Cap. 3 Enfermería en SAlud Mental

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3.1.

CONCEPTOS DE SALUD MENTAL Y


DE TRASTORNO MENTAL

Sobre el significado de la salud y de la enfermedad se ha escrito y dicho mucho en los


últimos años, y no sólo por el capricho de filosofar y teorizar sobre ello, sino porque
otorgarles a dichos conceptos una u otra dimensión implica un sistema u otro de atención
que, a su vez, determinará la planificación de los objetivos a conseguir, la forma de tratar
las disfunciones y trastornos y, en consecuencia, los cuidados a dispensar.
De esta forma, en este último medio siglo se ha consolidado y universalizado la visión
holística de la persona (ver definiciones de salud en OMS 1962, Sigerist 1941, 1977
Congreso de Médicos y Psicólogos de Lengua Catalana) que entiende la salud como un
proceso desde el nacimiento hasta la muerte en el que interaccionan todos los aspectos
que tienen que ver con la vida: psíquicos, físicos, socioculturales y ambientales. Por ello,
poco a poco, el sistema sanitario ha iniciado el proceso de transformación, con todas las
dificultades que ello supone, de un sistema basado en la atención parcializada de los
trastornos en el que los aspectos físicos se erigen prácticamente como única fuente de
trastornos susceptible de tratamiento, a un sistema sanitario orientado a la atención
integral de la persona y su proceso vital.
Para entender el proceso salud-enfermedad y, muy en concreto, la vertiente psicomental y
la complejidad de su diagnóstico y tratamiento, vamos a analizar cuatro puntos
fundamentales:

a) Aspecto Multifactorial.
b) Concepto de Interacción.
e) Concepto de dinamismo de la Salud.
d) Normalidad y Trastorno.

El primero aparece como resultado del concepto holístico de la persona. Ya que


hablamos de un ser integrado por aspectos físicos, psíquicos, sociales, culturales y
ambientales, estamos hablando implícitamente de una fuente multifactorial de causas y
posibles aspectos que pueden oscurecer y dificultar la identidad de los trastornos,
establecer sus límites y génesis.
El segundo punto consiste en entender las consecuencias de la interacción de todos estos
aspectos (psíquicos, físicos, socioculturales). Cuando hablamos de interacción, nos
estamos refiriendo a cómo unos aspectos influyen sobre otros, condicionando y
provocando cambios. Veamos en qué consisten estas interacciones:
La dificultad de adaptación al entorno, la enfermedad crónica, la relación con otras
personas y con uno mismo, todo ello, lo manifestamos a través de expresiones orgánicas:
cefaleas, astenia, anorexia, bulimia, trastornos digestivos o respiratorios, taquicardias,
trastornos del sistema inmunológico (disminución de las defensas predisponiendo
al individuo a procesos gripales, procesos dermatológicos, infecciones vías respiratorias,
urinarias etc.). Así pues, cualquier relación de afecto, emoción o sentimiento profundo que
experimente [a persona tiene repercusiones somáticas, negativas como las expuestas, o
bien positivas, como un óptimo estado inmunológico que revierte en una menor
predisposición a alteraciones y condiciona positivamente el resultado de tratamientos y el
pronóstico de patologías graves (SIDA, procesos oncológicos, etc.). Ver trastornos
somáticos (Tizón 1981 ).
Paralelamente, podemos observar cómo el estado de enfermedad induce a cambios
económico-sociales, al no poder el enfermo cumplir con los roles o compromisos
adquiridos hasta el momento; o el riesgo laboral, ya que si no se cumplen las medidas
preventivas necesarias, también puede provocar patologías o invalideces importantes
(minas, soldadores, manipulación de productos químicos). Por otro lado, una situación
socioeconómica marginal de la
persona puede favorecer la aparición de enfermedades por las malas condiciones
higiénico-ambientales.
También los aspectos culturales, los valores y creencias, pueden convertir en pato lógicas
y dar mayor o menor grado de gravedad a cuestiones como la obesidad, la
homosexualidad, la aceptación del envejecimiento, etc. (ver en este mismo capitulo
aspectos socio culturales). Ante todos estos aspectos e interacciones, la enfermera desde
su rol de cuidadora y, por lo tanto, desde su pos1c1on de observadora de primera línea,
se convierte en el profesional, dentro del equipo interdisciplinario. mejor situado para
realizar una valoración continuada que permita al equipo en su conjunto una mejor
detección, diagnóstico y planificación.

