Trabajo Fin de Grado
Trabajo Fin de Grado
GRADO EN DERECHO
CURSO: 2018/2019
RESUMEN El presente trabajo trata de analizar cómo está constituido el proceso penal
de menores en España, desde el momento de la incoación del expediente, en su caso, de
un menor que presuntamente ha delinquido, hasta el de aplicación de medidas
“punitivas” por parte de los tribunales especializados.
ABSTRACT The objective of this paper is to explain how a separate justice system for
all children should be established. This should be engaged from the first moment of
contact, throughout all involvement with the juvenile judicial system. It should apply
regardless of the nature of the offence and should consist of separate and specialist
authorities and institutions, including separate units within police stations and separate
courts which furnished and arranged in a child-friendly manner and staffed by
specialized judges.
As often as possible cases should be dealt with, without resort to judicial proceedings
but instead through alternative dispute resolution, diversion and different
communitybased sentences for children who are found to have committed a crime.
I will analiyze how all these elements work in the juvenile justice system under Spanish
Law, and a constructive comparison between this and other systems will be established.
In order to explain these points, we will focus on the OL (organic law) 8/2006, which
compiles all Juvenile Justice Regulations as a single and complete system, and which
establish that justice for juveniles is to be administered by a separate system within the
general legal system with its own specific court.
1. INTRODUCCIÓN
2. LA REFORMA DE LA LO 8/2006
4. CONCLUSIONES FINALES……………………………………….……….Pág. 31
BIBLIOGRAFÍA………………………………………………………………...Pág. 33
Entre las fuentes más actuales encontramos, en primer lugar, las denominadas “Reglas
de Beijing”, Reglas mínimas de las Naciones Unidas para la administración de justicia
de menores. Fueron aprobadas por la Asamblea General de la ONU el 29 de noviembre
de 1985 y podemos destacar de su contenido las siguientes cuestiones:
1.- Se aplicarán a los menores delincuentes con imparcialidad, sin distinción alguna, por
ejemplo, de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra
índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra
condición.
2.- Establece una definición de menor, delito y menor delincuente (nuestra normativa se
acomoda a tal definición) y conmina a los poderes públicos a establecer leyes
específicas para la delincuencia juvenil y órganos judiciales propios y especializados en
menores.
3.- La normativa de cada Estado miembro sobre justicia juvenil hará hincapié en el
bienestar de éstos y garantizará que cualquier respuesta a los menores delincuentes sea
en todo momento proporcionada a las circunstancias del delincuente y del delito.
4.- Destaca la necesidad de que la justicia juvenil contenga suficiente margen para la
flexibilización de las normas penales y de la ejecución de las medidas impuestas, de tal
forma que garanticen la aplicación de las normas atendiendo a la diversidad de menores
y sus circunstancias (la regla habla de “facultades discrecionales”).
5.- Hay un conjunto de normas que obligan a los Estados miembros a incorporar de
forma expresa en la normativa procesal y penal derechos tales como la presunción de
inocencia, derecho a defensa letrada, principio acusatorio, a la contradicción, derechos
durante la detención, especialización policial, derecho a un juicio imparcial y justo, a la
presencia de sus padres, a los derechos del niño, garantías del derecho a su intimidad,
duración mínima de la prisión preventiva, etc. Huelga decir que todos estos derechos
forman parte de la Constitución y las leyes penales y procesales de nuestro
ordenamiento jurídico.
6.- Se efectuará una investigación completa sobre el medio social y las condiciones en
que se desarrolla la vida del menor y sobre las circunstancias en las que se hubiere
cometido el delito…
b) Las restricciones a la libertad personal del menor se impondrán sólo tras cuidadoso
estudio y se reducirán al mínimo posible;
17.2 Los delitos cometidos por menores no se sancionarán en ningún caso con la pena
capital.
17.3 Los menores no serán sancionados con penas corporales.
1 BLANCO BAREA, J. A., “Responsabilidad penal del menor: principios y medidas
judiciales aplicables en el Derecho Penal español”, Revista de Estudios Jurídicos nº
8/2008 (Segunda Época), 2008, p. 2.
