.
—Te entiendo, amor, maldita sea, te entiendo —le digo.
Él me recoge y me lleva al auto, lejos de Sax.
—Ve a casa de Casey, toma a los niños y quédate allí.
Asiento.
—Vuelve a mí, Liam Black —le digo.
—Siempre, Rose Miller.
Él se ha expedido una sentencia de muerte, una sentencia de muerte una vez
que lo atrape. Una que Jake le infligirá, y solo él. Y la oscuridad no tomará el control,
dejaré que fluya. Después la poseeré. Será mía, hasta la muerte, incluso con una
camisa rosa.
Él piensa que puede lastimarme, cree que puede destruirme. Debí haberlo
matado como lo había planeado. Debí haberlo torturado más tiempo como lo había
planeado. Ahora esto, a la mierda el amor y a la mierda todo lo que implica. La muerte
es la portadora de todo, y su muerte será impartida por mis propias manos.
—Él vendrá por ti —dice Robbie, mis manos palpitan, mi sangre corre a través
de mis dedos. Lo mataré, lo enviaré al infierno que una vez visitó—. Entonces él
morirá contigo. —Se ríe mientras me mira esperando una reacción. Se da cuenta que
no puedo hablar, y entonces quita la cinta adhesiva y escupo la pelota de mi boca,
luego me rio de él.
—Black te destruirá, y ni siquiera lo verás venir. —Me rio, es la primera
emoción real que me atraviesa. Me tapa la boca una vez más con la cinta adhesiva,
luego enciende todas las luces de afuera y enciende todas las cámaras.
Ahí es cuando lo veo, en la oscuridad. Avanzando con cautela hacia la puerta
de entrada, con una pistola en cada mano. Él ha venido, y no es por mí. Es por el
hombre intentando cargar sus armas…
FIN
Próximo Libro
Black #3
Sobre la Autora
T.L Smith, es una de las autoras más vendidas que puedes encontrar en casi
cualquier tienda de chocolate… comiéndose todo el chocolate.
Vive en Brisbane, Australia con sus dos hijos y esposo. Sus cosas favoritas
para hacer son bailar, escribir, leer y viajar por el mundo. Es una amante de las
palabras retorcidas y de las cosas que hacen que tu corazón bombee con fuerza.
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