El tercer concepto importante a tener en cuenta es la doble dimensión dinámica del


proceso de salud:
-Dinamismo del ciclo vital.
-Dinamismo del proceso salud-enfermedad.

El primero hace referencia al ciclo vital de la persona, desde que nace hasta que envejece
y muere. Hay "disfunciones" que, según en qué momento de este ciclo vital se den, no se
diagnosticaron como tales sino como un proceso natural de la vida. Veamos, por ejemplo,
cómo en la primera infancia si no observamos en el niño una óptima coordinación
psicomotriz a causa de inmadurez neuromotora, no por ello consideramos que sufre de un
proceso patológico; contrariamente, sí nos preocuparía si ello sucede en un joven de 20
años.
Cuando nos adentramos en el campo de la salud mental, los criterios que limitan las fases
evolutivas de la madurez y tipifican los comportamientos y actitudes "normales" según
cada grupo de edad, dependen en gran medida del momento social y cultural. Por ello, en
muchas ocasiones hay procesos patológicos que permanecen enmascarados hasta que
su empeoramiento se revela en una crisis. (Pensemos, por ejemplo, en los casos de
adolescentes que padecen esquizofrenia con predominio de sintomatología negativa y
que no acuden en busca de ayuda hasta pasados varios años).
El aspecto dinámico del proceso de salud-enfermedad nos plantea la dificultad de
establecer una frontera inflexible y clara, un punto absoluto que separe uno y otro estado
y permita establecer de forma categórica las condiciones universales de ese paso.
Cuando no hay un brote agudo de una enfermedad, una definición tajante no es sólo un
intento absurdo sino también imposible, ya que dependerá en gran medida de la
idiosincrasia de la persona y de todas las circunstancias que le rodean (ver G. Pedroso,
1991).
El cuarto punto aparece como consecuencia lógica de todas las dificultades
expuestas hasta el momento, ya que nos encontramos con que definir y limitar los
conceptos de normalidad y de trastorno no es tarea sencilla. A dichos conceptos no se les
puede atribuir un carácter universal puesto que, según el marco social y cultural de cada
época o país, pueden irse transformando de algo patológico a algo normal, o viceversa
(La homosexualidad).
La media estadística, como menciona J. Vallejo, en 1966, "no es aceptable como
normalidad, ya que por este criterio las personas que por motivos personales, religiosos o
ideológicos se apartan de la media social deberíamos tratarlas de enfermos".
Debido a todo lo anteriormente expuesto, y teniendo en cuenta que la "normalidad" no es
generalizable, hay que buscar un marco válido, aplicable a cualquier sociedad, cultura y
momento, que nos permita valorar cuándo se precisa una intervención del equipo de
Salud Mental. Considerando lo esencial de las teorías y modelos de enfermería, vemos
que, en su conjunto, hacen más hincapié en la cobertura de las neces idades básicas, en
los aspectos relacionales, en las actividades de la vida, o en la interacción con el entorno,
y que siempre inciden en potenciar al máximo la capacidad de la persona para funcionar
de modo autónomo en todas sus vertientes, es decir, cuidarse a sí mismo y realizarse.
Por ello, el proceso o conducta patológica lo será en función de la pérdida de autonomía,
capacidad de crecimiento y autorrealización; en definitiva, la pérdida de ser y actuar con
libertad en su ecosistema.
La enfermera, desde su rol de cuidar y potenciar el autocuidado, es quien mejor
puede evaluar la capacidad de funcionar del individuo y observar su particular
idiosincrasia. Una vez más, esta aportación será clave en el equipo interdisciplinario, ya
que permitirá agilizar el esclarecimiento de las dificultades que hayan podido surgir en el
proceso de diagnóstico y planificación.
En 1962, La Federación Mundial para la Salud Mental plantea la acción para la
Salud Mental como aquella que "apunta al despliegue óptimo de las capacidades del
individuo, teniendo en cuenta en el contexto donde se halla. La Salud Mental es entendida
como un estado que permite el desarrollo óptimo físico, intelectual y afectivo del sujeto, en
la medida en que no perturba el desarrollo de sus semejantes".