La legislación española recoge en su integridad las 30 Reglas y, del mismo modo, cada
una de las normas de la Convención sobre los Derechos del Niño de 20 de noviembre de
1989 y las Directrices de Riad (Directrices de la ONU para la prevención de la
delincuencia juvenil). Asimismo, la normativa penal y procesal de menores vigente
recoge los principios, mandatos y espíritu de la legislación sobre menores de nuestro
propio ordenamiento jurídico, siendo su máximo exponente la LO 1/1996, de 15 de
enero, de Protección Jurídica del Menor.
En este sentido, el art. 1.2 de la LORPM determina expresamente que: Las personas a
las que se aplique la presente Ley gozarán de todos los derechos reconocidos en la
Constitución y en el ordenamiento jurídico, particularmente en la Ley Orgánica 1/1996,
de 15 de enero, de Protección Jurídica del Menor, así como en la Convención sobre los
Derechos del Niño de 20 de noviembre de 1989 y en todas aquellas normas sobre
protección de menores contenidas en los Tratados válidamente celebrados por España.
Si bien es cierto que la delincuencia juvenil es similar en los países europeos, al analizar
diferentes ordenamientos jurídicos apreciamos que la respuesta de cada uno varía en
función de su historia, cultura y tradición jurídica. Las mayores diferencias aparecen
respecto a la edad de fijar la responsabilidad penal de los menores, así como de la
competencia de los tribunales de menores y el régimen sancionador aplicable.
Observamos también una serie de características comunes, entre las que destacamos las
siguientes:
En primer lugar, prácticamente todos los países europeos han modificado su legislación
penal juvenil de forma que ésta se adecue y adapte a las recomendaciones de las
Naciones Unidas y del Consejo de Europa. Se refuerza así el reconocimiento de los
derechos y garantías del menor, al mismo tiempo que se afirma una mayor
responsabilidad de éste en relación con el desvalor de su acción.
Respecto al procedimiento, se opta por un sistema más flexible, en el que todos los
órganos de control social formal intervinientes en el sistema de justicia juvenil deben
ostentar la condición de especialistas, en el que la figura del Fiscal o Ministerio Público
adquiere cada vez más importancia, y en el que se debe atender no solo a la prueba y
valoración jurídica de los hechos, sino especialmente a la edad, las circunstancias
familiares y sociales, la personalidad y el interés del menor.
Por otra parte, observamos que se dan varios criterios a la hora de establecer los límites
de edad para delimitar la mayoría de edad penal o la responsabilidad penal juvenil.
Existe, así, un criterio biológico o cronológico en España y Portugal, que prima razones
de certeza y seguridad jurídica estableciendo una edad fija para todos los menores, sin
atender a aspectos como la madurez o personalidad del menor.
2 VÁZQUEZ GONZÁLEZ, C., “La responsabilidad penal de los menores en Europa”,
disponible en http://es.scribd.com/doc/36994042/Vasquez-Carlos-Responsabilidad-
penal-de-los-menores-en-Europa (última fecha de consulta: 10/06/16).
De forma opuesta, otro criterio denominado criterio mixto o biosociológico aboga por
que los menores, además de tener una determinada edad, muestren un grado de madurez
acorde a esa edad para asegurar su capacidad de comprender el carácter ilícito de su
conducta. Este criterio está arraigado en países como Italia3 o Alemania4.
Es importante dejar claro que tanto los menores de 14 años como aquellos de edad
comprendida entre los 18 y los 21 permanecen al margen de su ámbito de aplicación.
Estos últimos que, como ya hemos mencionado, antes de la derogación se denominaban
“jóvenes”, no quedan sometidos al imperio de la LORPM a pesar de que esa fue la idea
inicial. Respecto a los denominados “niños” (menores de 14 años) en virtud del art. 3 de
la Ley, aun cuando realicen un hecho tipificado como infracción penal, no responderán
conforme a la misma; se aplicará, en cambio, lo dispuesto en las normas de protección
de menores del Código Civil y otras disposiciones vigentes. Esto conlleva la actuación
conjunta del MF y las entidades públicas de protección de menores. Asimismo, el art.