Esta definición de Salud Mental hace hincapié en aspectos distintos según el marco
conceptual en el que esté basada: modelo psicoanalítico, conductista, cognitivo,
humanista, existencial o psicobiológico. En conjunto, podríamos afirmar que una visión
positiva de salud mental recogería aspectos como:

-Capacidad de evolucionar en los conflictos internos y que los mecanismos de


defensa psicológicos no bloqueen la percepción de la realidad y el crecimiento de la
persona.
-Capacidad de introspección, de integración de sí mismo (self).
-Capacidad de aprender y experimentar conductas para una correcta adaptación al
entorno, evitando aquellas compensaciones positivas para el individuo, pero que
conllevan adaptaciones erróneas.
-Capacidad de limitar el estrés innecesario, canalizar correctamente la ansiedad y tolerar
la frustración.
-Capacidad de sostener una red social suficiente que garantice y apoye positivamente
aspectos como sentimiento de seguridad, autoestima y enjuiciamiento.
-Capacidad de integrar la agresividad en el conjunto de la personalidad.
-Capacidad de elaborar pensamientos, emociones y sentimientos.
-Capacidad de aprender pensamientos positivos que sirvan de base de formación correcta
de emociones y conductas.
-Capacidad de control interno de las situaciones que se van sucediendo a lo largo de la
vida.
-Capacidad de pnonzar los estímulos recibidos y abstraer selectivamente sin tender a las
suposiciones globales.
-Capacidad de neutralizar y encontrar puntos intermedios entre el "todo o nada".
-Capacidad de tratar los problemas orgánicos y atender las necesidades fisiológicas.
-Capacidad de elaborar un duelo o pérdida.
-Capacidad de estima hacia los demás, amor y pertenencia.
-Capacidad de pensar y actuar libremente con plena conciencia de uno mismo y del
entorno.
-Capacidad de desarrollar los roles propios de su edad y tiempo.
-Capacidad de mantener el tratamiento farmacológico adecuado para corregir el
desequilibrio bioquímico (anomalías de los neurotransmisores, disfunciones endocrinas) y
la alteración de los biorritmos naturales.

Tizón, en 1988, resume todos estos aspectos diciendo que "la salud en el terreno mental
implica que los sentimientos, intereses, motivaciones, actitudes y valores de la persona
maduran y cambian durante el periodo de vida en que se relaciona con otras personas y
con el medio ambiente; que manifiestan flexibilidad y estabilidad en habilidades de
adaptación, desarrollan tareas apropiadas a su tiempo y edad y cumplen sus roles con el
máximo de efectividad y satisfacción; en definitiva, la capacidad de amar y trabajar,
disfrutar y tolerar".
Para acabar con este apartado, creo interesante la aportación que desde la teoría
sistémica hace el equipo del Dr. L. Cabrero y que permite, de una forma muy gráfica,
condensar todos los aspectos de saludenfermedad elaborados.
Cualquier alteración positiva o negativa de uno de estos componentes de la balanza
inclinará su posición hacia un empeoramiento o hacia una mejoría. La enfermería deberá
basar su plan de actividades en cada uno de estos bloques para estabilizar la "balanza"
del individuo y potenciar al máximo, dentro de lo posible, su inclinación hacia el óptimo de
salud.
3.2. ASPECTOS SOCIOCULTURALES.
ASPECTOS SOCIOCULTURALES EN LA
PRÁCTICA ENFERMERA

Al igual que con los aspectos psíquicomentales, vamos a hacer de nuevo una
profundización parcial sin olvidar, una vez más, que ésta carecerá de sentido si no la
enmarcamos dentro del contexto de interrelación con los otros aspectos físicos y
psíquicos.
Veamos primero algunos de los conceptos más básicos:

Cultura
La cultura es el conjunto de valores y creencias aprendidas y compartidas por los
miembros de un grupo particular que da lugar a un patrón de conducta, a una forma de
sentir y pensar concreta. Una cultura o subcultura es transmitida de una generación a otra
con todas las particularidades e historia propia. La antropología es la ciencia que la
estudia.
Nivel cultural: grado del conocimiento del saber de una cultura determinada.