5.3 dispone que “las edades indicadas se han de entender siempre referidas al momento
de la comisión de los hechos, sin que el haberse rebasado las mismas antes del
comienzo del procedimiento o durante la tramitación del mismo tenga incidencia alguna
sobre la competencia atribuida a los Jueces y Fiscales de Menores.”
capacidad de obrar (art. 322), no lo sería en el aspecto ahora examinado. Por todo ello,
el cómputo de esta materia penal ha de realizarse de momento a momento, teniendo en
cuenta la hora en que ha de reputarse cometido el delito y aquella otra en que se produjo
el nacimiento (…). Se acordó, pues, que si no consta la hora del nacimiento, tal omisión
probatoria ha de beneficiar al acusado (“in dubio pro reo”), de modo que se ha de
entender que nació en una hora posterior a aquella en que se produjo el hecho delictivo.
Así, la aplicación de la anterior doctrina al presente caso llevó directamente a la
absolución del menor acusado.
Por último, es de gran actualidad la Directiva (UE) 2016/800 del Parlamento Europeo y
del Consejo, de 11 de mayo de 2016, que tiene por objeto establecer garantías
procesales para los menores sospechosos o acusados en los procesos penales de los
países miembros, y que establece criterios como el que señala que sus disposiciones
también deben aplicarse a los sospechosos o acusados en procesos penales y a las
personas buscadas que fueran menores en el momento en que quedaron sujetas a dichos
procesos, pero hayan alcanzado posteriormente la edad de 18 años (Considerando 11).
11
2. LA REFORMA DE LA LO 8/2006.
Este modelo “de protección”, aparentemente atractivo, suponía una ausencia total de las
garantías propias del Derecho Penal y Procesal de adultos; el menor se sometía a un
proceso carente de éstas y desde el punto de vista penal sustantivo la medida
fundamental era el internamiento en un centro reformatorio por tiempo indeterminado.
Se puede observar, por tanto, el incumplimiento de principios como el de
proporcionalidad.
En lo relativo a este tema, encontramos la primera jurisprudencia en los años 60, como
es el caso de la Sentencia del Tribunal Supremo norteamericano, en 1967, en el caso In
re Gault, cuando declara inconstitucional el sistema de justicia de menores allí vigente,
reclamando la aplicación de las garantías del debido proceso en Derecho a los menores.
Este fue el punto de partida del cambio que comenzó a producirse también entre algunos
países europeos. En España, no obstante, esta corriente llegó mucho después, también a
raíz de una Sentencia del Tribunal Constitucional, la STC 36/1991, de 14 de febrero,
que declara inconstitucionales varios artículos de la entonces vigente Ley de 1948 (en
particular el art. 15, contrario a los principios del debido proceso en Derecho
constitucionalizados en el art. 24 CE). Se obliga así a la reforma de esta Ley, que llega
con la LO 4/1992, la cual precede a la actual.
12
medidas a aplicar. De ahí la denominación del modelo como
«educativoresponsabilizador»: el componente de exigencia de responsabilidad
proporcionada al hecho y el componente educativo son los dos que marcan la respuesta
al menor que delinque. Si bien pervive la orientación educativa del modelo anterior, el
reconocimiento del menor como sujeto de derechos determina la intervención del
principio de proporcionalidad entre la sanción y el hecho cometido y la exclusión de las
sanciones de duración indeterminada.8
Con la LO 8/2006 tiene lugar la última de las sucesivas reformas que en un periodo
relativamente breve de tiempo han ido cambiando el perfil de la LO 5/2000. La Ley ha
sido reformada en tres ocasiones en sólo 6 años: en primer lugar, por la LO 7/2000, y
después por la LO 15/2003, observándose en todas ellas el endurecimiento de la
respuesta penal frente al menor imputado, junto con otras modificaciones de cuestiones
técnicas. La segunda reforma ya marcaba el camino de la actual, conforme a la
disposición adicional sexta de la LORPM introducida por la LO 15/2003, “el Gobierno
impulsará las medidas orientadas a sancionar con más firmeza y eficacia los hechos
delictivos cometidos por personas que, aun siendo menores, revistan especial gravedad,
tales como los previstos en los artículos 138, 139, 179 y 180 del Código Penal. A tal fin
se establecerá la posibilidad de prolongar el tiempo de internamiento, su cumplimiento
en centros en los que se refuercen las medidas de seguridad impuestas y la posibilidad
de su cumplimiento a partir de la mayoría de edad en centros penitenciarios”.
14
Se busca que la previsión de penas de esta medida sea similar a la de las penas en el
Derecho Penal de adultos. Este ha visto su uso potenciado por diversas reformas, y se
orienta a la tutela de la víctima en delitos contra las personas y de forma particular de
aquellos de lesiones, contra la libertad e indemnidad sexuales y de violencia doméstica.
Por este mismo motivo, esta medida de alejamiento incorpora una alusión al centro
escolar, que se introdujo a sugerencia del Informe del Consejo General del Poder
Judicial al Anteproyecto de la Ley hecho en 2005, señalando la habitualidad, en estos
casos, de que la víctima sea precisamente otro menor en edad escolar, como ocurre en
las conductas de acoso escolar que adquieren relevancia penal. No obstante, señala el
Informe, su aplicación en este contexto planteará los problemas que ya vislumbra el
Consejo, el conflicto de intereses entre agresor y víctima que comparten unos mismos
recursos educativos, pues el alejamiento del acosador representará de hecho su
expulsión del centro educativo, al que no podrá regresar en tanto no se alce la
medida.11
Con respecto a los criterios que el Juez de Menores (o, en su caso, el Juez Central de
Menores) debe seguir para determinar la medida a imponer y su gravedad,
11 Informe al Anteproyecto de Ley por el que se modifica
la Ley Orgánica 5/2000, de 12 de enero, reguladora de la responsabilidad penal de los
menores, del Consejo General del Poder Judicial, de 23 de noviembre de 2005, pp. 17 y
ss.
15
a. Regla general. En términos generales rige la nueva regla del art. 9.3, de acuerdo con
la cual “la duración de las medidas no podrá exceder de 2 años, computándose, en su
caso, a estos efectos el tiempo ya cumplido por el menor en medida cautelar, conforme
a lo dispuesto en el artículo 28.5 de la presente Ley. La medida de prestaciones en
beneficio de la comunidad no podrá superar las cien horas. La medida de permanencia
de fin de semana no podrá superar los ocho fines de semana”.
16
de la acusación particular para tener vista del expediente (art. 23.2), para interesar el
secreto de las actuaciones (art. 24), para solicitar en fase de instrucción diligencias (art.
26), para formular escrito de alegaciones (art. 31), para participar en el debate
preliminar (art. 37.1), y para informar oralmente tras la práctica de la prueba (art.
37.2).13
17
La fase de instrucción, llevada a cabo por el MF y con una relevante actuación del
denominado Equipo Técnico, es la fase más interesante del proceso y en la que nos
centraremos a continuación. Las funciones más importantes, asignadas por la LORPM
al MF y a este Equipo Técnico, tienen lugar en este momento. Esto es así porque el
Equipo Técnico planteará la posibilidad de llevar a cabo actividades conciliadoras o
reparadoras y una intervención socio-educativa sobre el menor, así como la posible
conveniencia de no continuar con la tramitación del expediente en interés del menor.14
Esto supone una auténtica novedad en nuestro ordenamiento procesal penal, con su
antecedente inmediato en la LO 4/1992, de 5 de junio, Reguladora de la Competencia y
el Procedimiento de los Juzgados de Menores, siendo el único proceso penal vigente en
el que instruye el MF con plena vigencia del principio de contradicción, lo que permite
preservar la imparcialidad del Juez de Menores (como consecuencia del principio
acusatorio), pues este intervendrá en la fase instructora solamente para adoptar las
medidas cautelares y las diligencias restrictivas o limitativas de derechos
fundamentales, ya que su adopción está expresamente vedada al MF (art. 23.2
LORPM).