Sistema de valores
El sistema de valores es el conjunto de estimaciones cualitativas respecto a la realidad, el
hombre y su entorno. Dicha estimación de cualidad hará que una idea, objeto, concepto o
fenómeno tengan una validez en cantidad determinada, estableciendo grados de más o
de menos, de aceptable o no; ello dará lugar a una escala de valores. Cada cultura
establece un sistema propio de valores.

Las creencias
La creencia predispone a una actitud mental de aceptación de una proposición como
verdadera, aunque no sea verificable. Así pues, las creencias serán el conjunto de
proposiciones que para un grupo particular de personas se darán por supuestas, sin
necesidad de que deban o puedan ser objeto de comprobación.

Concepto de sistema social


King, en 1984, dice que "el sistema social es el que proporciona las estructuras
para la interacción social, definiendo las reglas de comportamiento y los modos de acción.
Los conceptos de organización, poder, autoridad, estatus y toma de decisiones definen
características importantes de este sistema. Dentro de él se encuentran también las
creencias, actitudes, valores y costumbres que se transmiten cultural mente a través de
sistemas sociales tales como la familia o la escuela" .
La sociología es la ciencia que estudia el sistema social, las clases y los grupos sociales
en términos de grupo y naturaleza colectiva.
Para ello tiene en cuenta múltiples variables sociodemográficas como: estatus, nivel
económico, medio (urbano-rural), edad, sexo, estado civil, lugar de nacimiento, etc.

Psiquiatría social
La OMS, en 1958, habla de la psiquiatría social como "la rama de la psiquiatría que se
ocupa del conjunto de medidas preventivas y curativas que tienen por objeto hacer al
individuo capaz de llevar una vida satisfactoria y útil en su marco social. Con esta
finalidad, la psiquiatría social se esfuerza en proporcionar a los enfermos mentales, y a los
que están en peligro de serlo, la posibilidad de establecer con la sociedad unas relaciones
favorables para el mantenimiento o la restauración de la adaptación social".
Freedman, Kaplan y Sadok, en 1975, definen la psiquiatría social como " la rama de la
psiquiatría que se interesa por los factores ecológicos, sociológicos y culturales que
originan, intensifican o complican patrones mal adaptados de conducta, y también por su
tratamiento".
Así pues, la psiquiatría social intenta vislumbrar la relación de los aspectos sociales en la
etiología, curso, tratamiento, rehabilitación y reinserción de las enfermedades mentales.

Etiología-sociogénesis:
En qué medida los procesos socioculturales son o no causa de trastornos mentales y
cómo se entrelazan con otros factores genéticos, psicológicos, etc., en la determinación
de la salud o la enfermedad mental.

Curso y evolución:
Influencia de la familia, grupos sociales, la comunidad y sus recursos materiales, y el
sistema social en general.

Tratamiento y rehabilitación:
Los recursos sociales y la sociedad marcarán la definición y lo que es o no es trastorno,
condicionando los tipos de tratamiento de curación, mantenimiento o rehabilitación.
Prevención:
Del estudio del sistema social y de las bases culturales se podrá extrapolar factores y/o
situaciones de riesgo sobre las que intervenir.

Epidemiología social
Es la herramienta básica para el desarrollo de la psiquiatría social. Utiliza distintas
disciplinas como los estudios demográficos (para definir las características de la población
afectada), la estadística (como técnica de relación de esos datos y su interpretación), la
nosología y la psicopatología (que permiten la individualización, descripción y clasificación
de las enfermedades).
La multifactorialidad de las variables utilizadas en los estudios epidemiológicos, junto con
la laxitud que presenta la nosología psiquiátrica, hace difícil el estudio de causa-efecto
entre el ambiente, el individuo y la enfermedad mental.