Así, pueden darse una serie de medidas cautelares personales, entre las que destacamos
la detención, que deberá acordarse sólo en los casos en que sea estrictamente necesario
y durar solamente el tiempo imprescindible, de la forma que
14 DÍAZ, L., Introducción al Derecho Penal de Menores, Editorial Tirant Lo Blanch,
Valencia, 2007, p. 9.
18
menos perjuicio acarree para el menor, y que es la única medida cautelar que puede
adoptar el MF. Acorde con el art. 17.2 CE, “la detención preventiva no podrá durar más
del tiempo estrictamente necesario para la realización de las averiguaciones tendentes al
esclarecimiento de los hechos, y, en todo caso, en el plazo máximo de setenta y dos
horas, el detenido deberá ser puesto en libertad o a disposición de la autoridad judicial”,
el tiempo máximo de duración de la detención constitucionalmente establecido sufre
una notable reducción en el ámbito de los menores, puesto que, con arreglo al art. 17.4
LORPM, la detención policial durará el tiempo estrictamente necesario y, en todo caso,
nunca más de veinticuatro horas; y, una vez puesto el menor a disposición del MF, este
habrá de resolver en el plazo de cuarenta y ocho horas -contado a partir del momento de
la detención- en alguno de los sentidos que dispone el art. 17.5 LORPM.
El art. 17.3 CE, por su parte, exige que se respete el derecho del menor a ser informado
de los hechos que se le imputan, las razones de la detención y los derechos que le
asisten: “Toda persona detenida debe ser informada de forma inmediata, y de modo que
le sea comprensible, de sus derechos y de las razones de su detención, no pudiendo ser
obligada a declarar. Se garantiza la asistencia de abogado al detenido en las diligencias
policiales y judiciales, en los términos que la ley establezca”. Además, la Ley exige que
las autoridades y funcionarios que intervengan en la detención de un menor le hablen en
lenguaje claro y comprensible para su edad (art. 17.1 LORPM).
19
aplicación de esa exigencia a las situaciones de custodia policial. En cualquier caso, esa
exigencia se entiende sin perjuicio de la posibilidad de que agentes de policía u otras
autoridades policiales detengan a un menor en situaciones en que a primera vista se
presuma necesario, por ejemplo, en caso de flagrante delito o inmediatamente después
de la comisión de una infracción penal.
Otras medidas cautelares que podrán adoptarse, pero ya siempre por el órgano
jurisdiccional, serán: internamiento en centro en régimen abierto, cerrado, semiabierto o
terapéutico (que, como ya mencionamos, podrá a su vez ser abierto, cerrado o
semiabierto); libertad vigilada, prohibición de aproximarse o comunicarse con la
20
víctima o con aquellos de sus familiares u otras personas que determine el Juez, o
convivencia con otra persona, familia o grupo educativo (arts. 28 y 29 LORPM).
Tal y como exige este precepto, toda la actuación instructora del MF se hará en un
marco educativo a la vez que sancionador para el menor, buscando siempre la
adecuación de las medidas a las circunstancias de hecho y de su autor y, sobre todo, al
interés del menor. Además, como ya se ha anotado, el MF no podrá practicar por sí
mismo diligencias restrictivas de derechos fundamentales, sino que habrá de solicitar
del Juzgado la práctica de las que sean precisas para el buen fin de las investigaciones.
21
Entendemos, en sentido estricto, que es un mecanismo que otorga al titular del ejercicio
de la acción penal la posibilidad de desistir del inicio del proceso penal, así como de
procurar el sobreseimiento o preclusión en el curso de la actividad investigativa, y de
disponer del contenido de la pretensión penal en cuanto a su supuesto y consecuencias,
con fundamento en motivos definidos de manera inequívoca en la ley procesal.18
Asimismo, el principio de oportunidad se presenta como la antítesis del principio de
legalidad en materia procesal penal.
22
En el sistema procesal presidido por el principio de oportunidad, en cambio, siempre
que se cumplan los presupuestos previstos por la norma, los titulares de la acción penal
están autorizados a ejercitarla o no, incoándose así el procedimiento o facilitando su
sobreseimiento.
Según señala GIMENO SENDRA, el principio de oportunidad implica “la facultad que
al titular de la acción penal asiste, para disponer, bajo determinadas condiciones, de su
ejercicio con independencia de que se haya acreditado la existencia de un hecho punible
contra un autor determinado”.20
23
En el caso de Italia, el “patteggiamento” recogido en el actual art. 444 del CPPI (Codice
di Procedura Penale de 22 de septiembre de 1988) supuso la introducción de la
posibilidad de aplicación de alguna pena sustitutiva a las penas cortas privativas de
libertad, siempre y cuando el imputado no reincidente lo solicitara y se diera un acuerdo
previo del Juez con el MF. Este tipo de penas, como semi-prisión o multa pretenden
evitar los negativos efectos criminógenos de las penas privativas de libertad. La
solicitud puede provenir también del MF, siempre con consentimiento del imputado
pues, como ocurre en Alemania, el MF monopoliza el ejercicio de la acción penal, con
la diferencia de que su estructura orgánica se encuentra en el marco de la Magistratura,
con independencia del Poder ejecutivo y autonomía de cualquier otro poder, pero
siempre sujeto al principio de legalidad.
24
25
Se alega también, desde una perspectiva procesal, que la aplicación de este principio
supone una quiebra del sistema procesal penal o al menos de su concepción tradicional,
fundada en la aplicación estrictamente jurisdiccional del ius puniendi del Estado,
considerando las posibilidades de disposición de la persecución penal que tiene el MF,
el cual termina ejerciendo facultades que son propias del Juez dentro de un Estado de
Derecho, como lo es decidir de fondo sobre el objeto del proceso penal, apareciendo lo
que parte de la doctrina ha llamado como “la figura del fisjuez”27. Asimismo, se
considera la seguridad jurídica, defendiendo que se ve afectada por la incertidumbre de
que el órgano encargado persiga todo hecho delictivo; se añaden otros puntos como la
disminución de la participación de la víctima, desvinculación general de las partes,
agravio en las garantías del imputado al no existir criterios uniformes de actuación, etc.
26
sin violencia o intimidación en las personas, según establece el art. 18. Además, puede
desistirse de la continuación del expediente en casos de delitos menos graves o leves
siempre que haya conciliación, el menor procure la reparación de la víctima o se
comprometa a cumplir la actividad educativa conforme a lo prescrito en el art. 19.
Respecto a las funciones del Equipo Técnico, el propio art. 27 de la LORPM las
establece en sus apartados 1, 4, 5 y 6:
Así, se obliga a poner en conocimiento del Equipo Técnico los hechos que se le imputan
al menor, mencionados de forma genérica en una copia del atestado que se remite. A
continuación, el Equipo Técnico elabora el informe, que podrá ser complementado por
entidades públicas o privadas que trabajen en el ámbito de la educación de menores y
conozcan el caso del menor expedientado, y que es remitido por el MF al Juez de
Menores y al letrado del menor.
27
Llegado este punto, el Equipo puede proponer una intervención socio-educativa del
menor, y poner de manifiesto en tal caso aquellos aspectos del mismo que considere
relevantes en orden a dicha intervención.
Este informe, a pesar de no ser vinculante para el Juez, tiene una importancia que lo
hace determinante en el proceso de cara a concluir o continuar con las actuaciones y, en
su caso, en relación con la medida a imponer, y esto se debe a que es una de las mayores
garantías con las que cuenta el menor, pues su interés y circunstancias personales y
sociales serán siempre valoradas con primacía. Se recogerá la posibilidad de que el
menor realice actividades reparadoras o de conciliación con la víctima.
Para conocer la situación familiar y el entorno social del menor y reflejar esto en el
informe, el Equipo Técnico llevará a cabo entrevistas para analizar la estructura y el
comportamiento de los miembros de la familia, para así determinar cómo estos influyen
en el del menor. Es decir, el informe no alcanza sólo al menor, sino que también a otros
miembros familiares y de su entorno. Es necesaria esta “intromisión en la intimidad” del
menor imputado, en favor de su interés.