Los objetivos de la epidemiología social pueden ser muy diversos. Algunos de ellos son:
-Etiología de los diferentes tipos de enfermedades mentales a partir de características
demográficas de la población afectada y de la relación que pueda haber entre las
particularidades de un sistema social, familiar o de la persona con la enfermedad mental.
-Morbilidad: incidencia y prevalencia de los diferentes tipos de enfermedad mental en un
sistema social.
-Identificar grupos de riesgo, marcadores de vulnerabilidad, factores de predisposición
(precipitantes o determinantes), indicadores de salud-enfermedad.
-Planificación de la asistencia psiquiátrica a través de evaluación de la eficacia y eficiencia
de la organización, los tratamientos farmacológicos y técnicos, las medidas terapéuticas o
rehabilitadoras y las intervenciones preventivas.

Aspectos socioculturales en la práctica enfermera

Partimos de la ineludible comprensión del hombre como ser, individual y social, sumergido
en un mar de relaciones consigo mismo y con los demás. La epidemiología y la psiquiatría
social han puesto de relieve factores como: el nivel socio-económicopolítico, el grado de
aislamiento o integración socio-cultural, el modo de vida urbano o rural, la migración, la
cohesión o dispersión del sistema familiar, las condiciones del hábitat, edad, sexo, etc.,
que determinan variaciones en la distribución de la enfermedad en la población y el riesgo
de ingresos psiquiátricos.
Por otro lado, la cultura encauza factores como la calidad y forma de vida, el modo de
crianza infantil, el desequilibrio entre la expresión y represión de las emociones o los
sistemas de valores.
La enfermería, sea cual sea su especialidad o campo de actuación, debe conocer y
utilizar todos los aspectos citados como herramientas propias, tanto para la elaborac1on
del propio proceso de atención de enfermería (PAE} como para realizar programas de
intervención, sean de la naturaleza que sean (curativos, de seguimiento, preventivos, de
rehabilitación}. Si no es así, se estará incurriendo en una mala praxis y ello se reflejará en
un porcentaje importante de actuaciones asistenciales nulas, ya que no se podrá cumplir
con el objetivo marcado.
Además, si esto es importante en cualquier especialidad de enfermería, en la especialidad
de Salud Mental es vital, dadas las condiciones intrínsecas de la relación entre los
factores socioculturales (desestructuración social y familiar, bajo nivel económico,
aislamiento social. ..) y las causas evolutivas de las enfermedades mentales.
A continuación concretaremos algunas de las situaciones con las que las enfermeras se
encuentran habitualmente y en las que la influencia de los aspectos socioculturales es
muy relevante, por lo que deben de ser trabajados desde el primer momento con la
misma· urgencia que la demanda explícita.

-La respuesta de la persona frente a la enfermedad mental: su adaptación, cooperación y


evolución dependerán en gran medida del significado social que tenga la enferm~dad (no
se acepta igual una depresión que una anorexia, una drogodependencia o una
esquizofrenia), de las creencías, escala de valores, de la respuesta de apoyo de la familia,
de su rol, estatus, situación laboral y económica, así como de la red social de la que
disponga. La enfermera debe analizar todos estos aspectos, trabajarlos y coordinar su
tratamiento interdiscipl i nar.
-Impacto de la enfermedad en la familia: ésta se articulará de una forma u otra según los
recursos que sea capaz de desplegar tanto para orientarse en el entendimiento de la
patología como para organizarse en las carencias que comporta. La enfermera debe estar
muy atenta a la reacción familiar, entendiéndola como parte integral del proceso y
tratamiento del paciente, por lo que hará una valoración del estado y necesidades que
presenta y coordinando posteriormente las actividades a realizar.
-La hospitalización: es una situación de ruptura social y cultural (intimidad,
despersonificación, pérdida de individualidad, rotura de la contin uidad cotidiana,
adaptación a nuevas normas, nuevo sistema, separación de los seres queridos y
pertenencias, etc.) para la familia y el enfermo que, si no se cuida especialmente, puede
volverse en contra del objetivo inicial del ingreso.
-El alta de un recurso asistencial, si no es trabajado convenientemente, puede no
encontrar sustentación adecuada en el sistema social propio del paciente y abortar los
objetivos logrados hasta el momento.

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