Por último, es importante distinguir que en otros preceptos como los arts. 40 y 51, que
comportan la suspensión de la ejecución y la sustitución de las medidas impuestas, al
contrario de lo que pueda parecer, no se encuentra el principio de
28
Con todo, los argumentos a favor de la introducción de este principio tienen más peso
que los que se oponen a esta, pues a través de estas alternativas en el proceso puede
verdaderamente combatirse el denominado “populismo punitivo” que, por medio del
“Derecho penal del enemigo”, propicia la aplicación de medidas de tolerancia cero
incluso en delitos de escasa gravedad, imposibilitando así la proporcionalidad y, más
allá, una verdadera reeducación y reinserción social del menor.
29
Esta reflexión lleva a preguntarse, como han hecho ciertos autores, si la introducción de
delitos para menores en la LORPM resultaría beneficiosa para el mayor desarrollo de
sus garantías, reduciendo así la accesoriedad de esta Ley respecto del CP:
El art. 1 de la LORPM establece que la misma será aplicable para exigir responsabilidad
a las personas mayores de 14 años y menores de 18 por la comisión de hechos
tipificados como delitos o delitos leves en el CP o leyes penales especiales. Es decir, en
lo que se refiere al catálogo de delitos que pueden cometerse por un menor, se deduce
que éste puede ser autor de cualquiera de las figuras delictivas descritas como tales en el
conjunto de la normativa penal española. No obstante, un análisis más realista basado en
la experiencia muestra que las infracciones penales cometidas por los menores se
circunscriben a unos determinados tipos (fundamentalmente, homicidio, lesiones,
atentados contra la libertad sexual, hurto, robo, utilización ilegítima de vehículos de
motor, daños y delitos contra la salud pública) e, incluso, que existen figuras de
imposible ejecución por un menor, dada su incapacidad por edad para ocupar
determinados puestos, como ocurre con los delitos cuyo sujeto activo debe ser un
funcionario público, ya que sólo cabe acceder a la función pública una vez cumplidos
los 18 años.31
JIMÉNEZ DÍAZ considera que el sistema actual es adecuado y proporciona una gran
seguridad jurídica, puesto que no deja ningún espacio para la impunidad dependiendo
de cuál sea la clase de infracción cometida. Y si el menor comete o no determinada
clase de delitos o, en su caso, puede o no cometerlos dependiendo de la caracterización
del sujeto activo o, incluso, de determinados rasgos propios de la conducta, no es
motivo para complicar innecesariamente esta cuestión con la
30
elaboración de una tipología específica para menores, habida cuenta de que el infractor
menor sólo va a responder criminalmente si se subsume en un concreto tipo penal del
CP o de alguna ley especial. En realidad, poco importa que la figura delictiva esté
recogida en el Derecho penal de adultos, pues lo único relevante es que el menor no
responda conforme a éste, sino con arreglo a las reglas específicas que se han regulado
legalmente para someterlo a un régimen punitivo especial.
31
4. CONCLUSIONES FINALES.
No obstante, esta problemática se palía a través de las garantías procesales de las que
disponen los menores, cada vez más numerosas y avaladas no sólo a nivel interno sino
también internacional. Precisamente las numerosas reformas que ha sufrido el proceso
de menores en España se orienta a abandonar un modelo tradicional de justicia penal y
su carácter punitivo, para dejar paso al modelo “educativo-responsabilizador” y al
reconocimiento del derecho a un proceso contradictorio, derecho de defensa y principio
acusatorio, entre otros.
Existen dos reflejos principales, en nuestra Ley, de este enfoque protector: el papel del
MF y el principio de oportunidad, que constituye, bajo mi punto de vista, un logro en la
regulación del proceso de menores, si bien es cierto que este principio requiere todavía
de un mayor desarrollo y alcance para garantizar una mayor protección del menor en
pro del ya estudiado concepto de su interés superior.
32
BIBLIOGRAFÍA
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SSTS
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